noviembre - Comunicación MG - Misioneros de Guadalupe

Liturgia
La Eucaristía es
memoria de Jesucristo,
porque articula la presencia del
Resucitado (presente, puesto que está
siempre vivo) con el pasado del Gólgota
y con el porvenir de la Parusía.
La noción bíblica de “memorial” o
“anámnesis” expresa bien esta triple
dimensión temporal: celebrar la Pascua
como memorial, para los judíos,
era ser introducidos por la fiesta en el
mismo acontecimiento conmemorado.
Así leemos: “Ese día (de la Cena Pascual)
darás esta explicación a tus hijos:
‘Hacemos esto para recordar lo que hizo
por mí el Señor cuando salí de Egipto’”
(cfr. Ex 13, 8).
“En mi favor, cuando salí de Egipto”: lo
que pasó hace siglos, concierne al hoy de
cada generación. De allí el comentario
de la Mishná: “Al celebrar la fiesta, hay
que actuar como si uno mismo hubiera
salido de Egipto” (Pesajim x, 5). La
Pascua de ayer es hoy y es en vista del
mañana: apoyándose en la fidelidad de
Dios liberador en el pasado, se le pide a
Israel dejarse liberar de todas sus servidumbres
en su presente, y ser llevado
a creer en la promesa de Dios relativa a
una última liberación, que ha tomado el
nombre de “Reino de Dios”.
Memorial eucarístico, corazón de la vida
cristiana (Parte 5) 1
Los cristianos celebran a Jesucristo,
pero con una diferencia mayor de contenido:
la liberación de Egipto es liberación
de todas las formas de esclavitud; Jesucristo
ha derramado su sangre “por
muchos para la remisión de los pecados”.
En efecto, esto significa que su
salvación concierne al ser humano completo,
puesto que llega hasta su última
raíz, que tiene por nombre “pecado” y
cuya sede bíblica es el “corazón malvado”
o “corazón de piedra” (Ez 36, 26);
“pecado” no en sentido exclusivo (la
interioridad del hombre), sino inclusivo
(la integridad del hombre).
“Anunciamos tu muerte” (dimensión del
pasado), “proclamamos tu resurrección”
(dimensión del hoy permanente del Resucitado),
“ven, Señor Jesús” (dimensión
del porvenir). La memoria cristiana
es memoria del pasado, del sufrimiento
y de la muerte que vivió Jesús, pero
actualiza en el presente de la Iglesia la
liberación, la salvación por la que dio su
vida, y constituye la prenda de una promesa:
vendrá un tiempo para la humanidad,
plenamente liberada de lo que la
sujeta al pecado, en el que vivirá la vida
misma de Dios inaugurada por la resurrección
de Jesús.
1 Adaptación del texto de Louis-Marie Chauvet, “Hacer memoria: ‘Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los
muertos’”, publicado en Actualidad Litúrgica, núm. 226, mayo-junio de 2012, págs. 5,6 y 7.