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Cartas Marruecas - Descarga Ebooks

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<strong>Cartas</strong> <strong>Marruecas</strong><br />

104<br />

P. ¿Tenéis por cierto que todo hombre taciturno, especulativo y modesto en proferir su<br />

dictamen, merece desprecio y mofa, y hasta golpes y palos si los aguantara, y que, al contrario,<br />

para ser digno de atención es menester hablar como una cotorra, dar vueltas como mariposa y<br />

hacer más gestos que un mico?<br />

R. Sí tengo.<br />

P. ¿Tenéis por cierto que la suma y final bienaventuranza del hombre consiste en tener un<br />

tiro de caballos frisones muy gordos, o de potros cordobeses muy finos, o de mulas manchegas<br />

muy altas?<br />

R. Sí tengo.<br />

P. ¿Tenéis por cierto que si el siglo que viene abre los ojos sobre las ridiculeces del actual,<br />

será vuestro nombre y el de vuestros semejantes el objeto de la risa y mofa, y tal vez de odio y<br />

execración?; y no obstante esto, ¿vienes a prometer vivir en una extravagancia?<br />

R. Sí tengo y prometo.<br />

Y luego suele callar el preguntante, y el otro le hace otras tantas preguntas, añadió Nuño. Lo<br />

sensible es que no hagan todo un catecismo completo análogo a este especie de símbolo de sus<br />

extravagancias. Muy curioso estoy de saber qué mandamientos pondrían, qué obras de<br />

misericordia, qué pecados, qué virtudes opuestas a ellos, qué oraciones. Los que han profesado<br />

esta religión, venerado sus misterios, asistido a sus ritos y procurado propagar su doctrina,<br />

suelen pasar alegremente los años agradables de su vida. El alto concepto en que se tienen a sí<br />

mismos; el sumo desprecio con que tratan a los otros; la admiración que les atrae el mundo<br />

femenino; su parte extravagante; y, en fin, la ninguna reflexión seria que pueda detener un<br />

punto su continuo movimiento, les da sin duda una juventud muy gustosa. Pero cuando van<br />

llegando a la edad madura, y ven que van a caer en el mayor desaire, creo que se han de hallar<br />

en muy triste situación. Se desvanece todo aquel torbellino de superficialidades, y se hallan en<br />

otra esfera. Los hombres serios, formales e importantes no los admiten, porque nunca los han<br />

tratado; las mujeres los desconocen, porque los ven despojados de todas las prendas que los<br />

hacían apreciables en el estrado, y se me figura cada uno de ellos como el murciélago, que ni es<br />

ratón ni pájaro.<br />

¿En qué clase, pues, de estado se han de colocar uno de éstos cuando llega a la edad menos<br />

ligera y deliciosa? ¡Cuán amargos instantes tendrá cuando se vea en la imposibilidad de ser ni<br />

hombre ni niño! Le darán envidia los hombres que van entrando en la edad que él ha pasado, y<br />

le extrañarán los hombres que van entrando con las canas que ya le asoman. Si hubiese<br />

contraído la naturaleza, al tiempo de producirle, alguna obligación de mantenerle siempre en la<br />

edad florida, moriría sin haber usado de su razón, embobado en los aparentes placeres y<br />

felicidades. Si conociendo lo corto de la juventud, hubiese mirado las cosas sólidas, se hallaría a<br />

cierto tiempo colocado en alguna clase de la república, más o menos feliz a la verdad, pero<br />

siempre con algún establecimiento; cuando en el caso del petimetre, éste no tiene que esperar<br />

© RinconCastellano 1997 – 2011 www.rinconcastellano.com

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