Cartas Marruecas - Descarga Ebooks
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<strong>Cartas</strong> <strong>Marruecas</strong><br />
68<br />
Fuiles diciendo otra infinidad de daños públicos a que están expuestas las monarquías,<br />
preguntando si alguno de ellos había sucedido, cuando al cabo de mucho tiempo, lágrimas,<br />
sollozos, suspiros, quejas, lamentos, llantos, y hasta invectivas contra los astros y estrellas, la que<br />
había callado, y que parecía la más juiciosa de todas, exclamó con voz muy dolorida: -¿Creerás,<br />
Gazel, que en todo Madrid no se ha hallado cinta de este color, por mas que se ha buscado?<br />
Gazel a Ben-Beley<br />
Si los vicios comunes en el método europeo de escribir la historia son tan capitales como te<br />
tengo avisado, te espantará otro mucho mayor y más común en la historia que llaman universal.<br />
Apenas hay nación en Europa que no haya producido un escritor, o bien compendioso, o bien<br />
extenso, de la historia universal; pero ¿qué trazas de ser universal? A más de las preocupaciones<br />
que guían las plumas, y los respetos que atan las manos a estos historiadores generales,<br />
comunes con los iguales obstáculos de los historiadores particulares, tienen uno muy singular y<br />
peculiar de ellos, y es que cada uno, escribiendo con individualidad los fastos de su nación, los<br />
anales gloriosos de sus reyes y generales, los progresos hechos por sus sabios en las ciencias,<br />
contando cada cosa de éstas con unas menudencias en realidad despreciables, cree firmemente<br />
que cumple para con las demás naciones en referir cuatro o cinco épocas notables, y nombrar<br />
cuatro o cinco hombres grandes, aunque sea desfigurando sus nombres. El historiador universal<br />
inglés gastará muchas hojas en la noticia de quién fue cualquiera de sus corsarios, y apenas dice<br />
que hubo un Turena en el mundo. El francés nos dirá de buena gana con igual exactitud quién<br />
fue el primer actor que mudó el sombrero por el morrión en los papeles de su teatro, y por poco<br />
se olvida quién fue el duque de Malboroug.<br />
-¡Qué chasco el que acabo de llevar! -díjome Nuño pocos días ha-, ¡qué chasco, cuando,<br />
engañado por el título de una obra en que el autor nos prometía la vida de todos los grandes<br />
hombres del mundo, voy a buscar unos cuantos amigos de mi mayor estimación, y no me hallé ni<br />
siquiera con el nombre de ellos! Voy por el abecedario a encontrar los Ordoños, Sanchos,<br />
Fernandos de Castilla, los Jaimes de Aragón, y nada, nada dice de ellos.<br />
Entre tantos hombres grandes como desperdiciaron su sangre durante ocho siglos en ayudar<br />
a su patria a sacudir el yugo de tus abuelos, apenas dos o tres han merecido la atención de este<br />
historiador. Botánicos insignes, humanistas, estadistas, poetas, oradores anteriores con más de<br />
un siglo, y algunos dos, a las academias francesas, quedan sepultados en el olvido si no se leen<br />
más historias que éstas. Pilotos vizcaínos, andaluces, portugueses, que navegaron con tanta<br />
osadía como pericia, y por consiguiente tan beneméritos de la sociedad, quedan cubiertos con<br />
igual velo. Los soldados catalanes y aragoneses, tan ilustres en ambas Sicilias y sus mares por los<br />
años 1280, no han parecido dignos de fama póstuma a los tales compositores. Doctores<br />
cordobeses de tu religión y descendientes de tu país, que conservaron las ciencias en España<br />
mientras ardía la península en guerras sangrientas, tampoco ocupan una llana en la tal obra.<br />
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