Cartas Marruecas - Descarga Ebooks
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De Nuño a Ben-Beley<br />
He visto en una de las cartas que Gazel te escribe un retrato horroroso del siglo actual, y la<br />
ridícula defensa de él, hecha por un hombre muy superficial e ignorante. Partamos la diferencia<br />
tú y yo entre los dos pareceres; y sin dejar de conocer que no es la era tan buena ni tan mala<br />
como se dice, confesemos que lo peor que tiene este siglo es que lo defiendan como cosa propia<br />
semejantes abogados. El que se ve en esta carta oponerse a la demasiado rigurosa crítica de<br />
Gazel es capaz de perder la más segura causa. Emprende la defensa, como otros muchos, por el<br />
lado que muestra más flaqueza y ridiculez. Si en lugar de querer sostener estas locuras se hiciera<br />
cargo de lo que merece verdaderos aplausos, hubiera dado sin duda al africano mejor opinión de<br />
la era en que vino a Europa. Otro efecto le hubiera causado una relación de la suavidad de<br />
costumbres, humanidad en la guerra, noble uso de las victorias, blandura en los gobiernos; los<br />
adelantamientos en las matemáticas y física; el mutuo comercio de talentos por medio de las<br />
traducciones que se hacen en todas las lenguas de cualquiera obra que sobresale en alguna de<br />
ellas. Cuando todas estas ventajas no sean tan efectivas como lo parecen, pueden a lo menos<br />
hacer equilibrio con la enumeración de desdichas que hace Gazel; y siempre que los bienes y los<br />
males, los delitos y las virtudes estén en igual balanza, no puede llamarse tan infeliz el siglo en<br />
que se note esta igualdad, respecto del número que nos muestra la historia llenos de miserias y<br />
horrores, y sin una época siquiera que consuele al género humano.<br />
Gazel a Ben-Beley<br />
¿Quién creyera que la lengua tenida universalmente por la más hermosa de todas las vivas<br />
dos siglos ha, sea hoy una de las menos apreciables? Tal es la priesa que se han dado a echarla a<br />
perder los españoles. El abuso de su flexibilidad, digámoslo así, la poca economía en figuras y<br />
frases de muchos autores del siglo pasado, y la esclavitud de los traductores de presente a sus<br />
originales, han despojado este idioma de sus naturales hermosuras, cuales eran laconismo,<br />
abundancia y energía. Los franceses han hermoseado el suyo al paso que los españoles lo han<br />
desfigurado. Un párrafo de Montesquieu y otros coetáneos tiene tal abundancia de las tres<br />
hermosuras referidas, que no parecían caber en el idioma francés; y siendo anteriores con un<br />
siglo y algo más los autores que han escrito en buen castellano, los españoles del día parecen<br />
haber hecho asunto formal de humillar el lenguaje de sus padres. Los traductores e imitadores<br />
de los extranjeros son los que más han lucido en esta empresa. Como no saben su propia lengua,<br />
porque no se sirven tomar el trabajo de estudiarla, cuando se hallan con alguna hermosura en<br />
algún original francés, italiano o inglés, amontonan galicismos, italianismos y anglicismos, con lo<br />
cual consiguen todo lo siguiente:<br />
1.º Defraudan el original de su verdadero mérito, pues no dan la verdadera idea de él en la<br />
traducción. 2.º Añaden al castellano mil frases impertinentes. 3º Lisonjean al extranjero,<br />
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<strong>Cartas</strong> <strong>Marruecas</strong><br />
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