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CUADERNOS - FAES

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16<br />

<strong>CUADERNOS</strong><br />

de pensamiento político


Índice<br />

Octubre / Diciembre<br />

2007 16<br />

5 Nota editorial<br />

10 JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />

Gabriel Cisneros: un político ejemplar<br />

19 JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

El sarcasmo de un godo<br />

31 MAX FALQUE<br />

La política medioambiental estadounidense:<br />

entre ruptura y continuismo<br />

55 JUAN VELARDE FUERTES<br />

Reflexiones sobre la situación económica española<br />

95 ROGELIO ALONSO<br />

¿Qué política antiterrorista frente a ETA?<br />

Lecciones desde la perspectiva comparada<br />

121 RAFAEL ARIAS-SALGADO MONTALVO<br />

Reflexiones sobre la política exterior española<br />

145 FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

Treinta años de Orientalismo. Crónica breve de un fraude intelectual<br />

y académico.<br />

165 JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

Acerca de la nación: el caso de los EE.UU.<br />

191 JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

La voluntad de la mayoría. La filosofía política subyacente<br />

en la crisis constitucional española<br />

231 JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

Hamlet en Oxford: las encrucijadas liberales de Isaiah Berlin<br />

RESEÑAS<br />

<strong>CUADERNOS</strong><br />

de pensamiento político<br />

259 MIGUEL GIL: La libertad en la encrucijada (Samuel Gregg)<br />

261 MARIO RAMOS VERA: Tesis doctoral inédita de Melquíades Álvarez<br />

264 IVÁN GIL-MERINO DÍAZ: Rebelarse vende. El negocio de la contracultura<br />

(Joseph Health y Andrew Potter)<br />

266 GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDIA. Himno (Ayn Rand)


<strong>CUADERNOS</strong><br />

de pensamiento político<br />

EDITA<br />

<strong>FAES</strong>: FUNDACIÓN PARA EL ANÁLISIS Y LOS ESTUDIOS SOCIALES<br />

PATRONATO<br />

PRESIDENTE: JOSÉ MARÍA AZNAR<br />

VICEPRESIDENTE: ÁNGEL ACEBES<br />

ESPERANZA AGUIRRE<br />

FRANCISCO ÁLVAREZ-CASCOS<br />

CARLOS ARAGONÉS<br />

JAVIER ARENAS<br />

RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

JOSÉ ANTONIO BERMÚDEZ DE CASTRO<br />

MIGUEL BOYER<br />

JAIME IGNACIO DEL BURGO<br />

PÍO CABANILLAS<br />

PILAR DEL CASTILLO<br />

MIGUEL ÁNGEL CORTÉS<br />

GABRIEL ELORRIAGA<br />

JAVIER FERNÁNDEZ-LASQUETTY<br />

ANTONIO FONTÁN<br />

MANUEL FRAGA<br />

GERARDO GALEOTE<br />

JAIME GARCÍA-LEGAZ<br />

LUIS DE GRANDES<br />

JUAN JOSÉ LUCAS<br />

JOSÉ MARÍA MARCO<br />

RODOLFO MARTÍN VILLA<br />

JAUME MATAS<br />

ANA MATO<br />

ABEL MATUTES<br />

PEDRO ANTONIO MARTÍN<br />

JAIME MAYOR OREJA<br />

VOCALES<br />

MERCEDES DE LA MERCED<br />

JORGE MORAGAS<br />

ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO<br />

EUGENIO NASARRE<br />

MARCELINO OREJA AGUIRRE<br />

ANA PALACIO<br />

ANA PASTOR<br />

JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />

JOSEP PIQUÉ<br />

MARIANO RAJOY<br />

RODRIGO RATO*<br />

ALBERTO RECARTE<br />

CARLOS ROBLES PIQUER<br />

JOSÉ MANUEL ROMAY BECARÍA<br />

LUISA FERNANDA RUDÍ<br />

JAVIER RUPÉREZ<br />

SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA<br />

ALFREDO TÍMERMANS<br />

ISABEL TOCINO<br />

BAUDILIO TOMÉ<br />

FEDERICO TRILLO-FIGUEROA<br />

JUAN VELARDE<br />

ALEJO VIDAL-QUADRAS<br />

CELIA VILLALOBOS<br />

EDUARDO ZAPLANA<br />

JAVIER ZARZALEJOS<br />

SECRETARIO GENERAL: JAIME GARCÍA-LEGAZ<br />

*En la actualidad, en suspensión voluntaria de sus funciones<br />

DIRECTOR: JAVIER ZARZALEJOS<br />

REDACCIÓN: MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO, JOSÉ MANUEL DE TORRES<br />

PUBLICIDAD, ADMINISTRACIÓN Y SUSCRIPTORES<br />

C/ Juan Bravo 3 - C, 7ª planta. 28006 Madrid<br />

Teléfono: 91 576 68 57 ● Fax: 91 575 46 95<br />

www.fundacionfaes.org ● e-mail: cuadernos@fundacionfaes.org<br />

Distribución: COMERCIAL ATHENEUM, S.A. C/ Juan de la Cierva nº 6 28820 Coslada (Madrid)<br />

Producción, Maquetación e impresión RARO S.L.<br />

ISNN: 1696-8441 Depósito Legal: M-45040-2003<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

no comparte necesariamente las opiniones expresadas por sus colaboradores<br />

ESTA REVISTA ES MIEMBRO<br />

DE LA ASOCIACIÓN DE REVISTAS CUL-<br />

TURALES DE ESPAÑA<br />

Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas para su difusión en<br />

bibliotecas, centros culturales y universidades de España, para la totalidad de los números editados en el año 2007


NOTA EDITORIAL<br />

C<br />

uando se pide o se acepta que se vote sobre algo se legitima cualquiera<br />

de las respuestas posibles. Contra lo que el Gobierno socialista<br />

afirma, la disputa fundamental de la legislatura no ha tenido<br />

lugar acerca de la conveniencia o no de aceptar un ámbito territorial de decisión<br />

u otro, ésta es en realidad una discusión de segundo orden. Lo que<br />

realmente ha apartado al Gobierno y sus socios de las posiciones que sostiene<br />

el Partido Popular no es el problema de quién decide, sino, antes, el<br />

problema de lo que se somete a decisión. No es una disputa sobre la distribución<br />

territorial del poder, que puede y debe abordarse como un asunto<br />

de técnica jurídico-política cuando existe lealtad institucional, respeto por<br />

las instituciones y sentido de Estado, como muestra el ejemplo alemán,<br />

sino una disputa sobre los límites del poder, la independencia de las instituciones<br />

y el respeto por las normas vigentes. Es una diferente concepción<br />

del poder público y de las tareas del Estado, un aprecio distinto por el pluralismo<br />

y una manera diferente de entender la inviolabilidad de los derechos<br />

fundamentales.<br />

Hace un año, el Presidente del Gobierno mostró la verdadera naturaleza<br />

del supuesto debate territorial cuando comentó la agresión que sufrió<br />

el Secretario General del Partido Popular en Martorell al afirmar que él se<br />

“sentía muy feliz y muy cómodo en Cataluña, no como otros”, agradeció<br />

“a la gran mayoría de los catalanes y de sus fuerzas políticas” su apoyo a la<br />

negociación con ETA, afirmó que iba a dar “un empujón a Cataluña en infraestructuras,<br />

en trenes de cercanías” y, tras agitar bien todos esos ingredientes,<br />

pidió el voto para la “Cataluña social”. De nuevo, un año más tarde,<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 5


NOTA EDITORIAL<br />

las amenazas de muerte vertidas contra miembros del Partido Popular en<br />

Cataluña han sido presentadas como parte de una mera diferencia de pareceres<br />

sobre el Estatut o sobre el Estado autonómico, y no como lo que<br />

realmente son, una manifestación más de que quienes pretenden la ruptura<br />

del modelo territorial constitucional son invariablemente quienes vulneran<br />

los derechos fundamentales y creen que se puede legitimar<br />

“democráticamente” esa violación, o quienes la amparan o la disculpan.<br />

El pluralismo político es el concepto que justifica la existencia de un<br />

sistema, un conjunto de instituciones, normas, usos y actores que permite<br />

diversas orientaciones, una de las cuales es elegida y posterga reversible y<br />

transitoriamente, pero no anula definitivamente ni vulnera, a otras posibles.<br />

Un programa político alude a la definición de un proyecto coherente<br />

con nuestro modo personal (uno entre muchos) de entender la vida política.<br />

La defensa de las instituciones que realiza el PP es considerada por el<br />

Gobierno como la exhibición de un programa, mientras que el Gobierno<br />

no ha dudado en forzar las instituciones en su provecho, como si alcanzar<br />

una mayoría relativa en unas elecciones legislativas bastara para considerarse<br />

investido de un poder absoluto e irreversible. La machacona reiteración<br />

con la que el Gobierno desprecia por antidemócratas a quienes no<br />

“se suman a la mayoría” que él promueve, es una manifestación más de<br />

esta mentalidad.<br />

En relación con la aplicación de ley de partidos a ANV –seguramente<br />

el ejemplo más dramático de la incapacidad para comprender el valor de<br />

la ley y de la libertad y lo que realmente puede o no hacer una mayoría<br />

electoral–, el Fiscal General del Estado afirmó dos cosas: a.) que el hecho<br />

de que un partido político reciba votos lo legitima y lo convalida, sin que<br />

sea necesaria consideración ética alguna sobre lo que ese partido pretende<br />

o hace además de recibir votos; b.) puesto que no procede consideración<br />

ética alguna sobre los objetivos para los que se solicita el voto ni sobre lo<br />

que se hace además de concurrir a elecciones (por ejemplo impedir que<br />

éstas sean libres), cuando alguien no puede presentarse a las elecciones lo<br />

razonable es que persiga esos mismos objetivos mediante la violencia.<br />

6 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

El problema es que los votos no sustituyen a la violencia sino que son<br />

su resultado: durante años, ETA-Batasuna tuvo representación parlamentaria<br />

y a la vez asesinaba cuanto podía, pero su ilegalización fue acompañada<br />

por el descenso de la violencia etarra. El Fiscal General, al establecer<br />

el mero respaldo electoral como criterio de validación de las ideas ha ido<br />

mucho más allá de su función y ha negado la esencia de la democracia liberal<br />

a la que debiera servir, que se distingue porque en ella hay cosas que<br />

son intocables aun para quien obtuviera todos los votos posibles, como la<br />

vida y la libertad de la gente. Sobre eso los votos no tienen nada que decir,<br />

por numerosos que sean. La arbitrariedad que el Gobierno ha mostrado,<br />

la utilización a capricho de la ley, ha fortalecido dramáticamente a ETA<br />

y a quienes la sirven, que han podido comprobar una vez más que la vigencia<br />

del Estado de derecho es casi una ficción cuando gobierna el<br />

PSOE.<br />

Si la ley de partidos tuvo éxito fue precisamente porque identificaba nítidamente<br />

a quienes se hacen pasar por demócratas sólo porque tienen<br />

votos, cuando en realidad trabajan por la liquidación del sistema y obtienen<br />

los votos mediante la creación de condiciones electorales excepcionales<br />

basadas en el terror. No se pierde el derecho al voto cuando no se<br />

puede votar a un partido ilegal, porque ese derecho no existe. Y, sin embargo,<br />

ése parece ser el único motivo alegado para no instar la ilegalización<br />

de ANV o para referirse a otros casos de violencia política, que hay gente<br />

que la vota. Pero en presencia de ese argumento, cualquier acción judicial<br />

destinada a suspender las actividades de ANV será irremediablemente reputada<br />

como una decisión del Gobierno que puede revertirse si conviene<br />

hacerlo.<br />

La paz o la libertad no pueden figurar en un programa electoral, ni pueden<br />

presentarse como el resultado deseable de un proceso de negociación,<br />

sino que deben encontrarse antes de él. Si ellas no están asentadas, no<br />

puede haber democracia, ellas hacen posible el diálogo, y ni el diálogo ni<br />

la expresión libre de una opinión son posibles cuando no existen. En ausencia<br />

suya, sólo hay amenaza, chantaje y violencia, y cuanto nazca de una<br />

transacción que se desarrolla en esas circunstancias será necesariamente<br />

injusto, premiará al fuerte y castigará al débil; remunerará a quien hace cre-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 7


NOTA EDITORIAL<br />

íble el asesinato y penará a quienes no sólo no han ejercido la violencia<br />

sino que se han esforzado para que nadie la ejerciera.<br />

La absurda agenda del Gobierno, centrada en discutir las bases del sistema<br />

político y autista ante los asuntos realmente acuciantes, ha pretendido<br />

hacer creer a los españoles que situarse plácidamente al margen de las corrientes<br />

económicas, políticas y sociales que impulsan el mundo no tiene<br />

consecuencia alguna sobre su vida cotidiana. Pero las consecuencias llegan:<br />

los fundamentos de la economía se debilitan; los terroristas realizan<br />

los beneficios de la legislatura y se disponen subir el precio porque creen<br />

que este Gobierno pagará lo que se le pida –ésa es la razón de la ruptura<br />

de la tregua, la convicción de que la violencia seguirá rindiendo dividendos,<br />

que es exactamente lo opuesto a lo que afirmó ETA sobre la política antiterrorista<br />

del PP–, España es despreciada por quienes antes la respetaban<br />

y pierde mercados y fuentes de abastecimiento y los problemas que Rodríguez<br />

Zapatero pretendía disolver o “desanudar” se han enconado hasta<br />

extremos inimaginables. Y lo peor es que los instrumentos que nos habrían<br />

permitido encararlos eficazmente han sido desacreditados y dañados.<br />

Desde las páginas de la que fue su revista, queremos rendir tributo a<br />

Gabriel Cisneros, patrono de la Fundación recientemente desaparecido, y<br />

sumarnos al homenaje público que su trayectoria vital e intelectual se merece.<br />

Para ello, José Pedro Pérez-Llorca nos ha escrito un sentido In memoriam:<br />

“Gabriel Cisneros: un político ejemplar”.<br />

El número 16 de Cuadernos de Pensamiento Políticos se completa con las<br />

destacadas colaboraciones de los siguientes autores: José Jiménez Lozano<br />

(“El sarcasmo de un godo”), Max Falque (“La política medioambiental estadounidense:<br />

entre ruptura y continuismo”), Juan Velarde Fuertes (“Reflexiones<br />

sobre la situación económica española”), Rogelio Alonso (“¿Qué<br />

política antiterrorista frente a ETA? Lecciones desde la perspectiva comparada”),<br />

Rafael Arias-Salgado Montalvo (“Reflexiones sobre la política exterior<br />

española”), Fernando Peregrín Gutiérrez (“Treinta años de<br />

Orientalismo. Crónica breve de un fraude intelectual y académico”), Jorge<br />

Uscatescu Barrón (“Acerca de la nación: el caso de los EE.UU.”), José J.<br />

Jiménez Sánchez (“La voluntad de la mayoría. La filosofía política subya-<br />

8 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

cente en la crisis constitucional española”), José María Lassalle (“Hamlet en<br />

Oxford: las encrucijadas liberales de Isaiah Berlin”).<br />

Además se reseñan los siguientes libros: La libertad en la encrucijada (Samuel<br />

Gregg) por Miguel Gil; la Tesis doctoral inédita de Melquíades Álvarez,<br />

por Mario Ramos Vera; Rebelarse vende: El negocio de la contracultura (Joseph<br />

Health y Andrew Potter), por Iván Gil-Merino Díaz, y finalmente, Himno<br />

(Ayn Rand), por Gorka Echevarría Zubeldia.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 9


10 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />

In memoriam<br />

GABRIEL CISNEROS:<br />

UN POLÍTICO EJEMPLAR<br />

El recuerdo de una personalidad tan extraordinaria, como fue la de<br />

Gabriel Cisneros Laborda, adquiere profundidad y enriquece su paleta<br />

cromática con el paso del poco tiempo transcurrido desde que<br />

nos dejó. La noticia de la muerte de un amigo muy querido, como fue<br />

Gaby, sin ser inesperada en este caso, tiene siempre algo de más repentino<br />

y subitáneo que cualquiera otra. Es como un fulgor, que produce al recibirse<br />

una sacudida, una conmoción del ánimo en la que los perfiles del recuerdo<br />

de la persona que se acaba de ir se dibujan en la mente con algo de<br />

un estallido. Es como un fuego artificial y produce el mismo efecto que<br />

éste en la retina. Se traza un perfil de luz que queda en la mente, como en<br />

el ojo queda unos segundos el resplandor del cohete y su explosión. Esto<br />

corresponde, imagino, a la sacudida que se produce en nuestro organismo<br />

al recibir una novedad tan emocionalmente impactante. Eso fue en primer<br />

lugar Gaby para mí, un amigo muy querido, y el primer impacto de la noticia<br />

de su muerte produjo exactamente esos efectos.<br />

Digo esto porque de esa primera impresión ya dejé constancia escrita<br />

en un artículo, que un periódico de la mañana tuvo la bondad de pedirme<br />

y de publicar al día siguiente de su fallecimiento.<br />

José Pedro Pérez-Llorca es abogado. Ex Ministro de Asuntos Exteriores. Del Patronato de la Fundación.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 11


GABRIEL CISNEROS: UN POLÍTICO EJEMPLAR / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />

No sé si el tiempo todo lo cura. Esto siempre está por ver. Lo que es evidente<br />

es que su paso, el del tiempo, nos otorga perspectiva y produce un<br />

efecto que tiene algo de bálsamo, aunque no sea precisamente el de Fierabrás.<br />

En todo caso, el tiempo transcurrido y el sosiego que siempre aporta<br />

me permitirán, espero, serenar mi pluma y trazar una evocación más completa<br />

de la riquísima personalidad de Gabriel Cisneros.<br />

Quiero referirme en primer lugar al excepcional talento literario de<br />

Gaby. Se dio a conocer por unas sabrosas crónicas juveniles en el diario<br />

Pueblo. Desde entonces ya mostró una calidad literaria y un buen estilo de<br />

escribir, de relatar, de decir, pensando en uno de sus silencios elocuentes,<br />

diría que hasta de callar elegantemente, que le acompañaron toda su vida.<br />

El buen castellano y la expresión atinada no es que fueran en él una<br />

cualidad, que también, sino segunda naturaleza. Percibía, pensaba y yo creo<br />

que hasta respiraba y vivía en esa riqueza del lenguaje. Ni tan siquiera en<br />

los momentos digamos más coloquiales de la vida le abandonaba su comedida<br />

manera de expresarse, ni él la abandonaba tampoco. No recuerdo<br />

haberle oído nunca una expresión chocarrera ni vulgar, ni siquiera una grosería.<br />

La corrección y riqueza del lenguaje no hacían sino reflejar la ponderación<br />

y equilibrio de sus juicios, que, cuando eran negativos, y en<br />

muchas ocasiones no le quedaba otro remedio que tenerlos, expresaba<br />

siempre con sobriedad, moderación, serenidad y buenas maneras. Todo<br />

ello sin pizca de atildamiento ni asomo alguno de cursilería, a la cual era<br />

refractario en todas sus dimensiones.<br />

No sé bien de dónde le venía ese magnífico venero de su buen castellano,<br />

porque Gaby tenía, entre otras cosas, el supremo buen gusto de no<br />

hablar casi nada de sí mismo en público ni en privado, rasgo éste que le distinguía<br />

y enaltecía sobremanera, en el universo de vanidosos que, entre<br />

otras cosas, es la sociedad actual. Sí sé de su ingente cultura literaria, que,<br />

acompañada de una memoria feliz, le permitía armar un aparato de citas<br />

para cada ocasión y momento cuando le daba la gana y sin un átomo de<br />

pedantería. Su conocimiento de nuestros clásicos en general y de Cervantes<br />

en particular era asombroso. Cuando quería, y no quería nunca en público,<br />

sacaba una cita del Quijote.<br />

12 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Pero no una cita de una frase, podía ser hasta de página y media. Tan<br />

es esto así, que en una ocasión nos escribió en un papel un largo texto que<br />

le brotó de repente, para que comprobáramos su absoluta fidelidad. Era<br />

efectivamente exacto.<br />

Denotaba esto un extraordinario caudal de lecturas en su adolescencia<br />

y juventud y un hábito, el de la lectura, que jamás abandonó. Antiguamente<br />

en España, y aún hoy en otras latitudes, del que leía mucho se decía que<br />

“se cultivaba”, es decir, que era culto. Era algo que no estaba tan mal visto<br />

como ahora.<br />

Cisneros era un hombre culto. Aunque era consciente del “handicap” que<br />

esto puede suponer en la actualidad en muchos sectores de la vida nacional<br />

si esa circunstancia llega a saberse, no lo disimulaba porque era consustancial<br />

a su persona, aunque sabía eludirlo cuando resultaba estrictamente necesario.<br />

Con este bagaje fue desde joven un excelente escritor y articulista.<br />

Escribía a mano, “tengo pendientes mis escrituras”, solía decir, pero, si<br />

se terciaba, podía dictar la crónica al teléfono sin apoyo textual alguno. En<br />

alguna ocasión lo pude comprobar. Íbamos de viaje en coche, yo al volante,<br />

y allí le oí dictar un largo artículo con sus negrillas, puntos, comas y<br />

comillas, sin equivocarse ni una sola vez. O sea, que lo tenía entero en la<br />

cabeza. Así dicen que lo hacían los grandes del periodismo cuando no existían<br />

los artilugios de ahora.<br />

Era un hombre inteligente y trabajador. No eludió el trance generacional<br />

de las oposiciones que superó brillantemente y comenzó su vida profesional<br />

a caballo entre la burocracia y las letras. Fueron éstas, las letras, las<br />

que pavimentaron su paso a la política.<br />

Varios presidentes del gobierno pidieron el auxilio de su pluma, que el<br />

otorgó siempre como el hombre generoso que era. Cisneros era realmente<br />

generoso con sus talentos, su tiempo, su consejo y su amistad.<br />

En la Tribuna fue un orador brillante, eficaz, moderado y respetuoso.<br />

Aunque escribió discursos para otros, no escribía los suyos. No le hacía<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 13


GABRIEL CISNEROS: UN POLÍTICO EJEMPLAR / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />

falta. Los llevaba en la cabeza y en la réplica fluían con rapidez y facilidad.<br />

En el “mitin” sabía ser eficaz pero le horrorizaban la repetición, la demagogia<br />

y el latiguillo. Sabía enfrentarse con brillo a cualquier circunstancia<br />

prevista o imprevista en que tuviera que hablar en público, pero este género<br />

de la oratoria electoral no era su favorito. Pienso que en esto también habría<br />

que alabarle el gusto.<br />

Extraordinariamente eficaz en la controversia, supo abordar la modalidad<br />

de la tertulia radiofónica y televisiva, dignificándola y amenizándola.<br />

Nunca ocultó lo que fue su adolescencia, casi infancia, política, que no<br />

en otros términos se puede describir aquel primer impulso de su remoto<br />

pasado juvenil. Esto, tratándose de tan poca cosa y en una generación en<br />

la que tantos han dado en proclamarse antifranquistas con carácter retroactivo<br />

o retrospectivo, sin respeto alguno a sus propias biografías ni a la memoria<br />

de las gentes, creo que también le enaltecía sobremanera. Cisneros<br />

en su vida política adulta actuó siempre como un demócrata y supo serlo<br />

de verdad, sin ínfulas, jeribeques, falseamientos ni complejos.<br />

Su trabajo político ha sido singularmente fecundo. Pocos tienen su ejecutoria.<br />

Ponente de la Constitución, brilló con luz propia en las largas horas<br />

de su elaboración y en los debates parlamentarios correspondientes. Supo<br />

ser hombre de consenso, cuando lo juzgó preciso, consciente de la necesidad<br />

histórica de aquel paso, como de sus costes y de las luces, sombras<br />

y errores de lo que resultó. Es decir, que nunca tuvo ese simplismo papanata<br />

y acrítico que durante un tiempo reinó.<br />

Su trabajo siempre se relacionó con el Parlamento, incluso cuando tuvo<br />

cargos políticos. Gaby fue Director General, Subsecretario y Secretario de<br />

Estado siempre en el área de las Relaciones con las Cortes.<br />

Vuelto al Parlamento y sólo al Parlamento, allí hizo de todo y lo hizo muy<br />

bien. Tanta era su experiencia política que, entre otras cosas, anunciaba las<br />

crisis ministeriales por una especial sensación que le sobrevenía en las articulaciones.<br />

Una larga vida política sin crear enemigos. Nada es tan elocuente<br />

como ese dato que dice mucho de su caballerosidad y bonhomía.<br />

14 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Creo conocer sus reflexiones más profundas sobre el devenir de España<br />

frente a las fuerzas centrífugas. No eran nada halagüeñas, aunque no tan pesimistas<br />

como las que alberga el que suscribe.<br />

Gaby, un hombre lúcido, siempre se dejaba guiar por su carácter optimista<br />

y vital y guardaba esperanzas, cada vez más tenues, de que la cosa<br />

aún podría tener remedio. No puedo resistir la tentación de decir que en<br />

nuestras conversaciones, que siempre incluían este capítulo, él calificaba<br />

mi posición de “más sombría”. Efectivamente, uno tiende a pensar que en<br />

este trascendental asunto hemos pasado el punto de no retorno, por lo que<br />

ya no cabría pensar en esta cuestión sino en términos de “certus an incertus<br />

quando”. La pregunta que uno tiende a hacerse, y que él también se<br />

formulaba, estribaría más bien en el cómo y acerca de cuántos y cuáles<br />

serán los fragmentos. Concordábamos ambos en que si esto ocurre, y<br />

puede ocurrir a la menor crisis, a la más tenue de las tosecillas políticas o<br />

económicas que experimente nuestro cuerpo social, además de ese inmenso<br />

fracaso, toda la armazón institucional existente se puede venir abajo<br />

como un castillo de naipes.<br />

Fue un hombre leal, a la Corona y a quien la encarna, a la extinta formación<br />

política a la que él y yo pertenecimos, al Partido Popular, a los presidentes<br />

y los gobiernos con los que colaboró políticamente y a sus grupos<br />

parlamentarios, en los que fue una figura clave. Sirvió como pocos al Parlamento,<br />

fue también leal con la oposición y con los gobiernos a los que se<br />

opuso. Fue leal a sus ideas, a sus amigos a la democracia y a España.<br />

Demócrata, allá donde los haya, era consciente de que este sistema nos<br />

exige aceptar la legitimidad de gobiernos que no gustan, si respetan los límites<br />

constitucionales y las convocatorias electorales y a condición, lo dijo<br />

él magistralmente en una ocasión, de la reversibilidad de las decisiones.<br />

Ésta es la más importante, la mayor grandeza del sistema democrático y<br />

Gaby supo siempre estar a su altura.<br />

Era un hombre profundamente liberal. Su formación literaria e histórica,<br />

su creencia en el Parlamento, su respeto a los demás, su cortesía en la expresión<br />

y el trato, su confianza en la palabra, su preocupación por los es-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 15


GABRIEL CISNEROS: UN POLÍTICO EJEMPLAR / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />

pañoles y por España. Todo esto configura el eje de la personalidad y el político<br />

liberal que era. Más liberal aun porque no nació políticamente siéndolo<br />

y porque lo supo ser a su manera. Pienso que el más auténtico liberal<br />

no nace sino que se hace y lo es siempre a su manera.<br />

Fue un auténtico patriota, desde luego sin un sólo gramo de hojalata.<br />

A Gabriel Cisneros no le interesó nunca demasiado la economía, yo<br />

diría que en ninguna de sus manifestaciones. En eso quizás no era del todo<br />

de estos tiempos. Podría haber sido un noventayochista, un político de la<br />

Restauración o incluso del romanticismo, o hasta un ilustrado.<br />

Supo sin embargo vivir plenamente su época e incluso tener en el inicio<br />

y desarrollo del período histórico que vivimos un papel relevante como<br />

pocos. Como ya ha quedado dicho, abrigaba sus dudas sobre cómo se remataría<br />

esta etapa en lo territorial y con ello cuál sería el resultado final del<br />

proceso y a la postre su enjuiciamiento histórico definitivo. No será el que<br />

esto escribe quien piense que pudieran ser exageradas sus aprensiones.<br />

A las puertas de la muerte lo pusieron los asesinos de ETA. Supo, con<br />

su rapidez de reflejos y su agilidad corporal, salvarse de un secuestro. Los<br />

dos tiros que le descerrajaron estuvieron a punto de acabar con él. Venció<br />

en esta batalla suprema, se reestableció y ocupó de nuevo su lugar en la<br />

lucha política a través de la palabra.<br />

El sistema no fue suficientemente generoso con él. No se le tributó en<br />

vida el homenaje que se merecía. Él, por su parte, nunca quiso sacar ventaja<br />

o provecho de aquel gravísimo episodio.<br />

Luchó con su mal con lucidez, dignidad, denuedo y estoicismo. Estuvo<br />

en la trinchera hasta el final.<br />

Fue un hombre inteligente, leal, trabajador, culto, amable y honrado.<br />

Un político ejemplar y un hombre de bien. No exagero nada. Difícil será<br />

encontrar personas de su calidad, capacidad, entrega y experiencia. Con él<br />

y con Rodrigo Uría, que le precedió unos días en su marcha, tan distintos<br />

16 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

pero ninguno de ellos distante en el afecto, se me han ido este verano dos<br />

referentes vitales y probablemente algo de mí mismo. Debe de ser verdad<br />

lo que dice la copla de cuando un amigo se va.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 17


JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

EL SARCASMO DE UN GODO*<br />

Hay en una página de la novela de Joseph Roth, El busto del emperador,<br />

una lacerante escena en la que una especie de banquero, beneficiario<br />

de la caída del Imperio Austriaco hasta el punto de que ha<br />

comprado las joyas de la familia imperial, representa con sus amigos, igualmente<br />

eufóricos de que ya no quede en aquel mundo otra cosa que el dinero,<br />

y convertidos en bufones para celebrarlo, una farsa de subasta de la<br />

corona del emperador que lleva en su cabeza mientras baila, en un cabaret<br />

suizo. Y entonces el protagonista de la historia, un decidido partidario<br />

y convencido de la gran construcción política que era el Imperio, y que<br />

comprueba que, efectivamente, se ha venido abajo, y que se han convertido<br />

en crimen y vergüenza el nombre y la figura del emperador, al que<br />

había hospedado en su propia casa, comprende que la armonía del viejo<br />

mundo ha acabado y que la barbarie se ha presentado en forma de nacionalismos.<br />

Pero decide vivir como en sueños, vistiendo su viejo uniforme<br />

militar y saludando al busto del emperador, que instala en su jardín a la<br />

puerta de su casa, hasta que recibe la orden del gobierno, ahora polaco, de<br />

quitar de allí aquel busto. Y decide, entonces, juntamente con todo el pueblo,<br />

enterrarlo con unos solemnes funerales. Sabe perfectamente que las<br />

civilizaciones y culturas, que son construcciones humanas, también mueren,<br />

y sólo trata de que en este caso acaben con dignidad, al menos.<br />

José Jiménez Lozano, Escritor y Premio Cervantes.<br />

* Este texto, revisado por el autor, recoge su conferencia “Occidente”, pronunciada en el Campus<br />

<strong>FAES</strong> dentro del curso “Reinventar Occidente” (Navacerrada, 3 de julio de 2007)<br />

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EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

Y todavía podríamos poner los ojos sobre otra escena de otra novela,<br />

El puente sobre el Drina de Ivo Andric, en la que se averigua que en el puente<br />

precisamente, centro de la ciudad y de la vida de los hombres y mujeres<br />

cuya historia se narra, se ha instalado un cordón de dinamita que permita<br />

volarlo si es necesario, de manera que ya la historia no será la misma nunca<br />

más, puesto que se cuenta con la voladura del puente. Se pasa a otro<br />

tiempo, y a otra historia; y ambas escenas me parece que en gran medida<br />

evocan la situación de Europa en este momento, y esto en medio de la<br />

melancolía, las aprensiones y los temores de algunos y la alegría de lo<br />

nuevo para los muchos, pero lo cierto es que no sabemos si va a haber más<br />

tiempo, y si va a haber más Europa, o más algo. Y de tal manera angustia<br />

esto a los emperadores del mundo nuevo, que está prohibido tener tales<br />

pensamientos. Pero será preciso antes que nada decir qué es lo que entendemos<br />

cuando decimos Europa, o decimos Occidente, y queremos decir<br />

“el mundo entero”, en resumidas cuentas.<br />

Los cafés –escribía George Steiner en vísperas de las elecciones europeas<br />

de 2005 para refrendar la nueva Constitución europea– son un rasgo<br />

característico de Europa. Van del establecimiento preferido de Pessoa, en<br />

Lisboa, a los cafés de Odessa donde todavía se siente la presencia de los<br />

gángsters de Isaac Babel. Se extienden desde los cafés de Copenhague, ante<br />

los cuales pasaba Kierkegaard durante sus paseos meditabundos, a los mostradores<br />

de Palermo. No hay cafés antiguos o característicos en Moscú,<br />

que es ya un suburbio asiático. Hay muy pocos en Inglaterra, luego de una<br />

moda efímera en el siglo XVIII. No hay ninguno en América del Norte, con<br />

excepción de esa sucursal francesa que es Nueva Orleáns. Si uno dibuja el<br />

mapa de los cafés obtendrá una de las referencias esenciales de la “noción<br />

de Europa”.<br />

Y ciertamente que es así, pero en África, en la América Hispana, Asia<br />

u Oceanía está por lo menos la cafetería de los aeropuertos, y allí están el<br />

Occidente y la vieja Europa, algún aroma del fondo del vaso del racionalismo,<br />

o de la conversación civilizada y libre europea, hay allí.<br />

Y no hay en esta última afirmación ni rastro de esa especie de orgullo<br />

eurocentrista, que naturalmente se ha dado de manera abundante, sino una<br />

20 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

realidad, una cuestión de “autoridades de naturaleza” que decía Pascal; realidades<br />

objetivas que nos obligan a ser reconocidas por su propia presencia<br />

y signos externos, mientras las autoridades convenidas o construidas,<br />

con que se trataría de sustituirlas, son negación de realidad y mero nominalismo<br />

y accidentalidad de acuerdos, o imposiciones. Y no se necesita<br />

ningún acuerdo, desde luego, para comprobar que la manera de ver el<br />

mundo, el modo de estar instalados en él y de actuar en él occidentales<br />

han sido prevalentes por doquier, y en todos los planos de cosas, incluida<br />

la desgracia de la guerra. Porque cada vez que Occidente ha tenido que<br />

defenderse de sus enemigos, y casi siempre en situaciones de inferioridad<br />

material, ha ganado incluso en virtud de un manejo de la fuerza bruta muy<br />

superior al de sus enemigos, gracias a un dato de su conciencia: el convencimiento<br />

absoluto de que sus modos de entender el mundo, de vivir en<br />

él, y de su misma organización política, merecen ser defendidos para las generaciones<br />

futuras más que la vida misma. Y esto desde Salamina y Poitiers,<br />

pasando por Tenochtitlán y Lepanto, hasta Midway y Tet. Los europeos<br />

habían integrado en la razón instrumental el uso mismo de la brutalidad en<br />

la guerra, y se hallaban frente a sus enemigos en la situación que Heródoto<br />

explicaba a los bárbaros, al decirles que ellos, los bárbaros, no comprendían<br />

por qué los griegos enterraban a sus muertos, pero los griegos sí sabían por<br />

qué lo hacían, y también por qué los bárbaros se los comían. Y, por ese<br />

mismo manejo superior hasta de la brutalidad, las guerras entre europeos<br />

han sido también las más bárbaras de todas.<br />

Obviamente entonces, y por esta razón misma, Occidente ha estado<br />

siempre necesitado del recuerdo de la “hybris” griega para que no se crea<br />

inmortal como los dioses, y necesitado está igualmente de esas reflexiones<br />

y contraste que Pascal ha dedicado a la condición de los grandes de este<br />

mundo para que no tomen su condición de grandeza como natural, sino<br />

como establecida por los mil accidentes de la historia, como la propia condición<br />

de los reyes, decía él, se debe no a singularidad de la naturaleza,<br />

sino a los mil azares de la historia común humana, que también puede<br />

jugar en sentido contrario y atraer la ruina. Y lo que hay que decir es que<br />

Occidente mismo ha segregado este antídoto en su propia cultura contra<br />

su soberbia, y la depredación que ella ha producido a veces, y contra el<br />

peligro de su sentido umbilical o de centro del universo mundo.<br />

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EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

Muy tempranamente fue avisado, pero pasaron tantas cosas en Europa<br />

que, ya es notable que, mientras un frailecillo español, hoy convertido desgraciadamente<br />

en martillo y escoba de ideología, como fray Bartolomé de<br />

las Casas, advertía al César Carlos, Señor de Europa y de los nuevos territorios<br />

de las Indias Occidentales, que sus nativos, recién descubiertos, eran<br />

hombres, trescientos y cuatrocientos años después, Marx, Freud, Nietzsche,<br />

y la constelación entera de las grandes mentes europeas que meditaron<br />

sobre la historia y su destino o sobre la naturaleza humana, ni se percataron<br />

de que había más hombres en el mundo que los europeos, y más historias,<br />

pensares y sentires de hombre que los que ellos manejaron para<br />

construir su pensamiento y sus resoluciones universales.<br />

Y, sin embargo, la razón de esto era tan sencilla como que al frailecillo<br />

se le ocurría esa advertencia porque era cristiano, y si ciertamente Aristóteles<br />

le había enseñado a pensar, era la Biblia la que le había descubierto<br />

esa humanidad en los indios, y por eso quería que como tales fueran tratados,<br />

y fueran beneficiarios por lo tanto de las instituciones de la romanidad.<br />

Y, por el contrario, aquellas grandes mentes, de las que hablaba, ya<br />

tenían a esa Biblia por una leyenda. Ya vivían en el tiempo nuevo de Europa,<br />

abierto con la Revolución Francesa, que comenzó disparando a los<br />

relojes públicos para anunciarlo, y concluyó por convertir todo el valor humano,<br />

que es decir la condición de persona, que era una condición ontológica<br />

y sagrada de cada individuo de la especie, en mera condición<br />

republicana y ciudadana, mera denominación convenida al fin y al cabo. Y,<br />

más tarde aún, llegaría el otro rebajamiento del darwinismo filosófico, o<br />

conversión de esa persona humana y de la condición ciudadana como sujeto<br />

de derechos en mera individuación física dentro de la clase de primates<br />

superiores.<br />

De manera que todo el universo cultural europeo, y el del mundo entero,<br />

resultaba no sólo irrelevante, sino un amasijo de ridículas supersticiones,<br />

o “leyenda antropológica”, como se definía ahora la cultura entera,<br />

y quedaba mudo y sin significatividad alguna; y reducidos quedaron los<br />

asuntos de la comunidad humana a una cuestión práctica de selección, alimentación,<br />

sanidad, reproducción y control de mortandad o sacrificio<br />

anestesiado, propios de una granja productiva y rentable. Y así Occidente,<br />

22 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

que desciende de Atenas, Jerusalén y Roma, aquí viene a parar. Y, si lo deseamos,<br />

podemos contemplar las estaciones intermedias, desde la filosofía<br />

a la ciencia, pasando por el arte y la literatura. Pero seguramente es suficiente<br />

que conversemos un instante con cualquiera de las gentes retratadas<br />

por Memling hace quinientos años, todas ellas un individuo inefable y diferente<br />

que nos dice muchas cosas, y luego tratemos de aproximarnos a<br />

cualquiera también de las otras gentes igualmente retratadas pero hace solamente<br />

unas décadas, y a las que ya no podemos ni reconocer como humanas,<br />

porque son “caras verdes, cuerpos de madera”, que dice el crítico<br />

de arte Enrique Andrés. Porque “aquella encarnación, con su inefabilidad<br />

y todo, fue olvidada y toda carne tomada como un cuerpo objetivo, o sea,<br />

una cosa echada en el espacio y disponible al uso de la voluntad libérrima.<br />

Sólo objetos plásticos moldeables a voluntad, dijeron los artistas encontrar<br />

donde antes hubo sangre, alma y huesos”.<br />

Pero el caso es que ya estamos en esta “Estación Término” y final de trayecto<br />

de hombre e historia, incluso en la práctica más realista de los campos<br />

de muerte de los dos grandes totalitarismos, que imitaron aquellos juegos<br />

plásticos no en pintura, sino en deconstrucción de carne y sangre verdaderas.<br />

Y no sólo fueron éstas prácticas de ellos, sino también de las democracias<br />

vencedoras que también alzaron campos similares, y por ellos subió el<br />

contagio hasta los laboratorios científicos de estas democracias otrora esperanzadores<br />

sistemas de convivencia y de realización humana, y ahora en<br />

muy grave peligro, me parece. Europa es su ámbito pero ya no se reconocen.<br />

O reniegan de ser sí mismas, no sólo de su origen. Podríamos decir que<br />

Europa perdía incluso la conciencia cultural que era específicamente la herencia<br />

romana, o “vía romana” como la ha llamado Rémi Brague. Es decir,<br />

que “ser romano es tener, aguas arriba de sí, un clasicismo que imitar y, aguas<br />

abajo, una barbarie que someter”; y con la pérdida de esta conciencia ya se<br />

entraba en la disolución general de toda diferencia y en la irrelevancia de<br />

todo, que la modernidad conlleva. Aunque no será porque esta estancia de<br />

la ceguera y del reniego, o, más bien, de la disolución, como digo, y del nihilismo<br />

total y satisfecho, no estuviera avisada.<br />

El listado que pudiéramos hacer de estos advertidores sería demasiado<br />

largo, y sus advertencias fueron tan claras y minuciosas que nos parece que<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 23


EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

no podrían haber dejado de ser atendidas; pero estamos en tiempo de hermenéutica<br />

en el que la realidad no es lo que es, sino lo que decimos que es,<br />

y tenemos un estúpido vocabulario y una gramática infecta para nombrarla,<br />

y no ya la gramática de Orwell que estuviera recién inventada, porque Tucídides<br />

ya prevenía contra ella como encubridora del desastre y del crimen.<br />

Porque es, ciertamente, desde tiempo muy lejano desde el que se nos<br />

viene advirtiendo; y podríamos citar “ad exemplum” desde las cortantes<br />

fórmulas del Maquiavelo que asiste a la ruptura total entre ética y política,<br />

y cree que no podrá haber en adelante en el Estado sino simulacros de la<br />

vieja justicia romana, hasta el Baudelaire que retaba “a todo hombre pensante<br />

a que me muestre qué queda de vida”, aunque, “la ruina generalizada<br />

no se mostrará únicamente o de manera especial por las instituciones políticas<br />

o por el progreso generalizado o como se llame. Se mostrará en la<br />

bajeza de los corazones”; y, descorazonado y sarcástico, Flaubert definirá<br />

la evolución de Occidente en tres etapas muy netas: “Paganismo, cristianismo,<br />

e idiotismo”.<br />

Pero resumiré, en cualquier caso, el asunto de manera más académica<br />

aunque no menos afilada, citando, como lo hace Karl Lowith en su discusión<br />

de la trágica crisis occidental de que hablamos, el Anuario para el movimiento<br />

intelectual que se publica en los círculos de Stephan George, en<br />

1912, bastante antes de la otra estancia de irrisión y liquidación de la cultura<br />

del tiempo de entreguerras, que fue tan exitosa y concluyó por ser “la<br />

ley y los profetas” de la modernidad de hoy: la transgresión y el espectáculo<br />

de la taberna, en la novela de Roth.<br />

“Ni siquiera una vista ya nublada –se dice allí– puede ignorar la tristeza<br />

general que se extiende, a pesar de todas las mejoras, comodidades y diversiones,<br />

y que sugiere la comparación con el imperio romano tardío. Desde<br />

el emperador hasta el último trabajador, todo el mundo sabe, y lo admite, que<br />

esto así no puede seguir, al menos en cuanto a los ámbitos que no le afectan<br />

directamente. Sólo la preocupación del individuo por su cargo y sus bienes<br />

sostiene este entramado. Nadie cree ya seriamente en los fundamentos de la<br />

actual situación del mundo. Las intuiciones y premoniciones pesimistas son<br />

el sentimiento más auténtico de la época: comparadas con ellas, todas las<br />

esperanzas de construir algo sobre la nada parecen desesperadas”.<br />

24 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Al año siguiente de la publicación de estas comprobaciones, el Viernes<br />

Santo de 1913, un tío abuelo, por cierto, de Jean-Paul Sartre abandona Europa<br />

para irse a África. Se llama Albert Schweitzer, y estaba “familiarizado<br />

con el miedo, el odio y la falta de fe disfrazada de religiosidad –ya sin disfraz–<br />

que impregnan el continente”. Pero quizás ya sólo hay miedo o está<br />

la fascinación del fin, y de un final trágico en una versión que se presiente<br />

divertida.<br />

En el plano cultural, y por lo tanto destiñendo sobre el resto de la realidad,<br />

desde el día en que Nietzsche vio al loco gritando en el mercado de<br />

la ciudad y en las iglesias, ante los perplejos habitantes de aquélla, que Dios<br />

había muerto hacía ya doscientos años, luego ha sido todo una cadena de<br />

noticias mortuorias del pasado, aunque también un festival por esto mismo,<br />

y por la aurora que se aseguró que amanecería con ello para la humanidad<br />

entera. Pero quizás podríamos señalar como síntoma obvio de todo esto,<br />

que todavía se tomó más claro en el festival de entreguerras de los ismos artísticos<br />

y literarios, pongamos que el día en el que el urinario pintado por<br />

el señor Marcel Duchamp recibió la misma honorabilidad, que una virgencita<br />

de Filippo Lippi o una estancia de Vermeer. O, más bien mayor,<br />

porque sobre este viejo arte, corrompido y obsceno, como gustaban decir<br />

los surrealistas y otros istas, se alzaba el nuevo; y cuanto más prusiano y bolchevique,<br />

mejor, añadía el grito de guerra de los sepultureros de aquel viejo<br />

arte, literatura, y pensamiento. Y del hombre.<br />

Y, en adelante, todo será ya minucia, y divertimento, proclamas y retóricas,<br />

y horror no significativo; y, como descubre Sir Winston Churchill en<br />

un almuerzo con el Presidente Roosevelt y el Mariscal Stalin, el divertimento<br />

consiste en llegar a un acuerdo festivo sobre cuántos miles de oficiales<br />

alemanes hay que fusilar. Sir Winston protesta en nombre del honor<br />

del vencedor, y el Mariscal y el hijo del Presidente se ríen, y entonces Sir<br />

Winston abandona la sala, y se pone a pasear caviloso en su entorno hasta<br />

que siente que le ponen una mano sobre el hombro y se encuentra a Stalin,<br />

que, riéndose, le dice que se tranquilice, que sólo se trata de una broma.<br />

Pero para Churchill se trató de una revelación, ciertamente; la comprobación<br />

de que el mundo de sus valores, que de algún modo subsistían en política<br />

e incluso en la guerra desde la profecía de Maquiavelo, sólo producía<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 25


EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

hilaridad. Porque ya era la no significatividad de todo, la aparición de una<br />

nueva estancia de la mente, y del último signo del vivir que hasta entonces<br />

significaba “civiltà”. La cortesía y la bondad comenzaron a ser síndromes<br />

de gentes enemigas del pueblo, y, desde luego, la brutalidad,<br />

magnificada o tolerada con una sonrisa, y el amor gratuito puesto a irrisión<br />

o explicado por las ciencias sociales de la bajeza mental y moral, la plena<br />

explicación de lo mejor por lo peor, pero únicas ciencias de recibo y honorables.<br />

Y, así, todo quedó el hombre mismo –tan aligerado y convertido<br />

en puro útil, que Walter Benjamin comenzó a quejarse de que ya no había<br />

nada que contar–; y quienes narran “ya no crean un mundo verdaderamente<br />

humano, sino que sólo analizan embrollos intelectuales, reacciones<br />

psíquicas y circunstancias sociales”, dice Löwith, pero porque los hombres<br />

no importan sencillamente, y el hombre de “cultura media” –el horror de<br />

los horrores, mantenido por las educaciones estatales–, cuya proliferación<br />

enfurecía a Goethe como la gran desgracia, no tolera que se cuenten historias,<br />

ni ninguna otra cosa. Y él es quien decide en la política y en todos<br />

los demás planos de cosas, y quien obedece encantado a esas decisiones.<br />

Cada día oímos el ritornello de la pérdida y ausencia de valores, como<br />

si se tratase del problema de un ama de casa que, de repente, no es capaz<br />

de recordar dónde ha puesto su llavero y teme que quizás lo ha perdido.<br />

Y hasta hay quienes piensan que hay que ir a la búsqueda de esos valores<br />

y retomarlos, que sería como poner cerraduras nuevas, pero para aquellas<br />

llaves viejas. Porque ¿acaso los famosos valores que se echan de menos no<br />

son precisamente los que se disolvieron con tanto gozo en la fiesta de la<br />

modernidad, y en sus invocaciones a los prusianos y a los bolcheviques? La<br />

fiesta ha sido un éxito, y prusianos y bolcheviques acudieron a la invocación<br />

y a la cita, y la Gran Ecuación ha sido realizada: ni mal ni bien, ni víctima<br />

ni verdugo, ni justo ni injusto, ni fealdad ni hermosura, ni ignorancia<br />

ni saber, ni verdad ni mentira, ni virtud ni vicio o crimen; todo es lo mismo<br />

y pura circunstancia, y el crimen, simple iniciativa de la subjetividad regida<br />

por las mismas fuerzas que llevaron a Beethoven a crear su obra, y sólo<br />

descaminada circunstancialmente, en el caso del criminal, por la perversidad<br />

social; de manera que sería injusto y perverso su castigo. Los famosos<br />

valores que se dicen echar de menos, que nos permitían distinguir la mano<br />

derecha de la izquierda, y nos impedían ser un vile pecus, un vil ganado,<br />

26 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

eran la herencia de los padres que todos hemos rechazado y seguimos rechazando,<br />

y hemos puesto, y seguimos poniendo, a irrisión pública. O inscribiéndolo<br />

en la dogmática de lo “no políticamente correcto” y hasta en<br />

las leyes penales, y desde luego en nuestra “cultura media”. Se diría que no<br />

se sabe lo que se está haciendo en esta Europa. ¿Mimetizando, consciente<br />

o inconscientemente, la situación de la caída de Roma?<br />

Podríamos, desde luego, trazar un paralelo en varios sentidos, y podríamos<br />

mentar, por ejemplo, el fenómeno inmigratorio, el fenómeno de la<br />

fascinación por el enemigo, y el de “la cultura media” a la que he aludido,<br />

que es la cultura como juego y espectáculo. Pero, en relación con el primero<br />

de estos asuntos, debemos decir con el gran romanista Gaston Boissier,<br />

que ya hacía tiempo que Roma no era Roma, sino que era una<br />

“mezcolanza de libertos y extranjeros ... , [y] lo que aún seguía llamándose<br />

por costumbre el pueblo romano, [era un] pueblo miserable, que vivía de<br />

las liberalidades de los particulares o de las limosnas del Estado, que no<br />

tenía ya ni recuerdos, ni tradiciones, ni espíritu político, ni carácter nacional,<br />

ni tampoco moralidad ... El poder absoluto que habían llamado con sus<br />

votos, que acogieron con sus aplausos, estaba hecho para ellos”. Pero, desde<br />

luego, ni siquiera era este pueblo cuasi-romano el que sentía fascinación por<br />

los bárbaros que presionaban en las fronteras y cada vez más cerca, sino las<br />

clases ociosas de diletantes y hartos de su propia prosperidad, que vivían<br />

en las grandes villas o eran huéspedes del banquete de Trimalción y buscaban<br />

excitantes del vivir, tenían poder político y económico, y desempeñaban<br />

sus responsabilidades como el deporte de los combates de carros en<br />

el circo. Y el rey godo Teodorico mostraba que los conocía muy bien<br />

cuando afirmaba que los romanos necios querían ser bárbaros, pero los<br />

bárbaros inteligentes querían ser romanos. Y ¿acaso no escuchamos hoy ingeniosidades<br />

semejantes a esas preferencias de las que se burlaba un rey<br />

bárbaro?<br />

Lo que ocurre es que las culturas decorativas cansan, y concluyen por<br />

ser consideradas inaguantables decorados cotidianos, y verborrea que ha<br />

perdido su sentido. Se busca su venta y alquilaje a cualquier precio, y así<br />

vemos abaratados y en almoneda nuestro mismo sistema político, modo de<br />

vivir, y nuestra propia alma, si por ventura la tuviéramos. Desde luego ri-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 27


EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

famos o regalamos a quien la quiera, y como algo ya para nosotros sin sentido,<br />

la herencia de los padres, y a ellos mismos, y, en realidad, estaríamos<br />

ante un verdadero asesinato de ellos. ¿Sin saberlo, como Edipo?<br />

En referencia al viejo laicismo del siglo XIX y primeras décadas del XX,<br />

que parece haber renacido hasta en el ámbito oficial de la U.E. por cierto<br />

–como un desecho histórico e ideológico, pero también como síndrome e<br />

instrumento de totalitarismo, porque ciertamente se trata de una religión<br />

de Estado o conformación cultural a su omnipresencia de poder–, cabría<br />

evocar simplemente la lacerante preocupación cultural y política que habría<br />

que sentir ante la retirada del judeo-cristianismo en tanto que cultura<br />

y presencia pública y entitativa en Occidente, si es que se tiene alguna idea<br />

clara de lo que éste significó siempre, en este sentido, y de lo que comportará<br />

su ausencia.<br />

De hecho, y sin ir más allá, podemos tocar la evidencia de que, desde<br />

la Revolución Francesa a la Soviética y sus epígonos de ahora mismo, todos<br />

esos pensares y sentires han estado, y están, viviendo de la laicización de<br />

las afirmaciones judeo-cristianas, prometiendo incluso la libertad o la liberación,<br />

la justicia y la igualdad, o la solidaridad, que saben muy bien que no<br />

pueden garantizarse ni realizarse fuera del ámbito de lo ético -religioso. Y<br />

que se tornarán puro crimen, si se intentase su funcionamiento, como siempre<br />

que la mística se convierte en política, según ya avisó Charles Péguy,<br />

y ya se ha demostrado con demasiados horrores, a través de la historia, incluidos,<br />

desde luego, los propios crímenes de la cristiandad. Pero también<br />

sabemos que no hay política posible sin mística o mítica –digamos en este<br />

contexto–, que es decir, sin el tuétano de una cultura que nos explique quiénes<br />

somos. Y mítica y política no se inventan, o estaríamos en la idolatría<br />

más primitiva, y también sabemos los horrores que produce.<br />

Del viejo laicismo secularizador, heredero de la Ilustración, que entendía<br />

que el progreso era algo conseguido a despecho de la religión, dice Michael<br />

Burleigh que la suya era “una posición histórica que pasaba por alto que el<br />

monoteísmo cristiano había separado a Dios del mundo, y había impulsado<br />

así al hombre a hacerlo inteligible, pero también lo que podrían llamarse los<br />

orígenes paleoliberales de muchas limitaciones esenciales del poder secular<br />

28 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

que el mundo moderno había heredado de enfrentamientos muy anteriores<br />

entre la Iglesia y el Estado”. Y, en el mismo sentido, subraya más explícitamente<br />

Jürgen Habermas lo que vengo diciendo: “El universalismo igualitario<br />

–del que salieron las ideas de libertad y solidaridad, de autonomía y<br />

emancipación, la idea de una moral de la convicción personal, de los derechos<br />

del hombre y de la democracia– es una herencia directa de la ética judía<br />

de la justicia y de la ética cristiana de la caridad. Esta herencia jamás ha cesado<br />

de ser objeto de nuevas apropiaciones críticas y de nuevas interpretaciones,<br />

pero sin que su sustancia haya cambiado. Y es que, hasta hoy en día,<br />

simplemente no hay alternativa. Incluso frente a los retos presentes de una<br />

constelación post-nacional, continuamos alimentándonos de esa sustancia<br />

... Todo lo demás no es más que cháchara post-moderna”.<br />

Y no acabaríamos de amontonar recordaciones en este sentido, acudiendo<br />

igualmente, pongamos por caso a Burckhardt y a Comte o Toynbee,<br />

y a la constelación entera de quienes en el mundo moderno han tratado de<br />

repensar la historia, y han apuntado a una constante definitoria de Occidente<br />

como impensable sin su gran herencia. Y debemos señalar, desde<br />

luego, que todos ellos, con la excepción del marxismo, pero no de sus herejes,<br />

como indica esta advertencia, más perentoria aún que todas las otras, del<br />

marxista Ernst Bloch: “El cristianismo es altivez y voluntad de no dejarse<br />

tratar como ganado”; y quien dice el cristianismo dice también la herencia<br />

de Grecia y Roma, y todos los aportes de la propia historia europea. Y el caso<br />

es que, si también se rechaza o se entierra esta evidencia, no será ni siquiera<br />

pura cháchara lo que quede, ni pura estupidez, sino sencillamente servidumbre.<br />

No se necesitan grandes filosofías para comprender que, como ayer<br />

y ahora mismo ha ocurrido y ocurre, lo que sucede a Occidente sucederá a<br />

todo el mundo, y ya vemos la punta del “iceberg” del nihilismo feliz con que<br />

se sustituiría el paso de Europa a la irrelevancia política que apenas si puede<br />

ya cubrirse con la retórica y la propaganda. Y quizás tal salto en el vacío,<br />

mientras no ocurra nada demasiado traumático, pueda ser un juego para<br />

muchos y un cálculo para otros, pero ya se está mostrando como algo muy<br />

arriesgado hasta en los datos de la demografía. ¿Es Europa todavía Europa?<br />

Lo que comprobamos es que Europa –no digamos ya España, que va<br />

la primera por ese camino de la alegre disolución– se trae un juego suicida<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 29


EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />

entre manos, y sus democracias bien pueden perecer a manos de algo que<br />

viene de ellas mismas: el discurso público convertido en palabrería, habladuría<br />

y abstracciones. Las democracias habían relativizado la política, reduciéndola<br />

a su sustancia que es el ámbito de los asuntos empíricos, sin<br />

sombra de ideología, pero la sombra de ésta y, por lo tanto del totalitarismo,<br />

se extiende cada día más sobre las llamadas democracias avanzadas,<br />

y la verdad ideológica, incluso en la forma rastrera de la llamada corrección<br />

política, que es un envite a los logros de la juridicidad, la libertad y la razón,<br />

vuelve a absolutizarlas, y a levantar un universo para-totalitario. Y frente a<br />

sus peligros más materiales, en Europa sólo aparece el miedo de quien no<br />

quiere defenderse porque no tiene nada que defender, como no sea su nivel<br />

de vida, que, a la vez, la hace odiarse a sí misma para distraer su acedía y<br />

su cansancio.<br />

No está todo perdido, sin embargo, si nos preguntáramos por todo esto,<br />

que está perfectamente claro para todos nuestros godos de dentro o de<br />

fuera de nuestras fronteras. Porque la divertida ironía de Teodorico con<br />

respecto a Roma se hizo verdad, y no está escrito que no pueda volver a<br />

serlo; porque en realidad no era un juego, ya que los bárbaros no juegan<br />

con constructos mentales ni gramáticas, ni conversan, ni tienen el distinguido<br />

síndrome de la fascinación por el suicidio, que los norteamericanos<br />

ven en nosotros y en su bienestante y diletante “intelligentsia”. En realidad,<br />

esa observación del rey godo es un exacto diagnóstico realista, la sarcástica<br />

expresión de un conocimiento político absolutamente serio de la Roma<br />

que ya no era Roma. Y, ahora, son millones los odiadores y codiciosos de<br />

Europa que saben que ésta, como poco, ya va siendo no-Europa. Y que está<br />

bastante adelantada en ello. Esperemos que no sin vuelta, como Eurídice.<br />

Aunque esta vez la salud de Eurídice está en que Orfeo, todos nosotros,<br />

miremos hacia atrás, nos digan lo que nos digan los nuevos dioses.<br />

30 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


MAX FALQUE<br />

LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL<br />

ESTADOUNIDENSE:<br />

ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO<br />

“ En mi actual trabajo, tengo que tratar asuntos medioambientales muy<br />

serios a los que se enfrentan tanto los Estados Unidos como Canadá.<br />

Pero en la Cumbre (Río de Janeiro) no se habló tanto de estos temas<br />

tan serios como de las políticas mundiales. El G-7 contra el G-77… Mucha<br />

gente estaba más interesada en destruir nuestro sistema de libre empresa que<br />

en el medioambiente. Quieren nuestro sistema de empresa, quieren nuestro<br />

nivel de vida, pero parece que piensan que sólo pueden obtener esas cosas<br />

destruyendo lo que tenemos. Y parecen sorprendidos de que nuestro Presidente<br />

no renuncie sin más a esos derechos de propiedad que contribuyen a<br />

que tanto nosotros como nuestro sistema empresarial siga siendo libre” 1 .<br />

Las recientes y múltiples diferencias que han surgido entre los Estados<br />

Unidos y Europa, y en especial Francia, no se deben tanto a la supuesta<br />

mala voluntad de la administración republicana americana como a una<br />

profunda diferencia cultural que va más allá de la mera alternancia política.<br />

Max Falque es Consultor internacional de política medioambiental y Delegado General del International<br />

Center for Research on Environmental Issues-ICREI de Aix en Provence www.environnement-propriete.org<br />

1 Gordon Durnil, “The making of a conservative environmentalist”, Indiana University Press, 1995,<br />

p. 41.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 31


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

El análisis del magnífico debate intelectual realizado por múltiples thinktanks<br />

2 pone de manifiesto que, desde hace unos veinte años, la reforma de<br />

la política medioambiental forma parte del programa de los partidos políticos<br />

y que la posición de la administración republicana no es tan diferente<br />

de la que habrían adoptado los demócratas 3 .<br />

Ronald Reagan, elegido Presidente en noviembre de 1980, contribuyó<br />

en gran medida a renovar el debate sobre política medioambiental basándose<br />

en las investigaciones de la escuela de “New Resource Economics” 4 o<br />

“Free Market Environmentalism”.<br />

Lector asiduo de Frédéric Bastiat, Reagan tenía firmes convicciones liberales<br />

que, en materia de medioambiente, iban asociadas a los derechos de<br />

propiedad y a los instrumentos del libre mercado, a una fuerte desconfianza<br />

respecto a la multiplicación de las leyes y regulaciones de dudosa eficacia y<br />

a la recuperación de la soberanía de los Estados. En resumen, se trataba de<br />

una visión radicalmente diferente de la que había prevalecido desde los años<br />

sesenta, inspirada por el New Deal (incluso por la Era Progresista de principios<br />

del siglo XX) que colocó al Estado federal en el centro de la transformación<br />

social. En esto se opuso a Jimmy Carter, su antecesor demócrata,<br />

que había escrito el prólogo del informe “Global 2000”, que realizó, a instancias<br />

del propio Presidente, el Consejo de Calidad Medioambiental. Las<br />

previsiones de este informe resultaron tan desastrosas como las que el Club<br />

de Roma había publicado en inglés en 1972 con el título de “Limits to growth”,<br />

e incluso estuvieron a la altura de las catastróficas y ridículas predicciones<br />

anuales de Lester Brown (World Watch).<br />

Sin embargo, paradójicamente, es la Administración demócrata Clinton-Gore<br />

la que aplicó, sin reconocerlo realmente, el grueso de las reformas<br />

propuestas por el Partido Republicano, mayoritario en el Congreso<br />

2 Entre ellos podemos citar el Competitive Enterprise Institute, American Enterprise Institute-Brookings,<br />

Cato, Heritage, PERC, FREE, NCPA, Atlas...<br />

3 Señalaremos que Al Gore firmó el Protocolo de Kyoto… a sabiendas de que en ningún caso<br />

sería ratificado por el Congreso, ya fuera éste demócrata o republicano.<br />

4 Cf “Libéralisme et Environnement” de M. Falque, Futuribles n° 97, marzo de 1986.<br />

32 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

tras las elecciones de 1994. Al igual que en materia social, parece que los<br />

Estados Unidos se cuestionaron un cuarto de siglo de política medioambiental<br />

federal conocida vulgarmente con el nombre de “command and control”,<br />

basada en una multiplicación de leyes y regulaciones al servicio de una<br />

administración federal omnipresente y exuberante.<br />

No se trata, por tanto, de una simple peripecia política y demagógica, ya<br />

que este cambio se fundamenta en la observación de la realidad, un corpus<br />

teórico coherente y una corriente de fondo de la sociedad americana que<br />

quería recuperar una interpretación estricta de la Constitución. En estas condiciones,<br />

hay sobradas razones para pensar que la auténtica revolución intelectual<br />

y política, puesta en evidencia por el debate público, servirá de base<br />

para una modificación de las modalidades de intervención de los poderes<br />

públicos a lo largo de la primera mitad del siglo XXI. La incertidumbre reside<br />

más en la importancia y la rapidez del cambio y su aplicación que en su<br />

naturaleza y su dirección. Es importante que Europa sea consciente de ello<br />

para evitar una decadencia económica y, por ende, medioambiental.<br />

APUNTES HISTÓRICOS<br />

La celebración del primer “Día de la Tierra” (abril de 1969), a pesar o a<br />

causa de su carácter de “happening” radical 5 muy propio de aquellos<br />

años, simbolizó el auge espectacular de la sensibilidad medioambiental<br />

en el seno de la opinión pública. La traducción política de estas nuevas<br />

aspiraciones fue rápida y enérgica, ya que se votaron varias leyes federales.<br />

La primera de ellas y la más famosa, la National Environmental<br />

Policy Act (NEPA 1969), creó por primera vez el estudio de impacto<br />

ambiental 6 y puso en marcha el Council on Environmental Quality<br />

5 Entre los organizadores destacó la presencia de Ralph Nader así como de Ira Einhorn, que fue<br />

extraditado de Francia a los Estados Unidos (julio de 2001) para responder del asesinato de<br />

su concubina hace unos veinte años. Se libró de la pena de muerte a petición de Francia.<br />

6 Es curioso que en 2003, la Unión Europea limitó el estudio de impacto estratégico a los planes<br />

y programas excluyendo las “políticas”... veintitrés años después de que el Presidente<br />

Nixon hubiese promulgado la ley (NEPA 1969) que exigía a la Administración Federal someter<br />

todas sus “acciones más importantes” a evaluación medioambiental.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 33


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

(CEQ), así como la Environmental Protection Agency (EPA). A esto le<br />

siguieron otros “Estatutos” 7 muy importantes, a lo largo de lo que Ian<br />

McHarg ha venido a denominar “la década medioambiental”, relativos<br />

al agua, al aire, los residuos, las especies amenazadas, los lugares contaminados,<br />

las costas…<br />

Para todos los observadores, independientemente de sus tendencias políticas,<br />

esas leyes federales tuvieron resultados espectaculares en la calidad<br />

del medioambiente, en la medida en que aportaban una respuesta rápida,<br />

concreta y eficaz a los problemas más urgentes. Pero esta mejora del medioambiente,<br />

lejos de acallar las peticiones de la opinión pública, aguzó su<br />

sensibilidad, sin olvidar que hoy en día las exigencias medioambientales<br />

crecen al mismo ritmo que el nivel de vida. Ahora bien, el coste de la eliminación<br />

del último 10% de una contaminación cualquiera es sumamente<br />

elevado, por lo que resulta utópica la reivindicación de una contaminación<br />

cero, concepto surgido de la “deep ecology”.<br />

El necesario refuerzo de las regulaciones, su aplicación por parte de<br />

una burocracia federal, el espectacular aumento de contenciosos interminables<br />

8 , las obligaciones desiguales impuestas a los agentes económicos,<br />

a las administraciones locales y a los simples ciudadanos, los atentados<br />

cada vez más numerosos a los derechos de propiedad y, sobre todo, la<br />

costosísima ineficacia provocaron una reacción de rechazo hacia el sistema<br />

federal que se trasladó a la esfera política en forma de elecciones legislativas<br />

en 1994. El resultado fue una considerable mayoría republicana.<br />

Los republicanos, apoyándose en el programa radical “Contract with<br />

America” de Newt Gingrich, propusieron una verdadera “revolución conservadora”<br />

cuyos principios fueron establecidos por Ronald Reagan, es<br />

decir, un desmantelamiento y/o una reforma profunda de las ayudas sociales,<br />

sanitarias y medioambientales y la “devolución” del poder a los Estados.<br />

7 Los “statutes”, construcciones puramente legislativas, se diferencian de la “common law”, que<br />

es fruto de la jurisprudencia.<br />

8 Alrededor del 60% del presupuesto federal destinado a la aplicación del Superfondo se invirtió<br />

en costas legales.<br />

34 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Este programa republicano chocaba abiertamente con el programa demócrata<br />

que había sustentado la elección de Bill Clinton en 1992, sobre<br />

todo en materia de medioambiente, puesto que el Vicepresidente Al Gore<br />

era el autor de un voluminoso (y aburrido) libro titulado Earth in Balance 9 ,<br />

cuyas tesis flirteaban con la ecología profunda y coincidían con las posiciones<br />

intervencionistas (“big government”) de las grandes organizaciones de<br />

defensa del medioambiente y, paradójicamente, con las de las grandes empresas<br />

(“big business”) para las que las regulaciones suelen ser sinónimo de<br />

beneficios fáciles al eliminar a la competencia.<br />

El contradictorio debate de ideas no sobrevivió a la proximidad de las<br />

elecciones presidenciales de noviembre de 1996, y a finales del año 1995<br />

se produjo un reajuste centrista en la posición del equipo Clinton/Gore, es<br />

decir, una carrera entre republicanos y demócratas con el fin de proponer<br />

una reforma profunda del sistema normativo bajo el lema de lo que pasó<br />

a llamarse la “tercera vía”.<br />

También podemos preguntarnos si los demócratas no han tratado de<br />

facto el medioambiente de la misma forma que han tratado la ayuda social<br />

(“welfare”), que consistía pura y simplemente en desmontar el sistema federal<br />

y traspasar la responsabilidad a los Estados.<br />

De todas formas, las campañas electorales de 1996 y de 1998 hicieron<br />

aparecer en la opinión pública una sólida voluntad de cambio que la nueva<br />

Administración debía tener inevitablemente en cuenta. Todo sucedió como<br />

si transcurrido medio siglo desde el New Deal, le sucediese una nueva era<br />

que ya empezaba a perfilarse. De hecho, la situación de “cohabitación”<br />

entre 1996 y 2000 obligó al Congreso republicano y al Presidente demócrata<br />

a realizar una serie de ajustes pragmáticos cuyas gesticulaciones ideológicas<br />

no fueron tan aireadas como en años anteriores. La nueva<br />

configuración política con un Presidente republicano y un Congreso divi-<br />

9 Pero a pesar de sus defectos, ese libro tuvo un gran impacto: “patéticamente limitado en su<br />

percepción de la civilización occidental, miserable en su ignorancia de la economía, simplista<br />

en sus soluciones y profundamente convencido de la llegada de una crisis que sigue sin demostrarse”,<br />

Bob Zelnick en Gore, a political life, Regnery Publishing, 2000.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 35


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

dido (mayoría demócrata en el Senado y mayoría republicana en la Cámara<br />

de Representantes) frenó las ambiciones reformistas.<br />

La elección de G.W. Bush en 2000 y en 2004 confirmó la orientación<br />

conservadora con la difusión del concepto de “New Environmentalism”.<br />

Para los conservadores, la política medioambiental más eficaz es el crecimiento<br />

económico, ya que por sí sólo permite la financiación de las tecnologías<br />

de descontaminación, un incremento de la “demanda<br />

medioambiental” que está en función de los ingresos individuales. Además,<br />

los avances en los modelos de producción, al mismo tiempo causa y consecuencia<br />

del crecimiento económico, han contribuido históricamente al<br />

descenso de los niveles de contaminación.<br />

La “curva medioambiental de Kuznets” ha teorizado e ilustrado esta<br />

política en “U” inversa que demuestra que si, al principio, el crecimiento<br />

económico de un país aumenta el nivel global de contaminación, se observa<br />

el fenómeno contrario en el momento en el que ese país deja atrás el<br />

subdesarrollo y sus ciudadanos se enriquecen.<br />

LA “TRINIDAD DIABÓLICA”<br />

La expresión “Unholy Trinity” apareció en 1994 en las publicaciones de las<br />

grandes y poderosísimas organizaciones para la protección de la naturaleza,<br />

como National Audubon Society, Environmental Defense Fund, Sierra Club,<br />

National Wildlife Federation, Greenpeace, World Watch, etc. Se refiere al tríptico<br />

legislativo propuesto por el Partido Republicano y en particular a la plataforma<br />

electoral de 1994, que recogía la evaluación ex ante de las legislaciones<br />

medioambientales, la protección de los derechos de propiedad y la prohibición<br />

de regulaciones federales que no conllevaran su correspondiente financiación.<br />

La evaluación ex ante de las decisiones públicas<br />

Se trata de poner en marcha procedimientos específicos en varios ministerios<br />

(como la Environmental Protection Agency, EPA), de tal forma que<br />

36 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

se les obliga a evaluar, identificar y hacer públicos los riesgos y costes de<br />

las leyes propuestas. De hecho, los riesgos suelen calcularse para casos límite<br />

y fuera de la realidad, y cabe preguntarse si es legítimo gastar grandes<br />

sumas de dinero si el resultado no conlleva una mejora significativa del<br />

medio ambiente y de la salud.<br />

En esta línea, Stephen Breyer, en la actualidad juez del Tribunal Supremo,<br />

citaba un juicio en el que se dirimía que unos niños habían ingerido<br />

productos peligrosos en una zona pantanosa de New Hampshire. En este<br />

caso, el demandante quería ahorrarse 9,3 millones de dólares en la eliminación<br />

de la contaminación residual de un antiguo vertido tóxico. Este<br />

lugar, que ya había sido sometido a un tratamiento, había alcanzado un<br />

nivel de limpieza tan elevado que si los niños ingerían barro y tierra durante<br />

sus juegos, esto no presentaba ningún riesgo sanitario real, ni siquiera en<br />

el caso de que estuvieran expuestos 70 días al año. Según las condiciones<br />

impuestas por los poderes públicos, que conllevaban una limpieza aún más<br />

rigurosa, los niños hubieran podido ingerir tierra en ese emplazamiento<br />

durante 245 días al año. Pero, por ironías de la vida, al ser un pantano, ningún<br />

niño había visitado este lugar, y aún menos niños capaces de comer tierra<br />

10 . Este ejemplo ilustra un problema que suele surgir a la hora de legislar:<br />

¿a partir de qué momento un riesgo pasa a ser aceptable?<br />

Más allá de las anécdotas y de los inevitables “errores burocráticos”, gran<br />

parte de la opinión pública y de los especialistas norteamericanos en política<br />

medioambiental consideran que las regulaciones suelen carecer de racionalidad<br />

y en algunos casos son un obstáculo para alcanzar los objetivos<br />

para los que habían sido elaboradas. Por ejemplo, la no jerarquización de los<br />

objetivos, o más bien una jerarquización impuesta por parte de grupos de<br />

presión, implica que las regulaciones suelen abordar problemas menores y<br />

dejar de lado atentados mucho más importantes a la salud y al medioambiente.<br />

La consecuencia siempre es una mala asignación de los recursos y,<br />

por lo tanto, un “suboptimum” medioambiental que pone en cuestión la legitimidad<br />

de un sistema de decisión excesivamente político y tecnócrata.<br />

10 Citado por G. E. De Planque, US Nuclear Regulatory Commission in Epistemologie des Cindyniques,<br />

París, 1996.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 37


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

Por ello, es necesario contar con la intervención de un peritaje científico<br />

independiente y traducir sus resultados en términos comprensibles<br />

mediante comparaciones al alcance de todo el mundo. Además, la evaluación<br />

debe precisar cuáles son las incertidumbres y los límites de los conocimientos.<br />

Pero el requisito más innovador reside en un nuevo tipo de<br />

análisis coste/beneficio, según el cual cualquier normativa nueva debe ofrecer<br />

ventajas (en los campos sanitarios, sociales, medioambientales, económicos)<br />

que superen los inconvenientes.<br />

Esta propuesta se fundamenta en numerosas investigaciones que demuestran<br />

que las regulaciones medioambientales y sanitarias no sólo<br />

son ya incontrolables sino también contraproducentes. En efecto, gastar<br />

mil millones de dólares para salvar supuestamente una sola vida humana<br />

se traduce en un aumento de la morbilidad en otros sectores de<br />

actividad, aunque sólo sea como consecuencia del incremento de la pobreza.<br />

De esta forma, el Center for Risk Analysis de la Universidad de Harvard<br />

propone una reasignación de los recursos en función de los programas más<br />

eficaces que podría salvar unas 60.000 vidas humanas al año. Otras investigaciones<br />

(Duke University) afirman que cada vez que se gastan 50 millones<br />

como consecuencia de una normativa, se produce un fallecimiento<br />

más.<br />

Si el principio de evaluación del riesgo normativo es objeto de un consenso,<br />

su puesta en marcha ha suscitado problemas políticos. En 1993, el<br />

Presidente Clinton, mediante la Orden Ejecutiva (“Executive Order”) 12866,<br />

obliga a los administradores a utilizar el “risk assessment” en la elaboración<br />

de sus normativas.<br />

Pero una Orden Ejecutiva sólo tiene valor de recomendación para el<br />

Ejecutivo y carece de fuerza de ley. Además, en 1995 la Cámara de Representantes<br />

con mayoría republicana votó una ley que hacía obligatoria<br />

la evaluación de riesgos. Pero la mayoría demócrata, sometida a la presión<br />

de los círculos conservacionistas, así como del veto presidencial, impidieron<br />

su promulgación.<br />

38 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Este nuevo procedimiento conllevaba grandes ventajas a la hora de aclarar<br />

el proceso de decisión y tenía en cuenta el largo plazo, pero amenazaba<br />

con complicar el proceso legislativo y normativo. También se propuso el<br />

umbral de los 100 millones de dólares, una suma correspondiente a la evaluación<br />

de coste de la normativa.<br />

“Se acusa a estas iniciativas de volver a cuestionar los progresos realizados<br />

gracias a las regulaciones que obligan a la adopción de determinadas<br />

tecnologías. No sólo se criticaron las iniciativas parlamentarias<br />

argumentado que favorecían la contaminación (‘polluter friendly’) sino que<br />

además, paradójicamente, amenazan con multiplicar el papeleo que ahoga<br />

el sistema normativo y aumentar así el coste de funcionamiento” 11 .<br />

La proximidad de las elecciones presidenciales de noviembre 2000<br />

había dejado en el olvido estos intentos parlamentarios. Pero Al Gore, el<br />

candidato demócrata, retomó la iniciativa política al publicar el “Project<br />

XL” (“Excellence in Leadership”) que compartía el mismo objetivo que los<br />

republicanos, es decir, hacer frente a la evidente ineficacia del Sistema<br />

“Normativa y Control” (“Command and Control”).<br />

Se trataba de fomentar la flexibilidad normativa gracias a patrones de objetivos<br />

que tendrían que negociarse dependiendo de las ubicaciones. Esta experimentación<br />

continuada debería posibilitar mejores resultados que los que<br />

se habían obtenido apoyándose en la normativa actual o futura. Este proyecto,<br />

de carácter eminentemente electoralista, fue objeto de críticas ya que<br />

la EPA seguía dominando el tablero, libre de un contrapoder independiente,<br />

y dado que la evaluación de la eficacia es extremadamente subjetiva.<br />

Varios proyectos de ley relativos a la evaluación de las regulaciones medioambientales<br />

han enfrentado a republicanos y demócratas en el Congreso,<br />

aunque en el fondo estaban de acuerdo en una doble constatación:<br />

Si las regulaciones no cuestan nada cuando la administración las promulga,<br />

su puesta en marcha comporta para el conjunto de los agentes<br />

11 Cf. B.S. Ginsberg y C. Cummis in Environmental Law Reporter, 26ERL, p. 1059.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 39


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

económicos y de los contribuyentes unos costes extremadamente elevados<br />

que ascienden a unos 200.000 millones de dólares al año, sin olvidar<br />

que estos costes no se contabilizan de forma oficial. Así fue como surgió<br />

el concepto de “regulatory budget” que arroja nueva luz sobre el coste real<br />

de la intervención de los poderes públicos.<br />

La eficacia de estos gastos resulta mediocre y es totalmente factible<br />

alcanzar los mismos objetivos a un coste mucho menor, o bien obtener<br />

objetivos mucho más ambiciosos incurriendo en los mismos costes.<br />

Estas constataciones llevaron a los senadores Thompson y Levin a introducir<br />

en 1997 el proyecto de ley “Regulatory Improvment Act”, que<br />

prescribía el análisis normativo por parte de un comité consultivo compuesto<br />

por personalidades competentes pero por ningún funcionario del<br />

ministerio pertinente. Este “Advisory Committee on Regulation” debe llevar<br />

a cabo un doble examen de las regulaciones que tienen la calificación<br />

de importantes:<br />

Un análisis coste/beneficio que incluya los datos no cuantificables y las<br />

diferentes alternativas.<br />

Un análisis del riesgo que garantice que se respetan las prioridades presupuestarias<br />

y que se optimizan los beneficios medioambientales de cada<br />

dólar invertido.<br />

“El proyecto de ley S 981 aportará una dimensión legislativa a las<br />

demandas de los cuatro últimos presidentes (dos republicanos y dos<br />

demócratas) relativas al análisis normativo. Este proyecto de ley evita<br />

los excesos de las anteriores propuestas de reformas normativas,<br />

conservando sus mejores elementos. Debería reforzar las normativas futuras<br />

y hacerlo de tal forma que las numerosas disposiciones para salvaguardar<br />

el medioambiente, la salud y la seguridad se apliquen con el<br />

menor coste” (Paul Portney, audiencia en el Senado el 12 de septiembre<br />

de 1997). Este proyecto de ley bipartidista fue aprobado por el Congreso.<br />

40 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

“Unfunded mandates” (Obligaciones no financiadas)<br />

La segunda parte de la “trinidad diabólica” se refiere a las regulaciones federales<br />

que no conllevan sus correspondientes financiaciones. De hecho, la<br />

abundancia normativa del Gobierno federal y en especial de la EPA, no se<br />

ha visto nunca limitada por el freno natural que constituye la necesidad de<br />

contar con partidas complementarias. “Estas prácticas no son democráticas<br />

y destruyen la responsabilidad. Permiten a los políticos aprobar leyes<br />

sin aprobar los impuestos correspondientes. Los miembros del Congreso<br />

recurrieron a los ‘unfunded mandates’ para manifestar su apoyo a ciertas<br />

causas populares, pero disimulando al tiempo el coste que entrañaban sus<br />

programas. El resultado es que las prioridades locales deben subordinarse<br />

a la voluntad de Washington... Los Estados y las administraciones locales<br />

necesitan flexibilidad para dar respuesta a las necesidades de sus electores”<br />

12 .<br />

De hecho, se estima que sólo el coste de la normativa medioambiental 13 ,<br />

que en 1986 ascendió a 92 mil millones de dólares y en 1998 a 198 mil millones,<br />

en 2005 alcanzó los 224 mil millones de dólares, es decir más del<br />

doble en 19 años. Hoy en día el Gobierno federal sólo se hace cargo del<br />

10%, mientras que el sector privado y el resto de los gobiernos (Estado y<br />

administraciones locales) están obligados a encontrar recursos para hacerles<br />

frente. Por tanto, la idea es obligar al Gobierno federal a que toda<br />

nueva normativa lleve aparejada su correspondiente financiación en beneficio<br />

de los que vayan a ponerla en marcha.<br />

La delicada cuestión de la expropiación normativa (“taking”)<br />

La indemnización a los propietarios por las depreciaciones que se derivan<br />

de las múltiples regulaciones medioambientales constituye el tercer capítulo<br />

de la “trinidad diabólica”. Es el que ha sido más discutido por lo más<br />

12 Environmental briefing book for congressional candidates (Agenda medioambiental para candidatos<br />

al Congreso) CEI, 1996 y 1998.<br />

13 Clyde Wayne Crews, Ten thousands Commandments, informe anual del Competitive Enterprise<br />

Institute.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 41


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

granado del grupo de norteamericanos que nosotros llamamos progresistas<br />

(liberales), y en especial por las grandes organizaciones de protección<br />

de la naturaleza. Se trata de un debate fundamental sobre la interpretación<br />

de la Quinta Enmienda de la Constitución (“taking clause”) y que va más<br />

allá de los valores que constituyen los cimientos de Estados Unidos. Indirectamente,<br />

cuestiona la buena fundamentación y la eficacia de la normativa<br />

medioambiental elaborada hace un cuarto de siglo.<br />

¿De qué se trata? En realidad, sólo se trata de volver a una interpretación<br />

estricta de la Quinta Enmienda –“Nor Shall private property be taken for public<br />

use without just compensation”– que corresponde al artículo 17 de la Declaración<br />

francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la que<br />

se exige una justa indemnización previa si se produce una expropiación.<br />

Hasta épocas recientes, la jurisprudencia del Tribunal Supremo había<br />

sostenido que una normativa no daría derecho a indemnización a menos<br />

que privase al propietario de todo uso económico razonable. Ahora bien,<br />

durante los últimos años hemos asistido a una triple modificación de esta<br />

posición tradicional que había asegurado en particular la legitimidad del zonaje<br />

14 de los documentos de urbanismo introducidos a partir de 1915. En<br />

1985 Richard Epstein, profesor de Derecho en la Universidad de Chicago,<br />

publicó Taking private property and the power of Eminent Domain, cuya tesis<br />

podría resumirse así: la Quinta Enmienda exige que los poderes públicos<br />

compensen a los propietarios privados cada vez que una normativa pública<br />

disminuya el valor de sus bienes. En esta línea, no sólo las regulaciones<br />

medioambientales, sino otras disposiciones relativas al urbanismo, la<br />

fiscalidad o las condiciones de trabajo también constituyen atentados contra<br />

los derechos de propiedad. Epstein, al final de una brillante demostración,<br />

concluyó diciendo que esta interpretación pone en entredicho la<br />

esencia de las leyes elaboradas en el siglo XX.<br />

Esta interpretación doctrinal de la Constitución, calificada de “excéntrica”<br />

(D. Helvarg, 1995), debió servir de inspiración a la Corte Suprema,<br />

14 Village of Euclid v. Ambler, 1926.<br />

42 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

ya que en varias resoluciones (las más célebre es “Lucas V. South Carolina<br />

Coastal Council”, 1992) plantea un derecho limitado a la indemnización<br />

cuando la normativa parece resultar excesiva (“goes too far”).<br />

La primera traducción “política” de esta posición data de la Orden Ejecutiva<br />

de 1986 del Presidente Reagan (EO 12-630) que pidió a las administraciones<br />

federales que evaluasen el impacto de la normativa en las<br />

propiedades privadas. (Pero ya hemos señalado anteriormente los límites<br />

de una Orden Ejecutiva). Además, en 1990, el Senador Symm propuso un<br />

texto de ley llamado “Property Right Act”, el primero de varios proyectos<br />

de ley que no han visto la luz debido a las cortapisas políticas (veto presidencial)<br />

y técnicas. Esto explica que el proyecto de ley con fecha de julio<br />

de 1996 “Omnibus Property Right Act” no se haya votado, pero resulta<br />

útil enumerar las principales disposiciones que han inspirado en gran medida<br />

las legislaciones de los Estados.<br />

En primer lugar, “su objeto es impedir que el gobierno imponga a algunos<br />

ciudadanos las cargas del servicio público que por justicia y equidad<br />

deben recaer sobre el conjunto de la población”. El caso es que el<br />

Gobierno federal, haciendo valer la fuerza que le confiere regulación excesiva,<br />

atenta contra los derechos de propiedad, mientras que las resoluciones<br />

de la justicia son poco eficaces, inciertas y costosas. Por tanto, era<br />

conveniente que el Congreso aclarase la legislación y aportase una solución<br />

eficaz a este problema. El proyecto de ley aspiraba a “fomentar,<br />

mantener y promover la propiedad de bienes garantizando la protección<br />

constitucional y legal de la propiedad privada por parte del gobierno de<br />

los Estados Unidos”, apoyándose para ello en un procedimiento específico.<br />

También había que simplificar los procedimientos y los recursos judiciales,<br />

así como armonizar la jurisprudencia en materia de “taking”, que no<br />

sólo tiene que ver con la expropiación física sino también con las servidumbres<br />

normativas que rebajan significativamente la utilización productiva<br />

de un bien o que amputan al menos el 50% (y no el 33% previsto en<br />

el proyecto inicial) del valor registral, teniendo en cuenta que el propietario<br />

corre con los gastos de demostración.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 43


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

Por supuesto, el proyecto de ley excluía cualquier tipo de indemnización<br />

cuando una normativa tenía como fin limitar los perjuicios actuales o futuros<br />

originados por el propietario. El recurso al arbitraje es posible si las<br />

partes lo consienten de forma expresa y con la reserva del derecho de<br />

adoptar el procedimiento de la American Arbitration Association. La apelación<br />

de la sentencia arbitral puede interponerse ante los tribunales ordinarios<br />

o ante el “Court of Claim” especializado en la materia.<br />

El análisis de impacto sobre la propiedad privada (Private Property Impact<br />

Analysis) fue declarado obligatorio, ya que es preciso limitar la expropiación<br />

física o normativa obligando a la administración a evaluar las<br />

consecuencias. De este modo, todas las administraciones federales debían<br />

redactar un análisis de impacto sobre la propiedad privada antes de hacer<br />

pública o promulgar cualquier política, normativa y proyecto de ley susceptibles<br />

de desembocar en un desposeimiento (“taking”).<br />

Por último, con una formulación solemne que recuerda las libertades<br />

constitucionales, la “Private Property Owners Administrative Bill of Rights”<br />

tenía como fin garantizar de forma concreta los derechos de los propietarios<br />

respecto a un “Statute” que atenta especialmente contra los derechos de propiedad,<br />

es decir, la ley sobre las especies amenazadas (ESA) y las disposiciones<br />

relativas a la protección de zonas húmedas de la ley de aguas (FWPA).<br />

De las tres partes de la “trinidad diabólica”, la de la indemnización limitada<br />

de los propietarios ha sido la más polémica.<br />

Si en el ámbito federal este tipo de legislación no parece tener que adoptarse,<br />

a pesar de los numerosos proyectos de ley como por ejemplo el “Private<br />

Property Rights of 2006”, unos treinta Estados se han dotado de una<br />

legislación sobre la protección de los derechos de propiedad. Estos textos<br />

están relacionados con dos conceptos diferentes:<br />

Uno inspirado en la Orden Ejecutiva del Presidente Reagan: se trata en<br />

este caso de una recomendación del tipo “piénselo antes de saltar”, es decir,<br />

una extensión del principio del estudio de impacto sobre el entorno (NEPA<br />

1969) en los problemas de incidencia en los derechos de propiedad.<br />

44 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


Otro inspirado en los proyectos de ley federal que establecen los umbrales<br />

que ponen en marcha la compensación (generalmente el 50% del valor<br />

inicial).<br />

El tríptico legislativo de los republicanos ha sido combatido con cierta<br />

inconsistencia por los demócratas, ya que se basa en puntos de vista ampliamente<br />

compartidos por la opinión pública según los cuales el Gobierno<br />

federal legisla de forma incoherente e ineficaz, y ciertos<br />

propietarios privados soportan el grueso del coste de las regulaciones federales.<br />

En estas condiciones, es conveniente aclarar y justificar la intervención<br />

de los poderes públicos, así como restablecer un cierta “igualdad entre<br />

ciudadanos ante las cargas y las ventajas del servicio público”, por retomar…<br />

una fórmula muy conocida por los estudiantes de derecho administrativo<br />

francés. De esta forma, dejando de lado el problema de la<br />

indemnización de la expropiación reglamentaria (“taking”), se asistió a una<br />

auténtica carrera, emprendida por ambos grandes partidos políticos, para<br />

proponer soluciones y reformar el conjunto de la política medioambiental<br />

federal.<br />

HACIA SOLUCIONES LIBERALES<br />

La capitulación intelectual de los demócratas<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

La adhesión de la Administración demócrata a las tesis de la ecología<br />

liberal quedó bien ilustrada en el informe del Vicepresidente Al Gore titulado<br />

Common Sense Government (1995) del que se ha llegado a decir<br />

“que representa un giro de 180 grados (un “U-turn” completo) en la<br />

filosofía dominante relativa a la normativa” (Howard). De hecho,<br />

Common Sense Goverment, publicado en septiembre de 1995, vino precedido<br />

de un documento específico firmado por Clinton-Gore titulado<br />

Reinventing Environmental Regulation y publicado el 16 de marzo de<br />

1995.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 45


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

La introducción recoge con claridad la visión a largo plazo. “Ha llegado<br />

el momento de aprender las lecciones de estos últimos 25 años y<br />

reinventar la conservación del medio ambiente para el siglo XXI... En la<br />

actualidad muchos de nuestros éxitos son resultado del método “fin de<br />

ciclo” (“end of the pipe”) y “normativa y control” (“command and control”)...<br />

pero a medida que íbamos progresando hemos ido aprendiendo considerablemente<br />

acerca de la limitación del sistema. Las regulaciones prescriptivas<br />

pueden ser rígidas y acarrear intervenciones costosas que desafían el<br />

sentido común, al exigir costes cada vez mayores con resultados mediocres”...<br />

Después de dejar meridianamente claro, en pro de la ideología, que en<br />

ningún caso la Administración Clinton-Gore tenía la intención de desmantelar<br />

la normativa existente sino por el contrario mejorar los resultados,<br />

el informe enumera los 10 principios que deben sustentar la reforma<br />

y propone 25 intervenciones prioritarias.<br />

Este documento se coloca abiertamente del lado de los defensores de<br />

la ecología liberal y se distancia bastante de las tesis que venían sosteniendo<br />

tradicionalmente las grandes organizaciones de conservación de<br />

la naturaleza más o menos inspiradas en la ideología de la ecología profunda.<br />

Entre estos diez principios merece la pena recordar:<br />

La legislación medioambiental debe basarse en los resultados, garantizando<br />

una flexibilidad óptima en lo que se refiere a los medios para llevar<br />

a cabo los objetivos medioambientales, pero estarán condicionados a la<br />

responsabilidad de los resultados.<br />

Los alicientes del mercado deben utilizarse para alcanzar los objetivos<br />

medioambientales siempre que resulte apropiado.<br />

La legislación medioambiental debe fundamentarse en la ciencia y en la<br />

economía, someterse al examen de los expertos y del público, y fundarse<br />

en los valores que comparten los ciudadanos norteamericanos.<br />

46 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

El proceso de decisión debe ser fruto de la colaboración y no de la confrontación;<br />

los que toman decisiones deben informar e implicar a aquellos<br />

que están afectados por dichas decisiones.<br />

Por otra parte, las 25 intervenciones extremadamente prioritarias se refieren<br />

por una parte a la mejora del sistema actual y por otra parte a los fundamentos<br />

de un nuevo sistema. Conviene señalar que algunas de estas<br />

intervenciones corresponden a propuestas formuladas hace tiempo por los<br />

adalides de la ecología liberal.<br />

Intervención nº 1. Mercado de los derechos de contaminación del aire.<br />

Intervención n° 2. Mercado de los vertidos en las cuencas receptoras.<br />

Intervención n° 3. Reajuste de las regulaciones sobre residuos relativos a<br />

residuos de alto riesgo.<br />

Intervención n° 4. Reajuste de las normas de tratamiento de aguas potables<br />

en relación con los riesgos más importantes.<br />

Intervención n° 5. Ampliación de la evaluación de los riesgos en lo que<br />

concierne a las decisiones de las administraciones locales.<br />

La intervención nº 19 “Project XL” (para “Excellence and Leadership”)<br />

es aún más significativa. Se trata de animar a la industria a ir aún más lejos<br />

de lo que recogen las normas exigidas. En efecto, se ha observado que si<br />

se les da a las empresas industriales libertad (es decir, la posibilidad de utilizar<br />

sus propios medios técnicos y jurídicos), las empresas pueden hacerlo<br />

mejor y con un coste menor que si se atienen a las regulaciones, siendo así<br />

que son los riesgos legales de la no-conformidad con dichas regulaciones<br />

los que, justamente, les impiden hacerlo mejor.<br />

Hay que subrayar que ninguno de estos documentos aborda el espinoso<br />

problema de la indemnización de derechos de propiedad que sigue<br />

siendo un punto fundamental de desacuerdo entre los demócratas y los<br />

republicanos del que, como ya hemos mencionado, y al no haber encon-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 47


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

trado una solución legislativa en el ámbito federal, se hacen cargo las legislaciones<br />

de numerosos Estados.<br />

La reforma de la Environmental Protection Agency, con 19.000 funcionarios,<br />

es ahora acuciante. Se ha llegado a comparar el trabajo de esta<br />

gigantesca administración productora de regulaciones cada vez menos eficaces<br />

a la planificación centralizada de la antigua Unión Soviética (Howard<br />

1994).<br />

El “New Environmentalism”<br />

En 1997, Lynn Scarlett 15 , que en aquel momento dirigía el think-tank Reason<br />

Foundation, planteaba los principios de la nueva política medioambiental<br />

que más tarde desembocaron en lo siguiente:<br />

La innovación en el ámbito local: nos enfrentamos cada vez más a problemas<br />

medioambientales locales cuya solución está en función de la especificidad<br />

del emplazamiento. Sin embargo, se advierte que la mayoría<br />

de los Estados, administraciones locales y empresas han demostrado su<br />

capacidad para poner en marcha leyes que en algunos casos son más exigentes<br />

que las del Gobierno federal. Por lo tanto, se debe animar a los Estados<br />

a innovar.<br />

Flexibilidad y progreso: Estados Unidos posee las mejores tecnologías<br />

del mundo para llevar a cabo sus objetivos medioambientales. Por lo tanto,<br />

es necesario liberar las energías creativas de todos los agentes públicos y<br />

privados. Ellos son los responsables del éxito de estas tareas y no deben ser<br />

juzgados por su conformidad a la normativa. Además, es muy importante<br />

que las administraciones locales sean las que identifiquen la mejora del medioambiente<br />

y no sólo el Gobierno federal.<br />

La gestión privada (“private stewardship”): los avances a largo plazo en el<br />

ámbito del medioambiente implican su protección por parte de las em-<br />

15 Se incorporó a la Administración Bush en 2001; actualmente es Subsecretaria del Ministerio<br />

del Interior.<br />

48 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


presas, los agricultores y los ciudadanos. El espíritu de empresa medioambiental<br />

sólo puede surgir si los individuos carecen de posibilidades<br />

y de motivaciones para actuar como gestores privados del medioambiente.<br />

Es necesario establecer un buen equilibrio entre la sanción y la motivación.<br />

El papel de la ciencia es tan importante que no debe ni politizarse ni<br />

ignorarse. Las respuestas a los problemas medioambientales deben ser globales<br />

y no puntuales.<br />

El futuro ya está aquí: hace treinta años, la opinión pública pidió al Gobierno<br />

federal que resolviera los problemas medioambientales. A día de hoy,<br />

este mismo gobierno debe buscar soluciones en la creatividad de sus ciudadanos,<br />

lo que conlleva que conceptos como colaboración, innovación y flexibilidad<br />

sean las claves de un futuro más limpio y más saludable.<br />

La vuelta a la “Common Law”<br />

El objeto del derecho público (“statutes”) que ha invadido el campo de la<br />

protección medioambiental era paliar las insuficiencias reales o supuestas<br />

del sistema jurídico privado (“Common Law”). Sin embargo, los pobres resultados<br />

del derecho público han desembocado en la recuperación de la<br />

“Common Law”, lo que implica una reafirmación de los derechos de propiedad<br />

siempre que sea posible.<br />

El mérito fundamental de la “Common Law” reside en responsabilizar totalmente<br />

a los que causan perjuicios al medioambiente (principio según el<br />

cual “el que contamina paga”) y prohibir el reparto de los costes en el conjunto<br />

de los ciudadanos, subproducto inevitable de numerosas regulaciones<br />

(¡principio según el cual “el que no contamina paga”!).<br />

La autoevaluación (“self-certification”)<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Los agentes privados establecen cada vez más a menudo regulaciones a<br />

través de organismos como el International Standards Organisation (por<br />

ejemplo ISO 14000). Estas normas aprobadas por los poderes públicos<br />

acabarán imponiéndose sin que medie ningún otro control de la administración,<br />

salvo en el ámbito de la legalidad.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 49


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

La información medioambiental<br />

El boom de las tecnologías de la información permite contemplar la generalización<br />

de la recopilación de datos medioambientales, y sobre todo ponerlos<br />

a disposición del público de forma comprensible. El Bureau of<br />

Environmental Statistics (comparable al Bureau of Labor Statistics) se dedica<br />

a la integración de los datos públicos y privados. De esta forma, a través de<br />

Internet un ciudadano puede disponer de información sobre todas las contaminaciones<br />

que existen en su entorno inmediato (Toxic Inventory Release).<br />

Derechos de propiedad y libertad<br />

La protección de la libertad no sólo es el fundamento de la Constitución, sino<br />

también del debate público, y esta libertad sólo puede protegerse si se respetan<br />

los derechos de propiedad. Sin embargo, a pesar de la caída del comunismo,<br />

que constituye la mejor prueba del vínculo entre propiedad y libertad,<br />

los conservacionistas, apoyándose en la tradición de la planificación urbana,<br />

siguen comportándose como si los derechos de propiedad se contrapusieran<br />

a una organización armónica del espacio y a la protección de los recursos<br />

medioambientales. Por lo contrario, una parte cada vez más numerosa de la<br />

opinión pública consideraba que este retroceso en los ideales norteamericanos<br />

no sólo constituía un atentado contra la libertad individual sino que también<br />

están en el origen de la degradación del medioambiente.<br />

Este doble movimiento condujo en los años noventa al auge del “Private<br />

Property Movement” y al activismo legislativo del Congreso, que frenaba<br />

la tendencia de los últimos cincuenta años, es decir la subordinación<br />

de los derechos de propiedad a las exigencias sociales, técnicas y medioambientales<br />

16 . ¿Qué ocurrirá en el siglo XXI? Existen dos motivos posibles<br />

para que esta tendencia continúe 17 :<br />

16 En cierto sentido, la sentencia de Kelo v. City of New London ilustra a la perfección esta tradición:<br />

el Tribunal Supremo confirmó una decisión de expropiación de la casa de una humilde<br />

enfermera a favor del promotor de un centro de negocios. La opinión pública comprendió los<br />

riesgos y los Estados han legislado para prohibir que se produzcan este tipo de atentados<br />

contra los derechos de propiedad.<br />

17 Ver “Private property in the 21st century: the future of an American ideal”, bajo la dirección de<br />

H. Jacobs, Lincoln Institute-Edward Elgar, 2004, 191 p.<br />

50 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


Motivo ideológico: la propiedad privada es uno de los fundamentos de<br />

la sociedad norteamericana y seguirá protagonizando el debate económico,<br />

político, jurídico y social.<br />

Motivos técnicos: Los “Greens” (Verdes) han comprendido los límites<br />

del “command and control” y han suscrito el concepto del “free market<br />

environmentalism”. Esto implica reconocer el papel capital de<br />

los derechos de propiedad que se encarnan ahora en las llamadas cuotas<br />

de contaminación transferibles (ETM, Environmental Trading Markets).<br />

CONCLUSIÓN<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Para los republicanos, la reforma de la política ambiental no ha sido una<br />

de sus prioridades y se han limitado a multiplicar las regulaciones 18 .<br />

El ataque frontal inicial se ha transformado en un esfuerzo para buscar<br />

soluciones negociadas y bipartidistas, pero la opinión pública ya no<br />

rechaza los argumentos reformadores. La victoria obtenida en 1994 por<br />

los republicanos en el Congreso permitió que prosperara el grueso de las<br />

propuestas sin entrar en grandes conflictos con la Presidencia, salvo en<br />

el caso de la reforma de la indemnización del “taking”. Para hablar con<br />

propiedad, fue la Administración Clinton, al adoptar una posición más<br />

centrista, la que hizo suyas la mayor parte de las propuestas adelantadas<br />

por los republicanos a finales de los años ochenta.<br />

Al alba del siglo XXI, parece que los Estados Unidos ya no creen en<br />

la virtud soberana de la intervención del Gobierno federal que a golpe de<br />

regulaciones garantizaría la felicidad de los ciudadanos poniendo en peligro<br />

sus derechos constitucionales. Más allá de las mayorías políticas,<br />

podemos prever el lento desarrollo de una profunda evolución de los objetivos<br />

y de los medios de la política medioambiental. Esto significa que<br />

18 Ver Angela Logomasini, “Environmentalism’s Legal Legacy”, que estigmatiza “una extraña extensión<br />

de la actividad del gobierno en una sola cuestión”, 17 de julio 2007.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 51


LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />

las herramientas tradicionales de la intervención de los hombres, es decir<br />

el libre mercado, los derechos de propiedad y la subsidiariedad, se pondrán<br />

al servicio de una causa cuyas exigencias seguirán aumentando y<br />

perfeccionándose.<br />

La puesta en marcha de dicha reforma tropezará seguramente con la resistencia<br />

de algunos grupos de presión o, como es tradicional, resurgirá la<br />

coalición contra natura de la gran industria (big business) y las grandes asociaciones<br />

de defensa de la naturaleza y de algunos intelectuales progresistas,<br />

huérfanos tras la desaparición de las utopías planificadoras.<br />

Aun así, si la nueva política demuestra su eficacia con el respaldo del la<br />

imaginación y la capacidad de argumentación de juristas y economistas, es<br />

posible que estemos ante una nueva etapa, no sólo para el legislador y la<br />

administración sino también para el ciudadano y el juez. Para la mayoría<br />

de los norteamericanos, la descentralización, la reforma normativa y la garantía<br />

de los derechos de propiedad no están en contradicción con la protección<br />

del medioambiente. Las nuevas soluciones en materia de política<br />

medioambiental no hacen peligrar en modo alguno la protección de la calidad<br />

de vida.<br />

Estados Unidos sabe combinar crecimiento económico y protección<br />

del medioambiente 19 , es decir aplicar el desarrollo sostenible sin seguir a<br />

pies juntillas las recetas burocráticas. De hecho, podríamos preguntarnos<br />

si el crecimiento económico de los últimos quince años, que casi duplica<br />

el de Francia, no establece una nueva forma de gobernar que acabará pagando<br />

Europa. Si tal fuera el caso, el modelo normativo centralizado al<br />

que está llevando de forma irremisible la Unión Europea constituiría un<br />

freno para competir en la economía mundial 20 .<br />

19 Aunque son los mayores emisores de gases de efecto invernadero, esperan hacer frente a<br />

este problema utilizando medios menos costosos y más eficaces que el protocolo de Kyoto.<br />

20 Parece que en Canadá se está produciendo una modificación radical de la política medioambiental:<br />

“La severa legislación de Ontario debe ser objeto de una profunda reforma ya que un<br />

gran número de regulaciones anticontaminación está produciendo un enorme despilfarro financiero.<br />

Hay que eliminar las manzanas podridas del cesto”, M. Harris, Primer Ministro (Globe<br />

and Mail del 4 nov. 1996).<br />

52 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Es necesario llevar a cabo un cuidadoso análisis de la política medioambiental<br />

en Estados Unidos, así como de sus posibles éxitos, ya que,<br />

después de todo, si existe una forma de tener un medioambiente mejor a<br />

menor precio, que respete las libertades individuales, sería estúpido no considerarlo,<br />

aunque a cambio pagáramos el precio de modificar nuestra forma<br />

de hacer política.<br />

Por último, ha llegado el momento de que, siguiendo el ejemplo de la clase<br />

política norteamericana, los responsables europeos propusieran una política<br />

medioambiental alternativa que acabase con la escalada incontrolable en los<br />

presupuestos, el número de funcionarios y sobre todo las regulaciones 21 , cuyos<br />

resultados son cada vez menores y en algunos casos negativos.<br />

En Estados Unidos, la reflexión que empezó a finales de los años setenta 22<br />

y las reformas realizadas en los años noventa podrían servir de base a un debate<br />

europeo no sobre los objetivos (¿acaso hay alguien en contra de la protección<br />

del medioambiente?) sino sobre los medios, siempre que estemos de<br />

acuerdo en que los resultados son más importantes que las intenciones. Hay<br />

que dar prioridad a la naturaleza, al papel y a la evolución de los derechos de<br />

propiedad como instrumento capital de las políticas medioambientales.<br />

Corresponde a los think tanks liberales europeos sacar a la luz este problema,<br />

como llevan haciéndolo sus homólogos americanos hace cincuenta<br />

años. Todos sabemos que ni los políticos ni las burocracias renunciarán sin luchar<br />

antes con uñas y dientes a los privilegios que, en nombre de la protección<br />

del medioambiente, han podido acaparar haciendo valer sus regulaciones.<br />

¡No debemos olvidar que más allá de la protección del medioambiente,<br />

lo que está en juego es la libertad!<br />

21 Esta laguna es sobre todo cultural: el respeto casi religioso que se profesa al poder público,<br />

a pesar de sus fracasos y su corrupción, impregna la opinión pública y ante todo a las élites<br />

burocráticas (cf. G. Sainteny, “La droite et l’écologisme”, Commentaire Hiver 1998-1999).<br />

22 Hay que señalar que el grueso de las herramientas de la política medioambiental es fruto de<br />

la imaginación jurídica y económica americana: estudio de impacto, la teoría del “public<br />

choice”, las cuotas de contaminación transferibles, los conservatorios de espacios (land trusting),<br />

el concepto “tragedy of commons”, la gestión comunal, la evaluación de las regulaciones,<br />

la expropiación normativa, las servidumbres medioambientales…<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 53


JUAN VELARDE FUERTES<br />

REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN<br />

ECONÓMICA ESPAÑOLA<br />

Conviene, para entender correctamente lo que sigue, indicar dos cosas.<br />

La primera, que en 1960 se produjo un cambio radical en nuestra<br />

economía, como se observa en el gráfico 1. A causa del Plan de Estabilización<br />

de 1959 se vino al suelo el modelo de desarrollo de nuestra<br />

economía, montado con contundencia notable a partir de nuestra irrupción<br />

en el ámbito de la Revolución Industrial, con sus anexos liberales en lo político<br />

y su respeto a las doctrinas de la Escuela clásica de la economía. La<br />

llegada al poder de los doceañistas en 1820, con la sublevación de Riego<br />

inicia un proceso que sólo concluirá en 1959. Por ello el modelo aplicado<br />

en tiempos de Fernando VII, de Isabel II, de la Revolución Gloriosa, de la<br />

Restauración, de la Dictadura de Primo de Rivera, de la II República, y en<br />

la primera etapa de la Era de Franco –hasta, repito, 1959– ha merecido el<br />

nombre de “modelo castizo”.<br />

Desde entonces este modelo no ha cesado de ser demolido para construir<br />

uno nuevo, que, como se ve, ha logrado resultados espléndidos, y<br />

entre ellos, que España lograse la convergencia en PIB por habitante no<br />

sólo con el conjunto de la Unión Europea, sino que se acercase mucho a<br />

esa convergencia en el ámbito tanto de la Eurozona como en la denominada<br />

Unión Europea de los 15, esto es, eliminando las doce incorporaciones<br />

más reciente. O si se prefiere, en paridad de poder adquisitivo, en el año<br />

Juan Velarde es Catedrático emérito de Economía Aplicada, UCM. Premio Príncipe de Asturias de<br />

Ciencias Sociales.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 55


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

2005 el PIB por habitante español era análogo al norteamericano entre<br />

1993 y 1994. Este retraso de once-doce años respecto a la mayor potencia<br />

económica del mundo, era de 76 años cuando se comenzó esta carrera<br />

en 1960, porque entonces, en paridad de poder adquisitivo teníamos un<br />

PIB por habitante de 3.072 dólares 1990 Geary-Khamis, que se debe comparar<br />

con los 3.056 dólares análogos que tenía el PIB por habitante de Norteamérica<br />

en 1884. Y respecto a la Unión Europea, de los 25, en el 2005,<br />

nuestro PIB era ya del 98’2%; del 92’5% respecto a la media de la Zona del<br />

euro, y del 90’7% respecto a la Unión Europea de los 15 1 .<br />

GRÁFICO 1<br />

P.I.B. p.c. en dólares internacionales Geary-Khamis 1990, desde 1820 a 2001 de<br />

España (según Angus Maddison)<br />

Pero existe la tentación de creer que con eso está todo hecho; que si se<br />

ha conseguido una tasa fuerte de desarrollo, el progreso hacia delante surgirá<br />

de nuevo, una y otra vez, de manera inexorable. Esto no es cierto. Sin<br />

necesidad de echar mano de la equivocación de Colin Clark respecto a la<br />

1 Los cálculos están hechos sobre la información contenida en el volumen Cuentas financieras<br />

de la economía española. 1990-2005. SEC-95. Series trimestrales y anuales, Banco de España,<br />

Madrid, 2006, págs. 312-313 y en Angus Maddison, The World Economy. Historical Statistics,<br />

OECD. Development Centre, París, 2003, pág. 68 y 87.<br />

56 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


República Argentina 2 , respecto a España se observa que inmediatamente<br />

antes de la crisis de 1957-1959, que obligó a dar paso al Plan de Estabilización<br />

de 1959, la economía española contemplaba cómo el PIB crecía un<br />

4%; antes de 1973, cuando vamos a ser golpeados con dureza por los dos<br />

sucesivos choques petrolíferos, la economía española veía crecer al PIB a<br />

una tasa del 6%; en el año 1992, el PIB había crecido a una tasa del 3’8%,<br />

pero en 1993 la tasa era una negativa del 0’4%. De ahí que convenga huir<br />

de la tentación de sostener que, como el PIB a lo largo de 2006 ha crecido<br />

un 4’0%, esté asegurado nuestro futuro.<br />

El progreso tan fuerte conseguido es fruto de una acción clara, sistemática,<br />

de reformas estructurales –y toda reforma estructural supone un<br />

coste, que los políticos procuran rehuir– que se inicia con el ingreso en el<br />

Fondo Monetario Internacional en 1959, y continúa con el Arancel de<br />

1960; con el ingreso en el GATT en 1963; con un continuo retroceso del<br />

sector público empresarial, mientras aumenta el papel del mercado, como<br />

lo prueban acontecimientos tan sonados como la carta de protesta de<br />

Suanzes a Franco; con el inicio de los contactos con la Comunidad Económica<br />

Europea a través de la Carta de Castiella en 1962 que dará, como<br />

primer fruto, el Acuerdo Preferencial Ullastres de 1970; con la aparición,<br />

con la Ley de Bases de 1963, de un Sistema de Seguridad Social; con el<br />

Pacto de La Moncloa de 1977 que genera paz social y, simultáneamente,<br />

a partir de 1978, con la aprobación de la Reforma Tributaria Fuentes Quintana-Fernández<br />

Ordóñez; con el ingreso comunitario de España en 1986;<br />

con la liquidación de todo tipo de barreras del tráfico de bienes y servicios,<br />

de personas y de capitales, desde el 1 de enero de 1993; finalmente,<br />

con el ingreso el 2 de mayo de 1998, con los deberes exigidos por el Tratado<br />

de Maastricht, cumplidos, en la Unión Económica y Monetaria o<br />

Área del euro.<br />

Dicho esto, ante el panorama que se va a desplegar desde aquí a 2012,<br />

¿vemos que se adoptan las políticas adecuadas, o que, como sucedía, por<br />

ejemplo, en los años previos al choque petrolífero, o en el periodo que tras-<br />

2 Cometida en su The Economics of 1960, Macmillan, London, 1942.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 57


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

curre desde nuestro ingreso en el Sistema Monetario Europeo y 1995, éstos<br />

se rehúyen? Aclarar esta cuestión es lo que voy a procurar efectuar inmediatamente.<br />

Para ello no es malo echar mano del que yo llamo triángulo de Eugenio<br />

Domingo Solans. Este profesor y representante de España en el Banco<br />

Central Europeo, en una intervención que desarrolló muy poco antes de<br />

fallecer, señaló que para observar el comportamiento futuro de una economía<br />

era preciso observar tres cosas: los equilibrios macroeconómicos,<br />

los desarrollos científico-tecnológicos y los equilibrios sociales.<br />

¿Qué sucede, pues, con nuestros equilibrios macroeconómicos? Al observarlos<br />

queda claro que el gasto en consumo final crece por encima de<br />

como lo hace el PIB, con la consecuencia de que el ahorro no es capaz de<br />

financiar la fuerte inversión que acompaña a la evolución de nuestra economía.<br />

No es malo aclarar algo más esta cuestión tal como se expone en<br />

el último Informe Anual. 2005 del Banco de España y se puede asegurar<br />

que lo que dentro de unos meses diga nuestro Banco central será semejante<br />

para el año 2006 3 : “En 2005, la economía española creció un 3’4%, tres décimas<br />

más que el año anterior. La expansión de la producción se basó,<br />

como en los ejercicios precedentes, en la pujanza de la demanda nacional,<br />

que se incrementó a una tasa superior al 5%, mientras que las exportaciones<br />

netas detrajeron casi 2 puntos porcentuales (pp) al crecimiento anual<br />

del PIB. Esta evolución del sector exterior contribuyó a un sustancial aumento<br />

de la necesidad de financiación de las familias y de las empresas no<br />

financieras. Frente a ello, la situación presupuestaria de las Administraciones<br />

Públicas mejoró significativamente, hasta alcanzar un superávit por primera<br />

vez en las últimas décadas. El crecimiento de la economía siguió<br />

acompañado de una elevada creación de empleo y las ganancias de productividad<br />

se mantuvieron en niveles muy bajos. Por último, la tasa de inflación<br />

medida con precios de consumo ha aumentado hasta el 3’4% en la<br />

media de 2005, impulsada por los mayores precios energéticos y la inflación<br />

subyacente continuó mostrando tasas de expansión considerable-<br />

3 Cfs. Banco de España, Informe Anual. 2005, Madrid, 2006, págs. 105 y 112-118.<br />

58 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

mente más elevadas que en la UEM (la zona del euro)… (Por tanto) 2005<br />

continuó siendo favorable para el crecimiento de la demanda nacional, que<br />

mostró un fuerte dinamismo, con una tasa de expansión del 5’1%, tres décimas<br />

por encima del valor registrado en 2004. Esta aceleración fue compatible<br />

con una cierta recomendación a favor de la formación bruta de<br />

capital, que elevó su crecimiento 2 pp, hasta el 6’9%, y en detrimento del<br />

consumo público, que se ralentizó, aun manteniendo tasas muy elevadas,<br />

mientras que el consumo privado siguió expandiéndose a la misma tasa<br />

que el año anterior… (En cuanto al efecto riqueza, se agrega que) la evolución<br />

del patrimonio neto de los hogares en 2005 ejerció una notable tendencia<br />

expansiva sobre el consumo debido a la revalorización de la riqueza<br />

acumulada en los últimos años. No obstante, el crecimiento algo más moderado<br />

en la riqueza inmobiliaria durante el pasado año, como consecuencia<br />

de la desaceleración del precio de la vivienda y el menor<br />

incremento de la riqueza financiera neta favorecieron la moderada desaceleración<br />

del gasto de los consumidores que se produjo en ese año. En<br />

el mismo sentido habrían operado el ligero descenso de la confianza de<br />

los consumidores en la segunda mitad de 2005, y un cierto empeoramiento<br />

de la percepción de los hogares sobre la posibilidad de ahorrar en el futuro,<br />

que estarían sugiriendo una disminución de sus expectativas de renta. En<br />

cualquier caso… siguió aumentando un acrecimiento del consumo por encima<br />

del de la renta, lo que dio lugar a una nueva reducción de la tasa de<br />

ahorro, que es también coherente con el bajo nivel de los tipos de interés<br />

reales… En conjunto, la demanda ejercida por los hogares, tanto en bienes<br />

y servicios de consumo como en inversión residencial, mantuvo un tono<br />

robusto en 2005, con ritmos de crecimiento muy similares a los del año anterior.<br />

Este comportamiento se tradujo no sólo en un descenso de la tasa<br />

de ahorro… sino también en una ampliación adicional de la brecha entre<br />

el ahorro y la inversión del sector, cuya necesidad de financiación se incrementó<br />

de nuevo, de forma que las familias, que históricamente han sido<br />

un sector proveedor de fondos al resto de la economía, contribuyeron, un<br />

año más, a aumentar las necesidades de financiación de la nación… Se estima<br />

que en el conjunto del año 2005 la formación bruta de capital fijo realizada<br />

por las empresas registró un aumento del 8’1%... De acuerdo con<br />

la información correspondiente a las Cuentas no financieras de los Sectores<br />

Institucionales, el avance de la inversión empresarial en 2005 se tradujo<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 59


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

en un aumento de las necesidades de financiación de las sociedades no financieras<br />

hasta el 6’8% del PIB. También la brecha de financiación –variable<br />

que mide los recursos netos necesarios para acometer la inversión de<br />

las empresas– se fue ampliando a lo largo del año hasta situarse en el 11’2%<br />

del PIB”. Parece que puede seguir esta fuerte subida de la formación bruta<br />

de capital. Según Eurostat 4 se espera una variación de esta macromagnitud<br />

en 2007 en la Europa de los 27, de mayor a menor, como se señala en el<br />

cuadro 1:<br />

CUADRO 1<br />

Nº de orden País Tasa porcentual de variación anual<br />

en 2007 de la formación bruta de capital<br />

1 Bulgaria 14’0<br />

2 Estonia 12’9<br />

3 Letonia 11’7<br />

4 Polonia 10’6<br />

5 Rumania 10’5<br />

6 Lituania 9’7<br />

7 República Checa 7’6<br />

8 Eslovaquia 6’5<br />

9 Luxemburgo 6’4<br />

10 Grecia 6’2<br />

11 Irlanda 5’4<br />

12 España 5’2<br />

13/14 Chipre 4’8<br />

13/14 Eslovenia 4’8<br />

15 Reino Unido 4’7<br />

16 Suecia 4’5<br />

17/18 Dinamarca 4’4<br />

17/18 Holanda 4’4<br />

19 Finlandia 3’9<br />

20 Francia 3’5<br />

21 Austria 3’4<br />

22 Bélgica 2’4<br />

23/24 Hungría 2’2<br />

23/24 Italia 2’2<br />

25 Alemania 0’6<br />

26 Portugal 0’7<br />

27 Malta – –<br />

4 Cfs. Eurostat, EC Economic Dats Pocket Book, abril 2007.<br />

60 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


De esta larga cita se desprende un primer haz de desequilibrios macroeconómicos,<br />

que se puede sintetizar en un crecimiento originado por una demanda<br />

de consumo e inversión que precisa cantidades crecientes de ahorro<br />

exterior, a pesar del esfuerzo que supone el equilibrio presupuestario, que se<br />

traduce en que la presión tributaria en 2005 había crecido en España en términos<br />

del PIB, hasta superar el 35% del PIB. Y que motiva que ésta sea más<br />

alta, dentro del ámbito de la Unión Europea, ampliada con algunos países especialmente<br />

ricos, que la de Alemania, Canadá, Australia, Irlanda, Suiza, Eslovaquia,<br />

Estados Unidos y Japón. Esto supone que, en primer lugar, se<br />

procura compensar el desequilibrio macroeconómico con un esfuerzo creciente<br />

de transferencia de fondos del sector privado al sector público, porque<br />

el equilibrio no se logra con rebajas en el gasto público, sino con<br />

aumentos en la presión tributaria, lo que, evidentemente, también provoca,<br />

en alguna medida, decisiones de deslocalización que comienzan a ser visibles<br />

en detrimento de nuestra actividad productiva. Este proceso se observa con<br />

claridad en la evolución de la presión tributaria medida por el total de ingresos<br />

fiscales en porcentaje del PIB, para los componentes de la Europa de<br />

los 15, según Eurostat en el periodo 2000-2005, en el cuadro 2.<br />

CUADRO 2<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Países Presión tributaria Tasa de variación<br />

2000 2005 en puntos porcentuales<br />

Alemania 43’3 40’2 -3’1<br />

Austria 44’8 43’6 -1’2<br />

Bélgica 47’3 47’7 +0’4<br />

Dinamarca 50’2 51’2 +1’0<br />

España 34’8 36’4 +1’6<br />

Finlandia 47’4 44’0 -3’4<br />

Francia 45’9 45’8 -0’1<br />

Grecia 40’0 36’7 -3’3<br />

Holanda 40’9 39’2 -1’7<br />

Irlanda 32’9 32’2 -0’7<br />

Italia 42’1 40’8 -1’3<br />

Luxemburgo 40’0 39’1 -0’9<br />

Portugal 35’2 36’3 +1’1<br />

Reino Unido 38’9 38’6 +0’3<br />

Suecia 54’1 52’1 -2’0<br />

Este fuerte aumento en la presión tributaria muestra que de los dos modelos<br />

posibles para conseguir el equilibrio presupuestario, el de la reducción<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 61


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

de los gastos o el del incremento impositivo, España, que había escogido<br />

el primero a partir de 1995, ha dado un cambio a partir de 2004. El problema<br />

reside en que, si por una circunstancia coyuntural, como incluso ya<br />

se adivina su posibilidad hoy, se hunden las producciones y con ellas los<br />

ingresos tributarios, ¿cómo va a ser posible mantener el equilibrio presupuestario<br />

por la rigidez a la baja, por causas sociopolíticas, que tienen los<br />

gastos públicos? Esta amenaza latente no debe, de ningún modo, dejarse a<br />

un lado en el capítulo de los desequilibrios presupuestarios.<br />

La otra vertiente de este desequilibrio económico es el endeudamiento<br />

exterior. Aparentemente éste es un camino de financiación fácil, en primer<br />

lugar porque la reconversión bancaria que se verificó a lo largo del periodo<br />

1977 –quiebra del Banco de Navarra– y 1993 –intervención del Banco Español<br />

de Crédito–, por cierto con el altísimo esfuerzo del sector público expuesto<br />

sólo por defecto por Álvaro Cuervo, ha originado la aparición de<br />

un excelente sistema crediticio que, en líneas esenciales, siguió la dirección<br />

marcada, con claridad, por Sánchez Asiaín. Todo esto, en el fondo, está en<br />

buena parte detrás de la muy alta calificación que merece España, y que<br />

aún no ha empeorado, en la clasificación de créditos a largo plazo al exterior<br />

por Standard & Poor’s el 7 de junio de 2006 (AAA es la mejor calificación<br />

posible).<br />

CUADRO 3<br />

Países Clasificación Países Clasificación<br />

Grecia A España AAA<br />

Italia AA- Finlandia AAA<br />

Portugal AA- Francia AAA<br />

Bélgica AA+ Holanda AAA<br />

Alemania AAA Irlanda AAA<br />

Austria AAA<br />

Además, al encontrarse España en el área del euro, no existe riesgo alguno<br />

del cambio para los préstamos. Pero, instantáneamente, surge otro<br />

factor de complicación a causa de la situación de las balanzas exteriores españolas.<br />

En los doce meses que concluyen en febrero de 2007, y ordenadas<br />

las balanzas comerciales de mayor superávit a mayor déficit del bloque<br />

62 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


del euro más Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña, Canadá y Australia, el<br />

panorama es el que muestra el cuadro 4, en miles de millones de dólares:<br />

CUADRO 4<br />

País Saldo (+, o -) de la balanza comercial<br />

Alemania + 213’9<br />

Japón + 84’0<br />

Canadá +46’3<br />

Holanda +42’4<br />

Bélgica +18’3<br />

Austria +0’6<br />

Australia -9’9<br />

Italia -25’2<br />

Francia -34’4<br />

Grecia -45’7<br />

España -115’9<br />

Gran Bretaña -154’8<br />

Estados Unidos -825’2<br />

Por supuesto que al pasar a la balanza por cuenta corriente, este bloque<br />

de deficitarios se ordena de otro modo:<br />

CUADRO 5<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

País Fecha de la Déficit (miles de<br />

estimación anual millones de $)<br />

Francia Febrero 2007 30’5<br />

Grecia Febrero 2007 31’5<br />

Australia Año 2006 40’9<br />

Italia Febrero 2007 47’1<br />

Gran Bretaña Año 2006 80’1<br />

España Enero 2007 109’8<br />

Estados Unidos Año 2006 856’7<br />

Lo grave es que se espera que este déficit continúe a pesar del esfuerzo<br />

español para mejorar su situación. Por ejemplo, en el subsector de los servicios<br />

comerciales –transporte, turismo, comunicaciones, servicios financieros<br />

y otros– para 2006, la Organización Mundial de Comercio muestra<br />

que España, con 100.000 millones de dólares en este sentido, ocupa el sexto<br />

puesto mundial con un porcentaje respecto al total del planeta del 3’7%,<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 63


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

igualada a Italia, y sólo sobrepasada por Estados Unidos, Gran Bretaña,<br />

Alemania, Japón y Francia. La previsión de The Economist es que en el 2007<br />

este déficit por cuenta corriente alcanzará el 8’8% del PIB. De los 42 países<br />

que se recogen en ese pronóstico, ninguno alcanza ese porcentaje en el<br />

déficit. El que más se aproxima es Turquía, con el 7’0% de déficit del PIB.<br />

Fuera del área del euro, esto hubiera exigido una caída en el cambio. Como<br />

esto es imposible, y lo mismo sucede con los tipos de interés básicos, el<br />

único remedio es o una alteración radical de las estructuras o un descenso<br />

en los salarios nominales, lo que no dejaría de provocar muy serios conflictos<br />

sociales.<br />

En otras etapas de la economía española esto más que se compensaba<br />

con inversiones directas extranjeras, o procedentes del extranjero. Recordemos<br />

el alud de inversiones mineras, ferroviarias y en servicios públicos<br />

urbanos del siglo XIX, a partir, sobre todo, del Bienio Progresista, o la llegada<br />

de capitales o empresarios procedentes de América inmediatamente<br />

tras 1898, o de capitales franceses refugiados en España tras el llamado<br />

“asunto de los mil millones” vinculado a la política anticlerical del partido<br />

radical francés, o más recientemente, con la llegada de capitales extranjeros<br />

en cifra muy importante a partir, sobre todo, del Plan de Estabilización<br />

de 1959, o sea, del momento en que España abandona la neutralidad que,<br />

ante los conflictos europeos, mantenía desde la decisión del general Prim<br />

de no intervenir en la guerra francoprusiana de 1870 5 .<br />

Esta compensación exterior no se produce ahora, porque, por el contrario,<br />

es muy fuerte la salida de capital español hacia el exterior. En 1995,<br />

los activos frente al resto del mundo alcanzaron el 38’3% del PIB, frente al<br />

115’9% en 2005, y el conjunto de la inversión extranjera directa (IED) tiene<br />

un saldo acreedor neto en los años 2000, 2001 y 2005. Del conjunto de<br />

5 Esta necesidad española de capital extranjero para mantener los equilibrios económicos lo<br />

puse de relieve ya en mi artículo “La necesidad española de capital extranjero”, en Arriba, 17<br />

enero 1952, II época, nº 5.986, pág. 5, que en muchos sentidos enlaza con el titulado “1958:<br />

es vital exportar”, en Arriba, 31 diciembre 1957, II época, nº 7.836, pág. 74; la cuantificación,<br />

basándome en cifras del Fondo Monetario Internacional, la ofrecí en “Las inversiones privadas<br />

extranjeras en España en el periodo 1960-70”, en Boletín de Estudios Económicos, diciembre<br />

1975, vol. XXX, nº 96, págs. 911-930.<br />

64 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


“los 15” de la Unión Europea, España es el sexto exportador neto de capitales.<br />

Simultáneamente, como consecuencia del grado de ampliación del<br />

ámbito comunitario tras el final de la Guerra Fría y por los avances en la<br />

globalización, el flujo de las inversiones directas de capitales hacia España<br />

se ha reducido respecto a los flujos de salida de éstos. El siguiente cuadro<br />

muestra en porcentajes del PIB esta situación de las inversiones directas 6 .<br />

CUADRO 6<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Porcentajes del PIB<br />

2000 2001 2002 2003 2004 2005<br />

Capacidad (+)/Necesidad (-)<br />

de financiación -3’1 -3’2 -2’2 -2’5 -4’3 -6’5<br />

Cuenta corriente -4’0 -3’9 -3’3 -3’5 -5’3 -7’4<br />

Inversiones directas -3’2 -0’8 -0’9 -0’3 -3’4 -1’4<br />

Es preciso añadir que las inversiones directas españolas se han dirigido,<br />

en principio, al área iberoamericana, pero lo han hecho, como consecuencia<br />

de la estructura básica productiva de nuestra economía, hacia tres<br />

sectores. En primer lugar, hacia el de las empresas de servicios públicos<br />

tarifados. Esa inversión, como antaño puso de manifiesto la crisis de<br />

CHADE (Compañía Hispano Argentina de Publicidad), es contemplada<br />

como molesta para los países en los que tiene lugar en cuanto aparece alguna<br />

pequeña anomalía en el servicio y, no digamos, cuando, como consecuencia,<br />

por ejemplo, de una inflación, es preciso elevar las tarifas. Las<br />

poblaciones se sienten tan molestas como al ser gravadas por un impuesto,<br />

pero como además se recauda para beneficio de un país extranjero, genera<br />

violentas reacciones populistas-nacionalistas. Un ejemplo, centrado en Argentina,<br />

y que es de fácil generalización, va desde Jorge Abelardo Ramos<br />

en el asunto de CHADE a Kirchner en el de Aguas de Barcelona. Esta presión<br />

es bien visible y, más de una vez, amenazadora. El segundo bloque es<br />

el de las empresas extractivas. Cuando escuchamos en Bolivia, referido a<br />

Repsol YPF, lo de “se llevaron antaño nuestra plata y ahora pretenden ha-<br />

6 Las cifras proceden del cuadro1.1, pág. 17, y del recuadro 4.1., págs. 91-98 de la publicación<br />

del Banco de España, Balanza de pagos y posición de inversión internacional de España. 2005,<br />

Madrid, 2006.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 65


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

cerlo con nuestro gas”, vemos reproducido lo que la literatura nacionalista<br />

española sostuvo respecto a las inversiones mineras extranjeras de modo<br />

continuo 7 . La reacción contra estas inversiones es notable siempre. El tercer<br />

envío de capitales corresponde al sector financiero, y sobre todo a la<br />

Banca. El socialismo castrista, reproducido de algún modo por Chávez en<br />

Venezuela con notables paralelismos, considera que ésta es una inversión<br />

depredadora vinculada al capitalismo internacional, especulativa y ajena a<br />

la producción, a la que incluso distorsiona. Por ello debe ser perseguida. El<br />

panorama es inquietante.<br />

Como síntesis se puede señalar, en el contexto internacional, que la Posición<br />

de Inversión Internacional (PII) deudora neta registrada en España<br />

es preocupante al situarse en 421.911 millones de euros en 2005, porque<br />

“en porcentaje del PIB supone el 46’7% (3’6 puntos porcentuales por encima<br />

del nivel de 2004), con lo que se alcanzó un nuevo máximo histórico…<br />

La posición deudora neta de España ha crecido de forma<br />

continuada en la última década, con la excepción del año 2000, en consonancia<br />

con la necesidad de financiación que ha presentado en términos<br />

generales la economía española durante dicho periodo”. Todo eso conduce<br />

a poder afirmar que la referida PII deudora neta española en los últimos<br />

años ha sido una de las más destacadas, “similar a la de Grecia y a la de Portugal,<br />

cuyos saldos deudores netos superan previsiblemente el nivel alcanzado<br />

en España (71’7% y 62’1% en 2004, respectivamente, frente al 43’1%<br />

del caso español para ese mismo año 2004). En Estados Unidos la PII deudora<br />

neta muestra una senda creciente, en línea con la evolución de su déficit<br />

por cuenta corriente, y ha alcanzado un nivel apreciable (cerca del<br />

22% del PIB en 2004), aunque inferior a España. La UEM (o sea, la zona<br />

del euro) mantiene un modesto saldo deudor neto. Dentro de los países europeos,<br />

en Italia y en el Reino Unido se ha asistido a una ampliación de sus<br />

PII deudores netos, ascendiendo al 7’4% y al 13’2% del PIB en 2004. Por<br />

el contrario, en los Países Bajos, Austria y, sobre todo, (en) Finlandia, se ha<br />

asistido a una corrección de sus saldos deudores. Finalmente, Alemania,<br />

7 Cfs. Virgilio Sevillano, La España ¿de quién…? ingleses, franceses y alemanes en este país, Gráficas<br />

Sánchez, Madrid, 1936. Las citas podrían ampliarse casi indefinidamente.<br />

66 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Francia y especialmente Bélgica, mantienen posiciones acreedoras netas<br />

con el resto del mundo” 8 .<br />

Este mayúsculo desequilibrio macroeconómico generado esencialmente<br />

por el enorme déficit por cuenta corriente español, constituye un primer<br />

problema básico que no deja de crecer. El que se diga que se observa una<br />

cierta desaceleración en su crecimiento, da la impresión de que sería cosa<br />

obligada, porque en magnitudes mayúsculas es imposible que, además,<br />

éstas crezcan aceleradamente. Incluso en el mundo físico existe una velocidad<br />

límite, y la tolerancia del sistema financiero internacional no es ilimitada.<br />

Lisa y llanamente, ésta es la cuestión del endeudamiento español. Conviene<br />

mostrar la postura menos preocupada ante él, que es la de José Luis<br />

Malo de Molina 9 , en un trabajo brillante, donde se procura “ver en qué medida<br />

el aumento del endeudamiento de las empresas y familiares entraña<br />

peligros para el mantenimiento del dinamismo económico y, caso de existir,<br />

determinar, si es posible, su naturaleza”.<br />

En este sentido, por una parte nos encontramos con el endeudamiento<br />

de las empresas no financieras, que “ha sido un fenómeno más tardío, dada<br />

la duración e intensidad de los procesos de saneamiento anteriores y el retraso<br />

relativo en el despegue de la inversión productiva, por lo que su intensidad<br />

es todavía moderada y no presenta desalineamientos significativos<br />

con los patrones habituales de la experiencia pasada propia o de otros países”.<br />

Pero introduce Malo de Molina dos notas de cautela. La primera es<br />

la que se deriva del elevado ritmo de crecimiento de la financiación concedida<br />

a las empresas inmobiliarias, que responde “a la prolongación de<br />

una fase excepcional de auge del sector que no puede prorrogarse indefinidamente”.<br />

Es más; en estos momentos, es bien visible la desaceleración<br />

8 Cfs. Banco de España, Balanza de pagos y posiciones de inversión internacional de España, ob.<br />

cit., pág. 92.<br />

9 Cfs. José Luis Malo de Molina, “Los principales rasgos y experiencias de la integración de la<br />

economía española en la Unión Económica y Monetaria”, en Papeles de Economía Española, monográfico<br />

Análisis de coyuntura. Instrumento e Interpretación, 2007, nº 11, en las págs. 18-21.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 67


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

que muestra que ese ciclo expansivo ha concluido. Pero lo complica todo,<br />

a mi juicio, lo que a renglón seguido agrega Malo de Molina, al indicar que<br />

la segunda nota de cautela “procede de la intensidad que han alcanzado recientemente<br />

las estrategias de crecimiento orgánico de algunas grandes<br />

empresas, fundamentalmente constructoras, mediante la adquisición con financiación<br />

ajena de paquetes significativos de otras empresas nacionales o<br />

extranjeras”, lo que evidentemente puede “llevar a niveles de endeudamiento<br />

que supongan una rémora para la generación futura de rentas y un<br />

deterioro de la situación patrimonial”.<br />

Por lo que se refiere al endeudamiento de los hogares, su juicio es que<br />

por “la holgura de las condiciones monetarias y financieras se ha manifestado<br />

en un intenso ritmo de crecimiento de la financiación recibida… El<br />

componente más dinámico ha sido el de los préstamos para la adquisición<br />

de vivienda que (entre 1996 y 2006) ha crecido a una tasa (anual) del<br />

20’4%”. Y he aquí que “el crédito a los hogares para la adquisición de bienes<br />

de consumo y otras finalidades… recientemente está mostrando una clara<br />

tendencia hacia la aceleración”.<br />

Todo este conjunto muestra que el endeudamiento de los hogares, “ha<br />

estado creciendo de forma sistemática muy por encima del ritmo de aumento<br />

de la renta bruta disponible, por lo que la ratio entre ambas ha crecido<br />

desde el 45% en 1995 hasta rebasar la cota del 120% en 2006… Dado<br />

el elevado ritmo al que se ha producido el proceso, en muy pocos años se<br />

ha sobrepasado la media (de la zona del euro antes del inicio de la unión<br />

monetaria) en cerca de 20 puntos porcentuales”. No veo claro que nos deba<br />

tranquilizar el que nos encontremos aún por debajo de los niveles de Estados<br />

Unidos, Gran Bretaña, Holanda e Irlanda. De ahí lo acertado de Malo<br />

de Molina al indicar que “el riesgo no procede de los niveles de endeudamiento<br />

alcanzados, sino de la dificultad de prolongar la trayectoria seguida”,<br />

lo que parecen confirmar “las estimaciones más recientes de los modelos<br />

macroeconométricos, como el Modelo Trimestral del Banco de España,<br />

(que) vienen a confirmar, al mismo tiempo que alertan, sobre la posibilidad<br />

de que perturbaciones imprevistas en estas variables (tipos de interés y precios<br />

de la vivienda) o en la generación de rentas, fundamentalmente a través<br />

del empleo, pudieran suponer un freno para el mantenimiento del patrón<br />

68 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


de gasto necesario para sustentar el dinamismo de la economía. Estos rasgos<br />

son particularmente relevantes para un sector de familias con elevados<br />

ratios de endeudamiento y bajos niveles relativos de renta y de riqueza, y<br />

que por tanto tienen poco margen para incrementar adicionalmente su<br />

carga financiera”.<br />

Lo que para Malo de Molina resulta claro, como colofón de esta visión<br />

del endeudamiento de nuestra economía, es que obliga “necesariamente”<br />

a “una moderación gradual del… (gasto de las familias, tanto en consumo<br />

como en inversión residencial) para adecuarse más al patrón de crecimiento<br />

de la renta disponible… El que ello se produzca de una manera ordenada<br />

y gradual en un escenario de aterrizaje suave” –que le parece a<br />

Malo de Molina “lo más probable”, aunque otros muchos analistas dan la<br />

impresión de que piensan lo contrario, y también, y eso lo comparte todo<br />

el mundo, piensan que es lo “deseable”–, o que se llegue a ello de manera<br />

más abrupta, tras una prolongación excesiva de las tendencias actuales, o<br />

como resultado de perturbaciones imprevistas en el precio de la vivienda,<br />

el sector inmobiliario, o el empleo, es evidente que “puede tener gran trascendencia<br />

para las perspectivas a medio plazo de la economía”.<br />

Nos adentramos, en este sentido, en lo que Malo de Molina califica con<br />

acierto 10 como territorio inexplorado, el de si “una fase de crecimiento tan<br />

prolongada en un marco de estabilidad macroeconómica (que) es inédita<br />

en la historia de España” puede prolongarse. Ante las perspectivas empíricas<br />

en contra concluye su artículo solicitando que “la política económica<br />

mantenga una actitud muy cautelosa, a pesar de las perspectivas favorables<br />

a corto plazo”. La pasarela que la economía española recorre sobre un río<br />

tempestuoso no tiene barandillas, y cualquier traspiés derivado de un falso<br />

optimismo, puede resultar fatal.<br />

Además, todo esto muestra la existencia de algunos otros grandes defectos<br />

estructurales, por lo que, a pesar de un notable esfuerzo de exportación<br />

que efectúa España, este déficit exterior puede aumentar como<br />

10 Cfs. José Luis Malo de Molina, art. cit., pág. 22.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 69


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

consecuencia de intentar buscar el desarrollo de nuestra economía a través<br />

de un fuerte incremento de la demanda interna, lo que tiene el rendimiento<br />

político inmediato de aumentar el PIB, por un lado, y por otro, de<br />

incrementar el nivel de ocupación.<br />

Ese impulso lo proporciona una formidable caída en los tipos de interés<br />

reales. Efectivamente, si descartamos la inflación, los tipos de los bonos<br />

a largo plazo, en el periodo 1999-2005 se comportaron como muestra el<br />

cuadro 7, en el periodo 1999-2005 11<br />

CUADRO 7<br />

Países Tipos de intereses reales<br />

1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005<br />

Alemania 4’3 3’9 2’9 3’4 3’0 2’3 1’4<br />

Austria 4’2 3’6 2’8 3’3 2’9 2’2 1’2<br />

Bélgica 3’6 2’9 2’7 3’3 2’7 2’2 0’8<br />

España 2’4 2’1 1’5 1’5 1’1 1’0 0’0<br />

Finlandia 3’4 2’5 2’3 3’0 3’1 2’2 0’8<br />

Francia 4’1 3’7 3’3 3’0 2’0 1’9 1’6<br />

Grecia 4’2 3’2 1’6 1’2 0’9 1’3 0’0<br />

Holanda 1’7 2’8 0’8 1’6 2’0 2’9 1’7<br />

Portugal 2’6 2’2 0’8 1’3 0’9 1’7 1’4<br />

Estos defectos estructurales se manifiestan, además, en forma de un incremento<br />

notable en los precios interiores españoles, con un considerable<br />

aumento en su diferencial. No necesito aquí señalar que no tiene sentido<br />

decir que el IPC español marcha casi como el de la zona euro, porque en<br />

marzo de 2007 el nuestro se incrementó, en tasa anual, un 2’5%, mientras<br />

que el de la zona euro era del 1’9, con lo que sólo existe un diferencial de<br />

0’6 puntos. Se trata de funciones exponenciales, y ya que se refiere esta<br />

comparación a España y a una serie de países europeos importantes, aparte<br />

de la Zona del euro en su conjunto, he elaborado basándome en informaciones<br />

de Eurostat el cuadro de la acumulación inflacionista, medida por<br />

11 En ob. cit.. de Simon Tilford, de donde se toma este gráfico, aparecen además, con una cita,<br />

en la pág. 29, los datos de Italia e Irlanda, pues se repiten exactamente las cifras de ambas<br />

naciones; por eso no aparecen ambas series.<br />

70 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


el IPC en ese conjunto europeo, como se muestra en el cuadro 8, para el<br />

periodo 1999-2006.<br />

CUADRO 8<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Países Inflación acumulada Diferencia con<br />

en el periodo 1999-2006 la zona euro<br />

Alemania 12’5 +5’9<br />

Austria 15’4 +3’0<br />

Bélgica 20’0 -1’6<br />

España 34’1 -15’7<br />

Francia 14’3 +4’1<br />

Grecia 33’4 -15’0<br />

Holanda 20’2 -1’8<br />

Italia 21’3 -2’9<br />

Zona del Euro 18’4 – –<br />

Resulta muy cómodo hablar del efecto Balassa-Samuelson para explicar<br />

que ese aumento de los precios era inexorable porque los españoles se<br />

encontraban por debajo de los precios de los países más ricos. Pero al no<br />

observarse, con este proceso de unión económica y monetaria, una realidad<br />

de mayor productividad, como se muestra en este trabajo, jugar con<br />

el efecto Balassa-Samuelson sólo sirve para que se tenga que buscar en las<br />

condiciones de la estructura económica española la pérdida de competitividad,<br />

eso sí, agravada por la subida de los precios.<br />

Por supuesto, el diferencial del IPC, como contiene bienes y servicios de<br />

importación, disminuye la magnitud del problema. Si se toman las cifras de<br />

los precios implícitos en el PIB, o sea, el deflactor del PIB, o las de los precios<br />

industriales, este diferencial aún se amplía más. Añádase, para que<br />

estos enlaces macroeconómicos tengan todo su sentido, que si tenemos en<br />

cuenta que el comercio exportador español en gran medida se dirige a la<br />

Zona del euro, queda bien nítido otro muy serio problema estructural español,<br />

provocado en parte notable por fortísimas rigideces de los mercados<br />

de factores y de bienes y servicios. Por lo tanto la competencia con<br />

otros países se frena al no poderse devaluar la moneda española, al suceder<br />

otro tanto con los salarios, y al depender esencialmente de lo que sucede<br />

con nuestra productividad. Los estudios de Julio Segura y sus<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 71


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

colaboradores 12 muestran que no sucede nada diferente respecto a la productividad<br />

total de los factores así como respecto a la del trabajo. Ésta se<br />

mueve de acuerdo con las siguientes magnitudes dentro del ámbito de la<br />

Europa de los 15 (Luxemburgo exceptuado, según Economist Intelligence<br />

Unit, ordenados los países de mayor a menor incremento medio de la productividad<br />

del trabajo en el periodo 1999-2005).<br />

CUADRO 9<br />

Nº de orden País Incremento de la<br />

productividad media anual<br />

1999-2005<br />

1 Grecia 3’0<br />

2 Irlanda 2’8<br />

3 Finlandia 2’0<br />

4 Suecia 1’8<br />

5 Gran Bretaña 1’7<br />

6/7 Dinamarca 1’6<br />

6/7 Holanda 1’6<br />

8 Austria 1’4<br />

9 Bélgica 1’2<br />

10/11 Alemania 1’0<br />

10/11 Francia 1’0<br />

12 Portugal 0’5<br />

13 Italia -0’4<br />

14 España -1’0<br />

Media de la Zona del Euro 0’7<br />

Julio Segura ofrece la síntesis aún más amplia de este fenómeno 13 al indicar<br />

que las investigaciones que él ha coordinado, “indican inequívocamente<br />

que: 1. La pobre dinámica de la productividad del trabajo (PT) y la productividad<br />

total de los factores (PTF) que exhibe la economía española en la última<br />

década no es explicable ni en términos de errores de medida en las<br />

variables ni de efectos del cambio en la compensación sectorial del empleo o<br />

del valor añadido, sino que refleja una genuina escasa eficiencia en la utiliza-<br />

12 Cfs. Julio Segura (coordinador), La productividad en la economía española, Fundación Ramón<br />

Areces, Madrid, 2006.<br />

13 Cfs. Julio Segura, ob. cit., pág. 193.<br />

72 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

ción de los factores productivos. 2. La causa más determinante de este fenómeno<br />

es el escaso esfuerzo tecnológico realizado por las empresas españolas:<br />

un reducido porcentaje de empresas realizan actividades de I+D y su capacidad<br />

para convertir este esfuerzo en innovaciones es modesta. 3. La calidad del<br />

empleo –aproximada por el grado de cualificación del mismo– es un factor<br />

importante en la mejora de la PT y la PTF y presenta una complementariedad<br />

clara con el esfuerzo tecnológico, potenciando la eficacia del mismo”.<br />

La economía española, por eso, buscó parte de su refugio en una colosal<br />

ampliación de la industria de la construcción. Cuatro factores principales aumentaban<br />

su demanda. En primer lugar, el fuerte incremento del PIB por habitante<br />

motiva un deseo de vivir en mejores viviendas, o demanda segundas<br />

residencias. En segundo, el aumento de la ocupación coincide con la llegada<br />

a la percepción de ingresos como miembros de la población activa a los componentes<br />

del “estallido de niños” –el “baby boom”– de los años sesenta y setenta,<br />

con el complemento de un notable aumento de la participación<br />

femenina en la población activa. En tercer lugar, una fuerte inmigración llega<br />

a España como consecuencia de su cercanía a África, y de un tremendo desequilibrio<br />

de niveles de renta, que se repite con un amplio conjunto de naciones<br />

de Iberoamérica, en un proceso, éste último, facilitado por similitudes<br />

en el ámbito cultural, y especialmente en la lengua, todo ello con el complemento<br />

de habitantes de la Europa oriental en búsqueda de salarios más altos<br />

y de mejores perspectivas futuras. La cuarta causa es la existencia del que se<br />

puede denominar “fenómeno Florida”: como sucede en este Estado norteamericano<br />

con los retirados y con veraneantes, en el ámbito europeo la zona<br />

mediterránea resulta especialmente atractiva para multitud de habitantes con<br />

altos niveles en sus ingresos de las zonas del centro y norte de Europa.<br />

Por el lado de la oferta, una sentencia del Tribunal Constitucional que<br />

frenó la liberalización del suelo, como pretendía el Gobierno, concediendo facultades<br />

muy amplias a las Administraciones territoriales, con el añadido de<br />

que los ayuntamientos vieron en ello el maná para mejorar sus Haciendas, que<br />

tenían unos ingresos, a causa del sistema fiscal actual, petrificados, para emplear<br />

la expresión del profesor Torres. La escapatoria para las Haciendas territoriales<br />

de cualquier ámbito es el endeudamiento, a veces a través de la<br />

creación de empresas públicas, para las autonomías y corporaciones locales<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 73


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

de toda índole, pero aun con todas esas posibilidades, el controlar el suelo, y<br />

a través de él conseguir más de una vez jugosas ganancias, constituye una<br />

tentación clarísima. Si a ello unimos un intervencionismo creciente en el ámbito<br />

del urbanismo, con la consecuencia bien sabida de los economistas de la<br />

corrupción, surge la resultante de la reducción de la oferta de suelo.<br />

Como señala Bruno Pérez 14 , “no hay motivos para la queja. El ciclón de<br />

ladrillos que ha atravesado las ciudades y pueblos de la Península de Norte a<br />

Sur y de Este a Oeste en el transcurso de la última década ha arrojado un<br />

saldo decididamente positivo para las arcas municipales. Esto se puede cuantificar<br />

a través de los 2.000 millones de euros anuales más que hoy ingresan<br />

los ayuntamientos por el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) respecto a la<br />

era inmediatamente anterior al “boom”, según los datos recabados por la Dirección<br />

General del Catastro, dependiente de la Secretaría de Estado de Hacienda.<br />

Esos 2.000 millones de euros marcan la diferencia entre los 4.002<br />

millones de euros que los municipios españoles ingresaron por el IBI en el<br />

año 2000 y los 6.096 millones que recaudaron en 2005, último año para el que<br />

existen cifras oficiales… A la altura del año 2000, todos los impuestos locales<br />

que gravan la vivienda –IBI, Impuesto sobre Construcción, Instalaciones<br />

y Obras (ICIO) y el denominado Impuesto sobre las Plusvalías– proporcionaban<br />

6.000 millones de euros a los municipios. Hoy esa cantidad se cubre<br />

únicamente con el IBI, que supone el 50% de los ingresos fiscales municipales…<br />

Los ayuntamientos… han tratado de aprovechar al máximo la oportunidad<br />

que se les presentaba. La inmensa mayoría de los municipios<br />

españoles ha elevado el tipo del IBI (que pueden variar por ley entre el 0’4%<br />

y el 1’1% del valor catastral, en el caso de los inmuebles urbanos) en estos<br />

años y eso ha hecho que, a pesar del dinamismo del proceso económico, la<br />

presión fiscal por este impuesto… se haya incrementado. En estos momentos<br />

los municipios reclaman que el IBI se aplique sobre el valor de mercado<br />

de los inmuebles y no el catastral, y crear una tarifa progresiva “en función de<br />

la capacidad económica de los contribuyentes”.<br />

14 Cfs. Bruno Pérez, “El “boom” inmobiliario deja al año 2.000 millones más en las arcas municipales.<br />

Los ingresos por IBI crecen desde 4.000 millones a 6.000 millones de euros entre<br />

2000 y 2005. Los ayuntamientos han exprimido hasta el límite su capacidad de recaudar a través<br />

de la vivienda”, en El Economista, 7 mayo 2007 (año II, nº 365, pág. 27).<br />

74 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


Volviendo al mercado del suelo y de los inmuebles, creciente demanda<br />

y una reducida oferta generan forzosamente subidas de precios. El traslado<br />

de las curvas de oferta OO, y demanda DD, a las O’O’ y D’D’ determina<br />

una forzosa subida de los precios, porque OM’>OM, y de las<br />

viviendas vendidas, OP’> OP.<br />

GRÁFICO 2<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Así es como se constituyó el sector de la construcción con el complemento<br />

de la obra pública obligada en infraestructuras para no generar estrangulamientos<br />

en el proceso productivo, juntamente con el aumento del<br />

consumo, en un factor esencial del desarrollo económico español. Este proceso<br />

hizo más que doblar en la última década el precio de la vivienda. Con<br />

bajísimos tipos de interés reales y este efecto riqueza derivado de la propiedad<br />

de un inmueble, ¿era posible que no aumentase complementariamente<br />

el precio de los inmuebles? Pero, como se señala muchas veces, los árboles<br />

no crecen hasta el cielo. Como síntesis, debe señalarse que el precio de las<br />

casas en España, que creció con fuerza desde 1997-1998, desde el año 2004,<br />

en porcentaje sobre los precios del año anterior, ha disminuido. En 2004, en<br />

el incremento respecto a 2003 fue del 20%; en el primer trimestre de 2007<br />

cayó al 7’2%. La consecuencia se ha propagado al mercado bursátil y, en general,<br />

al combinarse el freno a los precios de los inmuebles y de las cotizaciones<br />

en Bolsa, se produce en las familias la consecuencia de observar que<br />

se tiene menor riqueza y, por tanto, se restringirá la demanda.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 75


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

Este conjunto de desequilibrios en el aparato productivo, con sus consecuencias<br />

macroeconómicas, va eliminando las bases del fuerte desarrollo<br />

iniciado a partir de 1995 y, sobre todo, de 1996, con las medidas del<br />

Gobierno Aznar desarrolladas por los ministros Rato y Montoro.<br />

Todo lo complica el problema energético español, sobre todo por el<br />

lado de las balanzas exteriores. España, para desarrollarse, precisa algo más<br />

de una unidad adicional de energía para generar una unidad adicional de<br />

PIB, al contrario que el resto de los países de la OCDE, que para producir<br />

una unidad adicional del PIB, precisan todos de menos de una unidad<br />

de energía. Esta alta dependencia se liga a un muy alto grado de importaciones<br />

en energía primaria. O bien, como muestra el gráfico 3, que mide la<br />

intensidad –medida en kilotoneladas de equivalente de petróleo por unidad<br />

de PIB, medido en ecus 1995–, es evidente una separación de la curva española<br />

y de la de la Unión Europea en el periodo 1985-2003, en cuanto a<br />

la energía necesaria para originar una unidad de producto, creciente además<br />

en el caso de España, y decreciente en el de la Unión Europea.<br />

GRÁFICO 3<br />

Intensidad primaria en España y la Unión Europea<br />

Nota: Los datos de Intensidad Primaria para España se han calculado a partir de los<br />

consumos de energía primaria y las cifras de Producto Interior Bruto publicadas por el INE<br />

a precios constantes de 1995 y de acuerdo con el nuevo Sistema Europeo de Cuentas.<br />

Fuente: EnR/IDAE<br />

76 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

La serie histórica de consumo de energía primaria en España muestra<br />

con claridad un descenso en el porcentaje respecto al total de la generada<br />

en nuestro país –en 1973, el carbón significaba el 18’2% y en el 2005, el<br />

15’8%; la hidráulica y eólica, en 1973, el 4’6% y en 1985, el 2’5%, y la nuclear,<br />

el 3’1% en 1973, cuando daba sus primeros pasos, hasta ascender al<br />

17’0% en 1989 y a partir de ahí, descender hasta el 10’6% en 2005–, mientras<br />

que aumentan las energías básicas de importación: el petróleo sube<br />

del 72’9% en 1973 hasta el 76’7% en 1976, para luego disminuir hasta el<br />

50’6% en 2005–, y el gas sube del 1’5% en 1973 al 20’5% en 2005, y la electricidad<br />

de importación, del 0’3% en 1973 al 1% en 2005. En conjunto esto<br />

supone una subida muy fuerte en nuestra dependencia del exterior. Ésta suponía<br />

entre un 30 y un 40% en los años sesenta; en 2005 se ha situado en<br />

el 81%. Como este mercado energético internacional está dominado por situaciones<br />

de alto grado de monopolio, la carga sobre nuestra balanza comercial<br />

pasa a ser muy grande. Aparte del riesgo que puede derivarse de<br />

un nuevo choque petrolífero, o de gas, complicado todo, además, tanto<br />

por lo que pudiera derivarse de la localización exacta del pico de Hubbert<br />

15 , como por las consecuencias del auge del integrismo musulmán.<br />

Concretamente, por lo que se refiere a la apuesta por el gas hecha por España,<br />

debido al avance salafista en Argelia y Marruecos, y en este último<br />

país a causa de sus demandas nacionalistas frente a España, la preocupación<br />

tiene que ser grande. Esto obliga, a poca sensatez que exista en las<br />

autoridades españolas, a un esfuerzo notable en materias de defensa por lo<br />

que se refiere a nuestro flanco mediterráneo, lo que no dejará de aumentar<br />

el gasto público. La mejoría pudo haber venido de una apuesta decidida,<br />

parecida a la que existe en Francia, a favor de la energía nuclear.<br />

Además de ello ha surgido la cuestión del cambio climático. Sólo por eso,<br />

como señalaba recientemente Nicholas Stern, 16 se impone la cuestión nu-<br />

15 Lo planteado por el “pico de Hubbert” y el petróleo semeja muchísimo a lo expuesto por William<br />

Stanley Jevons y el carbón en el famoso ensayo The Coal Question, la primera edición de<br />

1865, aunque la manejada habitualmente es la 3ª edición, revisada por A. W. Flux, Macmillan,<br />

London, 1906.<br />

16 Cfs. Nicholas Stern, The Economics of Climate Change. The Stern Review, Cambridge University<br />

Press, Cambridge, 2007, sobre todo en la pág. 309.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 77


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

clear, y en síntesis, es muy difícil discrepar de lo que respecto a España se señala<br />

en el folleto preparado por Eduardo Moreno Amador y Almudena<br />

Alonso Gómez, Energía Nuclear. Una mirada abierta al futuro energético 17 :<br />

“En España la demanda de energía eléctrica crece a un ritmo acelerado.<br />

Ha crecido el 57% en una década alcanzando el 72% en la punta de demanda<br />

durante el mismo periodo.<br />

“La demanda de electricidad ha aumentado más que la inversión en renovables.<br />

A pesar de las inversiones realizadas en España en renovables<br />

en los últimos años, entre 2004 y 2006 ha caído su aportación en términos<br />

relativos.<br />

“La dependencia energética alcanza en Europa el 50% y en España el<br />

80% y existen problemas geopolíticos que afectan a la garantía de suministro,<br />

a lo que se suma el hecho de que los precios del petróleo son altamente<br />

volátiles.<br />

“El 80% del consumo energético mundial se basa en combustibles fósiles,<br />

lo que da indicio de la magnitud del problema del calentamiento global”.<br />

Este haz de amenazas al equilibrio macroeconómico pone en muy<br />

malas condiciones a uno de los lados del triángulo de Eugenio Domingo<br />

Solans. ¿Y qué sucede con los aspectos relacionados con el desarrollo científico<br />

y tecnológico?<br />

Conviene que tengamos en cuenta, en este sentido, que vivimos dentro de<br />

una nueva etapa de la Humanidad desde finales del siglo XVIII. El hombre,<br />

a partir del tercer milenio antes de Cristo, vivió en la Revolución del Neolítico,<br />

y ésta dura hasta, aproximadamente, 1783. La energía era de sangre, eólica<br />

o hidráulica; los cultivos seguían las reglas de Columela y su De re agricola;<br />

las noticias desde Sevilla a Roma tardaban, poco más o menos, en el siglo<br />

XVII, lo mismo que en la época del Imperio Romano; la navegación, a remo<br />

17 Villafañe & Asociados. Pearson. Prentice Hall. Foro Nuclear, Madrid, 2007, pág. VII.<br />

78 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

y a vela, tenía parecidas técnicas en Tartessos y en la Cádiz de inicios del siglo<br />

XVIII; los ejércitos poseían dimensiones parecidas, y desde César a Napoleón<br />

sus movimientos eran similares; también sucedía eso con los planteamientos<br />

políticos; el único gran cambio había sido el establecimiento de<br />

conexiones políticas y comerciales en todo el orbe gracias a los descubrimientos<br />

de portugueses y españoles; la agricultura, la ganadería, la actividad<br />

protoindustrial, no se alteró demasiado en el periodo; se ha avanzado en el<br />

terreno de las matemáticas, pero sólo a partir del siglo XVII se produjo un<br />

cambio esencial, con la llegada del cálculo infinitesimal, del cálculo de probabilidades<br />

y de la geometría analítica; la medicina no había avanzado gran<br />

cosa desde Hipócrates. ¿Para qué seguir? Si un enterrado en un sarcófago fenicio<br />

de Cádiz levantase la cabeza a comienzos del siglo XVIII en esa ciudad,<br />

aún entendería todo lo que sucedía en su entorno a la perfección; a partir del<br />

siglo XIX, dejaría de comprenderlo, y el choque actual le sería intolerable.<br />

De acuerdo con Schumpeter y Kondratief, ya hemos superado dos grandes<br />

etapas de la Revolución Industrial. La primera, generada a lo largo de la<br />

primera mitad del siglo XIX, suponía un progreso, por cierto, enorme, basado<br />

en la energía del carbón, con complementos tales como la siderometalurgia<br />

y los ferrocarriles. La segunda, en la transición del siglo XIX y XX, supone<br />

la entrada en acción del motor de explosión basado en el petróleo, la utilización<br />

de la corriente alterna y avances considerables en la industria química,<br />

tanto en la pesada –donde el papel de la petroleoquímica prepondera<br />

progresivamente sobre la carboquímica– como de la industria quimicofamacéutica.<br />

Pero ahora se ha abierto con toda su amplitud la tercera, con<br />

puntos de apoyo tan considerables como las tecnologías de las informaciones<br />

y las comunicaciones (las TIC), la robótica, la exploración del espacio exterior,<br />

los progresos de la biotecnología, el empleo de los nuevos materiales,<br />

la nanotecnología, y las nuevas energías, con el avance desde la de fisión a<br />

la de fusión, todo ello con progresos notables hacia la globalización, fruto,<br />

entre otras cosas, del paso de la modernidad, vinculada a la cultura nacionalista<br />

derivada de la Revolución Francesa, a la postmodernidad que intenta<br />

superar esas limitaciones con organizaciones supranacionales.<br />

La comunidad que no sea capaz de cabalgar sobre este tipo del desarrollo<br />

–la exponencial de Fogel es bien significativa en este sentido– re-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 79


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

sultará devorada –esto es, excluida del desarrollo– por esta nueva realidad.<br />

Y he aquí que en España las informaciones de que se disponen indican que<br />

nuestra nación, con mil dificultades, se está agarrando a la piel de este<br />

feroz felino. La carencia de empresas industriales españolas importantes<br />

explica en parte esa realidad. Las mayores, –dejando a un lado a las eléctricas–<br />

como son las del automóvil o Arcelor, forman parte de conglomerados<br />

multinacionales cuya sede más importante se encuentra en el<br />

extranjero. Ciertas apuestas a través de desembolsos considerables, como<br />

es la participación española en EADS, han acabado en ruidosos fracasos.<br />

Y en el terreno energético, la imposibilidad de conseguir que en España<br />

se situase ITER, sobre todo a causa del demagógico “parón nuclear” de<br />

1982, reiterando recientemente el propio Gobierno que pensaba saltar a<br />

una especie de liquidación de las plantas nucleares, incrementa este problema.<br />

Parece que España no ha escuchado las palabras pronunciadas por<br />

el Premio Nobel de Física, Basov, cuando recibió el doctorado “honoris<br />

causa” por la Universidad Politécnica de Madrid: “No se puede alcanzar<br />

el paraíso de la energía de fusión sin pasar por el purgatorio de la energía<br />

de fisión”.<br />

La importancia de este retraso se contempla en estas palabras pronunciadas<br />

por José Ángel Sánchez Asiaín en la llamada Asamblea Cotec 2006,<br />

celebrada bajo la presidencia del Rey el 22 de junio de 2006: “Todos sabemos<br />

lo lejos que todavía estamos de alcanzar los niveles que caracterizan<br />

a los países más desarrollados, y sabemos, además, que una perspectiva<br />

continuista es necesaria, pero que no es suficiente… en un entorno de rápida<br />

evolución. En Cotec hemos tratado este año de entender y profundizar<br />

en cómo se explica esa gran distancia. Y para ello hemos construido un<br />

modelo de economía desarrollada, una especie de economía virtual con la<br />

que comparar nuestra situación real. Un modelo que representa a la economía<br />

media de los seis país más desarrollados de la OCDE entre 1993 y<br />

2002, último año para el que hay datos internacionales desagregados…<br />

Pues bien, entre otras cosas, de ese análisis se deducen “dos peculiaridades”<br />

de nuestro sistema, las dos negativas, que explican esa distancia tan grande<br />

que nos separa. Uno es que nuestros sectores dedican mucho menos esfuerzo<br />

a I+D que sus homólogos del modelo… Hemos comprobado que<br />

si nuestro sistema se comportara igual que el del modelo, nuestro gasto en<br />

80 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

I+D, en términos de Valor Añadido Bruto, sería el 1’1%, y no el 0’56% actual…<br />

La segunda peculiaridad es estructural, y pone de manifiesto que en<br />

nuestro sistema productivo el peso de las empresas de sectores tradicionales<br />

es todavía demasiado grande. –Esto significa que España no se ha<br />

empapado de las profundas transformaciones que significa la tercera etapa<br />

de la Revolución Industrial en relación con el sistema productivo de los<br />

países de vanguardia–. Es decir, hay pocas empresas que ofrecen productos<br />

de tecnología avanzada. Y esto es lo que justifica que ese 1’1% que nos<br />

gustaría alcanzar dista todavía medio punto de la intensidad de I+D de la<br />

economía modelo. La conclusión es que si nuestro tejido productivo no se<br />

desplaza hacia sectores de mayor contenido tecnológico y más creadores<br />

de valor añadido, sus indicadores no alcanzarán nunca los valores que tienen<br />

en las economías desarrolladas. Y éste es nuestro segundo gran problema…<br />

Necesitamos aumentar de forma explosiva la innovación<br />

tecnológica en nuestro país. Lo que necesariamente pasa por un fortísimo<br />

crecimiento del número de las empresas innovadoras. Es decir, aquéllas<br />

que optan decididamente por estrategias tecnológicas para aumentar su<br />

competitividad… Para que esto ocurra, lo que tenemos que hacer es ya<br />

conocido. Y quizá el objetivo más urgente sea que muchos más investigadores<br />

trabajen en las empresas españolas. Porque ellos son los que mejor<br />

pueden detectar las oportunidades de negocio que la tecnología ofrece a<br />

cada una. Y para que eso suceda rápidamente será preciso que los investigadores<br />

del sistema público, que son muchos y excelentes, se vean atraídos<br />

por la actividad empresarial… Hacen falta… investigadores que sean capaces<br />

de aprovechar el conocimiento disponible en el sistema público de<br />

investigación… Será también muy importante que las empresas españolas<br />

se preocupen más por la gestión de la innovación, que es una función tan<br />

gestionable como cualquier otra función empresarial… Y también necesitamos<br />

un marco legal y administrativo que no levante barreras, ni añada<br />

nuevas incertidumbres a las propias que ya de por sí tiene la actividad empresarial.<br />

Porque leyes como las de la quiebra, reglamentaciones como las<br />

de los investigadores del sistema público, o discontinuidades en las políticas<br />

de apoyo, inhiben la innovación”. Todo esto, además, en un contexto,<br />

el de la Unión Europea, caracterizado porque tras las frases grandilocuentes<br />

vinculadas al Acuerdo de Lisboa es difícil entender cómo “los fondos<br />

dedicados a…. «ciencia, tecnología e innovación», sean tal y como se pro-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 81


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

pone en las ‘Perspectivas Comunitarias para 2007-2013’, la quinta parte de<br />

los dedicados a financiar las políticas agrarias”.<br />

Y para concluir esta larga cita del discurso de Sánchez Asiaín conviene<br />

resaltar que con toda justicia avisó de que, en España, “estamos teniendo<br />

tasas de crecimiento superiores a la media europea. Unas tasas cada día más<br />

amenazadas, no sólo por el fenómeno ya viejo de la globalización, sino también<br />

por la rápida irrupción en ese mercado global de nuevas ofertas que obtienen<br />

ventajas competitivas derivadas del caso de la tecnología…” 18 .<br />

¿Para qué insistir más? Sólo debo añadir que el “Informe” sobre España<br />

del Fondo Monetario Internacional 19 , critica la baja inversión pública y privada<br />

en tecnología (1’1% del PIB, muy lejos del objetivo de la UE para<br />

2010, el 3%), que explica una parte notable del déficit exterior considerable,<br />

como ya se ha señalado, de nuestra economía.<br />

Un cuadro estadístico del gasto del I+D+i por parte del sector empresarial,<br />

ordenados los países de mayor a menor gasto porcentual respecto<br />

al PIB en la Unión Europea de los 25 en el año 2004, ratifica hasta qué<br />

punto es peligrosa la situación española también en este segundo lado del<br />

triángulo de Eugenio Domingo Solans 20 .<br />

CUADRO 10<br />

Nº de orden País Gasto porcentual respecto<br />

al PIB del I+D+i (2004)<br />

1 Suecia 2’75<br />

2 Finlandia 2’46<br />

3 Dinamarca 1’81<br />

4 Alemania 1’75<br />

82 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007<br />

(continúa)<br />

18 Este texto de su intervención en Asamblea Cotec 2006 de José Ángel Sánchez Asiaín me fue<br />

facilitado por éste. Los documentos de Cotec se pueden consultar en:<br />

http://www.cotec.es/docs/ficheros/200505100020_6_0.pdf<br />

19 Cfs. International Monetary Fund, Spain 2007. Article IV. Consultation. Preliminary Conclusions<br />

of the IME Mission. March 26, 2007, www.imf.org<br />

20 Cfs. “Europe in Figures”, en Eurostat Yearbook 2006-2007, Eurostat, marzo 2007.


Nº de orden País Gasto porcentual respecto<br />

al PIB del I+D+i (2004)<br />

5 Luxemburgo 1’54<br />

6 Francia 1’36<br />

7 Bélgica 1’32<br />

8 Gran Bretaña 1’16<br />

9 Holanda 1’02<br />

10 Eslovenia 0’96<br />

11 República Checa 0’81<br />

12 Irlanda 0’77<br />

13 España 0’58<br />

14 Italia 0’56<br />

15 Hungría 0’37<br />

16 Estonia 0’36<br />

17 Eslovaquia 0’26<br />

18 Letonia 0’19<br />

19/20 Grecia 0’17<br />

19/20 Polonia 0’17<br />

21 Lituania 0’16<br />

22 Malta 0’10<br />

23 Chipre 0’08<br />

24 Austria – –<br />

25 Portugal – –<br />

Media UE 15 1’26<br />

Media UE 25 1’22<br />

Media Eurozona 1’21<br />

Complétese con el cuadro 11 que muestra cómo nuestras empresas no<br />

empujan precisamente en la dirección que se considera adecuada 21 , al ordenar<br />

los países europeos por su mayor a menor actividad empresarial innovadora.<br />

CUADRO 11<br />

Empresas de la UE-27 con actividad innovadora entre 2002 y 2004 (en porcentaje<br />

sobre el total de empresas)<br />

Nº de orden Países Porcentajes<br />

1 Alemania 65<br />

2 Austria 53<br />

3/4/5 Dinamarca 52<br />

3/4/5 Irlanda 52<br />

3/4/5 Luxemburgo 52<br />

6 Bélgica 51<br />

7 Suecia 50<br />

8 Estonia 49<br />

21 Eurostat, News Release, febrero 2007, nº 27.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

(continúa)<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 83


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

Nº de orden Países Porcentajes<br />

9 Chipre 46<br />

10/11 Finlandia 43<br />

10/11 Gran Bretaña 43<br />

12 Portugal 41<br />

13 República Checa 38<br />

14/15 Grecia 36<br />

14/15 Italia 36<br />

16 España 35<br />

17 Holanda 34<br />

18 Francia 33<br />

19 Lituania 29<br />

20 Eslovenia 27<br />

21 Polonia 25<br />

22 Eslovaquia 23<br />

23/24 Hungría 21<br />

23/24 Malta 21<br />

25 Rumania 20<br />

26 Letonia 18<br />

27 Bulgaria 16<br />

Media Unión Europea 27 42<br />

Todo esto queda corroborado, por lo que se refiere a esa mala situación<br />

española, con la estimación realizada por el Instituto de la Economía<br />

Alemana, el IWD, por encargo del Instituto Roman Herzog a través de 22<br />

indicadores, con una escala que va de 100 (mayor resultado), a 0 (peor resultado).<br />

La puntuación española debe preocuparnos, y nada alivia el que<br />

Italia, Portugal y Grecia estén aun en peores condiciones.<br />

CUADRO 12<br />

Comparación internacional de la innovación en 2006<br />

Nº de orden Países Porcentajes<br />

1 Estados Unidos 79’2<br />

2 Suecia 71’5<br />

3 Gran Bretaña 68’5<br />

4 Finlandia 66’3<br />

5 Dinamarca 62’7<br />

6 Francia 52’8<br />

7/8 Noruega 52’2<br />

7/8 Japón 52’2<br />

9 Irlanda 45’7<br />

10 Holanda 44’4<br />

11 Alemania 42’7<br />

12 Bélgica 39’9<br />

13 España 33’2<br />

14 Italia 27’4<br />

15 Portugal 25’7<br />

16 Grecia 10’5<br />

84 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Esta comparación extraeuropea casi nos debe abrumar, porque España,<br />

además, se encuentra situada en la Unión Europea, y en Europa se encuentran<br />

nuestros principales clientes. Si no marcha aceleradamente el conjunto<br />

de Francia, Alemania, Portugal, Gran Bretaña e Italia, por fuerza la economía<br />

española frenará su desarrollo. Por eso debe preocuparnos que de acuerdo<br />

con el “Informe CESIfo” del Centro de Estudios Económicos de la Universidad<br />

de Munich y del Instituto IFO “el objetivo de la UE en lo relativo a la<br />

inversión en I+D, expresado en porcentaje del PIB, según se establece en la<br />

estrategia acordada en la Cumbre de Lisboa, es alcanzar al menos el 3% en<br />

2010. Según los últimos datos de Eurostat, los 25 países de la UE invirtieron<br />

en I+D el 1’85% del PIB en 2005. Este es, prácticamente, el mismo porcentaje<br />

que en 2000, el año en el que el Consejo Europeo se fijó como objetivo<br />

estratégico para la próxima década «convertir a Europa en la economía basada<br />

en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo». El porcentaje<br />

del PIB destinado a I+D en Europa se ha mantenido bastante por<br />

debajo del de Estados Unidos… Otro tipo de inversión en la que las políticas<br />

públicas desempeñan un importante papel es la educación… Sin embargo, la<br />

inversión en educación en la zona del euro básicamente se ha estancado desde<br />

1999… En este periodo, Estados Unidos ha ampliado su ventaja: la inversión<br />

pública y privada en educación creció casi medio punto entre 1999 y 2003.<br />

Los autores destacan también que, mientras en Japón y Estados Unidos más<br />

del 25% de las instituciones dedicadas a la educación reciben financiación privada,<br />

este porcentaje apenas supera el 10% en Europa” 22 .<br />

Todo esto debe completarse con un cuadro que muestra en el fondo de<br />

qué modo la investigación se ha orientado en España al margen del interés<br />

que de ella se puede derivar hacia el mundo empresarial. Como se indica<br />

en un valioso trabajo de Pedro Aceituno Aceituno 23 , “por lo general<br />

22 Cfs. “La economía europea ralentizará su crecimiento en los dos próximos años. El Infome CE-<br />

SIfo sobre “la economía europea 2007” previó una moderación del crecimiento en 2007 y<br />

2008, si bien las perspectivas en empleo continuarán siendo favorables. Los autores advierten<br />

de la desventaja que la Unión Europea sigue presentando en la inversión en educación e<br />

I+D, dos ámbitos estratégicos”, cfs. Fundación BBVA. Boletín, marzo 2007, nº 5, pág. 6-7.<br />

23 Cfs. Pedro Aceituno Aceituno, Primer Informe Innovacef: aportaciones para mejorar el futuro<br />

de la I+D+I, núm. 80/2006, Centro de Estudios Financieros, Madrid, enero 2007, pág. 168.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 85


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

existe escasa conciencia y mentalidad entre la sociedad y el tejido empresarial<br />

de que la I+D+i sea una inversión beneficiosa tanto a la hora de obtener<br />

resultados económicos como de otro tipo, quizás porque no<br />

entienden bien cuáles pueden ser estos beneficios, en términos de una<br />

mayor competitividad, productividad y una mayor calidad de vida para la<br />

población, entre otras ventajas. No se aprecia el valor de la investigación y<br />

el conocimiento como motor de una economía más competitiva, especialmente<br />

en las empresas. Además las compañías españolas no tienen cultura<br />

de investigación y prefieren comparar su tecnología en el exterior,<br />

mientras que las entidades públicas no tienen cultura empresarial”.<br />

De ahí por ejemplo este cuadro, bastante sobrecogedor para los investigadores<br />

jóvenes, de este “Informe Innovacef” 24 , con la observación de que<br />

“el sistema de puntuación de las contestaciones (de este Informe) recorre<br />

una escala que va desde 10 para el máximo nivel de expectativas hasta el<br />

0 que representa el menor nivel de las mismas” 25 .<br />

CUADRO 13<br />

¿Tiene previsto en su departamento u organización acudir a alguna institución<br />

privada para financiar los proyectos de I+D+i en que usted participa?<br />

Respuesta Puntuación Porcentaje<br />

Ya se ha obtenido 10 14’03<br />

Ya se ha acudido y se está<br />

totalmente seguro de obtenerla 8 2’30<br />

Ya se ha acudido y se está<br />

muy seguro de obtenerla 6 6’63<br />

Se está considerando 4 17’60<br />

Se considera escasamente 2 13’78<br />

No se tiene previsto 0 45’41<br />

Todo esto, naturalmente enlaza con la productividad, como se ha señalado<br />

antes, y se puede sintetizar con estas palabras del profesor Ontive-<br />

24 Cfs. Pedro Aceituno Aceituno, ob. cit., pág. 161.<br />

25 Cfs. Pedro Aceituno Aceituno, ob. cit., pág. 156.<br />

86 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


os 26 : “Las muy reducidas tasas de crecimiento de la productividad siguen<br />

denunciando un cierto anclaje de nuestra economía en sectores tradicionales<br />

y de una escasa diversificación hacia otros más intensivos en conocimiento.<br />

El resultado no puede ser otro que un muy pobre<br />

comportamiento de la productividad del trabajo, de la productividad total<br />

de los factores… Además…, (en) la baja intensidad tecnológica de nuestra<br />

economía y, en general de la reducida dotación en conocimiento”. Esto,<br />

por desgracia, parece confirmarse, por ejemplo en el reciente “Informe Pisa<br />

2003” 27 .<br />

Resta analizar el lado del triángulo de Eugenio Domingo Solans que<br />

queda, el que se relaciona con el equilibrio social. En primer lugar, y a corto<br />

plazo, debemos señalar el importante crecimiento de los costes unitarios laborales<br />

en el área del conjunto de la OCDE, tal como se recoge en el cuadro<br />

13, con número de orden de menor a mayor tasa de variación anual en<br />

los costes laborales unitarios en 2006; la cifra de 2007 es una estimación 28 .<br />

CUADRO 14<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Variación porcentual anual<br />

Nº de orden País de los costes unitarios<br />

laborales<br />

2006 2007<br />

1 Alemania -1’5 0’3<br />

2/3 Holanda -1’0 0’4<br />

2/3 Japón -1’0 0’1<br />

4 Finlandia -0’6 1’5<br />

5 Suiza -0’3 0’9<br />

6 Suecia 0’0 1’1<br />

7 Eslovaquia 0’3 1’3<br />

8 Austria 0’4 0’9<br />

(continúa)<br />

26 Cfs. Emilio Ontiveros, debate “Emprender e Innovar. La regeneración empresarial”, en el volumen<br />

Saviálogos’06. Primer Encuentro Viálogos.Can con el Saber, Biblioteca Viálogos.Can, Caja<br />

Navarra, Pamplona, 2007, págs. 42-44.<br />

27 Cfs. PISA 2003. Aprender para el mundo del mañana, OCDE. Editorial Santillana, Madrid, 2005,<br />

y Panorama de la Educación 2006. Indicador de la OCDE, OCDE. Editorial Santillana, Madrid,<br />

2006.<br />

28 Cfs. OECD Economic Outlook, 2 diciembre, 2006, nº 80<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 87


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

Variación porcentual anual<br />

Nº de orden País de los costes unitarios<br />

laborales<br />

2006 2007<br />

9 República Checa 0’7 2’4<br />

10 Bélgica 0’9 1’1<br />

11 Corea 1’2 1’7<br />

12 Dinamarca 1’3 2’4<br />

13 Francia 1’7 1’5<br />

14 Luxemburgo 1’9 0’9<br />

15 México 2’3 2’9<br />

16 España 2’5 3’1<br />

17 Turquía 2’7 2’6<br />

18/19 Grecia 2’8 3’1<br />

18/19 Canadá 2’8 1’8<br />

20/21 Gran Bretaña 2’9 2’9<br />

20/21 Polonia 2’9 1’9<br />

22 Portugal 3’2 2’0<br />

23 Hungría 3’4 4’1<br />

24 Noruega 3’5 2’7<br />

25 Italia 3’7 1’0<br />

26 Estados Unidos 4’3 3’0<br />

27 Australia 4’9 3’3<br />

28 Irlanda 5’0 2’5<br />

29 Nueva Zelanda 6’1 2’2<br />

30 Islandia 10’6 7’7<br />

Media de la Eurozona 0’9 1’2<br />

Media de la OCDE 2’3 2’0<br />

Este complementario elemento de freno a nuestro desarrollo debe ampliarse<br />

con los datos de la conflictividad laboral colectiva. La Oficina para<br />

las Estadísticas Nacionales británica, ha compilado un gráfico comparativo<br />

muy claro –véase en el gráfico 4–, que muestra que, aunque la conflictividad<br />

laboral española, desde un punto de vista temporal se encuentra<br />

en niveles muy bajos, aún es muy fuerte medida espacialmente, al examinar<br />

los días perdidos por mil empleados.<br />

José Luis Malo de Molina en el trabajo ya citado, explica, cómo, sin embargo,<br />

de ahí no se desprende una acción virulenta sindical 29 . Antes, al contrario,<br />

existe “un cambio en el clima de las negociaciones entre los agentes<br />

29 Cfs. José Luis Malo de Molina, art. cit., págs. 11 y 12.<br />

88 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


GRÁFICO 4<br />

Días de trabajo perdidos por cada 1.000 empleados<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

económicos y sociales que han desarrollado estrategias de negociación salarial<br />

más sensibles al impacto potencial de los costes laborales sobre la<br />

generación de empleo y a la importación de los cambios tecnológicos y de<br />

la globalización de los mercados sobre la competitividad de las empresas.<br />

La remuneración por asalariado, que había crecido a una tasa media del<br />

9’4% entre 1980 y 1995, se ha moderado hasta el 2’9% de crecimiento<br />

medio entre 1996 y 2005… Estos ritmos de crecimiento de la remuneración<br />

de los asalariados están en línea con la trayectoria del IPC, pero<br />

cuando se comparan con los incrementos del deflactor del PIB, el crecimiento<br />

real resultante es negativo (-0’6% en el promedio de 1996-2007,<br />

frente al 1’3% entre 1980 y 1995), lo que debe interpretarse como un comportamiento<br />

favorable a la creación de empleo”. Añádase que “la combinación<br />

del cambio en la formación de las expectativas –en los últimos años,<br />

los incrementos de la remuneración de los asalariados vienen siendo infe-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 89


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

riores a los incrementos medios pactados en los convenios colectivos– y la<br />

influencia de la incorporación masiva de inmigrantes constituye la principal<br />

fuente de la flexibilidad que ha propiciado la elevada generación del<br />

empleo. Se han producido asimismo algunas reformas del mercado de trabajo<br />

que también han prestado alguna contribución. La más importante fue<br />

la de 1984, que liberalizó la contratación temporal… que… se ha convertido<br />

en la principal vía de flexibilidad para la adaptación de las empresas,<br />

con los riesgos que ello comporta de posibles ajustes bruscos del empleo<br />

en coyunturas adversas”. He ahí una Espada de Damocles de conflictividad<br />

que pende sobre nuestra realidad social.<br />

Por ahora, si no se alterase la coyuntura, y ya se ha visto que parece<br />

probable que ésta empeore, es evidente que aparece un panorama risueño,<br />

pues nos avisa Malo de Molina de que se reduce el NAIRU de España,<br />

esto es, la tasa de paro que no acelera la inflación: “Ha pasado de niveles<br />

en el entorno del 15% en 1996 hasta cerca del 9% en 2006, según las estimaciones<br />

disponibles” 30 .<br />

No debe dejar de preocuparnos el otro lado de esa moneda, de una<br />

cierta flexibilización laboral. Desde hace tiempo no se conoce ninguna<br />

nueva estimación solvente de la distribución personal de la renta. La última<br />

de que se dispone es la que se ofrece por el Banco Mundial basándose en<br />

la encuesta de 1990. La situación más que aceptable de entonces no puede<br />

seguir basando nuestras conjeturas 31 .<br />

Tampoco, en esta especie de síntesis de la existencia de elementos preocupantes<br />

en relación con el equilibrio social, podemos hurtar, muy sintéticamente,<br />

la abierta polémica sobre una posible crisis en el sistema de<br />

30 Sobre esta caída de NAIRU en España, véase Kieran MC Morrow y Werner Roger, “La estimación<br />

y los usos del concepto de tasa de crecimiento potencial. Perspectiva general de la metodología<br />

de la función de producción que utiliza la Comisión Europea”, en Papeles de Economía<br />

Española, 2007, nº 111, monográfico Análisis de coyuntura. Instrumentos e interpretación,<br />

págs. 88-89, 95 y 98.<br />

31 Cfs. Informe sobre el Desarrollo Mundial 2005. Un mejor clima de inversión para todos, Banco<br />

Mundial. Mundi-Prensa Libros, Alfaomega Colombiana, Bogotá, 2006, pág. 258.<br />

90 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

pensiones, que naturalmente se centra, por una parte, en la continuidad, o<br />

no, de la coyuntura alcista, y por otra, en la evolución de nuestra pirámide<br />

de la población. Aquí el papel de la inmigración puede ser muy importante,<br />

pero estudios como los de Herce, o los de Togores, o los de Barea,<br />

todos muy preocupantes, no se pueden dejar a un lado. Según Eurostat Yearbook<br />

2006-2007 32 , en la Unión Europea de los 25 España tendrá un 35’7%<br />

de ancianos, esto es, personas de unos 65 años, respecto al total, en 2050.<br />

Ningún país de esos veinticinco tendrá un porcentaje tan alto respecto al<br />

total de la población. Detrás viene Italia, con el 35’3%, seguida de Grecia,<br />

con el 32’5%. Claro que surge otro problema, en caso de que la inmigración<br />

resolviese, o aliviase este problema. La inserción en la sociedad española<br />

de los inmigrantes, sobre todo de los de procedencia africana y, entre<br />

ellos, de los de religión musulmana, no dejará de ser un proceso arduo, y<br />

en términos económicos, encarecedor de los servicios del Estado de Bienestar.<br />

El Sistema Nacional de Salud español, que es uno de los mejores del<br />

mundo según la Organización Mundial de la Salud, como consecuencia<br />

del impacto de cuatro factores –el envejecimiento, o sea el encarecimiento<br />

derivado de ese hecho, de la población española; los previsibles mayores<br />

precios de los nuevos medicamentos y tratamientos para combatir la enfermedad<br />

y el dolor; los progresos en la medicina preventiva; finalmente,<br />

el diferencial de salarios que tiene, respecto a unos más altos en el extranjero,<br />

una excelente clase sanitaria española–, comienza a mostrar síntomas<br />

preocupantes. Recientemente el profesor Barea sintetizaba así el problema<br />

fundamental del coste, referido a atenciones sanitarias y a pensiones 33 : “Es<br />

a partir de 2011 cuando la población de 65 años y más empezará a crecer<br />

fuertemente: en la década 2011-2020, en el entorno de 700.000 personas;<br />

y en la de 2021-2030, el envejecimiento se acentuará en más de 1.400.000<br />

personas y en la década de los treinta el aumento es de casi otro millón y<br />

32 Se toma de la información “UE-25: un 36% de la población española tendrá 65 o más años en<br />

2050”, en Documentación. Instituto de Estudios Económicos, 5 marzo 2007,<br />

www.ieemadrid.com<br />

33 Cfs. José Barea, “La sanidad en un entorno competitivo”, en La Razón, 25 abril 2007, año X,<br />

nº 3.069, pág. 24.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 91


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

medio de personas. Según estimaciones de la OCDE el gasto en sanidad<br />

representará en 2050 dos puntos de PIB más que en la situación actual, a<br />

los que habría que añadir la subida de 8 puntos en la participación de las<br />

pensiones, que desestabilizaría totalmente las finanzas públicas, con un déficit<br />

que sobrepasaría el 10% del PIB”.<br />

A estos riesgos evidentes debe añadirse el tratamiento de otra atención<br />

típica del Estado de Bienestar: la que se debe prestar a la familia. Su abandono,<br />

realmente muy rápido, a partir de 1975, para aliviar los equilibrios<br />

macroeconómicos relacionados con el sistema de Seguridad Social ante<br />

los retos derivados de los dos sucesivos choques petrolíferos, pasa una factura<br />

pesada. Traspasemos, agravadas, a España, estas recientes palabras del<br />

último Premio Nobel de Economía, Edmund S. Phelps 34 : “El problema demográfico<br />

afectará muy pronto de manera tangible a los europeos, lo que<br />

frenará de manera adicional el dinamismo y las innovaciones. Quién sabe<br />

cuantos Mozart dejarán de nacer debido a las bajas tasas de natalidad. Así<br />

que simplemente no existen en el Viejo Continente las condiciones para<br />

que haya un ‘boom’ económico auténtico y duradero”.<br />

Por lo señalado, ¿no nos hemos introducido en una trampa con el sistema<br />

de reparto, y la caída de la natalidad ha empeorado de tal modo nuestra<br />

realidad demográfica que resulta imposible, a corto plazo, escapar de sus<br />

exigencias, con lo que no quedan fondos para ayudar a las familias, lo que<br />

garantiza escasísima natalidad para siempre? España se ha introducido en<br />

1975 a velas desplegadas en un sistema –diría Myrdad de “causación acumulativa<br />

negativa”–, y toda una serie de medidas antifamiliaristas complementarias<br />

crean por fuerza más agobio. El castigo llegará por el flanco<br />

económico.<br />

Todo lo puede ya terminar de complicar el desempleo. Si se origina<br />

justo cuando el resto de estas tres cuestiones se plantean, ¿será posible asumir<br />

esa nueva carga? Y si no se asume, ¿qué puede suceder con nuestro<br />

equilibrio social?<br />

34 Cfs. Thomas Jhan, “Entrevista a Edmund S. Phelps”, en Capital, mayo 2007, nº 81, pág. 22.<br />

92 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Y, además, el índice de percepción de la corrupción, que había subido<br />

con fuerza, como se observa en el cuadro 15, ha comenzado a descender<br />

después de una mejoría impresionante. Escándalos como los denunciados<br />

por Manuel Conthe sobre la Comisión Nacional del Mercado de Valores,<br />

o la serie de asuntos corruptos inmobiliarios, pueden no sólo hacer descender<br />

este Índice de Percepción de la Corrupción, sino crear descrédito<br />

internacional y, desde luego, tensión social.<br />

CUADRO 15<br />

Año Índice de Percepción de la Corrupción de España<br />

(menor, 0, totalmente corrompido; mayor, 10, totalmente limpio)<br />

Puntos Puesto Nº de países Puesto Puesto<br />

en la clasificación estudiados UE 15 UE 25<br />

mundial<br />

1995 4’35 26 41 13 13<br />

1996 4’31 42 54 14 17<br />

1997 5’9 24 52 12 12<br />

1998 6’1 23 85 12 12<br />

1999 6’6 22 99 10 11<br />

2000 7’0 20 90 10 10<br />

2001 7’0 22 91 10 10<br />

2002 7’1 20 102 9 9<br />

2003 6’9 23 133 11 11<br />

2004 7’1 22 146 11 11<br />

2005 7’0 23 159 12 12<br />

2006 6’8 23 163 13 13<br />

Toda esta confluencia de acontecimientos aquí relatados es cada vez<br />

más conocida en el ambiente financiero mundial. Como resultado, se generaliza<br />

cada vez más la idea de que la economía española puede derrumbarse.<br />

De este modo surge la pregunta de cuándo este encadenamiento de<br />

hechos puede originar un crac. La contestación, tomando la falsilla de<br />

Schumpeter, es ésta: si un arquitecto observa que en el sótano de un edificio<br />

se albergan algunas cajas de dinamita; que en su cercanía, una mala<br />

instalación eléctrica, chisporretea; que pasan por el local bastantes personas<br />

despreocupadas fumando, indicará que el riesgo que corre ese edificio<br />

y sus habitantes es grande. También que si no se adaptan reformas estructurales<br />

–el que se lleve a otro sitio la dinamita, aunque tenga el coste de que<br />

se deja de percibir el alquiler del sótano; el que se reforme a fondo el ten-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 93


REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />

dido eléctrico, no dejando ni un cable al aire, con el coste de una inversión<br />

de bastante cuantía; también, el que se prohíba el acceso al sótano a todo<br />

fumador, lo que puede molestar a más de un obrero, y obligar a contratar<br />

a algún sustituto con mayor salario–, la casa no se salvará. Lo que no se<br />

puede decir es el día exacto en que va a volar por los aires. Aparentemente<br />

lo más cómodo y más barato es no hacer nada, y disfrutar del bonito edificio.<br />

He ahí un paralelo del dilema que hoy tiene la política económica española.<br />

Y sólo puede resolverlo si sigue aquel mensaje lanzado por<br />

Mirabeau, el 6 de noviembre de 1789, cuando señaló 35 : “Los desórdenes<br />

que se multiplican en nuestras economías son incapaces de ofrecernos<br />

compensación alguna; e incluso, si se agravan, pueden finalmente convertir<br />

en inútiles a todos nuestros trabajos… Os preguntaréis, sin duda ¿a<br />

dónde nos deben conducir estas observaciones? Pues a alejarnos más que<br />

nunca del recurso de los paliativos, a temer las esperanzas vagas, a no confiar<br />

en la vuelta de un tiempo más feliz salvo multiplicando nuestros esfuerzos<br />

y medidas para hacerlo nacer, y no a intentar una vez más, con<br />

recursos sobados, rechazar nuestras inquietudes hacia los que vendrán en<br />

pos de nosotros”.<br />

35 “Discours sur les finances. 6 noviembre 1789”, en Mirabeau, Discours, edición de François<br />

Furet, Gallimard, París, 1973, págs. 158 y 168.<br />

94 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


ROGELIO ALONSO<br />

¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA<br />

FRENTE A ETA?<br />

Lecciones desde la perspectiva comparada<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Puesto que el terrorismo continúa representando una de las máximas<br />

preocupaciones de la sociedad española y la organización terrorista<br />

ETA mantiene su amenaza a través de diferentes<br />

mecanismos, resulta pertinente evaluar qué medidas son eficaces e ineficaces<br />

en la contención y erradicación de la violencia. Esta evaluación<br />

debe realizarse teniendo en cuenta la amplia experiencia en la lucha antiterrorista<br />

que atesora nuestro país tras haber sido víctima de una intensa<br />

y prolongada campaña terrorista durante más de tres décadas. Así<br />

pues, dicha experiencia, con sus éxitos y fracasos, debe necesariamente<br />

informar el análisis que permita la elaboración de una política antiterrorista<br />

eficaz que desee evitar errores pasados. Esta perspectiva comparada,<br />

que implica la consideración de instrumentos previamente<br />

empleados en la política antiterrorista de sucesivos gobiernos en España,<br />

constituye una de las dos partes en torno a las cuales se estructura el<br />

presente artículo. Al mismo tiempo, esta variable será complementada<br />

con el análisis comparativo que se desprende de la valoración de otros<br />

contextos internacionales en los cuales han tenido lugar conflictos marcados<br />

por la violencia política.<br />

Rogelio Alonso es Profesor de Ciencia Política, Universidad Rey Juan Carlos.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 95


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

De particular interés resulta esta doble consideración analítica habida<br />

cuenta de la instrumentalización que de diferentes referentes internacionales<br />

se ha venido realizando con la intención de justificar y legitimar un<br />

cambio de política antiterrorista como el apreciado durante los tres primeros<br />

años de la actual legislatura. En este sentido, es de especial utilidad<br />

el análisis crítico de las tergiversaciones en torno al denominado “proceso<br />

de paz” en Irlanda del Norte. Sin duda, este proceso ha inspirado a diversos<br />

observadores y dirigentes políticos, que han extrapolado con escaso<br />

rigor cuestiones relacionadas con la política británica respecto al grupo terrorista<br />

IRA. Si los paralelismos con Irlanda del Norte fueron previamente<br />

establecidos por el nacionalismo vasco 1 , por lo general desde la interesada<br />

carencia del rigor requerido para una apropiada comparación, esta actitud<br />

ha sido mimetizada por destacados sectores socialistas en el País Vasco y<br />

en el resto de España. En esa línea, el propio presidente del gobierno, José<br />

Luis Rodríguez Zapatero, ha reivindicado el modelo norirlandés en repetidas<br />

ocasiones con objeto de legitimar sus decisiones sobre ETA.<br />

LA EXPERIENCIA ANTITERRORISTA ESPAÑOLA FRENTE A ETA<br />

Las negativas consecuencias de negociar con ETA<br />

El fracaso de la negociación con ETA emprendido por el actual gobierno<br />

no ha evitado que desde algunos sectores se insista en mantener abierta la<br />

vía del diálogo con la organización terrorista. Se matiza, no obstante, que<br />

dicho diálogo sólo tendrá lugar en determinadas circunstancias y sobre aspectos<br />

concretos, como la disolución de la banda y la situación de sus presos.<br />

Sin embargo, la reciente experiencia, y otras anteriores 2 , revelan cómo<br />

1 Para un análisis crítico de las manipulaciones que del referente norirlandés realizó el nacionalismo<br />

vasco en el pasado inmediato, llegando a inspirar iniciativas como la Declaración de<br />

Lizarra y la negociación con ETA de finales de la década de los noventa, véase Rogelio Alonso<br />

(2004), “Pathways out of terrorism in Northern Ireland and the Basque Country: the misrepresentation<br />

of the Irish model”, Terrorism and Political Violence, vol. 16, nº 4, pp. 695-713.<br />

2 Sobre las diferentes negociaciones con ETA durante la democracia, consúltese Florencio Domínguez<br />

(1998), De la negociación a la tregua. ¿El final de ETA? Madrid: Taurus. El diálogo con<br />

elementos de la banda que permitió la disolución de ETA político-militar manifiesta una serie<br />

de características que deben considerarse cuando se compara aquella experiencia con pos-<br />

96 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

esa opción facilita a ETA el engaño de dirigentes y ciudadanos predispuestos<br />

a aceptar las señales equívocas que sobre su hipotética desaparición los<br />

terroristas deseen transmitir. De esa forma el Estado pone a disposición de<br />

ETA un instrumento con el que, en momentos de debilidad, la banda genera<br />

una notable confusión dividiendo a quienes se encargan de combatirla.<br />

En esas condiciones, y tras haber sufrido el terrorismo etarra durante<br />

décadas, la ansiedad colectiva derivada del deseo de poner término a la<br />

violencia puede ser fácilmente manipulada. Así ha ocurrido en estos tres últimos<br />

años, enfatizándose la incompatibilidad de negociación e intimidación<br />

pese a la existencia de ambas en condiciones inadmisibles 3 , al<br />

infringirse la resolución parlamentaria de mayo de 2005 que sólo autorizaba<br />

el diálogo si antes los terroristas demostraban una “clara voluntad<br />

para poner fin a la violencia” 4 . El gobierno ha insistido en que no traspasaría<br />

unos límites que, no obstante, ha rebasado, justificando dicha vulneración<br />

mediante la relativización de las reglas impuestas al inicio del<br />

proceso. Se oculta así que el establecimiento, aparentemente firme, de dichas<br />

demarcaciones obedecía a la necesidad de respetar un procedimiento<br />

sin el cual la iniciativa carecía de validez.<br />

Consecuentemente, si la resolución del Congreso pretendía dar legitimidad<br />

a la negociación, el incumplimiento de dicho mandato evidencia la au-<br />

teriores episodios de negociación. En primer lugar, dicho proceso se acometió en un contexto<br />

de transición desde el régimen dictatorial hacia la democracia, circunstancia ésta que permitía<br />

abordar ciertas iniciativas que posteriormente, una vez se profundizó en el proceso de democratización,<br />

tendrían unos costes políticos que no se apreciaban en semejante coyuntura.<br />

Asimismo, debe destacarse que el diálogo se entabló al confirmarse previamente la existencia<br />

de una voluntad de desaparición y disolución por parte de dicho sector de la organización<br />

terrorista. En consecuencia, no se entabló una negociación política como la que más adelante<br />

sí contemplaría ETA en cada una de sus interlocuciones con representantes del Estado, sino<br />

simplemente un diálogo sobre la salida de quienes previamente ya habían decidido abandonar<br />

el terrorismo.<br />

3 Una exhaustiva recopilación de las actividades criminales de ETA entre marzo y diciembre de<br />

2006, puede encontrase en ETA en “alto el fuego”: nueve meses de actividad terrorista. Quinto<br />

informe de verificación de la violencia terrorista, Mikel Buesa, 31 de diciembre de 2006, Documentos<br />

Foro de Ermua, http://www.foroermua.com/html/descargas/5Informe_verificacion061231.pdf.<br />

4 Lucha contra el Terrorismo, Resolución número 32 aprobada por el Pleno de la Cámara, Boletín<br />

Oficial de las Cortes Generales, número 206, Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, 20<br />

de mayo de 2005, pp. 28-29.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 97


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

sencia de cobertura para una política, por tanto, dañina. Así lo constatan declaraciones<br />

de altos representantes políticos como las que a continuación se<br />

resumen. El 23 de mayo de 2005 María Teresa Fernández de la Vega advertía<br />

que a la banda “sólo le queda la deposición de las armas y el abandono definitivo<br />

de la violencia”, recalcando que “sólo a partir de ahí se podrán explorar<br />

las vías de diálogo” 5 . Un mes antes, preguntado por el director de El País<br />

sobre contactos con Batasuna, Zapatero respondía: “En absoluto. El partido<br />

socialista no ha mantenido ninguna relación con personas que puedan representar<br />

a la extinta Batasuna. No ha habido ni hay relación alguna, ningún<br />

diálogo” 6 . Sin embargo, ha quedado demostrado que tanta rotundidad no se<br />

correspondía con la realidad y que el diálogo con ETA se inició y se mantuvo<br />

a pesar de que en ningún momento pudo verificarse el carácter irreversible de<br />

la tregua, tal y como se había exigido 7 . Por tanto, el hecho de que el presidente<br />

y la vicepresidenta de un gobierno democrático hayan faltado a la verdad<br />

constituye en sí mismo un elevado “precio político”, confirmando que la negociación<br />

con ETA sí ha tenido costes muy considerables 8 .<br />

Se ha intentado encubrir el éxito que para ETA supone esa cesión gubernamental<br />

enmascarando el escenario de negociación bajo un imaginario<br />

y positivo “fin dialogado de la violencia” que no era tal. Con esos<br />

5 “El PP rechaza la negociación con ETA aunque haya una rendición sin condiciones”, M. Iglesias<br />

y P. de las Heras, El Correo, 24 de mayo de 2005.<br />

6 Entrevista a José Luis Rodríguez Zapatero publicada en El País, 24 de abril de 2005.<br />

7 Véase por ejemplo “El PSOE asumió que hay un conflicto político en 25 reuniones con Batasuna<br />

antes de la tregua”, Ramón Sola, Gara, 18 de mayo de 2007; “Así fue el diálogo con ETA”,<br />

Luis R. Aizpeolea, El País Domingo, 10 de junio de 2007; “El alto el fuego cumple hoy un año<br />

sin expectativas de acuerdos para la paz”, Alberto Surio, El Diario Vasco, 22 de marzo de<br />

2007.<br />

8 En el momento en el que el presidente del gobierno anunció el diálogo con ETA en junio de<br />

2006 podría haberse afirmado lo mismo que se aseguraba dos días después de la declaración<br />

del “alto el fuego” en un editorial del diario El País de significativo título, Verificación con<br />

calma: “En sus dos comunicados, ETA mantiene la ambigüedad sobre si su renuncia a las<br />

armas es definitiva o condicionada a determinados resultados políticos”. Añadía el editorial:<br />

“De acuerdo con la resolución del Congreso, el periodo de verificación de la ‘clara voluntad de<br />

poner fin a la violencia’ que ahora se inicia debería comenzar por acreditar la renuncia definitiva<br />

a tales prácticas”, esto es la extorsión y la violencia callejera conocida como kale borroka.<br />

Se concluía además que: “Una segunda verificación tiene que ver con su carácter irreversible:<br />

sin esa garantía no es posible el diálogo con ETA”. “Verificación con calma”, El País, 24 de<br />

marzo de 2006. Sin embargo, el diálogo comenzó y continuó sin respetarse las condiciones<br />

previamente marcadas.<br />

98 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

precedentes la oferta de diálogo para el futuro proporciona a ETA la posibilidad<br />

de volver a gestionar a su conveniencia su actividad terrorista, sabedora<br />

de que a pesar de sus crímenes dispondrá de otra oportunidad en<br />

la que nuevamente podrá debilitar al Estado mediante tácticas similares a<br />

las que ya se han revelado eficaces para los terroristas. Así lo avala la pertinaz<br />

posición del gobierno que presenta como una obligación de todo gobernante<br />

el diálogo con terroristas a pesar de que, obviamente, ningún<br />

dirigente debe comprometerse con acciones que una y otra vez se demuestran<br />

contraproducentes. Por todo ello, parece razonable descartar categóricamente<br />

el diálogo y la negociación con la banda en supuestos como<br />

los que hoy siguen defendiéndose.<br />

Final del terrorismo sin diálogo con ETA<br />

Es precisamente la disuasoria credibilidad que se desprende de tan firme<br />

negativa la que garantiza el abandono del terrorismo sin concesiones para<br />

el Estado, como ocurrió con el dirigente etarra Francisco Múgica Garmendia<br />

y otros cinco presos que en 2004 reclamaron la finalización de la<br />

violencia tras concluir que la “estrategia político-militar” de ETA había sido<br />

“superada por la represión del enemigo” ante “la imposibilidad de acumular<br />

fuerzas que posibiliten la negociación en última instancia con el poder<br />

central” 9 . De manera enormemente significativa, un prominente activista<br />

como éste, junto a otros internos, apoyados a su vez por reclusos etarras<br />

en otros centros, admitía que “nunca en la historia de esta organización<br />

nos hemos encontrado tan mal”. Este revelador episodio de desvinculación,<br />

junto a otros que le han precedido, constata que el abandono del terrorismo<br />

es posible sin diálogo con los terroristas, siendo viable dicha salida<br />

precisamente como consecuencia de la ausencia de negociación 10 .<br />

9 La carta referida fue reproducida por El Correo, 3 de noviembre de 2004.<br />

10 Véanse por ejemplo las críticas a la violencia etarra que en la segunda mitad de los años noventa<br />

articularon destacados activistas de la organización terrorista como José Luis Álvarez Santacristana<br />

y Carmen Guisasola, comportamiento que provocó su expulsión de la banda. Florencio Domínguez<br />

(2002), Dentro de ETA. La vida diaria de los terroristas. Madrid: El País Aguilar, pp. 167-185.<br />

Florencio Domínguez (1998), De la negociación a la tregua. ¿El final de ETA? Madrid: Taurus, pp. 162-<br />

171. Asimismo debe destacarse la escisión de Batasuna que se produjo tras la ruptura en 2000<br />

de la tregua decretada en 1998 dando lugar a una nueva formación política conocida como Aralar.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 99


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

Por tanto, la eliminación de esa expectativa de diálogo se convierte en<br />

una condición necesaria para la ansiada desaparición de la violencia. En<br />

cambio, la promesa de dialogar con la banda asume implícitamente la progresión<br />

hacia una negociación que excede los límites, en apariencia infranqueables,<br />

que se fijan con objeto de ensalzar las ventajas de un diálogo<br />

que, en teoría, nunca se realizaría bajo la amenaza de la violencia, y que<br />

quedaría restringido a la situación de los presos y a la disolución de la<br />

banda. El motivo radica en que cuestiones tan concretas ya pueden, y<br />

deben, abordarse mediante mecanismos existentes en nuestro sistema democrático,<br />

sin que se requiera para ello crear instrumentos ad hoc. Al supeditarse<br />

el fin de la violencia al diálogo entre una organización criminal<br />

y el Estado, éste asume parte del argumentario terrorista que denuncia la<br />

imperfección de la democracia, argumento que resultaría cierto si realmente<br />

no fuera posible la salida del terrorismo sin una negociación que, sin<br />

embargo, no ha sido precisa para que otros terroristas renunciasen a su<br />

militancia.<br />

El implícito reconocimiento de indulgencia penal que conlleva la admisión<br />

del diálogo en condiciones como las referidas coadyuva a superar<br />

esos límites fijados por el Estado, abocando a éste a una negociación política<br />

que pasa a ser justificada en aras de una aspiración tan loable como<br />

la erradicación del terrorismo. Bajo pretexto de que el fin último justifica<br />

los medios, el Estado alienta así la creencia en la eficacia de la coacción,<br />

premiando al terrorista con una favorable distinción cualitativa de la pena<br />

y de sus crímenes. En consecuencia, ETA da por descontado que la impunidad<br />

para sus presos es una concesión ya conquistada que le induce a<br />

plantear su disolución sólo a cambio de otros objetivos más ambiciosos.<br />

De ahí que el prometido diálogo sobre “paz por presos” deje de representar<br />

un factor de disuasión, incentivando el mantenimiento de la amenaza<br />

una vez el terrorista ve confirmado que el Estado relega la aplicación<br />

del sistema penal y de procedimientos ordinarios inalterables frente a<br />

otros criminales.<br />

Por el contrario, la negativa del Estado a establecer dicho diálogo, defendiendo<br />

las vías de salida del terrorismo que la democracia ya ofrece,<br />

aporta credibilidad a la posición estatal garantizando que la paz y la liber-<br />

100 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


11 Recuérdese que la máxima repetida por el presidente del gobierno durante el tiempo en el<br />

que se mantuvo el diálogo con ETA insistía en anteponer la paz a la política. Sin embargo, incluso<br />

en aquellos ámbitos en los que se apoyaba la estrategia gubernamental llegó a reconocerse<br />

que la organización terrorista logró invertir dicho orden. Véase, por ejemplo, “El<br />

preacuerdo sobre la mesa de partidos vascos condiciona el avance del proceso”, Luis R. Aizpeolea,<br />

El País, 19 de octubre de 2006.<br />

12 “ETA y el impuesto de valor añadido”, Pako Aristi, Gara, 6 de marzo de 2003.<br />

13 “Probemos sin ETA”, Santiago Alba Rico, Gara, 9 de junio de 2003.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

tad se antepongan a la política 11 . En esas circunstancias las redenciones sólo<br />

serían resultado de la efectiva desaparición de la violencia, favoreciendo la<br />

presión sobre ETA desde su propio entorno de acuerdo con la lógica que<br />

en 2003 ya se apreciaba en Gara. En serios momentos de debilidad para<br />

ETA simpatizantes del entorno radical señalaban: “Hay algo importantísimo<br />

que de primeras ganaríamos sin ETA: no habría seiscientos detenidos<br />

al año. Habría treinta y, quizás, tras varios años, nadie” 12 . Otro articulista<br />

añadía que “hoy por hoy, la existencia de ETA es un obstáculo para cualquier<br />

proyecto soberanista y de izquierdas en el País Vasco”, concluyendo<br />

que “La izquierda abertzale ha probado durante treinta años con ETA. Que<br />

pruebe ahora sin ella” 13 .<br />

Estas críticas confirman que el abandono del terrorismo no exige que<br />

el Estado construya una narrativa legitimadora de dicha opción mediante<br />

la oferta de diálogo, ese relato explicativo es responsabilidad de ETA. Los<br />

hechos ratifican que sus dirigentes podrían articularlo si existiera una verdadera<br />

voluntad de renuncia. Ésta únicamente parece posible en un escenario<br />

de derrota incompatible con una coyuntura de negociación como la<br />

que se ha acometido, pues sólo así se fomenta el cuestionamiento táctico<br />

de una violencia que entonces sí resulta contraproducente para ETA. Debe<br />

subrayarse que nuestro ordenamiento contempla ya la reinserción de los<br />

terroristas, si bien condicionada a la renuncia a la violencia para evitar que<br />

el terrorismo extraiga “ventaja o rédito político alguno”, tal y como demanda<br />

el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, y en contra de<br />

lo que supone el fin dialogado propugnado.<br />

Las razones aquí expuestas demuestran que el ofrecimiento de diálogo<br />

estimula la continuidad de la amenaza al racionalizar los terroristas que su<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 101


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

violencia siempre será recompensada, y no penalizada, con otra oportunidad.<br />

De ese modo los dirigentes políticos, seducidos por el objetivo último<br />

de terminar con el terrorismo, se ven impelidos a ceder a ETA la iniciativa<br />

en la política antiterrorista convirtiendo el diálogo en un arma contra el Estado.<br />

Deslegitimación ante la presión de la violencia<br />

Como la experiencia norirlandesa confirma, en su decadencia grupos como<br />

el IRA y ETA buscan perpetuarse coaccionando a actores políticos y sociales<br />

mediante la promesa de una desaparición que no llega si la respuesta<br />

gubernamental se traduce en concesiones que demuestran la eficacia de<br />

mantener a la organización terrorista, pues esta presencia garantiza contraprestaciones<br />

que sin ella no se producirían. Dicha dinámica favorece la<br />

peligrosa legitimación de quienes han utilizado la violencia obstaculizando<br />

una verdadera normalización política y el logro de la paz. Es por ello por<br />

lo que un diálogo paralelo entre el gobierno y ETA al tiempo que los partidos<br />

discuten con Batasuna la reforma del marco estatutario, tal y como<br />

se ha propuesto, consolidaría un grave déficit democrático.<br />

Tanto el referente norirlandés como los sucesivos diálogos con ETA<br />

demuestran que la mera presencia de una organización terrorista condiciona<br />

procesos políticos en los cuales participa el partido que la representa,<br />

al favorecer una coacción que en absoluto incentiva su definitiva disolución.<br />

De ese modo se incumple uno de los más necesarios principios recogidos<br />

en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo: “El diálogo propio<br />

de una sociedad democrática debe producirse entre los representantes legítimos<br />

de los ciudadanos, en el marco y con las reglas previstas en nuestra<br />

Constitución y Estatuto y, desde luego, sin la presión de la violencia”.<br />

Esta máxima, resultado de la evolución histórica y política de nuestra democracia,<br />

debe condicionar las respuestas frente al terrorismo excluyendo<br />

medidas como el diálogo con ETA, que inevitablemente revierte en la deslegitimación<br />

de las instituciones democráticas.<br />

La negociación al margen de las instituciones democráticas propugnada<br />

por el gobierno español y el nacionalismo vasco transforma sutilmente la<br />

102 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

realidad del terror, pues el terrorista logra finalmente lo que persiguió mediante<br />

el asesinato de ciudadanos y representantes políticos, esto es, la deslegitimación<br />

del sistema democrático. Por ello, la enorme injusticia que<br />

define la negociación con ETA alienta irremediablemente la perpetuación<br />

de una coacción convertida en eficaz por quienes son responsables de su<br />

contención, como revela la vuelta de ETA a las instituciones mediante su<br />

instrumentalización de ANV (Acción Nacionalista Vasca). En esas circunstancias,<br />

resulta imposible la “erosión mediante la deslegitimación social”<br />

del “discurso totalitario” de ETA que Josu Jon Imaz ha reclamado. Así<br />

es porque, si bien el presidente del PNV aseguraba que “nunca” aceptará “el<br />

más mínimo avance del autogobierno vinculado a la presión de la violencia”<br />

14 , la negociación expone lo contrario: quienes han desafiado violentamente<br />

el autogobierno son eximidos del respeto a los procedimientos<br />

democráticos, deslegitimándose así a quienes fueron asesinados por defenderlos,<br />

favoreciéndose por tanto el desistimiento de la sociedad.<br />

Por tanto, la experiencia española no avala el diálogo como un eficaz<br />

instrumento para la resolución del terrorismo etarra. Sin embargo, se viene<br />

sosteniendo todo lo contrario, presentando bien el diálogo con ETA como<br />

absolutamente necesario frente a la insuficiencia de las respuestas policiales.<br />

Se construye así un falso dilema que identifica la respuesta policial<br />

como alternativa exclusiva a la negociación con terroristas, distorsión que<br />

se enfatiza insistiéndose en las buenas intenciones del presidente al buscar<br />

la paz mediante un diálogo que, sin embargo, ha dañado seriamente al Estado<br />

15 . Estas variables alimentan una retórica que miente sobre los ámbitos<br />

en los que debe articularse una política antiterrorista que aspire a ser<br />

eficaz. Al presentarse la derrota de ETA como imposible mediante un recurso<br />

–la vía policial– que en absoluto representa el único mecanismo de<br />

acción antiterrorista, se obvian el resto de instrumentos que conjuntamente<br />

deben emplearse contra la banda.<br />

14 “Imaz reniega de cualquier avance en el autogobierno vinculado a ‘la presión de la violencia’”,<br />

El Correo, Vasco Press, 24 de julio de 2007.<br />

15 “La política antiterrorista frente a ETA entre 2004 y 2006: del consenso al proceso de paz”,<br />

Rogelio Alonso, en José González Cusac (ed.) (2007), Fuerzas Armadas y Seguridad Pública:<br />

Consideraciones en torno al terrorismo y la inmigración, Castellón de la Plana: Publicaciones de<br />

la Universitat Jaume I, Colección “Estudios Jurídicos”, nº 14, 2007, pp. 145-174.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 103


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

La política desarrollada desde 2000, a partir de la firma del Pacto por<br />

las Libertades y contra el Terrorismo, alcanzó una notable eficacia precisamente<br />

porque concebía la lucha contra ETA de manera integral. En consecuencia<br />

la respuesta estatal se basó en la combinación de una eficiente<br />

presión política, policial, social, judicial, e incluso ideológica, que situó a la<br />

organización terrorista en una crítica situación, como reconoció la propia<br />

ETA al admitir que se había logrado “despertar el fantasma de la destrucción<br />

de la izquierda abertzale” 16 . Ello demuestra que el repertorio antiterrorista<br />

no consta únicamente de dos ejes, el diálogo y la vía policial, sino<br />

de muchos otros instrumentos, interrelacionados entre sí. Es en todas esas<br />

dimensiones de la política antiterrorista en las que debe ejercerse una firme<br />

y combinada presión que en el pasado ha generado muy negativas consecuencias<br />

para la banda, llegando a resquebrajar el mito sobre la imbatibilidad<br />

de ETA 17 . Precisamente por ello resulta obligado defender el modelo<br />

antiterrorista español articulado en torno a dicho Pacto frente a otros instrumentos<br />

aplicados en el exterior que se han intentado replicar en nuestro<br />

propio ámbito.<br />

LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS Y SU INSTRUMENTALIZACIÓN POR<br />

EL TERRORISMO ETARRA<br />

Buscando legitimidad para negociar con ETA<br />

Los referentes externos vienen sido empleados como elemento de validación<br />

de la estrategia gubernamental en relación con el “proceso de paz”. De<br />

hecho la tendencia a reinterpretar la etiología y las consecuencias políticas<br />

y sociales de la violencia etarra desde una perspectiva diferente a la que<br />

había inspirado la política antiterrorista de los últimos años ha llevado al<br />

gobierno a contratar los servicios del centro suizo Henri Dunant con ob-<br />

16 Zutabe 106, noviembre de 2004.<br />

17 Sobre la eficacia de la estrategia antiterrorista diseñada en torno al Pacto por las Libertades<br />

y las contraproducentes consecuencias del debilitamiento de los instrumentos aplicados en<br />

ese periodo al optarse por la negociación con ETA, puede consultarte “La política antiterrorista<br />

frente a ETA entre 2004 y 2006: del consenso al proceso de paz”, Rogelio Alonso, op.cit.<br />

104 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

jeto de desempeñar tareas de mediación entre representantes gubernamentales<br />

y la banda terrorista ETA. Ello a pesar de las dudas que surgen<br />

en torno a la pertinencia de extrapolar experiencias dispares sin una rigurosa<br />

contextualización que permita establecer paralelismos sólo desde el<br />

rigor, tal y como se analizará a continuación.<br />

“Los pacificadores son imparciales por definición y no les compete establecer<br />

distinciones morales entre el agresor y la víctima, pero su sola presencia<br />

en la línea de demarcación ratifica de hecho las conquistas de los<br />

agresores e impide que las víctimas recuperen el terreno perdido” 18 . Esta reflexión<br />

de Michael Ignatieff sirve para exponer los errores que sobre el País<br />

Vasco reproducen personas que se presentan como “expertos” en “resolución<br />

de conflictos” y “procesos de paz”. Tan esclarecedora consideración es<br />

aplicable para quienes defienden un “proceso de paz” para el País Vasco<br />

con criterios extraídos de entornos externos y que resultan de muy cuestionable<br />

aplicabilidad a nuestro marco político 19 , entre ellos los integrantes<br />

del calificado Grupo Permanente de Asesores Internacionales para el<br />

Proceso de Paz conformado a petición de Juan José Ibarretxe 20 . Es éste un<br />

foro creado por el presidente vasco con objeto de que los análisis políticos<br />

del dirigente nacionalista se vean revalidados por opiniones de unos observadores<br />

como éstos, profundamente desconocedores del fenómeno terrorista<br />

en el País Vasco. De ese modo el nacionalismo institucional intenta<br />

dotar de legitimidad a la negociación política con la organización terrorista,<br />

enmascarando como un inofensivo diálogo la dañina transacción de derechos<br />

y libertades que semejante propuesta supone en el contexto del País<br />

Vasco.<br />

18 Michael Ignatieff, (2004), El honor del guerrero. Guerra étnica y conciencia moderna. Madrid:<br />

Taurus, p. 101.<br />

19 Un ejemplo de esas erróneas generalizaciones se puede apreciar en “El precio de la paz”, Vicenç<br />

Fisas, El País, 14 de mayo de 2005, y “¿Una salida para el conflicto vasco?, Vicenç<br />

Fisas, El País, 20 de enero de 2007. El autor de ambos artículos revela las deficiencias de ese<br />

tipo de análisis al jactarse nada más y nada menos que de haber analizado “todos los procesos<br />

de negociación que existen en el mundo”.<br />

20 Son miembros de ese grupo el ex primer ministro de Irlanda, Albert Reynolds; el ex ministro<br />

surafricano Roelf Meyer; el director del Centro para la Resolución de Conflictos de la Universidad<br />

de Columbia Andrea Bartoli; el ex director del departamento de resolución de conflictos<br />

del Centro Carter, Harry Barnes, y la miembro de Human Rights Watch Joanna Weschler.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 105


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

Este ha sido un modelo también propugnado por otros “expertos”,<br />

como ejemplifican varios artículos publicados por el diario El País los días<br />

10 y 11 de diciembre de 2006. Constituían estas informaciones una muestra<br />

de los planteamientos que autodenominados “mediadores profesionales”<br />

reclamaban para Euskadi, revelando un amplio y preocupante<br />

desconocimiento de la problemática terrorista en nuestro país que difícilmente<br />

contribuiría a la desaparición de ETA. Los testimonios de “cinco<br />

expertos protagonistas en negociaciones de paz en Irlanda del Norte, Suráfrica,<br />

Colombia, El Salvador, Sri Lanka y Sudán”, eran utilizados para<br />

exigir literalmente al gobierno español un “precio político” y “concesiones”<br />

frente a ETA. Lo hacían reivindicando unas “reglas universales” aplicables<br />

a “todos los procesos de paz” con las que justificaban sus opiniones<br />

pese a las evidentes diferencias entre tan dispares ámbitos. Tan osada asunción<br />

constituía una grave equivocación que viciaba de partida sus argumentos<br />

posteriores, pues la excepcionalidad del terrorismo etarra impide<br />

semejante generalización, error en el que también incurren constantemente<br />

los “expertos” seleccionados por Ibarretxe.<br />

La excepcionalidad del terrorismo etarra<br />

Mediante la democratización iniciada tras la desaparición del franquismo,<br />

la democracia española ha remediado ya los agravios que legitimaron en<br />

ciertos sectores el inicio de un terrorismo nacionalista perpetrado en una<br />

región que durante tres décadas ha sido gobernada por nacionalistas. La<br />

consolidación de las instituciones democráticas reparó el déficit democrático<br />

que para algunos justificó una violencia que gradualmente ha llegado<br />

a ser rechazada por una mayoría de los ciudadanos vascos, confirmándose<br />

hoy la práctica desaparición del apoyo explícito y total a ETA (0,3 %), incluso<br />

entre el electorado de EHAK (2%) 21 . Por ello resultaría enormemente<br />

dañino asumir que la integración de un sector antisistema demanda alterar<br />

las normas y acciones que lograron disminuir ese apoyo al terrorismo.<br />

El desarrollo de ese marco democrático y la necesaria defensa de su legitimidad<br />

condiciona por completo las políticas frente a ETA, obligando a no<br />

21 Euskobarómetro. Estudio periódico de la opinión pública vasca. Junio 2007. Departamento de<br />

Ciencia Política y de la Administración, Universidad del País Vasco, p. 47.<br />

106 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

equiparar nuestra situación con ninguno de los contextos en los que los<br />

“mediadores” referidos se definen como “expertos”.<br />

Así debe ser además porque el terrorismo etarra no se ha encontrado<br />

con una respuesta violenta por parte de una sociedad que, a pesar del sufrimiento<br />

y de la provocación, siempre ha eludido la venganza confiando<br />

su seguridad y reivindicaciones de justicia al Estado, como ponen de manifiesto<br />

las certeras palabras de Maite Pagazaurtundua, presidenta de la<br />

Fundación de Víctimas del Terrorismo, cuyo hermano Joseba fue asesinado<br />

por la organización terrorista ETA el 8 de febrero de 2003: “Imaginemos<br />

lo que pasaría si los huérfanos –en plena adolescencia– de los<br />

asesinados por ETA que siguen viviendo en el País Vasco dejaran de asumir<br />

la regla no escrita del silencio y el disimulo. O si lo hubieran hecho los<br />

que quedaron huérfanos de niños y ya son adultos. Si no se hubieran contenido,<br />

estos jóvenes harían frente a los jóvenes rabiosos y violentos, en<br />

cualquier calle, porque los cachorros de ETA ponen carteles a la luz del día,<br />

se manifiestan y muestran sus emblemas de forma arrogante. Nos habríamos<br />

asimilado, entonces sí, a los estándares de los expertos internacionales<br />

en conflictos” 22 .<br />

Al tiempo que los “mediadores” obvian estos rasgos diferenciales absolutamente<br />

determinantes, ignoran también que la impunidad jurídica y política<br />

hacia los violadores de derechos humanos no ha acercado una<br />

verdadera paz en aquellos contextos en los que se ha impuesto. Las acertadas<br />

reflexiones del jesuita José María Tojeira en relación con un escenario<br />

como el de El Salvador sirven para clarificar este punto. En una<br />

conferencia pronunciada en 2003 bajo el título “Resistencia y Reconciliación”,<br />

el que por aquel entonces desempeñaba labores de provincial de los<br />

jesuitas en Centroamérica, siendo además rector de la Universidad Centroamericana<br />

en El Salvador, ofrecía pautas de análisis para la realidad salvadoreña<br />

que curiosamente también encontraban aplicación en el País<br />

Vasco. En opinión de Tojeira, “sólo un reconocimiento serio de los errores<br />

22 “Duelo abierto”, Maite Pagazaurtundua, 8 de febrero de 2007, publicado en la página web de<br />

¡Basta Ya! y reproducido en http://www.paralalibertad.org/modules.php?op=modload&name=<br />

News&file=article&sid=16503.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 107


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

del pasado llevará a un cambio”, lo que le impulsaba a exigir justicia y reparación<br />

hacia las víctimas. Es esta petición la que a menudo se repite al<br />

hablar de fórmulas para enfrentarse al pasado en ese debate sobre la búsqueda<br />

de la verdad y la reconciliación tan frecuente en sociedades como<br />

las que vienen mencionándose. Sin embargo es también una reivindicación<br />

con frecuencia ignorada, pues llega a utilizarse estratégicamente como<br />

una reclamación que, en opinión de algunos, puede obstaculizar la paz.<br />

Tojeira lo sintetizaba con estas palabras:<br />

“(...) A la hora de pedir justicia para un crimen determinado, el actual presidente<br />

de la república, en El Salvador, se daba el lujo de decir que si se reabría<br />

tal caso, «correría de nuevo la sangre» en el país. El lenguaje se volvía<br />

contrario a su significado natural cuando se nos decía que no convenía abrir<br />

heridas del pasado. Como si juzgar a los victimarios fuera abrirles heridas a<br />

ellos en vez de cerrar las que ellos mismos habían causado a sus víctimas.<br />

(...) Los esfuerzos por contemplar los crímenes del pasado, reflexionar sobre<br />

los mismos, establecer fórmulas de reconciliación tan sencillas como la de<br />

lograr que los criminales del pasado pidan perdón públicamente y queden<br />

inhabilitados para la vida política, por ejemplo, aparecen como detalles irrelevantes<br />

para la vida democrática. (...) Yacen en el olvido las aseveraciones<br />

de la Comisión de la Verdad (…) que después de analizar 20.000 casos de<br />

graves violaciones de Derechos Humanos, atribuía el 85 % de las mismas al<br />

Ejército y el Gobierno, el 5 % a la Guerrilla del FMLN, y dejaba un 10 %<br />

como casos de difícil establecimiento de responsabilidades (...)” 23 .<br />

La oportuna aplicación de estas palabras al ámbito español parece<br />

evidente al contraponerlas a la visión expresada por un influyente formador<br />

de opinión en nuestro país: “El problema entre memoria, reconciliación<br />

y reparación lo viviremos siempre, también si hay un proceso de<br />

paz con ETA. Un proceso que la derecha ya está mistificando, que no<br />

implicaría concesiones políticas y que conduciría a un acuerdo sobre los<br />

presos, que han cometido terribles asesinatos. Esto contradice el espíritu<br />

23 José María Tojeira (2004), “Resistencia y Reconciliación”, pp. 495-497, en Fundación Seminario<br />

de Investigación para la Paz (ed.) El Pulso de América Latina. Zaragoza: Gobierno de Aragón,<br />

pp. 489-508.<br />

108 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


24 “Cebrián afirma que el acuerdo con ETA se ceñirá a los presos”, El País, 21 de julio de 2005.<br />

25 “Amnistías”, Mikel Buesa, Abc, 14 de diciembre de 2005.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

de reparación y justicia, pero la cuestión es si la paz y la convivencia futura<br />

merecen la renuncia al pasado” 24 . Sin embargo, al margen de que los<br />

acontecimientos posteriores demostraran la existencia de evidentes “concesiones<br />

políticas”, altamente cuestionable resultaba también la necesidad<br />

de anteponer una indefinida “paz” a la ineludible necesidad de “reparación<br />

y justicia” propia de una sociedad democrática, tal y como se desprendía<br />

del siguiente análisis expuesto por una víctima del terrorismo<br />

etarra:<br />

“Cualquier gobierno debería atender en este asunto a la razón moral de<br />

las víctimas en su reclamación de justicia. Es a esa razón a la que, tres meses<br />

antes de su asesinato, cuando también se especulaba con una posible negociación,<br />

apeló mi hermano Fernando Buesa al declarar que «quien ha<br />

cometido un delito no tiene bula por el hecho de que se diga que ese delito<br />

tiene motivaciones políticas; porque pensar que la Justicia debe regirse<br />

por criterios políticos es negar la propia Justicia». Y es a esa misma razón<br />

a la que debemos acogernos los ciudadanos para reclamar del gobierno un<br />

comportamiento democrático que haga de la protección de los más débiles<br />

y de la igualdad ante la ley su guía” 25 .<br />

Errores del modelo norirlandés<br />

El precedente norirlandés, referente constante para quienes propugnan un<br />

“proceso de paz” con ETA, alerta también sobre las contraproducentes<br />

consecuencias que para la erradicación del terrorismo tienen actitudes contrarias<br />

a la reparación y a la justicia. Al examinar cuáles han sido los pasos<br />

que en Irlanda del Norte se han seguido tras la disminución de la violencia,<br />

se aprecia que una loable pretensión como la búsqueda de la paz ha<br />

sido utilizada como un instrumento de coacción en una sociedad en la que<br />

se han condicionando los avances hacia dicha meta a una cierta impunidad<br />

u olvido que vendría justificado por la necesidad de afrontar el futuro<br />

desde el supuesto pragmatismo que supondría relegar el análisis del pa-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 109


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

sado. En el caso de Irlanda del Norte esta impunidad se materializó en la<br />

excarcelación gradual y completa de los presos por delitos de terrorismo<br />

con posterioridad a la firma del llamado Acuerdo de Viernes Santo, en abril<br />

de 1998, por el que se acordaba un sistema de autogobierno basado en una<br />

limitada autonomía para la región. Esa nueva etapa fue acompañada de la<br />

renuncia a investigar crímenes perpetrados por los grupos terroristas activos<br />

hasta entonces.<br />

La excarcelación de los presos por delitos de terrorismo se justificó<br />

como una medida necesaria para la pacificación y la normalización en Irlanda<br />

del Norte. Sin embargo la impunidad política, jurídica y moral que<br />

ha garantizado dista mucho de haber favorecido dichos objetivos. En realidad,<br />

políticos y responsables del sistema penitenciario que la defendieron<br />

en su día han llegado a reconocer cuán contraproducente ha sido. En<br />

ese contexto la excarcelación anticipada se ha revelado como ineficaz, alimentando<br />

una lógica conducente a la peligrosa legitimación de la violencia<br />

al favorecer una narrativa del conflicto basada en la difusión de<br />

responsabilidad de quienes utilizaron el terrorismo 26 .<br />

Esta dinámica ha derivado en una indulgencia que ha fortalecido a<br />

aquellos que practicaron el terrorismo: los presos han dejado de serlo pese<br />

a que las organizaciones terroristas continuaron existiendo y extorsionando.<br />

Al mismo tiempo las víctimas, que siguen reclamando justicia y reparación,<br />

son presentadas como un mal necesario e inevitable, adquiriendo<br />

las injusticias cometidas sobre ellas justificación y sentido. Se prostituye así<br />

su memoria, ignorándose que la mayoría de la sociedad jamás recurrió al<br />

terrorismo a pesar de sufrirlo, desincentivándose por tanto el respeto a los<br />

valores democráticos. La excarcelación subestimaba cómo estos factores<br />

afectan decisivamente la esfera política 27 . Se confirma así que “la justicia a<br />

26 Kenneth Bloomfield (2007), A Tragedy of Errors: The Government and Misgovernment of Northern<br />

Ireland. Liverpool: Liverpool University Press, p. 105.<br />

27 Uno de los “expertos” cuyos planteamientos han sido utilizados como argumento de autoridad<br />

por partidarios del “proceso de paz” en nuestro país simplificaba erróneamente la realidad norirlandesa,<br />

subestimando importantes indicadores que demuestran cuán contraproducente ha<br />

sido la excarcelación de terroristas. Así lo hacía al afirmar que “lo que más atrajo mi atención<br />

fue lo rápido que se acostumbró la sociedad a la liberación de los presos”. Entrevista a Brian<br />

Currin en Gara, 2 de febrero de 2007.<br />

110 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


28 “Justicia de las víctimas y reconciliación en el País Vasco”, Reyes Mate, Documento de Trabajo<br />

96/2006, Fundación Alternativas, p. 24.<br />

29 Entrevista a Seamus Mallon en The Guardian, 14 de marzo de 2007.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

las víctimas pasadas es la condición necesaria para una política futura sin<br />

violencia”, pues “la justicia a las víctimas no es sólo un problema moral, sino<br />

también político” 28 .<br />

A este respecto, son esclarecedoras las conclusiones de Seamus Mallon,<br />

destacado dirigente del que hasta 2001 fue el partido nacionalista más votado<br />

en Irlanda del Norte, el SDLP (Social Democratic and Labour Party), liderado<br />

durante décadas por John Hume, premio Nobel de la Paz en 1998.<br />

En opinión de Mallon, la “paz” podía y debía alcanzarse mediante “otra vía”<br />

diferente a la utilizada por el primer ministro británico Tony Blair, convicción<br />

que llevaba al político norirlandés a rechazar la utilización del término<br />

“proceso de paz” por las negativas implicaciones que supone para la<br />

resolución de la problemática de la región 29 .<br />

Tanto Mallon como Hume formaron parte del movimiento por los derechos<br />

civiles que a mediados de los años sesenta aglutinó a católicos y<br />

protestantes reclamando “derechos civiles para ciudadanos británicos” en<br />

la región, anteponiendo así la igualdad de derechos a un nacionalismo dogmático<br />

e identitario propugnado por quienes respaldaron el terrorismo del<br />

IRA. Sin embargo, estas figuras que representaron la voz mayoritaria de<br />

una comunidad contraria al terrorismo, se han visto perjudicadas en los<br />

últimos años por la política del gobierno británico, profusa en simbólicas<br />

concesiones hacia los violentos que inevitablemente han debilitado a quienes<br />

optaron siempre por los métodos pacíficos 30 . Como destacados políticos<br />

y funcionarios británicos e irlandeses ahora reconocen, esa política ha<br />

destrozado electoralmente a los moderados, fortaleciendo a los extremos<br />

y con ellos a una peligrosa narrativa histórica que no hace justicia a quienes<br />

siempre se opusieron a un terrorismo que aspiraba a unir territorios en<br />

vez de personas.<br />

30 Sobre esta cuestión pueden consultarse, “Los errores del proceso norirlandés”, Rogelio<br />

Alonso, El País, 31 de marzo de 2006, y “Ante el final del terrorismo de ETA: lecciones y errores<br />

de la experiencia norirlandesa”, Rogelio Alonso, ARI Nº 51/2006, Análisis del Real Instituto<br />

Elcano, 5/5/2006.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 111


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

De ese modo se ha desmoralizado a quienes han respetado la ley, logrando<br />

desactivar a una formación como el SDLP, y al unionismo moderado<br />

representado por David Trimble, líder que compartió con Hume el<br />

Premio Nobel de la Paz. Mallon lo expresaba del siguiente modo: “Sí. Hubo<br />

un error de cálculo fundamental. A cualquiera que conozca el norte de Irlanda<br />

no se le habría ocurrido llevar a cabo acciones que vendieron al unionismo<br />

moderado a Paisley, tratando del mismo modo a nuestro partido” 31 .<br />

Mallon interpreta que ese “cálculo deliberado” de los dos gobiernos tenía<br />

la intención, finalmente obtenida, de eliminar al unionismo y al nacionalismo<br />

moderado representado por los partidos de Hume y de Trimble.<br />

Peter Mandelson, Ministro británico para Irlanda del Norte entre octubre<br />

de 1999 y enero de 2001, compartía parte de la crítica hacia el primer<br />

ministro británico Tony Blair. En opinión de Mandelson, que durante muchos<br />

años fue un estrecho colaborador de Blair, las concesiones del dirigente<br />

británico hacia los republicanos del Sinn Fein fueron excesivas, pues<br />

ello minó la capacidad del SDLP y el apoyo a este partido. Al mismo<br />

tiempo, ese tipo de concesiones alienaron también al electorado unionista<br />

32 . De ese modo, como reconocería el líder unionista David Trimble,<br />

el gobierno británico logró dañar electoralmente al unionismo moderado 33 .<br />

Con esta política de concesiones que derivaban en un inevitable fortalecimiento<br />

de los extremos en detrimento de los moderados, se contribuía a<br />

favorecer una narrativa legitimadora de quienes durante años utilizaron la<br />

violencia. Es decir, se recompensaba dicha asociación con el terrorismo.<br />

Ello obliga a cuestionar la generalizada asunción del “final feliz” del proceso<br />

norirlandés que tan recurrente resulta para los interesados en su extrapolación<br />

al fenómeno de ETA. Así lo confirma la enorme polarización<br />

política y social que se aprecia en una Irlanda del Norte hoy gobernada<br />

por quienes han visto premiado su fanatismo con el fortalecimiento que les<br />

ha brindado la política gubernamental 34 .<br />

31 Entrevista a Seamus Mallon en The Guardian, 14 de marzo de 2007.<br />

32 Belfast Telegraph, 14 de marzo de 2007; y “Blair guilty of capitulating to Sinn Féin- Mandelson”,<br />

The Guardian, 13 de marzo de 2007.<br />

33 Entrevista con David Trimble, en The Guardian, 14 de marzo de 2007.<br />

34 A este respecto, particularmente ilustrativo es el análisis de Bloomfield, op.cit., pp. 216-259.<br />

112 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


¿Un “proceso de paz” para el País Vasco?<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Factores como los reseñados convierten en totalmente contraproducente<br />

el “precio político” que exigen para el “proceso de paz” en el País Vasco los<br />

mencionados “expertos”, al sustentarse sus peticiones en una injusta desigualdad<br />

hacia quienes han respondido al odio con respeto a la legalidad,<br />

planteamiento que en modo alguno incentivaría a ETA a abandonar su<br />

amenaza al constatar la eficacia de la misma. Acertado y premonitorio resultaba<br />

por ello el análisis que ya en 2002 esbozaba Carlos Martínez Gorriarán,<br />

dirigente del movimiento cívico ¡Basta Ya!, ante los intentos de<br />

involucrar a “mediadores” en el contexto vasco: “Nos invitan a dejar la solución<br />

de lo que llaman el conflicto vasco en manos de profesionales de la<br />

pacificación que nos sustituyan, vivan a nuestra costa y decidan por nosotros<br />

qué precio hemos de pagar por el derecho a malvivir en nuestra propia<br />

tierra” 35 . Sus palabras son válidas para quienes hoy persiguen el mismo<br />

objetivo recurriendo a un lenguaje idéntico al utilizado por una organización<br />

terrorista como ETA al construir aparatos de justificación de su violencia.<br />

El frente propagandístico de ETA ha buscado una legitimidad que<br />

obtiene mediante un discurso como el que articulan los “expertos” en “procesos<br />

de paz”, empleando incluso la misma terminología etarra al aventurar<br />

que “el proceso se puede pudrir” si no se ofrecen “concesiones” a los<br />

terroristas.<br />

De manera muy significativa esos mismos “negociadores de paz” citados<br />

en El País asumían erróneamente algo que los hechos objetivos y las<br />

declaraciones de verdaderos expertos en la lucha antiterrorista en Francia<br />

y España desmentían desde la declaración formal de tregua en marzo de<br />

2006 y que los posteriores atentados terroristas corroboraron: la existencia<br />

de una voluntad por parte de ETA de poner fin a la violencia. Días<br />

antes del atentado de Barajas, la infundada creencia de que ETA había decidido<br />

abandonar sus reivindicaciones tradicionales era defendida por dichos<br />

“mediadores” con un sospechoso argumento de autoridad: que los<br />

terroristas así lo habrían planteado. Sin cuestionar tan insuficiente fuente,<br />

35 “Profesionales de la pacificación nos quieren poner un precio por malvivir”, El Correo, 13 de<br />

julio de 2002.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 113


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

los “mediadores” definían además como negativo el respeto al Estado de<br />

derecho, convirtiendo la ilegalidad en normalidad, tal y como ordena ETA:<br />

“No podemos seguir adelante con esto si nos siguen deteniendo, si nos<br />

amenazan con prisión. Es imposible avanzar con un proceso de paz sin<br />

violencia si además sigue vigente la Ley de Partidos” 36 . Otro “mediador”<br />

añadía: “Lo que ahora exige ETA es la creación de un entorno político<br />

nuevo en el que pueda defender sus opiniones políticas de forma abierta”.<br />

Se confundían así las reivindicaciones de ETA ignorando que persistía en<br />

reclamar una negociación sobre sus exigencias tradicionales de “autodeterminación<br />

y territorialidad”, como sus documentos subrayan y su constante<br />

amenaza confirma.<br />

Esta equivocada interpretación de intenciones contribuía a subestimar<br />

el significado político de las víctimas del terrorismo, deslegitimando su sufrimiento<br />

y humanidad, a la vez que se legitimaba la violencia al asumir<br />

que los etarras carecen de otra alternativa para poder defender sus “opiniones<br />

políticas”, precisamente lo que ETA repite en sus comunicados. Sin<br />

embargo el diagnóstico de los “mediadores” es refutado por el análisis científico<br />

de quienes conocen la realidad vasca. Como demuestra el Euskobarómetro,<br />

la mayoría de la sociedad vasca considera de manera abrumadora<br />

que hoy en Euskadi se pueden defender todas las ideas sin necesidad de recurrir<br />

a la violencia. Esta rigurosa consulta confirma que incluso una mayoría<br />

creciente de los votantes de la izquierda abertzale (69%) cree que en<br />

Euskadi pueden defenderse todos los objetivos políticos sin que sean precisos<br />

los métodos violentos 37 .<br />

De tan reveladora muestra se deducía que los “mediadores” se han inventado<br />

una ETA generosa y razonable, asumiendo como realistas sus<br />

planteamientos mediante la equiparación de una organización terrorista<br />

con un gobierno democrático, enfatizándose que “no hay forma de no<br />

pagar un precio político, para cualquiera de las partes”, y reclamando por<br />

36 Esta justificación reproducida por los “expertos” citados es idéntica a la que ofrecería la organización<br />

terrorista ETA en una entrevista publicada en Gara el 8 de abril de 2007.<br />

37 Euskobarómetro. Estudio periódico de la opinión pública vasca. Junio 2007. Departamento de<br />

Ciencia Política y de la Administración, Universidad del País Vasco, p. 46.<br />

114 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


38 Sobre las fracasadas negociaciones con ETA, véase Florencio Domínguez (1998), De la negociación<br />

a la tregua. ¿El final de ETA? Madrid: Taurus.<br />

39 El Correo, 23 de enero de 2005.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

ello “concesiones políticas” para reparar “la pérdida de confianza mutua”.<br />

Por el contrario, como demuestra la dilatada experiencia en negociaciones<br />

con ETA que nuestro país puede exhibir, y a la que los “mediadores” parecen<br />

ajenos, no es un gobierno democrático el que ha de generar confianza<br />

en una organización terrorista, sino ésta la que debe demostrar a sus<br />

víctimas su voluntad de aceptar las reglas de la democracia 38 . Así se deducía<br />

de las declaraciones del Ministro Jordi Sevilla en enero de 2005 al advertir<br />

a ETA que una tregua sería ya “insuficiente”, pues “si quieren ser<br />

creíbles tienen que decir dónde y cuándo abandonan las armas” 39 , exigencias,<br />

no obstante, con las que el gobierno no fue en absoluto consecuente<br />

una vez la banda declaró su “alto el fuego”.<br />

El lenguaje de los “mediadores” citados defendía como obligatorias las<br />

exigencias de ETA al presentar las concesiones como inevitables en aras de<br />

un buen fin: “Evitar que en el futuro haya más madres y padres y hermanos<br />

e hijos llorando la muerte de más víctimas”. Apelaban así a las emociones<br />

para coaccionar a los ciudadanos, todo ello complementado con el<br />

desprecio a la crítica política necesaria en cualquier democracia al dictarle<br />

al presidente del gobierno lo siguiente: “Debe basar su estrategia política<br />

en el apoyo del conjunto de la sociedad y no en rebatir las críticas de la<br />

oposición y sectores de la clase política”. Se tergiversaban así los sentimientos<br />

de una opinión pública que, como reflejaba el Euskobarómetro,<br />

sólo aceptaba una eventual negociación gobierno-ETA condicionada a que<br />

la organización terrorista abandonase las armas 40 . La justificación de una<br />

improcedente política en función de criterios numéricos como los que proponían<br />

los “mediadores” es también cuestionable: ¿sería admisible la tortura<br />

si una mayoría social apoyase su legalización? Por ello, con sus<br />

peligrosas manipulaciones los “negociadores de paz” adoptan los mismos<br />

mecanismos de transferencia de culpa y difusión de responsabilidad reproducidos<br />

constantemente por los grupos terroristas, identificando al go-<br />

40 Euskobarómetro. Estudio periódico de la opinión pública vasca. Mayo 2006. Departamento de<br />

Ciencia Política y de la Administración, Universidad del País Vasco, pp. 57-58.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 115


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

bierno del Estado como responsable de la continuidad del terrorismo al<br />

condicionarla a la realización de “concesiones”.<br />

Esta presión es similar a la que transmite la propaganda etarra, como<br />

confirman los testimonios de Alec Reid, religioso norirlandés considerado<br />

por quienes apoyan la noción de “proceso de paz” como un importante referente<br />

e incluso como “una figura clave en los esfuerzos por impedir que<br />

el proceso de paz colapse” en el País Vasco 41 . La siguiente opinión de Reid,<br />

uno de los autores de la Declaración de Lizarra, que en nada contribuyó a<br />

la recuperación de la libertad en el País Vasco, confirma el análisis aquí expuesto:<br />

“No podemos perder esta oportunidad histórica para lograr la paz,<br />

pero ETA no va a aceptar algo que no vea. ETA necesita saber cómo va a<br />

ser la mesa de la negociación política, quién participará en ella, cómo se votarán<br />

las decisiones, si el gobierno español aceptará el resultado. Además<br />

ETA necesita saber cuándo sucederá. Una vez se haga público todo esto,<br />

ETA parará” 42 . Estas eran las palabras de quien insiste en definirse como<br />

un mediador neutral a pesar de toda la abundante evidencia en contra,<br />

como recuerdan sus declaraciones considerando a ETA, no como “el principal<br />

problema”, sino como “un síntoma del problema” 43 , o aquella otra en<br />

la que enfatizaba que “el gobierno español es el principal problema para la<br />

resolución del conflicto” 44 . Añadía además Reid que “ETA atentó en Barajas<br />

porque el gobierno no estaba cumpliendo lo prometido”, insistiendo<br />

en que “si anunciaran un alto el fuego, por supuesto que se podría confiar<br />

en su palabra” 45 .<br />

Particularmente ilustrativo de la coincidencia de intereses entre la propaganda<br />

etarra y la retórica de Reid era el siguiente comentario realizado<br />

en una entrevista en la que el entrevistador aceptaba sin el más mínimo<br />

cuestionamiento crítico al que su profesión le obligaba los brutales planteamientos<br />

del religioso norirlandés: “El PP es hoy el mayor problema en el<br />

41 “ETA now ready to give up the gun”, Alfonso Daniels, The Observer, 19 de marzo de 2006.<br />

42 “ETA now ready to give up the gun”, Alfonso Daniels, The Observer, 19 de marzo de 2006.<br />

43 Entrevista a Alec Reid en El Correo, 28 de diciembre de 2005.<br />

44 Entrevista a Alec Reid en El Correo, 20 de mayo de 2002.<br />

45 Entrevista a Alec Reid en El Mundo, 30 de enero de 2007.<br />

116 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


46 El Periódico de Cataluña, 23 de marzo de 2007.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

proceso de paz. El PP es un problema mucho mayor que ETA. Con ETA<br />

es fácil tratar, pues apoya la idea de una mesa de partidos en que se trate<br />

la solución del conflicto. De hecho, ETA ya no es problema, pues está a<br />

favor de una resolución pacífica y democrática del conflicto que garantice<br />

los derechos de todos los vascos, incluidos los no nacionalistas” 46 .<br />

Las declaraciones de tan parcial interlocutor se caracterizan por eximir<br />

a ETA de toda responsabilidad por la resolución de un conflicto que realmente<br />

se manifiesta de manera fundamental en la existencia de una organización<br />

terrorista que coacciona y condiciona las vidas de los<br />

ciudadanos y los procesos políticos. Semejante interpretación de la realidad<br />

aplica los mismos mecanismos de difusión de responsabilidad y de<br />

transferencia de culpa de los que la organización terrorista también se ha<br />

servido durante décadas. De todo ello llega a deducirse que quienes no se<br />

avienen al modelo que la banda desea imponer en un momento de declive<br />

y de considerable debilitamiento operativo y político del entramado criminal,<br />

en el que la organización terrorista no manifiesta en absoluto su<br />

voluntad de poner fin al terrorismo, deben ser vistos como “enemigos” y<br />

“obstructores” de la paz a pesar de ser víctimas directas de la amenaza terrorista<br />

47 .<br />

El término “enemigos de la paz” también ha sido empleado en España<br />

por algunos partidos con objeto de criticar a sus adversarios políticos,<br />

siendo éstos acusados asimismo de “erigir obstáculos para la paz”, incurriéndose<br />

por tanto en un beneficioso ejercicio para la organización terrorista,<br />

verdadero enemigo de la paz. Algunos jueces también han sido<br />

amenazados con semejante descalificación si no se suman a un “proceso de<br />

paz” en el que decisiones políticas arbitrarias habrían de prevalecer sobre<br />

la justicia y los principios democráticos 48 .<br />

47 Así lo sintetizaba, por ejemplo, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, al acusar<br />

al PP de “tener alergia a la paz”. El Correo, 4 de diciembre de 2006.<br />

48 A este respecto véase la apropiada respuesta de Fernando Ruiz Piñero, presidente del Tribunal<br />

Superior de Justicia del País Vasco, indicando que “exigir a los jueces que se sumen al proceso<br />

de paz rompe las reglas de la democracia”. Entrevista en El Correo, 12 de febrero de<br />

2006.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 117


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

De tan cuestionables criterios se desprende la creencia de que las posiciones<br />

de una organización terrorista como ETA y su brazo político resultaban<br />

más respetables que las de actores democráticos, pues mientras los<br />

primeros desearían participar en el “proceso de paz”, los segundos se opondrían<br />

al mismo. De ese modo, bajo el pretexto de la búsqueda de la paz, se<br />

han intentado consolidar esquemas que eluden la realidad en torno al terrorismo:<br />

ETA ha violado sistemáticamente los derechos humanos, de ahí<br />

que la paz y la resolución del conflicto exijan su derrota política. Esta derrota<br />

obliga a impedir que la organización terrorista y su entorno obtengan<br />

la legitimación que intentan lograr mediante la reproducción de una narrativa<br />

del conflicto y de sus supuestos métodos de resolución como los<br />

que algunos sectores de opinión aceptan de manera acrítica.<br />

CONCLUSIONES<br />

El análisis comparado de diferentes políticas aplicadas tanto en nuestro<br />

país como en otras naciones que han sufrido episodios de terrorismo permite<br />

alcanzar relevantes conclusiones en torno a los instrumentos de respuesta<br />

contra la violencia de ETA. En este sentido, frente al generalizado<br />

argumento que sostiene la necesidad de replicar e importar distintos modelos<br />

de resolución de conflictos y de lucha contra el terrorismo para su<br />

aplicación contra ETA, resulta necesario expresar cautela para que las extrapolaciones<br />

surjan únicamente desde el rigor. Éste exige un adecuado<br />

análisis de los elementos diferenciales y de las analogías de los contextos<br />

comparados. Así debe ser para que la aplicación de dichas iniciativas sólo<br />

se acometa en aquellos casos en los cuales resulten de eficacia para un fenómeno<br />

terrorista como el de ETA, pues el terrorismo perpetrado en nuestra<br />

sociedad mantiene unas características que determinan decisivamente<br />

la política antiterrorista, desaconsejando medidas que en otros ámbitos pudieran<br />

haber resultado útiles.<br />

Entre dichos elementos determinantes se incluye la modélica reacción<br />

de las víctimas del terrorismo, que siempre han respondido pacíficamente<br />

a la violencia de ETA confiando al Estado su seguridad y sus reivindicaciones<br />

de justicia. A este respecto, debe incidirse en que, a diferencia de<br />

118 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

otros contextos sociopolíticos, en el caso español ha sido la banda terrorista<br />

ETA quien ha violando de manera sistemática los derechos humanos,<br />

habiendo ejercido el Estado su legítimo monopolio de la violencia dentro<br />

de la legalidad. Determinante asimismo debe considerarse la democratización<br />

emprendida en nuestro país, al haber servido para consolidar unas<br />

instituciones democráticas cuya legitimidad han desafiado constantemente<br />

los terroristas. La existencia de un marco democrático articulado en torno<br />

a la Constitución y al Estatuto obliga a que la política antiterrorista rechace<br />

iniciativas que deslegitimen tanto a las instituciones como a los representantes<br />

y ciudadanos asesinados precisamente por defenderlas del desafío terrorista.<br />

Esta realidad hace necesario eludir negociaciones con ETA como las<br />

que han venido acometiéndose, pues el sistema democrático permite ya la<br />

salida del terrorismo a quienes deseen abandonar dicha opción sin necesidad<br />

de recurrir a mecanismos específicos al margen de nuestro ordenamiento.<br />

La prolongada experiencia antiterrorista demuestra que los<br />

ofrecimientos de diálogo con la banda son interpretados por ésta como un<br />

síntoma de debilidad del Estado, incentivando por ello la perpetuación de<br />

una amenaza que los terroristas entienden eficaz al lograr que aquél modifique<br />

su actitud hacia ellos. Precisamente la ausencia de negociación ha<br />

estimulado a terroristas que han deseado abandonar ETA a hacerlo ante la<br />

ausencia de expectativas de éxito.<br />

La larga experiencia de lucha contra ETA que nuestro país exhibe nos<br />

demuestra que precisamente debido a la existencia de una serie de factores<br />

condicionantes como los sintetizados, el fenómeno terrorista obliga a<br />

adoptar un modelo antiterrorista determinado. Se trata de una política antiterrorista<br />

integral que combine una intensa presión sobre todos y cada<br />

uno de los frentes en los que ETA actúa, incluyendo por tanto una dimensión<br />

política, policial, social, judicial, e ideológica. La aplicación de<br />

este modelo entre el periodo de 2000 y 2004, tras la firma del Pacto por las<br />

Libertades, permitió contemplar la derrota de la banda. Por tanto, su éxito<br />

invita a cuestionar la aplicación de otros instrumentos utilizados en contextos<br />

externos que pueden aparecer como recomendables tras su utilización<br />

frente a otros ejemplos de terrorismo pero que, en el caso español,<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 119


¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />

resultan completamente contraproducentes al impedir la derrota de ETA<br />

a la que el Estado debe aspirar.<br />

Es ésta una aspiración razonable y necesaria precisamente como consecuencia<br />

de los elementos determinantes que definen el terrorismo etarra<br />

aportándole una excepcionalidad que no debe ser ignorada. Debe insistirse<br />

pues en la necesidad de fijar la derrota de la organización terrorista<br />

como objetivo imprescindible de la política antiterrorista. No es ésta una<br />

tarea inasumible, como con frecuencia aducen quienes incurren en la referida<br />

instrumentalización de referentes externos con la finalidad de aportar<br />

pretextos a concesiones estatales que invaliden dicho escenario de derrota.<br />

La evolución de la política antiterrorista frente a ETA, y el perfeccionamiento<br />

de la misma en torno al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo,<br />

permitió diseñar en un periodo concreto de nuestra historia una<br />

estrategia que logró resquebrajar el mito de la imbatibilidad de la banda, tal<br />

y como los propios terroristas han llegado a reconocer.<br />

120 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA<br />

EXTERIOR ESPAÑOLA<br />

PLANTEAMIENTO<br />

En el mundo de hoy, como en el de ayer, la política exterior de los Estados<br />

es en substancia una combinación de principios e intereses en<br />

dosis variables según impongan las circunstancias del caso y del momento.<br />

Es pues, como acredita con profusión la historia, de esencia pragmática<br />

y acomodaticia. Hasta la defensa de los principios –al menos de<br />

ciertos principios– forma parte del interés nacional porque a nadie beneficia<br />

–ni a los más poderosos pero menos aún a los más débiles– una Comunidad<br />

Internacional regida por la ley de la selva.<br />

En el presente –que se singulariza más que nunca por el imperio de lo<br />

económico y la exigencia de seguridad– los principios se suelen definir por<br />

la concurrencia de las voluntades de un grupo significativo o de una mayoría<br />

de Estados, voluntades a veces movilizadas por los Estados hegemónicos<br />

para asegurarse, por la propia formulación del principio o norma o por reservarse<br />

veto, mayor peso específico o posibilidad de autoexclusión, un orden<br />

internacional que, además de ser estable y dar certidumbre a las conductas,<br />

merme lo menos posible su capacidad de influencia o la de sus nacionales y<br />

su libertad de acción. Es el privilegio del poder. Un buen ejemplo se halla en<br />

Rafael Arias-Salgado Montalvo es Diplomático. Ex-Ministro.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 121


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

el Consejo de Seguridad de la ONU o en las normas que regulan el libre comercio<br />

y las instituciones económicas multilaterales, principalmente el Fondo<br />

Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del<br />

Comercio, ejemplos de desigualdades y asimetrías.<br />

Los intereses, en particular los considerados permanentes, vienen determinados<br />

por la situación geoestratégica y sus derivaciones naturales así como<br />

por la historia, la cultura y la economía y segregan unos ejes estables y atemporales<br />

de los que derivan las prioridades básicas de la acción exterior. Son<br />

prioridades permanentes pero no estáticas. Se modulan y matizan según las<br />

circunstancias cuyo cambio puede exigir, en orden al mejor cumplimiento de<br />

aquéllas, la definición de retos u objetivos nuevos. En la acción exterior es,<br />

en efecto, determinante en cada situación la capacidad y fortaleza del Estado<br />

–interna y externa– y de la sociedad civil. En este sentido, mucho más<br />

que en el ideológico, la política exterior es la proyección o prolongación externa<br />

de la política interior.<br />

En este esquema conceptual, las prioridades tradicionales de la política exterior<br />

española colocaban –y colocan– en su punto de mira a Europa, a la<br />

América de habla española y al ámbito mediterráneo-norte de África-Magreb.<br />

En la segunda mitad del siglo pasado, a esta relación hubo de añadirse<br />

la lucha contra el terrorismo de ETA. Sus conexiones internacionales, en especial<br />

con el mundo de influencia soviética y el respaldo o la “comprensión”<br />

de una izquierda anacrónica aunque autodenominada progresista (que definía<br />

y aún define a ETA como “grupo separatista”) pusieron de manifiesto la<br />

imposibilidad de combatirlo con plena eficacia sin cooperación internacional.<br />

La aparición a escala planetaria del “terrorismo yihadista”, para el que<br />

España (Al-Andalus) es objetivo principal y de conquista territorial, ha reforzado<br />

la presencia de la lucha antiterrorista como elemento constitutivo de<br />

nuestra acción exterior, pero ahora de forma compartida con el mundo occidental.<br />

Y es que se trata de un terrorismo, el islamista, que surge como<br />

forma de confrontación con el modelo de vida occidental-democrático al<br />

que aspira a destruir.<br />

En los últimos años del pasado siglo, se empezaron a hacer perceptibles,<br />

en el mundo y en España, los efectos de un conjunto de hechos, expresión<br />

122 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

de un cambio en curso que por magnitud e intensidad no dudaría en calificar<br />

de estructural. El cambio probablemente más importante desde la Revolución<br />

Industrial. Se impone por ello una reflexión –reflexión revisora–<br />

sobre los llamados ejes tradicionales o permanentes de la política exterior<br />

española y sobre sus objetivos e intereses.<br />

Cinco grandes hechos (o conjuntos de hechos) al menos singularizan la<br />

profunda transformación que estamos viviendo.<br />

En primer término, el salto cuantitativo y cualitativo de España, que ha pasado<br />

a incardinarse en el grupo de países democráticos y desarrollados con<br />

vocación de protagonismo e influencia en las relaciones internacionales.<br />

En segundo lugar, la caída del Muro de Berlín, hecho que simboliza el hundimiento<br />

de la URSS y el fin de la configuración bipolar del poder político<br />

y militar en la Comunidad Internacional.<br />

En tercer lugar, la aceleración espectacular del proceso de mundialización<br />

o globalización de la economía como consecuencia, entre otras causas, del<br />

espectacular desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación<br />

(TIC), del abaratamiento de los transportes y de la propia desaparición<br />

del bloque soviético, obstáculo político a la formación de un mercado<br />

mundial libre e integrado.<br />

En cuarto lugar, la consolidación de la Unión Europea y su ampliación a<br />

27 Estados, que conduce a replantear no sólo el diseño de una institucionalización<br />

aún insuficiente y deficiente sino también las relaciones de poder y<br />

las políticas de la Unión y dentro de la Unión. El eje franco-alemán pierde<br />

capacidad de definición, de impulso o iniciativa y de veto. La Unión Europea<br />

tiene en todo caso una fuerte presencia económica en el mundo. La posibilidad<br />

de convertirse en un polo de poder político –lo es en el ámbito<br />

económico– vertebrador del orden internacional no parece hoy cercano. La<br />

negativa de los grandes Estados europeos a “supranacionalizar” la Política<br />

Exterior y de Seguridad y Defensa (PESD) deja un considerable margen de<br />

actuación a las relaciones bilaterales de los Estados miembros en la esfera internacional.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 123


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

Finalmente, la emergencia de China e India como potencias económicas<br />

(además de nucleares) y como grandes mercados, con numerosas necesidades<br />

para garantizar su desarrollo y el bienestar de su población. La economía<br />

china empieza a tener clara influencia en el comercio mundial por su capacidad<br />

exportadora, por la necesidad de asegurarse el suministro de energía y<br />

materias primas y por el tipo de cambio de su moneda, y de manera más directa<br />

en el crecimiento económico de la cuenca asiática del Océano Pacífico<br />

–el Este asiático–, todavía muy dependiente del mercado norteamericano.<br />

En este escenario de profundos cambios, resulta obvio señalar que casi<br />

nada puede ser hoy lo mismo que ayer. Exige al menos revisar viejas definiciones.<br />

No se trata sólo de la superación de una circunstancia histórica de decadencia<br />

y aislamiento o del fin de la “tradicional neutralidad” española en<br />

los asuntos y conflictos internacionales, que eran expresión de impotencia.<br />

Se trata sobre todo de definir cómo estamos presentes en el orden internacional<br />

en gestación, con qué principios, con qué fines y con qué medios.<br />

LA TRANSFORMACIÓN DE ESPAÑA<br />

Se puede sintetizar en cuatro órdenes de hechos: En primer término, España,<br />

en el último cuarto del siglo pasado, asume una presencia activa en el sistema<br />

internacional mediante la incorporación a la Alianza Atlántica, la integración<br />

de pleno derecho en la entonces Comunidad Económica Europea y la<br />

decisión de jugar un papel relevante en las instituciones multilaterales que,<br />

además, son plataforma útil para incidir en aquellos ámbitos –territoriales o<br />

materiales– en que es más visible su interés nacional (terrorismo, Iberoamérica,<br />

etc.).<br />

En segundo lugar, España se ha convertido en un país democrático y desarrollado<br />

de alta renta per cápita, con algunos rasgos destacables de proyección<br />

internacional: es la octava economía del mundo por su PIB, constituido<br />

en más del 60% por la exportación: tiene por primera vez en su historia reciente<br />

grandes y eficientes grupos empresariales con capacidad de invertir y<br />

competir en cualquier parte del planeta; y, consecuencia de ello, ha pasado<br />

a ser país exportador neto de capitales.<br />

124 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


En tercer lugar, España, país de emigración, se ha incorporado al grupo de<br />

Estados desarrollados que reciben emigrantes y están sometidos a una fuerte<br />

presión migratoria desde el mundo subdesarrollado más próximo territorial<br />

y culturalmente.<br />

Por último, España, que goza por su historia de una cultura potente, dispone<br />

de una lengua en expansión, en particular por el crecimiento de la población<br />

y los extensos movimientos migratorios de los pueblos hispanoamericanos<br />

hacia Estados Unidos, pero también por su notable creatividad y dinamismo<br />

cultural.<br />

Este conjunto de hechos determinan que la paz y la seguridad y estabilidad<br />

internacionales se conviertan en objetivos básicos de la acción exterior<br />

de España porque su alteración o puesta en peligro afecta a su economía, a<br />

sus empresas y por tanto a sus nacionales. Aunque con distinta intensidad –es<br />

obvio decirlo– nada importante que pueda ocurrir en el mundo resulta hoy<br />

ajeno, por sí o por sus implicaciones, al interés directo de España. España,<br />

por sus nuevas circunstancias ha pasado a tener intereses globales, lo cual,<br />

además, no deja de ser consecuencia lógica del proceso de globalización en<br />

que se halla inmerso el planeta. Esos intereses globales exigirán, como veremos,<br />

mayores medios personales y materiales para que las posiciones españolas<br />

no caigan en la inconsecuencia o en la retórica. Y exigen, diría que<br />

desde ya mismo, la concienciación de la sociedad española sobre su nueva<br />

circunstancia, respecto de la cual hoy prevalece la tendencia a la evasión o<br />

el desinterés cuando no la ignorancia consciente.<br />

GLOBALIZACIÓN Y POLÍTICA EXTERIOR<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

En términos sencillos, la globalización es el proceso de formación de un mercado<br />

mundial libre e integrado. Es el gran cambio –cambio estructural– de<br />

nuestro tiempo y es un cambio, además, que interesa a España. Precedentes<br />

históricos aparte, tiene su origen próximo en los hechos siguientes: en las<br />

políticas de liberalización económica que se empiezan a poner en marcha, a<br />

escala nacional e internacional, después de la II Guerra Mundial: en el espectacular<br />

desarrollo de las tecnologías de la información y de la comuni-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 125


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

cación que despejan el camino para la transmisión de información masiva e<br />

instantánea a cualquier punto del planeta: en el abaratamiento y velocidad<br />

de los transportes y en la desaparición del bloque soviético que además de<br />

posibilitar la incorporación de un tercio de la Humanidad al mercado mundial<br />

libre en formación, ha desterrado el modelo estatista de economía contrario<br />

al libre mercado.<br />

Desde la perspectiva de la política exterior española, la globalización nos<br />

lleva a hacer tres consideraciones principales: En primer término, la mundialización<br />

del mercado ratifica que España ha pasado a tener intereses globales<br />

por la capacidad de su economía y de sus empresas y que, en consecuencia,<br />

la seguridad y la estabilidad del orden internacional y el libre comercio mundial<br />

han pasado a formar parte principal de su interés nacional.<br />

En segundo lugar, el propio proceso de globalización se encuentra sujeto<br />

a una cierta tensión regulatoria cuyo desenlace no resulta indiferente a los intereses<br />

españoles. La diplomacia económica tiene un papel esencial que<br />

jugar. Hay planteado un fuerte conflicto de intereses entre países desarrollados<br />

y menos desarrollados que se entrecruza con un no menos intenso debate<br />

ideológico sobre la necesidad, orientación y amplitud del marco<br />

regulatorio del nuevo mercado mundial.<br />

En tercer lugar, la globalización engendra problemas nuevos o replantea<br />

antiguos problemas que adquieren nuevas dimensiones. Los problemas, en<br />

efecto, también se globalizan: el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción<br />

masiva, la aparición de organizaciones islámicas radicales y violentas<br />

–más allá del conflicto palestino– que practican el terrorismo y<br />

trascienden por su planteamiento universalista y antioccidental las tradicionales<br />

y diversas fragmentaciones del mundo árabe: los efectos visibles de la<br />

pobreza extrema con sus consecuencias inmediatas en el terreno sanitario y<br />

migratorio, etc. Son además problemas acuciantes toda vez que lo que se<br />

halla en el horizonte hacia el que caminamos es la institucionalización de<br />

un mercado mundial libre.<br />

Ante este panorama, la cooperación intergubernamental y la diplomacia<br />

multilateral –esenciales en cualquier forma de orden internacional– son, sin<br />

126 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

embargo, con frecuencia, instrumentos insuficientes o impotentes tanto para<br />

canalizar satisfactoriamente la defensa del interés nacional como para resolver<br />

o paliar aquellos problemas, por naturaleza globales. Las perceptibles deficiencias<br />

del multilateralismo dejan, de hecho, un espacio de inevitable<br />

ocupación por la diplomacia unilateral para afrontar situaciones que las instituciones<br />

multilaterales, por distintas razones, son incapaces de encauzar.<br />

La impotencia de la ONU para hacer frente a ciertos conflictos y hacer respetar<br />

su propia legalidad es un ejemplo por desgracia casi cotidiano. Ningún<br />

país, con las características de España, dejaría de definir dónde radica su interés<br />

nacional y, en su caso, de actuar unilateralmente –en la medida de sus<br />

posibilidades– en tales supuestos. Y en particular cuando se trate de conflictos<br />

que nos afectan o pueden afectar gravemente. La garantía del funcionamiento<br />

correcto del mercado mundial de petróleo, hoy en gran parte<br />

determinado por la voluntad de regímenes políticos arbitrarios, sería un buen<br />

ejemplo. España tiene la experiencia vivida de lo que supuso en términos de<br />

desempleo masivo el doble choque petrolífero de los años 1973-79. Y aunque,<br />

en el momento presente, la subida del precio del crudo –pongamos<br />

hasta los 100 dólares el barril– no tendría iguales repercusiones por la menor<br />

importancia del petróleo en el total de nuestras importaciones, no debería<br />

aceptarse con pasividad que se juegue, sea como amenaza sea frívolamente,<br />

con el precio del barril.<br />

La globalización, que implica una parcial superación del sistema de soberanías<br />

nacionales, exige pues una reflexión profunda –y una revisión– sobre<br />

la manera de enfocar los llamados ejes permanentes de la política exterior<br />

–que en verdad lo sean– y sobre las coordenadas de presencia y actuación<br />

en el orden internacional de un país que en todo caso –creo que nadie lo negaría–<br />

puede y debe aspirar a tener una política exterior propia y dinámica<br />

que sepa combinar los planos bilateral, europeo y multilateral.<br />

El desafío –antes implanteable– se concreta en formar parte del plantel de<br />

protagonistas que influyen y a la postre obtienen ventajas legítimas de la configuración<br />

de un orden internacional en el que rija el principio de legalidad,<br />

se respeten los valores inherentes al sistema democrático propio del mundo<br />

libre y en el que se puedan satisfacer con libertad las exigencias de su prosperidad<br />

material y de su expansión cultural. Una economía mundial libre en<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 127


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

la que España –Estado y sociedad– pueda desplegar toda su potencialidad<br />

forma parte de nuestro interés nacional.<br />

En el escenario de la mundialización económica, a España le interesa<br />

también, junto a su proyección como nación, la proyección de la propia<br />

Unión Europea y por tanto dentro de ésta debe tratar de influir en la formación<br />

de los criterios y posiciones que los representantes comunitarios tienen<br />

que defender en la órbita internacional y en particular en las instituciones<br />

económicas multilaterales.<br />

LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL.<br />

LA RELACIÓN CON ESTADOS UNIDOS<br />

La principal consecuencia de la desaparición de la antigua URSS ha sido la<br />

correlativa aparición de un mundo de perfil, en principio unipolar, en el que<br />

queda una única superpotencia –los EE.UU.– que representa cerca del 30%<br />

del producto bruto mundial y el 40% del gasto militar total.<br />

Diría, para comenzar, que la unipolaridad no implica per se un mundo<br />

más seguro y estable. Cambia la naturaleza de los conflictos pero nacen o<br />

subsisten múltiples factores de inestabilidad e inseguridad: nacionalismos<br />

agresivos, proliferación de armas de destrucción masiva, terrorismos con vocación<br />

planetaria de destrucción del mundo capitalista y occidental y Estados<br />

que directa o indirectamente los amparan, crimen organizado, áreas de<br />

hambre, pobreza y marginación social extrema, etc. Afrontar estas situaciones<br />

en el seno de las instituciones intergubernamentales de carácter multilateral<br />

es línea de acción aconsejable para todos, incluido Estados Unidos,<br />

vinculado, como los demás signatarios, por los respectivos tratados fundacionales.<br />

Ahora bien, este país es también el único cuyos contribuyentes financian<br />

la fuerza necesaria para resolver con eficacia ciertos conflictos que<br />

afectan a todos, o al menos a todos los Estados con intereses globales. Por<br />

eso adquiere especial relevancia el análisis de la situación interna de los Estados<br />

Unidos, país democrático y plural en el que el debate público, las corrientes<br />

de opinión y las elecciones libres exteriorizan con transparencia el<br />

estado de la sociedad civil y las relaciones de poder.<br />

128 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Este análisis tiene un punto de partida ineludible: la agresión terrorista<br />

del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York que causó<br />

más de tres mil muertos. El pueblo norteamericano adquirió ese día conciencia<br />

de su vulnerabilidad, hasta entonces ni siquiera contemplada por un<br />

país nunca invadido, con conciencia de ser el más fuerte del mundo y que<br />

vivía en la creencia de su segura victoria o imposible derrota en las guerras<br />

posibles. El 11 de septiembre fijó, en mi opinión, un punto de no retorno. Estados<br />

Unidos, acompañado o en solitario si nadie quisiera acompañarle –unilateral<br />

o multilateralmente–, hará todo lo que en cada momento estime<br />

imprescindible para garantizar su seguridad. Creo que esta actitud, lejos de<br />

ser algo pasajero, refleja un cambio social al que no podrán sustraerse los dirigentes<br />

políticos o líderes de opinión cualquiera que sea su partido o ideología.<br />

La vulnerabilidad y el temor que produce han afectado a las pautas<br />

sociales de comportamiento de la sociedad norteamericana. El tiempo lo<br />

hará más visible. En todo caso, me parece superficial atribuir el aparente giro<br />

de la política exterior norteamericana a la sola influencia de un grupo radical<br />

de asesores o al simplismo de un presidente. Y me parece tanto más superficial<br />

cuanto que llegaron al poder con un programa diferente. Creo que<br />

el 11 de septiembre obligó al Presidente Bush y a sus colaboradores a enlazar<br />

con una estrategia que había empezado a formularse años antes, al desaparecer<br />

el bloque soviético, con el propósito de definir cómo debería<br />

proyectarse la hegemonía norteamericana en el mundo. Y es que a todos<br />

los grandes acontecimientos históricos –los que suponen un cambio en las<br />

relaciones de poder– sigue una adaptación del sistema de relaciones internacionales<br />

que refleja las nuevas hegemonías. Así ha ocurrido siempre y ocurrirá<br />

ahora. El mundo actual tendrá que asumir y adaptarse al hecho de la<br />

nueva supremacía estadounidense que, por fortuna, encarna el modelo democrático<br />

y pluralista que compartimos.<br />

El debate está abierto en la propia sociedad norteamericana. Dos libros<br />

recientes, el de Paul Kagan, Poder y Debilidad y el de Joseph Nye, La paradoja<br />

del poder norteamericano, dan pistas sobre los términos en que se desarrolla la<br />

polémica. Kagan entiende que los Estados Unidos deberán actuar –unilateralmente<br />

si fuera preciso– contra todo Estado que amenace su seguridad<br />

bien sea porque acogen o protegen actividades terroristas, erigen un poder<br />

nuclear o acumulan armas químicas de destrucción masiva con el fin de des-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 129


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

truir no sólo el poder estadounidense sino todo aquello que los Estados Unidos<br />

representa (democracia liberal, libre mercado, costumbres liberales).<br />

Añade que el inmenso poder de Estados Unidos le convierte en un objetivo<br />

predilecto y a menudo único y tiene por tanto una percepción de lo que es<br />

una amenaza –especialmente después del 11 de Septiembre– y de cómo<br />

combatirla mejor, distinta de la de Europa. La disparidad de poder y la relativa<br />

debilidad de los europeos lleva a éstos –sostiene Kagan– a edificar un<br />

mundo en el que el poderío militar cuenta menos que un poder blando asentado<br />

en la pujanza económica y en el que todas las naciones –cualesquiera<br />

que sea su poder– sean iguales en derechos y ninguna esté autorizada a emprender<br />

acciones unilaterales.<br />

Joseph Nye considera que en una era de información global el poder<br />

está distribuido. Sólo es verdaderamente unipolar en lo militar: es multipolar<br />

en lo económico y disperso en la base de las relaciones internacionales<br />

en donde deciden o influyen instituciones no gubernamentales,<br />

empresarios, banqueros o terroristas y piratas informáticos que pueden<br />

transformar o trastornar gravemente la coyuntura mundial. A los Estados<br />

Unidos conviene por ello hacer un planteamiento multilateral. Dice: “ninguna<br />

gran potencia puede permitirse el ser puramente multilateralista, pero<br />

ése debería ser el punto de partida de su política… La paradoja del poder<br />

estadounidense en el siglo XXI es que en una era de información global la<br />

mayor potencia desde Roma no puede alcanzar unilateralmente sus objetivos”.<br />

Y añade: “encuadrando su política en un marco multilateral, Estados<br />

Unidos puede hacer que su poder desproporcionado sea más legítimo y<br />

aceptable para otros”.<br />

Aun en la discrepancia, subyace en ambas posiciones una idea común: la<br />

seguridad será el eje fundamental de la política exterior estadounidense en<br />

los próximos años.<br />

En un panorama mundial de hegemonía político-militar norteamericana,<br />

la política exterior española debe precisar lo que interesa a España a la hora<br />

de enfocar sus relaciones bilaterales con los Estados Unidos, análisis de gran<br />

trascendencia porque determinará también la posición de España dentro de<br />

la Unión Europea en la definición de las relaciones Europa-Estados Unidos.<br />

130 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Lo que interese a España en la relación trasatlántica debe ser también, desde<br />

la perspectiva de España, de interés para la Unión Europea.<br />

España y la Unión Europea tienen con Estados Unidos valores comunes<br />

(democracia, libertad de información, derechos humanos) problemas comunes<br />

(las amenazas contra la seguridad y estabilidad internacionales, el terrorismo<br />

y su financiación, proliferación de armas de destrucción masiva, lucha<br />

contra la pobreza extrema y sus efectos, el cambio climático) e intereses comunes<br />

(garantía del libre comercio mundial, estabilidad financiera internacional,<br />

funcionamiento previsible del mercado de petróleo, etc.).<br />

Todo ello determina una coincidencia en lo sustancial que aboga no sólo<br />

por un fortalecimiento de la relación trasatlántica sino por convertir ésta en<br />

eje básico de la política exterior de la Unión. España debe, en su política exterior<br />

propia y como base de su posición dentro de la Unión Europea, impulsar<br />

tal concepción hasta hacer del vínculo trasatlántico una sólida relación<br />

de alianza en la que una OTAN renovada, ampliada en sus fines y fortalecida<br />

debería asumir un papel de primer orden. De una parte, porque en cualquier<br />

análisis que se haga, lo que une a los Estados Unidos y la Unión Europea es<br />

mucho más que lo que les separa: de otro lado, porque los Estados Unidos<br />

son los únicos que pueden garantizar en última instancia un orden internacional<br />

que respete los valores e intereses comunes que nos definen. Y finalmente,<br />

porque la Unión Europea, en el fracasado proyecto de tratado<br />

constitucional, ha optado por no ser un polo vertebrador de la Comunidad<br />

Internacional en lo político y en lo militar. Al conservar la política exterior y<br />

de seguridad y defensa en el plano intergubernamental y sujeta a la regla de<br />

la unanimidad, rechaza tener –como la experiencia acredita– una política<br />

propia que merezca tal nombre. Su deliberada impotencia implica, pues, que<br />

a la hora de la verdad no pueda prescindir de Estados Unidos para garantizar<br />

una seguridad internacional que es preocupación compartida. La incapacidad<br />

de la Unión Europea para resolver los conflictos de los Balcanes, en<br />

sus mismísimas fronteras, es la mejor confirmación. Resulta por ello artificioso<br />

separar las exigencias de seguridad de Estados Unidos y las de la Unión<br />

Europea. Y no sólo porque los contribuyentes norteamericanos pagan en<br />

gran parte la defensa de todos sino porque tenemos los mismos adversarios,<br />

nos desestabilizan los mismos acontecimientos y nos enfrentamos a escala<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 131


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

global con los mismos riesgos y peligros. Podemos discrepar en las soluciones<br />

pero no podremos sustraernos de tener los mismos problemas.<br />

La relación trasatlántica –para que sea una verdadera asociación de amigos<br />

y aliados– debe incluir la natural y fundada preocupación de la sociedad<br />

norteamericana por su recién descubierta vulnerabilidad. La comprensión<br />

de los intereses de los aliados es la primera condición de una alianza estable<br />

y sólida. A España como país aliado le corresponde hacer en cada caso la<br />

aportación que esté al alcance de sus posibilidades y de su interés y hacer<br />

valer ante los Estados Unidos que la seguridad no es la única dimensión de<br />

las relaciones internacionales, que siendo una dimensión esencial, tiene más<br />

vertientes que la puramente militar y que los planteamientos multilaterales<br />

y la sujeción al Derecho Internacional son, por su mayor respaldo y legitimidad,<br />

más convenientes en principio que una actuación unilateral apoyada<br />

sólo en un análisis nacional y la supremacía militar, aunque la legitimidad de<br />

una acción unilateral no deba descartarse para afrontar amenazas y asegurar<br />

la paz y estabilidad del orden internacional.<br />

La ocupación de Irak y las dificultades de su reconstrucción democrática<br />

han hecho visible, en último análisis, la insuficiencia del poderío militar para<br />

solventar conflictos o incluso para defender eficaz y duraderamente el propio<br />

interés nacional. Decía Talleyrand a Napoleón que las bayonetas servían<br />

para todo menos para sentarse sobre ellas. La tendencia a una excesiva militarización<br />

de la política exterior y al unilateralismo en definiciones y acciones<br />

encontrará sus límites en la construcción de la paz, sin la cual ninguna<br />

política de seguridad alcanza plena significación. La paz necesitará siempre<br />

colaboraciones diversas y la legitimidad que, a pesar de su habitual impotencia<br />

para prevenir y actuar, sólo las instituciones multilaterales pueden,<br />

aunque sea a posteriori, conferir en un mundo en el que la información y por<br />

tanto la opinión pública mundial hacen valer cada vez más su creciente peso<br />

específico. No obstante, mientras no se reforme una legalidad internacional<br />

cuya aplicación está sujeta a veto o la Unión Europea no tome la decisión<br />

de convertirse en protagonista político y militar de la Comunidad Internacional,<br />

resulta incoherente y peligroso para el mundo democrático deslegitimar<br />

a priori las actuaciones estadounidenses basadas en la sola valoración<br />

de su interés nacional. La Unión Europea tiene la obligación política de con-<br />

132 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

vertir en incierta la tesis de Paul Kagan, hoy por desgracia cierta. Dice Kagan<br />

que una explicación de la mayor tolerancia de Europa ante las amenazas del<br />

mundo actual es la relativa debilidad del Viejo Continente: “Los europeos<br />

–dice– se preocupan sobre todo de cuestiones susceptibles de resolverse mediante<br />

acuerdos políticos y enormes sumas de dinero y no sobre aquellas<br />

amenazas que por su dificultad no pueden afrontarse desde una posición<br />

débil”. Destaca también Kagan que “Europa disfruta de una seguridad garantizada<br />

por Estados Unidos y da por descontado que actuará cuando haya<br />

algún peligro en el mundo”. Europa, desde esta perspectiva, debería en efecto,<br />

tomar una decisión trascendente: dotarse de una verdadera política exterior<br />

y de seguridad y defensa que le confiera credibilidad como polo vertebrador<br />

de la Comunidad Internacional. Mientras no lo haga, carece de razón para<br />

oponerse, o contraponerse, a los Estados Unidos cuando estos entiendan<br />

que hay una amenaza a su seguridad y por tanto, en gran medida también,<br />

a la seguridad del mundo democrático. Ello no excluye, en cambio, que les<br />

sea exigible no complicar el panorama europeo propiciando la independencia<br />

de Kosovo o presionando para el ingreso de Turquía como miembro de<br />

pleno derecho en la Unión Europea. Me parece exacta la reflexión, que comparto,<br />

de Emilio Lamo de Espinosa (“El 11-S y el nuevo escenario estratégico”.<br />

Cuadernos de pensamiento político, nº 13, <strong>FAES</strong>): “Ironías de la historia,<br />

el “nuevo orden planetario” parece encaminarse a ser una copia en mayor escala<br />

del orden westfaliano, la definitiva “europeización” del mundo: una colección<br />

de grandes potencias nuclearizadas en equilibrios de poder inestables<br />

y alianzas ad hoc. Habremos contenido al Hegemon (EEUU), sin duda, pero<br />

habremos asegurado nuestra irrelevancia y abierto la puerta a un neo-feudalismo<br />

mundial. Los europeos deberíamos tener mucho cuidado al apostar<br />

por un mundo multipolar, no sea que veamos cumplidas nuestras<br />

esperanzas para tener que decir después: “no es esto, no es esto”.”<br />

Para concluir no debería olvidarse que España puede además obtener<br />

–como ha obtenido en las etapas de Felipe González y, sobre todo, de<br />

Aznar– de su relación bilateral de amistad y estrecha alianza, la leal colaboración<br />

de los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo de ETA y en<br />

sus viejos litigios territoriales. Queda en cierto modo pendiente la pugna histórica,<br />

de trasfondo cultural, aunque también incipientemente económica,<br />

en relación con la América de habla española, pugna que adquiere no obs-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 133


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

tante tintes cada vez menos polémicos por la creciente penetración en la sociedad<br />

norteamericana de “lo hispano”, que, aunque escasamente identificado<br />

todavía con España –en gran medida por nuestra propia incapacidad–,<br />

confiere vigencia y protagonismo a un modelo cultural que la visión wasp denigraba<br />

como inferior.<br />

UNIÓN EUROPEA Y POLÍTICA EXTERIOR<br />

Son tres los temas sobre los que principalmente procede reflexionar para<br />

determinar en este ámbito nuestra política exterior, aun cuando la política comunitaria<br />

tenga cada vez en mayor medida una faz más doméstica que internacional:<br />

1º) La reciente ampliación a 27 Estados. 2º) La orientación de<br />

su proceso de institucionalización (integración supranacional versus intergubernamentalismo).<br />

3º) La definición de su política exterior y de seguridad,<br />

incluida la de defensa (PESD).<br />

La ampliación –aun reconocida como inevitable y obligada– ha sido a<br />

menudo valorada con pesimismo desde la perspectiva de los intereses españoles.<br />

En una Europa “continentalizada” y volcada sobre sí misma, el centro<br />

–se dice– prevalecería y España se convertiría en un miembro periférico. En<br />

realidad es juicio que sobrevalora de manera explícita la ubicación geográfica<br />

y de forma implícita las corrientes económicas y culturales que desde finales<br />

del Siglo XVII han hecho Europa. Aun estando en parte fundada, es<br />

una valoración que aporta cada vez menos en un mundo, como el de hoy,<br />

en que, ante la globalización y sus efectos, las limitaciones o condicionantes<br />

del lugar que se ocupa en el mapa son superables. Añadiría que en una Unión<br />

Europea que gire en torno a Alemania, Francia y, eventualmente, Gran Bretaña<br />

las posibilidades españolas son de menor entidad que en una Europa de<br />

27 Estados miembros, de intereses más plurales y diversos. Alegaciones<br />

como “tocar a menos en el reparto” o “desviación del foco de atención de la<br />

periferia hacia el Centro” no son por completo inexactas, pero presumen en<br />

el fondo una España pasiva y en regresión. Si algo ha demostrado la sociedad<br />

española en los últimos treinta años es su capacidad de progreso y su habilidad<br />

para aprovechar las oportunidades que se le abren. La ampliación<br />

supone sin duda un panorama de nuevos retos, pero no hay razón para pen-<br />

134 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

sar que no sepamos superarlos siempre que creamos en nuestras posibilidades,<br />

dediquemos a tal tarea el esfuerzo colectivo que requiere y tengamos un<br />

Gobierno competente y con voluntad y habilidad para hacer valer el peso específico<br />

de España en las relaciones internacionales.<br />

En todo caso, en una Unión Europea de 27 Estados, el eje franco-alemán<br />

–hasta ahora motor esencial de la construcción europea– pierde, en cierto<br />

modo, capacidad de definición, de impulso y desde luego de veto político.<br />

Se incrementa, correlativamente, el ámbito potencial de actuación dentro de<br />

la Unión de otros Estados miembros. Alemania y Francia son ciertamente las<br />

economías europeas más fuertes y tendrán por ello de forma natural una<br />

mayor influencia en la Unión, pero ésta, por su creciente complejidad, no<br />

podrá ser plataforma tan maleable como hasta ahora para, de manera más<br />

o menos abierta, ejercer en la Comunidad Internacional liderazgos de inspiración<br />

y objetivos nacionales. La influencia de Francia y Alemania dependerá<br />

cada vez más de las razones europeas que en beneficio de la Unión puedan<br />

alegar y cada vez menos de sus viejos intereses como ex potencias mundiales.<br />

Y en todo caso su influencia se verá condicionada por la ejemplaridad de<br />

su conducta. Con acuerdos entre ambos no siempre confesables, con desafíos<br />

abiertos a las normas comunitarias vigentes o con políticas nacionales fracasadas<br />

perderán autoridad moral y su liderazgo será débil y discutido. La<br />

coincidencia de posiciones de Francia y Alemania (en la etapa Chirac-Schroeder)<br />

en el conflicto de Irak ha servido precisamente para poner de relieve<br />

las limitaciones del eje franco-alemán, sin necesidad de hacer hincapié en<br />

que, efecto probablemente coyuntural de exigencias electorales, tal coincidencia<br />

en una actitud de apariencias antinorteamericanas difícilmente se<br />

mantendrá en el futuro como base de una política exterior europea que se<br />

aleje o antagonice con Estados Unidos. El acceso de Angela Merkel a la<br />

Cancillería ha puesto punto final a una absurda actitud de izquierda trasnochada.<br />

Y es que no resulta concebible un distanciamiento duradero entre<br />

Alemania y Estados Unidos dictado por razones ideológicas ancladas en el<br />

pasado o por el aparente interés de una política exterior europea que simplemente<br />

no existe.<br />

Carece de sentido por ello sostener que si la política exterior de la Unión<br />

no parte de las posiciones franco-alemanas, no habrá política exterior de la<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 135


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

Unión. Creo, por el contrario, que en la medida en que se intente definir una<br />

política exterior desde el interés franco-alemán –todavía muy sumido en el<br />

caso de Francia en su historia reciente (Sarkozy es aún una incógnita) y en<br />

su pretensión hegemónica de inspiración gaullista– no habrá una política exterior<br />

que pueda reflejar los intereses de una Europa de 27 Estados miembros.<br />

¿Por qué una política exterior definida bajo la decisiva influencia<br />

franco-alemana es, a priori, mejor para España y para Europa que la que incluya<br />

como prioridad esencial –no excluyente de otras prioridades– la relación<br />

trasatlántica y, dentro de ella, la asociación con Iberoamérica y la<br />

estrecha alianza con Estados Unidos?<br />

La orientación de la institucionalización de la Unión Europea es también<br />

campo en el que resulta preciso definir posiciones e intereses. ¿Qué conviene<br />

en mayor grado a España: una Europa política más integrada y supranacional<br />

–de inspiración federalizante, si se quiere– o principalmente articulada a<br />

través de la cooperación intergubernamental?<br />

En ciertos terrenos, España ha obtenido perceptibles beneficios de la integración<br />

de naturaleza supranacional (la política agrícola común, los fondos<br />

estructurales, el euro, el mercado único) y la ha impulsado en otros, como<br />

en el pilar de justicia e interior, para mejorar la eficacia de la lucha antiterrorista.<br />

Hay, pues, campos en los que la vertebración supranacional europea<br />

resulta beneficiosa, y hay igualmente ámbitos en los que responde tanto a<br />

una necesidad creada por la institucionalización del mercado único europeo<br />

como a las exigencias que impone un mundo ya ampliamente globalizado<br />

en el que las soberanías nacionales son en no pocas ocasiones nominales e<br />

impotentes.<br />

La opción por una integración europea supranacional plena debería ser,<br />

aunque sin premuras y bajo ciertas condiciones, un horizonte irrenunciable<br />

para la diplomacia comunitaria española, por convicción y por interés. A<br />

corto plazo, sin embargo, la defensa de algunos de nuestros intereses se garantiza<br />

mejor, en principio, si la acción exterior de la Unión permanece en<br />

el plano intergubernamental. El fustrado proyecto de tratado constitucional,<br />

con realismo probablemente involuntario, aspiraba sólo a mejorar el funcionamiento<br />

de la cooperación intergubernamental y de sus mecanismos de<br />

136 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

decisión. El avance de lo supranacional en el propuesto tratado de mínimos<br />

–si no se intensifica en la próxima Conferencia intergubernamental– es casi<br />

imperceptible. Por lo pronto, tal planteamiento legitima la posición polaca<br />

–que debería también ser la española– de intentar conservar ciertas asimetrías<br />

como la favorable ponderación del voto de España conseguida en la<br />

cumbre de Niza por el presidente Aznar.<br />

Pero cuanto afecta a la Política Exterior y de Seguridad y Defensa<br />

(PESD) requiere consideración aparte. La cuestión es la siguiente: ¿Podría<br />

España defender sus intereses transatlánticos, especialmente en relación<br />

con Iberoamérica, en el ámbito de una PESD más supranacional, mejor<br />

que en el ámbito de una política europea de rostro intergubernamental?<br />

La respuesta es en principio negativa porque, hoy por hoy “lo hispánico”<br />

no es uno de los elementos constitutivos y definitorios –está meramente<br />

yuxtapuesto– de “lo europeo” y no determina de manera principal la acción<br />

exterior de la Unión Europea. España no tiene aún peso bastante para introducir<br />

con plenitud esta dimensión que hasta ahora ha hecho valer con<br />

resultados visibles pero modestos. Tampoco los intereses de la mayoría de<br />

los países de la Unión Europea en América Latina son tan considerables<br />

como para compartir tal planteamiento. La experiencia así lo acredita. Las<br />

relaciones Unión Europea-América Latina, a pesar de los notables esfuerzos<br />

hechos por España desde su incorporación para incrementar su influencia<br />

en este ámbito, han sido en general lánguidas y bastante<br />

convencionales. Esta situación sólo cambiaría perceptiblemente si se alcanzase<br />

–lo que parece difícil a corto plazo– un acuerdo con Mercosur<br />

para crear una zona de libre cambio, punto de partida para un vínculo de<br />

asociación posterior más intenso que debería ser de interés prioritario para<br />

España y que España debería impulsar por encima del enfoque, un tanto<br />

estrecho de miras y miope, de los intereses agrícolas inmediatos. Parece<br />

evidente que una mayor institucionalización de la relación Europa-América<br />

Latina contribuiría a dar más valor en la Unión a cuanto España quiera<br />

representar como país europeo.<br />

La política exterior española y la diplomacia a su servicio, en particular<br />

la comunitaria, deben pues destacar la vertiente transatlántica en la definición<br />

de las políticas de la Unión, vertiente que debe abarcar tanto la relación con<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 137


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

América Latina como con Estados Unidos. En el arrumbado proyecto de<br />

tratado constitucional, las decisiones de la PESD se mantenían, como señalaba<br />

antes, en el ámbito de lo intergubernamental y requerían unanimidad.<br />

Esta opción, que probablemente se ratificará en el futuro tratado de mínimos<br />

que se debatirá a final de año en sede de conferencia intergubernamental,<br />

deja a países como España amplios y flexibles márgenes de actuación dentro<br />

y fuera de la Unión. Dependerá sólo de nosotros, de nuestra capacidad<br />

como Estado, saber aprovecharlos.<br />

Importa destacar, sin embargo, que semejante opción tiene para España<br />

y para la Unión Europea, consecuencias que a corto plazo no es posible obviar.<br />

En primer término, al renunciar a una PESD integrada y supranacional,<br />

la Unión Europea renuncia por igual a convertirse en un polo vertebrador de<br />

la Comunidad Internacional en lo político y en lo militar y a constituir un espacio<br />

de seguridad autónomo. Consolida, por decisión propia, un mundo<br />

unipolar y las relaciones con Estados Unidos se convierten en prioridad esencial.<br />

A partir de esta opción, resulta inconsecuente plantear la proyección<br />

internacional de la Unión Europea –intentada por algunos Estados miembros<br />

en el conflicto de Irak–, como un contrapunto de la política exterior estadounidense.<br />

La Unión Europea, que ha decidido no tener en cuanto tal una<br />

verdadera PESD, no puede construirse en contraposición de los Estados<br />

Unidos. No habría consenso. Aunque europeos y norteamericanos podamos<br />

tener a veces intereses divergentes, representamos los mismos valores básicos,<br />

compartimos muchos intereses y debemos afrontar problemas planetarios<br />

que nos afectan por igual. Las diferencias, cuando las haya, serán siempre<br />

más de procedimiento que de substancia. Y aun en las discrepancias, de procedimiento<br />

o de substancia, habrá que dilucidar cuándo son verdaderamente<br />

tales y cuándo disfrazan incapacidad de la propia Unión Europea para actuar<br />

por razones presupuestarias o militares o por la incidencia inercial de intereses<br />

nacionales opuestos de sus Estados miembros. Hasta la contraposición<br />

de intereses económicos entre Europa y Estados Unidos resulta artificiosa.<br />

En primer término, porque en un sistema de mercado libre –libre de protagonismos<br />

económicos estatales como el actual– no compiten las economías<br />

nacionales sino las empresas: en segundo lugar, porque éstas, en especial las<br />

grandes empresas europeas y norteamericanas, tienen inversiones recíprocas<br />

–y a veces cruzadas– a ambos lados del Atlántico y ambos polos están por<br />

138 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

tanto interesados en que el mercado mundial funcione con libertad, y que sus<br />

empresas, todas, vayan bien.<br />

La inconsecuencia se agranda si se considera el hecho no menor de la<br />

congelación –cuando no disminución real– de los presupuestos de defensa<br />

de los Estados miembros de la Unión durante los últimos diez años. De ahí<br />

la actual incapacidad militar de la Unión Europea y de ahí también la necesidad<br />

de mantener una relación de alianza leal y solidaria con los Estados<br />

Unidos –alianza entre socios que serán realmente iguales cuando hagan esfuerzos<br />

equivalentes– por ser éste el único país cuya supremacía militar puede<br />

garantizar la seguridad y estabilidad del orden internacional y el modelo de<br />

economía de mercado, facetas ambas de primordial interés para la Unión<br />

Europea. No tiene, en mi opinión, sentido poner en cuestión la relación de<br />

alianza Unión Europea-Estados Unidos alegando que tal alianza encubre<br />

una relación de subordinación. Europa, se exige, debe estar en el mundo en<br />

pie de igualdad con Estados Unidos. Así debe ser siempre que la Unión Europea<br />

asuma las dos obligaciones mínimas inherentes a una relación de igualdad:<br />

dotarse de una política exterior integrada que sepa definir, expresar y<br />

hacer valer el interés europeo y articular una política de defensa que cuente<br />

con los medios personales y materiales que demanda el ejercicio de un liderazgo<br />

mundial en pie de igualdad en todos los campos con Estados Unidos.<br />

De otra parte, al mantener la PESD en el ámbito intergubernamental y<br />

sujeta a la regla de la unanimidad, el proyecto de tratado favorece en el seno<br />

de la Unión el protagonismo, más o menos explícito, de los distintos intereses<br />

nacionales –en ocasiones artificialmente contrapuestos– que paralizan o<br />

al menos dificultan la definición de una política europea coherente y eficaz.<br />

Así, por ejemplo, la relación de la Unión Europea con el mundo islámico en<br />

general y con los países árabes en particular proyecta cada día su inanidad<br />

cuando no su impotencia. Algo particularmente delicado para España desde<br />

la perspectiva de su seguridad porque tiene frontera con el Norte de África,<br />

que ejerce sobre el territorio español –territorio de la Unión Europea– una<br />

fuerte presión migratoria. La única manera de paliar la incapacidad europea<br />

sería conseguir un pleno acuerdo con Francia para actuar al menos en el<br />

Magreb –España y Francia son los dos principales inversores en el área– y<br />

realizar una política mediterránea basada en la creación de una zona de libre<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 139


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

comercio que, aunque ya prevista, avanza con dificultad por falta de verdadero<br />

impulso. Sólo planteamientos basados en una concepción anacrónica<br />

del interés nacional explican la situación de semiparálisis. Lo cierto es que,<br />

como todas las grandes líneas de la PESD, la política mediterránea de la<br />

Unión Europea, que tuvo un acertado aunque modesto enfoque en la Conferencia<br />

Euromediterránea de Barcelona de 1995, languidece, en parte porque,<br />

en el conglomerado de los intereses nacionales, no se deja emerger con<br />

fuerza el interés europeo.<br />

Es precisamente en el marco de esta coordenada política mediterránea en<br />

el que hay que valorar la posibilidad de “cooperación reforzada”, fórmula<br />

institucional, que recogía el non nato tratado constitucional. Vaya por delante<br />

que, tanto en el ámbito económico como en el político, interesa a España<br />

sobremanera impulsar la zona de libre comercio con el Magreb-Norte<br />

de África. En la órbita política, sin embargo, las ventajas para España de una<br />

“cooperación reforzada” estarían en función de que ésta no fuese, en el fondo,<br />

cobertura del interés nacional francés, concebido en su sentido clásico. Mientras<br />

Francia entienda –como parece entender a veces– que tiene una especie<br />

de exclusividad y hegemonía en las relaciones con los países magrebíes,<br />

la “cooperación reforzada” será un corsé si no perjudicial al menos no beneficioso<br />

para los intereses españoles. Como socios europeos no debería ser<br />

difícil, sin embargo, “compartir” y “repartir” influencia. La reciente propuesta<br />

de Sarkozy de impulsar la constitución de una “Unión Mediterránea” podría<br />

ser un primer paso en la buena dirección siempre que se acepte que lo que<br />

hemos definido como “intereses vitales españoles” no puedan ser dañados o<br />

sacrificados. En todo caso, antes de tomar la decisión de integrarse, parece<br />

imprescindible debatir cuál es el interés europeo en el Magreb y en su ribera<br />

mediterránea y atlántica –y en general en toda la ribera sur del Mare Nostrum–<br />

lo que exige tomar posición clara sobre los conflictos y reivindicaciones<br />

territoriales, que suscitan algunos países y que afectan a España de<br />

manera particular. Para España es interés vital cuanto afecta a las Islas Canarias<br />

y a sus aguas jurisdiccionales (el final de la descolonización del Sahara<br />

no es a este respecto indiferente) y a las Ciudades autónomas de Ceuta y<br />

Melilla que, además, son territorio de la Unión Europea de acuerdo con el<br />

Derecho Internacional vigente. O se respetan estos intereses o la configuración<br />

de un estatuto avanzado de relación privilegiada se hará sobre bases<br />

140 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


falsas que tarde o temprano España tendría que denunciar. Las alianzas multidimensionales<br />

no pueden ser sólidas y duraderas si sólo una de las partes<br />

mete los problemas más espinosos en un cajón. Todo ello sin perjuicio de<br />

afirmar que el “estatuto de relación privilegiada” puede ser un buen instrumento<br />

para definir y dar estabilidad a las fronteras de la Unión Europea, aún<br />

indefinidas pero en discusión provocada por el proceso de negociación con<br />

Turquía. Habrá de posibilitar tal estatuto una efectiva política de cooperación<br />

activa que, entre otras cosas, ordene y controle las corrientes migratorias. La<br />

realidad demuestra cada día que las fronteras por sí solas no bastan.<br />

En conclusión, sólo en la medida en que España por su habilidad, convicción<br />

y creciente peso específico sepa hacerlas valer asumirá la Unión Europea<br />

como prioridad auténtica, “con todas sus consecuencias”, la relación<br />

con el Magreb-norte de África y con América Latina, ejes de imposible renuncia<br />

sin embargo de la política exterior española. Se podrá contestar que<br />

ya son prioridades europeas y en cierto modo es así aunque por el momento<br />

con más retórica que efectividad. La comunitarización de la política exterior<br />

de la Unión requiere más tiempo para que ciertos intereses nacionales, de<br />

gran y real entidad, pasen en lo sustancial a ser europeos y se defiendan como<br />

tales, y otros pretendidos intereses nacionales, anclados en la inercia de una<br />

Historia que ya no es, desaparezcan de cualquier esquema de prioridades. En<br />

el interregno, claro está, España tendrá que hacer un considerable esfuerzo político,<br />

militar y presupuestario. Sin él no hay ni habrá política exterior.<br />

ASIA EN LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

En septiembre del 2000, el Gobierno presentó en el Congreso de los Diputados<br />

el Plan Estratégico de Actuación Exterior, en el que, entre otras cosas,<br />

se define un nuevo eje de política exterior, el cuarto pilar o pilar asiático,<br />

principalmente China y la cuenca asiática del Pacífico. El enfoque es acertado.<br />

Los cuatro tigres –Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong– con<br />

un fuerte desarrollo se abren paso en el mercado mundial. Y países como Indonesia,<br />

Thailandia, Filipinas, Vietnam y Malasia –además de India y Pakistán–<br />

constituyen un amplio mercado, con un nivel de renta aún modesto<br />

pero en claro aumento.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 141


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

El este asiático e India representan pues el nuevo gran reto de la proyección<br />

internacional de España. Y China, en particular, por estar destinada<br />

a convertirse con mayor rapidez en gran potencia mundial. Su creciente capacidad<br />

exportadora y por tanto el tipo de cambio de su moneda, han empezado<br />

a hacerse notar en el mundo económico. Tiene todavía grandes<br />

necesidades para impulsar su crecimiento y mejorar el bienestar de su población<br />

–necesidades gigantescas que convierten sin embargo a China en el<br />

mercado con mayor fuerza de atracción comercial e inversora. Algunas de<br />

nuestras empresas se han adelantado una vez más a la acción tangible del<br />

Estado y han empezado a invertir en China. Pero, como objetivo de nuestra<br />

proyección internacional, padece la pobreza de ambición que ha caracterizado<br />

la concepción de nuestra presencia en el mundo hasta tiempos<br />

recientes.<br />

La construcción del pilar asiático de la política exterior debe hacerse en<br />

los planos bilateral, europeo y multilateral en que España realiza hoy su actuación<br />

exterior. Exigirá definición de objetivos, acción continuada, tiempo<br />

y medios, empezando por primar de algún modo –al menos en la función pública–<br />

el conocimiento de la lengua y la cultura chinas. Tiene pues que ser<br />

primero “pensada” y después incorporada –aún no lo está a pesar de la retórica<br />

al uso– como elemento definitorio de la proyección de España. Dejo<br />

constancia de esta necesidad sin poder ahora extenderme en la forma de satisfacerla.<br />

CONSIDERACIÓN FINAL<br />

La política exterior es mera retórica o se convierte con facilidad en una superficial<br />

política de relaciones públicas internacionales, a veces brillante pero<br />

vacía de contenido, si no puede servirse de al menos tres palancas básicas:<br />

1) Una diplomacia garante de la continuidad, dotada de los medios materiales<br />

y personales que correspondan a la magnitud de la acción exterior a<br />

realizar por un país, como el que España es hoy, con intereses globales en<br />

un mundo globalizado en el que predominan las dimensiones económicas y<br />

de seguridad debatidas en marcos multilaterales; 2) Unas Fuerzas Armadas<br />

que cuenten con formación y armamento modernos, concebidas para inter-<br />

142 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

venir con rapidez en cualquier punto del planeta en misiones de paz, en acciones<br />

de interposición, en lucha antiguerrillera y antiterrorista o en conflictos<br />

bélicos de fisonomía más tradicional; 3) Un instrumento conceptual o<br />

doctrinal –concreción recurrente de un acervo acumulado por la Historia–<br />

elaborado con propósito de durabilidad, con el consenso más amplio posible,<br />

en el que con revisiones periódicas, se defina el interés nacional y sus objetivos<br />

estratégicos que encarna en el Estado, que el Ejecutivo interpreta y<br />

desarrolla en su programa y al que diplomacia y milicia sirven siguiendo las<br />

instrucciones dictadas en cada momento por el Gobierno.<br />

La política exterior española no cuenta en términos suficientes o razonables<br />

con ninguna de estas tres palancas, indispensables para realizar una<br />

política exterior de coherencia sostenida en el tiempo. Ha tenido y tiene considerable<br />

carga retórica y al Estado español, en cuanto tal, en ocasiones ni siquiera<br />

se le percibe. No creo exagerado afirmar que la magnitud de la<br />

presencia española en Iberoamérica –segundo inversor mundial– se ha alcanzado<br />

al margen del Estado, es decir, sin que el Estado tuviese, no ya protagonismo,<br />

sino plena consciencia de ello, por la acción de nuestras empresas<br />

y empresarios, algunas de las cuales, es cierto, eran de capital público en el<br />

momento de su expansión pero con gestión inspirada en el modelo mercantil<br />

privado. La mejor prueba de una inercia estatal de ausencia –paliada<br />

por el esfuerzo personal ingente de muchos empresarios y no pocos diplomáticos–<br />

está justamente en que el cambio cuantitativo y cualitativo de la<br />

presencia de la España democrática en Iberoamérica no se ha visto acompañado<br />

de un nuevo planteamiento estatal ni de un incremento sustancial de<br />

medios personales y materiales de acción. Un dato singular es que al gigantesco<br />

aumento de la inversión no ha seguido un crecimiento significativo de<br />

nuestras exportaciones a Latinoamérica. La política de cooperación iberoamericana,<br />

que cuenta con recursos algo más cuantiosos que en el pasado,<br />

no está concebida –o al menos no lo está con éxito– como proyección del<br />

interés del Estado, y no ha contribuido por ello eficazmente a erradicar los<br />

recelos que la actuación directa de España aun suscita en los principales países<br />

iberoamericanos.<br />

Por su parte, las Fuerzas Armadas han hecho, en esta etapa democrática,<br />

un considerable esfuerzo de modernización y cumplen misiones de paz con<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 143


REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />

dignidad y acierto en muchas partes del mundo. Pero el esfuerzo presupuestario<br />

que realiza España en el capítulo de Defensa es –aunque se incluyan<br />

los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad– impropio de un país que proclama<br />

tener –y tiene– intereses globales. Resulta además insolidario con nuestros<br />

aliados y socios e hipoteca sin remedio el papel que con razón aspiramos a<br />

desempeñar en la Unión Europea y en la relación trasatlántica.<br />

La democracia española ha tenido la fortuna –en el sentido de Maquiavelo–<br />

de haber contado desde 1977 hasta el 2004 con sólo cuatro presidentes<br />

de gobierno –modernidad y estabilidad de nuestro parlamentarismo<br />

presidencialista– que además han sido –los cuatro– buenos presidentes de<br />

gobierno. Los cuatro –pero especialmente González y Aznar– dedicaron a<br />

lo largo de su mandato cada vez más tiempo a nuestra proyección internacional<br />

y lo hicieron con notable eficacia personal en beneficio de España.<br />

Ninguno asumió, sin embargo, la necesidad de consumar la transformación<br />

de los Ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa al servicio de una proyección<br />

internacional más intensa y extensa. Algo se ha avanzado, pero<br />

cuando la acción exterior tiene la importancia que se predica, los presupuestos<br />

de Defensa y la organización y capacidad de coordinación del Ministerio<br />

de Asuntos Exteriores tienen que estar a la altura de las palabras.<br />

Resulta imprescindible si queremos cubrir con congruencia todos los frentes<br />

que se derivan de nuestra renovada situación en el mundo, proyectar con<br />

solvencia nuestra influencia, plantear con eficacia nuestras posibles iniciativas<br />

y dar continuidad, más allá de cada coyuntura, a nuestra acción exterior.<br />

Es imprescindible, en todo caso, el consenso entre los dos grandes partidos<br />

nacionales para evitar vaivenes o fluctuaciones frívolas que nos hacen perder<br />

prestigio, credibilidad e influencia.<br />

144 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO<br />

Crónica breve de un fraude intelectual y académico<br />

Para una gran mayoría de la izquierda pro palestina española y de<br />

su lobby árabe-islámico, políticamente muy influyente, pocos libros<br />

hay que gocen de mayor prestigio que Orientalismo, de Edward<br />

Said. Si no fuese por el fuerte hechizo, entre irracional y mágico,<br />

que ejerce sobre ellos el islam, por lo que lo juzgarían como un sacrilegio<br />

y una falta de respeto a la sensibilidad religiosa de los musulmanes,<br />

se podría decir que lo consideran como la versión laica del Corán, o<br />

poco menos. Curiosamente, la conversión al “orientalismo saidita” de<br />

muchos de esos intelectuales y políticos se puede considerar como tardía.<br />

El libro se tradujo y se publicó por vez primera en España en 1990,<br />

doce años después de su primera aparición en el mercado anglosajón,<br />

por consejo y empeño de Juan Goytisolo, inaugurando así una pequeña<br />

colección, Alquibla, de una por entonces oscura editorial, Ediciones Libertarias,<br />

colección que dirigía el propio Goytisolo. Según me consta,<br />

sólo hubo una edición y de reducida tirada, por lo que cabe la sospecha<br />

de que Orientalismo fue uno de esos libros de los que en ciertos ambientes<br />

hablaba todo el mundo, pero que sin embargo, muy pocos habían<br />

leído 1 . Hubo que esperar otros 12 años para poder encontrar de nuevo<br />

Orientalismo en las librerías españolas, esta vez publicado por la editorial<br />

Debate, con una presentación o introducción de Goytisolo y un prólogo<br />

especialmente escrito por el propio Edward Said para esta edición<br />

Fernando Peregrín Gutiérrez es ensayista de Epistemología y Filosofía e Historia de la Ciencia<br />

1 En 1991 la Editorial Eumo, de Vic, publicó la traducción al catalán titulada Orientalisme.<br />

ABRIL / JUNIO 2007 145


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

y que lleva fecha de abril de 2002 2 . De entre lo mucho y muy ditirámbico<br />

que Goytisolo ha escrito sobre este libro y su autor, puede citarse<br />

este párrafo: “(…) su obra Orientalismo se convirtió en el punto de referencia<br />

de todos los estudios tocantes al mundo árabe en particular y al<br />

mundo islámico en general. Fue una verdadera revolución que sacudió<br />

todos los fundamentos de los estudios occidentales y los planteamientos<br />

de los orientalistas. Mostró con claridad que gran parte de éstos habían<br />

puesto sus conocimientos no al servicio de los pueblos cuya<br />

historia, cultura y costumbres analizaban, sino al servicio de los poderes<br />

imperiales de los países europeos, sobre todo de Francia e Inglaterra. A<br />

mí esta lectura me impresionó vivamente e influyó en mis ensayos de<br />

Crónicas sarracinas, en donde extendí unas reflexiones parecidas a las<br />

suyas en el campo del orientalismo español que él no conocía” 3 .<br />

Otro conocido panegirista de estos cenáculos de intelectuales y políticos<br />

deslumbrados por Orientalismo y su autor es, sin duda, Bernardino<br />

León, ex coordinador de la Fundación Tres Culturas y actual secretario de<br />

Estado de Asuntos Exteriores, para el cual este intelectual palestino es “el<br />

pensador más original del siglo XX” 4 y “el más grande intelectual de nuestro<br />

tiempo” y que “su impresionante obra abarca ámbitos muy diversos,<br />

todos ellos con una profundidad y una capacidad literaria sorprendentes.<br />

En Orientalismo, La cuestión palestina y Cultura e imperialismo analiza la relación<br />

entre Oriente y Occidente, la recreación de aquél por éste, la interacción<br />

entre literatura, política y cultura, y han determinado en buena parte<br />

los estudios que desde este ámbito se han hecho sobre el colonialismo y el<br />

periodo poscolonial, tanto en las antiguas metrópolis como en los territorios<br />

de ultramar. A estas obras debe añadirse Cubriendo el islam, su reflexión<br />

acerca de la visión reduccionista y negativa que desde los medios de co-<br />

2 La traducción de esta edición se basa en la londinense de 1997. Existe, además, la edición<br />

de la editorial Debolsillo, Barcelona, 2003.<br />

3 Juan Goytisolo, “Una referencia del mundo islámico”. El País, 2003-09-30. Del autor dice<br />

además que “Edward Said fue un intelectual libre, yo diría que el único intelectual totalmente<br />

libre del mundo árabe. Su voz era un punto de referencia para todos los intelectuales de Occidente<br />

y de Oriente que no se dejan atrapar en el círculo vicioso de la violencia impuesta por<br />

los extremistas israelíes a los palestinos”.<br />

4 Declaraciones a Europa Press con motivo de la celebración de unas jornadas sobre “mestizaje<br />

y diversidad” organizadas por la Fundación Pablo Iglesias en mayo de 2006.<br />

146 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

municación y ciertos ámbitos académicos norteamericanos se ha dado en<br />

los últimos años sobre el islam y el mundo árabe” 5 .<br />

Francisco Fernández Buey es otro de los viejos iconos de la intelectualidad<br />

oficial de la izquierda con apergaminado pedigrí que ha manifestado asimismo<br />

su gran admiración por Edward Said, afirmando que “durante los<br />

veintitantos años transcurridos desde la publicación de Orientalismo, la gran<br />

obra de Edward Said, el interés por la historia y el presente de las culturas<br />

no europeas ha ido aumentado de una forma muy considerable en la mayoría<br />

de las universidades estadounidenses. Y también en las europeas. Uno<br />

de los resultados de este interés es la notabilísima floración de centros e institutos<br />

dedicados a estudiar las diversas formaciones culturales africanas y<br />

asiáticas.” Y más adelante, “Said, que además de estudioso del orientalismo<br />

ha sido un musicólogo sensible y un hombre con gran conciencia cívica”. A<br />

continuación, y de la misma guisa, escribe que “por su discreción en el tratamiento<br />

de asuntos en los que generalmente se ha oscilado entre politi-<br />

5 Bernardino León, “Edgar W. Said, ensayista palestino”. El País, 26-09-2003.<br />

El actual secretario de Estado de Asuntos Exteriores es, además, el traductor de Cubriendo el<br />

islam (Debate, 2006). La edición original es de 1981 (Covering Islam: How the Media and the<br />

Experts Determine How We See the Rest of the World ) y es, incluso para los más fervientes defensores<br />

de la causa “sadista”, lo menos bueno de la trilogía de Said sobre la visión occidental<br />

del Oriente árabe-islámico, que forman, además de este texto, Orientalismo y The<br />

Question of Palestine (del que no me consta que haya edición española).<br />

Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, ha dicho del libro Cubriendo el islam que<br />

“es un libro clave para entender el papel de los medios de comunicación en nuestro tiempo”<br />

(Cf: Intervención del Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, en el Seminario Internacional<br />

sobre la paz en el Oriente Medio. Sevilla, 22 de octubre de 2003).<br />

Mas quizá, entre los pro árabes y pro islámicos españoles, la frase más repetida del autor de<br />

Orientalismo como testimonio de autoridad sea: “Como dice Edward Said, no se trata de un choque<br />

de civilizaciones, sino de ignorancias” (Gema Martín Muñoz, Teresa Aranda –Fundación<br />

ATMAN–, Miguel Ángel Moratinos, José Luis Rodríguez Zapatero, etcétera). Está tomada del título<br />

de un artículo de Said que se publicó en El País –y en otros medios de comunicación occidentales–<br />

el 16 de octubre de 2001.<br />

Se argüirá, no sin razón, que la admiración y el reconocimiento de que gozó Said en España<br />

no es una cuestión exclusiva de la izquierda, como evidencia la concesión, conjuntamente con<br />

Daniel Barenboim, del premio Príncipe de Asturias de la Concordia del año 2002. Mas cabe el<br />

contraargumento de que, por un lado, el jurado, según el acta, apenas entró a valorar los méritos<br />

intelectuales de Said (… “quienes, con independencia de su destacada proyección artística<br />

e intelectual”), concediéndoles a ambos el premio porque “realizan una generosa y<br />

encomiable tarea a favor de la convivencia y de la paz, simbolizada en la colaboración de jóvenes<br />

músicos que, superando antagonismos históricos, fomenta el diálogo y la reflexión”; y<br />

por otro, que ese premio fue consecuencia de la intervención del lobby pro islámico español.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 147


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

cismo y formalismo, por su veracidad, no exenta de dramatismo, este palestino,<br />

que fue miembro del Consejo Nacional y profesor de literatura comparada<br />

en la universidad de Columbia, pero que fue sobre todo un exiliado<br />

postromántico, supo renovar la apuesta cultural de aquellos otros exiliados<br />

sensibles (Auerbach, Arendt, Benjamin, Todorov) que nos han enseñado a<br />

entender mejor lo que somos (y lo que hemos sido) comprendiendo a los<br />

otros, más allá de la presunción, de los estereotipos y de los prejuicios” 6 .<br />

También Eugenio Trías, filósofo que se ha mostrado últimamente muy atraído<br />

por los aspectos más místicos y esotéricos del sufismo islámico, en una desorientada<br />

reseña de la edición española del libro póstumo Humanismo y crítica<br />

democrática 7 , cuyos materiales Edward Said había dejado prácticamente organizados<br />

antes de morir, y tras reconocer el gran impacto que le produjo la lectura<br />

de Orientalismo, alaba “la condición insobornablemente crítica, solidaria y<br />

comprometida de este intelectual palestino-estadounidense”, aseverando que<br />

“Said insiste, en la línea de Vico, en el diferencial que introduce la comprensión<br />

que podemos tener de nosotros mismos. Y añade asimismo el horizonte de un<br />

humanismo que no se limite a proyectar sobre toda la humanidad los postulados<br />

religiosos y literarios, o culturales, del mundo occidental, pero que tampoco<br />

incurre en el vicio opuesto y simétrico, un multiculturalismo reductor<br />

que suele abonar el relativismo en los valores, en las actitudes, en las costumbres<br />

y en los principios. Se trata de un proyecto y de un programa que ha quedado<br />

truncado por la muerte de este pensador y luchador ejemplar” 8 .<br />

LA MODA DE LOS ESTUDIOS POSCOLONIALES<br />

Se ha dicho que la publicación de Orientalismo marca el inicio de los llamados<br />

estudios poscoloniales, una moda académica que en la década de<br />

6 Francisco Fernández Buey, “La contribución de Edward Said a una tipología cultural del imperialismo”.<br />

El Viejo Topo, núm. 186, noviembre de 2003.<br />

7 E. W. Said: Humanism and Democratic Criticism. Nueva York, Columbia Univ. Press, 2004. (Traducción<br />

española de R. García: Humanismo y crítica democrática, Barcelona, Debate, 2006).<br />

8 Eugenio Trías: “Humanismo y crítica democrática”, en El Cultural, suplemento del diario El<br />

Mundo, 2006-09-14. Por lo que escribe, cabe dudar seriamente si el reseñador se ha leído por<br />

completo el libro de Said.<br />

148 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

1980 se extendió como mancha de aceite por los departamentos de literatura<br />

inglesa de las facultades de letras de la mayoría de las universidades de<br />

Estados Unidos 9 . Los que siguen esta moda académica la definen como el<br />

estudio multidisciplinario de las relaciones entre los países europeos y las<br />

sociedades que colonizaron en la edad moderna (pero que no se acaba con<br />

la descolonización, pues aún perduran –dicen los “poscolonialistas”– muchas<br />

de esas relaciones propias del colonialismo) 10 . A grandes rasgos se<br />

considera que el llamado imperio europeo llegó a significar el dominio, al<br />

iniciarse la Gran Guerra de 1914, de más del 85% del resto del mundo por<br />

parte de las grandes potencias de Europa. La columna vertebral de los estudios<br />

poscoloniales, y prácticamente todo su cuerpo, es la literatura, y la<br />

llamada interdisciplinariedad atañe, como mucho, a las artes y a ciertos aspectos<br />

muy marginales de la cinematografía. En la jerga de los estudios<br />

poscoloniales más que de literatura se habla y se escribe de “aproximación<br />

crítica” y “teoría literaria” de la producción de literatura –muy fundamentalmente<br />

de la narrativa– de colonizadores y colonizados, si bien, y casi<br />

como norma de obligado cumplimiento, la crítica acerba y la desvaloración<br />

sistemática se reserva para la literatura de las metrópolis y la benevolencia<br />

y las alabanzas, para la de las colonias.<br />

Cuando apareció Orientalismo en el mercado, muy oportunamente, todo<br />

sea dicho, hacía ya un par de décadas que el estudio del Oriente Medio 11 ,<br />

normalmente denominado “estudios orientales” en el mundo anglosajón,<br />

9 Otro libro que marcó un hito en la moda de los estudios postcoloniales estadounidenses fue<br />

The Empire Writes Black: Theory and Practice in Post-Colonial Literatures, de Bill Ashcroft, Garteh<br />

Griffiths y Helen Tiffin. Routledge, segunda edición, 2002 (la primera es de 1989). Bill Ashcroft<br />

es además autor, junto con Pal Ahluwalia, de una hagiografía de Edward Said titulada<br />

Edward Said: paradoja de la Identidad, publicado en España por Ediciones Bellaterra (2000).<br />

10 Los estudios postcoloniales forman parte de ese cajón de sastre que se denomina cultural studies<br />

(estudios culturales) y en el que se incluyen los llamados gender and identity studies (estudios<br />

de género e identidad), queer studies y sexual diversity studies (estudios sobre la<br />

homosexualidad), women studies (feminismos varios), etc.<br />

11 En español, tradicionalmente se distingue entre Oriente Próximo (Egipto, Líbano, Israel, Turquía,<br />

Jordania, Siria, Irak y Arabia), Oriente Medio (Irán, Pakistán, la India “y sus países limítrofes”)<br />

y Extremo o Lejano Oriente (China, Corea, Japón y países del Pacífico). No así en el<br />

mundo de influencia anglosajona, en el que sólo se hace distinción entre Middle East y Far East.<br />

Por las características de este artículo, y salvo que no se indique lo contrario, parece más conveniente<br />

adoptar el sistema de denominación anglosajón, que es, por otro lado, el adoptado<br />

por las instituciones de la UE y el Ministerio de Asuntos Exteriores español.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 149


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

estaba siendo muy criticado tanto por los eruditos occidentales como por<br />

los de esa región geográfica. Comparado con los avances de la historiografía<br />

de Europa y Estados Unidos, el estudio del Oriente Medio parecía<br />

estancado, debido, por un lado a que era un campo dominado por la tradición<br />

filológica y ajeno en gran parte a los métodos de la moderna historiografía,<br />

y por otro, a problemas intrínsecos derivados de la propia<br />

naturaleza histórica de las fuentes de dicha historiografía. Además, su publicación<br />

coincidió con el descubrimiento entusiástico del Tercer Mundo<br />

por parte del mundo académico estadounidenses, con la crisis de autocrítica<br />

que propició la guerra del Vietnam, así como con los cambios generacionales<br />

que supusieron la entrada en los correspondientes departamentos<br />

universitarios de investigadores originarios de Oriente Medio, o descendientes<br />

de inmigrantes de dicha procedencia. En estas circunstancias, estos<br />

nuevos investigadores, de los que Edward Said era un arquetipo, empezaron<br />

a hacer valer una supuesta ventaja que tenían respecto de sus colegas<br />

occidentales: no estaban limitados ni contaminados por las perspectivas<br />

etnocéntricas occidentales y por tanto podían examinar e interpretar lo<br />

acaecido durante la época colonial europea de manara más fiable. Casi simultáneamente,<br />

además, se produce el colapso de la teoría de la modernización<br />

como justificación racional y moral del colonialismo, con lo que<br />

empieza la tendencia de culpar al imperialismo y al etnocentrismo de Occidente<br />

de todos los males que afligen al Tercer Mundo 12 .<br />

Para Said, una cultura no es concebible sin la existencia de un “otro” diferente<br />

y con el que se compite. Por tanto, en la construcción de la imagen<br />

que los europeos tenían y tienen de sí mismos, la creación, a manera de<br />

contraimagen, de un “otro” por antonomasia, el Oriente Medio (denotado<br />

como simplemente el “Oriente”), tuvo importancia decisiva. De esto se<br />

sigue, “según Said” que ni el “Oriente” ni el “Occidente” corresponden a<br />

realidades estables que existen como hechos naturales, sino que son meros<br />

“constructos” que subyacen a una realidad basada en unas relaciones de<br />

poder, dominio y hegemonía de Occidente sobre Oriente. Surge así “orien-<br />

12 Joshua Teitelbaum y Meir Litvak, “Students, Teachers, and Edward Said: Taking Stock of Orientalism”.<br />

Middle East Review of International Affairs, Vol. 10, núm. 1, marzo de 2006.<br />

150 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

talismo” como un neologismo que designa a una corriente de pensamiento<br />

académico, a una escuela de estudios en la que se mezclan literatura y política<br />

sin demasiada preocupación por la historiografía ni otras disciplinas<br />

necesarias para analizar, conocer y explicar la realidad fáctica. La definición<br />

que da Said de “orientalismo” incluye estos ingredientes: primero, “es un estilo<br />

de pensamiento basado en la distinción ontológica y epistemológica<br />

entre el ‘Oriente’ y el ‘Occidente’”. Dicha distinción se fundamenta sobre<br />

todo en la consideración de la supremacía occidental y de la inferioridad<br />

oriental, un rasgo que Said cree presente en la cultura occidental nada<br />

menos que desde los tiempos de Homero y Esquilo. Segundo, un campo<br />

de indagación académica que incluye a todos aquellos que escriben y enseñan<br />

acerca del Oriente, que es, más o menos, la acepción clásica del término<br />

y lo que le permite a Said incluir en el blanco de sus andanadas y<br />

ácidos hostigamientos a ciertos arabistas estadounidenses, como Bernard<br />

Lewis. Y tercero, “una institución corporativa para tratar con el Oriente”<br />

que aparece en el siglo XVIII y que representa “un estilo occidental para<br />

dominar, reestructurar y ejercer autoridad sobre el Oriente”.<br />

A LA SOMBRA DE FOUCAULT<br />

En realidad, cuando esto escribe, Said es poco original, ya que la mayoría<br />

de estas ideas están tomadas de Michel Foucault, uno de sus mentores, del<br />

que copió mucho y entendió poco –lo cual no es un demérito para Said,<br />

ya que entender a Foucault, en el sentido epistemológico de este término,<br />

sería poco menos que un milagro– tanto cuando le usó como modelo<br />

como cuando se distanció de él por considerarlo muy anti-árabe y pro sionista<br />

13 . De hecho, Said desempeñó un papel muy importante en la introducción<br />

y recepción de la obra de Foucault en el mundo académico<br />

estadounidense. Es indudable la fascinación, más que la apreciación todo<br />

lo favorable que se quiera, que suscitó el llamado “análisis foucaultiano” y<br />

el “método foucaultiano” en el Said que escribe Orientalismo. Así, muy al co-<br />

13 Stephen Sheehi, “Exclusive Interview with Edward Said”. Al Jadid, vol. 4, núm. 22, invierno de<br />

1998. Hay varias entrevistas y artículos en los que Said explica por qué dejó de interesarle Foucault<br />

poco después de terminar Orientalismo.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 151


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

mienzo de la introducción, éste hace referencia a las dos obras más “metodológicas”<br />

de Foucault, La arqueología del saber y Vigilar y castigar, a fin<br />

de apropiarse, por así decirlo, del análisis del discurso de Foucault. Mas es<br />

dudoso, como ha quedado dicho, que Said supiese del todo lo que estaba<br />

haciendo cuando seguía las oscuras e intrincadas sendas de su modelo ni<br />

cuando rechazó la manera de Foucault de abordar los textos literarios y el<br />

mundo en general. Cierto que en último artículo que Said escribió sobre<br />

Foucault y su obra intentó rectificar parte de sus anteriores críticas, reconociendo<br />

la importancia de la contribución de Foucault a la teoría crítica<br />

contemporánea y tratando de justificar malos entendidos pasados, basados<br />

en lo que Said reconoce como una paradoja asentada en el centro<br />

mismo de la empresa crítica que inició con Orientalismo 14 . En palabras del<br />

propio Said, “el conflicto entre mi sesgo humanístico confesado e inconfundible<br />

y el antihumanismo de la misma materia de mi estudio y de mi<br />

propia manera de acercarme a ella”. La paradoja, al parecer, estaba en la<br />

confianza depositada por Said en lo que él creía era una teoría especialmente<br />

avanzada –la de Michel Foucault, para ser exactos– y la percepción<br />

de que dicha teoría “se había deshecho en gran medida de los modos totalizadores<br />

y esencializadores del humanismo y del criticismo democrático”<br />

15 . Pues para Said, la verdadera cultura entroncaba con el humanismo<br />

de Vico, en quien se inspiró para componer su leitmotiv secular democratic<br />

criticism, indefinible de suyo, pero que él siempre trató de explicar como<br />

contrapuesto a lo que consideraba las prácticas de los humanistas elitistas<br />

y “eurocéntricos” (reconozco que siempre he sido incapaz de distinguir<br />

entre universalismo –atemporal– y secularismo –temporal– , según Said;<br />

claro que tal vez es que no haya nada que valga la pena entender).<br />

Said, que acusa a los orientalistas occidentales clásicos de simplificar y<br />

reducir a tópicos y arquetipos al Oriente Medio y sus distintas sociedades,<br />

se muestra tanto o más reduccionista que los eruditos a los que ataca. En<br />

efecto, describe “orientalismo” como un “discurso”, definición, como se ha<br />

dicho, de origen “foucaultiana”. Según el fallecido escritor y crítico litera-<br />

14 Edward Said, “Michel Foucault, 1926-1984: In Memoriam”. Raritan, vol. 4, otoño de 1984.<br />

15 Karlis Racevskis, “Edward Said and Michel Foucault: Affinities and Dissonances”. Research in<br />

African Literatures , vol. 36, núm. 3, otoño de 2005.<br />

152 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


16 Alan Sheridan, Michel Foucault: The Will to Truth. Routledge, 1980.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

rio francés, un discurso es simplemente un sistema de pensamiento que<br />

gobierna el conocimiento que se pueda obtener. Ese conocimiento, que a<br />

su vez se inspira y se orienta por el “discurso”, viene a ser como una paráfrasis<br />

de ideas y nociones preconcebidas. En suma, un “discurso” es el resultado<br />

de la interacción entre conocimiento y poder que están unidos<br />

entre sí formando un círculo sin principio ni final, o como si dijéramos, un<br />

círculo vicioso, por lo que “no hay conocimiento por un lado y sociedad<br />

por otro, ni ciencia y estado por separado, mas solamente las formas fundamentales<br />

de conocimiento/poder” 16 .<br />

La epistemología “foucaultiana” que asume Said niega pues el concepto<br />

de conocimiento como fruto de la empresa científica o de cualquier otra<br />

actividad intelectual, sea académica o aplicada, se refiera a las ciencias naturales<br />

o las sociales, cuyo objetivo sea, fundamentalmente, el saber, esto<br />

es, hacer avanzar el conocimiento de forma objetiva, fiable y acumulable.<br />

Conque el valor de verdad de un conocimiento como función de su correspondencia<br />

con la realidad se diluye como un azucarillo en el mar de la<br />

crasa ignorancia a la que conduce este estéril relativismo cognitivo posmoderno.<br />

Así lo admite el propio Said en el epílogo que figura en la edición<br />

anglosajona de Orientalismo de 1994: “no tengo interés, ni mucho<br />

menos la capacidad para demostrar cuáles son las verdades tanto del<br />

Oriente como del islam”, que es lo mismo que decir que desprecia olímpicamente<br />

la verdad fáctica y se interesa sólo por les belles lettres, la ficción literaria<br />

y la propaganda política, la más falaz de las retóricas 17 .<br />

17 Respecto de Foucault, salvo “foucaultianos” irredentos con atrofia irreversible del sentido crítico,<br />

las revisiones rigurosas y el análisis de sus supuestos métodos académicos están dejando cada<br />

vez más en evidencia su total irrelevancia en el mundo del pensamiento de excelencia de hoy<br />

día. Así concluye Andrew Scull, por ejemplo, su demoledora reseña de la reciente reedición inglesa<br />

de la versión original completa de History of Mandes: “El reverso de la funda de History of<br />

Madness contiene una serie de himnos hiperbólicos de alabanza a sus virtudes. (…) Y Nikolas<br />

Rose se alegra de que ‘ahora, por fin, los lectores anglohablantes tienen acceso a la profunda<br />

erudición que apuntala el análisis de Foucault’. En verdad que pueden, y uno espera que leerán<br />

el texto con atención y con inteligencia y que aprenderán así algunas lecciones saludables. Una<br />

de esas lecciones podría ser divertida, si no tuviese efecto en la vida de la gente: la facilidad con<br />

la que se puede distorsionar la historia, ignorar los hechos, menospreciar y descartar las alegaciones<br />

de la razón humana por parte de alguno suficientemente cínico y desvergonzado y deseoso<br />

de aprovecharse de la ignorancia y la credulidad de sus clientes”. (Cf: “The fictions of<br />

Foucault’s scholarship”, The Times Literary Supplement, 21 de marzo de 2007).<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 153


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

Aunque para Said el método de indagación acerca de las cuestiones que<br />

le interesaban se redujo, prácticamente, a las oxidadas e insuficientes herramientas<br />

de la crítica literaria (trufada de marxismo de la Escuela de<br />

Francfort, psicoanálisis y hermenéutica de Auerbach) que aplicó a la colonización<br />

–particularmente, pero no sólo ella, la del mundo árabe–, a las relaciones<br />

entre la textualidad y al mundo y al papel de los intelectuales, los<br />

tres polos entre los que se desarrolla su reflexión y que se encuentran en la<br />

base de sus obras más significativas, como son Orientalismo y Cultura e Imperialismo,<br />

es cierto que para él la crítica literaria era más que la mera crítica<br />

del texto, según dicen los cánones y usos posmodernos, y que había<br />

algo más, mucho más, que los textos literarios, lo cual se refleja, verbigracia,<br />

en un compromiso con la llamada causa palestina (fue miembro del<br />

Consejo Nacional palestino de 1977 a 1991), que acaba por convertir casi<br />

toda su obra en un panfleto político.<br />

Empero, no es menos evidente que para él las categorías culturales de las<br />

sociedades humanas en las que se interesaba y a las que consideraba en sus<br />

escritos eran bastante limitadas y que concedía a la literatura (sobre todo, a<br />

la de ficción) y a las artes una importancia desmedida en el devenir y en la<br />

evolución de las culturas de las sociedades humanas. En este sentido, muchas<br />

veces calificable de “reduccionismo literario y artístico”, la gran mayoría de los<br />

problemas del mundo árabe-islámico, en general, y de los palestinos en particular,<br />

se debían principalmente a cuestiones de “narrativas hegemónicas”.<br />

Véase, a este respecto su artículo de febrero de 1984, en London Review of<br />

Books sobre el problema palestino que se titulaba, muy ilustrativamente, “Permission<br />

to Narrate”. En suma, que el problema entre palestinos e israelíes era<br />

poco más que una poderosa y universal narrativa judía de una Palestina desértica,<br />

vacía y yerma, convertida mediante el coraje, el sudor y el ingenio de<br />

los judíos en un nuevo jardín del Edén, la cual narrativa, más que asfixiar,<br />

eclipsaba por completo en los medios de comunicación occidentales la inexistente<br />

narrativa palestina (para Said, las cuestiones tocantes al desarrollo<br />

humano, político y social, y al estado de la ciencia, la tecnología y la economía,<br />

así como el laicismo y la influencia de la religión en unas y otras sociedades<br />

carecían, incomprensible y absurdamente, de interés). En vista de lo<br />

cual, Ibn Warraq, uno de los críticos más agudos y competentes de Said, sostiene<br />

que “lo que hace muy difícil el autoexamen de árabes y musulmanes y,<br />

154 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

especialmente, el criticismo del islam en Occidente es la influencia totalmente<br />

perniciosa de Orientalismo, de Edward Said. Esa obra enseñó a toda una generación<br />

de árabes el arte de la autocompasión –“si no fuese por los malvados<br />

imperialistas, racistas y sionistas, seríamos grandes otra vez”– dando así<br />

ánimos y justificaciones a la generación de fundamentalistas islámicos de la<br />

década de 1980 y apaleando hasta silenciarlo cualquier criticismo del islam;<br />

y parando en seco, incluso, las investigaciones de eminentes eruditos especialistas<br />

en el islam que sintieron que sus descubrimientos podían herir la sensibilidad<br />

de los musulmanes y que no se atrevieron a ser etiquetados como<br />

‘orientalistas’”. “El tono agresivo de Orientalismo –prosigue Warraq– es lo que<br />

yo he llamado ‘terrorismo intelectual’, ya que no se busca convencer con argumentos<br />

o análisis históricos sino esparciendo acusaciones de racismo, imperialismo<br />

y eurocentrismo desde lo alto de un púlpito moral; todo el que ha<br />

estado en desacuerdo con Said ha recibido montones de insultos”. Asimismo,<br />

y tocante a la falta de interés de Said en todo lo que no sea la perfidia del<br />

“orientalismo”, Warraq afirma que “para Said, todos los males del mundo<br />

árabe-islámico emanan del ‘orientalismo’ de Occidente y no tienen nada que<br />

ver con las características socioeconómicas, políticas e ideológicas de los musulmanes<br />

o del subdesarrollo cultural que padecen” 18 .<br />

LOS MONSTRUOS DE LA RAZÓN Y DE LA ILUSTRACIÓN<br />

Como todos los pensadores posmodernos y, sobre todo, poscoloniales, Said<br />

recela del racionalismo de la Ilustración, influido por otro de sus modelos,<br />

Theodor W. Adorno, del que se consideraba el “único auténtico seguidor” 19 .<br />

No es este el lugar para explayarse sobre el influjo de Adorno en Said, espe-<br />

18 Ibn Warraq, “Debunking Edward Said. Edward Said and the Saidists or Third World Intellectual<br />

Terrorism”. Secular Islam, 2002.<br />

También de Ibn Warraq y de próxima aparición en el mercado estadounidense: Defending the<br />

West: A Critique of Edward Said’s Orientalism. Prometheus Books, agosto 2007.<br />

19 Michael Word, “Edward Said”. Proceedings of the American Philisophical Society, vol. 150, núm.<br />

1, marzo de 2006.<br />

Me resisto a no citar una frase que acabo de leer en el último libro de Félix de Azúa, Abierto<br />

a todas horas (Alfaguara, 2007), y que aparece en la correspondencia entre Hannah Arendt y<br />

su compañero de filosofía, Heinrich Blüger, y que se refiere a Adorno y Horkheimer, autores<br />

de la oscura, tramposa, falaz y desnortada Dialéctica de la Ilustración: “that pack of bastards”.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 155


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

cialmente notable en sus escritos musicales –que abundan en encuentros y<br />

desencuentros con el autor de Filosofía de la nueva música–, mas conviene<br />

destacarlo como se merece. Pues resultan patéticos, si no fuesen tantas veces<br />

de una oscuridad que raya frecuentemente en lo incomprensible –de la que<br />

nada hubiese tenido que envidiar el propio Adorno, por cierto– los esfuerzos<br />

de Said por reconciliar el elitismo académico de los mandarines de la alta<br />

cultura occidental, el mesianismo del arte redentor, la intolerancia intercultural,<br />

el pesimismo irracional, la crítica nihilista de la dialéctica negativa, el<br />

ninguneo de la Ilustración (equiparándola a los mitos); y, sobre todo, la oposición<br />

entre la racionalidad crítica y el reconocimiento de la pluralidad de<br />

identidades –tanto individuales como colectivas– que aparece en Dialéctica<br />

de la Ilustración, facetas todas ellas del pensamiento adorniano que, con grandes<br />

penalidades y esfuerzos se entresacan de sus libros, con los postulados<br />

extraídos de la perspectiva de Gramsci –otro de sus modelos para sus estudios<br />

acerca de las culturas– sobre la cultura nacional-popular (o, como si dijéramos,<br />

la visión aristocrática de la cultura de Adorno con la populista de<br />

Gramsci) o con el igualitarismo, por debajo, del exacerbado relativismo cultural<br />

posmoderno de Foucault.<br />

Said se ve, pues, atrapado entre contradicciones que cree superar con las<br />

oxidadas herramientas de esos propios mentores –eligiendo de unos y de<br />

otros, con espeso subjetivismo, lo que más le acomode para cada ocasión–,<br />

sin darse cuenta de que al escarbar sin método ni juicio crítico, se le caen<br />

encima los escombros de los viejos edificios en ruinas en los que busca amparo.<br />

Además, con harta frecuencia se ve obligado a cubrir con un tupido<br />

velo de bochornoso silencio muchas de sus preciadas tesis sobre el “orientalismo”<br />

occidental ante la realidad, verbigracia, de que no hay equivalente<br />

posible en la civilización árabe-islámica de su adorado Beethoven, de la Orquesta<br />

Filarmónica de Viena o de un piano Steinway; o cuando clama, siguiendo<br />

por la senda claramente “eurocéntrica” de Adorno, que el<br />

verdadero arte moderno, “exigente, resistente e intransigente puede ser el<br />

vehículo para los desesperados y un poderoso testigo de la inhumanidad de<br />

gran parte del mundo moderno” 20 .<br />

20 Michael Word, “On Edward Said”. London Review of Books, vol. 25, núm. 23, octubre de 2004.<br />

156 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

En no pocos aspectos, Orientalismo se reduce a la denuncia de su autor<br />

de lo que tilda de espuria alianza entre la Ilustración y el colonialismo. Para<br />

muchos lectores de Said con un mínimo de sentido crítico, existe de suyo<br />

una insuperable contradicción entre el “humanismo laico” que dijo profesar<br />

el cosmopolita intelectual palestino-americano –aunque su universalismo<br />

esté muy matizado por el particularismo de Eric Auerbach (Cf:<br />

Mimesis)– y su crítica sistemática de la gran tradición de la Ilustración occidental,<br />

una de las más altas cumbres culturales de ese humanismo que<br />

Said dijo abrazar. Máxime cuando siempre puso en cuestión la integridad<br />

y la validez moral del criticismo y de la indagación crítica de otras áreas<br />

culturales, como la árabe-islámica. Mas en realidad, no se da tal contradicción,<br />

pues el humanismo de Said, inspirado en Vico, un “irracionalista<br />

moderno” (en palabras de I. Berlin), tan difícil de leer como de entender,<br />

era tan rancio y ajeno al humanismo racionalista de la Ilustración como lo<br />

puedan ser el esoterismo medieval o los mitos religiosos. La reacción de<br />

Said contra la Ilustración y su idea universal de humanidad fue propia de<br />

un romántico para el cual lo importante está en los particularismos basados<br />

en las diferencias raciales. En suma, Orientalismo ha sido una obra que<br />

ha contribuido notablemente a asentar el disparatado prejuicio posmoderno<br />

de que todo pensamiento racional es implícitamente racista. Más<br />

aún, el concepto de Said del “otro”, que subyace en todo su análisis del<br />

“orientalismo”, surge como reacción contra la razón, y es deudor de los filósofos<br />

existencialistas (Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, sobre todo).<br />

El argumento de que Occidente –o mejor dicho, sólo Europa antes del<br />

siglo XX– se ha definido a sí mismo en oposición al Oriente es una falacia<br />

y una simplificación extrema y esencialista. Los europeos se identifican, y<br />

se han identificado durante siglos sobre todo por su historia, como herederos<br />

conjuntos de la Grecia clásica, del Imperio romano, del cristianismo<br />

atemperado por la escolástica medieval, del Renacimiento, de la Reforma,<br />

de la Contrarreforma, de la Ilustración y del modernismo laico. Es más: el<br />

sentido que tienen los occidentales de sí mismos, su cosmovisión, su forma<br />

de entender su relación con su pasado y su sentido de su futuro están profundamente<br />

influidos por los valores cognitivos de la filosofía especulativa<br />

y de la ciencia moderna, algo que no ocurre en las sociedades de musulmanes,<br />

que llevan más de quinientos años sin aportar ni una coma al acervo<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 157


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

de conocimientos que tiene la humanidad de sí misma y del mundo en general.<br />

Por lo tanto, aseverar que los occidentales necesitan del “otro” geográfico<br />

para definir su propia identidad es, amén de falso, de una arrogancia<br />

por parte de ese “otro”, sea árabe, islámico, chino o japonés, que sobrepasa,<br />

sin duda, cualquier medida imaginable de prepotencia egocéntrica o<br />

de complejo de inferioridad verdaderamente enfermizo.<br />

Por otro lado, la complejidad de la visión cambiante que ha tenido Occidente<br />

respecto del islam queda ejemplificada precisa y justamente en la<br />

Ilustración del siglo XVIII, que como se ha visto Said percibió como la raíz<br />

del “orientalismo” moderno. Cierto que algunos intelectuales ilustrados<br />

atacaron al islam motivados por su cosmovisión racional y su filosofía laica<br />

que les hacía ver en las religiones el enemigo principal de la razón, de la<br />

educación, de la tolerancia, del antropocentrismo, el laicismo y demás valores<br />

de la Ilustración. Mas esos ataques al islam fueron siempre paralelos<br />

a los que se hicieron al judaísmo y al cristianismo en su condición de religiones.<br />

Es más, en ciertos tiempos y lugares, en los cuales la Iglesia seguía<br />

siendo muy poderosa, los ataques al islam no fueron sino embates camuflados<br />

al cristianismo. Mas a la vez, otros escritores y pensadores del Siglo<br />

de las Luces vieron en el islam una religión más próxima a las ideas de la<br />

Ilustración que el cristianismo. Muchos de ellos la vieron como una religión<br />

equilibrada entre los deberes morales y las necesidades básicas de los creyentes,<br />

algo muy opuesto a la distorsionada actitud del cristianismo tocante<br />

al sexo. Hasta hubo escritores que hablaron admirablemente bien<br />

del islam y de su tolerancia con las minorías, contraponiéndola al fanatismo<br />

cristiano.<br />

SAID Y LOS ARABISTAS “COMME IL FAUT”<br />

Las tesis de Said que se han expuesto en párrafos anteriores y que subyacen<br />

al mito del “orientalismo” emanan de la crítica que aparece en las páginas<br />

de Orientalismo al campo académico de los estudios sobre el Oriente<br />

Próximo, conocidos también como arabismo. Es ésta una disciplina académica<br />

propia generalmente de sociedades que no forman parte del<br />

mundo de habla árabe, y que engloba estudios especializados en la cultura<br />

158 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

árabe y su lengua. Los orígenes del arabismo se encuentran en la España<br />

medieval, mas en Orientalismo no hay ni rastro del arabismo español. En el<br />

citado prólogo de Said a la segunda edición española de este libro, el autor<br />

se defiende, una vez más, de las críticas recibidas por no haber tenido en<br />

cuenta otros estudios orientales que no fuesen los de británicos, franceses<br />

y estadounidenses con el argumento de que sólo le interesaba denunciar los<br />

vínculos entre imperialismo y orientalismo, los cuales se daban claramente<br />

en los casos que estudiaba en su texto. Sostiene, además, respecto de España,<br />

que tras haber leído a Américo Castro y a Juan Goytisolo, se ha refirmado<br />

su convencimiento de que las relaciones entre España y el islam<br />

no son imperialistas y que el islam no es extraño ni enemigo de la identidad<br />

cultural española, sino que forma parte de ella. Con tales guías no tiene<br />

nada de extraño que Said yerre respecto a la importancia del islam en la<br />

identidad española, una cuestión que tiene que ver más con las ideologías<br />

políticas que con la realidad histórica. Said ignora, como tantas otras cosas,<br />

que el “orientalismo español” ha sido básicamente arabismo centrado en el<br />

medievo. Por lo tanto, si ya de suyo el aserto de Said de que “orientalismo”<br />

y colonialismo van siempre juntos es erróneo, en el caso español ni siquiera<br />

está equivocado. Es más, la identificación que se da en el arabismo español<br />

del período que estudia Said entre el islam y el cristianismo tiene claramente<br />

un trasfondo político de extrema derecha, que se reduce,<br />

básicamente, a la eterna lucha entre el bien –identificado con la religiosidad<br />

tradicional de cristianos y musulmanes, unidos por unos mismos valores<br />

morales pese a sus diferencias dogmáticas y teológicas– y el mal,<br />

encarnado por los que defienden e impulsan el secularismo, los valores liberales<br />

de la Ilustración y la democracia.<br />

Hasta ahora casi no nos hemos ocupado de las críticas a Orientalismo,<br />

muchas de ellas demoledoras, que se han hecho desde el mismo campo de<br />

los expertos académicos especializados en las materias sobre las que divaga,<br />

más que diserta, Edward Said. Se trata de un asunto largo, complejo<br />

y muy técnico que trataremos de resumir para nuestros lectores. La lista de<br />

esos arabistas de primer rango que han señalado los muchos errores que<br />

lastran Orientalismo es amplia, y en ella destacan los nombres de Jacques<br />

Berque, Malcolm Kerr, Bernard Lewis (junto con Silvestre de Sacy, Ernest<br />

Renan y Edward W. Lane, fundadores de los estudios orientales como dis-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 159


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

ciplina moderna en el siglo XIX, las bestias negras de Said) y Maxime Rodison.<br />

La agria, dura, contumaz y larga disputa entre Lewis y Said está ampliamente<br />

documentada en numerosos libros y artículos. La postura de<br />

Lewis es la del rechazo sin paliativos de las tesis de Said de que los arabistas<br />

occidentales han tenido, por sistema, un sesgo imperialista en contra del<br />

Oriente Medio. Por el contrario, sostiene Lewis, el orientalismo como disciplina<br />

académica se desarrolló a partir del humanismo europeo, independientemente<br />

de la expansión colonial. Como apoyo a esta aseveración,<br />

Lewis demuestra que tanto los franceses como los ingleses estudiaron ya<br />

el islam a lo largo de los siglos XVI y XVII, mucho antes de que se plantease<br />

su posible dominio colonial del Oriente Medio. Es más, en países con<br />

escaso y nulo historial de colonización de mundo árabe, tales como Italia,<br />

Holanda y Alemania, las contribuciones académicas al orientalismo fueron<br />

mucho más importantes que las de franceses, británicos o estadounidenses;<br />

y que hasta muchos de los estudios llevados a cabo en los países colonizadores<br />

fueron totalmente ajenos a la causa del imperialismo. Y como<br />

ejemplo clásico propone el desciframiento del lenguaje de los antiguos<br />

egipcios, lo que abrió las puertas al estudio sistemático de un pasado espléndido<br />

que los propios egipcios habían olvidado. Se pregunta entonces<br />

Lewis, con toda razón, que a qué causa imperial servían los eruditos que<br />

hicieron esa contribución tan decisiva para el conocimiento de la historia<br />

de la humanidad 21 .<br />

A estas alturas de este artículo, espero que haya quedado claro que en<br />

el debate en torno a Orientalismo se dan dos posturas nítidamente diferenciadas<br />

y que se corresponden con bastante precisión con las dos vertientes<br />

de la disputa: una, la erudita y académica, y la otra, la política, si bien a<br />

veces se mezclan una y otra. Un ejemplo reciente de la vertiente académica<br />

lo tenemos en el espléndido libro de Robert Irwin Dangerous Kno-<br />

21 Bernard Lewis, Islam and the West, Oxford University Press, 1993. Martin Kramer, “Bernard<br />

Lewis”. Encyclopedia of Historians and Historical Writing, vol. 1, 1999. Ibn Warraq, “Debunking<br />

Edward Said”, op. cit. Merece la pena leer, sobre todo, el apartado titulado “Said, Sex, and the<br />

Psycho-analysis” en el que Warraq cita una “deconstrución” e interpretación freudiana, esperpéntica<br />

y ridícula, que hace Said de una cuestión muy técnica de filología árabe tomada de<br />

un texto de Lewis. Un ejemplo más de la charlatanería culterana e incomprensible de Said en<br />

Orientalismo.<br />

160 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

wledge: Orientalism and Its Discontents (Overlook Press, 2006) y en las reseñas<br />

que de este texto se han publicado en importantes diarios y revistas de<br />

pensamiento con gran prestigio en el mundo intelectual anglosajón 22 .<br />

Robert Irwin es un reconocido arabista británico, especialista en la historia<br />

y la cultura del Próximo Oriente que imparte cursos en las universidades<br />

de Londres, Cambridge y Oxford. Su juicio sobre Orientalismo es<br />

asolador: “ese libro me parece una obra llena de charlatanería maligna en<br />

la cual es difícil distinguir entre errores honrados y alteraciones hechas<br />

aposta”. A partir de su aserto de que Said está equivocado en casi todo,<br />

Irwin dedica la gran parte de su libro a examinar con detalle y rigor la historia<br />

de los escritos de autores occidentales sobre el Oriente, poniendo de<br />

manifiesto la evidencia de que algunos de ellos fueron personas con debilidades,<br />

carencias y extrañezas, en ocasiones rayanas en la locura (como es<br />

el caso de Guillaume Postel, nacido en 1510, y según el autor, “un lunático<br />

completo”). Mas de todos éstos, los que se pueden llamar en verdad orientalistas<br />

y arabistas eran hombres (y muy rara vez, mujeres) de su tiempo<br />

que estudiaron con devoción las lenguas de esa zona geográfica y que establecieron<br />

con objetividad las relaciones del islam y su historia con sus<br />

fuentes judías y cristianas. En general se trataba de eruditos ajenos a la política<br />

y, sostiene Irwin, el racismo de algunos, como Renan –al que no considera<br />

un orientalista comme il faut– o el de determinados escritores que no<br />

pasaban de meros aficionados en muchas de las materias de esta disciplina,<br />

no lo inventaron los verdaderos orientalistas. Mas, prosigue Irwin con toda<br />

lógica, las afirmaciones de los orientalistas de la excepcionalidad lingüística<br />

de la región, su cultura y su religión, teológicamente subdesarrollada y con<br />

preceptos legales muy elaborados y estrictos, fueron aspectos que influyeron<br />

sin duda en los políticos, como lo hicieron tantos otros relacionados<br />

con las informaciones que se tenía de aquella zona en aquella época.<br />

Para Irwin la mayoría de los más importantes orientalistas eran intelectuales<br />

influidos por la Ilustración, y es incuestionable que ha existido una<br />

tendencia muy marcada entre estos estudiosos eruditos a adoptar posturas<br />

22 Por razones que desconozco, la edición de bolsillo, realizada por Penguin Books (enero de<br />

1997) lleva por título For Lust of Knowing. The Orientalists and their Enemies.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 161


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

claramente antiimperialistas, a la vez que su entusiasmo por las culturas que<br />

estudiaban les hacía ser muy críticos con sus propias culturas y sociedades.<br />

Al igual que Lewis, Irwin destaca que, en flagrante contradicción con la<br />

tesis fundamental de Said, los más importantes orientalistas del siglo XIX e<br />

inicios del XX eran alemanes, siendo así que Alemania carecía de intereses<br />

coloniales en el Oriente Medio y en el resto de Asia. Por el contrario, el colonialismo<br />

de Rusia en Asia central y en el Cáucaso no tuvo reflejo alguno<br />

en la historia del orientalismo de las llamadas grandes potencias europeas.<br />

Otro aspecto que Irwin denuncia como seriamente errado es la forma<br />

simplista y de trazo grueso con la que Said expone los complejos encuentros<br />

y desencuentros de la historia de ambas civilizaciones. Durante la mayor<br />

parte de la historia común, apunta Irwin, Europa ignoró al islam o lo consideró<br />

como una forma del arrianismo, una herejía propia de los primeros<br />

tiempos del cristianismo. Lejos de convertir, como sostiene Said, al islam en<br />

el amenazante “otro”, durante muchos siglos la mayoría de los europeos ni<br />

siquiera supieron de la existencia del islam, preocupados como estaban en<br />

convertir en diablos a las sectas cristianas rivales. Además, parece olvidar<br />

Said, o lo calla torticeramente, que las relaciones de imperialismo fueron de<br />

signo diverso a lo largo de la historia, siendo así que las potencias europeas<br />

estuvieron durante siglos amenazadas por el poderoso Imperio otomano.<br />

La otra vertiente, el otro bando de este debate –donde exista y no se<br />

quede reducido, como en España, prácticamente a un cansino monólogo<br />

de los exegetas del “orientalismo saidita”– lo forman aquellos para los cuales<br />

la razón, el pensamiento crítico, el método científico y la honradez académica<br />

en búsqueda de la verdad, y hasta la verdad misma, carecen de<br />

valor frente al compromiso político con los palestinos y demás sociedades<br />

del mundo árabe-islámico. Lamentablemente, ésta es la posición mayoritaria<br />

de los orientalistas occidentales de hoy día y la postura políticamente<br />

correcta, que se ampara en el más extremo de los relativismos cognitivos,<br />

propio del multiculturalismo posmoderno, y en una falta de ética intelectual<br />

y académica que es casi una obscenidad.<br />

Hay muchos ejemplos de esta postura que, ante la evidencia de los errores<br />

y falsedades de Orientalismo, recurre, para defender al libro y a su autor,<br />

162 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

a los mismos métodos tramposos con que Said construyó su ficción orientalista.<br />

Como muestra, baste un botón: Terry Eagleton. En su reseña del<br />

libro de Irwin, este insigne representante de la teología de izquierdas que se<br />

nutre de las partes más putrefactas de los exquisitos cadáveres doctrinales<br />

de Marx, Freud, Focault, Derrida, Adorno, Heidegger, Sartre, etcétera, intenta<br />

salvar los trastos del naufragio de Orientalismo con un argumento tan<br />

falaz como ridículo: Said se equivocó en muchas cosas, en muchos detalles,<br />

en casi todo; pero su argumento central es básicamente correcto. Está tan<br />

convencido Eagleton de que Said ha sido capaz de obrar el milagro de romper<br />

con toda la lógica y, partiendo de premisas falsas, llegar a una conclusión<br />

verdadera, que hasta titula su reseña con esta larga frase: “Eastern block.<br />

Edward Said got many things wrong, but his central argument was basically<br />

right. The west’s denigration of the east has always gone with imperialist incursions<br />

into its terrain”. O lo que es lo mismo, pese a que Irwin y otros<br />

muchos expertos arabistas han demostrado que los hechos históricos no<br />

permiten establecer que se dé tal correlación entre “orientalismo” (para Eagleton,<br />

equivalente a “denigración del Oriente por el Occidente”) e “incursiones<br />

imperialistas en el terreno de Oriente”, Eagleton siente en sus<br />

entrañas que eso es cierto y así lo manifiesta con gran desfachatez 23 .<br />

Esta inaudita actitud de Eagleton, que suena como un eco de las citas<br />

de los apóstoles españoles del “orientalismo saidita” que aparecen en el<br />

arranque de este artículo, la explica muy bien William Grimes en su espléndida<br />

reseña de Dangerous Knowledge que se publicó en el New York<br />

Times: “Orientalismo, como deja sobradamente claro el propio Irwin, sea<br />

plenamente consciente de ello o no, no puede ser refutado. No importa<br />

cuántos errores de hechos o interpretaciones se denuncien, el libro es invulnerable<br />

porque sus argumentos son políticos y no académicos. En la<br />

era de los estudios poscoloniales Orientalismo continúa suscitando entusiasmo<br />

y hasta dictámenes reverenciales. Puede que esto no sea justo, pero<br />

hace que muchos se sientan bien” 24 .<br />

23 Newstatesman, 13 de febrero de 2007. El título del libro que aparece en esta reseña es For<br />

Lust of Knowing. The Orientalists and their Enemies.<br />

24 William Grimes, “The West Studies the East, and Trouble Follows”. New York Times, 1 de noviembre<br />

de 2006.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 163


TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

Puede ser. Pero al intentar expurgar de toda responsabilidad a la cultura<br />

árabe-islámica de sus fracasos y errores echando siempre la culpa al “orientalismo”<br />

de Occidente, amén de eliminar de raíz cualquier atisbo de la necesaria<br />

y saludable autocrítica de la que tan necesitada está la cultura,<br />

entendida en su más amplio sentido, de muchas sociedades orientales, Said<br />

y sus apóstoles practican ellos mismos una forma especialmente aguda,<br />

despectiva y dañina de “orientalismo”, al presentarnos una sociedad árabeislámica<br />

compuesta por seres inmaduros, irresponsables, ignorantes y cándidos,<br />

henchidos de victimismo y de plañideras identidades y herida<br />

dignidad, sociedad que no se sabe cómo ni cuándo ni por qué surgió tras<br />

la decadencia del esplendor y la gloria de los siglos dorados del imperialismo<br />

de la espada y el Libro de las gentes del oriente islámico 25 .<br />

25 Terminado este ensayo tengo conocimiento de los trabajos y escritos de José Antonio González<br />

Alcantud, profesor titular de Antropología de la Universidad de Granada, en los que se revisa<br />

críticamente, aunque con autoimpuesta moderación obvia, el “orientalismo” de Edward<br />

Said. Leyendo esta documentación, se entiende el comentario de Ibn Warraq que se cita en<br />

el presente artículo acerca de lo difícil que es hoy día para un experto en estudios orientales<br />

nadar en contra de la corriente del “saidismo” académico y mediático (Cf: José Antonio González<br />

Alcantud, Editor, Orientalismo desde el Sur. Editorial Anthropos, 2006).<br />

164 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

ACERCA DE LA NACIÓN:<br />

EL CASO DE LOS EE.UU. 1<br />

En una época en que fenómenos como la globalización y la concentración<br />

en grandes sociedades político-económicas parecen afirmarse en<br />

la palestra de la historia, muchos aspectos de la realidad histórica van<br />

cayendo en el olvido por considerárselos anticuados o en vías de extinción.<br />

¿Tiene algún sentido hablar de la nación cuando es la globalización lo que,<br />

sin duda, marca el proceso actual?<br />

Desde hace más de tres lustros, tras el fin de la Guerra Fría y la subsiguiente<br />

desaparición de la escena de las superpotencias de la Unión Soviética,<br />

se observa en el panorama intelectual internacional un renovado y<br />

creciente interés por comprender cabalmente el fenómeno de los EE.UU.,<br />

si bien la mayor parte de los enfoques y de las aproximaciones se centren<br />

en un aspecto del “imperio” por ser lo más llamativo desde una perspectiva<br />

externa.<br />

Pero frente a este debate sobre el imperio y el imperialismo se está librando<br />

en los Estados Unidos un singular debate acerca de lo que es la nación<br />

americana. Y esto no sólo se lleva a cabo mediante argumentaciones<br />

científicas, sino incluso también con las armas de la creación literaria. Ejemplo<br />

neto de este debate con indumentaria literaria es la obra de Thomas<br />

Jorge Uscatescu Barrón es Doctor en Filosofía<br />

1 Reflexiones a propósito del libro de Samuel P. Huntington, Who are we? America’s Great Debate.<br />

Simon & Schuster, Nueva York, 2004.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 165


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

Pynchon Mason and Dixon 2 , en que se ofrece una transfiguración estética del<br />

trabajo cartográfico de Mason y de Dixon en las vísperas de la guerra de independencia<br />

americana.<br />

La novela gira en torno a la ejecución de la obra cartográfica de ambos<br />

astrónomos británicos que llevan la misión encomendada de trazar la línea<br />

de demarcación fronteriza entre algunas colonias británicas. Con este trabajo<br />

de agrimensura, que, a los ojos del escritor, se antoja como una herida<br />

en la tierra, al ignorar las líneas geográficas naturales 3 , se dibuja y surge el espacio<br />

americano poco antes de separarse definitivamente de la metrópolis.<br />

Durante sus viajes por los territorios colonizados, ambos agrimensores de<br />

ocasión se ven frente a una realidad americana peculiar y diversa de la británica:<br />

no son colonos británicos los que allí moran, sino colonos americanos<br />

en un lugar salvaje en medio de indios. En su visita a Pennsylvania se<br />

acentúa aún más el abigarramiento de naciones y de credos religiosos transplantados<br />

a esta tierra. Pynchon retrata lleno de ironía y no sin cierto sarcasmo,<br />

en un caleidoscopio literario, la América en ciernes en su acto<br />

fundacional.<br />

En este estudio quiero tomar en consideración un libro monográfico<br />

sobre el tema, alejado de las ficciones literarias dominantes. No es ciertamente<br />

el primero en acometer este tema, pero sí es un libro lo suficientemente<br />

rico como para dar que pensar en nuestros días. Se trata de la obra del<br />

conocido politólogo norteamericano Samuel P. Huntington, autor de numerosos<br />

libros, especialmente del denostado The Clash of Civilizations, de<br />

1996, que más que por su contenido sigue dando que hablar por su título. En<br />

su nueva monografia Who are we? America ‘s Great Debate, de 2004, analiza<br />

el problema de la identidad nacional de los EE.UU. en una perspectiva política<br />

apoyada en estudios sociológicos y demoscópicos previos.<br />

Todo libro, como toda obra literaria y artística en general y asimismo<br />

como toda obra científico-natural, surge en un contexto histórico, determinado<br />

por un marco cosmovisivo más o menos delineable, y una motivación<br />

2 Holt, Nueva York, 1997.<br />

3 Ibídem, pág. 542.<br />

166 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


que justamente prefija el planteamiento del libro y la marcha de la investigación.<br />

Ya en el prólogo queda claro que el motivo intelectual del libro es el<br />

patriotismo del autor, aguzado por una crisis de conciencia nacional americana<br />

ante los cambios que están sucediéndose en lo relativo a la relevancia<br />

y esencia de la identidad nacional 4 ; por ello no es un tema abstracto y exangüe,<br />

sino un asunto candente que atañe directamente al autor y a la sociedad<br />

en cuya historia está inscrito. Es también manifiesto que el subyacente<br />

patriotismo troquelado sobre un modelo restablecido de identidad nacional<br />

es el elemento determinante que prefigura las vías de exploración de este fenómeno<br />

político: la identidad nacional.<br />

Si el motivo es el patriotismo, ¿cuál es la ocasión inmediata de este libro?<br />

Según Huntington, la cultura anglosajona ha constituido durante siglos la<br />

médula de la identidad nacional, pero es a finales del XX cuando estos pilares<br />

de la cultura anglosajona están siendo socavados por la fuerza pujante de<br />

los hispanos y por la ideología adversa del multiculturalismo.<br />

Por eso, lejos de ser un estudioso imparcial, Huntington se perfila como<br />

un intelectual comprometido, esta vez con la nación y no con ideas emancipatorias<br />

y “progresistas”, al tomar claramente partido por la cultura anglosajona<br />

como cimiento de la identidad nacional de los EE.UU., descartando<br />

como elementos identificadores la raza, la etnia, la ideología.<br />

§ 1. BREVES APUNTES SOBRE EL CONCEPTO DE NACIÓN:<br />

ALEXIS DE TOCQUEVILLE EN AMÉRICA<br />

El libro de Huntington se propone analizar la identidad nacional de los<br />

EE.UU. Pero si ésta es la tarea, habrá primero que establecer qué se entiende<br />

por tal identidad nacional. Aunque se advierte un esfuerzo por un tratamiento<br />

teórico del problema, se echan de menos importantes precisiones<br />

acerca del concepto de nación, requisito previo ineludible, y, por otro, no<br />

hay ni rastro de elucidación previa de lo que es la identidad en sí, cuanto<br />

4 Samuel P. Huntington, Who are we?, págs. XVI-XVII.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 167


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

menos aún del fenómeno más intrincado de la “identidad nacional”, tarea<br />

casi más ardua que la de la identidad personal si cabe.<br />

“¿Qué es la nación?” es una rancia pregunta –piénsese en el homónimo<br />

libro de Renan–, y de complicada respuesta, que fácilmente aboca a fórmulas<br />

estereotipadas. La nación puede circunscribirse, a título provisional, como<br />

una entidad histórica que dura en el tiempo y se dilata en el espacio, con un<br />

origen o surgimiento concreto que se narra en un mito o una historia con un<br />

mayor o menor fundamento en la realidad acaecida.<br />

De la misma forma que el origen de Roma se nos transmite en un mito<br />

que narra cómo los hermanos gemelos Rómulo y Remo fundaron la ciudad,<br />

así también se sitúa el acta fundacional de América con la arribada a sus costas<br />

de protestantes sectarios a bordo del “Mayflower”: los sedicentes primeros<br />

pobladores de los EE.UU., que, como se sabe, no fueron los primeros ni<br />

los más emprendedores. En un caso, el marco espacial son las orillas del<br />

Tíber, en el otro, la costa oriental atlántica de Norteamérica.<br />

La nación está ligada a una raza o una etnia. No importa que en un principio<br />

haya habido varias razas o pueblos, lo importante es que en el origen<br />

se haya dado una homogeneidad, o mejor dicho, que se crea que haya habido<br />

tal homogeneidad étnica o racial, como se expresa en los mitos fundadores<br />

de las naciones. Si en el caso de Roma son los latinos los que se afirman<br />

frente a los etruscos y a otros pobladores del Lacio, en el caso norteamericano<br />

se trata de emigrantes ingleses practicantes de una religión concreta, diversos,<br />

por ejemplo, de los holandeses allí asentados. A estos ingleses del<br />

protestantismo sectario del XVII se remontan los actuales portadores de la<br />

nación americana. En una nación hay en el pasado original unos antepasados<br />

fundadores de los que descienden de alguna manera los actuales portadores<br />

de la nación. Ésta es como una cadena de mayores y de descendientes<br />

todos ellos unidos desde el pasado y proyectados a la vez hacia el futuro.<br />

En origen se toman unas decisiones, se cristaliza una visión del mundo,<br />

una forma concreta de cotidianidad y una religión, de tal modo que queda<br />

prefigurada ya una vía por la que discurrirá el proceso histórico o se realizará<br />

su misión histórica.<br />

168 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Entre las coordenadas temporales de pasados ancestros, presentes o coetáneos<br />

y futuros o descendientes, evoluciona, pues, la entidad nacional como<br />

una entidad particular organizada en que un grupo humano se articula para<br />

formar una comunidad. Esta comunidad es tal no sólo por una convivencia<br />

o contigüidad espacial, sino sobre todo por seguir unas leyes y principalmente<br />

por entender de una forma distinta el conjunto de las cosas, todo lo<br />

cual se sedimenta en lo que se da en llamar cultura.<br />

Esta definición de nación, a la que se suma ciertamente Huntington no<br />

soluciona del todo la gran cuestión acerca de lo que es la nación. Para el historiador<br />

Federico Chabod la nación es también un hecho espiritual, pero<br />

susceptible de ser interpretado de dos maneras bien diversas.<br />

Por un lado, la nación posee un origen étnico, ya que una raza o un<br />

pueblo concreto expresan un sentir común de las cosas que se vertebra en<br />

una forma concreta del espíritu: es la idea de nación de Herder como comunidad<br />

étnica 5 . Por otro lado, está la nación como expresión de la voluntad<br />

general: es la idea de Rousseau 6 . Sobre estos dos pilares se asienta<br />

la cultura.<br />

Volvamos al caso americano. Alexis de Tocqueville no fue el primero,<br />

pero sí ha sido el pensador político que ha legado el mejor retrato fisiognómico<br />

de la nación americana, al haber sabido recoger y trazar las leyes, costumbres,<br />

usos, ideas y creencias a través de las cuales se revela inconfundible<br />

la esencia de la nación americana, en su famoso libro De la démocratie en Amérique<br />

de 1835 7 . Aquí se demuestra una vez más cómo un perspicaz foráneo<br />

es capaz de ahondar en las profundidades y recónditos recovecos de una nación,<br />

previa observación concienzuda de los fenómenos. Para el joven jurista<br />

francés enviado por su gobierno para estudiar in situ el sistema penal norteamericano<br />

lo importante es la dimensión política de la sociedad junto a los<br />

usos y costumbres, pero apunta que en este caso de tal modo están unidas<br />

5 Federico Chabod: L ‘idea di nazione, Laterza, Bari, 1961, pág. 68.<br />

6 Ibídem, pág. 70.<br />

7 Alexis de Tocqueville: De la démocratie en Amérique, introducción de Harold Laski (2 volúmenes),<br />

en Oeuvres, papiers et correspondances, edición dirigida por J.P. Mayer, Gallimard, 1951.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 169


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

costumbres y leyes que lo que se llama democracia define tanto el sistema<br />

político cuanto las costumbres mismas.<br />

¿Qué es lo que llama la atención de Tocqueville? La igualdad de condiciones.<br />

Este hecho determina, a su parecer, la marcha de la sociedad misma<br />

por completo, impregnando de su espíritu la forma de gobierno: no es un objetivo<br />

al que apunten las leyes, sino el punto de partida 8 . Y este punto de partida<br />

que constituye la base de la democracia americana se inscribe en un<br />

proceso histórico universal, casi como un don de la providencia, al que han<br />

contribuido todos los hombres. Es en este país donde se asiste al triunfo imparable<br />

de esta revolución 9 .<br />

De este germen democrático fueron los portadores todos los emigrantes<br />

europeos, y no sólo los anglosajones, porque a todos les son comunes dos<br />

notas decisivas: la carencia de una idea de superioridad al abandonar sus respectivas<br />

patrias y la situación dolorosa y desgraciada de la emigración marcada<br />

por la pobreza. A su entender, la aristocracia territorial europea no<br />

emigró al nuevo continente.<br />

Como todo esto es común a otros territorios americanos, Tocqueville<br />

advierte que el fermento cultural del que germinó la sociedad americana<br />

fue el puritanismo o el protestantismo sectario de la Inglaterra del XVII,<br />

mientras que el tejido social era urdido por la clase media. La homogeneidad<br />

étnica y religiosa inicial marcó desde el inicio el desarrollo de la nación<br />

10 .<br />

La libertad de prensa así como en general la libertad de expresión descansan<br />

jurídicamente en la propia Constitución americana, que sitúa la so-<br />

8 Ibídem, I 1: “Entre los objetos nuevos que, durante mi estancia en los Estados Unidos, han<br />

atraído más mi atención no ha habido otro que me haya impresionado más vivamente que la<br />

igualdad de condiciones. Sin esfuerzo descubrí el maravilloso influjo que ejerce este hecho<br />

sobre la marcha de la sociedad; le confiere al espíritu público una determinada dirección o un<br />

determinado sesgo a las leyes, a los gobiernos, nuevas máximas, y a los gobernados, hábitos<br />

peculiares”.<br />

9 Ibídem, I 4.<br />

10 Ibídem, I 34.<br />

170 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

beranía en el pueblo, ya que “la soberanía del pueblo y la libertad de prensa<br />

son, pues, cosas por entero correlativas” 11 .<br />

¿Dónde estriba la trabazón de uno y otro elemento? Si la soberanía radica<br />

en el pueblo y éste se concibe como un conjunto de ciudadanos o individuos,<br />

cada uno de ellos aspiraría a expresarse libremente. Ahora bien, Tocqueville<br />

observa que en la democracia la mayoría ejerce un imperio absoluto al que<br />

nada se puede resistir; es el origen de esta forma de gobierno, pero también<br />

una vía abierta a la tiranía 12 .<br />

¿Es el ideario político así presentado en verdad el elemento aglutinador<br />

de la nación? O si se prefiere, siguiendo el discurso tocquevelliano, ¿son las<br />

leyes de una nación los elementos que la vertebran? En el caso de los EE.UU.<br />

parece haber tres posiciones básicas contrapuestas entre sí.<br />

Una primera opinión, la política, como la presenta Huntington, sostiene<br />

que la serie de principios políticos básicos reflejados en la Constitución, esto<br />

es, el llamado “credo americano”, constituye la base de la nación con total<br />

exclusividad. En su voluminoso libro sobre la cuestión negra el economista<br />

sueco Myrdal estudia especialmente las creencias, estimaciones e ideas de<br />

la población blanca americana sobre la población negra 13 , pero advierte<br />

también sobre la estridente diversidad dentro de la nación americana con<br />

sus gentes oriundas de tan diversas tierras y naciones del mundo. En medio<br />

de este caos racial y cultural avasallador cree haber divisado un elemento<br />

unitario: una homogeneidad estimativa y dóxica que se condensa en lo que<br />

llama “ethos social” o “credo político” y que es, en suma, lo que confiere<br />

unidad y uniformidad a la nación americana 14 . Éste comprende como “ar-<br />

11 Ibídem I 187.<br />

12 Ibídem I 263: “Lo que más le critico al gobierno democrático, tal como ha sido organizado en<br />

los Estados Unidos, no es, como muchos suponen en Europa, su debilidad, sino, por el contrario,<br />

su fuerza irresistible, Y lo que más rechazo produce en mí de América no es la libertad<br />

extrema que allí reina, sino las pocas garantías que ahí se dan contra la tiranía”.<br />

13 Gurmar Myrdal: The American Dilemma. The Negro Problem and Modern Democracy, Harpers &<br />

Brother, Nueva York/Londres, 1944.<br />

14 Ibídem, pág. 2: “Es difícil eludir la valoración de que este credo americano es el cemento en<br />

la construcción de esta gran dispar nación”.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 171


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

tículos de fe” –siguiendo la metáfora religiosa empleada– la dignidad de la<br />

persona, la igualdad, la justicia y la igualdad de oportunidades. Además de<br />

identificar llanamente el ethos social americano con unos principios políticos,<br />

vástagos innegables de la Ilustración europea del XVIII, Myrdal hace<br />

extensivos estos ideales americanos a toda la humanidad. Este rapto de clara<br />

prosapia wilsoniana y rooseveltiana en pleno fragor de la II Guerra Mundial<br />

cesa en cuanto Myrdal y sus colaboradores del voluminoso bártulo se<br />

ponen a analizar el llamado problema negro y otros elementos apenas reflejados<br />

en ese credo americano.<br />

¿Cabe definir una nación sólo en términos políticos en general, esto es,<br />

según un sistema político vigente en un momento histórico por muy dilatado<br />

que éste sea? Esta pregunta tan importante no se la plantea Huntington,<br />

quien, sin embargo, procede a criticar la segunda posición. Pero no<br />

parece conveniente esquivarla. Hay que plantear esta cuestión, aunque sólo<br />

sea en sus grandes líneas. Una ojeada somera a la historia de las naciones,<br />

desde sus balbuceos hasta la época en que se consolidaron y evolucionaron<br />

ya con firmeza, basta para deshacer tal hipótesis. Roma nació como<br />

monarquía, pasó, tras deshacerse del dominio etrusco, a ser una república<br />

aristocrática, que con el transcurso del tiempo y como consecuencia de las<br />

luchas entre patricios y plebeyos fue adquiriendo rasgos cada vez más democráticos<br />

entre guerras civiles y dictaduras hasta, por fin, llegar a un principado<br />

o monarquía de nuevo cuño (la fórmula encontrada por Augusto<br />

para salir de la espiral de guerras civiles y que se perpetuó durante cuatro<br />

siglos más, apenas alterada.) Con todo, algo que sí permaneció inalterado<br />

o se creyó con firmeza en que así fue, fueron las leyes del pueblo romano,<br />

que, una vez fijadas en las Leyes de las XII Tablas, siguieron siendo válidas,<br />

si bien modificadas y ampliamente desarrolladas, hasta la disolución del<br />

imperio romano.<br />

En definitiva, la nación como entidad histórica parece constituir un fenómeno<br />

con una variable Constitución política.<br />

Se alza una segunda opinión que hace de América una nación de emigrantes,<br />

una yuxtaposición de pueblos distintos. Por lo menos es trazable<br />

esta tesis hasta Roosevelt y Kennedy, ambos presidentes salidos del partido<br />

172 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

demócrata, pero la expresión intelectual más cabal se puede encontrar en el<br />

sociólogo Robert Bellah, pero con matices críticos:<br />

“Todos los americanos salvo los indios son inmigrantes o descendientes<br />

de inmigrantes, mas no todos los inmigrantes han tenido la misma acogida.<br />

El modo en que han sido tratados los diferentes grupos y el lugar que cada<br />

uno ha encontrado dentro de la comunidad nacional es indicador distintivo<br />

de la distancia entre los valores americanos y la práctica, y entre la pretensión<br />

de ser una comunidad universal y la realización actual” 15 .<br />

Esta idea se sublima en el mito de una América convertida en refugio de<br />

perseguidos, con el corazón abierto a todos los afligidos y oprimidos del<br />

mundo. A su entender, el proceso de americanización fue un proceso guiado<br />

por la cultura y la etnia anglosajonas.<br />

En vez de analizar la íntegra argumentación compleja de Bellah, Huntington<br />

prefiere centrarse en la tesis primera. A ésta le opone la distinción primordial<br />

entre colonos (settlers) e inmigrantes. Mientras que los primeros<br />

han abandonado su país de origen en grupo para fundar una nueva comunidad<br />

en un territorio lejano y no habitado o escasamente poblado, con un<br />

programa o ideario concreto de proyecto social, político o religioso, el inmigrante,<br />

lejos de querer fundar una nueva comunidad, se incorpora a una<br />

comunidad preexistente. Para Huntington el núcleo cultural de América lo<br />

constituyen los colonos de los siglos XVII y XVIII, afectos a una cultura definida<br />

básicamente por valores religiosos protestantes, con una ética del trabajo<br />

(Max Weber), con un idioma: el inglés, así como con tradiciones legales,<br />

usos y costumbres también ingleses: “A partir de esta cultura desarrollaron<br />

los colonos, durante los siglos XVIII y XIX, el credo americano con sus principios<br />

de libertad, igualdad, individualismo, gobierno representativo y propiedad<br />

privada. Las generaciones siguientes fueron asimilándose a la cultura<br />

de los colonos fundadores, contribuyendo a ella y modificándola, pero sin<br />

cambiar sus fundamentos” 16 .<br />

15 a Robert N. Bellah: The Broken Convenant; American Civil Religion in Time of Trial (1971), 2 ed.,<br />

University of Chicago Press, 1992, pág. 88.<br />

16 Samuel P. Huntington, Who are we?, págs. 40-41.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 173


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

Examinadas las cosas más de cerca, resulta que la serie de principios<br />

políticos recogida en el credo americano se origina en una sociedad concreta<br />

de colonos anglosajones con elementos holandeses y alemanes, con<br />

una religión cristiana de raigambre protestante, pero a partir de 1820 y<br />

hasta 2000 el flujo enorme de inmigrantes, que ascendió a un total de 66<br />

millones, ha modificado substancialmente el origen étnico primigenio de<br />

los pobladores.<br />

Mas no cabe duda de que en el caos americano el elemento ideológico<br />

procede del mundo cultural y forma parte integrante de la identidad nacional.<br />

¿Cómo ocurre esto?<br />

En 1776 una parte significativa de la población de las colonias británicas<br />

de Norteamérica se decide a rebelarse abiertamente contra el gobierno británico,<br />

que con sus crecientes exacciones agravaba por momentos la situación<br />

económica de sus súbditos americanos. Como en ambos lados lucharon<br />

anglosajones protestantes, la identidad de la nueva nación naciente en lucha<br />

con la metrópolis no podía descansar ni en la raza o etnia ni en la religión<br />

ni, en fin, en la cultura, sino en un elemento que desuniese a ambas facciones<br />

entre sí: la componente política e ideológica. Las ideas de la Ilustración<br />

de la soberanía popular, libertad e igualdad se plasmaron en el ideario político<br />

que configuró el núcleo de la declaración de independencia americana.<br />

A pesar de todo, este elemento ideológico no agota la identidad nacional.<br />

El llamado patriotismo político o constitucional (Verfassungspatriotismus)<br />

es un producto típico del siglo XX por el que segmentos de las minorías intelectuales<br />

dirigentes de una nación declaran que la identidad de ésta tiene<br />

que definirse en términos meramente políticos de democracia liberal, sin importar<br />

elementos culturales, usos y costumbres, elementos étnicos, religiosos<br />

o económicos. ¿Es la nación una agrupación de ciudadanos que respetan<br />

una Constitución política? Ciertamente no cabe reducir lo cultural o conjunto<br />

de “valores” que importa una nación a la Constitución política, por<br />

más que armonice la cultura nacional con la Constitución política vigente.<br />

Esta tesis unilateral sólo puede basarse en un Estado donde la homogeneidad<br />

cultural étnica, religiosa y lingüística no esté dada, es decir, en un Estado<br />

multicultural.<br />

174 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Así, Jürgen Habermas aboga sin ambages por una ciudadanía democrática<br />

que no esté enraizada en la identidad nacional de un pueblo y se oriente por<br />

principios democráticos generales 17 . De esta forma la nación se convertiría en<br />

una mera armazón jurídica capaz de crear por su neutralidad cultural un espacio<br />

libre y seguro en que los ciudadanos en calidad de miembros de diversas<br />

comunidades nacionales y entidades culturales pudieran desenvolverse<br />

con libertad. El patriotismo dejaría de ser el sentimiento de pertenencia a una<br />

entidad nacional patria para convertirse en el sentimiento de adhesión a una<br />

Constitución democrático-liberal. Es la utopía republicana revolucionaria desvinculada<br />

de las tradiciones nacionales y adscrita a un universalismo.<br />

En esta concepción ahistórica de la nación se quiere olvidar que la vida<br />

de la nación no está exenta de estas componentes ya mencionadas. La lógica<br />

de esta argumentación política aboca a la negación de las naciones y a la<br />

afirmación de una forma vaga de federalismo o de imperialismo.<br />

Un patriotismo de estas características está mutilado. Por eso Huntington<br />

insiste con razón en el elemento cultural como vertebrador de una nación.<br />

Sin ampararse en un concepto de cultura 18 procede sin más a delimitar semánticamente<br />

la médula cultural (cultural core) de la nación americana, su<br />

cultura dominante (mainstream culture), que es compatible con culturas<br />

subordinadas e incluso con entidades transnacionales basadas en elementos<br />

tales como la raza o la etnia, la religión, una clase social, etc.<br />

Según Huntington, el núcleo cultural de la nación americana está constituido<br />

por la cultura angloprotestante dominante desde los colonos funda-<br />

17 Jürgen Habermas: Faktizität und Geltung: Beiträge zur Diskurstheorie des Rechts und des<br />

demokratischen Rechtsstaates, Suhrkamp, Frankfurt am Main,1992, pág. 643.<br />

18 Tampoco lo hizo en su The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon &<br />

Schuster, Nueva York, 1996, pág. 40 y sig., al circunscribir el concepto de civilización, que se<br />

basa en el concepto de cultura. Sin entrar en el concepto aún más problemático de civilización<br />

hay que consignar que el elemento básico de ésta lo sitúa en la religión (págs. 42 y 47). Siguiendo<br />

a Oswald Spengler ya Leo Frobenius acepta la teoría del paideuma, proceso por el cual<br />

la cultura recoge y admite en su seno, transfigurándolos, elementos exógenos prestados de<br />

otras culturas (pág. 76). Para Leo Frobenius: Umrisse einer Kultur- und Seelenlehre, Beck, Munich,<br />

1921 (ahora en su tercera edición, Eugen Diederichs, Düsseldorf, 1953, pág. 20), la génesis<br />

de la cultura es una producción del alma; el alma de una cultura se expresa en la cultura<br />

material y en la vida del espíritu.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 175


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

dores y caracterizada por la lengua inglesa, el ideario religioso del protestantismo<br />

sectario desterrado de Inglaterra, usos y costumbres, legislación y<br />

organización política ingleses, así como otras formas culturales tales como<br />

la filosofía, la literatura, el arte y la música también de cepa inglesa 19 .<br />

En la época de la colonización, además, se mantuvo una cierta unidad étnica<br />

por ser la mayoría de los colonos de origen inglés, aunque hubiese un<br />

fuerte grupo holandés radicado en lo que fue Nueva Ámsterdam y una nutrida<br />

población de inmigrantes alemanes en Pennsylvania, mas olvidando la<br />

población esclava de origen africano excluida de lo político. Aunque esa inicial<br />

homogeneidad étnica se fue disolviendo con la afluencia sucesiva de<br />

otros emigrantes norte-europeos, sin olvidar el flujo humano procedente de<br />

Asia, el grupo angloprotestante hegemónico troqueló con su impronta cultural<br />

y sus valores derivados a los nuevos inmigrantes, que asumieron los<br />

nuevos patrones culturales 20 .<br />

Algunos han afirmado que América fue fundada como una sociedad liberal<br />

en el sentido de John Locke o de la Ilustración, sugiriendo con ello<br />

un origen político de carácter abstracto para la nación americana, cuando,<br />

en realidad, al parecer de Huntington, fue del magma cultural protestante<br />

puritano de donde surgieron esas ideas liberales 21 .<br />

En esta otra vertiente y origen de la identidad americana se cristaliza y se<br />

consolida el mito religioso en tomo a “a town upon a hill”. El puritano John<br />

Wintrop (1588-1649) pronunció a bordo de un barco que surcaba la bahía<br />

de Salem, poco antes de desembarcar en aquellas tierras, una homilía titulada<br />

“Un modelo de caridad cristiana”, en que entre otras cosas profesaba la firme<br />

19 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 59: “América ha tenido siempre una plétora de subculturas;<br />

también ha tenido una cultura angloprotestante dominadora de la que ha sido partícipe<br />

la mayor parte de sus gentes, fueren de las subculturas que fueren. Pues, durante casi dos<br />

siglos esta cultura de los colonos fundadores ha sido básica y la componente permanente de<br />

la identidad americana, Uno no tendría más que preguntarse: ¿sería América lo que hoy es si<br />

en los siglos XVII y XVIII hubiese sido colonizada no por protestantes británicos, sino por católicos<br />

franceses, españoles o portugueses? La respuesta es no: no sería América, sino Québec,<br />

Méjico o Brasil”.<br />

20 Ibídem, pág. 61.<br />

21 Ibídem, pág. 62.<br />

176 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


esperanza de fundar en la nueva tierra “una ciudad sobre la colina”, es decir,<br />

una sociedad basada en la religión cristiana, entiéndase: protestantismo. Este<br />

hecho y la importancia indiscutible del elemento puritano han servido a muchos<br />

para hablar de una fundación religiosa de la nación americana; pero no<br />

pueden despreciarse, por otra parte, otros elementos como el comercial, que<br />

fueron determinantes en la colonización británica de América y en la forja<br />

de la identidad de la nación americana, de la que Tocqueville alabó con razón<br />

su exacerbado sentido comercial.<br />

Este protestantismo fue caracterizado por la disidencia, pero en algunas<br />

colonias predominó una forma aún más radical: “la disidencia del disenso”,<br />

como ya había advertido Edmund Burke 22 . Se trata de la incesante multiplicación<br />

de sectas y movimientos disidentes, a su vez, de esas sectas transplantadas<br />

de la metrópolis. Esta proliferación sectaria cuajó y se acrecentó<br />

en un ambiente templado por el fervor y el entusiasmo religiosos. Esto hizo<br />

que el protestantismo jamás fuese un bloque monolítico homogéneo, sino un<br />

conglomerado de sectas divididas, a su vez, en otras hasta el punto de que<br />

la religión se ha convertido en una cuestión privada, creándose un espacio<br />

para que se desarrollasen otras religiones y credos aportados por los sucesivos<br />

aluviones migratorios. Y, sin embargo, este protestantismo disidente aún<br />

activo sigue siendo un fermento esencial de la sociedad americana.<br />

§ 2. EL CREDO AMERICANO<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

La heterogeneidad racial y religiosa, así como las desigualdades sociales y<br />

económicas en la nación americana han llevado a algunos estudiosos a buscar<br />

un denominador común en algo distinto de la cultura anglosajona. El ya<br />

mencionado economista sueco Gunnar Myrdal acuñó y divulgó el término<br />

22 Edmund Burke: Speech on the Conciliation of America, en Selected Works, edited with introduction<br />

and notes by E.J. Payne, Clarendon Press, Oxford, 1904, vol. 1, pág. 181: “The religion<br />

most prevalent in our northern colonies is a refinement on the principIes of resistence: it is the<br />

dissidence of dissent, and the protestantism of the protestant religion”. La famosa expresión<br />

de Burke dice tomarla Huntington de Reflection on the Revolution in France (Who are we?, pág.<br />

64). Este error es, en realidad, una excepción en su documentadísimo estudio, caso raro en la<br />

bibliografía anglosajona, por lo visto, reacia a citar.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 177


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

“credo americano”, de inconfundible connotación religiosa para denominar<br />

el ethos político y social común a todos los americanos. Este credo americano<br />

se define como la creencia “en la dignidad básica del ser humano individual,<br />

en la igualdad de derechos inalienables como la libertad, la justicia y<br />

la oportunidad justa (a faire opportunity, que es evidente que nada tiene que<br />

ver con la igualdad de oportunidades 23 )”. Esta fórmula recogida por Myrdal<br />

fue ya observada y comentada por Tocqueville, pero remite, en última instancia,<br />

a la declaración de independencia.<br />

Aunque el tenor del credo no parece haberse alterado esencialmente durante<br />

más de doscientos años, se pueden espigar nuevas reformulaciones que<br />

subrayan éste o aquel extremo y remodelaciones semánticas nada irrelevantes,<br />

como la reconducción semántica de “oportunidad justa” a “igualdad de<br />

oportunidades”. Pero por más que se subraye el elemento ilustrado y racionalista,<br />

esto no es óbice para reafirmar, como hace Huntington, las raíces religiosas<br />

de las ideas sobre la ley natural y la ley común, la tesis de la limitación<br />

de la autoridad estatal, así como las nociones básicas del derecho inglés, que<br />

hicieron que esas ideas germinasen y creciesen, proliferando en un terreno<br />

ya abonado por ellas 24 .<br />

Sin embargo, este “credo americano”, sucedáneo político del protestantismo<br />

y de la Ilustración, no se corresponde exactamente con lo que es la sociedad<br />

americana, sus usos y sus costumbres, a menudo divergentes de ese<br />

ideario. Este ethos americano no se adecua, por lo tanto, a lo que es el credo<br />

americano, si bien sea en gran medida un sedimento habitual del protestantismo,<br />

como puede certificarse en dos de sus rasgos más sobresalientes: feroz<br />

individualismo radicado en la idea de la responsabilidad moral individual, y<br />

la llamada ética del trabajo en su fórmula weberiana archiconocida, según la<br />

cual con el trabajo de cada uno se va librando el presente y el porvenir, mientras<br />

que la holgazanería y la pereza se tienen por vergonzosas e incluso por<br />

23 Gunnar Myrdal; The American Dilemma, pág. 3.<br />

24 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 68: “El credo americano es la creación sin par de la<br />

cultura protestante disidente. La amplitud, el fervor y la continuidad con que los americanos se<br />

han adherido a este credo dan testimonio de que es una parte imprescindible de su carácter<br />

e identidad nacionales”.<br />

178 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


pecaminosas. Baste con estos apuntes que esbozan la tesis más plausible en<br />

mi opinión de que en modo alguno el “credo americano” agota el ethos nacional<br />

americano.<br />

§ 3. RELIGIÓN Y NACIÓN<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

En la historia de la humanidad se advierte que el fenómeno de la religión se<br />

da unido a un determinado grupo humano, a una cultura o a una nación.<br />

Hay, pues, una ligazón esencial entre pueblo o nación y religión: los dioses<br />

son los dioses propios de un pueblo, distintos de los demás dioses protectores<br />

de sus otros pueblos. Con pensar sólo en el pueblo de Israel como portador<br />

de una peculiar religión delimitada netamente de las demás religiones<br />

de los pueblos del entorno en el primer milenio antes de nuestra era, se puede<br />

ilustrar este fenómeno de la adscripción de una religión a un pueblo determinado.<br />

Esto no quiere decir que la religión sea un producto de las fuerzas<br />

cohesivas del grupo humano, como aseveran las aproximaciones sociologistas<br />

de Durkheim y sus seguidores.<br />

En el caso americano no se puede hablar de una religión peculiar ligada al<br />

pueblo, ya que se trata de un cristianismo transplantado a un nuevo suelo; sin<br />

embargo, este cristianismo singular abraza un conjunto de sectas protestantes<br />

de acusada diversidad entre sí, pero unidas por su oposición al anglicanismo,<br />

con unos rasgos mesiánicos y quiliásticos muy pronunciados. Se distinguen<br />

cuatro grandes movimientos de despertar religioso (awakening) en el protestantismo<br />

americano que preparan el terreno a otros acontecimientos políticos:<br />

1) El primer gran despertar evangélico de 1730-1750 prendió en todas las<br />

colonias y convocó a todos a un nuevo renacer en Cristo. De esta forma<br />

se verificó un movimiento de masas amplio y unificado por encima de las<br />

razas y de las sectas protestantes.<br />

2) Un segundo gran despertar religioso con un carácter marcadamente reformista<br />

que repercutió también en el terreno social y político, y del que<br />

brotó el abolicionismo, sacudió EE.UU. entre 1820 y 1840. Así se abonó<br />

el terreno para la guerra civil entre los Estados norteños y los sureños, esclavistas.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 179


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

3) En 1890 se pone en marcha un nuevo movimiento religioso con un acusado<br />

carácter social y político como reacción a los problemas de la industrialización<br />

y del monopolismo.<br />

4) El cuarto movimiento es el del llamado protestantismo evangélico, que se<br />

produjo entre 1950 y 1970, y que originó un movimiento contra la segregación<br />

racial y las clases dirigentes establecidas.<br />

Aunque la Constitución elimina las alusiones a Dios y a la Providencia,<br />

menciones religiosas que aparecen, sin embargo, en la Declaración de Independencia,<br />

la naciente nación americana se consideró como una especie<br />

de república protestante. Así pues, el cristianismo forma parte del ethos<br />

americano, como se reconoce en multitud de expresiones del ser americano<br />

desde los inicios de la república hasta bien entrado el siglo XX. Estas<br />

autoafirmaciones de cristianismo son mucho más abundantes que en otras<br />

naciones europeas y americanas, pero en el siglo XIX el liberalismo político<br />

con sus raíces en la Ilustración de finales del XVIII había clavado una<br />

cuña profunda entre el ethos nacional eminentemente cristiano de las naciones<br />

europeas y el Estado. No es de extrañar que un observador tan aquilatado<br />

como el joven Tocqueville, salido ya de un entorno liberal y adverso<br />

a la iglesia católica, se sorprendiese de tal hecho.<br />

Como Huntington señala, el cristianismo sigue siendo un elemento<br />

substancial que no ha sido modificado por la masiva inmigración posterior<br />

a la fundación, ya que esta religión define aún hoy a una gran parte de esos<br />

inmigrantes. Pero a cualquier observador le parecería digno de preguntarse<br />

si tiene un influjo constitutivo en la configuración del ethos americano.<br />

Contentarse con afirmar un sometimiento del catolicismo a los patrones<br />

protestantes puritanos es poco menos que arriesgado y desde luego nada<br />

probado, y afirmar de paso que los inmigrantes católicos tiendan a convertirse<br />

al protestantismo evangélico es poco menos que irrisorio a tenor<br />

del creciente número de católicos. Esto hace que el cristianismo protestante<br />

deje de ser como tal dominante, y no sólo por el ascenso del catolicismo.<br />

Hay un cierto fenómeno que corre parejo a la indudable secularización y<br />

que se ha venido en llamar religión civil, término que se remonta a Marco<br />

180 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Terencio Varrón con su “theologia civilis” 25 y que adquiere carta de naturaleza<br />

conceptual precisa en Rousseau. Este rancio concepto lo aplica Robert Bellah<br />

al caso americano para definir la forma cuasi religiosa que adoptó la república<br />

americana, eludiéndose así una definición concreta de Dios y de los<br />

dogmas y creencias peculiares de cada variante del cristianismo. Esta religión<br />

civil americana consiste en un sistema de creencias y de actos que, a juicio<br />

de Huntington, se condensan en cuatro elementos constitutivos:<br />

1) La forma de gobierno se basa en la creencia en Dios o en un ser supremo.<br />

2) Los americanos son el pueblo elegido por Dios.<br />

3) Unos rituales políticos imbuidos de cristianismo.<br />

4) Secularización de las fiestas, en que el pueblo organizado políticamente celebra<br />

a la nación y a su Dios.<br />

§4. LA FORMACIÓN DEL ETHOS NACIONAL Y LA FORJA DE LA NACIÓN<br />

El ethos nacional nace, se desarrolla, se transforma y desaparece como la<br />

nación misma. No es ciertamente una entidad “substancial” invariable o permanente.<br />

Hasta ahora sólo se ha delimitado muy someramente el ethos de<br />

la nación americana, pero ¿cómo es la génesis del ethos de la nación? ¿Cómo<br />

surge el hecho nacional mismo?<br />

Toda nación surge de un magma en otra nación o entidad histórica, dentro<br />

de un horizonte cultural preciso. Así, una parte de estos grupos humanos,<br />

aun compartiendo con los demás notas comunes: raza, etnia, religión, lengua,<br />

cultura…, puede segregarse del resto, al tomar otras notas distintivas y<br />

separativas. Así como Roma fue escindiéndose de los demás pueblos latinos<br />

y de los etruscos, así también la nación americana, primero encuadrada en la<br />

cultura británica, se segregó de ésta pese a compartir con ella notas comunes.<br />

Al parecer, a partir de 1740, tras el primer despertar religioso y la Guerra<br />

de la Oreja de Jenkins (1739-1742), mas sobre todo en la lucha contra los<br />

franceses e indios al lado de los británicos, fue forjándose una conciencia<br />

25 San Agustín, De la ciudad de Dios, lib. VI, cap. 5: CSEL XL, 1, pp. 278-280 ed. Hoffmann.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 181


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

unitaria de todos los colonos. De esto se infiere que la guerra fue el aglutinador<br />

de los colonos norteamericanos. No hay que olvidar en general que<br />

en la guerra la comunidad nacional se une de una forma máxima en el esfuerzo<br />

bélico en un acto supremo de autoafirmación frente a los otros: así se<br />

fortalece el sentimiento de comunidad nacional hasta la exacerbación 26 .<br />

Pero lo que encendió la mecha de la rebelión fue la presión fiscal y la represión<br />

británicas de la resistencia de las colonias a financiar las consecuencias<br />

desastrosas de la “victoriosa” Guerra de los Siete Años (1754-1763 sic!).<br />

Pero ni la guerra ni la declaración de independencia ni el régimen republicano<br />

instaurado y duradero hicieron que el concepto de nación se utilizase<br />

para circunscribir esa nueva realidad de tanta complejidad política: una federación<br />

de estados independientes. Puede decirse que es con el fin de la<br />

guerra civil cuando se elimina la división de los estados, se robustece el gobierno<br />

federal y surge propiamente lo que se conoce como nación americana,<br />

que se consolida y se propaga en la historiografía nacional desde el último<br />

tercio del XIX 27 .<br />

A juicio de Huntington, pueden distinguirse tres concepciones vigentes<br />

aún sobre la nación americana. Héctor Saint Jean de Crévecoeur definió la<br />

nación americana como un crisol (melting pot) de todas las naciones que se<br />

funden en una raza de hombres con una nueva forma de vida. Según esta primera<br />

concepción, América será una amalgama de diferentes naciones que se<br />

funde en un molde nuevo.<br />

Frente a esta concepción se levanta otra que subraya el lugar eminente de<br />

la cultura anglosajona convertida en el patrón por el que son medidos los inmigrantes<br />

y al que éstos se esfuerzan en asimilarse.<br />

26 Esta idea la confirma también para el caso americano Samuel P. Huntington, Who are we?, pág.<br />

136: “La I Guerra Mundial incitó al reforzamiento de la relevancia de la identidad nacional frente<br />

a otras identidades. La identidad nacional alcanzó su cumbre, empero, en la II Guerra Mundial,<br />

cuando las identidades de raza, etnia y clase estaban subordinadas a la lealtad hacia la nación[...]<br />

Como hemos visto, la II Guerra Mundial hizo aumentar el significado de la componente<br />

ideológica de la identidad americana, dejando expedito el camino para llegar finalmente a las<br />

definiciones legales, étnicas y raciales de esa identidad”.<br />

27 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 124.<br />

182 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


De más reciente cuño es la teoría que destaca el pluralismo nacional, la<br />

diversidad de culturas dentro de la nación americana haciendo de los EE.<br />

UU. una suerte de imperio austro-húngaro. Por un lado, contradice la idea<br />

de una cultura dominante y rechaza la concepción del crisol de pueblos, al<br />

recalcar la diferencia frente a toda política asimilatoria.<br />

Estas tres concepciones pueden valer también como concepciones generales<br />

sobre lo que es una nación y su Constitución. Huntington se inclina por<br />

la segunda concepción, que fija la identidad nacional en un patrón cultural dominante<br />

determinado por lo anglosajón. Esta concepción de la nación se ve<br />

amenazada por diversos fenómenos, entre ellos, y ante todo, por la creciente<br />

importancia del concepto de identidad subnacional, de acuerdo con las tendencias<br />

de pensamiento multiculturalista que dividen la nación americana en<br />

grupos raciales, etnias y unidades culturales autónomas con una identidad<br />

bien diferenciada de los demás 28 . En efecto, la ideología multiculturalista “desmonta”<br />

la idea de una nación homogénea y la substituye por la idea de una<br />

nación compuesta de diversos grupos heterogéneos y sin cultura dominante.<br />

La segunda amenaza procede del cuestionamiento creciente del inglés<br />

como lengua con exclusividad oficial. En primer lugar, he de señalar que,<br />

como las ideas y las creencias comunes en una nación deben expresarse en<br />

alguna lengua, a menudo se ha querido ver que la nación se funda en un<br />

idioma concreto expresivo de la concepción nacional del mundo. Sin duda,<br />

la lengua vehicula la expresión de esos valores fundadores de la nación, vertebra<br />

la experiencia nacional. De esta forma Huntington ve en el inglés el elemento<br />

nuclear de la nación americana en que se expresa y vive la cultura<br />

anglosajona preponderantemente 29 , y esto es así con el beneplácito, ya que<br />

todos los referenda para hacer oficial el uso del inglés, incluso en regiones<br />

con mayoría inmigrante, resultaron síes, pese a que las élites se opusieron a<br />

la oficialidad exclusiva del inglés.<br />

No cabe duda de que una nación o un imperio, como comunidades intersubjetivas<br />

de comunicación, precisan, por lo pronto, un medio en que,<br />

28 Michael Walzer: What means to be American, Nueva York, 1992.<br />

29 Samuel P. Huntignton, Who are we?, pág. 158.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

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ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

por una parte, se expresen los valores y la cosmovisión básica de la nación<br />

y, por otro, se produzca una comunicación fluida entre sus miembros. Mas<br />

esta lengua común no impide la subsistencia paralela de otras lenguas menores<br />

por el número de hablantes, pero por ser común debe ser hablada por<br />

todos los nacionales.<br />

Como en los Estados Unidos el español le está disputando la supremacía<br />

al inglés invadiendo ámbitos hasta ahora reservados a éste, Huntington<br />

ve en ello un peligro para esta identidad nacional por él propugnada.<br />

§ 5. LA NACIÓN Y LA INMIGRACIÓN:<br />

EL RETO HISPANO A LA IDENTIDAD NACIONAL<br />

Los flujos migratorios pacíficos o violentos (conocidos como invasiones) son<br />

una constante en la historia de la humanidad. Apenas existen grupos humanos<br />

aislados. También la nación moderna recibe esos flujos migratorios.<br />

Hay dos modos básicos en que el inmigrante se comporta con respecto<br />

a la población que lo acoge: la asimilación o la segregación. Estos modos de<br />

convivencia pueden ser adoptados por el inmigrado o le vienen impuestos.<br />

Mientras que la asimilación lo es a un conjunto de valores sustentados en una<br />

cultura dominante, la segregación es un encapsulamiento frente al entorno<br />

cultural predominante.<br />

En el caso americano predominó el esquema asimilatorio. En general,<br />

este proceso se coronaba con éxito en la segunda generación de inmigrantes,<br />

en gran parte porque tal asimilación era buscada por los inmigrantes, deseosos<br />

de convertirse en ciudadanos americanos 30 .<br />

En líneas generales, pueden señalarse tres épocas diferentes en la inmigración<br />

a los EE.UU. En el primer período, que va de 1820 a 1924, se asistió<br />

a la venida de 34 millones de europeos, que en la primera generación se<br />

30 Ibídem, pág. 191.<br />

184 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


asimilaron sólo parcialmente, mientras que sus descendientes lo hicieron totalmente.<br />

En el segundo período de 1924 a 1965 se restringió ese flujo migratorio,<br />

pero continuó el esquema asimilatorio. Entre 1965 y 2000 se acogió<br />

a 23 millones de inmigrantes procedentes de Hispanoamérica y Asia, pero<br />

en vez de continuar el sistema de asimilación, se relajó notablemente la presión<br />

sobre los inmigrantes para que se convirtieran en americanos. Éste es el<br />

rasgo paradójico de este período. La población hispana se ha resistido con<br />

éxito a la asimilación. ¿Cuáles son las causas de esta “anomalía”?<br />

Aunque Huntington ve la causa última de esta recalcitrancia en la concentración<br />

hispana en diversos territorios y ciudades, haciéndose así más impermeables<br />

a los intentos asimilatorios, no se puede olvidar el fuerte apego a la<br />

cultura patria ni tampoco el hecho de que los hispanos tengan algunos de esos<br />

territorios por suyos en virtud de la historia. A esto se suma la ideología americana<br />

surgida en la década de los sesenta contraria a la americanización de inmigrantes<br />

y favorecedora del multiculturalismo como síntesis de lo americano.<br />

De esta forma, a fuerza de inmigrantes que ilegalmente pasan el Río<br />

Grande o arriban a las costas de la Florida, la minoría hispana se va consolidando<br />

y fortaleciendo: “A mediados del siglo XIX la inmigración estaba dominada<br />

por gentes británicas de lengua inglesa. La inmigración anterior a la<br />

I Guerra Mundial presentaba una gran variedad de lenguas, al incluir muchos<br />

hablantes de italiano, polaco, yiddisch, inglés, alemán y sueco, pero también<br />

de otros idiomas. La inmigración posterior a 1965 se distingue de las anteriores<br />

olas migratorias por hablar casi la mitad un idioma distinto del inglés.<br />

El dominio hispano en el flujo migratorio, como observa Mark Krikorian, “no<br />

tiene precedente en nuestra historia” 31 . Para Huntington este hecho constituye,<br />

recogiendo unas palabras de Clinton referentes al problema de la inmigración<br />

ilegal, una amenaza para la seguridad 32 .<br />

No cabe duda de que el número es decisivo en este nuevo fenómeno de<br />

la inmigración procedente de Mesoamérica, pero la consistencia de esta mi-<br />

31 Ibídem, págs. 224-225.<br />

32 Ibídem, pág. 226.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 185


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

noría en aumento demográfico constante y reacia a la asimilación obedece<br />

a cuatro factores que se resaltan en este estudio:<br />

1) Concentración regional o en núcleos concretos, como los cubanos en<br />

Miami y los centroamericanos al otro lado del Río Grande, de tal forma<br />

que se ha creado a ambas orillas una Mejicoamérica reforzada incuestionablemente<br />

por la historia hispana de la otra parte.<br />

2) El apego al idioma y a la cultura.<br />

3) Estancamiento educativo y empresarial.<br />

4) Tendencia extrema a la endogamia.<br />

A juicio de Huntington, la única solución a este serio reto a la identidad<br />

actual de la nación americana es la asimilación progresiva y total de la comunidad<br />

hispana al patrón cultural anglosajón. Pero el flujo incesante y en<br />

aumento de tales inmigrantes, su concentración local, sin olvidar su conciencia<br />

cultural, hacen imposible la asimilación.<br />

¿No se está dibujando acaso una nueva identidad hispano-americana?<br />

Esta pregunta sólo la planteo.<br />

§ 6. LA DESERCIÓN DE LAS MINORÍAS SELECTAS: BENDA AL REVÉS<br />

a) La desnacionalización de los mandarines<br />

En 1927 el conocido ensayista francés Julien Benda publicó un libro con el<br />

título La trahison des clercs. Con este título sorprendente uno cabría esperar<br />

un libro religioso o uno histórico sobre algún suceso, pero no se trata ni de<br />

lo uno ni de lo otro, sino de un escrito político de entreguerras. Los “clérigos”<br />

no son los sacerdotes de religión alguna, sino los intelectuales o los moralistas,<br />

que son todos aquellos cuya actividad no se dirige por esencia a fines<br />

prácticos, sino, por el contrario, en ejercicio de la metafísica en general, a la<br />

posesión de algún bien intemporal 33 . Son clérigos porque su función con-<br />

33 Julien Benda: La trahison des clercs, introducción de André Lwoff, avant-propos d’Étiemble,<br />

Grasset, París, 1975, pág. 131.<br />

186 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


siste en obrar según el dicho de Jesús “Mi reino no es de este mundo”, alejados<br />

de las muchedumbres y de las pasiones políticas movidas por fines<br />

prácticos interesados. La traición consiste en abandonar esos ideales abstractos<br />

y en bajar al terreno de los conflictos políticos terrenales. Benda ejemplifica<br />

este fenómeno en tres personalidades del mundo de las letras: Barrés,<br />

D’ Annunzio y Kipling, todos ellos consagrados ahora a la pasión nacional 34 ,<br />

es decir, al nacionalismo o “fanatismo patriótico 35 , tiñendo todo de nacional<br />

peculiar. Las élites intelectuales (los clérigos o mandarines o pandits) que se<br />

trasparecen como contraejemplos de los criticados son intelectuales consagrados<br />

a ideales eternos y a la humanidad y no a la nación. Los contraejemplos<br />

son de siglos anteriores al XIX, pero en su interpretación Racine,<br />

Winckelmann, Goethe, etc., aparecen transfigurados en intelectuales humanitaristas<br />

desligados de sus naciones respectivas.<br />

Es aquí donde Huntington toma el hilo de la discusión para retorcerlo.<br />

Se puede afirmar con este autor que en las últimas tres o cuatro décadas se<br />

ha desarrollado y acrecentado un proceso de desnacionalización de las minorías<br />

selectas y de la clase política en general, acelerado aún más con el colapso<br />

del imperio soviético, si bien no han faltado los rebrotes de<br />

nacionalismo por doquier, independientemente del respaldo en la inteligencia<br />

nacional. Ahora bien, la desnacionalización se ha generalizado. Este fenómeno<br />

tiene diversas causas o factores favorecedores.<br />

La técnica como horizonte de comprensión universal y la subsiguiente<br />

tecnificación de todos los sectores de la vida humana con su carácter homogeneizador<br />

está creando y ha creado ya un espacio nuevo de intercomunicación,<br />

un ciberespacio en el que el flujo de información es cada vez<br />

mayor y más veloz. Asimismo la industrialización y el sector de servicios se<br />

extienden más sin cortapisas, creándose así una casta de empresarios “globales”<br />

en un espacio sin apenas fronteras nacionales. De esta tecnificación<br />

surge algo que podría llamarse “comercialismo”, una especie de pensamiento<br />

economicista que pone por encima de cualquier interés el prurito de maxi-<br />

34 Ibídem, pág. 138.<br />

35 Ibídem pág. 190.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 187


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

mizar los beneficios incrementando la expansión comercial. Merced a la técnica<br />

los empresarios vehiculadores de esa nueva forma universalizante de<br />

trato, es más, de dominio del mundo, se transforman en entidades autónomas<br />

desligadas de los lugares de origen.<br />

Este espacio universal lo ocuparon y lo ocupan diversas formas ideológicas<br />

más o menos claras. Así, el internacionalismo comunista del siglo pasado<br />

fue una ideología basada en el universalismo del socialismo que se<br />

presentaba como un sistema válido para todo país y en todo momento, aunque<br />

no se puede menospreciar la indudable componente nacional rusa en esa<br />

ideología y en su práctica real.<br />

Por otra parte, hallamos el democratismo mucho más difuso y no vinculado<br />

exclusivamente a un país o países como en el caso anterior, si bien se<br />

puede ejemplificar en las acciones de Wilson y Roosevelt en el período de<br />

entreguerras y hasta poco después de la II Guerra Mundial. La democracia<br />

se presenta como el sistema universal de gobierno por encima de todas las<br />

diferencias territoriales, étnicas, sociales y culturales.<br />

Otra ideología de carácter nacional es el multiculturalismo, que como ya<br />

se ha visto, concibe la nación como un conglomerado de identidades particulares<br />

sin homogeneidad.<br />

b) La cuestión de la reacción indigenista y el populismo anglosajón<br />

Ante el asalto global a la identidad nacional hasta ahora vigente, cabe esperar<br />

un relanzamiento de lo exclusivamente anglosajón, una figura dirigente<br />

que compendie todas esas tendencias afirmativas de lo nacional y haga frente<br />

a las cuatro tendencias socavadoras de la identidad nacional: 1) la desaparición<br />

de la etnia como factor diferenciado, 2) la lenta difuminación de las diferencias<br />

raciales, 3) la creciente influencia hispana, 4) y, en fin, el abismo<br />

que separa la importancia que para las élites posee la identidad nacional y la<br />

que le atribuye a ésta el público en general 36 .<br />

36 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 295.<br />

188 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


Con la “revolución racial” operada en los Estados Unidos en las últimas décadas<br />

se ha producido una nueva situación marcada por la progresiva difuminación<br />

de diferencias de raza en virtud de los matrimonios interraciales.<br />

Pero todo este proceso de fusión y de mezcla no conduce a un “nuevo americano”,<br />

como se alancea entre los sostenedores del “crisol de naciones”, sino<br />

“a una sociedad no étnica de decenas de millares de individuos multiétnicos”<br />

37 . Como esta atomización racial pone en peligro la supremacía anglosajona,<br />

advierte Huntington sobre el posible surgimiento de un movimiento<br />

contrario a favor de la raza blanca; se figura un “indigenismo blanco” no muy<br />

diferente, creo yo, de los movimientos de corte indigenista que conmueven<br />

en estos últimos años los países andinos, con la diferencia de que el indigenismo<br />

blanco sería una reacción desde arriba, desde un poder establecido<br />

ahora amenazado. Esta idea me parece plausible; con todo, matiza Huntington,<br />

no podrá surgir de grupúsculos extremistas, sino del medio de la sociedad<br />

americana, y no abanderará una supremacía blanca, pero sí insistirá en la<br />

identidad nacional basada en la raza como pilar cultural.<br />

Esta profecía política no deja de moverse en el ámbito de lo conjetural y<br />

también de lo deseable para Huntington, pero el propio autor no adivina<br />

por el momento signos de ese “despertar” de la raza blanca o al menos no<br />

los hace explícitos. Lo que sí parece cierto es que la situación objetiva está<br />

dada, aunque otra cosa muy distinta es que primero esa opinión que ha expresado<br />

Huntington prenda en amplios sectores de la población y, en segundo<br />

lugar, se articule políticamente en un movimiento, o en un partido. Lo<br />

que sí parece excluir, pero no sé por qué motivo, es que ese movimiento se<br />

articule en un partido.<br />

En todo caso, el éxito de ese movimiento deberá tener lugar en una “coyuntura<br />

racial” en la que el grupo hispano haya alcanzado una preponderancia<br />

decisiva.<br />

c) La fractura entre minorías selectas y pueblo<br />

No es ciertamente nuevo el fenómeno de la divergencia entre minorías se-<br />

37 Ibídem, pág. 299.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 189


ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />

lectas y el resto de la población. ¿Cómo si no podrían explicarse las crisis, los<br />

conflictos y las guerras civiles? Por de pronto, Huntington consigna la notable<br />

y grandísima disparidad entre las ideas del público acerca de la identidad<br />

nacional y las ideas acerca de ésta sostenidas por las élites 38 .<br />

Mas esta fractura creciente entre estos dos segmentos polares de una nación<br />

no queda circunscrita al tema de la identidad nacional; por el contrario,<br />

puede hacerse extensiva a un largo catálogo de asuntos más o menos<br />

candentes, como se viene ya observando desde hace muchas décadas. Este<br />

fenómeno se puede palpar también en una Europa inmersa en un proceso<br />

“europeísta” acelerado por unas determinadas élites.<br />

Volvamos a las tesis de Huntington y a sus ejemplos concretos de esa<br />

fractura.<br />

Mientras que el público es patriótico en su gran mayoría, en la clase dirigente<br />

está difundido un espíritu desnacionalizado. Pero esto también se verifica<br />

en temas similares como el libre comercio y el proteccionismo:<br />

mientras que los economistas y demás dirigentes e intelectuales se expresan<br />

a favor del libre cambio, el ciudadano medio americano apoya medidas restrictivas<br />

de la libre circulación de mercancías. Mayor aún es la aversión de<br />

la masa del pueblo americano hacia el aumento de la inmigración: pasó de<br />

un 68% en 1938 a un 83% en 1939 y alcanzó, por ejemplo, un 63 % en 1990,<br />

mientras por esas mismas fechas las élites se afanaban en defender y aplicar<br />

leyes favorables a la inmigración. Así se produce el encastamiento de las minorías<br />

selectas que se segregan tanto del resto que acaban encapsulándose.<br />

Sea como fuere, el problema de la nación como entidad política sigue<br />

aún vivo en la escena política mundial; su extemporaneidad queda refutada<br />

al menos por este libro.<br />

38 Ibídem, pág. 324.<br />

190 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA<br />

La filosofía política subyacente en la crisis<br />

constitucional española<br />

“Incluso en el supuesto de una expansión ilimitada del poder del Estado<br />

sobre el individuo, de la completa aniquilación de la ‘libertad’ individual y de<br />

la negación del ideal liberal sería posible la democracia siempre que aquel<br />

poder fuera obra únicamente de los que le están sometidos”.<br />

(H. Kelsen) 1<br />

“Una democracia constitucional puede desaparecer porque ha sido<br />

sustituida por un orden político más eficaz […]. La legitimidad de dicho<br />

cambio no sólo reside en seguir al pie de la letra los procedimientos<br />

establecidos; además, el nuevo orden constitucional debe garantizar mejor<br />

la seguridad de la nación, fomentar de forma más eficiente la prosperidad<br />

económica, y proteger con mayor grandeza y ecuanimidad la dignidad de<br />

todos sus ciudadanos permitiéndoles vivir plenamente sus vidas, es decir,<br />

en una sociedad en la que reine la paz y la justicia entre sus miembros y<br />

con los pueblos del resto de las naciones.”<br />

(W. F. Murphy) 2<br />

1. DOS CONCEPTOS DE DEMOCRACIA<br />

Normalmente, la democracia se entiende como el gobierno del pueblo,<br />

cuya voluntad, articulada por medio del principio mayoritario,<br />

se expresa a través de las urnas, de manera tal que la voluntad del<br />

pueblo se identifica, en esta segunda mediación, con la voluntad mayoritaria<br />

de los representantes elegidos. Esta comprensión de la democracia<br />

José J. Jiménez Sánchez es Profesor Titular de Filosofía del Derecho, Universidad de Granada.<br />

1 H. Kelsen, De la esencia y valor de la democracia, 2006 (1929), pág. 54. Edición y traducción de<br />

J. L. Requejo Pagés.<br />

2 W. F. Murphy, Constitutional democracy. Creating and maintaining a just political order, 2007, pág.<br />

534.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 191


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

requiere de ciertas correcciones –autolimitaciones las llamará Kelsen–, a<br />

fin de evitar los serios riesgos que entraña, especialmente en la medida en<br />

que conduzca a considerar como antidemocrática cualquier actuación que<br />

se enfrente a lo expresado por la voluntad mayoritaria, lo que supondría la<br />

degeneración de la democracia mayoritaria, a la que Kelsen calificó como<br />

mero imperio de la mayoría. Si la democracia debe ser algo más que la voluntad<br />

de la mayoría, entendida como su imperio, la democracia mayoritaria<br />

requiere de modificaciones que impidan su deslizamiento hacia el<br />

imperio de la mayoría. Si las limitaciones entendidas como autolimitaciones<br />

no fueran suficientes –y no parece, como veremos, que lo sean–, necesitaríamos<br />

de otro concepto de democracia, la democracia constitucional<br />

–asociativa la denominará Dworkin–, en la que aquéllas se entienden como<br />

constitutivas de la misma democracia y, por tanto, no quedan a disposición<br />

de ninguna voluntad mayoritaria, lo que posibilita que en esa democracia<br />

se generen, mantengan y justifiquen posiciones contramayoritarias.<br />

La insuficiencia de una democracia asentada exclusivamente en el principio<br />

de la mayoría exige que tal principio se acompañe de correcciones a<br />

fin de evitar sus excesos. Kelsen apoya el principio de las mayorías, pero es<br />

consciente de los problemas a que puede conducir su ejercicio. De ahí que<br />

afirme que “la voluntad colectiva formada con arreglo al llamado principio<br />

de mayoría no nace como un dictado de la mayoría contra la minoría, sino<br />

como el producto de la influencia recíproca entre ambos grupos, como la<br />

resultante en la que se equilibran sus directrices políticas antagonistas” 3 .<br />

Una influencia recíproca que se llevará a cabo mediante la transacción<br />

entre ambas partes que requiere, a su vez, de la existencia de “garantías de<br />

que todos los intereses de partido, y en el mayor grado posible, pueden<br />

manifestarse y entrar en concurrencia unos con otros, de manera que finalmente<br />

pueda alcanzarse un compromiso entre ellos” 4 . En opinión de<br />

Kelsen, la experiencia demuestra que el principio de la mayoría es “compatible<br />

con la protección de la minoría. Y ello porque la mayoría presupone,<br />

por definición, la existencia de una minoría, y, por tanto, el derecho<br />

3 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., págs. 145-146.<br />

4 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág.157.<br />

192 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


de la mayoría implica el derecho a la existencia de una minoría. De ello no<br />

resulta la necesidad, pero sí la posibilidad de la protección de la minoría<br />

frente a la mayoría. Esta protección de la minoría constituye la función<br />

esencial de los llamados derechos y libertades fundamentales o derechos<br />

humanos y civiles” 5 .<br />

Es cierto que un orden social sólo puede establecerse apoyado en la<br />

mayoría, sobre lo que la mayoría decida. Pero tal planteamiento conlleva<br />

una dificultad. Si el orden social no puedo constituirlo desde la voluntad general,<br />

en tanto que no hay manera de llegar a descifrarla, parece entonces<br />

claro que sólo podré encontrar la solución con base en aquello que decida<br />

la mayoría. Sin embargo, las decisiones mayoritarias se encuentran frente<br />

al argumento de la ‘reductio ad hitlerum’, un argumento que, nos guste o<br />

no, es muy consistente, pues plantea que la corrección o incorrección de<br />

una decisión no puede depender del número de personas que la apoyen,<br />

sino de la rectitud del argumento que se defienda. Esto no quiere decir que<br />

el número sea irrelevante. Dicho de otra manera, el número de personas es<br />

una condición necesaria, pero no suficiente. Sin un número mayoritario de<br />

personas que apoyen una medida no hay nada que hacer, pero sólo con el<br />

número tampoco. Necesitamos algo más, que va más allá del número y<br />

que se mueve bajo unos parámetros distintos, pues su corrección no dependerá<br />

ya del número, sino de la consistencia de lo defendido. En definitiva,<br />

el principio de las mayorías por sí mismo no puede evitar que se instale<br />

un sistema político contrario al propio juego del principio de las mayorías.<br />

Así, la mayoría podría impedir que se formara una mayoría de distinto<br />

signo. De ahí que el principio de las mayorías, a través del que se plasma<br />

el de la soberanía popular, requiera de unos límites, una serie de derechos<br />

y libertades individuales. Parece evidente que el principio de las mayorías<br />

sólo podría encontrar justificación en la medida en que quedasen garantizados<br />

los derechos de las minorías por medio del reconocimiento de una<br />

serie de derechos y libertades fundamentales. Esto trata de garantizarlo<br />

Kelsen a través de dos medidas de carácter constitucional, primero, la introducción<br />

de una mayoría cualificada que funcione como freno de la ma-<br />

5 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 193


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

yoría absoluta en determinados temas y, segundo, por medio de la introducción<br />

del control de constitucionalidad, que es la tarea propia de la jurisdicción<br />

constitucional. La primera medida no altera en absoluto su<br />

concepción de la democracia, todo lo contrario, pues ahonda en ella, al<br />

consistir en la exigencia de un número mayor de representantes a la hora<br />

de iniciar ciertas reformas, normalmente aquellas que afectan a las bases del<br />

sistema, es decir, las de carácter constitucional. La segunda tiene un cariz<br />

distinto, hasta el punto de que sus presupuestos entran en contradicción<br />

con los de la primera medida.<br />

El reconocimiento de esos derechos requiere coherentemente la existencia<br />

de mecanismos que aseguren su realidad por medio de su protección,<br />

lo que en nuestro sistema recae en el poder judicial. Tocqueville fue<br />

el primer autor que reconoció la “importancia política” del poder judicial,<br />

en tanto que actúa “como contrapeso y barrera al poder legislativo” 6 . Esto<br />

está íntimamente unido a la preocupación de Tocqueville por los excesos<br />

democráticos y la necesidad de establecer límites a los mismos. Señala que<br />

el freno más importante que se establece en los Estados Unidos ante los excesos<br />

de la democracia lo constituyen los juristas en general, cuyo cuerpo<br />

“forma en ese país el más poderoso y, por así decir, el único contrapeso de<br />

la democracia” 7 , pues los “hombres que han hecho un estudio especial de<br />

las leyes han adquirido en esos trabajos unos hábitos de orden, un cierto<br />

gusto por las formas, una especie de amor instintivo por el encadenamiento<br />

regular de las ideas que los hacen naturalmente muy opuestos al espíritu<br />

revolucionario y a las pasiones irreflexivas de la democracia” 8 . Entre los juristas<br />

destaca la magistratura, ya que considera que el “poder concedido a<br />

los tribunales americanos de pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de<br />

las leyes, encerrado en sus límites, forma todavía una de las barreras más<br />

poderosas que se hayan construido nunca contra la tiranía de las asambleas<br />

políticas” 9 y su causa se encuentra en que “los americanos han reco-<br />

6 A. de Tocqueville, La democracia en América, ed. y trad. E. Nolla, Aguilar, Madrid, 1988 (1835<br />

y 1840), págs. 100 y 101. Las citas corresponden al primer volumen.<br />

7 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 263.<br />

8 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 259.<br />

9 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 106.<br />

194 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

nocido a los jueces el derecho a fundamentar sus decisiones sobre la Constitución<br />

más que en las leyes” 10 . Esta práctica hizo que el centro de los problemas<br />

lo ocupase la preocupación por el juego que pudiera establecerse<br />

entre la ley y la Constitución, así como por el papel que en tal juego ha de<br />

desempeñar un poder como el poder judicial.<br />

A partir del sometimiento de la política a las exigencias constitucionales,<br />

que es lo que en el fondo significa el control de constitucionalidad,<br />

Dworkin 11 ha repensado los problemas expuestos: las insuficiencias y excesos<br />

de la democracia asentada en el principio de la mayoría, así como la<br />

necesidad de su corrección por medio del reconocimiento y protección de<br />

los derechos individuales, aunque ahora ya no se conciben como una mera<br />

creación de la mayoría, sino precisamente como condición de posibilidad<br />

de la formación de la misma mayoría. Su reflexión se ha encaminado a defender<br />

y justificar la posibilidad de contradecir lo que la mayoría de los<br />

ciudadanos por medio de sus representantes ha establecido. En su opinión,<br />

quienes defienden la premisa mayoritaria consideran que la existencia de<br />

provisiones constitucionales que restringen lo que la mayoría puede promulgar<br />

es limitadora de la libertad positiva de la comunidad, en tanto que<br />

constriñe el derecho del pueblo a gobernarse a sí mismo. Frente a esta posición<br />

se encuentran quienes, como él mismo, defienden una posición constitucionalista<br />

construida sobre la defensa de las libertades negativas, cuyo<br />

coste recae sobre la libertad positiva de autodeterminación. La razón de<br />

fondo de su crítica a la premisa mayoritaria se encuentra en que en una democracia<br />

extensa, el poder de cualquier individuo para influir sobre las decisiones<br />

nacionales es muy pequeño, tan mínimo que no puede pensarse<br />

que los límites constitucionales al derecho del pueblo a gobernarse pudieran<br />

disminuirlo en cantidad suficiente como para que pudiéramos pensar<br />

que esa razón sería una objeción. Por el contrario, los límites que las libertades<br />

negativas establecen a la voluntad mayoritaria pueden ampliar el control<br />

de cualquier individuo concreto sobre su propio destino.<br />

10 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 102.<br />

11 R. Dworkin, “Introduction: The Moral Reading and the Majoritarian Premise”, Freedom’s Law.<br />

The Moral Reading of the American Constitution, Oxford University Press, New York, 1996, págs.<br />

1-59, passim.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 195


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

R. Dworkin ha vuelto a insistir en estas ideas en su última obra 12 , en la que<br />

diferencia entre dos conceptos de democracia, la mayoritaria y la democracia<br />

asociativa. La concepción mayoritaria entiende la democracia como “el<br />

gobierno elegido por la voluntad de la mayoría, es decir, de acuerdo con la<br />

voluntad del mayor número de personas, expresado a través de elecciones<br />

realizadas por sufragio universal o prácticamente universal. Sin embargo, no<br />

está garantizado que la mayoría elija de forma justa; sus decisiones pueden resultar<br />

injustas para las minorías cuyos intereses son ignorados de forma sistemática<br />

por la mayoría” . Por el contrario, la democracia asociativa “significa<br />

que el pueblo se gobierna a sí mismo y que cada uno de sus miembros es<br />

socio de pleno derecho de una empresa política colectiva de tal forma que las<br />

decisiones de una mayoría son democráticas sólo en la medida que se<br />

cumplen ciertas condiciones adicionales que protegen el estatus y los intereses<br />

de cada socio de pleno derecho de dicha empresa. Desde el punto de vista<br />

asociativo, una comunidad que ignora constantemente los intereses de una<br />

minoría en particular o de otro grupo, deja de ser democrática justamente<br />

por este motivo a pesar de que elija a sus representantes mediante un sistema<br />

mayoritario fuera de toda duda” 14 .<br />

Este concepto de democracia asociativa sería similar al de democracia<br />

constitucional que exige, de acuerdo con Murphy, que los cambios que en la<br />

misma se produzcan se lleven a cabo no sólo de acuerdo con los procedimientos<br />

establecidos, sino que además esos cambios supongan, especialmente,<br />

una mejora efectiva de ““protejan con mayor grandeza y ecuanimidad la dignidad<br />

de todos sus ciudadanos permitiéndoles vivir plenamente sus vidas, es<br />

decir, en una sociedad en la que reine la paz y la justicia entre sus miembros<br />

y con los pueblos del resto de las naciones” 15 . Esto implica que las reformas que<br />

se hagan dentro de una democracia constitucional no deben conllevar una alteración<br />

de sus presupuestos fundamentales, que podrían resumirse en las dos<br />

12 R. Dworkin, Is democracy possible here? Principles for a new political debate, Princeton University<br />

Press, Princeton, 2006.<br />

13 Dworkin, Is democracy…, op. cit., pág. 131.<br />

14 Dworkin, Is democracy…, op. cit., pág. 131.<br />

15 W. F. Murphy, Constitutional democracy. Creating and maintaining a just political order, The Johns<br />

Hopkins University Press, Baltimore, 2007, pág. 534.<br />

196 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

exigencias que establece Fukuyama para definir qué sea una democracia liberal:<br />

el principio democrático y los derechos y libertades individuales. La democracia<br />

liberal es, en su opinión, un sistema de gobierno en el que se<br />

“reconoce y protege el derecho universal del hombre a la libertad mediante un<br />

sistema de leyes, [...que] sólo existe con el consentimiento de los gobernados”<br />

16 ; un sistema de gobierno bajo leyes que reconocen y protegen la libertad<br />

individual y a las que los gobernados han otorgado su consentimiento en<br />

el ejercicio de su autonomía normativa, que se constituye en la garante de las<br />

libertades individuales. De este modo las libertades individuales quedan garantizadas<br />

por el ejercicio libre de las libertades políticas que constituyen el<br />

núcleo del principio democrático. En definitiva, esta interpretación de la democracia<br />

liberal no es sino un intento más de articulación entre la posición liberal,<br />

asentada sobre el reconocimiento de una serie de derechos a los<br />

individuos –“el derecho universal del hombre a la libertad”–, y la posición republicana,<br />

construida sobre el principio de la soberanía popular, previo a cualquier<br />

otro principio –“sólo existe con el consentimiento de los gobernados”.<br />

Estos intentos de definir qué sea la democracia, en un caso adjetivada<br />

como mayoritaria y en el otro como asociativa, constitucional o liberal, que<br />

para el caso que nos ocupa significaría lo mismo, no son únicos, más bien<br />

muestran la diversidad de aproximaciones a un mismo problema teórico: el<br />

problema de los límites de la voluntad política democrática o dicho de otro<br />

modo, la cuestión de cómo evitar la arbitrariedad de esa voluntad sin poner<br />

en cuestión la soberanía de aquellos que se dan las normas a sí mismos, esto<br />

es, sin poner en cuestión la misma noción de la soberanía popular.<br />

La quiebra constitucional española: el caso del Estatuto de Cataluña 17<br />

La tramitación del Estatuto de Cataluña ha terminado con su aprobación primero<br />

por el Parlamento catalán, después por las Cortes y finalmente en referéndum<br />

por el pueblo de Cataluña el 18 de junio de 2006. En mi opinión<br />

16 Francis Fukuyama, “¿El fin de la historia?”, Claves de Razón Práctica, nº 1, 1990, págs. 85-96.<br />

La cita corresponde a la pág. 86.<br />

17 Aunque no aludiré, apenas, a lo largo del texto a posiciones partidistas, sí que me parece conveniente<br />

constatar que la posición del partido socialista ha consistido (continúa pag. siguiente)<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 197


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

esta tramitación adolece, fundamentalmente, de dos vicios, que tendrán consecuencias<br />

dañinas en el futuro. El primero de ellos puede caracterizarse<br />

como un vicio de origen y se refiere a que la Mesa del Parlamento no debió<br />

tramitar tal propuesta como un Proposición de ley de Reforma de un Estatuto,<br />

sino como Reforma Constitucional. El segundo consiste en que habiendo<br />

aprobado una reforma constitucional se llama sólo y exclusivamente<br />

a la participación directa a una parte del pueblo español, lo que puede provocar<br />

en el futuro un enfrentamiento de legitimidades si es que el Tribunal<br />

Constitucional considera el Estatuto como inconstitucional, pues se habría<br />

provocado la colisión entre ese Tribunal –garante de la constitucionalidad de<br />

las leyes– y la voluntad del pueblo catalán que se ha manifestado a favor del<br />

mismo 18 . Primero me referiré a las razones sobre cuya base sostengo que se<br />

ha producido un vicio de origen. Después daré las razones en las que se sustenta<br />

mi segunda apreciación.<br />

en dirigir un proceso de reforma constitucional por el cauce de la reforma estatutaria, un cauce<br />

inadecuado, en tanto que exige sólo mayoría absoluta (176) de los diputados, mientras que el<br />

proceso de reforma constitucional exigiría bien 210 ó 233 diputados en función del alcance<br />

de la reforma tal y como exigen los artículos 166 a 168 de la Constitución española.<br />

Asimismo hay que resaltar las críticas sobre tales actuaciones de destacados militantes socialistas<br />

como G. Peces-Barba, que presidió el Congreso de los Diputados, o J. Leguina, que fue Presidente<br />

de la Comunidad de Madrid. El primero se ha preguntado retóricamente si “¿Era<br />

necesario abrir un proceso autonómico que se ha generalizado y que está produciendo mutaciones<br />

constitucionales sin reforma de la Constitución? ¿Era una exigencia de la ciudadanía de<br />

las comunidades autónomas? Parece que no, si consideramos la participación en los referenda<br />

que se han producido ya para ratificar dos estatutos reformados [se refiere a los de Cataluña y<br />

Andalucía, en los que la participación fue inferior al cincuenta por ciento del censo]”, G. Peces-<br />

Barba, “Reflexiones sobre la coyuntura política”, El País, 14 de marzo de 2007, pág. 16.<br />

Por su parte, J. Leguina, después de haber votado en el Congreso a favor del Estatuto de Cataluña<br />

ha escrito: “resulta sorprendente la sordera absoluta y la mudez sobrevenida a los políticos<br />

españoles (nacionalistas o sedicentes socialistas) acerca de la multitud de argumentos<br />

contrarios y de críticas razonables en contra de ese disparate jurídico-político que ha constituido<br />

la elaboración del nuevo Estatuto de Cataluña [...] los tiempos amenazan no sólo con tensiones,<br />

sino con la desaparición del Estado tal como se concibió”, J. Leguina, “Prólogo”, F.<br />

Sosa Wagner, I. Sosa Mayor, El Estado fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones<br />

en España, Trotta, Madrid, 2006, pág. 11. Posteriormente ha afirmado que “el Estatuto catalán<br />

abrió una vía destinada a cambiar la estructura y funcionamiento del Estado”, en J.<br />

Leguina, “Paisaje después de la batalla”, El País, 8 de junio de 2007, pág. 18.<br />

18 Merece la pena destacar parte de la respuesta de Benach a una pregunta del director de El<br />

Mundo en una entrevista reciente: “P. J. Ramírez. – ¿Debería haberse pronunciado el TC antes<br />

del referéndum? E. Benach. – [...] Sería más lógico y, en definitiva, más racional que el Constitucional<br />

hubiera fallado sobre el Estatut antes del referéndum”. Esta respuesta no deja de<br />

ser sorprendente, teniendo en cuenta que quien responde es Presidente del Parlamento de Cataluña<br />

y uno de los dirigentes de Esquerra Republicana de Cataluña. Vid., “Foro de debate. Ernest<br />

Benach”, El Mundo, 10 de junio de 2007, págs. 16-18, la cita corresponde a la pág. 16.<br />

198 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Se ha incurrido en un fraude de ley –norma de cobertura, apariencia de<br />

legalidad y producción objetiva de un resultado no querido por el ordenamiento–,<br />

pues se propone una reforma constitucional que no se atiene al<br />

procedimiento establecido –Título X C.E.–, sino que se aborda desde una reforma<br />

de legalidad presentada como una reforma de ley orgánica constitutiva<br />

del bloque de constitucionalidad. Se trataría entonces de provocar una<br />

modificación de la Constitución, con la que se iniciaría un nuevo modelo de<br />

Estado 19 y, en consecuencia, un orden constitucional diferente. Esto se lograría<br />

con la utilización de un procedimiento de reforma que no rompe en<br />

apariencia con el sistema de legalidad establecido, pues se pretende que deriva<br />

del mismo –“y mediante derivación no puede establecerse una nueva<br />

norma que contraríe la que le sirve de fuente” 20 .<br />

Así pues, el problema que se plantea no es el de la constitucionalidad o no<br />

de la Proposición planteada, sino el de su propia naturaleza, que es la de una<br />

reforma de la Constitución, por lo que se tendrían que haber seguido “las normas<br />

de la Constitución que regulan el procedimiento especial para la reforma<br />

de la Constitución, [que] son al mismo tiempo normas que establecen una autoridad<br />

constituyente distinta de la legislativa” 21 . El procedimiento seguido<br />

no lo ha tenido en cuenta, lo que ha llevado a la suplantación de la autoridad<br />

constituyente establecida en el procedimiento de reforma constitucional por<br />

la autoridad legislativa. En definitiva, la autoridad legislativa como poder que<br />

emana del poder constituido se ha atribuido la potestad de la autoridad constituyente.<br />

Esta situación podría haberse evitado si la Mesa de la Cámara hubiera verificado<br />

sólo de manera liminar la naturaleza de la propuesta, lo que viene<br />

exigido en el apartado 2º, en relación con el apartado 7º, punto 1º, de la Resolución<br />

de 16 de marzo de 1993 de la Presidencia del Congreso, en la que<br />

se establece que: “recibida en el Congreso la propuesta de reforma de uno<br />

19 No hace falta sino echar un vistazo superficial a la proposición de Ley Orgánica remitida por el<br />

Parlamento de Cataluña, lo que mostraría con claridad los excesos de la propuesta.<br />

20 A. Ross, Sobre el derecho y la justicia, trad. G. R. Carrió, Eudeba, Buenos Aires, 1997 (1958),<br />

pág. 112.<br />

21 Ross, Sobre el derecho..., op. cit., pág. 111.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 199


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

de los Estatutos... la Mesa de la Cámara procederá al examen del texto y de<br />

la documentación recibida, al objeto de comprobar el cumplimiento de los<br />

requisitos constitucionales y estatutarios establecidos”. Coherentemente con<br />

ello, la Mesa podía haber establecido el cauce procedimental adecuado a la<br />

naturaleza de la iniciativa, la de una reforma constitucional.<br />

En su reunión de 25 de octubre de 2005, la Mesa entendió acertadamente<br />

que el examen liminar no es un examen de constitucionalidad, pero<br />

no comprendió que de lo que se trataba era de encontrar el cauce procesal<br />

natural a una propuesta plenamente constitucional –art. 166 C.E.–, de<br />

reforma constitucional. Todo acto de calificación, aunque lo sea sólo de<br />

índole formal, que no es el caso que nos ocupa, comporta un juicio o control<br />

material, aunque lo sea con carácter liminar 22 . La responsabilidad de<br />

la Mesa es enorme pues puede contribuir inconscientemente bien a una<br />

modificación no formal de la Constitución (Verfassungswandlung) bien a<br />

su trasgresión (Verfassungsüberschreitung), sin aparente quebrantamiento<br />

formal de la legalidad, esto es, “una reforma constitucional subrepticia” 23 .<br />

Además, el Reglamento del Congreso de los Diputados (R.C.D.) establece<br />

una diferencia entre dos funciones de la Mesa, aquella que se refiere a la admisión<br />

a trámite de las iniciativas –art. 31.1.4º R.C.D.–, y aquella en que se decide<br />

el procedimiento que las mismas deben seguir –art. 31.1.5º R.C.D.–,<br />

habiendo sido muchos los casos en los que la Mesa ha modificado la pretensión<br />

inicial de quien ha formulado una iniciativa y le ha dado una tramitación<br />

diferente a la propuesta, en la medida en que el nuevo procedimiento se ajustaba<br />

mejor a la naturaleza y contenido material del escrito. En este sentido,<br />

la doctrina del Tribunal Constitucional ha sido coherente con lo dispuesto en<br />

el R.C.D. y la misma práctica de la Mesa, al insistir en que su control ha de<br />

ser fundamentalmente formal en los supuestos de inadmisión de iniciativas,<br />

pero no en relación con la modificación del procedimiento propuesto por los<br />

autores de la iniciativa 24 .<br />

22 STC 95/1994, de 21 de marzo, STC 177/2002, de 14 de octubre, FJ 5.<br />

23 V. Pérez Díaz, “¿Reconstruimos España?, El País, 18 de octubre de 2005.<br />

24 ATC 20 de abril de 2004, FJ 6. También habría que acudir a las SSTC 177/2002, de 14 de octubre,<br />

FJ 5, y 89 y 90/2005, de 18 de abril, FF JJ 3, en donde se dice en relación con tal pre-<br />

200 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

El mismo TC en su Auto de 15 de marzo de 2006 en su FJ 4 reconoce<br />

que “el Reglamento parlamentario puede permitir o, en su caso, establecer,<br />

incluso, que la Mesa extienda su examen de las iniciativas más allá de la estricta<br />

verificación de sus requisitos formales, siempre, claro está, que los<br />

escritos y documentos presentados a la Mesa, sean de control de la actividad<br />

de los Ejecutivos, sean de carácter legislativo, vengan, justamente, limitados<br />

materialmente por la Constitución, el bloque de la<br />

constitucionalidad o el Reglamento parlamentario pertinente, como es el<br />

caso de la calificación en ciertos ordenamientos autonómicos de lo que<br />

han de considerarse mociones o interpelaciones, o el de la iniciativa legislativa<br />

popular que tiene vedadas ciertas materias por imperativo del art.<br />

87.3 C.E. De modo que si la legalidad aplicable no impone límite material alguno<br />

a la iniciativa, la verificación de su admisibilidad ha de ser siempre<br />

formal, cuidando únicamente la Mesa de que la iniciativa en cuestión cumpla con<br />

los requisitos de forma que le exige esa legalidad ” (énfasis mío). Pues bien, la<br />

legalidad aplicable no impone límite alguno hasta el extremo de que de<br />

acuerdo con los arts. 166.1 y 87.2 C.E., las Asambleas de las Comunidades<br />

Autónomas podrán ejercer la iniciativa de reforma constitucional y la Mesa<br />

debería haber cuidado, tal y como dice el TC, que esa iniciativa cumpliera<br />

‘con los requisitos de forma que le exige esa legalidad’ 25 , sin necesidad de<br />

entrar, de acuerdo con el TC, en examinar su constitucionalidad 26 , pues<br />

una reforma constitucional es por su propia naturaleza al menos inconstitucional,<br />

cuando no anticonstitucional, ya que lo que se propone o bien no<br />

se encuentra en la Constitución o la quiere alterar sustancialmente, siendo<br />

ambas posiciones plenamente legales, a la vez que legítimas, y estando supeditadas<br />

sólo y exclusivamente a seguir los cauces procedimentales establecidos.<br />

Por eso tiene de nuevo razón el TC cuando concluye en el FJ 5<br />

de su Auto de 15 de marzo de 2006 que el control que ha de realizar la<br />

cepto reglamentario que “un control de esta naturaleza por parte de la Mesa de la Cámara<br />

puede asimismo incluir una verificación liminar de la conformidad a Derecho de la pretensión<br />

deducida, junto a un juicio de calificación sobre la idoneidad o procedencia del procedimiento<br />

parlamentario elegido”.<br />

25 SSTC 89 y 90/2005, de 18 de abril, FF JJ 3, en donde se afirma que el control de las Mesas<br />

de las Cámaras pueda extenderse a “una verificación liminar de la conformidad a Derecho de<br />

la pretensión deducida, junto a un juicio de calificación sobre la idoneidad o procedencia del<br />

procedimiento parlamentario exigido”.<br />

26 ATC de 15 de marzo de 2006, FJ 4.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 201


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

Mesa del Congreso “puede asimismo incluir un examen del contenido material<br />

de la iniciativa, exclusivamente en cuanto resulte determinante para llevar a<br />

cabo un juicio de calificación sobre la idoneidad y procedencia del procedimiento<br />

parlamentario elegido para sustanciar la iniciativa deducida, esto es, a fin de observar<br />

la adecuación de la pretensión que se deduce al tipo de procedimiento<br />

a través del cual se plantea. En ningún caso, la Mesa en su función<br />

de calificación y admisión a trámite puede llevar a cabo un control de constitucionalidad<br />

liminar de la iniciativa parlamentaria” (énfasis mío).<br />

La consecuencia directa de que la Mesa del Congreso de los Diputados<br />

no haya establecido el procedimiento adecuado, consiste en que la mayor<br />

parte de los ciudadanos en quienes reside la soberanía ha visto lesionado<br />

su derecho fundamental ex art. 23.1 C.E. a participar de modo indirecto en<br />

la vida pública a través de sus representantes, quienes tenían, de acuerdo<br />

con A. Ross, que haber conformado una autoridad constituyente de<br />

acuerdo con lo exigido en el Título X de la C.E. –210 ó 233 Diputados–, y<br />

sólo han participado como autoridad legislativa –176 Diputados que componen<br />

la mayoría absoluta.<br />

Tal y como dije anteriormente, la tramitación de esta proposición adolece<br />

fundamentalmente de un vicio de origen, que provocará daños en el<br />

futuro. Con anterioridad me he ocupado de lo primero, ahora lo haré con<br />

la cuestión de futuro. Consiste en que habiendo aprobado una reforma<br />

constitucional se ha llamado sólo y exclusivamente a la participación directa<br />

a una parte del pueblo español, el pueblo catalán, cuando podría o debería,<br />

según los casos, habérsele llamado en su totalidad de acuerdo con los<br />

arts. 167.3 y 168.3 C.E.<br />

En el escrito de alegaciones presentado por el Fiscal el 15 de febrero de<br />

2006 afirma que en la tramitación del procedimiento legislativo en discusión<br />

pudiera ocurrir: “1º.- Que la proposición de ley resulte perfectamente ajustada<br />

a la Constitución; 2º.- Que dicha proposición de ley sea retirada por el<br />

Parlamento Catalán; 3º.- Que durante la tramitación de la misma se llegue<br />

al acuerdo de que, previamente a su aprobación, sea necesario reformar la<br />

Constitución; y 4º.- Que, aun no siendo considerado necesario iniciar ningún<br />

procedimiento de reforma constitucional, se apruebe el Estatuto conte-<br />

202 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

niendo vicios de inconstitucionalidad”. Parece claro, tras leer el “Informe<br />

sobre la propuesta de reforma –texto aprobado por el Congreso de los Diputados–<br />

del Estatuto de Autonomía de Cataluña”, nº expte. 605/000002<br />

de 11 de abril de 2006, y dado que ese texto no ha sufrido cambios de importancia<br />

tras su paso por el Senado, parece claro, decía, que no nos hayamos<br />

incursos en ninguno de los tres primeros supuestos planteados por el<br />

Fiscal, sino en el cuarto. Aunque no en el sentido en el que el Fiscal habla,<br />

sino en un sentido agravado, pues no se trata tanto de que este nuevo Estatuto<br />

contenga vicios de inconstitucionalidad, como que plantee el germen de<br />

una nueva Constitución 27 .<br />

De ahí que cuando el Fiscal plantea la posibilidad de recurrir ese vicio<br />

o vicios de inconstitucionalidad tiene razón al recordarnos que cabe ha-<br />

27 Sólo indicaré a modo de ejemplo que en el recurso de inconstitucionalidad firmado por el Defensor<br />

del Pueblo el 18 de septiembre de 2006 contra una serie de preceptos de la Ley Orgánica<br />

6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, se dice que<br />

en relación con los arts. 2.4 y 5 del nuevo Estatuto que “se tachan como inconstitucionales<br />

sus incisos ‘Los poderes de la Generalitat emanan del pueblo de Cataluña’ y ‘El autogobierno<br />

de Cataluña se fundamenta también en los derechos históricos del pueblo catalán’ respectivamente,<br />

en relación con el inciso del Preámbulo del Estatuto que afirma que ‘la Constitución<br />

Española, en su artículo 2º, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad”<br />

(pág. 6), “pues “[a]mbos preceptos pretenden erigirse junto con la Constitución en el fundamento<br />

del autogobierno de Cataluña, y a su mismo nivel, además, puesto que la Norma Fundamental<br />

no los reconoce ni se dice tampoco en el texto estatutario que procedan de ella. La<br />

soberanía nacional, que reside en el pueblo español, ya no sería según esto el único fundamento<br />

y el único origen de todos los poderes del Estado, como dice el artículo 1.2 de la Constitución,<br />

puesto que una parte de esos poderes, los de la Generalitat que, conviene no<br />

olvidarlo, es también Estado, emanarían de una fracción del pueblo español, el pueblo catalán,<br />

y tendrían su fundamento último en un título también originario, como la soberanía nacional,<br />

en cuanto no nacido de la Constitución: los autoproclamados ‘derechos históricos’ de<br />

la aludida fracción. Esto es –concluye–, a juicio de esta parte, constitucionalmente inadmisible”<br />

(págs. 10 y 11).<br />

En opinión de Sosa Wagner, con esta reforma estatutaria nos encaminamos sin ninguna duda<br />

hacia un Estado confederal. Vid., F. Sosa Wagner e I. Sosa Mayor, El Estado fragmentado..., op.<br />

cit., págs. 139 y ss.<br />

Por su parte, Muñoz Machado aborda el problema desde el punto de vista de la soberanía y<br />

llega a conclusiones no mucho más halagüeñas: “Su Preámbulo alude a Cataluña como nación<br />

[...], y el artículo 2.4 afirma que los poderes de la Generalidad emanan del pueblo de Cataluña.<br />

También el Preámbulo alude a los derechos históricos del pueblo catalán como uno de<br />

los fundamentos del autogobierno, referencia que repite con más detalle el artículo 5 del texto.<br />

Todas estas expresiones, sin perjuicio de su verdadero significado y alcance, ofrecen la imagen<br />

de un autogobierno fundado en decisiones soberanas”, en S. Muñoz Machado, El problema<br />

de la vertebración del Estado en España (Del siglo XVIII al siglo XXI), Iustel, Madrid, 2006,<br />

pág. 335, aunque deben verse también las págs. 352, 356, 363 y ss.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 203


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

cerlo a través del recurso de inconstitucionalidad, pero su planteamiento<br />

es falaz si pensamos en que no se trata de vicio o vicios, sino de una reforma<br />

en toda regla de nuestra Constitución. Además no habría que olvidar<br />

que se ya se han presentado varios –hasta siete– recursos de<br />

inconstitucionalidad, y se ha admitido la recusación de uno de los miembros<br />

del Tribunal 28 .<br />

En el mismo sentido tiene razón el TC cuando en su Auto de quince de<br />

marzo de 2006, FJ 2, recoge lo afirmado en el ATC 135/2004 y niega “terminantemente<br />

la idoneidad objetiva para que un proyecto de norma pudiera<br />

por sí vulnerar la Constitución”, pues si lo hiciera impediría toda<br />

propuesta de reforma de la Constitución, que por su naturaleza es, como<br />

ya se ha dicho, siempre inconstitucional o incluso anticonstitucional. Sin<br />

embargo, esto no evita la falacia de la argumentación consistente en que si<br />

la iniciativa no se encauza por el procedimiento adecuado, se suplantaría<br />

la autoridad constituyente por la autoridad legislativa. Por eso no cabe argumentar<br />

que se alteraría la índole de la norma propuesta, puesto que sólo<br />

se trataría de ajustar el procedimiento a su auténtica naturaleza.<br />

Esto es lo que explicaría que el Consejo de Estado 29 de manera muy delicada,<br />

pero excediéndose en lo que podría considerarse una respuesta estricta<br />

a las preguntas que le formuló el Gobierno, haya aconsejado adecuado<br />

que se reintrodujera el recurso previo de inconstitucionalidad en determinados<br />

casos, especialmente en aquellos relacionados con consultas populares<br />

previas a la aprobación de las leyes. La razón de tal recomendación es<br />

evidente, pues si en el proceso de creación de una ley se introduce la con-<br />

28 En el recurso de amparo interpuesto por el Grupo Parlamentario Popular del Congreso de los<br />

Diputados contra los acuerdos de 18 y 25 de octubre de la Mesa del Congreso sobre calificación<br />

y admisión a trámite como proposición de ley de reforma de Estatuto de Autonomía de una<br />

proposición de Ley Orgánica remitida por el Parlamento de Cataluña, se promovía incidente de<br />

recusación contra el Magistrado P. Pérez Tremps. Esa recusación se desestimó por el Tribunal<br />

en su ATC 18/2006, de 24 de enero. Con posterioridad, el Grupo Parlamentario Popular formalizó<br />

el día 31 de julio de 2006 recurso de inconstitucionalidad contra determinados preceptos<br />

de la Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de<br />

Cataluña. Ese mismo día, el Comisionado de los Diputados recurrentes presentó un escrito en<br />

el que se promovía la recusación del Magistrado P. Pérez Tremps. El Pleno del Tribunal Constitucional<br />

acordó estimar la recusación del Magistrado en su ATC de 5 de febrero de 2007.<br />

29 “Informe sobre modificaciones de la Constitución Española”, febrero, 2006.<br />

204 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

sulta al pueblo, la posibilidad de recurrir la inconstitucionalidad de esa ley<br />

queda distorsionada porque la tramitación legislativa y su posible control de<br />

constitucionalidad instada por un recurso de inconstitucionalidad ante el<br />

Tribunal Constitucional quedan alterados por la participación de una parte<br />

del pueblo, en este caso, por el pueblo catalán, con lo que estaríamos mezclando<br />

dos planos difícilmente conciliables, el de la autoridad del propio<br />

Tribunal, garante de la Constitución, y el de una parte del poder constituido-constituyente<br />

–no ya la autoridad constituyente, que es lo que debería<br />

haberse hecho–. Esto muestra cómo puede introducirse en lo que tendría<br />

que ser meramente un proceso legislativo sometido necesariamente a la posibilidad<br />

del control de constitucionalidad la política de los hechos consumados.<br />

Así pues, la razón fundamental del problema con el que nos enfrentamos,<br />

se encuentra, primero, en el hecho de haber mezclado dos procedimientos<br />

–el legislativo-constitucional propio de la creación de toda ley y<br />

el político, inmerso en toda consulta popular–, que debieron mantenerse<br />

separados, hasta tanto el primero hubiera quedado perfectamente claro,<br />

libre de toda falta. Esta confusión ha conducido, en segundo lugar, a una<br />

dificultad aún mayor, a la oposición entre dos legitimidades, la que deriva<br />

del pueblo, esto es, la democrática, y la que procede del propio Tribunal,<br />

es decir, la que se origina en los límites en que ha de asentarse la democracia,<br />

si es que queremos entender la democracia como democracia liberal<br />

o constitucional.<br />

Además hay que tener en cuenta que en nuestro ordenamiento jurídico<br />

se exige que algunos Estatutos, los llamados del artículo 151 C.E., han de<br />

ser aprobados finalmente en referéndum, con lo que mezclamos el plano<br />

legislativo, institucional, con el plano político, en la medida en que la aprobación<br />

por referéndum supone la intervención de una parte del pueblo,<br />

esto es, de una parte del poder constituido-constituyente. Este procedimiento<br />

no conllevaría ningún inconveniente si lo que se aprobara fuese<br />

plenamente constitucional. Indudablemente, eso no sucedería en caso contrario.<br />

Ésta es la razón por la que se debería haber mostrado un cuidado<br />

exquisito en procurar que el texto que se sometiera a referéndum estuviera<br />

libre de cualquier tacha de inconstitucionalidad, pues si antes de que el<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 205


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

texto fuera claro desde el punto de vista constitucional me adentro en el terreno<br />

político llamando a la ratificación del pueblo, podría estar situando<br />

la política por encima del derecho. Además, si ese texto constituyera de<br />

hecho una reforma constitucional –lo que no podría ser de derecho al haberse<br />

formulado por la autoridad legislativa y no por la constituyente–,<br />

nunca se podría acudir para su validación a una parte del pueblo –en este<br />

caso, el catalán–, sino que se tendría que llamar a quien por ser titular de<br />

la soberanía tiene capacidad para hacerlo, esto es, el pueblo español. Ahora<br />

todo depende de una “única esperanza”, la de que “el Tribunal Constitucional<br />

demuestre velar por la Constitución y deje así patente que en democracia<br />

el poder judicial es el verdadero garante del Estado de derecho” 30 .<br />

Es verdad que no se ha facilitado su labor, pues se le fuerza a que adopte<br />

una decisión en las peores condiciones, con una división profunda entre las<br />

dos grandes fuerzas políticas y después de que el pueblo catalán haya manifestado<br />

su voluntad en referéndum. Esto último podría haberse evitado,<br />

tal y como se ha dicho, reintroduciendo el recurso previo de inconstitucionalidad,<br />

pero no se quiso hacer.<br />

El texto que se ha aprobado antes, que es difícilmente ajustable a la<br />

Constitución, puede considerarse, en mi opinión, como el inicio de un proceso<br />

de reforma constitucional, y la consecuencia de no haber seguido el<br />

procedimiento adecuado consiste en que la mayor parte de los ciudadanos<br />

en quienes reside la soberanía ha visto lesionado su derecho fundamental<br />

ex art. 23.1 C.E. a participar de modo directo en la vida pública a través de<br />

los procedimientos que establecen los arts. 167.3 y 168.3 C.E. La gravedad<br />

de lo sucedido consiste no sólo en que se ha obviado, tal y como dije con<br />

anterioridad, a la autoridad constituyente, sino en lo que aún es peor, la<br />

marginación en un proceso de reforma del régimen político del poder<br />

constituido-constituyente, pues sólo se llama a consulta a una parte del<br />

mismo, el pueblo catalán.<br />

De lo anterior cabe deducir que se ha lesionado el derecho de participación,<br />

tanto directo como indirecto, en tanto que se impide no sólo que pue-<br />

30 P. Cerezo Galán, “El despiece en carne viva (y II)”, Granada Hoy, 11 de mayo de 2006.<br />

206 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

dan asegurarse las libertades negativas, sino también su medio de protección,<br />

que es en lo que consiste el derecho de participación, expresión paradigmática<br />

de los derechos políticos positivos 31 . El derecho de participación<br />

es clave desde el momento que constituye un medio imprescindible en la<br />

defensa de lo que más puede importarnos, nuestra libertad. No se trata, pues<br />

de reclamar el derecho de participación simplemente por participar indirecta<br />

o directamente, sino porque es la única manera de que podamos asegurar<br />

el mantenimiento y profundización de nuestras libertades<br />

fundamentales, que no pueden quedar nunca a la buena o mala voluntad de<br />

nuestros gobernantes. La democracia liberal se asienta sobre el reconocimiento<br />

de una serie de derechos políticos, entre los que el derecho central<br />

es el derecho de participación, si bien, siempre que venga acompañado de<br />

otros como la libertad de expresión, etc. No obstante, los últimos son instrumentales<br />

respecto del primero, pues todos ellos encuentran su razón de<br />

ser en coadyuvar a la realización de aquél. Ahora bien, es verdad que una<br />

gran parte de la ciudadanía no percibe con claridad la entidad de estas cuestiones,<br />

fundamentalmente porque se desenvuelven en un nivel de abstracción<br />

difícilmente comprensible. Tampoco esa lesión del derecho de participación<br />

alcanza de manera habitual a las libertades subjetivas de acción 32 , en las que<br />

cualquier daño sí que se percibe con mayor facilidad, pues nos afecta directamente,<br />

de manera concreta, en tanto que lo hace en el ejercicio de nuestras<br />

libertades privadas, las libertades negativas, que nos resultan por su<br />

inmediatez mucho más asequibles.<br />

31 I. Berlin, “Dos conceptos de libertad”, Sobre la libertad, ed. H. Hardy, trad. J. Bayón, Á. Rivero,<br />

N. Rodríguez y B. Urrutia, Alianza Editorial, Madrid, 2004 (2002, 1958), pág. 248. Pero también<br />

puede recordarse a Constant, quien afirmó que la “libertad individual [...] es la verdadera libertad<br />

moderna. La libertad política es su garantía”, B. Constant, De la libertad de los antiguos<br />

comparada con la de los modernos (1819), en íd., Escritos políticos, trad. y ed. de M. L. Sánchez<br />

Mejía, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, pág. 278.<br />

32 “Lo ha dicho [...] el consejero de Sanidad de la Junta de Extremadura [...] ‘En España tiene más<br />

garantía de ser tratado igual en todas las Comunidades Autónomas un cerdo o una vaca que<br />

un hombre’. La explicación es muy sencilla: en materias agropecuarias rige para toda la Unión<br />

Europea una normativa comunitaria común; mientras que en materia de Derechos Humanos<br />

se están aprobando, dentro de España, disposiciones que tienden a privilegiar a los ciudadanos<br />

de una Comunidad sobre los de otras [...] si consideramos, en vez de vacas o cerdos, a<br />

los ciudadanos españoles, vemos atónitos como cada día se erigen más diferencias entre los<br />

mismos, convirtiendo en papel mojado el artículo 14 de la Constitución.”, en J. de Esteban, “La<br />

igualdad de las vacas”, El Mundo, 14 de agosto de 2006, pág. 4.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 207


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

El trasfondo de todo este conjunto de insensateces 33 es que se ha querido<br />

plantear y resolver el problema del nacionalismo al margen de las reglas básicas<br />

de convivencia, esto es, al margen del orden constitucional establecido,<br />

un orden constitucional que responde, claro está, a los presupuestos de las<br />

democracias liberales: el respeto de los derechos individuales y las decisiones<br />

mayoritarias de acuerdo con las reglas aceptadas, esto es, de acuerdo con las<br />

exigencias del Estado de derecho o imperio de la ley. Las consecuencias de<br />

actuar al margen del orden constitucional de una democracia liberal son enormes,<br />

primero porque supone una quiebra de la legalidad y, segundo, porque<br />

no hay razones que pudieran justificar tal quebrantamiento del orden jurídico,<br />

es decir, que no es posible sostener la legitimidad de la quiebra de la legalidad<br />

democrático-liberal 34 . Esto sólo podría defenderse si hubiera razones<br />

bastantes que pudieran actuar de contrapeso de la violación de la legalidad<br />

que, en mi opinión, no sé dónde encontrarlas. De ahí que en un orden democrático-liberal<br />

los cambios o reformas tienen que hacerse de acuerdo con<br />

las reglas preestablecidas, pues ese orden no se apoya sólo y exclusivamente<br />

en las decisiones mayoritarias, sino en que éstas se adopten respetando los derechos<br />

individuales, lo que se garantiza mediante el respeto a las normas de<br />

juego previamente definidas. Además, cualquier solución que se adoptara sin<br />

tener en cuenta la Constitución conllevaría la quiebra del poder soberano, ya<br />

que se habría realizado un cambio de las normas constitucionales al margen<br />

de tal poder, al mismo tiempo que supondría una lesión del derecho de participación,<br />

efecto inmediato de la realización de una reforma constitucional<br />

por cauces distintos a los establecidos formalmente.<br />

Es verdad que en nuestro país esto no se ha hecho de manera abrupta y<br />

fácilmente reconocible, como sucede cuando se produce un golpe de Estado<br />

35 , sino que se ha llevado a cabo de “manera subrepticia” 36 , orillando las<br />

33 Maravall ha llegado a calificar como “caótica” la política respecto del Estatuto catalán, vid., J.<br />

M. Maravall, “La crispación”, El País, 7 de mayo de 2007, pág. 19.<br />

34 De ahí la diferencia entre la primera transición –“de la ley a ley”, pero quebrantando los principios,<br />

lo que supuso un fraude desde el punto de vista sustancial–, y esta segunda transición,<br />

en la que se quiere llevar a cabo la reforma desde la ley, ley orgánica, pero en contra de la Constitución,<br />

lo que la hace, desde un punto de vista jurídico-racional, imposible.<br />

35 Vid., en relación con esta cuestión, K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, en K. Marx,<br />

F. Engels, Obras escogidas, tomo I, págs. 404 y ss. y C. Malaparte, Técnica del golpe de Estado,<br />

trad. J. Gómez de la Serna, en id., Obras, Plaza y Janés, Barcelona, 1960 (1931), págs. 1 y ss.<br />

208 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


normas y procedimientos que deberían haberse seguido, y sustituyéndolos<br />

por otros que no estaban predefinidos. Las consecuencias inmediatas de tal<br />

actuación consisten en la quiebra del derecho de participación y la parcelación<br />

de la soberanía, efectos necesarios de la sustitución de la autoridad constituyente<br />

tal y como viene prefigurada en la Constitución por la autoridad<br />

legislativa. En definitiva, los principios constitucionales se han visto alterados<br />

en un doble sentido, primero porque se ha menoscabado el principio de la soberanía<br />

popular, en tanto que se reconoce que los poderes de la Generalitat<br />

emanan del pueblo catalán y, segundo, porque el fundamento de tales poderes<br />

son los derechos históricos de un pueblo, lo que lleva directamente a contradecirse<br />

con el principio que reconoce la preeminencia de los derechos y<br />

libertades individuales tal y como está reconocido en la Constitución de 1978,<br />

por lo que se altera el lugar preeminente que deberían tener estos derechos<br />

en relación con los colectivos. Ahora el orden queda invertido, lo que no dejará<br />

de tener consecuencias en el nivel de la legitimación 37 .<br />

¿Cuál es la razón de fondo que permite explicar este desaguisado? ¿Cuál<br />

es la razón de esta insensatez? 38 En mi opinión, sólo cabe encontrarla en<br />

una degeneración –quizá inevitable–, de la concepción mayoritaria de la<br />

democracia, aquello que Kelsen denominó el imperio de la mayoría.<br />

La filosofía política subyacente en la quiebra<br />

constitucional española. El imperio de la mayoría<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

El nuevo Estatuto de Cataluña de 2006 ha suscitado dos problemas en relación<br />

con los fundamentos de legitimación de la práctica dadora de constitución;<br />

primero, porque no se han seguido los procedimientos establecidos,<br />

36 V. Pérez-Díaz habla de “una reforma constitucional subrepticia”, V. Pérez Díaz, “¿Reconstruimos<br />

España?, art. cit., El País, 18 de octubre de 2005. Vid., en un sentido muy similar, P. Cerezo<br />

Galán, “El despiece en carne viva (I y II)”, Granada Hoy, 10 y 11 de mayo de 2006.<br />

37 Sobre la posible resolución de ese conflicto a favor de los principios liberal-democráticos vid.<br />

José J. Jiménez Sánchez, “Nationalism and the Spanish Dilemma: The Basque Case”, Politics<br />

and Policy, vol. 34, nº 3, 2006, págs. 532-555.<br />

38 Deberíamos recordar la definición de Hobbes sobre el insensato: “[I]nsensatos son todos los<br />

que derriban algo que les hace bien antes de levantar en su lugar algo mejor”, Th. Hobbes, Behemoth,<br />

estudio preliminar, traducción y notas de M. Á. Revilla, Tecnos, Madrid, 1992 (1668),<br />

pág. 202.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 209


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

es decir, se ha sustituido, en términos de Ross, la autoridad constituyente –a<br />

la que Kelsen denominaría mayoría cualificada–, por la autoridad legislativa<br />

–la mayoría absoluta de Kelsen–, lo que supone que quiebra la racionalidad<br />

procedimental exigida por el principio democrático y, consecuentemente, la<br />

lesión de los derechos y libertades políticos, pues se ha excluido de la participación<br />

a una parte de quienes podrían haber participado, y segundo, porque<br />

los derechos colectivos ocuparían un lugar de preeminencia respecto de<br />

los derechos y libertades individuales, en la medida en que se comprenden<br />

los derechos históricos de un pueblo como el fundamento de esos derechos<br />

individuales, cuando habría que entender esa relación en orden inverso, pues<br />

además ese nuevo orden conllevaría que se pusiera en cuestión la igualdad<br />

de derechos entre los ciudadanos, esto es, las iguales libertades subjetivas de<br />

acción para todos.<br />

Dice Habermas que cuando el principio de discurso adopta la “forma<br />

jurídica se transforma en un ‘principio de democracia’” 39 . Esto quiere decir<br />

que la democracia exige la forma jurídica, al mismo tiempo que tal forma<br />

actúa como límite de la misma. Así pues, el código jurídico que es el que<br />

permite la democracia, pues sólo bajo él es posible la misma, ese código jurídico<br />

no está a disposición de ella. La forma jurídica constituye un límite<br />

intrínseco de la democracia, al mismo tiempo que la posibilita, por lo que<br />

podría definirse como un elemento constitutivo de la misma. De ahí que<br />

el límite no sea algo externo ni tampoco algo que dependa de la voluntad<br />

mayoritaria expresada democráticamente, sino que es constitutivo de esa<br />

voluntad, en la medida en que posibilita su realización legítima.<br />

En principio podríamos suponer que si la democracia puede definirse<br />

como el gobierno del pueblo y, en consecuencia, que éste tiene todo el poder<br />

para ordenar la vida tal y como desee, parece que sería impensable que se pusieran<br />

limitaciones a su soberanía 40 . Desde Hobbes es claro que el soberano<br />

no puede tener límites, sólo quien no posee límites es quien puede definirse<br />

39 J. Habermas, Facticidad y Validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos<br />

de teoría del discurso, trad. M. Jiménez Redondo, Trotta, Madrid, 1998 (1992 y 1994), pág. 653.<br />

40 Vid., sobre ello, José J. Jiménez Sánchez, “Sobre el poder soberano”, Anales de la Cátedra<br />

Francisco Suárez, nº 40, 2006, págs. 79-98.<br />

210 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

como tal. Quien imponga límites a un soberano es el auténtico soberano. Si<br />

alguien se define como tal y, sin embargo, otro tiene fuerza suficiente como<br />

para imponerle algún límite, entonces este último es el verdadero soberano<br />

y no el primero. Esta comprensión fáctica de la soberanía, que la entiende en<br />

términos de fuerza, de poder imponer la voluntad soberana, es lo que permitió<br />

a Hobbes oponerse a la democracia. Hobbes respondió a quienes criticaban<br />

el enorme poder del soberano absoluto que él había defendido en el<br />

Leviatán 41 , a la vez que sostenían la necesidad de someterlo al poder del pueblo,<br />

que erraban en sus apreciaciones, pues si la razón para someter el poder<br />

absoluto del soberano consistía en la absolutez del mismo, esto es, en un<br />

enorme poder irrestricto, decía Hobbes que sólo un poder más absoluto que<br />

el poder del soberano absoluto podría limitarlo, lo que traducido a términos<br />

de poder implicaría que el poder del soberano absoluto sólo podría limitarse<br />

por un poder aún más absoluto que el que él poseía, por lo que los intentos<br />

de limitación de su poder abocaban a una paradoja, el que quisiera limitar el<br />

poder del soberano, tendría que tener más poder que él, con lo que en vez<br />

de solucionar un problema, el poder absoluto del soberano, lo que haríamos<br />

sería empeorarlo, pues por limitarlo, habríamos constituido un poder aún<br />

más poderoso que aquel que queríamos limitar. Esto es lo que proporciona<br />

a Hobbes una razón suficiente para negar la democracia, para negar alguna<br />

ventaja al poder del pueblo sobre el del soberano absoluto.<br />

Hobbes afirma que “un rey cuyo poder está limitado, no es superior a la<br />

persona o personas que tuvieron el poder de limitarlo; y quien no es superior,<br />

tampoco es supremo, es decir, que no es soberano” 42 , por lo que un monarca<br />

limitado no es soberano, “sino ministro de aquellos que tienen el poder<br />

soberano” 43 . Así pues, un poder soberano es instituido por el convenio establecido<br />

por el pueblo, y se define como poder absoluto sin posibilidad de límites.<br />

No importa que el poder soberano sea el de una asamblea o el de un<br />

monarca, sino que constitutivamente el poder soberano sea un poder ilimitado.<br />

“Y aunque de un poder tan ilimitado puedan –añadirá Hobbes– los<br />

41 Th. Hobbes, Leviatán. La materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y civil, trad., prólogo<br />

y notas de C. Mellizo, Alianza Editorial, Madrid, 1989 (1651).<br />

42 Hobbes, Leviatán, op. cit., pág. 160.<br />

43 Hobbes, Leviatán, op. cit., pág. 160.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 211


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

hombres imaginar que se derivan muchas consecuencias malas, las consecuencias<br />

que se derivan de la falta de él, que es la guerra perpetua de cada<br />

hombre contra su vecino, son mucho peores. La condición humana en esta<br />

vida nunca estará libre de inconvenientes, pero en ningún Estado hay inconveniencia<br />

más grande que la que procede de la desobediencia de los súbditos<br />

y del quebrantamiento de esos convenios en virtud de los cuales existe<br />

el Estado. Y quienquiera que, pensando que el poder soberano es demasiado<br />

grande, trate de reducirlo, tendrá en definitiva que someterse a otro poder<br />

que pueda limitar aquél, es decir, a un poder mayor” 44 .<br />

Para Hobbes, el poder soberano se constituye de manera ilimitada, en<br />

la medida en que renunciamos a nuestros derechos con la finalidad de<br />

que el poder que constituimos y al que hacemos esa entrega nos preserve<br />

en lo que más nos importa, la defensa de nuestra vida, pero incluso aunque<br />

vaya más allá, pues una vez que se ha constituido es un poder que escapa<br />

la posibilidad de su control, es un poder irrestricto. Con la finalidad<br />

de salir del estado de naturaleza constituimos un poder absoluto que todo<br />

lo puede sobre nosotros, en tanto que quedamos convertidos en sus súbditos.<br />

Una vez constituido nada cabe reclamar ni hacer a sus súbditos.<br />

Hemos creado un poder absoluto que por ser tal no cabe limitarlo sin que<br />

generemos un poder mayor que ese poder absoluto que tratamos de controlar.<br />

Se ha instituido un poder fáctico que sólo cabría limitar mediante<br />

un poder aún mayor, un poder que no puede ser ya el de un ser superior<br />

–veritas–, en tanto que no admite la separación entre la religión y la política<br />

al defender la unidad política original, por lo que sólo podría constituir<br />

su límite el poder que proviniera de la auctoritas, aunque tampoco<br />

sería posible puesto que ésta no podría contraponerse a la potestas, pues en<br />

Hobbes no es válida la distinción entre ambas, en tanto que la summa potestas<br />

ha sido transformada en summa auctoritas 45 . De ahí que ese poder<br />

capaz de limitar el poder soberano sólo puede comprenderse como el<br />

poder de una voluntad aún más poderosa que la voluntad del poder que<br />

44 Hobbes, Leviatán, op. cit., pág. 172.<br />

45 C. Schmitt, The Leviathan in the State Theory of Thomas Hobbes. Meaning and Failure of a Political<br />

Symbol, trad. G. Schwab y E. Hilfstein, Greenwood Press, London, 1996 (1938), págs. 44-<br />

45.<br />

212 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

queremos limitar. Esta es la paradoja en la que Hobbes encierra al pensamiento<br />

jurídico-político al tratar de sacarnos de la situación de guerra permanente<br />

en que los hombres se encontraban en el estado de naturaleza,<br />

para introducirnos en un estado de guerra perpetua, pues sólo mediante<br />

el uso de una fuerza mayor que la que posee el poder establecido es como<br />

podremos derribarlo. A partir de ese momento, el pensamiento jurídicopolítico<br />

tratará de hacer dos cosas, primero limitarlo, aunque no tendrá<br />

demasiado éxito, pues los mecanismos con los que se intenta restringirlo<br />

pertenecen al pasado en la medida en que de lo que se trata es de una recuperación<br />

desnuda de los argumentos iusnaturalistas y moralistas; después<br />

se intentará pensarlo de un modo distinto, normativamente y no<br />

fácticamente, con lo que se le podrá embridar sin caer ni en las insuficiencias<br />

de aquel iusnaturalismo ni en la paradoja hobbesiana, esto es, sin<br />

necesidad de generar un poder más absoluto que el propio poder absoluto<br />

que se trata de controlar.<br />

Esta concepción del poder puede ser la causa de que cuando nos encontramos<br />

con problemas graves que ponen en cuestión la misma soberanía,<br />

no sepamos abordarlos con una mínima dosis de razonabilidad.<br />

Cuando se plantea la quiebra de la soberanía porque alguien la desee del<br />

mismo modo que quien la posee, esta disputa puede terminar en enfrentamiento<br />

si entendemos la soberanía en términos de poder, de poder desnudo.<br />

Si queremos resolver este tipo de disputas en el terreno del ser, no<br />

nos quedará más remedio que asentir con Schmitt cuando afirmó que la<br />

“destrucción física de la vida humana no tiene justificación posible, a no ser<br />

que se produzca, en el estricto plano del ser, como afirmación de la propia<br />

forma de existencia contra una negación igualmente óntica de esa<br />

forma” 46 . En el fondo, el problema que tenemos que afrontar es el de la<br />

voluntad política, que podremos entender de manera desnuda, fácticamente,<br />

en el juego atroz entre amigo y enemigo, o bien comprenderla<br />

46 C. Schmitt, El concepto de lo político, trad. R. Agapito, Alianza Editorial, Madrid, 1987 (1932),<br />

pág. 78. Con anterioridad, en la pág. 57, había dicho que un “conflicto extremo sólo puede ser<br />

resuelto por los propios implicados; en rigor sólo cada uno de ellos puede decidir por sí mismo<br />

si la alteridad del extraño representa en el conflicto concreto y actual la negación del propio<br />

modo de existencia, y en consecuencia si hay que rechazarlo o combatirlo para preservar la propia<br />

forma esencial de vida”.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 213


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

como voluntad política racional. Es evidente que ante nosotros no tenemos<br />

una única salida, pues podemos disponer de ambas, aunque necesariamente<br />

habremos de elegir. Dependerá de nosotros mismos que seamos capaces<br />

de escoger la interpretación adecuada.<br />

En el Behemoth Hobbes avanza en su argumentación y da dos pasos decisivos.<br />

Para ello aborda el fundamento del poder soberano no ya en términos<br />

del estado de naturaleza, tal y como hizo al principio en el Leviatán,<br />

sino del mismo modo en que con posterioridad habló del poder soberano,<br />

esto es, en términos fácticos. Es verdad que cuando asentó el poder soberano<br />

en consideraciones de tipo iusnaturalista, después dio un paso más,<br />

arrojó el lastre de tales consideraciones e independizó ese poder de su<br />

mismo fundamento, lo que le permitió dar un segundo paso y defender el<br />

poder instituido como un poder absoluto, radicado en el terreno de los hechos.<br />

Ahora reflexiona también sobre el poder soberano, aunque lo hace<br />

de manera muy diferente, pues no se trata ya de elevarse arrojando lastre,<br />

sino de anclar el poder constituido, el poder soberano, en el terreno que le<br />

es propio. Esto sólo podrá hacerlo si encuentra un fundamento de carácter<br />

realista de ese poder. Hobbes afirma que “el poder del poderoso no se<br />

funda sino en la opinión y la creencia del pueblo” 47 , pues el poder soberano<br />

no se asienta en su derecho, “aun otorgado por el expreso consentimiento<br />

de todos (... sino en) la obediencia del súbdito” 48 . El derecho del soberano<br />

es otorgado por la obediencia de todos, con lo que mantiene ese poder en<br />

47 Hobbes, Behemoth, estudio preliminar, trad. y notas M. A. Rodilla, Tecnos, Madrid, 1992 (1668),<br />

pág. 23. Algo similar se puede detectar en Francia en la que a lo largo del siglo XVII surge una<br />

nueva lógica del poder que ya “no tenía necesidad de ministros, ni de secretarios ni de riquezas<br />

[...pues estaba abandonada] al puro juego de las ideas”, B. Craveri, La cultura de la conversación,<br />

trad. C. Palma, Ediciones Siruela, Madrid, 2003 (2001), pág. 22; aunque la autora<br />

advierte en la misma página que esa nueva lógica “no había encontrado un nombre. Acabará<br />

llamándose opinión, [aunque sea] un siglo después cuando se [convierta] en una amenaza contra<br />

el orden establecido”. Es evidente que Hobbes supo ponerle, parece que antes que nadie,<br />

el nombre adecuado, lo que muestra que percibió el nuevo fenómeno de forma clarividente; aún<br />

más cuando no la confunde con una nueva lógica del poder, sino que la considera como el fundamento<br />

de todo poder. La razón de ello se encuentra en que Hobbes está explicando la Revolución<br />

inglesa, mientras que en Francia el problema no es aún la Revolución, sino la pérdida<br />

de prerrogativas por parte de la nobleza de espada, que hace que ésta cree “un espacio de libertad,<br />

autónomo de la vida de la corte” y trate de distinguirse por “la manera de vivir, de hablar,<br />

de ataviarse, de divertirse, de reunirse” y así obtener “la inquebranta.<br />

48 Hobbes, Behemoth, op. cit., págs. 187-188.<br />

214 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


su terreno, el normativo, al mismo tiempo que lo hace depender no de él<br />

mismo, sino de su real procedencia, esto es, de que sea obedecido. De esta<br />

manera se enfrenta con el verdadero problema, el de la opinión pública, el<br />

del pueblo, el del pueblo llano dirá Hobbes, que “nada sabe, por su propia<br />

meditación, de lo recto y lo indebido; (por lo que) hay, pues, que enseñarle<br />

los fundamentos de su deber, y las razones de por qué la desobediencia a<br />

sus legítimos soberanos siempre acarrea calamidades” 49 , aunque Hobbes<br />

llegará a más al afirmar que el pueblo llano es seducido antes que convencido<br />

con razones, pues “no entendía las razones de una parte y otra; y, en<br />

cuanto a los que por ambición estaban ya embarcados en la empresa de<br />

cambiar el gobierno, poco les importaba cuál era la razón y la justicia de<br />

esa causa, sino qué fuerza podían procurarse para seducir a la multitud” 50 .<br />

Hobbes reflexionará sobre la estupidez de la gente corriente, “que se deja<br />

engañar de forma tan grosera” 51 , aunque insistirá en que “no es la falta de<br />

inteligencia sino la falta de una ciencia de la justicia” 52 , pues si bien la gente<br />

es capaz de tener éxito en sus empresas privadas, son capaces de acumular<br />

fortunas o ejercer de manera brillante su profesión y sin embargo pueden<br />

ser engañados en los asuntos públicos 53 , por lo que habría que concluir<br />

que “no carecían de inteligencia, sino del conocimiento de las causas y razones<br />

por las que una persona tiene derecho a gobernar y el resto obligación<br />

de obedecer; razones éstas que es necesario que se enseñen al pueblo,<br />

que sin ellas no puede vivir por mucho tiempo en paz” 54 . Por eso ni defenderá<br />

que haya que seducir al pueblo ni tampoco que haya que dejarlo<br />

a su juicio, pues “puede que penséis que, para que uno conozca el deber que<br />

49 Hobbes, Behemoth,op. cit., pág. 188.<br />

50 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 150.<br />

51 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 206.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

52 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 207. Indudablemente, el núcleo central de esa ciencia de la<br />

justicia lo constituyen, para el pueblo, “la ley natural que nos obliga a todos a obedecer a<br />

aquél, quienquiera que fuere, a quien legítimamente y por nuestra propia seguridad hemos<br />

prometido obedecer”, y en relación con el rey, la “salus populi, la seguridad y bienestar de su<br />

pueblo”, Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 89.<br />

53 Hobbes establece una diferencia central entre los requisitos necesarios –“diligencia e ingenio<br />

natural”– para llevar a cabo una actividad privada y obtener éxito en la misma y los que exige<br />

el gobierno de una república, para el que “no bastan ni ingenio, ni prudencia, ni diligencia, si<br />

faltan reglas infalibles así como la verdadera ciencia de la equidad y la justicia”, Behemoth, op.<br />

cit., págs. 91-92.<br />

54 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 208.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 215


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

tiene para con su gobernante y sepa cuál es el derecho que éste tiene para<br />

ordenarle, no necesita sino un buen juicio natural; pero no es así: pues eso<br />

constituye una ciencia, y construida sobre principios claros y seguros, y<br />

que ha de ser aprendida mediante un estudio profundo y cuidadoso” 55 . Con<br />

esto ha dado un nuevo giro en su argumentación. Ahonda en su concepción<br />

del poder soberano al sostener la insuficiencia de su comprensión en<br />

términos fácticos; lo mantiene en el terreno que le es propio, el normativo;<br />

después profundiza en el fundamento real del que procede, la obediencia<br />

de los súbditos y, finalmente, da un nuevo paso al defender la necesidad de<br />

una ciencia de la justicia que establezca las razones en las que se apoya el<br />

derecho del gobernante, así como el deber de obediencia del súbdito, de<br />

modo que el poder lo empieza a entender como “derecho a gobernar” y no<br />

como “fuerza suprema” 56 . El poder soberano se funda en la opinión pública,<br />

pero no entendida como nuda fuerza, sino constituida sobre razones.<br />

Con esto Hobbes ha producido un cambio dentro de su propia obra.<br />

Hobbes consigue resolver la paradoja en la que su pensamiento había<br />

quedado encerrado en el Leviatán. Siempre reconoció la posibilidad de la<br />

democracia, pues por mera fuerza podía alcanzar el poder, aunque no fuese<br />

apropiado, pues hay razones que nos hablan de su inconveniencia. En el<br />

Leviatán, Hobbes había sostenido que sólo un poder más absoluto que el<br />

poder absoluto del soberano podría derribarlo, por lo que no encontraba<br />

razón en ello para defenderlo, pues si la razón para derribar el poder absoluto<br />

consistía en la absolutez de ese poder, no tenía sentido defender la<br />

instauración de un poder que necesariamente habría de ser más absoluto<br />

que el propio poder absoluto que se trataba de sustituir. Sin embargo, ahora<br />

no se limitará a hablar del poder en términos fácticos, sino que irá más allá<br />

al explicitar las razones en las que el poder ha de apoyarse para dejar de<br />

estar identificado con la fuerza y hacerlo con el derecho. Esto muestra que<br />

Hobbes es antidemócrata, pues tiene enormes recelos frente al poder del<br />

pueblo, especialmente por la falta de formación del pueblo llano, así como<br />

55 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 206.<br />

56 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 236. Algo más adelante afirmará que “el deseo de la mayoría<br />

de los hombres es mandar; pero pocos de ellos saben qué más título tiene uno que otro<br />

para ello; fuera del derecho de la espada”, pág. 254.<br />

216 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

por la facilidad con la que se le puede manejar; aunque eso no sea lo importante.<br />

Lo decisivo es que ese rechazo a la democracia lo asienta en razones<br />

que, además, serán muy parecidas a las que otros autores utilizarán<br />

con posterioridad. El caso de J. S. Mill 57 es paradigmático. Lo mismo sucederá<br />

en el siglo XX con Kelsen y sus críticas del fascismo y comunismo 58 ,<br />

y en cierta medida el debate se reproduce hoy día entre las posiciones más<br />

inclinadas a la democracia y aquellas más renuentes.<br />

Ahora bien, lo importante no es la aceptación o rechazo de la democracia,<br />

sino el hecho de reconocer el poder fundante de la opinión pública<br />

y la necesidad de no comprender la voluntad política en términos empíricos,<br />

al modo del primer Hobbes, sino racionales tal y como lo hace el segundo<br />

Hobbes. El reconocimiento de la opinión pública como el auténtico<br />

poder constituyente es coherente con la configuración moderna del espacio<br />

político, caracterizado por su “pluralismo”, “policentrismo”, “plurilingüismo”,<br />

por lo que “los conservadores pudieron acusar a la edad moderna<br />

de rebelión contra el círculo sagrado de los comunicadores del monopolio<br />

y como pérdida del centro” 59 . La conclusión de esta vía se encontraría<br />

en Habermas, cuya preocupación central gira en torno a la posibilidad de<br />

que se forme “de modo discursivo una voluntad política racional”, para lo<br />

que no basta “introducir un ‘principio de discurso’ a cuya luz los ciudadanos<br />

puedan juzgar si el derecho que establecen es legítimo”, sino que es necesario<br />

que antes se institucionalicen jurídicamente aquellas formas de<br />

comunicación en las que haya de poder formarse esa voluntad 60 . De ahí<br />

que el derecho no puede quedar a “disposición de la razón de Estado”,<br />

pues aquél sólo mantendrá “fuerza legitimante mientras pueda actuar como<br />

fuente de justicia” 61 , ni la razón de Estado puede disponer del mismo si es<br />

que reclama para sí constituirse como voluntad política racional. Esto nos<br />

lleva necesariamente a tratar de entender cuáles puedan ser las razones en<br />

57 J. S. Mill, Del Gobierno representativo, trad. M. C. C. de Iturbe, Tecnos, Madrid, 1985 (1861).<br />

58 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., págs. 108 y ss.<br />

59 P. Sloterdijk, Esferas II. Globos. Macrosferología, trad. I. Reguera, Ediciones Siruela, Madrid,<br />

2004 (1999), pág. 679.<br />

60 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 653.<br />

61 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 212.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 217


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

las que se asienta una voluntad política y a dilucidar, a su vez, en ese terreno<br />

los desencuentros entre las diferentes voluntades políticas, pues parece<br />

claro que ninguna buena consecuencia se derivará de que aquéllas se construyan<br />

sólo y exclusivamente sobre la fuerza.<br />

Para Habermas, la práctica dadora de constitución, que es el momento<br />

culminante de cualquier voluntad política, ha de atenerse a una serie de<br />

parámetros que aseguren la racionalidad de tal práctica. Para hacerlo trata<br />

de huir de los problemas que ha suscitado el iusnaturalismo, fundamentalmente<br />

la supeditación del derecho positivo, esto es, del producto de la voluntad<br />

política, a la moral, al derecho natural, y para ello ha elaborado una<br />

construcción muy compleja en la que consigue diferenciar el principio democrático<br />

del moral, retrotrayendo ambos a un origen común, el principio<br />

de discurso 62 . De este modo evitaría la supeditación directa del derecho<br />

respecto de la moral, al mismo tiempo que introduciría una carga moral<br />

–los dispositivos comunicativos– en el principio democrático 63 . Con independencia<br />

de los problemas que conlleve esta construcción y que ahora<br />

hay que dejar de lado, creo que la importancia del sistema de Habermas radica<br />

fundamentalmente en la construcción de un filtro –“los procedimientos<br />

democráticos y los correspondientes dispositivos comunicativos<br />

funcionan como filtros que seleccionan los temas y contribuciones, las informaciones<br />

y razones, de suerte que sólo ‘cuenten’ las entradas relevantes<br />

y válidas” 64 – que se sitúa en un terreno intermedio entre la moral y el derecho,<br />

y en el que puede apreciarse la interdependencia entre ambos, la<br />

moral y el derecho, lo que supone una diferencia clara de las posiciones iusnaturalistas,<br />

que defendían la dependencia del primero respecto del segundo,<br />

así como de las positivistas, que sostienen la separación tajante entre<br />

ambas 65 .<br />

62 Habermas, Facticidad y..., op. cit., págs. 658-659.<br />

63 Habermas, Facticidad y..., op. cit., págs. 648 y ss.<br />

64 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 661.<br />

65 Hoy día parece que las posiciones se acercan, tanto por parte de lo que se ha denominado positivismo<br />

inclusivo, como de lo que por otro lado se etiqueta como iusnaturalismo inclusivo.<br />

Vid., al respecto, A. Ollero, “Derecho positivo y derecho natural, todavía...”, en J. A. Ramos<br />

Pascua y M. Á. Rodilla (eds.), El positivismo jurídico a examen. Estudios en homenaje a José Delgado<br />

Pinto, Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, págs. 905-933.<br />

218 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Ese terreno está constituido por las razones morales que podemos deducir<br />

de los contextos de acción comunicativa entre próximos y que nos<br />

muestran que tales relaciones deberían extenderse a las relaciones entre<br />

extraños. El problema es que tal traslación de la carga moral desde los contextos<br />

entre próximos a relaciones entre extraños sólo es posible hacerlo<br />

si somos capaces de observar los principios que han presidido las prácticas<br />

jurídico-políticas que se han desarrollado desde la modernidad hasta<br />

nuestros días. En este sentido hay que subrayar la aportación de dos tradiciones,<br />

la liberal y la democrática o republicana 66 . La primera se encuentra<br />

representada por autores como Locke y Constant. Para Locke, “el<br />

poder político es el derecho de dictar leyes bajo pena de muerte y, en consecuencia,<br />

de dictar también otras bajo penas menos graves, a fin de regular<br />

y preservar la propiedad” 67 , que hay que entender como la “vida, [la]<br />

libertad y [los] bienes” 68 de aquellos que “por su propio consentimiento se<br />

hacen a sí mismos miembros de alguna sociedad política” 69 . Ciertamente,<br />

este planteamiento no se aleja en exceso del contenido mínimo de derecho<br />

natural del que habló Hart, en cuya ausencia, “los hombres, tales como<br />

son, no tendrían razón alguna para obedecer voluntariamente ninguna<br />

regla” 70 , de manera que cualquier orden social que quisiera pervivir, requeriría<br />

de unos mínimos que no estaban a disposición de sus autores sino<br />

de la propia racionalidad de ese orden. Por su parte Constant hablará del<br />

“error de quienes, obrando de buena fe por amor a la libertad, dieron a la<br />

soberanía popular un poder sin límites, viene de cómo se formaron sus<br />

ideas sobre la política. Vieron que a lo largo de la historia un pequeño número<br />

de hombres, o incluso uno solo, había disfrutado de un poder inmenso,<br />

causante de muchos males, pero su cólera se dirigió contra los<br />

detentadores de ese poder y no contra el poder en sí mismo. En lugar de<br />

destruirle, sólo pensaron en desplazarle. Era un azote, y lo consideraron<br />

66 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 652.<br />

67 J. Locke, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance<br />

y fin del Gobierno Civil, trad., prólogo y notas de C. Mellizo, Alianza Editorial, Madrid, 1990<br />

(1690), pág. 35.<br />

68 Locke, Segundo Tratado..., op. cit., pág. 102.<br />

69 Locke, Segundo Tratado..., op. cit., pág. 45.<br />

70 H. L. A. Hart, El concepto de derecho, trad. de G. R. Carrió, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1963<br />

(1961), pág. 239.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 219


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

como una conquista. Se lo entregaron a toda la sociedad; de la sociedad<br />

pasó forzosamente a la mayoría, de la mayoría a manos de unos cuantos<br />

y, con frecuencia, a las de uno solo. Ha hecho tanto daño como antes, y se<br />

han multiplicado los ejemplos, las objeciones, los argumentos y las acciones<br />

contra todas las instituciones políticas” 71 .<br />

La segunda tradición viene representada por Rousseau, cuyo objetivo fundamental<br />

consiste en “[e]ncontrar una forma de asociación que defienda y<br />

proteja de toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y<br />

por lo cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que<br />

a sí mismo y quede tan libre como antes” 72 . De esta manera se trata de poner<br />

el interés común por encima del interés privado de cada uno, puesto que “lo<br />

que generaliza la voluntad no es tanto el número de votos como el interés<br />

común que los une” 73 . Rousseau reconoce que mientras que la voluntad general<br />

mira “al interés común”, la voluntad de todos lo hace “al interés privado,<br />

y no es más que una suma de voluntades particulares: pero quitad de estas<br />

mismas voluntades los más y los menos que se destruyen entre sí, y queda por<br />

suma de las diferencias la voluntad general” 74 . Quizá donde se expresa con<br />

más claridad, sea cuando afirma que “[p]ara que una voluntad sea general no<br />

siempre es necesario que sea unánime, pero es necesario que todas las voces<br />

sean tenidas en cuenta; toda exclusión formal rompe la generalidad” 75 .<br />

Pues bien de esas tradiciones es posible obtener, tal y como hace Habermas,<br />

dos principios: la autonomía privada y la autonomía pública 76 ; el<br />

Estado de derecho y la soberanía popular; las libertades subjetivas de acción<br />

y los derechos y libertades políticos; en definitiva, la libertad negativa<br />

y la libertad positiva en palabras de Berlin 77 . En estos dos principios pode-<br />

71 B. Constant, Principios de política (1815), en íd., Escritos políticos, trad. y ed. de M. L. Sánchez<br />

Mejía, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, págs. 9 y 10.<br />

72 J. J. Rousseau, Del Contrato social. Discursos, edición y traducción de M. Armiño, Alianza Editorial,<br />

Madrid, 1986 (1762), pág. 22.<br />

73 Rousseau, Del Contrato..., op. cit., pág. 38.<br />

74 Rousseau, Del Contrato..., op. cit., pág. 35.<br />

75 Rousseau, Del Contrato..., op. cit., pág. 290, n. 5.<br />

76 Habermas, Facticidad y..., op. cit., págs. 648 y ss.<br />

77 I. Berlin, “Dos conceptos de libertad”, Sobre la libertad, op. cit., págs. 205-255.<br />

220 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

mos reconocer los dispositivos comunicativos de los contextos de acción<br />

comunicativa entre próximos, las razones morales que estaban allí depositadas,<br />

lo que viene exigido necesariamente cuando se ejercen las libertades<br />

políticas, pues mientras que las libertades subjetivas de acción nos permiten<br />

la práctica racional, egoísta, de la misma, así como desarrollar la forma<br />

de existencia que bajo el respeto a las leyes estimemos oportuna, el ejercicio<br />

de las libertades políticas conlleva una carga moral en la medida en<br />

que su ejercicio afecta a los otros de una manera directa, pues su vida dependerá<br />

en gran medida de las leyes que se aprueben en una determinada<br />

sociedad.<br />

Estos presupuestos son los que constituyen el cedazo que en la práctica<br />

dadora de constitución permitirá que pase sólo aquello que no es incompatible<br />

con los mismos. Un cedazo construido con los hilos deducidos de<br />

la práctica jurídico-política occidental que se articulan en torno a los principios<br />

de la soberanía popular y los derechos y libertades individuales; unos<br />

hilos que se entreveran de forma que constituyen una trama concreta que<br />

viene determinada por el contenido moral que se deduce de los dispositivos<br />

comunicativos propios de los contextos de acción comunicativa entre<br />

próximos. A partir de aquí la voluntad política puede adquirir visos de racionalidad<br />

e iniciar una práctica dadora de constitución que ha de recoger,<br />

como no podía ser de otra manera, la carga moral que tales principios aportan.<br />

Por eso, toda constitución que quiera reconocerse como legítima ha de<br />

articularse en torno a ambos presupuestos: la soberanía popular y el reconocimiento<br />

de los derechos y libertades individuales.<br />

A partir de aquí se inicia una nueva fase consistente en la articulación<br />

efectiva de la voluntad general que se ha visto plasmada a través de la construcción<br />

de una voluntad política racional, esto es, la voluntad general puede<br />

identificarse con esa voluntad política racional asentada sobre dos principios.<br />

Un tipo distinto de dificultades comienza ahora, pues tenemos que<br />

hacer efectiva la soberanía popular o soberanía nacional, tal y como viene recogida<br />

en las distintas constituciones. “Nosotros, el pueblo...” disponemos y<br />

la dificultad con la que nos encontramos consiste en saber cómo puede disponer<br />

una voluntad que es concebida como voluntad general. En tanto que<br />

tal no tenemos posibilidad de que pueda manifestarse, pues sólo hemos en-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 221


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

contrado un mecanismo, a través de la voluntad de todos, esto es, por medio<br />

de la voluntad de la mayoría.<br />

El principio de la mayoría se expresa a través de la voluntad política del<br />

legislador, que designa a su vez, en un régimen parlamentario, el poder ejecutivo.<br />

En nuestra Constitución se dice que las “Cortes Generales representan<br />

al pueblo español” (art. 66.1 C.E.), y no que sean el pueblo español, sino<br />

que en ellas, éste se encuentra representado. Esto es, las Cortes actúan en<br />

nombre del soberano, que es el pueblo, tal y como se afirma en el art. 1.2<br />

C.E.: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan<br />

los poderes del Estado”, y hay que entender que emanan todos los poderes<br />

del Estado: la función ejecutiva, la potestad legislativa y el poder judicial.<br />

La potestad legislativa (art. 66.2) es ejercida por las Cortes como poder<br />

emanado del pueblo español, que es donde reside la soberanía. El poder judicial,<br />

como la potestad de las Cortes, también emana del pueblo soberano.<br />

Así lo afirma el art. 117.1 C.E.: “La justicia emana del pueblo y se administra<br />

en nombre del Rey por Jueces y Magistrado integrantes del poder judicial”.<br />

En los regímenes parlamentarios se ha producido una deriva importante, en<br />

tanto que el poder legislativo ha dejado de controlar realmente el poder ejecutivo,<br />

aunque formalmente siga apareciendo que el último está subordinado<br />

al primero. Por el contrario, hoy cabe constatar el hecho de que el<br />

poder ejecutivo es el poder preeminente, “se ha convertido en el poder moderno<br />

clave” 78 . Éste es un hecho importante que nos sirve para incidir en la<br />

relevancia que en una situación tal puede adquirir el poder judicial a la hora<br />

de garantizar las virtudes que poseen los regímenes democráticos a través de<br />

la defensa de los derechos de los ciudadanos.<br />

Parece evidente que la democracia entendida como democracia electoral<br />

ha sufrido un proceso de erosión, que se ha tratado de corregir en dos direcciones.<br />

Primero se ha intentado reforzar su base procedimental por medio<br />

del incremento del número de elecciones, aumentando la dependencia de los<br />

representantes respecto de los ciudadanos y el desarrollo de mecanismos de<br />

78 P. Rosanvallon, Democracy. Past and Future, Columbia University Press, New York, 2006, pág.<br />

245.<br />

222 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


democracia directa. No obstante, esto ha sido insuficiente, por lo que “para<br />

compensar la erosión de la confianza se ha institucionalizado la desconfianza”,<br />

lo que ha llevado a diseñar una nueva forma de democracia, a la que<br />

cabe definir como “democracia indirecta” 79 . Ésta consiste en el desarrollo de<br />

mecanismos se sobrevigilancia, la creación de instituciones independientes,<br />

así como de poderes de rechazo.<br />

Esa democracia indirecta se distingue, fundamentalmente, “por su atracción<br />

hacia un modelo judicial de la política”, que supone “una judicialización<br />

‘funcional’ de la política gracias al impulso de construir un Estado más<br />

imparcial”. Este cambio se articula técnicamente y se legitima socialmente alrededor<br />

de una “noción jurídica del juicio (imparcialidad) antes que una noción<br />

de voluntad (la mayoría resultante del sufragio universal)”, lo que ha<br />

llevado a sostener “que la figura del ciudadano como votante se encuentra hoy<br />

día cada vez más sobrepasada por la imagen del ciudadano como jurado” 80 .<br />

Indudablemente todo esto tiene sentido cuando la constitución de la premisa<br />

mayoritaria se hace en condiciones normales, respetando bien los procedimientos<br />

exigidos por la mayoría absoluta, que son los propios de la<br />

autoridad legislativa, bien los procedimientos exigidos por la mayoría cualificada,<br />

que es la exigida cuando lo que se ejerce es la autoridad constituyente.<br />

El problema se agrava cuando ni siquiera esa premisa mayoritaria se ha constituido<br />

de acuerdo a las exigencias formales que los temas abordados requerirían.<br />

Pues si bien se admite que la influencia es mínima, mucha menor<br />

influencia se tiene cuando ni siquiera se puede participar. Esto es, la premisa<br />

mayoritaria se justifica en la medida en que no constituye sino un medio<br />

para la preservación y aseguramiento de nuestras libertades negativas, por lo<br />

que está justificada la restricción de la misma en la medida en que se atente<br />

contra esas libertades. Consecuentemente mayor justificación tendrá la crítica<br />

de las actuaciones con base en tal premisa cuando lo que se impide es<br />

el mismo ejercicio de la libertad positiva, pues ni siquiera permiten que se utilice<br />

tal libertad como medio. En resumen, en el caso planteado se produce<br />

79 Rosanvallon, Democracy..., op. cit., pág. 238.<br />

80 Rosanvallon, Democracy..., op. cit., pág. 244.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 223


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

una doble violación, primero, porque no se permite ejercer el derecho de<br />

participación, ni directa ni indirectamente, y segundo, porque no se puede<br />

asegurar al negarse su uso la igualdad de las libertades negativas entre todos<br />

los miembros de la sociedad.<br />

En relación con la concepción de la democracia mayoritaria hay que recordar<br />

que Kelsen la defendió pero bajo ciertas condiciones a fin de evitar<br />

que la misma degenerara y se deslizara hacia el “imperio de la mayoría” 81 . De<br />

manera diferente a Habermas, para quien el principio de la mayoría adquiere<br />

un papel secundario en su sistema, pues sólo entra en escena una vez que se<br />

ha desarrollado todo un entramado jurídico-moral de gran complejidad que<br />

permite construir un filtro que asegure la racionalidad de las decisiones adoptadas<br />

por la voluntad política mayoritaria. Así, la primera mediación que se<br />

realiza para transformar la libertad natural en libertad política se lleva a cabo<br />

en Habermas de forma que se embrida la voluntad política y si no se evita,<br />

al menos se proporcionan instrumentos suficientes como para asegurar que<br />

la crítica de las decisiones mayoritarias se desenvuelva por un terreno afirmado<br />

racionalmente. Por su parte, Kelsen sostiene también que el principio<br />

de mayoría es esencial en su construcción en la medida en que es el que permite<br />

transformar la libertad natural en autodeterminación política 82 , pero<br />

esto lo hace sin las garantías que ofrece el sistema de Habermas. La transformación<br />

que defiende acerca de la transformación de la libertad natural en<br />

libertad política por medio del principio de la mayoría, se sostiene sobre ese<br />

mismo principio sin acudir a nada más. Esto hace que esta mediación tenga<br />

una fundamentación excesivamente vaga que le llevará finalmente a no poder<br />

impedir que el principio de la mayoría, central en su argumentación, se deslice<br />

hacia el imperio de la mayoría, donde la racionalidad de la democracia<br />

liberal o constitucional queda completamente varada.<br />

Kelsen no llega a desarrollar una concepción de la democracia constitucional,<br />

sino que defiende una concepción de la democracia mayoritaria<br />

que podríamos considerar como razonable, aunque como veremos a con-<br />

81 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 160.<br />

82 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 86.<br />

224 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


tinuación, esa concepción no puede evitar que se deslice hacia su perversión<br />

en el imperio de la mayoría. Kelsen construye un silogismo, en el que<br />

la premisa mayor dice que el principio de la mayoría “presupone por definición,<br />

la existencia de una minoría” 83 , la premisa menor establece que<br />

“el derecho de la mayoría implica el derecho a la existencia de una minoría”<br />

84 y extrae la conclusión de que de ello “no resulta la necesidad, pero sí<br />

la posibilidad de la protección de la minoría frente a la mayoría [...lo que]<br />

constituye la función esencial de los llamados derechos y libertades fundamentales<br />

o derechos humanos y civiles” 85 .<br />

Si lo leemos al revés veremos que hay dos incongruencias. Primero, en<br />

la conclusión se diluye lo que ya se afirma en la segunda premisa, pues de<br />

ésta obtiene menos de lo que la misma implica, y segundo, la segunda premisa<br />

supone un salto de terreno, pues se abandona el terreno en el que<br />

está formulada la primera, el terreno de la pura lógica, para pasar al terreno<br />

del derecho. Esta segunda incongruencia tiene menor relevancia en<br />

relación con lo que aquí tratamos de demostrar, que su concepción de la<br />

democracia mayoritaria no puede evitar su deslizamiento hacia el imperio<br />

de la mayoría. Mayor enjundia tiene la primera incongruencia, pues si en<br />

la segunda premisa sitúa la reflexión en el terreno del derecho y admito que<br />

el derecho de uno, la mayoría, implica el derecho de otro, la minoría, no<br />

puedo obtener menos en la conclusión que aquello que estaba ya en la premisa,<br />

y esto es lo que hace Kelsen al hablar de posibilidad y no de necesidad.<br />

Si el derecho de uno implica el de otro, entonces no es una cuestión de posibilidad,<br />

sino de necesidad. Admitir esto le habría llevado a Kelsen a tener<br />

que desprenderse de su relativismo axiológico y coherentemente con ello,<br />

su concepción de la transacción y el compromiso entre diferentes posiciones<br />

que defienden valores e intereses contrapuestos, sin que ninguno<br />

de ellos pueda considerarse mejor que los otros, pues todos ellos son relativos,<br />

lo que evidentemente no puede hacer. No obstante, no es este el camino<br />

que quiero seguir, sino el que recorre el propio Kelsen. El problema<br />

83 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />

84 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />

85 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 225


LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

está mal planteado desde el principio y por eso, su construcción muestra<br />

enormes debilidades. Veámoslas.<br />

La primera de ellas es su concepción del límite como autolimitación, es<br />

decir, Kelsen diseña el límite como “principio de legalidad” 86 . A partir de<br />

aquí establece una serie de medidas de carácter constitucional que sirven<br />

para asegurar una democracia controlada, limitada. A fin de evitar que la<br />

mayoría se deslice hacia su imperio y dado que no tenemos ningún mecanismo<br />

que someta necesariamente a la mayoría, sólo es posible entender<br />

la renuncia de la mayoría “a la imposición su voluntad frente a una minoría<br />

cualificada” como una “autolimitación” 87 , lo que ha de plasmarse constitucionalmente<br />

en el reconocimiento no sólo de la mayoría absoluta –la<br />

autoridad legislativa–, sino también del “principio de la mayoría cualificada”<br />

–la autoridad constituyente–, que ha de funcionar en relación con<br />

“las medidas que afectan a una determinada esfera de intereses nacionales,<br />

religiosos, económicos o, en general, inmateriales [que] sólo son posibles<br />

con el acuerdo de una minoría –cualificada–, no contra su voluntad, es<br />

decir, sólo en virtud de un acuerdo entre mayoría y minoría” 88 , que asegure<br />

un nivel de protección mayor que la mera legalidad, al tratar de que haya<br />

cuestiones que exigen mayores grados de consenso, que es similar a las<br />

mayorías exigidas para reformar las normas básicas de un sistema, esto es,<br />

las normas de reforma constitucional. En segundo lugar, introduce la jurisdicción<br />

constitucional, que es la que ha de asegurar que la mayoría no<br />

se deslice hacia su imperio, al proteger esos procedimientos legislativos<br />

que exigen mayorías cualificadas, ya que “la garantía de la Constitución en<br />

el procedimiento legislativo representa un interés trascendental de la minoría”<br />

89 , esto es, la protección de sus derechos.<br />

Sin embargo, esto no evitaría, como el propio Kelsen reconoce, “una<br />

expansión ilimitada del Estado sobre el individuo [...] siempre que aquel<br />

86 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 181.<br />

87 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 141.<br />

88 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 142.<br />

89 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 180.<br />

226 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


poder fuera obra únicamente de los que le están sometidos” 90 , lo que podríamos<br />

traducir en el juego entre mayoría y minoría diciendo que cabría<br />

someter a la minoría, siempre que fuera con su consentimiento, lo que parece<br />

estar alejado de toda razonabilidad, pues los límites de la voluntad política<br />

tienen que estar construidos de manera que no puedan ensancharse<br />

o constreñirse en función de esa misma voluntad. En mi opinión, creo que<br />

ésta es la razón por la que Kelsen termina reconociendo la existencia de<br />

“ciertos límites naturales” a “la aplicación del principio de mayoría” 91 , refiriéndose<br />

con ello a la necesidad de una cierta homogeneidad cultural y lingüística,<br />

pues “[s]i la nación es ante todo una comunidad de cultura y de<br />

lengua, el principio de mayoría sólo tiene pleno sentido en el interior de un<br />

cuerpo nacional uniforme” 92 .<br />

En nuestro caso ha funcionado un concepto de democracia mayoritaria<br />

asentado sólo y exclusivamente en el imperio de la mayoría absoluta –la<br />

autoridad legislativa de Ross–, que no ha respetado los procedimientos<br />

plasmados constitucionalmente que establecían una mayoría cualificada<br />

–la autoridad constituyente en términos de Ross–. Desde este punto de<br />

vista hemos conseguido empeorar la concepción kelseniana en tanto que<br />

hemos saltado por encima del límite que como autolimitación, es decir, la<br />

mayoría cualificada, trató de establecer Kelsen. Así se ha utilizado una vía,<br />

la de la mayoría absoluta, adecuada para reformar un Estatuto, pero no la<br />

Constitución, para cuya modificación se debería haber utilizado la de la<br />

mayoría cualificada. En relación con la segunda limitación que introduce<br />

Kelsen, el control de constitucionalidad por medio de la jurisdicción constitucional,<br />

hay que recordar que se asienta sobre presupuestos distintos a<br />

los de la primera limitación, pues mientras que ésta responde a los mismos<br />

principios que los de la democracia mayoritaria cuyos excesos trata de corregir,<br />

los presupuestos sobre los que se asienta esta jurisdicción constitucional<br />

son distintos, pues no responden a la democracia mayoritaria, sino<br />

que se encuentran en sintonía con una concepción de la democracia dife-<br />

90 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 54.<br />

91 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 162.<br />

92 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 163.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

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LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />

rente, la democracia constitucional o asociativa, en la que las limitaciones<br />

no dependen de ninguna voluntad mayoritaria absoluta o cualificada, sino<br />

que tales limitaciones se piensan como inherentes o constitutivas de la propia<br />

democracia. No obstante, habría que decir que el clima que se ha generado<br />

en nuestro país no es el más adecuado para que el Tribunal<br />

Constitucional desarrolle su labor, aunque no parece que esto haya sido<br />

distinto en otras ocasiones, en las que las tensiones entre diferentes intereses<br />

y distintos poderes fueron enormes, como sucedió durante los años<br />

treinta en los Estados Unidos en relación con el New Deal 93 . No obstante<br />

habrá que esperar a la decisión y, sobre todo, a la argumentación en la que<br />

se apoye.<br />

En definitiva, la única explicación de tal proceder sólo puede venir de<br />

la degeneración de una concreta concepción de la democracia, la democracia<br />

mayoritaria. Este modelo de democracia se asienta sobre el principio<br />

de la mayoría, tal y como hemos visto con anterioridad, aunque los<br />

límites a los que ha de someterse –especialmente el reconocimiento de los<br />

derechos y libertades fundamentales, negativas y positivas, que exige el respeto<br />

de los procedimientos establecidos–, no pueden evitar su deslizamiento<br />

hacia el imperio de la mayoría. Cuando esto sucede la política se<br />

sitúa por encima del derecho, transformándose en táctica maniobrera cuyo<br />

fin único consiste en alcanzar y mantener el poder por encima de cualquier<br />

otra cosa y, en consecuencia, sin ningún tipo de vinculación con el<br />

plano normativo, que es desde el que cabría o no legitimar tales prácticas.<br />

Esta concepción de la política, anclada en el terreno de los hechos y separada<br />

de toda vinculación de carácter normativo, es schmittiana. En<br />

Schmitt no hay otra realidad política que vaya más allá de esto, ni siquiera<br />

el derecho, pues aunque “la soberanía del derecho” como “la soberanía de<br />

los hombres que imponen las normas jurídicas y se sirven de ellas” 94 , han<br />

sido consideradas con la pretensión de que por medio de ellas se alcanzara<br />

la legitimidad, sin embargo no son para Schmitt sino meras “ilusiones (...)<br />

93 Vid., al respecto, F. H. A. Hayek, Los fundamentos de la libertad, trad. J. V. Torrente, Unión Editorial,<br />

Madrid, 1991 (1959), págs. 237 y ss.<br />

94 Schmitt, El concepto..., op. cit., pág. 95.<br />

228 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

con las que en tiempos de seguridad no estorbada gustan los hombres de<br />

engañarse a sí mismos acerca de las realidades políticas” 95 . De este modo<br />

se niega la posibilidad de mediación jurídica, así como que puedan establecerse<br />

ciertas dosis de racionalidad mediante el derecho y aún más, pues<br />

afirma que en el terreno espiritual “dominio y poder se convierten en propaganda<br />

y manipulación de masas” 96 . ¿Acaso hemos vuelto donde solíamos?<br />

95 Schmitt, El concepto..., op. cit., pág. 82.<br />

96 Schmitt, El concepto..., op. cit., pág. 100. Vid., asimismo, José J. Jiménez Sánchez, “La opinión<br />

pública”, Anuario de Filosofía del Derecho, vol. XXII, 2005, págs. 181-201 y “The Ruins of the<br />

Enlightened Public Sphere”, Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie, vol. 92, Heft 4, 2006,<br />

págs. 568-581.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 229


JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

HAMLET EN OXFORD:<br />

LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE<br />

ISAIAH BERLIN<br />

1. EN VÍSPERAS DE UN ANIVERSARIO<br />

Hace diez años fallecía Isaiah Berlin. Su muerte tuvo lugar un 5 de<br />

noviembre, en Oxford, la ciudad universitaria que abrazó y estimuló<br />

su creación académica durante décadas. Desde entonces el mundo<br />

se ha hecho más complejo en contacto con los acontecimientos vividos<br />

desde 1997. Los riesgos y las incertidumbres que pesan sobre nuestro futuro<br />

se han agrandado y multiplicado; sobre todo desde que la sombra del<br />

11-S estremeció los cimientos de Occidente y desbarató la atmósfera de<br />

optimismo surgida de la derrota del totalitarismo soviético.<br />

Isaiah Berlin planteó una indagación liberal sobre la estructura moral de<br />

las sociedades abiertas. Lo hizo consciente de que los consensos generados<br />

en las democracias son el producto de diferenciales en tensión. De<br />

hecho, pensó una y otra vez sobre los riesgos y las ventajas del pluralismo,<br />

trazando un protocolo de mínimos acerca de los conflictos valorativos que<br />

genera su desarrollo. Lo sorprendente de este esfuerzo reside en que lo<br />

abordó a partir de una experiencia intensa y directa del siglo XX. Dan<br />

José María Lassalle es Profesor de Sistemas Políticos Comparados. Universidad San Pablo-CEU,<br />

Madrid.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 231


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

buena cuenta de ello su biografía y sus obras, así como las diversas trayectorias<br />

que marcan el curso de su vocación intelectual.<br />

Artífice de una escritura que posee la frescura y la espontaneidad de la<br />

gran literatura, su forma de reflexionar, sus inquietudes y la plasticidad de<br />

sus análisis descubren un pensador de estilo transparente, que propicia la<br />

sugerencia y que tiende puentes entre opuestos irreconciliables. En este<br />

sentido, supo frecuentar con habilidad lo fronterizo y extrajo del contacto<br />

con lo ajeno la sabiduría discreta de quien se percata de la validez relativa<br />

de sus convicciones.<br />

Berlin sostenía que su espíritu intelectual se parecía bastante al de Turgueniev,<br />

autor al que admiraba desde que leyó En vísperas y tuvo la sensación<br />

de que en sus obras se reconocía a sí mismo. En él encontró a la<br />

persona que tiene capacidad para entrar respetuosamente en las creencias,<br />

los sentimientos y las actitudes de los demás. Alguien que valoró lo ajeno,<br />

incluso en medio de la zozobra y agonía de lo propio, pero que supo que<br />

entender al otro no significa tener que aprobar su conducta ni sus ideas.<br />

Isaiah Berlin fue un liberal que amó la libertad con la modestia de quien<br />

se cuida de no incurrir en el exceso. Para él la libertad no era un concepto,<br />

un dogma de fe o una bandera. La libertad fue siempre una mirada interrogativa.<br />

Una mirada capaz de dilatar el angular de la inteligencia con el<br />

fin de desbaratar la ortodoxia de quienes dicen poseer conocimientos infalibles.<br />

Por eso defendía la diversidad y la superioridad moral del pluralismo.<br />

Porque asumió que la heterodoxia y la empatía constituyen un<br />

método idóneo para desentrañar las claves sobre las que descansa la verdad<br />

y los fundamentos de una convivencia pacífica y civilizada.<br />

Diez años después de su muerte se le echa de menos. Pocos como él<br />

fueron capaces de mostrar –en un siglo tan oscuro como fue el siglo XX–<br />

“cómo debe ser la vida del espíritu: escéptica, irónica, desapasionada y<br />

libre” 1 .<br />

1 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, Taurus, Madrid, 1999, p. 404.<br />

232 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


2. EL ANTÍPODA DEL HOMBRE SUPERFLUO<br />

El 12 de noviembre de 1970 Berlin pronunciaba una conferencia en The<br />

Sheldonian Theatre de Oxford. La sala estaba repleta y se palpaba en el ambiente<br />

la resaca de los conflictos estudiantiles vividos dos años antes. Berlin<br />

había elegido cuidadosamente el tema. En aquel mismo auditorio Ivan<br />

Turgueniev había sido investido en 1879 doctor honoris causa por Oxford.<br />

James Bryce dijo durante la laudatio que el novelista era un esclarecido paladín<br />

de la libertad: un intelectual comprometido con su tiempo que había<br />

influido en las reformas que Rusia experimentó con el zar Alejandro II.<br />

Casi un siglo después, Isaiah Berlin reflexionaba sobre las tensiones generacionales<br />

y políticas que padecía Occidente a finales de los 60 con una<br />

conferencia que tituló Padres e hijos. Turgueniev y la situación liberal.<br />

Eligió al escritor ruso para hablar indirectamente de sí mismo y de las<br />

ideas en las que creía, pues Turgueniev “encarnaba la aptitud negativa del<br />

liberal, su capacidad para actuar y comprometerse, no obstante la empatía<br />

que le permitía ver el otro lado de la moneda” 2 . Para Berlin, en la fisonomía<br />

moral de Turgueniev estaban los rasgos del Hamlet de Shakespeare.<br />

Al menos tal y como lo había estudiado el propio novelista ruso al contraponer<br />

su figura a la del Quijote. Lo había hecho en 1860, cuando retrató<br />

en Hamlet la indecisión de aquellos que no pueden actuar<br />

inmediatamente porque están expuestos a las contradicciones y tensiones<br />

que genera “el pluralismo de los valores y el relativismo de la verdad”. Hamlet<br />

representaba al intelectual que piensa y duda antes de la acción. El hombre<br />

trágico que sabe que pierde algo cuando actúa. Por eso, Turgueniev<br />

contrapuso frente a él la figura del Quijote, identificando en éste los rasgos<br />

del fanático que actúa sin dilación al impulsarle la “fe dogmática e irreflexiva”<br />

de la ortodoxia 3 .<br />

Precisamente esta distinción que había manejado Turgueniev en el siglo<br />

XIX era lo que explicaba el rechazo que mostraban los jóvenes de 1970<br />

2 Ibíd., p. 103.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

3 A. Walicki, “Berlin and the Russian Intelligentsia”, en G. Crowder y H. Hardy (eds.), The One<br />

and the Many. Reading Isaiah Berlin, Prometheus Books, N. York, 2007, p. 58.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 233


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

hacia el liberalismo. Lo demostraba la actitud del auditorio que Berlin tenía<br />

delante. Hamlet mostraba la disposición psicológica típica de los liberales.<br />

Seducidos por el apasionamiento irreflexivo del 68 parisino, los jóvenes ingleses<br />

que escuchaban a Berlin no querían dudas sino dogmas. Les pasaba<br />

lo que a los jóvenes rusos que habían rechazado las novelas de Turgueniev:<br />

que soñaban con ser quijotes y cambiar el mundo.<br />

La juventud no podía ser liberal y sintonizar con aquellos hombres superfluos<br />

que, como había visto Pushkin, pensaban demasiado y actuaban<br />

tan poco. Su Eugenio Oneguin fue el prototipo que luego el propio Turgueniev<br />

había elevado a canon literario cuando escribió su famoso Diario<br />

de un hombre superfluo. Sin embargo, Turgueniev –y con él los intelectuales<br />

liberales– no podían ser descritos de ese modo. En sus novelas no se rehuía<br />

la acción. Lo que hacían era desvelar la complejidad que alimenta el proceso<br />

de decidir. Turgueniev no era un hombre superfluo sino un liberal que<br />

“a diferencia de sus grandes contemporáneos Tolstoi y Dostoievski, no era<br />

un predicador ni deseaba lanzar truenos”. Como a todo liberal racionalista<br />

le “interesaba comprender, penetrar en otras opiniones, otros ideales, otros<br />

temperamentos, tanto los que le simpatizaban como los que le dejaban<br />

desconcertado o le repelían” 4 . Esto ralentizaba la decisión pero no la impedía.<br />

De hecho, la duda que produce comprender no engendra pasividad,<br />

sino la tensión de la que nacen finalmente las reformas que lleva a cabo el<br />

liberalismo.<br />

Berlin afirmaba que Turgueniev había comprendido a los jóvenes iconoclastas<br />

que, como el Bazarov de Padres e hijos, querían la aniquilación<br />

total de su mundo guiados por la certidumbre de que “de ella brotaría un<br />

mundo nuevo y más justo”. Al hacerlo, rechazó “sus métodos, consideró ingenuos<br />

y grotescos sus objetivos, mas no levantó su mano contra ellos,<br />

porque ello habría dado ayuda y aliento a los generales y a los burócratas.<br />

No ofreció ninguna salida clara: sólo gradualismo y educación, sólo la<br />

razón”. En realidad, con estas palabras Berlin estaba describiendo al intelectual<br />

liberal. A quienes como Turgueniev y tantos otros creyeron que la<br />

4 I. Berlin, Pensadores rusos, FCE, México D. F., 1992, p. 483.<br />

234 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


misión del pensador no es dar soluciones sino “tan sólo describir una situación<br />

tan verazmente” que finalmente el lector no pueda eludir el problema<br />

5 . Eso es lo que precisamente hizo Berlin a lo largo de su compleja<br />

vida: reflexionar sobre el conflicto de valores que se da inevitablemente<br />

dentro de una estructura de libertad. La conexión que veremos más adelante<br />

entre el pluralismo y el liberalismo nace de aquí. Al menos del liberalismo<br />

agónico que, según John Gray, identifica al pensamiento de Isaiah<br />

Berlin y que constituye el modelo operativo que vertebra su reflexión<br />

acerca de la libertad y sus instituciones 6 . Como señala el propio autor al<br />

concluir su reflexión sobre Padres e hijos: “Las dudas que Turgueniev planteó<br />

aún no se disipan” 7 . Siguen actuando como el substrato del inconveniente<br />

que acompaña al intelectual y al político que alimenta su acción con<br />

las ideas liberales: constatar que nunca podrá alcanzarse un consenso social<br />

estable sin que todos pierdan algo al materializarlo.<br />

3. BIOGRAFÍA DE UN PRIMER AMOR<br />

Hay en la biografía de Isaiah Berlin un encuentro decisivo que vivió durante<br />

la inmediata postguerra 8 . Gracias a él pudo experimentar el desgarro de<br />

una identidad puesta a prueba al confrontar inesperadamente su persona<br />

y sus vivencias con las de la poeta Ana Ajmátova, una de las voces prerrevolucionarias<br />

más importantes de Rusia y a la que conoció casualmente durante<br />

una breve estancia en Leningrado.<br />

Cuando Berlin llegó a la URSS en septiembre de 1945 era un profesor<br />

de 36 años con una sólida reputación académica. Durante la guerra había<br />

estado destinado en Washington. Allí había desempeñado labores de información<br />

en la embajada británica. Terminada la guerra fue enviado a<br />

Moscú con el fin de sondear el estado de la disidencia al estalinismo. Para<br />

5 Ibíd…, p. 552.<br />

6 J. Gray, Isaiah Berlin, Alfons el Magnànim-IVEI, Valencia, 1996, p. 74.<br />

7 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 552.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

8 G. Dalos, The Guest From the Future: Anna Akhmatova and Isaiah Berlin, Murray, London, 1998,<br />

pp. 25-27.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 235


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

Berlin este nuevo destino fue una vuelta a casa. Había nacido en Riga, el 6<br />

de junio de 1909. Al estallar la Primera Guerra Mundial su familia se trasladó<br />

a la antigua San Petersburgo. En esta ciudad vivió hasta que su padre<br />

logró en 1921 que la familia abandonara Rusia. Desde entonces no había<br />

vuelto a su país de nacimiento. Habían transcurrido veinticinco años y su<br />

mentalidad estaba marcada por la tradición hasidi de su familia, la influencia<br />

liberal y anglófila de su padre y, sobre todo, por los años de estudio<br />

y formación vividos en Inglaterra.<br />

Historiador de las Ideas en Oxford desde 1932, Berlin era el primer<br />

judío que había accedido a la condición de “fellow” en el elitista colegio de<br />

All Souls. Amigo de Maurice Bowra y de poetas como Stephen Spender y<br />

Wystan Auden, sus años de estudio habían hecho de él un intelectual heterodoxo<br />

y brillante que mostraba un interés desmedido por las opiniones<br />

que diferían de las suyas. De hecho formaba parte de un círculo de profesores<br />

oxonienses que agrupaba a “comunistas, homosexuales y anticonformistas<br />

que defendían el placer, la convicción y la sinceridad frente a los<br />

pesados y quisquillosos mandarines de los colegios de Oxford” 9 . Formado<br />

en Ciencias e Historia Moderna, su mentalidad académica se había articulado<br />

alrededor de una metodología empírica que recelaba abiertamente<br />

del positivismo y del determinismo. De hecho, Berlin no creía en los argumentos<br />

abstractos que estaban desprovistos de conexiones psicológicas<br />

o históricas, tal y como demostró con su trabajo sobre Marx y su pensamiento<br />

10 .<br />

Con tan singular bagaje a sus espaldas e imbuido por los anhelos y temores<br />

de un exiliado, Berlin volvió a Rusia en 1945, encontrándose un país<br />

que exhibía por todas partes las huellas del totalitarismo. Aquí, fue decisiva<br />

la relación que mantuvo con Ana Ajmátova, una de las opositoras más renombradas<br />

de la época. Enfrentada al comunismo desde hacía años, había<br />

sufrido la ejecución de su marido en 1921 y el confinamiento de su hijo en<br />

9 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., p. 76.<br />

10 E. Bocardo, “Indeterminismo: La historia evitable en Sir Isaiah Berlin”, en P. Badillo y E. Bocardo<br />

(eds.), Isaiah Berlin. La mirada despierta de la historia, Tecnos, Madrid, 1999, pp. 194-<br />

255.<br />

236 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


Siberia. Para Berlin esta relación fue “el acontecimiento más importante de<br />

su vida” porque a partir de él “concibió un odio hacia la tiranía soviética que<br />

iba a informar prácticamente todo lo que escribió en defensa del liberalismo<br />

occidental y las libertades políticas a partir de entonces” 11 . De hecho,<br />

esto fue lo más determinante de una relación que, por otra parte, Berlin<br />

vivió con un apasionamiento adolescente que recuerda la historia que Turgueniev<br />

relató en El primer amor. Pero más allá de la historia en sí, lo importante<br />

del encuentro con Ajmátova fue el memorando que escribió con<br />

el título A Note on Literatura and the Arts in the RSFSR in the Closing Months<br />

of 1945. Como señala Ignatieff: el texto era “una historia de la cultura rusa<br />

en la primera mitad del siglo XX, una crónica de la malhadada generación<br />

de Ajmátova… En cada una de sus páginas se advierte la huella de lo que<br />

Ajmátova –y también Chukovsky y Pasternak– le dijeron sobre sus experiencias<br />

en los años de persecución” 12 .<br />

Para Berlin, la URSS que había conocido durante aquellos meses era<br />

una tiranía que proscribía la creación y toda manifestación de libertad espiritual<br />

o personal. Ningún resquicio de crítica o disidencia era posible. La<br />

lógica totalitaria imponía una violencia homogeneizadora que estaba al<br />

servicio de una estructura social planificada donde los rasgos individuales<br />

no tenían cabida. Por su parte, el determinismo ideológico del marxismo<br />

había fijado una cosmovisión monista que unificaba la existencia del conjunto<br />

de la sociedad. Bajo ella operaba una visión antropológicamente materialista<br />

que despreciaba todo aquello que no estuviera al servicio de la<br />

revolución. En realidad, la URSS era un formidable Leviatán que edificaba<br />

su poder sobre la base del sufrimiento que infligía a un pueblo al que se unificaba<br />

a la fuerza, o si se prefiere, a golpes de violencia, mentira y manipulación<br />

utópica.<br />

Hasta aquí nada nuevo. Isaiah Berlin ya lo sabía después de haber estudiado<br />

durante seis años el pensamiento marxista 13 . Sin embargo, su es-<br />

11 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., pág. 230.<br />

12 Ibíd.., p. 222.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

13 A. Ryan, “Introducción”, en I. Berlin, Karl Marx, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 16.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 237


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

tancia en Moscú y Leningrado, y particularmente su contacto con Ajmátova,<br />

le descubrieron plásticamente la indecencia totalitaria en la que incurría<br />

el comunismo cuando era llevado a la práctica. De hecho, Ajmátova<br />

le ofreció el testimonio de quienes padecían un régimen que no admitía discrepancias<br />

ni disidencias a la Verdad oficializada mediante el terror y la<br />

propaganda. Sin embargo, gracias a la experiencia personal de primera<br />

mano que vivió al otro lado del Telón de Acero, Isaiah Berlin extrajo una<br />

conclusión que al cabo de los años llegaría a demostrar toda su certeza<br />

con el derribo del Muro de Berlín: que la batalla que la sociedad rusa daba<br />

todos los días resistiendo al comunismo impedía que éste fuese inevitable.<br />

¿Acaso no había visto a mucha gente que seguía haciendo el esfuerzo de<br />

vivir de pie, manteniendo esa orgullosa verticalidad que, según su amigo el<br />

poeta Auden, identificaba la esencia de la dignidad humana? Quizá por<br />

eso, Ana Ajmátova escribió refiriéndose a su encuentro con Isaiah Berlin<br />

que: “No será un amante esposo para mí/ pero lo que nosotros, él y yo, logramos/<br />

inquietará al Siglo Veinte” 14 .<br />

La tarde del 3 de enero de 1946 la pareja se vio por última vez. Él había<br />

llegado de Moscú camino de Helsinki. Su misión en Rusia había terminado<br />

tras la elaboración del memorando que había entregado a la embajada<br />

británica en Moscú. Volvía al mundo libre y dejaba atrás a la mujer que<br />

había sido su primer amor. Se volvieron a ver veinte años después, pero la<br />

relación que mantuvieron fue uno de esos sucesos inesperados que generan<br />

consecuencias que perduran toda la vida. En Ajmátova tuvo repercusiones<br />

poé-ticas; en Berlin intelectuales. A partir de ese momento la lucha<br />

contra el totalitarismo fue uno de los objetivos del pensamiento berliniano<br />

y, con ella, el estudio de los fundamentos y de la proyección de la libertad<br />

en la historia 15 . Sobre todo porque si algo había aprendido de aquella relación<br />

era “que la historia podía verse obligada a ceder ante el puro tesón<br />

de la conciencia humana” 16 .<br />

14 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., p. 228.<br />

15 R. P. Hanley, “Berlin and History”, en G. Crowder y H. Hardy (eds), The one and the many. Reading<br />

Berlin, cit., pp. 159-180.<br />

16 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., p. 230.<br />

238 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


4. PADRES E HIJOS DE LA ILUSTRACIÓN<br />

Traslademos ahora la imaginación a la Rusia de mediados del siglo XIX. Es<br />

una noche cualquiera de junio. La acción se desarrolla durante la cena, en<br />

la casa rural de una familia de la nobleza. Un joven universitario y un hombre<br />

de mediana edad discuten sobre los beneficios que reporta el mantenimiento<br />

de la civilización. El primero quiere destruirla para empezar de<br />

cero y edificar una sociedad perfecta, liberada de injusticias. El segundo se<br />

opone a ello. Teme a la revolución. Es un liberal que cree en el progreso y<br />

que espera que las reformas impulsadas por el gobierno hagan finalmente<br />

posible un cierto ideal de justicia. La conversación se encrespa por momentos.<br />

Los reproches y las impertinencias se suceden. Al final el joven expresa<br />

violentamente su desprecio más absoluto hacia todo, empezando<br />

por la civilización y terminando por quienes la defienden. La respuesta de<br />

su interlocutor no se deja esperar: “Antes los jóvenes se aplicaban al estudio,<br />

no querían sumirse en la ignorancia, por lo que, aunque contra su voluntad,<br />

trabajaban. Pero ahora no tienen más que decir: ‘¡Todo en el mundo<br />

es absurdo!’ y asunto concluido. Los jóvenes están en sus glorias. Y efectivamente,<br />

antes no pasaban de bobos; pero ahora de pronto se han vuelto<br />

nihilistas” 17 .<br />

En esta escena tomada de Padres e hijos de Turgueniev se explicita el<br />

choque de dos generaciones crecidas al abrigo intelectual de la modernidad<br />

ilustrada: un conflicto desgarrador que ha marcado la historia de Occidente<br />

durante los dos últimos siglos. ¿Por qué? Según Isaiah Berlin,<br />

porque la Ilustración se edificó sobre presupuestos tan apasionadamente<br />

monistas que concluyeron en una apoteosis de la que nacieron sus hijos<br />

díscolos: esas furias totalitarias que atormentaron el devenir del siglo XX.<br />

De hecho, sin la Ilustración no hubiera sido posible la figura intelectual de<br />

Marx, su hijo legítimo. Pero sin la Ilustración tampoco se hubiera podido<br />

engendrar ese reverso reactivo que fue el romanticismo y que condujo a los<br />

nacionalismos y al fascismo, por cierto, los hijos ilegítimos del pensamiento<br />

ilustrado.<br />

17 I. Turgueniev, Padres e hijos, Planeta, Barcelona, 1997, p. 57.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 239


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

El problema de los ilustrados fue que transformaron su vocación pedagógica<br />

en un discurso político. Que es lo que sucedió con Kant cuando<br />

propuso imperativamente su Sapere aude! Elevó a prescripción los Pensamientos<br />

para la educación de Locke y el Emilio de Rousseau. Precisamente<br />

esta pretensión pedagógica ilustrada propició el conflicto y la violencia generacional<br />

que sacudió la historia de la humanidad en los siglos XIX y XX.<br />

Por un lado llevó a los utópicos revolucionarios a considerar insuficiente el<br />

discurso político de la Ilustración y, por otro, arrojó a los románticos en los<br />

brazos de la negación radical de los valores ilustrados, buscando incluso en<br />

el irracionalismo un imaginario alternativo que justificaba el regreso a la Arcadia.<br />

Pero para analizar por qué la Ilustración se erigió en un paradigma<br />

pedagógico que liberó la violencia edípica que sus hijos proyectaron contra<br />

él, hay que desentrañar antes las claves de la crítica que Isaiah Berlin<br />

hace del monismo racionalista. Para Berlin el monismo es básicamente una<br />

falacia. Consiste en la creencia de que hay una sola respuesta para cada<br />

cuestión fáctica o axiológica. Serían falacias las teorías que, además de defender<br />

la existencia de valores objetivos, universales, verdaderos e inalterables,<br />

creen en la posibilidad de sistematizarlos en un todo ordenado y<br />

coherente que es capaz de gobernar la vida de los hombres individual o colectivamente<br />

18 . En la práctica más que una forma de pensamiento el monismo<br />

sería una disposición vital. La misma que está detrás de la figura del<br />

Quijote que describió Turgueniev y que Berlin reformularía a través de su<br />

conocida reflexión sobre el zorro y el erizo. De hecho, el prototipo existencial<br />

del monismo sería para Berlin la personalidad de Tolstoi, que a sus<br />

ojos sería el ideal de esos “erizos” que son víctimas de la pasión existencial<br />

de querer comprender todas las cosas bajo el prisma de un todo unitario 19 .<br />

Fue en La decadencia de las ideas utópicas en Occidente donde Berlin estudió<br />

los supuestos que sustentan al monismo 20 . El primero de ellos es la<br />

convicción de que para cada pregunta hay una sola respuesta correcta, de<br />

lo que se desprende la aspiración de alcanzar un saber completo. El se-<br />

18 E. García Guitián, El pensamiento político de Isaiah Berlin, CEPC, Madrid, 2001, pp. 27-30.<br />

19 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 118.<br />

20 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, Península, Madrid,<br />

1992, pp. 42-43.<br />

240 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

gundo es la creencia de que se puede elaborar un método capaz de descubrir<br />

esas respuestas, admitiendo de antemano que la realidad es inteligible<br />

si se da con la fórmula pertinente para desvelar cuáles son sus claves.<br />

El tercer supuesto es sistémico. Afirma que todas las respuestas que se den<br />

sobre la realidad o sobre lo que los hombres deben hacer dentro de ella son<br />

compatibles entre sí ya que constituyen un todo coherente que destierra<br />

cualquier posibilidad de conflicto entre ellas.<br />

Para Berlin todos los monismos comparten estos supuestos. Los monistas<br />

creen que los conflictos engendrados en la historia nacen de la incapacidad<br />

humana para desarrollar un sistema racional acorde plenamente<br />

con el modelo antes descrito 21 . Fiel a esta propensión utópica, el monismo<br />

ha creído siempre posible la construcción de una sociedad perfecta. La<br />

causa hay que localizarla en el carácter prescriptivo que desde la filosofía<br />

griega ha inspirado la idea de conocimiento manejada por el pensamiento<br />

occidental. De hecho, todas las formulaciones monistas han subordinado<br />

el conocimiento al establecimiento de unos valores prescriptivos sobre<br />

cómo debe vivir la humanidad y por qué ha de hacerlo así y no de otro<br />

modo. De hecho, este patrón unificado se “sitúa en el corazón mismo del<br />

racionalismo tradicional, religioso y ateo, metafísico y científico, trascendental<br />

y naturalista. Ésta es la roca sobre la que han sido fundadas las vidas<br />

y las creencias occidentales” 22 .<br />

Pero fue durante la Ilustración cuando los supuestos que acabamos de<br />

ver se exacerbaron al convertirse en un auténtico programa político. La<br />

suposición racionalista de que existía una naturaleza humana de carácter<br />

invariable y universal fue la palanca que activó el proceso. Concretamente<br />

al elevar el cogito cartesiano a la condición de esencia humana. A partir de<br />

esta percepción, que pronto fue tenida como una verdad incontrovertible,<br />

los ilustrados interpretaron el mundo mediante leyes científicas que permitían<br />

no sólo dominar la realidad sino mejorarla y transformarla a su antojo.<br />

Gracias a este asidero la tradición monista intensificó su vigencia hasta<br />

21 J. Díaz-Urmeneta, Individuo y racionalidad moderna. Una lectura de Isaiah Berlin, Servicio de Publicaciones<br />

de la Universidad de Sevilla, 1994, pp. 138-140.<br />

22 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad, cit., p. 131.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 241


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

creer que era posible proyectar los métodos de las ciencias naturales a los<br />

asuntos humanos, incluyendo la organización de la sociedad y la política 23 .<br />

Es cierto que la mayoría de los ilustrados hicieron compatible ese escenario<br />

monista con la defensa de la libertad. Sin embargo, la propensión científica<br />

y geométrica que contenía el discurso de la Ilustración abonó el<br />

terreno para que el paradigma se transformara en una libido sciendi, tal y<br />

como Horkheimer y Adorno plantearon al estudiar la violencia dialéctica<br />

de la que era portador el pensamiento ilustrado. De hecho, fue esto básicamente<br />

lo que llevó, según Cassirer, a que la acción humana guiada por<br />

la pedagogía ilustrada dejara de ser vista como una posesión innata para adquirir<br />

el status de una conquista que “no puede comprenderse más que en<br />

su ejercicio y en su acción” 24 . Para el patrón ilustrado que encarnó el liberalismo<br />

la acción y la conquista eran individuales, tal y como Adam Smith<br />

y los fisiócratas se encargaron de demostrar a lo largo del siglo XVIII siguiendo<br />

la estela de Locke y su teoría de la propiedad. De hecho, para los<br />

liberales el progreso colectivo nacía de la acción individual y de los beneficios<br />

que se desprendían de la famosa “mano invisible”. Sin embargo, para<br />

los ilustrados que desde Helvétius hicieron de la razón un instrumento planificador<br />

de la convivencia, la conclusión era otra. La espontaneidad no<br />

existía. El azar no podía dar beneficios porque los hombres se gobernaban<br />

por la necesidad, surgiendo así un linaje que traicionó la libertad y comunicó<br />

a la Ilustración con el siglo XIX 25 , concretamente con Saint-Simon y<br />

Marx.<br />

Con el pensamiento marxista el monismo ilustrado se transmutó y exacerbó<br />

en sus planteamientos científicos ya que la racionalidad pasó a identificarse<br />

“con las leyes de la necesidad”. Para Marx, la “verdadera libertad<br />

sería inalcanzable mientras la sociedad no se tornase racional, esto es, mientras<br />

no superase las contradicciones que dan lugar a ilusiones que distorsionan<br />

la comprensión” del mundo y de su estructura, que a sus ojos estaba<br />

23 I. Berlin, The Age of the Enlightenment: The Eighteenth-Century Philosophers, Oxford University<br />

Press, 1979, p. 15.<br />

24 E. Cassirer, Filosofía de la Ilustración, FCE, México D. F., 1993, p. 28.<br />

25 I. Berlin, La traición de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana, FCE, México D. F.,<br />

2004, pp. 31-75 y 140-169.<br />

242 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


egida fundamentalmente por la necesidad económica 26 . Basado inconscientemente<br />

en esa estructura de necesidad, el mundo que había surgido<br />

de las conquistas políticas de la Ilustración estaba atrapado bajo la forma<br />

del capitalismo. Éste era “un vasto instrumento engendrado por exigencias<br />

materiales inteligibles, un progresivo mejoramiento y ensanchamiento<br />

de la vida” que generaba sus “propias creencias religiosas, morales, intelectuales,<br />

sus propios valores y formas de vida” 27 . Si se quería dar al traste<br />

con el insuficiente mejoramiento capitalista y materializar la sociedad perfecta<br />

que la Ilustración no había podido alcanzar, la vía más idónea que se<br />

abría era aprovechar las contradicciones y conflictos del capitalismo utilizando<br />

la revolución. La libertad, la igualdad y la fraternidad ilustradas no<br />

eran más que infantería, caballería y artillería burguesas. El empleo de la<br />

violencia contra ellas era legítimo ya que la revolución consistía en una<br />

forma superior de racionalidad. Gracias al monismo de Marx, los comunistas<br />

hallaron así una base metafísica que justificaba racionalmente el uso<br />

de la violencia contra el orden capitalista nacido de la Ilustración burguesa<br />

28 .<br />

Siguiendo el análisis de Berlin sobre Marx, a partir de éste el hijo no<br />

sólo pudo desafiar al padre sino también matarlo. No es de extrañar que<br />

Turgueniev retratase a los jóvenes revolucionarios como una generación nihilista<br />

dispuesta a destruir la civilización burguesa mediante el empleo de<br />

la fuerza. Había que edificar una sociedad perfecta y para conseguirlo había<br />

que derribar y desescombrar. ¿Qué hay víctimas, sufrimiento o dolor? No<br />

importa. Como dice el protagonista de Padres e hijos de Turgueniev: “con<br />

una estructura justa de la sociedad, será todo punto indiferente que el hombre<br />

sea estúpido o inteligente, bueno o malo” 29 . De este modo, la pedagogía<br />

monista de la Ilustración terminó siendo cuestionada de raíz por sus<br />

propios hijos y volviéndose contra sus progenitores y mentores. El fin justificaba<br />

los medios, pues, ¿acaso el materialismo histórico no había dado<br />

carta de naturaleza científica al parricidio?<br />

26 I. Berlin, Karl Marx., cit. p. 158.<br />

27 Ibíd.., p. 141.<br />

28 Ibíd., pág. 159.<br />

29 I. Turgueniev, Padres e hijos, cit., p. 88.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 243


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

5. LAS AGUAS PRIMAVERALES DEL ROMANTICISMO<br />

Tan rebelde y subversivo como el pensamiento marxista, el romanticismo<br />

dirigió también su lógica emancipadora contra la pedagogía de la Ilustración.<br />

Pero si Marx era un hijo legítimo de ella, el romanticismo no. Por lo<br />

pronto era un movimiento que se apartaba de la tradición monista, que<br />

combatía conscientemente las ideas de verdad y validez acuñadas por la<br />

Ilustración. El romanticismo, como se encargó de estudiar Berlin, era una<br />

criatura ilegítima, nacida de saber lo que no quería: la uniforme atmósfera<br />

de racionalidad que habían divinizado los ilustrados al elevar las ciencias<br />

empíricas a los altares del conocimiento. Precisamente esta insatisfacción<br />

fue el hilo conductor que movilizó a los románticos como un torrente contra<br />

el orden intelectual y moral de su tiempo.<br />

De forma semejante a aquellas Aguas primaverales que sirvieron de metáfora<br />

literaria a Turgueniev para hablar del amor prohibido que le unió a<br />

Paulina Viardot, el romanticismo entretejió un triángulo emocional que lo<br />

vinculó a la Ilustración, a escépticos de ella como Hume, Montesquieu o<br />

Rousseau y, sobre todo, a esa Contra-Ilustración que supo dónde estaban<br />

las fracturas del edificio ilustrado. En tan confuso maridaje se desenvolvió<br />

el movimiento romántico. Actuó sobre las debilidades estructurales de los<br />

ilustrados, debilidades que previamente habían identificado autores como<br />

Vico, Hamman o Herder. De ahí que pueda afirmarse que los románticos<br />

fueron los hijos ilegítimos de una Ilustración que propició su alumbramiento<br />

como una contraimagen destructiva de sí misma, iniciando así el<br />

asalto a la razón que Lukács estudió al conectar el irracionalismo de Schelling<br />

con Hitler, tesis que hizo suya Berlin cuando dijo que el “fascismo<br />

también fue heredero del romanticismo” 30 .<br />

En Las raíces del romanticismo Berlin nos ofrece una definición del mismo<br />

que no deja dudas al respecto. Dice que fue una rebelión contra los presu-<br />

30 I. Berlin, Las raíces de la Ilustración, Taurus, Madrid, 2000, p. 191. Sobre este asunto debe<br />

destacarse la pormenorizada reflexión que plantea D. López, “Isaiah Berlin: Ideas sobre el Romanticismo”,<br />

en J. Lassalle, Isaiah Berlin. Una reflexión liberal sobre el ‘otro’, <strong>FAES</strong>, Madrid,<br />

2002, pp. 133-162.<br />

244 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


puestos del monismo ilustrado y una reivindicación del pluralismo 31 . Sus<br />

grandes aportaciones fueron la creencia de que el hombre no podía descubrir<br />

ninguna estructura axiológica inalterable y la convicción de que los<br />

valores eran un producto de la conciencia del individuo, de manera que<br />

cada persona se gobernaba a sí misma según fines particulares. Las consecuencias<br />

de ello fueron inmediatas. Si cada hombre defendía internamente<br />

sus creencias por ser suyas, entonces desaparecía un patrón superior que<br />

determinase objetivamente si actuaba de manera correcta. Por tanto, para<br />

los románticos “las formas de vida de un soldado profesional o de un espía,<br />

de un monje budista, de un cortesano o de un jugador que vive de su ingenio,<br />

no son formas inferiores, ni superiores, del comportamiento humano<br />

que las del investigador científico, el profesor entregado o el cuidador de<br />

una leprosería. Contrariamente a lo que dice Aristóteles, no hay procedimiento<br />

racional que permita establecer una jerarquía” 32 . Para Berlin esta<br />

fuerza disolvente del romanticismo tuvo un efecto decisivo en la historia<br />

del pensamiento occidental. Puso freno a los excesos de la Ilustración, aunque<br />

al precio de abrir las exclusas de un voluntarismo y un subjetivismo<br />

irracionalistas que terminó conduciendo a los excesos del nacionalismo y,<br />

con el tiempo, a la demencia del fascismo.<br />

Desprovistos de controles racionales y de disposición para la empatía,<br />

los nacionalistas decimonónicos transformaron las ideas de Herder en un<br />

estado de inflamación permanente de la conciencia comunitaria. Exageraron<br />

tanto las propias virtudes y despreciaron las ajenas que terminaron<br />

desembocando en una patología que hizo de la comunidad un todo holístico<br />

y mesiánico que subsumió a las personas bajo el férreo manto de las<br />

emociones colectivas 33 . Con todo, la apoteosis de este proceso tuvo lugar<br />

más tarde, durante el periodo de entreguerras: cuando la colisión de las<br />

ideologías nacionalistas acaecida en la Primera Guerra Mundial hizo que<br />

algunas de ellas experimentasen una torsión psicológica debido al resentimiento<br />

generado por la derrota o por la frustración de las expectativas nacionales<br />

puestas en la guerra. Entonces, el nacionalismo se transformó en<br />

31 I. Berlin, Las raíces de la Ilustración, cit., pp. 19-41.<br />

32 J. Gray, Isaiah Berlin, cit., p. 73.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

33 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, cit., pp. 223-242.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 245


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

demencia. Direccionó la estructura reaccionaria que De Maistre había introducido<br />

en la historia de las ideas después de la revolución francesa. Proclamó<br />

que los hombres tenían que someterse naturalmente a la voluntad<br />

superior de un caudillo-profeta que encarnaba al conjunto de la nación y<br />

materializaba su destino. Y lo que es peor: inyectó en el cuerpo herido de<br />

la sociedad un vitalismo irracionalista tan brutal que terminó arrastrando<br />

aquélla hacia una dinámica totalitaria que hizo que se desgarrase víctima<br />

de fuerzas demasiado violentas para ser controladas 34 .<br />

En cualquier caso, y más allá de estas consecuencias, lo cierto es que el<br />

romanticismo hizo posible que por primera vez en más de dos milenios<br />

surgiese en Occidente un pensamiento que había quebrado de raíz la legitimidad<br />

incontrovertible del monismo racionalista. Este es el dato más relevante<br />

que Berlin extrae de todo ello, sobre todo porque le permite trazar<br />

una conexión epistemológica entre el romanticismo y el liberalismo. No en<br />

balde lo que se desprende del conflicto al que aboca el pluralismo valorativo<br />

es la necesidad de establecer un marco de compromisos que eviten el<br />

caos y la violencia. Si la moral es moldeada por la voluntad humana y los<br />

fines no se descubren sino que se crean, entonces, el hombre vive instalado<br />

en el filo permanente de la tragedia ya que tiene que estar decidiendo dentro<br />

de dilemas irresolubles en los que cualquier elección implica una pérdida.<br />

De este modo, la lectura que Berlin hizo del romanticismo desbrozó<br />

el terreno a sus ideas liberales. Le mostró que la libertad, la tolerancia y el<br />

respeto hacia los otros son el único horizonte posible 35 .<br />

La tarea de elaborar una reflexión que plasmara la disposición intelectual<br />

del liberalismo fue abordada por Isaiah Berlin tras las experiencias de<br />

los años 30 y 40, y cuando su biografía le permitió comprender que, tras el<br />

fracaso de los padres e hijos de la Ilustración, tan sólo quedaba reivindicar<br />

el pluralismo como el único suelo virgen en el que, a pesar de todas sus<br />

enormes dificultades e imperfecciones, podía seguir fructificando la libertad<br />

de cada uno y la del conjunto de la sociedad.<br />

34 Ibíd., p. 166.<br />

35 E. García Guitián, “El pluralismo liberal de Isaiah Berlin”, en P. Badillo y E. Bocardo, Isaiah Berlin.<br />

La mirada despierta de la historia, cit., pp. 293-308.<br />

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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

6. PLURALISMO Y CONFLICTO. EL SUELO VIRGEN DE LAS LIBERTADES<br />

Reproduzcamos ahora un fragmento de realidad. Estamos en diciembre<br />

de 1988, en Inglaterra. Ramin Jahanbegloo e Isaiah Berlin mantienen una<br />

serie de entrevistas acerca del pensamiento de este último. El diálogo discurre<br />

ágil y directo. Se nota que hay complicidad y empatía entre ambos.<br />

Hoy hablan de política. El entrevistador pregunta a Berlin sobre si sus ideas<br />

filosóficas ofrecen una guía política practicable. El profesor da un respingo,<br />

se incorpora y dice clavando la mirada en su interlocutor:<br />

— “Me es imposible concebir un mundo en donde puedan reconciliarse ciertos valores.<br />

Creo, en otras palabras, que algunos de los valores últimos según los cuales<br />

viven los hombres no pueden conciliarse ni combinarse, no ya por razones<br />

políticas, sino en principio, conceptualmente”.<br />

Entreviendo las dudas que sus palabras provocan, Berlin sigue hablando<br />

mientras se palpa su chaqueta y desvía un momento la atención, como si<br />

tratara de inspirarse mirando al otro lado de la ventana:<br />

— “Elegir puede ser muy doloroso. Si usted elige A, le desespera perder B. Entre<br />

los valores finales últimos, fines en sí mismos, no hay manera de evitar la elección.<br />

Por torturante que sean, las elecciones son inevitables en cualquier mundo<br />

que pueda concebirse. Los valores incompatibles lo seguirán siendo en todos los<br />

mundos. Lo único que podemos hacer es procurar que las elecciones no sean<br />

demasiado dolorosas; lo cual significa que necesitamos un sistema que permita<br />

perseguir diversos valores, de modo que, en lo posible, no surjan situaciones que<br />

obliguen a los hombres a hacer cosas contrarias a sus convicciones morales más<br />

hondas”.<br />

Afuera oscurece y empieza a llover. Berlin continúa hablando de corrido,<br />

sin hacer pausas. Quienes lo conocieron afirman que esto era frecuente<br />

ya que podía pronunciar “epistemológico” como si la palabra tuviese<br />

una sola sílaba. Ha intuido la pregunta sin que Jahanbegloo se la haya formulado.<br />

Sabe que éste le interrogará sobre si existe un sistema que permita<br />

perseguir a la vez varios valores en conflicto… Berlin se anticipa y responde<br />

sin dudarlo:<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 247


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

— “En una sociedad liberal de tipo pluralista no se pueden eludir los compromisos;<br />

hay que lograrlos; negociando es posible evitar lo peor. Tanto de esto por<br />

tanto de aquello. ¿Cuánta igualdad por cuánta libertad? ¿Cuánta justicia por<br />

cuánta compasión? ¿Cuánta benevolencia por cuánta verdad…?” 36 .<br />

***<br />

Como acabamos de ver, Berlin tenía muy claro que dentro de una sociedad<br />

pluralista el conflicto de valores era inevitable. Lejos de abrumarle<br />

este hecho, lo que hizo fue estimular su disposición liberal. Por lo pronto<br />

le permitió atribuir al hombre un papel decisivo en la formación del mundo<br />

histórico 37 , algo que había podido apreciar de primera mano a lo largo de<br />

su vida. La historia estaba abierta y los hombres eran libres para elegir sus<br />

propias metas. El pluralismo y el conflicto no obstaculizaban la convivencia<br />

pacífica. En realidad, la suma de ambos era el suelo más fértil a la hora<br />

de propiciar el desarrollo de las libertades. Desprovistas de la seguridad<br />

que ofrecían los modelos axiológicos del pasado, las sociedades abiertas<br />

tenían el reto de aprender a vivir pacíficamente dentro de un territorio movedizo<br />

y cambiante: “un territorio abierto en el que, aún confluyendo posturas<br />

enfrentadas, se busca alcanzar un marco idóneo para la acción plena,<br />

y lo más libre posible, de todos los individuos” 38 .<br />

Sin embargo, no todos los hombres se desenvuelven con la misma habilidad<br />

en una sociedad pluralista ya que el éxito transaccional que la hace<br />

viable requiere de gentes capaces de empatizar y tratar respetuosamente al<br />

adversario. De ahí que la figura hamletiana adquiera toda su virtualidad en<br />

este contexto. Hamlet representa para Berlin al hombre reflexivo que es<br />

capaz de moverse en el filo de un equilibrio que trata de impedir lo peor:<br />

que la civilización sucumba víctima de los conflictos a los que abocan esos<br />

Quijotes que no están dispuestos a renunciar a los dogmas que defienden.<br />

36 R. Jahanbegloo, Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo, Anaya & Mario Muchnik, Madrid,<br />

1993, pp. 188-189.<br />

37 N. Bobbio, “Il liberalismo de I. Berlin”, en Revista Storica Italiana, 1980, vol. 92, pp. 612-620.<br />

38 P. Badillo, “Pluralismo, libertad, decencia. Consideraciones entorno a la filosofía política de<br />

Isaiah Berlin”, en P. Badillo y E. Bocardo (eds.), Isaiah Berlin: La mirada despierta de la historia,<br />

cit., pp. 192-193.<br />

248 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


En la novela Suelo virgen, Turgueniev asume esta visión. Resuelve el conflicto<br />

que generaba una situación en la que colisionaban varios personajes<br />

al hacer que el protagonista proyecte su mirada empática y decida anteponer<br />

su deber a la felicidad. Lo hace tras descubrir que sólo puede alcanzar<br />

la felicidad si dañaba abruptamente la de otros. De ahí que Berlin<br />

no dude en reivindicar el papel del “liberal bien intencionado, vacilante,<br />

meditabundo, testigo de la compleja verdad” y que el propio Turgueniev<br />

basó en sí miso. A través de él, identificó la imagen de esos hombres que<br />

“cuando la batalla alcanza todo su fragor, suelen taparse los oídos ante el<br />

terrible estruendo”, pero no para eludir el conflicto sino para asumir los<br />

retos que la inmensa mayoría es incapaz de afrontar: “promover armisticios”<br />

y “evitar el caos” 39 .<br />

Berlin llegó a estas reflexiones tras desarrollar una visión antropológica<br />

con la que trató de dar coherencia a su liberalismo. De acuerdo con ella,<br />

el hombre es un ser creativo que se gobierna a sí mismo mediante la elección<br />

de sus propios fines y valores. Éste, que es un rasgo que comparten<br />

todos los hombres, sin embargo, se desenvuelve a partir de un condicionante<br />

cultural que delimita la percepción que cada uno de ellos tiene de las<br />

cosas. Influido por Herder y Vico, Berlin creía que los hombres tenían la<br />

necesidad de pertenecer a una comunidad concreta ya que les proporcionaba<br />

una cultura dentro de la que desarrollaban sus particulares horizontes<br />

valorativos 40 . Para estos autores la cultura era un producto dinámico<br />

que creaba y seleccionaba sus metas. Con todo, este proceso selectivo no<br />

impedía que algunos de esos valores culturales se mantuvieran en el<br />

tiempo, pues, de lo contrario ¿cómo se podía explicar que los hombres del<br />

siglo XXI pudieran seguir entendiendo las metas que se relatan en la La<br />

Iliada o La Odisea?<br />

Precisamente esta nota de continuidad descubierta por Vico es lo que<br />

le permitió a Berlin afirmar que existe a lo largo de la historia un “sentido<br />

por el cual sé qué es ser pobre, luchar una causa, pertenecer a una nación,<br />

39 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 550.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

40 I. Berlin, Vico y Herder. Dos estudios en la historia de las ideas, Cátedra, Madrid, 2000, pp. 99-<br />

104.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 249


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

unirse a, o abandonar una iglesia o un partido, experimentar nostalgia, terror,<br />

la omnipresencia de un dios, comprender un gesto, una obra de arte,<br />

una broma, el carácter de un hombre, que uno se transforma o se miente<br />

a sí mismo. ¿Cómo conoce uno estas cosas? En primer lugar, sin duda, por<br />

experiencia personal; en segundo lugar porque la experiencia de otros es<br />

suficientemente tejida dentro de la propia como para ser sentida directa y<br />

constantemente como parte de una comunicación íntima; y en tercer lugar<br />

por el trabajo (algunas veces como esfuerzo constante) de la imaginación”<br />

41 . Gracias a este sentido perceptivo en el que confluía la experiencia<br />

y la imaginación personal, Berlin pudo enriquecer su antropología individualista<br />

con una dimensión cultural que lejos de dañar la libertad del hombre,<br />

en realidad lo que hacía era reforzarla en la práctica, pues, como<br />

apunta al estudiar el pensamiento de Alexander Herzen: una sociedad sólo<br />

puede sobrevivir si confiere a sus miembros un ámbito moral lo suficientemente<br />

amplio y abierto como para que puedan tener autonomía de pensamiento<br />

y acción 42 .<br />

Es dentro de esta autonomía individual que alimenta el pluralismo de<br />

Berlin donde encaja su idea de racionalidad 43 . De acuerdo con ella, ser racional<br />

consistiría en tener capacidad para adoptar decisiones conforme a<br />

una serie de principios que pueden argumentarse de manera lógica y coherente.<br />

Su idea de racionalidad tendría, por tanto, un carácter básicamente<br />

operativo: actuaría como el soporte de una congruencia expositiva que<br />

permitiría poner en común lo que somos y comprender lo que son los<br />

otros, descubriendo así metas y valores comunes que identificarían una<br />

cierta noción de humanidad 44 . Siguiendo una metodología que en ocasiones<br />

parece iusnaturalista –aunque carecería de divinidad motriz y ley natural–,<br />

Berlin indujo una serie de razonamientos morales a partir de algunas<br />

acciones humanas concretas. En La unidad europea y sus vicisitudes analizó<br />

41 I. Berlin, Contra la corriente. Ensayo sobre la historia de las ideas, FCE, México D. F., 1986, p.<br />

184.<br />

42 J. B. Díaz-Urbaneta, Individuo y racionalidad moderna. Una lectura de Isaiah Berlin, cit., p. 255.<br />

43 G. Crowder, “Value Pluralism and Liberalism”, en G. Crowder y H. Hardy, The One and the Many.<br />

Reading Berlin, cit., pp. 225-230.<br />

44 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, cit., p. 55.<br />

250 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


la conmoción moral que sufrió Europa por culpa de los totalitarismos del<br />

siglo XX, deduciendo de ella la existencia de una escala axiológica cuya<br />

trasgresión sería inaceptable para cualquiera que se gobierne bajo las claves<br />

de racionalidad que antes se mencionaron 45 . Como señala en La persecución<br />

del ideal: “no debemos exagerar la incompatibilidad de valores. Hay<br />

un gran espacio de amplio acuerdo entre los miembros de sociedades distintas<br />

a lo largo de grandes periodos de tiempo acerca de lo cierto y lo<br />

falso, el bien y el mal. Hay, si no valores universales, sí al menos un mínimo<br />

sin el que las sociedades difícilmente podrían sobrevivir. Pocos hoy querrían<br />

defender la esclavitud o el asesinato ritual o las cámaras de gas nazis<br />

o la tortura de seres humanos por gusto o por provecho o incluso por el<br />

bien político; o que los hijos tengan la obligación de denunciar a sus padres,<br />

cosa que exigieron las revoluciones francesa o rusa” 46 .<br />

Leo Strauss creía que estábamos ante un universalismo de mínimos que<br />

trataba de conciliar un relativismo valorativo y un horizonte axiológico parecido<br />

al monismo ilustrado que el propio Berlin había refutado siguiendo<br />

las pautas del romanticismo 47 . Aquí, hay que recordar que Berlin reiteró<br />

que era “fundamentalmente un racionalista liberal” 48 : alguien que, como<br />

Turgueniev, trató de mantener el equilibrio vital que proporciona desempeñar<br />

la posición incierta y oscilante de los que huyen de las etiquetas que<br />

son tan del gusto de los dogmáticos para defender, eso sí, el universalismo<br />

de una racionalidad centrada que nunca ocultó “su horror a los reaccionarios”<br />

y “su miedo a los bárbaros radicales” 49 . Esta prevención cautelar<br />

frente a los excesos totalitarios –viniesen de donde viniesen– fue lo que<br />

hizo que el universalismo que defendía Berlin se tradujera en un conjunto<br />

de bienes morales identificados con los derechos humanos y que serían<br />

protegidos por una serie de instituciones decentes que, además de no humillar<br />

a las personas, estarían orientadas a garantizar la existencia de un es-<br />

45 Ibíd., p. 151.<br />

46 Ibíd, p. 36.<br />

47 L. Strauss, The Rebirth of Classical Political Rationalism, University of Chicago Press, 1989, p.<br />

17.<br />

48 R. Jahanbegloo, Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo, cit., p. 97.<br />

49 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 550.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 251


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

pacio público en el que pudieran coexistir pacíficamente valores dispares 50 .<br />

Y aunque esta fórmula institucional la dedujo de criterios empíricos e históricos,<br />

con todo, nunca fue inmutable. Se nota aquí –como en otras partes<br />

del análisis más relativista de Berlin– la influencia de Karl Popper y el<br />

recelo que mostró siempre hacia cualquier historicismo que diera por inevitable<br />

algunas conquistas del progreso. No en balde, como indica E. García<br />

Guitián, para Berlin nada bueno o malo “es estático ni absoluto, y no<br />

se descartan posibles evoluciones insospechadas de los humanos” 51 .<br />

La dinámica que el pluralismo impondría no admitiría dudas: fuerza<br />

constantemente a elegir entre fines que son cambiantes. En determinados<br />

momentos habría que elegir entre la igualdad y la libertad. Otras veces<br />

entre la justicia y la compasión. La historia humana carecería para Berlin<br />

de un guión y siempre estaría abierta, de manera que sus propios actores<br />

tendrían a menudo que improvisar la parte que les corresponde. Esto hace<br />

que Berlin se deslice por el filo de un agonismo que trataría de reconciliar,<br />

como en John Stuart Mill, “los legados del empirismo inglés y del utilitarismo<br />

clásico, por una parte, y las influencias del Romanticismo y, hasta<br />

cierto punto, del idealismo alemán, por otra” 52 . La importancia del pensamiento<br />

berliniano radicaría en haber alcanzado una síntesis entre el pluralismo<br />

y el liberalismo, pero una síntesis que no estaría desnuda de<br />

incertidumbres ya que se basaría en la necesidad epistemológica de explorar<br />

adecuadamente la complejidad de los valores en pugna si se quiere alcanzar<br />

la decisión que mejor contribuya a salvaguardar la autonomía moral<br />

de las personas. De este modo, la propensión al conflicto no podría entenderse<br />

como una disfunción ya que sería una característica intrínseca a<br />

la estructura de la propia sociedad. El desenlace, en cualquier caso, siempre<br />

sería el mismo para el liberalismo de Berlin: alcanzar acuerdos que eviten<br />

lo peor cuando se gestionan los conflictos valorativos que provoca<br />

cotidianamente el pluralismo, y hacerlo además sin que se dañe la estructura<br />

institucional que salvaguarda la decencia que posibilita la tolerancia y<br />

la paz cívica. En este sentido, no habría muchas diferencias con el diseño<br />

50 A. Margalit, The Decent Society, Harvard University Press, Cambridge, 1996, p. 1.<br />

51 E. García Guitián, El pensamiento político de Isaiah Berlin, cit., p. 25.<br />

52 J. Gray, Isaiah Berlin, cit., p. 200.<br />

252 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

del horizonte liberal de Rawls ya que en el fondo el impulso político de<br />

Berlin buscaría también una base sobre la que se pudieran discutir públicamente<br />

los problemas fundamentales y poder así adoptar decisiones razonables<br />

en torno a los aspectos que definirían la justicia básica.<br />

7. EN LA ESPERA HAMLETIANA DE UN JUICIO POLÍTICO<br />

Berlin creía que la tarea de adoptar las decisiones menos dolorosas que resolvieran<br />

los conflictos sociales no podía quedar en manos de Quijotes que<br />

emulasen la actitud del erizo berliniano. Para él, los escenarios de conflicto<br />

agudo requerían elecciones basadas en juicios políticos. Éstos debían manejar<br />

una base de análisis tan amplia que permitiesen comprender los argumentos<br />

del adversario. Sobre todo porque cualquier negociación en el seno de una<br />

sociedad plural exige altas dosis de empatía y respeto al otro, así como una<br />

percepción imaginativa que haga posible el desdoblamiento emotivo de los interlocutores<br />

53 . De ahí que este esfuerzo tuviera que residir en políticos que<br />

comprendiesen que la libertad nunca opera unidireccionalmente, sino que es<br />

poliédrica al proyectarse de acuerdo con una estructura binaria que Berlin no<br />

dudó en identificar como libertad positiva y libertad negativa. Convertidas en<br />

el soporte programático de las sociedades abiertas, la combinación de ambas<br />

trataría de desactivar las tensiones sociales y las fracturas que generan, por<br />

un lado, las exigencias igualitarias de participación democrática con la defensa,<br />

por otro, de un ámbito de no interferencia personal 54 . De este modo<br />

se podría localizar un emplazamiento moralmente centrado que permitiera<br />

el ejercicio de lo que Berlin define como esa capacidad de síntesis que ordena<br />

los datos de la realidad de acuerdo con un patrón único que hace posible entender<br />

una situación política particular.<br />

El juicio político sería, por tanto, una “capacidad para integrar una<br />

enorme amalgama de datos constantemente cambiantes, multicolores, evanescentes”<br />

que estarían “solapándose perpetuamente” al ser “demasiado<br />

53 I. Berlin, Contra la corriente. Ensayos sobre la historia de las ideas, cit., pp. 171-173.<br />

54 I. Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad, 1988, Madrid, Taurus, pp. 224-225.<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 253


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

numerosos, demasiado fugaces, demasiado entremezclados como para ser<br />

aprehendidos, individualizados y etiquetados como tantas mariposas individuales”.<br />

El objetivo de este juicio no sería otro que integrar, esto es, ver<br />

los datos “como síntomas de posibilidades pasadas y futuras, verlos pragmáticamente”.<br />

Captar una situación así sería, lisa y llanamente: “ver, acceder<br />

a una especie de contacto directo, casi sensorial, con los datos<br />

relevantes” 55 . Como es lógico una capacidad de esta naturaleza no estaría<br />

en manos de cualquiera. Por lo pronto requiere una sensibilidad excepcional<br />

cuyo ejemplo político más admirable, a los ojos de Berlin, lo encarnaría<br />

la figura de Franklin Delano Roosevelt.<br />

De hecho su New Deal fue descrito por Berlin como una apuesta ambiciosa<br />

por la libertad en “una época de debilidad y creciente desesperación<br />

en el mundo democrático”. Lo hizo en unas circunstancias difíciles, cuando<br />

el conflicto de valores que experimenta la sociedad norteamericana se situaba<br />

en un punto crítico. Sobre todo después de que el “individualismo<br />

desenfrenado de los años veinte hubiese conducido al derrumbe económico<br />

y a la miseria”. En este sentido, el juicio político de Roosevelt fue capaz<br />

de trazar un programa que encontró un punto de equilibrio entre la acción<br />

positiva y negativa de la libertad. Lo afrontó, además, sin deslizarse por el<br />

abismo de la demagogia y los dogmatismos de su tiempo: ya fuera el socialismo<br />

o el fascismo. La sabiduría política del liberalismo de Roosevelt fue<br />

proporcionar una “gran válvula de escape para el rencor y la indignación”<br />

de una sociedad estructuralmente igualitaria que anhelaba de forma colectiva<br />

e individual la felicidad. Con su iniciativa orilló “la revolución y<br />

construyó un régimen que proporcionaba mayor igualdad económica y<br />

justicia social –ideales que eran la mejor parte de la tradición de la vida<br />

norteamericana– sin alterar la base de libertad y de la democracia de su<br />

país” 56 . De ahí que la grandeza política del New Deal recayese básicamente<br />

en haber desactivado el conflicto de valores por el que atravesaba una sociedad<br />

pluralista que estaba en medio de una crisis moral y económica, tan<br />

grave que ponía en cuestión sus propios fundamentos constitucionales.<br />

55 I. Berlin, El sentido de la realidad. Sobre las ideas y su historia, Taurus, Madrid, 1998, pp. 86-<br />

87.<br />

56 Ibíd., pp. 83-84.<br />

254 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


En su discurso presidencial, Roosevelt ya adelantó la esencia de su<br />

programa al desechar expresamente cualquier tentación determinista. Al<br />

recordar que sólo “había que tener miedo al miedo mismo” puso en marcha<br />

el motor de una esperanza individual que atribuía a cada hombre la<br />

necesidad de tener que elegir qué quería hacer en unas circunstancias tan<br />

difíciles. Alejado del político quijotesco que se gobierna por principios<br />

únicos y por una visión fanática que lo hace “preso de su propio sueño<br />

brillante y coherente”, Roosevelt ejercía como un político modesto y reflexivo:<br />

alguien que poseía una delicada capilaridad que le permitió analizar<br />

los distintos contornos y los cambiantes sucesos y sentimientos que<br />

alimentaban la compleja sociedad norteamericana. Fue un hombre que<br />

conservaba “los modales, el estilo de vida, la textura emocional y la gracia<br />

del antiguo orden de educación aristocrática” aunque con la libertad<br />

suficiente como para adoptar “las ideas y aspiraciones de la nueva clase,<br />

socialmente en rebeldía” y no “por conveniencia sino por genuina convicción<br />

moral” 57 .<br />

Para Berlin, en Roosevelt estaría plasmado el triunfo de la moderación<br />

hamletiana que había sido tan apetecido por Turgueniev y los liberales<br />

rusos. Los Estados Unidos fueron capaces de alcanzar bajo su presidencia<br />

el compromiso que superó el conflicto en el que fracasó la sociedad<br />

rusa. No son comparables las situaciones ni tampoco el grado de pluralismo<br />

que experimentaban ambos países. Sin embargo, la situación liberal<br />

y la disposición psicológica que identifica a nuestros protagonistas no difiere<br />

tanto, es prácticamente la misma. Ya vimos al comienzo del trabajo<br />

cómo Berlin utilizó la figura de Turgueniev para reflexionar en el Oxford<br />

de 1970 sobre las tensiones políticas que vivía Inglaterra en aquellos años.<br />

Desde entonces el mundo ha dado giros insospechados y no cabe duda<br />

de que la radiografía emocional que ofrecía Europa cuando Berlin dictó<br />

su conferencia no se parece mucho a la actual. Con todo, nadie discutirá<br />

tampoco que el cambio de milenio ha puesto sobre la mesa del debate<br />

político conflictos morales tan agudos y graves como los que se vivieron<br />

a finales de los años 60.<br />

57 Ibíd., pp. 87-90.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 255


HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />

Hay quienes piensan que la constatación de estos conflictos exige reinventar<br />

un esquema monista que se adapte a las exigencias heroicas del siglo<br />

XXI. Otros, por el contrario, defienden que hay que renunciar a toda consideración<br />

valorativa previa y asumir que un diálogo sin límites es el único<br />

medio para hallar valores morales susceptibles de ser compartidos sin coerción<br />

ni opresión. Al margen de unos y otros, la mirada del liberal berliniano<br />

tendría que ser capaz de ampliar el angular de la reflexión y de la<br />

empatía para ofrecer un compromiso viable que pudiera restaurar la confianza<br />

en el progreso que se perdió con el cambio de milenio, aunque, eso<br />

sí, sin olvidar como “demuestra abundantemente la historia” que “no podemos<br />

ni debemos tolerar lo inhumano” 58 .<br />

Llegados a este punto, ¿cuál sería por tanto la estrategia con la que<br />

afrontar estos desafíos? Lo primero sería adoptar la sabiduría escéptica y<br />

relativista que mostraba Berlin y admitir que una sociedad liberal justa<br />

podrá ofrecer más espacio para la convivencia de valores distintos que<br />

otras, pero nunca sin evitar conflictos ni pérdidas. Un segundo paso vendría<br />

después. Se trataría de desplegar esa empatía imaginativa que identifica<br />

al liberal berliniano para comprender los puntos de vista del adversario.<br />

No siendo éstos insalvables, la búsqueda de compromisos sería ineludible<br />

y supondría una negociación en la que la argumentación racional exigiría<br />

de las partes la responsabilidad recíproca de encontrar una salida que asumiera<br />

que los acuerdos más duraderos son aquéllos en los que la generosidad<br />

recíproca es mayor. Con todo, si la situación fuese finalmente<br />

irreconducible no habría más remedio que esperar y anteponer a cualquier<br />

otra consideración el valor de proteger y salvaguardar las instituciones que<br />

hacen decente nuestra convivencia.<br />

¿Momento para Quijotes o para Hamlets? Pregunta en apariencia irresoluble,<br />

como los conflictos frente a los que más tarde o más temprano<br />

habrá que movilizar los recursos que tienen a su disposición la inteligencia<br />

serena en el seno de las sociedades abiertas. A la espera del juicio político<br />

que pueda dar una respuesta como la que ofreció Roosevelt, la<br />

58 R. Jahanbegloo, Elogio de la diversidad, Arcadia, Barcelona, 2007, p. 55.<br />

256 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007


situación que atraviesan los liberales en el siglo XXI reflejaría la encrucijada<br />

de aquellos a “quienes causa idéntica repulsión moral los duros rostros que<br />

ven a su derecha y la histeria y la insensata violencia y demagogia que tienen<br />

a su izquierda” 59 . De este modo, el “doloroso conflicto, que llegó a ser<br />

situación permanente de los liberales rusos durante medio siglo, hoy se ha<br />

vuelto universal”. Eso, al menos, es lo que decía Berlin ante el auditorio del<br />

Sheldonian Theatre de Oxford en 1970. Con estas palabras reavivaba las<br />

dudas que Turgueniev había planteado en sus novelas y recordaba que seguían<br />

sin disiparse, pues, el “dilema de los hombres sensibles, honrados e<br />

intelectualmente responsables en una época de aguda polarización de opiniones<br />

se ha vuelto, desde su tiempo, punzante”. Con todo, Berlin no renunciaba<br />

a la esperanza. Convertido en un trasunto del propio Hamlet, no<br />

dudó en concluir que la historia seguía abierta ya que de un modo u otro<br />

“el futuro deberá cuidarse de sí mismo” 60 .<br />

59 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 549.<br />

60 Ibíd., pp. 547 y 549.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 257


Más allá de la exposición de la evidente superioridad<br />

práctica de las sociedades abiertas,<br />

La libertad en la encrucijada aborda la<br />

necesidad de la justificación moral de la libertad<br />

para una eficaz y, sobre todo, verdadera<br />

defensa de la misma. De la mano de<br />

Tocqueville y de representantes de la denominada<br />

Nueva Escuela del Derecho Natural<br />

como John Finnis o Robert P. George, el autor<br />

clasifica la autonomía y el autodominio de los<br />

individuos dentro de lo que define como libertad<br />

integral del hombre, que a su vez formaría<br />

parte de una serie de bienes básicos<br />

irrenunciables.<br />

Samuel Gregg, miembro del Acton Institute, se<br />

propone en este breve ensayo superar las carencias<br />

del utilitarismo y del relativismo para<br />

hallar un presupuesto último que racionalice<br />

y legitime el sustento del orden político. Partiendo<br />

junto a Lord Acton desde la concepción<br />

de la libertad como el derecho de ser<br />

capaces de hacer lo que debemos, Gregg defiende<br />

lo que él denomina como libertad ordenada<br />

frente a diferentes concepciones<br />

liberales (utilitaristas, consecuencialistas, evolucionistas,<br />

etc.).<br />

Así, a lo largo del ensayo Gregg repasa la filosofía<br />

y el anclaje de la libertad en diferentes<br />

autores liberales –en muchos casos, sin dis-<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

La libertad<br />

en la encrucijada<br />

SAMUEL GREGG<br />

Editorial Ciudadela<br />

215 páginas<br />

crepar de sus conclusiones– para, de manera<br />

constructiva, criticar sus fundamentos. Por<br />

ejemplo, se muestra contrario al principio del<br />

daño de John Stuart Mill por carecer de un argumento<br />

último que sustente su defensa de la<br />

dignidad del hombre que subyacería en su<br />

apelación a la protección. O a John Rawls,<br />

quien, según el autor, establece un juicio arbitrario<br />

al plantear el principio de diferencia.<br />

Naturalmente, Samuel Gregg aborda los dos<br />

conceptos de la libertad de Isaiah Berlin, sin<br />

ocultar su apuesta por la libertad positiva de<br />

la que Berlin recelaba por su tentación totalitaria.<br />

Frente al escepticismo y al relativismo,<br />

el autor concluye que sin afirmaciones verdaderas<br />

no hay nada a lo que podamos recurrir<br />

moralmente para defender la libertad.<br />

La libertad para Gregg depende de una serie<br />

de razones básicas entre las que la libertad<br />

como autogobierno, la libertad integral, une la<br />

dimensión subjetiva de la existencia humana,<br />

manifiesta en la realidad del libre albedrío, con<br />

la dimensión objetiva que refleja la capacidad<br />

única del hombre de saber que hay bienes básicos<br />

cuyas verdades superan el tiempo, los<br />

sentimientos y la preferencia. A la hora de<br />

abordar el papel de la ley en nuestras sociedades,<br />

Samuel Gregg le otorga una función<br />

más allá de la de coordinador o conjunto de<br />

reglas bajo las que la gente decide, defen-<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 259<br />

RESEÑAS


RESEÑAS<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

diendo su ‘papel’ en la ecología moral de la<br />

sociedad: como mínimo no debería promover<br />

directamente actividades que perjudiquen esta<br />

ecología moral. Ahora bien, ¿qué considera el<br />

autor como actividades que promueven directamente<br />

el daño de la ecología moral? ¿Qué<br />

nivel de daño indirecto a la ecología está dispuesto<br />

a tolerar? No queda claro.<br />

Pese a que destaca que cualquier acción que<br />

dañe el entorno de la ecología moral debería<br />

ser materia de Derecho, su afirmación de que<br />

varios vicios privados pueden tener un impacto<br />

negativo sobre la justicia en la medida<br />

en que desmerecen el derecho de cada persona<br />

a vivir en un entorno que ayude (sin intentar<br />

garantizar) a todos a alcanzar la<br />

realización integral no se concreta. Con todo,<br />

Gregg no cuestiona la necesidad de la protección<br />

legal de la autonomía (imprescindible<br />

para la virtud, esto es, requisito necesario<br />

para la libertad integral), pero sí que otorga a<br />

la propia ley un papel educador.<br />

Al hilo de su crítica de la tradición del pensamiento<br />

liberal por no proporcionar explicaciones<br />

coherentes sobre las razones por las que la<br />

ley debe proteger la autonomía humana, Gregg<br />

expone la amenaza del arbitrio de las mayorías<br />

en democracia, capaces de ‘crear’ derechos basados<br />

en preferencias e implantar un despotismo<br />

blando (o duro). Para el autor, la fuente<br />

de los derechos, que no cuestionable, no es<br />

otra que el respeto hacia lo que el hombre es:<br />

una criatura dotada de razón y voluntad libre,<br />

capaz de elegir libremente de modo que alcance<br />

la libertad integral. Por tanto, se concluye<br />

que los derechos ‘protegen a’ (también frente al<br />

Estado) y ‘provienen de’ unos bienes comunes<br />

innatos a los hombres.<br />

260 RESEÑAS<br />

Samuel Gregg, que se autodefine como whig<br />

católico, se mantiene coherente con su teoría<br />

más que políticamente incorrecta sobre los<br />

derechos, y, en consecuencia, niega la posibilidad<br />

de acciones como el derecho a equivocarse.<br />

Tal y como ya se ha reseñado, Gregg<br />

considera que los derechos ‘protegen a’ y ‘provienen<br />

de’ los bienes básicos, por lo que no se<br />

podría tener derecho de atentar contra estos<br />

mismos. Ahora bien, considera que ciertos<br />

ataques contra los bienes básicos no deberían<br />

ser legislados. Sin embargo, en su propuesta<br />

algo que sea irracional o que conlleve<br />

la desintegración interior no equivale a que<br />

deba ser prohibido. ¿Y cuándo considera que<br />

debe actuar la coerción? El autor responde:<br />

un buen modo de saber si el Estado debería<br />

prohibir a las personas actuar sobre ciertas<br />

elecciones es calcular su significado para el<br />

bien común. ¿Gregg utilitarista?<br />

Se trata de un enfoque que denomina un<br />

principio de daño modificado, y establece<br />

que quienes actúen contra el bien común o<br />

los bienes básicos deberían demostrar por<br />

qué deberían permitirles actuar de esta forma<br />

más allá del deseo de escoger. Eso sí, un pequeño<br />

detalle, no explica cómo debería aplicarse...<br />

En definitiva, se trata de un estimulante ensayo<br />

que, por su brevedad y falta de desarrollo,<br />

deja muchas incógnitas, aunque resulta<br />

loable la coherencia general de su discurso y<br />

la manifestación de la necesidad de fundamentos<br />

firmes frente a los peligros del despotismo<br />

blando implícito en el juego de las<br />

mayorías propio de la democracia.<br />

MIGUEL GIL


Con la presentación de la tesis inédita de Melquíades<br />

Álvarez (1864-1936) se pretende reivindicar<br />

la figura de un excelente jurista y<br />

notable político cuyo único interés fue ayudar<br />

a construir una España mejor, que mirase al<br />

futuro con optimismo, pero sin olvidar las tradiciones<br />

que le habían dado su carácter. Gracias<br />

a la publicación de esta tesis se pretende<br />

suplir la carencia de documentos escritos por<br />

el autor con la que nos encontramos hoy en<br />

día.<br />

El libro contiene un estudio introductorio de<br />

su bisnieto, Manuel Mª Álvarez-Buylla, que<br />

es el verdadero artífice de la recuperación<br />

de esta obra. Nos presenta a grandes rasgos<br />

la apasionante trayectoria vital y profesional<br />

de Melquíades Álvarez. Apasionado<br />

por el Derecho y la política, logró superar<br />

por su esfuerzo y propios méritos una situación<br />

familiar de penurias económicas, para<br />

convertirse en licenciado, doctor en Derecho<br />

y Decano del Ilustre Colegio de Abogados<br />

de Madrid. Fundó el Partido Reformista en<br />

1912 y fue presidente del Congreso de los<br />

Diputados (1922-1923). Durante la Guerra<br />

Civil adoptó una postura de centro-derecha<br />

y murió asesinado por un grupo de milicianos<br />

populares, los cuales incendiaron su<br />

casa en Madrid, destruyendo así sus archivos<br />

personales.<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

Melquíades Álvarez<br />

Tesis doctoral inédita<br />

MANUEL Mª ÁLVAREZ-BUYLLA BALLESTEROS (ED.)<br />

Ediciones de la Universidad de Oviedo, 2006.<br />

222 páginas<br />

Su bisnieto analiza someramente la tesis que<br />

Melquíades Álvarez presentó en 1886 con el<br />

título La pena, su naturaleza: Examen y crítica<br />

de los más importantes sistemas que sobre<br />

este punto han aparecido en la ciencia donde<br />

realiza una elegante y sobria defensa del sistema<br />

correccionalista en el Derecho Penal.<br />

Esta justificación de la pena contempla la necesidad<br />

del castigo como respuesta de la sociedad<br />

y del Estado ante el delincuente que<br />

ha violado la ley y que, ante el desconocimiento<br />

del bien, debe ser reintegrado socialmente.<br />

No obstante, tampoco deben quedar<br />

sin atender las demandas de la víctima. La<br />

ley, que ha sido restablecida, debe seguir<br />

siendo el cauce que ordene la convivencia,<br />

por lo que el reo también queda como ejemplo<br />

aleccionador para prevenir delitos.<br />

El autor de la tesis inicia su investigación recordando<br />

que los fines del Derecho son la<br />

búsqueda de lo justo y la prevención del dominio<br />

del fuerte (en cualquier sentido, sea físico,<br />

económico, social, político...) sobre el<br />

débil. Para ello el Derecho debe ser un instrumento<br />

de reforma, que facilite una convivencia<br />

ordenada. En este sentido, defiende un<br />

progreso que no implique rupturas radicales<br />

con el acervo de valores y tradiciones que han<br />

demostrado su valía en cuanto que ejes vertebradores<br />

de una sociedad dinámica. Unos<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 261<br />

RESEÑAS


RESEÑAS<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

valores que preparan a la sociedad para que<br />

pueda afrontar los retos del futuro con ilusión.<br />

Su concepción del Derecho está muy lejos de<br />

todas aquellas “máximas impregnadas de un<br />

espíritu cruel de terror y de venganza, sostenidas<br />

tan sólo por el absorbente socialismo de<br />

las repúblicas antiguas –encarnación viva de la<br />

Estadolatría– originadas por un derecho oscuro,<br />

sibilítico, irracional, arbitrario...”. Apunta así a<br />

los sistemas que anhelan imponer unas utopías<br />

plasmadas en el papel y que desconectan<br />

tanto el ordenamiento jurídico como la<br />

estructura institucional de la realidad, con<br />

todos los perjuicios que ello conlleva. Se anticipa<br />

al surgimiento de Estados totalitarios que<br />

pretenden desarrollar unos proyectos de ingeniería<br />

social y que colocan al Estado como centro<br />

absoluto de la vida política, moral y social.<br />

Advierte del peligro de un Derecho revolucionario<br />

que niega al individuo como sujeto central<br />

de un ordenamiento jurídico que sólo debe<br />

existir en tanto que sea garante de la dignidad<br />

y libertad de la persona. Un Derecho revolucionario<br />

que convierte a la persona en un engranaje<br />

más de una maquinaria implacable.<br />

Melquíades Álvarez inserta la justificación de<br />

la pena en relación con la función del Derecho<br />

como garantía fundamental de la libertad.<br />

Porque la libertad, que en virtud de la razón<br />

implica la búsqueda del bien, no habilita a<br />

delinquir. Por eso la pena debe incorporar en<br />

el bien al reo, lo que conlleva una función de<br />

vigilancia y tutela por parte del Estado, que<br />

nunca debe reinsertar nuevamente al convicto<br />

en un medio delictógeno. Ésta es otra de las<br />

cuestiones donde el autor sigue planteando<br />

cuestiones plenamente vigentes. No en vano,<br />

la política criminal ha pretendido compaginar<br />

la rehabilitación de delincuentes con su reinserción<br />

en entornos delictivos, anulando así<br />

cualquier esfuerzo rehabilitador al incentivar<br />

positivamente la reincidencia en la comisión<br />

de actos delictivos.<br />

262 RESEÑAS<br />

Algunos castigos son contrarios a los principios<br />

que el Estado hace suyos. Así, la pena de<br />

muerte no escapa de la lúcida mirada de este<br />

investigador. Con una enorme sobriedad se<br />

alega en esta tesis que no cabe una justificación<br />

apriorística de la necesidad de ejecutar a<br />

los que cometan ciertos tipos de delitos. Sólo<br />

cabe la demostración, sustentada en argumentos<br />

de peso y expuestos con sinceridad y<br />

honestidad, de la utilidad de estas medidas.<br />

Ante esta situación Melquíades Álvarez defiende<br />

la “corrección y no el exterminio” como<br />

exponentes del principio de proporcionalidad.<br />

Pero no se puede achacar al investigador ningún<br />

ánimo de transigir con el delito. Acepta<br />

que el delito es una plasmación del mal, pero<br />

también argumenta que es necesario soñar<br />

con mundos mejores, por que “en medio de<br />

tales aberraciones no dejarán de vislumbrarse<br />

ráfagas de luz que señalen el derrotero a los<br />

perseguidores de tan bello ideal”. Para conseguir<br />

este ideal, las cárceles no pueden convertirse<br />

ni en entornos de contagio de<br />

comportamientos delictivos ni en las universidades<br />

del delito. La pena debe tener un fundamento<br />

científico y solvente, no meras<br />

teorías que resulten contraproducentes al<br />

aplicarlas.<br />

La pena tiene un fundamento iusnaturalista,<br />

que él remite a Dios, pero que para el no creyente<br />

puede hallar su acomodo en ese caudal<br />

de valores que tienen como objetivo último la<br />

búsqueda de la justicia. Por eso, las críticas<br />

que realiza a las distintas escuelas jurídicas y<br />

teorías de la pena hacen especial hincapié en<br />

el positivismo jurídico. Defiende Melquíades<br />

Álvarez que la mera autorreferenciación moral<br />

del ser humano habilita para que los mayores<br />

desmanes encuentren su justificación como<br />

la “moral del momento”.<br />

La escuela correccional no es utópica. Expone<br />

que sus objetivos son conformes con la reali-


dad: reformar la voluntad del delincuente, restablecer<br />

la ley, a la vez que se previene el delito<br />

por parte tanto del delincuente como de<br />

otros infractores potenciales de la legalidad, y<br />

se resarce a la víctima, castigando al delincuente<br />

por imponer su voluntad a la sociedad<br />

y romper la convivencia mediante el recurso<br />

de su propio poder.<br />

La moralidad y el Derecho no son esferas separadas.<br />

El Derecho debe buscar la justicia y<br />

no aceptar el mal, incluso aunque momentáneamente<br />

una sociedad pueda aceptar que<br />

ciertos comportamientos injustos son legales.<br />

La concepción sociológica del Derecho<br />

también es así objeto del inquisitivo análisis<br />

del autor. La moral exige el bien en cuanto<br />

que es bien, y el Derecho sólo es tal si defiende<br />

el bien. Si no, es otra cosa, como el<br />

código de convivencia de un grupo de delincuentes.<br />

El autor también analiza las principales teorías<br />

de la pena contrarias al sistema correccional:<br />

las teorías absolutas y las teorías<br />

relativas. Las primeras, que propugnaban la<br />

aplicación de la pena como respuesta a la comisión<br />

de un determinado delito, tenían como<br />

fundamento de la pena la propia pena, sin necesidad<br />

de perseguir ningún fin social. Para<br />

las teorías relativas el fin de la pena es la pre-<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

vención del delito, la protección de la sociedad.<br />

Teorías que hacen del reo un símbolo, un<br />

“esclavo del Poder público, que le condena<br />

inhumano a ser víctima propiciatoria inmolada<br />

en holocausto de la felicidad del mayor<br />

número”.<br />

Esta tesis no es sólo una investigación sobre<br />

Derecho Penal, sino que enlaza reflexiones<br />

muy interesantes sobre Filosofía del Derecho,<br />

Derecho Administrativo o Ciencia Política, y es<br />

un ejemplo de cómo Melquíades Álvarez supo<br />

conjugar su pasión por el Derecho y la política<br />

como instrumentos necesarios. Escrita en un<br />

momento de intenso debate sobre el fin de la<br />

pena, su defensa de la misma mantiene plena<br />

vigencia a día de hoy al ser considerada como<br />

un sistema corrector del delincuente, que<br />

además resarce del daño sufrido a la víctima<br />

del delito y a la propia sociedad, cuya voluntad<br />

general se ve violentada por una voluntad<br />

de dominio particular. Editada en formato facsímil<br />

y transcrito para facilitar la comprensión<br />

del lector actual, la obra que aquí nos ocupa<br />

muestra el inicio de la actividad de Melquíades<br />

Álvarez, quien supo buscar en el pasado<br />

todo aquello que ayudaría a afrontar un futuro<br />

que él contemplaba con optimismo e insaciable<br />

curiosidad.<br />

MARIO RAMOS VERA<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 263<br />

RESEÑAS


RESEÑAS<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

EL DECONSTRUCCIONISMO DE LA IZQUIERDA<br />

“El poder que el mito de la contracultura ha<br />

ejercido sobre la conciencia política del último<br />

medio siglo es un legado del trauma que produjo<br />

la Alemania nazi a la civilización occidental.<br />

Quienes habrían sido ídolos populares en el<br />

siglo anterior empezaron a temer al pueblo por<br />

su violencia y crueldad latentes. En el caso de<br />

la izquierda progresista, la herida fue aún más<br />

profunda. A muchas personas les empezó a dar<br />

miedo no sólo el fascismo, sino la propia sociedad<br />

en sí. La izquierda perdió la confianza<br />

en muchos de los pilares básicos de la sociedad,<br />

tales como la cortesía (incluido el protocolo),<br />

la ley y la burocracia. No obstante, sin<br />

estas bases es imposible organizar una convivencia<br />

social a gran escala”.<br />

LA IZQUIERDA SE MIRA EL OMBLIGO<br />

Tras más de medio siglo sin un discurso coherente,<br />

marcado por el relativismo y su representación<br />

teatral en las calles con manifestaciones<br />

antisistema, movimientos culturales<br />

‘alternativos’ y una amalgama de corrientes<br />

que explotan todas las facetas de la vida humana<br />

–el arte en todas sus manifestaciones,<br />

desde el cine a la literatura, pasando por el teatro<br />

y la música; pero también la alimentación,<br />

la medicina, la moda, las drogas, sus líderes e<br />

intelectuales–, empiezan a surgir voces disconformes<br />

con su propia base, es decir, con<br />

264 RESEÑAS<br />

Rebelarse vende<br />

El negocio de la contracultura<br />

JOSEPH HEALTH Y ANDREW POTTER<br />

Taurus, Madrid, 2005<br />

417 páginas<br />

el hecho contracultural como sustento ideológico<br />

del pensamiento progresista. En la actualidad,<br />

la contracultura es un gran paraguas<br />

en el que se da cabida a todo bajo unos mismos<br />

lemas inmunes al paso del tiempo y representa<br />

a todo lo ‘diferente’, todo aquello que<br />

se rebela contra la ‘represión’ del sistema. Esa<br />

especie de ‘resistencia’ da cabida a todo tipo<br />

de individuos, como Unabomber, el terrorista<br />

‘concienciado’ que mandaba bombas artesanales<br />

a científicos, ingenieros y políticos de<br />

todo Estados Unidos en las décadas de los 80<br />

y 90, por considerarlos responsables de la perpetuación<br />

de la base “económica y tecnológica”<br />

de la sociedad.<br />

Es en casos como éste, entre otros tantos,<br />

donde los autores, Joseph Health, profesor de<br />

Filosofía de la Universidad de Toronto y Andrew<br />

Potter, investigador de la Universidad de<br />

Montreal, empiezan a encontrar el problema<br />

de la izquierda contemporánea en la identificación<br />

con cualquier tipo de elemento subversivo:<br />

“La teoría contracultural ha minado<br />

tanto el buen nombre de la política democrática,<br />

que la mayor parte de la izquierda progresista<br />

lleva más de tres décadas hundida<br />

en el marasmo”.<br />

Lo que pasan por alto ambos autores en su<br />

identificación de los males ‘contraculturales’ es


que las teorías que critican y las de la izquierda<br />

‘tradicional’ –denominémosla así porque no dan<br />

más claves para su localización temporal o geográfica–<br />

están solapadas una con otra: Kurt<br />

Cobain –su case study principia el libro–, Marcuse,<br />

Bakunin, Marx, Chomsky o el propio Che,<br />

cuyo retrato en una taza de café ilustró la portada<br />

de la edición española, son iconos y adalides<br />

de los movimientos contraculturales y sus<br />

teoremas, pero son también sus portavoces y<br />

máximos valedores de la izquierda pasada, presente<br />

y futura. La crítica feroz que ambos autores<br />

ejercen sobre la ‘moda de lo alternativo’ (“es<br />

una estrategia de marketing que se ha usado<br />

no sólo para vender productos comerciales normales<br />

y corrientes, sino para vender un mito<br />

sobre el funcionamiento de nuestra propia cultura”)<br />

queda vacía, desarmada, si no se establecen<br />

la adecuada vinculación entre ambas.<br />

Es paradójico que este manual, con cerca de<br />

400 páginas, destinado a desterrar las posiciones<br />

radicales de lo que denominan ‘justicia<br />

social’, cometa el mismo error: si aquellos a<br />

los que critican caen, una y otra vez, en el<br />

“equívoco” de vaciar de contenido y autoridad<br />

al único “instrumento capaz de enderezar la<br />

situación”, esto es, los Gobiernos, Potter y Health<br />

confluyen en esta misma fatalidad al abogar<br />

por “una política doméstica global” sin<br />

ningún contenido real, sino más bien basada<br />

en la tesis de que ya que nada ha funcionado,<br />

demos el siguiente paso sin reparar demasiado<br />

dónde o en qué dirección, simplemente<br />

abandonando el camino andado.<br />

EL SIGUIENTE PASO<br />

Rebelarse vende… puede ser una obra entretenida,<br />

si lo que se busca es un repaso de las<br />

modas, gustos y el desarrollo histórico de lo ‘alternativo’<br />

en nuestra sociedad. Pero también<br />

es una obra insidiosa e insustancial. Cito, por<br />

ejemplo, el caso de la globalización. Los autores<br />

apuntan que el error de muchos políticos<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

de izquierdas es oponerse al comercio entre<br />

países desarrollados y subdesarrollados; constatan<br />

que “la mayoría de los países en vías de<br />

desarrollo se plantean constantemente el<br />

modo de integrarse en la economía global, y<br />

casi ninguno contempla la posibilidad de no<br />

hacerlo” y señalan que “la necesidad de un<br />

mercado es inevitable”. También destacan “la<br />

gran ironía” de los movimientos antiglobalización,<br />

que “reducen la ciudadanía a actos esencialmente<br />

consumistas”, como fue el caso del<br />

“best seller” No Logo, de Naomi Klein.<br />

Pero sin embargo, para Heath y Potter, la solución<br />

no está en dejar que el libre mercado se<br />

desarrolle, sino en ‘eliminar sus imperfecciones’:<br />

“Tendríamos que procurar perfeccionar el<br />

mercado, no abolirlo”. ¿Cómo? Con un ‘paquete’<br />

de medidas como eliminar la desgravación<br />

de la publicidad en concepto de gasto<br />

empresarial, fomentando los impuestos verdes<br />

o con medidas como los impuestos sobre el<br />

tráfico rodado. En resumen, como la ‘libertad’<br />

–aquí deberíamos utilizar mejor el término ‘libertarismo’–<br />

no ha funcionado, desde una<br />

perspectiva diacrónica, en los movimientos izquierdistas,<br />

la solución pasa por instaurar una<br />

especie de régimen neocomunista donde el Estado<br />

controle el ‘libre mercado’: “Parece obvio,<br />

por tanto, que en una economía cada vez más<br />

global será necesario un control gubernamental<br />

cada vez mayor, no menor”, afirman.<br />

EL DISCURSO<br />

Sin duda es un discurso desconcertante. En el<br />

libro es posible encontrar brillantes análisis –en<br />

ocasiones hilarantes– sobre cómo se ha desarrollado<br />

la base social de la izquierda: “Hacer<br />

teatro alternativo, tocar en un grupo alternativo,<br />

crear arte vanguardista, tomar drogas y llevar<br />

una alocada vida sexual es sin duda más<br />

ameno que la organización sindical a la hora<br />

de pasar un buen fin de semana. Pero los rebeldes<br />

contraculturales se convencieron a sí<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 265<br />

RESEÑAS


RESEÑAS<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

mismos de que todas estas actividades tan entretenidas<br />

eran mucho más subversivas que la<br />

política de izquierdas tradicional, porque atacaban<br />

al foco de la injusticia y la opresión a un<br />

nivel ‘más profundo’. Por supuesto, esta convicción<br />

es puramente teórica. Y como está claro<br />

quiénes son los que se benefician de ella, cualquiera<br />

que tenga una mentalidad mínimamente<br />

crítica sospechará de ella”.<br />

Acertado, desde luego, y crítico. Pero en ninguno<br />

de los capítulos que conforman el libro,<br />

ideado en un formato muy dinámico a modo<br />

de replica-contrarréplica entre los autores, se<br />

ilustran estas afirmaciones con otras de tipo<br />

empírico; no hay datos, no hay contexto, sólo<br />

autores y personajes que se suceden y se<br />

amontonan en una entropía literaria. Así, en un<br />

mismo capítulo y sin apenas transición, se<br />

pasa de Freud a Hobbes, y de Rosseau a El<br />

club de la lucha. Es, sin duda, el mayor error<br />

estructural de la obra: que no justifica con suficiente<br />

rigor y profundidad los temas que se<br />

traen a debate.<br />

Totalitarismo<br />

Himno<br />

AYN RAND<br />

Ed. Grito Sagrado. Buenos Aires, 2006<br />

269 páginas<br />

Los libros de Orwell, La Rebelión en la granja<br />

(1945) y 1984 (1948), abrieron los ojos sobre<br />

la naturaleza tiránica del comunismo. Pero<br />

antes de que Orwell comenzara a tener éxito<br />

con un tema tan polémico, la denuncia del so-<br />

266 RESEÑAS<br />

“En este libro mantenemos que varias décadas<br />

de rebeldía ‘antisistema’ no han cambiado<br />

nada, porque la teoría social en que se<br />

basa la contracultura es falsa. (…) No hay<br />

ningún sistema único, integral, que lo abarque<br />

todo. No se puede bloquear la cultura<br />

porque ‘la cultura’ y ‘el sistema’ no existen<br />

como hechos aislados”. Esta cita, al comienzo<br />

del libro (en la página 19) no es en<br />

absoluto clarividente: llega con una década<br />

de retraso. Es una lástima que la new wave<br />

contracultural vaya, a su pesar, por el mismo<br />

camino: libros como éste, el ya mencionado<br />

No Logo, u otros de parecido pelo se quedan<br />

al inicio de un verdadero y profundo análisis,<br />

de una crítica real y constructiva; y que, al<br />

igual que sucede en la actualidad con los gobiernos<br />

de izquierda en todo el mundo, sólo<br />

repara en lo artificioso, en lo llamativo y<br />

anecdótico, en esa ‘política ficción’ populista<br />

y artificiosa que tan en boga está en nuestros<br />

días.<br />

IVÁN GIL-MERINO DÍAZ<br />

cialismo que, al llegar al poder, comienza a devorar<br />

a la persona en nombre de fines tan nobles<br />

como el bien común, la novelista rusa Ayn<br />

Rand 1 (1905-1982) le precedió con Anthem<br />

que en español significa Himno.


Himno, publicada en España en la década de<br />

los 40 bajo el título Vivir, es una novela corta<br />

enclavada en un futuro no muy lejano donde<br />

los hombres carecen de nombre y no existe<br />

la palabra yo.<br />

El título aclara que el propósito del libro es<br />

entonar un himno al yo, “reclamando para el<br />

hombre y su yo, el respeto sagrado que debe<br />

rendírsele (…) a la vida sobre la tierra”, como<br />

apunta Leonard Peikoff en su prólogo. En<br />

pleno despunte del totalitarismo, se había sacrificado<br />

al individuo en el altar del colectivo.<br />

Los derechos individuales no existían. El hombre<br />

sólo era parte de un engranaje, una mera<br />

pieza perfectamente reemplazable. En ese<br />

contexto, Rand decide rescatar el individualismo<br />

para luchar contra el avance de la perniciosa<br />

idea de que “el objetivo del trabajo del<br />

hombre” es “la satisfacción de los deseos de<br />

los otros, no su propia necesidad, su deseo o<br />

beneficio”.<br />

Descubrir cómo cambia la filosofía individualista<br />

a quien la entiende y la toma como una<br />

guía en su vida, fue lo que hizo de este libro<br />

un claro bestseller que ha vendido más de<br />

2,5 millones de ejemplares en todo el mundo<br />

y ha hecho que personajes como Angelina<br />

Jolie adoren a Rand y así lo expliquen a la<br />

prensa a la mínima ocasión que se les presenta.<br />

A juicio de Rand, el individualismo señala que<br />

cada hombre tiene derecho a existir y vivir por<br />

sí mismo y que, por mucho que nos rechine,<br />

la desdicha o la suerte de los demás, no es<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

culpa nuestra. No podemos arrastrar ninguna<br />

culpa porque haya otros que lo estén pasando<br />

mal. Podemos, eso sí, sentir la necesidad de<br />

hacer lo posible para ayudar a los demás, por<br />

la empatía natural del ser humano hacia sus<br />

semejantes, pero sin que ese hecho sea un<br />

fundamento para los derechos de la sociedad<br />

sobre nuestra vida. Si así fuera, entonces habría<br />

“derechos sociales” que anularían los<br />

“derechos individuales”, porque entre incrementar<br />

un punto el IRPF y dar de comer al necesitado,<br />

no parece haber dudas de qué bien<br />

se protegería antes, lo cual supondría quitarle<br />

a unos para darles a otros, algo que atentaría<br />

contra el derecho de cada uno a los frutos de<br />

su trabajo, a su propiedad en suma.<br />

Sin embargo, si aceptamos concesiones, caminaremos<br />

directos hacia la destrucción de<br />

la sociedad porque estaremos anulando progresivamente<br />

al individuo y, al hacerlo, estaremos<br />

matando el espíritu creador y la fuente<br />

de todo progreso. En la sociedad donde<br />

Himno tiene lugar, el panorama es más desolador<br />

que en nuestras sociedades socialdemócratas<br />

donde a cambio de que no nos<br />

quejemos por los impuestos con que nos<br />

vampirizan, podemos tener una escasa esfera<br />

de autonomía personal.<br />

En cambio, en la asfixiante sociedad que retrata<br />

Rand, un calco de lo que vivió en su<br />

Rusia natal, “todos los hombres son uno y no<br />

hay ningún deseo, salvo el deseo de todos los<br />

hombres unidos”. Como se puede apreciar,<br />

esta frase condensa la aspiración de todo colectivismo,<br />

contrariar la naturaleza y dejar al<br />

1 Sobre Ayn Rand, léase mi artículo “Ayn Rand y los fundamentos morales del liberalismo” (Cuadernos de Pensamiento<br />

Político, número 4, 2004, pp 187-198. El texto puede descargarse de internet en el siguiente link:<br />

http://documentos.fundacionfaes.info/document_file/filename/355/00057-12_-_ayn_rand_y_los_fundamentos_morales_del_liberalismo.pdf<br />

). Una semblanza más breve y menos enfocada a sus ideas, fue publicada en<br />

Libertad Digital el pasado 10 de Febrero de 2005 con el título “Ayn Rand (1905-1982): la virtud del capitalismo”<br />

(http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276229617 )<br />

OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 267<br />

RESEÑAS


RESEÑAS<br />

<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />

hombre a la altura de un ser inanimado, porque<br />

no puede demostrar sus preferencias ni<br />

ser libre ya que otros, los políticos, decidirán<br />

qué es lo que conviene a la colectividad.<br />

Al presentar el silencio y la tristeza como condiciones<br />

naturales de la vida, el amor convertido<br />

en un mero instante donde las parejas,<br />

elegidas por el Gobierno, procrean, cual conejos,<br />

sin posibilidad de elegir con quién ni<br />

cuándo ni cómo, Rand consigue recrear la imposibilidad<br />

de vivir en regímenes totalitarios.<br />

Afortunadamente, se ofrece un final feliz, contrariamente<br />

a la suerte que padecieron millones<br />

de personas que acabaron muriendo de<br />

hambre o asesinados por la obsesión de exterminar<br />

a clases enteras para llevar adelante<br />

la utopía comunista.<br />

Así, el protagonista, Igualdad 7-2521, consigue<br />

descubrir esa palabra a la que Rand entona<br />

un cántico, casi un poema, liberándose<br />

de la tiranía en la que malvivía para vivir de<br />

acuerdo con sus ideas. Al llegar al apogeo de<br />

la novela, Igualdad 7-2521 se da a sí mismo<br />

un nombre, Prometeo y en varias páginas recoge<br />

el “himno” que da nombre a la obra, un<br />

himno apasionado y apasionante con frases<br />

tan duras pero reales como “no les debo nada<br />

a mis hermanos, ni ellos tienen deudas conmigo.<br />

No le pido a nadie que viva para mí, ni<br />

yo vivo para nadie. No codicio el alma de<br />

nadie, ni mi alma debe ser codiciada por<br />

nadie. No soy enemigo ni amigo de mis hermanos<br />

pero cada uno de ellos deberá merecerme.<br />

Y para ganar mi amor, mis hermanos<br />

268 RESEÑAS<br />

deberían haber hecho algo más que simplemente<br />

haber nacido. No daré mi amor sin motivo<br />

a cualquier oportunista que lo reclame.<br />

Honro a los hombres con mi amor. Pero el<br />

honor es algo que debe ser ganado”.<br />

A continuación, Prometeo, ataca el “monstruo<br />

del Nosotros, la palabra de la opresión, del<br />

saqueo, de la miseria, la falsedad y la vergüenza”.<br />

Con ese espíritu trasgresor, dice que<br />

grabará en piedra “la palabra que es mi faro<br />

y mi estandarte. La palabra que no morirá,<br />

aunque perezcamos todos en la batalla. La<br />

palabra que nunca puede morir en esta tierra,<br />

porque es su corazón, su significado y su<br />

gloria. La palabra sagrada: YO”.<br />

Inspirador, excitante o quizás demasiado blasfemo.<br />

El lector lo podrá juzgar por sí mismo.<br />

De lo que difícilmente puede dudarse es de la<br />

calidad de la novelista y de esta edición en la<br />

que se recogen en la lengua originaria en la<br />

que fue escrita, el manuscrito donde Rand fue<br />

introduciendo cambios a la primera edición<br />

inglesa.<br />

Tras lo expuesto, sólo un juicio debe bastar a<br />

la hora de valorar el libro. El del lector. El<br />

único que debe realmente importar. Ése, sin<br />

duda, será el mejor tributo que podamos<br />

rendir a la autora, no dejarnos llevar por lo<br />

que otros hayan dicho del libro aunque se<br />

haya publicado en estas páginas, porque<br />

esto, en suma, es en lo que consiste el individualismo.<br />

GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDÍA

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