CUADERNOS - FAES
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16<br />
<strong>CUADERNOS</strong><br />
de pensamiento político
Índice<br />
Octubre / Diciembre<br />
2007 16<br />
5 Nota editorial<br />
10 JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />
Gabriel Cisneros: un político ejemplar<br />
19 JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />
El sarcasmo de un godo<br />
31 MAX FALQUE<br />
La política medioambiental estadounidense:<br />
entre ruptura y continuismo<br />
55 JUAN VELARDE FUERTES<br />
Reflexiones sobre la situación económica española<br />
95 ROGELIO ALONSO<br />
¿Qué política antiterrorista frente a ETA?<br />
Lecciones desde la perspectiva comparada<br />
121 RAFAEL ARIAS-SALGADO MONTALVO<br />
Reflexiones sobre la política exterior española<br />
145 FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
Treinta años de Orientalismo. Crónica breve de un fraude intelectual<br />
y académico.<br />
165 JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
Acerca de la nación: el caso de los EE.UU.<br />
191 JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
La voluntad de la mayoría. La filosofía política subyacente<br />
en la crisis constitucional española<br />
231 JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
Hamlet en Oxford: las encrucijadas liberales de Isaiah Berlin<br />
RESEÑAS<br />
<strong>CUADERNOS</strong><br />
de pensamiento político<br />
259 MIGUEL GIL: La libertad en la encrucijada (Samuel Gregg)<br />
261 MARIO RAMOS VERA: Tesis doctoral inédita de Melquíades Álvarez<br />
264 IVÁN GIL-MERINO DÍAZ: Rebelarse vende. El negocio de la contracultura<br />
(Joseph Health y Andrew Potter)<br />
266 GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDIA. Himno (Ayn Rand)
<strong>CUADERNOS</strong><br />
de pensamiento político<br />
EDITA<br />
<strong>FAES</strong>: FUNDACIÓN PARA EL ANÁLISIS Y LOS ESTUDIOS SOCIALES<br />
PATRONATO<br />
PRESIDENTE: JOSÉ MARÍA AZNAR<br />
VICEPRESIDENTE: ÁNGEL ACEBES<br />
ESPERANZA AGUIRRE<br />
FRANCISCO ÁLVAREZ-CASCOS<br />
CARLOS ARAGONÉS<br />
JAVIER ARENAS<br />
RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
JOSÉ ANTONIO BERMÚDEZ DE CASTRO<br />
MIGUEL BOYER<br />
JAIME IGNACIO DEL BURGO<br />
PÍO CABANILLAS<br />
PILAR DEL CASTILLO<br />
MIGUEL ÁNGEL CORTÉS<br />
GABRIEL ELORRIAGA<br />
JAVIER FERNÁNDEZ-LASQUETTY<br />
ANTONIO FONTÁN<br />
MANUEL FRAGA<br />
GERARDO GALEOTE<br />
JAIME GARCÍA-LEGAZ<br />
LUIS DE GRANDES<br />
JUAN JOSÉ LUCAS<br />
JOSÉ MARÍA MARCO<br />
RODOLFO MARTÍN VILLA<br />
JAUME MATAS<br />
ANA MATO<br />
ABEL MATUTES<br />
PEDRO ANTONIO MARTÍN<br />
JAIME MAYOR OREJA<br />
VOCALES<br />
MERCEDES DE LA MERCED<br />
JORGE MORAGAS<br />
ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO<br />
EUGENIO NASARRE<br />
MARCELINO OREJA AGUIRRE<br />
ANA PALACIO<br />
ANA PASTOR<br />
JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />
JOSEP PIQUÉ<br />
MARIANO RAJOY<br />
RODRIGO RATO*<br />
ALBERTO RECARTE<br />
CARLOS ROBLES PIQUER<br />
JOSÉ MANUEL ROMAY BECARÍA<br />
LUISA FERNANDA RUDÍ<br />
JAVIER RUPÉREZ<br />
SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA<br />
ALFREDO TÍMERMANS<br />
ISABEL TOCINO<br />
BAUDILIO TOMÉ<br />
FEDERICO TRILLO-FIGUEROA<br />
JUAN VELARDE<br />
ALEJO VIDAL-QUADRAS<br />
CELIA VILLALOBOS<br />
EDUARDO ZAPLANA<br />
JAVIER ZARZALEJOS<br />
SECRETARIO GENERAL: JAIME GARCÍA-LEGAZ<br />
*En la actualidad, en suspensión voluntaria de sus funciones<br />
DIRECTOR: JAVIER ZARZALEJOS<br />
REDACCIÓN: MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO, JOSÉ MANUEL DE TORRES<br />
PUBLICIDAD, ADMINISTRACIÓN Y SUSCRIPTORES<br />
C/ Juan Bravo 3 - C, 7ª planta. 28006 Madrid<br />
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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
no comparte necesariamente las opiniones expresadas por sus colaboradores<br />
ESTA REVISTA ES MIEMBRO<br />
DE LA ASOCIACIÓN DE REVISTAS CUL-<br />
TURALES DE ESPAÑA<br />
Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas para su difusión en<br />
bibliotecas, centros culturales y universidades de España, para la totalidad de los números editados en el año 2007
NOTA EDITORIAL<br />
C<br />
uando se pide o se acepta que se vote sobre algo se legitima cualquiera<br />
de las respuestas posibles. Contra lo que el Gobierno socialista<br />
afirma, la disputa fundamental de la legislatura no ha tenido<br />
lugar acerca de la conveniencia o no de aceptar un ámbito territorial de decisión<br />
u otro, ésta es en realidad una discusión de segundo orden. Lo que<br />
realmente ha apartado al Gobierno y sus socios de las posiciones que sostiene<br />
el Partido Popular no es el problema de quién decide, sino, antes, el<br />
problema de lo que se somete a decisión. No es una disputa sobre la distribución<br />
territorial del poder, que puede y debe abordarse como un asunto<br />
de técnica jurídico-política cuando existe lealtad institucional, respeto por<br />
las instituciones y sentido de Estado, como muestra el ejemplo alemán,<br />
sino una disputa sobre los límites del poder, la independencia de las instituciones<br />
y el respeto por las normas vigentes. Es una diferente concepción<br />
del poder público y de las tareas del Estado, un aprecio distinto por el pluralismo<br />
y una manera diferente de entender la inviolabilidad de los derechos<br />
fundamentales.<br />
Hace un año, el Presidente del Gobierno mostró la verdadera naturaleza<br />
del supuesto debate territorial cuando comentó la agresión que sufrió<br />
el Secretario General del Partido Popular en Martorell al afirmar que él se<br />
“sentía muy feliz y muy cómodo en Cataluña, no como otros”, agradeció<br />
“a la gran mayoría de los catalanes y de sus fuerzas políticas” su apoyo a la<br />
negociación con ETA, afirmó que iba a dar “un empujón a Cataluña en infraestructuras,<br />
en trenes de cercanías” y, tras agitar bien todos esos ingredientes,<br />
pidió el voto para la “Cataluña social”. De nuevo, un año más tarde,<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 5
NOTA EDITORIAL<br />
las amenazas de muerte vertidas contra miembros del Partido Popular en<br />
Cataluña han sido presentadas como parte de una mera diferencia de pareceres<br />
sobre el Estatut o sobre el Estado autonómico, y no como lo que<br />
realmente son, una manifestación más de que quienes pretenden la ruptura<br />
del modelo territorial constitucional son invariablemente quienes vulneran<br />
los derechos fundamentales y creen que se puede legitimar<br />
“democráticamente” esa violación, o quienes la amparan o la disculpan.<br />
El pluralismo político es el concepto que justifica la existencia de un<br />
sistema, un conjunto de instituciones, normas, usos y actores que permite<br />
diversas orientaciones, una de las cuales es elegida y posterga reversible y<br />
transitoriamente, pero no anula definitivamente ni vulnera, a otras posibles.<br />
Un programa político alude a la definición de un proyecto coherente<br />
con nuestro modo personal (uno entre muchos) de entender la vida política.<br />
La defensa de las instituciones que realiza el PP es considerada por el<br />
Gobierno como la exhibición de un programa, mientras que el Gobierno<br />
no ha dudado en forzar las instituciones en su provecho, como si alcanzar<br />
una mayoría relativa en unas elecciones legislativas bastara para considerarse<br />
investido de un poder absoluto e irreversible. La machacona reiteración<br />
con la que el Gobierno desprecia por antidemócratas a quienes no<br />
“se suman a la mayoría” que él promueve, es una manifestación más de<br />
esta mentalidad.<br />
En relación con la aplicación de ley de partidos a ANV –seguramente<br />
el ejemplo más dramático de la incapacidad para comprender el valor de<br />
la ley y de la libertad y lo que realmente puede o no hacer una mayoría<br />
electoral–, el Fiscal General del Estado afirmó dos cosas: a.) que el hecho<br />
de que un partido político reciba votos lo legitima y lo convalida, sin que<br />
sea necesaria consideración ética alguna sobre lo que ese partido pretende<br />
o hace además de recibir votos; b.) puesto que no procede consideración<br />
ética alguna sobre los objetivos para los que se solicita el voto ni sobre lo<br />
que se hace además de concurrir a elecciones (por ejemplo impedir que<br />
éstas sean libres), cuando alguien no puede presentarse a las elecciones lo<br />
razonable es que persiga esos mismos objetivos mediante la violencia.<br />
6 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
El problema es que los votos no sustituyen a la violencia sino que son<br />
su resultado: durante años, ETA-Batasuna tuvo representación parlamentaria<br />
y a la vez asesinaba cuanto podía, pero su ilegalización fue acompañada<br />
por el descenso de la violencia etarra. El Fiscal General, al establecer<br />
el mero respaldo electoral como criterio de validación de las ideas ha ido<br />
mucho más allá de su función y ha negado la esencia de la democracia liberal<br />
a la que debiera servir, que se distingue porque en ella hay cosas que<br />
son intocables aun para quien obtuviera todos los votos posibles, como la<br />
vida y la libertad de la gente. Sobre eso los votos no tienen nada que decir,<br />
por numerosos que sean. La arbitrariedad que el Gobierno ha mostrado,<br />
la utilización a capricho de la ley, ha fortalecido dramáticamente a ETA<br />
y a quienes la sirven, que han podido comprobar una vez más que la vigencia<br />
del Estado de derecho es casi una ficción cuando gobierna el<br />
PSOE.<br />
Si la ley de partidos tuvo éxito fue precisamente porque identificaba nítidamente<br />
a quienes se hacen pasar por demócratas sólo porque tienen<br />
votos, cuando en realidad trabajan por la liquidación del sistema y obtienen<br />
los votos mediante la creación de condiciones electorales excepcionales<br />
basadas en el terror. No se pierde el derecho al voto cuando no se<br />
puede votar a un partido ilegal, porque ese derecho no existe. Y, sin embargo,<br />
ése parece ser el único motivo alegado para no instar la ilegalización<br />
de ANV o para referirse a otros casos de violencia política, que hay gente<br />
que la vota. Pero en presencia de ese argumento, cualquier acción judicial<br />
destinada a suspender las actividades de ANV será irremediablemente reputada<br />
como una decisión del Gobierno que puede revertirse si conviene<br />
hacerlo.<br />
La paz o la libertad no pueden figurar en un programa electoral, ni pueden<br />
presentarse como el resultado deseable de un proceso de negociación,<br />
sino que deben encontrarse antes de él. Si ellas no están asentadas, no<br />
puede haber democracia, ellas hacen posible el diálogo, y ni el diálogo ni<br />
la expresión libre de una opinión son posibles cuando no existen. En ausencia<br />
suya, sólo hay amenaza, chantaje y violencia, y cuanto nazca de una<br />
transacción que se desarrolla en esas circunstancias será necesariamente<br />
injusto, premiará al fuerte y castigará al débil; remunerará a quien hace cre-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 7
NOTA EDITORIAL<br />
íble el asesinato y penará a quienes no sólo no han ejercido la violencia<br />
sino que se han esforzado para que nadie la ejerciera.<br />
La absurda agenda del Gobierno, centrada en discutir las bases del sistema<br />
político y autista ante los asuntos realmente acuciantes, ha pretendido<br />
hacer creer a los españoles que situarse plácidamente al margen de las corrientes<br />
económicas, políticas y sociales que impulsan el mundo no tiene<br />
consecuencia alguna sobre su vida cotidiana. Pero las consecuencias llegan:<br />
los fundamentos de la economía se debilitan; los terroristas realizan<br />
los beneficios de la legislatura y se disponen subir el precio porque creen<br />
que este Gobierno pagará lo que se le pida –ésa es la razón de la ruptura<br />
de la tregua, la convicción de que la violencia seguirá rindiendo dividendos,<br />
que es exactamente lo opuesto a lo que afirmó ETA sobre la política antiterrorista<br />
del PP–, España es despreciada por quienes antes la respetaban<br />
y pierde mercados y fuentes de abastecimiento y los problemas que Rodríguez<br />
Zapatero pretendía disolver o “desanudar” se han enconado hasta<br />
extremos inimaginables. Y lo peor es que los instrumentos que nos habrían<br />
permitido encararlos eficazmente han sido desacreditados y dañados.<br />
Desde las páginas de la que fue su revista, queremos rendir tributo a<br />
Gabriel Cisneros, patrono de la Fundación recientemente desaparecido, y<br />
sumarnos al homenaje público que su trayectoria vital e intelectual se merece.<br />
Para ello, José Pedro Pérez-Llorca nos ha escrito un sentido In memoriam:<br />
“Gabriel Cisneros: un político ejemplar”.<br />
El número 16 de Cuadernos de Pensamiento Políticos se completa con las<br />
destacadas colaboraciones de los siguientes autores: José Jiménez Lozano<br />
(“El sarcasmo de un godo”), Max Falque (“La política medioambiental estadounidense:<br />
entre ruptura y continuismo”), Juan Velarde Fuertes (“Reflexiones<br />
sobre la situación económica española”), Rogelio Alonso (“¿Qué<br />
política antiterrorista frente a ETA? Lecciones desde la perspectiva comparada”),<br />
Rafael Arias-Salgado Montalvo (“Reflexiones sobre la política exterior<br />
española”), Fernando Peregrín Gutiérrez (“Treinta años de<br />
Orientalismo. Crónica breve de un fraude intelectual y académico”), Jorge<br />
Uscatescu Barrón (“Acerca de la nación: el caso de los EE.UU.”), José J.<br />
Jiménez Sánchez (“La voluntad de la mayoría. La filosofía política subya-<br />
8 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
cente en la crisis constitucional española”), José María Lassalle (“Hamlet en<br />
Oxford: las encrucijadas liberales de Isaiah Berlin”).<br />
Además se reseñan los siguientes libros: La libertad en la encrucijada (Samuel<br />
Gregg) por Miguel Gil; la Tesis doctoral inédita de Melquíades Álvarez,<br />
por Mario Ramos Vera; Rebelarse vende: El negocio de la contracultura (Joseph<br />
Health y Andrew Potter), por Iván Gil-Merino Díaz, y finalmente, Himno<br />
(Ayn Rand), por Gorka Echevarría Zubeldia.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 9
10 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />
In memoriam<br />
GABRIEL CISNEROS:<br />
UN POLÍTICO EJEMPLAR<br />
El recuerdo de una personalidad tan extraordinaria, como fue la de<br />
Gabriel Cisneros Laborda, adquiere profundidad y enriquece su paleta<br />
cromática con el paso del poco tiempo transcurrido desde que<br />
nos dejó. La noticia de la muerte de un amigo muy querido, como fue<br />
Gaby, sin ser inesperada en este caso, tiene siempre algo de más repentino<br />
y subitáneo que cualquiera otra. Es como un fulgor, que produce al recibirse<br />
una sacudida, una conmoción del ánimo en la que los perfiles del recuerdo<br />
de la persona que se acaba de ir se dibujan en la mente con algo de<br />
un estallido. Es como un fuego artificial y produce el mismo efecto que<br />
éste en la retina. Se traza un perfil de luz que queda en la mente, como en<br />
el ojo queda unos segundos el resplandor del cohete y su explosión. Esto<br />
corresponde, imagino, a la sacudida que se produce en nuestro organismo<br />
al recibir una novedad tan emocionalmente impactante. Eso fue en primer<br />
lugar Gaby para mí, un amigo muy querido, y el primer impacto de la noticia<br />
de su muerte produjo exactamente esos efectos.<br />
Digo esto porque de esa primera impresión ya dejé constancia escrita<br />
en un artículo, que un periódico de la mañana tuvo la bondad de pedirme<br />
y de publicar al día siguiente de su fallecimiento.<br />
José Pedro Pérez-Llorca es abogado. Ex Ministro de Asuntos Exteriores. Del Patronato de la Fundación.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 11
GABRIEL CISNEROS: UN POLÍTICO EJEMPLAR / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />
No sé si el tiempo todo lo cura. Esto siempre está por ver. Lo que es evidente<br />
es que su paso, el del tiempo, nos otorga perspectiva y produce un<br />
efecto que tiene algo de bálsamo, aunque no sea precisamente el de Fierabrás.<br />
En todo caso, el tiempo transcurrido y el sosiego que siempre aporta<br />
me permitirán, espero, serenar mi pluma y trazar una evocación más completa<br />
de la riquísima personalidad de Gabriel Cisneros.<br />
Quiero referirme en primer lugar al excepcional talento literario de<br />
Gaby. Se dio a conocer por unas sabrosas crónicas juveniles en el diario<br />
Pueblo. Desde entonces ya mostró una calidad literaria y un buen estilo de<br />
escribir, de relatar, de decir, pensando en uno de sus silencios elocuentes,<br />
diría que hasta de callar elegantemente, que le acompañaron toda su vida.<br />
El buen castellano y la expresión atinada no es que fueran en él una<br />
cualidad, que también, sino segunda naturaleza. Percibía, pensaba y yo creo<br />
que hasta respiraba y vivía en esa riqueza del lenguaje. Ni tan siquiera en<br />
los momentos digamos más coloquiales de la vida le abandonaba su comedida<br />
manera de expresarse, ni él la abandonaba tampoco. No recuerdo<br />
haberle oído nunca una expresión chocarrera ni vulgar, ni siquiera una grosería.<br />
La corrección y riqueza del lenguaje no hacían sino reflejar la ponderación<br />
y equilibrio de sus juicios, que, cuando eran negativos, y en<br />
muchas ocasiones no le quedaba otro remedio que tenerlos, expresaba<br />
siempre con sobriedad, moderación, serenidad y buenas maneras. Todo<br />
ello sin pizca de atildamiento ni asomo alguno de cursilería, a la cual era<br />
refractario en todas sus dimensiones.<br />
No sé bien de dónde le venía ese magnífico venero de su buen castellano,<br />
porque Gaby tenía, entre otras cosas, el supremo buen gusto de no<br />
hablar casi nada de sí mismo en público ni en privado, rasgo éste que le distinguía<br />
y enaltecía sobremanera, en el universo de vanidosos que, entre<br />
otras cosas, es la sociedad actual. Sí sé de su ingente cultura literaria, que,<br />
acompañada de una memoria feliz, le permitía armar un aparato de citas<br />
para cada ocasión y momento cuando le daba la gana y sin un átomo de<br />
pedantería. Su conocimiento de nuestros clásicos en general y de Cervantes<br />
en particular era asombroso. Cuando quería, y no quería nunca en público,<br />
sacaba una cita del Quijote.<br />
12 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Pero no una cita de una frase, podía ser hasta de página y media. Tan<br />
es esto así, que en una ocasión nos escribió en un papel un largo texto que<br />
le brotó de repente, para que comprobáramos su absoluta fidelidad. Era<br />
efectivamente exacto.<br />
Denotaba esto un extraordinario caudal de lecturas en su adolescencia<br />
y juventud y un hábito, el de la lectura, que jamás abandonó. Antiguamente<br />
en España, y aún hoy en otras latitudes, del que leía mucho se decía que<br />
“se cultivaba”, es decir, que era culto. Era algo que no estaba tan mal visto<br />
como ahora.<br />
Cisneros era un hombre culto. Aunque era consciente del “handicap” que<br />
esto puede suponer en la actualidad en muchos sectores de la vida nacional<br />
si esa circunstancia llega a saberse, no lo disimulaba porque era consustancial<br />
a su persona, aunque sabía eludirlo cuando resultaba estrictamente necesario.<br />
Con este bagaje fue desde joven un excelente escritor y articulista.<br />
Escribía a mano, “tengo pendientes mis escrituras”, solía decir, pero, si<br />
se terciaba, podía dictar la crónica al teléfono sin apoyo textual alguno. En<br />
alguna ocasión lo pude comprobar. Íbamos de viaje en coche, yo al volante,<br />
y allí le oí dictar un largo artículo con sus negrillas, puntos, comas y<br />
comillas, sin equivocarse ni una sola vez. O sea, que lo tenía entero en la<br />
cabeza. Así dicen que lo hacían los grandes del periodismo cuando no existían<br />
los artilugios de ahora.<br />
Era un hombre inteligente y trabajador. No eludió el trance generacional<br />
de las oposiciones que superó brillantemente y comenzó su vida profesional<br />
a caballo entre la burocracia y las letras. Fueron éstas, las letras, las<br />
que pavimentaron su paso a la política.<br />
Varios presidentes del gobierno pidieron el auxilio de su pluma, que el<br />
otorgó siempre como el hombre generoso que era. Cisneros era realmente<br />
generoso con sus talentos, su tiempo, su consejo y su amistad.<br />
En la Tribuna fue un orador brillante, eficaz, moderado y respetuoso.<br />
Aunque escribió discursos para otros, no escribía los suyos. No le hacía<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 13
GABRIEL CISNEROS: UN POLÍTICO EJEMPLAR / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />
falta. Los llevaba en la cabeza y en la réplica fluían con rapidez y facilidad.<br />
En el “mitin” sabía ser eficaz pero le horrorizaban la repetición, la demagogia<br />
y el latiguillo. Sabía enfrentarse con brillo a cualquier circunstancia<br />
prevista o imprevista en que tuviera que hablar en público, pero este género<br />
de la oratoria electoral no era su favorito. Pienso que en esto también habría<br />
que alabarle el gusto.<br />
Extraordinariamente eficaz en la controversia, supo abordar la modalidad<br />
de la tertulia radiofónica y televisiva, dignificándola y amenizándola.<br />
Nunca ocultó lo que fue su adolescencia, casi infancia, política, que no<br />
en otros términos se puede describir aquel primer impulso de su remoto<br />
pasado juvenil. Esto, tratándose de tan poca cosa y en una generación en<br />
la que tantos han dado en proclamarse antifranquistas con carácter retroactivo<br />
o retrospectivo, sin respeto alguno a sus propias biografías ni a la memoria<br />
de las gentes, creo que también le enaltecía sobremanera. Cisneros<br />
en su vida política adulta actuó siempre como un demócrata y supo serlo<br />
de verdad, sin ínfulas, jeribeques, falseamientos ni complejos.<br />
Su trabajo político ha sido singularmente fecundo. Pocos tienen su ejecutoria.<br />
Ponente de la Constitución, brilló con luz propia en las largas horas<br />
de su elaboración y en los debates parlamentarios correspondientes. Supo<br />
ser hombre de consenso, cuando lo juzgó preciso, consciente de la necesidad<br />
histórica de aquel paso, como de sus costes y de las luces, sombras<br />
y errores de lo que resultó. Es decir, que nunca tuvo ese simplismo papanata<br />
y acrítico que durante un tiempo reinó.<br />
Su trabajo siempre se relacionó con el Parlamento, incluso cuando tuvo<br />
cargos políticos. Gaby fue Director General, Subsecretario y Secretario de<br />
Estado siempre en el área de las Relaciones con las Cortes.<br />
Vuelto al Parlamento y sólo al Parlamento, allí hizo de todo y lo hizo muy<br />
bien. Tanta era su experiencia política que, entre otras cosas, anunciaba las<br />
crisis ministeriales por una especial sensación que le sobrevenía en las articulaciones.<br />
Una larga vida política sin crear enemigos. Nada es tan elocuente<br />
como ese dato que dice mucho de su caballerosidad y bonhomía.<br />
14 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Creo conocer sus reflexiones más profundas sobre el devenir de España<br />
frente a las fuerzas centrífugas. No eran nada halagüeñas, aunque no tan pesimistas<br />
como las que alberga el que suscribe.<br />
Gaby, un hombre lúcido, siempre se dejaba guiar por su carácter optimista<br />
y vital y guardaba esperanzas, cada vez más tenues, de que la cosa<br />
aún podría tener remedio. No puedo resistir la tentación de decir que en<br />
nuestras conversaciones, que siempre incluían este capítulo, él calificaba<br />
mi posición de “más sombría”. Efectivamente, uno tiende a pensar que en<br />
este trascendental asunto hemos pasado el punto de no retorno, por lo que<br />
ya no cabría pensar en esta cuestión sino en términos de “certus an incertus<br />
quando”. La pregunta que uno tiende a hacerse, y que él también se<br />
formulaba, estribaría más bien en el cómo y acerca de cuántos y cuáles<br />
serán los fragmentos. Concordábamos ambos en que si esto ocurre, y<br />
puede ocurrir a la menor crisis, a la más tenue de las tosecillas políticas o<br />
económicas que experimente nuestro cuerpo social, además de ese inmenso<br />
fracaso, toda la armazón institucional existente se puede venir abajo<br />
como un castillo de naipes.<br />
Fue un hombre leal, a la Corona y a quien la encarna, a la extinta formación<br />
política a la que él y yo pertenecimos, al Partido Popular, a los presidentes<br />
y los gobiernos con los que colaboró políticamente y a sus grupos<br />
parlamentarios, en los que fue una figura clave. Sirvió como pocos al Parlamento,<br />
fue también leal con la oposición y con los gobiernos a los que se<br />
opuso. Fue leal a sus ideas, a sus amigos a la democracia y a España.<br />
Demócrata, allá donde los haya, era consciente de que este sistema nos<br />
exige aceptar la legitimidad de gobiernos que no gustan, si respetan los límites<br />
constitucionales y las convocatorias electorales y a condición, lo dijo<br />
él magistralmente en una ocasión, de la reversibilidad de las decisiones.<br />
Ésta es la más importante, la mayor grandeza del sistema democrático y<br />
Gaby supo siempre estar a su altura.<br />
Era un hombre profundamente liberal. Su formación literaria e histórica,<br />
su creencia en el Parlamento, su respeto a los demás, su cortesía en la expresión<br />
y el trato, su confianza en la palabra, su preocupación por los es-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 15
GABRIEL CISNEROS: UN POLÍTICO EJEMPLAR / JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA<br />
pañoles y por España. Todo esto configura el eje de la personalidad y el político<br />
liberal que era. Más liberal aun porque no nació políticamente siéndolo<br />
y porque lo supo ser a su manera. Pienso que el más auténtico liberal<br />
no nace sino que se hace y lo es siempre a su manera.<br />
Fue un auténtico patriota, desde luego sin un sólo gramo de hojalata.<br />
A Gabriel Cisneros no le interesó nunca demasiado la economía, yo<br />
diría que en ninguna de sus manifestaciones. En eso quizás no era del todo<br />
de estos tiempos. Podría haber sido un noventayochista, un político de la<br />
Restauración o incluso del romanticismo, o hasta un ilustrado.<br />
Supo sin embargo vivir plenamente su época e incluso tener en el inicio<br />
y desarrollo del período histórico que vivimos un papel relevante como<br />
pocos. Como ya ha quedado dicho, abrigaba sus dudas sobre cómo se remataría<br />
esta etapa en lo territorial y con ello cuál sería el resultado final del<br />
proceso y a la postre su enjuiciamiento histórico definitivo. No será el que<br />
esto escribe quien piense que pudieran ser exageradas sus aprensiones.<br />
A las puertas de la muerte lo pusieron los asesinos de ETA. Supo, con<br />
su rapidez de reflejos y su agilidad corporal, salvarse de un secuestro. Los<br />
dos tiros que le descerrajaron estuvieron a punto de acabar con él. Venció<br />
en esta batalla suprema, se reestableció y ocupó de nuevo su lugar en la<br />
lucha política a través de la palabra.<br />
El sistema no fue suficientemente generoso con él. No se le tributó en<br />
vida el homenaje que se merecía. Él, por su parte, nunca quiso sacar ventaja<br />
o provecho de aquel gravísimo episodio.<br />
Luchó con su mal con lucidez, dignidad, denuedo y estoicismo. Estuvo<br />
en la trinchera hasta el final.<br />
Fue un hombre inteligente, leal, trabajador, culto, amable y honrado.<br />
Un político ejemplar y un hombre de bien. No exagero nada. Difícil será<br />
encontrar personas de su calidad, capacidad, entrega y experiencia. Con él<br />
y con Rodrigo Uría, que le precedió unos días en su marcha, tan distintos<br />
16 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
pero ninguno de ellos distante en el afecto, se me han ido este verano dos<br />
referentes vitales y probablemente algo de mí mismo. Debe de ser verdad<br />
lo que dice la copla de cuando un amigo se va.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 17
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />
EL SARCASMO DE UN GODO*<br />
Hay en una página de la novela de Joseph Roth, El busto del emperador,<br />
una lacerante escena en la que una especie de banquero, beneficiario<br />
de la caída del Imperio Austriaco hasta el punto de que ha<br />
comprado las joyas de la familia imperial, representa con sus amigos, igualmente<br />
eufóricos de que ya no quede en aquel mundo otra cosa que el dinero,<br />
y convertidos en bufones para celebrarlo, una farsa de subasta de la<br />
corona del emperador que lleva en su cabeza mientras baila, en un cabaret<br />
suizo. Y entonces el protagonista de la historia, un decidido partidario<br />
y convencido de la gran construcción política que era el Imperio, y que<br />
comprueba que, efectivamente, se ha venido abajo, y que se han convertido<br />
en crimen y vergüenza el nombre y la figura del emperador, al que<br />
había hospedado en su propia casa, comprende que la armonía del viejo<br />
mundo ha acabado y que la barbarie se ha presentado en forma de nacionalismos.<br />
Pero decide vivir como en sueños, vistiendo su viejo uniforme<br />
militar y saludando al busto del emperador, que instala en su jardín a la<br />
puerta de su casa, hasta que recibe la orden del gobierno, ahora polaco, de<br />
quitar de allí aquel busto. Y decide, entonces, juntamente con todo el pueblo,<br />
enterrarlo con unos solemnes funerales. Sabe perfectamente que las<br />
civilizaciones y culturas, que son construcciones humanas, también mueren,<br />
y sólo trata de que en este caso acaben con dignidad, al menos.<br />
José Jiménez Lozano, Escritor y Premio Cervantes.<br />
* Este texto, revisado por el autor, recoge su conferencia “Occidente”, pronunciada en el Campus<br />
<strong>FAES</strong> dentro del curso “Reinventar Occidente” (Navacerrada, 3 de julio de 2007)<br />
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Y todavía podríamos poner los ojos sobre otra escena de otra novela,<br />
El puente sobre el Drina de Ivo Andric, en la que se averigua que en el puente<br />
precisamente, centro de la ciudad y de la vida de los hombres y mujeres<br />
cuya historia se narra, se ha instalado un cordón de dinamita que permita<br />
volarlo si es necesario, de manera que ya la historia no será la misma nunca<br />
más, puesto que se cuenta con la voladura del puente. Se pasa a otro<br />
tiempo, y a otra historia; y ambas escenas me parece que en gran medida<br />
evocan la situación de Europa en este momento, y esto en medio de la<br />
melancolía, las aprensiones y los temores de algunos y la alegría de lo<br />
nuevo para los muchos, pero lo cierto es que no sabemos si va a haber más<br />
tiempo, y si va a haber más Europa, o más algo. Y de tal manera angustia<br />
esto a los emperadores del mundo nuevo, que está prohibido tener tales<br />
pensamientos. Pero será preciso antes que nada decir qué es lo que entendemos<br />
cuando decimos Europa, o decimos Occidente, y queremos decir<br />
“el mundo entero”, en resumidas cuentas.<br />
Los cafés –escribía George Steiner en vísperas de las elecciones europeas<br />
de 2005 para refrendar la nueva Constitución europea– son un rasgo<br />
característico de Europa. Van del establecimiento preferido de Pessoa, en<br />
Lisboa, a los cafés de Odessa donde todavía se siente la presencia de los<br />
gángsters de Isaac Babel. Se extienden desde los cafés de Copenhague, ante<br />
los cuales pasaba Kierkegaard durante sus paseos meditabundos, a los mostradores<br />
de Palermo. No hay cafés antiguos o característicos en Moscú,<br />
que es ya un suburbio asiático. Hay muy pocos en Inglaterra, luego de una<br />
moda efímera en el siglo XVIII. No hay ninguno en América del Norte, con<br />
excepción de esa sucursal francesa que es Nueva Orleáns. Si uno dibuja el<br />
mapa de los cafés obtendrá una de las referencias esenciales de la “noción<br />
de Europa”.<br />
Y ciertamente que es así, pero en África, en la América Hispana, Asia<br />
u Oceanía está por lo menos la cafetería de los aeropuertos, y allí están el<br />
Occidente y la vieja Europa, algún aroma del fondo del vaso del racionalismo,<br />
o de la conversación civilizada y libre europea, hay allí.<br />
Y no hay en esta última afirmación ni rastro de esa especie de orgullo<br />
eurocentrista, que naturalmente se ha dado de manera abundante, sino una<br />
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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
realidad, una cuestión de “autoridades de naturaleza” que decía Pascal; realidades<br />
objetivas que nos obligan a ser reconocidas por su propia presencia<br />
y signos externos, mientras las autoridades convenidas o construidas,<br />
con que se trataría de sustituirlas, son negación de realidad y mero nominalismo<br />
y accidentalidad de acuerdos, o imposiciones. Y no se necesita<br />
ningún acuerdo, desde luego, para comprobar que la manera de ver el<br />
mundo, el modo de estar instalados en él y de actuar en él occidentales<br />
han sido prevalentes por doquier, y en todos los planos de cosas, incluida<br />
la desgracia de la guerra. Porque cada vez que Occidente ha tenido que<br />
defenderse de sus enemigos, y casi siempre en situaciones de inferioridad<br />
material, ha ganado incluso en virtud de un manejo de la fuerza bruta muy<br />
superior al de sus enemigos, gracias a un dato de su conciencia: el convencimiento<br />
absoluto de que sus modos de entender el mundo, de vivir en<br />
él, y de su misma organización política, merecen ser defendidos para las generaciones<br />
futuras más que la vida misma. Y esto desde Salamina y Poitiers,<br />
pasando por Tenochtitlán y Lepanto, hasta Midway y Tet. Los europeos<br />
habían integrado en la razón instrumental el uso mismo de la brutalidad en<br />
la guerra, y se hallaban frente a sus enemigos en la situación que Heródoto<br />
explicaba a los bárbaros, al decirles que ellos, los bárbaros, no comprendían<br />
por qué los griegos enterraban a sus muertos, pero los griegos sí sabían por<br />
qué lo hacían, y también por qué los bárbaros se los comían. Y, por ese<br />
mismo manejo superior hasta de la brutalidad, las guerras entre europeos<br />
han sido también las más bárbaras de todas.<br />
Obviamente entonces, y por esta razón misma, Occidente ha estado<br />
siempre necesitado del recuerdo de la “hybris” griega para que no se crea<br />
inmortal como los dioses, y necesitado está igualmente de esas reflexiones<br />
y contraste que Pascal ha dedicado a la condición de los grandes de este<br />
mundo para que no tomen su condición de grandeza como natural, sino<br />
como establecida por los mil accidentes de la historia, como la propia condición<br />
de los reyes, decía él, se debe no a singularidad de la naturaleza,<br />
sino a los mil azares de la historia común humana, que también puede<br />
jugar en sentido contrario y atraer la ruina. Y lo que hay que decir es que<br />
Occidente mismo ha segregado este antídoto en su propia cultura contra<br />
su soberbia, y la depredación que ella ha producido a veces, y contra el<br />
peligro de su sentido umbilical o de centro del universo mundo.<br />
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Muy tempranamente fue avisado, pero pasaron tantas cosas en Europa<br />
que, ya es notable que, mientras un frailecillo español, hoy convertido desgraciadamente<br />
en martillo y escoba de ideología, como fray Bartolomé de<br />
las Casas, advertía al César Carlos, Señor de Europa y de los nuevos territorios<br />
de las Indias Occidentales, que sus nativos, recién descubiertos, eran<br />
hombres, trescientos y cuatrocientos años después, Marx, Freud, Nietzsche,<br />
y la constelación entera de las grandes mentes europeas que meditaron<br />
sobre la historia y su destino o sobre la naturaleza humana, ni se percataron<br />
de que había más hombres en el mundo que los europeos, y más historias,<br />
pensares y sentires de hombre que los que ellos manejaron para<br />
construir su pensamiento y sus resoluciones universales.<br />
Y, sin embargo, la razón de esto era tan sencilla como que al frailecillo<br />
se le ocurría esa advertencia porque era cristiano, y si ciertamente Aristóteles<br />
le había enseñado a pensar, era la Biblia la que le había descubierto<br />
esa humanidad en los indios, y por eso quería que como tales fueran tratados,<br />
y fueran beneficiarios por lo tanto de las instituciones de la romanidad.<br />
Y, por el contrario, aquellas grandes mentes, de las que hablaba, ya<br />
tenían a esa Biblia por una leyenda. Ya vivían en el tiempo nuevo de Europa,<br />
abierto con la Revolución Francesa, que comenzó disparando a los<br />
relojes públicos para anunciarlo, y concluyó por convertir todo el valor humano,<br />
que es decir la condición de persona, que era una condición ontológica<br />
y sagrada de cada individuo de la especie, en mera condición<br />
republicana y ciudadana, mera denominación convenida al fin y al cabo. Y,<br />
más tarde aún, llegaría el otro rebajamiento del darwinismo filosófico, o<br />
conversión de esa persona humana y de la condición ciudadana como sujeto<br />
de derechos en mera individuación física dentro de la clase de primates<br />
superiores.<br />
De manera que todo el universo cultural europeo, y el del mundo entero,<br />
resultaba no sólo irrelevante, sino un amasijo de ridículas supersticiones,<br />
o “leyenda antropológica”, como se definía ahora la cultura entera,<br />
y quedaba mudo y sin significatividad alguna; y reducidos quedaron los<br />
asuntos de la comunidad humana a una cuestión práctica de selección, alimentación,<br />
sanidad, reproducción y control de mortandad o sacrificio<br />
anestesiado, propios de una granja productiva y rentable. Y así Occidente,<br />
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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
que desciende de Atenas, Jerusalén y Roma, aquí viene a parar. Y, si lo deseamos,<br />
podemos contemplar las estaciones intermedias, desde la filosofía<br />
a la ciencia, pasando por el arte y la literatura. Pero seguramente es suficiente<br />
que conversemos un instante con cualquiera de las gentes retratadas<br />
por Memling hace quinientos años, todas ellas un individuo inefable y diferente<br />
que nos dice muchas cosas, y luego tratemos de aproximarnos a<br />
cualquiera también de las otras gentes igualmente retratadas pero hace solamente<br />
unas décadas, y a las que ya no podemos ni reconocer como humanas,<br />
porque son “caras verdes, cuerpos de madera”, que dice el crítico<br />
de arte Enrique Andrés. Porque “aquella encarnación, con su inefabilidad<br />
y todo, fue olvidada y toda carne tomada como un cuerpo objetivo, o sea,<br />
una cosa echada en el espacio y disponible al uso de la voluntad libérrima.<br />
Sólo objetos plásticos moldeables a voluntad, dijeron los artistas encontrar<br />
donde antes hubo sangre, alma y huesos”.<br />
Pero el caso es que ya estamos en esta “Estación Término” y final de trayecto<br />
de hombre e historia, incluso en la práctica más realista de los campos<br />
de muerte de los dos grandes totalitarismos, que imitaron aquellos juegos<br />
plásticos no en pintura, sino en deconstrucción de carne y sangre verdaderas.<br />
Y no sólo fueron éstas prácticas de ellos, sino también de las democracias<br />
vencedoras que también alzaron campos similares, y por ellos subió el<br />
contagio hasta los laboratorios científicos de estas democracias otrora esperanzadores<br />
sistemas de convivencia y de realización humana, y ahora en<br />
muy grave peligro, me parece. Europa es su ámbito pero ya no se reconocen.<br />
O reniegan de ser sí mismas, no sólo de su origen. Podríamos decir que<br />
Europa perdía incluso la conciencia cultural que era específicamente la herencia<br />
romana, o “vía romana” como la ha llamado Rémi Brague. Es decir,<br />
que “ser romano es tener, aguas arriba de sí, un clasicismo que imitar y, aguas<br />
abajo, una barbarie que someter”; y con la pérdida de esta conciencia ya se<br />
entraba en la disolución general de toda diferencia y en la irrelevancia de<br />
todo, que la modernidad conlleva. Aunque no será porque esta estancia de<br />
la ceguera y del reniego, o, más bien, de la disolución, como digo, y del nihilismo<br />
total y satisfecho, no estuviera avisada.<br />
El listado que pudiéramos hacer de estos advertidores sería demasiado<br />
largo, y sus advertencias fueron tan claras y minuciosas que nos parece que<br />
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no podrían haber dejado de ser atendidas; pero estamos en tiempo de hermenéutica<br />
en el que la realidad no es lo que es, sino lo que decimos que es,<br />
y tenemos un estúpido vocabulario y una gramática infecta para nombrarla,<br />
y no ya la gramática de Orwell que estuviera recién inventada, porque Tucídides<br />
ya prevenía contra ella como encubridora del desastre y del crimen.<br />
Porque es, ciertamente, desde tiempo muy lejano desde el que se nos<br />
viene advirtiendo; y podríamos citar “ad exemplum” desde las cortantes<br />
fórmulas del Maquiavelo que asiste a la ruptura total entre ética y política,<br />
y cree que no podrá haber en adelante en el Estado sino simulacros de la<br />
vieja justicia romana, hasta el Baudelaire que retaba “a todo hombre pensante<br />
a que me muestre qué queda de vida”, aunque, “la ruina generalizada<br />
no se mostrará únicamente o de manera especial por las instituciones políticas<br />
o por el progreso generalizado o como se llame. Se mostrará en la<br />
bajeza de los corazones”; y, descorazonado y sarcástico, Flaubert definirá<br />
la evolución de Occidente en tres etapas muy netas: “Paganismo, cristianismo,<br />
e idiotismo”.<br />
Pero resumiré, en cualquier caso, el asunto de manera más académica<br />
aunque no menos afilada, citando, como lo hace Karl Lowith en su discusión<br />
de la trágica crisis occidental de que hablamos, el Anuario para el movimiento<br />
intelectual que se publica en los círculos de Stephan George, en<br />
1912, bastante antes de la otra estancia de irrisión y liquidación de la cultura<br />
del tiempo de entreguerras, que fue tan exitosa y concluyó por ser “la<br />
ley y los profetas” de la modernidad de hoy: la transgresión y el espectáculo<br />
de la taberna, en la novela de Roth.<br />
“Ni siquiera una vista ya nublada –se dice allí– puede ignorar la tristeza<br />
general que se extiende, a pesar de todas las mejoras, comodidades y diversiones,<br />
y que sugiere la comparación con el imperio romano tardío. Desde<br />
el emperador hasta el último trabajador, todo el mundo sabe, y lo admite, que<br />
esto así no puede seguir, al menos en cuanto a los ámbitos que no le afectan<br />
directamente. Sólo la preocupación del individuo por su cargo y sus bienes<br />
sostiene este entramado. Nadie cree ya seriamente en los fundamentos de la<br />
actual situación del mundo. Las intuiciones y premoniciones pesimistas son<br />
el sentimiento más auténtico de la época: comparadas con ellas, todas las<br />
esperanzas de construir algo sobre la nada parecen desesperadas”.<br />
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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Al año siguiente de la publicación de estas comprobaciones, el Viernes<br />
Santo de 1913, un tío abuelo, por cierto, de Jean-Paul Sartre abandona Europa<br />
para irse a África. Se llama Albert Schweitzer, y estaba “familiarizado<br />
con el miedo, el odio y la falta de fe disfrazada de religiosidad –ya sin disfraz–<br />
que impregnan el continente”. Pero quizás ya sólo hay miedo o está<br />
la fascinación del fin, y de un final trágico en una versión que se presiente<br />
divertida.<br />
En el plano cultural, y por lo tanto destiñendo sobre el resto de la realidad,<br />
desde el día en que Nietzsche vio al loco gritando en el mercado de<br />
la ciudad y en las iglesias, ante los perplejos habitantes de aquélla, que Dios<br />
había muerto hacía ya doscientos años, luego ha sido todo una cadena de<br />
noticias mortuorias del pasado, aunque también un festival por esto mismo,<br />
y por la aurora que se aseguró que amanecería con ello para la humanidad<br />
entera. Pero quizás podríamos señalar como síntoma obvio de todo esto,<br />
que todavía se tomó más claro en el festival de entreguerras de los ismos artísticos<br />
y literarios, pongamos que el día en el que el urinario pintado por<br />
el señor Marcel Duchamp recibió la misma honorabilidad, que una virgencita<br />
de Filippo Lippi o una estancia de Vermeer. O, más bien mayor,<br />
porque sobre este viejo arte, corrompido y obsceno, como gustaban decir<br />
los surrealistas y otros istas, se alzaba el nuevo; y cuanto más prusiano y bolchevique,<br />
mejor, añadía el grito de guerra de los sepultureros de aquel viejo<br />
arte, literatura, y pensamiento. Y del hombre.<br />
Y, en adelante, todo será ya minucia, y divertimento, proclamas y retóricas,<br />
y horror no significativo; y, como descubre Sir Winston Churchill en<br />
un almuerzo con el Presidente Roosevelt y el Mariscal Stalin, el divertimento<br />
consiste en llegar a un acuerdo festivo sobre cuántos miles de oficiales<br />
alemanes hay que fusilar. Sir Winston protesta en nombre del honor<br />
del vencedor, y el Mariscal y el hijo del Presidente se ríen, y entonces Sir<br />
Winston abandona la sala, y se pone a pasear caviloso en su entorno hasta<br />
que siente que le ponen una mano sobre el hombro y se encuentra a Stalin,<br />
que, riéndose, le dice que se tranquilice, que sólo se trata de una broma.<br />
Pero para Churchill se trató de una revelación, ciertamente; la comprobación<br />
de que el mundo de sus valores, que de algún modo subsistían en política<br />
e incluso en la guerra desde la profecía de Maquiavelo, sólo producía<br />
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hilaridad. Porque ya era la no significatividad de todo, la aparición de una<br />
nueva estancia de la mente, y del último signo del vivir que hasta entonces<br />
significaba “civiltà”. La cortesía y la bondad comenzaron a ser síndromes<br />
de gentes enemigas del pueblo, y, desde luego, la brutalidad,<br />
magnificada o tolerada con una sonrisa, y el amor gratuito puesto a irrisión<br />
o explicado por las ciencias sociales de la bajeza mental y moral, la plena<br />
explicación de lo mejor por lo peor, pero únicas ciencias de recibo y honorables.<br />
Y, así, todo quedó el hombre mismo –tan aligerado y convertido<br />
en puro útil, que Walter Benjamin comenzó a quejarse de que ya no había<br />
nada que contar–; y quienes narran “ya no crean un mundo verdaderamente<br />
humano, sino que sólo analizan embrollos intelectuales, reacciones<br />
psíquicas y circunstancias sociales”, dice Löwith, pero porque los hombres<br />
no importan sencillamente, y el hombre de “cultura media” –el horror de<br />
los horrores, mantenido por las educaciones estatales–, cuya proliferación<br />
enfurecía a Goethe como la gran desgracia, no tolera que se cuenten historias,<br />
ni ninguna otra cosa. Y él es quien decide en la política y en todos<br />
los demás planos de cosas, y quien obedece encantado a esas decisiones.<br />
Cada día oímos el ritornello de la pérdida y ausencia de valores, como<br />
si se tratase del problema de un ama de casa que, de repente, no es capaz<br />
de recordar dónde ha puesto su llavero y teme que quizás lo ha perdido.<br />
Y hasta hay quienes piensan que hay que ir a la búsqueda de esos valores<br />
y retomarlos, que sería como poner cerraduras nuevas, pero para aquellas<br />
llaves viejas. Porque ¿acaso los famosos valores que se echan de menos no<br />
son precisamente los que se disolvieron con tanto gozo en la fiesta de la<br />
modernidad, y en sus invocaciones a los prusianos y a los bolcheviques? La<br />
fiesta ha sido un éxito, y prusianos y bolcheviques acudieron a la invocación<br />
y a la cita, y la Gran Ecuación ha sido realizada: ni mal ni bien, ni víctima<br />
ni verdugo, ni justo ni injusto, ni fealdad ni hermosura, ni ignorancia<br />
ni saber, ni verdad ni mentira, ni virtud ni vicio o crimen; todo es lo mismo<br />
y pura circunstancia, y el crimen, simple iniciativa de la subjetividad regida<br />
por las mismas fuerzas que llevaron a Beethoven a crear su obra, y sólo<br />
descaminada circunstancialmente, en el caso del criminal, por la perversidad<br />
social; de manera que sería injusto y perverso su castigo. Los famosos<br />
valores que se dicen echar de menos, que nos permitían distinguir la mano<br />
derecha de la izquierda, y nos impedían ser un vile pecus, un vil ganado,<br />
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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
eran la herencia de los padres que todos hemos rechazado y seguimos rechazando,<br />
y hemos puesto, y seguimos poniendo, a irrisión pública. O inscribiéndolo<br />
en la dogmática de lo “no políticamente correcto” y hasta en<br />
las leyes penales, y desde luego en nuestra “cultura media”. Se diría que no<br />
se sabe lo que se está haciendo en esta Europa. ¿Mimetizando, consciente<br />
o inconscientemente, la situación de la caída de Roma?<br />
Podríamos, desde luego, trazar un paralelo en varios sentidos, y podríamos<br />
mentar, por ejemplo, el fenómeno inmigratorio, el fenómeno de la<br />
fascinación por el enemigo, y el de “la cultura media” a la que he aludido,<br />
que es la cultura como juego y espectáculo. Pero, en relación con el primero<br />
de estos asuntos, debemos decir con el gran romanista Gaston Boissier,<br />
que ya hacía tiempo que Roma no era Roma, sino que era una<br />
“mezcolanza de libertos y extranjeros ... , [y] lo que aún seguía llamándose<br />
por costumbre el pueblo romano, [era un] pueblo miserable, que vivía de<br />
las liberalidades de los particulares o de las limosnas del Estado, que no<br />
tenía ya ni recuerdos, ni tradiciones, ni espíritu político, ni carácter nacional,<br />
ni tampoco moralidad ... El poder absoluto que habían llamado con sus<br />
votos, que acogieron con sus aplausos, estaba hecho para ellos”. Pero, desde<br />
luego, ni siquiera era este pueblo cuasi-romano el que sentía fascinación por<br />
los bárbaros que presionaban en las fronteras y cada vez más cerca, sino las<br />
clases ociosas de diletantes y hartos de su propia prosperidad, que vivían<br />
en las grandes villas o eran huéspedes del banquete de Trimalción y buscaban<br />
excitantes del vivir, tenían poder político y económico, y desempeñaban<br />
sus responsabilidades como el deporte de los combates de carros en<br />
el circo. Y el rey godo Teodorico mostraba que los conocía muy bien<br />
cuando afirmaba que los romanos necios querían ser bárbaros, pero los<br />
bárbaros inteligentes querían ser romanos. Y ¿acaso no escuchamos hoy ingeniosidades<br />
semejantes a esas preferencias de las que se burlaba un rey<br />
bárbaro?<br />
Lo que ocurre es que las culturas decorativas cansan, y concluyen por<br />
ser consideradas inaguantables decorados cotidianos, y verborrea que ha<br />
perdido su sentido. Se busca su venta y alquilaje a cualquier precio, y así<br />
vemos abaratados y en almoneda nuestro mismo sistema político, modo de<br />
vivir, y nuestra propia alma, si por ventura la tuviéramos. Desde luego ri-<br />
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EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />
famos o regalamos a quien la quiera, y como algo ya para nosotros sin sentido,<br />
la herencia de los padres, y a ellos mismos, y, en realidad, estaríamos<br />
ante un verdadero asesinato de ellos. ¿Sin saberlo, como Edipo?<br />
En referencia al viejo laicismo del siglo XIX y primeras décadas del XX,<br />
que parece haber renacido hasta en el ámbito oficial de la U.E. por cierto<br />
–como un desecho histórico e ideológico, pero también como síndrome e<br />
instrumento de totalitarismo, porque ciertamente se trata de una religión<br />
de Estado o conformación cultural a su omnipresencia de poder–, cabría<br />
evocar simplemente la lacerante preocupación cultural y política que habría<br />
que sentir ante la retirada del judeo-cristianismo en tanto que cultura<br />
y presencia pública y entitativa en Occidente, si es que se tiene alguna idea<br />
clara de lo que éste significó siempre, en este sentido, y de lo que comportará<br />
su ausencia.<br />
De hecho, y sin ir más allá, podemos tocar la evidencia de que, desde<br />
la Revolución Francesa a la Soviética y sus epígonos de ahora mismo, todos<br />
esos pensares y sentires han estado, y están, viviendo de la laicización de<br />
las afirmaciones judeo-cristianas, prometiendo incluso la libertad o la liberación,<br />
la justicia y la igualdad, o la solidaridad, que saben muy bien que no<br />
pueden garantizarse ni realizarse fuera del ámbito de lo ético -religioso. Y<br />
que se tornarán puro crimen, si se intentase su funcionamiento, como siempre<br />
que la mística se convierte en política, según ya avisó Charles Péguy,<br />
y ya se ha demostrado con demasiados horrores, a través de la historia, incluidos,<br />
desde luego, los propios crímenes de la cristiandad. Pero también<br />
sabemos que no hay política posible sin mística o mítica –digamos en este<br />
contexto–, que es decir, sin el tuétano de una cultura que nos explique quiénes<br />
somos. Y mítica y política no se inventan, o estaríamos en la idolatría<br />
más primitiva, y también sabemos los horrores que produce.<br />
Del viejo laicismo secularizador, heredero de la Ilustración, que entendía<br />
que el progreso era algo conseguido a despecho de la religión, dice Michael<br />
Burleigh que la suya era “una posición histórica que pasaba por alto que el<br />
monoteísmo cristiano había separado a Dios del mundo, y había impulsado<br />
así al hombre a hacerlo inteligible, pero también lo que podrían llamarse los<br />
orígenes paleoliberales de muchas limitaciones esenciales del poder secular<br />
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<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
que el mundo moderno había heredado de enfrentamientos muy anteriores<br />
entre la Iglesia y el Estado”. Y, en el mismo sentido, subraya más explícitamente<br />
Jürgen Habermas lo que vengo diciendo: “El universalismo igualitario<br />
–del que salieron las ideas de libertad y solidaridad, de autonomía y<br />
emancipación, la idea de una moral de la convicción personal, de los derechos<br />
del hombre y de la democracia– es una herencia directa de la ética judía<br />
de la justicia y de la ética cristiana de la caridad. Esta herencia jamás ha cesado<br />
de ser objeto de nuevas apropiaciones críticas y de nuevas interpretaciones,<br />
pero sin que su sustancia haya cambiado. Y es que, hasta hoy en día,<br />
simplemente no hay alternativa. Incluso frente a los retos presentes de una<br />
constelación post-nacional, continuamos alimentándonos de esa sustancia<br />
... Todo lo demás no es más que cháchara post-moderna”.<br />
Y no acabaríamos de amontonar recordaciones en este sentido, acudiendo<br />
igualmente, pongamos por caso a Burckhardt y a Comte o Toynbee,<br />
y a la constelación entera de quienes en el mundo moderno han tratado de<br />
repensar la historia, y han apuntado a una constante definitoria de Occidente<br />
como impensable sin su gran herencia. Y debemos señalar, desde<br />
luego, que todos ellos, con la excepción del marxismo, pero no de sus herejes,<br />
como indica esta advertencia, más perentoria aún que todas las otras, del<br />
marxista Ernst Bloch: “El cristianismo es altivez y voluntad de no dejarse<br />
tratar como ganado”; y quien dice el cristianismo dice también la herencia<br />
de Grecia y Roma, y todos los aportes de la propia historia europea. Y el caso<br />
es que, si también se rechaza o se entierra esta evidencia, no será ni siquiera<br />
pura cháchara lo que quede, ni pura estupidez, sino sencillamente servidumbre.<br />
No se necesitan grandes filosofías para comprender que, como ayer<br />
y ahora mismo ha ocurrido y ocurre, lo que sucede a Occidente sucederá a<br />
todo el mundo, y ya vemos la punta del “iceberg” del nihilismo feliz con que<br />
se sustituiría el paso de Europa a la irrelevancia política que apenas si puede<br />
ya cubrirse con la retórica y la propaganda. Y quizás tal salto en el vacío,<br />
mientras no ocurra nada demasiado traumático, pueda ser un juego para<br />
muchos y un cálculo para otros, pero ya se está mostrando como algo muy<br />
arriesgado hasta en los datos de la demografía. ¿Es Europa todavía Europa?<br />
Lo que comprobamos es que Europa –no digamos ya España, que va<br />
la primera por ese camino de la alegre disolución– se trae un juego suicida<br />
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EL SARCASMO DE UN GODO / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO<br />
entre manos, y sus democracias bien pueden perecer a manos de algo que<br />
viene de ellas mismas: el discurso público convertido en palabrería, habladuría<br />
y abstracciones. Las democracias habían relativizado la política, reduciéndola<br />
a su sustancia que es el ámbito de los asuntos empíricos, sin<br />
sombra de ideología, pero la sombra de ésta y, por lo tanto del totalitarismo,<br />
se extiende cada día más sobre las llamadas democracias avanzadas,<br />
y la verdad ideológica, incluso en la forma rastrera de la llamada corrección<br />
política, que es un envite a los logros de la juridicidad, la libertad y la razón,<br />
vuelve a absolutizarlas, y a levantar un universo para-totalitario. Y frente a<br />
sus peligros más materiales, en Europa sólo aparece el miedo de quien no<br />
quiere defenderse porque no tiene nada que defender, como no sea su nivel<br />
de vida, que, a la vez, la hace odiarse a sí misma para distraer su acedía y<br />
su cansancio.<br />
No está todo perdido, sin embargo, si nos preguntáramos por todo esto,<br />
que está perfectamente claro para todos nuestros godos de dentro o de<br />
fuera de nuestras fronteras. Porque la divertida ironía de Teodorico con<br />
respecto a Roma se hizo verdad, y no está escrito que no pueda volver a<br />
serlo; porque en realidad no era un juego, ya que los bárbaros no juegan<br />
con constructos mentales ni gramáticas, ni conversan, ni tienen el distinguido<br />
síndrome de la fascinación por el suicidio, que los norteamericanos<br />
ven en nosotros y en su bienestante y diletante “intelligentsia”. En realidad,<br />
esa observación del rey godo es un exacto diagnóstico realista, la sarcástica<br />
expresión de un conocimiento político absolutamente serio de la Roma<br />
que ya no era Roma. Y, ahora, son millones los odiadores y codiciosos de<br />
Europa que saben que ésta, como poco, ya va siendo no-Europa. Y que está<br />
bastante adelantada en ello. Esperemos que no sin vuelta, como Eurídice.<br />
Aunque esta vez la salud de Eurídice está en que Orfeo, todos nosotros,<br />
miremos hacia atrás, nos digan lo que nos digan los nuevos dioses.<br />
30 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
MAX FALQUE<br />
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL<br />
ESTADOUNIDENSE:<br />
ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO<br />
“ En mi actual trabajo, tengo que tratar asuntos medioambientales muy<br />
serios a los que se enfrentan tanto los Estados Unidos como Canadá.<br />
Pero en la Cumbre (Río de Janeiro) no se habló tanto de estos temas<br />
tan serios como de las políticas mundiales. El G-7 contra el G-77… Mucha<br />
gente estaba más interesada en destruir nuestro sistema de libre empresa que<br />
en el medioambiente. Quieren nuestro sistema de empresa, quieren nuestro<br />
nivel de vida, pero parece que piensan que sólo pueden obtener esas cosas<br />
destruyendo lo que tenemos. Y parecen sorprendidos de que nuestro Presidente<br />
no renuncie sin más a esos derechos de propiedad que contribuyen a<br />
que tanto nosotros como nuestro sistema empresarial siga siendo libre” 1 .<br />
Las recientes y múltiples diferencias que han surgido entre los Estados<br />
Unidos y Europa, y en especial Francia, no se deben tanto a la supuesta<br />
mala voluntad de la administración republicana americana como a una<br />
profunda diferencia cultural que va más allá de la mera alternancia política.<br />
Max Falque es Consultor internacional de política medioambiental y Delegado General del International<br />
Center for Research on Environmental Issues-ICREI de Aix en Provence www.environnement-propriete.org<br />
1 Gordon Durnil, “The making of a conservative environmentalist”, Indiana University Press, 1995,<br />
p. 41.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 31
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
El análisis del magnífico debate intelectual realizado por múltiples thinktanks<br />
2 pone de manifiesto que, desde hace unos veinte años, la reforma de<br />
la política medioambiental forma parte del programa de los partidos políticos<br />
y que la posición de la administración republicana no es tan diferente<br />
de la que habrían adoptado los demócratas 3 .<br />
Ronald Reagan, elegido Presidente en noviembre de 1980, contribuyó<br />
en gran medida a renovar el debate sobre política medioambiental basándose<br />
en las investigaciones de la escuela de “New Resource Economics” 4 o<br />
“Free Market Environmentalism”.<br />
Lector asiduo de Frédéric Bastiat, Reagan tenía firmes convicciones liberales<br />
que, en materia de medioambiente, iban asociadas a los derechos de<br />
propiedad y a los instrumentos del libre mercado, a una fuerte desconfianza<br />
respecto a la multiplicación de las leyes y regulaciones de dudosa eficacia y<br />
a la recuperación de la soberanía de los Estados. En resumen, se trataba de<br />
una visión radicalmente diferente de la que había prevalecido desde los años<br />
sesenta, inspirada por el New Deal (incluso por la Era Progresista de principios<br />
del siglo XX) que colocó al Estado federal en el centro de la transformación<br />
social. En esto se opuso a Jimmy Carter, su antecesor demócrata,<br />
que había escrito el prólogo del informe “Global 2000”, que realizó, a instancias<br />
del propio Presidente, el Consejo de Calidad Medioambiental. Las<br />
previsiones de este informe resultaron tan desastrosas como las que el Club<br />
de Roma había publicado en inglés en 1972 con el título de “Limits to growth”,<br />
e incluso estuvieron a la altura de las catastróficas y ridículas predicciones<br />
anuales de Lester Brown (World Watch).<br />
Sin embargo, paradójicamente, es la Administración demócrata Clinton-Gore<br />
la que aplicó, sin reconocerlo realmente, el grueso de las reformas<br />
propuestas por el Partido Republicano, mayoritario en el Congreso<br />
2 Entre ellos podemos citar el Competitive Enterprise Institute, American Enterprise Institute-Brookings,<br />
Cato, Heritage, PERC, FREE, NCPA, Atlas...<br />
3 Señalaremos que Al Gore firmó el Protocolo de Kyoto… a sabiendas de que en ningún caso<br />
sería ratificado por el Congreso, ya fuera éste demócrata o republicano.<br />
4 Cf “Libéralisme et Environnement” de M. Falque, Futuribles n° 97, marzo de 1986.<br />
32 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
tras las elecciones de 1994. Al igual que en materia social, parece que los<br />
Estados Unidos se cuestionaron un cuarto de siglo de política medioambiental<br />
federal conocida vulgarmente con el nombre de “command and control”,<br />
basada en una multiplicación de leyes y regulaciones al servicio de una<br />
administración federal omnipresente y exuberante.<br />
No se trata, por tanto, de una simple peripecia política y demagógica, ya<br />
que este cambio se fundamenta en la observación de la realidad, un corpus<br />
teórico coherente y una corriente de fondo de la sociedad americana que<br />
quería recuperar una interpretación estricta de la Constitución. En estas condiciones,<br />
hay sobradas razones para pensar que la auténtica revolución intelectual<br />
y política, puesta en evidencia por el debate público, servirá de base<br />
para una modificación de las modalidades de intervención de los poderes<br />
públicos a lo largo de la primera mitad del siglo XXI. La incertidumbre reside<br />
más en la importancia y la rapidez del cambio y su aplicación que en su<br />
naturaleza y su dirección. Es importante que Europa sea consciente de ello<br />
para evitar una decadencia económica y, por ende, medioambiental.<br />
APUNTES HISTÓRICOS<br />
La celebración del primer “Día de la Tierra” (abril de 1969), a pesar o a<br />
causa de su carácter de “happening” radical 5 muy propio de aquellos<br />
años, simbolizó el auge espectacular de la sensibilidad medioambiental<br />
en el seno de la opinión pública. La traducción política de estas nuevas<br />
aspiraciones fue rápida y enérgica, ya que se votaron varias leyes federales.<br />
La primera de ellas y la más famosa, la National Environmental<br />
Policy Act (NEPA 1969), creó por primera vez el estudio de impacto<br />
ambiental 6 y puso en marcha el Council on Environmental Quality<br />
5 Entre los organizadores destacó la presencia de Ralph Nader así como de Ira Einhorn, que fue<br />
extraditado de Francia a los Estados Unidos (julio de 2001) para responder del asesinato de<br />
su concubina hace unos veinte años. Se libró de la pena de muerte a petición de Francia.<br />
6 Es curioso que en 2003, la Unión Europea limitó el estudio de impacto estratégico a los planes<br />
y programas excluyendo las “políticas”... veintitrés años después de que el Presidente<br />
Nixon hubiese promulgado la ley (NEPA 1969) que exigía a la Administración Federal someter<br />
todas sus “acciones más importantes” a evaluación medioambiental.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 33
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
(CEQ), así como la Environmental Protection Agency (EPA). A esto le<br />
siguieron otros “Estatutos” 7 muy importantes, a lo largo de lo que Ian<br />
McHarg ha venido a denominar “la década medioambiental”, relativos<br />
al agua, al aire, los residuos, las especies amenazadas, los lugares contaminados,<br />
las costas…<br />
Para todos los observadores, independientemente de sus tendencias políticas,<br />
esas leyes federales tuvieron resultados espectaculares en la calidad<br />
del medioambiente, en la medida en que aportaban una respuesta rápida,<br />
concreta y eficaz a los problemas más urgentes. Pero esta mejora del medioambiente,<br />
lejos de acallar las peticiones de la opinión pública, aguzó su<br />
sensibilidad, sin olvidar que hoy en día las exigencias medioambientales<br />
crecen al mismo ritmo que el nivel de vida. Ahora bien, el coste de la eliminación<br />
del último 10% de una contaminación cualquiera es sumamente<br />
elevado, por lo que resulta utópica la reivindicación de una contaminación<br />
cero, concepto surgido de la “deep ecology”.<br />
El necesario refuerzo de las regulaciones, su aplicación por parte de<br />
una burocracia federal, el espectacular aumento de contenciosos interminables<br />
8 , las obligaciones desiguales impuestas a los agentes económicos,<br />
a las administraciones locales y a los simples ciudadanos, los atentados<br />
cada vez más numerosos a los derechos de propiedad y, sobre todo, la<br />
costosísima ineficacia provocaron una reacción de rechazo hacia el sistema<br />
federal que se trasladó a la esfera política en forma de elecciones legislativas<br />
en 1994. El resultado fue una considerable mayoría republicana.<br />
Los republicanos, apoyándose en el programa radical “Contract with<br />
America” de Newt Gingrich, propusieron una verdadera “revolución conservadora”<br />
cuyos principios fueron establecidos por Ronald Reagan, es<br />
decir, un desmantelamiento y/o una reforma profunda de las ayudas sociales,<br />
sanitarias y medioambientales y la “devolución” del poder a los Estados.<br />
7 Los “statutes”, construcciones puramente legislativas, se diferencian de la “common law”, que<br />
es fruto de la jurisprudencia.<br />
8 Alrededor del 60% del presupuesto federal destinado a la aplicación del Superfondo se invirtió<br />
en costas legales.<br />
34 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Este programa republicano chocaba abiertamente con el programa demócrata<br />
que había sustentado la elección de Bill Clinton en 1992, sobre<br />
todo en materia de medioambiente, puesto que el Vicepresidente Al Gore<br />
era el autor de un voluminoso (y aburrido) libro titulado Earth in Balance 9 ,<br />
cuyas tesis flirteaban con la ecología profunda y coincidían con las posiciones<br />
intervencionistas (“big government”) de las grandes organizaciones de<br />
defensa del medioambiente y, paradójicamente, con las de las grandes empresas<br />
(“big business”) para las que las regulaciones suelen ser sinónimo de<br />
beneficios fáciles al eliminar a la competencia.<br />
El contradictorio debate de ideas no sobrevivió a la proximidad de las<br />
elecciones presidenciales de noviembre de 1996, y a finales del año 1995<br />
se produjo un reajuste centrista en la posición del equipo Clinton/Gore, es<br />
decir, una carrera entre republicanos y demócratas con el fin de proponer<br />
una reforma profunda del sistema normativo bajo el lema de lo que pasó<br />
a llamarse la “tercera vía”.<br />
También podemos preguntarnos si los demócratas no han tratado de<br />
facto el medioambiente de la misma forma que han tratado la ayuda social<br />
(“welfare”), que consistía pura y simplemente en desmontar el sistema federal<br />
y traspasar la responsabilidad a los Estados.<br />
De todas formas, las campañas electorales de 1996 y de 1998 hicieron<br />
aparecer en la opinión pública una sólida voluntad de cambio que la nueva<br />
Administración debía tener inevitablemente en cuenta. Todo sucedió como<br />
si transcurrido medio siglo desde el New Deal, le sucediese una nueva era<br />
que ya empezaba a perfilarse. De hecho, la situación de “cohabitación”<br />
entre 1996 y 2000 obligó al Congreso republicano y al Presidente demócrata<br />
a realizar una serie de ajustes pragmáticos cuyas gesticulaciones ideológicas<br />
no fueron tan aireadas como en años anteriores. La nueva<br />
configuración política con un Presidente republicano y un Congreso divi-<br />
9 Pero a pesar de sus defectos, ese libro tuvo un gran impacto: “patéticamente limitado en su<br />
percepción de la civilización occidental, miserable en su ignorancia de la economía, simplista<br />
en sus soluciones y profundamente convencido de la llegada de una crisis que sigue sin demostrarse”,<br />
Bob Zelnick en Gore, a political life, Regnery Publishing, 2000.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 35
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
dido (mayoría demócrata en el Senado y mayoría republicana en la Cámara<br />
de Representantes) frenó las ambiciones reformistas.<br />
La elección de G.W. Bush en 2000 y en 2004 confirmó la orientación<br />
conservadora con la difusión del concepto de “New Environmentalism”.<br />
Para los conservadores, la política medioambiental más eficaz es el crecimiento<br />
económico, ya que por sí sólo permite la financiación de las tecnologías<br />
de descontaminación, un incremento de la “demanda<br />
medioambiental” que está en función de los ingresos individuales. Además,<br />
los avances en los modelos de producción, al mismo tiempo causa y consecuencia<br />
del crecimiento económico, han contribuido históricamente al<br />
descenso de los niveles de contaminación.<br />
La “curva medioambiental de Kuznets” ha teorizado e ilustrado esta<br />
política en “U” inversa que demuestra que si, al principio, el crecimiento<br />
económico de un país aumenta el nivel global de contaminación, se observa<br />
el fenómeno contrario en el momento en el que ese país deja atrás el<br />
subdesarrollo y sus ciudadanos se enriquecen.<br />
LA “TRINIDAD DIABÓLICA”<br />
La expresión “Unholy Trinity” apareció en 1994 en las publicaciones de las<br />
grandes y poderosísimas organizaciones para la protección de la naturaleza,<br />
como National Audubon Society, Environmental Defense Fund, Sierra Club,<br />
National Wildlife Federation, Greenpeace, World Watch, etc. Se refiere al tríptico<br />
legislativo propuesto por el Partido Republicano y en particular a la plataforma<br />
electoral de 1994, que recogía la evaluación ex ante de las legislaciones<br />
medioambientales, la protección de los derechos de propiedad y la prohibición<br />
de regulaciones federales que no conllevaran su correspondiente financiación.<br />
La evaluación ex ante de las decisiones públicas<br />
Se trata de poner en marcha procedimientos específicos en varios ministerios<br />
(como la Environmental Protection Agency, EPA), de tal forma que<br />
36 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
se les obliga a evaluar, identificar y hacer públicos los riesgos y costes de<br />
las leyes propuestas. De hecho, los riesgos suelen calcularse para casos límite<br />
y fuera de la realidad, y cabe preguntarse si es legítimo gastar grandes<br />
sumas de dinero si el resultado no conlleva una mejora significativa del<br />
medio ambiente y de la salud.<br />
En esta línea, Stephen Breyer, en la actualidad juez del Tribunal Supremo,<br />
citaba un juicio en el que se dirimía que unos niños habían ingerido<br />
productos peligrosos en una zona pantanosa de New Hampshire. En este<br />
caso, el demandante quería ahorrarse 9,3 millones de dólares en la eliminación<br />
de la contaminación residual de un antiguo vertido tóxico. Este<br />
lugar, que ya había sido sometido a un tratamiento, había alcanzado un<br />
nivel de limpieza tan elevado que si los niños ingerían barro y tierra durante<br />
sus juegos, esto no presentaba ningún riesgo sanitario real, ni siquiera en<br />
el caso de que estuvieran expuestos 70 días al año. Según las condiciones<br />
impuestas por los poderes públicos, que conllevaban una limpieza aún más<br />
rigurosa, los niños hubieran podido ingerir tierra en ese emplazamiento<br />
durante 245 días al año. Pero, por ironías de la vida, al ser un pantano, ningún<br />
niño había visitado este lugar, y aún menos niños capaces de comer tierra<br />
10 . Este ejemplo ilustra un problema que suele surgir a la hora de legislar:<br />
¿a partir de qué momento un riesgo pasa a ser aceptable?<br />
Más allá de las anécdotas y de los inevitables “errores burocráticos”, gran<br />
parte de la opinión pública y de los especialistas norteamericanos en política<br />
medioambiental consideran que las regulaciones suelen carecer de racionalidad<br />
y en algunos casos son un obstáculo para alcanzar los objetivos<br />
para los que habían sido elaboradas. Por ejemplo, la no jerarquización de los<br />
objetivos, o más bien una jerarquización impuesta por parte de grupos de<br />
presión, implica que las regulaciones suelen abordar problemas menores y<br />
dejar de lado atentados mucho más importantes a la salud y al medioambiente.<br />
La consecuencia siempre es una mala asignación de los recursos y,<br />
por lo tanto, un “suboptimum” medioambiental que pone en cuestión la legitimidad<br />
de un sistema de decisión excesivamente político y tecnócrata.<br />
10 Citado por G. E. De Planque, US Nuclear Regulatory Commission in Epistemologie des Cindyniques,<br />
París, 1996.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 37
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
Por ello, es necesario contar con la intervención de un peritaje científico<br />
independiente y traducir sus resultados en términos comprensibles<br />
mediante comparaciones al alcance de todo el mundo. Además, la evaluación<br />
debe precisar cuáles son las incertidumbres y los límites de los conocimientos.<br />
Pero el requisito más innovador reside en un nuevo tipo de<br />
análisis coste/beneficio, según el cual cualquier normativa nueva debe ofrecer<br />
ventajas (en los campos sanitarios, sociales, medioambientales, económicos)<br />
que superen los inconvenientes.<br />
Esta propuesta se fundamenta en numerosas investigaciones que demuestran<br />
que las regulaciones medioambientales y sanitarias no sólo<br />
son ya incontrolables sino también contraproducentes. En efecto, gastar<br />
mil millones de dólares para salvar supuestamente una sola vida humana<br />
se traduce en un aumento de la morbilidad en otros sectores de<br />
actividad, aunque sólo sea como consecuencia del incremento de la pobreza.<br />
De esta forma, el Center for Risk Analysis de la Universidad de Harvard<br />
propone una reasignación de los recursos en función de los programas más<br />
eficaces que podría salvar unas 60.000 vidas humanas al año. Otras investigaciones<br />
(Duke University) afirman que cada vez que se gastan 50 millones<br />
como consecuencia de una normativa, se produce un fallecimiento<br />
más.<br />
Si el principio de evaluación del riesgo normativo es objeto de un consenso,<br />
su puesta en marcha ha suscitado problemas políticos. En 1993, el<br />
Presidente Clinton, mediante la Orden Ejecutiva (“Executive Order”) 12866,<br />
obliga a los administradores a utilizar el “risk assessment” en la elaboración<br />
de sus normativas.<br />
Pero una Orden Ejecutiva sólo tiene valor de recomendación para el<br />
Ejecutivo y carece de fuerza de ley. Además, en 1995 la Cámara de Representantes<br />
con mayoría republicana votó una ley que hacía obligatoria<br />
la evaluación de riesgos. Pero la mayoría demócrata, sometida a la presión<br />
de los círculos conservacionistas, así como del veto presidencial, impidieron<br />
su promulgación.<br />
38 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Este nuevo procedimiento conllevaba grandes ventajas a la hora de aclarar<br />
el proceso de decisión y tenía en cuenta el largo plazo, pero amenazaba<br />
con complicar el proceso legislativo y normativo. También se propuso el<br />
umbral de los 100 millones de dólares, una suma correspondiente a la evaluación<br />
de coste de la normativa.<br />
“Se acusa a estas iniciativas de volver a cuestionar los progresos realizados<br />
gracias a las regulaciones que obligan a la adopción de determinadas<br />
tecnologías. No sólo se criticaron las iniciativas parlamentarias<br />
argumentado que favorecían la contaminación (‘polluter friendly’) sino que<br />
además, paradójicamente, amenazan con multiplicar el papeleo que ahoga<br />
el sistema normativo y aumentar así el coste de funcionamiento” 11 .<br />
La proximidad de las elecciones presidenciales de noviembre 2000<br />
había dejado en el olvido estos intentos parlamentarios. Pero Al Gore, el<br />
candidato demócrata, retomó la iniciativa política al publicar el “Project<br />
XL” (“Excellence in Leadership”) que compartía el mismo objetivo que los<br />
republicanos, es decir, hacer frente a la evidente ineficacia del Sistema<br />
“Normativa y Control” (“Command and Control”).<br />
Se trataba de fomentar la flexibilidad normativa gracias a patrones de objetivos<br />
que tendrían que negociarse dependiendo de las ubicaciones. Esta experimentación<br />
continuada debería posibilitar mejores resultados que los que<br />
se habían obtenido apoyándose en la normativa actual o futura. Este proyecto,<br />
de carácter eminentemente electoralista, fue objeto de críticas ya que<br />
la EPA seguía dominando el tablero, libre de un contrapoder independiente,<br />
y dado que la evaluación de la eficacia es extremadamente subjetiva.<br />
Varios proyectos de ley relativos a la evaluación de las regulaciones medioambientales<br />
han enfrentado a republicanos y demócratas en el Congreso,<br />
aunque en el fondo estaban de acuerdo en una doble constatación:<br />
Si las regulaciones no cuestan nada cuando la administración las promulga,<br />
su puesta en marcha comporta para el conjunto de los agentes<br />
11 Cf. B.S. Ginsberg y C. Cummis in Environmental Law Reporter, 26ERL, p. 1059.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 39
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
económicos y de los contribuyentes unos costes extremadamente elevados<br />
que ascienden a unos 200.000 millones de dólares al año, sin olvidar<br />
que estos costes no se contabilizan de forma oficial. Así fue como surgió<br />
el concepto de “regulatory budget” que arroja nueva luz sobre el coste real<br />
de la intervención de los poderes públicos.<br />
La eficacia de estos gastos resulta mediocre y es totalmente factible<br />
alcanzar los mismos objetivos a un coste mucho menor, o bien obtener<br />
objetivos mucho más ambiciosos incurriendo en los mismos costes.<br />
Estas constataciones llevaron a los senadores Thompson y Levin a introducir<br />
en 1997 el proyecto de ley “Regulatory Improvment Act”, que<br />
prescribía el análisis normativo por parte de un comité consultivo compuesto<br />
por personalidades competentes pero por ningún funcionario del<br />
ministerio pertinente. Este “Advisory Committee on Regulation” debe llevar<br />
a cabo un doble examen de las regulaciones que tienen la calificación<br />
de importantes:<br />
Un análisis coste/beneficio que incluya los datos no cuantificables y las<br />
diferentes alternativas.<br />
Un análisis del riesgo que garantice que se respetan las prioridades presupuestarias<br />
y que se optimizan los beneficios medioambientales de cada<br />
dólar invertido.<br />
“El proyecto de ley S 981 aportará una dimensión legislativa a las<br />
demandas de los cuatro últimos presidentes (dos republicanos y dos<br />
demócratas) relativas al análisis normativo. Este proyecto de ley evita<br />
los excesos de las anteriores propuestas de reformas normativas,<br />
conservando sus mejores elementos. Debería reforzar las normativas futuras<br />
y hacerlo de tal forma que las numerosas disposiciones para salvaguardar<br />
el medioambiente, la salud y la seguridad se apliquen con el<br />
menor coste” (Paul Portney, audiencia en el Senado el 12 de septiembre<br />
de 1997). Este proyecto de ley bipartidista fue aprobado por el Congreso.<br />
40 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
“Unfunded mandates” (Obligaciones no financiadas)<br />
La segunda parte de la “trinidad diabólica” se refiere a las regulaciones federales<br />
que no conllevan sus correspondientes financiaciones. De hecho, la<br />
abundancia normativa del Gobierno federal y en especial de la EPA, no se<br />
ha visto nunca limitada por el freno natural que constituye la necesidad de<br />
contar con partidas complementarias. “Estas prácticas no son democráticas<br />
y destruyen la responsabilidad. Permiten a los políticos aprobar leyes<br />
sin aprobar los impuestos correspondientes. Los miembros del Congreso<br />
recurrieron a los ‘unfunded mandates’ para manifestar su apoyo a ciertas<br />
causas populares, pero disimulando al tiempo el coste que entrañaban sus<br />
programas. El resultado es que las prioridades locales deben subordinarse<br />
a la voluntad de Washington... Los Estados y las administraciones locales<br />
necesitan flexibilidad para dar respuesta a las necesidades de sus electores”<br />
12 .<br />
De hecho, se estima que sólo el coste de la normativa medioambiental 13 ,<br />
que en 1986 ascendió a 92 mil millones de dólares y en 1998 a 198 mil millones,<br />
en 2005 alcanzó los 224 mil millones de dólares, es decir más del<br />
doble en 19 años. Hoy en día el Gobierno federal sólo se hace cargo del<br />
10%, mientras que el sector privado y el resto de los gobiernos (Estado y<br />
administraciones locales) están obligados a encontrar recursos para hacerles<br />
frente. Por tanto, la idea es obligar al Gobierno federal a que toda<br />
nueva normativa lleve aparejada su correspondiente financiación en beneficio<br />
de los que vayan a ponerla en marcha.<br />
La delicada cuestión de la expropiación normativa (“taking”)<br />
La indemnización a los propietarios por las depreciaciones que se derivan<br />
de las múltiples regulaciones medioambientales constituye el tercer capítulo<br />
de la “trinidad diabólica”. Es el que ha sido más discutido por lo más<br />
12 Environmental briefing book for congressional candidates (Agenda medioambiental para candidatos<br />
al Congreso) CEI, 1996 y 1998.<br />
13 Clyde Wayne Crews, Ten thousands Commandments, informe anual del Competitive Enterprise<br />
Institute.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 41
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
granado del grupo de norteamericanos que nosotros llamamos progresistas<br />
(liberales), y en especial por las grandes organizaciones de protección<br />
de la naturaleza. Se trata de un debate fundamental sobre la interpretación<br />
de la Quinta Enmienda de la Constitución (“taking clause”) y que va más<br />
allá de los valores que constituyen los cimientos de Estados Unidos. Indirectamente,<br />
cuestiona la buena fundamentación y la eficacia de la normativa<br />
medioambiental elaborada hace un cuarto de siglo.<br />
¿De qué se trata? En realidad, sólo se trata de volver a una interpretación<br />
estricta de la Quinta Enmienda –“Nor Shall private property be taken for public<br />
use without just compensation”– que corresponde al artículo 17 de la Declaración<br />
francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la que<br />
se exige una justa indemnización previa si se produce una expropiación.<br />
Hasta épocas recientes, la jurisprudencia del Tribunal Supremo había<br />
sostenido que una normativa no daría derecho a indemnización a menos<br />
que privase al propietario de todo uso económico razonable. Ahora bien,<br />
durante los últimos años hemos asistido a una triple modificación de esta<br />
posición tradicional que había asegurado en particular la legitimidad del zonaje<br />
14 de los documentos de urbanismo introducidos a partir de 1915. En<br />
1985 Richard Epstein, profesor de Derecho en la Universidad de Chicago,<br />
publicó Taking private property and the power of Eminent Domain, cuya tesis<br />
podría resumirse así: la Quinta Enmienda exige que los poderes públicos<br />
compensen a los propietarios privados cada vez que una normativa pública<br />
disminuya el valor de sus bienes. En esta línea, no sólo las regulaciones<br />
medioambientales, sino otras disposiciones relativas al urbanismo, la<br />
fiscalidad o las condiciones de trabajo también constituyen atentados contra<br />
los derechos de propiedad. Epstein, al final de una brillante demostración,<br />
concluyó diciendo que esta interpretación pone en entredicho la<br />
esencia de las leyes elaboradas en el siglo XX.<br />
Esta interpretación doctrinal de la Constitución, calificada de “excéntrica”<br />
(D. Helvarg, 1995), debió servir de inspiración a la Corte Suprema,<br />
14 Village of Euclid v. Ambler, 1926.<br />
42 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
ya que en varias resoluciones (las más célebre es “Lucas V. South Carolina<br />
Coastal Council”, 1992) plantea un derecho limitado a la indemnización<br />
cuando la normativa parece resultar excesiva (“goes too far”).<br />
La primera traducción “política” de esta posición data de la Orden Ejecutiva<br />
de 1986 del Presidente Reagan (EO 12-630) que pidió a las administraciones<br />
federales que evaluasen el impacto de la normativa en las<br />
propiedades privadas. (Pero ya hemos señalado anteriormente los límites<br />
de una Orden Ejecutiva). Además, en 1990, el Senador Symm propuso un<br />
texto de ley llamado “Property Right Act”, el primero de varios proyectos<br />
de ley que no han visto la luz debido a las cortapisas políticas (veto presidencial)<br />
y técnicas. Esto explica que el proyecto de ley con fecha de julio<br />
de 1996 “Omnibus Property Right Act” no se haya votado, pero resulta<br />
útil enumerar las principales disposiciones que han inspirado en gran medida<br />
las legislaciones de los Estados.<br />
En primer lugar, “su objeto es impedir que el gobierno imponga a algunos<br />
ciudadanos las cargas del servicio público que por justicia y equidad<br />
deben recaer sobre el conjunto de la población”. El caso es que el<br />
Gobierno federal, haciendo valer la fuerza que le confiere regulación excesiva,<br />
atenta contra los derechos de propiedad, mientras que las resoluciones<br />
de la justicia son poco eficaces, inciertas y costosas. Por tanto, era<br />
conveniente que el Congreso aclarase la legislación y aportase una solución<br />
eficaz a este problema. El proyecto de ley aspiraba a “fomentar,<br />
mantener y promover la propiedad de bienes garantizando la protección<br />
constitucional y legal de la propiedad privada por parte del gobierno de<br />
los Estados Unidos”, apoyándose para ello en un procedimiento específico.<br />
También había que simplificar los procedimientos y los recursos judiciales,<br />
así como armonizar la jurisprudencia en materia de “taking”, que no<br />
sólo tiene que ver con la expropiación física sino también con las servidumbres<br />
normativas que rebajan significativamente la utilización productiva<br />
de un bien o que amputan al menos el 50% (y no el 33% previsto en<br />
el proyecto inicial) del valor registral, teniendo en cuenta que el propietario<br />
corre con los gastos de demostración.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 43
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
Por supuesto, el proyecto de ley excluía cualquier tipo de indemnización<br />
cuando una normativa tenía como fin limitar los perjuicios actuales o futuros<br />
originados por el propietario. El recurso al arbitraje es posible si las<br />
partes lo consienten de forma expresa y con la reserva del derecho de<br />
adoptar el procedimiento de la American Arbitration Association. La apelación<br />
de la sentencia arbitral puede interponerse ante los tribunales ordinarios<br />
o ante el “Court of Claim” especializado en la materia.<br />
El análisis de impacto sobre la propiedad privada (Private Property Impact<br />
Analysis) fue declarado obligatorio, ya que es preciso limitar la expropiación<br />
física o normativa obligando a la administración a evaluar las<br />
consecuencias. De este modo, todas las administraciones federales debían<br />
redactar un análisis de impacto sobre la propiedad privada antes de hacer<br />
pública o promulgar cualquier política, normativa y proyecto de ley susceptibles<br />
de desembocar en un desposeimiento (“taking”).<br />
Por último, con una formulación solemne que recuerda las libertades<br />
constitucionales, la “Private Property Owners Administrative Bill of Rights”<br />
tenía como fin garantizar de forma concreta los derechos de los propietarios<br />
respecto a un “Statute” que atenta especialmente contra los derechos de propiedad,<br />
es decir, la ley sobre las especies amenazadas (ESA) y las disposiciones<br />
relativas a la protección de zonas húmedas de la ley de aguas (FWPA).<br />
De las tres partes de la “trinidad diabólica”, la de la indemnización limitada<br />
de los propietarios ha sido la más polémica.<br />
Si en el ámbito federal este tipo de legislación no parece tener que adoptarse,<br />
a pesar de los numerosos proyectos de ley como por ejemplo el “Private<br />
Property Rights of 2006”, unos treinta Estados se han dotado de una<br />
legislación sobre la protección de los derechos de propiedad. Estos textos<br />
están relacionados con dos conceptos diferentes:<br />
Uno inspirado en la Orden Ejecutiva del Presidente Reagan: se trata en<br />
este caso de una recomendación del tipo “piénselo antes de saltar”, es decir,<br />
una extensión del principio del estudio de impacto sobre el entorno (NEPA<br />
1969) en los problemas de incidencia en los derechos de propiedad.<br />
44 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
Otro inspirado en los proyectos de ley federal que establecen los umbrales<br />
que ponen en marcha la compensación (generalmente el 50% del valor<br />
inicial).<br />
El tríptico legislativo de los republicanos ha sido combatido con cierta<br />
inconsistencia por los demócratas, ya que se basa en puntos de vista ampliamente<br />
compartidos por la opinión pública según los cuales el Gobierno<br />
federal legisla de forma incoherente e ineficaz, y ciertos<br />
propietarios privados soportan el grueso del coste de las regulaciones federales.<br />
En estas condiciones, es conveniente aclarar y justificar la intervención<br />
de los poderes públicos, así como restablecer un cierta “igualdad entre<br />
ciudadanos ante las cargas y las ventajas del servicio público”, por retomar…<br />
una fórmula muy conocida por los estudiantes de derecho administrativo<br />
francés. De esta forma, dejando de lado el problema de la<br />
indemnización de la expropiación reglamentaria (“taking”), se asistió a una<br />
auténtica carrera, emprendida por ambos grandes partidos políticos, para<br />
proponer soluciones y reformar el conjunto de la política medioambiental<br />
federal.<br />
HACIA SOLUCIONES LIBERALES<br />
La capitulación intelectual de los demócratas<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
La adhesión de la Administración demócrata a las tesis de la ecología<br />
liberal quedó bien ilustrada en el informe del Vicepresidente Al Gore titulado<br />
Common Sense Government (1995) del que se ha llegado a decir<br />
“que representa un giro de 180 grados (un “U-turn” completo) en la<br />
filosofía dominante relativa a la normativa” (Howard). De hecho,<br />
Common Sense Goverment, publicado en septiembre de 1995, vino precedido<br />
de un documento específico firmado por Clinton-Gore titulado<br />
Reinventing Environmental Regulation y publicado el 16 de marzo de<br />
1995.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 45
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
La introducción recoge con claridad la visión a largo plazo. “Ha llegado<br />
el momento de aprender las lecciones de estos últimos 25 años y<br />
reinventar la conservación del medio ambiente para el siglo XXI... En la<br />
actualidad muchos de nuestros éxitos son resultado del método “fin de<br />
ciclo” (“end of the pipe”) y “normativa y control” (“command and control”)...<br />
pero a medida que íbamos progresando hemos ido aprendiendo considerablemente<br />
acerca de la limitación del sistema. Las regulaciones prescriptivas<br />
pueden ser rígidas y acarrear intervenciones costosas que desafían el<br />
sentido común, al exigir costes cada vez mayores con resultados mediocres”...<br />
Después de dejar meridianamente claro, en pro de la ideología, que en<br />
ningún caso la Administración Clinton-Gore tenía la intención de desmantelar<br />
la normativa existente sino por el contrario mejorar los resultados,<br />
el informe enumera los 10 principios que deben sustentar la reforma<br />
y propone 25 intervenciones prioritarias.<br />
Este documento se coloca abiertamente del lado de los defensores de<br />
la ecología liberal y se distancia bastante de las tesis que venían sosteniendo<br />
tradicionalmente las grandes organizaciones de conservación de<br />
la naturaleza más o menos inspiradas en la ideología de la ecología profunda.<br />
Entre estos diez principios merece la pena recordar:<br />
La legislación medioambiental debe basarse en los resultados, garantizando<br />
una flexibilidad óptima en lo que se refiere a los medios para llevar<br />
a cabo los objetivos medioambientales, pero estarán condicionados a la<br />
responsabilidad de los resultados.<br />
Los alicientes del mercado deben utilizarse para alcanzar los objetivos<br />
medioambientales siempre que resulte apropiado.<br />
La legislación medioambiental debe fundamentarse en la ciencia y en la<br />
economía, someterse al examen de los expertos y del público, y fundarse<br />
en los valores que comparten los ciudadanos norteamericanos.<br />
46 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
El proceso de decisión debe ser fruto de la colaboración y no de la confrontación;<br />
los que toman decisiones deben informar e implicar a aquellos<br />
que están afectados por dichas decisiones.<br />
Por otra parte, las 25 intervenciones extremadamente prioritarias se refieren<br />
por una parte a la mejora del sistema actual y por otra parte a los fundamentos<br />
de un nuevo sistema. Conviene señalar que algunas de estas<br />
intervenciones corresponden a propuestas formuladas hace tiempo por los<br />
adalides de la ecología liberal.<br />
Intervención nº 1. Mercado de los derechos de contaminación del aire.<br />
Intervención n° 2. Mercado de los vertidos en las cuencas receptoras.<br />
Intervención n° 3. Reajuste de las regulaciones sobre residuos relativos a<br />
residuos de alto riesgo.<br />
Intervención n° 4. Reajuste de las normas de tratamiento de aguas potables<br />
en relación con los riesgos más importantes.<br />
Intervención n° 5. Ampliación de la evaluación de los riesgos en lo que<br />
concierne a las decisiones de las administraciones locales.<br />
La intervención nº 19 “Project XL” (para “Excellence and Leadership”)<br />
es aún más significativa. Se trata de animar a la industria a ir aún más lejos<br />
de lo que recogen las normas exigidas. En efecto, se ha observado que si<br />
se les da a las empresas industriales libertad (es decir, la posibilidad de utilizar<br />
sus propios medios técnicos y jurídicos), las empresas pueden hacerlo<br />
mejor y con un coste menor que si se atienen a las regulaciones, siendo así<br />
que son los riesgos legales de la no-conformidad con dichas regulaciones<br />
los que, justamente, les impiden hacerlo mejor.<br />
Hay que subrayar que ninguno de estos documentos aborda el espinoso<br />
problema de la indemnización de derechos de propiedad que sigue<br />
siendo un punto fundamental de desacuerdo entre los demócratas y los<br />
republicanos del que, como ya hemos mencionado, y al no haber encon-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 47
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
trado una solución legislativa en el ámbito federal, se hacen cargo las legislaciones<br />
de numerosos Estados.<br />
La reforma de la Environmental Protection Agency, con 19.000 funcionarios,<br />
es ahora acuciante. Se ha llegado a comparar el trabajo de esta<br />
gigantesca administración productora de regulaciones cada vez menos eficaces<br />
a la planificación centralizada de la antigua Unión Soviética (Howard<br />
1994).<br />
El “New Environmentalism”<br />
En 1997, Lynn Scarlett 15 , que en aquel momento dirigía el think-tank Reason<br />
Foundation, planteaba los principios de la nueva política medioambiental<br />
que más tarde desembocaron en lo siguiente:<br />
La innovación en el ámbito local: nos enfrentamos cada vez más a problemas<br />
medioambientales locales cuya solución está en función de la especificidad<br />
del emplazamiento. Sin embargo, se advierte que la mayoría<br />
de los Estados, administraciones locales y empresas han demostrado su<br />
capacidad para poner en marcha leyes que en algunos casos son más exigentes<br />
que las del Gobierno federal. Por lo tanto, se debe animar a los Estados<br />
a innovar.<br />
Flexibilidad y progreso: Estados Unidos posee las mejores tecnologías<br />
del mundo para llevar a cabo sus objetivos medioambientales. Por lo tanto,<br />
es necesario liberar las energías creativas de todos los agentes públicos y<br />
privados. Ellos son los responsables del éxito de estas tareas y no deben ser<br />
juzgados por su conformidad a la normativa. Además, es muy importante<br />
que las administraciones locales sean las que identifiquen la mejora del medioambiente<br />
y no sólo el Gobierno federal.<br />
La gestión privada (“private stewardship”): los avances a largo plazo en el<br />
ámbito del medioambiente implican su protección por parte de las em-<br />
15 Se incorporó a la Administración Bush en 2001; actualmente es Subsecretaria del Ministerio<br />
del Interior.<br />
48 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
presas, los agricultores y los ciudadanos. El espíritu de empresa medioambiental<br />
sólo puede surgir si los individuos carecen de posibilidades<br />
y de motivaciones para actuar como gestores privados del medioambiente.<br />
Es necesario establecer un buen equilibrio entre la sanción y la motivación.<br />
El papel de la ciencia es tan importante que no debe ni politizarse ni<br />
ignorarse. Las respuestas a los problemas medioambientales deben ser globales<br />
y no puntuales.<br />
El futuro ya está aquí: hace treinta años, la opinión pública pidió al Gobierno<br />
federal que resolviera los problemas medioambientales. A día de hoy,<br />
este mismo gobierno debe buscar soluciones en la creatividad de sus ciudadanos,<br />
lo que conlleva que conceptos como colaboración, innovación y flexibilidad<br />
sean las claves de un futuro más limpio y más saludable.<br />
La vuelta a la “Common Law”<br />
El objeto del derecho público (“statutes”) que ha invadido el campo de la<br />
protección medioambiental era paliar las insuficiencias reales o supuestas<br />
del sistema jurídico privado (“Common Law”). Sin embargo, los pobres resultados<br />
del derecho público han desembocado en la recuperación de la<br />
“Common Law”, lo que implica una reafirmación de los derechos de propiedad<br />
siempre que sea posible.<br />
El mérito fundamental de la “Common Law” reside en responsabilizar totalmente<br />
a los que causan perjuicios al medioambiente (principio según el<br />
cual “el que contamina paga”) y prohibir el reparto de los costes en el conjunto<br />
de los ciudadanos, subproducto inevitable de numerosas regulaciones<br />
(¡principio según el cual “el que no contamina paga”!).<br />
La autoevaluación (“self-certification”)<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Los agentes privados establecen cada vez más a menudo regulaciones a<br />
través de organismos como el International Standards Organisation (por<br />
ejemplo ISO 14000). Estas normas aprobadas por los poderes públicos<br />
acabarán imponiéndose sin que medie ningún otro control de la administración,<br />
salvo en el ámbito de la legalidad.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 49
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
La información medioambiental<br />
El boom de las tecnologías de la información permite contemplar la generalización<br />
de la recopilación de datos medioambientales, y sobre todo ponerlos<br />
a disposición del público de forma comprensible. El Bureau of<br />
Environmental Statistics (comparable al Bureau of Labor Statistics) se dedica<br />
a la integración de los datos públicos y privados. De esta forma, a través de<br />
Internet un ciudadano puede disponer de información sobre todas las contaminaciones<br />
que existen en su entorno inmediato (Toxic Inventory Release).<br />
Derechos de propiedad y libertad<br />
La protección de la libertad no sólo es el fundamento de la Constitución, sino<br />
también del debate público, y esta libertad sólo puede protegerse si se respetan<br />
los derechos de propiedad. Sin embargo, a pesar de la caída del comunismo,<br />
que constituye la mejor prueba del vínculo entre propiedad y libertad,<br />
los conservacionistas, apoyándose en la tradición de la planificación urbana,<br />
siguen comportándose como si los derechos de propiedad se contrapusieran<br />
a una organización armónica del espacio y a la protección de los recursos<br />
medioambientales. Por lo contrario, una parte cada vez más numerosa de la<br />
opinión pública consideraba que este retroceso en los ideales norteamericanos<br />
no sólo constituía un atentado contra la libertad individual sino que también<br />
están en el origen de la degradación del medioambiente.<br />
Este doble movimiento condujo en los años noventa al auge del “Private<br />
Property Movement” y al activismo legislativo del Congreso, que frenaba<br />
la tendencia de los últimos cincuenta años, es decir la subordinación<br />
de los derechos de propiedad a las exigencias sociales, técnicas y medioambientales<br />
16 . ¿Qué ocurrirá en el siglo XXI? Existen dos motivos posibles<br />
para que esta tendencia continúe 17 :<br />
16 En cierto sentido, la sentencia de Kelo v. City of New London ilustra a la perfección esta tradición:<br />
el Tribunal Supremo confirmó una decisión de expropiación de la casa de una humilde<br />
enfermera a favor del promotor de un centro de negocios. La opinión pública comprendió los<br />
riesgos y los Estados han legislado para prohibir que se produzcan este tipo de atentados<br />
contra los derechos de propiedad.<br />
17 Ver “Private property in the 21st century: the future of an American ideal”, bajo la dirección de<br />
H. Jacobs, Lincoln Institute-Edward Elgar, 2004, 191 p.<br />
50 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
Motivo ideológico: la propiedad privada es uno de los fundamentos de<br />
la sociedad norteamericana y seguirá protagonizando el debate económico,<br />
político, jurídico y social.<br />
Motivos técnicos: Los “Greens” (Verdes) han comprendido los límites<br />
del “command and control” y han suscrito el concepto del “free market<br />
environmentalism”. Esto implica reconocer el papel capital de<br />
los derechos de propiedad que se encarnan ahora en las llamadas cuotas<br />
de contaminación transferibles (ETM, Environmental Trading Markets).<br />
CONCLUSIÓN<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Para los republicanos, la reforma de la política ambiental no ha sido una<br />
de sus prioridades y se han limitado a multiplicar las regulaciones 18 .<br />
El ataque frontal inicial se ha transformado en un esfuerzo para buscar<br />
soluciones negociadas y bipartidistas, pero la opinión pública ya no<br />
rechaza los argumentos reformadores. La victoria obtenida en 1994 por<br />
los republicanos en el Congreso permitió que prosperara el grueso de las<br />
propuestas sin entrar en grandes conflictos con la Presidencia, salvo en<br />
el caso de la reforma de la indemnización del “taking”. Para hablar con<br />
propiedad, fue la Administración Clinton, al adoptar una posición más<br />
centrista, la que hizo suyas la mayor parte de las propuestas adelantadas<br />
por los republicanos a finales de los años ochenta.<br />
Al alba del siglo XXI, parece que los Estados Unidos ya no creen en<br />
la virtud soberana de la intervención del Gobierno federal que a golpe de<br />
regulaciones garantizaría la felicidad de los ciudadanos poniendo en peligro<br />
sus derechos constitucionales. Más allá de las mayorías políticas,<br />
podemos prever el lento desarrollo de una profunda evolución de los objetivos<br />
y de los medios de la política medioambiental. Esto significa que<br />
18 Ver Angela Logomasini, “Environmentalism’s Legal Legacy”, que estigmatiza “una extraña extensión<br />
de la actividad del gobierno en una sola cuestión”, 17 de julio 2007.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 51
LA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL ESTADOUNIDENSE: ENTRE RUPTURA Y CONTINUISMO / MAX FALQUE<br />
las herramientas tradicionales de la intervención de los hombres, es decir<br />
el libre mercado, los derechos de propiedad y la subsidiariedad, se pondrán<br />
al servicio de una causa cuyas exigencias seguirán aumentando y<br />
perfeccionándose.<br />
La puesta en marcha de dicha reforma tropezará seguramente con la resistencia<br />
de algunos grupos de presión o, como es tradicional, resurgirá la<br />
coalición contra natura de la gran industria (big business) y las grandes asociaciones<br />
de defensa de la naturaleza y de algunos intelectuales progresistas,<br />
huérfanos tras la desaparición de las utopías planificadoras.<br />
Aun así, si la nueva política demuestra su eficacia con el respaldo del la<br />
imaginación y la capacidad de argumentación de juristas y economistas, es<br />
posible que estemos ante una nueva etapa, no sólo para el legislador y la<br />
administración sino también para el ciudadano y el juez. Para la mayoría<br />
de los norteamericanos, la descentralización, la reforma normativa y la garantía<br />
de los derechos de propiedad no están en contradicción con la protección<br />
del medioambiente. Las nuevas soluciones en materia de política<br />
medioambiental no hacen peligrar en modo alguno la protección de la calidad<br />
de vida.<br />
Estados Unidos sabe combinar crecimiento económico y protección<br />
del medioambiente 19 , es decir aplicar el desarrollo sostenible sin seguir a<br />
pies juntillas las recetas burocráticas. De hecho, podríamos preguntarnos<br />
si el crecimiento económico de los últimos quince años, que casi duplica<br />
el de Francia, no establece una nueva forma de gobernar que acabará pagando<br />
Europa. Si tal fuera el caso, el modelo normativo centralizado al<br />
que está llevando de forma irremisible la Unión Europea constituiría un<br />
freno para competir en la economía mundial 20 .<br />
19 Aunque son los mayores emisores de gases de efecto invernadero, esperan hacer frente a<br />
este problema utilizando medios menos costosos y más eficaces que el protocolo de Kyoto.<br />
20 Parece que en Canadá se está produciendo una modificación radical de la política medioambiental:<br />
“La severa legislación de Ontario debe ser objeto de una profunda reforma ya que un<br />
gran número de regulaciones anticontaminación está produciendo un enorme despilfarro financiero.<br />
Hay que eliminar las manzanas podridas del cesto”, M. Harris, Primer Ministro (Globe<br />
and Mail del 4 nov. 1996).<br />
52 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Es necesario llevar a cabo un cuidadoso análisis de la política medioambiental<br />
en Estados Unidos, así como de sus posibles éxitos, ya que,<br />
después de todo, si existe una forma de tener un medioambiente mejor a<br />
menor precio, que respete las libertades individuales, sería estúpido no considerarlo,<br />
aunque a cambio pagáramos el precio de modificar nuestra forma<br />
de hacer política.<br />
Por último, ha llegado el momento de que, siguiendo el ejemplo de la clase<br />
política norteamericana, los responsables europeos propusieran una política<br />
medioambiental alternativa que acabase con la escalada incontrolable en los<br />
presupuestos, el número de funcionarios y sobre todo las regulaciones 21 , cuyos<br />
resultados son cada vez menores y en algunos casos negativos.<br />
En Estados Unidos, la reflexión que empezó a finales de los años setenta 22<br />
y las reformas realizadas en los años noventa podrían servir de base a un debate<br />
europeo no sobre los objetivos (¿acaso hay alguien en contra de la protección<br />
del medioambiente?) sino sobre los medios, siempre que estemos de<br />
acuerdo en que los resultados son más importantes que las intenciones. Hay<br />
que dar prioridad a la naturaleza, al papel y a la evolución de los derechos de<br />
propiedad como instrumento capital de las políticas medioambientales.<br />
Corresponde a los think tanks liberales europeos sacar a la luz este problema,<br />
como llevan haciéndolo sus homólogos americanos hace cincuenta<br />
años. Todos sabemos que ni los políticos ni las burocracias renunciarán sin luchar<br />
antes con uñas y dientes a los privilegios que, en nombre de la protección<br />
del medioambiente, han podido acaparar haciendo valer sus regulaciones.<br />
¡No debemos olvidar que más allá de la protección del medioambiente,<br />
lo que está en juego es la libertad!<br />
21 Esta laguna es sobre todo cultural: el respeto casi religioso que se profesa al poder público,<br />
a pesar de sus fracasos y su corrupción, impregna la opinión pública y ante todo a las élites<br />
burocráticas (cf. G. Sainteny, “La droite et l’écologisme”, Commentaire Hiver 1998-1999).<br />
22 Hay que señalar que el grueso de las herramientas de la política medioambiental es fruto de<br />
la imaginación jurídica y económica americana: estudio de impacto, la teoría del “public<br />
choice”, las cuotas de contaminación transferibles, los conservatorios de espacios (land trusting),<br />
el concepto “tragedy of commons”, la gestión comunal, la evaluación de las regulaciones,<br />
la expropiación normativa, las servidumbres medioambientales…<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 53
JUAN VELARDE FUERTES<br />
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN<br />
ECONÓMICA ESPAÑOLA<br />
Conviene, para entender correctamente lo que sigue, indicar dos cosas.<br />
La primera, que en 1960 se produjo un cambio radical en nuestra<br />
economía, como se observa en el gráfico 1. A causa del Plan de Estabilización<br />
de 1959 se vino al suelo el modelo de desarrollo de nuestra<br />
economía, montado con contundencia notable a partir de nuestra irrupción<br />
en el ámbito de la Revolución Industrial, con sus anexos liberales en lo político<br />
y su respeto a las doctrinas de la Escuela clásica de la economía. La<br />
llegada al poder de los doceañistas en 1820, con la sublevación de Riego<br />
inicia un proceso que sólo concluirá en 1959. Por ello el modelo aplicado<br />
en tiempos de Fernando VII, de Isabel II, de la Revolución Gloriosa, de la<br />
Restauración, de la Dictadura de Primo de Rivera, de la II República, y en<br />
la primera etapa de la Era de Franco –hasta, repito, 1959– ha merecido el<br />
nombre de “modelo castizo”.<br />
Desde entonces este modelo no ha cesado de ser demolido para construir<br />
uno nuevo, que, como se ve, ha logrado resultados espléndidos, y<br />
entre ellos, que España lograse la convergencia en PIB por habitante no<br />
sólo con el conjunto de la Unión Europea, sino que se acercase mucho a<br />
esa convergencia en el ámbito tanto de la Eurozona como en la denominada<br />
Unión Europea de los 15, esto es, eliminando las doce incorporaciones<br />
más reciente. O si se prefiere, en paridad de poder adquisitivo, en el año<br />
Juan Velarde es Catedrático emérito de Economía Aplicada, UCM. Premio Príncipe de Asturias de<br />
Ciencias Sociales.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 55
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
2005 el PIB por habitante español era análogo al norteamericano entre<br />
1993 y 1994. Este retraso de once-doce años respecto a la mayor potencia<br />
económica del mundo, era de 76 años cuando se comenzó esta carrera<br />
en 1960, porque entonces, en paridad de poder adquisitivo teníamos un<br />
PIB por habitante de 3.072 dólares 1990 Geary-Khamis, que se debe comparar<br />
con los 3.056 dólares análogos que tenía el PIB por habitante de Norteamérica<br />
en 1884. Y respecto a la Unión Europea, de los 25, en el 2005,<br />
nuestro PIB era ya del 98’2%; del 92’5% respecto a la media de la Zona del<br />
euro, y del 90’7% respecto a la Unión Europea de los 15 1 .<br />
GRÁFICO 1<br />
P.I.B. p.c. en dólares internacionales Geary-Khamis 1990, desde 1820 a 2001 de<br />
España (según Angus Maddison)<br />
Pero existe la tentación de creer que con eso está todo hecho; que si se<br />
ha conseguido una tasa fuerte de desarrollo, el progreso hacia delante surgirá<br />
de nuevo, una y otra vez, de manera inexorable. Esto no es cierto. Sin<br />
necesidad de echar mano de la equivocación de Colin Clark respecto a la<br />
1 Los cálculos están hechos sobre la información contenida en el volumen Cuentas financieras<br />
de la economía española. 1990-2005. SEC-95. Series trimestrales y anuales, Banco de España,<br />
Madrid, 2006, págs. 312-313 y en Angus Maddison, The World Economy. Historical Statistics,<br />
OECD. Development Centre, París, 2003, pág. 68 y 87.<br />
56 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
República Argentina 2 , respecto a España se observa que inmediatamente<br />
antes de la crisis de 1957-1959, que obligó a dar paso al Plan de Estabilización<br />
de 1959, la economía española contemplaba cómo el PIB crecía un<br />
4%; antes de 1973, cuando vamos a ser golpeados con dureza por los dos<br />
sucesivos choques petrolíferos, la economía española veía crecer al PIB a<br />
una tasa del 6%; en el año 1992, el PIB había crecido a una tasa del 3’8%,<br />
pero en 1993 la tasa era una negativa del 0’4%. De ahí que convenga huir<br />
de la tentación de sostener que, como el PIB a lo largo de 2006 ha crecido<br />
un 4’0%, esté asegurado nuestro futuro.<br />
El progreso tan fuerte conseguido es fruto de una acción clara, sistemática,<br />
de reformas estructurales –y toda reforma estructural supone un<br />
coste, que los políticos procuran rehuir– que se inicia con el ingreso en el<br />
Fondo Monetario Internacional en 1959, y continúa con el Arancel de<br />
1960; con el ingreso en el GATT en 1963; con un continuo retroceso del<br />
sector público empresarial, mientras aumenta el papel del mercado, como<br />
lo prueban acontecimientos tan sonados como la carta de protesta de<br />
Suanzes a Franco; con el inicio de los contactos con la Comunidad Económica<br />
Europea a través de la Carta de Castiella en 1962 que dará, como<br />
primer fruto, el Acuerdo Preferencial Ullastres de 1970; con la aparición,<br />
con la Ley de Bases de 1963, de un Sistema de Seguridad Social; con el<br />
Pacto de La Moncloa de 1977 que genera paz social y, simultáneamente,<br />
a partir de 1978, con la aprobación de la Reforma Tributaria Fuentes Quintana-Fernández<br />
Ordóñez; con el ingreso comunitario de España en 1986;<br />
con la liquidación de todo tipo de barreras del tráfico de bienes y servicios,<br />
de personas y de capitales, desde el 1 de enero de 1993; finalmente,<br />
con el ingreso el 2 de mayo de 1998, con los deberes exigidos por el Tratado<br />
de Maastricht, cumplidos, en la Unión Económica y Monetaria o<br />
Área del euro.<br />
Dicho esto, ante el panorama que se va a desplegar desde aquí a 2012,<br />
¿vemos que se adoptan las políticas adecuadas, o que, como sucedía, por<br />
ejemplo, en los años previos al choque petrolífero, o en el periodo que tras-<br />
2 Cometida en su The Economics of 1960, Macmillan, London, 1942.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 57
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
curre desde nuestro ingreso en el Sistema Monetario Europeo y 1995, éstos<br />
se rehúyen? Aclarar esta cuestión es lo que voy a procurar efectuar inmediatamente.<br />
Para ello no es malo echar mano del que yo llamo triángulo de Eugenio<br />
Domingo Solans. Este profesor y representante de España en el Banco<br />
Central Europeo, en una intervención que desarrolló muy poco antes de<br />
fallecer, señaló que para observar el comportamiento futuro de una economía<br />
era preciso observar tres cosas: los equilibrios macroeconómicos,<br />
los desarrollos científico-tecnológicos y los equilibrios sociales.<br />
¿Qué sucede, pues, con nuestros equilibrios macroeconómicos? Al observarlos<br />
queda claro que el gasto en consumo final crece por encima de<br />
como lo hace el PIB, con la consecuencia de que el ahorro no es capaz de<br />
financiar la fuerte inversión que acompaña a la evolución de nuestra economía.<br />
No es malo aclarar algo más esta cuestión tal como se expone en<br />
el último Informe Anual. 2005 del Banco de España y se puede asegurar<br />
que lo que dentro de unos meses diga nuestro Banco central será semejante<br />
para el año 2006 3 : “En 2005, la economía española creció un 3’4%, tres décimas<br />
más que el año anterior. La expansión de la producción se basó,<br />
como en los ejercicios precedentes, en la pujanza de la demanda nacional,<br />
que se incrementó a una tasa superior al 5%, mientras que las exportaciones<br />
netas detrajeron casi 2 puntos porcentuales (pp) al crecimiento anual<br />
del PIB. Esta evolución del sector exterior contribuyó a un sustancial aumento<br />
de la necesidad de financiación de las familias y de las empresas no<br />
financieras. Frente a ello, la situación presupuestaria de las Administraciones<br />
Públicas mejoró significativamente, hasta alcanzar un superávit por primera<br />
vez en las últimas décadas. El crecimiento de la economía siguió<br />
acompañado de una elevada creación de empleo y las ganancias de productividad<br />
se mantuvieron en niveles muy bajos. Por último, la tasa de inflación<br />
medida con precios de consumo ha aumentado hasta el 3’4% en la<br />
media de 2005, impulsada por los mayores precios energéticos y la inflación<br />
subyacente continuó mostrando tasas de expansión considerable-<br />
3 Cfs. Banco de España, Informe Anual. 2005, Madrid, 2006, págs. 105 y 112-118.<br />
58 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
mente más elevadas que en la UEM (la zona del euro)… (Por tanto) 2005<br />
continuó siendo favorable para el crecimiento de la demanda nacional, que<br />
mostró un fuerte dinamismo, con una tasa de expansión del 5’1%, tres décimas<br />
por encima del valor registrado en 2004. Esta aceleración fue compatible<br />
con una cierta recomendación a favor de la formación bruta de<br />
capital, que elevó su crecimiento 2 pp, hasta el 6’9%, y en detrimento del<br />
consumo público, que se ralentizó, aun manteniendo tasas muy elevadas,<br />
mientras que el consumo privado siguió expandiéndose a la misma tasa<br />
que el año anterior… (En cuanto al efecto riqueza, se agrega que) la evolución<br />
del patrimonio neto de los hogares en 2005 ejerció una notable tendencia<br />
expansiva sobre el consumo debido a la revalorización de la riqueza<br />
acumulada en los últimos años. No obstante, el crecimiento algo más moderado<br />
en la riqueza inmobiliaria durante el pasado año, como consecuencia<br />
de la desaceleración del precio de la vivienda y el menor<br />
incremento de la riqueza financiera neta favorecieron la moderada desaceleración<br />
del gasto de los consumidores que se produjo en ese año. En<br />
el mismo sentido habrían operado el ligero descenso de la confianza de<br />
los consumidores en la segunda mitad de 2005, y un cierto empeoramiento<br />
de la percepción de los hogares sobre la posibilidad de ahorrar en el futuro,<br />
que estarían sugiriendo una disminución de sus expectativas de renta. En<br />
cualquier caso… siguió aumentando un acrecimiento del consumo por encima<br />
del de la renta, lo que dio lugar a una nueva reducción de la tasa de<br />
ahorro, que es también coherente con el bajo nivel de los tipos de interés<br />
reales… En conjunto, la demanda ejercida por los hogares, tanto en bienes<br />
y servicios de consumo como en inversión residencial, mantuvo un tono<br />
robusto en 2005, con ritmos de crecimiento muy similares a los del año anterior.<br />
Este comportamiento se tradujo no sólo en un descenso de la tasa<br />
de ahorro… sino también en una ampliación adicional de la brecha entre<br />
el ahorro y la inversión del sector, cuya necesidad de financiación se incrementó<br />
de nuevo, de forma que las familias, que históricamente han sido<br />
un sector proveedor de fondos al resto de la economía, contribuyeron, un<br />
año más, a aumentar las necesidades de financiación de la nación… Se estima<br />
que en el conjunto del año 2005 la formación bruta de capital fijo realizada<br />
por las empresas registró un aumento del 8’1%... De acuerdo con<br />
la información correspondiente a las Cuentas no financieras de los Sectores<br />
Institucionales, el avance de la inversión empresarial en 2005 se tradujo<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 59
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
en un aumento de las necesidades de financiación de las sociedades no financieras<br />
hasta el 6’8% del PIB. También la brecha de financiación –variable<br />
que mide los recursos netos necesarios para acometer la inversión de<br />
las empresas– se fue ampliando a lo largo del año hasta situarse en el 11’2%<br />
del PIB”. Parece que puede seguir esta fuerte subida de la formación bruta<br />
de capital. Según Eurostat 4 se espera una variación de esta macromagnitud<br />
en 2007 en la Europa de los 27, de mayor a menor, como se señala en el<br />
cuadro 1:<br />
CUADRO 1<br />
Nº de orden País Tasa porcentual de variación anual<br />
en 2007 de la formación bruta de capital<br />
1 Bulgaria 14’0<br />
2 Estonia 12’9<br />
3 Letonia 11’7<br />
4 Polonia 10’6<br />
5 Rumania 10’5<br />
6 Lituania 9’7<br />
7 República Checa 7’6<br />
8 Eslovaquia 6’5<br />
9 Luxemburgo 6’4<br />
10 Grecia 6’2<br />
11 Irlanda 5’4<br />
12 España 5’2<br />
13/14 Chipre 4’8<br />
13/14 Eslovenia 4’8<br />
15 Reino Unido 4’7<br />
16 Suecia 4’5<br />
17/18 Dinamarca 4’4<br />
17/18 Holanda 4’4<br />
19 Finlandia 3’9<br />
20 Francia 3’5<br />
21 Austria 3’4<br />
22 Bélgica 2’4<br />
23/24 Hungría 2’2<br />
23/24 Italia 2’2<br />
25 Alemania 0’6<br />
26 Portugal 0’7<br />
27 Malta – –<br />
4 Cfs. Eurostat, EC Economic Dats Pocket Book, abril 2007.<br />
60 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
De esta larga cita se desprende un primer haz de desequilibrios macroeconómicos,<br />
que se puede sintetizar en un crecimiento originado por una demanda<br />
de consumo e inversión que precisa cantidades crecientes de ahorro<br />
exterior, a pesar del esfuerzo que supone el equilibrio presupuestario, que se<br />
traduce en que la presión tributaria en 2005 había crecido en España en términos<br />
del PIB, hasta superar el 35% del PIB. Y que motiva que ésta sea más<br />
alta, dentro del ámbito de la Unión Europea, ampliada con algunos países especialmente<br />
ricos, que la de Alemania, Canadá, Australia, Irlanda, Suiza, Eslovaquia,<br />
Estados Unidos y Japón. Esto supone que, en primer lugar, se<br />
procura compensar el desequilibrio macroeconómico con un esfuerzo creciente<br />
de transferencia de fondos del sector privado al sector público, porque<br />
el equilibrio no se logra con rebajas en el gasto público, sino con<br />
aumentos en la presión tributaria, lo que, evidentemente, también provoca,<br />
en alguna medida, decisiones de deslocalización que comienzan a ser visibles<br />
en detrimento de nuestra actividad productiva. Este proceso se observa con<br />
claridad en la evolución de la presión tributaria medida por el total de ingresos<br />
fiscales en porcentaje del PIB, para los componentes de la Europa de<br />
los 15, según Eurostat en el periodo 2000-2005, en el cuadro 2.<br />
CUADRO 2<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Países Presión tributaria Tasa de variación<br />
2000 2005 en puntos porcentuales<br />
Alemania 43’3 40’2 -3’1<br />
Austria 44’8 43’6 -1’2<br />
Bélgica 47’3 47’7 +0’4<br />
Dinamarca 50’2 51’2 +1’0<br />
España 34’8 36’4 +1’6<br />
Finlandia 47’4 44’0 -3’4<br />
Francia 45’9 45’8 -0’1<br />
Grecia 40’0 36’7 -3’3<br />
Holanda 40’9 39’2 -1’7<br />
Irlanda 32’9 32’2 -0’7<br />
Italia 42’1 40’8 -1’3<br />
Luxemburgo 40’0 39’1 -0’9<br />
Portugal 35’2 36’3 +1’1<br />
Reino Unido 38’9 38’6 +0’3<br />
Suecia 54’1 52’1 -2’0<br />
Este fuerte aumento en la presión tributaria muestra que de los dos modelos<br />
posibles para conseguir el equilibrio presupuestario, el de la reducción<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 61
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
de los gastos o el del incremento impositivo, España, que había escogido<br />
el primero a partir de 1995, ha dado un cambio a partir de 2004. El problema<br />
reside en que, si por una circunstancia coyuntural, como incluso ya<br />
se adivina su posibilidad hoy, se hunden las producciones y con ellas los<br />
ingresos tributarios, ¿cómo va a ser posible mantener el equilibrio presupuestario<br />
por la rigidez a la baja, por causas sociopolíticas, que tienen los<br />
gastos públicos? Esta amenaza latente no debe, de ningún modo, dejarse a<br />
un lado en el capítulo de los desequilibrios presupuestarios.<br />
La otra vertiente de este desequilibrio económico es el endeudamiento<br />
exterior. Aparentemente éste es un camino de financiación fácil, en primer<br />
lugar porque la reconversión bancaria que se verificó a lo largo del periodo<br />
1977 –quiebra del Banco de Navarra– y 1993 –intervención del Banco Español<br />
de Crédito–, por cierto con el altísimo esfuerzo del sector público expuesto<br />
sólo por defecto por Álvaro Cuervo, ha originado la aparición de<br />
un excelente sistema crediticio que, en líneas esenciales, siguió la dirección<br />
marcada, con claridad, por Sánchez Asiaín. Todo esto, en el fondo, está en<br />
buena parte detrás de la muy alta calificación que merece España, y que<br />
aún no ha empeorado, en la clasificación de créditos a largo plazo al exterior<br />
por Standard & Poor’s el 7 de junio de 2006 (AAA es la mejor calificación<br />
posible).<br />
CUADRO 3<br />
Países Clasificación Países Clasificación<br />
Grecia A España AAA<br />
Italia AA- Finlandia AAA<br />
Portugal AA- Francia AAA<br />
Bélgica AA+ Holanda AAA<br />
Alemania AAA Irlanda AAA<br />
Austria AAA<br />
Además, al encontrarse España en el área del euro, no existe riesgo alguno<br />
del cambio para los préstamos. Pero, instantáneamente, surge otro<br />
factor de complicación a causa de la situación de las balanzas exteriores españolas.<br />
En los doce meses que concluyen en febrero de 2007, y ordenadas<br />
las balanzas comerciales de mayor superávit a mayor déficit del bloque<br />
62 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
del euro más Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña, Canadá y Australia, el<br />
panorama es el que muestra el cuadro 4, en miles de millones de dólares:<br />
CUADRO 4<br />
País Saldo (+, o -) de la balanza comercial<br />
Alemania + 213’9<br />
Japón + 84’0<br />
Canadá +46’3<br />
Holanda +42’4<br />
Bélgica +18’3<br />
Austria +0’6<br />
Australia -9’9<br />
Italia -25’2<br />
Francia -34’4<br />
Grecia -45’7<br />
España -115’9<br />
Gran Bretaña -154’8<br />
Estados Unidos -825’2<br />
Por supuesto que al pasar a la balanza por cuenta corriente, este bloque<br />
de deficitarios se ordena de otro modo:<br />
CUADRO 5<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
País Fecha de la Déficit (miles de<br />
estimación anual millones de $)<br />
Francia Febrero 2007 30’5<br />
Grecia Febrero 2007 31’5<br />
Australia Año 2006 40’9<br />
Italia Febrero 2007 47’1<br />
Gran Bretaña Año 2006 80’1<br />
España Enero 2007 109’8<br />
Estados Unidos Año 2006 856’7<br />
Lo grave es que se espera que este déficit continúe a pesar del esfuerzo<br />
español para mejorar su situación. Por ejemplo, en el subsector de los servicios<br />
comerciales –transporte, turismo, comunicaciones, servicios financieros<br />
y otros– para 2006, la Organización Mundial de Comercio muestra<br />
que España, con 100.000 millones de dólares en este sentido, ocupa el sexto<br />
puesto mundial con un porcentaje respecto al total del planeta del 3’7%,<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 63
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
igualada a Italia, y sólo sobrepasada por Estados Unidos, Gran Bretaña,<br />
Alemania, Japón y Francia. La previsión de The Economist es que en el 2007<br />
este déficit por cuenta corriente alcanzará el 8’8% del PIB. De los 42 países<br />
que se recogen en ese pronóstico, ninguno alcanza ese porcentaje en el<br />
déficit. El que más se aproxima es Turquía, con el 7’0% de déficit del PIB.<br />
Fuera del área del euro, esto hubiera exigido una caída en el cambio. Como<br />
esto es imposible, y lo mismo sucede con los tipos de interés básicos, el<br />
único remedio es o una alteración radical de las estructuras o un descenso<br />
en los salarios nominales, lo que no dejaría de provocar muy serios conflictos<br />
sociales.<br />
En otras etapas de la economía española esto más que se compensaba<br />
con inversiones directas extranjeras, o procedentes del extranjero. Recordemos<br />
el alud de inversiones mineras, ferroviarias y en servicios públicos<br />
urbanos del siglo XIX, a partir, sobre todo, del Bienio Progresista, o la llegada<br />
de capitales o empresarios procedentes de América inmediatamente<br />
tras 1898, o de capitales franceses refugiados en España tras el llamado<br />
“asunto de los mil millones” vinculado a la política anticlerical del partido<br />
radical francés, o más recientemente, con la llegada de capitales extranjeros<br />
en cifra muy importante a partir, sobre todo, del Plan de Estabilización<br />
de 1959, o sea, del momento en que España abandona la neutralidad que,<br />
ante los conflictos europeos, mantenía desde la decisión del general Prim<br />
de no intervenir en la guerra francoprusiana de 1870 5 .<br />
Esta compensación exterior no se produce ahora, porque, por el contrario,<br />
es muy fuerte la salida de capital español hacia el exterior. En 1995,<br />
los activos frente al resto del mundo alcanzaron el 38’3% del PIB, frente al<br />
115’9% en 2005, y el conjunto de la inversión extranjera directa (IED) tiene<br />
un saldo acreedor neto en los años 2000, 2001 y 2005. Del conjunto de<br />
5 Esta necesidad española de capital extranjero para mantener los equilibrios económicos lo<br />
puse de relieve ya en mi artículo “La necesidad española de capital extranjero”, en Arriba, 17<br />
enero 1952, II época, nº 5.986, pág. 5, que en muchos sentidos enlaza con el titulado “1958:<br />
es vital exportar”, en Arriba, 31 diciembre 1957, II época, nº 7.836, pág. 74; la cuantificación,<br />
basándome en cifras del Fondo Monetario Internacional, la ofrecí en “Las inversiones privadas<br />
extranjeras en España en el periodo 1960-70”, en Boletín de Estudios Económicos, diciembre<br />
1975, vol. XXX, nº 96, págs. 911-930.<br />
64 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
“los 15” de la Unión Europea, España es el sexto exportador neto de capitales.<br />
Simultáneamente, como consecuencia del grado de ampliación del<br />
ámbito comunitario tras el final de la Guerra Fría y por los avances en la<br />
globalización, el flujo de las inversiones directas de capitales hacia España<br />
se ha reducido respecto a los flujos de salida de éstos. El siguiente cuadro<br />
muestra en porcentajes del PIB esta situación de las inversiones directas 6 .<br />
CUADRO 6<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Porcentajes del PIB<br />
2000 2001 2002 2003 2004 2005<br />
Capacidad (+)/Necesidad (-)<br />
de financiación -3’1 -3’2 -2’2 -2’5 -4’3 -6’5<br />
Cuenta corriente -4’0 -3’9 -3’3 -3’5 -5’3 -7’4<br />
Inversiones directas -3’2 -0’8 -0’9 -0’3 -3’4 -1’4<br />
Es preciso añadir que las inversiones directas españolas se han dirigido,<br />
en principio, al área iberoamericana, pero lo han hecho, como consecuencia<br />
de la estructura básica productiva de nuestra economía, hacia tres<br />
sectores. En primer lugar, hacia el de las empresas de servicios públicos<br />
tarifados. Esa inversión, como antaño puso de manifiesto la crisis de<br />
CHADE (Compañía Hispano Argentina de Publicidad), es contemplada<br />
como molesta para los países en los que tiene lugar en cuanto aparece alguna<br />
pequeña anomalía en el servicio y, no digamos, cuando, como consecuencia,<br />
por ejemplo, de una inflación, es preciso elevar las tarifas. Las<br />
poblaciones se sienten tan molestas como al ser gravadas por un impuesto,<br />
pero como además se recauda para beneficio de un país extranjero, genera<br />
violentas reacciones populistas-nacionalistas. Un ejemplo, centrado en Argentina,<br />
y que es de fácil generalización, va desde Jorge Abelardo Ramos<br />
en el asunto de CHADE a Kirchner en el de Aguas de Barcelona. Esta presión<br />
es bien visible y, más de una vez, amenazadora. El segundo bloque es<br />
el de las empresas extractivas. Cuando escuchamos en Bolivia, referido a<br />
Repsol YPF, lo de “se llevaron antaño nuestra plata y ahora pretenden ha-<br />
6 Las cifras proceden del cuadro1.1, pág. 17, y del recuadro 4.1., págs. 91-98 de la publicación<br />
del Banco de España, Balanza de pagos y posición de inversión internacional de España. 2005,<br />
Madrid, 2006.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 65
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
cerlo con nuestro gas”, vemos reproducido lo que la literatura nacionalista<br />
española sostuvo respecto a las inversiones mineras extranjeras de modo<br />
continuo 7 . La reacción contra estas inversiones es notable siempre. El tercer<br />
envío de capitales corresponde al sector financiero, y sobre todo a la<br />
Banca. El socialismo castrista, reproducido de algún modo por Chávez en<br />
Venezuela con notables paralelismos, considera que ésta es una inversión<br />
depredadora vinculada al capitalismo internacional, especulativa y ajena a<br />
la producción, a la que incluso distorsiona. Por ello debe ser perseguida. El<br />
panorama es inquietante.<br />
Como síntesis se puede señalar, en el contexto internacional, que la Posición<br />
de Inversión Internacional (PII) deudora neta registrada en España<br />
es preocupante al situarse en 421.911 millones de euros en 2005, porque<br />
“en porcentaje del PIB supone el 46’7% (3’6 puntos porcentuales por encima<br />
del nivel de 2004), con lo que se alcanzó un nuevo máximo histórico…<br />
La posición deudora neta de España ha crecido de forma<br />
continuada en la última década, con la excepción del año 2000, en consonancia<br />
con la necesidad de financiación que ha presentado en términos<br />
generales la economía española durante dicho periodo”. Todo eso conduce<br />
a poder afirmar que la referida PII deudora neta española en los últimos<br />
años ha sido una de las más destacadas, “similar a la de Grecia y a la de Portugal,<br />
cuyos saldos deudores netos superan previsiblemente el nivel alcanzado<br />
en España (71’7% y 62’1% en 2004, respectivamente, frente al 43’1%<br />
del caso español para ese mismo año 2004). En Estados Unidos la PII deudora<br />
neta muestra una senda creciente, en línea con la evolución de su déficit<br />
por cuenta corriente, y ha alcanzado un nivel apreciable (cerca del<br />
22% del PIB en 2004), aunque inferior a España. La UEM (o sea, la zona<br />
del euro) mantiene un modesto saldo deudor neto. Dentro de los países europeos,<br />
en Italia y en el Reino Unido se ha asistido a una ampliación de sus<br />
PII deudores netos, ascendiendo al 7’4% y al 13’2% del PIB en 2004. Por<br />
el contrario, en los Países Bajos, Austria y, sobre todo, (en) Finlandia, se ha<br />
asistido a una corrección de sus saldos deudores. Finalmente, Alemania,<br />
7 Cfs. Virgilio Sevillano, La España ¿de quién…? ingleses, franceses y alemanes en este país, Gráficas<br />
Sánchez, Madrid, 1936. Las citas podrían ampliarse casi indefinidamente.<br />
66 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Francia y especialmente Bélgica, mantienen posiciones acreedoras netas<br />
con el resto del mundo” 8 .<br />
Este mayúsculo desequilibrio macroeconómico generado esencialmente<br />
por el enorme déficit por cuenta corriente español, constituye un primer<br />
problema básico que no deja de crecer. El que se diga que se observa una<br />
cierta desaceleración en su crecimiento, da la impresión de que sería cosa<br />
obligada, porque en magnitudes mayúsculas es imposible que, además,<br />
éstas crezcan aceleradamente. Incluso en el mundo físico existe una velocidad<br />
límite, y la tolerancia del sistema financiero internacional no es ilimitada.<br />
Lisa y llanamente, ésta es la cuestión del endeudamiento español. Conviene<br />
mostrar la postura menos preocupada ante él, que es la de José Luis<br />
Malo de Molina 9 , en un trabajo brillante, donde se procura “ver en qué medida<br />
el aumento del endeudamiento de las empresas y familiares entraña<br />
peligros para el mantenimiento del dinamismo económico y, caso de existir,<br />
determinar, si es posible, su naturaleza”.<br />
En este sentido, por una parte nos encontramos con el endeudamiento<br />
de las empresas no financieras, que “ha sido un fenómeno más tardío, dada<br />
la duración e intensidad de los procesos de saneamiento anteriores y el retraso<br />
relativo en el despegue de la inversión productiva, por lo que su intensidad<br />
es todavía moderada y no presenta desalineamientos significativos<br />
con los patrones habituales de la experiencia pasada propia o de otros países”.<br />
Pero introduce Malo de Molina dos notas de cautela. La primera es<br />
la que se deriva del elevado ritmo de crecimiento de la financiación concedida<br />
a las empresas inmobiliarias, que responde “a la prolongación de<br />
una fase excepcional de auge del sector que no puede prorrogarse indefinidamente”.<br />
Es más; en estos momentos, es bien visible la desaceleración<br />
8 Cfs. Banco de España, Balanza de pagos y posiciones de inversión internacional de España, ob.<br />
cit., pág. 92.<br />
9 Cfs. José Luis Malo de Molina, “Los principales rasgos y experiencias de la integración de la<br />
economía española en la Unión Económica y Monetaria”, en Papeles de Economía Española, monográfico<br />
Análisis de coyuntura. Instrumento e Interpretación, 2007, nº 11, en las págs. 18-21.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 67
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
que muestra que ese ciclo expansivo ha concluido. Pero lo complica todo,<br />
a mi juicio, lo que a renglón seguido agrega Malo de Molina, al indicar que<br />
la segunda nota de cautela “procede de la intensidad que han alcanzado recientemente<br />
las estrategias de crecimiento orgánico de algunas grandes<br />
empresas, fundamentalmente constructoras, mediante la adquisición con financiación<br />
ajena de paquetes significativos de otras empresas nacionales o<br />
extranjeras”, lo que evidentemente puede “llevar a niveles de endeudamiento<br />
que supongan una rémora para la generación futura de rentas y un<br />
deterioro de la situación patrimonial”.<br />
Por lo que se refiere al endeudamiento de los hogares, su juicio es que<br />
por “la holgura de las condiciones monetarias y financieras se ha manifestado<br />
en un intenso ritmo de crecimiento de la financiación recibida… El<br />
componente más dinámico ha sido el de los préstamos para la adquisición<br />
de vivienda que (entre 1996 y 2006) ha crecido a una tasa (anual) del<br />
20’4%”. Y he aquí que “el crédito a los hogares para la adquisición de bienes<br />
de consumo y otras finalidades… recientemente está mostrando una clara<br />
tendencia hacia la aceleración”.<br />
Todo este conjunto muestra que el endeudamiento de los hogares, “ha<br />
estado creciendo de forma sistemática muy por encima del ritmo de aumento<br />
de la renta bruta disponible, por lo que la ratio entre ambas ha crecido<br />
desde el 45% en 1995 hasta rebasar la cota del 120% en 2006… Dado<br />
el elevado ritmo al que se ha producido el proceso, en muy pocos años se<br />
ha sobrepasado la media (de la zona del euro antes del inicio de la unión<br />
monetaria) en cerca de 20 puntos porcentuales”. No veo claro que nos deba<br />
tranquilizar el que nos encontremos aún por debajo de los niveles de Estados<br />
Unidos, Gran Bretaña, Holanda e Irlanda. De ahí lo acertado de Malo<br />
de Molina al indicar que “el riesgo no procede de los niveles de endeudamiento<br />
alcanzados, sino de la dificultad de prolongar la trayectoria seguida”,<br />
lo que parecen confirmar “las estimaciones más recientes de los modelos<br />
macroeconométricos, como el Modelo Trimestral del Banco de España,<br />
(que) vienen a confirmar, al mismo tiempo que alertan, sobre la posibilidad<br />
de que perturbaciones imprevistas en estas variables (tipos de interés y precios<br />
de la vivienda) o en la generación de rentas, fundamentalmente a través<br />
del empleo, pudieran suponer un freno para el mantenimiento del patrón<br />
68 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
de gasto necesario para sustentar el dinamismo de la economía. Estos rasgos<br />
son particularmente relevantes para un sector de familias con elevados<br />
ratios de endeudamiento y bajos niveles relativos de renta y de riqueza, y<br />
que por tanto tienen poco margen para incrementar adicionalmente su<br />
carga financiera”.<br />
Lo que para Malo de Molina resulta claro, como colofón de esta visión<br />
del endeudamiento de nuestra economía, es que obliga “necesariamente”<br />
a “una moderación gradual del… (gasto de las familias, tanto en consumo<br />
como en inversión residencial) para adecuarse más al patrón de crecimiento<br />
de la renta disponible… El que ello se produzca de una manera ordenada<br />
y gradual en un escenario de aterrizaje suave” –que le parece a<br />
Malo de Molina “lo más probable”, aunque otros muchos analistas dan la<br />
impresión de que piensan lo contrario, y también, y eso lo comparte todo<br />
el mundo, piensan que es lo “deseable”–, o que se llegue a ello de manera<br />
más abrupta, tras una prolongación excesiva de las tendencias actuales, o<br />
como resultado de perturbaciones imprevistas en el precio de la vivienda,<br />
el sector inmobiliario, o el empleo, es evidente que “puede tener gran trascendencia<br />
para las perspectivas a medio plazo de la economía”.<br />
Nos adentramos, en este sentido, en lo que Malo de Molina califica con<br />
acierto 10 como territorio inexplorado, el de si “una fase de crecimiento tan<br />
prolongada en un marco de estabilidad macroeconómica (que) es inédita<br />
en la historia de España” puede prolongarse. Ante las perspectivas empíricas<br />
en contra concluye su artículo solicitando que “la política económica<br />
mantenga una actitud muy cautelosa, a pesar de las perspectivas favorables<br />
a corto plazo”. La pasarela que la economía española recorre sobre un río<br />
tempestuoso no tiene barandillas, y cualquier traspiés derivado de un falso<br />
optimismo, puede resultar fatal.<br />
Además, todo esto muestra la existencia de algunos otros grandes defectos<br />
estructurales, por lo que, a pesar de un notable esfuerzo de exportación<br />
que efectúa España, este déficit exterior puede aumentar como<br />
10 Cfs. José Luis Malo de Molina, art. cit., pág. 22.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 69
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
consecuencia de intentar buscar el desarrollo de nuestra economía a través<br />
de un fuerte incremento de la demanda interna, lo que tiene el rendimiento<br />
político inmediato de aumentar el PIB, por un lado, y por otro, de<br />
incrementar el nivel de ocupación.<br />
Ese impulso lo proporciona una formidable caída en los tipos de interés<br />
reales. Efectivamente, si descartamos la inflación, los tipos de los bonos<br />
a largo plazo, en el periodo 1999-2005 se comportaron como muestra el<br />
cuadro 7, en el periodo 1999-2005 11<br />
CUADRO 7<br />
Países Tipos de intereses reales<br />
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005<br />
Alemania 4’3 3’9 2’9 3’4 3’0 2’3 1’4<br />
Austria 4’2 3’6 2’8 3’3 2’9 2’2 1’2<br />
Bélgica 3’6 2’9 2’7 3’3 2’7 2’2 0’8<br />
España 2’4 2’1 1’5 1’5 1’1 1’0 0’0<br />
Finlandia 3’4 2’5 2’3 3’0 3’1 2’2 0’8<br />
Francia 4’1 3’7 3’3 3’0 2’0 1’9 1’6<br />
Grecia 4’2 3’2 1’6 1’2 0’9 1’3 0’0<br />
Holanda 1’7 2’8 0’8 1’6 2’0 2’9 1’7<br />
Portugal 2’6 2’2 0’8 1’3 0’9 1’7 1’4<br />
Estos defectos estructurales se manifiestan, además, en forma de un incremento<br />
notable en los precios interiores españoles, con un considerable<br />
aumento en su diferencial. No necesito aquí señalar que no tiene sentido<br />
decir que el IPC español marcha casi como el de la zona euro, porque en<br />
marzo de 2007 el nuestro se incrementó, en tasa anual, un 2’5%, mientras<br />
que el de la zona euro era del 1’9, con lo que sólo existe un diferencial de<br />
0’6 puntos. Se trata de funciones exponenciales, y ya que se refiere esta<br />
comparación a España y a una serie de países europeos importantes, aparte<br />
de la Zona del euro en su conjunto, he elaborado basándome en informaciones<br />
de Eurostat el cuadro de la acumulación inflacionista, medida por<br />
11 En ob. cit.. de Simon Tilford, de donde se toma este gráfico, aparecen además, con una cita,<br />
en la pág. 29, los datos de Italia e Irlanda, pues se repiten exactamente las cifras de ambas<br />
naciones; por eso no aparecen ambas series.<br />
70 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
el IPC en ese conjunto europeo, como se muestra en el cuadro 8, para el<br />
periodo 1999-2006.<br />
CUADRO 8<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Países Inflación acumulada Diferencia con<br />
en el periodo 1999-2006 la zona euro<br />
Alemania 12’5 +5’9<br />
Austria 15’4 +3’0<br />
Bélgica 20’0 -1’6<br />
España 34’1 -15’7<br />
Francia 14’3 +4’1<br />
Grecia 33’4 -15’0<br />
Holanda 20’2 -1’8<br />
Italia 21’3 -2’9<br />
Zona del Euro 18’4 – –<br />
Resulta muy cómodo hablar del efecto Balassa-Samuelson para explicar<br />
que ese aumento de los precios era inexorable porque los españoles se<br />
encontraban por debajo de los precios de los países más ricos. Pero al no<br />
observarse, con este proceso de unión económica y monetaria, una realidad<br />
de mayor productividad, como se muestra en este trabajo, jugar con<br />
el efecto Balassa-Samuelson sólo sirve para que se tenga que buscar en las<br />
condiciones de la estructura económica española la pérdida de competitividad,<br />
eso sí, agravada por la subida de los precios.<br />
Por supuesto, el diferencial del IPC, como contiene bienes y servicios de<br />
importación, disminuye la magnitud del problema. Si se toman las cifras de<br />
los precios implícitos en el PIB, o sea, el deflactor del PIB, o las de los precios<br />
industriales, este diferencial aún se amplía más. Añádase, para que<br />
estos enlaces macroeconómicos tengan todo su sentido, que si tenemos en<br />
cuenta que el comercio exportador español en gran medida se dirige a la<br />
Zona del euro, queda bien nítido otro muy serio problema estructural español,<br />
provocado en parte notable por fortísimas rigideces de los mercados<br />
de factores y de bienes y servicios. Por lo tanto la competencia con<br />
otros países se frena al no poderse devaluar la moneda española, al suceder<br />
otro tanto con los salarios, y al depender esencialmente de lo que sucede<br />
con nuestra productividad. Los estudios de Julio Segura y sus<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 71
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
colaboradores 12 muestran que no sucede nada diferente respecto a la productividad<br />
total de los factores así como respecto a la del trabajo. Ésta se<br />
mueve de acuerdo con las siguientes magnitudes dentro del ámbito de la<br />
Europa de los 15 (Luxemburgo exceptuado, según Economist Intelligence<br />
Unit, ordenados los países de mayor a menor incremento medio de la productividad<br />
del trabajo en el periodo 1999-2005).<br />
CUADRO 9<br />
Nº de orden País Incremento de la<br />
productividad media anual<br />
1999-2005<br />
1 Grecia 3’0<br />
2 Irlanda 2’8<br />
3 Finlandia 2’0<br />
4 Suecia 1’8<br />
5 Gran Bretaña 1’7<br />
6/7 Dinamarca 1’6<br />
6/7 Holanda 1’6<br />
8 Austria 1’4<br />
9 Bélgica 1’2<br />
10/11 Alemania 1’0<br />
10/11 Francia 1’0<br />
12 Portugal 0’5<br />
13 Italia -0’4<br />
14 España -1’0<br />
Media de la Zona del Euro 0’7<br />
Julio Segura ofrece la síntesis aún más amplia de este fenómeno 13 al indicar<br />
que las investigaciones que él ha coordinado, “indican inequívocamente<br />
que: 1. La pobre dinámica de la productividad del trabajo (PT) y la productividad<br />
total de los factores (PTF) que exhibe la economía española en la última<br />
década no es explicable ni en términos de errores de medida en las<br />
variables ni de efectos del cambio en la compensación sectorial del empleo o<br />
del valor añadido, sino que refleja una genuina escasa eficiencia en la utiliza-<br />
12 Cfs. Julio Segura (coordinador), La productividad en la economía española, Fundación Ramón<br />
Areces, Madrid, 2006.<br />
13 Cfs. Julio Segura, ob. cit., pág. 193.<br />
72 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
ción de los factores productivos. 2. La causa más determinante de este fenómeno<br />
es el escaso esfuerzo tecnológico realizado por las empresas españolas:<br />
un reducido porcentaje de empresas realizan actividades de I+D y su capacidad<br />
para convertir este esfuerzo en innovaciones es modesta. 3. La calidad del<br />
empleo –aproximada por el grado de cualificación del mismo– es un factor<br />
importante en la mejora de la PT y la PTF y presenta una complementariedad<br />
clara con el esfuerzo tecnológico, potenciando la eficacia del mismo”.<br />
La economía española, por eso, buscó parte de su refugio en una colosal<br />
ampliación de la industria de la construcción. Cuatro factores principales aumentaban<br />
su demanda. En primer lugar, el fuerte incremento del PIB por habitante<br />
motiva un deseo de vivir en mejores viviendas, o demanda segundas<br />
residencias. En segundo, el aumento de la ocupación coincide con la llegada<br />
a la percepción de ingresos como miembros de la población activa a los componentes<br />
del “estallido de niños” –el “baby boom”– de los años sesenta y setenta,<br />
con el complemento de un notable aumento de la participación<br />
femenina en la población activa. En tercer lugar, una fuerte inmigración llega<br />
a España como consecuencia de su cercanía a África, y de un tremendo desequilibrio<br />
de niveles de renta, que se repite con un amplio conjunto de naciones<br />
de Iberoamérica, en un proceso, éste último, facilitado por similitudes<br />
en el ámbito cultural, y especialmente en la lengua, todo ello con el complemento<br />
de habitantes de la Europa oriental en búsqueda de salarios más altos<br />
y de mejores perspectivas futuras. La cuarta causa es la existencia del que se<br />
puede denominar “fenómeno Florida”: como sucede en este Estado norteamericano<br />
con los retirados y con veraneantes, en el ámbito europeo la zona<br />
mediterránea resulta especialmente atractiva para multitud de habitantes con<br />
altos niveles en sus ingresos de las zonas del centro y norte de Europa.<br />
Por el lado de la oferta, una sentencia del Tribunal Constitucional que<br />
frenó la liberalización del suelo, como pretendía el Gobierno, concediendo facultades<br />
muy amplias a las Administraciones territoriales, con el añadido de<br />
que los ayuntamientos vieron en ello el maná para mejorar sus Haciendas, que<br />
tenían unos ingresos, a causa del sistema fiscal actual, petrificados, para emplear<br />
la expresión del profesor Torres. La escapatoria para las Haciendas territoriales<br />
de cualquier ámbito es el endeudamiento, a veces a través de la<br />
creación de empresas públicas, para las autonomías y corporaciones locales<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 73
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
de toda índole, pero aun con todas esas posibilidades, el controlar el suelo, y<br />
a través de él conseguir más de una vez jugosas ganancias, constituye una<br />
tentación clarísima. Si a ello unimos un intervencionismo creciente en el ámbito<br />
del urbanismo, con la consecuencia bien sabida de los economistas de la<br />
corrupción, surge la resultante de la reducción de la oferta de suelo.<br />
Como señala Bruno Pérez 14 , “no hay motivos para la queja. El ciclón de<br />
ladrillos que ha atravesado las ciudades y pueblos de la Península de Norte a<br />
Sur y de Este a Oeste en el transcurso de la última década ha arrojado un<br />
saldo decididamente positivo para las arcas municipales. Esto se puede cuantificar<br />
a través de los 2.000 millones de euros anuales más que hoy ingresan<br />
los ayuntamientos por el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) respecto a la<br />
era inmediatamente anterior al “boom”, según los datos recabados por la Dirección<br />
General del Catastro, dependiente de la Secretaría de Estado de Hacienda.<br />
Esos 2.000 millones de euros marcan la diferencia entre los 4.002<br />
millones de euros que los municipios españoles ingresaron por el IBI en el<br />
año 2000 y los 6.096 millones que recaudaron en 2005, último año para el que<br />
existen cifras oficiales… A la altura del año 2000, todos los impuestos locales<br />
que gravan la vivienda –IBI, Impuesto sobre Construcción, Instalaciones<br />
y Obras (ICIO) y el denominado Impuesto sobre las Plusvalías– proporcionaban<br />
6.000 millones de euros a los municipios. Hoy esa cantidad se cubre<br />
únicamente con el IBI, que supone el 50% de los ingresos fiscales municipales…<br />
Los ayuntamientos… han tratado de aprovechar al máximo la oportunidad<br />
que se les presentaba. La inmensa mayoría de los municipios<br />
españoles ha elevado el tipo del IBI (que pueden variar por ley entre el 0’4%<br />
y el 1’1% del valor catastral, en el caso de los inmuebles urbanos) en estos<br />
años y eso ha hecho que, a pesar del dinamismo del proceso económico, la<br />
presión fiscal por este impuesto… se haya incrementado. En estos momentos<br />
los municipios reclaman que el IBI se aplique sobre el valor de mercado<br />
de los inmuebles y no el catastral, y crear una tarifa progresiva “en función de<br />
la capacidad económica de los contribuyentes”.<br />
14 Cfs. Bruno Pérez, “El “boom” inmobiliario deja al año 2.000 millones más en las arcas municipales.<br />
Los ingresos por IBI crecen desde 4.000 millones a 6.000 millones de euros entre<br />
2000 y 2005. Los ayuntamientos han exprimido hasta el límite su capacidad de recaudar a través<br />
de la vivienda”, en El Economista, 7 mayo 2007 (año II, nº 365, pág. 27).<br />
74 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
Volviendo al mercado del suelo y de los inmuebles, creciente demanda<br />
y una reducida oferta generan forzosamente subidas de precios. El traslado<br />
de las curvas de oferta OO, y demanda DD, a las O’O’ y D’D’ determina<br />
una forzosa subida de los precios, porque OM’>OM, y de las<br />
viviendas vendidas, OP’> OP.<br />
GRÁFICO 2<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Así es como se constituyó el sector de la construcción con el complemento<br />
de la obra pública obligada en infraestructuras para no generar estrangulamientos<br />
en el proceso productivo, juntamente con el aumento del<br />
consumo, en un factor esencial del desarrollo económico español. Este proceso<br />
hizo más que doblar en la última década el precio de la vivienda. Con<br />
bajísimos tipos de interés reales y este efecto riqueza derivado de la propiedad<br />
de un inmueble, ¿era posible que no aumentase complementariamente<br />
el precio de los inmuebles? Pero, como se señala muchas veces, los árboles<br />
no crecen hasta el cielo. Como síntesis, debe señalarse que el precio de las<br />
casas en España, que creció con fuerza desde 1997-1998, desde el año 2004,<br />
en porcentaje sobre los precios del año anterior, ha disminuido. En 2004, en<br />
el incremento respecto a 2003 fue del 20%; en el primer trimestre de 2007<br />
cayó al 7’2%. La consecuencia se ha propagado al mercado bursátil y, en general,<br />
al combinarse el freno a los precios de los inmuebles y de las cotizaciones<br />
en Bolsa, se produce en las familias la consecuencia de observar que<br />
se tiene menor riqueza y, por tanto, se restringirá la demanda.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 75
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
Este conjunto de desequilibrios en el aparato productivo, con sus consecuencias<br />
macroeconómicas, va eliminando las bases del fuerte desarrollo<br />
iniciado a partir de 1995 y, sobre todo, de 1996, con las medidas del<br />
Gobierno Aznar desarrolladas por los ministros Rato y Montoro.<br />
Todo lo complica el problema energético español, sobre todo por el<br />
lado de las balanzas exteriores. España, para desarrollarse, precisa algo más<br />
de una unidad adicional de energía para generar una unidad adicional de<br />
PIB, al contrario que el resto de los países de la OCDE, que para producir<br />
una unidad adicional del PIB, precisan todos de menos de una unidad<br />
de energía. Esta alta dependencia se liga a un muy alto grado de importaciones<br />
en energía primaria. O bien, como muestra el gráfico 3, que mide la<br />
intensidad –medida en kilotoneladas de equivalente de petróleo por unidad<br />
de PIB, medido en ecus 1995–, es evidente una separación de la curva española<br />
y de la de la Unión Europea en el periodo 1985-2003, en cuanto a<br />
la energía necesaria para originar una unidad de producto, creciente además<br />
en el caso de España, y decreciente en el de la Unión Europea.<br />
GRÁFICO 3<br />
Intensidad primaria en España y la Unión Europea<br />
Nota: Los datos de Intensidad Primaria para España se han calculado a partir de los<br />
consumos de energía primaria y las cifras de Producto Interior Bruto publicadas por el INE<br />
a precios constantes de 1995 y de acuerdo con el nuevo Sistema Europeo de Cuentas.<br />
Fuente: EnR/IDAE<br />
76 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
La serie histórica de consumo de energía primaria en España muestra<br />
con claridad un descenso en el porcentaje respecto al total de la generada<br />
en nuestro país –en 1973, el carbón significaba el 18’2% y en el 2005, el<br />
15’8%; la hidráulica y eólica, en 1973, el 4’6% y en 1985, el 2’5%, y la nuclear,<br />
el 3’1% en 1973, cuando daba sus primeros pasos, hasta ascender al<br />
17’0% en 1989 y a partir de ahí, descender hasta el 10’6% en 2005–, mientras<br />
que aumentan las energías básicas de importación: el petróleo sube<br />
del 72’9% en 1973 hasta el 76’7% en 1976, para luego disminuir hasta el<br />
50’6% en 2005–, y el gas sube del 1’5% en 1973 al 20’5% en 2005, y la electricidad<br />
de importación, del 0’3% en 1973 al 1% en 2005. En conjunto esto<br />
supone una subida muy fuerte en nuestra dependencia del exterior. Ésta suponía<br />
entre un 30 y un 40% en los años sesenta; en 2005 se ha situado en<br />
el 81%. Como este mercado energético internacional está dominado por situaciones<br />
de alto grado de monopolio, la carga sobre nuestra balanza comercial<br />
pasa a ser muy grande. Aparte del riesgo que puede derivarse de<br />
un nuevo choque petrolífero, o de gas, complicado todo, además, tanto<br />
por lo que pudiera derivarse de la localización exacta del pico de Hubbert<br />
15 , como por las consecuencias del auge del integrismo musulmán.<br />
Concretamente, por lo que se refiere a la apuesta por el gas hecha por España,<br />
debido al avance salafista en Argelia y Marruecos, y en este último<br />
país a causa de sus demandas nacionalistas frente a España, la preocupación<br />
tiene que ser grande. Esto obliga, a poca sensatez que exista en las<br />
autoridades españolas, a un esfuerzo notable en materias de defensa por lo<br />
que se refiere a nuestro flanco mediterráneo, lo que no dejará de aumentar<br />
el gasto público. La mejoría pudo haber venido de una apuesta decidida,<br />
parecida a la que existe en Francia, a favor de la energía nuclear.<br />
Además de ello ha surgido la cuestión del cambio climático. Sólo por eso,<br />
como señalaba recientemente Nicholas Stern, 16 se impone la cuestión nu-<br />
15 Lo planteado por el “pico de Hubbert” y el petróleo semeja muchísimo a lo expuesto por William<br />
Stanley Jevons y el carbón en el famoso ensayo The Coal Question, la primera edición de<br />
1865, aunque la manejada habitualmente es la 3ª edición, revisada por A. W. Flux, Macmillan,<br />
London, 1906.<br />
16 Cfs. Nicholas Stern, The Economics of Climate Change. The Stern Review, Cambridge University<br />
Press, Cambridge, 2007, sobre todo en la pág. 309.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 77
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
clear, y en síntesis, es muy difícil discrepar de lo que respecto a España se señala<br />
en el folleto preparado por Eduardo Moreno Amador y Almudena<br />
Alonso Gómez, Energía Nuclear. Una mirada abierta al futuro energético 17 :<br />
“En España la demanda de energía eléctrica crece a un ritmo acelerado.<br />
Ha crecido el 57% en una década alcanzando el 72% en la punta de demanda<br />
durante el mismo periodo.<br />
“La demanda de electricidad ha aumentado más que la inversión en renovables.<br />
A pesar de las inversiones realizadas en España en renovables<br />
en los últimos años, entre 2004 y 2006 ha caído su aportación en términos<br />
relativos.<br />
“La dependencia energética alcanza en Europa el 50% y en España el<br />
80% y existen problemas geopolíticos que afectan a la garantía de suministro,<br />
a lo que se suma el hecho de que los precios del petróleo son altamente<br />
volátiles.<br />
“El 80% del consumo energético mundial se basa en combustibles fósiles,<br />
lo que da indicio de la magnitud del problema del calentamiento global”.<br />
Este haz de amenazas al equilibrio macroeconómico pone en muy<br />
malas condiciones a uno de los lados del triángulo de Eugenio Domingo<br />
Solans. ¿Y qué sucede con los aspectos relacionados con el desarrollo científico<br />
y tecnológico?<br />
Conviene que tengamos en cuenta, en este sentido, que vivimos dentro de<br />
una nueva etapa de la Humanidad desde finales del siglo XVIII. El hombre,<br />
a partir del tercer milenio antes de Cristo, vivió en la Revolución del Neolítico,<br />
y ésta dura hasta, aproximadamente, 1783. La energía era de sangre, eólica<br />
o hidráulica; los cultivos seguían las reglas de Columela y su De re agricola;<br />
las noticias desde Sevilla a Roma tardaban, poco más o menos, en el siglo<br />
XVII, lo mismo que en la época del Imperio Romano; la navegación, a remo<br />
17 Villafañe & Asociados. Pearson. Prentice Hall. Foro Nuclear, Madrid, 2007, pág. VII.<br />
78 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
y a vela, tenía parecidas técnicas en Tartessos y en la Cádiz de inicios del siglo<br />
XVIII; los ejércitos poseían dimensiones parecidas, y desde César a Napoleón<br />
sus movimientos eran similares; también sucedía eso con los planteamientos<br />
políticos; el único gran cambio había sido el establecimiento de<br />
conexiones políticas y comerciales en todo el orbe gracias a los descubrimientos<br />
de portugueses y españoles; la agricultura, la ganadería, la actividad<br />
protoindustrial, no se alteró demasiado en el periodo; se ha avanzado en el<br />
terreno de las matemáticas, pero sólo a partir del siglo XVII se produjo un<br />
cambio esencial, con la llegada del cálculo infinitesimal, del cálculo de probabilidades<br />
y de la geometría analítica; la medicina no había avanzado gran<br />
cosa desde Hipócrates. ¿Para qué seguir? Si un enterrado en un sarcófago fenicio<br />
de Cádiz levantase la cabeza a comienzos del siglo XVIII en esa ciudad,<br />
aún entendería todo lo que sucedía en su entorno a la perfección; a partir del<br />
siglo XIX, dejaría de comprenderlo, y el choque actual le sería intolerable.<br />
De acuerdo con Schumpeter y Kondratief, ya hemos superado dos grandes<br />
etapas de la Revolución Industrial. La primera, generada a lo largo de la<br />
primera mitad del siglo XIX, suponía un progreso, por cierto, enorme, basado<br />
en la energía del carbón, con complementos tales como la siderometalurgia<br />
y los ferrocarriles. La segunda, en la transición del siglo XIX y XX, supone<br />
la entrada en acción del motor de explosión basado en el petróleo, la utilización<br />
de la corriente alterna y avances considerables en la industria química,<br />
tanto en la pesada –donde el papel de la petroleoquímica prepondera<br />
progresivamente sobre la carboquímica– como de la industria quimicofamacéutica.<br />
Pero ahora se ha abierto con toda su amplitud la tercera, con<br />
puntos de apoyo tan considerables como las tecnologías de las informaciones<br />
y las comunicaciones (las TIC), la robótica, la exploración del espacio exterior,<br />
los progresos de la biotecnología, el empleo de los nuevos materiales,<br />
la nanotecnología, y las nuevas energías, con el avance desde la de fisión a<br />
la de fusión, todo ello con progresos notables hacia la globalización, fruto,<br />
entre otras cosas, del paso de la modernidad, vinculada a la cultura nacionalista<br />
derivada de la Revolución Francesa, a la postmodernidad que intenta<br />
superar esas limitaciones con organizaciones supranacionales.<br />
La comunidad que no sea capaz de cabalgar sobre este tipo del desarrollo<br />
–la exponencial de Fogel es bien significativa en este sentido– re-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 79
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
sultará devorada –esto es, excluida del desarrollo– por esta nueva realidad.<br />
Y he aquí que en España las informaciones de que se disponen indican que<br />
nuestra nación, con mil dificultades, se está agarrando a la piel de este<br />
feroz felino. La carencia de empresas industriales españolas importantes<br />
explica en parte esa realidad. Las mayores, –dejando a un lado a las eléctricas–<br />
como son las del automóvil o Arcelor, forman parte de conglomerados<br />
multinacionales cuya sede más importante se encuentra en el<br />
extranjero. Ciertas apuestas a través de desembolsos considerables, como<br />
es la participación española en EADS, han acabado en ruidosos fracasos.<br />
Y en el terreno energético, la imposibilidad de conseguir que en España<br />
se situase ITER, sobre todo a causa del demagógico “parón nuclear” de<br />
1982, reiterando recientemente el propio Gobierno que pensaba saltar a<br />
una especie de liquidación de las plantas nucleares, incrementa este problema.<br />
Parece que España no ha escuchado las palabras pronunciadas por<br />
el Premio Nobel de Física, Basov, cuando recibió el doctorado “honoris<br />
causa” por la Universidad Politécnica de Madrid: “No se puede alcanzar<br />
el paraíso de la energía de fusión sin pasar por el purgatorio de la energía<br />
de fisión”.<br />
La importancia de este retraso se contempla en estas palabras pronunciadas<br />
por José Ángel Sánchez Asiaín en la llamada Asamblea Cotec 2006,<br />
celebrada bajo la presidencia del Rey el 22 de junio de 2006: “Todos sabemos<br />
lo lejos que todavía estamos de alcanzar los niveles que caracterizan<br />
a los países más desarrollados, y sabemos, además, que una perspectiva<br />
continuista es necesaria, pero que no es suficiente… en un entorno de rápida<br />
evolución. En Cotec hemos tratado este año de entender y profundizar<br />
en cómo se explica esa gran distancia. Y para ello hemos construido un<br />
modelo de economía desarrollada, una especie de economía virtual con la<br />
que comparar nuestra situación real. Un modelo que representa a la economía<br />
media de los seis país más desarrollados de la OCDE entre 1993 y<br />
2002, último año para el que hay datos internacionales desagregados…<br />
Pues bien, entre otras cosas, de ese análisis se deducen “dos peculiaridades”<br />
de nuestro sistema, las dos negativas, que explican esa distancia tan grande<br />
que nos separa. Uno es que nuestros sectores dedican mucho menos esfuerzo<br />
a I+D que sus homólogos del modelo… Hemos comprobado que<br />
si nuestro sistema se comportara igual que el del modelo, nuestro gasto en<br />
80 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
I+D, en términos de Valor Añadido Bruto, sería el 1’1%, y no el 0’56% actual…<br />
La segunda peculiaridad es estructural, y pone de manifiesto que en<br />
nuestro sistema productivo el peso de las empresas de sectores tradicionales<br />
es todavía demasiado grande. –Esto significa que España no se ha<br />
empapado de las profundas transformaciones que significa la tercera etapa<br />
de la Revolución Industrial en relación con el sistema productivo de los<br />
países de vanguardia–. Es decir, hay pocas empresas que ofrecen productos<br />
de tecnología avanzada. Y esto es lo que justifica que ese 1’1% que nos<br />
gustaría alcanzar dista todavía medio punto de la intensidad de I+D de la<br />
economía modelo. La conclusión es que si nuestro tejido productivo no se<br />
desplaza hacia sectores de mayor contenido tecnológico y más creadores<br />
de valor añadido, sus indicadores no alcanzarán nunca los valores que tienen<br />
en las economías desarrolladas. Y éste es nuestro segundo gran problema…<br />
Necesitamos aumentar de forma explosiva la innovación<br />
tecnológica en nuestro país. Lo que necesariamente pasa por un fortísimo<br />
crecimiento del número de las empresas innovadoras. Es decir, aquéllas<br />
que optan decididamente por estrategias tecnológicas para aumentar su<br />
competitividad… Para que esto ocurra, lo que tenemos que hacer es ya<br />
conocido. Y quizá el objetivo más urgente sea que muchos más investigadores<br />
trabajen en las empresas españolas. Porque ellos son los que mejor<br />
pueden detectar las oportunidades de negocio que la tecnología ofrece a<br />
cada una. Y para que eso suceda rápidamente será preciso que los investigadores<br />
del sistema público, que son muchos y excelentes, se vean atraídos<br />
por la actividad empresarial… Hacen falta… investigadores que sean capaces<br />
de aprovechar el conocimiento disponible en el sistema público de<br />
investigación… Será también muy importante que las empresas españolas<br />
se preocupen más por la gestión de la innovación, que es una función tan<br />
gestionable como cualquier otra función empresarial… Y también necesitamos<br />
un marco legal y administrativo que no levante barreras, ni añada<br />
nuevas incertidumbres a las propias que ya de por sí tiene la actividad empresarial.<br />
Porque leyes como las de la quiebra, reglamentaciones como las<br />
de los investigadores del sistema público, o discontinuidades en las políticas<br />
de apoyo, inhiben la innovación”. Todo esto, además, en un contexto,<br />
el de la Unión Europea, caracterizado porque tras las frases grandilocuentes<br />
vinculadas al Acuerdo de Lisboa es difícil entender cómo “los fondos<br />
dedicados a…. «ciencia, tecnología e innovación», sean tal y como se pro-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 81
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
pone en las ‘Perspectivas Comunitarias para 2007-2013’, la quinta parte de<br />
los dedicados a financiar las políticas agrarias”.<br />
Y para concluir esta larga cita del discurso de Sánchez Asiaín conviene<br />
resaltar que con toda justicia avisó de que, en España, “estamos teniendo<br />
tasas de crecimiento superiores a la media europea. Unas tasas cada día más<br />
amenazadas, no sólo por el fenómeno ya viejo de la globalización, sino también<br />
por la rápida irrupción en ese mercado global de nuevas ofertas que obtienen<br />
ventajas competitivas derivadas del caso de la tecnología…” 18 .<br />
¿Para qué insistir más? Sólo debo añadir que el “Informe” sobre España<br />
del Fondo Monetario Internacional 19 , critica la baja inversión pública y privada<br />
en tecnología (1’1% del PIB, muy lejos del objetivo de la UE para<br />
2010, el 3%), que explica una parte notable del déficit exterior considerable,<br />
como ya se ha señalado, de nuestra economía.<br />
Un cuadro estadístico del gasto del I+D+i por parte del sector empresarial,<br />
ordenados los países de mayor a menor gasto porcentual respecto<br />
al PIB en la Unión Europea de los 25 en el año 2004, ratifica hasta qué<br />
punto es peligrosa la situación española también en este segundo lado del<br />
triángulo de Eugenio Domingo Solans 20 .<br />
CUADRO 10<br />
Nº de orden País Gasto porcentual respecto<br />
al PIB del I+D+i (2004)<br />
1 Suecia 2’75<br />
2 Finlandia 2’46<br />
3 Dinamarca 1’81<br />
4 Alemania 1’75<br />
82 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007<br />
(continúa)<br />
18 Este texto de su intervención en Asamblea Cotec 2006 de José Ángel Sánchez Asiaín me fue<br />
facilitado por éste. Los documentos de Cotec se pueden consultar en:<br />
http://www.cotec.es/docs/ficheros/200505100020_6_0.pdf<br />
19 Cfs. International Monetary Fund, Spain 2007. Article IV. Consultation. Preliminary Conclusions<br />
of the IME Mission. March 26, 2007, www.imf.org<br />
20 Cfs. “Europe in Figures”, en Eurostat Yearbook 2006-2007, Eurostat, marzo 2007.
Nº de orden País Gasto porcentual respecto<br />
al PIB del I+D+i (2004)<br />
5 Luxemburgo 1’54<br />
6 Francia 1’36<br />
7 Bélgica 1’32<br />
8 Gran Bretaña 1’16<br />
9 Holanda 1’02<br />
10 Eslovenia 0’96<br />
11 República Checa 0’81<br />
12 Irlanda 0’77<br />
13 España 0’58<br />
14 Italia 0’56<br />
15 Hungría 0’37<br />
16 Estonia 0’36<br />
17 Eslovaquia 0’26<br />
18 Letonia 0’19<br />
19/20 Grecia 0’17<br />
19/20 Polonia 0’17<br />
21 Lituania 0’16<br />
22 Malta 0’10<br />
23 Chipre 0’08<br />
24 Austria – –<br />
25 Portugal – –<br />
Media UE 15 1’26<br />
Media UE 25 1’22<br />
Media Eurozona 1’21<br />
Complétese con el cuadro 11 que muestra cómo nuestras empresas no<br />
empujan precisamente en la dirección que se considera adecuada 21 , al ordenar<br />
los países europeos por su mayor a menor actividad empresarial innovadora.<br />
CUADRO 11<br />
Empresas de la UE-27 con actividad innovadora entre 2002 y 2004 (en porcentaje<br />
sobre el total de empresas)<br />
Nº de orden Países Porcentajes<br />
1 Alemania 65<br />
2 Austria 53<br />
3/4/5 Dinamarca 52<br />
3/4/5 Irlanda 52<br />
3/4/5 Luxemburgo 52<br />
6 Bélgica 51<br />
7 Suecia 50<br />
8 Estonia 49<br />
21 Eurostat, News Release, febrero 2007, nº 27.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
(continúa)<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 83
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
Nº de orden Países Porcentajes<br />
9 Chipre 46<br />
10/11 Finlandia 43<br />
10/11 Gran Bretaña 43<br />
12 Portugal 41<br />
13 República Checa 38<br />
14/15 Grecia 36<br />
14/15 Italia 36<br />
16 España 35<br />
17 Holanda 34<br />
18 Francia 33<br />
19 Lituania 29<br />
20 Eslovenia 27<br />
21 Polonia 25<br />
22 Eslovaquia 23<br />
23/24 Hungría 21<br />
23/24 Malta 21<br />
25 Rumania 20<br />
26 Letonia 18<br />
27 Bulgaria 16<br />
Media Unión Europea 27 42<br />
Todo esto queda corroborado, por lo que se refiere a esa mala situación<br />
española, con la estimación realizada por el Instituto de la Economía<br />
Alemana, el IWD, por encargo del Instituto Roman Herzog a través de 22<br />
indicadores, con una escala que va de 100 (mayor resultado), a 0 (peor resultado).<br />
La puntuación española debe preocuparnos, y nada alivia el que<br />
Italia, Portugal y Grecia estén aun en peores condiciones.<br />
CUADRO 12<br />
Comparación internacional de la innovación en 2006<br />
Nº de orden Países Porcentajes<br />
1 Estados Unidos 79’2<br />
2 Suecia 71’5<br />
3 Gran Bretaña 68’5<br />
4 Finlandia 66’3<br />
5 Dinamarca 62’7<br />
6 Francia 52’8<br />
7/8 Noruega 52’2<br />
7/8 Japón 52’2<br />
9 Irlanda 45’7<br />
10 Holanda 44’4<br />
11 Alemania 42’7<br />
12 Bélgica 39’9<br />
13 España 33’2<br />
14 Italia 27’4<br />
15 Portugal 25’7<br />
16 Grecia 10’5<br />
84 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Esta comparación extraeuropea casi nos debe abrumar, porque España,<br />
además, se encuentra situada en la Unión Europea, y en Europa se encuentran<br />
nuestros principales clientes. Si no marcha aceleradamente el conjunto<br />
de Francia, Alemania, Portugal, Gran Bretaña e Italia, por fuerza la economía<br />
española frenará su desarrollo. Por eso debe preocuparnos que de acuerdo<br />
con el “Informe CESIfo” del Centro de Estudios Económicos de la Universidad<br />
de Munich y del Instituto IFO “el objetivo de la UE en lo relativo a la<br />
inversión en I+D, expresado en porcentaje del PIB, según se establece en la<br />
estrategia acordada en la Cumbre de Lisboa, es alcanzar al menos el 3% en<br />
2010. Según los últimos datos de Eurostat, los 25 países de la UE invirtieron<br />
en I+D el 1’85% del PIB en 2005. Este es, prácticamente, el mismo porcentaje<br />
que en 2000, el año en el que el Consejo Europeo se fijó como objetivo<br />
estratégico para la próxima década «convertir a Europa en la economía basada<br />
en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo». El porcentaje<br />
del PIB destinado a I+D en Europa se ha mantenido bastante por<br />
debajo del de Estados Unidos… Otro tipo de inversión en la que las políticas<br />
públicas desempeñan un importante papel es la educación… Sin embargo, la<br />
inversión en educación en la zona del euro básicamente se ha estancado desde<br />
1999… En este periodo, Estados Unidos ha ampliado su ventaja: la inversión<br />
pública y privada en educación creció casi medio punto entre 1999 y 2003.<br />
Los autores destacan también que, mientras en Japón y Estados Unidos más<br />
del 25% de las instituciones dedicadas a la educación reciben financiación privada,<br />
este porcentaje apenas supera el 10% en Europa” 22 .<br />
Todo esto debe completarse con un cuadro que muestra en el fondo de<br />
qué modo la investigación se ha orientado en España al margen del interés<br />
que de ella se puede derivar hacia el mundo empresarial. Como se indica<br />
en un valioso trabajo de Pedro Aceituno Aceituno 23 , “por lo general<br />
22 Cfs. “La economía europea ralentizará su crecimiento en los dos próximos años. El Infome CE-<br />
SIfo sobre “la economía europea 2007” previó una moderación del crecimiento en 2007 y<br />
2008, si bien las perspectivas en empleo continuarán siendo favorables. Los autores advierten<br />
de la desventaja que la Unión Europea sigue presentando en la inversión en educación e<br />
I+D, dos ámbitos estratégicos”, cfs. Fundación BBVA. Boletín, marzo 2007, nº 5, pág. 6-7.<br />
23 Cfs. Pedro Aceituno Aceituno, Primer Informe Innovacef: aportaciones para mejorar el futuro<br />
de la I+D+I, núm. 80/2006, Centro de Estudios Financieros, Madrid, enero 2007, pág. 168.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 85
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
existe escasa conciencia y mentalidad entre la sociedad y el tejido empresarial<br />
de que la I+D+i sea una inversión beneficiosa tanto a la hora de obtener<br />
resultados económicos como de otro tipo, quizás porque no<br />
entienden bien cuáles pueden ser estos beneficios, en términos de una<br />
mayor competitividad, productividad y una mayor calidad de vida para la<br />
población, entre otras ventajas. No se aprecia el valor de la investigación y<br />
el conocimiento como motor de una economía más competitiva, especialmente<br />
en las empresas. Además las compañías españolas no tienen cultura<br />
de investigación y prefieren comparar su tecnología en el exterior,<br />
mientras que las entidades públicas no tienen cultura empresarial”.<br />
De ahí por ejemplo este cuadro, bastante sobrecogedor para los investigadores<br />
jóvenes, de este “Informe Innovacef” 24 , con la observación de que<br />
“el sistema de puntuación de las contestaciones (de este Informe) recorre<br />
una escala que va desde 10 para el máximo nivel de expectativas hasta el<br />
0 que representa el menor nivel de las mismas” 25 .<br />
CUADRO 13<br />
¿Tiene previsto en su departamento u organización acudir a alguna institución<br />
privada para financiar los proyectos de I+D+i en que usted participa?<br />
Respuesta Puntuación Porcentaje<br />
Ya se ha obtenido 10 14’03<br />
Ya se ha acudido y se está<br />
totalmente seguro de obtenerla 8 2’30<br />
Ya se ha acudido y se está<br />
muy seguro de obtenerla 6 6’63<br />
Se está considerando 4 17’60<br />
Se considera escasamente 2 13’78<br />
No se tiene previsto 0 45’41<br />
Todo esto, naturalmente enlaza con la productividad, como se ha señalado<br />
antes, y se puede sintetizar con estas palabras del profesor Ontive-<br />
24 Cfs. Pedro Aceituno Aceituno, ob. cit., pág. 161.<br />
25 Cfs. Pedro Aceituno Aceituno, ob. cit., pág. 156.<br />
86 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
os 26 : “Las muy reducidas tasas de crecimiento de la productividad siguen<br />
denunciando un cierto anclaje de nuestra economía en sectores tradicionales<br />
y de una escasa diversificación hacia otros más intensivos en conocimiento.<br />
El resultado no puede ser otro que un muy pobre<br />
comportamiento de la productividad del trabajo, de la productividad total<br />
de los factores… Además…, (en) la baja intensidad tecnológica de nuestra<br />
economía y, en general de la reducida dotación en conocimiento”. Esto,<br />
por desgracia, parece confirmarse, por ejemplo en el reciente “Informe Pisa<br />
2003” 27 .<br />
Resta analizar el lado del triángulo de Eugenio Domingo Solans que<br />
queda, el que se relaciona con el equilibrio social. En primer lugar, y a corto<br />
plazo, debemos señalar el importante crecimiento de los costes unitarios laborales<br />
en el área del conjunto de la OCDE, tal como se recoge en el cuadro<br />
13, con número de orden de menor a mayor tasa de variación anual en<br />
los costes laborales unitarios en 2006; la cifra de 2007 es una estimación 28 .<br />
CUADRO 14<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Variación porcentual anual<br />
Nº de orden País de los costes unitarios<br />
laborales<br />
2006 2007<br />
1 Alemania -1’5 0’3<br />
2/3 Holanda -1’0 0’4<br />
2/3 Japón -1’0 0’1<br />
4 Finlandia -0’6 1’5<br />
5 Suiza -0’3 0’9<br />
6 Suecia 0’0 1’1<br />
7 Eslovaquia 0’3 1’3<br />
8 Austria 0’4 0’9<br />
(continúa)<br />
26 Cfs. Emilio Ontiveros, debate “Emprender e Innovar. La regeneración empresarial”, en el volumen<br />
Saviálogos’06. Primer Encuentro Viálogos.Can con el Saber, Biblioteca Viálogos.Can, Caja<br />
Navarra, Pamplona, 2007, págs. 42-44.<br />
27 Cfs. PISA 2003. Aprender para el mundo del mañana, OCDE. Editorial Santillana, Madrid, 2005,<br />
y Panorama de la Educación 2006. Indicador de la OCDE, OCDE. Editorial Santillana, Madrid,<br />
2006.<br />
28 Cfs. OECD Economic Outlook, 2 diciembre, 2006, nº 80<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 87
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
Variación porcentual anual<br />
Nº de orden País de los costes unitarios<br />
laborales<br />
2006 2007<br />
9 República Checa 0’7 2’4<br />
10 Bélgica 0’9 1’1<br />
11 Corea 1’2 1’7<br />
12 Dinamarca 1’3 2’4<br />
13 Francia 1’7 1’5<br />
14 Luxemburgo 1’9 0’9<br />
15 México 2’3 2’9<br />
16 España 2’5 3’1<br />
17 Turquía 2’7 2’6<br />
18/19 Grecia 2’8 3’1<br />
18/19 Canadá 2’8 1’8<br />
20/21 Gran Bretaña 2’9 2’9<br />
20/21 Polonia 2’9 1’9<br />
22 Portugal 3’2 2’0<br />
23 Hungría 3’4 4’1<br />
24 Noruega 3’5 2’7<br />
25 Italia 3’7 1’0<br />
26 Estados Unidos 4’3 3’0<br />
27 Australia 4’9 3’3<br />
28 Irlanda 5’0 2’5<br />
29 Nueva Zelanda 6’1 2’2<br />
30 Islandia 10’6 7’7<br />
Media de la Eurozona 0’9 1’2<br />
Media de la OCDE 2’3 2’0<br />
Este complementario elemento de freno a nuestro desarrollo debe ampliarse<br />
con los datos de la conflictividad laboral colectiva. La Oficina para<br />
las Estadísticas Nacionales británica, ha compilado un gráfico comparativo<br />
muy claro –véase en el gráfico 4–, que muestra que, aunque la conflictividad<br />
laboral española, desde un punto de vista temporal se encuentra<br />
en niveles muy bajos, aún es muy fuerte medida espacialmente, al examinar<br />
los días perdidos por mil empleados.<br />
José Luis Malo de Molina en el trabajo ya citado, explica, cómo, sin embargo,<br />
de ahí no se desprende una acción virulenta sindical 29 . Antes, al contrario,<br />
existe “un cambio en el clima de las negociaciones entre los agentes<br />
29 Cfs. José Luis Malo de Molina, art. cit., págs. 11 y 12.<br />
88 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
GRÁFICO 4<br />
Días de trabajo perdidos por cada 1.000 empleados<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
económicos y sociales que han desarrollado estrategias de negociación salarial<br />
más sensibles al impacto potencial de los costes laborales sobre la<br />
generación de empleo y a la importación de los cambios tecnológicos y de<br />
la globalización de los mercados sobre la competitividad de las empresas.<br />
La remuneración por asalariado, que había crecido a una tasa media del<br />
9’4% entre 1980 y 1995, se ha moderado hasta el 2’9% de crecimiento<br />
medio entre 1996 y 2005… Estos ritmos de crecimiento de la remuneración<br />
de los asalariados están en línea con la trayectoria del IPC, pero<br />
cuando se comparan con los incrementos del deflactor del PIB, el crecimiento<br />
real resultante es negativo (-0’6% en el promedio de 1996-2007,<br />
frente al 1’3% entre 1980 y 1995), lo que debe interpretarse como un comportamiento<br />
favorable a la creación de empleo”. Añádase que “la combinación<br />
del cambio en la formación de las expectativas –en los últimos años,<br />
los incrementos de la remuneración de los asalariados vienen siendo infe-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 89
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
riores a los incrementos medios pactados en los convenios colectivos– y la<br />
influencia de la incorporación masiva de inmigrantes constituye la principal<br />
fuente de la flexibilidad que ha propiciado la elevada generación del<br />
empleo. Se han producido asimismo algunas reformas del mercado de trabajo<br />
que también han prestado alguna contribución. La más importante fue<br />
la de 1984, que liberalizó la contratación temporal… que… se ha convertido<br />
en la principal vía de flexibilidad para la adaptación de las empresas,<br />
con los riesgos que ello comporta de posibles ajustes bruscos del empleo<br />
en coyunturas adversas”. He ahí una Espada de Damocles de conflictividad<br />
que pende sobre nuestra realidad social.<br />
Por ahora, si no se alterase la coyuntura, y ya se ha visto que parece<br />
probable que ésta empeore, es evidente que aparece un panorama risueño,<br />
pues nos avisa Malo de Molina de que se reduce el NAIRU de España,<br />
esto es, la tasa de paro que no acelera la inflación: “Ha pasado de niveles<br />
en el entorno del 15% en 1996 hasta cerca del 9% en 2006, según las estimaciones<br />
disponibles” 30 .<br />
No debe dejar de preocuparnos el otro lado de esa moneda, de una<br />
cierta flexibilización laboral. Desde hace tiempo no se conoce ninguna<br />
nueva estimación solvente de la distribución personal de la renta. La última<br />
de que se dispone es la que se ofrece por el Banco Mundial basándose en<br />
la encuesta de 1990. La situación más que aceptable de entonces no puede<br />
seguir basando nuestras conjeturas 31 .<br />
Tampoco, en esta especie de síntesis de la existencia de elementos preocupantes<br />
en relación con el equilibrio social, podemos hurtar, muy sintéticamente,<br />
la abierta polémica sobre una posible crisis en el sistema de<br />
30 Sobre esta caída de NAIRU en España, véase Kieran MC Morrow y Werner Roger, “La estimación<br />
y los usos del concepto de tasa de crecimiento potencial. Perspectiva general de la metodología<br />
de la función de producción que utiliza la Comisión Europea”, en Papeles de Economía<br />
Española, 2007, nº 111, monográfico Análisis de coyuntura. Instrumentos e interpretación,<br />
págs. 88-89, 95 y 98.<br />
31 Cfs. Informe sobre el Desarrollo Mundial 2005. Un mejor clima de inversión para todos, Banco<br />
Mundial. Mundi-Prensa Libros, Alfaomega Colombiana, Bogotá, 2006, pág. 258.<br />
90 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
pensiones, que naturalmente se centra, por una parte, en la continuidad, o<br />
no, de la coyuntura alcista, y por otra, en la evolución de nuestra pirámide<br />
de la población. Aquí el papel de la inmigración puede ser muy importante,<br />
pero estudios como los de Herce, o los de Togores, o los de Barea,<br />
todos muy preocupantes, no se pueden dejar a un lado. Según Eurostat Yearbook<br />
2006-2007 32 , en la Unión Europea de los 25 España tendrá un 35’7%<br />
de ancianos, esto es, personas de unos 65 años, respecto al total, en 2050.<br />
Ningún país de esos veinticinco tendrá un porcentaje tan alto respecto al<br />
total de la población. Detrás viene Italia, con el 35’3%, seguida de Grecia,<br />
con el 32’5%. Claro que surge otro problema, en caso de que la inmigración<br />
resolviese, o aliviase este problema. La inserción en la sociedad española<br />
de los inmigrantes, sobre todo de los de procedencia africana y, entre<br />
ellos, de los de religión musulmana, no dejará de ser un proceso arduo, y<br />
en términos económicos, encarecedor de los servicios del Estado de Bienestar.<br />
El Sistema Nacional de Salud español, que es uno de los mejores del<br />
mundo según la Organización Mundial de la Salud, como consecuencia<br />
del impacto de cuatro factores –el envejecimiento, o sea el encarecimiento<br />
derivado de ese hecho, de la población española; los previsibles mayores<br />
precios de los nuevos medicamentos y tratamientos para combatir la enfermedad<br />
y el dolor; los progresos en la medicina preventiva; finalmente,<br />
el diferencial de salarios que tiene, respecto a unos más altos en el extranjero,<br />
una excelente clase sanitaria española–, comienza a mostrar síntomas<br />
preocupantes. Recientemente el profesor Barea sintetizaba así el problema<br />
fundamental del coste, referido a atenciones sanitarias y a pensiones 33 : “Es<br />
a partir de 2011 cuando la población de 65 años y más empezará a crecer<br />
fuertemente: en la década 2011-2020, en el entorno de 700.000 personas;<br />
y en la de 2021-2030, el envejecimiento se acentuará en más de 1.400.000<br />
personas y en la década de los treinta el aumento es de casi otro millón y<br />
32 Se toma de la información “UE-25: un 36% de la población española tendrá 65 o más años en<br />
2050”, en Documentación. Instituto de Estudios Económicos, 5 marzo 2007,<br />
www.ieemadrid.com<br />
33 Cfs. José Barea, “La sanidad en un entorno competitivo”, en La Razón, 25 abril 2007, año X,<br />
nº 3.069, pág. 24.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 91
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
medio de personas. Según estimaciones de la OCDE el gasto en sanidad<br />
representará en 2050 dos puntos de PIB más que en la situación actual, a<br />
los que habría que añadir la subida de 8 puntos en la participación de las<br />
pensiones, que desestabilizaría totalmente las finanzas públicas, con un déficit<br />
que sobrepasaría el 10% del PIB”.<br />
A estos riesgos evidentes debe añadirse el tratamiento de otra atención<br />
típica del Estado de Bienestar: la que se debe prestar a la familia. Su abandono,<br />
realmente muy rápido, a partir de 1975, para aliviar los equilibrios<br />
macroeconómicos relacionados con el sistema de Seguridad Social ante<br />
los retos derivados de los dos sucesivos choques petrolíferos, pasa una factura<br />
pesada. Traspasemos, agravadas, a España, estas recientes palabras del<br />
último Premio Nobel de Economía, Edmund S. Phelps 34 : “El problema demográfico<br />
afectará muy pronto de manera tangible a los europeos, lo que<br />
frenará de manera adicional el dinamismo y las innovaciones. Quién sabe<br />
cuantos Mozart dejarán de nacer debido a las bajas tasas de natalidad. Así<br />
que simplemente no existen en el Viejo Continente las condiciones para<br />
que haya un ‘boom’ económico auténtico y duradero”.<br />
Por lo señalado, ¿no nos hemos introducido en una trampa con el sistema<br />
de reparto, y la caída de la natalidad ha empeorado de tal modo nuestra<br />
realidad demográfica que resulta imposible, a corto plazo, escapar de sus<br />
exigencias, con lo que no quedan fondos para ayudar a las familias, lo que<br />
garantiza escasísima natalidad para siempre? España se ha introducido en<br />
1975 a velas desplegadas en un sistema –diría Myrdad de “causación acumulativa<br />
negativa”–, y toda una serie de medidas antifamiliaristas complementarias<br />
crean por fuerza más agobio. El castigo llegará por el flanco<br />
económico.<br />
Todo lo puede ya terminar de complicar el desempleo. Si se origina<br />
justo cuando el resto de estas tres cuestiones se plantean, ¿será posible asumir<br />
esa nueva carga? Y si no se asume, ¿qué puede suceder con nuestro<br />
equilibrio social?<br />
34 Cfs. Thomas Jhan, “Entrevista a Edmund S. Phelps”, en Capital, mayo 2007, nº 81, pág. 22.<br />
92 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Y, además, el índice de percepción de la corrupción, que había subido<br />
con fuerza, como se observa en el cuadro 15, ha comenzado a descender<br />
después de una mejoría impresionante. Escándalos como los denunciados<br />
por Manuel Conthe sobre la Comisión Nacional del Mercado de Valores,<br />
o la serie de asuntos corruptos inmobiliarios, pueden no sólo hacer descender<br />
este Índice de Percepción de la Corrupción, sino crear descrédito<br />
internacional y, desde luego, tensión social.<br />
CUADRO 15<br />
Año Índice de Percepción de la Corrupción de España<br />
(menor, 0, totalmente corrompido; mayor, 10, totalmente limpio)<br />
Puntos Puesto Nº de países Puesto Puesto<br />
en la clasificación estudiados UE 15 UE 25<br />
mundial<br />
1995 4’35 26 41 13 13<br />
1996 4’31 42 54 14 17<br />
1997 5’9 24 52 12 12<br />
1998 6’1 23 85 12 12<br />
1999 6’6 22 99 10 11<br />
2000 7’0 20 90 10 10<br />
2001 7’0 22 91 10 10<br />
2002 7’1 20 102 9 9<br />
2003 6’9 23 133 11 11<br />
2004 7’1 22 146 11 11<br />
2005 7’0 23 159 12 12<br />
2006 6’8 23 163 13 13<br />
Toda esta confluencia de acontecimientos aquí relatados es cada vez<br />
más conocida en el ambiente financiero mundial. Como resultado, se generaliza<br />
cada vez más la idea de que la economía española puede derrumbarse.<br />
De este modo surge la pregunta de cuándo este encadenamiento de<br />
hechos puede originar un crac. La contestación, tomando la falsilla de<br />
Schumpeter, es ésta: si un arquitecto observa que en el sótano de un edificio<br />
se albergan algunas cajas de dinamita; que en su cercanía, una mala<br />
instalación eléctrica, chisporretea; que pasan por el local bastantes personas<br />
despreocupadas fumando, indicará que el riesgo que corre ese edificio<br />
y sus habitantes es grande. También que si no se adaptan reformas estructurales<br />
–el que se lleve a otro sitio la dinamita, aunque tenga el coste de que<br />
se deja de percibir el alquiler del sótano; el que se reforme a fondo el ten-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 93
REFLEXIONES SOBRE LA SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA / JUAN VELARDE FUERTES<br />
dido eléctrico, no dejando ni un cable al aire, con el coste de una inversión<br />
de bastante cuantía; también, el que se prohíba el acceso al sótano a todo<br />
fumador, lo que puede molestar a más de un obrero, y obligar a contratar<br />
a algún sustituto con mayor salario–, la casa no se salvará. Lo que no se<br />
puede decir es el día exacto en que va a volar por los aires. Aparentemente<br />
lo más cómodo y más barato es no hacer nada, y disfrutar del bonito edificio.<br />
He ahí un paralelo del dilema que hoy tiene la política económica española.<br />
Y sólo puede resolverlo si sigue aquel mensaje lanzado por<br />
Mirabeau, el 6 de noviembre de 1789, cuando señaló 35 : “Los desórdenes<br />
que se multiplican en nuestras economías son incapaces de ofrecernos<br />
compensación alguna; e incluso, si se agravan, pueden finalmente convertir<br />
en inútiles a todos nuestros trabajos… Os preguntaréis, sin duda ¿a<br />
dónde nos deben conducir estas observaciones? Pues a alejarnos más que<br />
nunca del recurso de los paliativos, a temer las esperanzas vagas, a no confiar<br />
en la vuelta de un tiempo más feliz salvo multiplicando nuestros esfuerzos<br />
y medidas para hacerlo nacer, y no a intentar una vez más, con<br />
recursos sobados, rechazar nuestras inquietudes hacia los que vendrán en<br />
pos de nosotros”.<br />
35 “Discours sur les finances. 6 noviembre 1789”, en Mirabeau, Discours, edición de François<br />
Furet, Gallimard, París, 1973, págs. 158 y 168.<br />
94 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
ROGELIO ALONSO<br />
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA<br />
FRENTE A ETA?<br />
Lecciones desde la perspectiva comparada<br />
INTRODUCCIÓN<br />
Puesto que el terrorismo continúa representando una de las máximas<br />
preocupaciones de la sociedad española y la organización terrorista<br />
ETA mantiene su amenaza a través de diferentes<br />
mecanismos, resulta pertinente evaluar qué medidas son eficaces e ineficaces<br />
en la contención y erradicación de la violencia. Esta evaluación<br />
debe realizarse teniendo en cuenta la amplia experiencia en la lucha antiterrorista<br />
que atesora nuestro país tras haber sido víctima de una intensa<br />
y prolongada campaña terrorista durante más de tres décadas. Así<br />
pues, dicha experiencia, con sus éxitos y fracasos, debe necesariamente<br />
informar el análisis que permita la elaboración de una política antiterrorista<br />
eficaz que desee evitar errores pasados. Esta perspectiva comparada,<br />
que implica la consideración de instrumentos previamente<br />
empleados en la política antiterrorista de sucesivos gobiernos en España,<br />
constituye una de las dos partes en torno a las cuales se estructura el<br />
presente artículo. Al mismo tiempo, esta variable será complementada<br />
con el análisis comparativo que se desprende de la valoración de otros<br />
contextos internacionales en los cuales han tenido lugar conflictos marcados<br />
por la violencia política.<br />
Rogelio Alonso es Profesor de Ciencia Política, Universidad Rey Juan Carlos.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 95
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
De particular interés resulta esta doble consideración analítica habida<br />
cuenta de la instrumentalización que de diferentes referentes internacionales<br />
se ha venido realizando con la intención de justificar y legitimar un<br />
cambio de política antiterrorista como el apreciado durante los tres primeros<br />
años de la actual legislatura. En este sentido, es de especial utilidad<br />
el análisis crítico de las tergiversaciones en torno al denominado “proceso<br />
de paz” en Irlanda del Norte. Sin duda, este proceso ha inspirado a diversos<br />
observadores y dirigentes políticos, que han extrapolado con escaso<br />
rigor cuestiones relacionadas con la política británica respecto al grupo terrorista<br />
IRA. Si los paralelismos con Irlanda del Norte fueron previamente<br />
establecidos por el nacionalismo vasco 1 , por lo general desde la interesada<br />
carencia del rigor requerido para una apropiada comparación, esta actitud<br />
ha sido mimetizada por destacados sectores socialistas en el País Vasco y<br />
en el resto de España. En esa línea, el propio presidente del gobierno, José<br />
Luis Rodríguez Zapatero, ha reivindicado el modelo norirlandés en repetidas<br />
ocasiones con objeto de legitimar sus decisiones sobre ETA.<br />
LA EXPERIENCIA ANTITERRORISTA ESPAÑOLA FRENTE A ETA<br />
Las negativas consecuencias de negociar con ETA<br />
El fracaso de la negociación con ETA emprendido por el actual gobierno<br />
no ha evitado que desde algunos sectores se insista en mantener abierta la<br />
vía del diálogo con la organización terrorista. Se matiza, no obstante, que<br />
dicho diálogo sólo tendrá lugar en determinadas circunstancias y sobre aspectos<br />
concretos, como la disolución de la banda y la situación de sus presos.<br />
Sin embargo, la reciente experiencia, y otras anteriores 2 , revelan cómo<br />
1 Para un análisis crítico de las manipulaciones que del referente norirlandés realizó el nacionalismo<br />
vasco en el pasado inmediato, llegando a inspirar iniciativas como la Declaración de<br />
Lizarra y la negociación con ETA de finales de la década de los noventa, véase Rogelio Alonso<br />
(2004), “Pathways out of terrorism in Northern Ireland and the Basque Country: the misrepresentation<br />
of the Irish model”, Terrorism and Political Violence, vol. 16, nº 4, pp. 695-713.<br />
2 Sobre las diferentes negociaciones con ETA durante la democracia, consúltese Florencio Domínguez<br />
(1998), De la negociación a la tregua. ¿El final de ETA? Madrid: Taurus. El diálogo con<br />
elementos de la banda que permitió la disolución de ETA político-militar manifiesta una serie<br />
de características que deben considerarse cuando se compara aquella experiencia con pos-<br />
96 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
esa opción facilita a ETA el engaño de dirigentes y ciudadanos predispuestos<br />
a aceptar las señales equívocas que sobre su hipotética desaparición los<br />
terroristas deseen transmitir. De esa forma el Estado pone a disposición de<br />
ETA un instrumento con el que, en momentos de debilidad, la banda genera<br />
una notable confusión dividiendo a quienes se encargan de combatirla.<br />
En esas condiciones, y tras haber sufrido el terrorismo etarra durante<br />
décadas, la ansiedad colectiva derivada del deseo de poner término a la<br />
violencia puede ser fácilmente manipulada. Así ha ocurrido en estos tres últimos<br />
años, enfatizándose la incompatibilidad de negociación e intimidación<br />
pese a la existencia de ambas en condiciones inadmisibles 3 , al<br />
infringirse la resolución parlamentaria de mayo de 2005 que sólo autorizaba<br />
el diálogo si antes los terroristas demostraban una “clara voluntad<br />
para poner fin a la violencia” 4 . El gobierno ha insistido en que no traspasaría<br />
unos límites que, no obstante, ha rebasado, justificando dicha vulneración<br />
mediante la relativización de las reglas impuestas al inicio del<br />
proceso. Se oculta así que el establecimiento, aparentemente firme, de dichas<br />
demarcaciones obedecía a la necesidad de respetar un procedimiento<br />
sin el cual la iniciativa carecía de validez.<br />
Consecuentemente, si la resolución del Congreso pretendía dar legitimidad<br />
a la negociación, el incumplimiento de dicho mandato evidencia la au-<br />
teriores episodios de negociación. En primer lugar, dicho proceso se acometió en un contexto<br />
de transición desde el régimen dictatorial hacia la democracia, circunstancia ésta que permitía<br />
abordar ciertas iniciativas que posteriormente, una vez se profundizó en el proceso de democratización,<br />
tendrían unos costes políticos que no se apreciaban en semejante coyuntura.<br />
Asimismo, debe destacarse que el diálogo se entabló al confirmarse previamente la existencia<br />
de una voluntad de desaparición y disolución por parte de dicho sector de la organización<br />
terrorista. En consecuencia, no se entabló una negociación política como la que más adelante<br />
sí contemplaría ETA en cada una de sus interlocuciones con representantes del Estado, sino<br />
simplemente un diálogo sobre la salida de quienes previamente ya habían decidido abandonar<br />
el terrorismo.<br />
3 Una exhaustiva recopilación de las actividades criminales de ETA entre marzo y diciembre de<br />
2006, puede encontrase en ETA en “alto el fuego”: nueve meses de actividad terrorista. Quinto<br />
informe de verificación de la violencia terrorista, Mikel Buesa, 31 de diciembre de 2006, Documentos<br />
Foro de Ermua, http://www.foroermua.com/html/descargas/5Informe_verificacion061231.pdf.<br />
4 Lucha contra el Terrorismo, Resolución número 32 aprobada por el Pleno de la Cámara, Boletín<br />
Oficial de las Cortes Generales, número 206, Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, 20<br />
de mayo de 2005, pp. 28-29.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 97
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
sencia de cobertura para una política, por tanto, dañina. Así lo constatan declaraciones<br />
de altos representantes políticos como las que a continuación se<br />
resumen. El 23 de mayo de 2005 María Teresa Fernández de la Vega advertía<br />
que a la banda “sólo le queda la deposición de las armas y el abandono definitivo<br />
de la violencia”, recalcando que “sólo a partir de ahí se podrán explorar<br />
las vías de diálogo” 5 . Un mes antes, preguntado por el director de El País<br />
sobre contactos con Batasuna, Zapatero respondía: “En absoluto. El partido<br />
socialista no ha mantenido ninguna relación con personas que puedan representar<br />
a la extinta Batasuna. No ha habido ni hay relación alguna, ningún<br />
diálogo” 6 . Sin embargo, ha quedado demostrado que tanta rotundidad no se<br />
correspondía con la realidad y que el diálogo con ETA se inició y se mantuvo<br />
a pesar de que en ningún momento pudo verificarse el carácter irreversible de<br />
la tregua, tal y como se había exigido 7 . Por tanto, el hecho de que el presidente<br />
y la vicepresidenta de un gobierno democrático hayan faltado a la verdad<br />
constituye en sí mismo un elevado “precio político”, confirmando que la negociación<br />
con ETA sí ha tenido costes muy considerables 8 .<br />
Se ha intentado encubrir el éxito que para ETA supone esa cesión gubernamental<br />
enmascarando el escenario de negociación bajo un imaginario<br />
y positivo “fin dialogado de la violencia” que no era tal. Con esos<br />
5 “El PP rechaza la negociación con ETA aunque haya una rendición sin condiciones”, M. Iglesias<br />
y P. de las Heras, El Correo, 24 de mayo de 2005.<br />
6 Entrevista a José Luis Rodríguez Zapatero publicada en El País, 24 de abril de 2005.<br />
7 Véase por ejemplo “El PSOE asumió que hay un conflicto político en 25 reuniones con Batasuna<br />
antes de la tregua”, Ramón Sola, Gara, 18 de mayo de 2007; “Así fue el diálogo con ETA”,<br />
Luis R. Aizpeolea, El País Domingo, 10 de junio de 2007; “El alto el fuego cumple hoy un año<br />
sin expectativas de acuerdos para la paz”, Alberto Surio, El Diario Vasco, 22 de marzo de<br />
2007.<br />
8 En el momento en el que el presidente del gobierno anunció el diálogo con ETA en junio de<br />
2006 podría haberse afirmado lo mismo que se aseguraba dos días después de la declaración<br />
del “alto el fuego” en un editorial del diario El País de significativo título, Verificación con<br />
calma: “En sus dos comunicados, ETA mantiene la ambigüedad sobre si su renuncia a las<br />
armas es definitiva o condicionada a determinados resultados políticos”. Añadía el editorial:<br />
“De acuerdo con la resolución del Congreso, el periodo de verificación de la ‘clara voluntad de<br />
poner fin a la violencia’ que ahora se inicia debería comenzar por acreditar la renuncia definitiva<br />
a tales prácticas”, esto es la extorsión y la violencia callejera conocida como kale borroka.<br />
Se concluía además que: “Una segunda verificación tiene que ver con su carácter irreversible:<br />
sin esa garantía no es posible el diálogo con ETA”. “Verificación con calma”, El País, 24 de<br />
marzo de 2006. Sin embargo, el diálogo comenzó y continuó sin respetarse las condiciones<br />
previamente marcadas.<br />
98 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
precedentes la oferta de diálogo para el futuro proporciona a ETA la posibilidad<br />
de volver a gestionar a su conveniencia su actividad terrorista, sabedora<br />
de que a pesar de sus crímenes dispondrá de otra oportunidad en<br />
la que nuevamente podrá debilitar al Estado mediante tácticas similares a<br />
las que ya se han revelado eficaces para los terroristas. Así lo avala la pertinaz<br />
posición del gobierno que presenta como una obligación de todo gobernante<br />
el diálogo con terroristas a pesar de que, obviamente, ningún<br />
dirigente debe comprometerse con acciones que una y otra vez se demuestran<br />
contraproducentes. Por todo ello, parece razonable descartar categóricamente<br />
el diálogo y la negociación con la banda en supuestos como<br />
los que hoy siguen defendiéndose.<br />
Final del terrorismo sin diálogo con ETA<br />
Es precisamente la disuasoria credibilidad que se desprende de tan firme<br />
negativa la que garantiza el abandono del terrorismo sin concesiones para<br />
el Estado, como ocurrió con el dirigente etarra Francisco Múgica Garmendia<br />
y otros cinco presos que en 2004 reclamaron la finalización de la<br />
violencia tras concluir que la “estrategia político-militar” de ETA había sido<br />
“superada por la represión del enemigo” ante “la imposibilidad de acumular<br />
fuerzas que posibiliten la negociación en última instancia con el poder<br />
central” 9 . De manera enormemente significativa, un prominente activista<br />
como éste, junto a otros internos, apoyados a su vez por reclusos etarras<br />
en otros centros, admitía que “nunca en la historia de esta organización<br />
nos hemos encontrado tan mal”. Este revelador episodio de desvinculación,<br />
junto a otros que le han precedido, constata que el abandono del terrorismo<br />
es posible sin diálogo con los terroristas, siendo viable dicha salida<br />
precisamente como consecuencia de la ausencia de negociación 10 .<br />
9 La carta referida fue reproducida por El Correo, 3 de noviembre de 2004.<br />
10 Véanse por ejemplo las críticas a la violencia etarra que en la segunda mitad de los años noventa<br />
articularon destacados activistas de la organización terrorista como José Luis Álvarez Santacristana<br />
y Carmen Guisasola, comportamiento que provocó su expulsión de la banda. Florencio Domínguez<br />
(2002), Dentro de ETA. La vida diaria de los terroristas. Madrid: El País Aguilar, pp. 167-185.<br />
Florencio Domínguez (1998), De la negociación a la tregua. ¿El final de ETA? Madrid: Taurus, pp. 162-<br />
171. Asimismo debe destacarse la escisión de Batasuna que se produjo tras la ruptura en 2000<br />
de la tregua decretada en 1998 dando lugar a una nueva formación política conocida como Aralar.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 99
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
Por tanto, la eliminación de esa expectativa de diálogo se convierte en<br />
una condición necesaria para la ansiada desaparición de la violencia. En<br />
cambio, la promesa de dialogar con la banda asume implícitamente la progresión<br />
hacia una negociación que excede los límites, en apariencia infranqueables,<br />
que se fijan con objeto de ensalzar las ventajas de un diálogo<br />
que, en teoría, nunca se realizaría bajo la amenaza de la violencia, y que<br />
quedaría restringido a la situación de los presos y a la disolución de la<br />
banda. El motivo radica en que cuestiones tan concretas ya pueden, y<br />
deben, abordarse mediante mecanismos existentes en nuestro sistema democrático,<br />
sin que se requiera para ello crear instrumentos ad hoc. Al supeditarse<br />
el fin de la violencia al diálogo entre una organización criminal<br />
y el Estado, éste asume parte del argumentario terrorista que denuncia la<br />
imperfección de la democracia, argumento que resultaría cierto si realmente<br />
no fuera posible la salida del terrorismo sin una negociación que, sin<br />
embargo, no ha sido precisa para que otros terroristas renunciasen a su<br />
militancia.<br />
El implícito reconocimiento de indulgencia penal que conlleva la admisión<br />
del diálogo en condiciones como las referidas coadyuva a superar<br />
esos límites fijados por el Estado, abocando a éste a una negociación política<br />
que pasa a ser justificada en aras de una aspiración tan loable como<br />
la erradicación del terrorismo. Bajo pretexto de que el fin último justifica<br />
los medios, el Estado alienta así la creencia en la eficacia de la coacción,<br />
premiando al terrorista con una favorable distinción cualitativa de la pena<br />
y de sus crímenes. En consecuencia, ETA da por descontado que la impunidad<br />
para sus presos es una concesión ya conquistada que le induce a<br />
plantear su disolución sólo a cambio de otros objetivos más ambiciosos.<br />
De ahí que el prometido diálogo sobre “paz por presos” deje de representar<br />
un factor de disuasión, incentivando el mantenimiento de la amenaza<br />
una vez el terrorista ve confirmado que el Estado relega la aplicación<br />
del sistema penal y de procedimientos ordinarios inalterables frente a<br />
otros criminales.<br />
Por el contrario, la negativa del Estado a establecer dicho diálogo, defendiendo<br />
las vías de salida del terrorismo que la democracia ya ofrece,<br />
aporta credibilidad a la posición estatal garantizando que la paz y la liber-<br />
100 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
11 Recuérdese que la máxima repetida por el presidente del gobierno durante el tiempo en el<br />
que se mantuvo el diálogo con ETA insistía en anteponer la paz a la política. Sin embargo, incluso<br />
en aquellos ámbitos en los que se apoyaba la estrategia gubernamental llegó a reconocerse<br />
que la organización terrorista logró invertir dicho orden. Véase, por ejemplo, “El<br />
preacuerdo sobre la mesa de partidos vascos condiciona el avance del proceso”, Luis R. Aizpeolea,<br />
El País, 19 de octubre de 2006.<br />
12 “ETA y el impuesto de valor añadido”, Pako Aristi, Gara, 6 de marzo de 2003.<br />
13 “Probemos sin ETA”, Santiago Alba Rico, Gara, 9 de junio de 2003.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
tad se antepongan a la política 11 . En esas circunstancias las redenciones sólo<br />
serían resultado de la efectiva desaparición de la violencia, favoreciendo la<br />
presión sobre ETA desde su propio entorno de acuerdo con la lógica que<br />
en 2003 ya se apreciaba en Gara. En serios momentos de debilidad para<br />
ETA simpatizantes del entorno radical señalaban: “Hay algo importantísimo<br />
que de primeras ganaríamos sin ETA: no habría seiscientos detenidos<br />
al año. Habría treinta y, quizás, tras varios años, nadie” 12 . Otro articulista<br />
añadía que “hoy por hoy, la existencia de ETA es un obstáculo para cualquier<br />
proyecto soberanista y de izquierdas en el País Vasco”, concluyendo<br />
que “La izquierda abertzale ha probado durante treinta años con ETA. Que<br />
pruebe ahora sin ella” 13 .<br />
Estas críticas confirman que el abandono del terrorismo no exige que<br />
el Estado construya una narrativa legitimadora de dicha opción mediante<br />
la oferta de diálogo, ese relato explicativo es responsabilidad de ETA. Los<br />
hechos ratifican que sus dirigentes podrían articularlo si existiera una verdadera<br />
voluntad de renuncia. Ésta únicamente parece posible en un escenario<br />
de derrota incompatible con una coyuntura de negociación como la<br />
que se ha acometido, pues sólo así se fomenta el cuestionamiento táctico<br />
de una violencia que entonces sí resulta contraproducente para ETA. Debe<br />
subrayarse que nuestro ordenamiento contempla ya la reinserción de los<br />
terroristas, si bien condicionada a la renuncia a la violencia para evitar que<br />
el terrorismo extraiga “ventaja o rédito político alguno”, tal y como demanda<br />
el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, y en contra de<br />
lo que supone el fin dialogado propugnado.<br />
Las razones aquí expuestas demuestran que el ofrecimiento de diálogo<br />
estimula la continuidad de la amenaza al racionalizar los terroristas que su<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 101
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
violencia siempre será recompensada, y no penalizada, con otra oportunidad.<br />
De ese modo los dirigentes políticos, seducidos por el objetivo último<br />
de terminar con el terrorismo, se ven impelidos a ceder a ETA la iniciativa<br />
en la política antiterrorista convirtiendo el diálogo en un arma contra el Estado.<br />
Deslegitimación ante la presión de la violencia<br />
Como la experiencia norirlandesa confirma, en su decadencia grupos como<br />
el IRA y ETA buscan perpetuarse coaccionando a actores políticos y sociales<br />
mediante la promesa de una desaparición que no llega si la respuesta<br />
gubernamental se traduce en concesiones que demuestran la eficacia de<br />
mantener a la organización terrorista, pues esta presencia garantiza contraprestaciones<br />
que sin ella no se producirían. Dicha dinámica favorece la<br />
peligrosa legitimación de quienes han utilizado la violencia obstaculizando<br />
una verdadera normalización política y el logro de la paz. Es por ello por<br />
lo que un diálogo paralelo entre el gobierno y ETA al tiempo que los partidos<br />
discuten con Batasuna la reforma del marco estatutario, tal y como<br />
se ha propuesto, consolidaría un grave déficit democrático.<br />
Tanto el referente norirlandés como los sucesivos diálogos con ETA<br />
demuestran que la mera presencia de una organización terrorista condiciona<br />
procesos políticos en los cuales participa el partido que la representa,<br />
al favorecer una coacción que en absoluto incentiva su definitiva disolución.<br />
De ese modo se incumple uno de los más necesarios principios recogidos<br />
en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo: “El diálogo propio<br />
de una sociedad democrática debe producirse entre los representantes legítimos<br />
de los ciudadanos, en el marco y con las reglas previstas en nuestra<br />
Constitución y Estatuto y, desde luego, sin la presión de la violencia”.<br />
Esta máxima, resultado de la evolución histórica y política de nuestra democracia,<br />
debe condicionar las respuestas frente al terrorismo excluyendo<br />
medidas como el diálogo con ETA, que inevitablemente revierte en la deslegitimación<br />
de las instituciones democráticas.<br />
La negociación al margen de las instituciones democráticas propugnada<br />
por el gobierno español y el nacionalismo vasco transforma sutilmente la<br />
102 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
realidad del terror, pues el terrorista logra finalmente lo que persiguió mediante<br />
el asesinato de ciudadanos y representantes políticos, esto es, la deslegitimación<br />
del sistema democrático. Por ello, la enorme injusticia que<br />
define la negociación con ETA alienta irremediablemente la perpetuación<br />
de una coacción convertida en eficaz por quienes son responsables de su<br />
contención, como revela la vuelta de ETA a las instituciones mediante su<br />
instrumentalización de ANV (Acción Nacionalista Vasca). En esas circunstancias,<br />
resulta imposible la “erosión mediante la deslegitimación social”<br />
del “discurso totalitario” de ETA que Josu Jon Imaz ha reclamado. Así<br />
es porque, si bien el presidente del PNV aseguraba que “nunca” aceptará “el<br />
más mínimo avance del autogobierno vinculado a la presión de la violencia”<br />
14 , la negociación expone lo contrario: quienes han desafiado violentamente<br />
el autogobierno son eximidos del respeto a los procedimientos<br />
democráticos, deslegitimándose así a quienes fueron asesinados por defenderlos,<br />
favoreciéndose por tanto el desistimiento de la sociedad.<br />
Por tanto, la experiencia española no avala el diálogo como un eficaz<br />
instrumento para la resolución del terrorismo etarra. Sin embargo, se viene<br />
sosteniendo todo lo contrario, presentando bien el diálogo con ETA como<br />
absolutamente necesario frente a la insuficiencia de las respuestas policiales.<br />
Se construye así un falso dilema que identifica la respuesta policial<br />
como alternativa exclusiva a la negociación con terroristas, distorsión que<br />
se enfatiza insistiéndose en las buenas intenciones del presidente al buscar<br />
la paz mediante un diálogo que, sin embargo, ha dañado seriamente al Estado<br />
15 . Estas variables alimentan una retórica que miente sobre los ámbitos<br />
en los que debe articularse una política antiterrorista que aspire a ser<br />
eficaz. Al presentarse la derrota de ETA como imposible mediante un recurso<br />
–la vía policial– que en absoluto representa el único mecanismo de<br />
acción antiterrorista, se obvian el resto de instrumentos que conjuntamente<br />
deben emplearse contra la banda.<br />
14 “Imaz reniega de cualquier avance en el autogobierno vinculado a ‘la presión de la violencia’”,<br />
El Correo, Vasco Press, 24 de julio de 2007.<br />
15 “La política antiterrorista frente a ETA entre 2004 y 2006: del consenso al proceso de paz”,<br />
Rogelio Alonso, en José González Cusac (ed.) (2007), Fuerzas Armadas y Seguridad Pública:<br />
Consideraciones en torno al terrorismo y la inmigración, Castellón de la Plana: Publicaciones de<br />
la Universitat Jaume I, Colección “Estudios Jurídicos”, nº 14, 2007, pp. 145-174.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 103
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
La política desarrollada desde 2000, a partir de la firma del Pacto por<br />
las Libertades y contra el Terrorismo, alcanzó una notable eficacia precisamente<br />
porque concebía la lucha contra ETA de manera integral. En consecuencia<br />
la respuesta estatal se basó en la combinación de una eficiente<br />
presión política, policial, social, judicial, e incluso ideológica, que situó a la<br />
organización terrorista en una crítica situación, como reconoció la propia<br />
ETA al admitir que se había logrado “despertar el fantasma de la destrucción<br />
de la izquierda abertzale” 16 . Ello demuestra que el repertorio antiterrorista<br />
no consta únicamente de dos ejes, el diálogo y la vía policial, sino<br />
de muchos otros instrumentos, interrelacionados entre sí. Es en todas esas<br />
dimensiones de la política antiterrorista en las que debe ejercerse una firme<br />
y combinada presión que en el pasado ha generado muy negativas consecuencias<br />
para la banda, llegando a resquebrajar el mito sobre la imbatibilidad<br />
de ETA 17 . Precisamente por ello resulta obligado defender el modelo<br />
antiterrorista español articulado en torno a dicho Pacto frente a otros instrumentos<br />
aplicados en el exterior que se han intentado replicar en nuestro<br />
propio ámbito.<br />
LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS Y SU INSTRUMENTALIZACIÓN POR<br />
EL TERRORISMO ETARRA<br />
Buscando legitimidad para negociar con ETA<br />
Los referentes externos vienen sido empleados como elemento de validación<br />
de la estrategia gubernamental en relación con el “proceso de paz”. De<br />
hecho la tendencia a reinterpretar la etiología y las consecuencias políticas<br />
y sociales de la violencia etarra desde una perspectiva diferente a la que<br />
había inspirado la política antiterrorista de los últimos años ha llevado al<br />
gobierno a contratar los servicios del centro suizo Henri Dunant con ob-<br />
16 Zutabe 106, noviembre de 2004.<br />
17 Sobre la eficacia de la estrategia antiterrorista diseñada en torno al Pacto por las Libertades<br />
y las contraproducentes consecuencias del debilitamiento de los instrumentos aplicados en<br />
ese periodo al optarse por la negociación con ETA, puede consultarte “La política antiterrorista<br />
frente a ETA entre 2004 y 2006: del consenso al proceso de paz”, Rogelio Alonso, op.cit.<br />
104 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
jeto de desempeñar tareas de mediación entre representantes gubernamentales<br />
y la banda terrorista ETA. Ello a pesar de las dudas que surgen<br />
en torno a la pertinencia de extrapolar experiencias dispares sin una rigurosa<br />
contextualización que permita establecer paralelismos sólo desde el<br />
rigor, tal y como se analizará a continuación.<br />
“Los pacificadores son imparciales por definición y no les compete establecer<br />
distinciones morales entre el agresor y la víctima, pero su sola presencia<br />
en la línea de demarcación ratifica de hecho las conquistas de los<br />
agresores e impide que las víctimas recuperen el terreno perdido” 18 . Esta reflexión<br />
de Michael Ignatieff sirve para exponer los errores que sobre el País<br />
Vasco reproducen personas que se presentan como “expertos” en “resolución<br />
de conflictos” y “procesos de paz”. Tan esclarecedora consideración es<br />
aplicable para quienes defienden un “proceso de paz” para el País Vasco<br />
con criterios extraídos de entornos externos y que resultan de muy cuestionable<br />
aplicabilidad a nuestro marco político 19 , entre ellos los integrantes<br />
del calificado Grupo Permanente de Asesores Internacionales para el<br />
Proceso de Paz conformado a petición de Juan José Ibarretxe 20 . Es éste un<br />
foro creado por el presidente vasco con objeto de que los análisis políticos<br />
del dirigente nacionalista se vean revalidados por opiniones de unos observadores<br />
como éstos, profundamente desconocedores del fenómeno terrorista<br />
en el País Vasco. De ese modo el nacionalismo institucional intenta<br />
dotar de legitimidad a la negociación política con la organización terrorista,<br />
enmascarando como un inofensivo diálogo la dañina transacción de derechos<br />
y libertades que semejante propuesta supone en el contexto del País<br />
Vasco.<br />
18 Michael Ignatieff, (2004), El honor del guerrero. Guerra étnica y conciencia moderna. Madrid:<br />
Taurus, p. 101.<br />
19 Un ejemplo de esas erróneas generalizaciones se puede apreciar en “El precio de la paz”, Vicenç<br />
Fisas, El País, 14 de mayo de 2005, y “¿Una salida para el conflicto vasco?, Vicenç<br />
Fisas, El País, 20 de enero de 2007. El autor de ambos artículos revela las deficiencias de ese<br />
tipo de análisis al jactarse nada más y nada menos que de haber analizado “todos los procesos<br />
de negociación que existen en el mundo”.<br />
20 Son miembros de ese grupo el ex primer ministro de Irlanda, Albert Reynolds; el ex ministro<br />
surafricano Roelf Meyer; el director del Centro para la Resolución de Conflictos de la Universidad<br />
de Columbia Andrea Bartoli; el ex director del departamento de resolución de conflictos<br />
del Centro Carter, Harry Barnes, y la miembro de Human Rights Watch Joanna Weschler.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 105
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
Este ha sido un modelo también propugnado por otros “expertos”,<br />
como ejemplifican varios artículos publicados por el diario El País los días<br />
10 y 11 de diciembre de 2006. Constituían estas informaciones una muestra<br />
de los planteamientos que autodenominados “mediadores profesionales”<br />
reclamaban para Euskadi, revelando un amplio y preocupante<br />
desconocimiento de la problemática terrorista en nuestro país que difícilmente<br />
contribuiría a la desaparición de ETA. Los testimonios de “cinco<br />
expertos protagonistas en negociaciones de paz en Irlanda del Norte, Suráfrica,<br />
Colombia, El Salvador, Sri Lanka y Sudán”, eran utilizados para<br />
exigir literalmente al gobierno español un “precio político” y “concesiones”<br />
frente a ETA. Lo hacían reivindicando unas “reglas universales” aplicables<br />
a “todos los procesos de paz” con las que justificaban sus opiniones<br />
pese a las evidentes diferencias entre tan dispares ámbitos. Tan osada asunción<br />
constituía una grave equivocación que viciaba de partida sus argumentos<br />
posteriores, pues la excepcionalidad del terrorismo etarra impide<br />
semejante generalización, error en el que también incurren constantemente<br />
los “expertos” seleccionados por Ibarretxe.<br />
La excepcionalidad del terrorismo etarra<br />
Mediante la democratización iniciada tras la desaparición del franquismo,<br />
la democracia española ha remediado ya los agravios que legitimaron en<br />
ciertos sectores el inicio de un terrorismo nacionalista perpetrado en una<br />
región que durante tres décadas ha sido gobernada por nacionalistas. La<br />
consolidación de las instituciones democráticas reparó el déficit democrático<br />
que para algunos justificó una violencia que gradualmente ha llegado<br />
a ser rechazada por una mayoría de los ciudadanos vascos, confirmándose<br />
hoy la práctica desaparición del apoyo explícito y total a ETA (0,3 %), incluso<br />
entre el electorado de EHAK (2%) 21 . Por ello resultaría enormemente<br />
dañino asumir que la integración de un sector antisistema demanda alterar<br />
las normas y acciones que lograron disminuir ese apoyo al terrorismo.<br />
El desarrollo de ese marco democrático y la necesaria defensa de su legitimidad<br />
condiciona por completo las políticas frente a ETA, obligando a no<br />
21 Euskobarómetro. Estudio periódico de la opinión pública vasca. Junio 2007. Departamento de<br />
Ciencia Política y de la Administración, Universidad del País Vasco, p. 47.<br />
106 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
equiparar nuestra situación con ninguno de los contextos en los que los<br />
“mediadores” referidos se definen como “expertos”.<br />
Así debe ser además porque el terrorismo etarra no se ha encontrado<br />
con una respuesta violenta por parte de una sociedad que, a pesar del sufrimiento<br />
y de la provocación, siempre ha eludido la venganza confiando<br />
su seguridad y reivindicaciones de justicia al Estado, como ponen de manifiesto<br />
las certeras palabras de Maite Pagazaurtundua, presidenta de la<br />
Fundación de Víctimas del Terrorismo, cuyo hermano Joseba fue asesinado<br />
por la organización terrorista ETA el 8 de febrero de 2003: “Imaginemos<br />
lo que pasaría si los huérfanos –en plena adolescencia– de los<br />
asesinados por ETA que siguen viviendo en el País Vasco dejaran de asumir<br />
la regla no escrita del silencio y el disimulo. O si lo hubieran hecho los<br />
que quedaron huérfanos de niños y ya son adultos. Si no se hubieran contenido,<br />
estos jóvenes harían frente a los jóvenes rabiosos y violentos, en<br />
cualquier calle, porque los cachorros de ETA ponen carteles a la luz del día,<br />
se manifiestan y muestran sus emblemas de forma arrogante. Nos habríamos<br />
asimilado, entonces sí, a los estándares de los expertos internacionales<br />
en conflictos” 22 .<br />
Al tiempo que los “mediadores” obvian estos rasgos diferenciales absolutamente<br />
determinantes, ignoran también que la impunidad jurídica y política<br />
hacia los violadores de derechos humanos no ha acercado una<br />
verdadera paz en aquellos contextos en los que se ha impuesto. Las acertadas<br />
reflexiones del jesuita José María Tojeira en relación con un escenario<br />
como el de El Salvador sirven para clarificar este punto. En una<br />
conferencia pronunciada en 2003 bajo el título “Resistencia y Reconciliación”,<br />
el que por aquel entonces desempeñaba labores de provincial de los<br />
jesuitas en Centroamérica, siendo además rector de la Universidad Centroamericana<br />
en El Salvador, ofrecía pautas de análisis para la realidad salvadoreña<br />
que curiosamente también encontraban aplicación en el País<br />
Vasco. En opinión de Tojeira, “sólo un reconocimiento serio de los errores<br />
22 “Duelo abierto”, Maite Pagazaurtundua, 8 de febrero de 2007, publicado en la página web de<br />
¡Basta Ya! y reproducido en http://www.paralalibertad.org/modules.php?op=modload&name=<br />
News&file=article&sid=16503.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 107
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
del pasado llevará a un cambio”, lo que le impulsaba a exigir justicia y reparación<br />
hacia las víctimas. Es esta petición la que a menudo se repite al<br />
hablar de fórmulas para enfrentarse al pasado en ese debate sobre la búsqueda<br />
de la verdad y la reconciliación tan frecuente en sociedades como<br />
las que vienen mencionándose. Sin embargo es también una reivindicación<br />
con frecuencia ignorada, pues llega a utilizarse estratégicamente como<br />
una reclamación que, en opinión de algunos, puede obstaculizar la paz.<br />
Tojeira lo sintetizaba con estas palabras:<br />
“(...) A la hora de pedir justicia para un crimen determinado, el actual presidente<br />
de la república, en El Salvador, se daba el lujo de decir que si se reabría<br />
tal caso, «correría de nuevo la sangre» en el país. El lenguaje se volvía<br />
contrario a su significado natural cuando se nos decía que no convenía abrir<br />
heridas del pasado. Como si juzgar a los victimarios fuera abrirles heridas a<br />
ellos en vez de cerrar las que ellos mismos habían causado a sus víctimas.<br />
(...) Los esfuerzos por contemplar los crímenes del pasado, reflexionar sobre<br />
los mismos, establecer fórmulas de reconciliación tan sencillas como la de<br />
lograr que los criminales del pasado pidan perdón públicamente y queden<br />
inhabilitados para la vida política, por ejemplo, aparecen como detalles irrelevantes<br />
para la vida democrática. (...) Yacen en el olvido las aseveraciones<br />
de la Comisión de la Verdad (…) que después de analizar 20.000 casos de<br />
graves violaciones de Derechos Humanos, atribuía el 85 % de las mismas al<br />
Ejército y el Gobierno, el 5 % a la Guerrilla del FMLN, y dejaba un 10 %<br />
como casos de difícil establecimiento de responsabilidades (...)” 23 .<br />
La oportuna aplicación de estas palabras al ámbito español parece<br />
evidente al contraponerlas a la visión expresada por un influyente formador<br />
de opinión en nuestro país: “El problema entre memoria, reconciliación<br />
y reparación lo viviremos siempre, también si hay un proceso de<br />
paz con ETA. Un proceso que la derecha ya está mistificando, que no<br />
implicaría concesiones políticas y que conduciría a un acuerdo sobre los<br />
presos, que han cometido terribles asesinatos. Esto contradice el espíritu<br />
23 José María Tojeira (2004), “Resistencia y Reconciliación”, pp. 495-497, en Fundación Seminario<br />
de Investigación para la Paz (ed.) El Pulso de América Latina. Zaragoza: Gobierno de Aragón,<br />
pp. 489-508.<br />
108 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
24 “Cebrián afirma que el acuerdo con ETA se ceñirá a los presos”, El País, 21 de julio de 2005.<br />
25 “Amnistías”, Mikel Buesa, Abc, 14 de diciembre de 2005.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
de reparación y justicia, pero la cuestión es si la paz y la convivencia futura<br />
merecen la renuncia al pasado” 24 . Sin embargo, al margen de que los<br />
acontecimientos posteriores demostraran la existencia de evidentes “concesiones<br />
políticas”, altamente cuestionable resultaba también la necesidad<br />
de anteponer una indefinida “paz” a la ineludible necesidad de “reparación<br />
y justicia” propia de una sociedad democrática, tal y como se desprendía<br />
del siguiente análisis expuesto por una víctima del terrorismo<br />
etarra:<br />
“Cualquier gobierno debería atender en este asunto a la razón moral de<br />
las víctimas en su reclamación de justicia. Es a esa razón a la que, tres meses<br />
antes de su asesinato, cuando también se especulaba con una posible negociación,<br />
apeló mi hermano Fernando Buesa al declarar que «quien ha<br />
cometido un delito no tiene bula por el hecho de que se diga que ese delito<br />
tiene motivaciones políticas; porque pensar que la Justicia debe regirse<br />
por criterios políticos es negar la propia Justicia». Y es a esa misma razón<br />
a la que debemos acogernos los ciudadanos para reclamar del gobierno un<br />
comportamiento democrático que haga de la protección de los más débiles<br />
y de la igualdad ante la ley su guía” 25 .<br />
Errores del modelo norirlandés<br />
El precedente norirlandés, referente constante para quienes propugnan un<br />
“proceso de paz” con ETA, alerta también sobre las contraproducentes<br />
consecuencias que para la erradicación del terrorismo tienen actitudes contrarias<br />
a la reparación y a la justicia. Al examinar cuáles han sido los pasos<br />
que en Irlanda del Norte se han seguido tras la disminución de la violencia,<br />
se aprecia que una loable pretensión como la búsqueda de la paz ha<br />
sido utilizada como un instrumento de coacción en una sociedad en la que<br />
se han condicionando los avances hacia dicha meta a una cierta impunidad<br />
u olvido que vendría justificado por la necesidad de afrontar el futuro<br />
desde el supuesto pragmatismo que supondría relegar el análisis del pa-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 109
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
sado. En el caso de Irlanda del Norte esta impunidad se materializó en la<br />
excarcelación gradual y completa de los presos por delitos de terrorismo<br />
con posterioridad a la firma del llamado Acuerdo de Viernes Santo, en abril<br />
de 1998, por el que se acordaba un sistema de autogobierno basado en una<br />
limitada autonomía para la región. Esa nueva etapa fue acompañada de la<br />
renuncia a investigar crímenes perpetrados por los grupos terroristas activos<br />
hasta entonces.<br />
La excarcelación de los presos por delitos de terrorismo se justificó<br />
como una medida necesaria para la pacificación y la normalización en Irlanda<br />
del Norte. Sin embargo la impunidad política, jurídica y moral que<br />
ha garantizado dista mucho de haber favorecido dichos objetivos. En realidad,<br />
políticos y responsables del sistema penitenciario que la defendieron<br />
en su día han llegado a reconocer cuán contraproducente ha sido. En<br />
ese contexto la excarcelación anticipada se ha revelado como ineficaz, alimentando<br />
una lógica conducente a la peligrosa legitimación de la violencia<br />
al favorecer una narrativa del conflicto basada en la difusión de<br />
responsabilidad de quienes utilizaron el terrorismo 26 .<br />
Esta dinámica ha derivado en una indulgencia que ha fortalecido a<br />
aquellos que practicaron el terrorismo: los presos han dejado de serlo pese<br />
a que las organizaciones terroristas continuaron existiendo y extorsionando.<br />
Al mismo tiempo las víctimas, que siguen reclamando justicia y reparación,<br />
son presentadas como un mal necesario e inevitable, adquiriendo<br />
las injusticias cometidas sobre ellas justificación y sentido. Se prostituye así<br />
su memoria, ignorándose que la mayoría de la sociedad jamás recurrió al<br />
terrorismo a pesar de sufrirlo, desincentivándose por tanto el respeto a los<br />
valores democráticos. La excarcelación subestimaba cómo estos factores<br />
afectan decisivamente la esfera política 27 . Se confirma así que “la justicia a<br />
26 Kenneth Bloomfield (2007), A Tragedy of Errors: The Government and Misgovernment of Northern<br />
Ireland. Liverpool: Liverpool University Press, p. 105.<br />
27 Uno de los “expertos” cuyos planteamientos han sido utilizados como argumento de autoridad<br />
por partidarios del “proceso de paz” en nuestro país simplificaba erróneamente la realidad norirlandesa,<br />
subestimando importantes indicadores que demuestran cuán contraproducente ha<br />
sido la excarcelación de terroristas. Así lo hacía al afirmar que “lo que más atrajo mi atención<br />
fue lo rápido que se acostumbró la sociedad a la liberación de los presos”. Entrevista a Brian<br />
Currin en Gara, 2 de febrero de 2007.<br />
110 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
28 “Justicia de las víctimas y reconciliación en el País Vasco”, Reyes Mate, Documento de Trabajo<br />
96/2006, Fundación Alternativas, p. 24.<br />
29 Entrevista a Seamus Mallon en The Guardian, 14 de marzo de 2007.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
las víctimas pasadas es la condición necesaria para una política futura sin<br />
violencia”, pues “la justicia a las víctimas no es sólo un problema moral, sino<br />
también político” 28 .<br />
A este respecto, son esclarecedoras las conclusiones de Seamus Mallon,<br />
destacado dirigente del que hasta 2001 fue el partido nacionalista más votado<br />
en Irlanda del Norte, el SDLP (Social Democratic and Labour Party), liderado<br />
durante décadas por John Hume, premio Nobel de la Paz en 1998.<br />
En opinión de Mallon, la “paz” podía y debía alcanzarse mediante “otra vía”<br />
diferente a la utilizada por el primer ministro británico Tony Blair, convicción<br />
que llevaba al político norirlandés a rechazar la utilización del término<br />
“proceso de paz” por las negativas implicaciones que supone para la<br />
resolución de la problemática de la región 29 .<br />
Tanto Mallon como Hume formaron parte del movimiento por los derechos<br />
civiles que a mediados de los años sesenta aglutinó a católicos y<br />
protestantes reclamando “derechos civiles para ciudadanos británicos” en<br />
la región, anteponiendo así la igualdad de derechos a un nacionalismo dogmático<br />
e identitario propugnado por quienes respaldaron el terrorismo del<br />
IRA. Sin embargo, estas figuras que representaron la voz mayoritaria de<br />
una comunidad contraria al terrorismo, se han visto perjudicadas en los<br />
últimos años por la política del gobierno británico, profusa en simbólicas<br />
concesiones hacia los violentos que inevitablemente han debilitado a quienes<br />
optaron siempre por los métodos pacíficos 30 . Como destacados políticos<br />
y funcionarios británicos e irlandeses ahora reconocen, esa política ha<br />
destrozado electoralmente a los moderados, fortaleciendo a los extremos<br />
y con ellos a una peligrosa narrativa histórica que no hace justicia a quienes<br />
siempre se opusieron a un terrorismo que aspiraba a unir territorios en<br />
vez de personas.<br />
30 Sobre esta cuestión pueden consultarse, “Los errores del proceso norirlandés”, Rogelio<br />
Alonso, El País, 31 de marzo de 2006, y “Ante el final del terrorismo de ETA: lecciones y errores<br />
de la experiencia norirlandesa”, Rogelio Alonso, ARI Nº 51/2006, Análisis del Real Instituto<br />
Elcano, 5/5/2006.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 111
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
De ese modo se ha desmoralizado a quienes han respetado la ley, logrando<br />
desactivar a una formación como el SDLP, y al unionismo moderado<br />
representado por David Trimble, líder que compartió con Hume el<br />
Premio Nobel de la Paz. Mallon lo expresaba del siguiente modo: “Sí. Hubo<br />
un error de cálculo fundamental. A cualquiera que conozca el norte de Irlanda<br />
no se le habría ocurrido llevar a cabo acciones que vendieron al unionismo<br />
moderado a Paisley, tratando del mismo modo a nuestro partido” 31 .<br />
Mallon interpreta que ese “cálculo deliberado” de los dos gobiernos tenía<br />
la intención, finalmente obtenida, de eliminar al unionismo y al nacionalismo<br />
moderado representado por los partidos de Hume y de Trimble.<br />
Peter Mandelson, Ministro británico para Irlanda del Norte entre octubre<br />
de 1999 y enero de 2001, compartía parte de la crítica hacia el primer<br />
ministro británico Tony Blair. En opinión de Mandelson, que durante muchos<br />
años fue un estrecho colaborador de Blair, las concesiones del dirigente<br />
británico hacia los republicanos del Sinn Fein fueron excesivas, pues<br />
ello minó la capacidad del SDLP y el apoyo a este partido. Al mismo<br />
tiempo, ese tipo de concesiones alienaron también al electorado unionista<br />
32 . De ese modo, como reconocería el líder unionista David Trimble,<br />
el gobierno británico logró dañar electoralmente al unionismo moderado 33 .<br />
Con esta política de concesiones que derivaban en un inevitable fortalecimiento<br />
de los extremos en detrimento de los moderados, se contribuía a<br />
favorecer una narrativa legitimadora de quienes durante años utilizaron la<br />
violencia. Es decir, se recompensaba dicha asociación con el terrorismo.<br />
Ello obliga a cuestionar la generalizada asunción del “final feliz” del proceso<br />
norirlandés que tan recurrente resulta para los interesados en su extrapolación<br />
al fenómeno de ETA. Así lo confirma la enorme polarización<br />
política y social que se aprecia en una Irlanda del Norte hoy gobernada<br />
por quienes han visto premiado su fanatismo con el fortalecimiento que les<br />
ha brindado la política gubernamental 34 .<br />
31 Entrevista a Seamus Mallon en The Guardian, 14 de marzo de 2007.<br />
32 Belfast Telegraph, 14 de marzo de 2007; y “Blair guilty of capitulating to Sinn Féin- Mandelson”,<br />
The Guardian, 13 de marzo de 2007.<br />
33 Entrevista con David Trimble, en The Guardian, 14 de marzo de 2007.<br />
34 A este respecto, particularmente ilustrativo es el análisis de Bloomfield, op.cit., pp. 216-259.<br />
112 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
¿Un “proceso de paz” para el País Vasco?<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Factores como los reseñados convierten en totalmente contraproducente<br />
el “precio político” que exigen para el “proceso de paz” en el País Vasco los<br />
mencionados “expertos”, al sustentarse sus peticiones en una injusta desigualdad<br />
hacia quienes han respondido al odio con respeto a la legalidad,<br />
planteamiento que en modo alguno incentivaría a ETA a abandonar su<br />
amenaza al constatar la eficacia de la misma. Acertado y premonitorio resultaba<br />
por ello el análisis que ya en 2002 esbozaba Carlos Martínez Gorriarán,<br />
dirigente del movimiento cívico ¡Basta Ya!, ante los intentos de<br />
involucrar a “mediadores” en el contexto vasco: “Nos invitan a dejar la solución<br />
de lo que llaman el conflicto vasco en manos de profesionales de la<br />
pacificación que nos sustituyan, vivan a nuestra costa y decidan por nosotros<br />
qué precio hemos de pagar por el derecho a malvivir en nuestra propia<br />
tierra” 35 . Sus palabras son válidas para quienes hoy persiguen el mismo<br />
objetivo recurriendo a un lenguaje idéntico al utilizado por una organización<br />
terrorista como ETA al construir aparatos de justificación de su violencia.<br />
El frente propagandístico de ETA ha buscado una legitimidad que<br />
obtiene mediante un discurso como el que articulan los “expertos” en “procesos<br />
de paz”, empleando incluso la misma terminología etarra al aventurar<br />
que “el proceso se puede pudrir” si no se ofrecen “concesiones” a los<br />
terroristas.<br />
De manera muy significativa esos mismos “negociadores de paz” citados<br />
en El País asumían erróneamente algo que los hechos objetivos y las<br />
declaraciones de verdaderos expertos en la lucha antiterrorista en Francia<br />
y España desmentían desde la declaración formal de tregua en marzo de<br />
2006 y que los posteriores atentados terroristas corroboraron: la existencia<br />
de una voluntad por parte de ETA de poner fin a la violencia. Días<br />
antes del atentado de Barajas, la infundada creencia de que ETA había decidido<br />
abandonar sus reivindicaciones tradicionales era defendida por dichos<br />
“mediadores” con un sospechoso argumento de autoridad: que los<br />
terroristas así lo habrían planteado. Sin cuestionar tan insuficiente fuente,<br />
35 “Profesionales de la pacificación nos quieren poner un precio por malvivir”, El Correo, 13 de<br />
julio de 2002.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 113
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
los “mediadores” definían además como negativo el respeto al Estado de<br />
derecho, convirtiendo la ilegalidad en normalidad, tal y como ordena ETA:<br />
“No podemos seguir adelante con esto si nos siguen deteniendo, si nos<br />
amenazan con prisión. Es imposible avanzar con un proceso de paz sin<br />
violencia si además sigue vigente la Ley de Partidos” 36 . Otro “mediador”<br />
añadía: “Lo que ahora exige ETA es la creación de un entorno político<br />
nuevo en el que pueda defender sus opiniones políticas de forma abierta”.<br />
Se confundían así las reivindicaciones de ETA ignorando que persistía en<br />
reclamar una negociación sobre sus exigencias tradicionales de “autodeterminación<br />
y territorialidad”, como sus documentos subrayan y su constante<br />
amenaza confirma.<br />
Esta equivocada interpretación de intenciones contribuía a subestimar<br />
el significado político de las víctimas del terrorismo, deslegitimando su sufrimiento<br />
y humanidad, a la vez que se legitimaba la violencia al asumir<br />
que los etarras carecen de otra alternativa para poder defender sus “opiniones<br />
políticas”, precisamente lo que ETA repite en sus comunicados. Sin<br />
embargo el diagnóstico de los “mediadores” es refutado por el análisis científico<br />
de quienes conocen la realidad vasca. Como demuestra el Euskobarómetro,<br />
la mayoría de la sociedad vasca considera de manera abrumadora<br />
que hoy en Euskadi se pueden defender todas las ideas sin necesidad de recurrir<br />
a la violencia. Esta rigurosa consulta confirma que incluso una mayoría<br />
creciente de los votantes de la izquierda abertzale (69%) cree que en<br />
Euskadi pueden defenderse todos los objetivos políticos sin que sean precisos<br />
los métodos violentos 37 .<br />
De tan reveladora muestra se deducía que los “mediadores” se han inventado<br />
una ETA generosa y razonable, asumiendo como realistas sus<br />
planteamientos mediante la equiparación de una organización terrorista<br />
con un gobierno democrático, enfatizándose que “no hay forma de no<br />
pagar un precio político, para cualquiera de las partes”, y reclamando por<br />
36 Esta justificación reproducida por los “expertos” citados es idéntica a la que ofrecería la organización<br />
terrorista ETA en una entrevista publicada en Gara el 8 de abril de 2007.<br />
37 Euskobarómetro. Estudio periódico de la opinión pública vasca. Junio 2007. Departamento de<br />
Ciencia Política y de la Administración, Universidad del País Vasco, p. 46.<br />
114 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
38 Sobre las fracasadas negociaciones con ETA, véase Florencio Domínguez (1998), De la negociación<br />
a la tregua. ¿El final de ETA? Madrid: Taurus.<br />
39 El Correo, 23 de enero de 2005.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
ello “concesiones políticas” para reparar “la pérdida de confianza mutua”.<br />
Por el contrario, como demuestra la dilatada experiencia en negociaciones<br />
con ETA que nuestro país puede exhibir, y a la que los “mediadores” parecen<br />
ajenos, no es un gobierno democrático el que ha de generar confianza<br />
en una organización terrorista, sino ésta la que debe demostrar a sus<br />
víctimas su voluntad de aceptar las reglas de la democracia 38 . Así se deducía<br />
de las declaraciones del Ministro Jordi Sevilla en enero de 2005 al advertir<br />
a ETA que una tregua sería ya “insuficiente”, pues “si quieren ser<br />
creíbles tienen que decir dónde y cuándo abandonan las armas” 39 , exigencias,<br />
no obstante, con las que el gobierno no fue en absoluto consecuente<br />
una vez la banda declaró su “alto el fuego”.<br />
El lenguaje de los “mediadores” citados defendía como obligatorias las<br />
exigencias de ETA al presentar las concesiones como inevitables en aras de<br />
un buen fin: “Evitar que en el futuro haya más madres y padres y hermanos<br />
e hijos llorando la muerte de más víctimas”. Apelaban así a las emociones<br />
para coaccionar a los ciudadanos, todo ello complementado con el<br />
desprecio a la crítica política necesaria en cualquier democracia al dictarle<br />
al presidente del gobierno lo siguiente: “Debe basar su estrategia política<br />
en el apoyo del conjunto de la sociedad y no en rebatir las críticas de la<br />
oposición y sectores de la clase política”. Se tergiversaban así los sentimientos<br />
de una opinión pública que, como reflejaba el Euskobarómetro,<br />
sólo aceptaba una eventual negociación gobierno-ETA condicionada a que<br />
la organización terrorista abandonase las armas 40 . La justificación de una<br />
improcedente política en función de criterios numéricos como los que proponían<br />
los “mediadores” es también cuestionable: ¿sería admisible la tortura<br />
si una mayoría social apoyase su legalización? Por ello, con sus<br />
peligrosas manipulaciones los “negociadores de paz” adoptan los mismos<br />
mecanismos de transferencia de culpa y difusión de responsabilidad reproducidos<br />
constantemente por los grupos terroristas, identificando al go-<br />
40 Euskobarómetro. Estudio periódico de la opinión pública vasca. Mayo 2006. Departamento de<br />
Ciencia Política y de la Administración, Universidad del País Vasco, pp. 57-58.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 115
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
bierno del Estado como responsable de la continuidad del terrorismo al<br />
condicionarla a la realización de “concesiones”.<br />
Esta presión es similar a la que transmite la propaganda etarra, como<br />
confirman los testimonios de Alec Reid, religioso norirlandés considerado<br />
por quienes apoyan la noción de “proceso de paz” como un importante referente<br />
e incluso como “una figura clave en los esfuerzos por impedir que<br />
el proceso de paz colapse” en el País Vasco 41 . La siguiente opinión de Reid,<br />
uno de los autores de la Declaración de Lizarra, que en nada contribuyó a<br />
la recuperación de la libertad en el País Vasco, confirma el análisis aquí expuesto:<br />
“No podemos perder esta oportunidad histórica para lograr la paz,<br />
pero ETA no va a aceptar algo que no vea. ETA necesita saber cómo va a<br />
ser la mesa de la negociación política, quién participará en ella, cómo se votarán<br />
las decisiones, si el gobierno español aceptará el resultado. Además<br />
ETA necesita saber cuándo sucederá. Una vez se haga público todo esto,<br />
ETA parará” 42 . Estas eran las palabras de quien insiste en definirse como<br />
un mediador neutral a pesar de toda la abundante evidencia en contra,<br />
como recuerdan sus declaraciones considerando a ETA, no como “el principal<br />
problema”, sino como “un síntoma del problema” 43 , o aquella otra en<br />
la que enfatizaba que “el gobierno español es el principal problema para la<br />
resolución del conflicto” 44 . Añadía además Reid que “ETA atentó en Barajas<br />
porque el gobierno no estaba cumpliendo lo prometido”, insistiendo<br />
en que “si anunciaran un alto el fuego, por supuesto que se podría confiar<br />
en su palabra” 45 .<br />
Particularmente ilustrativo de la coincidencia de intereses entre la propaganda<br />
etarra y la retórica de Reid era el siguiente comentario realizado<br />
en una entrevista en la que el entrevistador aceptaba sin el más mínimo<br />
cuestionamiento crítico al que su profesión le obligaba los brutales planteamientos<br />
del religioso norirlandés: “El PP es hoy el mayor problema en el<br />
41 “ETA now ready to give up the gun”, Alfonso Daniels, The Observer, 19 de marzo de 2006.<br />
42 “ETA now ready to give up the gun”, Alfonso Daniels, The Observer, 19 de marzo de 2006.<br />
43 Entrevista a Alec Reid en El Correo, 28 de diciembre de 2005.<br />
44 Entrevista a Alec Reid en El Correo, 20 de mayo de 2002.<br />
45 Entrevista a Alec Reid en El Mundo, 30 de enero de 2007.<br />
116 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
46 El Periódico de Cataluña, 23 de marzo de 2007.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
proceso de paz. El PP es un problema mucho mayor que ETA. Con ETA<br />
es fácil tratar, pues apoya la idea de una mesa de partidos en que se trate<br />
la solución del conflicto. De hecho, ETA ya no es problema, pues está a<br />
favor de una resolución pacífica y democrática del conflicto que garantice<br />
los derechos de todos los vascos, incluidos los no nacionalistas” 46 .<br />
Las declaraciones de tan parcial interlocutor se caracterizan por eximir<br />
a ETA de toda responsabilidad por la resolución de un conflicto que realmente<br />
se manifiesta de manera fundamental en la existencia de una organización<br />
terrorista que coacciona y condiciona las vidas de los<br />
ciudadanos y los procesos políticos. Semejante interpretación de la realidad<br />
aplica los mismos mecanismos de difusión de responsabilidad y de<br />
transferencia de culpa de los que la organización terrorista también se ha<br />
servido durante décadas. De todo ello llega a deducirse que quienes no se<br />
avienen al modelo que la banda desea imponer en un momento de declive<br />
y de considerable debilitamiento operativo y político del entramado criminal,<br />
en el que la organización terrorista no manifiesta en absoluto su<br />
voluntad de poner fin al terrorismo, deben ser vistos como “enemigos” y<br />
“obstructores” de la paz a pesar de ser víctimas directas de la amenaza terrorista<br />
47 .<br />
El término “enemigos de la paz” también ha sido empleado en España<br />
por algunos partidos con objeto de criticar a sus adversarios políticos,<br />
siendo éstos acusados asimismo de “erigir obstáculos para la paz”, incurriéndose<br />
por tanto en un beneficioso ejercicio para la organización terrorista,<br />
verdadero enemigo de la paz. Algunos jueces también han sido<br />
amenazados con semejante descalificación si no se suman a un “proceso de<br />
paz” en el que decisiones políticas arbitrarias habrían de prevalecer sobre<br />
la justicia y los principios democráticos 48 .<br />
47 Así lo sintetizaba, por ejemplo, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, al acusar<br />
al PP de “tener alergia a la paz”. El Correo, 4 de diciembre de 2006.<br />
48 A este respecto véase la apropiada respuesta de Fernando Ruiz Piñero, presidente del Tribunal<br />
Superior de Justicia del País Vasco, indicando que “exigir a los jueces que se sumen al proceso<br />
de paz rompe las reglas de la democracia”. Entrevista en El Correo, 12 de febrero de<br />
2006.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 117
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
De tan cuestionables criterios se desprende la creencia de que las posiciones<br />
de una organización terrorista como ETA y su brazo político resultaban<br />
más respetables que las de actores democráticos, pues mientras los<br />
primeros desearían participar en el “proceso de paz”, los segundos se opondrían<br />
al mismo. De ese modo, bajo el pretexto de la búsqueda de la paz, se<br />
han intentado consolidar esquemas que eluden la realidad en torno al terrorismo:<br />
ETA ha violado sistemáticamente los derechos humanos, de ahí<br />
que la paz y la resolución del conflicto exijan su derrota política. Esta derrota<br />
obliga a impedir que la organización terrorista y su entorno obtengan<br />
la legitimación que intentan lograr mediante la reproducción de una narrativa<br />
del conflicto y de sus supuestos métodos de resolución como los<br />
que algunos sectores de opinión aceptan de manera acrítica.<br />
CONCLUSIONES<br />
El análisis comparado de diferentes políticas aplicadas tanto en nuestro<br />
país como en otras naciones que han sufrido episodios de terrorismo permite<br />
alcanzar relevantes conclusiones en torno a los instrumentos de respuesta<br />
contra la violencia de ETA. En este sentido, frente al generalizado<br />
argumento que sostiene la necesidad de replicar e importar distintos modelos<br />
de resolución de conflictos y de lucha contra el terrorismo para su<br />
aplicación contra ETA, resulta necesario expresar cautela para que las extrapolaciones<br />
surjan únicamente desde el rigor. Éste exige un adecuado<br />
análisis de los elementos diferenciales y de las analogías de los contextos<br />
comparados. Así debe ser para que la aplicación de dichas iniciativas sólo<br />
se acometa en aquellos casos en los cuales resulten de eficacia para un fenómeno<br />
terrorista como el de ETA, pues el terrorismo perpetrado en nuestra<br />
sociedad mantiene unas características que determinan decisivamente<br />
la política antiterrorista, desaconsejando medidas que en otros ámbitos pudieran<br />
haber resultado útiles.<br />
Entre dichos elementos determinantes se incluye la modélica reacción<br />
de las víctimas del terrorismo, que siempre han respondido pacíficamente<br />
a la violencia de ETA confiando al Estado su seguridad y sus reivindicaciones<br />
de justicia. A este respecto, debe incidirse en que, a diferencia de<br />
118 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
otros contextos sociopolíticos, en el caso español ha sido la banda terrorista<br />
ETA quien ha violando de manera sistemática los derechos humanos,<br />
habiendo ejercido el Estado su legítimo monopolio de la violencia dentro<br />
de la legalidad. Determinante asimismo debe considerarse la democratización<br />
emprendida en nuestro país, al haber servido para consolidar unas<br />
instituciones democráticas cuya legitimidad han desafiado constantemente<br />
los terroristas. La existencia de un marco democrático articulado en torno<br />
a la Constitución y al Estatuto obliga a que la política antiterrorista rechace<br />
iniciativas que deslegitimen tanto a las instituciones como a los representantes<br />
y ciudadanos asesinados precisamente por defenderlas del desafío terrorista.<br />
Esta realidad hace necesario eludir negociaciones con ETA como las<br />
que han venido acometiéndose, pues el sistema democrático permite ya la<br />
salida del terrorismo a quienes deseen abandonar dicha opción sin necesidad<br />
de recurrir a mecanismos específicos al margen de nuestro ordenamiento.<br />
La prolongada experiencia antiterrorista demuestra que los<br />
ofrecimientos de diálogo con la banda son interpretados por ésta como un<br />
síntoma de debilidad del Estado, incentivando por ello la perpetuación de<br />
una amenaza que los terroristas entienden eficaz al lograr que aquél modifique<br />
su actitud hacia ellos. Precisamente la ausencia de negociación ha<br />
estimulado a terroristas que han deseado abandonar ETA a hacerlo ante la<br />
ausencia de expectativas de éxito.<br />
La larga experiencia de lucha contra ETA que nuestro país exhibe nos<br />
demuestra que precisamente debido a la existencia de una serie de factores<br />
condicionantes como los sintetizados, el fenómeno terrorista obliga a<br />
adoptar un modelo antiterrorista determinado. Se trata de una política antiterrorista<br />
integral que combine una intensa presión sobre todos y cada<br />
uno de los frentes en los que ETA actúa, incluyendo por tanto una dimensión<br />
política, policial, social, judicial, e ideológica. La aplicación de<br />
este modelo entre el periodo de 2000 y 2004, tras la firma del Pacto por las<br />
Libertades, permitió contemplar la derrota de la banda. Por tanto, su éxito<br />
invita a cuestionar la aplicación de otros instrumentos utilizados en contextos<br />
externos que pueden aparecer como recomendables tras su utilización<br />
frente a otros ejemplos de terrorismo pero que, en el caso español,<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 119
¿QUÉ POLÍTICA ANTITERRORISTA FRENTE A ETA? / ROGELIO ALONSO<br />
resultan completamente contraproducentes al impedir la derrota de ETA<br />
a la que el Estado debe aspirar.<br />
Es ésta una aspiración razonable y necesaria precisamente como consecuencia<br />
de los elementos determinantes que definen el terrorismo etarra<br />
aportándole una excepcionalidad que no debe ser ignorada. Debe insistirse<br />
pues en la necesidad de fijar la derrota de la organización terrorista<br />
como objetivo imprescindible de la política antiterrorista. No es ésta una<br />
tarea inasumible, como con frecuencia aducen quienes incurren en la referida<br />
instrumentalización de referentes externos con la finalidad de aportar<br />
pretextos a concesiones estatales que invaliden dicho escenario de derrota.<br />
La evolución de la política antiterrorista frente a ETA, y el perfeccionamiento<br />
de la misma en torno al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo,<br />
permitió diseñar en un periodo concreto de nuestra historia una<br />
estrategia que logró resquebrajar el mito de la imbatibilidad de la banda, tal<br />
y como los propios terroristas han llegado a reconocer.<br />
120 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA<br />
EXTERIOR ESPAÑOLA<br />
PLANTEAMIENTO<br />
En el mundo de hoy, como en el de ayer, la política exterior de los Estados<br />
es en substancia una combinación de principios e intereses en<br />
dosis variables según impongan las circunstancias del caso y del momento.<br />
Es pues, como acredita con profusión la historia, de esencia pragmática<br />
y acomodaticia. Hasta la defensa de los principios –al menos de<br />
ciertos principios– forma parte del interés nacional porque a nadie beneficia<br />
–ni a los más poderosos pero menos aún a los más débiles– una Comunidad<br />
Internacional regida por la ley de la selva.<br />
En el presente –que se singulariza más que nunca por el imperio de lo<br />
económico y la exigencia de seguridad– los principios se suelen definir por<br />
la concurrencia de las voluntades de un grupo significativo o de una mayoría<br />
de Estados, voluntades a veces movilizadas por los Estados hegemónicos<br />
para asegurarse, por la propia formulación del principio o norma o por reservarse<br />
veto, mayor peso específico o posibilidad de autoexclusión, un orden<br />
internacional que, además de ser estable y dar certidumbre a las conductas,<br />
merme lo menos posible su capacidad de influencia o la de sus nacionales y<br />
su libertad de acción. Es el privilegio del poder. Un buen ejemplo se halla en<br />
Rafael Arias-Salgado Montalvo es Diplomático. Ex-Ministro.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 121
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
el Consejo de Seguridad de la ONU o en las normas que regulan el libre comercio<br />
y las instituciones económicas multilaterales, principalmente el Fondo<br />
Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del<br />
Comercio, ejemplos de desigualdades y asimetrías.<br />
Los intereses, en particular los considerados permanentes, vienen determinados<br />
por la situación geoestratégica y sus derivaciones naturales así como<br />
por la historia, la cultura y la economía y segregan unos ejes estables y atemporales<br />
de los que derivan las prioridades básicas de la acción exterior. Son<br />
prioridades permanentes pero no estáticas. Se modulan y matizan según las<br />
circunstancias cuyo cambio puede exigir, en orden al mejor cumplimiento de<br />
aquéllas, la definición de retos u objetivos nuevos. En la acción exterior es,<br />
en efecto, determinante en cada situación la capacidad y fortaleza del Estado<br />
–interna y externa– y de la sociedad civil. En este sentido, mucho más<br />
que en el ideológico, la política exterior es la proyección o prolongación externa<br />
de la política interior.<br />
En este esquema conceptual, las prioridades tradicionales de la política exterior<br />
española colocaban –y colocan– en su punto de mira a Europa, a la<br />
América de habla española y al ámbito mediterráneo-norte de África-Magreb.<br />
En la segunda mitad del siglo pasado, a esta relación hubo de añadirse<br />
la lucha contra el terrorismo de ETA. Sus conexiones internacionales, en especial<br />
con el mundo de influencia soviética y el respaldo o la “comprensión”<br />
de una izquierda anacrónica aunque autodenominada progresista (que definía<br />
y aún define a ETA como “grupo separatista”) pusieron de manifiesto la<br />
imposibilidad de combatirlo con plena eficacia sin cooperación internacional.<br />
La aparición a escala planetaria del “terrorismo yihadista”, para el que<br />
España (Al-Andalus) es objetivo principal y de conquista territorial, ha reforzado<br />
la presencia de la lucha antiterrorista como elemento constitutivo de<br />
nuestra acción exterior, pero ahora de forma compartida con el mundo occidental.<br />
Y es que se trata de un terrorismo, el islamista, que surge como<br />
forma de confrontación con el modelo de vida occidental-democrático al<br />
que aspira a destruir.<br />
En los últimos años del pasado siglo, se empezaron a hacer perceptibles,<br />
en el mundo y en España, los efectos de un conjunto de hechos, expresión<br />
122 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
de un cambio en curso que por magnitud e intensidad no dudaría en calificar<br />
de estructural. El cambio probablemente más importante desde la Revolución<br />
Industrial. Se impone por ello una reflexión –reflexión revisora–<br />
sobre los llamados ejes tradicionales o permanentes de la política exterior<br />
española y sobre sus objetivos e intereses.<br />
Cinco grandes hechos (o conjuntos de hechos) al menos singularizan la<br />
profunda transformación que estamos viviendo.<br />
En primer término, el salto cuantitativo y cualitativo de España, que ha pasado<br />
a incardinarse en el grupo de países democráticos y desarrollados con<br />
vocación de protagonismo e influencia en las relaciones internacionales.<br />
En segundo lugar, la caída del Muro de Berlín, hecho que simboliza el hundimiento<br />
de la URSS y el fin de la configuración bipolar del poder político<br />
y militar en la Comunidad Internacional.<br />
En tercer lugar, la aceleración espectacular del proceso de mundialización<br />
o globalización de la economía como consecuencia, entre otras causas, del<br />
espectacular desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación<br />
(TIC), del abaratamiento de los transportes y de la propia desaparición<br />
del bloque soviético, obstáculo político a la formación de un mercado<br />
mundial libre e integrado.<br />
En cuarto lugar, la consolidación de la Unión Europea y su ampliación a<br />
27 Estados, que conduce a replantear no sólo el diseño de una institucionalización<br />
aún insuficiente y deficiente sino también las relaciones de poder y<br />
las políticas de la Unión y dentro de la Unión. El eje franco-alemán pierde<br />
capacidad de definición, de impulso o iniciativa y de veto. La Unión Europea<br />
tiene en todo caso una fuerte presencia económica en el mundo. La posibilidad<br />
de convertirse en un polo de poder político –lo es en el ámbito<br />
económico– vertebrador del orden internacional no parece hoy cercano. La<br />
negativa de los grandes Estados europeos a “supranacionalizar” la Política<br />
Exterior y de Seguridad y Defensa (PESD) deja un considerable margen de<br />
actuación a las relaciones bilaterales de los Estados miembros en la esfera internacional.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 123
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
Finalmente, la emergencia de China e India como potencias económicas<br />
(además de nucleares) y como grandes mercados, con numerosas necesidades<br />
para garantizar su desarrollo y el bienestar de su población. La economía<br />
china empieza a tener clara influencia en el comercio mundial por su capacidad<br />
exportadora, por la necesidad de asegurarse el suministro de energía y<br />
materias primas y por el tipo de cambio de su moneda, y de manera más directa<br />
en el crecimiento económico de la cuenca asiática del Océano Pacífico<br />
–el Este asiático–, todavía muy dependiente del mercado norteamericano.<br />
En este escenario de profundos cambios, resulta obvio señalar que casi<br />
nada puede ser hoy lo mismo que ayer. Exige al menos revisar viejas definiciones.<br />
No se trata sólo de la superación de una circunstancia histórica de decadencia<br />
y aislamiento o del fin de la “tradicional neutralidad” española en<br />
los asuntos y conflictos internacionales, que eran expresión de impotencia.<br />
Se trata sobre todo de definir cómo estamos presentes en el orden internacional<br />
en gestación, con qué principios, con qué fines y con qué medios.<br />
LA TRANSFORMACIÓN DE ESPAÑA<br />
Se puede sintetizar en cuatro órdenes de hechos: En primer término, España,<br />
en el último cuarto del siglo pasado, asume una presencia activa en el sistema<br />
internacional mediante la incorporación a la Alianza Atlántica, la integración<br />
de pleno derecho en la entonces Comunidad Económica Europea y la<br />
decisión de jugar un papel relevante en las instituciones multilaterales que,<br />
además, son plataforma útil para incidir en aquellos ámbitos –territoriales o<br />
materiales– en que es más visible su interés nacional (terrorismo, Iberoamérica,<br />
etc.).<br />
En segundo lugar, España se ha convertido en un país democrático y desarrollado<br />
de alta renta per cápita, con algunos rasgos destacables de proyección<br />
internacional: es la octava economía del mundo por su PIB, constituido<br />
en más del 60% por la exportación: tiene por primera vez en su historia reciente<br />
grandes y eficientes grupos empresariales con capacidad de invertir y<br />
competir en cualquier parte del planeta; y, consecuencia de ello, ha pasado<br />
a ser país exportador neto de capitales.<br />
124 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
En tercer lugar, España, país de emigración, se ha incorporado al grupo de<br />
Estados desarrollados que reciben emigrantes y están sometidos a una fuerte<br />
presión migratoria desde el mundo subdesarrollado más próximo territorial<br />
y culturalmente.<br />
Por último, España, que goza por su historia de una cultura potente, dispone<br />
de una lengua en expansión, en particular por el crecimiento de la población<br />
y los extensos movimientos migratorios de los pueblos hispanoamericanos<br />
hacia Estados Unidos, pero también por su notable creatividad y dinamismo<br />
cultural.<br />
Este conjunto de hechos determinan que la paz y la seguridad y estabilidad<br />
internacionales se conviertan en objetivos básicos de la acción exterior<br />
de España porque su alteración o puesta en peligro afecta a su economía, a<br />
sus empresas y por tanto a sus nacionales. Aunque con distinta intensidad –es<br />
obvio decirlo– nada importante que pueda ocurrir en el mundo resulta hoy<br />
ajeno, por sí o por sus implicaciones, al interés directo de España. España,<br />
por sus nuevas circunstancias ha pasado a tener intereses globales, lo cual,<br />
además, no deja de ser consecuencia lógica del proceso de globalización en<br />
que se halla inmerso el planeta. Esos intereses globales exigirán, como veremos,<br />
mayores medios personales y materiales para que las posiciones españolas<br />
no caigan en la inconsecuencia o en la retórica. Y exigen, diría que<br />
desde ya mismo, la concienciación de la sociedad española sobre su nueva<br />
circunstancia, respecto de la cual hoy prevalece la tendencia a la evasión o<br />
el desinterés cuando no la ignorancia consciente.<br />
GLOBALIZACIÓN Y POLÍTICA EXTERIOR<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
En términos sencillos, la globalización es el proceso de formación de un mercado<br />
mundial libre e integrado. Es el gran cambio –cambio estructural– de<br />
nuestro tiempo y es un cambio, además, que interesa a España. Precedentes<br />
históricos aparte, tiene su origen próximo en los hechos siguientes: en las<br />
políticas de liberalización económica que se empiezan a poner en marcha, a<br />
escala nacional e internacional, después de la II Guerra Mundial: en el espectacular<br />
desarrollo de las tecnologías de la información y de la comuni-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 125
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
cación que despejan el camino para la transmisión de información masiva e<br />
instantánea a cualquier punto del planeta: en el abaratamiento y velocidad<br />
de los transportes y en la desaparición del bloque soviético que además de<br />
posibilitar la incorporación de un tercio de la Humanidad al mercado mundial<br />
libre en formación, ha desterrado el modelo estatista de economía contrario<br />
al libre mercado.<br />
Desde la perspectiva de la política exterior española, la globalización nos<br />
lleva a hacer tres consideraciones principales: En primer término, la mundialización<br />
del mercado ratifica que España ha pasado a tener intereses globales<br />
por la capacidad de su economía y de sus empresas y que, en consecuencia,<br />
la seguridad y la estabilidad del orden internacional y el libre comercio mundial<br />
han pasado a formar parte principal de su interés nacional.<br />
En segundo lugar, el propio proceso de globalización se encuentra sujeto<br />
a una cierta tensión regulatoria cuyo desenlace no resulta indiferente a los intereses<br />
españoles. La diplomacia económica tiene un papel esencial que<br />
jugar. Hay planteado un fuerte conflicto de intereses entre países desarrollados<br />
y menos desarrollados que se entrecruza con un no menos intenso debate<br />
ideológico sobre la necesidad, orientación y amplitud del marco<br />
regulatorio del nuevo mercado mundial.<br />
En tercer lugar, la globalización engendra problemas nuevos o replantea<br />
antiguos problemas que adquieren nuevas dimensiones. Los problemas, en<br />
efecto, también se globalizan: el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción<br />
masiva, la aparición de organizaciones islámicas radicales y violentas<br />
–más allá del conflicto palestino– que practican el terrorismo y<br />
trascienden por su planteamiento universalista y antioccidental las tradicionales<br />
y diversas fragmentaciones del mundo árabe: los efectos visibles de la<br />
pobreza extrema con sus consecuencias inmediatas en el terreno sanitario y<br />
migratorio, etc. Son además problemas acuciantes toda vez que lo que se<br />
halla en el horizonte hacia el que caminamos es la institucionalización de<br />
un mercado mundial libre.<br />
Ante este panorama, la cooperación intergubernamental y la diplomacia<br />
multilateral –esenciales en cualquier forma de orden internacional– son, sin<br />
126 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
embargo, con frecuencia, instrumentos insuficientes o impotentes tanto para<br />
canalizar satisfactoriamente la defensa del interés nacional como para resolver<br />
o paliar aquellos problemas, por naturaleza globales. Las perceptibles deficiencias<br />
del multilateralismo dejan, de hecho, un espacio de inevitable<br />
ocupación por la diplomacia unilateral para afrontar situaciones que las instituciones<br />
multilaterales, por distintas razones, son incapaces de encauzar.<br />
La impotencia de la ONU para hacer frente a ciertos conflictos y hacer respetar<br />
su propia legalidad es un ejemplo por desgracia casi cotidiano. Ningún<br />
país, con las características de España, dejaría de definir dónde radica su interés<br />
nacional y, en su caso, de actuar unilateralmente –en la medida de sus<br />
posibilidades– en tales supuestos. Y en particular cuando se trate de conflictos<br />
que nos afectan o pueden afectar gravemente. La garantía del funcionamiento<br />
correcto del mercado mundial de petróleo, hoy en gran parte<br />
determinado por la voluntad de regímenes políticos arbitrarios, sería un buen<br />
ejemplo. España tiene la experiencia vivida de lo que supuso en términos de<br />
desempleo masivo el doble choque petrolífero de los años 1973-79. Y aunque,<br />
en el momento presente, la subida del precio del crudo –pongamos<br />
hasta los 100 dólares el barril– no tendría iguales repercusiones por la menor<br />
importancia del petróleo en el total de nuestras importaciones, no debería<br />
aceptarse con pasividad que se juegue, sea como amenaza sea frívolamente,<br />
con el precio del barril.<br />
La globalización, que implica una parcial superación del sistema de soberanías<br />
nacionales, exige pues una reflexión profunda –y una revisión– sobre<br />
la manera de enfocar los llamados ejes permanentes de la política exterior<br />
–que en verdad lo sean– y sobre las coordenadas de presencia y actuación<br />
en el orden internacional de un país que en todo caso –creo que nadie lo negaría–<br />
puede y debe aspirar a tener una política exterior propia y dinámica<br />
que sepa combinar los planos bilateral, europeo y multilateral.<br />
El desafío –antes implanteable– se concreta en formar parte del plantel de<br />
protagonistas que influyen y a la postre obtienen ventajas legítimas de la configuración<br />
de un orden internacional en el que rija el principio de legalidad,<br />
se respeten los valores inherentes al sistema democrático propio del mundo<br />
libre y en el que se puedan satisfacer con libertad las exigencias de su prosperidad<br />
material y de su expansión cultural. Una economía mundial libre en<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 127
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
la que España –Estado y sociedad– pueda desplegar toda su potencialidad<br />
forma parte de nuestro interés nacional.<br />
En el escenario de la mundialización económica, a España le interesa<br />
también, junto a su proyección como nación, la proyección de la propia<br />
Unión Europea y por tanto dentro de ésta debe tratar de influir en la formación<br />
de los criterios y posiciones que los representantes comunitarios tienen<br />
que defender en la órbita internacional y en particular en las instituciones<br />
económicas multilaterales.<br />
LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL.<br />
LA RELACIÓN CON ESTADOS UNIDOS<br />
La principal consecuencia de la desaparición de la antigua URSS ha sido la<br />
correlativa aparición de un mundo de perfil, en principio unipolar, en el que<br />
queda una única superpotencia –los EE.UU.– que representa cerca del 30%<br />
del producto bruto mundial y el 40% del gasto militar total.<br />
Diría, para comenzar, que la unipolaridad no implica per se un mundo<br />
más seguro y estable. Cambia la naturaleza de los conflictos pero nacen o<br />
subsisten múltiples factores de inestabilidad e inseguridad: nacionalismos<br />
agresivos, proliferación de armas de destrucción masiva, terrorismos con vocación<br />
planetaria de destrucción del mundo capitalista y occidental y Estados<br />
que directa o indirectamente los amparan, crimen organizado, áreas de<br />
hambre, pobreza y marginación social extrema, etc. Afrontar estas situaciones<br />
en el seno de las instituciones intergubernamentales de carácter multilateral<br />
es línea de acción aconsejable para todos, incluido Estados Unidos,<br />
vinculado, como los demás signatarios, por los respectivos tratados fundacionales.<br />
Ahora bien, este país es también el único cuyos contribuyentes financian<br />
la fuerza necesaria para resolver con eficacia ciertos conflictos que<br />
afectan a todos, o al menos a todos los Estados con intereses globales. Por<br />
eso adquiere especial relevancia el análisis de la situación interna de los Estados<br />
Unidos, país democrático y plural en el que el debate público, las corrientes<br />
de opinión y las elecciones libres exteriorizan con transparencia el<br />
estado de la sociedad civil y las relaciones de poder.<br />
128 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Este análisis tiene un punto de partida ineludible: la agresión terrorista<br />
del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York que causó<br />
más de tres mil muertos. El pueblo norteamericano adquirió ese día conciencia<br />
de su vulnerabilidad, hasta entonces ni siquiera contemplada por un<br />
país nunca invadido, con conciencia de ser el más fuerte del mundo y que<br />
vivía en la creencia de su segura victoria o imposible derrota en las guerras<br />
posibles. El 11 de septiembre fijó, en mi opinión, un punto de no retorno. Estados<br />
Unidos, acompañado o en solitario si nadie quisiera acompañarle –unilateral<br />
o multilateralmente–, hará todo lo que en cada momento estime<br />
imprescindible para garantizar su seguridad. Creo que esta actitud, lejos de<br />
ser algo pasajero, refleja un cambio social al que no podrán sustraerse los dirigentes<br />
políticos o líderes de opinión cualquiera que sea su partido o ideología.<br />
La vulnerabilidad y el temor que produce han afectado a las pautas<br />
sociales de comportamiento de la sociedad norteamericana. El tiempo lo<br />
hará más visible. En todo caso, me parece superficial atribuir el aparente giro<br />
de la política exterior norteamericana a la sola influencia de un grupo radical<br />
de asesores o al simplismo de un presidente. Y me parece tanto más superficial<br />
cuanto que llegaron al poder con un programa diferente. Creo que<br />
el 11 de septiembre obligó al Presidente Bush y a sus colaboradores a enlazar<br />
con una estrategia que había empezado a formularse años antes, al desaparecer<br />
el bloque soviético, con el propósito de definir cómo debería<br />
proyectarse la hegemonía norteamericana en el mundo. Y es que a todos<br />
los grandes acontecimientos históricos –los que suponen un cambio en las<br />
relaciones de poder– sigue una adaptación del sistema de relaciones internacionales<br />
que refleja las nuevas hegemonías. Así ha ocurrido siempre y ocurrirá<br />
ahora. El mundo actual tendrá que asumir y adaptarse al hecho de la<br />
nueva supremacía estadounidense que, por fortuna, encarna el modelo democrático<br />
y pluralista que compartimos.<br />
El debate está abierto en la propia sociedad norteamericana. Dos libros<br />
recientes, el de Paul Kagan, Poder y Debilidad y el de Joseph Nye, La paradoja<br />
del poder norteamericano, dan pistas sobre los términos en que se desarrolla la<br />
polémica. Kagan entiende que los Estados Unidos deberán actuar –unilateralmente<br />
si fuera preciso– contra todo Estado que amenace su seguridad<br />
bien sea porque acogen o protegen actividades terroristas, erigen un poder<br />
nuclear o acumulan armas químicas de destrucción masiva con el fin de des-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 129
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
truir no sólo el poder estadounidense sino todo aquello que los Estados Unidos<br />
representa (democracia liberal, libre mercado, costumbres liberales).<br />
Añade que el inmenso poder de Estados Unidos le convierte en un objetivo<br />
predilecto y a menudo único y tiene por tanto una percepción de lo que es<br />
una amenaza –especialmente después del 11 de Septiembre– y de cómo<br />
combatirla mejor, distinta de la de Europa. La disparidad de poder y la relativa<br />
debilidad de los europeos lleva a éstos –sostiene Kagan– a edificar un<br />
mundo en el que el poderío militar cuenta menos que un poder blando asentado<br />
en la pujanza económica y en el que todas las naciones –cualesquiera<br />
que sea su poder– sean iguales en derechos y ninguna esté autorizada a emprender<br />
acciones unilaterales.<br />
Joseph Nye considera que en una era de información global el poder<br />
está distribuido. Sólo es verdaderamente unipolar en lo militar: es multipolar<br />
en lo económico y disperso en la base de las relaciones internacionales<br />
en donde deciden o influyen instituciones no gubernamentales,<br />
empresarios, banqueros o terroristas y piratas informáticos que pueden<br />
transformar o trastornar gravemente la coyuntura mundial. A los Estados<br />
Unidos conviene por ello hacer un planteamiento multilateral. Dice: “ninguna<br />
gran potencia puede permitirse el ser puramente multilateralista, pero<br />
ése debería ser el punto de partida de su política… La paradoja del poder<br />
estadounidense en el siglo XXI es que en una era de información global la<br />
mayor potencia desde Roma no puede alcanzar unilateralmente sus objetivos”.<br />
Y añade: “encuadrando su política en un marco multilateral, Estados<br />
Unidos puede hacer que su poder desproporcionado sea más legítimo y<br />
aceptable para otros”.<br />
Aun en la discrepancia, subyace en ambas posiciones una idea común: la<br />
seguridad será el eje fundamental de la política exterior estadounidense en<br />
los próximos años.<br />
En un panorama mundial de hegemonía político-militar norteamericana,<br />
la política exterior española debe precisar lo que interesa a España a la hora<br />
de enfocar sus relaciones bilaterales con los Estados Unidos, análisis de gran<br />
trascendencia porque determinará también la posición de España dentro de<br />
la Unión Europea en la definición de las relaciones Europa-Estados Unidos.<br />
130 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Lo que interese a España en la relación trasatlántica debe ser también, desde<br />
la perspectiva de España, de interés para la Unión Europea.<br />
España y la Unión Europea tienen con Estados Unidos valores comunes<br />
(democracia, libertad de información, derechos humanos) problemas comunes<br />
(las amenazas contra la seguridad y estabilidad internacionales, el terrorismo<br />
y su financiación, proliferación de armas de destrucción masiva, lucha<br />
contra la pobreza extrema y sus efectos, el cambio climático) e intereses comunes<br />
(garantía del libre comercio mundial, estabilidad financiera internacional,<br />
funcionamiento previsible del mercado de petróleo, etc.).<br />
Todo ello determina una coincidencia en lo sustancial que aboga no sólo<br />
por un fortalecimiento de la relación trasatlántica sino por convertir ésta en<br />
eje básico de la política exterior de la Unión. España debe, en su política exterior<br />
propia y como base de su posición dentro de la Unión Europea, impulsar<br />
tal concepción hasta hacer del vínculo trasatlántico una sólida relación<br />
de alianza en la que una OTAN renovada, ampliada en sus fines y fortalecida<br />
debería asumir un papel de primer orden. De una parte, porque en cualquier<br />
análisis que se haga, lo que une a los Estados Unidos y la Unión Europea es<br />
mucho más que lo que les separa: de otro lado, porque los Estados Unidos<br />
son los únicos que pueden garantizar en última instancia un orden internacional<br />
que respete los valores e intereses comunes que nos definen. Y finalmente,<br />
porque la Unión Europea, en el fracasado proyecto de tratado<br />
constitucional, ha optado por no ser un polo vertebrador de la Comunidad<br />
Internacional en lo político y en lo militar. Al conservar la política exterior y<br />
de seguridad y defensa en el plano intergubernamental y sujeta a la regla de<br />
la unanimidad, rechaza tener –como la experiencia acredita– una política<br />
propia que merezca tal nombre. Su deliberada impotencia implica, pues, que<br />
a la hora de la verdad no pueda prescindir de Estados Unidos para garantizar<br />
una seguridad internacional que es preocupación compartida. La incapacidad<br />
de la Unión Europea para resolver los conflictos de los Balcanes, en<br />
sus mismísimas fronteras, es la mejor confirmación. Resulta por ello artificioso<br />
separar las exigencias de seguridad de Estados Unidos y las de la Unión<br />
Europea. Y no sólo porque los contribuyentes norteamericanos pagan en<br />
gran parte la defensa de todos sino porque tenemos los mismos adversarios,<br />
nos desestabilizan los mismos acontecimientos y nos enfrentamos a escala<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 131
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
global con los mismos riesgos y peligros. Podemos discrepar en las soluciones<br />
pero no podremos sustraernos de tener los mismos problemas.<br />
La relación trasatlántica –para que sea una verdadera asociación de amigos<br />
y aliados– debe incluir la natural y fundada preocupación de la sociedad<br />
norteamericana por su recién descubierta vulnerabilidad. La comprensión<br />
de los intereses de los aliados es la primera condición de una alianza estable<br />
y sólida. A España como país aliado le corresponde hacer en cada caso la<br />
aportación que esté al alcance de sus posibilidades y de su interés y hacer<br />
valer ante los Estados Unidos que la seguridad no es la única dimensión de<br />
las relaciones internacionales, que siendo una dimensión esencial, tiene más<br />
vertientes que la puramente militar y que los planteamientos multilaterales<br />
y la sujeción al Derecho Internacional son, por su mayor respaldo y legitimidad,<br />
más convenientes en principio que una actuación unilateral apoyada<br />
sólo en un análisis nacional y la supremacía militar, aunque la legitimidad de<br />
una acción unilateral no deba descartarse para afrontar amenazas y asegurar<br />
la paz y estabilidad del orden internacional.<br />
La ocupación de Irak y las dificultades de su reconstrucción democrática<br />
han hecho visible, en último análisis, la insuficiencia del poderío militar para<br />
solventar conflictos o incluso para defender eficaz y duraderamente el propio<br />
interés nacional. Decía Talleyrand a Napoleón que las bayonetas servían<br />
para todo menos para sentarse sobre ellas. La tendencia a una excesiva militarización<br />
de la política exterior y al unilateralismo en definiciones y acciones<br />
encontrará sus límites en la construcción de la paz, sin la cual ninguna<br />
política de seguridad alcanza plena significación. La paz necesitará siempre<br />
colaboraciones diversas y la legitimidad que, a pesar de su habitual impotencia<br />
para prevenir y actuar, sólo las instituciones multilaterales pueden,<br />
aunque sea a posteriori, conferir en un mundo en el que la información y por<br />
tanto la opinión pública mundial hacen valer cada vez más su creciente peso<br />
específico. No obstante, mientras no se reforme una legalidad internacional<br />
cuya aplicación está sujeta a veto o la Unión Europea no tome la decisión<br />
de convertirse en protagonista político y militar de la Comunidad Internacional,<br />
resulta incoherente y peligroso para el mundo democrático deslegitimar<br />
a priori las actuaciones estadounidenses basadas en la sola valoración<br />
de su interés nacional. La Unión Europea tiene la obligación política de con-<br />
132 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
vertir en incierta la tesis de Paul Kagan, hoy por desgracia cierta. Dice Kagan<br />
que una explicación de la mayor tolerancia de Europa ante las amenazas del<br />
mundo actual es la relativa debilidad del Viejo Continente: “Los europeos<br />
–dice– se preocupan sobre todo de cuestiones susceptibles de resolverse mediante<br />
acuerdos políticos y enormes sumas de dinero y no sobre aquellas<br />
amenazas que por su dificultad no pueden afrontarse desde una posición<br />
débil”. Destaca también Kagan que “Europa disfruta de una seguridad garantizada<br />
por Estados Unidos y da por descontado que actuará cuando haya<br />
algún peligro en el mundo”. Europa, desde esta perspectiva, debería en efecto,<br />
tomar una decisión trascendente: dotarse de una verdadera política exterior<br />
y de seguridad y defensa que le confiera credibilidad como polo vertebrador<br />
de la Comunidad Internacional. Mientras no lo haga, carece de razón para<br />
oponerse, o contraponerse, a los Estados Unidos cuando estos entiendan<br />
que hay una amenaza a su seguridad y por tanto, en gran medida también,<br />
a la seguridad del mundo democrático. Ello no excluye, en cambio, que les<br />
sea exigible no complicar el panorama europeo propiciando la independencia<br />
de Kosovo o presionando para el ingreso de Turquía como miembro de<br />
pleno derecho en la Unión Europea. Me parece exacta la reflexión, que comparto,<br />
de Emilio Lamo de Espinosa (“El 11-S y el nuevo escenario estratégico”.<br />
Cuadernos de pensamiento político, nº 13, <strong>FAES</strong>): “Ironías de la historia,<br />
el “nuevo orden planetario” parece encaminarse a ser una copia en mayor escala<br />
del orden westfaliano, la definitiva “europeización” del mundo: una colección<br />
de grandes potencias nuclearizadas en equilibrios de poder inestables<br />
y alianzas ad hoc. Habremos contenido al Hegemon (EEUU), sin duda, pero<br />
habremos asegurado nuestra irrelevancia y abierto la puerta a un neo-feudalismo<br />
mundial. Los europeos deberíamos tener mucho cuidado al apostar<br />
por un mundo multipolar, no sea que veamos cumplidas nuestras<br />
esperanzas para tener que decir después: “no es esto, no es esto”.”<br />
Para concluir no debería olvidarse que España puede además obtener<br />
–como ha obtenido en las etapas de Felipe González y, sobre todo, de<br />
Aznar– de su relación bilateral de amistad y estrecha alianza, la leal colaboración<br />
de los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo de ETA y en<br />
sus viejos litigios territoriales. Queda en cierto modo pendiente la pugna histórica,<br />
de trasfondo cultural, aunque también incipientemente económica,<br />
en relación con la América de habla española, pugna que adquiere no obs-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 133
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
tante tintes cada vez menos polémicos por la creciente penetración en la sociedad<br />
norteamericana de “lo hispano”, que, aunque escasamente identificado<br />
todavía con España –en gran medida por nuestra propia incapacidad–,<br />
confiere vigencia y protagonismo a un modelo cultural que la visión wasp denigraba<br />
como inferior.<br />
UNIÓN EUROPEA Y POLÍTICA EXTERIOR<br />
Son tres los temas sobre los que principalmente procede reflexionar para<br />
determinar en este ámbito nuestra política exterior, aun cuando la política comunitaria<br />
tenga cada vez en mayor medida una faz más doméstica que internacional:<br />
1º) La reciente ampliación a 27 Estados. 2º) La orientación de<br />
su proceso de institucionalización (integración supranacional versus intergubernamentalismo).<br />
3º) La definición de su política exterior y de seguridad,<br />
incluida la de defensa (PESD).<br />
La ampliación –aun reconocida como inevitable y obligada– ha sido a<br />
menudo valorada con pesimismo desde la perspectiva de los intereses españoles.<br />
En una Europa “continentalizada” y volcada sobre sí misma, el centro<br />
–se dice– prevalecería y España se convertiría en un miembro periférico. En<br />
realidad es juicio que sobrevalora de manera explícita la ubicación geográfica<br />
y de forma implícita las corrientes económicas y culturales que desde finales<br />
del Siglo XVII han hecho Europa. Aun estando en parte fundada, es<br />
una valoración que aporta cada vez menos en un mundo, como el de hoy,<br />
en que, ante la globalización y sus efectos, las limitaciones o condicionantes<br />
del lugar que se ocupa en el mapa son superables. Añadiría que en una Unión<br />
Europea que gire en torno a Alemania, Francia y, eventualmente, Gran Bretaña<br />
las posibilidades españolas son de menor entidad que en una Europa de<br />
27 Estados miembros, de intereses más plurales y diversos. Alegaciones<br />
como “tocar a menos en el reparto” o “desviación del foco de atención de la<br />
periferia hacia el Centro” no son por completo inexactas, pero presumen en<br />
el fondo una España pasiva y en regresión. Si algo ha demostrado la sociedad<br />
española en los últimos treinta años es su capacidad de progreso y su habilidad<br />
para aprovechar las oportunidades que se le abren. La ampliación<br />
supone sin duda un panorama de nuevos retos, pero no hay razón para pen-<br />
134 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
sar que no sepamos superarlos siempre que creamos en nuestras posibilidades,<br />
dediquemos a tal tarea el esfuerzo colectivo que requiere y tengamos un<br />
Gobierno competente y con voluntad y habilidad para hacer valer el peso específico<br />
de España en las relaciones internacionales.<br />
En todo caso, en una Unión Europea de 27 Estados, el eje franco-alemán<br />
–hasta ahora motor esencial de la construcción europea– pierde, en cierto<br />
modo, capacidad de definición, de impulso y desde luego de veto político.<br />
Se incrementa, correlativamente, el ámbito potencial de actuación dentro de<br />
la Unión de otros Estados miembros. Alemania y Francia son ciertamente las<br />
economías europeas más fuertes y tendrán por ello de forma natural una<br />
mayor influencia en la Unión, pero ésta, por su creciente complejidad, no<br />
podrá ser plataforma tan maleable como hasta ahora para, de manera más<br />
o menos abierta, ejercer en la Comunidad Internacional liderazgos de inspiración<br />
y objetivos nacionales. La influencia de Francia y Alemania dependerá<br />
cada vez más de las razones europeas que en beneficio de la Unión puedan<br />
alegar y cada vez menos de sus viejos intereses como ex potencias mundiales.<br />
Y en todo caso su influencia se verá condicionada por la ejemplaridad de<br />
su conducta. Con acuerdos entre ambos no siempre confesables, con desafíos<br />
abiertos a las normas comunitarias vigentes o con políticas nacionales fracasadas<br />
perderán autoridad moral y su liderazgo será débil y discutido. La<br />
coincidencia de posiciones de Francia y Alemania (en la etapa Chirac-Schroeder)<br />
en el conflicto de Irak ha servido precisamente para poner de relieve<br />
las limitaciones del eje franco-alemán, sin necesidad de hacer hincapié en<br />
que, efecto probablemente coyuntural de exigencias electorales, tal coincidencia<br />
en una actitud de apariencias antinorteamericanas difícilmente se<br />
mantendrá en el futuro como base de una política exterior europea que se<br />
aleje o antagonice con Estados Unidos. El acceso de Angela Merkel a la<br />
Cancillería ha puesto punto final a una absurda actitud de izquierda trasnochada.<br />
Y es que no resulta concebible un distanciamiento duradero entre<br />
Alemania y Estados Unidos dictado por razones ideológicas ancladas en el<br />
pasado o por el aparente interés de una política exterior europea que simplemente<br />
no existe.<br />
Carece de sentido por ello sostener que si la política exterior de la Unión<br />
no parte de las posiciones franco-alemanas, no habrá política exterior de la<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 135
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
Unión. Creo, por el contrario, que en la medida en que se intente definir una<br />
política exterior desde el interés franco-alemán –todavía muy sumido en el<br />
caso de Francia en su historia reciente (Sarkozy es aún una incógnita) y en<br />
su pretensión hegemónica de inspiración gaullista– no habrá una política exterior<br />
que pueda reflejar los intereses de una Europa de 27 Estados miembros.<br />
¿Por qué una política exterior definida bajo la decisiva influencia<br />
franco-alemana es, a priori, mejor para España y para Europa que la que incluya<br />
como prioridad esencial –no excluyente de otras prioridades– la relación<br />
trasatlántica y, dentro de ella, la asociación con Iberoamérica y la<br />
estrecha alianza con Estados Unidos?<br />
La orientación de la institucionalización de la Unión Europea es también<br />
campo en el que resulta preciso definir posiciones e intereses. ¿Qué conviene<br />
en mayor grado a España: una Europa política más integrada y supranacional<br />
–de inspiración federalizante, si se quiere– o principalmente articulada a<br />
través de la cooperación intergubernamental?<br />
En ciertos terrenos, España ha obtenido perceptibles beneficios de la integración<br />
de naturaleza supranacional (la política agrícola común, los fondos<br />
estructurales, el euro, el mercado único) y la ha impulsado en otros, como<br />
en el pilar de justicia e interior, para mejorar la eficacia de la lucha antiterrorista.<br />
Hay, pues, campos en los que la vertebración supranacional europea<br />
resulta beneficiosa, y hay igualmente ámbitos en los que responde tanto a<br />
una necesidad creada por la institucionalización del mercado único europeo<br />
como a las exigencias que impone un mundo ya ampliamente globalizado<br />
en el que las soberanías nacionales son en no pocas ocasiones nominales e<br />
impotentes.<br />
La opción por una integración europea supranacional plena debería ser,<br />
aunque sin premuras y bajo ciertas condiciones, un horizonte irrenunciable<br />
para la diplomacia comunitaria española, por convicción y por interés. A<br />
corto plazo, sin embargo, la defensa de algunos de nuestros intereses se garantiza<br />
mejor, en principio, si la acción exterior de la Unión permanece en<br />
el plano intergubernamental. El fustrado proyecto de tratado constitucional,<br />
con realismo probablemente involuntario, aspiraba sólo a mejorar el funcionamiento<br />
de la cooperación intergubernamental y de sus mecanismos de<br />
136 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
decisión. El avance de lo supranacional en el propuesto tratado de mínimos<br />
–si no se intensifica en la próxima Conferencia intergubernamental– es casi<br />
imperceptible. Por lo pronto, tal planteamiento legitima la posición polaca<br />
–que debería también ser la española– de intentar conservar ciertas asimetrías<br />
como la favorable ponderación del voto de España conseguida en la<br />
cumbre de Niza por el presidente Aznar.<br />
Pero cuanto afecta a la Política Exterior y de Seguridad y Defensa<br />
(PESD) requiere consideración aparte. La cuestión es la siguiente: ¿Podría<br />
España defender sus intereses transatlánticos, especialmente en relación<br />
con Iberoamérica, en el ámbito de una PESD más supranacional, mejor<br />
que en el ámbito de una política europea de rostro intergubernamental?<br />
La respuesta es en principio negativa porque, hoy por hoy “lo hispánico”<br />
no es uno de los elementos constitutivos y definitorios –está meramente<br />
yuxtapuesto– de “lo europeo” y no determina de manera principal la acción<br />
exterior de la Unión Europea. España no tiene aún peso bastante para introducir<br />
con plenitud esta dimensión que hasta ahora ha hecho valer con<br />
resultados visibles pero modestos. Tampoco los intereses de la mayoría de<br />
los países de la Unión Europea en América Latina son tan considerables<br />
como para compartir tal planteamiento. La experiencia así lo acredita. Las<br />
relaciones Unión Europea-América Latina, a pesar de los notables esfuerzos<br />
hechos por España desde su incorporación para incrementar su influencia<br />
en este ámbito, han sido en general lánguidas y bastante<br />
convencionales. Esta situación sólo cambiaría perceptiblemente si se alcanzase<br />
–lo que parece difícil a corto plazo– un acuerdo con Mercosur<br />
para crear una zona de libre cambio, punto de partida para un vínculo de<br />
asociación posterior más intenso que debería ser de interés prioritario para<br />
España y que España debería impulsar por encima del enfoque, un tanto<br />
estrecho de miras y miope, de los intereses agrícolas inmediatos. Parece<br />
evidente que una mayor institucionalización de la relación Europa-América<br />
Latina contribuiría a dar más valor en la Unión a cuanto España quiera<br />
representar como país europeo.<br />
La política exterior española y la diplomacia a su servicio, en particular<br />
la comunitaria, deben pues destacar la vertiente transatlántica en la definición<br />
de las políticas de la Unión, vertiente que debe abarcar tanto la relación con<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 137
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
América Latina como con Estados Unidos. En el arrumbado proyecto de<br />
tratado constitucional, las decisiones de la PESD se mantenían, como señalaba<br />
antes, en el ámbito de lo intergubernamental y requerían unanimidad.<br />
Esta opción, que probablemente se ratificará en el futuro tratado de mínimos<br />
que se debatirá a final de año en sede de conferencia intergubernamental,<br />
deja a países como España amplios y flexibles márgenes de actuación dentro<br />
y fuera de la Unión. Dependerá sólo de nosotros, de nuestra capacidad<br />
como Estado, saber aprovecharlos.<br />
Importa destacar, sin embargo, que semejante opción tiene para España<br />
y para la Unión Europea, consecuencias que a corto plazo no es posible obviar.<br />
En primer término, al renunciar a una PESD integrada y supranacional,<br />
la Unión Europea renuncia por igual a convertirse en un polo vertebrador de<br />
la Comunidad Internacional en lo político y en lo militar y a constituir un espacio<br />
de seguridad autónomo. Consolida, por decisión propia, un mundo<br />
unipolar y las relaciones con Estados Unidos se convierten en prioridad esencial.<br />
A partir de esta opción, resulta inconsecuente plantear la proyección<br />
internacional de la Unión Europea –intentada por algunos Estados miembros<br />
en el conflicto de Irak–, como un contrapunto de la política exterior estadounidense.<br />
La Unión Europea, que ha decidido no tener en cuanto tal una<br />
verdadera PESD, no puede construirse en contraposición de los Estados<br />
Unidos. No habría consenso. Aunque europeos y norteamericanos podamos<br />
tener a veces intereses divergentes, representamos los mismos valores básicos,<br />
compartimos muchos intereses y debemos afrontar problemas planetarios<br />
que nos afectan por igual. Las diferencias, cuando las haya, serán siempre<br />
más de procedimiento que de substancia. Y aun en las discrepancias, de procedimiento<br />
o de substancia, habrá que dilucidar cuándo son verdaderamente<br />
tales y cuándo disfrazan incapacidad de la propia Unión Europea para actuar<br />
por razones presupuestarias o militares o por la incidencia inercial de intereses<br />
nacionales opuestos de sus Estados miembros. Hasta la contraposición<br />
de intereses económicos entre Europa y Estados Unidos resulta artificiosa.<br />
En primer término, porque en un sistema de mercado libre –libre de protagonismos<br />
económicos estatales como el actual– no compiten las economías<br />
nacionales sino las empresas: en segundo lugar, porque éstas, en especial las<br />
grandes empresas europeas y norteamericanas, tienen inversiones recíprocas<br />
–y a veces cruzadas– a ambos lados del Atlántico y ambos polos están por<br />
138 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
tanto interesados en que el mercado mundial funcione con libertad, y que sus<br />
empresas, todas, vayan bien.<br />
La inconsecuencia se agranda si se considera el hecho no menor de la<br />
congelación –cuando no disminución real– de los presupuestos de defensa<br />
de los Estados miembros de la Unión durante los últimos diez años. De ahí<br />
la actual incapacidad militar de la Unión Europea y de ahí también la necesidad<br />
de mantener una relación de alianza leal y solidaria con los Estados<br />
Unidos –alianza entre socios que serán realmente iguales cuando hagan esfuerzos<br />
equivalentes– por ser éste el único país cuya supremacía militar puede<br />
garantizar la seguridad y estabilidad del orden internacional y el modelo de<br />
economía de mercado, facetas ambas de primordial interés para la Unión<br />
Europea. No tiene, en mi opinión, sentido poner en cuestión la relación de<br />
alianza Unión Europea-Estados Unidos alegando que tal alianza encubre<br />
una relación de subordinación. Europa, se exige, debe estar en el mundo en<br />
pie de igualdad con Estados Unidos. Así debe ser siempre que la Unión Europea<br />
asuma las dos obligaciones mínimas inherentes a una relación de igualdad:<br />
dotarse de una política exterior integrada que sepa definir, expresar y<br />
hacer valer el interés europeo y articular una política de defensa que cuente<br />
con los medios personales y materiales que demanda el ejercicio de un liderazgo<br />
mundial en pie de igualdad en todos los campos con Estados Unidos.<br />
De otra parte, al mantener la PESD en el ámbito intergubernamental y<br />
sujeta a la regla de la unanimidad, el proyecto de tratado favorece en el seno<br />
de la Unión el protagonismo, más o menos explícito, de los distintos intereses<br />
nacionales –en ocasiones artificialmente contrapuestos– que paralizan o<br />
al menos dificultan la definición de una política europea coherente y eficaz.<br />
Así, por ejemplo, la relación de la Unión Europea con el mundo islámico en<br />
general y con los países árabes en particular proyecta cada día su inanidad<br />
cuando no su impotencia. Algo particularmente delicado para España desde<br />
la perspectiva de su seguridad porque tiene frontera con el Norte de África,<br />
que ejerce sobre el territorio español –territorio de la Unión Europea– una<br />
fuerte presión migratoria. La única manera de paliar la incapacidad europea<br />
sería conseguir un pleno acuerdo con Francia para actuar al menos en el<br />
Magreb –España y Francia son los dos principales inversores en el área– y<br />
realizar una política mediterránea basada en la creación de una zona de libre<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 139
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
comercio que, aunque ya prevista, avanza con dificultad por falta de verdadero<br />
impulso. Sólo planteamientos basados en una concepción anacrónica<br />
del interés nacional explican la situación de semiparálisis. Lo cierto es que,<br />
como todas las grandes líneas de la PESD, la política mediterránea de la<br />
Unión Europea, que tuvo un acertado aunque modesto enfoque en la Conferencia<br />
Euromediterránea de Barcelona de 1995, languidece, en parte porque,<br />
en el conglomerado de los intereses nacionales, no se deja emerger con<br />
fuerza el interés europeo.<br />
Es precisamente en el marco de esta coordenada política mediterránea en<br />
el que hay que valorar la posibilidad de “cooperación reforzada”, fórmula<br />
institucional, que recogía el non nato tratado constitucional. Vaya por delante<br />
que, tanto en el ámbito económico como en el político, interesa a España<br />
sobremanera impulsar la zona de libre comercio con el Magreb-Norte<br />
de África. En la órbita política, sin embargo, las ventajas para España de una<br />
“cooperación reforzada” estarían en función de que ésta no fuese, en el fondo,<br />
cobertura del interés nacional francés, concebido en su sentido clásico. Mientras<br />
Francia entienda –como parece entender a veces– que tiene una especie<br />
de exclusividad y hegemonía en las relaciones con los países magrebíes,<br />
la “cooperación reforzada” será un corsé si no perjudicial al menos no beneficioso<br />
para los intereses españoles. Como socios europeos no debería ser<br />
difícil, sin embargo, “compartir” y “repartir” influencia. La reciente propuesta<br />
de Sarkozy de impulsar la constitución de una “Unión Mediterránea” podría<br />
ser un primer paso en la buena dirección siempre que se acepte que lo que<br />
hemos definido como “intereses vitales españoles” no puedan ser dañados o<br />
sacrificados. En todo caso, antes de tomar la decisión de integrarse, parece<br />
imprescindible debatir cuál es el interés europeo en el Magreb y en su ribera<br />
mediterránea y atlántica –y en general en toda la ribera sur del Mare Nostrum–<br />
lo que exige tomar posición clara sobre los conflictos y reivindicaciones<br />
territoriales, que suscitan algunos países y que afectan a España de<br />
manera particular. Para España es interés vital cuanto afecta a las Islas Canarias<br />
y a sus aguas jurisdiccionales (el final de la descolonización del Sahara<br />
no es a este respecto indiferente) y a las Ciudades autónomas de Ceuta y<br />
Melilla que, además, son territorio de la Unión Europea de acuerdo con el<br />
Derecho Internacional vigente. O se respetan estos intereses o la configuración<br />
de un estatuto avanzado de relación privilegiada se hará sobre bases<br />
140 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
falsas que tarde o temprano España tendría que denunciar. Las alianzas multidimensionales<br />
no pueden ser sólidas y duraderas si sólo una de las partes<br />
mete los problemas más espinosos en un cajón. Todo ello sin perjuicio de<br />
afirmar que el “estatuto de relación privilegiada” puede ser un buen instrumento<br />
para definir y dar estabilidad a las fronteras de la Unión Europea, aún<br />
indefinidas pero en discusión provocada por el proceso de negociación con<br />
Turquía. Habrá de posibilitar tal estatuto una efectiva política de cooperación<br />
activa que, entre otras cosas, ordene y controle las corrientes migratorias. La<br />
realidad demuestra cada día que las fronteras por sí solas no bastan.<br />
En conclusión, sólo en la medida en que España por su habilidad, convicción<br />
y creciente peso específico sepa hacerlas valer asumirá la Unión Europea<br />
como prioridad auténtica, “con todas sus consecuencias”, la relación<br />
con el Magreb-norte de África y con América Latina, ejes de imposible renuncia<br />
sin embargo de la política exterior española. Se podrá contestar que<br />
ya son prioridades europeas y en cierto modo es así aunque por el momento<br />
con más retórica que efectividad. La comunitarización de la política exterior<br />
de la Unión requiere más tiempo para que ciertos intereses nacionales, de<br />
gran y real entidad, pasen en lo sustancial a ser europeos y se defiendan como<br />
tales, y otros pretendidos intereses nacionales, anclados en la inercia de una<br />
Historia que ya no es, desaparezcan de cualquier esquema de prioridades. En<br />
el interregno, claro está, España tendrá que hacer un considerable esfuerzo político,<br />
militar y presupuestario. Sin él no hay ni habrá política exterior.<br />
ASIA EN LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
En septiembre del 2000, el Gobierno presentó en el Congreso de los Diputados<br />
el Plan Estratégico de Actuación Exterior, en el que, entre otras cosas,<br />
se define un nuevo eje de política exterior, el cuarto pilar o pilar asiático,<br />
principalmente China y la cuenca asiática del Pacífico. El enfoque es acertado.<br />
Los cuatro tigres –Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong– con<br />
un fuerte desarrollo se abren paso en el mercado mundial. Y países como Indonesia,<br />
Thailandia, Filipinas, Vietnam y Malasia –además de India y Pakistán–<br />
constituyen un amplio mercado, con un nivel de renta aún modesto<br />
pero en claro aumento.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 141
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
El este asiático e India representan pues el nuevo gran reto de la proyección<br />
internacional de España. Y China, en particular, por estar destinada<br />
a convertirse con mayor rapidez en gran potencia mundial. Su creciente capacidad<br />
exportadora y por tanto el tipo de cambio de su moneda, han empezado<br />
a hacerse notar en el mundo económico. Tiene todavía grandes<br />
necesidades para impulsar su crecimiento y mejorar el bienestar de su población<br />
–necesidades gigantescas que convierten sin embargo a China en el<br />
mercado con mayor fuerza de atracción comercial e inversora. Algunas de<br />
nuestras empresas se han adelantado una vez más a la acción tangible del<br />
Estado y han empezado a invertir en China. Pero, como objetivo de nuestra<br />
proyección internacional, padece la pobreza de ambición que ha caracterizado<br />
la concepción de nuestra presencia en el mundo hasta tiempos<br />
recientes.<br />
La construcción del pilar asiático de la política exterior debe hacerse en<br />
los planos bilateral, europeo y multilateral en que España realiza hoy su actuación<br />
exterior. Exigirá definición de objetivos, acción continuada, tiempo<br />
y medios, empezando por primar de algún modo –al menos en la función pública–<br />
el conocimiento de la lengua y la cultura chinas. Tiene pues que ser<br />
primero “pensada” y después incorporada –aún no lo está a pesar de la retórica<br />
al uso– como elemento definitorio de la proyección de España. Dejo<br />
constancia de esta necesidad sin poder ahora extenderme en la forma de satisfacerla.<br />
CONSIDERACIÓN FINAL<br />
La política exterior es mera retórica o se convierte con facilidad en una superficial<br />
política de relaciones públicas internacionales, a veces brillante pero<br />
vacía de contenido, si no puede servirse de al menos tres palancas básicas:<br />
1) Una diplomacia garante de la continuidad, dotada de los medios materiales<br />
y personales que correspondan a la magnitud de la acción exterior a<br />
realizar por un país, como el que España es hoy, con intereses globales en<br />
un mundo globalizado en el que predominan las dimensiones económicas y<br />
de seguridad debatidas en marcos multilaterales; 2) Unas Fuerzas Armadas<br />
que cuenten con formación y armamento modernos, concebidas para inter-<br />
142 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
venir con rapidez en cualquier punto del planeta en misiones de paz, en acciones<br />
de interposición, en lucha antiguerrillera y antiterrorista o en conflictos<br />
bélicos de fisonomía más tradicional; 3) Un instrumento conceptual o<br />
doctrinal –concreción recurrente de un acervo acumulado por la Historia–<br />
elaborado con propósito de durabilidad, con el consenso más amplio posible,<br />
en el que con revisiones periódicas, se defina el interés nacional y sus objetivos<br />
estratégicos que encarna en el Estado, que el Ejecutivo interpreta y<br />
desarrolla en su programa y al que diplomacia y milicia sirven siguiendo las<br />
instrucciones dictadas en cada momento por el Gobierno.<br />
La política exterior española no cuenta en términos suficientes o razonables<br />
con ninguna de estas tres palancas, indispensables para realizar una<br />
política exterior de coherencia sostenida en el tiempo. Ha tenido y tiene considerable<br />
carga retórica y al Estado español, en cuanto tal, en ocasiones ni siquiera<br />
se le percibe. No creo exagerado afirmar que la magnitud de la<br />
presencia española en Iberoamérica –segundo inversor mundial– se ha alcanzado<br />
al margen del Estado, es decir, sin que el Estado tuviese, no ya protagonismo,<br />
sino plena consciencia de ello, por la acción de nuestras empresas<br />
y empresarios, algunas de las cuales, es cierto, eran de capital público en el<br />
momento de su expansión pero con gestión inspirada en el modelo mercantil<br />
privado. La mejor prueba de una inercia estatal de ausencia –paliada<br />
por el esfuerzo personal ingente de muchos empresarios y no pocos diplomáticos–<br />
está justamente en que el cambio cuantitativo y cualitativo de la<br />
presencia de la España democrática en Iberoamérica no se ha visto acompañado<br />
de un nuevo planteamiento estatal ni de un incremento sustancial de<br />
medios personales y materiales de acción. Un dato singular es que al gigantesco<br />
aumento de la inversión no ha seguido un crecimiento significativo de<br />
nuestras exportaciones a Latinoamérica. La política de cooperación iberoamericana,<br />
que cuenta con recursos algo más cuantiosos que en el pasado,<br />
no está concebida –o al menos no lo está con éxito– como proyección del<br />
interés del Estado, y no ha contribuido por ello eficazmente a erradicar los<br />
recelos que la actuación directa de España aun suscita en los principales países<br />
iberoamericanos.<br />
Por su parte, las Fuerzas Armadas han hecho, en esta etapa democrática,<br />
un considerable esfuerzo de modernización y cumplen misiones de paz con<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 143
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA / RAFAEL ARIAS-SALGADO<br />
dignidad y acierto en muchas partes del mundo. Pero el esfuerzo presupuestario<br />
que realiza España en el capítulo de Defensa es –aunque se incluyan<br />
los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad– impropio de un país que proclama<br />
tener –y tiene– intereses globales. Resulta además insolidario con nuestros<br />
aliados y socios e hipoteca sin remedio el papel que con razón aspiramos a<br />
desempeñar en la Unión Europea y en la relación trasatlántica.<br />
La democracia española ha tenido la fortuna –en el sentido de Maquiavelo–<br />
de haber contado desde 1977 hasta el 2004 con sólo cuatro presidentes<br />
de gobierno –modernidad y estabilidad de nuestro parlamentarismo<br />
presidencialista– que además han sido –los cuatro– buenos presidentes de<br />
gobierno. Los cuatro –pero especialmente González y Aznar– dedicaron a<br />
lo largo de su mandato cada vez más tiempo a nuestra proyección internacional<br />
y lo hicieron con notable eficacia personal en beneficio de España.<br />
Ninguno asumió, sin embargo, la necesidad de consumar la transformación<br />
de los Ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa al servicio de una proyección<br />
internacional más intensa y extensa. Algo se ha avanzado, pero<br />
cuando la acción exterior tiene la importancia que se predica, los presupuestos<br />
de Defensa y la organización y capacidad de coordinación del Ministerio<br />
de Asuntos Exteriores tienen que estar a la altura de las palabras.<br />
Resulta imprescindible si queremos cubrir con congruencia todos los frentes<br />
que se derivan de nuestra renovada situación en el mundo, proyectar con<br />
solvencia nuestra influencia, plantear con eficacia nuestras posibles iniciativas<br />
y dar continuidad, más allá de cada coyuntura, a nuestra acción exterior.<br />
Es imprescindible, en todo caso, el consenso entre los dos grandes partidos<br />
nacionales para evitar vaivenes o fluctuaciones frívolas que nos hacen perder<br />
prestigio, credibilidad e influencia.<br />
144 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO<br />
Crónica breve de un fraude intelectual y académico<br />
Para una gran mayoría de la izquierda pro palestina española y de<br />
su lobby árabe-islámico, políticamente muy influyente, pocos libros<br />
hay que gocen de mayor prestigio que Orientalismo, de Edward<br />
Said. Si no fuese por el fuerte hechizo, entre irracional y mágico,<br />
que ejerce sobre ellos el islam, por lo que lo juzgarían como un sacrilegio<br />
y una falta de respeto a la sensibilidad religiosa de los musulmanes,<br />
se podría decir que lo consideran como la versión laica del Corán, o<br />
poco menos. Curiosamente, la conversión al “orientalismo saidita” de<br />
muchos de esos intelectuales y políticos se puede considerar como tardía.<br />
El libro se tradujo y se publicó por vez primera en España en 1990,<br />
doce años después de su primera aparición en el mercado anglosajón,<br />
por consejo y empeño de Juan Goytisolo, inaugurando así una pequeña<br />
colección, Alquibla, de una por entonces oscura editorial, Ediciones Libertarias,<br />
colección que dirigía el propio Goytisolo. Según me consta,<br />
sólo hubo una edición y de reducida tirada, por lo que cabe la sospecha<br />
de que Orientalismo fue uno de esos libros de los que en ciertos ambientes<br />
hablaba todo el mundo, pero que sin embargo, muy pocos habían<br />
leído 1 . Hubo que esperar otros 12 años para poder encontrar de nuevo<br />
Orientalismo en las librerías españolas, esta vez publicado por la editorial<br />
Debate, con una presentación o introducción de Goytisolo y un prólogo<br />
especialmente escrito por el propio Edward Said para esta edición<br />
Fernando Peregrín Gutiérrez es ensayista de Epistemología y Filosofía e Historia de la Ciencia<br />
1 En 1991 la Editorial Eumo, de Vic, publicó la traducción al catalán titulada Orientalisme.<br />
ABRIL / JUNIO 2007 145
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
y que lleva fecha de abril de 2002 2 . De entre lo mucho y muy ditirámbico<br />
que Goytisolo ha escrito sobre este libro y su autor, puede citarse<br />
este párrafo: “(…) su obra Orientalismo se convirtió en el punto de referencia<br />
de todos los estudios tocantes al mundo árabe en particular y al<br />
mundo islámico en general. Fue una verdadera revolución que sacudió<br />
todos los fundamentos de los estudios occidentales y los planteamientos<br />
de los orientalistas. Mostró con claridad que gran parte de éstos habían<br />
puesto sus conocimientos no al servicio de los pueblos cuya<br />
historia, cultura y costumbres analizaban, sino al servicio de los poderes<br />
imperiales de los países europeos, sobre todo de Francia e Inglaterra. A<br />
mí esta lectura me impresionó vivamente e influyó en mis ensayos de<br />
Crónicas sarracinas, en donde extendí unas reflexiones parecidas a las<br />
suyas en el campo del orientalismo español que él no conocía” 3 .<br />
Otro conocido panegirista de estos cenáculos de intelectuales y políticos<br />
deslumbrados por Orientalismo y su autor es, sin duda, Bernardino<br />
León, ex coordinador de la Fundación Tres Culturas y actual secretario de<br />
Estado de Asuntos Exteriores, para el cual este intelectual palestino es “el<br />
pensador más original del siglo XX” 4 y “el más grande intelectual de nuestro<br />
tiempo” y que “su impresionante obra abarca ámbitos muy diversos,<br />
todos ellos con una profundidad y una capacidad literaria sorprendentes.<br />
En Orientalismo, La cuestión palestina y Cultura e imperialismo analiza la relación<br />
entre Oriente y Occidente, la recreación de aquél por éste, la interacción<br />
entre literatura, política y cultura, y han determinado en buena parte<br />
los estudios que desde este ámbito se han hecho sobre el colonialismo y el<br />
periodo poscolonial, tanto en las antiguas metrópolis como en los territorios<br />
de ultramar. A estas obras debe añadirse Cubriendo el islam, su reflexión<br />
acerca de la visión reduccionista y negativa que desde los medios de co-<br />
2 La traducción de esta edición se basa en la londinense de 1997. Existe, además, la edición<br />
de la editorial Debolsillo, Barcelona, 2003.<br />
3 Juan Goytisolo, “Una referencia del mundo islámico”. El País, 2003-09-30. Del autor dice<br />
además que “Edward Said fue un intelectual libre, yo diría que el único intelectual totalmente<br />
libre del mundo árabe. Su voz era un punto de referencia para todos los intelectuales de Occidente<br />
y de Oriente que no se dejan atrapar en el círculo vicioso de la violencia impuesta por<br />
los extremistas israelíes a los palestinos”.<br />
4 Declaraciones a Europa Press con motivo de la celebración de unas jornadas sobre “mestizaje<br />
y diversidad” organizadas por la Fundación Pablo Iglesias en mayo de 2006.<br />
146 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
municación y ciertos ámbitos académicos norteamericanos se ha dado en<br />
los últimos años sobre el islam y el mundo árabe” 5 .<br />
Francisco Fernández Buey es otro de los viejos iconos de la intelectualidad<br />
oficial de la izquierda con apergaminado pedigrí que ha manifestado asimismo<br />
su gran admiración por Edward Said, afirmando que “durante los<br />
veintitantos años transcurridos desde la publicación de Orientalismo, la gran<br />
obra de Edward Said, el interés por la historia y el presente de las culturas<br />
no europeas ha ido aumentado de una forma muy considerable en la mayoría<br />
de las universidades estadounidenses. Y también en las europeas. Uno<br />
de los resultados de este interés es la notabilísima floración de centros e institutos<br />
dedicados a estudiar las diversas formaciones culturales africanas y<br />
asiáticas.” Y más adelante, “Said, que además de estudioso del orientalismo<br />
ha sido un musicólogo sensible y un hombre con gran conciencia cívica”. A<br />
continuación, y de la misma guisa, escribe que “por su discreción en el tratamiento<br />
de asuntos en los que generalmente se ha oscilado entre politi-<br />
5 Bernardino León, “Edgar W. Said, ensayista palestino”. El País, 26-09-2003.<br />
El actual secretario de Estado de Asuntos Exteriores es, además, el traductor de Cubriendo el<br />
islam (Debate, 2006). La edición original es de 1981 (Covering Islam: How the Media and the<br />
Experts Determine How We See the Rest of the World ) y es, incluso para los más fervientes defensores<br />
de la causa “sadista”, lo menos bueno de la trilogía de Said sobre la visión occidental<br />
del Oriente árabe-islámico, que forman, además de este texto, Orientalismo y The<br />
Question of Palestine (del que no me consta que haya edición española).<br />
Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, ha dicho del libro Cubriendo el islam que<br />
“es un libro clave para entender el papel de los medios de comunicación en nuestro tiempo”<br />
(Cf: Intervención del Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, en el Seminario Internacional<br />
sobre la paz en el Oriente Medio. Sevilla, 22 de octubre de 2003).<br />
Mas quizá, entre los pro árabes y pro islámicos españoles, la frase más repetida del autor de<br />
Orientalismo como testimonio de autoridad sea: “Como dice Edward Said, no se trata de un choque<br />
de civilizaciones, sino de ignorancias” (Gema Martín Muñoz, Teresa Aranda –Fundación<br />
ATMAN–, Miguel Ángel Moratinos, José Luis Rodríguez Zapatero, etcétera). Está tomada del título<br />
de un artículo de Said que se publicó en El País –y en otros medios de comunicación occidentales–<br />
el 16 de octubre de 2001.<br />
Se argüirá, no sin razón, que la admiración y el reconocimiento de que gozó Said en España<br />
no es una cuestión exclusiva de la izquierda, como evidencia la concesión, conjuntamente con<br />
Daniel Barenboim, del premio Príncipe de Asturias de la Concordia del año 2002. Mas cabe el<br />
contraargumento de que, por un lado, el jurado, según el acta, apenas entró a valorar los méritos<br />
intelectuales de Said (… “quienes, con independencia de su destacada proyección artística<br />
e intelectual”), concediéndoles a ambos el premio porque “realizan una generosa y<br />
encomiable tarea a favor de la convivencia y de la paz, simbolizada en la colaboración de jóvenes<br />
músicos que, superando antagonismos históricos, fomenta el diálogo y la reflexión”; y<br />
por otro, que ese premio fue consecuencia de la intervención del lobby pro islámico español.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 147
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
cismo y formalismo, por su veracidad, no exenta de dramatismo, este palestino,<br />
que fue miembro del Consejo Nacional y profesor de literatura comparada<br />
en la universidad de Columbia, pero que fue sobre todo un exiliado<br />
postromántico, supo renovar la apuesta cultural de aquellos otros exiliados<br />
sensibles (Auerbach, Arendt, Benjamin, Todorov) que nos han enseñado a<br />
entender mejor lo que somos (y lo que hemos sido) comprendiendo a los<br />
otros, más allá de la presunción, de los estereotipos y de los prejuicios” 6 .<br />
También Eugenio Trías, filósofo que se ha mostrado últimamente muy atraído<br />
por los aspectos más místicos y esotéricos del sufismo islámico, en una desorientada<br />
reseña de la edición española del libro póstumo Humanismo y crítica<br />
democrática 7 , cuyos materiales Edward Said había dejado prácticamente organizados<br />
antes de morir, y tras reconocer el gran impacto que le produjo la lectura<br />
de Orientalismo, alaba “la condición insobornablemente crítica, solidaria y<br />
comprometida de este intelectual palestino-estadounidense”, aseverando que<br />
“Said insiste, en la línea de Vico, en el diferencial que introduce la comprensión<br />
que podemos tener de nosotros mismos. Y añade asimismo el horizonte de un<br />
humanismo que no se limite a proyectar sobre toda la humanidad los postulados<br />
religiosos y literarios, o culturales, del mundo occidental, pero que tampoco<br />
incurre en el vicio opuesto y simétrico, un multiculturalismo reductor<br />
que suele abonar el relativismo en los valores, en las actitudes, en las costumbres<br />
y en los principios. Se trata de un proyecto y de un programa que ha quedado<br />
truncado por la muerte de este pensador y luchador ejemplar” 8 .<br />
LA MODA DE LOS ESTUDIOS POSCOLONIALES<br />
Se ha dicho que la publicación de Orientalismo marca el inicio de los llamados<br />
estudios poscoloniales, una moda académica que en la década de<br />
6 Francisco Fernández Buey, “La contribución de Edward Said a una tipología cultural del imperialismo”.<br />
El Viejo Topo, núm. 186, noviembre de 2003.<br />
7 E. W. Said: Humanism and Democratic Criticism. Nueva York, Columbia Univ. Press, 2004. (Traducción<br />
española de R. García: Humanismo y crítica democrática, Barcelona, Debate, 2006).<br />
8 Eugenio Trías: “Humanismo y crítica democrática”, en El Cultural, suplemento del diario El<br />
Mundo, 2006-09-14. Por lo que escribe, cabe dudar seriamente si el reseñador se ha leído por<br />
completo el libro de Said.<br />
148 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
1980 se extendió como mancha de aceite por los departamentos de literatura<br />
inglesa de las facultades de letras de la mayoría de las universidades de<br />
Estados Unidos 9 . Los que siguen esta moda académica la definen como el<br />
estudio multidisciplinario de las relaciones entre los países europeos y las<br />
sociedades que colonizaron en la edad moderna (pero que no se acaba con<br />
la descolonización, pues aún perduran –dicen los “poscolonialistas”– muchas<br />
de esas relaciones propias del colonialismo) 10 . A grandes rasgos se<br />
considera que el llamado imperio europeo llegó a significar el dominio, al<br />
iniciarse la Gran Guerra de 1914, de más del 85% del resto del mundo por<br />
parte de las grandes potencias de Europa. La columna vertebral de los estudios<br />
poscoloniales, y prácticamente todo su cuerpo, es la literatura, y la<br />
llamada interdisciplinariedad atañe, como mucho, a las artes y a ciertos aspectos<br />
muy marginales de la cinematografía. En la jerga de los estudios<br />
poscoloniales más que de literatura se habla y se escribe de “aproximación<br />
crítica” y “teoría literaria” de la producción de literatura –muy fundamentalmente<br />
de la narrativa– de colonizadores y colonizados, si bien, y casi<br />
como norma de obligado cumplimiento, la crítica acerba y la desvaloración<br />
sistemática se reserva para la literatura de las metrópolis y la benevolencia<br />
y las alabanzas, para la de las colonias.<br />
Cuando apareció Orientalismo en el mercado, muy oportunamente, todo<br />
sea dicho, hacía ya un par de décadas que el estudio del Oriente Medio 11 ,<br />
normalmente denominado “estudios orientales” en el mundo anglosajón,<br />
9 Otro libro que marcó un hito en la moda de los estudios postcoloniales estadounidenses fue<br />
The Empire Writes Black: Theory and Practice in Post-Colonial Literatures, de Bill Ashcroft, Garteh<br />
Griffiths y Helen Tiffin. Routledge, segunda edición, 2002 (la primera es de 1989). Bill Ashcroft<br />
es además autor, junto con Pal Ahluwalia, de una hagiografía de Edward Said titulada<br />
Edward Said: paradoja de la Identidad, publicado en España por Ediciones Bellaterra (2000).<br />
10 Los estudios postcoloniales forman parte de ese cajón de sastre que se denomina cultural studies<br />
(estudios culturales) y en el que se incluyen los llamados gender and identity studies (estudios<br />
de género e identidad), queer studies y sexual diversity studies (estudios sobre la<br />
homosexualidad), women studies (feminismos varios), etc.<br />
11 En español, tradicionalmente se distingue entre Oriente Próximo (Egipto, Líbano, Israel, Turquía,<br />
Jordania, Siria, Irak y Arabia), Oriente Medio (Irán, Pakistán, la India “y sus países limítrofes”)<br />
y Extremo o Lejano Oriente (China, Corea, Japón y países del Pacífico). No así en el<br />
mundo de influencia anglosajona, en el que sólo se hace distinción entre Middle East y Far East.<br />
Por las características de este artículo, y salvo que no se indique lo contrario, parece más conveniente<br />
adoptar el sistema de denominación anglosajón, que es, por otro lado, el adoptado<br />
por las instituciones de la UE y el Ministerio de Asuntos Exteriores español.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 149
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
estaba siendo muy criticado tanto por los eruditos occidentales como por<br />
los de esa región geográfica. Comparado con los avances de la historiografía<br />
de Europa y Estados Unidos, el estudio del Oriente Medio parecía<br />
estancado, debido, por un lado a que era un campo dominado por la tradición<br />
filológica y ajeno en gran parte a los métodos de la moderna historiografía,<br />
y por otro, a problemas intrínsecos derivados de la propia<br />
naturaleza histórica de las fuentes de dicha historiografía. Además, su publicación<br />
coincidió con el descubrimiento entusiástico del Tercer Mundo<br />
por parte del mundo académico estadounidenses, con la crisis de autocrítica<br />
que propició la guerra del Vietnam, así como con los cambios generacionales<br />
que supusieron la entrada en los correspondientes departamentos<br />
universitarios de investigadores originarios de Oriente Medio, o descendientes<br />
de inmigrantes de dicha procedencia. En estas circunstancias, estos<br />
nuevos investigadores, de los que Edward Said era un arquetipo, empezaron<br />
a hacer valer una supuesta ventaja que tenían respecto de sus colegas<br />
occidentales: no estaban limitados ni contaminados por las perspectivas<br />
etnocéntricas occidentales y por tanto podían examinar e interpretar lo<br />
acaecido durante la época colonial europea de manara más fiable. Casi simultáneamente,<br />
además, se produce el colapso de la teoría de la modernización<br />
como justificación racional y moral del colonialismo, con lo que<br />
empieza la tendencia de culpar al imperialismo y al etnocentrismo de Occidente<br />
de todos los males que afligen al Tercer Mundo 12 .<br />
Para Said, una cultura no es concebible sin la existencia de un “otro” diferente<br />
y con el que se compite. Por tanto, en la construcción de la imagen<br />
que los europeos tenían y tienen de sí mismos, la creación, a manera de<br />
contraimagen, de un “otro” por antonomasia, el Oriente Medio (denotado<br />
como simplemente el “Oriente”), tuvo importancia decisiva. De esto se<br />
sigue, “según Said” que ni el “Oriente” ni el “Occidente” corresponden a<br />
realidades estables que existen como hechos naturales, sino que son meros<br />
“constructos” que subyacen a una realidad basada en unas relaciones de<br />
poder, dominio y hegemonía de Occidente sobre Oriente. Surge así “orien-<br />
12 Joshua Teitelbaum y Meir Litvak, “Students, Teachers, and Edward Said: Taking Stock of Orientalism”.<br />
Middle East Review of International Affairs, Vol. 10, núm. 1, marzo de 2006.<br />
150 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
talismo” como un neologismo que designa a una corriente de pensamiento<br />
académico, a una escuela de estudios en la que se mezclan literatura y política<br />
sin demasiada preocupación por la historiografía ni otras disciplinas<br />
necesarias para analizar, conocer y explicar la realidad fáctica. La definición<br />
que da Said de “orientalismo” incluye estos ingredientes: primero, “es un estilo<br />
de pensamiento basado en la distinción ontológica y epistemológica<br />
entre el ‘Oriente’ y el ‘Occidente’”. Dicha distinción se fundamenta sobre<br />
todo en la consideración de la supremacía occidental y de la inferioridad<br />
oriental, un rasgo que Said cree presente en la cultura occidental nada<br />
menos que desde los tiempos de Homero y Esquilo. Segundo, un campo<br />
de indagación académica que incluye a todos aquellos que escriben y enseñan<br />
acerca del Oriente, que es, más o menos, la acepción clásica del término<br />
y lo que le permite a Said incluir en el blanco de sus andanadas y<br />
ácidos hostigamientos a ciertos arabistas estadounidenses, como Bernard<br />
Lewis. Y tercero, “una institución corporativa para tratar con el Oriente”<br />
que aparece en el siglo XVIII y que representa “un estilo occidental para<br />
dominar, reestructurar y ejercer autoridad sobre el Oriente”.<br />
A LA SOMBRA DE FOUCAULT<br />
En realidad, cuando esto escribe, Said es poco original, ya que la mayoría<br />
de estas ideas están tomadas de Michel Foucault, uno de sus mentores, del<br />
que copió mucho y entendió poco –lo cual no es un demérito para Said,<br />
ya que entender a Foucault, en el sentido epistemológico de este término,<br />
sería poco menos que un milagro– tanto cuando le usó como modelo<br />
como cuando se distanció de él por considerarlo muy anti-árabe y pro sionista<br />
13 . De hecho, Said desempeñó un papel muy importante en la introducción<br />
y recepción de la obra de Foucault en el mundo académico<br />
estadounidense. Es indudable la fascinación, más que la apreciación todo<br />
lo favorable que se quiera, que suscitó el llamado “análisis foucaultiano” y<br />
el “método foucaultiano” en el Said que escribe Orientalismo. Así, muy al co-<br />
13 Stephen Sheehi, “Exclusive Interview with Edward Said”. Al Jadid, vol. 4, núm. 22, invierno de<br />
1998. Hay varias entrevistas y artículos en los que Said explica por qué dejó de interesarle Foucault<br />
poco después de terminar Orientalismo.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 151
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
mienzo de la introducción, éste hace referencia a las dos obras más “metodológicas”<br />
de Foucault, La arqueología del saber y Vigilar y castigar, a fin<br />
de apropiarse, por así decirlo, del análisis del discurso de Foucault. Mas es<br />
dudoso, como ha quedado dicho, que Said supiese del todo lo que estaba<br />
haciendo cuando seguía las oscuras e intrincadas sendas de su modelo ni<br />
cuando rechazó la manera de Foucault de abordar los textos literarios y el<br />
mundo en general. Cierto que en último artículo que Said escribió sobre<br />
Foucault y su obra intentó rectificar parte de sus anteriores críticas, reconociendo<br />
la importancia de la contribución de Foucault a la teoría crítica<br />
contemporánea y tratando de justificar malos entendidos pasados, basados<br />
en lo que Said reconoce como una paradoja asentada en el centro<br />
mismo de la empresa crítica que inició con Orientalismo 14 . En palabras del<br />
propio Said, “el conflicto entre mi sesgo humanístico confesado e inconfundible<br />
y el antihumanismo de la misma materia de mi estudio y de mi<br />
propia manera de acercarme a ella”. La paradoja, al parecer, estaba en la<br />
confianza depositada por Said en lo que él creía era una teoría especialmente<br />
avanzada –la de Michel Foucault, para ser exactos– y la percepción<br />
de que dicha teoría “se había deshecho en gran medida de los modos totalizadores<br />
y esencializadores del humanismo y del criticismo democrático”<br />
15 . Pues para Said, la verdadera cultura entroncaba con el humanismo<br />
de Vico, en quien se inspiró para componer su leitmotiv secular democratic<br />
criticism, indefinible de suyo, pero que él siempre trató de explicar como<br />
contrapuesto a lo que consideraba las prácticas de los humanistas elitistas<br />
y “eurocéntricos” (reconozco que siempre he sido incapaz de distinguir<br />
entre universalismo –atemporal– y secularismo –temporal– , según Said;<br />
claro que tal vez es que no haya nada que valga la pena entender).<br />
Said, que acusa a los orientalistas occidentales clásicos de simplificar y<br />
reducir a tópicos y arquetipos al Oriente Medio y sus distintas sociedades,<br />
se muestra tanto o más reduccionista que los eruditos a los que ataca. En<br />
efecto, describe “orientalismo” como un “discurso”, definición, como se ha<br />
dicho, de origen “foucaultiana”. Según el fallecido escritor y crítico litera-<br />
14 Edward Said, “Michel Foucault, 1926-1984: In Memoriam”. Raritan, vol. 4, otoño de 1984.<br />
15 Karlis Racevskis, “Edward Said and Michel Foucault: Affinities and Dissonances”. Research in<br />
African Literatures , vol. 36, núm. 3, otoño de 2005.<br />
152 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
16 Alan Sheridan, Michel Foucault: The Will to Truth. Routledge, 1980.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
rio francés, un discurso es simplemente un sistema de pensamiento que<br />
gobierna el conocimiento que se pueda obtener. Ese conocimiento, que a<br />
su vez se inspira y se orienta por el “discurso”, viene a ser como una paráfrasis<br />
de ideas y nociones preconcebidas. En suma, un “discurso” es el resultado<br />
de la interacción entre conocimiento y poder que están unidos<br />
entre sí formando un círculo sin principio ni final, o como si dijéramos, un<br />
círculo vicioso, por lo que “no hay conocimiento por un lado y sociedad<br />
por otro, ni ciencia y estado por separado, mas solamente las formas fundamentales<br />
de conocimiento/poder” 16 .<br />
La epistemología “foucaultiana” que asume Said niega pues el concepto<br />
de conocimiento como fruto de la empresa científica o de cualquier otra<br />
actividad intelectual, sea académica o aplicada, se refiera a las ciencias naturales<br />
o las sociales, cuyo objetivo sea, fundamentalmente, el saber, esto<br />
es, hacer avanzar el conocimiento de forma objetiva, fiable y acumulable.<br />
Conque el valor de verdad de un conocimiento como función de su correspondencia<br />
con la realidad se diluye como un azucarillo en el mar de la<br />
crasa ignorancia a la que conduce este estéril relativismo cognitivo posmoderno.<br />
Así lo admite el propio Said en el epílogo que figura en la edición<br />
anglosajona de Orientalismo de 1994: “no tengo interés, ni mucho<br />
menos la capacidad para demostrar cuáles son las verdades tanto del<br />
Oriente como del islam”, que es lo mismo que decir que desprecia olímpicamente<br />
la verdad fáctica y se interesa sólo por les belles lettres, la ficción literaria<br />
y la propaganda política, la más falaz de las retóricas 17 .<br />
17 Respecto de Foucault, salvo “foucaultianos” irredentos con atrofia irreversible del sentido crítico,<br />
las revisiones rigurosas y el análisis de sus supuestos métodos académicos están dejando cada<br />
vez más en evidencia su total irrelevancia en el mundo del pensamiento de excelencia de hoy<br />
día. Así concluye Andrew Scull, por ejemplo, su demoledora reseña de la reciente reedición inglesa<br />
de la versión original completa de History of Mandes: “El reverso de la funda de History of<br />
Madness contiene una serie de himnos hiperbólicos de alabanza a sus virtudes. (…) Y Nikolas<br />
Rose se alegra de que ‘ahora, por fin, los lectores anglohablantes tienen acceso a la profunda<br />
erudición que apuntala el análisis de Foucault’. En verdad que pueden, y uno espera que leerán<br />
el texto con atención y con inteligencia y que aprenderán así algunas lecciones saludables. Una<br />
de esas lecciones podría ser divertida, si no tuviese efecto en la vida de la gente: la facilidad con<br />
la que se puede distorsionar la historia, ignorar los hechos, menospreciar y descartar las alegaciones<br />
de la razón humana por parte de alguno suficientemente cínico y desvergonzado y deseoso<br />
de aprovecharse de la ignorancia y la credulidad de sus clientes”. (Cf: “The fictions of<br />
Foucault’s scholarship”, The Times Literary Supplement, 21 de marzo de 2007).<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 153
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
Aunque para Said el método de indagación acerca de las cuestiones que<br />
le interesaban se redujo, prácticamente, a las oxidadas e insuficientes herramientas<br />
de la crítica literaria (trufada de marxismo de la Escuela de<br />
Francfort, psicoanálisis y hermenéutica de Auerbach) que aplicó a la colonización<br />
–particularmente, pero no sólo ella, la del mundo árabe–, a las relaciones<br />
entre la textualidad y al mundo y al papel de los intelectuales, los<br />
tres polos entre los que se desarrolla su reflexión y que se encuentran en la<br />
base de sus obras más significativas, como son Orientalismo y Cultura e Imperialismo,<br />
es cierto que para él la crítica literaria era más que la mera crítica<br />
del texto, según dicen los cánones y usos posmodernos, y que había<br />
algo más, mucho más, que los textos literarios, lo cual se refleja, verbigracia,<br />
en un compromiso con la llamada causa palestina (fue miembro del<br />
Consejo Nacional palestino de 1977 a 1991), que acaba por convertir casi<br />
toda su obra en un panfleto político.<br />
Empero, no es menos evidente que para él las categorías culturales de las<br />
sociedades humanas en las que se interesaba y a las que consideraba en sus<br />
escritos eran bastante limitadas y que concedía a la literatura (sobre todo, a<br />
la de ficción) y a las artes una importancia desmedida en el devenir y en la<br />
evolución de las culturas de las sociedades humanas. En este sentido, muchas<br />
veces calificable de “reduccionismo literario y artístico”, la gran mayoría de los<br />
problemas del mundo árabe-islámico, en general, y de los palestinos en particular,<br />
se debían principalmente a cuestiones de “narrativas hegemónicas”.<br />
Véase, a este respecto su artículo de febrero de 1984, en London Review of<br />
Books sobre el problema palestino que se titulaba, muy ilustrativamente, “Permission<br />
to Narrate”. En suma, que el problema entre palestinos e israelíes era<br />
poco más que una poderosa y universal narrativa judía de una Palestina desértica,<br />
vacía y yerma, convertida mediante el coraje, el sudor y el ingenio de<br />
los judíos en un nuevo jardín del Edén, la cual narrativa, más que asfixiar,<br />
eclipsaba por completo en los medios de comunicación occidentales la inexistente<br />
narrativa palestina (para Said, las cuestiones tocantes al desarrollo<br />
humano, político y social, y al estado de la ciencia, la tecnología y la economía,<br />
así como el laicismo y la influencia de la religión en unas y otras sociedades<br />
carecían, incomprensible y absurdamente, de interés). En vista de lo<br />
cual, Ibn Warraq, uno de los críticos más agudos y competentes de Said, sostiene<br />
que “lo que hace muy difícil el autoexamen de árabes y musulmanes y,<br />
154 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
especialmente, el criticismo del islam en Occidente es la influencia totalmente<br />
perniciosa de Orientalismo, de Edward Said. Esa obra enseñó a toda una generación<br />
de árabes el arte de la autocompasión –“si no fuese por los malvados<br />
imperialistas, racistas y sionistas, seríamos grandes otra vez”– dando así<br />
ánimos y justificaciones a la generación de fundamentalistas islámicos de la<br />
década de 1980 y apaleando hasta silenciarlo cualquier criticismo del islam;<br />
y parando en seco, incluso, las investigaciones de eminentes eruditos especialistas<br />
en el islam que sintieron que sus descubrimientos podían herir la sensibilidad<br />
de los musulmanes y que no se atrevieron a ser etiquetados como<br />
‘orientalistas’”. “El tono agresivo de Orientalismo –prosigue Warraq– es lo que<br />
yo he llamado ‘terrorismo intelectual’, ya que no se busca convencer con argumentos<br />
o análisis históricos sino esparciendo acusaciones de racismo, imperialismo<br />
y eurocentrismo desde lo alto de un púlpito moral; todo el que ha<br />
estado en desacuerdo con Said ha recibido montones de insultos”. Asimismo,<br />
y tocante a la falta de interés de Said en todo lo que no sea la perfidia del<br />
“orientalismo”, Warraq afirma que “para Said, todos los males del mundo<br />
árabe-islámico emanan del ‘orientalismo’ de Occidente y no tienen nada que<br />
ver con las características socioeconómicas, políticas e ideológicas de los musulmanes<br />
o del subdesarrollo cultural que padecen” 18 .<br />
LOS MONSTRUOS DE LA RAZÓN Y DE LA ILUSTRACIÓN<br />
Como todos los pensadores posmodernos y, sobre todo, poscoloniales, Said<br />
recela del racionalismo de la Ilustración, influido por otro de sus modelos,<br />
Theodor W. Adorno, del que se consideraba el “único auténtico seguidor” 19 .<br />
No es este el lugar para explayarse sobre el influjo de Adorno en Said, espe-<br />
18 Ibn Warraq, “Debunking Edward Said. Edward Said and the Saidists or Third World Intellectual<br />
Terrorism”. Secular Islam, 2002.<br />
También de Ibn Warraq y de próxima aparición en el mercado estadounidense: Defending the<br />
West: A Critique of Edward Said’s Orientalism. Prometheus Books, agosto 2007.<br />
19 Michael Word, “Edward Said”. Proceedings of the American Philisophical Society, vol. 150, núm.<br />
1, marzo de 2006.<br />
Me resisto a no citar una frase que acabo de leer en el último libro de Félix de Azúa, Abierto<br />
a todas horas (Alfaguara, 2007), y que aparece en la correspondencia entre Hannah Arendt y<br />
su compañero de filosofía, Heinrich Blüger, y que se refiere a Adorno y Horkheimer, autores<br />
de la oscura, tramposa, falaz y desnortada Dialéctica de la Ilustración: “that pack of bastards”.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 155
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
cialmente notable en sus escritos musicales –que abundan en encuentros y<br />
desencuentros con el autor de Filosofía de la nueva música–, mas conviene<br />
destacarlo como se merece. Pues resultan patéticos, si no fuesen tantas veces<br />
de una oscuridad que raya frecuentemente en lo incomprensible –de la que<br />
nada hubiese tenido que envidiar el propio Adorno, por cierto– los esfuerzos<br />
de Said por reconciliar el elitismo académico de los mandarines de la alta<br />
cultura occidental, el mesianismo del arte redentor, la intolerancia intercultural,<br />
el pesimismo irracional, la crítica nihilista de la dialéctica negativa, el<br />
ninguneo de la Ilustración (equiparándola a los mitos); y, sobre todo, la oposición<br />
entre la racionalidad crítica y el reconocimiento de la pluralidad de<br />
identidades –tanto individuales como colectivas– que aparece en Dialéctica<br />
de la Ilustración, facetas todas ellas del pensamiento adorniano que, con grandes<br />
penalidades y esfuerzos se entresacan de sus libros, con los postulados<br />
extraídos de la perspectiva de Gramsci –otro de sus modelos para sus estudios<br />
acerca de las culturas– sobre la cultura nacional-popular (o, como si dijéramos,<br />
la visión aristocrática de la cultura de Adorno con la populista de<br />
Gramsci) o con el igualitarismo, por debajo, del exacerbado relativismo cultural<br />
posmoderno de Foucault.<br />
Said se ve, pues, atrapado entre contradicciones que cree superar con las<br />
oxidadas herramientas de esos propios mentores –eligiendo de unos y de<br />
otros, con espeso subjetivismo, lo que más le acomode para cada ocasión–,<br />
sin darse cuenta de que al escarbar sin método ni juicio crítico, se le caen<br />
encima los escombros de los viejos edificios en ruinas en los que busca amparo.<br />
Además, con harta frecuencia se ve obligado a cubrir con un tupido<br />
velo de bochornoso silencio muchas de sus preciadas tesis sobre el “orientalismo”<br />
occidental ante la realidad, verbigracia, de que no hay equivalente<br />
posible en la civilización árabe-islámica de su adorado Beethoven, de la Orquesta<br />
Filarmónica de Viena o de un piano Steinway; o cuando clama, siguiendo<br />
por la senda claramente “eurocéntrica” de Adorno, que el<br />
verdadero arte moderno, “exigente, resistente e intransigente puede ser el<br />
vehículo para los desesperados y un poderoso testigo de la inhumanidad de<br />
gran parte del mundo moderno” 20 .<br />
20 Michael Word, “On Edward Said”. London Review of Books, vol. 25, núm. 23, octubre de 2004.<br />
156 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
En no pocos aspectos, Orientalismo se reduce a la denuncia de su autor<br />
de lo que tilda de espuria alianza entre la Ilustración y el colonialismo. Para<br />
muchos lectores de Said con un mínimo de sentido crítico, existe de suyo<br />
una insuperable contradicción entre el “humanismo laico” que dijo profesar<br />
el cosmopolita intelectual palestino-americano –aunque su universalismo<br />
esté muy matizado por el particularismo de Eric Auerbach (Cf:<br />
Mimesis)– y su crítica sistemática de la gran tradición de la Ilustración occidental,<br />
una de las más altas cumbres culturales de ese humanismo que<br />
Said dijo abrazar. Máxime cuando siempre puso en cuestión la integridad<br />
y la validez moral del criticismo y de la indagación crítica de otras áreas<br />
culturales, como la árabe-islámica. Mas en realidad, no se da tal contradicción,<br />
pues el humanismo de Said, inspirado en Vico, un “irracionalista<br />
moderno” (en palabras de I. Berlin), tan difícil de leer como de entender,<br />
era tan rancio y ajeno al humanismo racionalista de la Ilustración como lo<br />
puedan ser el esoterismo medieval o los mitos religiosos. La reacción de<br />
Said contra la Ilustración y su idea universal de humanidad fue propia de<br />
un romántico para el cual lo importante está en los particularismos basados<br />
en las diferencias raciales. En suma, Orientalismo ha sido una obra que<br />
ha contribuido notablemente a asentar el disparatado prejuicio posmoderno<br />
de que todo pensamiento racional es implícitamente racista. Más<br />
aún, el concepto de Said del “otro”, que subyace en todo su análisis del<br />
“orientalismo”, surge como reacción contra la razón, y es deudor de los filósofos<br />
existencialistas (Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, sobre todo).<br />
El argumento de que Occidente –o mejor dicho, sólo Europa antes del<br />
siglo XX– se ha definido a sí mismo en oposición al Oriente es una falacia<br />
y una simplificación extrema y esencialista. Los europeos se identifican, y<br />
se han identificado durante siglos sobre todo por su historia, como herederos<br />
conjuntos de la Grecia clásica, del Imperio romano, del cristianismo<br />
atemperado por la escolástica medieval, del Renacimiento, de la Reforma,<br />
de la Contrarreforma, de la Ilustración y del modernismo laico. Es más: el<br />
sentido que tienen los occidentales de sí mismos, su cosmovisión, su forma<br />
de entender su relación con su pasado y su sentido de su futuro están profundamente<br />
influidos por los valores cognitivos de la filosofía especulativa<br />
y de la ciencia moderna, algo que no ocurre en las sociedades de musulmanes,<br />
que llevan más de quinientos años sin aportar ni una coma al acervo<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 157
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
de conocimientos que tiene la humanidad de sí misma y del mundo en general.<br />
Por lo tanto, aseverar que los occidentales necesitan del “otro” geográfico<br />
para definir su propia identidad es, amén de falso, de una arrogancia<br />
por parte de ese “otro”, sea árabe, islámico, chino o japonés, que sobrepasa,<br />
sin duda, cualquier medida imaginable de prepotencia egocéntrica o<br />
de complejo de inferioridad verdaderamente enfermizo.<br />
Por otro lado, la complejidad de la visión cambiante que ha tenido Occidente<br />
respecto del islam queda ejemplificada precisa y justamente en la<br />
Ilustración del siglo XVIII, que como se ha visto Said percibió como la raíz<br />
del “orientalismo” moderno. Cierto que algunos intelectuales ilustrados<br />
atacaron al islam motivados por su cosmovisión racional y su filosofía laica<br />
que les hacía ver en las religiones el enemigo principal de la razón, de la<br />
educación, de la tolerancia, del antropocentrismo, el laicismo y demás valores<br />
de la Ilustración. Mas esos ataques al islam fueron siempre paralelos<br />
a los que se hicieron al judaísmo y al cristianismo en su condición de religiones.<br />
Es más, en ciertos tiempos y lugares, en los cuales la Iglesia seguía<br />
siendo muy poderosa, los ataques al islam no fueron sino embates camuflados<br />
al cristianismo. Mas a la vez, otros escritores y pensadores del Siglo<br />
de las Luces vieron en el islam una religión más próxima a las ideas de la<br />
Ilustración que el cristianismo. Muchos de ellos la vieron como una religión<br />
equilibrada entre los deberes morales y las necesidades básicas de los creyentes,<br />
algo muy opuesto a la distorsionada actitud del cristianismo tocante<br />
al sexo. Hasta hubo escritores que hablaron admirablemente bien<br />
del islam y de su tolerancia con las minorías, contraponiéndola al fanatismo<br />
cristiano.<br />
SAID Y LOS ARABISTAS “COMME IL FAUT”<br />
Las tesis de Said que se han expuesto en párrafos anteriores y que subyacen<br />
al mito del “orientalismo” emanan de la crítica que aparece en las páginas<br />
de Orientalismo al campo académico de los estudios sobre el Oriente<br />
Próximo, conocidos también como arabismo. Es ésta una disciplina académica<br />
propia generalmente de sociedades que no forman parte del<br />
mundo de habla árabe, y que engloba estudios especializados en la cultura<br />
158 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
árabe y su lengua. Los orígenes del arabismo se encuentran en la España<br />
medieval, mas en Orientalismo no hay ni rastro del arabismo español. En el<br />
citado prólogo de Said a la segunda edición española de este libro, el autor<br />
se defiende, una vez más, de las críticas recibidas por no haber tenido en<br />
cuenta otros estudios orientales que no fuesen los de británicos, franceses<br />
y estadounidenses con el argumento de que sólo le interesaba denunciar los<br />
vínculos entre imperialismo y orientalismo, los cuales se daban claramente<br />
en los casos que estudiaba en su texto. Sostiene, además, respecto de España,<br />
que tras haber leído a Américo Castro y a Juan Goytisolo, se ha refirmado<br />
su convencimiento de que las relaciones entre España y el islam<br />
no son imperialistas y que el islam no es extraño ni enemigo de la identidad<br />
cultural española, sino que forma parte de ella. Con tales guías no tiene<br />
nada de extraño que Said yerre respecto a la importancia del islam en la<br />
identidad española, una cuestión que tiene que ver más con las ideologías<br />
políticas que con la realidad histórica. Said ignora, como tantas otras cosas,<br />
que el “orientalismo español” ha sido básicamente arabismo centrado en el<br />
medievo. Por lo tanto, si ya de suyo el aserto de Said de que “orientalismo”<br />
y colonialismo van siempre juntos es erróneo, en el caso español ni siquiera<br />
está equivocado. Es más, la identificación que se da en el arabismo español<br />
del período que estudia Said entre el islam y el cristianismo tiene claramente<br />
un trasfondo político de extrema derecha, que se reduce,<br />
básicamente, a la eterna lucha entre el bien –identificado con la religiosidad<br />
tradicional de cristianos y musulmanes, unidos por unos mismos valores<br />
morales pese a sus diferencias dogmáticas y teológicas– y el mal,<br />
encarnado por los que defienden e impulsan el secularismo, los valores liberales<br />
de la Ilustración y la democracia.<br />
Hasta ahora casi no nos hemos ocupado de las críticas a Orientalismo,<br />
muchas de ellas demoledoras, que se han hecho desde el mismo campo de<br />
los expertos académicos especializados en las materias sobre las que divaga,<br />
más que diserta, Edward Said. Se trata de un asunto largo, complejo<br />
y muy técnico que trataremos de resumir para nuestros lectores. La lista de<br />
esos arabistas de primer rango que han señalado los muchos errores que<br />
lastran Orientalismo es amplia, y en ella destacan los nombres de Jacques<br />
Berque, Malcolm Kerr, Bernard Lewis (junto con Silvestre de Sacy, Ernest<br />
Renan y Edward W. Lane, fundadores de los estudios orientales como dis-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 159
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
ciplina moderna en el siglo XIX, las bestias negras de Said) y Maxime Rodison.<br />
La agria, dura, contumaz y larga disputa entre Lewis y Said está ampliamente<br />
documentada en numerosos libros y artículos. La postura de<br />
Lewis es la del rechazo sin paliativos de las tesis de Said de que los arabistas<br />
occidentales han tenido, por sistema, un sesgo imperialista en contra del<br />
Oriente Medio. Por el contrario, sostiene Lewis, el orientalismo como disciplina<br />
académica se desarrolló a partir del humanismo europeo, independientemente<br />
de la expansión colonial. Como apoyo a esta aseveración,<br />
Lewis demuestra que tanto los franceses como los ingleses estudiaron ya<br />
el islam a lo largo de los siglos XVI y XVII, mucho antes de que se plantease<br />
su posible dominio colonial del Oriente Medio. Es más, en países con<br />
escaso y nulo historial de colonización de mundo árabe, tales como Italia,<br />
Holanda y Alemania, las contribuciones académicas al orientalismo fueron<br />
mucho más importantes que las de franceses, británicos o estadounidenses;<br />
y que hasta muchos de los estudios llevados a cabo en los países colonizadores<br />
fueron totalmente ajenos a la causa del imperialismo. Y como<br />
ejemplo clásico propone el desciframiento del lenguaje de los antiguos<br />
egipcios, lo que abrió las puertas al estudio sistemático de un pasado espléndido<br />
que los propios egipcios habían olvidado. Se pregunta entonces<br />
Lewis, con toda razón, que a qué causa imperial servían los eruditos que<br />
hicieron esa contribución tan decisiva para el conocimiento de la historia<br />
de la humanidad 21 .<br />
A estas alturas de este artículo, espero que haya quedado claro que en<br />
el debate en torno a Orientalismo se dan dos posturas nítidamente diferenciadas<br />
y que se corresponden con bastante precisión con las dos vertientes<br />
de la disputa: una, la erudita y académica, y la otra, la política, si bien a<br />
veces se mezclan una y otra. Un ejemplo reciente de la vertiente académica<br />
lo tenemos en el espléndido libro de Robert Irwin Dangerous Kno-<br />
21 Bernard Lewis, Islam and the West, Oxford University Press, 1993. Martin Kramer, “Bernard<br />
Lewis”. Encyclopedia of Historians and Historical Writing, vol. 1, 1999. Ibn Warraq, “Debunking<br />
Edward Said”, op. cit. Merece la pena leer, sobre todo, el apartado titulado “Said, Sex, and the<br />
Psycho-analysis” en el que Warraq cita una “deconstrución” e interpretación freudiana, esperpéntica<br />
y ridícula, que hace Said de una cuestión muy técnica de filología árabe tomada de<br />
un texto de Lewis. Un ejemplo más de la charlatanería culterana e incomprensible de Said en<br />
Orientalismo.<br />
160 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
wledge: Orientalism and Its Discontents (Overlook Press, 2006) y en las reseñas<br />
que de este texto se han publicado en importantes diarios y revistas de<br />
pensamiento con gran prestigio en el mundo intelectual anglosajón 22 .<br />
Robert Irwin es un reconocido arabista británico, especialista en la historia<br />
y la cultura del Próximo Oriente que imparte cursos en las universidades<br />
de Londres, Cambridge y Oxford. Su juicio sobre Orientalismo es<br />
asolador: “ese libro me parece una obra llena de charlatanería maligna en<br />
la cual es difícil distinguir entre errores honrados y alteraciones hechas<br />
aposta”. A partir de su aserto de que Said está equivocado en casi todo,<br />
Irwin dedica la gran parte de su libro a examinar con detalle y rigor la historia<br />
de los escritos de autores occidentales sobre el Oriente, poniendo de<br />
manifiesto la evidencia de que algunos de ellos fueron personas con debilidades,<br />
carencias y extrañezas, en ocasiones rayanas en la locura (como es<br />
el caso de Guillaume Postel, nacido en 1510, y según el autor, “un lunático<br />
completo”). Mas de todos éstos, los que se pueden llamar en verdad orientalistas<br />
y arabistas eran hombres (y muy rara vez, mujeres) de su tiempo<br />
que estudiaron con devoción las lenguas de esa zona geográfica y que establecieron<br />
con objetividad las relaciones del islam y su historia con sus<br />
fuentes judías y cristianas. En general se trataba de eruditos ajenos a la política<br />
y, sostiene Irwin, el racismo de algunos, como Renan –al que no considera<br />
un orientalista comme il faut– o el de determinados escritores que no<br />
pasaban de meros aficionados en muchas de las materias de esta disciplina,<br />
no lo inventaron los verdaderos orientalistas. Mas, prosigue Irwin con toda<br />
lógica, las afirmaciones de los orientalistas de la excepcionalidad lingüística<br />
de la región, su cultura y su religión, teológicamente subdesarrollada y con<br />
preceptos legales muy elaborados y estrictos, fueron aspectos que influyeron<br />
sin duda en los políticos, como lo hicieron tantos otros relacionados<br />
con las informaciones que se tenía de aquella zona en aquella época.<br />
Para Irwin la mayoría de los más importantes orientalistas eran intelectuales<br />
influidos por la Ilustración, y es incuestionable que ha existido una<br />
tendencia muy marcada entre estos estudiosos eruditos a adoptar posturas<br />
22 Por razones que desconozco, la edición de bolsillo, realizada por Penguin Books (enero de<br />
1997) lleva por título For Lust of Knowing. The Orientalists and their Enemies.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 161
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
claramente antiimperialistas, a la vez que su entusiasmo por las culturas que<br />
estudiaban les hacía ser muy críticos con sus propias culturas y sociedades.<br />
Al igual que Lewis, Irwin destaca que, en flagrante contradicción con la<br />
tesis fundamental de Said, los más importantes orientalistas del siglo XIX e<br />
inicios del XX eran alemanes, siendo así que Alemania carecía de intereses<br />
coloniales en el Oriente Medio y en el resto de Asia. Por el contrario, el colonialismo<br />
de Rusia en Asia central y en el Cáucaso no tuvo reflejo alguno<br />
en la historia del orientalismo de las llamadas grandes potencias europeas.<br />
Otro aspecto que Irwin denuncia como seriamente errado es la forma<br />
simplista y de trazo grueso con la que Said expone los complejos encuentros<br />
y desencuentros de la historia de ambas civilizaciones. Durante la mayor<br />
parte de la historia común, apunta Irwin, Europa ignoró al islam o lo consideró<br />
como una forma del arrianismo, una herejía propia de los primeros<br />
tiempos del cristianismo. Lejos de convertir, como sostiene Said, al islam en<br />
el amenazante “otro”, durante muchos siglos la mayoría de los europeos ni<br />
siquiera supieron de la existencia del islam, preocupados como estaban en<br />
convertir en diablos a las sectas cristianas rivales. Además, parece olvidar<br />
Said, o lo calla torticeramente, que las relaciones de imperialismo fueron de<br />
signo diverso a lo largo de la historia, siendo así que las potencias europeas<br />
estuvieron durante siglos amenazadas por el poderoso Imperio otomano.<br />
La otra vertiente, el otro bando de este debate –donde exista y no se<br />
quede reducido, como en España, prácticamente a un cansino monólogo<br />
de los exegetas del “orientalismo saidita”– lo forman aquellos para los cuales<br />
la razón, el pensamiento crítico, el método científico y la honradez académica<br />
en búsqueda de la verdad, y hasta la verdad misma, carecen de<br />
valor frente al compromiso político con los palestinos y demás sociedades<br />
del mundo árabe-islámico. Lamentablemente, ésta es la posición mayoritaria<br />
de los orientalistas occidentales de hoy día y la postura políticamente<br />
correcta, que se ampara en el más extremo de los relativismos cognitivos,<br />
propio del multiculturalismo posmoderno, y en una falta de ética intelectual<br />
y académica que es casi una obscenidad.<br />
Hay muchos ejemplos de esta postura que, ante la evidencia de los errores<br />
y falsedades de Orientalismo, recurre, para defender al libro y a su autor,<br />
162 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
a los mismos métodos tramposos con que Said construyó su ficción orientalista.<br />
Como muestra, baste un botón: Terry Eagleton. En su reseña del<br />
libro de Irwin, este insigne representante de la teología de izquierdas que se<br />
nutre de las partes más putrefactas de los exquisitos cadáveres doctrinales<br />
de Marx, Freud, Focault, Derrida, Adorno, Heidegger, Sartre, etcétera, intenta<br />
salvar los trastos del naufragio de Orientalismo con un argumento tan<br />
falaz como ridículo: Said se equivocó en muchas cosas, en muchos detalles,<br />
en casi todo; pero su argumento central es básicamente correcto. Está tan<br />
convencido Eagleton de que Said ha sido capaz de obrar el milagro de romper<br />
con toda la lógica y, partiendo de premisas falsas, llegar a una conclusión<br />
verdadera, que hasta titula su reseña con esta larga frase: “Eastern block.<br />
Edward Said got many things wrong, but his central argument was basically<br />
right. The west’s denigration of the east has always gone with imperialist incursions<br />
into its terrain”. O lo que es lo mismo, pese a que Irwin y otros<br />
muchos expertos arabistas han demostrado que los hechos históricos no<br />
permiten establecer que se dé tal correlación entre “orientalismo” (para Eagleton,<br />
equivalente a “denigración del Oriente por el Occidente”) e “incursiones<br />
imperialistas en el terreno de Oriente”, Eagleton siente en sus<br />
entrañas que eso es cierto y así lo manifiesta con gran desfachatez 23 .<br />
Esta inaudita actitud de Eagleton, que suena como un eco de las citas<br />
de los apóstoles españoles del “orientalismo saidita” que aparecen en el<br />
arranque de este artículo, la explica muy bien William Grimes en su espléndida<br />
reseña de Dangerous Knowledge que se publicó en el New York<br />
Times: “Orientalismo, como deja sobradamente claro el propio Irwin, sea<br />
plenamente consciente de ello o no, no puede ser refutado. No importa<br />
cuántos errores de hechos o interpretaciones se denuncien, el libro es invulnerable<br />
porque sus argumentos son políticos y no académicos. En la<br />
era de los estudios poscoloniales Orientalismo continúa suscitando entusiasmo<br />
y hasta dictámenes reverenciales. Puede que esto no sea justo, pero<br />
hace que muchos se sientan bien” 24 .<br />
23 Newstatesman, 13 de febrero de 2007. El título del libro que aparece en esta reseña es For<br />
Lust of Knowing. The Orientalists and their Enemies.<br />
24 William Grimes, “The West Studies the East, and Trouble Follows”. New York Times, 1 de noviembre<br />
de 2006.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 163
TREINTA AÑOS DE ORIENTALISMO / FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
Puede ser. Pero al intentar expurgar de toda responsabilidad a la cultura<br />
árabe-islámica de sus fracasos y errores echando siempre la culpa al “orientalismo”<br />
de Occidente, amén de eliminar de raíz cualquier atisbo de la necesaria<br />
y saludable autocrítica de la que tan necesitada está la cultura,<br />
entendida en su más amplio sentido, de muchas sociedades orientales, Said<br />
y sus apóstoles practican ellos mismos una forma especialmente aguda,<br />
despectiva y dañina de “orientalismo”, al presentarnos una sociedad árabeislámica<br />
compuesta por seres inmaduros, irresponsables, ignorantes y cándidos,<br />
henchidos de victimismo y de plañideras identidades y herida<br />
dignidad, sociedad que no se sabe cómo ni cuándo ni por qué surgió tras<br />
la decadencia del esplendor y la gloria de los siglos dorados del imperialismo<br />
de la espada y el Libro de las gentes del oriente islámico 25 .<br />
25 Terminado este ensayo tengo conocimiento de los trabajos y escritos de José Antonio González<br />
Alcantud, profesor titular de Antropología de la Universidad de Granada, en los que se revisa<br />
críticamente, aunque con autoimpuesta moderación obvia, el “orientalismo” de Edward<br />
Said. Leyendo esta documentación, se entiende el comentario de Ibn Warraq que se cita en<br />
el presente artículo acerca de lo difícil que es hoy día para un experto en estudios orientales<br />
nadar en contra de la corriente del “saidismo” académico y mediático (Cf: José Antonio González<br />
Alcantud, Editor, Orientalismo desde el Sur. Editorial Anthropos, 2006).<br />
164 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
ACERCA DE LA NACIÓN:<br />
EL CASO DE LOS EE.UU. 1<br />
En una época en que fenómenos como la globalización y la concentración<br />
en grandes sociedades político-económicas parecen afirmarse en<br />
la palestra de la historia, muchos aspectos de la realidad histórica van<br />
cayendo en el olvido por considerárselos anticuados o en vías de extinción.<br />
¿Tiene algún sentido hablar de la nación cuando es la globalización lo que,<br />
sin duda, marca el proceso actual?<br />
Desde hace más de tres lustros, tras el fin de la Guerra Fría y la subsiguiente<br />
desaparición de la escena de las superpotencias de la Unión Soviética,<br />
se observa en el panorama intelectual internacional un renovado y<br />
creciente interés por comprender cabalmente el fenómeno de los EE.UU.,<br />
si bien la mayor parte de los enfoques y de las aproximaciones se centren<br />
en un aspecto del “imperio” por ser lo más llamativo desde una perspectiva<br />
externa.<br />
Pero frente a este debate sobre el imperio y el imperialismo se está librando<br />
en los Estados Unidos un singular debate acerca de lo que es la nación<br />
americana. Y esto no sólo se lleva a cabo mediante argumentaciones<br />
científicas, sino incluso también con las armas de la creación literaria. Ejemplo<br />
neto de este debate con indumentaria literaria es la obra de Thomas<br />
Jorge Uscatescu Barrón es Doctor en Filosofía<br />
1 Reflexiones a propósito del libro de Samuel P. Huntington, Who are we? America’s Great Debate.<br />
Simon & Schuster, Nueva York, 2004.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 165
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
Pynchon Mason and Dixon 2 , en que se ofrece una transfiguración estética del<br />
trabajo cartográfico de Mason y de Dixon en las vísperas de la guerra de independencia<br />
americana.<br />
La novela gira en torno a la ejecución de la obra cartográfica de ambos<br />
astrónomos británicos que llevan la misión encomendada de trazar la línea<br />
de demarcación fronteriza entre algunas colonias británicas. Con este trabajo<br />
de agrimensura, que, a los ojos del escritor, se antoja como una herida<br />
en la tierra, al ignorar las líneas geográficas naturales 3 , se dibuja y surge el espacio<br />
americano poco antes de separarse definitivamente de la metrópolis.<br />
Durante sus viajes por los territorios colonizados, ambos agrimensores de<br />
ocasión se ven frente a una realidad americana peculiar y diversa de la británica:<br />
no son colonos británicos los que allí moran, sino colonos americanos<br />
en un lugar salvaje en medio de indios. En su visita a Pennsylvania se<br />
acentúa aún más el abigarramiento de naciones y de credos religiosos transplantados<br />
a esta tierra. Pynchon retrata lleno de ironía y no sin cierto sarcasmo,<br />
en un caleidoscopio literario, la América en ciernes en su acto<br />
fundacional.<br />
En este estudio quiero tomar en consideración un libro monográfico<br />
sobre el tema, alejado de las ficciones literarias dominantes. No es ciertamente<br />
el primero en acometer este tema, pero sí es un libro lo suficientemente<br />
rico como para dar que pensar en nuestros días. Se trata de la obra del<br />
conocido politólogo norteamericano Samuel P. Huntington, autor de numerosos<br />
libros, especialmente del denostado The Clash of Civilizations, de<br />
1996, que más que por su contenido sigue dando que hablar por su título. En<br />
su nueva monografia Who are we? America ‘s Great Debate, de 2004, analiza<br />
el problema de la identidad nacional de los EE.UU. en una perspectiva política<br />
apoyada en estudios sociológicos y demoscópicos previos.<br />
Todo libro, como toda obra literaria y artística en general y asimismo<br />
como toda obra científico-natural, surge en un contexto histórico, determinado<br />
por un marco cosmovisivo más o menos delineable, y una motivación<br />
2 Holt, Nueva York, 1997.<br />
3 Ibídem, pág. 542.<br />
166 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
que justamente prefija el planteamiento del libro y la marcha de la investigación.<br />
Ya en el prólogo queda claro que el motivo intelectual del libro es el<br />
patriotismo del autor, aguzado por una crisis de conciencia nacional americana<br />
ante los cambios que están sucediéndose en lo relativo a la relevancia<br />
y esencia de la identidad nacional 4 ; por ello no es un tema abstracto y exangüe,<br />
sino un asunto candente que atañe directamente al autor y a la sociedad<br />
en cuya historia está inscrito. Es también manifiesto que el subyacente<br />
patriotismo troquelado sobre un modelo restablecido de identidad nacional<br />
es el elemento determinante que prefigura las vías de exploración de este fenómeno<br />
político: la identidad nacional.<br />
Si el motivo es el patriotismo, ¿cuál es la ocasión inmediata de este libro?<br />
Según Huntington, la cultura anglosajona ha constituido durante siglos la<br />
médula de la identidad nacional, pero es a finales del XX cuando estos pilares<br />
de la cultura anglosajona están siendo socavados por la fuerza pujante de<br />
los hispanos y por la ideología adversa del multiculturalismo.<br />
Por eso, lejos de ser un estudioso imparcial, Huntington se perfila como<br />
un intelectual comprometido, esta vez con la nación y no con ideas emancipatorias<br />
y “progresistas”, al tomar claramente partido por la cultura anglosajona<br />
como cimiento de la identidad nacional de los EE.UU., descartando<br />
como elementos identificadores la raza, la etnia, la ideología.<br />
§ 1. BREVES APUNTES SOBRE EL CONCEPTO DE NACIÓN:<br />
ALEXIS DE TOCQUEVILLE EN AMÉRICA<br />
El libro de Huntington se propone analizar la identidad nacional de los<br />
EE.UU. Pero si ésta es la tarea, habrá primero que establecer qué se entiende<br />
por tal identidad nacional. Aunque se advierte un esfuerzo por un tratamiento<br />
teórico del problema, se echan de menos importantes precisiones<br />
acerca del concepto de nación, requisito previo ineludible, y, por otro, no<br />
hay ni rastro de elucidación previa de lo que es la identidad en sí, cuanto<br />
4 Samuel P. Huntington, Who are we?, págs. XVI-XVII.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 167
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
menos aún del fenómeno más intrincado de la “identidad nacional”, tarea<br />
casi más ardua que la de la identidad personal si cabe.<br />
“¿Qué es la nación?” es una rancia pregunta –piénsese en el homónimo<br />
libro de Renan–, y de complicada respuesta, que fácilmente aboca a fórmulas<br />
estereotipadas. La nación puede circunscribirse, a título provisional, como<br />
una entidad histórica que dura en el tiempo y se dilata en el espacio, con un<br />
origen o surgimiento concreto que se narra en un mito o una historia con un<br />
mayor o menor fundamento en la realidad acaecida.<br />
De la misma forma que el origen de Roma se nos transmite en un mito<br />
que narra cómo los hermanos gemelos Rómulo y Remo fundaron la ciudad,<br />
así también se sitúa el acta fundacional de América con la arribada a sus costas<br />
de protestantes sectarios a bordo del “Mayflower”: los sedicentes primeros<br />
pobladores de los EE.UU., que, como se sabe, no fueron los primeros ni<br />
los más emprendedores. En un caso, el marco espacial son las orillas del<br />
Tíber, en el otro, la costa oriental atlántica de Norteamérica.<br />
La nación está ligada a una raza o una etnia. No importa que en un principio<br />
haya habido varias razas o pueblos, lo importante es que en el origen<br />
se haya dado una homogeneidad, o mejor dicho, que se crea que haya habido<br />
tal homogeneidad étnica o racial, como se expresa en los mitos fundadores<br />
de las naciones. Si en el caso de Roma son los latinos los que se afirman<br />
frente a los etruscos y a otros pobladores del Lacio, en el caso norteamericano<br />
se trata de emigrantes ingleses practicantes de una religión concreta, diversos,<br />
por ejemplo, de los holandeses allí asentados. A estos ingleses del<br />
protestantismo sectario del XVII se remontan los actuales portadores de la<br />
nación americana. En una nación hay en el pasado original unos antepasados<br />
fundadores de los que descienden de alguna manera los actuales portadores<br />
de la nación. Ésta es como una cadena de mayores y de descendientes<br />
todos ellos unidos desde el pasado y proyectados a la vez hacia el futuro.<br />
En origen se toman unas decisiones, se cristaliza una visión del mundo,<br />
una forma concreta de cotidianidad y una religión, de tal modo que queda<br />
prefigurada ya una vía por la que discurrirá el proceso histórico o se realizará<br />
su misión histórica.<br />
168 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Entre las coordenadas temporales de pasados ancestros, presentes o coetáneos<br />
y futuros o descendientes, evoluciona, pues, la entidad nacional como<br />
una entidad particular organizada en que un grupo humano se articula para<br />
formar una comunidad. Esta comunidad es tal no sólo por una convivencia<br />
o contigüidad espacial, sino sobre todo por seguir unas leyes y principalmente<br />
por entender de una forma distinta el conjunto de las cosas, todo lo<br />
cual se sedimenta en lo que se da en llamar cultura.<br />
Esta definición de nación, a la que se suma ciertamente Huntington no<br />
soluciona del todo la gran cuestión acerca de lo que es la nación. Para el historiador<br />
Federico Chabod la nación es también un hecho espiritual, pero<br />
susceptible de ser interpretado de dos maneras bien diversas.<br />
Por un lado, la nación posee un origen étnico, ya que una raza o un<br />
pueblo concreto expresan un sentir común de las cosas que se vertebra en<br />
una forma concreta del espíritu: es la idea de nación de Herder como comunidad<br />
étnica 5 . Por otro lado, está la nación como expresión de la voluntad<br />
general: es la idea de Rousseau 6 . Sobre estos dos pilares se asienta<br />
la cultura.<br />
Volvamos al caso americano. Alexis de Tocqueville no fue el primero,<br />
pero sí ha sido el pensador político que ha legado el mejor retrato fisiognómico<br />
de la nación americana, al haber sabido recoger y trazar las leyes, costumbres,<br />
usos, ideas y creencias a través de las cuales se revela inconfundible<br />
la esencia de la nación americana, en su famoso libro De la démocratie en Amérique<br />
de 1835 7 . Aquí se demuestra una vez más cómo un perspicaz foráneo<br />
es capaz de ahondar en las profundidades y recónditos recovecos de una nación,<br />
previa observación concienzuda de los fenómenos. Para el joven jurista<br />
francés enviado por su gobierno para estudiar in situ el sistema penal norteamericano<br />
lo importante es la dimensión política de la sociedad junto a los<br />
usos y costumbres, pero apunta que en este caso de tal modo están unidas<br />
5 Federico Chabod: L ‘idea di nazione, Laterza, Bari, 1961, pág. 68.<br />
6 Ibídem, pág. 70.<br />
7 Alexis de Tocqueville: De la démocratie en Amérique, introducción de Harold Laski (2 volúmenes),<br />
en Oeuvres, papiers et correspondances, edición dirigida por J.P. Mayer, Gallimard, 1951.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 169
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
costumbres y leyes que lo que se llama democracia define tanto el sistema<br />
político cuanto las costumbres mismas.<br />
¿Qué es lo que llama la atención de Tocqueville? La igualdad de condiciones.<br />
Este hecho determina, a su parecer, la marcha de la sociedad misma<br />
por completo, impregnando de su espíritu la forma de gobierno: no es un objetivo<br />
al que apunten las leyes, sino el punto de partida 8 . Y este punto de partida<br />
que constituye la base de la democracia americana se inscribe en un<br />
proceso histórico universal, casi como un don de la providencia, al que han<br />
contribuido todos los hombres. Es en este país donde se asiste al triunfo imparable<br />
de esta revolución 9 .<br />
De este germen democrático fueron los portadores todos los emigrantes<br />
europeos, y no sólo los anglosajones, porque a todos les son comunes dos<br />
notas decisivas: la carencia de una idea de superioridad al abandonar sus respectivas<br />
patrias y la situación dolorosa y desgraciada de la emigración marcada<br />
por la pobreza. A su entender, la aristocracia territorial europea no<br />
emigró al nuevo continente.<br />
Como todo esto es común a otros territorios americanos, Tocqueville<br />
advierte que el fermento cultural del que germinó la sociedad americana<br />
fue el puritanismo o el protestantismo sectario de la Inglaterra del XVII,<br />
mientras que el tejido social era urdido por la clase media. La homogeneidad<br />
étnica y religiosa inicial marcó desde el inicio el desarrollo de la nación<br />
10 .<br />
La libertad de prensa así como en general la libertad de expresión descansan<br />
jurídicamente en la propia Constitución americana, que sitúa la so-<br />
8 Ibídem, I 1: “Entre los objetos nuevos que, durante mi estancia en los Estados Unidos, han<br />
atraído más mi atención no ha habido otro que me haya impresionado más vivamente que la<br />
igualdad de condiciones. Sin esfuerzo descubrí el maravilloso influjo que ejerce este hecho<br />
sobre la marcha de la sociedad; le confiere al espíritu público una determinada dirección o un<br />
determinado sesgo a las leyes, a los gobiernos, nuevas máximas, y a los gobernados, hábitos<br />
peculiares”.<br />
9 Ibídem, I 4.<br />
10 Ibídem, I 34.<br />
170 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
beranía en el pueblo, ya que “la soberanía del pueblo y la libertad de prensa<br />
son, pues, cosas por entero correlativas” 11 .<br />
¿Dónde estriba la trabazón de uno y otro elemento? Si la soberanía radica<br />
en el pueblo y éste se concibe como un conjunto de ciudadanos o individuos,<br />
cada uno de ellos aspiraría a expresarse libremente. Ahora bien, Tocqueville<br />
observa que en la democracia la mayoría ejerce un imperio absoluto al que<br />
nada se puede resistir; es el origen de esta forma de gobierno, pero también<br />
una vía abierta a la tiranía 12 .<br />
¿Es el ideario político así presentado en verdad el elemento aglutinador<br />
de la nación? O si se prefiere, siguiendo el discurso tocquevelliano, ¿son las<br />
leyes de una nación los elementos que la vertebran? En el caso de los EE.UU.<br />
parece haber tres posiciones básicas contrapuestas entre sí.<br />
Una primera opinión, la política, como la presenta Huntington, sostiene<br />
que la serie de principios políticos básicos reflejados en la Constitución, esto<br />
es, el llamado “credo americano”, constituye la base de la nación con total<br />
exclusividad. En su voluminoso libro sobre la cuestión negra el economista<br />
sueco Myrdal estudia especialmente las creencias, estimaciones e ideas de<br />
la población blanca americana sobre la población negra 13 , pero advierte<br />
también sobre la estridente diversidad dentro de la nación americana con<br />
sus gentes oriundas de tan diversas tierras y naciones del mundo. En medio<br />
de este caos racial y cultural avasallador cree haber divisado un elemento<br />
unitario: una homogeneidad estimativa y dóxica que se condensa en lo que<br />
llama “ethos social” o “credo político” y que es, en suma, lo que confiere<br />
unidad y uniformidad a la nación americana 14 . Éste comprende como “ar-<br />
11 Ibídem I 187.<br />
12 Ibídem I 263: “Lo que más le critico al gobierno democrático, tal como ha sido organizado en<br />
los Estados Unidos, no es, como muchos suponen en Europa, su debilidad, sino, por el contrario,<br />
su fuerza irresistible, Y lo que más rechazo produce en mí de América no es la libertad<br />
extrema que allí reina, sino las pocas garantías que ahí se dan contra la tiranía”.<br />
13 Gurmar Myrdal: The American Dilemma. The Negro Problem and Modern Democracy, Harpers &<br />
Brother, Nueva York/Londres, 1944.<br />
14 Ibídem, pág. 2: “Es difícil eludir la valoración de que este credo americano es el cemento en<br />
la construcción de esta gran dispar nación”.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 171
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
tículos de fe” –siguiendo la metáfora religiosa empleada– la dignidad de la<br />
persona, la igualdad, la justicia y la igualdad de oportunidades. Además de<br />
identificar llanamente el ethos social americano con unos principios políticos,<br />
vástagos innegables de la Ilustración europea del XVIII, Myrdal hace<br />
extensivos estos ideales americanos a toda la humanidad. Este rapto de clara<br />
prosapia wilsoniana y rooseveltiana en pleno fragor de la II Guerra Mundial<br />
cesa en cuanto Myrdal y sus colaboradores del voluminoso bártulo se<br />
ponen a analizar el llamado problema negro y otros elementos apenas reflejados<br />
en ese credo americano.<br />
¿Cabe definir una nación sólo en términos políticos en general, esto es,<br />
según un sistema político vigente en un momento histórico por muy dilatado<br />
que éste sea? Esta pregunta tan importante no se la plantea Huntington,<br />
quien, sin embargo, procede a criticar la segunda posición. Pero no<br />
parece conveniente esquivarla. Hay que plantear esta cuestión, aunque sólo<br />
sea en sus grandes líneas. Una ojeada somera a la historia de las naciones,<br />
desde sus balbuceos hasta la época en que se consolidaron y evolucionaron<br />
ya con firmeza, basta para deshacer tal hipótesis. Roma nació como<br />
monarquía, pasó, tras deshacerse del dominio etrusco, a ser una república<br />
aristocrática, que con el transcurso del tiempo y como consecuencia de las<br />
luchas entre patricios y plebeyos fue adquiriendo rasgos cada vez más democráticos<br />
entre guerras civiles y dictaduras hasta, por fin, llegar a un principado<br />
o monarquía de nuevo cuño (la fórmula encontrada por Augusto<br />
para salir de la espiral de guerras civiles y que se perpetuó durante cuatro<br />
siglos más, apenas alterada.) Con todo, algo que sí permaneció inalterado<br />
o se creyó con firmeza en que así fue, fueron las leyes del pueblo romano,<br />
que, una vez fijadas en las Leyes de las XII Tablas, siguieron siendo válidas,<br />
si bien modificadas y ampliamente desarrolladas, hasta la disolución del<br />
imperio romano.<br />
En definitiva, la nación como entidad histórica parece constituir un fenómeno<br />
con una variable Constitución política.<br />
Se alza una segunda opinión que hace de América una nación de emigrantes,<br />
una yuxtaposición de pueblos distintos. Por lo menos es trazable<br />
esta tesis hasta Roosevelt y Kennedy, ambos presidentes salidos del partido<br />
172 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
demócrata, pero la expresión intelectual más cabal se puede encontrar en el<br />
sociólogo Robert Bellah, pero con matices críticos:<br />
“Todos los americanos salvo los indios son inmigrantes o descendientes<br />
de inmigrantes, mas no todos los inmigrantes han tenido la misma acogida.<br />
El modo en que han sido tratados los diferentes grupos y el lugar que cada<br />
uno ha encontrado dentro de la comunidad nacional es indicador distintivo<br />
de la distancia entre los valores americanos y la práctica, y entre la pretensión<br />
de ser una comunidad universal y la realización actual” 15 .<br />
Esta idea se sublima en el mito de una América convertida en refugio de<br />
perseguidos, con el corazón abierto a todos los afligidos y oprimidos del<br />
mundo. A su entender, el proceso de americanización fue un proceso guiado<br />
por la cultura y la etnia anglosajonas.<br />
En vez de analizar la íntegra argumentación compleja de Bellah, Huntington<br />
prefiere centrarse en la tesis primera. A ésta le opone la distinción primordial<br />
entre colonos (settlers) e inmigrantes. Mientras que los primeros<br />
han abandonado su país de origen en grupo para fundar una nueva comunidad<br />
en un territorio lejano y no habitado o escasamente poblado, con un<br />
programa o ideario concreto de proyecto social, político o religioso, el inmigrante,<br />
lejos de querer fundar una nueva comunidad, se incorpora a una<br />
comunidad preexistente. Para Huntington el núcleo cultural de América lo<br />
constituyen los colonos de los siglos XVII y XVIII, afectos a una cultura definida<br />
básicamente por valores religiosos protestantes, con una ética del trabajo<br />
(Max Weber), con un idioma: el inglés, así como con tradiciones legales,<br />
usos y costumbres también ingleses: “A partir de esta cultura desarrollaron<br />
los colonos, durante los siglos XVIII y XIX, el credo americano con sus principios<br />
de libertad, igualdad, individualismo, gobierno representativo y propiedad<br />
privada. Las generaciones siguientes fueron asimilándose a la cultura<br />
de los colonos fundadores, contribuyendo a ella y modificándola, pero sin<br />
cambiar sus fundamentos” 16 .<br />
15 a Robert N. Bellah: The Broken Convenant; American Civil Religion in Time of Trial (1971), 2 ed.,<br />
University of Chicago Press, 1992, pág. 88.<br />
16 Samuel P. Huntington, Who are we?, págs. 40-41.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 173
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
Examinadas las cosas más de cerca, resulta que la serie de principios<br />
políticos recogida en el credo americano se origina en una sociedad concreta<br />
de colonos anglosajones con elementos holandeses y alemanes, con<br />
una religión cristiana de raigambre protestante, pero a partir de 1820 y<br />
hasta 2000 el flujo enorme de inmigrantes, que ascendió a un total de 66<br />
millones, ha modificado substancialmente el origen étnico primigenio de<br />
los pobladores.<br />
Mas no cabe duda de que en el caos americano el elemento ideológico<br />
procede del mundo cultural y forma parte integrante de la identidad nacional.<br />
¿Cómo ocurre esto?<br />
En 1776 una parte significativa de la población de las colonias británicas<br />
de Norteamérica se decide a rebelarse abiertamente contra el gobierno británico,<br />
que con sus crecientes exacciones agravaba por momentos la situación<br />
económica de sus súbditos americanos. Como en ambos lados lucharon<br />
anglosajones protestantes, la identidad de la nueva nación naciente en lucha<br />
con la metrópolis no podía descansar ni en la raza o etnia ni en la religión<br />
ni, en fin, en la cultura, sino en un elemento que desuniese a ambas facciones<br />
entre sí: la componente política e ideológica. Las ideas de la Ilustración<br />
de la soberanía popular, libertad e igualdad se plasmaron en el ideario político<br />
que configuró el núcleo de la declaración de independencia americana.<br />
A pesar de todo, este elemento ideológico no agota la identidad nacional.<br />
El llamado patriotismo político o constitucional (Verfassungspatriotismus)<br />
es un producto típico del siglo XX por el que segmentos de las minorías intelectuales<br />
dirigentes de una nación declaran que la identidad de ésta tiene<br />
que definirse en términos meramente políticos de democracia liberal, sin importar<br />
elementos culturales, usos y costumbres, elementos étnicos, religiosos<br />
o económicos. ¿Es la nación una agrupación de ciudadanos que respetan<br />
una Constitución política? Ciertamente no cabe reducir lo cultural o conjunto<br />
de “valores” que importa una nación a la Constitución política, por<br />
más que armonice la cultura nacional con la Constitución política vigente.<br />
Esta tesis unilateral sólo puede basarse en un Estado donde la homogeneidad<br />
cultural étnica, religiosa y lingüística no esté dada, es decir, en un Estado<br />
multicultural.<br />
174 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Así, Jürgen Habermas aboga sin ambages por una ciudadanía democrática<br />
que no esté enraizada en la identidad nacional de un pueblo y se oriente por<br />
principios democráticos generales 17 . De esta forma la nación se convertiría en<br />
una mera armazón jurídica capaz de crear por su neutralidad cultural un espacio<br />
libre y seguro en que los ciudadanos en calidad de miembros de diversas<br />
comunidades nacionales y entidades culturales pudieran desenvolverse<br />
con libertad. El patriotismo dejaría de ser el sentimiento de pertenencia a una<br />
entidad nacional patria para convertirse en el sentimiento de adhesión a una<br />
Constitución democrático-liberal. Es la utopía republicana revolucionaria desvinculada<br />
de las tradiciones nacionales y adscrita a un universalismo.<br />
En esta concepción ahistórica de la nación se quiere olvidar que la vida<br />
de la nación no está exenta de estas componentes ya mencionadas. La lógica<br />
de esta argumentación política aboca a la negación de las naciones y a la<br />
afirmación de una forma vaga de federalismo o de imperialismo.<br />
Un patriotismo de estas características está mutilado. Por eso Huntington<br />
insiste con razón en el elemento cultural como vertebrador de una nación.<br />
Sin ampararse en un concepto de cultura 18 procede sin más a delimitar semánticamente<br />
la médula cultural (cultural core) de la nación americana, su<br />
cultura dominante (mainstream culture), que es compatible con culturas<br />
subordinadas e incluso con entidades transnacionales basadas en elementos<br />
tales como la raza o la etnia, la religión, una clase social, etc.<br />
Según Huntington, el núcleo cultural de la nación americana está constituido<br />
por la cultura angloprotestante dominante desde los colonos funda-<br />
17 Jürgen Habermas: Faktizität und Geltung: Beiträge zur Diskurstheorie des Rechts und des<br />
demokratischen Rechtsstaates, Suhrkamp, Frankfurt am Main,1992, pág. 643.<br />
18 Tampoco lo hizo en su The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon &<br />
Schuster, Nueva York, 1996, pág. 40 y sig., al circunscribir el concepto de civilización, que se<br />
basa en el concepto de cultura. Sin entrar en el concepto aún más problemático de civilización<br />
hay que consignar que el elemento básico de ésta lo sitúa en la religión (págs. 42 y 47). Siguiendo<br />
a Oswald Spengler ya Leo Frobenius acepta la teoría del paideuma, proceso por el cual<br />
la cultura recoge y admite en su seno, transfigurándolos, elementos exógenos prestados de<br />
otras culturas (pág. 76). Para Leo Frobenius: Umrisse einer Kultur- und Seelenlehre, Beck, Munich,<br />
1921 (ahora en su tercera edición, Eugen Diederichs, Düsseldorf, 1953, pág. 20), la génesis<br />
de la cultura es una producción del alma; el alma de una cultura se expresa en la cultura<br />
material y en la vida del espíritu.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 175
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
dores y caracterizada por la lengua inglesa, el ideario religioso del protestantismo<br />
sectario desterrado de Inglaterra, usos y costumbres, legislación y<br />
organización política ingleses, así como otras formas culturales tales como<br />
la filosofía, la literatura, el arte y la música también de cepa inglesa 19 .<br />
En la época de la colonización, además, se mantuvo una cierta unidad étnica<br />
por ser la mayoría de los colonos de origen inglés, aunque hubiese un<br />
fuerte grupo holandés radicado en lo que fue Nueva Ámsterdam y una nutrida<br />
población de inmigrantes alemanes en Pennsylvania, mas olvidando la<br />
población esclava de origen africano excluida de lo político. Aunque esa inicial<br />
homogeneidad étnica se fue disolviendo con la afluencia sucesiva de<br />
otros emigrantes norte-europeos, sin olvidar el flujo humano procedente de<br />
Asia, el grupo angloprotestante hegemónico troqueló con su impronta cultural<br />
y sus valores derivados a los nuevos inmigrantes, que asumieron los<br />
nuevos patrones culturales 20 .<br />
Algunos han afirmado que América fue fundada como una sociedad liberal<br />
en el sentido de John Locke o de la Ilustración, sugiriendo con ello<br />
un origen político de carácter abstracto para la nación americana, cuando,<br />
en realidad, al parecer de Huntington, fue del magma cultural protestante<br />
puritano de donde surgieron esas ideas liberales 21 .<br />
En esta otra vertiente y origen de la identidad americana se cristaliza y se<br />
consolida el mito religioso en tomo a “a town upon a hill”. El puritano John<br />
Wintrop (1588-1649) pronunció a bordo de un barco que surcaba la bahía<br />
de Salem, poco antes de desembarcar en aquellas tierras, una homilía titulada<br />
“Un modelo de caridad cristiana”, en que entre otras cosas profesaba la firme<br />
19 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 59: “América ha tenido siempre una plétora de subculturas;<br />
también ha tenido una cultura angloprotestante dominadora de la que ha sido partícipe<br />
la mayor parte de sus gentes, fueren de las subculturas que fueren. Pues, durante casi dos<br />
siglos esta cultura de los colonos fundadores ha sido básica y la componente permanente de<br />
la identidad americana, Uno no tendría más que preguntarse: ¿sería América lo que hoy es si<br />
en los siglos XVII y XVIII hubiese sido colonizada no por protestantes británicos, sino por católicos<br />
franceses, españoles o portugueses? La respuesta es no: no sería América, sino Québec,<br />
Méjico o Brasil”.<br />
20 Ibídem, pág. 61.<br />
21 Ibídem, pág. 62.<br />
176 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
esperanza de fundar en la nueva tierra “una ciudad sobre la colina”, es decir,<br />
una sociedad basada en la religión cristiana, entiéndase: protestantismo. Este<br />
hecho y la importancia indiscutible del elemento puritano han servido a muchos<br />
para hablar de una fundación religiosa de la nación americana; pero no<br />
pueden despreciarse, por otra parte, otros elementos como el comercial, que<br />
fueron determinantes en la colonización británica de América y en la forja<br />
de la identidad de la nación americana, de la que Tocqueville alabó con razón<br />
su exacerbado sentido comercial.<br />
Este protestantismo fue caracterizado por la disidencia, pero en algunas<br />
colonias predominó una forma aún más radical: “la disidencia del disenso”,<br />
como ya había advertido Edmund Burke 22 . Se trata de la incesante multiplicación<br />
de sectas y movimientos disidentes, a su vez, de esas sectas transplantadas<br />
de la metrópolis. Esta proliferación sectaria cuajó y se acrecentó<br />
en un ambiente templado por el fervor y el entusiasmo religiosos. Esto hizo<br />
que el protestantismo jamás fuese un bloque monolítico homogéneo, sino un<br />
conglomerado de sectas divididas, a su vez, en otras hasta el punto de que<br />
la religión se ha convertido en una cuestión privada, creándose un espacio<br />
para que se desarrollasen otras religiones y credos aportados por los sucesivos<br />
aluviones migratorios. Y, sin embargo, este protestantismo disidente aún<br />
activo sigue siendo un fermento esencial de la sociedad americana.<br />
§ 2. EL CREDO AMERICANO<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
La heterogeneidad racial y religiosa, así como las desigualdades sociales y<br />
económicas en la nación americana han llevado a algunos estudiosos a buscar<br />
un denominador común en algo distinto de la cultura anglosajona. El ya<br />
mencionado economista sueco Gunnar Myrdal acuñó y divulgó el término<br />
22 Edmund Burke: Speech on the Conciliation of America, en Selected Works, edited with introduction<br />
and notes by E.J. Payne, Clarendon Press, Oxford, 1904, vol. 1, pág. 181: “The religion<br />
most prevalent in our northern colonies is a refinement on the principIes of resistence: it is the<br />
dissidence of dissent, and the protestantism of the protestant religion”. La famosa expresión<br />
de Burke dice tomarla Huntington de Reflection on the Revolution in France (Who are we?, pág.<br />
64). Este error es, en realidad, una excepción en su documentadísimo estudio, caso raro en la<br />
bibliografía anglosajona, por lo visto, reacia a citar.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 177
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
“credo americano”, de inconfundible connotación religiosa para denominar<br />
el ethos político y social común a todos los americanos. Este credo americano<br />
se define como la creencia “en la dignidad básica del ser humano individual,<br />
en la igualdad de derechos inalienables como la libertad, la justicia y<br />
la oportunidad justa (a faire opportunity, que es evidente que nada tiene que<br />
ver con la igualdad de oportunidades 23 )”. Esta fórmula recogida por Myrdal<br />
fue ya observada y comentada por Tocqueville, pero remite, en última instancia,<br />
a la declaración de independencia.<br />
Aunque el tenor del credo no parece haberse alterado esencialmente durante<br />
más de doscientos años, se pueden espigar nuevas reformulaciones que<br />
subrayan éste o aquel extremo y remodelaciones semánticas nada irrelevantes,<br />
como la reconducción semántica de “oportunidad justa” a “igualdad de<br />
oportunidades”. Pero por más que se subraye el elemento ilustrado y racionalista,<br />
esto no es óbice para reafirmar, como hace Huntington, las raíces religiosas<br />
de las ideas sobre la ley natural y la ley común, la tesis de la limitación<br />
de la autoridad estatal, así como las nociones básicas del derecho inglés, que<br />
hicieron que esas ideas germinasen y creciesen, proliferando en un terreno<br />
ya abonado por ellas 24 .<br />
Sin embargo, este “credo americano”, sucedáneo político del protestantismo<br />
y de la Ilustración, no se corresponde exactamente con lo que es la sociedad<br />
americana, sus usos y sus costumbres, a menudo divergentes de ese<br />
ideario. Este ethos americano no se adecua, por lo tanto, a lo que es el credo<br />
americano, si bien sea en gran medida un sedimento habitual del protestantismo,<br />
como puede certificarse en dos de sus rasgos más sobresalientes: feroz<br />
individualismo radicado en la idea de la responsabilidad moral individual, y<br />
la llamada ética del trabajo en su fórmula weberiana archiconocida, según la<br />
cual con el trabajo de cada uno se va librando el presente y el porvenir, mientras<br />
que la holgazanería y la pereza se tienen por vergonzosas e incluso por<br />
23 Gunnar Myrdal; The American Dilemma, pág. 3.<br />
24 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 68: “El credo americano es la creación sin par de la<br />
cultura protestante disidente. La amplitud, el fervor y la continuidad con que los americanos se<br />
han adherido a este credo dan testimonio de que es una parte imprescindible de su carácter<br />
e identidad nacionales”.<br />
178 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
pecaminosas. Baste con estos apuntes que esbozan la tesis más plausible en<br />
mi opinión de que en modo alguno el “credo americano” agota el ethos nacional<br />
americano.<br />
§ 3. RELIGIÓN Y NACIÓN<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
En la historia de la humanidad se advierte que el fenómeno de la religión se<br />
da unido a un determinado grupo humano, a una cultura o a una nación.<br />
Hay, pues, una ligazón esencial entre pueblo o nación y religión: los dioses<br />
son los dioses propios de un pueblo, distintos de los demás dioses protectores<br />
de sus otros pueblos. Con pensar sólo en el pueblo de Israel como portador<br />
de una peculiar religión delimitada netamente de las demás religiones<br />
de los pueblos del entorno en el primer milenio antes de nuestra era, se puede<br />
ilustrar este fenómeno de la adscripción de una religión a un pueblo determinado.<br />
Esto no quiere decir que la religión sea un producto de las fuerzas<br />
cohesivas del grupo humano, como aseveran las aproximaciones sociologistas<br />
de Durkheim y sus seguidores.<br />
En el caso americano no se puede hablar de una religión peculiar ligada al<br />
pueblo, ya que se trata de un cristianismo transplantado a un nuevo suelo; sin<br />
embargo, este cristianismo singular abraza un conjunto de sectas protestantes<br />
de acusada diversidad entre sí, pero unidas por su oposición al anglicanismo,<br />
con unos rasgos mesiánicos y quiliásticos muy pronunciados. Se distinguen<br />
cuatro grandes movimientos de despertar religioso (awakening) en el protestantismo<br />
americano que preparan el terreno a otros acontecimientos políticos:<br />
1) El primer gran despertar evangélico de 1730-1750 prendió en todas las<br />
colonias y convocó a todos a un nuevo renacer en Cristo. De esta forma<br />
se verificó un movimiento de masas amplio y unificado por encima de las<br />
razas y de las sectas protestantes.<br />
2) Un segundo gran despertar religioso con un carácter marcadamente reformista<br />
que repercutió también en el terreno social y político, y del que<br />
brotó el abolicionismo, sacudió EE.UU. entre 1820 y 1840. Así se abonó<br />
el terreno para la guerra civil entre los Estados norteños y los sureños, esclavistas.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 179
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
3) En 1890 se pone en marcha un nuevo movimiento religioso con un acusado<br />
carácter social y político como reacción a los problemas de la industrialización<br />
y del monopolismo.<br />
4) El cuarto movimiento es el del llamado protestantismo evangélico, que se<br />
produjo entre 1950 y 1970, y que originó un movimiento contra la segregación<br />
racial y las clases dirigentes establecidas.<br />
Aunque la Constitución elimina las alusiones a Dios y a la Providencia,<br />
menciones religiosas que aparecen, sin embargo, en la Declaración de Independencia,<br />
la naciente nación americana se consideró como una especie<br />
de república protestante. Así pues, el cristianismo forma parte del ethos<br />
americano, como se reconoce en multitud de expresiones del ser americano<br />
desde los inicios de la república hasta bien entrado el siglo XX. Estas<br />
autoafirmaciones de cristianismo son mucho más abundantes que en otras<br />
naciones europeas y americanas, pero en el siglo XIX el liberalismo político<br />
con sus raíces en la Ilustración de finales del XVIII había clavado una<br />
cuña profunda entre el ethos nacional eminentemente cristiano de las naciones<br />
europeas y el Estado. No es de extrañar que un observador tan aquilatado<br />
como el joven Tocqueville, salido ya de un entorno liberal y adverso<br />
a la iglesia católica, se sorprendiese de tal hecho.<br />
Como Huntington señala, el cristianismo sigue siendo un elemento<br />
substancial que no ha sido modificado por la masiva inmigración posterior<br />
a la fundación, ya que esta religión define aún hoy a una gran parte de esos<br />
inmigrantes. Pero a cualquier observador le parecería digno de preguntarse<br />
si tiene un influjo constitutivo en la configuración del ethos americano.<br />
Contentarse con afirmar un sometimiento del catolicismo a los patrones<br />
protestantes puritanos es poco menos que arriesgado y desde luego nada<br />
probado, y afirmar de paso que los inmigrantes católicos tiendan a convertirse<br />
al protestantismo evangélico es poco menos que irrisorio a tenor<br />
del creciente número de católicos. Esto hace que el cristianismo protestante<br />
deje de ser como tal dominante, y no sólo por el ascenso del catolicismo.<br />
Hay un cierto fenómeno que corre parejo a la indudable secularización y<br />
que se ha venido en llamar religión civil, término que se remonta a Marco<br />
180 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Terencio Varrón con su “theologia civilis” 25 y que adquiere carta de naturaleza<br />
conceptual precisa en Rousseau. Este rancio concepto lo aplica Robert Bellah<br />
al caso americano para definir la forma cuasi religiosa que adoptó la república<br />
americana, eludiéndose así una definición concreta de Dios y de los<br />
dogmas y creencias peculiares de cada variante del cristianismo. Esta religión<br />
civil americana consiste en un sistema de creencias y de actos que, a juicio<br />
de Huntington, se condensan en cuatro elementos constitutivos:<br />
1) La forma de gobierno se basa en la creencia en Dios o en un ser supremo.<br />
2) Los americanos son el pueblo elegido por Dios.<br />
3) Unos rituales políticos imbuidos de cristianismo.<br />
4) Secularización de las fiestas, en que el pueblo organizado políticamente celebra<br />
a la nación y a su Dios.<br />
§4. LA FORMACIÓN DEL ETHOS NACIONAL Y LA FORJA DE LA NACIÓN<br />
El ethos nacional nace, se desarrolla, se transforma y desaparece como la<br />
nación misma. No es ciertamente una entidad “substancial” invariable o permanente.<br />
Hasta ahora sólo se ha delimitado muy someramente el ethos de<br />
la nación americana, pero ¿cómo es la génesis del ethos de la nación? ¿Cómo<br />
surge el hecho nacional mismo?<br />
Toda nación surge de un magma en otra nación o entidad histórica, dentro<br />
de un horizonte cultural preciso. Así, una parte de estos grupos humanos,<br />
aun compartiendo con los demás notas comunes: raza, etnia, religión, lengua,<br />
cultura…, puede segregarse del resto, al tomar otras notas distintivas y<br />
separativas. Así como Roma fue escindiéndose de los demás pueblos latinos<br />
y de los etruscos, así también la nación americana, primero encuadrada en la<br />
cultura británica, se segregó de ésta pese a compartir con ella notas comunes.<br />
Al parecer, a partir de 1740, tras el primer despertar religioso y la Guerra<br />
de la Oreja de Jenkins (1739-1742), mas sobre todo en la lucha contra los<br />
franceses e indios al lado de los británicos, fue forjándose una conciencia<br />
25 San Agustín, De la ciudad de Dios, lib. VI, cap. 5: CSEL XL, 1, pp. 278-280 ed. Hoffmann.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 181
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
unitaria de todos los colonos. De esto se infiere que la guerra fue el aglutinador<br />
de los colonos norteamericanos. No hay que olvidar en general que<br />
en la guerra la comunidad nacional se une de una forma máxima en el esfuerzo<br />
bélico en un acto supremo de autoafirmación frente a los otros: así se<br />
fortalece el sentimiento de comunidad nacional hasta la exacerbación 26 .<br />
Pero lo que encendió la mecha de la rebelión fue la presión fiscal y la represión<br />
británicas de la resistencia de las colonias a financiar las consecuencias<br />
desastrosas de la “victoriosa” Guerra de los Siete Años (1754-1763 sic!).<br />
Pero ni la guerra ni la declaración de independencia ni el régimen republicano<br />
instaurado y duradero hicieron que el concepto de nación se utilizase<br />
para circunscribir esa nueva realidad de tanta complejidad política: una federación<br />
de estados independientes. Puede decirse que es con el fin de la<br />
guerra civil cuando se elimina la división de los estados, se robustece el gobierno<br />
federal y surge propiamente lo que se conoce como nación americana,<br />
que se consolida y se propaga en la historiografía nacional desde el último<br />
tercio del XIX 27 .<br />
A juicio de Huntington, pueden distinguirse tres concepciones vigentes<br />
aún sobre la nación americana. Héctor Saint Jean de Crévecoeur definió la<br />
nación americana como un crisol (melting pot) de todas las naciones que se<br />
funden en una raza de hombres con una nueva forma de vida. Según esta primera<br />
concepción, América será una amalgama de diferentes naciones que se<br />
funde en un molde nuevo.<br />
Frente a esta concepción se levanta otra que subraya el lugar eminente de<br />
la cultura anglosajona convertida en el patrón por el que son medidos los inmigrantes<br />
y al que éstos se esfuerzan en asimilarse.<br />
26 Esta idea la confirma también para el caso americano Samuel P. Huntington, Who are we?, pág.<br />
136: “La I Guerra Mundial incitó al reforzamiento de la relevancia de la identidad nacional frente<br />
a otras identidades. La identidad nacional alcanzó su cumbre, empero, en la II Guerra Mundial,<br />
cuando las identidades de raza, etnia y clase estaban subordinadas a la lealtad hacia la nación[...]<br />
Como hemos visto, la II Guerra Mundial hizo aumentar el significado de la componente<br />
ideológica de la identidad americana, dejando expedito el camino para llegar finalmente a las<br />
definiciones legales, étnicas y raciales de esa identidad”.<br />
27 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 124.<br />
182 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
De más reciente cuño es la teoría que destaca el pluralismo nacional, la<br />
diversidad de culturas dentro de la nación americana haciendo de los EE.<br />
UU. una suerte de imperio austro-húngaro. Por un lado, contradice la idea<br />
de una cultura dominante y rechaza la concepción del crisol de pueblos, al<br />
recalcar la diferencia frente a toda política asimilatoria.<br />
Estas tres concepciones pueden valer también como concepciones generales<br />
sobre lo que es una nación y su Constitución. Huntington se inclina por<br />
la segunda concepción, que fija la identidad nacional en un patrón cultural dominante<br />
determinado por lo anglosajón. Esta concepción de la nación se ve<br />
amenazada por diversos fenómenos, entre ellos, y ante todo, por la creciente<br />
importancia del concepto de identidad subnacional, de acuerdo con las tendencias<br />
de pensamiento multiculturalista que dividen la nación americana en<br />
grupos raciales, etnias y unidades culturales autónomas con una identidad<br />
bien diferenciada de los demás 28 . En efecto, la ideología multiculturalista “desmonta”<br />
la idea de una nación homogénea y la substituye por la idea de una<br />
nación compuesta de diversos grupos heterogéneos y sin cultura dominante.<br />
La segunda amenaza procede del cuestionamiento creciente del inglés<br />
como lengua con exclusividad oficial. En primer lugar, he de señalar que,<br />
como las ideas y las creencias comunes en una nación deben expresarse en<br />
alguna lengua, a menudo se ha querido ver que la nación se funda en un<br />
idioma concreto expresivo de la concepción nacional del mundo. Sin duda,<br />
la lengua vehicula la expresión de esos valores fundadores de la nación, vertebra<br />
la experiencia nacional. De esta forma Huntington ve en el inglés el elemento<br />
nuclear de la nación americana en que se expresa y vive la cultura<br />
anglosajona preponderantemente 29 , y esto es así con el beneplácito, ya que<br />
todos los referenda para hacer oficial el uso del inglés, incluso en regiones<br />
con mayoría inmigrante, resultaron síes, pese a que las élites se opusieron a<br />
la oficialidad exclusiva del inglés.<br />
No cabe duda de que una nación o un imperio, como comunidades intersubjetivas<br />
de comunicación, precisan, por lo pronto, un medio en que,<br />
28 Michael Walzer: What means to be American, Nueva York, 1992.<br />
29 Samuel P. Huntignton, Who are we?, pág. 158.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
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ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
por una parte, se expresen los valores y la cosmovisión básica de la nación<br />
y, por otro, se produzca una comunicación fluida entre sus miembros. Mas<br />
esta lengua común no impide la subsistencia paralela de otras lenguas menores<br />
por el número de hablantes, pero por ser común debe ser hablada por<br />
todos los nacionales.<br />
Como en los Estados Unidos el español le está disputando la supremacía<br />
al inglés invadiendo ámbitos hasta ahora reservados a éste, Huntington<br />
ve en ello un peligro para esta identidad nacional por él propugnada.<br />
§ 5. LA NACIÓN Y LA INMIGRACIÓN:<br />
EL RETO HISPANO A LA IDENTIDAD NACIONAL<br />
Los flujos migratorios pacíficos o violentos (conocidos como invasiones) son<br />
una constante en la historia de la humanidad. Apenas existen grupos humanos<br />
aislados. También la nación moderna recibe esos flujos migratorios.<br />
Hay dos modos básicos en que el inmigrante se comporta con respecto<br />
a la población que lo acoge: la asimilación o la segregación. Estos modos de<br />
convivencia pueden ser adoptados por el inmigrado o le vienen impuestos.<br />
Mientras que la asimilación lo es a un conjunto de valores sustentados en una<br />
cultura dominante, la segregación es un encapsulamiento frente al entorno<br />
cultural predominante.<br />
En el caso americano predominó el esquema asimilatorio. En general,<br />
este proceso se coronaba con éxito en la segunda generación de inmigrantes,<br />
en gran parte porque tal asimilación era buscada por los inmigrantes, deseosos<br />
de convertirse en ciudadanos americanos 30 .<br />
En líneas generales, pueden señalarse tres épocas diferentes en la inmigración<br />
a los EE.UU. En el primer período, que va de 1820 a 1924, se asistió<br />
a la venida de 34 millones de europeos, que en la primera generación se<br />
30 Ibídem, pág. 191.<br />
184 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
asimilaron sólo parcialmente, mientras que sus descendientes lo hicieron totalmente.<br />
En el segundo período de 1924 a 1965 se restringió ese flujo migratorio,<br />
pero continuó el esquema asimilatorio. Entre 1965 y 2000 se acogió<br />
a 23 millones de inmigrantes procedentes de Hispanoamérica y Asia, pero<br />
en vez de continuar el sistema de asimilación, se relajó notablemente la presión<br />
sobre los inmigrantes para que se convirtieran en americanos. Éste es el<br />
rasgo paradójico de este período. La población hispana se ha resistido con<br />
éxito a la asimilación. ¿Cuáles son las causas de esta “anomalía”?<br />
Aunque Huntington ve la causa última de esta recalcitrancia en la concentración<br />
hispana en diversos territorios y ciudades, haciéndose así más impermeables<br />
a los intentos asimilatorios, no se puede olvidar el fuerte apego a la<br />
cultura patria ni tampoco el hecho de que los hispanos tengan algunos de esos<br />
territorios por suyos en virtud de la historia. A esto se suma la ideología americana<br />
surgida en la década de los sesenta contraria a la americanización de inmigrantes<br />
y favorecedora del multiculturalismo como síntesis de lo americano.<br />
De esta forma, a fuerza de inmigrantes que ilegalmente pasan el Río<br />
Grande o arriban a las costas de la Florida, la minoría hispana se va consolidando<br />
y fortaleciendo: “A mediados del siglo XIX la inmigración estaba dominada<br />
por gentes británicas de lengua inglesa. La inmigración anterior a la<br />
I Guerra Mundial presentaba una gran variedad de lenguas, al incluir muchos<br />
hablantes de italiano, polaco, yiddisch, inglés, alemán y sueco, pero también<br />
de otros idiomas. La inmigración posterior a 1965 se distingue de las anteriores<br />
olas migratorias por hablar casi la mitad un idioma distinto del inglés.<br />
El dominio hispano en el flujo migratorio, como observa Mark Krikorian, “no<br />
tiene precedente en nuestra historia” 31 . Para Huntington este hecho constituye,<br />
recogiendo unas palabras de Clinton referentes al problema de la inmigración<br />
ilegal, una amenaza para la seguridad 32 .<br />
No cabe duda de que el número es decisivo en este nuevo fenómeno de<br />
la inmigración procedente de Mesoamérica, pero la consistencia de esta mi-<br />
31 Ibídem, págs. 224-225.<br />
32 Ibídem, pág. 226.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 185
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
noría en aumento demográfico constante y reacia a la asimilación obedece<br />
a cuatro factores que se resaltan en este estudio:<br />
1) Concentración regional o en núcleos concretos, como los cubanos en<br />
Miami y los centroamericanos al otro lado del Río Grande, de tal forma<br />
que se ha creado a ambas orillas una Mejicoamérica reforzada incuestionablemente<br />
por la historia hispana de la otra parte.<br />
2) El apego al idioma y a la cultura.<br />
3) Estancamiento educativo y empresarial.<br />
4) Tendencia extrema a la endogamia.<br />
A juicio de Huntington, la única solución a este serio reto a la identidad<br />
actual de la nación americana es la asimilación progresiva y total de la comunidad<br />
hispana al patrón cultural anglosajón. Pero el flujo incesante y en<br />
aumento de tales inmigrantes, su concentración local, sin olvidar su conciencia<br />
cultural, hacen imposible la asimilación.<br />
¿No se está dibujando acaso una nueva identidad hispano-americana?<br />
Esta pregunta sólo la planteo.<br />
§ 6. LA DESERCIÓN DE LAS MINORÍAS SELECTAS: BENDA AL REVÉS<br />
a) La desnacionalización de los mandarines<br />
En 1927 el conocido ensayista francés Julien Benda publicó un libro con el<br />
título La trahison des clercs. Con este título sorprendente uno cabría esperar<br />
un libro religioso o uno histórico sobre algún suceso, pero no se trata ni de<br />
lo uno ni de lo otro, sino de un escrito político de entreguerras. Los “clérigos”<br />
no son los sacerdotes de religión alguna, sino los intelectuales o los moralistas,<br />
que son todos aquellos cuya actividad no se dirige por esencia a fines<br />
prácticos, sino, por el contrario, en ejercicio de la metafísica en general, a la<br />
posesión de algún bien intemporal 33 . Son clérigos porque su función con-<br />
33 Julien Benda: La trahison des clercs, introducción de André Lwoff, avant-propos d’Étiemble,<br />
Grasset, París, 1975, pág. 131.<br />
186 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
siste en obrar según el dicho de Jesús “Mi reino no es de este mundo”, alejados<br />
de las muchedumbres y de las pasiones políticas movidas por fines<br />
prácticos interesados. La traición consiste en abandonar esos ideales abstractos<br />
y en bajar al terreno de los conflictos políticos terrenales. Benda ejemplifica<br />
este fenómeno en tres personalidades del mundo de las letras: Barrés,<br />
D’ Annunzio y Kipling, todos ellos consagrados ahora a la pasión nacional 34 ,<br />
es decir, al nacionalismo o “fanatismo patriótico 35 , tiñendo todo de nacional<br />
peculiar. Las élites intelectuales (los clérigos o mandarines o pandits) que se<br />
trasparecen como contraejemplos de los criticados son intelectuales consagrados<br />
a ideales eternos y a la humanidad y no a la nación. Los contraejemplos<br />
son de siglos anteriores al XIX, pero en su interpretación Racine,<br />
Winckelmann, Goethe, etc., aparecen transfigurados en intelectuales humanitaristas<br />
desligados de sus naciones respectivas.<br />
Es aquí donde Huntington toma el hilo de la discusión para retorcerlo.<br />
Se puede afirmar con este autor que en las últimas tres o cuatro décadas se<br />
ha desarrollado y acrecentado un proceso de desnacionalización de las minorías<br />
selectas y de la clase política en general, acelerado aún más con el colapso<br />
del imperio soviético, si bien no han faltado los rebrotes de<br />
nacionalismo por doquier, independientemente del respaldo en la inteligencia<br />
nacional. Ahora bien, la desnacionalización se ha generalizado. Este fenómeno<br />
tiene diversas causas o factores favorecedores.<br />
La técnica como horizonte de comprensión universal y la subsiguiente<br />
tecnificación de todos los sectores de la vida humana con su carácter homogeneizador<br />
está creando y ha creado ya un espacio nuevo de intercomunicación,<br />
un ciberespacio en el que el flujo de información es cada vez<br />
mayor y más veloz. Asimismo la industrialización y el sector de servicios se<br />
extienden más sin cortapisas, creándose así una casta de empresarios “globales”<br />
en un espacio sin apenas fronteras nacionales. De esta tecnificación<br />
surge algo que podría llamarse “comercialismo”, una especie de pensamiento<br />
economicista que pone por encima de cualquier interés el prurito de maxi-<br />
34 Ibídem, pág. 138.<br />
35 Ibídem pág. 190.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 187
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
mizar los beneficios incrementando la expansión comercial. Merced a la técnica<br />
los empresarios vehiculadores de esa nueva forma universalizante de<br />
trato, es más, de dominio del mundo, se transforman en entidades autónomas<br />
desligadas de los lugares de origen.<br />
Este espacio universal lo ocuparon y lo ocupan diversas formas ideológicas<br />
más o menos claras. Así, el internacionalismo comunista del siglo pasado<br />
fue una ideología basada en el universalismo del socialismo que se<br />
presentaba como un sistema válido para todo país y en todo momento, aunque<br />
no se puede menospreciar la indudable componente nacional rusa en esa<br />
ideología y en su práctica real.<br />
Por otra parte, hallamos el democratismo mucho más difuso y no vinculado<br />
exclusivamente a un país o países como en el caso anterior, si bien se<br />
puede ejemplificar en las acciones de Wilson y Roosevelt en el período de<br />
entreguerras y hasta poco después de la II Guerra Mundial. La democracia<br />
se presenta como el sistema universal de gobierno por encima de todas las<br />
diferencias territoriales, étnicas, sociales y culturales.<br />
Otra ideología de carácter nacional es el multiculturalismo, que como ya<br />
se ha visto, concibe la nación como un conglomerado de identidades particulares<br />
sin homogeneidad.<br />
b) La cuestión de la reacción indigenista y el populismo anglosajón<br />
Ante el asalto global a la identidad nacional hasta ahora vigente, cabe esperar<br />
un relanzamiento de lo exclusivamente anglosajón, una figura dirigente<br />
que compendie todas esas tendencias afirmativas de lo nacional y haga frente<br />
a las cuatro tendencias socavadoras de la identidad nacional: 1) la desaparición<br />
de la etnia como factor diferenciado, 2) la lenta difuminación de las diferencias<br />
raciales, 3) la creciente influencia hispana, 4) y, en fin, el abismo<br />
que separa la importancia que para las élites posee la identidad nacional y la<br />
que le atribuye a ésta el público en general 36 .<br />
36 Samuel P. Huntington, Who are we?, pág. 295.<br />
188 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
Con la “revolución racial” operada en los Estados Unidos en las últimas décadas<br />
se ha producido una nueva situación marcada por la progresiva difuminación<br />
de diferencias de raza en virtud de los matrimonios interraciales.<br />
Pero todo este proceso de fusión y de mezcla no conduce a un “nuevo americano”,<br />
como se alancea entre los sostenedores del “crisol de naciones”, sino<br />
“a una sociedad no étnica de decenas de millares de individuos multiétnicos”<br />
37 . Como esta atomización racial pone en peligro la supremacía anglosajona,<br />
advierte Huntington sobre el posible surgimiento de un movimiento<br />
contrario a favor de la raza blanca; se figura un “indigenismo blanco” no muy<br />
diferente, creo yo, de los movimientos de corte indigenista que conmueven<br />
en estos últimos años los países andinos, con la diferencia de que el indigenismo<br />
blanco sería una reacción desde arriba, desde un poder establecido<br />
ahora amenazado. Esta idea me parece plausible; con todo, matiza Huntington,<br />
no podrá surgir de grupúsculos extremistas, sino del medio de la sociedad<br />
americana, y no abanderará una supremacía blanca, pero sí insistirá en la<br />
identidad nacional basada en la raza como pilar cultural.<br />
Esta profecía política no deja de moverse en el ámbito de lo conjetural y<br />
también de lo deseable para Huntington, pero el propio autor no adivina<br />
por el momento signos de ese “despertar” de la raza blanca o al menos no<br />
los hace explícitos. Lo que sí parece cierto es que la situación objetiva está<br />
dada, aunque otra cosa muy distinta es que primero esa opinión que ha expresado<br />
Huntington prenda en amplios sectores de la población y, en segundo<br />
lugar, se articule políticamente en un movimiento, o en un partido. Lo<br />
que sí parece excluir, pero no sé por qué motivo, es que ese movimiento se<br />
articule en un partido.<br />
En todo caso, el éxito de ese movimiento deberá tener lugar en una “coyuntura<br />
racial” en la que el grupo hispano haya alcanzado una preponderancia<br />
decisiva.<br />
c) La fractura entre minorías selectas y pueblo<br />
No es ciertamente nuevo el fenómeno de la divergencia entre minorías se-<br />
37 Ibídem, pág. 299.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 189
ACERCA DE LA NACIÓN: EL CASO DE LOS EE.UU. / JORGE USCATESCU BARRÓN<br />
lectas y el resto de la población. ¿Cómo si no podrían explicarse las crisis, los<br />
conflictos y las guerras civiles? Por de pronto, Huntington consigna la notable<br />
y grandísima disparidad entre las ideas del público acerca de la identidad<br />
nacional y las ideas acerca de ésta sostenidas por las élites 38 .<br />
Mas esta fractura creciente entre estos dos segmentos polares de una nación<br />
no queda circunscrita al tema de la identidad nacional; por el contrario,<br />
puede hacerse extensiva a un largo catálogo de asuntos más o menos<br />
candentes, como se viene ya observando desde hace muchas décadas. Este<br />
fenómeno se puede palpar también en una Europa inmersa en un proceso<br />
“europeísta” acelerado por unas determinadas élites.<br />
Volvamos a las tesis de Huntington y a sus ejemplos concretos de esa<br />
fractura.<br />
Mientras que el público es patriótico en su gran mayoría, en la clase dirigente<br />
está difundido un espíritu desnacionalizado. Pero esto también se verifica<br />
en temas similares como el libre comercio y el proteccionismo:<br />
mientras que los economistas y demás dirigentes e intelectuales se expresan<br />
a favor del libre cambio, el ciudadano medio americano apoya medidas restrictivas<br />
de la libre circulación de mercancías. Mayor aún es la aversión de<br />
la masa del pueblo americano hacia el aumento de la inmigración: pasó de<br />
un 68% en 1938 a un 83% en 1939 y alcanzó, por ejemplo, un 63 % en 1990,<br />
mientras por esas mismas fechas las élites se afanaban en defender y aplicar<br />
leyes favorables a la inmigración. Así se produce el encastamiento de las minorías<br />
selectas que se segregan tanto del resto que acaban encapsulándose.<br />
Sea como fuere, el problema de la nación como entidad política sigue<br />
aún vivo en la escena política mundial; su extemporaneidad queda refutada<br />
al menos por este libro.<br />
38 Ibídem, pág. 324.<br />
190 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA<br />
La filosofía política subyacente en la crisis<br />
constitucional española<br />
“Incluso en el supuesto de una expansión ilimitada del poder del Estado<br />
sobre el individuo, de la completa aniquilación de la ‘libertad’ individual y de<br />
la negación del ideal liberal sería posible la democracia siempre que aquel<br />
poder fuera obra únicamente de los que le están sometidos”.<br />
(H. Kelsen) 1<br />
“Una democracia constitucional puede desaparecer porque ha sido<br />
sustituida por un orden político más eficaz […]. La legitimidad de dicho<br />
cambio no sólo reside en seguir al pie de la letra los procedimientos<br />
establecidos; además, el nuevo orden constitucional debe garantizar mejor<br />
la seguridad de la nación, fomentar de forma más eficiente la prosperidad<br />
económica, y proteger con mayor grandeza y ecuanimidad la dignidad de<br />
todos sus ciudadanos permitiéndoles vivir plenamente sus vidas, es decir,<br />
en una sociedad en la que reine la paz y la justicia entre sus miembros y<br />
con los pueblos del resto de las naciones.”<br />
(W. F. Murphy) 2<br />
1. DOS CONCEPTOS DE DEMOCRACIA<br />
Normalmente, la democracia se entiende como el gobierno del pueblo,<br />
cuya voluntad, articulada por medio del principio mayoritario,<br />
se expresa a través de las urnas, de manera tal que la voluntad del<br />
pueblo se identifica, en esta segunda mediación, con la voluntad mayoritaria<br />
de los representantes elegidos. Esta comprensión de la democracia<br />
José J. Jiménez Sánchez es Profesor Titular de Filosofía del Derecho, Universidad de Granada.<br />
1 H. Kelsen, De la esencia y valor de la democracia, 2006 (1929), pág. 54. Edición y traducción de<br />
J. L. Requejo Pagés.<br />
2 W. F. Murphy, Constitutional democracy. Creating and maintaining a just political order, 2007, pág.<br />
534.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 191
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
requiere de ciertas correcciones –autolimitaciones las llamará Kelsen–, a<br />
fin de evitar los serios riesgos que entraña, especialmente en la medida en<br />
que conduzca a considerar como antidemocrática cualquier actuación que<br />
se enfrente a lo expresado por la voluntad mayoritaria, lo que supondría la<br />
degeneración de la democracia mayoritaria, a la que Kelsen calificó como<br />
mero imperio de la mayoría. Si la democracia debe ser algo más que la voluntad<br />
de la mayoría, entendida como su imperio, la democracia mayoritaria<br />
requiere de modificaciones que impidan su deslizamiento hacia el<br />
imperio de la mayoría. Si las limitaciones entendidas como autolimitaciones<br />
no fueran suficientes –y no parece, como veremos, que lo sean–, necesitaríamos<br />
de otro concepto de democracia, la democracia constitucional<br />
–asociativa la denominará Dworkin–, en la que aquéllas se entienden como<br />
constitutivas de la misma democracia y, por tanto, no quedan a disposición<br />
de ninguna voluntad mayoritaria, lo que posibilita que en esa democracia<br />
se generen, mantengan y justifiquen posiciones contramayoritarias.<br />
La insuficiencia de una democracia asentada exclusivamente en el principio<br />
de la mayoría exige que tal principio se acompañe de correcciones a<br />
fin de evitar sus excesos. Kelsen apoya el principio de las mayorías, pero es<br />
consciente de los problemas a que puede conducir su ejercicio. De ahí que<br />
afirme que “la voluntad colectiva formada con arreglo al llamado principio<br />
de mayoría no nace como un dictado de la mayoría contra la minoría, sino<br />
como el producto de la influencia recíproca entre ambos grupos, como la<br />
resultante en la que se equilibran sus directrices políticas antagonistas” 3 .<br />
Una influencia recíproca que se llevará a cabo mediante la transacción<br />
entre ambas partes que requiere, a su vez, de la existencia de “garantías de<br />
que todos los intereses de partido, y en el mayor grado posible, pueden<br />
manifestarse y entrar en concurrencia unos con otros, de manera que finalmente<br />
pueda alcanzarse un compromiso entre ellos” 4 . En opinión de<br />
Kelsen, la experiencia demuestra que el principio de la mayoría es “compatible<br />
con la protección de la minoría. Y ello porque la mayoría presupone,<br />
por definición, la existencia de una minoría, y, por tanto, el derecho<br />
3 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., págs. 145-146.<br />
4 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág.157.<br />
192 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
de la mayoría implica el derecho a la existencia de una minoría. De ello no<br />
resulta la necesidad, pero sí la posibilidad de la protección de la minoría<br />
frente a la mayoría. Esta protección de la minoría constituye la función<br />
esencial de los llamados derechos y libertades fundamentales o derechos<br />
humanos y civiles” 5 .<br />
Es cierto que un orden social sólo puede establecerse apoyado en la<br />
mayoría, sobre lo que la mayoría decida. Pero tal planteamiento conlleva<br />
una dificultad. Si el orden social no puedo constituirlo desde la voluntad general,<br />
en tanto que no hay manera de llegar a descifrarla, parece entonces<br />
claro que sólo podré encontrar la solución con base en aquello que decida<br />
la mayoría. Sin embargo, las decisiones mayoritarias se encuentran frente<br />
al argumento de la ‘reductio ad hitlerum’, un argumento que, nos guste o<br />
no, es muy consistente, pues plantea que la corrección o incorrección de<br />
una decisión no puede depender del número de personas que la apoyen,<br />
sino de la rectitud del argumento que se defienda. Esto no quiere decir que<br />
el número sea irrelevante. Dicho de otra manera, el número de personas es<br />
una condición necesaria, pero no suficiente. Sin un número mayoritario de<br />
personas que apoyen una medida no hay nada que hacer, pero sólo con el<br />
número tampoco. Necesitamos algo más, que va más allá del número y<br />
que se mueve bajo unos parámetros distintos, pues su corrección no dependerá<br />
ya del número, sino de la consistencia de lo defendido. En definitiva,<br />
el principio de las mayorías por sí mismo no puede evitar que se instale<br />
un sistema político contrario al propio juego del principio de las mayorías.<br />
Así, la mayoría podría impedir que se formara una mayoría de distinto<br />
signo. De ahí que el principio de las mayorías, a través del que se plasma<br />
el de la soberanía popular, requiera de unos límites, una serie de derechos<br />
y libertades individuales. Parece evidente que el principio de las mayorías<br />
sólo podría encontrar justificación en la medida en que quedasen garantizados<br />
los derechos de las minorías por medio del reconocimiento de una<br />
serie de derechos y libertades fundamentales. Esto trata de garantizarlo<br />
Kelsen a través de dos medidas de carácter constitucional, primero, la introducción<br />
de una mayoría cualificada que funcione como freno de la ma-<br />
5 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 193
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
yoría absoluta en determinados temas y, segundo, por medio de la introducción<br />
del control de constitucionalidad, que es la tarea propia de la jurisdicción<br />
constitucional. La primera medida no altera en absoluto su<br />
concepción de la democracia, todo lo contrario, pues ahonda en ella, al<br />
consistir en la exigencia de un número mayor de representantes a la hora<br />
de iniciar ciertas reformas, normalmente aquellas que afectan a las bases del<br />
sistema, es decir, las de carácter constitucional. La segunda tiene un cariz<br />
distinto, hasta el punto de que sus presupuestos entran en contradicción<br />
con los de la primera medida.<br />
El reconocimiento de esos derechos requiere coherentemente la existencia<br />
de mecanismos que aseguren su realidad por medio de su protección,<br />
lo que en nuestro sistema recae en el poder judicial. Tocqueville fue<br />
el primer autor que reconoció la “importancia política” del poder judicial,<br />
en tanto que actúa “como contrapeso y barrera al poder legislativo” 6 . Esto<br />
está íntimamente unido a la preocupación de Tocqueville por los excesos<br />
democráticos y la necesidad de establecer límites a los mismos. Señala que<br />
el freno más importante que se establece en los Estados Unidos ante los excesos<br />
de la democracia lo constituyen los juristas en general, cuyo cuerpo<br />
“forma en ese país el más poderoso y, por así decir, el único contrapeso de<br />
la democracia” 7 , pues los “hombres que han hecho un estudio especial de<br />
las leyes han adquirido en esos trabajos unos hábitos de orden, un cierto<br />
gusto por las formas, una especie de amor instintivo por el encadenamiento<br />
regular de las ideas que los hacen naturalmente muy opuestos al espíritu<br />
revolucionario y a las pasiones irreflexivas de la democracia” 8 . Entre los juristas<br />
destaca la magistratura, ya que considera que el “poder concedido a<br />
los tribunales americanos de pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de<br />
las leyes, encerrado en sus límites, forma todavía una de las barreras más<br />
poderosas que se hayan construido nunca contra la tiranía de las asambleas<br />
políticas” 9 y su causa se encuentra en que “los americanos han reco-<br />
6 A. de Tocqueville, La democracia en América, ed. y trad. E. Nolla, Aguilar, Madrid, 1988 (1835<br />
y 1840), págs. 100 y 101. Las citas corresponden al primer volumen.<br />
7 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 263.<br />
8 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 259.<br />
9 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 106.<br />
194 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
nocido a los jueces el derecho a fundamentar sus decisiones sobre la Constitución<br />
más que en las leyes” 10 . Esta práctica hizo que el centro de los problemas<br />
lo ocupase la preocupación por el juego que pudiera establecerse<br />
entre la ley y la Constitución, así como por el papel que en tal juego ha de<br />
desempeñar un poder como el poder judicial.<br />
A partir del sometimiento de la política a las exigencias constitucionales,<br />
que es lo que en el fondo significa el control de constitucionalidad,<br />
Dworkin 11 ha repensado los problemas expuestos: las insuficiencias y excesos<br />
de la democracia asentada en el principio de la mayoría, así como la<br />
necesidad de su corrección por medio del reconocimiento y protección de<br />
los derechos individuales, aunque ahora ya no se conciben como una mera<br />
creación de la mayoría, sino precisamente como condición de posibilidad<br />
de la formación de la misma mayoría. Su reflexión se ha encaminado a defender<br />
y justificar la posibilidad de contradecir lo que la mayoría de los<br />
ciudadanos por medio de sus representantes ha establecido. En su opinión,<br />
quienes defienden la premisa mayoritaria consideran que la existencia de<br />
provisiones constitucionales que restringen lo que la mayoría puede promulgar<br />
es limitadora de la libertad positiva de la comunidad, en tanto que<br />
constriñe el derecho del pueblo a gobernarse a sí mismo. Frente a esta posición<br />
se encuentran quienes, como él mismo, defienden una posición constitucionalista<br />
construida sobre la defensa de las libertades negativas, cuyo<br />
coste recae sobre la libertad positiva de autodeterminación. La razón de<br />
fondo de su crítica a la premisa mayoritaria se encuentra en que en una democracia<br />
extensa, el poder de cualquier individuo para influir sobre las decisiones<br />
nacionales es muy pequeño, tan mínimo que no puede pensarse<br />
que los límites constitucionales al derecho del pueblo a gobernarse pudieran<br />
disminuirlo en cantidad suficiente como para que pudiéramos pensar<br />
que esa razón sería una objeción. Por el contrario, los límites que las libertades<br />
negativas establecen a la voluntad mayoritaria pueden ampliar el control<br />
de cualquier individuo concreto sobre su propio destino.<br />
10 Tocqueville, La democracia..., op. cit., pág. 102.<br />
11 R. Dworkin, “Introduction: The Moral Reading and the Majoritarian Premise”, Freedom’s Law.<br />
The Moral Reading of the American Constitution, Oxford University Press, New York, 1996, págs.<br />
1-59, passim.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 195
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
R. Dworkin ha vuelto a insistir en estas ideas en su última obra 12 , en la que<br />
diferencia entre dos conceptos de democracia, la mayoritaria y la democracia<br />
asociativa. La concepción mayoritaria entiende la democracia como “el<br />
gobierno elegido por la voluntad de la mayoría, es decir, de acuerdo con la<br />
voluntad del mayor número de personas, expresado a través de elecciones<br />
realizadas por sufragio universal o prácticamente universal. Sin embargo, no<br />
está garantizado que la mayoría elija de forma justa; sus decisiones pueden resultar<br />
injustas para las minorías cuyos intereses son ignorados de forma sistemática<br />
por la mayoría” . Por el contrario, la democracia asociativa “significa<br />
que el pueblo se gobierna a sí mismo y que cada uno de sus miembros es<br />
socio de pleno derecho de una empresa política colectiva de tal forma que las<br />
decisiones de una mayoría son democráticas sólo en la medida que se<br />
cumplen ciertas condiciones adicionales que protegen el estatus y los intereses<br />
de cada socio de pleno derecho de dicha empresa. Desde el punto de vista<br />
asociativo, una comunidad que ignora constantemente los intereses de una<br />
minoría en particular o de otro grupo, deja de ser democrática justamente<br />
por este motivo a pesar de que elija a sus representantes mediante un sistema<br />
mayoritario fuera de toda duda” 14 .<br />
Este concepto de democracia asociativa sería similar al de democracia<br />
constitucional que exige, de acuerdo con Murphy, que los cambios que en la<br />
misma se produzcan se lleven a cabo no sólo de acuerdo con los procedimientos<br />
establecidos, sino que además esos cambios supongan, especialmente,<br />
una mejora efectiva de ““protejan con mayor grandeza y ecuanimidad la dignidad<br />
de todos sus ciudadanos permitiéndoles vivir plenamente sus vidas, es<br />
decir, en una sociedad en la que reine la paz y la justicia entre sus miembros<br />
y con los pueblos del resto de las naciones” 15 . Esto implica que las reformas que<br />
se hagan dentro de una democracia constitucional no deben conllevar una alteración<br />
de sus presupuestos fundamentales, que podrían resumirse en las dos<br />
12 R. Dworkin, Is democracy possible here? Principles for a new political debate, Princeton University<br />
Press, Princeton, 2006.<br />
13 Dworkin, Is democracy…, op. cit., pág. 131.<br />
14 Dworkin, Is democracy…, op. cit., pág. 131.<br />
15 W. F. Murphy, Constitutional democracy. Creating and maintaining a just political order, The Johns<br />
Hopkins University Press, Baltimore, 2007, pág. 534.<br />
196 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
exigencias que establece Fukuyama para definir qué sea una democracia liberal:<br />
el principio democrático y los derechos y libertades individuales. La democracia<br />
liberal es, en su opinión, un sistema de gobierno en el que se<br />
“reconoce y protege el derecho universal del hombre a la libertad mediante un<br />
sistema de leyes, [...que] sólo existe con el consentimiento de los gobernados”<br />
16 ; un sistema de gobierno bajo leyes que reconocen y protegen la libertad<br />
individual y a las que los gobernados han otorgado su consentimiento en<br />
el ejercicio de su autonomía normativa, que se constituye en la garante de las<br />
libertades individuales. De este modo las libertades individuales quedan garantizadas<br />
por el ejercicio libre de las libertades políticas que constituyen el<br />
núcleo del principio democrático. En definitiva, esta interpretación de la democracia<br />
liberal no es sino un intento más de articulación entre la posición liberal,<br />
asentada sobre el reconocimiento de una serie de derechos a los<br />
individuos –“el derecho universal del hombre a la libertad”–, y la posición republicana,<br />
construida sobre el principio de la soberanía popular, previo a cualquier<br />
otro principio –“sólo existe con el consentimiento de los gobernados”.<br />
Estos intentos de definir qué sea la democracia, en un caso adjetivada<br />
como mayoritaria y en el otro como asociativa, constitucional o liberal, que<br />
para el caso que nos ocupa significaría lo mismo, no son únicos, más bien<br />
muestran la diversidad de aproximaciones a un mismo problema teórico: el<br />
problema de los límites de la voluntad política democrática o dicho de otro<br />
modo, la cuestión de cómo evitar la arbitrariedad de esa voluntad sin poner<br />
en cuestión la soberanía de aquellos que se dan las normas a sí mismos, esto<br />
es, sin poner en cuestión la misma noción de la soberanía popular.<br />
La quiebra constitucional española: el caso del Estatuto de Cataluña 17<br />
La tramitación del Estatuto de Cataluña ha terminado con su aprobación primero<br />
por el Parlamento catalán, después por las Cortes y finalmente en referéndum<br />
por el pueblo de Cataluña el 18 de junio de 2006. En mi opinión<br />
16 Francis Fukuyama, “¿El fin de la historia?”, Claves de Razón Práctica, nº 1, 1990, págs. 85-96.<br />
La cita corresponde a la pág. 86.<br />
17 Aunque no aludiré, apenas, a lo largo del texto a posiciones partidistas, sí que me parece conveniente<br />
constatar que la posición del partido socialista ha consistido (continúa pag. siguiente)<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 197
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
esta tramitación adolece, fundamentalmente, de dos vicios, que tendrán consecuencias<br />
dañinas en el futuro. El primero de ellos puede caracterizarse<br />
como un vicio de origen y se refiere a que la Mesa del Parlamento no debió<br />
tramitar tal propuesta como un Proposición de ley de Reforma de un Estatuto,<br />
sino como Reforma Constitucional. El segundo consiste en que habiendo<br />
aprobado una reforma constitucional se llama sólo y exclusivamente<br />
a la participación directa a una parte del pueblo español, lo que puede provocar<br />
en el futuro un enfrentamiento de legitimidades si es que el Tribunal<br />
Constitucional considera el Estatuto como inconstitucional, pues se habría<br />
provocado la colisión entre ese Tribunal –garante de la constitucionalidad de<br />
las leyes– y la voluntad del pueblo catalán que se ha manifestado a favor del<br />
mismo 18 . Primero me referiré a las razones sobre cuya base sostengo que se<br />
ha producido un vicio de origen. Después daré las razones en las que se sustenta<br />
mi segunda apreciación.<br />
en dirigir un proceso de reforma constitucional por el cauce de la reforma estatutaria, un cauce<br />
inadecuado, en tanto que exige sólo mayoría absoluta (176) de los diputados, mientras que el<br />
proceso de reforma constitucional exigiría bien 210 ó 233 diputados en función del alcance<br />
de la reforma tal y como exigen los artículos 166 a 168 de la Constitución española.<br />
Asimismo hay que resaltar las críticas sobre tales actuaciones de destacados militantes socialistas<br />
como G. Peces-Barba, que presidió el Congreso de los Diputados, o J. Leguina, que fue Presidente<br />
de la Comunidad de Madrid. El primero se ha preguntado retóricamente si “¿Era<br />
necesario abrir un proceso autonómico que se ha generalizado y que está produciendo mutaciones<br />
constitucionales sin reforma de la Constitución? ¿Era una exigencia de la ciudadanía de<br />
las comunidades autónomas? Parece que no, si consideramos la participación en los referenda<br />
que se han producido ya para ratificar dos estatutos reformados [se refiere a los de Cataluña y<br />
Andalucía, en los que la participación fue inferior al cincuenta por ciento del censo]”, G. Peces-<br />
Barba, “Reflexiones sobre la coyuntura política”, El País, 14 de marzo de 2007, pág. 16.<br />
Por su parte, J. Leguina, después de haber votado en el Congreso a favor del Estatuto de Cataluña<br />
ha escrito: “resulta sorprendente la sordera absoluta y la mudez sobrevenida a los políticos<br />
españoles (nacionalistas o sedicentes socialistas) acerca de la multitud de argumentos<br />
contrarios y de críticas razonables en contra de ese disparate jurídico-político que ha constituido<br />
la elaboración del nuevo Estatuto de Cataluña [...] los tiempos amenazan no sólo con tensiones,<br />
sino con la desaparición del Estado tal como se concibió”, J. Leguina, “Prólogo”, F.<br />
Sosa Wagner, I. Sosa Mayor, El Estado fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones<br />
en España, Trotta, Madrid, 2006, pág. 11. Posteriormente ha afirmado que “el Estatuto catalán<br />
abrió una vía destinada a cambiar la estructura y funcionamiento del Estado”, en J.<br />
Leguina, “Paisaje después de la batalla”, El País, 8 de junio de 2007, pág. 18.<br />
18 Merece la pena destacar parte de la respuesta de Benach a una pregunta del director de El<br />
Mundo en una entrevista reciente: “P. J. Ramírez. – ¿Debería haberse pronunciado el TC antes<br />
del referéndum? E. Benach. – [...] Sería más lógico y, en definitiva, más racional que el Constitucional<br />
hubiera fallado sobre el Estatut antes del referéndum”. Esta respuesta no deja de<br />
ser sorprendente, teniendo en cuenta que quien responde es Presidente del Parlamento de Cataluña<br />
y uno de los dirigentes de Esquerra Republicana de Cataluña. Vid., “Foro de debate. Ernest<br />
Benach”, El Mundo, 10 de junio de 2007, págs. 16-18, la cita corresponde a la pág. 16.<br />
198 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Se ha incurrido en un fraude de ley –norma de cobertura, apariencia de<br />
legalidad y producción objetiva de un resultado no querido por el ordenamiento–,<br />
pues se propone una reforma constitucional que no se atiene al<br />
procedimiento establecido –Título X C.E.–, sino que se aborda desde una reforma<br />
de legalidad presentada como una reforma de ley orgánica constitutiva<br />
del bloque de constitucionalidad. Se trataría entonces de provocar una<br />
modificación de la Constitución, con la que se iniciaría un nuevo modelo de<br />
Estado 19 y, en consecuencia, un orden constitucional diferente. Esto se lograría<br />
con la utilización de un procedimiento de reforma que no rompe en<br />
apariencia con el sistema de legalidad establecido, pues se pretende que deriva<br />
del mismo –“y mediante derivación no puede establecerse una nueva<br />
norma que contraríe la que le sirve de fuente” 20 .<br />
Así pues, el problema que se plantea no es el de la constitucionalidad o no<br />
de la Proposición planteada, sino el de su propia naturaleza, que es la de una<br />
reforma de la Constitución, por lo que se tendrían que haber seguido “las normas<br />
de la Constitución que regulan el procedimiento especial para la reforma<br />
de la Constitución, [que] son al mismo tiempo normas que establecen una autoridad<br />
constituyente distinta de la legislativa” 21 . El procedimiento seguido<br />
no lo ha tenido en cuenta, lo que ha llevado a la suplantación de la autoridad<br />
constituyente establecida en el procedimiento de reforma constitucional por<br />
la autoridad legislativa. En definitiva, la autoridad legislativa como poder que<br />
emana del poder constituido se ha atribuido la potestad de la autoridad constituyente.<br />
Esta situación podría haberse evitado si la Mesa de la Cámara hubiera verificado<br />
sólo de manera liminar la naturaleza de la propuesta, lo que viene<br />
exigido en el apartado 2º, en relación con el apartado 7º, punto 1º, de la Resolución<br />
de 16 de marzo de 1993 de la Presidencia del Congreso, en la que<br />
se establece que: “recibida en el Congreso la propuesta de reforma de uno<br />
19 No hace falta sino echar un vistazo superficial a la proposición de Ley Orgánica remitida por el<br />
Parlamento de Cataluña, lo que mostraría con claridad los excesos de la propuesta.<br />
20 A. Ross, Sobre el derecho y la justicia, trad. G. R. Carrió, Eudeba, Buenos Aires, 1997 (1958),<br />
pág. 112.<br />
21 Ross, Sobre el derecho..., op. cit., pág. 111.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 199
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
de los Estatutos... la Mesa de la Cámara procederá al examen del texto y de<br />
la documentación recibida, al objeto de comprobar el cumplimiento de los<br />
requisitos constitucionales y estatutarios establecidos”. Coherentemente con<br />
ello, la Mesa podía haber establecido el cauce procedimental adecuado a la<br />
naturaleza de la iniciativa, la de una reforma constitucional.<br />
En su reunión de 25 de octubre de 2005, la Mesa entendió acertadamente<br />
que el examen liminar no es un examen de constitucionalidad, pero<br />
no comprendió que de lo que se trataba era de encontrar el cauce procesal<br />
natural a una propuesta plenamente constitucional –art. 166 C.E.–, de<br />
reforma constitucional. Todo acto de calificación, aunque lo sea sólo de<br />
índole formal, que no es el caso que nos ocupa, comporta un juicio o control<br />
material, aunque lo sea con carácter liminar 22 . La responsabilidad de<br />
la Mesa es enorme pues puede contribuir inconscientemente bien a una<br />
modificación no formal de la Constitución (Verfassungswandlung) bien a<br />
su trasgresión (Verfassungsüberschreitung), sin aparente quebrantamiento<br />
formal de la legalidad, esto es, “una reforma constitucional subrepticia” 23 .<br />
Además, el Reglamento del Congreso de los Diputados (R.C.D.) establece<br />
una diferencia entre dos funciones de la Mesa, aquella que se refiere a la admisión<br />
a trámite de las iniciativas –art. 31.1.4º R.C.D.–, y aquella en que se decide<br />
el procedimiento que las mismas deben seguir –art. 31.1.5º R.C.D.–,<br />
habiendo sido muchos los casos en los que la Mesa ha modificado la pretensión<br />
inicial de quien ha formulado una iniciativa y le ha dado una tramitación<br />
diferente a la propuesta, en la medida en que el nuevo procedimiento se ajustaba<br />
mejor a la naturaleza y contenido material del escrito. En este sentido,<br />
la doctrina del Tribunal Constitucional ha sido coherente con lo dispuesto en<br />
el R.C.D. y la misma práctica de la Mesa, al insistir en que su control ha de<br />
ser fundamentalmente formal en los supuestos de inadmisión de iniciativas,<br />
pero no en relación con la modificación del procedimiento propuesto por los<br />
autores de la iniciativa 24 .<br />
22 STC 95/1994, de 21 de marzo, STC 177/2002, de 14 de octubre, FJ 5.<br />
23 V. Pérez Díaz, “¿Reconstruimos España?, El País, 18 de octubre de 2005.<br />
24 ATC 20 de abril de 2004, FJ 6. También habría que acudir a las SSTC 177/2002, de 14 de octubre,<br />
FJ 5, y 89 y 90/2005, de 18 de abril, FF JJ 3, en donde se dice en relación con tal pre-<br />
200 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
El mismo TC en su Auto de 15 de marzo de 2006 en su FJ 4 reconoce<br />
que “el Reglamento parlamentario puede permitir o, en su caso, establecer,<br />
incluso, que la Mesa extienda su examen de las iniciativas más allá de la estricta<br />
verificación de sus requisitos formales, siempre, claro está, que los<br />
escritos y documentos presentados a la Mesa, sean de control de la actividad<br />
de los Ejecutivos, sean de carácter legislativo, vengan, justamente, limitados<br />
materialmente por la Constitución, el bloque de la<br />
constitucionalidad o el Reglamento parlamentario pertinente, como es el<br />
caso de la calificación en ciertos ordenamientos autonómicos de lo que<br />
han de considerarse mociones o interpelaciones, o el de la iniciativa legislativa<br />
popular que tiene vedadas ciertas materias por imperativo del art.<br />
87.3 C.E. De modo que si la legalidad aplicable no impone límite material alguno<br />
a la iniciativa, la verificación de su admisibilidad ha de ser siempre<br />
formal, cuidando únicamente la Mesa de que la iniciativa en cuestión cumpla con<br />
los requisitos de forma que le exige esa legalidad ” (énfasis mío). Pues bien, la<br />
legalidad aplicable no impone límite alguno hasta el extremo de que de<br />
acuerdo con los arts. 166.1 y 87.2 C.E., las Asambleas de las Comunidades<br />
Autónomas podrán ejercer la iniciativa de reforma constitucional y la Mesa<br />
debería haber cuidado, tal y como dice el TC, que esa iniciativa cumpliera<br />
‘con los requisitos de forma que le exige esa legalidad’ 25 , sin necesidad de<br />
entrar, de acuerdo con el TC, en examinar su constitucionalidad 26 , pues<br />
una reforma constitucional es por su propia naturaleza al menos inconstitucional,<br />
cuando no anticonstitucional, ya que lo que se propone o bien no<br />
se encuentra en la Constitución o la quiere alterar sustancialmente, siendo<br />
ambas posiciones plenamente legales, a la vez que legítimas, y estando supeditadas<br />
sólo y exclusivamente a seguir los cauces procedimentales establecidos.<br />
Por eso tiene de nuevo razón el TC cuando concluye en el FJ 5<br />
de su Auto de 15 de marzo de 2006 que el control que ha de realizar la<br />
cepto reglamentario que “un control de esta naturaleza por parte de la Mesa de la Cámara<br />
puede asimismo incluir una verificación liminar de la conformidad a Derecho de la pretensión<br />
deducida, junto a un juicio de calificación sobre la idoneidad o procedencia del procedimiento<br />
parlamentario elegido”.<br />
25 SSTC 89 y 90/2005, de 18 de abril, FF JJ 3, en donde se afirma que el control de las Mesas<br />
de las Cámaras pueda extenderse a “una verificación liminar de la conformidad a Derecho de<br />
la pretensión deducida, junto a un juicio de calificación sobre la idoneidad o procedencia del<br />
procedimiento parlamentario exigido”.<br />
26 ATC de 15 de marzo de 2006, FJ 4.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 201
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
Mesa del Congreso “puede asimismo incluir un examen del contenido material<br />
de la iniciativa, exclusivamente en cuanto resulte determinante para llevar a<br />
cabo un juicio de calificación sobre la idoneidad y procedencia del procedimiento<br />
parlamentario elegido para sustanciar la iniciativa deducida, esto es, a fin de observar<br />
la adecuación de la pretensión que se deduce al tipo de procedimiento<br />
a través del cual se plantea. En ningún caso, la Mesa en su función<br />
de calificación y admisión a trámite puede llevar a cabo un control de constitucionalidad<br />
liminar de la iniciativa parlamentaria” (énfasis mío).<br />
La consecuencia directa de que la Mesa del Congreso de los Diputados<br />
no haya establecido el procedimiento adecuado, consiste en que la mayor<br />
parte de los ciudadanos en quienes reside la soberanía ha visto lesionado<br />
su derecho fundamental ex art. 23.1 C.E. a participar de modo indirecto en<br />
la vida pública a través de sus representantes, quienes tenían, de acuerdo<br />
con A. Ross, que haber conformado una autoridad constituyente de<br />
acuerdo con lo exigido en el Título X de la C.E. –210 ó 233 Diputados–, y<br />
sólo han participado como autoridad legislativa –176 Diputados que componen<br />
la mayoría absoluta.<br />
Tal y como dije anteriormente, la tramitación de esta proposición adolece<br />
fundamentalmente de un vicio de origen, que provocará daños en el<br />
futuro. Con anterioridad me he ocupado de lo primero, ahora lo haré con<br />
la cuestión de futuro. Consiste en que habiendo aprobado una reforma<br />
constitucional se ha llamado sólo y exclusivamente a la participación directa<br />
a una parte del pueblo español, el pueblo catalán, cuando podría o debería,<br />
según los casos, habérsele llamado en su totalidad de acuerdo con los<br />
arts. 167.3 y 168.3 C.E.<br />
En el escrito de alegaciones presentado por el Fiscal el 15 de febrero de<br />
2006 afirma que en la tramitación del procedimiento legislativo en discusión<br />
pudiera ocurrir: “1º.- Que la proposición de ley resulte perfectamente ajustada<br />
a la Constitución; 2º.- Que dicha proposición de ley sea retirada por el<br />
Parlamento Catalán; 3º.- Que durante la tramitación de la misma se llegue<br />
al acuerdo de que, previamente a su aprobación, sea necesario reformar la<br />
Constitución; y 4º.- Que, aun no siendo considerado necesario iniciar ningún<br />
procedimiento de reforma constitucional, se apruebe el Estatuto conte-<br />
202 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
niendo vicios de inconstitucionalidad”. Parece claro, tras leer el “Informe<br />
sobre la propuesta de reforma –texto aprobado por el Congreso de los Diputados–<br />
del Estatuto de Autonomía de Cataluña”, nº expte. 605/000002<br />
de 11 de abril de 2006, y dado que ese texto no ha sufrido cambios de importancia<br />
tras su paso por el Senado, parece claro, decía, que no nos hayamos<br />
incursos en ninguno de los tres primeros supuestos planteados por el<br />
Fiscal, sino en el cuarto. Aunque no en el sentido en el que el Fiscal habla,<br />
sino en un sentido agravado, pues no se trata tanto de que este nuevo Estatuto<br />
contenga vicios de inconstitucionalidad, como que plantee el germen de<br />
una nueva Constitución 27 .<br />
De ahí que cuando el Fiscal plantea la posibilidad de recurrir ese vicio<br />
o vicios de inconstitucionalidad tiene razón al recordarnos que cabe ha-<br />
27 Sólo indicaré a modo de ejemplo que en el recurso de inconstitucionalidad firmado por el Defensor<br />
del Pueblo el 18 de septiembre de 2006 contra una serie de preceptos de la Ley Orgánica<br />
6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, se dice que<br />
en relación con los arts. 2.4 y 5 del nuevo Estatuto que “se tachan como inconstitucionales<br />
sus incisos ‘Los poderes de la Generalitat emanan del pueblo de Cataluña’ y ‘El autogobierno<br />
de Cataluña se fundamenta también en los derechos históricos del pueblo catalán’ respectivamente,<br />
en relación con el inciso del Preámbulo del Estatuto que afirma que ‘la Constitución<br />
Española, en su artículo 2º, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad”<br />
(pág. 6), “pues “[a]mbos preceptos pretenden erigirse junto con la Constitución en el fundamento<br />
del autogobierno de Cataluña, y a su mismo nivel, además, puesto que la Norma Fundamental<br />
no los reconoce ni se dice tampoco en el texto estatutario que procedan de ella. La<br />
soberanía nacional, que reside en el pueblo español, ya no sería según esto el único fundamento<br />
y el único origen de todos los poderes del Estado, como dice el artículo 1.2 de la Constitución,<br />
puesto que una parte de esos poderes, los de la Generalitat que, conviene no<br />
olvidarlo, es también Estado, emanarían de una fracción del pueblo español, el pueblo catalán,<br />
y tendrían su fundamento último en un título también originario, como la soberanía nacional,<br />
en cuanto no nacido de la Constitución: los autoproclamados ‘derechos históricos’ de<br />
la aludida fracción. Esto es –concluye–, a juicio de esta parte, constitucionalmente inadmisible”<br />
(págs. 10 y 11).<br />
En opinión de Sosa Wagner, con esta reforma estatutaria nos encaminamos sin ninguna duda<br />
hacia un Estado confederal. Vid., F. Sosa Wagner e I. Sosa Mayor, El Estado fragmentado..., op.<br />
cit., págs. 139 y ss.<br />
Por su parte, Muñoz Machado aborda el problema desde el punto de vista de la soberanía y<br />
llega a conclusiones no mucho más halagüeñas: “Su Preámbulo alude a Cataluña como nación<br />
[...], y el artículo 2.4 afirma que los poderes de la Generalidad emanan del pueblo de Cataluña.<br />
También el Preámbulo alude a los derechos históricos del pueblo catalán como uno de<br />
los fundamentos del autogobierno, referencia que repite con más detalle el artículo 5 del texto.<br />
Todas estas expresiones, sin perjuicio de su verdadero significado y alcance, ofrecen la imagen<br />
de un autogobierno fundado en decisiones soberanas”, en S. Muñoz Machado, El problema<br />
de la vertebración del Estado en España (Del siglo XVIII al siglo XXI), Iustel, Madrid, 2006,<br />
pág. 335, aunque deben verse también las págs. 352, 356, 363 y ss.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 203
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
cerlo a través del recurso de inconstitucionalidad, pero su planteamiento<br />
es falaz si pensamos en que no se trata de vicio o vicios, sino de una reforma<br />
en toda regla de nuestra Constitución. Además no habría que olvidar<br />
que se ya se han presentado varios –hasta siete– recursos de<br />
inconstitucionalidad, y se ha admitido la recusación de uno de los miembros<br />
del Tribunal 28 .<br />
En el mismo sentido tiene razón el TC cuando en su Auto de quince de<br />
marzo de 2006, FJ 2, recoge lo afirmado en el ATC 135/2004 y niega “terminantemente<br />
la idoneidad objetiva para que un proyecto de norma pudiera<br />
por sí vulnerar la Constitución”, pues si lo hiciera impediría toda<br />
propuesta de reforma de la Constitución, que por su naturaleza es, como<br />
ya se ha dicho, siempre inconstitucional o incluso anticonstitucional. Sin<br />
embargo, esto no evita la falacia de la argumentación consistente en que si<br />
la iniciativa no se encauza por el procedimiento adecuado, se suplantaría<br />
la autoridad constituyente por la autoridad legislativa. Por eso no cabe argumentar<br />
que se alteraría la índole de la norma propuesta, puesto que sólo<br />
se trataría de ajustar el procedimiento a su auténtica naturaleza.<br />
Esto es lo que explicaría que el Consejo de Estado 29 de manera muy delicada,<br />
pero excediéndose en lo que podría considerarse una respuesta estricta<br />
a las preguntas que le formuló el Gobierno, haya aconsejado adecuado<br />
que se reintrodujera el recurso previo de inconstitucionalidad en determinados<br />
casos, especialmente en aquellos relacionados con consultas populares<br />
previas a la aprobación de las leyes. La razón de tal recomendación es<br />
evidente, pues si en el proceso de creación de una ley se introduce la con-<br />
28 En el recurso de amparo interpuesto por el Grupo Parlamentario Popular del Congreso de los<br />
Diputados contra los acuerdos de 18 y 25 de octubre de la Mesa del Congreso sobre calificación<br />
y admisión a trámite como proposición de ley de reforma de Estatuto de Autonomía de una<br />
proposición de Ley Orgánica remitida por el Parlamento de Cataluña, se promovía incidente de<br />
recusación contra el Magistrado P. Pérez Tremps. Esa recusación se desestimó por el Tribunal<br />
en su ATC 18/2006, de 24 de enero. Con posterioridad, el Grupo Parlamentario Popular formalizó<br />
el día 31 de julio de 2006 recurso de inconstitucionalidad contra determinados preceptos<br />
de la Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de<br />
Cataluña. Ese mismo día, el Comisionado de los Diputados recurrentes presentó un escrito en<br />
el que se promovía la recusación del Magistrado P. Pérez Tremps. El Pleno del Tribunal Constitucional<br />
acordó estimar la recusación del Magistrado en su ATC de 5 de febrero de 2007.<br />
29 “Informe sobre modificaciones de la Constitución Española”, febrero, 2006.<br />
204 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
sulta al pueblo, la posibilidad de recurrir la inconstitucionalidad de esa ley<br />
queda distorsionada porque la tramitación legislativa y su posible control de<br />
constitucionalidad instada por un recurso de inconstitucionalidad ante el<br />
Tribunal Constitucional quedan alterados por la participación de una parte<br />
del pueblo, en este caso, por el pueblo catalán, con lo que estaríamos mezclando<br />
dos planos difícilmente conciliables, el de la autoridad del propio<br />
Tribunal, garante de la Constitución, y el de una parte del poder constituido-constituyente<br />
–no ya la autoridad constituyente, que es lo que debería<br />
haberse hecho–. Esto muestra cómo puede introducirse en lo que tendría<br />
que ser meramente un proceso legislativo sometido necesariamente a la posibilidad<br />
del control de constitucionalidad la política de los hechos consumados.<br />
Así pues, la razón fundamental del problema con el que nos enfrentamos,<br />
se encuentra, primero, en el hecho de haber mezclado dos procedimientos<br />
–el legislativo-constitucional propio de la creación de toda ley y<br />
el político, inmerso en toda consulta popular–, que debieron mantenerse<br />
separados, hasta tanto el primero hubiera quedado perfectamente claro,<br />
libre de toda falta. Esta confusión ha conducido, en segundo lugar, a una<br />
dificultad aún mayor, a la oposición entre dos legitimidades, la que deriva<br />
del pueblo, esto es, la democrática, y la que procede del propio Tribunal,<br />
es decir, la que se origina en los límites en que ha de asentarse la democracia,<br />
si es que queremos entender la democracia como democracia liberal<br />
o constitucional.<br />
Además hay que tener en cuenta que en nuestro ordenamiento jurídico<br />
se exige que algunos Estatutos, los llamados del artículo 151 C.E., han de<br />
ser aprobados finalmente en referéndum, con lo que mezclamos el plano<br />
legislativo, institucional, con el plano político, en la medida en que la aprobación<br />
por referéndum supone la intervención de una parte del pueblo,<br />
esto es, de una parte del poder constituido-constituyente. Este procedimiento<br />
no conllevaría ningún inconveniente si lo que se aprobara fuese<br />
plenamente constitucional. Indudablemente, eso no sucedería en caso contrario.<br />
Ésta es la razón por la que se debería haber mostrado un cuidado<br />
exquisito en procurar que el texto que se sometiera a referéndum estuviera<br />
libre de cualquier tacha de inconstitucionalidad, pues si antes de que el<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 205
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
texto fuera claro desde el punto de vista constitucional me adentro en el terreno<br />
político llamando a la ratificación del pueblo, podría estar situando<br />
la política por encima del derecho. Además, si ese texto constituyera de<br />
hecho una reforma constitucional –lo que no podría ser de derecho al haberse<br />
formulado por la autoridad legislativa y no por la constituyente–,<br />
nunca se podría acudir para su validación a una parte del pueblo –en este<br />
caso, el catalán–, sino que se tendría que llamar a quien por ser titular de<br />
la soberanía tiene capacidad para hacerlo, esto es, el pueblo español. Ahora<br />
todo depende de una “única esperanza”, la de que “el Tribunal Constitucional<br />
demuestre velar por la Constitución y deje así patente que en democracia<br />
el poder judicial es el verdadero garante del Estado de derecho” 30 .<br />
Es verdad que no se ha facilitado su labor, pues se le fuerza a que adopte<br />
una decisión en las peores condiciones, con una división profunda entre las<br />
dos grandes fuerzas políticas y después de que el pueblo catalán haya manifestado<br />
su voluntad en referéndum. Esto último podría haberse evitado,<br />
tal y como se ha dicho, reintroduciendo el recurso previo de inconstitucionalidad,<br />
pero no se quiso hacer.<br />
El texto que se ha aprobado antes, que es difícilmente ajustable a la<br />
Constitución, puede considerarse, en mi opinión, como el inicio de un proceso<br />
de reforma constitucional, y la consecuencia de no haber seguido el<br />
procedimiento adecuado consiste en que la mayor parte de los ciudadanos<br />
en quienes reside la soberanía ha visto lesionado su derecho fundamental<br />
ex art. 23.1 C.E. a participar de modo directo en la vida pública a través de<br />
los procedimientos que establecen los arts. 167.3 y 168.3 C.E. La gravedad<br />
de lo sucedido consiste no sólo en que se ha obviado, tal y como dije con<br />
anterioridad, a la autoridad constituyente, sino en lo que aún es peor, la<br />
marginación en un proceso de reforma del régimen político del poder<br />
constituido-constituyente, pues sólo se llama a consulta a una parte del<br />
mismo, el pueblo catalán.<br />
De lo anterior cabe deducir que se ha lesionado el derecho de participación,<br />
tanto directo como indirecto, en tanto que se impide no sólo que pue-<br />
30 P. Cerezo Galán, “El despiece en carne viva (y II)”, Granada Hoy, 11 de mayo de 2006.<br />
206 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
dan asegurarse las libertades negativas, sino también su medio de protección,<br />
que es en lo que consiste el derecho de participación, expresión paradigmática<br />
de los derechos políticos positivos 31 . El derecho de participación<br />
es clave desde el momento que constituye un medio imprescindible en la<br />
defensa de lo que más puede importarnos, nuestra libertad. No se trata, pues<br />
de reclamar el derecho de participación simplemente por participar indirecta<br />
o directamente, sino porque es la única manera de que podamos asegurar<br />
el mantenimiento y profundización de nuestras libertades<br />
fundamentales, que no pueden quedar nunca a la buena o mala voluntad de<br />
nuestros gobernantes. La democracia liberal se asienta sobre el reconocimiento<br />
de una serie de derechos políticos, entre los que el derecho central<br />
es el derecho de participación, si bien, siempre que venga acompañado de<br />
otros como la libertad de expresión, etc. No obstante, los últimos son instrumentales<br />
respecto del primero, pues todos ellos encuentran su razón de<br />
ser en coadyuvar a la realización de aquél. Ahora bien, es verdad que una<br />
gran parte de la ciudadanía no percibe con claridad la entidad de estas cuestiones,<br />
fundamentalmente porque se desenvuelven en un nivel de abstracción<br />
difícilmente comprensible. Tampoco esa lesión del derecho de participación<br />
alcanza de manera habitual a las libertades subjetivas de acción 32 , en las que<br />
cualquier daño sí que se percibe con mayor facilidad, pues nos afecta directamente,<br />
de manera concreta, en tanto que lo hace en el ejercicio de nuestras<br />
libertades privadas, las libertades negativas, que nos resultan por su<br />
inmediatez mucho más asequibles.<br />
31 I. Berlin, “Dos conceptos de libertad”, Sobre la libertad, ed. H. Hardy, trad. J. Bayón, Á. Rivero,<br />
N. Rodríguez y B. Urrutia, Alianza Editorial, Madrid, 2004 (2002, 1958), pág. 248. Pero también<br />
puede recordarse a Constant, quien afirmó que la “libertad individual [...] es la verdadera libertad<br />
moderna. La libertad política es su garantía”, B. Constant, De la libertad de los antiguos<br />
comparada con la de los modernos (1819), en íd., Escritos políticos, trad. y ed. de M. L. Sánchez<br />
Mejía, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, pág. 278.<br />
32 “Lo ha dicho [...] el consejero de Sanidad de la Junta de Extremadura [...] ‘En España tiene más<br />
garantía de ser tratado igual en todas las Comunidades Autónomas un cerdo o una vaca que<br />
un hombre’. La explicación es muy sencilla: en materias agropecuarias rige para toda la Unión<br />
Europea una normativa comunitaria común; mientras que en materia de Derechos Humanos<br />
se están aprobando, dentro de España, disposiciones que tienden a privilegiar a los ciudadanos<br />
de una Comunidad sobre los de otras [...] si consideramos, en vez de vacas o cerdos, a<br />
los ciudadanos españoles, vemos atónitos como cada día se erigen más diferencias entre los<br />
mismos, convirtiendo en papel mojado el artículo 14 de la Constitución.”, en J. de Esteban, “La<br />
igualdad de las vacas”, El Mundo, 14 de agosto de 2006, pág. 4.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 207
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
El trasfondo de todo este conjunto de insensateces 33 es que se ha querido<br />
plantear y resolver el problema del nacionalismo al margen de las reglas básicas<br />
de convivencia, esto es, al margen del orden constitucional establecido,<br />
un orden constitucional que responde, claro está, a los presupuestos de las<br />
democracias liberales: el respeto de los derechos individuales y las decisiones<br />
mayoritarias de acuerdo con las reglas aceptadas, esto es, de acuerdo con las<br />
exigencias del Estado de derecho o imperio de la ley. Las consecuencias de<br />
actuar al margen del orden constitucional de una democracia liberal son enormes,<br />
primero porque supone una quiebra de la legalidad y, segundo, porque<br />
no hay razones que pudieran justificar tal quebrantamiento del orden jurídico,<br />
es decir, que no es posible sostener la legitimidad de la quiebra de la legalidad<br />
democrático-liberal 34 . Esto sólo podría defenderse si hubiera razones<br />
bastantes que pudieran actuar de contrapeso de la violación de la legalidad<br />
que, en mi opinión, no sé dónde encontrarlas. De ahí que en un orden democrático-liberal<br />
los cambios o reformas tienen que hacerse de acuerdo con<br />
las reglas preestablecidas, pues ese orden no se apoya sólo y exclusivamente<br />
en las decisiones mayoritarias, sino en que éstas se adopten respetando los derechos<br />
individuales, lo que se garantiza mediante el respeto a las normas de<br />
juego previamente definidas. Además, cualquier solución que se adoptara sin<br />
tener en cuenta la Constitución conllevaría la quiebra del poder soberano, ya<br />
que se habría realizado un cambio de las normas constitucionales al margen<br />
de tal poder, al mismo tiempo que supondría una lesión del derecho de participación,<br />
efecto inmediato de la realización de una reforma constitucional<br />
por cauces distintos a los establecidos formalmente.<br />
Es verdad que en nuestro país esto no se ha hecho de manera abrupta y<br />
fácilmente reconocible, como sucede cuando se produce un golpe de Estado<br />
35 , sino que se ha llevado a cabo de “manera subrepticia” 36 , orillando las<br />
33 Maravall ha llegado a calificar como “caótica” la política respecto del Estatuto catalán, vid., J.<br />
M. Maravall, “La crispación”, El País, 7 de mayo de 2007, pág. 19.<br />
34 De ahí la diferencia entre la primera transición –“de la ley a ley”, pero quebrantando los principios,<br />
lo que supuso un fraude desde el punto de vista sustancial–, y esta segunda transición,<br />
en la que se quiere llevar a cabo la reforma desde la ley, ley orgánica, pero en contra de la Constitución,<br />
lo que la hace, desde un punto de vista jurídico-racional, imposible.<br />
35 Vid., en relación con esta cuestión, K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, en K. Marx,<br />
F. Engels, Obras escogidas, tomo I, págs. 404 y ss. y C. Malaparte, Técnica del golpe de Estado,<br />
trad. J. Gómez de la Serna, en id., Obras, Plaza y Janés, Barcelona, 1960 (1931), págs. 1 y ss.<br />
208 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
normas y procedimientos que deberían haberse seguido, y sustituyéndolos<br />
por otros que no estaban predefinidos. Las consecuencias inmediatas de tal<br />
actuación consisten en la quiebra del derecho de participación y la parcelación<br />
de la soberanía, efectos necesarios de la sustitución de la autoridad constituyente<br />
tal y como viene prefigurada en la Constitución por la autoridad<br />
legislativa. En definitiva, los principios constitucionales se han visto alterados<br />
en un doble sentido, primero porque se ha menoscabado el principio de la soberanía<br />
popular, en tanto que se reconoce que los poderes de la Generalitat<br />
emanan del pueblo catalán y, segundo, porque el fundamento de tales poderes<br />
son los derechos históricos de un pueblo, lo que lleva directamente a contradecirse<br />
con el principio que reconoce la preeminencia de los derechos y<br />
libertades individuales tal y como está reconocido en la Constitución de 1978,<br />
por lo que se altera el lugar preeminente que deberían tener estos derechos<br />
en relación con los colectivos. Ahora el orden queda invertido, lo que no dejará<br />
de tener consecuencias en el nivel de la legitimación 37 .<br />
¿Cuál es la razón de fondo que permite explicar este desaguisado? ¿Cuál<br />
es la razón de esta insensatez? 38 En mi opinión, sólo cabe encontrarla en<br />
una degeneración –quizá inevitable–, de la concepción mayoritaria de la<br />
democracia, aquello que Kelsen denominó el imperio de la mayoría.<br />
La filosofía política subyacente en la quiebra<br />
constitucional española. El imperio de la mayoría<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
El nuevo Estatuto de Cataluña de 2006 ha suscitado dos problemas en relación<br />
con los fundamentos de legitimación de la práctica dadora de constitución;<br />
primero, porque no se han seguido los procedimientos establecidos,<br />
36 V. Pérez-Díaz habla de “una reforma constitucional subrepticia”, V. Pérez Díaz, “¿Reconstruimos<br />
España?, art. cit., El País, 18 de octubre de 2005. Vid., en un sentido muy similar, P. Cerezo<br />
Galán, “El despiece en carne viva (I y II)”, Granada Hoy, 10 y 11 de mayo de 2006.<br />
37 Sobre la posible resolución de ese conflicto a favor de los principios liberal-democráticos vid.<br />
José J. Jiménez Sánchez, “Nationalism and the Spanish Dilemma: The Basque Case”, Politics<br />
and Policy, vol. 34, nº 3, 2006, págs. 532-555.<br />
38 Deberíamos recordar la definición de Hobbes sobre el insensato: “[I]nsensatos son todos los<br />
que derriban algo que les hace bien antes de levantar en su lugar algo mejor”, Th. Hobbes, Behemoth,<br />
estudio preliminar, traducción y notas de M. Á. Revilla, Tecnos, Madrid, 1992 (1668),<br />
pág. 202.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 209
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
es decir, se ha sustituido, en términos de Ross, la autoridad constituyente –a<br />
la que Kelsen denominaría mayoría cualificada–, por la autoridad legislativa<br />
–la mayoría absoluta de Kelsen–, lo que supone que quiebra la racionalidad<br />
procedimental exigida por el principio democrático y, consecuentemente, la<br />
lesión de los derechos y libertades políticos, pues se ha excluido de la participación<br />
a una parte de quienes podrían haber participado, y segundo, porque<br />
los derechos colectivos ocuparían un lugar de preeminencia respecto de<br />
los derechos y libertades individuales, en la medida en que se comprenden<br />
los derechos históricos de un pueblo como el fundamento de esos derechos<br />
individuales, cuando habría que entender esa relación en orden inverso, pues<br />
además ese nuevo orden conllevaría que se pusiera en cuestión la igualdad<br />
de derechos entre los ciudadanos, esto es, las iguales libertades subjetivas de<br />
acción para todos.<br />
Dice Habermas que cuando el principio de discurso adopta la “forma<br />
jurídica se transforma en un ‘principio de democracia’” 39 . Esto quiere decir<br />
que la democracia exige la forma jurídica, al mismo tiempo que tal forma<br />
actúa como límite de la misma. Así pues, el código jurídico que es el que<br />
permite la democracia, pues sólo bajo él es posible la misma, ese código jurídico<br />
no está a disposición de ella. La forma jurídica constituye un límite<br />
intrínseco de la democracia, al mismo tiempo que la posibilita, por lo que<br />
podría definirse como un elemento constitutivo de la misma. De ahí que<br />
el límite no sea algo externo ni tampoco algo que dependa de la voluntad<br />
mayoritaria expresada democráticamente, sino que es constitutivo de esa<br />
voluntad, en la medida en que posibilita su realización legítima.<br />
En principio podríamos suponer que si la democracia puede definirse<br />
como el gobierno del pueblo y, en consecuencia, que éste tiene todo el poder<br />
para ordenar la vida tal y como desee, parece que sería impensable que se pusieran<br />
limitaciones a su soberanía 40 . Desde Hobbes es claro que el soberano<br />
no puede tener límites, sólo quien no posee límites es quien puede definirse<br />
39 J. Habermas, Facticidad y Validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos<br />
de teoría del discurso, trad. M. Jiménez Redondo, Trotta, Madrid, 1998 (1992 y 1994), pág. 653.<br />
40 Vid., sobre ello, José J. Jiménez Sánchez, “Sobre el poder soberano”, Anales de la Cátedra<br />
Francisco Suárez, nº 40, 2006, págs. 79-98.<br />
210 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
como tal. Quien imponga límites a un soberano es el auténtico soberano. Si<br />
alguien se define como tal y, sin embargo, otro tiene fuerza suficiente como<br />
para imponerle algún límite, entonces este último es el verdadero soberano<br />
y no el primero. Esta comprensión fáctica de la soberanía, que la entiende en<br />
términos de fuerza, de poder imponer la voluntad soberana, es lo que permitió<br />
a Hobbes oponerse a la democracia. Hobbes respondió a quienes criticaban<br />
el enorme poder del soberano absoluto que él había defendido en el<br />
Leviatán 41 , a la vez que sostenían la necesidad de someterlo al poder del pueblo,<br />
que erraban en sus apreciaciones, pues si la razón para someter el poder<br />
absoluto del soberano consistía en la absolutez del mismo, esto es, en un<br />
enorme poder irrestricto, decía Hobbes que sólo un poder más absoluto que<br />
el poder del soberano absoluto podría limitarlo, lo que traducido a términos<br />
de poder implicaría que el poder del soberano absoluto sólo podría limitarse<br />
por un poder aún más absoluto que el que él poseía, por lo que los intentos<br />
de limitación de su poder abocaban a una paradoja, el que quisiera limitar el<br />
poder del soberano, tendría que tener más poder que él, con lo que en vez<br />
de solucionar un problema, el poder absoluto del soberano, lo que haríamos<br />
sería empeorarlo, pues por limitarlo, habríamos constituido un poder aún<br />
más poderoso que aquel que queríamos limitar. Esto es lo que proporciona<br />
a Hobbes una razón suficiente para negar la democracia, para negar alguna<br />
ventaja al poder del pueblo sobre el del soberano absoluto.<br />
Hobbes afirma que “un rey cuyo poder está limitado, no es superior a la<br />
persona o personas que tuvieron el poder de limitarlo; y quien no es superior,<br />
tampoco es supremo, es decir, que no es soberano” 42 , por lo que un monarca<br />
limitado no es soberano, “sino ministro de aquellos que tienen el poder<br />
soberano” 43 . Así pues, un poder soberano es instituido por el convenio establecido<br />
por el pueblo, y se define como poder absoluto sin posibilidad de límites.<br />
No importa que el poder soberano sea el de una asamblea o el de un<br />
monarca, sino que constitutivamente el poder soberano sea un poder ilimitado.<br />
“Y aunque de un poder tan ilimitado puedan –añadirá Hobbes– los<br />
41 Th. Hobbes, Leviatán. La materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y civil, trad., prólogo<br />
y notas de C. Mellizo, Alianza Editorial, Madrid, 1989 (1651).<br />
42 Hobbes, Leviatán, op. cit., pág. 160.<br />
43 Hobbes, Leviatán, op. cit., pág. 160.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 211
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
hombres imaginar que se derivan muchas consecuencias malas, las consecuencias<br />
que se derivan de la falta de él, que es la guerra perpetua de cada<br />
hombre contra su vecino, son mucho peores. La condición humana en esta<br />
vida nunca estará libre de inconvenientes, pero en ningún Estado hay inconveniencia<br />
más grande que la que procede de la desobediencia de los súbditos<br />
y del quebrantamiento de esos convenios en virtud de los cuales existe<br />
el Estado. Y quienquiera que, pensando que el poder soberano es demasiado<br />
grande, trate de reducirlo, tendrá en definitiva que someterse a otro poder<br />
que pueda limitar aquél, es decir, a un poder mayor” 44 .<br />
Para Hobbes, el poder soberano se constituye de manera ilimitada, en<br />
la medida en que renunciamos a nuestros derechos con la finalidad de<br />
que el poder que constituimos y al que hacemos esa entrega nos preserve<br />
en lo que más nos importa, la defensa de nuestra vida, pero incluso aunque<br />
vaya más allá, pues una vez que se ha constituido es un poder que escapa<br />
la posibilidad de su control, es un poder irrestricto. Con la finalidad<br />
de salir del estado de naturaleza constituimos un poder absoluto que todo<br />
lo puede sobre nosotros, en tanto que quedamos convertidos en sus súbditos.<br />
Una vez constituido nada cabe reclamar ni hacer a sus súbditos.<br />
Hemos creado un poder absoluto que por ser tal no cabe limitarlo sin que<br />
generemos un poder mayor que ese poder absoluto que tratamos de controlar.<br />
Se ha instituido un poder fáctico que sólo cabría limitar mediante<br />
un poder aún mayor, un poder que no puede ser ya el de un ser superior<br />
–veritas–, en tanto que no admite la separación entre la religión y la política<br />
al defender la unidad política original, por lo que sólo podría constituir<br />
su límite el poder que proviniera de la auctoritas, aunque tampoco<br />
sería posible puesto que ésta no podría contraponerse a la potestas, pues en<br />
Hobbes no es válida la distinción entre ambas, en tanto que la summa potestas<br />
ha sido transformada en summa auctoritas 45 . De ahí que ese poder<br />
capaz de limitar el poder soberano sólo puede comprenderse como el<br />
poder de una voluntad aún más poderosa que la voluntad del poder que<br />
44 Hobbes, Leviatán, op. cit., pág. 172.<br />
45 C. Schmitt, The Leviathan in the State Theory of Thomas Hobbes. Meaning and Failure of a Political<br />
Symbol, trad. G. Schwab y E. Hilfstein, Greenwood Press, London, 1996 (1938), págs. 44-<br />
45.<br />
212 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
queremos limitar. Esta es la paradoja en la que Hobbes encierra al pensamiento<br />
jurídico-político al tratar de sacarnos de la situación de guerra permanente<br />
en que los hombres se encontraban en el estado de naturaleza,<br />
para introducirnos en un estado de guerra perpetua, pues sólo mediante<br />
el uso de una fuerza mayor que la que posee el poder establecido es como<br />
podremos derribarlo. A partir de ese momento, el pensamiento jurídicopolítico<br />
tratará de hacer dos cosas, primero limitarlo, aunque no tendrá<br />
demasiado éxito, pues los mecanismos con los que se intenta restringirlo<br />
pertenecen al pasado en la medida en que de lo que se trata es de una recuperación<br />
desnuda de los argumentos iusnaturalistas y moralistas; después<br />
se intentará pensarlo de un modo distinto, normativamente y no<br />
fácticamente, con lo que se le podrá embridar sin caer ni en las insuficiencias<br />
de aquel iusnaturalismo ni en la paradoja hobbesiana, esto es, sin<br />
necesidad de generar un poder más absoluto que el propio poder absoluto<br />
que se trata de controlar.<br />
Esta concepción del poder puede ser la causa de que cuando nos encontramos<br />
con problemas graves que ponen en cuestión la misma soberanía,<br />
no sepamos abordarlos con una mínima dosis de razonabilidad.<br />
Cuando se plantea la quiebra de la soberanía porque alguien la desee del<br />
mismo modo que quien la posee, esta disputa puede terminar en enfrentamiento<br />
si entendemos la soberanía en términos de poder, de poder desnudo.<br />
Si queremos resolver este tipo de disputas en el terreno del ser, no<br />
nos quedará más remedio que asentir con Schmitt cuando afirmó que la<br />
“destrucción física de la vida humana no tiene justificación posible, a no ser<br />
que se produzca, en el estricto plano del ser, como afirmación de la propia<br />
forma de existencia contra una negación igualmente óntica de esa<br />
forma” 46 . En el fondo, el problema que tenemos que afrontar es el de la<br />
voluntad política, que podremos entender de manera desnuda, fácticamente,<br />
en el juego atroz entre amigo y enemigo, o bien comprenderla<br />
46 C. Schmitt, El concepto de lo político, trad. R. Agapito, Alianza Editorial, Madrid, 1987 (1932),<br />
pág. 78. Con anterioridad, en la pág. 57, había dicho que un “conflicto extremo sólo puede ser<br />
resuelto por los propios implicados; en rigor sólo cada uno de ellos puede decidir por sí mismo<br />
si la alteridad del extraño representa en el conflicto concreto y actual la negación del propio<br />
modo de existencia, y en consecuencia si hay que rechazarlo o combatirlo para preservar la propia<br />
forma esencial de vida”.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 213
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
como voluntad política racional. Es evidente que ante nosotros no tenemos<br />
una única salida, pues podemos disponer de ambas, aunque necesariamente<br />
habremos de elegir. Dependerá de nosotros mismos que seamos capaces<br />
de escoger la interpretación adecuada.<br />
En el Behemoth Hobbes avanza en su argumentación y da dos pasos decisivos.<br />
Para ello aborda el fundamento del poder soberano no ya en términos<br />
del estado de naturaleza, tal y como hizo al principio en el Leviatán,<br />
sino del mismo modo en que con posterioridad habló del poder soberano,<br />
esto es, en términos fácticos. Es verdad que cuando asentó el poder soberano<br />
en consideraciones de tipo iusnaturalista, después dio un paso más,<br />
arrojó el lastre de tales consideraciones e independizó ese poder de su<br />
mismo fundamento, lo que le permitió dar un segundo paso y defender el<br />
poder instituido como un poder absoluto, radicado en el terreno de los hechos.<br />
Ahora reflexiona también sobre el poder soberano, aunque lo hace<br />
de manera muy diferente, pues no se trata ya de elevarse arrojando lastre,<br />
sino de anclar el poder constituido, el poder soberano, en el terreno que le<br />
es propio. Esto sólo podrá hacerlo si encuentra un fundamento de carácter<br />
realista de ese poder. Hobbes afirma que “el poder del poderoso no se<br />
funda sino en la opinión y la creencia del pueblo” 47 , pues el poder soberano<br />
no se asienta en su derecho, “aun otorgado por el expreso consentimiento<br />
de todos (... sino en) la obediencia del súbdito” 48 . El derecho del soberano<br />
es otorgado por la obediencia de todos, con lo que mantiene ese poder en<br />
47 Hobbes, Behemoth, estudio preliminar, trad. y notas M. A. Rodilla, Tecnos, Madrid, 1992 (1668),<br />
pág. 23. Algo similar se puede detectar en Francia en la que a lo largo del siglo XVII surge una<br />
nueva lógica del poder que ya “no tenía necesidad de ministros, ni de secretarios ni de riquezas<br />
[...pues estaba abandonada] al puro juego de las ideas”, B. Craveri, La cultura de la conversación,<br />
trad. C. Palma, Ediciones Siruela, Madrid, 2003 (2001), pág. 22; aunque la autora<br />
advierte en la misma página que esa nueva lógica “no había encontrado un nombre. Acabará<br />
llamándose opinión, [aunque sea] un siglo después cuando se [convierta] en una amenaza contra<br />
el orden establecido”. Es evidente que Hobbes supo ponerle, parece que antes que nadie,<br />
el nombre adecuado, lo que muestra que percibió el nuevo fenómeno de forma clarividente; aún<br />
más cuando no la confunde con una nueva lógica del poder, sino que la considera como el fundamento<br />
de todo poder. La razón de ello se encuentra en que Hobbes está explicando la Revolución<br />
inglesa, mientras que en Francia el problema no es aún la Revolución, sino la pérdida<br />
de prerrogativas por parte de la nobleza de espada, que hace que ésta cree “un espacio de libertad,<br />
autónomo de la vida de la corte” y trate de distinguirse por “la manera de vivir, de hablar,<br />
de ataviarse, de divertirse, de reunirse” y así obtener “la inquebranta.<br />
48 Hobbes, Behemoth, op. cit., págs. 187-188.<br />
214 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
su terreno, el normativo, al mismo tiempo que lo hace depender no de él<br />
mismo, sino de su real procedencia, esto es, de que sea obedecido. De esta<br />
manera se enfrenta con el verdadero problema, el de la opinión pública, el<br />
del pueblo, el del pueblo llano dirá Hobbes, que “nada sabe, por su propia<br />
meditación, de lo recto y lo indebido; (por lo que) hay, pues, que enseñarle<br />
los fundamentos de su deber, y las razones de por qué la desobediencia a<br />
sus legítimos soberanos siempre acarrea calamidades” 49 , aunque Hobbes<br />
llegará a más al afirmar que el pueblo llano es seducido antes que convencido<br />
con razones, pues “no entendía las razones de una parte y otra; y, en<br />
cuanto a los que por ambición estaban ya embarcados en la empresa de<br />
cambiar el gobierno, poco les importaba cuál era la razón y la justicia de<br />
esa causa, sino qué fuerza podían procurarse para seducir a la multitud” 50 .<br />
Hobbes reflexionará sobre la estupidez de la gente corriente, “que se deja<br />
engañar de forma tan grosera” 51 , aunque insistirá en que “no es la falta de<br />
inteligencia sino la falta de una ciencia de la justicia” 52 , pues si bien la gente<br />
es capaz de tener éxito en sus empresas privadas, son capaces de acumular<br />
fortunas o ejercer de manera brillante su profesión y sin embargo pueden<br />
ser engañados en los asuntos públicos 53 , por lo que habría que concluir<br />
que “no carecían de inteligencia, sino del conocimiento de las causas y razones<br />
por las que una persona tiene derecho a gobernar y el resto obligación<br />
de obedecer; razones éstas que es necesario que se enseñen al pueblo,<br />
que sin ellas no puede vivir por mucho tiempo en paz” 54 . Por eso ni defenderá<br />
que haya que seducir al pueblo ni tampoco que haya que dejarlo<br />
a su juicio, pues “puede que penséis que, para que uno conozca el deber que<br />
49 Hobbes, Behemoth,op. cit., pág. 188.<br />
50 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 150.<br />
51 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 206.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
52 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 207. Indudablemente, el núcleo central de esa ciencia de la<br />
justicia lo constituyen, para el pueblo, “la ley natural que nos obliga a todos a obedecer a<br />
aquél, quienquiera que fuere, a quien legítimamente y por nuestra propia seguridad hemos<br />
prometido obedecer”, y en relación con el rey, la “salus populi, la seguridad y bienestar de su<br />
pueblo”, Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 89.<br />
53 Hobbes establece una diferencia central entre los requisitos necesarios –“diligencia e ingenio<br />
natural”– para llevar a cabo una actividad privada y obtener éxito en la misma y los que exige<br />
el gobierno de una república, para el que “no bastan ni ingenio, ni prudencia, ni diligencia, si<br />
faltan reglas infalibles así como la verdadera ciencia de la equidad y la justicia”, Behemoth, op.<br />
cit., págs. 91-92.<br />
54 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 208.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 215
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
tiene para con su gobernante y sepa cuál es el derecho que éste tiene para<br />
ordenarle, no necesita sino un buen juicio natural; pero no es así: pues eso<br />
constituye una ciencia, y construida sobre principios claros y seguros, y<br />
que ha de ser aprendida mediante un estudio profundo y cuidadoso” 55 . Con<br />
esto ha dado un nuevo giro en su argumentación. Ahonda en su concepción<br />
del poder soberano al sostener la insuficiencia de su comprensión en<br />
términos fácticos; lo mantiene en el terreno que le es propio, el normativo;<br />
después profundiza en el fundamento real del que procede, la obediencia<br />
de los súbditos y, finalmente, da un nuevo paso al defender la necesidad de<br />
una ciencia de la justicia que establezca las razones en las que se apoya el<br />
derecho del gobernante, así como el deber de obediencia del súbdito, de<br />
modo que el poder lo empieza a entender como “derecho a gobernar” y no<br />
como “fuerza suprema” 56 . El poder soberano se funda en la opinión pública,<br />
pero no entendida como nuda fuerza, sino constituida sobre razones.<br />
Con esto Hobbes ha producido un cambio dentro de su propia obra.<br />
Hobbes consigue resolver la paradoja en la que su pensamiento había<br />
quedado encerrado en el Leviatán. Siempre reconoció la posibilidad de la<br />
democracia, pues por mera fuerza podía alcanzar el poder, aunque no fuese<br />
apropiado, pues hay razones que nos hablan de su inconveniencia. En el<br />
Leviatán, Hobbes había sostenido que sólo un poder más absoluto que el<br />
poder absoluto del soberano podría derribarlo, por lo que no encontraba<br />
razón en ello para defenderlo, pues si la razón para derribar el poder absoluto<br />
consistía en la absolutez de ese poder, no tenía sentido defender la<br />
instauración de un poder que necesariamente habría de ser más absoluto<br />
que el propio poder absoluto que se trataba de sustituir. Sin embargo, ahora<br />
no se limitará a hablar del poder en términos fácticos, sino que irá más allá<br />
al explicitar las razones en las que el poder ha de apoyarse para dejar de<br />
estar identificado con la fuerza y hacerlo con el derecho. Esto muestra que<br />
Hobbes es antidemócrata, pues tiene enormes recelos frente al poder del<br />
pueblo, especialmente por la falta de formación del pueblo llano, así como<br />
55 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 206.<br />
56 Hobbes, Behemoth, op. cit., pág. 236. Algo más adelante afirmará que “el deseo de la mayoría<br />
de los hombres es mandar; pero pocos de ellos saben qué más título tiene uno que otro<br />
para ello; fuera del derecho de la espada”, pág. 254.<br />
216 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
por la facilidad con la que se le puede manejar; aunque eso no sea lo importante.<br />
Lo decisivo es que ese rechazo a la democracia lo asienta en razones<br />
que, además, serán muy parecidas a las que otros autores utilizarán<br />
con posterioridad. El caso de J. S. Mill 57 es paradigmático. Lo mismo sucederá<br />
en el siglo XX con Kelsen y sus críticas del fascismo y comunismo 58 ,<br />
y en cierta medida el debate se reproduce hoy día entre las posiciones más<br />
inclinadas a la democracia y aquellas más renuentes.<br />
Ahora bien, lo importante no es la aceptación o rechazo de la democracia,<br />
sino el hecho de reconocer el poder fundante de la opinión pública<br />
y la necesidad de no comprender la voluntad política en términos empíricos,<br />
al modo del primer Hobbes, sino racionales tal y como lo hace el segundo<br />
Hobbes. El reconocimiento de la opinión pública como el auténtico<br />
poder constituyente es coherente con la configuración moderna del espacio<br />
político, caracterizado por su “pluralismo”, “policentrismo”, “plurilingüismo”,<br />
por lo que “los conservadores pudieron acusar a la edad moderna<br />
de rebelión contra el círculo sagrado de los comunicadores del monopolio<br />
y como pérdida del centro” 59 . La conclusión de esta vía se encontraría<br />
en Habermas, cuya preocupación central gira en torno a la posibilidad de<br />
que se forme “de modo discursivo una voluntad política racional”, para lo<br />
que no basta “introducir un ‘principio de discurso’ a cuya luz los ciudadanos<br />
puedan juzgar si el derecho que establecen es legítimo”, sino que es necesario<br />
que antes se institucionalicen jurídicamente aquellas formas de<br />
comunicación en las que haya de poder formarse esa voluntad 60 . De ahí<br />
que el derecho no puede quedar a “disposición de la razón de Estado”,<br />
pues aquél sólo mantendrá “fuerza legitimante mientras pueda actuar como<br />
fuente de justicia” 61 , ni la razón de Estado puede disponer del mismo si es<br />
que reclama para sí constituirse como voluntad política racional. Esto nos<br />
lleva necesariamente a tratar de entender cuáles puedan ser las razones en<br />
57 J. S. Mill, Del Gobierno representativo, trad. M. C. C. de Iturbe, Tecnos, Madrid, 1985 (1861).<br />
58 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., págs. 108 y ss.<br />
59 P. Sloterdijk, Esferas II. Globos. Macrosferología, trad. I. Reguera, Ediciones Siruela, Madrid,<br />
2004 (1999), pág. 679.<br />
60 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 653.<br />
61 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 212.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 217
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
las que se asienta una voluntad política y a dilucidar, a su vez, en ese terreno<br />
los desencuentros entre las diferentes voluntades políticas, pues parece<br />
claro que ninguna buena consecuencia se derivará de que aquéllas se construyan<br />
sólo y exclusivamente sobre la fuerza.<br />
Para Habermas, la práctica dadora de constitución, que es el momento<br />
culminante de cualquier voluntad política, ha de atenerse a una serie de<br />
parámetros que aseguren la racionalidad de tal práctica. Para hacerlo trata<br />
de huir de los problemas que ha suscitado el iusnaturalismo, fundamentalmente<br />
la supeditación del derecho positivo, esto es, del producto de la voluntad<br />
política, a la moral, al derecho natural, y para ello ha elaborado una<br />
construcción muy compleja en la que consigue diferenciar el principio democrático<br />
del moral, retrotrayendo ambos a un origen común, el principio<br />
de discurso 62 . De este modo evitaría la supeditación directa del derecho<br />
respecto de la moral, al mismo tiempo que introduciría una carga moral<br />
–los dispositivos comunicativos– en el principio democrático 63 . Con independencia<br />
de los problemas que conlleve esta construcción y que ahora<br />
hay que dejar de lado, creo que la importancia del sistema de Habermas radica<br />
fundamentalmente en la construcción de un filtro –“los procedimientos<br />
democráticos y los correspondientes dispositivos comunicativos<br />
funcionan como filtros que seleccionan los temas y contribuciones, las informaciones<br />
y razones, de suerte que sólo ‘cuenten’ las entradas relevantes<br />
y válidas” 64 – que se sitúa en un terreno intermedio entre la moral y el derecho,<br />
y en el que puede apreciarse la interdependencia entre ambos, la<br />
moral y el derecho, lo que supone una diferencia clara de las posiciones iusnaturalistas,<br />
que defendían la dependencia del primero respecto del segundo,<br />
así como de las positivistas, que sostienen la separación tajante entre<br />
ambas 65 .<br />
62 Habermas, Facticidad y..., op. cit., págs. 658-659.<br />
63 Habermas, Facticidad y..., op. cit., págs. 648 y ss.<br />
64 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 661.<br />
65 Hoy día parece que las posiciones se acercan, tanto por parte de lo que se ha denominado positivismo<br />
inclusivo, como de lo que por otro lado se etiqueta como iusnaturalismo inclusivo.<br />
Vid., al respecto, A. Ollero, “Derecho positivo y derecho natural, todavía...”, en J. A. Ramos<br />
Pascua y M. Á. Rodilla (eds.), El positivismo jurídico a examen. Estudios en homenaje a José Delgado<br />
Pinto, Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, págs. 905-933.<br />
218 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Ese terreno está constituido por las razones morales que podemos deducir<br />
de los contextos de acción comunicativa entre próximos y que nos<br />
muestran que tales relaciones deberían extenderse a las relaciones entre<br />
extraños. El problema es que tal traslación de la carga moral desde los contextos<br />
entre próximos a relaciones entre extraños sólo es posible hacerlo<br />
si somos capaces de observar los principios que han presidido las prácticas<br />
jurídico-políticas que se han desarrollado desde la modernidad hasta<br />
nuestros días. En este sentido hay que subrayar la aportación de dos tradiciones,<br />
la liberal y la democrática o republicana 66 . La primera se encuentra<br />
representada por autores como Locke y Constant. Para Locke, “el<br />
poder político es el derecho de dictar leyes bajo pena de muerte y, en consecuencia,<br />
de dictar también otras bajo penas menos graves, a fin de regular<br />
y preservar la propiedad” 67 , que hay que entender como la “vida, [la]<br />
libertad y [los] bienes” 68 de aquellos que “por su propio consentimiento se<br />
hacen a sí mismos miembros de alguna sociedad política” 69 . Ciertamente,<br />
este planteamiento no se aleja en exceso del contenido mínimo de derecho<br />
natural del que habló Hart, en cuya ausencia, “los hombres, tales como<br />
son, no tendrían razón alguna para obedecer voluntariamente ninguna<br />
regla” 70 , de manera que cualquier orden social que quisiera pervivir, requeriría<br />
de unos mínimos que no estaban a disposición de sus autores sino<br />
de la propia racionalidad de ese orden. Por su parte Constant hablará del<br />
“error de quienes, obrando de buena fe por amor a la libertad, dieron a la<br />
soberanía popular un poder sin límites, viene de cómo se formaron sus<br />
ideas sobre la política. Vieron que a lo largo de la historia un pequeño número<br />
de hombres, o incluso uno solo, había disfrutado de un poder inmenso,<br />
causante de muchos males, pero su cólera se dirigió contra los<br />
detentadores de ese poder y no contra el poder en sí mismo. En lugar de<br />
destruirle, sólo pensaron en desplazarle. Era un azote, y lo consideraron<br />
66 Habermas, Facticidad y..., op. cit., pág. 652.<br />
67 J. Locke, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance<br />
y fin del Gobierno Civil, trad., prólogo y notas de C. Mellizo, Alianza Editorial, Madrid, 1990<br />
(1690), pág. 35.<br />
68 Locke, Segundo Tratado..., op. cit., pág. 102.<br />
69 Locke, Segundo Tratado..., op. cit., pág. 45.<br />
70 H. L. A. Hart, El concepto de derecho, trad. de G. R. Carrió, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1963<br />
(1961), pág. 239.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 219
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
como una conquista. Se lo entregaron a toda la sociedad; de la sociedad<br />
pasó forzosamente a la mayoría, de la mayoría a manos de unos cuantos<br />
y, con frecuencia, a las de uno solo. Ha hecho tanto daño como antes, y se<br />
han multiplicado los ejemplos, las objeciones, los argumentos y las acciones<br />
contra todas las instituciones políticas” 71 .<br />
La segunda tradición viene representada por Rousseau, cuyo objetivo fundamental<br />
consiste en “[e]ncontrar una forma de asociación que defienda y<br />
proteja de toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y<br />
por lo cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que<br />
a sí mismo y quede tan libre como antes” 72 . De esta manera se trata de poner<br />
el interés común por encima del interés privado de cada uno, puesto que “lo<br />
que generaliza la voluntad no es tanto el número de votos como el interés<br />
común que los une” 73 . Rousseau reconoce que mientras que la voluntad general<br />
mira “al interés común”, la voluntad de todos lo hace “al interés privado,<br />
y no es más que una suma de voluntades particulares: pero quitad de estas<br />
mismas voluntades los más y los menos que se destruyen entre sí, y queda por<br />
suma de las diferencias la voluntad general” 74 . Quizá donde se expresa con<br />
más claridad, sea cuando afirma que “[p]ara que una voluntad sea general no<br />
siempre es necesario que sea unánime, pero es necesario que todas las voces<br />
sean tenidas en cuenta; toda exclusión formal rompe la generalidad” 75 .<br />
Pues bien de esas tradiciones es posible obtener, tal y como hace Habermas,<br />
dos principios: la autonomía privada y la autonomía pública 76 ; el<br />
Estado de derecho y la soberanía popular; las libertades subjetivas de acción<br />
y los derechos y libertades políticos; en definitiva, la libertad negativa<br />
y la libertad positiva en palabras de Berlin 77 . En estos dos principios pode-<br />
71 B. Constant, Principios de política (1815), en íd., Escritos políticos, trad. y ed. de M. L. Sánchez<br />
Mejía, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, págs. 9 y 10.<br />
72 J. J. Rousseau, Del Contrato social. Discursos, edición y traducción de M. Armiño, Alianza Editorial,<br />
Madrid, 1986 (1762), pág. 22.<br />
73 Rousseau, Del Contrato..., op. cit., pág. 38.<br />
74 Rousseau, Del Contrato..., op. cit., pág. 35.<br />
75 Rousseau, Del Contrato..., op. cit., pág. 290, n. 5.<br />
76 Habermas, Facticidad y..., op. cit., págs. 648 y ss.<br />
77 I. Berlin, “Dos conceptos de libertad”, Sobre la libertad, op. cit., págs. 205-255.<br />
220 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
mos reconocer los dispositivos comunicativos de los contextos de acción<br />
comunicativa entre próximos, las razones morales que estaban allí depositadas,<br />
lo que viene exigido necesariamente cuando se ejercen las libertades<br />
políticas, pues mientras que las libertades subjetivas de acción nos permiten<br />
la práctica racional, egoísta, de la misma, así como desarrollar la forma<br />
de existencia que bajo el respeto a las leyes estimemos oportuna, el ejercicio<br />
de las libertades políticas conlleva una carga moral en la medida en<br />
que su ejercicio afecta a los otros de una manera directa, pues su vida dependerá<br />
en gran medida de las leyes que se aprueben en una determinada<br />
sociedad.<br />
Estos presupuestos son los que constituyen el cedazo que en la práctica<br />
dadora de constitución permitirá que pase sólo aquello que no es incompatible<br />
con los mismos. Un cedazo construido con los hilos deducidos de<br />
la práctica jurídico-política occidental que se articulan en torno a los principios<br />
de la soberanía popular y los derechos y libertades individuales; unos<br />
hilos que se entreveran de forma que constituyen una trama concreta que<br />
viene determinada por el contenido moral que se deduce de los dispositivos<br />
comunicativos propios de los contextos de acción comunicativa entre<br />
próximos. A partir de aquí la voluntad política puede adquirir visos de racionalidad<br />
e iniciar una práctica dadora de constitución que ha de recoger,<br />
como no podía ser de otra manera, la carga moral que tales principios aportan.<br />
Por eso, toda constitución que quiera reconocerse como legítima ha de<br />
articularse en torno a ambos presupuestos: la soberanía popular y el reconocimiento<br />
de los derechos y libertades individuales.<br />
A partir de aquí se inicia una nueva fase consistente en la articulación<br />
efectiva de la voluntad general que se ha visto plasmada a través de la construcción<br />
de una voluntad política racional, esto es, la voluntad general puede<br />
identificarse con esa voluntad política racional asentada sobre dos principios.<br />
Un tipo distinto de dificultades comienza ahora, pues tenemos que<br />
hacer efectiva la soberanía popular o soberanía nacional, tal y como viene recogida<br />
en las distintas constituciones. “Nosotros, el pueblo...” disponemos y<br />
la dificultad con la que nos encontramos consiste en saber cómo puede disponer<br />
una voluntad que es concebida como voluntad general. En tanto que<br />
tal no tenemos posibilidad de que pueda manifestarse, pues sólo hemos en-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 221
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
contrado un mecanismo, a través de la voluntad de todos, esto es, por medio<br />
de la voluntad de la mayoría.<br />
El principio de la mayoría se expresa a través de la voluntad política del<br />
legislador, que designa a su vez, en un régimen parlamentario, el poder ejecutivo.<br />
En nuestra Constitución se dice que las “Cortes Generales representan<br />
al pueblo español” (art. 66.1 C.E.), y no que sean el pueblo español, sino<br />
que en ellas, éste se encuentra representado. Esto es, las Cortes actúan en<br />
nombre del soberano, que es el pueblo, tal y como se afirma en el art. 1.2<br />
C.E.: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan<br />
los poderes del Estado”, y hay que entender que emanan todos los poderes<br />
del Estado: la función ejecutiva, la potestad legislativa y el poder judicial.<br />
La potestad legislativa (art. 66.2) es ejercida por las Cortes como poder<br />
emanado del pueblo español, que es donde reside la soberanía. El poder judicial,<br />
como la potestad de las Cortes, también emana del pueblo soberano.<br />
Así lo afirma el art. 117.1 C.E.: “La justicia emana del pueblo y se administra<br />
en nombre del Rey por Jueces y Magistrado integrantes del poder judicial”.<br />
En los regímenes parlamentarios se ha producido una deriva importante, en<br />
tanto que el poder legislativo ha dejado de controlar realmente el poder ejecutivo,<br />
aunque formalmente siga apareciendo que el último está subordinado<br />
al primero. Por el contrario, hoy cabe constatar el hecho de que el<br />
poder ejecutivo es el poder preeminente, “se ha convertido en el poder moderno<br />
clave” 78 . Éste es un hecho importante que nos sirve para incidir en la<br />
relevancia que en una situación tal puede adquirir el poder judicial a la hora<br />
de garantizar las virtudes que poseen los regímenes democráticos a través de<br />
la defensa de los derechos de los ciudadanos.<br />
Parece evidente que la democracia entendida como democracia electoral<br />
ha sufrido un proceso de erosión, que se ha tratado de corregir en dos direcciones.<br />
Primero se ha intentado reforzar su base procedimental por medio<br />
del incremento del número de elecciones, aumentando la dependencia de los<br />
representantes respecto de los ciudadanos y el desarrollo de mecanismos de<br />
78 P. Rosanvallon, Democracy. Past and Future, Columbia University Press, New York, 2006, pág.<br />
245.<br />
222 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
democracia directa. No obstante, esto ha sido insuficiente, por lo que “para<br />
compensar la erosión de la confianza se ha institucionalizado la desconfianza”,<br />
lo que ha llevado a diseñar una nueva forma de democracia, a la que<br />
cabe definir como “democracia indirecta” 79 . Ésta consiste en el desarrollo de<br />
mecanismos se sobrevigilancia, la creación de instituciones independientes,<br />
así como de poderes de rechazo.<br />
Esa democracia indirecta se distingue, fundamentalmente, “por su atracción<br />
hacia un modelo judicial de la política”, que supone “una judicialización<br />
‘funcional’ de la política gracias al impulso de construir un Estado más<br />
imparcial”. Este cambio se articula técnicamente y se legitima socialmente alrededor<br />
de una “noción jurídica del juicio (imparcialidad) antes que una noción<br />
de voluntad (la mayoría resultante del sufragio universal)”, lo que ha<br />
llevado a sostener “que la figura del ciudadano como votante se encuentra hoy<br />
día cada vez más sobrepasada por la imagen del ciudadano como jurado” 80 .<br />
Indudablemente todo esto tiene sentido cuando la constitución de la premisa<br />
mayoritaria se hace en condiciones normales, respetando bien los procedimientos<br />
exigidos por la mayoría absoluta, que son los propios de la<br />
autoridad legislativa, bien los procedimientos exigidos por la mayoría cualificada,<br />
que es la exigida cuando lo que se ejerce es la autoridad constituyente.<br />
El problema se agrava cuando ni siquiera esa premisa mayoritaria se ha constituido<br />
de acuerdo a las exigencias formales que los temas abordados requerirían.<br />
Pues si bien se admite que la influencia es mínima, mucha menor<br />
influencia se tiene cuando ni siquiera se puede participar. Esto es, la premisa<br />
mayoritaria se justifica en la medida en que no constituye sino un medio<br />
para la preservación y aseguramiento de nuestras libertades negativas, por lo<br />
que está justificada la restricción de la misma en la medida en que se atente<br />
contra esas libertades. Consecuentemente mayor justificación tendrá la crítica<br />
de las actuaciones con base en tal premisa cuando lo que se impide es<br />
el mismo ejercicio de la libertad positiva, pues ni siquiera permiten que se utilice<br />
tal libertad como medio. En resumen, en el caso planteado se produce<br />
79 Rosanvallon, Democracy..., op. cit., pág. 238.<br />
80 Rosanvallon, Democracy..., op. cit., pág. 244.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 223
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
una doble violación, primero, porque no se permite ejercer el derecho de<br />
participación, ni directa ni indirectamente, y segundo, porque no se puede<br />
asegurar al negarse su uso la igualdad de las libertades negativas entre todos<br />
los miembros de la sociedad.<br />
En relación con la concepción de la democracia mayoritaria hay que recordar<br />
que Kelsen la defendió pero bajo ciertas condiciones a fin de evitar<br />
que la misma degenerara y se deslizara hacia el “imperio de la mayoría” 81 . De<br />
manera diferente a Habermas, para quien el principio de la mayoría adquiere<br />
un papel secundario en su sistema, pues sólo entra en escena una vez que se<br />
ha desarrollado todo un entramado jurídico-moral de gran complejidad que<br />
permite construir un filtro que asegure la racionalidad de las decisiones adoptadas<br />
por la voluntad política mayoritaria. Así, la primera mediación que se<br />
realiza para transformar la libertad natural en libertad política se lleva a cabo<br />
en Habermas de forma que se embrida la voluntad política y si no se evita,<br />
al menos se proporcionan instrumentos suficientes como para asegurar que<br />
la crítica de las decisiones mayoritarias se desenvuelva por un terreno afirmado<br />
racionalmente. Por su parte, Kelsen sostiene también que el principio<br />
de mayoría es esencial en su construcción en la medida en que es el que permite<br />
transformar la libertad natural en autodeterminación política 82 , pero<br />
esto lo hace sin las garantías que ofrece el sistema de Habermas. La transformación<br />
que defiende acerca de la transformación de la libertad natural en<br />
libertad política por medio del principio de la mayoría, se sostiene sobre ese<br />
mismo principio sin acudir a nada más. Esto hace que esta mediación tenga<br />
una fundamentación excesivamente vaga que le llevará finalmente a no poder<br />
impedir que el principio de la mayoría, central en su argumentación, se deslice<br />
hacia el imperio de la mayoría, donde la racionalidad de la democracia<br />
liberal o constitucional queda completamente varada.<br />
Kelsen no llega a desarrollar una concepción de la democracia constitucional,<br />
sino que defiende una concepción de la democracia mayoritaria<br />
que podríamos considerar como razonable, aunque como veremos a con-<br />
81 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 160.<br />
82 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 86.<br />
224 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
tinuación, esa concepción no puede evitar que se deslice hacia su perversión<br />
en el imperio de la mayoría. Kelsen construye un silogismo, en el que<br />
la premisa mayor dice que el principio de la mayoría “presupone por definición,<br />
la existencia de una minoría” 83 , la premisa menor establece que<br />
“el derecho de la mayoría implica el derecho a la existencia de una minoría”<br />
84 y extrae la conclusión de que de ello “no resulta la necesidad, pero sí<br />
la posibilidad de la protección de la minoría frente a la mayoría [...lo que]<br />
constituye la función esencial de los llamados derechos y libertades fundamentales<br />
o derechos humanos y civiles” 85 .<br />
Si lo leemos al revés veremos que hay dos incongruencias. Primero, en<br />
la conclusión se diluye lo que ya se afirma en la segunda premisa, pues de<br />
ésta obtiene menos de lo que la misma implica, y segundo, la segunda premisa<br />
supone un salto de terreno, pues se abandona el terreno en el que<br />
está formulada la primera, el terreno de la pura lógica, para pasar al terreno<br />
del derecho. Esta segunda incongruencia tiene menor relevancia en<br />
relación con lo que aquí tratamos de demostrar, que su concepción de la<br />
democracia mayoritaria no puede evitar su deslizamiento hacia el imperio<br />
de la mayoría. Mayor enjundia tiene la primera incongruencia, pues si en<br />
la segunda premisa sitúa la reflexión en el terreno del derecho y admito que<br />
el derecho de uno, la mayoría, implica el derecho de otro, la minoría, no<br />
puedo obtener menos en la conclusión que aquello que estaba ya en la premisa,<br />
y esto es lo que hace Kelsen al hablar de posibilidad y no de necesidad.<br />
Si el derecho de uno implica el de otro, entonces no es una cuestión de posibilidad,<br />
sino de necesidad. Admitir esto le habría llevado a Kelsen a tener<br />
que desprenderse de su relativismo axiológico y coherentemente con ello,<br />
su concepción de la transacción y el compromiso entre diferentes posiciones<br />
que defienden valores e intereses contrapuestos, sin que ninguno<br />
de ellos pueda considerarse mejor que los otros, pues todos ellos son relativos,<br />
lo que evidentemente no puede hacer. No obstante, no es este el camino<br />
que quiero seguir, sino el que recorre el propio Kelsen. El problema<br />
83 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />
84 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />
85 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 139.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 225
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
está mal planteado desde el principio y por eso, su construcción muestra<br />
enormes debilidades. Veámoslas.<br />
La primera de ellas es su concepción del límite como autolimitación, es<br />
decir, Kelsen diseña el límite como “principio de legalidad” 86 . A partir de<br />
aquí establece una serie de medidas de carácter constitucional que sirven<br />
para asegurar una democracia controlada, limitada. A fin de evitar que la<br />
mayoría se deslice hacia su imperio y dado que no tenemos ningún mecanismo<br />
que someta necesariamente a la mayoría, sólo es posible entender<br />
la renuncia de la mayoría “a la imposición su voluntad frente a una minoría<br />
cualificada” como una “autolimitación” 87 , lo que ha de plasmarse constitucionalmente<br />
en el reconocimiento no sólo de la mayoría absoluta –la<br />
autoridad legislativa–, sino también del “principio de la mayoría cualificada”<br />
–la autoridad constituyente–, que ha de funcionar en relación con<br />
“las medidas que afectan a una determinada esfera de intereses nacionales,<br />
religiosos, económicos o, en general, inmateriales [que] sólo son posibles<br />
con el acuerdo de una minoría –cualificada–, no contra su voluntad, es<br />
decir, sólo en virtud de un acuerdo entre mayoría y minoría” 88 , que asegure<br />
un nivel de protección mayor que la mera legalidad, al tratar de que haya<br />
cuestiones que exigen mayores grados de consenso, que es similar a las<br />
mayorías exigidas para reformar las normas básicas de un sistema, esto es,<br />
las normas de reforma constitucional. En segundo lugar, introduce la jurisdicción<br />
constitucional, que es la que ha de asegurar que la mayoría no<br />
se deslice hacia su imperio, al proteger esos procedimientos legislativos<br />
que exigen mayorías cualificadas, ya que “la garantía de la Constitución en<br />
el procedimiento legislativo representa un interés trascendental de la minoría”<br />
89 , esto es, la protección de sus derechos.<br />
Sin embargo, esto no evitaría, como el propio Kelsen reconoce, “una<br />
expansión ilimitada del Estado sobre el individuo [...] siempre que aquel<br />
86 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 181.<br />
87 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 141.<br />
88 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 142.<br />
89 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 180.<br />
226 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
poder fuera obra únicamente de los que le están sometidos” 90 , lo que podríamos<br />
traducir en el juego entre mayoría y minoría diciendo que cabría<br />
someter a la minoría, siempre que fuera con su consentimiento, lo que parece<br />
estar alejado de toda razonabilidad, pues los límites de la voluntad política<br />
tienen que estar construidos de manera que no puedan ensancharse<br />
o constreñirse en función de esa misma voluntad. En mi opinión, creo que<br />
ésta es la razón por la que Kelsen termina reconociendo la existencia de<br />
“ciertos límites naturales” a “la aplicación del principio de mayoría” 91 , refiriéndose<br />
con ello a la necesidad de una cierta homogeneidad cultural y lingüística,<br />
pues “[s]i la nación es ante todo una comunidad de cultura y de<br />
lengua, el principio de mayoría sólo tiene pleno sentido en el interior de un<br />
cuerpo nacional uniforme” 92 .<br />
En nuestro caso ha funcionado un concepto de democracia mayoritaria<br />
asentado sólo y exclusivamente en el imperio de la mayoría absoluta –la<br />
autoridad legislativa de Ross–, que no ha respetado los procedimientos<br />
plasmados constitucionalmente que establecían una mayoría cualificada<br />
–la autoridad constituyente en términos de Ross–. Desde este punto de<br />
vista hemos conseguido empeorar la concepción kelseniana en tanto que<br />
hemos saltado por encima del límite que como autolimitación, es decir, la<br />
mayoría cualificada, trató de establecer Kelsen. Así se ha utilizado una vía,<br />
la de la mayoría absoluta, adecuada para reformar un Estatuto, pero no la<br />
Constitución, para cuya modificación se debería haber utilizado la de la<br />
mayoría cualificada. En relación con la segunda limitación que introduce<br />
Kelsen, el control de constitucionalidad por medio de la jurisdicción constitucional,<br />
hay que recordar que se asienta sobre presupuestos distintos a<br />
los de la primera limitación, pues mientras que ésta responde a los mismos<br />
principios que los de la democracia mayoritaria cuyos excesos trata de corregir,<br />
los presupuestos sobre los que se asienta esta jurisdicción constitucional<br />
son distintos, pues no responden a la democracia mayoritaria, sino<br />
que se encuentran en sintonía con una concepción de la democracia dife-<br />
90 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 54.<br />
91 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 162.<br />
92 Kelsen, De la esencia y..., op. cit., pág. 163.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 227
LA VOLUNTAD DE LA MAYORÍA / JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ<br />
rente, la democracia constitucional o asociativa, en la que las limitaciones<br />
no dependen de ninguna voluntad mayoritaria absoluta o cualificada, sino<br />
que tales limitaciones se piensan como inherentes o constitutivas de la propia<br />
democracia. No obstante, habría que decir que el clima que se ha generado<br />
en nuestro país no es el más adecuado para que el Tribunal<br />
Constitucional desarrolle su labor, aunque no parece que esto haya sido<br />
distinto en otras ocasiones, en las que las tensiones entre diferentes intereses<br />
y distintos poderes fueron enormes, como sucedió durante los años<br />
treinta en los Estados Unidos en relación con el New Deal 93 . No obstante<br />
habrá que esperar a la decisión y, sobre todo, a la argumentación en la que<br />
se apoye.<br />
En definitiva, la única explicación de tal proceder sólo puede venir de<br />
la degeneración de una concreta concepción de la democracia, la democracia<br />
mayoritaria. Este modelo de democracia se asienta sobre el principio<br />
de la mayoría, tal y como hemos visto con anterioridad, aunque los<br />
límites a los que ha de someterse –especialmente el reconocimiento de los<br />
derechos y libertades fundamentales, negativas y positivas, que exige el respeto<br />
de los procedimientos establecidos–, no pueden evitar su deslizamiento<br />
hacia el imperio de la mayoría. Cuando esto sucede la política se<br />
sitúa por encima del derecho, transformándose en táctica maniobrera cuyo<br />
fin único consiste en alcanzar y mantener el poder por encima de cualquier<br />
otra cosa y, en consecuencia, sin ningún tipo de vinculación con el<br />
plano normativo, que es desde el que cabría o no legitimar tales prácticas.<br />
Esta concepción de la política, anclada en el terreno de los hechos y separada<br />
de toda vinculación de carácter normativo, es schmittiana. En<br />
Schmitt no hay otra realidad política que vaya más allá de esto, ni siquiera<br />
el derecho, pues aunque “la soberanía del derecho” como “la soberanía de<br />
los hombres que imponen las normas jurídicas y se sirven de ellas” 94 , han<br />
sido consideradas con la pretensión de que por medio de ellas se alcanzara<br />
la legitimidad, sin embargo no son para Schmitt sino meras “ilusiones (...)<br />
93 Vid., al respecto, F. H. A. Hayek, Los fundamentos de la libertad, trad. J. V. Torrente, Unión Editorial,<br />
Madrid, 1991 (1959), págs. 237 y ss.<br />
94 Schmitt, El concepto..., op. cit., pág. 95.<br />
228 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
con las que en tiempos de seguridad no estorbada gustan los hombres de<br />
engañarse a sí mismos acerca de las realidades políticas” 95 . De este modo<br />
se niega la posibilidad de mediación jurídica, así como que puedan establecerse<br />
ciertas dosis de racionalidad mediante el derecho y aún más, pues<br />
afirma que en el terreno espiritual “dominio y poder se convierten en propaganda<br />
y manipulación de masas” 96 . ¿Acaso hemos vuelto donde solíamos?<br />
95 Schmitt, El concepto..., op. cit., pág. 82.<br />
96 Schmitt, El concepto..., op. cit., pág. 100. Vid., asimismo, José J. Jiménez Sánchez, “La opinión<br />
pública”, Anuario de Filosofía del Derecho, vol. XXII, 2005, págs. 181-201 y “The Ruins of the<br />
Enlightened Public Sphere”, Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie, vol. 92, Heft 4, 2006,<br />
págs. 568-581.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 229
JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
HAMLET EN OXFORD:<br />
LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE<br />
ISAIAH BERLIN<br />
1. EN VÍSPERAS DE UN ANIVERSARIO<br />
Hace diez años fallecía Isaiah Berlin. Su muerte tuvo lugar un 5 de<br />
noviembre, en Oxford, la ciudad universitaria que abrazó y estimuló<br />
su creación académica durante décadas. Desde entonces el mundo<br />
se ha hecho más complejo en contacto con los acontecimientos vividos<br />
desde 1997. Los riesgos y las incertidumbres que pesan sobre nuestro futuro<br />
se han agrandado y multiplicado; sobre todo desde que la sombra del<br />
11-S estremeció los cimientos de Occidente y desbarató la atmósfera de<br />
optimismo surgida de la derrota del totalitarismo soviético.<br />
Isaiah Berlin planteó una indagación liberal sobre la estructura moral de<br />
las sociedades abiertas. Lo hizo consciente de que los consensos generados<br />
en las democracias son el producto de diferenciales en tensión. De<br />
hecho, pensó una y otra vez sobre los riesgos y las ventajas del pluralismo,<br />
trazando un protocolo de mínimos acerca de los conflictos valorativos que<br />
genera su desarrollo. Lo sorprendente de este esfuerzo reside en que lo<br />
abordó a partir de una experiencia intensa y directa del siglo XX. Dan<br />
José María Lassalle es Profesor de Sistemas Políticos Comparados. Universidad San Pablo-CEU,<br />
Madrid.<br />
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HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
buena cuenta de ello su biografía y sus obras, así como las diversas trayectorias<br />
que marcan el curso de su vocación intelectual.<br />
Artífice de una escritura que posee la frescura y la espontaneidad de la<br />
gran literatura, su forma de reflexionar, sus inquietudes y la plasticidad de<br />
sus análisis descubren un pensador de estilo transparente, que propicia la<br />
sugerencia y que tiende puentes entre opuestos irreconciliables. En este<br />
sentido, supo frecuentar con habilidad lo fronterizo y extrajo del contacto<br />
con lo ajeno la sabiduría discreta de quien se percata de la validez relativa<br />
de sus convicciones.<br />
Berlin sostenía que su espíritu intelectual se parecía bastante al de Turgueniev,<br />
autor al que admiraba desde que leyó En vísperas y tuvo la sensación<br />
de que en sus obras se reconocía a sí mismo. En él encontró a la<br />
persona que tiene capacidad para entrar respetuosamente en las creencias,<br />
los sentimientos y las actitudes de los demás. Alguien que valoró lo ajeno,<br />
incluso en medio de la zozobra y agonía de lo propio, pero que supo que<br />
entender al otro no significa tener que aprobar su conducta ni sus ideas.<br />
Isaiah Berlin fue un liberal que amó la libertad con la modestia de quien<br />
se cuida de no incurrir en el exceso. Para él la libertad no era un concepto,<br />
un dogma de fe o una bandera. La libertad fue siempre una mirada interrogativa.<br />
Una mirada capaz de dilatar el angular de la inteligencia con el<br />
fin de desbaratar la ortodoxia de quienes dicen poseer conocimientos infalibles.<br />
Por eso defendía la diversidad y la superioridad moral del pluralismo.<br />
Porque asumió que la heterodoxia y la empatía constituyen un<br />
método idóneo para desentrañar las claves sobre las que descansa la verdad<br />
y los fundamentos de una convivencia pacífica y civilizada.<br />
Diez años después de su muerte se le echa de menos. Pocos como él<br />
fueron capaces de mostrar –en un siglo tan oscuro como fue el siglo XX–<br />
“cómo debe ser la vida del espíritu: escéptica, irónica, desapasionada y<br />
libre” 1 .<br />
1 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, Taurus, Madrid, 1999, p. 404.<br />
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2. EL ANTÍPODA DEL HOMBRE SUPERFLUO<br />
El 12 de noviembre de 1970 Berlin pronunciaba una conferencia en The<br />
Sheldonian Theatre de Oxford. La sala estaba repleta y se palpaba en el ambiente<br />
la resaca de los conflictos estudiantiles vividos dos años antes. Berlin<br />
había elegido cuidadosamente el tema. En aquel mismo auditorio Ivan<br />
Turgueniev había sido investido en 1879 doctor honoris causa por Oxford.<br />
James Bryce dijo durante la laudatio que el novelista era un esclarecido paladín<br />
de la libertad: un intelectual comprometido con su tiempo que había<br />
influido en las reformas que Rusia experimentó con el zar Alejandro II.<br />
Casi un siglo después, Isaiah Berlin reflexionaba sobre las tensiones generacionales<br />
y políticas que padecía Occidente a finales de los 60 con una<br />
conferencia que tituló Padres e hijos. Turgueniev y la situación liberal.<br />
Eligió al escritor ruso para hablar indirectamente de sí mismo y de las<br />
ideas en las que creía, pues Turgueniev “encarnaba la aptitud negativa del<br />
liberal, su capacidad para actuar y comprometerse, no obstante la empatía<br />
que le permitía ver el otro lado de la moneda” 2 . Para Berlin, en la fisonomía<br />
moral de Turgueniev estaban los rasgos del Hamlet de Shakespeare.<br />
Al menos tal y como lo había estudiado el propio novelista ruso al contraponer<br />
su figura a la del Quijote. Lo había hecho en 1860, cuando retrató<br />
en Hamlet la indecisión de aquellos que no pueden actuar<br />
inmediatamente porque están expuestos a las contradicciones y tensiones<br />
que genera “el pluralismo de los valores y el relativismo de la verdad”. Hamlet<br />
representaba al intelectual que piensa y duda antes de la acción. El hombre<br />
trágico que sabe que pierde algo cuando actúa. Por eso, Turgueniev<br />
contrapuso frente a él la figura del Quijote, identificando en éste los rasgos<br />
del fanático que actúa sin dilación al impulsarle la “fe dogmática e irreflexiva”<br />
de la ortodoxia 3 .<br />
Precisamente esta distinción que había manejado Turgueniev en el siglo<br />
XIX era lo que explicaba el rechazo que mostraban los jóvenes de 1970<br />
2 Ibíd., p. 103.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
3 A. Walicki, “Berlin and the Russian Intelligentsia”, en G. Crowder y H. Hardy (eds.), The One<br />
and the Many. Reading Isaiah Berlin, Prometheus Books, N. York, 2007, p. 58.<br />
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HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
hacia el liberalismo. Lo demostraba la actitud del auditorio que Berlin tenía<br />
delante. Hamlet mostraba la disposición psicológica típica de los liberales.<br />
Seducidos por el apasionamiento irreflexivo del 68 parisino, los jóvenes ingleses<br />
que escuchaban a Berlin no querían dudas sino dogmas. Les pasaba<br />
lo que a los jóvenes rusos que habían rechazado las novelas de Turgueniev:<br />
que soñaban con ser quijotes y cambiar el mundo.<br />
La juventud no podía ser liberal y sintonizar con aquellos hombres superfluos<br />
que, como había visto Pushkin, pensaban demasiado y actuaban<br />
tan poco. Su Eugenio Oneguin fue el prototipo que luego el propio Turgueniev<br />
había elevado a canon literario cuando escribió su famoso Diario<br />
de un hombre superfluo. Sin embargo, Turgueniev –y con él los intelectuales<br />
liberales– no podían ser descritos de ese modo. En sus novelas no se rehuía<br />
la acción. Lo que hacían era desvelar la complejidad que alimenta el proceso<br />
de decidir. Turgueniev no era un hombre superfluo sino un liberal que<br />
“a diferencia de sus grandes contemporáneos Tolstoi y Dostoievski, no era<br />
un predicador ni deseaba lanzar truenos”. Como a todo liberal racionalista<br />
le “interesaba comprender, penetrar en otras opiniones, otros ideales, otros<br />
temperamentos, tanto los que le simpatizaban como los que le dejaban<br />
desconcertado o le repelían” 4 . Esto ralentizaba la decisión pero no la impedía.<br />
De hecho, la duda que produce comprender no engendra pasividad,<br />
sino la tensión de la que nacen finalmente las reformas que lleva a cabo el<br />
liberalismo.<br />
Berlin afirmaba que Turgueniev había comprendido a los jóvenes iconoclastas<br />
que, como el Bazarov de Padres e hijos, querían la aniquilación<br />
total de su mundo guiados por la certidumbre de que “de ella brotaría un<br />
mundo nuevo y más justo”. Al hacerlo, rechazó “sus métodos, consideró ingenuos<br />
y grotescos sus objetivos, mas no levantó su mano contra ellos,<br />
porque ello habría dado ayuda y aliento a los generales y a los burócratas.<br />
No ofreció ninguna salida clara: sólo gradualismo y educación, sólo la<br />
razón”. En realidad, con estas palabras Berlin estaba describiendo al intelectual<br />
liberal. A quienes como Turgueniev y tantos otros creyeron que la<br />
4 I. Berlin, Pensadores rusos, FCE, México D. F., 1992, p. 483.<br />
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misión del pensador no es dar soluciones sino “tan sólo describir una situación<br />
tan verazmente” que finalmente el lector no pueda eludir el problema<br />
5 . Eso es lo que precisamente hizo Berlin a lo largo de su compleja<br />
vida: reflexionar sobre el conflicto de valores que se da inevitablemente<br />
dentro de una estructura de libertad. La conexión que veremos más adelante<br />
entre el pluralismo y el liberalismo nace de aquí. Al menos del liberalismo<br />
agónico que, según John Gray, identifica al pensamiento de Isaiah<br />
Berlin y que constituye el modelo operativo que vertebra su reflexión<br />
acerca de la libertad y sus instituciones 6 . Como señala el propio autor al<br />
concluir su reflexión sobre Padres e hijos: “Las dudas que Turgueniev planteó<br />
aún no se disipan” 7 . Siguen actuando como el substrato del inconveniente<br />
que acompaña al intelectual y al político que alimenta su acción con<br />
las ideas liberales: constatar que nunca podrá alcanzarse un consenso social<br />
estable sin que todos pierdan algo al materializarlo.<br />
3. BIOGRAFÍA DE UN PRIMER AMOR<br />
Hay en la biografía de Isaiah Berlin un encuentro decisivo que vivió durante<br />
la inmediata postguerra 8 . Gracias a él pudo experimentar el desgarro de<br />
una identidad puesta a prueba al confrontar inesperadamente su persona<br />
y sus vivencias con las de la poeta Ana Ajmátova, una de las voces prerrevolucionarias<br />
más importantes de Rusia y a la que conoció casualmente durante<br />
una breve estancia en Leningrado.<br />
Cuando Berlin llegó a la URSS en septiembre de 1945 era un profesor<br />
de 36 años con una sólida reputación académica. Durante la guerra había<br />
estado destinado en Washington. Allí había desempeñado labores de información<br />
en la embajada británica. Terminada la guerra fue enviado a<br />
Moscú con el fin de sondear el estado de la disidencia al estalinismo. Para<br />
5 Ibíd…, p. 552.<br />
6 J. Gray, Isaiah Berlin, Alfons el Magnànim-IVEI, Valencia, 1996, p. 74.<br />
7 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 552.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
8 G. Dalos, The Guest From the Future: Anna Akhmatova and Isaiah Berlin, Murray, London, 1998,<br />
pp. 25-27.<br />
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HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
Berlin este nuevo destino fue una vuelta a casa. Había nacido en Riga, el 6<br />
de junio de 1909. Al estallar la Primera Guerra Mundial su familia se trasladó<br />
a la antigua San Petersburgo. En esta ciudad vivió hasta que su padre<br />
logró en 1921 que la familia abandonara Rusia. Desde entonces no había<br />
vuelto a su país de nacimiento. Habían transcurrido veinticinco años y su<br />
mentalidad estaba marcada por la tradición hasidi de su familia, la influencia<br />
liberal y anglófila de su padre y, sobre todo, por los años de estudio<br />
y formación vividos en Inglaterra.<br />
Historiador de las Ideas en Oxford desde 1932, Berlin era el primer<br />
judío que había accedido a la condición de “fellow” en el elitista colegio de<br />
All Souls. Amigo de Maurice Bowra y de poetas como Stephen Spender y<br />
Wystan Auden, sus años de estudio habían hecho de él un intelectual heterodoxo<br />
y brillante que mostraba un interés desmedido por las opiniones<br />
que diferían de las suyas. De hecho formaba parte de un círculo de profesores<br />
oxonienses que agrupaba a “comunistas, homosexuales y anticonformistas<br />
que defendían el placer, la convicción y la sinceridad frente a los<br />
pesados y quisquillosos mandarines de los colegios de Oxford” 9 . Formado<br />
en Ciencias e Historia Moderna, su mentalidad académica se había articulado<br />
alrededor de una metodología empírica que recelaba abiertamente<br />
del positivismo y del determinismo. De hecho, Berlin no creía en los argumentos<br />
abstractos que estaban desprovistos de conexiones psicológicas<br />
o históricas, tal y como demostró con su trabajo sobre Marx y su pensamiento<br />
10 .<br />
Con tan singular bagaje a sus espaldas e imbuido por los anhelos y temores<br />
de un exiliado, Berlin volvió a Rusia en 1945, encontrándose un país<br />
que exhibía por todas partes las huellas del totalitarismo. Aquí, fue decisiva<br />
la relación que mantuvo con Ana Ajmátova, una de las opositoras más renombradas<br />
de la época. Enfrentada al comunismo desde hacía años, había<br />
sufrido la ejecución de su marido en 1921 y el confinamiento de su hijo en<br />
9 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., p. 76.<br />
10 E. Bocardo, “Indeterminismo: La historia evitable en Sir Isaiah Berlin”, en P. Badillo y E. Bocardo<br />
(eds.), Isaiah Berlin. La mirada despierta de la historia, Tecnos, Madrid, 1999, pp. 194-<br />
255.<br />
236 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
Siberia. Para Berlin esta relación fue “el acontecimiento más importante de<br />
su vida” porque a partir de él “concibió un odio hacia la tiranía soviética que<br />
iba a informar prácticamente todo lo que escribió en defensa del liberalismo<br />
occidental y las libertades políticas a partir de entonces” 11 . De hecho,<br />
esto fue lo más determinante de una relación que, por otra parte, Berlin<br />
vivió con un apasionamiento adolescente que recuerda la historia que Turgueniev<br />
relató en El primer amor. Pero más allá de la historia en sí, lo importante<br />
del encuentro con Ajmátova fue el memorando que escribió con<br />
el título A Note on Literatura and the Arts in the RSFSR in the Closing Months<br />
of 1945. Como señala Ignatieff: el texto era “una historia de la cultura rusa<br />
en la primera mitad del siglo XX, una crónica de la malhadada generación<br />
de Ajmátova… En cada una de sus páginas se advierte la huella de lo que<br />
Ajmátova –y también Chukovsky y Pasternak– le dijeron sobre sus experiencias<br />
en los años de persecución” 12 .<br />
Para Berlin, la URSS que había conocido durante aquellos meses era<br />
una tiranía que proscribía la creación y toda manifestación de libertad espiritual<br />
o personal. Ningún resquicio de crítica o disidencia era posible. La<br />
lógica totalitaria imponía una violencia homogeneizadora que estaba al<br />
servicio de una estructura social planificada donde los rasgos individuales<br />
no tenían cabida. Por su parte, el determinismo ideológico del marxismo<br />
había fijado una cosmovisión monista que unificaba la existencia del conjunto<br />
de la sociedad. Bajo ella operaba una visión antropológicamente materialista<br />
que despreciaba todo aquello que no estuviera al servicio de la<br />
revolución. En realidad, la URSS era un formidable Leviatán que edificaba<br />
su poder sobre la base del sufrimiento que infligía a un pueblo al que se unificaba<br />
a la fuerza, o si se prefiere, a golpes de violencia, mentira y manipulación<br />
utópica.<br />
Hasta aquí nada nuevo. Isaiah Berlin ya lo sabía después de haber estudiado<br />
durante seis años el pensamiento marxista 13 . Sin embargo, su es-<br />
11 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., pág. 230.<br />
12 Ibíd.., p. 222.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
13 A. Ryan, “Introducción”, en I. Berlin, Karl Marx, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 16.<br />
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HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
tancia en Moscú y Leningrado, y particularmente su contacto con Ajmátova,<br />
le descubrieron plásticamente la indecencia totalitaria en la que incurría<br />
el comunismo cuando era llevado a la práctica. De hecho, Ajmátova<br />
le ofreció el testimonio de quienes padecían un régimen que no admitía discrepancias<br />
ni disidencias a la Verdad oficializada mediante el terror y la<br />
propaganda. Sin embargo, gracias a la experiencia personal de primera<br />
mano que vivió al otro lado del Telón de Acero, Isaiah Berlin extrajo una<br />
conclusión que al cabo de los años llegaría a demostrar toda su certeza<br />
con el derribo del Muro de Berlín: que la batalla que la sociedad rusa daba<br />
todos los días resistiendo al comunismo impedía que éste fuese inevitable.<br />
¿Acaso no había visto a mucha gente que seguía haciendo el esfuerzo de<br />
vivir de pie, manteniendo esa orgullosa verticalidad que, según su amigo el<br />
poeta Auden, identificaba la esencia de la dignidad humana? Quizá por<br />
eso, Ana Ajmátova escribió refiriéndose a su encuentro con Isaiah Berlin<br />
que: “No será un amante esposo para mí/ pero lo que nosotros, él y yo, logramos/<br />
inquietará al Siglo Veinte” 14 .<br />
La tarde del 3 de enero de 1946 la pareja se vio por última vez. Él había<br />
llegado de Moscú camino de Helsinki. Su misión en Rusia había terminado<br />
tras la elaboración del memorando que había entregado a la embajada<br />
británica en Moscú. Volvía al mundo libre y dejaba atrás a la mujer que<br />
había sido su primer amor. Se volvieron a ver veinte años después, pero la<br />
relación que mantuvieron fue uno de esos sucesos inesperados que generan<br />
consecuencias que perduran toda la vida. En Ajmátova tuvo repercusiones<br />
poé-ticas; en Berlin intelectuales. A partir de ese momento la lucha<br />
contra el totalitarismo fue uno de los objetivos del pensamiento berliniano<br />
y, con ella, el estudio de los fundamentos y de la proyección de la libertad<br />
en la historia 15 . Sobre todo porque si algo había aprendido de aquella relación<br />
era “que la historia podía verse obligada a ceder ante el puro tesón<br />
de la conciencia humana” 16 .<br />
14 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., p. 228.<br />
15 R. P. Hanley, “Berlin and History”, en G. Crowder y H. Hardy (eds), The one and the many. Reading<br />
Berlin, cit., pp. 159-180.<br />
16 M. Ignatieff, Isaiah Berlin. Su vida, cit., p. 230.<br />
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4. PADRES E HIJOS DE LA ILUSTRACIÓN<br />
Traslademos ahora la imaginación a la Rusia de mediados del siglo XIX. Es<br />
una noche cualquiera de junio. La acción se desarrolla durante la cena, en<br />
la casa rural de una familia de la nobleza. Un joven universitario y un hombre<br />
de mediana edad discuten sobre los beneficios que reporta el mantenimiento<br />
de la civilización. El primero quiere destruirla para empezar de<br />
cero y edificar una sociedad perfecta, liberada de injusticias. El segundo se<br />
opone a ello. Teme a la revolución. Es un liberal que cree en el progreso y<br />
que espera que las reformas impulsadas por el gobierno hagan finalmente<br />
posible un cierto ideal de justicia. La conversación se encrespa por momentos.<br />
Los reproches y las impertinencias se suceden. Al final el joven expresa<br />
violentamente su desprecio más absoluto hacia todo, empezando<br />
por la civilización y terminando por quienes la defienden. La respuesta de<br />
su interlocutor no se deja esperar: “Antes los jóvenes se aplicaban al estudio,<br />
no querían sumirse en la ignorancia, por lo que, aunque contra su voluntad,<br />
trabajaban. Pero ahora no tienen más que decir: ‘¡Todo en el mundo<br />
es absurdo!’ y asunto concluido. Los jóvenes están en sus glorias. Y efectivamente,<br />
antes no pasaban de bobos; pero ahora de pronto se han vuelto<br />
nihilistas” 17 .<br />
En esta escena tomada de Padres e hijos de Turgueniev se explicita el<br />
choque de dos generaciones crecidas al abrigo intelectual de la modernidad<br />
ilustrada: un conflicto desgarrador que ha marcado la historia de Occidente<br />
durante los dos últimos siglos. ¿Por qué? Según Isaiah Berlin,<br />
porque la Ilustración se edificó sobre presupuestos tan apasionadamente<br />
monistas que concluyeron en una apoteosis de la que nacieron sus hijos<br />
díscolos: esas furias totalitarias que atormentaron el devenir del siglo XX.<br />
De hecho, sin la Ilustración no hubiera sido posible la figura intelectual de<br />
Marx, su hijo legítimo. Pero sin la Ilustración tampoco se hubiera podido<br />
engendrar ese reverso reactivo que fue el romanticismo y que condujo a los<br />
nacionalismos y al fascismo, por cierto, los hijos ilegítimos del pensamiento<br />
ilustrado.<br />
17 I. Turgueniev, Padres e hijos, Planeta, Barcelona, 1997, p. 57.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 239
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
El problema de los ilustrados fue que transformaron su vocación pedagógica<br />
en un discurso político. Que es lo que sucedió con Kant cuando<br />
propuso imperativamente su Sapere aude! Elevó a prescripción los Pensamientos<br />
para la educación de Locke y el Emilio de Rousseau. Precisamente<br />
esta pretensión pedagógica ilustrada propició el conflicto y la violencia generacional<br />
que sacudió la historia de la humanidad en los siglos XIX y XX.<br />
Por un lado llevó a los utópicos revolucionarios a considerar insuficiente el<br />
discurso político de la Ilustración y, por otro, arrojó a los románticos en los<br />
brazos de la negación radical de los valores ilustrados, buscando incluso en<br />
el irracionalismo un imaginario alternativo que justificaba el regreso a la Arcadia.<br />
Pero para analizar por qué la Ilustración se erigió en un paradigma<br />
pedagógico que liberó la violencia edípica que sus hijos proyectaron contra<br />
él, hay que desentrañar antes las claves de la crítica que Isaiah Berlin<br />
hace del monismo racionalista. Para Berlin el monismo es básicamente una<br />
falacia. Consiste en la creencia de que hay una sola respuesta para cada<br />
cuestión fáctica o axiológica. Serían falacias las teorías que, además de defender<br />
la existencia de valores objetivos, universales, verdaderos e inalterables,<br />
creen en la posibilidad de sistematizarlos en un todo ordenado y<br />
coherente que es capaz de gobernar la vida de los hombres individual o colectivamente<br />
18 . En la práctica más que una forma de pensamiento el monismo<br />
sería una disposición vital. La misma que está detrás de la figura del<br />
Quijote que describió Turgueniev y que Berlin reformularía a través de su<br />
conocida reflexión sobre el zorro y el erizo. De hecho, el prototipo existencial<br />
del monismo sería para Berlin la personalidad de Tolstoi, que a sus<br />
ojos sería el ideal de esos “erizos” que son víctimas de la pasión existencial<br />
de querer comprender todas las cosas bajo el prisma de un todo unitario 19 .<br />
Fue en La decadencia de las ideas utópicas en Occidente donde Berlin estudió<br />
los supuestos que sustentan al monismo 20 . El primero de ellos es la<br />
convicción de que para cada pregunta hay una sola respuesta correcta, de<br />
lo que se desprende la aspiración de alcanzar un saber completo. El se-<br />
18 E. García Guitián, El pensamiento político de Isaiah Berlin, CEPC, Madrid, 2001, pp. 27-30.<br />
19 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 118.<br />
20 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, Península, Madrid,<br />
1992, pp. 42-43.<br />
240 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
gundo es la creencia de que se puede elaborar un método capaz de descubrir<br />
esas respuestas, admitiendo de antemano que la realidad es inteligible<br />
si se da con la fórmula pertinente para desvelar cuáles son sus claves.<br />
El tercer supuesto es sistémico. Afirma que todas las respuestas que se den<br />
sobre la realidad o sobre lo que los hombres deben hacer dentro de ella son<br />
compatibles entre sí ya que constituyen un todo coherente que destierra<br />
cualquier posibilidad de conflicto entre ellas.<br />
Para Berlin todos los monismos comparten estos supuestos. Los monistas<br />
creen que los conflictos engendrados en la historia nacen de la incapacidad<br />
humana para desarrollar un sistema racional acorde plenamente<br />
con el modelo antes descrito 21 . Fiel a esta propensión utópica, el monismo<br />
ha creído siempre posible la construcción de una sociedad perfecta. La<br />
causa hay que localizarla en el carácter prescriptivo que desde la filosofía<br />
griega ha inspirado la idea de conocimiento manejada por el pensamiento<br />
occidental. De hecho, todas las formulaciones monistas han subordinado<br />
el conocimiento al establecimiento de unos valores prescriptivos sobre<br />
cómo debe vivir la humanidad y por qué ha de hacerlo así y no de otro<br />
modo. De hecho, este patrón unificado se “sitúa en el corazón mismo del<br />
racionalismo tradicional, religioso y ateo, metafísico y científico, trascendental<br />
y naturalista. Ésta es la roca sobre la que han sido fundadas las vidas<br />
y las creencias occidentales” 22 .<br />
Pero fue durante la Ilustración cuando los supuestos que acabamos de<br />
ver se exacerbaron al convertirse en un auténtico programa político. La<br />
suposición racionalista de que existía una naturaleza humana de carácter<br />
invariable y universal fue la palanca que activó el proceso. Concretamente<br />
al elevar el cogito cartesiano a la condición de esencia humana. A partir de<br />
esta percepción, que pronto fue tenida como una verdad incontrovertible,<br />
los ilustrados interpretaron el mundo mediante leyes científicas que permitían<br />
no sólo dominar la realidad sino mejorarla y transformarla a su antojo.<br />
Gracias a este asidero la tradición monista intensificó su vigencia hasta<br />
21 J. Díaz-Urmeneta, Individuo y racionalidad moderna. Una lectura de Isaiah Berlin, Servicio de Publicaciones<br />
de la Universidad de Sevilla, 1994, pp. 138-140.<br />
22 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad, cit., p. 131.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 241
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
creer que era posible proyectar los métodos de las ciencias naturales a los<br />
asuntos humanos, incluyendo la organización de la sociedad y la política 23 .<br />
Es cierto que la mayoría de los ilustrados hicieron compatible ese escenario<br />
monista con la defensa de la libertad. Sin embargo, la propensión científica<br />
y geométrica que contenía el discurso de la Ilustración abonó el<br />
terreno para que el paradigma se transformara en una libido sciendi, tal y<br />
como Horkheimer y Adorno plantearon al estudiar la violencia dialéctica<br />
de la que era portador el pensamiento ilustrado. De hecho, fue esto básicamente<br />
lo que llevó, según Cassirer, a que la acción humana guiada por<br />
la pedagogía ilustrada dejara de ser vista como una posesión innata para adquirir<br />
el status de una conquista que “no puede comprenderse más que en<br />
su ejercicio y en su acción” 24 . Para el patrón ilustrado que encarnó el liberalismo<br />
la acción y la conquista eran individuales, tal y como Adam Smith<br />
y los fisiócratas se encargaron de demostrar a lo largo del siglo XVIII siguiendo<br />
la estela de Locke y su teoría de la propiedad. De hecho, para los<br />
liberales el progreso colectivo nacía de la acción individual y de los beneficios<br />
que se desprendían de la famosa “mano invisible”. Sin embargo, para<br />
los ilustrados que desde Helvétius hicieron de la razón un instrumento planificador<br />
de la convivencia, la conclusión era otra. La espontaneidad no<br />
existía. El azar no podía dar beneficios porque los hombres se gobernaban<br />
por la necesidad, surgiendo así un linaje que traicionó la libertad y comunicó<br />
a la Ilustración con el siglo XIX 25 , concretamente con Saint-Simon y<br />
Marx.<br />
Con el pensamiento marxista el monismo ilustrado se transmutó y exacerbó<br />
en sus planteamientos científicos ya que la racionalidad pasó a identificarse<br />
“con las leyes de la necesidad”. Para Marx, la “verdadera libertad<br />
sería inalcanzable mientras la sociedad no se tornase racional, esto es, mientras<br />
no superase las contradicciones que dan lugar a ilusiones que distorsionan<br />
la comprensión” del mundo y de su estructura, que a sus ojos estaba<br />
23 I. Berlin, The Age of the Enlightenment: The Eighteenth-Century Philosophers, Oxford University<br />
Press, 1979, p. 15.<br />
24 E. Cassirer, Filosofía de la Ilustración, FCE, México D. F., 1993, p. 28.<br />
25 I. Berlin, La traición de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana, FCE, México D. F.,<br />
2004, pp. 31-75 y 140-169.<br />
242 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
egida fundamentalmente por la necesidad económica 26 . Basado inconscientemente<br />
en esa estructura de necesidad, el mundo que había surgido<br />
de las conquistas políticas de la Ilustración estaba atrapado bajo la forma<br />
del capitalismo. Éste era “un vasto instrumento engendrado por exigencias<br />
materiales inteligibles, un progresivo mejoramiento y ensanchamiento<br />
de la vida” que generaba sus “propias creencias religiosas, morales, intelectuales,<br />
sus propios valores y formas de vida” 27 . Si se quería dar al traste<br />
con el insuficiente mejoramiento capitalista y materializar la sociedad perfecta<br />
que la Ilustración no había podido alcanzar, la vía más idónea que se<br />
abría era aprovechar las contradicciones y conflictos del capitalismo utilizando<br />
la revolución. La libertad, la igualdad y la fraternidad ilustradas no<br />
eran más que infantería, caballería y artillería burguesas. El empleo de la<br />
violencia contra ellas era legítimo ya que la revolución consistía en una<br />
forma superior de racionalidad. Gracias al monismo de Marx, los comunistas<br />
hallaron así una base metafísica que justificaba racionalmente el uso<br />
de la violencia contra el orden capitalista nacido de la Ilustración burguesa<br />
28 .<br />
Siguiendo el análisis de Berlin sobre Marx, a partir de éste el hijo no<br />
sólo pudo desafiar al padre sino también matarlo. No es de extrañar que<br />
Turgueniev retratase a los jóvenes revolucionarios como una generación nihilista<br />
dispuesta a destruir la civilización burguesa mediante el empleo de<br />
la fuerza. Había que edificar una sociedad perfecta y para conseguirlo había<br />
que derribar y desescombrar. ¿Qué hay víctimas, sufrimiento o dolor? No<br />
importa. Como dice el protagonista de Padres e hijos de Turgueniev: “con<br />
una estructura justa de la sociedad, será todo punto indiferente que el hombre<br />
sea estúpido o inteligente, bueno o malo” 29 . De este modo, la pedagogía<br />
monista de la Ilustración terminó siendo cuestionada de raíz por sus<br />
propios hijos y volviéndose contra sus progenitores y mentores. El fin justificaba<br />
los medios, pues, ¿acaso el materialismo histórico no había dado<br />
carta de naturaleza científica al parricidio?<br />
26 I. Berlin, Karl Marx., cit. p. 158.<br />
27 Ibíd.., p. 141.<br />
28 Ibíd., pág. 159.<br />
29 I. Turgueniev, Padres e hijos, cit., p. 88.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 243
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
5. LAS AGUAS PRIMAVERALES DEL ROMANTICISMO<br />
Tan rebelde y subversivo como el pensamiento marxista, el romanticismo<br />
dirigió también su lógica emancipadora contra la pedagogía de la Ilustración.<br />
Pero si Marx era un hijo legítimo de ella, el romanticismo no. Por lo<br />
pronto era un movimiento que se apartaba de la tradición monista, que<br />
combatía conscientemente las ideas de verdad y validez acuñadas por la<br />
Ilustración. El romanticismo, como se encargó de estudiar Berlin, era una<br />
criatura ilegítima, nacida de saber lo que no quería: la uniforme atmósfera<br />
de racionalidad que habían divinizado los ilustrados al elevar las ciencias<br />
empíricas a los altares del conocimiento. Precisamente esta insatisfacción<br />
fue el hilo conductor que movilizó a los románticos como un torrente contra<br />
el orden intelectual y moral de su tiempo.<br />
De forma semejante a aquellas Aguas primaverales que sirvieron de metáfora<br />
literaria a Turgueniev para hablar del amor prohibido que le unió a<br />
Paulina Viardot, el romanticismo entretejió un triángulo emocional que lo<br />
vinculó a la Ilustración, a escépticos de ella como Hume, Montesquieu o<br />
Rousseau y, sobre todo, a esa Contra-Ilustración que supo dónde estaban<br />
las fracturas del edificio ilustrado. En tan confuso maridaje se desenvolvió<br />
el movimiento romántico. Actuó sobre las debilidades estructurales de los<br />
ilustrados, debilidades que previamente habían identificado autores como<br />
Vico, Hamman o Herder. De ahí que pueda afirmarse que los románticos<br />
fueron los hijos ilegítimos de una Ilustración que propició su alumbramiento<br />
como una contraimagen destructiva de sí misma, iniciando así el<br />
asalto a la razón que Lukács estudió al conectar el irracionalismo de Schelling<br />
con Hitler, tesis que hizo suya Berlin cuando dijo que el “fascismo<br />
también fue heredero del romanticismo” 30 .<br />
En Las raíces del romanticismo Berlin nos ofrece una definición del mismo<br />
que no deja dudas al respecto. Dice que fue una rebelión contra los presu-<br />
30 I. Berlin, Las raíces de la Ilustración, Taurus, Madrid, 2000, p. 191. Sobre este asunto debe<br />
destacarse la pormenorizada reflexión que plantea D. López, “Isaiah Berlin: Ideas sobre el Romanticismo”,<br />
en J. Lassalle, Isaiah Berlin. Una reflexión liberal sobre el ‘otro’, <strong>FAES</strong>, Madrid,<br />
2002, pp. 133-162.<br />
244 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
puestos del monismo ilustrado y una reivindicación del pluralismo 31 . Sus<br />
grandes aportaciones fueron la creencia de que el hombre no podía descubrir<br />
ninguna estructura axiológica inalterable y la convicción de que los<br />
valores eran un producto de la conciencia del individuo, de manera que<br />
cada persona se gobernaba a sí misma según fines particulares. Las consecuencias<br />
de ello fueron inmediatas. Si cada hombre defendía internamente<br />
sus creencias por ser suyas, entonces desaparecía un patrón superior que<br />
determinase objetivamente si actuaba de manera correcta. Por tanto, para<br />
los románticos “las formas de vida de un soldado profesional o de un espía,<br />
de un monje budista, de un cortesano o de un jugador que vive de su ingenio,<br />
no son formas inferiores, ni superiores, del comportamiento humano<br />
que las del investigador científico, el profesor entregado o el cuidador de<br />
una leprosería. Contrariamente a lo que dice Aristóteles, no hay procedimiento<br />
racional que permita establecer una jerarquía” 32 . Para Berlin esta<br />
fuerza disolvente del romanticismo tuvo un efecto decisivo en la historia<br />
del pensamiento occidental. Puso freno a los excesos de la Ilustración, aunque<br />
al precio de abrir las exclusas de un voluntarismo y un subjetivismo<br />
irracionalistas que terminó conduciendo a los excesos del nacionalismo y,<br />
con el tiempo, a la demencia del fascismo.<br />
Desprovistos de controles racionales y de disposición para la empatía,<br />
los nacionalistas decimonónicos transformaron las ideas de Herder en un<br />
estado de inflamación permanente de la conciencia comunitaria. Exageraron<br />
tanto las propias virtudes y despreciaron las ajenas que terminaron<br />
desembocando en una patología que hizo de la comunidad un todo holístico<br />
y mesiánico que subsumió a las personas bajo el férreo manto de las<br />
emociones colectivas 33 . Con todo, la apoteosis de este proceso tuvo lugar<br />
más tarde, durante el periodo de entreguerras: cuando la colisión de las<br />
ideologías nacionalistas acaecida en la Primera Guerra Mundial hizo que<br />
algunas de ellas experimentasen una torsión psicológica debido al resentimiento<br />
generado por la derrota o por la frustración de las expectativas nacionales<br />
puestas en la guerra. Entonces, el nacionalismo se transformó en<br />
31 I. Berlin, Las raíces de la Ilustración, cit., pp. 19-41.<br />
32 J. Gray, Isaiah Berlin, cit., p. 73.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
33 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, cit., pp. 223-242.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 245
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
demencia. Direccionó la estructura reaccionaria que De Maistre había introducido<br />
en la historia de las ideas después de la revolución francesa. Proclamó<br />
que los hombres tenían que someterse naturalmente a la voluntad<br />
superior de un caudillo-profeta que encarnaba al conjunto de la nación y<br />
materializaba su destino. Y lo que es peor: inyectó en el cuerpo herido de<br />
la sociedad un vitalismo irracionalista tan brutal que terminó arrastrando<br />
aquélla hacia una dinámica totalitaria que hizo que se desgarrase víctima<br />
de fuerzas demasiado violentas para ser controladas 34 .<br />
En cualquier caso, y más allá de estas consecuencias, lo cierto es que el<br />
romanticismo hizo posible que por primera vez en más de dos milenios<br />
surgiese en Occidente un pensamiento que había quebrado de raíz la legitimidad<br />
incontrovertible del monismo racionalista. Este es el dato más relevante<br />
que Berlin extrae de todo ello, sobre todo porque le permite trazar<br />
una conexión epistemológica entre el romanticismo y el liberalismo. No en<br />
balde lo que se desprende del conflicto al que aboca el pluralismo valorativo<br />
es la necesidad de establecer un marco de compromisos que eviten el<br />
caos y la violencia. Si la moral es moldeada por la voluntad humana y los<br />
fines no se descubren sino que se crean, entonces, el hombre vive instalado<br />
en el filo permanente de la tragedia ya que tiene que estar decidiendo dentro<br />
de dilemas irresolubles en los que cualquier elección implica una pérdida.<br />
De este modo, la lectura que Berlin hizo del romanticismo desbrozó<br />
el terreno a sus ideas liberales. Le mostró que la libertad, la tolerancia y el<br />
respeto hacia los otros son el único horizonte posible 35 .<br />
La tarea de elaborar una reflexión que plasmara la disposición intelectual<br />
del liberalismo fue abordada por Isaiah Berlin tras las experiencias de<br />
los años 30 y 40, y cuando su biografía le permitió comprender que, tras el<br />
fracaso de los padres e hijos de la Ilustración, tan sólo quedaba reivindicar<br />
el pluralismo como el único suelo virgen en el que, a pesar de todas sus<br />
enormes dificultades e imperfecciones, podía seguir fructificando la libertad<br />
de cada uno y la del conjunto de la sociedad.<br />
34 Ibíd., p. 166.<br />
35 E. García Guitián, “El pluralismo liberal de Isaiah Berlin”, en P. Badillo y E. Bocardo, Isaiah Berlin.<br />
La mirada despierta de la historia, cit., pp. 293-308.<br />
246 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
6. PLURALISMO Y CONFLICTO. EL SUELO VIRGEN DE LAS LIBERTADES<br />
Reproduzcamos ahora un fragmento de realidad. Estamos en diciembre<br />
de 1988, en Inglaterra. Ramin Jahanbegloo e Isaiah Berlin mantienen una<br />
serie de entrevistas acerca del pensamiento de este último. El diálogo discurre<br />
ágil y directo. Se nota que hay complicidad y empatía entre ambos.<br />
Hoy hablan de política. El entrevistador pregunta a Berlin sobre si sus ideas<br />
filosóficas ofrecen una guía política practicable. El profesor da un respingo,<br />
se incorpora y dice clavando la mirada en su interlocutor:<br />
— “Me es imposible concebir un mundo en donde puedan reconciliarse ciertos valores.<br />
Creo, en otras palabras, que algunos de los valores últimos según los cuales<br />
viven los hombres no pueden conciliarse ni combinarse, no ya por razones<br />
políticas, sino en principio, conceptualmente”.<br />
Entreviendo las dudas que sus palabras provocan, Berlin sigue hablando<br />
mientras se palpa su chaqueta y desvía un momento la atención, como si<br />
tratara de inspirarse mirando al otro lado de la ventana:<br />
— “Elegir puede ser muy doloroso. Si usted elige A, le desespera perder B. Entre<br />
los valores finales últimos, fines en sí mismos, no hay manera de evitar la elección.<br />
Por torturante que sean, las elecciones son inevitables en cualquier mundo<br />
que pueda concebirse. Los valores incompatibles lo seguirán siendo en todos los<br />
mundos. Lo único que podemos hacer es procurar que las elecciones no sean<br />
demasiado dolorosas; lo cual significa que necesitamos un sistema que permita<br />
perseguir diversos valores, de modo que, en lo posible, no surjan situaciones que<br />
obliguen a los hombres a hacer cosas contrarias a sus convicciones morales más<br />
hondas”.<br />
Afuera oscurece y empieza a llover. Berlin continúa hablando de corrido,<br />
sin hacer pausas. Quienes lo conocieron afirman que esto era frecuente<br />
ya que podía pronunciar “epistemológico” como si la palabra tuviese<br />
una sola sílaba. Ha intuido la pregunta sin que Jahanbegloo se la haya formulado.<br />
Sabe que éste le interrogará sobre si existe un sistema que permita<br />
perseguir a la vez varios valores en conflicto… Berlin se anticipa y responde<br />
sin dudarlo:<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 247
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
— “En una sociedad liberal de tipo pluralista no se pueden eludir los compromisos;<br />
hay que lograrlos; negociando es posible evitar lo peor. Tanto de esto por<br />
tanto de aquello. ¿Cuánta igualdad por cuánta libertad? ¿Cuánta justicia por<br />
cuánta compasión? ¿Cuánta benevolencia por cuánta verdad…?” 36 .<br />
***<br />
Como acabamos de ver, Berlin tenía muy claro que dentro de una sociedad<br />
pluralista el conflicto de valores era inevitable. Lejos de abrumarle<br />
este hecho, lo que hizo fue estimular su disposición liberal. Por lo pronto<br />
le permitió atribuir al hombre un papel decisivo en la formación del mundo<br />
histórico 37 , algo que había podido apreciar de primera mano a lo largo de<br />
su vida. La historia estaba abierta y los hombres eran libres para elegir sus<br />
propias metas. El pluralismo y el conflicto no obstaculizaban la convivencia<br />
pacífica. En realidad, la suma de ambos era el suelo más fértil a la hora<br />
de propiciar el desarrollo de las libertades. Desprovistas de la seguridad<br />
que ofrecían los modelos axiológicos del pasado, las sociedades abiertas<br />
tenían el reto de aprender a vivir pacíficamente dentro de un territorio movedizo<br />
y cambiante: “un territorio abierto en el que, aún confluyendo posturas<br />
enfrentadas, se busca alcanzar un marco idóneo para la acción plena,<br />
y lo más libre posible, de todos los individuos” 38 .<br />
Sin embargo, no todos los hombres se desenvuelven con la misma habilidad<br />
en una sociedad pluralista ya que el éxito transaccional que la hace<br />
viable requiere de gentes capaces de empatizar y tratar respetuosamente al<br />
adversario. De ahí que la figura hamletiana adquiera toda su virtualidad en<br />
este contexto. Hamlet representa para Berlin al hombre reflexivo que es<br />
capaz de moverse en el filo de un equilibrio que trata de impedir lo peor:<br />
que la civilización sucumba víctima de los conflictos a los que abocan esos<br />
Quijotes que no están dispuestos a renunciar a los dogmas que defienden.<br />
36 R. Jahanbegloo, Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo, Anaya & Mario Muchnik, Madrid,<br />
1993, pp. 188-189.<br />
37 N. Bobbio, “Il liberalismo de I. Berlin”, en Revista Storica Italiana, 1980, vol. 92, pp. 612-620.<br />
38 P. Badillo, “Pluralismo, libertad, decencia. Consideraciones entorno a la filosofía política de<br />
Isaiah Berlin”, en P. Badillo y E. Bocardo (eds.), Isaiah Berlin: La mirada despierta de la historia,<br />
cit., pp. 192-193.<br />
248 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
En la novela Suelo virgen, Turgueniev asume esta visión. Resuelve el conflicto<br />
que generaba una situación en la que colisionaban varios personajes<br />
al hacer que el protagonista proyecte su mirada empática y decida anteponer<br />
su deber a la felicidad. Lo hace tras descubrir que sólo puede alcanzar<br />
la felicidad si dañaba abruptamente la de otros. De ahí que Berlin<br />
no dude en reivindicar el papel del “liberal bien intencionado, vacilante,<br />
meditabundo, testigo de la compleja verdad” y que el propio Turgueniev<br />
basó en sí miso. A través de él, identificó la imagen de esos hombres que<br />
“cuando la batalla alcanza todo su fragor, suelen taparse los oídos ante el<br />
terrible estruendo”, pero no para eludir el conflicto sino para asumir los<br />
retos que la inmensa mayoría es incapaz de afrontar: “promover armisticios”<br />
y “evitar el caos” 39 .<br />
Berlin llegó a estas reflexiones tras desarrollar una visión antropológica<br />
con la que trató de dar coherencia a su liberalismo. De acuerdo con ella,<br />
el hombre es un ser creativo que se gobierna a sí mismo mediante la elección<br />
de sus propios fines y valores. Éste, que es un rasgo que comparten<br />
todos los hombres, sin embargo, se desenvuelve a partir de un condicionante<br />
cultural que delimita la percepción que cada uno de ellos tiene de las<br />
cosas. Influido por Herder y Vico, Berlin creía que los hombres tenían la<br />
necesidad de pertenecer a una comunidad concreta ya que les proporcionaba<br />
una cultura dentro de la que desarrollaban sus particulares horizontes<br />
valorativos 40 . Para estos autores la cultura era un producto dinámico<br />
que creaba y seleccionaba sus metas. Con todo, este proceso selectivo no<br />
impedía que algunos de esos valores culturales se mantuvieran en el<br />
tiempo, pues, de lo contrario ¿cómo se podía explicar que los hombres del<br />
siglo XXI pudieran seguir entendiendo las metas que se relatan en la La<br />
Iliada o La Odisea?<br />
Precisamente esta nota de continuidad descubierta por Vico es lo que<br />
le permitió a Berlin afirmar que existe a lo largo de la historia un “sentido<br />
por el cual sé qué es ser pobre, luchar una causa, pertenecer a una nación,<br />
39 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 550.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
40 I. Berlin, Vico y Herder. Dos estudios en la historia de las ideas, Cátedra, Madrid, 2000, pp. 99-<br />
104.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 249
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
unirse a, o abandonar una iglesia o un partido, experimentar nostalgia, terror,<br />
la omnipresencia de un dios, comprender un gesto, una obra de arte,<br />
una broma, el carácter de un hombre, que uno se transforma o se miente<br />
a sí mismo. ¿Cómo conoce uno estas cosas? En primer lugar, sin duda, por<br />
experiencia personal; en segundo lugar porque la experiencia de otros es<br />
suficientemente tejida dentro de la propia como para ser sentida directa y<br />
constantemente como parte de una comunicación íntima; y en tercer lugar<br />
por el trabajo (algunas veces como esfuerzo constante) de la imaginación”<br />
41 . Gracias a este sentido perceptivo en el que confluía la experiencia<br />
y la imaginación personal, Berlin pudo enriquecer su antropología individualista<br />
con una dimensión cultural que lejos de dañar la libertad del hombre,<br />
en realidad lo que hacía era reforzarla en la práctica, pues, como<br />
apunta al estudiar el pensamiento de Alexander Herzen: una sociedad sólo<br />
puede sobrevivir si confiere a sus miembros un ámbito moral lo suficientemente<br />
amplio y abierto como para que puedan tener autonomía de pensamiento<br />
y acción 42 .<br />
Es dentro de esta autonomía individual que alimenta el pluralismo de<br />
Berlin donde encaja su idea de racionalidad 43 . De acuerdo con ella, ser racional<br />
consistiría en tener capacidad para adoptar decisiones conforme a<br />
una serie de principios que pueden argumentarse de manera lógica y coherente.<br />
Su idea de racionalidad tendría, por tanto, un carácter básicamente<br />
operativo: actuaría como el soporte de una congruencia expositiva que<br />
permitiría poner en común lo que somos y comprender lo que son los<br />
otros, descubriendo así metas y valores comunes que identificarían una<br />
cierta noción de humanidad 44 . Siguiendo una metodología que en ocasiones<br />
parece iusnaturalista –aunque carecería de divinidad motriz y ley natural–,<br />
Berlin indujo una serie de razonamientos morales a partir de algunas<br />
acciones humanas concretas. En La unidad europea y sus vicisitudes analizó<br />
41 I. Berlin, Contra la corriente. Ensayo sobre la historia de las ideas, FCE, México D. F., 1986, p.<br />
184.<br />
42 J. B. Díaz-Urbaneta, Individuo y racionalidad moderna. Una lectura de Isaiah Berlin, cit., p. 255.<br />
43 G. Crowder, “Value Pluralism and Liberalism”, en G. Crowder y H. Hardy, The One and the Many.<br />
Reading Berlin, cit., pp. 225-230.<br />
44 I. Berlin, El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, cit., p. 55.<br />
250 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
la conmoción moral que sufrió Europa por culpa de los totalitarismos del<br />
siglo XX, deduciendo de ella la existencia de una escala axiológica cuya<br />
trasgresión sería inaceptable para cualquiera que se gobierne bajo las claves<br />
de racionalidad que antes se mencionaron 45 . Como señala en La persecución<br />
del ideal: “no debemos exagerar la incompatibilidad de valores. Hay<br />
un gran espacio de amplio acuerdo entre los miembros de sociedades distintas<br />
a lo largo de grandes periodos de tiempo acerca de lo cierto y lo<br />
falso, el bien y el mal. Hay, si no valores universales, sí al menos un mínimo<br />
sin el que las sociedades difícilmente podrían sobrevivir. Pocos hoy querrían<br />
defender la esclavitud o el asesinato ritual o las cámaras de gas nazis<br />
o la tortura de seres humanos por gusto o por provecho o incluso por el<br />
bien político; o que los hijos tengan la obligación de denunciar a sus padres,<br />
cosa que exigieron las revoluciones francesa o rusa” 46 .<br />
Leo Strauss creía que estábamos ante un universalismo de mínimos que<br />
trataba de conciliar un relativismo valorativo y un horizonte axiológico parecido<br />
al monismo ilustrado que el propio Berlin había refutado siguiendo<br />
las pautas del romanticismo 47 . Aquí, hay que recordar que Berlin reiteró<br />
que era “fundamentalmente un racionalista liberal” 48 : alguien que, como<br />
Turgueniev, trató de mantener el equilibrio vital que proporciona desempeñar<br />
la posición incierta y oscilante de los que huyen de las etiquetas que<br />
son tan del gusto de los dogmáticos para defender, eso sí, el universalismo<br />
de una racionalidad centrada que nunca ocultó “su horror a los reaccionarios”<br />
y “su miedo a los bárbaros radicales” 49 . Esta prevención cautelar<br />
frente a los excesos totalitarios –viniesen de donde viniesen– fue lo que<br />
hizo que el universalismo que defendía Berlin se tradujera en un conjunto<br />
de bienes morales identificados con los derechos humanos y que serían<br />
protegidos por una serie de instituciones decentes que, además de no humillar<br />
a las personas, estarían orientadas a garantizar la existencia de un es-<br />
45 Ibíd., p. 151.<br />
46 Ibíd, p. 36.<br />
47 L. Strauss, The Rebirth of Classical Political Rationalism, University of Chicago Press, 1989, p.<br />
17.<br />
48 R. Jahanbegloo, Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo, cit., p. 97.<br />
49 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 550.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 251
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
pacio público en el que pudieran coexistir pacíficamente valores dispares 50 .<br />
Y aunque esta fórmula institucional la dedujo de criterios empíricos e históricos,<br />
con todo, nunca fue inmutable. Se nota aquí –como en otras partes<br />
del análisis más relativista de Berlin– la influencia de Karl Popper y el<br />
recelo que mostró siempre hacia cualquier historicismo que diera por inevitable<br />
algunas conquistas del progreso. No en balde, como indica E. García<br />
Guitián, para Berlin nada bueno o malo “es estático ni absoluto, y no<br />
se descartan posibles evoluciones insospechadas de los humanos” 51 .<br />
La dinámica que el pluralismo impondría no admitiría dudas: fuerza<br />
constantemente a elegir entre fines que son cambiantes. En determinados<br />
momentos habría que elegir entre la igualdad y la libertad. Otras veces<br />
entre la justicia y la compasión. La historia humana carecería para Berlin<br />
de un guión y siempre estaría abierta, de manera que sus propios actores<br />
tendrían a menudo que improvisar la parte que les corresponde. Esto hace<br />
que Berlin se deslice por el filo de un agonismo que trataría de reconciliar,<br />
como en John Stuart Mill, “los legados del empirismo inglés y del utilitarismo<br />
clásico, por una parte, y las influencias del Romanticismo y, hasta<br />
cierto punto, del idealismo alemán, por otra” 52 . La importancia del pensamiento<br />
berliniano radicaría en haber alcanzado una síntesis entre el pluralismo<br />
y el liberalismo, pero una síntesis que no estaría desnuda de<br />
incertidumbres ya que se basaría en la necesidad epistemológica de explorar<br />
adecuadamente la complejidad de los valores en pugna si se quiere alcanzar<br />
la decisión que mejor contribuya a salvaguardar la autonomía moral<br />
de las personas. De este modo, la propensión al conflicto no podría entenderse<br />
como una disfunción ya que sería una característica intrínseca a<br />
la estructura de la propia sociedad. El desenlace, en cualquier caso, siempre<br />
sería el mismo para el liberalismo de Berlin: alcanzar acuerdos que eviten<br />
lo peor cuando se gestionan los conflictos valorativos que provoca<br />
cotidianamente el pluralismo, y hacerlo además sin que se dañe la estructura<br />
institucional que salvaguarda la decencia que posibilita la tolerancia y<br />
la paz cívica. En este sentido, no habría muchas diferencias con el diseño<br />
50 A. Margalit, The Decent Society, Harvard University Press, Cambridge, 1996, p. 1.<br />
51 E. García Guitián, El pensamiento político de Isaiah Berlin, cit., p. 25.<br />
52 J. Gray, Isaiah Berlin, cit., p. 200.<br />
252 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
del horizonte liberal de Rawls ya que en el fondo el impulso político de<br />
Berlin buscaría también una base sobre la que se pudieran discutir públicamente<br />
los problemas fundamentales y poder así adoptar decisiones razonables<br />
en torno a los aspectos que definirían la justicia básica.<br />
7. EN LA ESPERA HAMLETIANA DE UN JUICIO POLÍTICO<br />
Berlin creía que la tarea de adoptar las decisiones menos dolorosas que resolvieran<br />
los conflictos sociales no podía quedar en manos de Quijotes que<br />
emulasen la actitud del erizo berliniano. Para él, los escenarios de conflicto<br />
agudo requerían elecciones basadas en juicios políticos. Éstos debían manejar<br />
una base de análisis tan amplia que permitiesen comprender los argumentos<br />
del adversario. Sobre todo porque cualquier negociación en el seno de una<br />
sociedad plural exige altas dosis de empatía y respeto al otro, así como una<br />
percepción imaginativa que haga posible el desdoblamiento emotivo de los interlocutores<br />
53 . De ahí que este esfuerzo tuviera que residir en políticos que<br />
comprendiesen que la libertad nunca opera unidireccionalmente, sino que es<br />
poliédrica al proyectarse de acuerdo con una estructura binaria que Berlin no<br />
dudó en identificar como libertad positiva y libertad negativa. Convertidas en<br />
el soporte programático de las sociedades abiertas, la combinación de ambas<br />
trataría de desactivar las tensiones sociales y las fracturas que generan, por<br />
un lado, las exigencias igualitarias de participación democrática con la defensa,<br />
por otro, de un ámbito de no interferencia personal 54 . De este modo<br />
se podría localizar un emplazamiento moralmente centrado que permitiera<br />
el ejercicio de lo que Berlin define como esa capacidad de síntesis que ordena<br />
los datos de la realidad de acuerdo con un patrón único que hace posible entender<br />
una situación política particular.<br />
El juicio político sería, por tanto, una “capacidad para integrar una<br />
enorme amalgama de datos constantemente cambiantes, multicolores, evanescentes”<br />
que estarían “solapándose perpetuamente” al ser “demasiado<br />
53 I. Berlin, Contra la corriente. Ensayos sobre la historia de las ideas, cit., pp. 171-173.<br />
54 I. Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad, 1988, Madrid, Taurus, pp. 224-225.<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 253
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
numerosos, demasiado fugaces, demasiado entremezclados como para ser<br />
aprehendidos, individualizados y etiquetados como tantas mariposas individuales”.<br />
El objetivo de este juicio no sería otro que integrar, esto es, ver<br />
los datos “como síntomas de posibilidades pasadas y futuras, verlos pragmáticamente”.<br />
Captar una situación así sería, lisa y llanamente: “ver, acceder<br />
a una especie de contacto directo, casi sensorial, con los datos<br />
relevantes” 55 . Como es lógico una capacidad de esta naturaleza no estaría<br />
en manos de cualquiera. Por lo pronto requiere una sensibilidad excepcional<br />
cuyo ejemplo político más admirable, a los ojos de Berlin, lo encarnaría<br />
la figura de Franklin Delano Roosevelt.<br />
De hecho su New Deal fue descrito por Berlin como una apuesta ambiciosa<br />
por la libertad en “una época de debilidad y creciente desesperación<br />
en el mundo democrático”. Lo hizo en unas circunstancias difíciles, cuando<br />
el conflicto de valores que experimenta la sociedad norteamericana se situaba<br />
en un punto crítico. Sobre todo después de que el “individualismo<br />
desenfrenado de los años veinte hubiese conducido al derrumbe económico<br />
y a la miseria”. En este sentido, el juicio político de Roosevelt fue capaz<br />
de trazar un programa que encontró un punto de equilibrio entre la acción<br />
positiva y negativa de la libertad. Lo afrontó, además, sin deslizarse por el<br />
abismo de la demagogia y los dogmatismos de su tiempo: ya fuera el socialismo<br />
o el fascismo. La sabiduría política del liberalismo de Roosevelt fue<br />
proporcionar una “gran válvula de escape para el rencor y la indignación”<br />
de una sociedad estructuralmente igualitaria que anhelaba de forma colectiva<br />
e individual la felicidad. Con su iniciativa orilló “la revolución y<br />
construyó un régimen que proporcionaba mayor igualdad económica y<br />
justicia social –ideales que eran la mejor parte de la tradición de la vida<br />
norteamericana– sin alterar la base de libertad y de la democracia de su<br />
país” 56 . De ahí que la grandeza política del New Deal recayese básicamente<br />
en haber desactivado el conflicto de valores por el que atravesaba una sociedad<br />
pluralista que estaba en medio de una crisis moral y económica, tan<br />
grave que ponía en cuestión sus propios fundamentos constitucionales.<br />
55 I. Berlin, El sentido de la realidad. Sobre las ideas y su historia, Taurus, Madrid, 1998, pp. 86-<br />
87.<br />
56 Ibíd., pp. 83-84.<br />
254 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
En su discurso presidencial, Roosevelt ya adelantó la esencia de su<br />
programa al desechar expresamente cualquier tentación determinista. Al<br />
recordar que sólo “había que tener miedo al miedo mismo” puso en marcha<br />
el motor de una esperanza individual que atribuía a cada hombre la<br />
necesidad de tener que elegir qué quería hacer en unas circunstancias tan<br />
difíciles. Alejado del político quijotesco que se gobierna por principios<br />
únicos y por una visión fanática que lo hace “preso de su propio sueño<br />
brillante y coherente”, Roosevelt ejercía como un político modesto y reflexivo:<br />
alguien que poseía una delicada capilaridad que le permitió analizar<br />
los distintos contornos y los cambiantes sucesos y sentimientos que<br />
alimentaban la compleja sociedad norteamericana. Fue un hombre que<br />
conservaba “los modales, el estilo de vida, la textura emocional y la gracia<br />
del antiguo orden de educación aristocrática” aunque con la libertad<br />
suficiente como para adoptar “las ideas y aspiraciones de la nueva clase,<br />
socialmente en rebeldía” y no “por conveniencia sino por genuina convicción<br />
moral” 57 .<br />
Para Berlin, en Roosevelt estaría plasmado el triunfo de la moderación<br />
hamletiana que había sido tan apetecido por Turgueniev y los liberales<br />
rusos. Los Estados Unidos fueron capaces de alcanzar bajo su presidencia<br />
el compromiso que superó el conflicto en el que fracasó la sociedad<br />
rusa. No son comparables las situaciones ni tampoco el grado de pluralismo<br />
que experimentaban ambos países. Sin embargo, la situación liberal<br />
y la disposición psicológica que identifica a nuestros protagonistas no difiere<br />
tanto, es prácticamente la misma. Ya vimos al comienzo del trabajo<br />
cómo Berlin utilizó la figura de Turgueniev para reflexionar en el Oxford<br />
de 1970 sobre las tensiones políticas que vivía Inglaterra en aquellos años.<br />
Desde entonces el mundo ha dado giros insospechados y no cabe duda<br />
de que la radiografía emocional que ofrecía Europa cuando Berlin dictó<br />
su conferencia no se parece mucho a la actual. Con todo, nadie discutirá<br />
tampoco que el cambio de milenio ha puesto sobre la mesa del debate<br />
político conflictos morales tan agudos y graves como los que se vivieron<br />
a finales de los años 60.<br />
57 Ibíd., pp. 87-90.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 255
HAMLET EN OXFORD: LAS ENCRUCIJADAS LIBERALES DE ISAIAH BERLIN / JOSÉ MARÍA LASSALLE<br />
Hay quienes piensan que la constatación de estos conflictos exige reinventar<br />
un esquema monista que se adapte a las exigencias heroicas del siglo<br />
XXI. Otros, por el contrario, defienden que hay que renunciar a toda consideración<br />
valorativa previa y asumir que un diálogo sin límites es el único<br />
medio para hallar valores morales susceptibles de ser compartidos sin coerción<br />
ni opresión. Al margen de unos y otros, la mirada del liberal berliniano<br />
tendría que ser capaz de ampliar el angular de la reflexión y de la<br />
empatía para ofrecer un compromiso viable que pudiera restaurar la confianza<br />
en el progreso que se perdió con el cambio de milenio, aunque, eso<br />
sí, sin olvidar como “demuestra abundantemente la historia” que “no podemos<br />
ni debemos tolerar lo inhumano” 58 .<br />
Llegados a este punto, ¿cuál sería por tanto la estrategia con la que<br />
afrontar estos desafíos? Lo primero sería adoptar la sabiduría escéptica y<br />
relativista que mostraba Berlin y admitir que una sociedad liberal justa<br />
podrá ofrecer más espacio para la convivencia de valores distintos que<br />
otras, pero nunca sin evitar conflictos ni pérdidas. Un segundo paso vendría<br />
después. Se trataría de desplegar esa empatía imaginativa que identifica<br />
al liberal berliniano para comprender los puntos de vista del adversario.<br />
No siendo éstos insalvables, la búsqueda de compromisos sería ineludible<br />
y supondría una negociación en la que la argumentación racional exigiría<br />
de las partes la responsabilidad recíproca de encontrar una salida que asumiera<br />
que los acuerdos más duraderos son aquéllos en los que la generosidad<br />
recíproca es mayor. Con todo, si la situación fuese finalmente<br />
irreconducible no habría más remedio que esperar y anteponer a cualquier<br />
otra consideración el valor de proteger y salvaguardar las instituciones que<br />
hacen decente nuestra convivencia.<br />
¿Momento para Quijotes o para Hamlets? Pregunta en apariencia irresoluble,<br />
como los conflictos frente a los que más tarde o más temprano<br />
habrá que movilizar los recursos que tienen a su disposición la inteligencia<br />
serena en el seno de las sociedades abiertas. A la espera del juicio político<br />
que pueda dar una respuesta como la que ofreció Roosevelt, la<br />
58 R. Jahanbegloo, Elogio de la diversidad, Arcadia, Barcelona, 2007, p. 55.<br />
256 OCTUBRE / DICIEMBRE 2007
situación que atraviesan los liberales en el siglo XXI reflejaría la encrucijada<br />
de aquellos a “quienes causa idéntica repulsión moral los duros rostros que<br />
ven a su derecha y la histeria y la insensata violencia y demagogia que tienen<br />
a su izquierda” 59 . De este modo, el “doloroso conflicto, que llegó a ser<br />
situación permanente de los liberales rusos durante medio siglo, hoy se ha<br />
vuelto universal”. Eso, al menos, es lo que decía Berlin ante el auditorio del<br />
Sheldonian Theatre de Oxford en 1970. Con estas palabras reavivaba las<br />
dudas que Turgueniev había planteado en sus novelas y recordaba que seguían<br />
sin disiparse, pues, el “dilema de los hombres sensibles, honrados e<br />
intelectualmente responsables en una época de aguda polarización de opiniones<br />
se ha vuelto, desde su tiempo, punzante”. Con todo, Berlin no renunciaba<br />
a la esperanza. Convertido en un trasunto del propio Hamlet, no<br />
dudó en concluir que la historia seguía abierta ya que de un modo u otro<br />
“el futuro deberá cuidarse de sí mismo” 60 .<br />
59 I. Berlin, Pensadores rusos, cit., p. 549.<br />
60 Ibíd., pp. 547 y 549.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 257
Más allá de la exposición de la evidente superioridad<br />
práctica de las sociedades abiertas,<br />
La libertad en la encrucijada aborda la<br />
necesidad de la justificación moral de la libertad<br />
para una eficaz y, sobre todo, verdadera<br />
defensa de la misma. De la mano de<br />
Tocqueville y de representantes de la denominada<br />
Nueva Escuela del Derecho Natural<br />
como John Finnis o Robert P. George, el autor<br />
clasifica la autonomía y el autodominio de los<br />
individuos dentro de lo que define como libertad<br />
integral del hombre, que a su vez formaría<br />
parte de una serie de bienes básicos<br />
irrenunciables.<br />
Samuel Gregg, miembro del Acton Institute, se<br />
propone en este breve ensayo superar las carencias<br />
del utilitarismo y del relativismo para<br />
hallar un presupuesto último que racionalice<br />
y legitime el sustento del orden político. Partiendo<br />
junto a Lord Acton desde la concepción<br />
de la libertad como el derecho de ser<br />
capaces de hacer lo que debemos, Gregg defiende<br />
lo que él denomina como libertad ordenada<br />
frente a diferentes concepciones<br />
liberales (utilitaristas, consecuencialistas, evolucionistas,<br />
etc.).<br />
Así, a lo largo del ensayo Gregg repasa la filosofía<br />
y el anclaje de la libertad en diferentes<br />
autores liberales –en muchos casos, sin dis-<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
La libertad<br />
en la encrucijada<br />
SAMUEL GREGG<br />
Editorial Ciudadela<br />
215 páginas<br />
crepar de sus conclusiones– para, de manera<br />
constructiva, criticar sus fundamentos. Por<br />
ejemplo, se muestra contrario al principio del<br />
daño de John Stuart Mill por carecer de un argumento<br />
último que sustente su defensa de la<br />
dignidad del hombre que subyacería en su<br />
apelación a la protección. O a John Rawls,<br />
quien, según el autor, establece un juicio arbitrario<br />
al plantear el principio de diferencia.<br />
Naturalmente, Samuel Gregg aborda los dos<br />
conceptos de la libertad de Isaiah Berlin, sin<br />
ocultar su apuesta por la libertad positiva de<br />
la que Berlin recelaba por su tentación totalitaria.<br />
Frente al escepticismo y al relativismo,<br />
el autor concluye que sin afirmaciones verdaderas<br />
no hay nada a lo que podamos recurrir<br />
moralmente para defender la libertad.<br />
La libertad para Gregg depende de una serie<br />
de razones básicas entre las que la libertad<br />
como autogobierno, la libertad integral, une la<br />
dimensión subjetiva de la existencia humana,<br />
manifiesta en la realidad del libre albedrío, con<br />
la dimensión objetiva que refleja la capacidad<br />
única del hombre de saber que hay bienes básicos<br />
cuyas verdades superan el tiempo, los<br />
sentimientos y la preferencia. A la hora de<br />
abordar el papel de la ley en nuestras sociedades,<br />
Samuel Gregg le otorga una función<br />
más allá de la de coordinador o conjunto de<br />
reglas bajo las que la gente decide, defen-<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 259<br />
RESEÑAS
RESEÑAS<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
diendo su ‘papel’ en la ecología moral de la<br />
sociedad: como mínimo no debería promover<br />
directamente actividades que perjudiquen esta<br />
ecología moral. Ahora bien, ¿qué considera el<br />
autor como actividades que promueven directamente<br />
el daño de la ecología moral? ¿Qué<br />
nivel de daño indirecto a la ecología está dispuesto<br />
a tolerar? No queda claro.<br />
Pese a que destaca que cualquier acción que<br />
dañe el entorno de la ecología moral debería<br />
ser materia de Derecho, su afirmación de que<br />
varios vicios privados pueden tener un impacto<br />
negativo sobre la justicia en la medida<br />
en que desmerecen el derecho de cada persona<br />
a vivir en un entorno que ayude (sin intentar<br />
garantizar) a todos a alcanzar la<br />
realización integral no se concreta. Con todo,<br />
Gregg no cuestiona la necesidad de la protección<br />
legal de la autonomía (imprescindible<br />
para la virtud, esto es, requisito necesario<br />
para la libertad integral), pero sí que otorga a<br />
la propia ley un papel educador.<br />
Al hilo de su crítica de la tradición del pensamiento<br />
liberal por no proporcionar explicaciones<br />
coherentes sobre las razones por las que la<br />
ley debe proteger la autonomía humana, Gregg<br />
expone la amenaza del arbitrio de las mayorías<br />
en democracia, capaces de ‘crear’ derechos basados<br />
en preferencias e implantar un despotismo<br />
blando (o duro). Para el autor, la fuente<br />
de los derechos, que no cuestionable, no es<br />
otra que el respeto hacia lo que el hombre es:<br />
una criatura dotada de razón y voluntad libre,<br />
capaz de elegir libremente de modo que alcance<br />
la libertad integral. Por tanto, se concluye<br />
que los derechos ‘protegen a’ (también frente al<br />
Estado) y ‘provienen de’ unos bienes comunes<br />
innatos a los hombres.<br />
260 RESEÑAS<br />
Samuel Gregg, que se autodefine como whig<br />
católico, se mantiene coherente con su teoría<br />
más que políticamente incorrecta sobre los<br />
derechos, y, en consecuencia, niega la posibilidad<br />
de acciones como el derecho a equivocarse.<br />
Tal y como ya se ha reseñado, Gregg<br />
considera que los derechos ‘protegen a’ y ‘provienen<br />
de’ los bienes básicos, por lo que no se<br />
podría tener derecho de atentar contra estos<br />
mismos. Ahora bien, considera que ciertos<br />
ataques contra los bienes básicos no deberían<br />
ser legislados. Sin embargo, en su propuesta<br />
algo que sea irracional o que conlleve<br />
la desintegración interior no equivale a que<br />
deba ser prohibido. ¿Y cuándo considera que<br />
debe actuar la coerción? El autor responde:<br />
un buen modo de saber si el Estado debería<br />
prohibir a las personas actuar sobre ciertas<br />
elecciones es calcular su significado para el<br />
bien común. ¿Gregg utilitarista?<br />
Se trata de un enfoque que denomina un<br />
principio de daño modificado, y establece<br />
que quienes actúen contra el bien común o<br />
los bienes básicos deberían demostrar por<br />
qué deberían permitirles actuar de esta forma<br />
más allá del deseo de escoger. Eso sí, un pequeño<br />
detalle, no explica cómo debería aplicarse...<br />
En definitiva, se trata de un estimulante ensayo<br />
que, por su brevedad y falta de desarrollo,<br />
deja muchas incógnitas, aunque resulta<br />
loable la coherencia general de su discurso y<br />
la manifestación de la necesidad de fundamentos<br />
firmes frente a los peligros del despotismo<br />
blando implícito en el juego de las<br />
mayorías propio de la democracia.<br />
MIGUEL GIL
Con la presentación de la tesis inédita de Melquíades<br />
Álvarez (1864-1936) se pretende reivindicar<br />
la figura de un excelente jurista y<br />
notable político cuyo único interés fue ayudar<br />
a construir una España mejor, que mirase al<br />
futuro con optimismo, pero sin olvidar las tradiciones<br />
que le habían dado su carácter. Gracias<br />
a la publicación de esta tesis se pretende<br />
suplir la carencia de documentos escritos por<br />
el autor con la que nos encontramos hoy en<br />
día.<br />
El libro contiene un estudio introductorio de<br />
su bisnieto, Manuel Mª Álvarez-Buylla, que<br />
es el verdadero artífice de la recuperación<br />
de esta obra. Nos presenta a grandes rasgos<br />
la apasionante trayectoria vital y profesional<br />
de Melquíades Álvarez. Apasionado<br />
por el Derecho y la política, logró superar<br />
por su esfuerzo y propios méritos una situación<br />
familiar de penurias económicas, para<br />
convertirse en licenciado, doctor en Derecho<br />
y Decano del Ilustre Colegio de Abogados<br />
de Madrid. Fundó el Partido Reformista en<br />
1912 y fue presidente del Congreso de los<br />
Diputados (1922-1923). Durante la Guerra<br />
Civil adoptó una postura de centro-derecha<br />
y murió asesinado por un grupo de milicianos<br />
populares, los cuales incendiaron su<br />
casa en Madrid, destruyendo así sus archivos<br />
personales.<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
Melquíades Álvarez<br />
Tesis doctoral inédita<br />
MANUEL Mª ÁLVAREZ-BUYLLA BALLESTEROS (ED.)<br />
Ediciones de la Universidad de Oviedo, 2006.<br />
222 páginas<br />
Su bisnieto analiza someramente la tesis que<br />
Melquíades Álvarez presentó en 1886 con el<br />
título La pena, su naturaleza: Examen y crítica<br />
de los más importantes sistemas que sobre<br />
este punto han aparecido en la ciencia donde<br />
realiza una elegante y sobria defensa del sistema<br />
correccionalista en el Derecho Penal.<br />
Esta justificación de la pena contempla la necesidad<br />
del castigo como respuesta de la sociedad<br />
y del Estado ante el delincuente que<br />
ha violado la ley y que, ante el desconocimiento<br />
del bien, debe ser reintegrado socialmente.<br />
No obstante, tampoco deben quedar<br />
sin atender las demandas de la víctima. La<br />
ley, que ha sido restablecida, debe seguir<br />
siendo el cauce que ordene la convivencia,<br />
por lo que el reo también queda como ejemplo<br />
aleccionador para prevenir delitos.<br />
El autor de la tesis inicia su investigación recordando<br />
que los fines del Derecho son la<br />
búsqueda de lo justo y la prevención del dominio<br />
del fuerte (en cualquier sentido, sea físico,<br />
económico, social, político...) sobre el<br />
débil. Para ello el Derecho debe ser un instrumento<br />
de reforma, que facilite una convivencia<br />
ordenada. En este sentido, defiende un<br />
progreso que no implique rupturas radicales<br />
con el acervo de valores y tradiciones que han<br />
demostrado su valía en cuanto que ejes vertebradores<br />
de una sociedad dinámica. Unos<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 261<br />
RESEÑAS
RESEÑAS<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
valores que preparan a la sociedad para que<br />
pueda afrontar los retos del futuro con ilusión.<br />
Su concepción del Derecho está muy lejos de<br />
todas aquellas “máximas impregnadas de un<br />
espíritu cruel de terror y de venganza, sostenidas<br />
tan sólo por el absorbente socialismo de<br />
las repúblicas antiguas –encarnación viva de la<br />
Estadolatría– originadas por un derecho oscuro,<br />
sibilítico, irracional, arbitrario...”. Apunta así a<br />
los sistemas que anhelan imponer unas utopías<br />
plasmadas en el papel y que desconectan<br />
tanto el ordenamiento jurídico como la<br />
estructura institucional de la realidad, con<br />
todos los perjuicios que ello conlleva. Se anticipa<br />
al surgimiento de Estados totalitarios que<br />
pretenden desarrollar unos proyectos de ingeniería<br />
social y que colocan al Estado como centro<br />
absoluto de la vida política, moral y social.<br />
Advierte del peligro de un Derecho revolucionario<br />
que niega al individuo como sujeto central<br />
de un ordenamiento jurídico que sólo debe<br />
existir en tanto que sea garante de la dignidad<br />
y libertad de la persona. Un Derecho revolucionario<br />
que convierte a la persona en un engranaje<br />
más de una maquinaria implacable.<br />
Melquíades Álvarez inserta la justificación de<br />
la pena en relación con la función del Derecho<br />
como garantía fundamental de la libertad.<br />
Porque la libertad, que en virtud de la razón<br />
implica la búsqueda del bien, no habilita a<br />
delinquir. Por eso la pena debe incorporar en<br />
el bien al reo, lo que conlleva una función de<br />
vigilancia y tutela por parte del Estado, que<br />
nunca debe reinsertar nuevamente al convicto<br />
en un medio delictógeno. Ésta es otra de las<br />
cuestiones donde el autor sigue planteando<br />
cuestiones plenamente vigentes. No en vano,<br />
la política criminal ha pretendido compaginar<br />
la rehabilitación de delincuentes con su reinserción<br />
en entornos delictivos, anulando así<br />
cualquier esfuerzo rehabilitador al incentivar<br />
positivamente la reincidencia en la comisión<br />
de actos delictivos.<br />
262 RESEÑAS<br />
Algunos castigos son contrarios a los principios<br />
que el Estado hace suyos. Así, la pena de<br />
muerte no escapa de la lúcida mirada de este<br />
investigador. Con una enorme sobriedad se<br />
alega en esta tesis que no cabe una justificación<br />
apriorística de la necesidad de ejecutar a<br />
los que cometan ciertos tipos de delitos. Sólo<br />
cabe la demostración, sustentada en argumentos<br />
de peso y expuestos con sinceridad y<br />
honestidad, de la utilidad de estas medidas.<br />
Ante esta situación Melquíades Álvarez defiende<br />
la “corrección y no el exterminio” como<br />
exponentes del principio de proporcionalidad.<br />
Pero no se puede achacar al investigador ningún<br />
ánimo de transigir con el delito. Acepta<br />
que el delito es una plasmación del mal, pero<br />
también argumenta que es necesario soñar<br />
con mundos mejores, por que “en medio de<br />
tales aberraciones no dejarán de vislumbrarse<br />
ráfagas de luz que señalen el derrotero a los<br />
perseguidores de tan bello ideal”. Para conseguir<br />
este ideal, las cárceles no pueden convertirse<br />
ni en entornos de contagio de<br />
comportamientos delictivos ni en las universidades<br />
del delito. La pena debe tener un fundamento<br />
científico y solvente, no meras<br />
teorías que resulten contraproducentes al<br />
aplicarlas.<br />
La pena tiene un fundamento iusnaturalista,<br />
que él remite a Dios, pero que para el no creyente<br />
puede hallar su acomodo en ese caudal<br />
de valores que tienen como objetivo último la<br />
búsqueda de la justicia. Por eso, las críticas<br />
que realiza a las distintas escuelas jurídicas y<br />
teorías de la pena hacen especial hincapié en<br />
el positivismo jurídico. Defiende Melquíades<br />
Álvarez que la mera autorreferenciación moral<br />
del ser humano habilita para que los mayores<br />
desmanes encuentren su justificación como<br />
la “moral del momento”.<br />
La escuela correccional no es utópica. Expone<br />
que sus objetivos son conformes con la reali-
dad: reformar la voluntad del delincuente, restablecer<br />
la ley, a la vez que se previene el delito<br />
por parte tanto del delincuente como de<br />
otros infractores potenciales de la legalidad, y<br />
se resarce a la víctima, castigando al delincuente<br />
por imponer su voluntad a la sociedad<br />
y romper la convivencia mediante el recurso<br />
de su propio poder.<br />
La moralidad y el Derecho no son esferas separadas.<br />
El Derecho debe buscar la justicia y<br />
no aceptar el mal, incluso aunque momentáneamente<br />
una sociedad pueda aceptar que<br />
ciertos comportamientos injustos son legales.<br />
La concepción sociológica del Derecho<br />
también es así objeto del inquisitivo análisis<br />
del autor. La moral exige el bien en cuanto<br />
que es bien, y el Derecho sólo es tal si defiende<br />
el bien. Si no, es otra cosa, como el<br />
código de convivencia de un grupo de delincuentes.<br />
El autor también analiza las principales teorías<br />
de la pena contrarias al sistema correccional:<br />
las teorías absolutas y las teorías<br />
relativas. Las primeras, que propugnaban la<br />
aplicación de la pena como respuesta a la comisión<br />
de un determinado delito, tenían como<br />
fundamento de la pena la propia pena, sin necesidad<br />
de perseguir ningún fin social. Para<br />
las teorías relativas el fin de la pena es la pre-<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
vención del delito, la protección de la sociedad.<br />
Teorías que hacen del reo un símbolo, un<br />
“esclavo del Poder público, que le condena<br />
inhumano a ser víctima propiciatoria inmolada<br />
en holocausto de la felicidad del mayor<br />
número”.<br />
Esta tesis no es sólo una investigación sobre<br />
Derecho Penal, sino que enlaza reflexiones<br />
muy interesantes sobre Filosofía del Derecho,<br />
Derecho Administrativo o Ciencia Política, y es<br />
un ejemplo de cómo Melquíades Álvarez supo<br />
conjugar su pasión por el Derecho y la política<br />
como instrumentos necesarios. Escrita en un<br />
momento de intenso debate sobre el fin de la<br />
pena, su defensa de la misma mantiene plena<br />
vigencia a día de hoy al ser considerada como<br />
un sistema corrector del delincuente, que<br />
además resarce del daño sufrido a la víctima<br />
del delito y a la propia sociedad, cuya voluntad<br />
general se ve violentada por una voluntad<br />
de dominio particular. Editada en formato facsímil<br />
y transcrito para facilitar la comprensión<br />
del lector actual, la obra que aquí nos ocupa<br />
muestra el inicio de la actividad de Melquíades<br />
Álvarez, quien supo buscar en el pasado<br />
todo aquello que ayudaría a afrontar un futuro<br />
que él contemplaba con optimismo e insaciable<br />
curiosidad.<br />
MARIO RAMOS VERA<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 263<br />
RESEÑAS
RESEÑAS<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
EL DECONSTRUCCIONISMO DE LA IZQUIERDA<br />
“El poder que el mito de la contracultura ha<br />
ejercido sobre la conciencia política del último<br />
medio siglo es un legado del trauma que produjo<br />
la Alemania nazi a la civilización occidental.<br />
Quienes habrían sido ídolos populares en el<br />
siglo anterior empezaron a temer al pueblo por<br />
su violencia y crueldad latentes. En el caso de<br />
la izquierda progresista, la herida fue aún más<br />
profunda. A muchas personas les empezó a dar<br />
miedo no sólo el fascismo, sino la propia sociedad<br />
en sí. La izquierda perdió la confianza<br />
en muchos de los pilares básicos de la sociedad,<br />
tales como la cortesía (incluido el protocolo),<br />
la ley y la burocracia. No obstante, sin<br />
estas bases es imposible organizar una convivencia<br />
social a gran escala”.<br />
LA IZQUIERDA SE MIRA EL OMBLIGO<br />
Tras más de medio siglo sin un discurso coherente,<br />
marcado por el relativismo y su representación<br />
teatral en las calles con manifestaciones<br />
antisistema, movimientos culturales<br />
‘alternativos’ y una amalgama de corrientes<br />
que explotan todas las facetas de la vida humana<br />
–el arte en todas sus manifestaciones,<br />
desde el cine a la literatura, pasando por el teatro<br />
y la música; pero también la alimentación,<br />
la medicina, la moda, las drogas, sus líderes e<br />
intelectuales–, empiezan a surgir voces disconformes<br />
con su propia base, es decir, con<br />
264 RESEÑAS<br />
Rebelarse vende<br />
El negocio de la contracultura<br />
JOSEPH HEALTH Y ANDREW POTTER<br />
Taurus, Madrid, 2005<br />
417 páginas<br />
el hecho contracultural como sustento ideológico<br />
del pensamiento progresista. En la actualidad,<br />
la contracultura es un gran paraguas<br />
en el que se da cabida a todo bajo unos mismos<br />
lemas inmunes al paso del tiempo y representa<br />
a todo lo ‘diferente’, todo aquello que<br />
se rebela contra la ‘represión’ del sistema. Esa<br />
especie de ‘resistencia’ da cabida a todo tipo<br />
de individuos, como Unabomber, el terrorista<br />
‘concienciado’ que mandaba bombas artesanales<br />
a científicos, ingenieros y políticos de<br />
todo Estados Unidos en las décadas de los 80<br />
y 90, por considerarlos responsables de la perpetuación<br />
de la base “económica y tecnológica”<br />
de la sociedad.<br />
Es en casos como éste, entre otros tantos,<br />
donde los autores, Joseph Health, profesor de<br />
Filosofía de la Universidad de Toronto y Andrew<br />
Potter, investigador de la Universidad de<br />
Montreal, empiezan a encontrar el problema<br />
de la izquierda contemporánea en la identificación<br />
con cualquier tipo de elemento subversivo:<br />
“La teoría contracultural ha minado<br />
tanto el buen nombre de la política democrática,<br />
que la mayor parte de la izquierda progresista<br />
lleva más de tres décadas hundida<br />
en el marasmo”.<br />
Lo que pasan por alto ambos autores en su<br />
identificación de los males ‘contraculturales’ es
que las teorías que critican y las de la izquierda<br />
‘tradicional’ –denominémosla así porque no dan<br />
más claves para su localización temporal o geográfica–<br />
están solapadas una con otra: Kurt<br />
Cobain –su case study principia el libro–, Marcuse,<br />
Bakunin, Marx, Chomsky o el propio Che,<br />
cuyo retrato en una taza de café ilustró la portada<br />
de la edición española, son iconos y adalides<br />
de los movimientos contraculturales y sus<br />
teoremas, pero son también sus portavoces y<br />
máximos valedores de la izquierda pasada, presente<br />
y futura. La crítica feroz que ambos autores<br />
ejercen sobre la ‘moda de lo alternativo’ (“es<br />
una estrategia de marketing que se ha usado<br />
no sólo para vender productos comerciales normales<br />
y corrientes, sino para vender un mito<br />
sobre el funcionamiento de nuestra propia cultura”)<br />
queda vacía, desarmada, si no se establecen<br />
la adecuada vinculación entre ambas.<br />
Es paradójico que este manual, con cerca de<br />
400 páginas, destinado a desterrar las posiciones<br />
radicales de lo que denominan ‘justicia<br />
social’, cometa el mismo error: si aquellos a<br />
los que critican caen, una y otra vez, en el<br />
“equívoco” de vaciar de contenido y autoridad<br />
al único “instrumento capaz de enderezar la<br />
situación”, esto es, los Gobiernos, Potter y Health<br />
confluyen en esta misma fatalidad al abogar<br />
por “una política doméstica global” sin<br />
ningún contenido real, sino más bien basada<br />
en la tesis de que ya que nada ha funcionado,<br />
demos el siguiente paso sin reparar demasiado<br />
dónde o en qué dirección, simplemente<br />
abandonando el camino andado.<br />
EL SIGUIENTE PASO<br />
Rebelarse vende… puede ser una obra entretenida,<br />
si lo que se busca es un repaso de las<br />
modas, gustos y el desarrollo histórico de lo ‘alternativo’<br />
en nuestra sociedad. Pero también<br />
es una obra insidiosa e insustancial. Cito, por<br />
ejemplo, el caso de la globalización. Los autores<br />
apuntan que el error de muchos políticos<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
de izquierdas es oponerse al comercio entre<br />
países desarrollados y subdesarrollados; constatan<br />
que “la mayoría de los países en vías de<br />
desarrollo se plantean constantemente el<br />
modo de integrarse en la economía global, y<br />
casi ninguno contempla la posibilidad de no<br />
hacerlo” y señalan que “la necesidad de un<br />
mercado es inevitable”. También destacan “la<br />
gran ironía” de los movimientos antiglobalización,<br />
que “reducen la ciudadanía a actos esencialmente<br />
consumistas”, como fue el caso del<br />
“best seller” No Logo, de Naomi Klein.<br />
Pero sin embargo, para Heath y Potter, la solución<br />
no está en dejar que el libre mercado se<br />
desarrolle, sino en ‘eliminar sus imperfecciones’:<br />
“Tendríamos que procurar perfeccionar el<br />
mercado, no abolirlo”. ¿Cómo? Con un ‘paquete’<br />
de medidas como eliminar la desgravación<br />
de la publicidad en concepto de gasto<br />
empresarial, fomentando los impuestos verdes<br />
o con medidas como los impuestos sobre el<br />
tráfico rodado. En resumen, como la ‘libertad’<br />
–aquí deberíamos utilizar mejor el término ‘libertarismo’–<br />
no ha funcionado, desde una<br />
perspectiva diacrónica, en los movimientos izquierdistas,<br />
la solución pasa por instaurar una<br />
especie de régimen neocomunista donde el Estado<br />
controle el ‘libre mercado’: “Parece obvio,<br />
por tanto, que en una economía cada vez más<br />
global será necesario un control gubernamental<br />
cada vez mayor, no menor”, afirman.<br />
EL DISCURSO<br />
Sin duda es un discurso desconcertante. En el<br />
libro es posible encontrar brillantes análisis –en<br />
ocasiones hilarantes– sobre cómo se ha desarrollado<br />
la base social de la izquierda: “Hacer<br />
teatro alternativo, tocar en un grupo alternativo,<br />
crear arte vanguardista, tomar drogas y llevar<br />
una alocada vida sexual es sin duda más<br />
ameno que la organización sindical a la hora<br />
de pasar un buen fin de semana. Pero los rebeldes<br />
contraculturales se convencieron a sí<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 265<br />
RESEÑAS
RESEÑAS<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
mismos de que todas estas actividades tan entretenidas<br />
eran mucho más subversivas que la<br />
política de izquierdas tradicional, porque atacaban<br />
al foco de la injusticia y la opresión a un<br />
nivel ‘más profundo’. Por supuesto, esta convicción<br />
es puramente teórica. Y como está claro<br />
quiénes son los que se benefician de ella, cualquiera<br />
que tenga una mentalidad mínimamente<br />
crítica sospechará de ella”.<br />
Acertado, desde luego, y crítico. Pero en ninguno<br />
de los capítulos que conforman el libro,<br />
ideado en un formato muy dinámico a modo<br />
de replica-contrarréplica entre los autores, se<br />
ilustran estas afirmaciones con otras de tipo<br />
empírico; no hay datos, no hay contexto, sólo<br />
autores y personajes que se suceden y se<br />
amontonan en una entropía literaria. Así, en un<br />
mismo capítulo y sin apenas transición, se<br />
pasa de Freud a Hobbes, y de Rosseau a El<br />
club de la lucha. Es, sin duda, el mayor error<br />
estructural de la obra: que no justifica con suficiente<br />
rigor y profundidad los temas que se<br />
traen a debate.<br />
Totalitarismo<br />
Himno<br />
AYN RAND<br />
Ed. Grito Sagrado. Buenos Aires, 2006<br />
269 páginas<br />
Los libros de Orwell, La Rebelión en la granja<br />
(1945) y 1984 (1948), abrieron los ojos sobre<br />
la naturaleza tiránica del comunismo. Pero<br />
antes de que Orwell comenzara a tener éxito<br />
con un tema tan polémico, la denuncia del so-<br />
266 RESEÑAS<br />
“En este libro mantenemos que varias décadas<br />
de rebeldía ‘antisistema’ no han cambiado<br />
nada, porque la teoría social en que se<br />
basa la contracultura es falsa. (…) No hay<br />
ningún sistema único, integral, que lo abarque<br />
todo. No se puede bloquear la cultura<br />
porque ‘la cultura’ y ‘el sistema’ no existen<br />
como hechos aislados”. Esta cita, al comienzo<br />
del libro (en la página 19) no es en<br />
absoluto clarividente: llega con una década<br />
de retraso. Es una lástima que la new wave<br />
contracultural vaya, a su pesar, por el mismo<br />
camino: libros como éste, el ya mencionado<br />
No Logo, u otros de parecido pelo se quedan<br />
al inicio de un verdadero y profundo análisis,<br />
de una crítica real y constructiva; y que, al<br />
igual que sucede en la actualidad con los gobiernos<br />
de izquierda en todo el mundo, sólo<br />
repara en lo artificioso, en lo llamativo y<br />
anecdótico, en esa ‘política ficción’ populista<br />
y artificiosa que tan en boga está en nuestros<br />
días.<br />
IVÁN GIL-MERINO DÍAZ<br />
cialismo que, al llegar al poder, comienza a devorar<br />
a la persona en nombre de fines tan nobles<br />
como el bien común, la novelista rusa Ayn<br />
Rand 1 (1905-1982) le precedió con Anthem<br />
que en español significa Himno.
Himno, publicada en España en la década de<br />
los 40 bajo el título Vivir, es una novela corta<br />
enclavada en un futuro no muy lejano donde<br />
los hombres carecen de nombre y no existe<br />
la palabra yo.<br />
El título aclara que el propósito del libro es<br />
entonar un himno al yo, “reclamando para el<br />
hombre y su yo, el respeto sagrado que debe<br />
rendírsele (…) a la vida sobre la tierra”, como<br />
apunta Leonard Peikoff en su prólogo. En<br />
pleno despunte del totalitarismo, se había sacrificado<br />
al individuo en el altar del colectivo.<br />
Los derechos individuales no existían. El hombre<br />
sólo era parte de un engranaje, una mera<br />
pieza perfectamente reemplazable. En ese<br />
contexto, Rand decide rescatar el individualismo<br />
para luchar contra el avance de la perniciosa<br />
idea de que “el objetivo del trabajo del<br />
hombre” es “la satisfacción de los deseos de<br />
los otros, no su propia necesidad, su deseo o<br />
beneficio”.<br />
Descubrir cómo cambia la filosofía individualista<br />
a quien la entiende y la toma como una<br />
guía en su vida, fue lo que hizo de este libro<br />
un claro bestseller que ha vendido más de<br />
2,5 millones de ejemplares en todo el mundo<br />
y ha hecho que personajes como Angelina<br />
Jolie adoren a Rand y así lo expliquen a la<br />
prensa a la mínima ocasión que se les presenta.<br />
A juicio de Rand, el individualismo señala que<br />
cada hombre tiene derecho a existir y vivir por<br />
sí mismo y que, por mucho que nos rechine,<br />
la desdicha o la suerte de los demás, no es<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
culpa nuestra. No podemos arrastrar ninguna<br />
culpa porque haya otros que lo estén pasando<br />
mal. Podemos, eso sí, sentir la necesidad de<br />
hacer lo posible para ayudar a los demás, por<br />
la empatía natural del ser humano hacia sus<br />
semejantes, pero sin que ese hecho sea un<br />
fundamento para los derechos de la sociedad<br />
sobre nuestra vida. Si así fuera, entonces habría<br />
“derechos sociales” que anularían los<br />
“derechos individuales”, porque entre incrementar<br />
un punto el IRPF y dar de comer al necesitado,<br />
no parece haber dudas de qué bien<br />
se protegería antes, lo cual supondría quitarle<br />
a unos para darles a otros, algo que atentaría<br />
contra el derecho de cada uno a los frutos de<br />
su trabajo, a su propiedad en suma.<br />
Sin embargo, si aceptamos concesiones, caminaremos<br />
directos hacia la destrucción de<br />
la sociedad porque estaremos anulando progresivamente<br />
al individuo y, al hacerlo, estaremos<br />
matando el espíritu creador y la fuente<br />
de todo progreso. En la sociedad donde<br />
Himno tiene lugar, el panorama es más desolador<br />
que en nuestras sociedades socialdemócratas<br />
donde a cambio de que no nos<br />
quejemos por los impuestos con que nos<br />
vampirizan, podemos tener una escasa esfera<br />
de autonomía personal.<br />
En cambio, en la asfixiante sociedad que retrata<br />
Rand, un calco de lo que vivió en su<br />
Rusia natal, “todos los hombres son uno y no<br />
hay ningún deseo, salvo el deseo de todos los<br />
hombres unidos”. Como se puede apreciar,<br />
esta frase condensa la aspiración de todo colectivismo,<br />
contrariar la naturaleza y dejar al<br />
1 Sobre Ayn Rand, léase mi artículo “Ayn Rand y los fundamentos morales del liberalismo” (Cuadernos de Pensamiento<br />
Político, número 4, 2004, pp 187-198. El texto puede descargarse de internet en el siguiente link:<br />
http://documentos.fundacionfaes.info/document_file/filename/355/00057-12_-_ayn_rand_y_los_fundamentos_morales_del_liberalismo.pdf<br />
). Una semblanza más breve y menos enfocada a sus ideas, fue publicada en<br />
Libertad Digital el pasado 10 de Febrero de 2005 con el título “Ayn Rand (1905-1982): la virtud del capitalismo”<br />
(http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276229617 )<br />
OCTUBRE / DICIEMBRE 2007 267<br />
RESEÑAS
RESEÑAS<br />
<strong>CUADERNOS</strong> de pensamiento político<br />
hombre a la altura de un ser inanimado, porque<br />
no puede demostrar sus preferencias ni<br />
ser libre ya que otros, los políticos, decidirán<br />
qué es lo que conviene a la colectividad.<br />
Al presentar el silencio y la tristeza como condiciones<br />
naturales de la vida, el amor convertido<br />
en un mero instante donde las parejas,<br />
elegidas por el Gobierno, procrean, cual conejos,<br />
sin posibilidad de elegir con quién ni<br />
cuándo ni cómo, Rand consigue recrear la imposibilidad<br />
de vivir en regímenes totalitarios.<br />
Afortunadamente, se ofrece un final feliz, contrariamente<br />
a la suerte que padecieron millones<br />
de personas que acabaron muriendo de<br />
hambre o asesinados por la obsesión de exterminar<br />
a clases enteras para llevar adelante<br />
la utopía comunista.<br />
Así, el protagonista, Igualdad 7-2521, consigue<br />
descubrir esa palabra a la que Rand entona<br />
un cántico, casi un poema, liberándose<br />
de la tiranía en la que malvivía para vivir de<br />
acuerdo con sus ideas. Al llegar al apogeo de<br />
la novela, Igualdad 7-2521 se da a sí mismo<br />
un nombre, Prometeo y en varias páginas recoge<br />
el “himno” que da nombre a la obra, un<br />
himno apasionado y apasionante con frases<br />
tan duras pero reales como “no les debo nada<br />
a mis hermanos, ni ellos tienen deudas conmigo.<br />
No le pido a nadie que viva para mí, ni<br />
yo vivo para nadie. No codicio el alma de<br />
nadie, ni mi alma debe ser codiciada por<br />
nadie. No soy enemigo ni amigo de mis hermanos<br />
pero cada uno de ellos deberá merecerme.<br />
Y para ganar mi amor, mis hermanos<br />
268 RESEÑAS<br />
deberían haber hecho algo más que simplemente<br />
haber nacido. No daré mi amor sin motivo<br />
a cualquier oportunista que lo reclame.<br />
Honro a los hombres con mi amor. Pero el<br />
honor es algo que debe ser ganado”.<br />
A continuación, Prometeo, ataca el “monstruo<br />
del Nosotros, la palabra de la opresión, del<br />
saqueo, de la miseria, la falsedad y la vergüenza”.<br />
Con ese espíritu trasgresor, dice que<br />
grabará en piedra “la palabra que es mi faro<br />
y mi estandarte. La palabra que no morirá,<br />
aunque perezcamos todos en la batalla. La<br />
palabra que nunca puede morir en esta tierra,<br />
porque es su corazón, su significado y su<br />
gloria. La palabra sagrada: YO”.<br />
Inspirador, excitante o quizás demasiado blasfemo.<br />
El lector lo podrá juzgar por sí mismo.<br />
De lo que difícilmente puede dudarse es de la<br />
calidad de la novelista y de esta edición en la<br />
que se recogen en la lengua originaria en la<br />
que fue escrita, el manuscrito donde Rand fue<br />
introduciendo cambios a la primera edición<br />
inglesa.<br />
Tras lo expuesto, sólo un juicio debe bastar a<br />
la hora de valorar el libro. El del lector. El<br />
único que debe realmente importar. Ése, sin<br />
duda, será el mejor tributo que podamos<br />
rendir a la autora, no dejarnos llevar por lo<br />
que otros hayan dicho del libro aunque se<br />
haya publicado en estas páginas, porque<br />
esto, en suma, es en lo que consiste el individualismo.<br />
GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDÍA