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Antología Narrativa para 1º año

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Kiyá. Sin embargo a partir de aquel día su alegría se apagó por completo.<br />

Una mañana, descubrieron que se había marchado. La buscaron por todas partes, pero no<br />

había rastros de la joven. Alguien sugirió que habría huido con Kiyá.<br />

La tribu preparó sus armas <strong>para</strong> la guerra. Pero al amanecer, Kiyá en persona se presentó<br />

y enfrentó al cacique.<br />

- No es el temor el que me impulsa a venir ya que todos conocen nuestra valentía. Pero sé<br />

que buscas a Urú y he venido a decirte que ella no está entre nosotros.<br />

El joven se retiró y todos quedaron desconcertados. Enseguida escucharon un canto<br />

dulcísimo que provenía de lo más profundo del bosque: era la voz de Urú.<br />

Los hombres salieron a buscarla organizados en grupos. La descubrió el que era guiado<br />

por el brujo más viejo de la tribu. La joven estaba sentada sobre la rama de un árbol, junto al río.<br />

No los reconoció. La pobre Urú había enloquecido. Temiendo que se asustara, el anciano ordenó<br />

a los otros que permanecieran alejados y se acercó solo.<br />

Comenzó a hablarle suavemente pero no obtenía respuesta. De pronto, recordó que le<br />

gustaban las aves y le habló de ellas.<br />

- Mis pájaros... Mis pájaros están en el agua ¡Vamos a buscarlos! - dijo Urú y, bajándose<br />

de la rama, corrió hacia el río.<br />

El brujo temió que se arrojara en él. Para hacerla reaccionar, le gritó:<br />

- Escucha mis palabras Urú: Kiyá murió ahogado en ese mismo río.<br />

Un grito desgarrador brotó primero de la garganta de Urú. Pero inmediatamente después,<br />

retumbaron por el todo el bosque sus enloquecidas carcajadas. Su bella figura comenzó a<br />

transformarse hasta que quedó convertida en un pájaro, el urutaú.<br />

Emitiendo su grito lastimero, que terminaba en una sonora carcajada, el urutaú voló sobre<br />

las cabezas de los atemorizados guaraníes y se perdió en el bosque.<br />

Huampi (Leyenda calchaquí)<br />

Desde muy joven, Huampi había sido un diestro cazador. Cuando la presa era la vicuña,<br />

reunía a sus compañeros y todos juntos, guiados por él, se iban a los cerros. Allí, a una señal de<br />

Huampi, rodeaban el lugar donde se hallaban los animales con largas cuerdas de lana de las que<br />

colgaban cintas de colores. Improvisaban así un corral enorme. Las vicuñas, al intentar huir, se<br />

encontraban con ese cerco de lana tan delicado y frágil que bien podrían haberlo cruzado con un<br />

saltito de sus ágiles patas.<br />

Pero no; asustadas por las cintas de colores sacudidas por el viento, retrocedían<br />

espantadas y quedaban en poder de los cazadores.<br />

En la dura lucha por la vida, aunque no lo parezca, aquellos hombres no eran<br />

despiadados. Cazaban tan sólo lo necesario y acataban las leyes de la Pacha Mama, la Gran<br />

Madre que, desde algún lugar del cielo, velaba por todas las criaturas. Los cazadores siempre le<br />

demostraban respeto.<br />

Antes de subir al cerro, hacían un hoyo en la tierra y en él depositaban sus ofrendas<br />

sencillas. Después, el jefe de la cacería le dirigía una súplica:<br />

- Pacha Mama, Madre del Cerro, ¡haz que nos vaya bien! No mezquines tus vicuñas. ¡Haz<br />

que nos vaya bien! Danos suerte, no nos hagas apunar. i Haz que nos vaya bien!<br />

Pasó el tiempo y las cosas cambiaron. El joven Huampi, ya no tan joven, fue elegido<br />

cacique. Y no sólo de los suyos, también llegó a gobernar varios pueblos de los valles<br />

calchaquíes.<br />

Entonces también cambió la mente y el corazón de Huampi.<br />

-Cayca noccapa -afirmaba, soberbio, señalando cerros y hondonadas. En su lengua<br />

quechua eso significaba: "Esto es mío".<br />

El poder se le subió a la cabeza y se creyó dueño absoluto de aquellas tierras, de sus<br />

bienes naturales y sus gentes. Cuando su mujer lo veía echar mano a las boleadoras y al cuchillo<br />

o la lanza, le recordaba que había carne de sobra y no tenía sentido sacrificar más animales.<br />

Porque Huampi seguía apasionado por la caza pero, de hombre prudente, se había convertido en<br />

cazador desaforado.<br />

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