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EN EL DESIERTO DE LA SOLEDAD - El Mural Mágico. Taniperla

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Martes, 5 de abril, 20:50, autobús entre México DF y San<br />

Cristóbal de las Casas.<br />

La marcha ya ha comenzado. Sólo faltan unas horas para que lleguemos<br />

a San Cristóbal de las Casas y tras hacer noche allí nos dirigiremos<br />

a las comunidades zapatistas, primero al caracol de La Garrucha<br />

y después a La Culebra. Siento una emoción especial al pensar<br />

en ello. Estar aquí es para mí un sueño, tal vez el último sueño que<br />

quede en pie entre los escombros de las revoluciones en que me he<br />

cobijado de este mundo despiadado desde que soy una adolescente,<br />

desde que pegué aquel póster del Ché en la pared de mi cuarto.<br />

Hace ya varios años, en 1994, cuando muchos de nosotros<br />

creíamo s todo perdido, el alzamiento zapatista se nos reveló de repente<br />

como el principio de la revolución más definitiva de la historia,<br />

una revolución que como siempre habíamos imaginado provendría<br />

de los más olvidados y necesitados de la tierra, cuando «<strong>El</strong> Primer<br />

Mundo» les despojara absolutamente de todo. Una revolución que<br />

además era nuestra revolución, porque a la vez que recibía el apoyo<br />

de infinidad de personas y organizaciones, les devolvía a éstos una<br />

renovación constante en sus formas de lucha (una nueva estética,<br />

un nuevo lenguaje) y se extendía de ese modo por todo el mundo,<br />

permitiéndonos soñar de nuevo con cambiarlo.<br />

Fue eso lo que a mí me atrajo del zapatismo, su parte aparentemente<br />

más superficial, la más romántica, porque yo en realidad, tengo que<br />

reconocerlo, no soy una experta en el tema, no he profundizado en él,<br />

en sus aspectos más políticos ni en su evolución, o tal vez he preferido<br />

no hacerlo y quedarme en esa piel limpia y tersa del movimiento, en el<br />

lenguaje poético de los comunicados de Marcos, en sus ojos verdes tras<br />

el pasamontañas, en los colores del mural de <strong>Taniperla</strong>… Ese mural que,<br />

sin embargo, no lo olvidemos, estaba pintado sobre la pared de la casa<br />

municipal de una comunidad autónoma y en rebeldía.<br />

Y ahora estoy aquí. A punto de conocer de cerca un municipio zapatista,<br />

de conocer a esos hombres y mujeres que en ellos resisten y a los<br />

cuales admiro, porque, aunque eran los hombres y mujeres más olvidados<br />

de la tierra, los más necesitados, a los que habíamos despojado de<br />

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