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albores había sido legitimista hasta llegar al «vendeanismo» de su madre, se convirtió,<br />

durante un período en que no escribía, o por lo menos no publicaba mucho, hacia 1843, en<br />

el más celoso y adicto palaciego de Luis Felipe Orleans. El rey burgués y su familia<br />

halagaban al poeta, le recibían cordialmente, y, además, le hacían vizconde y par de<br />

Francia, cosa que ligaba perfectamente con la personalidad académica [294] de que iba<br />

revistiéndose el antes melenudo autor de Lucrecia Borgia, burlador de las «pelucas». En<br />

tiempos anteriores a la regia merced, el poeta ya se hacía llamar vizconde, satisfaciendo así<br />

su antigua y del todo gratuita aspiración a la sangre azul o gentilhommerie -y envidiaba esta<br />

prez a otro vizconde de cepa vieja, el bretón Chateaubriand-. Todo ello sería una leve<br />

vanidad humana muy común, que no merecería la pena de recordarse, si no contrastase<br />

demasiado con actitudes e intransigencias posteriores, con diatribas en que los míseros<br />

nobles y palatinos salen que no hay por donde cogerles. Antes de contemplarle fulgurando<br />

apocalipsis desde los islotes de Jersey y Guernesey, conviene que nos le figuremos de<br />

calzón corto, en la más cortesana y palaciega de las actitudes.<br />

La política, que va a ser su inspiradora, le lanza entonces a la tribuna, donde aparece<br />

como orador ministerial, monárquico y dinástico ferviente. Cuando cae Luis Felipe, en<br />

1848, y sobreviene la República, Víctor Hugo sufre dos graves desazones: en primer<br />

término, le falta su amparador, el bondadoso rey; en segundo, Lamartine, otro poeta, su<br />

rival, sube al puesto más alto de popularidad y poder, mientras el autor de Hernani, a pesar<br />

de un manifiesto electoral suplicante, no sale diputado en la asamblea constituyente hasta<br />

elecciones complementarias. Cuando publicó sus discursos de aquel período, los corrigió,<br />

no sólo en la forma, sino en el fondo. Hízolo porque [295] había militado (sin destaque)<br />

entre los adversarios de la República, abogando por la dictadura, la ley marcial y los<br />

consejos de guerra -cosas que después estigmatizó y maldijo-. Poco después creó el<br />

Evénement, que puso al servicio de Luis Bonaparte, aspirante a príncipe Presidente, ya<br />

próximo a ser Napoleón III, y más tarde, por obra de Víctor Hugo, Napoleón el chico.<br />

Había sido Lamartine un político activo si los hay, pero exceptuadas las visiones<br />

apocalípticas de La caída de un ángel, que revestían un carácter demasiado vago y general<br />

para ir contra nadie especialmente, no puede encontrarse rastro de sus luchas políticas en<br />

sus versos. Él mismo lo dijo en uno de sus poemas más hermosos, respondiendo a la<br />

acusación de Barthélemy, y vindicando a su Musa:<br />

«Non, je n'ai pas coupé les ailes de cet ange<br />

pour l'atteler hurlant au char des factions...».<br />

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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