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han sido rehechos varias veces, y la versión definitiva es completamente diversa, como<br />

forma, de la versión original. Cuando acertó con el plan de la Comedia humana, cambió y<br />

modificó también casi todos los nombres de los personajes, fuesen reales o imaginarios, de<br />

modo [113] que encajasen mejor en el gigantesco monumento, y hasta la muerte prosiguió<br />

Balzac esta faena revisionista, siendo imposible indicar todas las variantes».<br />

Las juvenilia de Balzac no figuran en la edición definitiva de sus obras, y en realidad no<br />

lo merecen. Son novelas publicadas bajo pseudónimos diversos, a impulsos de la necesidad,<br />

y en las cuales se ve el propósito de imitar a Walter Scott; esta poderosa influencia del<br />

novelista escocés sobre Balzac, que, como veremos, fue duradera y alcanzó a la Comedia<br />

humana, orientó desde luego al imitador en un sentido del cual realmente ya no vuelve a<br />

desviarse: el histórico. En 1822, cuando Balzac, dejándose de tragedias, empieza a urdir<br />

novelas, el romanticismo, siguiendo las huellas de Chateaubriand en Los mártires, se<br />

impregna del sentimiento de lo histórico, se empapa en la pintoresca belleza del pasado, y<br />

tal movimiento, que transforma el lirismo y lo convierte insensiblemente en elemento<br />

épico, se refleja, no sólo en los <strong>libro</strong>s de los historiadores propiamente dichos, sino en la<br />

pintura, en la escultura, en el mobiliario y en la literatura de imaginación: a la cabeza,<br />

Walter Scott, adorado y reverenciado como un ídolo, desempeña ese papel tan<br />

característico de guiar a una generación literaria hacia un punto dado, para que al fin llegue<br />

a otro-. Detrás de Walter Scott escribió Víctor Hugo Han de Islandia y Nuestra Señora de<br />

París, y ¡oh mal empleada constancia!, continuó escribiendo, pasada la [114] moda,<br />

Noventa y tres; detrás de Walter Scott fueron Vigny con Cinq Mars, Mérimée con la<br />

Crónica de Carlos IX, y hasta el propio Dumas con sus célebres Mosqueteros; mas también<br />

Balzac hubo de seguirle, primero en sus flojas novelas repudiadas, después en otras más<br />

fuertes, como Catalina de Médicis; y siempre dirigido por la idea romántico-histórica, llegó<br />

a darle verdadero cuerpo y sangre en la totalidad de la Comedia humana, donde se disuelve<br />

el romanticismo.<br />

Aunque Balzac repudie sus juvenilia, esas narraciones llevan la marca formal del autor.<br />

No es lo mejor de Balzac la forma, pero es inconfundible, y las primeras páginas<br />

descriptivas de Don Gigadas podrían ser el exordio de Los labriegos, una de las mejores<br />

creaciones de Balzac. El escritor -en Balzac de segunda, así lo entienden muchos críticos-<br />

no adquirirá cualidades relevantes de estilo ni al yunque de la producción y de la corrección<br />

continua. El que va a destacarse no es el escritor, sino el historiador -un historiador muy<br />

distinto del que trazó las páginas de Quintín Durward e Ivanhoe-.<br />

Balzac había principiado a publicar <strong>libro</strong>s veinte años antes de que saliese a luz el<br />

prólogo de la Comedia humana, el cual precede sólo ocho años a la muerte del autor.<br />

Corrían impresas ya Los chuanes, la Fisiología del matrimonio, La paz del hogar, La doble<br />

familia, La mujer a los treinta, La piel de zapa, El coronel Chabert, El cura de Tours, La<br />

abandonada, [115] Luis Lambert, la Historia de los trece, El médico de aldea, Eugenia<br />

Grandet, Papá Goriot, La azucena en el valle, La solterona, Ilusiones perdidas, César<br />

Birotteau, La casa de Nuncingen, El cura de aldea, Beatriz, La musa del departamento, Un<br />

asunto tenebroso, El hogar de un solterón, Úrsula Mironet, Alberto Savarus; enumeración<br />

incompleta que basta para explicar hasta qué punto la Comedia humana, aun cuando<br />

careciese de programa entregado al público, estaba en pie, con la relación de solidaridad<br />

que engrana los resortes de tan asombroso mecanismo. Desde que el programa aparece, en

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