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psicólogos. Dominica es un librito afortunado, clásico ya, una obra maestra que no ha<br />

suscitado controversias en lo que se refiere a su valor.<br />

Llegado el momento de considerar a la escuela en la totalidad de su significación dentro<br />

de las letras de este período, lo primero que ocurre es que pudo ser un elemento defensivo<br />

para la sociedad y la Patria, y que a esto aspiraron, sin duda, sus creadores, y en especial<br />

Feuillet, el más considerable, el más artista. ¿Por qué no lo fue, y nació, por decirlo así,<br />

vencido el idealismo? ¿Es que sus afiliados tienen menos talento que los románticos puros,<br />

y [205] los realistas y naturalistas? No cabe negar que entre los idealistas moralizadores<br />

faltan un Víctor Hugo, una Jorge Sand, y no existe un Balzac, un Flaubert, un Maupassant,<br />

un Zola. ¿Es que la tesis apaga la genialidad, es que el arte pide independencia? Me inclino<br />

a creerlo. De todas suertes, no sería el idealismo un obstáculo para el genio, y nos lo<br />

demuestra Lamartine; pero recordemos que en sus novelas idealistas apenas hay tesis, ni<br />

social, ni política, y la religiosidad nace del sentimiento, de la efusión del alma.<br />

Por lo que hace a la defensa de la sociedad, no se ha menester profesar el idealismo<br />

novelesco para contribuir a ella. Balzac es, como sabemos, y quizás en primer término, un<br />

novelista social. Doblemente un novelista social, porque tampoco trata de sostener tesis, y<br />

la tesis se presenta ella sola, desnuda, terrible. Hacer ver que a una sociedad le falta ideal y<br />

que está en proceso de descomposición ¿dónde hay lección más enérgica? Y resalta de la<br />

Comedia humana, en conjunto, sin que pueda disputársele a Feuillet el mérito de haberla<br />

formulado en aspectos parciales, en el caso muy hondo y muy verdadero de Luis de<br />

Camors, o en el menos frecuente, pero no por eso increíble, de Julia de Trécoeur, que, sin<br />

tantas declamaciones y tanto galimatías sentimental y místico, es, mil veces más que Lelia<br />

y que Indiana, un caso de romanticismo agudo. [206] [207]<br />

- X -<br />

El teatro.- La resurrección de la tragedia: Ponsard.- El advenimiento de la comedia: Scribe.-<br />

El lirismo y la fantasía.- Alfredo de Musset.- La sátira de las costumbres: Feuillet, Barrere,<br />

Sandeau.- Restos de romanticismo: Jorge Sand.<br />

Desde 1840, el teatro cambia de un modo súbito. No había logrado echar raíces en la<br />

escena el romanticismo, y bastó para barrerlo el fracaso estrepitoso de Los Burgraves.<br />

No encajaba en el genio francés el teatro romántico. Para Francia, a pesar de Corneille,<br />

que es un españolizante, fue el teatro o enseñanza y lección, escuela de las costumbres -y a<br />

este ideal responde plenamente Molière- o estudio de cuestiones pasionales, de amor y<br />

sentimiento, como en Racine. Los fogosos arranques de los incluseros Antony y Didier; las<br />

querellas del hidalgo bandido español de capa y chambergo; la sombría venganza del bufón<br />

del Rey; las retahílas indignadas de Ruy Blas; los venenos de Lucrecia Borgia y los<br />

asesinatos [208] de La torre de Nesle, no pertenecían a lo castizo, y con razón sobrada dice<br />

Filon que el romanticismo dio a Francia una poesía, pero en balde trató de darle un teatro.

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