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Poniente Educar la mirada - Café des Images

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Crítica<br />

Resulta curioso que algunas de <strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s españo<strong>la</strong>s más interesantes de los últimos tiempos sean<br />

westerns.. Flores de otro mundo, de lcíar Bol<strong>la</strong>in, presenta algo así como <strong>la</strong> vida cotidiana en una<br />

avanzadil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> nueva civilización, donde los colonos viven en pob<strong>la</strong>dos semi<strong>des</strong>iertos y los indios se<br />

han convertido en <strong>la</strong>tinoamericanos. Y, en fin, <strong>Poniente</strong>, de Chus Gutiérrez, recurre a parecidos<br />

presupuestos tomando como punto de partida los sucesos de El Egido: un conflicto entre razas que<br />

finaliza en una batal<strong>la</strong> campal. La única diferencia es que ahora no hay Séptimo de Caballería al que<br />

recurrir.<br />

No es casualidad que Bol<strong>la</strong>ín haya participado en el guión de <strong>Poniente</strong>. En <strong>la</strong>s dos últimas pelícu<strong>la</strong>s<br />

mencionadas se advierte <strong>la</strong> misma voluntad de reflejar una cierta situación social, <strong>la</strong> misma carga<br />

política. Pero <strong>la</strong> irrupción de personajes fuertes, individualizados, con su propia historia a cuestas,<br />

dispuesta a su vez a superponerse a <strong>la</strong> historia que narra <strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong> e incluso a <strong>la</strong> Historia con<br />

mayúscu<strong>la</strong>, convierte <strong>la</strong> crónica en ficción y, por lo tanto, <strong>la</strong> representación en verdad. En <strong>Poniente</strong>,<br />

una mujer (Cuca Escribano) vuelve a su pueblo natal, en Andalucía, tras <strong>la</strong> muerte de su padre. Allí<br />

perdió a su primera hija, ahogada, y se separó de su marido antes de dar a luz a <strong>la</strong> segunda. V allí, de<br />

nuevo, se encuentra con un panorama <strong>des</strong>o<strong>la</strong>dor: terratenientes en decadencia que intentan<br />

<strong>des</strong>esperadamente mantener sus privilegios, obreros emigrados árabes que luchan por <strong>la</strong><br />

supervivencia y, en medio de todo eso, un hombre (José Coronado), español criado en Suiza por culpa<br />

de <strong>la</strong> política económica del franquismo, ahora en busca de sus señas de identidad.<br />

Aun sin contener fIashback alguno, <strong>Poniente</strong> se construye sobre sucesivos saltos atrás que culminan en<br />

<strong>la</strong> evocación de un tiempo ignoto. Tanto <strong>la</strong> protagonista como el país en el que vive comparten un<br />

pasado <strong>la</strong>cerante: el <strong>des</strong>arraigo de <strong>la</strong> primera fue provocado por un modelo familiar dependiente de<br />

un poder opresivo, el mismo que ahora se reencarna ante sus ojos; el segundo refleja su xenofobia<br />

actual en el espejo de su propia ignominia, los tiempos en que un gran número de españoles se vieron<br />

impelidos a acariciar por <strong>la</strong> fuerza el sueño de <strong>la</strong> opulencia europea. En una escena emocionante,<br />

Coronado ve unas viejas pelícu<strong>la</strong>s sobre los emigrantes de esos años y rompe a llorar. En los últimos<br />

momentos de <strong>Poniente</strong>, <strong>la</strong> nueva emigración de <strong>la</strong> Europa del bienestar regresa a su tierra con <strong>la</strong>s<br />

manos vacías. Las tensiones raciales, el paisaje árido y polvoriento, <strong>la</strong> violencia contenida y finalmente<br />

explícita, el arquetipo del «forastero» que vuelve a un lugar con el que tiene que ver más de lo que<br />

parece, componen un mosaico de reminiscencias fordianas y conclusiones sorprendentes: <strong>la</strong> avanzada<br />

sociedad tecnológica del siglo XXI hunde sus raíces en escenarios primitivos y salvajes, como si todo<br />

volviera a empezar. Carlos Losil<strong>la</strong><br />

La directora<br />

Yo misma soy una emigrante. Empecé mi vida emigrando. A los 8 años, me tras<strong>la</strong>dé con mi familia de Granada a<br />

Madrid. Mi madre, una mujer muy luchadora, siempre quiso darnos a<strong>la</strong>s para que voláramos. En ello se basó mi<br />

educación. A los 17 años, viajé a Londres a aprender inglés. Me tocó vivir una época en <strong>la</strong> que <strong>la</strong> juventud tenía<br />

muchas inquietu<strong>des</strong>. Franco se acababa de morir, y España estaba cambiando. Volví de Ing<strong>la</strong>terra y <strong>la</strong> casualidad<br />

me condujo a trabajar en imagen y sonido. Decido que quiero aprender cine. Me voy a Nueva York. Pertenecí a<br />

<strong>la</strong>s Chochonis, un grupo que hacía f<strong>la</strong>menco rap, que ahora está tan de moda. Volví.<br />

El <strong>des</strong>arraigo de los personajes, que tienen miedo amar, sirve de catalizador para el resto de <strong>la</strong>s acciones. Si <strong>la</strong><br />

gente dejara el miedo a un <strong>la</strong>do y quisiera mirarse a los ojos, comprendería que de alguna manera es también el<br />

otro. Se trata de entender que el rostro ajeno es un espejo del nuestro, así tal vez perderíamos el miedo. Toda<br />

<strong>la</strong>s personas que llegan a nuestro país como inmigrantes funcionan como un reflejo de nosotros mismos. Si<br />

tuviéramos <strong>la</strong> capacidad, <strong>la</strong> fortaleza o el propósito de mirarnos en sus ojos, <strong>des</strong>cubriríamos que nosotros somos<br />

como ellos y ellos como nosotros. Tenemos un problema, y es que hemos renunciado a <strong>la</strong> memoria histórica.

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