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revista-diez-alejandro-molinari-36 - Chiapas

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La <strong>revista</strong> que habla de vos.<br />

conversar. Para mí fue un gran regalo el par<br />

de días, las horas que compartimos, pues no<br />

es fácil hallarse con alguien de claridad<br />

mental tan admirable.<br />

Pablo Labastida reunió los dibujos<br />

que Vlady hacía en cualquier hoja (a mí me<br />

quedó uno de sus dibujos, hecho en una tarjeta,<br />

mientras yo hablaba por teléfono y él<br />

me esperaba con la desesperación de los<br />

que no saben esperar) y lo que escribía en<br />

los márgenes de otros libros o en papelitos<br />

que dejaba por cualquier parte. El resultado<br />

es el magnífico Abrir los ojos para soñar<br />

(Siglo XXI-UNAM, 1996) que reúne trazos<br />

y pensamientos como éstos, que aíslo de los<br />

textos no tan breves que tiene el libro: ―El<br />

talento no es más que esta disposición de<br />

centrarse en un sentido prescindiendo de los<br />

demás. Una disposición maníaca‖; ―todo<br />

sentir es metafórico, es traducción, aprehensión<br />

en formas diferentes de percepción‖;<br />

―como el loco, el artista sustituye la realidad<br />

por la fantasía. A diferencia del loco,<br />

hace realidad lo posible‖; ―el pintor ignora<br />

el sentido de su trabajo, sólo le toca hacerlo<br />

bien. Los temas que pinta son percheros para<br />

enganchar la pintura‖.<br />

Algo similar a esto último dijeron del<br />

poeta inglés Wordsworth (citado por Harold<br />

Bloom, en Cómo leer y por qué, Anagrama,<br />

2000:126): “Toma un tema o una historia<br />

como mero clavo o gancho del cual colgar<br />

el pensamiento o el sentimiento; los incidentes<br />

son triviales‖.<br />

***<br />

Para el fragmento de una de mis novelas<br />

hice una derivación de ―Filemón, el arrugado‖,<br />

un cuento de Michael Ende (Los mejores<br />

cuentos de ME, Everest, 1994:249), que<br />

cuenta la anécdota de un elefante enamora-<br />

do de la luna, al que le importan muy poco<br />

las aflicciones de unas moscas vanidosas<br />

que hacen y deshacen entre sus patas. Leyendo<br />

a Coleridge (1772-1834) me encuentro<br />

con un poema que habla de su hijo y del<br />

mismo enamoramiento:<br />

Él conoce la estrella de la tarde: una vez,<br />

cuando se despertó de un humor apurado<br />

-algún dolor interno le había suscitado<br />

esa cosa tan rara, un sueño de niñito-<br />

me apresuré con él a nuestra rosaleda,<br />

y él observó la luna, y, callando, en seguida,<br />

suspendió los sollozos y se rió sin ruido,<br />

mientras sus lindos ojos, inundados de lágrimas<br />

sin caer, figuraban en la amarilla luna.<br />

Coleridge aparece junto con<br />

Wordsworth, Byron, Shelley y Keats, en<br />

Poetas románticos ingleses (RBA Editores,<br />

1994), de donde tomo estas perlas de Keats:<br />

Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.

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