revista-diez-alejandro-molinari-36 - Chiapas
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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La <strong>revista</strong> que habla de vos.<br />
―la muerte es más: el premio de la vida‖.<br />
―La vida es sólo un día,/ es una frágil gota<br />
de rocío bajando/ con peligro de un árbol:<br />
el pobre indio dormido/ mientras va su canoa,<br />
veloz, a una monstruosa/ catarata‖.<br />
***<br />
Nos invitó Adriana Corzo a una finca cercana<br />
a Berriozábal; el motivo, nos dijo, era<br />
presenciar una doma natural de potros. La<br />
casa merece descripción aparte, por el cuidado<br />
con que sus dueños han puesto en la<br />
belleza y la comodidad. Los terrenos incluyen<br />
varias hectáreas, creo recordar que 30,<br />
de flora y fauna vírgenes. A una de las pozas<br />
llegan a beber agua los venados, nos<br />
contaron.<br />
Han construido un corral circular donde,<br />
en el centro, se ha puesto Toño, el domador,<br />
quien nos habla a los que, desde lo<br />
alto y en la sombra, cerveza en mano, lo oímos<br />
y seguimos con atención su magisterio<br />
en la recepción de potros salvajes (dos en<br />
este caso) que al paso de los minutos van<br />
aceptando su mano y su mando hasta permitir<br />
que los monte y, después, les ponga la<br />
silla encima.<br />
Las jóvenes bestias nunca habían<br />
aceptado ni la cercanía de un hombre y ahora,<br />
ante sus asombrados propietarios, aceptan<br />
que el domador los acaricie, los haga<br />
echarse, levantarse, seguirlo.<br />
Mi papá fue domador de potros. Don<br />
Hugo Corzo, que también está entre el<br />
público y que también sabe de estos asuntos,<br />
me dice que para llegar al punto al que<br />
con aparente facilidad llega este domador<br />
de depurada técnica antes se necesitaba por<br />
lo menos un año.<br />
—¿Y se podrá, así, domar hombres?,<br />
sugiere una señora, con una risa prendida a<br />
la pregunta.<br />
—Es mucha inversión, dice otra, los<br />
hombres son más sencillos de dominar.<br />
—Hay unos muy bestias, tercia una<br />
más. Divorciada, supongo, o soltera insatisfecha,<br />
dada la rabia que pone en el insulto.<br />
Vuelvo el rostro hacia mi mujer. Me<br />
sonríe y me pasa la mano por la espalda, de<br />
lado a lado, como tranquilizándome. Me<br />
siento como el caballo viejo de la canción,<br />
con mi ama, sin potranca a la vista como<br />
para medir las fuerzas de la rienda o nomás<br />
para verla pasar. Ya estoy hecho al terrón<br />
que ella me acerca a los belfos y que como,<br />
agradecido.<br />
Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.<br />
***