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00. FLORA Y FAUNA (I-VIII)

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<strong>FLORA</strong><br />

1. ALCAPARRAS<br />

1<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

2


¿<br />

A lcaparra<br />

criolla?<br />

Sí: alcaparra; y antillana por más señas, pues-<br />

to que también se da por Cuba y por Jamaica.<br />

Yendo por el bosque del Parque Nacional del<br />

Este el pasado 25 de enero de 1980 —poco más de<br />

media hora llevaba ya la caminata de investigación<br />

emprendida desde la playa de Guaraguao—<br />

pregunté:<br />

—¿Cuál planta es ésta, que abunda tanto aquí?<br />

—Capparis flexuosa.<br />

Quien me la presentó con nombre y apellido fue<br />

el profesor Marcano, que añadió: «Apunta».<br />

Y ese «apunta» quería decir —como otras veces—,<br />

además de que yo anotara el nombre de la<br />

planta, que él me daría después alguna información<br />

interesante acerca de ella. No en ese momento porque<br />

entonces lo primero era seguir explorando la<br />

naturaleza, mirándolo todo, escudriñándole cada<br />

recoveco.<br />

Por ser ya costumbre, le pedí al biólogo José<br />

Alberto Ottenwalder (especialista en aves y mamíferos)<br />

que me fuera dando los nombres de las aves<br />

que escuchara en el bosque, para apuntarlos también<br />

en mi libreta de periodista. Pero eran ya las<br />

doce menos cuarto y por eso me dijo:<br />

—Esta no es la hora de cantar las aves. Ya comieron.<br />

Ahora reposan.<br />

Sólo se oía el tableteo urgente del carpintero con<br />

su ametralladora sobre el palo.<br />

Expresamente solté el hilo de la alcaparra porque<br />

pensé que con este desvío de aves aumentaría<br />

3<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

EL SECRETO DEL BOSQUE DE LAS ALCAPARRAS<br />

la curiosidad del lector por acabar de enterarse, lo<br />

que ahora —si ése fue el caso— satisfago:<br />

Capparis flexuosa, llamada mostazo en algunas<br />

partes del país, es planta sarmentosa de grandes y<br />

fragantes flores blancas, que se le caen rápidamente.<br />

Hermanita de la alcaparra (de la misma familia<br />

de las Caparidáceas) y sus botones florales son<br />

igualmente comestibles; pero aquí se desperdician.<br />

Nadie los come. Crece en montes próximos a la costa.<br />

En San Pedro de Macorís, por ejemplo, se la ve<br />

con frecuencia a la orilla del mar, y en la isla Saona<br />

se da en las partes donde la invasión marina<br />

dejó el suelo salado.<br />

Y este Capparis, lo mismo que el otro que allí se<br />

vio (Capparis cynophallophora) nos pone en el camino<br />

de los secretos del bosque que crece en esa parte<br />

del Parque Nacional del Este.<br />

Bosque húmedo. Allí está la caoba, que es la<br />

planta índice de tal ecosistema, porque sólo puede<br />

darse donde las lluvias pasan de los 1,800 milímetros,<br />

y no crece en ningún otro. Y estaban además<br />

ausentes las plantas que, como la baitoa (Phyllostylon<br />

brasiliense), son indicadoras del ecosistema de<br />

bosque seco, porque sólo en él prosperan.<br />

Lo dicho, pues: zona de bosque húmedo.<br />

Pero hay plantas que no tienen el crecimiento<br />

restringido a un ecosistema. Plantas, por ejemplo,<br />

que siendo frecuentes en el bosque húmedo prosperan<br />

también en los ambientes secos. Y otras<br />

—son las que ahora me interesa señalar— que aún<br />

estando domiciliadas en el bosque seco, donde


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

aparecen con mayor frecuencia y lozanía, a veces<br />

también crecen en los ecosistemas húmedos.<br />

En ambos casos, presencia comedida.<br />

No es que un bosque seco vaya a llenarse de plantas<br />

más propias del bosque húmedo porque haya<br />

especies que puedan prosperar en uno y otro. Lo<br />

normal es que en el bosque seco predominen las<br />

suyas, lo mismo que en el húmedo habrá más de<br />

las otras.<br />

Pues bien: lo sorprendente estriba en que este<br />

bosque húmedo del Parque Nacional del Este —dicho<br />

sea con su granito de sal exagerada— se llenó<br />

de plantas que aun prosperando en dicho ecosistema<br />

algunas veces, prefieren los ambientes secos<br />

y suelen predominar en ellos.<br />

Con la baitoa. No con la caoba.<br />

La presencia abundante de tales plantas en este<br />

ecosistema —señaló Marcano— es muy notable.<br />

Un bosque húmedo con plantas de transición<br />

al seco: bosque húmedo de carácter transicional,<br />

pues.<br />

Empezando por el guayacán vera (Guaiacum<br />

sanctum), que es allí el árbol predominante, junto<br />

con el guaraguao (Bucida buceras) y los arrayanes<br />

(Eugenia sp.). Y en los conucos abandonados, como<br />

planta de repoblación secundaria, el Fagara spinifex,<br />

árbol pequeño que da fruticos negros y que por<br />

sus espinas rectas y fuertes se ha ganado el nombre<br />

común de uña de gato.<br />

Guayacán vera: a pesar del predominio vi a uno<br />

que «peleó» con una uva de sierra (Coccoloba diversifolia)<br />

y salió derrotado.<br />

EI pleito «estaba» en el camino hacia la cueva<br />

del Puente, y allí se hizo hizo la primera parada de<br />

observación, porque llamaba la atención lo que<br />

veíamos:<br />

4<br />

Una raíz tabular (aplanada) de la uva de sierra,<br />

luchando por no dejarse quitar el hábitat en que<br />

crecía, desarrolló de tal manera que casi estranguló<br />

por el tronco al guayacán.<br />

Parecía haberlo vencido con técnica de boa.<br />

EI profesor Marcano reconstruyó allí mismo<br />

la historia: al comienzo las raíces de la Coccoloba<br />

nacieron bastante distanciadas, y al ser molestadas<br />

por la germinación del guayacán (cuya semilla<br />

había caído en el hueco que dejaban entre sí las<br />

raíces de la uva de sierra), pasó eso que ustedes ven.<br />

Un episodio del drama de supervivencia en la<br />

naturaleza, escenario de luchas incesantes.<br />

Pero continuemos con la extraña congregación<br />

de los habitantes del bosque seco en este ecosistema<br />

de acentuada humedad.<br />

Los Capparis, por ejemplo, que resultaron ser tres<br />

porque además de los ya mentados (Capparis<br />

flexuosa y Capparis cynophallophora) había también<br />

Capparis ferruginea; todos los cuales se ven por Azua<br />

y por la Línea Noroeste.<br />

Así también uno de los guaos (Comocladia dodonaea),<br />

pariente cercano del cajuil.<br />

Y otra planta de la misma familia de las Anacardiáceas,<br />

la cotinilla (Metopium brownei), árbol bastante<br />

común en las maniguas secas, estaba allí<br />

presente. Planta que provoca repulsas y atracciones:<br />

el hombre huye de ella porque su látex es tan<br />

venenoso y urticante como el guao. La paloma cimarrona,<br />

en cambio, la busca porque la drupa le<br />

sirve de alimento.<br />

Cactus —hasta eso— habituados al bosque seco<br />

y al de transición han de ser incluidos en el inventario<br />

de la desconcertante vegetación de este bosque<br />

húmedo: el Pilocereus polygonus entre ellos, que<br />

es uno de los cayucos.


La coherencia del bosque la restablecían aunque<br />

fuera a medias, sus moradores alistados en la<br />

milicia de la caoba. Y para empezar mentándolos<br />

por este extremo de cactus, digamos el nombre de<br />

uno que allí crecía lozanamente y que, a diferencia<br />

del otro, no prospera en los ambientes secos:<br />

Rhipsalis baccifera. Seguramente asombrado de ver<br />

tan cerca a ese pariente suyo con el que no se codea<br />

con frecuencia por ser parroquianos de distintas<br />

ferias florales.<br />

Colgado de los árboles, el Rhipsalis dejaba caer<br />

hermosamente su copiosa cascada de finos flecos<br />

verdes y cilíndricos, al cabo de los cuales abría la<br />

blanca flor su estrella diminuta, después cerrada<br />

en baya y también blanca.<br />

El profesor Julio Cicero decía por el camino:<br />

«Todas las plantas menos helechos. Hasta ahora no<br />

he visto ni uno».<br />

Pero el bosque no tardó en darle gusto. Le puso<br />

tres por delante, del género Polypodium y con esta<br />

variedad: uno epífito, otro terrestre y el tercero<br />

(Polypodium polypodioides) una enredadera que en<br />

cristiano se llama entre nosotros doradilla.<br />

Plantas, las tres, del bosque húmedo. Sobre todo<br />

la última que se niega a morir en la sequía y que<br />

para batirse con ella y sobrevivir esperando la alegría<br />

del agua, apela a recursos como de araña que<br />

al primer golpe se encoge en simulacro de muerte.<br />

Así la doradilla: al llegar la sequía arruga las hojas<br />

como si las tuviera totalmente secas; pero tan pronto<br />

llueve resucita. Es el moriviví de los helechos.<br />

Y a eso se refiere el nombre que le han puesto en<br />

inglés: Resurrection fern (helecho que resucita).<br />

Lleno de orquídeas y bromelias estaba ese día<br />

el Parque Nacional del Este, algunas de ellas ambivalentes,<br />

esto es, aquerenciadas en lo húmedo y lo<br />

5<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

seco a un tiempo mismo: la Broughtonia domingensis,<br />

por ejemplo, entre las primeras; y entre las Bromeliáceas<br />

la Tillandsia fasciculata que es la tinajita<br />

de nuestros campos.<br />

Pero también esa orquídea terrestre de bosque<br />

húmedo —follaje sombrío y cejijunto— parecida<br />

a la Sansevieria, que todos conocemos como «lengua<br />

de vaca», casi alfombraba el engreñado suelo<br />

con su latín de ciencia: Eulophidium maculatum.<br />

Y entonces la cofradía arborícola que se congregaba<br />

sobre los troncos caídos entre las sombras húmedas<br />

del bosque.<br />

Porque este caer de árboles es allí fenómeno frecuente,<br />

lo que se explica por el suelo rocoso.<br />

Dicho por Marcano: en algunas grietas pueden<br />

profundizar las raíces de los árboles; pero una vez<br />

llenas las grietas, las raíces secundarias tienen que<br />

crecer superficialmente, y como de esa manera dan<br />

sustento escaso, con cualquier brisa cae, si es grande,<br />

el árbol mal establecido. Pero aún así vive y<br />

prosigue ramificándose en todas direcciones.<br />

Del árbol caído todos hacen leña; pero en el bosque,<br />

casa. Allí acuden las plantas epífitas siempre<br />

que haya caído en un rincón umbrío: musgos, orquídeas,<br />

helechos, bromelias y el Rhipsalis baccifera.<br />

Eso vimos, por ejemplo, en el derrumbe de un<br />

guaraguao añoso. Las plantas que se le encaraman<br />

crean un microclima especial donde se desarrollan<br />

lozanas, a la vez que permiten la vida de un tipo<br />

especial de insectos (dípteros parecidos al mime)<br />

que en tal ambiente y entre esas epífitas se sienten<br />

como pez en el agua.<br />

Pero no todo es allí próspero acotejo para vivir<br />

esplendorosamente. Se ven también catástrofes<br />

impresionantes: cuando salimos en bote rumbo a la<br />

Saona, recalamos, más abajo de La Palmilla y bahía


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

de Las Calderas (de igual nombre que la otra) en<br />

Orejano, zona de inundación donde parecía que el<br />

mar acababa de retirarse. Pisábamos sobre el suelo<br />

todavía blando y acuoso. Y lo que teníamos por<br />

delante era un cementerio de árboles, estos sí muertos<br />

de pie. Sobre todo canas. Sobrevivían únicamente<br />

mangles, y la Batis maritima, planta de los<br />

«salados», donde forma manchones aislados, empezaba<br />

a invadir con hábito de crecimiento solitario<br />

y porte vertical. En esta mortal ciénaga costera<br />

casi todos los esqueletos de árboles se veían perforados<br />

por larvas de coleópteros y convertidos<br />

—aun los que fueron troncos más robustos— en<br />

endebles palitos quebradizos.<br />

Orquídeas, helechos, musgos y bromelias, en el microclima de los troncos caídos.<br />

6<br />

Sobre todo canas, dijimos. Y aquí fue uno de<br />

los puntos en que la observación cuidadosa llegó<br />

a barruntar (dicho sea con todo el rigor significante<br />

de esta palabra que no da seguridades, y de lo<br />

que por eso, para tener más espacio, se hablará después)<br />

la existencia probable de una especie nueva<br />

del género que las agrupa.<br />

En suma (que es lo que hemos seguido viendo):<br />

maravillas del bosque en el Parque Nacional del<br />

Este, que por éstas y otras razones todos estamos<br />

obligados a defender contra las agresiones de la<br />

codicia desconsiderada o del apremio ignorante<br />

con que lo asedia el hambre que esa misma codicia<br />

siembra en todas partes.<br />

(16 feb., 1980, pp. 4-5)


Ibamos por la sierra de Ocoa, cruzándola por<br />

los rumbos de El Pinar, y poco antes de llegar a<br />

ese poblado, cuando se vieron muchas mariposas<br />

blancas y amarillas en el arroyo La Toronja que iba<br />

casi seco, yo anoté el comentario de Bambán: «La<br />

mariposa blanca aquí nunca ha sido plaga del repollo».<br />

Acabábamos de pasar (este plural incluye, desde<br />

luego, al profesor Marcano, jefe de la excursión) a<br />

la vera de la escuela primaria de ese paraje serrano<br />

—La Toronja—, que vimos no sólo desolada sino<br />

desvirtuada: convertida en almacén de cebollas. Y<br />

un campesino nos dio esta explicación: «Es que ya<br />

no hay muchachos… Se han ido...». Lo cual, de ser<br />

cierto, daría cuenta de que no siga siendo escuela,<br />

pero no justifica, en ningún caso, que las cebollas<br />

hayan sustituido a los alumnos. ¿A la Secretaría<br />

de Educación no se le ocurrió dar empleo más útil<br />

—convirtiéndolo, por ejemplo, en centro comunal<br />

de cultura— a ese local abandonado?<br />

Después de esa insolencia de cebollas —o quizás<br />

fuera mejor decir: de cebolleros— las bandadas de<br />

mariposas que se arremolinaban para posarse a<br />

beber en la humedad de la orilla del arroyo mitigaron<br />

el doloroso estremecimiento que me causó<br />

esa visión de herejía antiescolar.<br />

Con lo cual, después de la migración de los<br />

alumnos habíamos llegado, casi enseguida, a otra<br />

migración: la de las mariposas.<br />

Amarillas (del género Phoebis) y blancas (Ascia<br />

monuste) que recordaron a Bambán lo del repollo:<br />

7<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

SECRETO DE ALCAPARRAS EN LA SALUD DEL REPOLLO<br />

que nunca habían sido aquí plaga de ese cultivo.<br />

Ni estas ni las del género Pieris, que también son<br />

blancas.<br />

¿Y eso qué?<br />

Esa fue mi pregunta, como es seguramente ahora<br />

la de ustedes.<br />

Bambán lo dijo porque «en el mundo entero<br />

—éstas son sus palabras— la mariposa blanca es<br />

plaga del repollo. Plaga fundamental. Pero aquí<br />

no».<br />

¿Misterio? Imposible. En la naturaleza todo tiene<br />

explicación. Sólo que hay que buscarla y la investigación<br />

que puede dar con ella, todavía está<br />

por hacerse entre nosotros.<br />

Por eso yo juché a Bambán y a Marcano, para<br />

que me dieran adelantos aunque fuera a título de<br />

hipótesis, porque eso, pensé yo, ayudaría a poner<br />

en camino de acierto la averiguación.<br />

Pero antes déjenme decirles: el repollo tiene<br />

aquí otras plagas, y la número uno es la Plutella maculipennis,<br />

que también es mariposa.<br />

Y también decirles esto: que cuando se mienta<br />

el daño de las mariposas, se sobreentiende que se<br />

habla de larvas, no de mariposas adultas. Porque<br />

la adulta no hace más que chupar el néctar de las<br />

flores. De eso se alimenta. No come hojas. Sus larvas<br />

sí y por eso perjudican los cultivos.<br />

El daño causado por la adulta es indirecto, y viene<br />

de que pone el huevo en las hojas y con eso deja<br />

en ellas una bomba de tiempo que estalla cuando<br />

nacen las larvas.


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

La diminuta Plutella maculipennis los pone en el<br />

envés de la hoja del repollo; y la larva, que también<br />

es muy pequeña, se come la epidermis inferior de<br />

la hoja. No toca en absoluto la cara superior. Pero<br />

cuando se seca esa cara superior, se producen perforaciones<br />

en ella, por haberse ya comido lo de<br />

abajo la larva de Plutella. Este es el origen de los<br />

frecuentes agujeros que afean las hojas del repollo<br />

que usted compra. Y si la plaga es grande, el repollo<br />

resulta inservible: deja sólo la nervadura de las<br />

hojas. Y a esto se debe que al repollo le quiten tantas<br />

hojas: lo hacen para ocultar el daño de la Plutella,<br />

que es ese gusanito verde y diminuto con que usted<br />

se habrá encontrado tantas veces.<br />

Y ahora al grano:<br />

La primera idea explorada por Bambán fue la<br />

siguiente: que algún parásito anulara el peligro de<br />

la mariposa blanca en los cultivos y que por eso no<br />

sea plaga del repollo.<br />

Y aunque Marcano objetó «yo no creo eso», adujo<br />

algunos casos de parasitismo que se han observado<br />

aquí en mariposas de la misma familia de los<br />

Piéridos.<br />

—Se han encontrado muchas larvas y pupas<br />

parasitadas por diversas especies de un parásito<br />

del género Brachymeria. En pupas se comen todo lo<br />

que está dentro de ellas, esto es, dentro del saco en<br />

que se envuelve la oruga, y deja un hoyito al salir.<br />

Pero Bambán y Marcano desecharon esta primera<br />

hipótesis.<br />

Al repasar mentalmente sus experiencias recordaron<br />

que nunca habían visto ni siquiera una sola<br />

larva de Pieris ni de Ascia (mariposas blancas) en el<br />

repollo y llegaron a esta conclusión: no es que sus<br />

larvas estén en el repollo y después algún parásito<br />

las controle, sino que las mariposas blancas aquí<br />

8<br />

no van al repollo, no ponen huevos en él y por eso<br />

no hay larvas de ellas en los cultivos de esa planta.<br />

Pero todavía más: no van a ninguna planta de<br />

la familia del repollo, que es la de las Crucíferas,<br />

como sí lo hacen en Europa, por ejemplo.<br />

Y esto le dio la pista a José, el hijo de Marcano<br />

que es profesor de genética, para pensar en la<br />

posibilidad de que las mariposas blancas de aquí<br />

hayan evolucionado en el sentido de acomodarse<br />

a otro alimento, a plantas de otra familia que por<br />

alguna razón todavía desconocida les resultan más<br />

apetecibles.<br />

Para entender lo cual, habría que señalar que el<br />

repollo no es planta nativa de nuestra isla, sino<br />

traída de Europa.<br />

En el Viejo Mundo, donde la mariposa blanca sí<br />

es plaga terrible del repollo, esta planta se da silvestre.<br />

O más exacto: se da silvestre el antepasado<br />

del repollo. Crece sobre todo en los acantilados,<br />

que es su hábitat natural. Pero es muy diferente del<br />

repollo que se cultiva hoy en hortalizas: más de un<br />

metro de alto, anchas hojas algo espesas y largos<br />

racimos de flores amarillentas.<br />

Esa diferencia proviene de que el repollo actual<br />

es creación agrícola, invento del cultivo, que de ese<br />

antepasado sacó tanto el repollo como la coliflor,<br />

las coles de Bruselas, el brócoli y otras formas vegetales<br />

que botánicamente son lo mismo que el repollo,<br />

aunque a un profano le parezca que no.<br />

Ahora bien: si nuestras mariposas blancas se<br />

alimentaran de plantas silvestres de la familia de<br />

las Crucíferas (que es la del repollo), al llegar aquí<br />

el repollo de hortaliza se habrían pasado a él. Y no<br />

lo han hecho.<br />

Una posible objeción: que no haya aquí crucíferas<br />

silvestres. Pero no.


Inclusive el rábano silvestre (Raphanus raphanis-<br />

trum) lo tenemos en el monte, en la parte baja de las<br />

montañas, lo mismo que tenemos la zanahoria<br />

silvestre. Ambas crucíferas. Y eso es también el berro:<br />

crucífera silvestre.<br />

Las crucíferas son plantas propias de zonas templadas.<br />

Y a ello ha de atribuirse que haya tantas en<br />

Valle Nuevo y en nuestras altas montañas.<br />

Pero estas mariposas blancas andan aquí sobre<br />

todo, aunque no exclusivamente, en los llanos secos,<br />

donde no hay o casi no hay crucíferas.<br />

Ahora bien: en los trópicos y subtrópicos el equivalente<br />

ecológico de las crucíferas son las caparidáceas.<br />

Por lo cual y por ser tan parecidas y cercanas<br />

se les llama «crucíferas de los países cálidos».<br />

Y precisamente una de ellas, del género Cleome,<br />

es la planta en que la Ascia monuste pone sus<br />

huevos.<br />

Y ésa parece ser la clave: estas mariposas y las<br />

Pieris, por alguna razón todavía desconocida, cambiaron<br />

la dieta de sus larvas, que ahora se crían en<br />

plantas de la familia de las Caparidáceas.<br />

Por eso no son plaga del repollo: porque las de<br />

aquí no se alimentan de crucíferas.<br />

Las nuestras evolucionaron hacia las caparidáceas.<br />

Arroyo La Toronja,<br />

tan seco que sirve<br />

de sendero<br />

de motociclistas.<br />

9<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

A esta familia le viene el nombre de su género<br />

típico, que es Capparis, del cual se dan aquí trece<br />

especies. Es propio del bosque seco.<br />

A lo más que llega es al límite de transición<br />

entre el bosque húmedo y el seco, como lo vimos<br />

ahora en la sierra de Ocoa, al comenzar el descenso<br />

hacia Las Charcas de Azua, después de pasar<br />

por El Pinar.<br />

Y a propósito: con esto de Capparis tiene mucho<br />

que ver la alcaparra, caparidácea del Viejo Mundo<br />

que se da en el Mediterráneo: sur de Europa y<br />

norte de África; y cuyo nombre está compuesto de<br />

dos voces árabes castellanizadas: al, que es el artículo<br />

el, y caparra donde fácilmente se echan de oír<br />

las resonancias de capparis.<br />

De ahí se desprende que quizás no ande muy<br />

descaminado quien se proponga hacer «alcaparras»<br />

(el condimento) con las flores de algunas de<br />

nuestras plantas del género Capparis.<br />

Por lo pronto ya Marcano me dijo que no son<br />

venenosas.<br />

Pero eso sí: atención al cultivo, porque siendo<br />

caparidáceas ellas sí podrían ser atacadas por las<br />

mariposas blancas que dejan en paz al repollo.<br />

(15 jun., 1985, pp. 10-11)


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

El río Limón, de la sierra de Ocoa, visto desde el puente que lo cruza en la carretera.<br />

10


La mayoría de los países del tercer mundo están<br />

situados en zonas de clima moderado. Y por<br />

eso cuando Norman Borlaugh, el promotor de la<br />

llamada «revolución verde» que le valió el Premio<br />

Nobel de la Paz, quiso aliviar el hambre que azota<br />

a gran parte del género humano, trabajó en la obtención<br />

de variedades de trigo caracterizadas por<br />

los altos rendimientos y la resistencia a enfermedades,<br />

pero adaptadas al clima de dichas zonas<br />

sobre todo.<br />

Ya que también hablé de Vavilov en otra ocasión,<br />

viene a cuento que diga lo siguiente: cuando<br />

en la región árida del Trans Volga se presentó, después<br />

de la Primera Guerra Mundial, la amenaza<br />

del hambre, trabajó para enfrentar dicha amenaza<br />

obteniendo variedades de trigo que fueran resistentes<br />

a la sequía.<br />

Los ejemplos podrían multiplicarse, porque ésa<br />

es la norma general del trabajo científico en estos<br />

casos.<br />

Pero aquí queremos hacer las cosas al revés: en<br />

vez de adaptar las plantas al ecosistema, lo que se<br />

pretende es adaptar el ecosistema a las plantas.<br />

¡Como si eso fuera posible! Porque aquí lo que<br />

se logra no es adaptar el ecosistema a nada, sino<br />

dañarlo.<br />

¿Quién no ha oído hablar, por ejemplo, de los<br />

planes para llevar la agricultura al salado de Neiba?<br />

Pero no con la idea de obtener variedades que<br />

se adapten a la sequía, resistentes a ella. No. Ni siquiera<br />

pensando en agricultura de plantas espe-<br />

11<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

HAY UNA PLANTA CRIOLLA QUE DA LAS ALCAPARRAS<br />

cializadas para resistir las condiciones desérticas<br />

que imperan en esa zona de monte espinoso, que<br />

es el más seco (con el añadido de que la sal, que es<br />

asesina de plantas, se acumula no sólo en el nombre<br />

del Salado sino también en sus suelos), sino<br />

pensando en un simple traslado de cultivos que se<br />

dan en otras partes del país caracterizadas por<br />

condiciones muy diferentes. Se ha hablado incluso<br />

de plátanos, y alguien hasta mentó el arroz.<br />

Se piensa así por creer que el agua lo resuelve<br />

todo. Y se tiene la idea de que metiendo canales de<br />

riego en el salado, ya eso basta para que allí se pueda<br />

sembrar con provecho cualquier cosa. ¿Pero<br />

quién ha dicho que un canal de riego modifica el<br />

clima? ¿Y el calor excesivo del salado, quién lo cambia?<br />

Porque del mismo modo que el estrés provocado<br />

por el frío extremo perjudica a las plantas<br />

no adaptadas, el calor excesivo también las afecta<br />

malamente.<br />

El riego incluso puede empeorar los problemas<br />

del exceso de sal.<br />

En tiempos de Horacio Vázquez (1924-1930) se<br />

pusieron canales de riego en lo que hoy es Villa<br />

Vázquez, situada en la zona de sequía del noroeste<br />

y que fue zona semidesértica pero sin salados.<br />

Vaya hoy y vea: los suelos se han convertido en<br />

salmuera, y empieza a propagarse (ya se ven los<br />

manchones) la planta silvestre más típica del salado<br />

de Neiba, la Batis maritima.<br />

En el salado de Neiba hay tanta sal que hasta<br />

blanquea en el suelo, y el riego podría aumentar la


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

salinización de la zona. Porque el agua de riego se<br />

suma a la que, aunque escasa, ronda por el subsuelo.<br />

Aguas, las dos, en que se disuelve la gran<br />

carga de sal que hay en la tierra. El agua se evapora<br />

en la superficie, dejando el blancor de la sal a ras de<br />

ella; pero al evaporarse la de arriba, sube más agua<br />

de abajo, que también lleva disuelta gran cantidad<br />

de sales, y el ciclo continúa seguido de evaporación<br />

y acumulación acrecentada de la sal.<br />

Así fue también una vez en la sabana del Guabatico:<br />

había que enmendar los suelos añadiéndoles<br />

la cal que les faltaban. ¿Pero se imaginan ustedes<br />

la magnitud del gasto, no sólo por la cal sino<br />

por el trabajo? ¿Por qué en vez de eso no se pensaba<br />

en cultivar, en vez de caña, otras plantas que no tuvieran<br />

requerimientos tan apremiantes de cal?<br />

Y lo mismo habría que decir acerca de los planes<br />

de llevar la agricultura a nuestras zonas desérticas,<br />

aunque no se quiera meterle el hombro al trabajo<br />

de desarrollar variedades resistentes al clima<br />

de dichas zonas.<br />

¿Pero es que hay plantas cultivables resistentes<br />

a la sequía?<br />

Yo sé que usted se lo está preguntando, y le respondo<br />

que sí.<br />

Por ejemplo, en zonas de África que por ser demasiado<br />

secas no tienen agricultura, el único<br />

cultivo posible es la Acacia de la cual se extrae la<br />

goma arábiga, pariente de nuestras aromas. Habría<br />

que ver cuál de las acacias (porque hay otras que<br />

también dan goma) es la que mejor se adapta a<br />

nuestras condiciones.<br />

¿Y qué cree usted del tamarindo (Tamarindus indica)?<br />

Esta especie se originó precisamente en las<br />

sabanas secas del África tropical. No es nativo de<br />

aquí. Lo trajeron. Dakar, la capital del Senegal, país<br />

12<br />

africano, tiene el nombre que se le da allá al tamarindo<br />

en la lengua local. En castellano tamarindo<br />

quiere decir dátil de la India, porque tamar viene<br />

de una palabra árabe que significa dátil. El origen<br />

ecológico del tamarindo (sabanas secas de África)<br />

indica que es planta perfectamente adaptable a la<br />

sequía. Sería como llevarla de nuevo al medio ambiente<br />

en que nació la especie. Y entre los muchos<br />

usos que tiene (refrescos, dulces, etc.), no estaría<br />

de más señalar que es uno de los ingredientes básicos<br />

de la sabrosa salsa inglesa que la casa Lea y<br />

Perrin ha hecho famosa en el mundo con el nombre<br />

de Worcester Sauce.<br />

Baní, zona de bosque seco todavía no demasiado<br />

riguroso (la escasez de lluvias se acentúa más hacia<br />

el oeste) tiene ya espléndidas plantaciones de cajuil.<br />

Pero eso no es casual. Porque el cajuil (Anacardium<br />

occidentale) es originario de las regiones casi<br />

desérticas del nordeste brasileño. El principal productor<br />

mundial, que es la India, y al mismo tiempo<br />

el país que mayor cantidad exporta de semillas de<br />

cajuil, cultiva esta planta en sus zonas áridas. Y de<br />

la India, que también lo cultiva en su parte seca,<br />

importa Inglaterra el tamarindo para su famosa<br />

salsa.<br />

Otro buen ejemplo dominicano, con el cual deberían<br />

tener mucha cuenta los descabellados planificadores<br />

del salado de Neiba, lo ha dado Montecristi<br />

con sus plantaciones de sábila (Aloe barbadensis)<br />

que también es planta de sequía, con mucha<br />

demanda de exportación para la industria de<br />

medicinas y de cosméticos.<br />

Y a propósito, por ser cosa muy rara: ni el cajuil<br />

ni la sábila se los comen los chivos, que es animal,<br />

dicho sea de paso, apropiado para la ganadería en<br />

zonas semidesérticas.


Un día iba yo con Marcano empezando a subir<br />

por la zona montañosa de Baní, y al pasar a la vera<br />

de una finca en que se criaban chivos y en la cual,<br />

además, tenían preparado un gran vivero de cajuiles,<br />

me dijo:<br />

—El dueño de esa finca sabe hacer las cosas. Se<br />

ve que es inteligente. Porque no se ha observado<br />

todavía que los chivos se coman las matas de cajuil.<br />

Ese cultivo puede ir sin peligro junto con esa<br />

crianza.<br />

Y después Marcano me mostró por La Solitaria,<br />

de Montecristi, sueltos los chivos (pero también burros)<br />

en una plantación de sábila, que por ser tan<br />

amarga no les resulta apetecible. Meten los chivos<br />

para que se encarguen de limpiar la siembra comiéndose<br />

las malas yerbas. Lo cual es otra manera<br />

inteligente de conjugar las cosas.<br />

Otro dato banilejo: en una de las plantaciones<br />

de cajuil las plantas se riegan por goteo, lo cual es<br />

una manera de hacerlo en forma menos perturbadora<br />

del ecosistema que con la excavación de los<br />

canales de riego. En el caso banilejo, un poco a la<br />

criolla, cada mata tenía adosado, al pie de ella, un<br />

envase de plástico con capacidad de un galón, lleno<br />

de agua, y un tubito que le atravesaba el tapón, por<br />

el cual goteaba el agua. Esto podría hacerse también<br />

mediante tuberías con agujeros, situados convenientemente,<br />

que al pasar por cada mata dejaran<br />

salir el riego por goteo. Así se evitaría de paso el<br />

trabajo de tener que llenar de agua a cada rato los<br />

galones.<br />

Pero obsérvese: en ambos casos sería un sistema<br />

de riego que respeta la estirpe de sequía de los<br />

cajuiles, muy distinto, por ejemplo, al riego de<br />

arrozales, que se inundan, por ser en su origen el<br />

arroz planta de pantanos.<br />

13<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

Pero sigamos mentando otras apropiadas para<br />

la sequía.<br />

La jojoba, por ejemplo, de la cual se saca un<br />

aceite muy cotizado por el empleo que se le da en<br />

la fabricación de cosméticos.<br />

¿Y qué decir de los cactus, que son las plantas<br />

de sequía por excelencia?<br />

Por lo común dan frutos que se comen, aunque<br />

aquí el dominicano los deseche y no se haya empeñado<br />

en mejorarlos.<br />

Entre ellos se cuentan pitajayas silvestres, del<br />

género Hylocereus, y de las cuales hay una, mejorada<br />

fuera de aquí, Hylocereus undatus (la he visto en<br />

la casa de la madre de Marcano, en Licey, y en el<br />

Politécnico Loyola de San Cristóbal), cuya fruta<br />

llega al tamaño de los llamados mangos de a libra,<br />

siempre roja por fuera y con la carne de medio luto:<br />

blanca con los punticos negros de sus innumerables<br />

semillitas, tan pequeñas que no molestan al<br />

comerse.<br />

E igualmente el higo chumbo de los mexicanos,<br />

que es el fruto de una de las tunas (Opuntia sp.), de<br />

las llamadas tunas mansas.<br />

Esa podría ser también la salvación de nuestro<br />

maní congo, hoy [1989] casi extinguido y por lo<br />

mismo tan caro, que antes se sacaba de los montes<br />

de Cambita, provincia de San Cristóbal, para la<br />

cena de Nochebuena, y ahora ha llegado a costar<br />

más de $15 la libra por lo escaso.<br />

Pues bien: en África, de donde lo trajeron los<br />

esclavos negros en tiempos de la Colonia, esta<br />

planta que en latín de ciencias se llama (la especie<br />

que se da aquí) Voandzeia subterranea, crece, entre<br />

otros lugares, en el distrito de Bámbara, situado<br />

en el borde sur nada menos que del desierto del<br />

Sahara. Por eso los anglófonos le dan el nombre


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

de maní de Bámbara. Pero tiene la particularidad<br />

de ser una de las plantas que más fácil se adaptan<br />

a diversos ecosistemas y de tolerar las condiciones<br />

más adversas. En África se halla desde Senegal hasta<br />

Kenia y desde el Sahara hasta Sudáfrica. Y por<br />

eso, siendo más apropiada para la sequía y el calor,<br />

se recoge aquí silvestre por Cambita, que es zona<br />

húmeda.<br />

Finalmente esta sugerencia para una industria<br />

de sequía: alcaparra es nombre árabe en que se oye<br />

la resonancia del nombre en latín del género a que<br />

pertenece la planta: Capparis.<br />

Ella es, concretamente, la Capparis spinosa. Y el<br />

condimento que conocemos con el nombre de<br />

alcaparra, es el capullo avinagrado de la flor de<br />

esa planta.<br />

14<br />

Aquí tenemos varios Capparis, otras especies de<br />

ese género, que prosperan muy bien en la sequía.<br />

De uno de ellos, el Capparis flexuosa, Marcano<br />

me ha hecho siempre notar la semejanza con la flor<br />

de la alcaparra. Y es de hecho una alcaparra puesto<br />

que es un Capparis.<br />

¿Por qué no tratar de preparar alcaparras criollas<br />

con sus flores? Y en caso de faltarles más finura<br />

en la calidad, ¿por qué no empeñarse en mejorar<br />

mediante cultivo nuestra planta silvestre hasta obtener<br />

variedades equivalentes a la alcaparra europea?<br />

Eso es posible. Pero habrá que dejarlo para después<br />

porque se nos termina el espacio.<br />

(14 ene., 1989, pp. 10-11)<br />

Donde no abundan los ríos, esta es una manera de sacar el agua. Y esta es una de las maneras de llevarla.


Nos habíamos quedado en alcaparra al hablar<br />

de las plantas de sequía.<br />

Y yo había hablado de la posibilidad de una industria<br />

de alcaparras criollas.<br />

Alcaparra es el nombre árabe castellanizado que<br />

retuvo, en la primera sílaba, el artículo al (equivalente<br />

a el) de los árabes. De modo que es realmente<br />

al-caparra, y en realidad caparra el nombre<br />

particular de dicha planta. Y como los científicos<br />

sabían esto, de ese caparra sacaron el nombre en<br />

latín, Capparis, que dieron al género en que la clasificaron.<br />

Por eso resuena tan fuertemente ese nombre<br />

latino en alcaparra, que vendría a ser, vistas las<br />

cosas ahora, algo así como al-capparis.<br />

La alcaparra que comemos es el capullo floral de<br />

esa planta.<br />

El género a que pertenece tiene diversas especies.<br />

La alcaparra es, en latín de ciencias, la Capparis<br />

spinosa.<br />

Pero hay otras especies del mismo género en<br />

diversas partes del mundo, y en nuestro país por<br />

lo menos dos que son nativas, una de las cuales es<br />

Capparis flexuosa, planta que se da robusta en nuestros<br />

semidesiertos, y que viene a ser, por eso, una<br />

al-capparis (o alcaparra) de sequía.<br />

Marcano, que muchas veces me la ha mostrado<br />

en el monte, siempre me dice que la flor de ese<br />

Capparis es muy parecida a una alcaparra.<br />

El incluso se ha llevado las flores a la boca para<br />

probarlas, y por eso me ha dicho también que con<br />

ellas podrían hacerse alcaparras criollas.<br />

15<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

DE UNA FLOR DE LOS ÁRABES A OTRA FLOR DE SEQUÍA<br />

No sé de nadie que lo haya intentado.<br />

Quizás por la escasa tradición que tenemos en<br />

eso de mejorar las plantas silvestres para ponerlas<br />

en cultivo.<br />

De antemano no puede saberse si las alcaparras<br />

criollas resultarán más o menos sabrosas que las<br />

españolas. Y en caso de que no, eso impondría un<br />

trabajo de cruces y selección genética, al que no<br />

estamos habituados, para conseguir la calidad<br />

buscada.<br />

Para eso habría que rastrear y reunir semillas<br />

de todas las especies y variedades silvestres que<br />

se den en el mundo; comprobar, cultivándolas, las<br />

cualidades de cada una (resistencia a la sequía,<br />

resistencia a enfermedades, pero sobre todo el<br />

gusto de la flor) y así determinar —e ir probando<br />

cuáles de ellas habrán de cruzarse con la de aquí<br />

hasta conseguir la maravillosa alcaparra de nuestra<br />

sequía; en caso —lo repito— de que la nuestra solo<br />

sea valiosa como punto de partida por la aclimatación<br />

que ya tiene adelantada. Pero como también<br />

puede resultar que no sea eso solamente, a lo mejor<br />

encontramos en ella un producto apetecible.<br />

En verdad yo había traído —y traigo ahora—<br />

a cuento la alcaparra, para mentar lo que más me<br />

interesa: lo poco que se trabaja aquí en el mejoramiento<br />

genético de las plantas para conseguir variedades<br />

que se cultiven más provechosamente.<br />

Se sabe, por ejemplo, de los trabajos de Comalat<br />

con el maíz, o del guandul que se logró en la<br />

finca de Engombe de la UASD, o de José, el hijo de


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

Marcano, profesor de genética, que consiguió la<br />

variedad Quisqueya de nuestro tomatico sabanero.<br />

Pero salvo algún caso más, que no recuerdo, pare<br />

usted de contar.<br />

Hay, en cambio, muchas señales de desinterés y<br />

descuido.<br />

Pongo un ejemplo: la patilla, que es planta oriunda<br />

de África, tiene el peligro de un hongo que la<br />

ataca (Pseudoperonpora cubensis) llamado Downy<br />

Mildew en los países de habla inglesa. Afortunadamente<br />

apareció una variedad en la que se halló<br />

la resistencia a esa enfermedad, y era una variedad<br />

de aquí. En el país se recogieron muestras de<br />

ella y se formó una colección de ese material resistente.<br />

Dicha colección era valiosa, además, porque<br />

si el hongo no era de África la patilla desarrolló la<br />

resistencia aquí.<br />

Pues bien: esa colección se perdió.<br />

Por un caso de cerebración inconsciente (para<br />

decirlo con las palabras de Rubén Darío), cuando<br />

me lo dijeron pensé en la hazaña, que se ha hecho<br />

famosa en los anales de la ciencia internacional,<br />

llevada a cabo en los años de la II Guerra Mundial<br />

por los encargados de la custodia de otra colección<br />

de material genético.<br />

La colección incluía semillas de millares y millares<br />

de especies y variedades de plantas silvestres,<br />

que se habían recogido en los lugares de origen, y<br />

millares de tubérculos de variedades silvestres de<br />

papas que se habían ido a buscar a las montañas<br />

peruanas y chilenas de Los Andes.<br />

Cuando los alemanes, aproximándose a Stalingrado<br />

tuvieron a tiro de cañón las instalaciones del<br />

instituto agrícola en que dicha colección se hallaba<br />

depositada, quienes la cuidaban la trasladaron, en<br />

medio de la guerra, a Leningrado, donde la alojaron<br />

16<br />

en el sótano de un edificio. Pero la guerra llegó también<br />

a Leningrado. Allí los científicos que cuidaban<br />

la colección no tuvieron más remedio, para defenderla<br />

del invierno, que ir quemando gradualmente,<br />

en medio de grandes privaciones, todos los muebles<br />

del edificio. Y aún con Leningrado sitiado y<br />

azotado por el hambre, se arriesgaban a sembrar<br />

los tubérculos de papa fuera del edificio para mantenerlos<br />

con vida. La situación de la ciudad asediada<br />

llegó a ser tan dura, que muchos de los habitantes<br />

murieron de hambre. Entre ellos dos de los<br />

científicos que cuidaban la colección, y que a pesar<br />

del hambre no se comieron, por el valor que daban<br />

a la colección, una sola de las papas que tenían a su<br />

cargo. Prefirieron sacrificar la vida.<br />

Aquí, sin guerra y sin hambre, se perdió la colección<br />

de patillas. Y se perdió porque sí, por descuido,<br />

por la falta de interés con que se actúa frente a estas<br />

cosas.<br />

Y lo más seguro es que los responsables de ese<br />

atentado anden paseándose por ahí como si tal cosa,<br />

y sin que ninguna autoridad haya pensado siquiera<br />

en tomarles cuenta de su crimen.<br />

De todos modos yo menté la patilla a propósito<br />

de la variedad nativa que resultó resistente a la enfermedad<br />

provocada por un hongo. Y ahora añado<br />

que algo semejante hay que decir del tomatico sabanero.<br />

¿Usted lo conoce?<br />

No es el tomate grande de ensalada, ni tampoco<br />

el Barceló. Sino el chiquito y redondo, utilizado<br />

mayormente como tomate de sazón, y que con el<br />

nombre en inglés de Cherry tomato alcanza ahora<br />

tanta demanda en los mercados internacionales,<br />

una de cuyas variedades aquí se da silvestre. O se<br />

daba, porque ya va desapareciendo.


Marcano me ha contado, que años atrás, por los<br />

lados de Quita Coraza, no era raro ver cómo el Yaque<br />

del Sur arrastraba muchedumbre de esos tomaticos<br />

que caían al agua.<br />

Y no hace tanto —quizás de esto haga poco más<br />

de cinco años—, al pasar en día de mercado por el<br />

batey de La Magdalena del Central Romana, vi que<br />

allí eran vendidos por campesinos de los alrededores.<br />

Y alguien los ha de estar cultivando,<br />

porque de cuando en cuando aparecen en los<br />

supermercados de la capital. Es el mejor tomate de<br />

cocina, el que mejor sazona los guisos.<br />

José Marcano, como ya dije, fue quien trabajó<br />

en la selección genética de este tomate hasta obtener<br />

la variedad Quisqueya.<br />

Él me informó lo siguiente:<br />

Hay una bacteria, Pseudomonas solanacearum, que<br />

ataca en otras partes las siembras de tomates. Pero<br />

aquí esa enfermedad no se conoce. Nunca ha sido<br />

problema en nuestras siembras.<br />

17<br />

LA NATURALEZA DOMINICANA • ALCAPARRAS<br />

La explicación que de ello me dio José fue la<br />

siguiente: «Yo creo que por ser resistente a ella<br />

nuestro tomatico».<br />

Aquí sólo se cultivó inicialmente, y eso durante<br />

muchos años, el tomatico sabanero, inmune al<br />

ataque de la bacteria; y por eso la enfermedad no<br />

llegó a meterse en el país, y no afecta los cultivos<br />

de otros tomates, como los grandes de ensalada<br />

que se trajeron después, ni el Barceló tampoco.<br />

En todas las variedades modernas se ha introducido,<br />

mediante cruces y selección genética, la resistencia<br />

a dicha enfermedad, tomándola precisamente<br />

de esa virtud que tiene el tomatico sabanero.<br />

Sólo por eso que no tiene precio (aparte de la<br />

sabrosura), no debería dejarse que se extinga entre<br />

nosotros la valiosísima variedad del sabanero.<br />

Y ojalá que de todo lo dicho aquí este día se saque<br />

la conclusión de que debe fomentarse y recibir<br />

apoyo el trabajo de manipulación genética para<br />

mejorar las plantas de cultivo.<br />

(28 ene., 1989, pp. 10-11)<br />

Zona de inundación marina<br />

donde empiezan<br />

a crecer los mangles<br />

rodeados de neumatóforos<br />

(raíces que la planta<br />

saca al aire para respirar)


FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />

18<br />

(Foto sup.)<br />

Pinares de montaña.<br />

Plantaciones<br />

en el sentido<br />

de tener una sola<br />

especie de árboles,<br />

sólo que plantaciones<br />

naturales,<br />

y no por cultivo.<br />

(Foto inf.)<br />

Restos de un bosque<br />

de yarey,<br />

en Palmar de Ocoa.

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