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Hilos secretos - Aula Avatares

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<strong>Hilos</strong> <strong>secretos</strong><br />

AVAtAres N° Vi - AÑo Vi<br />

cuentos y poemas<br />

• Horacio Aranda<br />

• Graciela Busto<br />

• carina castellucio<br />

• Victor Del Duca<br />

• Dolores Fernández<br />

• María leone<br />

• Julia Mansi<br />

• edith Migliaro<br />

• Patricia Moltedo<br />

• Florencia luz Muñoz<br />

• Maribel Podestá<br />

• Graciela ruffini<br />

• silvia santilli<br />

• Norma Vicinguerra<br />

Directora Literaria Marta Mutti<br />

eDitoriaL Dunken<br />

Buenos aires<br />

2008


<strong>Hilos</strong> <strong>secretos</strong>. <strong>Avatares</strong> N o VI - Año VI<br />

Coordinado por Marta Mutti.<br />

1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2008.<br />

128 p. 23x16 cm.<br />

ISBN 978-987-02-3534-7<br />

1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Cuentos. I. Mutti, Marta,<br />

coord. II. Mutti, Marta, dir.<br />

CDD A860<br />

Impreso por Editorial Dunken<br />

Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal<br />

Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300<br />

E-mail: info@dunken.com.ar<br />

Página web: www.dunken.com.ar<br />

Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723<br />

Impreso en la Argentina<br />

© 2008 Marta Mutti<br />

e-mail: centroavatares@yahoo.com.ar<br />

ISBN 978-987-02-3534-7


MArtA Mutti<br />

Atmósfera & tono<br />

Cada cuento tiene un encadenamiento de efectos y unos pocos<br />

caminos para poder lograrlo. La atmósfera es uno de ellos y constituye<br />

la cohesión interna, que permitirá al autor alcanzar su objetivo: sorprender,<br />

seducir a su lector. Vamos a decirlo de otro modo. La atmósfera es<br />

el arco que tensa las cuerdas de las acciones, por donde se dispararán<br />

las flechas que constituirán la trama. Por otra parte constituye el marco,<br />

el ambiente, que encapsula todas las acciones y dichos de los personajes.<br />

La mirada que impone el pulso a la historia. Mirada que se desliza<br />

por y desde una complejidad significativa. Ya desde la simplicidad, o<br />

por el contrario, inmersa en el abigarramiento. Lo cierto es que sobre<br />

su soporte el cuentista extenderá el proyecto narrativo, y hablamos de<br />

un terreno base dónde edificar cada situación, cada rol.<br />

Podrá ser, dramática, erótica, cómica, etc. Pero no olvidemos los<br />

riesgos, ya que no puede sostenerse por mucho tiempo. Por ello será<br />

ajustada y seguida con atención. Momento del texto en el que entra en<br />

juego el tono. ¿Y cuál es su función?, pues la de marcar los matices<br />

que modificarán el compás de los efectos acuñados. Decimos que es<br />

el recurso que tensa el arco o, por el contrario, afloja, diluye, distrae,<br />

agobia, endulza.<br />

Por ejemplo en una atmósfera dramática se buscará con el tono<br />

narrativo marcar perfiles donde aflore la angustia, el temor, la opresión,<br />

el desasosiego, la duda, etc. Si la atmósfera es humorística, las<br />

elipses, las adjetivaciones metonímicas, las metáforas irán enhebrando<br />

las reglas del absurdo, la exageración, lo grotesco. Si buscamos la<br />

exaltación del sentimiento, sin duda abordaremos la dilación desde el<br />

discurso poético. Cálida, exótica, sensual, en el discurso erótico. Inquietud,<br />

suspensión, sorpresa, desarticulación para el misterio: Lo cierto es<br />

que todo aditamento es válido para equilibrar o desquilibrar los climas<br />

narrativos, sólo hay que saber cuándo y cómo, es decir dosificarlos.<br />

Atmósfera y tono casi sal y pimienta para el toque que distingue<br />

y realza un sabor. Condimentos infaltables en un texto con ritmo y<br />

movimiento.


8<br />

MArTA MuTTI<br />

el tema<br />

Si pensamos en los cuentos que no hemos podido olvidar, observaremos<br />

que todos ellos guardan una realidad mucho mayor y significativa<br />

que el tema que tratan.<br />

Cuando se elige un tema, se logrará un buen cuento si se trabaja<br />

el argumento desde lo pequeño; en función de lo que hace grande a<br />

la esencia individual de la condición humana. El cuentista debe librar<br />

desde el tema la primera batalla, cuyos avances señalen el camino a<br />

través del tratamiento literario y las técnicas empleadas, para dar esa<br />

vida extraña, que el texto necesita. En literatura todo es intención y<br />

conmoción. El escritor debe imponer el clima al tema, que permita conectarse<br />

con otra realidad más honda. Digamos del tema: que es sólo<br />

y tanto como la materia, núcleo, causa, ocasión, motivo de la realidad<br />

que deseamos representar. Aquello que percibimos por los sentidos y<br />

la emoción y luego, analizamos desde la razón. Si se compone con el<br />

cuidado y la exactitud del orfebre, ó la precisión del cirujano, no sólo<br />

brillará nuestro texto sino que ese tema-materia, derivará en otros puntos<br />

(sub temas) que nos darán la victoria frente al lector.<br />

Un cuento debe romper las barreras de las formas hasta lograr<br />

la ruptura que equivale a una epifanía. Revelación que irrumpe más<br />

allá de la anécdota que se cuenta. Ese algo que estalla mientras se<br />

recorren las líneas de la historia. Ese algo que quiebra lo cotidiano y<br />

muestra el otro costado de las cosas. El tema es el umbral del cuento.<br />

Podrá ser importante para un escritor y vacío para otro. Lo mismo sucederá<br />

con el lector. Esto nos enseña, que no hay temas esencialmente<br />

significativos o mediocres, sino cierta complicidad misteriosa que da,<br />

un momento, una instancia, cómo, quién y qué la determina. Digamos<br />

entonces: cualquier tema es valedero cuando se está listo para la contienda.


Horacio Aranda<br />

Prólogo<br />

cuatro letras<br />

Muchas veces uno se detiene frente a un edificio en construcción<br />

y observa con admiración su belleza. Los elementos disponibles para la<br />

obra no son muchos: ladrillos, cemento, arena, hierro, que bien utilizados,<br />

permiten al arquitecto la realización de verdaderas obras de arte.<br />

En el caso de la escritura, sucede algo parecido, disponemos de<br />

letras que podemos colocar una a continuación de la otra, de acuerdo<br />

a nuestro libre albedrío.<br />

Formaremos palabras y oraciones. Éstas pueden ser agradables o<br />

no. Todo dependerá del proyecto, del esfuerzo y de la dedicación.<br />

Nos hemos convertido en arquitectos del idioma (o albañiles para<br />

no ser presuntuosos), sólo depende de nosotros lo realizado. Elementos<br />

nos sobran.<br />

Pensemos que el lenguaje de la vida está escrito con apenas cuatro<br />

letras, en nuestro idioma tenemos veinticuatro más para combinar.


10<br />

HorACIo ArANDA<br />

la venus de colegiales<br />

Hace tres días, recibí un mensaje de mi amigo Enrique: “necesito<br />

comunicarme con vos”. El texto breve no dejaba lugar a dudas. Esa<br />

noche fui a su casa.<br />

–¿Como estás Horacio? –me preguntó.<br />

–Cansado de trabajar –contesté sin dar más explicaciones.<br />

–¿Y a vos qué te pasa que estás así?<br />

–Hay una minita que me tiene loco –dijo Enrique.<br />

–¿La conozco?<br />

–Ahora la vas a conocer –dijo, y tomándome del brazo me obligó<br />

a seguirlo hasta su habitación.<br />

¡Qué loco pensé, un tipo tan serio, y le mete una mina en la casa<br />

a la vieja! ¡Pobre doña Beba no la veo preparada para compartir al hijo<br />

solterón! Enrique había llegado célibe a los treinta y cinco años y no tenía<br />

vocación para dejar de serlo, por lo menos era lo que yo creía. Entré<br />

a su dormitorio, saludando a la presunta novia. Nadie contestó…<br />

–No b… me dice Enrique, no está conmigo; la tengo aquí, señalándome<br />

un libro abierto sobre su escritorio. Cuando miré la figura,<br />

quedé impresionado; decir que era perfecta hubiera sido una injusticia.<br />

No conozco palabras que puedan describir tanta belleza. Parada en<br />

el vano de una puerta deduje que su altura era de un metro setenta.<br />

El autor de esa lámina no era un aprendiz; cabello largo y rizado, ojos<br />

profundamente azules, enmarcados por largas y negras pestañas, nariz<br />

diminuta y labios carmesí. Sus bucles caían sobre el pecho ocultando<br />

lo más destacado del mismo. Las manos cruzadas cubrían el vello del<br />

pubis. Cintura estrecha, caderas amplias y muslos impresionantes.<br />

–¡Enrique es la Venus de Colegiales! –No creo haber sido original,<br />

pero sí, fui sincero. Jamás había visto tanta belleza junta.<br />

–La joda es que no existe, es sólo un dibujo, aclaré con piedad.<br />

–Estás equivocado –dijo Enrique pensativo y agregó–: ¿Cuántas<br />

veces ves una foto y decís: será real? Y siguió diciendo:<br />

–En realidad lo son, lo que pasa es que no nos dan bola, pero a<br />

esta, a esta… la voy a enganchar.<br />

–¿Cómo? –pregunté.<br />

–No es imposible –dijo Enrique, y agregó–: ¿pensás que los dibujantes<br />

tienen esas imágenes en su cabeza? No Horacio, ellos las<br />

tienen celosamente guardadas para evitar tentaciones y miradas, per-


HILoS SECrEToS<br />

mitiéndoles de tanto en tanto trabajar de modelos. Esta es una de ellas<br />

y la voy a encontrar. No hubo argumentos válidos para que cambiara<br />

de idea. Por la mañana llamé a la casa y doña Beba me contó que<br />

alrededor de las seis sintió ruidos en la cocina y al bajar se cruzó con<br />

Enrique quien dándole un beso en la mejilla salía apresuradamente. Las<br />

tazas usadas quedaron en la pileta. A la noche volví a llamar, eran las<br />

veintiuna horas y no había regresado. Al día siguiente, a las siete, antes<br />

de ir a mi oficina insistí. El atendió el teléfono. Tenía una voz extraña,<br />

pero me contestó que todo andaba viento en popa y que por la noche<br />

me llamaría para darme buenas noticias. Me alegró mucho. Conocí<br />

todas sus novias pero nunca se había enamorado en serio de ninguna.<br />

Esa noche no llamó. Por la mañana, exactamente a las siete suena mi<br />

teléfono, era la voz angustiada de doña Beba.<br />

–¿Horacio, podés venir a casa?<br />

–¡Cómo no doña Beba!, en diez minutos estoy.<br />

Llegué corriendo, la preocupación de la madre era indisimulable.<br />

–Hoy a las dos o tres de la madrugada sentí ruidos en la habitación,<br />

no me animé a entrar, por eso te molesté.<br />

Entramos en la habitación, la cama no había sido usada. Sobre<br />

las cobijas el libro abierto, la figura femenina no estaba sola. A su lado,<br />

Enrique, sonriente me guiñaba un ojo, junto a ellos las tazas que dos<br />

días antes había visto en la cocina.<br />

el hotel<br />

A comienzos del último verano tuve necesidad de realizar un viaje<br />

al sur. No era la primera vez que lo hacía, pero sí era la primera vez<br />

que lo haría solo. Normalmente sobran las ofertas, pero en esta ocasión<br />

todos tenían actividades a realizar. Mi señora, docente, aún debía<br />

concurrir a su escuela y mis hijos, estudiantes, estaban en plena época<br />

de exámenes, motivo por el cual en lugar del termo con agua caliente,<br />

preparé uno gigante con café; tomar mate solo resulta aburrido. Hacía<br />

varias horas que había salido de casa y solo había hecho una parada<br />

para cargar combustible. De esta detención, ya habían transcurrido alrededor<br />

de seis horas, la radio era mi única compañía y se escuchaba<br />

mal, los compact que llevaba los había escuchado no menos de tres<br />

veces cada uno y el café se había terminado, los párpados comenzaron<br />

11


12<br />

HorACIo ArANDA<br />

a cerrarse. Dentro de las cosas que uno debe intentar para combatir<br />

la somnolencia, es abrir la ventanilla totalmente y colocar la mano<br />

enfrentando al viento, guiándolo a la cara a la manera de un ventilete,<br />

recurso que en esta ocasión no dio ningún resultado. Comencé entonces<br />

a pellizcarme las mejillas y tirarme de los pelitos de la sien pero<br />

no lograba despejarme. Por suerte, llegué a una estación de servicio<br />

donde podría averiguar por un lugar para alojarme. Mientras el playero<br />

llenaba el tanque de combustible, aproveché para preguntarle:<br />

–¿No me sabría decir de algún lugar donde pasar la noche?<br />

–Mire señor –me contestó–, por este misma ruta, alrededor de<br />

veinte kilómetros al sur, encontrará uno, el hotel Ruta 666. Le aconsejo<br />

que descanse en ese lugar ya que el siguiente hotel se encuentra<br />

a doscientos kilómetros de donde estamos, el camino es sinuoso y<br />

poceado y no es recomendable transitarlo sin luz natural. El único<br />

problema del Ruta 666, según comentarios, es que durante la noche<br />

se escuchan ruidos extraños: quejidos, voces, risas, en realidad son<br />

leyendas que alguno inventó…<br />

Nunca le temí a los fantasmas ni a los duendes, más me asustan<br />

los vivos; además el cansancio que tenía superaba los prejuicios… más<br />

valía dormir con algún espíritu que estrellarme en la ruta. Había salido<br />

de casa a las cuatro de la mañana y eran aproximadamente las seis de<br />

la tarde. Para poder llegar a mi destino debía estar bien descansado, el<br />

tramo restante, por haberlo recorrido tres o cuatro veces sabía que era<br />

montañoso y que estaba en mal estado de conservación. A los veinte<br />

minutos de reiniciar la marcha y cuando temía haber pasado de largo<br />

sin advertirlo, me encuentro con un cartel luminoso “Hotel ruta 666”.<br />

Abandono la calzada y me enfrento con un edificio de tres plantas,<br />

rodeado por un jardín con flores multicolores, cuyo aroma embriagante<br />

se sentía a la distancia. La construcción se encontraba en una loma y<br />

en su parte inferior, por debajo de la planta principal se observaba una<br />

cochera, donde una vieja camioneta, en regular estado, indicaba la<br />

presencia de otras personas en el lugar. Arrimé mi auto al otro vehículo,<br />

abrí el baúl y extraje mi bolso de viaje. Tenía las piernas entumecidas<br />

y los tobillos hinchados luego de tantas horas de manejo. Comencé a<br />

patear el piso para estimular la circulación y con mi exiguo equipaje<br />

subí los catorce escalones que me separaban de la recepción. Al abrir<br />

la puerta, un carillón anunció mi presencia y segundos después, me encontraba<br />

frente al recepcionista-mucamo-cocinero quien amablemente


HILoS SECrEToS<br />

me interroga, volcando los datos en un ajado cuaderno… me pregunta<br />

sobre el viaje, y en qué podía serme útil. Para cenar era temprano, así<br />

que le pregunté si podía tomar un café cargado y un sándwich de jamón<br />

y queso (pensando que con la escasa presencia de viajeros mi suerte<br />

me abandonaba) sin embargo grande fue mi sorpresa cuando don Emilio,<br />

ése era su nombre, me trajo lo solicitado: un aromático café, un plato<br />

de fiambre, queso y manteca acompañado de un pan crocante recién<br />

salido del horno. Terminada la merienda me acompaña a la habitación,<br />

informándome que si quería cenar podía bajar al comedor después de<br />

las nueve. Dejó el control del televisor sobre la mesa de luz, un envase<br />

individual de shampoo, dos jaboncitos y un juego de toallas, cerrando la<br />

puerta al retirarse. Me senté en el borde de la cama, hundiéndome en<br />

un mullido colchón, quité mi calzado, corrí colcha y frazadas, dejando<br />

al descubierto inmaculadas sábanas; en realidad no era algo sorprendente<br />

ya que el edificio era antiguo, falto de mantenimiento pero en muy<br />

buenas condiciones de higiene. Conforme con mi suerte, me dejé caer<br />

y prendí el televisor. No sé que programa estaban dando, sólo recuerdo,<br />

que como una canción de cuna, me hundió en un profundo sueño del<br />

cual desperté un par de horas más tarde vestido con la ropa usada en<br />

el viaje. Eran las nueve de la noche, volví a calzarme y bajé al comedor;<br />

un señor mayor, el dueño del hotel, sorprendido por mi presencia, me<br />

preguntaba sobre mi horario de ingreso, quién me había asignado la<br />

habitación y si había completado la tarjeta de rigor. El sorprendido fui<br />

yo, ya que ignoraba por qué el recepcionista-mucamo-cocinero Emilio,<br />

no le había informado. Don Antonio, el propietario me miró; su cara de<br />

espanto fue muy expresiva, pero sus palabras lo fueron aún más:<br />

–Emilio, fue durante mucho tiempo un fiel colaborador, pero falleció<br />

hace cinco años. Las piernas se me aflojaron y me acordé de la<br />

leyenda de los fantasmas. Don Antonio me sirvió una copa de coñac y<br />

los colores retornaron lentamente a mi rostro.<br />

–No se levante todavía, tome otro trago.<br />

La segunda copa levantó mi ánimo y al verme Don Antonio un<br />

poco mejor me preguntó si quería cenar. La aparición no me había quitado<br />

el hambre. Un rato después saboreaba una espectacular tortilla a<br />

la española, acompañada por un exquisito vino tinto.<br />

–Espero que la cena le ayude a superar el trago amargo –dijo<br />

Don Antonio. Otro cognac y un café compartido ayudaron a olvidar el<br />

traumático hecho.<br />

13


14<br />

HorACIo ArANDA<br />

–Mañana quiero salir temprano, ¿podría despertarme a las seis<br />

de la mañana?<br />

–No hay problema lo llamo por teléfono y a las siete lo espero a<br />

desayunar. Dormí maravillosamente bien, incluso, tuve un sueño encantador<br />

en el cual me encontraba con una novia de mi juventud; fue<br />

una vivencia tan real que al despertar sentí en mi ropa su fragancia; la<br />

cama totalmente deshecha y el dulce cansancio alimentaron mi imaginación.<br />

A la hora prevista y sin necesidad de despertador ni teléfono<br />

salté de la cama. Por las dudas, levanté el auricular para avisar que era<br />

innecesario el recordatorio y no obtuve respuesta, parecía que del otro<br />

lado, habían descolgado. Fui al baño y al abrir la ducha, un delgado<br />

hilo de agua fría salía de la lluvia. Dejé un buen rato los grifos abiertos<br />

esperando que el agua fluyera con intensidad. Me acerqué a la ventana<br />

corriendo las cortinas para que la luz del día ingresara al dormitorio,<br />

traté de abrirlas para que el aire del campo renovara la atmósfera confinada<br />

del recinto, no pude hacerlo. Evidentemente la falta de uso de<br />

las habitaciones, al igual que el cuerito de las canillas, no permitía la<br />

apertura de las ventanas.<br />

El agua, seguía siendo escasa y fría y alcanzó a duras penas para<br />

lavarme la cara. Afortunadamente en el depósito del inodoro había la<br />

cantidad necesaria para poder usarlo. Busqué en el bolso de viaje una<br />

remera limpia, calzoncillos y medias. Me vestí poniéndome el pantalón<br />

vaquero y el calzado que había usado el día anterior. Bajé las escaleras<br />

ruidosamente como avisando que quería desayunar, pagar e irme.<br />

No encontré a nadie, pero al arrimarme al mostrador de la recepción<br />

y apoyar los codos en un cristal cubierto de polvo, observe un cartel<br />

oscurecido por el tiempo donde dificultosamente se leía: CERRADO<br />

POR DUELO, y una fecha apenas legible.<br />

el rebusque<br />

Hacía un montón de años que nos conocíamos, o mejor dicho<br />

que él me conocía; yo, creo que recién ahora, treinta años después de<br />

haber compartido compañeros, libros y útiles alcancé a saber qué y<br />

quién era Abelardo. Hasta quinto año del colegio nacional nos veíamos<br />

diariamente. Vivíamos en el mismo edificio, practicábamos los mismos<br />

deportes, teníamos amigos comunes. A los dieciocho años nuestros


HILoS SECrEToS<br />

caminos se bifurcaron. Abelardo, se inclinó por el derecho, mi vocación<br />

me condujo a las ciencias biológicas. Comenzamos a encontrarnos<br />

esporádicamente: el aniversario del colegio, la fiesta de fin de año, el<br />

casamiento de un compañero o el velatorio de un padre o de un viejo<br />

maestro. La ciencia daba nada más que para vivir decorosamente, ir<br />

a comer afuera con mi señora y los chicos cada quince días, más tres<br />

semanas al año de vacaciones en la costa. No me quejaba, aprendí a<br />

conformarme con aquello que podía alcanzar. Tal vez una beca o una<br />

empresa interesada en la línea de investigación que había elegido.<br />

Fue a fines de 2005 que noté el gran cambio. Concurrimos a despedir<br />

el año a una cantina de La Boca, el tema predominante era la<br />

situación económica. Todos manifestábamos nuestra angustia frente a<br />

un futuro preocupante, sin vislumbrar ninguna mejoría. Abelardo escapaba<br />

al común denominador. En la puerta un moderno coche de origen<br />

japonés lo aguardaba.<br />

Al hablar de nuestra actividad profesional, Abelardo contó que<br />

no ejercía su profesión de abogado. Había iniciado una actividad empresarial<br />

que le producía jugosos dividendos. Cuando le preguntamos<br />

qué ramo de la industria había escogido, manifestó que la suya era<br />

una empresa de servicios y que prefería no aclarar, por temor a que<br />

le “soplaran el negocio”. Pasaron unos meses y volvimos a cruzarnos.<br />

Coincidimos en el palier del departamento de nuestros padres, que<br />

seguían viviendo en el mismo edificio.<br />

–¿Abelardo, qué rebusque tenés? Compartílo con un viejo compañero,<br />

que a duras penas llega a fin de mes.<br />

Y Abelardo comenzó su relato:<br />

–¿Te acordás de un profesional de la provincia de Buenos Aires,<br />

que un día tomó una escopeta y empezó a tirar contra la mujer y las<br />

hijas?<br />

–¡Cómo no me voy a acordar, todavía está preso! Jamás demostró<br />

remordimiento por lo que había hecho… pero también al pobre tipo le<br />

hacían la vida imposible.<br />

–Error –contestó Abelardo–. La historia es otra.<br />

–Cuando este hombre, se iba a la mañana de la casa, se producía<br />

una metamorfosis familiar. La amada esposa cambiaba su atuendo<br />

doméstico y su condición de dama por la de madama. Las hijas con<br />

sus prendas de colegialas se transformaban en las Lolitas del barrio.<br />

15


16<br />

HorACIo ArANDA<br />

No dejaban títere con cabeza. Al jefe de familia ni remotamente se le<br />

ocurrió que en su inmaculado y sacrosanto hogar funcionaba una casa<br />

de tolerancia. Una mañana sale a trabajar, llega a la estación y… paro<br />

de maquinistas. Camina diez cuadras hasta la parada del colectivo que<br />

lo acercaba a su empleo. Pasa uno, pasa otro, la gente colgada. Aníbal,<br />

que jamás había faltado al trabajo regresa a su casa. Toma el llavero<br />

que cuelga de su cinturón, elige la llave correspondiente. Trata de introducirla<br />

en la cerradura, otra llave colocada en el interior impide el<br />

acceso. Golpea la puerta con fuerza y una voz acaramelada le dice:<br />

–¿Por qué tanto apuro, ya lo vamos a atender?<br />

La puerta se abre y aparece la respetable señora vestida con un<br />

kimono y detrás las pupilas. Aníbal no dice esta boca es mía. Va a<br />

su dormitorio, toma una escopeta calibre doce cargada con postas.<br />

El primer tiro se abre como una flor en el pecho de su hija menor, ni<br />

un quejido, su cuerpo se proyectó contra la pared del living. Las otras<br />

mujeres corrieron hacia el patio interior. Se escuchó otro disparo. Los<br />

perdigones a esa distancia se abrieron en un círculo de un metro de<br />

diámetro y ambos cuerpos quedaron encimados. El uxoricida tomó el<br />

teléfono, llamó a la policía y se sirvió un whisky. Así lo encontraron.<br />

–Me imagino –le dije–. Buscaron un abogado penalista y saliste<br />

de pobre.<br />

–No, error. Me pasó igual que al viejo. La diferencia es que hice<br />

números: si las boleteaba, era perpetua, si seguían vivas podíamos<br />

hacer un buen negocio… y lo hicimos.<br />

Horacio Aranda


Graciela Busto<br />

Prólogo<br />

Volver<br />

A veces las alas están rotas por las pérdidas en el vuelo.<br />

Pasan las ilusiones y te visitan.<br />

Una voz interior guía para seguir el camino,<br />

fuertes las alas se reaniman y toman impulso,<br />

gritan, lloran, y dicen arriba…<br />

El vuelo es difícil, el alma se reanima.<br />

A veces el camino muestra sus esquinas.<br />

Volver, siempre volver, es timón del barco a la deriva.<br />

Volver, a cosechar las rosas sin espinas.<br />

Volver y tus manos se mueven, la carreta es guía…<br />

La carreta de mis sueños, me espera…<br />

Lleva dentro las ilusiones dormidas.<br />

Un libro escrito con canciones,<br />

un poema, que dije cierto día.<br />

Siempre la escucho, es mi consejera,<br />

sabe muy bien lo que deseo, y anhelo.<br />

Trataré en lo posible de lograrlo…<br />

¡Y le entrego en este viaje, mi esperanza!


18<br />

GrACIELA BuSTo<br />

Abuela computarizada<br />

La luz le ilumina el rostro. Beatriz, somnolienta mira asustada, son<br />

las cinco de la mañana. Una voz le dice:<br />

“¡Arriba remolona, hace una semana que no escribís nada!”…<br />

“¿Quién es a ésta hora pregunta?”. Luego escucha otra vez.<br />

“¡Arriba, tenés que escribir! ¿Vamos a la cocina te preparé café<br />

con leche y las tostadas con manteca rociadas con azúcar?”.<br />

“Estoy durmiendo… ¿Abuela sos vos?”, pregunta confundida.<br />

“¡No… soy tu computadora, prestame las chinelas, tengo frío!”.<br />

“A estas horas, seguro sos una pesadilla”, dice convencida.<br />

“Abrí los ojos grandotes, siempre usás lentes”.<br />

“¿Sos mi computadora? ¿Qué hacés con vestido y pantuflas?”,<br />

mira asustada.<br />

“Tengo frío y vos tenés que escribir cuentos”, insiste nuevamente<br />

“Esto es un sueño, no molestes”, se da vuelta y se tapa con la<br />

frazada.<br />

“Mientras espero, me pinto con colores que guardás en la cartera,<br />

me veo desarreglada”.<br />

Se sienta en la cama y da un brinco para convencerse. “¿A ver?<br />

¡Sos un payasito de mi pesadilla!”.<br />

“Bueno, ya que soy pesadilla, no te voy a contar el cuento del ratón<br />

Pérez”.<br />

“Mi abuela… lo contaba”.<br />

“¿Parezco tu abuela?”, dijo con ojos que brillaban.<br />

“La verdad que no. Pero… la voz, el vestido, las pantuflas”.<br />

“¡Uno, dos tres, despertate remolona de una vez!”, la mueve<br />

agitándola en la cama. Beatriz abre los ojos, se despereza y ve a la<br />

computadora quietita como siempre. A su lado humea el café y junto a<br />

él, las tostadas con azúcar.<br />

el caballero olvidado<br />

La vegetación tupida rodeaba el castillo del antiguo condado inglés.<br />

La noche la llevó a refugiarse sin pedir permiso. Sigilosa, Jenny<br />

se deslizó por el hueco de una ventana que chirriaba por el viento. Éste<br />

era cada vez más fuerte y la ayudó a caer dando tumbos contra cajas


HILoS SECrEToS<br />

y ropa vieja. La respiración se le detuvo. El entorno negro, ni una luz,<br />

ni un movimiento, solo el silencio y ella. Esperó como estatua a que<br />

alguien reparara en su presencia, tocó lo que pudo a su alrededor. Por<br />

suerte encontró un candelabro que encendió con una cerilla casi olvidada<br />

en el bolsillo. Algo le llamó la atención, una luz se agitaba fugazmente<br />

a lo lejos del salón principal. Avanzó mirando todo con asombro y<br />

pudo ver el lujo envuelto por el polvo. Sobre la mesa brillaba la lámpara<br />

de cristal, y los cortinados rojos lucían moños dorados. ¿Pero ese zigzag<br />

que se encendía y apagaba como luciérnaga? –pensó intrigada.<br />

–¿Quién anda ahí? –preguntó Jenny y esperó a que contestaran.<br />

Sólo el silencio. El viento sopló fuerte y cerró la ventana por donde<br />

entró. Se congeló su alma, pero siguió avanzando, llegó hasta el espejo<br />

del hall principal.<br />

–Este es el castillo de Sir William, al que todos temen por sus historias<br />

macabras. ¡Allí está esa luz…! –dijo mirando al espejo. Una voz<br />

burlona la sorprendió:<br />

–¡Es fácil entrar al castillo mi lady, pero difícil salir!…<br />

–¿Quién eres tú acaso te conozco? –preguntó Jenny.<br />

–¡Puede ser que algún familiar tuyo me conozca!…<br />

–No creo. Ellos están muertos –desafió Jenny.<br />

–Igual que yo –dijo la voz que se burló y la envolvió haciéndola<br />

girar y gritar cruelmente.<br />

–¡No te tengo miedo, eres sólo una luz y no puedes hacer nada!<br />

¡Vete adonde vives, vete ya!<br />

–¡Vivo aquí, y no me iré! –la luz se fue riendo nuevamente. Jenny<br />

siguió caminando tratando de encontrar otra ventana o alguna puerta.<br />

Todo estaba cerrado sin llave, pero fuertemente. Desesperada gritó a<br />

la luz que se detuvo cerca:<br />

–¡Eres un valiente maldito! ¿Qué ganas asustando por tanto tiempo?<br />

–Riéndose de Jenny la luz se materializó y tomó forma de caballero<br />

armado.<br />

–Ya ves, estoy aquí princesa, ¿qué quieres?<br />

–¿Princesa? ¡No lo soy, existieron en tu época!, ¿a quién defiendes<br />

con tu armadura?<br />

–Defiendo a lady Sara, que se fue al bosque de paseo en su carruaje<br />

y no volvió…<br />

–¿Desde qué siglo la buscas?<br />

–¡Desde el siglo trece la espero y ya estoy un poco aburrido!<br />

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20<br />

GrACIELA BuSTo<br />

–¿Aburrido? ¡Es el siglo veintiuno y no creo que tu princesa Sara<br />

vuelva!<br />

–No es posible, no descansaré hasta que Lady Sara vuelva, es<br />

encargo de Sir William que la cuide y también a su castillo.<br />

–No sabes nada de nuestro tiempo; aquí escondido, eres un mueble<br />

más en este castillo perdido. ¡Descansa en paz! ¡Sabes que estás<br />

muerto! Los nuevos dueños no pueden vivir aquí.<br />

–¿Cómo has dicho? ¡No es posible, nadie ha hablado de nuevos<br />

dueños!<br />

–¿Seguro? entonces vete con Lady Sara que descansa en el sepulcro,<br />

junto al barranco en el bosque.<br />

–¿Dónde? –preguntó el fantasma girando y lanzando luces nuevamente.<br />

–Allí, junto al barranco está su tumba y el carruaje a su costado.<br />

¡Vete pronto que te espera, noble caballero! Como torbellino, con gritos<br />

de dolor por la revelación, se fue girando y abrió todas las puertas<br />

del castillo al mismo tiempo. Jenny sonriendo las cerró fuertemente y<br />

susurró por lo bajo:<br />

–¡A partir de este momento soy Lady Jenny, dueña de éste viejo<br />

castillo olvidado!<br />

las tres hijas del rey<br />

En un lejano condado un rey tenía tres hermosas hijas. Junto a su<br />

esposa, la reina Clara, les dieron su amor.<br />

Sol, la mayor de sus hijas, iluminaba con alegría el palacio. Se<br />

parecía al rey, le gustaba mandar. Desde muy pequeña durante el<br />

día daba piruetas y vueltas carneras. Giraba y giraba por los salones<br />

tirando todos los jarrones. Tenía a la servidumbre a su alrededor<br />

pendiente de sus caprichos. Luna, la segunda hija, era dulce y tierna.<br />

Como la reina madre, callada y reservada. Se escapaba por las noches<br />

y aspiraba los aromas de plantas y flores. Paseaba con sus blancos<br />

camisones y muy coqueta observaba su imagen en la fuente del palacio,<br />

pero cuando nadie la veía. Estrella, la tercera hija, era un cascabel<br />

de alegría y otras lágrimas de melancolía. Seguía a sus hermanas<br />

en sus decisiones. Así crecieron diferentes. Cuando llegó la edad de<br />

enamorarse, fueron varios los jóvenes príncipes que las pretendieron.<br />

Su padre decidió enviarlas a diferentes torres del castillo. “No habla-


HILoS SECrEToS<br />

rán de amores y se dedicarán a sus labores”, les dijo el rey. Pero ellas<br />

se hablaban a través de los muros y huecos de las paredes. Sol, en<br />

la primera torre, miraba al cielo y pedía “Deseo que algo mágico nos<br />

ocurra y de las torres nos libere”. Luna, cerca de ella, sollozaba por sus<br />

destinos y deseaba también que alguien las rescatara. Estrella, en la<br />

tercera torre escuchaba los pedidos de sus hermanas, y con congoja<br />

contestaba: “quiero seguir sus deseos lo que pidan, también lo quiero”.<br />

El tiempo pasó y el rey casi no las veía, sólo la madre les daba sus<br />

ropas y comidas, pero nada contaba. Obedecía a su rey. Cierto día las<br />

súplicas fueron escuchadas. En un caballo alado blanco un príncipe se<br />

acercó hacia Sol y dijo:<br />

“Para que brilles de día, serás el Sol de mi vida”, y así se la llevó.<br />

Su hermana Luna, los vio en el cielo elevarse y con ilusión expresó:<br />

“Quiero la misma suerte, pero de la noche soy”. En un caballo<br />

negro apareció un príncipe, hermano del anterior:<br />

“Para que ilumines nuestras noches te tomo por esposa”, y con<br />

ella hacia las nubes se elevó. Estrella, enterada de lo sucedido a sus<br />

hermanas, dijo: “Quiero estar cerca de las dos ¿por qué no puedo ir con<br />

ustedes?” Un hermoso caballero en corcel plateado de un saltó se la<br />

llevó: “Serás mi luz y guía para que nos unamos toda la vida”, y volando<br />

se fueron los dos. Al día siguiente la reina madre a ninguna hija encontró<br />

y rápido al rey le comunicó. Este subió a las torres y con asombro vio<br />

que ninguna estaba y a su reina la culpó de toda distracción.<br />

“Los candados estaban cerrados, nada sé de ellas”, asustada contestó.<br />

Un emisario de los príncipes a los reyes dijo que podrían verlas<br />

siempre y cuando quisieran, pues en el cielo desde ese día ellas estarían.<br />

Sol, saludaba con su rubia cabellera desde el cielo por las mañanas.<br />

En la noche, Luna mostraba su cara redonda radiante e iluminada.<br />

Mientras Estrella muy cerca y de a ratos iluminada parpadeaba.<br />

cupido desanimado<br />

Cupido se levantó más enamoradizo que de costumbre. Tomó el<br />

colectivo rumbo a la oficina, pero cuando se acomodó en el primer<br />

asiento quedó embelesado por una señorita que ofrecía al público libros<br />

de autoayuda. Pudo ver su nombre en el prendedor de identificación,<br />

“Psique”. Desviaba su mirada para que no advirtiera que la contemplaba<br />

sólo a ella. Cuando lo miró dijo: “¿Uno más para usted caballero?”.<br />

21


22<br />

GrACIELA BuSTo<br />

Todo el pasaje lo observaba, su cara enrojeció y sin decir una palabra<br />

lo compró. Como era primavera estaba muy animado. De su mp3,<br />

marca Orfeo, llegaban dulces melodías que lo encendían aún más.<br />

Ella se deslizaba una y otra vez por el colectivo como una Ninfa<br />

del mar. Dos pasajeros conversaban: “Qué voz dulce, le compraría toda<br />

la librería”. “Cállate Sísifo, hoy debemos juntar muchas piedras para el<br />

corralón, no hay tiempo”, exclamó su padre Eolo. Una vez vendidos sus<br />

libros, la vendedora le guiñó un ojo a Cupido. Se acercó al colectivero<br />

y le recordó: “Forcis, a las cinco te espero con mamá en la escollera”.<br />

Diciendo esto meneó su cabeza con un no directo a Cupido y se alejó<br />

rumbo al mar moviendo su cadera que ya se cubría de escamas.<br />

sueño en la selva<br />

Agitaba su melena muy seguro. Casi siempre dormía, miraba a su<br />

alrededor. Se estiraba, afilaba sus uñas largas. En su manada era el rey<br />

león. Sus leonas cuidaban a las crías y cazaban para su majestad.<br />

Ese día ellas se habían ido de caza, y él salió a caminar en busca<br />

de algún alimento. Para no perder su costumbre corrió tras una presa,<br />

una cebra que pastaba y con dos zarpazos la cazó. Sin pensar en compartir<br />

el festín con sus crías la devoró de un bocado. Así a un costado<br />

quedó observando algunos restos de su reciente víctima. Satisfecho y<br />

somnoliento pudo ver como una gran hormiga roja recorría el esqueleto<br />

y los restos de la cebra que yacía. Fue y vino. Vino y fue. Luego fueron<br />

dos y tres. Hasta que una gran fila se convirtió en legión. Muy distraído<br />

estaba mirando el ir y venir, pensaba para sí “Qué insignificantes<br />

y pequeñas, se conforman con poca cosa”. Al rato fue un pinchazo y<br />

luego dos y tres. Cuando agitó su melena, ya fue tarde, el veneno de<br />

las pequeñas lo había dormido en la selva.<br />

Vestida de blanco<br />

Te estoy mirando, estás como siempre. Pensar que hace tanto nos<br />

conocemos… Vos seguís con el mismo traje, esperando al de sueños<br />

juveniles, ¿pero… no pasó? Mamá te prefería. Planchaba tu vestido,<br />

hasta trenzas con moños te ponía. Cada vez que te veía estabas arre-


HILoS SECrEToS<br />

glada y esperando. Desde el día que entraste a casa se adueñó de<br />

vos. Pasaron los años, iguales para las dos. Miento, para mí no. Me<br />

marché con mis sueños y feliz. Seguís perfecta y sentada en el sillón.<br />

¿Me escuchás? ¿Qué pasa? Te veo amarillenta. Yo… también esperé<br />

junto a vos. Pude usar el vestido, casi igual al tuyo con tules y brocatos.<br />

Pero tú, amiga… siempre serás eterna muñeca de novia.<br />

la infiel<br />

¡Qué aburrida estoy en Palacio!, dice Penélope<br />

¡Por qué me habré casado con Ulises, habiendo tenido tantos<br />

pretendientes! Ahora debo tejer para pasar el tiempo. Un punto arriba,<br />

otro abajo, luego una lazada. A mí nunca me gustó tejer, pero las<br />

apariencias… Mi suegro me vigila todo el día. Dos puntos arriba, dos<br />

abajo, luego dos lazadas. Espero que no adviertan que es mi criada la<br />

que teje por las noches. ¡Qué larga que es mi bufanda, tan larga como<br />

la lista de mis pretendientes! Tres puntos arriba, tres abajo, luego tres<br />

lazadas.<br />

¡Ulises no creo que llegues para usarla!<br />

traición del retrato<br />

La noche es testigo del encuentro. Cada tanto un reflejo se cuela<br />

por la ventana de la habitación. Ella hace años que mantiene oculto ese<br />

amor y su verdad. Ese día cuestiona, pide lo que corresponde, tal vez<br />

un imposible… aquel hijo. A la cita se suman viejos reproches, gritos y<br />

movimientos del juego sexual brusco. Él la abofetea, y ella le responde<br />

asombrada. La bañera de bordes esmaltados y brillantes comparte el ir<br />

y venir de caricias y empujones. El destino termina la pelea con un golpe<br />

en la nuca de él. Las burbujas se tornan rojas y las palabras se ahogan.<br />

Alucinada trata de reanimarlo, pero ya no respira. Se viste apurada<br />

y sale temblando de la habitación. Paga y pone en marcha el auto que<br />

nos es suyo. Cubre el rostro para no ser reconocida. El conserje siente<br />

extrañeza al no ver a su acompañante. Encuentra la puerta semiabierta<br />

y descubre el cuerpo que delata lo ocurrido. Ella se aísla en su taller de<br />

arte. Su pintura llora dolor en pinceladas rojas. Recuerda cada rasgo<br />

23


24<br />

GrACIELA BuSTo<br />

de aquella cara y logra el retrato perfecto. Lo cubre por un tiempo para<br />

poner distancia. Tiempo después durante una exposición con el resto<br />

de sus obras en Palermo Viejo, Sergio, estudiante de pintura, pasea<br />

por la galería fascinado por el logro de la pintora. Esos trazos y colores<br />

en paisajes le recuerdan técnicas que él mismo utilizó en sus cuadros.<br />

Consigue una entrevista con ella y conversan en un mismo idioma. Hay<br />

miradas, sonrisas de complicidad que van y vienen. El reencuentro será<br />

la semana próxima en casa de ella. Luego de dialogar, caminan por<br />

el salón privado y un retrato llama su atención… Trata de disimular su<br />

asombro. Ella le pregunta: –¿lo conoces?<br />

Consternado le contesta: –Es mi padre –las miradas de asombro<br />

opacan sus deseos. El silencio se vuelve muralla de hielo. Las preguntas<br />

enmudecen ante las respuestas que grita el retrato.<br />

No pidas que explique por qué.<br />

Soy coraza que se vuelve cruel<br />

y el deseo loco en tu miel.<br />

La que sueña con paraísos perdidos<br />

con fantasmas y figuras del olvido.<br />

No pidas que explique por qué.<br />

Soy la santa que reza en misa<br />

y la musa de la loca poesía.<br />

Soy la espada que empuña desafíos<br />

y la flor que se abre con rocío.<br />

No pidas que explique por qué.<br />

Soy el ave que cambia el plumaje<br />

No pidas que explique<br />

y pantera que defiende sus luchas.<br />

Soy mujer que cambiará su traje<br />

al defender sus causas como<br />

muchas.<br />

No pidas que explique por qué.<br />

Soy así y lo seguiré siendo.<br />

Porque vivo y siento lo que pienso<br />

Soy la llaga que llora muy adentro<br />

y la risa que cubre sus lamentos.<br />

Graciela Busto


carina castelluccio<br />

Prólogo<br />

Despertar ii<br />

Una oruga decidió ser mariposa, para ello fue a conversar con la<br />

reina de las mariposas, quién le anunció que para otorgarle su petición<br />

debía pasar la prueba de vivir un día de mariposa. De muy buen gusto<br />

la oruga aceptó. A la mañana siguiente, se despertó muy emocionada,<br />

su nueva apariencia le indicaba que era hora de comenzar la prueba.<br />

Observó sus enormes alas, y esbozó una enorme sonrisa.<br />

–¡Son más bellas de lo que había imaginado!<br />

–¡Sin tanto alboroto! –replicó la reina mariposa– recuerda que la<br />

apariencia no es todo en la vida…<br />

–Oruga, que estaba acostumbrada a la vida dentro de su capullo,<br />

escuchó con asombro y desconcierto el comentario de la reina.<br />

–¡Vamos Oruga! ¡Es hora de comenzar! Bate fuertemente tus alas,<br />

hasta remontar una nube que te lleve a recorrer el bosque, para que<br />

por fin puedas cumplir tu sueño. Fue así como oruga batió sus alas y se<br />

montó sobre la primera nube que asomó en el cielo. Anduvo un tramo<br />

largo, viendo el bosque desde arriba, cuando por fin decidió bajar.<br />

Respiró profundo y exclamó: –¡Qué rico aire fresco! ¡En mi capullo<br />

a veces casi no puedo respirar!<br />

Hasta el momento, todo era como se lo había imaginado, hermosas<br />

alas de azul brillante que acaparaban la mirada de todos, un paseo<br />

bello, insólito y sin rumbo, ¡qué más podía pedir!<br />

Distendida continuaba su recorrido cuando de repente una polvareda<br />

de viento y tierra le ensució las alitas, ¡ah!: –gritó– el viento arremetió<br />

con fuerza y si continuaba preocupándose por la tierra su vida<br />

correría peligro, así que decidió esconderse detrás de una piedra, hasta<br />

que el furioso viento se calmara. Permaneció largo rato estática, ya comenzaba<br />

a aburrirse, cuando de repente unas grandes gotas de lluvia<br />

amenazaban con desteñir el colorido de sus alas, ¡no! –volvió a gritar.<br />

Pronto se dio cuenta que debía dejar de lado la coquetería, y buscar un


26<br />

CArINA CASTELLuCCIo<br />

nuevo refugio, pues perdería sus alas antes de terminar de estrenarlas.<br />

Corrió, corrió, hasta encontrar refugio en una cueva cercana<br />

–¡Por fin! ¡Ahora sí que estoy a resguardo de esta tormenta!<br />

Protegida, entre esas imponentes rocas, se detuvo a mirar todo<br />

cuanto había a su alrededor. La vegetación que allí crecía, los pajaritos<br />

que al igual que ella buscaban refugio. El agua que corría en cascada,<br />

producía un sonido armonioso y relajante, había un mundo dentro de<br />

la cueva, un mundo como en su propio capullo.<br />

Pasaron las horas, el día finalizaba, había sorteado una gran<br />

cantidad de obstáculos, que la hacían pensar sobre su decisión de ser<br />

mariposa, de todas formas, este nuevo mundo desconocido y lleno<br />

de sobresaltos, le había gustado. Pero aún le faltaba la decisión de la<br />

reina. Con todos los contratiempos que la sorprendieron tenía dudas si<br />

obtendría una nueva oportunidad de vivir un día de mariposa, para así<br />

finalizar la prueba.<br />

Finalmente anocheció, y la reina mariposa apareció frente a la cueva.<br />

Oruga trató de explicarle todos los inconvenientes climáticos, por<br />

los cuáles creía no haber podido cumplir su día de mariposa. A lo que<br />

la reina mariposa replicó: –mi querida oruga, la prueba se ha cumplido<br />

desde el momento que has comprendido que debías velar por tu vida,<br />

antes que por tus hermosas y llamativas alas. Desde el momento que<br />

deseaste vivir en ese mundo plagado de desafíos, y dejar tu cómodo<br />

capullo para disfrutar una vida plena de transformación, por ello, ¡te<br />

concedo ser mariposa!<br />

Dedicado a todas aquellas personas que pujan día a día por descubrirse<br />

y redescubrirse, valorando las cualidades personales del ser<br />

y, a aquellas opacadas por estrellas fugaces que intentan enceguecer<br />

el camino.


elato conversado<br />

HILoS SECrEToS<br />

en Buenos Aires se lo voy a poder decir<br />

Junto a Choli y Manuel, pasamos los días en nuestro pequeño<br />

pueblo. Choli cocina, por las mañanas tostadas con mermelada casera<br />

y leche fresca, al mediodía sus especialidades, puchero de gallina,<br />

locro, guiso de mondongo, en la merienda ricos pastelitos de batata y<br />

torta con cascarita de limón, mis preferidos, cuando hace frío chocolate<br />

caliente, y a la noche un caldito de verdurita, solo para pasar el frío.<br />

Nuestro pueblo es muy tranquilo, voy al colegio, hago la ropita para mis<br />

muñecas, me gusta el calorcito de la salamandra, mis días son muy<br />

alegres, tranquilos, mi baño tiene agua caliente, es todo muy lindo, de<br />

mis muñecas, la que más me gusta, es la que me regalo Yiya, que<br />

vive en Buenos Aires, ¡sueño con conocerla!, ahora estoy nerviosa,<br />

faltan cinco días, me dijo Choli, que me tengo que portar bien y cuando<br />

llegue, sólo la puedo llamar por su nombre, no me tengo que olvidar.<br />

Hoy es el gran día, me puse el vestido rosa que me mandó Yiya y los<br />

zapatos de charol, vamos en sulqui, a las cuatro tenemos que estar en<br />

el tren, ¡llega Yiya de Buenos Aires!<br />

–Apurate Mimí, el tren está por llegar, la tormenta amenaza antes<br />

de tiempo.<br />

–¡Ya voy Choli!, al final no me lustré los zapatos, tampoco llovió, el<br />

tren llegó tarde y Manuel nos dejó solas, prefirió quedarse tomando la<br />

merienda con tus pastelitos, Choli.<br />

–Estás en lo cierto Mimí, y qué bien hizo en tomar esa decisión.<br />

–¡Ahí viene el tren! ¡Qué emoción! –grita Mimí.<br />

–Era hora de que llegara, ya estoy con ganas de volver a la estancia,<br />

además tengo el dulce de pera en el fuego, espero Manuel no se<br />

olvide de darle unas revueltas.<br />

–¡Por fin llega Yiya!<br />

–Hola Choli –exclamó en tono frío y distante Yiya.<br />

–Hola, ¿hay que esperar equipaje en la baulera?<br />

–No, podemos irnos, quiero tomar un baño de agua caliente.<br />

27


28<br />

CArINA CASTELLuCCIo<br />

–Volvamos a la casa, pronto anochecerá, además Mimí no ha<br />

tomado la merienda. ¿La recuerdas?, hace tanto tiempo que no la ves,<br />

es como si no la conocieras ¿no?<br />

–Es cierto.<br />

–¡Hola Yiya! –Mimí desbordada por la conmoción.<br />

–Hola, estás grande, se ve que Choli te ha cocinado bastante,<br />

hambre no has pasado.<br />

–¡Choli cocina rico!<br />

–Vamos de una vez –exigió Choli.<br />

–Todo el viaje de vuelta a la estancia me quedé al lado de Choli,<br />

arriando el caballo y mirando a esa mujer que tanto había deseado<br />

conocer, largo rato le miré sus ropas, modales, su cara me resultaba<br />

familiar. El pelo, todo parecía como si alguna vez la hubiera visto en mi<br />

vida, pero de verdad que nunca la vi. Ella casi ni me dirigió la palabra,<br />

al final tanta ilusión, se la veía seca y arisca como me decían Manuel<br />

y Choli.<br />

–Hola Manuel ¿cómo estás?<br />

–Como siempre, ¿y vos? –contestó Manuel con tono de fastidio–.<br />

¿Qué te trae por acá?<br />

–Te dije que volvería, necesitaba solo un tiempo para resolver mi<br />

situación.<br />

–Ahhhh ¿y cómo resolviste la situación?<br />

–No vine a hablar de eso, vine a decirles que estoy muy bien en<br />

Buenos Aires.<br />

–¿Bien? –Choli no podía con su ira– ¿Y cómo es que estás tan ansiosa<br />

por un baño de agua caliente? ¿Qué es estar bien para vos? ¿Lo<br />

decís por esos trapos que traés y ese aire de señora?, no te hubieses<br />

molestado en venir a avisarnos.<br />

–No vine a avisarles, vine a buscar a Mimí.<br />

–¿A Mimí? –Manuel ya estaba desbordado–. ¿Estás loca? De tu<br />

vida podes hacer lo que quieras pero con la nena ¡no!<br />

–¡Cómo lo escuchaste!, ¡me la llevo!<br />

–¡Sobre mi cadáver!<br />

–¡Entonces será sobre tu cadáver!<br />

–¡Sos una decorazonada!, ¡hacés lo que te place, y no te importa<br />

nada de nadie!, ¡sos una egoísta! llevarte a Mimí, justo ahora, ella es<br />

feliz, junto a sus muñecas y su baño con agua caliente.


HILoS SECrEToS<br />

–En Buenos Aires la espera un hermoso bebote que cuidar –Yiya<br />

en tono irónico– uno de carne y hueso, y por el baño no te preocupes<br />

se acostumbrará con el tiempo.<br />

–¡Perdiste el alma! –Choli en estado de desesperación.<br />

–¿Te parece? ¿Después del sacrificio que hice por ella? Todo este<br />

tiempo estuve buscando un sostén –ante la situación, impotente Manuel<br />

exclama:<br />

–¡Hipócrita!, ¡la nena se queda!, ¡nuestro hogar es el único que<br />

conoció!<br />

–¡No tienen derecho a tomar decisiones sobre ella!<br />

–¿Y cómo es Buenos Aires, Yiya?, ¿hay plaza con juegos?, ¿y<br />

vendedores de pochoclos?, ¿hay tele en tu casa?<br />

–Sí, por supuesto, hay plazas con calesitas y grandes toboganes<br />

todo lo que a una nena de tu edad le pueda gustar<br />

–¿Y el bebote ya lo compraste?, ¿y en Buenos Aires te voy a poder<br />

decir mamá?<br />

–sí, por supuesto, allá sí.<br />

–Entonces me voy.<br />

sombra<br />

Los viejos arcanos le aconsejaron cambiar el rumbo, atrapar esa<br />

lánguida sombra en un cofre de plomo, así nunca más podrá escurrirse<br />

por los laberintos de su destino.<br />

Las sirenas de mares profundos, se encargarán de ella. La conducirán<br />

a los confines de océanos confusos, acallarán sus gemidos<br />

con la música ensordecedora de sus cantos, y cuando, cansada por<br />

este abatimiento hostigador decida emprender un nuevo rumbo, será<br />

liberada.<br />

Deseos y realidad<br />

Ella es quien alborotada y despojada de ataduras, con desparpajo<br />

sus deseos ejecuta. Yo, sólo transito el camino diario, que me permite<br />

sobrevivir en la caótica jungla de cemento. Se podría decir, que sí,<br />

nuestra relación es distante, yo vivo y sobrevivo, y ella me acompaña<br />

29


30<br />

CArINA CASTELLuCCIo<br />

en mi utópico andar. Es cierto, que sin sentido hace tiempo deseo<br />

librarme de ella, en realidad, aún no logro descubrir de cuál de ellas<br />

deseo liberarme.<br />

Fuga<br />

Un pensamiento se ha escapado del juicio, salió corriendo por la<br />

Avenida Nueve de Julio. Un vigilante pretendió detenerlo, el muy atrevido<br />

continuó rumbo a la calle Florida. No detuvo su paso hasta llegar<br />

a una oficina. Para su desilusión, hoy su chica no vestía pollera.<br />

el remero<br />

En un turbulento mar entre pasiones desencontradas se asoma un<br />

remero. Sólo, en la inmensidad, enfrenta esa ola amenazadora y agobiante.<br />

Decide seguir, opciones de salir de ella no vislumbra. En medio<br />

del remolino voltea su frágil bote sobre sus costas, traba su remo en<br />

los toletes. Piensa –no será de mucha protección– y continúa su viaje a<br />

ciegas, por entre la ola furiosa. De vez en cuando el golpeteo de un pez<br />

o una piedra en el casco de su pequeña embarcación le hacen temblar<br />

hasta los pelos mojados. Continúa por ese incierto camino que recorre<br />

sin saber. “Las precauciones para llegar a buen fin han sido tomadas”.<br />

“La certeza la tendrá cuando la ola se canse de tanta vorágine y decida<br />

llegar a las costas de alguna playa cálida y arenosa”.<br />

Autoría<br />

Una frase rebelde se resistió a ser plasmada sobre un papel que<br />

recorrería el mundo entero, prefirió emprender su propio viaje, en su<br />

estilo arrebatado, sería en una alfombra voladora persa, la muy descontrolada<br />

de repente la tomó de los flecos y salió de improviso volando.<br />

No tuve más noticias de ella, hasta que la encontré plasmada en varios<br />

diarios de diferentes partes del mundo, por lo menos, la muy descabellada<br />

al final reconoció mi autoría.


HILoS SECrEToS<br />

Perdón<br />

Érase un mosquito de gusto vespertino, picaba con ardua destreza<br />

toda aquella superficie de mi piel que vislumbraba indefensa. Al principio<br />

pensé, le regalo solo unas gotas de rojo carmín, al fin y al cabo<br />

todos nos merecemos una colación de media tarde ¿no? Así sucedían<br />

los días, y con insistente paciencia aparecía en forma diaria en busca<br />

de su ración. Con el correr del tiempo el mosquito crecía, y su aguijón<br />

también. Un día desperté de susto ¡aaaahh!, era mi hermano, Juan,<br />

que con un cachetazo en mi brazo intentaba matarlo, ¡no! Grité con<br />

vehemencia<br />

–¿Qué te sucede? –exclamó Juan, con mirada de asombro y desconcierto.<br />

–Nada respondí.<br />

–¿Nada? Mírate te has vuelto un álamo de la flacura, ¿No te has<br />

dado cuenta que “ese” insignificante mosquito pretende llevarse tu vida?<br />

–un silencio invadió la habitación, hasta que pude responder:<br />

–Mi querido hermano, aún a sabiendas que consume mi vida día a<br />

día, no concibo mis tardes sin su visita, y menos aún, sin su aguerrido<br />

aguijón –Juan meditó unos instantes, en su cara podía vislumbrar, que<br />

aceptaba mi decisión, y en un fuerte abrazo nos unimos, se podría<br />

decir, que nos entendíamos como nunca lo habíamos hecho, nos sensibilizamos<br />

como nunca también. Le agradecí, me miró con ternura, le<br />

volví a agradecer, me pidió perdón, y en ese instante mis sentidos se<br />

paralizaron.<br />

–Perdón volvió pronunciar…<br />

–Esta situación me desconcierta –dije.<br />

–La entenderás algún día –respondió.<br />

Y partió con una mancha de rojo carmín en su mano.<br />

31


32<br />

Poesía<br />

CArINA CASTELLuCCIo<br />

Amor a gitanilla cante jondo<br />

De tus lágrimas saladas he querido beber<br />

y tu cabello alisado de tristezas<br />

he querido encaracolar.<br />

¡Ay ay gitanilla!<br />

En noche de luna nueva un deseo he pedido,<br />

¡Qué se salve el honor de la gitanilla!<br />

Caprichosa, la comarca te ha juzgado,<br />

y mi corazón te ha perdonado.<br />

Mil hechizos he buscado<br />

para que tu corazón sea mío,<br />

¡Y tú! otro corazón has deseado<br />

¡y ay! qué dolor me has causado.<br />

¡Y ahora gitanilla! que tus caminos se han cerrado<br />

este mendigo has encontrado,<br />

deja para él, las migajas rotas, de tu corazón.<br />

Búsqueda<br />

Buscó en jardines sin flores,<br />

un rostro ovalado y brillante,<br />

sólo encontró pastizales descoloridos.<br />

Buscó, buscó, por caminos inciertos,<br />

hasta sentir el cansancio latir en sus huesos.<br />

Su vida transcurrió lenta,<br />

hasta que el andar sentenció por azar,<br />

encontrar ese rostro ovalado y brillante.<br />

Sarcástico el destino, esbozó una sonrisa,<br />

de sus labios, una frase corta,<br />

se puede perder una vida entera,<br />

tratando de encontrar lo que habita en nuestro interior.<br />

carina castelluccio


Víctor Del Duca<br />

Prólogo<br />

láminas de bronce<br />

Desde la prosa de un pequeño anacoreta pido perdón. Pido perdón<br />

por haber despertado en el glosario de una crónica de evolutivas<br />

cabelleras. Un blanco sendero, de métodos y falsos teoremas, coagula<br />

en la corrupción del arte sancochando reliquias y ordeñando hambre<br />

en el rescoldo de su propia confusión.<br />

Hoy nace el nombre y junto a él la gratitud del néctar que cubre de<br />

miel la soledad de este pequeño anacoreta que no hace otra cosa que<br />

seguir latiendo ante una multitud de verborrágicas láminas de bronce.<br />

Fugo como fugan las siluetas en la noche entorpeciendo laureles,<br />

amansando fieras cebadas por la duda. Soy, destino, una perversa<br />

convicción harto de tu conciencia.<br />

Es el amor –prisionero del espanto– quien me estafa limitando<br />

su mezquina inspiración, es que a lo lejos un rumor de guerra sepulta<br />

al claustro de la virilidad humana. En la fatalidad de mi pereza ya no<br />

hay porvenir, sólo campos de barro excusados en Atila. Sólo sé que<br />

día a día destruyo mi destino. Sólo sé que el armazón de mi piedad<br />

desemboca en el blasón de mi confirmada psicosis. Lento camino sin<br />

dejar huellas. Sin dejar sombras. Sin emanar el acre sabor del infinito.<br />

Huyo sin brújulas ni bitácoras. Danzo a la deriva y cierro los ojos. Son<br />

los pesados párpados quienes gozan de la laxitud de un fabuloso imperio<br />

encontrado en el manuscrito de una infame y misteriosa botella.<br />

Ya nada quiero ser. Ni siquiera un pequeño anacoreta. Es por eso que<br />

pido perdón al ángel que no ha caído y es por eso que pido perdón al<br />

templo de las grandes letras. Hay un Ragnarök enfurecido, un cielo<br />

tal vez liviano y una secuela de inocentes risotadas. Hay un cofre. Hay<br />

un mapa y un tesoro oculto en mi corazón hijo de una felicidad que sin<br />

saber porqué me fue vedada.<br />

1 En la mitología nórdica, ragnarök (“destino de los dioses” ) es la batalla del<br />

fin del mundo. Esta batalla será supuestamente emprendida entre los dioses, los<br />

Asir, liderados por Odín y los jotuns liderados por Loki. No sólo los dioses, gigantes,<br />

y monstruos perecerán en esta conflagración apocalíptica, sino que casi todo en el<br />

universo será destruido.


34<br />

VíCTor DEL DuCA<br />

Madelaine<br />

No es breve lo que tengo que decir acerca de Madelaine. Debes<br />

saber que es el dolor quien configura la escena. Debes saber que quien<br />

escribe estas líneas conjuga, en la perversión de su linaje, lerdos cimientos<br />

de lectura artesanal. Es el espanto quien corroe la libertad del<br />

pensamiento, Madelaine lo sospecha pero, sin embargo permanece<br />

callada. No sabe que detrás de cada muro se esconde ingrávido un<br />

súbito rencor de amebas. La pureza que exhala su morfología encalla<br />

en el Leteo para luego fundar nuevas abstinencias y rodar en el abismo<br />

de la ausencia reprimida. Pronto el ejemplo arroja a la distancia un<br />

nuevo dolor amparado por su regocijo.<br />

Es mi casta Madelaine quien no tira los dados, quien se aleja del<br />

podio elemental; porque bien sabe Dios cuantos proyectos caben en<br />

una idea. Hay un cielo nacarado ubicado en la garganta de mi amada<br />

Madelaine que se resigna a seguir viviendo. Hay un sueño que se repite<br />

una y otra vez en la almohada de su conciencia, y hay sin embargo un<br />

tácito temor a perderlo todo, a caer en las garras de una impertinente<br />

tentación libidinosa.<br />

El blanco espíritu de Madelaine respira la pureza que sólo su<br />

corazón comprende, ni siquiera yo (que tanto la observo, que tanto la<br />

conservo) logro dar con el paradero de sus orígenes.<br />

Es en mí donde Madelaine disfruta del olímpico relámpago artificial,<br />

es en mí donde su gratitud sincretiza kilómetros de sangre. Muta<br />

el horror precarias luces de anestesias y de suero, porque el amor<br />

que me une a ella es fatídicamente superlativo. Con respecto a esto<br />

seré muy breve: jamás existió ni existirá felicidad como la felicidad que<br />

existe entre Madelaine y yo, somos verdaderamente afortunados. En<br />

la alquimia de nuestro amor nada es negativo. Por el momento sigo<br />

afirmando que la vida es bella, si señores, verdaderamente bella. En<br />

cuanto al “fin” qué diré: pues sigue peregrinando por la vida experimentando<br />

todo el tiempo costumbres nuevas, vagando en la servidumbre<br />

de su imperecedero destino, fomentando brevedades, beligerancias,<br />

superándose todo el tiempo y consumiendo del más exquisito jarabe<br />

que le proporciona quien a su lado está derrochando híbridos litros<br />

de gloria mentados tan sólo por mi negro paladar. Un ligero reflejo de<br />

luna es suficiente para recrear en el magnánimo espíritu de mi amada<br />

un alegre, aunque primitivo, tormento fatal e inabordable. Es así como


HILoS SECrEToS<br />

tomo su suerte y sin advertir en el flácido sol de un mes cualquiera la<br />

sepulto en mi frígido refugio infinito.<br />

Un singular recuerdo fatiga a mi memoria. Es la reflexión del primer<br />

mordisco, es la llama sólida de una hoguera jamás contaminada,<br />

porque es aquí donde esta prosa desnuda su implícito contenido. Es el<br />

primer mordisco, es el ayuno de tantos corazones grises amontonados<br />

en mi cabeza, es la furia de un idílico amor la que contribuye al desgarramiento<br />

de la caprichosa anatomía de Madelaine.<br />

Soy conciente de mi escasa cordura. Pero ¿cómo detenerla?<br />

¿Cómo fugar del bermejo fuego que se agolpa en las lívidas mejillas<br />

de Madelaine? Un dulce beso, cual subliminal preludio, reza por una<br />

libertad de luz profana. Es la lengua quien fuera de sí lame lo que<br />

pronto será alimento. Porque es la lengua la que espanta gratuitos<br />

besos cebados por la gula de un afilado diente que sólo pretende hincar<br />

y apretar y arrancar y masticar y escuchar el profundo chillido de<br />

Madelaine que rasgada sangra ante mi soez canibalismo. Es así como<br />

afino el primer mordisco y es así como los negros ojos de Madelaine<br />

se instalan en lo absurdo de mis córneas, reprochando al dolor un<br />

trámite de sensaciones avaladas por el llanto de una aguda perversión<br />

que me pertenece. El sabor del primer mordisco es desagradable, pero<br />

en tanto medran los mordiscos asimilo el dulzor que trágicamente se<br />

deja ver de a ratos. Es Madelaine, si, es Madelaine la que estalla de<br />

dolor, la que sufre el amor que le profeso. Porque la cadena del placer<br />

es incorruptible, ¿cómo limar las asperezas de este agudo resplandor<br />

que me corona?<br />

Bien sabe Dios cuantas moiras caben en una madeja, bien sabe<br />

Dios cuanto dolor en el amor. Porque fatigada mi realidad fastidia a la<br />

ilusión de Madelaine. Porque lejos del horror son mis molares los que<br />

abusan de su prodigio, de su prestigio, de su razón. Me queda un triste<br />

vino por seducir en esta fosa de panes sin mortaja, es la fragilidad<br />

con que Jesús asciende al monte calvario. Precario es el deseo de<br />

salvación, precaria es la muerte que inaugura espinas por entre las<br />

piernas de Madelaine. Es el cordón umbilical, es el principio del todo,<br />

la independencia de un favor azul sin maquillaje. Debe tu corrupción<br />

saber que estas páginas conforman un grito fundamental en la historia<br />

del cinismo. Soy yo quien ultima los detalles en esta aguda perversión<br />

de vocación macabra.<br />

En fin señores, más valdría no hacer nada, la gula razonada es<br />

preferible. Es por eso que trago la última porción y es por eso que la<br />

35


36<br />

VíCTor DEL DuCA<br />

mastico y la hago bailar entre mis dientes. Es por eso que disfruto de<br />

esta inconexa masturbación de poder. Soy como un pequeño dios que<br />

se niega a lo creado. Soy lo poco que puedas ver en mí. Un racimo de<br />

mares congela la escena, caber en el ataúd sería someterse al disparate.<br />

El sepulturero sabe que no hace falta cavar, que no es necesario,<br />

que mi propio peso se ocupa del asunto. Tengo sueño, debo dormir. No<br />

es Madelaine quien me consume, no, son sólo gusanos.<br />

Mas debes saber que en esta zanja de costillas y de barro son las<br />

larvas quienes mudan de apariencia, quienes retozan en el álbum de<br />

una sonrisa elemental. Sólo basta saber hasta que punto soy capaz<br />

de ser devorado por la fisonomía lírica de Madelaine. En definitiva sólo<br />

basta saber quien soy yo para que Madelaine advierta en mi sangre<br />

una diminuta porción de nutritivo alimento.<br />

Picarda<br />

Fue cuando bajo los impulsos de un domingo solitario (como cualquiera)<br />

que Picarda asimiló la claridad del sol que se filtraba por entre<br />

las rendijas de su ventana. Levantó la vista y sin irrumpir en débiles<br />

consuelos conquistó naderías desde su posición vertical. Dispuesta estaba<br />

a servirse una taza de té cuando sus instintos percibieron el rumor<br />

de un acaramelado llanto que provenía de una de las habitaciones de<br />

arriba. Al acercarse advirtió la presencia de dos desconocidos niños<br />

que en pugna nutrían su propio llanto.<br />

Picarda les preguntó: “¿quiénes sois?” Pero ellos sólo atinaron a<br />

responder con una breve, brevísima, melodía de ofrendas y anacronismos.<br />

El estupor de Picarda era real, pues a su soledad se sumaba<br />

la retórica ancestral de su linaje. “¿Quiénes sois?”, insistió por cuarta<br />

vez hasta que uno de los niños reprochó a Picarda: “¡Tengo hambre!”.<br />

Ella aún obnubilada improvisó un suculento desayuno de frutas, masas<br />

y confituras, que los niños devoraron sin refinamiento protocolar. La<br />

cascada de interrogantes de esta dama, hacia los niños, dejó de ser<br />

cuando uno de ellos (el que no reprochó a la joven Picarda) musitó un<br />

“gracias” casi desnaturalizado.<br />

La crianza de los niños fue el ejemplo a seguir por Picarda que<br />

ansiosa sólo aguardaba el crecimiento de ambos. Pasaban los días,<br />

los meses, los años y el cuerpo de Picarda tornaba a coronar la fatiga<br />

de su marchita piel. Los niños permanecían impávidos ante el paso del


HILoS SECrEToS<br />

viento. Lozano y virgen era el semblante de éstos que a juzgar por su<br />

plenitud no crecerían nunca, sin embargo Picarda presa de un dolor sin<br />

tiempo sugería a su balsámica decrepitud una salvaguardia para seguir<br />

criando a sus niños que llorando hacían notar su dependencia.<br />

–No exijan al tiempo una mirada recurrente porque sólo hallarán<br />

miseria, vive Dios en la lectura del resplandor humano –solía decir Picarda,<br />

entre toses y esputos de sangre, a los niños que sospechaban<br />

su brevedad.<br />

Ya opacaban su cráneo luciérnagas de plata, ya sus flácidas carnes<br />

acotaban su advenimiento, hasta que por fin, sí, por fin, luego de<br />

una siesta prolongada Picarda dejó de ser. Sin llanto en las mejillas los<br />

niños corrieron hacia ella, besaron su frente y alados por un mandato<br />

divino la encauzaron al paraíso.<br />

–Has sido una gran mujer y es por eso que te doy a elegir el círculo<br />

que quieras de los bienaventurados –exclamó Dios.<br />

–Quiero seguir criando a mis niños, nada más –alegó Picarda por<br />

toda respuesta.<br />

–No podrá ser, ellos son ángeles, sólo te pusieron a prueba. –Fue<br />

entonces cuando Picarda lloró en el paraíso, ámbito donde jamás se<br />

llora.<br />

la musa y su finitud<br />

El breve nimbo de los jornaleros reemplaza a la insana lámpara del<br />

agotado pulmón. Es un brillo apenas posible. Al menos bélico desde la<br />

perspectiva del soñado poeta que abusa en su inspiración del desmedro<br />

de la almas, apoderándose de su carnal vitalidad. El alma reniega<br />

siempre de la piel y del esqueleto. Un quebrantado relámpago logra<br />

huir justificando su certera puntería en el pecado de los indigentes. La<br />

satírica cruz pordiosera es acaso la precoz limosna del gentil narrador,<br />

del hombre-historia, de la arteria fumígena dentro de una caldera elitista<br />

y gutural. Un secreto sueño de cuernos repetidos me convida a<br />

persistir en la antigua comunión de Dios, lejos del ultraje que viste la<br />

oración divina.<br />

Sólo unos pocos logran hacer pie en esta hirsuta confusión de<br />

madrigueras donde, el ratón más hábil, ajeno a la plegaria, insiste con<br />

la triste encarnación del sol, enmudecido por siglos de cáusticas ban-<br />

37


38<br />

VíCTor DEL DuCA<br />

deras. Es acaso el microcosmos quien revela la perversidad de quien<br />

acecha, en los rincones más sórdidos su vulgar predicción de lo ya<br />

mentado. No fue Caín quien sospechó del indulto de su heredad. No<br />

fue Caín quien se replegó ante el sagaz rechazo de su bondad, dinamitada<br />

por el ego de quien en siete días martirizó a las bestias.<br />

Pocos retornan a la fragmentada hermosura de su felicidad, sólo<br />

un breve porcentaje capitula aquel dulzor como el todo de un Aleph<br />

diseminado. Precario y siniestro es el rostro del universo que anuncia al<br />

poeta su intención de quedar plasmado en el fuego caduco de su propiedad.<br />

El tiempo acaba de rumorear el sino de su fragancia, con lágrimas<br />

en los ojos y un místico silencio por toda defensa. Es así, siempre<br />

fue así. Nadie pudo cambiar hasta hoy este desdichado derrotero que<br />

abusa de una combinación frutal de pulpa sin semilla.<br />

El ejemplo abarca todo el universo.<br />

Cegada por la involuntaria rima de su corporeidad Eva descansa<br />

en el pequeño Parnaso de su descendencia, hipnóticamente persigue<br />

aquella pobre caravana de ilustres letras, que presupone la libertad del<br />

ser. Hostigada, huye despavorida masturbando camas en el engranaje<br />

de lo finito. Inhibida ante el furor de la paciencia emprende un largo<br />

camino desde su limitada atmósfera hasta el renglón más humano de<br />

su escasa biblioteca de tomos incunables.<br />

Hay quien nace para morir en el ejemplo. Hay quien carece de<br />

libertad en el amparo de su hegemónica saciedad vigente. Hay quien<br />

muere sin saber dónde atracar, sin un carajo, que anuncie tierra, sin<br />

una tierra que aviste el mar. Pobre es el dolor que no encuentra motivos<br />

para su dolencia. Pobre es la plegaria que asegura la prudente solvencia<br />

de Dios. Pobres, pobres y pobres… pobre es el propio Dios que<br />

aguarda del poeta una alabanza preñada de mentiras subordinadas,<br />

ancladas en el tifón de un mero cenit plagiado.<br />

Existe un temor blanco, impoluto, diáfano, que arriesga su fortuna<br />

a cambio de una mazmorra heterodoxa. Porque Dios existe. Porque el<br />

cielo acaba en el cielo. Porque Dios es todo, y el todo define el albedrío<br />

con el que la molécula presume de su hibridación. Cálculos filosóficos<br />

resumen, en su tendón, la algarabía del eterno. Mantos de piedad presuponen,<br />

agazapados, la existencia de un epistemológico motor que<br />

los inmortalice, que los traslade al eco sordo de la rotación y traslación<br />

perpetua.


HILoS SECrEToS<br />

El ejemplo abarca todo el universo.<br />

El celo criminal acribilla miradas en el ara de su propio resplandor.<br />

Un recuerdo magro es el instante de un reloj fértil y adiposo, que<br />

gobierna con su liquidez al vasto repertorio de las horas sacralizadas.<br />

Exige el tiempo al firmamento una nueva secuencia hiriente para sólo<br />

reposar en la miseria de un soez corazón ajado, lejos de la duermevela<br />

que caprichosa reniega de la fe y apuesta por la redención de un idólatra<br />

sermón renuente. Es un reino que ya no puede progresar, como<br />

un imperio al que sólo le queda el mar por conquistar. ¿Es el todo o es<br />

la nada, o es acaso el todo de la nada? En este ayuno de sales ya no<br />

quedan muros por revocar. ¡Óiganlo todos!<br />

Aún me queda un segmento por recorrer, un segmento difícil,<br />

abierto y pantanoso. Segmento en el que los jornaleros advierten su<br />

fecunda decadencia. Un dulce ataúd de carne es el régimen de mi silueta<br />

kármica, es allí donde el pregón tramita su perversión maximizada<br />

en el ruego de un nuevo y triste preliminar quebranto.<br />

El ejemplo abarca todo el universo.<br />

El conocimiento es el oasis de lo supuesto, es la marioneta que<br />

oscila entre el bien y el mal, es acaso la laguna que deviene en océano.<br />

Tal vez por eso la locura sea el verídico espejo que proyecta su<br />

anatomía íntegramente deshabitada, ajena al ropaje cadencioso de<br />

lo aparente. Un vínculo de sal arrastra a la arena hasta su sepultura,<br />

donde la colma de dioses secundarios y deidades ambivalentes.<br />

Es allí donde el poeta abusa inocentemente de la belleza que,<br />

como el Fénix, se renueva día a día en el fáctico cementerio que presume<br />

de paz y libertad. Sólo el dolor escapa de dicha presunción.<br />

Hay motivos y motivos, hay sombras sin nombres, hay silencio.<br />

Quizá la realidad me condene a persistir en el engaño, a sospechar miserias<br />

en la angustia del excremento. ¿Dónde, adónde, cómo, cuándo,<br />

quién, él? Tal vez la respuesta ubique destino en el podio final del grato<br />

sueño, ese del que nunca debí haber salido, ese del que nunca debí<br />

haber salido, sí ese del que nunca debí. Un brillo de luna desciende<br />

hasta el rabillo de los ojos de los jornaleros. No es la pena maniatada<br />

la que oculta en su dedal la aguja, no es el próximo rostro de Artropos<br />

sin nada que ovillar. Es apenas lo que dejó el río de las abluciones,<br />

la mítica antorcha de la ilusión hecha ceniza. La trama depende del<br />

hombre-historia. El sabrá si alguna vez existieron. El revelará la razón<br />

y el motivo de un fragmento de sus vidas. El juzgará necesario reducir<br />

39


40<br />

VíCTor DEL DuCA<br />

esa fugacidad a sólo un segundo de perpetua causa. El será quien tire<br />

los dados, quien retire el telón del olvido escénico. Será un semidiós.<br />

Será acaso quien resuma todos esos años de pasividad en la luna que<br />

acaba de brillar en las enrojecidas pupilas de los jornaleros. En definitiva<br />

será el motivo que justifique la rapidez de aquellos alfanuméricos<br />

espermatozoides lánguidamente fecundados.<br />

Poesía<br />

Definitivamente<br />

¿Qué humanidad atizará mi andrajosa frente<br />

el día que yo muera definitivamente?<br />

¿Qué sol iluminará este vasto territorio<br />

cuando ya no existan apuntes en mi escritorio?<br />

¿Qué esotérica luna iluminará a mi estrella<br />

el día que mi anatomía pase a ser bella?<br />

¿Qué amargo licor confundirá mi roja sangre<br />

en este río acuoso donde resiste el bagre?<br />

Sólo te diré que estas totalmente perdida<br />

en este hirsuto laberinto al que llamas vida.<br />

“¿Por qué?” me dirás con voz ronca y ensimismada<br />

pues entonces te diré que todo esto es la nada<br />

que todo esto termina pero nada se acaba,<br />

que estás pariendo en sangre al hijo que ayer te amaba.<br />

Víctor Del Duca


Dolores Fernández<br />

Prólogo<br />

Después de leer<br />

“Esto ante todo: pregúntese en la hora más serena de su noche:<br />

¿debo escribir? Ahóndese en sí mismo, hacia una profunda respuesta y<br />

si resulta afirmativa, si puede afrontar tan seria pregunta con un fuerte<br />

y sencillo “debo”, construya entonces su vida según esta necesidad, su<br />

vida tiene que ser hasta en su hora más indiferente e insignificante, un<br />

signo y testimonio de este impulso”.<br />

R. M. Rilke<br />

“Escribo porque me es absolutamente necesario, de otro modo<br />

podría morir de tristeza. He escrito en mi vida porque si no me moría,<br />

obedeciendo a impulsos muy profundos y oscuros, tan profundos y<br />

oscuros como los que producen los sueños y las pesadillas”.<br />

Ernesto Sábato<br />

“Porque no soporto el vacío que es un día sin escribir”.<br />

Juan García Hortelano<br />

“Para evitar que al miedo de la muerte se agregue el miedo a la<br />

vida”.<br />

Augusto Roa Bastos<br />

“Yo creo que para no tener frío. Para espantar el frío y espantar<br />

la noche”.<br />

Manuel Rivas<br />

Después de leer sus” porqué”, no necesito explicar porque escribo.<br />

Con respeto humildad y admiración.<br />

Dolores Fernández


42<br />

DoLorES FErNáNDEz<br />

Abstracciones de un hombre común<br />

Lo decía mi madre: –Esa chica te lleva de la nariz–. Yo me vislumbraba<br />

como un toro bravío, arrancando la hierba con mis patas traseras.<br />

Poderoso. Con la piel transpirada y el belfo latiendo.<br />

Ya pasaron tres años desde que di un portazo dejando a mi madre<br />

con la palabra en la boca, en los ojos. Un verdadero desborde de<br />

palabras. Campanas de boda, festejos en familia. La familia de Ana.<br />

Conclusión, mi madre tenía razón. Ya tengo un aro en la nariz y mi<br />

mujer jala de él. Somos una postal romántica. Una aburrida imagen de<br />

tiempos pretéritos. Todo está organizado, gimnasio a la salida del trabajo,<br />

reunión de primos los jueves, Experiencias sudorosas los viernes<br />

para tener algo que contar los fines de semana, con las mujeres de la<br />

familia. Mi primer salida con libertad bajo palabra, fue un partido de<br />

fútbol organizado por mis compañeros de trabajo. No fue una actitud<br />

condescendiente. Coincidió con una salida de chicas, organizada para<br />

calmar la depresión de una prima recientemente divorciada. Mi mujer no<br />

registró mi entusiasmo y menos la compra de un equipo con el número<br />

diez en la camiseta y unos botines colorados que sacaban chispas. Fue<br />

una tarde de gloria. Corrí, empujé, me revolqué en el pasto. Abracé a<br />

mis compañeros en cada gol a favor o los que hice en contra. La carne<br />

chirriaba en el asador y la cerveza bajaba helada por las gargantas.<br />

No podía creer lo verde que se veían los árboles y el alboroto de los<br />

pájaros persiguiéndose entre las hojas. Me sentía como un ermitaño<br />

que pasó años en una cueva oscura y húmeda.<br />

Disfruté mi libertad reencontrándome con bromas y chistes tontos,<br />

miré celulares con fotos pulposas, sentí el cosquilleo del deseo colectivo.<br />

Madrugada. Casi descerebrado de tanta gozo, no podía introducir<br />

la llave. La puerta se abrió y envuelta en bata roja apareció mi madre.<br />

Sorpresa. No di explicaciones. Ya soy mayor. En mi cuarto no encendí<br />

la luz, estuve algo incómodo. Desperté dolorido con urgencias, alcancé<br />

a comprobar que en las paredes no estaban mis afiches y un sofá estrecho<br />

suplantaba la cama. El agua tibia espantó mis dolores y salí feliz<br />

envuelto en una toalla celeste rumbo al desayuno. Frente a la mesa,<br />

un señor canoso de anteojos elegantes, acompañó la interrogante y<br />

divertida mirada de mi madre. La sorpresa me encontró desnudo.<br />

–Eduardo.<br />

–Jorge.


HILoS SECrEToS<br />

El apretón de manos duró el tiempo exacto en el que mi progenitora<br />

me cubrió con una bata tapando mis vergüenzas. Algo había<br />

cambiado en la casa, no sé si era el centro de flores en la mesa o la<br />

buena comida preparada por el anónimo Sr.<br />

En mi ex dormitorio, me esperaba la ropa limpia, el bolso listo.<br />

Cuando me despedí una pipa aromaba el porche y por primera vez noté<br />

que mi madre tenía cintura. Por horas mi mujer desapareció de mi vida.<br />

A mi regreso la casa estaba en calma, guardé en un lugar inaccesible<br />

el bolso y disfruté la soledad. Ana tardó en llegar. Entró con una caja de<br />

pizza y una bolsa con limones. Recordé, almuerzo debajo del limonero<br />

en casa de la abuela (de ella). En silencio preparó la mesa. Rogué a<br />

todos los Santos Patronos de los Imposibles, que no hablase de mi<br />

ausencia al compromiso familiar hasta después de comer. El hambre<br />

golpeaba en mi puerta. Imaginaba la rica comida que seguramente paladeaban<br />

en casa de mi madre. Al primer bocado, mi mujer comenzó a<br />

sacudir los hombros convulsivamente. Traté de armar un discurso que<br />

no me hiciese perder terreno y la conformase. Estaba harto que me jalase<br />

de la nariz. Ella entre hipos y trozos de morrón. Quería explicarme<br />

lo arrepentida que estaba, prometía cambiar. Repetía:<br />

–Soy, po… se… si… va y man… do… na, todo eso entre líquidos<br />

que brotaban de todos los orificios, transformando su cara en una masa<br />

pegajosa. Cuando estaba a punto de huir espantado, con la punta del<br />

mantel y con furia se restregó la cara y arrastró el maquillaje mezclado<br />

con los restos del diluvio. Confieso que me tomó de sorpresa. Asustado,<br />

convulso me encontré arriba de la mesa desnudo. Con una domadora<br />

que intentaba someterme. Incómodo. Jadeante. Con terror de que el<br />

improvisado tálamo, abriese sus claudicantes patas arrojándonos entre<br />

trozos de comida y restos del naufragio. Dos meses después, festejábamos<br />

con la tribu política el anuncio de mí paternidad. No imaginé la<br />

historia que me esperaba. El embarazo despertó en mi mujer una desesperada<br />

fiebre de consumo, ropa, cremas, comida, sexo. Para escapar<br />

de esa fiebre devoradora, con el pretexto de las necesidades del bebé<br />

comencé a trabajar horas extras. Tantas, que me ascendieron. A pesar<br />

de mis artimañas Ana se las ingeniaba para consumirme. Su libido estaba<br />

desatada, y yo temía ser devorado por el habitante de su vientre.<br />

Yo les pregunto, cuándo una embarazada les dice: Está pateando tocá,<br />

tocá, y les lleva la mano hacia ese universo donde un oculto personaje<br />

hace malabares ¿ustedes no han sentido pánico? Las palmas transpi-<br />

43


44<br />

DoLorES FErNáNDEz<br />

radas, trémulas y debajo el corcoveo imparable. La duda crece. Miedo<br />

a ser atrapado. Arrastrado a su húmedo escondite.<br />

–¿Querido vas a asistir al parto? –pregunta frente su parentela.<br />

Satisfecha, lustrosa, con su andar de pato.<br />

–Claro –responde por mí alguna tía bien intencionada.<br />

–Qué lindo –afirma mi suegra y pone los ojos en blanco–. Va a<br />

ser una nena, por la panza redonda. No habíamos querido saber el<br />

sexo. Mi mujer, no quiso. Llegó el momento. En la sala de espera la<br />

familia. Un poco alejados, mi madre con Sr. incorporado. Ana le había<br />

avisado, quiso mostrarle que había puesto un broche de oro en su conquista.<br />

En la sala de partos, los gritos ponían los pelos de punta, ella<br />

había olvidado todo lo aprendido durante las clases. Me instalé detrás<br />

calmándola. Por unos minutos todos trataron de tranquilizarla. Luego,<br />

seguros de que ella no podía arrepentirse y marcharse comenzaron<br />

a bromear incluyéndome en la ronda y haciéndome sentir importante.<br />

Me hicieron parar frente a la camilla. No le veía la cara, estaba debajo<br />

de una tela verde, igual que una loma en primavera. El obstetra me<br />

mostró un círculo carmesí. Me sentí como el primer hombre en la luna,<br />

tratando de afirmar los pies envueltos en botas de tela, tambaleando<br />

a punto de caer. En segundos creí flotar en un líquido tibio, rodeado<br />

de corales suaves como las primeras caricias. Una voz estridente me<br />

arrancó de mi paraíso. En el preciso momento en que el corazón de<br />

mamá me cantaba una nana.<br />

–Papá, papá. ¿Ya hablaba? No. La enfermera me había transformado<br />

en un anónimo, exaltada me señalaba el centro. El principio y<br />

el fin o viceversa. La realidad era ese extraño que pujaba por escapar<br />

de su prisión, dónde esa enorme medusa lo retenía. Sentí que algo<br />

viscoso me iba atrapando. Me hicieron a un lado, sin mucho esfuerzo.<br />

Cuando volví de esa extraña experiencia, Ana le contaba los dedos a<br />

un bebé. Quizá ya calculaba cuando le colocaría el anillo en la nariz,<br />

antes que llegase una rival.<br />

–Varón –dijo la Partera.<br />

Con resignación acepté que se habían terminado mis diez segundos<br />

de fama.<br />

Brujería<br />

Era el mejor gallo de la granja con sus plumas moradas de reflejos<br />

azules podía competir con el mejor cuadro de Dalí. La cresta roja caía


HILoS SECrEToS<br />

sobre su orgullosa cabeza. El pico como un garfio dorado, la mirada<br />

brillante, alerta. Se pavoneaba por el corral, como lo que era, dueño y<br />

señor. Las gallinas ahuecaban las alas al presentir su paso. Mi convalecencia<br />

me obligaba a permanecer largas horas en reposo.<br />

Cansado de ver el campo y las plantaciones pedí que me llevasen<br />

a los fondos. Lo vi. Creo que él esperaba que lo mirase, ya que en<br />

cuanto lo hice, comenzó a cacarear y toda su corte aleteaba como fans<br />

en un recital. Desde ese día esperé ansioso su canto madrugador. Dejé<br />

volar mi imaginación y olvidé los fantasmas que me habitaban.<br />

Un atardecer de abril, para más datos, viernes Santo, se armó<br />

un descomunal revuelo en el corral. Las gallinas corrían como locas y<br />

los patos apuraban el paso como señores gordos de pies planos. Me<br />

acerqué como pude, de la impresión, casi ruedo por el suelo.<br />

Lo miré asombrado, el gallo más hermoso, el líder, estaba echado<br />

de costado, como una piltrafa. Sus alas crecían inexplicablemente.<br />

Gigantescas, tanto que le impedían pararse. El pobre animal, con<br />

su mirada lateral intentaba captar lo que pasaba, pero los plumíferos<br />

levantaban una densa nube de polvo. Era imposible distinguir a centímetros<br />

de distancia. Rápida como una locomotora irrumpió Juana, la<br />

cocinera. Lo atrapó con una fuerza desconocida. La seguí como pude.<br />

Tuve mucho miedo.<br />

En el galpón, la mano en alto y el pobre gallo a sus pies.<br />

–¿Qué hace?<br />

–Esto es obra de la curandera. Hoy es viernes Santo, puede hacer<br />

todos sus gualichos. Hay que matarlo. Está poseído. –No supe qué<br />

hacer. Juana transfigurada, parecía más peligrosa que el embrujado y<br />

la malvada bruja juntos. Veloz y siniestra separó de un hachazo certero<br />

la cabeza del cuerpo. Dolió un poco. Algo caliente me corrió por el<br />

cuello.<br />

El gallo atravesó veloz el galpón y se perdió entre los surcos<br />

recién sembrados. Ya se había marchado cuando reparé en que las<br />

alas tenían el tamaño normal y sus plumas azules de reflejos morados<br />

parecían escapadas de un cuadro.<br />

Desde el piso, mi ojo izquierdo seguía su rastro.<br />

45


46<br />

DoLorES FErNáNDEz<br />

Fracasos, deseos y pecados<br />

Le cuesta abandonar la tibia seguridad de las mantas. Se obliga.<br />

Se empuja hasta la ventana. Corre las cortinas. Como un enorme<br />

murciélago atrapado por el sol achica la mirada. Se durmió tarde, la<br />

novela de Blas Echenique, la distrajo por horas. El corrector había<br />

enloquecido. La orden era, cambiar lo mínimo. Se dio por vencido la<br />

tarde de viernes.<br />

–Isabela, no puedo con esto. Dejó caer con rabia el original de<br />

“Pekados” y se marchó. Los lunes despierta con un nudo en la garganta,<br />

esta vez puede culpar a la lectura obligada o al intento de mejorar<br />

lo inmejorable. Piensa que lamentablemente va ser un éxito de ventas.<br />

La enoja no tener suficiente poder para impedirlo. Se siente una marioneta<br />

arrumbada en un escenario polvoriento. ¿Cuándo se perdió detrás<br />

del azogue? Quizá después del nombramiento como directora de la<br />

Editorial. Ese fue el momento en que se alejó de sus amigos. Pospuso<br />

planes. Olvidó la risa. ¿Qué sabor tuvo el último beso? ¿Qué cama<br />

abandono de prisa? Sin excusas, sin mañanas.<br />

Cumple la ceremonia del desayuno, vestida y maquillada como<br />

cada mañana. En treinta minutos llegará Águeda.<br />

–Buen día señora –El sonido resbalará de los labios gruesos. Se<br />

pregunta ¿Cuántos músculos se ponen en acción para mover esa boca<br />

gorda y saludable? La verá caminar hacia la cocina dejando en el aire<br />

olor a cama y perfume barato. Muerde la tostada prolijamente. Cepilla<br />

dientes, pelo, ropa. Retoca el maquillaje. Presiente. Espera, detrás de<br />

la puerta, a la mujer que dirá:<br />

–Buen día señora. El cuerpo inundará la casa, la dará vuelta del<br />

derecho y del revés. Abrirá las ventanas y comerá con ganas la cena<br />

que ella no ha tocado.<br />

–Isabela, necesito tu firma. Le asombra verla. Desafiante sobre<br />

los altos tacones, reteniendo la respiración para lucir el ancho cinturón<br />

de charol. El último aullido de la moda, comentará una recepcionista<br />

joven con salario bajo.<br />

–Como cambiaste. El descanso hizo maravillas, te ves diez años<br />

más joven. Clara corre de puntillas y cierra la puerta, acerca la cara,<br />

algo rígida pero rejuvenecida. Dibujando un paso de baile levanta la<br />

blusa y luce los pechos tentadores, rebosantes.


HILoS SECrEToS<br />

–Están un poco hinchados, imagínate lo que van a ser. Isabela<br />

cierra los ojos, se ha ruborizado, siente vergüenza. No logra olvidar lo<br />

ocurrido en su despacho. No entiende porqué la inquieta recordar la<br />

piel tensa. Debe organizar la presentación de la novela que dará a la<br />

Editorial ganancias astronómicas. Le fastidia el prólogo, un rosario de<br />

mentiras y banalidades. Le disgustan los anuncios de la prensa. “La<br />

novela del año. Erotismo puro, transparente, mágico” En dos años un<br />

escritor mediocre se transformó en ídolo con su primer libro de relatos:<br />

“Vamos a la Cama”. Ella lo presentó a sus jefes, casi con pena, comparándolo<br />

con otros escritores de alto vuelo, incluyéndose entre ellos.<br />

La semana ha sido un martirio. Abre la vianda. Light, verdura al vapor,<br />

carne magra. Se cuestiona, sabe que sigue una moda. Hace tiempo<br />

que no le importa su salud. Despierta, el peinado deshecho, el maquillaje<br />

corrido. No se ha quitado la ropa se durmió vestida, enroscada en<br />

el sillón. El sábado la encuentra, mustia desangelada.<br />

–Hola ¿qué haces esta noche? La voz le recuerda la escena en<br />

su despacho.<br />

–Nada, voy a dar los últimos detalles a la presentación del lunes.<br />

–Deja todo. Vamos a cenar y después veremos.<br />

–No fui a la peluquería. Mejor me quedo en casa.<br />

–De ninguna manera –Se arrepiente de haber aceptado la invitación,<br />

el escote de su amiga es el punto de mira de los que las<br />

rodean. Comensales, mozos. Juraría que los langostinos ensartados<br />

en la brochet agrandan los ojos para verla. Isabela se siente como una<br />

institutriz inglesa, traje negro camisa con puntillas y botinas de charol.<br />

Impecablemente ridícula, al lado de esa bengala titilante.<br />

Remataron la noche tomando varios “Cosmopolitan” en un boliche<br />

de Guatemala y Borges, en Palermo. Criticando a Echenique, a<br />

la Editorial, la prensa y a los futuros lectores. Entre brindis y botones<br />

desprendidos. Liberadas. Siguieron recordando fracasos literarios y<br />

anécdotas de viejos amores, las manos unidas, sensitivas, con el cuerpo<br />

oliendo mas allá de las fragancias importadas.<br />

Isabela contó, como esperaba la llegada de Ágata. Con que ansiedad<br />

de vampiro cada mañana, jugaba a adivinar, que pasaba en las<br />

noches de ese cuerpo. Marcharon amparadas en sus propias sombras.<br />

Descalzas subieron la escalera. La llave clausuró la alcoba. El domingo<br />

caliente se echó a rodar.<br />

47


48<br />

Poesía<br />

DoLorES FErNáNDEz<br />

espero<br />

Mientras tejo y destejo.<br />

Espero,<br />

que algún día, quizá hoy<br />

tus pasos leves atraviesen<br />

el camino de piedras del jardín.<br />

En los brazos apretarás madreselvas<br />

robadas de algún cerco.<br />

Correrás las cortinas,<br />

esparcirás varillas encendidas<br />

de aromático incienso<br />

buscarás tus libros.<br />

Escucharé la música inundándolo todo.<br />

Haré una broma tonta<br />

festejarás con tu risa de niña.<br />

Mientras tejo y destejo<br />

espero que la palabra nunca<br />

no surja en nuestra vida<br />

porque espero, verte llegar<br />

apretando en los brazos<br />

madreselvas robadas de algún cerco.<br />

si<br />

Si me lo dices otra vez, si me convences,<br />

abriré las ventanas, tiraré los crespones.<br />

Estaré presta a reiniciar la senda,<br />

sembraré risas, cosecharé canciones.<br />

Si me lo dices otra vez, si yo me atrevo,<br />

caminaré a la cita, destrenzaré mi pelo,<br />

de colorado pintaré mis labios.<br />

Si me lo dices…<br />

Dolores Fernández


María leone<br />

Prólogo<br />

Premio inesperado<br />

Hoy es uno de los días, que con más énfasis de lo usual, le doy<br />

gracias al Creador, por permitirme hacer algo que realmente me llena<br />

de felicidad. Hoy voy a prologar mi pequeña obra literaria. El escribir<br />

me ha llegado en la madurez de la vida, pero siento que no es tarde.<br />

De muy joven estuve ocupada en formarme profesionalmente, aunque<br />

siempre me fascinó leer. Muchos años en la dualidad de tener buenas<br />

calificaciones en contabilidad y economía, pero también, diez de promedio<br />

en literatura universal. Mi biblioteca era mi bien más preciado, hasta<br />

que un día, aún no se porqué, me alejé de los libros. Solo leía diarios,<br />

costumbre que no puedo abandonar (sigo leyendo dos diarios al día,<br />

tres los domingos), padezco de sobre-información me dicen algunos.<br />

Después de largos años, una nueva y muy querida amiga, comenzó a<br />

prestarme libros, evidentemente los fue eligiendo muy bien, porque me<br />

reconcilió con la literatura y de a poco me fue sugiriendo lo bueno que<br />

sería que iniciara a escribir, cualquier cosa, me decía, vas a sentirte<br />

muy bien haciéndolo. Al comienzo no creía poder permitírmelo, uno de<br />

mis hermanos, que ya no está, escribía, publicó varios libros y en los últimos<br />

años de su joven vida, cuando le preguntaban a que se dedicaba,<br />

contestaba soy médico, y agregaba con orgullo “y soy escritor”. Creía<br />

que esa faceta en la historia familiar, la tenía cubierta él, pero no, hoy<br />

digo “hermano, es mi turno”. Fuimos muy distintos en todo, así que no<br />

habrá competencia en esto. En una de las primeras clases en el Centro<br />

de Narrativa, escribí un epigrama que llamé ESPERANZA y dice:<br />

Es una tarde gris, gris plomo, gris acero, gris macabro,<br />

gris perfume de tristeza. Llorar en silencio.<br />

Temor a la noche larga. Alivio de sólo pensar:<br />

el sol saldrá por la mañana.<br />

Y así poder escribir, y como un premio inesperado, participar en<br />

esta publicación, es: el sol que salió por la mañana.


50<br />

MAríA LEoNE<br />

ironía<br />

El amanecer la encontró otra vez en la habitación de la clínica.<br />

Como todas las otras noches, él había dormido, en el sillón, al pie de<br />

su cama. El ir y venir de las enfermeras no les habían permitido logra<br />

conciliar el sueño, claro… ellos trabajan, los pacientes parecen estar<br />

allí necesitando cualquier cosa, menos dormir. Ella le pidió que bajara<br />

al bar, a tomar algo caliente, creía que eso le ayudaría a calmar tanta<br />

inquietud. Cuando al fin quedó sola, para no pensar demasiado, comenzó<br />

a recorrer con sus ojos el lugar en que se hallaba. Se decía, “han<br />

usado colores neutros en la decoración, pero de tan neutros ya ni son<br />

colores. Los muebles son modernos, pero la habitación parece despojada”,<br />

pero, ¿era así? ó era ella que se sentía un despojo descolorido.<br />

Su imaginación comenzaba a girar por caminos inconvenientes cuando,<br />

abruptamente se abrió la puerta y una empleada, muy sonriente con<br />

equipo para limpieza, saluda y comienza a realizar su tarea. De pronto<br />

deja de barrer, gira sobre sus pies para mirarla y le pregunta alegremente:<br />

“señora, seré curiosa, como aquí no veo flores, que tuvo: ¿nena<br />

ó varón?” De golpe sintió más lástima por esa inoportuna y entrometida<br />

mujer, que por ella misma, entonces contesta: “no estoy aquí porque<br />

haya dado a luz, estoy aquí porque perdí a mis hijos”.<br />

el señor<br />

Una mañana, la pequeña ciudad amaneció de luto. Una caída,<br />

mientras cabalgaba, se había llevado la vida del Señor del pueblo.<br />

Dejaba joven esposa y tres hijos. La Señora, como indicaban las<br />

costumbres, no debía ocuparse de la empresa familiar, era cosa de<br />

hombres y así el hijo mayor asumió como El Señorito. Durante años<br />

llevó adelante los negocios, la familia. Siempre preguntando: “madre tú<br />

que opinas”, la señora contestaba: “está muy bien lo que tú decidas”.<br />

Los hermanos menores formaron sus familias. “El Señorito” ya era “El<br />

Señor”. Algunas canas y en sus espaldas cierta fama de playboy. Una<br />

tarde, de esas como tantas, la conoció a ella. Fue un flechazo mutuo.<br />

La muchacha, cabellos largos rubios, ojos color del tiempo, alegría<br />

fresca, desparpajo juvenil en toda ella. ¿Cómo podría el no prendarse?<br />

Al fin había encontrado su princesa. El, tipo importante, buen mozo,


HILoS SECrEToS<br />

ojos azules. ¿Cómo podía ella no prendarse? Era su sueño, su príncipe<br />

azul. Pasado ya largo tiempo de jurarse amor eterno, él pregunta<br />

a la Señora: “madre tú que opinas”, ella responde “es buena persona,<br />

de buena familia, pero… es muy joven, mas eres tú el que decide”. El<br />

Señor pasaba mucho tiempo decidiendo sin decidir. Convirtiendo la<br />

eternidad del amor, en una simple eternidad de tiempo. Una noche de<br />

carnaval, en una cena de amigos, ella conoció a un joven, simpático,<br />

amable, de sonrisa fresca, hablar pausado y muy dueño de sí mismo.<br />

Este moreno de ojos oscuros, hizo que antes de terminar la noche, el<br />

corazón de ella gritara con fuerza: “ese, ese es tu Hombre”. Y juntos,<br />

siempre tomados de la mano, comenzaron a forjar su destino. El Señor,<br />

al verla partir tan feliz, corrió a casa de la Señora y llorando demanda:<br />

“madre qué ha sucedido? Qué hechizo desgraciado me ha llevado de<br />

príncipe azul a príncipe gris y por qué no, ¿en el señor de sus olvidos”.<br />

La madre, calma, consuela, acompaña. La Señora, hacía mucho tiempo,<br />

ya había decidido.<br />

testamento<br />

En pocos meses más, cumpliré años, pero, esta vez será especial<br />

Los astros indican que inicio el noveno septenio, termina el segundo<br />

retorno de Saturno, lo que entre otras cosas, es un encuentro con las<br />

sombras y el inicio de mi tercer renacimiento. ¿Gente, no es una manera<br />

sutil y diferente de decir que ingreso a la “tercera edad”?, Sí ¡! Hacia<br />

allí voy, y no lo puedo evitar, mas, no entraré en pánico, trataré de que<br />

sea con dignidad, esperanza. Un buen paseo hacia la por ahora lejana<br />

“cuarta edad” y por qué no con alegría, hasta aquí llegué y voy por más.<br />

Pero… por las dudas, voy a dejar algunas instrucciones, a manera de<br />

testamento. La primera disposición, es prohibirle a mi marido irse al otro<br />

mundo antes que yo. Ya sepulté demasiados seres queridos, no pienso<br />

agregarlo al listado, además, hace tiempo decidí no asistir a ningún<br />

velorio, ni siquiera el mío, y no será cuestión de quedar como una viuda<br />

desamorada. Lo segundo, cuando me toque a mí pasar al más allá,<br />

nada de llantos, flores, ni funerales. Es mi deseo, que me dejen reposar<br />

unas horas, sola, en una habitación fresca y con poca luz, de paso se<br />

aseguran que esté bien muerta, no sea cosa que de puro molesta, sufra<br />

de catatonia transitoria. Dispongo además, que mi cuerpo sea cremado.<br />

Elijan, por favor, una bella urna para contener el polvo en que me<br />

51


52<br />

MAríA LEoNE<br />

convertí. Y, alrededor de ella que se reúnan mis seres queridos, los no<br />

queridos también, no podré evitarlo, y después de rezar una oración por<br />

mi alma, todos unidos escuchen una canción en mi honor. Elegí para<br />

esta ocasión “A mi manera”, primero cantada por Frank Sinatra, porque<br />

me gusta, y después en la versión de “Il Divo”, que es en español, así<br />

todos la entienden, ya que no se les puede exigir a los asistentes, que<br />

tengan aprobado inglés básico. Por último, en virtud de mi pasión por el<br />

agua y por la luna llena, que mis cenizas sean esparcidas sobre el mar,<br />

en una noche de plenilunio. Si la situación financiera es ajustada, exijo<br />

mínimo que sea en Mar del Plata. Amor, tendrás que pedir un aventón<br />

ó ir caminando, aunque, mi mayor felicidad sería que volaras a Italia<br />

y lo hicieras en el Mediterráneo, allí frente a la casa en que nacieron<br />

mis padres y mis hermanos (ni se te ocurra hacerlo en donde nací yo,<br />

a cien metros del Riachuelo, sabes que no disfruto de esos aromas),<br />

además podrás visitar a mis primos, que tanto te quieren y, quien dice…<br />

conocer a alguien para acompañar tus días y tus noches, así no extrañarías<br />

a esta “tana” loca que te tocó en suerte.<br />

Esposo, familia, amigos, estos son mis deseos, tomen nota, den fe.<br />

sola<br />

Y llegó el día… por delante nuevos horizontes y su trabajo. En la<br />

valija su ropa, papeles, remedios. En su corazón, tristeza. En su cabeza,<br />

ansiedad por lo nuevo y la convicción de… Será difícil, no imposible,<br />

todo va a salir bien, yo puedo. A ella, además de la tristeza le quedaba<br />

el: voy a esperarlo con entereza, valentía, él puede, yo debo. Pasaron<br />

semanas, meses, con dolor, angustia, alegría en los pequeños reencuentros.<br />

El pudiendo. Ella debiendo. Acostumbrándose a todo. A no<br />

verse, no tocarse, no olerse, no acariciarse, no amarse.<br />

La desesperanza. El desencanto. El desasosiego. Poco a poco<br />

invaden y habitan los huecos impensados. Una mañana se despertó<br />

distinta, en paz… sola.<br />

inocencia<br />

Solo la mirada inocente de un niño puede, convertir una catástrofe<br />

en un fiesta. A fines de los años cincuenta, fueron frecuentes las


HILoS SECrEToS<br />

inundaciones por las crecidas del Río de la Plata. Vivíamos en la zona<br />

sur del conurbano bonaerense y no podíamos escapar a ninguna de<br />

ellas. Una fue muy importante, por la altura que alcanzó el agua en<br />

las casas. De madrugada, nos despertaron los gritos de los vecinos.<br />

Cuando nos bajamos de las camas, ya chapoteábamos en el agua. En<br />

la casa estábamos mi madre, mis tres hermanos y yo. Papá, marinero<br />

él, vaya a saber por dónde estaría navegando en aquellos momentos.<br />

Todos éramos chicos. En el fondo de nuestra, casa vivían la madrina<br />

(por adopción, no por bautismo) con su esposo y su pequeñita. Cada<br />

uno, como pudo, fue acomodando las cosas lo más alto posible, pero<br />

a medida que pasaban las horas, el agua subía y subía. Cuando nos<br />

llegó por arriba de las rodillas, mamá y la madrina, con la mejor expresión<br />

de tranquilidad que lograron, dadas las circunstancias, dijeron:<br />

“ya no se puede más, vamos a la terraza” Juntamos ropas, frazadas,<br />

comida, ollas y calentador a kerosene. El padrino consiguió una lona<br />

de gran tamaño y con ella armaron una especie de carpa, más bien<br />

una tapera, y allí nos refugiamos. El cuadro se completaba con una<br />

persistente lluvia y fuerte viento. Para mi era una aventura, supongo<br />

que para mis hermanos también. No recuerdo a nadie de la familia<br />

perturbado, quizás porque los mayores se mantenían en calma, y hasta<br />

con alguna sonrisa por allí. Por qué iban a desesperar. Ellos venían de<br />

vivir la segunda guerra mundial. Las casas llenas de agua y los muebles<br />

arruinados eran nada, en comparación a lo vivido. Cuando cayó la<br />

tarde, nos asomamos a la calle y nos pareció alegre. Como una fiesta,<br />

ver a todos los vecinos sobre los techos. Se hablaban a los gritos unos<br />

a otros. Se pasaban las noticias. Me resultó cómico ver que aparecían<br />

algunos con botes y canoas, ¿de dónde las habrían sacado? Ellos en<br />

lugar de perros, ¿tenían embarcaciones en los fondos de sus casas?<br />

¡qué rara era la gente en aquel entonces! Y así bajo la lluvia, iban orgullosos<br />

remando, con la misma actitud y aires de importancia como si en<br />

lugar de trasladarse por las aguas sucias del río, estuviesen manejando<br />

un auto alemán descapotable, bajo un sol hermoso en la Costa Azul y<br />

en una tarde de primavera. Ellos iban, volvían, preguntaban si necesitábamos<br />

algo y nosotros entre sonrisas les contestábamos: “no por el<br />

momento”. Pasamos esa noche iluminados por un tenue farol. Sentados<br />

alrededor del calentador contábamos anécdotas dormitando de a ratos.<br />

No faltaba la comida caliente. No faltaba el cariño familiar. No faltaba la<br />

esperanza de que pronto se fuese el agua. Recién al tercer día pudimos<br />

53


54<br />

MAríA LEoNE<br />

bajar a la casa. Con alegría comenzamos a limpiar y a ver qué se podía<br />

rescatar. Estábamos bien. Todo estaba bien. Cuando papá regresó y se<br />

enteró de lo ocurrido, de inmediato edificó una habitación en la azotea,<br />

para cobijarnos en la próxima subida. La municipalidad hizo obras hidráulicas.<br />

No hubo más inundaciones importantes en la zona. Nos faltó<br />

la fiesta de inauguración de la nueva construcción.<br />

Érase una vez<br />

No es la literatura, soy yo. Por alguna cosa extraña de la vida, la<br />

ola sobre la que me toco surfear, me lleva a un taller literario. Quiero<br />

aprender a escribir, a traducir mis emociones y vivencias en palabras.<br />

Hacer mi propia novela, pero para mí, sin ninguna pretensión de trascender,<br />

de publicar. ¡Qué chasco se llevarán con esta persona! ¡! La<br />

charla del día es el análisis de: “ El mito de Edipo”. El tema es importante,<br />

el Dr. Freud, se hizo una fiesta con la vida del rey de Tebas.<br />

Tan trascendente es, que hasta Borges se ocupó de ello en “Edipo y<br />

el Enigma”. Pero, la aspirante a literata en cuanto lee que la historia<br />

comienza en Delfos, se olvida de Edipo, de Antígona, de Tebas, de<br />

Borges y de la teoría psicoanalítica. Sólo puede pensar en esa ciudad,<br />

Delfos. Cierra sus ojos y vuelve a vivir su paso por allí. La belleza del<br />

paisaje, las pocas piedras que quedan del antiguo Oráculo. La energía<br />

especial que vibra en ese lugar. Sus gentes, sus comidas, el haber<br />

estado todo el tiempo diciendo: “los griegos no eran nada tontos, tremendo<br />

lugar eligieron para consultar a los dioses”.<br />

Y anocheció en el balcón de la habitación. Se despertó con la<br />

imagen de ese Mar Egeo que divisaba allá a lo lejos y recordó que en<br />

Delfos, descubrió qué significaba escuchar los sonidos del silencio. No<br />

puedo pensar en Edipo sin revivir Delfos, entonces, sigo intentando<br />

con el análisis literario o veo como me convierto el Guía de Turismo me<br />

voy a rodar por el mundo, y acumulo vivencias mías, verdaderamente<br />

mías y que nadie podrá arrebatarme… puedo contarlas, escribirlas,<br />

compartirlas, pero lo vivido está dentro de mí y es mi dulce compañía.<br />

No, no es la literatura, soy yo.


Poesía<br />

HILoS SECrEToS<br />

ella, la niebla<br />

No sabía que allí te encontrabas,<br />

te descubrí al abrir mi ventana.<br />

No estaba sola en el cuarto,<br />

él descansaba en nuestra cama, pero<br />

él no sabe, no comprende.<br />

Tú que si sabías comenzaste tu tarea.<br />

Invadiste mis ojos, penetraste mi piel,<br />

paralizaste mis músculos, dolor en mis huesos,<br />

oprimiste mi pecho, mis sentidos, y,<br />

cuando ya sentía tus manos<br />

ahogando mí respirar<br />

un grito suplicante surgió de mi garganta.<br />

Él, entre caricias y abrazos, dijo:<br />

“amor, está todo bien, ya pasó”.<br />

Ahora sonrío, claro que está todo bien,<br />

hoy soy yo la ganadora,<br />

mañana, si es que regresas,<br />

veremos si otra vez sobrevivo.<br />

Madre<br />

Acabo de descubrir que<br />

pasé la mitad del tiempo vivido, sin ti.<br />

A pesar de tantos años transcurridos<br />

no puedo pensar en ti, sin llorar<br />

no puedo hablar de ti, sin llorar,<br />

de hecho, estoy llorando mientras escribo.<br />

No es consuelo el haberte soñado<br />

transitando paisajes hermosos de cálido colorido.<br />

No es consuelo, el haberte soñado<br />

sonriente y en paz en medio de un dulce silencio.<br />

Estuve a tu lado<br />

cuando pasaste el peor momento de tu vida<br />

Estuve a tu lado<br />

55


56<br />

MAríA LEoNE<br />

en tu último instante de conciencia terrenal.<br />

Estuvo tu espíritu a mi lado, sosteniéndome<br />

cuando me tocó pasar, el peor momento de mi vida.<br />

Estará seguro, tu espíritu a mi lado<br />

cuando llegue mi último instante de conciencia terrenal.<br />

Y sostendrás con tu tibia mano la mía<br />

y juntas, oiremos el dulce silencio<br />

y juntas, flotaremos por hermosos paisajes coloridos.<br />

inquietud<br />

El día amaneció soleado<br />

tan espléndido que invitaba a sonreír.<br />

Pero, la sonrisa no podía surgir.<br />

Afuera estaba frío, la casa acogedora, pero<br />

no había abrigo que templase el cuerpo.<br />

Un extraño sentimiento congelaba el alma.<br />

Un ligero temblor estremecía hasta el dolor.<br />

¿Qué sucede? ¿Estaré enfermando?<br />

Cómo explicar lo que siento.<br />

Busco una palabra para describir la sensación,<br />

surge angustia, pero no, es inquietud.<br />

¿Por qué?, no se sabe, se agudiza con el paso de las horas.<br />

Más inquietud… sólo queda esperar.<br />

Por la noche llega un llamado y,<br />

una charla que debía ser amena<br />

se convierte en un sin fin de palabras hirientes.<br />

Crece esa inquietante inquietud.<br />

Elevando la mirada, tratando de entender<br />

vi como un cuadro dibujado en el aire<br />

y… pinceladas de celos por aquí, ¿a qué?<br />

y… pinceladas de envidia por allá, ¿por qué?<br />

Tremendas pinceladas de mezquindad por doquier<br />

Que pena… Termina la conversación con un hasta siempre.<br />

La inquietud se desvanece, llega la tristeza<br />

una profunda y curadora tristeza.<br />

Él, a pincelazos, había hecho añicos nuestra amistad.<br />

María leone


Julia Mansi<br />

Mi vida, un dilema<br />

Yo siento y me manifiesto en la soleada calle Ituzaingó de San<br />

Andrés. Ella, la que escribe, trata… (con una excelente profesora como<br />

Marta, el que no escribe…), está en la cálida Rivadavia de San Martín.<br />

No hay dilema. Hay un acuerdo cuando es ella o cuando debo ser yo la<br />

que tiene que vivir el momento. Esto es un secreto, yo le invado todo su<br />

tiempo. Será que ella es la eterna enamorada y por eso siempre sonriente,<br />

la muy ingenua revive sus momentos románticos en poesías e<br />

intenta en narrativa. No la culpo por exagerados momentos, que siente<br />

sólo porque es joven. Sé que pide perdón a las personas que leen sus<br />

escritos.<br />

En cambio yo vivo apasionada con la realidad de mi presente.<br />

Con las tareas cotidianas de la casa. Ayudar a mis tres hijos cuando lo<br />

necesitan. A Mariano, casado, cuando se va de vacaciones y le atiendo<br />

a sus tres cachorros, Puchi, Coqui y Body. A Daniela pronto a casarse,<br />

darle las últimas comiditas de soltera. A María Belén, futura nutricionista;<br />

mimos, los que sus hermanos ya crecidos le regatean. Atender con<br />

amor a un marido perfecto en todo. Acariciar a mamá cuando las enfermedades<br />

la achacan. Compartir con amigas y compañeras de pileta, de<br />

literatura, en la capilla, con amigas incondicionales y también, ¿por qué<br />

no?, con ella. Sí, me seduce de tal manera, que a veces no comprendo,<br />

cual es la que realmente enamora a mi marido. Yo con mis “te quiero”,<br />

“te necesito” o ella con sus “te amo”. En realidad las dos vivimos. Hubo<br />

momentos en nuestras vidas que ocupaba su papel protagónico, ahora<br />

claro está, me pertenece y le dejo el papel como invitada especial. Hoy<br />

siento que la necesito más que nunca, su alegría, su manera de ver<br />

las cosas, con distinguido brillo. Pienso que voy a cederle más lugar,<br />

para que las dos ocupemos uno. Vaya a saber. Lo importante es que<br />

no hay falsedad ni engaños. Hacemos una simbiosis perfecta. Ella la<br />

humilde introvertida, la enamorada poeta y yo, yo soy como soy, bueno<br />

me catalogan de “santa”. ¿No será por ella? Son dos seres antagónicos<br />

que luchan por mi felicidad. Por eso no estoy exenta en este dilema y<br />

les puedo asegurar que lo consiguen muy bien.


58<br />

juLIA MANSI<br />

soledad, lejana<br />

Los rayos del nuevo día la despiertan en la quieta mañana. Siente<br />

que su sueño aún la atrapa. Tiene que levantarse, sus múltiples obligaciones<br />

se lo exigen. Camina hacia la estación envuelta en una brisa<br />

particular. En un abrazo que le da seguridad, apoyo, respiro. Por ese<br />

largo camino su mirada se detiene sobre flores que nunca le llamaron<br />

la atención. Son flores lilas y celestes, le dan tranquilidad, ésa, la que<br />

desde hace mucho tiempo no siente. El taconear de sus zapatos es<br />

otro. Suena a acordes musicales mientras pisa esas flores que los<br />

árboles han dejado caer. Voy a dejar pasar el tren, no lo voy a correr,<br />

piensa mientras busca el celular en su cartera.<br />

–Buenos días. ¿Cómo está? Uno, ida y vuelta hasta Retiro, por<br />

favor. – Se siente sorprendida porque sus saludos no son retribuidos.<br />

Soledad está acostumbrada a la cordialidad, al respeto, todo parece<br />

perderse en la ciudad. Observa como pequeños papelitos vuelan muy<br />

sobre el piso por la escalinata del andén, vuelan junto a pétalos caídos.<br />

Sonríe cuando uno se le posa en la rodilla. Lo toma entre sus dedos<br />

y se lo acerca a sus labios. Apresurado el señor de traje con corbata,<br />

no muy al tono, deja caer su portafolios cuando se la lleva por delante.<br />

Soledad se tambalea, cae de rodillas, le pasa por arriba y ella pierde<br />

nuevamente el tren. “Que les pasa, es que soy invisible, eh… no me<br />

ves”, no puedo entenderlo, parece que hablo tan bajo que nadie me<br />

escucha. Es tan lindo disfrutar el día, abrir los ojos, mirar, escuchar,<br />

sentir. Cómo se puede viajar así, tan apretados. “Canten un canto nuevo<br />

y agradezcan sus vidas”. Al cerrarse las puertas del tren mira esas<br />

manos aplastadas en los vidrios donde se sostienen. Mira las caras<br />

con sus vistas bajas, perdidas, para ella, muertas. Esto es algo que no<br />

puedo entender. Porqué no esperar otro, si con retrasarse un poco qué<br />

puede ocurrir.<br />

Ellos no me ven pero yo sí los veo. Veo como corren, no se miran,<br />

no se hablan y ni que hablar de un beso y un abrazo. Yo sí, yo canto<br />

porque soy feliz. El guarda no me da la mano, me ofrecen estampitas<br />

que luego me sacan. ¿Por qué lo hacen todo tan difícil, cuando no lo<br />

es? ¿Por qué no se detienen a saborear el aire que respiran? Quiero<br />

entender en qué momento del tiempo quedé atrapada. Escucha la<br />

música del celular, lo busca y no lo encuentra, piensa que se le cayó


HILoS SECrEToS<br />

cuando fue arrojada. Sigue al sonido, activa los oídos, estira el brazo,<br />

sus dedos lo tocan, se estira otro poco, así logra alcanzarlo sobre la<br />

mesa de luz.<br />

Estalla en mensajes, “¿Dónde estás?”, “¿Qué te pasó?”, “La reunión<br />

se atrasa si no llegas”.<br />

“Dormías como un ángel amor, no pude romper tu sueño y sentir<br />

como te reías… me perdonás”.<br />

Un grito ahogado sale de su boca, “¡No… o… o…!” Siente que<br />

un complicado día comienza en la inoportuna mañana. Corre hasta la<br />

estación, no mira a nadie, no saluda a nadie, el aire le es insuficiente.<br />

El guarda se saca el sombrero al verla, deja ver su peinado a la gomina<br />

y cuando le extiende la mano, ella se la rechaza, “¿Pero qué se<br />

piensa?”.<br />

–¿Señorita Sole hoy no está de buen humor? –le pregunta.<br />

El guarda no obtiene respuesta, el tren retoma la marcha. La<br />

máquina expulsa humo blanco y transforma el paisaje pintado con las<br />

púrpuras nubes. Soledad recuerda ese humo, cuando la llevaban a la<br />

estación para que lo aspirara, junto al aire de campo, fresco, agradable.<br />

Se pierde en el horizonte con sus pensamientos en busca de otro<br />

presente.<br />

el último beso<br />

La mañana, lentamente se asoma por el jardín y débiles rayos se<br />

posan, en la penumbra, del frente de la casa. Marcos aún sin dormir.<br />

Con sus anteojos puestos y un libro entre sus manos, sigue recostado,<br />

en el diván del living. Lo intimida un pensamiento claroscuro. Imágenes<br />

aceleradas desdibujan su conciencia. Sus anteojos empañados, trabajaron<br />

más que de costumbre. Cansados, se deslizan, del pabellón de<br />

los oídos, saltan sobre su pecho y logran amoldarse, dentro de un par<br />

de zapatillas, listas para avanzar. Logran atravesar, la puerta de calle<br />

entreabierta. Difícil es el momento, pero al final cruzan, entre saltos y<br />

piruetas, la gran avenida. El sueño, de su última oportunidad está por<br />

cumplirse. Llegan hasta la ventana de ella y con fuerza, pasan entre las<br />

rendijas entreabiertas de la persiana. Con mucha suerte, la encuentran<br />

aún dormida. Dejan las zapatillas y de un envión logran posarse, en sus<br />

labios. La boca de Marcos siente un leve cosquilleo, se mueve, por el<br />

sabor a menta en sus labios.<br />

59


60<br />

juLIA MANSI<br />

Ellos, los anteojos, saben que deben superar un destino. Empiezan<br />

a caminar. Sus pasos, aceleran el ritmo, sin motivo alguno. De golpe,<br />

pierden el control, el cansancio es agobiante, no paran. El camino<br />

adentra en un túnel. La oscuridad lo atraviesa. Agitan sus patillas, sus<br />

miradas buscan una luz de esperanza.<br />

Los sonidos se invierten y se sienten extraños. Manos de sombras<br />

los cercan y lo arrastran al abismo, siguen… Sus patillas afierran el aire<br />

solidificado y atenúan la caída. La ansiedad y una risa le son conocidas,<br />

los acompañan. “Me voy”, escuchan la voz de ella, suave y extendida.<br />

Resuenan y estallan en sus cristales. Sólo ahora, se dan cuenta de lo<br />

ocurrido. Ya no pueden retenerla. La imagen de ella, se difumina y se<br />

eleva en profunda calma. Los llena una triste paz. Al fin los anteojos<br />

recuperan su cuerpo. Las zapatillas en su lugar y las patillas se reacomodan<br />

en el rostro. Parpadea. En su diván, Marcos está encogido, está<br />

conciente del temblor que provoca su despertar. Y se da cuenta de su<br />

cuerpo aún tibio y en su fría mano, llorosos, un par de anteojos.<br />

Historia<br />

Apenas abría la iglesia, al verla tan desolada, el padre Carmelo era<br />

asombrado por la presencia de tres personas, a las que no era sorpresa<br />

encontrarlas. Entraban pegadas, se arrodillaban y así contemplaban<br />

al Señor por largo rato. El padre ya conocía sus nombres; Psique, Sísifo<br />

y Sirena, no hacia más que escuchar sus discusiones. Un día el padre<br />

decidió invitarlos al confesionario, y de a uno se acercaron, así Psique<br />

fue la primera.<br />

–¿Qué pecado hija te hace venir todos los días por aquí?<br />

–Estoy desolada padre, me abandonó mi amado y no encuentro<br />

consuelo, ando por el mundo en su búsqueda.<br />

–Mira hija, conozco toda tu vida, está escrita en muchos libros.<br />

Es una historia donde pesa el pecado, sólo si te arrepientes tendrás tu<br />

recompensa.<br />

–Pero padre… me dejé llevar por el amor, y luego la desconfianza<br />

me traicionó.<br />

–Es lo que pasa hoy en día, todos creen tener al gran amor, se<br />

dejan envolver en la pasión y caen. Vete hija, tu arrepentimiento el


HILoS SECrEToS<br />

Señor lo valorará y sabrá darte el milagro que tanto buscas –cierra la<br />

ventanita y la vuelve a abrir al sentir un golpecito.<br />

–Gracias padre –dice Psique y se va.<br />

–¿Qué te trae tan seguido por aquí Sísifo? –dice el padre un poco<br />

cansado.<br />

–Necesito que el Señor me de la fortaleza para cumplir con mi<br />

trabajo tan pesado, ya que me he cansado de acudir tantas veces a los<br />

umbrales del Olimpo. En el Olimpo he cantado, he danzado, he orado<br />

sin respuesta.<br />

–El Señor te librará de tan pesado trabajo si te arrepientes –mira<br />

a Sísifo que bosteza, quien con sorna agrega:<br />

–No tengo nada de que arrepentirme. Y levanta la voz.<br />

–Ese es el pecado que tienes.<br />

–Pero… padre… si sólo hablé, conté lo que vi… –pensativo insiste.<br />

–Callar a tiempo a veces es mejor. Toda persona que desee avanzar<br />

en la santidad debe aprender a ver en su corazón.<br />

–Gracias padre y gracias Señor por la fuerza que me das.<br />

Sale el padre del confesionario pero Sirena le corta el paso.<br />

–Ahora ya no puedo más confesar, sabes, yo también necesito<br />

tomarme un refresquillo –dice y piensa, tal vez un guindado.<br />

–¿Qué pecados puedo tener?– insiste Sirena<br />

–Lo único que te puedo decir hasta mañana para que no sea tarde,<br />

que olvides tus cantos y dejes a los marinos en sus luchas con las<br />

tempestades del mar o acaso no sabes que el Señor le reserva, esa<br />

tarea a ellos. Ya no hace falta decirte cual es tu pecado. Ve y regresa<br />

mañana sólo si cambias de parecer –y se aleja, mueve la cabeza de<br />

un lado para el otro y dice:<br />

–Hija… hija, ahora voy por el refresquillo… ¿Guindado o lemonchelo?<br />

–y paladeando exclama:<br />

–Como quieren cambiar la historia que ya está escrita– y la mirada<br />

se le pierde en el horizonte.<br />

el león (mimarlion sensual)<br />

Galante mamífero, respetado por todos los animales de la selva,<br />

saben que él, es el rey. Sea por su valor o por su frenesí, no le teme a<br />

nada. Sus rugidos como el mar embravecido, se calman en lánguidos<br />

61


62<br />

juLIA MANSI<br />

suspiros cuando encuentra a su mujer. Sólo cuando la tiene, baila al<br />

compás de tambores con la música que acompaña el fuego del amor.<br />

A veces el rugido, simplemente sirve para anunciar su presencia, necesita<br />

que lo miren, que lo aprecien, que lo mimen. La hembra es la que<br />

prepara su alimento y sólo cuando ella termina, aparece él para saborearlo.<br />

No es un animal carroñero, come carne fresca, sólo cuando el<br />

hambre aprieta, cualquier cosa le apetece. Defiende a la familia junto a<br />

su compañera. Todo puede suceder cuando está en peligro él o alguno<br />

de los suyos. Enfrenta con su firme presencia momentos cruciales. N<br />

decae fácilmente, lo sostienen sus hijos; la coraza de hierro que necesita<br />

para triunfar. No se lo califica como enemigo solo reacciona si lo<br />

agraden, sobre todo cuando es escorpiano.<br />

Sus pasos seguros dejan huellas que sus crías siguen bajo la<br />

templanza de su corazón. Feliz recorre los campos verdes de espigas<br />

doradas por el sol. Tiene la familia formada tal cual la ideó, una familia<br />

unida sobre cálidas bases de amor. Es un animal de clima caliente por<br />

eso salvo su melena, el resto del cuerpo no necesita pelos. Si bien todo<br />

el día está en actividad, por la noche es más activo y su presa rara vez<br />

puede escabullirse. El león es como el sol ciega con su gran potencia<br />

pero la que es capaz de conquistarlo se apodera de esa potencia y se<br />

adueña de su noble corazón. Las cumbres cimbran cuando ruge de felicidad<br />

y todos festejan con alegría, la noche, hasta el nuevo amanecer<br />

Mamá<br />

Suave rocío es tu piel, cálida fragancia tu ser. Madre, maravilloso<br />

milagro. Tus manos arrastran historias, cuando la mías pequeñas llevabas.<br />

Cantabas siempre el mismo canto que hoy recuerda mi memoria.<br />

Las agujas deslizan ternura por las tardes bajo el parral. Cantas, bailas,<br />

ríes, me abrazan los momentos compartidos. La blanca harina en tus<br />

manos, amasa con alegría y felicidad el pan.<br />

El camino sin tus flores sería…solitaria huella del mar. El día sin<br />

tu luz, una fría cueva para dormitar. Madre soñada, madre querida.<br />

Maestra de vida, humilde, sencilla, así eres, mamá, para mí.


Poesía<br />

HILoS SECrEToS<br />

Dos vueltas de llaves y sé feliz<br />

Dos vueltas de llaves y un clic,<br />

se abre la puerta delante de ti.<br />

Las ilusiones siembran semillas<br />

de flores en un nuevo amanecer.<br />

Otro pétalo de tu vida das vuelta,<br />

vivido bajo luces inocentes.<br />

El nuevo camino soñado aparece,<br />

frescos estallidos colman tu ser.<br />

a Daniela<br />

Te llevas un mundo de muñecas,<br />

mimado por manos protectoras.<br />

Los juegos compartidos en el día a día<br />

con tu hermana, tu hermano, la música.<br />

Las emociones enfrentan batallas.<br />

Sigue tu destino mi ser adorable.<br />

Con felicidad por lo que empiezas,<br />

con nostalgia porque a la niña dejas.<br />

Caminas hacia el altar de blanco,<br />

polvos de estrellas esparcen pasión.<br />

Latidos candorosos de dulzura<br />

los ángeles cantan al Señor.<br />

Dos vueltas de llaves y sé feliz.<br />

Se ilumina la casa con tu sol.<br />

Cruzas montañas sobre trineos<br />

burbujea la sangre junto a tu amor.<br />

Dos vueltas de llaves y un clic.<br />

Guirnaldas de azahares te saludan.<br />

Dos vueltas de llaves y sé feliz.<br />

63


64<br />

juLIA MANSI<br />

Hijos, espejos del ser<br />

Soñados afluentes de la vida<br />

trasladan esencias del ser.<br />

Sus latidos recorren caminos<br />

alegres cantan en el amanecer.<br />

Cargados van, torrentes de encantos,<br />

las lluvias copiosas los miman.<br />

Reflejan sus aguas la esperanza<br />

con gotas doradas historias escriben.<br />

Distancias recorren ansiosos,<br />

turbulentos llenos de verdades.<br />

Erosionan rocas, atraviesan campos.<br />

Crecen y se alejan tras un destino.<br />

Guardan hondos <strong>secretos</strong> sus cauces,<br />

serenidad e incertidumbre timonean.<br />

Cansadas olas buscan un regazo<br />

en los tiernos brazos maternales.<br />

Curvas amplias dibujan sus silencios,<br />

espejos iluminados por fuego de hogar.<br />

Dan fuerza al paisaje, al desierto<br />

al inocente crepúsculo ya por asomar.<br />

Cruzan fronteras, cumplen sueños,<br />

se deslizan por el ancho mar.<br />

Cubren tiempos, cantan glorias,<br />

amados hasta la eternidad.<br />

Julia Mansi


edith Migliaro<br />

Prólogo<br />

Algo que decir<br />

Amé, fui amado, el sol acaricio<br />

mi faz.<br />

Vida, nada me debes Vida, estamos<br />

en paz.<br />

Amado Nervo<br />

En esta aventura incierta de la vida, en que ensayamos cada uno,<br />

un personaje, quizás en busca de la felicidad que es un valor totalmente<br />

distinto para cada persona, intentamos comunicarnos, transmitir y<br />

compartir lo que elaborara nuestra mente. Algunos lo logran con esa<br />

maestría de los elegidos, otros con la originalidad de los iluminados y<br />

otros solo lo intentamos… porque aprendí que cada ser humano es un<br />

ser irrepetible y como tal tiene algo que decir.<br />

Estoy segura de que, Dios o esa fuerza superior que nos ha creado,<br />

ha escondido dones en cada uno de nosotros.<br />

Todos poseemos algo hermoso y qué mejor que compartirlo. Lo<br />

mejor que hice lo entregué al mundo: mis hijos; ahora espero compartir<br />

estos sentimientos traducidos en palabras con ustedes.


66<br />

EDITH MIGLIAro<br />

como cada uno de ustedes<br />

Estoy pegada a él. Salimos de casa y lo espero. Caminamos por<br />

el pasillo, lo sigo, me apuro, lo alcanzo, lo paso, me sigue, me alcanza,<br />

me pasa, qué divertido, pero él no se ríe. No entiendo. Salimos a la<br />

calle, esto me encanta, doy dos o tres vueltas a su alrededor hasta que<br />

me acomodo. Hoy a la derecha porque vamos al sur. Es una noche sin<br />

luna pero con estrellas. Las estrellas no cuentan por que su luz casi no<br />

alumbra… Estoy tan unida, aunque digan que perdió su alma, yo sigo<br />

pegada a él.<br />

Caminamos. Yo inclinada voy tocando los árboles, el cordón, la calle,<br />

los autos, de repente cruzamos la calle y ahora lo acompaño por la<br />

izquierda, es más lindo. Entro en los jardines, huelo las flores de cerca,<br />

curioseo por algunas ventanas abiertas. Tengo que estar atenta en las<br />

puertas y cambiar de lado rápidamente. A veces asusto a alguien, sobre<br />

todo a los gatos, se sobresaltan con facilidad. Soy feliz. Juego. Me<br />

agrando. Me achico. Me doblo. Llegamos a la plaza, ¡cuidado! Pasamos<br />

por la fuente, eso no me gusta, me hundo en el agua.<br />

Nos paramos debajo del farol, ¿dónde estoy? Por Dios ¿dónde<br />

estoy? Veo los pies de él. Se mueve, que alivio, se mueve, aparezco,<br />

chiquita apretada bajo sus pies, ¡qué mala pasada me jugó este farol!<br />

Se paró justo debajo y me hizo desaparecer, desaparecer como su<br />

alma. Qué miedo. No quiero desaparecer, jamás me había pasado de<br />

noche. De día me aclaro pero de noche nunca me pasó.<br />

Pero eso es imposible, somos reales, somos muchas, Algunas<br />

más humanas que otras. Porque para muchos somos necesarias como<br />

respirar, para otros; fantasmas, lo cierto es que estamos en todas partes.<br />

Después de todo somos tan buenas o tan malas como cada uno<br />

de ustedes.<br />

Don esteban<br />

Desde hacía meses veía movimientos extraños en el campo vecino.<br />

Lo comentó con algunos amigos, le dijeron que estaba loco. Pero<br />

no era común ver tantos camiones en la zona, siempre fue un paraje<br />

tranquilo, casi aislado. Y lo que más le llamaba la atención es que el<br />

mayor movimiento se producía de noche y en especial los jueves y<br />

viernes.


HILoS SECrEToS<br />

Esos campos, los que lindaban por el oeste con sus tierras, no<br />

eran muy productivos, tenían un declive al sur, una sola vertiente de<br />

agua. Habían pertenecido a una familia pionera de la región, que al morir<br />

no había dejado herederos. El municipio los puso en venta durante<br />

casi una década, pero ningún hombre de la zona los compraría jamás,<br />

no servían ni para siembra ni para cría de ganado. Pero ahora ¿Qué<br />

pasaba? Porque a nadie le asombraba que después de tanto tiempo<br />

apareciera un pariente, reclamara los derechos, cercara todo el predio<br />

y pusiera guardia armada. ¿Guardia armada en el medio de la nada,<br />

qué cosa de tanto valor podría merecer tanta seguridad?<br />

Esteban, de tanto insistir en el tema logró interesar a algunos. Decidieron<br />

recurrir al Registro de la Propiedad de la Villa. La información<br />

fue… incompleta, imprecisa:<br />

–Los terrenos han sido reclamados por un heredero consanguíneo<br />

en tercer grado de la familia Argüello, que como residía en Europa<br />

desconocía hasta el momento su existencia –dijo la empleada “confidencialmente”.<br />

También lograron averiguar que el nuevo propietario<br />

había adquirido o alquilado dos excavadoras. ¿Para qué? El mozo del<br />

bar contó que alguien le dijo que el cura había acompañado al obispo<br />

a visitar al supuesto Sr. Argüello.<br />

En la villa comenzaron a circular rumores sobre descubrimientos<br />

religiosos, que habría venido también un perito especialista en reliquias.<br />

Otros hablaron de tesoros dejados por los españoles. En tiempos de la<br />

colonia habían vivido jesuitas.<br />

Otros hacían referencia a generales alemanes, que también era<br />

cierto, ya que después de la segunda guerra mundial se había comentado<br />

que algunos habrían llegado a la provincia.<br />

La verdad nadie sabía que ocurría, transcurrió el tiempo y los lugareños<br />

se acostumbraron a los movimientos del lugar y dejó de ser una<br />

preocupación para convertirse solamente en un tema de conversación,<br />

cuando no había otra cosa más interesante de que hablar. Pero para<br />

Esteban el tema no se había agotado. Intuía que no era una actividad<br />

inocente, solo se ocultan las cosas cuando no son buenas o cuando<br />

no son legales.<br />

Decidió investigar solo, estuvo atento a cada movimiento, llevó<br />

una estricta rutina de los ingresos y egresos de camiones, autos; astutamente<br />

consiguió el detalle de todas las compras en el almacén de<br />

ramos generales, para ello, con la encargada, se valió de sus encantos<br />

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68<br />

EDITH MIGLIAro<br />

de solterón adinerado. Después de meses de trabajo resolvió el enigma,<br />

sus sospechas se confirmaron, no por su agotadora investigación<br />

sino por un casual accidente. Era ilegal y tenía pruebas… El º de<br />

agosto la villa entera quedó perpleja con la noticia. Fue el acontecimiento<br />

más inesperado, trágico y conmovedor de los últimos 20 años.<br />

Algunos se lamentaban de no haber prestado más atención al pobre<br />

viejo aburrido.<br />

¡Pero… qué horror! Don Esteban se había suicidado<br />

el viaje<br />

Me levanté, como todas las mañanas de invierno cuando todavía<br />

era de noche. No puedo entender por qué en esta ciudad el día tiene<br />

que empezar antes de que salga el sol, antes de que termine la noche.<br />

Salí de casa para retomar la rutina diaria, con una mezcla de cansancio,<br />

hastío, frustración, resentimiento, sueños no cumplidos, sueños<br />

no soñados, profundas alegrías, inmensas tristezas y esa sensación<br />

de que se necesitaba algo más… Llegué a la estación, subí al tren y<br />

me senté. Las luces internas y la oscuridad externa hacían un extraño<br />

efecto. Como atrapada en otro mundo noté que por la ventanilla sólo<br />

podía ver mi propia imagen, avejentada, vencida. En medio de ese<br />

torrente de ideas y realidad vi algo parecido a una mariposa, traté de<br />

distinguir qué era, qué locura. Parecía Campanita, el hada del cuento<br />

Peter Pan. Estaba desvariando. Era muy chiquita, tapaba el reflejo de<br />

mi cara, y me perdí. Comencé a seguirla dentro de la ventanilla. La<br />

oscuridad era total solo distinguía su brillo, no escuchaba nada, ningún<br />

ruido, ¿estaría en el tren?<br />

Cuando mis ojos se acostumbraron pude distinguir gruesos árboles,<br />

muy altos. Sus copas se unían, tapaban el cielo. Miré alrededor,<br />

estaba todo cubierto de plantas, enredaderas, hojas secas. Observé un<br />

camino zigzagueante y angosto. El aire era húmedo, con olor a verde.<br />

Frío pero agradable, al mismo tiempo una sensación de libertad se<br />

apoderó de mí. La naturaleza me impregnaba. Comencé a escuchar<br />

ruidos sordos que no pude identificar, pequeños destellos de una luz<br />

calma. La luz más hermosa y misteriosa que existe, la luz de la luna.<br />

Sólo veía rayitos porque el cielo seguía oculto tras las copas de los árboles<br />

que formaban una cúpula como la nave de una iglesia, ¡y sí! eso


HILoS SECrEToS<br />

era un santuario. Seguí caminando. No sentía cansancio, la energía de<br />

la vegetación me invadía. No tenía miedo, solo paz. Caminé disfrutando<br />

de esa soledad absoluta, total. Creo que pasaron horas pero esa<br />

sensación agradable fue dando paso a la zozobra a una inquietud. El<br />

bosque no terminaba nunca, ni la oscuridad. La inquietud se fue transformando<br />

en miedo, en ahogo, en angustia.<br />

Dominada por estos sentimientos era incapaz de razonar y de<br />

pronto recordé una frase que Valentín dijo una vez “Lo más profundo<br />

del bosque está llegando a la salida, después de haberlo recorrido<br />

todo”. Los árboles se fueron espaciando, sus copas ya no eran tan<br />

altas ni tan espesas. Por pequeños claros empecé a distinguir el cielo.<br />

La luz ya no era la luz de luna sino los primeros rayos de sol. Un sol<br />

tímido que iluminaba inundando todo de color naranja. Había salido del<br />

bosque y estaba en un prado. Un movimiento me distrajo, el tren se<br />

detuvo al entrar en la estación, en la misma estación que bajaba todos<br />

los días. Nada fue ni será igual después de ese viaje. Ahora tengo un<br />

escondite secreto, maravilloso.<br />

Aquella oscuridad<br />

Aquella oscuridad, escondite perfecto donde oculto esos sentimientos<br />

que me avergüenzan… Envidia a todos aquellos seres que<br />

evaden el mundo y vuelan dando rienda suelta a sus sueños.<br />

Odio a todos aquellos que invaden mis más preciados momentos<br />

de soledad.<br />

Desprecio a todos aquellos a los que culpo de mis fracasos y de<br />

sus fracasos.<br />

Celos de todos aquellos a quienes amo intensamente y creo, no<br />

ser correspondida.<br />

Bendita aquella oscuridad que me permite fingir ser un ser con<br />

luz.<br />

tormenta de verano<br />

Toda una terrible mentira. ¿Dónde está la luz, el cielo, la paz, el<br />

alma llegando a un plano superior de inteligencia clara, de suprema<br />

69


70<br />

EDITH MIGLIAro<br />

comprensión? ¿La tranquilidad de espíritu da el conocimiento de los<br />

eternos <strong>secretos</strong>? ¿Abandonar las pasiones carnales por el santo<br />

amor? ¡Oh Dios! ¿Dónde está el paraíso, el purgatorio o el infierno?<br />

Estoy en la casa donde he vivido siempre, los veo a todos, los escucho…<br />

pero ellos ni me ven ni me escuchan. He tardado un largo rato<br />

para asumir que he muerto<br />

Para ellos estoy muerto, pero yo estoy aquí. Veo, siento sufro<br />

Mi madre fingiendo sobrellevar mi muerte, pasó toda su vida<br />

pendiente de mí. Amándome, ahogándome y ahora… ahora dirige mi<br />

muerte, mi herencia, mi mujer… y la entrega a mi hermano. Lo que más<br />

amé a quien más odié. Esa sombra infame que me persigue, que me<br />

persiguió toda mi vida, acechando como un ave de rapiña. Y le llega<br />

el momento sublime de ocupar mi lugar en mi familia y en mi cama,<br />

disfrutándolo obscenamente.<br />

Mi mujer lo rechaza, pero hasta cuando. Cuánto tiempo le llevará<br />

olvidarme, porque tarde o temprano lo hará.<br />

¡Oh Dios!, ¿cuándo descansan los muertos?, ¿cuándo se resignan?,<br />

¿cuándo muere el alma?<br />

… Cuando los olvidan<br />

en el teatro<br />

Marisa llora desconsoladamente sentada en el amplio sofá, Nora<br />

la consuela. Juan cruza la habitación hasta el escritorio y toma unos<br />

papeles. Nora se acerca a él y en voz baja le pregunta:<br />

–¿Realmente no tuviste nada que ver con su muerte?<br />

–No… Ya te dije que no.<br />

–Por favor, es muy importante para mí poderte creer. – Juan se da<br />

vuelta, la mira a los ojos intensamente y dice en tono muy grave:<br />

–¡NO! y preferiría no hablar más del tema – sosteniéndole la mirada.<br />

Nora vuelve junto a su hermana, y Juan girando nuevamente se<br />

sonríe.<br />

cae el telón<br />

–No podes llorar.<br />

–Bueno a mí me conmovió.<br />

–Si es una copia del Padrino, Sara, el mafioso que manda asesinar<br />

a alguien que molesta en sus negocios y lo niega cínicamente frente a<br />

su esposa que es tan inocente de creerle.


HILoS SECrEToS<br />

–Noooo, él no le mentiría, la miró a los ojos, las circunstancias lo<br />

incriminaban, pero la miró y le aseguró que no tenía nada que ver, no<br />

podría haber mentido tan descaradamente a quien lo ama.<br />

–Bueno a mi me dio esa impresión –fue la respuesta con una mirada<br />

entre triste y arrepentida.<br />

–Para vos todo es una copia de algo. Pera la actuación hace la<br />

diferencia.<br />

–Si claro, no discutamos como siempre, después de todo, la vida<br />

entera es una sucesión de hechos repetidos cíclicamente. Se fueron<br />

caminando de la mano y en silencio.<br />

Ella pensaba en la obra que acababan de ver, cómo se parecía<br />

su novio; a Juan, poderoso, seguro. Él se quedó pensando como se<br />

parecía ella al personaje de Nora, qué diferente a su amiga, mañana<br />

la vería, cualquier excusa sería buena, sólo tenía que mirarla a los ojos<br />

y sonreír…<br />

el objeto<br />

Como una bicicleta sin pedales, dos pequeñas ventanas oscuras<br />

que pretenden proteger del avasallante fuego conque la naturaleza nos<br />

intimida, o dos candados para encerrar y esconder sentimientos y evitar<br />

trascender y ser trascendidos.<br />

Un límite, una frontera entre el mundo exterior y el alma, que según<br />

dicen, se asoma por allí para curiosear el otro lado.<br />

Tan solo un par de anteojos, o nada menos que un par de anteojos.<br />

71


72<br />

Poesía<br />

EDITH MIGLIAro<br />

Viejo<br />

Olvidemos tu muerte y hablemos de nuevo.<br />

No me dejes sola pá, vení a darme una mano,<br />

vení a prometer siquiera<br />

que del otro lado me vas a esperar.<br />

Yo también te prometo no apurarme a cruzar,<br />

ir viviendo la vida que Dios decida mandarme,<br />

y parecerme a vos.<br />

Ser honesta y libre, y de tardecita<br />

cuando nadie escuche ni pregunte en nada<br />

pensar en vos.<br />

Pensar en los barcos que tanto amaste.<br />

Pensar en tu pipa, en tu mate, en tu cansancio.<br />

En tus siestas cortas sobre el sillón,<br />

en los tangos que tanto bailaste.<br />

Y así a escondidas,<br />

llorar por vos, llorar por no verte, por extrañarte tanto,<br />

por la injusta vida, que te sacó de mi lado<br />

cuando todavía no te había demostrado<br />

que te admiraba tanto.<br />

las calles del pasado<br />

Los recuerdos confundidos aparecen<br />

y el pasado desdibujado se hace soportable.<br />

Todo cambia, las penas y tristezas<br />

son ahora melancolía.<br />

Las pasiones arrebatadas… inocentes amores.<br />

Los odios y traiciones… apenas rencores asumidos.<br />

Los sentimientos atenuados nos permiten<br />

la secuencia vital de alegrías y tristezas.<br />

Inaugurar…<br />

¿cómo podríamos sino, sobrevivir?<br />

edith Migliaro


Patricia Moltedo<br />

Prólogo<br />

Alguna ensoñación<br />

A mi abuela le gustaba actuar, entonces, inventábamos universos,<br />

que se transformaban, en bosque y yo era Caperucita.<br />

Luego las hojas de un bloc fueron mis confidentes y albergaron<br />

fantasmas. Más tarde, viaje con piratas, fui al Imperio Romano, muchos<br />

vientos soplaron mi rostro.<br />

Los sainetes vivieron en las carcajadas.<br />

Hoy Quiero compartir alguna ensoñación, retacitos de mi mundo,<br />

gracias.<br />

tango dulce<br />

La sombra<br />

de un angelito aletea<br />

en las calles,<br />

en las veredas.<br />

Y por ahí… en algún Bar.<br />

Trepa al frente<br />

de algún caserón<br />

quizás, descangayado.<br />

En medio del gentío,<br />

de las corridas,<br />

de los colectivos,<br />

un guiño inocente,<br />

del niño alado,<br />

dibuja una sonrisa,<br />

disipando las nubes,<br />

en la ciudad,<br />

y yo me atrevo… y lo sigo.


74<br />

PATrICIA MoLTEDo<br />

como gotas de rocío en la mañana<br />

Los pétalos blancos como una lluvia en son de letanía, caen y<br />

alfombran parte del camino. Como todas las mañanas, Juan mira dentro<br />

del buzón, no hay cartas, solo una boleta. ¡Pagar! ¡Pagar!– piensa<br />

en voz alta. Catriel, observa desde sus sesenta centímetros en cuatro<br />

patas, con su melena color miel. Mueve su peluda cola, en afectuosa<br />

comprensión. El sabe de sentimientos, de los de su amo. Juan recorre<br />

el camino de lajas, en medio del pequeño mar verde. A sus espaldas<br />

quedan: el paredón y el portón de madera, que lindan con la calle.<br />

Traspasa el ventanal, entrando así al comedor diario. Va hacia la cocina,<br />

que tiene frente a él; a su derecha están los dormitorios y el baño.<br />

Su hermana, única acompañante, además de Catriel, aún no se ha<br />

levantado.<br />

Prepara unos mates, le comenta a Catriel, que lo sigue a sol y a<br />

sombra:<br />

–Está por llegar. Bien nos vienen unos pesos.<br />

Se escuchan unos ruidos.<br />

–Juan ¿Cómo está el día? –la voz adormilada de Adela, hace que<br />

su mente se ponga más alerta.<br />

–¡Buenos días! –responde–. Bien, una nube que otra. Pero, bien.<br />

Todavía está un poco fresco, habrá que esperar para aprovechar el<br />

calor –una sensación le recorre el cuerpo.<br />

–Esta primavera, recién empieza –la sensación se ha convertido<br />

en un escalofrío, sin razón. Es como un presentimiento, una angustia.<br />

Le ha dedicado una vida a las ciencias ocultas, al más allá, a la interpretación<br />

de gestos y sueños.<br />

Ceba un mate y se lo acerca a Adela, que se ha sentado en el comedor.<br />

Exactamente en el sillón de madera con almohadones floridos<br />

que mira al jardín. Regresa, toma la pava, la azucarera, un plato con<br />

galletitas y un repasador de toalla.<br />

–Puse las galletitas sin sal, como te dijo el médico –Comenta y se<br />

sienta en el sillón vecino que está en ángulo recto al de Adela.<br />

–Podrías traer la mermelada.<br />

–¡Mujer! levántate y tráela, un poco de movimiento, mal no te<br />

vendría.<br />

–Mirá cómo corre y ladra Catriel.


HILoS SECrEToS<br />

–Sí, pero no golpea nadie, sólo dejaron el diario –aclara y prolonga<br />

su mirada por el jardín techado por los árboles de finas ramas donde el<br />

sol se escurre hasta el suelo. Los pájaros cruzan el campo y rompen el<br />

hermoso silencio. El fresco perfume mañanero, le hace latir el corazón<br />

a Juan. Al rato, se escucha golpear con las manos, corre Catriel. Va al<br />

portón y vuelve al lado de Juan. Corre y ladra. Ladra y corre. Las ramas<br />

de las plantas bajas se menean como asintiendo la actitud del perro.<br />

Juan, atiende la puerta y pasa el esperado cliente.<br />

–Venga, pase, no, el perro, no le hará nada.<br />

–Buenas. Mire, Don Juan, le he venido a consultar, porque, me parece,<br />

que me han hecho “un trabajo”. –El cliente lo sigue a la habitación<br />

destinada a consultorio. Juan siente otra vez esa sensación opresiva.<br />

Ambos se pierden en los fondos de la penumbra. Al rato, se escuchan<br />

ruidos de llaves y el rechinar de las ruedas del changuito, Adela va de<br />

compras. Lleva puesta una chomba, una pollera ancha que le llega<br />

a media pierna, medias tres cuartos arremangadas, como si fueran<br />

soquetes, mocasines marrones, una campera, y su cabello gris, casi<br />

blanco, está sujeto por dos peinetas de similar color. Va por la calle con<br />

su meta fija, solo se detiene a charlar con alguna vecina.<br />

A su regreso, un aroma a vegetales cocidos, la envuelve exquisitamente.<br />

Un vistazo hacia la habitación de trabajo de su hermano, le<br />

indica que éste sigue ocupado. Continúa su labor de ordenar lo comprado,<br />

preparar algo más para el almuerzo; luego, repasará un poco la<br />

casa. Se pregunta –¿Dónde estará Catriel?<br />

Para la hora del almuerzo, Juan ha terminado de atender y Catriel<br />

lo espera en la puerta, para seguirlo. Prepara, entonces, Juan, la<br />

mesa: extiende un mantel, pone los vasos, los cubiertos, las bebidas,<br />

las servilletas, los platos.<br />

Piensa, Ya está todo. Hummm ¡No! ¡Las galletitas! –enciende el<br />

televisor. Entra Adela pregunta:<br />

–Y ¿Qué tal, el día?<br />

–Bien, Ayuda.<br />

–Mejor, ya va a estar la comida.<br />

Por la tarde, cuando otra mateada se avecina, alguien golpea.<br />

–¡Don Juan!!! –llaman amigablemente desde el otro lado de portón.<br />

–¡Ya va! ¡Ya va! –contesta, apurando el paso.<br />

Una vez abierto el portón, un hombre joven, sonriente, disculpándose<br />

desde la mirada, comenta:<br />

75


76<br />

PATrICIA MoLTEDo<br />

–Perdón, se estropeó la cerradura de la puerta de casa y ¡no podemos<br />

abrir! ¡El nene está adentro!<br />

–¡Cálmese! Agarro la caja de herramientas y voy –recalca Juan.<br />

De vuelta, el muchacho, lo acompaña. Catriel, también. Él va delante,<br />

moviendo la cola, satisfecho.<br />

–Gracias, Don Juan. –¿A quién buscaríamos, si usted no estuviera?<br />

–No es nada, hombre. Sólo un movimiento de pinza. Hubieras<br />

encontrado a cualquiera.<br />

–¿Cuánto es?<br />

–Nada, ya te dije.<br />

–Bueno, pero, cualquiera de estos días, dése una vuelta por casa.<br />

No deje de venir. A tomar unos mates, aunque sea.<br />

–Sí, sí. Contá con eso.<br />

–Gracias, otra vez. Y lo espero.<br />

Cierra el portón, Catriel muy serio, mira hacia delante, va al comedor<br />

y se sienta en su sillón preferido, que le permite ver todo el jardín,<br />

y está cerca de la puerta. La noche va cerrando. Adela prepara algo<br />

ligero, para la cena, un caldo. La televisión comenta guerras lejanas y<br />

sorpresas cotidianas.<br />

Los círculos en el piso, de gotas que la mañana sorprende.<br />

No son de rocío: son de color intenso. Rojo, rojo fuerte.<br />

Se prolongan en una chorreadura que, Catriel, comprende como<br />

grave y terrible. Ese hombre había llamado como tantos. Muy temprano.<br />

Adela lo hizo pasar. Entonces, había forcejeado con ella, que por<br />

último cayó. Juan había corrido buscando ayuda. Catriel lo vio caer;<br />

había ladrado, pidiendo ayuda. Luego ni sus lamidas cariñosas, ni sus<br />

gruñidos y quejidos habían podido reanimar a Juan, tampoco sus aullidos,<br />

aunque llenaran los cielos.<br />

Catriel lo abraza con su cuerpo, Juan está todo estirado, boca<br />

abajo, en el camino de lajas con una herida profunda en la espalda,<br />

que ya no sangra.<br />

la espera<br />

Silencio, profundo, en la casa. Hojas otoñales pavimentan todo. Al<br />

fondo, un hogar ampliamente iluminado, por los ventanales. El parque<br />

rodea la casa. La familia puede volver.


HILoS SECrEToS<br />

La mañana estaba celeste, igual que aquella vez y el hombre con<br />

pie firme, entró a la estancia principal. La atravesó, ignorando la mirada<br />

de los espejos de marcos tallados al oro. Los modestos muebles fueron<br />

puestos a las apuradas. Con un cigarro, ora en la mano; ora en la boca.<br />

Ordenaba, miraba, vigilaba. Mario. Iba y venía.<br />

En muchas oportunidades, tomaba el teléfono, dirigía, invitaba.<br />

Raras veces subía al tercer piso o miraba el jardín. Pero, comenzó a<br />

dudar de la calidad de lo que fumaba, cuando en varias ocasiones,<br />

sintió que lo seguían o lo esperaban. A veces, creía, ver en lo alto, a<br />

un hombre, apenas asomado, mientras entraba el coche. En la casa,<br />

no había nadie. En una oportunidad, la claridad del día, lo despertó y<br />

cuando abrió los ojos, se encontró frente a frente con la cara de una<br />

mujer con los ojos desmesuradamente grandes. Le pareció hermosa.<br />

Comenzó a seguirla. El vestido de suave y fina gasa la envolvía.<br />

Sólo se mostraba de frente. Corrió el hombre para tocarla, hablar<br />

con ella… Sólo conseguía asustarla. Visiones desafortunadas proliferaron.<br />

Vendió la propiedad.<br />

–¡Oh! Mario, esto es increíble, lleno de escaleras –toma aire, y<br />

pregunta:<br />

–¿Viste la principal, de roble? –corre, recorriéndolo todo.<br />

–¿Viste las otras, más pequeñas, para el personal? Es perfecta,<br />

tiene vista a toda la Villa. Desde el mirador, claro.<br />

La mujer, feliz, vuelve para abrazarlo.<br />

–La quiero –concluye.<br />

–Bueno, si es así, es tuya.<br />

–¡Mi amor! hasta mamá se sentirá cómoda.<br />

La noche cae.<br />

–¡Marta! –La mujer llama a la joven mucama de severo uniforme.<br />

–¿Señorita?<br />

–¡Tesoro! Preparame la ropa, tengo que encontrarme con… Sabés<br />

quién –acomoda, la mujer de muy cuidados cuarenta años, la joya en<br />

la caja y saca otra del mismo estuche.<br />

–Ésta, me va a hacer juego, ¡Marta!, traeme el vestido naranja.<br />

–Si, señorita.<br />

Marta, va al vestidor. Al momento, golpea la puerta abierta de la<br />

habitación, una mujer elegante.<br />

–Querida, ¿puedo pasar?<br />

77


78<br />

PATrICIA MoLTEDo<br />

–Pero, sí, mami –y le comenta, sonriente: –Voy a salir.<br />

–Es un hombre grande, casi de mi edad, con familia…<br />

–Pero, me hace feliz –llega la respuesta cortante.<br />

–Si es así… –la madre deja perder la mirada por el ventanal, vislumbra<br />

el techado de los chalets en medio del arbolado de los jardines.<br />

Una vez cambiada, la joven sube al automóvil, que la espera. Una<br />

sombra desde la vereda la ve partir. Una mirada triste.<br />

Mientras, el sol va prolongando las sombras, en el techado terracota<br />

de la mansión. Los tilos se mueven, intentando una suave melodía.<br />

El sol inunda toda la casa.<br />

–¡Marta! –otra vez, la estridente voz de la mujer.<br />

–Sí, señorita.<br />

–¿Qué hora es? ¡Cuánto sol!<br />

–Son las doce, señorita, de un hermoso día.<br />

–Si uno no se hubiera acostado a las siete de la mañana.<br />

–Si gusta, la ducha está preparada.<br />

–Sí, por favor… –y agrega–: Preparame nuevamente la cama, creo<br />

que voy a seguir durmiendo.<br />

–Bueno, señorita.<br />

Luego de almorzar tardíamente, la joven dama, piensa, señora de<br />

las cuatro décadas, como dice la canción. Camina por la habitación,<br />

mira la terraza, todo tapizado en cerámica roja. Baja al piso inferior,<br />

donde comienza la estrecha escalera de servicio. Cree ver algo, será<br />

Marta, piensa. Va tras ello.<br />

Baja por la escalerita, llega a la planta baja y… Nada. Sólo la cocina.<br />

Entonces, va al pasillo, allí, la escalera que conduce al sótano,<br />

blanca y de metal, se muestra. Baja.<br />

Una cálida luz, al fondo, la invita. Encuentra una vela encendida.<br />

–¡Marta! ¡Marta! –llama. De pronto, la risa de unos niños en el<br />

jardín. Sube, se asoma por el ventanal. En la habitación de vigilancia,<br />

unos niños juegan, subiendo y bajando la escalera que lleva a la artesonada<br />

terracita.<br />

–¡Marta! –llama otra vez–. ¡¿De dónde salieron estos chicos?! se<br />

pregunta. Vuelve a su dormitorio, por la escalera principal. Reflexiona,<br />

¡qué ropa anticuada llevan!, como de hace treinta o cuarenta años.<br />

Llamaré a Mario… Marca el número, y… no hay línea… ¡Qué extraño!<br />

Vuelve a marcar y… lo mismo.<br />

–¡Marta! –llama y vuelve a su cama. Se ve rodeada por los sirvientes,<br />

por su madre, por los niños y por un matrimonio, que no reconoce.


HILoS SECrEToS<br />

A su lado, la misma gente. Todos miran, desde el costado, como la<br />

piqueta, derriba. La tragedia se había cernido hacía mucho tiempo.<br />

–Habrá que esperar, para sacar a los intrusos – Marta, entonces,<br />

da la vuelta y se sumerge en el verde. Los demás la siguen.<br />

Paseo y baile<br />

El hermoso mar. Tibio y sereno, yendo y viniendo, subiendo y<br />

bajando.<br />

El cielo celeste y límpido, hace que uno se recline y descanse en<br />

la arena.<br />

Lea y yo perdemos nuestra vista en el horizonte. Con ella nos conocemos<br />

como vecinas. Pero, siempre supe que era buena persona. Y<br />

así la invité a estas vacaciones, de hecho fue para no estar sola.<br />

Lo mejor es que aceptó. Además las dos venimos de experiencias<br />

similares, hemos roto con nuestros novios, tenemos el corazón a medio<br />

remendar.<br />

Yo sueño con encontrar a alguien con quien pasar un dulce momento.<br />

Ella manifiesta su profundo deseo de descansar de todo, trabajo<br />

y hombres.<br />

Mientras tanto paseos, disfrute de la naturaleza, visita a los museos,<br />

el mar que envuelve, toma y rechaza, tibio, tranquilo e inestable<br />

a la vez.<br />

Mi querido Mar, mi amante… ¿Cuánto hace que no nos vemos?<br />

Con Lea conocemos algunas personas. Salimos, vamos a bailar,<br />

a comer a restoranes, sacamos fotos. Queda poco tiempo, el mar a<br />

veces lame y golpea mis hombros. El sol los seca.<br />

–¡No, a mi dejame de hombres!-declama Lea.<br />

–En cambio, ¡yo los quiero!, y las cartas están echadas –dije.<br />

Es nuestra última noche, vamos a bailar. La compañía es buena, la<br />

música, también. Nos eleva nos mece, con mi amigo me elevo al cielo.<br />

De pronto, siento que debo bajar a tierra, busco con la mirada por la<br />

pista de baile a Lea. Ni por aquí, ni por acá. Ni ella, ni su acompañante.<br />

Poco tiempo después los vero aparecer, él con la camisa suelta, ella<br />

con el pelo revuelto y el vestido a puesto con descuido. Ya de regreso,<br />

79


80<br />

PATrICIA MoLTEDo<br />

en la habitación del hotel, preparamos las valijas para volver, recién<br />

entonces me animo y pregunto:<br />

–¿Qué tal?<br />

–Bien, pero me molestó la palanca de cambios.<br />

Digitextos<br />

Necedad<br />

Persigo la rosa que huye a otras manos.<br />

ludovica<br />

Ludovica estaba orgullosa de no discriminar. Pero, había que ver<br />

como desechaba los negritos. Los bizcochos que se le quemaban, claro.<br />

Hallazgo<br />

Tuve que descender a los infiernos, pasar por el purgatorio para<br />

valorar el paraíso. Donde, se sabe, siempre hay una víbora.<br />

Patricia Moltedo


Florencia luz Muñoz<br />

Prólogo<br />

sueños de ilusiones<br />

Otro año más tengo la maravillosa oportunidad de poder publicar<br />

mis escritos, y expresar el arte que corre por mi cuerpo, mente y alma.<br />

Gracias al trabajo literario y al minucioso análisis de diversas obras,<br />

cada día que transcurre en mi joven e inexperta vida, no sólo incremento<br />

mi cultura general sino que también sufro el cambio increíble de<br />

crecer junto con los temas que tratan dichas obras literarias.<br />

La pasión, la reflexión, el silencio sonoro, el perdón, la realidad y lo<br />

fantástico, entre otros. Todo se complementa con el poder inmenso que<br />

contienen las palabras. Esta especial etapa de sueños de ilusiones me<br />

permite abrir nuevas puertas a lo desconocido mediante la brisa palpitante<br />

que acaricia y renueva mi futuro bohemio, deja atrás al pasado<br />

lleno de recuerdos hermosos y colma el presente.<br />

Como todas las noches, yacía en mi refugio<br />

y comenzaba a concebir un sueño. Apenas palpité el tacto del éxtasis<br />

tropecé con una piedra que tenía en su corteza la frase…<br />

“Los que no sienten la adrenalina de hacer realidad sus ilusiones son<br />

sólo unos cobardes sin razón”.<br />

Al despertarme lancé un grito sordo de dolor<br />

que atravesó todos mis instintos.<br />

Respiré hondo y me dirigí hacia un sueño sin rumbo.<br />

Fui atropellada sentimentalmente por un sujeto llamado Riesgo<br />

que trató de acercar sus palabras a mis oídos distantes.<br />

Sin embargo, al querer confesar mis pensamientos<br />

mi Alma se tiñó de rojo con una de las espinas de su ser.<br />

La ilusión de su presencia en ese sueño<br />

me ahoga en una interminable decadencia.


82<br />

FLorENCIA Luz Muñoz<br />

el reloj<br />

Estaba sentada junto a su hijo en una habitación de subte tan oscura<br />

como sus almas, en medio de la madrugada que presentaba un<br />

tono de pesadilla. La fidelidad de su hijo se notaba en sus expresiones<br />

nerviosas.<br />

–¿Falta mucho mamá?-gritó con timidez el joven.<br />

–Tuve un día de trabajo agotador, perdí mi reloj.<br />

–¿El reloj que te había regalado ese hombre antes de seguir su<br />

rumbo?<br />

–Esos asuntos no te incumben.<br />

–Como podés decirme algo así después de todo lo que vi estos<br />

últimos meses en casa… –reprochó el joven.<br />

–Lo tuve que hacer por nuestro bien hijo si no, no sé dónde estaríamos<br />

en este momento-respondió con un tono desesperado la<br />

mujer.<br />

–Ya no importa nada, nuestras vidas están a la deriva porque ustedes<br />

lo quisieron, por no medir su tiempo y otras cosas más…<br />

–Basta de insistir con necios reproches, tratemos de pisar y sepultar<br />

el pasado.<br />

–Como quieras, si eso te hace sentir menos culpable, no insistiré<br />

más con ese reloj. ¿Falta mucho? –gritó el joven con la valentía del<br />

adiós.<br />

Mentiras profundas<br />

Desde que poseo uso de la razón, mi infancia como hija única fue<br />

muy solitaria. No tenía amigos, nadie quería involucrarse en una relación<br />

conmigo y la comunicación con mis padres era escasa.<br />

Los fines de semana permanecía en mi hogar leyendo y estudiando<br />

mientras se realizaba la limpieza general y aprovechaban para ir de<br />

compras. A veces esto les llevaba una larga jornada.<br />

La mayoría de los días de la semana uno de mis vecinos, sentado<br />

en una silla de madera en mal estado, nos saludaba con un gesto que<br />

producía su mano y nos pedía un vaso con agua. Mis padres me decían<br />

que lo ignore, tal como lo hacían ellos.<br />

Pasaron algunos años, al venir de la facultad, buscando en mi<br />

bolso las llaves de mi casa, me tropecé con ese anciano, presentí que<br />

con su mirada de miedo trataba de decirme algo.


HILoS SECrEToS<br />

Me gradué en psicología y mi novio era detective. Él vigilaba la<br />

cuadra de mi casa, porque decía que se había ganado la fama de la<br />

más misteriosa del barrio. Mis padres nunca lo aceptaron.<br />

Dos meses después hallaron el cuerpo de mi vecino en el sótano<br />

de su humilde hogar, mientras mis padres estaban de vacaciones en el<br />

Norte de Europa. Su cadáver yacía en una silla, sus manos y sus pies<br />

estaban atados y al lado de su cabeza había un recipiente que contenía<br />

sustancias tóxicas.<br />

No resistí la verdad y a la noche siguiente, en el grato reencuentro<br />

con mis padres, preparé un jugo casero exquisito.<br />

reencuentro imposible<br />

Una tarde rutinaria de domingo, en una reunión de egresados dos<br />

viejos amigos se encontraron en una cafetería, ambos con sus respectivas<br />

parejas. Lucrecia y su Dafnis se hallaban en una placentera<br />

conversación. Su viejo conocido, llamado Marcos, estaba enfrente de<br />

su mesa junto a su joven amada. Al verse mutuamente se saludaron,<br />

y juntaron las mesas.<br />

–Qué coincidencia. Cuántos años sin vernos querido. ¿Algo interesante<br />

para contar? –preguntó con ansiedad Lucrecia.<br />

–En tres semanas me caso con esta bellísima mujer. ¿Y tu, vida?<br />

–Excelente. Dentro de unas semanas voy a recibir un ascenso en<br />

mi trabajo.<br />

–Felicidades.<br />

Sus parejas reflejaban en sus ojos una inquietud que sólo ellos<br />

lograban entender. La joven novia no dejaba de mover su pie derecho<br />

con sandalias de última colección.<br />

–¿Te acordás cuando éramos muy unidos en la secundaria? –dijo<br />

Marcos.<br />

–Cómo olvidarlo, lástima que el destino nos brindó demasiadas<br />

oportunidades pero… nosotros no las quisimos llevar a la realidad –dijo<br />

con un tono de reproche Lucrecia.<br />

–Puede ser –replicó él sin darle importancia.<br />

El Dafnis de la muchacha esboza un gesto de aburrimiento, se<br />

saca el saco e invita a bailar a la acompañante de Marcos. Así los viejos<br />

amigos unidos tendrían más libertad para conversar acerca de sus<br />

recuerdos y luego, quién podría decirlo, pasada la hora, ellos darían<br />

83


84<br />

FLorENCIA Luz Muñoz<br />

un paseo debajo de las lágrimas que descendían del manto celestial<br />

estrellado…<br />

… claro que para conversar…<br />

universo vivido<br />

Percibo olores tristes y trágicos, mis ojos se detienen en una misma<br />

imagen durante segundos y segundos hasta que las agujas anuncian<br />

la medianoche. ¿Es tiempo de ausencias? Tiempo para recibir<br />

el abrazo partido, archivar buenos momentos y tratar de seguir por el<br />

sendero de la vida sangrado de amor.<br />

¿Obtengo memorias? Memorias de años de mentiras e ilusiones.<br />

Primero solo me permitían quererte, al enterarme de tu verdadera<br />

identidad te pude amar. Siempre tan callado con tus sentimientos, era<br />

yo quien los iluminaba. ¿Tarea complicada? No, te dejabas llevar como<br />

las hojas secas por el dulce viento. ¿Me arrepiento de haberte odiado<br />

y amado tanto? Sólo sé que lo hice con toda mi alma. Como el poeta<br />

que se enloquece con su poesía, yo me sumergí en la aventura loca<br />

que me transmitías.<br />

La luna me mira desde mis pies y vos desde el manto celestial<br />

estrellado que algún día alcanzaré también.<br />

Vueltas mágicas<br />

Una tarde de domingo hermosa mi terreno se llena de desconocidos,<br />

agradables y no tanto. Veo reflejados corazoncitos partidos,<br />

ilusionados y decepcionados en la nítida ceguera de la gente. Mi mente<br />

empieza a recordar los maltratos sufridos, las caricias otorgadas, las<br />

promesas envenenadas, entre otras situaciones que he vivido a lo largo<br />

de mis vueltas. Adoro ver las infantiles caritas que se asoman con<br />

inocencia a mi ser, y que esperan ansiosamente sentir esa adrenalina<br />

palpitando en sus venas. Me alegra contemplar el atardecer con cada<br />

vueltita que realizo, y así poder inspirarme con el aroma extrovertido<br />

del río que rodea mi panorama. Llega la noche y como consecuencia<br />

camino y camino hasta arribar a la puertita que abre mis sueños, encuentro<br />

la llave y la abro. Permanezco junto a mis sueños cultivados<br />

alrededor del mundo.


Poesía<br />

HILoS SECrEToS<br />

Amor platónico<br />

Atrapada en infinitos ensueños<br />

invisibles como un fugaz suspiro,<br />

capaz de borrar todos los sentidos<br />

hasta herir sin lógica mis deseos.<br />

Eclipses sombríos yacen en el fuego<br />

de reflejos oceánicos hundidos<br />

en mis labios al borde del delirio<br />

plasmando esto, en nostálgicos espejos.<br />

Ni la tormenta de una tragedia<br />

logra apartar la ilusión de mi alma,<br />

ahogada en mi cruel primavera<br />

Viajo a la desierta plaza,<br />

te regalo la invisible estrella<br />

que habita en mis poesías desesperadas.<br />

cambio<br />

El poema cierra sus puertas hacia la inspiración<br />

como el día humilde apaga lentamente sus luces.<br />

En las agujas doradas del lugar<br />

permanecen recuerdos que vale la pena rescatar.<br />

Y esa obra de arte perfecta<br />

que se teñía de rojo para ocasiones especiales<br />

yace pálida como las escasas gloriosas nubes que se logran apreciar.<br />

Memorias esfumadas a través del inevitable ciclo<br />

vencen y son vencidas<br />

en su tormentoso y confuso juego.<br />

¿Sientes dolor? Mas bien el miedo al cambio<br />

de un precipicio a tierra firme<br />

de esperar en soledad a hallar la compañía ideal.<br />

85


86<br />

FLorENCIA Luz Muñoz<br />

Melancolía<br />

i<br />

Su origen se dirige hacia el siglo XVII<br />

cuando Robert Burton describe su anatomía.<br />

Permanece su esencia en los temores<br />

y pensamientos débiles de los hombres<br />

y vaga por las rutas de la compleja existencia de los mismos.<br />

ii<br />

Sus huellas se dispersan en el cosmos<br />

sin importar el pasado, presente y futuro del destino de cada acto.<br />

Finalmente sus hechizos embrujan a la humanidad<br />

y consiguen que esta se ahogue en el fondo del hueco océano.<br />

iii<br />

Dulce delirio que afecta a mis ilusiones.<br />

Me acompaña en toda eterna condena.<br />

Destroza mi alma en precipitados deseos<br />

hasta ya no poseer esperanza alguna.<br />

iV<br />

Hoy comenzará la gran odisea de esfumarla.<br />

Espero poder lograr ganarle a este estado que interrumpe mi tiempo.<br />

V<br />

Olvidarla.<br />

Recordarla.<br />

Superarla.<br />

silencios<br />

Silencios que contienen lánguidas espinas,<br />

crean en nuestro interior ensueños y realidades inciertas,<br />

dejan que la pasión por crear<br />

y por cuestionar a la vida<br />

se esfume instante tras instante en un suspiro olvidado.<br />

Despierto en la ciudad iluminada por la oscuridad<br />

sentada en el terreno desierto<br />

trato de visualizar el destino de mi salvación<br />

que tarda muchísimo en llegar…


HILoS SECrEToS<br />

Las gotas de mi alma se sanan para recibir nuevas penas y alegrías.<br />

Ya no pienso en las tormentas dulces y amargas sufridas.<br />

Observo la imprecisión del tiempo y descanso en la infinita paz celestial.<br />

Alianza<br />

Casi siempre me confundes,<br />

padecí severas noches solitarias iluminadas por los astros,<br />

días melancólicos,<br />

en la espera inútil de tu otra mitad.<br />

El mar se secó<br />

el desierto se inundó,<br />

y aún así no ha sido suficiente.<br />

Te llevo a todos lados,<br />

sin saber por qué.<br />

Tan callado, sordo, ciego<br />

que me confundes otra vez…<br />

la mañana y la noche<br />

La mañana se enfría<br />

y la noche comienza a entibiarse.<br />

El horizonte esculpido se transforma en amorfo,<br />

mientras tu ser se desvanece en el mío.<br />

Acaricias mis pétalos,<br />

acaricio mi manantial.<br />

Me arriesgo a navegar por la niebla,<br />

la emoción vibra en mi interior<br />

y se lleva el abrazo de un recuerdo.<br />

Quedo enfrente de mi nuevo espejo,<br />

pienso en la velocidad el tiempo<br />

que siempre<br />

empieza y termina<br />

en ese instante.<br />

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88<br />

FLorENCIA Luz Muñoz<br />

travesía<br />

Las estrellas son mis compañeras de viaje.<br />

Travesía que comprueba mi solitaria y vacía vida<br />

rodeada de espléndidas y fantásticas figuras irreales.<br />

Permanezco estática,<br />

y veo correr apresuradamente las agujas del reloj<br />

sin detenerme en los sujetos que presencian<br />

tal oscura escena, tan contraria a la vida…<br />

No pidas que explique el por qué,<br />

me ahogo en la conclusión de mis propias hipótesis<br />

sin descubrir mis raíces,<br />

sin conservar mi esencia,<br />

sin palpitar cada palabra,<br />

pierdo la noción de mi existencia.<br />

Finalmente me traslado a un nuevo sitio,<br />

quizás el que el destino me depara…<br />

esencia<br />

Mentiras verosímiles bajo un manto de seda<br />

enfocan el plano orbital<br />

de sentimientos ausentes.<br />

En algunos, las ilusiones se transforman<br />

en dolorosas penas difíciles de superar.<br />

En otros, un comienzo de algo nuevo y real<br />

Enigmática radiación interior<br />

que da luz a nuestra esencia.<br />

Florencia luz Muñoz


Maribel Podestá<br />

De Jorge Luis Borges<br />

Prólogo<br />

epílogo del tiempo<br />

instante<br />

¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño<br />

de espadas que los tártaros soñaron,<br />

dónde los fuertes muros que allanaron,<br />

dónde el Árbol de Adán y el otro leño?<br />

El presente está solo. La memoria<br />

erige el tiempo. Sucesión y engaño<br />

es la rutina del reloj. El año<br />

no es menos vano que la vana historia.<br />

Entre el alba y la noche hay un abismo<br />

de agonías, de luces, de cuidados;<br />

el rostro que se mira en los gastados<br />

espejos de la noche no es el mismo.<br />

El hoy fugaz es tenue y es eterno;<br />

otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.<br />

epílogo Del tiempo<br />

Lo sé, la vida susurra al albor de sus primeros rayos en un instante,<br />

el ser dibuja su destino, toma un polo en el juego de las fuerzas y<br />

sobrevive. La superficie sirve un tiempo que no es del alma, el presente<br />

colorea bermellón, agua marina, la eternidad cúlmine.


90<br />

MArIBEL PoDESTá<br />

sin título<br />

i<br />

Mas solo… Vuelvo a contemplar el bosque, en el aroma a menta y el<br />

mágico silencio del viento.<br />

Deviene el ser en la envoltura de las formas agotada la huida en la<br />

exploración del mundo.<br />

Mas solo un hálito sagrado mora en el pecho del ave que ha nacido al<br />

camino hacia sí mismo.<br />

ii<br />

Aspiro el silencio nocturno al bajar la escalera. Mis pasos olvidan al<br />

cruzar el jardín un grito. En el follaje, una gota marina orilla el cristal de<br />

otro paisaje.<br />

iii<br />

El amor en el balcón giró entre sábanas, la voz pintó la pared del alma.<br />

En la mañana llora el ayer, nosotros y el perdón.<br />

iV<br />

Desnudo manzanar, frágil puente de sombras, soy torrente de dolor que<br />

asoma bajo el resplandor.<br />

V<br />

Exaltados ángeles danzan alrededor del flautista inocente. Un vértigo<br />

numinoso, casi sagrado de amor ingenuo, de soles, de alegrías y lavandas<br />

impone a las almas otros destinos.<br />

Vi<br />

El ocaso anticipa una emboscada, sin perfume, sin puerto y el devenir<br />

entrega un hombre que ayer ha muerto.


Poesía<br />

HILoS SECrEToS<br />

Génesis<br />

Inocente jardín de tulipanes<br />

niña interna.<br />

Vuelve al río de estrellas<br />

y calma el dolor.<br />

Oye el susurro de hojas<br />

junto a los pájaros<br />

del poniente.<br />

Refleja el manantial de auroras,<br />

trinos que mece al jardín azul marino,<br />

niña interna…<br />

exhala tu estrella,<br />

mi estrella, mi estrella.<br />

Piso 13<br />

Piso 13º.<br />

Desemboca gris la calle<br />

en la ciudad.<br />

Multicolor la mirada<br />

de la gente<br />

alocada e infinita<br />

abraza los edificios.<br />

Puerta azul, dos mundos,<br />

Piso 13º.<br />

Semillas de sésamo,<br />

el té cerca del piano,<br />

tú, aromado en menta<br />

en la ventana.<br />

Hecha sus redes<br />

91


92<br />

MArIBEL PoDESTá<br />

el vaho del sándalo<br />

y recorre mi valle,<br />

descanso en ese cielo.<br />

Piso 13º.<br />

Desemboca gris la calle<br />

en la ciudad.<br />

Único pero no infinito,<br />

el momento.<br />

Plegaria<br />

Un navegante<br />

parte hacia alta mar.<br />

Exhala a cielo abierto<br />

su último ciclo<br />

de dolor.<br />

Funde la plegaria<br />

el sello solar<br />

y un rapto de viento<br />

trae a la arena<br />

un ser cósmico<br />

que pregunta:<br />

–¿por qué ha sido elegido?<br />

crepúsculo<br />

Abrazados en la voluptuosa<br />

calma de la noche<br />

y en la incongruencia<br />

del mundo.<br />

Embriagados de búsqueda.<br />

Desnudos en el frescor marino,<br />

que urde fugaz la playa y,<br />

el oleaje de la orilla.


HILoS SECrEToS<br />

La humanidad toda al unísono.<br />

amanece en vida bajo la luna.<br />

La libertad rompe en olas<br />

y la especie<br />

tan humana, tan divina.<br />

como lumbre nace<br />

a la palabra nueva<br />

perfumada en rosas.<br />

Entonces será eterno<br />

el vuelo de gaviotas<br />

en el horizonte de plata,<br />

y el viento marino,<br />

ya,<br />

no será cautivo.<br />

rango divino<br />

Quién soy yo sino,<br />

la lanza hendida<br />

en el costado azul<br />

del maestro.<br />

Soy el espíritu del cenagal<br />

guardando el emblema<br />

de lo ancestral.<br />

Quién sino el galope<br />

de un grito<br />

en el exilio.<br />

Soy un reposo de sombras<br />

en un campo desierto<br />

de trigo.<br />

La eternidad subterránea<br />

en un lecho de ramas.<br />

93


94<br />

MArIBEL PoDESTá<br />

Soy quien pulsa la señal<br />

cabalística<br />

en un puerto exótico.<br />

Quién sino la semilla sagrada<br />

del círculo hermético.<br />

el rango divino<br />

de la piedra y la estrella.<br />

Soy la pluma<br />

en el exorcismo<br />

del poeta<br />

sobre tus pasos<br />

Alondra.<br />

Bebe el aguardiente<br />

de los últimos mares.<br />

Retorna a cualquier puerto<br />

tu enajenado amor<br />

y, amarra un grito<br />

en tu plumaje.<br />

Mágica llegada<br />

y este volver<br />

sobre tus pasos<br />

que arrasa el viento.<br />

Un rayo<br />

besa al pétalo<br />

en altamar<br />

y a este amor.<br />

Alondra,<br />

vértigo de fuego,<br />

espacio oscuro…


HILoS SECrEToS<br />

flota vacío<br />

pero bajo tu luz<br />

basta una declaración.<br />

El ayer se diluye<br />

y el mañana es, este amor<br />

aprisionado en la noche.<br />

Alondra…<br />

el mensaje<br />

Fui el mensaje<br />

cautivo del espanto<br />

donde yace la enigmática<br />

mirra de unos ojos.<br />

Fui al llamado, testigo<br />

de mis pasos peregrinos<br />

huyendo en la noche del huerto.<br />

Fui al llamado<br />

de la orquídea en abrazo,<br />

y en un tiempo circular.<br />

Fui al llamado<br />

donde bate el duelo<br />

y la libertad derrumba<br />

a los símbolos.<br />

Y fui al llamado<br />

en las aguas del bautista.<br />

Alba<br />

Profunda verdad<br />

en el olor del otoño<br />

se levanta al alba,<br />

y vuelve al ocaso.<br />

Como el río hidrata la tierra<br />

95


96<br />

MArIBEL PoDESTá<br />

y redimido muere en ella.<br />

Como la vida<br />

cuando se alza sola,<br />

porque decide recomenzar.<br />

por piedad.<br />

No es fácil,<br />

así, casi un vaticinio,<br />

así, es el andar…<br />

el lugar<br />

Busco de prisa el refugio,<br />

la risa<br />

y el sosiego.<br />

Un lugar.<br />

Entonces, vacila insomne<br />

la mirada del niño<br />

y un destino deshoja la vida.<br />

Palomas blancas derredor<br />

del cuenco, sacian su hambre.<br />

Exaltado muchas veces<br />

el cielo amarra<br />

en este puerto<br />

hospitalario<br />

y el niño lo habita.<br />

Vértigo de fuego<br />

espacio oscuro<br />

flota vacío<br />

y en la luz<br />

basta una declaración<br />

de amor.<br />

Maribel Podestá


Graciela ruffini<br />

Prólogo<br />

llamado de una voz interna<br />

Desde la profundidad de cada palabra, el silencio de una voz interna<br />

vibra a través de un cuento, poesía, poema o relato y me otorga el<br />

humilde orgullo de verlo plasmado en las páginas de este libro.<br />

En esta travesía de aprendizaje adquirí consejos, virtudes y ejemplos<br />

de mi Profesora MARTA MUTTI, de su mano encontré la oportunidad<br />

de avanzar en el campo de la literatura, la escritura.<br />

Logré reencontrarme conmigo misma, con el placer, el conocimiento<br />

y con un amor incondicional hacia cada uno de Ustedes que me<br />

acompañan en este desafío. A vos que ya no estás “GRACIAS” pasaste<br />

a ser un Angel Celestial que guía mis pasos en esta vida.<br />

Escribir es un camino maravilloso, en el que soy, me fortalezco<br />

como persona, hilvano sentimientos, ideas, formas, colores. Me atrevo<br />

a jugar con las palabras moldeando el texto, dándole al lector libre albedrío<br />

para volar en su propia imaginación.<br />

Escribo finalmente para que mi alma pueda soltar las raíces de mi<br />

esencia…<br />

Amar…<br />

Dar…<br />

Compartir…<br />

Soltar el corazón…


98<br />

GrACIELA ruFFINI<br />

Plaza de barrio<br />

Era su día de paseo. Sobre la cama el atuendo preferido; vestido<br />

rosa perlado, zapatos manteca, soquetes de seda, y blanco sombrero<br />

de pana.<br />

A la espera del abuelo la pequeña se recostó en su mecedora<br />

de mimbre, se aferró al antiguo reloj de cobre y dormitó. Suaves campanadas<br />

anunciaron la hora, en pocos minutos la puerta de madera<br />

espejada se abrió lentamente<br />

“¡Hola abuelo vamos a la plaza!”.<br />

Tomados de la mano, dando brincos, se perdieron por la arbolada<br />

calle. Al llegar, asombro y desazón se reflejaron en el rostro de la niña;<br />

ya no era su lugar de juegos de verde césped y flores; sólo tierra y<br />

escombros.<br />

La calesita ya no giraba. El tobogán y las hamacas se alejaban en<br />

carros sin destino.<br />

“¿Qué pasó abuelito?”. “Destruyeron el parque, un imponente edificio<br />

apagará el sol, cubrirá el cielo y se llevará en el viento la alegría<br />

de todos”.<br />

Volver a soñar<br />

La tormenta avanza, el frío invernal hiela mi cuerpo preparo un<br />

café apenas endulzado, enciendo un cigarrillo. Recostada en el mullido<br />

sillón frente a los leños que arden reflejando círculos rojizos sobre las<br />

paredes deterioradas espero…<br />

La lluvia no cesa, rayos enfurecidos devoran los espesos nubarrones<br />

suspendidos en la oscuridad nocturna mientras el voraz viento<br />

golpea el ventanal de vidrios cristalinos y parece quebrarlo. El temor<br />

enmudece mi cuerpo, dispersa en el tiempo, espero que el auto detenga<br />

su marcha frente a esta vieja casona.<br />

Otro cigarrillo, más café así alimento la ajada esperanza de una<br />

velada informal, ¿vendrá? El teléfono continúa sin emitir sonido alguno…<br />

Tanto tarda, es tarde y el cruel silencio alarga la noche –¿Por qué<br />

se comprometió?


HILoS SECrEToS<br />

El amor no razona, condena la existencia; vidas, historias diferentes.<br />

Arrebujada en la sarmentosa manta azulada y la vana espera seco<br />

mis lágrimas… amanece y vuelvo a esperar la noche para soñar.<br />

el grito del silencio<br />

La última llamada saludándola por su cumpleaños olía a algo inesperado<br />

¿que ocultaba? cuando hábilmente evadió la charla tan fugaz,<br />

antes del adiós le dejó un breve mensaje:<br />

“Pedile a Dios, rezá”.<br />

Su voz callada produjo el sabor amargo de una ausencia deteriorada<br />

por intrigas. Perdió la calma mientras el voraz silencio se consumía<br />

sobre un encaje blanco con aroma a madera.<br />

Esperó el regreso de su amante como en un espejo enhebrando<br />

su cuerpo tibio junto al de ella. Confundida recordó el último cruce de<br />

miradas como puertas que se abren hacia fantasmas mensajeros, un<br />

renegrido contorno, esa horrible silla rodante de espaldas negando la<br />

verdad.<br />

Un año, un mes, y un día reposaba en su tibia almohada aquel<br />

rezo, el llamado de su amiga entre risas y tontos comentarios la aquietó,<br />

pero una áspera respiración las interrumpió mientras ella se aferraba<br />

a un falso regreso, un agudo silencio atravesó el cable telefónico, “Por<br />

favor decime” “Decime si…”.<br />

La respuesta la dieron las temblorosas manos el grito del silencio<br />

y la ausencia.<br />

tarde de paseo<br />

El sol otoñal entibia la tarde. Por el largo pasillo escucho el correteo<br />

de Tomás saliendo del jardín. Está allí a la espera del paseo que le<br />

prometí. Un beso, el abrazo y su mirada picaresca no le permite esperar<br />

pregunta alguna ¡Me porté bien! dijo, la señorita Pamela con un leve<br />

movimiento de cabeza asiente, así que te mereces el paseo.<br />

Tomados de la mano caminamos hacia la calle principal del barrio,<br />

Todo es alegría. Los niños salen del colegio, negocios que abren<br />

sus puertas, gente que ríe alegrando las calles. A pocas cuadras nos<br />

sorprende “ BATIGAN “ un gran pelotero, suelta mi mano y de prisa<br />

entra. Revolea sus zapatillas perdiéndose entre las coloridas y brillantes<br />

pelotas.<br />

99


100<br />

GrACIELA ruFFINI<br />

Al salir cruzamos en diagonal hacia la vereda contraria, un gracioso<br />

payaso entretiene con malabares y piruetas a los niños frente a<br />

“FAY FAY”, la juguetería.<br />

Tomás asustado prefiere el stand de camiones, autos, aviones, trenes.<br />

El sol se pierde entre las pomposas nubes, comenzó a refrescar,<br />

luces multicolores se encienden, es la hora de regreso a casa.<br />

<strong>secretos</strong> de amigas<br />

Estamos solas, acomodo la vajilla mientras observo tu caminar<br />

irritado, casi deteriorado por el devenir de la vida. Mirada que derrama<br />

lágrimas sombrías, crece el dolor. Abruptamente un golpe seco retumba<br />

como piedra maciza quebrando tu fuerza interior.<br />

Camino unos pasos te abrazo, caes débil sobre mi hombro una<br />

aureola húmeda en mi suéter emana el aroma agrio de frustraciones<br />

rutinarias asfixiando tu libertad.<br />

–¡Tengo miedo!, que no se note… dijiste. Despliego palabras, cubro<br />

huecos con hilos de plata bordo la ausencia arraigada en tu ser.<br />

Figura erguida, mágica risa, tono picaresco, todo ocultas ante la<br />

mirada ajena.<br />

–Esperá ya salimos, ¡vamos, vamos! apurate no llego.<br />

El reloj, condiciones impuestas articulan tus tiempos.<br />

Poesía<br />

Despliega tus alas<br />

Para Natalia<br />

Tu voz llamarada ardiente<br />

gritos ahogantes sin control<br />

espesa bruma agrieta el alma<br />

hiriente espina tu mirada.<br />

Piedra rocosa quebró tu risa<br />

sueños desnudos de niña<br />

albergas en tu paso agitado<br />

torbellino de encono y dolor.


HILoS SECrEToS<br />

Vacía tu esperanza muere<br />

arrebujada tras la penumbra<br />

laberinto de preguntas brotan<br />

sordas palabras escuchas.<br />

Respira el aroma de la vida<br />

mece tus manos al aire<br />

despliega tus alas amarradas<br />

de tu niñez el olvido.<br />

No te marches<br />

Mi vida llenaste de mágica ilusión<br />

colmaste de alegría mi alma dolida<br />

te pienso, te siento y más te recuerdo<br />

sólo en sueños en sueños te tengo.<br />

Por qué marchaste… te amo tanto<br />

sos mi ayer, mi hoy, mi mañana<br />

anhelo tus besos, caricias que extraño<br />

la noche llega y todo es silencio.<br />

Pensaré tu nombre caminando lento<br />

en el brillo de mis ojos buscaré los tuyos<br />

mientras una lágrima mi mejilla roza<br />

se me va la vida, se me escapa el tiempo.<br />

Mi corazón se congela, y no regresas<br />

no vueles amor, quédate a mi lado<br />

no te marches todavía<br />

si la pasión jamás muere.<br />

Mañana sin sombras<br />

Para Sebastián<br />

Descorre la sombra que te opaca<br />

mira la risa que oculta corre<br />

101


102<br />

GrACIELA ruFFINI<br />

arranca la espina hiriente<br />

fantasma de un pasado.<br />

Abre las puertas inesperadas<br />

descubre espacios vacíos<br />

trepa enredaderas floridas<br />

tejiendo ilusiones y sueños<br />

mañanas sin sombras.<br />

Deshilachado juegan los temores<br />

irrumpen sin sonido<br />

cruza las barreras y…<br />

ama<br />

cree<br />

lucha<br />

sueña<br />

sonríe<br />

no olvides la esperanza<br />

para continuar.<br />

Amor de padre<br />

Encogió sus hombros y partió<br />

hacia campos lejanos,<br />

la oscura bruma nocturna<br />

dejó ver su hogar en sombras,<br />

hijos pequeños carecían<br />

de pan, abrigo y calor.<br />

Taló árboles, aró el campo<br />

semillas esparcidas al viento,<br />

de trigal que despacio crece.<br />

En la hacienda su amo<br />

piedras ha de picar.<br />

Rostro curtido, amarronado,<br />

alas que azotan el aire,<br />

de clima campero<br />

lluvias, nevadas,<br />

ardiente sol veraniego.<br />

Monedas de lata en sus manos


HILoS SECrEToS<br />

limosna que su frente hiere,<br />

testigo el alba de su tesón<br />

del llanto en su voz,<br />

sueños sin destino<br />

del olvido llega el día.<br />

Manos agrietadas,<br />

sangrantes, por arduo trabajo.<br />

En sus entrañas el regreso<br />

al hogar que en sombras vio,<br />

ya eran hombres sus hijos<br />

del amor de un peón,<br />

pan, abrigo, calor<br />

alimento del padre.<br />

luna<br />

Para mi nieta<br />

Niña pequeñita<br />

cabello dorado al viento,<br />

espiga de trigo rizado<br />

asomas por la noche,<br />

escapando de madrugada.<br />

Niña pequeñita<br />

manitas de ángel alado,<br />

corazón, frágil cristal<br />

de almendra tu mirar,<br />

luz de tu alma.<br />

Niña pequeñita<br />

muñeca de porcelana<br />

blanca espuma tu nombre<br />

resplandor del universo<br />

luna de abril.<br />

103


104<br />

GrACIELA ruFFINI<br />

tu sombra<br />

Cubría la lúgubre sala<br />

una luz opaca, amarillenta,<br />

impaciente llamé<br />

eras sombra en la noche.<br />

Cruel rechazo inesperado<br />

gritos ardientes<br />

de corazón oprimido<br />

era tu puerta cerrada.<br />

Lluvia veraniega<br />

mojado mi traje alilado,<br />

desvanecida esperanza<br />

retrato que se rompía.<br />

Refugio de tu alma<br />

camino sin destino,<br />

hojas secas volando<br />

era tu despedida.<br />

Eras sombra en la noche<br />

tu mirada reflejo espejado,<br />

murmullos escondidos<br />

del amor que se perdió.<br />

Graciela ruffini


silvia santilli<br />

Prólogo<br />

No te rindas<br />

“No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo”,<br />

dice este poema de Mario Benedetti.<br />

No te rindas, no bajes los brazos, todavía hay tiempo y tú puedes<br />

cristalizar en un libro todos esos sueños que están escondidos en lo<br />

más profundo del alma, nos dice en todo momento nuestra querida<br />

Marta Mutti.<br />

No te rindas, Yo te estoy cuidando. Debes continuar el viaje saltando<br />

barreras, brindando humor y cariño, tus seres queridos te esperan,<br />

me dijo JESÚS un 22 de mayo estando en terapia intensiva.<br />

No me rindo. Estoy viva. Comienzo de nuevo. Retomo mi vuelo<br />

mirando la vida con ojos distintos. Extiendo mi mano abrazo a mi gente<br />

y escribo: LOS QUIERO.


106<br />

SILVIA SANTILLI<br />

Aquel hombre<br />

Aún mantengo en mi memoria el recuerdo de aquel hombre y<br />

en mis oídos los gritos de los vecinos: –cierren las puertas –se acerca–<br />

tengan cuidado –que los chicos no salgan.<br />

Las casas oscuras parecían vacías. El silencio daba miedo y las<br />

chusmas miraban por la ventana para ver lo que acontecía.<br />

¿Quién era este hombre?<br />

Se vestía de negro, bombacha y chaleco con pañuelo blanco, y<br />

botas de cuero. Su chambergo le tapaba el rostro moreno curtido por<br />

el sol y el tiempo. Tambaleando por el efecto del vino golpeaba las<br />

puertas que nadie le abría.<br />

Mi curiosidad me llevó a escapar de aquél encierro pudiendo ver<br />

de cerca a ese hombre que echaban como a un perro.<br />

Su presencia nunca me asustó. Y descubrí que en el fondo de<br />

esos ojos preñados de tristeza se ocultaba un deambular sin puerto.<br />

Los vecinos ya no gritaban.<br />

Su muerte me dolió. Era un gaucho bueno, se llamaba Filomeno.<br />

Querido ignacio:<br />

la carta<br />

Conociendo tus falencias, sé que no estarás presente en este momento<br />

tan decisivo. Tu presencia es muy importante, no es un reproche,<br />

te quiero demasiado y te perdono.<br />

No te sorprenderán estas líneas, estás acostumbrado a mis sorpresas<br />

¿la última?, la encontrarás en la heladera, imagino tu sonrisa.<br />

Tu postre preferido, al lado la receta. Es hora que lo aprendas. No<br />

desesperes si se pegotea. Al principio te costará con el tiempo lo<br />

lograrás.<br />

Recuérdale a Pilar que en la cajita de música está el anillo de<br />

platino, la tradición es pasarlo a la primera mujer de la familia. Así lo<br />

determinó la abuela paterna. El sábado es el cumpleaños de Analía,<br />

se pondrá contenta al escucharte eres el hermano que siempre añoró.<br />

Y la lista que siempre me pediste está en el segundo cajón del escri-


HILoS SECrEToS<br />

107<br />

torio. A esta altura de la lectura sé lo que estás pensando, bueno me<br />

gusta estar en todos los detalles. Antes de despedirme, te pido perdón<br />

una vez más por no haber comprendido tus silencios. No olvides que<br />

siempre fui una tejedora de sueños – como decía la tía Isabel – y esos<br />

sueños que alguna vez tejimos y destejimos juntos se escondieron en<br />

la mitad de mi pecho. Sigue firme con tus actitudes y perseverante con<br />

tus ideales y desparrama la alegría que hay dentro de ti.<br />

Te amo.<br />

Ignacio no pudo contener las lágrimas que parecían arrastrarse<br />

por el aire y buscó una estrella que lo alumbre<br />

un amante, dos monjes y una hermosa muchacha<br />

La sigo bajo la lluvia soportando el fuerte viento y recibiendo las<br />

salpicaduras de los flojos baldosones que manchan mi traje. Su ropa<br />

mojada ceñida al cuerpo la hace más atractiva. Me escondo tras los<br />

árboles, la fuerte lluvia impide visualizar la situación.<br />

Ella se detiene en el cruce de las dos avenidas, se cobija bajo el<br />

toldo de la Confitería Social. Dos hombres la saludan. Uno de ellos la<br />

toma del brazo, el otro de anteojos y barba le entrega un libro dándole<br />

un beso. Los celos destrozan mi cuerpo… Decido correr, el camino<br />

parece más largo, las baldosas escupen cada vez más y mi traje todo<br />

manchado. Salto los charcos, son dos monjes, grito:<br />

–¡Los voy a matar!<br />

Los tomo del cuello y escucho la voz:<br />

–¡Soltame!, ¡me ahogás! –me despierto empapado en sudor. Mis<br />

manos están apretando a mi amada esposa.<br />

escena la calle<br />

los mandados<br />

Uf, esto de hacer mandados como cansa (pausa), pero tiene su<br />

recompensa (pausa) uno se entera de cada cosa (modificando el tono<br />

de voz).<br />

Recién en la carnicería del Cacho lugar de encuentro de algunas<br />

chusmas comentaban que la hija de la Porota, (señalando con el brazo)


108<br />

SILVIA SANTILLI<br />

la de la otra cuadra de casa, tuvo un bebé sietemesino (pausa) bien<br />

formadito, con las uñas bastante largas, usted me entiende ¿no?<br />

De ahí voy a la panadería, cerrada sin ningún cartel, qué raro-pensé,<br />

¿qué habrá pasado? ¡ya sé!, en la verdulería me voy a enterar.<br />

Oh sorpresa, (pausa) estaba doña Clementina, (haciendo gestos<br />

con las manos) tiene una lengua para alquilar balcones.<br />

A boca de jarro comenta que Don José el panadero está internado,<br />

la señora le tiró con un canasto y le abrió la cabeza (pausa) parece<br />

que el gallego quiso cocinar los vigilantes en el horno de la Vilma; la<br />

pulposa que había ido a comprar bolas de fraile.<br />

Estas chusmas no paraban y el verdulero junto con ellas meta<br />

cháchara igual que mi vieja (pausa).<br />

Hablando de mi vieja, yo (señalándose) la tengo cortita cuando<br />

quiere estirar la sin hueso (se señala la lengua) en contra de las mocosas<br />

del barrio le digo:<br />

–Ferme le bouche que usted tiene cuatro (los marca con la mano)<br />

mujeres y no son todas santitas.<br />

Y la vieja me contesta:<br />

–Nena ahora se te dio por el fernet.<br />

(Moviendo la cabeza) ¡Qué ocurrencia la mía hablarle en francés!<br />

(Mira la hora en su reloj) Qué barbaridad ya son la doce (pausa),<br />

mi madre estará furiosa que no llego. (Mirando la casa) Me quedo<br />

tranquila está con Doña Antonia y la Tota paradas en la puerta de<br />

casa. ¿A quién le estarán bajando la caña? En una próxima les cuento.<br />

aPaGÓn<br />

confusión<br />

El museo de estatuas viviente abre sus puertas. Tres timbrazos y<br />

todos en su lugar.<br />

narciso: vamos muñecas a ponerse en pose (agitando las manos<br />

como una mariposa).<br />

Melpómene: mira a Medusa (frunce los labios y levanta la voz<br />

como una trompeta) esa señora de sombrero amarillo es la princesa<br />

de Sachaguasca.<br />

Medusa: mejor no la miro, me recuerda a la víbora de mi hermana.


HILoS SECrEToS<br />

109<br />

Melpómene: qué daño te ha hecho tu hermana.<br />

Medusa: por su culpa, por sus celos la vez que enganché a mi<br />

amado Cupido para llevarlo a la cama, la muy chusma prendió la lámpara<br />

y al verme huyó despavorido.<br />

narciso: ¿no me digas que se asustó? Ja ja. Tienes razón mejor<br />

que la princesa no se acerque. Cada vez que nos visita me pellizca la<br />

cola, no entiende. Ella me agrada como persona, pero, yo busco otra<br />

cosa, a mí…<br />

Melpómene: no será que a vos te quiere castigar, dicen que tu<br />

fama de orador enamoró hasta el mono del palacio.<br />

narciso: ¿somos amigos o qué?, bastante castigo me dieron mis<br />

antecesores ellos no comprendían… todavía Freud no daba turnos.<br />

Medusa: no recuerdo bien ¿Mercurio, te condenó a subir y bajar<br />

algo eternamente? ¡Zeus!, fue, ¡tuvo que echarte a perder!…<br />

Melpómene: ese es tu karma, yo no podré cantar jamás, fui vencida<br />

por Orfeo y burlada por las musas en el concurso cantando por un<br />

sueño ¿será porqué no me animé con el caño?<br />

narciso: no tenían que eliminarte, la dulzura de tus cantos enamoraban<br />

a todos los hombres, no les creas a los que te dicen que fue<br />

porque lo único que sabés hacer es poner los pechos en la mesa,<br />

¡envidia nena! ¡Y de la más pura!<br />

Medusa: ¡No!, si hubieras seguido qué sería de todas nosotras.<br />

NO habría hombres en la tierra que nos admiren.<br />

narciso: Ja. Ja Que ocurrente señorita y yo ¿qué hago?<br />

Melpómene: ¡Uy el timbre!, ¿la seguimos mañana?<br />

narciso: Genial, este hombre (golpeándose el pecho), las invita a<br />

su casa (señalando hacia el espejo principal)<br />

Las dos: ¿dónde? (viendo cómo Narciso desaparece en el reflejo<br />

plateado)<br />

la cajita de música<br />

Está sobre una mesita ratona. Es rectangular, la tapa pintada de<br />

azul simula un lago y varios cisnes lo recorren como si estuviesen<br />

danzando. En su anverso un espejo biselado, en el centro una bailarina<br />

que danza al compás del Danubio Azul y reflejados en el espejo el<br />

ballet. En su costados dos receptáculos forrados de terciopelo rojo y en


110<br />

SILVIA SANTILLI<br />

su interior las joyas más preciadas, las que pasaron de generación en<br />

generación, las que permanecen brillantes a pesar del tiempo, las que<br />

guardan la emoción que nos dio lucirlas, las que nos traen nostalgia,<br />

las que traen añoranza. La melodía se pierde lentamente, las bailarinas<br />

dejan de danzar, la tapa está cerrada y los recuerdos anidan en el<br />

Danubio Azul.<br />

Poesía<br />

romance a mis abuelos<br />

Llegó de un puerto lejano<br />

mi abuelo que era italiano.<br />

Más tarde llegó de Ancona<br />

Doña Águeda, era mi Nona.<br />

Pisaron suelo Argentino<br />

con su bambino Marino.<br />

Y en este País bendito,<br />

en el barrio del pito,<br />

en Chivilcoy se instalaron.<br />

Allí nacieron sus hijos<br />

en un hogar bien de tanos.<br />

El Nono era panadero.<br />

La Nona a veces tejía.<br />

A sus hijos les enseñaron<br />

a trabajar con tesón.<br />

Algunos fueron doctores,<br />

escritores y pizzeros.<br />

Otros fieles al abuelo<br />

siguieron de panadero.<br />

El domingo nos reunía<br />

a comer la raviolada.<br />

Mamá y tía Margarita<br />

con ahínco amasaban.<br />

La porción más esperada<br />

el postre de tía Ñata.


HILoS SECrEToS<br />

ningún chef la igualaba.<br />

La familia se reía,<br />

el bandoneón se tocaba<br />

y entre toda la tanada<br />

la tarantela bailaban.<br />

La casa fue la del pueblo<br />

a todo el mundo invitaban<br />

y en aquella galería<br />

mis abuelos disfrutaban.<br />

Hoy nos quedan los recuerdos<br />

de aquella infancia pasada.<br />

Si ustedes pudieran vernos<br />

qué contentos estarían<br />

en secreto les diría:<br />

La familia está agrandada,<br />

bailemos la tarantela<br />

y a comer la raviolada.<br />

Quedarme no puedo, por quedarme muero<br />

Si me quedo me lastimo.<br />

Si me voy me desespero.<br />

Pero quedarme no puedo<br />

aunque por quedarme muero.<br />

Ya no sé qué es lo que quiero<br />

sólo sé cuánto te quiero.<br />

Pero quedarme no puedo.<br />

Mi corazón has ganado<br />

en él siempre te llevo.<br />

Mi tiempo ha terminado<br />

y quedarme ya no debo.<br />

Si algo de mí has guardado<br />

bendigo esto que has hecho.<br />

En mi alma te has quedado<br />

Yo quiero estar en tu pecho.<br />

No sé si lo he logrado<br />

sólo sé cuánto te quiero.<br />

111


112<br />

SILVIA SANTILLI<br />

Pero quedarme no puedo<br />

aunque por quedarme muero.<br />

será el último verso<br />

Estos versos que nunca has pedido<br />

serán los últimos que mi corazón te lea.<br />

Los que nacerán mañana, quedarán escondidos<br />

en el alma sin que nadie los vea.<br />

Y un día así como al descuido<br />

llegarán a tu oído en otra voz que no será la mía.<br />

algunos de estos versos<br />

que dentro de mi alma se pasean.<br />

Sonreirás al descubrirlos.<br />

Pero no seré yo quien te los lea.<br />

i<br />

Ficción poética<br />

Sin voz y sin sonrisa<br />

miró como el tiempo.<br />

recorría caminos.<br />

La había atrapado un sueño.<br />

ii<br />

Los sueños se quedan dormidos<br />

cuando llanto en los ojos, de pronto, aparece.<br />

silvia santilli


Norma Vicinguerra<br />

Prólogo<br />

un poco de mí<br />

Cuando recibí la propuesta de publicar, no imaginé que tendría<br />

que escribir mi propio prólogo. No es fácil resumir las distintas etapas<br />

de la vida, de mí vida.<br />

En esta edición les ofrezco la grata emoción que significa ver<br />

plasmadas las ilusiones y las realidades, que los escritores dejamos<br />

en cada frase en cada palabra.<br />

Aquí encontrarán desde el primer cuento hasta el más reciente,<br />

verán el tratamiento de diferentes temas, todos relatados desde el<br />

sentimiento y el profesionalismo, ya que conté y cuento con “Grandes<br />

Maestras”, sin ellas el milagro no existe.<br />

Los agradecimientos son tediosos, pero debo hacerlo a todos<br />

aquellos que creen en la mágica experiencia de crear, en el bello placer<br />

de manifestarse a través del arte, en el esfuerzo del trabajo, en<br />

la esencia humana, a ellos y a los que se inician en el camino de la<br />

aventura de amar.<br />

Deseo que este sea el primer eslabón de una larga cadena, engarzada<br />

para dejarles a ustedes queridos lectores, un poco de mí y que<br />

disfruten tanto como yo el resultado de la cosecha.


114<br />

NorMA VICINGuErrA<br />

la vieja biblioteca<br />

Los libros descansan en la vieja biblioteca. Algunos inclinados,<br />

otros permanecen en posición de firme. En medio, sólo uno abierto<br />

rompe la fila. Me susurra, no logro entenderlo. Se acerca, sigo sin<br />

comprender. Da un salto y se apoya en mi oreja. Sacude sus páginas,<br />

al desparramar por el salón el polvo que acumula, me provoca un estornudo.<br />

Aturdida subo la escalera. Suave levanta una tapa por el peldaño<br />

y luego la otra en el siguiente. Le doy la espalda. Al notar mi indiferencia,<br />

trepa por mis piernas. Gira y me enfrenta. Retrocedo y el borde del<br />

sillón me doblega. De él brotan frases, se enlazan, me rodean. Quiero<br />

vencerlo. El filo de sus hojas tocan mis manos. Finos hilos de sangre<br />

se mezclan con el amarillento tenor en su interior. Obedientes las oraciones<br />

vuelven a su lugar. Él se acuesta junto a otros libros apilados.<br />

Una lágrima recorre la mesa, baja por las patas y una gota moja mi pie.<br />

Después de exhalar un suspiro se cierra lentamente hasta dormirse.<br />

la noche<br />

Las cosas feas pasan de noche, decía Javier. Quiere llamar la<br />

atención, afirmaban en la rectoría. Mañana viene el Obispo, Tengo<br />

algo que contarte, Dale contame, No, mejor no, Dale, soy tu hermano<br />

mayor, Tengo miedo, ¿A quién?, A la noche, ¿Por qué?, Pasan cosas<br />

feas acá de noche. A pesar de la poca diferencia de edad se sentía<br />

responsable desde la muerte de sus padres. Lo protegía en los recreos<br />

o en el comedor, pero al dormitorio de los más pequeños el acceso se<br />

dificultaba.<br />

Otra vez vino anoche, ¿Quién?, El hombre del vestido largo, Los<br />

únicos que están vestidos de largo son los curas, Entonces es un cura,<br />

ella lo sabe yo se lo dije, ¿Quién?, La de la cooperadora, Después del<br />

desayuno se lavan los dientes y salen al patio para el acto. Obedeció<br />

sin levantar la cabeza. Mantuvo el silencio durante los discursos. De<br />

uno en uno los niños se acercaron para besar el anillo del Pontífice.<br />

De noche acá, pasan cosas feas, Dijo con voz quebrada. A esta edad<br />

inventan, fantasean, Comentaba el sacerdote, mientras aceleraba la<br />

formación con pequeños empujones, ¿Qué mirás?, Seguí caminando.<br />

El brillo del acero atrajo su atención. A pesar de la orden de su her-


HILoS SECrEToS<br />

115<br />

mano se detuvo unos segundos en la puerta del salón de costura, por<br />

donde indefectiblemente había que pasar para llegar a la capilla. Los<br />

rezos al fin del día alivian los pecados durante el sueño. Después de<br />

la recomendación del padre Antonio, lo último era meterse en la cama,<br />

Esta vez no voy a dormirme, por más cansado que esté, voy a estar<br />

atento, a los ruidos, al silencio. Se aferró a la almohada, se le cerraron<br />

los ojos, pero el crujir ligero de la puerta lo obligó a abrirlos. La pesada<br />

tela se arrastró por el piso de madera ajada, la sombra se reflejó contra<br />

la pared. Se acercó, Ay Dios, ayudame. No quiero más cosas feas, no<br />

puedo más. Envuelto en el escalofrío, rogó dejar de temblar. No dudó<br />

cuando la mano se deslizó por su espalda. Desde las entrañas le brotó<br />

un grito animal y descargó el odio, una vez, otra vez y otra, hasta<br />

tumbarlo.<br />

Permaneció sentado en la cama abrazándose las rodillas, hasta<br />

que la luz del alba iluminó el charco de sangre y se durmió.<br />

romper la monotonía<br />

La luz entró por la ventana. Era una mañana clara y apacible, el<br />

trino de los pájaros rompió el silencio. Otro día comenzaba para Pablo.<br />

Nada nuevo, el mismo trajinar de una ciudad ruidosa donde era un<br />

personaje más que se mezclaba en la multitud.<br />

Dio los buenos días y de inmediato subió a la máquina. Acomodándose<br />

en el asiento se preparó para las maniobras previas. Desde<br />

la cabina podía ver los vagones que completaban el resto del tren.<br />

Dispuso la marcha y se dirigió hacia ellos. Apretó el freno. El impulso lo<br />

sacudió, dejándolo semi-inconsciente. Lentamente elevó la cabeza, su<br />

visión todavía estaba nublada. A medida que se recuperaba recordó el<br />

bulto que había pasado por encima. Se encontró allí solo, ante un cuerpo<br />

tirado en las vías y aplastado. Ese pensamiento daba vueltas en su<br />

cerebro y lo invadía de terror. ¿Sería un vagabundo, adormecido en el<br />

frescor de la noche? Un sudor frío recorrió su cuerpo. No tengo derecho<br />

a arrebatarle la vida, no tengo valor para bajar a mirar, pero no puedo<br />

quedarme aquí. ¿Y si sigo con el trabajo, como si no hubiese pasado<br />

nada?, no. ¿Y si encuentran los restos? ¿Cómo podría explicarlo?, no<br />

aguantaría la carga en mi conciencia, tengo que asumir mi responsabilidad,<br />

tengo que enfrentarme con la verdad. Pablo no imaginaba que


116<br />

NorMA VICINGuErrA<br />

en ese día igual a los otros, la desgracia rompería la monotonía. Cerró<br />

los ojos y se armó de coraje. Incorporándose despacio bajó los escalones.<br />

El temblor en sus piernas no le permitía mantener el equilibrio. Al<br />

avanzar su corazón se agitaba, cada vez más. Llegó al lugar y giró el<br />

rostro hacia el lado contrario. Se acercó al montón de trapos que estaban<br />

enredados bajo las ruedas, se agachó y los tomó entre sus manos.<br />

La pesadilla finalizó cuando se deshizo de los harapos tirándolos a un<br />

costado de los rieles.<br />

Volvió al lugar, operó los controles y continuó con sus tareas. Y<br />

con su vida.<br />

Número equivocado<br />

Por las mañanas regaba las plantas ubicadas en el balcón del piso<br />

doce. Especialmente el potus en la vasija de barro, que apoyaba en la<br />

columna cubierta por las ramas entrelazadas de hojas verdes.<br />

Los bocinazos y las frenadas en el semáforo distrajeron sus pensamientos.<br />

Ya no te amo, fueron las últimas palabras, o al menos las<br />

que recordaba, tal vez por ser las más hirientes. Su rostro cansado se<br />

reflejaba en el espejo con marco de mimbre, que colgaba en la pared<br />

del pasillo que va a la cocina. Y no sólo veía las raíces oscuras de su<br />

cabello, sino también su interior, pobre, desolado. Salvajemente se<br />

atormentaba con la idea de vengar su despecho. Darle celos, era una<br />

de ellas, pasearse con otro hombre del brazo frente a sus narices. Eso<br />

le resultaba poco. Deseaba que desapareciera, él y la otra, quien le<br />

había quitado todo. Se sentó en la mecedora de mimbre que adornaba<br />

la pequeña sala. Los muros blancos, vacíos, le parecían gigantes. Las<br />

cortinas estampadas de lino flameaban con el viento, y rozaban la jaula<br />

del canario que mojaba sus plumas amarillas dentro del bebedero. Las<br />

gotas de agua salpicaron la alfombra azul. Se levantó para secarla.<br />

Fijó su atención en el teléfono gris posado en el modular de algarrobo,<br />

que en pocas ocasiones sonaba. Se acercó a él. Discó un número. Le<br />

diría lo que sentía, le reprocharía lo que sufría por su culpa. Después<br />

de escuchar la voz de aquella mujer, cortó la comunicación. Hora<br />

tras hora tramaba en que forma podía borrarlos para siempre de su<br />

mente. ¿Acaso algo o alguien le impedía, que aquello que fantaseaba<br />

se hiciera realidad? ¿Qué la detenía entonces? ¿Qué podía perder?


HILoS SECrEToS<br />

117<br />

Poseída por la necesidad de acabar con esa encrucijada, caminó hacia<br />

el dormitorio. Sacó el arma de uno de los cajones de la cómoda, se<br />

aseguró de que estuviera cargada. La guardó dentro de su bolso. Miró<br />

la habitación contigua donde exhibía sus libros y los retratos sobre el<br />

viejo escritorio, y se alejó rápidamente. Quitó el seguro de la puerta de<br />

entrada, dio dos vueltas a la llave. Decidida ya para continuar con el<br />

impulsivo plan, bajó el picaporte y la abrió. Al sonar la alarma incesante<br />

del teléfono, se detuvo. Recuperó su conciencia. Esperó oír a su ex<br />

marido, diciéndole que había cometido un error, que volvería con ella.<br />

Levantó el tubo y respondió: –número equivocado– como siempre.<br />

en la próxima me bajo<br />

La mala suerte quiere que tenga que viajar de pie otra vez. Siempre<br />

es lo mismo, las largas colas en la parada compartida con gente<br />

diferente cada día. Las veredas están húmedas y hace calor, el humo<br />

espeso de los caños de escape asfixian la tarde. Subo al colectivo en<br />

forma pausada y silenciosa. Abro camino y soporto los empujones<br />

llego al final del pasillo. Apoyo mi cartera sobre el respaldo del asiento,<br />

donde está cómodamente instalada una embarazada. El traqueteo<br />

mueve mi cuerpo de un lado a otro, de adelante hacia atrás. En el balaceo<br />

siento una obstrucción, que me detiene. Un aire cálido y suave<br />

recorre mi cuello, él está oliendo mi perfume. Su pecho se inclina sobre<br />

mi espalda, y el mío se yergue al contacto. Su hombro golpea contra<br />

el mío, su mano se desliza por mí costado y presiona mí cintura. Unas<br />

gotitas de sudor brotan de mi escote, sus dedos rozan el borde de mi<br />

cadera, que hace flamear la falda de mi vestido. El corazón oprime mi<br />

garganta, siento el cosquilleo que produce su pantalón al tocar mi pierna.<br />

No logro ver su rostro, casi sin querer deseo a ese desconocido.<br />

Me concentro en esa maza viril que me envuelve.<br />

En mi mente aparece la imagen de un hombre de ojos rasgados,<br />

negros, de mirar profundo, de finos vellos que se dejan ver a través<br />

de su camisa desabotonada. De músculos firmes y brazos fuertes. De<br />

sonrisa amplia y labios apasionados.<br />

Sólo tengo que voltear mi cabeza y develar el misterio. Pero<br />

¿Dónde esta?, ¿Dónde se fue?, miro por la ventanilla y veo cientos<br />

de personas que quedan atrás. ¿Qué rumbo tomó aquel que abrió mi


118<br />

NorMA VICINGuErrA<br />

cuerpo haciéndolo temblar? Todavía lo huelo, todavía sigue presente<br />

esa presencia fantasmal que rompió el aburrimiento diario. ¿Volveré<br />

a verlo?, tal vez, no creo que lo reconozca. En la próxima me bajo, ya<br />

me voy.<br />

el caso de las valijas<br />

Un escándalo se produjo ese día. El encargado tocó timbre en<br />

el tercero B. ¿Es suya esta valija?, No, mía no es, Pero mi colega del<br />

edificio de enfrente me dijo que se la entregara a usted, Ya le dije que<br />

no es mía, ¿Y entonces de quién es?, No sé, pregúntele a su amigo,<br />

No es mi amigo, apenas lo saludo cuando salgo a baldear la vereda,<br />

Devuélvala, No puedo, ¿y si es de otra persona?, Guárdela, Si, quizá<br />

alguien la reclame. Cruzó la calle tan rápido que no vio al diariero que<br />

lo saludó desde su bicicleta, ni al churrero que volvía con la canasta<br />

vacía, ni al colectivo que lo atacó a bocinazos, ni al cuñado que se le<br />

atravesó, ni a los pájaros que lo saludaron, ni a las palomas que rompieron<br />

vuelo delante suyo. Decile que yo te di la valija para que se la<br />

dieras al del tercero B, Pero él negó que fuera suya, ¿a vos quién te<br />

la dio?, El Latino, el que vive en la casa de las palmeras, la que está<br />

sobre la avenida, Y, ¿vos qué tenés que ver?, No entendés que el presidente<br />

me acusa de tenerla. La necesidad de aclarar el asunto era<br />

urgente. Había que enfrentar a los dos consorcios y también al Latino.<br />

La reunión empezó poco después de las seis de la tarde. Todos estarán<br />

enterados de que hoy he recibido una valija para el señor del tercero B,<br />

Cuántas veces tengo que decirle que no es mía, No hay porqué alterarse,<br />

Entonces, ¿usted la tiene?, Sí, la mantendré bajo llave hasta que el<br />

verdadero dueño aparezca, ¿Vio el contenido?, No, está cerrada, ¿Por<br />

qué le interesa?, Curiosidad, Tal vez el señor Latino pueda contarnos<br />

que encierra, En esta conversación hay dos errores, el primero es que<br />

las valijas a entregar eran dos y, el segundo es que, si bien eran para<br />

el candidato del tercero B, pero no el de este edificio.<br />

Atónitos por la declaración, los dos terceros seguían negando la<br />

existencia y la tenencia de las valijas.<br />

Al final te confundiste de tercero B, Sí, que metida de pata, Entre<br />

ellos se arreglan, Pero, ¿Qué tendrían, donde fue a parar la otra?, Mejor<br />

no averiguar.


Poesía<br />

HILoS SECrEToS<br />

oda a mis amigas<br />

Amiga,<br />

como duende que<br />

se filtra por el sol,<br />

y abre con su luz el cielo<br />

atravieso la tempestad, segura,<br />

alegre y serena.<br />

Amiga,<br />

dame consuelo con<br />

tu abrazo gigante.<br />

Seca tus lágrimas,<br />

escapa de las sombras,<br />

salta las piedras,<br />

derriba los muros.<br />

Toma mi mano,<br />

recoge los colores,<br />

sueña las auroras.<br />

Seré tu reflejo,<br />

tus oídos, tu voz.<br />

Escoltaré en silencio<br />

tus palabras.<br />

Serás mi remanso,<br />

mi canto, mi risa.<br />

Andaremos, volaremos,<br />

creceremos.<br />

Deja que el viento<br />

entre por tu ventana,<br />

traerá el polen con él.<br />

Abre tus manos<br />

que allí, en ese polvo dorado,<br />

me encontrarás.<br />

119


120<br />

NorMA VICINGuErrA<br />

la hoja en blanco<br />

Hoja pálida y vacía,<br />

que esperas mis palabras.<br />

Hoja escurridiza,<br />

donde deslizo mis sueños.<br />

Hoja ardiente,<br />

que guardas mis pasiones.<br />

Hoja triste,<br />

que atraes mis lágrimas.<br />

Hoja atrevida,<br />

que me desafías.<br />

Hoja cruel,<br />

que desnudas mi alma.<br />

Hoja impiadosa,<br />

que condenas mi pasado.<br />

Sincera y amiga,<br />

Hoja que exiges<br />

Traviesa y presurosa.<br />

Hoja que das sentido a mi vida.<br />

Voy<br />

Voy<br />

al viento con alas desplegadas.<br />

Me detengo en la cumbre,<br />

a mirar el horizonte.<br />

Y veo.<br />

Voy<br />

donde la vida me lleve.<br />

Norma Vicinguerra


Índice<br />

Marta Mutti<br />

Atmósfera & tono .......................................................................... 7<br />

El tema ......................................................................................... 8<br />

Horacio Aranda<br />

Cuatro letras ................................................................................. 9<br />

Graciela Busto<br />

Volver .......................................................................................... 7<br />

carina castelluccio<br />

Despertar II .................................................................................25<br />

Víctor Del Duca<br />

Láminas de bronce ..................................................................... 33<br />

Dolores Fernández<br />

Después de leer ..........................................................................4<br />

María leone<br />

Premio inesperado ......................................................................49<br />

Julia Mansi<br />

Mi vida, un dilema .......................................................................57<br />

edith Migliaro<br />

Algo que decir ............................................................................ 65<br />

Patricia Moltedo<br />

Alguna ensoñación ......................................................................73<br />

Florencia luz Muñoz<br />

Sueños de ilusiones ....................................................................8<br />

Maribel Podestá<br />

Epílogo del tiempo ...................................................................... 89


122<br />

Graciela ruffini<br />

Llamado de una voz interna .........................................................97<br />

silvia santilli<br />

No te rindas ............................................................................... 05<br />

Norma Vicinguerra<br />

Un poco de mí ........................................................................... 13


Se terminó de imprimir en Impresiones Dunken<br />

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Noviembre de 2008

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