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<strong>Hilos</strong> <strong>secretos</strong><br />
AVAtAres N° Vi - AÑo Vi<br />
cuentos y poemas<br />
• Horacio Aranda<br />
• Graciela Busto<br />
• carina castellucio<br />
• Victor Del Duca<br />
• Dolores Fernández<br />
• María leone<br />
• Julia Mansi<br />
• edith Migliaro<br />
• Patricia Moltedo<br />
• Florencia luz Muñoz<br />
• Maribel Podestá<br />
• Graciela ruffini<br />
• silvia santilli<br />
• Norma Vicinguerra<br />
Directora Literaria Marta Mutti<br />
eDitoriaL Dunken<br />
Buenos aires<br />
2008
<strong>Hilos</strong> <strong>secretos</strong>. <strong>Avatares</strong> N o VI - Año VI<br />
Coordinado por Marta Mutti.<br />
1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2008.<br />
128 p. 23x16 cm.<br />
ISBN 978-987-02-3534-7<br />
1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Cuentos. I. Mutti, Marta,<br />
coord. II. Mutti, Marta, dir.<br />
CDD A860<br />
Impreso por Editorial Dunken<br />
Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal<br />
Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300<br />
E-mail: info@dunken.com.ar<br />
Página web: www.dunken.com.ar<br />
Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723<br />
Impreso en la Argentina<br />
© 2008 Marta Mutti<br />
e-mail: centroavatares@yahoo.com.ar<br />
ISBN 978-987-02-3534-7
MArtA Mutti<br />
Atmósfera & tono<br />
Cada cuento tiene un encadenamiento de efectos y unos pocos<br />
caminos para poder lograrlo. La atmósfera es uno de ellos y constituye<br />
la cohesión interna, que permitirá al autor alcanzar su objetivo: sorprender,<br />
seducir a su lector. Vamos a decirlo de otro modo. La atmósfera es<br />
el arco que tensa las cuerdas de las acciones, por donde se dispararán<br />
las flechas que constituirán la trama. Por otra parte constituye el marco,<br />
el ambiente, que encapsula todas las acciones y dichos de los personajes.<br />
La mirada que impone el pulso a la historia. Mirada que se desliza<br />
por y desde una complejidad significativa. Ya desde la simplicidad, o<br />
por el contrario, inmersa en el abigarramiento. Lo cierto es que sobre<br />
su soporte el cuentista extenderá el proyecto narrativo, y hablamos de<br />
un terreno base dónde edificar cada situación, cada rol.<br />
Podrá ser, dramática, erótica, cómica, etc. Pero no olvidemos los<br />
riesgos, ya que no puede sostenerse por mucho tiempo. Por ello será<br />
ajustada y seguida con atención. Momento del texto en el que entra en<br />
juego el tono. ¿Y cuál es su función?, pues la de marcar los matices<br />
que modificarán el compás de los efectos acuñados. Decimos que es<br />
el recurso que tensa el arco o, por el contrario, afloja, diluye, distrae,<br />
agobia, endulza.<br />
Por ejemplo en una atmósfera dramática se buscará con el tono<br />
narrativo marcar perfiles donde aflore la angustia, el temor, la opresión,<br />
el desasosiego, la duda, etc. Si la atmósfera es humorística, las<br />
elipses, las adjetivaciones metonímicas, las metáforas irán enhebrando<br />
las reglas del absurdo, la exageración, lo grotesco. Si buscamos la<br />
exaltación del sentimiento, sin duda abordaremos la dilación desde el<br />
discurso poético. Cálida, exótica, sensual, en el discurso erótico. Inquietud,<br />
suspensión, sorpresa, desarticulación para el misterio: Lo cierto es<br />
que todo aditamento es válido para equilibrar o desquilibrar los climas<br />
narrativos, sólo hay que saber cuándo y cómo, es decir dosificarlos.<br />
Atmósfera y tono casi sal y pimienta para el toque que distingue<br />
y realza un sabor. Condimentos infaltables en un texto con ritmo y<br />
movimiento.
8<br />
MArTA MuTTI<br />
el tema<br />
Si pensamos en los cuentos que no hemos podido olvidar, observaremos<br />
que todos ellos guardan una realidad mucho mayor y significativa<br />
que el tema que tratan.<br />
Cuando se elige un tema, se logrará un buen cuento si se trabaja<br />
el argumento desde lo pequeño; en función de lo que hace grande a<br />
la esencia individual de la condición humana. El cuentista debe librar<br />
desde el tema la primera batalla, cuyos avances señalen el camino a<br />
través del tratamiento literario y las técnicas empleadas, para dar esa<br />
vida extraña, que el texto necesita. En literatura todo es intención y<br />
conmoción. El escritor debe imponer el clima al tema, que permita conectarse<br />
con otra realidad más honda. Digamos del tema: que es sólo<br />
y tanto como la materia, núcleo, causa, ocasión, motivo de la realidad<br />
que deseamos representar. Aquello que percibimos por los sentidos y<br />
la emoción y luego, analizamos desde la razón. Si se compone con el<br />
cuidado y la exactitud del orfebre, ó la precisión del cirujano, no sólo<br />
brillará nuestro texto sino que ese tema-materia, derivará en otros puntos<br />
(sub temas) que nos darán la victoria frente al lector.<br />
Un cuento debe romper las barreras de las formas hasta lograr<br />
la ruptura que equivale a una epifanía. Revelación que irrumpe más<br />
allá de la anécdota que se cuenta. Ese algo que estalla mientras se<br />
recorren las líneas de la historia. Ese algo que quiebra lo cotidiano y<br />
muestra el otro costado de las cosas. El tema es el umbral del cuento.<br />
Podrá ser importante para un escritor y vacío para otro. Lo mismo sucederá<br />
con el lector. Esto nos enseña, que no hay temas esencialmente<br />
significativos o mediocres, sino cierta complicidad misteriosa que da,<br />
un momento, una instancia, cómo, quién y qué la determina. Digamos<br />
entonces: cualquier tema es valedero cuando se está listo para la contienda.
Horacio Aranda<br />
Prólogo<br />
cuatro letras<br />
Muchas veces uno se detiene frente a un edificio en construcción<br />
y observa con admiración su belleza. Los elementos disponibles para la<br />
obra no son muchos: ladrillos, cemento, arena, hierro, que bien utilizados,<br />
permiten al arquitecto la realización de verdaderas obras de arte.<br />
En el caso de la escritura, sucede algo parecido, disponemos de<br />
letras que podemos colocar una a continuación de la otra, de acuerdo<br />
a nuestro libre albedrío.<br />
Formaremos palabras y oraciones. Éstas pueden ser agradables o<br />
no. Todo dependerá del proyecto, del esfuerzo y de la dedicación.<br />
Nos hemos convertido en arquitectos del idioma (o albañiles para<br />
no ser presuntuosos), sólo depende de nosotros lo realizado. Elementos<br />
nos sobran.<br />
Pensemos que el lenguaje de la vida está escrito con apenas cuatro<br />
letras, en nuestro idioma tenemos veinticuatro más para combinar.
10<br />
HorACIo ArANDA<br />
la venus de colegiales<br />
Hace tres días, recibí un mensaje de mi amigo Enrique: “necesito<br />
comunicarme con vos”. El texto breve no dejaba lugar a dudas. Esa<br />
noche fui a su casa.<br />
–¿Como estás Horacio? –me preguntó.<br />
–Cansado de trabajar –contesté sin dar más explicaciones.<br />
–¿Y a vos qué te pasa que estás así?<br />
–Hay una minita que me tiene loco –dijo Enrique.<br />
–¿La conozco?<br />
–Ahora la vas a conocer –dijo, y tomándome del brazo me obligó<br />
a seguirlo hasta su habitación.<br />
¡Qué loco pensé, un tipo tan serio, y le mete una mina en la casa<br />
a la vieja! ¡Pobre doña Beba no la veo preparada para compartir al hijo<br />
solterón! Enrique había llegado célibe a los treinta y cinco años y no tenía<br />
vocación para dejar de serlo, por lo menos era lo que yo creía. Entré<br />
a su dormitorio, saludando a la presunta novia. Nadie contestó…<br />
–No b… me dice Enrique, no está conmigo; la tengo aquí, señalándome<br />
un libro abierto sobre su escritorio. Cuando miré la figura,<br />
quedé impresionado; decir que era perfecta hubiera sido una injusticia.<br />
No conozco palabras que puedan describir tanta belleza. Parada en<br />
el vano de una puerta deduje que su altura era de un metro setenta.<br />
El autor de esa lámina no era un aprendiz; cabello largo y rizado, ojos<br />
profundamente azules, enmarcados por largas y negras pestañas, nariz<br />
diminuta y labios carmesí. Sus bucles caían sobre el pecho ocultando<br />
lo más destacado del mismo. Las manos cruzadas cubrían el vello del<br />
pubis. Cintura estrecha, caderas amplias y muslos impresionantes.<br />
–¡Enrique es la Venus de Colegiales! –No creo haber sido original,<br />
pero sí, fui sincero. Jamás había visto tanta belleza junta.<br />
–La joda es que no existe, es sólo un dibujo, aclaré con piedad.<br />
–Estás equivocado –dijo Enrique pensativo y agregó–: ¿Cuántas<br />
veces ves una foto y decís: será real? Y siguió diciendo:<br />
–En realidad lo son, lo que pasa es que no nos dan bola, pero a<br />
esta, a esta… la voy a enganchar.<br />
–¿Cómo? –pregunté.<br />
–No es imposible –dijo Enrique, y agregó–: ¿pensás que los dibujantes<br />
tienen esas imágenes en su cabeza? No Horacio, ellos las<br />
tienen celosamente guardadas para evitar tentaciones y miradas, per-
HILoS SECrEToS<br />
mitiéndoles de tanto en tanto trabajar de modelos. Esta es una de ellas<br />
y la voy a encontrar. No hubo argumentos válidos para que cambiara<br />
de idea. Por la mañana llamé a la casa y doña Beba me contó que<br />
alrededor de las seis sintió ruidos en la cocina y al bajar se cruzó con<br />
Enrique quien dándole un beso en la mejilla salía apresuradamente. Las<br />
tazas usadas quedaron en la pileta. A la noche volví a llamar, eran las<br />
veintiuna horas y no había regresado. Al día siguiente, a las siete, antes<br />
de ir a mi oficina insistí. El atendió el teléfono. Tenía una voz extraña,<br />
pero me contestó que todo andaba viento en popa y que por la noche<br />
me llamaría para darme buenas noticias. Me alegró mucho. Conocí<br />
todas sus novias pero nunca se había enamorado en serio de ninguna.<br />
Esa noche no llamó. Por la mañana, exactamente a las siete suena mi<br />
teléfono, era la voz angustiada de doña Beba.<br />
–¿Horacio, podés venir a casa?<br />
–¡Cómo no doña Beba!, en diez minutos estoy.<br />
Llegué corriendo, la preocupación de la madre era indisimulable.<br />
–Hoy a las dos o tres de la madrugada sentí ruidos en la habitación,<br />
no me animé a entrar, por eso te molesté.<br />
Entramos en la habitación, la cama no había sido usada. Sobre<br />
las cobijas el libro abierto, la figura femenina no estaba sola. A su lado,<br />
Enrique, sonriente me guiñaba un ojo, junto a ellos las tazas que dos<br />
días antes había visto en la cocina.<br />
el hotel<br />
A comienzos del último verano tuve necesidad de realizar un viaje<br />
al sur. No era la primera vez que lo hacía, pero sí era la primera vez<br />
que lo haría solo. Normalmente sobran las ofertas, pero en esta ocasión<br />
todos tenían actividades a realizar. Mi señora, docente, aún debía<br />
concurrir a su escuela y mis hijos, estudiantes, estaban en plena época<br />
de exámenes, motivo por el cual en lugar del termo con agua caliente,<br />
preparé uno gigante con café; tomar mate solo resulta aburrido. Hacía<br />
varias horas que había salido de casa y solo había hecho una parada<br />
para cargar combustible. De esta detención, ya habían transcurrido alrededor<br />
de seis horas, la radio era mi única compañía y se escuchaba<br />
mal, los compact que llevaba los había escuchado no menos de tres<br />
veces cada uno y el café se había terminado, los párpados comenzaron<br />
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12<br />
HorACIo ArANDA<br />
a cerrarse. Dentro de las cosas que uno debe intentar para combatir<br />
la somnolencia, es abrir la ventanilla totalmente y colocar la mano<br />
enfrentando al viento, guiándolo a la cara a la manera de un ventilete,<br />
recurso que en esta ocasión no dio ningún resultado. Comencé entonces<br />
a pellizcarme las mejillas y tirarme de los pelitos de la sien pero<br />
no lograba despejarme. Por suerte, llegué a una estación de servicio<br />
donde podría averiguar por un lugar para alojarme. Mientras el playero<br />
llenaba el tanque de combustible, aproveché para preguntarle:<br />
–¿No me sabría decir de algún lugar donde pasar la noche?<br />
–Mire señor –me contestó–, por este misma ruta, alrededor de<br />
veinte kilómetros al sur, encontrará uno, el hotel Ruta 666. Le aconsejo<br />
que descanse en ese lugar ya que el siguiente hotel se encuentra<br />
a doscientos kilómetros de donde estamos, el camino es sinuoso y<br />
poceado y no es recomendable transitarlo sin luz natural. El único<br />
problema del Ruta 666, según comentarios, es que durante la noche<br />
se escuchan ruidos extraños: quejidos, voces, risas, en realidad son<br />
leyendas que alguno inventó…<br />
Nunca le temí a los fantasmas ni a los duendes, más me asustan<br />
los vivos; además el cansancio que tenía superaba los prejuicios… más<br />
valía dormir con algún espíritu que estrellarme en la ruta. Había salido<br />
de casa a las cuatro de la mañana y eran aproximadamente las seis de<br />
la tarde. Para poder llegar a mi destino debía estar bien descansado, el<br />
tramo restante, por haberlo recorrido tres o cuatro veces sabía que era<br />
montañoso y que estaba en mal estado de conservación. A los veinte<br />
minutos de reiniciar la marcha y cuando temía haber pasado de largo<br />
sin advertirlo, me encuentro con un cartel luminoso “Hotel ruta 666”.<br />
Abandono la calzada y me enfrento con un edificio de tres plantas,<br />
rodeado por un jardín con flores multicolores, cuyo aroma embriagante<br />
se sentía a la distancia. La construcción se encontraba en una loma y<br />
en su parte inferior, por debajo de la planta principal se observaba una<br />
cochera, donde una vieja camioneta, en regular estado, indicaba la<br />
presencia de otras personas en el lugar. Arrimé mi auto al otro vehículo,<br />
abrí el baúl y extraje mi bolso de viaje. Tenía las piernas entumecidas<br />
y los tobillos hinchados luego de tantas horas de manejo. Comencé a<br />
patear el piso para estimular la circulación y con mi exiguo equipaje<br />
subí los catorce escalones que me separaban de la recepción. Al abrir<br />
la puerta, un carillón anunció mi presencia y segundos después, me encontraba<br />
frente al recepcionista-mucamo-cocinero quien amablemente
HILoS SECrEToS<br />
me interroga, volcando los datos en un ajado cuaderno… me pregunta<br />
sobre el viaje, y en qué podía serme útil. Para cenar era temprano, así<br />
que le pregunté si podía tomar un café cargado y un sándwich de jamón<br />
y queso (pensando que con la escasa presencia de viajeros mi suerte<br />
me abandonaba) sin embargo grande fue mi sorpresa cuando don Emilio,<br />
ése era su nombre, me trajo lo solicitado: un aromático café, un plato<br />
de fiambre, queso y manteca acompañado de un pan crocante recién<br />
salido del horno. Terminada la merienda me acompaña a la habitación,<br />
informándome que si quería cenar podía bajar al comedor después de<br />
las nueve. Dejó el control del televisor sobre la mesa de luz, un envase<br />
individual de shampoo, dos jaboncitos y un juego de toallas, cerrando la<br />
puerta al retirarse. Me senté en el borde de la cama, hundiéndome en<br />
un mullido colchón, quité mi calzado, corrí colcha y frazadas, dejando<br />
al descubierto inmaculadas sábanas; en realidad no era algo sorprendente<br />
ya que el edificio era antiguo, falto de mantenimiento pero en muy<br />
buenas condiciones de higiene. Conforme con mi suerte, me dejé caer<br />
y prendí el televisor. No sé que programa estaban dando, sólo recuerdo,<br />
que como una canción de cuna, me hundió en un profundo sueño del<br />
cual desperté un par de horas más tarde vestido con la ropa usada en<br />
el viaje. Eran las nueve de la noche, volví a calzarme y bajé al comedor;<br />
un señor mayor, el dueño del hotel, sorprendido por mi presencia, me<br />
preguntaba sobre mi horario de ingreso, quién me había asignado la<br />
habitación y si había completado la tarjeta de rigor. El sorprendido fui<br />
yo, ya que ignoraba por qué el recepcionista-mucamo-cocinero Emilio,<br />
no le había informado. Don Antonio, el propietario me miró; su cara de<br />
espanto fue muy expresiva, pero sus palabras lo fueron aún más:<br />
–Emilio, fue durante mucho tiempo un fiel colaborador, pero falleció<br />
hace cinco años. Las piernas se me aflojaron y me acordé de la<br />
leyenda de los fantasmas. Don Antonio me sirvió una copa de coñac y<br />
los colores retornaron lentamente a mi rostro.<br />
–No se levante todavía, tome otro trago.<br />
La segunda copa levantó mi ánimo y al verme Don Antonio un<br />
poco mejor me preguntó si quería cenar. La aparición no me había quitado<br />
el hambre. Un rato después saboreaba una espectacular tortilla a<br />
la española, acompañada por un exquisito vino tinto.<br />
–Espero que la cena le ayude a superar el trago amargo –dijo<br />
Don Antonio. Otro cognac y un café compartido ayudaron a olvidar el<br />
traumático hecho.<br />
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14<br />
HorACIo ArANDA<br />
–Mañana quiero salir temprano, ¿podría despertarme a las seis<br />
de la mañana?<br />
–No hay problema lo llamo por teléfono y a las siete lo espero a<br />
desayunar. Dormí maravillosamente bien, incluso, tuve un sueño encantador<br />
en el cual me encontraba con una novia de mi juventud; fue<br />
una vivencia tan real que al despertar sentí en mi ropa su fragancia; la<br />
cama totalmente deshecha y el dulce cansancio alimentaron mi imaginación.<br />
A la hora prevista y sin necesidad de despertador ni teléfono<br />
salté de la cama. Por las dudas, levanté el auricular para avisar que era<br />
innecesario el recordatorio y no obtuve respuesta, parecía que del otro<br />
lado, habían descolgado. Fui al baño y al abrir la ducha, un delgado<br />
hilo de agua fría salía de la lluvia. Dejé un buen rato los grifos abiertos<br />
esperando que el agua fluyera con intensidad. Me acerqué a la ventana<br />
corriendo las cortinas para que la luz del día ingresara al dormitorio,<br />
traté de abrirlas para que el aire del campo renovara la atmósfera confinada<br />
del recinto, no pude hacerlo. Evidentemente la falta de uso de<br />
las habitaciones, al igual que el cuerito de las canillas, no permitía la<br />
apertura de las ventanas.<br />
El agua, seguía siendo escasa y fría y alcanzó a duras penas para<br />
lavarme la cara. Afortunadamente en el depósito del inodoro había la<br />
cantidad necesaria para poder usarlo. Busqué en el bolso de viaje una<br />
remera limpia, calzoncillos y medias. Me vestí poniéndome el pantalón<br />
vaquero y el calzado que había usado el día anterior. Bajé las escaleras<br />
ruidosamente como avisando que quería desayunar, pagar e irme.<br />
No encontré a nadie, pero al arrimarme al mostrador de la recepción<br />
y apoyar los codos en un cristal cubierto de polvo, observe un cartel<br />
oscurecido por el tiempo donde dificultosamente se leía: CERRADO<br />
POR DUELO, y una fecha apenas legible.<br />
el rebusque<br />
Hacía un montón de años que nos conocíamos, o mejor dicho<br />
que él me conocía; yo, creo que recién ahora, treinta años después de<br />
haber compartido compañeros, libros y útiles alcancé a saber qué y<br />
quién era Abelardo. Hasta quinto año del colegio nacional nos veíamos<br />
diariamente. Vivíamos en el mismo edificio, practicábamos los mismos<br />
deportes, teníamos amigos comunes. A los dieciocho años nuestros
HILoS SECrEToS<br />
caminos se bifurcaron. Abelardo, se inclinó por el derecho, mi vocación<br />
me condujo a las ciencias biológicas. Comenzamos a encontrarnos<br />
esporádicamente: el aniversario del colegio, la fiesta de fin de año, el<br />
casamiento de un compañero o el velatorio de un padre o de un viejo<br />
maestro. La ciencia daba nada más que para vivir decorosamente, ir<br />
a comer afuera con mi señora y los chicos cada quince días, más tres<br />
semanas al año de vacaciones en la costa. No me quejaba, aprendí a<br />
conformarme con aquello que podía alcanzar. Tal vez una beca o una<br />
empresa interesada en la línea de investigación que había elegido.<br />
Fue a fines de 2005 que noté el gran cambio. Concurrimos a despedir<br />
el año a una cantina de La Boca, el tema predominante era la<br />
situación económica. Todos manifestábamos nuestra angustia frente a<br />
un futuro preocupante, sin vislumbrar ninguna mejoría. Abelardo escapaba<br />
al común denominador. En la puerta un moderno coche de origen<br />
japonés lo aguardaba.<br />
Al hablar de nuestra actividad profesional, Abelardo contó que<br />
no ejercía su profesión de abogado. Había iniciado una actividad empresarial<br />
que le producía jugosos dividendos. Cuando le preguntamos<br />
qué ramo de la industria había escogido, manifestó que la suya era<br />
una empresa de servicios y que prefería no aclarar, por temor a que<br />
le “soplaran el negocio”. Pasaron unos meses y volvimos a cruzarnos.<br />
Coincidimos en el palier del departamento de nuestros padres, que<br />
seguían viviendo en el mismo edificio.<br />
–¿Abelardo, qué rebusque tenés? Compartílo con un viejo compañero,<br />
que a duras penas llega a fin de mes.<br />
Y Abelardo comenzó su relato:<br />
–¿Te acordás de un profesional de la provincia de Buenos Aires,<br />
que un día tomó una escopeta y empezó a tirar contra la mujer y las<br />
hijas?<br />
–¡Cómo no me voy a acordar, todavía está preso! Jamás demostró<br />
remordimiento por lo que había hecho… pero también al pobre tipo le<br />
hacían la vida imposible.<br />
–Error –contestó Abelardo–. La historia es otra.<br />
–Cuando este hombre, se iba a la mañana de la casa, se producía<br />
una metamorfosis familiar. La amada esposa cambiaba su atuendo<br />
doméstico y su condición de dama por la de madama. Las hijas con<br />
sus prendas de colegialas se transformaban en las Lolitas del barrio.<br />
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16<br />
HorACIo ArANDA<br />
No dejaban títere con cabeza. Al jefe de familia ni remotamente se le<br />
ocurrió que en su inmaculado y sacrosanto hogar funcionaba una casa<br />
de tolerancia. Una mañana sale a trabajar, llega a la estación y… paro<br />
de maquinistas. Camina diez cuadras hasta la parada del colectivo que<br />
lo acercaba a su empleo. Pasa uno, pasa otro, la gente colgada. Aníbal,<br />
que jamás había faltado al trabajo regresa a su casa. Toma el llavero<br />
que cuelga de su cinturón, elige la llave correspondiente. Trata de introducirla<br />
en la cerradura, otra llave colocada en el interior impide el<br />
acceso. Golpea la puerta con fuerza y una voz acaramelada le dice:<br />
–¿Por qué tanto apuro, ya lo vamos a atender?<br />
La puerta se abre y aparece la respetable señora vestida con un<br />
kimono y detrás las pupilas. Aníbal no dice esta boca es mía. Va a<br />
su dormitorio, toma una escopeta calibre doce cargada con postas.<br />
El primer tiro se abre como una flor en el pecho de su hija menor, ni<br />
un quejido, su cuerpo se proyectó contra la pared del living. Las otras<br />
mujeres corrieron hacia el patio interior. Se escuchó otro disparo. Los<br />
perdigones a esa distancia se abrieron en un círculo de un metro de<br />
diámetro y ambos cuerpos quedaron encimados. El uxoricida tomó el<br />
teléfono, llamó a la policía y se sirvió un whisky. Así lo encontraron.<br />
–Me imagino –le dije–. Buscaron un abogado penalista y saliste<br />
de pobre.<br />
–No, error. Me pasó igual que al viejo. La diferencia es que hice<br />
números: si las boleteaba, era perpetua, si seguían vivas podíamos<br />
hacer un buen negocio… y lo hicimos.<br />
Horacio Aranda
Graciela Busto<br />
Prólogo<br />
Volver<br />
A veces las alas están rotas por las pérdidas en el vuelo.<br />
Pasan las ilusiones y te visitan.<br />
Una voz interior guía para seguir el camino,<br />
fuertes las alas se reaniman y toman impulso,<br />
gritan, lloran, y dicen arriba…<br />
El vuelo es difícil, el alma se reanima.<br />
A veces el camino muestra sus esquinas.<br />
Volver, siempre volver, es timón del barco a la deriva.<br />
Volver, a cosechar las rosas sin espinas.<br />
Volver y tus manos se mueven, la carreta es guía…<br />
La carreta de mis sueños, me espera…<br />
Lleva dentro las ilusiones dormidas.<br />
Un libro escrito con canciones,<br />
un poema, que dije cierto día.<br />
Siempre la escucho, es mi consejera,<br />
sabe muy bien lo que deseo, y anhelo.<br />
Trataré en lo posible de lograrlo…<br />
¡Y le entrego en este viaje, mi esperanza!
18<br />
GrACIELA BuSTo<br />
Abuela computarizada<br />
La luz le ilumina el rostro. Beatriz, somnolienta mira asustada, son<br />
las cinco de la mañana. Una voz le dice:<br />
“¡Arriba remolona, hace una semana que no escribís nada!”…<br />
“¿Quién es a ésta hora pregunta?”. Luego escucha otra vez.<br />
“¡Arriba, tenés que escribir! ¿Vamos a la cocina te preparé café<br />
con leche y las tostadas con manteca rociadas con azúcar?”.<br />
“Estoy durmiendo… ¿Abuela sos vos?”, pregunta confundida.<br />
“¡No… soy tu computadora, prestame las chinelas, tengo frío!”.<br />
“A estas horas, seguro sos una pesadilla”, dice convencida.<br />
“Abrí los ojos grandotes, siempre usás lentes”.<br />
“¿Sos mi computadora? ¿Qué hacés con vestido y pantuflas?”,<br />
mira asustada.<br />
“Tengo frío y vos tenés que escribir cuentos”, insiste nuevamente<br />
“Esto es un sueño, no molestes”, se da vuelta y se tapa con la<br />
frazada.<br />
“Mientras espero, me pinto con colores que guardás en la cartera,<br />
me veo desarreglada”.<br />
Se sienta en la cama y da un brinco para convencerse. “¿A ver?<br />
¡Sos un payasito de mi pesadilla!”.<br />
“Bueno, ya que soy pesadilla, no te voy a contar el cuento del ratón<br />
Pérez”.<br />
“Mi abuela… lo contaba”.<br />
“¿Parezco tu abuela?”, dijo con ojos que brillaban.<br />
“La verdad que no. Pero… la voz, el vestido, las pantuflas”.<br />
“¡Uno, dos tres, despertate remolona de una vez!”, la mueve<br />
agitándola en la cama. Beatriz abre los ojos, se despereza y ve a la<br />
computadora quietita como siempre. A su lado humea el café y junto a<br />
él, las tostadas con azúcar.<br />
el caballero olvidado<br />
La vegetación tupida rodeaba el castillo del antiguo condado inglés.<br />
La noche la llevó a refugiarse sin pedir permiso. Sigilosa, Jenny<br />
se deslizó por el hueco de una ventana que chirriaba por el viento. Éste<br />
era cada vez más fuerte y la ayudó a caer dando tumbos contra cajas
HILoS SECrEToS<br />
y ropa vieja. La respiración se le detuvo. El entorno negro, ni una luz,<br />
ni un movimiento, solo el silencio y ella. Esperó como estatua a que<br />
alguien reparara en su presencia, tocó lo que pudo a su alrededor. Por<br />
suerte encontró un candelabro que encendió con una cerilla casi olvidada<br />
en el bolsillo. Algo le llamó la atención, una luz se agitaba fugazmente<br />
a lo lejos del salón principal. Avanzó mirando todo con asombro y<br />
pudo ver el lujo envuelto por el polvo. Sobre la mesa brillaba la lámpara<br />
de cristal, y los cortinados rojos lucían moños dorados. ¿Pero ese zigzag<br />
que se encendía y apagaba como luciérnaga? –pensó intrigada.<br />
–¿Quién anda ahí? –preguntó Jenny y esperó a que contestaran.<br />
Sólo el silencio. El viento sopló fuerte y cerró la ventana por donde<br />
entró. Se congeló su alma, pero siguió avanzando, llegó hasta el espejo<br />
del hall principal.<br />
–Este es el castillo de Sir William, al que todos temen por sus historias<br />
macabras. ¡Allí está esa luz…! –dijo mirando al espejo. Una voz<br />
burlona la sorprendió:<br />
–¡Es fácil entrar al castillo mi lady, pero difícil salir!…<br />
–¿Quién eres tú acaso te conozco? –preguntó Jenny.<br />
–¡Puede ser que algún familiar tuyo me conozca!…<br />
–No creo. Ellos están muertos –desafió Jenny.<br />
–Igual que yo –dijo la voz que se burló y la envolvió haciéndola<br />
girar y gritar cruelmente.<br />
–¡No te tengo miedo, eres sólo una luz y no puedes hacer nada!<br />
¡Vete adonde vives, vete ya!<br />
–¡Vivo aquí, y no me iré! –la luz se fue riendo nuevamente. Jenny<br />
siguió caminando tratando de encontrar otra ventana o alguna puerta.<br />
Todo estaba cerrado sin llave, pero fuertemente. Desesperada gritó a<br />
la luz que se detuvo cerca:<br />
–¡Eres un valiente maldito! ¿Qué ganas asustando por tanto tiempo?<br />
–Riéndose de Jenny la luz se materializó y tomó forma de caballero<br />
armado.<br />
–Ya ves, estoy aquí princesa, ¿qué quieres?<br />
–¿Princesa? ¡No lo soy, existieron en tu época!, ¿a quién defiendes<br />
con tu armadura?<br />
–Defiendo a lady Sara, que se fue al bosque de paseo en su carruaje<br />
y no volvió…<br />
–¿Desde qué siglo la buscas?<br />
–¡Desde el siglo trece la espero y ya estoy un poco aburrido!<br />
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20<br />
GrACIELA BuSTo<br />
–¿Aburrido? ¡Es el siglo veintiuno y no creo que tu princesa Sara<br />
vuelva!<br />
–No es posible, no descansaré hasta que Lady Sara vuelva, es<br />
encargo de Sir William que la cuide y también a su castillo.<br />
–No sabes nada de nuestro tiempo; aquí escondido, eres un mueble<br />
más en este castillo perdido. ¡Descansa en paz! ¡Sabes que estás<br />
muerto! Los nuevos dueños no pueden vivir aquí.<br />
–¿Cómo has dicho? ¡No es posible, nadie ha hablado de nuevos<br />
dueños!<br />
–¿Seguro? entonces vete con Lady Sara que descansa en el sepulcro,<br />
junto al barranco en el bosque.<br />
–¿Dónde? –preguntó el fantasma girando y lanzando luces nuevamente.<br />
–Allí, junto al barranco está su tumba y el carruaje a su costado.<br />
¡Vete pronto que te espera, noble caballero! Como torbellino, con gritos<br />
de dolor por la revelación, se fue girando y abrió todas las puertas<br />
del castillo al mismo tiempo. Jenny sonriendo las cerró fuertemente y<br />
susurró por lo bajo:<br />
–¡A partir de este momento soy Lady Jenny, dueña de éste viejo<br />
castillo olvidado!<br />
las tres hijas del rey<br />
En un lejano condado un rey tenía tres hermosas hijas. Junto a su<br />
esposa, la reina Clara, les dieron su amor.<br />
Sol, la mayor de sus hijas, iluminaba con alegría el palacio. Se<br />
parecía al rey, le gustaba mandar. Desde muy pequeña durante el<br />
día daba piruetas y vueltas carneras. Giraba y giraba por los salones<br />
tirando todos los jarrones. Tenía a la servidumbre a su alrededor<br />
pendiente de sus caprichos. Luna, la segunda hija, era dulce y tierna.<br />
Como la reina madre, callada y reservada. Se escapaba por las noches<br />
y aspiraba los aromas de plantas y flores. Paseaba con sus blancos<br />
camisones y muy coqueta observaba su imagen en la fuente del palacio,<br />
pero cuando nadie la veía. Estrella, la tercera hija, era un cascabel<br />
de alegría y otras lágrimas de melancolía. Seguía a sus hermanas<br />
en sus decisiones. Así crecieron diferentes. Cuando llegó la edad de<br />
enamorarse, fueron varios los jóvenes príncipes que las pretendieron.<br />
Su padre decidió enviarlas a diferentes torres del castillo. “No habla-
HILoS SECrEToS<br />
rán de amores y se dedicarán a sus labores”, les dijo el rey. Pero ellas<br />
se hablaban a través de los muros y huecos de las paredes. Sol, en<br />
la primera torre, miraba al cielo y pedía “Deseo que algo mágico nos<br />
ocurra y de las torres nos libere”. Luna, cerca de ella, sollozaba por sus<br />
destinos y deseaba también que alguien las rescatara. Estrella, en la<br />
tercera torre escuchaba los pedidos de sus hermanas, y con congoja<br />
contestaba: “quiero seguir sus deseos lo que pidan, también lo quiero”.<br />
El tiempo pasó y el rey casi no las veía, sólo la madre les daba sus<br />
ropas y comidas, pero nada contaba. Obedecía a su rey. Cierto día las<br />
súplicas fueron escuchadas. En un caballo alado blanco un príncipe se<br />
acercó hacia Sol y dijo:<br />
“Para que brilles de día, serás el Sol de mi vida”, y así se la llevó.<br />
Su hermana Luna, los vio en el cielo elevarse y con ilusión expresó:<br />
“Quiero la misma suerte, pero de la noche soy”. En un caballo<br />
negro apareció un príncipe, hermano del anterior:<br />
“Para que ilumines nuestras noches te tomo por esposa”, y con<br />
ella hacia las nubes se elevó. Estrella, enterada de lo sucedido a sus<br />
hermanas, dijo: “Quiero estar cerca de las dos ¿por qué no puedo ir con<br />
ustedes?” Un hermoso caballero en corcel plateado de un saltó se la<br />
llevó: “Serás mi luz y guía para que nos unamos toda la vida”, y volando<br />
se fueron los dos. Al día siguiente la reina madre a ninguna hija encontró<br />
y rápido al rey le comunicó. Este subió a las torres y con asombro vio<br />
que ninguna estaba y a su reina la culpó de toda distracción.<br />
“Los candados estaban cerrados, nada sé de ellas”, asustada contestó.<br />
Un emisario de los príncipes a los reyes dijo que podrían verlas<br />
siempre y cuando quisieran, pues en el cielo desde ese día ellas estarían.<br />
Sol, saludaba con su rubia cabellera desde el cielo por las mañanas.<br />
En la noche, Luna mostraba su cara redonda radiante e iluminada.<br />
Mientras Estrella muy cerca y de a ratos iluminada parpadeaba.<br />
cupido desanimado<br />
Cupido se levantó más enamoradizo que de costumbre. Tomó el<br />
colectivo rumbo a la oficina, pero cuando se acomodó en el primer<br />
asiento quedó embelesado por una señorita que ofrecía al público libros<br />
de autoayuda. Pudo ver su nombre en el prendedor de identificación,<br />
“Psique”. Desviaba su mirada para que no advirtiera que la contemplaba<br />
sólo a ella. Cuando lo miró dijo: “¿Uno más para usted caballero?”.<br />
21
22<br />
GrACIELA BuSTo<br />
Todo el pasaje lo observaba, su cara enrojeció y sin decir una palabra<br />
lo compró. Como era primavera estaba muy animado. De su mp3,<br />
marca Orfeo, llegaban dulces melodías que lo encendían aún más.<br />
Ella se deslizaba una y otra vez por el colectivo como una Ninfa<br />
del mar. Dos pasajeros conversaban: “Qué voz dulce, le compraría toda<br />
la librería”. “Cállate Sísifo, hoy debemos juntar muchas piedras para el<br />
corralón, no hay tiempo”, exclamó su padre Eolo. Una vez vendidos sus<br />
libros, la vendedora le guiñó un ojo a Cupido. Se acercó al colectivero<br />
y le recordó: “Forcis, a las cinco te espero con mamá en la escollera”.<br />
Diciendo esto meneó su cabeza con un no directo a Cupido y se alejó<br />
rumbo al mar moviendo su cadera que ya se cubría de escamas.<br />
sueño en la selva<br />
Agitaba su melena muy seguro. Casi siempre dormía, miraba a su<br />
alrededor. Se estiraba, afilaba sus uñas largas. En su manada era el rey<br />
león. Sus leonas cuidaban a las crías y cazaban para su majestad.<br />
Ese día ellas se habían ido de caza, y él salió a caminar en busca<br />
de algún alimento. Para no perder su costumbre corrió tras una presa,<br />
una cebra que pastaba y con dos zarpazos la cazó. Sin pensar en compartir<br />
el festín con sus crías la devoró de un bocado. Así a un costado<br />
quedó observando algunos restos de su reciente víctima. Satisfecho y<br />
somnoliento pudo ver como una gran hormiga roja recorría el esqueleto<br />
y los restos de la cebra que yacía. Fue y vino. Vino y fue. Luego fueron<br />
dos y tres. Hasta que una gran fila se convirtió en legión. Muy distraído<br />
estaba mirando el ir y venir, pensaba para sí “Qué insignificantes<br />
y pequeñas, se conforman con poca cosa”. Al rato fue un pinchazo y<br />
luego dos y tres. Cuando agitó su melena, ya fue tarde, el veneno de<br />
las pequeñas lo había dormido en la selva.<br />
Vestida de blanco<br />
Te estoy mirando, estás como siempre. Pensar que hace tanto nos<br />
conocemos… Vos seguís con el mismo traje, esperando al de sueños<br />
juveniles, ¿pero… no pasó? Mamá te prefería. Planchaba tu vestido,<br />
hasta trenzas con moños te ponía. Cada vez que te veía estabas arre-
HILoS SECrEToS<br />
glada y esperando. Desde el día que entraste a casa se adueñó de<br />
vos. Pasaron los años, iguales para las dos. Miento, para mí no. Me<br />
marché con mis sueños y feliz. Seguís perfecta y sentada en el sillón.<br />
¿Me escuchás? ¿Qué pasa? Te veo amarillenta. Yo… también esperé<br />
junto a vos. Pude usar el vestido, casi igual al tuyo con tules y brocatos.<br />
Pero tú, amiga… siempre serás eterna muñeca de novia.<br />
la infiel<br />
¡Qué aburrida estoy en Palacio!, dice Penélope<br />
¡Por qué me habré casado con Ulises, habiendo tenido tantos<br />
pretendientes! Ahora debo tejer para pasar el tiempo. Un punto arriba,<br />
otro abajo, luego una lazada. A mí nunca me gustó tejer, pero las<br />
apariencias… Mi suegro me vigila todo el día. Dos puntos arriba, dos<br />
abajo, luego dos lazadas. Espero que no adviertan que es mi criada la<br />
que teje por las noches. ¡Qué larga que es mi bufanda, tan larga como<br />
la lista de mis pretendientes! Tres puntos arriba, tres abajo, luego tres<br />
lazadas.<br />
¡Ulises no creo que llegues para usarla!<br />
traición del retrato<br />
La noche es testigo del encuentro. Cada tanto un reflejo se cuela<br />
por la ventana de la habitación. Ella hace años que mantiene oculto ese<br />
amor y su verdad. Ese día cuestiona, pide lo que corresponde, tal vez<br />
un imposible… aquel hijo. A la cita se suman viejos reproches, gritos y<br />
movimientos del juego sexual brusco. Él la abofetea, y ella le responde<br />
asombrada. La bañera de bordes esmaltados y brillantes comparte el ir<br />
y venir de caricias y empujones. El destino termina la pelea con un golpe<br />
en la nuca de él. Las burbujas se tornan rojas y las palabras se ahogan.<br />
Alucinada trata de reanimarlo, pero ya no respira. Se viste apurada<br />
y sale temblando de la habitación. Paga y pone en marcha el auto que<br />
nos es suyo. Cubre el rostro para no ser reconocida. El conserje siente<br />
extrañeza al no ver a su acompañante. Encuentra la puerta semiabierta<br />
y descubre el cuerpo que delata lo ocurrido. Ella se aísla en su taller de<br />
arte. Su pintura llora dolor en pinceladas rojas. Recuerda cada rasgo<br />
23
24<br />
GrACIELA BuSTo<br />
de aquella cara y logra el retrato perfecto. Lo cubre por un tiempo para<br />
poner distancia. Tiempo después durante una exposición con el resto<br />
de sus obras en Palermo Viejo, Sergio, estudiante de pintura, pasea<br />
por la galería fascinado por el logro de la pintora. Esos trazos y colores<br />
en paisajes le recuerdan técnicas que él mismo utilizó en sus cuadros.<br />
Consigue una entrevista con ella y conversan en un mismo idioma. Hay<br />
miradas, sonrisas de complicidad que van y vienen. El reencuentro será<br />
la semana próxima en casa de ella. Luego de dialogar, caminan por<br />
el salón privado y un retrato llama su atención… Trata de disimular su<br />
asombro. Ella le pregunta: –¿lo conoces?<br />
Consternado le contesta: –Es mi padre –las miradas de asombro<br />
opacan sus deseos. El silencio se vuelve muralla de hielo. Las preguntas<br />
enmudecen ante las respuestas que grita el retrato.<br />
No pidas que explique por qué.<br />
Soy coraza que se vuelve cruel<br />
y el deseo loco en tu miel.<br />
La que sueña con paraísos perdidos<br />
con fantasmas y figuras del olvido.<br />
No pidas que explique por qué.<br />
Soy la santa que reza en misa<br />
y la musa de la loca poesía.<br />
Soy la espada que empuña desafíos<br />
y la flor que se abre con rocío.<br />
No pidas que explique por qué.<br />
Soy el ave que cambia el plumaje<br />
No pidas que explique<br />
y pantera que defiende sus luchas.<br />
Soy mujer que cambiará su traje<br />
al defender sus causas como<br />
muchas.<br />
No pidas que explique por qué.<br />
Soy así y lo seguiré siendo.<br />
Porque vivo y siento lo que pienso<br />
Soy la llaga que llora muy adentro<br />
y la risa que cubre sus lamentos.<br />
Graciela Busto
carina castelluccio<br />
Prólogo<br />
Despertar ii<br />
Una oruga decidió ser mariposa, para ello fue a conversar con la<br />
reina de las mariposas, quién le anunció que para otorgarle su petición<br />
debía pasar la prueba de vivir un día de mariposa. De muy buen gusto<br />
la oruga aceptó. A la mañana siguiente, se despertó muy emocionada,<br />
su nueva apariencia le indicaba que era hora de comenzar la prueba.<br />
Observó sus enormes alas, y esbozó una enorme sonrisa.<br />
–¡Son más bellas de lo que había imaginado!<br />
–¡Sin tanto alboroto! –replicó la reina mariposa– recuerda que la<br />
apariencia no es todo en la vida…<br />
–Oruga, que estaba acostumbrada a la vida dentro de su capullo,<br />
escuchó con asombro y desconcierto el comentario de la reina.<br />
–¡Vamos Oruga! ¡Es hora de comenzar! Bate fuertemente tus alas,<br />
hasta remontar una nube que te lleve a recorrer el bosque, para que<br />
por fin puedas cumplir tu sueño. Fue así como oruga batió sus alas y se<br />
montó sobre la primera nube que asomó en el cielo. Anduvo un tramo<br />
largo, viendo el bosque desde arriba, cuando por fin decidió bajar.<br />
Respiró profundo y exclamó: –¡Qué rico aire fresco! ¡En mi capullo<br />
a veces casi no puedo respirar!<br />
Hasta el momento, todo era como se lo había imaginado, hermosas<br />
alas de azul brillante que acaparaban la mirada de todos, un paseo<br />
bello, insólito y sin rumbo, ¡qué más podía pedir!<br />
Distendida continuaba su recorrido cuando de repente una polvareda<br />
de viento y tierra le ensució las alitas, ¡ah!: –gritó– el viento arremetió<br />
con fuerza y si continuaba preocupándose por la tierra su vida<br />
correría peligro, así que decidió esconderse detrás de una piedra, hasta<br />
que el furioso viento se calmara. Permaneció largo rato estática, ya comenzaba<br />
a aburrirse, cuando de repente unas grandes gotas de lluvia<br />
amenazaban con desteñir el colorido de sus alas, ¡no! –volvió a gritar.<br />
Pronto se dio cuenta que debía dejar de lado la coquetería, y buscar un
26<br />
CArINA CASTELLuCCIo<br />
nuevo refugio, pues perdería sus alas antes de terminar de estrenarlas.<br />
Corrió, corrió, hasta encontrar refugio en una cueva cercana<br />
–¡Por fin! ¡Ahora sí que estoy a resguardo de esta tormenta!<br />
Protegida, entre esas imponentes rocas, se detuvo a mirar todo<br />
cuanto había a su alrededor. La vegetación que allí crecía, los pajaritos<br />
que al igual que ella buscaban refugio. El agua que corría en cascada,<br />
producía un sonido armonioso y relajante, había un mundo dentro de<br />
la cueva, un mundo como en su propio capullo.<br />
Pasaron las horas, el día finalizaba, había sorteado una gran<br />
cantidad de obstáculos, que la hacían pensar sobre su decisión de ser<br />
mariposa, de todas formas, este nuevo mundo desconocido y lleno<br />
de sobresaltos, le había gustado. Pero aún le faltaba la decisión de la<br />
reina. Con todos los contratiempos que la sorprendieron tenía dudas si<br />
obtendría una nueva oportunidad de vivir un día de mariposa, para así<br />
finalizar la prueba.<br />
Finalmente anocheció, y la reina mariposa apareció frente a la cueva.<br />
Oruga trató de explicarle todos los inconvenientes climáticos, por<br />
los cuáles creía no haber podido cumplir su día de mariposa. A lo que<br />
la reina mariposa replicó: –mi querida oruga, la prueba se ha cumplido<br />
desde el momento que has comprendido que debías velar por tu vida,<br />
antes que por tus hermosas y llamativas alas. Desde el momento que<br />
deseaste vivir en ese mundo plagado de desafíos, y dejar tu cómodo<br />
capullo para disfrutar una vida plena de transformación, por ello, ¡te<br />
concedo ser mariposa!<br />
Dedicado a todas aquellas personas que pujan día a día por descubrirse<br />
y redescubrirse, valorando las cualidades personales del ser<br />
y, a aquellas opacadas por estrellas fugaces que intentan enceguecer<br />
el camino.
elato conversado<br />
HILoS SECrEToS<br />
en Buenos Aires se lo voy a poder decir<br />
Junto a Choli y Manuel, pasamos los días en nuestro pequeño<br />
pueblo. Choli cocina, por las mañanas tostadas con mermelada casera<br />
y leche fresca, al mediodía sus especialidades, puchero de gallina,<br />
locro, guiso de mondongo, en la merienda ricos pastelitos de batata y<br />
torta con cascarita de limón, mis preferidos, cuando hace frío chocolate<br />
caliente, y a la noche un caldito de verdurita, solo para pasar el frío.<br />
Nuestro pueblo es muy tranquilo, voy al colegio, hago la ropita para mis<br />
muñecas, me gusta el calorcito de la salamandra, mis días son muy<br />
alegres, tranquilos, mi baño tiene agua caliente, es todo muy lindo, de<br />
mis muñecas, la que más me gusta, es la que me regalo Yiya, que<br />
vive en Buenos Aires, ¡sueño con conocerla!, ahora estoy nerviosa,<br />
faltan cinco días, me dijo Choli, que me tengo que portar bien y cuando<br />
llegue, sólo la puedo llamar por su nombre, no me tengo que olvidar.<br />
Hoy es el gran día, me puse el vestido rosa que me mandó Yiya y los<br />
zapatos de charol, vamos en sulqui, a las cuatro tenemos que estar en<br />
el tren, ¡llega Yiya de Buenos Aires!<br />
–Apurate Mimí, el tren está por llegar, la tormenta amenaza antes<br />
de tiempo.<br />
–¡Ya voy Choli!, al final no me lustré los zapatos, tampoco llovió, el<br />
tren llegó tarde y Manuel nos dejó solas, prefirió quedarse tomando la<br />
merienda con tus pastelitos, Choli.<br />
–Estás en lo cierto Mimí, y qué bien hizo en tomar esa decisión.<br />
–¡Ahí viene el tren! ¡Qué emoción! –grita Mimí.<br />
–Era hora de que llegara, ya estoy con ganas de volver a la estancia,<br />
además tengo el dulce de pera en el fuego, espero Manuel no se<br />
olvide de darle unas revueltas.<br />
–¡Por fin llega Yiya!<br />
–Hola Choli –exclamó en tono frío y distante Yiya.<br />
–Hola, ¿hay que esperar equipaje en la baulera?<br />
–No, podemos irnos, quiero tomar un baño de agua caliente.<br />
27
28<br />
CArINA CASTELLuCCIo<br />
–Volvamos a la casa, pronto anochecerá, además Mimí no ha<br />
tomado la merienda. ¿La recuerdas?, hace tanto tiempo que no la ves,<br />
es como si no la conocieras ¿no?<br />
–Es cierto.<br />
–¡Hola Yiya! –Mimí desbordada por la conmoción.<br />
–Hola, estás grande, se ve que Choli te ha cocinado bastante,<br />
hambre no has pasado.<br />
–¡Choli cocina rico!<br />
–Vamos de una vez –exigió Choli.<br />
–Todo el viaje de vuelta a la estancia me quedé al lado de Choli,<br />
arriando el caballo y mirando a esa mujer que tanto había deseado<br />
conocer, largo rato le miré sus ropas, modales, su cara me resultaba<br />
familiar. El pelo, todo parecía como si alguna vez la hubiera visto en mi<br />
vida, pero de verdad que nunca la vi. Ella casi ni me dirigió la palabra,<br />
al final tanta ilusión, se la veía seca y arisca como me decían Manuel<br />
y Choli.<br />
–Hola Manuel ¿cómo estás?<br />
–Como siempre, ¿y vos? –contestó Manuel con tono de fastidio–.<br />
¿Qué te trae por acá?<br />
–Te dije que volvería, necesitaba solo un tiempo para resolver mi<br />
situación.<br />
–Ahhhh ¿y cómo resolviste la situación?<br />
–No vine a hablar de eso, vine a decirles que estoy muy bien en<br />
Buenos Aires.<br />
–¿Bien? –Choli no podía con su ira– ¿Y cómo es que estás tan ansiosa<br />
por un baño de agua caliente? ¿Qué es estar bien para vos? ¿Lo<br />
decís por esos trapos que traés y ese aire de señora?, no te hubieses<br />
molestado en venir a avisarnos.<br />
–No vine a avisarles, vine a buscar a Mimí.<br />
–¿A Mimí? –Manuel ya estaba desbordado–. ¿Estás loca? De tu<br />
vida podes hacer lo que quieras pero con la nena ¡no!<br />
–¡Cómo lo escuchaste!, ¡me la llevo!<br />
–¡Sobre mi cadáver!<br />
–¡Entonces será sobre tu cadáver!<br />
–¡Sos una decorazonada!, ¡hacés lo que te place, y no te importa<br />
nada de nadie!, ¡sos una egoísta! llevarte a Mimí, justo ahora, ella es<br />
feliz, junto a sus muñecas y su baño con agua caliente.
HILoS SECrEToS<br />
–En Buenos Aires la espera un hermoso bebote que cuidar –Yiya<br />
en tono irónico– uno de carne y hueso, y por el baño no te preocupes<br />
se acostumbrará con el tiempo.<br />
–¡Perdiste el alma! –Choli en estado de desesperación.<br />
–¿Te parece? ¿Después del sacrificio que hice por ella? Todo este<br />
tiempo estuve buscando un sostén –ante la situación, impotente Manuel<br />
exclama:<br />
–¡Hipócrita!, ¡la nena se queda!, ¡nuestro hogar es el único que<br />
conoció!<br />
–¡No tienen derecho a tomar decisiones sobre ella!<br />
–¿Y cómo es Buenos Aires, Yiya?, ¿hay plaza con juegos?, ¿y<br />
vendedores de pochoclos?, ¿hay tele en tu casa?<br />
–Sí, por supuesto, hay plazas con calesitas y grandes toboganes<br />
todo lo que a una nena de tu edad le pueda gustar<br />
–¿Y el bebote ya lo compraste?, ¿y en Buenos Aires te voy a poder<br />
decir mamá?<br />
–sí, por supuesto, allá sí.<br />
–Entonces me voy.<br />
sombra<br />
Los viejos arcanos le aconsejaron cambiar el rumbo, atrapar esa<br />
lánguida sombra en un cofre de plomo, así nunca más podrá escurrirse<br />
por los laberintos de su destino.<br />
Las sirenas de mares profundos, se encargarán de ella. La conducirán<br />
a los confines de océanos confusos, acallarán sus gemidos<br />
con la música ensordecedora de sus cantos, y cuando, cansada por<br />
este abatimiento hostigador decida emprender un nuevo rumbo, será<br />
liberada.<br />
Deseos y realidad<br />
Ella es quien alborotada y despojada de ataduras, con desparpajo<br />
sus deseos ejecuta. Yo, sólo transito el camino diario, que me permite<br />
sobrevivir en la caótica jungla de cemento. Se podría decir, que sí,<br />
nuestra relación es distante, yo vivo y sobrevivo, y ella me acompaña<br />
29
30<br />
CArINA CASTELLuCCIo<br />
en mi utópico andar. Es cierto, que sin sentido hace tiempo deseo<br />
librarme de ella, en realidad, aún no logro descubrir de cuál de ellas<br />
deseo liberarme.<br />
Fuga<br />
Un pensamiento se ha escapado del juicio, salió corriendo por la<br />
Avenida Nueve de Julio. Un vigilante pretendió detenerlo, el muy atrevido<br />
continuó rumbo a la calle Florida. No detuvo su paso hasta llegar<br />
a una oficina. Para su desilusión, hoy su chica no vestía pollera.<br />
el remero<br />
En un turbulento mar entre pasiones desencontradas se asoma un<br />
remero. Sólo, en la inmensidad, enfrenta esa ola amenazadora y agobiante.<br />
Decide seguir, opciones de salir de ella no vislumbra. En medio<br />
del remolino voltea su frágil bote sobre sus costas, traba su remo en<br />
los toletes. Piensa –no será de mucha protección– y continúa su viaje a<br />
ciegas, por entre la ola furiosa. De vez en cuando el golpeteo de un pez<br />
o una piedra en el casco de su pequeña embarcación le hacen temblar<br />
hasta los pelos mojados. Continúa por ese incierto camino que recorre<br />
sin saber. “Las precauciones para llegar a buen fin han sido tomadas”.<br />
“La certeza la tendrá cuando la ola se canse de tanta vorágine y decida<br />
llegar a las costas de alguna playa cálida y arenosa”.<br />
Autoría<br />
Una frase rebelde se resistió a ser plasmada sobre un papel que<br />
recorrería el mundo entero, prefirió emprender su propio viaje, en su<br />
estilo arrebatado, sería en una alfombra voladora persa, la muy descontrolada<br />
de repente la tomó de los flecos y salió de improviso volando.<br />
No tuve más noticias de ella, hasta que la encontré plasmada en varios<br />
diarios de diferentes partes del mundo, por lo menos, la muy descabellada<br />
al final reconoció mi autoría.
HILoS SECrEToS<br />
Perdón<br />
Érase un mosquito de gusto vespertino, picaba con ardua destreza<br />
toda aquella superficie de mi piel que vislumbraba indefensa. Al principio<br />
pensé, le regalo solo unas gotas de rojo carmín, al fin y al cabo<br />
todos nos merecemos una colación de media tarde ¿no? Así sucedían<br />
los días, y con insistente paciencia aparecía en forma diaria en busca<br />
de su ración. Con el correr del tiempo el mosquito crecía, y su aguijón<br />
también. Un día desperté de susto ¡aaaahh!, era mi hermano, Juan,<br />
que con un cachetazo en mi brazo intentaba matarlo, ¡no! Grité con<br />
vehemencia<br />
–¿Qué te sucede? –exclamó Juan, con mirada de asombro y desconcierto.<br />
–Nada respondí.<br />
–¿Nada? Mírate te has vuelto un álamo de la flacura, ¿No te has<br />
dado cuenta que “ese” insignificante mosquito pretende llevarse tu vida?<br />
–un silencio invadió la habitación, hasta que pude responder:<br />
–Mi querido hermano, aún a sabiendas que consume mi vida día a<br />
día, no concibo mis tardes sin su visita, y menos aún, sin su aguerrido<br />
aguijón –Juan meditó unos instantes, en su cara podía vislumbrar, que<br />
aceptaba mi decisión, y en un fuerte abrazo nos unimos, se podría<br />
decir, que nos entendíamos como nunca lo habíamos hecho, nos sensibilizamos<br />
como nunca también. Le agradecí, me miró con ternura, le<br />
volví a agradecer, me pidió perdón, y en ese instante mis sentidos se<br />
paralizaron.<br />
–Perdón volvió pronunciar…<br />
–Esta situación me desconcierta –dije.<br />
–La entenderás algún día –respondió.<br />
Y partió con una mancha de rojo carmín en su mano.<br />
31
32<br />
Poesía<br />
CArINA CASTELLuCCIo<br />
Amor a gitanilla cante jondo<br />
De tus lágrimas saladas he querido beber<br />
y tu cabello alisado de tristezas<br />
he querido encaracolar.<br />
¡Ay ay gitanilla!<br />
En noche de luna nueva un deseo he pedido,<br />
¡Qué se salve el honor de la gitanilla!<br />
Caprichosa, la comarca te ha juzgado,<br />
y mi corazón te ha perdonado.<br />
Mil hechizos he buscado<br />
para que tu corazón sea mío,<br />
¡Y tú! otro corazón has deseado<br />
¡y ay! qué dolor me has causado.<br />
¡Y ahora gitanilla! que tus caminos se han cerrado<br />
este mendigo has encontrado,<br />
deja para él, las migajas rotas, de tu corazón.<br />
Búsqueda<br />
Buscó en jardines sin flores,<br />
un rostro ovalado y brillante,<br />
sólo encontró pastizales descoloridos.<br />
Buscó, buscó, por caminos inciertos,<br />
hasta sentir el cansancio latir en sus huesos.<br />
Su vida transcurrió lenta,<br />
hasta que el andar sentenció por azar,<br />
encontrar ese rostro ovalado y brillante.<br />
Sarcástico el destino, esbozó una sonrisa,<br />
de sus labios, una frase corta,<br />
se puede perder una vida entera,<br />
tratando de encontrar lo que habita en nuestro interior.<br />
carina castelluccio
Víctor Del Duca<br />
Prólogo<br />
láminas de bronce<br />
Desde la prosa de un pequeño anacoreta pido perdón. Pido perdón<br />
por haber despertado en el glosario de una crónica de evolutivas<br />
cabelleras. Un blanco sendero, de métodos y falsos teoremas, coagula<br />
en la corrupción del arte sancochando reliquias y ordeñando hambre<br />
en el rescoldo de su propia confusión.<br />
Hoy nace el nombre y junto a él la gratitud del néctar que cubre de<br />
miel la soledad de este pequeño anacoreta que no hace otra cosa que<br />
seguir latiendo ante una multitud de verborrágicas láminas de bronce.<br />
Fugo como fugan las siluetas en la noche entorpeciendo laureles,<br />
amansando fieras cebadas por la duda. Soy, destino, una perversa<br />
convicción harto de tu conciencia.<br />
Es el amor –prisionero del espanto– quien me estafa limitando<br />
su mezquina inspiración, es que a lo lejos un rumor de guerra sepulta<br />
al claustro de la virilidad humana. En la fatalidad de mi pereza ya no<br />
hay porvenir, sólo campos de barro excusados en Atila. Sólo sé que<br />
día a día destruyo mi destino. Sólo sé que el armazón de mi piedad<br />
desemboca en el blasón de mi confirmada psicosis. Lento camino sin<br />
dejar huellas. Sin dejar sombras. Sin emanar el acre sabor del infinito.<br />
Huyo sin brújulas ni bitácoras. Danzo a la deriva y cierro los ojos. Son<br />
los pesados párpados quienes gozan de la laxitud de un fabuloso imperio<br />
encontrado en el manuscrito de una infame y misteriosa botella.<br />
Ya nada quiero ser. Ni siquiera un pequeño anacoreta. Es por eso que<br />
pido perdón al ángel que no ha caído y es por eso que pido perdón al<br />
templo de las grandes letras. Hay un Ragnarök enfurecido, un cielo<br />
tal vez liviano y una secuela de inocentes risotadas. Hay un cofre. Hay<br />
un mapa y un tesoro oculto en mi corazón hijo de una felicidad que sin<br />
saber porqué me fue vedada.<br />
1 En la mitología nórdica, ragnarök (“destino de los dioses” ) es la batalla del<br />
fin del mundo. Esta batalla será supuestamente emprendida entre los dioses, los<br />
Asir, liderados por Odín y los jotuns liderados por Loki. No sólo los dioses, gigantes,<br />
y monstruos perecerán en esta conflagración apocalíptica, sino que casi todo en el<br />
universo será destruido.
34<br />
VíCTor DEL DuCA<br />
Madelaine<br />
No es breve lo que tengo que decir acerca de Madelaine. Debes<br />
saber que es el dolor quien configura la escena. Debes saber que quien<br />
escribe estas líneas conjuga, en la perversión de su linaje, lerdos cimientos<br />
de lectura artesanal. Es el espanto quien corroe la libertad del<br />
pensamiento, Madelaine lo sospecha pero, sin embargo permanece<br />
callada. No sabe que detrás de cada muro se esconde ingrávido un<br />
súbito rencor de amebas. La pureza que exhala su morfología encalla<br />
en el Leteo para luego fundar nuevas abstinencias y rodar en el abismo<br />
de la ausencia reprimida. Pronto el ejemplo arroja a la distancia un<br />
nuevo dolor amparado por su regocijo.<br />
Es mi casta Madelaine quien no tira los dados, quien se aleja del<br />
podio elemental; porque bien sabe Dios cuantos proyectos caben en<br />
una idea. Hay un cielo nacarado ubicado en la garganta de mi amada<br />
Madelaine que se resigna a seguir viviendo. Hay un sueño que se repite<br />
una y otra vez en la almohada de su conciencia, y hay sin embargo un<br />
tácito temor a perderlo todo, a caer en las garras de una impertinente<br />
tentación libidinosa.<br />
El blanco espíritu de Madelaine respira la pureza que sólo su<br />
corazón comprende, ni siquiera yo (que tanto la observo, que tanto la<br />
conservo) logro dar con el paradero de sus orígenes.<br />
Es en mí donde Madelaine disfruta del olímpico relámpago artificial,<br />
es en mí donde su gratitud sincretiza kilómetros de sangre. Muta<br />
el horror precarias luces de anestesias y de suero, porque el amor<br />
que me une a ella es fatídicamente superlativo. Con respecto a esto<br />
seré muy breve: jamás existió ni existirá felicidad como la felicidad que<br />
existe entre Madelaine y yo, somos verdaderamente afortunados. En<br />
la alquimia de nuestro amor nada es negativo. Por el momento sigo<br />
afirmando que la vida es bella, si señores, verdaderamente bella. En<br />
cuanto al “fin” qué diré: pues sigue peregrinando por la vida experimentando<br />
todo el tiempo costumbres nuevas, vagando en la servidumbre<br />
de su imperecedero destino, fomentando brevedades, beligerancias,<br />
superándose todo el tiempo y consumiendo del más exquisito jarabe<br />
que le proporciona quien a su lado está derrochando híbridos litros<br />
de gloria mentados tan sólo por mi negro paladar. Un ligero reflejo de<br />
luna es suficiente para recrear en el magnánimo espíritu de mi amada<br />
un alegre, aunque primitivo, tormento fatal e inabordable. Es así como
HILoS SECrEToS<br />
tomo su suerte y sin advertir en el flácido sol de un mes cualquiera la<br />
sepulto en mi frígido refugio infinito.<br />
Un singular recuerdo fatiga a mi memoria. Es la reflexión del primer<br />
mordisco, es la llama sólida de una hoguera jamás contaminada,<br />
porque es aquí donde esta prosa desnuda su implícito contenido. Es el<br />
primer mordisco, es el ayuno de tantos corazones grises amontonados<br />
en mi cabeza, es la furia de un idílico amor la que contribuye al desgarramiento<br />
de la caprichosa anatomía de Madelaine.<br />
Soy conciente de mi escasa cordura. Pero ¿cómo detenerla?<br />
¿Cómo fugar del bermejo fuego que se agolpa en las lívidas mejillas<br />
de Madelaine? Un dulce beso, cual subliminal preludio, reza por una<br />
libertad de luz profana. Es la lengua quien fuera de sí lame lo que<br />
pronto será alimento. Porque es la lengua la que espanta gratuitos<br />
besos cebados por la gula de un afilado diente que sólo pretende hincar<br />
y apretar y arrancar y masticar y escuchar el profundo chillido de<br />
Madelaine que rasgada sangra ante mi soez canibalismo. Es así como<br />
afino el primer mordisco y es así como los negros ojos de Madelaine<br />
se instalan en lo absurdo de mis córneas, reprochando al dolor un<br />
trámite de sensaciones avaladas por el llanto de una aguda perversión<br />
que me pertenece. El sabor del primer mordisco es desagradable, pero<br />
en tanto medran los mordiscos asimilo el dulzor que trágicamente se<br />
deja ver de a ratos. Es Madelaine, si, es Madelaine la que estalla de<br />
dolor, la que sufre el amor que le profeso. Porque la cadena del placer<br />
es incorruptible, ¿cómo limar las asperezas de este agudo resplandor<br />
que me corona?<br />
Bien sabe Dios cuantas moiras caben en una madeja, bien sabe<br />
Dios cuanto dolor en el amor. Porque fatigada mi realidad fastidia a la<br />
ilusión de Madelaine. Porque lejos del horror son mis molares los que<br />
abusan de su prodigio, de su prestigio, de su razón. Me queda un triste<br />
vino por seducir en esta fosa de panes sin mortaja, es la fragilidad<br />
con que Jesús asciende al monte calvario. Precario es el deseo de<br />
salvación, precaria es la muerte que inaugura espinas por entre las<br />
piernas de Madelaine. Es el cordón umbilical, es el principio del todo,<br />
la independencia de un favor azul sin maquillaje. Debe tu corrupción<br />
saber que estas páginas conforman un grito fundamental en la historia<br />
del cinismo. Soy yo quien ultima los detalles en esta aguda perversión<br />
de vocación macabra.<br />
En fin señores, más valdría no hacer nada, la gula razonada es<br />
preferible. Es por eso que trago la última porción y es por eso que la<br />
35
36<br />
VíCTor DEL DuCA<br />
mastico y la hago bailar entre mis dientes. Es por eso que disfruto de<br />
esta inconexa masturbación de poder. Soy como un pequeño dios que<br />
se niega a lo creado. Soy lo poco que puedas ver en mí. Un racimo de<br />
mares congela la escena, caber en el ataúd sería someterse al disparate.<br />
El sepulturero sabe que no hace falta cavar, que no es necesario,<br />
que mi propio peso se ocupa del asunto. Tengo sueño, debo dormir. No<br />
es Madelaine quien me consume, no, son sólo gusanos.<br />
Mas debes saber que en esta zanja de costillas y de barro son las<br />
larvas quienes mudan de apariencia, quienes retozan en el álbum de<br />
una sonrisa elemental. Sólo basta saber hasta que punto soy capaz<br />
de ser devorado por la fisonomía lírica de Madelaine. En definitiva sólo<br />
basta saber quien soy yo para que Madelaine advierta en mi sangre<br />
una diminuta porción de nutritivo alimento.<br />
Picarda<br />
Fue cuando bajo los impulsos de un domingo solitario (como cualquiera)<br />
que Picarda asimiló la claridad del sol que se filtraba por entre<br />
las rendijas de su ventana. Levantó la vista y sin irrumpir en débiles<br />
consuelos conquistó naderías desde su posición vertical. Dispuesta estaba<br />
a servirse una taza de té cuando sus instintos percibieron el rumor<br />
de un acaramelado llanto que provenía de una de las habitaciones de<br />
arriba. Al acercarse advirtió la presencia de dos desconocidos niños<br />
que en pugna nutrían su propio llanto.<br />
Picarda les preguntó: “¿quiénes sois?” Pero ellos sólo atinaron a<br />
responder con una breve, brevísima, melodía de ofrendas y anacronismos.<br />
El estupor de Picarda era real, pues a su soledad se sumaba<br />
la retórica ancestral de su linaje. “¿Quiénes sois?”, insistió por cuarta<br />
vez hasta que uno de los niños reprochó a Picarda: “¡Tengo hambre!”.<br />
Ella aún obnubilada improvisó un suculento desayuno de frutas, masas<br />
y confituras, que los niños devoraron sin refinamiento protocolar. La<br />
cascada de interrogantes de esta dama, hacia los niños, dejó de ser<br />
cuando uno de ellos (el que no reprochó a la joven Picarda) musitó un<br />
“gracias” casi desnaturalizado.<br />
La crianza de los niños fue el ejemplo a seguir por Picarda que<br />
ansiosa sólo aguardaba el crecimiento de ambos. Pasaban los días,<br />
los meses, los años y el cuerpo de Picarda tornaba a coronar la fatiga<br />
de su marchita piel. Los niños permanecían impávidos ante el paso del
HILoS SECrEToS<br />
viento. Lozano y virgen era el semblante de éstos que a juzgar por su<br />
plenitud no crecerían nunca, sin embargo Picarda presa de un dolor sin<br />
tiempo sugería a su balsámica decrepitud una salvaguardia para seguir<br />
criando a sus niños que llorando hacían notar su dependencia.<br />
–No exijan al tiempo una mirada recurrente porque sólo hallarán<br />
miseria, vive Dios en la lectura del resplandor humano –solía decir Picarda,<br />
entre toses y esputos de sangre, a los niños que sospechaban<br />
su brevedad.<br />
Ya opacaban su cráneo luciérnagas de plata, ya sus flácidas carnes<br />
acotaban su advenimiento, hasta que por fin, sí, por fin, luego de<br />
una siesta prolongada Picarda dejó de ser. Sin llanto en las mejillas los<br />
niños corrieron hacia ella, besaron su frente y alados por un mandato<br />
divino la encauzaron al paraíso.<br />
–Has sido una gran mujer y es por eso que te doy a elegir el círculo<br />
que quieras de los bienaventurados –exclamó Dios.<br />
–Quiero seguir criando a mis niños, nada más –alegó Picarda por<br />
toda respuesta.<br />
–No podrá ser, ellos son ángeles, sólo te pusieron a prueba. –Fue<br />
entonces cuando Picarda lloró en el paraíso, ámbito donde jamás se<br />
llora.<br />
la musa y su finitud<br />
El breve nimbo de los jornaleros reemplaza a la insana lámpara del<br />
agotado pulmón. Es un brillo apenas posible. Al menos bélico desde la<br />
perspectiva del soñado poeta que abusa en su inspiración del desmedro<br />
de la almas, apoderándose de su carnal vitalidad. El alma reniega<br />
siempre de la piel y del esqueleto. Un quebrantado relámpago logra<br />
huir justificando su certera puntería en el pecado de los indigentes. La<br />
satírica cruz pordiosera es acaso la precoz limosna del gentil narrador,<br />
del hombre-historia, de la arteria fumígena dentro de una caldera elitista<br />
y gutural. Un secreto sueño de cuernos repetidos me convida a<br />
persistir en la antigua comunión de Dios, lejos del ultraje que viste la<br />
oración divina.<br />
Sólo unos pocos logran hacer pie en esta hirsuta confusión de<br />
madrigueras donde, el ratón más hábil, ajeno a la plegaria, insiste con<br />
la triste encarnación del sol, enmudecido por siglos de cáusticas ban-<br />
37
38<br />
VíCTor DEL DuCA<br />
deras. Es acaso el microcosmos quien revela la perversidad de quien<br />
acecha, en los rincones más sórdidos su vulgar predicción de lo ya<br />
mentado. No fue Caín quien sospechó del indulto de su heredad. No<br />
fue Caín quien se replegó ante el sagaz rechazo de su bondad, dinamitada<br />
por el ego de quien en siete días martirizó a las bestias.<br />
Pocos retornan a la fragmentada hermosura de su felicidad, sólo<br />
un breve porcentaje capitula aquel dulzor como el todo de un Aleph<br />
diseminado. Precario y siniestro es el rostro del universo que anuncia al<br />
poeta su intención de quedar plasmado en el fuego caduco de su propiedad.<br />
El tiempo acaba de rumorear el sino de su fragancia, con lágrimas<br />
en los ojos y un místico silencio por toda defensa. Es así, siempre<br />
fue así. Nadie pudo cambiar hasta hoy este desdichado derrotero que<br />
abusa de una combinación frutal de pulpa sin semilla.<br />
El ejemplo abarca todo el universo.<br />
Cegada por la involuntaria rima de su corporeidad Eva descansa<br />
en el pequeño Parnaso de su descendencia, hipnóticamente persigue<br />
aquella pobre caravana de ilustres letras, que presupone la libertad del<br />
ser. Hostigada, huye despavorida masturbando camas en el engranaje<br />
de lo finito. Inhibida ante el furor de la paciencia emprende un largo<br />
camino desde su limitada atmósfera hasta el renglón más humano de<br />
su escasa biblioteca de tomos incunables.<br />
Hay quien nace para morir en el ejemplo. Hay quien carece de<br />
libertad en el amparo de su hegemónica saciedad vigente. Hay quien<br />
muere sin saber dónde atracar, sin un carajo, que anuncie tierra, sin<br />
una tierra que aviste el mar. Pobre es el dolor que no encuentra motivos<br />
para su dolencia. Pobre es la plegaria que asegura la prudente solvencia<br />
de Dios. Pobres, pobres y pobres… pobre es el propio Dios que<br />
aguarda del poeta una alabanza preñada de mentiras subordinadas,<br />
ancladas en el tifón de un mero cenit plagiado.<br />
Existe un temor blanco, impoluto, diáfano, que arriesga su fortuna<br />
a cambio de una mazmorra heterodoxa. Porque Dios existe. Porque el<br />
cielo acaba en el cielo. Porque Dios es todo, y el todo define el albedrío<br />
con el que la molécula presume de su hibridación. Cálculos filosóficos<br />
resumen, en su tendón, la algarabía del eterno. Mantos de piedad presuponen,<br />
agazapados, la existencia de un epistemológico motor que<br />
los inmortalice, que los traslade al eco sordo de la rotación y traslación<br />
perpetua.
HILoS SECrEToS<br />
El ejemplo abarca todo el universo.<br />
El celo criminal acribilla miradas en el ara de su propio resplandor.<br />
Un recuerdo magro es el instante de un reloj fértil y adiposo, que<br />
gobierna con su liquidez al vasto repertorio de las horas sacralizadas.<br />
Exige el tiempo al firmamento una nueva secuencia hiriente para sólo<br />
reposar en la miseria de un soez corazón ajado, lejos de la duermevela<br />
que caprichosa reniega de la fe y apuesta por la redención de un idólatra<br />
sermón renuente. Es un reino que ya no puede progresar, como<br />
un imperio al que sólo le queda el mar por conquistar. ¿Es el todo o es<br />
la nada, o es acaso el todo de la nada? En este ayuno de sales ya no<br />
quedan muros por revocar. ¡Óiganlo todos!<br />
Aún me queda un segmento por recorrer, un segmento difícil,<br />
abierto y pantanoso. Segmento en el que los jornaleros advierten su<br />
fecunda decadencia. Un dulce ataúd de carne es el régimen de mi silueta<br />
kármica, es allí donde el pregón tramita su perversión maximizada<br />
en el ruego de un nuevo y triste preliminar quebranto.<br />
El ejemplo abarca todo el universo.<br />
El conocimiento es el oasis de lo supuesto, es la marioneta que<br />
oscila entre el bien y el mal, es acaso la laguna que deviene en océano.<br />
Tal vez por eso la locura sea el verídico espejo que proyecta su<br />
anatomía íntegramente deshabitada, ajena al ropaje cadencioso de<br />
lo aparente. Un vínculo de sal arrastra a la arena hasta su sepultura,<br />
donde la colma de dioses secundarios y deidades ambivalentes.<br />
Es allí donde el poeta abusa inocentemente de la belleza que,<br />
como el Fénix, se renueva día a día en el fáctico cementerio que presume<br />
de paz y libertad. Sólo el dolor escapa de dicha presunción.<br />
Hay motivos y motivos, hay sombras sin nombres, hay silencio.<br />
Quizá la realidad me condene a persistir en el engaño, a sospechar miserias<br />
en la angustia del excremento. ¿Dónde, adónde, cómo, cuándo,<br />
quién, él? Tal vez la respuesta ubique destino en el podio final del grato<br />
sueño, ese del que nunca debí haber salido, ese del que nunca debí<br />
haber salido, sí ese del que nunca debí. Un brillo de luna desciende<br />
hasta el rabillo de los ojos de los jornaleros. No es la pena maniatada<br />
la que oculta en su dedal la aguja, no es el próximo rostro de Artropos<br />
sin nada que ovillar. Es apenas lo que dejó el río de las abluciones,<br />
la mítica antorcha de la ilusión hecha ceniza. La trama depende del<br />
hombre-historia. El sabrá si alguna vez existieron. El revelará la razón<br />
y el motivo de un fragmento de sus vidas. El juzgará necesario reducir<br />
39
40<br />
VíCTor DEL DuCA<br />
esa fugacidad a sólo un segundo de perpetua causa. El será quien tire<br />
los dados, quien retire el telón del olvido escénico. Será un semidiós.<br />
Será acaso quien resuma todos esos años de pasividad en la luna que<br />
acaba de brillar en las enrojecidas pupilas de los jornaleros. En definitiva<br />
será el motivo que justifique la rapidez de aquellos alfanuméricos<br />
espermatozoides lánguidamente fecundados.<br />
Poesía<br />
Definitivamente<br />
¿Qué humanidad atizará mi andrajosa frente<br />
el día que yo muera definitivamente?<br />
¿Qué sol iluminará este vasto territorio<br />
cuando ya no existan apuntes en mi escritorio?<br />
¿Qué esotérica luna iluminará a mi estrella<br />
el día que mi anatomía pase a ser bella?<br />
¿Qué amargo licor confundirá mi roja sangre<br />
en este río acuoso donde resiste el bagre?<br />
Sólo te diré que estas totalmente perdida<br />
en este hirsuto laberinto al que llamas vida.<br />
“¿Por qué?” me dirás con voz ronca y ensimismada<br />
pues entonces te diré que todo esto es la nada<br />
que todo esto termina pero nada se acaba,<br />
que estás pariendo en sangre al hijo que ayer te amaba.<br />
Víctor Del Duca
Dolores Fernández<br />
Prólogo<br />
Después de leer<br />
“Esto ante todo: pregúntese en la hora más serena de su noche:<br />
¿debo escribir? Ahóndese en sí mismo, hacia una profunda respuesta y<br />
si resulta afirmativa, si puede afrontar tan seria pregunta con un fuerte<br />
y sencillo “debo”, construya entonces su vida según esta necesidad, su<br />
vida tiene que ser hasta en su hora más indiferente e insignificante, un<br />
signo y testimonio de este impulso”.<br />
R. M. Rilke<br />
“Escribo porque me es absolutamente necesario, de otro modo<br />
podría morir de tristeza. He escrito en mi vida porque si no me moría,<br />
obedeciendo a impulsos muy profundos y oscuros, tan profundos y<br />
oscuros como los que producen los sueños y las pesadillas”.<br />
Ernesto Sábato<br />
“Porque no soporto el vacío que es un día sin escribir”.<br />
Juan García Hortelano<br />
“Para evitar que al miedo de la muerte se agregue el miedo a la<br />
vida”.<br />
Augusto Roa Bastos<br />
“Yo creo que para no tener frío. Para espantar el frío y espantar<br />
la noche”.<br />
Manuel Rivas<br />
Después de leer sus” porqué”, no necesito explicar porque escribo.<br />
Con respeto humildad y admiración.<br />
Dolores Fernández
42<br />
DoLorES FErNáNDEz<br />
Abstracciones de un hombre común<br />
Lo decía mi madre: –Esa chica te lleva de la nariz–. Yo me vislumbraba<br />
como un toro bravío, arrancando la hierba con mis patas traseras.<br />
Poderoso. Con la piel transpirada y el belfo latiendo.<br />
Ya pasaron tres años desde que di un portazo dejando a mi madre<br />
con la palabra en la boca, en los ojos. Un verdadero desborde de<br />
palabras. Campanas de boda, festejos en familia. La familia de Ana.<br />
Conclusión, mi madre tenía razón. Ya tengo un aro en la nariz y mi<br />
mujer jala de él. Somos una postal romántica. Una aburrida imagen de<br />
tiempos pretéritos. Todo está organizado, gimnasio a la salida del trabajo,<br />
reunión de primos los jueves, Experiencias sudorosas los viernes<br />
para tener algo que contar los fines de semana, con las mujeres de la<br />
familia. Mi primer salida con libertad bajo palabra, fue un partido de<br />
fútbol organizado por mis compañeros de trabajo. No fue una actitud<br />
condescendiente. Coincidió con una salida de chicas, organizada para<br />
calmar la depresión de una prima recientemente divorciada. Mi mujer no<br />
registró mi entusiasmo y menos la compra de un equipo con el número<br />
diez en la camiseta y unos botines colorados que sacaban chispas. Fue<br />
una tarde de gloria. Corrí, empujé, me revolqué en el pasto. Abracé a<br />
mis compañeros en cada gol a favor o los que hice en contra. La carne<br />
chirriaba en el asador y la cerveza bajaba helada por las gargantas.<br />
No podía creer lo verde que se veían los árboles y el alboroto de los<br />
pájaros persiguiéndose entre las hojas. Me sentía como un ermitaño<br />
que pasó años en una cueva oscura y húmeda.<br />
Disfruté mi libertad reencontrándome con bromas y chistes tontos,<br />
miré celulares con fotos pulposas, sentí el cosquilleo del deseo colectivo.<br />
Madrugada. Casi descerebrado de tanta gozo, no podía introducir<br />
la llave. La puerta se abrió y envuelta en bata roja apareció mi madre.<br />
Sorpresa. No di explicaciones. Ya soy mayor. En mi cuarto no encendí<br />
la luz, estuve algo incómodo. Desperté dolorido con urgencias, alcancé<br />
a comprobar que en las paredes no estaban mis afiches y un sofá estrecho<br />
suplantaba la cama. El agua tibia espantó mis dolores y salí feliz<br />
envuelto en una toalla celeste rumbo al desayuno. Frente a la mesa,<br />
un señor canoso de anteojos elegantes, acompañó la interrogante y<br />
divertida mirada de mi madre. La sorpresa me encontró desnudo.<br />
–Eduardo.<br />
–Jorge.
HILoS SECrEToS<br />
El apretón de manos duró el tiempo exacto en el que mi progenitora<br />
me cubrió con una bata tapando mis vergüenzas. Algo había<br />
cambiado en la casa, no sé si era el centro de flores en la mesa o la<br />
buena comida preparada por el anónimo Sr.<br />
En mi ex dormitorio, me esperaba la ropa limpia, el bolso listo.<br />
Cuando me despedí una pipa aromaba el porche y por primera vez noté<br />
que mi madre tenía cintura. Por horas mi mujer desapareció de mi vida.<br />
A mi regreso la casa estaba en calma, guardé en un lugar inaccesible<br />
el bolso y disfruté la soledad. Ana tardó en llegar. Entró con una caja de<br />
pizza y una bolsa con limones. Recordé, almuerzo debajo del limonero<br />
en casa de la abuela (de ella). En silencio preparó la mesa. Rogué a<br />
todos los Santos Patronos de los Imposibles, que no hablase de mi<br />
ausencia al compromiso familiar hasta después de comer. El hambre<br />
golpeaba en mi puerta. Imaginaba la rica comida que seguramente paladeaban<br />
en casa de mi madre. Al primer bocado, mi mujer comenzó a<br />
sacudir los hombros convulsivamente. Traté de armar un discurso que<br />
no me hiciese perder terreno y la conformase. Estaba harto que me jalase<br />
de la nariz. Ella entre hipos y trozos de morrón. Quería explicarme<br />
lo arrepentida que estaba, prometía cambiar. Repetía:<br />
–Soy, po… se… si… va y man… do… na, todo eso entre líquidos<br />
que brotaban de todos los orificios, transformando su cara en una masa<br />
pegajosa. Cuando estaba a punto de huir espantado, con la punta del<br />
mantel y con furia se restregó la cara y arrastró el maquillaje mezclado<br />
con los restos del diluvio. Confieso que me tomó de sorpresa. Asustado,<br />
convulso me encontré arriba de la mesa desnudo. Con una domadora<br />
que intentaba someterme. Incómodo. Jadeante. Con terror de que el<br />
improvisado tálamo, abriese sus claudicantes patas arrojándonos entre<br />
trozos de comida y restos del naufragio. Dos meses después, festejábamos<br />
con la tribu política el anuncio de mí paternidad. No imaginé la<br />
historia que me esperaba. El embarazo despertó en mi mujer una desesperada<br />
fiebre de consumo, ropa, cremas, comida, sexo. Para escapar<br />
de esa fiebre devoradora, con el pretexto de las necesidades del bebé<br />
comencé a trabajar horas extras. Tantas, que me ascendieron. A pesar<br />
de mis artimañas Ana se las ingeniaba para consumirme. Su libido estaba<br />
desatada, y yo temía ser devorado por el habitante de su vientre.<br />
Yo les pregunto, cuándo una embarazada les dice: Está pateando tocá,<br />
tocá, y les lleva la mano hacia ese universo donde un oculto personaje<br />
hace malabares ¿ustedes no han sentido pánico? Las palmas transpi-<br />
43
44<br />
DoLorES FErNáNDEz<br />
radas, trémulas y debajo el corcoveo imparable. La duda crece. Miedo<br />
a ser atrapado. Arrastrado a su húmedo escondite.<br />
–¿Querido vas a asistir al parto? –pregunta frente su parentela.<br />
Satisfecha, lustrosa, con su andar de pato.<br />
–Claro –responde por mí alguna tía bien intencionada.<br />
–Qué lindo –afirma mi suegra y pone los ojos en blanco–. Va a<br />
ser una nena, por la panza redonda. No habíamos querido saber el<br />
sexo. Mi mujer, no quiso. Llegó el momento. En la sala de espera la<br />
familia. Un poco alejados, mi madre con Sr. incorporado. Ana le había<br />
avisado, quiso mostrarle que había puesto un broche de oro en su conquista.<br />
En la sala de partos, los gritos ponían los pelos de punta, ella<br />
había olvidado todo lo aprendido durante las clases. Me instalé detrás<br />
calmándola. Por unos minutos todos trataron de tranquilizarla. Luego,<br />
seguros de que ella no podía arrepentirse y marcharse comenzaron<br />
a bromear incluyéndome en la ronda y haciéndome sentir importante.<br />
Me hicieron parar frente a la camilla. No le veía la cara, estaba debajo<br />
de una tela verde, igual que una loma en primavera. El obstetra me<br />
mostró un círculo carmesí. Me sentí como el primer hombre en la luna,<br />
tratando de afirmar los pies envueltos en botas de tela, tambaleando<br />
a punto de caer. En segundos creí flotar en un líquido tibio, rodeado<br />
de corales suaves como las primeras caricias. Una voz estridente me<br />
arrancó de mi paraíso. En el preciso momento en que el corazón de<br />
mamá me cantaba una nana.<br />
–Papá, papá. ¿Ya hablaba? No. La enfermera me había transformado<br />
en un anónimo, exaltada me señalaba el centro. El principio y<br />
el fin o viceversa. La realidad era ese extraño que pujaba por escapar<br />
de su prisión, dónde esa enorme medusa lo retenía. Sentí que algo<br />
viscoso me iba atrapando. Me hicieron a un lado, sin mucho esfuerzo.<br />
Cuando volví de esa extraña experiencia, Ana le contaba los dedos a<br />
un bebé. Quizá ya calculaba cuando le colocaría el anillo en la nariz,<br />
antes que llegase una rival.<br />
–Varón –dijo la Partera.<br />
Con resignación acepté que se habían terminado mis diez segundos<br />
de fama.<br />
Brujería<br />
Era el mejor gallo de la granja con sus plumas moradas de reflejos<br />
azules podía competir con el mejor cuadro de Dalí. La cresta roja caía
HILoS SECrEToS<br />
sobre su orgullosa cabeza. El pico como un garfio dorado, la mirada<br />
brillante, alerta. Se pavoneaba por el corral, como lo que era, dueño y<br />
señor. Las gallinas ahuecaban las alas al presentir su paso. Mi convalecencia<br />
me obligaba a permanecer largas horas en reposo.<br />
Cansado de ver el campo y las plantaciones pedí que me llevasen<br />
a los fondos. Lo vi. Creo que él esperaba que lo mirase, ya que en<br />
cuanto lo hice, comenzó a cacarear y toda su corte aleteaba como fans<br />
en un recital. Desde ese día esperé ansioso su canto madrugador. Dejé<br />
volar mi imaginación y olvidé los fantasmas que me habitaban.<br />
Un atardecer de abril, para más datos, viernes Santo, se armó<br />
un descomunal revuelo en el corral. Las gallinas corrían como locas y<br />
los patos apuraban el paso como señores gordos de pies planos. Me<br />
acerqué como pude, de la impresión, casi ruedo por el suelo.<br />
Lo miré asombrado, el gallo más hermoso, el líder, estaba echado<br />
de costado, como una piltrafa. Sus alas crecían inexplicablemente.<br />
Gigantescas, tanto que le impedían pararse. El pobre animal, con<br />
su mirada lateral intentaba captar lo que pasaba, pero los plumíferos<br />
levantaban una densa nube de polvo. Era imposible distinguir a centímetros<br />
de distancia. Rápida como una locomotora irrumpió Juana, la<br />
cocinera. Lo atrapó con una fuerza desconocida. La seguí como pude.<br />
Tuve mucho miedo.<br />
En el galpón, la mano en alto y el pobre gallo a sus pies.<br />
–¿Qué hace?<br />
–Esto es obra de la curandera. Hoy es viernes Santo, puede hacer<br />
todos sus gualichos. Hay que matarlo. Está poseído. –No supe qué<br />
hacer. Juana transfigurada, parecía más peligrosa que el embrujado y<br />
la malvada bruja juntos. Veloz y siniestra separó de un hachazo certero<br />
la cabeza del cuerpo. Dolió un poco. Algo caliente me corrió por el<br />
cuello.<br />
El gallo atravesó veloz el galpón y se perdió entre los surcos<br />
recién sembrados. Ya se había marchado cuando reparé en que las<br />
alas tenían el tamaño normal y sus plumas azules de reflejos morados<br />
parecían escapadas de un cuadro.<br />
Desde el piso, mi ojo izquierdo seguía su rastro.<br />
45
46<br />
DoLorES FErNáNDEz<br />
Fracasos, deseos y pecados<br />
Le cuesta abandonar la tibia seguridad de las mantas. Se obliga.<br />
Se empuja hasta la ventana. Corre las cortinas. Como un enorme<br />
murciélago atrapado por el sol achica la mirada. Se durmió tarde, la<br />
novela de Blas Echenique, la distrajo por horas. El corrector había<br />
enloquecido. La orden era, cambiar lo mínimo. Se dio por vencido la<br />
tarde de viernes.<br />
–Isabela, no puedo con esto. Dejó caer con rabia el original de<br />
“Pekados” y se marchó. Los lunes despierta con un nudo en la garganta,<br />
esta vez puede culpar a la lectura obligada o al intento de mejorar<br />
lo inmejorable. Piensa que lamentablemente va ser un éxito de ventas.<br />
La enoja no tener suficiente poder para impedirlo. Se siente una marioneta<br />
arrumbada en un escenario polvoriento. ¿Cuándo se perdió detrás<br />
del azogue? Quizá después del nombramiento como directora de la<br />
Editorial. Ese fue el momento en que se alejó de sus amigos. Pospuso<br />
planes. Olvidó la risa. ¿Qué sabor tuvo el último beso? ¿Qué cama<br />
abandono de prisa? Sin excusas, sin mañanas.<br />
Cumple la ceremonia del desayuno, vestida y maquillada como<br />
cada mañana. En treinta minutos llegará Águeda.<br />
–Buen día señora –El sonido resbalará de los labios gruesos. Se<br />
pregunta ¿Cuántos músculos se ponen en acción para mover esa boca<br />
gorda y saludable? La verá caminar hacia la cocina dejando en el aire<br />
olor a cama y perfume barato. Muerde la tostada prolijamente. Cepilla<br />
dientes, pelo, ropa. Retoca el maquillaje. Presiente. Espera, detrás de<br />
la puerta, a la mujer que dirá:<br />
–Buen día señora. El cuerpo inundará la casa, la dará vuelta del<br />
derecho y del revés. Abrirá las ventanas y comerá con ganas la cena<br />
que ella no ha tocado.<br />
–Isabela, necesito tu firma. Le asombra verla. Desafiante sobre<br />
los altos tacones, reteniendo la respiración para lucir el ancho cinturón<br />
de charol. El último aullido de la moda, comentará una recepcionista<br />
joven con salario bajo.<br />
–Como cambiaste. El descanso hizo maravillas, te ves diez años<br />
más joven. Clara corre de puntillas y cierra la puerta, acerca la cara,<br />
algo rígida pero rejuvenecida. Dibujando un paso de baile levanta la<br />
blusa y luce los pechos tentadores, rebosantes.
HILoS SECrEToS<br />
–Están un poco hinchados, imagínate lo que van a ser. Isabela<br />
cierra los ojos, se ha ruborizado, siente vergüenza. No logra olvidar lo<br />
ocurrido en su despacho. No entiende porqué la inquieta recordar la<br />
piel tensa. Debe organizar la presentación de la novela que dará a la<br />
Editorial ganancias astronómicas. Le fastidia el prólogo, un rosario de<br />
mentiras y banalidades. Le disgustan los anuncios de la prensa. “La<br />
novela del año. Erotismo puro, transparente, mágico” En dos años un<br />
escritor mediocre se transformó en ídolo con su primer libro de relatos:<br />
“Vamos a la Cama”. Ella lo presentó a sus jefes, casi con pena, comparándolo<br />
con otros escritores de alto vuelo, incluyéndose entre ellos.<br />
La semana ha sido un martirio. Abre la vianda. Light, verdura al vapor,<br />
carne magra. Se cuestiona, sabe que sigue una moda. Hace tiempo<br />
que no le importa su salud. Despierta, el peinado deshecho, el maquillaje<br />
corrido. No se ha quitado la ropa se durmió vestida, enroscada en<br />
el sillón. El sábado la encuentra, mustia desangelada.<br />
–Hola ¿qué haces esta noche? La voz le recuerda la escena en<br />
su despacho.<br />
–Nada, voy a dar los últimos detalles a la presentación del lunes.<br />
–Deja todo. Vamos a cenar y después veremos.<br />
–No fui a la peluquería. Mejor me quedo en casa.<br />
–De ninguna manera –Se arrepiente de haber aceptado la invitación,<br />
el escote de su amiga es el punto de mira de los que las<br />
rodean. Comensales, mozos. Juraría que los langostinos ensartados<br />
en la brochet agrandan los ojos para verla. Isabela se siente como una<br />
institutriz inglesa, traje negro camisa con puntillas y botinas de charol.<br />
Impecablemente ridícula, al lado de esa bengala titilante.<br />
Remataron la noche tomando varios “Cosmopolitan” en un boliche<br />
de Guatemala y Borges, en Palermo. Criticando a Echenique, a<br />
la Editorial, la prensa y a los futuros lectores. Entre brindis y botones<br />
desprendidos. Liberadas. Siguieron recordando fracasos literarios y<br />
anécdotas de viejos amores, las manos unidas, sensitivas, con el cuerpo<br />
oliendo mas allá de las fragancias importadas.<br />
Isabela contó, como esperaba la llegada de Ágata. Con que ansiedad<br />
de vampiro cada mañana, jugaba a adivinar, que pasaba en las<br />
noches de ese cuerpo. Marcharon amparadas en sus propias sombras.<br />
Descalzas subieron la escalera. La llave clausuró la alcoba. El domingo<br />
caliente se echó a rodar.<br />
47
48<br />
Poesía<br />
DoLorES FErNáNDEz<br />
espero<br />
Mientras tejo y destejo.<br />
Espero,<br />
que algún día, quizá hoy<br />
tus pasos leves atraviesen<br />
el camino de piedras del jardín.<br />
En los brazos apretarás madreselvas<br />
robadas de algún cerco.<br />
Correrás las cortinas,<br />
esparcirás varillas encendidas<br />
de aromático incienso<br />
buscarás tus libros.<br />
Escucharé la música inundándolo todo.<br />
Haré una broma tonta<br />
festejarás con tu risa de niña.<br />
Mientras tejo y destejo<br />
espero que la palabra nunca<br />
no surja en nuestra vida<br />
porque espero, verte llegar<br />
apretando en los brazos<br />
madreselvas robadas de algún cerco.<br />
si<br />
Si me lo dices otra vez, si me convences,<br />
abriré las ventanas, tiraré los crespones.<br />
Estaré presta a reiniciar la senda,<br />
sembraré risas, cosecharé canciones.<br />
Si me lo dices otra vez, si yo me atrevo,<br />
caminaré a la cita, destrenzaré mi pelo,<br />
de colorado pintaré mis labios.<br />
Si me lo dices…<br />
Dolores Fernández
María leone<br />
Prólogo<br />
Premio inesperado<br />
Hoy es uno de los días, que con más énfasis de lo usual, le doy<br />
gracias al Creador, por permitirme hacer algo que realmente me llena<br />
de felicidad. Hoy voy a prologar mi pequeña obra literaria. El escribir<br />
me ha llegado en la madurez de la vida, pero siento que no es tarde.<br />
De muy joven estuve ocupada en formarme profesionalmente, aunque<br />
siempre me fascinó leer. Muchos años en la dualidad de tener buenas<br />
calificaciones en contabilidad y economía, pero también, diez de promedio<br />
en literatura universal. Mi biblioteca era mi bien más preciado, hasta<br />
que un día, aún no se porqué, me alejé de los libros. Solo leía diarios,<br />
costumbre que no puedo abandonar (sigo leyendo dos diarios al día,<br />
tres los domingos), padezco de sobre-información me dicen algunos.<br />
Después de largos años, una nueva y muy querida amiga, comenzó a<br />
prestarme libros, evidentemente los fue eligiendo muy bien, porque me<br />
reconcilió con la literatura y de a poco me fue sugiriendo lo bueno que<br />
sería que iniciara a escribir, cualquier cosa, me decía, vas a sentirte<br />
muy bien haciéndolo. Al comienzo no creía poder permitírmelo, uno de<br />
mis hermanos, que ya no está, escribía, publicó varios libros y en los últimos<br />
años de su joven vida, cuando le preguntaban a que se dedicaba,<br />
contestaba soy médico, y agregaba con orgullo “y soy escritor”. Creía<br />
que esa faceta en la historia familiar, la tenía cubierta él, pero no, hoy<br />
digo “hermano, es mi turno”. Fuimos muy distintos en todo, así que no<br />
habrá competencia en esto. En una de las primeras clases en el Centro<br />
de Narrativa, escribí un epigrama que llamé ESPERANZA y dice:<br />
Es una tarde gris, gris plomo, gris acero, gris macabro,<br />
gris perfume de tristeza. Llorar en silencio.<br />
Temor a la noche larga. Alivio de sólo pensar:<br />
el sol saldrá por la mañana.<br />
Y así poder escribir, y como un premio inesperado, participar en<br />
esta publicación, es: el sol que salió por la mañana.
50<br />
MAríA LEoNE<br />
ironía<br />
El amanecer la encontró otra vez en la habitación de la clínica.<br />
Como todas las otras noches, él había dormido, en el sillón, al pie de<br />
su cama. El ir y venir de las enfermeras no les habían permitido logra<br />
conciliar el sueño, claro… ellos trabajan, los pacientes parecen estar<br />
allí necesitando cualquier cosa, menos dormir. Ella le pidió que bajara<br />
al bar, a tomar algo caliente, creía que eso le ayudaría a calmar tanta<br />
inquietud. Cuando al fin quedó sola, para no pensar demasiado, comenzó<br />
a recorrer con sus ojos el lugar en que se hallaba. Se decía, “han<br />
usado colores neutros en la decoración, pero de tan neutros ya ni son<br />
colores. Los muebles son modernos, pero la habitación parece despojada”,<br />
pero, ¿era así? ó era ella que se sentía un despojo descolorido.<br />
Su imaginación comenzaba a girar por caminos inconvenientes cuando,<br />
abruptamente se abrió la puerta y una empleada, muy sonriente con<br />
equipo para limpieza, saluda y comienza a realizar su tarea. De pronto<br />
deja de barrer, gira sobre sus pies para mirarla y le pregunta alegremente:<br />
“señora, seré curiosa, como aquí no veo flores, que tuvo: ¿nena<br />
ó varón?” De golpe sintió más lástima por esa inoportuna y entrometida<br />
mujer, que por ella misma, entonces contesta: “no estoy aquí porque<br />
haya dado a luz, estoy aquí porque perdí a mis hijos”.<br />
el señor<br />
Una mañana, la pequeña ciudad amaneció de luto. Una caída,<br />
mientras cabalgaba, se había llevado la vida del Señor del pueblo.<br />
Dejaba joven esposa y tres hijos. La Señora, como indicaban las<br />
costumbres, no debía ocuparse de la empresa familiar, era cosa de<br />
hombres y así el hijo mayor asumió como El Señorito. Durante años<br />
llevó adelante los negocios, la familia. Siempre preguntando: “madre tú<br />
que opinas”, la señora contestaba: “está muy bien lo que tú decidas”.<br />
Los hermanos menores formaron sus familias. “El Señorito” ya era “El<br />
Señor”. Algunas canas y en sus espaldas cierta fama de playboy. Una<br />
tarde, de esas como tantas, la conoció a ella. Fue un flechazo mutuo.<br />
La muchacha, cabellos largos rubios, ojos color del tiempo, alegría<br />
fresca, desparpajo juvenil en toda ella. ¿Cómo podría el no prendarse?<br />
Al fin había encontrado su princesa. El, tipo importante, buen mozo,
HILoS SECrEToS<br />
ojos azules. ¿Cómo podía ella no prendarse? Era su sueño, su príncipe<br />
azul. Pasado ya largo tiempo de jurarse amor eterno, él pregunta<br />
a la Señora: “madre tú que opinas”, ella responde “es buena persona,<br />
de buena familia, pero… es muy joven, mas eres tú el que decide”. El<br />
Señor pasaba mucho tiempo decidiendo sin decidir. Convirtiendo la<br />
eternidad del amor, en una simple eternidad de tiempo. Una noche de<br />
carnaval, en una cena de amigos, ella conoció a un joven, simpático,<br />
amable, de sonrisa fresca, hablar pausado y muy dueño de sí mismo.<br />
Este moreno de ojos oscuros, hizo que antes de terminar la noche, el<br />
corazón de ella gritara con fuerza: “ese, ese es tu Hombre”. Y juntos,<br />
siempre tomados de la mano, comenzaron a forjar su destino. El Señor,<br />
al verla partir tan feliz, corrió a casa de la Señora y llorando demanda:<br />
“madre qué ha sucedido? Qué hechizo desgraciado me ha llevado de<br />
príncipe azul a príncipe gris y por qué no, ¿en el señor de sus olvidos”.<br />
La madre, calma, consuela, acompaña. La Señora, hacía mucho tiempo,<br />
ya había decidido.<br />
testamento<br />
En pocos meses más, cumpliré años, pero, esta vez será especial<br />
Los astros indican que inicio el noveno septenio, termina el segundo<br />
retorno de Saturno, lo que entre otras cosas, es un encuentro con las<br />
sombras y el inicio de mi tercer renacimiento. ¿Gente, no es una manera<br />
sutil y diferente de decir que ingreso a la “tercera edad”?, Sí ¡! Hacia<br />
allí voy, y no lo puedo evitar, mas, no entraré en pánico, trataré de que<br />
sea con dignidad, esperanza. Un buen paseo hacia la por ahora lejana<br />
“cuarta edad” y por qué no con alegría, hasta aquí llegué y voy por más.<br />
Pero… por las dudas, voy a dejar algunas instrucciones, a manera de<br />
testamento. La primera disposición, es prohibirle a mi marido irse al otro<br />
mundo antes que yo. Ya sepulté demasiados seres queridos, no pienso<br />
agregarlo al listado, además, hace tiempo decidí no asistir a ningún<br />
velorio, ni siquiera el mío, y no será cuestión de quedar como una viuda<br />
desamorada. Lo segundo, cuando me toque a mí pasar al más allá,<br />
nada de llantos, flores, ni funerales. Es mi deseo, que me dejen reposar<br />
unas horas, sola, en una habitación fresca y con poca luz, de paso se<br />
aseguran que esté bien muerta, no sea cosa que de puro molesta, sufra<br />
de catatonia transitoria. Dispongo además, que mi cuerpo sea cremado.<br />
Elijan, por favor, una bella urna para contener el polvo en que me<br />
51
52<br />
MAríA LEoNE<br />
convertí. Y, alrededor de ella que se reúnan mis seres queridos, los no<br />
queridos también, no podré evitarlo, y después de rezar una oración por<br />
mi alma, todos unidos escuchen una canción en mi honor. Elegí para<br />
esta ocasión “A mi manera”, primero cantada por Frank Sinatra, porque<br />
me gusta, y después en la versión de “Il Divo”, que es en español, así<br />
todos la entienden, ya que no se les puede exigir a los asistentes, que<br />
tengan aprobado inglés básico. Por último, en virtud de mi pasión por el<br />
agua y por la luna llena, que mis cenizas sean esparcidas sobre el mar,<br />
en una noche de plenilunio. Si la situación financiera es ajustada, exijo<br />
mínimo que sea en Mar del Plata. Amor, tendrás que pedir un aventón<br />
ó ir caminando, aunque, mi mayor felicidad sería que volaras a Italia<br />
y lo hicieras en el Mediterráneo, allí frente a la casa en que nacieron<br />
mis padres y mis hermanos (ni se te ocurra hacerlo en donde nací yo,<br />
a cien metros del Riachuelo, sabes que no disfruto de esos aromas),<br />
además podrás visitar a mis primos, que tanto te quieren y, quien dice…<br />
conocer a alguien para acompañar tus días y tus noches, así no extrañarías<br />
a esta “tana” loca que te tocó en suerte.<br />
Esposo, familia, amigos, estos son mis deseos, tomen nota, den fe.<br />
sola<br />
Y llegó el día… por delante nuevos horizontes y su trabajo. En la<br />
valija su ropa, papeles, remedios. En su corazón, tristeza. En su cabeza,<br />
ansiedad por lo nuevo y la convicción de… Será difícil, no imposible,<br />
todo va a salir bien, yo puedo. A ella, además de la tristeza le quedaba<br />
el: voy a esperarlo con entereza, valentía, él puede, yo debo. Pasaron<br />
semanas, meses, con dolor, angustia, alegría en los pequeños reencuentros.<br />
El pudiendo. Ella debiendo. Acostumbrándose a todo. A no<br />
verse, no tocarse, no olerse, no acariciarse, no amarse.<br />
La desesperanza. El desencanto. El desasosiego. Poco a poco<br />
invaden y habitan los huecos impensados. Una mañana se despertó<br />
distinta, en paz… sola.<br />
inocencia<br />
Solo la mirada inocente de un niño puede, convertir una catástrofe<br />
en un fiesta. A fines de los años cincuenta, fueron frecuentes las
HILoS SECrEToS<br />
inundaciones por las crecidas del Río de la Plata. Vivíamos en la zona<br />
sur del conurbano bonaerense y no podíamos escapar a ninguna de<br />
ellas. Una fue muy importante, por la altura que alcanzó el agua en<br />
las casas. De madrugada, nos despertaron los gritos de los vecinos.<br />
Cuando nos bajamos de las camas, ya chapoteábamos en el agua. En<br />
la casa estábamos mi madre, mis tres hermanos y yo. Papá, marinero<br />
él, vaya a saber por dónde estaría navegando en aquellos momentos.<br />
Todos éramos chicos. En el fondo de nuestra, casa vivían la madrina<br />
(por adopción, no por bautismo) con su esposo y su pequeñita. Cada<br />
uno, como pudo, fue acomodando las cosas lo más alto posible, pero<br />
a medida que pasaban las horas, el agua subía y subía. Cuando nos<br />
llegó por arriba de las rodillas, mamá y la madrina, con la mejor expresión<br />
de tranquilidad que lograron, dadas las circunstancias, dijeron:<br />
“ya no se puede más, vamos a la terraza” Juntamos ropas, frazadas,<br />
comida, ollas y calentador a kerosene. El padrino consiguió una lona<br />
de gran tamaño y con ella armaron una especie de carpa, más bien<br />
una tapera, y allí nos refugiamos. El cuadro se completaba con una<br />
persistente lluvia y fuerte viento. Para mi era una aventura, supongo<br />
que para mis hermanos también. No recuerdo a nadie de la familia<br />
perturbado, quizás porque los mayores se mantenían en calma, y hasta<br />
con alguna sonrisa por allí. Por qué iban a desesperar. Ellos venían de<br />
vivir la segunda guerra mundial. Las casas llenas de agua y los muebles<br />
arruinados eran nada, en comparación a lo vivido. Cuando cayó la<br />
tarde, nos asomamos a la calle y nos pareció alegre. Como una fiesta,<br />
ver a todos los vecinos sobre los techos. Se hablaban a los gritos unos<br />
a otros. Se pasaban las noticias. Me resultó cómico ver que aparecían<br />
algunos con botes y canoas, ¿de dónde las habrían sacado? Ellos en<br />
lugar de perros, ¿tenían embarcaciones en los fondos de sus casas?<br />
¡qué rara era la gente en aquel entonces! Y así bajo la lluvia, iban orgullosos<br />
remando, con la misma actitud y aires de importancia como si en<br />
lugar de trasladarse por las aguas sucias del río, estuviesen manejando<br />
un auto alemán descapotable, bajo un sol hermoso en la Costa Azul y<br />
en una tarde de primavera. Ellos iban, volvían, preguntaban si necesitábamos<br />
algo y nosotros entre sonrisas les contestábamos: “no por el<br />
momento”. Pasamos esa noche iluminados por un tenue farol. Sentados<br />
alrededor del calentador contábamos anécdotas dormitando de a ratos.<br />
No faltaba la comida caliente. No faltaba el cariño familiar. No faltaba la<br />
esperanza de que pronto se fuese el agua. Recién al tercer día pudimos<br />
53
54<br />
MAríA LEoNE<br />
bajar a la casa. Con alegría comenzamos a limpiar y a ver qué se podía<br />
rescatar. Estábamos bien. Todo estaba bien. Cuando papá regresó y se<br />
enteró de lo ocurrido, de inmediato edificó una habitación en la azotea,<br />
para cobijarnos en la próxima subida. La municipalidad hizo obras hidráulicas.<br />
No hubo más inundaciones importantes en la zona. Nos faltó<br />
la fiesta de inauguración de la nueva construcción.<br />
Érase una vez<br />
No es la literatura, soy yo. Por alguna cosa extraña de la vida, la<br />
ola sobre la que me toco surfear, me lleva a un taller literario. Quiero<br />
aprender a escribir, a traducir mis emociones y vivencias en palabras.<br />
Hacer mi propia novela, pero para mí, sin ninguna pretensión de trascender,<br />
de publicar. ¡Qué chasco se llevarán con esta persona! ¡! La<br />
charla del día es el análisis de: “ El mito de Edipo”. El tema es importante,<br />
el Dr. Freud, se hizo una fiesta con la vida del rey de Tebas.<br />
Tan trascendente es, que hasta Borges se ocupó de ello en “Edipo y<br />
el Enigma”. Pero, la aspirante a literata en cuanto lee que la historia<br />
comienza en Delfos, se olvida de Edipo, de Antígona, de Tebas, de<br />
Borges y de la teoría psicoanalítica. Sólo puede pensar en esa ciudad,<br />
Delfos. Cierra sus ojos y vuelve a vivir su paso por allí. La belleza del<br />
paisaje, las pocas piedras que quedan del antiguo Oráculo. La energía<br />
especial que vibra en ese lugar. Sus gentes, sus comidas, el haber<br />
estado todo el tiempo diciendo: “los griegos no eran nada tontos, tremendo<br />
lugar eligieron para consultar a los dioses”.<br />
Y anocheció en el balcón de la habitación. Se despertó con la<br />
imagen de ese Mar Egeo que divisaba allá a lo lejos y recordó que en<br />
Delfos, descubrió qué significaba escuchar los sonidos del silencio. No<br />
puedo pensar en Edipo sin revivir Delfos, entonces, sigo intentando<br />
con el análisis literario o veo como me convierto el Guía de Turismo me<br />
voy a rodar por el mundo, y acumulo vivencias mías, verdaderamente<br />
mías y que nadie podrá arrebatarme… puedo contarlas, escribirlas,<br />
compartirlas, pero lo vivido está dentro de mí y es mi dulce compañía.<br />
No, no es la literatura, soy yo.
Poesía<br />
HILoS SECrEToS<br />
ella, la niebla<br />
No sabía que allí te encontrabas,<br />
te descubrí al abrir mi ventana.<br />
No estaba sola en el cuarto,<br />
él descansaba en nuestra cama, pero<br />
él no sabe, no comprende.<br />
Tú que si sabías comenzaste tu tarea.<br />
Invadiste mis ojos, penetraste mi piel,<br />
paralizaste mis músculos, dolor en mis huesos,<br />
oprimiste mi pecho, mis sentidos, y,<br />
cuando ya sentía tus manos<br />
ahogando mí respirar<br />
un grito suplicante surgió de mi garganta.<br />
Él, entre caricias y abrazos, dijo:<br />
“amor, está todo bien, ya pasó”.<br />
Ahora sonrío, claro que está todo bien,<br />
hoy soy yo la ganadora,<br />
mañana, si es que regresas,<br />
veremos si otra vez sobrevivo.<br />
Madre<br />
Acabo de descubrir que<br />
pasé la mitad del tiempo vivido, sin ti.<br />
A pesar de tantos años transcurridos<br />
no puedo pensar en ti, sin llorar<br />
no puedo hablar de ti, sin llorar,<br />
de hecho, estoy llorando mientras escribo.<br />
No es consuelo el haberte soñado<br />
transitando paisajes hermosos de cálido colorido.<br />
No es consuelo, el haberte soñado<br />
sonriente y en paz en medio de un dulce silencio.<br />
Estuve a tu lado<br />
cuando pasaste el peor momento de tu vida<br />
Estuve a tu lado<br />
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56<br />
MAríA LEoNE<br />
en tu último instante de conciencia terrenal.<br />
Estuvo tu espíritu a mi lado, sosteniéndome<br />
cuando me tocó pasar, el peor momento de mi vida.<br />
Estará seguro, tu espíritu a mi lado<br />
cuando llegue mi último instante de conciencia terrenal.<br />
Y sostendrás con tu tibia mano la mía<br />
y juntas, oiremos el dulce silencio<br />
y juntas, flotaremos por hermosos paisajes coloridos.<br />
inquietud<br />
El día amaneció soleado<br />
tan espléndido que invitaba a sonreír.<br />
Pero, la sonrisa no podía surgir.<br />
Afuera estaba frío, la casa acogedora, pero<br />
no había abrigo que templase el cuerpo.<br />
Un extraño sentimiento congelaba el alma.<br />
Un ligero temblor estremecía hasta el dolor.<br />
¿Qué sucede? ¿Estaré enfermando?<br />
Cómo explicar lo que siento.<br />
Busco una palabra para describir la sensación,<br />
surge angustia, pero no, es inquietud.<br />
¿Por qué?, no se sabe, se agudiza con el paso de las horas.<br />
Más inquietud… sólo queda esperar.<br />
Por la noche llega un llamado y,<br />
una charla que debía ser amena<br />
se convierte en un sin fin de palabras hirientes.<br />
Crece esa inquietante inquietud.<br />
Elevando la mirada, tratando de entender<br />
vi como un cuadro dibujado en el aire<br />
y… pinceladas de celos por aquí, ¿a qué?<br />
y… pinceladas de envidia por allá, ¿por qué?<br />
Tremendas pinceladas de mezquindad por doquier<br />
Que pena… Termina la conversación con un hasta siempre.<br />
La inquietud se desvanece, llega la tristeza<br />
una profunda y curadora tristeza.<br />
Él, a pincelazos, había hecho añicos nuestra amistad.<br />
María leone
Julia Mansi<br />
Mi vida, un dilema<br />
Yo siento y me manifiesto en la soleada calle Ituzaingó de San<br />
Andrés. Ella, la que escribe, trata… (con una excelente profesora como<br />
Marta, el que no escribe…), está en la cálida Rivadavia de San Martín.<br />
No hay dilema. Hay un acuerdo cuando es ella o cuando debo ser yo la<br />
que tiene que vivir el momento. Esto es un secreto, yo le invado todo su<br />
tiempo. Será que ella es la eterna enamorada y por eso siempre sonriente,<br />
la muy ingenua revive sus momentos románticos en poesías e<br />
intenta en narrativa. No la culpo por exagerados momentos, que siente<br />
sólo porque es joven. Sé que pide perdón a las personas que leen sus<br />
escritos.<br />
En cambio yo vivo apasionada con la realidad de mi presente.<br />
Con las tareas cotidianas de la casa. Ayudar a mis tres hijos cuando lo<br />
necesitan. A Mariano, casado, cuando se va de vacaciones y le atiendo<br />
a sus tres cachorros, Puchi, Coqui y Body. A Daniela pronto a casarse,<br />
darle las últimas comiditas de soltera. A María Belén, futura nutricionista;<br />
mimos, los que sus hermanos ya crecidos le regatean. Atender con<br />
amor a un marido perfecto en todo. Acariciar a mamá cuando las enfermedades<br />
la achacan. Compartir con amigas y compañeras de pileta, de<br />
literatura, en la capilla, con amigas incondicionales y también, ¿por qué<br />
no?, con ella. Sí, me seduce de tal manera, que a veces no comprendo,<br />
cual es la que realmente enamora a mi marido. Yo con mis “te quiero”,<br />
“te necesito” o ella con sus “te amo”. En realidad las dos vivimos. Hubo<br />
momentos en nuestras vidas que ocupaba su papel protagónico, ahora<br />
claro está, me pertenece y le dejo el papel como invitada especial. Hoy<br />
siento que la necesito más que nunca, su alegría, su manera de ver<br />
las cosas, con distinguido brillo. Pienso que voy a cederle más lugar,<br />
para que las dos ocupemos uno. Vaya a saber. Lo importante es que<br />
no hay falsedad ni engaños. Hacemos una simbiosis perfecta. Ella la<br />
humilde introvertida, la enamorada poeta y yo, yo soy como soy, bueno<br />
me catalogan de “santa”. ¿No será por ella? Son dos seres antagónicos<br />
que luchan por mi felicidad. Por eso no estoy exenta en este dilema y<br />
les puedo asegurar que lo consiguen muy bien.
58<br />
juLIA MANSI<br />
soledad, lejana<br />
Los rayos del nuevo día la despiertan en la quieta mañana. Siente<br />
que su sueño aún la atrapa. Tiene que levantarse, sus múltiples obligaciones<br />
se lo exigen. Camina hacia la estación envuelta en una brisa<br />
particular. En un abrazo que le da seguridad, apoyo, respiro. Por ese<br />
largo camino su mirada se detiene sobre flores que nunca le llamaron<br />
la atención. Son flores lilas y celestes, le dan tranquilidad, ésa, la que<br />
desde hace mucho tiempo no siente. El taconear de sus zapatos es<br />
otro. Suena a acordes musicales mientras pisa esas flores que los<br />
árboles han dejado caer. Voy a dejar pasar el tren, no lo voy a correr,<br />
piensa mientras busca el celular en su cartera.<br />
–Buenos días. ¿Cómo está? Uno, ida y vuelta hasta Retiro, por<br />
favor. – Se siente sorprendida porque sus saludos no son retribuidos.<br />
Soledad está acostumbrada a la cordialidad, al respeto, todo parece<br />
perderse en la ciudad. Observa como pequeños papelitos vuelan muy<br />
sobre el piso por la escalinata del andén, vuelan junto a pétalos caídos.<br />
Sonríe cuando uno se le posa en la rodilla. Lo toma entre sus dedos<br />
y se lo acerca a sus labios. Apresurado el señor de traje con corbata,<br />
no muy al tono, deja caer su portafolios cuando se la lleva por delante.<br />
Soledad se tambalea, cae de rodillas, le pasa por arriba y ella pierde<br />
nuevamente el tren. “Que les pasa, es que soy invisible, eh… no me<br />
ves”, no puedo entenderlo, parece que hablo tan bajo que nadie me<br />
escucha. Es tan lindo disfrutar el día, abrir los ojos, mirar, escuchar,<br />
sentir. Cómo se puede viajar así, tan apretados. “Canten un canto nuevo<br />
y agradezcan sus vidas”. Al cerrarse las puertas del tren mira esas<br />
manos aplastadas en los vidrios donde se sostienen. Mira las caras<br />
con sus vistas bajas, perdidas, para ella, muertas. Esto es algo que no<br />
puedo entender. Porqué no esperar otro, si con retrasarse un poco qué<br />
puede ocurrir.<br />
Ellos no me ven pero yo sí los veo. Veo como corren, no se miran,<br />
no se hablan y ni que hablar de un beso y un abrazo. Yo sí, yo canto<br />
porque soy feliz. El guarda no me da la mano, me ofrecen estampitas<br />
que luego me sacan. ¿Por qué lo hacen todo tan difícil, cuando no lo<br />
es? ¿Por qué no se detienen a saborear el aire que respiran? Quiero<br />
entender en qué momento del tiempo quedé atrapada. Escucha la<br />
música del celular, lo busca y no lo encuentra, piensa que se le cayó
HILoS SECrEToS<br />
cuando fue arrojada. Sigue al sonido, activa los oídos, estira el brazo,<br />
sus dedos lo tocan, se estira otro poco, así logra alcanzarlo sobre la<br />
mesa de luz.<br />
Estalla en mensajes, “¿Dónde estás?”, “¿Qué te pasó?”, “La reunión<br />
se atrasa si no llegas”.<br />
“Dormías como un ángel amor, no pude romper tu sueño y sentir<br />
como te reías… me perdonás”.<br />
Un grito ahogado sale de su boca, “¡No… o… o…!” Siente que<br />
un complicado día comienza en la inoportuna mañana. Corre hasta la<br />
estación, no mira a nadie, no saluda a nadie, el aire le es insuficiente.<br />
El guarda se saca el sombrero al verla, deja ver su peinado a la gomina<br />
y cuando le extiende la mano, ella se la rechaza, “¿Pero qué se<br />
piensa?”.<br />
–¿Señorita Sole hoy no está de buen humor? –le pregunta.<br />
El guarda no obtiene respuesta, el tren retoma la marcha. La<br />
máquina expulsa humo blanco y transforma el paisaje pintado con las<br />
púrpuras nubes. Soledad recuerda ese humo, cuando la llevaban a la<br />
estación para que lo aspirara, junto al aire de campo, fresco, agradable.<br />
Se pierde en el horizonte con sus pensamientos en busca de otro<br />
presente.<br />
el último beso<br />
La mañana, lentamente se asoma por el jardín y débiles rayos se<br />
posan, en la penumbra, del frente de la casa. Marcos aún sin dormir.<br />
Con sus anteojos puestos y un libro entre sus manos, sigue recostado,<br />
en el diván del living. Lo intimida un pensamiento claroscuro. Imágenes<br />
aceleradas desdibujan su conciencia. Sus anteojos empañados, trabajaron<br />
más que de costumbre. Cansados, se deslizan, del pabellón de<br />
los oídos, saltan sobre su pecho y logran amoldarse, dentro de un par<br />
de zapatillas, listas para avanzar. Logran atravesar, la puerta de calle<br />
entreabierta. Difícil es el momento, pero al final cruzan, entre saltos y<br />
piruetas, la gran avenida. El sueño, de su última oportunidad está por<br />
cumplirse. Llegan hasta la ventana de ella y con fuerza, pasan entre las<br />
rendijas entreabiertas de la persiana. Con mucha suerte, la encuentran<br />
aún dormida. Dejan las zapatillas y de un envión logran posarse, en sus<br />
labios. La boca de Marcos siente un leve cosquilleo, se mueve, por el<br />
sabor a menta en sus labios.<br />
59
60<br />
juLIA MANSI<br />
Ellos, los anteojos, saben que deben superar un destino. Empiezan<br />
a caminar. Sus pasos, aceleran el ritmo, sin motivo alguno. De golpe,<br />
pierden el control, el cansancio es agobiante, no paran. El camino<br />
adentra en un túnel. La oscuridad lo atraviesa. Agitan sus patillas, sus<br />
miradas buscan una luz de esperanza.<br />
Los sonidos se invierten y se sienten extraños. Manos de sombras<br />
los cercan y lo arrastran al abismo, siguen… Sus patillas afierran el aire<br />
solidificado y atenúan la caída. La ansiedad y una risa le son conocidas,<br />
los acompañan. “Me voy”, escuchan la voz de ella, suave y extendida.<br />
Resuenan y estallan en sus cristales. Sólo ahora, se dan cuenta de lo<br />
ocurrido. Ya no pueden retenerla. La imagen de ella, se difumina y se<br />
eleva en profunda calma. Los llena una triste paz. Al fin los anteojos<br />
recuperan su cuerpo. Las zapatillas en su lugar y las patillas se reacomodan<br />
en el rostro. Parpadea. En su diván, Marcos está encogido, está<br />
conciente del temblor que provoca su despertar. Y se da cuenta de su<br />
cuerpo aún tibio y en su fría mano, llorosos, un par de anteojos.<br />
Historia<br />
Apenas abría la iglesia, al verla tan desolada, el padre Carmelo era<br />
asombrado por la presencia de tres personas, a las que no era sorpresa<br />
encontrarlas. Entraban pegadas, se arrodillaban y así contemplaban<br />
al Señor por largo rato. El padre ya conocía sus nombres; Psique, Sísifo<br />
y Sirena, no hacia más que escuchar sus discusiones. Un día el padre<br />
decidió invitarlos al confesionario, y de a uno se acercaron, así Psique<br />
fue la primera.<br />
–¿Qué pecado hija te hace venir todos los días por aquí?<br />
–Estoy desolada padre, me abandonó mi amado y no encuentro<br />
consuelo, ando por el mundo en su búsqueda.<br />
–Mira hija, conozco toda tu vida, está escrita en muchos libros.<br />
Es una historia donde pesa el pecado, sólo si te arrepientes tendrás tu<br />
recompensa.<br />
–Pero padre… me dejé llevar por el amor, y luego la desconfianza<br />
me traicionó.<br />
–Es lo que pasa hoy en día, todos creen tener al gran amor, se<br />
dejan envolver en la pasión y caen. Vete hija, tu arrepentimiento el
HILoS SECrEToS<br />
Señor lo valorará y sabrá darte el milagro que tanto buscas –cierra la<br />
ventanita y la vuelve a abrir al sentir un golpecito.<br />
–Gracias padre –dice Psique y se va.<br />
–¿Qué te trae tan seguido por aquí Sísifo? –dice el padre un poco<br />
cansado.<br />
–Necesito que el Señor me de la fortaleza para cumplir con mi<br />
trabajo tan pesado, ya que me he cansado de acudir tantas veces a los<br />
umbrales del Olimpo. En el Olimpo he cantado, he danzado, he orado<br />
sin respuesta.<br />
–El Señor te librará de tan pesado trabajo si te arrepientes –mira<br />
a Sísifo que bosteza, quien con sorna agrega:<br />
–No tengo nada de que arrepentirme. Y levanta la voz.<br />
–Ese es el pecado que tienes.<br />
–Pero… padre… si sólo hablé, conté lo que vi… –pensativo insiste.<br />
–Callar a tiempo a veces es mejor. Toda persona que desee avanzar<br />
en la santidad debe aprender a ver en su corazón.<br />
–Gracias padre y gracias Señor por la fuerza que me das.<br />
Sale el padre del confesionario pero Sirena le corta el paso.<br />
–Ahora ya no puedo más confesar, sabes, yo también necesito<br />
tomarme un refresquillo –dice y piensa, tal vez un guindado.<br />
–¿Qué pecados puedo tener?– insiste Sirena<br />
–Lo único que te puedo decir hasta mañana para que no sea tarde,<br />
que olvides tus cantos y dejes a los marinos en sus luchas con las<br />
tempestades del mar o acaso no sabes que el Señor le reserva, esa<br />
tarea a ellos. Ya no hace falta decirte cual es tu pecado. Ve y regresa<br />
mañana sólo si cambias de parecer –y se aleja, mueve la cabeza de<br />
un lado para el otro y dice:<br />
–Hija… hija, ahora voy por el refresquillo… ¿Guindado o lemonchelo?<br />
–y paladeando exclama:<br />
–Como quieren cambiar la historia que ya está escrita– y la mirada<br />
se le pierde en el horizonte.<br />
el león (mimarlion sensual)<br />
Galante mamífero, respetado por todos los animales de la selva,<br />
saben que él, es el rey. Sea por su valor o por su frenesí, no le teme a<br />
nada. Sus rugidos como el mar embravecido, se calman en lánguidos<br />
61
62<br />
juLIA MANSI<br />
suspiros cuando encuentra a su mujer. Sólo cuando la tiene, baila al<br />
compás de tambores con la música que acompaña el fuego del amor.<br />
A veces el rugido, simplemente sirve para anunciar su presencia, necesita<br />
que lo miren, que lo aprecien, que lo mimen. La hembra es la que<br />
prepara su alimento y sólo cuando ella termina, aparece él para saborearlo.<br />
No es un animal carroñero, come carne fresca, sólo cuando el<br />
hambre aprieta, cualquier cosa le apetece. Defiende a la familia junto a<br />
su compañera. Todo puede suceder cuando está en peligro él o alguno<br />
de los suyos. Enfrenta con su firme presencia momentos cruciales. N<br />
decae fácilmente, lo sostienen sus hijos; la coraza de hierro que necesita<br />
para triunfar. No se lo califica como enemigo solo reacciona si lo<br />
agraden, sobre todo cuando es escorpiano.<br />
Sus pasos seguros dejan huellas que sus crías siguen bajo la<br />
templanza de su corazón. Feliz recorre los campos verdes de espigas<br />
doradas por el sol. Tiene la familia formada tal cual la ideó, una familia<br />
unida sobre cálidas bases de amor. Es un animal de clima caliente por<br />
eso salvo su melena, el resto del cuerpo no necesita pelos. Si bien todo<br />
el día está en actividad, por la noche es más activo y su presa rara vez<br />
puede escabullirse. El león es como el sol ciega con su gran potencia<br />
pero la que es capaz de conquistarlo se apodera de esa potencia y se<br />
adueña de su noble corazón. Las cumbres cimbran cuando ruge de felicidad<br />
y todos festejan con alegría, la noche, hasta el nuevo amanecer<br />
Mamá<br />
Suave rocío es tu piel, cálida fragancia tu ser. Madre, maravilloso<br />
milagro. Tus manos arrastran historias, cuando la mías pequeñas llevabas.<br />
Cantabas siempre el mismo canto que hoy recuerda mi memoria.<br />
Las agujas deslizan ternura por las tardes bajo el parral. Cantas, bailas,<br />
ríes, me abrazan los momentos compartidos. La blanca harina en tus<br />
manos, amasa con alegría y felicidad el pan.<br />
El camino sin tus flores sería…solitaria huella del mar. El día sin<br />
tu luz, una fría cueva para dormitar. Madre soñada, madre querida.<br />
Maestra de vida, humilde, sencilla, así eres, mamá, para mí.
Poesía<br />
HILoS SECrEToS<br />
Dos vueltas de llaves y sé feliz<br />
Dos vueltas de llaves y un clic,<br />
se abre la puerta delante de ti.<br />
Las ilusiones siembran semillas<br />
de flores en un nuevo amanecer.<br />
Otro pétalo de tu vida das vuelta,<br />
vivido bajo luces inocentes.<br />
El nuevo camino soñado aparece,<br />
frescos estallidos colman tu ser.<br />
a Daniela<br />
Te llevas un mundo de muñecas,<br />
mimado por manos protectoras.<br />
Los juegos compartidos en el día a día<br />
con tu hermana, tu hermano, la música.<br />
Las emociones enfrentan batallas.<br />
Sigue tu destino mi ser adorable.<br />
Con felicidad por lo que empiezas,<br />
con nostalgia porque a la niña dejas.<br />
Caminas hacia el altar de blanco,<br />
polvos de estrellas esparcen pasión.<br />
Latidos candorosos de dulzura<br />
los ángeles cantan al Señor.<br />
Dos vueltas de llaves y sé feliz.<br />
Se ilumina la casa con tu sol.<br />
Cruzas montañas sobre trineos<br />
burbujea la sangre junto a tu amor.<br />
Dos vueltas de llaves y un clic.<br />
Guirnaldas de azahares te saludan.<br />
Dos vueltas de llaves y sé feliz.<br />
63
64<br />
juLIA MANSI<br />
Hijos, espejos del ser<br />
Soñados afluentes de la vida<br />
trasladan esencias del ser.<br />
Sus latidos recorren caminos<br />
alegres cantan en el amanecer.<br />
Cargados van, torrentes de encantos,<br />
las lluvias copiosas los miman.<br />
Reflejan sus aguas la esperanza<br />
con gotas doradas historias escriben.<br />
Distancias recorren ansiosos,<br />
turbulentos llenos de verdades.<br />
Erosionan rocas, atraviesan campos.<br />
Crecen y se alejan tras un destino.<br />
Guardan hondos <strong>secretos</strong> sus cauces,<br />
serenidad e incertidumbre timonean.<br />
Cansadas olas buscan un regazo<br />
en los tiernos brazos maternales.<br />
Curvas amplias dibujan sus silencios,<br />
espejos iluminados por fuego de hogar.<br />
Dan fuerza al paisaje, al desierto<br />
al inocente crepúsculo ya por asomar.<br />
Cruzan fronteras, cumplen sueños,<br />
se deslizan por el ancho mar.<br />
Cubren tiempos, cantan glorias,<br />
amados hasta la eternidad.<br />
Julia Mansi
edith Migliaro<br />
Prólogo<br />
Algo que decir<br />
Amé, fui amado, el sol acaricio<br />
mi faz.<br />
Vida, nada me debes Vida, estamos<br />
en paz.<br />
Amado Nervo<br />
En esta aventura incierta de la vida, en que ensayamos cada uno,<br />
un personaje, quizás en busca de la felicidad que es un valor totalmente<br />
distinto para cada persona, intentamos comunicarnos, transmitir y<br />
compartir lo que elaborara nuestra mente. Algunos lo logran con esa<br />
maestría de los elegidos, otros con la originalidad de los iluminados y<br />
otros solo lo intentamos… porque aprendí que cada ser humano es un<br />
ser irrepetible y como tal tiene algo que decir.<br />
Estoy segura de que, Dios o esa fuerza superior que nos ha creado,<br />
ha escondido dones en cada uno de nosotros.<br />
Todos poseemos algo hermoso y qué mejor que compartirlo. Lo<br />
mejor que hice lo entregué al mundo: mis hijos; ahora espero compartir<br />
estos sentimientos traducidos en palabras con ustedes.
66<br />
EDITH MIGLIAro<br />
como cada uno de ustedes<br />
Estoy pegada a él. Salimos de casa y lo espero. Caminamos por<br />
el pasillo, lo sigo, me apuro, lo alcanzo, lo paso, me sigue, me alcanza,<br />
me pasa, qué divertido, pero él no se ríe. No entiendo. Salimos a la<br />
calle, esto me encanta, doy dos o tres vueltas a su alrededor hasta que<br />
me acomodo. Hoy a la derecha porque vamos al sur. Es una noche sin<br />
luna pero con estrellas. Las estrellas no cuentan por que su luz casi no<br />
alumbra… Estoy tan unida, aunque digan que perdió su alma, yo sigo<br />
pegada a él.<br />
Caminamos. Yo inclinada voy tocando los árboles, el cordón, la calle,<br />
los autos, de repente cruzamos la calle y ahora lo acompaño por la<br />
izquierda, es más lindo. Entro en los jardines, huelo las flores de cerca,<br />
curioseo por algunas ventanas abiertas. Tengo que estar atenta en las<br />
puertas y cambiar de lado rápidamente. A veces asusto a alguien, sobre<br />
todo a los gatos, se sobresaltan con facilidad. Soy feliz. Juego. Me<br />
agrando. Me achico. Me doblo. Llegamos a la plaza, ¡cuidado! Pasamos<br />
por la fuente, eso no me gusta, me hundo en el agua.<br />
Nos paramos debajo del farol, ¿dónde estoy? Por Dios ¿dónde<br />
estoy? Veo los pies de él. Se mueve, que alivio, se mueve, aparezco,<br />
chiquita apretada bajo sus pies, ¡qué mala pasada me jugó este farol!<br />
Se paró justo debajo y me hizo desaparecer, desaparecer como su<br />
alma. Qué miedo. No quiero desaparecer, jamás me había pasado de<br />
noche. De día me aclaro pero de noche nunca me pasó.<br />
Pero eso es imposible, somos reales, somos muchas, Algunas<br />
más humanas que otras. Porque para muchos somos necesarias como<br />
respirar, para otros; fantasmas, lo cierto es que estamos en todas partes.<br />
Después de todo somos tan buenas o tan malas como cada uno<br />
de ustedes.<br />
Don esteban<br />
Desde hacía meses veía movimientos extraños en el campo vecino.<br />
Lo comentó con algunos amigos, le dijeron que estaba loco. Pero<br />
no era común ver tantos camiones en la zona, siempre fue un paraje<br />
tranquilo, casi aislado. Y lo que más le llamaba la atención es que el<br />
mayor movimiento se producía de noche y en especial los jueves y<br />
viernes.
HILoS SECrEToS<br />
Esos campos, los que lindaban por el oeste con sus tierras, no<br />
eran muy productivos, tenían un declive al sur, una sola vertiente de<br />
agua. Habían pertenecido a una familia pionera de la región, que al morir<br />
no había dejado herederos. El municipio los puso en venta durante<br />
casi una década, pero ningún hombre de la zona los compraría jamás,<br />
no servían ni para siembra ni para cría de ganado. Pero ahora ¿Qué<br />
pasaba? Porque a nadie le asombraba que después de tanto tiempo<br />
apareciera un pariente, reclamara los derechos, cercara todo el predio<br />
y pusiera guardia armada. ¿Guardia armada en el medio de la nada,<br />
qué cosa de tanto valor podría merecer tanta seguridad?<br />
Esteban, de tanto insistir en el tema logró interesar a algunos. Decidieron<br />
recurrir al Registro de la Propiedad de la Villa. La información<br />
fue… incompleta, imprecisa:<br />
–Los terrenos han sido reclamados por un heredero consanguíneo<br />
en tercer grado de la familia Argüello, que como residía en Europa<br />
desconocía hasta el momento su existencia –dijo la empleada “confidencialmente”.<br />
También lograron averiguar que el nuevo propietario<br />
había adquirido o alquilado dos excavadoras. ¿Para qué? El mozo del<br />
bar contó que alguien le dijo que el cura había acompañado al obispo<br />
a visitar al supuesto Sr. Argüello.<br />
En la villa comenzaron a circular rumores sobre descubrimientos<br />
religiosos, que habría venido también un perito especialista en reliquias.<br />
Otros hablaron de tesoros dejados por los españoles. En tiempos de la<br />
colonia habían vivido jesuitas.<br />
Otros hacían referencia a generales alemanes, que también era<br />
cierto, ya que después de la segunda guerra mundial se había comentado<br />
que algunos habrían llegado a la provincia.<br />
La verdad nadie sabía que ocurría, transcurrió el tiempo y los lugareños<br />
se acostumbraron a los movimientos del lugar y dejó de ser una<br />
preocupación para convertirse solamente en un tema de conversación,<br />
cuando no había otra cosa más interesante de que hablar. Pero para<br />
Esteban el tema no se había agotado. Intuía que no era una actividad<br />
inocente, solo se ocultan las cosas cuando no son buenas o cuando<br />
no son legales.<br />
Decidió investigar solo, estuvo atento a cada movimiento, llevó<br />
una estricta rutina de los ingresos y egresos de camiones, autos; astutamente<br />
consiguió el detalle de todas las compras en el almacén de<br />
ramos generales, para ello, con la encargada, se valió de sus encantos<br />
67
68<br />
EDITH MIGLIAro<br />
de solterón adinerado. Después de meses de trabajo resolvió el enigma,<br />
sus sospechas se confirmaron, no por su agotadora investigación<br />
sino por un casual accidente. Era ilegal y tenía pruebas… El º de<br />
agosto la villa entera quedó perpleja con la noticia. Fue el acontecimiento<br />
más inesperado, trágico y conmovedor de los últimos 20 años.<br />
Algunos se lamentaban de no haber prestado más atención al pobre<br />
viejo aburrido.<br />
¡Pero… qué horror! Don Esteban se había suicidado<br />
el viaje<br />
Me levanté, como todas las mañanas de invierno cuando todavía<br />
era de noche. No puedo entender por qué en esta ciudad el día tiene<br />
que empezar antes de que salga el sol, antes de que termine la noche.<br />
Salí de casa para retomar la rutina diaria, con una mezcla de cansancio,<br />
hastío, frustración, resentimiento, sueños no cumplidos, sueños<br />
no soñados, profundas alegrías, inmensas tristezas y esa sensación<br />
de que se necesitaba algo más… Llegué a la estación, subí al tren y<br />
me senté. Las luces internas y la oscuridad externa hacían un extraño<br />
efecto. Como atrapada en otro mundo noté que por la ventanilla sólo<br />
podía ver mi propia imagen, avejentada, vencida. En medio de ese<br />
torrente de ideas y realidad vi algo parecido a una mariposa, traté de<br />
distinguir qué era, qué locura. Parecía Campanita, el hada del cuento<br />
Peter Pan. Estaba desvariando. Era muy chiquita, tapaba el reflejo de<br />
mi cara, y me perdí. Comencé a seguirla dentro de la ventanilla. La<br />
oscuridad era total solo distinguía su brillo, no escuchaba nada, ningún<br />
ruido, ¿estaría en el tren?<br />
Cuando mis ojos se acostumbraron pude distinguir gruesos árboles,<br />
muy altos. Sus copas se unían, tapaban el cielo. Miré alrededor,<br />
estaba todo cubierto de plantas, enredaderas, hojas secas. Observé un<br />
camino zigzagueante y angosto. El aire era húmedo, con olor a verde.<br />
Frío pero agradable, al mismo tiempo una sensación de libertad se<br />
apoderó de mí. La naturaleza me impregnaba. Comencé a escuchar<br />
ruidos sordos que no pude identificar, pequeños destellos de una luz<br />
calma. La luz más hermosa y misteriosa que existe, la luz de la luna.<br />
Sólo veía rayitos porque el cielo seguía oculto tras las copas de los árboles<br />
que formaban una cúpula como la nave de una iglesia, ¡y sí! eso
HILoS SECrEToS<br />
era un santuario. Seguí caminando. No sentía cansancio, la energía de<br />
la vegetación me invadía. No tenía miedo, solo paz. Caminé disfrutando<br />
de esa soledad absoluta, total. Creo que pasaron horas pero esa<br />
sensación agradable fue dando paso a la zozobra a una inquietud. El<br />
bosque no terminaba nunca, ni la oscuridad. La inquietud se fue transformando<br />
en miedo, en ahogo, en angustia.<br />
Dominada por estos sentimientos era incapaz de razonar y de<br />
pronto recordé una frase que Valentín dijo una vez “Lo más profundo<br />
del bosque está llegando a la salida, después de haberlo recorrido<br />
todo”. Los árboles se fueron espaciando, sus copas ya no eran tan<br />
altas ni tan espesas. Por pequeños claros empecé a distinguir el cielo.<br />
La luz ya no era la luz de luna sino los primeros rayos de sol. Un sol<br />
tímido que iluminaba inundando todo de color naranja. Había salido del<br />
bosque y estaba en un prado. Un movimiento me distrajo, el tren se<br />
detuvo al entrar en la estación, en la misma estación que bajaba todos<br />
los días. Nada fue ni será igual después de ese viaje. Ahora tengo un<br />
escondite secreto, maravilloso.<br />
Aquella oscuridad<br />
Aquella oscuridad, escondite perfecto donde oculto esos sentimientos<br />
que me avergüenzan… Envidia a todos aquellos seres que<br />
evaden el mundo y vuelan dando rienda suelta a sus sueños.<br />
Odio a todos aquellos que invaden mis más preciados momentos<br />
de soledad.<br />
Desprecio a todos aquellos a los que culpo de mis fracasos y de<br />
sus fracasos.<br />
Celos de todos aquellos a quienes amo intensamente y creo, no<br />
ser correspondida.<br />
Bendita aquella oscuridad que me permite fingir ser un ser con<br />
luz.<br />
tormenta de verano<br />
Toda una terrible mentira. ¿Dónde está la luz, el cielo, la paz, el<br />
alma llegando a un plano superior de inteligencia clara, de suprema<br />
69
70<br />
EDITH MIGLIAro<br />
comprensión? ¿La tranquilidad de espíritu da el conocimiento de los<br />
eternos <strong>secretos</strong>? ¿Abandonar las pasiones carnales por el santo<br />
amor? ¡Oh Dios! ¿Dónde está el paraíso, el purgatorio o el infierno?<br />
Estoy en la casa donde he vivido siempre, los veo a todos, los escucho…<br />
pero ellos ni me ven ni me escuchan. He tardado un largo rato<br />
para asumir que he muerto<br />
Para ellos estoy muerto, pero yo estoy aquí. Veo, siento sufro<br />
Mi madre fingiendo sobrellevar mi muerte, pasó toda su vida<br />
pendiente de mí. Amándome, ahogándome y ahora… ahora dirige mi<br />
muerte, mi herencia, mi mujer… y la entrega a mi hermano. Lo que más<br />
amé a quien más odié. Esa sombra infame que me persigue, que me<br />
persiguió toda mi vida, acechando como un ave de rapiña. Y le llega<br />
el momento sublime de ocupar mi lugar en mi familia y en mi cama,<br />
disfrutándolo obscenamente.<br />
Mi mujer lo rechaza, pero hasta cuando. Cuánto tiempo le llevará<br />
olvidarme, porque tarde o temprano lo hará.<br />
¡Oh Dios!, ¿cuándo descansan los muertos?, ¿cuándo se resignan?,<br />
¿cuándo muere el alma?<br />
… Cuando los olvidan<br />
en el teatro<br />
Marisa llora desconsoladamente sentada en el amplio sofá, Nora<br />
la consuela. Juan cruza la habitación hasta el escritorio y toma unos<br />
papeles. Nora se acerca a él y en voz baja le pregunta:<br />
–¿Realmente no tuviste nada que ver con su muerte?<br />
–No… Ya te dije que no.<br />
–Por favor, es muy importante para mí poderte creer. – Juan se da<br />
vuelta, la mira a los ojos intensamente y dice en tono muy grave:<br />
–¡NO! y preferiría no hablar más del tema – sosteniéndole la mirada.<br />
Nora vuelve junto a su hermana, y Juan girando nuevamente se<br />
sonríe.<br />
cae el telón<br />
–No podes llorar.<br />
–Bueno a mí me conmovió.<br />
–Si es una copia del Padrino, Sara, el mafioso que manda asesinar<br />
a alguien que molesta en sus negocios y lo niega cínicamente frente a<br />
su esposa que es tan inocente de creerle.
HILoS SECrEToS<br />
–Noooo, él no le mentiría, la miró a los ojos, las circunstancias lo<br />
incriminaban, pero la miró y le aseguró que no tenía nada que ver, no<br />
podría haber mentido tan descaradamente a quien lo ama.<br />
–Bueno a mi me dio esa impresión –fue la respuesta con una mirada<br />
entre triste y arrepentida.<br />
–Para vos todo es una copia de algo. Pera la actuación hace la<br />
diferencia.<br />
–Si claro, no discutamos como siempre, después de todo, la vida<br />
entera es una sucesión de hechos repetidos cíclicamente. Se fueron<br />
caminando de la mano y en silencio.<br />
Ella pensaba en la obra que acababan de ver, cómo se parecía<br />
su novio; a Juan, poderoso, seguro. Él se quedó pensando como se<br />
parecía ella al personaje de Nora, qué diferente a su amiga, mañana<br />
la vería, cualquier excusa sería buena, sólo tenía que mirarla a los ojos<br />
y sonreír…<br />
el objeto<br />
Como una bicicleta sin pedales, dos pequeñas ventanas oscuras<br />
que pretenden proteger del avasallante fuego conque la naturaleza nos<br />
intimida, o dos candados para encerrar y esconder sentimientos y evitar<br />
trascender y ser trascendidos.<br />
Un límite, una frontera entre el mundo exterior y el alma, que según<br />
dicen, se asoma por allí para curiosear el otro lado.<br />
Tan solo un par de anteojos, o nada menos que un par de anteojos.<br />
71
72<br />
Poesía<br />
EDITH MIGLIAro<br />
Viejo<br />
Olvidemos tu muerte y hablemos de nuevo.<br />
No me dejes sola pá, vení a darme una mano,<br />
vení a prometer siquiera<br />
que del otro lado me vas a esperar.<br />
Yo también te prometo no apurarme a cruzar,<br />
ir viviendo la vida que Dios decida mandarme,<br />
y parecerme a vos.<br />
Ser honesta y libre, y de tardecita<br />
cuando nadie escuche ni pregunte en nada<br />
pensar en vos.<br />
Pensar en los barcos que tanto amaste.<br />
Pensar en tu pipa, en tu mate, en tu cansancio.<br />
En tus siestas cortas sobre el sillón,<br />
en los tangos que tanto bailaste.<br />
Y así a escondidas,<br />
llorar por vos, llorar por no verte, por extrañarte tanto,<br />
por la injusta vida, que te sacó de mi lado<br />
cuando todavía no te había demostrado<br />
que te admiraba tanto.<br />
las calles del pasado<br />
Los recuerdos confundidos aparecen<br />
y el pasado desdibujado se hace soportable.<br />
Todo cambia, las penas y tristezas<br />
son ahora melancolía.<br />
Las pasiones arrebatadas… inocentes amores.<br />
Los odios y traiciones… apenas rencores asumidos.<br />
Los sentimientos atenuados nos permiten<br />
la secuencia vital de alegrías y tristezas.<br />
Inaugurar…<br />
¿cómo podríamos sino, sobrevivir?<br />
edith Migliaro
Patricia Moltedo<br />
Prólogo<br />
Alguna ensoñación<br />
A mi abuela le gustaba actuar, entonces, inventábamos universos,<br />
que se transformaban, en bosque y yo era Caperucita.<br />
Luego las hojas de un bloc fueron mis confidentes y albergaron<br />
fantasmas. Más tarde, viaje con piratas, fui al Imperio Romano, muchos<br />
vientos soplaron mi rostro.<br />
Los sainetes vivieron en las carcajadas.<br />
Hoy Quiero compartir alguna ensoñación, retacitos de mi mundo,<br />
gracias.<br />
tango dulce<br />
La sombra<br />
de un angelito aletea<br />
en las calles,<br />
en las veredas.<br />
Y por ahí… en algún Bar.<br />
Trepa al frente<br />
de algún caserón<br />
quizás, descangayado.<br />
En medio del gentío,<br />
de las corridas,<br />
de los colectivos,<br />
un guiño inocente,<br />
del niño alado,<br />
dibuja una sonrisa,<br />
disipando las nubes,<br />
en la ciudad,<br />
y yo me atrevo… y lo sigo.
74<br />
PATrICIA MoLTEDo<br />
como gotas de rocío en la mañana<br />
Los pétalos blancos como una lluvia en son de letanía, caen y<br />
alfombran parte del camino. Como todas las mañanas, Juan mira dentro<br />
del buzón, no hay cartas, solo una boleta. ¡Pagar! ¡Pagar!– piensa<br />
en voz alta. Catriel, observa desde sus sesenta centímetros en cuatro<br />
patas, con su melena color miel. Mueve su peluda cola, en afectuosa<br />
comprensión. El sabe de sentimientos, de los de su amo. Juan recorre<br />
el camino de lajas, en medio del pequeño mar verde. A sus espaldas<br />
quedan: el paredón y el portón de madera, que lindan con la calle.<br />
Traspasa el ventanal, entrando así al comedor diario. Va hacia la cocina,<br />
que tiene frente a él; a su derecha están los dormitorios y el baño.<br />
Su hermana, única acompañante, además de Catriel, aún no se ha<br />
levantado.<br />
Prepara unos mates, le comenta a Catriel, que lo sigue a sol y a<br />
sombra:<br />
–Está por llegar. Bien nos vienen unos pesos.<br />
Se escuchan unos ruidos.<br />
–Juan ¿Cómo está el día? –la voz adormilada de Adela, hace que<br />
su mente se ponga más alerta.<br />
–¡Buenos días! –responde–. Bien, una nube que otra. Pero, bien.<br />
Todavía está un poco fresco, habrá que esperar para aprovechar el<br />
calor –una sensación le recorre el cuerpo.<br />
–Esta primavera, recién empieza –la sensación se ha convertido<br />
en un escalofrío, sin razón. Es como un presentimiento, una angustia.<br />
Le ha dedicado una vida a las ciencias ocultas, al más allá, a la interpretación<br />
de gestos y sueños.<br />
Ceba un mate y se lo acerca a Adela, que se ha sentado en el comedor.<br />
Exactamente en el sillón de madera con almohadones floridos<br />
que mira al jardín. Regresa, toma la pava, la azucarera, un plato con<br />
galletitas y un repasador de toalla.<br />
–Puse las galletitas sin sal, como te dijo el médico –Comenta y se<br />
sienta en el sillón vecino que está en ángulo recto al de Adela.<br />
–Podrías traer la mermelada.<br />
–¡Mujer! levántate y tráela, un poco de movimiento, mal no te<br />
vendría.<br />
–Mirá cómo corre y ladra Catriel.
HILoS SECrEToS<br />
–Sí, pero no golpea nadie, sólo dejaron el diario –aclara y prolonga<br />
su mirada por el jardín techado por los árboles de finas ramas donde el<br />
sol se escurre hasta el suelo. Los pájaros cruzan el campo y rompen el<br />
hermoso silencio. El fresco perfume mañanero, le hace latir el corazón<br />
a Juan. Al rato, se escucha golpear con las manos, corre Catriel. Va al<br />
portón y vuelve al lado de Juan. Corre y ladra. Ladra y corre. Las ramas<br />
de las plantas bajas se menean como asintiendo la actitud del perro.<br />
Juan, atiende la puerta y pasa el esperado cliente.<br />
–Venga, pase, no, el perro, no le hará nada.<br />
–Buenas. Mire, Don Juan, le he venido a consultar, porque, me parece,<br />
que me han hecho “un trabajo”. –El cliente lo sigue a la habitación<br />
destinada a consultorio. Juan siente otra vez esa sensación opresiva.<br />
Ambos se pierden en los fondos de la penumbra. Al rato, se escuchan<br />
ruidos de llaves y el rechinar de las ruedas del changuito, Adela va de<br />
compras. Lleva puesta una chomba, una pollera ancha que le llega<br />
a media pierna, medias tres cuartos arremangadas, como si fueran<br />
soquetes, mocasines marrones, una campera, y su cabello gris, casi<br />
blanco, está sujeto por dos peinetas de similar color. Va por la calle con<br />
su meta fija, solo se detiene a charlar con alguna vecina.<br />
A su regreso, un aroma a vegetales cocidos, la envuelve exquisitamente.<br />
Un vistazo hacia la habitación de trabajo de su hermano, le<br />
indica que éste sigue ocupado. Continúa su labor de ordenar lo comprado,<br />
preparar algo más para el almuerzo; luego, repasará un poco la<br />
casa. Se pregunta –¿Dónde estará Catriel?<br />
Para la hora del almuerzo, Juan ha terminado de atender y Catriel<br />
lo espera en la puerta, para seguirlo. Prepara, entonces, Juan, la<br />
mesa: extiende un mantel, pone los vasos, los cubiertos, las bebidas,<br />
las servilletas, los platos.<br />
Piensa, Ya está todo. Hummm ¡No! ¡Las galletitas! –enciende el<br />
televisor. Entra Adela pregunta:<br />
–Y ¿Qué tal, el día?<br />
–Bien, Ayuda.<br />
–Mejor, ya va a estar la comida.<br />
Por la tarde, cuando otra mateada se avecina, alguien golpea.<br />
–¡Don Juan!!! –llaman amigablemente desde el otro lado de portón.<br />
–¡Ya va! ¡Ya va! –contesta, apurando el paso.<br />
Una vez abierto el portón, un hombre joven, sonriente, disculpándose<br />
desde la mirada, comenta:<br />
75
76<br />
PATrICIA MoLTEDo<br />
–Perdón, se estropeó la cerradura de la puerta de casa y ¡no podemos<br />
abrir! ¡El nene está adentro!<br />
–¡Cálmese! Agarro la caja de herramientas y voy –recalca Juan.<br />
De vuelta, el muchacho, lo acompaña. Catriel, también. Él va delante,<br />
moviendo la cola, satisfecho.<br />
–Gracias, Don Juan. –¿A quién buscaríamos, si usted no estuviera?<br />
–No es nada, hombre. Sólo un movimiento de pinza. Hubieras<br />
encontrado a cualquiera.<br />
–¿Cuánto es?<br />
–Nada, ya te dije.<br />
–Bueno, pero, cualquiera de estos días, dése una vuelta por casa.<br />
No deje de venir. A tomar unos mates, aunque sea.<br />
–Sí, sí. Contá con eso.<br />
–Gracias, otra vez. Y lo espero.<br />
Cierra el portón, Catriel muy serio, mira hacia delante, va al comedor<br />
y se sienta en su sillón preferido, que le permite ver todo el jardín,<br />
y está cerca de la puerta. La noche va cerrando. Adela prepara algo<br />
ligero, para la cena, un caldo. La televisión comenta guerras lejanas y<br />
sorpresas cotidianas.<br />
Los círculos en el piso, de gotas que la mañana sorprende.<br />
No son de rocío: son de color intenso. Rojo, rojo fuerte.<br />
Se prolongan en una chorreadura que, Catriel, comprende como<br />
grave y terrible. Ese hombre había llamado como tantos. Muy temprano.<br />
Adela lo hizo pasar. Entonces, había forcejeado con ella, que por<br />
último cayó. Juan había corrido buscando ayuda. Catriel lo vio caer;<br />
había ladrado, pidiendo ayuda. Luego ni sus lamidas cariñosas, ni sus<br />
gruñidos y quejidos habían podido reanimar a Juan, tampoco sus aullidos,<br />
aunque llenaran los cielos.<br />
Catriel lo abraza con su cuerpo, Juan está todo estirado, boca<br />
abajo, en el camino de lajas con una herida profunda en la espalda,<br />
que ya no sangra.<br />
la espera<br />
Silencio, profundo, en la casa. Hojas otoñales pavimentan todo. Al<br />
fondo, un hogar ampliamente iluminado, por los ventanales. El parque<br />
rodea la casa. La familia puede volver.
HILoS SECrEToS<br />
La mañana estaba celeste, igual que aquella vez y el hombre con<br />
pie firme, entró a la estancia principal. La atravesó, ignorando la mirada<br />
de los espejos de marcos tallados al oro. Los modestos muebles fueron<br />
puestos a las apuradas. Con un cigarro, ora en la mano; ora en la boca.<br />
Ordenaba, miraba, vigilaba. Mario. Iba y venía.<br />
En muchas oportunidades, tomaba el teléfono, dirigía, invitaba.<br />
Raras veces subía al tercer piso o miraba el jardín. Pero, comenzó a<br />
dudar de la calidad de lo que fumaba, cuando en varias ocasiones,<br />
sintió que lo seguían o lo esperaban. A veces, creía, ver en lo alto, a<br />
un hombre, apenas asomado, mientras entraba el coche. En la casa,<br />
no había nadie. En una oportunidad, la claridad del día, lo despertó y<br />
cuando abrió los ojos, se encontró frente a frente con la cara de una<br />
mujer con los ojos desmesuradamente grandes. Le pareció hermosa.<br />
Comenzó a seguirla. El vestido de suave y fina gasa la envolvía.<br />
Sólo se mostraba de frente. Corrió el hombre para tocarla, hablar<br />
con ella… Sólo conseguía asustarla. Visiones desafortunadas proliferaron.<br />
Vendió la propiedad.<br />
–¡Oh! Mario, esto es increíble, lleno de escaleras –toma aire, y<br />
pregunta:<br />
–¿Viste la principal, de roble? –corre, recorriéndolo todo.<br />
–¿Viste las otras, más pequeñas, para el personal? Es perfecta,<br />
tiene vista a toda la Villa. Desde el mirador, claro.<br />
La mujer, feliz, vuelve para abrazarlo.<br />
–La quiero –concluye.<br />
–Bueno, si es así, es tuya.<br />
–¡Mi amor! hasta mamá se sentirá cómoda.<br />
La noche cae.<br />
–¡Marta! –La mujer llama a la joven mucama de severo uniforme.<br />
–¿Señorita?<br />
–¡Tesoro! Preparame la ropa, tengo que encontrarme con… Sabés<br />
quién –acomoda, la mujer de muy cuidados cuarenta años, la joya en<br />
la caja y saca otra del mismo estuche.<br />
–Ésta, me va a hacer juego, ¡Marta!, traeme el vestido naranja.<br />
–Si, señorita.<br />
Marta, va al vestidor. Al momento, golpea la puerta abierta de la<br />
habitación, una mujer elegante.<br />
–Querida, ¿puedo pasar?<br />
77
78<br />
PATrICIA MoLTEDo<br />
–Pero, sí, mami –y le comenta, sonriente: –Voy a salir.<br />
–Es un hombre grande, casi de mi edad, con familia…<br />
–Pero, me hace feliz –llega la respuesta cortante.<br />
–Si es así… –la madre deja perder la mirada por el ventanal, vislumbra<br />
el techado de los chalets en medio del arbolado de los jardines.<br />
Una vez cambiada, la joven sube al automóvil, que la espera. Una<br />
sombra desde la vereda la ve partir. Una mirada triste.<br />
Mientras, el sol va prolongando las sombras, en el techado terracota<br />
de la mansión. Los tilos se mueven, intentando una suave melodía.<br />
El sol inunda toda la casa.<br />
–¡Marta! –otra vez, la estridente voz de la mujer.<br />
–Sí, señorita.<br />
–¿Qué hora es? ¡Cuánto sol!<br />
–Son las doce, señorita, de un hermoso día.<br />
–Si uno no se hubiera acostado a las siete de la mañana.<br />
–Si gusta, la ducha está preparada.<br />
–Sí, por favor… –y agrega–: Preparame nuevamente la cama, creo<br />
que voy a seguir durmiendo.<br />
–Bueno, señorita.<br />
Luego de almorzar tardíamente, la joven dama, piensa, señora de<br />
las cuatro décadas, como dice la canción. Camina por la habitación,<br />
mira la terraza, todo tapizado en cerámica roja. Baja al piso inferior,<br />
donde comienza la estrecha escalera de servicio. Cree ver algo, será<br />
Marta, piensa. Va tras ello.<br />
Baja por la escalerita, llega a la planta baja y… Nada. Sólo la cocina.<br />
Entonces, va al pasillo, allí, la escalera que conduce al sótano,<br />
blanca y de metal, se muestra. Baja.<br />
Una cálida luz, al fondo, la invita. Encuentra una vela encendida.<br />
–¡Marta! ¡Marta! –llama. De pronto, la risa de unos niños en el<br />
jardín. Sube, se asoma por el ventanal. En la habitación de vigilancia,<br />
unos niños juegan, subiendo y bajando la escalera que lleva a la artesonada<br />
terracita.<br />
–¡Marta! –llama otra vez–. ¡¿De dónde salieron estos chicos?! se<br />
pregunta. Vuelve a su dormitorio, por la escalera principal. Reflexiona,<br />
¡qué ropa anticuada llevan!, como de hace treinta o cuarenta años.<br />
Llamaré a Mario… Marca el número, y… no hay línea… ¡Qué extraño!<br />
Vuelve a marcar y… lo mismo.<br />
–¡Marta! –llama y vuelve a su cama. Se ve rodeada por los sirvientes,<br />
por su madre, por los niños y por un matrimonio, que no reconoce.
HILoS SECrEToS<br />
A su lado, la misma gente. Todos miran, desde el costado, como la<br />
piqueta, derriba. La tragedia se había cernido hacía mucho tiempo.<br />
–Habrá que esperar, para sacar a los intrusos – Marta, entonces,<br />
da la vuelta y se sumerge en el verde. Los demás la siguen.<br />
Paseo y baile<br />
El hermoso mar. Tibio y sereno, yendo y viniendo, subiendo y<br />
bajando.<br />
El cielo celeste y límpido, hace que uno se recline y descanse en<br />
la arena.<br />
Lea y yo perdemos nuestra vista en el horizonte. Con ella nos conocemos<br />
como vecinas. Pero, siempre supe que era buena persona. Y<br />
así la invité a estas vacaciones, de hecho fue para no estar sola.<br />
Lo mejor es que aceptó. Además las dos venimos de experiencias<br />
similares, hemos roto con nuestros novios, tenemos el corazón a medio<br />
remendar.<br />
Yo sueño con encontrar a alguien con quien pasar un dulce momento.<br />
Ella manifiesta su profundo deseo de descansar de todo, trabajo<br />
y hombres.<br />
Mientras tanto paseos, disfrute de la naturaleza, visita a los museos,<br />
el mar que envuelve, toma y rechaza, tibio, tranquilo e inestable<br />
a la vez.<br />
Mi querido Mar, mi amante… ¿Cuánto hace que no nos vemos?<br />
Con Lea conocemos algunas personas. Salimos, vamos a bailar,<br />
a comer a restoranes, sacamos fotos. Queda poco tiempo, el mar a<br />
veces lame y golpea mis hombros. El sol los seca.<br />
–¡No, a mi dejame de hombres!-declama Lea.<br />
–En cambio, ¡yo los quiero!, y las cartas están echadas –dije.<br />
Es nuestra última noche, vamos a bailar. La compañía es buena, la<br />
música, también. Nos eleva nos mece, con mi amigo me elevo al cielo.<br />
De pronto, siento que debo bajar a tierra, busco con la mirada por la<br />
pista de baile a Lea. Ni por aquí, ni por acá. Ni ella, ni su acompañante.<br />
Poco tiempo después los vero aparecer, él con la camisa suelta, ella<br />
con el pelo revuelto y el vestido a puesto con descuido. Ya de regreso,<br />
79
80<br />
PATrICIA MoLTEDo<br />
en la habitación del hotel, preparamos las valijas para volver, recién<br />
entonces me animo y pregunto:<br />
–¿Qué tal?<br />
–Bien, pero me molestó la palanca de cambios.<br />
Digitextos<br />
Necedad<br />
Persigo la rosa que huye a otras manos.<br />
ludovica<br />
Ludovica estaba orgullosa de no discriminar. Pero, había que ver<br />
como desechaba los negritos. Los bizcochos que se le quemaban, claro.<br />
Hallazgo<br />
Tuve que descender a los infiernos, pasar por el purgatorio para<br />
valorar el paraíso. Donde, se sabe, siempre hay una víbora.<br />
Patricia Moltedo
Florencia luz Muñoz<br />
Prólogo<br />
sueños de ilusiones<br />
Otro año más tengo la maravillosa oportunidad de poder publicar<br />
mis escritos, y expresar el arte que corre por mi cuerpo, mente y alma.<br />
Gracias al trabajo literario y al minucioso análisis de diversas obras,<br />
cada día que transcurre en mi joven e inexperta vida, no sólo incremento<br />
mi cultura general sino que también sufro el cambio increíble de<br />
crecer junto con los temas que tratan dichas obras literarias.<br />
La pasión, la reflexión, el silencio sonoro, el perdón, la realidad y lo<br />
fantástico, entre otros. Todo se complementa con el poder inmenso que<br />
contienen las palabras. Esta especial etapa de sueños de ilusiones me<br />
permite abrir nuevas puertas a lo desconocido mediante la brisa palpitante<br />
que acaricia y renueva mi futuro bohemio, deja atrás al pasado<br />
lleno de recuerdos hermosos y colma el presente.<br />
Como todas las noches, yacía en mi refugio<br />
y comenzaba a concebir un sueño. Apenas palpité el tacto del éxtasis<br />
tropecé con una piedra que tenía en su corteza la frase…<br />
“Los que no sienten la adrenalina de hacer realidad sus ilusiones son<br />
sólo unos cobardes sin razón”.<br />
Al despertarme lancé un grito sordo de dolor<br />
que atravesó todos mis instintos.<br />
Respiré hondo y me dirigí hacia un sueño sin rumbo.<br />
Fui atropellada sentimentalmente por un sujeto llamado Riesgo<br />
que trató de acercar sus palabras a mis oídos distantes.<br />
Sin embargo, al querer confesar mis pensamientos<br />
mi Alma se tiñó de rojo con una de las espinas de su ser.<br />
La ilusión de su presencia en ese sueño<br />
me ahoga en una interminable decadencia.
82<br />
FLorENCIA Luz Muñoz<br />
el reloj<br />
Estaba sentada junto a su hijo en una habitación de subte tan oscura<br />
como sus almas, en medio de la madrugada que presentaba un<br />
tono de pesadilla. La fidelidad de su hijo se notaba en sus expresiones<br />
nerviosas.<br />
–¿Falta mucho mamá?-gritó con timidez el joven.<br />
–Tuve un día de trabajo agotador, perdí mi reloj.<br />
–¿El reloj que te había regalado ese hombre antes de seguir su<br />
rumbo?<br />
–Esos asuntos no te incumben.<br />
–Como podés decirme algo así después de todo lo que vi estos<br />
últimos meses en casa… –reprochó el joven.<br />
–Lo tuve que hacer por nuestro bien hijo si no, no sé dónde estaríamos<br />
en este momento-respondió con un tono desesperado la<br />
mujer.<br />
–Ya no importa nada, nuestras vidas están a la deriva porque ustedes<br />
lo quisieron, por no medir su tiempo y otras cosas más…<br />
–Basta de insistir con necios reproches, tratemos de pisar y sepultar<br />
el pasado.<br />
–Como quieras, si eso te hace sentir menos culpable, no insistiré<br />
más con ese reloj. ¿Falta mucho? –gritó el joven con la valentía del<br />
adiós.<br />
Mentiras profundas<br />
Desde que poseo uso de la razón, mi infancia como hija única fue<br />
muy solitaria. No tenía amigos, nadie quería involucrarse en una relación<br />
conmigo y la comunicación con mis padres era escasa.<br />
Los fines de semana permanecía en mi hogar leyendo y estudiando<br />
mientras se realizaba la limpieza general y aprovechaban para ir de<br />
compras. A veces esto les llevaba una larga jornada.<br />
La mayoría de los días de la semana uno de mis vecinos, sentado<br />
en una silla de madera en mal estado, nos saludaba con un gesto que<br />
producía su mano y nos pedía un vaso con agua. Mis padres me decían<br />
que lo ignore, tal como lo hacían ellos.<br />
Pasaron algunos años, al venir de la facultad, buscando en mi<br />
bolso las llaves de mi casa, me tropecé con ese anciano, presentí que<br />
con su mirada de miedo trataba de decirme algo.
HILoS SECrEToS<br />
Me gradué en psicología y mi novio era detective. Él vigilaba la<br />
cuadra de mi casa, porque decía que se había ganado la fama de la<br />
más misteriosa del barrio. Mis padres nunca lo aceptaron.<br />
Dos meses después hallaron el cuerpo de mi vecino en el sótano<br />
de su humilde hogar, mientras mis padres estaban de vacaciones en el<br />
Norte de Europa. Su cadáver yacía en una silla, sus manos y sus pies<br />
estaban atados y al lado de su cabeza había un recipiente que contenía<br />
sustancias tóxicas.<br />
No resistí la verdad y a la noche siguiente, en el grato reencuentro<br />
con mis padres, preparé un jugo casero exquisito.<br />
reencuentro imposible<br />
Una tarde rutinaria de domingo, en una reunión de egresados dos<br />
viejos amigos se encontraron en una cafetería, ambos con sus respectivas<br />
parejas. Lucrecia y su Dafnis se hallaban en una placentera<br />
conversación. Su viejo conocido, llamado Marcos, estaba enfrente de<br />
su mesa junto a su joven amada. Al verse mutuamente se saludaron,<br />
y juntaron las mesas.<br />
–Qué coincidencia. Cuántos años sin vernos querido. ¿Algo interesante<br />
para contar? –preguntó con ansiedad Lucrecia.<br />
–En tres semanas me caso con esta bellísima mujer. ¿Y tu, vida?<br />
–Excelente. Dentro de unas semanas voy a recibir un ascenso en<br />
mi trabajo.<br />
–Felicidades.<br />
Sus parejas reflejaban en sus ojos una inquietud que sólo ellos<br />
lograban entender. La joven novia no dejaba de mover su pie derecho<br />
con sandalias de última colección.<br />
–¿Te acordás cuando éramos muy unidos en la secundaria? –dijo<br />
Marcos.<br />
–Cómo olvidarlo, lástima que el destino nos brindó demasiadas<br />
oportunidades pero… nosotros no las quisimos llevar a la realidad –dijo<br />
con un tono de reproche Lucrecia.<br />
–Puede ser –replicó él sin darle importancia.<br />
El Dafnis de la muchacha esboza un gesto de aburrimiento, se<br />
saca el saco e invita a bailar a la acompañante de Marcos. Así los viejos<br />
amigos unidos tendrían más libertad para conversar acerca de sus<br />
recuerdos y luego, quién podría decirlo, pasada la hora, ellos darían<br />
83
84<br />
FLorENCIA Luz Muñoz<br />
un paseo debajo de las lágrimas que descendían del manto celestial<br />
estrellado…<br />
… claro que para conversar…<br />
universo vivido<br />
Percibo olores tristes y trágicos, mis ojos se detienen en una misma<br />
imagen durante segundos y segundos hasta que las agujas anuncian<br />
la medianoche. ¿Es tiempo de ausencias? Tiempo para recibir<br />
el abrazo partido, archivar buenos momentos y tratar de seguir por el<br />
sendero de la vida sangrado de amor.<br />
¿Obtengo memorias? Memorias de años de mentiras e ilusiones.<br />
Primero solo me permitían quererte, al enterarme de tu verdadera<br />
identidad te pude amar. Siempre tan callado con tus sentimientos, era<br />
yo quien los iluminaba. ¿Tarea complicada? No, te dejabas llevar como<br />
las hojas secas por el dulce viento. ¿Me arrepiento de haberte odiado<br />
y amado tanto? Sólo sé que lo hice con toda mi alma. Como el poeta<br />
que se enloquece con su poesía, yo me sumergí en la aventura loca<br />
que me transmitías.<br />
La luna me mira desde mis pies y vos desde el manto celestial<br />
estrellado que algún día alcanzaré también.<br />
Vueltas mágicas<br />
Una tarde de domingo hermosa mi terreno se llena de desconocidos,<br />
agradables y no tanto. Veo reflejados corazoncitos partidos,<br />
ilusionados y decepcionados en la nítida ceguera de la gente. Mi mente<br />
empieza a recordar los maltratos sufridos, las caricias otorgadas, las<br />
promesas envenenadas, entre otras situaciones que he vivido a lo largo<br />
de mis vueltas. Adoro ver las infantiles caritas que se asoman con<br />
inocencia a mi ser, y que esperan ansiosamente sentir esa adrenalina<br />
palpitando en sus venas. Me alegra contemplar el atardecer con cada<br />
vueltita que realizo, y así poder inspirarme con el aroma extrovertido<br />
del río que rodea mi panorama. Llega la noche y como consecuencia<br />
camino y camino hasta arribar a la puertita que abre mis sueños, encuentro<br />
la llave y la abro. Permanezco junto a mis sueños cultivados<br />
alrededor del mundo.
Poesía<br />
HILoS SECrEToS<br />
Amor platónico<br />
Atrapada en infinitos ensueños<br />
invisibles como un fugaz suspiro,<br />
capaz de borrar todos los sentidos<br />
hasta herir sin lógica mis deseos.<br />
Eclipses sombríos yacen en el fuego<br />
de reflejos oceánicos hundidos<br />
en mis labios al borde del delirio<br />
plasmando esto, en nostálgicos espejos.<br />
Ni la tormenta de una tragedia<br />
logra apartar la ilusión de mi alma,<br />
ahogada en mi cruel primavera<br />
Viajo a la desierta plaza,<br />
te regalo la invisible estrella<br />
que habita en mis poesías desesperadas.<br />
cambio<br />
El poema cierra sus puertas hacia la inspiración<br />
como el día humilde apaga lentamente sus luces.<br />
En las agujas doradas del lugar<br />
permanecen recuerdos que vale la pena rescatar.<br />
Y esa obra de arte perfecta<br />
que se teñía de rojo para ocasiones especiales<br />
yace pálida como las escasas gloriosas nubes que se logran apreciar.<br />
Memorias esfumadas a través del inevitable ciclo<br />
vencen y son vencidas<br />
en su tormentoso y confuso juego.<br />
¿Sientes dolor? Mas bien el miedo al cambio<br />
de un precipicio a tierra firme<br />
de esperar en soledad a hallar la compañía ideal.<br />
85
86<br />
FLorENCIA Luz Muñoz<br />
Melancolía<br />
i<br />
Su origen se dirige hacia el siglo XVII<br />
cuando Robert Burton describe su anatomía.<br />
Permanece su esencia en los temores<br />
y pensamientos débiles de los hombres<br />
y vaga por las rutas de la compleja existencia de los mismos.<br />
ii<br />
Sus huellas se dispersan en el cosmos<br />
sin importar el pasado, presente y futuro del destino de cada acto.<br />
Finalmente sus hechizos embrujan a la humanidad<br />
y consiguen que esta se ahogue en el fondo del hueco océano.<br />
iii<br />
Dulce delirio que afecta a mis ilusiones.<br />
Me acompaña en toda eterna condena.<br />
Destroza mi alma en precipitados deseos<br />
hasta ya no poseer esperanza alguna.<br />
iV<br />
Hoy comenzará la gran odisea de esfumarla.<br />
Espero poder lograr ganarle a este estado que interrumpe mi tiempo.<br />
V<br />
Olvidarla.<br />
Recordarla.<br />
Superarla.<br />
silencios<br />
Silencios que contienen lánguidas espinas,<br />
crean en nuestro interior ensueños y realidades inciertas,<br />
dejan que la pasión por crear<br />
y por cuestionar a la vida<br />
se esfume instante tras instante en un suspiro olvidado.<br />
Despierto en la ciudad iluminada por la oscuridad<br />
sentada en el terreno desierto<br />
trato de visualizar el destino de mi salvación<br />
que tarda muchísimo en llegar…
HILoS SECrEToS<br />
Las gotas de mi alma se sanan para recibir nuevas penas y alegrías.<br />
Ya no pienso en las tormentas dulces y amargas sufridas.<br />
Observo la imprecisión del tiempo y descanso en la infinita paz celestial.<br />
Alianza<br />
Casi siempre me confundes,<br />
padecí severas noches solitarias iluminadas por los astros,<br />
días melancólicos,<br />
en la espera inútil de tu otra mitad.<br />
El mar se secó<br />
el desierto se inundó,<br />
y aún así no ha sido suficiente.<br />
Te llevo a todos lados,<br />
sin saber por qué.<br />
Tan callado, sordo, ciego<br />
que me confundes otra vez…<br />
la mañana y la noche<br />
La mañana se enfría<br />
y la noche comienza a entibiarse.<br />
El horizonte esculpido se transforma en amorfo,<br />
mientras tu ser se desvanece en el mío.<br />
Acaricias mis pétalos,<br />
acaricio mi manantial.<br />
Me arriesgo a navegar por la niebla,<br />
la emoción vibra en mi interior<br />
y se lleva el abrazo de un recuerdo.<br />
Quedo enfrente de mi nuevo espejo,<br />
pienso en la velocidad el tiempo<br />
que siempre<br />
empieza y termina<br />
en ese instante.<br />
87
88<br />
FLorENCIA Luz Muñoz<br />
travesía<br />
Las estrellas son mis compañeras de viaje.<br />
Travesía que comprueba mi solitaria y vacía vida<br />
rodeada de espléndidas y fantásticas figuras irreales.<br />
Permanezco estática,<br />
y veo correr apresuradamente las agujas del reloj<br />
sin detenerme en los sujetos que presencian<br />
tal oscura escena, tan contraria a la vida…<br />
No pidas que explique el por qué,<br />
me ahogo en la conclusión de mis propias hipótesis<br />
sin descubrir mis raíces,<br />
sin conservar mi esencia,<br />
sin palpitar cada palabra,<br />
pierdo la noción de mi existencia.<br />
Finalmente me traslado a un nuevo sitio,<br />
quizás el que el destino me depara…<br />
esencia<br />
Mentiras verosímiles bajo un manto de seda<br />
enfocan el plano orbital<br />
de sentimientos ausentes.<br />
En algunos, las ilusiones se transforman<br />
en dolorosas penas difíciles de superar.<br />
En otros, un comienzo de algo nuevo y real<br />
Enigmática radiación interior<br />
que da luz a nuestra esencia.<br />
Florencia luz Muñoz
Maribel Podestá<br />
De Jorge Luis Borges<br />
Prólogo<br />
epílogo del tiempo<br />
instante<br />
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño<br />
de espadas que los tártaros soñaron,<br />
dónde los fuertes muros que allanaron,<br />
dónde el Árbol de Adán y el otro leño?<br />
El presente está solo. La memoria<br />
erige el tiempo. Sucesión y engaño<br />
es la rutina del reloj. El año<br />
no es menos vano que la vana historia.<br />
Entre el alba y la noche hay un abismo<br />
de agonías, de luces, de cuidados;<br />
el rostro que se mira en los gastados<br />
espejos de la noche no es el mismo.<br />
El hoy fugaz es tenue y es eterno;<br />
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.<br />
epílogo Del tiempo<br />
Lo sé, la vida susurra al albor de sus primeros rayos en un instante,<br />
el ser dibuja su destino, toma un polo en el juego de las fuerzas y<br />
sobrevive. La superficie sirve un tiempo que no es del alma, el presente<br />
colorea bermellón, agua marina, la eternidad cúlmine.
90<br />
MArIBEL PoDESTá<br />
sin título<br />
i<br />
Mas solo… Vuelvo a contemplar el bosque, en el aroma a menta y el<br />
mágico silencio del viento.<br />
Deviene el ser en la envoltura de las formas agotada la huida en la<br />
exploración del mundo.<br />
Mas solo un hálito sagrado mora en el pecho del ave que ha nacido al<br />
camino hacia sí mismo.<br />
ii<br />
Aspiro el silencio nocturno al bajar la escalera. Mis pasos olvidan al<br />
cruzar el jardín un grito. En el follaje, una gota marina orilla el cristal de<br />
otro paisaje.<br />
iii<br />
El amor en el balcón giró entre sábanas, la voz pintó la pared del alma.<br />
En la mañana llora el ayer, nosotros y el perdón.<br />
iV<br />
Desnudo manzanar, frágil puente de sombras, soy torrente de dolor que<br />
asoma bajo el resplandor.<br />
V<br />
Exaltados ángeles danzan alrededor del flautista inocente. Un vértigo<br />
numinoso, casi sagrado de amor ingenuo, de soles, de alegrías y lavandas<br />
impone a las almas otros destinos.<br />
Vi<br />
El ocaso anticipa una emboscada, sin perfume, sin puerto y el devenir<br />
entrega un hombre que ayer ha muerto.
Poesía<br />
HILoS SECrEToS<br />
Génesis<br />
Inocente jardín de tulipanes<br />
niña interna.<br />
Vuelve al río de estrellas<br />
y calma el dolor.<br />
Oye el susurro de hojas<br />
junto a los pájaros<br />
del poniente.<br />
Refleja el manantial de auroras,<br />
trinos que mece al jardín azul marino,<br />
niña interna…<br />
exhala tu estrella,<br />
mi estrella, mi estrella.<br />
Piso 13<br />
Piso 13º.<br />
Desemboca gris la calle<br />
en la ciudad.<br />
Multicolor la mirada<br />
de la gente<br />
alocada e infinita<br />
abraza los edificios.<br />
Puerta azul, dos mundos,<br />
Piso 13º.<br />
Semillas de sésamo,<br />
el té cerca del piano,<br />
tú, aromado en menta<br />
en la ventana.<br />
Hecha sus redes<br />
91
92<br />
MArIBEL PoDESTá<br />
el vaho del sándalo<br />
y recorre mi valle,<br />
descanso en ese cielo.<br />
Piso 13º.<br />
Desemboca gris la calle<br />
en la ciudad.<br />
Único pero no infinito,<br />
el momento.<br />
Plegaria<br />
Un navegante<br />
parte hacia alta mar.<br />
Exhala a cielo abierto<br />
su último ciclo<br />
de dolor.<br />
Funde la plegaria<br />
el sello solar<br />
y un rapto de viento<br />
trae a la arena<br />
un ser cósmico<br />
que pregunta:<br />
–¿por qué ha sido elegido?<br />
crepúsculo<br />
Abrazados en la voluptuosa<br />
calma de la noche<br />
y en la incongruencia<br />
del mundo.<br />
Embriagados de búsqueda.<br />
Desnudos en el frescor marino,<br />
que urde fugaz la playa y,<br />
el oleaje de la orilla.
HILoS SECrEToS<br />
La humanidad toda al unísono.<br />
amanece en vida bajo la luna.<br />
La libertad rompe en olas<br />
y la especie<br />
tan humana, tan divina.<br />
como lumbre nace<br />
a la palabra nueva<br />
perfumada en rosas.<br />
Entonces será eterno<br />
el vuelo de gaviotas<br />
en el horizonte de plata,<br />
y el viento marino,<br />
ya,<br />
no será cautivo.<br />
rango divino<br />
Quién soy yo sino,<br />
la lanza hendida<br />
en el costado azul<br />
del maestro.<br />
Soy el espíritu del cenagal<br />
guardando el emblema<br />
de lo ancestral.<br />
Quién sino el galope<br />
de un grito<br />
en el exilio.<br />
Soy un reposo de sombras<br />
en un campo desierto<br />
de trigo.<br />
La eternidad subterránea<br />
en un lecho de ramas.<br />
93
94<br />
MArIBEL PoDESTá<br />
Soy quien pulsa la señal<br />
cabalística<br />
en un puerto exótico.<br />
Quién sino la semilla sagrada<br />
del círculo hermético.<br />
el rango divino<br />
de la piedra y la estrella.<br />
Soy la pluma<br />
en el exorcismo<br />
del poeta<br />
sobre tus pasos<br />
Alondra.<br />
Bebe el aguardiente<br />
de los últimos mares.<br />
Retorna a cualquier puerto<br />
tu enajenado amor<br />
y, amarra un grito<br />
en tu plumaje.<br />
Mágica llegada<br />
y este volver<br />
sobre tus pasos<br />
que arrasa el viento.<br />
Un rayo<br />
besa al pétalo<br />
en altamar<br />
y a este amor.<br />
Alondra,<br />
vértigo de fuego,<br />
espacio oscuro…
HILoS SECrEToS<br />
flota vacío<br />
pero bajo tu luz<br />
basta una declaración.<br />
El ayer se diluye<br />
y el mañana es, este amor<br />
aprisionado en la noche.<br />
Alondra…<br />
el mensaje<br />
Fui el mensaje<br />
cautivo del espanto<br />
donde yace la enigmática<br />
mirra de unos ojos.<br />
Fui al llamado, testigo<br />
de mis pasos peregrinos<br />
huyendo en la noche del huerto.<br />
Fui al llamado<br />
de la orquídea en abrazo,<br />
y en un tiempo circular.<br />
Fui al llamado<br />
donde bate el duelo<br />
y la libertad derrumba<br />
a los símbolos.<br />
Y fui al llamado<br />
en las aguas del bautista.<br />
Alba<br />
Profunda verdad<br />
en el olor del otoño<br />
se levanta al alba,<br />
y vuelve al ocaso.<br />
Como el río hidrata la tierra<br />
95
96<br />
MArIBEL PoDESTá<br />
y redimido muere en ella.<br />
Como la vida<br />
cuando se alza sola,<br />
porque decide recomenzar.<br />
por piedad.<br />
No es fácil,<br />
así, casi un vaticinio,<br />
así, es el andar…<br />
el lugar<br />
Busco de prisa el refugio,<br />
la risa<br />
y el sosiego.<br />
Un lugar.<br />
Entonces, vacila insomne<br />
la mirada del niño<br />
y un destino deshoja la vida.<br />
Palomas blancas derredor<br />
del cuenco, sacian su hambre.<br />
Exaltado muchas veces<br />
el cielo amarra<br />
en este puerto<br />
hospitalario<br />
y el niño lo habita.<br />
Vértigo de fuego<br />
espacio oscuro<br />
flota vacío<br />
y en la luz<br />
basta una declaración<br />
de amor.<br />
Maribel Podestá
Graciela ruffini<br />
Prólogo<br />
llamado de una voz interna<br />
Desde la profundidad de cada palabra, el silencio de una voz interna<br />
vibra a través de un cuento, poesía, poema o relato y me otorga el<br />
humilde orgullo de verlo plasmado en las páginas de este libro.<br />
En esta travesía de aprendizaje adquirí consejos, virtudes y ejemplos<br />
de mi Profesora MARTA MUTTI, de su mano encontré la oportunidad<br />
de avanzar en el campo de la literatura, la escritura.<br />
Logré reencontrarme conmigo misma, con el placer, el conocimiento<br />
y con un amor incondicional hacia cada uno de Ustedes que me<br />
acompañan en este desafío. A vos que ya no estás “GRACIAS” pasaste<br />
a ser un Angel Celestial que guía mis pasos en esta vida.<br />
Escribir es un camino maravilloso, en el que soy, me fortalezco<br />
como persona, hilvano sentimientos, ideas, formas, colores. Me atrevo<br />
a jugar con las palabras moldeando el texto, dándole al lector libre albedrío<br />
para volar en su propia imaginación.<br />
Escribo finalmente para que mi alma pueda soltar las raíces de mi<br />
esencia…<br />
Amar…<br />
Dar…<br />
Compartir…<br />
Soltar el corazón…
98<br />
GrACIELA ruFFINI<br />
Plaza de barrio<br />
Era su día de paseo. Sobre la cama el atuendo preferido; vestido<br />
rosa perlado, zapatos manteca, soquetes de seda, y blanco sombrero<br />
de pana.<br />
A la espera del abuelo la pequeña se recostó en su mecedora<br />
de mimbre, se aferró al antiguo reloj de cobre y dormitó. Suaves campanadas<br />
anunciaron la hora, en pocos minutos la puerta de madera<br />
espejada se abrió lentamente<br />
“¡Hola abuelo vamos a la plaza!”.<br />
Tomados de la mano, dando brincos, se perdieron por la arbolada<br />
calle. Al llegar, asombro y desazón se reflejaron en el rostro de la niña;<br />
ya no era su lugar de juegos de verde césped y flores; sólo tierra y<br />
escombros.<br />
La calesita ya no giraba. El tobogán y las hamacas se alejaban en<br />
carros sin destino.<br />
“¿Qué pasó abuelito?”. “Destruyeron el parque, un imponente edificio<br />
apagará el sol, cubrirá el cielo y se llevará en el viento la alegría<br />
de todos”.<br />
Volver a soñar<br />
La tormenta avanza, el frío invernal hiela mi cuerpo preparo un<br />
café apenas endulzado, enciendo un cigarrillo. Recostada en el mullido<br />
sillón frente a los leños que arden reflejando círculos rojizos sobre las<br />
paredes deterioradas espero…<br />
La lluvia no cesa, rayos enfurecidos devoran los espesos nubarrones<br />
suspendidos en la oscuridad nocturna mientras el voraz viento<br />
golpea el ventanal de vidrios cristalinos y parece quebrarlo. El temor<br />
enmudece mi cuerpo, dispersa en el tiempo, espero que el auto detenga<br />
su marcha frente a esta vieja casona.<br />
Otro cigarrillo, más café así alimento la ajada esperanza de una<br />
velada informal, ¿vendrá? El teléfono continúa sin emitir sonido alguno…<br />
Tanto tarda, es tarde y el cruel silencio alarga la noche –¿Por qué<br />
se comprometió?
HILoS SECrEToS<br />
El amor no razona, condena la existencia; vidas, historias diferentes.<br />
Arrebujada en la sarmentosa manta azulada y la vana espera seco<br />
mis lágrimas… amanece y vuelvo a esperar la noche para soñar.<br />
el grito del silencio<br />
La última llamada saludándola por su cumpleaños olía a algo inesperado<br />
¿que ocultaba? cuando hábilmente evadió la charla tan fugaz,<br />
antes del adiós le dejó un breve mensaje:<br />
“Pedile a Dios, rezá”.<br />
Su voz callada produjo el sabor amargo de una ausencia deteriorada<br />
por intrigas. Perdió la calma mientras el voraz silencio se consumía<br />
sobre un encaje blanco con aroma a madera.<br />
Esperó el regreso de su amante como en un espejo enhebrando<br />
su cuerpo tibio junto al de ella. Confundida recordó el último cruce de<br />
miradas como puertas que se abren hacia fantasmas mensajeros, un<br />
renegrido contorno, esa horrible silla rodante de espaldas negando la<br />
verdad.<br />
Un año, un mes, y un día reposaba en su tibia almohada aquel<br />
rezo, el llamado de su amiga entre risas y tontos comentarios la aquietó,<br />
pero una áspera respiración las interrumpió mientras ella se aferraba<br />
a un falso regreso, un agudo silencio atravesó el cable telefónico, “Por<br />
favor decime” “Decime si…”.<br />
La respuesta la dieron las temblorosas manos el grito del silencio<br />
y la ausencia.<br />
tarde de paseo<br />
El sol otoñal entibia la tarde. Por el largo pasillo escucho el correteo<br />
de Tomás saliendo del jardín. Está allí a la espera del paseo que le<br />
prometí. Un beso, el abrazo y su mirada picaresca no le permite esperar<br />
pregunta alguna ¡Me porté bien! dijo, la señorita Pamela con un leve<br />
movimiento de cabeza asiente, así que te mereces el paseo.<br />
Tomados de la mano caminamos hacia la calle principal del barrio,<br />
Todo es alegría. Los niños salen del colegio, negocios que abren<br />
sus puertas, gente que ríe alegrando las calles. A pocas cuadras nos<br />
sorprende “ BATIGAN “ un gran pelotero, suelta mi mano y de prisa<br />
entra. Revolea sus zapatillas perdiéndose entre las coloridas y brillantes<br />
pelotas.<br />
99
100<br />
GrACIELA ruFFINI<br />
Al salir cruzamos en diagonal hacia la vereda contraria, un gracioso<br />
payaso entretiene con malabares y piruetas a los niños frente a<br />
“FAY FAY”, la juguetería.<br />
Tomás asustado prefiere el stand de camiones, autos, aviones, trenes.<br />
El sol se pierde entre las pomposas nubes, comenzó a refrescar,<br />
luces multicolores se encienden, es la hora de regreso a casa.<br />
<strong>secretos</strong> de amigas<br />
Estamos solas, acomodo la vajilla mientras observo tu caminar<br />
irritado, casi deteriorado por el devenir de la vida. Mirada que derrama<br />
lágrimas sombrías, crece el dolor. Abruptamente un golpe seco retumba<br />
como piedra maciza quebrando tu fuerza interior.<br />
Camino unos pasos te abrazo, caes débil sobre mi hombro una<br />
aureola húmeda en mi suéter emana el aroma agrio de frustraciones<br />
rutinarias asfixiando tu libertad.<br />
–¡Tengo miedo!, que no se note… dijiste. Despliego palabras, cubro<br />
huecos con hilos de plata bordo la ausencia arraigada en tu ser.<br />
Figura erguida, mágica risa, tono picaresco, todo ocultas ante la<br />
mirada ajena.<br />
–Esperá ya salimos, ¡vamos, vamos! apurate no llego.<br />
El reloj, condiciones impuestas articulan tus tiempos.<br />
Poesía<br />
Despliega tus alas<br />
Para Natalia<br />
Tu voz llamarada ardiente<br />
gritos ahogantes sin control<br />
espesa bruma agrieta el alma<br />
hiriente espina tu mirada.<br />
Piedra rocosa quebró tu risa<br />
sueños desnudos de niña<br />
albergas en tu paso agitado<br />
torbellino de encono y dolor.
HILoS SECrEToS<br />
Vacía tu esperanza muere<br />
arrebujada tras la penumbra<br />
laberinto de preguntas brotan<br />
sordas palabras escuchas.<br />
Respira el aroma de la vida<br />
mece tus manos al aire<br />
despliega tus alas amarradas<br />
de tu niñez el olvido.<br />
No te marches<br />
Mi vida llenaste de mágica ilusión<br />
colmaste de alegría mi alma dolida<br />
te pienso, te siento y más te recuerdo<br />
sólo en sueños en sueños te tengo.<br />
Por qué marchaste… te amo tanto<br />
sos mi ayer, mi hoy, mi mañana<br />
anhelo tus besos, caricias que extraño<br />
la noche llega y todo es silencio.<br />
Pensaré tu nombre caminando lento<br />
en el brillo de mis ojos buscaré los tuyos<br />
mientras una lágrima mi mejilla roza<br />
se me va la vida, se me escapa el tiempo.<br />
Mi corazón se congela, y no regresas<br />
no vueles amor, quédate a mi lado<br />
no te marches todavía<br />
si la pasión jamás muere.<br />
Mañana sin sombras<br />
Para Sebastián<br />
Descorre la sombra que te opaca<br />
mira la risa que oculta corre<br />
101
102<br />
GrACIELA ruFFINI<br />
arranca la espina hiriente<br />
fantasma de un pasado.<br />
Abre las puertas inesperadas<br />
descubre espacios vacíos<br />
trepa enredaderas floridas<br />
tejiendo ilusiones y sueños<br />
mañanas sin sombras.<br />
Deshilachado juegan los temores<br />
irrumpen sin sonido<br />
cruza las barreras y…<br />
ama<br />
cree<br />
lucha<br />
sueña<br />
sonríe<br />
no olvides la esperanza<br />
para continuar.<br />
Amor de padre<br />
Encogió sus hombros y partió<br />
hacia campos lejanos,<br />
la oscura bruma nocturna<br />
dejó ver su hogar en sombras,<br />
hijos pequeños carecían<br />
de pan, abrigo y calor.<br />
Taló árboles, aró el campo<br />
semillas esparcidas al viento,<br />
de trigal que despacio crece.<br />
En la hacienda su amo<br />
piedras ha de picar.<br />
Rostro curtido, amarronado,<br />
alas que azotan el aire,<br />
de clima campero<br />
lluvias, nevadas,<br />
ardiente sol veraniego.<br />
Monedas de lata en sus manos
HILoS SECrEToS<br />
limosna que su frente hiere,<br />
testigo el alba de su tesón<br />
del llanto en su voz,<br />
sueños sin destino<br />
del olvido llega el día.<br />
Manos agrietadas,<br />
sangrantes, por arduo trabajo.<br />
En sus entrañas el regreso<br />
al hogar que en sombras vio,<br />
ya eran hombres sus hijos<br />
del amor de un peón,<br />
pan, abrigo, calor<br />
alimento del padre.<br />
luna<br />
Para mi nieta<br />
Niña pequeñita<br />
cabello dorado al viento,<br />
espiga de trigo rizado<br />
asomas por la noche,<br />
escapando de madrugada.<br />
Niña pequeñita<br />
manitas de ángel alado,<br />
corazón, frágil cristal<br />
de almendra tu mirar,<br />
luz de tu alma.<br />
Niña pequeñita<br />
muñeca de porcelana<br />
blanca espuma tu nombre<br />
resplandor del universo<br />
luna de abril.<br />
103
104<br />
GrACIELA ruFFINI<br />
tu sombra<br />
Cubría la lúgubre sala<br />
una luz opaca, amarillenta,<br />
impaciente llamé<br />
eras sombra en la noche.<br />
Cruel rechazo inesperado<br />
gritos ardientes<br />
de corazón oprimido<br />
era tu puerta cerrada.<br />
Lluvia veraniega<br />
mojado mi traje alilado,<br />
desvanecida esperanza<br />
retrato que se rompía.<br />
Refugio de tu alma<br />
camino sin destino,<br />
hojas secas volando<br />
era tu despedida.<br />
Eras sombra en la noche<br />
tu mirada reflejo espejado,<br />
murmullos escondidos<br />
del amor que se perdió.<br />
Graciela ruffini
silvia santilli<br />
Prólogo<br />
No te rindas<br />
“No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo”,<br />
dice este poema de Mario Benedetti.<br />
No te rindas, no bajes los brazos, todavía hay tiempo y tú puedes<br />
cristalizar en un libro todos esos sueños que están escondidos en lo<br />
más profundo del alma, nos dice en todo momento nuestra querida<br />
Marta Mutti.<br />
No te rindas, Yo te estoy cuidando. Debes continuar el viaje saltando<br />
barreras, brindando humor y cariño, tus seres queridos te esperan,<br />
me dijo JESÚS un 22 de mayo estando en terapia intensiva.<br />
No me rindo. Estoy viva. Comienzo de nuevo. Retomo mi vuelo<br />
mirando la vida con ojos distintos. Extiendo mi mano abrazo a mi gente<br />
y escribo: LOS QUIERO.
106<br />
SILVIA SANTILLI<br />
Aquel hombre<br />
Aún mantengo en mi memoria el recuerdo de aquel hombre y<br />
en mis oídos los gritos de los vecinos: –cierren las puertas –se acerca–<br />
tengan cuidado –que los chicos no salgan.<br />
Las casas oscuras parecían vacías. El silencio daba miedo y las<br />
chusmas miraban por la ventana para ver lo que acontecía.<br />
¿Quién era este hombre?<br />
Se vestía de negro, bombacha y chaleco con pañuelo blanco, y<br />
botas de cuero. Su chambergo le tapaba el rostro moreno curtido por<br />
el sol y el tiempo. Tambaleando por el efecto del vino golpeaba las<br />
puertas que nadie le abría.<br />
Mi curiosidad me llevó a escapar de aquél encierro pudiendo ver<br />
de cerca a ese hombre que echaban como a un perro.<br />
Su presencia nunca me asustó. Y descubrí que en el fondo de<br />
esos ojos preñados de tristeza se ocultaba un deambular sin puerto.<br />
Los vecinos ya no gritaban.<br />
Su muerte me dolió. Era un gaucho bueno, se llamaba Filomeno.<br />
Querido ignacio:<br />
la carta<br />
Conociendo tus falencias, sé que no estarás presente en este momento<br />
tan decisivo. Tu presencia es muy importante, no es un reproche,<br />
te quiero demasiado y te perdono.<br />
No te sorprenderán estas líneas, estás acostumbrado a mis sorpresas<br />
¿la última?, la encontrarás en la heladera, imagino tu sonrisa.<br />
Tu postre preferido, al lado la receta. Es hora que lo aprendas. No<br />
desesperes si se pegotea. Al principio te costará con el tiempo lo<br />
lograrás.<br />
Recuérdale a Pilar que en la cajita de música está el anillo de<br />
platino, la tradición es pasarlo a la primera mujer de la familia. Así lo<br />
determinó la abuela paterna. El sábado es el cumpleaños de Analía,<br />
se pondrá contenta al escucharte eres el hermano que siempre añoró.<br />
Y la lista que siempre me pediste está en el segundo cajón del escri-
HILoS SECrEToS<br />
107<br />
torio. A esta altura de la lectura sé lo que estás pensando, bueno me<br />
gusta estar en todos los detalles. Antes de despedirme, te pido perdón<br />
una vez más por no haber comprendido tus silencios. No olvides que<br />
siempre fui una tejedora de sueños – como decía la tía Isabel – y esos<br />
sueños que alguna vez tejimos y destejimos juntos se escondieron en<br />
la mitad de mi pecho. Sigue firme con tus actitudes y perseverante con<br />
tus ideales y desparrama la alegría que hay dentro de ti.<br />
Te amo.<br />
Ignacio no pudo contener las lágrimas que parecían arrastrarse<br />
por el aire y buscó una estrella que lo alumbre<br />
un amante, dos monjes y una hermosa muchacha<br />
La sigo bajo la lluvia soportando el fuerte viento y recibiendo las<br />
salpicaduras de los flojos baldosones que manchan mi traje. Su ropa<br />
mojada ceñida al cuerpo la hace más atractiva. Me escondo tras los<br />
árboles, la fuerte lluvia impide visualizar la situación.<br />
Ella se detiene en el cruce de las dos avenidas, se cobija bajo el<br />
toldo de la Confitería Social. Dos hombres la saludan. Uno de ellos la<br />
toma del brazo, el otro de anteojos y barba le entrega un libro dándole<br />
un beso. Los celos destrozan mi cuerpo… Decido correr, el camino<br />
parece más largo, las baldosas escupen cada vez más y mi traje todo<br />
manchado. Salto los charcos, son dos monjes, grito:<br />
–¡Los voy a matar!<br />
Los tomo del cuello y escucho la voz:<br />
–¡Soltame!, ¡me ahogás! –me despierto empapado en sudor. Mis<br />
manos están apretando a mi amada esposa.<br />
escena la calle<br />
los mandados<br />
Uf, esto de hacer mandados como cansa (pausa), pero tiene su<br />
recompensa (pausa) uno se entera de cada cosa (modificando el tono<br />
de voz).<br />
Recién en la carnicería del Cacho lugar de encuentro de algunas<br />
chusmas comentaban que la hija de la Porota, (señalando con el brazo)
108<br />
SILVIA SANTILLI<br />
la de la otra cuadra de casa, tuvo un bebé sietemesino (pausa) bien<br />
formadito, con las uñas bastante largas, usted me entiende ¿no?<br />
De ahí voy a la panadería, cerrada sin ningún cartel, qué raro-pensé,<br />
¿qué habrá pasado? ¡ya sé!, en la verdulería me voy a enterar.<br />
Oh sorpresa, (pausa) estaba doña Clementina, (haciendo gestos<br />
con las manos) tiene una lengua para alquilar balcones.<br />
A boca de jarro comenta que Don José el panadero está internado,<br />
la señora le tiró con un canasto y le abrió la cabeza (pausa) parece<br />
que el gallego quiso cocinar los vigilantes en el horno de la Vilma; la<br />
pulposa que había ido a comprar bolas de fraile.<br />
Estas chusmas no paraban y el verdulero junto con ellas meta<br />
cháchara igual que mi vieja (pausa).<br />
Hablando de mi vieja, yo (señalándose) la tengo cortita cuando<br />
quiere estirar la sin hueso (se señala la lengua) en contra de las mocosas<br />
del barrio le digo:<br />
–Ferme le bouche que usted tiene cuatro (los marca con la mano)<br />
mujeres y no son todas santitas.<br />
Y la vieja me contesta:<br />
–Nena ahora se te dio por el fernet.<br />
(Moviendo la cabeza) ¡Qué ocurrencia la mía hablarle en francés!<br />
(Mira la hora en su reloj) Qué barbaridad ya son la doce (pausa),<br />
mi madre estará furiosa que no llego. (Mirando la casa) Me quedo<br />
tranquila está con Doña Antonia y la Tota paradas en la puerta de<br />
casa. ¿A quién le estarán bajando la caña? En una próxima les cuento.<br />
aPaGÓn<br />
confusión<br />
El museo de estatuas viviente abre sus puertas. Tres timbrazos y<br />
todos en su lugar.<br />
narciso: vamos muñecas a ponerse en pose (agitando las manos<br />
como una mariposa).<br />
Melpómene: mira a Medusa (frunce los labios y levanta la voz<br />
como una trompeta) esa señora de sombrero amarillo es la princesa<br />
de Sachaguasca.<br />
Medusa: mejor no la miro, me recuerda a la víbora de mi hermana.
HILoS SECrEToS<br />
109<br />
Melpómene: qué daño te ha hecho tu hermana.<br />
Medusa: por su culpa, por sus celos la vez que enganché a mi<br />
amado Cupido para llevarlo a la cama, la muy chusma prendió la lámpara<br />
y al verme huyó despavorido.<br />
narciso: ¿no me digas que se asustó? Ja ja. Tienes razón mejor<br />
que la princesa no se acerque. Cada vez que nos visita me pellizca la<br />
cola, no entiende. Ella me agrada como persona, pero, yo busco otra<br />
cosa, a mí…<br />
Melpómene: no será que a vos te quiere castigar, dicen que tu<br />
fama de orador enamoró hasta el mono del palacio.<br />
narciso: ¿somos amigos o qué?, bastante castigo me dieron mis<br />
antecesores ellos no comprendían… todavía Freud no daba turnos.<br />
Medusa: no recuerdo bien ¿Mercurio, te condenó a subir y bajar<br />
algo eternamente? ¡Zeus!, fue, ¡tuvo que echarte a perder!…<br />
Melpómene: ese es tu karma, yo no podré cantar jamás, fui vencida<br />
por Orfeo y burlada por las musas en el concurso cantando por un<br />
sueño ¿será porqué no me animé con el caño?<br />
narciso: no tenían que eliminarte, la dulzura de tus cantos enamoraban<br />
a todos los hombres, no les creas a los que te dicen que fue<br />
porque lo único que sabés hacer es poner los pechos en la mesa,<br />
¡envidia nena! ¡Y de la más pura!<br />
Medusa: ¡No!, si hubieras seguido qué sería de todas nosotras.<br />
NO habría hombres en la tierra que nos admiren.<br />
narciso: Ja. Ja Que ocurrente señorita y yo ¿qué hago?<br />
Melpómene: ¡Uy el timbre!, ¿la seguimos mañana?<br />
narciso: Genial, este hombre (golpeándose el pecho), las invita a<br />
su casa (señalando hacia el espejo principal)<br />
Las dos: ¿dónde? (viendo cómo Narciso desaparece en el reflejo<br />
plateado)<br />
la cajita de música<br />
Está sobre una mesita ratona. Es rectangular, la tapa pintada de<br />
azul simula un lago y varios cisnes lo recorren como si estuviesen<br />
danzando. En su anverso un espejo biselado, en el centro una bailarina<br />
que danza al compás del Danubio Azul y reflejados en el espejo el<br />
ballet. En su costados dos receptáculos forrados de terciopelo rojo y en
110<br />
SILVIA SANTILLI<br />
su interior las joyas más preciadas, las que pasaron de generación en<br />
generación, las que permanecen brillantes a pesar del tiempo, las que<br />
guardan la emoción que nos dio lucirlas, las que nos traen nostalgia,<br />
las que traen añoranza. La melodía se pierde lentamente, las bailarinas<br />
dejan de danzar, la tapa está cerrada y los recuerdos anidan en el<br />
Danubio Azul.<br />
Poesía<br />
romance a mis abuelos<br />
Llegó de un puerto lejano<br />
mi abuelo que era italiano.<br />
Más tarde llegó de Ancona<br />
Doña Águeda, era mi Nona.<br />
Pisaron suelo Argentino<br />
con su bambino Marino.<br />
Y en este País bendito,<br />
en el barrio del pito,<br />
en Chivilcoy se instalaron.<br />
Allí nacieron sus hijos<br />
en un hogar bien de tanos.<br />
El Nono era panadero.<br />
La Nona a veces tejía.<br />
A sus hijos les enseñaron<br />
a trabajar con tesón.<br />
Algunos fueron doctores,<br />
escritores y pizzeros.<br />
Otros fieles al abuelo<br />
siguieron de panadero.<br />
El domingo nos reunía<br />
a comer la raviolada.<br />
Mamá y tía Margarita<br />
con ahínco amasaban.<br />
La porción más esperada<br />
el postre de tía Ñata.
HILoS SECrEToS<br />
ningún chef la igualaba.<br />
La familia se reía,<br />
el bandoneón se tocaba<br />
y entre toda la tanada<br />
la tarantela bailaban.<br />
La casa fue la del pueblo<br />
a todo el mundo invitaban<br />
y en aquella galería<br />
mis abuelos disfrutaban.<br />
Hoy nos quedan los recuerdos<br />
de aquella infancia pasada.<br />
Si ustedes pudieran vernos<br />
qué contentos estarían<br />
en secreto les diría:<br />
La familia está agrandada,<br />
bailemos la tarantela<br />
y a comer la raviolada.<br />
Quedarme no puedo, por quedarme muero<br />
Si me quedo me lastimo.<br />
Si me voy me desespero.<br />
Pero quedarme no puedo<br />
aunque por quedarme muero.<br />
Ya no sé qué es lo que quiero<br />
sólo sé cuánto te quiero.<br />
Pero quedarme no puedo.<br />
Mi corazón has ganado<br />
en él siempre te llevo.<br />
Mi tiempo ha terminado<br />
y quedarme ya no debo.<br />
Si algo de mí has guardado<br />
bendigo esto que has hecho.<br />
En mi alma te has quedado<br />
Yo quiero estar en tu pecho.<br />
No sé si lo he logrado<br />
sólo sé cuánto te quiero.<br />
111
112<br />
SILVIA SANTILLI<br />
Pero quedarme no puedo<br />
aunque por quedarme muero.<br />
será el último verso<br />
Estos versos que nunca has pedido<br />
serán los últimos que mi corazón te lea.<br />
Los que nacerán mañana, quedarán escondidos<br />
en el alma sin que nadie los vea.<br />
Y un día así como al descuido<br />
llegarán a tu oído en otra voz que no será la mía.<br />
algunos de estos versos<br />
que dentro de mi alma se pasean.<br />
Sonreirás al descubrirlos.<br />
Pero no seré yo quien te los lea.<br />
i<br />
Ficción poética<br />
Sin voz y sin sonrisa<br />
miró como el tiempo.<br />
recorría caminos.<br />
La había atrapado un sueño.<br />
ii<br />
Los sueños se quedan dormidos<br />
cuando llanto en los ojos, de pronto, aparece.<br />
silvia santilli
Norma Vicinguerra<br />
Prólogo<br />
un poco de mí<br />
Cuando recibí la propuesta de publicar, no imaginé que tendría<br />
que escribir mi propio prólogo. No es fácil resumir las distintas etapas<br />
de la vida, de mí vida.<br />
En esta edición les ofrezco la grata emoción que significa ver<br />
plasmadas las ilusiones y las realidades, que los escritores dejamos<br />
en cada frase en cada palabra.<br />
Aquí encontrarán desde el primer cuento hasta el más reciente,<br />
verán el tratamiento de diferentes temas, todos relatados desde el<br />
sentimiento y el profesionalismo, ya que conté y cuento con “Grandes<br />
Maestras”, sin ellas el milagro no existe.<br />
Los agradecimientos son tediosos, pero debo hacerlo a todos<br />
aquellos que creen en la mágica experiencia de crear, en el bello placer<br />
de manifestarse a través del arte, en el esfuerzo del trabajo, en<br />
la esencia humana, a ellos y a los que se inician en el camino de la<br />
aventura de amar.<br />
Deseo que este sea el primer eslabón de una larga cadena, engarzada<br />
para dejarles a ustedes queridos lectores, un poco de mí y que<br />
disfruten tanto como yo el resultado de la cosecha.
114<br />
NorMA VICINGuErrA<br />
la vieja biblioteca<br />
Los libros descansan en la vieja biblioteca. Algunos inclinados,<br />
otros permanecen en posición de firme. En medio, sólo uno abierto<br />
rompe la fila. Me susurra, no logro entenderlo. Se acerca, sigo sin<br />
comprender. Da un salto y se apoya en mi oreja. Sacude sus páginas,<br />
al desparramar por el salón el polvo que acumula, me provoca un estornudo.<br />
Aturdida subo la escalera. Suave levanta una tapa por el peldaño<br />
y luego la otra en el siguiente. Le doy la espalda. Al notar mi indiferencia,<br />
trepa por mis piernas. Gira y me enfrenta. Retrocedo y el borde del<br />
sillón me doblega. De él brotan frases, se enlazan, me rodean. Quiero<br />
vencerlo. El filo de sus hojas tocan mis manos. Finos hilos de sangre<br />
se mezclan con el amarillento tenor en su interior. Obedientes las oraciones<br />
vuelven a su lugar. Él se acuesta junto a otros libros apilados.<br />
Una lágrima recorre la mesa, baja por las patas y una gota moja mi pie.<br />
Después de exhalar un suspiro se cierra lentamente hasta dormirse.<br />
la noche<br />
Las cosas feas pasan de noche, decía Javier. Quiere llamar la<br />
atención, afirmaban en la rectoría. Mañana viene el Obispo, Tengo<br />
algo que contarte, Dale contame, No, mejor no, Dale, soy tu hermano<br />
mayor, Tengo miedo, ¿A quién?, A la noche, ¿Por qué?, Pasan cosas<br />
feas acá de noche. A pesar de la poca diferencia de edad se sentía<br />
responsable desde la muerte de sus padres. Lo protegía en los recreos<br />
o en el comedor, pero al dormitorio de los más pequeños el acceso se<br />
dificultaba.<br />
Otra vez vino anoche, ¿Quién?, El hombre del vestido largo, Los<br />
únicos que están vestidos de largo son los curas, Entonces es un cura,<br />
ella lo sabe yo se lo dije, ¿Quién?, La de la cooperadora, Después del<br />
desayuno se lavan los dientes y salen al patio para el acto. Obedeció<br />
sin levantar la cabeza. Mantuvo el silencio durante los discursos. De<br />
uno en uno los niños se acercaron para besar el anillo del Pontífice.<br />
De noche acá, pasan cosas feas, Dijo con voz quebrada. A esta edad<br />
inventan, fantasean, Comentaba el sacerdote, mientras aceleraba la<br />
formación con pequeños empujones, ¿Qué mirás?, Seguí caminando.<br />
El brillo del acero atrajo su atención. A pesar de la orden de su her-
HILoS SECrEToS<br />
115<br />
mano se detuvo unos segundos en la puerta del salón de costura, por<br />
donde indefectiblemente había que pasar para llegar a la capilla. Los<br />
rezos al fin del día alivian los pecados durante el sueño. Después de<br />
la recomendación del padre Antonio, lo último era meterse en la cama,<br />
Esta vez no voy a dormirme, por más cansado que esté, voy a estar<br />
atento, a los ruidos, al silencio. Se aferró a la almohada, se le cerraron<br />
los ojos, pero el crujir ligero de la puerta lo obligó a abrirlos. La pesada<br />
tela se arrastró por el piso de madera ajada, la sombra se reflejó contra<br />
la pared. Se acercó, Ay Dios, ayudame. No quiero más cosas feas, no<br />
puedo más. Envuelto en el escalofrío, rogó dejar de temblar. No dudó<br />
cuando la mano se deslizó por su espalda. Desde las entrañas le brotó<br />
un grito animal y descargó el odio, una vez, otra vez y otra, hasta<br />
tumbarlo.<br />
Permaneció sentado en la cama abrazándose las rodillas, hasta<br />
que la luz del alba iluminó el charco de sangre y se durmió.<br />
romper la monotonía<br />
La luz entró por la ventana. Era una mañana clara y apacible, el<br />
trino de los pájaros rompió el silencio. Otro día comenzaba para Pablo.<br />
Nada nuevo, el mismo trajinar de una ciudad ruidosa donde era un<br />
personaje más que se mezclaba en la multitud.<br />
Dio los buenos días y de inmediato subió a la máquina. Acomodándose<br />
en el asiento se preparó para las maniobras previas. Desde<br />
la cabina podía ver los vagones que completaban el resto del tren.<br />
Dispuso la marcha y se dirigió hacia ellos. Apretó el freno. El impulso lo<br />
sacudió, dejándolo semi-inconsciente. Lentamente elevó la cabeza, su<br />
visión todavía estaba nublada. A medida que se recuperaba recordó el<br />
bulto que había pasado por encima. Se encontró allí solo, ante un cuerpo<br />
tirado en las vías y aplastado. Ese pensamiento daba vueltas en su<br />
cerebro y lo invadía de terror. ¿Sería un vagabundo, adormecido en el<br />
frescor de la noche? Un sudor frío recorrió su cuerpo. No tengo derecho<br />
a arrebatarle la vida, no tengo valor para bajar a mirar, pero no puedo<br />
quedarme aquí. ¿Y si sigo con el trabajo, como si no hubiese pasado<br />
nada?, no. ¿Y si encuentran los restos? ¿Cómo podría explicarlo?, no<br />
aguantaría la carga en mi conciencia, tengo que asumir mi responsabilidad,<br />
tengo que enfrentarme con la verdad. Pablo no imaginaba que
116<br />
NorMA VICINGuErrA<br />
en ese día igual a los otros, la desgracia rompería la monotonía. Cerró<br />
los ojos y se armó de coraje. Incorporándose despacio bajó los escalones.<br />
El temblor en sus piernas no le permitía mantener el equilibrio. Al<br />
avanzar su corazón se agitaba, cada vez más. Llegó al lugar y giró el<br />
rostro hacia el lado contrario. Se acercó al montón de trapos que estaban<br />
enredados bajo las ruedas, se agachó y los tomó entre sus manos.<br />
La pesadilla finalizó cuando se deshizo de los harapos tirándolos a un<br />
costado de los rieles.<br />
Volvió al lugar, operó los controles y continuó con sus tareas. Y<br />
con su vida.<br />
Número equivocado<br />
Por las mañanas regaba las plantas ubicadas en el balcón del piso<br />
doce. Especialmente el potus en la vasija de barro, que apoyaba en la<br />
columna cubierta por las ramas entrelazadas de hojas verdes.<br />
Los bocinazos y las frenadas en el semáforo distrajeron sus pensamientos.<br />
Ya no te amo, fueron las últimas palabras, o al menos las<br />
que recordaba, tal vez por ser las más hirientes. Su rostro cansado se<br />
reflejaba en el espejo con marco de mimbre, que colgaba en la pared<br />
del pasillo que va a la cocina. Y no sólo veía las raíces oscuras de su<br />
cabello, sino también su interior, pobre, desolado. Salvajemente se<br />
atormentaba con la idea de vengar su despecho. Darle celos, era una<br />
de ellas, pasearse con otro hombre del brazo frente a sus narices. Eso<br />
le resultaba poco. Deseaba que desapareciera, él y la otra, quien le<br />
había quitado todo. Se sentó en la mecedora de mimbre que adornaba<br />
la pequeña sala. Los muros blancos, vacíos, le parecían gigantes. Las<br />
cortinas estampadas de lino flameaban con el viento, y rozaban la jaula<br />
del canario que mojaba sus plumas amarillas dentro del bebedero. Las<br />
gotas de agua salpicaron la alfombra azul. Se levantó para secarla.<br />
Fijó su atención en el teléfono gris posado en el modular de algarrobo,<br />
que en pocas ocasiones sonaba. Se acercó a él. Discó un número. Le<br />
diría lo que sentía, le reprocharía lo que sufría por su culpa. Después<br />
de escuchar la voz de aquella mujer, cortó la comunicación. Hora<br />
tras hora tramaba en que forma podía borrarlos para siempre de su<br />
mente. ¿Acaso algo o alguien le impedía, que aquello que fantaseaba<br />
se hiciera realidad? ¿Qué la detenía entonces? ¿Qué podía perder?
HILoS SECrEToS<br />
117<br />
Poseída por la necesidad de acabar con esa encrucijada, caminó hacia<br />
el dormitorio. Sacó el arma de uno de los cajones de la cómoda, se<br />
aseguró de que estuviera cargada. La guardó dentro de su bolso. Miró<br />
la habitación contigua donde exhibía sus libros y los retratos sobre el<br />
viejo escritorio, y se alejó rápidamente. Quitó el seguro de la puerta de<br />
entrada, dio dos vueltas a la llave. Decidida ya para continuar con el<br />
impulsivo plan, bajó el picaporte y la abrió. Al sonar la alarma incesante<br />
del teléfono, se detuvo. Recuperó su conciencia. Esperó oír a su ex<br />
marido, diciéndole que había cometido un error, que volvería con ella.<br />
Levantó el tubo y respondió: –número equivocado– como siempre.<br />
en la próxima me bajo<br />
La mala suerte quiere que tenga que viajar de pie otra vez. Siempre<br />
es lo mismo, las largas colas en la parada compartida con gente<br />
diferente cada día. Las veredas están húmedas y hace calor, el humo<br />
espeso de los caños de escape asfixian la tarde. Subo al colectivo en<br />
forma pausada y silenciosa. Abro camino y soporto los empujones<br />
llego al final del pasillo. Apoyo mi cartera sobre el respaldo del asiento,<br />
donde está cómodamente instalada una embarazada. El traqueteo<br />
mueve mi cuerpo de un lado a otro, de adelante hacia atrás. En el balaceo<br />
siento una obstrucción, que me detiene. Un aire cálido y suave<br />
recorre mi cuello, él está oliendo mi perfume. Su pecho se inclina sobre<br />
mi espalda, y el mío se yergue al contacto. Su hombro golpea contra<br />
el mío, su mano se desliza por mí costado y presiona mí cintura. Unas<br />
gotitas de sudor brotan de mi escote, sus dedos rozan el borde de mi<br />
cadera, que hace flamear la falda de mi vestido. El corazón oprime mi<br />
garganta, siento el cosquilleo que produce su pantalón al tocar mi pierna.<br />
No logro ver su rostro, casi sin querer deseo a ese desconocido.<br />
Me concentro en esa maza viril que me envuelve.<br />
En mi mente aparece la imagen de un hombre de ojos rasgados,<br />
negros, de mirar profundo, de finos vellos que se dejan ver a través<br />
de su camisa desabotonada. De músculos firmes y brazos fuertes. De<br />
sonrisa amplia y labios apasionados.<br />
Sólo tengo que voltear mi cabeza y develar el misterio. Pero<br />
¿Dónde esta?, ¿Dónde se fue?, miro por la ventanilla y veo cientos<br />
de personas que quedan atrás. ¿Qué rumbo tomó aquel que abrió mi
118<br />
NorMA VICINGuErrA<br />
cuerpo haciéndolo temblar? Todavía lo huelo, todavía sigue presente<br />
esa presencia fantasmal que rompió el aburrimiento diario. ¿Volveré<br />
a verlo?, tal vez, no creo que lo reconozca. En la próxima me bajo, ya<br />
me voy.<br />
el caso de las valijas<br />
Un escándalo se produjo ese día. El encargado tocó timbre en<br />
el tercero B. ¿Es suya esta valija?, No, mía no es, Pero mi colega del<br />
edificio de enfrente me dijo que se la entregara a usted, Ya le dije que<br />
no es mía, ¿Y entonces de quién es?, No sé, pregúntele a su amigo,<br />
No es mi amigo, apenas lo saludo cuando salgo a baldear la vereda,<br />
Devuélvala, No puedo, ¿y si es de otra persona?, Guárdela, Si, quizá<br />
alguien la reclame. Cruzó la calle tan rápido que no vio al diariero que<br />
lo saludó desde su bicicleta, ni al churrero que volvía con la canasta<br />
vacía, ni al colectivo que lo atacó a bocinazos, ni al cuñado que se le<br />
atravesó, ni a los pájaros que lo saludaron, ni a las palomas que rompieron<br />
vuelo delante suyo. Decile que yo te di la valija para que se la<br />
dieras al del tercero B, Pero él negó que fuera suya, ¿a vos quién te<br />
la dio?, El Latino, el que vive en la casa de las palmeras, la que está<br />
sobre la avenida, Y, ¿vos qué tenés que ver?, No entendés que el presidente<br />
me acusa de tenerla. La necesidad de aclarar el asunto era<br />
urgente. Había que enfrentar a los dos consorcios y también al Latino.<br />
La reunión empezó poco después de las seis de la tarde. Todos estarán<br />
enterados de que hoy he recibido una valija para el señor del tercero B,<br />
Cuántas veces tengo que decirle que no es mía, No hay porqué alterarse,<br />
Entonces, ¿usted la tiene?, Sí, la mantendré bajo llave hasta que el<br />
verdadero dueño aparezca, ¿Vio el contenido?, No, está cerrada, ¿Por<br />
qué le interesa?, Curiosidad, Tal vez el señor Latino pueda contarnos<br />
que encierra, En esta conversación hay dos errores, el primero es que<br />
las valijas a entregar eran dos y, el segundo es que, si bien eran para<br />
el candidato del tercero B, pero no el de este edificio.<br />
Atónitos por la declaración, los dos terceros seguían negando la<br />
existencia y la tenencia de las valijas.<br />
Al final te confundiste de tercero B, Sí, que metida de pata, Entre<br />
ellos se arreglan, Pero, ¿Qué tendrían, donde fue a parar la otra?, Mejor<br />
no averiguar.
Poesía<br />
HILoS SECrEToS<br />
oda a mis amigas<br />
Amiga,<br />
como duende que<br />
se filtra por el sol,<br />
y abre con su luz el cielo<br />
atravieso la tempestad, segura,<br />
alegre y serena.<br />
Amiga,<br />
dame consuelo con<br />
tu abrazo gigante.<br />
Seca tus lágrimas,<br />
escapa de las sombras,<br />
salta las piedras,<br />
derriba los muros.<br />
Toma mi mano,<br />
recoge los colores,<br />
sueña las auroras.<br />
Seré tu reflejo,<br />
tus oídos, tu voz.<br />
Escoltaré en silencio<br />
tus palabras.<br />
Serás mi remanso,<br />
mi canto, mi risa.<br />
Andaremos, volaremos,<br />
creceremos.<br />
Deja que el viento<br />
entre por tu ventana,<br />
traerá el polen con él.<br />
Abre tus manos<br />
que allí, en ese polvo dorado,<br />
me encontrarás.<br />
119
120<br />
NorMA VICINGuErrA<br />
la hoja en blanco<br />
Hoja pálida y vacía,<br />
que esperas mis palabras.<br />
Hoja escurridiza,<br />
donde deslizo mis sueños.<br />
Hoja ardiente,<br />
que guardas mis pasiones.<br />
Hoja triste,<br />
que atraes mis lágrimas.<br />
Hoja atrevida,<br />
que me desafías.<br />
Hoja cruel,<br />
que desnudas mi alma.<br />
Hoja impiadosa,<br />
que condenas mi pasado.<br />
Sincera y amiga,<br />
Hoja que exiges<br />
Traviesa y presurosa.<br />
Hoja que das sentido a mi vida.<br />
Voy<br />
Voy<br />
al viento con alas desplegadas.<br />
Me detengo en la cumbre,<br />
a mirar el horizonte.<br />
Y veo.<br />
Voy<br />
donde la vida me lleve.<br />
Norma Vicinguerra
Índice<br />
Marta Mutti<br />
Atmósfera & tono .......................................................................... 7<br />
El tema ......................................................................................... 8<br />
Horacio Aranda<br />
Cuatro letras ................................................................................. 9<br />
Graciela Busto<br />
Volver .......................................................................................... 7<br />
carina castelluccio<br />
Despertar II .................................................................................25<br />
Víctor Del Duca<br />
Láminas de bronce ..................................................................... 33<br />
Dolores Fernández<br />
Después de leer ..........................................................................4<br />
María leone<br />
Premio inesperado ......................................................................49<br />
Julia Mansi<br />
Mi vida, un dilema .......................................................................57<br />
edith Migliaro<br />
Algo que decir ............................................................................ 65<br />
Patricia Moltedo<br />
Alguna ensoñación ......................................................................73<br />
Florencia luz Muñoz<br />
Sueños de ilusiones ....................................................................8<br />
Maribel Podestá<br />
Epílogo del tiempo ...................................................................... 89
122<br />
Graciela ruffini<br />
Llamado de una voz interna .........................................................97<br />
silvia santilli<br />
No te rindas ............................................................................... 05<br />
Norma Vicinguerra<br />
Un poco de mí ........................................................................... 13
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Noviembre de 2008