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Oraciones para todo instante (Javier Abad Gómez) - LaFamilia.info

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ORACIONES<br />

PARA TODO<br />

INSTANTE<br />

DE LA ORACIÓN VOCAL A<br />

LA CONTEMPLACIÓN<br />

1<br />

<strong>Javier</strong> <strong>Abad</strong>-<strong>Gómez</strong>


P R E S E N T A C I Ó N<br />

POR QUÉ ESTE LIBRO<br />

“El mundo necesita a Dios a<br />

menudo tan poco creído y adorado, tan<br />

poco amado y obedecido. Él no calla y<br />

pide el silencio humilde de la escucha. Su<br />

infinito respeto por nuestra libertad, no<br />

es debilidad: nos trata como hijos.<br />

Dejemos que su palabra toque nuestro<br />

corazón. Él es la esperanza del hombre y<br />

el fundamento de su auténtica dignidad”<br />

(Juan Pablo II)<br />

La oración vocal es imprescindible. Cuando los apóstoles pidieron a<br />

Jesús: - Señor, ¡enséñanos a orar!, Él les puso en los oídos, en los labios, con<br />

su propia actitud externa, la oración al Padre que está en los Cielos: el Padre<br />

Nuestro. Las oraciones vocales - tanto las litúrgicas como las compuestas por<br />

santos o personas sabias - han ayudado a muchos en su santificación, si se las<br />

recita de verdad. Tantas hay, que repetidas a lo largo de los siglos, no pierden<br />

su vigor; al contrario, como si cada orante les fuera comunicando la fuerza de<br />

su adoración, su petición, su acción de gracias, su desagravio. Su amor, sus<br />

ansias, sus deseos de Dios.<br />

“El corazón se desahogará habitualmente<br />

con palabras, en esas oraciones vocales que nos<br />

ha enseñado el mismo Dios: Padre nuestro, o<br />

sus ángeles: Ave María. Otras veces utilizaremos<br />

oraciones acrisoladas por el tiempo, en las que se<br />

ha vertido la piedad de millones de hermanos en<br />

la fe: las de la liturgia (…), las que han nacido de<br />

la pasión de un corazón enamorado, como tantas<br />

antífonas marianas: Bajo tu protección…,<br />

Acordaos…, Salve (Beato Josemaría, Es Cristo que<br />

pasa, n. 119)<br />

2


Nuestra naturaleza humana – espíritu encarnado – necesita la<br />

colaboración de sus sentidos <strong>para</strong> la plegaria interior. No <strong>todo</strong> lo que sucede<br />

en nuestra intimidad permanece allí, sino que inconscientemente traducimos<br />

en lenguaje perceptible los más profundos sentimientos. La oración nos<br />

compromete íntegramente, pone en movimiento el ser entero, no sólo una<br />

parte. Al intervenir el cuerpo, se rinde homenaje al Creador en plenitud<br />

personal, tal como Él nos diseñó: asociando los sentidos a la disposición<br />

interior, trasladando al exterior lo que sentimos. Cuando se reza, es la<br />

persona entera la que reza: espíritu y materia; esto da a la súplica la mayor<br />

fuerza posible1.<br />

<strong>Oraciones</strong> oídas en la infancia, imborrables ruegos a Jesús, a María, al<br />

Ángel, todavía saltan hoy, espontáneas, <strong>para</strong> dar gracias a Dios, pedirle<br />

perdón o alabarlo. Otras, recién aprendidas, o que apenas acabamos de leer<br />

en algún libro. Desde ellas - desde su forma vocal - pronunciadas con amor<br />

sincero, la voz se irá haciendo más y más interior a medida que tomamos<br />

conciencia de quién es el interlocutor. La palabra nos irá acercando a la<br />

puerta que lleva a la meditación. Valoremos mucho la oración vocal; es el<br />

camino que, asiduamente recorrido, conduce, de manera segura, a la<br />

contemplación. “La oración vocal se convierte en una primera forma de<br />

oración contemplativa”2.<br />

“Porque sé que a muchas<br />

personas, rezando vocalmente, las levanta<br />

Dios, sin saber ellas cómo, a subida<br />

contemplación” (Santa Teresa de Jesús.<br />

Camino de perfección, 30, 7).<br />

Este libro sigue a otro, recién publicado: Cuando habla el corazón. Es<br />

su complemento; porque a medida que avanzaba en sus páginas el autor iba<br />

percibiendo la urgencia de incluir en él plegarias que encauzaran, a paso firme,<br />

la oración de sus lectores. La experiencia de tantos fieles, de todas las edades,<br />

con un largo trajinar por la tradición popular y privada, convirtió en un<br />

verdadero venero de oraciones lo que, al comienzo, creímos que sería un breve<br />

anexo.<br />

1 Cf. <strong>Javier</strong> <strong>Abad</strong> <strong>Gómez</strong>, Cuando habla el corazón, Introducción<br />

2 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2704<br />

3


Aquí está presente una buena parte de la oración del pueblo de Dios en<br />

nuestra tierra. Han colaborado en él gentes de diversas edades, condiciones<br />

sociales y cultura, unidos entre sí por el anhelo único de ofrecer un poco de su<br />

vida interior. Poco a poco fueron congregándose en torrentes de amor a Dios,<br />

como llegados de quién sabe donde, breves jaculatorias y textos largos de<br />

distintas épocas, repetidos tantas veces que ya parecen integrados al orante<br />

mismo. Poco hubo que recurrir a los devocionarios corrientes, aunque también<br />

fueron utilizados por su caudal invaluable. Como el padre de familia que saca<br />

de su tesoro lo nuevo y lo viejo <strong>para</strong> ofrecerlo a los suyos, desde su propia<br />

experiencia de oración y de amor1.<br />

A la mayoría de estas oraciones no se les conoce el autor: transmitidas,<br />

en directo, de padres a hijos, de educadores a discípulos. Sería tarea poco<br />

menos que imposible, buscarles el origen, o completar con exactitud la cita<br />

bibliográfica. Otras tienen nombre propio: aunque no hayan sido tomadas de<br />

libros: quienes las “donaron”, recuerdan de donde o de quién las obtuvieron.<br />

Esperamos, con la ayuda de los amables lectores, completarlas en futuras<br />

ediciones. Algunas pocas son originales: en parte, como las que se hallan en<br />

capítulo del estudio y del trabajo; o totalmente, como la que remata el libro:<br />

“Oración <strong>para</strong> bendecir la última piedra”. Hace falta en el libro de bendiciones:<br />

se bendice la primera, pero pocos se acuerdan de ofrecer a Dios la obra<br />

concluida. Mejor es terminar que empezar, afirma con sabiduría la sagrada<br />

Escritura.<br />

Un sacerdote con casi cuarenta años de ministerio, al leer este trabajo,<br />

dijo complacido: - A quienes me acompañen en los momentos finales de mi<br />

vida, les pediré que me lean, en mi lecho de muerte, despacio, estas bellísimas<br />

páginas. Sé que me ayudarán a pre<strong>para</strong>r el encuentro definitivo con Dios.<br />

Esto sólo podría justificar el libro. Que no es exhaustivo, porque son<br />

más las que quedaron fuera. No hay espacio en las páginas, ni conocemos a<br />

fondo las plegarias de otros continentes y otras culturas. Confiamos que éstas<br />

sean suficientes <strong>para</strong> las diversas situaciones de la vida. Cada hoja, cada<br />

párrafo, cada frase, cada palabra, cada letra, resulta ser una oración. Han sido<br />

1 Y Él les dijo: así <strong>todo</strong> escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos, es semejante<br />

al dueño de una casa, que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo (Mateo, 13, 52).<br />

4


ordenadas en cierta forma lógica, de manera que la oración requerida por una<br />

situación dada, se pueda encontrar sin mucho esfuerzo. Se antepuso a cada<br />

tema un párrafo explicativo o exhortativo que ayude a dar sentido y finalidad a<br />

la plegaria. En el sumario, algunas tienen el nombre por el que <strong>todo</strong>s la<br />

conocen; otras comienzan con las primeras palabras. A otras las hemos<br />

denominado por el sentido o la intención del texto: alabanza, petición,<br />

confianza, acción de gracias. Cada una se presenta en forma compacta, <strong>para</strong><br />

que quepan más: sacrificamos la estética a favor del contenido. En este<br />

relicario de joyas de Dios <strong>para</strong> el hombre y del hombre <strong>para</strong> Dios se puede<br />

escoger de a una, sacarla del texto, acariciarla, tal vez plastificarla y ponerla<br />

muy cerca durante un tiempo, hasta que se incrusten al alma sus palabras.<br />

Que el lector, a partir de ahora, juzgue y sugiera; que su valioso aporte<br />

enriquezca un poco más este esfuerzo de oraciones cuyos orígenes se pierden<br />

en la frontera del tiempo y la eternidad y, al final, irán a unirse en el presente<br />

de Dios, entre los coros de los ángeles en perpetua adoración.<br />

¡María, Virgen Madre, que conoces<br />

mejor que nosotros el Corazón divino de<br />

tu Hijo, únete a nosotros en la adoración<br />

de la Santísima Trinidad y en la humilde<br />

oración por la Iglesia y por el mundo!<br />

Sólo tú eres la guía de esta oración<br />

nuestra. (Juan Pablo II).<br />

5


I. ORACIONES A LAS TRES DIVINAS PERSONAS<br />

A LA SANTÍSIMA TRINIDAD.<br />

“El misterio de la Santísima Trinidad es el<br />

misterio central de la fe y de la vida<br />

cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo.<br />

Es, pues, la fuente de <strong>todo</strong>s los otros<br />

misterios de la fe; es la luz que los ilumina”<br />

(Catecismo de la Iglesia Católica, [CEC], n.<br />

234)<br />

GLORIA A DIOS EN EL CIELO, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.<br />

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te<br />

glorificamos, te damos gracias. Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre<br />

<strong>todo</strong>poderoso. Señor Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios,<br />

Hijo del Padre: Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de<br />

nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; Tú<br />

que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros: porque<br />

sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor, sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el<br />

Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.<br />

CREDO (SÍMBOLO DE LOS APÓSTOLES) – Creo en Dios, Padre Todopoderoso,<br />

Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro<br />

Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de<br />

santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue<br />

crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día<br />

resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha<br />

de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y<br />

muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión<br />

de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la<br />

vida eterna. Amén.<br />

CREDO (PROFESIÓN DE FE) – Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,<br />

Creador del cielo y de la tierra, de <strong>todo</strong> lo visible y lo invisible. Creo en un<br />

solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre entes de <strong>todo</strong>s<br />

los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,<br />

engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien <strong>todo</strong><br />

fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del<br />

6


cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se<br />

hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio<br />

Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las<br />

Escrituras, y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre; y de<br />

nuevo vendrá con gloria <strong>para</strong> juzgar a vivos y muertos, y su reino no<br />

tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede<br />

del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma<br />

adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es<br />

una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo <strong>para</strong><br />

el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida<br />

del mundo futuro. Amén.<br />

ACTOS DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD - Creo en Dios Padre; creo en Dios<br />

Hijo; creo en Dios Espíritu Santo. Creo en la Santísima Trinidad; creo en<br />

mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero. - Espero en Dios Padre;<br />

espero en Dios Hijo; espero en Dios Espíritu Santo; espero en la Santísima<br />

Trinidad. Espero en mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero. - Amo<br />

a Dios Padre; amo a Dios Hijo; amo a Dios Espíritu Santo; amo a la<br />

Santísima Trinidad; amo a mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero;<br />

amo a María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra y amo a mi<br />

prójimo como a mí mismo (Beato Josemaría).<br />

DIOS MÍO, TRINIDAD QUE ADORO, ayúdame a olvidarme enteramente de mí<br />

mismo <strong>para</strong> establecerme en Ti, inmóvil y apacible como si mi alma<br />

estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme<br />

salir de Ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la<br />

profundidad de tu misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu<br />

morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en<br />

ella, sino que esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en<br />

adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata<br />

Isabel de la Trinidad).<br />

¡OCÉANO SIN FONDO DE LA VIDA DIVINA! / Me he llegado a tus márgenes con<br />

un ansia de fe. / Di, ¿qué tiene tu abismo que a tal punto fascina? /<br />

¡Océano sin fondo de la vida divina! / Me atrajeron tus ondas… ¡y ya he<br />

perdido pie! (Sor Cristina de Arteaga, Sembrad, Ed. Monasterio de Santa Paula,<br />

Sevilla 1982).<br />

ACTO DE AMOR - Dios mío, sólo deseo ser agradable a tus ojos: <strong>todo</strong> lo<br />

demás no me importa. - Madre Inmaculada, haz que me mueva<br />

exclusivamente el Amor (Beato Josemaría, Forja 1028).<br />

7


OH DIOS TODOPODEROSO Y ETERNO, que con la luz de la verdadera fe diste a<br />

tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el<br />

poder de tu majestad: haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma<br />

fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad. Por nuestro Señor<br />

Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu<br />

Santo, Dios, por <strong>todo</strong>s los siglos de los siglos. Amén.<br />

¡OH DIOS MÍO, TRINIDAD ADORABLE! - Ayúdame a olvidarme por entero <strong>para</strong><br />

establecerme en Ti. ¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento<br />

mi impotencia y te pido que me revistas de Ti mismo, que identifiques mi<br />

alma con <strong>todo</strong>s los movimientos de tu alma; que me sustituyas <strong>para</strong> que<br />

mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como<br />

adorador, como re<strong>para</strong>dor y como salvador. ¡Oh fuego consumidor,<br />

Espíritu de amor! Ven a mí <strong>para</strong> que se haga en mi alma una como<br />

encarnación del Verbo; que yo sea <strong>para</strong> Él una humanidad sobreañadida<br />

en la que Él renueve <strong>todo</strong>s sus misterios. Y Tú, ¡Oh Padre!, inclínate sobre<br />

tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto todas<br />

tus complacencias. ¡Oh mis Tres, mi <strong>todo</strong>, mi dicha, soledad infinita,<br />

inmensidad en que me pierdo! Me entrego a Ti. Sepultáos en mí, <strong>para</strong> que<br />

yo me sepulte en Ti, en espera de ir a contemplar en tu luz el abismo de tu<br />

grandeza (Santa Isabel de la Trinidad).<br />

¡OH, DIOS MÍO, TRINIDAD BEATÍSIMA! - Saca de mi pobre ser el máximo<br />

rendimiento <strong>para</strong> tu gloria y haz de mí lo que quieras en el tiempo y en la<br />

eternidad. Que yo no te ponga jamás el menor obstáculo voluntario a tu<br />

acción transformadora. Que la gracia alcance en mí el grado de desarrollo<br />

que me tienes asignado desde toda la eternidad. Segundo por segundo, con<br />

intención siempre actual, quisiera ofrecerte <strong>todo</strong> cuando soy y tengo; y que<br />

mi pobre vida fuera en unión íntima con el Verbo Encarnado un sacrificio<br />

incesante de alabanza de gloria de la Trinidad Beatísima. Y quisiera<br />

haberlo hecho así desde el primer <strong>instante</strong> de mi concepción, y seguir<br />

haciéndolo hasta la consumación de los siglos, cada vez con más<br />

intensidad y perfección. ¡Oh Dios mío, cómo quisiera glorificarte! ¡Oh, si<br />

a cambio de mi completa inmolación, o de cualquier otra condición,<br />

estuviera en mi mano incendiar el corazón de todas tus criaturas y la<br />

creación entera en las llamas de tu amor, qué de corazón quisiera hacerlo!<br />

Que al menos mi pobre corazón te pertenezca por entero, que nada me<br />

reserve <strong>para</strong> mí ni <strong>para</strong> las criaturas, ni uno solo de sus latidos. Que ame<br />

inmensamente a <strong>todo</strong>s mis hermanos, pero únicamente contigo, por Ti y<br />

<strong>para</strong> Ti. ¡Oh Dios mío! Os amo con <strong>todo</strong> mi corazón, con toda mi alma y<br />

con todas mis fuerzas. Más que a mi pobre vida, más que a mi pobre alma,<br />

8


más que a mi propia salvación, que os pido humildemente subordinándola<br />

a tu mayor gloria. Pero quisiera amarte con el amor de los más abrasados<br />

serafines, con el de <strong>todo</strong>s los ángeles y bienaventurados del cielo, almas<br />

del purgatorio y justos de la tierra. Quisiera amarte con el corazón de<br />

todas tus criaturas, incluyendo a las que no te han amado, no te aman y no<br />

te amarán. Quisiera, sobre <strong>todo</strong>, amarte con el corazón de San José, con el<br />

Corazón Inmaculado de María, con el Corazón adorable de Jesús.<br />

Quisiera, finalmente hundirme en ese Océano infinito, en ese Abismo de<br />

fuego que consume al Padre y al Hijo en la unidad del Espíritu Santo y<br />

amarte con tu mismo infinito Amor. Y quisiera que todas tus criaturas<br />

pasadas, presentes y futuras te hubiésemos amado y te amaran así desde el<br />

primer <strong>instante</strong> de su ser y seguir haciéndolo hasta la consumación de los<br />

siglos y por toda la eternidad. Quiero, Dios mío, poner mi alegría en tu<br />

alegría, mi felicidad en tu felicidad, mi gloria en tu gloria. Que el<br />

pensamiento de que Tú, Dios mío, eres infinitamente feliz y no dejarás de<br />

serlo jamás, ocurra lo que ocurra, sea la fuente única, el manantial<br />

inagotable de mis alegrías y toda mi felicidad. ¡Padre eterno, Principio y<br />

Fin de todas las cosas! Por el corazón inmaculado de María te ofrezco a<br />

Jesús, tu Verbo Encarnado y, por Él, con Él y en Él, quiero repetirte sin<br />

cesar este grito arrancado de lo más hondo de mi alma: “Padre, glorifica<br />

continuamente a tu Hijo, <strong>para</strong> que tu Hijo te glorifique en la unidad del<br />

Espíritu Santo, por los siglos de los siglos” (Jn 17,1). ¡Oh Jesús, que has<br />

dicho: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo<br />

quisiera revelárselo” (Mt.11, 27): “Muéstranos al Padre y esto nos basta”<br />

(Jn. 14, 8). Y Tú, Espíritu de Amor!: “enséñanos todas las cosas” (Jn. 14,<br />

26) y forma con María en nosotros a Jesús (Cf. Gal. 4, 19), hasta que<br />

seamos “consumados en la unidad” (Jn. 17, 23) en el “seno del Padre” (Jn.<br />

1, 18). Amén (El autor no quiso ser conocido. Citada por Antonio Royo Marín en su<br />

libro: Una oración espléndida, Ed. Palabra).<br />

9


A DIOS-PADRE<br />

ORACIONES DE ADORACIÓN Y ALABANZA<br />

10<br />

“Jesús ha revelado que Dios es Padre en un<br />

sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto<br />

Creador, es eternamente Padre en relación<br />

a su Hijo único, que recíprocamente sólo es<br />

Hijo en relación a su Padre” (CEC, n. 240).<br />

“Dios envió a su Hijo (…) <strong>para</strong> que<br />

recibiéramos la adopción de hijos. Y, puesto<br />

que sois hijos, envió Dios a nuestros<br />

corazones el Espíritu de su Hijo, que grita:<br />

Abbá, Padre. De manera que ya no eres<br />

siervo, sino hijo” (Gal. 4, 5-7).<br />

Es la actitud de quien se sabe pequeño y<br />

dependiente. Exalta la grandeza y<br />

omnipotencia divina. Es silencio respetuoso.<br />

Es humildad. Da seguridad a nuestras<br />

súplicas.<br />

BENDITO SEAS SEÑOR, PADRE QUE ESTÁS EN EL CIELO, porque en tu infinita<br />

misericordia te has inclinado sobre la miseria del hombre y nos has dado a<br />

Jesús, tu Hijo, nacido de mujer, nuestro salvador y amigo, hermano y<br />

redentor. Gracias Padre bueno, por el don del Año Jubilar; el año del gran<br />

retorno a la casa paterna, donde Tú, lleno de amor, esperas a tus hijos<br />

descarriados <strong>para</strong> darles el abrazo del perdón y sentarlos a tu mesa,<br />

vestidos con el traje de fiesta. ¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre!<br />

Padre clemente, que en el Año Santo se fortalezca nuestro amor a Ti y al<br />

prójimo; que los discípulos de Cristo promuevan la justicia y la paz; se<br />

anuncie a los pobres la Buena Nueva y que la Madre Iglesia haga sentir su<br />

amor de predilección por los pequeños y los marginados. ¡A Ti, Padre,<br />

nuestra alabanza por siempre! Padre justo, que el gran Jubileo sea una<br />

ocasión propicia <strong>para</strong> que <strong>todo</strong>s los católicos descubran el gozo de vivir a<br />

la escucha de tu palabra, abandonándose a tu voluntad; que experimenten<br />

el valor de la comunión fraterna partiendo juntos el pan y alabándote con<br />

himnos y cánticos espirituales. ¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por<br />

siempre! Padre, rico en misericordia, que el santo Jubileo sea un tiempo de<br />

apertura, de diálogo y de encuentro con <strong>todo</strong>s los que creen en Cristo y con


los miembros de otras religiones: en tu inmenso amor, muestra<br />

generosamente tu misericordia con <strong>todo</strong>s. ¡A Ti, Padre, nuestra alabanza<br />

por siempre! Padre omnipotente, haz que <strong>todo</strong>s tus hijos sientan que en su<br />

camino hacia Ti, meta última del hombre, los acompaña bondadosa la<br />

Virgen María, icono del amor puro, elegida por Ti <strong>para</strong> ser Madre de Cristo<br />

y de la Iglesia. ¡A Ti, Padre, nuestra alabanza por siempre! A Ti, Padre de<br />

la vida, principio sin principio, suma bondad y eterna luz, con el Hijo y<br />

Espíritu, honor y gloria, alabanza y gratitud, por los siglos sin fin. Amén<br />

(Juan Pablo II, en el año dedicado a Dios Padre, 1999, en pre<strong>para</strong>ción <strong>para</strong> el Jubileo del<br />

año 2000).<br />

SEÑOR, CREEMOS EN TU EXISTENCIA, en tu originalidad y en tu amor<br />

incondicional. Tú eres la fuerza y la única razón que nos impulsa a<br />

continuar. Te alabamos con <strong>todo</strong> el corazón, ya que eres el principio y el<br />

fin de nuestras vidas (Elizabeth Narváez, Liliana Giraldo, Claudia Orozco).<br />

SEÑOR DIOS OMNIPOTENTE, con humildad venimos ante Ti <strong>para</strong> glorificarte,<br />

adorarte y reconocerte como Creador y Señor del mundo. Ante Ti<br />

doblamos las rodillas <strong>para</strong> pedirte, por las riquezas de tu gloria, ser<br />

fortalecidos con la grandeza de tu Espíritu. Señor: Tú que estás en las<br />

alturas, ten piedad de nosotros que estamos en la tierra y concédenos<br />

amarte y adorarte siempre con nuestras buenas obras. Señor, Padre Santo,<br />

Dios Todopoderoso (Viviana Buitrago, Olivia Parra, Rocío Buendía).<br />

BENDITO SEAS DIOS, PADRE NUESTRO, que nos consuelas en todas nuestras<br />

necesidades y nos das apoyo constante en nuestras flaquezas. Ayúdanos,<br />

con tu gran misericordia, a ser personas de bien y que, mediante la<br />

esperanza, alcancemos nuestra salvación. Amén (María del Carmen Giusti,<br />

Ester Bermúdez, Gloria Osorio).<br />

BENDECIRÉ AL SEÑOR QUE ME GUÍA Y ME ACONSEJA. Hasta de noche me<br />

instruye interiormente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi<br />

derecha no vacilaré (Salmo 15).<br />

PADRE, PORQUE ME CREASTE TE ADORO; porque eres mi fin, te deseo; porque<br />

eres mi bienhechor, te doy gracias; porque eres mi salvación, te invoco<br />

(Papa Clemente XI).<br />

PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que fuere,<br />

por ello te doy gracias. Estoy dispuesto a <strong>todo</strong>. Lo acepto <strong>todo</strong>, con tal de<br />

que se cumpla tu voluntad en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada<br />

más, Padre. Te encomiendo mi alma, te la entrego con <strong>todo</strong> el amor de que<br />

11


soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin<br />

medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre (Ch. de Foucauld).<br />

ALABAD AL SEÑOR TODAS LAS NACIONES, alabadle <strong>todo</strong>s los pueblos. Porque ha<br />

confirmado su misericordia con nosotros y la verdad del Señor permanece<br />

eternamente. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en un<br />

principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.<br />

“OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES”. ¡Obras, Obras! - Propósito:<br />

seguiré diciéndote muchas veces que te amo -¡cuántas te lo he repetido<br />

hoy!- pero, con tu gracia, será sobre <strong>todo</strong> mi conducta, serán las<br />

pequeñeces de cada día - con elocuencia muda - las que clamen delante de<br />

Ti, mostrándote mi Amor (Beato Josemaría, Forja, 498).<br />

ACCIONES DE GRACIAS<br />

12<br />

“Qué cosa mejor podemos traer en el<br />

corazón, pronunciar con la boca, escribir<br />

con la pluma, que estas palabras: Gracias a<br />

Dios? No hay cosa que se pueda decir con<br />

mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni<br />

sentirse con mayor elevación, ni hacer con<br />

mayor utilidad” (San Agustín, Epist. 72).<br />

TE DAMOS GRACIAS, OMNIPOTENTE DIOS, por <strong>todo</strong>s tus beneficios. Tú que<br />

vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén.<br />

GRACIAS TE DOY, POR TODAS LAS GRACIAS que me has concedido, en particular<br />

por haberme hecho pasar por la prueba purificadora del sufrimiento (Santa<br />

Teresita de Lisieux).<br />

TE ALABO, TE GLORIFICO, TE BENDIGO, DIOS MÍO, por los inmensos beneficios<br />

que a mí, indigno, me has concedido. Alabo tu clemencia, que me espera<br />

por tan largo tiempo; tu dulzura, que simula venganza; tu piedad, que me<br />

llama; tu benignidad, que me acoge; tu misericordia, que perdona los<br />

pecados; tu bondad, que da sobre <strong>todo</strong> mérito; tu paciencia, que no<br />

recuerda las ofensas; tu humildad, que consuela; tu paciencia, que protege;<br />

tu eternidad, que conserva; tu verdad, que remunera. ¿ Qué diré, Dios<br />

mío, de tu inefable largueza? Tú llamas al que huye, acoges al que regresa,<br />

ayudas al titubeante, alegras al que desespera, estimulas al negligente, das<br />

armas al que lucha, coronas al triunfador; no desprecias al pecador<br />

arrepentido, ni recuerdas la ofensa; libras de una multitud de peligros;<br />

ablandas el corazón <strong>para</strong> que haga penitencia, infundes temor con


suplicios, atraes con promesas, castigas con flagelos; custodias por<br />

ministerio de los ángeles; nos das los bienes temporales, nos reservas los<br />

eternos; nos exhortas con la dignidad de la creación, nos invitas con la<br />

clemencia de la redención, prometes el premio de la remuneración. Por<br />

<strong>todo</strong> lo cual no alcanzo a alabarte. Doy gracias a tu Majestad por la<br />

abundancia de tu inmensa bondad, <strong>para</strong> que siempre multipliques la gracia<br />

en mí y, multiplicada, la conserves y, conservada, la premies. Amén (Santo<br />

Tomás de Aquino).<br />

EN VERDAD ES JUSTO DARTE GRACIAS, y deber nuestro glorificarte, Padre<br />

Santo, porque Tú eres el único Dios vivo y verdadero, que existes desde<br />

siempre y vives <strong>para</strong> siempre, que habitas en una luz inaccesible. Porque<br />

tú solo eres bueno y fuente de vida; y creaste todas las cosas <strong>para</strong><br />

colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu<br />

gloria (Prefacio de la Misa).<br />

TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR, PADRE SANTO, porque no dejas de llamarnos a una<br />

vida plenamente feliz. Tú, Dios de bondad y misericordia, ofreces siempre<br />

tu perdón e invitas a los pecadores a recurrir confiadamente a tu<br />

clemencia. - Muchas veces los hombres hemos quebrantado tu alianza;<br />

pero Tú, en vez de abandonarnos, has sellado de nuevo con la familia<br />

humana, por Jesucristo, tu Hijo, un pacto tan sólido, que ya nada lo podrá<br />

romper. - Ahora mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y<br />

reconciliación, lo alientas en Cristo <strong>para</strong> que vuelva a Ti, obedeciendo<br />

más plenamente al Espíritu Santo y que se entregue al servicio de <strong>todo</strong>s<br />

los hombres. - Por eso, llenos de admiración y agradecimiento, unimos<br />

nuestras voces a las de los coros celestiales <strong>para</strong> cantar la grandeza de tu<br />

amor y proclamar la alegría de nuestra salvación (Prefacio de reconciliación).<br />

ORACIONES DE PETICIÓN Y DE CONFIANZA<br />

13<br />

“Puede resultar extraño que nos exhorte a<br />

orar Aquel que conoce nuestras necesidades<br />

antes de que se las expongamos, si no<br />

comprendemos que nuestro Dios y Señor no<br />

pretende que le descubramos nuestros<br />

deseos, pues Él ciertamente no puede<br />

desconocerlos, sino pretende que, por la<br />

oración, se acreciente nuestra capacidad de<br />

desear, <strong>para</strong> que así nos hagamos más<br />

capaces de recibir los dones que nos<br />

pre<strong>para</strong>” (San Agustín, Carta 130, a Proba).


El Padre Nuestro<br />

“Jesús enseñó a los discípulos deseosos de una guía concreta, la fórmula<br />

sublime del Padre Nuestro, que se convertiría a lo largo de los siglos en la<br />

oración típica de la comunidad cristiana. En ella concentra Jesús lo<br />

esencial de su mensaje. Quien recita de manera consciente el Padre<br />

Nuestro, con el Evangelio, porque no puede dejar de<br />

aceptar las consecuencias que <strong>para</strong> su vida se derivan del mensaje<br />

evangélico, del cual la es la expresión más<br />

auténtica” (Juan Pablo II).<br />

PADRE NUESTRO, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga tu<br />

Reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. - Danos hoy<br />

nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros<br />

perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación; y<br />

líbranos del mal. Amén.<br />

DÍ, PADRE NUESTRO, si eres consciente de tu filiación divina y sabes vivir la<br />

fraternidad con quienes también son hijos de Dios. Di: que estás en los<br />

cielos, si sabes también encontrarlo en las realidades temporales. Di:<br />

santificado sea tu nombre, si sabes santificar tu trabajo, santificarte en tu<br />

trabajo y santificar a quienes trabajan a tu lado. Di: venga a nosotros tu<br />

reino, si sabes ayudar a la santidad de los demás. Di: hágase tu voluntad<br />

en la tierra como en el cielo, si sabes acoger todas las cosas con respeto y<br />

con amor, con alegría y con paz. Di: Danos hoy nuestro pan de cada día,<br />

si lo buscas en la Eucaristía y sabes ser generoso con los pobres y<br />

desposeídos del mundo. Di: perdónanos nuestras ofensas, si sabes rogar a<br />

Dios que te ayude a comprender, disculpar y perdonar a <strong>todo</strong>s. Di: no nos<br />

dejes caer en la tentación, si sabes distanciarte con prudencia de <strong>todo</strong> lo<br />

que te puede llevar al pecado. Di: líbranos del mal, si luchas por evitar el<br />

deslumbramiento de lo temporal y conservas tu mirada fija en la eternidad.<br />

Di: Amén, si has puesto la mente y el corazón en esta hermosa oración.<br />

NO DIGAS PADRE, si cada día no te comportas como hijo. No digas: nuestro, si<br />

vives aislado en tu egoísmo. No digas: que estás en los cielos, si sólo<br />

piensas en las cosas terrenales. No digas: santificado sea tu nombre, si no<br />

lo honras como Él se merece. No digas: venga a nosotros tu reino, si lo<br />

confundes con el éxito material. No digas: hágase tu voluntad, si no la<br />

aceptas cuando es dolorosa. No digas: el pan nuestro de cada día, si no te<br />

preocupas por la gente que tiene hambre. No digas: perdónanos nuestras<br />

ofensas, si guardas rencor a tu hermano. No digas: líbranos del mal, si no<br />

14


tomas partido contra el mal. No digas: amén, si no has entendido o no has<br />

tomado en serio las palabras todas del Padre nuestro.<br />

PADRE MÍO -¡TRÁTALE ASÍ, CON CONFIANZA! - que estás en los Cielos, mírame<br />

con compasivo Amor, y haz que te corresponda. - Derrite y enciende mi<br />

corazón de bronce, quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi<br />

entendimiento de luces sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera<br />

del Amor y de la Gloria de Cristo (Beato Josemaría, Forja 3).<br />

PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS. - Haz de mí lo que quieras, sea lo que fuere<br />

por ello te doy gracias. Estoy dispuesto a <strong>todo</strong>, con tal de que se cumpla tu<br />

voluntad en mí y en todas las criaturas. No deseo nada más, Padre. Te<br />

encomiendo mi alma, te la entrego con <strong>todo</strong> el amor de que soy capaz,<br />

porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con<br />

infinita confianza, ¡porque Tú eres mi Padre!<br />

SEÑOR, TÚ ERES EL QUE ERES. Yo soy la negación. Tú tienes todas las<br />

perfecciones: el poder, la fortaleza, el amor, la gloria, la sabiduría, el<br />

imperio, la dignidad... Si yo me uno a Ti, como un hijo cuando se pone en<br />

los brazos fuertes de su padre o en el regazo maravilloso de su madre,<br />

sentiré el calor de tu divinidad, sentiré las luces de tu sabiduría, sentiré<br />

correr por mi sangre tu fortaleza (Cf. Beato Josemaría, Forja 342).<br />

SEÑOR DIOS, QUE PARA LIBRAR AL HOMBRE de la antigua esclavitud del pecado<br />

enviaste a tu Hijo a este mundo, concede a los que pre<strong>para</strong>mos con<br />

devoción su venida alcanzar la gracia de la libertad verdadera (Oración en el<br />

Adviento).<br />

DIOS NUESTRO, PADRE DE LA LUZ, Tú has enviado al mundo tu Palabra,<br />

Sabiduría que sale de tu boca y que ha reinado sobre <strong>todo</strong>s los pueblos de<br />

la tierra (Eclo.24, 6-8). - Tú has querido que ella haga su morada en Israel y<br />

que, a través de Moisés, los profetas y los Salmos (Lc 24,44), ella manifieste<br />

tu Voluntad y hable a tu Pueblo de Jesús, el Mesías esperado. - Has<br />

querido que tu propio Hijo, Palabra eterna que de Ti procede (Jn 1,1-14) se<br />

hiciese carne y plantase su tienda en medio de nosotros. El nació de la<br />

Virgen María y fue concebido por el Espíritu Santo (Luc 1,35) - Envía ahora<br />

tu Espíritu sobre mí: que Él me dé un corazón capaz de escuchar (I Reyes 3,9),<br />

me permita encontrarte en tus Santas Escrituras y engendre tu Verbo en<br />

mí. - Que tu Espíritu Santo levante el velo de mis ojos (II Cor. 3, 12-16), que Él<br />

me conduzca a la Verdad completa (Jn 16,13) y me dé inteligencia y<br />

perseverancia. - Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor, que sea bendito<br />

por los siglos de los siglos. Amén (E. Bianchi).<br />

15


OH DIOS, QUE HABÉIS INSTRUIDO LOS CORAZONES de los fieles con la luz del<br />

Espíritu Santo, concédenos, según el mismo Espíritu conocer las cosas<br />

rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo, Señor<br />

nuestro. Amén.<br />

PADRE ETERNO, POR EL AMOR DE ESTE HIJO TUYO, a quien hoy te he ofrecido<br />

y he recibido en mi corazón, te pido que me concedas la santa<br />

perseverancia en tu gracia y el don de tu amor santo. Te encomiendo a<br />

<strong>todo</strong>s mis familiares, amigos y enemigos; también las almas del<br />

purgatorio y <strong>todo</strong>s los pecadores. - Madre mía, María Santísima, pide<br />

<strong>para</strong> mí la santa perseverancia y el amor de Jesucristo (Alfonso Mª de<br />

Ligorio).<br />

SEÑOR, CONCÉDENOS LA CAPACIDAD DE DISCERNIMIENTO con el fin de pensar<br />

siempre en los demás, y ser ayuda <strong>para</strong> <strong>todo</strong>s en el momento oportuno (Luz<br />

Marina Zapata, Luz Dary Sanchez, Lyda Rodríguez).<br />

LAS HUELLAS EN LA ARENA – Una noche soñé que caminaba a lo largo de una<br />

playa acompañado por Dios. Durante la caminata, muchas escenas de mi<br />

vida fueron proyectándose en la pantalla del cielo. Según iban pasando<br />

observaba que las huellas de mis pasos se formaban en la arena: a su lado<br />

aparecían otras. Eran las huellas de Dios. Sin embargo, durante algunos<br />

tramos, sólo aparecían dos. Esto me preocupó grandemente, porque puede<br />

observar que se trataba, precisamente, de las etapas tristes de mi vida,<br />

cuando me hallaba sufriendo de angustias, penas y derrotas. Entonces dije<br />

a Dios: - Señor, Tú me habías prometido que si te seguía, caminarías<br />

siempre a mi lado. Pero he notado que durante los momentos más difíciles<br />

de mi vida Tú no estabas allí. ¿Por qué, cuándo más te necesitaba, no<br />

caminaste a mi lado? El Señor me respondió: - Hijo mío, te equivocas.<br />

Las huellas que tú viste solas, no eran tuyas. Eran mías. Porque en esos<br />

momentos, Yo te llevaba en mis brazos.<br />

ORACIONES DE CONTRICIÓN<br />

16<br />

“No deben entristecernos las caídas, ni aun<br />

las caídas graves, si acudimos a Dios con<br />

dolor y buen propósito en el sacramento de<br />

la Penitencia. El cristiano no es un maníaco<br />

coleccionista de una hoja de servicios<br />

inmaculada (…). Comprende Jesús nuestra<br />

debilidad y nos atrae hacia sí, como a través<br />

de un plano inclinado, deseando que<br />

sepamos insistir en el esfuerzo de subir un


17<br />

poco, día a día (…). Jesucristo siempre está<br />

esperando que volvamos a Él, precisamente<br />

porque conoce nuestra debilidad” (Beato<br />

Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 75)<br />

TENME PIEDAD, OH DIOS, SEGÚN TU AMOR, / por tu inmensa ternura, borra mi<br />

delito, / lávame a fondo de mi culpa, / y de mi pecado purifícame. // Pues<br />

mi delito yo lo reconozco, / mi pecado, sin cesar, está ante mí; / contra Ti,<br />

contra Ti sólo he pecado, / lo malo a tus ojos cometí. // Porque aparezca<br />

tu justicia cuando hablas / y tu victoria cuando juzgas. / Mira que en culpa<br />

ya nací, / pecador me concibió mi madre. // Mas Tú amas la verdad en lo<br />

íntimo del ser, / y en lo secreto me enseñas la sabiduría. / Rocíame con el<br />

hisopo y seré limpio, / lávame y quedaré más blanco que la nieve. //<br />

Devuélveme el son del gozo y la alegría, / exulten los huesos que<br />

machacaste Tú. / Retira tu faz de mis pecados, / borra todas mis culpas. //<br />

Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, / un espíritu firme dentro de mí<br />

renueva; no me rechaces lejos de tu rostro, / no retires de mí tu santo<br />

Espíritu. // Vuélveme la alegría de tu salvación, / y en espíritu generoso<br />

afiánzame; / enseñaré a los rebeldes tus caminos, / y los pecadores<br />

volverán a Ti. // Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios de mi salvación, / y<br />

aclamará mi lengua tu justicia; / abre, Señor, mis labios, y publicará mi<br />

boca tu alabanza. // Pues no te agrada el sacrificio, / si ofrezco un<br />

holocausto no lo aceptas. // El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; /<br />

un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias (Salmo 51[vg.<br />

50]).<br />

TARDE TE AMÉ, BELLEZA SIEMPRE ANTIGUA Y SIEMPRE NUEVA, tarde te amé!<br />

Tú estabas dentro de mí y yo afuera; yo te buscaba lanzándome, deforme,<br />

sobre estas cosas bellas hechas por Ti. Tú estabas conmigo, pero yo no<br />

estaba contigo, porque me tenían alejado esas criaturas que, si no<br />

existieran en Ti, no tendrían existencia. Tú me llamaste, gritaste, venciste<br />

mi sordera. Tú iluminaste y disipaste mi ceguera. Esparciste tu perfume,<br />

yo lo respiré y ahora lo anhelo. Te saboreé y ahora tengo hambre y sed.<br />

Me tocaste y ahora ardo en deseo de tu paz. Cuando me haya unido a Ti<br />

con <strong>todo</strong> mi corazón, ya no habrá <strong>para</strong> mí dolor ni aflicción y viva será mi<br />

vida, toda llena de Ti. Puesto que Tú haces ligero a quien está lleno de Ti,<br />

yo que no estoy lleno de Ti, soy un peso <strong>para</strong> mí mismo. Dentro de mí<br />

contrastan deplorables alegrías y felices angustias; no sé de que parte esté<br />

la victoria. Ten piedad de mí, oh Señor. En lo más íntimo de mí las<br />

tristezas del mal contrastan con las alegrías del bien; y no sé de qué parte<br />

esté la victoria. Ten compasión de mí, oh Señor. Yo no escondo mis<br />

llagas. Tú eres el médico; yo soy el enfermo; Tú, misericordioso, yo


miserable... Toda mi esperanza está en tu gran misericordia. Dona, por<br />

tanto, lo que me ordenas... ¡Oh amor que siempre ardes y nunca te<br />

consumes, oh caridad, oh Dios mío, inflámame! (S. Agustín, Confesiones, X,<br />

27-29).<br />

DIOS MÍO: ME DIRIJO A TI HUMILDEMENTE, pongo en tus manos todas mis<br />

debilidades y te pido perdón porque sé que, al dejarme vencer por el mal<br />

te he ofendido. Acoge, en tu corazón de Padre, las ofensas causadas por<br />

<strong>todo</strong>s mis hermanos. Confío que a través de mi oración, llegará tu perdón<br />

<strong>para</strong> <strong>todo</strong>s tus hijos y será menor el dolor causado a tu Hijo Jesús por<br />

causa de nosotros. Amén (Gloria Tascón, Mary Luz Agudelo, Jenny Viviana<br />

Henao).<br />

SI ME DESECHAS TÚ, PADRE AMOROSO, / ¿a quien acudiré que me reciba? Tú al<br />

pecador dijiste, generoso / que no quieres su muerte, oh Dios piadoso, /<br />

sino que llore, se convierta y viva. // Cumple en mí la palabra que me has<br />

dado / y escucha el ansia de mi afán profundo: / no te acuerdes, Señor, de<br />

mi pecado, / piensa tan solo que en la Cruz clavado, eres Dios mío, el<br />

Redentor del mundo.<br />

LA ORACIÓN DE LOS SALMOS1<br />

SALMO 9 - Te doy gracias de <strong>todo</strong> corazón, proclamando todas tus maravillas;<br />

me alegro y grito de alegría; quiero cantar himnos a tu nombre, oh,<br />

Altísimo.<br />

SALMO 21 - ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? Los gritos<br />

de mis pecados alejan de mí el socorro. ¡Dios mío! Clamo de día y no<br />

respondes, de noche también, y no te cuidas de mí. Y Tú, sin embargo,<br />

estás en tu santa morada, ¡oh gloria de Israel! En Ti esperaron nuestros<br />

padres; esperaron y los salvaste. A Ti clamaron, y fueron salvados. En Ti<br />

confiaron y no los defraudaste.<br />

SALMO 22 - El Señor es mi pastor, nada me falta. Por verdes praderas me hace<br />

recostar, me conduce a fuentes tranquilas y conforta mi alma. Me guía por<br />

caminos seguros por el honor de su nombre. Aunque camine por valles<br />

tenebrosos, nada temo porque Tú estas conmigo.<br />

1 Extracto breve de algunos salmos escogidos al azar<br />

18


SALMO 27 - El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahvé,<br />

es el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar? Aunque acampe contra<br />

mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí,<br />

estoy seguro en ella. Una cosa he pedido al Señor, una cosa estoy<br />

buscando: habitar en la Casa de Yahvé, <strong>todo</strong>s los días de mi vida, <strong>para</strong><br />

gustar la dulzura de Yahvé y cuidar de su Templo.<br />

SALMO 85 - Inclina, Señor, tus oídos, y escúchame porque estoy afligido y<br />

muy necesitado. Guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que<br />

confía en ti. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor, pues yo te invoco<br />

<strong>todo</strong> el día. Alegra el alma de tu siervo cuando me dirijo a Ti, pues Tú<br />

eres, Señor, indulgente y bueno, rico en amor <strong>para</strong> <strong>todo</strong>s los que te<br />

invocan; escucha, Yahvé, mi oración, y atiende a la voz de mi plegaria.<br />

SALMO 101 - Señor, escucha mi oración. Que mi grito llegue hasta Ti; no me<br />

escondas tu rostro. Inclina tu oído hacia mí. Cuando te invoco, escúchame<br />

enseguida.<br />

SALMO 103 - Bendice alma mía al Señor, del fondo de mi ser, su santo<br />

nombre. Bendice, alma mía, a Yahvé, no olvides sus muchos beneficios.<br />

Él perdona todas tus culpas, cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la<br />

fosa, te corona de amor y de ternura. Él llena de bienes tu existencia,<br />

mientras tu juventud se renueva como el águila.<br />

19


A DIOS-HIJO<br />

A JESUCRISTO, DIOS Y HOMBRE<br />

20<br />

“He aquí la ‘Buena nueva de Jesucristo,<br />

Hijo de Dios’: Dios ha visitado a su pueblo,<br />

ha cumplido las promesas hechas a Abraham<br />

y a su descendencia; lo ha hecho más allá de<br />

toda expectativa: Él ha enviado a su Hijo<br />

amado” (CEC, n. 422).<br />

¡GLORIA A TI, VERBO DE DIOS! Gloria a ti, Verbo eterno, que te encarnas en el<br />

seno de la Virgen Inmaculada por obra del Espíritu Santo. Gloria a ti,<br />

Verbo, Hijo unigénito del Padre eterno que, con tu encarnación das<br />

comienzo a la redención del mundo. En tu encarnación se abre ya la<br />

perspectiva de la cruz y de la resurrección. ¡Gloria a ti, Hijo del Hombre!<br />

Tu delicia es estar (Prov. 8, 31) y anunciarles el tiempo<br />

de la salvación. ¡Gloria a ti en los umbrales de este tiempo nuevo! ¡Gloria<br />

a ti, en los umbrales del Año Santo de la Redención! (Juan Pablo II)<br />

NOVENA DE NAVIDAD1<br />

BENIGNÍSIMO DIOS DE INFINITA CARIDAD, que tanto amasteis a los hombres,<br />

que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, <strong>para</strong> que<br />

hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre <strong>para</strong><br />

nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de <strong>todo</strong>s los mortales, os doy<br />

infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la<br />

pobreza, la humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado;<br />

suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que<br />

nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis<br />

nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal<br />

desprecio de <strong>todo</strong> lo terreno, que Jesús recién nacido tenga en ellos su<br />

cuna y more eternamente. Amén.<br />

A MARIA - Soberana María, que por vuestras grandes virtudes, y especialmente<br />

por vuestra humildad, merecisteis que <strong>todo</strong> un Dios os escogiese por<br />

madre suya; os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y<br />

la de <strong>todo</strong>s los que en este tiempo hiciesen esta novena, <strong>para</strong> el nacimiento<br />

espiritual de vuestro adorado hijo. - Oh dulcísima Madre: comunicadme<br />

1 Muy popular en Colombia y en países vecinos


algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardasteis<br />

vos, <strong>para</strong> que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por<br />

toda la eternidad. Amén.<br />

A SAN JOSÉ - ¡Oh san José, esposo de María y padre putativo de Jesús!<br />

Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió <strong>para</strong> tan altos ministerios y<br />

te adornó con <strong>todo</strong>s los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te<br />

ruego, por el amor que tuviste al divino Niño, me abrases en fervorosos<br />

deseos de verlo y recibirlo sacramentalmente, mientras en su divina<br />

Esencia le vea y le goce en el cielo. Amén.<br />

ASPIRACIONES O GOZOS - ¡Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ven a nuestras<br />

almas, ven, no tardes tanto! ¡Oh sapiencia suma, del Dios soberano, que a<br />

nivel de un niño te hayas rebajado! ¡Oh divino Infante, ven <strong>para</strong><br />

enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! ¡Dulce Jesús mío…<br />

¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo:<br />

dulcísimo Niño que has sido llamado: “Lirio de los valles, bella flor del<br />

campo! ¡Dulce Jesús mío… ¡Oh lumbre de oriente, sol de eternos rayos,<br />

que entre las tinieblas, tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del<br />

cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios! Dulce Jesús mío… ¡Rey de<br />

las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño!<br />

¡Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca, ya el cordero<br />

manso! Dulce Jesús mío… ¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto,<br />

bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven, hermoso Niño! ¡Ven, Dios<br />

humanado! ¡Luce, hermosa estrella! ¡Brota, flor del campo! Dulce Jesús<br />

mío… ¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean en<br />

tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse<br />

de tu amor sagrario! Dulce Jesús mío… ¡Del débil, auxilio, del doliente<br />

amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi<br />

dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! Dulce Jesús<br />

mío…!Ve ante mis ojos, de Ti enamorados, bese ya tus plantas, bese ya tus<br />

manos! ¡Prosternado en tierra te tiendo los brazos, y aún más que mis<br />

frases, te dice mi llanto: Dulce Jesús mío… ¡Ven Salvador nuestro, por<br />

quien suspiramos! ¡Ven a nuestras almas, ven, no tardes tanto! Dulce<br />

Jesús mío…<br />

A JESÚS NIÑO - Acuérdate ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la<br />

Venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a <strong>todo</strong>s<br />

vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras <strong>para</strong> nuestra pobre<br />

humanidad agobiada y doliente: Todo lo que quieras pedir, pídelo por los<br />

méritos de mi infancia, y nada te será negado. Llenos de confianza en Ti,<br />

oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte nuestras<br />

21


necesidades. Ayúdanos a llevar una vida santa <strong>para</strong> conseguir una<br />

eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación<br />

y de tu infancia, la gracia.... de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos<br />

a Ti, oh Niño Omnipotente, seguros de que no quedará frustrada nuestra<br />

esperanza, y de que, en virtud de tu divina promesa, escucharás y acogerás<br />

favorablemente nuestras súplicas. Amén<br />

ORACIÓN DE NAVIDAD - Oh, Dios humanado por amor del hombre, yo soy ese<br />

ingrato y desconocido de quien justamente te quejas, pues toda mi vida no<br />

la he empleado sino en ofenderte a ti, que tanto me has querido, y en<br />

despreciarte, después de que te hiciste hombre por mi amor y derramaste<br />

en mí el raudal de tus misericordias. Haz, Jesús mío, que este<br />

conocimiento que Tú mismo me das, me haga aprender de los brutos y<br />

demás criaturas, y dame licencia <strong>para</strong> que juntándome con el buey y el<br />

jumento, me arroje a tus sagrados pies a pedirte el perdón de mis pecados,<br />

te adore rendido, bese tus plantas y no me aparte de ellas hasta que<br />

consiga el perdón que deseo. Amén.<br />

EL SUEÑO DE MARÍA – Anoche tuve un sueño, José, que no entiendo bien. La<br />

verdad es que no lo entiendo. Parece que se trataba de la celebración de la<br />

fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo. Sí, estoy cierta de que se trataba de<br />

eso. La gente se había pre<strong>para</strong>do por varias semanas; habían decorado la<br />

casa y se habían comprado ropa nueva. Habían ido a las tiendas varias<br />

veces y comprado regalos muy buenos. Había algo raro, porque los regalos<br />

no eran <strong>para</strong> nuestro Hijo. Los envolvieron en papeles muy lindos, con<br />

cintas y lazos bellos: y los pusieron bajo un árbol. Sí, un árbol, José, ahí<br />

mismo dentro de la casa. También decoraron el árbol: las ramas llenas de<br />

bolas de colores y ornamentos brillantes. Una figura en la parte más alta:<br />

parecía un angelito. ¡Precioso! Todos estaban contentos y reían. Felices<br />

con los regalos que daban y recibían. Pero, fíjate José: no le dieron<br />

ninguno a nuestro Hijo. Pienso que ni siquiera lo conocían. En ningún<br />

momento mencionaron su Nombre. ¿No te parece muy raro, José, que la<br />

gente pase tanto trabajo <strong>para</strong> celebrar al cumpleaños de alguien que ni<br />

siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido incómodo, como<br />

un intruso, si hubiera estado en esa celebración de su cumpleaños. ¡Todo<br />

estaba tan precioso, José! ¡Y <strong>todo</strong> el mundo tan feliz que sentí ganas de<br />

llorar! ¡Qué tristeza tan grande <strong>para</strong> Jesús, no ser parte de su propia fiesta<br />

de cumpleaños! Estoy tan contenta de que <strong>todo</strong> fuera un sueño, José. ¡Que<br />

terrible sería que <strong>todo</strong> eso hubiera sido realidad! (Traducción del inglés. Autor<br />

desconocido).<br />

22


ES A TRAVÉS DE LA ORACIÓN QUE VIVO EN TI, SEÑOR. Mi alma está en Ti, como<br />

el niño en el regazo de su madre, la respiración unida a la suya, en corazón<br />

que late al ritmo del otro. Señor Jesús, eres mi Maestro. El Evangelio te<br />

muestra en oración una noche entera en la montaña. Orabas antes de hacer<br />

un milagro, antes de elegir a los apóstoles, durante la Cena… Orabas<br />

mientras de tu frente se vertía sudor de sangre en el huerto de Getsemaní,<br />

mientras agonizabas en la cruz. Orabas con la Palabra de Dios. Tu<br />

existencia es una oración continua. Orientado al Padre, con un corazón<br />

amante, <strong>todo</strong> al servicio de tu gloria: “Sea santificado tu nombre, venga tu<br />

reino”. Aguardabas con ardor que llegara tu hora, <strong>para</strong> realizar el<br />

sacrificio del amor. Tú has dicho: Yo y el Padre somos una sola cosa,<br />

orad sin desfallecer, hago aquello que agrada a mi Padre. Me haces<br />

comprender que la oración incesante es comunión con el Padre y, en la<br />

práctica, ésta consiste siempre en hacer tu Voluntad (Oración de Monseñor<br />

Francois Xavier Nguyen Van Thuan, al finalizar los retiros predicados al papa, Cuaresma<br />

del año 2000).<br />

¡TE NECESITAMOS, SEÑOR! – Oh Cristo, único mediador nuestro: Te<br />

necesitamos <strong>para</strong> entrar en comunión con Dios Padre: <strong>para</strong> llegar a ser<br />

hijos adoptivos suyos, contigo que eres su Hijo único y Señor nuestro,<br />

<strong>para</strong> ser regenerados por el Espíritu Santo. Te necesitamos, oh único y<br />

auténtico Maestro de las verdades recónditas e indispensables de la vida,<br />

<strong>para</strong> conocer nuestro ser y nuestro destino, así como el camino <strong>para</strong><br />

alcanzarlo. Te necesitamos, oh Redentor nuestro, <strong>para</strong> descubrir nuestra<br />

miseria y remediarla; <strong>para</strong> tener el concepto del bien y del mal y la<br />

esperanza de la santidad; <strong>para</strong> deplorar nuestros pecados y obtener el<br />

perdón. Te necesitamos, oh hermano primogénito del género humano,<br />

<strong>para</strong> volver a encontrar las razones verdaderas de la fraternidad entre los<br />

hombres, los fundamentos de la justicia, los tesoros de la caridad y el<br />

sumo bien de la paz. Te necesitamos, oh gran paciente de nuestros<br />

dolores, <strong>para</strong> conocer el significado del sufrimiento y <strong>para</strong> darle valor de<br />

expiación y de redención. Te necesitamos, oh vencedor de la muerte, <strong>para</strong><br />

librarnos de la desesperación y de la negación y <strong>para</strong> tener certeza de que<br />

no fallemos jamás. Te necesitamos, oh Cristo Señor, Dios con nosotros,<br />

<strong>para</strong> aprender el amor verdadero y caminar con el gozo y la fuerza de tu<br />

caridad a lo largo del camino de nuestra vida fatigosa, hasta el encuentro<br />

final contigo, amado, esperado, bendecido por los siglos. Amén (Papa<br />

Pablo VI).<br />

SEÑOR JESÚS, REY DE LOS CIELOS, escúchanos: acuérdate de <strong>todo</strong>s los que<br />

sufren, los que han perdido la luz de la esperanza en su corazón, que<br />

piensan que <strong>todo</strong> está perdido y no confían en Ti. Haz que en sus<br />

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corazones habite el espíritu de la fe y la alegría, que sepan que, confiando<br />

a Ti nuestras flaquezas y tristezas, <strong>todo</strong> mejora y cambia. Intercede, Señor<br />

nuestro, <strong>para</strong> que <strong>todo</strong>s los corazones afligidos encuentren en Ti la luz del<br />

amor y la esperanza (Angélica Henao, Alejandra Quiñonez, Mariela Martínez).<br />

TRATAR A JESÚS - Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los<br />

pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la<br />

escena o el misterio, que te servirá <strong>para</strong> recogerte y meditar. Después<br />

aplicas el entendimiento, <strong>para</strong> considerar aquel rasgo de la vida del<br />

Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su<br />

cumplimiento de la Voluntad del Padre. Luego cuéntale lo que a ti en estas<br />

cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo. Permanece<br />

atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones<br />

interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones (Beato Josemaría,<br />

Amigos de Dios, 253).<br />

¿QUÉ TENGO YO QUE MI AMISTAD PROCURAS?/ ¿Qué interés se te sigue, Jesús<br />

mío,/ que a mi puerta, cubierto de rocío / pasas las noches del invierno<br />

oscuras? / A cuánto fueron mis entrañas duras, / pues no te abrí, qué<br />

extraño desvarío,/ si de mi ingratitud, el hielo frío,/ secó las llagas de tus<br />

plantas puras. | ¡Cuántas veces el ángel me decía: alma, asómate ahora a la<br />

ventana, /verás con cuánto amor, llamar porfía!/ Y ¡cuántas, Hermosura<br />

soberana, / mañana le abriremos, respondía, / <strong>para</strong> lo mismo responder<br />

mañana! (Lope de Vega).<br />

OH, TÚ, QUE TANTO ME AMAS, JESÚS, aquí verdaderamente Dios escondido;<br />

escúchame, te lo ruego. - Que tu deseo sea mi anhelo, mi pasión, mi amor.<br />

Dadme el buscarlo, encontrarlo, realizarlo. Muéstrame tus caminos,<br />

enséñame tus senderos. Tú tienes tus designios <strong>para</strong> mí, dímelos y<br />

ayúdame a seguirlos hasta la salud definitiva de mi alma. Que indiferente<br />

a <strong>todo</strong> lo que pasa y deseándote sólo a Ti, ame <strong>todo</strong> lo que es tuyo, pero<br />

sobre <strong>todo</strong> Tú, Señor, Tú. - Hazme amarga toda dicha que no seas Tú,<br />

imposible <strong>todo</strong> deseo fuera de Ti, delicioso <strong>todo</strong> trabajo hecho por Ti,<br />

insoportable <strong>todo</strong> reposo que no esté en Ti. Que a cada <strong>instante</strong>, oh buen<br />

Jesús, mi alma alce a Ti su vuelo; que mi vida no sea sino un acto de<br />

amor. Toda obra que no te honre, hazme sentir que es obra muerta. Que<br />

mi piedad sea, más que una costumbre, un continuo ímpetu del corazón. -<br />

Oh, Jesús, mi delicia y mi vida, que yo sea sin afectación en mi humildad,<br />

sin disipación en mis alegrías, sin abatimiento en mis tristezas, sin rudeza<br />

en mi austeridad. Dadme que hable sin rodeos, que tema sin<br />

desesperación, que espere sin presunción, que sea puro y sin mancha; que<br />

corrija sin enojo, que ame sin fingimientos, que dé buen ejemplo sin<br />

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ostentación, que obedezca sin dudar, que sufra sin murmurar. - Bondad<br />

Suprema, oh, Jesús, yo te pido un corazón enamorado de Ti, que ningún<br />

espectáculo, ningún ruido pueda distraer. Un corazón audaz y fiel que no<br />

vacile, que no mengüe jamás. Un corazón invencible, siempre listo a<br />

luchar después de cada tempestad. Un corazón libre, nunca seducido,<br />

nunca esclavo. Un corazón recto que no ande por vías torcidas. - ¡Y mi<br />

espíritu, Señor, mi espíritu! Que incapaz de desconocerte, fervoroso en<br />

buscarte, sepa encontrarte a Ti, Suprema Sabiduría. Que mis charlas no te<br />

desagraden demasiado. Que confiado y sereno espere tus respuestas y que<br />

en tu palabra repose. - Que la penitencia me haga sentir las espinas de tu<br />

corona. Que la gracia derrame tus dones por el camino de mi exilio; que la<br />

gloria me embriague con tu júbilo en la Patria Celestial. Amén (S. Tomás<br />

de Aquino) .<br />

JESÚS, SI ALGUNA VEZ SE INSINÚA EN MI ALMA LA DUDA entre lo que Tú me<br />

pides o seguir otras ambiciones nobles, te digo desde ahora que prefiero tu<br />

camino, cueste lo que cueste. ¡No me dejes! (Cf. Beato Josemaría, Forja 292).<br />

DIOS MÍO, TE AMO CON TODO MI CORAZÓN, con toda mi alma, con todas mis<br />

fuerzas y sobre todas las cosas, por ser infinitamente bueno e<br />

infinitamente amable, y amo a mi prójimo como a mí mismo por tu amor.<br />

TE AMO, DIOS MÍO, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi<br />

vida. - Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote<br />

a vivir sin amarte. - Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte<br />

eternamente (Santo Cura de Ars)<br />

JESÚS, MI SEÑOR Y REDENTOR: yo me arrepiento de <strong>todo</strong>s los pecados que he<br />

cometido hasta hoy, y me pesa de <strong>todo</strong> corazón porque con ellos ofendí a<br />

un Dios tan bueno. Prometo firmemente no volver a pecar, y confío en<br />

que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis<br />

culpas y me vas a llevar a la vida eterna. Amén.<br />

¡AH REDENTOR MÍO! DERRAMASTE TODA TU SANGRE, diste la vida por salvar<br />

mi alma y yo ¡cuántas veces la he perdido confiando en tu misericordia!...<br />

De suerte que me he valido de tu misma bondad <strong>para</strong> ofenderte,<br />

mereciendo que me hicieses morir y me arrojaras al infierno. Hemos pues,<br />

competido a porfía: Tú, a fuerza de piedad; yo a fuerza de pecados; Tú,<br />

viniendo a mí; yo huyendo de ti; Tú, dándome tiempo de remediar el mal<br />

que hice; yo, valiéndome de ese tiempo <strong>para</strong> añadir injuria sobre injuria.<br />

Dame, Señor, conocer la gran ofensa que te he hecho, y la obligación que<br />

tengo de amarte. ¡Ah, Jesús mío! ¿Cómo puedes haberme amado tanto,<br />

25


que venías a buscarme cuando yo te menospreciaba? ¿Cómo diste tantas<br />

gracias a quien de tal modo te ofendió?... De <strong>todo</strong> ello infiero cuánto<br />

deseas que no me extravíe y pierda. Me duele haber ultrajado a tu infinita<br />

bondad. Acoge, pues, a este ingrato que vuelve a tus pies. Recíbelo y<br />

ponlo en tus hombros <strong>para</strong> que no huya más. No quiero apartarme de ti,<br />

sino amarte y ser tuyo. Y con tal de serlo, gustoso aceptaré cualquier<br />

trabajo. ¿Qué pena mayor pudiera afligirme que la de vivir sin tu gracia,<br />

alejado de ti, que eres mi Dios y Señor, que me creó y murió por mí? ¡Oh,<br />

malditos pecados! Por ellos ofendí a mi Salvador, que tanto me amó....<br />

Así como Tú, Jesús mío, moriste por mí, así debiera yo morir por ti.<br />

Moriste por amor. Yo debería morir por el dolor de haberte agraviado.<br />

Acepto la muerte como y cuando te plazca enviármela. Pero ya que hasta<br />

ahora poco o nada te he amado, no quisiera morir así. Dame vida <strong>para</strong> que<br />

te ame antes de morir. Y <strong>para</strong> eso, muda mi corazón, hiérelo, inflámalo en<br />

tu amor... Hazlo así, Señor, por la ardentísima caridad que te llevó a morir<br />

por mí... Te amo con toda mi alma, enamorada de ti. No permitas que te<br />

pierda otra vez.. Dame la santa perseverancia... Dame tu amor... ¡María<br />

Santísima, Madre y refugio mío, sé mi abogada e intercesora (Grignon de<br />

Montfort).<br />

A JESÚS EN LA EUCARISTÍA<br />

PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN<br />

YO QUISIERA, SEÑOR, RECIBIRTE con aquella pureza, humildad y devoción, con<br />

que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos<br />

(Un Escolapio).<br />

SEÑOR JESUCRISTO, REY Y DIOS NUESTRO, que en el Pan de la Eucaristía eres<br />

Dios y Hombre verdadero, te rogamos que al venerar este gran misterio,<br />

estemos conscientes de tu santa Madre, en cuyo cuerpo fuiste concebido<br />

por obra del Espíritu Santo. Concédenos que logremos imitar la manera en<br />

que ella Te venera en la sagrada Hostia, su adoración, su acción de<br />

gracias, su re<strong>para</strong>ción su oración, <strong>para</strong> que tu reino eucarístico se extienda<br />

y florezca por <strong>todo</strong> el mundo. Virgen María, nuestra Señora del Santísimo<br />

Sacramento, gloria del pueblo cristiano, alegría de la Iglesia universal,<br />

salvación del mundo, ruega por nosotros y otorga a <strong>todo</strong>s los fieles una<br />

verdadera devoción a la Santísima Eucaristía, <strong>para</strong> que seamos dignos de<br />

recibirla a diario. Amén.<br />

JESÚS MÍO, CREO QUE ESTÁS PRESENTE EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO. Te<br />

amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como no<br />

26


puedo hacerlo sacramentalmente ahora, ven, al menos, espiritualmente a<br />

mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno a Ti: no<br />

permitas que jamás me separe de Ti.<br />

TRASPASA, DULCÍSIMO JESÚS y Señor mío, la médula de mi alma con el<br />

suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y<br />

santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita<br />

sólo en amarte y en deseo de poseerte: que por Ti suspire y desfallezca por<br />

hallarse en los atrios de tu Casa; anhele ser desligada del cuerpo <strong>para</strong><br />

unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles,<br />

alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de<br />

toda dulzura y sabor, y de <strong>todo</strong> suave deleite. Oh Jesús, en quien se desean<br />

mirar los Ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de Ti, y el interior de<br />

mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de Ti, fuente<br />

de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de<br />

delicias, abundancia de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle,<br />

que a Ti vaya y a Ti llegue, en Ti piense, de Ti hable, y todas mis acciones<br />

encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con<br />

amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin; <strong>para</strong><br />

que Tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi<br />

deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi<br />

suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi<br />

auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté<br />

siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón.<br />

Amén (S. Buenaventura).<br />

CUANDO LO RECIBAS, DILE: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la<br />

fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía,<br />

inerme, <strong>para</strong> remediar la flaqueza de las criaturas (Beato Josemaría, Forja<br />

832).<br />

OMNIPOTENTE Y SEMPITERNO DIOS, me acerco al Sacramento de vuestro<br />

Unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo como un enfermo al médico que<br />

le habrá de dar la vida; como un inmundo acudo a la fuente de la<br />

misericordia; ciego, vengo a la luz de tu eternidad; pobre y falto de <strong>todo</strong>,<br />

me presento al soberano Señor del cielo y de la tierra. Ruego a tu inmensa<br />

largueza se sirva sanar mis enfermedades, purificar mis manchas, iluminar<br />

mis tinieblas, enriquecer mi miseria, vestir mi desnudez. Dulcísimo<br />

Señor, concédeme que reciba el Cuerpo de vuestro Hijo Unigénito, nacido<br />

de la Virgen, con tal fervor que pueda ser unido íntimamente con Él y<br />

contado entre los miembros de su Cuerpo Místico (Santo Tomás de Aquino).<br />

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ACCIONES DE GRACIAS<br />

PARA SACERDOTES - Séate grato, ¡Oh Trinidad Santa!, el obsequio de tu<br />

siervo, y haz que el sacrificio que yo, indigno, he ofrecido a los ojos de tu<br />

Majestad, sea de tu agrado; y, <strong>para</strong> mí y <strong>para</strong> <strong>todo</strong>s aquellos por quienes lo<br />

he ofrecido, sea, por tu misericordia, propiciatorio. Por Cristo nuestro<br />

Señor. Amén (Misal Romano)<br />

HUESPED MÍO, SEÑOR JESÚS, como Marta y, más aún, como María, quisiera<br />

quedar prendado de tu figura, de tu presencia, de tu servicio. Huésped mío<br />

al que quiero acoger, escuchar, servir y comprender (Pablo VI).<br />

ESPERO, SEÑOR, QUE YA QUE TE DAS TODO A MÍ en este Sacramento, tendrás<br />

misericordia y me darás las gracias que necesito <strong>para</strong> mi eterna salvación.<br />

GRACIAS TE DOY, JESÚS MÍO, de <strong>todo</strong> corazón, porque has venido a mi alma.<br />

Virgen Santísima, Ángel de mi Guarda, ángeles y santos del cielo, dad<br />

gracias a Dios por mí.<br />

BENDITA SEA TU VENIDA A MI ALMA, Dios mío, y por tan gran beneficio te doy<br />

gracias desde lo más profundo de mi corazón, y me duele que no alcanzo a<br />

agradecértelo de una manera digna de Ti. ¿Qué acción de gracias podría<br />

rendir un humilde campesino, al verse visitado en su pobre casa por el rey<br />

mismo, si no es postrarse a sus pies admirándose y alabando un honor tan<br />

grande? Me postro, pues, ante Ti, Rey divino, Jesús dulcísimo y te adoro<br />

desde el abismo de mi insignificancia. Uno mi adoración a la que te prestó<br />

la Santísima Virgen María, cuando te recibió en su seno; y quisiera amarte<br />

con el mismo amor con que ella te amó. - Redentor amable, obediente a<br />

las palabras sacerdotales has descendido hoy del cielo sobre el altar; ¿y yo,<br />

en cambio? ¡Cuántas veces he desobedecido tus mandatos, te he<br />

despreciado ingratamente, y he rechazado tu gracia y tu amor! Jesús<br />

bueno, confío en que ya me habrás perdonado mis pecados, pero si no me<br />

los hubieras perdonado, pásalos por alto ahora, bondad infinita, pues me<br />

duele de <strong>todo</strong> corazón haberte ofendido. - ¡Ojalá te hubiese amado<br />

siempre, Jesús! Al menos desde el día en que participé por primera vez en<br />

la santa Misa, he debido arder de amor sólo por Ti. Tú me escogiste, <strong>para</strong><br />

ser santo y amigo tuyo, ¿qué más podías hacer <strong>para</strong> que yo te amara? Pero<br />

te doy gracias, porque todavía me das tiempo <strong>para</strong> hacer lo que hasta hoy<br />

he omitido. No quiero admitir en mi corazón más afecto que el tuyo, ya<br />

que con tantas bondades me has obligado a devolverte amor por amor. -<br />

Mi Dios y mi <strong>todo</strong>, Dios mío, ¿De qué me valen las riquezas? ¿De qué los<br />

honores? ¿De qué los goces del mundo? Tú eres <strong>para</strong> mí <strong>todo</strong>. Desde<br />

28


ahora Tú solo serás mi único bien y mi único amor. Te diré con San<br />

Paulino: ‘Que los reyes y los ricos de la tierra disfruten con su reino y con<br />

sus riquezas, sólo Tú, Jesús bueno, serás mi riqueza, mi reino’ (Alfonso<br />

María de Ligorio).<br />

COMO ESTE PAN QUE HEMOS PARTIDO, disperso en las espigas de los montes,<br />

que reunido se hizo uno, así se unifique tu Iglesia desde <strong>todo</strong>s los lugares<br />

de la tierra en la unidad de tu Reino. - Tú, Señor Omnipotente, que creaste<br />

todas las cosas <strong>para</strong> tu gloria, y nos diste la comida y la bebida que nos<br />

regocijan, <strong>para</strong> que te demos gracias, ahora nos has dado un manjar y una<br />

bebida espiritual y la vida eterna por medio de tu Hijo. – Ante <strong>todo</strong>,<br />

gracias a Ti, porque eres poderoso. Acuérdate, Señor de tu Iglesia y líbrala<br />

de <strong>todo</strong> mal y perfecciónala con tu amor, y unifícala desde los cuatro<br />

vientos <strong>para</strong> santificarla en el Reino que le pre<strong>para</strong>ste (Oración de los<br />

Primeros Cristianos).<br />

GRACIAS TE DOY, SEÑOR SANTO, Padre Todopoderoso Dios eterno, porque a mí,<br />

pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito alguno de mi parte, sino por<br />

concesión de tu misericordia te has dignado alimentarme con el Cuerpo y<br />

la Sangre de tu Unigénito Hijo mi Señor Jesucristo. Suplícote, que esta<br />

Sagrada Comunión no me sea ocasión de castigo, sino intercesión<br />

saludable <strong>para</strong> el perdón; sea armadura de mi fe, escudo de mi voluntad,<br />

muerte de mis vicios, exterminio de mis carnales apetitos, y aumento de<br />

caridad, paciencia y verdadera humildad y de todas las virtudes: sea<br />

perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra mis<br />

enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo, único y verdadero<br />

Dios, y sello de mi muerte dichosa. Ruégote, que tengas por bien llevar a<br />

este pecador a aquel convite inefable, donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu<br />

Santo, eres <strong>para</strong> tus Santos luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo<br />

perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta. por el mismo Cristo<br />

Nuestro Señor. Amén (Santo Tomás de Aquino)<br />

¡MÍRAME, OH MI AMADO Y BUEN JESÚS!: postrado en tu santísima presencia, te<br />

ruego con el mayor fervor que imprimas en mi corazón vivos sentimientos<br />

de fe, esperanza y caridad; verdadero dolor de mis pecados y propósito<br />

firmísimo de enmendarme. Mientras yo, con <strong>todo</strong> el amor y compasión de<br />

que soy capaz, voy considerando tus cinco llagas, teniendo presente<br />

aquello que dijo de Ti, el santo Profeta David: Han taladrado mis manos y<br />

mis pies y se pueden contar <strong>todo</strong>s mis huesos.<br />

OH DIOS, QUE EN ESTE SACRAMENTO ADMIRABLE nos dejaste el memorial de tu<br />

Pasión; te rogamos nos concedas venerar de tal modo los sagrados<br />

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misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos<br />

constantemente el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los<br />

siglos de los siglos. Amén.<br />

SEÑOR MÍO JESUCRISTO, creo que verdaderamente estás dentro de mí, con tu<br />

Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y lo creo más firmemente que si lo<br />

viese con mis propios ojos. Te adoro presente dentro de mí y me uno a<br />

María Santísima, a los ángeles y a los santos, <strong>para</strong> adorarte como Te<br />

mereces. Te doy gracias, de <strong>todo</strong> corazón, porque has venido a mi alma.<br />

Virgen Santísima, Ángel de mi guarda y santos del Cielo, dad por mí<br />

gracias a Dios.<br />

SEÑOR, GRACIAS, PORQUE HAS BAJADO A MI CORAZÓN. Es muy pobre y muy<br />

pequeño pero es <strong>todo</strong> lo que tengo. A Ti te lo doy. Yo no soy digno de que<br />

vengas a mí, pero sé que Tú, con tu cuerpo, con tu sangre, con tu alma,<br />

con tu divinidad, estás dentro de mí. Tú que naciste en Belén y de niño<br />

huiste a Egipto con tus padres; Tú que trabajaste en Nazaret, y me<br />

enseñaste el valor santificador del estudio y del trabajo; que moriste en la<br />

cruz <strong>para</strong> borrar mis pecados y salvarme. Tú a quien tanto amaba y sigue<br />

amando tu Madre y Madre mía, la Virgen Nuestra Señora. Tú, amable<br />

Jesús, vienes hoy a mí <strong>para</strong> llenarme de tu Amor. Señor, pon efectos en mi<br />

corazón, pensamientos en mi mente y palabras en mi boca, <strong>para</strong> que pueda<br />

decirte sin ruido, con cariño, en la intimidad, lo que te quiero. Jesús,<br />

hazme buen hijo y hermano, buen amigo y compañero. Llena de gracias y<br />

virtudes a mis padres, hermanos, maestros y compañeros, <strong>para</strong> que<br />

sigamos el camino que nos llevará junto a Ti, eternamente en el Cielo.<br />

Madre mía, San José, Ángel de mi guarda, ayudadme a dar gracias a Jesús<br />

por esta comunión. Amén (Para la 1ª Comunión. Liceo Tacurí, Cali).<br />

QUÉDATE, SEÑOR, CONMIGO, porque te estoy consagrado y tú me perteneces. -<br />

Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel. - Quédate, Jesús,<br />

conmigo, y haz de mi corazón una celda de amor de la cual nunca te<br />

alejes. - Quédate, Jesús, conmigo, porque aunque mi alma es muy pobre,<br />

deseo que sea <strong>para</strong> Ti un lugar de consuelo, un huerto cerrado, un nido de<br />

amor. - Quédate, Señor, conmigo, y haz que tu amor me inflame tanto que<br />

me consuman sus amorosas llagas. - Quédate, Señor, conmigo, porque<br />

pasa la vida, se acerca la cuenta, la eternidad, y es preciso que redoble mis<br />

días, mis esfuerzos, que no me detenga en el camino y por eso te necesito.<br />

Se hace tarde y se viene la noche, me amenazan las tinieblas, las<br />

oscuridades, tentaciones, sequedades, penas, cruces.... y Tú me eres<br />

preciso, Jesús mío, <strong>para</strong> alentarme en esta noche del destierro. - ¡Cuánta<br />

necesidad tengo de Ti! - Quédate, Señor, conmigo, porque en esta noche<br />

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de la vida y de los peligros deseo ver tu claridad. - Muéstrateme, y haz que<br />

te conozca como tus discípulos en el partir del pan, es decir, que la Unión<br />

Eucarística sea la luz que aclare mis tinieblas, la fuerza que me sostenga y<br />

la única dicha que embriague mi corazón. - Quédate, Señor, conmigo,<br />

porque cuando llegue la muerte quiero estar junto a Ti y, si no realmente<br />

por medio de la Sagrada Comunión, al menos quiero estar unido a Ti por<br />

la gracia y por un abrasado amor. - Quédate, Señor, conmigo. No te pido<br />

el sentir de tu adorable presencia, ni tus regalos divinos que no los<br />

merezco, pero tu residencia en mí por la gracia, ¡oh, sí que te la pido! -<br />

Quédate, Jesús, conmigo, pues a Ti solo te busco: tu amor, tu intimidad, tu<br />

Corazón, tu Espíritu y tu gracia. - Te busco por Ti mismo, porque te amo;<br />

y no te pido más recompensa que amarte, amarte con solidez,<br />

prácticamente, amarte únicamente, amarte cuanto puedo amarte con <strong>todo</strong><br />

mi corazón, <strong>para</strong> seguir amándote por toda la eternidad. Amén.<br />

TE ADORO CON DEVOCIÓN, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas<br />

apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo y se rinde totalmente<br />

al contemplarte. – Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto y el gusto,<br />

pero basta con el oído <strong>para</strong> creer con firmeza; creo <strong>todo</strong> lo que ha dicho el<br />

Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad. - En la<br />

Cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí se esconde también la<br />

Humanidad; sin embargo creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió<br />

el ladrón arrepentido. – No veo las llagas como las vio Tomás, pero<br />

confieso que eres mi Dios; has que yo crea más y más en Ti, que en ti<br />

espere, que te ame. – ¡Oh Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que<br />

das la vida al hombre: concédele a mi alma que de Ti viva, y que siempre<br />

saboree tu dulzura. – Señor Jesús, Pelícano bueno: a mí, que estoy<br />

manchado, límpiame con tu sangre, de la que una sola gota puede liberar<br />

de <strong>todo</strong>s los crímenes al mundo entero. - Jesús a quien ahora veo oculto, te<br />

ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara,<br />

sea yo feliz viendo tu gloria. Así sea. (Santo Tomás de Aquino).<br />

ALMA DE CRISTO, SANTIFÍCAME, Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo,<br />

embriágame. Agua del Costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo,<br />

confórtame. ¡Oh mi buen Jesús, óyeme! Dentro de tus llagas, escóndeme.<br />

No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo malo, defiéndeme. En la<br />

hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, <strong>para</strong> que con tus santos<br />

te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén (San Ignacio de Loyola).<br />

TOMA, SEÑOR, Y RECIBE MI LIBERTAD, mi memoria, mi entendimiento y toda mi<br />

voluntad, <strong>todo</strong> mi haber y <strong>todo</strong> mi poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo<br />

31


torno; <strong>todo</strong> es tuyo: dispón de ellos conforme a tu voluntad. Dame tu amor<br />

y gracia, que esto me basta.<br />

¡OH, JESÚS MÍO!, YO TE ADORO, presente dentro de mí, y me uno a tu Madre,<br />

María, a los ángeles y a los santos <strong>para</strong> adorarte como mereces. ¡Señor!,<br />

yo te adoro en este Sacramento y te reconozco como a mi Creador,<br />

Redentor y soberano Dueño, sumo y único Bien mío.<br />

ACTOS DE FE, ESPERANZA Y AMOR - Creo, señor, haz que crea con más<br />

firmeza; espero, haz que espere con mayor confianza; me arrepiento, haz<br />

que tenga mayor dolor. Te adoro como primer principio; te deseo como<br />

último fin; te alabo como bienhechor perpetuo; te invoco como defensor<br />

propicio. Dirígeme con tu sabiduría, sujétame con tu justicia, consuélame<br />

con tu clemencia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Señor, mis<br />

pensamientos, <strong>para</strong> que se dirijan a Ti; mis palabras <strong>para</strong> que hablen de Ti;<br />

mis obras <strong>para</strong> que sean tuyas; mis contrariedades <strong>para</strong> que las lleve por<br />

Ti. Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como Tú lo<br />

quieres, quiero hasta que Tú quieras. Señor, te pido que ilumines mi<br />

entendimiento, enciendas mi voluntad, limpies mi corazón y santifiques<br />

mi alma. Que me aparte de mis pasadas faltas, que rechace las tentaciones<br />

futuras, que corrija las malas inclinaciones y practique las virtudes<br />

necesarias. Concédeme, Dios de bondad, amor a Ti, odio a mí, celo por el<br />

prójimo y desprecio a lo mundano. Que sepa obedecer a los superiores,<br />

ayudar a los inferiores, aconsejar a los amigos y perdonar a los enemigos.<br />

Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la<br />

generosidad, la ira con la bondad, la tibieza con la piedad. Hazme<br />

prudente en los consejos, constante en los peligros, paciente en las<br />

contrariedades, humilde en la prosperidad. Señor, hazme atento en la<br />

oración, sobrio en la comida, constante en el trabajo y firme en los<br />

propósitos. Que procure tener inocencia interior, modestia exterior,<br />

conversación ejemplar y vida ordenada. Haz que esté atento a dominar mi<br />

naturaleza a fomentar la gracia, a servir a tu ley y a obtener la salvación.<br />

Que aprenda de Ti qué poco es lo terreno, qué grande lo divino, qué breve<br />

el tiempo, qué durable lo eterno. Concédeme pre<strong>para</strong>rme a la muerte;<br />

temer el juicio evitar el infierno y alcanzar el <strong>para</strong>íso. Por Cristo Nuestro<br />

Señor. Amén (Clemente XI).<br />

32


AL CORAZÓN DE JESÚS<br />

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, imagen perfecta en nuestra naturaleza humana<br />

de Dios Padre, lleno de misericordia. Bendito seas por todas las gracias de<br />

fe y de perseverancia, y por las vocaciones. Fortalece la fe, la esperanza y<br />

la caridad de quienes has llamado a conocer de veras el Amor de Dios.<br />

Sigue derramando sobre ellos ese Amor que les da una actitud filial con el<br />

Padre del cielo y que les anima a orar como hijos de Dios. Dales a <strong>todo</strong>s<br />

el deseo de purificar sin cesar su corazón <strong>para</strong> hacerlo transparente al<br />

Evangelio, el brío <strong>para</strong> “romper”, en su caso, con el pecado, y el deseo<br />

ardiente de que se desarrolle la vida de Dios que has derramado en ellos<br />

con el bautismo. Jesús, manso y humilde de corazón, consuela a los que<br />

están cansados, dales el descanso prometido. Concédeles que sean<br />

conscientes de su vocación original, de su tarea como bautizados, como<br />

confirmados, como personas consagradas, como diáconos, como<br />

sacerdotes. Consolida su unidad. Extiende incesantemente su caridad a la<br />

dimensión de aquel Amor benevolente, inagotable y sin fronteras que tu<br />

divino Corazón no ha cesado nunca de manifestar a los hombres. Que<br />

arda en ellos el fuego que trajiste a la tierra, ¡la pasión de tu Reino! ¡Que<br />

participen cada día más en la obra de la Redención que realizaste por ellos<br />

en la cruz, con el precio de tu sangre! Que prosigan su camino hacia la<br />

plenitud de la vida a la que atraes a <strong>todo</strong>s, al encuentro “cara a cara” del<br />

cielo. Amén (Juan Pablo II).<br />

SACRATÍSIMO CORAZÓN DE JESÚS, <strong>todo</strong> por Ti. Que mi voluntad esté siempre<br />

conforme con la voluntad divina, y que mi vida sea imitación fiel de la<br />

vida y las virtudes de Jesucristo, a quien con el Padre y contigo, Espíritu<br />

Santo, sea el honor y la gloria por siempre (Alexis Riaud, La acción del Espíritu<br />

Santo en las almas).<br />

EN VOS CONFÍO - Postrado a vuestros pies, humildemente / vengo a pedirte,<br />

dulce Jesús mío, poderte repetir constantemente, Sagrado Corazón, en<br />

Vos confío. // Si la confianza es prueba de ternura / esta prueba de amor,<br />

darte yo ansío / aún cuando esté sumido en la amargura: / Sagrado<br />

Corazón en Vos confío. // En las horas más tristes de mi vida / cuando<br />

<strong>todo</strong>s me dejen, oh Dios mío, / y el alma esté, por penas, combatida, /<br />

Sagrado Corazón en Vos confío. // En el Bautismo que hermoseó mi<br />

alma / yo prometí ser vuestro y Tú ser mío. / Repetiré siempre en<br />

tempestad o en calma, Sagrado Corazón en Vos confío. // Yo siento una<br />

confianza de tal suerte / que sin ningún temor, oh dueño mío, / espero<br />

repetir hasta la muerte, // Sagrado Corazón en Vos confío.<br />

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CORAZÓN COMPASIVO DE MI JESÚS, ten piedad de mí: Te lo digo ahora, y<br />

concédeme la gracia de decírtelo siempre. Antes de que yo te ofendiera, oh<br />

Redentor mío, no merecía ninguna de las tantas gracias que me has dado.<br />

Tú me creaste, me has concedido muchas luces: <strong>todo</strong> sin mérito mío. Pero<br />

después de ofenderte, no sólo no merecía tus favores sino que me hice<br />

merecedor de tu abandono y del infierno. - Tu bondad hizo que me<br />

esperaras y me conservaste la vida cuando yo había caído en desgracia<br />

tuya. Tu compasión me iluminó y me invitó al perdón, me dio el dolor de<br />

mis pecados, el deseo de amarte; y ahora, confiado en tu misericordia,<br />

espero ya estar en tu gracia. Jesús mío, no dejes de compadecerte de mí. La<br />

misericordia que te pido es que me des luces y fuerzas <strong>para</strong> no serte más<br />

ingrato. No, amor mío, no pretendo que me perdones si vuelvo a alejarme<br />

de Ti: ésta sería una presunción que te impediría tenerme misericordia. ¿Y,<br />

qué compasión tendría yo que esperar de Ti, si ingrato vuelvo a despreciar<br />

tu amistad y a se<strong>para</strong>rme de Ti? No, Jesús mío, yo te amo y quiero amarte<br />

siempre. Y esta es la misericordia que espero y te imploro: ¡No permitas<br />

que me separe de Ti! — También te pido a ti, madre mía, María, que no<br />

permitas que yo vuelva a se<strong>para</strong>rme de mi Dios - (S. Alfonso Mª de Ligorio)<br />

ACTO DE ABANDONO (“Palabras de Jesús”) - ¿Por qué te confundes y te agitas<br />

ante los problemas de la vida? Déjame al cuidado de todas tus cosas y <strong>todo</strong><br />

te irá mejor. Cuando te entregues a Mí, <strong>todo</strong> se resolverá, según mis<br />

designios. No temas. Serénate. Confía en Mí. Mi Padre Dios te ha confiado<br />

a Mí <strong>para</strong> que cuide de ti y de los tuyos. Cierra los ojos del alma y dime<br />

con serenidad: !Jesús yo confío en Ti! Evita las preocupaciones angustiosas<br />

y los pensamientos negativos sobre lo que pueda suceder. Déjame obrar a<br />

Mí. Yo sé lo que tu necesitas, antes de que me manifiestes tus deseos.<br />

Entrégate familiarmente a Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos lo<br />

pasado, lo presente y lo futuro, Lo pequeño y lo grande, lo poco y lo<br />

mucho, lo temporal y lo eterno. Dime frecuentemente: - ¡Oh Jesús,<br />

descanso en Ti! No quieras que <strong>todo</strong> se resuelva según tu propio criterio,<br />

que <strong>todo</strong> se lleve a cabo a tu manera. Yo soy tu médico divino y conozco el<br />

remedio <strong>para</strong> los males que padeces. Déjate llevar en mis brazos, no tengas<br />

miedo: ¡Yo te amo! Cuando las circunstancias de la vida parecen<br />

complicarse o incluso empeorar, a pesar de tu oración, no temas. Sigue<br />

creyendo. Cierra tus ojos y confía. Yo estoy ahí. Continua con<br />

perseverancia diciéndome, a toda hora: ¡Sagrado Corazón de Jesús: yo<br />

confío en Ti! Quiero mis manos libres <strong>para</strong> obrar lo mejor: no me las ates,<br />

por favor. Satanás quiere agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Pero tú sabes<br />

que <strong>para</strong> los que aman a Dios todas las cosas son <strong>para</strong> bien. Confía sólo<br />

en Mí. Reposa en Mí. Entrégate a Mí. No olvides que <strong>todo</strong> es posible si<br />

34


tienes fe. Abandona en Mí tus inquietudes y duerme con paz. Dime<br />

siempre: ¡Jesús mío: yo confío en Ti! Y verás grandes milagros. Te lo<br />

prometo, por mi Amor.<br />

ACTO DE ESPERANZA - Dios mío, estoy convencido de que velas sobre <strong>todo</strong>s<br />

los que esperan en Ti; que no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de<br />

Ti todas las cosas; y he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún<br />

cuidado, descargando en Ti todas mis solicitudes. (Sal.4, 10). – Despójenme en<br />

buena hora los hombres de los bienes y de la honra, prívenme de las<br />

fuerzas e instrumentos de serviros las enfermedades; pierda yo por mí<br />

mismo tu gracia pecando, que no por eso perderé la esperanza, antes la<br />

conservaré hasta el postrer suspiro de mi vida, y vanos serán los esfuerzos<br />

de <strong>todo</strong>s los demonios del infierno por arrancármela. - Que otros esperen<br />

la dicha de sus riquezas o de sus talentos; que otros descansen en la<br />

inocencia de su vida o en la aspereza de su penitencia, o en la multitud de<br />

sus buenas obras, o en el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, toda mi<br />

confianza se funda en mi propia confianza - Confianza semejante jamás<br />

salió fallida a nadie (Cf. Sir.2,11). Así que, seguro estoy de ser eternamente<br />

bienaventurado, porque espero firmemente serlo, y porque eres Tú, Dios<br />

mío, de quien lo espero (Cf. Sal. 30, 2; 70,1). Conocer, demasiado conozco<br />

que por mí soy frágil y mudable; sé cuánto pueden las tentaciones contra<br />

las virtudes más robustas; he visto caer las estrellas del cielo y las<br />

columnas del firmamento; pero nada de eso logra acobardarme. Mientras<br />

yo espere, estoy a salvo de toda desgracia; y de que esperaré siempre estoy<br />

cierto, porque espero también esta esperanza invariable. – En fin, <strong>para</strong> mí<br />

es seguro que nunca será demasiado lo que espere de Ti, y que nunca<br />

tendré menos de lo que hubiere esperado. Por tanto, espero que me<br />

sostendrás firme en los riesgos más inminentes y me defenderás en medio<br />

de los ataques más furiosos, y harás que mi flaqueza triunfe de los más<br />

espantosos enemigos. Espero que me amarás siempre, y que te amaré sin<br />

interrupción; y <strong>para</strong> llegar de un solo vuelo con la esperanza hasta donde<br />

puede llegarse, te espero a Ti , espero de Ti , oh Creador mío, <strong>para</strong> el<br />

tiempo y <strong>para</strong> la eternidad. Amén (S. Claudio de la Colombière S. J.)<br />

DE CONFIANZA - Oh, Corazón de Jesús, Dios y Hombre, refugio y esperanza<br />

de los que en Ti confían. Tú dices: Ten confianza , y nos repites lo mismo<br />

que al <strong>para</strong>lítico, y a la mujer enferma; y a los apóstoles: No temáis -<br />

Animado con estas palabras, a Ti vengo con el corazón lleno de confianza,<br />

<strong>para</strong> decirte de corazón a Corazón: en Ti confío: en mis alegrías y<br />

tristezas, en mis negocios y empresas, en mis prosperidades y<br />

adversidades, en las necesidades de la familia, en las tentaciones del<br />

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demonio, en las instigaciones de mis pasiones, en las persecuciones de mis<br />

enemigos, en las murmuraciones y calumnias, en mis enfermedades y<br />

dolores, en mis defectos y pecados, en la santificación y salvación de mi<br />

alma. En toda ocasión, en la vida y en la muerte, en el tiempo y en la<br />

eternidad. En Ti confío. – Corazón de mi Jesús: hoy confío, y confiaré<br />

siempre en tu bondad; y, por el Corazón de tu Madre, te pido confiar en Ti<br />

<strong>todo</strong>s los días, a pesar de las contrariedades y pruebas que me envíes. Sé<br />

mi consuelo en esta vida, mi refugio en la hora de la muerte, mi gloria en<br />

la eternidad.<br />

CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO AL CORAZÓN DE JESÚS - Dulcísimo<br />

Jesús, Redentor del género humano, míranos humildemente postrados<br />

delante de Ti. Tuyos somos y tuyos queremos ser. Y a fin de poder vivir<br />

más estrechamente unidos contigo, <strong>todo</strong>s y cada uno, nos consagramos en<br />

este día a tu Sacratísimo Corazón. Muchos, por desgracia, jamás te han<br />

conocido; muchos, despreciando tus mandamientos, te han desechado.<br />

Jesús benignísimo, compadécete de los unos y de los otros y atráelos a<br />

<strong>todo</strong>s a tu corazón santísimo. Señor, sé Rey no sólo de los fieles que<br />

jamás se han alejado de Ti, sino también de los hijos pródigos que te han<br />

abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna <strong>para</strong> que no<br />

perezcan de hambre y de miseria. Sé Rey de aquellos que por seducción<br />

del error y por espíritu de discordia viven se<strong>para</strong>dos de Ti; devuélvelos al<br />

puerto de la verdad y a la unidad de la fe, <strong>para</strong> que en breve se forme un<br />

solo rebaño bajo un solo pastor. Concede, Señor, incolumidad y libertad<br />

segura a tu Iglesia; otorga a <strong>todo</strong>s los pueblos la tranquilidad del orden.<br />

Haz que, del uno al otro confín de la tierra, no resuene sino esta voz:<br />

Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a Él la gloria y el<br />

honor, por los siglos de los siglos. Amén.<br />

CONSAGRACIÓN DEL HOGAR AL CORAZÓN DE JESÚS - Padre Dios, te<br />

reconocemos presente en <strong>todo</strong> cuanto existe; nos alegra tu presencia, a la<br />

vez que está inquieto nuestro espíritu mientras no descanse en Ti. Tú eres<br />

nuestro creador y nos has destinado al bien y a la felicidad. Has querido<br />

ser el Padre de la gran familia humana, destinada a reunirse en forma<br />

definitiva en la casa paterna de tu gloria. Y Tú has querido también, que<br />

cada pequeña familia, como la nuestra, reproduzca a la gran familia de los<br />

hijos de Dios. He aquí, pues, ante Ti nuestra familia: reconociéndose tuya<br />

y a sabiendas de que lo que Tú quieres <strong>para</strong> ella es su verdadero bien y su<br />

alegría, gustosamente acepta tu voluntad paternal. Quiere ser guiada por<br />

la luz de tu Espíritu; ser impulsada por su fuerza y experimentar el ardor<br />

de su amor. Entre nosotros está tu Hijo Jesús, que hace parte de la familia<br />

36


humana y que es el verdadero y único jefe de nuestro hogar. De Él hemos<br />

recibido el mandamiento del amor y de Él hemos tomado como ley la de<br />

amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. Por eso, Padre, hoy,<br />

cuando voluntaria y conscientemente te consagramos nuestro hogar;<br />

cuando aceptamos de nuevo pertenecer a los seguidores de Cristo Jesús,<br />

queremos igualmente aceptar la ley del amor como fundamento de nuestra<br />

vida de hogar. Comenzamos pidiendo tu perdón y ofreciendo el nuestro a<br />

quienes nos hubieren ofendido. Perdonamos a cuantos nos han ofendido,<br />

antigua o recientemente; extraños o miembros de nuestra familia. Nos<br />

perdonamos entre esposos <strong>todo</strong> aquello, pequeño o grande, que creíamos<br />

no poder perdonar. De padres a hijos y de hijos a padres, deseamos<br />

proclamar un generoso perdón que tenga más en cuenta nuestro valor<br />

como personas y los profundos vínculos que nos unen, que los defectos y<br />

resentimientos a los que habíamos prestado tanta atención. Queremos<br />

superar la estrechez y la amargura de nuestros celos y de nuestras<br />

envidias: de nuestros rencores y nuestros cálculos egoístas. Queremos<br />

aprender a dar, antes que a recibir. Y queremos re<strong>para</strong>r igualmente cuando<br />

perjudicamos al otro, <strong>para</strong> conseguir ventaja. Comprendemos ante Ti que<br />

amar a los demás como a nosotros mismos y conforme a tu amor es la<br />

fuente del equilibrio en las reuniones humanas y el único resorte de la paz<br />

y la alegría. Queremos, además, en tu presencia, decidirnos a que, de<br />

ahora en adelante, nuestra disposición habitual será de amor, que brinde<br />

alegría y bondad a cada ser humano que se relacione con nosotros. Y al<br />

afecto, queremos agregar la efectividad de nuestro amor: queremos,<br />

Padre, cooperar con nuestras obras a que este hogar sea más feliz y a que,<br />

según nuestras posibilidades, el mundo entero sea más feliz. Por amor a<br />

Ti, a nosotros mismos y a <strong>todo</strong>s los humanos, queremos cooperar en el<br />

gran esfuerzo de cuantos luchan por la justicia y la honestidad. Queremos<br />

hacer bien a <strong>todo</strong>s, pero especialmente a los más afligidos, a las víctimas<br />

de la injusticia y la opresión, a los débiles, a los ignorantes, a los<br />

menospreciados. Y aquí, en nuestro hogar, te prometemos que, <strong>para</strong> vivir<br />

el amor, nos esforzaremos en brindar alegría y comprensión. Trataremos<br />

de escuchar, de entender, de soportar alegremente; y también de corregir,<br />

mejorar, superar caprichos y debilidades. En este momento feliz en que<br />

ante Ti se abre el horizonte de nuestra vida: ella aparece como el hermoso<br />

destino de amar y ser amado. Te agradecemos, Padre, la hermosura de<br />

este momento y del verdadero sentido de nuestra existencia. Y por no<br />

volver a la oscuridad ni a la desesperación, te prometemos que en nuestro<br />

hogar tu Hijo Jesús será el guía y el amigo de <strong>todo</strong>s. Para ello te<br />

prometemos leer y meditar lo que Él nos dejó en los Evangelios; orar en<br />

determinadas ocasiones en familia; participar en esa hermosa fiesta que es<br />

37


la Eucaristía dominical y purificarnos y fortalecernos con la Penitencia y<br />

la Comunión. En señal de esta Consagración queremos colocar una<br />

imagen de Jesús en un sitio de honor <strong>para</strong> que nos recuerde lo que hoy<br />

hemos realizado. Finalmente, llenos de alegría, queremos saludar a la que<br />

es Madre de Jesús y, por ello, madre nuestra, con el mismo saludo que<br />

aprendimos de pequeños: el Ave María. Concluimos nuestra ceremonia,<br />

con un abrazo fraternal, que nos haga sentir la alegría en la que Tú quieres<br />

que esté envuelta nuestra vida a partir de ahora y <strong>para</strong> siempre. Amén (P.<br />

Raúl Méndez).<br />

ACTO DE CONSAGRACIÓN Y DESAGRAVIO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS -<br />

¡Oh corazón de Jesús! Quiero consagrarme a ti con <strong>todo</strong> el fervor de mi<br />

espíritu. Sobre el ara del altar en que te Inmolas por mi amor, deposito <strong>todo</strong><br />

mi ser: mi cuerpo, que respetaré como templo en que tu habitas; mi alma,<br />

que cultivaré como jardín en que te recreas; mis sentidos, que guardaré<br />

como puertas de tentación; mis potencias, que abriré a las inspiraciones de<br />

tu gracia; mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; mis<br />

deseos, que pondré en la felicidad del Paraíso; mis virtudes, que florecerán<br />

a la sombra de tu protección; mis pasiones, que se someterán al freno de tus<br />

mandamientos; y el dolor de mis pecados, que detestaré mientras haya<br />

odios en mi pecho, y que lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis<br />

ojos. Mi corazón quiere desde hoy ser <strong>para</strong> siempre <strong>todo</strong> tuyo, así como tú,<br />

¡oh Corazón divino, has querido ser siempre <strong>todo</strong> mío! Tuyo <strong>todo</strong>, tuyo<br />

siempre; no más culpas, no más tibieza. Te serviré por los que te ofenden;<br />

pensaré en ti por los que de ti se olvidan; te amaré por los que te odian; y<br />

rogaré, y gemiré, y me sacrificaré por los que blasfeman de ti sin conocerte.<br />

Tú, que penetras los corazones, y sabes la sinceridad de mis deseos,<br />

comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente; dame el triunfo<br />

del valor en las batallas de la tierra, y cíñeme el olivo de la paz en las<br />

mansiones de la gloria. Amén.<br />

CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO REY - Omnipotente y sempiternos Dios, que en<br />

tu amado Hijo, Rey universal, quisiste instaurarlo <strong>todo</strong>: concédenos<br />

propicio que <strong>todo</strong>s los pueblos, disgregados por la herida del pecado, se<br />

sometan a su suavísimo imperio; que contigo vive y reina en la unidad del<br />

Espíritu Santo, Dios, por <strong>todo</strong>s los siglos de los siglos. Amén.<br />

PASTOR QUE CON TUS SILBOS AMOROSOS/ me despertaste del profundo sueño:/<br />

Tú que hiciste cayado de ese leño / en que tiendes los brazos poderosos, //<br />

vuelve los ojos a mi fe piadosos, /pues te confieso por mi amor y dueño, /<br />

y la palabra de seguir te empeño, / tus dulces silbos y tus pies hermosos. //<br />

Oye, Pastor, pues por amores mueres, / no te espante el rigor de mis<br />

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pecados, / pues tan amigo de rendidos eres. // Espera, pues, y escucha mis<br />

cuidados… / Pero, ¿cómo te digo que me esperes / si estás, <strong>para</strong> esperar,<br />

los pies clavados? (Soneto de Lope de Vega. Himno de Laudes, jueves, tiempo de<br />

Cuaresma).<br />

VISITAS A JESÚS SACRAMENTADO<br />

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“No hay ningún motivo <strong>para</strong> dudar de que<br />

<strong>todo</strong>s los fieles cristianos según el uso<br />

recibido de siempre en la Iglesia Católica,<br />

deben rendir y venerar a este santísimo<br />

Sacramento con el culto de latría, debido al<br />

verdadero Dios. El Padre eterno ha dicho, al<br />

introducirlo en el mundo: “y lo adoren <strong>todo</strong>s<br />

los ángeles de Dios” (Hb. 1,6; Sal. 96, 7), al<br />

que los Magos postrándose lo adoraron (Mt 2,<br />

11), a Él, de quien finalmente la Escritura<br />

atestigua que fue adorado en Galilea por sus<br />

apóstoles (cf. Mt 28, 17)” (Concilio de Trento DS<br />

1643).<br />

AQUÍ VIVE JESUCRISTO; es tu Dios, tu Padre, tu amigo. Entra unos momentos y<br />

adórale. Dile que le amas y pídele que te ayude (Placa en una iglesia,<br />

Cartagena. Colombia).<br />

PARA HACERTE COMPAÑÍA, / oh divino solitario / guarda siempre el alma mía / a<br />

tu lado en el Sagrario.<br />

TE SALUDO, ¡OH JESÚS SACRAMENTADO!, el más agradecido entre los hijos de<br />

los hombres. Te saludo, mi amado. ¡Oh celestial prisionero de amor! Que<br />

velas sobre mí constantemente. Que <strong>todo</strong> cuanto existe te bendiga: que te<br />

bendiga sobre <strong>todo</strong> mi corazón que a <strong>todo</strong> te prefiere. ¡Oh santa y<br />

bellísima Hostia!, fortaleza del alma desterrada, divina Eucaristía, obra<br />

maestra del Corazón admirable de mi Salvador. Tú formarás las delicias<br />

de mi pensamiento, mientras te adoro escondido bajo los velos<br />

eucarísticos; y en la hora de mi muerte ven, ¡Oh Jesús!, a recibir mi<br />

postrer aliento con María y con José. Amén.<br />

¡OH DIVINO JESÚS!, AMANTE PRISIONERO y solitario por las noches en tantos<br />

tabernáculos, sin tener quien te visite ni te adore en el silencio de tu<br />

Sagrario. Yo te ofrezco mi indigno y miserable corazón y quisiera que<br />

cada una de sus palpitaciones fueran otros tantos actos de amor hacia Ti.


Tu amor nunca duerme y no te cansas de vigilar sobre los pecadores, tus<br />

hijos. ¡Vela, sacramental Centinela! Vela sobre el dormido mundo; vela<br />

sobre las almas extraviadas; vela por tu pobre y solitario hijo, mi Señor<br />

Jesús. Yo quisiera que mi corazón fuera una lám<strong>para</strong> que despidiera rayos<br />

de luz hacia Ti y ser tu compañero durante la soledad de la noche. El día<br />

de hoy ya pasó y sólo me queda ya el mérito de los trabajos, de los<br />

sufrimientos, de las amarguras y del dolor, sufridos y padecidos por tu<br />

amor. El día de mañana será como Tú quieras, tal vez de lágrimas y<br />

suspiros arrancados del corazón destrozado por las aflicciones de la vida;<br />

pero, mientras amanece, hágase tu santísima Voluntad. Amén.<br />

BENDITO Y ALABADO sea el Santísimo Sacramento del Altar. Sea <strong>para</strong> siempre<br />

bendito y alabado. (Padrenuestro.. Avemaría... Gloria) 3 veces<br />

CREO, SEÑOR SACRAMENTADO, que eres el mismo Jesús que dijo en su<br />

Evangelio: Yo soy el Pan del Cielo... Yo soy la Luz del mundo... Yo soy el<br />

Camino... Tomad y comed: éste es mi cuerpo... Si alguno tiene sed, venga a Mí...<br />

Estoy a la puerta y llamo... Levántate y ven... Yo soy: no temas... Pedid y se os<br />

dará... Venid a Mí <strong>todo</strong>s los que sufrís y que estáis oprimidos por el dolor y yo<br />

os aliviaré... Permaneced siempre en mi amor... - Con la fe de Tomás, de<br />

Marta y del soldado, yo te adoro: Señor mío y Dios mío... Yo creo que Tú eres<br />

el Cristo, el Hijo de Dios vivo que ha venido a este mundo... Verdaderamente<br />

eres el Hijo de Dios; creo Señor, pero ayuda mi incredulidad y fortifica mi fe. -<br />

Con la confianza del leproso, de las hermanas de Betania, de los ciegos de<br />

Jericó y de tus apóstoles combatidos por las olas, yo clamo: Maestro, si Tú<br />

quieres, puedes sanarme... Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo...<br />

Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros... Maestro, haz que yo vea...<br />

Sálvanos, Señor, que perecemos... — Con la humildad del Centurión romano<br />

y de tu Madre Inmaculada, yo te ruego y te bendigo: Señor, yo no soy digno<br />

de que Tú entres en mi pobre morada; pero di una palabra y quedará sana mi<br />

alma... Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu está transportado en Dios mi<br />

salvador, porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava... — Con el<br />

amor de tu Apóstol Pedro, quiero amarte: Aunque <strong>todo</strong>s se escandalizaren<br />

por tu causa y tuviera que morir contigo, yo jamás te negaré... Señor, Tú sabes<br />

que te amo... Tú sabes que te amo... Tú lo sabes <strong>todo</strong>: Tú bien sabes que te<br />

amo... - Con las ansias de la Samaritana, los deseos de tu apóstol Juan y<br />

los suspiros de los discípulos de Emaús, yo te suplico: Dame, Señor de esa<br />

agua <strong>para</strong> que se sacie mi sed... Ven, Señor, Jesús... Quédate con nosotros,<br />

Señor... - Con las palabras que Tú mismo nos enseñaste en el Sermón de la<br />

montaña, yo te aclamo: Padre Nuestro que estás en los cielos... Santificado<br />

sea Tu Nombre... Venga a nosotros tu Reino... Hágase tu Voluntad así en la<br />

tierra como en el cielo... El pan nuestro de cada día, dánosle hoy.....<br />

40


¡QUÉ BIEN SE ESTÁ CONTIGO, SEÑOR, JUNTO AL SAGRARIO! ¡Qué bien se está<br />

contigo...! - ¿Por qué no vendré más? Desde hace muchos años vengo a<br />

diario y aquí te encuentro siempre, amante solitario..., solo, pobre,<br />

escondido, pensando en mí, quizás. - Tú no me dices nada, ni yo te digo<br />

nada; si ya lo sabes <strong>todo</strong>, ¿qué te voy a decir? Sabes todas mis penas,<br />

todas mis alegrías, sabes que vengo a verte con las manos vacías y que no<br />

tengo nada que te pueda servir. - Siempre que vengo a verte, siempre te<br />

encuentro solo, ¿Será que nadie sabe, Señor, que estás aquí? No sé, pero<br />

sé en cambio, que aunque nadie te amara ni te lo agradeciera, aquí estarías<br />

siempre esperándome a mí. ¿Por qué no vendré más? ¡Qué ciego estoy,<br />

qué ciego! Si sé por experiencia, que cuando a Ti me llego siempre vuelvo<br />

cambiado, siempre salgo mejor... ¿A dónde voy, Dios mío, cuando a mi<br />

Dios no vengo? Si Tú me esperas siempre, si a Ti siempre te tengo, si<br />

jamás me has cerrado las puertas de tu amor... - Por otros se recorren a pie<br />

largos caminos, acuden de muy lejos cansados peregrinos o pagan grandes<br />

sumas que no han de recobrar. Por Ti nadie pregunta, de Ti nadie hace<br />

caso, aquí si alguno entra, sólo es como de paso... Aquí eres Tú quien<br />

paga si alguno quiere entrar... - ¿Por qué no vendré más, si sé que aquí a tu<br />

lado puedo encontrar, Dios mío, lo que tanto he buscado?: mi luz, mi<br />

fortaleza, mi paz, mi único bien... Si jamás he venido que no te haya<br />

encontrado. Si jamás he sufrido, si jamás he llorado, Señor, sin que<br />

conmigo llorases Tú también... - ¿Por qué no vendré más? Jesucristo<br />

bendito si Tú lo estás deseando, si yo lo necesito... Si sé que no sé nada<br />

cuando vengo aquí. Si aquí me enseñarás la ciencia de los santos, esa<br />

ciencia bendita que aquí aprendieron tantos, que fueron tus amigos y<br />

gozan ya de Ti... - ¿Por qué no vendré más, si sé yo con certeza que Tú<br />

eres el modelo que mi alma necesita, que nada se hace duro mirándote a<br />

Ti, aquí. El Sagrario es la celda donde estás encerrado. ¡Qué pobre! ¡Qué<br />

obediente! ¡Qué manso! ¡Qué callado! ¡Qué solo! Qué escondido! ¡Nadie<br />

se fija en Ti! — ¿Por qué no vendré más? ¡Oh Bondad infinita! Riqueza<br />

inestimable que nada necesita y que te has humillado a mendigar mi amor!<br />

¿Ábreme ya esa puerta, sea ya ésa mi vida, olvidada de <strong>todo</strong>s, de <strong>todo</strong>s<br />

escondida. ¡Qué bien se está Contigo! ¡Qué bien se está, Señor!<br />

QUINCE MINUTOS CON JESÚS SACRAMENTADO - No es preciso, hijo mío, saber<br />

mucho <strong>para</strong> agradarme; basta que me ames con fervor. Háblame, pues,<br />

aquí, sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas<br />

hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su<br />

nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos o amigos; dime<br />

en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho,<br />

mucho; no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan<br />

41


a olvidarse, en cierto modo, de sí mismos, <strong>para</strong> atender a las necesidades<br />

ajenas. Háblame, pues con sencillez, con llaneza: de los pobres a quienes<br />

quisieras consolar, de los enfermos que ves padecer; de los extraviados<br />

que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras<br />

ver a tu lado. Dime por <strong>todo</strong>s una palabra siquiera; pero palabra de amigo;<br />

palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que prometí escuchar toda<br />

súplica que salga del corazón; ¿Y no ha de salir del corazón el ruego que<br />

me dirijas por aquellos a quienes tu corazón más especialmente ama? ¿Y<br />

<strong>para</strong> ti no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus<br />

necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes<br />

soberbia, amor a la sensualidad y al regalo, que eres tal vez egoísta,<br />

inconstante, negligente...; y pídeme luego que venga en ayuda de los<br />

esfuerzos, pocos o muchos, que hagas <strong>para</strong> librarte de tales miserias. No<br />

te avergüences. ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos santos de primer<br />

orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad, y<br />

poco a poco se vieron libres de ellos. Ni menos vaciles en pedirme bienes<br />

espirituales y corporales: salud, memoria, feliz éxito en tus trabajos,<br />

negocios o estudios: <strong>todo</strong> eso puedo dar, y lo doy, y deseo que me lo pidas<br />

en cuanto no se oponga, antes bien ayude, a tu santificación. Hoy por hoy<br />

¿qué necesitas?, ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos<br />

que tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo entre manos un<br />

proyecto? Cuentámelo <strong>todo</strong> minuciosamente. ¿Qué te preocupa?, ¿Qué<br />

piensas?, ¿Qué deseas? ¿Qué quieres que haga por tus padres, por tus<br />

hermanos, por tus hijos, por tus amigos, por tus superiores?, ¿Qué desearías<br />

hacer por ellos? Si tienes padres, pide por ellos: los ruegos de un<br />

hijo no pueden ser desechados por el que dio en la tierra constantes<br />

ejemplos de filial cariño. Si tienes una esposa, (esposo), dirígeme por ella<br />

(él) tus oraciones, que yo haré de tu hogar un templo de amor y de<br />

consuelo, y derramaré a manos llenas sobre tu esposa(o) y sobre tus hijos,<br />

si los tienes, las gracias y auxilios que necesitan <strong>para</strong> ser felices. ¿Y por<br />

mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún<br />

bien a tus prójimos, a los amigos, a quienes tú amas mucho, y que viven<br />

quizás olvidados de mí? Dime qué cosa llama hoy particularmente tu<br />

atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas <strong>para</strong><br />

conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal<br />

éxito. ¿No quisieras interesarme algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de<br />

los corazones, y suavemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, a donde<br />

me place. ¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame<br />

tus tristezas con <strong>todo</strong>s sus pormenores. ¿Quién te hirió?, ¿Quién lastimó tu<br />

amor propio?, ¿Quién te ha menospreciado? Acércate a mi Corazón, que<br />

tiene bálsamo eficaz <strong>para</strong> curar esas heridas del tuyo. Dame cuenta de<br />

42


<strong>todo</strong>, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de mí, <strong>todo</strong> lo<br />

perdonas, <strong>todo</strong> lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.<br />

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que<br />

no por ser injustificadas dejan de ser desgarradoras? Arrójate en brazos de<br />

mi amorosa providencia. Contigo estoy aquí, a tu lado me tienes, <strong>todo</strong> lo<br />

veo, <strong>todo</strong> lo oigo, ni un momento te desamparo. ¿Sientes desvío de parte<br />

de personas que antes te quisieron bien, y ahora, olvidadizas, se alejan de<br />

ti, sin que hayas dado motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu trato,<br />

si no han de ser obstáculo <strong>para</strong> tu santificación. ¿No tienes tal vez<br />

alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces participante<br />

de ella a ley de buen amigo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última<br />

visita que me hiciste, ha consolado y alegrado tu corazón. Quizá has tenido<br />

agradables sorpresas; quizá has visto disipados negros recelos; quizá<br />

has recibido alegres noticias, una carta, una muestra de cariño; has<br />

vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado. Obra mía es<br />

<strong>todo</strong> eso, y yo te lo he procurado; ¿por qué no has de manifestarme por<br />

ello tu gratitud y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: -<br />

Gracias, Padre mío, gracias? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios,<br />

porque al bienhechor le gusta verse correspondido. ¿Tampoco<br />

tienes promesa alguna que hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu<br />

corazón. A los hombres se les engaña fácilmente, a Dios no. Háblame,<br />

pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya<br />

más en aquella ocasión de pecado?, ¿de privarte de aquella ocasión que te<br />

dañó?, ¿de no leer aquella revista o ver esa película que exaltó tu<br />

imaginación?, ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu<br />

alma? ¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra,<br />

a quien por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga? Ahora<br />

bien, hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu taller, a tu<br />

familia, a tu estudio; pero no olvides los quince minutos de grata<br />

conversación que hemos tenido aquí los dos en la soledad del santuario.<br />

Guarda, en lo posible, silencio, modestia, recogimiento, resignación con el<br />

prójimo y contigo mismo. Ama y honra a mi Madre María que también lo<br />

es tuya. Vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más<br />

entregado a mí. En el mío hallarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios,<br />

nuevos consuelos. Aquí te espero.<br />

ESTACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO - I OFRECIMIENTO: Señor, te<br />

ofrezco esta estación en memoria de tu agonía, pasión y muerte en la Cruz.<br />

Dígnate recibirla con amor, pues estoy contrito y humillado. Concédeme<br />

tu gracia y tu misericordia descienda sobre mí. Te adoro, Señor, con fe<br />

sincera y con fervor mi alma te venera. II ESTACIÓN: 1. Soberano Señor<br />

sacramentado. Aquí está un pecador arrepentído./ De haber tus manda-<br />

43


mientos quebrantado. Y tus leyes divinas infringido./ Aquí me tienes a tus<br />

pies postrado, porque me pesa de que te he ofendido: / Pequé, Señor, he<br />

caído en tu desgracia, imploro tu perdón, dame tu gracia. Santísimo<br />

Sacramento, seas bendito y alabado y eternamente adorado 2. De tu<br />

misericordia, Dios piadoso, / Perdón espera mi alma arrepentida, / Pues sé<br />

que eres afable y bondadoso, / y te gozas en verla convertida. / A ti, Dios<br />

compasivo y generoso, / te prometo la enmienda de mi vida, / y me pesa<br />

del tiempo que he pasado / ofendiéndote, ¡oh Dios sacramentado!<br />

Santísimo Sacramento, seas bendito y alabado y eternamente adorado. 3.<br />

Misericordia, ¡oh Dios omnipotente! / Imploro humilde, apiádate de mí. /<br />

Y repito otra vez sencillamente: / Me pesa, oh Dios de cuánto te ofendí. /<br />

A tus sagrados pies sinceramente, / cumplirte ofrezco lo que te prometí; /<br />

ya ves que está mi corazón contrito: /afírmame en tu amor, Dios infinito.<br />

(Padre nuestro, Ave María y Gloria). Santísimo Sacramento, seas bendito<br />

y alabado y eternamente adorado. 4. En ti, mi Dios, está mi pensamiento,<br />

/ Y absorta contemplándote mi alma; Ilumina, Señor mi entendimiento: /<br />

A mis pasiones dales dulce calma. / De cuanto te ofendí, ya me arrepiento,<br />

/ y me presento con olivo y palma; Símbolo son de pura fe y concordia;<br />

Misericordia, ¡oh Dios!, misericordia. Santísimo Sacramento, seas<br />

bendito y alabado y eternamente adorado. 5. Siento un júbilo suave, un<br />

gran contento, / postrado ante ese altar, considerando / que estás, Señor, en<br />

ese sacramento, / que es a mi Dios a quien estoy hablando: / ¡Qué grande<br />

Majestad! ¡qué gran portento! / !Oh, qué amable verdad estoy gustando! /<br />

Sacramento divino, yo te adoro; Te venero con fe, tu gracia imploro.<br />

(Padre nuestro, Ave María y Gloria). Santísimo sacramento, seas bendito<br />

y alabado y eternamente adorado. 6. No es posible que exista en este<br />

suelo, /quien merezca cariño puro y fino, / como el que te consagro, oh<br />

Dios del cielo: / Tú sólo eres mi amor, Jesús divino; Tú eres mi<br />

Redentor, tú mi consuelo, <strong>todo</strong> cuanto en ti veo es peregrino; / se enajena<br />

mi alma al contemplarte, / y siento gran placer al venerarte. Santísimo<br />

Sacramento, seas bendito y alabado y eternamente adorado. 7. Para<br />

pagarte, Señor mío, en algo / lo mucho que pecando te he ofendido, / es<br />

nada lo que puedo y lo que valgo; / mas te diré que estoy arrepentido. /<br />

Que ya del mal vivir con brío salgo, / por tu gracia, oh mi Dios fortalecido./<br />

Para ayunar, orar y en penitencia, / prestar siempre a tus leyes<br />

obediencia. (Padre nuestro, Ave María y Gloria). Santísimo Sacramento,<br />

seas bendito y alabado y eternamente adorado.<br />

PANGE LINGUA. HIMNO EUCARÍSTICO - Que la lengua humana / cante este<br />

misterio: / la preciosa sangre / y el precioso cuerpo. / Quien nació de<br />

Virgen; / Rey del universo, / por salvar al mundo / dio su sangre en precio.<br />

44


Se entregó a nosotros, / se nos dio naciendo / de una casta Virgen; / y<br />

acabado el tiempo, / tras haber sembrado / la Palabra al pueblo, / coronó<br />

su obra / con prodigio excelso. / Fue en la última cena / -ágape fraterno -, /<br />

tras comer la Pascua / según mandamiento, / con sus propias manos /<br />

repartió su cuerpo, / lo entregó a los Doce / <strong>para</strong> su alimento. // La Palabra<br />

es carne / y hace carne y cuerpo / con palabra suya / lo que fue pan<br />

nuestro. / Hace sangre el vino, / y aunque no entendemos, / basta fe si<br />

existe / corazón sincero. // Adorad postrados / este sacramento. / Cesa el<br />

viejo rito. / Se establece el nuevo. / Dudan los sentidos / y el<br />

entendimiento: / que la fe lo supla / con su asentimiento. // Himnos de<br />

alabanza, / bendición y obsequio; / por igual la gloria / y el poder y el<br />

reino / al eterno Padre / con el Hijo eterno / y el divino Espíritu / que<br />

procede de ellos. Amén.<br />

OTROS TEXTOS PARA LA VISITA AL SANTÍSIMO 1<br />

SEÑOR QUE NOS HACES PARTICIPAR DEL MILAGRO DE LA EUCARISTÍA: te<br />

pedimos que no te escondas, que esté siempre claro tu rostro a<br />

nuestros ojos; que vivas con nosotros, porque sin Ti nuestra vida no tiene<br />

sentido; que te veamos, con los ojos purificados en el sacramento de la<br />

Penitencia: que te toquemos, como aquella mujer que se atrevió a tocar la<br />

orla de tu vestido y quedó curada; que te sintamos, sin querer nunca<br />

acostumbrarnos al milagro; que queramos estar siempre junto a Ti, que es<br />

el único lugar en el que hemos sido felices plenamente; que seas el Rey de<br />

nuestras vidas y de nuestros trabajos, porque te lo hemos dado <strong>todo</strong>.<br />

¡JESÚS SE HA QUEDADO EN LA HOSTIA SANTA POR NOSOTROS!: <strong>para</strong><br />

permanecer a nuestro lado, <strong>para</strong> sostenernos, <strong>para</strong> guiarnos. - Y amor<br />

únicamente con amor se paga. -¿Cómo no habremos de acudir al Sagrario,<br />

cada día, aunque sólo sea por unos minutos, <strong>para</strong> llevarle nuestro saludo y<br />

nuestro amor de hijos y de hermanos? (Beato Josemaría, Surco, n. 686)<br />

NO ESTÁ OCULTO JESÚS. Nosotros le vemos cada día, le recibimos, le amamos,<br />

le visitamos... ¡Qué clara y diáfana es su Presencia cuando le<br />

contemplamos con una mirada limpia, llena de fe! Pensemos en cómo<br />

vamos a comulgar, quizá dentro de pocos minutos o de algunas horas, y<br />

pidamos a Dios Padre, nuestro Padre, que aumente la fe y el amor de<br />

nuestro corazón.<br />

1 Textos tomados del libro Hablar con Dios, tomo VI, Meditaciones sobre la Sagrada<br />

Eucaristía, nn. 41-48<br />

45


CRISTO ESTÁ PRESENTE EN LA SAGRADA EUCARISTÍA con su Cuerpo, su Sangre,<br />

su Alma y su Divinidad. Es el mismo Jesús que nació en Belén, que hubo<br />

de huir a Egipto en brazos de José y de María, el que murió y resucitó al<br />

tercer día, el que ahora, glorioso, está a la derecha del Padre. Cuando<br />

vamos a verle, podemos decir, en el sentido estricto de las palabras: estoy<br />

delante de Jesús, estoy delante de Dios. Como lo podían decir aquellas<br />

gentes llenas de fe que se cruzaron con Él en los caminos de Palestina.<br />

Podemos decir: Señor, miro el Sagrario y falla la vista, el tacto, el<br />

gusto..., pero mi fe penetra los velos que cubren ese pequeño Sagrario y te<br />

descubre ahí, realmente presente, esperando un acto de fe, de amor, de<br />

agradecimiento..., como lo esperabas de aquellos sobre los que<br />

derramabas tu poder y tu misericordia. Señor, creo, espero, amo.<br />

NOSOTROS MIRAMOS A LA HOSTIA SANTA y nuestros ojos nada perciben: ni la<br />

mirada amable de Jesús, ni su compasión... Pero con la firmeza de la fe, le<br />

proclamamos nuestro Dios y Señor. Muchas veces, expresando la<br />

seguridad de nuestra alma y nuestro amor, le hemos dicho: Creo, Señor<br />

firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes... Tu mirada es tan<br />

amable como la que contempló el Buen Ladrón y tu compasión sigue<br />

siendo infinita. Sé que estás atento a la menor de mis peticiones, de mis<br />

penas y de mis alegrías.<br />

HEMOS DE IMITAR AL BUEN LADRÓN, al lado de la Cruz de Cristo, aquel<br />

hombre que reconoció sus faltas y supo merecer el perdón de sus culpas y<br />

su completa purificación. He repetido muchas veces aquel verso del<br />

himno eucarístico: pido lo que pidió el ladrón arrepentido, y siempre<br />

me conmuevo: ¡pedir como el ladrón arrepentido! Reconoció que él sí<br />

merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra robó el corazón a Cristo y<br />

se abrió las puertas del Cielo. ¡Si nosotros, delante del mismo Jesús,<br />

consiguiéramos aborrecer sinceramente <strong>todo</strong> pecado venial deliberado y<br />

purificar ese fondo del alma en el que hay tantas cosas que oscurecen la<br />

imagen de Jesús: egoísmos, pereza, sensualidad, apegamientos<br />

desordenados...! Jesús en el Sacramento es esta fuente abierta a <strong>todo</strong>s,<br />

donde siempre que queramos podemos lavar nuestras almas de todas las<br />

manchas de los pecados que cada día cometemos. "Que no falte a diario<br />

un "Jesús, te amo" y una comunión espiritual - al menos -, como<br />

desagravio por todas las profanaciones y sacrilegios, que sufre Él por estar<br />

con nosotros" (Beato Josemaría, Surco, n. 689).<br />

PIDAMOS AL SEÑOR UN GRAN DESEO DE PURIFICARNOS en esta vida <strong>para</strong> que<br />

podamos librarnos del Purgatorio y estar cuanto antes en la compañía de<br />

Jesús y de María: ¡Ojalá, Jesús mío, fuera verdad que yo nunca os hubiera<br />

46


ofendido! Pero ya que el mal está hecho, os ruego que os olvidéis de los<br />

disgustos que os he causado y, por la muerte amarga que por mí habéis<br />

padecido, llevadme a vuestro reino después de la muerte; y mientras la<br />

vida me dure haced que vuestro amor reine siempre en mi alma.<br />

Ayúdame, Señor, a aborrecer <strong>todo</strong> pecado venial deliberado; dame un gran<br />

amor a la Confesión frecuente.<br />

SEÑOR, GRACIAS POR HABERTE QUEDADO. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin<br />

Ti? ¿Dónde íbamos a ir a restaurar fuerzas, a pedir alivio? ¡Qué fácil nos<br />

haces el camino desde el Sagrario! Vamos, pues, a pedir al Señor que nos<br />

conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se<br />

exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia.<br />

¡QUÉ ALEGRÍA TENER A CRISTO TAN CERCA! Y verle... y amarle... y servirle. Él<br />

nos escucha cuando en la intimidad de nuestra oración le decimos: Señor,<br />

acuérdate de mí, desde el Cielo y desde ese Sagrario más cercano donde<br />

estás también realmente presente. Para que purifiquemos en esta vida la<br />

huella dejada por los pecados, Él nos mueve a una mayor penitencia y a un<br />

amor más grande al sacramento del perdón, a aceptar los dolores y<br />

contrariedades de la vida con espíritu de re<strong>para</strong>ción, a buscar esas<br />

pequeñas mortificaciones que vencen el propio egoísmo, que ayudan a los<br />

demás, que permiten una mayor perfección en nuestra tarea diaria. Si<br />

somos fieles a estas gracias, el día último de nuestra vida aquí en la tierra,<br />

quizá dentro de no mucho tiempo, oiremos a Jesús que nos dice: Hoy<br />

estarás conmigo en el Paraíso. Y le veremos y le amaremos con un gozo<br />

sin fin.<br />

CUANDO ESTEMOS DELANTE DEL SAGRARIO MIREMOS A JESÚS, que se dirige a<br />

nosotros <strong>para</strong> fortalecer la fe, <strong>para</strong> que ésta se manifieste en nuestros<br />

pensamientos, palabras y obras: en el modo de juzgar a otros con un<br />

espíritu amplio, lleno de caridad; en la conversación que anima siempre a<br />

los demás a ser personas honradas, a seguir a Jesús de cerca; en las obras,<br />

siendo ejemplares en terminar con perfección lo que tenemos<br />

encomendado, huyendo de los trabajos y obras mal acabadas.<br />

HOY AL CONSIDERAR UNA VEZ MÁS ESA PROXIMIDAD DE JESÚS en la Sagrada<br />

Eucaristía, hacemos el propósito de vivir muy unidos al Sagrario más<br />

cercano. Nos ayudará saber cuál es el más próximo a nuestro lugar de<br />

trabajo o a nuestro hogar. Tendremos siempre esta referencia en nuestro<br />

corazón: cuando practicamos algún deporte, mientras viajamos..., pues es<br />

muy buena compañía la del buen Jesús <strong>para</strong> no se<strong>para</strong>rnos de ella y de su<br />

sacratísima Madre, siempre cerca de su Hijo.<br />

47


ACUDE PERSEVERANTEMENTE ANTE EL SAGRARIO, de modo físico o con el<br />

corazón, <strong>para</strong> sentirte seguro, <strong>para</strong> sentirte sereno: pero también <strong>para</strong><br />

sentirte amado... ¡y <strong>para</strong> amar!. Le decimos al terminar nuestra oración:<br />

Señor, te trataríamos aunque tuviésemos que hacer muchas antesalas,<br />

aunque hubiera que pedir muchas audiencias. ¡Pero no hay que pedir<br />

ninguna! Eres tan <strong>todo</strong>poderoso, también en tu misericordia, que, siendo<br />

el Señor de los señores y el Rey de los que dominan, te humillas hasta<br />

esperar como un pobrecito que se arrima al quicio de nuestra puerta. No<br />

aguardamos nosotros; nos esperas tú constantemente.<br />

NOS ESPERAS EN EL CIELO, en el Paraíso. Nos esperas en la Hostia Santa. Nos<br />

esperas en la oración. Eres tan bueno que, cuando estás ahí escondido por<br />

Amor, oculto en las especies sacramentales - yo así lo creo firmemente - al<br />

estar real, verdadera y sustancialmente, con tu Cuerpo y tu Sangre, con tu<br />

Alma y tu Divinidad, también está la Trinidad Beatísima: el Padre, el<br />

Hijo y el Espíritu Santo. Además, por la inhabitación del Paráclito, Dios<br />

se encuentra en el centro de nuestras almas, buscándonos. No le hagamos<br />

esperar nosotros. Y nuestra Madre Santa María nos anima constantemente<br />

a salir a su encuentro. ¡Cómo hemos de cuidar la diaria Visita al<br />

Santísimo!.<br />

AL TERMINAR LA VISITA AL SANTÍSIMO - Oh Jesús, salgo de tu presencia pero<br />

te dejo mi corazón; en medio del mundo estaré pensando en Ti en cada<br />

respiración. Quiero decir que soy y seré tuyo por toda la eternidad. Amén.<br />

A JESÚS CRUCIFICADO<br />

ORACIÓN A LOS PIES DE LA CRUZ - ¡Cristo Jesús! Estamos a punto de<br />

terminar este santo día del Viernes Santo a los pies de tu cruz. Del mismo<br />

modo que un día en Jerusalén, a los pies de la cruz estaban tu Madre,<br />

Juan, Magdalena y otras mujeres, nosotros estamos aquí. Estamos<br />

profundamente emocionados por la importancia del momento. Nos faltan<br />

palabras <strong>para</strong> expresar <strong>todo</strong> lo que sienten nuestros corazones. Esta tarde,<br />

cuando después de bajarte de la cruz te han introducido en el sepulcro, a<br />

los pies del Calvario, queremos rogarte que te quedes con nosotros por<br />

medio de tu cruz, Tú que, por la cruz, te se<strong>para</strong>ste de nosotros. Te<br />

suplicamos que te quedes en la Iglesia, que permanezcas con la<br />

humanidad <strong>para</strong> que no te sorprendas si muchos, tal vez, pasan<br />

indiferentes junto a tu cruz, o si algunos se alejan de ella y otros no llegan.<br />

48


De <strong>todo</strong>s modos, quizá hoy más que nunca, el hombre necesita esta fuerza<br />

y esta sabiduría que eres Tú mismo, sólo Tú, ¡por medio de tu cruz! Por<br />

eso, quédate con nosotros con este profundo misterio de tu muerte, en el<br />

que se revela lo mucho que . Quédate con<br />

nosotros y atráenos hacia ti. Tú que caíste bajo esta cruz, quédate con<br />

nosotros por medio de tu Madre, a quien confiaste desde la cruz de manera<br />

especial a cada hombre. ¡Quédate con nosotros! (Juan Pablo II).<br />

¡TE SALUDAMOS, CRUZ DE CRISTO! – Dondequiera que se encuentre tu signo,<br />

Cristo da testimonio de su Pascua, del . Y da<br />

testimonio del amor que es el poder de la vida y del amor que derrota a la<br />

muerte. Te saludamos, oh cruz, dondequiera que te encuentres, en los<br />

campos, en los caminos, en los lugares donde los hombres sufren y<br />

agonizan. En los lugares donde trabajan, estudian y crean… En <strong>todo</strong>s los<br />

sitios, en el pecho de cualquier hombre o mujer, muchacho o muchacha…,<br />

en cualquier corazón humano. ¡Te saludamos, o cruz de Cristo! (Juan Pablo<br />

II).<br />

JESÚS MÍO Y AMOR MÍO, qué firme esperanza me infunde vuestra Pasión!<br />

¿Cómo puedo temer no alcanzar el perdón de mis pecados, el <strong>para</strong>íso y<br />

todas las gracias, que me son necesarias, si considero que sois el Dios<br />

omnipotente que dio por mi su sangre? ( S. Alfonso Mª De Ligorio).<br />

SEÑOR JESÚS, TE NECESITO, gracias por morir en la cruz por mis pecados. Abro<br />

la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador; toma el control<br />

de mi vida y hazme la persona que tu quieres que yo sea. Amén.<br />

PURIFICACIÓN - Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada.<br />

¡Apriétanos fuerte! ¡Estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!,<br />

¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados<br />

en tu Sangre! - Y luego, ¡lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a<br />

una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti (Beato Josemaría, Forja 5)<br />

PADRE, ACÓGENOS A TODOS EN LA CRUZ DE CRISTO – Acoge a la Iglesia y a la<br />

humanidad, a la Iglesia y al mundo. Acoge a los que aceptan la cruz, a los<br />

que no la entienden y a los que la evitan; a los que la combaten con la<br />

pretensión de cancelar y eliminar este signo de la tierra de los vivos.<br />

¡Padre, acoge a <strong>todo</strong>s en la cruz de tu Hijo! Acógenos a cada uno en la<br />

cruz de Cristo. Sin mirar a cuanto acontece en el corazón del hombre, sin<br />

fijarte en los frutos de sus obras y de los acontecimientos del mundo<br />

contemporáneo, ¡acepta al hombre! Que la cruz de tu Hijo siga siendo el<br />

49


signo del recibimiento del hijo pródigo por el Padre, que siga siendo el<br />

signo de la alianza, de la alianza nueva y eterna (Juan Pablo II).<br />

NO ME MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE/ el cielo que me tienes prometido,/ ni<br />

me mueve el infierno tan temido/ <strong>para</strong> dejar por eso de ofenderte.// Tú me<br />

mueves, Señor; muéveme el verte/ clavado en una cruz y escarnecido;/<br />

muéveme el ver tu cuerpo tan herido;/ muévenme tus afrentas y tu<br />

muerte.// Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,/ que aunque no<br />

hubiera cielo yo te amara,/ y aunque no hubiera infierno te temiera.// No<br />

me tienes que dar por que te quiera;/ porque aunque lo que espero, no<br />

esperara,/ lo mismo que te quiero, te quisiera (Atribuido a Fray Miguel de<br />

Guevara, O.S.A.)<br />

LA CRUZ, ¡LA SANTA CRUZ!, PESA – De una parte, mis pecados. De otra, la triste<br />

realidad de los sufrimientos de nuestra Madre la Iglesia; la apatía de tantos<br />

católicos que tienen un “querer sin querer”; la se<strong>para</strong>ción - por diversos<br />

motivos - de seres amados; las enfermedades y tribulaciones, ajenas y<br />

propias... La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa: -¡Hágase, cúmplase, sea alabada<br />

y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios<br />

sobre todas las cosas! Amén. Amén (Beato Josemaría, Forja 769).<br />

VEO TU CRUZ, JESÚS MÍO, y gozo de tu gracia, porque el premio de tu Calvario<br />

ha sido <strong>para</strong> nosotros el Espíritu Santo... Y te me das, cada día, amoroso<br />

—¡loco!— en la Hostia Santísima... Y me has hecho ¡hijo de Dios!, y me<br />

has dado a tu Madre. No me basta el hacimiento de gracias: se me va el<br />

pensamiento: Señor, Señor, ¡tantas almas lejos de Ti! Fomenta en tu vida<br />

las ansias de apostolado, <strong>para</strong> que le conozcan..., y le amen..., y ¡se sientan<br />

amados! (Beato Josemaría, Forja 27).<br />

¡OH CRUZ BUENA, QUE FUISTE EMBELLECIDA por los miembros del Señor,<br />

tantas veces deseada, solícitamente querida, buscada sin descanso y con<br />

ardiente deseo pre<strong>para</strong>da! Recíbeme de entre los hombres y llévame junto<br />

a mi Maestro, <strong>para</strong> que por ti me reciba, Aquel que me redimió por ti<br />

muriendo. Amén (Atribuido a San Andrés, Apóstol).<br />

VIA CRUCIS(1)<br />

INTRODUCCIÓN – Jesús: va a empezar tu Pasión, la última etapa de tu entrega<br />

a los hombres; el colmo de tu amor por cada uno de nosotros. Después de<br />

la Cena, ante el dolor de la despedida, inventas el modo de irte y quedarte.<br />

1 Tomado del libro Vía Crucis, de María Montenegro, Ed. Palabra, Madrid 1973<br />

50


Habiendo amado a los tuyos que estaban en el mundo, los amaste hasta el<br />

fin (Juan 13,1). Y lo hiciste, Señor, no sólo con palabras, sino con hechos<br />

de Dios. De un Dios que, desde aquella noche, nos esperas oculto en el<br />

Sagrario. Cumplida ya esa muestra de amor infinito, sales del Cenáculo.<br />

Te ha llegado la hora de pasar de este mundo al Padre (Juan 13,1). Y, de<br />

nuevo, le dices que sí. Vas hacia el huerto de los olivos con los tres que<br />

Tú más quieres. Aquí arranca mi petición. ¿Me dejas ir contigo adonde Tú<br />

vayas? ¿Puedo, Jesús, aunque a veces te deje solo, tener la ilusión de<br />

acompañarte? Si ves que me duermo; si descubres que me asusta el dolor;<br />

si notas que me paro al ver más de cerca la Cruz, ¡no me dejes! Dime<br />

como a Pedro, como a Santiago, como a Juan, que necesitas mi compañía,<br />

mi correspondencia, mi amor. Dime que <strong>para</strong> seguirte, <strong>para</strong> no volver a<br />

dejarte abandonado con los que traman tu muerte, tengo que pasar por<br />

encima del sueño, de mis pasiones, de la comodidad. Voy contigo, Señor,<br />

a recorrer el camino que te lleva al Calvario. Dame la gracia especial de<br />

entender lo que me dices en cada escena. Y dame, sobre <strong>todo</strong>, generosidad<br />

y fortaleza <strong>para</strong> ir, como la Virgen hasta el pie de la Cruz.<br />

PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE. – Y atado le llevaron y<br />

entregaron al gobernador Pilato (Mateo 27, 11). Señor, tus amigos, los que<br />

Tú elegiste, te han abandonado, han negado que te conocen. Estás solo<br />

frente a la autoridad enemiga. Escuchas sereno, lleno de dignidad, firme,<br />

con la seguridad de quien acepta y cumple un plan previsto por Dios. Te<br />

acusan injustamente, te insultan, quieren que hables y te defiendas. ¿Nada<br />

respondes? Te preguntan con insistencia: ¿Qué dices a lo que estos<br />

testifican contra Ti? (Mateo 26, 62). Todos esperan tus palabras. Tú, una<br />

vez más, dices la verdad: Sí, soy Rey de los judíos, pero mi reino no es de<br />

este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis gentes habrían luchado<br />

<strong>para</strong> que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.<br />

(Juan 18, 36). Luego callas y contemplas en ese silencio impresionante la<br />

cobardía de un hombre que te condena por miedo al pueblo. Jesús: ahí me<br />

verías también a mí. ¡Cómo me duele el no haberte querido del <strong>todo</strong>!<br />

Comprendo que ese grito enfurecido: ¡crucifícale!, en labios de quienes<br />

tendrían que defenderte, te destroce el corazón. ¡Perdón, Jesús! Quiero<br />

prometerte que nunca más uniré mi voz a los que te condenan. Haz Tú que<br />

sea valiente <strong>para</strong> estar siempre a tu lado. Que nunca te deje. Y que, igual<br />

que Tú, tenga el valor de decir siempre la verdad, “sin miedo, aunque me<br />

acarree la muerte” (Cf. Beato Josemaría, Camino, n. 34).<br />

SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS ES CARGADO CON LA CRUZ. – Pero antes, Señor, te<br />

azotaron. Y los soldados atravesaron tu cabeza con una corona de espinas,<br />

51


y te cubrieron, <strong>para</strong> reírse, <strong>para</strong> humillarte, con un manto de púrpura.<br />

Otros comenzaron a escupirte en el rostro y a darte puñetazos, y otros te<br />

herían en la cara diciendo: profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te ha<br />

herido? (Mateo 26, 67). Después de una noche entera de malos tratos, ponen<br />

sobre tus hombros una cruz, el signo de los malhechores. De este modo<br />

echas a andar. Arriba te espera la muerte, que va a ser nuestra vida. Por<br />

eso no te importa la deshonra, la humillación, el dolor intenso. Piensas en<br />

mí, y ese dolor te parece poco <strong>para</strong> salvarme. ¡Así valoras un alma, Jesús!<br />

Enséñame a sentir como Tú, a ser generoso, a ir con ilusión a la cruz, que<br />

salvará a tantas almas.<br />

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE BAJO EL PESO DE LA CRUZ. – Tu humanidad se<br />

rompe. Tu angustia del huerto, tu sufrimiento, no son una comedia. Son el<br />

precio del pecado, que está clavado en tu cuerpo y en tu alma, y hacen que<br />

te vengas abajo. ¡Qué pena da verte, Señor! Como dijo Isaías: Desde la<br />

planta de los pies hasta la cabeza, no hay en Ti nada sano (Isaías 1, 6). Has<br />

perdido mucha sangre; te han llenado de heridas los latigazos; la corona de<br />

espinas te ha traspasado la cabeza, y te aplasta el peso de la cruz. Pero hay<br />

algo que te levanta, que te mueve a recomenzar el camino: es el amor que<br />

me tienes. Sabes, Jesús, porque me conoces, que al querer ir junto a Ti<br />

caeré una y otra vez. Y me enseñas, con tu ejemplo, que hay que mirar a la<br />

meta, que hay que ponerse en pie, sabiendo que es Dios quien me anima,<br />

que son almas las que esperan ese esfuerzo. Gracias, Jesús, por esta<br />

lección tan necesaria <strong>para</strong> mi debilidad. Cuando el peso de mis faltas, o el<br />

egoísmo, o la soberbia, me lleven a decir ¡no puedo!, ponte frente a mi<br />

alma así: caído, deshecho, sin fuerza humana, y ayúdame a ser fiel.<br />

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU SANTÍSIMA MADRE. – No<br />

podía faltar la Virgen en ese momento. Ahí la tienes, Señor. Ahí está tu<br />

Madre, que es también mi Madre. ¿Qué sentiste, Señora, al ver así a tu<br />

Hijo? Te miro y no encuentro palabras <strong>para</strong> hablar de tu dolor. Pero sí<br />

entiendo que al ver a tu Hijo que lo necesita, al comprender que tus hijos<br />

lo necesitamos, aceptas <strong>todo</strong> sin vacilar. Es un nuevo hágase en tu vida.<br />

Un nuevo modo de aceptar la corredención. ¡Gracias, Madre mía! Dame<br />

esa actitud decidida de entrega, de olvido absoluto de mí mismo. Que<br />

frente a las almas, al aprender de ti lo que exige el corredimir, <strong>todo</strong> me<br />

parezca poco. Pero acuérdate de salir a mi encuentro, en el camino, porque<br />

solo no sabré ir adelante.<br />

QUINTA ESTACIÓN: SIMÓN CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR SU CRUZ. – Y<br />

requisaron a un transeúnte, a un cierto Simón de Cirene, que venía del<br />

campo, <strong>para</strong> que tomara la cruz (Marcos, 15, 21). ¿Qué pensaría aquel<br />

52


hombre bueno que, de pronto, se encontró contigo en la subida del<br />

Calvario? ¿Con qué ánimo cargó con parte de tu cruz? ¿Fue consciente de<br />

que quitaba a Dios una parte de su peso? Me lo pregunto, Señor, porque<br />

alguna vez puedes darme la oportunidad de llevar un poco el peso de esa<br />

misma cruz. Y sabes que no soy fuerte. Que es posible que no te<br />

reconozca en medio del trabajo, de la lucha o de la dificultad. Por eso,<br />

Jesús, quiero decirte ahora que no tengas en cuenta mi reacción cuando<br />

sea humana, rebelde, cobarde o egoísta. Que estoy dispuesto a ir contigo.<br />

Que quiero tener la suerte de compartir, en lo que Tú veas mejor, tu<br />

misma cruz. Y pienso, Jesús, que me oyes. Que me miras como miraste al<br />

Cirineo, con ese amor agradecido. Amor de un Dios que nunca se deja<br />

ganar en generosidad.<br />

SEXTA ESTACIÓN: UNA PIADOSA MUJER LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS. – Con<br />

qué crudeza te describe Isaías: Despreciado y abandonado de los hombre,<br />

varón de dolores, experimentado en el sufrimiento, sin parecer ni<br />

hermosura (Isaías 53, 1). ¡Es muy duro contemplarte y saber cómo te hemos<br />

dejado los hombres! Porque confieso que no puedo hablar de aquellos<br />

soldados que te escupieron y te azotaron sin piedad. Toda la multitud de<br />

los hijos de Israel le matará (Ez. 12, 6). Sé que soy yo quien te ha dejado<br />

así. Que son mis pecados, mi orgullo, mi indiferencia, mi infidelidad, mi<br />

impureza, los que han marcado tu cuerpo con esa huella brutal. Haz,<br />

Jesús, que esta realidad me haga salir de mí mismo, como salió aquella<br />

mujer de la multitud que la aprisionaba. Deja que me acerque hasta Ti y te<br />

limpie, y te pida perdón. Es sincero mi deseo de quererte con toda el alma.<br />

Quiero abrazarme a Ti hasta, sentir contigo el dolor, <strong>para</strong> que deje en mí<br />

su huella, como quedó tu rostro estampado en el velo de la Verónica. Y<br />

consigue, Señor, que el recuerdo de esta escena me lleve a no hacerte<br />

sufrir más.<br />

SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ. – El peso de la cruz te<br />

domina y caes de nuevo. Y, sin embargo, tu humanidad derrumbada<br />

vuelve a cobrar aliento. Es Dios-Hombre quien sufre por mí, y no puede<br />

dejar incumplida su misión. Es el amor de Cristo que supera y está por<br />

encima de <strong>todo</strong> entendimiento (Efesios, 3, 14). ¡Qué difícil consolarte con<br />

palabras, Jesús! No sé qué decirte. Sólo te miro, y te miro, y me encuentro<br />

con esa mirada tuya, donde descubro un mundo de paz, de serenidad, de<br />

perdón, de entrega. Y al mirarte despacio entiendo que me repites que esa<br />

nueva etapa que empiezas, la sufres también por mí. Que tu gran objetivo,<br />

al cargar de nuevo con la cruz, es moverme a hacer lo mismo cada vez que<br />

caiga, dándome la seguridad de que Tú iras siempre por delante.<br />

53


OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN. – Eres<br />

asombroso, Señor. Apenas puedes dar un paso. Arrastras el madero, ya<br />

casi sin vida, y haces un alto en el camino porque descubres a un grupo de<br />

mujeres que lloran. ¡Qué maravilla, Jesús! Cómo quieres a los hombres.<br />

Con qué cariño infinito tratas a las almas, a cada alma, <strong>para</strong> movernos a la<br />

contrición. No lloréis por Mí, les dice; llorad más bien por vosotras<br />

mismas y por vuestros hijos (Lucas, 23, 28). ¡Qué huella dejarían tus<br />

palabras en aquellas mujeres! Y en mí, Jesús, quiero que dejes una idea<br />

que no pueda olvidar: la seguridad de que, en el camino de mi vida,<br />

siempre hay alguien que espera una sonrisa, una palabra de consuelo, un<br />

consejo que le acerque a Dios. Que nunca mi dolor, si llega, me cierre en<br />

mí mismo. Dame tu capacidad de olvido propio <strong>para</strong> darte a los demás,<br />

incluso en esa hora en que estás destrozado. Sé que es una gran ambición.<br />

Pero también sé que eres Tú quien estás empeñado en que me parezca a<br />

Ti. Y Tú lo puedes <strong>todo</strong>.<br />

NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ. – Señor, voy a pedirte más:<br />

déjame ponerme en tu lugar. Hazme comprender lo que supone estar<br />

hundido, sentir en lo más profundo del propio ser el fracaso, la<br />

impotencia, la carencia absoluta de medios humanos, la soledad hasta<br />

exclamar como Tú: Triste está mi alma hasta la muerte (Mateo 26, 38).<br />

¿Cómo reaccionaría en lo más hondo de mi ser? ¿Qué me llevaría a pensar<br />

mi orgullo, mi vanidad, mi desaliento? ¿Sería capaz de seguir? Tú, Señor,<br />

me lo das <strong>todo</strong> resuelto. Tu actitud de entrega incondicional, tu abandono<br />

en manos del Padre nunca dicen ¡basta! Y sin ningún rastro de vida, sin<br />

energía, hecho una pura llaga, vuelves a remontarte. Es un milagro de<br />

amor. Por eso coronas tu misión y llegas a la cumbre misma del Calvario.<br />

Jesús, en esas horas en que se nubla en serio el horizonte del alma, cuando<br />

la tentación pretende echar por tierra los mejores impulsos, recuérdame<br />

que quiero superarlo <strong>todo</strong> a tu lado. Dime entonces que puedo seguirte si<br />

me apoyo en tu amor, que no se quiebra. Dime que soy capaz de<br />

levantarme porque eres Tú quien me darás la mano, porque eres Tú quien<br />

ha prometido no abandonar nunca a los que te quieren. Haz, Señor, que<br />

me conmueva tu esfuerzo al ponerte en pie, por tercera vez, <strong>para</strong> que sea<br />

fiel a lo que me pidas.<br />

DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESNUDADO DE SUS VESTIDURAS. – Empiezas tu<br />

vida en la tierra sin nada, en un pesebre de animales. Y mueres desnudo en<br />

una cruz. Quisiera, Jesús, aprender hoy esta lección magistral de<br />

desprendimiento: <strong>para</strong> salvar al mundo, <strong>para</strong> redimir a las almas, hay que<br />

estar decidido a vivir y a morir como Tú, sin nada. El Hijo del hombre no<br />

54


tiene donde reclinar su cabeza, porque siendo rico se hizo pobre por amor<br />

nuestro, <strong>para</strong> que nosotros fuésemos ricos por su pobreza (II Corintios 8, 9).<br />

No es fácil la pobreza, Señor. Sabes que cuesta decir un no sincero a<br />

tantas cosas buenas que Tú has hecho. Pero <strong>para</strong> seguirte de cerca hay que<br />

dejar vacío el corazón, hasta que sea Tú quien lo llenes. Por eso te pido,<br />

en este momento en que te arrancan hasta los vestidos, la gracia de saber<br />

prescindir con libertad de <strong>todo</strong> lo que no me sirva <strong>para</strong> quererte.<br />

UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ. – Jesús, ¿Cómo puedes<br />

resistir tanto dolor? La subida al Calvario; la noche del pretorio; las<br />

caídas, el abandono de los tuyos, te han dejado “como un gusano<br />

tronchado y medio muerto” (J. Escrivá, Santo Rosario). Y aún tenemos los<br />

hombres la crueldad de hacerte llegar al colmo del suplicio: clavarte en la<br />

cruz. Quisiera sentir lo que sientes, pero no es posible. Tu sensibilidad –<br />

eres perfecto hombre - es mucho más aguda que la mía. A tu lado<br />

compruebo, una vez más, que no sé sufrir. Por eso me asusta tu capacidad<br />

de darlo <strong>todo</strong> sin reservas. Jesús, necesito decirte que soy cobarde, muy<br />

cobarde. Pero al contemplarte clavado al madero, “sufriendo cuanto se<br />

pueda sufrir, con los brazos extendidos en ese gesto de sacerdote eterno”<br />

(J. Escrivá, Santo Rosario), voy a pedirte una locura: quiero imitarte, Señor.<br />

Quiero entregarme de una vez, de verdad y estar dispuesto a llegar hasta<br />

donde tú me lleves. Sé que es una petición muy por encima de mis<br />

fuerzas. Pero sé, Jesús, que te quiero.<br />

DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ. — Has llegado al final,<br />

Señor. Has consumado tu misión en la tierra. Has colmado la medida. Por<br />

eso, antes de morir, puedes exclamar con gran voz que <strong>todo</strong> está<br />

cumplido. Ya no te queda nada por darnos. Sólo unas gotas de sangre y<br />

agua, que dejas caer sobre el mundo, cuando una lanza atraviesa tu<br />

costado. Pero sí tienes algo más: lo mejor que ha salido de tus manos de<br />

Dios. Lo que más has querido con tu corazón de hombre. Y en esa hora<br />

suprema nos das a tu Madre, que está, Virgo fidelis, al pie de la cruz.<br />

Jesús, ahora sí que ya no puedo hablar más. Casi no me atrevo a mirarte.<br />

Pero sí te pido que, antes de morir, penetres en mi cabeza y en mi corazón<br />

de esa manera: sufriendo, agonizando, solo. Porque así, muy cerca de la<br />

Madre, entenderé <strong>para</strong> siempre lo que es querer, y seré capaz de pedirle<br />

que me ate a tu Cruz, que no me falte la fe, ni la valentía, ni la audacia<br />

<strong>para</strong> cumplir tu voluntad (Cf. Beato Josemaría, Camino, n. 497).<br />

DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A<br />

SU MADRE. - María tiene en sus brazos el cuerpo muerto de Jesús. ¡Cómo<br />

me gustaría, Señora, ayudarte a tratarlo con cariño, a venerarlo, a cuidarlo!<br />

55


Pero no me atrevo a pedírtelo. Comprendo que tienes derecho a esa<br />

intimidad, a esa ocasión de volcar <strong>todo</strong> tu querer de Madre en el Hijo que<br />

acabas de recibir hecho un guiñapo. Por eso me aparto a un lado <strong>para</strong><br />

contemplar la escena. Quiero aprender tu capacidad de ternura, de<br />

delicadeza, de fortaleza y tu cariño. Se adivina, Señora, que la muerte de<br />

Jesús te ha traspasado el corazón. Pero también se refleja en tu gesto, en tu<br />

mirada, en tu actitud, que tu hágase incondicional sigue inconmovible. -<br />

Madre mía, frente a tu hijo muerto sólo puedo llorar, arrepentirme y<br />

decirte que, a pesar de <strong>todo</strong>, únicamente me importa en la vida ser fiel a<br />

ese Dios al que tanto he hecho sufrir. Y los propósitos de entrega, de<br />

fidelidad, brotan con fuerza del fondo del alma. Ayúdame tú, María, a<br />

cumplirlos, a decir siempre que sí, a no temer al dolor ni a la muerte, a ser<br />

generoso día a día, a hacer de mi vida una vida de amor, como la que tu<br />

Hijo nos ha enseñado a vivir.<br />

DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN: ES SEPULTADO EL CUERPO DE JESÚS. — Había<br />

cerca del sitio donde fue crucificado un huerto, y en huerto un sepulcro<br />

nuevo (Juan 19, 41). Allí te metieron, Jesús. La Virgen se queda en la puerta.<br />

Siempre está donde estás Tú. Siempre es el camino que nos acerca a Ti.<br />

Por eso me quedo con Ella. Al fondo del paisaje, se recorta la cruz, ya<br />

vacía. Tú, Señor, vas a resucitar. Y nosotros resucitaremos contigo con<br />

una condición: en la vida tenemos que amar la cruz y abrazarnos a ella.<br />

“Esa cruz sola, vacía, despreciable y sin valor… y sin crucifijo, que está<br />

esperando el crucifijo que le falta. Y ese crucifijo has de ser tú (J. Escrivá,<br />

Camino, 178). Ese es mi sitio, el gran camino <strong>para</strong> la santidad. El único<br />

camino. • Madre mía, mientras espero contigo el mañana de la<br />

Resurrección, hazme valorar, como Tú lo que esa realidad de la redención<br />

tiene que suponer en mi vida. “Intercede ante tu Hijo <strong>para</strong> que nos envíe al<br />

Espíritu Santo, que despierte en nuestros corazones la decisión de caminar<br />

con paso firme y seguro” (Beato Josemaría, La Conversión de los hijos de Dios).<br />

56


A DIOS ESPÍRITU SANTO<br />

57<br />

“Para entrar en contacto con Cristo, es<br />

necesario primeramente haber sido atraído<br />

por el Espíritu Santo. Dios es Amor y el<br />

Amor que es el primer don divino, contiene<br />

<strong>todo</strong>s los demás. Este Amor, Dios lo ha<br />

derramado en nuestros corazones por el<br />

Espíritu Santo que nos ha sido dado. Aquel<br />

al que el Padre ha enviado a nuestros<br />

corazones, el Espíritu de su Hijo, es<br />

realmente Dios. (Cf. CEC 683, 689, 733).,<br />

SECUENCIA, DÍA DE PENTECOSTÉS - Ven, Espíritu Santo, y envía desde el<br />

cielo un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres; ven, dador de las<br />

gracias; ven, lumbre de los corazones. Consolador óptimo, dulce huésped<br />

del alma, dulce refrigerio. Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad,<br />

consuelo en el llanto. ¡Oh luz santísima! llena lo más íntimo de los<br />

corazones de tus fieles. Sin tu ayuda, nada hay en el hombre, nada que sea<br />

inocente. Lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que<br />

está enfermo. Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío, dirige lo<br />

que está extraviado. Concede a tus fieles, que en Ti confían, tus siete<br />

sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la<br />

salvación, dales el eterno gozo (Misa de Pentecostés).<br />

VEN, ESPÍRITU SANTO, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz. La Iglesia<br />

espera tu ayuda. Ven, haz que ella no se pierda por los caminos del<br />

mundo, sino que, apoyada por el calor de tu luz, camine segura hacia el<br />

Esposo, por el que suspira con <strong>todo</strong> el ímpetu de su corazón. ¡Ven,<br />

Espíritu Divino! (Juan Pablo II, 1979).<br />

ENVÍA, SEÑOR, TU ESPÍRITU y renueva la faz de la tierra! Lo pedimos junto a<br />

María, junto a la que ha concebido por obra tuya y que - Esposa y Madre<br />

de Dios- es la esperanza del hombre y del mundo. Renueva la faz de la<br />

tierra. Esta tierra que sólo se puede renovar desde el hombre, en sus<br />

corazones, en las conciencias de los hombres (Juan Pablo II, 1985).


VEN, ESPÍRITU CREADOR, visita el alma de los tuyos; llena de gracia<br />

sobrenatural los corazones que tú creaste. Tú, con tus siete dones, eres la<br />

mano derecha de Dios. Tú, prometido por el Padre, das riqueza a nuestras<br />

palabras. Da luz a nuestras mentes, infunde amor en nuestros corazones.<br />

Fortalece nuestro débil cuerpo (Himno)<br />

ESPIRÍTU SANTO, POR QUIEN NOS VIENEN TODAS LAS GRACIAS, enciende<br />

nuestros corazones con la claridad divina. Que nos hagamos <strong>todo</strong> <strong>para</strong><br />

<strong>todo</strong>s, que nos alegremos con quienes se alegran, que lloremos con<br />

quienes lloran, que después de vivir el precepto de amor que nos dejó el<br />

Maestro, merezcamos gozar con Él del amor del Padre por la eternidad.<br />

VEN YA, ÓPTIMO CONSOLADOR DEL ALMA QUE SUFRE. Ven, tú que purificas de<br />

las fealdades, tú que curas las llagas. Ven, fuerza de los débiles, sostén de<br />

los decaídos. Ven, doctor de los humildes, vencedor de los orgullosos.<br />

Ven, oh tierno padre de los huérfanos. Ven, esperanza de los pobres. Ven,<br />

estrella de los navegantes, puerto de los náufragos. Ven, oh gloria insigne<br />

de <strong>todo</strong>s los vivientes. Ven, Tú que eres el más santo de los Espíritus, ven<br />

y habita en mí. Hazme conforme a ti – (Juan de Fécamp)<br />

¡ESPIRÍTU SANTO, MISERICORDIA INEFABLE! ¡Condescendencia que supera <strong>todo</strong><br />

lo que el corazón podría sospechar! Jesús tuvo razón al decir que era<br />

mejor que Él se marchara y que nos quedáramos sin su presencia sensible,<br />

a fin de que se nos diera el Espíritu Santo. Con Jesús, Dios estaba en<br />

medio de nosotros, pues se hizo uno de los nuestros, hermano y<br />

compañero de camino: el Emmanuel. Con el Espíritu Santo, que Jesús y<br />

el Padre nos dieron, Dios se hizo propiedad nuestra, de la que podemos<br />

disponer como nos plazca. - Tesoro sublime, único tesoro por cuyo amor<br />

deberíamos sacrificarlo <strong>todo</strong>. No importa que <strong>todo</strong> nos sea quitado:<br />

riquezas exteriores, salud, placeres, incluso nuestra fama, la estima de los<br />

hombres a la que estamos tan apegados, con tal de que ese tesoro divino<br />

se quede en nosotros. Es la sola riqueza a la que nuestro corazón debe<br />

aferrarse con pasión (Alexis Riaud).<br />

VEN, LUZ VERDADERA. Ven, vida eterna. Ven, misterio escondido. Ven, tesoro<br />

sin nombre. Ven, realidad inefable. Ven, persona inconcebible. Ven,<br />

felicidad sin fin. Ven, luz sin ocaso. Ven, esperanza infalible de <strong>todo</strong>s<br />

aquellos que deben ser salvados. Ven, despertador de quienes duermen.<br />

Ven, resurrección de los muertos. Ven, oh potente, Tú que siempre haces<br />

y rehaces <strong>todo</strong> y <strong>todo</strong> lo transformas con tu solo poder. Ven, oh invisible,<br />

totalmente intangible e impalpable. Ven, tú que siempre permaneces<br />

inmóvil y en cada <strong>instante</strong> <strong>todo</strong> entero te mueves y vienes a nosotros que<br />

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permanecemos en los “infiernos”, tú que estás por encima de los cielos.<br />

Ven, oh nombre predilecto y repetido por todas partes, del cual nos es<br />

absolutamente imposible expresar su ser o conocer la naturaleza. Ven,<br />

gozo eterno. Ven, corona incorruptible. Ven, púrpura del gran Rey,<br />

nuestro gran Dios. Ven, cinturón cristalino, adornado de joyas. Ven,<br />

sandalia inaccesible. Ven, púrpura real. Ven, derecha verdaderamente<br />

soberana. Ven, tú que has deseado y deseas mi alma miserable. Ven, tú el<br />

solo en el solo, porque tú lo ves, yo estoy solo. Ven, tú que me has<br />

se<strong>para</strong>do de <strong>todo</strong> y me has hecho solitario en este mundo. Ven, Tú que has<br />

llegado a ser tu mismo deseo en mí, tú que me has hecho desearte, Tú<br />

absolutamente inaccesible. Ven, mi soplo y mi vida. Ven, consolación de<br />

mi pobre alma. Ven, mi alegría, mi gloria y mi delicia por siempre (Simeón<br />

el Nuevo Teólogo, Himnos)<br />

¡VEN, OH ESPÍRITU SANTO! Ilumina mi entendimiento, <strong>para</strong> conocer tus<br />

mandatos; fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo; inflama<br />

mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir,<br />

diciendo: después..., mañana. Nunc coepi! ¡Ahora! no vaya a ser que el<br />

mañana me falte. Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de<br />

entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que<br />

quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando<br />

quieras (Beato Josemaría).<br />

ESPÍRITU SANTO, AMOR DEL PADRE Y DEL HIJO - Inspírame siempre lo que debo<br />

pensar, lo que debo decir y cómo debo decirlo; lo que debo callar, lo que<br />

debo escribir, cómo debo actuar. Lo que debo hacer <strong>para</strong> procurar tu<br />

mayor gloria, el bien de las almas y mi propia santificación (Cardenal<br />

Verdier)<br />

CONCÉDEME TODAS LAS GRACIAS; planta, riega y cultiva en mi alma el árbol de<br />

la vida verdadera, que es la amabilísima María, <strong>para</strong> que crezca y florezca<br />

y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dame mucha<br />

devoción y mucha afición a María; que me apoye en su seno maternal y<br />

recurra de continuo a su misericordia, <strong>para</strong> que en ella formes dentro de<br />

mí a Jesucristo, al natural, crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad<br />

perfecta. Amén. (Grignon de Montfort).<br />

PARA PEDIR SABIDURÍA I - Espíritu Santo, verdadero Dios, Tú has<br />

descendido sobre los apóstoles en el cenáculo, como una lluvia<br />

maravillosa de fuego fecundo: derrama sobre nosotros los dones de tu<br />

sabiduría – (Liturgia Armenia)<br />

59


PARA PEDIR SABIDURÍA II - ¡Oh Espíritu de amor! Dame la sabiduría, ese<br />

gozo íntimo de Dios y de las cosas divinas; ese sabor especial que me<br />

permita encontrar a Dios siempre y en <strong>todo</strong>; esa conformidad en mi juicio<br />

con el suyo, que supone la verdadera Caridad. Transfórmame en Él de tal<br />

manera que mis pensamientos y deseos no sean ya humanos sino divinos.<br />

Así sea.<br />

PARA PEDIR SABIDURÍA III - Espíritu Santo, danos el juzgar todas las cosas de<br />

esta tierra a la luz de la eternidad, como Dios mismo, no a la manera de<br />

los hombres. Concédenos esa sabiduría divina, que es locura a los ojos de<br />

los hombres y haz que despreciemos la sabiduría de este mundo, que es<br />

locura a tus ojos divinos. No permitas que nuestros corazones se apeguen<br />

a lo pasajero, ni a las riquezas de la tierra, ni a los placeres, ni a nuestra<br />

propia voluntad. Que preocupados sólo de agradar a nuestro Padre<br />

Celestial, sigamos el ejemplo de Jesús y de María, según tus divinas<br />

inspiraciones y <strong>para</strong> darle la mayor gloria (Alexis Riaud).<br />

ESPÍRITU SANTO, TU QUE ME ACLARAS TODOS LOS CAMINOS de la vida <strong>para</strong><br />

que yo alcance mi ideal, tú que me das el don divino de perdonar y de<br />

olvidar el mal que me hacen; y que en <strong>todo</strong>s los <strong>instante</strong>s de la vida estás<br />

conmigo: yo quisiera en este corto diálogo agradecer por <strong>todo</strong> y confirmar<br />

una vez más que no quiero se<strong>para</strong>rme de ti por mayor que sea la ilusión<br />

material; deseo estar contigo y <strong>todo</strong>s mis seres queridos en la gloria<br />

perpetua. Amén.<br />

PARA PEDIR AMOR., I - Espíritu Santo, Espíritu del Hijo, que animaste los<br />

Corazones de Jesús y de María con el más puro amor al Padre, mientras<br />

peregrinaron en la tierra, abrásanos también con ese mismo amor tierno y<br />

filial. – Tú, por quien nos es dado llamar a Dios con el dulce nombre de<br />

Padre, haz que nos apliquemos a ser cada vez menos indignos de un Padre<br />

tan bueno y tan misericordioso y que, después de amarle en este mundo,<br />

por Ti podamos seguir glorificándole en su Hijo único durante la<br />

eternidad (Alexis Riaud).<br />

PARA PEDIR AMOR, II - Espíritu Santo, Huésped bienaventurado de nuestros<br />

corazones. Divino Consolador. Que yo viva en tu presencia y que saboree<br />

más y más la suavidad de tu Amor. No permitas que yo te contriste más<br />

con mi resistencia a tus inspiraciones. Me doy a Ti; apodérate de mí: de<br />

mi alma, de mi cuerpo y de todas mis facultades, <strong>para</strong> que siempre actúe<br />

según tu beneplácito. Transfórmame más y más en Jesús, a fin de que en<br />

Él y por Él yo haga siempre la voluntad del Padre, <strong>para</strong> mayor gloria suya<br />

(Alexis Riaud).<br />

60


¡VEN, ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ! - Espíritu Santo, dulce huésped del alma,<br />

muéstranos el sentido profundo del gran jubileo y pre<strong>para</strong> nuestro espíritu<br />

<strong>para</strong> celebrarlo con fe, en la esperanza que no defrauda en la caridad que no<br />

espera recompensa. - Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de<br />

Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la humanidad <strong>para</strong> que<br />

reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo,<br />

la culminación de la historia. ¡Ven, Espíritu de amor y de paz! - Espíritu<br />

creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus<br />

santos dones <strong>para</strong> cruzar con valentía el umbral de nuevo milenio y llevar a<br />

las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva. - Espíritu de<br />

santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la<br />

tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, <strong>para</strong> ser<br />

verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con<br />

Dios y de la unidad del género humano. ¡Ven, Espíritu de amor y de paz! -<br />

Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los<br />

carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que<br />

los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la<br />

edificación del único reino de Dios. - Espíritu de consuelo, fuente<br />

inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad <strong>para</strong> con los necesitados, da<br />

a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los<br />

que sufren, acrecienta en <strong>todo</strong>s el compromiso por un mundo mejor. ¡Ven,<br />

Espíritu de amor y de paz! - Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el<br />

corazón, orienta el camino de la ciencia y de la técnica al servicio de la<br />

vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de<br />

otras religiones, y que las diversas culturas se abran a los valores del<br />

Evangelio. - Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno<br />

de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las<br />

muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los ritmos de los<br />

tiempos que tú pones en el curso de la historia. ¡Ven, Espíritu de amor y de<br />

paz! — A ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo<br />

unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén (Juan<br />

Pablo II - Año del Espíritu Santo, 1997)<br />

DOCILIDAD - Espíritu santo, Espíritu de verdad, quiero ser dócil a tu<br />

enseñanza y vivir fiel a los más pequeños toques de tus inspiraciones. –<br />

Eres Espíritu de vida, fuerza y luz; sé mi vida, mi luz, mi fuerza. - Hablas<br />

en silencio al alma, dame el espíritu de silencio y recogimiento. -<br />

Desciendes a las almas humildes, dame el espíritu de humildad.<br />

Enséñame a vivir de tu amor, enséñame a repartir amor a mi alrededor<br />

(Alexis Riaud).<br />

61


VEN, CREADOR, ESPÍRITU AMOROSO, ven, visita el alma que a ti clama y, con tu<br />

soberana gracia, inflama los corazones que criaste poderoso. - Tú, que<br />

abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna,<br />

caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado. - Tú te infundes al alma<br />

en siete dones, fiel promesa del Padre soberano; Tú eres el dedo de su<br />

diestra mano, Tú nos dictas palabras y razones. - Ilustra con tu luz nuestros<br />

sentidos, del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal<br />

flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos. - Por Ti, nuestro enemigo<br />

desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la<br />

carrera, <strong>todo</strong> daño evitemos y pecado. - Por Ti al eterno Padre conozcamos,<br />

y al Hijo, soberano omnipotente, y en Ti, Espíritu, de ambos procedente,<br />

con viva fe y amor siempre creamos (De la Revista Buena Nueva, mayo, 1993).<br />

LETANÍAS AL ESPÍRITU SANTO - De la doblez a nuestros prójimos - Líbranos<br />

Espíritu Santo. De la glotonería y malicia - Líbranos Espíritu Santo. De la<br />

murmuración - Líbranos Espíritu Santo. De la propia voluntad - Líbranos Espíritu<br />

Santo. De no estar atentos a vuestra inspiración santa - Líbranos Espíritu Santo.<br />

De nuestras pasiones y apetitos desordenados - Líbranos Espíritu Santo. De<br />

querer buscar o desear algo que no seáis Vos - Líbranos Espíritu Santo. De<br />

toda gula y sensualidad - Líbranos Espíritu Santo. De toda hipocresía y<br />

fingimiento - Líbranos Espíritu Santo. De toda imperfección y faltas<br />

deliberadas - Líbranos Espíritu Santo. De toda impureza de alma y cuerpo -<br />

Líbranos Espíritu Santo. De <strong>todo</strong> afecto a cosas y a criaturas - Líbranos Espíritu<br />

Santo. De <strong>todo</strong> afecto a los bienes terrenos - Líbranos Espíritu Santo. De<br />

<strong>todo</strong> lo que te desagrade - Líbranos Espíritu Santo. De <strong>todo</strong> mal - Líbranos<br />

Espíritu Santo. De <strong>todo</strong> pecado e imperfección y de <strong>todo</strong> mal - Líbranos<br />

Espíritu Santo. De <strong>todo</strong> regalo y comodidad - Líbranos Espíritu Santo. Del amor<br />

propio y juicio propio - Líbranos Espíritu Santo. Del desprecio a las cosas<br />

pequeñas - Líbranos Espíritu Santo. Espíritu de benignidad y de bondad - Ten<br />

piedad de nosotros. Espíritu de caridad y de gozo - Ten piedad de nosotros.<br />

Espíritu de entendimiento y de consejo - Ten piedad de nosotros. Espíritu de<br />

longanimidad y mansedumbre - Ten piedad de nosotros. Espíritu de paz y de<br />

paciencia - Ten piedad de nosotros. Espíritu de santidad y de justicia - Ten<br />

piedad de nosotros. Espíritu de verdad y de sabiduría - Ten piedad de nosotros.<br />

ESPÍRITU DE AMOR, DON DEL ALTÍSIMO, Huésped de las almas, óptimo y eficaz<br />

Consolador; consuelo en el llanto, descanso en el trabajo, plácida sombra<br />

en el tenaz calor. Creador y santificador de las almas, cuya primera obra<br />

es transformarnos hasta asemejarnos a Jesús, ayúdame a parecerme a<br />

62


Jesús, a pensar como Jesús, a hablar como Jesús, a amar como Jesús, a<br />

sufrir como Jesús, a actuar en <strong>todo</strong> como Jesús. – Así como has gobernado<br />

la Santa Humanidad de nuestro Señor durante su estancia en la tierra, sé<br />

también aquí abajo el motor de mi vida, el alma de mi alma. - Espíritu de<br />

amor, a Ti me consagro, a Ti me doy; me entrego a Ti por María, tu<br />

Templo; por María, tu Esposa; por María, que es el canal de tus gracias<br />

(Alexis Riaud).<br />

ESPIRÍTU DE SABIDURÍA, ABRASA MI CORAZÓN con tu amor, ilumina las<br />

tinieblas de mi espíritu con tu luz divina. Que unido cada vez más, por Ti,<br />

a Jesús mi Salvador, yo sea <strong>para</strong> Él como una imagen suya y que, como<br />

Él, yo no tenga otra vida ni otro pensamiento que la gloria del Padre. –<br />

Fuego divino, Amor sustancial del Padre y del Hijo, consume en mí <strong>todo</strong><br />

lo que todavía se opone al reino de tu divina Sabiduría. Que, libre de<br />

ilusiones y de error, mi espíritu ponga sus complacencias en Dios solo, y<br />

se realicen en mi alma los designios de la divina misericordia (Alexis<br />

Riaud).<br />

ESPIRÍTU DE VERDAD - ¡Cumple en nosotros la misión <strong>para</strong> la cual el Hijo te<br />

ha mandado! Llena de Ti <strong>todo</strong> corazón y suscita en muchos jóvenes el<br />

anhelo de lo que es auténticamente grande y hermoso en la vida: el deseo<br />

de santidad y la pasión por la salvación de las almas. Haz nuestros<br />

corazones completamente libres y puros y ayúdanos a vivir con plenitud el<br />

seguimiento de Cristo <strong>para</strong> gustar, como tu último don, del gozo que no<br />

tendrá jamás fin (Juan Pablo II).<br />

DAME A MARÍA ¡OH, ESPÍRITU SANTO! - Concédeme todas las gracias, planta,<br />

riega y cultiva en mi alma el árbol de la vida verdadera, que es la<br />

amabilísima María, <strong>para</strong> que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto<br />

de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dame mucha devoción y mucha afición a<br />

María; que me apoye mucho en su seno maternal y recurra de continuo a su<br />

misericordia, <strong>para</strong> que en ella formes dentro de mí a Jesucristo, al natural,<br />

crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad perfecta. Amén.<br />

DIOS DE AMOR, ESPÍRITU SANTO, que fortaleces y alegras las almas de tus hijos,<br />

danos ser sarmientos desbordantes de savia, cargados de frutos en la Viña<br />

mística, <strong>para</strong> que después de glorificar al Padre y al Hijo en este mundo<br />

con una vida santa, podamos seguir alabándoles con María y con toda la<br />

corte celestial por toda la eternidad (Alexis Riaud).<br />

ESPÍRITU SANTO, DIOS DE LUZ Y DE FORTALEZA, que <strong>todo</strong> lo haces en las almas.<br />

Sin Ti somos incapaces hasta de un buen pensamiento. Tú, gracias a quien<br />

63


los apóstoles y los mártires pudieron pelear y sacrificarse por amor a<br />

Cristo y <strong>para</strong> mayor gloria del Padre, realiza en nosotros y por nosotros<br />

toda obra de santidad; y después de haber sido testigos de Cristo en este<br />

mundo, podamos en Él y por Ti, glorificar al Padre en la bienaventurada<br />

eternidad (Alexis Riaud).<br />

DIOS DE VERDAD Y DE AMOR, que dispones las cosas con peso y medida y las<br />

conduces con fortaleza y suavidad hacia su fin y hacia el fin general del<br />

universo, concédenos actuar según tus divinas inspiraciones y evitar <strong>todo</strong><br />

atropellamiento y toda negligencia. Que después de haber glorificado al<br />

Padre en el Hijo durante esta vida, por Ti podamos cantar las alabanzas<br />

del Padre en la eternidad (Alexis Riaud)..<br />

ESPÍRITU DIVINO DE LUZ Y DE AMOR - Te consagro mi inteligencia, mi corazón,<br />

mi voluntad y mi ser durante el tiempo y durante la eternidad. - Que mi<br />

inteligencia sea dócil a tus inspiraciones y a la enseñanza de tu Iglesia,<br />

cuyo infalible guía eres. Que mi corazón esté siempre encendido de amor<br />

a Dios y al prójimo. Que mi voluntad esté siempre conforme con la<br />

voluntad divina, y que mi vida sea imitación fiel de la vida y las virtudes<br />

de Jesucristo, a quien con el Padre y contigo, Espíritu Santo, sea el honor<br />

y la gloria por siempre - (Alexis Riaud).<br />

PURIFICACIÓN - Espíritu Santo, Paráclito celeste y soberano, Espíritu de<br />

Verdad, que estás presente en todas partes y <strong>todo</strong> lo llenas, arca de <strong>todo</strong><br />

bien y dador de vida; ven, habita en nosotros, purifícanos de toda mancha<br />

y tú, que eres bueno, salva nuestras almas. Amén (Liturgia Bizantina).<br />

CARIDAD - Espíritu Santo, por quien nos vienen todas las gracias, enciende<br />

nuestros corazones con la claridad divina. Que nos hagamos <strong>todo</strong> <strong>para</strong><br />

<strong>todo</strong>s, que nos alegremos con quienes se alegran, que lloremos con<br />

quienes lloran, que después de vivir el precepto de amor que nos dejó el<br />

Maestro, merezcamos gozar con Él del amor del Padre por la eternidad.<br />

ESPÍRITU SANTO, VERDADERO DIOS, Tú has descendido sobre los apóstoles en el<br />

cenáculo, como una lluvia maravillosa de fuego fecundo: derrama sobre<br />

nosotros los dones de tu sabiduría (Liturgia Armenia).<br />

AMOR DESCONOCIDO, ESPÍRITU SANTO, Dios mío, ¿cómo es posible que yo te<br />

posea en mí desde hace tanto tiempo y haya aprovechado tan poco tu<br />

presencia santa? - Te pido perdón por ofenderte con mi ceguera, hasta el<br />

día de hoy. Perdón por haberte contristado con tanta frecuencia<br />

resistiéndome a tus inspiraciones. Perdón por haberte, quizá, arrojado de<br />

64


mi alma por el pecado. Desde ahora quiero estar abierto a tu operación<br />

divina. - Santísimo Espíritu de mi Jesús hazme oír tu dulce y adorable<br />

voz. Dame el refrigerio de tu soplo lleno de delicias. Espíritu divino,<br />

quiero ser una pluma ligera, <strong>para</strong> que tu soplo me lleve a donde quieras, y<br />

que yo nunca ofrezca la más mínima resistencia (Libermann).<br />

65


II ORACIONES JACULATORIAS 1<br />

A DIOS PADRE<br />

66<br />

Breves oraciones vocales, expresiones<br />

lanzadas al Señor, como saetas, que<br />

alimentan el amor y ayudan a convertir cada<br />

jornada, en una alabanza continua a Dios,<br />

con la naturalidad del latir del corazón, sin<br />

ruido ni espectáculo.<br />

Señor: aquí me tienes porque me has llamado. - ¡Mi Dios y mi <strong>todo</strong>! - Dios<br />

mío, te amo. - Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. - Señor,<br />

aumenta mi fe, mi esperanza y caridad; dame mansedumbre, humildad y<br />

castidad. Escúchame cuando te invoco, Dios defensor mío, Tú que en la<br />

angustia me diste alivio, ten piedad de mí y escucha mi oración. - Todo lo<br />

refiero a Ti, Dios mío. Sin Ti, que eres mi Padre ¿qué sería de mí? -<br />

Padre, tú lo eres <strong>todo</strong> y no soy nada. Tú eres el Creador de todas las cosas.<br />

Tú el que conservas <strong>todo</strong> el universo, y no soy nada. ¡Dios mío, enséñame<br />

a orar! - Para los que aman a Dios, <strong>todo</strong> es <strong>para</strong> su bien.<br />

A JESUCRISTO<br />

Jesús, María y José. – Todo por Vos, Sacratísimo Corazón de Jesús. – Sagrado<br />

Corazón de Jesús, en Ti confío. – Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad<br />

de nosotros. Aquí me tienes, porque me has llamado. Creo, Señor: ¡Ayuda<br />

mi incredulidad! ¡Señor, que vea! Señor: ¡Si quieres, puedes limpiarme!<br />

Señor, Tú lo sabes <strong>todo</strong>, ¡Tú sabes que te amo! Jesús, te amo con locura.<br />

Jesús, Jesús, sé <strong>para</strong> mí siempre Jesús. - Jesús, manso y humilde de<br />

corazón: haz mi corazón semejante al tuyo. - Jesús, Hijo de David: ¡Ten<br />

piedad de mí, que soy pecador! ¡Señor mío y Dios mío! Oh Jesús,<br />

descanso en Ti. Sea alabado Jesucristo. Bendito y alabado sea el<br />

Santísimo Sacramento del altar; sea <strong>para</strong> siempre bendito y alabado. –<br />

Dios Hijo, redentor del mundo, ten piedad de nosotros. - ¡Señor mío<br />

Jesucristo!, creo firmemente que estás presente en el Santísimo<br />

Sacramento con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. – Corazón<br />

1 Se trata, nada más, que de algunos sencillos ejemplos. El número de estas oraciones es<br />

ilimitado y depende, casi siempre, de lo que se lleve en el corazón.


eucarístico de Jesús, ten piedad de nosotros. - ¡Señor mío, Jesucristo, creo<br />

que estás en mí con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y lo creo más<br />

firmemente que si lo viese con mis propios ojos. – Cordero de Dios, que<br />

borráis los pecados del mundo: Envíanos al divino Consolador. Cordero<br />

de Dios, que borráis los pecados del mundo: haz que crezcan en nosotros<br />

los frutos del Espíritu Santo. Cordero de Dios, que borráis los pecados del<br />

mundo: Llénanos de los dones de vuestro espíritu. - Jesús, si en mí hay<br />

algo que te desagrada, dímelo, <strong>para</strong> que lo arranquemos. - Jesús: sabiendo<br />

que te quiero y que me quieres, lo demás nada me importa: <strong>todo</strong> va bien.<br />

– Jesús mío, quiero corresponder a tu Amor, pero soy flojo: ¡Con tu<br />

gracia, sabré! - Tuyo soy, <strong>para</strong> Ti nací: ¿qué quieres Jesús de mí? Jesús<br />

misericordioso, dale el eterno descanso.<br />

A DIOS ESPÍRITU SANTO<br />

Dios Espíritu Santo: Ten piedad de nosotros. - Amor substancial del Padre y del<br />

Hijo - Ten piedad de nosotros. Amor y vida de las almas santas - Ten<br />

piedad de nosotros. – Espíritu de amor, Don del Altísimo, Huésped de las<br />

almas, óptimo y eficaz Consolador; consuelo en el llanto, descanso en el<br />

trabajo, plácida sombra en el tenaz calor. – Espíritu Santo: que no te<br />

rehuya, que el fuego de tu Espíritu me llene. – Espíritu Santo, Divino<br />

Huésped, Maestro, Luz, Guía, Amor: que sepa agasajarte, y escuchar tus<br />

lecciones, y encenderme, y seguirte y amarte. – Santo y Divino Espíritu:<br />

no nos dejes hasta ponernos en la posesión de la Divina Esencia, Cielo de<br />

los cielos. - Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y<br />

enciende en ellos el fuego de tu amor. - Espíritu de benignidad y de<br />

bondad - Ten piedad de nosotros. - Espíritu de caridad y de gozo - Ten<br />

piedad de nosotros. Espíritu de entendimiento y de consejo - Ten piedad<br />

de nosotros. Espíritu de longanimidad y mansedumbre - Ten piedad de<br />

nosotros. Espíritu de paz y de paciencia - Ten piedad de nosotros. Espíritu<br />

de santidad y de justicia - Ten piedad de nosotros. Espíritu de verdad y de<br />

sabiduría - Ten piedad de nosotros. – Espíritu Santo, que no te rehuya, que<br />

el fuego de tu Espíritu me llene. – Espíritu Santo, agua viva, que apagas la<br />

sed de los corazones: ruega por nosotros. - Fuego siempre ardiendo: ¡ten<br />

piedad de nosotros! – “Espíritu Santo, Divino Huésped, Maestro, Luz,<br />

Guía, Amor: que sepa agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderme,<br />

y seguirte y amarte” (Cf. Beato Josemaría, Forja, n. 430.)<br />

67


A NUESTRA SEÑORA<br />

- Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros. - María,<br />

Madre y Maestra de Jesús, enséñanos el camino seguro. Asiento de la<br />

Sabiduría, ruega por nosotros. - . Madre del Amor Hermoso, ¡ayúdame!<br />

- Corazón dulcísimo de María, prepárame un camino seguro. - Ave<br />

María, Purísima, sin pecado concebida. - Dulce corazón de María, sé la<br />

salvación mía. - Oh María, concebida sin pecado, ruega por nosotros<br />

que recurrimos a ti. – Esclava del Señor, ruega por nosotros. Madre mía,<br />

María santísima, pide <strong>para</strong> mí la santa perseverancia y el amor de<br />

Jesucristo. Santa María, esperanza nuestra, ruega por nosotros. Esclava<br />

del Señor, ruega por nosotros. Llena de gracia, ruega por nosotros.<br />

68


III ORACIONES DE INTERCESIÓN<br />

A LA VIRGEN MARÍA<br />

69<br />

“Se la reconoce y se la venera como<br />

verdadera Madre de Dios y del Redentor…,<br />

más aún, es verdaderamente la madre de los<br />

miembros de Cristo. Me llamarán<br />

bienaventurada todas las generaciones (Lc.1,<br />

48). La piedad de la Iglesia hacia la<br />

Santísima Virgen es un elemento intrínseco<br />

del culto cristiano. Este culto, aunque del<br />

<strong>todo</strong> singular, es esencialmente diferente del<br />

culto de adoración que se da al Verbo<br />

Encarnado, lo mismo que al Padre y al<br />

Espíritu Santo, pero lo favorece<br />

poderosamente” (CEC, nn. 963, 971). La<br />

piedad mariana es auténtica cuando lleva,<br />

más allá de María, a una relación más<br />

intensa con Cristo y, en definitiva, con la<br />

Trinidad misma (Juan Pablo II).<br />

DIOS TE SALVE, MARÍA, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres<br />

entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa<br />

María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de<br />

nuestra muerte. Amén.<br />

BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES – Todos nosotros, reunidos en oración<br />

comunitaria, deseamos saludarte hoy, Madre de Cristo, con las palabras de<br />

tu prima Isabel: “Bendita tú entre las mujeres… ¡Dichosa tú que has<br />

creído!” (Luc 1, 42-45). Eres de verdad llena de gracia, ¡oh María!, y con<br />

esta plenitud creció en ti un mundo nuevo. El mundo del Emmanuel, el<br />

mundo de Dios-con-los-hombres. El mundo de la fe, que se extiende a la<br />

realidad sobrenatural de Dios. Esa realidad está en ti. Dios está en ti,<br />

Virgen Madre: “¡Bendito el fruto de tu vientre!” (Luc 1, 42). ¡Oh Madre, oh<br />

mujer vestida del sol del amor divino, oh signo grandioso de <strong>todo</strong>s los que<br />

caminan peregrinos por esta tierra hacia el “santuario del Dios vivo”,<br />

escúchanos! Escúchanos <strong>para</strong> que por tu intercesión “su misericordia<br />

acompañe siempre a aquellos que le honran” (Cf. Luc 1, 50) y no dejen de<br />

participar de ella los hijos y las hijas de esta tierra, ¡oh clemente, oh<br />

piadosa, oh dulce Virgen María! (Juan Pablo II).


ACORDÁOS, ¡OH PIADOSÍSIMA VIRGEN MARÍA!, que jamás se ha oído decir, que<br />

ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra<br />

asistencia y reclamando vuestro socorro haya sido abandonado de vos.<br />

Animado por esta confianza, a vos también acudo, oh Madre, Virgen de<br />

las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a<br />

comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh Madre de Dios, no<br />

desechéis mis súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas<br />

favorablemente. Amén.<br />

¡SALVE, MADRE, REINA DEL MUNDO! Tú eres la Madre del Amor hermoso, tú<br />

eres la Madre de Jesús, fuente de toda gracia, el perfume de toda virtud, el<br />

espejo de toda pureza. Tú eres alegría en el llanto, victoria en la batalla,<br />

esperanza en la muerte. ¡Qué dulce sabor el de tu nombre en nuestra boca,<br />

qué suave armonía en nuestros oídos, qué exaltación en nuestro corazón!<br />

Tú eres la felicidad de quienes sufren, la corona de los mártires, la<br />

hermosura de las vírgenes. Te suplicamos que nos guíes después de este<br />

destierro a la posesión de tu Hijo Jesús. Amén (Juan Pablo II).<br />

MADRE DE LA IGLESIA Y MADRE NUESTRA, MARÍA, recogemos en nuestras<br />

manos <strong>todo</strong> lo que un pueblo es capaz de ofrecerte: la inocencia de los<br />

niños, la generosidad y el entusiasmo de los jóvenes, el sufrimiento de los<br />

enfermos, los afectos más sinceros que se cultivan en las familias, la fatiga<br />

de los trabajadores, las angustias de los sin trabajo, la soledad de los<br />

ancianos, la angustia de quien busca el sentido verdadero de la vida, el<br />

arrepentimiento sincero de quien se ha descarriado con el pecado, los<br />

propósitos y las esperanzas de quien descubre el amor del Padre, la<br />

fidelidad y la entrega de quien gasta sus energías en el apostolado y en las<br />

obras de misericordia. Y tú, ¡Oh Virgen santa!, haz de nosotros testigos<br />

intrépidos de Cristo. Queremos que nuestra caridad sea auténtica, capaz de<br />

llevar de nuevo a los incrédulos a la fe, de conquistar a los que dudan, de<br />

ganarlos a <strong>todo</strong>s. ¡Oh María! Concede a la comunidad civil que progrese<br />

en la solidaridad, que proceda con vivo sentido de la justicia, que crezca<br />

siempre en la fraternidad. Ayúdanos a <strong>todo</strong>s a elevar los horizontes de la<br />

esperanza hasta las realidades eternas del cielo. Virgen santísima, nos<br />

abandonamos en ti y te invocamos <strong>para</strong> que consigas que la Iglesia dé<br />

testimonio del Evangelio en todas sus opciones, <strong>para</strong> que así resplandezca<br />

ante el mundo el rostro de tu Hijo y Señor nuestro, Jesucristo (Juan Pablo II).<br />

OH BIENAVENTURADA Y DULCÍSIMA VIRGEN MARÍA, Madre de Dios, llena de<br />

toda piedad, hija del sumo Rey, Señora de los ángeles, madre de <strong>todo</strong>s los<br />

creyentes: encomiendo al seno de tu piedad, hoy y <strong>todo</strong>s los días de mi<br />

vida, mi cuerpo y mi alma; <strong>todo</strong>s mis actos: pensamientos, quereres,<br />

70


deseos, palabras, obras; mi vida toda así como mi fin, <strong>para</strong> que, por tus<br />

sufragios, <strong>todo</strong> se disponga al bien, según la voluntad de tu Hijo amado,<br />

Nuestro Señor Jesucristo; <strong>para</strong> que seas <strong>para</strong> mí, oh Señora mía santísima,<br />

mi ayuda y mi consuelo contra las insidias y lazos del antiguo adversario,<br />

y de <strong>todo</strong>s mis enemigos. Dígnate impetrarme de tu dilecto Hijo, Nuestro<br />

Señor Jesucristo, la gracia <strong>para</strong> poder resistir con fortaleza las tentaciones<br />

del mundo, la carne, el demonio; <strong>para</strong> tener siempre el firme propósito de<br />

no volver a pecar, sino perseverar en tu servicio y en el tu Hijo amado. Te<br />

pido también, Señora mía santísima, que me impetres una obediencia<br />

verdadera y una verdadera humildad de corazón, <strong>para</strong> que me reconozca<br />

con verdad un pecador miserable, frágil e impotente, no sólo <strong>para</strong> hacer<br />

cualquier obra buena, sino también <strong>para</strong> resistir los continuos ataques, con<br />

la gracia y la ayuda de mi Creador y de tus santas oraciones. Impetra <strong>para</strong><br />

mí también, oh Señora mía dulcísima, una perpetua castidad de mente y<br />

cuerpo, <strong>para</strong> que con un corazón puro y un cuerpo casto, pueda servir a tu<br />

amado Hijo y a ti. Obtenme de Él una pobreza voluntaria, con paciencia<br />

y tranquilidad de mente; <strong>para</strong> que sea capaz de soportar los trabajos de mi<br />

estado y de trabajar por la propia salvación y la del prójimo. Impétrame<br />

también, oh Señora dulcísima, una caridad verdadera, por la cual ame de<br />

<strong>todo</strong> corazón a tu sacratísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y a ti,<br />

después de Él, sobre <strong>todo</strong>; al prójimo en Dios y por Dios, de tal manera<br />

que me alegre de su bien, me duela de su mal, a nadie desprecie, a nadie<br />

juzgue temerariamente, a nadie me anteponga en mi corazón. Haz<br />

también, oh Reina del cielo, que tenga siempre juntamente en mi corazón<br />

temor y amor a tu dulcísimo Hijo; que siempre dé gracias por tantos<br />

beneficios como me ha concedido, no por mérito mío, sino por su bondad;<br />

que haga de mis pecados una confesión pura y sincera, así como verdadera<br />

penitencia, <strong>para</strong> que merezca obtener su misericordia y su gracia. Oro<br />

también <strong>para</strong> que al fin de mi vida tú, Madre única, puerta del cielo y<br />

abogada de los pecadores, a mí tu indigno siervo no me permitas<br />

desviarme de la santa fe católica, sino que me socorras con tu gran piedad<br />

y misericordia, y me defiendas de los malos espíritus; y por la gloriosa<br />

Pasión de tu Hijo bendito, así como por tu propia intercesión, recibida con<br />

esperanza, me impetres de Él el perdón de mis pecados y, muriendo en tu<br />

amor y el suyo, me dirijas por el camino de la salvación y la felicidad.<br />

Amén (Santo Tomás de Aquino).<br />

MIRA A LA ESTRELLA, LLAMA A MARÍA - Si se levantan los vientos de las<br />

tribulaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la<br />

estrella, llama a María. Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición<br />

o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la<br />

71


impureza, impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María. Si<br />

turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu<br />

conciencia, temeroso ante la idea del juicio comienzas a hundirte en la<br />

sima sin fondo de la tristeza, o en el abismo de la desesperación, piensa en<br />

María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María,<br />

invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;<br />

y <strong>para</strong> conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de<br />

su virtud. No te descaminarás si la sigues; no desesperarás si le ruegas; no<br />

te perderás si en ella piensas. Si ella te tiende su mano, no caerás; si te<br />

protege, nada tendrás que temer. No te fatigarás, si es tu guía; llegarás<br />

felizmente a puerto, si ella te am<strong>para</strong> (San Bernardo).<br />

AGRADECIMIENTO A JESUCRISTO POR LA MADRE - Déjame que me dirija a Ti,<br />

amabilísimo Jesús mío, <strong>para</strong> atestiguarte mi agradecimiento por la merced<br />

que me hiciste, al darme a tu Santísima Madre por la devoción de la<br />

esclavitud <strong>para</strong> que ella sea mi abogada delante de tu Majestad, y en mi<br />

gran miseria, mi universal suplemento. ¡Ay, Señor! Tan miserable soy, que<br />

sin esta buena madre, me habría perdido. ¡Cuánto me hace falta María!<br />

Delante de Ti y en todas partes, me hace falta <strong>para</strong> calmar tu justa cólera,<br />

pues tanto te he ofendido y <strong>todo</strong>s los días te ofendo; me hace falta <strong>para</strong><br />

detener los eternos y merecidos castigos con que tu justicia me amenaza;<br />

<strong>para</strong> pedirte, <strong>para</strong> acercarme a Ti y <strong>para</strong> darte gusto; me hace falta <strong>para</strong><br />

salvar mi alma y la de otros; me hace falta en una palabra, <strong>para</strong> hacer<br />

siempre tu voluntad y procurar en <strong>todo</strong> tu mayor gloria. ¡Ay, si pudiera yo<br />

publicar por <strong>todo</strong> el universo esta misericordia que tuviste conmigo! ¡Si<br />

pudiera hacer que el mundo conociera que, de no ser por María estaría yo<br />

condenado! ¡Si yo pudiera dignamente darte las gracias por tan grande<br />

beneficio! María está conmigo: ¡oh, qué tesoro! ¡oh, qué consuelo! Y, de<br />

ahora en adelante, ¿no seré <strong>todo</strong> <strong>para</strong> Ella? ¡Oh, qué ingratitud! Antes la<br />

muerte, Salvador mío queridísimo, que permitáis tal desgracia, que mejor<br />

quiero morir que vivir sin ser <strong>todo</strong> de María. Mil y mil veces, como San<br />

Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado en vez de mis cosas.<br />

¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero, si todavía no he hecho esta<br />

entrega a tu gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como Tú quieres que la<br />

haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo ves algo que no pertenezca a esta<br />

Princesa augusta, arráncala, te ruego, arrójala lejos de mí, que no siendo de<br />

María, indigna es de ti (S. Alfonso Mª de Ligorio).<br />

MARÍA, PUREZA EN VUELO, / Virgen de vírgenes, danos / la gracia de ser<br />

humanos / sin olvidarnos del cielo. // Enséñanos a vivir, / ayúdenos tu<br />

oración, / danos en la tentación, / la gracia de resistir. // Honor a la<br />

72


Trinidad / por esta limpia victoria, / y gloria por esta gloria / que alegra la<br />

humanidad. Amén (Himno de Laudes Oficio de Santa María en sábado).<br />

¡MADRE NUESTRA! ¡VIRGEN INMACULADA! Sé guardiana de <strong>todo</strong>s los caminos<br />

de la Iglesia y del mundo, y de los del mundo hacia la Iglesia. En tu persona<br />

la Iglesia “ha alcanzado ya … la perfección, en virtud de la cual no tiene<br />

mancha ni arruga” (L.G. 65). Pero en nuestra peregrinación terrestre<br />

debemos “luchar todavía por crecer en santidad”. Y por eso “levantamos<br />

los ojos” hacia ti, Virgen Inmaculada, Madre de la Iglesia y Madre de <strong>todo</strong>s<br />

los hombres; hacia ti, estrella de nuestro Adviento. ¡Estrella de la mañana,<br />

de la gloria perenne, del hombre en Dios, acoge nuestro amor y nuestra<br />

veneración! Acepta nuestro abandono en ti (Juan Pablo II).<br />

ALABANZAS A MARÍA - Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María<br />

Santísima. - Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. - Bendita sea<br />

su gloriosa Asunción a los cielos. Bendito sea el Nombre de María Virgen<br />

y Madre. Bendito sea su Corazón Inmaculado. - Bendita sea su Pureza<br />

Virginal. - Bendita sea su Divina Maternidad. - Bendita sea su mediación<br />

Universal. - Benditos sean sus dolores y lágrimas. Benditas sean las<br />

gracias con que el Señor la coronó como Reina de cielos y tierra. - Gloria<br />

a María hija del Padre, gloria a María madre del Hijo, gloria a María<br />

esposa del Espíritu Santo. ¡Más que tú, sólo Dios!<br />

BAJO EL AMPARO DE TUS MISERICORDIAS nos acogemos ¡oh Madre de Dios!<br />

No desprecies nuestras súplicas en las necesidades; antes bien, sálvanos de<br />

los peligros, ¡oh tú que sola eres bendita! (De un Papiro Egipcio, S. III. Liturgia<br />

Romana, Ambrosiana, Bizantina y Copta).<br />

BAJO TU PROTECCIÓN NOS ACOGEMOS, santa Madre de Dios: no desprecies las<br />

súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos<br />

siempre de <strong>todo</strong>s los peligros, Virgen gloriosa y bendita.<br />

CONFIANZA EN MARÍA - Sigo tus luchas y quiero ayudarte. Junto a Mí no<br />

desesperes. Donde yo estoy no hay que temer. Confía en mí y vencerás.<br />

Quien me ama asegura su salvación. Ante mí huyen el pecado y el<br />

infierno. La victoria será de quien tenga fe.<br />

CONSAGRACIÓN BREVE A MARÍA - ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me<br />

ofrezco <strong>todo</strong> a ti, y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día,<br />

mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón: en una palabra, <strong>todo</strong> mi ser.<br />

Ya que soy <strong>todo</strong> tuyo, Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como a<br />

pertenencia y posesión tuya. Amén<br />

73


CONSAGRACIÓN A MARÍA - Oh María, Madre mía amabilísima, yo hijo tuyo me<br />

ofrezco hoy a Ti y te consagro <strong>para</strong> siempre <strong>todo</strong> lo que me resta de vida.<br />

Mi cuerpo con todas sus miserias, mi alma con todas sus flaquezas, mi<br />

corazón con <strong>todo</strong>s sus afectos y deseos; todas mis oraciones, trabajos,<br />

amores, sufrimientos y combates. En especial mi muerte con <strong>todo</strong> lo que la<br />

acompañe: mis últimos dolores y mi última agonía. Y <strong>todo</strong> esto, Madre<br />

mía, lo uno <strong>para</strong> siempre e irrevocablemente a tu amor, a tus lágrimas a tus<br />

sufrimientos... - Madre mía dulcísima, acuérdate de este hijo(a) tuyo(a) y de<br />

la consagración que de sí mismo(a) te hace. Y si yo, vencido por el<br />

desaliento y la tristeza, por la perturbación o el desvarío, llegara alguna vez<br />

a olvidarme de Ti... Oh, entonces, Madre mía, te pido y te suplico<br />

<strong>instante</strong>mente por el amor que tienes a Jesús, por sus llagas y por su sangre,<br />

que me protejas como a hijo(a) tuyo(a), y no me abandones hasta que esté<br />

contigo en la gloria. Amén.<br />

CONSAGRACIÓN A JESÚS POR MANOS DE MARÍA - Oh, Sabiduría Eterna y<br />

Encarnada. Oh, amabilísimo y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero<br />

hombre, Hijo único del Eterno Padre y de la siempre Virgen María. Te<br />

adoro profundamente tanto en el seno y en la luz del Padre, desde toda la<br />

eternidad, como en el seno virginal de María, tu Madre dignísima desde el<br />

tiempo de la Encarnación. Te doy gracias por haberte anonadado tomando<br />

forma de esclavo <strong>para</strong> librarme de la esclavitud del demonio. Te alabo y<br />

glorifico por haberte sometido a María, tu Santa Madre, a fin de<br />

transformarme por su mediación en tu siervo fiel. Yo, empero, infiel e<br />

ingrato no he mantenido mis votos y promesas emitidas en el bautismo; no<br />

he cumplido mis obligaciones, y por esto no merezco ser llamado esclavo<br />

tuyo. No me atrevo a presentarme solo ante tu augusta Majestad. No<br />

merezco ser llamado siervo tuyo. No merezco sino tu cólera y tu enojo.<br />

Recurro, pues, a la intercesión y a la misericordia de tu Madre Santísima, la<br />

que Tú me diste como medianera delante de Ti, esperando que por su<br />

intercesión me concederás la contrición, el perdón de <strong>todo</strong>s mis pecados, a<br />

fin de llegar al logro y conservación de la Divina Sabiduría. - Te saludo, oh<br />

Madre Inmaculada, Tabernáculo viviente de la Divinidad, en el cual la<br />

Sabiduría Eterna ha querido ser adorada por los Ángeles y por los hombres.<br />

Te saludo, oh Reina del cielo y de la tierra a cuyo imperio ha quedado<br />

sometido <strong>todo</strong> lo que no es Dios. Te saludo, oh seguro refugio de los<br />

pecadores, cuya misericordia es <strong>para</strong> <strong>todo</strong>s. Oye mi ardiente deseo de la<br />

Divina Sabiduría, recibe los votos y ofrendas que te presenta mi gran<br />

miseria. - Yo, pecador infiel e ingrato, renuevo hoy y ratifico en tus manos,<br />

los votos y promesas de mi Bautismo; renuncio <strong>para</strong> siempre a Satanás, a<br />

sus pompas, a sus obras y me entrego enteramente a Jesucristo, Sabiduría<br />

74


Eterna Encarnada, porque estoy resuelto a seguir en pos de Él llevando mi<br />

cruz durante toda mi vida, siéndole más fiel de lo que hasta el presente he<br />

sido. En presencia de toda la Corte Celestial, te elijo por mi Madre y<br />

Dueña. Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma,<br />

mis bienes interiores y exteriores, el valor de mis buenas obras pasadas,<br />

presentes y futuras, dejándote pleno y total derecho <strong>para</strong> que dispongas a tu<br />

voluntad y beneplácito, de <strong>todo</strong> lo que me pertenece, sin excepción, <strong>para</strong> la<br />

mayor gloria de Dios en el tiempo y en la eternidad. - Acepta, oh<br />

benignísima Virgen, la humilde oblación de mi esclavitud, en honor y unida<br />

a aquella perfecta sumisión con que la Sabiduría Eterna se sujetó a tu<br />

maternidad; en reconocimiento del poder que entrambos tenéis sobre este<br />

mísero e insignificante pecador, y en acción de gracias por los privilegios<br />

con que la Santísima Trinidad te ha enriquecido. Declaro, en fin, que de<br />

aquí en adelante procuraré, como esclavo tuyo que soy, obedecerte y<br />

respetarte en <strong>todo</strong> (Grignon de Montfort).<br />

CONSAGRACIÓN DEL CORAZÓN A MARÍA INMACULADA - ¡He aquí mi corazón,<br />

mi buena Madre! Tómalo, que a vos acude buscando reposo; cansado de oír<br />

las vanas ilusiones de este mundo, vengo a escuchar vuestras secretas<br />

palabras, llenas <strong>para</strong> mí de encanto. Amo tanto la corona inmortal que<br />

adorna vuestra frente, como vuestra sonrisa tan dulce, vuestra mirada tan<br />

maternal. Mientras más os contemplo, Madre mía, me parecéis más bella.<br />

Aquí vengo a depositar a vuestros pies mi corazón; bien conocéis su<br />

inconstancia, daos prisa a tomarlo, porque tal vez esta misma noche no<br />

estará ya en mi poder y lágrimas me costará recuperarlo. Tomadlo y<br />

guardadlo dentro del vuestro y decidme que es vuestro <strong>para</strong> siempre.<br />

Hacedme puro a vuestros ojos, dadme la inocencia y un corazón muy<br />

ferviente <strong>para</strong> amaros. Dadme la fe, la esperanza, la caridad; muchas<br />

virtudes en esta vida y una santa muerte. Y cuando mis pasos bajen a la<br />

tumba, cuando mis labios hayan gustado el cáliz de la amargura, dadme<br />

entonces las alas de la paloma y salid a recibirme a las puertas del cielo.<br />

Virgen Santísima, Inmaculada, Madre de Dios. Yo me consagro a Vos en<br />

cada <strong>instante</strong> de mi vida; prometo guardar castidad en pensamientos,<br />

palabras y obras; y <strong>para</strong> asegurarme en estos santos propósitos, os pido<br />

vuestra bendición. Bendecidme, Hija del padre y libradme de los malos<br />

pensamientos; bendecidme, Madre del Hijo, y libradme de las malas<br />

palabras; bendecidme, Esposa del Espíritu Santo, y libradme de los malos<br />

deseos y las malas obras. Virgen Santísima, acordaos que soy vuestro <strong>para</strong><br />

siempre; y no me desamparéis en la vida, ni en la muerte. Y, en ese día,<br />

dadme vuestra bendición. Amén (Colegio de la Presentación, Medellín).<br />

75


¡MADRE TIERNA Y AMANTE! ¡Virgen Purísima! ¡Madre de mi Redentor! Vengo a<br />

saludarte con el más filial amor de que es capaz el corazón de un hijo. Sí,<br />

Madre, soy hijo tuyo y como mi impotencia es grande, muy grande, me<br />

apropiaré de los ardores del Corazón de vuestro Hijo Jesús y con Él te<br />

saludaré como a la más pura de las criaturas, formada según los deseos del<br />

Dios tres veces Santo. Concebida sin mancha de pecado original, exenta de<br />

toda corrupción, siempre fiel a los movimientos de la gracia, tu alma<br />

atesoró esos méritos que te han levantado sobre todas las criaturas.<br />

Escogida <strong>para</strong> Madre de Jesucristo, lo has guardado como en un santuario<br />

purísimo y el que venía a dar vida a las almas, la ha tomado de ti, y ha<br />

recibido de ti sustento. ¡Oh Virgen incom<strong>para</strong>ble! ¡Virgen inmaculada!<br />

¡Delicias de la Trinidad Beatísima! ¡Admirada de los ángeles y santos!<br />

¡Eres la alegría de los cielos! Estrella de la mañana, rosal florido de<br />

primavera, azucena blanquísima, lirio esbelto y gracioso, violeta<br />

perfumada, jardín cerrado y cultivado <strong>para</strong> delicia del Rey de los cielos.<br />

Eres mi Madre, ¡Virgen Prudentísima! ¡Arca preciosa donde se encierran<br />

todas las virtudes ¡Eres mi Madre, Virgen Poderosísima, Virgen Clemente,<br />

Virgen Fiel! ¡Eres mi Madre, refugio de los pecadores! Te saludo y me<br />

regocijo al ver que el Todopoderoso te ha otorgado tales dones y te ha<br />

enriquecido con tales prerrogativas. Bendita y alabada seas, Madre de mi<br />

redentor. ¡Madre de los pobres pecadores! Ten piedad de nosotros y<br />

protégenos con tu maternal solicitud. Yo te saludo en nombre de <strong>todo</strong>s los<br />

hombres, de <strong>todo</strong>s los santos, de <strong>todo</strong>s los ángeles. Deseo amarte con el<br />

amor y los ardores de los más encendidos serafines y aún esto es muy poco<br />

<strong>para</strong> saciar mis deseos. Deseo tributarte eternamente un homenaje filial y<br />

puro. ¡Virgen incom<strong>para</strong>ble! Bendíceme, ya que soy tu hijo. Bendice a<br />

<strong>todo</strong>s los hombres, protégelos y ruega por ellos al que es Todopoderoso y<br />

nada te puede negar. ¡Adiós, tierna y querida Madre! Te saludo día y noche,<br />

en el tiempo y en la eternidad.<br />

MADRE DEL AMOR HERMOSO, María, tú que tanto deseas que Jesús sea amado,<br />

úneme, estréchame a tu Hijo; pero estréchame tanto que yo no me pueda<br />

se<strong>para</strong>r de Él (San Alfonso María de Ligorio)<br />

DULCE MADRE NO TE ALEJES, tu vista de mí no apartes; ven conmigo a todas<br />

partes, y solo nunca me dejes. - Ya que me proteges tanto, como verdadera<br />

Madre, haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.<br />

MADRE BENDÍCEME, y ruega por mí, sin cesar. Aleja de mí, hoy y siempre, el<br />

pecado. Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí. Si cien veces caigo, cien<br />

veces levántame. Si yo te olvido, tú no te olvides de mí. ¡Si me dejas,<br />

Madre, ¿qué será de mí? En los peligros del mundo, asísteme. Quiero<br />

76


vivir y morir bajo tu manto. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mírame<br />

con compasión, no me dejes Madre mía. Y, al fin, sal a recibirme, y<br />

llévame junto a Ti. Tu bendición me acompañe hoy y siempre. Amén.<br />

Aleluya.<br />

MADRE, DAME TUS OJOS, <strong>para</strong> saber mirar. Si miro con tus ojos, jamás podré<br />

pecar. - Dame tus labios, Madre, <strong>para</strong> poder rezar. Si rezo con tus labios,<br />

Jesús me escuchará. - Dame tu lengua, Madre <strong>para</strong> ir a comulgar. Es tu<br />

lengua patena de gracia y santidad. - Dame tus manos, Madre, que quiero<br />

trabajar. Entonces mi trabajo valdrá una eternidad. - Dame, Madre, tus<br />

pies, que quiero caminar. Camino hacia la gloria, qué dulce caminar. -<br />

Dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad. Cubierto con tu manto al<br />

cielo he de llegar. - Dame tu cielo, oh Madre, <strong>para</strong> poder gozar. Si tú me<br />

das el cielo, ¿qué más puedo anhelar? - Dame a Jesús, oh Madre, <strong>para</strong><br />

poder amar. Ésta será mi dicha por una eternidad.<br />

MADRE AMABLE DE MI VIDA - Auxilio del cristiano. La gracia que necesito,<br />

pongo en tus benditas manos (Avemaría...). Tú que sabes mis pesares, pues<br />

<strong>todo</strong>s te los confío, da la paz a los turbados y alivio al corazón mío<br />

(Avemaría...). - Y aunque tu amor no merezco, no recurriré a Ti en vano,<br />

pues eres Madre de Dios y auxilio del cristiano (Avemaría...). Acuérdate, oh<br />

Madre Santa, que jamás se oyó decir que alguno te haya implorado sin<br />

recibir tu auxilio. (Avemaría...). Por eso con fe y confianza, humilde y<br />

arrepentido, lleno de amor y esperanza, este favor te pido. - Virgen<br />

María, ¡Ruega por nosotros! - (Se pide la gracia). (Novena de la Confianza)<br />

MADRE... ¡QUE NO NOS CANSEMOS! - ¡Madre Inmaculada! ¡que no nos<br />

cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una petición: ¡Que no nos cansemos! Aunque<br />

el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la<br />

flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos<br />

calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humanos, aunque<br />

vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo...<br />

¡Madre querida...! ¡Que no nos cansemos! Firmes, decididos, alentados,<br />

sonrientes siempre. Con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus<br />

necesidades <strong>para</strong> socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón<br />

de Jesús que está en el sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada<br />

uno nos ha señalado Dios. ¡Nada de volver la cara atrás! ¡Nada de<br />

cruzarse de brazos! ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una<br />

gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de<br />

energía qué gastar, una palabra qué decir, un aliento de nuestro corazón,<br />

un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan servir<br />

<strong>para</strong> dar gloria a Él y a Ti, y <strong>para</strong> hacer un poco de bien a nuestros<br />

77


hermanos... ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir, antes que cansarnos!<br />

(Obispo Juan Manuel González ).<br />

MAGNÍFICAT - Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu<br />

en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.<br />

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha<br />

hecho obras grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega a<br />

sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo:<br />

dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos,<br />

enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los<br />

ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su<br />

misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de<br />

Abraham y su descendencia por siempre. Amén. (Luc 1, 46-55) (Enc.<br />

Redemptoris Mater, Juan Pablo II).<br />

MÍRAME TÚ MARÍA, / mírame una y otra vez: / que cuando tú me miras, / me<br />

mira Dios también. Sin la luz de tu mirada / me pudiera marchitar. /<br />

Madre mía Inmaculada, no me dejes de mirar.<br />

MARIA MADRE DE LOS VIVIENTES - Oh, María, aurora del mundo nuevo,<br />

Madre de los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira, Madre,<br />

el número inmenso de niños a quienes se impide nacer; de pobres a<br />

quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia<br />

inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de<br />

presunta piedad. Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con<br />

firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida.<br />

Alcánzales la gracia de acogerlo como Don siempre nuevo, la alegría de<br />

celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de<br />

testimoniarlo con solícita constancia, <strong>para</strong> construir, junto con <strong>todo</strong>s los<br />

hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, <strong>para</strong><br />

alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida (Juan Pablo II, Enc.<br />

Evangelium Vitae, 1995).<br />

MADRE DE MISERICORDIA - Llegue a María, por ser la Madre de Misericordia<br />

y <strong>todo</strong>poderosa por la Gracia, esta amorosa y devota súplica desde <strong>todo</strong>s<br />

los confines de la tierra, desde las catedrales hasta los más humildes<br />

templos, desde los palacios reales y las mansiones de los poderosos hasta<br />

las chozas más pobres, desde <strong>todo</strong>s los lugares donde se refugian las<br />

almas fieles, desde las llanuras ensangrentadas hasta el extenso mar. Suba<br />

hasta Ella el clamor angustiado de las madres y de las esposas, las<br />

lágrimas de los niños inocentes, los suspiros de los corazones generosos:<br />

<strong>para</strong> que movida por su gran ternura y benignísima solicitud obtengamos<br />

78


la paz que tanto anhelamos <strong>para</strong> este mundo tan agitado (Oración del Papa<br />

Benedicto XV, 5 de mayo de 1917, antes del 13 de mayo, fecha de la 1ª aparición de la<br />

Virgen de Fátima).<br />

MADRE DE PIEDAD Y DE MISERICORDIA, Santísima Virgen María. Yo miserable<br />

e indigno pecador, en ti confío con <strong>todo</strong> mi corazón y afecto; acudo a tu<br />

piedad <strong>para</strong> que, así como estuviste junto a tu dulcísimo Hijo clavado en<br />

la Cruz, también esté junto a mí y junto a <strong>todo</strong>s los fieles que aquí y en<br />

toda la Santa Iglesia vamos a participar de aquel divino Sacrificio, <strong>para</strong><br />

que, ayudados con tu gracia, ofrezcamos una hostia digna y aceptable en la<br />

presencia de la suma y única Trinidad. Amén (Pre<strong>para</strong>ción <strong>para</strong> la Santa Misa).<br />

UN MINUTO CON MARÍA - ¡BENDÍCEME, MADRE! Y ruega por mí, sin cesar.<br />

Aleja de mí, hoy y siempre, el pecado. Si tropiezo, tiende tu mano hacia<br />

mí. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si yo te olvido, tú no te<br />

olvides de mí. Si me dejas madre, ¿qué será de mí? En los peligros del<br />

mundo, asísteme. Quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero que mi vida<br />

te haga sonreír. Mírame con compasión, no me dejes Madre mía. Y, al fin,<br />

sal a recibirme, y llévame junto a Ti. Tu bendición me acompañe hoy y<br />

siempre. Amén. Aleluya.<br />

MARÍA ME LLEVA A CRISTO, / siempre estoy bajo su manto; / con María me<br />

levanto, / y con María me visto. / Con María a <strong>todo</strong> asisto; / con María al<br />

templo voy; / con María en casa estoy; / María está en mis estudios, /<br />

María está en mis asuntos, / María y yo estamos juntos. / Todo de María<br />

soy.<br />

ESCLAVITUD A MARÍA, NUESTRA SEÑORA - ¡Salve, María, amadísima Hija del<br />

Eterno Padre; Madre admirable del Hijo, salve. María fidelísima Esposa del<br />

Espíritu Santo, salve. María, mi amada Madre, mi amable Maestra, mi<br />

poderosa Soberana, salve; gozo mío, gloría mía, mi corazón y mi alma! Tú<br />

eres toda mía por misericordia, y yo soy <strong>todo</strong> tuyo por justicia; pero todavía<br />

no basta. Me entrego a Ti entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar<br />

nada <strong>para</strong> mí, ni <strong>para</strong> otros. Si algo ves en mí que todavía no sea tuyo,<br />

tómalo enseguida te lo suplico y hazte dueña de mis haberes <strong>para</strong> destruir y<br />

desarraigar y aniquilar en mí <strong>todo</strong> lo que desagrade a Dios, y plantar y<br />

levantar y producir <strong>todo</strong> lo que a Ti te agrade. La luz de tu fe disipe las<br />

tinieblas de mi espíritu; tu humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo;<br />

tu contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía<br />

vagabunda; tu continua visión de Dios llene de su presencia mi memoria; el<br />

incendio de caridad de tu corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan<br />

el sitio a tus virtudes mis pecados; tus méritos sean delante de Dios mi<br />

79


adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haz, si es<br />

posible, que no tenga más espíritu que el tuyo, <strong>para</strong> conocer a Jesucristo y<br />

entender sus divinas voluntades; que no tenga más alma que la tuya, <strong>para</strong><br />

alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el tuyo, <strong>para</strong><br />

amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Tú. - No pido<br />

visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos espirituales. Para Ti el ver<br />

claro, sin tinieblas; <strong>para</strong> Ti, el gustar sin amargura; <strong>para</strong> Ti, el triunfar<br />

gloriosa, sin humillación, a la diestra de tu Hijo; <strong>para</strong> Ti el mandar a los<br />

ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia; y el<br />

disponer, en fin, sin reserva alguna de <strong>todo</strong>s los bienes de Dios. Ésta es,<br />

divina María, la mejor parte que se te ha concedido, y que jamás se te<br />

quitará, y que es <strong>para</strong> mí el grandísimo gozo. Para mí, mientras viva, no<br />

quiero otro sino experimentar el que Tú tuviste: creer a secas, sin nada ver<br />

ni gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí<br />

mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho, hasta la muerte por<br />

Ti, sin interés, como el más pequeño esclavo. La sola gracia, que por<br />

misericordia te pido, es que en <strong>todo</strong>s los días y en <strong>todo</strong> momento de mi vida<br />

diga tres amenes (así sea): Amén, a <strong>todo</strong> lo que hiciste sobre la tierra cuando<br />

vivías; Amén a <strong>todo</strong> lo que haces ahora en el cielo; Amén a <strong>todo</strong> lo que obras<br />

en mi alma <strong>para</strong> que en ella no haya nada más que Tú, <strong>para</strong> glorificar<br />

plenamente a Jesús en mí, ahora y en la eternidad. Amén (Grignon de<br />

Montfort)<br />

MARÍA, TENEMOS NECESIDAD DE TI - Santa María de la Cruz, Virgen Madre de<br />

Dios, dirige tu mirada clemente hacia nosotros, recogidos devotamente en<br />

este lugar marcado por tu amor materno. […] Reina inmaculada de la paz y<br />

del amor. ¡Cuántas súplicas has acogido, cuántas lágrimas has enjugado,<br />

dando nuevamente alegría y consuelo a los corazones cansados y<br />

desalentados! […] Te agradecemos, Santa María de la Cruz, asociada en el<br />

dolor y la alegría a la eterna misión salvífica del Redentor, y te suplicamos<br />

con insistente confianza: sigue velando sobre nosotros. Vela sobre esta<br />

ciudad y sus habitantes, sobre las familias, los jóvenes y los ancianos; vela<br />

sobre los responsables, <strong>para</strong> que obren siempre el bien común, y sobre<br />

quien se compromete en favor de la justicia y la solidaridad; vela sobre<br />

quien sufre en el cuerpo y en el espíritu, sobre los pobres, los necesitados y<br />

sobre cuantos recurren a ti en las dificultades cotidianas de la vida. […]<br />

Tenemos necesidad de ti, Santa María de la Cruz: de tu presencia amorosa y<br />

poderosa. Enséñanos a confiar en la providencia del Padre, que conoce<br />

todas nuestras necesidades; muéstranos y danos a tu Hijo Jesús, camino,<br />

verdad y vida; haznos dóciles a la acción del Espíritu Santo, fuego que<br />

purifica y renueva. Suscita aún entre las generaciones jóvenes numerosas<br />

80


vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, <strong>para</strong> un servicio siempre<br />

eficaz al reino de Dios.[…] María, Estrella de la nueva evangelización, acoge<br />

como hijos tuyos a <strong>todo</strong>s los creyentes y conviértelos en testigos valientes<br />

de verdad y santidad ya en el umbral del tercer milenio cristiano. Todos<br />

juntos nos encomendamos hoy a ti: en ti confiamos, te amamos. Camina con<br />

nosotros, Santa María de la Cruz, Amén (Juan Pablo II, Cremona, Italia, L992.<br />

SEÑORA MÍA, SANTA MADRE DE DIOS, llena de gracia, abismo inagotable de las<br />

gracias invisibles y liberalidades divinas; canal de todas las gracias,<br />

después de la Santísima Trinidad, Señora de <strong>todo</strong> lo creado; después del<br />

Paráclito, segunda consoladora; después del Mediador, mediadora <strong>para</strong><br />

<strong>todo</strong> el mundo, contempla mi fe y el deseo que me ha dado Dios. No<br />

desprecies mi indignidad; no permitas que la malicia de mis actos sea<br />

obstáculo a tu inmensa misericordia. ¡Oh Madre de Dios, oh nombre, el<br />

más delicioso <strong>para</strong> mí! No hay trofeo más seguro que tu ayuda. Tú has<br />

secado las lágrimas de la faz de la tierra; Tú has llenado la creación con<br />

toda clase de bienes; Tú has dado alegría a los que están en el cielo; Tú has<br />

salvado a los que están en la tierra. Por Ti poseemos la más segura prenda<br />

de resurrección; por Ti esperamos conseguir el reino de los cielos. Por Ti,<br />

oh Inmaculada Virgen, los apóstoles, los profetas, los justos y humildes de<br />

corazón, desde Adán hasta la consumación del mundo, obtuvieron,<br />

obtienen y obtendrán toda la gloria, honor y santidad (San Efrén).<br />

A MARÍA, DESPUÉS DE LA COMUNIÓN - María, Virgen y Madre Santísima, he<br />

recibido a tu Hijo amadísimo, que concebiste en tus entrañas, alimentaste<br />

con tu pecho y estrechaste entre tus brazos. Al mismo que te alegraba<br />

contemplar y te llenaba de gozo; con humildad te lo presento y te lo<br />

ofrezco, <strong>para</strong> que lo abraces, lo ames con tu corazón y lo ofrezcas a la<br />

Santísima Trinidad en culto supremo de adoración, por tu honor y por tu<br />

gloria y por mis necesidades y por las de <strong>todo</strong> el mundo. Te ruego, Madre,<br />

que me alcances el perdón de mis pecados y gracia abundante <strong>para</strong> servirte,<br />

de hoy en adelante, con mayor fidelidad; y por último, la gracia de la<br />

perseverancia final, <strong>para</strong> que pueda alabarle contigo por los siglos de los<br />

siglos. Amén.<br />

YO TE SALUDO, MARÍA, MADRE DE DIOS, tesoro venerable de <strong>todo</strong> el universo,<br />

lám<strong>para</strong> que no se apaga, brillante corona de la virginidad, cetro de la<br />

buena doctrina. Yo te saludo, a Ti, que en tu seno virginal has encerrado al<br />

Inmenso y al Incomprensible. A Ti, por quien la Santa Trinidad es adorada<br />

y glorificada. A Ti, por quien la cruz preciosa del Salvador es exaltada por<br />

toda la tierra. A Ti, por quien da victorias el Cielo, se alegran los ángeles,<br />

se ahuyentan los demonios, vencido es el tentador, alzada es al cielo la<br />

81


criatura culpable, y el conocimiento de la verdad se establece sobre las<br />

ruinas de la idolatría. A Ti, por quien los fieles alcanzan el bautismo y son<br />

ungidos con el aceite de la alegría. Por quien son fundadas todas las iglesias<br />

del mundo, y guiadas las naciones a la penitencia. A Ti, en fin, por quien el<br />

Hijo único de Dios, que es la luz del mundo, ha esclarecido a los que<br />

estaban sentados en las sombras de la muerte – (Cirilo de Alejandría).<br />

DESAGRAVIO A MARÍA - ¡Oh María, madre mía Inmaculada! Deseo<br />

desagraviarte de las ofensas que recibe tu purísimo corazón, especialmente<br />

de las blasfemias que se dirigen contra ti. Te ofrezco estas alabanzas con el<br />

fin de consolarte por tantos hijos ingratos que no te aman, y consolar el<br />

Corazón de tu Divino Hijo a quien tanto ofenden las injurias contra ti.<br />

Dígnate, dulcísima madre mía, recibir éste mi pobre obsequio; haz que te<br />

ame cada vez más, y mira con ojos de misericordia a esos desgraciados <strong>para</strong><br />

que no tarden en arrojarse en tus maternales brazos. Amén. Dígnate que te<br />

alabe, Virgen Sagrada. Dame virtud contra tus enemigos. Amén (Del<br />

Rosario de alabanzas a la Santísima Virgen en desagravio de las blasfemias).<br />

OH MARÍA, EN VOS DEPOSITO MI CONFIANZA, sed mi defensora de por vida. Y, a<br />

la hora de la muerte, que muera yo con la muerte del justo. Amén.<br />

EL REZO DEL ROSARIO<br />

82<br />

Sin la contemplación, el Rosario es un<br />

cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de<br />

convertirse en mecánica repetición de<br />

fórmulas. Por su naturaleza, el rezo del<br />

Rosario exige un ritmo tranquilo y un<br />

reflexivo remanso que favorezcan en quien<br />

ora la meditación de los misterios de la vida<br />

del Señor, vistos a través del corazón de<br />

Aquella que estuvo más cerca de Jesús, y que<br />

desvelan su insondable riqueza. La<br />

contemplación de los misterios personaliza el<br />

rezo del Rosario, y hace que cada uno<br />

exprese su sentir más íntimo de hoy, con las<br />

mismas palabras de ayer. No hay dos<br />

rosarios iguales. Algo así como un apretón de<br />

manos. Cada quien saluda a su modo;<br />

depende del ánimo, del cariño, de la hondura<br />

del afecto. El rito externo parece el mismo,<br />

pero el significado siempre es otro. La fuerza


83<br />

y el clima que da la voz son proporcionales a<br />

la intensidad y al ardor internos. Con escasos<br />

vocablos: una jaculatoria o un versículo del<br />

Evangelio que recordemos, o unas palabras<br />

espontáneas, podemos repasar cada día la<br />

vida del Señor. A manera de ejemplo, y<br />

advirtiendo que no se pueden colocar rieles<br />

inflexibles al corazón, consideremos los<br />

quince misterios de que se compone el<br />

rosario 1 .<br />

MISTERIOS GOZOSOS – Primer misterio: la Encarnación del Hijo de Dios. Dijo<br />

María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra<br />

(Lucas, 1, 38). – María es sorprendida en oración y al arcángel le da el<br />

mensaje. El amor del Padre nos envía al Hijo que se anonada hecho carne<br />

en el seno de una criatura purísima. La humildad de Jesús quiere acabar<br />

con tanto orgullo y soberbia personales. Captamos su deseo y los labios<br />

marcan una nueva actitud: ¡Gracias! Con un acto de amor terminamos la<br />

primera decena: ¡Jesús, Jesús, que seas <strong>para</strong> mí siempre Jesús! Segundo<br />

misterio: la Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel Mi alma<br />

glorifica al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios mi Salvador (Lucas,<br />

1, 46-47) - Visitar a Isabel es su primer pensamiento, cuando desaparece el<br />

ángel. Ir a servir a su prima. Y brota, desde muy hondo, un ansia de vivir la<br />

caridad de María con quienes nos rodean, de hacer compañía a tantas<br />

soledades, de querer a <strong>todo</strong>s como nos quiere María. Las palabras de la<br />

Virgen nos sirven de jaculatoria: Porque ha mirado la pequeñez de su<br />

esclava, me llamarán bienaventurada todas las generaciones: ¡Si soy<br />

humilde, seré feliz por siempre! Tercer misterio: el nacimiento del Hijo de<br />

Dios. Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de<br />

buena voluntad (Lucas, 2, 14) - Nace el Mesías. En una pesebrera. Un trono<br />

<strong>para</strong> Dios en un establo. Y nosotros queriendo lucir, quedar bien a toda<br />

hora. Que no nos preocupe nuestra poca importancia: el trabajo de cada día<br />

también santifica, por pequeño que sea, por insignificante que parezca, si se<br />

ofrece a Dios. No busquemos otra gloria que servir. !Jesús, manso y<br />

humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo! Cuarto misterio: La<br />

Purificación de la Madre y la Presentación del Hijo de Dios en el templo.<br />

Luz <strong>para</strong> iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo Israel (Lucas, 2, 32) -<br />

María nos muestra que hay que limpiar el alma. Ella no lo necesita, pero<br />

1 La consideración de los misterios del Rosario esta tomada del libro María, la Obra Maestra de<br />

Dios, de <strong>Javier</strong> <strong>Abad</strong> <strong>Gómez</strong> (Editorial San Pablo, Bogotá 1994).


acepta la Ley. Nosotros sí lo requerimos y tenemos el medio: la confesión<br />

sacramental. Es la ruta del regreso hacia el amor que perdona. Le pedimos a<br />

la Virgen que nos lleve en sus brazos, como a Jesús en el templo. Que su<br />

sonrisa de Madre nos haga más fácil el retorno a Dios: ¡Madre del Amor<br />

Hermoso, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte! Quinto<br />

misterio: El Niño perdido y hallado en el Templo Es preciso que me ocupe<br />

en las cosas de mi Padre (Lucas, 2, 49) - Jesús no está perdido. Sus padres lo<br />

buscan, porque no saben dónde se quedó. Por voluntad del Padre Celestial,<br />

se desprende de María y de José. A los doce años, pasa tres días en el<br />

templo, preguntando y hablando de Dios con sabiduría. Ante la vocación de<br />

los hijos, el posible dolor de los padres no debe ser obstáculo <strong>para</strong> que ellos<br />

recorran el sendero trazado por el Amor de Dios que llama. Y, ante el afán<br />

de independencia, el corazón grita en silencio: !Que no tenga otra libertad<br />

que la de amarte a Ti, Señor!<br />

MISTERIOS DOLOROSOS – Primer misterio: La Oración en el Huerto Jesús<br />

oraba diciendo: no se haga mi voluntad, sino la tuya (Marcos, 14, 36). - El<br />

gozo da paso al dolor. Aunque los treinta años ocultos también son<br />

redentores, su infancia obediente y su docilidad al plan divino, lo llevan<br />

hasta la Cruz, <strong>para</strong> librarnos de la esclavitud del pecado. Nos muestra cómo<br />

aceptar el sufrimiento: no se trata de huirle, sino de enfrentarlo con valentía.<br />

Para esto, es necesario orar. Rezando con perseverante intensidad, en el<br />

‘Huerto’ de nuestras lágrimas podremos soportar cualquier pena con paz:<br />

más aún, con alegría: ¡No se haga mi voluntad, sino la tuya, Señor!<br />

Segundo misterio: La Flagelación del Señor. Subimos a Jerusalén y el Hijo<br />

del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los<br />

escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles y se<br />

burlarán de Él, y le escupirán y le azotarán y le darán muerte; pero a los<br />

tres días resucitará (Marcos, 10, 33-34) - Ahora lo azotan sin piedad, sin<br />

razón. Él no protesta. Sufre por cada uno, en singular. Eso lo sostiene y lo<br />

levanta. La Comunión de los Santos hace que también nosotros podamos<br />

merecer por el prójimo. Y ofrecer el dolor y el sufrimiento propios. Con<br />

San Pablo, decimos: ¡Todo lo soporto, por amor a mis hermanos, <strong>para</strong> que<br />

consigan la salvación, que está en Cristo Jesús! Tercer misterio: La<br />

Coronación de espinas Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la<br />

pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y Pilatos les dijo:<br />

¡ahí tenéis al Hombre! (Juan, 2.5). - Adornan su cabeza con guirnalda de<br />

espinas, y lo convierten en objeto de burlas. Acepta que jueguen con Él, que<br />

lo humillen más todavía. Pero nadie podrá quitarle su realeza. Vencido y<br />

golpeado, es Señor del universo. Siendo dueños de nosotros mismos,<br />

podremos conllevar la incomprensión. ¡Haz, Jesús, que mantenga la cabeza<br />

84


serena aunque el mundo se desmorone: sólo así podré ser útil y servir!<br />

Coronado de espinas, eres nuestro Rey. ¡Inspírame, Señor, qué debo hacer<br />

en tu servicio! Cuarto misterio: Jesús con la cruz a cuestas Jesús decía a<br />

<strong>todo</strong>s: quien quiera venir en pos de mí, que tome su cruz cada día y me siga<br />

(Cf. Lucas, 14, 27). - Lleva sobre los hombros el madero de la Redención. El<br />

Cirineo intenta ayudarle. Es un privilegio cargar la cruz, codo a codo con<br />

Cristo. Nuestro sacrificio es corredentor si se hace con Jesús. Cada uno<br />

tiene la cruz que puede llevar: ni más ni menos. Y el divino Ajusticiado<br />

pone su hombro debajo de la nuestra, <strong>para</strong> hacérnosla más soportable. Si<br />

abrimos bien los ojos, encontraremos a María en el camino del Calvario: su<br />

mirada nos sostiene y alienta. ¡Quédate con nosotros, Señora, porque si no,<br />

desfalleceremos! Quinto misterio: Muere Jesús en la Cruz. Jesús, viendo a<br />

su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre:<br />

Mujer, he ahí a tu hijo (Juan, 19, 26). - Jesús es crucificado y muere en la<br />

Cruz. Hasta ese extremo lo llevó el amor. Y nosotros, rebeldes, opuestos a<br />

cualquier mandato que nos cueste un poco. Él, en cambio, se hizo obediente<br />

hasta la muerte, y muerte de Cruz. Y nos consiguió la salvación.<br />

¡Ayúdame, Señor, a obedecer como Tú, <strong>para</strong> poderme llamar corredentor!<br />

MISTERIOS GLORIOSOS – Primer misterio: La resurrección del Señor. Yo sé<br />

que mi Redentor vive y desde mi carne yo veré a Dios (Cf. Job 19, 23) . Del<br />

dolor, a la esperanza y a la alegría. Esto sucede cuando se camina con<br />

Cristo: no permanecemos en la muerte. Superado con amor el difícil trance,<br />

viene la paz, el gozo, la serenidad. La vida puede más que la muerte: sucede<br />

en el bautismo, en la penitencia, en <strong>todo</strong>s los sacramentos. Los<br />

necesitamos. Nos liberan del pecado, de la tristeza. Y una sensación<br />

profunda de alegría agradecida pone fin a esta decena: ¡Si Cristo no hubiese<br />

resucitado, vana sería nuestra fe! ¡Ciertamente, resucitó Jesús! ¡Aleluya!<br />

Segundo misterio: La Ascensión del Señor a los cielos Creo en Jesucristo,<br />

quien al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está<br />

sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso - Una momentánea<br />

tristeza. El Señor se va al Cielo. Pero los apóstoles no quedan abandonados:<br />

María está allí. Su cariño de Madre lo vuelca en ellos. Y en nosotros, que a<br />

veces nos sentimos solos, por habernos alejado de Jesús. ¡Quédate con<br />

nosotros, Maestro, porque sin Ti se oscurece la vida, se nos hace de noche<br />

como a los discípulos de Emaús! Tercer misterio: La venida del Espíritu<br />

Santo. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de<br />

los santos y el perdón de los pecados. - Una explosión de fuego y de luz<br />

manifiesta los dones del Espíritu Santo: <strong>para</strong> la inteligencia, el corazón y la<br />

voluntad. Los apóstoles comprenden. No tienen miedo. Hablan en su<br />

propia lengua y <strong>todo</strong>s les entienden. Hay que hacer apostolado. Dar<br />

85


doctrina sin temor, sin cobardía, sin silencios cómplices. ¡Ven Espíritu<br />

Santo, llena los corazones de tus fieles - ovejas y pastores - y danos<br />

fortaleza y luz, <strong>para</strong> saber hablar de Ti con fortaleza y claridad! Cuarto<br />

misterio: La asunción de María al Cielo en cuerpo y alma. Creo en la<br />

resurrección de la carne y la vida eterna. - Se durmió la Virgen. Y sube<br />

luego al Cielo en cuerpo y alma, <strong>para</strong> estar con su Hijo: siempre unidos. Y,<br />

entre ellos dos, nosotros. Sumerjámonos en el amor de la intimidad divina.<br />

¡"Dios te salve, María, Hija de Dios Padre; Dios te salve, María, Madre de<br />

Dios Hijo; Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo: más que tú,<br />

sólo Dios!”(Beato Josemaría). Quinto misterio: La Coronación de María como<br />

Reina universal de <strong>todo</strong> lo creado. ¡Virgen Madre de Dios, que reinas al<br />

lado de tu Hijo: dile cosas buenas de nosotros! - Dios la hace Reina del<br />

cielo. Cuánto nos alegramos. También es Reina de la Iglesia y de nuestra<br />

vida. ¡Reina de los apóstoles, ruega por nosotros!<br />

LA SALVE, <strong>para</strong> finalizar - Oración llena de esperanza, <strong>para</strong> quienes,<br />

peregrinos por el mundo, sabemos que no tenemos aquí morada<br />

permanente, porque nuestra Patria está en los cielos. Ella nos acompaña.<br />

Le decimos con amor: “Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre,<br />

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!”. Dios te salve, Reina y<br />

Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A<br />

ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y<br />

llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra,<br />

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este<br />

destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente!<br />

¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María!<br />

LAS LETANÍAS LAURETANAS - Con ellas la llenamos de alabanzas y de<br />

súplicas, con las que cumplimos la profecía de que todas las generaciones<br />

la llamaríamos bienaventurada. Aclamamos a Cristo y lanzamos, como<br />

saetas de amor, piropos encendidos a nuestra Madre. Pedimos a la Reina<br />

del Santísimo Rosario, que ruegue por nosotros, <strong>para</strong> que nos hagamos<br />

dignos de alcanzar la meta prometida a quienes luchamos por ser fieles<br />

hasta el final.<br />

ALGUNAS ADVOCACIONES MARIANAS<br />

VIRGEN DE CHIQUINQUIRÁ – Padre nuestro, que en tu amorosa solicitud has<br />

querido favorecer a nuestra Patria (Colombia) dándonos en Chiquinquirá un<br />

signo de tu presencia; por la intercesión poderosa de la Virgen María, cuyo<br />

86


patrocinio celebramos, concédenos crecer en la fe y lograr nuestro<br />

desarrollo por caminos de paz y de justicia. Amén.<br />

A NUESTRA SEÑORA DE CZESTOCHOWA - ¡Madre de Dios hecho hombre,<br />

Virgen Santísima, Señora nuestra, Esposa del Espíritu Santo y Trono de la<br />

Sabiduría! A tu intercesión debemos la magnífica visión y el programa de<br />

renovación de la Iglesia en nuestra época. Haz que hagamos de esta visión<br />

y de este programa el objeto de nuestra acción, de nuestro servicio, de<br />

nuestro apostolado. Ayúdanos a <strong>todo</strong>s a anunciar a Cristo y a manifestar “la<br />

fuerza y la sabiduría divina” (I Cor. 1, 24) escondida en su Cruz. ¡Tú que lo<br />

manifestaste la primera en Belén, no sólo a los pastores sencillos y fieles,<br />

sino también a los sabios de países lejanos! ¡Madre del Buen Consejo!<br />

Indícanos siempre cómo debemos servir, cómo proteger la justicia y la paz<br />

en el mundo, cómo enfrentar los difíciles problemas de la sociedad que no<br />

pueden resolverse con el odio, la guerra y la autodestrucción, sino con la<br />

paz, la justicia, el respeto a los derechos de los hombres y de las naciones.<br />

¡Oh Madre de la Iglesia! ¡Haz que la Iglesia goce de libertad y de paz <strong>para</strong><br />

cumplir su misión salvífica y que, <strong>para</strong> este fin, se haga madura, con una<br />

nueva madurez de fe y de unidad interior! ¡Ayúdanos a vences las<br />

oposiciones y las dificultades! ¡Ayúdanos a descubrir de nuevo toda la<br />

sencillez y la dignidad de la vocación cristiana! Haz que no falten “los<br />

obreros en la viña del Señor”. ¡Santifica a las familias! ¡Vela sobre el alma<br />

de los jóvenes y sobre el corazón de los niños! Ayuda a superar las<br />

grandes amenazas morales que afectan a los ambientes fundamentales de la<br />

vida y del amor. Obtén <strong>para</strong> nosotros la gracia de renovarnos<br />

continuamente, a través de toda la belleza del testimonio dado por la cruz y<br />

la resurrección de tu Hijo. Amén (Apartes de la Consagración a la Virgen de<br />

Czestochowa [Polonia], hecha por Juan Pablo II, 4-VI-1979).<br />

A LA VIRGEN DE CZESTOCHOWA, POR LOS JÓVENES – Virgen Negra de la<br />

, dirige tus ojos maternos hacia los jóvenes de <strong>todo</strong> el<br />

mundo, quien ya cree en tu Hijo y quien todavía no lo ha encontrado en su<br />

camino. Acoge, ¡Oh María! sus anhelos, disipa sus dudas, consolida sus<br />

propósitos, haz que vivan en sí mismos los sentimientos de un auténtico<br />

‘espíritu de hijos’ <strong>para</strong> contribuir eficazmente a la edificación de un<br />

mundo más justo. Tú sabes que están dispuestos, tú conoces su corazón.<br />

¡Tú eres la Madre de <strong>todo</strong>s! En esta colina de luz, donde tan intensa es la<br />

invitación a la fe y a la conversión del corazón, María os acoge con<br />

premura materna. Virgen , ella extiende desde este<br />

antiguo santuario su mirada vigilante y providente sobre <strong>todo</strong>s los pueblos<br />

del mundo, anhelante de paz. Jóvenes, vosotros sois el futuro y la<br />

esperanza de ese mundo. Por eso os necesita Cristo: <strong>para</strong> hacer llegar al<br />

87


último rincón de la tierra el Evangelio de la salvación. Estad dispuestos y<br />

pre<strong>para</strong>dos <strong>para</strong> cumplir esa misión con verdadero ‘espíritu de hijos’. Sed<br />

los apóstoles, sed los mensajeros generosos de la esperanza sobrenatural<br />

que da nuevo empuje al camino del hombre (Juan Pablo II).<br />

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN - ¡Madre y hermana nuestra!<br />

Extiende tu escapulario como manto de protección sobre las ciudades y los<br />

pueblos, sobre la cordillera y el mar, sobre hombres y mujeres, jóvenes y<br />

niños, ancianos y enfermos, huérfanos y afligidos, sobre los hijos fieles y<br />

sobre las ovejas descarriadas. - Tú, que en cada hogar tienes un altar<br />

familiar, que en cada corazón tienes un altar vivo, acoge la plegaria de tu<br />

pueblo que ahora de nuevo se consagra a Ti. - Estrella de los mares y faro<br />

de la luz, consuelo seguro <strong>para</strong> el pueblo peregrino, guía nuestros pasos en<br />

su peregrinar terreno <strong>para</strong> que recorra siempre senderos de paz y de<br />

concordia, caminos de evangelio, de progreso, de justicia y libertad. -<br />

Reconcilia a los hombres en un abrazo fraterno. Que desaparezcan los<br />

odios y los rencores, que se superen las divisiones y las barreras, que se<br />

unan las rupturas y sanen las heridas. - Haz que Cristo sea nuestra paz, que<br />

su perdón renueve los corazones, que su palabra sea esperanza y fermento<br />

de la sociedad. Amén (Juan Pablo II, Chile, 3 de abril de 1987).<br />

VIRGEN DEL CARMEN - Virgen María, Madre y Reina del Carmelo, unida de<br />

modo admirable al misterio de la Redención. Tú acogiste y conservaste en<br />

el corazón la Palabra de Dios y perseveraste orante con los Apóstoles en<br />

espera del Espíritu Santo. - En Ti, como en una imagen perfecta, vemos<br />

realizado cuanto deseamos y esperamos ser en la Iglesia. Oh Virgen<br />

María, mística estrella del Monte Carmelo. Ilumínanos y guíanos en el<br />

camino de la caridad perfecta. Atráenos a la contemplación del rostro del<br />

Señor. Cuida con amor de <strong>todo</strong>s nosotros, revestidos de tu Santo<br />

Escapulario, signo de tu protección y que tu presencia nos ilumine en<br />

nuestro camino, y nos conduzca al monte de la salvación que es Cristo,<br />

Hijo tuyo y Señor Nuestro (Monte Carmelo, Israel, Kaifa).<br />

VIRGEN DEL SAGRADO CORAZÓN - (Abogada de las causas difíciles y desesperadas) -<br />

Acuérdate, oh Nuestra Señora del Sagrado Corazón, del inefable poder<br />

que tu Hijo divino te dio sobre su Corazón adorable. Llenos de confianza<br />

en tus merecimientos, acudimos a implorar tu protección. ¡Oh celeste<br />

Tesorera del Corazón de Jesús! De ese Corazón que es el manantial<br />

inagotable de todas las gracias y que puedes abrir a tu gusto, <strong>para</strong> derramar<br />

sobre los hombres <strong>todo</strong>s, tesoros de amor y misericordia, de luz y de<br />

salvación. Concédenos, te suplicamos, los favores que pedimos. No, no<br />

podemos recibir de Ti desaire alguno. Y puesto que eres nuestra Madre,<br />

88


oh Señora del Sagrado Corazón, acoge nuestros ruegos y dígnate<br />

atenderlos. Así sea.<br />

VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS - Breve obsequio a María Santísima de los<br />

Desam<strong>para</strong>dos: Señal de la Cruz, Acto de contrición.- Madre de los<br />

Desam<strong>para</strong>dos, am<strong>para</strong> a quienes el mundo desprecia y abandona.<br />

(Avemaría). - Abogada de la Santa Iglesia, ampárala en todas sus<br />

necesidades y auxilia a su cabeza visible el Sumo Pontífice. (Avemaría). -<br />

Reina del cielo y de la tierra, am<strong>para</strong> a nuestra nación e inspira a sus<br />

gobernantes el santo temor de Dios. (Avemaría). - Consoladora de tus<br />

devotos hijos, que sintamos siempre los efectos de tu protección y por la<br />

perseverancia en la fe y el amor a tu Hijo, llévanos después de la muerte a<br />

la mansión de las eternas dichas. (Avemaría) - ORACIÓN: Oh, Dios y Señor,<br />

que nos concediste venerar a la Santísima Virgen María, bajo el título<br />

dulcísimo de Madre de Desam<strong>para</strong>dos y por su intercesión nos dispensas<br />

el beneficio de que ninguno que acude a su patrocinio sea desam<strong>para</strong>do,<br />

concédenos que por la protección de tan buena Madre no seamos tampoco<br />

desam<strong>para</strong>dos de tu benignidad. Por Cristo Señor Nuestro. Amén.<br />

VIRGEN DE LOS DOLORES - Virgen dolorosísima. Reina de los Mártires, ¿de<br />

qué me servirían las lágrimas que por mí derramaste en la pasión y muerte<br />

de tu Hijo, si al fin me hubiese de condenar? Pues por los méritos de tus<br />

dolores, te pido que me alcances verdadero dolor de mis pecados,<br />

enmienda completa en las costumbres y continua y afectuosa compasión<br />

de las penas de mi Señor Jesucristo y de las tuyas. Y, pues que ambos,<br />

siendo inocentes, padecisteis tanto por mí, alcánzame que yo, reo de<br />

muerte eterna, sufra también algo por vuestro amor. Finalmente, Madre<br />

mía, por aquella congoja que sintió tu amoroso pecho al ver a tu Hijo<br />

inclinar la cabeza y expirar en el madero de la cruz, te pido me obtengas<br />

la gracia de una buena muerte. En aquella hora de combate y agonía que<br />

ha de llegar en el paso <strong>para</strong> la eternidad, no dejes de asistirme, ¡oh<br />

abogada de pecadores! Desde ahora te invoco y te llamo, pidiendo<br />

humildemente me socorras en trance tan amargo <strong>para</strong> lo cual al presente<br />

digo y diré mil veces: Jesús y María, en vuestras manos santísimas<br />

encomiendo mi espíritu. Amén (S. Alfonso Mª de Ligorio).<br />

VIRGEN DE FÁTIMA (1) Consagración del mundo - Con las palabras de esta<br />

Antífona, con la que la Iglesia de Cristo reza desde hace siglos, nos<br />

encontramos hoy ante ti, Madre, en el Año Jubilar de nuestra Redención. -<br />

Estamos unidos a <strong>todo</strong>s los Pastores de la Iglesia con un vínculo<br />

particular, formando un cuerpo y un colegio, como por voluntad de Cristo<br />

los Apóstoles formaban un cuerpo y un colegio con Pedro. - En el vínculo<br />

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de esta unidad, pronunciamos las palabras de este Acto, en el que<br />

deseamos recoger, una vez más, las esperanzas y angustias de la Iglesia en<br />

el mundo contemporáneo. - Hace cuarenta años y nuevamente diez años<br />

después, tu siervo el Papa Pío XII, teniendo presente las experiencias<br />

dolorosas de la familia humana, confió y consagró a tu Corazón Inmaculado<br />

<strong>todo</strong> el mundo, y especialmente los pueblos que, debido a su situación,<br />

son objeto particular de tu amor y solicitud. - Este mundo de los hombres y<br />

de las naciones es el que tenemos ante los ojos también hoy: el mundo del<br />

segundo milenio que está finalizando; el mundo contemporáneo, nuestro<br />

mundo. - La Iglesia, recordando las palabras del Señor: Id, pues, enseñad a<br />

todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del<br />

Espíritu Santo, enseñadles a observar a <strong>todo</strong> cuanto Yo os he mandado<br />

(Mt 28,19-20), ha avivado en el Concilio Vaticano II la conciencia de su misión<br />

en este mundo. — Y por esto, oh Madre de los hombres y de los pueblos, tú que<br />

conoces sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas<br />

las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el<br />

mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu<br />

Santo, elevamos directamente a tu corazón; abraza con amor de Madre y de<br />

Sierva del Señor este mundo humano nuestro, que te confiamos y<br />

consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los<br />

hombres y de los pueblos. - De modo especial confiamos y consagramos<br />

aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de<br />

esta entrega y de esta consagración. - ¡No deseches las súplicas que te<br />

dirigimos en nuestras necesidades! - He aquí que, encontrándonos hoy ante<br />

ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con<br />

toda la Iglesia, unirnos mediante la consagración que, por amor nuestro, tu<br />

Hijo hizo de sí mismo al Padre cuando dijo: Yo por ellos me santifico,<br />

<strong>para</strong> que ellos sean santificados en la verdad (Jn 17,19). Queremos unirnos<br />

a nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres,<br />

la cual, en su Corazón divino, tiene el poder de conseguir el perdón y de<br />

procurar la re<strong>para</strong>ción. El poder de esta consagración dura por siempre,<br />

abarca a <strong>todo</strong>s los hombres, pueblos y naciones, y supera <strong>todo</strong> el mal que<br />

el espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el corazón del hombre y<br />

en su historia; y que ha sembrado en nuestro tiempo. - ¡Oh, cuán<br />

profundamente sentimos la necesidad de consagración <strong>para</strong> la humanidad<br />

y <strong>para</strong> el mundo: por nuestro mundo contemporáneo, en unión con Cristo<br />

mismo! En efecto, la obra redentora de Cristo debe ser participada por el<br />

mundo a través de la Iglesia. - Lo manifiesta el presente año de la<br />

Redención, el Jubileo extraordinario de toda la Iglesia. - En este Año<br />

Santo, bendita seas por encima de todas las criaturas, tú, Sierva del Señor,<br />

que de la manera más plena obedeces a la llamada divina. - Te saludamos<br />

90


a ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo. -<br />

Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de<br />

la esperanza y de la caridad. Ayúdanos a vivir en la verdad de la<br />

consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual. - Al<br />

encomendarte, oh Madre, el mundo, <strong>todo</strong>s los hombres y pueblos, te<br />

confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu<br />

corazón maternal. - ¡Corazón Inmaculado!, ayúdanos a vencer la amenaza<br />

del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de<br />

hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre nuestra época y<br />

da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro – (Juan Pablo II (23-III-84)<br />

(Sol De Fátima, Núm.141, 1992).<br />

VIRGEN DE FÁTIMA (2). LETANÍAS - ¡Del hambre y de la guerra, líbranos! ¡De<br />

la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de <strong>todo</strong> tipo de<br />

guerra, líbranos! ¡De los pecados contra la vida del hombre desde su<br />

primer <strong>instante</strong>, líbranos! ¡Del odio y el envilecimiento de la dignidad de<br />

los hijos de Dios, líbranos! ¡De toda clase de injusticias en la vida social,<br />

nacional e internacional, líbranos! ¡De la facilidad de pisotear los<br />

mandamientos de Dios, líbranos! ¡De la tentativa de ofuscar en los<br />

corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos! ¡Del extravío de la<br />

conciencia del bien y del mal, líbranos! - Acoge, oh Madre de Cristo, este<br />

grito lleno de sufrimiento de <strong>todo</strong>s los hombres. Lleno del sufrimiento de<br />

sociedades enteras. - Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer<br />

<strong>todo</strong> pecado, el pecado del hombre y el ‘pecado del mundo’, el pecado de<br />

<strong>todo</strong> tipo. - Se manifieste, una vez más, en la historia del mundo, el<br />

infinito poder salvador de la Redención; el poder del Amor<br />

misericordioso. Que éste detenga el mal. Que transforme las conciencias.<br />

Que en tu Corazón Inmaculado se abra a <strong>todo</strong>s la luz de la Esperanza –<br />

(Juan Pablo II, 23-III-84. Sol de Fátima, Núm.141, 1992).<br />

A MARÍA INMACULADA (Roma) - Ave María, llena de gracia. Venimos hoy, día<br />

en que la Iglesia, con la veneración más grande, recuerda la plenitud de<br />

esta Gracia, de que te ha colmado Dios desde el primer momento de tu<br />

concepción. Estamos contentos por esta abundancia especial de la gracia<br />

divina en ti, que lleva el nombre de Inmaculada Concepción. Venimos<br />

hoy aquí <strong>para</strong> rodearte, Madre, con nuestra veneración y nuestro amor.<br />

¡Acógenos, así como somos, aquí junto a ti, en este encuentro anual!<br />

¡Acógenos! ¡Mira nuestros corazones! ¡Acoge nuestras solicitudes y<br />

nuestras esperanzas! ¡Ayúdanos! Tú, llena de gracia, a vivir la gracia, a<br />

perseverar en la gracia y, si fuese necesario, a volver a la gracia del Dios<br />

viviente, que es el bien más grande y sobrenatural del hombre.<br />

91


¡Prepáranos a la venida de tu Hijo! ¡Acógenos!, con nuestros problemas<br />

cotidianos, nuestras debilidades y deficiencias, nuestras crisis y faltas<br />

personales, familiares y sociales. ¡No permitas que perdamos la buena<br />

voluntad! ¡No permitas que perdamos la sinceridad de la conciencia y la<br />

honestidad de la conducta! Obténnos con tu oración la justicia. ¡Salva la<br />

paz en <strong>todo</strong> el mundo! Deseamos volver a nuestras casas con la gozosa<br />

certeza de que tú estás con nosotros, Tú, Inmaculada, Tú elegida desde los<br />

siglos <strong>para</strong> ser Madre del Redentor. Quédate con nosotros. Quédate con la<br />

Iglesia y con el mundo. Amén (Juan Pablo II, Apartes de la oración a María<br />

Inmaculada, Plaza de España, Roma 8-XII-1989).<br />

A LA INMACULADA CONCEPCIÓN (Washington) - Hoy, al darte las gracias,<br />

Madre, por tu presencia en medio de los hombres y mujeres de esta tierra,<br />

te confío de un modo especial el bienestar de las familias cristianas, la<br />

inocencia de los niños, el futuro de los jóvenes, la vocación de hombres y<br />

mujeres. Te pido que comuniques a todas las mujeres la gracia de<br />

compartir con profundidad la alegría que tuviste en tu cercanía a<br />

Jesucristo, tu Hijo. Te pido que mantengas a <strong>todo</strong>s libres del pecado y del<br />

mal, con esa libertad que experimentaste de manera única desde el<br />

momento mismo de la suprema liberación en tu Inmaculada Concepción.<br />

Te confío las conciencias de hombres y mujeres y la voz de la opinión<br />

pública, <strong>para</strong> que no se opongan a la ley de Dios, sino que la sigan como<br />

fuente de verdad y de bien. A esto añado, Madre, la gran causa de la<br />

justicia y la paz en el mundo moderno, <strong>para</strong> que la fuerza y la energía del<br />

amor prevalezcan sobre el odio y la destrucción, y <strong>para</strong> que los hijos de la<br />

luz no fallen en la causa del bienestar de toda la familia humana. Te<br />

encomiendo y te confío, Madre, a cuantos se preocupan por promover el<br />

progreso temporal, <strong>para</strong> que éste no sea parcial, sino que cree condiciones<br />

que permitan el pleno desarrollo espiritual de individuos, familias,<br />

comunidades y naciones. Te encomiendo al pobre, al que sufre, al<br />

enfermo y al impedido, a los ancianos y a los moribundos. Te pido que<br />

reconcilies a los que se hallan en pecado, que sanes a los que sufres y que<br />

animes a los que han perdido su esperanza y su alegría. Ilumina con la luz<br />

de Cristo, tu Hijo, a quienes se debaten en la duda. Que la esperanza<br />

contenida en el misterio de la Inmaculada Concepción venza el pecado y<br />

sea compartida por toda la familia humana. Al mismo tiempo, cuando se<br />

recrudezca la lucha entre el bien y el mal, entre el príncipe de las tinieblas<br />

y padre de la mentira y el amor evangélico, que la luz de tu Inmaculada<br />

Concepción ilumine a <strong>todo</strong>s el camino hacia la gracia y la salvación.<br />

Amén (Apartes de la oración de Juan Pablo II a la Virgen en el Santuario nacional de la<br />

Inmaculada Concepción en Washington, 7-X-1980).<br />

92


A NUESTRA SEÑORA DE KNOCK (IRLANDA) - Madre, escuchamos con atención<br />

particular tus palabras: Haced lo que os diga mi Hijo. Y deseamos<br />

responder a tus palabras con <strong>todo</strong> el corazón. Queremos hacer lo que nos<br />

dice tu Hijo y lo que nos manda; pues Él tiene palabras de vida eterna.<br />

Queremos cumplir y poner por obra <strong>todo</strong> lo que viene de Él. Por ello, hoy,<br />

confiamos y consagramos a Ti, Madre de Cristo, y Madre de la Iglesia,<br />

nuestro corazón, conciencia y obras, a fin de que estén en consonancia con<br />

la fe que profesamos. Confiamos y consagramos a Ti, a <strong>todo</strong>s y cada uno<br />

de los que pertenecen a la comunidad del pueblo de Dios que habita en<br />

estas tierras. Madre, ¿acaso podemos silenciar lo que más nos duele, lo<br />

que muchas veces nos deja tan desam<strong>para</strong>dos? De modo muy especial,<br />

confiamos a Ti la gran herida que ahora aflige a nuestro pueblo, con la<br />

esperanza de que tus manos la curarán y cicatrizarán. Es grande nuestra<br />

preocupación por los jóvenes que están implicados en sangrientos actos de<br />

venganza y odio. Madre, no abandones a estos corazones jóvenes. Madre,<br />

ayúdeles en las horas más terribles, cuando no podemos ni ayudarles ni<br />

aconsejarles. Madre, líbranos a <strong>todo</strong>s de ser dominados por la hostilidad y<br />

el odio. Enséñanos a distinguir con claridad lo que nace del amor a nuestro<br />

país, de lo que está marcado por la destrucción y la idea de Caín.<br />

Enséñanos que los medios malos nunca pueden conducir a un fin bueno;<br />

que toda vida humana es sagrada; que el asesinato es siempre asesinato,<br />

sean cuales fueren el móvil y el fin. A los otros que contemplan estos<br />

acontecimientos horribles, líbralos de otro peligro: el de vivir una vida<br />

ajena a los ideales cristianos o en desacuerdo con los principios morales.<br />

Que nuestros oídos oigan siempre con la claridad debida tu voz maternal:<br />

Haced lo que os diga mi Hijo. Haznos capaces de perseverar con Cristo.<br />

Haznos capaces, Madre de la Iglesia, de edificar su Cuerpo místico,<br />

viviendo la única vida que puede garantizarnos su plenitud, que es a la vez<br />

divina y humana. Amén (Juan Pablo II, Apartes de la consagración a la Virgen en<br />

el santuario de Knock [Irlanda], 30-IX-1979).<br />

A MARÍA, DE LA MEDALLA MILAGROSA - ¡Oh María, concebida sin pecado, ruega<br />

por nosotros que recurrimos a vos! Esta es la oración que tú inspiraste, ¡oh<br />

María!, a Santa Catalina Labouré. Y esta invocación, grabada en la medalla, la<br />

llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú<br />

entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú, que has creído! ¡El Poderoso ha<br />

hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y, con vista a<br />

ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has<br />

sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra Redención, has sido<br />

asociada a la cruz de nuestro Salvador! Tu corazón fue traspasado junto con su<br />

Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros,<br />

pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia, de la que eres Madre. Velas sobre<br />

93


cada uno de tus hijos. Obtienes los rayos de luz que irradian de tus manos<br />

abiertas. Con la única condición de que nos atrevamos a pedírtelas, de que nos<br />

acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y<br />

precisamente así nos encaminas sin cesar a tu divino Hijo. Te consagramos<br />

nuestras fuerzas y disponibilidad <strong>para</strong> estar al servicio del designio de<br />

salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que, por medio del Espíritu Santo,<br />

la fe arraigue y se consolide en <strong>todo</strong> el pueblo cristiano. Que la comunión<br />

supere los gérmenes de división. Que la esperanza cobre vida nueva en los que<br />

están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares,<br />

físicas o morales; por los que están tentados de infidelidad, por los que son<br />

zarandeados por la duda en un clima de incredulidad y también por quienes<br />

padecen persecución a causa de su fe. Te confiamos el apostolado de los<br />

laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de los religiosos y<br />

religiosas. Te pedimos que el llamamiento a la vocación de entrega a Dios sea<br />

ampliamente escuchado y secundado <strong>para</strong> gloria de Dios y vitalidad de la<br />

Iglesia. Amén (Juan Pablo II, Apartes de la oración a la Virgen en la capilla de la<br />

Medalla Milagrosa, París, 31-V-1980)<br />

A LA VIRGEN DEL PILAR - ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia!<br />

¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío esta<br />

noche las necesidades de todas las familias, las alegrías de los niños, la ilusión<br />

de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno<br />

atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los<br />

ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se pre<strong>para</strong>n <strong>para</strong> ese ministerio,<br />

la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los<br />

religiosos y religiosas, la vida y empeño de cuantos trabajan por el reino de<br />

Cristo. En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las<br />

suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los<br />

que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su ciencia y servicio<br />

alivian el dolor ajeno; la tares de quienes con su inteligencia buscan la verdad.<br />

En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres<br />

económicos, procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de<br />

quienes al servicio de la verdad, <strong>info</strong>rman y forman rectamente la opinión<br />

pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en<br />

el servicio del orden ciudadano, prestan su colaboración honesta a favor de<br />

una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta<br />

nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los<br />

que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta<br />

de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la<br />

disponibilidad <strong>para</strong> una entrega plena a Dios. Protege a los hombres y mujeres<br />

de los pueblos que se han puesto bajo tu protección y asiste maternalmente a<br />

quienes te invocan como Patrona de la Hispanidad (Juan Pablo II, Apartes de la<br />

94


oración a la Virgen del Pilar, 6-XI-1982).<br />

A LA VIRGEN DE GUADALUPE (Consagración) - ¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del<br />

verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu<br />

clemencia y tu compasión a <strong>todo</strong>s los que solicitan tu amparo; escucha la<br />

oración que con filial confianza te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús,<br />

único Redentor nuestro. Madre de misericordia, Maestra del sacrificio<br />

escondido y silencioso, a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,<br />

te consagramos en este día <strong>todo</strong> nuestro ser y <strong>todo</strong> nuestro amor. Te<br />

consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías,<br />

nuestras enfermedades y nuestros dolores. Da la paz, la justicia y la<br />

prosperidad a nuestros pueblos; ya que <strong>todo</strong> lo que tenemos y somos lo<br />

ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra. Queremos ser totalmente<br />

tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su<br />

Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Contempla esta inmensa mies, e<br />

intercede <strong>para</strong> que el Señor infunda hambre de santidad en <strong>todo</strong> el pueblo de<br />

Dios, y otorgue abundantes vocaciones. Concede a nuestros hogares la gracia<br />

de amar y respetar la vida que comienza, con el mismo amor con que<br />

concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del<br />

Amor Hermoso, protege a nuestras familias, <strong>para</strong> que estén siempre muy<br />

unidas y bendice la educación de nuestros hijos. Esperanza nuestra, míranos<br />

con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a<br />

levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados<br />

en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma. Te suplicamos que<br />

nos concedas un amor muy grande a <strong>todo</strong>s los santos Sacramentos, que son<br />

como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así, Madre Santísima, con<br />

la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres del mal y de<br />

odios, podremos llevar a <strong>todo</strong>s la verdadera alegría y la verdadera paz, que<br />

vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el<br />

Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén (Juan Pablo II,<br />

Apartes de la oración a la Virgen de Guadalupe, México, enero de 1979)<br />

VIRGEN DE GUADALUPE, Virgen valiente, inspira en nosotros fortaleza de<br />

ánimo y confianza en Dios, <strong>para</strong> que sepamos superar <strong>todo</strong>s los obstáculos<br />

que encontremos en el cumplimiento de nuestra misión. Enséñanos a<br />

tratar las realidades del mundo con un vivo sentido de responsabilidad<br />

cristiana y en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Dios de los<br />

nuevos cielos y de la nueva tierra. Virgen Madre, guíanos y sosténnos<br />

<strong>para</strong> que vivamos siempre como auténticos hijos e hijas de la Iglesia de tu<br />

95


Hijo y podamos contribuir a establecer sobre la tierra la civilización de la<br />

Verdad y del Amor, según el deseo de Dios y <strong>para</strong> su gloria. Amén (Juan<br />

Pablo II, Enero 25, 1990).<br />

VIRGEN, MADRE DE LA IGLESIA - Tú, que por tu divino Hijo, en el momento<br />

de su muerte redentora, fuiste presentada como Madre al discípulo<br />

predilecto, acuérdate del pueblo cristiano que en ti confía. - Acuérdate de<br />

<strong>todo</strong>s tus hijos y apoya sus peticiones ante Dios; conserva sólida su fe,<br />

fortifica su esperanza y aumenta su caridad. - Acuérdate de aquellos que<br />

viven en la tribulación, en las necesidades, en los peligros; especialmente<br />

de aquellos que sufren persecución […] Templo de la luz sin sombra y sin<br />

mancha, intercede ante tu Hijo unigénito, <strong>para</strong> que sea misericordioso con<br />

nuestras faltas y aleje de nosotros la desgana, dando a nuestros ánimos la<br />

alegría de amar. - Encomendamos a tu Corazón Inmaculado <strong>todo</strong> el género<br />

humano: condúcelo al conocimiento del único y verdadero Salvador,<br />

Cristo Jesús; aleja de él el flagelo del pecado y concede a <strong>todo</strong> el mundo la<br />

paz verdadera, en la justicia, en la libertad y en el amor (Pablo VI, Vaticano<br />

II, 21-XI-64).<br />

VIRGEN DE LA LIBERTAD - María, el amor te ha hecho libre, como el alba a la<br />

mañana. Tu corazón pobre es libre, con la libertad del Reino. Tu corazón<br />

manso es libre, con la libertad de poseer la tierra. Tu corazón en llanto es<br />

libre, con la libertad de un Dios cercano. Tu corazón de hambre y sed de<br />

justicia es libre, con la libertad de un Dios plenitud. Tu corazón<br />

misericordioso es libre con la libertad de un Dios amor. Tu corazón limpio<br />

es libre con la libertad de ver a Dios. Tu corazón en paz es libre con la<br />

libertad de ser llamada hija de Dios. Tu corazón perseguido por la justicia<br />

es libre con la libertad de ser tuyo el Reino. Tu libertad te lleva a ser feliz<br />

cuando la injuria o la persecución, a causa de Jesús, llama a tu puerta.<br />

Entonces te alegras y regocijas, porque la recompensa será grande en el<br />

Reino. Bienaventurada Tú, porque has creído en Jesús, como el Señor y el<br />

Liberador.<br />

REINA DE LAS MISIONES - Oh María, Madre y Reina de las Misiones,<br />

confiamos al poder y al amor de tu Corazón el futuro de la Iglesia<br />

Misionera. - Por la docilidad con que escuchaste y aceptaste la invitación<br />

de Dios a ser su Madre; por las humillaciones que sufriste en Belén; por<br />

las preocupaciones de Madre durante la vida pública de Jesús; por el dolor<br />

y agonía de tu alma, al pie de la cruz, junto a la Víctima divina; hazte<br />

poderosa Abogada <strong>para</strong> que no sean inútiles <strong>para</strong> nadie el sacrificio de<br />

Jesús y el tuyo. - Llama obreros a la Viña del Señor; guía sus pasos,<br />

consuela sus tristezas, socorre su pobreza, sostén su voluntad, pre<strong>para</strong> el<br />

96


triunfo del Reino de Jesucristo y de tu Corazón de Madre de la Iglesia y de<br />

los Apóstoles. - Entonces te llamarán bienaventurada todas las gentes,<br />

como Tú misma profetizaste. Queremos acelerar este día de alegría<br />

universal, y confiamos a tu amor de Madre nuestros deseos (Misioneros de<br />

los Sagrados Corazones, Ruanda).<br />

VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO - ¡Oh Santísima Virgen María!, que <strong>para</strong><br />

inspirarnos una confianza sin límites tomaste el nombre del Perpetuo<br />

Socorro , yo te suplico me socorras en <strong>todo</strong> tiempo y en <strong>todo</strong> lugar; en mis<br />

tentaciones, después de mis caídas, en las dificultades, en todas las<br />

miserias de la vida y, sobre <strong>todo</strong>, en el trance de la muerte. Concédeme,<br />

¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a<br />

Ti, porque si soy fiel en invocarte, Tú serás fiel en socorrerme. Obténme,<br />

esta gracia de las gracias: la de suplicarte sin cesar con la confianza de un<br />

hijo, <strong>para</strong> que obtenga tu perpetuo socorro y la perseverancia final.<br />

Bendíceme, tierna y cuidadosa Madre; ruega por mí ahora y en la hora de<br />

mi muerte. Así sea. Jaculatoria: ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!<br />

Concédeme tu omnipotente auxilio y haz que yo te lo pida sin cesar. Así<br />

sea.<br />

MARIA MADRE DEL PUEBLO (O DEL BARRIO). Consagración - A ti, Virgen Madre,<br />

tienda en la que habitó el Verbo de Dios, puente que introduce a los<br />

hombres en el cielo, a ti consagramos este pueblo (barrio), que con<br />

confianza te invoca, Madre de la esperanza. - A ti consagramos nuestras<br />

personas, nuestras familias y toda la gente que vive en nuestros edificios:<br />

los niños, los jóvenes, los adultos, los ancianos, los enfermos, los que<br />

trabajan y <strong>todo</strong>s los desocupados, los sin techo y los desalojados, nuestros<br />

administradores, y los políticos que nos representan. - Sé tú nuestra madre<br />

y nuestra hermana en cada momento de la vida. - María, mujer de<br />

corazón, queremos ser como tú, buenos y disponibles, aún cuando nuestro<br />

ánimo está abrumado por la incoherencia y la infidelidad. - María, madre<br />

atenta y diligente, no permitas que nuestros hijos, trastornados por tantos<br />

peligros de la calle, sean arrastrados y alejados de Jesús. María, esposa<br />

discreta y fiel, haz que nuestros esposos, objeto<br />

de una propaganda insensata, conserven la unidad, la fidelidad y la<br />

fecundidad. - María, otorga a nuestros sacerdotes esa especial intimidad<br />

con el Señor que tenías tú. ¡Madre de la esperanza, ruega por nosotros! -<br />

Ayúdanos a llegar a ser verdaderos discípulos del Señor. Vela por<br />

nosotros. haz que creamos siempre en la fuerza del bien y acompáñanos<br />

<strong>todo</strong>s los días hasta la meta definitiva donde esperamos encontrarte y estar<br />

siempre contigo. Amén (Juan Pablo II - En un barrio Napolitano, noviembre de<br />

1990)<br />

97


VIRGEN DE LOS POBRES - Virgen de la Esperanza, Madre de los pobres, Señora<br />

de los que peregrinan: ¡Óyenos! Hoy te pedimos por América Latina, el<br />

continente que tú visitas con los pies descalzos, ofreciéndole la riqueza del<br />

Niño que aprietas en tus brazos; un Niño frágil, que nos hace fuertes; un<br />

Niño pobre, que nos hace ricos; un Niño esclavo, que nos hace libres.<br />

Virgen de la Esperanza: América despierta. Sobre sus cerros despunta la<br />

luz de una mañana nueva. Es el día de la salvación que ya se acerca. Sobre<br />

los pueblos que marchan en tinieblas ha brillado una gran Luz. Esa luz es<br />

el Señor que tú nos diste hace mucho en Belén, a media noche. Queremos<br />

caminar en la esperanza. Madre de los pobres: hay miseria y orfandad de<br />

Dios en muchas mentes. Falta el pan del amor en muchos hombres. Falta<br />

el pan del Señor en muchos pueblos. Tú conoces la pobreza y la viviste.<br />

Danos alma de pobres <strong>para</strong> ser felices; pero alivia la miseria de los<br />

cuerpos y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que<br />

empobrece. Señora de los que peregrinan: somos el pueblo de Dios en<br />

América Latina. Somos la Iglesia que peregrina hacia la Pascua. Que los<br />

obispos tengan corazón de padre; que los sacerdotes sean los amigos de<br />

Dios <strong>para</strong> los hombres; que los religiosos muestren la alegría anticipada<br />

del Reino de los cielos; que los laicos sean ante el mundo testigos del<br />

Señor resucitado y que caminemos juntos con <strong>todo</strong>s los hombres,<br />

compartiendo sus angustias y esperanzas. Que los pueblos de América<br />

Latina vayan avanzando hacia el progreso por los caminos de la paz en la<br />

justicia. Nuestra Señora de América: alivia nuestra pobreza; peregrina con<br />

nosotros hacia el Padre. Así sea (Revista María Hoy, Bogotá).<br />

VIRGEN DE LOS RIELES - Bendice, blanca Señora, al más humilde de tus<br />

peones. Concédele vía libre <strong>para</strong> llegar a Ti. Ilumina sus noches con el<br />

carbón encendido de las máquinas. Que tus ojos claros sean, en toda<br />

encrucijada, brújula y linterna. Todo tren un potro ligero hacia tu Reino.<br />

Llévalo, gentil Señora, de la mano sobre los durmientes. Administra, con<br />

tu prudencia infinita, su pan de cada día y cubre con tu sombra favorable<br />

los rieles errantes de su casa. Aquieta sus pasiones, deja escapar en la<br />

medida justa el vapor de su caldera. Apártalo del estruendo de furgones y<br />

góndolas salvajes. En el basto ferrocarril de sus breves días, no le des<br />

asiento en el gobierno, pero guárdale siempre un sitio discreto en el vagón<br />

de tu confianza. Bendice, blanca Señora, Virgen de los Rieles, a tu hijo<br />

más humilde: tierra suelta que dispersas con tu manto (José Esquinca, Poeta<br />

Mexicano).<br />

98


A SAN JOSÉ<br />

99<br />

Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la<br />

Sagrada Familia de José y de María. “A la<br />

piedad y al amor de José, le nació un hijo de<br />

la Virgen María, que era Hijo de Dios” (San<br />

Agustín). José ha sido, en lo humano, maestro<br />

de Jesús; le ha tratado diariamente, con<br />

cariño delicado y ha cuidado de Él con<br />

abnegación alegre. ¿No será ésta una razón<br />

<strong>para</strong> que consideremos a este varón justo<br />

(…) como Maestro de vida interior? La vida<br />

interior no es otra cosa que el trato asiduo e<br />

íntimo con Cristo, <strong>para</strong> identificarnos con<br />

Él. Y José sabrá decir muchas cosas sobre<br />

Jesús. Por eso, no dejéis nunca su devoción<br />

(Beato Josemaría, Es Cristo que pasa, n.56).<br />

ORACIÓN DEL MISAL – Oh Dios, que con inefable providencia elegiste a san<br />

José como esposo de la Madre de tu hijo; concédenos la gracia de tener<br />

como intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra.<br />

(Misal Romano).<br />

PREPARACIÓN DE LA SANTA MISA, I - ¡Oh feliz varón, bienaventurado José,<br />

a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes<br />

quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo,<br />

vestirlo y custodiarlo! ¡Ruega por nosotros, bienaventurado José!<br />

PREPARACIÓN DE LA SANTA MISA, II - Oh Dios, que nos concediste el<br />

sacerdocio real, te pedimos que, así como San José mereció tratar y llevar<br />

en sus brazos con cariño a tu Hijo Unigénito, nacido de la Virgen María,<br />

hagas que nosotros te sirvamos con corazón limpio y buenas obras, de<br />

modo que hoy recibamos dignamente el sacramento del Cuerpo y de la<br />

Sangre de tu Hijo y, en la vida futura, merezcamos alcanzar el premio<br />

eterno. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.<br />

ACCIÓN DE GRACIAS, DESPUÉS DE LA MISA – Custodio y padre de vírgenes,<br />

San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia,


100<br />

Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes, María. Por estas dos queridísimas<br />

prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado<br />

de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo<br />

casto, a Jesús y a María. Amén.<br />

POR LA IGLESIA – A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra<br />

tribulación y, después de implorar el auxilio de tu santísima Esposa,<br />

solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que<br />

con la inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el<br />

paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te<br />

suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que, con su Sangre,<br />

adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio, socorras nuestras<br />

necesidades. Protege, ¡Oh providentísimo custodio de la divina familia!, a<br />

la escogida descendencia de Jesucristo: aparta de nosotros toda mancha de<br />

error y de corrupción, asístenos propicio desde el Cielo, en esta lucha con<br />

el poder de las tinieblas. Y, como en otro tiempo, libraste al Niño Jesús de<br />

inminente peligro <strong>para</strong> su vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de<br />

Dios y a cada uno de nosotros protégenos con perpetuo patrocinio <strong>para</strong><br />

que, a ejemplo tuyo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir,<br />

piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza.<br />

Amén.<br />

A TI, BIENAVENTURADO JOSÉ, acudimos en nuestra tribulación y, después de<br />

implorar el auxilio de tu santísima Esposa, solicitamos también confiadamente<br />

tu patrocinio. Por aquella caridad que con la inmaculada Virgen<br />

María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paternal amor con que<br />

abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno<br />

los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo y con tu poder<br />

y auxilio socorras nuestras necesidades. Protege, ¡Oh providentísimo<br />

custodio de la Sagrada Familia! la escogida descendencia de Jesucristo;<br />

aparta de nosotros toda mancha de error y de corrupción asístenos<br />

propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el<br />

poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús de<br />

inminente peligro de la vida, así ahora defiende a la Santa Iglesia de Dios<br />

de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad; y a cada uno de<br />

nosotros protégenos con perpetuo patrocinio, <strong>para</strong> que, a ejemplo tuyo; y<br />

sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y piadosamente morir, y alcanzar<br />

en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.<br />

POR UNA BUENA MUERTE - ¡Oh San José!, cuya protección es tan grande, tan<br />

pronta y fuerte delante del Trono de Dios. Yo te pido <strong>todo</strong>s mis deseos.<br />

Nunca me cansaré de contemplarte abrazado a tu divino Hijo y jamás me


101<br />

atreveré a acercarme mientras el Niño Jesús duerme en tus brazos.<br />

Apriétalo en mi nombre y besa por mí su linda cabeza y pídele que me<br />

corresponda el beso cuando exhale mi último suspiro. ¡Oh, San José!<br />

Patrono de las almas agonizantes, reza por mí (Anónimo. Traducción del<br />

Inglés).<br />

A LOS ÁNGELES<br />

Los ángeles son servidores y mensajeros de<br />

Dios. Porque contemplan constantemente el<br />

rostro de Dios-Padre son agentes de su<br />

órdenes, atentos a la voz de su palabra. Son<br />

criaturas puramente espirituales, tienen<br />

inteligencia y voluntad: son criaturas<br />

personales. Desde la infancia hasta la<br />

muerte, la vida humana está rodeada de su<br />

custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene<br />

a su lado un ángel como protector y pastor<br />

<strong>para</strong> conducirlo a la vida (Cf. CEC, nn. 329,<br />

330, 336).<br />

ARCÁNGEL SAN MIGUEL, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la<br />

maldad y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo<br />

mantenga bajo su imperio; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al<br />

infierno, con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados<br />

que andan por el mundo <strong>para</strong> la perdición de las almas. Amén.<br />

PROTECCIÓN DE LOS ÁNGELES – Señor <strong>todo</strong>poderoso, con admirable<br />

providencia llamas a los ángeles y a los hombres <strong>para</strong> cooperar en tu plan<br />

de salvación; concédenos que durante nuestro peregrinar en la tierra, nos<br />

sintamos siempre protegidos por los ángeles, que en el cielo están en tu<br />

presencia <strong>para</strong> servirte y gozan ya contemplando tu rostro. Amén (Misal<br />

romano).<br />

ÁNGEL DE MI GUARDA, mi dulce compañía no me desampares ni de noche ni de<br />

día, hasta que me pongas en paz y alegría, con <strong>todo</strong>s los santos, Jesús y<br />

María. Si me desam<strong>para</strong>s, ¿qué será de mí? Ángel de mi Guarda, ruega a<br />

Dios por mí.<br />

PADRE CELESTIAL, DOY GRACIAS A TU INFINITA BONDAD por haberme<br />

confiado, desde el mismo <strong>instante</strong> en que mi alma salía de tus manos


102<br />

creadoras, a un ángel <strong>para</strong> que me ilumine, guarde, rija y gobierne. Te doy<br />

gracias también a ti, ángel de mi guarda, por tu cotidiana compañía en mi<br />

peregrinación hacia el Padre celestial. Tus santas inspiraciones, la<br />

continua protección contra los peligros espirituales y corporales y tu<br />

oración, me sirvan de consuelo y segura esperanza. Tú que contemplas<br />

continuamente al Señor, y que deseas que también yo vaya a hacerte<br />

compañía en el cielo, te ruego me obtengas el perdón por las muchas<br />

veces que he sido sordo a tus consejos, que he pecado en tu presencia, y<br />

por la poca familiaridad que he tenido contigo, aunque estás siempre a mi<br />

lado. Te pido también por la Iglesia, los gobernantes, los trabajadores y los<br />

enfermos; obtén bendiciones y salvación a cuantos buscan la verdad, la<br />

justicia y la paz. Amén.<br />

YO ENVIARÉ MI ÁNGEL, QUE VAYA DELANTE DE TI, te defienda en el camino y<br />

te conduzca al lugar que te tengo pre<strong>para</strong>do. Respétalo y escucha su voz.<br />

V/. Dios mío, te cantaré en la presencia de tus ángeles. R/. Te adoraré en<br />

tu santo templo y cantaré a tu nombre. Oración: Dios, Padre<br />

misericordioso, que en tu providencia inefable te has dignado enviar <strong>para</strong><br />

nuestra guarda a tus santos ángeles; concede a quienes te suplican, ser<br />

siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su<br />

compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.<br />

ÁNGEL DE DIOS, QUE ERES MI CUSTODIO, pues la bondad de Dios me ha<br />

encomendado a ti, ilumíname, dirígeme, guárdame. Amén.<br />

A LOS SANTOS<br />

La unión de los miembros de la Iglesia<br />

peregrina, con los hermanos que durmieron<br />

en la paz de Cristo, de ninguna manera se<br />

interrumpe. Más aún, según la constante fe<br />

de la Iglesia, se refuerza con la<br />

comunicación de los bienes espirituales. Por<br />

el hecho de que los del cielo están más<br />

íntimamente unidos con Cristo, consolidan<br />

más firmemente a toda la Iglesia en santidad<br />

[…], no dejan de interceder por nosotros<br />

ante el Padre. Presentan, por medio del<br />

único Mediador entre Dios y los hombres,<br />

Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en<br />

la tierra. Su solicitud fraterna ayuda, pues,


103<br />

mucho a nuestra debilidad (CEC, nn. 955-<br />

956).<br />

ORACIÓN A TODOS LOS SANTOS – Oh Dios, fuente de toda santidad, por<br />

intercesión de tus santos, que tuvieron en la tierra diversidad de carismas y<br />

un mismo premio en el cielo, haz que caminemos dignamente en la<br />

vocación particular con que has llamado a cada uno de nosotros. Amén<br />

(Misal Romano).<br />

SAN PEDRO Y SAN PABLO – Dios nuestro, que quisiste confiar a tus santos<br />

Apóstoles Pedro y Pablo, la misión de guiar y proteger los primeros pasos<br />

de tu Iglesia, concédenos por su poderosa intercesión, la ayuda necesaria<br />

<strong>para</strong> alcanzar la vida eterna. Amén (Misal Romano, junio 29).<br />

SAN PEDRO – San Pedro Apóstol, elegido por Jesús <strong>para</strong> ser la roca sobre la<br />

cual se construiría la Iglesia, bendice y protege al Sumo Pontífice, a los<br />

obispos y a los cristianos de <strong>todo</strong> el mundo. Concédenos una fe auténtica y<br />

un amor grande a la Iglesia. Amén.<br />

SAN PABLO, I – San Pablo Apóstol, propagador del Evangelio entre los<br />

pueblos, bendícenos y ayuda a los misioneros en la difusión de la Buena<br />

Nueva y concede a nosotros ser siempre testigos del Evangelio <strong>para</strong> que<br />

llegue a todas partes el reino de Cristo. Amén.<br />

SAN PABLO, II – Señor Dios, que has iluminado el mundo entero con la<br />

palabra de tu Apóstol Pablo, haz que nos convirtamos a Ti <strong>para</strong> dar, así, al<br />

mundo un testimonio de tu verdad. Amén (Enero 25, Misal Romano).<br />

SAN JUAN BAUTISTA - Dios nuestro, que enviaste a san Juan Bautista <strong>para</strong><br />

pre<strong>para</strong>rle a Cristo, el Señor, un pueblo dispuesto a recibirlo, alegra ahora<br />

a tu Iglesia con la abundancia de los dones del Espíritu y guíala por el<br />

camino de la salvación y de la paz.<br />

SAN JUDAS TADEO – Dios nuestro, que nos has dado a conocer a tu Hijo por<br />

la predicación de los apóstoles, por intercesión de tu santo Apóstol Judas<br />

Tadeo, bendice y protege nuestra familia y líbranos de <strong>todo</strong> mal, <strong>para</strong> que<br />

cada día conozcamos y amemos más a Cristo y a nuestros semejantes.<br />

Amén (Octubre 28, Misal Romano).<br />

SAN ANTONIO DE PADUA, I – Dios <strong>todo</strong>poderoso y eterno, que en san<br />

Antonio de Padua otorgaste a tu Iglesia un predicador insigne y un


104<br />

protector de los pobres y de los necesitados, concédenos, por su<br />

intercesión, que vivamos de verdad conforme al Evangelio y<br />

experimentemos siempre tu protección y ayuda. Amén (Junio 13, Misal<br />

Romano).<br />

SAN ANTONIO DE PADUA, II – Acuérdate, san Antonio, que tú siempre has<br />

ayudado y consolado a quien te ha invocado en sus necesidades. Animado<br />

y lleno de confianza, también yo recurro a ti. No rechaces mi oración y<br />

ven en mi ayuda y alcánzame la gracia que fervorosamente te pido, si es<br />

<strong>para</strong> la salvación de mi alma. Bendice mi trabajo y mi familia: aleja de<br />

nosotros las enfermedades y los peligros del alma y del cuerpo. Haz que,<br />

en la hora de la prueba, permanezca firme en la fe y en el amor a Dios.<br />

Amén (Junio 13).<br />

SAN FRANCISCO DE ASÍS – Seráfico san Francisco, tú que renovaste el<br />

mundo en el espíritu de Jesucristo, escucha nuestra oración. Tú que <strong>para</strong><br />

seguir fielmente a Jesús, abrazaste voluntariamente la pobreza evangélica,<br />

enséñanos a alejar de nuestro corazón el ansia de los bienes materiales que<br />

nos esclavizan. Tú que viviste en ardiente amor a Dios y al prójimo,<br />

alcánzanos poder practicar la verdadera caridad y a tener el corazón<br />

abierto a todas las necesidades de nuestros hermanos. Tú que conoces<br />

nuestras necesidades y nuestras esperanzas, protege a la Iglesia y a nuestra<br />

Patria y suscita en el corazón de <strong>todo</strong>s sentimientos de paz y bien. Amén<br />

(Octubre 4).<br />

SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, PADRES DE MARÍA – Dios de nuestros padres,<br />

que concediste a san Joaquín y a santa Ana el privilegio de ser los padres<br />

de María, la Madre del Salvador, ayúdanos por su intercesión, alcanzar la<br />

salvación eterna. Amén (Misal Romano, julio 26).<br />

ORACIÓN DE LA MISA DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ – Señor y Dios<br />

nuestro, que elegiste al Beato Josemaría, presbítero, <strong>para</strong> anunciar en la<br />

Iglesia la vocación universal a la santidad y al apostolado: concédenos por<br />

su intercesión y su ejemplo que, realizando fielmente el trabajo cotidiano,<br />

según el espíritu de Cristo, seamos configurados a tu Hijo y, en unión con<br />

la Santísima Virgen María, sirvamos con ardiente amor a la obra de la<br />

Redención. Amén (Misal de los fieles, calendarios propios).<br />

POR LA CANONIZACIÓN DEL BEATO JOSEMARÍA – Oh Dios, que concediste al<br />

Beato Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como<br />

instrumento fidelísimo <strong>para</strong> fundar el Opus Dei, camino de santificación<br />

en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios


105<br />

del cristiano: haz que yo sepa también convertir <strong>todo</strong>s los momentos y<br />

circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y<br />

con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando<br />

los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor; dígnate<br />

otorgar la canonización del Beato Josemaría, y concédeme por su<br />

intercesión el favor que te pido… (pídase).Así sea.<br />

APÓSTOL SANTIAGO - Concédenos, como testigos del Evangelio, la fuerza de<br />

amar siempre la vida. Tú que eres el patrono de los peregrinos, guía<br />

nuestra peregrinación cristiana. Los pueblos han llegado hasta aquí desde<br />

lejos. Ven tú, ahora, con nosotros al encuentro de <strong>todo</strong>s los pueblos.<br />

Contigo queremos decir a todas las gentes de Europa y del mundo que<br />

Cristo es ahora y eternamente: Camino, Verdad y Vida (Juan Pablo II).<br />

SAN LUIS BERTRÁN – Oh Dios, Padre de <strong>todo</strong>s los pueblos, que enviaste a las<br />

tierras de América a san Luis Bertrán, <strong>para</strong> anunciar con su palabra el<br />

Evangelio de salvación y confirmarlo con una vida de austera penitencia e<br />

intensa caridad, por su intercesión concédenos crecer en la fe que él<br />

predicó y seguir su ejemplo en la búsqueda de la caridad, la justicia y la<br />

paz. Amén (Misal Romano, <strong>para</strong> Colombia, octubre 9).<br />

SAN MARTÍN DE PORRES – Señor, Dios nuestro, que condujiste a san Martín<br />

de Porres a la gloria celestial por un camino de trabajos humildes e<br />

ignorados, concédenos imitar sus ejemplos <strong>para</strong> que gocemos de tu vida<br />

en el cielo Amén. (Noviembre 3, Misal Romano).<br />

SAN PEDRO CLAVER – Oh Dios que, con el fin de llevar el Evangelio a los<br />

esclavos negros, dotaste a san Pedro Claver de admirable amor y<br />

paciencia; concédenos por su intercesión y ejemplo, que superadas todas<br />

las discriminaciones raciales, amemos a <strong>todo</strong>s los hombres con sincero<br />

corazón. Amén (Septiembre 9, Misal Romano).<br />

SANTA ROSA DE LIMA – Dios nuestro, que impulsaste a santa Rosa de Lima a<br />

renunciar al mundo <strong>para</strong> consagrarse a una vida de austeridad por amor<br />

tuyo, enciéndenos con ese mismo amor <strong>para</strong> que, viviendo auténticamente<br />

nuestro cristianismo en el mundo nos esforcemos en ganarlo <strong>para</strong> Ti.<br />

Amén (Agosto 23, Misal Romano).<br />

SANTA TERESA DE JESÚS – Dios nuestro, que por medio de tu Espíritu<br />

impulsaste a santa Teresa de Jesús a renovar en la Iglesia la vida religiosa,<br />

concédenos, por su intercesión, un ardiente deseo de renovar nuestra vida<br />

cristiana y de servirte con alegría. Amén (Octubre 15, Misal Romano).


106<br />

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – Dios y Padre nuestro, que tienes abiertas<br />

las puertas de tu Reino <strong>para</strong> los humildes y sencillos de corazón, ayúdanos<br />

a llegar a Ti, a ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús, por el camino de la<br />

fidelidad en las cosas pequeñas y el cumplimiento de los deberes diarios.<br />

Amén (Octubre 1, Misal Romano).


IV. ¿POR QUIÉN ORAR?<br />

POR LA IGLESIA<br />

107<br />

Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo,<br />

compuesto por diferentes miembros, el más<br />

necesario, el más noble de <strong>todo</strong>s no le<br />

faltaría; comprendí que la Iglesia tenía un<br />

corazón y que este corazón estaba ardiendo<br />

de Amor. Comprendí que el Amor solo hacía<br />

obrar a los miembros de la Iglesia, que si el<br />

Amor llegara a apagarse, los apóstoles ya no<br />

anunciarían el Evangelio, los mártires<br />

rehusarían verter su sangre… Comprendí<br />

que el Amor encerraba todas las vocaciones,<br />

que el Amor era <strong>todo</strong>, que abarcaba <strong>todo</strong>s<br />

los tiempos y <strong>todo</strong>s los lugares… En una<br />

palabra, que es ¡eterno! (Santa Teresita del<br />

Niño Jesús).<br />

ORACIÓN A MARÍA, POR LA IGLESIA Y LAS VOCACIONES – María Inmaculada,<br />

Corredentora de la humanidad, mira a los hombres redimidos por la sangre<br />

de tu Hijo Jesús, y todavía envueltos en la sombra del error y en la<br />

corrupción del pecado. La mies sigue siendo abundante, pero los obreros<br />

son aún muy escasos. María, ten compasión de los hijos que Jesús te<br />

encomendó desde la Cruz. Multiplica las vocaciones religiosas y<br />

sacerdotales; danos nuevos apóstoles llenos de sabiduría y entusiasmo.<br />

Protege, con tus maternales cuidados, a quienes consagran su vida a favor<br />

del prójimo. No olvides cuanto hiciste con Jesús y con el apóstol Juan;<br />

recuerda tu amorosa insistencia ante el Señor <strong>para</strong> obtener que el Espíritu<br />

Santo descendiera sobre los apóstoles. Tú fuiste guía de los primeros<br />

apóstoles y lo eres también de los apóstoles de <strong>todo</strong>s los tiempos. Por tu<br />

poderosa intercesión, haz que descienda también hoy el Espíritu Santo<br />

sobre los llamados al apostolado. Santifícalos, despierta en ellos<br />

entusiasmo por la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Guíalos en<br />

<strong>todo</strong>s sus pasos; protégelos con tus gracias; anímalos en los momentos de<br />

desaliento; bendice sus esfuerzos con abundantes frutos. Escúchanos,


108<br />

Madre de la Iglesia. Que <strong>todo</strong>s los hombres sigan la voz del divino<br />

Maestro, camino, verdad y vida. Bendice al Papa, a los obispos, a los<br />

sacerdotes, religiosos y al pueblo cristiano. Y despierta entre los jóvenes<br />

de hoy corazones generosos y valientes, que se dediquen totalmente a la<br />

causa de Cristo, tu Hijo. Que en toda la tierra resuenen tus alabanzas y<br />

<strong>todo</strong>s te honremos como madre, maestra y reina. Y así podamos alcanzar<br />

la felicidad eterna. Amén.<br />

OH JESÚS, BUEN PASTOR, recibe nuestra alabanza y nuestra humilde gratitud por<br />

todas las vocaciones que, por medio de tu Espíritu, envías a tu Iglesia.<br />

Asiste a los obispos, a los presbíteros, a los misioneros y a todas las<br />

personas consagradas. Haz que den ejemplo de vida realmente evangélica.<br />

Haz fuertes y perseverantes en su propósito a quienes se pre<strong>para</strong>n <strong>para</strong> el<br />

ministerio sagrado y la vida consagrada. Multiplica los operarios del<br />

Evangelio <strong>para</strong> anunciar tu nombre a <strong>todo</strong>s los hombres. Defiende a <strong>todo</strong>s<br />

los jóvenes de nuestras familias y de nuestras comunidades; concédeles<br />

prontitud y generosidad <strong>para</strong> seguirte. Dirígeles hoy también tu mirada, y<br />

llámalos. Concede a <strong>todo</strong>s los llamados la fuerza de abandonarlo <strong>todo</strong> <strong>para</strong><br />

seguirte sólo a ti que eres el amor. Perdona las faltas de correspondencia y<br />

las infidelidades de quienes elegiste. Escucha, Jesús, nuestras<br />

invocaciones por intercesión de María Santísima, Madre tuya y Reina de<br />

los apóstoles. Que ella, que al creer y responder generosamente se<br />

convirtió en motivo de nuestra alegría, acompañe con su presencia y su<br />

ejemplo a los que llamas al servicio total de tu Reino. ¡Amén! (Juan Pablo<br />

II).<br />

PADRE CELESTIAL, en la nueva alianza de Cristo congregas a tu pueblo,<br />

llamándolo de todas las naciones de la tierra y lo unificas por la acción del<br />

Espíritu Santo; concede a tu Iglesia que fiel a la misión recibida, camine<br />

siempre solidaria con los hombres y actúe como fermento y alma de la<br />

sociedad humana, que ha de ser renovada en Jesucristo y transformada en<br />

familia de Dios. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS – Padre santo, que amas a los hombre,<br />

derrama sobre nosotros la gracia abundante de tu Espíritu, y concédenos<br />

que viviendo con sinceridad nuestra vocación cristiana, demos a los<br />

hombres testimonio de la verdad y busquemos esperanzados la unidad de<br />

<strong>todo</strong>s los creyentes, en el vínculo de la paz (Misal Romano).<br />

POR EL PAPA – Oh Dios, que en tu providencia quisiste edificar tu Iglesia<br />

sobre la roca de Pedro, príncipe de los apóstoles: mira con amor a nuestro<br />

santo Padre N. Tú, que los has constituido sucesor de san Pedro,


109<br />

concédele la gracia de ser fundamento y principio visible de la unidad de<br />

fe y de comunión de tu Pueblo; que su palabra y su ejemplo sean<br />

provechosos a la Iglesia que preside, <strong>para</strong> que llegue a la vida eterna junto<br />

con el rebaño que le ha sido confiado. Por Jesucristo, Nuestro Señor.<br />

Amén (Misal Romano).<br />

POR EL OBISPO – Oh Dios, Pastor y guía de <strong>todo</strong>s los fieles, que elegiste a tu<br />

siervo N., como sucesor de los apóstoles, <strong>para</strong> apacentar a tu grey santa:<br />

concédele espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de sabiduría y piedad<br />

<strong>para</strong> que, pastoreando fielmente el pueblo que le ha sido confiado,<br />

construya tu Iglesia como sacramento de salvación <strong>para</strong> el mundo. Por<br />

Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

POR LOS SACERDOTES, I - Dios, autor de toda santidad <strong>para</strong> tu gloria y<br />

salvación de <strong>todo</strong>s los hombres constituiste a tu Hijo único, sumo y eterno<br />

sacerdote; concede a quienes Él eligió <strong>para</strong> ministros y dispensadores de<br />

sus misterios, la gracia de ser fieles en el ministerio recibido. Por<br />

Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

POR LOS SACERDOTES, II - ¡Oh divino Jesús, Pastor Eterno, Pontífice Supremo<br />

de nuestras almas! Nosotros reconocemos que siendo pecadores, somos<br />

indignos de pedirte que nos des santos sacerdotes. Mas es tu Voluntad, tu<br />

vivo anhelo. Por eso, Señor, te suplicamos que nos des sacerdotes que<br />

estén como Tú en Belén, revestidos de sencillez y mansedumbre; como Tú<br />

en Nazaret, ocultos bajo la sombra de la humildad; como Tú en la vida<br />

apostólica, abrazados en celo, predicadores abnegados de tu verdad y<br />

dispensadores generosos de tus sacramentos; como Tú, siempre al lado de<br />

María, símbolo de pureza y amor; como Tú, en la Sagrada Eucaristía,<br />

rogando sin cesar por los hombres; como Tú, en el Calvario sacrificados<br />

heroicamente por salvar el mundo; como Tú, el día de la Resurrección,<br />

rodeados del cariño y de la veneración de los pueblos; finalmente contigo<br />

un día en el cielo se vean ellos, tus elegidos y ministros, glorificados en el<br />

acatamiento de su Eterno y celestial Padre, con quien vives y reinas, en<br />

unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén (Monseñor<br />

Mario Escobar Serna).<br />

POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES – Corazón de Jesús, Sacerdote Santo,<br />

te pedimos con el mayor encarecimiento del alma, que aumentes de día en<br />

día los aspirantes al sacerdocio y que los formes según los designios de tu<br />

Corazón. Sólo así conseguiremos santos sacerdotes y pronto en el mundo<br />

no habrá más que un solo Pastor del único rebaño. Así sea.


110<br />

ORACIÓN PARA ENCUENTROS SACERDOTALES – ¡Señor Dios, Padre nuestro<br />

que estás en los cielos! Aquí estamos tus sacerdotes. Señor: ya hicimos a<br />

Ti la mejor ofrenda que teníamos y lo mejor de nosotros. Con gracia,<br />

afecto y amor te hemos entregado la pobreza de nuestras vidas. ¡Somos tus<br />

sacerdotes! Fuimos tomados de entre los hombres <strong>para</strong> estar al servicio de<br />

<strong>todo</strong>s, en tu nombre. Formamos parte de tu Pueblo, que es la Iglesia santa.<br />

¡Escúchanos Señor! Danos la plenitud espiritual de tu sacerdocio, danos la<br />

caridad del Buen Pastor, danos la virtud de nuestra Madre la Virgen<br />

María; no nos dejes caer en la tentación, perdona nuestros pecados,<br />

líbranos de <strong>todo</strong> mal, llénanos de todas tus gracias. Te pedimos Señor,<br />

con fervor y confianza, nos concedas también: el pan de cada día, la<br />

amistad en el dolor, la luz en las dudas, la comprensión en el error, la<br />

esperanza en la tormenta, el cariño en el llanto, la sonrisa en el éxito, la<br />

mano en la caída, la asistencia en la enfermedad, la atención en la<br />

invalidez, el apoyo en la vejez, la dignidad en el vivir, la paz en el morir, y<br />

en nuestra tumba una flor de amor eterno por Ti. Amén (Monseñor Mario<br />

Escobar Serna).<br />

POR LA PARROQUIA – Padre celestial, que en tu designio de salvación<br />

quisiste que tu Hijo, Jesucristo, por su vida, muerte y resurrección,<br />

realizara la misión de redentor universal y pastor de tu Iglesia y, con la<br />

acción poderosa del Espíritu Santo, hiciera nacer la comunidad cristiana,<br />

con un solo corazón y una sola alma. Tú quisiste a tu Iglesia iluminada<br />

con la Palabra de Jesucristo, purificada en el Bautismo, confortada con su<br />

Cuerpo, gobernada por sus apóstoles, protegida por el amor maternal de<br />

María y enviada al mundo <strong>para</strong> la salvación de <strong>todo</strong>s. Concédenos por tu<br />

bondad que nuestra parroquia sea una auténtica comunidad de fe,<br />

esperanza y amor, cenáculo de tu Eucaristía y de tu Evangelio, luz del<br />

mundo y sal de la tierra, sagrario de la piedad y de la fe, escuela viva de<br />

apostolado, defensa de los oprimidos, invitación a los alejados, activo<br />

fermento de transformación en la verdad y la justicia, <strong>para</strong> que el anuncio<br />

de tu reino llegue a <strong>todo</strong>s los hombres como vida y salvación eterna.<br />

Amén.<br />

POR LAS VOCACIONES – Padre santo, Tú llamas a <strong>todo</strong>s tus hijos a la<br />

perfección de la caridad, pero invitas a muchos <strong>para</strong> que sigan más de<br />

cerca las huellas de Cristo; concede a quienes elijas <strong>para</strong> esta vocación<br />

especial, vivir de tal manera que sean <strong>para</strong> la Iglesia y el mundo, signo<br />

elocuente de tu reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

HAZNOS PESCADORES DE HOMBRES – Señor Jesús, como un día llamaste a los<br />

primeros discípulos <strong>para</strong> convertirlos en pescadores de hombres, sigue


111<br />

haciendo resonar también hoy tu dulce invitación: .<br />

¡Concede a los jóvenes y a las jóvenes la gracia de responder<br />

resueltamente a tu voz! Apoya en sus trabajos apostólicos a nuestros<br />

obispos, sacerdotes y personas consagradas. Concede perseverancia a<br />

nuestros seminaristas y a <strong>todo</strong>s los que realizan un ideal de vida<br />

totalmente consagrado a tu servicio. Despierta en nuestras comunidades el<br />

compromiso misionero. Envía, Señor, operarios a tu mies y no permitas<br />

que la humanidad se pierda por falta de pastores, de misioneros, de<br />

personas entregadas a la causa del Evangelio. María, Madre de la Iglesia,<br />

modelo de toda llamada ayúdanos a responder al Señor que nos llama<br />

a colaborar en el designio divino de la salvación. Amén (Juan Pablo II).<br />

POR LOS MISIONEROS – Acudimos a ti, Madre de la Iglesia. A ti que con tu<br />

fiat abriste la puerta a la presencia de Cristo en el mundo, en la historia y<br />

en las almas, acogiendo con humilde silencio y abandono total la llamada<br />

del Altísimo. Haz que muchos hombre y mujeres sepan percibir también<br />

hoy esta voz de tu Hijo: “¡Sígueme!”. Haz que encuentren la fuerza de<br />

dejar a sus familias, sus ocupaciones y sus esperanzas terrenas y que sigan<br />

a Cristo por el camino que Él ha señalado. Extiende tu mano materna<br />

sobre los misioneros presentes por <strong>todo</strong> el mundo, sobre los religiosos y<br />

religiosas que asisten a los ancianos, enfermos, disminuidos y huérfanos;<br />

sobre <strong>todo</strong>s lo que están comprometidos en la enseñanza; sobre los<br />

miembros de los institutos seculares, fermentos silenciosos de obras<br />

buenas; sobre quienes en la clausura viven de fe y de amor y oran por la<br />

salvación del mundo. ¡Amén! (Juan Pablo II).<br />

POR LAS MISIONES - Dios y Señor Nuestro, que quieres que <strong>todo</strong>s los hombres<br />

se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira la abundante mies<br />

de tu Iglesia y envíales obreros que anuncien el Evangelio a todas las<br />

naciones. Que tu pueblo, convocado por la palabra de vida y sostenido por<br />

la gracia sacramental, avance hacia la salvación por el camino de la<br />

caridad. - Oh María Reina de las Misiones, ruega por nosotros y danos<br />

misioneros santos. INVOCACIÓN: Para que te dignes darnos el espíritu<br />

misionero de Cristo y de tu Iglesia y así conducir <strong>todo</strong>s los hombres a la<br />

luz del Evangelio: te rogamos, óyenos.<br />

POR LOS CRISTIANOS PERSEGUIDOS – Padre santo, en tu designio salvífico<br />

quieres que la Iglesia se asocie a la pasión de tu Hijo; concede a tus<br />

siervos perseguidos por causa de tu Nombre, gran paciencia y caridad <strong>para</strong><br />

que, confiados en tu Palabra, sean fieles testigos de tu Verdad. Por<br />

Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).


112<br />

POR LOS LAICOS – Oh Dios, Tú nos has dado en el Evangelio la fuerza<br />

transformadora del mundo; concede a tus fieles llamados a vivir en medio<br />

de las ocupaciones terrenales ejercer su profesión con tal espíritu<br />

evangélico que cooperen en la renovación cristiana del mundo. Por<br />

Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

EN UNA REUNIÓN ESPIRITUAL – Dios y Señor nuestro, tu Hijo prometió su<br />

presencia a cuantos se reúnan en su nombre; haz que lo sintamos ahora<br />

presente entre nosotros y que, en la verdad y el amor, experimentemos en<br />

nuestros corazones la abundancia de su gracia, de su misericordia y de su<br />

paz. Amén (Misal romano).<br />

POR LA VOCACIÓN Cántico - Tú has venido a la orilla no has buscado ni a<br />

sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los<br />

ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti<br />

buscaré otro mar. / Tú sabes bien lo que tengo, en mi barca no hay oro ni<br />

espadas, tan sólo redes y mi trabajo. Señor, me has mirado a los ojos ... / Tú<br />

necesitas mis manos, mi cansancio, que a otros descanse; amor que quiera<br />

seguir amando. Señor, me has mirado a los ojos, / Tú, pescador de otros<br />

lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno que así me llamas.<br />

EL PUENTE (CANTO SACERDOTAL) – Un anhelo ferviente hay en mi pecho/ que<br />

sólo Tú conoces, oh Señor,/ el anhelo de ser toda mi vida/ un puente entre<br />

los hombres y tu amor./ Un puente que, partiendo de mi nada,/ llegue a la<br />

orilla de tu eternidad;/ un puente, al que <strong>todo</strong>s pisar puedan,/ en busca de<br />

tu amor y tu amistad. / No importa, que el dolor de mil pisadas/ dejen en<br />

él huellas ensangrentadas:/ yo sólo quiero ser puente divino,/ y que seas<br />

Tú, el final de este camino. / Señor, haz que este puente no se rompa,/<br />

mientras pueda servir a mis hermanos;/ y cuando ya no lo necesites,/<br />

destrúyelo a tu antojo entre tus manos.<br />

POR LA PATRIA<br />

El cuarto mandamiento se extiende a los<br />

deberes de los ciudadanos respecto a su<br />

patria, a los que la administran o la<br />

gobiernan. Este mandamiento ilumina todas<br />

las relaciones de la sociedad: en nuestros<br />

conciudadanos vemos a los hijos de nuestra<br />

Patria. El prójimo no es un individuo de la<br />

colectividad humana; es alguien que por sus


113<br />

orígenes, siempre próximos por una u otra<br />

razón, merece una atención y respeto<br />

singulares. El amor y el servicio de la Patria<br />

forman parte del deber de gratitud y del<br />

orden de la caridad (Cf. CEC, nn. 2199, 2212,<br />

2239).<br />

DIOS, PADRE NUESTRO, que con admirable providencia gobiernas el mundo:<br />

atiende nuestros ruegos por la Patria, <strong>para</strong> que la sabiduría de sus<br />

autoridades y la honestidad de sus ciudadanos robustezcan la concordia y<br />

la justicia, y podamos en la paz y en progreso constante. Por Jesucristo,<br />

nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

DIOS, TODOPODEROSO, te pedimos con fe que acojas nuestras peticiones por la<br />

Patria. Inspira en sus hijos un amor grande por ella y el anhelo de servirla<br />

con todas nuestras capacidades. Danos, a quienes nacimos en el mismo<br />

suelo un sentido profundo de fraternidad humana y cristiana. Concédenos<br />

vivir las virtudes ciudadanas de la lealtad, la justicia social, el servicio y la<br />

solidaridad con los más necesitados de nuestra sociedad. Que podamos<br />

superar las situaciones de conflicto con capacidad <strong>para</strong> perdonar y borrar<br />

las heridas que, por fragilidad, se hayan causado entre hermanos. Te lo<br />

pedimos, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.<br />

POR LOS GOBERNANTES – Te pedimos, Señor, por quienes tienen en sus<br />

manos los destinos de nuestra Patria. Haz que comprendan su<br />

responsabilidad como promotores del orden, justicia, libertad y paz. Que<br />

te reconozcan como supremo Señor y respeten las enseñanzas que nos<br />

dejaste en el Evangelio. Que sepan relacionar la historia humana con la<br />

Historia de la Salvación y promuevan leyes que ayuden a los ciudadanos a<br />

vivir conforme a la ley moral. Que no falte el trabajo <strong>para</strong> <strong>todo</strong>s y que<br />

cada uno se sienta responsable del bien común, con el ejemplo de sus<br />

gobernantes y magistrados. Que respeten la autonomía de tu Iglesia y de<br />

sus ministros <strong>para</strong> predicar tu Palabra y difundir la Verdad que nos trajo<br />

Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.<br />

POR LOS ENCARCELADOS – Dios de poder y de misericordia, sólo Tú conoces<br />

los secretos del corazón y sabes quién es inocente, quién culpable, y<br />

perdonas al pecador. Escucha nuestra oración por los hermanos<br />

encarcelados; concédeles que se vean aliviados de sus sufrimientos,<br />

conserven la paciencia y la esperanza y puedan volver pronto a sus<br />

hogares. Amén (Misal Romano).


114<br />

POR LOS CAUTIVOS – Oh Dios, tu Hijo tomó la condición de siervo <strong>para</strong><br />

redimir al género humano de la esclavitud del pecado; concede a cuantos<br />

se hallan cautivos la libertad que otorgaste a <strong>todo</strong>s los hombres por ser<br />

hijos tuyos. Amén (Misal Romano).<br />

POR LOS SECUESTRADOS – Oh Santísima Virgen, Rosa Mística, Abogada de<br />

los desaparecidos y secuestrados, te encomendamos a los que sufren el<br />

yugo del cautiverio; confórtalos en sus horas de desolación, dales valor y<br />

ablanda el corazón de sus captores. María, Rosa Mística, intercede ante tu<br />

divino Hijo por ellos y sé su refugio, esperanza y victoria. ¡Santos<br />

ejércitos de Dios, ángeles y arcángeles! Volad en su ayuda y traedlos<br />

sanos y salvos a sus hogares. Amén.<br />

POR LA PAZ<br />

DIOS DE NUESTROS PADRES, grande y misericordioso, Señor de la paz y de la<br />

vida, Padre de <strong>todo</strong>s. Tú tienes designios de paz y no de aflicción,<br />

condenas las guerras y humillas a los violentos. Tú enviaste a tu Hijo<br />

Jesús a anunciar la paz a los de cerca y a los de lejos, a reunir a los<br />

hombres de toda raza y estirpe, en una única familia. Escucha el clamor<br />

unánime de tus hijos, súplica afligida de toda la humanidad: nunca más la<br />

guerra, aventura sin retorno; nunca más la guerra, espiral de luto y<br />

violencia, amenaza <strong>para</strong> tus criaturas en el cielo, en la tierra y en el mar.<br />

En comunión con María, la Madre de Jesús, te suplicamos una vez más:<br />

habla al corazón de los responsables de la suerte de los pueblos, detén la<br />

lógica de la malicia y la venganza, sugiere con tu espíritu soluciones<br />

nuevas, gestos generosos y honrosos, espacios <strong>para</strong> el diálogo y la espera<br />

paciente, más fecundos los plazos apresurados de la guerra. Concede a<br />

nuestro tiempo días de paz. ¡Nunca jamás la guerra! (Juan Pablo II).<br />

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN POR LA PAZ DEL MUNDO - ¡Bajo tu protección<br />

buscamos amparo, santa Madre de Dios! Oh Madre de los hombres y de<br />

los pueblos, tú que conoces sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes<br />

maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las<br />

tinieblas que agitan el mundo contemporáneo, escucha nuestro clamor<br />

que, impulsados por el Espíritu Santo, dirigimos a tu corazón, y acoge con<br />

amor de Madre y Sierva este mundo nuestro que te confiamos y<br />

consagramos muy inquietos por la suerte terrena y eterna de los hombres y<br />

los pueblos. De manera especial te confiamos y consagramos a aquellos<br />

hombres y naciones que tienen especial necesidad de este valimiento y


115<br />

consagración. “¡Bajo tu protección buscamos amparo, santa Madre de<br />

Dios!” ¡No menosprecies las súplicas de quienes nos vemos en la prueba!<br />

¡No nos menosprecies! ¡Acepta nuestra humilde confianza y nuestro<br />

abandono en ti! Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su único<br />

Hijo, <strong>para</strong> que <strong>todo</strong> el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida<br />

eterna (Jn 3, 16). Este es el amor que hizo que el Hijo de Dios se consagrara<br />

a sí mismo: Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, <strong>para</strong> que también<br />

ellos se ofrezcan a ti, por medio de la verdad (Juan 17, 19). En virtud de<br />

esa consagración los discípulos de <strong>todo</strong>s los tiempos están llamados a<br />

comprometerse por la salvación del mundo, a añadir algo a los<br />

sufrimientos de Cristo a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (Cf. Col 1, 24).<br />

Delante de ti, Madre de Cristo, delante de tu corazón inmaculado, deseo<br />

hoy, junto a toda la Iglesia, unirme con nuestro Redentor en esta<br />

consagración suya por el mundo y los hombres, la única que en su corazón<br />

divino tiene poder <strong>para</strong> conseguir el perdón y lograr la re<strong>para</strong>ción. El<br />

poder de esta consagración dura <strong>para</strong> siempre y se extiende a <strong>todo</strong>s los<br />

hombres, los pueblos y las naciones, y supera <strong>todo</strong>s los males que el<br />

espíritu de las tinieblas es capaz de despertar en el corazón del hombre y<br />

de la historia y que de hecho ha despertado en nuestro tiempo. La Iglesia,<br />

cuerpo místico de Cristo, se une a esta consagración de nuestro Redentor<br />

por medio del servicio del sucesor de Pedro. ¡Cuán profundamente<br />

sentimos la necesidad de la consagración a favor de la humanidad y del<br />

mundo, de nuestro mundo contemporáneo, en unidad con el mismo<br />

Cristo! Porque en la obra redentora de Cristo debe participar el mundo<br />

por medio de la Iglesia. !Por eso nos duele tanto lo que en la Iglesia y en<br />

cada uno de nosotros se opone a la santidad y a la consagración! ¡Cuánto<br />

nos duele que la invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración<br />

no haya encontrado la acogida esperada! ¡Cuánto nos duele que muchos<br />

participen tan fríamente en la obra redentora de Cristo y que de forma tan<br />

insuficiente se complete en nuestra carne lo que falta a los sufrimientos<br />

de Cristo! ¡Benditas todas las almas que obedecen a la llamada del amor<br />

eterno! Benditos quienes, día tras día, con inagotable generosidad,<br />

aceptan, Madre, tu invitación a hacer lo que dice tu Jesús y dan a la Iglesia<br />

y al mundo un testimonio sereno de vida inspirada en el Evangelio.<br />

¡Bendita tú por encima de todas las cosas, esclava del Señor, que tan<br />

plenamente obedeciste la llamada divina! ¡Alabada seas por estar<br />

íntimamente unida a la consagración redentora de tu Hijo! ¡Madre de la<br />

Iglesia! ¡Ilumina al pueblo de Dios por los caminos de la fe, de la<br />

esperanza y de la caridad! Ayúdanos a vivir toda la verdad de la<br />

consagración de Cristo por la familia humana. Al confiarte, Madre, el<br />

mundo, <strong>todo</strong>s los hombres y <strong>todo</strong>s los pueblos, te confiamos también la


116<br />

consagración del mundo y la depositamos en tu corazón materno. ¡Oh<br />

Corazón Inmaculado! ¡Ayúdanos a vencer la amenaza del mal que tan<br />

fácilmente echa raíces en los corazones de los hombres de hoy y que con<br />

sus efectos inconmensurables grava ya sobre nuestro tiempo y parece<br />

cerrar los caminos del futuro! ¡Líbranos del hambre y de la guerra!<br />

¡Líbranos de la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable, de<br />

toda clase de guerras! ¡Líbranos de los pecados contra la vida del hombre<br />

desde su alborada! ¡Líbranos del odio y el envilecimiento de la dignidad<br />

de los hijos de Dios! ¡Líbranos de toda clase de injusticia, nacional e<br />

internacional! ¡Líbranos de los pecados contra el Espíritu Santo!<br />

¡Líbranos! ¡Acepta, oh Madre de Cristo, este clamor henchido del<br />

sufrimiento de <strong>todo</strong>s los hombres! ¡Henchido del sufrimiento de<br />

sociedades enteras! ¡Que una vez más aparezca en la historia del mundo el<br />

poder infinito del amor misericordioso! ¡Que detenga el mal! ¡Que<br />

transforme las conciencias! ¡Que en tu Corazón Inmaculado se revele a<br />

<strong>todo</strong>s la luz de la esperanza! Amén (Juan Pablo II).<br />

DIOS DE BONDAD, QUE TE PREOCUPAS DE NOSOTROS con amor de Padre,<br />

concede que <strong>todo</strong>s los hombres que tienen en Ti un mismo origen, formen<br />

una sola familia donde reinen siempre la justicia, la paz y el amor fraterno.<br />

Amén (Misal Romano).<br />

ESPÍRITU SANTO, DIOS DE AMOR Y DE PAZ, presente en mi alma, te adoro y<br />

suplico que establezcas en mí tu paz. Esa paz que Jesús deseó con amor a<br />

sus apóstoles al día siguiente de la Resurrección. Esa paz, que es<br />

condición de toda intimidad con Cristo y con el Padre, condición y<br />

coronamiento de tu acción santificadora en las almas. - Te suplicamos,<br />

Espíritu Santo, por intercesión del Corazón inmaculado de María, tu<br />

santísima Esposa, Reina de la paz, que nos des la humildad de corazón y<br />

la perfecta fidelidad a tus inspiraciones, a fin de que después de gustar en<br />

este mundo de tu paz divina, podamos por Ti gozar de ella en el cielo,<br />

durante la eternidad (Alexis Riaud).<br />

SEÑOR, HAZME INSTRUMENTO DE TU PAZ. Donde haya odio, siembre yo amor;<br />

donde haya injuria, perdón; donde haya duda, fe; donde haya tristeza,<br />

alegría; donde haya desaliento, esperanza; donde haya oscuridad, luz. ¡Oh<br />

divino Maestro! Que no busque ser consolado, sino consolar; que no<br />

busque ser querido, sino amar; que no busque ser comprendido, sino<br />

comprender. Porque dando es como recibimos; perdonando es como Tú<br />

nos perdonas; y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna (San<br />

Francisco de Asís).


V. EL ÁMBITO DE LA ORACIÓN<br />

EL HOGAR<br />

117<br />

La familia cristiana constituye una<br />

revelación y una actuación específicas de la<br />

comunión eclesial; por eso puede y debe<br />

decirse iglesia doméstica. Es una comunidad<br />

de fe, esperanza y caridad. Es una comunión<br />

de personas, reflejo e imagen de la comunión<br />

del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Es<br />

llamada a participar en la oración y en el<br />

sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y<br />

la lectura de la Palabra de Dios fortalecen<br />

en ella la caridad (CEC, nn. 2204-2205).<br />

ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA - Sagrada Familia de Nazaret: enséñanos el<br />

recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas<br />

inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la<br />

necesidad del trabajo, del estudio, de la vida interior personal, de la<br />

oración que sólo Dios ve en lo secreto; enséñanos lo que es la familia, su<br />

comunión de fe y de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado<br />

e inviolable. Amén ((Pablo VI).<br />

POR LA FAMILIA – Señor, Dios nuestro, en quien la familia tiene sólido<br />

fundamento; acoge las oraciones de tus hijos, y concédenos que después<br />

de imitar los ejemplos de la Sagrada Familia de tu Unigénito en las<br />

virtudes domésticas, y manteniendo vivos los lazos del amor recíproco,<br />

podamos disfrutar de los premios eternos en la alegría de tu morada.<br />

Amén (Misal romano).<br />

OH, DIOS, DE QUIEN PROCEDE TODA PATERNIDAD en el cielo y en la tierra.<br />

Padre, que eres Amor y Vida, haz que cada familia humana se convierta,<br />

por medio de tu Hijo Jesucristo, y mediante el Espíritu Santo, en fuente de<br />

caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor <strong>para</strong> las<br />

generaciones que siempre se renuevan. - Haz que tu gracia guíe los<br />

pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de las familias y de<br />

todas las familias del mundo. Haz que las nuevas generaciones encuentren<br />

en la familia un fuerte apoyo <strong>para</strong> su humanidad y su crecimiento en la<br />

verdad y en el amor. Haz que el amor corroborado por la gracia del


118<br />

sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier<br />

debilidad y cualquier crisis por las que pasan las familias. Haz, finalmente,<br />

te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la<br />

Iglesia en todas las naciones pueda cumplir fructíferamente su misión en<br />

la familia y por medio de la familia. Por Cristo nuestro Señor, que es el<br />

camino, la verdad, y la vida por los siglos de los siglos. Amén (Juan Pablo<br />

II).<br />

POR LA UNIDAD MATRIMONIAL – Señor, sucedió una vez que sobre la tierra<br />

desnuda y virgen brotó de improviso una flor hecha de nieve y fuego. -<br />

Fue llama que extendió un puente de oro entre las dos riberas, guirnalda<br />

que engarzó <strong>para</strong> siempre nuestras vidas y nuestros destinos. Señor, Señor,<br />

fue el amor con sus prodigios, ríos, esmeraldas e ilusiones. ¡Gloria a Ti,<br />

horno incandescente de amor! - Pasó el tiempo, y en el confuso esplendor<br />

de los años la guirnalda perdió frescura, y la escarcha envolvió a la llama<br />

por sus cuatro costados; la rutina, sombra maldita, fue invadiendo, sin<br />

darnos cuenta, y penetrando <strong>todo</strong>s los tejidos de la vida. Y el amor<br />

comenzó a invernar. - Señor, Señor, fuente de amor; dobladas las rodillas<br />

desgranamos ante Ti nuestra súplica. Sé Tú, en nuestra casa, lám<strong>para</strong> y<br />

fuego; pan, piedra y rocío, viga maestra y columna vertebral. Restaña las<br />

heridas cada noche y renazca el amor cada mañana como fresca<br />

primavera. Sin Ti nuestros sueños rodarán por la pendiente. Sé Tú <strong>para</strong><br />

nosotros espuma de alegría y garantía de fidelidad. - Mantén, Señor, alta,<br />

en nuestro hogar la llama roja del amor, y que la unidad, como río<br />

caudaloso, recorra e irrigue nuestras arterias por los días de los días.<br />

CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA A LOS SAGRADOS CORAZONES – Sagrados<br />

Corazones de Jesús y de María, modelos del amor que debe unir en un<br />

solo sentimiento a la familia cristiana. Queremos consagraros nuestro<br />

hogar y nuestras vidas. Nos proponemos, con vuestra ayuda, ser como los<br />

primeros cristianos: un solo corazón y una sola alma. Queremos, a<br />

imitación vuestra, hacer de nuestra casa el reino de la paz, de la caridad y<br />

la piedad; donde se manifieste siempre la fe; donde se viva a la escucha de<br />

la Palabra de Dios y se reciba constantemente la fuerza sobrenatural de los<br />

sacramentos. Bendecid nuestra familia, el futuro de nuestros hijos,<br />

nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros intereses espirituales y<br />

temporales, que desde este momento os consagramos enteramente y<br />

ponemos confiadamente bajo vuestro amor y protección. Corazón<br />

Sacratísimo de Jesús, ten piedad de nosotros. Corazón inmaculado de<br />

María, ruega por nosotros.


119<br />

CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA A JESÚS – Amadísimo Jesús, Señor y Dios<br />

nuestro, que al venir a colmar el mundo con tu presencia y tu amor,<br />

quisiste vivir la mayor parte de tu vida en el hogar de María y de José, en<br />

una sencilla casa de Nazaret, santificando la familia que debe ser el<br />

ejemplo de las familias cristianas. Acoge benignamente el ofrecimiento y<br />

la consagración de nuestra hogar. Protégelo, custódialo, instaura en él el<br />

santo temor de Dios, la paz y la concordia de la caridad cristiana, <strong>para</strong> que,<br />

conformándose al divino modelo de tu Sagrada Familia, sus miembros<br />

podamos conseguir la eterna felicidad. - María, Madre amorosa de Jesús y<br />

Madre nuestra, haz que sea agradable a Jesús, este ofrecimiento, y<br />

consíguenos sus gracias y bendiciones. - Oh, San José, Custodio santísimo<br />

de Jesús y de María, socórrenos con tus oraciones en nuestras necesidades<br />

espirituales y temporales, <strong>para</strong> que podamos en unión con María y<br />

contigo, bendecir eternamente a nuestro divino Redentor Jesús.<br />

POR UN HOGAR FELIZ - Señor Jesús, Tú viviste en una familia feliz. Haz de<br />

esta casa una morada de tu presencia, un hogar cálido y dichoso. Venga la<br />

tranquilidad a <strong>todo</strong>s los miembros, la serenidad a nuestro ánimo, el control<br />

a nuestras lenguas, la salud a nuestros cuerpos. - Que los hijos sean y se<br />

sientan amados, que el egoísmo y la ingratitud se alejen de ellos <strong>para</strong><br />

siempre. Señor, inunda el corazón de los padres de paciencia y<br />

comprensión, y de una generosidad sin límites. - Extiende, Señor, un toldo<br />

de amor <strong>para</strong> cobijar y refrescar, calentar y madurar a <strong>todo</strong>s los hijos de la<br />

casa. - Danos el pan de cada día; aleja de nuestra casa el afán de exhibir,<br />

brillar y aparecer; líbranos de las vanidades mundanas y de las ambiciones<br />

que inquietan y roban la paz. - Que la alegría brille en los ojos, la<br />

confianza abra todas las puertas, la dicha resplandezca como un sol; sea la<br />

paz la reina de este hogar y la unidad su sólido entramado. Te lo pedimos<br />

a Ti que fuiste un hijo feliz en el hogar de Nazaret junto a María y José.<br />

Amén.<br />

A SAN JOSÉ, POR EL HOGAR - ¡Oh san José! Esposo de María y padre<br />

adoptivo de Jesús, Patrono de nuestra familia. Con filial cariño venimos a<br />

pedirte protección <strong>para</strong> nuestro hogar y a ofrecerte cuanto somos y<br />

tenemos en él. Te entregamos el pasado, el presente y el porvenir; nuestras<br />

penas y alegrías, nuestros hijos y a nosotros mismos. Te pedimos<br />

intercedas por que tengamos la gracias de mantenernos unidos. ¡Cuida,<br />

san José, <strong>todo</strong>s los hogares del mundo! Amén.<br />

POR LOS PADRES Y LAS MADRES - ¡Oh Cristo!, guía en la verdad a los padres<br />

y madres de familia. Que, espoleados y fortalecidos con la gracia<br />

sacramental del matrimonio y conscientes de ser en la tierra la señal


120<br />

visible de tu indefectible amor por la Iglesia, sepan estar serenos y<br />

decididos al afrontar con coherencia evangélica la responsabilidad de la<br />

vida conyugal y de la educación cristiana de los hijos (Juan Pablo II).<br />

PARA PEDIR LA CARIDAD – Enciende, Señor, nuestros corazones con el<br />

espíritu de caridad, <strong>para</strong> que pensemos y obremos en <strong>todo</strong> conforme a tu<br />

voluntad y podamos amarte sinceramente a Ti en nuestros hermanos.<br />

Amén (Misal Romano).<br />

POR LA PRESENCIA DE JESÚS EN EL HOGAR - ¡Señor! ¡Colma de esperanza mi<br />

corazón y de dulzura mis labios! Pon en mis ojos la luz que acaricia y<br />

purifica, en mis manos el gesto que perdona. Dame valor <strong>para</strong> la lucha,<br />

compasión <strong>para</strong> las injurias, misericordia <strong>para</strong> la ingratitud y la injusticia.<br />

Líbrame de la envidia y de la ambición mezquina, del odio y de la<br />

venganza. Y que, al volver hoy nuevamente al calor de mi lecho, pueda,<br />

en lo más íntimo de mis ser, sentirte a Ti presente. Amén.<br />

PARA VIVIR EN PAZ - Señor Dios nuestro, tú nos has elegido <strong>para</strong> ser tus<br />

santos y predilectos. Revístenos de sentimientos de misericordia, de<br />

bondad, de humildad, de dulzura, de paciencia. Ayúdanos a<br />

comprendernos uno a otro cuando tenemos algún motivo de queja, lo<br />

mismo que tú Señor, nos has perdonado. Sobre <strong>todo</strong>, danos esa caridad,<br />

que es vínculo de perfección. Que la paz de Cristo brille en nuestros<br />

corazones. Esa paz que debe reinar en la unidad de tu cuerpo místico. Que<br />

<strong>todo</strong> cuanto hagamos, en palabras o en obras sea en nombre del Señor<br />

Jesús, por quien sean dadas gracias a ti, Dios Padre y Señor nuestro.<br />

Amén.<br />

PURIFICACIÓN DE LA MEMORIA – Señor Jesús, vengo hoy a pedirte la cura de<br />

mis recuerdos, de <strong>todo</strong> aquello que viví y quedó guardado en mi<br />

inconsciente y que me atormenta. Tú me conoces y sabes la causa de cada<br />

problema que traigo en mi interior. Ven, Jesús y cura estos recuerdos, los<br />

momentos en que me sentí rechazado, desanimado, ignorado hasta por<br />

aquellos que más amaba. Cúrame de los sentimientos de odio, rencor,<br />

resentimiento, disgusto y falta de perdón que, muchas veces, se reflejan en<br />

mi cuerpo, causando incluso dolores y enfermedades físicas. De los<br />

momentos de peligro que viví y que me tornaron una persona miedosa e<br />

insegura, cúrame, Señor. Oh Señor, son tantos los traumas y marcas que<br />

traigo en mi memoria… y sólo Tú puedes curarme. Por eso te pido: lava<br />

mi mente en tu sangre, dame tu cura y lléname de paz. Desde ahora te<br />

alabo y agradezco, pues creo que ya estás actuando en mí ahora y seré, en


121<br />

Ti, una nueva criatura. En el poder de tu Nombre, límpiame, Señor Jesús.<br />

Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS ESPOSOS - Señor, Dios nuestro: ten bendecimos por tomar<br />

en tus manos nuestro amor. Ayúdanos a cumplir nuestra misión. Ven a<br />

compartir nuestra vida. Ayúdanos a formar nuestros hijos, a ser testigos de<br />

tu amor en nuestra familia y en la sociedad. Danos fuerza en los<br />

desalientos. Comparte nuestras alegrías. Bendice nuestro amor y haz que<br />

nuestro hogar sea siempre pacífico, luminoso y alegre. - Padre santo,<br />

autor del universo, que nos creaste hombre y mujer a tu imagen y<br />

semejanza. Te pedimos <strong>para</strong> nosotros tu abundante bendición en este día,<br />

<strong>para</strong> que, en el gozo de nuestra entrega como pareja cristiana,<br />

experimentemos siempre tu presencia. Que en la alegría le alabemos,<br />

Señor; en la tristeza te busquemos; en el trabajo encontremos el gozo de<br />

tu ayuda; en las necesidades sintamos tu cercano consuelo. Que demos<br />

testimonio de tu amor ante los hombres. Y, después de una feliz<br />

ancianidad, lleguemos al Reino de los cielos junto con nuestros hijos y las<br />

personas que nos aman. Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS ESPOSOS II - Señor, haz de nuestro hogar un sitio de tu<br />

amor. Que no haya injuria, porque Tú nos das comprensión. Que no haya<br />

amargura, porque Tú nos bendices. Que no haya egoísmo, porque Tú nos<br />

alientas. Que no haya rencor, porque Tú nos das el perdón. Que no haya<br />

abandono, porque Tú estás con nosotros. Que sepamos marchar hacia Ti<br />

en nuestro diario vivir. Que cada mañana amanezca un día más de entrega<br />

y sacrificio. Que cada noche nos encuentre con más amor. Haz, Señor, de<br />

nuestras vidas que quisiste unir, una página llena de Ti. Haz, Señor, de<br />

nuestros hijos lo que Tú anhelas: ayúdanos a educarlos, a orientarlos por<br />

tu Camino. Que nos esforcemos en el apoyo mutuo. Que hagamos del<br />

amor un motivo <strong>para</strong> amarte más. Que cuando amanezca el gran día de ir<br />

a tu encuentro, nos concedas hallarnos unidos <strong>para</strong> siempre a Ti. Amén<br />

(Parroquia de La María, Cali, Año 2000).<br />

EN LA ESPERA DEL HIJO – Señor y Padre nuestro: te damos gracias por el<br />

don maravilloso de esta nueva vida, con la que nos haces participes de tu<br />

divina paternidad. En este tiempo de espera, te pedimos que protejas esta<br />

vida aún llena de misterio, <strong>para</strong> que nazca sano a la luz del mundo y al<br />

nuevo nacimiento del Bautismo; y después crezca en edad y sabiduría, de<br />

modo que pueda cumplir la misión que Tú le señales y sea útil a la<br />

familia, a la sociedad y a la Iglesia. Madre de Dios, a tu corazón maternal<br />

confiamos nuestro hijo. Amén.


122<br />

VIRGEN DEL BUEN PARTO - Señor y Dios nuestro, que pre<strong>para</strong>ste el cuerpo y<br />

el alma de la bienaventurada Virgen María <strong>para</strong> que fuese digna morada<br />

de tu Hijo; que diste a María concebir, por obra del Espíritu Santo, a tu<br />

Unigénito; que por el parto de María, habido sin dolor, convertiste en<br />

gozo los dolores de la preñez y del parto de las demás mujeres que creen<br />

en ti; y que, por la maternidad virginal de María, entregaste al género<br />

humano los bienes de la salvación; mira con bondad a esta hija tuya, a<br />

quien has otorgado también el don de la maternidad; y, por la intercesión<br />

de la Madre de tu Hijo, concédele conservar y perfeccionar el fruto que le<br />

diste concebir; llegar a un feliz alumbramiento, emplear la vida entera en<br />

tu santo servicio, y alcanzar, ella y su hijito, el Reino de los Cielos. Por<br />

Jesucristo nuestro Señor. Amén (A Nuestra Señora del Buen Parto, Catedral de<br />

Valencia).<br />

VIRGEN DE LA LECHE - Hermosa Señora de La Leche, amantísima Madre del<br />

Niño Jesús y Madre mía, escucha mi humilde oración. Tu corazón de<br />

madre sabe <strong>todo</strong>s mis deseos, todas mis necesidades. Sólo a ti, Inmaculada<br />

Virgen, tu Divino Hijo ha dado a comprender los sentimientos que llenan<br />

mi alma. Tuyo fue el privilegio de ser Madre del Salvador. Intercede ahora<br />

<strong>para</strong> que, de acuerdo con Su Voluntad, pueda yo ser madre. Esto te pido,<br />

Oh Señora mía de la Leche, en nombre de tu Divino Hijo, Señor y<br />

Redentor. Amén - Señora Nuestra de La Leche, ruega por nosotros (San<br />

Agustín, Florida, USA).<br />

EN EL NACIMIENTO DEL HIJO - Bendito seas, Padre mío y Padre de <strong>todo</strong>s los<br />

hombres. Hoy visitas nuestro hogar con un niño. Es el fruto del amor. -<br />

Gracias porque Tú estás en toda vida que empieza y vives en nuestro hijo.<br />

Te ofrecemos este niño que ha nacido. Tú nos lo diste y lo amaremos<br />

como un don tuyo. Lo educaremos <strong>para</strong> que vuelva a tus manos de donde<br />

salió. Con tu ayuda, le enseñaremos a vivir tu mandamiento de amor. Te<br />

ofrecemos, Padre, a este niño y con él recíbenos a nosotros que también<br />

somos tus hijos. Haz que seamos amables y amorosos como lo fue tu Hijo<br />

amado, nuestro Señor Jesucristo. Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS NIÑOS – Jesusito de mi vida, Tú eres niño como yo: por eso<br />

te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo, tuyo es, mío no. Buenos<br />

días, mi Dios: hoy te vengo a saludar y a decirte que te amo, porque ya<br />

aprendí a amar. Te ofrezco este nuevo día que voy a comenzar: ayúdame a<br />

ser bueno y a amarte mucho más. Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS PADRES POR LOS HIJOS – Señor, Padre Todopoderoso, te<br />

damos gracias por habernos dado estos hijos. Es una alegría <strong>para</strong> nosotros.


123<br />

Aceptamos con serenidad las preocupaciones, temores, fatigas y<br />

desilusiones que por causa de ellos lleguemos a tener. Ayúdanos a amarlos<br />

sinceramente, como una manifestación del amor que Tú les tienes. Danos<br />

prudencia y sabiduría <strong>para</strong> guiarlos, paciencia <strong>para</strong> instruirlos, vigilancia<br />

<strong>para</strong> acostumbrarlos al bien mediante nuestro ejemplo. Fortalece nuestro<br />

amor <strong>para</strong> corregirlos y hacerlos siempre mejores. Amén.<br />

ORACIÓN A LA VIRGEN, DE UNA MADRE POR SUS HIJOS - ¡Madre mía,<br />

socorre a mis hijos! Que esta palabra sea el grito de mi corazón desde cada<br />

amanecer. ¡Oh María!, que tu bendición los acompañe, los guarde, los<br />

defienda, los anime y los sostenga en todas partes y en <strong>todo</strong> momento.<br />

Cuando postrados ante la presencia del Señor, le ofrezcan sus tributos de<br />

alabanza y oración, cuando le presenten sus necesidades o imploren sus<br />

divinas misericordias, ¡María, madre querida, socorre a mis hijos! Cuando<br />

se dirijan al estudio o al trabajo, donde el deber los llama; cuando pasen<br />

de una ocupación a otra, cuando se entreguen a sus sanas diversiones con<br />

los amigos, ¡Madre buena, socorre a mis hijos! Cuando el enemigo<br />

infernal se esfuerce en seducirlos con los atractivos del placer, la violencia<br />

de las tentaciones, el vicio, la droga o los malos ejemplos, ¡Madre querida,<br />

socorre y preserva de <strong>todo</strong> mal a mis hijos! Cuando en la noche se<br />

dispongan a tomar su descanso, a fin de continuar al día siguiente con<br />

nuevo fervor el camino hacia la eterna Patria, ¡Madre mía, socorre a mis<br />

hijos! Que tu maternal bendición descienda sobre ellos y en el día y en la<br />

noche, en el consuelo y en la tristeza; en el trabajo y en el descanso; en la<br />

salud y en la enfermedad; en la vida y en la muerte, y que ésta no sea<br />

repentina; y en el paso decisivo a la eternidad, ¡y siempre, siempre, Madre<br />

mía, socorre a mis hijos! Amén.<br />

ORACIÓN DE UN PADRE POR SU HIJO – Dame, oh Señor, un hijo lo bastante<br />

fuerte <strong>para</strong> saber cuando es débil, y lo bastante valeroso <strong>para</strong> enfrentarse<br />

consigo mismo cuando sienta miedo. Un hijo que sea orgulloso e<br />

inflexible en la derrota; honrado, humilde y magnánimo en la victoria.<br />

Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho; un<br />

hijo que sepa conocerte a Ti y conocerse a sí mismo, que es la piedra<br />

fundamental de <strong>todo</strong> conocimiento. Condúcelo, te lo ruego, no por un<br />

camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero y aguijoneado de las<br />

dificultades y los riesgos. Allí, déjale aprender a sostenerse firme en la<br />

tempestad y a sentir compasión por los que fallan. Dame un hijo cuyo<br />

corazón sea claro, cuyos ideales sean altos, un hijo que se domine a sí<br />

mismo antes de que pretenda dominar a los demás. Un hijo que aprenda a<br />

reír, pero que también sepa llorar. Un hijo que avance hacia el futuro, pero


124<br />

que no olvide nunca el pasado. Y, después de que le hayas dado <strong>todo</strong><br />

esto, agrégale, te lo suplico, suficiente sentido del humor, de modo que<br />

pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en<br />

serio. Dale humildad <strong>para</strong> recordar siempre la sencillez de la verdadera<br />

grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de<br />

la verdadera fuerza. Entonces yo, su padre, me atreveré a murmurar: ¡No<br />

he vivido en vano!<br />

ORACIÓN DE LOS PADRES POR LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS – Señor, Padre<br />

Santo, Tú nos has llamado a formar juntos esta familia; danos la gracia de<br />

animarla con tu amor, <strong>para</strong> que conforte a los que vivimos en ella y acoja<br />

a los que a ella se acerquen. El amor es nuestra fuerza: por eso, manténnos<br />

unidos, <strong>para</strong> que nuestros hijos vivan también unidos y sean semejantes a<br />

nosotros. No permitas que se desvíen del camino recto que les hemos<br />

indicado; estamos preocupados por ellos, por la educación que debemos<br />

darles; queremos vivir muy cerca de ellos, escucharlos, formarlos con<br />

cariño y fortaleza y darles testimonio y ejemplo con nuestra vida diaria.<br />

Vemos, Señor, que se nos escapan y por eso te los confiamos una vez más,<br />

sin olvidar nuestra misión de padres responsables. Protégenos y<br />

concédenos que nuestro amor sea entrega y don a imagen de Cristo y de la<br />

Iglesia, <strong>para</strong> guiar hacia Ti a nuestros hijos, a quienes pedimos bendigas y<br />

asistas. Amén.<br />

EN LA PRIMERA COMUNIÓN DE UN HIJO – Señor Jesús, que acudes con amor a<br />

la primera cita con nuestro hijo, <strong>para</strong> entrar en comunión con él,<br />

colmándolo de tu presencia y divinizando su cuerpo y <strong>todo</strong> su ser: te<br />

pedimos que le concedas la gracia de vivir siempre contigo. Que no<br />

manche el alma que Tú purificaste, y conserve siempre la felicidad de este<br />

día. Llénalo de paz y de alegría, igual que hoy a lo largo de toda su<br />

existencia. Con la fuerza de tu gracia fortalece su fe, su esperanza y<br />

caridad, líbralo del mal y hazlo testigo de tu amor entre sus hermanos y<br />

compañeros.<br />

PENSADLO BIEN, HIJOS MÍOS, pensad en las circunstancias que a cada uno<br />

rodean: y sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente nos<br />

contrarían y nos cuestan, que aquéllas que al parecer van sin esfuerzo. Si<br />

no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En<br />

cambio, si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual, aceptando la<br />

Voluntad de Dios - aunque cueste - en esas circunstancias precisas,<br />

amando a Cristo Jesús y sabiéndonos corredentores con Él, no nos faltarán<br />

la caridad, la fortaleza <strong>para</strong> cumplir con nuestro deber.


125<br />

ORACIÓN AL CUMPLIR LOS QUINCE AÑOS – Señor, ¡qué feliz me siento!<br />

¡Cumplo mis quince años! Siento que la vida en mí es fuerte y tengo el<br />

vigor de la juventud. Mi rostro de mujer se hace cada día más bello. Mi<br />

familia y mis amigos me quieren y me lo manifiestan de mil modos. Hoy<br />

me hacen especialmente feliz, con su presencia y su cariño en este<br />

cumpleaños. Sé que la vida es bella, Señor, pero necesito de Ti <strong>para</strong><br />

mantenerla siempre linda. Quiero crecer de verdad, como mujer y como<br />

cristiana. No quiero ser superficial, ni obedecer criterios de una vida fácil.<br />

Eso me perdería y no me dejaría amarte como es mi deseo. Pongo mi<br />

juventud en tus manos. ¡Gracias, Señor, por este inmenso deseo de vivir!<br />

ORACIÓN DE LOS JÓVENES – Señor Jesús, que llamaste a quien quisiste,<br />

llámanos a muchos de nosotros a trabajar por ti y a trabajar contigo. Tú<br />

que iluminaste con tu palabra a quienes llamaste, ilumínanos con el don de<br />

la fe en ti. Tú que les sostuviste en las dificultades, ayúdanos a vencer<br />

nuestras dificultades de jóvenes de hoy. Y si llamas a alguno de nosotros<br />

<strong>para</strong> consagrarlo enteramente a ti, que tu amor caldee esa vocación desde<br />

que brota y la haga crecer y perseverar hasta el final. Amén (Juan Pablo II).<br />

POR LOS JÓVENES DEL MUNDO – Dios, Padre nuestro, te confiamos los<br />

jóvenes y las jóvenes del mundo con su problemas, anhelos y esperanzas.<br />

Fija en ellos tu mirada de amor y conviértelos en creadores de paz y<br />

constructores de la cultura del amor. Llámalos a seguir a Jesús tu Hijo.<br />

Hazles comprender que merece la pena entregar totalmente la vida por ti y<br />

por la humanidad. Concédeles generosidad y prontitud en la respuesta.<br />

Acoge también, Señor, nuestra alabanza y nuestra oración por los jóvenes<br />

que, a ejemplo de María, Madre de la Iglesia, han creído en tu palabra y se<br />

están pre<strong>para</strong>ndo <strong>para</strong> una entrega total a tu servicio. Ayúdeles a<br />

comprender que la llamada que les has hecho es siempre urgente y actual.<br />

Amén (Juan Pablo II).<br />

POR UN HIJO EN EL SERVICIO MILITAR – Dios omnipotente y misericordioso:<br />

que tu bendición acompañe a nuestro hijo mientras está lejos de su hogar<br />

<strong>para</strong> servir a la Patria y a sus hermanos del país, en el servicio militar.<br />

Presérvalo del mal y del pecado. Que nada doblegue su fe, disminuya su<br />

esperanza, ni enfríe su caridad. Que evite el odio y no guarde nunca<br />

resentimientos. Que ame la disciplina que lo hará fuerte y capaz de<br />

enfrentar sereno las dificultades. Dale la gracia <strong>para</strong> que pueda retornar a<br />

nosotros más rico en valores y virtudes, humanos y espirituales. Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS HIJOS POR SUS PADRES, I – Padre bueno, que nos has<br />

mandado honrar al padre y a la madre: escucha con benevolencia la


126<br />

oración que te dirigimos por ellos. Concédeles largos años de vida en la<br />

tierra y consérvales la salud del cuerpo y del espíritu. Bendice sus fatigas y<br />

sus iniciativas. Dales el ciento por uno, por <strong>todo</strong> aquello que han hecho y<br />

hacen por nosotros. Inspírales el amor y la práctica de tu santa Ley. Haz<br />

que un día seamos su sostén y su consuelo. Y que, después de haber<br />

gozado de su afecto en la tierra, tengamos la alegría de vivir eternamente<br />

con ellos en el cielo. Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS HIJOS POR SUS PADRES, II – Dios y Padre nuestro: Tú nos<br />

has llamado a la vida por medio de nuestros padres, escucha ahora nuestra<br />

oración filial por ellos. Bendice a nuestros padres y llénalos de tu gracia,<br />

que sean signo de tu Amor providente y, al mismo tiempo, nos infundan el<br />

espíritu de tu amor, que es el principio de la sabiduría y el camino de tus<br />

mandamientos. Concédeles Señor, paz y alegría y abundantes bendiciones<br />

por el ejemplo y el amor que nos han dado. Concédenos vivir siempre<br />

unidos en la tierra y, después, la gracia de compartir con ellos y con<br />

nuestros hermanos el gozo de una eternidad feliz. Te lo pedimos por<br />

Jesucristo, nuestro Señor. Amén.<br />

ORACIÓN DE LOS ENAMORADOS - Señor, estamos enamorados. No sabemos<br />

cómo sucedió; sólo sabemos que es algo hermoso que tú quieres <strong>para</strong> tu<br />

gloria y nuestra felicidad. Queremos que nuestro amor sea puro y sincero.<br />

Ayúdanos porque nuestras fuerzas son frágiles. Prepáranos <strong>para</strong> la difícil<br />

tarea del amor. Sabemos que exiges sacrificios y entregas generosas.<br />

Líbranos, Señor, del egoísmo que esteriliza la vida, de la impureza que<br />

profana nuestros cuerpos, del orgullo que nos se<strong>para</strong> de Ti y de nuestros<br />

semejantes.<br />

ORACIÓN DE LOS NOVIOS - En mi corazón, Señor, se ha encendido el amor<br />

por una criatura que Tú conoces y amas. Te doy gracias por este don que<br />

me llena de una alegría profunda, me hace semejante a Ti, que eres el<br />

Amor y me haces comprender el valor de la vida que me has dado. Haz<br />

que no malgaste esta riqueza que Tú has puesto en mi corazón: enséñame<br />

que el amor es un don y que no puede mezclarse con ningún egoísmo; que<br />

el amor es puro y no puede quedar en ninguna bajeza; que el amor es<br />

fecundo y, desde hoy, debe producir un nuevo modo de vivir en los dos.<br />

Haznos dignos el uno del otro; que seamos ayuda y modelo. Ayúdanos a<br />

pre<strong>para</strong>rnos <strong>para</strong> el futuro matrimonio a fin de que, desde ahora, nuestras<br />

almas dominen nuestros cuerpos y los conduzcan en el amor.<br />

ORACIÓN DE LA TERCERA EDAD – Señor, ¡enséñame en envejecer! Hazme<br />

comprender que la comunidad no tiene la culpa si ya no me encomienda


127<br />

responsabilidades ni pide mi opinión, y ha llamado a otros <strong>para</strong> que<br />

ocupen mi lugar. Aleja de mí el orgullo de la experiencia vivida y la<br />

convicción de que soy necesario. Que yo me aferre únicamente a la ley<br />

del tiempo, mientras poco a poco me voy desprendiendo de las cosas y me<br />

doy cuenta de que, en este turnarse de tareas, descubro una de las<br />

experiencias más interesantes de la vida que se renueva bajo el impulso de<br />

tu providencia. Haz, oh Señor, que yo pueda ser útil todavía,<br />

contribuyendo con el optimismo y la oración a la alegría y el entusiasmo<br />

de quienes están de turno en las responsabilidades, viviendo un estilo de<br />

vida humilde y sereno, en contacto con un mundo en continua renovación,<br />

sin quejas sobre el pasado, convirtiendo mis sufrimientos humanos en un<br />

don de re<strong>para</strong>ción social. Perdona si solamente hoy, en la tranquilidad,<br />

logro comprender <strong>todo</strong> lo que Tú me has amado y socorrido. Que, al<br />

menos ahora, yo tenga viva y penetrante la percepción del destino de gozo<br />

que me has pre<strong>para</strong>do y hacia lo cual me has encaminado desde el primer<br />

día de mi vida. Señor: ¡Enséñame e envejecer! Amén (G. Perico S.J.).<br />

ORACIÓN POR LOS ANCIANOS – Padre bondadoso y amigo de los hombres,<br />

que en el transcurso de los años permaneces siempre el mismo: acompaña<br />

a los ancianos. Aunque su cuerpo esté débil, haz que su espíritu se<br />

fortalezca siempre más <strong>para</strong> que, con paciencia y serenidad, puedan<br />

soportar la fatigas y las penas y se sepan encaminar llenos de paz al<br />

encuentro del Señor al término de sus vidas. Por Jesucristo, nuestro Señor.<br />

Amén.<br />

BIENAVENTURANZAS DE UN ANCIANO – Dichosos aquellos que entienden<br />

mis manos temblorosas y mis pasos cansados. Dichosos aquellos que me<br />

hablan en voz alta, <strong>para</strong> que yo no me incomode con la dureza de mi oído.<br />

Dichosos aquellos que no dejan de sonreírme, ni de decirme palabras<br />

afables. Dichosos aquellos que no se cansan de escuchar las historias de<br />

mi pasada juventud. Dichosos aquellos que apartan las espinas, en mi<br />

camino de regreso hacia la casa del Padre. Dichosos aquellos que, con su<br />

bondad, me recuerdan al buen Dios. Cuando llegue a la mansión celestial<br />

de la vida sin fin: ¡los recordaré!<br />

BENDICIÓN DE LA MESA - V/ Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos<br />

que por tu bondad vamos a tomar. R/ Amén. - V/ El Rey de la Gloria<br />

eterna nos haga partícipes de la mesa celestial. R/ Amén.<br />

ACCIÓN DE GRACIAS – Gracias, oh Dios, por el pan que me has dado en este<br />

día. Unos tienen y no pueden; otros pueden y no tienen: yo que sí puedo y<br />

tengo, te doy gracias infinitas. V/ Te damos gracias, Omnipotente Dios,


128<br />

por <strong>todo</strong>s tus beneficios. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.<br />

R/ Amén. — V/ El Señor nos dé su paz. R/ Y la vida eterna.<br />

PARA ENTENDER LAS ESCRITURAS - Te pido, oh Padre, que envíes tu Espíritu<br />

Santo a nuestras almas y nos hagas comprender las Escrituras inspiradas<br />

por Él; concédenos interpretarlas con pureza, y de manera digna <strong>para</strong> que<br />

<strong>todo</strong>s los fieles aquí reunidos saquen provecho (Serapión).<br />

SEÑOR JESÚS, ENSÉÑANOS A COMPRENDER LAS ESCRITURAS. Nuestro corazón<br />

palpita mientras Tú nos hablas. Sí. Tú, Cristo, nos hablas por medio de los<br />

testimonios de tu pasión y resurrección. Tú hablas por medio de Pedro y<br />

de los apóstoles. Tú hablas también por medio de los protomártires que,<br />

en su gran mayoría creyeron sin haber visto. Y después de haber creído,<br />

dieron la vida por Cristo. Somos los herederos de ese testimonio.<br />

¡Debemos ser dignos de esa herencia! Buscamos su fuente en la Sagrada<br />

Escritura: . Tú nos hablas en<br />

ellas. Y aunque no te vemos en persona, en las Escritura encontramos<br />

siempre la fuente misma de la fe. Tú nos hablas en ellas. ¡Señor, nuestro<br />

corazón palpita! ¡Palpita el corazón! Concédenos que amemos la verdad,<br />

la verdad de tu pasión y de tu resurrección. Concédenos vivir en el clima<br />

de tu misterio pascual (Juan Pablo II).<br />

ORACIÓN ANTES DE LEER LA BIBLIA - Jesús Maestro, que eres el Camino, la<br />

Verdad y la Vida, enséñanos la sublime ciencia de tu amor según el<br />

espíritu de san Pablo y de la Iglesia Católica. Envíanos tu Espíritu <strong>para</strong><br />

que nos enseñe e inspire cuanto Tú predicaste. Jesús, Maestro, Camino,<br />

Verdad y Vida: ten piedad de nosotros. Señor y Padre nuestro en este<br />

atardecer, cuando el cansancio del día exige a los hombres recogerse en<br />

casa y vivir con quietud estos momentos familiares, queremos hacer<br />

silencio en nuestro interior, <strong>para</strong> escuchar tu palabra. Necesitamos oírte,<br />

necesitamos escucharte, estamos cansado de tantas palabras falsas, de<br />

tantas palabras excesivamente humanas. Todos juntos, padres e hijos,<br />

vamos a orar con la Biblia; nos viene bien recordar tu historia de<br />

salvación, escuchar la Buena Noticia de tu Reino. Concédenos, con la<br />

gracia del Espíritu Santo, agudeza <strong>para</strong> captar interiormente tu mensaje.<br />

Sabemos que eres Camino, Verdad y Vida: que sepamos entender lo que<br />

esto significa. Se tú la Palabra última y primera en esta casa. Habla, Señor,<br />

que tus siervos escuchan.<br />

PARA DESPUÉS DE LEER LA BIBLIA – Jesús Maestro y Verdad, Tú tienes<br />

palabras de vida eterna. Yo creo, Señor y Camino, con todas mis fuerzas,<br />

porque quieres que cumplamos fielmente tus mandamientos. Yo te


129<br />

suplico, Señor y Vida, te adoro, te alabo y te doy gracias, por el don de la<br />

sagrada Escritura. Con María recordaré y conservaré tus palabras en mi<br />

mente y las meditaré en mi corazón. Jesús, Maestro, Camino, Verdad y<br />

Vida, ten piedad de nosotros.<br />

ORACIÓN ANTES DEL VIAJE, I - Que, por la intercesión de Santa María,<br />

tengamos buen viaje, que el Señor esté en nuestro camino y sus ángeles<br />

nos acompañen. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.<br />

Amén (Beato Josemaría).<br />

ORACIÓN ANTES DEL VIAJE, II – Jesús, Verdad, ilumíname <strong>para</strong> que viaje<br />

siempre inspirado por el amor, con la mirada puesta en la última meta: la<br />

Casa del Padre. Jesús, Camino, sé Tú mi guía <strong>para</strong> que tenga pleno<br />

dominio, mirada atenta y moderación constante. Jesús, Vida, sé <strong>para</strong> mí y<br />

<strong>para</strong> cuantos acompañe y encuentre, alegría del espíritu y salvación del<br />

alma y cuerpo. Ángel de mi guarda, guíame y guárdame. Amén.<br />

. ORACIÓN DEL CONDUCTOR - Dame, Dios mío, mano firme y mirada<br />

vigilante <strong>para</strong> que a mi paso no cause daño a nadie y que pueda llegar sin<br />

daño a mi destino. A Ti, Señor, que das la vida y la conservas, suplico<br />

guardes hoy la mía. Protege a los que viajan conmigo y líbralos, Señor, de<br />

<strong>todo</strong> mal, enfermedad, incendio o accidente. Ayúdame a ser amable con<br />

<strong>todo</strong>s. Enséñame a hacer uso de mi automóvil <strong>para</strong> remedio de las<br />

necesidades ajenas. Dame la prudencia que evita los excesos y haz que no<br />

me arrastre el vértigo de la velocidad. Permíteme descubrirte en la<br />

naturaleza que me rodea y que admirando la belleza de este mundo logre<br />

seguir y terminar felizmente mi camino. Te lo pido, Señor, por los méritos<br />

de tu Santísima Madre y por la intercesión de San Cristóbal, especial<br />

protector de los conductores.<br />

PARA PEDIR LA BENDICIÓN A LA VIRGEN EN EL VIAJE – Contigo voy, Virgen<br />

pura,/ y en tu poder voy confiado,/ pues yendo de ti am<strong>para</strong>do/ mi alma<br />

volverá segura./ Dulce madre, no te alejes/ tu vista de mí no apartes,/ ven<br />

conmigo a todas partes/ y nunca solo me dejes./ Y ya que me quieres<br />

tanto,/ como verdadera madre,/ haz que me bendiga el Padre,/ el Hijo y el<br />

Espíritu Santo. Amén.<br />

ORACIÓN A LA VIRGEN PARA EL VIAJE - Yo te ofrezco, Virgen María, esta<br />

pequeña comunidad pasajera, este prójimo que Dios me manda amar. Yo<br />

te ofrezco, uno a uno, a <strong>todo</strong>s mis vecinos: y, en primer lugar, al<br />

conductor, cuya habilidad a nadie se le ocurre alabar; a ese obrero que<br />

vuelve del trabajo, con las manos en los bolsillos, silbando perdido en sus


130<br />

sueños; y a esa sirvienta, sin aliento, cargada con su pesada red de<br />

provisiones; y a esos dos soldados, alegres porque vienen con permiso; y a<br />

esos muchachos que vuelven del colegio y se cuentan bullangueramente<br />

las hazañas del día... Todo ese pequeño mundo, que se dispersará en la<br />

próxima <strong>para</strong>da, y te ofrezco, Virgen atenta y compasiva, pidiéndote que<br />

siga cada uno el camino recto, y que nos encontremos <strong>todo</strong>s - en completo<br />

- al otro lado de la última <strong>para</strong>da de esta vida, contigo. Amén (Diccionario<br />

Mariano Popular, México, 1988).<br />

POR LOS AMIGOS - Señor Jesucristo, cuando estuviste en la tierra, tuviste<br />

amigos cercanos y devotos, como Juan, Lázaro, Marta y María. Así<br />

mostraste que la amistad es una de las mayores bendiciones de la vida. Te<br />

doy gracias por los amigos que me has dado. Permíteme comportarme con<br />

ellos como Tú lo hiciste con los tuyos. Únenos a <strong>todo</strong>s en Ti y permite que<br />

nos ayudemos unos a otros en nuestra jornada en la tierra.<br />

LA EDUCACIÓN<br />

Los padres, como primeros responsables de<br />

la educación de sus hijos, tienen el derecho<br />

de elegir <strong>para</strong> ellos una escuela que<br />

corresponda a sus propias convicciones.<br />

Este derecho es fundamental. En cuanto sea<br />

posible, los padres tienen el deber de elegir<br />

las escuelas que mejor les ayuden en su<br />

tarea de educadores cristianos (CEC, n.<br />

2229).<br />

ORACIÓN DEL MAESTRO – Señor, único Maestro, concédeme poseer la ciencia<br />

necesaria en mi profesión de maestro, <strong>para</strong> ser competente en la educación<br />

de los jóvenes. Enséñame a tratar a <strong>todo</strong>s mis alumnos con justicia y<br />

caridad, con respeto y delicadeza, con exigencia y comprensión. Que<br />

comprenda que son los padres quienes tienen el primer derecho y deber en<br />

la educación de sus hijos y les sepa brindar el concurso de mi<br />

colaboración humilde y generosa. Que sepa tratar a cada alumno de<br />

manera singular y pueda trasmitir mis enseñanzas, antes con mi vida y mi<br />

conducta que con mi palabra. Que sepa diferenciar la pedagogía de esa<br />

otra labor, silenciosa pero más profunda, de la educación invisible, por<br />

medio del ejemplo y la coherencia personal. Que mantenga la unidad de<br />

mi vida y sepa conducir a mis alumnos, a través de un proyecto personal<br />

de sus vidas, hacia la madurez. Te lo pido, por la intercesión de Santa


131<br />

María, la Virgen, a quien Dios mismo designó como tu Madre y Maestra<br />

<strong>para</strong> formarte humanamente como Redentor de los hombres (<strong>Javier</strong> <strong>Abad</strong>-<br />

<strong>Gómez</strong>).<br />

HABLANDO CONTIGO, MAESTRO - Hoy vengo, buen Señor, ante tu Altar a<br />

darte gracias y a bendecir tu nombre; a pedirte que me enseñes la virtud de<br />

dar, de comprender, de resistir, de amar. A veces el cansancio me<br />

doblega, a veces pareciera que no aguanto; educar hoy en día es muy<br />

difícil, pero <strong>todo</strong> cambia si voy de tu mano. Si estoy contigo encuentro<br />

luz, encuentro calma; si te pongo como ejemplo, <strong>todo</strong> cambia; me lleno de<br />

bondad y de ternura y empieza a sonreír el alma. Puedo entonces orientar<br />

sus vidas, llevar la ciencia y el conocimiento, enseñar a amar y a perdonar,<br />

a salir adelante en los más duros momentos. Es tan noble esta misión<br />

Señor y, <strong>para</strong> ejercerla, hay que tener valor, estar lleno de fe y de<br />

paciencia, <strong>para</strong> educar con amor y a conciencia (Rosalba Gualdrón Suárez).<br />

ORACIÓN DEL ESTUDIANTE – Señor: recuérdame con frecuencia la obligación<br />

que tengo de estudiar. Hazme responsable y ayúdame a santificar mi<br />

trabajo de estudiante, haciéndolo lo mejor posible <strong>para</strong> ofrecértelo como la<br />

ofrenda que más te puede agradar. Que yo sepa llevar a cabo un buen<br />

proyecto personal y me prepare adecuadamente <strong>para</strong> la misión que Tú me<br />

confiaste al llamarme a la vida. Que sepa agradecer el privilegio de poder<br />

estudiar. Que me capacite a conciencia y haga rendir la fuerza de mi<br />

juventud. Que haga fructificar las buenas semillas que, día a día, se van<br />

sembrando en mí por medio de la educación en mi hogar y en el colegio.<br />

Dame humildad <strong>para</strong> aprender de <strong>todo</strong>s, padres, maestros y compañeros;<br />

la voluntad <strong>para</strong> perseverar, cuando me canse o me quiera distraer con<br />

otras ocupaciones que exijan menos esfuerzo; la constancia <strong>para</strong><br />

aprovechar <strong>todo</strong>s los <strong>instante</strong>s en el estudio y en el tiempo libre bien<br />

utilizado; envíame al Espíritu Santo <strong>para</strong> que guíe mi estudio y lo sepa<br />

dirigir con mé<strong>todo</strong>; dame la prudencia de saber consultar y de escuchar<br />

los consejos que me den mis formadores. Y, por último, te ruego que me<br />

concedas <strong>para</strong> el día de mañana, ser verdaderamente útil a mis hermanos y<br />

a la sociedad, y colaborar en la construcción de la civilización del amor.<br />

Amén.<br />

EN PREPARACIÓN PARA EL ESTUDIO – Concédeme, Dios misericordioso,<br />

desear ardientemente lo que te agrada, investigarlo con prudencia,<br />

reconocerlo verazmente, cumplirlo con perfección, <strong>para</strong> alabanza y gloria<br />

de tu nombre (Santo Tomás de Aquino).


132<br />

ORACIÓN DEL ESTUDIANTE POR SUS MAESTROS – Señor, te pedimos por<br />

quienes nos educan, <strong>para</strong> que encuentren en Ti la fuerza de comenzar cada<br />

día, con renovado entusiasmo, su labor. Que tengan paciencia <strong>para</strong><br />

comprender nuestras dificultades a la hora de aprender de ellos; la bondad<br />

<strong>para</strong> brindarnos la confianza que, en nuestra juventud, resulta tan<br />

necesaria; la claridad <strong>para</strong> comunicarse con nosotros, obnubilados a veces<br />

por la pereza y la comodidad; la luz que guíe nuestros ímpetus generosos<br />

y nuestras aspiraciones. Que aprendamos de ellos los principios y valores<br />

que tendremos que convertir en virtudes con nuestro esfuerzo personal. Y,<br />

sobre <strong>todo</strong>, que sepamos encontrar en sus vida y su conducta el testimonio<br />

del amor a Ti y a los demás, como núcleo fundamental de las lecciones<br />

que nos dejaste, Señor, en tu Evangelio.<br />

VIRGEN DE LOS ESTUDIANTES - Madre mía Inmaculada, que, por haber<br />

recibido en tu seno al Verbo de Dios, eres Trono de la Gloria y de la<br />

Sabiduría. Alcánzame la gracia de estudiar con orden y constancia, con<br />

intensidad y presencia de Dios, con pureza de intención y afán de servicio.<br />

Haz que mi trabajo me acerque cada día más a ti y a tu divino Hijo; que<br />

nunca me olvide de ofrecértelo, como ahora lo hago, <strong>para</strong> que mis horas<br />

de estudio sean, de verdad, horas de oración. - Ayúdame también, Señora,<br />

a lograr el fruto humano y sobrenatural que Dios espera de mi estudio,<br />

<strong>para</strong> que, santificándome en el trabajo, alcance la dicha de amarte <strong>para</strong><br />

siempre en el Cielo. Amén (A la Virgen de los Estudiantes, San Juan del Hospital,<br />

Valencia, España).<br />

PARA OBTENER VIRTUDES – Oh Dios omnipotente, que <strong>todo</strong> lo sabes, que<br />

careces de principio y de fin, que das, conservas y premias las virtudes:<br />

dígnate establecerme en el sólido cimiento de la fe, protegerme con el<br />

inexpugnable escudo de la esperanza, adornarme con el traje nupcial de la<br />

caridad. Concédeme someterme a ti por la justicia; por la prudencia,<br />

evitar las insidias del diablo; guardar el justo medio, por la templanza; por<br />

la fortaleza, tolerar con paciencia las adversidades. Concédeme compartir<br />

de buen grado el bien que tengo con los que no tienen; pedir<br />

humildemente el bien que no tengo a quienes tienen. Acusarme<br />

verazmente del mal de culpa cometido; llevar con ecuanimidad el mal de<br />

pena que pueda padecer. No envidiar el bien del prójimo; darte siempre<br />

gracias por tus bienes. Guardar siempre la dignidad en el vestido, el andar,<br />

los gestos. Retraer mi lengua de toda palabra vana, retener mis pies del ir<br />

y venir, impedir que mis ojos divaguen, apartar mis oídos de los rumores.<br />

Inclinar con humildad el rostro, elevar la mente a las cosas celestiales.<br />

Despreciar lo transitorio, desearte sólo a ti. Domar la carne, purificar la<br />

conciencia. Honrar a los santos, alabarte dignamente. Avanzar en el bien y


133<br />

completar los actos buenos con un fin santo. Planta en mí, Señor, las<br />

virtudes: <strong>para</strong> que en lo divino sea devoto, providente en lo humano, a<br />

nadie gravoso en el uso de mi propio cuerpo. Dame, Señor, una contrición<br />

fervorosa, una confesión pura, una satisfacción perfecta. Dígnate<br />

ordenarme interiormente por una vida buena: <strong>para</strong> que haga lo que<br />

conviene, lo que me aproveche <strong>para</strong> el mérito y a los demás como<br />

ejemplo. Concédeme que nunca apetezca lo que se hace insensatamente,<br />

ni me fastidie de lo que se hace sin gusto, no ocurra que apetezca antes de<br />

tiempo lo que he de comenzar o abandone las cosas comenzadas antes de<br />

concluirlas. Amén (Santo Tomás de Aquino).<br />

PETICIÓN DE VIRTUDES – Concédeme, Dios misericordioso, desear<br />

ardientemente lo que te agrada, investigarlo con prudencia, reconocerlo<br />

verazmente, cumplirlo con perfección, <strong>para</strong> alabanza y gloria de tu<br />

nombre. (…). Dame, Señor Dios, un corazón vigilante, que ningún<br />

pensamiento curioso aleje de Ti. Un corazón noble, que ningún afecto<br />

indigno rebaje. Un corazón recto, que ninguna intención siniestra desvíe.<br />

Un corazón firme, que ninguna tribulación quebrante. Un corazón libre,<br />

que ningún afecto violento reivindique <strong>para</strong> sí. Concédeme, Señor Dios<br />

mío, una inteligencia que te conozca, un amor que te busque, una<br />

sabiduría que te encuentre, una vida que te agrade, una perseverancia que<br />

espera confiada en Ti, una confianza que al fin te alcance (Santo Tomás de<br />

Aquino).<br />

VIRGEN MARIA DE LAS VIRTUDES SIN NOMBRE - Dulce Señora de las virtudes<br />

sin nombre, hermanas menores de las más esplendorosas. Alcánzame la<br />

gracia de amarlas todas, ejercerlas todas, testimoniarlas todas. No me<br />

<strong>para</strong>ré a pensar de qué raíz teologal proceden y cómo las podría clasificar<br />

mejor. Inspírame tan sólo la seguridad de que son virtudes y me basta. Me<br />

es suficiente saber que deben brotar de la caridad, floreciendo y<br />

fructificando en la fuente del amor de Dios. Esto es lo verdaderamente<br />

importante, y lo que a Ti te agrada. - Cuando sonría, cuando calle<br />

escuchando y hable aconsejando; cuando sufra disimulando y consuele<br />

compadeciendo; cuando sea educado, correcto, sociable y comunicativo<br />

con los demás sin hacer excepción; cuando actúe movido por los dones<br />

del Espíritu Santo, y ejerza a raudales las obras de misericordia; cuando<br />

me imbuya del Espíritu de las Bienaventuranzas, yo estoy seguro, Madre y<br />

Señora, de que florecerán y fructificarán entonces, precisamente muchas.<br />

- Santa María de las suaves mansedumbres, las recias certidumbres y las<br />

embriagadoras dulcedumbres, como Madre y Maestra, Reina y<br />

Auxiliadora, como imbatible pilar de mi fe: escucha mi plegaria<br />

tartamudeante y enséñame a contemplar las virtudes evangélicas con tu


134<br />

purísima mirada de primera creyente y perfecta discípula de tu Hijo.<br />

Madre, toda santa, desde cualquier ángulo que te contemple, enséñame a<br />

ser un cristiano unido y unificado, transformado y transformante, donde<br />

todas las virtudes cristalicen añadiendo cada una los espejeantes destellos<br />

de su específica hermosura. - Siento vergüenza, Reina de mi corazón, al<br />

examinar mi tibia cobardía, mi mediocridad calculada y mis crónicos<br />

desfallecimientos a la hora de practicar las genuinas virtudes del<br />

Evangelio. Me las arreglo hábilmente <strong>para</strong> evadirme por la puerta ancha<br />

dejando a muchos samaritanos malheridos sin mi amparo y socorro.<br />

¡Cuánto egoísmo se cebó en mí haciéndome cerrar los ojos ante los<br />

anónimos menesterosos de mi camino! - Experimento honda congoja,<br />

Celestial Remediadora de todas mis desventuras, porque he perdido tantas<br />

y tantas ocasiones que no volverán a presentarse. Pero sé que todavía<br />

tengo remedio, si con tu ayuda, pongo a contribución mi pequeña buena<br />

voluntad fecundada por la gracia divina. ¡Aquí me tienes, Madre! -<br />

Señora: que todas las virtudes, las que tienen nombre y sello concreto, y<br />

aquellas otras más desconocidas y cenicientas encuentren en mi buena<br />

voluntad su centro feliz de convergencia. Que me taladren el alma y hagan<br />

de mí un ser nuevo, re-creado por Dios en justicia y en santidad. Ejerce tu<br />

eficaz valimiento, y <strong>todo</strong> será muy fácil <strong>para</strong> mí (Revista Sol de Fátima,<br />

1992).<br />

EL TRABAJO<br />

Convencidos de que Dios se encuentra en<br />

todas partes, nosotros cultivamos los campos<br />

alabando al Señor, surcamos los mares y<br />

ejercitamos <strong>todo</strong>s los demás oficios nuestros,<br />

cantando sus misericordias (Clemente de<br />

Alejandría)<br />

ORACIÓN AL COMENZAR EL TRABAJO – Jesús, hermano nuestro, que quisiste<br />

compartir nuestra condición humana y fuiste trabajador como tenemos que<br />

ser <strong>todo</strong>s los hombres. Voy a comenzar mi trabajo diario. Sé que debo<br />

hacerlo bien y cuidar en él hasta el detalle más pequeño. Y esto resulta<br />

exigente y me produce cansancio. Acepto de antemano las contrariedades<br />

de la jornada y te ofrezco los disgustos que pueda tener hoy. Ayúdame a<br />

sonreír a <strong>todo</strong>s y a procurar hacer su vida más agradable. Que con mi


135<br />

esfuerzo y mi fraternidad logre construir una sociedad más justa y amable<br />

<strong>para</strong> <strong>todo</strong>s y que pueda ayudar a quienes no tienen trabajo a subvenir por<br />

las necesidades de su familia. Te pido, por último, Señor, que no pierda tu<br />

presencia en ningún momento, <strong>para</strong> convertir todas las circunstancias del<br />

día en ocasión de servirte y de santificar mi profesión y mi oficio.<br />

POR LA SANTIFICACIÓN DEL TRABAJO – Tú has querido, Señor, que por<br />

medio de su trabajo el hombre llegue a dominar las fuerzas de la<br />

naturaleza, concédenos desempeñar nuestras labores con verdadero<br />

espíritu cristiano; así seremos colaboradores tuyos en el<br />

perfeccionamiento de la creación y viviremos en sincera caridad con<br />

nuestros hermanos. Amén (Misal Romano).<br />

POR LOS TRABAJADORES - ¡Oh Dios, Padre y Creador nuestro, de quien<br />

procede <strong>todo</strong> bien!: te damos gracias por los auxilios que nos das en el<br />

cumplimiento de nuestro trabajo, y por la ciencia, el empuje y la rectitud<br />

de nuestros hermanos, de cuyo trabajo depende nuestra vida. Te pedimos<br />

por nuestros amigos y nuestros compañeros, por los que nos dirigen y por<br />

los que nos ayudan y, de modo especial por los más necesitados. Te<br />

pedimos por los hombres y las mujeres que trabajan en las fábricas, en los<br />

campos, en las oficinas, en las carreteras, en las casas. Sostén a los padres<br />

en su trabajo y en sus ocupaciones; ayuda a las madres en sus tareas<br />

familiares y en sus labores profesionales fuera de casa; guía a los jóvenes<br />

en la elección de su vocación y su profesión. Sé Tú la esperanza de los<br />

enfermos y el consuelo de los ancianos. Concede a cada uno de nosotros<br />

cumplir tu voluntad, trabajando con ánimo y responsabilidad, en la alegría<br />

y en el amor fraterno. Amén.<br />

PARA QUE POR EL TRABAJO SE CONTINÚE LA OBRA DE DIOS – Oh Dios,<br />

Padre nuestro: al crear el mundo y <strong>todo</strong> que se contiene en él, lo hiciste a<br />

modo de trabajo; al descansar de tu obra, nos confiaste la tarea de<br />

completar la creación por medio de nuestra labor cotidiana. Cuando<br />

Jesucristo vino al mundo <strong>para</strong> redimirnos, quisiste que pasara la mayor<br />

parte de su vida trabajando en el taller de José, como uno más entre los<br />

hombres, <strong>para</strong> darnos ejemplo y <strong>para</strong> enseñarnos que el trabajo es<br />

continuación de la obra de la Redención. Luego, nos enviaste al Espíritu<br />

Santo con el fin de que pudiéramos convertir nuestra vida y nuestras<br />

labores en tarea santificadora <strong>para</strong> nosotros mismos y <strong>para</strong> los demás. Te<br />

pido que bendigas a los hombres y mujeres que se ganan la vida y sacan<br />

adelante sus familias con el sudor de su frente: en el campo y en la ciudad,<br />

en tareas intelectuales y manuales, en faenas domésticas y deportivas, en<br />

la investigación y en la cátedra, en los oficios más nobles y en los


136<br />

considerados como más humildes… Especialmente te ruego que estés<br />

cerca de quienes no tienen trabajo, a pesar de buscarlo con empeño y de<br />

necesitar sus frutos: ellos y sus familias sufren especialmente y necesitan<br />

de tu gracia <strong>para</strong> no desesperar; que puedan conseguir un medio honesto<br />

de subvenir a las necesidades personales y de los suyos. Y concédenos a<br />

<strong>todo</strong>s cumplir tu voluntad en nuestro quehacer ordinario, trabajando<br />

siempre con alegría y responsabilidad. Amén (<strong>Javier</strong> <strong>Abad</strong>-<strong>Gómez</strong>)<br />

ORACIÓN DEL CAMPESINO – Señor, cuando trabajo el campo con mis manos<br />

<strong>para</strong> que dé los frutos que yo espero, hazme comprender que cumplo tu<br />

Voluntad de dominar la tierra, de perfeccionar la creación y de sacar<br />

adelante la familia y de progresar en mi vida. Hazme entender también<br />

que con esta labor ayudo a los demás y contribuyo a volver este mundo<br />

más humano.<br />

ORACIÓN CAMPESINA - San Pablo, por ser querido / de un Dios tan poderoso,<br />

/ nos ha de librar de culebras / y animales ponzoñosos // Estas palabras las<br />

digo, / las digo con toda fe, / en el nombre de San Pablo, / de Jesús, María<br />

y José.<br />

AL COMENZAR EL AÑO – Otra hoja más del libro de mi vida. ¿Qué me traerá<br />

el año que empieza? Lo que Tú quieras, Señor. Pero te pido fe <strong>para</strong><br />

mirarte en <strong>todo</strong>; esperanza <strong>para</strong> no desfallecer; y caridad <strong>para</strong> hacerte amar<br />

de los que me rodean. Dame paciencia y humildad, desprendimiento y<br />

generosidad. Dame, Señor, lo que Tú sabes que me conviene y yo no sé<br />

pedir. Que tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente<br />

activa y me halle siempre dispuesto a hacer tu santa Voluntad. Derrama,<br />

Señor, tus gracias sobre <strong>todo</strong>s los que amo y concede tu paz al mundo<br />

entero. Amén<br />

AL FINALIZAR EL AÑO – Gracias, Señor, por <strong>todo</strong> cuanto me diste en el año<br />

que termina. Gracias por los días de sol y los nublados tristes; por las<br />

tardes tranquilas y las noches oscuras. Gracias por la salud y la<br />

enfermedad; por las penas y las alegrías. Gracias por <strong>todo</strong> lo que me<br />

prestaste y luego me pediste. Gracias, Señor, por la sonrisa amable y por la<br />

mano amiga; por el amor y por <strong>todo</strong> lo hermoso y dulce; por las flores y<br />

las estrellas; por la existencia de los niños y de las almas buenas. Gracias<br />

por la soledad, por el trabajo y por las inquietudes; por las dificultades y<br />

las lágrimas; por <strong>todo</strong> lo que me acercó a Ti. Gracias por tu presencia en el<br />

Sagrario y por la gracia de tus sacramentos. Gracias por haberme<br />

conservado la vida y por haberme dado techo, abrigo y sustento. Amén.


A LO LARGO DEL DÍA<br />

137<br />

Aprendemos a orar en ciertos momentos<br />

escuchando la Palabra de Dios y<br />

participando de su Misterio Pascual. Pero en<br />

<strong>todo</strong> tiempo, en los acontecimientos de cada<br />

día, su Espíritu se nos ofrece <strong>para</strong> que brote<br />

la oración (…). El tiempo está en las manos<br />

del Padre; lo encontramos en el presente, ni<br />

ayer ni mañana, sino hoy: ¡Ojalá oyerais hoy<br />

su voz!. Orar en los acontecimientos de cada<br />

día y de cada <strong>instante</strong> es uno de los secretos<br />

del Reino revelado a los pequeños, a los<br />

servidores de Cristo, a los pobres de las<br />

bienaventuranzas (CEC, nn. 2659-2660).<br />

OFRECIMIENTO DE SÍ MISMO Y DE LAS OBRAS DEL DÍA.<br />

TOMA, SEÑOR MI LIBERTAD; recibe mi memoria, mi entendimiento y mi<br />

voluntad. Todo lo que tengo y poseo Tú me lo diste, <strong>todo</strong> te lo devuelvo y<br />

entrego al dominio de tu voluntad. Concédeme amarte sólo a Ti. Eso me<br />

basta, no pido más.<br />

¡PADRE SANTO! POR EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA te ofrezco a Jesús, tu<br />

Hijo muy amado, y me ofrezco yo mismo, en Él y por Él, a todas sus<br />

intenciones y en nombre de todas las criaturas (M. Sulamitis).<br />

SEÑOR, DIOS OMNIPOTENTE, que nos has hecho llegar al principio de este día,<br />

fortalécenos hoy con tu virtud <strong>para</strong> que no caigamos en pecado, sino que<br />

todas nuestros pensamientos, palabras y obras, se dirijan hacia Ti.<br />

Dígnate, Señor, Dios del cielo y de la tierra, dirigir, santificar, regir y<br />

gobernar en este día nuestras almas y nuestros cuerpos, nuestros sentidos,<br />

palabras y acciones, según tu Voluntad, <strong>para</strong> que merezcamos ser salvos y<br />

libres, Salvador del mundo.<br />

SEÑOR JESÚS: TE OFREZCO MIS PENSAMIENTOS, palabras y acciones; <strong>todo</strong><br />

cuanto soy y cuanto tengo; toda mi vida por amor.


138<br />

SEÑOR, DIOS MÍO: PONGO ESTE DÍA EN TUS AMOROSAS MANOS; guía mis pasos<br />

con la sabiduría. Bendito Dios, protégeme con tu poder, ilumíname con tu<br />

luz y reconfórtame con tu presencia. Gracias por el don maravilloso de la<br />

vida. Gracias por la salud, por la fe, por el amor. Gracias, Señor, por los<br />

seres que me aman. Gracias también por mi hogar y mi trabajo. En este<br />

día, oh Dios, sólo quiero conocer tu divina Voluntad y cumplirla<br />

fielmente. Sé que quieres lo mejor <strong>para</strong> mí. Sé que me amas y me invitas a<br />

amarme y a amar a los demás. Con la energía de tu Espíritu soy capaz de<br />

perdonar. Me animo a compartir y a hacer el bien. Quiero, Padre, servirte<br />

en los demás, ser justo y honesto, tratar a <strong>todo</strong>s como hermanos. Gracias,<br />

Padre, por tu amor.<br />

TE ROGAMOS, SEÑOR, QUE INSPIRES NUESTRAS ACCIONES y la continúes con tu<br />

ayuda, a fin de que <strong>todo</strong> cuanto oremos y hagamos proceda siempre de Ti<br />

y por Ti lo concluyamos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.<br />

TE DOY GRACIAS, DIOS MÍO, POR HABERME CREADO, redimido, hecho cristiano<br />

y conservado la vida. Te ofrezco mis pensamientos, palabras y obras del<br />

día de hoy. No permitas que te ofenda y dame fortaleza <strong>para</strong> huir de las<br />

ocasiones de pecar. Haz que crezca mi amor hacia Ti y hacia los demás.<br />

GRACIAS A DIOS POR LO GRANDE Y LO PEQUEÑO – Gracias, Señor, por tener<br />

ojos con qué mirar las bellezas de la naturaleza, con qué mirar el cielo y<br />

poder contemplar el semblante de los que amo. Gracias, Señor, por mi<br />

lengua que puede pronunciar tu santo Nombre y enseñar a conocerlo.<br />

Gracias, Señor, por mis manos, que acarician, que escriben, que trabajan,<br />

que dan y que reciben. Gracias, Señor, por mis pies <strong>para</strong> seguir a Cristo y<br />

porque puedo ir en busca de los que me necesitan. Gracias, Señor, por<br />

tener la facultad de amar, de sentir ternura, dolor y piedad por mis<br />

semejantes. Gracias, Señor, por los favores recibidos y por los muchos y<br />

pequeños milagros con que salpicas nuestras vidas a cada momento.<br />

Gracias, Señor, por las cosas que, al faltarnos, hemos aprendido a valorar.<br />

Gracias, Señor, por el sustento de <strong>todo</strong>s los días, por la Hostia de todas las<br />

mañana y por la fe de <strong>todo</strong>s los momentos. Gracias, Señor, por la<br />

experiencia del dolor de las injusticias recibidas, por las humillaciones,<br />

por <strong>todo</strong> lo que, al herirnos, nos ha llevado a meditar en tu Pasión.<br />

Gracias, Señor, por el agua pura, cristalina y bella; gracias también por los<br />

árboles, que no sólo nos dan sus frutos, sino también su sombra. Gracias,<br />

Señor, por el milagro de <strong>todo</strong> mi ser, por haber escogido tu Imagen como<br />

modelo <strong>para</strong> crearme y, porque desde que te conocí, estás dispuesto <strong>para</strong><br />

mí siempre que te busco. Amén.


TUYO SOY, PARA TI NACÍ, ¿qué quieres Jesús de mí?<br />

A LO LARGO DEL DÍA<br />

139<br />

AL AMANECER - Dios, Padre de los astros, te aclamamos y te damos gracias<br />

en esta mañana, porque nos has llamado a entrar en tu luz maravillosa y te<br />

has compadecido de nosotros. Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo<br />

nos purifique y nos fortalezca, <strong>para</strong> que trabajemos por hacer más humana<br />

la vida de los hombres. Llénanos de tu misericordia, desde el principio de<br />

este nuevo día, <strong>para</strong> que en toda la jornada encontremos nuestro gozo en<br />

alabarte (Del Oficio de Laudes).<br />

ESCLARECE LA AURORA EL BELLO CIELO, / otro día de vida, oh Dios, nos das, /<br />

gracias a Ti, Creador del universo/ oh Padre nuestro que en el cielo estás.<br />

// Nuestras voces unimos al concierto / que el universo eleva en vuestro<br />

honor / de la tierra, del cielo, el mar profundo / oh tierno Padre, magnífico<br />

Señor. // Conserva nuestras almas sin pecado, / a nuestro cuerpo da fuerza<br />

y salud, / a nuestra mente ilumina piadosa / con un rayo benéfico de luz. //<br />

Por nuestra amada Patria suplicamos / por la Iglesia elevamos oración, /<br />

por nuestros queridos padres y familias, / porque dichosos los hagas Tú<br />

Señor. // En tu santo nombre comenzamos / este día de vida que nos das, /<br />

haz que lo acabemos santamente, / oh Padre nuestro que en Cielo estás.<br />

AL COMENZAR LA ORACIÓN - Señor mío y Dios mío: creo firmemente que<br />

estás aquí; que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia, te<br />

pido perdón de mis pecados y gracia <strong>para</strong> hacer con fruto este rato de<br />

oración. Madre mía Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi<br />

Guarda, interceded por mí.<br />

AL TERMINAR LA ORACIÓN - Te doy gracias, Dios mío, por los buenos<br />

propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta<br />

meditación. Te pido ayuda <strong>para</strong> ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada;<br />

San José mi Padre y Señor, Ángel de mi Guarda, interceded por mí.<br />

ORACIÓN DE LA MAÑANA - Señor, en el silencio de este día que nace, vengo a<br />

pedirte paz, sabiduría y fortaleza. Hoy quiero mirar el mundo con ojos<br />

llenos de amor; ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno. Ver<br />

detrás de las apariencias a tus hijos, como los ves Tú mismo, <strong>para</strong>, así,<br />

poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda<br />

murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia, que sólo los<br />

pensamientos que bendigan permanezcan en mí. Quiero ser tan bien<br />

intencionado y justo que <strong>todo</strong>s los que se acerquen a mí sientan tu


140<br />

presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, yo<br />

te refleje. Amén.<br />

AL MEDIO DÍA: EL ÁNGELUS - El Ángel del Señor anunció a María - Y ella<br />

concibió por obra del Espíritu Santo (Avemaría) - He aquí la esclava del<br />

Señor - Hágase en mí según tu palabra (Avemaría) - Y el Verbo se hizo<br />

hombre - Y habitó entre nosotros (Avemaría) - Ruega por nosotros, Santa<br />

Madre de Dios - Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de<br />

Nuestro Señor Jesucristo - Oremos: Te suplicamos, Señor, que derrames<br />

tu gracia en nuestras almas, <strong>para</strong> que los que por el anuncio del Ángel<br />

hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y su<br />

Cruz, y con la intercesión de la Santísima Virgen María, seamos llevados<br />

a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.<br />

Amén.<br />

AL MEDIODÍA, EN TIEMPO PASCUAL - V/ Reina del cielo, alégrate, aleluya R/<br />

Porque el que mereciste llevar en tu seno, aleluya V/ Resucitó, como lo<br />

había dicho, aleluya. R/ Ruega a Dios por nosotros, aleluya. V/ Goza y<br />

alégrate, Virgen María, aleluya. R/ Porque en verdad ha resucitado el<br />

Señor, aleluya. Oración: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo,<br />

nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo;<br />

concédenos que, por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la<br />

vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.<br />

AL ATARDECER - Fijaos cómo el sol, en su lento discurrir hacia el ocaso, va<br />

dejando oscuro el monte, el campo y el valle; pero, del mismo modo que<br />

el presagio de la luz venidera hace que <strong>todo</strong> resulte nuevo, así también Tú,<br />

Creador prudentísimo, dejas inquietos a los mortales al establecer la<br />

alternancia de las luces y la sombras. – Cuando el aire se empapa del<br />

silencio que trae consigo la noche, cuando cesa el bullicio de los trabajos,<br />

cuando se busca la ansiada quietud, entonces, llenos de confianza,<br />

presentimos la dicha de ser iluminados por Aquél que es el Resplandor de<br />

la gloria del Padre. – Él es el Sol que ni nace ni se pone; del que la tierra<br />

anhela revestirse, con el que los cielos desbordan siempre júbilo (Himno<br />

de Vísperas).<br />

AL LLEGAR LA NOCHE - Te doy gracias, Dios mío, por <strong>todo</strong>s los beneficios<br />

que hoy me has concedido. Te pido perdón de todas las faltas que he<br />

cometido durante este día; me pesa de <strong>todo</strong> corazón haberte ofendido y me<br />

propongo firmemente, ayudado de tu divina gracia, nunca más pecar.


141<br />

EN LA NOCHE – Te adoro, Dios mío y te amo de <strong>todo</strong> corazón. Te doy<br />

gracias por haberme creado, hecho cristiano y conservado durante este día.<br />

Perdóname el mal que hoy haya podido cometer y acepta el bien que haya<br />

podido hacer. Protégeme durante el sueño y líbrame de <strong>todo</strong> peligro. Tu<br />

gracia esté siempre conmigo. Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella<br />

las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos<br />

guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.<br />

Amén.<br />

PARA EL EXAMEN DE CONCIENCIA - ¡Señor mío y Dios mío! Creo firmemente<br />

que estás aquí. Te pido la gracia de examinar y conocer sinceramente y<br />

con verdad mi conciencia, descubriendo mis pecados y miserias. Dame el<br />

valor de confesarlos con toda la fidelidad y verdad <strong>para</strong> merecer ahora tu<br />

perdón y la gracia de la perseverancia final. Por Jesucristo Nuestro Señor.<br />

Amén.<br />

DESPUÉS DEL EXAMEN DE CONCIENCIA – Dulce Jesús de mi vida, / dueño de<br />

mi corazón: / Tú conoces mis pecados / y Tú sabes cuántos son. / Mira la<br />

pobre alma mía, / llena de contrición: / por tu dulcísima Madre, / dame tu<br />

absolución./ Si esta noche me muero, / no me niegues tu perdón, / dulce<br />

Jesús de mi vida, / dueño de mi corazón.<br />

ACCIÓN DE GRACIAS. Dios, fuente de <strong>todo</strong> bien: consideramos como dones de tu<br />

bondad <strong>todo</strong> lo que somos y tenemos; enséñanos a reconocer siempre tus<br />

beneficios, a amarte con sincero corazón y con todas nuestras fuerzas. Por<br />

Jesucristo nuestro Señor. Amén (Misal Romano).<br />

¡BUENAS NOCHES, JESÚS MÍO! Antes de entregarme al sueño sea <strong>para</strong><br />

Ti mi último pensamiento, ¡Jesús mío sacramentado! A tu sagrario vuelo<br />

en espíritu. A Ti, Hostia divina, invocan mis ternuras y mi amor. Te<br />

consagro mi existencia de este día: ojalá él hubiera sido un éxtasis no<br />

interrumpido; un himno de alabanzas, de gratitud, de plegarias, de santos<br />

anhelos. Acepta, te suplico, mis pensamientos, mis palabras, mis afectos,<br />

mis ideas, mis pasos, mis acciones todas; indigno es <strong>todo</strong> ello de tus<br />

miradas, pero Tú lo purificarás, lo dignificarás, lo empaparás en tu Sangre.<br />

Mañana, si me das vida, te serviré mejor; estaré más unido a Ti, mi pecho<br />

no palpitará sino <strong>para</strong> Ti; mi mente no pensará sino en lo que sea gloria<br />

tuya; mi mayor empeño será agradecerte. ¡Buenas noches, Jesús<br />

Sacramentado! Yo sé que velarás por mí. Sé que durante estas horas<br />

estarás orando por mí, por los míos, por <strong>todo</strong>s. Mil y mil veces ofrecerás<br />

en estas horas tu augusto SACRIFICIO: yo quisiera asistir a él en <strong>todo</strong>s<br />

los lugares en que vas a ofrecerlo. Y quisiera comulgar espiritualmente


142<br />

cada <strong>instante</strong> de los que voy a dedicar al descanso. ¡Ven a mi corazón,<br />

Amor mío! Anhelo alimentarme de tu cuerpo sacrosanto y de tu sangre<br />

inmaculada. Todas las jerarquías angélicas te harán la corte mientras yo<br />

duermo. Los santos te tributarán el incienso de sus alabanzas. Tu Madre<br />

Purísima estará a tu lado amándote, adorándote. Con <strong>todo</strong>s ellos quiero<br />

unirme. Ellos suplan lo que yo no puedo hacer a estas horas. ¡Madre mía<br />

Inmaculada, Ángeles del cielo, almas puras de la tierra: amadle y<br />

bendecidle por mí! ¡Adiós Amor! Buenas noches Jesús mío<br />

sacramentado! Bendíceme en nombre del Espíritu Santo y del Padre (Con<br />

aprobación de Luis Concha, Obispo de Manizales, 1938).<br />

EN LOS MOMENTOS DE INTIMIDAD Y DE LUCHA<br />

La verdadera oración no se hace con<br />

palabras sino con el corazón. No son<br />

nuestras palabras, sino nuestros deseos los<br />

que tienen fuerza de clamor en los oídos<br />

misteriosos de Dios. Si pedimos con la boca<br />

la vida eterna, sin desearla desde lo hondo<br />

del corazón, nuestro grito es silencio. Si,<br />

callando, la deseamos desde las<br />

profundidades del alma, nuestro silencio es<br />

un grito (S. Gregorio Magno).<br />

NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE: <strong>todo</strong> se pasa, Dios no se muda. La<br />

paciencia <strong>todo</strong> lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios<br />

basta (Santa Teresa de Jesús).<br />

MARÍA, MADRE NUESTRA, ACÓGENOS TAL COMO SOMOS, aquí a tu lado.<br />

¡Acógenos! ¡Fíjate en nuestros corazones! ¡Acoge nuestros anhelos y<br />

nuestras esperanzas! Ayúdanos tú, llena de gracia, a vivir en la gracia, a<br />

perseverar en la gracia y, si fuera necesario, a volver a la gracia del Dios<br />

vivo, el bien más grande y sobrenatural del hombre. ¡Prepáranos <strong>para</strong> la<br />

venida de tu Hijo! Acógenos con nuestros problemas cotidianos, con<br />

nuestras debilidades y deficiencias, con nuestras crisis y faltas personales,<br />

familiares y sociales. ¡No permitas que perdamos nuestra buena voluntad!<br />

¡ No permitas que perdamos nuestra sinceridad de conciencia y honradez


143<br />

de conducta! Con tu oración consíguenos la justicia. ¡Salva la paz en el<br />

mundo entero! (Juan Pablo II).<br />

CANTO A LA CARIDAD - Si hablando lenguas de hombres y de ángeles no<br />

tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y si<br />

teniendo el don de profecía y conociendo <strong>todo</strong>s los misterios, toda la<br />

ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy<br />

nada. Y si repartiere mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, si no<br />

tengo caridad, de nada me aprovecha. La caridad es longánime, es<br />

benigna; no envidia, no se jacta, no se hincha; no es descortés, no busca lo<br />

suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace<br />

en la verdad; <strong>todo</strong> lo excusa, <strong>todo</strong> lo cree, <strong>todo</strong> lo espera, <strong>todo</strong> lo tolera. La<br />

caridad jamás decaerá; las profecías desaparecerán; las lenguas cesarán, la<br />

ciencia se desvanecerá. Conocemos sólo en parte, y en parte profetizamos<br />

pero, cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era<br />

niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño.<br />

Cuando llegué a hombre, me despojé de las niñerías. Ahora vemos por un<br />

espejo y obscuramente, pero entonces veremos cara a cara. Al presente<br />

conozco sólo en parte, pero luego conoceré como soy conocido. Ahora<br />

permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más<br />

excelente es la caridad (San Pablo, I Cor c. 13).<br />

ACTO DE HUMILDAD – Oh Jesús, manso y humilde de corazón, escucha mi<br />

plegaria. Líbrame del deseo: de sentirme apreciado, de sentirme amado, de<br />

ser ensalzado, de ser elogiado, de ser alabado, de ser preferido, de ser<br />

consultado, de ser aplaudido. Líbrame del temor: a la humillación, al<br />

desprecio, al reproche, a la calumnia, al olvido, al ridículo, al agravio, al<br />

recelo. Ayúdame, Señor, a desear: que los demás: sean más amados que<br />

yo, más apreciados que yo; que ellos crezcan y yo disminuya a los ojos del<br />

mundo, sean alabados y yo pase oculto, sean preferidos a mí en <strong>todo</strong>, sean<br />

más santos que yo, siempre que yo alcance la santidad que Tú quieres de<br />

mi (Cardenal Merry del Val).<br />

ORACIÓN POR LA VERDAD – Te pedimos, Dios nuestro: aumenta la confianza<br />

en tu amor. Danos voluntad <strong>para</strong> luchar pacientemente por mantener la<br />

paz y la libertad. Presérvanos del egoísmo personal, familiar y social. No<br />

permitas que el más fuerte desprecie al más débil. Defiéndenos del odio y<br />

de los prejuicios contra los que tienen convicciones distintas. Enséñanos a<br />

vencer el mal, a ver el hermano incluso en la persona que actúa mal.<br />

Enséñanos a reconocer el bien dondequiera que se encuentre. No permitas<br />

que participemos en la mentira que destruye nuestro mundo. Danos el<br />

valor de vivir en la verdad (Juan Pablo II).


144<br />

PARA PEDIR LA PUREZA - Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues<br />

<strong>todo</strong> un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa,<br />

Virgen Sagrada, María, te ofrezco desde este día, alma vida y corazón.<br />

Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.<br />

POR UNA VIDA LIMPIA – Oh Dios, que mitigaste las llamas del fuego <strong>para</strong> los<br />

tres jóvenes, concédenos benignamente a tus siervos que no nos abrace la<br />

llama de los vicios. Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones<br />

con tu inspiración y que las acompañes con tu ayuda, <strong>para</strong> que así toda<br />

nuestra oración y obra comiencen siempre en Ti y por Ti se concluyan.<br />

Danos, Señor, poder apagar las llamas de nuestros vicios, Tú que le<br />

concediste a San Lorenzo vencer el fuego que le atormentaba. Por Cristo<br />

nuestro Señor. Amén.<br />

POR LA FORTALEZA - Que yo sea un hombre recio, fuerte, entero; pero trátame<br />

como a un niño, llévame de tu mano, Señor, y haz que tu Madre también<br />

me coja de la otra mano. En adelante, yo seré fuerte, contigo (Beato<br />

Josemaría).<br />

POR LA VALENTÍA - Haz, Tú que sea valiente y que, igual que Tú, tenga el<br />

valor de decir siempre la verdad, sin miedo, aunque me acarree la muerte<br />

(Beato Josemaría).<br />

POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS - En el nombre del Padre, del Hijo y del<br />

Espíritu Santo. ¡Señor mío Jesucristo! Oh, Jesús! Yo os pido me<br />

concedáis la gracia de salvar un alma por cada latido de mi corazón, unido<br />

a los latidos del Vuestro, y a los del Corazón Inmaculado de Vuestra<br />

Santísima Madre. Os lo suplico por Vuestra Preciosa Sangre y Vuestra<br />

Divina Misericordia. Amén (Mensaje del Señor a los Siervos del Divino Amor, año<br />

1976: me pedís salvar un alma por cada latido de vuestro corazón, lo concedo a quien<br />

me lo pida).<br />

QUÉ PEDIR EN LA ORACIÓN - La gracia de la perseverancia y del amor a Dios,<br />

son las dos gracias más necesarias <strong>para</strong> alcanzar la eterna salvación. La<br />

gracia del amor divino, dice San Francisco de Sales, es aquella gracia que<br />

contiene en sí a todas las demás, porque la virtud de la caridad <strong>para</strong> con<br />

Dios lleva consigo todas las virtudes (Sap.61). Quien ama a Dios es<br />

humilde, casto, obediente, mortificado; posee, en suma, las virtudes todas.<br />

Por eso decía San Agustín: Ama a Dios y haz lo que quieras, pues el que<br />

ama a Dios evitará cuanto pueda desagradar al Señor y sólo procurará<br />

complacerle en <strong>todo</strong>. - La otra gracia de la perseverancia es aquella que<br />

nos hace alcanzar la eterna salvación. Dice San Bernardo que el cielo está


145<br />

prometido a los que comienzan a vivir santamente; pero que no se da sino<br />

a los que perseveran hasta el fin. Mas esta perseverancia, como enseñan<br />

los Santos Padres, sólo se otorga a los que la piden. Por lo cual, afirma<br />

Santo Tomás, que <strong>para</strong> entrar en la gloria se requiere continua oración,<br />

según lo que antes había dicho nuestro Salvador: Conviene orar siempre y<br />

no desfallecer (Lc 18, 1). De aquí procede que muchos pecadores, aunque<br />

hayan sido perdonados, no perseveran en la gracia de Dios, porque<br />

después de alcanzar el perdón olvidan pedir a Dios perseverancia, sobre<br />

<strong>todo</strong> en tiempo de tentaciones y recaen miserablemente. y aunque el don<br />

de la perseverancia es enteramente gratuito y no podemos merecerlo con<br />

nuestras obras, podemos alcanzarlo infaliblemente por medio de la<br />

oración (S. Alfonso María de Ligorio).<br />

PARA QUE EL BIEN VENZA AL MAL - ¡Padre celestial! ¡Tú que en la cruz de<br />

Cristo reconciliaste contigo al mundo y al hombre! Nos presentamos ante<br />

ti sin méritos nuestros, sin el bien que esperas de tus hijos adoptivos. Pero<br />

sí te ofrecemos, una vez más, la cruz de tu Hijo. Que gracias a ella, una<br />

vez más, el bien prevalezca sobre el mal que hay en el hombre y en el<br />

mundo. Que el bien aparezca, una vez más, más fuerte que el mal. Que no<br />

sucumba el hombre bajo el peso de los pecados que se multiplican.<br />

(Lc 23, 34) (Juan Pablo II).<br />

EN LAS TENTACIONES - Gracias, Señor, porque - al permitir la tentación -<br />

nos das también la hermosura y la fortaleza de tu gracia, <strong>para</strong> que seamos<br />

vencedores! ¡Gracias, Señor, por las tentaciones, que permites <strong>para</strong> que<br />

seamos humildes! (Beato Josemaría, Forja, n. 313).<br />

EN EL DESALIENTO - Cuando hayas caído, o te encuentres agobiado por la<br />

carga de tus miserias, repite con esperanza: Señor, mira que estoy<br />

enfermo; Señor, Tú, que por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a<br />

curarme. Confía, insisto: persevera llamando a su Corazón amantísimo.<br />

Como a los leprosos del Evangelio, te dará la salud (Beato Josemaría, Forja<br />

n. 213).<br />

EN LAS DIFICULTADES – Señor y Dios mío: en tus manos abandono lo<br />

pasado, lo presente y lo futuro; lo pequeño y lo grande; lo poco y lo<br />

mucho; lo temporal y lo eterno (Beato Josemaría).<br />

POR LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA – Escucha mi voz, porque es la voz de<br />

las víctimas de todas las guerras y de la violencia entre individuos y<br />

naciones. Escucha mi voz, porque es la voz de <strong>todo</strong>s los niños que sufren<br />

y sufrirán siempre que los pueblos ponen su confianza en las armas y la


146<br />

guerra. Escucha mi voz cuando te ruego que derrames en el corazón de los<br />

seres humanos la cordura de la paz, la fuerza de la justicia y el gozo de la<br />

amistad. Escucha mi voz, porque hablo por las multitudes de <strong>todo</strong>s los<br />

países y de <strong>todo</strong>s los períodos de la historia que no quieren la guerra y<br />

están dispuestos a recorrer el camino de la paz. Escucha mi voz y<br />

concédenos la capacidad y la fuerza de poder responder siempre al odio<br />

con el amor, a la injusticia con una total entrega a la justicia, a la penuria<br />

con nuestra propia participación, a la guerra con la paz. Oh Dios, escucha<br />

mi voz y concédele al mundo siempre tu paz (Juan Pablo II).<br />

EN MOMENTOS DE OSCURIDAD - Oh Cristo. He entrado en el recinto de la<br />

oscuridad, y las tinieblas me duelen, me hieren, me lastiman. Siento falta<br />

de Ti. Se que estás en mí. Pero estás callado, quieto, esperando mi<br />

decisión. - Tú sabes... yo no puedo vivir sin Ti. La vida sin Ti es vacía, sin<br />

sentido, sin colores. Es angustia. Oh, Cristo. No te quedes callado.<br />

Sálvame.<br />

EN LAS NECESIDADES - Pedí a Dios la fuerza <strong>para</strong> alcanzar el cielo, pero Él<br />

me hizo débil <strong>para</strong> que aprenda a obedecer. La salud <strong>para</strong> hacer grandes<br />

cosas, pero me dio la enfermedad <strong>para</strong> que haga cosas mejores. La riqueza<br />

<strong>para</strong> poder ser feliz, pero me dio la pobreza <strong>para</strong> que sea compasivo. El<br />

poder <strong>para</strong> ser apreciado, pero me dio la debilidad <strong>para</strong> que sienta la<br />

necesidad de Él. Un compañero <strong>para</strong> no vivir solo, pero me dio un corazón<br />

<strong>para</strong> amar a <strong>todo</strong>s mis hermanos. Le pedí cosas que alegraran la vida, pero<br />

Él me dio la vida <strong>para</strong> poder gozar de todas las cosas. No he recibido<br />

nada de lo que había pedido, pero alcancé <strong>todo</strong> cuanto esperaba. Soy, entre<br />

los hombres, el más colmado.<br />

EN BUSCA DE ESPERANZA - Hoy que sé que mi vida es un desierto, en el que<br />

nunca nacerá una flor. Vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de<br />

mi corazón: Para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el<br />

amor, pon, Señor, una fuente de esperanza en el desierto de mi corazón. -<br />

Para que nunca ahoguen los fracasos mis ansias de seguir tu voz, pon,<br />

Señor una fuente de esperanza en el desierto de mi corazón. - Para que<br />

nunca busque recompensa al dar mi mano o al pedir perdón, pon, Señor,<br />

una fuente de amor puro en el desierto de mi corazón. - Para que no me<br />

busque a mí cuando te busco y no sea egoísta mi oración, pon tu cuerpo,<br />

Señor, y tu palabra en el desierto de mi corazón (Himno de Laudes).<br />

A MARÍA: ORACIÓN DE CONFIANZA EN LA HISTORIA - ¡Oh Virgen Niña,<br />

esperanza y aurora de salvación del mundo entero, dirige benigna tu<br />

mirada materna sobre nosotros, reunidos aquí <strong>para</strong> celebrar y proclamar


147<br />

tus glorias! ¡Oh Virgen fiel, que estuviste dispuesta a acoger, conservar y<br />

meditar la palabra de Dios, haz que también nosotros, en medio de las<br />

vicisitudes dramáticas de la historia, sepamos mantener intacta nuestra fe<br />

cristiana, precioso tesoro que nos transmitieron los Padres! ¡Oh Virgen<br />

poderosa que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora, haz<br />

que realicemos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las cuales<br />

hemos renunciado a Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que<br />

sepamos dar un testimonio gozoso de la esperanza cristiana! ¡Oh Virgen<br />

clemente!, que abriste siempre tu corazón maternal a las invocaciones de<br />

la humanidad, dividida a veces por falta de amor, y también, por<br />

desgracia, por el odio y la guerra, haz que <strong>todo</strong>s sepamos crecer siempre,<br />

según la enseñanza de tu Hijo, en la unidad y la paz, <strong>para</strong> ser dignos hijos<br />

del único Padre celestial. Amén (Juan Pablo II).<br />

POR UNA VIDA EN GRACIA - Señor, Tú que te complaces en habitar en los<br />

rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia de tal manera<br />

que merezcamos tenerte siempre con nosotros.<br />

PARA VIVIR CON ALEGRÍA – Dios, Padre nuestro, tanto amaste a los hombres<br />

que nos enviaste a tu Hijo único Jesús, nacido de la Virgen María, <strong>para</strong><br />

salvarnos y llevarnos de nuevo a ti. Te suplicamos, Padre bueno, que nos<br />

bendigas a nosotros, a nuestros padres, a nuestras familias y a nuestros<br />

amigos. Abre nuestro corazón <strong>para</strong> que sepamos recibir a Jesús con<br />

alegría, <strong>para</strong> que hagamos siempre lo que nos pide y <strong>para</strong> verlo en <strong>todo</strong>s<br />

aquellos que tienen necesidad de nuestro amor. Te lo pedimos en el<br />

nombre de Jesús, tu Hijo amado, que viene <strong>para</strong> dar la paz al mundo. Él,<br />

que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén (Juan Pablo II).<br />

EN LA FRAGILIDAD - Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha<br />

nuestras súplicas y, pues el hombre es frágil y sin ti nada puede,<br />

concédenos la ayuda de tu gracia <strong>para</strong> guardar tus mandamientos y<br />

agradarte con nuestras acciones y deseos.<br />

SEÑOR, TÚ CONOCES MI FLAQUEZA. Yo no puedo nada sin el auxilio de tu<br />

gracia. No me la niegues. Dios mío; concédemela según mis necesidades.<br />

Dame la fuerza suficiente <strong>para</strong> evitar el mal, practicar el bien y sufrir con<br />

paciencia las contrariedades que quieras enviarme.<br />

ACEPTACIÓN DE LA VOLUNTAD DE DIOS - Cúmplase en mí tu voluntad,<br />

Señor. Amo la vida que Tú me das y quiero gastarla en tu servicio. Quiero<br />

sanar <strong>para</strong> bendecir tu nombre entre los hermanos. Concédeme esperar<br />

sereno, agradecer a los que me cuidan, purificar el corazón <strong>para</strong> amar más.


148<br />

Y que brille la esperanza del gozo sin fin en <strong>todo</strong>s los días de mi vida, que<br />

pongo en tus manos. Amén.<br />

INVOCACIONES - ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? (Rom. 8, 35). Si<br />

vivimos, vivimos <strong>para</strong> el Señor; si morimos, morimos <strong>para</strong> el Señor (Rom.<br />

14, 8). El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? (Salmo 27).<br />

Sediento estoy de Dios, del Dios que me da la vida (Salmo 42). Mi alma<br />

tiene sed del Dios vivo (Salmo 25). Señor Dios: a Ti levanto mi alma, en Ti<br />

confío (Salmo 25). En la casa de mi Padre hay muchas moradas (Juan 14, 2).<br />

Yo quiero que allí donde estoy Yo, estéis también conmigo, dice Jesús<br />

(Juan 17, 24). Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.<br />

MARÍA, MADRE DE GRACIA y de misericordia, defiéndenos de nuestros enemigos<br />

y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.<br />

EN LA ENFERMEDAD Y EN EL DOLOR<br />

El cristiano vive la enfermedad cada a Dios<br />

y así, ésta se convierte en camino de<br />

conversión. La compasión de Cristo hacia<br />

los enfermos y sus innumerables curaciones<br />

son un signo maravilloso de que “Dios ha<br />

visitado a su pueblo”. Su amor de<br />

predilección por los enfermos no ha cesado.<br />

a lo largo de los siglos, de suscitar la<br />

atención muy particular de los cristianos<br />

hacia los que sufren en su cuerpo y en su<br />

alma. Conmovido con tantos sufrimientos<br />

Cristo no sólo se deja tocar por los<br />

enfermos, sino que hace suyas sus miserias:<br />

Él tomó sobre sí nuestras flaquezas y cargó<br />

con nuestras enfermedades (Mt. 8, 17). Sin<br />

embargo, no curó a <strong>todo</strong>s los enfermos ya<br />

que Él venía ante <strong>todo</strong> a ofrece la victoria<br />

sobre el pecado y la muerte eterna. En su<br />

pasión y muerte en la Cruz, Cristo dio nuevo<br />

sentido al sufrimiento: desde entonces, éste<br />

nos configura con Él y nos une a su pasión<br />

redentora (Cf. C.E.C., nn. 1500-1505).


149<br />

La enfermedad y el sufrimiento no son<br />

castigos, sino oportunidades <strong>para</strong> entrar en<br />

el corazón del misterio del hombre; en el<br />

enfermo, en el minusválido, en el niño y en el<br />

anciano, en el adolescente y en el joven, en<br />

el adulto y en toda persona, reluce la imagen<br />

de Dios. La vida es un don delicado, digno<br />

de respeto absoluto; Dios no se fija en las<br />

apariencias, sino en el corazón; la vida<br />

marcada con la cruz y el sufrimiento merece<br />

más atención, cuidado y ternura (Juan Pablo<br />

II).<br />

A LA VIRGEN, SALUD DE LOS ENFERMOS - Dulcísima Virgen María, salud de<br />

los enfermos: nadie mejor que una madre comprende el dolor de los hijos.<br />

Por eso, en estos momentos de sufrimiento quiero desahogar en Ti mi<br />

corazón. Te pido que me ayudes a comprender los designios amorosos del<br />

Señor al permitir esta situación y a aceptarla con generosidad y confianza.<br />

Que vea en ella una participación del dolor redentor de Cristo, <strong>para</strong> la<br />

salvación de las almas. Madre amadísima: Tú que sabes tanto de dolores,<br />

remedia mis males, alcánzame el don maravilloso de la salud, cura las<br />

llagas de mi alma y de mi cuerpo; pero, al mismo tiempo, dame<br />

desprendimiento y fe sincera <strong>para</strong> decir: Hágase en mí, Dios mío, tu santa<br />

Voluntad. Te pido por <strong>todo</strong>s mis hermanos que sufren en las mismas o<br />

peores situaciones, bendice a <strong>todo</strong>s los que me ayudan o ayudan a los<br />

demás en el dolor. Alcánzanos la paz, la paz de Cristo, la única paz.<br />

Madre mía: te amo mucho. Sé Tú mi salud, mi consuelo, mi esperanza.<br />

Amén (Fundación Ezequiel Moreno).<br />

POR LOS AMIGOS QUE SUFREN – Padre misericordioso, Señor de la vida y de<br />

la muerte. Nuestro destino está en tus manos. Míranos con bondad y guía<br />

nuestra existencia con tu providencia, llena de sabiduría y amor. Reanima<br />

en nosotros, Señor, la luz de la fe, <strong>para</strong> que aceptemos el misterio de este<br />

inmenso dolor y <strong>para</strong> que creamos que tu amor es más fuerte que la<br />

muerte. Mira, Señor, con bondad la aflicción de quienes lloran la muerte<br />

de personas queridas: hijos, padres, hermanos, parientes, amigos. Que<br />

sientan la presencia de Cristo que consoló a la viuda de Naím y a las<br />

hermanas de Lázaro, pues Él es la resurrección y la vida. Que encuentren<br />

el consuelo del Espíritu, la riqueza de tu amor y la esperanza de tu<br />

providencia, que abre senderos de renovación espiritual y asegura a<br />

quienes le aman un futuro mejor. Ayúdanos a comprender en este misterio<br />

del dolor que somos peregrinos en la tierra, que debemos estar pre<strong>para</strong>dos,


150<br />

porque la muerte puede llegar improvisadamente. Recuérdanos que<br />

debemos sembrar en la tierra lo que recogeremos multiplicado en la gloria,<br />

<strong>para</strong> que vivamos mirándote siempre a ti, Padre y juez de vivos y muertos,<br />

que al final nos juzgarás con amor (Juan Pablo II).<br />

TÚ QUISISTE, SEÑOR, que tu Hijo único soportara nuestras debilidades, <strong>para</strong><br />

poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha<br />

ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y<br />

concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la<br />

enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha<br />

llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo <strong>para</strong> la<br />

Redención del mundo. Amén. (Misal Romano).<br />

DIOS DE TERNURA Y COMPASIÓN – Dios omnipotente y eterno, padre de los<br />

pobres, consuelo de los enfermos, esperanza de los moribundos, tu amor<br />

guía cada momento de nuestra vida. Elevamos hacia ti en oración nuestras<br />

mentes y nuestros corazones. Te glorificamos por el don de la vida<br />

humana y especialmente por la promesa de la vida eterna. Sabemos que<br />

estás siempre al lado de los afligidos, de los pobres, de <strong>todo</strong>s los débiles y<br />

de los que sufren. Dios de ternura y compasión, acepta las oraciones que te<br />

presentamos por nuestros hermanos y hermanas enfermos. Aumenta su fe<br />

y confianza en ti. Consuélalos con tu presencia amorosa, y si esa fuera tu<br />

voluntad, concédeles la salud, dales un nuevo vigor en el cuerpo y en el<br />

alma. Padre amoroso, bendice a quienes se están muriendo, bendice a<br />

<strong>todo</strong>s los que dentro de poco estarán cara a cara contigo. Nosotros<br />

creemos que Tú has hecho de la muerte la puerta de la vida eterna.<br />

Conserva en tu amor a nuestros hermanos y hermanas cercanos a la<br />

muerte y ponlos a salvo a tu lado en la vida eterna. Oh Dios, fuente de<br />

toda fuerza, guarda y protege a quienes cuidan a los enfermos y asisten a<br />

los moribundos. Concédeles un espíritu animoso y amable, ayúdalos en<br />

sus esfuerzos por consolar y aliviar. Haz de ellos un signo aún más<br />

radiante de tu amor transfigurador. Señor de la vida y fundamento de<br />

nuestra esperanza, derrama tu abundante bendición sobre <strong>todo</strong>s los que<br />

viven y mueren en nuestra patria. Cólmalos de tu paz y tu gracia. Hazles<br />

ver que eres un padre bueno, un Dios de misericordia y compasión. Amén<br />

(Juan Pablo II).<br />

TE PEDIMOS, SEÑOR, que nosotros tus hijos gocemos siempre de salud de alma y<br />

cuerpo; líbranos de las miserias de este mundo y concédenos un día las<br />

alegrías eternas. Amén. Hermanos: unámonos en ferviente oración <strong>para</strong><br />

pedir por nuestro(a) hermano(a) enfermo(a) N. y por <strong>todo</strong>s los enfermos<br />

de la Iglesia y del mundo.


151<br />

PADRE CLEMENTÍSIMO, Tú quisiste que tu Hijo soportara nuestras debilidades<br />

<strong>para</strong> darnos a conocer el valor de la paciencia y del sufrimiento humano.<br />

Escucha las oraciones que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos y<br />

concede que los que están sometidos al dolor, la enfermedad y la angustia,<br />

se sientan elegidos entre quienes el Señor, por su sufrimiento, llama<br />

bienaventurados, y comprendan que su dolor está unido a la pasión de<br />

Cristo, por la salvación del mundo. Amén.<br />

PRECES POR UN ENFERMO – El Señor que pasó curando enfermos, alivie las<br />

penas de nuestro hermano enfermo y de cuantos sufren quebrantos de<br />

salud. R/ Escúchanos, Señor. Para que el Dios de <strong>todo</strong> consuelo visite y<br />

calme el dolor de nuestro hermano enfermo. R/. Escúchanos, Señor. Por<br />

<strong>todo</strong>s los enfermos, <strong>para</strong> que el Señor les devuelva la salud y puedan gozar<br />

del beneficio recibido reuniéndose de nuevo con sus hermanos en el<br />

trabajo, la familia y la oración. R/. Escúchanos, Señor. Por quienes<br />

padecen alguna enfermedad, <strong>para</strong> que el gozo de verse curados se les<br />

presente como anticipo de la felicidad eterna. R/. Escúchanos, Señor. Para<br />

que los enfermos recuperen la salud, comprendan que tienen un Padre<br />

bueno que los ama y los quiere felices. R/. Escúchanos, Señor. Oremos<br />

juntos, con la oración que Cristo nos enseñó: Padre nuestro… Oremos:<br />

Padre de bondad y de misericordia, escucha benignamente nuestras<br />

oraciones que te dirigimos por nuestro hermano(a) N., enfermo(a), <strong>para</strong><br />

que <strong>todo</strong>s reconozcamos en Cristo a nuestro Pastor y redentor y así se<br />

cumpla tu plan de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.<br />

PARA IMPLORAR LA SALUD – Dios <strong>todo</strong>poderoso, dador de la salud y<br />

remedio de <strong>todo</strong>s los males, concédeme tal seguridad de tu presencia en<br />

mí que pueda tener plena confianza en Ti, a fin de que, envuelto en tu<br />

amor y en tu poder, pueda recibir la salud y la salvación, según tu libre<br />

voluntad. En medio de mis sufrimientos, pongo toda mi confianza en Ti.<br />

PARA ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS – Cúmplase en mí tu Voluntad,<br />

Señor. Amo la vida que Tú me das y quiero gastarla en tu servicio. Quiero<br />

sanar <strong>para</strong> bendecir tu nombre entre los hermanos. Concédeme esperar<br />

sereno, agradecer a los que me cuidan, purificar el corazón <strong>para</strong> amar más.<br />

Y que brille la esperanza del gozo sin fin en <strong>todo</strong>s los días de mi vida, que<br />

pongo en tus manos. Amén.<br />

POR UN ENFERMO EN GRAVE PELIGRO – Señor Jesucristo, redentor de los<br />

hombres, que en tu Pasión quisiste soportar nuestros sufrimientos y<br />

aguantar nuestros dolores: te pedimos por nuestro hermano N., que está<br />

enfermo. Tú que lo has redimido, aviva en él la esperanza de la salvación


152<br />

y conforta su cuerpo y su alma. Tú que vives y reinas, por los siglos de los<br />

siglos. Amén.<br />

ORACIÓN DE UN ENFERMO INVÁLIDO – Señor, sé que en mi aparente<br />

inutilidad, Tú has hecho de mí un tesoro, por la trascendencia de mi dolor<br />

y la Comunión de los Santos. Mi enfermedad enriquece la Iglesia y puede<br />

salvar el mundo, si la uno a tu Cruz redentora. Haz, te ruego, que<br />

comprenda la fuerza sublime del dolor, si lo llevo con sentido cristiano.<br />

Haz que comprenda que mi actual invalidez es una vocación, una llamada<br />

tuya, una tarea divina que me permite participar de tu Pasión. Que yo sepa<br />

asumirla con alegría y sin rebelarme ante su santísima Voluntad. Señor,<br />

Tú que tuviste tus manos y tus pies clavados en la Cruz, recibe mi<br />

inutilidad con el fin de que se convierta en misión eficaz y redentora. Si<br />

has querido poner en mis manos y mis pies atados la salvación del mundo,<br />

ayúdame Señor <strong>para</strong> que no te defraude. Amén.<br />

ORACIÓN DEL ENFERMERO(A) – Señor, Tú que sabes mi deber de asistir a los<br />

enfermos, haz que yo les sirva no solamente con la manos, sino también<br />

con el corazón. Tú que has tenido piedad de <strong>todo</strong> sufrimiento humano,<br />

haz fuerte mi espíritu, seguro mi brazo al curar a los enfermos, al auxiliar<br />

a los heridos, animar a los angustiados y a los moribundos. Conserva mi<br />

alma sensible al dolor ajeno, mi palabra delicada, dulce mi trato, mi<br />

sonrisa siempre, paciente mi guardia. Infúndeme profundo respeto por el<br />

cuerpo y por el alma. Haz que te vea a Ti en ellos y a ellos en Ti. Tú que<br />

has prometido no dejar sin premio ni siquiera un vaso de agua dado por tu<br />

amor, guárdame la recompensa que sólo Tú puedes dar por esta tarea que<br />

quiero cumplir con piedad y con amor. Y tú, María, consoladora de los<br />

afligidos y salud de los enfermos, sé también <strong>para</strong> mí, maestra de<br />

sabiduría y madre benigna. Amén (Pablo VI).<br />

ANTE LA MUERTE<br />

Frente a la muerte, el enigma de la condición<br />

humana alcanza su cumbre. Nuestras vidas<br />

están medidas por el tiempo, en el curso del<br />

cual cambiamos, envejecemos y como en<br />

<strong>todo</strong>s los seres vivos de la tierra, al final<br />

aparece la muerte como terminación normal<br />

de la vida. Este aspecto de la muerte da<br />

urgencia a nuestras vidas: el recuerdo de


153<br />

nuestra mortalidad sirve también <strong>para</strong><br />

hacernos pensar que no contamos más que<br />

con un tiempo limitado <strong>para</strong> llevar a término<br />

nuestra vida. Para resucitar con Cristo, es<br />

necesario morir con Cristo, es necesario<br />

dejar este cuerpo <strong>para</strong> ir a morar cerca del<br />

Señor (CEC, nn..1005, 1006, 1007).<br />

PURIFICACIÓN - Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, sálvanos del fuego del<br />

infierno y guía a todas las almas al Cielo, especialmente a las más<br />

necesitadas de tu misericordia.<br />

SEÑOR, ACUÉRDATE DE MÍ, EN MIS ÚLTIMOS MOMENTOS - Acuérdate de mí,<br />

Señor, cuando estés en tu reino, dijo el buen ladrón en su última hora.<br />

Acuérdate de mí, Señor, en mis últimos momentos. Ayúdame en aquella<br />

hora por la gracia de tus sacramentos. Que pueda recibir la absolución<br />

sacramental y que el óleo sagrado me unja y me selle. Que tu Cuerpo me<br />

alimente y tu sangre divina me lave. Haz que María, mi madre dulcísima<br />

se incline sobre mí. Que mi ángel custodio pronuncie a mis oídos palabras<br />

de paz y de consuelo. Que mis santos patronos me sonrían. Con ellos y por<br />

mis oraciones, dame Señor el don de la perseverancia. Que, en fin, pueda<br />

morir como he deseado: vivir en tu fe, en tu Iglesia, en tu servicio y en tu<br />

amor. Amén (Cardenal Newman).<br />

PARA PEDIR LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE – Oh Dios, Tú nos creaste a<br />

tu imagen y semejanza, y entregaste a tu Hijo a la muerte por nosotros;<br />

concédenos permanecer vigilantes en la oración, <strong>para</strong> que podamos morir<br />

en tu gracia y descansar alegres en los brazos de tu misericordia. Amén<br />

(Misal Romano).<br />

TE RECIBO, PRECIO DE MI REDENCIÓN, Te recibo viático de mi peregrinar, por<br />

cuyo amor he estudiado, velado, trabajado, predicado y enseñado. Nunca<br />

he dicho nada en tu contra. Pero si algo dije por ignorancia, no me obstino<br />

en mi afirmación. Si algo malo he enseñado, <strong>todo</strong> lo dejo a la corrección<br />

de la Iglesia Romana. Amén (Santo Tomás de Aquino).<br />

PARA PEDIR LA PERSEVERANCIA FINAL - Creador y Padre mío, te pido la más<br />

importante de todas tus gracias: la perseverancia final y una muerte santa.<br />

Por grande que haya sido mi abuso de la vida que me has dado,<br />

concédeme vivirla desde ahora en tu santo amor, hasta la muerte. Que<br />

muera como los Santos Patriarcas, dejando sin tristeza este valle de<br />

lágrimas, <strong>para</strong> ir a gozar del descanso eterno en mi verdadera patria. Que


154<br />

yo muera como el glorioso San José, acompañado de Jesús y de María,<br />

pronunciando estos nombres dulcísimos, que espero bendecir por toda la<br />

eternidad. Que yo muera como la Virgen Inmaculada, en la caridad más<br />

pura y con el deseo de unirme al único objeto de mis amores. Que yo<br />

muera como Jesús en la cruz, identificado con la voluntad del Padre,<br />

hecho holocausto por amor. Jesús, muerto por mí, concédeme la gracia de<br />

morir en un acto de perfecta caridad hacia Ti. Santa María, Madre de<br />

Dios, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte. San José, mi padre y<br />

señor, alcánzame que muera con la muerte de los justos.<br />

A LA VIRGEN DEL CARMEN, PARA LA BUENA MUERTE – Prosternado a tus pies,<br />

avergonzado por el recuerdo de mis faltas, pero lleno de confianza en ti,<br />

¡Oh santísima Virgen del Carmen! Te ruego atiendas a la súplica que mi<br />

corazón te dirige. Es <strong>para</strong> los últimos momentos de mi vida, <strong>para</strong> lo que<br />

vengo a implorar tu benévola protección y maternal amor, a fin de que en<br />

ese momento decisivo hagas a favor mío <strong>todo</strong> lo que tu afecto te inspire.<br />

Te consagro las últimas horas de mi vida: estad a mi lado, madre mía, <strong>para</strong><br />

recibir mi último suspiro; y cuando la muerte haya cortado el hilo de mis<br />

días, presenta mi alma a Jesús y dile: ¡Yo lo amo! Esta sola palabra bastará<br />

<strong>para</strong> atraerme la bendición de mi Dios y la dicha de verle por toda la<br />

eternidad. Dame vuestra misericordia, ¡oh María!, y mi esperanza no será<br />

vana. ¡Oh bondadosa madre mía! Compadécete de mi alma y ruega por tu<br />

hijo. Amén.<br />

ACEPTACIÓN DE LA MUERTE I - Oh, Dios, Padre mío, Señor de la vida y de la<br />

muerte, que con decreto inmutable en justo castigo de nuestras culpas, has<br />

establecido que <strong>todo</strong>s los hombres mueran: mírame aquí postrado ante Ti.<br />

Aborrezco de <strong>todo</strong> corazón mis culpas pasadas, por las que he merecido<br />

mil veces la muerte, que ahora acepto <strong>para</strong> expiarlas y <strong>para</strong> obedecer a tu<br />

amable voluntad. Gustosamente moriré Señor, en el tiempo, en el lugar,<br />

del modo que Tú quieras, y hasta entonces aprovecharé los días de vida<br />

que me queden, <strong>para</strong> luchar contra mis defectos y crecer en tu amor, <strong>para</strong><br />

romper <strong>todo</strong>s los lazos que atan mi corazón a las criaturas, <strong>para</strong> pre<strong>para</strong>r<br />

mi alma a comparecer en tu presencia; y desde ahora me abandono en los<br />

brazos de tu paternal Providencia.<br />

ACEPTACIÓN DE LA MUERTE II - Señor Dios mío; ya desde ahora acepto de<br />

buena voluntad, como venida de tu mano, cualquier género de muerte que<br />

quieras enviarme, con todas sus angustias, penas y dolores. V/ Jesús, José<br />

y María. R/ Os doy el corazón y el alma mía. V/ Jesús, José y María. R/<br />

Asistidme en mi última agonía. V/ Jesús, José y María. R/ Expire en paz<br />

con vosotros el alma mía.


155<br />

ACEPTACIÓN DE LA MUERTE III – Señor, creador y redentor mío, yo acepto de<br />

corazón mi muerte en cumplimiento de tu voluntad y con espíritu de<br />

adoración. Quiero morir como devoto hijo de la Iglesia y pasar a la<br />

eternidad con las mejores disposiciones de fe, esperanza, caridad y dolor<br />

de mis pecados. Espero renovar, al menos interiormente, las promesas<br />

bautismales. Te ofrezco, Señor, todas las circunstancias, aún las más<br />

dolorosas, que acompañarán mi última hora, en re<strong>para</strong>ción de mis pecados<br />

y de los de <strong>todo</strong> el mundo, con el anhelo también de tu gloria. Invoco a<br />

Jesús crucificado, con quien deseo pronunciar las palabras: ¡Padre, en tus<br />

manos encomiendo mi espíritu!; a la Virgen María, <strong>para</strong> que ruegue por<br />

mí, ahora y en la hora de mi muerte; y a san José, <strong>para</strong> que me alcance<br />

una vida santa, <strong>para</strong> merecer una muerte como la suya. Jesús agonizante,<br />

María dolorosa, san José: les pido estas gracias: - Una vida santa en la fiel<br />

observancia de los mandamientos y de <strong>todo</strong>s los compromisos de mi<br />

estado, el don de una muerte santa, de la que depende mi eternidad. - El<br />

don de recibir los sacramentos de la reconciliación, la unción de los<br />

enfermos, el viático y la indulgencia plenaria. - La correspondencia a mi<br />

vocación, según los dones que he recibido, <strong>para</strong> que mi vida dé mayores<br />

frutos <strong>para</strong> la gloria de Dios, el bien de las almas y mi propia<br />

santificación. Recompensa, Señor, con tu misericordia a cuantos me han<br />

beneficiado; acepta la ofrenda de mi vida por aquellos a los que di mal<br />

ejemplo y por cuantos me ofendieron o me hicieron algún mal; hazme<br />

partícipe de los méritos de mi Redentor. Jesús, yo creo en Ti, espero en Ti,<br />

te amo con <strong>todo</strong> mi corazón. Jesús, perdóname <strong>todo</strong>s mis pecados. Amén.<br />

OFRECIMIENTO DE LA VIDA - Dios mío, te ofrezco las Misas que se estén<br />

diciendo durante mi agonía; las que terminen cuando yo exhale el último<br />

suspiro y las que empiecen cuando yo aparezca ante tu Tribunal. Recibe<br />

entonces el sacrificio de mi vida unido al de tu Divino Hijo Jesús, Amén. -<br />

JACULATORIAS: Jesús, María y José - Jesús misericordioso, dadle el eterno<br />

descanso - Todo por Ti, Sacratísimo Corazón de Jesús - Sagrado Corazón<br />

de Jesús en Ti Confío - Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad de<br />

nosotros - Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros<br />

(Arquidiócesis de Medellín, mayo 25 de 1940 - Puede imprimirse. Lubín <strong>Gómez</strong> H. -<br />

Vic. General).<br />

PRÓXIMO EL MOMENTO DE EXPIRAR - Alma cristiana, al salir de este mundo,<br />

marcha en el nombre de Dios Padre Todopoderoso que te creó; en el<br />

nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que murió por ti; en el nombre<br />

del Espíritu Santo, que sobre ti descendió. Entra en el lugar de la paz, y<br />

que tu morada esté junto a Dios, con Santa María Virgen, Madre de Dios,<br />

con san José y <strong>todo</strong>s los ángeles y santos. Amén.


156<br />

EN EL MOMENTO DE EXPIRAR - Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo<br />

estén contigo, te infundan esperanza y te conduzcan a la paz de su Reino.<br />

Amén. Concede, Señor, a nuestro(a) hermano(a) N. cuyos ojos no verán<br />

más la luz de este mundo, contemplar eternamente tu belleza y gozar de tu<br />

presencia por los siglos de los siglos. Amén.<br />

RESPONSO - Este mundo ha pasado definitivamente <strong>para</strong> nuestro(a)<br />

hermano(a) N. Pidamos, pues, al Señor que le conceda gozar ahora del<br />

cielo nuevo y de la tierra nueva que Él ha dispuesto <strong>para</strong> sus elegidos.<br />

Venid en su ayuda, santos de Dios, salid a su encuentro, ángeles del Señor.<br />

R./ Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo. Cristo, que te llamó, te<br />

reciba y los ángeles te conduzcan al regazo de Abraham. R./ Recibid su<br />

alma y presentadla ante el Altísimo. Dale, Señor, el descanso eterno y<br />

brille <strong>para</strong> él (ella) la luz perpetua. R./ Recibid su alma y presentadla ante<br />

el Altísimo. Hacia Ti, Señor, levantamos nuestros ojos; contempla, Señor,<br />

nuestra tristeza, y concede a nuestro(a) hermano(a) el descanso eterno.<br />

Oremos: Te encomendamos, Señor, a tu hijo(a), a fin de que, muerto ya<br />

<strong>para</strong> el mundo, viva <strong>para</strong> Ti. Con tu infinita misericordia perdona los<br />

pecados que la fragilidad humana le haya hecho cometer. Por Cristo<br />

nuestro Señor. Amén. Concédele, Señor, el descanso eterno. R/ Y brille<br />

<strong>para</strong> él la luz perpetua. Descanse en paz. R/ Amén. Por la misericordia<br />

de Dios su alma y las almas de <strong>todo</strong>s los fieles difuntos, descansen en paz.<br />

Amén.<br />

ACEPTACIÓN DEL DOLOR - Jesús, ¡que mis tristezas no sean un veneno! Que<br />

me visiten en la medida en que sea necesario. Acepto desde ahora, con<br />

amorosa voluntad, que vengan a desolar mi alma, que la llenen hasta el<br />

borde. Pero haz que la amargura y la angustia que me invadan no sean<br />

nunca de rebeldía ni desesperación. Trae, Señor, hasta mí en esos<br />

momentos, la grandeza de tu agonía. Haz que, repitiendo en mi corazón<br />

las palabras que pronunciaste por los hombres, en el ápice de tu dolor,<br />

sienta que mi angustia se disuelve en la tuya, como una lágrima en el<br />

océano. Haz que mi dolor deje de ser egoísta <strong>para</strong> comenzar a ser<br />

corredentor. Te suplico, Señor, que me concedas antes de mi muerte,<br />

siquiera sea en corta medida, el privilegio de presentir en algún <strong>instante</strong> el<br />

misterio de tu noche redentora y de tu abandono (Cardenal Charles Journet).<br />

ORACIÓN A LA VIRGEN - Señora nuestra, Liberadora, ten piedad de nuestro<br />

hermano N. y de <strong>todo</strong>s los difuntos, especialmente de aquellos más<br />

necesitados de la misericordia de Dios. – Intercede por quienes llevamos<br />

en el corazón, a fin de que se complete en ellos la obra del Amor que<br />

purifica. – Que nuestra oración, unida a la de toda la Iglesia, consiga <strong>para</strong>


157<br />

ellos la alegría que supera <strong>todo</strong> deseo y que lleve el consuelo y la paz a<br />

nuestros hermanos sometidos a la prueba de la espera, sobre <strong>todo</strong> los más<br />

necesitados y olvidados. – Madre de la Iglesia, ayúdanos, peregrinos por el<br />

mundo, a conseguir nuestra propia liberación interior y a avanzar cada día<br />

que pasa en nuestro caminar hacia la Resurrección. - Cúranos de toda<br />

herida del corazón y del alma, haz de cada uno de nosotros un testigo de lo<br />

invisible, con tu vida orientada hacia aquellos bienes que todavía no<br />

podemos ver. Haz de cada uno de nosotros un apóstol de la Esperanza,<br />

siempre vigilante, siempre dispuesto. – Refugio de los pecadores y Reina<br />

de <strong>todo</strong>s los Santos, reúnenos a <strong>todo</strong>s un día <strong>para</strong> la Pascua eterna en la<br />

Casa del Padre, por Jesucristo, nuestro Señor ( Cf. Oración a Nuestra Señora de<br />

Montligeon).<br />

NO LLORES, SI ME AMAS - Si conocieras en don de Dios y lo que es el Cielo;<br />

si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos; si<br />

pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos y los<br />

nuevos senderos que atravieso. Si, por un <strong>instante</strong>, pudieras contemplar<br />

como yo la Belleza ante la cual las bellezas palidecen. ¡Cómo! … Tú me<br />

has visto, me has amado en el país de las sombras, ¿y no te resignas a<br />

verme y amarme en el país de las inmutables realidades? Créeme. Cuando<br />

la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mi me<br />

encadenaban; cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, en que te<br />

ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo<br />

amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras<br />

purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis feliz, ya no<br />

esperando la muerte sino avanzando contigo, y te llevaré de la mano por<br />

los nuevos senderos de Luz y de Vida. Enjuga tu llanto y no llores, si me<br />

amas (San Agustín).<br />

LÍBRANOS DEL MAL<br />

Ahora, una última petición a Dios, con la que termina el Padre<br />

Nuestro contenida también en la oración de Jesús: No te pido que los saques<br />

del mundo, sino que los guardes del maligno (Juan 17, 5). Esta petición<br />

concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el<br />

“nosotros”, en comunión con toda la Iglesia y <strong>para</strong> la salvación de toda la<br />

familia humana. La Oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones<br />

de la Economía de la salvación, por medio de la comunión de los santos. El<br />

mal es el Maligno, el ángel que se opone a Dios, el que “se atraviesa” (eso<br />

significa la palabra “diablo”) en el designio de Dios y su obra de salvación<br />

cumplida en Cristo. Quien confía en Dios no teme al demonio: Si Dios está<br />

con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom. 8, 31) (Cf. CEC, nn. 2850-<br />

2852).


158<br />

“Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente <strong>para</strong> ser<br />

liberados de <strong>todo</strong>s los males, presentes, pasados y futuros de los que él es el<br />

autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas<br />

las desdichas del mundo. Con la liberación de <strong>todo</strong>s los males que abruman a<br />

la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera<br />

perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de<br />

la fe la recapitulación de <strong>todo</strong>s y de <strong>todo</strong> en Aquel que tiene las llaves de la<br />

Muerte y del Hades, el Dueño de <strong>todo</strong>, Aquel que es, que era y que ha de<br />

venir (Ap. 1, 8 y 1, 4)” (CEC, n. 2854):<br />

LÍBRANOS DEL MAL - El cristiano, dirigiéndose al Padre con el Espíritu de<br />

Jesús e invocando su reino, grita con la fuerza de la fe: no nos dejes caer<br />

en la tentación, líbranos del Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que no<br />

cedamos ante la infidelidad a la cual nos seduce aquel que ha sido infiel<br />

desde el comienzo (Juan Pablo II, Audiencia General, 13-VIII-1986).<br />

LÍBRANOS DE TODOS LOS MALES, Señor, y concédenos la paz en nuestros días,<br />

<strong>para</strong> que, ayudados por tu misericordia vivamos siempre libres de pecado<br />

y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida<br />

de nuestro Salvador Jesucristo (Misal Romano.


A P É N D I C E<br />

BENDICIÓN DE LA ÚLTIMA PIEDRA<br />

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.<br />

R./ Amén.<br />

159<br />

La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, fuente de <strong>todo</strong> bien, estén con <strong>todo</strong>s<br />

ustedes. R./ Y con tu espíritu.<br />

MONICIÓN: Queridos hermanos, son bien conocidas las palabras de la<br />

Escritura que nos dice: Mejor es el final que el comienzo. A lo largo del<br />

trabajo que hoy concluye hemos sido colaboradores del Señor y es justo que le<br />

demos gracias por <strong>todo</strong> lo realizado. En este momento de alegría por el final<br />

de nuestros esfuerzos, presentemos a la Trinidad Santísima nuestra labor,<br />

hecha con el ingenio humano y la fe en Dios que quiso utilizarnos como<br />

instrumentos dóciles <strong>para</strong> contribuir a su obra creadora.<br />

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS.<br />

Escuchemos ahora las palabras del Santo Evangelio, según san Mateo (San<br />

Mateo, c. 25, vv. 14-23):<br />

En aquel tiempo, dijo el Señor a sus discípulos: Porque es como si uno al<br />

emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dando a uno cinco<br />

talentos, a otro dos y a otro uno, según su capacidad, y se va. Luego, el que había<br />

recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Así mismo el de<br />

los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la<br />

tierra y escondió el dinero de su amo. Pasado mucho tiempo, vuelve el amo de<br />

aquellos siervos y les toma cuentas. Y llegando el que había recibido los cinco<br />

talentos, presentó otros cinco, diciendo: - Señor, tú me has dado cinco talentos; mira,<br />

pues, otros cinco que he ganado. Y su amo le dice: - Muy bien, siervo bueno y fiel:<br />

haz sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho: entra en el gozo de tu señor.<br />

Llegó el de los dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me has dado; mira otros dos<br />

que he ganado. Díjole su amo: - Muy bien, siervo bueno y fiel; haz sido fiel en lo<br />

poco, te constituiré sobre lo mucho: entra en el gozo de tu señor.


Palabra de Dios.<br />

Salmo responsorial:<br />

R./ Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.<br />

Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.<br />

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.<br />

Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.<br />

Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R./ Dad gracias…<br />

La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular.<br />

Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.<br />

Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.<br />

Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. R./ Dad gracias…<br />

Bendito el que viene en nombre del Señor,<br />

Os bendecimos desde la casa del Señor. El Señor es Dios: Él nos ilumina.<br />

Tú eres mi Dios, te doy gracias, Dios mío yo te ensalzo y te bendigo.<br />

Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.<br />

R./ Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.<br />

PRECES<br />

160<br />

Queridos hermanos: invoquemos a Dios, Padre misericordioso, <strong>para</strong> que la<br />

obra que hoy concluimos nos permita dar a Dios mayor gloria, sirva <strong>para</strong> el<br />

bien de los demás y contribuya a nuestra santificación. Estos eran nuestros<br />

principales anhelos al comenzarla y debemos agradecer al Señor haberla<br />

terminado. Digámosle con fe y gratitud:<br />

R/ ¿Cómo pagaré al Señor, <strong>todo</strong> el bien que me ha hecho?<br />

Demos gracias a Dios Padre, por habernos dado la inteligencia y la fuerza<br />

<strong>para</strong> llevar a cabo la obra que hoy estamos terminando. R./ ¿Cómo<br />

pagaré…<br />

Reconozcamos en el Hijo, Señor nuestro, el modelo <strong>para</strong> llevar a cabo<br />

nuestra tarea con la perfección que Él imprimió a su trabajo en el taller de<br />

Nazaret.<br />

R./ ¿Cómo pagaré…


161<br />

Bendigamos al Espíritu Santo, por haber iluminado y santificado nuestro<br />

camino. R./ ¿Cómo pagaré…<br />

Agradezcamos al Señor por habernos conducido en <strong>todo</strong> momento con la<br />

esperanza de que nuestro trabajo, comenzado con su bendición, no era estéril<br />

en su presencia a pesar de las dificultades. R./ ¿Cómo pagaré…<br />

Reconozcamos con humildad que los golpes y las contrariedades<br />

encontradas a lo largo de nuestra tarea, eran la forma como el Señor nos iba<br />

labrando y puliendo, como a piedras vivas, <strong>para</strong> que se viera bien que la obra<br />

realizada es más suya que nuestra. R./ ¿Cómo pagaré al Señor, <strong>todo</strong> el<br />

bien que me ha hecho?<br />

ORACIÓN DE BENDICIÓN:<br />

Oh Dios, <strong>todo</strong>poderoso, Padre de misericordia y creador de todas las<br />

cosas, de quien procede cuanto somos y tenemos, reconocemos como don tuyo<br />

lo realizado por nuestras manos; a Ti que nos confiaste el deber de trabajar y<br />

de terminar bien nuestras obras, como continuación de tu tarea creadora, te<br />

pedimos que bendigas ésta, cuyo final ahora celebramos, y concédenos que<br />

nuestro premio sea escuchar de tus labios las palabras que tu Hijo dirigió al<br />

buen trabajador: Ven acá, siervo bueno y fiel: ya que fuiste fiel en lo pequeño,<br />

yo te confiaré lo grande: entra en el gozo de tu Señor. Te lo pedimos, por el<br />

mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.<br />

Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos<br />

atrevemos a decir: Padre nuestro…<br />

CONCLUSIÓN DEL RITO<br />

Dios <strong>todo</strong>poderoso nos bendiga y acoja favorablemente nuestra gratitud.<br />

R/Amén<br />

Nos conceda que <strong>todo</strong> lo que hagamos, sea siempre en su Nombre. R/Amén.<br />

Mire con agrado nuestro trabajo. R/Amén.<br />

El Señor nos bendiga, nos libre de <strong>todo</strong> mal y nos lleve a la vida eterna.<br />

R/Amén.<br />

Y la bendición de Dios <strong>todo</strong>poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda<br />

sobre ustedes y permanezca siempre. R/Amén.


SUM A R I O<br />

Página<br />

PRESENTACIÓN 2<br />

I. ORACIONES A LAS TRES DIVINAS PERSONAS 5<br />

A LA SANTÍSIMA TRINIDAD 6<br />

Credo (símbolo de los apóstoles) 6<br />

Credo (Profesión de fe)<br />

Dios mío, Trinidad que adoro<br />

Océano sin fondo de la vida divina<br />

Acto de amor a la Santísima Trinidad<br />

¡Oh Dios, <strong>todo</strong>poderoso y eterno!<br />

¡Oh Dios mío, Trinidad adorable! 8<br />

¡Oh Dios mío, Trinidad Beatísima<br />

A DIOS PADRE 10<br />

ORACIONES DE ADORACIÓN Y ALABANZA<br />

Bendito seas, Señor, Padre que estás en el cielo 10<br />

Señor, creemos en tu existencia 11<br />

Señor, Dios omnipotente<br />

Bendito seas, Dios, Padre nuestro<br />

Bendeciré al Señor, que me guía y me aconseja<br />

Padre, porque me creaste te adoro<br />

Padre, me pongo en tus manos<br />

Alabad al Señor todas las naciones 12<br />

Obras son amores, y no buenas razones<br />

ACCIONES DE GRACIAS<br />

Te damos gracias, Omnipotente Dios<br />

Gracias te doy por todas las gracias<br />

En verdad es justo darte gracias 13<br />

162


17<br />

18<br />

Te damos gracias, Señor Padre santo<br />

ORACIONES DE PETICIÓN Y DE CONFIANZA<br />

Padre nuestro 14<br />

Di: Padre nuestro<br />

No digas Padre<br />

Padre mío ¡Trátale así, con confianza!<br />

15<br />

Padre, me pongo en tus manos<br />

Señor, Tú eres el que eres<br />

Señor Dios, que <strong>para</strong> librar al hombre<br />

Dios nuestro, Padre de la luz<br />

Oh Dios, que habéis instruido los corazones 16<br />

Padre eterno, por el amor de este hijo tuyo<br />

Señor concédenos la capacidad de discernimiento<br />

Las huellas en la arena<br />

ORACIONES DE CONTRICIÓN<br />

Tenme piedad, oh Dios, según tu amor<br />

Tarde te amé, belleza siempre antigua<br />

Dios mío, me dirijo a Ti humildemente<br />

Si me desechas Tú, Padre amoroso<br />

LA ORACIÓN DE LOS SALMOS<br />

Salmos 9, 21, 22, 27 19<br />

Salmos 85, 101, 103<br />

A DIOS HIJO 20<br />

A JESUCRISTO, DIOS Y HOMBRE<br />

Gloria a ti, Verbo de Dios<br />

Novena de Navidad<br />

Benignísimo Dios<br />

163


A María<br />

A San José 21<br />

Aspiraciones o gozos<br />

A Jesús Niño<br />

Oración de Navidad 22<br />

El sueño de María<br />

Es a través de la oración que vivo en ti, Señor<br />

Te necesitamos, Señor 23<br />

Señor Jesús, rey de los cielos<br />

Tratar a Jesús 24<br />

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?<br />

Oh Tú, que tanto me amas, Jesús<br />

Jesús, si alguna vez se insinúa en mi alma la duda 25<br />

Dios mío, te amo con <strong>todo</strong> mi corazón<br />

Te amor, Dios mío<br />

Jesús, mi Señor y Redentor<br />

¡Ah Redentor mío! Derramaste toda tu sangre<br />

A JESÚS EN LA EUCARISTÍA 26<br />

Pre<strong>para</strong>ción <strong>para</strong> la Comunión<br />

Yo quisiera, Señor, recibirte<br />

Jesús mío, creo que estás presente<br />

Traspasa, dulcísimo Jesús<br />

Cuando le recibas, dile<br />

27<br />

Omnipotente y sempiterno Dios<br />

Acciones de gracias<br />

Séate grato (Para sacerdotes)<br />

Huésped mío, Señor Jesús 28<br />

Espero, Señor, que ya que das <strong>todo</strong> a mi<br />

Gracias te doy, Jesús mío<br />

Bendita sea tu venida a mi alma<br />

Como este pan que hemos partido<br />

Gracias te doy, Señor Santo 29<br />

Mírame, oh mi amado y buen Jesús<br />

Oh Dios, que en este Sacramento admirable<br />

Señor mío Jesucristo<br />

Señor, gracias porque has bajado a mi corazón 30<br />

Quédate, Señor, conmigo<br />

164


45<br />

Te adoro, con devoción 31<br />

Alma de Cristo, santifícame<br />

Toma, Señor, y recibe mi voluntad<br />

Oh Jesús mío, yo te adoro<br />

Actos de fe, esperanza y amor<br />

32<br />

AL CORAZÓN DE JESÚS<br />

Sagrado Corazón de Jesús<br />

Sacratísimo Corazón de Jesús<br />

33<br />

En vos confío<br />

Corazón compasivo de mi Jesús…<br />

Acto de abandono (“Palabras de Jesús”) 34<br />

Acto de esperanza<br />

Acto de confianza 35<br />

Consagración del género humano<br />

Consagración del hogar al Corazón de Jesús 36<br />

Consagración y desagravio al Corazón de Jesús 37<br />

Consagración a Jesucristo Rey<br />

38<br />

Pastor que con tus silbos amorosos<br />

VISITAS A JESÚS SACRAMENTADO<br />

Aquí vive Jesucristo 39<br />

Para hacerte compañía<br />

Te saludo, oh Jesús sacramentado<br />

¡Oh divino Jesús, amante prisionero<br />

Bendito y alabado<br />

Creo, Señor sacramentado 40<br />

¡Qué bien se está contigo, Señor junto al Sagrario!<br />

Quince minutos con Jesús sacramentado 41<br />

Estación al Santísimo Sacramento 43<br />

Pange lingua (Himno eucarístico) 44<br />

Otros textos <strong>para</strong> la visita al Santísimo<br />

A Jesús sacramentado<br />

Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía<br />

165


¡Jesús se ha quedado en la Hostia santa por nosotros!<br />

No está oculto Jesús<br />

Cristo está presente en la Sagrada Eucaristía<br />

Nosotros miramos a la Hostia Santa 46<br />

Hemos de imitar al buen ladrón<br />

Pidamos al Señor un gran deseo de purificarnos<br />

Señor, gracias por haberte quedado<br />

¡Qué alegría tener a Cristo tan cerca! 47<br />

Cuando estemos delante del Sagrario, miremos a Jesús<br />

Hoy al considerar una vez más esa proximidad de Jesús<br />

Acude perseverantemente ante el Sagrario<br />

Nos esperas en el Cielo 48<br />

Al terminar la visita al Santísimo<br />

A JESÚS CRUCIFICADO<br />

Oración a los pies de la cruz<br />

Te saludamos, cruz de Cristo 49<br />

Jesús mío y amor mío<br />

Señor Jesús, te necesito<br />

Purificación<br />

Padre: acógenos ahora en la cruz de Cristo<br />

No me mueve, mi Dios, <strong>para</strong> quererte<br />

La Cruz, la santa Cruz, pesa 50<br />

Veo tu cruz, Jesús mío<br />

¡Oh Cruz buena, que fuiste embellecida<br />

Vía Crucis (completo)<br />

50-56<br />

A DIOS ESPÍRITU SANTO 57<br />

Secuencia, día de Pentecostés<br />

Ven, Espíritu Santo y envíanos<br />

Envía, Señor, tu Espíritu<br />

Ven, Espíritu creador 58<br />

Espíritu Santo, por Quien nos vienen todas las gracias<br />

Ven ya, óptimo consolador del alma que sufre<br />

Espíritu Santo, Misericordia inefable<br />

166


Ven, Luz verdadera<br />

¡Ven, oh Espíritu Santo! 59<br />

Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo<br />

Concédeme todas las gracias<br />

Para pedir sabiduría I<br />

Para pedir sabiduría, II y III 60<br />

Espíritu Santo, Tú que me aclaras <strong>todo</strong>s los caminos<br />

Para pedir amor, I<br />

Para pedir amor, II<br />

¡Ven Espíritu de amor y de paz ¡ (Jubileo del Año 2000) 61<br />

Docilidad<br />

Himno: Ven Creador, Espíritu amoroso<br />

Letanías al Espíritu Santo 62<br />

Espíritu de Amor, don del Altísimo<br />

Espíritu de Sabiduría, abrasa mi corazón 63<br />

Espíritu de Verdad<br />

Dame a María, oh Espíritu Santo<br />

Dios de Amor, Espíritu Santo<br />

Espíritu Santo, Dios de luz y fortaleza<br />

Dios de Verdad y de Amor 64<br />

Espíritu divino, de Luz y de Amor<br />

Purificación<br />

Caridad<br />

Espíritu Santo, verdadero Dios<br />

Amor desconocido, Espíritu Santo 65<br />

II ORACIONES JACULATORIAS 66<br />

A DIOS PADRE<br />

A JESUCRISTO<br />

A DIOS ESPÍRITU SANTO 67<br />

A NUESTRA SEÑORA 68<br />

III ORACIONES DE INTERCESIÓN 69<br />

A LA VIRGEN MARÍA<br />

Dios te salve, María<br />

167


76<br />

Acordaos, oh piadosísima Virgen María 70<br />

Salve, Madre, Reina del mundo<br />

Madre de la Iglesia y Madre nuestra<br />

¡Oh bienaventurada y dulcísima Virgen María!<br />

Mira a la estrella, llama a María 71<br />

Agradecimiento a Jesucristo, por la Madre 72<br />

María, pureza en vuelo<br />

Madre nuestra, Virgen Inmaculada<br />

Alabanzas a María<br />

Bajo el amparo de tu misericordia<br />

Bajo tu protección nos acogemos<br />

Confianza en María<br />

Consagración breve a María: ¡Oh Señora mía…<br />

Consagración a María 74<br />

Consagración a Jesús por manos de María<br />

Consagración del corazón a María Inmaculada 75<br />

Madre tierna y amante<br />

Madre del amor hermoso<br />

Dulce Madre, no te alejes<br />

Madre, bendíceme<br />

Madre, dame tus ojos 77<br />

Madre amable de mi vida<br />

¡Madre, que no nos cansemos!<br />

Magnificat 78<br />

Mírame tú, María<br />

María, madre de los vivientes<br />

Madre de misericordia<br />

Madre de piedad y de misericordia 79<br />

Un minuto con María<br />

María me lleva a Cristo<br />

Esclavitud a María, nuestra Señora<br />

María: tenemos necesidad de ti 80<br />

Señora mía, santa Madre de Dios 81<br />

A María, después de la Comunión<br />

Yo te saludo, María, Madre de Dios 82<br />

Desagravio a María<br />

Oh María, en vos deposito mi confianza<br />

EL REZO DE ROSARIO<br />

168


90<br />

Misterios gozosos 83<br />

Misterios dolorosos 84<br />

Misterios gloriosos 85<br />

La salve, <strong>para</strong> finalizar 86<br />

Las letanías lauretanas<br />

ALGUNAS ADVOCACIONES MARIANAS 87<br />

Virgen de Chiquinquirá<br />

A nuestra Señora de Czestochowa<br />

A la Virgen de Czestochowa, por los jóvenes<br />

88<br />

Consagración a la Virgen del Carmen<br />

Virgen del Carmen, II<br />

Virgen del Sagrado Corazón<br />

Virgen de los desam<strong>para</strong>dos 89<br />

Virgen de los dolores<br />

Virgen de Fátima (Consagración del mundo)<br />

Virgen de Fátima (Letanías) 91<br />

A María Inmaculada (Roma)<br />

A la Inmaculada Concepción (Washington) 92<br />

A nuestra Señora de Knock (Irlanda) 93<br />

A María, de la Medalla Milagrosa<br />

A la Virgen del Pilar 94<br />

A la Virgen de Guadalupe (Consagración) 95<br />

Virgen de Guadalupe 96<br />

Virgen, Madre de la Iglesia<br />

Virgen de la libertad<br />

Virgen, Reina de las misiones<br />

Virgen del perpetuo socorro 97<br />

Virgen María, madre del pueblo (o del barrio)<br />

Virgen de los pobres 98<br />

Virgen de los rieles 99<br />

A SAN JOSÉ 100<br />

169<br />

Oración del misal<br />

Pre<strong>para</strong>ción <strong>para</strong> la santa Misa, I y II<br />

Acción de gracias, después de la santa Misa 101


Por la Iglesia<br />

Por una buena muerte 85<br />

A ti, bienaventurado José<br />

Por una buena muerte<br />

A LOS ÁNGELES 102<br />

170<br />

Arcángel san Miguel<br />

Protección de los ángeles<br />

Ángel de mi guarda<br />

Padre celestial, doy gracias a tu infinita bondad<br />

Yo enviaré mi ángel, que vaya delante de ti 103<br />

Ángel de Dios, que eres mi custodio<br />

A LOS SANTOS<br />

Oración a <strong>todo</strong>s los santos 104<br />

San Pedro y san Pablo<br />

San Pedro<br />

San Pablo, I y II<br />

San Juan Bautista<br />

San Judas Tadeo<br />

San Antonio de Padua, I y II 105<br />

San Francisco de Asís<br />

San Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen<br />

Oración de la Misa del Beato Josemaría<br />

Oración por la canonización del Beato Josemaría<br />

Apóstol Santiago 106<br />

San Luis Bertrán<br />

San Martín de Porres<br />

San Pedro Claver<br />

Santa Rosa de Lima<br />

Santa Teresa de Jesús<br />

Santa Teresita del Niño Jesús 107<br />

III. ¿POR QUIÉN ORAR? 108<br />

POR LA IGLESIA<br />

Oración a María por la Iglesia y el Papa<br />

Oh Jesús, buen Pastor 109


POR LA PATRIA<br />

POR LA PAZ<br />

171<br />

Padre celestial<br />

Por la unidad de los cristianos<br />

Por el Papa<br />

Por el Obispo 110<br />

Por los sacerdotes, I y II<br />

Por las vocaciones sacerdotales<br />

Oración <strong>para</strong> encuentros sacerdotales<br />

111<br />

Por la parroquia<br />

Por las vocaciones<br />

Haznos pescadores de hombres<br />

Por los misioneros 112<br />

Por las misiones<br />

Por los cristianos perseguidos<br />

Por los laicos 113<br />

En una reunión espiritual<br />

Por la vocación (Cántico)<br />

El puente. Canto sacerdotal<br />

Dios, Padre nuestro 114<br />

Dios Todopoderoso<br />

Por los gobernantes<br />

Por los encarcelados<br />

Por los cautivos 115<br />

Por los secuestrados<br />

Dios de nuestros padres 116<br />

Consagración a la Virgen por la paz del mundo<br />

Dios de bondad, que te preocupas de nosotros 117<br />

Señor, hazme un instrumento de tu paz<br />

VI. EL ÁMBITO DE LA ORACIÓN<br />

118<br />

EL HOGAR


172<br />

Oración a la Sagrada Familia<br />

Por la familia<br />

Oh Dios, de quien procede toda paternidad<br />

Por la unidad matrimonial 119<br />

Consagración de la familia a los Sagrados Corazones<br />

Consagración de la familia a Jesús<br />

Por un hogar feliz 120<br />

A san José, por el hogar<br />

Por los padres y las madres<br />

Para pedir la caridad 121<br />

Por la presencia de Jesús en el hogar<br />

Para vivir en paz<br />

Por los enfermos<br />

Purificación de la memoria<br />

Oración de los esposos I, II 122<br />

En la espera del hijo<br />

Virgen del buen parto<br />

Virgen de la leche 123<br />

En el nacimiento del hijo<br />

Oración de los niños<br />

Oración de los padres por los hijos<br />

Oración a la Virgen: de una madre por sus hijos 124<br />

Oración de un padre por su hijo<br />

Oración de los padres por la educación de los hijos 125<br />

En la Primera Comunión de un hijo<br />

Pensadlo bien, hijos míos<br />

Oración al cumplir los quince años 126<br />

Oración de los jóvenes<br />

Por los jóvenes del mundo<br />

Por un hijo en el servicio militar<br />

Oración de los hijos por los padres, I y II 127<br />

Oración de los enamorados<br />

Oración de los novios<br />

Oración de la tercera edad<br />

Oración por los ancianos 128<br />

Bienaventuranzas de un anciano<br />

Bendición de la mesa<br />

Acción de gracias<br />

Para entender las Escrituras<br />

Señor Jesús, enséñanos a comprender las Escrituras 129


173<br />

Oración antes de leer la Biblia<br />

Para después de leer la Biblia<br />

Oración antes del viaje, I y II 130<br />

Oración del conductor<br />

Para pedir la bendición a la Virgen, antes del viaje I y II<br />

Por los amigos<br />

LA EDUCACIÓN 131<br />

Oración del maestro<br />

Hablando contigo, Maestro 132<br />

Oración del estudiante<br />

En pre<strong>para</strong>ción <strong>para</strong> el estudio<br />

Oración del estudiante por sus maestros<br />

Virgen de los estudiantes 133<br />

Para obtener las virtudes<br />

Petición de virtudes 134<br />

Virgen María, de las virtudes sin nombre<br />

EL TRABAJO 135<br />

137<br />

Oración al comenzar el trabajo<br />

Por la santificación del trabajo<br />

Por los trabajadores 136<br />

Para que por el trabajo se continúe la obra de Dios<br />

Oración del campesino<br />

Oración campesina<br />

Al comenzar el año<br />

Al finalizar el año<br />

OFRECIMIENTO DE SÍ MISMO Y DE LAS OBRAS DEL DÍA<br />

138<br />

Toma, Señor mi libertad<br />

¡Padre santo! Por el corazón inmaculado de María<br />

Señor, Dios Omnipotente<br />

Señor Jesús, te ofrezco mis pensamientos


174<br />

Señor, Dios mío: pongo este día en tus amorosas manos<br />

Te rogamos, Señor, que inspires nuestras acciones 139<br />

Te doy gracias, Dios mío, por haberme creado<br />

Gracias a Dios por lo grande y lo pequeño<br />

Tuyo soy, <strong>para</strong> ti nací<br />

A LO LARGO DEL DÍA<br />

141<br />

142<br />

Al amanecer<br />

Esclarece la aurora el bello cielo 140<br />

Al comenzar la oración<br />

Al terminar la oración<br />

Oración de la mañana<br />

Al mediodía: el Angelus<br />

Al mediodía (Tiempo Pascual): Regina Coeli<br />

Al atardecer<br />

Al llegar la noche<br />

En la noche<br />

Para el examen de conciencia<br />

Después del examen de conciencia<br />

Acción de gracias<br />

¡Buenas noches, Jesús mío!<br />

EN LOS MOMENTOS DE INTIMIDAD Y DE LUCHA 143<br />

145<br />

Nada te turbe, nada te espante<br />

María, Madre nuestra, acógenos tal como somos<br />

Canto a la caridad<br />

Acto de humildad 144<br />

Oración por la verdad<br />

Para pedir la pureza<br />

Por una vida limpia<br />

Por la fortaleza<br />

Por la valentía<br />

Por la salvación de las almas 145


175<br />

Qué pedir en la oración<br />

Para que el bien venza al mal 146<br />

En las tentaciones<br />

En el desaliento<br />

En las dificultades<br />

Por las víctimas de la violencia<br />

En momentos de oscuridad 147<br />

En las necesidades<br />

En busca de esperanza<br />

María: oración de confianza en la historia<br />

Por una vida en gracia<br />

148<br />

Para vivir con alegría<br />

En la fragilidad<br />

Señor, Tú conoces mi flaqueza<br />

Aceptación de la Voluntad de Dios I y II<br />

Invocaciones<br />

María, Madre de gracia 149<br />

EN LA ENFERMEDAD Y EN EL DOLOR<br />

A la Virgen, salud de los enfermos 150<br />

Por los amigos que sufren<br />

Tú quisiste, Señor<br />

Dios de ternura y compasión 151<br />

Te pedimos, Señor<br />

Padre clementísimo<br />

Preces por un enfermo<br />

152 Para implorar la salud<br />

153<br />

ANTE LA MUERTE<br />

Para aceptar la Voluntad de Dios<br />

Por un enfermo en grave peligro<br />

Por los enfermos<br />

Oración de un enfermo inválido<br />

Oración del enfermero<br />

Purificación 154<br />

Señor, acuérdate de mí en mis últimos momentos


155<br />

LÍBRANOS DEL MAL<br />

A P É N D I C E<br />

Para pedir la gracia de una buena muerte 154<br />

Te recibo, precio de mi redención<br />

Para pedir la perseverancia final<br />

A la Virgen del Carmen, por la buena muerte<br />

176<br />

Aceptación de la muerte, I, II, III<br />

Ofrecimiento de la vida 156<br />

Próximo el momento de la muerte<br />

En el momento de expirar<br />

Responso 157<br />

Aceptación del dolor<br />

Oración a la Virgen<br />

No llores, si me amas 158<br />

Líbranos del mal 159<br />

Líbranos de <strong>todo</strong>s los males 159<br />

BENDICIÓN DE LA ÚLTIMA PIEDRA 160<br />

SUMARIO 163

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