Perlas del Alma 2009- Rev. Francisco Aular.pdf - Webnode
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El amor por la Palabra de Dios<br />
¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella. Salmo 119:97 (NVI)<br />
Tuve la bendición de nacer en un hogar sumamente pobre en donde siempre se luchó<br />
buscando y multiplicando los escasos recursos. Eso creó en mí un desapego de lo material<br />
como lo fundamental en la vida y me abrió un interés muy particular por lo espiritual. Pero<br />
recibí también de mis padres, que lucharon por sus ocho hijos, la primera semilla de amor,<br />
fe y la esperanza que luego se desarrollaría. No es poca cosa tampoco haber aprendido allí<br />
el respeto al ser humano y el calor de la hospitalidad, compartiendo con otros lo poco que<br />
hubiera, y sobre todo, el amor por la familia. Igualmente, tuve la bendición de nacer y<br />
crecer -los primeros nueve años de mi vida- rodeado de la naturaleza: árboles, plantas,<br />
río. Mi olfato aprendió a distinguir muy rápido entre el cacao, el café y las flores. Sentí el<br />
calor y la respiración de los animales domésticos, el canto de los pájaros, y sé lo que es<br />
quedarse dormido, mientras las gotas de la lluvia caían sobre el techo de zinc y con un<br />
coro de ranas y grillos, por las noches.<br />
Y además de todo esto, Dios en Su gracia, nos envió a nuestra humilde residencia a<br />
misioneros canadienses que nos hablaron de la Palabra de Dios. Era mucho pedir a un<br />
niño de cinco años que guardara silencio y escuchara, mientras un hombre con acento<br />
extraño nos leía de un libro. Mi papá tenía por costumbre leer la Palabra en voz alta<br />
debajo de una mata de limón en donde ponía una silla. Así que todo esto estaría en mi<br />
mente cuando, casi a los 18 años, tuve mi encuentro personal con la Palabra de Dios.<br />
Dios me llevó a una congregación pequeña –no seríamos más de 25 hermanos en el<br />
servicio de mayor asistencia- donde se me enseñó a amar la Palabra de Dios. Este amor a<br />
la Palabra de Dios, de manera especial, se lo debo a mi pastor el Dr. Carlos Clark y mis<br />
primeros maestros de la Escuela Dominical. Sin embargo, antes de mi llegada a la Misión<br />
Bautista Emmanuel de Chacaíto, al Este de Caracas, Dios puso a mi lado a Orestes Martín<br />
Ramos, un cubano. No era un hombre religioso, pero era un lector de la Biblia. Antes de<br />
mi encuentro personal con la Palabra de Dios, aquel hombre no dejaba de decirme lo que<br />
Dios le iba mostrando a través de la lectura de la Biblia. En aquellos años finales de los<br />
cincuenta e inicio de los sesenta, unos cinco años antes <strong>del</strong> Concilio Vaticano II, hablar de<br />
la Palabra de Dios no era frecuente en la religión oficial en la que yo había sido criado. Y<br />
las palabras <strong>del</strong> padre Benito y el padre Eugenio de la Parroquia de San José <strong>del</strong> Avila, mi<br />
barrio, estaban allí como un mandato: "Cuando veáis que un protestante os invite a sus<br />
reuniones, ¡no vayáis! Y si os regala panfletos de la Biblia: ¡Quemadlos!"…<br />
No se pueden imaginar lo que significa para el mundo cristiano bíblico que, mientras<br />
escribo estos pensamientos, en el Vaticano está sucediendo algo inaudito. La iglesia que<br />
persiguió por siglos a los que amaban la Palabra de Dios, está convocando a sus líderes<br />
principales para:"Ponerse humildemente a la escucha de la Palabra de Dios". Este es el<br />
objetivo general <strong>del</strong> Sínodo Mundial de Obispos convocado por Benedicto XVI en que se<br />
abordará, desde el próximo domingo y durante tres semanas, el modo de entender mejor<br />
y de transmitir más eficazmente la Palabra de Dios en una época que no favorece la<br />
profundidad ni la reflexión. El Papa inaugura mañana el Sínodo en la basílica de San Pablo<br />
Extramuros, ya que este año se está celebrando el bi-milenario <strong>del</strong> nacimiento <strong>del</strong> Apóstol<br />
San Pablo. Así se cumple lo que el Apóstol de los Gentiles escribió: Toda la Escritura es