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ornamentos, los viajes de veinte frailes franciscanos y toda
su manutención. El gobierno sólo tendría que suscribir una
escolta militar de cien hombres que guarnecerían el cercano
presidio. Para garantizar el cumplimiento, hipotecaron su
propiedad.
Su excelencia, el virrey, nombró al primo de don Pedro,
fray Alonzo Giraldo de Terreros, como presidente. Fray Alonzo
había regresado hacía poco como superior del Convento de
Santa Cruz, en Querétaro, de donde había partido treinta
años antes para el norte.
En el invierno de 1756 Ia expedición llego a Texas y partió
hacia San Sabás en abril. Se alzó una fuerte empalizada de
troncos alrededor de una choza temporal que sirvió como la
primera iglesia. Fray Benito Varela, que ya dominaba la lengua
apache, fue enviado para atraer a los primeros apaches del
lugar. Con la llegada de estos, los misioneros descubrieron
que habían sido engañados, todo lo que los salvajes querían
era un presidio con una guarnición para que les ayudaran a
combatir a sus tradicionales enemigos, los comanches.
Muchos de los misioneros se fueron a otras misiones de
Texas, dejando solos a fray Alonzo y a dos leales sacerdotes
de San Fernando. Los soldados no desertaron, pero su
comandante trató de convencer a los tres frailes de que su
misión era indefendible. Fray Alonzo no haría caso a una
cobardía tal como el abandonarla.
El 16 de marzo de 1758, en un masivo ataque indio de Ios
enemigos de los apaches, casi todos los comanches y unos
cuantos de otras tribus menores, mataron a fray Alonzo, a otro
fraile y a tres soldados. Quemaron totalmente la empalizada
y la iglesia. La indignación fue total entre todos los militares
de la Nueva España y la familia Terreros se distinguía ahora
por tener un mártir en la familia.