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Ir al libro

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339<br />

“¡Vaya! ¡Más problemas! Aquí, un tronco no quiere moverse; <strong>al</strong>lá otro<br />

trata de huir con el carro. Aquí una pareja de mulas se esfuerza para<br />

avanzar, mientras otra se rehúsa <strong>al</strong>lá; las guías giran en redondo, j<strong>al</strong>an<br />

a las otras tras ellas y amenazan con romper el eje. Aquí, se cae una<br />

mula. Allá se rompe una cadena. Entre el tronar del látigo, los gritos y<br />

m<strong>al</strong>diciones de los carretoneros, se pone por fin en marcha un tronco a<br />

paso regular, cuando de repente se s<strong>al</strong>e del camino arrastrando el carro<br />

a un ceneg<strong>al</strong> o encajonándolo ajustadamente entre los árboles. El arnés<br />

roto se tiene que arreglar, sacar el carro del ceneg<strong>al</strong> y t<strong>al</strong>ar un árbol que<br />

estorba el paso; antes de terminar de hacer todo esto, otro carro está en<br />

un apuro semejante”.<br />

Sigue el inapreciable relato estilo “yo estuve <strong>al</strong>lí”, de<br />

Buchan:<br />

“Alquilamos la hacienda de Lucas Martín, a cinco kilómetros de<br />

X<strong>al</strong>apa y la convertimos en nuestro siguiente centro de operaciones para<br />

atender a los enfermos, para la recuparación de las mulas y para reparar<br />

los carrosfuertes y los arneses, antes de la siguiente etapa, <strong>al</strong> terminar la<br />

época de lluvias. Habiendo dispuesto todo esto, Coquhoum y yo s<strong>al</strong>imos,<br />

el l°. de octubre de 1825, para nuestra primera visita a la ciudad de México<br />

y a nuestro distrito minero de Re<strong>al</strong> del Monte, regresando a X<strong>al</strong>apa (Lucas<br />

Martín) a fines de noviembre con <strong>al</strong>gunos cientos de mulas tiernas para<br />

ser dominadas en el servicio de los carros.<br />

Abandonamos la cómoda estancia en Lucas Martín el 12 de febrero<br />

de 1826 y tomamos el camino de nuestra segunda etapa de transporte,<br />

después de haber rehabilitado completamente los carrosfuerte, arneses<br />

y de haber comprado muchas mulas de media rienda y contratado otra<br />

cuadrilla de carretones nuevos que habían empezado a adiestrarse en el<br />

manejo de los troncos de mulas.<br />

Colquhoun había preparado nuestro segundo descanso de la<br />

Hacienda del Encero <strong>al</strong> pie del gran ascenso hacia X<strong>al</strong>apa, a unos 369<br />

metros sobre el nivel del mar, en la región donde empieza a aparecer la<br />

encina de hoja parenne y por lo tanto considerada fuera del <strong>al</strong>cance de<br />

la fiebre amarilla. Echamos andar con la maquinaria pesada (cerca de<br />

350 toneladas) con 50 carrosfuerte, 550 mulas y una cuadrilla de 120<br />

individuos de la primera parada en Santa Fe hasta el Encero. Fueron<br />

necesarias cuatro viajes con toda la gente sobre m<strong>al</strong>ísimos caminos, pero<br />

hacia fines de marzo habíamos terminado con éxito esta pesada tarea<br />

para gran regocijo nuestro”.

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