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ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 2<br />

<strong>Youkali</strong>: revista crítica de las artes y el pensamiento<br />

nº 10, enero de 2011<br />

revista semestral en formato electrónico<br />

para encontrarla: www.youkali.net<br />

edita: tierradenadie ediciones, S.L.<br />

I.S.S.N.: 1885‐477X<br />

las afirmaciones, las opiniones y los análisis que se encontrarán en el presente<br />

<strong>número</strong> de <strong>Youkali</strong>, son responsabilidad de sus autores.<br />

© los autores<br />

(copyleft, salvo indicación en otro sentido)<br />

coordinación: Montserrat Galcerán Huguet y Matías Escalera Cordero<br />

participan en el <strong>número</strong>: Jorge Riechmann, Ecologistas en Acción, Maite Aldaz,<br />

Mario Domínguez Sánchez, Juan Pedro García del Campo, revista Offensive,<br />

Gerard Espona Fernández, Cristina Catalina Gallego, Antonio Orihuela, Eduard<br />

Ibáñez Jofre, Pablo Iglesias Turrión, Susana Oviedo, Alicia García Núñez,<br />

Vicente Muñoz Álvarez, José Ángel Berrueco, Javier Das, Roira Sánchez,<br />

Miguel A. Sánchez García, Sergio R. Franco, Jorge Brunete, Bárbara Butragueño,<br />

Pedro L. Verdejo, Alba García Alderete, Paula Winkler, Susana Pedraza, David<br />

Becerra, Mª Ángeles Maeso, Antonio Martínez i Ferrer, Ana Pérez Cañamares y<br />

Juan Antonio González de Requena Farré.<br />

maquetación: tallerV<br />

portada y contraportada: Maite Aldaz<br />

Los fotogramas de primera parte de la película La commune (París, 1971), de Peter<br />

Watkins (año 2000), que salpican las páginas de este <strong>número</strong> han sido capturados a<br />

partir de una copia digitalizada del original.


Í N D I C E<br />

Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4<br />

Ecologismo capitalista<br />

‐ Jorge Riechmann:<br />

¿Debería la prostitución incluirse en el cálculo del PIB?<br />

Reflexiones sobre cómo echamos las cuentas<br />

en la era de la crisis ecológica global . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5<br />

‐ Ecologistas en Acción:<br />

Cambiar las gafas para mirar el mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12<br />

‐ Mario Domínguez Sánchez:<br />

El turismo productivo: la práctica social del turismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23<br />

‐ Dossier de la revista Offensive (nº 14)<br />

El horror turístico. El management del planeta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39<br />

‐ Mario Domínguez Sánchez:<br />

Ecología y bio‐ambientalismo. Obligación ética, escepticismo y política . . . . . . . . . . . . . 55<br />

‐ Gerard Espona Fernández y Cristina Catalina Gallego:<br />

Transgénicos: de la redención a la desposesión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83<br />

‐ Antonio Orihuela<br />

La ecología del capitalismo: conocer para depredar (argumentos como versos) . . . . . . . 109<br />

‐ Documento breve<br />

Ecología y ejército USA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116<br />

Miscelánea<br />

‐ Eduard Ibáñez Jofre:<br />

“Contar con las propias fuerzas” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117<br />

‐ Pablo Iglesias Turrión:<br />

Lolita, de Nabokob a Kubrick o el poder femenino en el heteropatriarcado . . . . . . . . . . 123<br />

‐ Inter(w)express... Susana Oviedo: Cinco (5) respuestas rápidas<br />

para cinco (5) preguntas clave (cuestionario de la redacción) . . . . . . . . . . . . . . . . . 136<br />

Elementos de producción crítica<br />

‐ Carpeta: David González, la poesía o la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137<br />

‐ Estos tiempos sin contrato social, cómic de Miguel A. Sánchez García . . . . . . . . . . . 155<br />

‐ Poemas de hoy para mañana, poemas de Sergio R. Franco, Jorge Brunete<br />

Bárbara Butragueño, Pedro L. Verdejo y Alba García Alderete . . . . . . . . . . . . . . . 165<br />

‐ Un edificio en la avenida Alvear, relato de Paula Winkler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173<br />

Análisis de efectos / Reseñas<br />

‐ reseña de Black, black, black, de Marta Sanz.<br />

por Susana Pedraza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177<br />

‐ reseña de La conjura de los poetas, de Felipe Alcaraz<br />

por David Becerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178<br />

‐ reseña de Oxígeno en lata, de Alberto García‐Teresa<br />

por Mª Ángeles Maeso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183<br />

‐ reseña de Pero no islas, de Matías Escalera Cordero<br />

por Antonio Martínez i Ferrer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184<br />

‐ reseña de Ovejas esquiladas que tiemblan de frío, de Gsús Bonilla<br />

por Ana Pérez Cañamares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188<br />

‐ reseña de ¿Qué es Filosofía? Prólogo a veintiseis siglos de historia, de<br />

Pedro Fernández Liria, por Juan Antonio González de Requena Farré . . . . . . 190<br />

Un clásico, un regalo<br />

‐ La comunidad de Oceana (fragmento), de James Harrington . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192<br />

pág.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 3


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 4<br />

BREVE EDITORIAL<br />

¿Son posibles comportamientos ecológicos en el capitalismo? ¿Es posible un pensamiento ecologista<br />

compatible o coexistente con el sistema capitalista? Aún más, ¿se puede hablar de una “ecología capita‐<br />

lista”? ¿Son posibles estrategias de rectificación, o confrontaciones parciales y/o parceladas? ¿O no<br />

queda otra que una alternativa global a las “leyes del Mercado”? Cambiando “de gafas para mirar el<br />

mundo”, o mediante una confrontación integral con el sistema capitalista, dominado por esas leyes.<br />

¿Qué contamos, en realidad, cuando contamos el Producto Interior Bruto, desarrollo o destrucción y<br />

muerte anunciada? ¿Es el turismo moderno, en tanto que sistema ecológico, económico y político com‐<br />

plejo, un fenómeno global propio del capitalismo? Estas, y otras semejantes, son las preguntas a las que<br />

los documentos seleccionados, y nuestros colaboradores, con sus aportaciones, tratan de responder. En<br />

este sentido, no podemos dejar de agradecer a Jorge Riechmann y a Ecologistas en Acción, a Antonio<br />

Orihuela, Gerard Espona Fernández y Cristina Catalina Gallego, o a nuestro compañero, Mario Do ‐<br />

mínguez, sus valiosas aportaciones. Cabe también mencionar la traducción de una selección de textos<br />

de la revista francesa Offensive sobre el horror turístico como dispositivo de management del planeta.<br />

En este <strong>número</strong>, además, nuestros lectores encontrarán un interesante artículo de Eduard Ibáñez<br />

Jofre ‐autor de uno de nuestros últimos títulos publicados, Campos de batalla‐ que nos puede ayudar a<br />

contextualizar adecuadamente, desde un punto de vista social y político, las respuestas a las preguntas<br />

que nos formulábamos antes.<br />

También pueden encontrar una interpretación de Pablo Iglesias Turrión sobre el mito Lolita; o nues‐<br />

tra habitual entrevista express; esta vez, a la actriz Susana Oviedo. Además de una completa carpeta<br />

dedicada a la figura y a la obra de David González, uno de los poetas más activos e interesantes del<br />

actual panorama literario y poético. Una muy especial visualización de “nuestro tiempo”, en el comic<br />

de Miguel Ángel Sánchez García; una selección de poemas de unos cuantos jóvenes autores, que anun‐<br />

cian una poesía crítica pujante y renovada, en un futuro no muy lejano. Un atractivo relato de Paula<br />

Winkler. Y finalmente nuestra sección de reseñas de libros y la correspondiente entrega inédita de un<br />

texto clásico de la historia del pensamiento, en este caso, un fragmento del libro The Commonwealth of<br />

Oceana –La Comunidad de Océana– de James Harrington, publicado en 1656.<br />

Las imágenes que jalonan el presente <strong>número</strong> de nuestra revista corresponden a la primera parte de<br />

La Commune de Peter Watkins.<br />

Esperamos que esta excelente selección de material para la lectura y la reflexión colmen las expec‐<br />

tativas del conjunto, cada vez más numeroso, de lectores que nos acompañan en esta ya larga aventu‐<br />

ra, y que compense estos días de espera, sobre el plazo previsto para el lanzamiento de este <strong>número</strong> 10<br />

de <strong>Youkali</strong>. Gracias a todos por su fidelidad, el aprecio que hacen de nuestro trabajo y la estima que<br />

muestran a Tierradenadie Ediciones, en general, y a nuestra revista digital, en particular. Buena lectu‐<br />

ra (disponen de seis meses: o toda una vida, como prefieran).<br />

Tierradenadie ediciones<br />

Ciempozuelos<br />

Enero de 2011


¿DEBERÍA LA PROSTITUCIÓN INCLUIRSE EN EL<br />

CÁL CULO DEL PIB? REFLEXIONES SOBRE CÓMO<br />

ECHAMOS LAS CUENTAS EN LA ERA DE LA CRISIS<br />

ECOLÓGICA GLOBAL<br />

Si la policía detiene al traficante de cocaína...<br />

No se trata sólo de que la realidad imite al arte, como<br />

decían a veces nuestros bisabuelos. Hoy en día, nos<br />

hallamos a menudo en la desoladora situación si‐<br />

guiente: las aceradas viñetas satíricas de El Roto, o los<br />

agudos y críticos grafitis que pinta con plantilla<br />

Banksy en las paredes de medio mundo (un consejo<br />

incidental: ¡no se pierdan ustedes Exit through the gift<br />

shop!), parecen casi desleído costumbrismo frente a las<br />

bofetadas que nos asesta cada día el poder –los pode‐<br />

res– y que reiteran luego los mass‐media del Gran<br />

Espectáculo.<br />

Sin ir más lejos, en el Día Mundial de la Estadís ‐<br />

tica, el 20 de octubre de 2010, don Jaume García Villar,<br />

presidente del INE (Instituto Nacional de Estadística),<br />

daba a conocer a través de Cinco Días alguno de los<br />

nuevos proyectos de su organismo oficial: entre ellos,<br />

incluir la prostitución, el tráfico de drogas y el contra‐<br />

bando en el cálculo del PIB. Textualmente:<br />

“...hay algunos ámbitos, como el de la economía<br />

ilegal, hablamos de prostitución, contrabando y<br />

tráfico de drogas, que de forma explícita a fecha<br />

de hoy no forman parte del PIB, aunque en el re‐<br />

glamento están contempladas. Por dificultades<br />

metodológicas, ningún país de la UE las incluye,<br />

pero está previsto que en un futuro no muy leja‐<br />

no, aprovechando el cambio de base, se puedan<br />

incorporar, contabilizándose en el PIB. Son tres<br />

sectores no despreciables de ámbito económico,<br />

de difícil medición, aunque alguno de ellos par‐<br />

cialmente seguro que está indirectamente recogi‐<br />

do en lo que es la información del PIB.” 1<br />

CAPITALISTA<br />

por Jorge Riechmann<br />

se reduce: habrá que actualizarla señalando que cuan‐<br />

do un putañero se case con una meretriz, o cuando un<br />

traficante de cocaína sea detenido por la policía, el PIB<br />

menguará... lo que las autoridades económicas (y las<br />

autoridades a secas) consideran una calamidad, con‐<br />

siguiendo convencer de ello a la mayoría de la socie‐<br />

dad. ¿No tendremos que echar una mirada a las cuen‐<br />

tas de la Contabilidad Nacional?<br />

Los sistemas de Contabilidad Nacional<br />

En los años treinta, y en paralelo con la implantación<br />

5ECOLOGISMO<br />

del keynesianismo como paradigma económico do‐<br />

minante, se crearon métodos de contabilidad nacional página<br />

(abreviaremos CN) que estaban pensados para captar<br />

las variaciones de la renta nacional. Estos métodos se 10<br />

generalizaron en todo el mundo después de la segun‐<br />

da guerra mundial, como parte de un proceso que as‐<br />

La idea es aprovechar el cambio de base estadística en piraba a la “cientifización” y racionalización de las<br />

el verano de 2014 para introducir estas actividades en políticas económicas. Los sistemas de CN se utilizan YOUKALI,<br />

el cómputo. La broma –vieja pero atinada— decía que para indicar el nivel de la actividad económica, el aho‐<br />

si un hombre se casa con su cocinera la renta nacional rro y la inversión, la estructura industrial, la produc‐<br />

1885-477X<br />

1 Entrevista en Cinco Días, 20 de octubre de 2010. Puede consultarse en http://www.cincodias.com/articulo/economia/PIB‐contabilizara‐<br />

prostitucion‐contrabando/20101020cdscdieco_7/cdseco/ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 6 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

tividad en un período determinado, o para comparar<br />

la evolución de estas magnitudes en distintos países;<br />

y su utilidad para estos menesteres es indudable. Pero<br />

la CN se creó y se generalizó en un momento en que<br />

el medio ambiente como factor económico y como<br />

condicionante de la vida humana quedaba completa‐<br />

mente fuera del campo de visión de los economistas.<br />

Ello es hoy fuente de graves problemas.<br />

La más conocida de las magnitudes de la CN es el PIB<br />

(Producto Interior Bruto): la corriente de aquellos<br />

bienes y servicios finales generados por una econo‐<br />

mía en un lapso temporal determinado (generalmen‐<br />

te un año) que pasan a través de los mercados, valo‐<br />

rados a los precios pagados en estos. 2 A partir de él<br />

se calculan otros indicadores como el PNB (Producto<br />

Nacional Bruto) y el PNN (Producto Nacional Neto).<br />

La diferencia entre el PIB y el PNB, o más en general<br />

la diferencia entre las magnitudes económicas interio‐<br />

res y las nacionales, es la siguiente: las primeras se re‐<br />

fieren a lo ocurrido dentro del territorio del estado en<br />

cuestión, mientras que las segundas se refieren a las<br />

actividades llevadas a cabo por los residentes en el te‐<br />

rritorio en cuestión (tanto dentro como fuera de ese<br />

territorio) 3 .<br />

Lo que miden PIB o PNB son en lo esencial transac‐<br />

ciones mercantiles, aunque no de forma totalmente<br />

consecuente 4 . Fueron diseñados básicamente para<br />

medir los flujos monetarios a través de la economía, la ac‐<br />

tividad de los mercados: nada más (pero tampoco nada<br />

menos). En este sentido, la introducción en el cómpu‐<br />

to de los alquileres imputados de las viviendas ocu‐<br />

padas por sus propietarios, o del autoconsumo de los<br />

agricultores, hace perder nitidez a estos índices cuyo<br />

propósito debería ser fundamentalmente técnico. Lo<br />

que miden son los flujos monetarios a través de una<br />

economía nacional en un período dado, evitando con‐<br />

tar dos veces los mismos flujos. Se suman los valores<br />

de cambio, haciendo abstracción de las personas ex‐<br />

cluidas del mercado, las desigualdades en la distribu‐<br />

ción y en las opciones vitales, los costes o efectos ex‐<br />

ternos, los valores de uso, el deterioro del medio am‐<br />

biente y el agotamiento o depreciación de los recursos<br />

naturales (el “capital natural”).<br />

Primeras críticas al PNB y a la contabilidad nacional<br />

(CN)<br />

La crítica a la CN y al PNB no es cosa de hoy. Hace<br />

cuatro decenios, economistas con sensibilidad ecológi‐<br />

ca y social ya la enunciaban vigorosa y agudamente:<br />

“En el análisis económico a muy breve plazo —y en<br />

los países desarrollados, como afirmo categórica‐<br />

mente; no en los subdesarrollados— el PNB, tal co‐<br />

mo se lo calcula hoy, puede tener algún valor como<br />

indicación. En todos los países, muchas cifras parti‐<br />

culares de la contabilidad nacional relacionadas con<br />

elementos ingredientes también pueden ser útiles.<br />

Pero para el tipo de problemas a largo plazo, enfo‐<br />

cados a los hechos del agotamiento y la contamina‐<br />

ción que quedan excluidos de los cálculos junto con<br />

las actitudes, instituciones y fuerzas políticas, el<br />

PNB debe ser desechado como enteramente inapli‐<br />

cable a la realidad” 5 .<br />

A estas alturas del siglo XXI, creo que sólo los produc‐<br />

tivistas más cerriles pondrán en duda que el PNB no<br />

2 Para evitar contar dos veces, en el cálculo del PIB se restan los consumos intermedios (aquellos bienes y servicios, distintos de los de<br />

capital fijo, que las unidades productivas emplean para obtener otros bienes y servicios).<br />

3 Si de cualquier magnitud económica expresada en términos brutos restamos la depreciación del capital fijo (pérdida de valor de los<br />

bienes de capital como edificios, equipos industriales, etc, debida a deterioro u obsolescencia) obtenemos esa magnitud en términos<br />

netos. Así, el PNN (Producto Nacional Neto) es igual al PNB menos la depreciación de los bienes de capital: es el saldo neto que sub‐<br />

siste después de mantener intacto el capital creado por el ser humano.<br />

4 Por ejemplo, en el PIB o el PNB se computan los servicios ofrecidos por las viviendas ocupadas por sus propietarios (alquileres imputa‐<br />

dos, cuya cuantía suele estimarse por el alquiler de viviendas de similar categoría) o los servicios no destinados a la venta producidos<br />

por las administraciones públicas (seguridad, justicia, representación diplomática, etc., valorados según los costes incurridos en su pro‐<br />

ducción), o también la producción agrícola consumida por los propios agricultores; pero no se tiene en cuenta la producción de bienes<br />

y servicios en las unidades domésticas, cuya enorme importancia cuantitativa y cualitativa nadie en su sano juicio negará. Las razones<br />

que llevan a tomar en cuenta unas actividades e ignorar otras son de conveniencia, funcionalidad o históricas, pero no de tipo lógico.<br />

5 Gunnar Myrdal en Maurice F. Strong (comp.): ¿Quién defiende la Tierra? FCE, Méjico 1975, p. 62.


es ningún indicador del bienestar humano. Como se ha<br />

dicho, “la renta [nacional] es una categoría que suma<br />

el valor del armamento militar con los salarios de la<br />

policía secreta y los funcionarios de prisiones, los be‐<br />

neficios generados por las empresas tabacaleras y de<br />

otros productos cancerígenos junto con el valor del<br />

pan y los costes de los servicios médicos, todo ello pa‐<br />

ra producir un único índice de desarrollo. Esta amal‐<br />

gama de actividades heterogéneas que satisfacen y<br />

niegan al mismo tiempo las necesidades humanas, al‐<br />

gunas de ellas en el origen de importantes daños al<br />

medio ambiente, no es (...) un punto de partida válido<br />

para configurar un índice de desarrollo” 6 aumento de los accidentes automovilísticos (que<br />

disparan los gastos sanitarios) o de las enferme‐<br />

dades que exigen tratamiento con costosos medi‐<br />

camentos hacen crecer el PNB.<br />

• El concepto de producción que subyace a la CN y al<br />

PNB se limita al trabajo asalariado, y por ello exclu‐<br />

ye una enorme cantidad de trabajo socialmente<br />

necesario que se lleva a cabo al margen de los ca‐<br />

nales mercantiles: el trabajo doméstico, por ejem‐<br />

plo. En todo el mundo, las economías domésticas<br />

producen aproximadamente el equivalente a un<br />

tercio del PNB (entre el 25% y el 40%, según los<br />

. El bienes‐ países); el trueque equivale actualmente por lo<br />

tar es una magnitud multidimensional que no puede menos a un 10% del comercio mundial<br />

expresarse en términos monetarios, y ya hemos visto<br />

que lo que mide el PNB son precisamente transaccio‐<br />

nes mercantiles. Yendo más a lo menudo, las prime‐<br />

ras críticas que pueden hacerse a la CN y el PNB son<br />

las siguientes:<br />

• En estas cuentas no se refleja la distribución de los<br />

bienes, sino sólo las variaciones absolutas de la<br />

renta: pueden existir grandes desigualdades so‐<br />

ciales, y un incremento del PNB puede coincidir<br />

con el agravamiento de estas desigualdades.<br />

• No se reflejan los cambios en la calidad ni en la compo‐<br />

sición cualitativa de los bienes. Si los zapatos son me‐<br />

nos resistentes pero más caros, el PNB aumenta.<br />

Si la carne engordada con hormonas hace aumen‐<br />

tar la proporción de carnes y grasas en nuestra<br />

alimentación (empeorando con ello la calidad de<br />

la dieta y nuestra salud), el PNB aumenta.<br />

• El proceso de mercantilización de cada vez más áreas de<br />

la vida humana, que a menudo va de consuno con una<br />

pérdida de calidad de vida, se refleja positivamente en el<br />

PNB. Si el agua del grifo deja de ser potable y nos<br />

vemos obligados a comprar agua mineral embo‐<br />

tellada, el PNB crece. Si dejamos de poder bañar‐<br />

nos en el río gravemente contaminado y es nece‐<br />

sario construir piscinas, el PNB crece.<br />

• A la inversa, no se incluyen bienes no mercantilizados<br />

pero que tienen una incidencia directa en la calidad de<br />

vida y el bienestar humano, como por ejemplo la<br />

existencia de zonas verdes o una atmósfera no<br />

contaminada.<br />

• Se contabilizan como “bienes” algunas producciones<br />

que en realidad son “males”: producción de armas o<br />

de sistemas anticontaminación, por ejemplo. El<br />

7 .<br />

Dos funciones de las magnitudes de la CN: analíti‐<br />

ca y normativa<br />

Por consiguiente, debería quedar claro que el PNB no<br />

mide el bienestar humano ni sus variaciones. La suposi‐<br />

ción de que el crecimiento económico entraña auto‐<br />

máticamente un aumento de bienestar se ve rebatida<br />

sin asomo de dudas por las experiencias del ensan‐<br />

chamiento de la brecha Norte‐Sur y la crisis ecológica<br />

global. Sobre todo esta última pone de manifiesto la<br />

doble faz de las fuerzas productivas, que son también<br />

fuerzas destructivas cuya destructividad va en au‐<br />

mento a lo largo del proceso de “desarrollo”: dema‐<br />

siado crecimiento se torna contraproducente. El creci‐<br />

miento económico convencional (medido con los in‐<br />

dicadores convencionales como el PNB) a partir de<br />

cierto umbral se convierte en destrucción neta8 CAPITALISTA<br />

7ECOLOGISMO página 10<br />

.<br />

YOUKALI,<br />

6 Bob Sutcliffe: “Desarrollo humano: una valoración crítica del concepto y del índice”. Cuaderno de trabajo 10 de HEGOA (Bilbao, junio<br />

de 1993), p. 14.<br />

7 Paul Ekins/ Mayer Hillam/ Robert Hutchison: Riquezas sin límite. El atlas Gaia de la economía verde (EDAF, Madrid 1992), p. 39.<br />

1885-477X<br />

8 Es un asunto que he tratado de argumentar en varios lugares: véase por ejemplo Jorge Riechmann, “El desarrollo sostenible como asun‐<br />

to de justa medida”, capítulo 13 de Biomímesis, Los Libros de la Catarata, Madrid 2006. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 8 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Aquí podría replicarse: no se pueden pedir peras al<br />

olmo. No hay que pedir al PNB lo que éste no puede<br />

dar. No debe sacársele de su papel técnico: se trata de<br />

un índice construido en lo esencial para medir la acti‐<br />

vidad de los mercados, los flujos monetarios, y es un<br />

error equiparar éstos al bienestar humano, o incluso a<br />

la riqueza de una sociedad.<br />

Lo anterior es cierto. Pero el problema es que el<br />

PNB desempeña dos funciones muy distintas en la vida pú‐<br />

blica 9 . Por una parte es una herramienta intelectual para<br />

entender cómo funciona la economía (el nivel de acti‐<br />

vidad económica, el comportamiento de las macro‐<br />

magnitudes, su tasa de variación, etc): sin esta herra‐<br />

mienta, el análisis económico sería prácticamente im‐<br />

posible, y las políticas económicas (incluyendo las fu‐<br />

turas políticas económicas ecologistas) estarían toda‐<br />

vía menos fundadas que en la actualidad. Pero por<br />

otra parte el PNB se emplea también como un criterio<br />

valorativo para enjuiciar la marcha de la economía, o<br />

incluso de la sociedad como un todo (se habla de pa‐<br />

íses “desarrollados” y “subdesarrollados” en función<br />

de su renta per cápita).<br />

Importa distinguir claramente estas dos funciones del<br />

PNB, una analítica, la otra normativa. La vigencia públi‐<br />

ca de esta segunda función (el PNB en cuanto norma<br />

de desarrollo y bienestar) explica que maximizar el<br />

PNB siga siendo el mandamiento supremo de todos<br />

nuestros gobernantes, y que mucha gente siga pen‐<br />

sando hoy que este índice sí que expresa el rendi‐<br />

miento global de una economía (y que por tanto un<br />

PNB en expansión es sinónimo de una economía que<br />

goza de buena salud). Alguien podría decir: de acuer‐<br />

do, admito que una economía con buena salud no es<br />

lo mismo que una ciudadanía con buena salud (por<br />

no hablar de un medio ambiente con buena salud);<br />

pero prefiero la primera a la segunda y al tercero.<br />

Pero la cuestión es que el PNB tampoco expresa bien<br />

el rendimiento global de una economía, y por tanto<br />

esta segunda función del PNB es espúrea, bastarda, injus‐<br />

tificable. Aquí es donde interviene la crítica más espe‐<br />

cíficamente ecologista.<br />

Costes externos<br />

Sólo quien con manifiesto desprecio por la realidad<br />

suponga que en la actividad económica no se produ‐<br />

cen costes externos que no aparecen en la contabilidad<br />

del causante (daños a terceros —que pueden ser tan‐<br />

to conciudadanos nuestros como otras especies ani‐<br />

males y vegetales, ecosistemas enteros, o generacio‐<br />

nes venideras de humanos) puede sostener que el<br />

PNB es un buen indicador del rendimiento económi‐<br />

co, de la “salud” de la economía. Sucede, por el con‐<br />

trario, que los efectos externos son inevitables y omnipre‐<br />

sentes, y han ido constantemente en aumento a lo largo de<br />

la industrialización.<br />

Los costes externos o “externalidades” son costes<br />

sociales no compensados (vale decir: impuestos a terce‐<br />

ros fuera de cualquier transacción voluntaria). Prácti ‐<br />

ca men te todos los fenómenos de contaminación son<br />

ejemplos de costes externos; también la destrucción<br />

de vida animal o vegetal, o el agotamiento de recur‐<br />

sos naturales, son ejemplos inmediatos 10 .<br />

El concepto de mal público —en cierto modo simé‐<br />

trico al de bien público— está relacionado con el con‐<br />

cepto de externalidad. Un mal público es un rasgo ne‐<br />

gativo de la sociedad que todos y cada uno de sus<br />

miembros padecen. Así, por ejemplo, ciertos tipos de<br />

contaminación, guerras para rebajar el precio de las<br />

materias primas, publicidad engañosa, o la inexisten‐<br />

cia —o incumplimiento— de normas sobre seguridad<br />

e higiene en el trabajo. El capitalismo tiende a generar<br />

un elevado nivel de males públicos, porque “en una<br />

economía capitalista hay una clase reducidísima de<br />

personas ricas que reciben ingresos gigantescos como<br />

dividendos por sus participaciones en los beneficios<br />

de las empresas, y está en su interés mantener grados<br />

muy elevados de males públicos que aumenten los<br />

beneficios. El efecto positivo que los males públicos<br />

tienen sobre los ingresos de estas personas les com‐<br />

9 Michael Jacobs: The Green Economy (Pluto Press, Londres 1991; hay trad. castellana en ed. Icaria), p. 226.<br />

10 Hablar de costes sociales (como en el libro pionero de William Kapp en 1950, Los costes sociales de la empresa privada: edición parcial en<br />

Libros de la Catarata, Madrid 2006, con una sustanciosa introducción de Federico Aguilera Klink) resulta mucho más aconsejable que<br />

emplear el término “externalidades”: este último sugiere que se trata de fenómenos externos al mercado y en cierto sentido margi‐<br />

nales


pensa sobradamente por el efecto negativo directo<br />

que los males tienen para su bienestar” 11 ra y el libre mercado se basan explícitamente en la<br />

. En general,<br />

premisa de la ausencia de externalidades”<br />

y por la razón antedicha, una distribución igualitaria<br />

de la propiedad y de la riqueza va asociada a un me‐<br />

nor nivel de males públicos.<br />

Algunas externalidades pueden cuantificarse mo‐<br />

netariamente y después “internalizarse”; pero mu‐<br />

chas otras no. Cuando una nueva autopista arrasa un<br />

paisaje rural, podemos cuantificar la pérdida de valor<br />

de los inmuebles en zonas residenciales, pero no po‐<br />

demos en rigor dar valor crematístico a la destrucción<br />

de vida animal o vegetal, a la pérdida de suelo fértil o<br />

a la contribución que el incremento de la motoriza‐<br />

ción hará al “efecto invernadero” (“en rigor” quiere<br />

decir: sin introducir supuestos insoportablemente ar‐<br />

bitrarios).<br />

“Internalizar las externalidades” (en mejor caste‐<br />

llano: interiorizar los efectos externos) suena como<br />

una expresión inofensiva, de una neutralidad poco<br />

comprometedora. Pero mientras no caigamos en la<br />

cuenta de que interiorizar los efectos externos, para<br />

nosotros, puede significar renunciar al automóvil pri‐<br />

vado o a la inmensa mayoría de los viajes en avión,<br />

poco habremos avanzado; mientras no advirtamos<br />

que interiorizar los efectos externos significa cambiar<br />

de arriba abajo las relaciones Norte‐Sur, no habremos<br />

avanzado nada.<br />

“La ‘externalidad’ es un término tan general que<br />

deben hacerse algunas distinciones. Distinguimos<br />

entre las externalidades localizadas y las generaliza‐<br />

das. Las primeras pueden corregirse, por lo menos<br />

en una medida razonable, ajustando los precios o<br />

mediante otros cambios que no son radicales. En<br />

cambio, las externalidades generalizadas tienen<br />

un alcance más amplio y no pueden corregirse<br />

efectivamente mediante cambios en los precios re‐<br />

lativos. Se requieren límites cuantitativos o pro‐<br />

fundos cambios institucionales. Hay también al‐<br />

gunos casos intermedios. La industria del carbón<br />

ofrece buenos ejemplos de cada categoría. La sili‐<br />

cosis es una externalidad localizada: está clara‐<br />

mente asociada con la minería del carbón y nada<br />

más. Sólo los mineros del carbón y sus familias se<br />

ven directamente afectados. Las externalidades<br />

generalizadas asociadas con el carbón incluyen la<br />

acumulación de dióxido de carbono en la atmós‐<br />

fera (el efecto invernadero) y la lluvia ácida. (...)<br />

Todas las conclusiones de la teoría económica<br />

acerca de la eficiencia social de la competencia pu‐<br />

12 .<br />

Refiriéndose a aquellas externalidades que Daly y<br />

Cobb llaman generalizadas, precisa Martínez Alier la in‐<br />

anidad del empeño en su cuantificación crematística:<br />

“La historia del calentamiento global muestra que<br />

la crítica ecológica en contra de la economía orto‐<br />

doxa no se basa únicamente en el hecho de que<br />

desconocemos actualmente las preferencias de los<br />

agentes futuros, quienes no pueden acudir al mer‐<br />

cado de hoy, y no se basa únicamente, por tanto,<br />

en la arbitrariedad de los valores dados actual‐<br />

mente a los recursos agotables o a los efectos ex‐<br />

ternos que se harán sentir en el futuro. La crítica<br />

ecológica se basa además en la incertidumbre so‐<br />

bre el funcionamiento de los sistemas ecológicos<br />

que impide radicalmente la aplicación del análisis<br />

de externalidades. Hay externalidades que no co‐<br />

nocemos. A otras, que conocemos, no sabemos<br />

darles un valor monetario actualizado, al no saber<br />

siquiera si son positivas o negativas”. 13<br />

CAPITALISTA<br />

Por último, el economista Daly y el teólogo Cobb po‐<br />

nen de manifiesto cómo el concepto de “externali‐ 9ECOLOGISMO<br />

dad” (o exterioridad, en la traducción mejicana de For<br />

the Common Good) representa, en el mejor de los casos,<br />

un parche o apaño para la teoría económica conven‐ página<br />

cional que se nos queda corto a estas alturas de la his‐<br />

10<br />

toria:<br />

“Una de las más importantes [abstracciones abusi‐<br />

vamente introducidas por el pensamiento econó‐<br />

YOUKALI,<br />

mico convencional] es la abstracción de un flujo<br />

11 John Roemer, Un futuro para el socialismo, Crítica, Barcelona 1995, p. 81)<br />

1885-477X<br />

12 Herman E. Daly/ John B. Cobb: Para el bien común, FCE, Méjico 1993, p. 57<br />

13 Joan Martínez Alier: De la economía ecológica al ecologismo popular, Icaria, Barcelona 1992, p. 43. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 10 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

circular del producto y el ingreso nacionales, regu‐<br />

lado por un mercado perfectamente competitivo.<br />

Esto se concibe como un análogo mecánico, con<br />

una fuerza motivadora provista por la maximiza‐<br />

ción individualista de la utilidad y el beneficio, ha‐<br />

ciendo abstracción de la comunidad social y de la<br />

interdependencia biofísica. Lo que se subraya es la<br />

asignación óptima de los recursos supuestamente<br />

resultante de la interrelación mecánica entre los in‐<br />

tereses individuales. Lo que se omite es el efecto<br />

del bienestar de una persona sobre el bienestar de<br />

otras personas ligadas por lazos de simpatía y de<br />

comunidad humana, y los efectos físicos de las ac‐<br />

tividades de producción y consumo de una perso‐<br />

na sobre las demás, a través de los lazos de la co‐<br />

munidad biofísica. (...) Las exterioridades repre‐<br />

sentan un reconocimiento de los aspectos omitidos<br />

de la experiencia concreta, pero de tal manera que<br />

se minimiza la reestructuración de la teoría básica.<br />

Mientras que las exterioridades involucren deta‐<br />

lles secundarios, es posible que este procedimien‐<br />

to sea razonable. Pero cuando tienen que clasificar‐<br />

se como exterioridades ciertas cuestiones vitales<br />

(como la capacidad de la Tierra para sostener la vi‐<br />

da), habrá llegado el momento de reestructurar los<br />

conceptos básicos y empezar con un conjunto de<br />

abstracciones diferente que pueda incluir lo que<br />

antes era externo.” 14<br />

La misma definición de externalidad negativa (coste<br />

externo impuesto a terceros, fuera de las transaccio‐<br />

nes más o menos voluntarias de la economía mercan‐<br />

til) ya pone en evidencia que cada externalidad plan‐<br />

tea un problema moral: no se trata sino de un daño<br />

que dos participantes en cierta interacción económica<br />

infligen a un tercero “inocente”, que no tiene arte ni<br />

parte en el asunto. La omnipresencia de “externalida‐<br />

des”, junto con la imposibilidad de “internalizarlas”<br />

radicalmente, implica que no podemos nunca pensar<br />

en una economía ajena por <strong>completo</strong> a la moral; que<br />

el ámbito de lo económico y el ámbito de lo moral se<br />

intersecan necesariamente. No solamente no hay teo‐<br />

ría económica libre de valoraciones morales, sino que<br />

tampoco hay actividad económica libre de problemas<br />

morales.<br />

La crítica ecologista a las magnitudes de la CN<br />

Si tomamos en consideración la importancia de los<br />

costes externos en las sociedades industriales, pode‐<br />

mos realizar la siguiente crítica ecológica de los siste‐<br />

mas de CN:<br />

14 Daly/ Cobb, Para el bien común, p. 41.<br />

15 Sandra Postel en Ekins/ Hillam/ Hutchison: Riquezas sin límite. El atlas Gaia de la economía verde, p. 43.<br />

• El PNB no refleja el impacto de la actividad económica<br />

en el medio ambiente. No refleja, por ejemplo, la pérdi‐<br />

da de calidad de vida a consecuencia del deterioro am‐<br />

biental. Muchas mujeres en los países del Sur tie‐<br />

nen que darse caminatas cada vez más largas y<br />

extenuantes para recolectar leña para cocinar: ello<br />

no se refleja en el PNB de su país. Otro ejemplo:<br />

para encontrar aire puro y espacios limpios los<br />

habitantes de las naciones industrializadas tienen<br />

que emprender viajes cada vez más largos y exte‐<br />

nuantes: eso tampoco lo recoge el PNB (o lo reco‐<br />

ge paradójicamente como crecimiento: desplaza‐<br />

mientos más largos, hoteles, segundas residen‐<br />

cias, etc). Tampoco refleja el agotamiento de los recur‐<br />

sos. No refleja la destrucción de las funciones am‐<br />

bientales ni los recursos naturales que no tienen<br />

valor de mercado. Por el contrario, contabiliza co‐<br />

mo renta generada el consumo e incluso el agota‐<br />

miento de los recursos con valor de mercado.<br />

Contra toda lógica se contabiliza como producción lo<br />

que en realidad es disminución del patrimonio natural.<br />

Cuanto mayor sea la tasa de extracción (y por<br />

consiguiente más rápido el agotamiento de los re‐<br />

cursos), mayor será el incremento del PNB. “Un<br />

país puede estar al borde de la bancarrota ecoló‐<br />

gica y seguir registrando un incremento del PIB,<br />

pareciendo así que progresa” 15 ¿Cómo juzgaría‐<br />

mos a una familia que vende su casa y sus mue‐<br />

bles para gastarse el producto de la venta, o al<br />

propietario de la fábrica que va vendiendo todos<br />

sus activos, o al banquero que se merienda el pa‐<br />

trimonio de su banco repartiendo dividendos ca‐<br />

da año? Sin duda no diríamos que se trata de in‐<br />

crementos de renta corriente, y que son más ricos<br />

al final de este proceso que al comienzo. Pero<br />

exactamente así nos comportamos en relación<br />

con los recursos naturales.<br />

• El PNB es una medida de flujos (monetarios) más que<br />

una medida de fondos o stocks. Pero hoy no pode‐<br />

mos seguir asociando las medidas de flujo —en<br />

especial cuando hablamos de flujos físicos— con<br />

el éxito industrial y económico. El crecimiento ex‐<br />

ponencial de los flujos físicos —producción, con‐<br />

sumo, materias primas, energía, residuos— es<br />

una causa de problemas, no un índice del éxito; y<br />

los flujos dependen del mantenimiento continua‐<br />

do de los fondos.<br />

“Si tuviéramos en cuenta las reservas finitas y la<br />

creciente inaccesibilidad para obtener minerales<br />

y combustibles fósiles, así como la capacidad del


medio ambiente y del ser humano para asimilar<br />

el daño que produce la contaminación, redefinirí‐<br />

amos nuestros propósitos económicos teniendo<br />

en cuenta los stocks. El éxito no reside en maximi‐<br />

zar el flujo de energía y de materias primas que<br />

utilizan los sistemas de producción y consumo.<br />

Por el contrario, una economía tiene éxito en la<br />

medida en que satisface los niveles de vida que<br />

exige la cultura, con una demanda mínima de mi‐<br />

nerales, energía y recursos ambientales” 16<br />

• El PNB considera los gastos defensivos (gastos e inver‐<br />

siones realizadas para disminuir o reparar el dete‐<br />

rioro ambiental) como renta generada, lo cual exagera<br />

la renta realmente disponible. Si hace falta invertir en<br />

depuradoras y filtros descontaminadores para<br />

mejorar la deterioradísima calidad de aguas y ai‐<br />

res, ¿somos más ricos al final de este proceso que<br />

antes de que aires y aguas fueran envenados? Por<br />

el contrario, cambios de comportamiento que son bene‐<br />

ficiosos para la calidad de vida y el medio ambiente re‐<br />

percuten negativamente en los indicadores de renta na‐<br />

cional (más bicicletas y menos coches, mejor aisla‐<br />

miento de los hogares que evita calefacción, etc).<br />

• El análisis detallado de la CN en los países indus‐<br />

trializados revela que en general cuanto más dañi‐<br />

na ambientalmente es una actividad económica, mayor<br />

es su contribución al crecimiento del PNB. Por ejem‐<br />

plo, analizando el PNB de Holanda, Hueting lle‐<br />

gaba a la conclusión de que el 30% de las activida‐<br />

des generan el 70% del crecimiento, pero son pre‐<br />

cisamente las más nocivas para el medio ambien‐<br />

te: industria petrolífera y petroquímica, metalur‐<br />

gia, agricultura, minería, transporte e infraestruc‐<br />

turas públicas (incluyendo la construcción de ca‐<br />

rreteras) 17 do lo anterior, parece obvio que estamos valorando<br />

mal. Los precios de mercado y los indicadores basa‐<br />

dos en ellos (como el PIB y el PNB) están enviando se‐<br />

ñales económicas erróneas a la sociedad, y deberían<br />

ser corregidos... aunque no precisamente en la direc‐<br />

ción en que planea hacerlo el director del INE. Son<br />

economistas ecológicos como José Manuel Naredo<br />

quienes nos indican el camino que deberíamos seguir:<br />

“La economía ambiental, para aplicar su lógica de<br />

coste‐beneficio a los bienes libres que integran ese<br />

medio ambiente, tiene que empezar por valorar‐<br />

los, ya sea implantando la propiedad y el merca‐<br />

do sobre ellos o simulando dicho mercado para<br />

imputarles valores teóricos apoyados sobre el cál‐<br />

culo de ‘costes de oportunidad’, ‘precios sombra’,<br />

‘valores de contingencia’, etc. Sin embargo, la eco‐<br />

nomía ecológica ha de preocuparse, en primer lu‐<br />

gar, de la naturaleza física de los bienes por gestio‐<br />

.<br />

nar y la lógica de los sistemas que los envuelven,<br />

considerando desde la escasez objetiva y la reno‐<br />

Ahora bien: si en una economía los precios relativos<br />

vabilidad de los recursos empleados, hasta la no‐<br />

de bienes y servicios están sistemáticamente distor‐<br />

cividad y el posible reciclaje de los residuos gene‐<br />

sionados (por ejemplo, por la valoración insuficiente<br />

rados, a fin de orientar con conocimiento de cau‐<br />

o inexistente de los recursos naturales y de los daños<br />

sa el marco institucional para que éste arroje cier‐<br />

ecológicos), resultará de ello una mala asignación de re‐<br />

tas soluciones y no otras en costes, precios y canti‐<br />

dades de recursos utilizados, de productos obteni‐<br />

cursos y fuerzas productivas que no dejará de tener efec‐<br />

dos y de residuos emitidos.”<br />

tos negativos en la economía nacional. A tenor de to‐<br />

18<br />

CAPITALISTA<br />

11ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />

16 Christian Leipert: “Los costes sociales del crecimiento económico”, en Federico Aguilera Klink/ Vicent Alcántara (comps.): De la eco‐<br />

nomía ambiental a la economía ecológica (Icaria, Barcelona 1994).<br />

17 Robert Goodland/ Herman Daly/ Salah El Serafy/ Bernd von Droste: Environmentally Sustainable Economic Development: Building on<br />

Brundtland (UNESCO, París 1991), p. 52. Hay trad. castellana en ed. Trotta.<br />

18 1885-477X<br />

He aprovechado en este texto algunas partes de mi capítulo II.5 en Ni tribunos –Ideas y materiales para un programa ecosocialista, uno de<br />

los libros que Paco Fernández Buey y yo escribimos juntos. Cabe encontrar alguna otra reflexión sobre este tema en el capítulo 3 de<br />

Biomímesis, titulado “¿Crecer en un mundo lleno?”. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 12 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

CAMBIAR DE GAFAS PARA MIRAR EL MUNDO<br />

Introducción<br />

Hasta hace bien poco, cuando se les preguntaba a las personas<br />

mayores de los países “desarrollados” si creían que sus<br />

hijos e hijas vivirían mejor que ellas, la gran mayoría respondía<br />

que sí. Desde hace poco, cuando se le pregunta a la<br />

gente no tan mayor si cree que sus hijos e hijas vivirán mejor<br />

que ellos casi nadie se atreve a decir que sí. Quizá porque<br />

em piezan a intuir los daños que la “civilización” está causando<br />

al planeta. A pesar de las constantes alabanzas a la tecnología<br />

y al progreso, realizadas sobre todo en los medios de<br />

comunicación, existe la sospecha, cada vez más extendida,<br />

de que no se puede continuar con este modelo de producción<br />

y consumo por mucho tiempo. Comienza a atisbarse la idea<br />

de que se están superando límites que nunca tendrían que<br />

haberse ignorado ni traspasado.<br />

Las percepciones básicas sobre el deterioro de los ríos,<br />

los valles, los pozos, los suelos, las costas, el aire, los bos -<br />

ques, los animales, los ecosistemas, chocan con la celebración<br />

de la tecnología y el desarrollo, creando un sombra<br />

de inquietud en los países enriquecidos y un desgarro en los<br />

empobrecidos.<br />

Las soluciones que se proponen suelen ser siempre las<br />

mismas: construir más infraestructuras, desarrollar tecno lo -<br />

gías complejas, aumentar la producción, estimular el creci -<br />

miento... Con ello tal vez se podrán resolver, según se dice,<br />

algunos de los daños. El resultado, sin embargo, es que el deterioro<br />

ecológico crece a una velocidad cada vez mayor.<br />

Quien ha tenido que caminar con barro cada vez que<br />

llovía está encantado con el asfalto y verá siempre bien<br />

nuevas ampliaciones de la superficie asfaltada, porque hasta<br />

hace poco lo que sobraba era tierra. Quien ha tenido que<br />

acarrear a sus espaldas leña desde lejos todos los días, está<br />

encantado con su camión y verá con complicidad que haya<br />

cada vez más camiones acarreando objetos de acá para allá.<br />

Quien ha lavado pañales en un lavadero con temperaturas<br />

próximas a la congelación estará encantada con la caldera de<br />

gas, y no le parecerá mal que esté todo el día encendida.<br />

Las mejoras vividas o percibidas han afianzado los esquemas<br />

(las “gafas”) con las que miramos la realidad. Si al-<br />

go es bueno, pensamos, entonces más de lo mismo será<br />

mejor. Desde esta lógica es posible ver con buenos ojos la<br />

movilidad creciente, la producción creciente, el consumo<br />

cre ciente, el comercio internacional creciente, y por su -<br />

puesto el crecimiento continuado.<br />

Pero la Tierra no es creciente sino dinámicamente estable.<br />

Y ya ha enseñado sus límites. Las dificultades para extraer<br />

petróleo en las mismas cantidades que en el pasado, la<br />

fuerte reducción de la biodiversidad, el cambio climático<br />

generado por el ser humano, la contaminación de los<br />

océanos, la cementación y desertificación de una parte creciente<br />

del territorio son signos de los límites de la biosfera.<br />

…<br />

por Ecologistas en Acción 1<br />

Desde luego no basta con cambiar las gafas para modificar<br />

la realidad, pero unas buenas gafas permitirán otear mejor<br />

el horizonte para saber hacia dónde dirigirse y por qué<br />

camino.<br />

…<br />

En el capítulo sexto [que les ofrecemos a continuación]<br />

se critica el estrecho, distorsionado e interesado campo de<br />

visión de la economía convencional, que sirve habitual-<br />

1.‐ El fragmento de la Introducción y el capítulo elegido, el sexto, corresponden al libro Cambiar las gafas para mirar el mundo, de Ecologistas en<br />

Acción, que está coordinado por Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual, y del que son coautores: Yayo Herrero, Fernando<br />

Cembranos, Marta Pascual, Antonio Hernández, Álvaro, Nerea Ramírez, Charo Morán, Beatriz Errea, Águeda Férriz, María González.<br />

Agradecemos sinceramente su cesión para nuestra revista, en calidad de primicia, pues aún no ha sido publicado. Gracias a Ecologistas en<br />

Acción, a los coordinadores del libro, a los autores, y a nuestro amigo y colaborador Jorge Riechmann, que lo ha facilitado.


mente de guía para tomar decisiones clave y orientar las<br />

políticas de los gobiernos. La economía ecológica ofrece la<br />

posibilidad de mirar en un campo más amplio, más relevante<br />

para las cuestiones clave (como es la supervivencia) y mejor<br />

fundamentado. Para decidir sobre las cosas importantes es<br />

más útil poner atención en la biodiversidad, el aire o el suelo<br />

que en los indicadores de la bolsa de Nueva York.<br />

—‐ —‐ —‐<br />

Capítulo 6<br />

El cambio de paradigma económico2 La mitología de la economía convencional<br />

La economía convencional ha alcanzado el siglo XXI<br />

con la mirada fija en el mundo virtual de los valores<br />

monetarios. Ha construido y mantenido su aparente<br />

rigor científico y su prestigio como disciplina a pesar<br />

de ignorar el funcionamiento del mundo físico del<br />

que, sin embargo, depende la supervivencia de las<br />

personas y la satisfacción de sus necesidades reales.<br />

La economía convencional, tal como se estudia en<br />

las universidades actuales, empezó a construirse co‐<br />

mo disciplina teórica hace más de dos siglos, y hoy en<br />

día no cabe duda de que tanto los conceptos que ma‐<br />

neja como los métodos que la articulan se han gestado<br />

en las estructuras de los sistemas políticos capitalistas.<br />

La economía convencional ha conseguido instaurarse<br />

como “doctrina” hegemónica de las políticas econó‐<br />

micas y sociales que regulan tanto las relaciones entre<br />

las personas como las de éstas con la naturaleza. En<br />

definitiva, decide la manera en que miramos, valora‐<br />

mos y tratamos el mundo que nos rodea.<br />

2.‐ Este capítulo es especialmente deudor de las reflexiones del economista José Manuel Naredo.<br />

Al mismo tiempo que la producción y el crecimiento<br />

se han convertido en el objetivo último de la econo‐<br />

mía, la propia economía se ha erigido como el objeti‐<br />

vo central de la política general. Todos los asuntos,<br />

también los ecológicos y los sociales, son tratados a la<br />

luz de las reglas del juego económico.<br />

Cabe entonces preguntarse cómo se ha llegado a<br />

construir esta ciencia económica tan alejada de la reali‐<br />

dad material y ecológica, aislada en un mundo de fan‐<br />

tasía ocupado por los valores monetarios y la riqueza<br />

virtual (acciones, hipotecas, inversiones de riesgo...)<br />

El dogma económico, radicalmente opuesto al de<br />

los procesos y dinámicas que organizan el mundo vi‐<br />

vo, se construyó sobre una serie de mitos fuertemente<br />

asentados en el imaginario colectivo occidental.<br />

En primer lugar el mito de la producción desplazó<br />

el pensamiento económico desde la adquisición y la<br />

distribución de los productos de naturaleza hacia una<br />

economía cuyo objeto era producir lo que fuera, cuan‐<br />

to más mejor, sin cuestionar la naturaleza de dichas<br />

producciones (da igual producir armas o pimientos, si<br />

da beneficios). En segundo lugar la invisibilidad de los<br />

efectos negativos de la producción industrial y la difi‐<br />

cultad para ver límites físicos, asentó el mito del creci‐<br />

miento, que consideraba deseable el incremento ilimi‐<br />

tado de la producción y del consumo. Por último el<br />

mito del desarrollo equiparaba crecimiento económi‐<br />

co con bienestar y calidad de vida, y prometía su ex‐<br />

tensión a todos los países que aceptasen las reglas del<br />

juego de la economía occidental.<br />

La profunda crisis ecológica, económica y financie‐<br />

ra, así cómo las obscenas desigualdades socioeconó‐<br />

micas que hoy vivimos en el mundo, ponen de mani‐<br />

fiesto la necesidad de desembarazarse de la mirada y<br />

los dictámenes de la economía neoclásica que rige hoy<br />

los destinos de la humanidad.<br />

Los mitos de la producción y del crecimiento<br />

Es a los economistas franceses del siglo XVIII, conoci‐<br />

dos como los Fisiócratas, a quienes debemos el con‐<br />

cepto originario de producción.<br />

La visión económica propia de los Fisiócratas se<br />

basaba en el funcionamiento del mundo físico. En<br />

aquel momento, se pensaba que en el planeta, minera‐<br />

les, animales y plantas aumentaban de forma continua<br />

siguiendo un proceso de generación y crecimiento ili‐<br />

mitado. La Tierra era el motor de la producción. La<br />

idea de que los materiales de la corteza terrestre se “re‐<br />

producían” igual que los seres vivos, condujo a los<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 13 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 14 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Fisiócratas a considerar que el crecimiento económico<br />

ligado a la producción podía ser ilimitado, mientras<br />

no se degradasen o disminuyesen los bienes fondo que<br />

permitían que minerales, plantas y animales continua‐<br />

sen reproduciéndose.<br />

Se instauró así la idea de sistema económico for‐<br />

mado por un conjunto de procesos (producción, con‐<br />

sumo y crecimiento), y se dio paso a desterrar la idea<br />

antigua de que la actividad mercantil era un juego de<br />

suma cero, en el que sólo era posible que alguien ad‐<br />

quiera riqueza a costa de que otro la perdiera.<br />

A comienzos del siglo XIX, con la economía consti‐<br />

tuida ya como la disciplina encargada de fomentar el<br />

crecimiento económico, los descubrimientos de la físi‐<br />

ca y la química se encargaron de desmontar la idea del<br />

crecimiento físico perpetuo de los materiales de la<br />

biosfera. Esto obligó a que los economistas de la época<br />

(los economistas clásicos) aceptaran, aunque fuese de<br />

mala gana, la existencia de límites. Para los economis‐<br />

tas clásicos, el aumento perpetuo de la producción y<br />

de los consumos de materias y recursos se convirtió en<br />

algo imposible a largo plazo si los recursos abióticos<br />

no aumentaban.<br />

Paralelamente, los economistas clásicos comenza‐<br />

ron a dar un peso creciente al Trabajo como factor de<br />

producción, en detrimento del factor Tierra. Con la<br />

preponderancia del Trabajo, la Naturaleza fue per‐<br />

diendo relevancia dentro del sistema económico, a pe‐<br />

sar de que representaba tanto los recursos materiales<br />

disponibles, como las funciones que realizan los eco‐<br />

sistemas (producción de la fotosíntesis, regulación del<br />

ciclo del agua, dinámica de las cadenas tróficas, etc.)<br />

Pero finalmente serían los economistas de finales<br />

del XIX y principios del XX, los economistas neoclási‐<br />

cos, cuyas ideas continúan plenamente vigentes y son<br />

dominantes en la actualidad, los que se encargaran de<br />

completar el mito de la producción, desvinculándola<br />

del mundo material.<br />

El cambio que promueven los economistas neoclá‐<br />

sicos se produce por la convergencia de tres diferentes<br />

fenómenos. En primer lugar, se traslada la idea de sis‐<br />

tema económico (con sus “piezas”: producción, con‐<br />

sumo y crecimiento) al campo del mero valor moneta‐<br />

rio. En segundo lugar se impone la idea de que Tierra<br />

y Trabajo son sustituibles por Capital, lo que permite<br />

ignorar el mundo físico. En tercer lugar se recorta el<br />

concepto de objeto económico. Únicamente merece la<br />

consideración de objeto económico el subconjunto de<br />

la realidad susceptible de apropiación efectiva por<br />

parte de los agentes económicos, que tiene un valor<br />

monetario de cambio asociado y puede ser produci‐<br />

ble, es decir, se puede operar sobre él alguna transfor‐<br />

mación que justifica su comercialización.<br />

Por ejemplo, el agua de un manantial al cual se pu‐<br />

diera acceder libremente no sería un objeto económico<br />

para los neoclásicos. Sin embargo, si alguien obtiene la<br />

concesión del manantial (apropiación), embotella el<br />

agua (productibilidad) y la vende en el mercado (valo‐<br />

ración monetaria), el mismo manantial se habría con‐<br />

vertido en un objeto económico. Se da la paradoja de<br />

que el agua abundante y limpia no es considerada ri‐<br />

queza, mientras que cuando escasea, se contamina y<br />

ha de embotellarse, entonces se contabiliza como ri‐<br />

queza económica.<br />

La transformación en la idea de sistema económico que<br />

propugnan y defienden los economistas neoclásicos su‐<br />

pone la reducción de riqueza social al escenario en el que<br />

interactúan el valor de cambio, industria y propiedad.<br />

Con los neoclásicos el Capital se convirtió en el factor<br />

determinante de la producción y el foco de atención se<br />

situó en el incremento permanente de la producción (en<br />

realidad extracción). Al no ser valoradas económica‐<br />

mente, las implicaciones sobre el deterioro de la corteza<br />

terrestre que iban aparejadas a los aumentos crecientes<br />

de la mal denominada producción, quedaban ocultas.<br />

De este modo, el concepto original de producción<br />

de los Fisiócratas que permitía incrementar las rique‐<br />

zas que se renuevan sin destruir los bienes fondo que<br />

posibilitan esa renovación, se transforma en la extrac‐<br />

ción de materiales que se transforman y se revenden<br />

con beneficio.<br />

Al vender una tuneladora, por ejemplo, el beneficio<br />

monetario que genera suma como riqueza, pero la ex‐<br />

tracción de materiales y energía no renovables necesa‐<br />

rios para su construcción, la contaminación que genera<br />

el proceso de fabricación, la que genera su uso durante<br />

toda su vida útil, el suelo que se horada y las toneladas<br />

de tierra que habrá que desplazar, los incrementos del<br />

tráfico que supondrá ese nuevo túnel, las emisiones de<br />

gases de efecto invernadero o el consumo de energía<br />

fósil que realizará, no resta en ningún indicador de ri‐<br />

queza. Estos efectos negativos que conlleva la “produc‐<br />

ción” de la tuneladora no tienen valor monetario y por<br />

tanto son invisibles.


El concepto de producción, distorsionado por los eco‐<br />

nomistas neoclásicos respecto al sentido inicial que le<br />

dieron los Fisiócratas, cuenta sólo la parte que crea va‐<br />

lor monetario y no cuenta los deterioros que el proce‐<br />

so crea en el entorno físico y social.<br />

El hecho de resaltar sólo la dimensión creadora de<br />

valor e ignorar los deterioros y pérdidas de riqueza<br />

natural que inevitablemente acompañan a la extrac‐<br />

ción y transformación, justifica el empeño en acrecen‐<br />

tar permanentemente ese valor económico. De este<br />

modo se consolida el mito del crecimiento económico<br />

como motor de riqueza y bienestar social. Sin creci‐<br />

miento estamos abocados al atraso y a la miseria.<br />

El cambio de metabolismo planetario<br />

de la sociedad industrial<br />

Hasta la Revolución Industrial las personas se habían<br />

organizado en sociedades que sobrevivían imitando<br />

los procesos de la Biosfera.<br />

Vivían aprovechando el trabajo de la fotosíntesis<br />

(leña, recolección, caza, agricultura o pesca) y obtení‐<br />

an los materiales que necesitaban para satisfacer sus<br />

necesidades de su entorno cercano.<br />

El motor de la vida era la energía solar en todas sus<br />

formas (la fotosíntesis, el viento, los saltos de agua, el<br />

calor del sol, etc.) Los residuos de cada proceso eran<br />

objeto de un uso posterior, de modo que los ciclos de<br />

materiales se cerraban en el proceso económico. El des‐<br />

plazamiento de materiales a largas distancia era muy<br />

costoso en energía por lo que se trataba de evitar al má‐<br />

ximo. Así, el metabolismo de las sociedades agrícolas<br />

se ajustaba, más o menos, a los procesos de la vida.<br />

Los seres humanos abandonaron este funciona‐<br />

miento debido a la disponibilidad de energía fósil. La<br />

utilización del carbón inicialmente posibilitó el despe‐<br />

gue de la industria, basada en la extracción y transfor‐<br />

mación de los materiales de la corteza terrestre, así co‐<br />

mo el transporte de materiales, personas y mercancías<br />

a larga distancia mediante los medios de transporte<br />

motorizados que se desarrollaron a un ritmo vertigi‐<br />

noso.<br />

Con la aparición de la máquina de vapor la especie<br />

humana aumentó exponencialmente el consumo de<br />

energía fósil y extendió el transporte horizontal tanto<br />

de los productos de la fotosíntesis como de los mine‐<br />

rales. Estos últimos se convierten en las materias pri‐<br />

mas esenciales en los procesos de fabricación de má‐<br />

quinas, provocando una espiral de crecimiento basada<br />

en el uso de materiales a gran escala, cuyos residuos<br />

no son devueltos al estado original, rompiendo con el<br />

necesario cierre de los ciclos que garantiza la renova‐<br />

ción de la biosfera.<br />

Se ponen así las bases del actual modelo de pro‐<br />

ducción industrial, basado en la extracción creciente<br />

de minerales y energías no renovables, que vierte al<br />

entorno cantidades cada vez mayores de residuos no<br />

aprovechables.<br />

En la actualidad, los estudios de la economía eco‐<br />

lógica 3 revelan que la intervención humana sobre la<br />

corteza de la Tierra supera en importancia a la de cual‐<br />

quier agente geológico, habiéndose convertido nues‐<br />

tra especie en el principal agente modelador del relie‐<br />

ve de la superficie terrestre.<br />

La sostenibilidad de la agricultura tradicional se<br />

mantenía gracias a que las extracciones de minerales<br />

del suelo se ajustaban a los ritmos de recuperación, a<br />

que los cultivos respetaban las vocaciones productivas<br />

de cada suelo y cada clima. Pero hoy las producciones<br />

que tradicionalmente han sido renovables, como la<br />

agricultura, la pesca y la explotación forestal están de‐<br />

jando de serlo, ya que las técnicas modernas y la inyec‐<br />

ción de energía fósil, agua y fertilizantes han consegui‐<br />

do acelerar los ritmos de producción a costa del dete‐<br />

rioro de los recursos naturales que habían posibilitado<br />

el desarrollo de la fotosíntesis 4<br />

La irracionalidad del metabolismo económico de<br />

la sociedad industrial llega a contabilizar como rique‐<br />

za el propio deterioro ecológico, al sumar en los indi‐<br />

3.‐ Naredo JM y Gutiérrez, L. eds (2006). La incidencia de la especie humana sobre la faz de la tierra (1955‐2005). Universidad de Granada.<br />

Fundación César Manrique<br />

4.‐ Naredo (2006) Ibídem<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 15 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 16 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

cadores de riqueza (en forma de Renta o Producto<br />

Nacional Bruto) los beneficios derivados de paliar la<br />

destrucción (aumenta la riqueza al “descontaminar”<br />

una playa, invertir en los mercados de carbono o lim‐<br />

piar de ríos)<br />

La celebración del crecimiento económico va a ser‐<br />

vir para ocultar la realidad de los deterioros físicos y<br />

sociales, resaltando tan sólo la parte positiva creadora<br />

de valor monetario y justificando la necesidad cada<br />

vez mayor de hacerlo.<br />

La lógica del crecimiento se extendió entre los paí‐<br />

ses capitalistas. Partiendo de una situación privilegia‐<br />

da gracias a los procesos de colonización, se fueron<br />

apropiando de los recursos naturales y minerales ne‐<br />

cesarios para el desarrollo económico industrial, y<br />

consiguieron imponer, muchas veces por la vía militar,<br />

su ideología de la producción y del crecimiento.<br />

El mito del desarrollo<br />

Como hemos visto, el cambio en el metabolismo de la<br />

economía a nivel global tiene importantes repercusio‐<br />

nes sobre los territorios, pero también sobre las socie‐<br />

dades y sobre el bienestar y la felicidad de las perso‐<br />

nas.<br />

En el marco de la globalización económica basada<br />

en el crecimiento, el progreso se mide por la capacidad<br />

que tiene un país de aplicar políticas que acrecienten<br />

la escala de su actividad económica en el mercado,<br />

mejoren la eficiencia de la producción, se especialicen<br />

y se extiendan. Este concepto de progreso, equiparado<br />

a crecimiento económico, se encuentra en la base de lo<br />

que se conoce como desarrollo.<br />

Tal y como señala Naredo (2006), el término des‐<br />

arrollo se aplicó inicialmente en el campo de la biolo‐<br />

gía. Darwin lo utilizó en 1759 para denominar el pro‐<br />

ceso de evolución que experimentan animales y plan‐<br />

tas desde su nacimiento hasta que alcanzan su madu‐<br />

rez.<br />

A finales del siglo XVIII el uso del término se comenzó<br />

a transferir al campo sociocultural, equiparándolo a la<br />

idea de progreso. La palabra progreso daba carta de le‐<br />

gitimidad moral a ciertas tendencias de la evolución so‐<br />

ciocultural. Se consideró que todas las sociedades evo‐<br />

lucionaban de una forma lineal de unos estadios de ma‐<br />

yor atraso ‐caza y recolección o ausencia de propiedad<br />

privada‐ hacia nuevas etapas más avanzadas y raciona‐<br />

les ‐civilización industrial o economía de mercado‐ y<br />

que en esta evolución, tan inexorable y universal como<br />

las leyes de la mecánica, las sociedades europeas se en‐<br />

contraban en el punto más evolucionado.<br />

Al concebir la historia de los pueblos como un ca‐<br />

mino que transitaba del salvajismo y la barbarie hasta<br />

la civilización, los europeos, guiados por la convicción<br />

etnocéntrica de constituir la civilización por excelencia,<br />

expoliaron los recursos de los territorios colonizados<br />

para alimentar su sistema económico. Sometieron me‐<br />

diante el dominio cultural y la violencia (posible gra‐<br />

cias a la tecnología militar) a los pueblos colonizados,<br />

a los que se consideraba “salvajes” por su estado cer‐<br />

cano a la naturaleza.<br />

Fue un presidente de los Estados Unidos, Truman,<br />

quien empleó por primera vez la palabra desarrollo<br />

para referirse a la situación que ocupaban los países en<br />

relación al crecimiento económico. Después de la 2ª<br />

Guerra Mundial, en 1949, Truman anunciaba un pro‐<br />

grama internacional de desarrollo que iba a contribuir a<br />

la mejora y crecimiento económico de las áreas subde‐<br />

sarrolladas.<br />

Por primera vez se calificaba como desarrollados a<br />

los países que habían abrazado la fe en el crecimiento<br />

económico y, por el contrario, subdesarrollados al res‐<br />

to de los estados. De pronto miles de millones de per‐<br />

sonas se convertían en subdesarrolladas (con la carga<br />

peyorativa que el término supone) y dejaban de ser<br />

pueblos diversos, con otras lógicas económicas, para<br />

convertirse en el contrario de los otros que se autode‐<br />

nominaban desarrollados.<br />

La ignorancia de los límites físicos del planeta per‐<br />

mite que una buena parte de las teorías del desarrollo<br />

propongan políticas que lo promueven. Se aconsejan o<br />

imponen a los países empobrecidos medidas para que<br />

sigan la senda de los países ya desarrollados, llegando<br />

a denominarles en ciertos casos, cuando algunos de<br />

sus indicadores económicos crecen, países en vías de<br />

desarrollo.<br />

Sin embargo, esta vía es una vía muerta. Cada vez es<br />

más evidente la imposibilidad de que el conjunto de la<br />

población mundial pueda seguir los estilos de vida y so‐<br />

breconsumo de los países enriquecidos, ya que las exi‐<br />

gencias en recursos o territorio y la generación de resi‐<br />

duos desbordarían las posibilidades físicas del planeta.<br />

Si se analizan las características de un país desarro‐<br />

llado se concluye que la riqueza de unos sólo es posi‐


le a costa de la pobreza (de acceso y disponibilidad<br />

de recursos) de otros.<br />

Un país desarrollado es aquel que compra materias<br />

primas baratas o alimentos, realiza fundamentalmen‐<br />

te tareas de comercialización y venta que tienen poco<br />

impacto en sus territorios, atrae capital y mano de<br />

obra y tiene reglas comerciales y financieras que le<br />

protegen.<br />

Para que ese país desarrollado exista, obviamente<br />

otros países deben estar dispuestos a vender los pro‐<br />

ductos de extracción o los alimentos baratos, tienen<br />

que operar reglas comerciales y financieras que les<br />

obliguen a vender en estas condiciones y deben expor‐<br />

tar capital y mano de obra. Es decir, el subdesarrollo<br />

no es más que la expresión del desarrollo en los países<br />

empobrecidos.<br />

La situación privilegiada de los países ricos pone de<br />

relieve un modelo de dominación que se sustenta en<br />

mecanismos económicos que les otorgan capacidad<br />

de compra de recursos y uso de sumideros (para la ab‐<br />

sorción de residuos). Favorecidos por el abaratamien‐<br />

to del transporte y las comunicaciones, la relación de<br />

desequilibrio económico ha desembocado en la explo‐<br />

tación económica de países abastecedores de produc‐<br />

tos primarios (subdesarrollados) por parte de otros<br />

que estratégicamente se han especializado en la etapas<br />

finales de transformación y comercialización (desarro‐<br />

llados).<br />

La capacidad de compra infinitamente superior de<br />

los países desarrollados, gracias a unas reglas de jue‐<br />

go económico que manejan a su voluntad, y fruto de<br />

los condicionantes ideológicos e institucionales im‐<br />

puestos por sus elites, ha crecido mucho durante las<br />

últimas décadas gracias a las dinámicas del mundo fi‐<br />

nanciero.<br />

El dinero ha servido para establecer una relación<br />

de desigualdad económica entre países y generar un<br />

modelo de desarrollo basado en la extracción y apro‐<br />

piación de los recursos no renovables de la corteza te‐<br />

rrestre. El sistema financiero ha ido más lejos convir‐<br />

tiéndose en una nueva fuente de desigualdad que<br />

otorga capacidad de compra a empresas transnaciona‐<br />

les cada vez más ajenas a los Estados. Estas empresas,<br />

a base de emitir títulos y acciones aceptados como mo‐<br />

neda de cambio, se apoderan de las materias primas y<br />

la mano de obra para acrecentar las desigualdades so‐<br />

ciales y perpetuar el modelo de desarrollo.<br />

El desarrollo crece a costa de agotar los recursos natu‐<br />

rales (finitos) y generar residuos no aprovechables. Su<br />

resultado es la aceleración de la degradación ecológica<br />

y ambiental del planeta y la desigualdad social.<br />

La crítica ecológica a la<br />

teoría económica convencional<br />

Desde la perspectiva ecológica las principales críticas<br />

a la teoría económica tienen que ver con su divorcio<br />

del mundo físico, con su reducción al ámbito de lo mo‐<br />

netario y con la ética de sus fines, ya que el beneficio<br />

económico no es equitativo ni bueno para todas las<br />

personas, y el crecimiento económico no es inocente<br />

en la generación de deterioro ecológico y social.<br />

La economía convencional esquiva una de las leyes<br />

físicas más elementales, la de la entropía, según la cual<br />

cualquier actividad de transformación de energía o<br />

materiales lleva asociada una pérdida incondicional<br />

de recursos no aprovechables que quedan irreversi‐<br />

blemente inutilizados para su uso posterior.<br />

La ley de la entropía pone de relieve las limitacio‐<br />

nes de la economía convencional a la hora de dar una<br />

solución ecológica, entre otros, al problema de los re‐<br />

siduos. Los residuos son parte de cualquier actividad<br />

económica, por lo que requieren una especial aten‐<br />

ción, sobre todo en las culturas que se rodean de gran<br />

cantidad de objetos y consumen mucha energía. Se<br />

producen durante la extracción de las materias pri‐<br />

mas, la producción agraria, la transformación de bien‐<br />

es intermedios en productos finales, y durante el con‐<br />

sumo final de éstos. Representan un enorme peligro<br />

para el medio ambiente, la salud y las generaciones fu‐<br />

turas (como es el caso de los residuos radiactivos pro‐<br />

pios de la generación energética nuclear). Por ser ge‐<br />

nerados en cantidades superiores a la capacidad de<br />

asimilación de los ecosistemas, los residuos suponen<br />

uno de los principales problemas de las sociedades in‐<br />

dustrializadas, hasta el punto de que muchos países<br />

exportan millones de toneladas de residuos anual‐<br />

mente a países empobrecidos, aprovechándose de<br />

unos tratados comerciales injustos y de la complicidad<br />

de gobiernos corruptos .<br />

Lejos de entender la acumulación creciente de resi‐<br />

duos como un problema insalvable, estrictamente de‐<br />

pendiente del volumen de materiales y energía utiliza‐<br />

dos, el imaginario económico otorga a la tecnología y<br />

al reciclado la capacidad de resolver el problema, rein‐<br />

troduciendo perpetuamente los residuos en forma de<br />

insumos.<br />

5.‐ “La Directiva Marco de Residuos de la UE dará pie a que los residuos peligrosos puedan ser transportados a países del tercer mun‐<br />

do…” (http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article11602)<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 17 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 18 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Con esto se promueve la utilización descontrolada de<br />

los recursos naturales, hasta el punto de que hemos que<br />

sobrepasado la tasa de regeneración de recursos natura‐<br />

les hace tiempo, y hemos pasado a saquear los bienes<br />

fondo, es decir, aquellos bienes que suponen una reser‐<br />

va permanente de recursos a largo plazo (como los bos‐<br />

ques, los bancos de peces o las reservas minerales).<br />

Las mejoras tecnológicas y el reciclaje de materia‐<br />

les ayudan a reducir el ritmo de utilización de los re‐<br />

cursos, pero al crecer la extracción, transformación y<br />

consumo de forma constante, esos pequeños ahorros<br />

no tienen efecto a nivel global. En muchas ocasiones<br />

son utilizados para desviar la atención del agotamien‐<br />

to de los recursos básicos.<br />

La clave está en no sobrepasar la capacidad de los<br />

ecosistemas para absorber los residuos y la de la bios‐<br />

fera para reponer los recursos. Así por ejemplo, en tér‐<br />

minos energéticos, la tasa de utilización de las energí‐<br />

as fósiles (formadas durante millones de años y consu‐<br />

midas en dos siglos) debe ser aquella que permita ir<br />

sustituyéndolas por energías renovables.<br />

Otro aspecto muy cuestionable de la economía<br />

convencional es el del reduccionismo monetario. En la<br />

economía al uso para que algo exista debe poder ser<br />

traducido a términos monetarios, es decir, debe tener<br />

un precio. De esto se deriva que ante un planeta cada<br />

día más deteriorado la economía convencional pro‐<br />

ponga tratar el daño ambiental de forma homogénea,<br />

principalmente como externalidades.<br />

Una externalidad negativa de una actividad es un<br />

efecto no deseado, para el cual no existe un mercado.<br />

Ejemplos de externalidades conocidas son la contami‐<br />

nación del aire y el ruido provocados por el tráfico ur‐<br />

bano, la contaminación de los ríos por las actividades<br />

industriales o la sobresalinización de las costas a cau‐<br />

sa de las desaladoras.<br />

La “operativa de funcionamiento de la externali‐<br />

dad” es la siguiente: una vez definida la externalidad<br />

se aplican técnicas para calcular el valor monetario del<br />

daño causado, que se calcula según lo que habría que<br />

pagar para compensar a los afectados, arreglar lo es‐<br />

tropeado o regresar a la situación anterior, dando por<br />

supuesto que esto es posible.<br />

Atribuir una valoración monetaria que sea convin‐<br />

cente no es tarea fácil, y a menudo imposible (¿es po‐<br />

sible contabilizar con dinero la calidad del aire?).<br />

Algunos economistas (los más liberales) proponen<br />

asignar derechos de propiedad sobre los recursos y los<br />

servicios ambientales y dejar que sean el mercado y los<br />

precios quienes regulen el nivel óptimo de contamina‐<br />

ción. Pero, ¿es posible saber cuánto dinero vale la fun‐<br />

ción de sumidero de CO 2 que realizan los bosques tro‐<br />

picales? ¿Es posible apropiarse de la protección que<br />

nos da la capa de ozono? ¿Cómo se valora la tempera‐<br />

tura de equilibrio de la biosfera? Lo que se pone aquí<br />

en evidencia es el problema de inconmensurabilidad<br />

de muchos aspectos de la realidad que la economía ne‐<br />

oclásica olvida, ya que los valores y procesos ambien‐<br />

tales no pueden traducirse a precios del mercado. No<br />

encajan en los códigos del capital.<br />

La economía convencional introduce ciertos bienes<br />

y servicios en el mercado y deja, intencionadamente,<br />

otros fuera. De esta forma realiza dos funciones bási‐<br />

cas contrarias a la sostenibilidad. Por un lado atribuye<br />

valor a los recursos que están dentro de la esfera eco‐<br />

nómica y se lo quita a los que quedan fuera. Por el otro,<br />

condiciona la satisfacción de las necesidades a la exis‐<br />

tencia de mercados, equiparando mercado con rique‐<br />

za. Si no tiene precio se puede deteriorar sin problema,<br />

hasta que su escasez haga necesario que lo tenga. En<br />

ese momento generará beneficios y aumentará la ri‐<br />

queza. Algunos ejemplos de recursos naturales y ser‐<br />

vicios ambientales privatizados por el mercado son el<br />

del agua embotellada, la información genética o el ac‐<br />

ceso al aire limpio.<br />

Esta forma de funcionar deja sin valor a servicios<br />

ambientales y sociales que, en muchos casos, hacen<br />

posible el mantenimiento de la vida y que son clave en<br />

la búsqueda de la sostenibilidad. El proceso reduccio‐<br />

nista de mercantilización de la vida ha favorecido el<br />

ocultar “los trabajos no mercantilizados que realizan<br />

las mujeres y los servicios “gratuitos” que presta la na‐<br />

turaleza” 6 .<br />

Otro rasgo característico de este funcionamiento<br />

económico consiste en el convencimiento generalizado<br />

6.‐ Ecologistas en Acción (2007). El Curriculum oculto antiecológico de los libros de texto. Madrid. Editorial Popular.


de que cuanto más mejor, y que los individuos (perso‐<br />

nas que consumen) prefieren siempre más a menos.<br />

Para consumir más hay que producir más, de manera<br />

que, al menos en términos monetarios, el tamaño de la<br />

economía tenderá a hacerse cada vez mayor.<br />

La confusión entre la producción y la simple extracción.<br />

A diferencia de la verdadera producción que tiene lu‐<br />

gar en los sistemas naturales a través de la fotosíntesis,<br />

donde se transforma la energía del sol, el agua y los<br />

minerales en materia (biomasa), la mal denominada<br />

“producción” económica consiste en realidad en la ex‐<br />

tracción de materiales a base de arrancarlos de la tie‐<br />

rra (carbón, hierro, etc.) y prepararlos para ser intro‐<br />

ducidos en el mercado. El hecho de llamar comun‐<br />

mente producción de petróleo a lo que realmente debería<br />

llamarse extracción de petróleo es un ejemplo de esta<br />

confusión.<br />

Interpretar la extracción (resta) como producción<br />

(suma) nos permite creer que se crean nuevos bienes y<br />

riqueza, cuando en realidad lo que sucede es que se<br />

acelera el ritmo de saqueo de los recursos que la natu‐<br />

raleza guardaba en la despensa. Esta suplantación de<br />

términos es útil a la economía ordinaria, pero es evi‐<br />

dente que cualquier comunidad de seres vivos que<br />

trate de crecer en sus consumos a costa de reducir la<br />

base natural que los sostienen está condenada a des‐<br />

aparecer.<br />

El sistema económico convencional calcula cuánto<br />

cuesta producir, por ejemplo un exprimelimones, con‐<br />

tabilizando los costes de extracción de materiales que<br />

se necesitan y la mano de obra que va a intervenir en<br />

la fabricación. Sin embargo no incluye en sus cuentas<br />

lo que costaría reponer los materiales que se han extra‐<br />

ído (costes de reposición), como si la fabricación del<br />

objeto no se realizara a costa de la merma de los bien‐<br />

es fondo. Al ignorar estos costes de reposición se invi‐<br />

sibiliza el proceso de degradación de los materiales de<br />

la corteza terrestre. De este modo se oculta la urgente<br />

necesidad de detener el saqueo de materiales y el co‐<br />

lapso de los sumideros de residuos, ambos fruto del<br />

llamado proceso productivo.<br />

La economía convencional suma como riqueza<br />

cualquier actividad generadora de valor económico y<br />

llega a contabilizar como producción (riqueza) lo que<br />

significa deterioro. Las tareas de limpieza del bosque<br />

quemado o el derribo de un rascacielos se contabilizan<br />

en positivo, engordando las cifras las cuentas naciona‐<br />

les.<br />

Al considerar la extracción de materiales no reno‐<br />

vables como producción y al contabilizar de forma ab‐<br />

surda lo que se gasta en reparar el deterioro ecológico<br />

como riqueza, se contribuye a crear el mito del creci‐<br />

miento, un mito muy extendido que equipara creci‐<br />

miento económico a bienestar y desarrollo, obviando<br />

que este crecimiento ‐basado en la extracción y gene‐<br />

ración de residuos‐ se convierte en generador de des‐<br />

trucción ecológica.<br />

La falacia del capital natural<br />

En los años 60, y principalmente los 70 con la publica‐<br />

ción de Informe Meadows, o la de “La ley de la entro‐<br />

pía y el proceso económico” de Nicholas Georgescu‐<br />

Roegen, se demuestra la imposibilidad de mantener<br />

un sistema basado en la extracción creciente de mate‐<br />

riales en un planeta que, por el contrario, tiene límites.<br />

Esta crítica a la economía convencional posibilitó el<br />

desarrollo del pensamiento ecologista y la generación<br />

de propuestas que permitían conciliar la ciencia eco‐<br />

nómica y las ciencias de la naturaleza.<br />

Sin embargo, las fuerzas económicas interesadas<br />

en perpetuar la lógica del crecimiento continúan tra‐<br />

tando de imponer el concepto del desarrollo, median‐<br />

te la estratagema de añadir adjetivos como verde o<br />

sostenible, sin variar sustancialmente la dinámica y<br />

velocidad de extracción o la forma de contabilizar los<br />

flujos físicos de los materiales.<br />

Para la economía neoclásica el Capital es el factor<br />

de producción limitante en la generación de bienes y<br />

servicios, y no la Tierra y el Trabajo. Los economistas<br />

consolidaron la extraña y acientífica creencia de que el<br />

gasto de los recursos naturales (Tierra) puede ser com‐<br />

pensado por capital y resuelto con tecnología.<br />

Para llegar a tal conclusión la teoría económica ha<br />

inventado el concepto de “capital natural”. Así, igual<br />

que las empresas incluyen en sus cuentas una canti‐<br />

dad de dinero (amortización) que servirá para reponer<br />

las máquinas que se desgastan o quedan obsoletas, se<br />

piensa que es posible hacer lo mismo con los recursos<br />

naturales y se trata de calcular la amortización del ca‐<br />

pital natural. Sobra decir que el error es muy grave y<br />

se basa en la falacia de suponer que las bases físicas so‐<br />

bre las que se asientan nuestros sistemas de produc‐<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 19 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 20 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ción y consumo son inagotables, y que los deterioros<br />

naturales son siempre reversibles.<br />

La “producción” va indisociablemente unida al “consumo”<br />

En la economía convencional la noción de producción<br />

no tendría sentido si no fuese asociada a la de consumo.<br />

Los objetos y los servicios se “producen” para ser con‐<br />

sumidos. Y para mantener el crecimiento económico la<br />

economía necesita producir mucho y consumir mucho.<br />

La relación del consumo con la crisis ambiental tie‐<br />

ne que ver principalmente con el volumen desmedido<br />

de bienes y servicios que se emplean para satisfacer los<br />

hábitos de las sociedades del Norte.<br />

Pese a que los límites físicos de la biosfera plantean<br />

la inviabilidad de extender la desmesura consumista<br />

del Norte al resto del planeta, la globalización econó‐<br />

mica sigue insistiendo en que es posible y estimulan‐<br />

do un modelo universal de consumo a base de crear<br />

necesidades crecientes a escala mundial. Tras las nece‐<br />

sidades creadas llega –para quienes pueden permitír‐<br />

selo‐ la resolución a través de la compra en un merca‐<br />

do saturado de objetos superfluos.<br />

Esta ilusión de abundancia se consigue mantenien‐<br />

do bajos los costes, acelerando la extracción y la trans‐<br />

formación de recursos que, literalmente, han sido expo‐<br />

liados a otras comunidades o a las generaciones futuras.<br />

El consumo en una cultura de la sostenibilidad de‐<br />

be pasar de ser un fin en sí mismo, a ser un instrumen‐<br />

to al servicio de la satisfacción racional de las necesida‐<br />

des, la conservación de recursos naturales y el buen<br />

estado de los ecosistemas.<br />

Por otra parte así como la noción de producción no<br />

parece ser muy rigurosa tampoco lo es la de consumo,<br />

pues este, lejos de consumir los objetos, va abandonan‐<br />

do por todas partes materiales degradados, contami‐<br />

nando y desregulando los difíciles equilibrios de la<br />

biosfera.<br />

Hacia otro paradigma económico:<br />

la economía ecológica<br />

La vida en la Tierra es consecuencia de la capacidad<br />

que ésta tiene de intercambiar energía con el exterior.<br />

Gracias a la energía solar las plantas realizan la foto‐<br />

síntesis produciendo materia y construyendo el pri‐<br />

mer eslabón de la cadena trófica. El mantenimiento de<br />

la vida y los ecosistemas se caracteriza por la existen‐<br />

cia de numerosas interrelaciones entre organismos y<br />

entre éstos y el medio en el que habitan, así como por<br />

la existencia de servicios ambientales que la naturale‐<br />

za presta tales como el ciclo del agua, el mantenimien‐<br />

to de la capa de ozono o la polinización.<br />

El mantenimiento de la vida humana (y también<br />

de la no humana) es posible bajo un modelo que base<br />

su funcionamiento en el aprovechamiento de los re‐<br />

cursos renovables a un ritmo que permita su regenera‐<br />

ción, y de forma que se cierren los ciclos de los mate‐<br />

riales (biológicos, físicos y químicos). Cualquier forma<br />

de organización social que no respete estas reglas esta‐<br />

rá poniendo en peligro tanto su supervivencia como la<br />

de de las especies con las que comparte el territorio.<br />

Hemos visto cómo, al tiempo que las economías in‐<br />

dustriales conformaban su funcionamiento a partir de<br />

la extracción de recursos de la corteza terrestre, se<br />

apropiaban de los trabajos de la biosfera y extendían<br />

el transporte lejano de materiales, personas y mercan‐<br />

cías, la teoría economica convencional se separaba vo‐<br />

luntariamente de las ciencias naturales, dejando fuera<br />

de su campo teórico las enseñanzas de disciplinas co‐<br />

mo la biología o la termodinámica, que explican el<br />

funcionamiento de los sistemas naturales y el conjun‐<br />

to de la biosfera.<br />

El resultado ha sido la configuración de una visión<br />

simple y errónea que considera el mundo como una<br />

despensa inagotable de recursos, capaces de satisfacer<br />

deseos ilimitados en cantidades y tiempo, gracias al<br />

apoyo incondicional del mercado y la tecnología.<br />

Frente a la economía convencional, la economía<br />

ecológica es una corriente interdisciplinar que trata de<br />

recomponer los lazos rotos entre economía y naturale‐<br />

za. Nace de la inquietud, reflexión y estudio de un<br />

sector de economistas conscientes de la inviabilidad<br />

del sistema económico convencional y de la inadecua‐<br />

ción de los instrumentos que utilizan a la hora de so‐<br />

lucionar los problemas ambientales.<br />

La economía ecológica no tiene como finalidad el<br />

crecimiento económico, pues considera que cualquier<br />

actividad económica lleva asociado el uso de materia‐<br />

les y energía y la generación de residuos y, por tanto,<br />

la degradación del entorno.<br />

Pretende adaptar el proceso económico al funcio‐<br />

namiento de los sistemas naturales, cerrando los ciclos<br />

y abasteciéndose de recursos renovables. La economía<br />

ecológica parte de que el sistema económico es un sub‐<br />

sistema integrado y limitado por el sistema que repre‐<br />

senta la biosfera.<br />

Fuente: CIP Ecosocial


Las capacidades de los ecosistemas como regenerado‐<br />

res de recursos y como asimiladores de los residuos<br />

que el subsistema económico necesita y produce son<br />

limitadas. El requisito, desde la economía ecológica, es<br />

mantener el tamaño global de la economía dentro de<br />

la capacidad de los ecosistemas.<br />

La economía ecológica trata dos aspectos relacio‐<br />

nados con la sostenibilidad. En primer lugar se intere‐<br />

sa por el metabolismo de la economía (desde la cuna a<br />

la tumba), es decir, cómo se contempla el ciclo de los<br />

materiales y la energía desde que son recursos hasta<br />

que son residuos. En segundo lugar, tiene en cuenta el<br />

tamaño del sistema económico, es decir, la cantidad<br />

total de recursos consumidos en relación con el tama‐<br />

ño de la biosfera.<br />

Los avances científico‐técnicos han permitido me‐<br />

jorar la ecoeficiencia de muchos procesos industriales.<br />

Es indudable que hoy un coche consume menos gaso‐<br />

lina cada cien kilómetros que consumía hace treinta<br />

años. Los avances en la disminución del consumo de<br />

energía y materiales y la menor generación de resi‐<br />

duos por cada unidad de producto, llevaron a defen‐<br />

der a muchos partidarios de la economía convencional<br />

que la economía se estaba desligando del mundo físi‐<br />

co, es decir desmaterializando, de modo que se podría<br />

continuar creciendo económicamente a la vez que<br />

paulatinamente se iría disminuyendo la presión sobre<br />

el medio físico.<br />

La realidad no ha acompañado a estos augurios<br />

optimistas. Para la economía ecológica lo relevante no<br />

es la contaminación generada o la cantidad de mate‐<br />

riales y energía consumidos por unidad de producto,<br />

sino la cantidad total de recursos utilizados en todos<br />

los procesos productivos y la capacidad de los ecosis‐<br />

temas para volver a regenerarlos, así como la cantidad<br />

de residuos totales y la capacidad de los ecosistemas<br />

para absorberlos. Mejoras unitarias en los procesos no<br />

tienen por qué suponer mejoras ambientales en el con‐<br />

junto de la economía. En efecto, tomando el ejemplo<br />

anterior, el ahorro de energía por cada coche ha sido<br />

irrelevante ante el enorme incremento del <strong>número</strong> de<br />

coches en circulación, o el aumento de las distancias<br />

que estos deben recorrer de forma diaria.<br />

El crecimiento continuo de la producción no es el<br />

camino para alcanzar la sostenibilidad, pues el ecosis‐<br />

tema global, entendido como el conjunto de ecosiste‐<br />

mas, es finito.<br />

En el tratamiento de las cuestiones ambientales, las<br />

principales dificultades de la economía convencional<br />

aparecen al prescindir sistemáticamente de las estadís‐<br />

ticas ambientales y materiales que registran el estado<br />

de los cimientos físicos sobre los que se asientan las<br />

economías del planeta, restringiendo el análisis al<br />

mundo reduccionista de los valores monetarios.<br />

Como ya se ha mencionado, los agregados monetarios<br />

utilizados para medir el crecimiento económico, como<br />

son la Renta Nacional o el PIB, tienen graves carencias<br />

ambientales ya que registran como renta y riqueza lo<br />

que, en buena medida, es destrucción.<br />

Puesto que los seres humanos somos absoluta‐<br />

mente dependientes de la naturaleza, es más lógico<br />

utilizar como indicadores los de la realidad física y<br />

ecológica que las estimaciones monetarias del deterio‐<br />

ro ambiental, que no permiten entender pérdidas irre‐<br />

cuperables.<br />

Es importante aclarar que la economía ecológica es<br />

plural en cuanto al uso de metodologías, por lo que<br />

puede aceptar enseñanzas de la economía convencio‐<br />

nal. Sin embargo existen diferencias entre estas dos ca‐<br />

tegorías de pensamiento y en los supuestos que les sir‐<br />

ven de fundamento. Frente a los economistas neoclá‐<br />

sicos, convencidos de que los avances tecnológicos<br />

compensan la escasez de recursos a largo plazo y que<br />

los trabajos de la naturaleza pueden ser sustituidos<br />

por nuevas tecnologías, los economistas ecológicos<br />

asumen que los límites ecológicos y la escasez de re‐<br />

cursos son los aspectos críticos insalvables sobre los<br />

que debe girar la ciencia económica.<br />

La postura convencional de los economistas neo‐<br />

clásicos es que el crecimiento económico debe crear las<br />

condiciones para resolver las desigualdades. Sin em‐<br />

bargo, tras dos generaciones de crecimiento económi‐<br />

co, desde que los programas de desarrollo internacio‐<br />

nal fueran establecidos después de la Segunda Guerra<br />

Mundial, la desigualdad sigue aumentado.<br />

La economía convencional no puede determinar si<br />

una distribución de recursos es mejor que otra para las<br />

personas. No incluye criterios éticos. Si la sostenibili‐<br />

dad implica la redistribución intergeneracional e in‐<br />

trageneracional, se necesita de estos criterios éticos y<br />

de unas políticas profundamente democráticas.<br />

Seguir manteniendo el dinero como la única vara<br />

de medir y proponer la cura del crecimiento, no solu‐<br />

cionará el deterioro ambiental y social. Muy al contra‐<br />

rio, seguirá manteniendo ocultas las verdaderas cau‐<br />

sas de los riesgos ecológicos y las desigualdades entre<br />

los seres humanos, desviando la atención hacia un te‐<br />

rreno ignorante del funcionamiento de la naturaleza.<br />

En toda la literatura económica convencional no<br />

hay una sola mención a lo nocivo que es utilizar los re‐<br />

cursos naturales por encima de su capacidad de rege‐<br />

neración, o generar residuos más allá de la capacidad<br />

de absorción de los ecosistemas.<br />

Por el contrario, la economía ecológica propone<br />

atender a la realidad física antes que a unos <strong>número</strong>s<br />

(los económico‐monetarios) que no representan nada<br />

más que una parte reducida y distorsionada del cam‐<br />

po del valor.<br />

Las cuentas que realmente importan, y las que han<br />

de hacerse, son las relativas a la fotosíntesis, los bos‐<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 21 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 22 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ques, la calidad del aire, la disponibilidad de materia‐<br />

les organizados, la producción y mantenimiento de la<br />

biomasa, la cantidad de suelo fértil, etc.<br />

El nuevo paradigma económico rechaza reducir la<br />

complejidad de la experiencia a una sola dimensión<br />

cuantitativa y monetaria, pues la realidad es multidi‐<br />

mensional y sigue distintas lógicas según la dimensión<br />

que se examine.<br />

En cualquier caso a la hora de elegir dimensiones<br />

centrales para hacer las grandes cuentas, habrá que<br />

mirar antes la energía “retenida” en los enlaces del car‐<br />

bono, la huella ecológica o la biodiversidad que los in‐<br />

dicadores monetarios al uso.<br />

La economía ecológica no sólo replantea el concep‐<br />

to de riqueza, que podría consistir en la capacidad de<br />

una comunidad para mantener un medio vivo, sino<br />

que vuelve a poner sobre la mesa la discusión sobre las<br />

necesidades humanas, el problema de la distribución<br />

en un mundo de suma cero (o decreciente) y el acceso<br />

de las comunidades a los servicios de los ecosistemas.<br />

La economía para la sostenibilidad ha de recordar<br />

que el sistema económico es un subsistema de la bios‐<br />

fera y no al revés. Una nueva economía con los pies en<br />

la tierra habrá de plantearse cómo sobrevivir y vivir<br />

dignamente con una huella ecológica que pueda ser<br />

asumible por la biosfera.<br />

Qué plantea el pensamiento único sobre el siste‐<br />

ma económico<br />

‐ La naturaleza y los recursos naturales forman<br />

parte de un sistema económico más amplio. El<br />

objetivo de la sociedad es que la economía fun‐<br />

cione de forma eficiente.<br />

‐ El crecimiento es la máxima aspiración del siste‐<br />

ma económico, y es una condición necesaria pa‐<br />

ra la mejora social y ambiental.<br />

‐ Las economías más desarrolladas han sabido<br />

aprovechar los recursos naturales de forma más<br />

eficiente que aquellas no desarrolladas.<br />

‐ Todas las sociedades aspiran a ocupar los niveles<br />

más altos de desarrollo, es decir a crecer de for‐<br />

ma permanente y sostenida.<br />

‐ La búsqueda de beneficio económico es inheren‐<br />

te a cualquier actividad empresarial, y justifica la<br />

relación entre productor y consumidor.<br />

‐ Las mejoras tecnológicas reducen los daños am‐<br />

bientales y, al mismo tiempo, hacen que se pue‐<br />

da disponer de los recursos finitos de forma ili‐<br />

mitada.<br />

‐ La existencia de mercados facilita la conservación<br />

de los recursos naturales y hace posible la satis‐<br />

facción de las necesidades.<br />

Qué plantea la cultura de la sostenibilidad sobre<br />

la economía<br />

‐ La naturaleza y los recursos de la biosfera forman<br />

parte del sistema natural que hace posible las activi‐<br />

dades económicas.<br />

‐ El planeta Tierra es un sistema finito, con capacida‐<br />

des limitadas para generar recursos y absorber resi‐<br />

duos. La escala de la actividad económica cuenta.<br />

‐ Las actividades económicas llevan asociadas la gene‐<br />

ración de residuos no aprovechables, por lo que pro‐<br />

vocan incondicionalmente daños ambientales.<br />

‐ el crecimiento (monetario) no deber ser la máxima as‐<br />

piración del sistema económico, pues implica el au‐<br />

mento del uso de energía y materiales.<br />

‐ Crecimiento económico no es sinónimo de desarro‐<br />

llo. Una característica común de las economías que<br />

más han crecido es que consumen cantidades muy<br />

superiores de recursos y generan ingentes volúme‐<br />

nes de residuos.<br />

‐ No todas las sociedades aspiran a ocupar los niveles<br />

más altos de desarrollo, pero las denominadas “des‐<br />

arrolladas” pretenden que su modelo económico<br />

sea el único deseable.<br />

‐ Existen múltiples formas de organización social dis‐<br />

tintas de aquellas que buscan el beneficio económi‐<br />

co. El intercambio de bienes y servicios no tiene por<br />

qué estar guiado por el beneficio.<br />

‐ Las mejoras tecnológicas pueden reducir los daños<br />

ambientales, pero también pueden hacerlos crecer,<br />

pues lo cuenta es la cantidad de energía y materiales<br />

que finalmente son consumidas.<br />

‐ En la gestión de los recursos naturales debemos<br />

guiarnos por las leyes de la termodinámica antes<br />

que por las leyes económicas.<br />

‐En muchas ocasiones el crecimiento de los mercados<br />

es el resultado de la privatización de los recursos, li‐<br />

mitando su acceso a una parte reducida de los habi‐<br />

tantes de nuestro planeta. La privatización suele te‐<br />

ner por objetivo un beneficio económico y no la con‐<br />

servación de los recursos y servicios ambientales.


EL VIAJE PRODUCTIVO:<br />

LA PRÁCTICA SOCIAL DEL TURISMO<br />

1. Introducción: viaje y turismo<br />

¿Quién si no la aristocracia viajó antes del siglo XIX pa‐<br />

ra contemplar paisajes, monumentos o culturas por ra‐<br />

zones no relacionadas con el trabajo o los negocios? Los<br />

viajes eran difíciles, largos y peligrosos; a menudo la<br />

única forma de desplazarse era viajar con un ejército,<br />

no sólo por la protección sino porque los soldados<br />

construían caminos. ¿Era entonces una cuestión de osa‐<br />

día, propia de una estirpe social? Más bien no, se trata‐<br />

ba de ociosidad, porque de hecho no sólo viajaban los<br />

poderosos. “En los comienzos se viajaba por necesi‐<br />

dad, no por placer. Se viajaba para conquistar, obtener<br />

beneficios o salvar la vida cuando la gente se veía ame‐<br />

nazada. Los viajeros por definición eran soldados, co‐<br />

merciantes, mercaderes, diplomáticos, espías o bandi‐<br />

dos.” (Goldstone, 2003: 18). Los aventureros se acerca‐<br />

ron mucho a la idea del viaje por el viaje en sí mismo,<br />

pero fueran hombres o mujeres, ricos o pobres, solda‐<br />

dos o marineros, casi todos eran ajenos a la idea de con‐<br />

sumir experiencias sin un enfoque productivo hasta<br />

que los avances de la Revolución Industrial comenza‐<br />

ron a crear el caldo de cultivo propicio para ese fenó‐<br />

meno moderno llamado “tiempo de ocio”. No es nin‐<br />

guna coincidencia que hasta mediados del siglo XVIII,<br />

cuando comenzó a desarrollarse el concepto de turis‐<br />

mo que hoy conocemos, la edad de los descubrimien‐<br />

tos estuviera casi agotada. Más que para conquistar, el<br />

resto de la gente comenzó a viajar para ver cosas.<br />

Esa ampliación clasista del viaje supone el paso de<br />

la idea de desplazamiento y del romanticismo del via‐<br />

jero a una concepción comercial y mercantil de los<br />

mismos, creando empresas cuyo fin ya no radica ex‐<br />

clusivamente en el transporte sino también en la ocu‐<br />

pación publicitada del tiempo de ocio. Sólo así se en‐<br />

tiende que el desarrollo acelerado del turismo comen‐<br />

zara a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y para<br />

ello fue necesario que se constituyera una clientela al‐<br />

go más extensa, capaz de disponer de ahorros y exce‐<br />

dentes para dedicarse al ocio: la burguesía occidental.<br />

Por su parte, si en su tiempo libre el campesino había<br />

tenido tradicionalmente en la romería la única posibi‐<br />

CAPITALISTA<br />

por Mario Domínguez Sánchez<br />

El Bárbaro de ayer es el Turista de hoy (Mitford, 1959: 3)<br />

lidad de viaje, a fines del siglo XIX las alternativas de<br />

ocio de la clase trabajadora sólo existían los domingos<br />

y festivos bajo la forma de excursión. Situación que no<br />

cambiará hasta la década de 1930 en que la clase obre‐<br />

ra occidental conquiste las vacaciones pagadas y, con<br />

ello, el tiempo ocioso. Mientras tanto la realización<br />

práctica de los viajes se verá potenciada por el desarro‐<br />

llo del automóvil, aspecto que se añade a la interven‐<br />

ción publicitario‐propagandística de una prensa selec‐<br />

ta y especializada. Se comienzan a crear así las organi‐ 23ECOLOGISMO<br />

zaciones de grupos de posibles clientes y trabajadores<br />

para facilitar los viajes de los socios enmarcados en la<br />

dinámica de la “conquista del ocio”, entendido este úl‐ página<br />

timo como un elemento para restituir la personalidad<br />

10<br />

(en el sentido que supone la recuperación física, men‐<br />

tal o cultural) procurando un carácter político e ideo‐<br />

lógico a esta fase de la historia del turismo. Por último,<br />

cabe recordar que el paso hacia el turismo de masas es YOUKALI,<br />

algo más que el simple incremento de visitantes y sig‐<br />

nifica el aumento espectacular del volumen de servi‐<br />

cios y negocios de un mercado altamente capitalizado<br />

y un compromiso administrativo de gran alcance.<br />

En la actualidad, los viajeros van protegidos por un<br />

entorno tan seguro y programado que a menudo los 1885-477X<br />

aísla de aquello que desean encontrar. Y no obstante<br />

también constituyen un ejército, aunque de tipo distin‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 24 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

to. “Desde mediados del siglo XX los turistas reciben<br />

alabanzas por ser la infantería de la democracia, sólo<br />

porque pasan sus vacaciones en países que necesitan<br />

divisas fuertes” (íbid.: 19). Esto supone quizá la carac‐<br />

terística central del turismo de masas en las socieda‐<br />

des modernas, a saber, que gran parte de la población<br />

a lo largo de todo el año viajará a otro lugar para con‐<br />

templarlo y permanecer allí por razones ajenas al tra‐<br />

bajo o a enfoque productivo alguno. Ello indica que<br />

ahora el acto de viajar ocupa hasta el cuarenta por<br />

ciento del “tiempo libre” del que se dispone (Williams<br />

y Shaw, 1988). Además, si la gente no viaja pierde su<br />

estatus social: el viaje se convierte en el marcador, en‐<br />

tre otros, de dicho estatus. Es pues un elemento crucial<br />

de la vida moderna sentir que los viajes y las vacacio‐<br />

nes son actividades del todo necesarias. “Necesito<br />

unas vacaciones” supone el mejor reflejo de un discur‐<br />

so muy actual basado en la idea de que la salud física<br />

y mental se restaurará por sí misma si quien la emite<br />

puede acceder a “salir” de vez en cuando.<br />

Los turistas serían apenas viajantes si no existiera<br />

el conjunto de equipamientos y servicios turísticos. El<br />

turismo presupone la existencia de infraestructura tu‐<br />

rística (hoteles, restaurantes, carreteras, aeropuertos) y<br />

de atractivos, que sin la intervención de los planifica‐<br />

dores turísticos serían apenas recursos brutos. A su<br />

vez, los servicios turísticos no tienen mucha razón de<br />

ser sin un recurso apto para ser transformado en lo<br />

que técnicamente se llama “atracción turística” y sin<br />

turistas que lo visiten. Turistas, atracciones, recursos,<br />

servicios son interdependientes pero autónomos.<br />

Los viajes se han convertido, pues, en un elemento<br />

de la vida social, económica o psicológica de la socie‐<br />

dad generadora en que se inscriben, pero entran en<br />

juego nuevos elementos artificiales que convierten al<br />

turismo producto de ese acto de viajar en un objetivo<br />

en sí mismo, en un negocio englobado en una historia<br />

general del desarrollo económico occidental en la cual<br />

el ocio revierte en explotación industrial y adquiere<br />

una importancia económica y sociocultural considera‐<br />

ble para la economía de los países tanto emisores co‐<br />

mo receptores.<br />

“Grupos enormes de gentes de todo tipo se despla‐<br />

zan, convenientemente motivados y con una carga<br />

de expectativas más o menos homogénea, llegando<br />

a lugares donde hasta hace poco era insólito encon‐<br />

trar a un extranjero, a un individuo sin vinculación<br />

alguna con los moradores habituales del área. No<br />

son violentos ni indisciplinados, pero conquistan<br />

con el poder de su moneda y son esperados con an‐<br />

sia por gobiernos y administraciones sedientas de<br />

sanear sus economías” (Santana, 1997: 9‐10).<br />

El turismo, más que el mero desplazamiento ocioso de<br />

un componente importante de la población trasciende<br />

las naciones que lo originan, a las que lo reciben y a su<br />

propio proceso de desarrollo, implicando territorios,<br />

economías, identidades y culturas, afectando a proce‐<br />

sos de sostenibilidad, conservación y generación del<br />

patrimonio y transformación de la totalidad del espa‐<br />

cio geográfico, humano y de la totalidad de ecosiste‐<br />

mas. Por todo ello constituye un magnífico ejemplo de<br />

las transformaciones que el capitalismo ha realizado<br />

en los últimos doscientos años, incluidas las me‐<br />

dioambientales.<br />

2. El turismo como actividad social y económica<br />

El turismo, la gestión vacacional y los viajes constitu‐<br />

yen un fenómeno social importante que no todos los<br />

analistas han considerado con detenimiento. La con‐<br />

junción de tales vectores presupone un sistema de ac‐<br />

tividades sociales y signos que obliga a localizar las<br />

prácticas turísticas no tanto en términos de ciertas ca‐<br />

racterísticas intrínsecas, sino a través de los contrastes<br />

implícitos con las prácticas sociales no turísticas, espe‐<br />

cialmente aquellas basadas en el hogar y el trabajo re‐<br />

munerado. Aunque siempre es preciso insistir en las<br />

variaciones históricas y sociológicas, hay que subrayar<br />

una serie de características que configuran el mínimo<br />

común de las prácticas sociales que entendemos como<br />

turismo (Urry, 1990: 2 y ss.; Culler, 1981: 127 y ss.;<br />

Campbell, 1987).<br />

1. El turismo es una actividad de ocio que presupone<br />

su opuesto, es decir, el carácter regulado y organi‐<br />

zado del trabajo. Es una manifestación de cómo el<br />

trabajo y el ocio están organizados y regulados co‐<br />

mo esferas separadas de la práctica social en las so‐<br />

ciedades modernas. De hecho actuar en calidad de<br />

turista es una de las características que definen al<br />

sujeto “moderno” y además está ligado a grandes<br />

transformaciones en el trabajo remunerado, a su<br />

organización en lugares específicos y durante perí‐<br />

odos de tiempo regularizado.


2. Las interacciones turísticas surgen de un movimien‐<br />

to de personas hacia, y en relación a, su estancia en<br />

diferentes destinos. Esto implica necesariamente<br />

un cierto movimiento a través del espacio, que es el<br />

viaje, y un período de estancia en un nuevo lugar o<br />

lugares.<br />

3. El viaje y la estancia suponen sitios que están fuera<br />

de los lugares habituales de residencia y trabajo.<br />

Los períodos de residencia en otros lugares son de<br />

una naturaleza de corto plazo y temporales. Hay<br />

una clara intención de vuelta a “casa” en un plazo<br />

relativamente corto de tiempo.<br />

4. En el caso de los turistas, los lugares turísticos son<br />

para fines que no están directamente relacionados<br />

con el trabajo remunerado y por lo común ofrecen<br />

variados contrastes con los lugares de trabajo.<br />

5. Una parte importante de la población de las socieda‐<br />

des modernas se dedica a las prácticas turísticas; se<br />

desarrollan nuevas formas de socialización de la<br />

oferta con el fin de hacer frente al carácter masivo<br />

de la presencia de turistas (en comparación con el<br />

carácter individual del “viaje”).<br />

6. Que haya lugares elegidos para ser visitados supo‐<br />

ne que existe una anticipación, especialmente a tra‐<br />

vés del ensueño y la fantasía, de placeres intensos,<br />

ya sea en una escala diferente o que involucre sen‐<br />

tidos diferentes de los habitualmente utilizados.<br />

Tal anticipación se ve construida y sostenida a tra‐<br />

vés de una variedad de prácticas no turísticas, co‐<br />

mo cine, televisión, literatura, revistas, videojue‐<br />

gos, discos, y vídeos, que construyen y refuerzan<br />

esa comprensión.<br />

7. La actividad del turista se dirige a las características<br />

del paisaje natural, rural y urbano que le separan<br />

de la experiencia cotidiana. Estos aspectos del pai‐<br />

saje se perciben porque en cierto sentido se ven<br />

desplazadas a un territorio fuera de lo común. La<br />

percepción de lugares de interés turístico a menu‐<br />

do implica establecer diferentes formas de los pa‐<br />

trones sociales que se encuentran en la vida coti‐<br />

diana, con una sensibilidad mucho mayor a los ele‐<br />

mentos visuales del paisaje o del paisaje urbano.<br />

Las personas permanecen en esa actitud que luego<br />

se objetiva o captura a través de fotografías, posta‐<br />

les, películas, objetos, etc., los cuales permiten evo‐<br />

car la práctica y reproducir sin cesar esa percep‐<br />

ción.<br />

8. La percepción se construye a través de signos y el tu‐<br />

rismo implica la recogida de los signos. Como<br />

Culler (1981) afirma, el turista se interesa por todo<br />

como un signo de sí mismo conformando un ejér‐<br />

cito anónimo de semiólogos desplegado por todo<br />

el mundo.<br />

9. Una serie de profesionales del desarrollo del turis‐<br />

mo tratan de reproducir objetos siempre renova‐<br />

dos a la actividad turística, objetos que se estructu‐<br />

ran en una jerarquía compleja y cambiante. Esto de‐<br />

pende de la interacción entre, por un lado, la com‐<br />

petencia entre los intereses involucrados en la pres‐<br />

tación de tales objetos y, por otro lado, el cambio de<br />

clase, género, diferencias generacionales, y del gus‐<br />

to de la población potencial de los visitantes.<br />

10. La internacionalización del turismo significa que no<br />

se pueden explicar los patrones turísticos de cual‐<br />

quier sociedad particular sin analizar los aconteci‐<br />

mientos que tenían lugar en otros países. La inter‐<br />

nacionalización del turismo, especialmente en<br />

Europa, significa que todos los sitios turísticos se<br />

pueden comparar con otros equivalentes situados<br />

en el extranjero; así que cuando la gente visita algún<br />

lugar de su propio país está implicando en efecto la<br />

elección de no visitar un sitio en el extranjero (Urry,<br />

1990). O dicho de otra forma, la internacionaliza‐<br />

ción del turismo significa que todos los objetos po‐<br />

sibles que puede abarcar la actividad turística se<br />

pueden encontrar ordenados en una escala, y por<br />

tanto pueden ser comparados con los demás.<br />

La relevancia de esto puede verse en la importancia<br />

económica del turismo entendido como industria del<br />

ocio. En la actualidad el turismo es el mayor negocio<br />

que existe. Algunas cifras indican que desde 1945 los<br />

gastos en viajes han aumentado a un ritmo el doble de<br />

rápido que el del PIB en los países ricos. Estos países<br />

con menos del 25% de la población mundial propor‐<br />

cionan casi el 85% de los turistas que crecieron de 69<br />

millones en 1960 a 537’4 en 1994, cifra que se duplica<br />

en la primera década del siglo XXI.<br />

También cabe mencionar su componente geopolí‐<br />

tico. En las campañas publicitarias que reemplazaron<br />

a las campañas militares tras el fin de la Guerra Fría,<br />

muchos de los grandes problemas que padecían los<br />

países en desarrollo fueron ingeniosamente reelabora‐<br />

dos para vender productos como los “viajes de aven‐<br />

tura” o el “turismo cultural” en una oferta dirigida al<br />

mercado emergente de la generación de 1950 y 1960.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 25 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 26 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Teniendo en cuenta que muchos países adoptaban<br />

medidas proteccionistas ante las importaciones bara‐<br />

tas procedentes de los países en desarrollo, y que el tu‐<br />

rismo generaba divisas que a su vez podían utilizarse<br />

para pagar la deuda externa, el Banco Mundial se pro‐<br />

puso fomentar su expansión entre otras cosas como<br />

medio para mejorar los desequilibrios de empleo e in‐<br />

gresos entre las áreas rurales y las urbanas. A finales<br />

de la década de 1960 se forma un departamento del<br />

Banco Mundial especializado en préstamos para pro‐<br />

yectos turísticos y preservación de monumentos, que<br />

comenzó a financiar determinadas áreas que luego se<br />

han convertido en enclaves fundamentales del turis‐<br />

mo actual como Bali u otros lugares de Turquía y<br />

Amé rica Latina.<br />

El núcleo del sistema turístico mundial se encuen‐<br />

tra en los grandes países emisores de turistas. Su im‐<br />

pacto es de lejos el área temática más intensamente in‐<br />

vestigado dentro de la sociología del turismo. En efec‐<br />

to, la mayor parte de los estudios tratan el impacto en<br />

la comunidad o la sociedad de acogida, pero el efecto<br />

sobre el país de origen de los turistas se descuida.<br />

Además el turismo a menudo se convierte en una<br />

fuente importante de ingresos gubernamentales, por<br />

lo que muchos gobiernos y administraciones locales<br />

están dispuestos a alentar a su rápido desarrollo. Sin<br />

embargo, los efectos económicos positivos del turismo<br />

con frecuencia caen significativamente por debajo de<br />

las expectativas o predicciones.<br />

Además, el turismo genera o refuerza las tenden‐<br />

cias inflacionistas y supone una presión sobre recursos<br />

cuya oferta es inelástica, especialmente algunos tipos<br />

de alimentos y del territorio sobre el que dicha indus‐<br />

tria se asienta. Así, mientras que el turismo beneficia<br />

con frecuencia a las minorías locales que participan di‐<br />

rectamente de dicha industria, puede causar dificulta‐<br />

des para el resto de la población. Por otra parte, el des‐<br />

arrollo de una industria turística a menudo implica la<br />

penetración de intereses financieros procedentes del<br />

exterior de la comunidad en que se asientan, ya sean<br />

extranjeros o nacionales. Este proceso a menudo con‐<br />

duce a una pérdida de control local sobre la propia in‐<br />

dustria turística.<br />

Más allá de estos puntos de acuerdo general, los re‐<br />

sultados varían mucho. El turismo genera los efectos<br />

más graves de dislocación a cambio de la obtención de<br />

unos beneficios relativamente pequeños destinados a<br />

una minoría local, mientras que los beneficios son mu‐<br />

cho mayores para los grandes inversores gracias a las<br />

economías de escala, la rápida introducción de insta‐<br />

laciones de alto nivel. El resultado es entonces la de‐<br />

pendencia en lugar del desarrollo. En tales condicio‐<br />

nes, el crecimiento desproporcionado del sector turís‐<br />

tico no genera vínculos con otros sectores locales des‐<br />

plegados por el territorio, en particular con la agricul‐<br />

tura, sino que provoca trastornos, institucionalizándo‐<br />

se así un subdesarrollo estructural.<br />

Sin dejar de considerarlo dentro del circuito pro‐<br />

ductivo, Campbell (1987) plantea una perspicaz refle‐<br />

xión relacionada con el carácter del consumo como tal.<br />

Afirma que ciertas actividades propias del turismo,<br />

como el “soñar despierto” y la anticipación, constitu‐<br />

yen los procesos fundamentales para el consumismo<br />

moderno. Los individuos no buscan la satisfacción de<br />

los productos, de su selección en sí, de su compra y<br />

uso. La satisfacción se deriva más bien de la anticipa‐<br />

ción, de la búsqueda imaginaria del placer. La motiva‐<br />

ción básica para el consumo no es por tanto simple‐<br />

mente materialista; estriba en tratar de experimentar<br />

“en realidad” los dramas placenteros que ya han expe‐<br />

rimentado en su imaginación. Sin embargo la “reali‐<br />

dad” no puede proporcionar los perfectos placeres en‐<br />

contrados en los sueños o en la imaginación, de modo<br />

que cada compra lleva aparejada la desilusión y la<br />

nostalgia de los productos siempre nuevos: existe un<br />

componente dialéctico entre la novedad y la insaciabi‐<br />

lidad en el corazón del consumismo contemporáneo.<br />

Campbell considera el “hedonismo imaginativo” co‐<br />

mo una característica relativamente autónoma de las<br />

sociedades modernas, separada de la planificación<br />

institucional como la publicidad o de determinados<br />

modos de distinción social. No obstante, es difícil ima‐<br />

ginar la naturaleza del turismo contemporáneo sin ver<br />

cómo esta actividad se construye en nuestra imagina‐<br />

ción a través de la publicidad y los medios de comu‐<br />

nicación, o a través de la competencia consciente entre<br />

los diferentes grupos sociales. Si Campbell tiene razón<br />

al argumentar que el consumismo contemporáneo<br />

implica imaginar la búsqueda del placer, el turismo se‐<br />

ría sin duda el caso paradigmático. Pero aunque en<br />

cierta medida el turismo necesariamente implica so‐<br />

ñar despierto y anticipar nuevas experiencias ‐o al me‐<br />

nos que sean diferentes de las que se encuentran en la<br />

vida cotidiana‐ cabe certificar que tales sueños no son<br />

autónomos, sino que están influidos por la publicidad<br />

y otros conjuntos de signos generados por los media,


muchos de los cuales se refieren a complejos procesos<br />

de distinción social.<br />

3. El análisis del fenómeno<br />

según las ciencias sociales<br />

Tras la Segunda Guerra Mundial y en el marco del<br />

desarrollismo capitalista los estudios se orientaban a la<br />

defensa del turismo como un ejemplar polo de des‐<br />

arrollo estructural. Se sucedieron múltiples investiga‐<br />

ciones que demostraban ante todo los efectos benefi‐<br />

ciosos del turismo en la sociedad, en especial los rela‐<br />

cionados con el turismo de masas. Durante el auge de<br />

esta modalidad y debido a la generalización de la cre‐<br />

encia de que el turismo podía transformar drástica‐<br />

mente el escenario económico en los países más desfa‐<br />

vorecidos, la tendencia fue la de explotar todos los re‐<br />

cursos, sean naturales, culturales o históricos de la for‐<br />

ma más lucrativa posible: suponen la denominada<br />

“plataforma de defensa”. Poco después se asiste a una<br />

nueva orientación, ya que los estudios sociológicos y<br />

antropológicos realizados alrededor de 1960 versaron<br />

en su mayoría sobre los efectos negativos del turismo.<br />

Constituyen la llamada “plataforma de advertencia”<br />

en la cual también se encuentran geógrafos y biólogos.<br />

En 1979 el sociólogo holandés Emanuel de Kadt inau‐<br />

guró en tal sentido una polémica que sacudiría los ci‐<br />

mientos de las convicciones del crecimiento económi‐<br />

co a través del turismo, apuntando los problemas oca‐<br />

sionados en las culturas receptoras.<br />

Steil (2002: 69) advierte la diferencia entre los estu‐<br />

dios sociológicos y los antropológicos, mostrando que<br />

los primeros se orientaban en su origen a definir las<br />

motivaciones de carácter funcional y estructural que<br />

dieron lugar a la actividad turística, mientras que los<br />

estudios antropológicos tienen como marca distintiva<br />

la preocupación de estudiar de qué modo las poblacio‐<br />

nes locales se van a integrar con esta actividad. Para es‐<br />

te autor, van a ser los estudios antropológicos los que<br />

van a llenar el vacío entre las plataformas de defensa y<br />

advertencia. Un autor como Picornell (1993) resume el<br />

estado de la cuestión de los estudios de los impactos<br />

de turismo en la década de 1980, mencionando, ade‐<br />

más de sus investigaciones, las de Mathieson y Wall,<br />

McIntosh y Goeldner, Turner y Ash. Mathieson y Wall<br />

(1988) identifican impactos económicos, sociales y am‐<br />

bientales, dejando claro que el nivel de estos impactos<br />

va a depender de varios factores, entre ellos el nivel de<br />

desarrollo del área de destino. Picornell afirma que el<br />

turismo afecta la forma de vida, los sistemas de valo‐<br />

res, el comportamiento individual, las relaciones fami‐<br />

liares, los estilos de vida colectivos, los niveles de segu‐<br />

ridad, la conducta moral y política, las expresiones cre‐<br />

ativas y la cultura tradicional, entre otras cosas y agre‐<br />

ga que la mayoría de los estudios que analizan el im‐<br />

pacto socio‐cultural lo hacen desde una óptica negati‐<br />

va. McIntosh y Goeldner (1986, apud Picornell) por su<br />

parte atribuyen los siguientes efectos negativos al tu‐<br />

rismo: efecto demostración, introducción de prostitu‐<br />

ción, drogas, juego, inseguridad, xenofobia, racismo,<br />

desarrollo de actitudes serviles, trivialización de pro‐ CAPITALISTA<br />

ductos artesanales, transformación de la cultura local<br />

en entretenimiento para los turistas, marginación de la<br />

población autóctona. También lo que ha sido observa‐<br />

do por los investigadores es que el turismo reduce las<br />

poblaciones y su cultura a objetos de consumo, lo que<br />

ocasiona desajustes en la sociedad receptora. Hay li‐<br />

bros que pueden ser considerados clásicos del tema,<br />

como La Horda Dorada, de Turner y Ash (1991), donde<br />

los turistas son comparados con las hordas invasoras<br />

de antaño, que van destruyéndolo todo. Del lado de<br />

los beneficios, ventajas sólo para el turista.<br />

En esta tónica, Erisman (1983) verifica que la de‐<br />

pendencia económica del turismo reprodujo las rela‐<br />

ciones existentes durante la época colonial, llevando a<br />

una dependencia política y cultural. Los habitantes lo‐<br />

cales pasaron a hacer todo lo que se esperaba de ellos<br />

para que agradasen al tipo de turistas que querían ver<br />

reproducida la supuesta sociedad local cuando esta‐<br />

ban de vacaciones. Crick (1992) a su vez, estudiando<br />

los efectos del turismo en varios países del Sur global<br />

verifica, entre otras cosas, que el turismo introduce la<br />

cultura del desperdicio en sociedades de escasez. De<br />

Vries (1992) comprueba en las Antillas los problemas<br />

derivados de la venta de tierras destinadas a plantar<br />

alimentos desencadenando una cultura migratoria en‐<br />

tre los jóvenes del campo. La sensación general en to‐<br />

dos estos estudios es la de una acusación: la industria<br />

del turismo sería una actividad de fuerte depredación<br />

territorial que además desarticula la estructura social,<br />

territorial y administrativa. Las formas tradicionales<br />

de producción, la pesca, la agricultura y la producción<br />

cultural artesanal relacionadas con ellas desaparecie‐<br />

ron cuando el turismo pasó a considerarse un factor de<br />

progreso por la sociedad local y la tierra cambió de<br />

significado para ocupar el lugar del capital dentro de 27ECOLOGISMO<br />

los factores de producción.<br />

Algunos modelos de análisis página<br />

Aunque el enfoque de las investigaciones siga estando<br />

10<br />

en la diversidad y la diferencia cultural, no basta con<br />

explicar el funcionamiento y la estructura; hace falta<br />

establecer modelos (Santana, 1997: 149 y ss.). El turis‐ YOUKALI,<br />

mo es un fenómeno social que actualmente abarca el<br />

mundo entero desde el punto de vista geográfico y to‐<br />

dos los estratos y grupos sociales. Abarca el mundo<br />

entero porque, a raíz del proceso de internacionaliza‐<br />

ción de las economías y de la cultura, así como de la<br />

mejoría de los medios de comunicación y transporte, y 1885-477X<br />

del carácter expansivo de esta peculiar industria capi‐<br />

talista, son muy pocos los lugares que no reciben turis‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 28 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

tas. Abarca todos los estratos y grupos sociales no por‐<br />

que todos puedan ser algún día turistas, como dan a<br />

entender muchas publicaciones, sino porque el fenó‐<br />

meno turístico alcanza, de alguna manera, también a<br />

los que no lo practican. Aquello que en economía se<br />

llama “efecto multiplicador del turismo”, que consiste<br />

en un modelo teórico de distribución de la renta turís‐<br />

tica de un país entre los diferentes sectores de su eco‐<br />

nomía (Barretto, 2007), tiene su equivalente en la socie‐<br />

dad a modo de un “efecto cascada”, figura que reme‐<br />

mora la imagen de cambio de niveles y de dispersión.<br />

Pero, a pesar de que algunos de los aspectos de la<br />

planificación turística pueden teorizarse con el mode‐<br />

lo sistémico (input‐proceso‐output‐retroalimentación)<br />

el turismo como un todo puede ser mejor entendido si<br />

se lo piensa como una estructura rizomática, aplican‐<br />

do la propuesta de Deleuze y Guattari (1972) quienes<br />

aplican a las ciencias sociales algunos principios del ri‐<br />

zoma: conexión, heterogeneidad, multiplicidad y rup‐<br />

tura no significativa. El rizoma está interconectado,<br />

pero no de forma homogénea siguiendo un modelo;<br />

las conexiones son múltiples e imprevisibles y cual‐<br />

quier parte puede ser cortada sin que afecte al todo, y<br />

al mismo tiempo sin que esta conexión sea afectada<br />

significativamente, una vez que puede generar su pro‐<br />

pia red. El rizoma no puede ser explicado a través de<br />

modelos preestablecidos, porque nunca se sabe cómo<br />

va a evolucionar, cómo se va a extender y reproducir.<br />

Por otra parte, no se reproduce como una copia fiel;<br />

nunca una parte generada a partir de una raíz será<br />

igual a la otra. Estas características y propiedades del<br />

rizoma parecerían ajustarse más al fenómeno turístico<br />

que los modelos estructurales, puesto que el turismo<br />

es un fenómeno que crece y se expande de forma bas‐<br />

tante incontrolable e imprevisible a través del tiempo<br />

y del espacio. En cada momento y lugar en que se pro‐<br />

duce dicho fenómeno se generan una serie de relacio‐<br />

nes que siempre son de algún modo diferentes y nun‐<br />

ca del todo previsibles: las situaciones no se reprodu‐<br />

cen, ni siquiera en el turismo “de masa” caracterizado<br />

por su fidelidad a ciertos modelos estandarizados de<br />

comportamiento.<br />

Los esfuerzos de los investigadores sociales sobre<br />

este fenómeno pueden sintetizarse en dos líneas que<br />

comportan por un lado el esfuerzo de esbozar las di‐<br />

mensiones económicas, sociales y culturales de la so‐<br />

ciedad en estudio, dibujando una imagen holística de<br />

dicha sociedad antes de la transición; y por otro lado,<br />

la necesidad de relacionar la dinámica de la sociedad<br />

anfitriona con una tipología concreta del turismo que<br />

se desarrolla en ese contexto. Son este tipo de trabajos<br />

los que más analizan los tipos específicos de impacto<br />

a diferencia de otros, partiendo de que el turismo pue‐<br />

de desarrollarse de muy diversas maneras y que pro‐<br />

cesos parecidos pueden dar lugar a muy diferentes<br />

impactos cuando los contextos son diferentes. Así, a<br />

diferencia del estudio de sectores como la agricultura<br />

o la industria donde se busca el establecimiento de<br />

modelos generales de desarrollo, para el turismo no se<br />

puede establecer un sólo tipo de modelo. Estas carac‐<br />

terísticas evasivas y que no obstante lo identifican y ca‐<br />

racterizan serían las siguientes (Pearce, 1986):<br />

a) El turismo es una industria invisible de exportación<br />

altamente inestable, estacional y, como producto,<br />

no almacenable.<br />

b) Es un producto fragmentado, integrado con y direc‐<br />

tamente afectado por otros sectores de la econo‐<br />

mía.<br />

c) Implica directamente tiempo de ocio, hecho que<br />

crea grandes diferencias entre el sujeto de la activi‐<br />

dad y el “anfitrión”, estando además marcadas sus<br />

relaciones por su carácter transitorio y desigual.<br />

d) La naturaleza estacional del turismo tiende a ser<br />

más desorganizadora que la mayoría de las activi‐<br />

dades constantes, creando fluctuaciones en el em‐<br />

pleo y exacerbando la tensión que existe entre los<br />

grupos anfitrión‐anfitrión y anfitrión‐huésped.<br />

e) El turismo tiene unos beneficios y unos costos elás‐<br />

ticos, pero siempre las señales externas de su des‐<br />

arrollo serán más manifiestas que los debidos a<br />

otras fuentes de ingresos y gastos.<br />

Las aproximaciones pesimistas al turismo parten<br />

de la premisa de que lleva aparejado un modelo cerra‐<br />

do que lo equipara a las formas históricas del colonia‐<br />

lismo y la dependencia económica, perpetuando las<br />

desigualdades existentes. El turismo de este modo pa‐<br />

rece exacerbar la división existente en las comunida‐<br />

des puesto que a tales diferencias se suman las produ‐<br />

cidas por las estrategias de desarrollo de las diversas<br />

unidades productivas propias del lugar escogido co‐<br />

mo destino turístico. Hay pues una gran variedad de<br />

costes físicos y sociales no cuantificados que pueden<br />

ser de suficiente magnitud para aportar argumentos<br />

en contra de esa expansión.


4. Motivaciones, interacciones e impactos<br />

El turismo internacional se convirtió en un importan‐<br />

te fenómeno moderno de masas después de la<br />

Segunda Guerra Mundial una vez que abarca prácti‐<br />

camente a todas las clases sociales en los países indus‐<br />

trializados occidentales. Esta expansión fue posible<br />

gracias al aumento del nivel de vida y el acortamiento<br />

de los años de trabajo, que se vieron acompañados por<br />

las vacaciones pagadas de todos los asalariados y una<br />

rápida mejora en los medios de transporte. A estos fac‐<br />

tores mayores hay que añadir la motivación para via‐<br />

jar. MacCannell (1999) concibe el turismo como el<br />

equivalente moderno de la peregrinación religiosa: los<br />

dos son homólogos en que ambos suponen la búsque‐<br />

da de experiencias auténticas. Así, la búsqueda mo‐<br />

derna de autenticidad sería similar a la preocupación<br />

por lo sagrado en las sociedades primitivas, por cuan‐<br />

to ambas tienen de búsqueda religiosa de la realidad<br />

última. Sin embargo, debido a la superficialidad y fal‐<br />

ta de autenticidad de la vida actual y la alienación del<br />

ser humano, se tiende a creer que la realidad y la au‐<br />

tenticidad tienen que estar en otra parte: en otras épo‐<br />

cas y otras culturas, en el más puro y más simple esti‐<br />

lo de vida. La búsqueda de la autenticidad, concluye<br />

MacCannell, es lo que induce a masas enteras de occi‐<br />

dentales a convertirse en turistas modernos.<br />

Esta idea seminal se combina con otra: hacer turis‐<br />

mo sería un ritual destinado a establecer criterios de<br />

diferenciación dentro de la sociedad emisora. Dicha<br />

diferenciación se simboliza en la variedad de atraccio‐<br />

nes que conforman el equivalente moderno de los sím‐<br />

bolos totémicos indiferenciados de las sociedades más<br />

sencillas. A pesar de que las atracciones son expresio‐<br />

nes posibles de autenticidad, no todas ellas son igual‐<br />

mente auténticas. De hecho se requiere un esfuerzo<br />

suplementario para establecer su autenticidad con lo<br />

que se logra subvertir, de modo subrepticio a la vez<br />

que paradójico, el esfuerzo de los turistas: buscar lo<br />

auténtico se convierte en buscar lo autentificado.<br />

Siguiendo esta línea, Sutton (1967) inició el análisis del<br />

carácter distintivo de la interacción turista‐anfitrión,<br />

caracterizándolo como una serie de encuentros entre<br />

los visitantes que se desplazan para disfrutar y los re‐<br />

sidentes que son relativamente fijos y cuya función es CAPITALISTA<br />

atender a las necesidades y deseos de tales visitantes.<br />

Estos encuentros son en lo esencial transitorios, no re‐<br />

petitivos y asimétricos; en ellos los participantes se<br />

orientan hacia el logro de la satisfacción inmediata en<br />

lugar de mantener una relación continua. Estos rasgos<br />

básicos del “encuentro” se han ampliado aún más en<br />

la investigación posterior (véase por ejemplo van den<br />

Berghe, 1980). Debido a la naturaleza transitoria y no<br />

repetitiva de la relación, los participantes no han de te‐<br />

ner en cuenta los efectos que sus acciones presentes<br />

tendrán en la relación futura, por lo que no hay ni una<br />

necesidad sentida ni una oportunidad para crear con‐<br />

fianza mutua. En consecuencia, como las relaciones es‐<br />

tán especialmente abiertas al engaño, la explotación, la<br />

desconfianza y la asimetría de la relación así como la<br />

búsqueda de gratificación inmediata componen estas<br />

posibilidades. De este modo, turistas y anfitriones<br />

pueden escapar a las consecuencias de la hostilidad y<br />

la deshonestidad, por más paradójico que pueda pare‐<br />

cer: sin confianza y en una manifiesta relación asimé‐<br />

trica, el “contrato” de interacción queda claro para am‐<br />

bas partes.<br />

Los impactos socioculturales del turismo son nu‐<br />

merosos y variados. La mayoría de ellos puede clasifi‐<br />

carse en uno de los siguientes aspectos: la participa‐<br />

ción comunitaria en marcos más amplios, la naturale‐<br />

za de las relaciones interpersonales, las bases de la or‐<br />

ganización social, el ritmo de la vida social, la migra‐<br />

ción, la división del trabajo, la estratificación, la distri‐<br />

bución del poder, la desviación, las costumbres y las<br />

artes. No podemos dar cuenta en un artículo de todos<br />

y cada uno de ellos. Baste saber que el impacto del tu‐<br />

rismo sobre la base de la organización social, particu‐<br />

larmente en las sociedades “simples” y “tradiciona‐<br />

les”, consiste en una ampliación del ámbito de la eco‐ 29ECOLOGISMO<br />

nomía: algunos aspectos de la vida que no se regían<br />

principalmente por criterios económicos se comercia‐<br />

lizan o se mercantilizan. Por otra parte, las considera‐ página<br />

ciones sociales en torno al beneficio económico alcan‐<br />

zan un lugar más destacado en las actitudes locales y<br />

10<br />

en las relaciones, no sólo en su trato con los turistas, si‐<br />

no también entre la población local.<br />

Muchos investigadores han observado el impacto YOUKALI,<br />

que el turismo tiene en el ritmo de la vida social. El tu‐<br />

rismo es una actividad altamente estacional que afec‐<br />

ta drásticamente la forma tradicional de vida en las co‐<br />

munidades agrícolas. También cambia el reparto dia‐<br />

rio de tiempo entre el trabajo y el ocio para los emple‐<br />

ados en la industria turística, lo que puede, a su vez, 1885-477X<br />

afectar la vida familiar. Uno de sus efectos más ubi‐<br />

cuos es su impacto sobre la división del trabajo, en ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 30 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

particular entre los géneros. Mediante la creación de<br />

nuevos tipos de empleo, el turismo se apoya de forma<br />

diferencial en ciertos segmentos de la fuerza laboral de<br />

la población tanto local como general, específicamen‐<br />

te en las mujeres jóvenes que encuentran un tipo de<br />

empleo asalariado, ya sea en servicios turísticos direc‐<br />

tos (como hoteles), en la producción de artesanías y<br />

otras mercancías; o de forma violentada en la prostitu‐<br />

ción a través del prolífico turismo sexual. Este cambio,<br />

a su vez, no sólo afecta a la división del trabajo dentro<br />

del hogar, sino también a la situación de las mujeres<br />

respecto a sus familias y maridos, y al control de los<br />

padres sobre las hijas. En ocasiones da lugar a un au‐<br />

mento del conflicto dentro de la familia y la comuni‐<br />

dad.<br />

El impacto del turismo sobre la estratificación ha<br />

sido señalado también por varios investigadores, pero<br />

las cuestiones en juego no siempre se han distinguido<br />

analíticamente. El turismo promueve un cierto cambio<br />

en los criterios de estratificación: al poner mayor énfa‐<br />

sis en el ámbito económico, aumenta el valor del dine‐<br />

ro como criterio de estratificación frente a los criterios<br />

tradicionales tales como el origen de una persona o el<br />

estatus heredado, y por ello lleva a cabo una transfor‐<br />

mación del sistema estratificacional existente. No obs‐<br />

tante, el impacto más general que tiene en la estratifi‐<br />

cación estriba en que aumenta las desigualdades so‐<br />

ciales y por tanto amplía la duración del sistema local<br />

de clases. Este cambio refleja tanto la mayor división<br />

del trabajo generado por el turismo así como la distri‐<br />

bución desigual de los beneficios que generalmente lo<br />

acompañan. Por otra parte, aun cuando sus conse‐<br />

cuencias son menos profundas, crea nuevos estratos<br />

sociales, en particular las eufemísticamente denomi‐<br />

nadas clases medias, producto de la salarización y del<br />

contacto con divisas fuertes.<br />

El turismo no es un mecanismo particularmente<br />

eficaz de la movilidad social: mientras que algunos in‐<br />

dividuos se pueden beneficiar en gran medida de él,<br />

existen pocas posibilidades de ascenso debido a la pe‐<br />

culiar estructura del empleo, el rango y cualificación<br />

de los y las empleados/as en dicha industria con una<br />

amplia base de trabajadores/as no calificados y semi‐<br />

cualificados y niveles superiores exiguos. Por otra par‐<br />

te, en las zonas poco desarrolladas estos niveles tien‐<br />

den a ser ocupados por extranjeros, en detrimento de<br />

los empleados locales. Cabe sin embargo reconocer<br />

que el turismo puede fomentar nuevas actividades<br />

económicas en los servicios auxiliares y complementa‐<br />

rios y por lo tanto de crear indirectamente nuevas<br />

oportunidades de movilidad económica entre los resi‐<br />

dentes.<br />

Hay pues complejas relaciones entre los turistas y<br />

las poblaciones locales de los lugares en que aquellos<br />

recalan. A fin de cuentas, la artificialidad que resulta<br />

de muchas atracciones turísticas es producto de las ca‐<br />

racterísticas particulares de las relaciones sociales que<br />

vienen a establecerse entre “anfitriones” y “clientes”<br />

de tales lugares y que según Smith (1978) vendrían de‐<br />

terminadas por los siguientes factores:<br />

1. El <strong>número</strong> de turistas que visitan un lugar en rela‐<br />

ción con el tamaño de la población de acogida y la<br />

escala de los objetos que se contemplan. Basta con<br />

comparar en este sentido el efecto sobre lugares<br />

restringidos y no obstante masificados (una ciudad<br />

como Venecia).<br />

2. El objetivo predominante de la actividad turística,<br />

ya se trate de un paisaje, un paisaje urbano, un gru‐<br />

po étnico, un estilo de vida, monumentos históri‐<br />

cos, lugares de recreo, o el típico paquete “playa,<br />

sol y mar”. Las actividades turísticas que implican<br />

la interacción con objetos físicos o paisajes son cla‐<br />

ramente menos intrusivas que las que implican la<br />

interacción con individuos y grupos. En este últi‐<br />

mo caso, se puede producir incluso cierta tensión<br />

social, a no ser que ciertos aspectos de la práctica<br />

ya estén asumidos por ambas partes.<br />

3. El carácter de la actividad de los participantes y el<br />

resultado espacial y temporal del “paquete” de vi‐<br />

sitantes. Desde lo instantáneo de una visita para fo‐<br />

tografiar algo, a la búsqueda de una experiencia<br />

que requiere una inmersión más larga y más “pro‐<br />

funda”, y por ello mismo mucho más intrusiva.<br />

4. La organización de la industria que se desarrolla al<br />

servicio de la masa turística: si es privada o públi‐<br />

ca y el modo como ha sido financiada; si es de pro‐<br />

piedad local o implica importantes intereses en el<br />

extranjero, si el capital en cuestión es pequeño o a<br />

gran escala, y si hay conflictos entre la población<br />

local y la industria turística emergente. Estos con‐<br />

flictos pueden ocurrir alrededor de muchos temas:<br />

la conservación frente al desarrollo comercial, los<br />

salarios que se pagan a los empleados locales, los<br />

efectos del desarrollo sobre las costumbres y la vi‐<br />

da familiar, la homogeneización de los productos<br />

de la artesanía local, y la forma de compensar la es‐<br />

tacionalidad del trabajo turístico.<br />

5. Los efectos del turismo sobre las actividades pree‐<br />

xistentes, agrícolas e industriales. Estos pueden ir<br />

desde la destrucción de esas actividades, su gra‐<br />

dual erosión en tanto que desviación de la mano<br />

de obra y capital (algo habitual en el caso del<br />

Estado español), o incluso la preservación y resca‐<br />

te de actividades preexistentes como objetos a ven‐<br />

der en el recorrido turístico (propio no sólo del tu‐<br />

rismo rural).<br />

6. Las diferencias económicas y sociales entre los visi‐<br />

tantes y la mayoría de los anfitriones. En los luga‐<br />

res del Sur global nos encontraremos con enormes<br />

desigualdades entre los visitantes y la población<br />

indígena, la gran mayoría de la cual nunca podría


imaginar siquiera los ingresos o el tiempo libre del<br />

que disponen los propios turistas. Estas diferencias<br />

se ven reforzadas en muchos casos por la naturale‐<br />

za del desarrollo turístico que parece ser excepcio‐<br />

nalmente opulento y muy capitalizado.<br />

7. El grado en que la masa de visitantes genera una de‐<br />

manda especial sobre las normas de alojamiento y<br />

de servicio, buscando ser encerrada en una burbu‐<br />

ja que le proporcione una protección respecto a<br />

muchas de las características de la sociedad de aco‐<br />

gida, las cuales a su vez han generado esa activi‐<br />

dad turística. Esta demanda se ve acentuada entre<br />

los visitantes de viajes organizados, los cuales no<br />

sólo esperan consumir según las normas occiden‐<br />

tales de alojamiento y alimentación, sino que sean<br />

atendidos por personal bilingüe y bien entrenado.<br />

Esta demanda es menos pronunciada entre otras<br />

formas de turismo propias de “los viajeros‐explo‐<br />

radores”, los turistas más pobres como los estu‐<br />

diantes, y los visitantes en los que la improvisación<br />

es parte de lo que se espera una vez asumen el pa‐<br />

pel de turistas.<br />

8. El grado en que el Estado de un determinado país<br />

busca activamente promover el desarrollo turístico<br />

o los esfuerzos para prevenirlo1 CAPITALISTA<br />

da de la identidad debido a que las poblaciones recep‐<br />

toras creen que los turistas son portadores de una civi‐<br />

lización superior, homogeneización de los alimentos,<br />

de las ceremonias, del folclore para atender los gustos<br />

de los turistas, así como el debilitamiento de los lazos<br />

cooperativos y solidarios tradicionales y su sustitución<br />

por relaciones comerciales. A ello se le unirían proble‐<br />

mas de ruptura familiar y pérdida de valores cultura‐<br />

les y sociales. La cultura de la solidaridad, del inter‐<br />

.<br />

cambio y de la hospitalidad dejó lugar a relaciones co‐<br />

9. El grado en que los turistas pueden ser identificados merciales, la religión dejó de tener tanta influencia so‐<br />

y culpabilizados de la evolución económica y social bre el comportamiento de las mujeres, sobre todo en el<br />

supuestamente indeseables. Esto es más común vestido, y la alimentación se fue occidentalizando pau‐<br />

cuando los visitantes son económica y/o cultural latinamente. La diferencia con las investigaciones an‐<br />

y/o étnicamente distintos de la población de acogi‐ teriores es que los autores contemporáneos, al entre‐<br />

da. También es más común cuando la población de vistar a la población local, encuentran que ésta ve los<br />

acogida está experimentando rápidos cambios eco‐ cambios como positivos y que el turismo es uno de en‐<br />

nómicos y sociales, o cuando hay una clara super‐ tre varios agentes de influencia, junto con las migracio‐<br />

población en la misma comunidad receptora. nes, los medios de comunicación, los contactos comer‐<br />

ciales, la urbanización, la industrialización y el propio<br />

La bibliografía producida hasta final del siglo XX sistema educativo. Los lugareños ven positivo el pro‐<br />

sobre el tema “impactos” es prolífica en ejemplos de ceso de autonomía creciente de las mujeres y en algu‐<br />

efectos negativos en el medio ambiente natural y en la nos casos afirman que el turismo ha impedido que los<br />

cultura en lo que respecta a valores y costumbres, lo hijos se vayan a ciudades más grandes, por lo tanto, en<br />

cual traería aparejada entre otras cuestiones el des‐ lugar de ser un factor de ruptura lo ha sido de cohe‐ 31ECOLOGISMO<br />

prestigio de actividades tradicionales (de pesca o agri‐ sión familiar.<br />

cultura, por ejemplo). Dogan (1989) realiza un extensi‐ De todos modos y siguiendo a Mathieson y Wall<br />

vo estudio de las investigaciones sobre los efectos ne‐ (1986) y Santana (1997), pocos estudios han sugeridopágina<br />

gativos, encontrando que al turismo se le atribuye la las formas de valorar el impacto social del turismo.<br />

pérdida de tradiciones, el incremento del materialis‐<br />

10<br />

Una de las direcciones adoptadas por los teóricos ha<br />

mo, el aumento del índice de criminalidad y de los sido insistir en los factores de presión que aquel ejerce<br />

conflictos sociales, superpoblación, deterioro ambien‐ para buscar el umbral entre aceptación y rechazo de la<br />

tal, dependencia de los países industrializados, pérdi‐ industria turística. Una aproximación que tiene mu‐ YOUKALI,<br />

1 Buenos ejemplos de lo primero son el Estado español, Túnez y Hawai que desarrollan activamente una industria turística en toda<br />

regla y la presencia masiva de turistas se ha convertido en parte del “paisaje regional” (Smith, 1978: 12). En cambio muchos de los<br />

Estados petroleros por razones religiosas y morales han decidido restringir el turismo (Arabia Saudí), o en el caso de China duran‐ 1885-477X<br />

te la Revolución Cultural. En este último caso, cuando dicha política cambió, los visitantes occidentales eran tan inusuales que a<br />

menudo se les aplaudía en público como si fueran personajes famosos. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 32 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

cho en común con la idea de capacidad de sustenta‐<br />

ción tal y como se plantea en los estudios ecológicos,<br />

pero tiende a ser más abstracta en tanto que extrapola<br />

un concepto más o menos tangible de medidas bioló‐<br />

gicas al campo de las presiones y actitudes humanas,<br />

de carácter no cuantificable. Dos son los sistemas que<br />

parecen ser capaces de valorar tales factores intangi‐<br />

bles, aplicándolos a las investigaciones sobre el impac‐<br />

to social del turismo, aún reconociendo que este cam‐<br />

bia a través del tiempo en respuesta a las transforma‐<br />

ciones estructurales de la industria y la intensidad de<br />

la relación turista/anfitrión: el modelo de Doxey y el<br />

de Butler.<br />

Doxey (1975) propone un índice de irritación que<br />

se identifica con los efectos acumulativos del desarro‐<br />

llo turístico sobre las interrelaciones sociales. La irrita‐<br />

ción puede tener sus orígenes en el ascenso del núme‐<br />

ro y/o frecuencia de turistas y la amenaza de que ellos<br />

actúen sobre la forma de vida local, pasando sucesiva‐<br />

mente a través de estados de euforia, apatía, enojo y<br />

antagonismo; estado este último en el que, general‐<br />

mente, la gente considera que ha perdido lo que apre‐<br />

ciaban y el entorno está destruido.<br />

Fase 1. Euforia: Fase inicial del desarrollo, visitantes e<br />

inversores son bienvenidos, hay pocos planes y<br />

abundan los mecanismos de control.<br />

Fase 2. Apatía: Los visitantes se dan por sentado, los<br />

contactos entre residentes y visitantes adoptan una<br />

forma comercial, la planificación se dirige sobre to‐<br />

do al marketing.<br />

Fase 3. Enojo: El punto de saturación está próximo, los<br />

residentes recelan de la industria turística, la admi‐<br />

nistración trata de solucionarlo creando infraes‐<br />

tructuras más que limitando el crecimiento.<br />

Fase 4. Antagonismo: La irritación se expresa abierta‐<br />

mente, se percibe a los visitantes como la causa de<br />

todos los problemas, la planificación trata de reme‐<br />

diarlo pero la promoción decrece y se deteriora la<br />

reputación del destino.<br />

Mientras que el modelo de Doxey sugiere una se‐<br />

cuencia unidireccional donde las actitudes de los resi‐<br />

dentes van cambiando en el tiempo en una secuencia<br />

predecible, el de Butler (1975) reconoce que las actitu‐<br />

des emergentes en una comunidad dada ante el des‐<br />

arrollo del turismo son comúnmente más complejas,<br />

al involucrar a los residentes, tanto individuos como<br />

grupos, en una industria creciente.<br />

5. Los aspectos culturales del sistema turístico<br />

Desde que Boorstin (1987) colocó al turismo dentro de<br />

las varias “pseudo imágenes” que se presentaban en la<br />

época para consumo del público estadounidense, se<br />

ha instalado una polémica que continúa hasta hoy,<br />

tanto dentro de la antropología como de la sociología,<br />

con resultados diversos en función del tipo de turistas<br />

observado. Boorstin sostenía que los turistas raramen‐<br />

te querían un auténtico producto de la cultura visita‐<br />

da, la cual, por otra parte les resultaba ininteligible;<br />

que se contentaban con los “pseudo‐ acontecimientos”<br />

preparados para ellos por los agentes turísticos. La ex‐<br />

periencia turística del período de posguerra era homo‐<br />

geneizada, artificial, sin riesgos. Esta afirmación se vio<br />

rebatida por MacCannell (1999) al sostener que ningu‐<br />

na de sus investigaciones corroboran que los turistas<br />

quieren experiencias superficiales; al contrario, los tu‐<br />

ristas demandan autenticidad. Así los turistas, si bien<br />

no todos, querían ver la vida “como era vivida” pero<br />

no conseguían hacerlo puesto que tan sólo accedían a<br />

la representación, o como mucho a la zona intermedia<br />

de la puesta en escena que no es sino una forma de re‐<br />

presentación hiperreal 2 . El contacto con los aconteci‐<br />

mientos reales, decía él, está reservado a una elite inte‐<br />

lectual. Ambos estaban de acuerdo sobre lo que los tu‐<br />

ristas masivos obtenían; solo discrepaban en lo que los<br />

turistas querían obtener.<br />

Las discusiones sobre autenticidad llegaron al<br />

punto en que se veía necesario proponer una distin‐<br />

ción entre autenticidad “fría y objetiva” y autenticidad<br />

subjetiva y existencial, siendo la primera una especie<br />

de autenticidad creada y la otra una autenticidad au‐<br />

2 MacCannell (1999) utilizó los conceptos de la sociología dramatúrgica de Erving Goffman sobre la representación y sus áreas (más‐<br />

cara, escenario, palco, bastidores...) para elaborar su teoría del escenario donde se procede a la puesta en escena de los hechos. Del<br />

mismo modo, en la actualidad se abren los ensayos de orquesta o las cocinas al público para generar ese efecto hiperreal.


téntica. También fue propuesta una tipología de las re‐<br />

alidades turísticas, en función de la mayor o menor au‐<br />

tenticidad de la experiencia turística que comprende al<br />

verdadero turista, al turista de segundo orden, al turis‐<br />

ta ansioso, al antropológico y al espiritual.<br />

De acuerdo con la perspectiva posmoderna, la au‐<br />

tenticidad no es un fenómeno sino una construcción<br />

social, sujeta a negociación que está contaminada con<br />

la cuestión de las identidades políticas y sociales. No<br />

hay como definir el punto de inflexión donde lo autén‐<br />

tico se transforma en inauténtico, donde lo puro pasa<br />

a ser impuro por la contaminación con el otro y por in‐<br />

tereses provenientes de las más diversas áreas del que‐<br />

hacer humano. En el caso de los turistas, muchas veces<br />

lo auténtico es lo que los folletos turísticos les infor‐<br />

man que es auténtico. Se han establecido algo así co‐<br />

mo estándares de autenticidad que determinan qué es<br />

lo que debe ser considerado fiel a una supuesta reali‐<br />

dad objetiva 3 . Si las identidades han sido forjadas con<br />

tradiciones inventadas y ficciones orientadoras sin res‐<br />

paldo histórico y cultural, solo se puede tener como re‐<br />

sultado propuestas desarticuladas con los supuestos<br />

portadores de una determinada identidad étnica.<br />

En busca de la autenticidad se cae en lo que<br />

Lanfant (1995) calificó de una contradicción pues la<br />

administración pública y las empresas utilizan al turis‐<br />

mo para llevar “progreso” socio‐económico a los sec‐<br />

tores menos favorecidos de la sociedad, pero al mismo<br />

tiempo quiere que estas sociedades mantengan rasgos<br />

tradicionales para el consumo de los turistas. El pro‐<br />

greso pretende modernizar las sociedades tradiciona‐<br />

les y al mismo tiempo alentarlas a ser parte de un pro‐<br />

ceso de “involución cultural” manteniendo sus tradi‐<br />

ciones para defender su imagen en el mercado turísti‐<br />

co internacional. Ni la tradición, ni la cultura, ni las<br />

personas, permanecen absolutamente idénticas para<br />

siempre. En este sentido es preciso concordar con<br />

aquellos que entienden que, en algunos casos, “man‐<br />

tener” la identidad local, a través de las tradiciones in‐<br />

alterables equivale a tratar de impedir el proceso nor‐<br />

mal de evolución de las sociedades y las personas. La<br />

búsqueda de elementos característicos y diferenciales<br />

de cada cultura aparece así como una necesidad de<br />

mercado, y la cultura “auténtica” pasa a ser la materia<br />

prima para la creación de un producto turístico comer‐<br />

cializable y competitivo a nivel internacional. El lega‐<br />

do cultural, transformado en producto de consumo<br />

esto es mercancía, pierde su significado; no es impor‐<br />

tante porque muestre las raíces de una cultura, sino<br />

porque trae divisas como atractivo turístico. Los estu‐<br />

dios de Dogan (1989) antes mencionados también de‐<br />

muestran la dualidad de los efectos del turismo. Este<br />

investigador recopila una serie de estudios de regio‐<br />

nes que habían sido antes colocadas como ejemplo del<br />

daño hecho por el turismo, afirmando que además de<br />

dicho perjuicio, el turismo había traído mayor demo‐<br />

cracia en el área política (lo que será después corrobo‐<br />

rado por Brown en 1998), modernización y orgullo ét‐<br />

nico entre otras cosas.<br />

Los cambios en la visión del turismo en relación a<br />

la cultura también tienen que ver con la actual crisis de<br />

modos de vida que aqueja al siglo XXI. Las certezas,<br />

los valores familiares, las identidades sociales se están<br />

desintegrando en muchos ámbitos sociales, lo que lle‐<br />

va a las personas a intentar buscar ejemplos de cultu‐<br />

ras que supuestamente se mantienen como en épocas<br />

pretéritas en una suerte de imitación temporal (duran‐<br />

te el tiempo que duran las vacaciones) de sus valores,<br />

sus tradiciones, sus identidades. Quizá ahí estribe la<br />

novedad respecto al turismo de una generación ante‐<br />

rior: la necesidad actual de contemplar cómo vive ese<br />

“otro” en una suerte de búsqueda del paraíso perdido<br />

y de la autenticidad desaparecida en la sociedad pos‐<br />

moderna. También cabe considerar esta novedad co‐<br />

mo un mecanismo de diferenciación respecto del pa‐<br />

trón cultural y del consumo de las masas. En cualquier<br />

caso esta innovación ha llevado a que muchas comu‐<br />

nidades se organicen para ofrecer un producto turísti‐<br />

3Un caso muy ilustrativo es el presentado por Shepherd (2002) respecto a la muralla china. Los turistas extranjeros que buscan la<br />

“auténtica muralla” se decepcionan al ir a un trozo de muralla a pocas horas al norte de Beijing, toda ella restaurada y dotada de<br />

infraestructura turística, incluso de un vehículo rodado para quienes no quieren o no pueden caminar. Lo curioso es que los mis‐<br />

mos turistas chinos perciben que esta parte reconstruida de la muralla es auténtica y hasta la prefieren debido a las comodidades<br />

que ofrece. Los ejemplos de ficciones orientadoras son numerosos, comenzando por la industria editorial con que se divulgan los<br />

“verdaderos indios”, la “verdadera vida rural”, el festival “auténticamente tradicional”, etc., sin contar con aquellas piezas que<br />

ofertan los muy diversos paraísos para los “viajeros” y que están vedados a los “turistas”. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 33ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 34 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

co que mantenga o reviva características autóctonas, lo<br />

que ha hecho que el turismo, que antes era visto como<br />

destructor de culturas, sea contemplado ahora como<br />

impulsor de la revitalización de las mismas o al menos<br />

de su simulacro, puesto que no se recrea de forma vi‐<br />

va la cultura antigua, sino tan sólo una copia adultera‐<br />

da y establecida para el consumo. A fin de cuentas, las<br />

corrientes turísticas parten, en su mayoría, de los doce<br />

países más ricos del mundo, con personas que quieren<br />

ver algo de su “paraíso perdido”, o sea algo de las for‐<br />

mas de vida de una sociedad que no ha llegado a la<br />

posmodernidad y a veces ni siquiera a la modernidad.<br />

Así, parece necesario –para el bien de los negocios tu‐<br />

rísticos– que determinadas comunidades de países<br />

subdesarrollados y consecuentemente menos ricos,<br />

mantengan características tradicionales o pretéritas<br />

bajo el rótulo de “autenticidad local”.<br />

En uno de los estudios más exhaustivos sobre el te‐<br />

ma, Haley, Snaith y Miller (2005: 656 y ss.) sistematiza‐<br />

ron los efectos positivos y los negativos para el caso de<br />

la ciudad histórica de Bath en Inglaterra. Entre los posi‐<br />

tivos indicaron los siguientes: el turismo mejora la apa‐<br />

riencia de la ciudad, mayor cantidad de turistas me jora<br />

la economía, el turismo aumenta las posibilidades de<br />

recreación, mejora la calidad de vida, da la oportunidad<br />

de conseguir un buen trabajo. Entre los negativos: los<br />

negocios turísticos ejercen mucha influencia en la polí‐<br />

tica, falta control del gobierno sobre el turismo, el turis‐<br />

mo ocasiona daños ambientales, aumenta los impues‐<br />

tos, trae más basura, complica el tránsito, aumenta los<br />

precios de los inmuebles, reduce la calidad de las activi‐<br />

dades al aire libre, aumenta la criminalidad. Estas pre‐<br />

misas están basadas en otros estudios y no todas obtu‐<br />

vieron la concordancia de la población local 4 .<br />

También está bastante claro para los investigadores<br />

que diferentes tipos de turistas ocasionan diferentes<br />

interferencias. En este cambio de perspectiva ha teni‐<br />

do que ver la cuestión de la diversidad cultural, que ha<br />

contribuido para que se entienda que los turistas tam‐<br />

poco son seres genéricos uniformes. Una de las inves‐<br />

tigaciones más completas y científicas sobre el tema<br />

fue realizada por Stoeckle, Greiner y Mayocchi (2006)<br />

en el norte de Australia y confirma que los diversos ti‐<br />

pos de visitantes tienen diferentes impactos económi‐<br />

cos, ambientales y culturales, porque cada segmento<br />

se comporta de manera variable, contribuye de forma<br />

distinta y obtiene del lugar diferentes satisfacciones.<br />

Gentrificación del patrimonio urbano<br />

Dentro de las discusiones referentes a la comercializa‐<br />

ción turística de la cultura, quizás la más polémica sea<br />

la de la gentrificación del patrimonio urbano. En varias<br />

ciudades del mundo, a partir de cambios en las activi‐<br />

dades comerciales y otras dinámicas sociales, los cen‐<br />

tros de las ciudades o las regiones portuarias se vieron<br />

progresivamente abandonados. A partir de la década<br />

de 1960 se empezó a producir en las ciudades un pro‐<br />

ceso de descentralización que con un claro trasfondo<br />

político de alcanzar la dispersión de la clase trabajado‐<br />

ra, llevó a la construcción de centros administrativos y<br />

empresariales en barrios alejados. Eso hizo que los<br />

centros sufrieran un deterioro progresivo, transfor‐<br />

mándose en áreas degradadas, todo lo cual condujo a<br />

un proceso llamado de suburbanización, en que las<br />

clases medias buscaron vivir fuera del centro. Otro de<br />

los cambios drásticos que tuvieron lugar a partir de<br />

esa década se dio en el transporte de carga por vía<br />

acuática. Al generalizarse el uso de los containers para<br />

el transporte de carga directo de los camiones a los na‐<br />

víos, los galpones que antes almacenaban las mercan‐<br />

cías en los puertos fueron abandonándose. Junto a<br />

ello, la descentralización productiva que llevó muchas<br />

industrias metropolitanas al Sur económico provocó<br />

la ociosidad de muchos espacios fabriles.<br />

En la década de 1980 ciertos proyectos combinados<br />

del poder público con la empresa privada llevaron a la<br />

revitalización de los centros y barrios obreros, a la com‐<br />

pra y restauración de inmuebles, a la reutilización de<br />

viejos edificios y depósitos, antiguas fábricas, antiguas<br />

minas o industrias que habían dejado de funcionar y a<br />

la recuperación de las características históricas del lu‐<br />

gar. Los inmuebles pasaron a tener utilidad cultural o<br />

recreativa, las empresas volvieron a ocupar edificios<br />

4 Es interesante ver que por un lado aparece que el turismo propicia más oportunidades de recreación y al mismo tiempo que el turis‐<br />

mo estropea la calidad de la recreación, lo que refuerza la idea de que los efectos del turismo son extremadamente dependientes<br />

de otras circunstancias.


históricos restaurados, mejorando con ello su imagen,<br />

algunos intelectuales y artistas pasaron a comprar ca‐<br />

sas antiguas para recuperarlos en forma de vivienda y<br />

talleres, y los turistas pasaron a circular por las hasta<br />

ese momento peligrosas calles. Inglaterra tomó como<br />

modelo a Estados Unidos, y pronto lo superó en cuan‐<br />

to a la proporción de esta tipología de recuperaciones.<br />

En la actualidad, y no sólo en Inglaterra, existe la con‐<br />

vicción de que los proyectos turístico‐culturales y re‐<br />

creativos son los que pueden equilibrar la economía de<br />

estas ciudades desindustrializadas, en función inclusi‐<br />

ve del bajo precio de la mano de obra requerida para el<br />

sector, y han sido declarados prioritarios para las inver‐<br />

siones públicas y privadas, tanto nacionales como tam‐<br />

bién de fondos de la Unión Europea.<br />

El concepto de gentrificación es un neologismo que<br />

viene del vocablo inglés, gentrification, que podría sig‐<br />

nificar algo así como “ennoblecimiento” o “refinamien‐<br />

to” o incluso “elitización”, ya que gentry quiere decir<br />

aristocracia o gente fina. También se utiliza como sinó‐<br />

nimo “calificación” o “cualificación” en el sentido de<br />

dar calidad a los espacios 5 . Se atribuye el uso por pri‐<br />

mera vez del término a la socióloga Ruth Glass, en<br />

1964, que describía el proceso por el cual los barrios<br />

obreros de Londres iban siendo “invadidos” por cla‐<br />

ses medias e incluso algunos grupos de clases altas 6 .<br />

La gentrificación se refiere pues a una reestructura‐<br />

ción espacial profunda en varios sentidos y es un pro‐<br />

ceso que carga contradicciones sociales. En primer lu‐<br />

gar, se refiere a una expansión del área física del cen‐<br />

tro; en segundo lugar, a la difusión del poder cultural<br />

del centro de la ciudad y, finalmente, a un proceso de<br />

transformación del centro de la ciudad de acuerdo a<br />

una cultura internacional de mercado. La gentrificación<br />

no implica necesariamente el uso turístico del lugar,<br />

pero ha llevado a que los lugares pasen a ser atractivos<br />

para los turistas, en función de los equipamientos refi‐<br />

nados que se instalan. Tampoco implica recuperación<br />

de la historia, pero lleva indirectamente a ello, con la<br />

reutilización de construcciones antiguas para nuevas<br />

finalidades. Esta resignificación de edificios históricos<br />

–declarados patrimonio o no– tiene otras consecuen‐<br />

cias para la dinámica de ocupación de los espacios ur‐<br />

banos, que ha merecido, de un lado, críticas demole‐<br />

doras y, de otro, la aprobación por parte de diferentes<br />

segmentos de la comunidad académica.<br />

La mayor crítica ha devenido de la expulsión de las<br />

clases menos favorecidas de estos espacios en función<br />

del aumento de precio de las propiedades. En la mayo‐<br />

ría de los casos, antes de la gentrificación los lugares eran<br />

habitados por personas que tenían una historia en el<br />

mismo. Además, tenían empleos o sub‐empleos en los<br />

alrededores. La revalorización inmobiliaria llevó a la ex‐<br />

pulsión de estas personas de sus casas, generalmente al‐<br />

quiladas, obligándolas a mudarse a barrios alejados, lo<br />

que, aliado a la precariedad del transporte urbano, les<br />

ocasionó un gran perjuicio. Además de perder los lazos<br />

con su propia historia, perdieron sus fuentes de trabajo.<br />

Sin duda, aquella revalorización concedió más vi‐<br />

sibilidad a las desigualdades sociales porque colocó is‐<br />

las de renovación en mares de decadencia, utilizando<br />

la expresión de Zukin (1995: 188); mares donde mu‐<br />

chas veces predominaban la prostitución, los peque‐<br />

ños crímenes, el tráfico de drogas, que impedían que<br />

incluso los miembros de la clase trabajadora que allí<br />

vivían pudieran tener una vida tranquila. Esa parcela<br />

de la población fue sin duda injustamente despojada<br />

de sus derechos de residencia más elementales por un<br />

régimen político y económico perverso, pero cabe pre‐<br />

guntarse si no haber recalificado los barrios habría me‐<br />

jorado su situación de alguna forma. En el caso de los<br />

espacios públicos, por ejemplo, la gentrificación ha con‐<br />

seguido recuperar plazas y parques pero para el dis‐<br />

frute de las clases medias que los mantienen con sus<br />

impuestos, haciendo que su historia sea la única que se<br />

inscriba en estos espacios.<br />

5 Se puede encontrar también la palabra revitalización aplicada al fenómeno, pero es preciso notar que se trata de procesos diferen‐<br />

tes. La revitalización no necesariamente trae aparejado el cambio de clase social. De hecho los primeros trabajos de revitalización<br />

urbana, los realizados en Bolonia (Italia) en la década de 1960 eran proyectos destinados a las clases trabajadoras.<br />

6 “Cabañas y alojamientos pobres y modestos –dos cuartos arriba y dos abajo– han sido arrebatados [...] y se han transformado en<br />

residencias elegantes y caras... Una vez que este proceso de gentrificación empieza en un distrito, se extiende rápidamente hasta<br />

que la mayor parte de los ocupantes de la clase trabajadora se ven desplazados y todo el carácter social del distrito cambia”<br />

(http://members.ly‐ cos.co.uk/gentrification/whatisgent.html). ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 35ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 36 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Una crítica muy común dentro del medio académico,<br />

sobre todo dentro de la antropología y de la sociología<br />

ha sido que, en estos casos, la preservación parte de<br />

una necesidad del mercado cultural y turístico inter‐<br />

nacional, y no exactamente de la recuperación de la<br />

memoria colectiva, aunque sea para reproducir un si‐<br />

mulacro de esta última ante los turistas.<br />

6. Los límites sociales del turismo<br />

El economista Mishan (1969) presentó ya hace cuaren‐<br />

ta años una de las más claras explicaciones de que<br />

existen límites fundamentales en el crecimiento del tu‐<br />

rismo contemporáneo: tales límites se derivan de los<br />

enormes costes de la contaminación y el hacinamien‐<br />

to. El conflicto de intereses entre, por una parte, los tu‐<br />

ristas, las agencias de viajes, las industrias de transpor‐<br />

te y los servicios auxiliares incluidas las comunicacio‐<br />

nes, por no hablar de los gobiernos deseosos de au‐<br />

mentar sus reservas de moneda extranjera, y en gene‐<br />

ral “todos aquellos que se preocupan por preservar la<br />

belleza natural en el otro” (1969: 140) 7 . Mishan tam‐<br />

bién toma nota de que hay aquí un conflicto de intere‐<br />

ses entre las generaciones presentes y futuras por los<br />

costes externos que se derivan de la industria del turis‐<br />

mo: el precio que pagan los turistas no tiene en cuen‐<br />

ta el coste marginal de la contaminación, la depreda‐<br />

ción de recursos y la dependencia estratégica de las<br />

poblaciones sobre las que se asienta esta industria.<br />

También se pueden añadir costes inmateriales: el haci‐<br />

namiento, la falta de paz y tranquilidad, y la destruc‐<br />

ción de los paisajes. Incluso el turismo ambientalmen‐<br />

te sensible, en realidad otra forma de distinción, sabe<br />

que no hay nada que ganar si se retrasa la visita al lu‐<br />

gar en cuestión; más bien ocurre todo lo contrario, hay<br />

un fuerte incentivo para ir lo más pronto posible y dis‐<br />

frutar de la vista maravillosa antes de que llegue la<br />

multitud.<br />

Mishan ya advertía horrorizado por las consecuen‐<br />

cias del turismo de masas y cómo dicha industria, en<br />

su lucha competitiva para descubrir todos los parajes<br />

bellos y tranquilos llenos de interés histórico, hacía<br />

fluir hacia tales lugares grandes cantidades de dinero<br />

que llevaba de manera irrevocable a su destrucción,<br />

siendo los jóvenes y los crédulos los más afectados por<br />

las fantasías soñadas por la industria turística. Su prin‐<br />

cipal crítica es que la difusión del turismo de masas no<br />

produce una democratización de los viajes; más bien<br />

se trata de una ilusión que destruye los mismos luga‐<br />

res visitados debido a que el espacio geográfico es un<br />

recurso muy limitado. Si se permite el desarrollo del<br />

mercado sin regulación, el efecto sería la destrucción<br />

de los mismos lugares que son objeto de la actividad<br />

turística.<br />

Este tipo de argumento pesimista se ve criticado<br />

por Beckerman (1974) que parte de dos premisas. En<br />

primer lugar, la preocupación por los efectos del turis‐<br />

mo de masas se debe ante todo a la ansiedad de cierto<br />

tipo de “clase media”, al igual que muchos otras pre‐<br />

ocupaciones sobre el medio ambiente. Esto se debe a<br />

que los verdaderamente ricos se hallan en una posi‐<br />

ción bastante segura respecto a las masas en centros<br />

turísticos muy caros o aislados. En segundo lugar, la<br />

mayoría de los grupos afectados por el turismo de ma‐<br />

sas obtienen un beneficio real, incluidos algunos de los<br />

viajeros pioneros que ahora encuentran disponibles<br />

los servicios que antes eran imposibles de conseguir<br />

cuando el <strong>número</strong> de visitantes era más bien escaso.<br />

Este desacuerdo sobre los efectos del turismo de<br />

masas se trata con mayor detenimiento teórico en las<br />

obras de Hirsch (1978) o Ellis y Kumar (1983) en torno<br />

a los límites sociales del crecimiento. El punto de pun‐<br />

to de partida de Hirsch es similar al de Mishan: seña‐<br />

la que la liberación individual mediante el ejercicio de<br />

elección del consumo no logra que tales elecciones li‐<br />

beren a todos los consumidores a la vez, para lo que<br />

utiliza el concepto de “economía posicional”. Este tér‐<br />

7 Mishan citó el ejemplo del lago Tahoe, cuyas plantas y vida animal habían sido destruidas por las aguas residuales generadas por<br />

los hoteles construidos a lo largo de sus orillas. Un ejemplo posterior sería la forma en que las barreras coralinas de las islas turís‐<br />

ticas como Barbados están muriendo a causa de las aguas residuales arrojadas al mar por los hoteles repletos de turistas sedientos<br />

de contemplar la vida marina de estas formaciones acuáticas, y por el negocio de los souvenirs consistentes en la venta masiva de<br />

plantas, peces y el mismo coral a los turistas.


mino se refiere a todos los aspectos de bienes, servi‐<br />

cios, trabajos, posiciones y otras relaciones sociales que<br />

son escasos o se ven afectados por la contaminación o<br />

el hacinamiento. La competencia supone por tanto un<br />

juego de suma cero: si cualquier persona consume<br />

más del bien en cuestión, otra persona se ve obligada<br />

a consumir menos. Dicho de otra forma, la oferta no se<br />

puede aumentar, a diferencia del caso de los bienes<br />

materiales en los procesos de crecimiento económico.<br />

Así pues, el consumo de los bienes posicionales es in‐<br />

herentemente relacional. La satisfacción obtenida por<br />

cada individuo no es infinitamente ampliable, pero<br />

depende de la posición de su propio consumo respec‐<br />

to al de los demás, a lo cual Hirsch llama “competen‐<br />

cia por coacción”.<br />

Ellis y Kumar (1983) lo definen por su parte como<br />

una competencia en la que el status quo no es una op‐<br />

ción. Por lo común se asume que los intercambios en<br />

la economía de mercado son de carácter voluntario pa‐<br />

ra que la gente elija libremente si desea o no entrar en<br />

dicha relación de intercambio. Sin embargo, en el caso<br />

del consumo restringido, como es el caso del espacio,<br />

los consumidores en realidad no tienen esa opción:<br />

hay que participar aunque al final la relación de inter‐<br />

cambio no suponga un beneficio. Esto puede resumir‐<br />

se en la frase: “uno tiene que correr más rápido con el<br />

fin de quedarse quieto”. Hirsch cita el ejemplo de la<br />

suburbanización que antes comentábamos: la clase<br />

media se muda a los barrios residenciales para escapar<br />

de la contaminación de la ciudad y para estar más cer‐<br />

ca de la tranquilidad del campo. Pero como el creci‐<br />

miento económico continúa, los suburbios se saturan<br />

cada vez más y la gente que habitaba los barrios resi‐<br />

denciales originales se ve obligada a trasladarse a lu‐<br />

gares cada vez más alejados, contribuyendo a saturar<br />

las vías de comunicación y a expandir la contamina‐<br />

ción allí donde vayan. Las acciones individuales, al<br />

adoptar una forma racional genera en los otros la obli‐<br />

gación de adaptarse a una situación peor, y nadie pue‐<br />

de evitar participar en un proceso orientado por el<br />

consumo restringido. Hirsch considera que el consu‐<br />

mo en general tiene características similares al caso de<br />

la suburbanización, sobre todo en el caso de determi‐<br />

nados productos que son escasos en un sentido abso‐<br />

luto. Por ejemplo, el “paisaje natural”: si su consumo<br />

aumenta por parte de un grupo, ello conduce a la re‐<br />

ducción del consumo por otro. Hirsch también consi‐<br />

dera los casos en que hay “escasez social directa”: pro‐<br />

ductos de lujo o tal vez bienes que se disfrutan porque<br />

son raros o caros y la posesión de ellos indica el esta‐<br />

tus social o el buen gusto. En ambos tendríamos ejem‐<br />

plos del consumo turístico.<br />

En suma, cabe concluir que el turismo moderno es<br />

un sistema ecológico, económico y político complejo y<br />

global propio del capitalismo; a medida que madura,<br />

se alcanza un mayor grado de separación de dicho fe‐<br />

nómeno respecto del resto de la sociedad. El sistema se<br />

caracteriza por una tendencia centrífuga, ya que cons‐<br />

tantemente se expande a nuevas áreas, ya sea siguien‐<br />

do un espontáneo patrón “orgánico” como resultado<br />

de un impulso interno, o bajo una forma patrocinada<br />

e inducida a través de los esfuerzos de las autoridades<br />

nacionales o agentes multinacionales.<br />

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EL HORROR TURÍSTICO:<br />

EL MANAGEMENT DEL PLANETA<br />

CAPITALISTA<br />

Dossier publicado en el nº 14 de la revista Offensive<br />

El turismo es un fenómeno civilizatorio. Se desarrolla dos por aquellos que les han desculturizado y ocasio‐<br />

en cuanto el mundo se industrializa y se urbaniza. nado desórdenes sociales irreversibles (monetariza‐<br />

Acompaña al despliegue de los medios de transporte ción, destrucción de modos de producción tradiciona‐<br />

y a la difusión del modo de vida occidental.<br />

les, éxodo rural, etc.).<br />

En una sociedad agresiva y contaminada, los indi‐ Este horror turístico no afecta sólo a los países del<br />

viduos estresados y oprimidos por un trabajo raciona‐ Sur. Afecta al conjunto del mundo y los flujos se diver‐<br />

lizado buscan una compensación terapéutica. Les cau‐ sifican. La competición por los espacios es global.<br />

tiva el mundo idealizado, redimido de las devastacio‐ Cada continente, cada país, cada re gión, intenta atraer<br />

nes de la sociedad industrial que promueven los agen‐ al mayor <strong>número</strong> de turistas a su territorio. Algunos<br />

tes de viaje. Tienen sed de exotismo y de nostalgia. aprovechan una natu raleza atractiva, la presencia del<br />

Quieren gozar de una pureza original ilusoria. Sin em ‐ mar o un rico patrimonio cultural, mientras que otros<br />

bargo, la industria turística vende lo que ella misma constru yen desde cero lo que podría hacerles encanta‐<br />

contribuye a destruir, “el turista no debe estar donde dores. Esta “turistificación” participa de la espe ‐<br />

quiere ir”. De este modo se valoriza el mundo, las ciu‐ cialización de los territorios y del despliegue de mono‐<br />

dades se transforman en museos y los campos en culturas que desestructuran las socieda des.<br />

gigantescos parques de atracciones. Todo es consumi‐ El mismo turista, en parte responsable de esta<br />

ble, tanto la naturaleza como los seres humanos. El situación, se convierte en una mercancía intercambia‐<br />

mercado globalizado de los cuerpos y de los espacios ble que debe gastar lo que duramente ha ganado a lo<br />

se generaliza, hasta el punto que nada le es ajeno. Al largo de todo el año. Busca los precios más bajos, lo<br />

contrario, cuanto más parece estar protegida una zona que le permite no tanto ahorrar sino viajar más.<br />

39ECOLOGISMO<br />

más llama la atención, pues la búsqueda de autentici‐ Destruye todavía más lo que ha venido a buscar: el<br />

dad se ha convertido en el leitmotiv de la industria turismo es pues un fenómeno total estrechamente<br />

turística. Algunos pueblos se encuentran así folcloriza‐ ligado a una sociedad predadora.<br />

página 10 YOUKALI, 1885-477X<br />

1 Dossier publicado en la revista Offensive nº 14, septiembre de 2008. Traducción de Mario Domínguez y David Jorge<br />

Domínguez González. ISBN: 1<br />

Introducción


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 40 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

INVENTARIO<br />

por Cédric Biagini<br />

La Organización Mundial del Turismo (OMT) defi‐<br />

ne a éste como “el desplazamiento y la estancia de las<br />

personas en otro lugar diferente a su domicilio duran‐<br />

te una duración mínima de tres días”. El diccionario Le<br />

Robert ofrece esta definición: “el hecho de viajar, de<br />

recorrer por placer otro lugar distinto en el que se vive<br />

habitualmente”. Estas definiciones son sin duda<br />

demasiado extensas pero relativamente neutras. Sin<br />

embargo, desde que el término existe tiene una conno‐<br />

tación negativa. Touriste entra a formar parte de la len‐<br />

gua francesa en 1816 y tourisme en 1841. Se puede dis‐<br />

tinguir al veraneante del turista, se puede ser verane‐<br />

ante sin ser turista. Se gún Jean‐Didier Urbain, “el<br />

turismo es una actividad vacacional fundamental‐<br />

mente ligada a la movilidad” 2 .<br />

Nadie quiere ser calificado de turista, el turista es el<br />

otro, yo soy viajero, trotamundos o viajante. La oposición<br />

entre viajero y turista aparece siempre muy acentua‐<br />

da. Si se sigue esta dicotomía, debemos utilizar cuatro<br />

parámetros para que se pueda hablar de turismo:<br />

1. El gusto por el exotismo, por descubrir otras<br />

culturas.<br />

2. Dinero disponible para actividades no esencia‐<br />

les.<br />

3. Tiempo li bre.<br />

4. Infraestructuras y medios de comunicación<br />

que aseguran y facilitan el viaje y la estancia.<br />

Sin embargo las cosas son más complejas y cabe pre‐<br />

guntarse si la diferencia entre viajero y tu rista no es<br />

tanto de grado cuanto de naturaleza. ¿No será el turis‐<br />

mo la democratización del viaje? Hoy en día, el turis‐<br />

ta no se diferencia tanto del viajero, este último le abre<br />

las rutas e in venta nuevas maneras de viajar que el pri‐<br />

mero no tarda en adoptar. ¿No será el viajero el primer<br />

promotor del turismo?; y si está celoso de sus privile‐<br />

gios, ¿no expresa con exactitud su voluntad de distin‐<br />

guirse socialmente? Por otra parte, los “agentes de<br />

viaje” 3 han comprendido a la perfec ción que siempre<br />

fue preciso hacer creer al turista que no era tal.<br />

Una industrialización progresiva<br />

En el siglo XVIII los jóvenes ricos ingleses hicieron su<br />

Grand Tour por Europa. Visitaban Francia, España,<br />

Italia… Un turismo menos elitista tiene lugar en el<br />

siglo XIX. Su industrialización data de la creación de la<br />

primera agencia de viajes por Thomas Cook en 1841.<br />

El desarrollo del turismo seguirá a la industrializa‐<br />

ción y a la urbanización de las sociedades, así como al<br />

despliegue de los medios de transporte. En un primer<br />

momento el ferrocarril desempeña un papel central. El<br />

avión y la creación de la línea aérea París‐Londres en<br />

1919 también tienen efectos importantes. La primera<br />

autopista en servicio de Italia data de 1924.<br />

En Francia las primeras vacaciones pagadas de<br />

1936 van a permitir a los obreros descubrir el mar. Pero<br />

el desarrollo del turismo de masas se remonta más<br />

bien a los “treinta gloriosos” 4 . El verdadero despegue<br />

corresponde a la década de los cincuenta; el turismo<br />

social emerge y contri buye a la democratización de<br />

esta práctica. Al principio, los viajes se reducen a<br />

Francia, luego, a partir de la década de los sesenta, a<br />

países limítrofes como España. Las décadas de los<br />

setenta y ochenta contemplan un aumento de las dis‐<br />

tancias y de los destinos, así como del uso de los trans‐<br />

2 Jean‐Didier Urban, L’idiot du voyage, Plon (1991).<br />

3 N. de los T.: un juego de palabras entre voyager (viajero) y voyagiste (agente de viajes) intraducible al castellano.<br />

4 N. de los T.: se refiere a los años de mayor expansión económica tras la Segunda Guerra Mundial (1945‐1975).


portes aéreos. La industria se estructura: multiplica‐<br />

ción de guías y agencias de viaje, fundación de clubs<br />

con diferentes contenidos, creaciones de infraestructu‐<br />

ras (hoteles, carreteras, ae ropuertos, etc.). El turismo se<br />

convierte así en un producto de consumo como cual‐<br />

quier otro.<br />

Las tendencias actuales<br />

El turismo se ha convertido en la primera actividad<br />

económica mundial por delante del petróleo y del<br />

automóvil. Emplea a más de 200 millones de personas,<br />

o sea el 8% del empleo mundial. Este sector no ha cesa‐<br />

do de crecer en los últimos años: 4,5% de crecimiento<br />

en 2006, con 842 millones de desplazamientos interna‐<br />

cionales. Según la OMT se ha alcanzado un nuevo<br />

récord.<br />

Francia es el primer destino turístico del mundo: 76<br />

millones de visitantes en el año 2005, se guido de<br />

España (55,6 millones), los Estados Unidos (49,4 millo‐<br />

nes), China (46,5 millones) e Ita lia (36,5 millones). Los<br />

alemanes son quienes más gastan en viajes: en el año<br />

2005, 72,7 millo nes de euros, seguidos de los nortea‐<br />

mericanos (69,2 millones de euros), de los ingleses<br />

(59,6 mi llones de euros), de los japoneses (37,5 millo‐<br />

nes de euros) y de los franceses (31,2 millones de<br />

euros). África ha conocido estos últimos años las tasas<br />

más altas de crecimiento como destino turístico (un<br />

aumento superior al 8,1% en 2005) por encima incluso<br />

de la región Asia‐Pacífico (más del 7,6%).<br />

El turismo es una industria en expansión; la OMT<br />

prevé que en el año 2020 el <strong>número</strong> de des plaza mien ‐<br />

tos internacionales alcanzará cerca de 1600 millones (el<br />

doble que hoy en día), de los que 1200 millones serán<br />

des plazamientos dentro de cada continente. Las tres<br />

re giones que recibi rán el mayor <strong>número</strong> de turistas se ‐<br />

rán Europa (717 millones de desplazamientos), Asia<br />

del Este y el Pacífico (397 millones) y las Américas (282<br />

millones), seguidos por África, Oriente Medio y Asia<br />

del sur.<br />

A medida que se extiende el modo de vida occi‐<br />

dental se desarrolla el turismo. En China, por ejemplo,<br />

los viajes dentro del país crecen de manera exponen‐<br />

cial y numerosos chinos se lanzan a visitar el mundo.<br />

Los flujos turísticos se realizan tanto del sur hacia el<br />

sur como del sur hacia el norte.<br />

Globalmente se constatan fuertes tendencias: frag‐<br />

mentación de la duración de las vacaciones; escalona‐<br />

miento de las estaciones; gusto por la itinerancia. Se<br />

desarrollan ciertos formatos: el turismo unido al viaje<br />

de negocios, el turismo médico (para operaciones de<br />

cirugía estética…); el turismo de sensaciones (deportes<br />

extremos, viaje a los “puntos calientes”); el turismo<br />

sexual. Se perfilan dos grandes categorías de turistas:<br />

los adeptos del low cost que buscan bajos precios y<br />

para quienes Internet es el paraíso; y los que aceptan<br />

pagar más caro a condición de exigir una gran calidad<br />

de las prestaciones. Además, las personas mayores<br />

viajan cada vez más (el 76% de ellos lo hace regular‐<br />

mente) y adquieren un peso enorme en la industria<br />

turística.<br />

Pero dejemos la palabra a los profesionales del sec‐<br />

tor que definen al turista como un “acumula dor insacia‐<br />

ble, curioso por todo, instruido como nunca, ávido de nuevas<br />

emociones, ahora el cliente 2006 rechaza, cuando viaja, ser<br />

tratado como un simple pasajero. Conocedor impaciente o<br />

pa seante neófito, juerguista de la buena vida y romántico,<br />

adicto a las aventuras y deportes extre mos, pretende dar<br />

rienda suelta a sus sueños más locos y se inventa viajes a su<br />

propia medida y que se le parezcan. Ultracreativo, muy<br />

selectivo en sus opciones, exigente, independiente hasta el<br />

extremo, experimenta con delectación nuevos modos de con‐<br />

sumo. Ansioso de conocimientos, atento a los precios, a las<br />

condiciones de seguridad, devora millares de kilobytes en la<br />

Web sin sentirse jamás satisfecho. Se inquieta por cuestiones<br />

éticas, medioambientalistas, reivindica alto y claro el derecho<br />

a complacerse y a desconectarse por las buenas de una coti‐<br />

dianidad saturada por el es trés y la contaminación por cuan‐<br />

to no hay nada que deteste más que los pequeños contratiem‐<br />

pos susceptibles de arruinar sus vacaciones” 5 .<br />

5 Texto de presentación del Salon du tourisme 2006. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 41ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 42 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

PUREZA EN VENTA<br />

por Leila<br />

Paisajes vírgenes, pueblos de costumbres intactas, fauna pre‐<br />

servada, encuentros humanos autén ticos, etc.: los agentes de<br />

viaje nos venden un universo salvaguardado de los desastres<br />

de la so ciedad industrial. El turismo sirve en realidad a una<br />

visión higienista del mundo.<br />

LAS CAMPAÑAS PUBLICITARIAS de los gestores<br />

de agencias de viaje se apoyan esencialmente en el<br />

sentimiento de evasión y sus delicias. El producto<br />

turístico tiene por función procurarnos con la nostal‐<br />

gia, el exotismo, la felicidad, el sol o el reposo, un bien‐<br />

estar ausente de nuestra cotidiani dad. Se ha desplega‐<br />

do en el mercado del viaje una nueva argumentación,<br />

dirigida sobre todo al occidental medio, frustrado/a,<br />

estresado/a (o más bien acomodado/a), el cual evolu‐<br />

ciona en un en torno contaminado, urbano, agresivo, y<br />

vive en un tiempo acelerado. El arma de seducción es<br />

imparable: se trata de invitar a venir y gozar de la<br />

“pureza” de la naturaleza (y de los huma nos…).<br />

“Límpidas aguas”, “paisajes talla XXL”, “tiempo que<br />

se detiene”, “acceso a la naturaleza más salvaje”,<br />

“encanto de las regiones aisladas del mundo moder‐<br />

no”, “alegría de estar en armo nía con la naturaleza” 6 :<br />

más allá de la necesidad comercial de ensalzar las ven‐<br />

tajas de un lugar, se trata en efecto de vender el fantas‐<br />

ma del paraíso perdido. En Ambiguïtés de l’écologie,<br />

Jean‐Marc Mandosio relaciona esta visión angelical<br />

con nuestra concepción occidental de la Natura leza<br />

como una entidad separada de nosotros mismos:<br />

“Aunque [el ser humano] niega doblemente la natura‐<br />

leza, en él y fuera de él, no obstante mantiene la nos‐<br />

talgia de un tiempo en el cual no se habría visto sepa‐<br />

rado, en el que no habría tenido que oponerse a ella<br />

para afirmar su huma nidad. Entonces todo era<br />

puro”. 7<br />

Trascender y comulgar<br />

El desierto es un destino emblemático de estas super‐<br />

ficies “vírgenes” que ofrecen una nostalgia brutal al<br />

habitante de toda metrópolis europea. Una excursión<br />

de una semana al Sáhara se vende como un momento<br />

de descubrimiento de un paisaje extremo pero tam‐<br />

bién como una ex periencia casi mística. Pues la pure‐<br />

za posee una facultad única, y cabe decir, mágica, la de<br />

puri ficar a aquellos/as que entran en contacto con ella.<br />

En un ambiente “puro”, el occidental mer mado y abu‐<br />

rrido va pues “a recargarse”, “a desconectarse”, “a<br />

regenerarse”, “a trascenderse”, “a florecer”, etc. La<br />

mejora de la salud formaba ya parte de las motivacio‐<br />

nes esgrimidas por los primeros turistas del siglo<br />

XVIII, quienes aprovechaban también los balnearios,<br />

el clima marino o el aire de la montaña para el cuida‐<br />

do higiénico. En la actualidad, los “masajes étnicos”,<br />

los “secretos ancestrales de belleza”, los “spa”, el<br />

“yoga y la natación con delfines” quieren hacer algo<br />

más que mantenernos sanos. Se ofrecen estas presta‐<br />

ciones como accesos hacia una “revelación de nos‐<br />

otros mismos”, una “reconciliación con su cuerpo”. El<br />

acceso a esta “naturaleza pura”, alimenta el sueño de<br />

(re)encontrar en nosotros mismos nuestra naturaleza<br />

“verdadera”. Y man tiene una especie de decadente<br />

religión de sí practicada sobre el altar del consumo.<br />

La pureza que pretenden vendernos los mercade‐<br />

res de sol es también moral. No temen seducir a sus<br />

clientes con relaciones amistosas y calurosas con el<br />

autóctono, relaciones no pervertidas por el intercam‐<br />

6 Citas extraídas de diferentes páginas de Internet de agencias de viaje: las empresas Privilèges Voyages, Club Med, Nomade,<br />

Nature et Découvertes, Ushuaïa Voyages, etc.<br />

7 Jean‐Marc Mandosio, en La Pureté. Quête de l’absolu au péril de l’humain, Autrement (1993).


io monetario. ¡Incluso la relación idílica con la pobla‐<br />

ción local forma parte en algu nas ocasiones del “pack”<br />

de las agencias de viaje: “relaciones privilegiadas”,<br />

“compartir momen tos fuertes”, incluso la posibilidad<br />

de “comulgar con las poblaciones visitadas”! Ushuaïa<br />

Voyages (una filial de TF1) alardea de los encantos de<br />

Bután, “último país del mundo en recibir la televi sión<br />

en 1999”, y su población “un 80% rural, profundamen‐<br />

te religiosa, dulce y acogedora”. ¿Debe entonces el<br />

turista conmoverse delante de estos “buenos salvajes”<br />

como el parisino de la Exposición colonial lo hizo<br />

delante de los zoos humanos?<br />

Cuerpos intactos<br />

El turista contemporáneo ha sido también invitado a<br />

echar una mirada depredadora sobre los cuerpos<br />

“indígenas”, hipersexualizados por el imaginario<br />

colonial. Los hombres, y sobre todo las mujeres, apa‐<br />

recen como los objetos imaginarios que se supone<br />

abren las puertas de una volup tuosidad misteriosa.<br />

Sabemos que el discurso sobre la pureza aplicada a la<br />

especie humana puede conducir a la eugenesia y al<br />

fascismo. Sin embargo, algunos turistas sexuales no<br />

dudan en justificar su práctica al afirmar que se basa<br />

en la elección de “consumir” cuerpos “puros”, los de<br />

las mujeres de los países del sur. Para ellos, los “pro‐<br />

blemas de vista, de piel, de obesidad” de las mujeres<br />

de los países occidentales, traducirían un estadio de<br />

“degeneración”. Los misóginos del norte aprecian asi‐<br />

LA FOLCLORIZACIÓN DE LOS PUEBLOS<br />

por Aggée‐Célestin Lomo Myazhiom<br />

Aun cuando se pretenda “étnico” o “caritativo”, el turismo<br />

provoca estragos. Esta nueva forma de colonialismo contri‐<br />

buye al etnocidio del que son víctimas las así llamadas<br />

poblaciones, al destruir su medioambiente y por tanto su<br />

cultura<br />

SERES CURIOSOS Y MISTERIOSOS, los pigmeos<br />

han fascinado y continúan haciéndolo a un buen<br />

<strong>número</strong> de sociedades lejanas o próximas a su modo<br />

de vida. Desde la Antigüedad, los relatos de los via‐<br />

jeros egipcios o griegos les presentan de forma cir‐<br />

cunspecta como seres mitad‐bestias, mitad‐huma‐<br />

mismo la “pureza” moral de las mujeres de los países<br />

pobres que les pare cen todavía “preservadas” de las<br />

“imperfecciones” que afectan a las occidentales, “per‐<br />

vertidas” por el consumismo y el feminismo…<br />

Bajo la imagen de la ideología capitalista en la que<br />

se inscribe, la industria del turismo pretende vender‐<br />

nos lo que ella misma contribuye a extinguir. Propone<br />

pues al turista un producto turís tico que asegura está<br />

exento de los inconvenientes del turismo: viajes orga‐<br />

nizados con lo impre visto y la aventura, la garantía de<br />

relaciones humanas “auténticas”, el descubrimiento<br />

de ani males salvajes en condiciones de total seguri‐<br />

dad, etc.<br />

Si la “pureza”, que a día de hoy es un producto de<br />

lujo, se convirtiera en un producto de masas, veríamos<br />

sin duda desarrollarse “burbujas de ocio”. En estos<br />

universos artificiales que recrean en un sólo lugar “la<br />

jungla tropical”, “la playa de arena blanca”, “el río sal‐<br />

vaje”, “la selva centena ria”, etc., todo en cambio está<br />

enteramente domesticado y controlado; hasta el<br />

mismo grano de arena, como testimonia la empresa<br />

Center Parcs, que se enorgullece “de los estrictos con‐<br />

troles de higiene que garantizan un agua de una pro‐<br />

piedad y trasparencia absolutas”.<br />

¿Supondrá el turismo de mañana la reproducción<br />

de una pureza “reconstituida, dominada, or denada”,<br />

en detrimento de la experiencia impura de lo real? En<br />

este caso, los consumidores, maniacos de la “calidad<br />

de vida” y obsesionados por la calidad, deberán<br />

renunciar a la dimen sión viviente de la existencia.<br />

nos, mitad‐dioses, mitad‐demonios, oscilando entre<br />

espíritus malvados y espíritus portadores de felici‐<br />

dad. Así pues, se les encontrará en las cortes faraóni‐<br />

cas o nubias como baila rines (bufones) de los “dio‐<br />

ses”. De la misma manera, sus vecinos bantúes, con<br />

los cuales mantie nen complejas relaciones multisecu‐<br />

lares a menudo caracterizadas por el sometimiento o<br />

una voluntad de dominación, les temen por su domi‐<br />

nio de los “secretos” de la selva. Este poder les viene<br />

dado por su antigüedad sobre el territorio boscoso<br />

del África ecuatorial; por otro lado, los pigmeos afir‐<br />

man sin dudarlo, para mostrar su ósmosis con el<br />

medio natural, “yo soy la selva”.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 43 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 44 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

En Camerún, tres grupos de pigmeos viven en las<br />

zonas boscosas del centro, del sur y del este: los<br />

Bedzang (en la Mbam et Kim), los Bagyéli (en el sur),<br />

los Baka (en el sur y el este) con una población estima‐<br />

da de 50.000 a 70.000 personas 8 para una población<br />

total del país de 16 millo nes de habitantes en 2007.<br />

Proponemos a continuación la cuestión de la identi‐<br />

dad de los pig meos Baka. ¿Quiénes son?, ¿cómo se<br />

definen a sí mismos?, ¿qué tipo de miradas aportan<br />

sobre un mundo en plena transformación?, ¿qué pien‐<br />

san de los turistas que vienen a verles?, ¿supone el<br />

turismo cultural o el ecoturismo un porvenir para los<br />

Baka? 9 Nuestro propósito estriba en obser var igual‐<br />

mente esta relación de fascinación/ repulsión de los<br />

turistas hacia los Baka (en términos de defensa de lo<br />

autóctono) y la perspectiva turística del desarrollo sos‐<br />

tenible 10 conver tido en el leitmotiv de las políticas y de<br />

los expertos en “poblaciones indígenas”.<br />

La búsqueda ilusoria de lo auténtico<br />

Para los Baka la selva se presenta como un elemento<br />

de vida indispensable, el lugar inmediato de la imagi‐<br />

nación y la manifestación de lo sobrenatural y lo tras‐<br />

cendental, como lo evocan dife rentes mitos de la crea‐<br />

ción 11 . La actual deforestación acelerada de su “hábi‐<br />

tat” supone, para es tas poblaciones originalmente<br />

cazadoras‐recolectoras, un ataque a las divinidades de<br />

la vida co tidiana: próximas a los humanos, accesibles,<br />

a las que se dedican ofrendas y ritos con la ocasión de<br />

acontecimientos precisos, pautando la vida individual<br />

o comunitaria. La masiva destrucción de los árboles 12<br />

en nombre del desarrollo constituye lenta, pero segu‐<br />

ramente, el fin de su mundo. Subrayaremos aquí que<br />

no es sino en la selva donde reside la “fuerza vital” de<br />

los Baka. Esta fuerza vital tan necesaria para el equili‐<br />

brio del mundo de los negro‐africanos. Encontramos<br />

asimismo en los Baka esta noción expresada durante<br />

largo tiempo en diversos relatos y cuentos que narran<br />

la vida de los dioses y los hombres. Pueblo de cazado‐<br />

res, mantiene una relación pri vilegiada e íntima con la<br />

selva. La destrucción de la fauna, de la flora y la ocu‐<br />

pación de su hábi tat (por las explotaciones forestales<br />

cada vez más voraces) desintegran las estructuras<br />

sociales e impiden la expresión de la “fuerza vital”, y<br />

constituyen la última etapa del etnocidio en el sentido<br />

en que lo entendía Robert Jaulin. Esta presión territo‐<br />

rial, la reducción al mínimo de su espacio vital y la<br />

deforestación, destruyen no sólo la selva de los seres<br />

humanos sino ante todo el mundo invisible, esto es, la<br />

relación con los ancestros y los fundamentos de la<br />

existencia. Para los Baka algunos árboles son verdade‐<br />

ras deidades (que se deben alabar, nutrir y conservar<br />

celosamente). El des cubrimiento o redescubrimiento<br />

de esta vida “natural” atrae a los turistas que piensan<br />

encontrar otro sentido a sus decadentes y mercantiles<br />

existencias en Occidente. Per manecen durante diez<br />

días en completa inmersión (los más temerarios) en la<br />

vida cotidiana de los Baka: caza, recolección, danza,<br />

relación con la naturaleza, etc. Todo está naturalmen‐<br />

te folclorizado para corresponder a lo que esperan los<br />

turistas; con una permanente “tentación prehistórica”<br />

como lo señala Hervé Ponchelet 13 . En una relación de<br />

fascinación/ repulsión con los Baka, los turistas fingen<br />

ignorar la historia y sobre todo el hecho de que los pig‐<br />

meos son nuestros contemporáneos: “no se trata de<br />

fósiles vivientes”. A pesar de las precauciones de algu ‐<br />

8 “Les Pygmées, oubliés du développement?”, en Journal Bubinga, 10 de diciembre de 2005.<br />

9 Este trabajo se basa igualmente en mi experiencia de campo en tanto que guía‐conferenciante para tour‐operadores franceses y<br />

belgas. Desde 1999 acompaño a grupos de turistas a Camerún.<br />

10 Examinaremos igualmente la relación entre la conservación de la naturaleza y el respeto por el estilo de vida de los Baka al<br />

analizar la caza.<br />

11 Léase A. de Ternay, Croyances religieuses des Noirs, 1934‐1935, Archivos de la congregación del Santo Espíritu en Chevilly‐<br />

Larue, B. 282‐B IV, Cuaderno I.<br />

12 “Nous sommes tous des chasseurs‐cueilleurs”, en Le Point, nº 1377, 6 de febrero de 1999, pp. 162‐164.<br />

13 Les reporters de l’histoire, La France colonisatrice, prefacio de Patrice de Beer, París, Liana Levi/Sylvie Messinger (1983), p. 10.


nos guías turísticos o de antropólogos, se constatan<br />

reacciones de este tipo: “Pero si no son como los ima‐<br />

ginaba”, “¿No son más grandes?”, “¿De verdad son<br />

pigmeos?”, “¡Pero si van vestidos!”, “¡Eh, aquel habla<br />

francés!”, “¿Pero también se lavan?”, “Pero si son<br />

malos”, “No quieren hablarme”, etc. Estos turistas<br />

desembarcan como conquistadores en tierras pigme‐<br />

as, saturados de estereotipos puestos en circulación<br />

por Tintin en el Congo o por relatos de misioneros que<br />

ilustran el “mito del buen salvaje” que hizo furor<br />

durante el siglo de la Ilustración. Lo que enfurece a los<br />

turistas que se encuentran en el curso de estas peripe‐<br />

cias boscosas es contemplar al Baka, al verdadero,<br />

como un ser petrificado desde la noche de los tiempos.<br />

No se dan cuenta de que son ellos mismos los agentes<br />

de la transformación de las costumbres de los pigme‐<br />

os. Así, en febrero de 2006, durante una misión de<br />

localización que hago a una empresa de producción<br />

francesa en su búsqueda de pueblos “auténticos” para<br />

una película sobre los nacimientos en el mundo, no<br />

contó con los Baka de Camerún puesto que a juicio de<br />

los productores no eran lo suficientemente típicos,<br />

puesto que además estaban vestidos: “No correspon‐<br />

den a la imagen esperada de los primitivos”.<br />

Los pseudo‐viajeros buscan dientes limados, senos<br />

desnudos, cabañas, etc.; como si el tiempo no hubiese<br />

pasado… Fingen olvidar las violentas campañas de<br />

“pacificación” de la conquista co lonial. Quieren arrin‐<br />

conar las consecuencias del atroz enfrentamiento cara<br />

a cara de los siglos XIX y XX: la ineludible misión civi‐<br />

lizadora del occidente “civilizado”. Por retomar las<br />

palabras de Patrice de Beer, “mientras que el siglo<br />

XVIII había buscado comprender, admitir las diferen‐<br />

cias, el siglo XIX, más preocupado por conquistar y<br />

ocupar, considerará toda diferencia como una in ‐<br />

ferioridad, incluso una deficiencia, y se esforzará por<br />

normalizar el mundo a su imagen y seme janza. Vestir<br />

a los ‘Negros’ como símbolo del progreso, poner un<br />

vestido de algodón a las negras, de África o de otras<br />

partes” 14 . La ideología humanitarista del siglo XXI y<br />

el turismo mantienen la tarea de los misioneros y de<br />

los administradores coloniales. He aquí un campa‐<br />

mento pigmeo en la ruta de la frontera, hombres,<br />

mujeres y niños en harapos, mendigos, alcohólicos,<br />

una iglesia en cada extremo del pueblo, una escuela<br />

deteriorada, un dispensario a decenas de kilómetros,<br />

la ciudad nada lejos, etc. Cuando el pasado y el pre‐<br />

sente se enredan hasta ese punto, la mirada del turista<br />

se esconde: “nuestra civilización es responsable, pero<br />

no culpable”. ¡Quiero lo auténtico, diantre! Pero lo<br />

auténtico no existe más que en las ficciones y lo imagi‐<br />

nario. Así pues, para per seguir el sueño (no ver la<br />

miseria de los Baka de “verdad”, sobre todo para los<br />

que no pueden desplazarse), se reconstruyen zoos<br />

humanos.<br />

La presencia de los Baka en este zoo belga recuer‐<br />

da la gran época de los zoos humanos en los siglos XIX<br />

y XX: 15 “Le servimos salvajes a domicilio”, usted<br />

puede palparlos sin temor, sin todos los peligros de la<br />

selva ecuatorial. En familia, los aventureros del week‐<br />

end se dedican al descu brimiento de la alteridad.<br />

CAPITALISTA<br />

La última etapa de la misión civilizadora<br />

Bajo la imagen del charity business (negocio de la cari‐<br />

dad), el turismo caritativo se ha convertido en el nuevo<br />

Eldorado donde se calman las buenas conciencias occi‐<br />

dentales… Lo humanitario es la última frontera de la<br />

civilización, allí converge el turismo de masas.<br />

Cuando eso afecta al mundo de los pigmeos, los efec‐ 45ECOLOGISMO<br />

tos son todavía más desastrosos. Pues no olvidemos<br />

que los pig meos raramente han sido definidos desde<br />

su propio punto de vista, tan sólo se han visto repre‐ página<br />

senta dos: bien en la representación del mundo de los<br />

exploradores, bien gracias al paso de los misio neros y<br />

10<br />

los administradores coloniales (siglos XIX y XX). Han<br />

sido definidos bajo cánones exter nos, situados en el<br />

YOUKALI,<br />

14 Íbidem.<br />

1885-477X<br />

15 Véase Nzogan Fomo, Le drame des pygmées. L’affaire des Baka en Belgique, en www.wagne.net/messager/messager/1404/<br />

drame_baka.htm. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 46 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

punto más bajo de la escala humana, considerados en<br />

definitiva (e incluso en la actualidad) como salvajes<br />

que representan (para ciertos antropólogos evolucio‐<br />

nistas del siglo XIX) el eslabón perdido de la evolución<br />

entre el mono y el hombre. Lo que ha hecho de ellos<br />

un objeto de fascinación que atraviesa los siglos, la<br />

imagen absoluta del “buen salvaje” que se puede<br />

encontrar en los comics, las novelas de aventuras o en<br />

el cine occidental: 16 se duda siem pre de su humani‐<br />

dad, se les infantiliza y carecen de voluntad propia. Se<br />

les desvaloriza para hacernos sentir más agudamente<br />

la necesidad de acciones caritativas y una apelación a<br />

“visi tarles”. Un ejemplo, uno solo para comenzar. He<br />

aquí que en 2006 una ONG católica, el Hogar de<br />

Nuestra Señora del bosque, que predicó en favor de los<br />

pigmeos Bagyéli (de la región de Bi pindi en el sur de<br />

Camerún), les presenta ante sus futuros y generosos<br />

donantes: “Los pigmeos constituyen una minoría<br />

analfabeta, primitiva y totalmente marginada”. 17 Por<br />

eso, en esta zona, los filántropos misioneros predican<br />

con el propósito de “elevar” globalmente a estos<br />

“pobres pig meos” en un último acto de humanidad.<br />

Cabe reseñar que los principales flujos de viajeros<br />

que se dirigen hacia los pigmeos Baka son humanita‐<br />

rios –actores del “turismo caritativo”‐ embarcados en<br />

diferentes ONGs y proyectos de desarrollo.<br />

Los últimos acontecimientos tras los años 1930,<br />

bajo la acción conjunta de misioneros cristianos y de la<br />

administración colonial, conducen a la sedentariza‐<br />

ción y al acantonamiento de los Baka a lo largo de<br />

rutas y próximos a los pueblos bantúes, para contro‐<br />

larlos mejor. Esta sedentarización forzada se persigue<br />

en nombre del viejo eslogan colonial, reutilizado por<br />

la administración came runesa: “Por donde pasa la<br />

carretera, llega el desarrollo”. El proceso de sedentari‐<br />

zación se ha visto acentuado a partir de los años 1960<br />

y 1970 por el Estado camerunés con el apoyo de su ‐<br />

puestas ONGs “de desarrollo”. Esta acción conjunta<br />

de “domesticación de la alteridad”, como lo indica el<br />

filósofo Bassidiki Coulibaly, tiene por objetivo hacer<br />

entrar a los Baka en la modernidad involucrándolos<br />

en estructuras e infraestructuras de renovación del<br />

territorio: escuelas, centros sanitarios, aprovisiona‐<br />

miento de agua, carreteras, etc.<br />

Al igual que otras poblaciones seminómadas, los<br />

Baka no han solicitado participar en Estados creados<br />

sin su consentimiento. Se han encontrado<br />

insertados/encerrados en fronteras y siste mas políti‐<br />

cos, administrativos y económicos, exteriores a su<br />

visión del mundo y a los cuales, desde siglos, han teni‐<br />

do que adaptarse o, en caso contrario, perecer.<br />

Añadamos que esta seden tarización se acompaña de<br />

litigios hipotecarios, pues los pigmeos están instalados<br />

en tierras consuetudinarias de los bantúes, tierras<br />

sobre las cuales no disponen de pleno usufructo; no<br />

son más que tolerados y las jefaturas administrativas<br />

por ellos creadas carecen de efectividad.<br />

Terminamos señalando que las lógicas civilizado‐<br />

ras, humanitarias y caritativas, están entrelaza das. Por<br />

retomar el ejemplo del zoo belga, años más tarde y con<br />

el mismo ímpetu humanitario, Dieudonné y Jani le<br />

Pen han realizado el viaje inverso a Camerún. Los<br />

aspectos más nausea bundos de este turismo humani‐<br />

tario se perciben en este retorno en marzo de 2007 y en<br />

la ins trumentalización de los Baka.<br />

16 Véase la película de Régis Wargnier, Man to man (2005) que pone en escena una pareja de pigmeos capturada en 1870 en ple‐<br />

na sociedad victoriana, y que como objetos de ciencia acabarán en un zoo.<br />

17 Véase la página web de la asociación: http://fondaf‐bipindi.solidarites.info/historique.php


LA IDEOLOGÍA DEL ADOSADO (PAVILLIONAIRE)<br />

En un libro de una extraña lucidez Todos propieta‐<br />

rios18 , Jean‐Luc Debry describe cómo la ideolo gía<br />

“pequeño‐burguesa” se ha impuesto en los grandes<br />

estratos de la sociedad. La obsesión por la higiene y la<br />

seguridad, el culto de la mercancía y de la propiedad<br />

privada, han reemplazado a las solidaridades y a la<br />

cultura de resistencia de las clases populares.<br />

Conocemos su participación en la revista de historia social<br />

Gavroche19 Entrevista a Jean‐Luc Debry<br />

Palabras recogidas y editadas por Cédric Biagini<br />

CAPITALISTA<br />

(septiembre 2008)<br />

lizar a “el votante” du rante las campañas electorales.<br />

Esta noción difusa reposa ante todo en la ideología<br />

pequeño‐bur guesa. Históricamente, el objetivo de la<br />

burguesía es crear una clase de amortiguación entre el<br />

proletariado y ella misma que permita pacificar a este<br />

último y hacerle entrar en un estado de sumisión que<br />

él mismo habría deseado. A finales de la Primera<br />

Guerra Mundial el fascismo fue una solución en varios<br />

países europeos para suprimir la idea revolucionaria<br />

así como sus trabajos sobre la Comuna: nos –como lo ha sido la contrarrevolución bolchevique en<br />

llama la atención que vuelva a retomar una temática social Rusia. Tras la Segunda Guerra Mundial, la apuesta de<br />

actual como la del triunfo de las clases medias. ¿Qué le lleva la paci ficación ha continuado. En ese sentido, la<br />

a escribir sobre esta cuestión?<br />

Escuela de Frankfurt mostró bien de qué va la cosa…<br />

Aunque el fascismo ha permitido salvar al capitalismo<br />

Jean‐Luc Debry: Hoy en día, la noción ideológica de en una situación de crisis, supone un coste en términos<br />

clase media domina la sociedad. Su objetivo es con‐ de locura y destrucción. Para convencerle de que el<br />

vencer a la mayor parte de la población de que partici‐ proletariado ya no existe en tanto que clase, es preciso<br />

pa en una gran familia. Los valores de este egotismo hacerle creer que ya no queda nada más que un pro‐<br />

sacralizado y celebrado en el seno de esta ideología se yecto pequeño‐burgués con el cual cada uno puede y<br />

ponen de relieve en el culto maníaco de la higiene y de debe identificarse. Del mismo modo que el prole ‐<br />

la seguridad, la exaltación del valor del trabajo, en el tariado era una clase que podía situarse en relación al<br />

seno de la cual la función se confunde con la existen‐ aparato de producción, así también el fenómeno de las<br />

cia y, naturalmente, la propiedad privada como san ‐ clases medias es un proceso ideológico que se identifi‐<br />

tuario de la mercancía. Culto de una creencia en la ca totalmente con la mer cancía. Ya no estamos en una<br />

cual se borra el deseo de resistencia. Se trata de un pro‐ creación de valor para el capital, sino en una posición<br />

pósito más bien desencantado, pues las perspectivas de presunto goce en el consumo de la mercancía; hay<br />

de crear lugares de resistencia se reducen hasta casi pues un desplazamiento de los métodos de domina ‐<br />

desaparecer.<br />

ción.<br />

¿Podría volver sobre el término “clases medias”? Como Esta aculturación, estas pérdidas de referencias culturales de<br />

usted subraya, algunos sostienen que la mayoría de la gente la clase obrera, esta historia de la mercancía, ciertamente han<br />

47ECOLOGISMO<br />

pertenece a esta categoría. Hay sociólogos que afirman que desempeñado un papel importante. ¿Pero no han sido los<br />

ya no existe, o más aún, que está en vías de desintegrarse por obreros/as actores/actrices de su destino? ¿No han participa‐<br />

la precarización… Emplea también el término “pe queño‐ do de este aburguesamiento?<br />

página<br />

burgués”.<br />

J‐L. D.: El proletariado se ha visto totalmente desar‐ 10<br />

J‐L D: “Clases medias” es un término cajón de sastre mado, particularmente por la dominación del partido<br />

utilizado por los sociólogos. Nos pregun tamos si el comunista y de las ideas estalinistas hasta la década de<br />

término posee una verdadera existencia social; se ha los años sesenta; 1968 fue un sobresalto. Después hubo<br />

YOUKALI,<br />

utilizado por los “comercializa dores” (marketeurs) el colapso histórico del comunismo de Estado, tras la<br />

para hacer consumir y por la clase política para movi‐ caída del muro de Berlín y de la propaganda que le<br />

1885-477X<br />

18 Tous propriétaires. Du triomphe des classes moyennes, Homnispères (2007).<br />

19 Revista de historia popular. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 48 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

acompañaba: “Veis, habéis perdido; las únicas pers ‐<br />

pectivas que se ofrecen son las del éxito individual”.<br />

Todo se reduce al individuo, las tensiones sociales y<br />

económicas se abaten sobre el sujeto que se autoincul‐<br />

pa por no ser capaz de ade cuarse al modelo que se le<br />

presenta. Tenía razón al decir que hubo un fracaso del<br />

movimiento obrero. La apropiación por parte de mili‐<br />

tantes profesionales –los comunistas del partido, las<br />

familias políticas mezcladas‐ de la actividad política<br />

en los barrios y en las fábricas constituyó un fenóme‐<br />

no que fue parte de este proceso histórico. Al perder<br />

sus hábitos de auto‐organización y su capacidad de<br />

articular un discurso crítico sin intermediarios, el pro‐<br />

letariado se convirtió en tonces en una presa fácil para<br />

la ideología de la mercancía, y así es como comienza la<br />

despose sión. A diferencia de un periodo anterior en el<br />

curso del cual la burguesía funcionaba por exclu sión,<br />

ahora se trata de integrar al proletariado. Asistimos en<br />

efecto al despliegue de una ideología de la inclusión.<br />

Las prácticas colectivas y las ideas sociales deben así<br />

desaparecer, ya que sólo cuenta a partir de ahora la<br />

creación del valor.<br />

Nos enfrentamos entonces al desarrollo de un modo y un<br />

estilo de vida. Su libro tiene por título “Todos propietarios”<br />

(Tous propietaires) pues la propiedad inmobiliaria desempe‐<br />

ña un papel cen tral.<br />

J‐L. D.: Sí, desempeña un doble papel: en la realidad y<br />

en la representación. No hay necesidad de ser propie‐<br />

tario para identificarse con esta ideología, basta con<br />

creer en ello (mediante el sueño), y después están los<br />

que son propietarios, encerrados en su adosado, en<br />

esa superficie cuadriculada. Hay un empobrecimiento<br />

total de la relación con los otros y de la vida social en<br />

general. Se la parodia hasta lo caricaturesco en el<br />

espectáculo de los días de vecindad, las bar becue‐<br />

parties y la ciudadanía pretendidamente participativa.<br />

Prácticas y discursos que reflejan en sí mismos su pro‐<br />

pia caricatura. Hay en este cuadro una incapacidad<br />

manifiesta de pensarse en una situación colectiva. Es<br />

la diferencia con el proletariado: gracias a su organiza‐<br />

ción podía reflexionar y poner en tela de juicio su con‐<br />

dición social. Ahora bien, en la actualidad quien está<br />

encerrado en su propiedad privada no puede pensar‐<br />

se como un elemento de un sistema global, está confi‐<br />

nado tras las puertas cerradas de su ego.<br />

Recientemente me he sentido atemorizado al constatar que<br />

esta ideología del adosado (pavillio naire) se encuentra tanto<br />

en el campo como en los suburbios. He visto ciudades desier‐<br />

tas y alrededor exten derse parcelas de adosados con sus jar‐<br />

dines bien aseaditos, su arenita, sus cercados. Este modelo<br />

del adosado se ha generalizado y acompaña al triunfo de las<br />

clases medias y el capi talismo…<br />

J‐L. D.: Es un modelo ideal para la identificación con<br />

el culto de la mercancía, la nueva religión del capital.<br />

Desde los años cincuenta esta imagen de la familia<br />

ideal, con pocos niños, un perro, recluida en el espec‐<br />

táculo de su seguridad, se ha convertido en una suer‐<br />

te de icono emblemá tico, de un ideal basado en la alie‐<br />

nación deseada. La obsesión de esta ideología es la<br />

seguridad, la propiedad y la higiene. Este lugar debe<br />

protegerse y sanearse, el exterior no puede entrar<br />

salvo si se le ha descontaminado porque puede ser<br />

portador de perturbaciones, de ideas o de enferme ‐<br />

dades…: es contagioso.<br />

Señala el hecho de que el lugar donde vamos a vivir ha sido<br />

totalmente restaurado, reconstruido; es artificial, normativo,<br />

y supone una dependencia respecto a la mercancía que le es<br />

consustancial, por ejemplo al coche.<br />

J‐L. D.: En efecto, el corolario del adosado es el<br />

coche… El otro corolario es la gran superficie comer‐<br />

cial donde se llena el carrito de la compra y el malete‐<br />

ro sin tener contacto con nadie, des pués se vuelve a<br />

casa, siempre solo. Tan sólo estamos autorizados a<br />

hacer una barbacoa con aquellos amigos que habrán<br />

sido cuidadosamente seleccionados.<br />

El adosado se encuentra alejado del centro de la ciudad, esta‐<br />

mos pues obligados a coger el coche. Si dejamos de usar el<br />

coche y de hacer algunos kilómetros más para ir a los centros<br />

comerciales se condena a la agonía a las tiendas del centro<br />

metropolitano. Estas cierran, la ciudad pierde su inte rés, y<br />

nos lleva a vivir a sus afueras. El sistema se autorreproduce.<br />

J‐L. D.: El corazón de la ciudad se transforma a veces<br />

en museo o se recrea un origen rural ficti cio en el cual<br />

imaginamos la vida de nuestros abuelos cuando el<br />

espacio público aún existía. Todo eso ha desaparecido.<br />

Se le mitifica. La fealdad de la vida en el adosado, sien‐<br />

do totalmente insoportable, acaba por contaminar el<br />

espíritu. Todo el mundo se da cuenta de que falta algo,<br />

va entonces a visitar las ciudades‐museo, reconstrui‐<br />

das, un mundo del artificio y del espectáculo que ven‐<br />

dría a hacer soportable una cotidianeidad insoporta‐<br />

ble. Se consume la ficción de nues tros orígenes. El ado‐<br />

sado no se transmitirá, nadie cree que pueda durar, se<br />

consume la ilusión de la duración al mitificar un pasa‐<br />

do aséptico del cual se ha eliminado toda realidad. Se<br />

trata de una pura reconstrucción.<br />

Independientemente de los contenidos de la televisión, el<br />

entorno tecnológico y la ideología de In ternet, a los cuales se<br />

conecta la gente, acentúan el repliegue sobre sí y la indivi‐<br />

dualización. A tra vés de la omnipresencia mediática y del<br />

mundo virtual, las cosas vienen directamente a la gente, la<br />

experiencia se muere. Ahora el aislamiento se produce en el<br />

centro mismo del adosado, y no tan sólo de cara al exterior.


J.L.D.: Cada uno está replegado frente a sí mismo, en<br />

un consumo de sí mismo. Asistimos a la consumación<br />

del espectáculo de la vida, como lo escribió Guy<br />

Debord en 1967 en La sociedad del espectáculo. La televi‐<br />

sión no es más que la consagración de esta despose‐<br />

sión de la vida y de sí. Ya no estamos en la realidad,<br />

estamos cara a cara ante el espectáculo de lo que debe‐<br />

ría ser. Carecemos incluso de la necesidad de introdu‐<br />

cir al otro en una relación cualquiera. Es una so ciedad<br />

del onanismo. La alteridad ya no tiene razón de ser.<br />

Habla de infantilización generalizada…<br />

J‐L.D.: Este proceso es flagrante cuando vemos la<br />

publicidad. El individuo se ve reducido a un niño, y<br />

éste se reduce a sus emociones. El consumidor está ati‐<br />

borrado, disfruta con la boca abierta al absorber esta<br />

leche maternal permanente que se disemina de todas<br />

las formas posi bles. Sólo permanece la emoción, ya no<br />

hay reflexión ni espíritu crítico. El adulto es capaz de<br />

estar en desacuerdo con las ideas, de situarse en un<br />

discurso crítico construido y formar un es píritu de<br />

resistencia consciente de sí mismo. La infantilización,<br />

al contrario, consagra el proceso global de alienación<br />

deseado del que hablamos. La emotividad primaria<br />

que consagra la organiza ción social actual, basada en<br />

la individualización comercial y política, constituye el<br />

abono de to das las manipulaciones.<br />

Habla también de confusión total entre los deseos y las nece‐<br />

sidades…<br />

J‐L.D.‐ Hoy, en el campo de la mercancía todo deseo<br />

debe verse satisfecho inmediatamente se gún el modo<br />

de la necesidad, en la posesión. El deseo se ve rebaja‐<br />

do al nivel de las necesidades vitales. Ya no nos que‐<br />

dan más que deseos atrapados por el espectáculo de<br />

los nuevos objetos encargados de despertarlos.<br />

Existimos en función de lo que consumimos y no a tra‐<br />

vés de lo que construimos de nosotros mismos en el<br />

campo de la alteridad. La experiencia de la relación<br />

con el otro permanece ence rrada en el deseo mimético<br />

de poseer los mismos atributos del éxito y de la reali‐<br />

zación indivi duales. Se manipula la dinámica del<br />

deseo para estar al servicio del desarrollo del capital. CAPITALISTA<br />

Habla de la depresión, un hecho social muy extendido. Usted<br />

la considera como una forma de re sistencia mientras que yo<br />

la analizo como un estado psicológico que acompaña al<br />

repliegue, el miedo al otro, la fascinación por uno mismo…<br />

J‐L.D.‐ La depresión es la última experiencia humana<br />

posible en el universo de la mercancía y de la aliena‐<br />

ción del valor. Existe una autenticidad de la experien‐<br />

cia que no puede expresarse más que por la depresión,<br />

es decir, el sufrimiento. Esta experiencia narcisista,<br />

negativa, es insoportable para el que la experimenta,<br />

pero constituye también una forma de resistencia, en<br />

el sentido de que la mecánica de la adhesión a los valo‐<br />

res de la mercancía, tales como el culto de la realiza ‐<br />

ción, ya no funciona. Hay una suerte de cortocircuito.<br />

No obstante, es como la revuelta, un tiempo necesario<br />

pero insuficiente. Un fogonazo que me ha transforma‐<br />

do, pero que no me ha abierto sobre otra cosa. Es nece‐<br />

saria su superación. Pero al menos la depresión nos<br />

obliga a de tenernos y a mostrarnos que todo eso care‐<br />

ce de sentido. En cuanto dejamos de creer en ella, el<br />

discurso histérico que consagra la desposesión de sí ya<br />

no funciona, se convierte en algo inope rante, caduco,<br />

grotesco. Es un cortocircuito de nuestras ilusiones que<br />

puede reforzarnos y per mitirnos mirar a las cosas tal y<br />

como son.<br />

La segunda parte de su libro se titula “Observaciones psico‐<br />

geográficas”, donde habla de la ciudad media, del área de<br />

autopista, etc.; de los no‐lugares que nos son familiares.<br />

J‐L.D.‐ Quise evidenciar el hecho de que todo sistema<br />

político se comprende a través de su arquitectura. La<br />

arquitectura está unida a una época, a una ideología, a 49ECOLOGISMO<br />

una manera de ver lo humano. El no‐lugar correspon‐<br />

de al triunfo de las clases medias, es un lugar donde ya<br />

no hay historia, ni relaciones sociales, tampoco pasado página<br />

ni futuro, tan sólo individuos en tránsito que se cruzan<br />

en lugares puramente funcionales.<br />

10<br />

El área de autopista es un lugar fascinante: ahí se está a la<br />

vez bien y mal. Mal por se está en ninguna parte, y al mismo YOUKALI,<br />

tiempo bien porque poseemos todos los códigos, sabemos<br />

cómo funciona, no existe ninguna sorpresa.<br />

J‐L.D.‐ En el área de autopista no hay cambios, nos<br />

contentamos con atravesarla. Estamos seguros de no<br />

encontrar a nadie, no pasará nada. Estamos solos 1885-477X<br />

mientras no nos hallemos en un lugar colectivo. Nos<br />

sentimos seguros, en un lugar sano, limpio. Se ha ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 50 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

hecho alarde de la hora a la cual se han limpiado los<br />

servicios, no se puede contaminar. Los productos<br />

puestos en venta no sirven para nada, es un decorado<br />

ficticio en el cual nos sentimos seguros ya que todo es<br />

normativo. Todo se conoce por adelantado en un no‐<br />

lugar. Podemos descansar del estrés que los nuevos<br />

modos de producción nos imponen en el trabajo; el<br />

no‐lugar amuebla esta soledad insoportable que<br />

caracteriza al sujeto atrapado en un espacio cerrado.<br />

Ve en la cadena hotelera “la apoteosis sublime que consagra<br />

la pérdida de la referencia espacial”.<br />

J‐L.D.‐ Estos no‐lugares borran la historia y la geogra‐<br />

fía. Sin pasado, una sociedad no puede construirse. En<br />

estas cadenas, cualquiera en la que se encuentre, el<br />

decorado es el mismo, una habitación, cuadros en la<br />

pared, todo es siempre idéntico. Poco importa que se<br />

esté en Estrasburgo, Marsella o Lille, siempre estamos<br />

en el mismo lugar, contrariamente a los delirios actua‐<br />

les sobre la sociedad nómada. No hay nomadismo,<br />

vamos de una mercancía a otra, de un lugar de pro‐<br />

ducción a uno de consumo, y viceversa.<br />

Habla de las calles peatonales de los centros urbanos. Frente<br />

al malestar que todo el mundo percibe, que incluye a los ele‐<br />

gidos que se dan cuenta del malestar social en el ambiente,<br />

existen tentativas de reocupación de los centros urbanos,<br />

pero siempre siguiendo un modelo artificial.<br />

J‐L.D.‐ Intentar rehumanizar lo que ha sido deshuma‐<br />

nizado es patético. Con la calle peatonal se quiere<br />

hacer creer que se ha recreado un lugar de sociabili‐<br />

dad como si antes hubiera existido con el mercado,<br />

donde nos reencontrábamos en el ágora y en la plaza<br />

de la ciudad. Hoy en día se trata de galerías comercia‐<br />

les obsesionadas por la seguridad, donde en ocasiones<br />

reina una policía municipal armada desde hace poco<br />

con Taser 20 , que permite cazar a los SDF 21 . Esta ten‐<br />

tativa de recrear lo que ya no existe no se basa en una<br />

elección de los individuos, sino en un espectáculo.<br />

Estas calles peatonales están jalonadas de letreros,<br />

cadenas comerciales. Todo eso es falso.<br />

Todo eso está fabricado. Lo que trastorna cuando nos pasea‐<br />

mos por las diversas ciudades francesas, es que nos encontra‐<br />

mos en todas partes los mismos letreros, organizados de idén‐<br />

tica forma, dispuestos de manera similar. Sólo se puede sen‐<br />

tir un pequeño carácter local. Vivimos inundados/as por estos<br />

letreros y se ha consumado una uniformización terrorífica.<br />

J‐L.D.‐ Lo que impresiona es el toque de queda… A las<br />

19 horas, ya no hay vida, todo está cerrado. Cerrado<br />

con candado, la vida ha desaparecido. Se trata tan sólo<br />

de una construcción para consumir el espectáculo de<br />

la vida convertida en imposible.<br />

Sabemos que la crisis energética y el calentamiento climáti‐<br />

co no permitirán mantener ad vitam aeternam este modo<br />

de vida enteramente basado en el coche y en infraestructuras<br />

gigantescas. La Tierra no podrá soportar a gran escala este<br />

modelo que occidente ha exportado al mundo entero. No<br />

siendo sostenible este modo de vida, ¿cómo piensa usted que<br />

debería evolucionar?<br />

J‐L.D.‐ El capitalismo acumula tantas contradicciones<br />

que no puede sino encontrarse en crisis; en efecto una<br />

crisis profunda por el hecho mismo de su desarrollo y<br />

de su bulimia parece ineludible. Las crisis van a mul‐<br />

tiplicarse, y a todos los niveles, financiero, industrial, y<br />

por consiguiente, social. La cuestión es saber si van a<br />

desembocar en una toma de conciencia política y un<br />

cuestionamiento radical del fetichismo de la mercan‐<br />

cía, en tanto que se trata de una relación social esen‐<br />

cialmente alienada. Soy más bien pesimista. Si des‐<br />

pués de una crisis, el único objetivo es volver al estado<br />

anterior y no actuar sobre la realidad de esta domina‐<br />

ción de naturaleza ontológica, las crisis se multiplica‐<br />

rán y, fortalecido por sus capacidades de adaptación,<br />

su oportunismo, el capitalismo en tanto que ideología<br />

se adaptará, como lo ha hecho siempre. La adhesión al<br />

sistema actual se asemeja a los mecanismos religiosos<br />

de nuestros padres. Este sistema se aferra a nuestra<br />

creencia. Fabula. Privado de la fe que le anima, carece<br />

de eficacia. Nos encontramos frente a la Religión del<br />

capital, como lo decía Paul Lafargue. El desmorona‐<br />

miento de la creencia común en su sistema ideológico,<br />

desembocará fatalmente en una crisis que podría<br />

parecerse a una crisis de la religión del capital similar<br />

a la del siglo XVIII, que quebrantó los dogmas socio‐<br />

políticos del Antiguo Régimen.<br />

20 Taser, un arma de electro‐choque diseñada para incapacitar a una persona o animal mediante una descarga eléctrica. N. de los<br />

T.<br />

21 Abreviatura de Sans Domicile Fixe, término utilizado para designar a la población sin domicilio fijo, esto es, vagabundos, men‐<br />

digos y en general personas sin techo. N. de los T.


HABITAR SU PAÍS<br />

Las consecuencias del turismo sobre el tejido social,<br />

sobre la propiedad patrimonial y sobre los valores de<br />

la población local resultan desastrosas. Así ocurre en<br />

el País Vasco francés22 donde los agricultores viven el<br />

desmoronamiento programado de su actividad. Pierre<br />

Vissler, miembro del colectivo contra la especulación<br />

en la región de Sola (Zube roa) 23 , analiza la situación<br />

en la década de 1990. 24<br />

cial de uno o dos millones de francos<br />

El imperativo de desarrollar a cualquier precio un territorio<br />

es la consecuencia de profundas muta ciones debidas, en pri‐<br />

mer lugar, a la industrialización y la urbanización. Para evi‐<br />

tar el empobre cimiento y la despoblación, las élites locales<br />

ponen a competir su territorio con otros e intentan hacer<br />

atractiva su región. Todo ello en detrimento de la población<br />

local. Y “los que adquieren las casas y las tierras no compar‐<br />

ten en absoluto el destino de los que viven allí”. A través del<br />

ejemplo de la provincia de Sola (Zuberoa) en el País Vasco<br />

francés, Pierre Vissler muestra cómo el desarro llo del turismo<br />

destruye la ruralidad y toda vida local. Asistimos así a un<br />

verdadero conflicto de clases donde los más ricos, al modificar<br />

al alza los precios inmobiliarios por la compra de las se gun‐<br />

das residencias, impiden a los pobres habitar su propio país.<br />

Por el momento se trata esencialmente de la de ‐<br />

manda de acreditación residencial que genera una<br />

presión sobre los precios de la vivienda en Sola (Zube ‐<br />

roa) y no el crecimiento demográfico. Contra riamente<br />

a lo que ocurre en la costa, la población disminuye por<br />

razones que es necesario relacionar con la falta de ofer‐<br />

tas de trabajo remunerado. Pero esta presión es mons‐<br />

truosa, ya que los precios que ofrecen los demandan‐<br />

tes procedentes del exterior no tienen comparación<br />

alguna con los medios financieros de los autóctonos.<br />

Las pasmosas sumas propuestas hacen surgir sueños<br />

de fácil enriquecimiento, con el riesgo de acabar de<br />

destruir lo que quedaba de tradicional en el proceso de<br />

transmisión y de echar a los inquilinos. Cuando se<br />

conciencian que su patrimonio posee un valor poten‐<br />

25 por Pierre Vissler<br />

CAPITALISTA<br />

, o incluso más,<br />

los pro pietarios se desentienden de su medio social y<br />

no aspiran más que a echar el guante al gordo de la<br />

lotería. En este nuevo contexto puede resultar difícil a<br />

un joven granjero asumir la herencia dado el hecho de<br />

que le haría falta pagar las compensaciones al resto de<br />

parientes con derecho a tal herencia. Y le es totalmen‐<br />

te imposible al responsable de un proyecto agrícola<br />

considerar el instalarse sobre una propiedad. Así se<br />

hace evidente un proceso que, si no se ve rápidamen‐<br />

te desarticulado, hará desaparecer al campesinado en<br />

Sola (Zuberoa) como lo hizo en tantos otros lugares.<br />

[…]<br />

Desesperación y turismo… y viceversa<br />

La idea de que la explotación de una granja podría 51ECOLOGISMO<br />

continuar existiendo y haciendo feliz a una familia<br />

parece haber abandonado el espíritu de muchos agri‐<br />

página<br />

cultores. La razón primordial de este desinterés es sin<br />

duda alguna la desesperación generada por la des‐ 10<br />

afección de su propia des cendencia respecto a este<br />

modo de vida, lo que supone el fin de una larga histo‐<br />

YOUKALI,<br />

22 El autor se refiere a Iparralde, el País Vasco francés, que comprende las provincias de Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Beherea<br />

según la toponimia euskaldún, y que actualmente se inserta en la clasificación administrativa francesa del Departamento de<br />

Pyrénées‐Atlantiques, que incluye las antiguas provincias de Béarn y Pays Basque (N. de los T.).<br />

23 En este caso la región de Soule (Sola, en castellano) se corresponde a la provincia histórica de Zuberoa o Xiberoa.<br />

1885-477X<br />

24 Este texto se ha extraído de Habiter son pays. Question immobilière et foncière au Pays basque Nord, Gatuzain (2006).<br />

25 Aproximadamente entre 150.000 y 300.000 euros, respectivamente (Nota de los T.) ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 52 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ria hecha de su cesiones aseguradas. Si antes el trabajo<br />

colectivo de las tareas variadas incrementaba la auto ‐<br />

nomía alimentaria, ahora por el contrario la agricultu‐<br />

ra se ha convertido demasiado a menudo en un oficio<br />

solitario, monótono y quizá más agotador que antes a<br />

pesar de la mecanización. En cualquier caso, una labor<br />

con ritmos más sostenidos, una actividad menos inde‐<br />

pendiente pues cada vez más está ligada a los banque‐<br />

ros e intermediarios. Los jóvenes crecen pero ante un<br />

es pacio poco seductor respecto a esta actividad.<br />

Durante su juventud habrán frecuentado a unos<br />

padres estresados por un ritmo de trabajo más próxi‐<br />

mo a lo industrial que a la convivencia, pa dres que<br />

han estado poco disponibles e incapaces de transmitir<br />

el gusto por este oficio. Se orientarán pues de forma<br />

voluntaria, y paradójicamente, cada vez más hacia un<br />

empleo asalariado. Esta inclinación se ha agravado en<br />

gran medida por una imagen decididamente retrógra‐<br />

da de la agricultura, construida y mantenida por las<br />

personas que representan el poder y la autoridad,<br />

imagen repetida por la práctica totalidad de los<br />

medios de comunicación. 26 Esta representación nega‐<br />

tiva no deja en el imaginario colectivo más que un<br />

escaso lugar a la agricultura. A nivel francés y euro‐<br />

peo, e incluso mundial, sólo el empresariado agrícola,<br />

el agroempresariado, se puede considerar como digno<br />

de interés porque es susceptible de generar productos<br />

de exporta ción y porque constituye así una fuerza, un<br />

arma económica. Y los responsables logran lo que<br />

quieren: la disminución del <strong>número</strong> de explotaciones<br />

es paralela al aumento de la superficie y de las produc‐<br />

ciones. A nivel local, los electos ya no creen en el por‐<br />

venir de los campesinos (si es que lo hacen durante el<br />

breve tiempo de los periodos electorales), por la sim‐<br />

ple razón de que carecen de reflexión sobre una políti‐<br />

ca local susceptible de permitir el valor perenne de la<br />

agricultura y que al ascender por las escalas del poder<br />

les hace renegar de sus propios orígenes. No son en<br />

verdad más que simples repetidores que aplican las<br />

directivas que provienen de las alturas. 27 Nace así en<br />

el espíritu del campesino el doloroso sentimiento de<br />

vivir en un mundo que se acaba. Transformar enton‐<br />

ces lo inútil, lo que parece no poseer ya valor de uso,<br />

en capital (valor de cambio), nos vuelve a descubrir la<br />

piedra filosofal. Incluso sin saber demasiado qué dise‐<br />

ño podrá alimentar esta inestimable hucha, el senti‐<br />

miento de tener entre las manos lo‐que‐permite‐todo:<br />

el dinero. Y como estos agricultores, tentados durante<br />

su actividad a ampliar sin cesar la exten sión de sus tie‐<br />

rras, cuando se jubilan les parece normal y legítimo<br />

tener como vecinos a los que allí se quedan, y además<br />

se ven obligados a buscar el desarrollo local. La sepa‐<br />

ración de la casa y de las tierras de labor hace desapa‐<br />

recer cada vez más unidades de equipamiento viables.<br />

Así se cierran las puertas ante los candidatos campesi‐<br />

nos, los que han elegido este destino y que son deno‐<br />

minados administrativamente “fuera del entorno<br />

familiar”. Son precisamente las viviendas de estos ex ‐<br />

granjeros, y a menudo separadas de sus tierras pero<br />

no de modo sistemático, las que suponen lo esencial<br />

de las actuales ventas a precios elevados. Este reciente<br />

fenómeno ha deses tabilizado gravemente nuestra<br />

provincia y la ha hecho correr un peligro mortal.<br />

Sola (Zuberoa) se extiende sobre 760 kilómetros<br />

cuadrados y cuenta hoy en día con menos de 14.000<br />

habitantes; la información circula muy rápido y no<br />

hará falta que pasen muchos años para que uno o dos<br />

casos de viviendas vendidas a muy alto precio influya<br />

luego en todas las transacciones. Concretamente, si era<br />

posible comprar una casa entre 300.000 y 500.000 fran ‐<br />

cos 28 hace cuatro o cinco años, en la actualidad esos<br />

casos son raros y sólo una valla, un gra nero, una casa<br />

en mal estado se va a negociar de acuerdo a esas anti‐<br />

guas tarifas. Las casas de alquiler bajo están a punto de<br />

ser vendidas y sus inquilinos expulsados. Las granjas<br />

que com prenden vivienda, granero y algunas hectáre‐<br />

as de tierra en pendiente, se ponen a menudo en venta<br />

en precios que se sitúan entre 1,5 y 2,5 millones de<br />

francos 29 . Aumentos que prohíben es trictamente<br />

cualquier utilización agrícola, hasta tal punto existe<br />

26 La imagen dominante quiere que cuantos menos campesinos existan más desarrollada estará la sociedad. Dicho de otra ma‐<br />

nera: cuantos menos productores independientes (primitivos) queden y más se integre la masa de los trabajadores (asalaria‐<br />

dos) en la producción industrial, tanto más rozará la sociedad la perfección.<br />

27 Durante un debate radiofónico en el contexto de las elecciones cantonales de 2004, el consejero general del cantón de Tardets,<br />

Michel Arhancet, después de haber insistido largamente en la importancia de los campesinos para Sola (Zuberoa), declara lo<br />

siguiente: “Hoy en día si la Alta Sola (Zuberoa) es atractiva es porque es amena […]; el día en que no haya más agricultura en<br />

Sainte‐Engrâce, verá usted el aspecto que tendrá el paisaje de Sainte‐Engrâce que hoy es una joya. Todo está relacionado. Si no<br />

tenemos una agricultura dinámica, no tendremos turismo”. Estas palabras certifican el fatalismo que habita y que transmiten<br />

los responsables. M. Arhancet no dice “si no hubiese más agricultores”, sino más bien “cuando no haya más agricultores”.<br />

Todo está ya previsto, ¿por qué entonces resistir? ¡Decididamente no hay nada que hacer contra el destino! ¡Pero hará falta de<br />

todos modos conservar algunos especímenes de campesinos con el fin de adornar el campo con fines turísticos!<br />

28 Entre 45.000 y 75.000 euros, aproximadamente (Nota de los T.).<br />

29 Entre 240.000 y 360.000 euros, aproximadamente (Nota de los T.).


una inadecuación entre los in gresos que se pueden<br />

generar con tales instalaciones agrícolas. Sin embargo,<br />

se trata de precios del todo adaptados a los deseos<br />

suntuarios burgueses situados en la búsqueda de<br />

autenticidad o a proyectos turísticos destinados a estos<br />

mismos ricos. Así, lo que el modernismo ha despre ‐<br />

ciado, lo que se ha esforzado en destruir, se ha conver‐<br />

tido una vez neutralizado en el lugar pre dilecto de sus<br />

más fieles apóstoles. Las granjas y sus graneros, al<br />

igual que los puertos pesque ros y sus pequeñas casas<br />

rústicas, una vez evacuados por sus inquilinos históri‐<br />

cos, constituyen lo que mejor se ha hecho en materia<br />

de lugares de recursos “integrados”.<br />

Pero, ¿de qué chistera de mago salen estos nuevos<br />

y prósperos compradores?, y ¿por qué ahora? Ante el<br />

desorden provocado por la pérdida endémica de<br />

empleos y de población, los electos de ben mostrar que<br />

se movilizan. Y, aunque los males del País Vasco fran‐<br />

cés sean el fruto de una política imperialista que le<br />

impide vivir su propia historia, los responsables hacen<br />

un análisis según el cual la “deslocalización” resolverá<br />

todos los problemas. Se trata de alguna manera de<br />

acercar el campo a la ciudad y a sus flujos económicos,<br />

conectándole por todos los medios a los ejes principa‐<br />

les de circulación. En el mismo tiempo y con la misma<br />

lógica, frente a los cierres constantes de fábri cas, el<br />

turismo aparece como la nueva gallina de los huevos<br />

de oro, el nuevo sector económico a desarrollar. 30<br />

Hasta ahora poco conocida más allá del suroeste fran‐<br />

cés y del País Vasco del sur (Hegoalde), disimulada en<br />

la sombra de la centelleante zona costera, Sola<br />

(Zuberoa) va a asumir los gastos de los costosos<br />

esfuerzos destinados a seducir turistas e industriales.<br />

Esfuerzos que se traducen en primer lugar en costosos<br />

y devastadores trabajos de infraestructura viaria, en<br />

auditorías y otras oficinas de estudios no menos one‐<br />

rosas, así como en una vasta campaña de publicidad<br />

(folletos turísticos, publicidad en Internet, etc.). El obje‐<br />

tivo de este enfoque clara mente comercial podría resu‐<br />

mirse en el siguiente mensaje publicitario: “¡Si usted<br />

quiere, Sola (Zuberoa) es suya!”. Una tierra totalmen‐<br />

te disponible sobre la cual planea el fantasma bien ‐<br />

hechor de un pueblo mítico con una lengua misterio‐<br />

sa que espera con los brazos abiertos a quienes puedan<br />

aportar divisas, y ella les ofrecerá a cambio todos sus<br />

encantos. Va a funcionar en todo caso para el turismo<br />

que ya en una docena de años ha racionalizado su<br />

acción; y en parte para la industria, ya que los compra‐<br />

dores efímeros y liquidadores de empresas en dificul ‐<br />

tades se presentarán en el mostrador. Poco a poco,<br />

luego cada vez más rápido, nuestra provin cia, al con‐<br />

vertirse en un producto, será el objeto de una recupe‐<br />

ración de su atractivo, y en espe cial sus admirables<br />

mansiones, maravillosamente situadas y aisladas a<br />

pedir de boca para constituir seductoras residencias<br />

estivales.<br />

Al esperar aleatorias recaídas en términos de<br />

empleo, todas estas gesticulaciones habrán logrado<br />

tan sólo engendrar una alza súbita de precios de la<br />

construcción, visible desde los últimos seis años y que<br />

se agrava a pasos acelerados a partir de 2002.<br />

Apostamos a que a los promotores del desarrollo no<br />

les parece un fracaso, para quienes si hay un aumento<br />

de las transacciones co merciales debe haber de igual<br />

modo un crecimiento. La responsabilidad de los elec‐<br />

tos es grande en este desastre, ellos que no conocen<br />

otra política más que la de dilapidar las riquezas de un<br />

país, sus recursos, sus fuerzas vivas y ahora sus<br />

viviendas y su tierra. Entre 1982 y 1999 la proporción<br />

de segundas residencias entre las viviendas de Sola<br />

(Zuberoa) pasa del 10,7% al 13,2%. Y desde el último<br />

censo general de 1999, aunque no sea fácil obtener<br />

cifras claras, pa rece obvio que esta tendencia se ha<br />

acentuado de manera notable. Hace siete años, abría<br />

sus puertas la primera agencia inmobiliaria en<br />

Mauléon; ahora son dos y mañana serán sin duda tres.<br />

La zona que comprende Sola (Zuberoa) y los valles<br />

bearneses próximos, ha sido examinada a fondo por<br />

una horda de agentes que proponen a los que no<br />

hayan pensado todavía en hacerlo vender sus casas,<br />

30 Contratación de un delegado entre 1993 y 1995: 900.000 francos; creación de la casa del Patrimonio: 3.000.000 de francos… En<br />

cuatro años se alcanzará una cifra en torno a 6.500.000 francos que se esfumarán. Quelques éléments de réflexion sur l’activi‐<br />

té touristique en Soule, folleto de Xiberoko Abertzaleen Batasuna, tercer trimestre de 1996.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 53 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 54 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

granjas o ruinas, tentándoles con pagar en dinero con‐<br />

tante y so nante. En efecto, apetitosas sumas para el<br />

que ha vivido siempre humildemente, y que admira<br />

en la televisión el brillo de las clases acomodadas.<br />

Unas sumas tan apetitosas que no han sido verdade‐<br />

ramente comprendidas, como tratamos de explicar<br />

antes. ¡Caen literalmente del cielo! Y si estos vendedo‐<br />

res pueden proponer tales sumas, es porque venden<br />

en un mercado ampliado, sin límites. Existe y se des‐<br />

pliega una verdadera red que desborda las fronteras<br />

del Estado fran cés. El único principio que guía a los<br />

agentes inmobiliarios y a los notarios parece localizar<br />

al mejor cliente allí donde se encuentre y sean cuales<br />

fueren sus intenciones. No hace falta precisar que<br />

estos intermediarios encuentran un interés directo.<br />

Constituyen la vanguardia local de la construcción<br />

económica de la Unión Europea y del mercado mun‐<br />

dial. Alojados hasta en el más recóndito pueblucho del<br />

campo, saben encontrar “el producto” que agradará a<br />

tal o cual rico ciudadano de Nueva York, Londres,<br />

Génova o París. […]<br />

De la instrumentalización<br />

del espacio y de los hombres<br />

Si escuchamos a los responsables del desarrollo,<br />

incluidos los de aquí, así como a los negocian tes de las<br />

inmobiliarias, nos dirán que la especulación todavía<br />

no ha llegado verdaderamente al interior del País<br />

Vasco norte (Iparralde). Es cierto que el metro cuadra‐<br />

do no se negocia a precios tan eleva dos como en<br />

Labour (Lapurdi). Pero notamos que se trata de un<br />

modo de pensamiento pura mente económico. En pri‐<br />

mer lugar, ¿este tipo de información no es en realidad<br />

una forma de publicidad, de incitación, dirigida a los<br />

que encontrarán algunas dificultades para adquirir<br />

una propiedad en zona urbana o suburbana?<br />

Apuntamos ante todo que esta constatación se basa en<br />

hechos comparativos, mientras que los habitantes de<br />

Sola (Zuberoa) no verían de ningún modo mejorar su<br />

destino si supieran que sería peor en otro sitio. Viven<br />

aquí, con los ingresos de aquí. Razonar en términos<br />

relativos vuelve a negar totalmente la realidad cotidia‐<br />

na de las gentes en su propio territorio, a cuestionar<br />

incluso que están en su hogar. Al instrumentalizar el<br />

espacio y las per sonas, la gestión que sigue las leyes<br />

del mercado no considera que cada territorio sea sin‐<br />

gular y menos aún admite que pueda mantenerse. Los<br />

dirigentes han inventado el concepto de “gestión del<br />

territorio” para dar a todos la impresión de que su<br />

lugar de vida es el objeto de todos los cui dados, salva‐<br />

guardado y sostenido, pero sin señalarle con claridad<br />

de qué territorio se trata, en qué conjunto se le inclui‐<br />

rá. Para ellos el carácter rural de un territorio no es más<br />

que un estado coyuntural. En función de las necesida‐<br />

des y de los ajustes necesarios definidos en términos<br />

de economía global, puede cuestionarse el territorio al<br />

considerarlo anticuado, inadaptado. Con el trazo de<br />

un rotulador, y las líneas de una regla o un compás, un<br />

pequeño valle puede de este modo revelarse ideal<br />

para acoger un gaseoducto, una autopista, o convertir‐<br />

se en una zona de vivienda destinada a absorber a la<br />

población excedente de una aglomeración vecina. […]<br />

En rea lidad, y para ser completamente consecuente, es<br />

imposible ahorrarse un análisis de clase y es indispen‐<br />

sable elegir qué intereses defender. Si son los de los<br />

explotadores, hará falta edificar zo nas industriales<br />

(financiadas con dinero público) y apiñar a trabajado‐<br />

res no demasiado lejos, sin preocuparse de sus condi‐<br />

ciones de existencia, ni del medio ambiente, ni de las<br />

actividades inde pendientes que tratan de sobrevivir<br />

en los alrededores. Si por el contrario, son los de los<br />

explo tados, se va a privilegiar la calidad de vida y<br />

todo lo que mejore la autonomía de las comunida des.<br />

Que sea a la escala del País Vasco, de Francia, de<br />

Europa o del mundo, la política es siempre la misma,<br />

globalizante y masificadora, puesto que niega las par‐<br />

ticularidades geoeconómicas, las identidades cultura‐<br />

les, así como las desigualdades de clase. Los movi‐<br />

mientos de población se presentan como naturales o<br />

por lo menos inevitables, y deberíamos aceptarlos sin<br />

pestañear. El sistema capitalista tiene eso de genial, el<br />

hecho de haber logrado hacer pasar lo que es útil a su<br />

propio desarrollo como el saber vivir y el buen senti‐<br />

do, incluso como la solidaridad, pero la élite sabrá<br />

siempre habilitar una pequeña esquina tranquila, lejos<br />

de las nocividades generadas por el sistema que la ali‐<br />

menta.


ECOLOGÍA Y BIO‐AMBIENTALISMO:<br />

OBLIGACIÓN ÉTICA, ESCEPTICISMO Y POLÍTICA<br />

Introducción<br />

A pesar de sus expresiones apocalípticas y catastrofis‐<br />

La crisis de la naturaleza en términos bio‐ecológicos<br />

tas, la teoría social, la teoría de la comunicación y los es‐<br />

entendida como un acontecimiento catastrófico en la<br />

tudios culturales siguen estando demasiado implicados<br />

biosfera, parece estar ligada discursivamente con las<br />

en la modernización occidental, demasiado inconscien‐<br />

teorías sociales, los discursos comunicativos y las prác‐<br />

tes o desconectados de los desarrollos científicos y de‐<br />

ticas culturales. A nuestro juicio nos hallamos ante dos<br />

masiado centrados en lo humano para tratar adecuada‐<br />

problemas: por un lado partimos de campos como el<br />

mente las amenazas bio‐medioambientales y otros im‐<br />

de la sociedad, la comunicación y los estudios cultura‐<br />

pactos ecológicos. Lo curioso es que la humanidad<br />

les claramente pre‐ecológicos en tanto consideran la<br />

afronta al mismo tiempo el supuesto declive ecológico<br />

naturaleza como algo textual; por otro la necesidad de<br />

como una explosión de discursos sobre la naturaleza.<br />

mantener una precaución permanente ante las ten‐<br />

Aunque se trata de un cambio sin precedentes en la<br />

dencias especulativas del pensamiento ecologista que<br />

conciencia de la gente acerca de temas ecológicos, esto<br />

a veces han convertido el estado del medio ambiente<br />

no garantiza una vuelta o una regulación de la natura‐<br />

en una opción ideológica.<br />

leza a su antiguo ser. En tanto la naturaleza y la ecolo‐<br />

En cuanto al primer grupo de problemas, más bien<br />

gía se convierten en el centro de atención, se transfor‐<br />

habría que considerar la ecología como una indaga‐<br />

man de un modo cada vez más radical. En esta comple‐<br />

ción holística, multidimensional, con capacidad de en‐<br />

ja dialéctica, la cultura y la comunicación cobran una<br />

riquecer las disciplinas académicas, pues a fin de cuen‐<br />

fuerza material: son procesos materiales así como sim‐<br />

tas habla de interacción, de flujos, contextos, sistemas<br />

bólicos e imaginarios<br />

y estructuras espacio‐temporales, así como de espa‐<br />

cios privados, mundos y sistemas de valor de los orga‐<br />

nismos individuales; conceptos todos ellos presentes<br />

en los ámbitos y disciplinas humanos.<br />

La comunicación, la cultura y la sociedad siempre<br />

han sido intrínsecamente ecológicos, esto es, no se si‐<br />

túan fuera de la corriente vital de la que forman parte.<br />

Más aún, debido a que estos procesos humanos domi‐<br />

nan los intereses de otros aspectos, se puede afirmar<br />

que ejercen un impacto tangible sobre sistemas de los<br />

cuales forman parte, transformándolos en muchos ca‐<br />

sos. Se trataría pues de situar los impactos ecológicos<br />

en nuestro entorno social y cultural como fenómenos<br />

centrales de las nuevas realidades de nuestra época,<br />

reubicando el medio ambiente como otra dimensión<br />

del espacio social, creando espacios para la crítica del<br />

antropocentrismo y la reformulación de los proyectos<br />

emancipatorios ilustrados y por último cuestionando<br />

también muchas de las divisiones convencionales: na‐<br />

turaleza y cultura, economía y ecología, mente y emo‐<br />

ción, razón y naturaleza, ciencia y cultura.<br />

2 CAPITALISTA<br />

por Mario Domínguez Sánchez<br />

en un mundo que es al mismo<br />

tiempo material y cultural. Los vocabularios de la teoría<br />

social se muestran limitados cuando se trata de caracte‐<br />

rizar las relaciones entre la humanidad y otras especies<br />

y formas ecológicas. En la actualidad las relaciones so‐<br />

ciales del sistema capitalista avanzado se pueden des‐<br />

cribir según el canon clásico de las teorías críticas en tér‐<br />

55ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />

1 Mario Domínguez Sánchez es profesor de sociología en la Universidad Complutense de Madrid<br />

2 Cuando actuamos en el mundo de una forma planificada (racional) lo hacemos simbólicamente, y con ello componemos el medio am‐<br />

biente de forma que refleje las normas culturales, mitos, arquetipos e ideologías. Por otra parte, toda comunicación es biosférica en su<br />

1885-477X<br />

acción, desde los intercambios moleculares de órganos sensoriales y la alteración de campos electromagnéticos hasta las infraestructu‐<br />

ras que soportan las industrias audiovisuales, la comunicación y la cultura son fuerzas materiales. ISBN: 1


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 56 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

minos de alineación, explotación, dominación, control e<br />

incluso represión, siguiendo el amplio legado de Marx,<br />

Freud y otros. Tales conceptos hallan su plena significa‐<br />

ción en los dualismos de naturaleza vs. cultura, mente‐<br />

materia, razón‐emoción, etc. limitando las posibilida‐<br />

des de comprensión y, no obstante, acotando una serie<br />

de tópicos y claves que un análisis de la teoría ecologis‐<br />

ta precisa para transgredirlos.<br />

En cuanto al segundo grupo de precauciones, hay<br />

que anticipar que el escepticismo es un asunto peligro‐<br />

so y no sólo porque puede ser fácilmente incomprendi‐<br />

do. Cabe en esto seguir a Hume en el rechazo de las for‐<br />

mas extremas del escepticismo a favor de otro más mo‐<br />

derado o atenuado, el cual supone introducir un grado<br />

de duda, caución y modestia en todo examen, así como<br />

evitar desmedidas y ambiciosas investigaciones, con‐<br />

formándonos con aquello que nos es accesible. Otro de<br />

los principios que avanzaba Hume era el de la paridad,<br />

según el cual los fundamentos escépticos deberían apli‐<br />

carse con suma imparcialidad, dado que el espíritu hu‐<br />

mano conoce una fuerte tendencia a mantenerse en la<br />

convicción de su propia razón a pesar de toda eviden‐<br />

cia de lo contrario. Se trataría con ello de examinar<br />

nuestras prácticas y presuposiciones al menos con el<br />

mismo fervor con que tratamos las del status quo. De<br />

acuerdo con estos principios, la idea esencial de un eco‐<br />

logismo escéptico consiste en que toda discusión o idea<br />

sobre la naturaleza humana en su medio natural debe‐<br />

ría estar acompañada de una mezcla de duda y modes‐<br />

tia, así como de un compromiso de permanecer en los<br />

límites de lo que es alcanzable para el conocimiento.<br />

Tras estas precauciones, cabe preguntarse: ¿tiene<br />

sentido que un movimiento, el ecologista, que quiere<br />

eliminar el daño bio‐ambiental causado por “la socie‐<br />

dad postindustrial” (capitalismo + comunismo), conti‐<br />

núe sirviéndose ulteriormente de la filosofía natural de<br />

la era capitalista, es decir del racionalismo científico,<br />

consumando así el detrimento político y personal al<br />

cual esta filosofía conduce? ¿Y en caso que eso conti‐<br />

núe y elabore planes, proponga ideas, produzca sínte‐<br />

sis y deleite en el juego dialéctico, sin siquiera interro‐<br />

gar a aquel ser humano que por último es finalmente<br />

quien vive con inquietud los frutos de este desorden?<br />

¿Puede un movimiento intelectual similar aceptar que<br />

exista un solo modo de pensar, y que las personas que<br />

llevan a cabo la propia vida de modo diferente deban<br />

ser “educados” antes de poder acceder al proceso po‐<br />

lítico? ¿Tiene sentido el que una ecología (científica) de<br />

la materia se una con una ecología filosófica (de la<br />

mente)? Algunas de las respuestas que aquí aparece‐<br />

rán indican que la transformación intelectual a realizar<br />

debe ser democrática y no totalitaria. Debe establecer<br />

estrechos contactos entre los individuos, pero tomán‐<br />

dolos en consideración, no como aparecen a la luz de<br />

una teoría abstracta, sino como se comportan y se con‐<br />

ducen en la cotidianeidad, en la vida de cada día. No<br />

se olvida tampoco que la acción ecológica no puede<br />

partir de esa filosofía anónima concebida por pensa‐<br />

dores especulativos y abstractos, pensadores exagera‐<br />

dos, inclementes e interesados, sino que debe nacer de<br />

un debate acerca de las políticas bio‐ambientalistas<br />

más adecuadas a la verdadera situación mundial, evi‐<br />

tando sobrevalorar ciertos problemas y evaluar su im‐<br />

portancia a la hora de establecer prioridades globales.<br />

Proyectos y demandas generales<br />

Los principios éticos forman parte de un pensamiento<br />

ecologista especulativo, lo cual no es problemático en<br />

sí, pero sí es relevante tener en cuenta que se sitúan en<br />

un particular contexto metafísico o cosmológico.<br />

Muchas de las propuestas se asientan, de forma explí‐<br />

cita o no, en la creencia de conexiones o relaciones fun‐<br />

damentales en el mundo natural que se extienden y<br />

aplican a lo humano. En suma, una perspectiva ecoló‐<br />

gica que sostiene y justifica políticas ambientalistas 3 ,<br />

lo cual es fácilmente apreciable en el medio académi‐<br />

co. Se trataría entonces de averiguar si estos filósofos y<br />

científicos sociales son capaces de establecer un traba‐<br />

jo preliminar dados los límites del conocimiento. Esta<br />

tarea es complicada por el hecho de que la ciencia so‐<br />

3 Hay una distinción entre medioambientalismo y ecologismo: “el medioambientalismo aboga por una aproximación administrativa a los<br />

problemas medioambientales, convencido de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores o modelos<br />

de producción y consumo, mientras que el ecologismo mantiene que una existencia sustentable y satisfactoria presupone cambios ra‐<br />

dicales en nuestra relación con el mundo natural no humano y en nuestra forma de vida social y política. La reina de Inglaterra no se<br />

convierte de repente en ecologista política por hacer modificar su flota de limusinas para que reposten gasolina sin plomo” (Dobson,<br />

1997: 22).


cial ecologista es muy diversa. En dicho campo encon‐<br />

tramos aquellos que se sitúan en el ámbito de la ética,<br />

o del ecologismo profundo, ecofeminismo, ecologistas<br />

sociales, medioambientalistas posmodernos o prag‐<br />

máticos, etc. Esta aparente diversidad enmascara una<br />

unidad mucho más profunda. En efecto, tales pensa‐<br />

dores han tendido a perseguir los mismos objetivos<br />

básicos de una forma más o menos similar aunque no<br />

se pusieran de acuerdo en los detalles, por lo que en<br />

realidad han producido un conjunto de variaciones<br />

sobre un tema común. No obstante, la clave de gran<br />

parte de este pensamiento ecologista estriba en tres<br />

grandes proyectos generales que podrían denominar‐<br />

se práctico, radical y especulativo.<br />

El proyecto práctico o pragmático es el más ele‐<br />

mental y ampliamente compartido, se trata de encon‐<br />

trar alguna forma de plantearse decisiones trascen‐<br />

dentales de cara a la así denominada crisis bio‐me‐<br />

dioambiental; al mismo tiempo se prescribe que las<br />

mejores soluciones prácticas han de encontrarse a tra‐<br />

vés de dispositivos intelectuales. Una de las estrategias<br />

empleada por los pensadores ecologistas consiste en<br />

defender los beneficios de una sociedad menos mate‐<br />

rialista. En primer lugar, establecen una distinción (na‐<br />

da original) entre necesidades y carencias, indicando<br />

que muchos de los artículos que consumimos y consi‐<br />

deramos necesidades son en realidad carencias que<br />

hemos “convertido” en necesidades por orden de po‐<br />

derosas fuerzas persuasivas; por tanto, señalan, no se<br />

perdería gran cosa si poseyéramos menos objetos. En<br />

segundo lugar, la sociedad sostenible que reemplaza‐<br />

ría a la actual sociedad de consumo proporcionaría<br />

formas más amplias y profundas de satisfacción que la<br />

proporcionada por el consumo de objetos materiales.<br />

Existe además un tópico en este pensamiento ecolo‐<br />

gista según el cual la raíz causal de los problemas bio‐<br />

medioambientales estriba en una forma de pensar que<br />

aliena a los humanos de su medio natural, lo cual les<br />

permite o incluso les refuerza en su acción destructiva<br />

de los sistemas naturales. El proyecto radical sería así<br />

un esfuerzo de identificar, exponer y eliminar esta for‐<br />

ma destructiva de pensar. Entender mal la naturaleza<br />

de esta ideología ecológica equivale a juzgar mal su<br />

trascendencia histórica como desafío al consenso polí‐<br />

tico, social y científico que ha dominado al menos, si no<br />

antes, desde la aparición de los Estados del bienestar.<br />

En este sentido, se sitúa en una posición parecida a la<br />

de conceptos como postindustrialismo. M. Marien<br />

plantea que, frente a la opinión general, no hay una si‐<br />

no “dos visiones de la sociedad postindustrial” y, lo<br />

que es más importante, que una de ellas es dominante<br />

y otra subordinada. Así escribe que hay “dos modos de<br />

uso completamente diferentes: ‘sociedad postindus‐<br />

trial’ como sociedad de servicios, tecnológica, opulenta,<br />

y ‘sociedad postindustrial’ como economía agraria des‐<br />

centralizada como consecuencia de un industrialismo<br />

CAPITALISTA<br />

fallido” (Marien, 1977: 416), siendo el primero domi‐<br />

nante sobre el segundo. Resulta claro que el segundo<br />

uso constituye un ataque contra el primero por cuanto<br />

se denomina con el mismo nombre y a la vez rehace su<br />

significado. La política ecologista radical es mucho más<br />

cercana a la interpretación subordinada del postindus‐<br />

trialismo —una economía descentralizada como con‐<br />

secuencia inmediata de un industrialismo fallido—<br />

que de su homóloga dominante. J. Porritt y N. Winner<br />

(1988: 9), afirman que: “El [objetivo ecologista] más ra‐<br />

dical pretende nada menos que una revolución no vio‐<br />

lenta que derrumbe la totalidad de nuestra sociedad in‐<br />

dustrial contaminante, saqueadora y materialista y, en<br />

su lugar, cree un nuevo orden económico y social que<br />

permita a los seres humanos vivir en armonía con el<br />

planeta. Según esto, el movimiento verde pretende ser<br />

la fuerza cultural y política más radical e importante<br />

desde el nacimiento del socialismo”.<br />

La versión más radicalizada se puede rastrear en lo<br />

que Anna Bramwell (1989) denominó “ecologismo<br />

maniqueo”, por la primitiva variante cristiana que sos‐<br />

tenía que el bien y el mal eran poderes equivalentes en<br />

un universo, compelidos a una lucha sin fin por la su‐<br />

premacía. En su historia de la “ecología”, entendida<br />

como una ideología política, Bramwell describe a estos 57ECOLOGISMO<br />

ecologistas maniqueos como aquellos que sostienen la<br />

visión de que los humanos son seres naturales y por<br />

tanto están obligados a ocupar un nicho natural, mas página<br />

tales humanos de hecho se comportan ahora de modo<br />

no natural y viven alienados respecto a la naturaleza. 10<br />

La centralidad de la tesis de los límites del creci‐<br />

miento y las conclusiones extraídas de allí conducen a<br />

los pensadores ecologistas a afirmar que se requieren<br />

YOUKALI,<br />

cambios radicales en nuestras prácticas y hábitos socia‐<br />

les. Así se refieren a menudo al tipo de sociedad que in‐<br />

corporaría tales cambios, como la “sociedad sosteni‐<br />

ble”, y el hecho de que seamos capaces de delimitar as‐<br />

pectos de una sociedad ecológica distinguibles de las<br />

imágenes preferidas de otras ideologías es una de las 1885-477X<br />

razones por las que el ecologismo se puede concebir<br />

como una ideología política por derecho propio. Y no ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 58 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

siempre fácil de asumir: al poner en tela de juicio una<br />

aspiración de la mayoría de la gente —aumentar al má‐<br />

ximo el consumo material y energético— y al mismo<br />

tiempo, hacer atractiva su postura 4 .<br />

“La idea de que los niveles de vida de los países ri‐<br />

cos son alcanzables por todos los países es pura fanta‐<br />

sía”, escriben Irvine y Ponton (1988: 21), indicando así<br />

que existen límites físicos para el crecimiento. Pero<br />

también creen que hay límites sociales y éticos: por<br />

ejemplo, que el crecimiento indiscriminado exacerba<br />

los problemas que pretende resolver, en especial en el<br />

terreno de la inflación y el desempleo. Se dice que el<br />

desempleo es el resultado de los avances tecnológicos<br />

que reducen la proporción de mano de obra/ produc‐<br />

ción. La idea tradicional de que las tasas de desempleo<br />

se pueden reducir incrementando el crecimiento se<br />

cuestiona en dos sentidos: en primer lugar, ese creci‐<br />

miento ulterior y la subsiguiente inversión en la misma<br />

dirección (tecnología que ahorra mano de obra) sólo<br />

pueden traducirse en más desempleo, no en menos; y<br />

en segundo lugar, las tasas de crecimiento necesario<br />

proyectado por los intereses políticos tradicionales son,<br />

de todos modos, insostenibles. Los costos sociales del<br />

desempleo, dicen los ecologistas, son inaceptables, y la<br />

aspiración de un crecimiento ilimitado, al ser parte del<br />

problema, difícilmente puede ser parte de la solución.<br />

Al mismo tiempo los pensadores ecologistas sostienen<br />

que la economía de crecimiento es intrínsecamente in‐<br />

flacionaria. En primer lugar, y apoyándose en la postu‐<br />

ra de que la escasez es un dato fundamental e inevita‐<br />

ble en un planeta finito, afirman que conforme se va‐<br />

yan agotando los recursos, habrá una presión crecien‐<br />

te sobre los precios. Asimismo los costos del crecimien‐<br />

to económico (algunas de sus “externalidades”), que<br />

hasta el momento han sido en gran medida ignorados,<br />

deberán tenerse en consideración y por tanto cobrados.<br />

También esto incrementará el coste de la vida. Desde<br />

una perspectiva ecologista, por tanto, los problemas de<br />

inflación y desempleo son (o serán) los frutos del creci‐<br />

miento y no se pueden resolver con más de lo mismo.<br />

Y la idea anterior sobre la necesidad venidera de incluir<br />

los costes de las externalidades sirve también para ilus‐<br />

trar las inquietudes ecologistas acerca de los modos<br />

tradicionales de medir la fuerza de las economías na‐<br />

cionales y por tanto el bienestar social. Un incremento<br />

del PIB, por ejemplo, se ve invariablemente como un<br />

elemento imprescindible del bienestar, pero como J.<br />

Porritt (1984: 121) señala, “Muchos de esos bienes y ser‐<br />

vicios [medidos por el PIB] no son beneficiosos para la<br />

gente: incremento del gasto en crimen, en contamina‐<br />

ción, en las muchas víctimas humanas de nuestra so‐<br />

ciedad; incremento del gasto debido a los deshechos o<br />

a la obsolescencia proyectada; incremento del gasto de‐<br />

bido a las crecientes burocracias”.<br />

De todas formas, cualquiera que sea la importan‐<br />

cia del proyecto radical, muchos pensadores ecologis‐<br />

tas asumen como tarea principal reemplazar la forma<br />

destructiva de pensar por otra más benigna, una pers‐<br />

pectiva ecológica que exprese una concepción de la<br />

“relacionabilidad”. La concreción de tal perspectiva es<br />

lo que puede entenderse como el proyecto especulati‐<br />

vo del pensamiento ecologista, el cual abarca tres<br />

grandes demandas respecto a la vida humana en su<br />

contexto bio‐medioambiental, las cuales configuran<br />

conjuntamente la causa central del ecologismo en tér‐<br />

minos filosóficos:<br />

1. El mundo natural es ante todo relacional.<br />

2. Los seres humanos tienen una obligación moral de<br />

respetar y preservar el orden (relacional) de la natu‐<br />

raleza.<br />

3. La aceptación generalizada de las anteriores deman‐<br />

das de carácter intelectual constituye la clave para<br />

resolver la crisis bio‐medioambiental.<br />

Naturaleza relacional<br />

La primera de estas demandas está en contradicción<br />

directa respecto a la perspectiva mecanicista de la na‐<br />

turaleza atribuida a la ciencia moderna, aquella que<br />

4 Es importante ver que sostienen que el reciclado o el uso de fuentes de energía renovable no resolverán por sí solos los problemas plan‐<br />

teados por una Tierra finita: seguiremos sin ser capaces de producir o consumir a un ritmo cada vez mayor. “La ficción de combinar los<br />

actuales niveles de consumo con un ‘reciclamiento ilimitado’ es más característica de la visión tecnocrática que de la ecológica. También<br />

el reciclado usa recursos, gasta energía, crea contaminación térmica; a fin de cuentas, es simplemente una actividad industrial como to‐<br />

das las demás. Reciclar es a la vez útil y necesario, pero resulta ilusorio imaginar que da respuestas fundamentales” (Porritt, 1984: 183).


trata de reducir el mundo no humano a una mera co‐<br />

lección de entidades físicas aisladas sin valor o propó‐<br />

sito en sí mismas. Tal perspectiva mecanicista se iden‐<br />

tifica a menudo con la raíz de los males ecológicos da‐<br />

do que parece conceder licencia libre para reordenar la<br />

totalidad del mundo de acuerdo a los intereses huma‐<br />

nos. Por el contrario, cualquier perspectiva ecológica<br />

parte de la creencia de que el orden natural es más que<br />

un organismo, una red de interconexiones que posee<br />

su propia unidad interna, sus propios fines e intereses;<br />

como tal, el orden natural puede verse dañado. Todo<br />

ello presupone la posibilidad de alcanzar algún grado<br />

de conocimiento de la naturaleza y de sus propios in‐<br />

tereses en tanto la fuente de tal conocimiento sea la es‐<br />

peculación o la ciencia. Esta idea queda reforzada por<br />

la siguiente “lección” política que el ecologismo “ex‐<br />

trae de la naturaleza”. La visión del mundo natural co‐<br />

mo un sistema entrelazado de objetos interdependien‐<br />

tes (tanto sensibles como no sensibles) genera un sen‐<br />

tido de igualdad, por cuanto cada ser es considerado<br />

necesario para la viabilidad de todos los demás. Según<br />

esta perspectiva, ninguna parte del mundo natural es<br />

independiente y, por tanto, ninguna parte puede recla‐<br />

mar “superioridad”. “La aproximación ecológica [in‐<br />

troduce] una importante nota de humildad y compa‐<br />

sión en nuestro modo de entender nuestro lugar en la<br />

Tierra” (Eckersley, 1992: 10).<br />

Se considera a la naturaleza no sólo como nuestro<br />

mejor maestro, sino que “ella” es además hembra. Esto<br />

tiene importantes consecuencias para el feminismo sus‐<br />

crito por el ecologismo, porque hay una tendencia a re‐<br />

presentar las características beneficiosas de la naturale‐<br />

za con “personalidad femenina”: así, la naturaleza y la<br />

mujer serían nutricias, afectuosas, sensibles al lugar y<br />

esencialmente definidas por el (alto) ministerio de dar<br />

luz a la vida. En la medida en que gran parte del impul‐<br />

so feminista ha estado encaminado a librar a la mujer de<br />

la conducta estereotipada, esta visión ecológica podría<br />

parecer retrógrada. Y lo que es más oportuno: las carac‐<br />

terísticas de esta visión (si admitimos que la mujer real‐<br />

mente las posee, excluyendo otros aspectos) son preci‐<br />

samente las que han relegado a la mujer a una condi‐<br />

ción inferior, porque dichas características se conside‐<br />

ran cualidades subordinadas. Es probable que no sirva<br />

de gran consuelo a algunas feministas que el ecologis‐<br />

mo intente volver las tornas en este campo, sosteniendo CAPITALISTA<br />

que el predominio de los valores masculinos es parte de<br />

la razón de la crisis ecológica global, y que el ejemplo fe‐<br />

menino de la naturaleza es el que se ha de seguir.<br />

Obligación moral<br />

La segunda de tales demandas, aquella que plantea<br />

una serie de obligaciones morales, se asume como co‐<br />

rolario de la primera en dos sentidos. Si la naturaleza<br />

es un organismo con intereses propios, entonces las<br />

entidades y sistemas naturales pueden poseer un sig‐<br />

nificado o valor más allá de su utilidad humana. Es<br />

más, si los seres humanos participan en el sistema de<br />

relaciones, entonces pueden tener obligaciones con el<br />

sistema tal y como los ciudadanos tienen obligaciones<br />

con el Estado del que forman parte.<br />

En este orden de cosas, merece la pena señalar otra<br />

razón específica aducida para vivir “en” el medio am‐<br />

biente y no contra él. Se afirma que la explotación del<br />

planeta está vinculada con la explotación de la gente,<br />

y que acabar con la primera es el requisito previo para<br />

acabar con la segunda. Sin embargo, hay aquí campo<br />

abundante para el desacuerdo. En un análisis comple‐<br />

jo y de gran alcance, el ecologista social Murray<br />

Bookchin (1991: 131) da la vuelta a las cosas y afirma<br />

que “la idea misma de dominar la naturaleza procede<br />

de la dominación del hombre por el hombre”, sugi‐<br />

riendo de este modo que la emancipación humana es<br />

requisito para la emancipación de la naturaleza. De<br />

una forma u otra, esto es mucho decir, y hay quienes<br />

sostienen que no es en absoluto obvio que esas dos for‐<br />

mas de explotación estén conectadas. Podemos imagi‐<br />

nar un mundo donde las poblaciones vivan de mane‐<br />

ra sostenible con respecto al medio ambiente, pero de<br />

forma explotadora en lo tocante a las relaciones socia‐ 59ECOLOGISMO<br />

les dentro de dichas poblaciones (y viceversa). Las so‐<br />

ciedades sostenibles podrían adoptar muchas formas,<br />

y no parece haber ninguna razón necesaria por la que página<br />

debieran ser menos explotadores de los seres huma‐<br />

nos que lo son las sociedades actuales (y viceversa). La 10<br />

importancia de esto es, sin embargo, que los ecologis‐<br />

tas políticos (y sociales) piensan que lo serán.<br />

También nos encontramos con otra consecuencia<br />

YOUKALI,<br />

que deriva de esa dependencia del ecologismo respec‐<br />

to a los pronósticos nada halagüeños establecidos por<br />

la tesis de la sostenibilidad. Se trata de que este pensa‐<br />

miento parece haberse sentido liberado de la necesi‐<br />

dad de pensar seriamente sobre la realización del cam‐<br />

bio que preconiza, de ahí una nueva característica de 1885-477X<br />

la ideología que se debe señalar: la tensión entre la na‐<br />

turaleza radical del cambio social y político que pre‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 60 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

tende y la confianza en los medios tradicionales de‐<br />

mocrático‐liberales de llevarlo a cabo. Jana Thompson<br />

es quien más cuestiona la idea de que el apoyo activo<br />

a un cambio de conciencia no es suficiente por sí sólo,<br />

pues la conciencia no es un dato independiente, aisla‐<br />

do de las circunstancias sociales que la alimentan: “La<br />

resolución ética [...] presupone crítica social: un inten‐<br />

to de demostrar que las actuales relaciones sociales, y<br />

los objetivos y deseos que brotan de ellas, son insatis‐<br />

factorios, y que son de desear nuevas concepciones de<br />

autorrealización y felicidad” (Thompson, 1983: 98).<br />

Esa crítica social debiera ser parte esencial de la inicia‐<br />

tiva ecológica, pero los ensayistas y filósofos de esta<br />

doctrina escriben como si la resolución de los proble‐<br />

mas temáticos fuera suficiente para producir la resolu‐<br />

ción de problemas prácticos como la contaminación o<br />

la deforestación; y por lo común, el contexto social y<br />

político no recibe atención alguna. Es como si los de‐<br />

fensores del movimiento hubieran creído que el men‐<br />

saje resultaba tan obvio que bastaba comunicarlo para<br />

conseguir que se actuara de acuerdo con él. Los obstá‐<br />

culos para el cambio ecologista no se han determina‐<br />

do adecuadamente y el resultado es una corriente de<br />

pensamiento carente de un programa adecuado de<br />

transformación política y social.<br />

Aceptación intelectual<br />

La tercera demanda expresa la esperanza básica de es‐<br />

te pensamiento ecologista: si bien las raíces de la crisis<br />

bio‐medioambiental son intelectuales, no obstante la<br />

solución también ha de ser intelectual, lo cual sitúa a<br />

los pensadores en una posición privilegiada en ese de‐<br />

bate sobre el cambio ineludible de lo humano respec‐<br />

to a lo natural, puesto que el primer agente (lo huma‐<br />

no) posee el poder de deshacer el daño espiritual o in‐<br />

telectual que se ha hecho hasta ahora. Y esta proposi‐<br />

ción nos introduce en el típico debate sobre el modo<br />

intelectualizado de la acción social: a) el carácter de‐<br />

mocrático o autoritario de estas soluciones intelectua‐<br />

les, b) el debate sobre procedimientos, fines y medios,<br />

y c) la caracterización política de tales soluciones y<br />

procedimientos.<br />

a) En el pensamiento ecologista hay una fuerte opi‐<br />

nión de que la “sociedad sana” (metáfora orgánica<br />

intencionada) es aquella en la que un abanico de<br />

opiniones no sólo es tolerado, sino celebrado, por<br />

cuanto esto proporciona un depósito de ideas y for‐<br />

mas de conducta del cual echar mano cuando se<br />

afrontan problemas políticos o sociales: “La diversi‐<br />

dad debe ser, además, la palabra clave del modo de<br />

organizarnos. No sólo necesitaremos echar mano de<br />

un amplio abanico de opciones culturales y minori‐<br />

tarias para mejorar la calidad de nuestras vidas, sino<br />

que también tendremos que utilizar una base de po‐<br />

der amplia y participativa en nuestros sistemas po‐<br />

líticos para oponernos e invertir las actuales tenden‐<br />

cias hacia la homogeneidad, la centralización excesi‐<br />

va, el abuso de poder y una sociedad indiferente”<br />

(Myers, 1985: 254). Esta aspiración se encuentra en<br />

tensa relación con la rigidez potencial de las normas<br />

y criterios de una sociedad sostenible a pequeña es‐<br />

cala. En esa medida, el ecologismo tropieza con un<br />

problema similar al encontrado en la tradición libe‐<br />

ral en la que se inspira: cómo tener una concepción<br />

de la sociedad buena que requiere que la gente se<br />

comporte de una determinada manera, y defender<br />

sin embargo, formas diversas de conducta.<br />

b) La historia de la ecología (Bramwell, 1989) está lle‐<br />

na en ese sentido de afirmaciones que se pueden<br />

describir con mayor exactitud como autoritarias que<br />

como democráticas, y es cierto que incluso en el mo‐<br />

vimiento moderno hubo un tiempo en el que evitar<br />

la catástrofe bio‐medioambiental se consideraba el<br />

fin principal, y los medios usados para conseguirlo<br />

eran, en gran medida, lo de menos: “[El proyecto so‐<br />

cial que conduce a una sociedad sostenible] es un<br />

proceso que se puede llevar a cabo dentro de las ac‐<br />

tuales estructuras de autoridad, sean democráticas o<br />

dictatoriales. No es necesario, aunque sería preferi‐<br />

ble, que se cambien las relaciones de autoridad.”<br />

(Pirages, 1977 b : 10). Este tipo de agnosticismo res‐<br />

pecto a la organización social fue (y es) fuente de vi‐<br />

tal importancia para los críticos del movimiento eco‐<br />

logista que lo acusan de irresponsabilidad y reac‐<br />

ción políticas. El problema nace del hecho de que,<br />

pese a los intentos ecologistas por hacer de la demo‐<br />

cracia un componente necesario de una lista de valo‐<br />

res, el vínculo en realidad parece ser contingente. M.<br />

Saward expone este punto de manera convincente<br />

al sostener que hay una clara tensión entre el con‐<br />

junto ecologista de valores y los valores de la demo‐<br />

cracia (Saward, 1993: 70‐72). R. Goodwin (1992: 168)<br />

expresa la misma idea de forma aún más clara:


“Defender la democracia es defender procedimien‐<br />

tos, defender el medioambientalismo es defender<br />

resultados reales: ¿qué garantías podemos tener de<br />

que los procedimientos de la primera produzcan los<br />

tipos de resultados de la segunda?”. La consecuen‐<br />

cia clara es que si los resultados ecologistas no se ven<br />

garantizados por los procedimientos democráticos,<br />

y si los resultados de la sostenibilidad son tan im‐<br />

portantes como los discursos políticos ecologistas lo<br />

garantizan, entonces puede haber una razón para<br />

abandonar los procedimientos democráticos en fa‐<br />

vor de los autoritarios.<br />

Este callejón sin salida gira en torno a una carac‐<br />

terización según la cual la política ecologista privile‐<br />

gia el resultado sobre el procedimiento, y como re‐<br />

acción al menos una comentarista como Robyn<br />

Eckersley vuelve el acertijo del revés al suponer que<br />

para esta política, el procedimiento es al menos tan<br />

importante como el resultado. Lo hace afirmando<br />

que la política ecologista radical es emancipadora<br />

pues pretende aumentar al máximo la autonomía de<br />

los seres humanos y no humanos, que se ha de “des‐<br />

plegar según sus propios modos y de acuerdo con la<br />

‘vida de su especie’”. Desde este punto de vista, con‐<br />

tinúa: “la conexión entre ecología y democracia deja<br />

de ser débil [...] el autoritarismo queda excluido en<br />

el nivel del principio ecologista (y no por razones<br />

puramente instrumentales), del mismo modo que es<br />

excluido según el principio liberal: viola de forma<br />

fundamental los derechos de los humanos a decidir<br />

su propio destino” (cit. Dobson, 1997: 49).<br />

Esto contradice la opinión de J. Barry de que<br />

“desde un punto de vista estrictamente ecocéntrico<br />

[...] la democracia es superflua, en el peor de los ca‐<br />

sos, o un complemento opcional” (Barry, 1994: 371).<br />

El intento de Eckersley (1992) de elaborar una cone‐<br />

xión necesaria entre ecologismo y democracia no se<br />

basa en extraer “lecciones de la naturaleza”, sino<br />

que destaca las secuelas que acarrea interpretar el<br />

ecologismo como una ideología de proceso o de re‐<br />

sultado. Poner el ecologismo del lado del proceso lo<br />

sitúa en la tradición liberal. John Gray, por otra par‐<br />

te, se siente capaz de apelar a los conservadores cer‐<br />

canos al ecologismo al considerar éste desde una<br />

perspectiva de la consecución. “Para los pensadores<br />

conservadores, lo mismo que para los ecologistas,<br />

resulta claro que elegir tiene en sí mismo poco o nin‐<br />

gún valor: lo que tienen valor son las elecciones que<br />

se hacen y las opciones disponibles” (Gray, 1993:<br />

137). Desde el punto de vista práctico, tenga el valor<br />

que tenga, Gray se equivoca: se puede decir que el<br />

movimiento ecologista en su forma moderna ha<br />

abandonado las soluciones autoritarias a la crisis<br />

bio‐medioambiental.<br />

c) En términos políticos habituales, y a fin de ayudar a<br />

distinguir el ecologismo de otras ideologías políti‐<br />

cas, es útil examinar la generalizada pretensión eco‐<br />

logista de “ir más allá” del espectro política izquier‐<br />

da‐derecha. “Al exigir una sociedad ecológica no<br />

violenta, no explotadora, los Verdes trascienden la<br />

extensión de la línea que va de izquierda a derecha”<br />

(Spretnak y Capra, 1985: 3). J. Porritt traduce esto co‐<br />

mo una trascendencia del capitalismo y el comunis‐<br />

mo y comenta que “el debate entre los protagonistas<br />

del capitalismo y el comunismo resulta tan edifican‐<br />

te como el diálogo entre la sartén y el cazo” (Porritt,<br />

1984a: 44). La base para esta afirmación es que, des‐<br />

de una perspectiva ecocéntrica, se puede hacer ver<br />

que las semejanzas entre comunismo y capitalismo<br />

parezcan mayores que sus diferencias:<br />

“Ambos están dedicados al crecimiento industrial,<br />

a la expansión de los medios de producción, a una<br />

ética materialista como el mejor medio de satisfa‐<br />

cer las necesidades de la gente, y al desarrollo tec‐<br />

nológico sin cortapisas. Ambos se apoyan en una<br />

centralización y un control y coordinación buro‐<br />

cráticos a gran escala y cada vez mayores.<br />

Partiendo de un restrictivo racionalismo científico,<br />

ambos insisten en que el planeta está ahí para ser<br />

conquistado, que lo grande es evidentemente be‐<br />

llo, y que lo no se puede medir no tiene importan‐<br />

cia.” (Ibíd.: 44).<br />

El nombre dado por lo general a esta forma de vida es<br />

“industrialismo”, al cual Porritt llega a denominar<br />

“super‐ideología”, dentro de la cual se inscriben co‐<br />

munismo y capitalismo, y que en otro lugar describe<br />

como “adhesión a la creencia de que las necesidades<br />

humanas sólo se pueden satisfacer mediante la perma‐<br />

nente expansión del proceso de producción y consu‐<br />

mo” (Goldsmith y Hildyard, 1986: 343‐344). De todos<br />

modos, aunque el movimiento ecologista parece en‐<br />

tender “izquierda y derecha” y “capitalismo y comu‐<br />

nismo” como pares sinónimos, hace falta verlos sepa‐<br />

radamente, aunque sólo sea porque los términos utili‐<br />

zados para analizarlos van a ser diferentes. Se debe de‐<br />

cir, no obstante, que la afirmación ecologista ha sido<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 61 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 62 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

objeto de críticas, en especial respecto al segundo par<br />

y sobre todo por parte de la izquierda.<br />

En algunos sentidos, podemos hablar del movi‐<br />

miento ecologista de un modo bastante acertado des‐<br />

de una óptica de izquierda y derecha porque los tér‐<br />

minos utilizados para analizar la diferencia entre am‐<br />

bas se le pueden aplicar fácilmente. Si, por ejemplo, to‐<br />

mamos la igualdad y la jerarquía como características<br />

consideradas encomiables dentro del pensamiento de<br />

izquierdas y de derechas, respectivamente, entonces el<br />

ecologismo es claramente de izquierdas, al defender<br />

como lo hace formas de igualdad entre los seres hu‐<br />

manos y otras especies. Sin embargo, afirmar que el<br />

ecologismo es inequívocamente de izquierda no es tan<br />

fácil. Por ejemplo, la política ecologista es en principio<br />

contraria a toda manipulación, que no sea levísima,<br />

del mundo natural y social por parte de los seres hu‐<br />

manos. Desde la Revolución francesa ha sido tema<br />

propio del pensamiento de izquierda que la existencia<br />

de un concreto orden natural de las cosas al que los se‐<br />

res humanos deben conformarse y no obstaculizar es<br />

una forma de mistificación medieval utilizada por la<br />

derecha para asegurar y perpetuar el privilegio. La iz‐<br />

quierda ha sostenido que el mundo está ahí para reha‐<br />

cerlo a imagen del “hombre”, de acuerdo con planes<br />

trazados por “hombres” y en los que la única referen‐<br />

cia a un orden natural apunta a uno abstracto, fuera<br />

del tiempo y el espacio. La aspiración ecológica radi‐<br />

cal de insertar al ser humano en su “lugar propio”<br />

dentro del orden natural y de generar un sentido de<br />

humildad ante éste es claramente de “derechas”, en<br />

este caso: “La creencia de que estamos ‘aparte del res‐<br />

to’ de la creación es una característica intrínseca del or‐<br />

den mundial dominante, una filosofía antropocéntri‐<br />

ca, centrada en el hombre. Los ecologistas sostienen<br />

que esta creencia, en última instancia destructiva, de‐<br />

be ser desarraigada y reemplazada por una filosofía<br />

biocéntrica, centrada en la vida”. (Porritt, 1984a: 206).<br />

El modo de entender el lugar del ser humano en<br />

un mundo ordenado de antemano y sumamente com‐<br />

plejo, que estropeamos con riesgo para nosotros mis‐<br />

mos, instituye sin embargo un pensamiento conserva‐<br />

dor. J. Weston, que escribe desde una perspectiva so‐<br />

cialdemócrata, lo resume así: “Está claro que el análi‐<br />

sis ecologista de cuestiones bio‐medioambientales y<br />

sociales está dentro de la estructura amplia de la filo‐<br />

sofía e ideología de derechas. La creencia en límites<br />

‘naturales’ para la conquista humana, la negación de<br />

las divisiones de clase y la visión romántica de la ‘na‐<br />

turaleza’ hunden sus raíces en las divisiones políticas<br />

conservadoras y liberales” (Weston, 1986: 24).<br />

Como antes se indicó, J. Gray ha recogido esta po‐<br />

lémica y la ha convertido en virtud, desde un punto de<br />

vista conservador. Afirma que hay “tres profundas afi‐<br />

nidades” entre el pensamiento ecologista y el conser‐<br />

vador. La primera es que “tanto el conservadurismo<br />

como la teoría ecologista ven la vida de los humanos<br />

dentro de una perspectiva multigeneracional”; la se‐<br />

gunda, que “tanto los pensadores conservadores co‐<br />

mo los ecologistas rechazan la anticuada doctrina del<br />

individualismo liberal, el sujeto soberano, el agente<br />

autónomo cuyas elecciones constituyen el origen de<br />

todo lo que tiene valor”; y la tercera, que “tanto los<br />

ecologistas como los conservadores prefieren, por<br />

miedo a los riesgos, la senda de la prudencia cuando<br />

nuevas tecnologías, o nuevas prácticas sociales, tienen<br />

consecuencias amplias e impredecibles” (Gray, 1993:<br />

136‐137). Aunque Gray no incluye en su lista una opo‐<br />

sición común a la “soberbia humanista”, podría ha‐<br />

berlo hecho (Ibíd.: 139). Vemos pues la dificultad de<br />

describir el ecologismo como claramente conservador<br />

o progresista, lo cual constituye un legado de su ambi‐<br />

gua relación con la tradición ilustrada, y es coherente<br />

con su autoimagen de poner en tela de juicio las res‐<br />

puestas habituales a dicha tradición.<br />

De todo ello cabe deducir que los desacuerdos bá‐<br />

sicos entre los intelectuales ecologistas proceden de<br />

dos cuestiones básicas: por una parte de la importan‐<br />

cia relativa de cada una de estas tres demandas, por<br />

otra parte de la forma en que han de llevarse a cabo.<br />

Por ejemplo, los ambientalistas éticos difieren de los<br />

ecologistas profundos no sólo en su consideración ge‐<br />

neral del proyecto filosófico sino en que estos últimos<br />

tienden a subrayar el proyecto radical más que los pri‐<br />

meros. Entre los ambientalistas éticos existen además<br />

desacuerdos respecto a qué tipo de metafísica o ética,<br />

si es que la hay, se necesita para sostener una auténti‐<br />

ca moral de respeto y cuidado del medio ambiente, lo<br />

cual a menudo se ve acompañado de una disputa en<br />

torno a las implicaciones de la ecología. Algunos pos‐<br />

modernos, ecofeministas y ecologistas sociales propo‐<br />

nen rechazar el proyecto especulativo por impractica‐<br />

ble, centrándose casi sólo en propuestas prácticas y ra‐<br />

dicales, inclusive aunque no esté del todo claro que los<br />

proyectos especulativos y radicales se puedan separar<br />

fácilmente. Existe además una justificación para esta


indagación histórica; el hecho de que la relación del<br />

pensamiento ecologista con la tradición filosófica y<br />

científica está puesta en entredicho.<br />

La cambiante naturaleza de la naturaleza<br />

El pensamiento ecologista comenzó con la creencia de<br />

que el mejor modo de cambiar el comportamiento de<br />

la gente consistía en transformar el modo en que pien‐<br />

san; sin ello es inviable cualquier cambio. Por ello, han<br />

venido insistiendo en el sentido de que la gente se re‐<br />

plantee sus respuestas respecto a las cuestiones más<br />

fundamentales de la vida humana en el mundo: ¿cuál<br />

es la naturaleza de la naturaleza? y ¿cuál es nuestro lu‐<br />

gar en ella? Mas estas preguntan cuestionan en gran<br />

medida la idealización esencialista de lo natural en que<br />

incurre el pensamiento ecologista y que cuestiona su<br />

capacidad para comprender el verdadero carácter de la<br />

relación del ser humano con su entorno y con ello la na‐<br />

turaleza de la crisis bio‐ambiental. Pues no sólo no pue‐<br />

de aceptar la evidencia de unas formas naturales diná‐<br />

micas ligadas a la sociedad que se las apropia, sino que<br />

no alcanza siquiera a distinguir entre, de una parte, la<br />

naturaleza profunda de los procesos y estructuras cau‐<br />

sales que no están sometidos a la influencia humana ni<br />

a su poder de transformación, y de otra la naturaleza<br />

superficial, las formas naturales sobre las que esa acción<br />

humana se proyecta y aplica (vid. Soper, 1995) 5 no. Mas no cabe una foto fija de la naturaleza superfi‐<br />

cial, como tampoco una alteración de la naturaleza al<br />

nivel profundo puesto que incluso los avances en el<br />

campo de la genética siempre se realizan sobre una ba‐<br />

se cuya existencia les precede y sobrevivirá. Para el CAPITALISTA<br />

pensamiento ecologista sin embargo, las formas natu‐<br />

rales visibles terminan constituyendo la naturaleza, sin<br />

más, de donde se deriva que esas formas no deben ser<br />

alterada so pena de acabar definitivamente con la natu‐<br />

raleza profunda. Paradójicamente, la esencia de la na‐<br />

turaleza por la que el pensamiento ecologista está lla‐<br />

mado a velar se identifica con su apariencia.<br />

A ello se le une el ingenuo realismo filosófico en<br />

que incurre el pensamiento ecologista: la afirmación<br />

ontológica de la efectiva realidad de la naturaleza no<br />

puede ocultar la verdad de su posterior construcción<br />

epistemológica y física. Así, la naturaleza no es para el<br />

ser humano tan sólo una realidad objetiva, sino ade‐<br />

más una construcción social. En efecto, la sociedad no<br />

sólo construye la idea de naturaleza que posee en cada<br />

momento, sino también la realidad natural la que se<br />

adapta y transforma. Hablar de construcción social es<br />

así hacerlo de dependencia contextual: la naturaleza co‐<br />

mo idea y la naturaleza como realidad poseen distinto<br />

significado y forma en diversos contextos sociales e<br />

históricos.<br />

.<br />

Estudios del cambio cultural<br />

Hablar, como hace el pensamiento ecologista, de una<br />

naturaleza que no debe ser manipulada o modificada Respecto a estas cuestiones, basta con referirnos a sen‐<br />

equivale a identificar lo natural con lo natural profun‐ dos análisis sobre el cambio cultural y las categorías<br />

do y lamentar como desaparición y pérdida de la mis‐ sobre la naturaleza y nuestro lugar en ella. Raymond<br />

ma la de sus manifestaciones no alteradas por lo huma‐ Williams aparece como un auténtico pionero de los es‐<br />

tudios culturales, y ha proporcionado un análisis co‐<br />

herente de siglos de cambio cultural así como de cate‐<br />

gorías hegemónicas respecto a la utilización occidental<br />

de término naturaleza. El modelo de tipificación intro‐<br />

ducido por este autor es particularmente relevante pa‐<br />

ra la comprensión del posmodernismo ecológico así<br />

como de una cierta variedad de perspectivas y para‐ 63ECOLOGISMO<br />

digmas. En efecto, Williams describe una transforma‐<br />

ción desde las primeras culturas que nos proporcio‐<br />

nan imágenes de espíritus o dioses procedentes de la página<br />

naturaleza “que representan o dirigen el viento, el<br />

mar, el bosque o la luna” (Williams, 1980: 69) hasta las<br />

10<br />

expresiones contemporáneas instrumentales. En un<br />

momento dado y partiendo del animismo, la naturale‐<br />

za deviene “singular, abstracta y personificada”. La YOUKALI,<br />

naturaleza como divinidad, madre esencial, nos lleva<br />

5 La naturaleza en su sentido profundo alude así a la estructura misma de la realidad más allá de sus apariencias: los procesos bioquími‐<br />

1885-477X<br />

cos y las leyes físicas que rigen la existencia y su funcionamiento: la naturaleza como inmanencia. En cambio, la naturaleza superficial<br />

constituye la manifestación externa de aquélla, su encarnación en forma sujetas a cambio evolutivo y por ello sometidas a la influencia<br />

transformadora del ser humano, el cual es también una de esas formas. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 64 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

a la religión monoteísta, donde Dios es absoluto, y la<br />

Naturaleza ejerce como su ministro o representante.<br />

En este proceso la naturaleza se debilita favoreciendo<br />

el posterior camino hacia su muerte en el positivismo<br />

científico.<br />

Williams subraya que en la época de Shakespeare,<br />

había un amplio abanico de posibles significados cul‐<br />

turales de la naturaleza: condición primitiva anterior a<br />

la sociedad humana, estado de inocencia original a<br />

partir de la cual se constata una caída y el curso de una<br />

redención necesaria, una cualidad del nacimiento (por<br />

ejemplo, nuestra naturaleza original) que incluyen los<br />

movimientos que muestran a la naturaleza como una<br />

divinidad personificada. Tales conceptos siguen ha‐<br />

llándose enmascarados en los discursos del ecofemi‐<br />

nismo y la ecología profunda, en el paganismo, el pan‐<br />

teísmo y el chamanismo, e incluso en el eclecticismo<br />

de los investigadores del mito de Gaia y sus ecos en la<br />

ciencia ficción y la fantasía.<br />

Para completar el esquema, la naturaleza pierde<br />

importancia en el pensamiento occidental durante el<br />

tránsito del siglo XVIII al XIX; se transforma en una es‐<br />

pecie de juez constitucional o al menos en una acumu‐<br />

lación y clasificación de casos que expresan las leyes<br />

naturales. Si eliminamos la personificación de esta fór‐<br />

mula, la naturaleza se constituye en un objeto secula‐<br />

rizado “en ocasiones incluso en una máquina” (Ibíd.:<br />

73). A finales del XVIII tenemos la metáfora de la na‐<br />

turaleza como un criador selectivo; la mejora agrícola<br />

y la revolución industrial por último nos la devuelven<br />

únicamente en los lugares solitarios, salvajes, donde<br />

no hay industria, por lo que aparece el significado de<br />

la naturaleza como “un refugio, un apartarse de los<br />

hombres, un lugar de descanso, de solaz, de retirada”<br />

(Ibíd.: 80). Cabe cuestionar la linealidad y abstracción<br />

de tal modelo, pero lo importante es la constatación de<br />

la variabilidad cultural de las ideas sobre la naturale‐<br />

za, y el hecho de que ciertas ideas sobre ella hayan si‐<br />

do dominantes durante ciertos periodos, dando la<br />

sensación de una sucesión de paradigmas tal y como<br />

también se puede observar en Las palabras y las cosas de<br />

Michel Foucault (1968).En la actualidad también hay<br />

ideas dominantes sobre la cultura y la naturaleza aun‐<br />

que la heterogeneidad de las diversas disciplinas y<br />

ámbitos institucionales en que tales términos aparecen<br />

es parte de la condición que Williams etiquetaba de<br />

postmoderna. Esta diversidad se sigue percibiendo no<br />

sólo en los protocolos científicos y tecnológicos, o en<br />

los discursos de las ciencias sociales y humanidades,<br />

sino también en los movimientos sociales y en las fór‐<br />

mulas mediáticas que se hacen cada vez más reflexi‐<br />

vas. Williams, al igual que los ecologistas, considera la<br />

alienación y dominación de la naturaleza –su otrei‐<br />

dad‐ como un reflejo de las problemáticas relaciones<br />

entre los seres humanos. “Más allá de las formas en<br />

que hemos interactuado con el mundo físico, no sólo<br />

hemos generado la naturaleza y un orden natural alte‐<br />

rados, también hemos creado sociedades. Es muy sig‐<br />

nificativo que la mayor parte de los términos que he‐<br />

mos utilizado en esta relación –conquista, explotación<br />

de la naturaleza‐ derivan de prácticas humanas reales:<br />

relaciones entre humanos” (Ibíd.: 84) esenciales en el<br />

avance de la civilización occidental a expensas de la<br />

naturaleza (Ibíd.: 143 y ss.). Williams concluye con la<br />

observación de que si la humanidad se aliena respec‐<br />

to a los procesos vivos de los que formamos parte, ne‐<br />

cesariamente nos alienamos a nosotros mismos. Así<br />

pues, sólo cuando hayamos desarrollado relaciones<br />

ecológicas ante los seres humanos y la naturaleza, se‐<br />

remos capaces de transformar nuestras relaciones con<br />

otras especies. En suma, el conocimiento de la natura‐<br />

leza es una proyección de nuestras relaciones sociales.<br />

Otra obra interesante es la de Carolyn Merchant<br />

(1980) quien a semejanza de Williams contempla una<br />

naturaleza aún viva en torno al siglo XVI y describe su<br />

pérdida en la revolución científica y en la posterior do‐<br />

minación del mundo natural. Lo que muere es la idea<br />

de la naturaleza como un organismo vivo “que une a<br />

la persona, a la sociedad y al cosmos”. Para ilustrar có‐<br />

mo las epistemes explicativas e imaginativas están<br />

presentes en nuestros juicios de valor, Merchant des‐<br />

pliega una amplia selección de ejemplos de muertes<br />

de la naturaleza, así como de la unidad orgánica del<br />

cosmos y la sociedad. La ilustración de la Madre<br />

Tierra y su defensa ante el matricidio siguen presentes<br />

en las culturas indígenas que consideran la Tierra co‐<br />

mo una deidad viva, por lo que las ecoculturas triba‐<br />

les siguen constituyendo para muchas personas (indí‐<br />

genas o no) una fuente de renovación narrativa y cul‐<br />

tural que puede permitir la renovación asociada de las<br />

cosmologías occidentales. Múltiples fragmentos de ta‐<br />

les cosmologías premodernas circulan en la actuali‐<br />

dad en los presupuestos mediáticos y de la ecología<br />

popular, como la concepción de Gaia, que mezcla ele‐<br />

mentos de cultura popular, información ecológica y<br />

entretenimiento mediático. Esta autora también acen‐<br />

túa la dicotomía naturaleza‐cultura como una parte<br />

integral de la separación entre disciplinas, distinguien‐<br />

do en especial aquellas de carácter humanista, como la<br />

historia, la literatura y la antropología.<br />

Carolyn Merchant por su parte es ejemplar en dar<br />

sentido a la definición egocéntrica en tanto se “basa en<br />

una teoría ecológicamente configurada de relaciones<br />

internas, según las cuales todos los organismos no só‐<br />

lo están interrelacionados con su entorno sino que<br />

también están constituidos por esas mismas relaciones<br />

medioambientales” (Merchant, 1980: 49). El hecho de<br />

contemplar el cambio histórico como cambio ecológi‐<br />

co va más allá de reconocer que existen condiciones<br />

bio‐medioambientales con una historia detrás. El mo‐<br />

delo más ecosistémico de Merchant, al igual que las<br />

características específicas de las “granjas, pantanos y


osques europeos” (Ibíd.: 42) así como la gestión deta‐<br />

llista de sus cambios, se centra en tres aspectos princi‐<br />

pales: las transformaciones filosóficas que acompañan<br />

y refuerzan la Revolución Industrial, el proceso de los<br />

“cercamientos” (enclosures) que separa físicamente a la<br />

gente de su medio tradicional, y la mercantilización<br />

monetarizada de la naturaleza.<br />

El legado del primero de tales aspectos, la volun‐<br />

tad de dominio de la Revolución científica e intelec‐<br />

tual, y sobre todo de dominio del mundo natural, aún<br />

sigue vigente. Hay que buscar gran parte de las posi‐<br />

ciones discursivas contemporáneas, incluso sus más<br />

claras proposiciones, en sus orígenes, esto es, entre los<br />

pensadores de los siglos XVI y XVII. El instrumentalis‐<br />

mo del filósofo‐científico Francis Bacon tipifica este<br />

cambio revolucionario en la cultura. Como anticipo de<br />

tal modelo de aprendizaje, Bacon sostiene la conver‐<br />

gencia de un antropocentrismo excesivo con la cesura<br />

entre la humanidad y el medio natural, a través de la<br />

idea de que el resto del planeta sólo existe para el so‐<br />

laz y uso de la humanidad.<br />

El instrumentalismo baconiano puede resultar ex‐<br />

tremo, pero añade una arrogancia que aún permanece<br />

como su némesis, por ejemplo en la ecología global que<br />

“nos obliga a admitir que el actual proceso de desarro‐<br />

llo industrial está destruyendo simultáneamente las<br />

mismas bases ecológicas de todos, humanos y no hu‐<br />

manos” (Chatterjee y Finger, 1994: 50). Muchos teóri‐<br />

cos sociales tras Bacon y sus contemporáneos han<br />

compartido el intento cartesiano de hacer de nosotros<br />

mismos auténticos amos y propietarios de la naturale‐<br />

za. Incluso los modernos contemporáneos han objeta‐<br />

do en escasa medida la afirmación de Locke de que la<br />

negación de lo natural es el camino a la felicidad. La<br />

Revolución científica y el proyecto ilustrado continúan<br />

siendo centrales en la comprensión de una naturaleza<br />

extenuada.<br />

El segundo factor recoge “cómo la fertilidad del<br />

suelo afecta al auge y declive de la población, al con‐<br />

flicto entre señores y siervos, y a la expansión del mer‐<br />

cado” (Merchant, 1980: 67‐68). La historia que no tiene<br />

en cuenta este aspecto fracasa a la hora de comprender<br />

que la “democracia y las instituciones capitalistas en<br />

Europa y América” dependen directamente de la ex‐<br />

plotación de los recursos naturales. La ruptura de los<br />

ecosistemas asociados (bosques, praderas, lagos, océa‐<br />

nos) y sus componentes humanos” (Ibíd.) afecta a la<br />

constitución, riqueza y psicología de las sociedades.<br />

El tercero de los aspectos prefigura gran parte de<br />

las discusiones actuales. Aunque ahora a una escala<br />

mucho mayor, la tragedia de lo comunal tuvo lugar<br />

por primera vez en la Europa medieval, cuando el pro‐<br />

ceso de los “cercamientos” (enclosures) comenzó a ex‐<br />

pulsar a los trabajadores rurales de su tierra comunal<br />

tradicional y a abolir sus derechos sobre ellas. Una for‐<br />

ma temprana de privatización de esta separación de la<br />

propiedad comunal y la tierra que no ha hecho sino<br />

crecer desde entonces, logrando en principio desman‐<br />

telar el uso social de la tierra como un medio de sub‐<br />

sistencia. En lugar de un sistema feudal residual que<br />

permitía a los agricultores intercambiar parte de su co‐<br />

secha o de su trabajo por el cultivo de la tierra, se ins‐<br />

talar una economía monetarizada que comercializa el<br />

proceso, máxime si se cercan las áreas de acceso comu‐<br />

nal que habían permitido esa economía de subsisten‐<br />

cia y trueque. Los cambios políticos y legales posterio‐<br />

res consolidaron la mercantilización de la tierra y ayu‐<br />

daron a transformar la relación entre las personas, así<br />

como entre éstas y la naturaleza, y expulsaron a millo‐<br />

nes de trabajadores rurales de su medio. Estos proce‐<br />

sos se han extendido ahora por todo el planeta de for‐<br />

ma masiva, en tanto el deseo y la necesidad de obtener<br />

beneficios conlleva la expansión de la privatización y<br />

la mercantilización a cada vez más lejanos lugares, en<br />

busca permanente de regiones ecológicamente explo‐<br />

tables. Aquí cabe incluir tanto la globalización de la in‐<br />

dustria y la agricultura industrializada y de exporta‐<br />

ción, así como los nuevos “cercamientos” genéticos de<br />

la biotecnología o la mercantilización de los secretos<br />

genéticos de la propia naturaleza, hasta las ideas apo‐<br />

calípticas que alertan del colapso de la naturaleza in‐<br />

capaz de sobrevivir ante “el exagerado crecimiento de<br />

la población”, la “extinción masiva” de muchas espe‐<br />

cies o la “creciente contaminación de la atmósfera y<br />

del agua”.<br />

La concepción de colapso de la naturaleza, o al me‐<br />

nos de su declive irreversible, encierra dos de las ca‐<br />

racterísticas principales de las actitudes contemporá‐<br />

neas respecto a los temas bio‐medioambientales. Una<br />

ambigüedad sobre el carácter del cadáver y un tono<br />

apocalíptico. La cultura popular amplifica tales carac‐<br />

terísticas y multiplica los puntos de diseminación que<br />

registran diversos grados de alarma ante un entorno<br />

en peligro.<br />

Los temas ecológicos conocen audiencias de masas<br />

y mercados igualmente masivos. En esta apropiación<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 65 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 66 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

multigenérica del “problema biológico y medioam‐<br />

biental”, la publicidad opera como un barómetro has‐<br />

ta el punto de ecologizar la cultura popular y comer‐<br />

cial: anuncios de cualquier cosa hacen circular mensa‐<br />

jes que mezclan diversas versiones del desastre con es‐<br />

peranzas más o menos fundadas y fantasías utópicas.<br />

Así pues, agotar e incluso matar a la naturaleza su‐<br />

pone más que un proceso biológico o físico, más tam‐<br />

bién que las consecuencias no intencionadas de una<br />

sociedad industrial. La muerte de lo natural es al mis‐<br />

mo tiempo un proceso de construcción social donde<br />

las imágenes e ideas de un naturaleza transformada<br />

circulan como parte de una hipernaturaleza ecológica‐<br />

mente sospechosa: un ámbito generado por imágenes<br />

y limitado tan sólo por la imaginación humana. El<br />

efecto ecológico de las fantasías de control es profun‐<br />

do, pero el impacto material de la contaminación in‐<br />

dustrial no es una fantasía, sus efectos se pueden ob‐<br />

servar por doquier. Pareciera que cada metro cúbico<br />

de aire, cada especie o proceso vivo estuviera marca‐<br />

do indeleblemente por nuestra despiadada marca: lo<br />

físico y lo biológico están claramente marcados por la<br />

“X” del abuso humano, una señal que significa un sig‐<br />

no material y un texto añadido. La fragmentación si‐<br />

multánea de un discurso sobre la naturaleza disperso<br />

entre especialidades atomizadas, junto a la curiosa fu‐<br />

sión de actividades interdisciplinarias con la cultura<br />

consumista, todo lo cual aparece además sumamente<br />

mediatizado, son parte de la “X” que rotulamos en el<br />

mundo. Tal vez se podría decir que ya existe un exce‐<br />

so de significado de lo natural en la cultura contempo‐<br />

ránea, que se ha convertido en obsceno por su exceso<br />

(Baudrillard). Tales construcciones contemporáneas<br />

de lo natural contribuyen a generar un síndrome que<br />

permite e impide al mismo tiempo una confrontación<br />

con la muerte. Debido a que la muerte de lo natural es<br />

también nuestra propia muerte, es doblemente im‐<br />

pensable. La muerte es un espectáculo público (me‐<br />

diatizado) pero un tabú personal (el miedo a morir).<br />

Bajo estas condiciones es improbable una identifica‐<br />

ción personal con un planeta moribundo, no obstante<br />

lo cual hay que concebir la muerte de lo natural con<br />

una crisis de identidad, con nuestra propia desapari‐<br />

ción potencial y una creciente apuesta compensatoria<br />

en una sociedad del riesgo.<br />

Esta percepción del fin de lo natural también sirve<br />

para anunciar lo que Frederic Jameson (1996) llama el<br />

nacimiento de lo posmoderno: “lo que tienes cuando<br />

el proceso de modernización se ha completado y la na‐<br />

turaleza ha desaparecido”. En parte este simultáneo fi‐<br />

nal de la naturaleza y nacimiento de lo postmoderno,<br />

como muchas otras cosas, se encuentra previamente<br />

en los procesos de la modernidad, pero no están arti‐<br />

culados como tal. Por ejemplo, en la reciente historia<br />

de la teoría social en las humanidades y artes, la alie‐<br />

nación y el humanismo han sido conceptos más domi‐<br />

nantes que en los procesos radicalmente descentrados<br />

de la postmodernidad como la ecología profunda (ac‐<br />

tivismo) y el ecofeminismo (Merchant, 1992). Aquellos<br />

conceptos se orientaban ante todo según los imperati‐<br />

vos de la ciencia, la tecnología, el progreso y el creci‐<br />

miento, y son significativamente pre‐ecológicos 6 .<br />

Implicaciones éticas y tipologías<br />

Si la naturaleza es ante todo relacional y los seres hu‐<br />

manos son aprehendidos en tales relaciones, entonces<br />

puede haber alguna influencia metafísica de las obli‐<br />

gaciones éticas respecto a la naturaleza. Como antes<br />

indicábamos, está muy extendida la fe moderna en la<br />

capacidad de la humanidad en resolver sus problemas<br />

no mediante la evolución orgánica y natural, sino a<br />

través de una evolución cultural, esto es, gracias a me‐<br />

dios racionales en especial tecnológicos, lo cual asegu‐<br />

ra el progreso sin fin de la civilización como una con‐<br />

quista de la naturaleza que asegura nuestro futuro.<br />

Los críticos consideran que este paradigma dominan‐<br />

te procedente de la modernidad constituye una receta<br />

para el desastre bio‐medioambiental. Los que se auto‐<br />

denominan ecologistas profundos se sitúan entre los<br />

críticos más estridentes del paradigma dominante.<br />

Siguiendo las indicaciones de sus introductores en<br />

el ámbito anglosajón, el filósofo noruego Arne Naess<br />

(1989) se pueden distinguir dos tipologías diversas de<br />

la “ecología”, la superficial y la profunda. La primera<br />

se mantiene en los límites del paradigma dominante,<br />

simplemente añade algún aviso sobre el agotamiento<br />

de los recursos o que el progreso continuo de la civili‐<br />

zación puede requerir una cierta dosis de prudencia.<br />

Su objetivo es luchar contra la polución y la escasez de<br />

recursos en los países industrializados. Es superficial<br />

porque trata de reformar el sistema sin cambiar el pa‐<br />

radigma dominante o de sistema socioeconómico en<br />

el cual aquél se ha desarrollado. Naess rechaza esta<br />

imagen de predestinación reformista a favor de otra<br />

más relacional y omnicomprensiva. La tarea de la eco‐<br />

6 Para Jameson (1996), en vez de la muerte de todo lo natural, lo que más bien podemos contemplar es el comienzo del fin de la hegemo‐<br />

nía de los paradigmas eurocéntricos y patriarcales, de ese imperio discusivo que colonizó la razón como la provincia exclusiva de la re‐<br />

volución científica, de la Ilustración y sus sucesores filosóficos y científicos. En este cambio del imaginario hegemónico hay nuevas<br />

muertes, incluso la supuesta muerte del materialismo.


logía profunda es revertir lo que Max Weber denomi‐<br />

nó “el desencanto del mundo” forjado gracias al auge<br />

de la “racionalidad instrumental”. La manera de in‐<br />

vertir las tendencias destructivas de la civilización mo‐<br />

derna consiste en contemplar la naturaleza como una<br />

especie de organismo; en efecto, a diferencia de las<br />

máquinas, los sistemas orgánicos están altamente inte‐<br />

grados de modo que eliminar una parte de su contex‐<br />

to supone tornar incomprensible tanto a la parte como<br />

al todo sistémico. La metáfora orgánica implica que el<br />

método adecuado para estudiar la naturaleza no es la<br />

reducción sino la síntesis holística: los objetivos del in‐<br />

vestigador consisten en integrar y sintetizar los disper‐<br />

sos detalles de la experiencia en un todo y conceder al‐<br />

gún crédito a los principios de unificación que interco‐<br />

nectan todo 7 . El problema es que los argumentos es‐<br />

grimidos en nombre del organicismo y el holismo no<br />

soportan ciertas críticas y se muestran poco útiles en<br />

algunos casos. En efecto, sus defensores sostienen que<br />

debería abrazarse una cosmovisión ecológica si y sólo<br />

si ésta apoyase los valores y objetivos del movimiento<br />

ecologista en general. No obstante la cuestión organi‐<br />

cista admite variaciones: un <strong>número</strong> considerable de<br />

pensadores –ecologistas profundos, éticos ambienta‐<br />

listas, bioregionalistas y otros‐, dirigen su atención a<br />

calcular el equilibrio entre los sistemas naturales y la<br />

interdependencia de sus componentes (vid. Leopold,<br />

1949) con el trasfondo presente de la complejidad, in‐<br />

tegridad, estabilidad y belleza de las comunidades<br />

bióticas. No deja de ser una consideración relativa‐<br />

mente estática de los sistemas ecológicos: la energía<br />

fluye, pero los circuitos no cambian a menos que los<br />

seres humanos lo hagan para peor.<br />

Otros han desarrollado un organicismo dinámico<br />

gracias a su particular interpretación de la cosmología<br />

científica y moderna así como de la teoría evolucionis‐<br />

ta, y en este grupo se incluyen a los ecologistas profun‐<br />

dos, algunos ecologistas sociales y a unos cuantos mís‐<br />

ticos cientifistas y religiosos que pugnan por lo que de‐<br />

nominan “la historia del universo”. En cualquier caso,<br />

el organicismo dinámico considera a la naturaleza co‐<br />

mo una realidad autopoiética, guiada quizá por un<br />

singular impulso creativo, subrayando no tanto la es‐<br />

tabilidad de lo natural cuanto el amplio movimiento<br />

de la evolución cósmica. Los defensores de esta postu‐<br />

ra estarían de acuerdo con los anteriores en que las en‐<br />

tidades y sistemas naturales son interdependientes, in‐<br />

sertos como están en un circuito armónico; sin embar‐<br />

go, insisten en que el equilibrio aparente del momen‐<br />

to actual no es sino una etapa de un proceso mucho<br />

más extenso en el que el universo se hace cada vez más<br />

complejo y diferenciado. Todo en el universo se conec‐<br />

ta con todo gracias al hecho de compartir ancestros co‐<br />

munes. Algunos/as pensadores ecologistas, sobre todo<br />

ecofeministas , han cuestionado el matiz de ambas va‐<br />

riantes de lo que puede considerarse el núcleo organi‐<br />

cista, sobre todo considerando cuáles pueden ser sus<br />

consecuencias imprevistas. En efecto, estas críticas<br />

acusan a los ecologistas profundos y a sus parientes de<br />

presentar un falso dilema: o bien se considera la natu‐<br />

raleza como una colección de recursos o bien es un to‐<br />

do monolítico integrado donde se subsume todo lo<br />

singular. Este sentimiento “oceánico” de fusión ame‐<br />

naza toda singularidad y remite a una supuesta uni‐<br />

dad natural andrógina. La alternativa a esta proposi‐<br />

ción metafísica reside en un modesto tipo de organi‐<br />

cismo caracterizado por un énfasis más femenino en<br />

las relaciones de interdependencia y donde lo indivi‐<br />

dual se considera de forma más singularizas y diferen‐<br />

ciada.<br />

La cuestión no obstante sigue descansando en có‐<br />

mo dotar de hegemonía a esta perspectiva ecológica.<br />

Por decirlo brevemente, habría dos opciones: o bien<br />

proseguir el modelo de la filosofía especulativa y tra‐<br />

tar de aprehender intelectualmente la unidad de la na‐<br />

turaleza, o bien buscar dicha unidad profunda en los<br />

resultados de la investigación científica, en especial en<br />

la ecología y la biología evolutiva.<br />

7 Los partidarios de esta perspectiva organicista la consideran más “ecologista” que otras alternativas porque proporciona un contexto<br />

más coherente –y limitante‐ para la actividad humana. Una de las características que distingue lo vivo de lo inerte es que las entidades<br />

vivientes se articulan en una actividad teleológica, debido a ello así como a que tienen intereses propios, pueden verse dañadas. Los de‐<br />

fensores de esta postura no siempre aclaran si ha de asumirse literalmente la perspectiva organicista.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 67 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 68 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

El núcleo de la orientación especulativa reside en la<br />

creencia, o quizá la esperanza, de que los principios<br />

básicos subyacentes al orden natural son sencillamen‐<br />

te autoevidentes. Para ello, los ecologistas profundos<br />

utilizan un método de identificación que comienza<br />

con la experiencia de gozar algo en común con otra<br />

gente. Cuando me identifico con otros, cuando reco‐<br />

nozco que tenemos algo en común como sujetos de ex‐<br />

periencia, las fronteras entre mi yo y sus yoes se debi‐<br />

litan hasta el punto que ya no puedo concebirme más<br />

a mí mismo sin tener en cuenta la relación con ellos.<br />

Devall y Sessions (1985) extienden este tipo de identi‐<br />

ficación al mundo natural en un proceso que denomi‐<br />

nan “autorrealización”: el yo individual se identifica<br />

no sólo con otras personas sino también con entidades<br />

y sistemas naturales hasta que por fin el yo individual<br />

se identifica con el yo omniabarcante de la totalidad<br />

orgánica. El yo no supone más que un campo de rela‐<br />

ciones donde todo está conectado con todo.<br />

Otro autor del ecologismo profundo, Warwick Fox<br />

(1995), ha planteado un modelo más complejo al dis‐<br />

tinguir diversas variedades de identificación. Junto a<br />

las experiencias personales de afinidad con otros se‐<br />

res, también se produce lo que denomina formas an‐<br />

tológicas y cosmológicas de identificación, esto es, ex‐<br />

periencias de comunalidad que parten del hecho “de<br />

que las cosas son” y de que “nosotros y el resto de en‐<br />

tes somos aspectos de una única realidad” autopoiéti‐<br />

ca. Afirmaciones como estas conducen a una especie<br />

de ecología fenomenológica, en el sentido de que el<br />

mundo vivo, tal y como se revela a través de la inves‐<br />

tigación fenomenológica, es una red entrelazada de<br />

significación, cada uno de los seres que percibe tiene<br />

sentido sólo en el contexto de una unidad perceptiva<br />

mayor de la cual forma parte; así, al menos en térmi‐<br />

nos perceptivos, todo está conectado con todo. Hay<br />

otras variaciones sobre el tema, pero la cuestión que<br />

nos lleva al escepticismo es la siguiente: ¿por qué estos<br />

métodos especulativos proporcionan al pensamiento<br />

ecologista lo que éste precisa?, ¿tratan los pensadores<br />

ecologistas de adoptar tales métodos con la debida<br />

modestia y precaución, evitando toda antropomorfi‐<br />

zación de las cuestiones tratadas? Creemos que la res‐<br />

puesta a ambas cuestiones es negativa.<br />

El reto cardinal de este pensamiento especulativo<br />

reside en destilar todos los matices y distorsiones del<br />

mundo de las apariencias para aprehender la subya‐<br />

cente unidad racional; pero tal empresa bien puede<br />

exceder las capacidades de la mente humana. Una lec‐<br />

tura escéptica de la historia de este tipo de pensamien‐<br />

to especulativo ofrece la sospecha de que cualquiera<br />

sea el método que utilicemos o lo cautos que seamos,<br />

no obstante el universo evitará nuestros esfuerzos por<br />

aprehenderlo. Estas dudas se pueden aplicar también<br />

al propósito tácito de alcanzar una perspectiva ecoló‐<br />

gica, al menos en tanto repose en una base especulati‐<br />

va. Habiendo fallado en esa dirección los más válidos<br />

pensadores de la tradición occidental de la “filosofía<br />

natural” 8 , no es casualidad que los ecologistas profun‐<br />

dos y otros apelen explícitamente al Romanticismo co‐<br />

mo una de sus fuentes de inspiración.<br />

El Romanticismo aparece a principios del siglo XIX<br />

como un vasto movimiento intelectual y cultural de re‐<br />

acción contra el modernismo en la filosofía y la ciencia,<br />

regido por la visión de una dispositivo triple: la unidad<br />

8 Para Hegel y su Filosofía de la Naturaleza, la contradicción irresuelta de la naturaleza consiste en el hecho de que el espíritu se ve captura‐<br />

do entre dos interpretaciones hostiles: la naturaleza es al mismo tiempo familiar y extraña, benevolente y hostil, o quizá simplemente<br />

indiferente. Por su parte Kant en su Crítica de la Razón Práctica consideraba la posibilidad de juzgar a la naturaleza como un todo por<br />

constituir un sistema unificado cuyo objetivo era ante todo lograr la existencia de una humanidad en tanto comunidad de seres racio‐<br />

nales vivos. Así pues para Kant la humanidad constituía el propósito final de la creación (principio antrópico fuerte que hoy se obser‐<br />

va en muchas perspectivas ecologistas) porque los seres humanos son las únicas entidades en la Tierra capaces de establecer propósi‐<br />

tos por sí mismos. Hegel sostiene una versión diferente, pero igualmente antropocéntrica: la naturaleza orgánica constituye la expre‐<br />

sión externa de la subjetividad; un organismo tiene su existencia en el mundo externo, y así posee el mismo tipo de interioridad que ca‐<br />

racteriza a la conciencia humana: ambas son causa y efecto. La vida animal genera a los miembros del organismo en el seno de un sis‐<br />

tema ideal de subjetividad, en una nueva unidad orgánica autosuficiente. Sólo con la aparición del animal humano ese concepto es ca‐<br />

paz de superar la contingencia de la externalidad al lograr la conciencia de su misma esencia como espíritu. O por parafrasearle: la cul‐<br />

tura humana es una forma superior de orden, capaz de mantener su propia integridad incluso ante la muerte de cualquier individuo,<br />

hasta el punto de que sólo la cultura humana es capaz en última instancia de aprehender el propósito de la naturaleza; el objetivo de<br />

todo el desarrollo de esta última consiste pues en producir la cultura humana.


del conocimiento, de la naturaleza y de la conciencia<br />

humana o espíritu con la naturaleza. Entre otras expre‐<br />

siones literarias, artísticas o religiosas, la filosofía natu‐<br />

ral trata de lograr esta triple unidad a través del estu‐<br />

dio del mundo natural. Schelling, uno de los líderes del<br />

movimiento, declaró que “La Naturale za debería ser el<br />

Espíritu hecho visible; el Espíritu, la Naturaleza invisi‐<br />

ble”. Para los románticos, la naturaleza es realmente la<br />

autoexternalización del espíritu y el espíritu singular<br />

de cada ser humano un producto natural que sirve co‐<br />

mo medio mediante el cual la naturaleza toma concien‐<br />

cia de sí como espíritu. El resultado no es un sistema fi‐<br />

losófico coherente sino una suerte de “bruma extática”,<br />

aunque el problema no estriba en tal sistema sino más<br />

bien en el hecho de constituir una reflexión explícita‐<br />

mente antropocéntrica, centrada en lo humano, y que<br />

tiende por tanto a antropomorfizar el orden natural. A<br />

ello se le añade el hecho de que carece de mecanismo<br />

de autocorrección alguno con el que armonizar los<br />

nuevos y sorprendentes fenómenos a descubrir. Por<br />

cierto, lo mismo puede aplicarse a la filosofía natural<br />

hegeliana, de ahí que muchas de sus afirmaciones al<br />

respecto sean erróneas si no ridículas, a pesar o tal vez<br />

gracias a su insistencia en que han de ser lógicamente<br />

necesarias. La aparición de la biología evolutiva, ante<br />

todo de la mano de Darwin, fue especialmente proble‐<br />

mática para este pensamiento especulativo puesto que<br />

el autor inglés consideró más que ningún otro el papel<br />

central que la contingencia y la temporalidad ejercen<br />

de cara a explicar el aparente orden de la naturaleza.<br />

El problema de la filosofía especulativa es compli‐<br />

cado por el hecho de que como hemos visto, el mismo<br />

término “naturaleza” constituye en sí un territorio<br />

cuestionado, sujeto a todo tipo de interpretación. Para<br />

la filosofía especulativa, por ejemplo, la naturaleza es<br />

el sistema de leyes o principios que obliga a mantener<br />

interrelacionado todo lo que existe. Una de las versio‐<br />

nes de esta afirmación considera que incluso las más<br />

hostiles ciudades y las armas más destructivas son<br />

perfectamente naturales simplemente porque existen<br />

y obedecen a las leyes físicas. Sin embargo también es<br />

posible concebir a la naturaleza como radicalmente<br />

ajena a la cultura, hasta el punto de ser indomable e in‐<br />

controlable, y de situarse en las fronteras de la expe‐<br />

riencia humana. La naturaleza salvaje se asemeja mu‐<br />

cho en este sentido a lo que Derrida (1977) llama “ex‐ CAPITALISTA<br />

ceso”, sobre el que reposa todo significado pero ame‐<br />

naza él mismo la destrucción de la significación. La na‐<br />

turaleza salvaje supone una amenaza a las aspiracio‐<br />

nes humanas sencillamente porque es del todo indife‐<br />

rente a tales aspiraciones.<br />

En cualquier caso ambas propuestas son insatisfac‐<br />

torias para los ecologistas que buscan en la naturaleza<br />

algún criterio para juzgar y limitar la acción humana.<br />

Necesitan sostener tanto que la naturaleza es algo in‐<br />

asimilable por la cultura como que hay algo valioso –o<br />

al menos aprovechable‐ en ella. Para muchos la solu‐<br />

ción parece haber sido combinar la noción organicista<br />

del sistema natural con la idea de lo salvaje, inmacula‐<br />

do, no afectado por manos humanas: la naturaleza<br />

constituye el orden de las cosas tal como se suponía<br />

que era, antes que los humanos amenazaran con con‐<br />

taminarlas, es el modelo sobre el que han de medirse<br />

todas las alteraciones inducidas por los humanos. La<br />

idea de la naturaleza salvaje y pura también viene da‐<br />

da por los juicios estéticos y deseos personales en rela‐<br />

ción a ciertos paisajes, en especial cuando las selvas<br />

vírgenes o los humedales, por ejemplo, se comparan<br />

con modelos de desarrollo humano. En suma, cabe<br />

afirmar que la concepción ecologista de la naturaleza<br />

se ha construido gracias a múltiples y quizás contra‐<br />

dictorios elementos.<br />

Al igual que los románticos y después que ellos,<br />

muchos pensadores ecologistas sostienen que es al<br />

menos posible para las personas identificarse con la<br />

naturaleza salvaje y reintegrarse en su orden; los más<br />

radicales de entre ellos contemplan esta comunión só‐<br />

lo en el caso de abandonar la civilización. Pero reinte‐<br />

grar a la humanidad en la naturaleza salvaje, tal y co‐<br />

mo viene definido por estos autores, introduce una<br />

aparente contradicción: es incierto que los seres huma‐ 69ECOLOGISMO<br />

nos puedan hacerlo mientras retengan algo de su hu‐<br />

manidad. Otros moralistas medioambientales, más<br />

tradicionales, desean tan sólo establecer una nueva re‐ página<br />

lación entre la humanidad y la naturaleza, entre el yo<br />

y el otro, basada más en el respeto que en la integra‐<br />

10<br />

ción. La naturaleza constituye el arma favorita de cual‐<br />

quiera: es una práctica común etiquetar algo como na‐<br />

tural para establecer su valor más allá de toda disputa. YOUKALI,<br />

Al defender las diferencias que genera el capitalismo,<br />

los darvinistas sociales por ejemplo utilizan su pecu‐<br />

liar lectura de la teoría evolutiva para defender que la<br />

selección y la competencia despiadada forman parte<br />

del plan natural. La concepción ecologista de la natu‐<br />

raleza salvaje aparece entonces como un lucha por el 1885-477X<br />

corazón y el espíritu de la gente, sostenida tanto por su<br />

utilidad como a favor de la verdad. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 70 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Dado que la naturaleza se puede relacionar con cual‐<br />

quier cosa, su potencial ideológico es enorme: natura‐<br />

leza y riqueza, naturaleza y ocio, naturaleza y espiri‐<br />

tualidad... pueden circular agrupaciones sin fin. En la<br />

práctica, estas posibilidades ideológicas y semánticas<br />

se encuentran más bien limitadas. No obstante, aun‐<br />

que extenuada, la naturaleza mantiene una poderosa<br />

vida significante, tan compleja como su historia se‐<br />

miótica previa. En los medios, especialmente a través<br />

de la publicidad, la imágenes de una naturaleza prís‐<br />

tina siguen generando una irresistible atracción, pero<br />

tales imágenes de belleza inmaculada constituyen tan<br />

sólo un conjunto de fantasías. Existen también dispo‐<br />

sitivos culturales propios de una supernaturaleza: par‐<br />

ques temáticos, zoos, acuarios, museos naturales, par‐<br />

ques naturales; en la que se incluyen todos aquellos<br />

organismos que hemos ido modificando: grandes pra‐<br />

deras, gigantescos animales y vegetales, etc. En todas<br />

estas formas publicitarias lo natural se reconstruye y<br />

transforma simbólicamente.<br />

Desde una perspectiva escéptica, las diversas cons‐<br />

trucciones de la naturaleza suponen un llamamiento a<br />

un término que acaba siendo altamente sospechoso. Lo<br />

mismo puede decirse del concepto “medio ambiente”,<br />

tér mino que ha sido sometido a muy diversas y contra‐<br />

dictorias reconstrucciones, de modo que más referirse<br />

sencillamente al mundo exterior donde interaccionan<br />

un organismo, ha comenzado a servir como sinónimo<br />

de “naturaleza”, acompañado de algunos elementos<br />

con tradictorios. Ambos términos deberían asumirse con<br />

precaución, tal vez incluso fuera una buena idea aban‐<br />

donar el término “naturaleza” y limitar el uso de “me‐<br />

dio ambiente” limitándolo a lo que constituía su sig ‐<br />

nificado original. La única cuestión entonces es si que ‐<br />

da alguna contribución que hacer a los pensadores eco‐<br />

logistas para afrontar el cambio bio‐medioambiental.<br />

Organicismo y mecanicismo<br />

Dados los cortocircuitos de la especulación, no es sor‐<br />

prendente que muchos pensadores ecologistas vuel‐<br />

van a las ciencias naturales para reforzar sus preten‐<br />

siones en nombre de la “relacionalidad”. Tampoco ca‐<br />

be sorprenderse que la ecología constituya la fuente<br />

más común de inspiración, aunque también haya ser‐<br />

vido a esta función la biología evolutiva y la mecánica<br />

cuántica. En la medida que concierne a la interaccio‐<br />

nes entre organismos, la ecología tiende a derribar las<br />

barreras entre lo que tradicionalmente se habían con‐<br />

siderado entidades independientes. Bill Devall y<br />

George Sessions (1985: 85) han sostenido al respecto<br />

que la ecología “ha proporcionado una visión de la na‐<br />

turaleza ausente en la discreta y reduccionista pers‐<br />

pectiva que otros científicos tenían con respecto a<br />

aquella”, y ello ha contribuido a “redescubrir en el in‐<br />

terior del actual contexto científico que todo está co‐<br />

nectado con todo”.<br />

No es difícil entender el atractivo de los conceptos<br />

ecológicos por lo que cabe considerar una posible lí‐<br />

nea argumental. Algunos ecologistas llegan a creer<br />

que los ecosistemas –no los organismos‐ constituyen<br />

las unidades básicas de la naturaleza. Se supone en‐<br />

tonces que deben demostrar que los ecosistemas son<br />

en última instancia parecidos a los organismos, al me‐<br />

nos en algunos aspectos: por ejemplo, son homeostáti‐<br />

cos. Yendo más allá, es fácil recoger esta similitud y<br />

deducir que los ecosistemas son como los organismos<br />

en muchos aspectos moralmente significantes: tienen<br />

un interés en mantener la homeostasis lo cual implica<br />

que pueden ser dañados. Si eso puede ocurrir enton‐<br />

ces los seres humanos tienen la obligación de prevenir<br />

el deterioro de los ecosistemas o incluso de reparar<br />

cualquier daño que antes se haya causado. Esta argu‐<br />

mentación se parece a la sostenida por el organicismo<br />

especulativo, sobre todo por la afirmación de que los<br />

ecosistemas exhiben rasgos asociados a la interioridad<br />

y a la subjetividad. La diferencia reside en que la teo‐<br />

ría ecológica –que es más cauta y concreta que el orga‐<br />

nicismo ecologista‐ sirve como un eslabón vital en es‐<br />

ta cadena de razonamientos. Dado que la investiga‐<br />

ción científica se ha convertido en el árbitro final del<br />

conocimiento respecto del mundo natural, muchos<br />

encuentran el apoyo de la ecología como algo decisi‐<br />

vo. El escepticismo no reside tanto en cuestionar la au‐<br />

toridad de las ciencias naturales, máxime cuando di‐<br />

cha autoridad es un préstamo de no‐científicos y tiene<br />

como fin lograr propósitos políticos. En este caso la<br />

cuestión clave es: ¿pueden los pensadores ecologistas<br />

utilizar legítimamente los hallazgos de la ecología<br />

científica para ilustrar y reforzar sus propuestas en<br />

nombre del organicismo?<br />

Aunque hay un amplio acuerdo entre los pensado‐<br />

res ecologistas de que la ecología como ciencia puede<br />

apoyar una interpretación orgánica de la naturaleza,<br />

existe un fuerte desacuerdo acerca de los detalles de<br />

dicha interpretación. Callicott (1986: 301‐302, 310‐313),<br />

por ejemplo, sugiere que los ecologistas profundos se


equivocan al considerar que la “totalidad orgánica”<br />

con la que tendemos a identificar un todo homogéneo,<br />

un todo sin distinciones ontológicas internas. Para es‐<br />

te autor, la ciencia de la ecología más bien sostiene una<br />

imagen del mundo como un todo diferenciado en el<br />

cual lo singular no se ve enteramente subsumido por<br />

la red de la cual forma parte. Por todo ello, Callicott<br />

propone una ética ecocéntrica, más adecuada precisa‐<br />

mente porque es más ecológica.<br />

Karen Warren y Jim Cheney (1993), a través de una<br />

crítica ecofenimista de la metafísica de Callicott recha‐<br />

zan incluso esta concepción más sofisticada de la tota‐<br />

lidad. En su lugar proponen una particular lectura de<br />

la teoría de la jerarquía: se trata de un desarrollo re‐<br />

ciente de la ecología de sistemas, basada en el descu‐<br />

brimiento de que los sistemas ecológicos pueden estu‐<br />

diarse a diferentes niveles, cada uno de los cuales re‐<br />

clama sus propios métodos y teorías. Así habrá de es‐<br />

tudiarse de un modo determinado la relación de unas<br />

especies dadas con su entorno, mientras los sistemas<br />

más holistas de la ecología global de otro modo distin‐<br />

tos, y cada tipo de investigación seguirá siendo válida<br />

en su propio dominio. La teoría de la jerarquía produ‐<br />

ce además el redescubrimiento de que estos diferentes<br />

niveles de organización puedan ser ordenados jerár‐<br />

quicamente y donde cada uno de ellos sea dependien‐<br />

te al mismo tiempo que permanece relativamente in‐<br />

dependiente de los niveles más abarcantes. Esto con‐<br />

duce a Warren y Cheney (1993: 111‐112) a postular que<br />

la “sobreconectividad” típica de los modelos más ho‐<br />

listas (todo relacionado con todo) en un sistema es in‐<br />

estable y que una adecuada “ecología metafísica” de‐<br />

bería reconocer que “el mundo se esfuerza, por así de‐<br />

cirlo, en unidades discreta y relativamente desconecta‐<br />

das o autónomas y en niveles jerárquicos de organiza‐<br />

ción, como condición de su propia estabilidad”.<br />

Por otra parte, este debate atraviesa dos importan‐<br />

tes cuestiones. La primera estriba en considerar si la<br />

ecología se basa realmente en el holismo y el mecani‐<br />

cismo como muchos ecologistas sostienen. La respues‐<br />

ta ha de hallarse en la historia y la filosofía ecologistas,<br />

sobre la base de que la ecología no es manifiestamen‐<br />

te ni organicista ni mecanicista. Esto conduce a la se‐<br />

gunda cuestión: ¿hasta qué punto pueden las teorías y<br />

los conceptos científicos trasladarse legítimamente de<br />

un dominio intelectual a otro sin cometer una impos‐<br />

tura intelectual? (vid. Bricmont y Sokal, 1999). La res‐<br />

puesta ha de hallarse en el carácter del conocimiento<br />

científico y en la demarcación entre las ciencias y otros<br />

aspectos del pensamiento humano, incluso si la ecolo‐<br />

gía encarnó de hecho un cierto holismo científico, es<br />

incierto que los pensadores ecologistas estén autoriza‐<br />

dos a extraer de esos conocimientos el tipo de implica‐<br />

ciones metafísicas o éticas que deseaban. Desde un<br />

punto de vista escéptico, la apelación a las ciencias na‐<br />

turales para sostener una perspectiva ecológica no<br />

puede probablemente lograr mayor éxito que el de<br />

una reivindicación del pensamiento especulativo.<br />

La fisiología y la emergencia de la ecología<br />

CAPITALISTA<br />

A través de la historia de la ecología y en el contexto<br />

de la investigación ecológica actual, los principios me‐<br />

cánicos y organicistas han operado como metáforas. El<br />

mundo natural es complejo y los ecologistas han con‐<br />

vocado a fenómenos más familiares para restituir esa<br />

complejidad y hacerla comprensible (vid. Lakoff y<br />

Jonson, 1991). Cuestión en la que no difieren de otros<br />

científicos y al igual que ellos no se contentan con in‐<br />

vocar metáforas y esperar a lo que ocurra. Precisa men ‐<br />

te dado que el mundo natural es complejo, los mode‐<br />

los simples tienden a desajustarse con el tiempo y con<br />

su aplicación la realidad; la cuestión descansa enton‐<br />

ces en someter a un escrutinio crítico a tales modelos,<br />

a probarlos contra la evidencia y a mejorarlos o recha‐<br />

zarlos si es necesario. A través de este proceso los eco‐<br />

logistas han combinado y depurado las metáforas me‐<br />

canicistas y organicistas, llevándolas a una cada vez<br />

mayor especificidad y especialización. En su contexto<br />

especulativo, los principios del organicismo y del me‐<br />

canicismo se han aplicado hasta los límites de lo posi‐<br />

ble, logrando imaginar el universo como un todo. En<br />

la ecología, en cambio, sólo se han utilizado para dar<br />

respuesta a cuestiones muy específicas sobre la inter‐<br />

acción entre organismos vivos y sus entornos físicos.<br />

Cuando los primeros ecologistas aparecieron en es‐<br />

cena a finales del siglo XIX trajeron consigo las metáfo‐<br />

ras que ya habían depurado a través de los anteriores<br />

desarrollos de la biología: del mecanicismo y el orga‐<br />

nismo como máquina, pasando por la biología román‐<br />

tica de la “materia viva” –la cual sostiene que hay un<br />

principio vital irreducible con el que explicar la existen‐<br />

cia de los seres vivos‐, a la formulación del término<br />

“biología” por Lamarck. La vida, sostenía este autor, ha<br />

de entenderse como el resultado de ciertas combinacio‐<br />

nes de materia “muerta”, lo cual daba paso a la irrup‐ 71ECOLOGISMO<br />

ción de las leyes físicas en la joven disciplina. Incluso<br />

hoy la biología se sigue desarrollando a través de esta<br />

tensión fundamental entre el mecanicismo y el organi‐ página<br />

cismo. Por una parte se consideran las funciones vivas<br />

en términos de estructuras físicas y procesos químicos<br />

10<br />

que pueden analizarse a través de sus componentes<br />

básicos. Por otra parte, dado que la biología es la orga‐<br />

nización de los entes “organizados”, supera la aplica‐ YOUKALI,<br />

ción de los modelos mecanicistas: los diversos órganos<br />

y procesos que constituyen un ser vivo han de conce‐<br />

birse en función del todo del cual forman parte.La eco‐<br />

logía apareció como una disciplina científica singular a<br />

finales del siglo XIX a partir del desarrollo de las añejas<br />

tradiciones de la historia natural y la teología natural. 1885-477X<br />

Los primeros ecologistas interpretaron las unidades de<br />

la organización ecológica como seres más que como or‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 72 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ganismos, recibiendo en préstamo sus modelos tanto<br />

desde la filosofía especulativa como de la recientemen‐<br />

te modificada ciencia fisiológica. Se trata de una cues‐<br />

tión en la que se debe insistir: el punto de partida de la<br />

ecología moderna no era un mero organicismo genera‐<br />

lista y especulativo como el de los filósofos naturalistas<br />

románticos, sino que tenía lugar gracias a un siglo de<br />

pensamiento biológico. Sin embargo, dado que las co‐<br />

munidades bióticas y los ecosistemas son diferentes a<br />

los organismos en muchas cosas, era inevitable que las<br />

teorías ecológicas divergieran de sus correlatos especu‐<br />

lativos y fisiológicos 9 .<br />

La ecología y la adaptación de las metáforas<br />

Al final, en todo lo concerniente a las grandes unida‐<br />

des de la organización ecológica, se puede comprobar<br />

que el desarrollo de la ecología parece seguir un pa‐<br />

trón determinado. Así encontramos un modelo donde<br />

las unidades organizativas se perciben de alguna for‐<br />

ma como un organismo. El modelo suele ser algo es‐<br />

peculativo y su presentación peca a menudo de im‐<br />

postura y dogmatismo. Dado además que la indaga‐<br />

ción científica supone un esfuerzo social, las críticas<br />

llueven desde todos los lados, dominadas por la idea<br />

de que el modelo es teleológico u holístico. La respues‐<br />

ta de los investigadores consiste en desplegar más<br />

guías mecanicistas o reduccionistas para explicar los<br />

mismos fenómenos; el resultado de todo el proceso,<br />

algo confuso, suele suponer algún tipo de progreso. Al<br />

final, el modelo se depura y se restringe su alcance; a<br />

menudo la forma final tiene poco que ver con la ima‐<br />

gen especulativa de la cual partía; en algunos casos el<br />

proceso conduce al avance de un modelo enteramen‐<br />

te nuevo que cubre adecuadamente los mismos fenó‐<br />

menos. Es así como se han desarrollado conceptos ta‐<br />

les como el de “comunidad” que al principio no era al‐<br />

go universalmente aceptado y comenzó a conocerse a<br />

través de los trabajos sobre comunidades bióticas, los<br />

cuales trataban de cuestionar el concepto de “superor‐<br />

ganismo” al que se consideraba el producto de una ex‐<br />

trapolación abstracta de la propia disciplina. No se tra‐<br />

ta aquí de perseguir cada una de tales transformacio‐<br />

nes, sino constatar que en ecología estos procesos han<br />

acarreado ulteriores crisis periódicas de identidad, cri‐<br />

sis a las que se han dado dos tipos básicos de respues‐<br />

tas. Por una parte, han habido demandas hacia el plu‐<br />

ralismo que subrayaban la utilidad de una serie de di‐<br />

ferentes –y no superpuestas‐ aproximaciones al estu‐<br />

dio del mundo natural. Los resultados de una pro‐<br />

puesta aplicados a una escala determinada no han de<br />

trasladarse necesariamente a otra escala ni tampoco a<br />

una propuesta parecida.<br />

Una consecuencia de ello ha sido la aparición, en la<br />

denominada nueva ecología de los años sesenta del si‐<br />

glo pasado, de lo que se ha dado en llamar enfoques<br />

“no equilibrados”, los cuales invisten esos esfuerzos en<br />

formular las interacciones ecológicas sin asumir que ha‐<br />

ya un estado idealizado y fijo o un todo integrado al<br />

cual contribuyen dichas interacciones. En efecto, la idea<br />

del equilibrio natural así como su correlato del orden<br />

previsible en los procesos naturales se está cuestionan‐<br />

do cada vez más, superando esta duda lo que antes hu‐<br />

biera podido siquiera pensarse. Se trata de uno de los<br />

principales ataques contra los esfuerzos de la ecología<br />

por reforzar las propuestas del ecologismo filosófico:<br />

bien podía permanecer la metáfora orgánica en la eco‐<br />

logía, más lo cierto es que ya guardaba poco parecido<br />

con su antecedente especulativo y filosófico y había de‐<br />

jado por entero de ser hegemónica en sus explicaciones.<br />

Hablando con propiedad, las teorías ecológicas ni<br />

son organicistas ni mecanicistas, por el contrario son<br />

cada vez más sofisticadas misceláneas de esas y otras<br />

metáforas que poseen algún grado de capacidad pre‐<br />

dictiva. Es más, el ámbito de las teorías se ha reducido<br />

considerablemente, y estas tiende a ser útiles en su<br />

contexto, pero no resulta categórico que tengan rele‐<br />

vancia en otros contextos. De hecho, muchos de los<br />

modelos utilizados por los ecologistas no pueden uti‐<br />

lizarse provechosamente en beneficio de otros ecolo‐<br />

gistas que estudian un nivel distinto de interacción vi‐<br />

9 En efecto, ante la secularización de la historia natural, decayó el interés por los holísticos modelos de interacción entre los seres vivos<br />

considerados ahora más bien como una tendencia oculta que no constituía la corriente principal de la investigación. Sin Dios como prin‐<br />

cipio unificador y explicativo supremo, la economía linneana de la naturaleza ya no pudo mantenerse como una teoría ni como una lí‐<br />

nea coherente de estudio, y de hecho se separó en tres ramas a lo largo del siglo XIX: la interdependencia de las especies, la circulación<br />

de los elementos y la distribución geográfica de las especies. La irrupción de la ecología puede fecharse gracias a la reintegración de es‐<br />

tas áreas en una disciplina única dentro de un marco conceptual secular.


va, dejando esta tarea de traducción a los filósofos, los<br />

cuales siempre tratan de conformar una globalidad<br />

ecológica. Incluso si las teorías y conceptos utilizados<br />

por los ecologistas fuesen organicistas sin ambages,<br />

los filósofos ambientalistas no deberían acoger la idea<br />

de apropiarse de aquellos para sus propósitos. En úl‐<br />

tima instancia deberían responder dos conjuntos de<br />

cuestiones acerca del alcance y los límites del conoci‐<br />

miento científico. El primero tiene relación con un de‐<br />

bate dilatado en el tiempo acerca del estatus de las en‐<br />

tidades teóricas: incluso si una teoría científica es acer‐<br />

cada, ¿qué nos dice sobre lo que realmente ocurre en<br />

el mundo?, ¿puede la investigación científica producir<br />

verdades éticas y/o metafísicas? El segundo conjunto<br />

descubre un debate relacionado con lo que puede de‐<br />

nominarse el problema de la demarcación: ¿qué se in‐<br />

cluye en el ámbito de las ciencias naturales y qué se ex‐<br />

cluye?, ¿cuál es la relación adecuada de las ciencias na‐<br />

turales con otros dominios de la práctica y el pensa‐<br />

miento humanos?<br />

En términos generales las ciencias pueden resolver<br />

algunas cuestiones acerca del mundo natural, pero só‐<br />

lo tentativamente y en el contexto de una controversia<br />

continua, donde incluso los hechos se ven cuestiona‐<br />

dos. Las ciencias ofrecen predicción y control: posibili‐<br />

tan contemplar lo que probablemente ocurre bajo cir‐<br />

cunstancias dadas y también hacen posible construir<br />

poderosas herramientas para que las cosas se hagan.<br />

No obstante, cualquiera que sea su utilidad, las verda‐<br />

des tentativas de las ciencias descansan en una incerti‐<br />

dumbre mucho mayor y más profunda. Y no obstante<br />

las ciencias naturales parecen seguir portando el testi‐<br />

monio de autoridad en todas las materias relativas al<br />

conocimiento sobre el mundo material. Los pensado‐<br />

res ecologistas reasumen a menudo elementos presta‐<br />

dos de las teorías científicas, esperando en principio<br />

que algo de la autoridad de las ciencias naturales influ‐<br />

ya en sus propuestas éticas y metafísicas. Esto suscita<br />

una serie de interrogantes: ¿hasta qué punto es esto le‐<br />

gítimo?, ¿qué le ocurre a una teoría científica cuando<br />

se traduce a otro dominio de pensamiento y práctica<br />

humanas?, ¿dicha traducción preserva lo que había<br />

otorgado anteriormente a la teoría su aura de autori‐<br />

dad? Muchos de estos pensadores se relacionan con<br />

las ciencias naturales igual que con la tradición histó‐<br />

rica: buscan y eligen, escogiendo ideas que parecen<br />

apoyar sus propuestas en nombre de la “relación” de<br />

algo con lo de más allá. La ciencia selectiva, como la fi‐<br />

losofía selectiva, tiene sus propios rasgos 10 .<br />

Los cortocircuitos de la ciencia selectiva no se limi‐<br />

tan a la apropiación de conceptos y teorías ecológicas;<br />

también se aplican a los esfuerzos de situar lo biológi‐<br />

co en la historia del universo a partir de la biología<br />

evolutiva y la cosmología moderna para apoyar su<br />

convicción de que todo lo que existe forma parte en re‐<br />

alidad de un único orden evolutivo. En cierto sentido<br />

han recuperado la noción de equilibrio natural enten‐<br />

dida en términos dinámicos recordando un uso anti‐<br />

guo del término “evolución”. Antes de Darwin la evo‐<br />

lución se refería al progresivo despliegue de un prin‐<br />

cipio interno de organización, como se comprobaba<br />

especialmente en el desarrollo embrionario. El proce‐<br />

so supone el paso de un estado de simplicidad a otro<br />

de complejidad. La apropiación ecologista (vid. W.<br />

Fox, 1989, 1995) recoge esa antigua implicación finalis‐<br />

ta y direccional para concluir que el desarrollo del uni‐<br />

verso ha sido guiado por algún tipo de energía creati‐<br />

va, cuyas intenciones han de respetarse.<br />

Sin embargo, las teorías darwinianas representan<br />

una revisión radical del significado de la evolución. Su<br />

potencia reside en el postulado central de que es un<br />

mecanismo, la selección natural, el que conduce a la<br />

proliferación de la vida en la Tierra. Existe una amplia<br />

gama de caracteres dentro de cada grupo de organis‐<br />

mos, algunos de los cuales aportarían una pequeña<br />

ventaja reproductiva a los individuos que los portan;<br />

10 Los conceptos y teorías ecológicas se han depurado y delimitado durante más de un siglo de indagación científica. Mientras que el or‐<br />

ganicismo metafísico tuvo una capacidad explicativa universal, cualquiera de los elementos del organicismo que se aceptan en ecolo‐<br />

gía no sólo está atenuado por su mezcolanza con otras metáforas sino que además se ve limitado por un papel meramente heurístico a<br />

la hora de caracterizar determinados ecosistemas terrestres. El poder y la autoridad de una teoría ecológica es proporcional al grado en<br />

que se ha atenuado y limitado en dicho sentido. Una vez se ha depurado y mejorado para encajar en un contexto particular, la metáfo‐<br />

ra orgánica no puede ser de nuevo evacuada y transportada a otro dominio –o mezclada con el organicismo metafísico‐ sin perder mu‐<br />

cho de su especificidad y, por consiguiente, de toda su autoridad. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 73ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 74 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

con el tiempo, una vez que las variaciones con éxito<br />

han proliferado, cambiarán las características medias<br />

de la población. Si dos subgrupos de la población se<br />

ven expuestos a diferentes condiciones bio‐medioam‐<br />

bientales, se diversificarán; se trata de un proceso que<br />

conduce en última instancia a la formación de nuevas<br />

especies. Mientras suceda que los organismos indivi‐<br />

duales estén embarcados en una actividad beneficiosa<br />

para ellos y luchen por sobrevivir y reproducirse, el<br />

proceso evolutivo carece de dirección.<br />

Frente a la ortodoxia evolucionista, algunos consi‐<br />

deran en cambio que lo que la evolución realmente<br />

produce es seres de una complejidad creciente, por lo<br />

que la complejidad misma debe considerarse la ten‐<br />

dencia evolutiva central. No deja de ser irónico que al‐<br />

gunos pensadores ecologistas saquen una conclusión<br />

de este tipo de lectura teleológica de la evolución para<br />

apoyar su perspectiva ecologista. Si los principios an‐<br />

tropocéntricos fuertes, aquellos que insisten en que la<br />

humanidad ocupa un lugar de capital importancia en<br />

el cosmos, han de verse rechazados por su inadecua‐<br />

ción para los propósitos ecologistas, entonces también<br />

debería rechazarse la convicción de que la evolución<br />

tiende a producir seres complejos. Si la evolución tien‐<br />

de a la complejidad y se observa que los humanos se<br />

sitúan entre los organismos más complejos, entonces<br />

no hace falta deducir mucho para concluir que los hu‐<br />

manos son el inevitable y más grandioso producto<br />

evolutivo. De hecho, en la primera sacudida provoca‐<br />

da por la reacción al trabajo de Darwin, mucha gente<br />

asumió este tipo de argumentación como una fórmu‐<br />

la segura y confortable de absorber el impacto de la se‐<br />

lección natural. Más recientemente, algunos “narrado‐<br />

res” de la historia del universo han identificado a la<br />

humanidad como la conciencia emergente del cosmos<br />

en evolución, se trata del principio antrópico fuerte se‐<br />

gún el cual somos imprescindibles como dicha con‐<br />

ciencia. “El hombre es un ser en el cual el universo de‐<br />

viene en una forma especial de reflexión consciente”<br />

escribe Thomas Berry (1988), anotando de paso que<br />

muchos científicos, donde cabe incluir a Stephen<br />

Hawking, aseguran “que algún tipo de autorreflexión<br />

inteligente estaba implícita en el universo desde sus<br />

comienzos”, lo cual constituye una deliberación que<br />

tiene más relación con la retórica de la filosofía natural<br />

hegeliana que con la selección natural darvinista.<br />

Hay una gran cantidad de razones para dudar de<br />

que la evolución tienda a la complejidad. La inmensa<br />

mayoría de los seres vivos son de hecho muy simples;<br />

por decirlo en términos estadísticos, el modo de vida es<br />

ante todo bacteriano. Si hay una tendencia es a la diver‐<br />

sidad, no a la complejidad. En uno de sus últimos ensa‐<br />

yos Stephen Jay Gould (2004) ofrece un análisis estadís‐<br />

tico que le lleva a concluir que la complejidad es más<br />

bien un efecto colateral de la diversificación pero que<br />

ninguna forma particular de complejidad es inevitable.<br />

Si el reloj geológico se retrasase hasta la primera forma<br />

de vida sobre la Tierra y volviera otra vez a correr hacia<br />

delante, el resultado final probablemente sería muy dis‐<br />

tinto. Esto socava la cómoda imagen de un cosmos que<br />

evoluciona racionalmente y con parsimonia, así como<br />

la arrogante creencia de que los humanos estamos en la<br />

cima evolutiva, puesto que no hay cima alguna.<br />

Obligaciones éticas y bio‐ambientalismo escéptico<br />

Los límites de la investigación científica combinados<br />

con los límites de la filosofía natural han puesto en du‐<br />

da la primera propuesta del ecologismo filosófico: ya<br />

no se puede afirmar confiadamente que el mundo na‐<br />

tural sea ante todo relacional. Más que esto parece que<br />

la naturaleza fundamental de la naturaleza puede se‐<br />

guir estando oculta a la comprensión humana, inde‐<br />

pendientemente del método utilizado. Parece pues que<br />

la ecología y la biología evolutiva tengan más bien im‐<br />

plicaciones en la autocomprensión y en las prácticas de<br />

los seres humanos pero no en la forma en que habían<br />

esperado los pensadores ecologistas. Cabe aquí recor‐<br />

dar que el propósito de la filosofía medioambiental es<br />

cambiar el comportamiento de la gente, preferiblemen‐<br />

te a través de algún tipo de imperativo ético. En este<br />

sentido la segunda propuesta del pensamiento ecolo‐<br />

gista tal vez sea más importante que la primera: los se‐<br />

res humanos tenemos una obligación moral en respe‐<br />

tar y preservar el orden natural. Podemos pues dudar<br />

y rechazar las propuestas organicistas y relacionales<br />

del pensamiento ecologista pero no podemos dejar de<br />

lado esta obligación moral. No obstante, la idea de que<br />

debemos contemplar algún tipo de obligación con el<br />

orden natural merece una cuidadosa consideración so‐<br />

bre sus propios méritos.<br />

Moralidad no convencional<br />

La búsqueda de una normativa moral no convencio‐<br />

nal y más respetuosa con el medio ambiente es, o de‐<br />

bería constituir, el problema fundamental para los<br />

pensadores ecologistas. ¿Hay una ética para gobernar<br />

las relaciones de los seres humanos con la naturaleza<br />

y dónde hallarla? Más concretamente, si hay un des‐<br />

acuerdo sobre las normas morales, ¿a qué podemos<br />

apelar para alcanzar un acuerdo?, ¿hay algo en la na‐<br />

turaleza o en la relación humana con la naturaleza o<br />

en nuestra posición en ella que pueda establecer ese<br />

principio moral? Para muchos pensadores ecologistas<br />

la respuesta a esta última pregunta es “sí” o al menos<br />

“esperamos que así sea”. La versión más categórica de<br />

esta argumentación sería como sigue: si la naturaleza<br />

es análoga a un organismo en tanto posee su principio<br />

interno de organización y por tanto sus objetivos e in‐<br />

tereses propios, debería entonces ser posible pensar en<br />

el Homo Sapiens como algo análogo a uno de sus órga‐


nos y por tanto caracterizado por una función especí‐<br />

fica dentro de un todo. Si la analogía se sigue, enton‐<br />

ces se pueden juzgar como malos o buenos determina‐<br />

dos individuos o grupos humanos por su capacidad<br />

de contribuir beneficiosamente o no a los sistemas de<br />

los cuales forman parte. Muy poco pensadores ecolo‐<br />

gistas han planteado una afirmación así de descarna‐<br />

da, pero el esfuerzo por redefinir a la humanidad co‐<br />

mo parte de algo mayor que ella misma constituye un<br />

tema habitual en el pensamiento ecologista.<br />

Aldo Leopold (1949) por ejemplo convocó la noción<br />

de comunidad para establecer la conexión entre los hu‐<br />

manos y la naturaleza. En su caso, y lo mencionamos<br />

aquí por su enorme influencia, la comunidad en cues‐<br />

tión es la comunidad biótica, una asociación de plantas<br />

y animales en un área dada donde la abundancia y dis‐<br />

tribución de cada especie se ve regulada por la abun‐<br />

dancia y distribución del resto de especies. También<br />

puede entenderse la comunidad como un ecosistema<br />

al seguir los flujos de energía y materia a lo largo de la<br />

cadena trófica. Es importante llamar la atención de que<br />

el concepto de comunidad biótica se basa en una metá‐<br />

fora procedente de las comunidades humanas: al igual<br />

que las personas desempeñan papeles en sus diversas<br />

comunidades, los organismos hacen lo propio en los<br />

sistemas naturales de los cuales forman parte. Ambos<br />

sentidos del término comunidad están investidos de la<br />

metáfora organicista, con el correlato de considerar a<br />

las comunidades como un todo que trasciende los inte‐<br />

reses de cada individuo. Leopold (1946: 202) utilizaba<br />

este juego de metáforas entrelazadas para confirmar<br />

una base moral: los hombres son “miembros y ciuda‐<br />

danos plenos” de las comunidades bióticas con todas<br />

las responsabilidades asociadas a la ciudadanía, lo cual<br />

le lleva a una de sus máximas más citadas: “una cosa es<br />

correcta cuando tiende a preservar la integridad, esta‐<br />

bilidad y belleza de la comunidad biótica. Es errónea<br />

cuando tiende a lo contrario”.<br />

Cabe entonces preguntar si esta norma es la ade‐<br />

cuada, e incluso cómo y en qué medida podemos co‐<br />

nocer nuestro lugar en el orden natural. Cuando<br />

Leopold considera a los hombres como “miembros y<br />

ciudadanos plenos” de las comunidades bióticas está<br />

perfilando una visión particular de lo que supone ser<br />

un hombre: somos animales con un conjunto dado de<br />

capacidades y limitaciones, con un papel distintivo<br />

aunque limitado que desempeñar en los sistemas eco‐<br />

lógicos. Bastantes pensadores ecologistas más recien‐<br />

tes han continuado esta argumentación y están con‐<br />

vencidos de que debemos saber quiénes somos y dón‐<br />

de estamos antes que decidamos qué deberíamos ha‐<br />

cer. Y si cabe dudar de sus caracterizaciones, también<br />

debería hacerse respecto a sus conclusiones éticas. El<br />

problema reside en que la naturaleza humana se reve‐<br />

la en gran medida profundamente ambigua, muy le‐<br />

jos de poder ser reducida a un lugar singular y deter‐<br />

minado del mundo natural. Las consecuencias de esta<br />

ambigüedad son profundas y difíciles de entender: no<br />

sólo arrojan dudas sobre el trabajo de los pensadores<br />

ecologistas actuales sino que también sugieren una<br />

forma muy diferente de comprender los problemas<br />

bio‐medioambientales y la posibilidad de arrostrarlos.<br />

Cualquiera que considere que somos parte de la<br />

naturaleza según algún sentido moralmente signifi‐<br />

cante, en algún momento deberá afrontar el problema<br />

de la libertad humana. Inmanuel Kant, por ejemplo,<br />

armonizaba ambos argumentos en su Crítica de la<br />

Razón Práctica al considerar la posibilidad de juzgar a<br />

la naturaleza como un sistema cerrado creado por dios<br />

con el propósito de sostener el desarrollo de los seres<br />

humanos como seres morales. En manos de los filóso‐<br />

fos de la naturaleza románticos esta idea derivó en la<br />

creencia de que el espíritu y la naturaleza se relacionan<br />

entre sí no sólo como mente viva y materia muerta, si‐<br />

no como dos expresiones diferentes del espíritu.<br />

Siguiendo esta línea algunos pensadores ecologistas<br />

sencillamente antropomorfizan la naturaleza, por<br />

ejemplo aquellos fascinados con la hipótesis de Gaia,<br />

que parece sostener la posibilidad de que la Tierra se<br />

convierta en una deidad objeto de veneración 11 .<br />

11 James Lovelock (1987, 1988) propuso Gaia como una hipótesis científica comprobable sobre la interacción de los sistemas geológicos,<br />

atmosféricos y biológicos sobre la superficie de este planeta, pero se trataba de una hipótesis “autodemostrada” y este descuido acarreó<br />

consecuencias tal vez no previstas. Así Gaia se convirtió pronto en un símbolo unificador del panteísmo, un objeto aceptablemente an‐<br />

tropomorfizado para la adoración de todo lo vivo. Algunos elementos de este culto se han trasladado a los principios antrópicos fuer‐<br />

tes de la “historia del universo” que atribuyen la evolución de éste al despliegue de un singular impulso de energía creativa. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 75ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 76 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Los pensadores ecologistas y ambientalistas académi‐<br />

cos que asumen la opción especulativa actúan por lo<br />

común de modo más circunspecto a la hora de atribuir<br />

las características de la libertad al mundo natural, pe‐<br />

ro el modelo que siguen es muy parecido. Por ejem‐<br />

plo, el método personal y perceptivo de identificación<br />

que utilizan los ecologistas profundos depende de la<br />

conformidad respecto a que el sujeto tenga algo en co‐<br />

mún con el otro, con lo que ha de identificarse. La éti‐<br />

ca resultante no consiste en un conjunto de principios<br />

morales per se, sino en un tipo de instinto o ímpetu que<br />

lleva a actuar en defensa de la totalidad orgánica y de<br />

las cosas vivas que actúan en ella, una modalidad de<br />

interés egoísta que impele a la acción en nombre de la<br />

naturaleza: talar un árbol es como cortar parte de uno<br />

mismo. Esto, más que un tipo formal de obligación<br />

moral, es la base de lo que Naess (1989) denomina<br />

“principio biosférico igualitarista”, de modo que es di‐<br />

fícil señalar dónde termina el sujeto (self) y donde em‐<br />

pieza el mundo. Al igual que en la perspectiva bioló‐<br />

gica y por analogía, dado que los hombres están he‐<br />

chos de células y también porque forman parte de ma‐<br />

yores ecosistemas, es difícil señalar dónde acaba el<br />

cuerpo y empieza el medio ambiente”. Semejante “bo‐<br />

rrado de fronteras” bien puede convertirse en una no‐<br />

ción particular de la “interrelacionalidad” donde<br />

emerge el sujeto y en el interior de un paisaje (natural)<br />

que lo rodea.<br />

El primer problema para aquellos que atribuyen li‐<br />

bertad a la naturaleza estriba en que los habituales es‐<br />

fuerzos por hacerlo no sólo son antropomórficos sino<br />

también antropocéntricos, como se puede comprobar<br />

en la filosofía natural idealista y romántica. Algunos<br />

ensayistas han estimado una salida fácil para superar<br />

este escollo y todo lo que haría falta sería mejorar la<br />

comprensión de la naturaleza de modo se pudieran<br />

subordinar a sus fines los objetivos de la cultura hu‐<br />

mana. Cuando Warwick Fox (1995) asevera la unidad<br />

profunda de la humanidad con el resto del mundo na‐<br />

tural a través de la identificación cosmológica, toma<br />

prestada la imagen del árbol evolutivo para argumen‐<br />

tar que en el cosmos todo desciende de una fuente co‐<br />

mún. Hay implícita en esta imagen una crítica de la<br />

“gran cadena”, la antigua noción de que existe una je‐<br />

rarquía lineal de seres y la humanidad se sitúa en la ci‐<br />

ma de la creación. En lugar de ello, Fox insiste en que<br />

la humanidad es tan sólo una hoja al final de una de<br />

las ramas del árbol cósmico, idéntica a los pájaros y las<br />

bacterias. De este modo, aunque su concepción de la<br />

naturaleza siga siendo en cierta medida antropomór‐<br />

fica, la humanidad no ocupa el centro de las cosas<br />

puesto que la diversidad del cosmos es fruto de un im‐<br />

pulso creador libre. El encadenamiento se precipita: si<br />

Fox logra demostrar que los intereses humanos están<br />

subordinados a la creatividad fundamental del cos‐<br />

mos, entonces podría cimentar el razonamiento de<br />

que la humanidad tiene responsabilidades mayores<br />

que velar por sí misma. El problema estriba en cómo<br />

hallar esta subordinación si no es apelando de nuevo<br />

a una cuestión cosmológica en un claro pensamiento<br />

tautológico.El segundo problema no es tan fácil de re‐<br />

solver. El concepto de naturaleza ha resultado extre‐<br />

madamente maleable y el pensamiento especulativo<br />

ha operado al respecto mediante su reconstrucción se‐<br />

lectiva en beneficio de los objetivos de un movimiento<br />

opositor. Tal es lo que parece haber detrás de las atri‐<br />

buciones de libertad con que se dota a la naturaleza y<br />

su correlato de que debe haber algo así como una re‐<br />

lación personal de los seres humanos con la naturale‐<br />

za. Dado el fracaso de la filosofía natural y del pensa‐<br />

miento especulativo en general, se ha producido una<br />

búsqueda por parte de los pensadores ecologistas de<br />

inspiración y legitimidad en las ciencias naturales. La<br />

clave encontrada para esta indagación consiste en la<br />

reducción de la libertad humana a los términos de lo<br />

natural, de modo que la ética resulta fundamentada<br />

como una extensión de la ecología y la evolución (vid.<br />

las obras de J. Reichman).<br />

Dado que las ciencias han suministrado las más<br />

importantes teorías y conceptos de cómo funciona el<br />

mundo natural, bastaría continuar el estudio científico<br />

de la humanidad para arrojar alguna luz sobre la ver‐<br />

dadera naturaleza humana. La ecología humana en<br />

particular lograría entonces suministrar una base fir‐<br />

me a ecologistas y ambientalistas. Incluso los primeros<br />

seguidores de la ecología profesaban que la nueva<br />

ciencia podría extenderse hasta albergar a los seres hu‐<br />

manos. El problema radica entonces en que siendo<br />

viable determinar el alcance y límites de una ecología<br />

general una vez se identifican los problemas y concep‐<br />

tos específicos de tal disciplina, en cambio la ecología<br />

humana no ofrecía tales ventajas. De hecho prolifera‐<br />

ron diversos intentos de desarrollar un estudio ecoló‐<br />

gico humano durante los años 1920 y 1930 en la escue‐<br />

la de Chicago, y de nuevo durante los años 1950 y<br />

1960. Por lo común adoptaban su enunciación como


una peculiar fusión de los principios ecológicos con los telectual como el de los modelos ecológicos aplicados<br />

de la economía, sociología, demografía, geografía, psi‐ a las relaciones biológicas. El trasvase del modelo de<br />

cología, ética y política. No obstante, tras conseguir al‐ una disciplina a otra tiene sentido cuando aquél se<br />

gunos resultados sugerentes, estos intentos nunca lle‐ transforma para resolver cuestiones particulares de la<br />

garon a cuajar en una disciplina unificada ni en el ám‐ disciplina receptora, de forma que el modelo resultan‐<br />

bito de la ecología ni en el de las ciencias sociales. te se juzgue sobre la base de su utilidad en el nuevo<br />

Actualmente el término “ecología humana” no desig‐ contexto<br />

na una disciplina científica, si como tal se entiende que<br />

cubre todo el ecosistema bio‐medioambiental en el<br />

que tiene expresión lo humano, ni tampoco supone<br />

una “visión unificada” de la vida humana sobre la<br />

Tierra que abarque un amplio surtido de las diversas<br />

tradiciones.<br />

En ambos periodos los ecologistas humanos intro‐<br />

dujeron modelos ecológicos en las ciencias sociales,<br />

pero no tuvieron en cuenta el problema de la adapta‐<br />

ción a una nueva disciplina; más bien acogieron los<br />

modelos de comunidades bióticas y ecosistemas a par‐<br />

tir de sus contextos ecológicos, allí donde habían ser‐<br />

vido para zanjar cuestiones sobre relaciones orgánicas<br />

y físicas entre seres vivos. El problema surge cuando<br />

intentaban utilizar estos modelos para resolver asun‐<br />

tos propios de las relaciones culturales tales como el<br />

conocimiento, las instituciones, etc. Los modelos eco‐<br />

lógicos sólo se podían aplicar metafóricamente a las<br />

relaciones culturales de un modo que jamás tenía ni el<br />

mismo significado ni el mismo grado de autoridad in‐<br />

12 .<br />

Bio‐ambientalismo sin ilusión<br />

De lo que aquí se trata es de analizar la naturaleza de<br />

los problemas bio‐medioambientales y el entrelaza‐<br />

miento de sus aspectos cognitivos y científicos.<br />

Muchos consideran que la humanidad se ha enredado<br />

en una crisis bio‐medioambiental y que las crisis se<br />

pueden concebir de muchas maneras y según múlti‐<br />

ples escalas. Si esto es correcto, la cuestión estriba en‐<br />

tonces en qué bases tenemos para la esperanza.<br />

Si consideramos las dudas hacia el pensamiento<br />

ecologista especulativo hasta aquí planteado, no hay<br />

necesidad alguna de ensayar la letanía de los proble‐<br />

mas bio‐medioambientales a los que se enfrenta la ci‐<br />

vilización humana. Desde la pérdida de hábitats loca‐<br />

les al cambio climático global, tales problemas han in‐<br />

gresado y permanecen en la imaginación de la mayo‐<br />

ría gracias a los media y al esfuerzo incansable de gru‐<br />

pos de defensa medioambiental. Cada contrariedad<br />

puede considerarse en sí misma y como tal es lo sufi‐<br />

cientemente inoportuna, molesta. No obstante, para<br />

muchos cada problema constituye tan sólo un mero<br />

componente de una crisis bio‐medioambiental mayor<br />

y más peligrosa. Para hacer frente a esas crisis las deci‐<br />

siones humanas que se adopten en los próximos años<br />

bien puede determinar si la civilización o la misma es‐<br />

pecie sobrevivirá. Mas ocurre que una crisis bio‐me‐<br />

dioambiental a gran escala no puede percibirse sin<br />

una considerable sofisticación científica y técnica, lo<br />

cual supone que dados los límites de las ciencias, siem‐<br />

pre permanecerá cierto grado de indeterminación res‐<br />

pecto a la verdadera naturaleza y severidad de la cri‐<br />

sis13 CAPITALISTA<br />

77ECOLOGISMO<br />

. Aunque por ejemplo existe un amplio consenso<br />

científico sobre el cambio climático global, siguen pro‐<br />

duciéndose desacuerdos sobre cuánto puede calentar‐ página 10 YOUKALI,<br />

12 Así ocurrió, por ejemplo, que a pesar de que el trabajo de la Escuela de Chicago no produjo como resultado una teoría unificada de la<br />

naturaleza humana, sirvió no obstante para inspirar nuevos proyectos de investigación en disciplinas como la geografía urbana que<br />

ejercieron una profunda influencia en el desarrollo de esa área sociológica.<br />

13 En un sentido muy distinto, el del pensamiento ecologista especulativo, la crisis bio‐medioambiental es menos abstracta y científica, y<br />

en cambio más inmediata y opresiva, puesto que es difícil no toparse todos los días con alguna experiencia directa o indirecta que nos<br />

hable de ella. “¿Por qué necesito un sistema de información centralizado que me alerte de las crisis medioambientales?, se pregunta<br />

Wendel Berry (1990: 177), dado “que vivo cada hora de cada día en medio de una crisis medioambiental lo percibo por todo y cada uno<br />

1885-477X<br />

de mis sentidos”. Con el mismo espíritu, Anthony Weston (1994: 11‐12) ha propuesto que la crisis bio‐medioambiental consiste, en el<br />

sentido más profundo, en una desconexión de lo vivo y la “vibración” de la vida en el mundo, una desconexión que transforma el mun‐<br />

do en “una tierra baldía y desolada, completamente humanizada en la que habitamos demasiados”. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 78 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

se el clima y las consecuencias precisas de tal proceso<br />

en los ecosistemas locales: la escala de la crisis también<br />

supone que la crisis misma no es del todo obvia. A fin<br />

de cuentas, el clima global es una abstracción científi‐<br />

ca y como tal alejada de la comprensión e implicación<br />

de la vida cotidiana; el cambio en el clima global es un<br />

proceso tan vasto, complejo y de tal alcance en sus<br />

consecuencias que supone un reto a la imaginación,<br />

por lo que no resulta sorprendente la cantidad de pro‐<br />

blemas y obstáculos que surgen para motivar a la gen‐<br />

te a hacer algo al respecto y a que lo realizado no sea<br />

una equivocación.<br />

Merece la pena destacar aquí el discutible libro de<br />

Bjorn Lomborg (2003), especializado en estadística y,<br />

según él, antiguo miembro de Greenpeace. En esta obra<br />

se plantea que, al revés de lo que se cree y defienden<br />

las organizaciones especializadas, la humanidad está<br />

mejor que antes desde el punto de vista medioam‐<br />

biental. Ni calentamiento de la Tierra, ni agujero de<br />

ozono, ni más contaminación, ni agotamiento de las<br />

fuentes de energía, ni descenso en la calidad del semen<br />

humano. Para sostener tan sorprendentes y arriesga‐<br />

das tesis, el autor acudió al uso de estadísticas en el en‐<br />

tendido de que en el terreno de la ecología se distorsio‐<br />

nan los datos primarios de la realidad, falsificando<br />

muchos datos de partida y otorgándoles un trata‐<br />

miento sesgado, lo que genera una exposición ideolo‐<br />

gizada aunque sostenida por científica de las posturas<br />

ecologistas. Los discursos de los ecologistas aparecen<br />

pues para Lomborg como una letanía sin fundamen‐<br />

to, que convierten el estado del planeta en una opción<br />

ideológica, por lo que se ven obligados a decir que el<br />

mundo va a peor. En el caso contrario, según el autor<br />

la estadística con datos secundarios nos proporciona<br />

una comprensión más cabal del mundo para decidir<br />

cómo asignar nuestros recursos y esfuerzos en una es‐<br />

cala global. Por desgracia, nuestra visión del mundo se<br />

ha visto sesgada por una letanía de conceptos erróne‐<br />

os presentados por los ambientalistas asimilados a<br />

postulantes del fin del mundo 14 . La exageración fla‐<br />

grante sobre el deterioro ambiental asusta a todos y<br />

lleva a las personas y los gobiernos a gastar recursos y<br />

enfocar la atención en problemas inexistentes mien‐<br />

tras ignoran los problemas reales. ¿Por qué continúan<br />

estos grupos desinformando al público? Según<br />

Lomborg, deben su misma existencia –y su financia‐<br />

ción‐ a la amenaza permanente de estos problemas.<br />

En otras palabras, mientras peor parezcan ser los pro‐<br />

blemas, más importantes serán los grupos que los es‐<br />

tudian y combaten. Los ambientalistas tienen un alia‐<br />

do diligente en su campaña del miedo: los medios de<br />

comunicación: los centros de noticias siempre están<br />

buscando una historia tan aterradora que el público<br />

potencial no pueda permitirse el perdérsela; y los am‐<br />

bientalistas proporcionan diariamente tal atractivo.<br />

Sólo que esta crítica se vuelve contra el acusador, con‐<br />

vertido él mismo, así como su escandalosa financia‐<br />

ción por grupos negacionistas (del calentamiento glo‐<br />

bal), en un nuevo espectáculo.<br />

En cierta medida lo que propugna el escepticismo<br />

es que para conseguir un verdadero panorama del<br />

mundo, se deben examinar las tendencias a largo pla‐<br />

zo. Puede ser una saludable propuesta, pero lo cierto es<br />

que los escepticistas tampoco la siguen y amañan las<br />

series de manera favorable a su interpretación. La sen‐<br />

sación es que siempre se pueden encontrar aconteci‐<br />

mientos o hacer declaraciones que apoyen la posición<br />

opuesta. Es obvio que para evaluar apropiadamente<br />

los desarrollos sustanciales, se necesitan datos de un<br />

lapso amplio; un análisis de tendencia debe remontar‐<br />

se tan atrás en el tiempo como exista información. Los<br />

problemas ambientales deben examinarse sobre una<br />

base relativa: para juzgar la severidad de cualquier<br />

problema, uno debe apreciar su relación a otros proble‐<br />

mas. Las relaciones también entran en juego cuando se<br />

obliga a la sociedad a escoger entre lo que es mejor pa‐<br />

ra los humanos y lo que es bueno para los animales y<br />

plantas: las personas hacen tales elecciones todos los<br />

días cuando se enfrentan al deseo de preservar un bos‐<br />

que y la necesidad de roturar campos cultivados. En<br />

última instancia, apunta Lomborg inclinándose por un<br />

14 Los ejemplos que utiliza Lomborg no dejan de ser sorprendentes por la parcialidad que denuncia en los ecologistas. Así indica que los<br />

críticos manifestaron que nos estamos quedando sin energía y recursos naturales ‐una aseveración que es demostrablemente falsa. De<br />

hecho, hoy en día las personas tienen más alimentos y están viviendo más que en cualquier otro momento del último siglo: en 1900 el<br />

tiempo de vida promedio era de 30 años; actualmente es de 67 años. Asimismo, la pobreza se ha reducido más en los últimos cincuen‐<br />

ta años que en los últimos 500, según las estadísticas de la ONU, y esta reducción ha ocurrido en casi todos los países.


principio antrópico fuerte, se debe usar al ser humano<br />

como punto de referencia. Cuando se haga así, nos en‐<br />

contraremos que los humanos comparten muchos in‐<br />

tereses comunes con los animales y plantas, y se com‐<br />

prenderá que la premisa de que el crecimiento econó‐<br />

mico necesariamente socava el medio ambiente no<br />

siempre es cierta, pero por lo común suele ser lo con‐<br />

trario. Planteado el desarrollo económico (capitalista)<br />

como un retórico derecho de todos, Lom borg acaba<br />

afirmando que no hay elección entre el bienestar eco‐<br />

nómico y la protección ambiental; el desarrollo am‐<br />

biental a menudo es el resultado del desarrollo econó‐<br />

mico, dado que un ingreso más alto proporciona resul‐<br />

tado del desarrollo económico, dado que un ingreso a<br />

la gente el lujo de preocuparse por el medio ambiente.<br />

Así “No podemos esperar que países donde parte de<br />

la población no sabe dónde obtendrá su próxima comi‐<br />

da se preocupen del medio ambiente como el mundo<br />

desarrollado puede permitirse hacerlo”.<br />

Desde esta perspectiva escéptica, la crisis ecológica<br />

ya no tiene por qué considerarse una crisis de cultura<br />

o reflejo de una situación excepcional en el estado de<br />

las relaciones sociedad‐naturaleza, las cuales se carac‐<br />

terizan por su dinamismo e indeterminación: los pro‐<br />

blemas ambientales son inherentes a la relación de la<br />

sociedad con su entorno. Más que una anomalía, la cri‐<br />

sis es el estado permanente que resulta de un proceso<br />

de recíproca transformación y coevolución cuya cul‐<br />

minación, de hecho, es la transformación de la natura‐<br />

leza en medio ambiente humano. No se trata de pos‐<br />

tular la negación de los problemas medioambientales,<br />

pero su normalidad desaconseja hablar de crisis en el<br />

sentido fuerte en que lo hace el ecologismo especulati‐<br />

vo. Por ello, para Lomborg la resolución de la presun‐<br />

ta crisis ecológica no demanda una transformación<br />

global de la sociedad y una inversión de los valores<br />

dominantes, sino su corrección reflexiva. Pero nada de<br />

esto puede ser aceptado por un ecologismo que de‐<br />

pende de la validez de su noción de naturaleza para la<br />

defensa de su programa filosófico y político. Y es aquí<br />

donde entran en juego las consecuencias políticas de la<br />

crisis ecológica y de la visión ecologista de la misma.<br />

En efecto, a su juicio hay que recordar que bajo la con‐<br />

vicción late la estrategia: el recurso a una fórmula dis‐<br />

cursiva de fuerte poder persuasivo pretende allanar el<br />

camino de la acción, simplificando su legitimación. El<br />

término crisis medioambiental evoca una situación lími‐<br />

te en la cual los valores y procedimientos vigentes<br />

pueden ser suspendidos en beneficio de la eficacia:<br />

sentido de crisis es sentido de urgencia 15 .<br />

La excepcionalidad que una crisis plantea sugiere<br />

la alteración de todos los patrones decisorios, máxime<br />

en este caso, donde el componente científico‐técnico<br />

de la crisis bio‐medioambiental puede conducir fácil‐<br />

mente a la exclusión de los profanos en beneficio de<br />

los expertos, de los únicos capaces de solucionar el<br />

problema, sean éstos científicos, políticos o místicos.<br />

La crisis ecológica se dibuja así como una noción polí‐<br />

tica e ideológica en origen, por cuanto es un modo de<br />

designar el conjunto de problemas medioambientales<br />

que al tiempo es juicio acerca de su origen y tolerabili‐<br />

dad, y estrategia para obtener el monopolio de su re‐<br />

solución. A este respecto, la concepción ecológica de la<br />

crisis bio‐medioambiental encierra en sí misma la pa‐<br />

radoja definitoria del ecologismo político dominante:<br />

la politización del medio ambiente termina en su des‐<br />

politización. Y ello porque prima en el pensamiento<br />

ecologista una visión de la crisis y de la sustentabili‐<br />

dad medioambiental llamada a ordenarla que excluye<br />

todo debate acerca de su naturaleza y se convierte en<br />

un valor prepolítico e intangible, al margen de toda<br />

negociación o deliberación públicas, cuyo contenido<br />

se sustrae a la definición social. Su viabilidad técnica o<br />

su coherencia ideológica se anteponen a su determina‐<br />

ción y control democráticos, con lo que la política de la<br />

crisis ecológica acaba siendo una ausencia de política.<br />

Todo el ensayismo especulativo ecologista y am‐<br />

bientalista constituye en sí mismo una expresión espe‐<br />

ranzada de que la salida de la crisis no es difícil de al‐<br />

canzar: si las causas básicas son intelectuales, si la hu‐<br />

manidad ha caído en desgracia al pensar de una for‐<br />

15 No hay más que repasar las soluciones propuestas en la literatura ecologista de los años setenta del siglo pasado para comprobar có‐<br />

mo la acentuación de la excepcionalidad agudiza la tentación autoritaria y la inclinación por las fórmulas expeditivas. Como ha seña‐<br />

lado David Harvey (2000: 217), una «retórica alarmista de crisis y catástrofe inminente [...] puede ayudar a legitimar toda clase de ac‐<br />

ciones al margen de sus consecuencias sociales o políticas».<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 79 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 80 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ma ajena al orden natural, entonces la vuelta a la gra‐<br />

cia es también intelectual. La forma de cambiar el<br />

comportamiento de la gente consiste en modificar su<br />

modo de pensar, en especial respecto a su lugar en el<br />

universo natural. La esperanza pues reside en que una<br />

adecuada perspectiva ecológica del mundo, ardua de<br />

ignorar, llevará a la gente a mejorar su tipo de vida,<br />

aun más, proporcionará una firme base teórica que<br />

permita adoptar sabias decisiones que ralentizarán e<br />

incluso detendrán la destrucción bio‐medioambiental.<br />

Pero cabe ser escéptico ante esta esperanza. En princi‐<br />

pio la gente que realiza un trabajo intelectual tiende a<br />

sobrevalorar la capacidad cognitiva de transformación<br />

de la realidad y a concebir todo como un rompecabe‐<br />

zas intelectual (la realidad es un todo coherente que<br />

debe ser armado según una lógica); además, puede<br />

verse en ello un cierto ejercicio de arrogancia, puesto<br />

que hay implícita la creencia de la importancia del in‐<br />

telectual en el mundo social. La honestidad intelec‐<br />

tual, guiada por el principio de la paridad, demanda<br />

más bien que la reflexión crítica considere ante todo<br />

los límites de su propio poder de actuación. La mejor<br />

esperanza reside entonces en encontrar y aplicar la te‐<br />

oría correcta, la más arraigada en la realidad, nada<br />

convence más que la verdad. Pero esto no deja de ser<br />

una entelequia, pues si hay algún legado de la tradi‐<br />

ción intelectual occidental es el del derribo constante<br />

de las ilusiones. La convicción de que la mente huma‐<br />

na puede asentar cierto conocimiento que otorgue fa‐<br />

miliaridad con el cosmos, se ha estrellado una y otra<br />

vez. Lo único que permanece en el ámbito científico<br />

reside en un conjunto de modelos más o menos efica‐<br />

ces, los cuales adolecen de provisionalidad y restric‐<br />

ción contra el telón de fondo de una profunda e intra‐<br />

table falta de certidumbre, todo lo cual limita las con‐<br />

clusiones a extraer de la ciencia especialmente de la<br />

ecología: no sólo son extremadamente complejas las<br />

interacciones vivas, sino que ni exhiben un estado de<br />

equilibrio ni tipo alguno de provecho. Como conse‐<br />

cuencia de ello, la actual teoría ecológica no promete<br />

un retorno a la inocencia primitiva ni tampoco alguna<br />

moral natural con que la que medir las actividades hu‐<br />

manas.<br />

La metáfora del rompecabezas ha estado gober‐<br />

nando el pensamiento ecologista al ofrecer una cos‐<br />

movisión ecológica como solución correcta de la crisis.<br />

Pero tal vez sea necesario plantear una visión distinta<br />

que encaje más con la experiencia humana, especial‐<br />

mente por lo que ésta se refiere a problemas como los<br />

bio‐medioambientales. En principio esta crisis no es<br />

un único rompecabezas homogéneo que aguarda una<br />

solución única. De hecho, y frente a la tendencia eco‐<br />

logista radical, la crisis no está arraigada en una forma<br />

particular de sociedad o forma de pensar. En lugar de<br />

ello, la crisis es una constante potencial (en ocasiones<br />

latente) de la condición humana, es una parte inevita‐<br />

ble y quizá incluso indispensable de la vida humana<br />

en este planeta. En otras palabras, los problemas bio‐<br />

medioambientales son endémicos. La razón de este<br />

potencial extendido es que los seres humanos no so‐<br />

mos ni del todo naturales ni del todo libres, la condi‐<br />

ción humana se mueve siempre entre estos polos sin<br />

ser ninguno de ellos. Por una parte somos organismos<br />

vivos y como tales vulnerables y dependientes de<br />

nuestro entorno. Por la otra, la libertad moral nos im‐<br />

pone la necesidad de elegir y actuar sobre una base<br />

mayor que la de nuestra limitada autocomprensión y<br />

conocimiento del entorno, motivada además por<br />

nuestros intereses y valores.<br />

No hay pues garantía alguna de que nuestras elec‐<br />

ciones y actos sean adecuados e inteligentes. Debido a<br />

nuestra vulnerabilidad e incertidumbre nos metemos<br />

constantemente en problemas de un tipo o de otro; só‐<br />

lo que esa vulnerabilidad e incertidumbres pueden fu‐<br />

sionarse para dar lugar a una solución. Por paradójico<br />

que parezca, en ocasiones los actos y elecciones de in‐<br />

dividuos o de grupos se precipitan en particulares for‐<br />

mas de resolver problemas porque generan entre otras<br />

cosas instituciones, modos de producción, modelos de<br />

comportamiento, etc. que no siempre son controlables<br />

pero que resuelven cosas. El cambio climático global<br />

constituye el producto de una muy específica configu‐<br />

ración de factores tecnológicos, económicos, sociales,<br />

políticos y ecológicos, una ordenación que parece dis‐<br />

poner de su dinamismo e intereses propios. También<br />

debemos añadir que las contrariedades que genera<br />

nuestro modo de vida pueden ser más o menos seve‐<br />

ras, pues ciertamente el actual modelo capitalista ha<br />

arrojado más y más graves problemas que ningún<br />

otro complejo en la vida social, pero ningún grupo hu‐<br />

mano es o ha sido enteramente inocente puesto que<br />

las culturas nunca han existido en un estado de armo‐<br />

nía e inocencia puras con la naturaleza. Dado, pues,<br />

como indicábamos antes, que los problemas bio‐me‐<br />

dioambientales son endémicos, no hay forma de saber<br />

cómo fue ese estado de armonía e inocencia.<br />

Otro de los elementos a tener en cuenta mantiene<br />

que los intelectuales ecologistas y cualquiera relacio‐<br />

nado con este tema deberían albergar una expectati‐<br />

vas más modestas respecto a su trabajo. Los proble‐<br />

mas siempre pueden reconocerse como tales y habrá<br />

un amplio acuerdo de que existen, pero esto no es tan<br />

evidente cuando tratamos problemas bio‐medioam‐<br />

bientales, cuya existencia puede ser siempre causa de<br />

debate. Incluso si se ha reconocido un problema y se<br />

llevan a cabo esfuerzos para resolverlo, pueden pro‐<br />

ducirse desacuerdos sobre la medida en que tales es‐<br />

fuerzos tienen éxito y qué debería hacerse al respecto.<br />

Tal vez hay que plantearse un nuevo enfoque y consi‐<br />

derar que los problemas bio‐medioambientales han<br />

de concebirse como problemas entre humanos o gru‐<br />

pos de humanos. Dada la ausencia de una brújula mo‐


al segura deberían entonces tratarse como conflictos<br />

de decisiones adoptadas, y como tales no tienen una<br />

existencia por sí mismos, esto es: separada de las per‐<br />

cepciones, objetivos y valores de aquellos implicados<br />

en el conflicto. Nos encontraremos con que hay una<br />

gran cantidad de ellos, aunque en apariencia reduci‐<br />

dos pues existe una fuerte tendencia a considerar el<br />

conflicto bio‐medioambiental esencialmente en térmi‐<br />

nos económicos: los intereses económicos de los pro‐<br />

pietarios y la resolución de dicho conflicto deben lo‐<br />

grar el equilibrio a través de largas series de negocia‐<br />

ciones. La mayor parte de los ejemplos considerados<br />

en nuestra breve taxonomía tienen este sesgo al cen‐<br />

trarse casi siempre en intereses materiales y preferen‐<br />

cias aparentemente arbitrarias, cuando en realidad las<br />

personas persiguen todo tipo de objetivos, formulados<br />

según todas las formas a través de las cuales aprehen‐<br />

demos el mundo: desarrollo personal, goce estético,<br />

recreación, comprensión, conexión simpatética, etc. La<br />

complejidad y variedad de las perspectivas humanas<br />

sobre la buena vida hacen que los conflictos bio‐me‐<br />

dioambientales sean tan desalentadores como com‐<br />

plejos. Sería pues necesario un verdadero debate de<br />

ideas, a lo que el escepticismo en cierta medida ha con‐<br />

tribuido, que de un lado revisara a fondo los discuti‐<br />

bles presupuestos del ecologismo filosófico y político,<br />

dando forma a otra política, y de otro convenciera de<br />

su bondad a los movimientos sociales progresistas in‐<br />

clinados por lo común a considerar la agenda bio‐me‐<br />

dioambiental apenas como un complemento electoral‐<br />

mente rentable.<br />

Anthony Weston (1994: 12‐14) sostiene que la crisis<br />

bio‐medioambiental reside en algo más que amenazas<br />

al “frágil, sufrido, aglomerado y homogeneizado ‘me‐<br />

dio ambiente’ características de la típica retórica ecolo‐<br />

gista”. Puesto que esta retórica sólo puede referirse al<br />

medio ambiente en abstracto, y dado que se reduce a<br />

una perspectiva “humana, urbana, económica y polí‐<br />

tica”, está necesariamente desconectado de la inme‐<br />

diatez, del detalle, la riqueza y lo salvaje de la vida en<br />

el mundo. Weston, por su parte, propone un tipo dis‐<br />

tinto de pensamiento ecologista, cuyo propósito no<br />

sea tanto lograr “algún tipo de profundidad metafísi‐<br />

ca privilegiada”, sino aprender y habitar “la infinidad<br />

de historias y posibilidades y conexiones” que se<br />

abren a la vida humana en el mundo en cuanto les<br />

prestamos atención. “¿Cómo deberíamos vivir?”, se<br />

pregunta. “No hay una respuesta simple. Sólo hay<br />

una multiplicidad de posibilidades, que surgen por<br />

doquier, como una auténtica revolución, como malas<br />

hierbas en un jardín”. Una de las implicaciones que es‐<br />

to sugiere es que, en el mejor de los casos, el pensa‐<br />

miento ecologista puede servirnos como una fórmula<br />

para explorar toda la escala de valores puestos en jue‐<br />

go en el conflicto bio‐medioambiental, valores que es‐<br />

tán insertos en formas más ricas y complejas de perci‐<br />

bir y vivir el mundo. Se trata de un antropocentrismo,<br />

pero parece difícil que los humanos podamos encon‐<br />

trar otra base para tomar decisiones que nuestros pro‐<br />

pios valores, objetivos e intereses, lo cual no significa<br />

sostener que nuestros intereses o nosotros mismos<br />

tengamos un estatus especial en el cosmos ni que po‐<br />

damos actuar con impunidad.<br />

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TRANSGÉNICOS:<br />

DE LA REDENCIÓN A LA DESPOSESIÓN<br />

Biotecnología en el capitalismo tardío<br />

del sector químico, agrícola y tecnológico en cuyo ori‐<br />

gen se sitúa la actividad militar, especialmente durante<br />

La modernidad, y el progreso, han sido descritos por las guerras mundiales<br />

numerosos sociólogos como una narración con dos re‐<br />

latos, con dos metadescripciones contrapuestas apa‐<br />

rentemente irreconciliables; por un lado el discurso de<br />

la liberación y por otro lado el discurso del someti‐<br />

miento. La tecnología nos enfrenta a un doble supues‐<br />

to que materializa esa contradicción: por un lado apa‐<br />

rece como el mecanismo redentor que nos libera de la<br />

escasez, la ineficiencia y que genera progreso en el sen‐<br />

tido material del término; por otro lado, el someti‐<br />

miento, la dependencia, la independencia que logra<br />

respecto a la necesidad humana e incluso la ignoran‐<br />

cia que provoca en la inmensa mayoría no avezada en<br />

la sofisticación científica.<br />

La imparcialidad de los desarrollos tecnológicos se<br />

pone en entredicho al analizar las relaciones socio‐polí‐<br />

ticas que los posibilitan, o como dirían Foucault o<br />

Bourdieu, sus condiciones sociales de producción. Es<br />

necesario contextualizar la ingeniería genética dentro<br />

del momento y lugar histórico específico que ocupa, y<br />

por supuesto dentro del modo de producción en el que<br />

se desarrolla, el modo de producción capitalista. Las in‐<br />

vestigaciones en esta área científica están relacionadas<br />

directamente con la actividad de grandes empresas quí‐<br />

micas, cuyo interés y capital han constituido un factor<br />

determinante en el auge de la biotecnología. A pesar de<br />

los discursos humanitarios que han acompañado al<br />

desarrollo de la ingeniería genética (soluciones para la<br />

pobreza, enfermedades, desmantelamiento de la ame‐<br />

naza del hambre, etc.), la práctica ha demostrado su re‐<br />

lación directa con los beneficios de grandes empresas<br />

multinacionales como Bayer, Novartis, Mon san to,<br />

Rhone‐Poulenc, DuPont, etc. Estas son el producto de la<br />

concentración y centralización de empresas y capitales<br />

1 CAPITALISTA<br />

por Gerard Espona Fernández y Cristina Catalina Gallego<br />

. Surgen a través de los cambios<br />

en los mercados y de la productividad de los sectores<br />

interesados; de tal manera que han aprovechado la tec‐<br />

nología de guerra para crear nuevos sectores de inter‐<br />

vención, así como las condiciones sociales que ha gene‐<br />

rado la denominada revolución verde (pobreza, depen‐<br />

dencia de campesinos del mercado de consumo, des‐<br />

trucción de las colectividades campesinas de autocon‐<br />

sumo y autoabastecimiento, creación de países de mo‐<br />

nocultivo, etc.). La ingeniería genética es además una in‐<br />

vestigación que requiere de ingentes cantidades de ca‐<br />

pital de inversión, cantidades que son capaces tan sólo<br />

de asumir las cinco o seis multinacionales mundiales<br />

del sector, condicionando de facto todo desarrollo cien‐<br />

tífico‐tecnológico a sus intereses productivos. Puede ha‐<br />

blarse de la imparcialidad existente o buscada en la me‐<br />

todología del modelo positivista desarrollado en nues‐<br />

tras sociedades, pero en ningún caso debe hablarse de<br />

83ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />

1.‐ Cabe recordar la semejanza entre los productos fertilizantes y los utilizados para la fabricación de material explosivo. Recordemos tam‐<br />

bién que el consorcio IG Farben (capital materna de la actual Bayer) no sólo favoreció el programa de rearme del régimen nazi, sino 1885-477X<br />

que también fabricó el gas Zyklon B para el exterminio masivo en los campos de la muerte a partir de los componentes químicos de<br />

sus propios fertilizantes. Se podría decir que fue un programa de “fumigación de la disidencia”. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 84 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

objetividad y neutralidad en la aplicación del mismo,<br />

pues hay siempre intencionalidad explícita y motiva‐<br />

ciones relacionadas con otros factores sociales. En espe‐<br />

cial con el modo de producción, y no esta de más tener<br />

en cuenta que el sector productivo de la biotecnología y<br />

la agricultura comercial suponen una de las inversiones<br />

de capital industrial con mayores tasas de ganancia.<br />

Si atendemos al contexto histórico y la lógica espe‐<br />

cífica del capitalismo, en el momento de aparición y<br />

desarrollo de la ingeniería genética, entenderemos<br />

que tanto el ser humano como la naturaleza no son<br />

más que medios para la valorización del capital. La va‐<br />

lorización del capital, que se basa en extraer el máxi‐<br />

mo plusvalor tanto en el circuito de la producción co‐<br />

mo en el del consumo (reproducción ampliada) obliga<br />

de forma constante a la introducción de innovaciones<br />

que mejoren la fuerza productiva. Las innovaciones<br />

no aparecen así por la voluntad expresa del juego de<br />

la investigación que sigue la línea clara de la búsque‐<br />

da de la verdad científica, sino más bien por la necesi‐<br />

dad implícita de creación y ampliación del valor. En<br />

este sentido es determinante para la rentabilidad de la<br />

inversión realizada por estas empresas el hecho de<br />

que exista una normativa jurídica que permita la apro‐<br />

piación de la vida en términos abstractos, y de la bio‐<br />

diversidad y la información genética en términos con‐<br />

cretos. A la vista de esto, la única región, y no obstan‐<br />

te cada vez más permisiva, que supone algún freno<br />

para este tipo de aplicación industrial es por el mo‐<br />

mento la UE, mientras que EEUU así como las nuevas<br />

potencias económicas son claramente permisivas.<br />

Muchos países, especialmente del Sur global, cuentan<br />

con un vacío legal que permite a las empresas multi‐<br />

nacionales migrar con sus laboratorios, desarrollar in‐<br />

vestigaciones y aplicarlas en el caso de que pudiera<br />

existir un obstáculo en las metrópolis de origen.<br />

Debemos entender pues la aparición de la ingenie‐<br />

ría genética en el contexto posterior a la primera revo‐<br />

lución verde por lo que supuso de mundialización de<br />

las relaciones económicas, el incremento de las des‐<br />

igualdades sociales entre países y dentro de estos, una<br />

crisis alimentaria y ecológica de carácter global. En ese<br />

contexto la actividad científica y comercial alrededor<br />

de los transgénicos se legitima a través de un discurso<br />

en el que la ciencia y la técnica aparecen como vecto‐<br />

res fundamentales para solucionar problemas de ca‐<br />

rácter socio‐político. Para ello, toda actividad científica<br />

ha venido presentándose como un proyecto cargado<br />

de neutralidad, imparcialidad y objetividad, como el<br />

elemento liberador del ser humano, aspiración vigen‐<br />

te e inherente a la modernidad de nuestra civilización.<br />

Se busca solucionar el problema del hambre y de la es‐<br />

casez mediante la mejora del proceso de producción,<br />

el rendimiento de los cultivos y el precio de los ali‐<br />

mentos; estos factores por sí mismos solucionarían las<br />

necesidades alimentarias de una población creciente.<br />

Así se excluye del debate la relación de la crisis ali‐<br />

mentaria con un modelo de producción y consumo<br />

que implica contradicciones en términos sociales y<br />

ecológicos. Al convertirlo en una cuestión científica y<br />

por tanto meramente técnica, se evita la puesta en du‐<br />

da del modelo agrícola industrial intensivo, modelo<br />

que produce más alimentos de los que requerimos pe‐<br />

ro que no obstante niega su acceso a gran parte de la<br />

población mundial. Elude por tanto considerar el pro‐<br />

blema de qué, cómo y cuánto se produce, para lo cual<br />

bastaría con atender a una mejora de la técnica y la efi‐<br />

ciencia, y considerarlo tan sólo un problema de acceso<br />

y redistribución de los recursos.<br />

En el contexto “de crisis” mencionado, los grupos<br />

promotores 2 de la biotecnología aseguran que ésta po‐<br />

sibilitaría la reducción de la pobreza a la vez que con‐<br />

tribuiría al desarrollo sostenible. Es decir, solucionaría<br />

la crisis social que no resolvió la primera revolución<br />

verde y la crisis medio‐ambiental que esta misma con‐<br />

tribuyó a crear. Desde el punto de vista social, las se‐<br />

millas y Organismos Modificados Genética mente<br />

2.‐ Esta posición discursiva y performativa es conocida como la segunda revolución verde. Sus promotores se constituyen en un entra‐<br />

mado articulado por instituciones internacionales públicas y privadas, fundaciones filantrópicas, institutos de investigación y univer‐<br />

sidades, compañías agroquímicas, biotecnológicas, farmacéuticas, etc. Algunos de los actores más activos son La Bill y Melinda Gates<br />

Foundation y la Rockefeller Foundation (quienes han iniciado una alianza para una revolución verde en África –AGRA), junto con la<br />

Fundación Syngenta, el Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), etc. También cabe mencionar organismos<br />

públicos como el Banco Mundial, la FAO, el FMI, que apoyan estas iniciativas.


(OMG) 3 contribuirían a aumentar la productividad de<br />

los cultivos y la ganadería sin perjuicios para el dete‐<br />

rioro medio‐ambiental. De acuerdo con este discurso<br />

los OMG permitirían producir mayores cantidades de<br />

nutrientes por hectárea cultivada y por cabeza de ga‐<br />

CAPITALISTA<br />

nado, aumentando la cantidad y calidad de los culti‐<br />

vos y el ganado. Estas mejoras bio‐tecnológicas ade‐<br />

más favorecerían el incremento de alimentos y su ri‐<br />

queza nutricional. No obstante, no se expresa cómo se<br />

materializa el vínculo entre el incremento de la pro‐<br />

ductividad y el rendimiento agropecuario con la dis‐<br />

minución de la pobreza, porque este vínculo se esta‐<br />

blece en términos de dependencia respecto a un oligo‐<br />

polio de la oferta (de semillas y fertilizantes). Es posi‐<br />

ble así compatibilizar una mayor productividad (su‐<br />

puesta) con una disminución del rendimiento una vez agro‐combustibles y de alimentos altamente procesa‐<br />

deducidos los costes (aumentados) de los factores pro‐ dos. Las semillas transgénicas permitirían, en un prin‐<br />

ductivos fundamentales (fertilizantes y productos fito‐ cipio, mayor producción y menor gasto en plaguici‐<br />

sanitarios).<br />

das; sin embargo, los índices de productividad no han<br />

Desde el punto de vista medio‐ambiental, el dis‐ aumentado a los niveles previstos, y el grueso del cos‐<br />

curso favorable a su aplicación indica que la biotecno‐ te de la producción se destina a agroquímicos. Esto se<br />

logía reduciría la contaminación y el deterioro de la debe a que algunas plagas se hacen resistentes a los<br />

naturaleza. Esta idea se basa en la asunción de que el herbicidas o insecticidas, lo cual explica que el consu‐<br />

aumento de la productividad por la introducción de mo de los mismos haya aumentado progresivamente<br />

los OMG reduciría el uso de los pesticidas, los produc‐ durante todos estos años. Así, los agricultores tienen<br />

tos fitosanitarios y herbicidas en los cultivos; de tal que incrementar las dosis y recurrir a otros productos<br />

modo que disminuiría la contaminación del agua po‐ fitosanitarios diferentes a las empresas proveedoras<br />

table, la destrucción de la biodiversidad y el deterioro de los OMG, con los perjuicios que esto conlleva para<br />

de la calidad del aire. Este razonamiento asume que el el equilibrio medio ambiental y los riesgos para la sa‐<br />

aumento de la productividad y de la producción en lud. Además se crea una situación de dependencia de<br />

términos absolutos sobre un modelo de oferta y de‐ los campesinos por tres motivos. En primer lugar, la<br />

manda fijas podría lograrse con una disminución de necesidad de comprar las semillas de nuevo después<br />

los cultivos y del uso de la tierra, y por tanto un des‐ de cada cosecha a la misma compañía, debido a la tec‐<br />

censo de la explotación de aquella lo cual redunda en nología terminator empleada en la planta transgénica,<br />

la mejora del nivel ecológico en general.<br />

que hace que las semillas de segunda generación sean<br />

Más tarde ya veremos que una de las asunciones estériles. En segundo lugar, el pago de royalties por la<br />

falaces estriba en que la introducción de los OMG dis‐ venta de ese producto debido al sistema de patentes<br />

minuye el uso de pesticidas, herbicidas y productos fi‐ comerciales, práctica habitual de Monsanto. Por últi‐<br />

tosanitarios, permite el aumento de la productividad y mo, por la aplicación de la tecnología traitor, que au‐<br />

por tanto de la extensión de las tierras cultivadas, y en menta la dependencia respecto de la empresa vende‐ 85ECOLOGISMO<br />

última instancia respeta el equilibrio ecológico. En dora ya que permite que los rasgos genéticos de la<br />

efecto, la realidad de la aplicación de los OMG dista planta sean “encendidos” o “apagados” a través de un<br />

página<br />

mucho de este discurso, las semillas transgénicas no se inductor que también debe comprarse a la empresa.<br />

han destinado al cultivo de vegetales que mejoran el Los datos muestran como los cultivos transgénicos 10<br />

valor nutritivo ni su destino final son las poblaciones responden a las estrategias del sector agroquímico y<br />

hambrientas del planeta. Los OMG que se están des‐ biotecnológico para incrementar sus beneficios, pues<br />

arrollando y comercializando se aplican a cultivos des‐ no se han observado mejoras producidas por los trans‐<br />

tinados a la alimentación ganadera, la producción de génicos en las tasas de personas que padecen hambre. YOUKALI,<br />

3.‐ Desde el punto de vista técnico se denominarían transgénicos a los alimentos que se producen a través de un Organismo Modificado1885-477X<br />

Genéticamente (OMG), es decir, alimentos para cuya producción ha intervenido un organismo al que se ha modificado su genoma a<br />

través de la biotecnología o la ingeniería genética. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 86 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Y no se han observado porque el principal uso de los<br />

vegetales transgénicos se ha destinado a la producción<br />

de agrocombustibles y a la explotación ganadera (en<br />

forma de piensos y forrajes). Actividades ambas cuyo<br />

destino además son los países de la economía‐central.<br />

Las empresas agroquímicas y las biotecnológicas<br />

han vivido desde la Segunda Guerra Mundial proce‐<br />

sos de fusión en una táctica que les ha permitido aca‐<br />

parar mercado y crear dependencia de sus productos<br />

en todo el proceso de producción agrícola y ganadero,<br />

desde el conocimiento sobre la vida en el material ge‐<br />

nético, pasando por la germinación de la planta, des‐<br />

arrollo de cultivos, tratamiento de plagas y enferme‐<br />

dades, etc. La ingeniería genética se inscribe, a la vez<br />

que permite, la privatización y comercialización de la<br />

vida. A través del control privado de la información y<br />

manipulación genética que permite la tecno‐ciencia, la<br />

biodiversidad constituye un recurso más que se inser‐<br />

ta en la lógica de la competencia capitalista. Así la in‐<br />

novación e investigación están subordinadas, y son a<br />

su vez requisitos, para el beneficio y acumulación de<br />

capital de estos gigantes financieros.<br />

La manipulación de la vida es una de las claves de<br />

la novedad del modelo de agricultura industrial ac‐<br />

tual. Este tiene su origen en la llamada primera revo‐<br />

lución verde a través de la introducción masiva de bio‐<br />

tecnología basada en productos químicos y tecnología<br />

aplicada a la producción agrícola y ganadera. La in‐<br />

dustrialización de la agricultura 4 tuvo como conse‐<br />

cuencia un cambio en los patrones de producción y<br />

consumo de alimentos (y otras sustancias químicas)<br />

que alteraron y alteran las formas de vida: con sus con‐<br />

secuencias en las relaciones sociales, la concepción del<br />

medio ambiente y el hábitat. La agricultura industrial<br />

se caracteriza por grandes plantaciones de monoculti‐<br />

vos, dedicados a la exportación y basados en sistemas<br />

de propiedad latifundista, es intensiva en inversión de<br />

capital, así como en el uso de agroquímicos, y es inten‐<br />

siva pero de forma muy temporalizada en fuerza de<br />

trabajo. Su expansión, hasta llegar a la hegemonía,<br />

provocó el empobrecimiento de campesinos y peque‐<br />

ños productores agrícolas y ganaderos que no podían<br />

competir con grandes plantaciones, así como su ex‐<br />

pulsión masiva hacia la ciudad 5 . Bastaría comprobar<br />

la reducción drástica y progresiva del sector primario<br />

dentro de la fuerza productiva en los países del centro<br />

de la economía global, e incluso del conjunto del siste‐<br />

ma‐mundo.<br />

Comprobaremos que la ingeniería genética dentro<br />

de este modelo de agricultura industrial va unida a<br />

una serie de procesos políticos y jurídicos que permi‐<br />

ten disponer y manipular la vida, apropiarse de la in‐<br />

formación genética, modificarla, crear recombinacio‐<br />

nes de organismos que una vez patentados adquieren<br />

el calificativo de “nuevos”. También que la segunda<br />

re vo lución verde se cimienta en las posibilidades de la<br />

ingeniería genética y la nano‐biotecnobiología 6 . Dicha<br />

ingeniería es paralela al entramado normativo que re‐<br />

gula el sistema de propiedad intelectual a nivel inter‐<br />

nacional, y que permite la apropiación y privatización<br />

de la biodiversidad por parte de las empresas y que<br />

muchos han calificado de apropiación indebida (bio‐<br />

piratería).<br />

Contexto específico y construcción discursiva: las re‐<br />

voluciones verdes<br />

La aparición generalizada de los OMG (ingeniería ge‐<br />

nética aplicada a la agricultura y la ganadería) se po‐<br />

dría localizar en la década de los noventa del siglo pa‐<br />

sado en el marco de la segunda revolución verde. Se<br />

produce en un momento en el que convergen una se‐<br />

rie de factores que posibilitan su aparición y condicio‐<br />

nan el discurso que lo acompaña. Los factores a los<br />

que nos referimos se pueden reducir a una serie de cri‐<br />

sis: económica (pérdida de beneficios en el sector bio‐<br />

químico entre otros), crisis social (continuación de la<br />

pobreza, inseguridad agroalimentaria, problemas de<br />

escasez puntual), crisis política (pérdida de soberanía<br />

de los Estados para solucionar los problemas econó‐<br />

mico‐sociales vinculados a la producción agropecua‐<br />

ria) y crisis medio‐ambiental (cambio climático, conta‐<br />

minación del agua, agotamiento de los recursos, etc.).<br />

Primera revolución verde<br />

La primera revolución verde surge en la década de los<br />

sesenta del siglo pasado como solución a la pobreza en<br />

los países periféricos. Viene impulsada por la FAO a<br />

partir de 1963 a través de un plan de desarrollo agra‐<br />

4.‐ Introducción del modo de producción capitalista en el sistema agropecuario. Las innovaciones técnicas y la investigación científica se<br />

entienden como factores coadyuvantes para mejorar la fuerza productiva en el proceso de producción, reduciendo los gastos en el ca‐<br />

pital variable y transformando el conocimiento‐descubrimiento de lo patentado en capital constante. Con todo ello, la industria agrí‐<br />

cola entra en el ciclo de acumulación de capital.<br />

5.‐ El incremento y concentración de la población urbana conlleva a su vez la necesidad de incrementar la producción agrícola intensiva<br />

e industrializada.<br />

6.‐ Ello implica la presencia de diferencias sustanciales respecto a la biotecnología tradicional por cuanto supone un salto cualitativo y un<br />

punto de inflexión con la tradicional hibridación de especies vegetales y/o animales.


io a nivel mundial (el World Plan for Agricultural De ve ‐<br />

lopment) a partir de un Congreso Mundial de la Ali ‐<br />

men tación. Este plan tuvo el apoyo de fundaciones co‐<br />

mo Ford y Rockefeller. La propuesta se basaba en el<br />

desarrollo de la productividad agrícola a través de una<br />

serie de medidas de gestión y técnicas para la explota‐<br />

ción comercial: el desarrollo e introducción de semillas<br />

de alto rendimiento (HVY) 7 generalización mercantil, las innovaciones técnicas en<br />

los cultivos sólo pueden comprenderse como mejoras<br />

de rendimiento productivo en cuanto son susceptibles<br />

de traducirse en rentabilidad empresarial a través de<br />

la comercialización. Por un lado, la revolución tecnoló‐ CAPITALISTA<br />

gica en territorios que se abastecen según otros crite‐<br />

rios de producción supone para las corporaciones in‐<br />

, el aprovechamiento del ternacionales la apertura de nuevos sectores producti‐<br />

agua, la introducción de fertilizantes, herbicidas y pla‐ vos y mercados de venta. Por otro lado, los sistemas<br />

guicidas (fitosanitarios) y la selección genética (mani‐ alimentarios locales (los aún no capitalizados del todo)<br />

pulación). Las principales corporaciones agroquími‐ se evalúan a través de las ideas del progreso económi‐<br />

cas y farmacéuticas se encargaron de la producción, co, eludiendo el cambio sustancial en las relaciones so‐<br />

comercialización e introducción de las nuevas especies ciales y estimando la mera mejora técnica como el ele‐<br />

de semillas mejoradas y los productos fitosanitarios. mento esencial para el “desarrollo”. De este modo, las<br />

Para ello contaron con el “apoyo” institucional tanto mejoras técnicas (semillas mejoradas, productos fito‐<br />

privado como público a través de subvenciones, pro‐ sanitarios, fertilizantes, etc.) aparecen como si fueran<br />

gramas de instituciones internacionales que les asegu‐ instrumentos para el incremento del rendimiento de<br />

raban un mercado y el conocimiento desarrollado por los cultivos. Las empresas e instituciones promotoras<br />

universidades e institutos de investigación. Todo ello, y encargadas de su desarrollo y aplicación consideran<br />

respaldado por un discurso que apelaba a la introduc‐ estas mejoras como remedios contra la desnutrición y<br />

ción comercial de estas técnicas de alta rentabilidad la pobreza argumentando la compatibilidad del rendi‐<br />

para disminuir la pobreza y la desnutrición en la peri‐<br />

miento empresarial y el despliegue de éstas en los nú‐<br />

feria económica.<br />

cleos “subdesarrollados”. A su vez se perciben las mo‐<br />

Esta “revolucionaria mejora” técnica supuso un<br />

dificaciones sociales que acompañan los cambios tec‐<br />

cambio cualitativo en las formas de producción y orga‐<br />

nológicos como un correlato necesario para el aumen‐<br />

nización social de los países de la periferia. El sistema<br />

to de la producción y el subsiguiente desarrollo econó‐<br />

de abastecimiento y distribución de alimentos comuni‐<br />

mico y material.<br />

tarios se abandona a favor de la agricultura de mono‐<br />

cultivos a gran escala e intensiva en fitosanitarios. Esta<br />

Segunda revolución verde<br />

nueva forma de producción agrícola conlleva la capita‐<br />

lización del sistema alimentario introduciendo la idea<br />

La primera revolución industrial fracasó en sus pre‐<br />

del cultivo como producción exclusivamente para uso<br />

tensiones “salvíficas” aunque no en la colonización<br />

comercial. De modo que los cultivos autóctonos se sus‐<br />

tituyen por semillas “mejoradas” que reducen la biodi‐<br />

versidad local y minan la autonomía alimentaría. La<br />

agricultura intensiva en fitosanitarios conlleva la gene‐<br />

ralización del uso de herbicidas y fertilizantes. La ad‐<br />

quisición de estas nuevas técnicas (semillas mejoradas<br />

y fitosanitarios) se realiza a través del intercambio mer‐<br />

cantil (con las corporaciones agroquímicas transnacio‐<br />

87ECOLOGISMO<br />

nales) cuya realización requiere inversiones monetarias<br />

de las que no dispone la mayoría del campesinado.<br />

página<br />

Como consecuencia, éste se convierte en asalariado a<br />

costa de la pérdida de la soberanía alimentaria local y<br />

10<br />

se acompaña de la mercantilización de otros sectores<br />

relacionados con el sector primario.<br />

Dentro de la lógica productivista y desarrollista<br />

que implica la reproducción ampliada de capital y la<br />

YOUKALI,<br />

7.‐ HYV por sus siglas en inglés, sobre todo de trigo, maíz y arroz, gracias al trabajo del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz<br />

y Trigo (CIMMYT) de México y al del International Rice Research Institute (IRRI) de Filipinas. Un conjunto de tecnologías integradas<br />

por componentes materiales, como las variedades de algo rendimiento (VAR) mejoradas de dos cereales básicos (arroz y trigo), el rie‐ 1885-477X<br />

go y abastecimiento controlado de agua, y la mejora y aprovechamiento de la humedad, los fertilizantes y plagicidas y las correspon‐<br />

dientes técnicas de gestión. Véase http://www.tierra.org/spip/. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 88 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

productivista y desarrollista. No sólo la pobreza no<br />

disminuyó sino que las nuevas formas de producción<br />

implicaron otra serie de problemas tanto en el centro<br />

como en la periferia: deterioro medioambiental por<br />

abuso de productos fitosanitarios, agotamiento de los<br />

recursos productivos naturales, contaminación del<br />

agua, salarización y dependencia del campesinado,<br />

monocultivos de ciertos productos agrícolas destina‐<br />

dos a la exportación, concentración de tierras en forma<br />

de latifundios para aprovechar las economías de esca‐<br />

la, vinculación necesaria a los mercados mundiales<br />

(vía bolsa de Chicago) de la producción local, etc. Las<br />

críticas al modelo surgieron a partir de ciertas organi‐<br />

zaciones y colectivos que manifestaron los problemas<br />

causados por las medidas, señalando particularmente<br />

las ambiciones económicas de la oligarquía empresa‐<br />

rial de las multinacionales agroquímicas. Por otro la‐<br />

do, las instituciones internacionales, como la FAO, la<br />

ONU y otras, asumieron el fracaso de las medidas atri‐<br />

buyéndoselo a la falta de consideración de “externali‐<br />

dades” como la escasez de cambios institucionales, la<br />

despreocupación por el medio‐ambiente, la falta de in‐<br />

fraestructuras, etc. Con ello el tipo de discurso tecno‐<br />

lógico‐moralista que articula la lucha contra la pobre‐<br />

za no se ha abandonado, sino que se interiorizan las<br />

críticas socio‐ecologistas que buscan culpables en las<br />

actuaciones empresariales y en el modelo desarrollis‐<br />

ta occidental.<br />

En esta coyuntura de la década de los noventa del<br />

siglo pasado cristaliza la idea de una nueva revolución<br />

verde. Aquí, la investigación en y la aplicación de la<br />

biotecnología aparecen como la innovación tecnocien‐<br />

tífica capaz de solucionar las nuevas crisis mundiales.<br />

Por un lado, la crisis económica supone la disminu‐<br />

ción de la rentabilidad (o tasa de ganancia) de ciertos<br />

sectores productivos como el de las empresas agroquí‐<br />

micas, la re‐estructuración productiva a través de des‐<br />

localizaciones, las concentraciones de capital, etc. Por<br />

otro lado, la crisis ecológica que se manifiesta en el<br />

cambio climático, el agotamiento de recursos natura‐<br />

les entre los que se encuentran la tierra, la masiva de‐<br />

manda de agua y la sobreexplotación de cuencas flu‐<br />

viales y acuíferos; a lo que se une la corrupción e im‐<br />

plicación de las aristocracias locales, etc. Además, la<br />

crisis social, por las altas tasas de desempleo que afec‐<br />

tan a los desposeídos que se han visto obligados pre‐<br />

viamente a convertirse en asalariados (reserva de la<br />

fuerza de trabajo a nivel global), la disminución de los<br />

servicios sociales públicos y las redes de solidaridad<br />

comunitarias, las enfermedades debidas a los alimen‐<br />

tos procesados. También se incluiría la denominada<br />

crisis alimentaria con la que se identifica a la nueva po‐<br />

breza causada por las dificultades de acceso al merca‐<br />

do alimentario debido al desempleo, el aumento de<br />

precios. La solución global a todas estas crisis se plan‐<br />

tea como un capitalismo con un uso creciente de la<br />

biotecnología.<br />

En medio de este puñado de “crisis” hemos de in‐<br />

cluir al sector agropecuario y al bioquímico. La crisis<br />

alimentaria de los pobres paralela a la crisis del nuevo<br />

empresariado agropecuario (la oligarquía del agrobusi‐<br />

ness) se aprovechan para lanzar un impulso de crea‐<br />

ción de nuevos productos, la aplicación de nuevas tec‐<br />

nologías, la ampliación a otros mercados y en definiti‐<br />

va la ampliación de nuevos negocios. La propuesta<br />

proviene de los nuevos lobbies de la oligarquía empre‐<br />

sarial del sector bioquímico constituida durante las<br />

décadas anteriores. Este sector está formado por un<br />

oligopolio resultado de la fusión o cooperación de las<br />

anteriores compañías agroquímicas convertidas ahora<br />

en biotecnológicas.<br />

Este nuevo modelo productivo agrario‐industrial<br />

vuelve a insistir en el desmantelamiento de la agricul‐<br />

tura y la ganadería de subsistencia, la destrucción de<br />

las redes comunitarias de solidaridad, los mercados<br />

de auto‐abastecimiento locales, y la salarización, siem‐<br />

pre forzosa, siempre violenta, de un campesinado des‐<br />

poseído de su sustento. En esta línea la segunda revo‐<br />

lución verde fue la continuación de un proceso ya ini‐<br />

ciado hace dos siglos y ha supuesto la expansión de un<br />

sector del capital algo estancado en busca de intensifi‐<br />

cación, de apertura de mercados y de apropiación de<br />

recursos, que se manifiesta en la expansión de la revo‐<br />

lución verde a lo largo del globo, y una innumerable<br />

cantidad de fusiones, absorciones y compras de em‐<br />

presas del sector biotecnológico, alimentario, químico,<br />

farmacéutico, genético...<br />

Las estructuras campesinas existentes, basadas en<br />

mercados locales de auto‐consumo e intercambio re‐<br />

gional, en la producción de diversidad de productos<br />

autóctonos que garantizan la independencia alimenta‐<br />

ria y con relativamente bajos índices de salarización, se<br />

ven destruidas por entero con la llegada de la produc‐<br />

ción agraria industrial. Este otro modelo productivo,<br />

coexistente con el modelo capitalista y predominante


en muchas regiones hasta bien entrado el siglo XX (to‐<br />

davía hoy en algunas), se ha visto primero parasitado<br />

por el capitalismo agrario, y luego destruido por este<br />

mismo.<br />

La introducción de este modelo de producción in‐<br />

tensivo típicamente industrial, en el ámbito agrario, no<br />

se produce en un escenario de urbanización imperan‐<br />

te, es decir, donde la concentración industrial de las<br />

ciudades es la que “atrae” a la ingente cantidad de ma‐<br />

no de obra campesina sin tierra a las industrias fabri‐<br />

les y despuebla el campo; sino que ha existido un pro‐<br />

ceso previo de destrucción y desarticulación forzosa y<br />

violenta del modo de producción campesino, y de to‐<br />

das sus estructuras comunitarias. En cualquier caso, la<br />

construcción del nuevo sistema agrario‐industrial no<br />

requiere tan solo introducir técnicas de cultivo intensi‐<br />

vo, consumo de agroquímicos, inversiones en regadí‐<br />

os, almacenajes... La manera en que se introduce en los<br />

medios rurales supone una destrucción progresiva, a<br />

veces brusca, siempre forzosa aunque consensuada,<br />

de toda forma de comunidad, instituciones, estructu‐<br />

ras de clase, modelos redistributivos, espacios de so‐<br />

cialización y cultura inmaterial. La realidad es que la<br />

construcción de este modelo, siempre impuesto a tra‐<br />

vés de los intereses de los capitales transnacionales,<br />

precisa la apropiación de miles de hectáreas de cultivo<br />

(pero también de casas, y en ocasiones de pueblos en‐<br />

teros) cuya mediana y pequeña propiedad se encon‐<br />

traba dispersa entre la población, para pasar a conver‐<br />

tirse en una gran zona cultivable unificada, latifundis‐<br />

ta. De este modo se garantiza que las inversiones en<br />

maquinaria, sistemas de riegos, adquisición de los te‐<br />

rrenos, infraestructuras, indemnizaciones por desahu‐<br />

cios (cuando no sobornos a militares, policías, jueces,<br />

políticos), y las fuertes inversiones en productos agro‐<br />

químicos sean rentabilizadas con creces en una econo‐<br />

mía de escala. Teniendo en cuenta que la mayoría de<br />

esta producción no será accesible para los propios ciu‐<br />

dadanos de la región, lo que nos encontramos es una<br />

masa campesina desclasada, sin sustento, y sin posibi‐<br />

lidades de acceso a recursos que son exportados a pa‐<br />

íses desarrollados.<br />

En el momento precedente a la segunda revolu‐<br />

ción verde el sector agrícola y el agroquímico pasaban<br />

por momentos de estancamiento de la tasa de benefi‐ CAPITALISTA<br />

cio debido a la exacerbación de la competencia empre‐<br />

sarial. A pesar de haberse constituido en una oligar‐<br />

quía, subsistía no obstante la imposibilidad de utilizar<br />

mayores economías de escala y de expandir mercados<br />

aún restringidos a ámbitos nacionales. La lógica de la<br />

competencia entre estos capitales individuales se tra‐<br />

dujo en la búsqueda de la anticipación en la incorpo‐<br />

ración de mejoras en la productividad, de la creación<br />

de nuevas mercancías y de la expansión de mercados.<br />

Todo ello para beneficiarse durante el mayor tiempo<br />

posible del plusvalor extra (relación entre precio y va‐<br />

lor como tiempo de trabajo necesario en las condicio‐<br />

nes productivas medias) que les aseguraba la anticipa‐<br />

ción a otros capitales antes de la generalización del<br />

nuevo método productivo. No obstante se hacía preci‐<br />

so una transformación radical de los modelos agrario‐<br />

industriales ahora considerados tradicionales, y es<br />

aquí donde la innovación biotecnológica introduce<br />

una panoplia de posibles soluciones que aprovechan<br />

la crisis para introducir una profunda transformación.<br />

¿Qué es y qué supone esta innovación tecnológica<br />

de la segunda revolución verde? El elemento funda‐<br />

mental como antes indicábamos es la introducción de<br />

OMG a partir de los cuales producir alimentos transgé‐<br />

nicos. El material genético de un organismo es creado o<br />

alterado en un laboratorio a través de técnicas y proce‐<br />

sos que permiten aislar y tomar partes de un cromoso‐<br />

ma de un organismo para introducirlo en otro. Esta for‐<br />

ma de manipulación genética supone un cambio sus‐<br />

tancial respecto de las practicadas hasta entonces pues‐<br />

to que supera los límites de la compatibilidad reproduc‐<br />

tiva entre los seres vivos que intervienen en la modifica‐<br />

ción. Desde el neolítico, el ser humano ha practicado un<br />

tipo de filogenia evolutiva seleccionando especies para<br />

89ECOLOGISMO<br />

cruzarlas con el fin de conseguir combinaciones genéti‐<br />

cas nuevas, no probables de darse espontáneamente. El<br />

ser humano actúa como catalizador para que se repro‐ página<br />

duzcan organismos combinando o bien especies com‐<br />

patibles o bien diferentes variantes dentro de una mis‐ 10<br />

ma especie. En el primer caso, el producto híbrido sue‐<br />

le ser estéril, no así en el segundo y más abundante del<br />

último caso. Frente a ello, la ingeniería genética posibi‐<br />

YOUKALI,<br />

lita la combinación de material genético procedente de<br />

organismos completamente alejados en términos de fi‐<br />

logenia, de modo que nunca podría darse espontánea ‐<br />

mente (como lo es utilizar ciertas secuencias genéticas<br />

de una especie de cangrejo para introducirlas en un tu‐<br />

bérculo), y lo hace a través de una recombinación que 1885-477X<br />

interviene directamente sobre la escritura de la vida, los<br />

genes, para generar una especie quimérica de imposible ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 90 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

existencia si nos atenemos a las leyes de la genética. Con<br />

ello asistimos a un salto cualitativo: si con la hibridación<br />

se establecía una aceleración dirigida de la evolución de<br />

una especie, ahora con la modificación genética se logra<br />

la recreación de una nueva especie que trasciende toda<br />

posible mutación interna al modificar su código genéti‐<br />

co con materiales de especies separadas completamen‐<br />

te entre sí.<br />

El uso de los transgénicos en el sistema agropecua‐<br />

rio supone o bien entrar en el proceso de trabajo como<br />

factor de producción o bien ser el resultado de éste. El<br />

primer caso se da sobre todo en la agricultura a través<br />

de las semillas transgénicas, las cuales se utilizan para<br />

incrementar la productividad de los cultivos, evitar las<br />

plagas o las sequías, acelerar los tiempos de madura‐<br />

ción, aumentar el tamaño de los frutos o facilitar la co‐<br />

secha; todo ello redundante en el abaratamiento de<br />

costes productivos. En el segundo caso los transgéni‐<br />

cos serían el resultado de un proceso de “producción”<br />

ganadera a través de la modificación genética de los<br />

organismos para producir alimentos. No obstante, la<br />

comprensión de los transgénicos dentro de la indus‐<br />

trialización de la agricultura y la ganadería en el capi‐<br />

talismo no debe reducirse a la explicación de su uso en<br />

el proceso de trabajo, sino que hay que incluirlo en el<br />

contexto total de la producción de alimentos.<br />

Los “avances tecnológicos y científicos” han de en‐<br />

marcarse dentro del desarrollismo moderno que con‐<br />

lleva el modo de producción capitalista. La biotecno‐<br />

logía agrícola y ganadera forman parte de esta diná‐<br />

mica social cuyo motor es el aumento cuantitativo del<br />

valor y cuyo correlato es el desarrollo económico. La<br />

materialidad del proceso de trabajo y el desarrollo tec‐<br />

nológico vinculado a éste son la expresión de la com‐<br />

posición de capital conveniente para creación de valor,<br />

es decir, plusvalor que permita obtener un beneficio y<br />

proseguir el proceso a través de mayores inversiones<br />

de capital. La reproducción del capital social invertido<br />

impone una serie de condiciones sociales y materiales,<br />

como son la competencia de capitales individuales y el<br />

consiguiente aumento de productividad, la mercanti‐<br />

lización de nuevos factores de producción, la fuerza<br />

de trabajo disponible y los elementos necesarios para<br />

su reproducción, cuyo resultado es la reproducción<br />

ampliada de capital. Ésta implica la generalización de<br />

la forma mercancía creando nuevos productos, merca‐<br />

dos y formas de producción mientras subsume o des‐<br />

plaza otros modos de producción o sectores no capita‐<br />

lizados como ha pasado con el agropecuario. Los<br />

transgénicos no son un mero producto de un conoci‐<br />

miento científico y tecnológico desinteresado. Su emer ‐<br />

gencia se enmarca en el proceso de industrialización<br />

progresiva de la agricultura y la ganadería globales.<br />

Las relaciones sociales (salarización, dependencia,<br />

explotación, desigualdad), las relaciones con la natura‐<br />

leza y la materialidad del proceso de trabajo (tecnolo‐<br />

gía, técnica, organización, dirección, etc.) son condicio‐<br />

nes y consecuencias de la organización social de la pro‐<br />

ducción como producción de plusvalor. Estas relacio‐<br />

nes se articulan a través de una mediación social abs‐<br />

tracta, el capital como valor que se valoriza (reproduc‐<br />

ción ampliada) y una mediación entre hombres a tra‐<br />

vés de la forma mercantil y dineraria. En la base está la<br />

relación asimétrica entre fuerza de trabajo y capital.<br />

Los transgénicos dentro del sector agropecuario<br />

aparecen en un momento histórico de estancamiento<br />

por las caídas de la tasa de plusvalor. Los cercamien‐<br />

tos de tierras para el ganado, la concentración y espe‐<br />

cialización agrícola y ganadera y la progresiva indus‐<br />

trialización de la agricultura en occidente están en el<br />

origen de la dinámica capitalista siendo la primera re‐<br />

volución verde el precedente más directo. Ambas “re‐<br />

voluciones” aprovechan las coyunturas de crisis en los<br />

países “sub‐desarrollados” para crear nuevos merca‐<br />

dos en los que colocar lotes de productos agropecua‐<br />

rios (primero semillas mejoradas, luego transgénicas,<br />

fitosanitarios, combustibles, infraestructuras). Con<br />

ello se desmantelan los sistemas locales y comunita‐<br />

rios de auto‐abastecimiento subsumiendo la produc‐<br />

ción agrícola y ganadera dentro de la producción y el<br />

mercado global. Este proceso se da a través de la arti‐<br />

culación de programas apoyados por instituciones in‐<br />

ternacionales y la actividad económica de las compa‐<br />

ñías transnacionales. La rentabilidad económica de es‐<br />

tas revoluciones no se reduce al mercado de los pro‐<br />

ductos agroquímicos y biotecnológicos sino que crea<br />

otros ámbitos de valorización paralelos y tiene como<br />

consecuencia cambios sustanciales en el modo de vida<br />

y producción de estos países: creación de infraestruc‐<br />

turas, transporte, comunicaciones, importación de<br />

productos manufacturados, creación de empresas de<br />

servicios, etc.<br />

Es más, las propias corporaciones de la biotecnolo‐<br />

gía aprovechan el conocimiento producido fuera del<br />

ámbito empresarial (universidades públicas y priva‐


das, centros e institutos de investigación nacionales e<br />

internacionales) en su propio beneficio, lo cual reduce<br />

sus costes y les permite aumentar el rendimiento lu‐<br />

crativo. Con ello, determinados grupos empresariales<br />

se apropian y privatizan el conocimiento socialmente<br />

producido y lo utilizan para aumentar sus beneficios.<br />

Estas compañías desarrollan las aplicaciones técnicas a<br />

partir de los resultados del conocimiento social, esto es<br />

de la ciencia base, del que hablábamos. Esta autono‐<br />

mía final con la que desarrollan las innovaciones pro‐<br />

ductivas y de productos les permitiría aprovecharse<br />

de los beneficios de la anticipación mencionada 8 . No<br />

obstante, como las inversiones de capital para el des‐<br />

arrollo de la biotecnología superan con mucho la capa‐<br />

cidad financiera de las empresas individuales, se pro‐<br />

duce un proceso de centralización del segmento final<br />

de la investigación, el dirigido a la aplicabilidad paten‐<br />

table, que explica el monopolio de la oferta en este sec‐<br />

tor por parte de ciertas empresas que pueden o no ser<br />

altas en capital aplicado a la investigación. Máxime si<br />

pensamos que parte del porcentaje dirigido a la inves‐<br />

tigación y desarrollo en realidad no se aplica a la cien‐<br />

cia básica sino al despliegue y defensa posterior de pa‐<br />

tentes.<br />

Las corporaciones productoras de OMG se enmar‐<br />

can dentro de esta dinámica productiva imponiendo<br />

el acceso a sus productos (agro‐alimentarios en este ca‐<br />

so) a través del intercambio mercantil a la vez que cre‐<br />

ando dependencia hacia sus productos. La produc‐<br />

ción material es parte de la producción mercantil que<br />

trata de incrementar la oferta de productos: produc‐<br />

ción masiva para la venta y no para el auto‐consumo.<br />

El criterio que establece el movimiento cuantitativo<br />

del valor no puede sino entender la naturaleza y al<br />

hombre como recurso (medio ambiente y biodiversi‐<br />

dad) para el proceso de producción. Con ello, entende‐<br />

mos que la pobreza y el deterioro medio‐ambiental no<br />

pueden atribuirse meramente a la mala distribución<br />

de los alimentos o a una despreocupación voluntaria<br />

por la naturaleza.<br />

La timidez de la regulación europea<br />

Dentro de las condiciones de posibilidad para la emer‐<br />

gencia de los transgénicos hemos de tener en cuenta<br />

también el marco jurídico que regula la experimenta‐<br />

ción y puesta en el mercado (tanto desde el punto de<br />

vista de la oferta como de la demanda) de los OMG y<br />

los transgénicos. La regulación es compleja debido al<br />

<strong>número</strong> de factores y organismos que intervienen en<br />

la promulgación de leyes. Por un lado, los diferentes<br />

organismos y actores participantes en la constitución<br />

de las leyes con diferentes competencias; entre éstos<br />

están los tratados internacionales (como los TRIPS), las<br />

instituciones intergubernamentales como la OMC, la<br />

OMS, la UE, organizaciones sectoriales o regionales,<br />

los gobiernos de cada estado, los organismos de con‐<br />

sulta constituidos por grupos de investigadores, cien‐<br />

tíficos, expertos, etc. Por otro lado, hay numerosos as‐<br />

pectos que se consideran en la regulación de la biotec‐<br />

nología para la obtención de alimentos, tales como la<br />

autorización de nuevas variedades, su comercializa‐<br />

ción, la trazabilidad, el etiquetado, o los órganos crea‐<br />

dos para controlar lo relacionado con los organismos<br />

modificados genéticamente.<br />

Este marco legal es uno de los principales campos<br />

de lucha entre los partidarios y promotores y los de‐<br />

tractores de la aplicación de la ingeniería genética pa‐<br />

ra la producción de alimentos. De modo que tanto em‐<br />

presas, gobiernos y organizaciones civiles presionan<br />

sobre el contenido de la normativa a través de lobbies<br />

empresariales, grupos de presión, consultoras científi‐<br />

cas, etc. Estas luchas no se reducen a cuestiones de per‐<br />

misividad o prohibición de los diferentes usos y apli‐<br />

caciones de los transgénicos sino que, jugando con lo<br />

complejo de la articulación de la legislación y la cienti‐<br />

ficidad, se encaminan hacia la determinación de los<br />

criterios científicos que guían la ley, las superficies de<br />

contacto entre ambas esferas –la jurídica y la científica‐<br />

y la subsunción del resto de esferas posibles a los mar‐<br />

cos legales o científicos que aquellas consideran (por<br />

8.‐ La posibilidad de patentar sus productos será una prolongación “artificial” (en términos de mercado) de la anticipación controlando<br />

la competencia a través de un ejercicio de monopolio.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 91 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 92 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ejemplo, la esfera social aparece reducida al mero as‐<br />

pecto del consumo‐producción). Entre estos estaría la<br />

definición de los OMG y de los transgénicos, así como<br />

la determinación del criterio con el que se juzgan las<br />

implicaciones que tienen para la salud o el medio am‐<br />

biente.<br />

Centrándonos en el ejemplo más cercano podemos<br />

observar de manera más concreta la posición permisi‐<br />

va que subyace a la regulación jurídica de los transgé‐<br />

nicos. La regulación europea manifiesta abiertamente<br />

que los criterios que guían la normatividad sobre los<br />

transgénicos son estrictamente científicos en relación a<br />

principios de salud, bienestar y sostenibilidad me‐<br />

dioambiental. Este hecho jurídico‐político parte de la<br />

asunción de que los criterios científicos son desintere‐<br />

sados y neutrales, y en consecuencia, la regulación ju‐<br />

rídica de los transgénicos pre‐supone la suficiencia y<br />

posibilidad de un criterio objetivo para determinar los<br />

perjuicios medioambientales y sanitarios basados en<br />

el método científico. Los resultados de la investiga‐<br />

ción, llevada a cabo por expertos en centros especiali‐<br />

zados, se presentan en forma de cajas negras (utilizan‐<br />

do la metáfora de Bruno Latour, 1980), es decir, utili‐<br />

zando las conclusiones como artefactos ya cerrados y<br />

directamente operativos, de forma que se invisibiliza<br />

el procedimiento seguido y los presupuestos episte‐<br />

mológicos y ontológicos de los que parte. De este mo‐<br />

do la investigación tecnocientífica sobre los OMG se<br />

traduce al derecho por medio de estas cajas negras ex‐<br />

cluyendo a la sociedad de un posible debate sobre qué<br />

se entiende por salud, bienestar y sostenibilidad me‐<br />

dioambiental, y ocultando los criterios de valoración<br />

sobre los OMG para determinar cuando son beneficio‐<br />

sos o perjudiciales. Las pretensiones de tratar de regu‐<br />

lar los transgénicos con criterios meramente científicos<br />

no son sino la materialización de una visión concreta<br />

de lo social a través de la ley. El derecho no se limita a<br />

prohibir y permitir la existencia o aplicaciones de un<br />

objeto claramente objetivo como los OMG sino que<br />

posibilita a la vez que determina un modo de produc‐<br />

ción social agropecuaria basada en la apropiación, pri‐<br />

vatización y manipulación interesada de la vida.<br />

La legislación sobre la aplicación de la biotecnolo‐<br />

gía en la producción de alimentos tiene como objeto de<br />

regulación dos elementos: tanto los OMG, como los<br />

transgénicos. Los primeros se definen como los orga‐<br />

nismos en los que el material genético ha sido alterado<br />

de una manera que no ocurre naturalmente por aco‐<br />

plamiento o recombinación natural 9 . Los segundos se‐<br />

rían los alimentos y piensos que son OMG, que los con‐<br />

tienen o que se producen a partir de ellos. En la forma‐<br />

lidad legal esta distinción parece clara, sin embargo, los<br />

fenómenos de la polinización cruzada e hibridación di‐<br />

luyen las fronteras, puesto que experimentar con<br />

OMG, aunque sea sin intención comercial, conlleva la<br />

“contaminación genética” de otros cultivos que sí son<br />

para uso comercial. La ley trata de regular estos hechos<br />

atendiéndose elementos como el porcentaje de mate‐<br />

rial genético modificado y la voluntariedad o delibera‐<br />

ción de la aplicación de los OMG en la producción.<br />

En primer lugar se pretende regular la liberación<br />

deliberada de OMG al entorno natural. Se lleva a cabo<br />

a través de la directiva 2001/18/EC cuyo propósito pre‐<br />

tende ser la protección de la “la salud humana y el me‐<br />

dio ambiente”. Para ello se tienen en cuenta dos tipos<br />

de actividades: La liberación experimental de OMG,<br />

es decir la regulación de los campos de cultivo experi‐<br />

mentales, y la puesta en el mercado que conlleva la co‐<br />

mercialización, importación y transformación de los<br />

granos genéticamente modificados. En segundo lugar<br />

la regulación atiende a los alimentos transgénicos pro‐<br />

piamente dichos. En este caso la ley contempla la<br />

puesta en el mercado de los alimentos y piensos, que<br />

son OMG, que contengan o que sean producidos a<br />

partir de éstos. Esta última se lleva a cabo a través de<br />

una regulación, y no una directiva, la Regulation (EC)<br />

nº 1829/2003. Esto se traduce en que en el segundo ca‐<br />

so (los alimentos transgénicos) la UE establece tanto<br />

los principios como las normas que rigen la comercia‐<br />

lización de estos alimentos mientras que en el segun‐<br />

do caso (los OMG) compete a los Estados miembros<br />

desarrollar el contenido de la directiva.<br />

Lo que puede parecer una mera formalidad jurídi‐<br />

ca tiene consecuencias prácticas importantes agraván‐<br />

dose este mismo otoño con la introducción de algunos<br />

cambios jurídicos. En términos comunitarios la regu‐<br />

lación de los OMG es mucho más laxa que la de los ali‐<br />

mentos y piensos transgénicos. De este modo se deja a<br />

los Estados miembros una mayor intervención en lo<br />

referente al desarrollo y experimentación con OMG.<br />

Esta situación jurídica está influida por las discrepan‐<br />

cias entre los distintos Estados ante los OMG sobre sus<br />

beneficios y perjuicios tanto económicos como para la<br />

salud y el medio ambiente. Como consecuencia de las<br />

presiones de algunos Estados en septiembre del 2010<br />

la UE ha modificado la directiva que regula los culti‐<br />

vos experimentales con OMG. A partir de entonces se<br />

otorga a las autoridades de cada Estado miembro la<br />

9.‐ Según la definición dada en el artículo 2 de la Directiva 2001/18/EC de la UE: “An organism in which the genetically material has been<br />

altered in a way that does not occur naturally by mating and/or natural recombination”.


exclusividad de la competencia para autorizar y pro‐<br />

hibir el uso experimental, no comercial, de OMG en<br />

los cultivos, piscifactorías y granjas. Son ahora los<br />

Estados miembros quienes tienen la posibilidad de<br />

permitir o vetar los cultivos experimentales de acuer‐<br />

do criterios nacionales particulares; según la legisla‐<br />

ción otros criterios que no sean los científicos referen‐<br />

tes a la salud o medio ambiente. De este modo algunos<br />

Estados como el español han posibilitado el cultivo<br />

masivo de OMG como maíz, algodón o patata; mien‐<br />

tras, otros como Austria tratan de blindar legalmente<br />

la entrada de éstos en su territorio. Precisamente es el<br />

Estado español el que más ha desarrollado esta prácti‐<br />

ca, concentrando en su territorio más del cuarenta por<br />

ciento del total europeo de campos del cultivo con se‐<br />

millas transgénicas. Y esto, sólo desde el ámbito legal.<br />

Esta laxitud o permisibilidad normativa respecto a<br />

la experimentación se contrapone a la aparente rigidez<br />

en la regulación de las salidas comerciales, tanto de los<br />

OMG como de los transgénicos. Esta última se explica<br />

puesto por el hecho de que la posibilidad de comercia‐<br />

lizar transgénicos en un país de la UE haría que el pro‐<br />

ducto (alimento o pienso) se expandiera a todo el mer‐<br />

cado europeo debido a la libre circulación de mercancí‐<br />

as que caracteriza la legalidad de la comunidad econó‐<br />

mica. De este modo, el procedimiento para la aproba‐<br />

ción del uso comercial de un OGM o transgénico com‐<br />

pete a instituciones comunitarias y a las representacio‐<br />

nes en este ámbito de la totalidad de todos los estados.<br />

En la práctica las fronteras entre experimentación y<br />

uso comercial son muy poco precisas debido, princi‐<br />

palmente, a los fenómenos de polinización cruzada e<br />

hibridación. Este elemento es utilizado por las compa‐<br />

ñías biotecnológicas y las fundaciones para introducir<br />

los transgénicos al consumo de forma que poco a po‐<br />

co se generalice y naturalice su presencia. Utilizan la<br />

vía legal de la experimentación para expandir literal‐<br />

mente los OMG, de forma “no deliberada”, y por tan‐<br />

to legal y exentos de responsabilidad jurídica, como<br />

estrategia para que se acepte de forma progresiva su<br />

uso comercial. Pues una vez que la materia genética‐<br />

mente modificada se “libera” al entorno la contamina‐<br />

ción de especies autóctonas por transgénicas es incon‐<br />

trolable y se da muy rápidamente. Por ello, a pesar de<br />

que Europa pretende mostrar una cara restrictiva con CAPITALISTA<br />

los transgénicos en algunos países se están expandien‐<br />

do los cultivos y las granjas de OMG contaminando al<br />

resto de cultivos amenazando la existencia de los orga‐<br />

nismos autóctonos. Un ejemplo claro de ello es<br />

Catalunya donde la polinización cruzada ha acabado<br />

afectando a numerosos cultivos de agricultura ecoló‐<br />

gica arruinando a sus productores y acabando con las<br />

especies no transgénicas; más del 80% del territorio<br />

cultivado en Catalunya no está libre de transgénicos.<br />

Muchos experimentos indican que lo mismo está pa‐<br />

sando en países como Brasil, EEUU o Argentina, prin‐<br />

cipales cultivadores de transgénicos, dónde ya se han<br />

encontrado plantas de maíz que han combinado dos<br />

modificaciones genéticas diferentes procedentes de<br />

dos cultivos cercanos con diferentes OMG. El fenóme‐<br />

no de la contaminación genética de los transgénicos<br />

obviamente sobrepasa las fronteras jurídicas y políti‐<br />

cas, y se está viendo que puede ser irreversible a nivel<br />

global. Por un lado está el problema del deterioro de la<br />

biodiversidad, pero también la apropiación de las nue‐<br />

vas especies por parte de las grandes corporaciones<br />

que las patentan.<br />

Además, si observamos tanto el procedimiento co‐<br />

mo las normas que regulan la aprobación de los OMG<br />

nos damos cuenta de que la rigidez es sólo aparente.<br />

El procedimiento para la aprobación comienza por un<br />

informe que prepara la propia empresa con la infor‐<br />

mación sobre el tipo de técnica usada para la creación<br />

del OGM, sus propiedades, los posibles efectos en la<br />

salud, beneficios, etc. Este informe pasa por autorida‐<br />

des nacionales encargadas unas de redactar otro infor‐<br />

me y otras de permitir su paso hacia las instituciones<br />

europeas. En estas últimas se produce un tercer infor‐<br />

me elaborado por la EFSA (European Food Safety<br />

93ECOLOGISMO<br />

Authority) que pasa a un comité especializado de la<br />

Comisión Europea. En este recorrido, un informe des‐<br />

favorable o un rechazo por la comisión no suponen la página<br />

prohibición directa, sino su traslado a otro organismo<br />

encargado de una nueva deliberación, y el proceso 10<br />

continúa con la misma dinámica hasta llegar al<br />

Consejo de Estado. Hay dos elementos importantes a<br />

tener en cuenta en este proceso.<br />

YOUKALI,<br />

Por un lado, el procedimiento de aprobación se<br />

plantea de modo que lo que se pone en duda es una<br />

negación a la aprobación a través de una revisión de la<br />

negativa por diferentes órganos estructurados jerár‐<br />

quicamente, y en ningún caso se revisa una afirmación<br />

por alguno de éstos. De modo que en última instancia 1885-477X<br />

compete al Consejo Europeo decidir si se permite el<br />

uso comercial de los OGM. Vemos que lo que parece‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 94 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ría una cuestión meramente científica, una vez que<br />

“los expertos” elaboran un informe sobre “un informe<br />

del informe que elabora la empresa” la decisión final<br />

está en organismos políticos.<br />

Por otro lado, el proceso de aprobación otorga en<br />

la práctica una influencia fundamental a las empresas<br />

biotecnológicas. Es el propio solicitante el encargado<br />

de elaborar el informe detallado sobre el proceso de<br />

creación y el producto creado sobre el que se evalúa.<br />

La especialización técnico‐científica de las empresas<br />

biotecnológicas, su capacidad económica, la posibili‐<br />

dad de realizar investigación a largo plazo, su alcance<br />

como portavoz en cuantas comisiones legislativas se<br />

declaren competentes en la materia les otorga un po‐<br />

der casi exclusivo sobre el saber del producto que cre‐<br />

an. Lo cual hace que sea difícil a otras instituciones<br />

evaluar y valorar el proceso de investigación sobre los<br />

perjuicios para la salud y el medio ambiente. Estas em‐<br />

presas concentran la mayor parte de los medios y co‐<br />

nocimiento sobre la aplicación tecnológica del conoci‐<br />

miento biológico y ello requiere de un saber muy es‐<br />

pecífico dentro del ámbito de la ciencia aplicada. El in‐<br />

forme que reclama la administración jurídica es pro‐<br />

ducido por la propia empresa y sólo sobre éste los co‐<br />

mités técnicos y científicos de la EFSA evalúan los be‐<br />

neficios y perjuicios de los transgénicos. A esto hay<br />

que añadir que las fronteras formales entre la EFSA,<br />

las autoridades de la comisión europea y las empresas<br />

de biotecnología se diluyen si tenemos en cuenta que<br />

muchos de los miembros de éstos organismo, supues‐<br />

tamente independiente, se cruzan informalmente a<br />

través de lobbies, en personas que ocupan cargos en<br />

los diferentes organismos, a través de subvenciones,<br />

intereses compartidos, etc.<br />

A pesar de ser la regulación de la UE una de las<br />

más rigurosas estamos observando que en la práctica<br />

tanto en el cultivo experimental como en la aproba‐<br />

ción para la comercialización la formalidad jurídica da<br />

lugar a mecanismos perversos de introducción de los<br />

OMG en la agricultura y la ganadería de forma poco<br />

controlada. Es más, a estos dos aspectos legales hemos<br />

de añadir un tercero que pone de manifiesto la permi‐<br />

sividad encubierta del mecanismo: la regulación de la<br />

supervisión de los alimentos y el pienso genéticamen‐<br />

te modificado. Los mismos principios y objetivos que<br />

guían la regulación expresan implícitamente las con‐<br />

tradicciones de la legalidad basada en la combinación<br />

de intereses económicos, ecológicos y humanitarios.<br />

Tanto la ley 10 como la EFSA 11 consideran los perjui‐<br />

cios para la salud y el medio ambiente desde la pers‐<br />

pectiva del uso comercial de éstos despolitizando y<br />

naturalizando las condiciones sociales en las que se<br />

producen. Lo que subyace a esta postura jurídica es<br />

una visión economicista que reduce lo social, lo salu‐<br />

dable y lo ecológico al criterio de la producción y el<br />

consumo. Esta forma de aproximación jurídica a la ali‐<br />

mentación dentro de la producción capitalista implica<br />

la concepción, formal también, del transgénico como<br />

mercancía alimentaria, los sujetos como consumidores<br />

y productores y la libertad como una elección entre<br />

una variedad de productos con diferentes propieda‐<br />

des. La información sobre la vida y la apropiación de<br />

ésta no es más que un recurso o factor más de produc‐<br />

ción y productividad. Con ello, las condiciones de pro‐<br />

ducción, los beneficios y perjuicios y el coste de los<br />

transgénicos ya aprobados pasan a formar parte de<br />

una mercancía más entre un rango de opciones; el pro‐<br />

ducto transgénico se convierte en un producto más al<br />

lado de los ecológicos y los comunes.<br />

Desde este punto de vista se proponen regular la<br />

trazabilidad y etiquetado apelando a la idea de la<br />

“transparencia”. Éstos se convierten en requisitos pa‐<br />

ra la puesta en el mercado comunitario de transgéni‐<br />

cos desde el año 2003 estableciendo las obligaciones en<br />

la provisión de información en los OMG transgénicos<br />

tanto en el producto final como en su movimiento por<br />

las diferentes etapas de elaboración. Esta idea de<br />

transparencia es perversa por dos motivos, primero<br />

porque los criterios de trazabilidad y etiquetado per‐<br />

10.‐ De acuerdo a la Regulación (EC) No 1829/2003 de la UE: “A high level of protection of human life and health, animal health and wel‐<br />

fare, environment and consumer interests in relation to genetically modified food and feed, whilst ensuring the effective functioning<br />

of the internal market”.<br />

11.‐ Según el Libro blanco sobre Seguridad alimentaria de la Comisión Europea, (enero de 2000). La creación de la EFSA forma parte de<br />

un programa exhaustivo dirigido a mejorar la seguridad alimentaria en la UE, garantizar un elevado nivel de protección del consumi‐<br />

dor, y restaurar y conservar la confianza en los alimentos europeos.


miten la incorporación de OMG en alimentos sin nece‐<br />

sidad de explicitarlo. Segundo, porque como ya he‐<br />

mos explicado, todo el proceso anterior a la aproba‐<br />

ción se basa en una traducción del derecho de los re‐<br />

sultados científicos presentados a través de la caja ne‐<br />

gra científica que oculta los supuestos, criterios y pro‐<br />

cedimientos de investigación y evaluación. Además,<br />

teniendo en cuenta el elemento de la polinización cru‐<br />

zada (contaminación de otros organismos vegetales<br />

del entorno por polinización desde los organismos<br />

transgénicos) e hibridación (contaminación por cruce<br />

reproductivo de organismos no sólo por polinización),<br />

tanto la transparencia en la información como la fiabi‐<br />

lidad de la información devienen inverosímiles‐tarea<br />

imposibles.<br />

Tanto el etiquetado como la trazabilidad establecen<br />

el umbral mínimo del 0’9% de modificación del mate‐<br />

rial genético de un organismos a partir del cual es obli‐<br />

gatorio informar de que el producto agrícola o gana‐<br />

dero es transgénico. En primer lugar, esta cifra “cientí‐<br />

ficamente” determinada es más que engañosa puesto<br />

que una mínima modificación del genotipo implica un<br />

cambio sustancial en el fenotipo. Por ejemplo, el por‐<br />

centaje que separa al hombre de las dos especies de<br />

chimpancés actuales se calcula que alcanza alrededor<br />

del 1% en el genoma. Pero lo más significativo en tér‐<br />

minos socio‐políticos es que la propia ley contempla<br />

que la presencia de material genéticamente modifica‐<br />

do en alimentos o piensos es “técnicamente inevita‐<br />

ble” 12 sión del cultivo de OMG es ya una realidad, incluso a<br />

nivel europeo, y que además las instituciones lo dan<br />

por hecho.<br />

Se puede, y se hace, culpar a la “incontrolable” po‐<br />

linización e hibridación cruzadas por esta expansión<br />

de los OMG y transgénicos. No obstante, ésta se utili‐<br />

za además como una excusa para eludir responsabili‐<br />

dades políticas y jurídicas que permite la ley a través<br />

de astucias formales como la diferenciación entre ex‐<br />

perimentación y comercio, y luego entre liberación de‐<br />

liberada o no deliberada. Repetimos que las grandes<br />

compañías biotecnológicas han utilizado estas ambi‐<br />

valencias dentro de su estrategia para la generaliza‐<br />

ción de los OMG. De este modo, la intencionalidad en<br />

la inclusión de OMG deviene objeto de consideración<br />

en la regulación de la información que se hace públi‐<br />

ca. La propia ley admite que la presencia de materia<br />

OMG en semillas, alimentos y pienso es inevitable, se<br />

asume que es prácticamente imposible alcanzar pro‐<br />

ductos que sean 100 % puros<br />

. Que la propia ley asuma la inevitabilidad de la<br />

presencia de material genéticamente modificado en<br />

los alimentos es otra indicación más de que la exten‐<br />

13 CAPITALISTA<br />

. Por ello, establece una<br />

excepción a la obligación de informar en aquéllos pro‐<br />

ductos en los que la presencia de OMG no sea inten‐<br />

cionada. Con ello, es posible encontrar en el mercado<br />

OMG sin que su contenido se especifique en el etique‐<br />

tado, puesto que no ha sido “intencionada” la incorpo‐<br />

ración. La jurisdicción nos condena a aceptar determi‐<br />

nados transgénicos en el mercado, y en muchos casos<br />

incluso sin la información mínima que advierta de la<br />

modificación genética que contiene el alimento.<br />

Patentes y biopiratería; mercantilización de lo vivo<br />

Si la primera revolución verde supuso la introducción<br />

masiva e intensiva de bioquímicos, de mano de obra<br />

temporalizada, de monocultivos, de incrementos de la<br />

productividad, de semillas eficientes, etc, la segunda<br />

revolución verde supone un salto cualitativo, la apro‐<br />

piación del lenguaje básico de lo vivo, además ha re‐<br />

ducido la agricultura al cultivo de soja, colza, maíz y<br />

algodón, productos agrícolas directamente insertados 95ECOLOGISMO<br />

en el esquema de la producción capitalista global. La<br />

ingeniería genética aplicada desde la segunda revolu‐<br />

ción verde supone un salto cualitativo en la evolución página<br />

de la biotecnología, que pasaría de ser un conocimien‐<br />

10<br />

to aplicado a la hibridación, cruce y selección de plan‐<br />

tas, a una recombinación de código genético de dife‐<br />

rentes especies que no podría darse de forma natural.<br />

YOUKALI,<br />

12.‐ Según la regulación (EC) No 18301/2003 emitida por el Parlamento europeo:“A labelling threshold of 0,9% to exempt from GM la‐<br />

belling the adventitious or technically unavoidable presence of GM material in food or feed”.<br />

13.‐ Según la regulación (EC) No 18301/2003 emitida por el Parlamento europeo: “Exemption from the traceability and labelling require‐<br />

ments Conventional products, i.e. those produced without genetic modification, may unintentionally contain traces of GMOs, for ex‐ 1885-477X<br />

ample, due to cross‐pollination during cultivation, or due to adventitious or technically unavoidable mix of GM and non‐GM during<br />

harvesting, storage, and transport or processing. This does not only apply to GMOs since in the production of food, feed and seed, it<br />

is practically impossible to achieve products that are 100% pure.” ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 96 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

El cariz humanitario de la ingeniería genética, como su<br />

principal discurso legitimador, es muy amplio, según<br />

Coon, “No hay ninguna forma de producir las canti‐<br />

dades de alimentos necesarios para una población<br />

mundial que crece rápidamente usando técnicas gené‐<br />

ticas normales de retrocruzamiento con la tierra arable<br />

disponible. Tenemos que usar las nuevas herramien‐<br />

tas genéticas disponibles para producir los OMG ne‐<br />

cesarios para alimentar a nuestro prójimo” 14 . Según<br />

Waltz, Gerhard y Roca, “No hay otro camino para<br />

practicar la necesaria agricultura sostenible” 15 . Y se‐<br />

gún Iáñez Pareja, “Al fin y al cabo, los europeos no te‐<br />

nemos problemas de vitamina A, pero, ¿y nuestros<br />

problemas de solidaridad?” 16 .<br />

La elaboración discursiva que se construye en de‐<br />

fensa de los transgénicos y de la ingeniería genética<br />

nos muestra que tras una enorme inversión financiera,<br />

tecnológica, científica y humana, que sólo puede ser<br />

asumida por las grandes multinacionales, no hay más<br />

interés que el progreso y la mejora del bienestar de la<br />

humanidad. No hay, en todo ello, más afán que el des‐<br />

arrollo ilimitado de la ciencia y la técnica como medios<br />

emancipadores para liberarnos de la escasez, no sólo<br />

dominando la naturaleza, sino modificándola a nues‐<br />

tro antojo. No se trata por tanto de una mejora en los<br />

sistemas de hibridación de especies, o del descubri‐<br />

miento de una bacteria capaz de erradicar una enfer‐<br />

medad, es, como decíamos, un salto cualitativo en la<br />

biotecnología, un punto de ruptura e inflexión que<br />

presupone la construcción de algo radicalmente dis‐<br />

tinto a lo anterior, la mercantilización primero, y la pri‐<br />

vatización después de la información básica de lo vi‐<br />

vo, del ADN.<br />

En este sentido el ADN sería solo el software, la in‐<br />

formación de la vida, y la ciencia, el hardware capaz<br />

de interpretarla, y así es como la cibernética y la cien‐<br />

cia de la información se han fusionado en los plantea‐<br />

mientos de la ingeniería genética. De este modo lo re‐<br />

coge también el marco jurídico que los lobbies empre‐<br />

sariales han logrado imponer en EEUU, pero también<br />

en la UE. Si bien en la UE se enfrentan a la única legis‐<br />

lación que pone trabas (mínimas, formales, y cada vez<br />

menores) a la investigación genética, a la distribución<br />

para consumo, y al etiquetado, en EEUU han logrado<br />

que la legislación sea absolutamente permisiva, lo‐<br />

grando incluso la no obligatoriedad en el etiquetado.<br />

Para que esa apropiación de la vida sea posible ha<br />

sido impuesto un marco jurídico favorable a los intere‐<br />

ses de las empresas creadoras de transgénicos, y espe‐<br />

14.‐ Coon,C. (1990). “Biotecnología y la Alimentación Animal” en MG. Mundo Ganadero.<br />

15.‐ Waltz, Gerhard y Roca. (1997). “La Biotecnología Aplicada a los Cultivos”, en Vida Rural.<br />

16.‐ Iáñez Pareja, Enrique. (2201). “Portykus y el Arroz Dorado”.<br />

cialmente la configuración del sistema actual de<br />

propiedad intelectual y patentes. Las patentes se<br />

sostienen hoy bajo el principio de que si no existieran,<br />

es decir, si no existiera propiedad privada y monopóli‐<br />

ca intelectual, la mayoría de investigaciones científicas<br />

no se llevarían a cabo, pues las patentes son, en princi‐<br />

pio, la garantía de que la fuerte inversión realizada en<br />

investigación y desarrollo pueda ser recuperada y<br />

rentabilizada. Si la introducción del modelo industrial<br />

en lo agrícola había supuesto el cercamiento (enclo‐<br />

sures, según K.Marx) de las propiedades comunes y<br />

colectivas desde el siglo XVI, hoy asistimos al cer‐<br />

camiento de la historia biológica y social (biopiratería),<br />

el conocimiento colectivo y la propia vida. En esta di‐<br />

rección, el marco jurídico establece las reglas del juego<br />

necesarias para el control corporativo absoluto de la<br />

agricultura a través de los mecanismos combinados<br />

de la tecnología, los derechos de propiedad intelectu‐<br />

al y el capital. Para ello, cabe destacar el importante<br />

papel de los lobbies empresariales en el diseño de las<br />

políticas y legislaciones de los Estados.<br />

Una patente es un derecho de propiedad intelec‐<br />

tual, exclusiva y excluyente, que da derecho monopó‐<br />

lico a su propietario sobre el uso, la explotación y la co‐<br />

mercialización de la invención. Si el “inventor” lo soli‐<br />

cita, recibe la patente por un período mínimo de 20<br />

años, con la contrapartida de que deben revelarse los<br />

detalles del invento o descubrimiento. Son dos los ar‐<br />

gumentos que se suelen esgrimir en defensa de las pa‐<br />

tentes; sin patentes no hay inversiones, y a medio‐lar‐<br />

go plazo esas invenciones benefician a todos (como<br />

queda ampliamente demostrado por el democrático<br />

acceso a los medicamentos en todo el planeta, o el des‐<br />

tino del consumo de biocombustible, o la amplia zona<br />

de distribución de los productos alimentarios alta‐<br />

mente procesados). Las patentes poseen tres caracte‐<br />

rísticas jurídicas fundamentales: a) su uso es volunta‐<br />

rio, es decir, hay que solicitarla y pagar los derechos de<br />

patente b) son territoriales, la patente debe ser solicita‐<br />

da en cada país c) si el inventor no solicita la patente<br />

antes de que sea divulgada pasa a ser de dominio pú‐<br />

blico en los países en los que no se haya solicitado.<br />

Dibujemos aquí una de las claves jurídicas logradas<br />

por los lobbies en el terreno de las patentes en biotecno‐<br />

logía que permite la apropiación de la “información”<br />

de la vida en sí misma. Se trata de la difuminación le‐<br />

gal en el régimen de propiedad intelectual entre los<br />

términos descubrimiento e invención 17 . Esto es lo que ha<br />

permitido en gran medida la privatización de “descu‐


imientos” científicos y ha precipitado la inmensa lle‐<br />

gada de capital financiero en el ámbito de la produc‐<br />

ción de conocimiento. La legislación europea, que in‐<br />

sistimos es de las más restrictivas del planeta, permite<br />

que se patenten genes, o secuencias de genes, a pesar<br />

de que simplemente contengan información natural.<br />

Además la patente de la materia biológica aislada<br />

se extiende a toda materia biológica obtenida a partir<br />

de dicha materia por reproducción o multiplicación, en<br />

forma idéntica o diferenciada pero que posea las mis‐<br />

mas propiedades. Es decir, lo que se inventa o descu‐<br />

bre son los medios técnicos para “leer” parte de la in‐<br />

formación que previamente ya se encuentra en la natu‐<br />

raleza; no obstante, la indefinición legal permite que el<br />

hecho de descubrir el medio, la herramienta, para leer<br />

esa información implique también patentar la informa‐<br />

ción biológica “descubierta”. De este modo la Di rec tiva<br />

Europea sostiene que las técnicas necesarias para aislar<br />

secuencias de genes, o para reproducirlas, son equiva‐<br />

lentes a la “invención de la secuencia”. Por otro lado, la<br />

polémica está servida cuando se trata de las solicitudes<br />

para patentar organismos “sintéticos” creados en labo‐<br />

ratorio, en primer lugar porque muchos científicos afir‐<br />

man que no se trata de invenciones, sino de simples re‐<br />

organizaciones de información que ya se encuentra en<br />

la naturaleza y que son por lo tanto parte de un patri‐<br />

monio común y heredado. En segundo lugar porque el<br />

hecho de patentar secuencias de genes es conflictivo,<br />

atendiendo a que seres humanos y animales compar‐<br />

ten gran parte de la información genética. Y por último,<br />

es alarmante pensar que vayan abriéndose puertas ju‐<br />

rídicas que en un futuro cercano permitan a alguien ser<br />

propietario de una especie viva (aun si esta fuera de<br />

“nueva” invención), algo que modifica por <strong>completo</strong><br />

nuestra propia concepción sobre la naturaleza, el ser<br />

humano y la vida.<br />

La realidad de los OMG aplicados a la industria<br />

agroalimentaria es que el marco jurídico para la pro‐<br />

piedad intelectual y la ingeniería genética, elemento<br />

fundamental de la ampliación y reproducción del ca‐<br />

pital en el sector, ha dispuesto lo propio con ambigüe‐<br />

dad y arbitrariedad, para que los ciclos de inversión<br />

existentes adapten sus estrategias al contexto regional<br />

concreto y específico tanto en la fase de investigación<br />

por un lado, como en la de comercialización por otro.<br />

De este modo el sistema de patentes permite que las<br />

empresas apliquen las estrategias necesarias más ade‐<br />

cuadas a sus intereses en cada contexto específico, así<br />

por ejemplo pueden trasladar sus laboratorios a países<br />

periféricos con escasa legislación al respecto, o solicitar<br />

las patentes de un producto en un país, mientras en<br />

otro la lanzan al dominio público. La presión de los<br />

lobbies del sector ha logrado entre otras cosas garanti‐<br />

zar que la distribución y comercialización de los OMG<br />

sea posible, incluso en aquellos países formalmente<br />

más reticentes a ellos, cuyos mercados son, por otro la‐<br />

do, los principales consumidores de los mismos. En<br />

este sentido resulta clarificante la investigación “Las<br />

malas compañías” realizada por Amigos de la Tierra,<br />

que sintetiza la relación existente entre uno de los lob‐<br />

bies europeos más influyentes del sector, EuropaBio (li‐<br />

derado por Bayer Cropscience, DuPont/Pioneer,<br />

Monsanto y Syngenta), y la Comisión Europea.<br />

La Comisión Europea es algo así como el brazo eje‐<br />

cutivo de la UE, hasta tal punto que la legislación sobre<br />

OMG esta supeditada a ella, y está formada hasta por<br />

40 Direcciones Generales (DG). La legislación sobre<br />

OMG recae sobre varias DG; Medio Ambiente, Salud,<br />

Agricultura, Comercio Interno, Desarrollo, Comercio,<br />

Empresa e Industria, e Investigación, de entre todas<br />

ellas la más poderosa, y a la vez más influenciada por<br />

el lobby, es la de Empresa e Industria. En 2002 la DG de<br />

Empresa e Industria creó un grupo de trabajo de “alto<br />

nivel” sobre este tema, el Grupo para la Competi ti vi ‐<br />

dad de la Biotecnología, que debía marcar las directri‐<br />

ces de la estrategia de la UE sobre biotecnología y cu‐<br />

yos miembros eran secretos. Gracias a la presión reali‐<br />

zada por Amigos de la Tierra y la amenaza de empren‐<br />

der acciones legales, la Secretaría General de la Co mi ‐<br />

sión tuvo que hacer públicos los nombres de los inte‐<br />

grantes que pueden observarse en la siguiente tabla,<br />

junto a la empresa a la que pertenecían.<br />

CAPITALISTA<br />

97ECOLOGISMO página 10 YOUKALI, 1885-477X<br />

17.‐ El descubrimiento se refiere al desciframiento o descodificación de algo que ya existe, la invención supone la creación exnovo o a tra‐<br />

vés de la recombinación de elementos previos, de algo que no existe previamente. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 98 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

TABLA 1<br />

Miembros del Grupo Asesor para la Competitividad<br />

de la Biotecnología (CBAG 2006)<br />

Extraído de: “Las malas compañías”<br />

Amigos de la Tierra, s/f.<br />

La influencia de este grupo dio como resultado la pro‐<br />

moción de una progresiva menor regulación, pero<br />

también de ciclos mayores de financiación e inversión<br />

para el sector, logrando establecer conexiones estables<br />

entre fondos públicos e inversiones privadas, que de<br />

nuevo manifiestan la complementariedad no sólo exis‐<br />

tente, sino necesaria, entre el ciclo de reproducción y<br />

reproducción ampliada de capital, siempre privado, y<br />

la inicial inversión necesaria para ello, realizada en in‐<br />

numerables investigaciones con la complementación<br />

de fondos públicos. En “Las malas compañías”, pueden<br />

observarse también excelentes tablas que ejemplifican<br />

esta transferencia enorme y sostenida en el tiempo de<br />

capital público hacia intereses corporativos, entre las<br />

que queremos destacar la tabla 2.<br />

Por otro lado en las tablas 3 y 4, obtenidas del “ISAA<br />

BRIEF 39. Global status of Commercialized bio ‐<br />

tech/GM Crops: 2008” podemos observar la cantidad<br />

de nuevos permisos concedidos para importar OMG<br />

a la UE en 2007 y 2008, y la distribución de las hectá‐<br />

reas de maíz transgénico existentes en los países de la<br />

UE.<br />

TABLA 2<br />

Ejemplos de proyectos de biotecnología aplicados a la<br />

agricultura financiados por la DG de Investigación.<br />

Extraído de: “Las malas compañÍas”<br />

Amigos de la Tierra, s/f.<br />

El principal postulado en defensa de las patentes y de<br />

la propiedad intelectual a cualquier precio, afirma que<br />

la existencia de patentes no sólo incentiva, sino que es<br />

lo que permite las investigaciones y posteriores des‐<br />

arrollos de las “invenciones”, al blindarlas (es decir,<br />

concederles propiedad monopólica) y así permitir que<br />

las empresas que han invertido en el proceso de inves‐<br />

tigación puedan recuperar la enorme cantidad de ca‐<br />

pital y capital riesgo invertido.<br />

En primer lugar, gran parte de los inventos que so‐<br />

licitan patentes relacionadas con nuestra temática, son<br />

consecuencia y resultado de investigaciones anteriores<br />

que no gozan del beneficio de las patentes, y muchas<br />

son investigaciones previas realizadas en universida‐<br />

des públicas o realizadas con recursos públicos. Si<br />

bien la mano de obra, el desarrollo intelectual y la in‐<br />

vestigación la ponen las instituciones públicas, la pro‐


TABLA 3<br />

TABLA 4<br />

piedad de los medios técnicos para la investigación es‐<br />

tá en manos de las empresas multinacionales del sec‐<br />

tor, pues son los únicos gigantes financieros capaces<br />

de desembolsar las fáusticas cantidades necesarias pa‐<br />

ra la maquinaria y la técnica requeridas. La contrapar‐<br />

tida de todo ello es que las empresas serán propieta‐<br />

rias de la patente cuando termine el desarrollo de la<br />

“invención”.<br />

CAPITALISTA<br />

99ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />

En segundo lugar hoy es común la biopiratería, que no<br />

debe entenderse tan solo como el contrabando de flora<br />

y fauna, sino fundamentalmente como la apropiación<br />

y monopolización de recursos de la biodiversidad que<br />

son fruto de procesos colectivos de producción de co‐<br />

nocimiento de generaciones de agricultores, campesi‐ 1885-477X<br />

nos, indígenas... y por tanto son recursos de propiedad<br />

colectiva que además se han desarrollado en un con‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 100 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

texto de investigación sin patentes, y que sin embargo<br />

han permitido largas generaciones de investigación en<br />

biotecnología no transgénica. Hoy, dada la legislación<br />

existente, es común que una empresa patente una va‐<br />

riedad de un cultivo existente en comunidades indíge‐<br />

nas que es el resultado de siglos de procesos de hibri‐<br />

dación de variedades, selección de semillas y almace‐<br />

naje, constituyendo un claro, y por desgracia común,<br />

ejemplo de biopiratería. Podemos decir que se trata de<br />

la apropiación, luego de la privatización de recursos<br />

colectivos sin la autorización de sus propietarios, de co‐<br />

nocimiento y usos de los habitantes de una región so‐<br />

bre sus recursos naturales. Hoy la polémica alcanza<br />

ámbitos legales, y algunas empresas están dispuestas a<br />

ofrecer “compensaciones” económicas a estas comuni‐<br />

dades, que por supuesto son infinitamente inferiores<br />

en comparación a los beneficios netos que la “inven‐<br />

ción” de la patente les supone. En este sentido, son in‐<br />

numerables los casos que demuestran que la existencia<br />

de patentes no fomenta la investigación, pues en la ac‐<br />

tualidad las patentes que se solicitan se benefician de<br />

otros sistemas de producción de conocimiento existen‐<br />

tes que han carecido de regímenes de patentes. Así<br />

pues, el modo de producción capitalista parasita de<br />

nuevo otros modos de producción coexistentes, quién<br />

sabe si por ello hemos asistido desde la década los se‐<br />

senta al proceso de acumulación originaria del sector<br />

de la ingeniería genética y de la apropiación de lo vivo.<br />

En tercer lugar, como ya se ha mencionado ante‐<br />

riormente, la “innovación” (que es un elemento jurídi‐<br />

co esencial para la solicitud de una patente) presente<br />

en el hecho de hacer inteligible la información genéti‐<br />

ca que ya se encuentra en la naturaleza y su recombi‐<br />

nación, es de dudosa clarividencia, pues muchos cien‐<br />

tíficos afirman que no hay innovación, sino simple re‐<br />

combinación de información y de secuencias genéticas<br />

ya existentes. Por otro lado, es obvio que estas investi‐<br />

gaciones están restringidas, material y financieramen‐<br />

te a no más de seis corporaciones en todo el globo, y<br />

que los Estados no poseen capacidad de inversión pa‐<br />

ra asumir los costes por entero de dichas investigacio‐<br />

nes, pero es igual de cierto que en muchos casos son<br />

los recursos públicos los que realizan las inversiones<br />

iniciales que hacen posible el desarrollo posterior. La<br />

afirmación “sin patentes, no hay investigación”, no es,<br />

ni mucho menos, cierta, comenzando porque la hu‐<br />

manidad ha venido investigando desde períodos muy<br />

anteriores a la existencia de las patentes, y continuan‐<br />

do por ejemplos como la India o Sudáfrica (con legis‐<br />

laciones completamente distintas en torno al uso de<br />

patentes del fármaco que trata el VIH), Brasil (que<br />

también ha legislado la prohibición de algunas paten‐<br />

tes de fármacos de EEUU), o Argentina (el caso del<br />

Roundup Ready que veremos a continuación).<br />

El caso del Roundup Ready en Argentina, descrito<br />

por María Julia Bertomeu en Patentes en biotecnología y<br />

políticas de desposesión: una nueva forma de “acumulación<br />

por desposesión”, es especialmente interesante, ya que<br />

ejemplifica a la perfección la viabilidad en términos<br />

económicos de la investigación en el escenario contra‐<br />

rio al de la posesión de una patente, y demuestra el di‐<br />

seño interesado del sistema de patentes y su arbitrarie‐<br />

dad en la aplicación, lo que permite adaptar las condi‐<br />

ciones legales a los requisitos de la distribución y co‐<br />

mercialización de los OMG en cada caso específico.<br />

Baste con esbozar aquí una pequeña síntesis de su ex‐<br />

posición sobre el caso, el Roundup Ready es una va‐<br />

riante de soja transgénica que Monsanto “cedió” al do‐<br />

minio público en Argentina en 1996, a la vez que co‐<br />

menzó a distribuir el herbicida Glifosato a un tercio de<br />

su precio habitual (precio que aumentó a la par que el<br />

cultivo de soja se expandía por toda Argentina). El es‐<br />

cenario en Argentina presentaba una amplia resisten‐<br />

cia a los cultivos transgénicos, sin embargo, tras esta es‐<br />

trategia comercial el cultivo actual de soja transgénica<br />

supone el 90% del cultivo total de soja en el país. Al di‐<br />

fundir la secuencia del gen RR, y poseer la propiedad<br />

del herbicida resistente (Glifosato), Monsanto se asegu‐<br />

raba la venta de todo el Glifosato necesario para los<br />

cultivos con las semillas derivadas de su gen RR. Hasta<br />

200 fueron las variedades vegetales que empresas ar‐<br />

gentinas patentaron con el gen RR (todas ellas debían<br />

ser rociadas con el herbicida resistente al gen RR, el gli‐<br />

fosato), tras inundar, literalmente, Argentina con Soja<br />

transgénica y conformar la “República Unida de la<br />

Soja” (Argentina, Paraguay, Brasil y Bolivia) en el cono<br />

sur, Syngenta y Monsanto reclamaron a posteriori el pa‐<br />

go por el uso de las patentes en Argentina, a las empre‐<br />

sas que han desarrollado nuevas patentes con el gen<br />

RR, a los agricultores que han cultivado con la varian‐<br />

te original de Monsanto o las derivadas de ella y a los<br />

exportadores que elaboran productos derivados de la<br />

soja (por ej: harina). Por el momento han perdido la ba‐<br />

talla legal, pero si por un lado se han asegurado que el<br />

90% del mercado de cultivo de soja requiere de los in‐


sumos de la propia Monsanto, por otro lado han logra‐<br />

do introducir masivamente los transgénicos, a través<br />

de ofrecer al principio “costes bajos”, en un país que se<br />

resistía a ellos, logrando así una amplia masa de agri‐<br />

cultores que deben consumir sus insumos, pero tam‐<br />

bién de defensores de los transgénicos. Los agricultores<br />

argentinos han seguido cultivando la soja transgénica<br />

(ya que ésta no contaba con la tecnología terminator) sin<br />

pagar royalties a Monsanto, y tras perder la batalla legal<br />

en Argentina, Monsanto dejó de vender la semilla en<br />

ese mercado. Posteriormente, denunció en la UE a im‐<br />

portadores argentinos por distribuir harina fabricada<br />

con la soja transgénica en la UE sin pagar los royalties a<br />

Monsanto, ya que en la UE sí cuentan con la patente.<br />

En este sentido parece un claro ejemplo de la instru‐<br />

mentalización de los sistemas legales de regulación por<br />

parte de las empresas, es decir, del uso y diseño, siem‐<br />

pre interesado y corporativo de los mismos.<br />

En términos sociales la introducción del cultivo de<br />

soja transgénica en Argentina ha sido devastadora,<br />

con la innovación tecnológica de la soja genéticamen‐<br />

te modificada la masa salarial total ha disminuido en<br />

términos absolutos, existe mayor desempleo y se ha<br />

producido emigración masiva del campo, fenómenos<br />

directamente relacionados con la introducción del cul‐<br />

tivo de soja transgénica en Argentina. La producción<br />

de riqueza del sector ha aumentado notablemente, con<br />

beneficios que repercuten directamente en las empre‐<br />

sas multinacionales del sector, y en una minoría oli‐<br />

gárquica local propietaria de los cultivos. Pero como<br />

hemos venido anunciando, la introducción de estas<br />

tecnologías nunca es neutra, y no puede ser analizada<br />

rigurosamente sin comprobar sus consecuencias, por‐<br />

que una técnica no es simplemente un medio, una he‐<br />

rramienta, sino que lleva aparejadas condiciones so‐<br />

ciales de producción, costes de oportunidad, aplicacio‐<br />

nes... En Argentina, la soja transgénica ha supuesto<br />

una reducción considerable del cultivo de otros ali‐<br />

mentos, entre ellos la carne vacuna, lo que ha provoca‐<br />

do su encarecimiento y una consecuente pérdida de<br />

poder adquisitivo de la población local, pero también<br />

ha supuesto, entre otras, un aumento significativo de<br />

la deforestación, un aumento de la pobreza, la pérdida<br />

de biodiversidad (por la tendencia al monocultivo, por<br />

el uso intensivo de agroquímicos), e innumerables ca‐<br />

sos de contaminación a cultivos de soja no transgéni‐<br />

ca... Además de encarecer los productos de consumo<br />

nacional, como la leche o la carne, la producción nacio‐<br />

nal de soja está destinada por entero a la exportación,<br />

y concretamente a los países más ricos. En conjunto la<br />

soja transgénica en Argentina representa una pérdida<br />

flagrante de soberanía alimentaria y un afianzamiento<br />

y recrudecimiento de la desigualdad social dentro de<br />

sus fronteras, pero también de la posición del país con<br />

respecto a los países centrales.<br />

Consecuencias, aplicaciones<br />

y dominación biotecnológica<br />

Dejando el caso del RoundUp Ready en Argentina, y<br />

volviendo al análisis global de los transgénicos, trata‐<br />

remos de esbozar a grandes rasgos algunas de sus<br />

principales consecuencias.En términos medioambien‐<br />

tales los transgénicos han supuesto el incremento del<br />

uso de agroquímicos, a corto, medio y largo plazo, au‐<br />

mentando la contaminación y la reducción de la biodi‐<br />

versidad, tanto por los efectos de los propios agroquí‐<br />

micos como por la expansión del monocultivo. Los<br />

herbicidas de transgénicos acaban con toda vida vege‐<br />

tal (y animal en algunos casos) exceptuando la planta<br />

con el gen resistente al herbicida, empobrecen el suelo<br />

y atacan la biodiversidad de los propios campos y de<br />

las zonas colindantes debido a los efectos nocivos y tó‐<br />

xicos de los agroquímicos. Por otro lado, el uso de es‐<br />

tos herbicidas requiere un aumento constante en la<br />

cantidad utilizada, ya que la vegetación, especialmen‐<br />

te la adventicia, genera resistencia al mismo (esto ha<br />

quedado especialmente demostrado en los estudios<br />

realizados sobre las plantas Bt). A su vez esto provoca<br />

un aumento constante de la contaminación del suelo,<br />

no sólo por el vertido continuo de agroquímicos, sino<br />

también por la acumulación de toxinas derivadas de la<br />

propia planta transgénica.<br />

Los organismos atacados por las toxinas de las<br />

plantas transgénicas se vuelven resistentes, y a su vez<br />

el gen de resistencia a un herbicida puede transmitir‐<br />

se a otras plantas (por ej: las adventicias que además<br />

pueden contaminar plantas a cientos de kilómetros de<br />

distancias mediante polinización), desarrollando tam‐<br />

bién resistencia al herbicida, lo cual supone una esca‐<br />

lada permanente en la cantidad de agroquímicos utili‐<br />

zados por el agricultor (ver la TABLA 5).<br />

La contaminación genética, incontrolable y difícil de<br />

detectar visualmente, hace que la coexistencia entre<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 101 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 102 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

TABLA 5<br />

cultivos transgénicos, tradicionales y ecológicos sea in‐<br />

viable. No hay manera, ni física, ni química de evitar<br />

la contaminación por parte de los cultivos transgéni‐<br />

cos no sólo a los campos colindantes, sino a grandes<br />

regiones geográficas alrededor más allá de las inme‐<br />

diaciones de su cultivo. La reducción de la biodiversi‐<br />

dad también responde al proceso global de destruc‐<br />

ción de especies y variedades que esta suponiendo la<br />

política de las grandes multinacionales propietarias<br />

del mercado de semillas en el mundo, a través tanto<br />

de su estrategias de venta como de la aplicación de la<br />

tecnología terminator (que permite que la segunda ge‐<br />

neración de semillas sea estéril), y la tecnología traitor<br />

(que permite apagar y encender los rasgos genéticos de<br />

una planta mediante un inductor), como de la progre‐<br />

siva extensión del monocultivo intensivo.<br />

Un grave problema, y una de las principales razo‐<br />

nes para oponerse a la coexistencia de cultivos transgé‐<br />

nicos, tradicionales, y ecológicos, es la contaminación<br />

genética que se produce sobre campos de cultivo no<br />

transgénicos, pero también a otras plantas silvestres<br />

emparentadas y variedades tradicionales de la misma.<br />

Una vez producida la contaminación, el proceso de<br />

bio‐invasión es muy difícil de controlar, teniendo en<br />

cuenta que la polinización queda en manos del viento<br />

y las aves, y una vez extendida es prácticamente irre‐<br />

versible, pues al tratarse de seres vivos la contamina‐<br />

ción genética tiene la capacidad de reproducirse. Un<br />

estudio coordinado por Meredith G. Schafer (Univer ‐<br />

sidad de Arkansas), ha demostrado que poblaciones<br />

de plantas de colza genéticamente modificadas ya es‐<br />

tán establecidas en la naturaleza. Los científicos reco‐<br />

gieron 406 plantas a lo largo de 5.000km, de las cuales<br />

el 86% (347) resultaron positivas en la prueba de la pro‐<br />

teína CP4 EPSPS, comercializada por Monsanto (que<br />

confiere tolerancia al herbicida glifosato) y en la de la<br />

proteína PAT, comercializada por Syngenta (que con‐<br />

fiere tolerancia al herbicida glufosinato), señal de ser<br />

plantas genéticamente modificadas. Pero los científicos<br />

constataron además, la existencia de algunas muestras<br />

que contenían los dos tipos de colza transgénica, lo que<br />

presupone que ha habido tiempo para que ambas<br />

plantas se cruzaran naturalmente. La colza modificada<br />

fue encontrada cerca de los campos agrícolas que la<br />

cultivaban, y en las principales rutas por carretera de<br />

su traslado, pero también en la vera de caminos, en ter‐<br />

renos baldíos, en tiendas de vegetales o en cemente‐<br />

rios. En EEUU, no existe regulación alguna de los cul‐<br />

tivos modificados genéticamente, ya que las autori‐<br />

dades entienden que este tipo de transferencias de<br />

genes al entorno natural no supone un peligro. En<br />

Europa la legislación es algo más restrictiva y son cada<br />

vez más los gobiernos que presionan para uso sin re‐<br />

stricciones. Como hemos podido observar en la Tabla<br />

2, gran parte de la financiación en investigación‐mar‐<br />

keting se destina a “desarrollar” elementos de con‐


tención biológica de las plantas transgénicas, lo que<br />

presupone que tanto las empresas como los Estados<br />

son conscientes de la realidad de esta contaminación<br />

incontrolable.<br />

El resultado de la introducción de OMG en lo agro‐<br />

pecuario, aparte de la alteración a largo plazo de las es‐<br />

pecies naturales y los ecosistemas cuyos efectos desco‐<br />

nocemos y son impredecibles, supone la progresiva<br />

reducción de las variedades cultivadas en el planeta,<br />

pues la inserción de los transgénicos ha generado una<br />

pérdida masiva de las diferentes variedades de culti‐<br />

vos. Además las investigaciones científicas descono‐<br />

cen y son incapaces de controlar los efectos a medio y<br />

largo plazo de la inserción de genes extraños de ADN<br />

en un organismo, por no hablar de los efectos sobre<br />

ecosistemas enteros. Para hacerse una idea de la pre‐<br />

caución que debería adoptarse en este sentido, es ilus‐<br />

trativo mencionar al menos un estudio y un experi‐<br />

mento realizados hasta la fecha. El primero es un estu‐<br />

dio, llevado a cabo por el instituto francés CRIIGEN a<br />

partir de los resultados de los estudios de alimenta‐<br />

ción de ratones con un maíz transgénico de la empre‐<br />

sa biotecnológica Monsanto, el cual se comercializa en<br />

la UE. Destaca 60 diferencias significativas entre rato‐<br />

nes que han sido alimentados con el maíz transgénico<br />

y aquellos que lo han sido con un maíz normal duran‐<br />

te 90 días. El primer grupo mostró diferencias en las<br />

mediciones de riñones, cerebro, corazón e hígado, así<br />

como diferencias en el peso, lo cual se considera una<br />

clara señal de toxicidad. El maíz de Monsanto, conoci‐<br />

do como NK603, ha sido manipulado genéticamente<br />

para tolerar las aplicaciones del herbicida comerciali‐<br />

zado por la misma empresa Monsanto y fue aprobado<br />

para importación y consumo en 2004. Los científicos<br />

del CRIIGEN han analizado los resultados de los tests<br />

realizados por Monsanto que habían sido entregados<br />

por la compañía a las autoridades de seguridad ali‐<br />

mentaria de la UE para solicitar la aprobación de su<br />

cultivo. El informe del CRIIGEN sugiere que es nece‐<br />

saria una investigación mucho más profunda. Ni<br />

Monsanto ni los comités científicos consultados han<br />

aclarado nada sobre las diferencias significativas halla‐<br />

das, calificándolas como “no biológicamente significati‐<br />

vas“, el CRIIGEN pone en duda esta conclusión. El<br />

Profesor Gilles‐Eric Séralini, del CRIIGEN, de la<br />

Universidad de Caen (Francia) y de la Comisión de<br />

Biotecnología del estado Francés (Commission du<br />

Génie Biomoléculaire, CGB) ha afirmado: “El análisis<br />

estadístico debería ser repetido por expertos independientes y<br />

los datos brutos originales puestos en una página web acce‐<br />

sible para que toda la comunidad científica pudiera involu‐<br />

crarse. Deberían llevarse a cabo, además, nuevos tests de ali‐<br />

mentación cuando los análisis de los datos no arrojan con‐<br />

clusiones claras“ 18 .<br />

El segundo, un experimento realizado por investi‐<br />

gadores rusos ha demostrado que hámsteres alimenta‐<br />

dos con soja transgénica no han podido reproducirse<br />

después de tres generaciones. El experimento fue reali‐<br />

zado durante dos años por investigadores del Instituto<br />

de Ecología y de la Evolución de la Academia de<br />

Ciencias de Moscú, y la Asociación Nacional Rusa pa‐<br />

ra la seguridad de los genes. Los investigadores traba‐<br />

jaron con cuatro grupos de hámsteres: uno alimentado<br />

sin soja, otro con soja no transgénica, un tercero con so‐<br />

ja transgénica y un cuarto con cantidades mayores de<br />

soja transgénica. Después de alimentar a los hámsteres<br />

durante dos años, al llegar a la tercera generación se<br />

constataron resultados devastadores en aquellos ali‐<br />

mentados con soja transgénica y en particular en aque‐<br />

llos con dietas más altas de la misma. La mayoría de los<br />

hámsteres alimentados con soja transgénica habían<br />

perdido la capacidad de tener descendencia; también<br />

se constató un crecimiento más lento y una alta tasa de<br />

mortalidad entre las crías, incluso crecimiento de pelo<br />

dentro de la boca de los animales. El biólogo ruso<br />

Alexey V. Surov comentó que se necesita más investi‐<br />

gación, ya que la infertilidad y la anormalidad del pelo<br />

pueden no ser causadas solamente por la soja transgé‐<br />

nica o por organismos genéticamente modificados, si‐<br />

no que tal vez podría ser el resultado de una combina‐<br />

ción de contaminantes en la alimentación, tal como el<br />

RoundUp que se encuentra en concentraciones muy<br />

altas en la soja y maíz transgénico de Monsanto.<br />

No deja de ser curioso que empresas como<br />

Microsoft, DuPont/Pioneer Hi‐Bred, Monsanto o<br />

Syngenta, hayan participado desde 2007 en el proyec‐<br />

to de fundación del Svalbard Global Seed Vault (La<br />

Bóveda Global de Semillas de Svalbard), popularmen‐<br />

te llamada Doomsay Vault (La Bóveda del fin del<br />

mundo). Se trata de una bóveda construida por el go‐<br />

bierno noruego en el Ártico, situada a 1000 km al nor‐<br />

te del país, y que se encarga de salvaguardar la biodi‐<br />

versidad de las especies que se cultivan en el planeta.<br />

Ni la elección del lugar, ni el contenido a salvar son ca‐<br />

sualidad, lo primero responde a que los científicos<br />

consideraron que la ubicación garantizaba que las se‐<br />

millas estuvieran a salvo de los efectos del cambio cli‐<br />

mático, además es una zona sísmica estable, y está en<br />

la profundidad del llamado permafrost, nivel del suelo<br />

permanentemente helado que facilita la conservación<br />

de las semillas. Se calcula que se podrán almacenar<br />

hasta dos mil millones de semillas, cuya conservación<br />

se realiza a ‐18 ºC lo que garantiza su estabilidad du‐<br />

rante varios siglos, y que se cuenta con lugares para<br />

18.‐ www.ecoportal.net ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 103ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 104 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

TABLA 6<br />

cultivar especies vivas y laboratorios. Mientras los me‐<br />

dios de comunicación nos han mostrado de forma ca‐<br />

tártica y prácticamente apocalíptica este Arca de Noé,<br />

la multinacional Monsanto asegura “será un seguro<br />

para evitar la pérdida de importantes varie‐<br />

dades de cultivo allí donde ocurra cualquier<br />

desastre natural”.<br />

En términos agrícolas la industrializa‐<br />

ción del campo en general, y la introducción<br />

de los transgénicos en concreto han supues‐<br />

to un aumento en los rendimientos y cose‐<br />

chas récord en algunos países, pero siempre<br />

acompañados de un aumento progresivo de<br />

fertilizantes, herbicidas y pesticidas, asocia‐<br />

dos al gen resistente de los cultivos (ver TA‐<br />

BLA 5). Además el aumento de los insumos<br />

asociados comercialmente a las simientes<br />

transgénicas, no ha supuesto un descenso en<br />

el uso de otros agroquímicos, sino que los<br />

agricultores han tenido que seguir usando, y<br />

aumentando, el uso de los agroquímicos tra‐<br />

dicionales, junto con el de los nuevos para<br />

transgénicos (ver TABLA 6).<br />

Por otro lado el aumento de los rendimien‐<br />

tos no ha sido ni de lejos el anunciado por<br />

GRÁFICA 1<br />

los defensores de los transgénicos, y sólo la soja ha au‐<br />

mentado su rendimiento de manera significativa si se<br />

lo compara con el aumento que otras técnicas no<br />

transgénicas (mejora de sistemas de riego, mecaniza‐


ción, selección de especies por hibridación,<br />

almacenajes...) han aportado al campo de la<br />

agricultura (ver GRÁFICA 1 y 2). Además<br />

los aumentos de producción de los que alar‐<br />

dean las grandes multinacionales biotecno‐<br />

lógicas tienen más que ver con el crecimien‐<br />

to exponencial de la superficie cultivada de<br />

transgénicos, especialmente de la soja, el<br />

cultivo transgénico más extendido, y no con<br />

grandes crecimientos de productividad (ver<br />

GRÁFICA 3).<br />

Respecto a las consecuencias que los OMG<br />

puedan tener hacia la salud de las personas,<br />

ante todo, lo que nos encontramos en este<br />

ámbito es incertidumbre y desconocimien‐<br />

to, pues ningún ensayo ha sido capaz de de‐<br />

mostrar qué efectos a medio y largo plazo<br />

tiene el consumo de alimentos transgénicos<br />

sobre los seres humanos, no obstante ya han<br />

aparecido indicios de algunos de ellos.<br />

Casos de nuevas alergias producidas por la<br />

introducción de nuevas proteínas en los ali‐<br />

mentos (como el Maíz Starlink en 2000 en<br />

EEUU), la aparición de nuevos tóxicos en<br />

los alimentos (Bt), la generación de resisten‐<br />

cias a antibióticos por parte de bacterias pa‐<br />

tógenas para el hombre, y un aumento cons‐<br />

tante de la contaminación en los productos<br />

alimenticios, fruto del aumento de uso de<br />

agroquímicos durante su producción. No<br />

obstante, se han realizado experimentos en<br />

animales que han confirmado algunas de<br />

estas hipótesis, aparición de alergias en rato‐<br />

nes producidas por una proteína en el maíz<br />

Bt, la aparición de un informe secreto de<br />

Monsanto sobre el maíz Mon 863 (cuya au‐<br />

torización para consumo humano estaba ya<br />

en trámite en la UE), afirmando que genera‐<br />

ba daños en órganos vitales y cambios en la<br />

composición sanguínea. Lo que existe es la<br />

imposibilidad de conocer los efectos a largo<br />

plazo de la exposición a pequeñas dosis con‐<br />

tinuadas de transgénicos, en principio debe‐<br />

ría primar entonces un principio de precau‐<br />

ción. Por otro lado, la OMS calculó que en<br />

1985 un millón de personas aproximada‐<br />

mente, sufrió intoxicaciones graves, dos ter‐<br />

cios de esas personas eran trabajadores del campo, y<br />

en 1990 el envenenamiento por pesticidas mataba a<br />

unas 20.000 personas al año, dado que los pesticidas<br />

acaban contaminando zonas fuera de los propios cam‐<br />

pos de cultivo, ya sea por filtración o por fugas, y ter‐<br />

minan repercutiendo también en la salud de los seres<br />

humanos.<br />

GRÁFICA 2<br />

GRÁFICA 3<br />

CAPITALISTA<br />

105ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />

El problema del hambre en el mundo, no es una cues‐<br />

tión técnica, de producción, de escasez, o de creci‐<br />

miento demográfico, es una cuestión política, de for‐<br />

mas de producción y de distribución de los recursos,<br />

pero sobre todo de acceso a ellos. En este sentido, las<br />

soluciones técnicas, es decir, el supuesto incremento 1885-477X<br />

de la producción y de los rendimientos, no ha ayuda‐<br />

do a reducir el hambre en el mundo, o las desigualda‐ ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 106 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

TABLA 7<br />

TABLA 8<br />

des en el planeta, sino que ha contribuido a aumentar‐<br />

las, y ha potenciado la concentración de la riqueza del<br />

sector agroalimentario.<br />

La primera revolución verde, fomentada por las<br />

multinacionales del sector desde principios del siglo<br />

pasado, es en gran parte responsable de las hambru‐<br />

nas en las regiones periféricas del planeta, pues su im‐<br />

plantación ha supuesto la destrucción de la biodiver‐<br />

sidad en las regiones autóctonas, así como la imposi‐<br />

bilidad de la población de acceder a los recursos que<br />

en su propio país se cultivan, ha generado relaciones<br />

de dependencia y ha expandido el monocultivo. Hoy,<br />

los principales países pobres productores de transgé‐<br />

nicos no pueden acceder al consumo de lo que allí se<br />

produce, pues la práctica totalidad de la producción<br />

de estos países se dedica a biocombustibles, alimenta‐<br />

ción para ganado y productos altamente procesados,<br />

todos ellos mercados acaparados por los países más ri‐<br />

cos del planeta. El consumo desmedido de carne se<br />

produce especialmente en los países occidentales don‐<br />

de se consumen cantidades de carne muy superiores a<br />

las nutricionalmente necesarias. Por lo general puede<br />

decirse que los cultivos transgénicos de los países del<br />

Sur global sirven para alimentar el ganado que consu‐<br />

men las economías centrales y suministrar materia<br />

prima a sus industrias energéticas. Mención a parte se‐<br />

ría el desplegue geoestratégico de las nuevas economí‐<br />

as emergentes (Brasil, India, China) con tasas de creci‐<br />

miento muy superiores a las economíos del centro, y<br />

sin ningún tipo de escrúpulo a la hora de utilizar<br />

OMG en sus esquemas productivos y reproductivos.<br />

Cabe constatar, además, una peligrosa reducción<br />

de la varIedad en la producción agroindutrial, lo cual<br />

introduce un inmenso riesgo de dependencia por par‐


te de la humanidad en su conjunto respecto a un pu‐<br />

ñado de especies que hasta ahora se han sostenido por<br />

la constante contribución humana. En efecto, casi el<br />

100% de la producción transgénica se dedica a soja, al‐<br />

godón, maíz y colza (ver TABLA 7). Además frente a<br />

todas las afirmaciones de los defensores de los trans‐<br />

génicos de las mejoras nutricionales de los mismos,<br />

nos encontramos que el pequeño porcentaje de ellos<br />

que se dedica al consumo son alimentos altamente<br />

procesados, caracterizados por un altísimo consumo<br />

de energía en su producción, y un bajo nivel calórico<br />

en su resultado (para ver que porcentaje de transgéni‐<br />

cos producido en el Sur global, ver TABLA 8).<br />

En términos de producción, los campesinos y agricul‐<br />

tores dependen por entero de las compañías multina‐<br />

cionales que distribuyen las semillas transgénicas y de<br />

sus agroquímicos, por un lado se ven obligados a com‐<br />

prar año tras año las semillas a las mismas empresas,<br />

pues a través de la tecnología terminator han logrado<br />

que las semillas de segunda generación sean estériles;<br />

por otro lado los herbicidas, plaguicidas y fertilizantes<br />

al estar asociados al gen resistente, deben ser compra‐<br />

dos a la misma empresa (ver GRÁFICO 4). Ahora ade‐<br />

más el desarrollo de la tecnología traitor hace que de‐<br />

ban comprar el inductor necesario para activar los ras‐<br />

gos genéticos de la planta.<br />

Junto a la dependencia de todos estos productores de<br />

países pobres de las empresas de semillas y agroquí‐<br />

micos, aparece el sometimiento al salario‐renta, como<br />

única forma de supervivencia de grandes cantidades<br />

GRÁFICO 4<br />

de población desplazadas de sus entornos rurales,<br />

desposeídos de sus medios de supervivencia, de su<br />

sustento rural, y obligados a salarizarse forzosamente<br />

como único medio para obtener su sustento. Lo que a<br />

su vez permite que los salarios en las ciudades man‐<br />

tenga una tendencia permanentemente a la baja, al au‐<br />

mentar constantemente el <strong>número</strong> de personas despo‐<br />

seídas de sus medios y que se ven obligadas a vender<br />

su fuerza de trabajo. Esto permite la existencia cons‐<br />

tante de un ejército de reserva de mano de obra, for‐<br />

mado por un campesinado desclasado que es expulsa‐<br />

do hacia las ciudades del Sur global donde crece la in‐<br />

dustria deslocalizada de las economías del centro, y<br />

que mantiene los salarios a la baja. En este sentido la<br />

ampliación, reproducción y reproducción ampliada<br />

del capital sale exponencialmente beneficiada, precipi‐<br />

tándose en muchas regiones el paso de una agricultu‐<br />

ra de subsistencia regional a una agricultura intensiva‐<br />

industrial. El resultado final es un fenómeno múltiple<br />

de reapropiación privada de la producción global del<br />

alimento: apropiándose de modos de producción que<br />

hasta ahora parasitaba (entornos rurales, mercados de<br />

autoconsumo), generando nuevos consumidores (ma‐<br />

sas de campesinos desplazadas y desclasadas, que pri‐<br />

vados de su sustento se convierten en consumidores),<br />

provocando la apertura de nuevos mercados, afian‐<br />

zando las relaciones de dependencia existentes e in‐<br />

cluso implementando nuevas y más acusadas, y en<br />

definitiva convirtiendo la producción y distribución<br />

de alimentos en un arma geoestratégica global.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 107 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 108 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

Bibliografía utilizada<br />

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Anónimo (s/f): Las verdades de Monsanto.<br />

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gía y políticas de desposesión: una nueva forma de<br />

‘acumulación por desposesión’” en Temas actuales<br />

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Aires, Facultad de Derecho de la Universidad de<br />

Buenos Aires<br />

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ca tás trofe y revuelta. Madrid: Traficantes de Sueños,<br />

Colección Mapas.<br />

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Observaciones sobre la agricultura genéticamente modi‐<br />

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Ediciones.<br />

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Navas, María Elena (s/f): Transgénicos: ¿hora de reabrir el<br />

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http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_743<br />

1000/7431198.stm<br />

http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/EE_47_<br />

Terminator.pdf<br />

http://www.transgenicsfora.org/<br />

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/transgeni‐<br />

cos/parte/solucion/hambre/elpepusoc/20090209el<br />

pepisoc_7/Tes<br />

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/extincion/cu<br />

ltivos/elpepusoc/20060612elpepisoc_1/Tes


LA ECOLOGÍA DEL CAPITALISMO: CONOCER<br />

PARA DEPREDAR (Argumentos como versos)<br />

PROGRESO<br />

En las playas de Mazagón,<br />

los últimos veintitrés kilómetros de acantilado<br />

de dunas fósiles cuaternarias que quedaban en Europa<br />

tienen los días contados.<br />

Según los políticos, hay que traer a Mazagón turismo de calidad,<br />

campos de golf e inversores extranjeros.<br />

La gente normal ni tiene calidad,<br />

ni sabe jugar al golf,<br />

ni habla inglés.<br />

Habría que eliminar la gente sin calidad,<br />

para que estas playas fueran perfectas.<br />

por Antonio Orihuela<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 109 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 110 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

HUELVA<br />

Hay sitios<br />

en las afueras de esta ciudad<br />

que jamás verás en un folleto turístico.<br />

Paisaje de escombro<br />

donde hierve, estancada,<br />

el agua de los colectores de las petroquímicas<br />

y se deslíe hacia el mar<br />

el rojo veneno de las montañas de fosfoyesos.<br />

Tosen las chimeneas toneladas de gases tóxicos<br />

y cae polvo gris sobre la piel del mundo<br />

levantada, día tras día,<br />

con más saña que el padrastro de un niño.<br />

También estallan en esta hora<br />

un millón de motores<br />

que vuelven a casa,<br />

signos de normalidad<br />

que no impiden que las enfermedades pulmonares<br />

arrasen con los viejos, dejen tocados a los recién nacidos<br />

o empañen de hollín mis pulmones, mis gafas<br />

y se pone el sol<br />

no sin una incierta belleza<br />

que hace aún más hiriente<br />

toda esta ruina<br />

que paga<br />

periódicos, políticos, libros de poesía<br />

y hasta la restauración de todos los santos y santuarios de esta ciudad<br />

antes de llevarse por delante a los que acuden a las procesiones.<br />

Espacios de desolación<br />

en otra mayor desolación<br />

por la que va cayendo lentamente la tarde.


NO NOS ENGAÑEMOS<br />

No nos engañemos.<br />

Incremento del beneficio empresarial<br />

no significa aumento de puestos de trabajo,<br />

significa incremento del beneficio empresarial.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 111 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 112 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

EL GRAMO DE CARNE<br />

MÁS CARO DEL MUNDO<br />

Una hamburguesa de 80 gramos de vaca amazónica<br />

VALE, en moneda medioambiental,<br />

media tonelada de selva tropical.<br />

EL JUGUETE MÁS CARO DEL MUNDO.<br />

Cada juguete que acompaña a una hamburguesa<br />

VALE millones de jornadas de explotación<br />

extrema<br />

en las fábricas del sureste de China.<br />

EL SEGUNDO DE PUBLICIDAD MÁS CARO DEL MUNDO.<br />

McDonald’s gasta dos billones de dólares cada día<br />

en convencernos de que es una empresa<br />

responsable, verde y nutritiva.<br />

EL SALARIO MÁS BAJO DEL PRIMER MUNDO.<br />

Los trabajadores de McDonald’s son jóvenes, sin opciones laborales,<br />

forzados a ser explotados y sonreír,<br />

duran poco y es imposible organizarlos,<br />

en McDonald’s no hay sindicatos.<br />

EL SANDWICH MÁS DELGADO<br />

Y CON MENOS CALORÍAS DEL MUNDO.<br />

McÁfrica.<br />

El tomate se adapta a McDonald’s.<br />

La patata se adapta a McDonald’s.<br />

El indígena se adapta a McDonald’s.<br />

El kétchup siempre tiene el mismo grado de fluidez.<br />

La sangre vertida siempre tiene el mismo grado de fluidez<br />

para<br />

no<br />

provocar<br />

pérdidas<br />

económicas.


AHORA QUE TODO ARDE<br />

Ahora que todo arde,<br />

te hablaré de los inocentes dentro de los inocentes.<br />

En mitad de un arroyo<br />

dos ciervos se miran<br />

cercados por las llamas.<br />

Un fotógrafo<br />

está a punto de ganar un premio.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 113 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 114 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

AUNQUE SEAS PARTE DE LA MÁQUINA<br />

Cuando te montes en tu coche,<br />

piensa en el hormigón y el asfalto que han pavimentado todos los paisajes,<br />

piensa en la contaminación de la atmósfera,<br />

en la disminución de la capa de ozono,<br />

en el calentamiento de la Tierra,<br />

en la deforestación, en el cáncer,<br />

en los ruidos, en los accidentes,<br />

en los residuos, en los vertidos,<br />

en las guerras por petróleo,<br />

en el abandono de otros medios de transporte<br />

más limpios y seguros,<br />

en el poder político y económico que acumulan<br />

quienes fabricaron tu coche.<br />

Piensa que has cambiado tu salud<br />

por la salud económica de las multinacionales,<br />

o como hasta ahora, mejor<br />

no pienses<br />

y arranca.


LA REVOLUCIÓN VERDE<br />

El inmarchitable tomate‐pez<br />

que no acaba con el hambre en el mundo<br />

pero luce impecable durante meses en los supermercados.<br />

El resistente pez‐tomate<br />

que no acaba con el hambre en el mundo<br />

pero enferma de tristeza en las piscifactorías.<br />

El maíz insecticida<br />

que no acaba con el hambre en el mundo<br />

pero con el que puedes perseguir a las moscas por tu casa.<br />

La Compañía Showa Denko que,<br />

con sus investigaciones sobre transgénicos,<br />

no acaba con el hambre en el mundo<br />

pero mata<br />

a treinta y siete personas<br />

y deja con daños irreparables<br />

permanentes<br />

a mil quinientas<br />

y las que fueron borradas por las estadísticas<br />

en Pharmacia‐Monsanto,<br />

Sygenta‐Novartis,<br />

Astra‐Zeneca,<br />

Aventis, Dupont y Dow Chemicals<br />

mientras se socializa la erosión genética,<br />

y el 94% de las semillas que se plantan en el mundo tienen dueño.<br />

Desaparece la diversidad,<br />

se levantan vallas para prohibirla mientras<br />

los virus y las bacterias saltan las fronteras de las especies<br />

y la gente, tras los alambres,<br />

engorda el hambre<br />

que iba a acabar<br />

con el hambre en el mundo.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 115 ECOLOGISMO CAPITALISTA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 116 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />

ECOLOGÍA Y EJÉRCITO AMERICANO<br />

Ecologie et armée américaine<br />

Le Monde. 14/10/10<br />

«Nous ne nous mettons pas aux énergies vertes seulement pour des questions environnementales. Ce nʹest pas<br />

une question de politique ni de slogan» a déclaré hier le secrétaire américain à la marine Ray Mabu. La lourde<br />

dépendance de lʹarmée américaine aux énergies fossiles représente une vulnérabilité dangereuse, ont estimé<br />

mercredi des responsables du Pentagone au moment dʹannoncer un recours plus large aux énergies renouve‐<br />

lables dans les zones de combats. Le chef dʹétat‐major interarmées américain Michael Mullen a jugé que le fait<br />

de passer aux énergies vertes était un "impératif stratégique" pour le Pentagone. Chaque jour le département de<br />

la défense consomme 300 000 barils de pétrole, et lʹénergie dont chacun de ses soldats a besoin augmente dʹan‐<br />

née en année. Selon un rapport du Pew Research Center publié en avril, le département de la défense, premier<br />

consommateur de carburant au monde et qui compte pour 80 % dans la consommation dʹénergie du gouverne‐<br />

ment américain tout entier, tire son énergie principalement des hydrocarbures.<br />

Ecología y ejército americano<br />

Le Monde, 14/10/10<br />

...pasen y lean...<br />

“No optamos por las energías verdes sólo por cuestiones medioambientales. No es una cuestión de política ni<br />

de slogan” declaró ayer el Secretario americano de Marina Ray Mabu. La gran dependencia del ejército ameri‐<br />

cano de las energías fósiles representa una vulnerabilidad peligrosa, han estimado el miércoles responsables del<br />

Pentágono en el momento de anunciar que recurrirrán más ampliamente a las energías renovables en las zonas<br />

de combate. El Jefe de Estado Mayor de los tres ejércitos de los Estados Unidos consideró que pasarse a las<br />

energías verdes era un “imperativo estratégico” para el Pentágono. Cada día el Departamento de Defensa con‐<br />

sume 300.000 barriles de petróleo, y la energía que necesita cada uno de los soldados aumenta cada año. Según<br />

un informe del Pew Research Center publicado en abril, el Departamento de Defensa, primer consumidor de<br />

carburante del mundo y cuyo consumo supone el 80% de la energía que utiliza el gobierno americano en su<br />

conjunto, obtiene su energía principalmente de los hidrocarburos.


“CONTAR CON LAS PROPIAS FUERZAS”<br />

1<br />

Si la tarea del pensamiento crítico es potenciar el con‐<br />

flicto, la del pensamiento apologético es contenerlo.<br />

Ninguno niega el conflicto, que está en el centro de la<br />

modernidad, pero difieren en su alcance. Si uno insis‐<br />

te en la contradicción y el antagonismo, el otro recono‐<br />

ce el conflicto como competencia o divergencia de<br />

posiciones o intereses.<br />

En el conflicto por competencia los agentes (que<br />

intercambian, negocian, discuten, se enfrentan, se<br />

engañan…) reconducen sus posiciones o intereses<br />

divergentes hacia una unidad superior, plasmada en<br />

un proceso de diálogo, en la persecución de un objeti‐<br />

vo, en la construcción de una estrategia o en la delimi‐<br />

tación de un espacio de disenso.<br />

El pensamiento apologético no niega, por tanto, el<br />

conflicto. Lo acepta porque presupone que está en<br />

condiciones de regularlo. Y lo presupone porque con‐<br />

sidera que los agentes basan sus acciones en una racio‐<br />

nalidad plena y acabada. La creencia en la racionali‐<br />

dad fuerte de los agentes justifica la existencia del con‐<br />

flicto y garantiza su resolución.<br />

El pensamiento crítico, por el contrario, desarrolla<br />

una racionalidad más prudente y mesurada. Pues a<br />

diferencia del agente que compite, que, en cuanto<br />

soberano y hecho de una pieza, puede dominar y<br />

reconducir el conflicto hacia un ente superior, el agen‐<br />

te del antagonismo debe responder a su doble y con‐<br />

tradictoria condición, que es la que anima el conflicto:<br />

una condición interna, como sujeto, y otra externa,<br />

como objeto, que le viene impuesta desde fuera, de su<br />

oponente.<br />

El antagonismo, en efecto, se basa en que el agente<br />

tiene una doble condición: como sujeto y como objeto<br />

de conflicto. El agente calificado de “dominante” se<br />

constituye en sujeto (de explotación) y objeto (de<br />

expropiación o control) de los “dominados”; en tanto<br />

que el sujeto “dominado” es objeto (de explotación) y<br />

sujeto (de expropiación o, si se quiere, de liberación)<br />

de los “dominantes”. Estas posiciones cruzadas otor‐<br />

gan el necesario rigor y riqueza al antagonismo. El<br />

agente no es meramente un sujeto que dialoga o se<br />

confronta con otros agentes, sino un sujeto agresivo,<br />

lanzado al ataque, como tampoco es un simple objeto,<br />

que choca o interfiere con otros agentes, sino un obje‐<br />

to tratado como tal, como objeto agredido, blanco de<br />

ataque. El agente combatiente es, simultáneamente,<br />

por Eduard Ibáñez Jofre<br />

sujeto para sí y objeto para el otro, una doble y antago‐<br />

nista condición, en la cual el sujeto, que se constituye<br />

en sujeto agresivo, es tratado, a su vez, como objeto de<br />

agresión (de expoliación, de expropiación, de someti‐<br />

miento…).<br />

La doble condición de sujeto y objeto, de agente<br />

activo en el combate y de objeto apetecible de ataque,<br />

la ostenta el combatiente en virtud de una propiedad<br />

intrínseca que posee, una cualidad propia que es, jus‐<br />

tamente, la que esgrime en el ataque y la que su con‐<br />

trincante busca. En el caso del “combatiente domina‐<br />

do” ‐en terminología clásica‐, esta propiedad ha sido<br />

tradicionalmente considerada la fuerza de trabajo, que<br />

participa tanto de la característica de “objeto de agre‐<br />

sión” (de explotación) por parte del capitalista como<br />

de “sujeto de agresión” (fuerza productiva, sobre la<br />

cual el combatiente obrero funda la acción de expro‐ 117MISCELÁNEA<br />

piación o control de la producción). Por su parte, el<br />

dinero (o el capital) es la característica propia del<br />

“combatiente dominante”, que, en tanto sujeto, lo uti‐<br />

página<br />

liza como medio de explotación y que el “combatien‐<br />

10<br />

te dominado” lo convierte, a su vez, en objeto de<br />

expropiación o control.<br />

Es esta doble condición del combatiente lo que<br />

garantiza el antagonismo. Pues si en el conflicto por YOUKALI,<br />

competencia los agentes, como sujetos conscientes,<br />

coherentes y sólidos, se apoyan sobre sí mismos, en el<br />

conflicto antagónico el combatiente no tiene otro asi‐<br />

dero que su contendiente, no dispone de otro punto<br />

de apoyo que el otro sujeto constituido en objeto de<br />

explotación (o de lucha contra la explotación). 1885-477X<br />

Relacionándose entre sí como sujetos y objetos, sin que<br />

la condición de sujeto anule la de objeto, y viceversa, ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 118 MISCELÁNEA<br />

los antagonistas se enzarzan en un combate virtuoso<br />

en el que, por decirlo así, cada uno se apoya en el otro,<br />

en las estocadas que da a su adversario.<br />

El antagonismo no precisa pues de ninguna mule‐<br />

ta ideológica, de ninguna cobertura moral (como los<br />

“sentimientos morales” de Adam Smith), de ninguna<br />

justificación trascendente (como el “espíritu” del capi‐<br />

talismo, abandonado por el propio capitalismo tras<br />

cumplir su misión). Instigado por los propios comba‐<br />

tientes, el potencial antagónico del conflicto es altísimo.<br />

No sólo el enfrentamiento es enérgico, sino tam‐<br />

bién radical. Pues la constitución del agente en objeto<br />

autoriza la entrada inmisericorde en su interior, sin<br />

que ningún espacio quede a salvo del ataque, de<br />

modo que el conflicto cubre todos los aspectos y llega<br />

a todos los rincones. A diferencia pues de los agentes<br />

que compiten y que en sus interacciones se limitan a<br />

desplazarse o reubicarse, sin que ello les suponga una<br />

alteración sustancial de su existencia, los agentes del<br />

antagonismo alcanzan las mismísimas entrañas del<br />

adversario.<br />

(Obviamente, el antagonismo necesita del concur‐<br />

so de dos combatientes. Si uno de ellos se hace omni‐<br />

potente y se considera, por ejemplo, que “el capital<br />

crea al proletariado” o que “el capital reconstruye un<br />

nosotros (resistente)”, el antagonismo es inexistente.<br />

Sólo por una confusión terminológica o conceptual, o<br />

como recurso retórico, se puede atribuir a un comba‐<br />

tiente, a un antagonista, la facultad de producir anta‐<br />

gonismo).<br />

2<br />

Pero en esta doble condición, concebida por el pensa‐<br />

miento crítico como una vacuna contra la trascenden‐<br />

cia, el antagonismo encuentra también sus límites.<br />

Pues pensar el antagonismo no consiste sino en pen‐<br />

sar a fondo la doble condición de objeto de explota‐<br />

ción y de sujeto contra la explotación. El combatiente<br />

antagonista se constituye entonces bajo el signo de la<br />

dualidad y la oposición. Así:<br />

‐ El combatiente se encuentra escindido entre una<br />

parte ‘objetiva’, que es obligada y le viene impuesta<br />

desde fuera, y otra ‘subjetiva’, que es asumida desde<br />

el interior.<br />

‐ En consecuencia, una parte del combatiente pertene‐<br />

ce al ámbito de la necesidad y otra al reino de la<br />

libertad.<br />

‐ El conflicto se dirime, por tanto, en dos planos:<br />

superestructura e infraestructura, necesidad y liber‐<br />

tad, “libertad” del sujeto y coacción de las “leyes<br />

objetivas”.<br />

‐ En términos modernos, el conflicto reproduce la dis‐<br />

tinción entre contradicción estructural y movimien‐<br />

to subjetivo, entre historia y acontecimiento.<br />

El combatiente antagónico presenta pues una cara<br />

dual. Es “pasivo” y “activo”, agredido y agresor, obje‐<br />

to y sujeto de agresión; se mueve entre la estructura y<br />

la subjetividad, entre los constreñimientos objetivos y<br />

las construcciones subjetivas. Histórica, sociológica y<br />

políticamente, esta dualidad se ha expresado a través<br />

de numerosas figuras: “clase obrera” y “clase hegemó‐<br />

nica”, “clase en sí” y “clase para sí”, “condición objeti‐<br />

va de clase” y “conciencia subjetiva de clase”, “compo‐<br />

sición técnica de clase” y “composición política de<br />

clase”…<br />

Pero esta doble condición, que en efecto, garantiza el<br />

antagonismo, agarrota al mismo tiempo al combatien‐<br />

te. Pues si bien, por un lado, necesita recurrir a los dos<br />

extremos, al objeto y al sujeto, para mantener viva la<br />

llama del conflicto, por otro lado, estos extremos abren<br />

el abismo bajo sus pies. En la misma medida en que ase‐<br />

guran el antagonismo, el intercambio de golpes, la<br />

reversibilidad de posiciones, fijan al combatiente en una<br />

escisión interna. El mismo movimiento que produce el<br />

conflicto divide al combatiente; la misma dualidad que<br />

activa el antagonismo clava al antagonista.<br />

Porque esta doble condición no es eludible o nego‐<br />

ciable. El combatiente necesita ser tanto sujeto como<br />

objeto, ser tanto objeto agredido como sujeto agresor.<br />

No puede dejar de apoyarse simultáneamente en<br />

ambos extremos, no puede dejar de contar con ningu‐<br />

no de ellos. El hecho de ser “objeto agredido” empuja<br />

constantemente a la “acción de agresión”, del mismo<br />

modo que la “acción agresiva” debe remitirse conti‐<br />

nuamente al “ser agredido”. Pues si, con el objetivo de<br />

cerrar la brecha interna del combatiente, se pretende<br />

privilegiar o favorecer un aspecto en detrimento de<br />

otro, entonces el conflicto encalla.<br />

Así, privilegiar el sujeto, enfatizar el paso de la<br />

“clase en sí” a la “clase para sí”, someter la estructura a<br />

la conciencia, el objeto a la acción agresiva (como par ‐<br />

tido o vanguardia dirigente, como toma del po der…),<br />

significa autonomizarse como sujeto, como “concien‐<br />

cia subjetiva”, descuidar la “condición objetiva”, olvi‐<br />

dar el hecho de “objeto explotado”, privarse de la con‐


dición que alimenta el antagonismo, del motivo que<br />

anima la lucha, y, en consecuencia, reducir la potencia<br />

del conflicto. Detenerse en el objeto, por su lado, repre‐<br />

senta someter la “conciencia subjetiva” a la “condición<br />

objetiva”, hacer del “objeto agredido” la “acción de<br />

agresión”, condicionar la acción del sujeto al desenvol‐<br />

vimiento del objeto (como desarrollo de las fuerzas<br />

productivas, como contradicciones del capitalismo,<br />

como “reforma del capitalismo” o como fuerza de tra‐<br />

bajo biopolítica, que, en cuanto “fuerza inconmensura‐<br />

ble de vida”, desbordante y excesiva, es inmune a la<br />

extracción de una medida de explotación), implica<br />

acantonarse, confiar en la evolución del “objeto de<br />

explotación”, debilitar la acción del sujeto, apagar, en<br />

suma, el fuego del antagonismo.<br />

El antagonismo se encuentra pues en una encruci‐<br />

jada: si desarrolla el conflicto, abre la división en el<br />

combatiente; si cierra la brecha, apaga el conflicto.<br />

De esta manera se llega a la paradoja de que al pre‐<br />

tender apoyar al combatiente, robusteciendo una de<br />

sus partes constituyentes, se le debilita; si se le quiere<br />

ayudar parcialmente, se le hunde totalmente. No sólo<br />

eso. Al enfatizar uno u otro aspecto, al aumentar la<br />

brecha entre sujeto y objeto, se recrudecen las “luchas<br />

fratricidas”: entre subjetivismo y objetivismo en el<br />

marxismo; entre conspiración y comunitarismo en el<br />

anarquismo; entre reformismo y revolución, entre<br />

objetivistas y subjetivistas, en general. El antagonismo<br />

se decide en el interior del combatiente.<br />

3<br />

Resultado, en parte, de las luchas, y en parte como<br />

complemento, corrección o superación de este antago‐<br />

nismo por posesión, se expande la modalidad de anta‐<br />

gonismo por relación, hasta entonces reservada a las<br />

fuerzas dominantes. Marx, por ejemplo, consideraba<br />

el capital como una “relación” y hacía de la fuerza de<br />

trabajo una variable del capital, pero estaba lejos de<br />

considerar a la propia “clase dominante” como una<br />

variable de la “clase dominada”. En el campo político<br />

la “relación” también se había circunscrito normal‐<br />

mente al ámbito del poder dominante. Pero ya en los<br />

momentos más productivos del enfrentamiento de<br />

clases se había manifestado este tipo de antagonismo,<br />

cuando la clase obrera, sometida al capital, lo sometía<br />

a su vez y lo ponía al servicio de su lucha. Y además,<br />

al basarse en la dominación en general, permitía supe‐<br />

rar el estricto marco de la explotación económica y<br />

facilitar la incorporación de otros ámbitos (político,<br />

cultural, etc.), característicos de los nuevos dispositi‐<br />

vos de control y rebeldía.<br />

En esta modalidad de conflicto antagónico la doble<br />

condición del contendiente no corresponde pues a una<br />

cualidad o propiedad intrínseca suya, sino a una rela‐<br />

ción. No es una propiedad que posea el combatiente y<br />

que le distribuye en sujeto de acción y en objeto de<br />

expropiación, sino una relación que instituye un “suje‐<br />

to” que ejerce y un “objeto” sobre el que se ejerce.<br />

El combatiente pierde la rigidez del sujeto “propie‐<br />

tario” y adquiere la figura del campo de fuerzas, del<br />

plano, de la axiomática… Las operaciones ya no con‐<br />

sistirán en extracciones, expropiaciones, explotacio‐<br />

nes, sino en modulaciones, fluctuaciones, subsuncio‐<br />

nes… Todo aquí está más integrado y es más envol‐<br />

vente, sin aristas ni interrupciones. El modelo “políti‐<br />

co” del antagonismo cede el paso a un modelo “eco‐<br />

nómico” o, si se prefiere, “natural”. Por ejemplo, el<br />

combatiente ya no precisa recurrir a mecanismos de<br />

“pesos y contrapesos” (“elevar el proletariado a clase<br />

dominante…”), ya no debe moverse para acceder a su<br />

contendiente: para acceder al poder (“conquistar el<br />

poder”), al capital (“expropiar el capital”), a la fuerza<br />

de trabajo (“adquirir fuerza de trabajo”)… ; ya no vive<br />

en el seno de antinomias (libertad y necesidad, con‐<br />

ciencia y estructura…) y por eso no precisa de media‐<br />

ciones que las armonicen. En el antagonismo relacio‐<br />

nal el combatiente no trata al otro como “objeto” pasi‐<br />

vo y compacto, del que extrae “propiedades”, sino<br />

como elementos (dispositivos, puntos, líneas, espa‐<br />

cios…) desarticulados. Como “sujeto”, el combatiente 119MISCELÁNEA<br />

es una dimensión oceánica, proliferante, selvática…,<br />

constituida por elementos diversos y heterogéneos<br />

(líneas, mecanismos…) con los que envuelve a su opo‐ página<br />

nente; como “objeto” es la dislocación de estos ele‐<br />

mentos. Como “sujeto”, como composición de ele‐<br />

10<br />

mentos, anega y subsume a su oponente; como “obje‐<br />

to”, como elementos desarticulados y dispersos, es<br />

anegado por él. Los combatientes no se encuentran YOUKALI,<br />

entrelazados, no están trabados como sujeto/objeto,<br />

sino que se hunden y emergen, se cubren y recubren,<br />

como la lluvia inundando la selva o la marea empa‐<br />

pando la playa. Si los combatientes, por un lado, pare‐<br />

cen subsumirse e integrarse mutuamente, por otro, se<br />

muestran autónomos, independientes, soberanos… 1885-477X<br />

La dimensión oceánica del plano de inmanencia es<br />

un magma indiferenciado (pre‐subjetivo), una sopa ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 120 MISCELÁNEA<br />

primigenia, un presupuesto ontológico, una reserva<br />

ilimitada de virtualidad… La dimensión oceánica del<br />

manto de dominación es, por su parte, un oleaje que<br />

reverbera en todos los momentos y lugares como<br />

momentos y lugares de “reproducción de la realidad<br />

capitalista”. Pero como “objetos”, como dimensiones<br />

oceánicas desarticuladas y rotas, los elementos consti‐<br />

tuyentes que las componen se vuelven “bienes esca‐<br />

sos” que se construyen, persiguen o resiguen. Y que,<br />

dispersos, se revelan también excepcionales, casi anó‐<br />

malos, y cuya composición o construcción exige traba‐<br />

jo y esfuerzo. En el manto de dominación se trata de<br />

dispositivos de excepción, de acciones de fuerza; en el<br />

plano de inmanencia son disposiciones innovadoras,<br />

acciones creativas.<br />

De nuevo, por tanto, la dualidad, ahora ya no entre<br />

sujeto y objeto, sino entre espontaneidad productiva y<br />

trabajo, entre generosidad y esfuerzo, entre una<br />

dimensión “natural” e inagotable y otra “humana” y<br />

limitada que constantemente hay que construir (como<br />

resistencia), abrir (como línea de fuga), activar (como<br />

jerarquía) o segmentar (como cesura). El combatiente<br />

oceánico queda clavado entre la espontaneidad pro‐<br />

ductiva y la disciplina de tareas, entre la abundancia<br />

de la “reserva ilimitada” de recursos y la “escasez de<br />

bienes” (resistentes o jerárquicos, según el caso).<br />

La tentación de ceder en alguno de los dos ámbi‐<br />

tos, de apoyarse en uno más que en otro, recibe tam‐<br />

bién su castigo. Confiar en la espontaneidad (porque<br />

no se ven alternativas, porque la resistencia es difícil o<br />

la dominación demasiado pesada) significa entregarse<br />

a la generosidad de la inmanencia, a la tranquilidad de<br />

una “reserva ilimitada” y, en consecuencia, sustraerse<br />

al antagonismo. Privilegiar la multiplicación de resis‐<br />

tencias (porque la “reserva ilimitada de virtualidad”<br />

se percibe ficticia o de ella simplemente se siente nos‐<br />

talgia) implica acantonarse en un esfuerzo continuo e<br />

infatigable, empeñarse en buscar cualquier atisbo de<br />

acción en la escasez, bucear, en suma, en un antagonis‐<br />

mo de baja intensidad.<br />

Pero la apertura a la doble condición de “naturali‐<br />

dad” y “trabajo” supone inmovilizar al combatiente,<br />

no en una lucha fratricida, sino en una pugna entre la<br />

ilimitada confianza y la absoluta desesperación.<br />

También aquí el antagonismo se dirime dentro del<br />

combatiente, en este caso, dentro de cada individuo.<br />

4<br />

Así, y de forma un tanto paradójica, el pensamiento<br />

apologético ubica a los agentes del conflicto en un<br />

marco de acción que les exime de responsabilidad al<br />

desplazarlos hacia un marco externo, mientras que el<br />

pensamiento crítico confiere a los antagonistas la total<br />

responsabilidad del conflicto. Si la competencia vuel‐<br />

ve irresponsables a los agentes, el antagonismo les<br />

carga de compromisos. Aquellos que claman por la<br />

responsabilidad viven inmersos en un régimen de<br />

irresponsabilidad general, en tanto que los que pare‐<br />

cen escudarse en la irresponsabilidad colectiva son los<br />

que más brutalmente comprometen a los combatien‐<br />

tes.<br />

El pensamiento crítico no sólo arroja a la cara de los<br />

combatientes la responsabilidad del conflicto, sino<br />

que interpela a cada uno de ellos directamente sobre<br />

su arrojo, su inteligencia, su voluntad. El combate se<br />

resuelve en el interior de cada combatiente. El pensa‐<br />

miento crítico obliga a cada combatiente a “contar con<br />

sus propias fuerzas”.<br />

Pero, ¿qué fuerzas?, ¿qué combatiente? Unas fuer‐<br />

zas contrapuestas, enfrentadas, divididas, a ninguna<br />

de las cuales, sin embargo, el combatiente puede<br />

renunciar; un combatiente que se alimenta de dos<br />

fuerzas que se oponen; fuerzas de las que se sirve para<br />

trazar un círculo virtuoso (entre objeto y sujeto), pero<br />

que se agotan entre sí; fuerzas que al amarrarse, se<br />

separan; que al apoyarse mutuamente, se alejan.<br />

Cuanto más se afirma el antagonismo como dialéctica<br />

de objeto (de explotación) y sujeto (de acción), tanto<br />

más se afirma la dualidad, se abren las tensiones y se<br />

desatan las luchas fratricidas. Un combatiente, por<br />

tanto, dividido entre sujeto y objeto, entre inmensidad<br />

y escasez, obsesionado por mantener unidas y articu‐<br />

ladas sus fuerzas; pendiente de que no se decanten y<br />

vayan a su aire (y haya traición); más preocupado por<br />

la descoordinación que por la coordinación, por la<br />

desarticulación que por la articulación.<br />

5<br />

Los problemas del pensamiento apologético son otros,<br />

especialmente del pensamiento apologético de<br />

izquierdas, que utiliza la matriz del conflicto por com‐<br />

petencia. Porque en este conflicto, la pugna no es entre<br />

los agentes combatientes, sino entre los agentes y su<br />

marco de competencia. El conflicto no remite a los<br />

propios combatientes, sino al tablero de juego en el


que el conflicto se desarrolla. Las desavenencias entre<br />

agentes (“mercados”, “ciudadanos”, “poder económi‐<br />

co”, “poder político”) se entienden como desequili‐<br />

brios entre poderes (político versus económico) o suje‐<br />

tos (ciudadanos versus mercados, estados versus mer‐<br />

cados), que deben enderezarse precisamente en el<br />

marco en el que tales desavenencias se han producido.<br />

En esta tesitura apologética, al pensamiento de<br />

izquierdas se le plantean los siguientes dilemas:<br />

¿cómo alimentar la fuerza combativa de unos agentes<br />

(ciudadanos, poder político…) cuyo marco de compe‐<br />

tencia se la sustraen?, ¿cómo apostar por un caballo<br />

(los ciudadanos, los trabajadores…), que, de momen‐<br />

to, ya es perdedor, sin poner en evidencia que se le<br />

escamotea energía combativa?, ¿cómo mantener la ilu‐<br />

sión de victoria de un agente al que, de entrada, se le<br />

ha condenado a la derrota?. Dado que en el conflicto<br />

por competencia es un marco preestablecido (el con‐<br />

senso, el re‐equilibrio…) el que determina su evolu‐<br />

ción y devenir, ¿cómo atribuir la responsabilidad (“la<br />

política consciente que controla la economía desboca‐<br />

da”) a unos agentes que precisamente están condicio‐<br />

nados por este marco presupuesto, por este régimen<br />

de irresponsabilidad generalizada?<br />

El pensamiento apologético de izquierdas preten‐<br />

de introducir dosis de antagonismo en el conflicto por<br />

competencia al abrir espacios de desigualdad frente a<br />

la “igualdad” del pensamiento apologético de dere‐<br />

chas. Desde su situación de dependencia, los agentes<br />

“dominados” pueden plantar cara a esos otros agentes<br />

que les mantienen en la subordinación. Pero no basta<br />

con hacer de los sujetos también objetos de agresión.<br />

No es suficiente que los sujetos se encuentren “domi‐<br />

nados” para hacerlos combatir. Pues el antagonismo<br />

exige que el agente agredido sea al mismo tiempo<br />

agresor, y que tal como es atacado también él alcance<br />

las entrañas enemigas. Si en el antagonismo las “fuer‐<br />

zas propias” eran opuestas y estaban enfrentadas,<br />

aquí se encuentran agazapadas, expectantes, en el<br />

mejor de los casos, prestas a saltar, pero ‐por el<br />

momento‐ quietas.<br />

Pues finalmente es el recurso a las “propias fuerzas” lo<br />

que resulta insuficiente. El movimiento que hace fun‐<br />

cionar el antagonismo no puede ser el mismo que<br />

impulsa a los combatientes. Las fuerzas que animan la<br />

lucha contra el capital (o contra la dominación, o con‐<br />

tra la trascendencia) no pueden ser las mismas que<br />

espolean la lucha obrera (o resistente). Porque la<br />

misma dualidad que exhibe para trabarse con su ene‐<br />

migo es la que se abre en su interior; la misma duali‐<br />

dad de sujeto (de liberación) y de objeto (de explota‐<br />

ción) con la que se abraza fatalmente a su oponente es<br />

la que le condena a la “lucha interna”, a la lucha fratri‐<br />

cida. Las “contradicciones” del antagonismo son las<br />

propias “contradicciones” del combatiente. Al fin y al<br />

cabo, la condición esencial del antagonismo es la frac‐<br />

tura interna del combatiente.<br />

Contra lo que pudiera parecer a primera vista, la<br />

competencia se muestra más ágil y dinámica que el<br />

antagonismo, pues siempre está dispuesta a enviar las<br />

diferencias al cielo de la “reconciliación”, en tanto que<br />

el antagonismo introduce una separación radical en<br />

los combatientes, que los retiene hasta que no resuel‐<br />

van sus “contradicciones internas”. Paradójicamente,<br />

el encaje, el cierre antagonista abre una distancia infi‐<br />

nita dentro del combatiente. Y en esa distancia, en esa<br />

dolorosa separación entre la condición objetiva y la<br />

condición subjetiva, entre la generosa inmanencia y la<br />

avara resistencia, germinan la añoranza y el pesimis‐<br />

mo, y, en consecuencia, la clara conciencia del esfuer‐<br />

zo y del trabajo que hay que dedicar para cerrar la<br />

fractura y suturar la herida. Buena parte de los esfuer‐<br />

zos se consumen en la cura de esa herida que se ha<br />

inflingido el propio combatiente, en la gestión de la<br />

dualidad que lo atraviesa, en la tramitación de las pau‐<br />

sas, silencios, esperas… que él mismo ha introducido<br />

(etapas de transición, travesías, trabajos de perfora‐<br />

ción, fases de “acumulación de fuerzas”…).<br />

Pero no es sólo que las fuerzas del combatiente se<br />

encuentren divididas, sino de que también están<br />

sometidas a la penuria. Pues el problema de los com‐ 121MISCELÁNEA<br />

batientes antagonistas es justamente su “sostenerse en<br />

el aire”, que les hace depender exclusivamente de ellos<br />

mismos y les sitúa en una posición de reciprocidad página<br />

inversa. Al remitirse mutuamente, al servir cada uno<br />

de objeto del otro, el combatiente siempre se encontra‐<br />

10<br />

rá en precario, su situación siempre estará amenazada,<br />

su propiedad o su relación siempre estará sometida al<br />

desgaste, al paso del tiempo; sus entrañas siempre YOUKALI,<br />

estarán corroídas y sus objetivos siempre se verán des‐<br />

naturalizados, pervertidos o truncados. La “lucha de<br />

clases” y la “oposición de mundos” se encontrarán<br />

siempre retrasadas respecto a los fines que se ha fijado<br />

el combatiente, a todo aquello que pretende, busca,<br />

ansía…<br />

1885-477X<br />

Alimentarse de las “propias fuerzas” es alimentar‐<br />

se de la discordia, de la insuficiencia, de la carencia. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 122 MISCELÁNEA<br />

Del mero enfrentamiento no se extraen fuerzas, sino<br />

heridas; del simple choque no surgen “acumulaciones<br />

de fuerzas”, sino cansancio.<br />

6<br />

Mejor pues afirmarse en el suelo que sostenerse en el<br />

aire, mejor alimentarse de lo que nos nutre que devo‐<br />

rarnos las entrañas, mejor enfilar hacia el enemigo que<br />

tener que ajustar cuentas en nuestras filas. Mejor, en<br />

suma, atravesar el antagonismo (sus lugares, sus moti‐<br />

vos, sus fines…) que ser atravesado por él.<br />

El objeto del combate entonces no son los propios<br />

combatientes, sino un exterior que han hecho suyo,<br />

algo ajeno que han asumido como propio, un objeto (o<br />

motivo, o lugar, o razón…) “cualquiera” que han con‐<br />

vertido en objeto de disputa, al que, de grado o por<br />

fuerza, han designado o se han situado (designar y<br />

situar es lo mismo), al que han accedido o se han visto<br />

arrastrados. El objeto no es el combatiente que sufre,<br />

no es lo pasivo que precisa “remontarse” o recons‐<br />

truirse, sino aquello sobre lo que los combatientes se<br />

han precipitado porque así lo han decidido. El objeto<br />

se integra en el sujeto. Está más relacionado con la<br />

decisión que con la necesidad. Es un terreno de liber‐<br />

tad.<br />

El sujeto del antagonismo tampoco se encuentra<br />

en los propios combatientes, no es el origen o fuente<br />

del antagonismo, sino el mandato que impone a los<br />

combatientes el objeto “cualquiera”, el precepto al que<br />

deben atenerse. El sujeto no es el combatiente activo,<br />

la manifestación libre y soberana de su poder, sino el<br />

criterio que emana de la disposición del objeto. El suje‐<br />

to se integra en el objeto. Depende más del deber que<br />

de la voluntad. Es un ámbito de obligación y necesi‐<br />

dad.<br />

No desaparece la dualidad sujeto/objeto, pero ya<br />

no socava la fuerza antagonista ni la conduce a la<br />

lucha fratricida, sino que garantiza la unidad de la<br />

potencia combatiente. Pues ahora ésta se focaliza en el<br />

objeto, a cuyas exigencias se ajusta.<br />

No desaparece la dualidad, pero ya no provoca<br />

intermitencias o interrupciones en la pugna, sino que<br />

asegura la necesaria continuidad del combate. Si no<br />

hay oposición entre sujeto y objeto, entre dominación<br />

y resistencia, no hay que pasar del objeto al sujeto y<br />

remitir éste de nuevo al objeto, ni transitar de la desar‐<br />

ticulación provocada por la dominación a la reserva<br />

de inmanencia y de ésta a la reconstrucción de resis‐<br />

tencias. No hay tiempos de espera, ni acontecimientos<br />

por llegar, ni distancias que recorrer.<br />

No desaparece la dualidad, pero ya no crucifica al<br />

combatiente, sino que le garantiza la necesaria unidad<br />

en el combate. Pues si el combatiente ya no sirve de<br />

objeto (soporte) de su antagonista, deja de ser también<br />

objeto suyo de consumo y, por tanto, de estar someti‐<br />

do a la división y al desgaste de sus “fuerzas propias”.<br />

Entonces, puesto que la fuerza del combatiente no<br />

depende del daño que inflinge (y del daño que le infli‐<br />

gen), hay mucho más que heridas y cansancio en el<br />

combate; hay capacidad para plantear, dirigir y resol‐<br />

ver el enfrentamiento.<br />

(Es claro, por ejemplo, que la actual situación se<br />

debe a que los combatientes ‐mercados y estados, de<br />

un lado, ciudadanos y trabajadores, de otro‐ han reac‐<br />

tivado su decisión por el objeto común de disputa, por<br />

aquello de lo que todos ellos se alimentan: la totalidad<br />

de las condiciones de vida, la totalidad de las conexio‐<br />

nes de la fuerza de trabajo global).<br />

Los combatientes no se encuentran en manos uno<br />

de otro, sino del objeto en el que han confluido y de las<br />

prescripciones que éste les ha impuesto. La lucha no es<br />

entre antagonistas que, abiertos en canal, sufren y se<br />

rebelan, sino entre combatientes que luchan por el<br />

objeto que ellos mismos han convocado, por el espacio<br />

“cualquiera” en el que se han emplazado.


LOLITA DE NABOKOV A KUBRICK O EL PODER<br />

FEMENINO EN EL HETEROPATRIARCADO 1<br />

La mercantilización de la subjetividad femenina (a<br />

modo de introducción)<br />

En una conferencia organizada por el Lobby Europeo<br />

de Mujeres, a primeros de Junio de 2010, en Madrid, la<br />

psicóloga británica Susie Orbach señalaba que hay una<br />

violencia real hacia la mujer para que no acepte su cuerpo, y<br />

está promovida solamente por los intereses comerciales. La<br />

secretaria general del citado lobby, Myria Vassiliadou,<br />

añadía que en la actualidad parece que sólo haya un con‐<br />

cepto único de cuerpo, el que nos han impuesto 3 .<br />

Quizá se quedan cortas ambas feministas a la hora<br />

de describir el violentísimo proceso de disciplinamien‐<br />

to que la lógica capitalista –no solo los “intereses co‐<br />

merciales”‐ impone sobre muchas mujeres. Esta lógica<br />

(de acumulación y expansión sin fin) del Capitalismo<br />

ha tenido y tiene diferentes efectos sobre las mujeres<br />

en función de elementos de clasificación social tales<br />

como la clase, la étnia, el área económico‐cultural a la<br />

que se pertenezca, la edad, etc. En nuestro caso, al ha‐<br />

blar de modelos mercantilizados de belleza tendría‐<br />

por Pablo Iglesias Turrión 2<br />

À la plantureuse Charlotte (…) femelle littéralement en rut aux antipodes de Marlène<br />

Dietrich à qui le Humbert de Nabokov la compare, Kubrick oppose le corps<br />

diaphane de l’adolescente en offrande sur son tapis de paille, corps idéal (…)image parfaite qu’on croirait droit sortie d’une affiche<br />

publicitaire…<br />

Emmanuelle Delanoë‐Brun (2010:6)<br />

…il film di Kubrick (…) ha anche la finezza di un’analisi sociologico in cui si visualizza il possibile destino del maschio nella socie‐<br />

tà patriarcale…Lolita è più carnefice che preda del potere dell’adulto/padre/maschio ed è lei stessa a decidere<br />

liberamente di affidarsi al suo giovane sposo nel finale<br />

Costanza Salvi (2009:2)<br />

mos, cuanto menos, que limitarnos a lo que llamare‐<br />

mos mercado heterosexual de los centros económico‐<br />

geográficos (equívocamente llamados países o áreas<br />

desarrolladas), delimitados por la orientación sexual<br />

hetero ‐más o menos deseada‐ de las mujeres, por una<br />

franja de edad concreta entre la adolescencia y la cua‐<br />

rentena (para estar dentro de lo que Beatriz Preciado<br />

llama mercado heterosexual) y por la actuación (en el<br />

sentido preformativo de Butler) de las mujeres en áre‐<br />

as sociales en las que la cuestión de la belleza hetero‐<br />

normativizada puede plantearse 4 .<br />

Para que se nos entienda bien, pondremos un<br />

ejemplo a partir de un país que conocemos, Bolivia,<br />

cuya estructura social permite apreciar con claridad<br />

las diferentes formas en que el heteropatriarcado, en<br />

función de razones de étnia y clase, afecta a las muje‐<br />

res. En este país, la señalada cuestión de los modelos<br />

mercantilizados de belleza, no se plantea entre las mu‐<br />

jeres de las comunidades aymaras del Altiplano, so‐<br />

metidas por supuesto a otros tipos de violencias y dis‐<br />

ciplinamientos de lógica mercantil por razón de géne‐<br />

1 El presente artículo tiene su origen en las discusiones del seminario “Cine y Literatura” impartido por Domingo Sánchez‐Mesa en el<br />

postgrado de humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid. Vaya mi reconocimiento para él y para todos los participantes en<br />

el seminario. Sin sus observaciones y críticas este trabajo no hubiera sido posible.<br />

2 Pablo Iglesias Turrión es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, por la que se doctoró en 2008 (con men‐<br />

ción doctor europeus) con una tesis sobre la acción colectiva postnacional. Tras licenciarse en Derecho (2001) y Ciencia Política (2004, pre‐<br />

mio extraordinario) fue investigador visitante en varias universidades de América Latina, Europa y Estados Unidos. Ha realizado asi‐<br />

mismo cursos en el postgrado de humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid en la especialidad de estudios culturales y de<br />

filosofía de los media en el European Graduate School (Suiza), donde ha estudiado teoría política, cine y psicoanálisis con Slavoj Zizek,<br />

Giorgio Agamben, Michael J. Shapiro, Judith Butler, Jacques Rancière o Michael Hardt, entre otros. Website: www.iglesiasturrion.net<br />

3 Ambas declaraciones están tomadas de la noticia aparecida en el diario Público el 16 de Junio. Véase Hidalgo (2010).<br />

4 Véase al respecto Haraway (1995)<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 123 MISCELÁNEA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 124 MISCELÁNEA<br />

ro, pero sí entre las mujeres mestizas de la clase media<br />

urbana de Santa Cruz (región famosa, entre otras co‐<br />

sas, por sus concursos de belleza).<br />

Imponer o definir un concepto de cuerpo, como dice<br />

Vassiliadou, no es solo una cuestión de tipo meramen‐<br />

te morfológica, sino que implica definir‐imponer bio‐<br />

políticamente (pues hablamos del cuerpo como objeto<br />

de aplicación del poder) una forma específica de femi‐<br />

nidad.<br />

El Capitalismo, como sistema histórico, ha respon‐<br />

dido siempre a una lógica de expansión económico‐<br />

política que ha afectado a las áreas geográficas con‐<br />

vencionales (a través de mecanismos políticos como el<br />

Colonialismo o la dependencia económica de las re‐<br />

giones periféricas) pero también, en especial durante<br />

los últimos cincuenta años, a los espacios de la subjeti‐<br />

vidad humana; el bios en el sentido que le da<br />

Agamben como vida política. Entre estos espacios de<br />

subjetividad biopolítica destacan, por supuesto, los ro‐<br />

les de género y la sexualidad.<br />

Debra Merskin, en un artículo sobre el uso sexual<br />

de jóvenes y niñas en la publicidad, da muchísimos<br />

ejemplos de la mercantilización del cuerpo sexualizado<br />

de la adolescencia en la publicidad. Aunque su trabajo,<br />

al mezclar niños, preadolescentes y adolescentes, pier‐<br />

A la izquierda, Kathe ‐<br />

rine David Céspedes,<br />

de Santa Cruz de la<br />

Sierra, Miss Bolivia en<br />

el 2007 a la edad de 19<br />

años 5 . A la derecha,<br />

una joven mujer ay‐<br />

mara anónima con su<br />

bebé 6 . De las dos imá ‐<br />

genes podríamos to‐<br />

mar elementos para<br />

analizar aspectos del<br />

dominio biopolítico<br />

heteropatriarcal, pero<br />

nos parece que que‐<br />

dan claros los dis ‐<br />

tintos contextos de los<br />

que parten ambas<br />

mujeres.<br />

de de vista las formas hegemónicas de construcción del<br />

objeto femenino del deseo sexual, se da de bruces con<br />

el capitalismo cognitivo, o como diría Preciado (2008)<br />

farmacopornográfico, cuando señala que sex in still<br />

thought to sell, even if what is being sold is not the product<br />

per se but the idea of a sexual connection between con‐<br />

sumer and product 7 (2004:126). La negrita es nuestra y<br />

creemos que da cuenta del carácter inmaterial (muy en<br />

el sentido pornográfico de Preciado) que implica la<br />

mercantilización de la sexualidad. Pero tal proceso de<br />

mercantilización, no del producto en sí sino de la idea<br />

de conexión sexual entre el consumidor y su objeto de<br />

deseo como dice Merskin, no alude tanto al cuerpo co‐<br />

mo a la subjetividad, a la idea de lo que debe ser y co‐<br />

mo debe comportarse, en nuestro caso, una mujer. Se<br />

trata, en última instancia de ideología, de normaliza‐<br />

ción, de legibilidad a la hora de entender la experiencia<br />

en el sentido que le da Zizek (2009:17) a la hora de uni‐<br />

versalizar la “virtud” femenina.<br />

En el presente artículo vamos a defender que uno<br />

de los primeros en percatarse, más o menos conscien‐<br />

temente, de los caracteres ideológicos de esa subjetivi‐<br />

dad femenina impuesta por la lógica heteropatriarcal,<br />

fue Stanley Kubrick en su versión de Lolita.<br />

A partir del examen de diversos recursos bibliográ‐<br />

ficos (desde la novela de Nabokov, pasando por las<br />

distintas versiones de su guión, hasta varios estudios<br />

5 Imagen tomada en http://www.vietradeinchile.gov.vn/website/data/article/images/images1554532_Katherine_David.jpg (Consulta:<br />

14/06/2010).<br />

6 Imagen tomada en http://media.lonelyplanet.com/lpimg/1632/1632‐23/preview.jpg (Consulta: 14/06/2010).<br />

7 Todas las negritas en el texto son nuestras.


específicos sobre la película) y del análisis de las deci‐<br />

siones de dirección de Kubrick (casting, acting, tipos y<br />

duración de planos, movimientos de cámara, etc. 8 ) va‐<br />

mos a desarrollar varias cuestiones que se sintetizan<br />

en dos ideas.<br />

La primera idea que vamos a plantear es que la<br />

versión cinematográfica de Kubrick tiene poco que ver<br />

con la novela de Nabokov que le dio origen. Mientras<br />

que en la novela el tema fundamental es la pedofilia, a<br />

partir de la construcción de la noción de nínfula, en el<br />

filme de Kubrick el tema fundamental es el deseo mas‐<br />

culino por una feminidad encarnada en Lolita.<br />

Veremos que la belleza juvenil de Lolita en Kubrick se<br />

aleja de la perversión pedófila para ejemplificar un<br />

modelo que ha devenido hegemónico en las socieda‐<br />

des postfordistas contemporáneas. La relación que<br />

Kubrick construye entre Lolita y su madre es lo que<br />

mejor nos revela, como veremos, el tipo de subjetivi‐<br />

dad femenina basada en la belleza juvenil.<br />

Haremos asimismo un breve excursus sobre la ver‐<br />

sión de Adrian Lyne de 1997, que a diferencia de la<br />

versión de Kubrick, sí fue un intento de adaptación de<br />

la novela, pero que, entre otras deficiencias, no fue su‐<br />

ficientemente coherente a la hora de respetar el objeto<br />

de deseo descrito por Nabokov y volvió a dejarse lle‐<br />

var (quizás por imposiciones legales) por un modelo<br />

de belleza heteronormativizado en el que su Lolita si‐<br />

gue sin ser una nínfula y vuelve a encarnar un objeto<br />

de deseo hegemónico, todo lo criticable que se quiera,<br />

pero no infantil.<br />

La segunda idea que vamos a defender en este tra‐<br />

bajo es muy ambiciosa. Pensamos que, en la película<br />

de Kubrick, el personaje de Lolita adquiere plena con‐<br />

ciencia de que su poder ‐que en ningún caso es el de la<br />

nínfula demoníaca proyectado por el pedófilo<br />

Humbert Humbert descrito por Nabokov en su nove‐<br />

la‐ está en la belleza que encarna. A nuestro juicio, la<br />

película nos permite ver con claridad que Lolita usa<br />

ese poder para luchar por su libertad en el estrecho<br />

marco de sus condiciones materiales y culturales. La<br />

Lolita de Kubrick no es el objeto pasivo de las ensoña‐<br />

ciones de un pedófilo, sino una joven que utiliza el<br />

único instrumento de poder a su alcance, su belleza,<br />

para ganar su libertad de elegir.<br />

La Lolita de Kubrick, vulgar, campechana y cínica,<br />

no está tan lejos de cierto modelo de feminismo radi‐<br />

cal, periférico (e incluso con tacón de aguja) propuesto<br />

por Virgine Despentes en su Teoría King Kong (2007) o<br />

por Itziar Ziga en su Devenir perra (2009) y teorizado ‐<br />

con menos frescura pero quizá con más solvencia y sin<br />

perder carácter provocativo‐ por Beatriz Preciado. Si<br />

por algo se caracterizan algunos de los modelos pre‐<br />

sentados (y encarnados) por Despentes y Ziga es por<br />

su carácter subalterno y periférico. Se trata de mujeres<br />

obligadas a sobrevivir en el marco de unas condicio‐<br />

nes económicas y culturales dadas, sin la posibilidad<br />

de una emancipación económica al alcance de la ma‐<br />

no. La Lolita kubrickiana también tiene que sobrevivir<br />

pero ni siquiera tiene a su alcance los recursos cultura‐<br />

les para autoteorizarse. Por eso luchará con el único<br />

poder que tiene; el que le ha otorgado la Sociedad a<br />

través de ojo Humbert y del espectador.<br />

Lolita, image parfaite d’une affiche publicitaire como<br />

dice Emmanuelle Delanoë‐Brun, no va a leer a Mary<br />

Wollstonecraft ni a Virginia Wolf y tampoco puede<br />

permitirse decir que no a su Humbert Humbert, pa‐<br />

dre, amante y dueño. Tan solo puede desdramatizar<br />

con algo de cinismo su situación y utilizar a Humbert<br />

hasta el punto de hacerle patético, de destruirle, para<br />

lograr la máxima autonomía posible. Como señala<br />

Ken Burke en su estudio comparativo entre la novela<br />

y la película Kubrick is sublimating the serious sexual the‐<br />

mes of Lolita to a constant flow of silly or ribald humor<br />

(Burke, 2001:145). Ello no es otra cosa que reforzar a un<br />

sujeto que, a pesar de su debilidad objetiva, ya no es<br />

una niña como en la novela. El amor y la pasión del<br />

opresor por Lolita es, en este caso, la mejor arma de<br />

ella para liberarse.<br />

El punto de partida inmanente en este ensayo es<br />

que el poder del oprimido descansa, en buena medi‐<br />

da, en su forma de opresión y que la puesta en prácti‐<br />

ca de ese poder supone asumir que la máscara im‐<br />

puesta puede ser también, en muchos casos, la másca‐<br />

ra del combate. Por eso debemos investigar las condi‐<br />

ciones de producción de la Política como conflicto, co‐<br />

mo lucha por los significados ‐en el sentido que le dan<br />

Chantal Mouffe (2007) Ernesto Laclau (2005) o el pro‐<br />

pio Zizek (2009)‐ y ser capaces cartografiar las relacio‐<br />

nes de poder que van más allá de las interacciones en‐<br />

tre instituciones (Estados, organizaciones colectivas,<br />

etc.) y que se encuentran en los espacios delimitados<br />

por la subsunción de la cultura y el bios en la lógica de<br />

la acumulación y su institucionalización hegemónica.<br />

De la novela a la película<br />

Es sin duda una ironía que la película fuese nominada<br />

a los Óscar en la categoría de mejor guión adaptado,<br />

cuando está claro que no había ninguna voluntad de<br />

adaptación de la misma por parte de Kubrick.<br />

8 Como veremos, las decisiones de dirección de Kubrick van a veces van en un sentido opuesto al del guión final, recortadísimo, de<br />

Nabokov, reforzando la idea de la autonomía epistemológica del lenguaje del cine respecto al texto.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 125 MISCELÁNEA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 126 MISCELÁNEA<br />

Con todas las prudencias que implica afrontar el espi‐<br />

noso tema de la adaptación, diremos que adaptar ven‐<br />

dría a ser trasladar los elementos fundamentales, esen‐<br />

ciales de una historia, de una disciplina artística (en es‐<br />

te caso la literatura) a otra (en este caso el cine). En<br />

nuestro caso, como escribía Fernando Lara desde las<br />

páginas de Triunfo ya en 1971, lo primero que se necesita<br />

para comprender plenamente Lolita, film de Kubrick, es des‐<br />

embarazarse de Lolita, novela de Nabocok (1971:65).<br />

De lo que sí tiene sentido hablar es de versión, en<br />

la medida en que la mayor parte de los elementos<br />

constitutivos y narrativos de la historia aparecen en la<br />

película. Con todo es muy interesante examinar la<br />

enorme distancia que en ocasiones encontramos entre<br />

el guión final (que por muchas modificaciones de que<br />

fuera objeto seguía siendo obra del autor de la novela)<br />

y las decisiones de dirección. Como señaló el propio<br />

Nabokov tras la publicación del guión en 1973, Ku ‐<br />

brick was a great director, that his Lolita as a first rate film<br />

with magnificent actors [aunque] only ragged odds and<br />

ends of my script had been used…as unfaithful to the origi‐<br />

nal…(1973: XII‐XIII).<br />

El propio proceso de redacción del guión por par‐<br />

te de Nabokov ya le había hecho consciente de las no‐<br />

tables diferencias que iba a encontrar entre su historia<br />

y la de Kubrick. Tras entregar un primer borrador de<br />

más de 400 páginas 9 , Kubrick pidió a Nabokov una<br />

versión más corta que le llegó pocos meses después.<br />

Pasarían dos años hasta que el autor ruso pudiera ver<br />

la película. Como ha señalado Studkey, Nabokov<br />

asumió que Kubrick’s creative renderings are pragmatic to<br />

the screen writing [y que] fidelity may be an author’s ideal<br />

but a producer’s ruin (2009:8).<br />

Tras el estreno de la película y después de algunos<br />

titubeos corteses iniciales, Nabokov señaló en nume‐<br />

rosas ocasiones las profundas diferencias entre la no‐<br />

vela y el filme. En una carta fechada en 1965, el autor<br />

escribía a Kubrick: I am sure you will agree that as a play<br />

it represented a work of art, in a way almost independent<br />

from its source, the book 10 . Para Studkey it is not an adap‐<br />

tation as this would suggest little creative input beyond the<br />

source novel. It is a version of the story as opposed to a re‐<br />

telling (2009:8).<br />

En cualquier caso, no pensamos que una novela<br />

sea, en sí misma, imposible de adaptar a las formas fíl‐<br />

micas dando un buen resultado, como afirmaba<br />

Adrian Lyne para justificar los límites de su versión de<br />

1997. Para el director británico, el de Nabokov it’s such<br />

a bloody marvelous book that, no matter what, you’re<br />

fucked. You are doomed to failure 11 . Por el contrario, la<br />

adaptación se podría hacer perfectamente, dado ade‐<br />

más el propio carácter cinemático de la novela. Como<br />

escribe Elizabeth Power cinematic metaphors run ram‐<br />

pant in Humbert Humbert’s account of Lolita’s seduction<br />

and betrayal. The affair, Humbert argues, was made possible<br />

because he resembled a movie star to Lolita, and ends when<br />

Quilty offers her a chance at Hollywood, something<br />

Humbert cannot do. Lolita is perceived by the adults in her<br />

life ‐Humbert, Charlotte, and Quilty‐ as a star. References to<br />

movies pervade the novel. Consider just a few examples:<br />

Lolita reads movie magazines and loves going to the movies;<br />

Quilty makes porn movies; Humbert sees himself as a direc‐<br />

tor, camera, and leading man. The novel’s consistent invo‐<br />

cation of filmic metaphors to describe Lolita invites us to<br />

read her as a literary version of Hollywood’s child star. Her<br />

career isas short‐lived as the average child star’s: as first<br />

Humbert’s lover and then Quilty’s whore (1999:2).<br />

Nabokov, escribiendo una de las mejores novelas ame‐<br />

ricanas del siglo XX, “piensa en cine” y basta leer la<br />

novela para imaginar muchos de sus elementos en for‐<br />

ma de celuloide. Pero Kubrick no se planteó hacerlo y<br />

Lyne, que sí lo hizo, no lo consiguió.<br />

Como vamos a ver, el carácter paródico e incluso<br />

surrealista en ciertos momentos de la película ‐que se<br />

aprecia en elementos como el homenaje a Chaplin en<br />

la escena de la habitación de hotel en la que Humbert<br />

intenta montar con un empleado la cama plegable, la<br />

alusión a Espartaco en el ambiente onírico de la casa<br />

de Quilty en el inicio del filme o la desorientadora se‐<br />

cuencia en la que se produce un corte en el que apare‐<br />

ce la película de terror The Curse of Frankenstein de<br />

Terence Fisher que Humbert, Lolita y Charlotte están<br />

viendo en un cine de verano‐ adelantan ya una apues‐<br />

ta muy personal de Kubrick en la que la parodia, al<br />

igual que la comicidad general del filme, refuerza a<br />

Lolita y debilita a Humbert en un sentido diferente al<br />

de la novela.<br />

Kubrick creó el mito de Lolita<br />

Ken Burke relata que durante el proceso de documen‐<br />

tación para escribir su estudio, al teclear “Lolitas” en<br />

varios buscadores de Internet, la mayor parte de lo<br />

que encontró fue pornografía (2001:157). Para este au‐<br />

9 Cómo Kubrick y el productor James Harris convencieron a Nabokov de que redactara el texto, las diferentes entregas de borradores así<br />

como la correspondencia con el escritor, está descrito en numerosos lugares. Destacamos en particular los trabajos de Studkey (2009) y<br />

Burke (2001).<br />

10 Citado en Studkey (2009:5).<br />

11 Citado en Power (1999:1).


tor the very name “Lolita” has taken on connotations not<br />

just of pedophilia but of female‐featured erotica in general<br />

(137).<br />

Hemos hecho la prueba sabiendo que nos íbamos<br />

a encontrar lo mismo pero sobre todo para cerciorar‐<br />

nos de que el tipo de pornografía que encontrábamos<br />

no era pornografía infantil, ni simulacros de pornogra‐<br />

fía infantil. Lo que básicamente aparece es pornografía<br />

para varones heterosexuales basada en un modelo hi‐<br />

persexualizado de belleza femenina juvenil‐adoles‐<br />

cente.<br />

Entre los ejemplos más llamativos que hemos ha‐<br />

llado, queremos destacar varias presentaciones foto‐<br />

gráficas colgadas en you tube que acompañan a la po‐<br />

lémica canción del jovencísimo rapero Porta “Las ni‐<br />

ñas de hoy en día son todas unas guarras pero los tíos<br />

unos cerdos”. Ciertos elementos de la letra podrían<br />

hacer que se encendiesen las alarmas que alertaran an‐<br />

te una nueva expresión de pedofilia ninfulófila: Las ni‐<br />

ñas ya no comen chuches, ahora comen pollas / Van ala mo‐<br />

da con samblancat ,12 años y ya follan / No es normal, pero<br />

es lo que ahora se lleva / Como papá no les deja llevar pier‐<br />

cing se lo ponen de pega / Y que mas da si su mente es mas<br />

corta que sus minifaldas / llevan tanga y las guarras se van<br />

de compras con mama / Ya no se juega con Barbies, ,ahora<br />

hay que ser rebelde / Papas, ustedes sabrán que su hija: de to‐<br />

do menos los deberes… 12 . Sin embargo, al observar las<br />

presentaciones fotográficas 13 vemos que se trata bási‐<br />

camente de chicas efectivamente muy jóvenes (lo mo‐<br />

ralmente escandaloso de las presentaciones es que pa‐<br />

rece que se trata de fotos amateur colgadas en Internet<br />

sin ningún consentimiento) pero muy alejadas de las<br />

nínfulas de Nabokov que vamos a describir a conti‐<br />

nuación. La escritora Lucía Etxebarría dedicó a Porta,<br />

con quien coincidió firmando libros, un post a propó‐<br />

sito de la citada canción titulado Aquí una ‘guarra’<br />

(2008), en el que curiosamente describe a la novia del<br />

rapero de la siguiente manera: …me fijé en una churri<br />

que teníamos enfrente de la caseta y que nos miraba frun‐<br />

ciendo libidinosamente el morrito, ataviada con minifalda<br />

cinturón y escote hasta el ombligo. Como los avispados lec‐<br />

tores habrán adivinado, era la novia de Porta, alias Cari…<br />

Etxebarría concluye diciendo: …deduzco que el chico es‐<br />

cribió en su día la canción cabreado porque las guarras en<br />

cuestión se lo hacían con todos menos con él, y que cuando<br />

la fama le consiguió acceso a las “guarras”, entonces se hizo<br />

con una. No vamos a entrar a juzgar que merece más<br />

atención, si los exitosos raperos de clase media‐alta o<br />

los escritores españoles de la generación intertextual,<br />

pero lo que está claro es que ni la pedofilia ni la sexua‐<br />

lización de la infancia aparecen aquí. Las lolitas de<br />

nuestra cultura popular que ejemplifica la pornografía<br />

(y nuestros laureados escritores contemporáneos) son<br />

adolescentes sexualmente desarrolladas. Su hiperse‐<br />

xualización responde sin duda a una forma de hetero‐<br />

normatividad que se ha hecho hegemónica pero ello<br />

no se debe a Nabokov sino a la película Kubrick.<br />

Para saber qué es una nínfula y comprobar que po‐<br />

co o nada tiene que ver con una lolita basta acudir a la<br />

novela de Nabokov, donde el personaje‐narrador<br />

Humbert Humbert no escatima detalles. Las nínfulas<br />

son muchachas entre los nueve y los catorce años de edad<br />

(Nabokov, 2009: 24). Humbert duda incluso de que<br />

Lolita haya empezado a menstruar ¿la madre naturale‐<br />

za la habrá iniciado ya en el Misterio de la Menarquia? (61)<br />

y nos da datos precisos sobre la fisonomía de su obje‐<br />

to de deseo: …una de mis guías en esas cuestiones fue una<br />

anotación antropométrica hecha por la madre de Lo en su<br />

duodécimo cumpleaños…caderas, 73 centímetros; circunfe‐<br />

rencia del muslo (justo debajo del surco glúteo), 43: panto‐<br />

rrilla y cuello, 28; pecho, 68; brazo, 20; cintura, 58; estatura,<br />

1 metro 48 centímetros; peso, 38 kilos…(2009:133).<br />

Además, aclara que una vez las niñas se desarrollan fí‐<br />

sicamente dejan de interesarle: también sabía que ella no<br />

sería siempre Lolita. El uno de enero tendría trece años. Dos<br />

años más, y habría dejado de ser una nínfula para convertir‐<br />

se en una “jovencita”, y poco después pasaría a ser el colmo<br />

de los horrores: una “universitaria” (82).<br />

Humbert Humbert especifica con todo lujo de de‐<br />

talles lo que le atrae:…lo que me enloquece es la naturale‐<br />

za ambigua de esta nínfula –de todas las nínfulas, quizás‐;<br />

esa mezcla que percibo en mi Lolita de tierna y soñadora pue‐<br />

rilidad y una especie de desconcertante vulgaridad (58)…la<br />

más bonita de ambas niñas, Mabel, creo –pantalones cortos,<br />

top que apenas si marcaba sus incipientes senos, pelo brillan‐<br />

te, ¡una verdadera nínfula, por Pan! (93). Es decir, nada<br />

que ver con la juventud.<br />

En la novela se aclara asimismo que a Humbert po‐<br />

co o nada le gustan las mujeres, por guapas y atracti‐<br />

vas que sean: Humbert evocó mentalmente a Charlotte des‐<br />

de el punto de vista erótico. Estaba bien formada y se cuida‐<br />

ba mucho, eso no podía negarse; pero solo podía aferrarme a<br />

esta última idea si me esforzaba por ver de un modo ideal, no<br />

real, sus rotundas caderas, sus redondeadas rodillas, su pro‐<br />

minente busto, la áspera piel rosada de su cuello (“áspera”<br />

en comparación con la miel y la seda) y el resto de los atribu‐<br />

12 La letra está disponible en http://www.musica.com/letras.asp?letra=987582 (Consulta: 7/6/2010)<br />

13 Este es el resultado de la búsqueda en You Tube: http://www.youtube.com/results?search_query=Las+ni%C3%B1as+de+hoy ‐<br />

+en+d%C3% ADa+unas +guarras+pero+los+t%C3%ADos+unos+cerdos&aq=f (Consulta: 7/6/2010).<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 127 MISCELÁNEA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 128 MISCELÁNEA<br />

tos de ese ser insignificante y aburrido que es una mu‐<br />

jer hermosa [la negrita es nuestra](91). En el texto se<br />

deja clara también la diferencia entre las nínfulas y las<br />

“muchachas”: me encontré madurando en una civilización<br />

que permite a un hombre de veinticinco años cortejar a una<br />

muchacha de dieciséis, pero no a una niña de doce (25).<br />

Creo que sobran ya referencias de la novela para<br />

dejar claro que la Lolita de Nabokov nada tiene que<br />

ver con el concepto de lolita que se ha popularizado,<br />

mientras que este último sí es deudor de la película de<br />

Kubrick. La Lolita de Nabokov puede ser cruel, vul‐<br />

gar, egoísta y encarnar cuantos elementos de atracción<br />

demoníaca que se quiera, pero no deja de ser una ni‐<br />

ña. Nabokov deja claro además que su Lolita (a dife‐<br />

rencia de la que encarnó Sue Lyon) sufre, como prue‐<br />

ban sus solitarios llantos nocturnos o su desagrado an‐<br />

te las violaciones de Humbert (la mayor parte de los<br />

“encuentros sexuales” que aparecen en la novela no<br />

son consentidos). Lolita no es una jovencita, sino una<br />

niña de 12 años y son precisamente las características<br />

derivadas de esa edad lo que enloquece a Humbert<br />

Humbert. Como declaró el propio Nabokov en una<br />

entrevista en televisión en 1975, Lolita no es una niña<br />

perversa, es una pobre niña que corrompen y cuyos sentidos<br />

nunca se llegan a despertar bajo las caricias del inmundo se‐<br />

ñor Humbert 14 .<br />

Escribía la profesora Meritxell Torrent que entre los<br />

arquetipos estudiados de mujer fatal (mujeres fieras como es‐<br />

finges, sirenas y arpías; mu‐<br />

jeres diabólicas como brujas y<br />

vampiros o modernas muje‐<br />

res mecánicas) destacaban<br />

por su ausencia las nínfulas<br />

(1997:117). Para esta auto‐<br />

ra la nínfula es un caso atípi‐<br />

co de mujer fatal, no solo por‐<br />

que nunca comparte los ras‐<br />

gos físicos de la mayoría de<br />

las mujeres sino porque [co‐<br />

mo escribe Nabokov] es<br />

ignorante de su fantástico<br />

poder (119). Decir que la<br />

nínfula ni comparte los<br />

rasgos físicos de la mayo‐<br />

ría de las mujeres, ni es consciente de su poder, no es<br />

sino otra manera de afirmar que las nínfulas no son to‐<br />

davía mujeres.<br />

De hecho, el término nínfula (nymphet) solo apare‐<br />

ce una vez en la película pero incluso en esa ocasión,<br />

14 Citado en Chantzopoulos (2007: 6)<br />

15 Citado en Torrent (1997:122)<br />

Kubrick le da un sentido muy distinto al de Nabokov.<br />

Como dice Thomas Nelson Kubrick, however, did pro‐<br />

vide in the film a definition of the nymphet (it is different<br />

from the one in Nabokov’s screenplay) and of Humbert’s at‐<br />

traction that indicates the film’s altered sexual and psycho‐<br />

logical focus. In voiceover while writing in his diary,<br />

Humbert defines the “twofold nature” of this nymphet as a<br />

mixture of “dreamy childishness” and “eerie vulgarity,”<br />

thus suggesting that his obsession with Lolita has nothing<br />

to do with the unsuccessful retreat of Nabokov’s Humbert<br />

into that timelessness lost in the “princedom by the sea” of<br />

his childhood (Nelson, 2000:7).<br />

Por lo tanto, a la pregunta de si Sue Lyon interpre‐<br />

ta a una nínfula habrá de responderse que no. Muy al<br />

contrario, interpreta a una femme fatale. Hay numero‐<br />

sas secuencias en las que este carácter del personaje de<br />

Sue Lyon queda claro.<br />

En el siguiente vídeo, podemos ver una selección<br />

de capturas de la película en la que el poder sexual de<br />

Sue Lyon se despliega en todo su esplendor: http:// ‐<br />

www. youtube.com/watch?v=IA46NB0pixw<br />

Con la secuencia que insertamos a continuación<br />

http://www.youtube.com/watch?v=YNuzb5E6_2k&fe<br />

ature=related (a partir del minuto 7:50 hasta el 9:02) hi‐<br />

cimos el experimento de mostrarla sin sonido a una<br />

persona que no había visto la película ni leído la nove‐<br />

la. Nos respondió, con una media sonrisa, que la joven<br />

estaba seduciendo de manera activa y descarada a un<br />

hombre particularmente pasivo y asustado.<br />

Como escribe Raúl Guerra, Sue Lyon es una bellísima y<br />

encantadora jovencita, una vampiresa más o menos avezada<br />

pero no una nínfula 15 . Los ejemplos de nínfulas en el ci‐<br />

ne ni mucho menos escasean pero Sue Lyon no es


Shirley Temple, ni Jody Foster en Taxi Driver, ni<br />

Kirsten Dunst interpretando a Claudia (una mujer en‐<br />

cerrada en el cuerpo de una niña) en “Entrevista con el<br />

vampiro” de Neil Jordan, ni Natalie Portman en<br />

“León, el profesional” 16 La elección de Jeremy Irons<br />

de Luc Besson, ni la celebra‐<br />

da Hannah Montana en sus primeros tiempos, ni, tra‐<br />

yendo ejemplos del, menos censurado para estos te‐<br />

mas, cine español, María Valverde en “La flaqueza del<br />

bolchevique” de Manuel Martín Cuenca o Sandra<br />

Rodríguez en “Mensaka” de Salvador García Ruiz.<br />

En estos casos que señalamos, sí podríamos estar<br />

ante lo que Sinclair (1994) llama el nymphet syndrome<br />

en el cine, pero ni la Sue Lyon dirigida por Kubrick ni,<br />

como vamos a ver, la Dominique Swain dirigida por<br />

Adrian Lyne, dan el perfil de nínfulas.<br />

Excursus: el intento de Adrian Lyne<br />

Sin duda el guión con el que trabajó Adrian Lyne pa‐<br />

ra hacer su película se ajusta mucho más a la novela de<br />

Kubrick, pero fracasa además de en varios elementos<br />

más o menos secundarios en los que apenas vamos a<br />

detenernos, en un elemento central que sí nos interesa:<br />

la construcción del objeto de deseo.<br />

17<br />

para el papel de Humbert es<br />

respetuosa con la descripción<br />

física –que tiene mucha im‐<br />

portancia‐ que se autoatribu‐<br />

ye Humbert en la novela:<br />

Tengo todas las características<br />

que, según los estudiosos del<br />

comportamiento sexual infantil,<br />

suscitan el interés de una niña:<br />

mandíbula firme, mano musculo‐<br />

sa, voz profunda y sonora, hom‐<br />

bros anchos. Además, se me en‐<br />

cuentra parecido a cierto cantan‐<br />

te o actor por el cual está chiflada<br />

Lo (Nabokov, 2009: 56). Lo ve‐<br />

mos en la secuencia en la que<br />

se nos presenta a Lolita:<br />

http://www.youtube.com/ ‐<br />

watch? v=‐MIxIeSY1YY<br />

Como vemos Lyne busca<br />

este parecido que, como deci‐<br />

mos, tiene importancia pues<br />

el Humbert de Nabokov, a diferencia del de Kubrick,<br />

es muy guapo: No sé si en estas trágicas notas he resalta‐<br />

do suficientemente la peculiar atracción que la apostura del<br />

autor… ejercía en mujeres de toda edad y condición…de<br />

cuando en cuando debo recordar al lector mi aspecto (129).<br />

Lyne elimina también el patetismo tendente a la comi‐<br />

cidad que provoca la fisonomía de James Mason en la<br />

versión de Kubrick, mucho más cincuentón que cua‐<br />

rentón y sobrado de algunos kilos18 .<br />

Podrían señalarse, con todo, algunas carencias del<br />

personaje de Lyne como el hecho de que quedaran eli‐<br />

minados el fino sentido irónico del personaje de<br />

Nabokov así como su ácido cinismo, productos de una<br />

preparación cultural que no terminamos de ver en el<br />

Humbert de Irons, que encarna bien el profundo amor<br />

del personaje de Nabokov por Lolita pero deja un tan‐<br />

to vacías otras dimensiones psicológicas del personaje. 129MISCELÁNEA<br />

Lo mismo puede decirse de la elección de Melanie<br />

Griffith, que se acerca mucho más a la descripción ya ci‐<br />

tada de mujer hermosa que hace Nabokov en la novela<br />

página<br />

respecto de Charlotte Haze, mientras que la Charlotte<br />

10<br />

encarnada por Shelley Winters es ante todo la madura<br />

decadente en contraste con la irresistible Sue Lyon.<br />

YOUKALI,<br />

16 La imagen de Natalie Portman en “León, el profesional”. Tomada de http://www.dvdbeaver.com/film2/DVDReviews46/leon%20bes‐<br />

son%20blu‐ray/large/large_leon_shorter_blu‐ray4.jpg (Consulta:18/6/10)<br />

17 La imagen la hemos tomado en http://mouthswiredshut.files.wordpress.com/2009/01/lolita2.jpg (Consulta:18/6/10)<br />

1885-477X<br />

18 Distinto hubiera sido si el papel de Humbert en la versión de Kubrick lo hubiera encarnado Gary Grant (se ha especulado sobre que se<br />

le ofreció) pero desde luego la elección de Mason, del mismo modo que si hubiera elegido a Peter Ustinov, respondía a otros objetivos. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 130 MISCELÁNEA<br />

Sin embargo, el fracaso de Adrian Lyne empieza y<br />

termina con la elección de su Lolita. Dominique<br />

Swain 19 no es, ni de lejos, una nínfula, por mucho<br />

que el director trate de hacer que se comporte como<br />

tal. Como dice Meritxell Torrent Dominique Swain es,<br />

en el mejor de los casos, una jovencita disfrazada de niña.<br />

Ni sus graciosas muecas, ni el aparato dental ni todos los<br />

caramelos del mundo habrían podido convertir a Swain en<br />

la pequeña nínfula de Nabokov, sencillamente es demasia‐<br />

do mayor (1997:122). Observemos la siguiente selec‐<br />

ción de secuencias con el tema de Cyndi Lauper<br />

“Girls Just Want to Have Fun”: http://www.youtu‐<br />

be.com/ watch ? v=ijxBT GQ2m3Y<br />

Dejando a un lado ciertas licencias no demasiado<br />

elegantes que vulgarizan a un director respetable co‐<br />

mo Lyne (como el homenaje a las fiestas de camise‐<br />

tas mojadas) está claro que Dominique Swain, no es<br />

una nínfula. Como podemos ver, ciertos comporta‐<br />

mientos infantiles extraídos de la novela de Nabokov<br />

podrían resultar creíbles en una niña de 12 años (co‐<br />

mo la Lolita original) pero en la piel de la joven<br />

Swain, hacen pensar que sufre algún retraso mental<br />

o que está ebria.<br />

No voy a torturar (o a deleitar) a los lectores de es‐<br />

te artículo con escenas de películas pornográficas en<br />

las que se disfraza a una actriz (evidentemente ma‐<br />

yor de edad) de colegiala a través de piruletas, tren‐<br />

citas o uniformes escolares, pero este efecto de eroti‐<br />

zación vulgar que aparece el filme de Lyne, destruye<br />

cualquier intento de hacer que la película sea una<br />

adaptación creíble de la novela (por muchas bendi‐<br />

ciones que haya recibido, en clave de argumento de<br />

autoridad, por parte del hijo de Vladimir Nabokov).<br />

19 Foto tomada de http://img70.imageshack.us/img70/4701/lolita0xg8.jpg (Consulta:18/6/10).<br />

Quizá tenga razón Richard Corliss<br />

cuando señala, a propósito de las<br />

dificultades legales que tuvo<br />

Andrian Lyne para hacer que su<br />

Lolita se pareciera a la nínfula de<br />

Nabokov, que …the escisions torced<br />

on Lyne say a lot about our two‐faced<br />

age, when the rankest pornography is<br />

available to every kid with a laptop<br />

and fingers, while grownup filmmak‐<br />

ers (and filmgoers) must see Works of<br />

serious ambition diluted, derailed,<br />

never made (1998:35). Pero Lyne sí<br />

intentó hacer este trabajo aunque<br />

quizá no con la suficiente ambi‐<br />

ción.<br />

Una película que quisiera ser<br />

fiel (con todas las concesiones a los<br />

problemas teóricos y prácticos que implica la noción<br />

de adaptación de un medio artístico a otro) a Lolita,<br />

tendría que ser una película en la que la pedofilia<br />

apareciera y para eso hace falta una nínfula de ver‐<br />

dad. Seguramente los problemas que tuvo el preten‐<br />

didamente polémico director británico para encon‐<br />

trar distribuidor en Estados Unidos le empujaron a<br />

elegir a una actriz como Do mi nique Swaine (que in‐<br />

cluso tuvo que ser sustituida por una doble con los<br />

18 años cumplidos en las escenas más explícitas) pe‐<br />

ro para llevar al cine Lolita había que tener una co‐<br />

herencia que el director británico no tuvo.<br />

De otro modo nos quedamos con el recurrente<br />

retrato, propio de la heteronormatividad machista<br />

dominante en el cine, de la relación entre el “madu‐<br />

rito atractivo” y la “jovencita pibón”, nada original a<br />

estas alturas pues la opera prima de este modelo cine‐<br />

matográfico heteropatriarcal fue, como estamos in‐<br />

tentando explicar, creada magistralmente por<br />

Kubrick.<br />

El poder de Lolita (conclusiones)<br />

Para explicar el poder femenino que encarna la Lolita<br />

de Kubrick hemos analizado ciertos aspectos de tres<br />

de los cuatro personajes fundamentales de la pelícu‐<br />

la; Humbert, Charlotte y la propia Lolita. Respecto al<br />

peculiar de personaje de Quilty el filme, que en sí mis‐<br />

mo daría para muchas investigaciones, aquí solo dire‐<br />

mos que cumple, ante todo, una función satírica e iró‐<br />

nica para la fórmula de Kubrick. Incluso si lo mira‐<br />

mos en clave psicoanalítica, como super‐yo o entidad


moralizante y represora de Humbert, la función del<br />

personaje interpretado por un Peter Sellers memora‐<br />

ble, nos hace sonreír y nos obliga a la indulgencia y a<br />

la empatía con Humbert; indulgencia y empatía que<br />

solo se explica, en la medida en que el Humbert de<br />

Kubrick es un perdedor privado de cualquier poder.<br />

En primer lugar vamos a detenernos en el patetis‐<br />

mo del Humbert interpretado por James Mason; en<br />

segundo lugar en la relación del personaje de<br />

Charlotte (débil y vulnerable) interpretado por<br />

Shelley Winters con Lolita y por último reflexionare‐<br />

mos sobre la joven arrolladora que vemos en la Lolita<br />

de Sue Lyon.<br />

Como ha señalado Thomas Nelson, Lolita shows<br />

that, for Kubrick, performance could be as crucial to the ex‐<br />

pressive substance of a film as camera and mise‐en‐scène<br />

(2000:5). No vamos a entrar aquí en la cuestión de la<br />

mayor o menor importancia que pudieron tener las<br />

ideas de Stalisnavsky (en la versión norteamericana<br />

que le dieron Elia Kazan y Lee Strasberg en el New<br />

York Actors Studio) en la formación de Kubrick, a las<br />

que Nelson da tanta importancia. El caso es que, por<br />

unas u otras razones, Kubrick es capaz de obtener to‐<br />

do de sus actores para adaptarlos a sus propósitos. En<br />

Lolita vamos a ver que el trabajo actoral y algunas de‐<br />

cisiones de dirección colocan el sentido que percibe el<br />

espectador incluso en una dirección opuesta al propio<br />

texto del guión.<br />

Vayamos con el Humbert encarnado por James<br />

Mason.<br />

Respecto a la novela de Nabokov, ha sido muy ci‐<br />

tada la afirmación del escritor canadiense Robertson<br />

Davies según la cual el tema de Lolita is not the corrup‐<br />

tion of an innocent child by a cunning adult, but the exploi‐<br />

tation of a weak adult by a corrupt child (1996[1959]:213).<br />

Davies escribía al calor de la polémica suscitada por la<br />

publicación de la novela en Estados Unidos en 1958<br />

(tras la primera edición en Paris dos años antes) ante la<br />

inminencia de su publicación en Inglaterra. Creemos<br />

que Davies trataba aquí de invertir la perspectiva, de<br />

manera un tanto forzada, para proteger a Nabokov de<br />

las críticas. Para Davies no debía haber campos veda‐<br />

dos al sentido del humor que él encontraba (y con mu‐<br />

cha razón) en Lolita.<br />

Sin embargo, basta leer la novela para descubrir<br />

que la Lolita de Nabokov no es una niña corrompida,<br />

sino sencillamente una niña estúpida y vulgar, como<br />

tantos preadolescentes pero que no por ello deja de ser<br />

la víctima. No olvidemos que…cada noche –todas y ca‐<br />

da una de las noches [dice Humbert]‐ Lolita se echaba a llo‐<br />

rar no bien me fingía dormido (2009:217). Si de alguien es<br />

víctima el Humbert de la novela es de sí mismo.<br />

Recordemos que Humbert, tras denunciar la definitiva<br />

caída moral de Lolita (Nabokov, 2009:226) cuando está<br />

comienza a cobrarle por sus servicios sexuales, nos di‐<br />

ce: estaba en su mano negarme ciertos filtros amorosos fue‐<br />

ra de lo común, lentos y paradisíacos, que me dejaban como<br />

muerto, pero sin los cuales era incapaz de vivir más que unos<br />

pocos días, y que, a causa de la propia naturaleza pasiva de<br />

aquellas experiencias amorosas [se refiere las felaciones<br />

que recibe de la niña] no me era posible obtener por la<br />

fuerza (226‐227). Es decir, Humbert violaba a Lolita.<br />

Nada que ver con lo que vemos en la película.<br />

Sin embargo, si traemos la reflexión de Davies es<br />

porque, paradójicamente, sí es precisa para describir a<br />

la Lolita de Kubrick. Mientras que en la novela, el irre‐<br />

sistible humor de Nabokov proviene de la ácida visión<br />

de la realidad que lleva a cabo el protagonista narra‐<br />

dor, en la película, el humor se traslada del monólogo<br />

a la relación (a través de la puesta en escena y de los<br />

diálogos) entre Humbert y su entorno; los paisajes so‐<br />

ciales estadounidenses así como los personajes<br />

Charlotte, Lolita y Quilty. Ahora la víctima sí es<br />

Humbert y la principal consecuencia de esta victimi‐<br />

zación es el empoderamiento (desde sus circunstan‐<br />

cias) de Lolita.<br />

En un reciente artículo, Emmanuelle Delanoë‐<br />

Brun describe la película de Kubrick como la fabrique<br />

de l’homme objet. Como demuestra esta autora, la mas‐<br />

culinidad torturada por poderes exteriores es una<br />

constante en cine de Kubrick (en The Killer´s kiss por el<br />

deseo, en “La naranja mecánica” y en “Barry Lyndon”<br />

por la sociedad, en “2001, Odisea del espacio” por las<br />

máquinas, en “Senderos de Gloria” y en “La chaqueta<br />

metálica” por la institución militar…). Para Delanoë‐<br />

Brun …d’une oeuvre à l’autre, Kubrick modélise cette con‐<br />

figuration, variant les perspectives, les contextes, les points<br />

d’entrée, mais toujours au service d’une même interrogation<br />

sur l’être homme, autant en tant qu’être humain qu’en tant<br />

qu’être masculin. L’armée et la cellule familiale y sont deux<br />

univers récurrents, univers clairement encodés au mas‐<br />

culin ou au féminin (2010:4). En nuestro caso, la insti‐<br />

tución de poder es Lolita como configuradota y des‐<br />

tructora final de Humbert.<br />

La autodestrucción obsesiva de Humbert es algo<br />

que Mason transmite a través de una pluralidad de 131MISCELÁNEA<br />

gestos que le patetizan (en particular sus movimientos<br />

de manos y las expresiones de su cara). La escena del<br />

hospital cuando Lolita ha huido (que podemos ver en página<br />

http://www.youtube.com/watch?v=ZTTEspH0r8k&fe<br />

ature=related ), en la que en pocos segundos Humbert<br />

10<br />

se transforma en carne de manicomio, es quizá el me‐<br />

jor ejemplo.<br />

Humbert, passé au crible kubricien, apparaît comme un YOUKALI,<br />

nouvel avatar de l’homme objet, progressivement privé de<br />

tout contrôle sur l’histoire (Delanoë‐Brun, 2010:1).<br />

Tenemos así un Humbert derrotado casi desde el prin‐<br />

cipio (nada que ver con el de Nabokov) pero su pate‐<br />

tismo, lejos de ser el de un pedófilo, más bien nos re‐<br />

cuerda al de los personajes de Michel Houllebecq en 1885-477X<br />

busca de carne joven, tratando de escapar su destino<br />

de cincuentones. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 132 MISCELÁNEA<br />

El destino del cincuentón en la película (Mason 20 tie‐<br />

ne 53 años cuando rueda la película y los aparenta con<br />

creces, lo que prueba de nuevo que la decisión de<br />

Kubrick era apartarse del personaje de Nabokov) esta<br />

marcado por la alternativa entre la triste soledad abu‐<br />

rrida del académico mediocre que no ama su trabajo y<br />

el matrimonio con una mujer que ha perdido su ju‐<br />

ventud y a la que por tanto, en el marco social hetero‐<br />

patriarcal, solo le quedan las virtudes derivadas de<br />

ocuparse de las tareas del cuidado pero que, en nin‐<br />

gún caso, y esto Kubrick lo deja claro, es capaz de pro‐<br />

ducir deseo.<br />

La genialidad de Kubrick, lo que le hace ser en cier‐<br />

ta medida más transgresivo que el propio Nabokov, es<br />

que no permite mirar a Humbert con distancia, juzgarle<br />

como enfermo o criminal, sino que obliga al espectador<br />

a una empatía inevitable pues su Lolita encarna un obje‐<br />

to de deseo objetivo para cualquier varón heterosexual<br />

en el mundo actual. El Humbert de Kubrick no es un<br />

maníaco sexual, sino que representa las aspiraciones<br />

eróticas de cualquier varón heterosexual postmoder‐<br />

no. Como se ve en las escenas con las que Kubrick<br />

construye a su Lolita, está fuera de toda duda que Sue<br />

Lyon representa un modelo ideal de belleza.<br />

El personaje de “la madre” interpretado por She ‐<br />

lley Winters 21 es uno de los grandes logros de la pe‐<br />

lícula. No es la mujer hermosa descrita por Na bo ‐<br />

kov, sino una viuda cuarentona escasamente atrac‐<br />

tiva. Winters tiene 42 cuando se rueda la película;<br />

poco que ver con la treintañera con cierto estilo<br />

Marlene Dietrich que describe Nabokov (2009: 48).<br />

Charlotte es perfectamente consciente de su deca‐<br />

dencia, está sobrada de peso según los estándares<br />

de belleza (cosa Kubrick no se priva de representar),<br />

trata desesperadamente de atraer la atención de<br />

Humbert y tiene una terrible envidia de Lolita.<br />

Esta envidia es enfatizada por Kubrick en varias<br />

escenas pero hay dos de ellas que nos resultan es‐<br />

pecialmente valiosas (y que se apartan absoluta‐<br />

mente de la novela).<br />

La primera es la escena de la discusión tras el<br />

baile en la que Charlotte, tras enviar a Lolita a la<br />

cama afirma: Since the age of one, you know, she kept<br />

throwing her toys out of her crib so that I would have to<br />

keep stooping over to pick them up. She had always had<br />

some kind of gripe against me. Now she sees herself as<br />

some kind of a starlet. Well, I see her as a sturdy,<br />

healthy but decidedly homely child. I mean, is it my<br />

fault if I feel young? Why should my child resent it?<br />

You don’t resent it, do you? Do you think I’m just a foolish,<br />

romantic American girl?. Mientras que, en la versión de<br />

Nabokov dice: Cuando tenía un año, ya mostraba lo per‐<br />

versa que iba a ser tirando todos sus juguetes fuera de la cu‐<br />

na, para que su pobre madre se pasara el santo día recogién‐<br />

dolos (2009:60). Como vemos, en la novela no hay alu‐<br />

siones ni a la fortaleza ni a la salud de Lolita, ni se di‐<br />

ce que se sienta una joven estrella (en el doblaje al cas‐<br />

tellano traducen starlet, a mi juicio acertadamente, co‐<br />

mo “belleza”) pero sobre todo, la pregunta “¿Es mi<br />

culpa si me siento joven?” nos parece definitiva. Lolita<br />

ha desplegado su poder, el poder de la juventud, fren‐<br />

te a la decadencia de su madre.<br />

Hay otra escena también crucial. Cuando Char ‐<br />

lotte descubre el diario de Humbert dice: Go on, get out<br />

of my way, I’m leaving here today. You can have all of it but<br />

you are never going to see that miserable brat again.... y<br />

después añade, mientras solloza junto a las cenizas de<br />

20 La imagen está tomada de http://www.philosophyblog.com.au/userimages/user1863_1171790394a.jpg (Consulta: 19/6/10).<br />

21 La foto está tomada de http://lh3.ggpht.com/_vwTjnzGmzKk/SrAjyrsgqzI/AAAAAAAASuw/t1FIozIXg8g/%5BUNSET%5D.png?img‐<br />

max=800 (Consulta: 19/6/10).


su difunto marido Harold, How did we produce such a<br />

little beast?. Mientras que en la novela dice: Me mar‐<br />

cho esta noche. Todo esto es tuyo. Pero nunca, nunca, volve‐<br />

rás a ver a esa pobre chiquilla (2009: 120). De “pobre chi‐<br />

quilla” a “miserable mocosa” y “pequeña bestia” hay<br />

notables diferencias. En la novela, Charlotte no adora<br />

a su hija pero trata de protegerla, mientras que en la<br />

película, Charlotte solo alberga resentimiento frente a<br />

una Lolita con la que no puede competir ( se podría in‐<br />

cluso decir que estamos ante una nueva versión de la<br />

popularizada Blanca Nieves de los hermanos Grimm).<br />

Y es que como señala provocativamente Virgine<br />

Despentes a los hombres les gustan las chicas guapas (…)<br />

la prueba es su tosca alegría cuando ven envejecer a aquellas<br />

mujeres que no han podido obtener o que les hicieron sufrir<br />

(65‐66). Lo que describe Despentes es el mundo del de‐<br />

seo masculino que construye Kubrick en Lolita. Hay<br />

una secuencia de la película (cuando los tres van al au‐<br />

tocine) que sintetiza esta elección: http:// www. you ‐<br />

tube.com/watch?v=jt6tLk1WN0o<br />

Beatriz Preciado habla en su “Testo Yonqui” de un<br />

mercado heterosexual del que las mujeres quedan ex‐<br />

pulsadas en torno a los 45 años, mientras que los hom‐<br />

bres suelen aguantar 15 años más (2008:154). El perso‐<br />

naje de Charlotte creado por Kubrick representa exac‐<br />

tamente ese tipo decadencia reforzando el poder se‐<br />

xual de Lolita. Como señalaba Emmanuelle Delanoë‐<br />

Brun en la cita con la que comenzábamos este trabajo<br />

à la plantureuse Charlotte (…) femelle littéralement en rut<br />

aux antipodes de marlene Dietrich à qui le Humbert de Na ‐<br />

bokov la compare, Kubrick oppose le corps diaphane de<br />

l’adolescente en offrande sur son tapis de paille, corps<br />

idéal (…)image parfaite qu’on croirait droit sortie d’une<br />

affiche publicitaire (2010:6).<br />

Ya hemos indicado, respecto al personaje de<br />

Sue Lyon 22 , que en ningún caso se trata de una<br />

nínfula en el sentido descrito por Nabokov y<br />

que incluso podría aparentar perfectamente al‐<br />

gunos años más de los 15 que cumplió cuando<br />

se rodaba la película. La forma en la que<br />

Kubrick construye a su personaje, física y psi‐<br />

cológicamente, no admite discusión respecto al<br />

hecho de que se trata de una modalidad de be‐<br />

lleza deseable para cualquier varón en el con‐<br />

texto de la hegemonía heteronormativa (basta<br />

ver la foto). Veamos la que quizá sea la secuen‐<br />

cia icónica de la película, cuando Humbert ve<br />

por primera vez a Lolita: http://www. you ‐<br />

tube.com/watch?v=sKMoRDiU5ZY&featu‐<br />

re=PlayList&p=C84AB067A034F31C&play‐<br />

next_from=PL&playnext=1&index=9<br />

El Humbert de la novela es un pedófilo pe‐<br />

ro nada hay de pedofilia en que un varón heterosexual<br />

se sienta atraído por la Sue Lyon que acabamos de ver.<br />

Lo que sí hay es una identificación heteropatriarcal del<br />

ideal de feminidad con la extrema juventud que ade‐<br />

más, merced a las nuevas tecnologías biopolíticas de<br />

control de la subjetividad (médicas, farmacológicas,<br />

comunicativas y culturales) habrá de devenir hegemó‐<br />

nica con los años. Las clínicas especializadas en lo que<br />

equívocamente llaman “estética” se dedican básica‐<br />

mente a configurar (actuando sobre los atributos más<br />

sexualizables) el cuerpo de las mujeres tratando de<br />

acercarlo a los caracteres de la extrema juventud y bas‐<br />

ta observar durante unos minutos un canal de “tele‐<br />

tienda” para ver el carácter de biomercancías de bue‐<br />

na parte de los productos que se ofrecen (fajas para di‐<br />

simular la barriga, mágicos aparatos de abdominales,<br />

productos adelgazantes…).<br />

Haber descubierto esto es quizá la grandeza de<br />

Kubrick en esta infravalorada película. Como re‐<br />

conoce Ken Burke, upon re‐viewing Kubrick´s film I find<br />

her to look even older than that [durante el rodaje de la<br />

película Sue Lyon cumplió 15 años, como decíamos],<br />

so that the theme of paedophilia/incest is still there and very<br />

troubling as a concept but in visual appearance [aquí es<br />

donde aparece, obviamente la intención de Kubrick],<br />

to me, there is nothing more striking here than our contem‐<br />

porary complaint about films promoting insidious sexism,<br />

constantly prolonging the careers of older actors by pairing<br />

them with younger actresses (60´s Sean Connery and 20´s<br />

Catherine Zeta‐Jones in Entrapment, 1999, as one promi‐<br />

nent example) while the reverse rarely holds true with<br />

women (Burke, 2001: 161). La heteronormatividad que<br />

junta jovencitas con maduros para deleite de un públi‐<br />

22 Imagen tomada de http://www.futuropasado.com/images/suelyon.jpg (Consulta: 19/6/10). ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 133MISCELÁNEA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 134 MISCELÁNEA<br />

co condicionado por valores patriarcales es lo<br />

que descubre Kubrick con su (ya escasamente<br />

escandalosa) Lolita.<br />

Como reconocía el propio director en una<br />

carta a Peter Ustinov (al que propuso hacer el<br />

papel de Humbert) fechada el 20 de Mayo de<br />

1960, people will have to admit Lolita is ‘erotic and<br />

desirable’ and of course teenagers can be this wi‐<br />

thout causing too many shockwaves 23 .<br />

Esto mismo será lo que hará fracasar a<br />

Adrian Lyne en su intento de ser fiel a la no‐<br />

vela de Nabokov (los incontestables atractivos<br />

del Jeremy Irons y de Domique Swain, por<br />

mucho que a esta última le pongan aparato en<br />

los dientes, definen la mirada del espectador<br />

en un sentido inequívoco que nada tiene que<br />

ver, como ya hemos explicado, con la historia de<br />

Nabokov).<br />

Despentes, en su genial Teoría King Kong habla<br />

del estilo super‐puta, por otra parte muy favorecedor, que<br />

adoptan muchas chicas como estrategia de seducción<br />

más eficaz sobre los hombres (2007:19). Como dice es‐<br />

ta autora, a los hombres les gusta pensar que lo que las mu‐<br />

jeres prefieren es seducirles y hacerles enloquecer. Pura pro‐<br />

yección homosexual…de lo que se trata es de reconfortar a<br />

los hombres en su virilidad, jugando el juego de la feminidad<br />

(Despentes, 2007:65). Pero si, como dice Judith Butler,<br />

las normas que gobiernan la identidad…están parcialmente<br />

articuladas sobre matrices de jerarquía de género y heterose‐<br />

xualidad obligatoria (Butler, 2007: 282) entonces hay que<br />

decir que Lolita 24 lucha con las armas que tiene, cons‐<br />

ciente de su identidad de género en el marco de los<br />

discursos heteronormativos hegemónicos. Cuando<br />

Monique Wittig dijo en 1978 que las lesbianas no son<br />

culturalmente mujeres y defendió la posición estraté‐<br />

gica privilegiada de las mujeres homosexuales para<br />

combatir el heteropatriarcado, estaba dejando claro<br />

implícitamente que existía un espacio no privilegiado.<br />

Ese es el espacio de Lolita, que ni es lesbiana ni es cul‐<br />

ta pero es consciente de que solo cuenta con su belle‐<br />

za (su único poder) para liberarse de su madre, para<br />

desembarazarse de Humbert, para intentar acercarse<br />

al poder (Quilty), para conseguir a un “hombre bue‐<br />

no” con el que se casa, e incluso para lograr finalmen‐<br />

te la ayuda económica de Humbert.<br />

Para que no quede duda de que ese poder está so‐<br />

lo en la juventud, Kubrick deserotiza a su Lolita en la<br />

última escena, donde encontramos a una Lolita norma‐<br />

lisée mais physiquement diminuée, une Lolita à lunettes<br />

pour mari à sonotone (Delanoë‐Brun, 2010:11). Una loli‐<br />

ta a la que ya solo le queda ser madre y esposa y que<br />

ha dejado de ser una mujer fatal.<br />

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ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 136 MISCELÁNEA<br />

INTER (W) EXPRESSS...<br />

[cinco (5) respuestas rápidas para cinco (5) preguntas claves]<br />

Cuestionario de la redacción<br />

1. ¿Cuál es la situación real, el día a día, de una actriz<br />

como tú, tan comprometida en los ámbitos social y po ‐<br />

lítico, en un teatro y en un mundo del espectáculo conce‐<br />

bido mayoritariamente como un espacio mercantil?<br />

La situación se ha ido dificultando año tras año. No hablo<br />

solamente desde el plano estrictamente personal, porque<br />

entre los trabajadores de la cultura (actores, actrices, músi‐<br />

cos y demás creadores) se han empeorado las condiciones<br />

de trabajo y ha crecido el paro, así como ha venido ocu‐<br />

rriendo en todos los sectores del mundo laboral. En mi<br />

profesión la incertidumbre, los altos y bajos son práctica‐<br />

mente inherentes al oficio. Tú puedes optar por crear junto<br />

a otros y otras artistas, un producto cultural alternativo,<br />

que entretenga y cuestione lo existente, pero ¿cómo llegas<br />

al público? Sin público no hay espectáculo y hoy, ante la<br />

implantación del pensamiento único, adocenado en gran<br />

parte de la sociedad, si no llevas algún personaje mediáti‐<br />

co, si no te respalda una productora fuerte es muy difícil<br />

sostener una creación o proyecto.<br />

2. ¿Qué posibilidades reales tiene, un actor o una actriz<br />

que no se pliegue a las leyes del mercado, de desarrollar<br />

su carrera? ¿Cuáles son sus alternativas? ¿Hay espacios<br />

teatrales liberados, en donde desarrollarla? ¿Queda<br />

algún resquicio o posibilidad real para un teatro o un<br />

espectáculo no mercantil?<br />

En una profesión con un 70% de paro, las posibilidades de<br />

trabajo son escasas aun para quienes acepten las leyes del<br />

mercado. Cambiar estas condiciones, requiere una lucha<br />

conjunta de artistas y técnicos: una ley de teatro, otra ges‐<br />

tión de los teatros públicos, un mayor presupuesto para el<br />

teatro público, semipúblico y compañías cooperativas o de<br />

nuevo formato. Hoy es muy difícil hallar una sala donde<br />

representar una obra, por lo que es imprescindible organi‐<br />

zarse y exigir otra política cultural y una gestión democrá‐<br />

tica de los recursos y de las instituciones. Hemos constitui‐<br />

do la Asamblea del Espectáculo para luchar por esos obje‐<br />

tivos.<br />

3. ¿Conoces o has conocido algún caso concreto en que<br />

un actor o una actriz haya roto el cerco de la lógica comer‐<br />

cial, de algún modo? Y no me refiero a casos de todos<br />

Susana Oviedo [actriz y activista social]<br />

conocidos de esos actores y actrices que se dicen “de<br />

izquierda”, pero que, en la práctica, nadan a favor de las<br />

leyes del mercado, sin po nerlas en cuestión en ningún<br />

momento.<br />

Conozco algunos actores “caballo de Troya”, es decir que<br />

han podido desarrollar sus carreras y alcanzar populari‐<br />

dad sin someterse ideológicamente y pasando épocas de<br />

enorme dificultad, como por ejemplo Federico Luppi.<br />

Aquí, puedo citar como nombres conocidos a Juan Diego,<br />

a Willie Toledo, también a Juan Diego Botto, Alberto San<br />

Juan, que mantienen un compromiso claro, pero somos<br />

muchos y muchas más quienes venimos batallando para<br />

encontrar esa grieta por donde entrar al corazón del siste‐<br />

ma, que finalmente es la gente. Petra Martínez y Juan<br />

Margallo con Uroc Teatro son un ejemplo en ese sentido.<br />

4. ¿Y el caso de algún actor o alguna actriz que haya aca‐<br />

bado siendo, de un modo claro, víctima de sus posicio‐<br />

nes y de su coherencia ideológica?<br />

Sí. En la historia reciente de España sucedió con Antonio<br />

Bardem, Lola Gaos, Esperanza Alonso, An tonio Gamero y<br />

muchos y muchas más. Actualmente existe un miedo<br />

enorme a que no vuelvan a contratarte, a que te pongan en<br />

“la lista negra” y así se explica en parte el retroceso en las<br />

condiciones de trabajo. Aunque el seguimiento de la huel‐<br />

ga del 29 de septiembre, en nuestro sector fue del 80%,<br />

contabilizando teatros, series de televisión y rodajes, se<br />

logró uniendo fuerzas técnicos y actores y actrices. Hay<br />

que trabajar para recuperar la conciencia sobre nuestros<br />

derechos y la confianza en la lucha conjunta.<br />

5. Si se acercase a ti un joven actor a preguntarte por la<br />

profesión y por su futuro ¿qué le dirías?<br />

Que es una profesión maravillosa, con futuro incierto si no<br />

estás dispuesto a luchar colectivamente. El proceso de cre‐<br />

ación, la magia de comunicarse con el público te brinda<br />

sensaciones únicas, a veces de plenitud, otras de frustración<br />

y detrás siempre las dudas si podrías haberlo hecho de otro<br />

modo, si entregaste todo lo que eres capaz de dar. Pero ade‐<br />

más y fundamentalmente es un acto de gran responsabili‐<br />

dad y respeto hacia quienes reciben el fruto de tu trabajo.


[carpeta]<br />

DAVID GONZÁLEZ: LA POESÍA O LA VIDA<br />

Dos poemas para David, por Antonio Martínez i Ferrer y Alicia García Núñez<br />

Entrevista a David González, por Matías Escalera Cordero<br />

Tres Testimonios y varios poemas sobre y de David González, por Vicente Muñoz<br />

Álvarez, José Ángel Barrueco y Javier Das.<br />

David González: una vida, por Roira Sánchez<br />

David González: una obra (bibliografía –prácticamente– completa)<br />

Dos poemas para David<br />

Antonio Martínez i Ferrer<br />

criatura<br />

extraña<br />

tu grito crece<br />

arañando la oscuridad<br />

en soledad<br />

escapas<br />

inundando<br />

los espacios de la duda<br />

abierto<br />

esperas<br />

borrando<br />

cerrojos y distancias<br />

siempre<br />

con todos<br />

te disuelves<br />

como voz sin palabras<br />

por la sinrazón<br />

de tus razones<br />

me gusta perderme<br />

en busca<br />

de un lugar en tus poemas<br />

a David González<br />

Con Vicente Muñoz Álvarez<br />

(foto de Julia Velázquez)<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 137 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 138 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Alicia García Núñez<br />

Me atraen los signos<br />

que llevas en los brazos<br />

el tiempo y todo lo que viste<br />

ahí<br />

en tu piel.<br />

Lo que por ti pasó<br />

aquella vida que llevaste<br />

y el abismo<br />

a ca da pa so<br />

Sí, también la cárcel<br />

las historias del talego<br />

ése dialecto, las armas<br />

y la certeza ancestral de estar al borde<br />

del abismo<br />

La sonrisa aprendida de David<br />

a ca da pa so<br />

Me atraen los colegios abandonados<br />

también las factorías olvidadas<br />

donde se reparan los corazones rotos<br />

los dientes de David<br />

Me atrae lo que tienes que contar<br />

y el filo de la navaja plateada<br />

ahí<br />

en tus ojos<br />

Me atrae lo que tienes que contar<br />

tus historias de bares<br />

las que vives con Ángeles<br />

y cómo te han matado<br />

sin matarte<br />

Los cuentos de Blancanieves<br />

montada en su caballo<br />

‐las marcas de tus brazos‐<br />

Las historias de ángeles<br />

negros y otros in‐humanos<br />

Luminoso, el brillo de los ojos de David<br />

Con Deborah Vukusic


Entrevista a David González<br />

Por Matías Escalera Cordero<br />

Un día, en Vallecas, en la presentación de la antología de Baile del Sol, Once poetas críticos, conocí a<br />

David González; nunca lo había visto antes, pero había leído un par de libros suyos, y algunos poe‐<br />

mas sueltos, por lo que aguardaba expectante su intervención, y más cuando percibí en él, inmedia‐<br />

tamente, una especie de tensión, como de animal enjaulado, que me atrajo instintivamente; de modo<br />

que cuando se despojó de su suéter –o de su camisa, quizás, no recuerdo bien–, y, a pecho descu‐<br />

bierto, con sus tatuajes al aire, hizo aquella dolorida y patética defensa de una poesía sustentada en<br />

la verdad y en la sinceridad, proclamando además su intención de abandonar su práctica, decepcio‐<br />

nado por unos editores y un mundo hostiles y desafectos, me sentí definitivamente atraído por él,<br />

pues aunque aparentemente no teníamos nada que ver ni por la edad, ni por la experiencia vital o<br />

la práctica poética; en realidad, nos unía la misma pasión por la sinceridad y la verdad en la litera‐<br />

tura y el arte. Y es esa sincera –y heroica en muchos sentidos– dedicación a la poesía como vida,<br />

como testimonio de la vida, lo que justifica la carpeta que le dedicamos en este <strong>número</strong>… Y, si se<br />

mira bien, en la decisión que tomó con su blog de pago, ¿no hay algo de aquel gesto de descamisa‐<br />

do de cuando lo conocí?<br />

CRÍTICA<br />

PRODUCCIÓN DE<br />

¿Por qué tomaste la decisión de hacer de tu blog un blog de pago? ¿Te arrepientes de ello? ¿Crees que ha<br />

sido entendida tu decisión?<br />

En primer lugar, y debido en gran parte a una enorme decepción poética de la que no procede hablar aquí<br />

ahora, por una cuestión de confianza. En mi anterior blog tenía ya 169 lectores (no me agrada la palabra “segui‐<br />

dores” que se emplea en la terminología bloguera) y necesitaba saber a ciencia cierta a cuántos de esos lecto‐<br />

res les interesaban realmente los contenidos de mi blog y pensé que una buena forma de averiguarlo sería<br />

cobrar una cantidad simbólica, 30 euros al año, una cantidad casi ridícula. En aquel momento, y ahora tam‐<br />

bién, pasaba por una situación económica complicada y eso también influyó. He de recordar que yo actuali‐<br />

zaba mi blog una y dos veces al día, salvo cuando me iba de<br />

viaje a dar una lectura de poesía; es decir: los contenidos de<br />

mi blog me costaban dinero, ya que tenía que comprar<br />

libros y algunos de ellos solo los podía conseguir a través de<br />

Internet, de Iberlibro en concreto y eso encarecía mi empe‐<br />

ño en ofrecer a mis lectores, poemarios o novelas o pelícu‐<br />

las de gran calidad pero que eran desconocidos o casi des‐<br />

conocidos en España. Al mismo tiempo, comprobaría in<br />

139ELEMENTOS<br />

situ esa solidaridad sobre la que hablan y escriben determi‐<br />

nados poetas. Y finalmente, debido a los trolls, tenía que<br />

página<br />

mantener cerrado el apartado de comentarios con los lecto‐<br />

res de mi blog, pues no me sobra el tiempo tanto como para<br />

10<br />

andar desperdiciándolo respondiendo a comentarios, diga‐<br />

mos, de gente envidiosa e ignorante: sería como predicar en<br />

el desierto. Y la verdad: a mí me gusta cruzar comentarios<br />

con los lectores de mi blog sobre tal o cual post que he subi‐<br />

YOUKALI,<br />

do al blog.<br />

Bueno, ahora mi blog de pago cuenta con 60 lectores. O<br />

sea: sé para quién escribo, quién lee los contenidos de mi<br />

blog y sé qué gente ha demostrado con hechos y no con her‐<br />

mosas palabras su solidaridad conmigo y con mi compro‐<br />

miso de por vida con la literatura, en particular con la poe‐<br />

1885-477X<br />

sía. Por otro lado, no entiendo, aunque les respete, a los que<br />

opinan que la cultura ha de ser gratuita. Es como si yo le ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 140 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

digo a un minero que va a estar bajando a la mina durante toda su vida y a cambio no va a percibir ningún<br />

tipo de salario. O si le dices lo mismo a un profesor universitario o a un funcionario del estado. Pero por algún<br />

motivo que desconozco, que no alcanzo a entender, hay muchos artistas que proclaman eso de la cultura gra‐<br />

tuita, aunque, claro, dichos artistas tienen un trabajo oficial que les permite cubrir sus necesidades básicas y<br />

concederse también algún que otro capricho. Pero yo, para bien o para mal, he consagrado mi vida a la escri‐<br />

tura y joder, creo que al menos tengo el derecho, ganado a pulso, libro a libro, de al menos poder malvivir de<br />

mi escritura. Así que no: no me arrepiento en absoluto de haber tomado esta decisión, y más, como ya te dije,<br />

por una cantidad casi ridícula, aún en estos tiempos de crisis: 30 euros al año.<br />

Sobre si mi decisión ha sido entendida o no, he de confesarte que me resulta indiferente. Hace ya tiempo,<br />

mucho tiempo, que no me importa en absoluto lo que la gente piense o deje de pensar de mí, ya que de lo con‐<br />

trario no desnudaría mi alma y mi corazón en cada poema que escribo y que luego, a veces, tengo que leer en<br />

público.<br />

¿Por qué has subastado en la Red tu último libro? ¿Es que no hay ya diferencia alguna entre los editores<br />

“comerciantes” y los editores, llamémosles, “independientes?<br />

Lo he subastado porque necesitaba dinero. Así de claro. Y también, como en lo del blog de pago, por una cues‐<br />

tión de confianza. Si después de casi 20 libros editados, mi inclusión en más de 50 antologías, diversas traduc‐<br />

ciones de mis textos a otros idiomas, y mi trabajo como antólogo en varias antologías, nadie pujaba por mi<br />

libro, un libro que además incorpora diversas innovaciones técnicas y formales, bueno pues si eso sucedía, ten‐<br />

dría que plantearme y muy en serio si seguir dedicando dieciséis, dieciocho horas a la escritura y a la lectura<br />

o dedicarlas a otra cosa, pues, por desgracia, en esta sociedad hay que cubrir al menos las necesidades bási‐<br />

cas. Bueno, por suerte, cierta editorial con la que ya he trabajado, pero cuyo nombre no voy a desvelar por el<br />

momento, me ofreció una cifra que teniendo en cuenta el <strong>número</strong> de ejemplares que se suelen vender de cada<br />

uno de mis libros, me pareció justa y razonable, por lo que mi próximo poemario, “No hay tiempo para libros<br />

(Nadie a salvo)” saldrá en 2011.<br />

En el caso del contrato de edición de un libro no hay diferencia alguna o yo no la veo. Es decir: el autor per‐<br />

cibe en cualquiera de los dos casos un 10 por ciento del precio de venta al público. La diferencia está en que<br />

los editores comerciantes suelen ser grandes grupos empresariales y disponen del dinero suficiente para ade‐<br />

lantar equis dinero al autor en concepto de derechos de autor y para promocionar sus libros en todos los<br />

medios de comunicación, mientras que los editores independientes, que son los que están editando las obras<br />

a las que el tiempo respetará, no disponen de esos medios económicos y tienen que buscarse la vida por cami‐<br />

nos alternativos, e Internet podría ser uno de ellos. La edición digital podría ser otro: se abarataría el coste del<br />

libro, al eliminar a los intermediarios, como los distribuidores que, en algunos casos, se llevan entre el 40 y el<br />

60 por ciento del precio de venta del libro al público. Si a eso le sumamos la cantidad de blogs y la cantidad<br />

de lectores de cada blog, la promoción de los libros independientes les saldría gratis; ahora bien, deberían<br />

darse prisa, pues también en este caso, los grandes grupos editoriales saldrían ganando. Pero de momento, y<br />

salvo excepciones, lo que yo llamo “la generación del papel” se muestra reacia a la nueva e imparable “gene‐<br />

ración digital” y tal y como yo lo veo, o tal y como yo lo experimento, el papel terminará por desaparecer.<br />

La práctica poética, incluso la de la denominada “poesía crítica”, ¿en qué sentido es una actividad ligada<br />

a la clase social del poeta? Tu origen de clase, en concreto, ¿cómo ha condicionado o condiciona la tuya<br />

propia? ¿Te sientes ligado, de un modo objetivo, esto es, de un modo material y social efectivo, a otros<br />

“compañeros de clase” en esa práctica?<br />

Yo pienso que en todos los sentidos. En el caso de la denominada “poesía crítica”, después de meditar mucho<br />

sobre el tema, creo que se ha empezado a construir el edificio empezando por el tejado. Y me explico: la vida<br />

cotidiana de muchos de estos poetas no difiere en demasía de la de los poetas, digamos, no críticos: los que<br />

solo cantan al amor o al desamor o a una naturaleza que solo existe en sus mejores sueños, porque la realidad,<br />

innegable, es que estamos terminando a pasos acelerados con los recursos naturales de este planeta y destru‐<br />

yendo a la propia naturaleza. Pero a lo que iba: está muy bien escribir un gran poema sobre , no sé, el proble‐<br />

ma de la deforestación, o el problema sobre qué alimentos ingerimos, no sé, como los alimentos transgénicos,<br />

o sobre los altos índices de polución en nuestras ciudades o sobre… ahora bien, a los que estamos abajo del<br />

todo: inmigrantes ilegales, trabajadores con unos salarios de auténtica vergüenza, parados, y a los que están<br />

aún más abajo: delincuentes, prostitutas, drogadictos, etcétera, a todos ellos, entre los que me incluyo, nos<br />

importa tres cojones el calentamiento global, los alimentos transgénicos y similares, porque tenemos que bus‐


carnos el pan día a día, es de ‐<br />

cir: tenemos que sobrevivir, así<br />

de sencillo… En otras pala‐<br />

bras: primero habría que preo‐<br />

cuparse de solucionar o de es ‐<br />

cribir poesía crítica sobre los<br />

niños de la calle, sobre la gente<br />

que se muere literalmente de<br />

hambre cada día, etcétera, y<br />

luego sobre esos otros temas<br />

que antes mencionaba. El pro‐<br />

blema, según yo lo veo, es que<br />

muchos y muy buenos poetas<br />

críticos han perdido el contac‐<br />

to físico con los más humildes<br />

y desfavorecidos y se han ins‐<br />

talado en una clase social media tirando hacia alta y eso les lleva en muchos casos a que su poesía se convier‐<br />

ta en una generalización en la que se critican temas tan manidos como la guerra, el hambre (en abstracto, claro,<br />

porque ellos nunca han sufrido una guerra en sus propias carnes ni tampoco han pasado hambre) y un largo<br />

etcétera… A los otros poetas, a los que practican lo que yo denominaría una poesía del bostezo, anclada en una<br />

tradición y una temática que no tienen nada que ver con los tiempos que vivimos, a esos, bueno, ni les consi‐<br />

dero poetas, más bien cuentistas.<br />

Yo provengo de una familia de campesinos, de una familia de obreros y de una familia que pertenecía al<br />

bando perdedor en la guerra civil española y que durante cuarenta años ha tenido que sufrir la burla y el des‐<br />

precio de los vencedores, y si durante los tres primeros años de mi vida viví en un barrio industrial, los siguien‐<br />

tes los pasé en un barrio de pescadores, lleno también de tablaos flamencos, de bares de putas, un barrio con‐<br />

siderado peligroso durante mi juventud, por lo que está claro que ha condicionado y condiciona la poesía que<br />

ahora escribo, tanto formal como temáticamente. A mi poesía yo solo la calificaría como “poesía de no ficción”.<br />

Y sí: me siento ligado a otros compañeros de clase como bien dices. Pero no a muchos, pues como te decía:<br />

muchos de ellos han perdido de vista los problemas reales e inmediatos de las clases más desfavorecidas. Y<br />

supongo que si yo no lo he perdido se debe más que nada a mi rebeldía ante cualquier tipo de autoridad, sobre<br />

todo cuando esa autoridad se descalifica así misma ética y moralmente, y a que al dedicarme única y exclusi‐<br />

vamente a la escritura, una escritura no comercial, y que al no esconderme detrás de las faldas de los políti‐<br />

cos, y que al ser, poéticamente hablando, insobornable, pues mis ingresos son más bien pocos, lo que conlleva<br />

consigo que la gente con la que me relaciono sea gente que está en las mismas o peores circunstancias que las<br />

mías.<br />

No te voy a pedir nombres, pues creo que es un poco tramposo, además de indiscreto, hacerlo (aunque si<br />

quieres darlos, lo puedes hacer, por supuesto), pero sí algunos títulos de obras concretas con las que de ver‐<br />

dad, de un modo profundo y sustancial, te hayas identificado últimamente, o te hayas sentido auténtica‐<br />

mente ligado a ellas.<br />

Bueno, ahí van algunos títulos con los que me he identificado no solo por su calidad literaria sino, en especial,<br />

por su calidad humana, ética y moral: La educación de un ladrón, de Edward Bunker; La habitación, de Hubert<br />

Selby Jr; La analfabeta, de Agata Kristoff; Revolutionary Letters, de Diane di Prima; Satán dice, El padre, Los muer‐<br />

tos y los vivos, de Sharon Olds; La marcha de los 150.000.000, de Enrique Falcón; 23 Pandoras, una antología de<br />

poesía española escrita por mujeres, con selección de Vicente Muñoz Álvarez; No hay camino al paraíso, de José<br />

Ángel Barrueco y Javier Das; Ararat, de Louise Glück; Relatos de Kolymá, de Varlam Shalámov; Vive o muere, de<br />

Anne Sexton; Amor malo y feroz, de Larry Brown; la serie de cómic Balas perdidas, de David Laphan; Afortunada<br />

de mí, de Denise Duhamel y por último los poemas de las poetas que yo mismo he antologado en La manera de<br />

recogerse el pelo (Generación Blogger).<br />

Aunque ya antes has mencionado algo al respecto, el caso es que, en la izquierda política y cultural, hay un<br />

mito que parece imbatible, el de la “cultura gratuita”; ¿a quién beneficia, desde tu punto de vista, por tu<br />

propia experiencia de las cosas, ese concepto de “cultura gratuita”?<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 141 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 142 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

En primer lugar, pienso que es muy fácil predicar la “cultura gratuita” cuando quienes la predican tienen un<br />

medio de trabajo paralelo que es el que realmente les cubre sus necesidades básicas. Sin embargo, existen otros<br />

artistas que dedican entre dieciséis o dieciocho horas diarias a su trabajo y, a día de hoy, un creador necesita<br />

determinadas herramientas que nadie le ofrece gratis. No sé, en el caso de un pintor: nadie le regala los lien‐<br />

zos ni la paleta ni las pinturas: tiene que pagarlas de su propio bolsillo, así que no veo ninguna razón válida<br />

para que más adelante tenga que regalar el fruto de su sudor y de su talento. Además, si hablamos de “cul‐<br />

tura gratuita”, los profesores de instituto o de universidades tendrían que ofrecer a sus alumnos sus<br />

conocimientos de “manera gratuita”, pero no lo hacen: cobran equis salario por ofrecer sus conocimientos.<br />

Pero es que además es falso que exista una “cultura o contracultura gratuitas”, y me explico: pongamos que<br />

hablo de un grupo de rock que acaba de grabar su primera maqueta y te la ofrecen gratuitamente a través de<br />

Internet, luego, si esa maqueta funciona, 99 de cada 100 de esos grupos fichan por la primera discográfica que<br />

les ofrezca un contrato. Y lo mismo sucede en otros ámbitos artísticos. Ahora bien, cierta cultura sí debería ser<br />

gratuita. Los grandes clásicos en cualquier rama del arte. O, si se diese el caso de que, por ejemplo, un poeta<br />

fallece dejando un libro inédito y sus herederos, por la razón que sea, no quieren darlo a la imprenta, yo sería<br />

el primero en piratearlo. Hay un ejemplo de esto, el de la correspondencia entre Simone de Beauvoir y Nelson<br />

Algren, solo contamos con las cartas que Simone le escribió a Nelson, pero no con las que él le escribió a ella,<br />

porque los herederos de Nelson y el propio Nelson así lo quisieron. En este supuesto, yo, si me hiciese con<br />

ellas las ofrecería de “manera gratuita” por cualquier medio a mi alcance. Por último, existe el mito de que<br />

escribir no es un trabajo, y bueno, si eres un escritor auténtico, es más que posible que sudes más escribiendo<br />

un relato que un obrero cavando una zanja. Kakfa, sin ir más lejos, tenía dos clavos en su escritorio, atraves‐<br />

ando su mesa de trabajo, de forma que cuando se emocionaba demasiado escribiendo y empezaba a mover<br />

sus piernas, sus rodillas chocaban con la punta de los clavos. O Faulkner que escribió su primera novela en un<br />

sótano, sobre una carretilla, entre palada y palada de carbón a una caldera. En resumen: nada me agradaría<br />

más que la cultura fuese gratuita, pero siempre y cuando el pan, la comida, la luz, el agua, la conexión a<br />

Internet, etcétera, también fuesen gratis. Y<br />

otra cosa, mucha peña descarga “cultura<br />

gratuita”, la almacena en su disco duro y<br />

punto pelota.<br />

En muchos ambientes poéticos, incluso<br />

en los considerados críticos, hay otro mito<br />

muy extendido por el que se considera<br />

que la poesía no es literatura, que “es<br />

vida”, y que la técnica o el estudio son ele‐<br />

mentos despreciables e irrelevantes del<br />

proceso poético; ¿qué te parece el asunto?<br />

La poesía ¿es o no es literatura? ¿Es expre‐<br />

sión emocional y espontánea de la pura<br />

experiencia, o es una actividad mediada<br />

por la reflexión y el trabajo literario/poéti‐<br />

co?<br />

La poesía no es literatura en el sentido de entretenimiento o ficción pura y dura. La poesía es vida. Y lo más<br />

importante: le da vida al lector. Ahora bien para expresar de manera impecable esa vida en el papel o en la<br />

pantalla de un ordenador, la técnica y el estudio, es decir, la lectura, son elementos indispensables. Se trata, en<br />

definitiva, de transmitir una experiencia vital, por tanto emocional, al lector mediante la reflexión y la técnica<br />

poética. La poesía es la vida de quien la escribe en el contexto social y en el tiempo que le ha tocado vivir. De<br />

ahí que, en mi opinión, conceptos como rima o métrica no signifiquen absolutamente nada para mí. Uno, ya<br />

sea poeta o no, si pretende evolucionar como ser humano y como poeta no puede anclarse en una tradición<br />

poética, ni estancarse en ella: ha de avanzar, tratar de encontrar caminos vírgenes o, por compararlo con el<br />

montañismo: ha de escalar una montaña por una cara por la que nadie haya subido hasta su cima.<br />

La escritura es indudablemente un acto político, en cuanto que se manifiesta, esto es, se realiza, incrusta y<br />

materializa en el devenir material de la polis. ¿Cuáles serían las coordenadas políticas, desde tu punto de<br />

vista, que ayudarían a entender mejor tu poesía a un lector que no la conozca aún?


Pues ese lector debería leer mi poesía visualizando el escalafón social desde el que yo escribo mis poemas: es<br />

decir, desde el más bajo, desde ese que se pasa el día cruzando la frontera de la ley de un lado al otro, solo para<br />

sobrevivir día a día. También, y no sólo en mi caso, no vendría mal que determinados críticos poéticos<br />

criticaran desde la objetividad nuestro trabajo, es decir, que estudiaran en profundidad no solo mi poesía, sino<br />

la de otros y otras poetas que, como suele suceder, permanecen desconocidos para los lectores, mientras se<br />

prima y se premia a poetas que sólo provocan el bostezo y lo que es peor: que no aportan nada nuevo, origi‐<br />

nal, al arte de la poesía, que es el arte de la vida.<br />

Hablas de los límites y fronteras de la ley que se pasan y traspasan para sobrevivir, tú las has sobrepasado<br />

más de una vez, ¿por qué crees que la inmensa mayoría de esos cuatro millones de parados que pueblan<br />

nuestras ciudades, como la inmensa mayoría de los trabajadores sometidos a la violencia continua y cotid‐<br />

iana de la explotación y del abuso no se plantean jamás esa posibilidad, la de romper los límites de las leyes<br />

que los someten a tal condición?<br />

No lo sé, la verdad. Pero esto se viene abajo e imagino que, tarde o temprano, se verán obligados a romper esos<br />

límites, porque, si no lo hacen, se morirán, literalmente, de hambre.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 143 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 144 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Tres Testimonios (y varios poemas)<br />

sobre ( y de) David González<br />

Por Vicente Muñoz Álvarez, José Ángel Barrueco y Javier Das<br />

Para completar esta breve carpeta dedicada a David González, decidimos hacerles dos pre‐<br />

guntas y una petición a tres de sus compañeros y amigos más cercanos, que lo conocen bien<br />

a él y a su obra.<br />

Las dos preguntas eran estas: ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fun‐<br />

dadora de la escritura, de la obra o del proyecto poético, en general, de David? Y ¿qué aspecto de su<br />

personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como escritor?<br />

Y la petición es que seleccionasen un poema que recordasen con especial emoción y sig‐<br />

nificado.<br />

Vicente Muñoz Álvarez<br />

1. ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fundadora de la escritura, de la obra o del<br />

proyecto poético, en general, de David?<br />

El autobiográfico: narrar y poetizar lo que ha visto y oído, filtrado por el tamiz de su propia experiencia.<br />

2. ¿Qué aspecto de su personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como<br />

escritor?<br />

Más que ningún otro, su experiencia carcelaria. Creo que su obra no sería la misma sin ella. Existiría igual‐<br />

mente, pero sería distinta (y no digo mejor o peor, sólo distinta).<br />

En cuanto al poema, yo elijo “De nada”, de Ley de vida (DVD ediciones, 1998).<br />

DE NADA<br />

Deberías darle gracias a Dios.<br />

Tienes un trabajo fijo<br />

con los tiempos que corren.<br />

Eso es todo lo que tengo.<br />

Un trabajo fijo.<br />

Los sábados, los domingos<br />

y los días festivos.<br />

A tres turnos.<br />

De las diez de la noche<br />

…<br />

Con Antonio Orihuela


a las seis de la mañana.<br />

De seis de la mañana<br />

a dos de la tarde.<br />

CRÍTICA<br />

De dos de la tarde<br />

a diez de la noche.<br />

Siete días a la semana.<br />

PRODUCCIÓN<br />

Es como si te hubiera tocado<br />

la lotería.<br />

DE<br />

Y también diez años menos<br />

de promedio<br />

de vida<br />

con respecto a los que no<br />

trabajan o no trabajan<br />

con el horario cambiado,<br />

y más propenso a padecer<br />

úlceras de estómago,<br />

Con Antonio Martínez i Ferrer<br />

y Ana Pérez Cañamares<br />

y a que me suba el colesterol,<br />

y los triglicéridos,<br />

y el ácido úrico,<br />

y me estoy quedando sordo:<br />

ya subo el volumen del televisor<br />

hasta el piso de arriba.<br />

Sufro de insomnio,<br />

y mi ex mujer me echaba la bronca<br />

un día sí<br />

y al otro también:<br />

decía que últimamente<br />

ya no hacía como es debido<br />

145ELEMENTOS<br />

los deberes conyugales.<br />

Gracias a Dios.<br />

página 10<br />

José Ángel Barrueco YOUKALI,<br />

1. ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fundadora de la escritura, de la obra o del pro‐<br />

yecto poético, en general, de David?<br />

1885-477X<br />

La No Ficción. Aunque esto sería delimitar mucho su obra. Le interesa la No Ficción como método de batalla<br />

contra lo establecido, como compromiso poético, como retrato de la realidad más dura. En sus poemas y en ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 146 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

sus relatos, David González baja siempre a las charcas, se sumerge en el barro y de ahí extrae lecciones de vida,<br />

siempre matizadas por versos finales muy contundentes. La No Ficción garantiza el compromiso, el interés<br />

por existencias marginales y biografías en las que lucen el dolor y el hambre. Este es uno de esos casos extre‐<br />

mos en los que vida y obra se solapan totalmente.<br />

2. ¿Qué aspecto de su personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como escri‐<br />

tor?<br />

Su biografía completa, evidentemente. Que es, además, una biografía de película que podría encajar a la per‐<br />

fección con el antaño denostado y hoy celebrado “cine quinqui”. El resumen de su vida es crucial para enten‐<br />

der su escritura, sus elecciones e incluso sus arrebatos de pasión: sus años de muchacho delincuente, su paso<br />

por la cárcel, su amor a la lectura detrás de las rejas, su necesidad de cambiar de vida y de actitud al salir del<br />

talego, su curro en una fábrica, el diagnóstico de la diabetes, la miseria en la que le coloca su opción de subsis‐<br />

tir mediante la poesía, sus esfuerzos para luchar contra un sistema enfermo y plagado de trepas y de enchu‐<br />

fes, su interés por los escritores duros y marginales a los que la sociedad de su tiempo marginó en vida, inclu‐<br />

so su tendencia autodestructiva. Y, sobre todo, y aunque quienes le conocen poco no lo sepan, su corazón.<br />

David González tiene un corazón enorme. De ahí derivan la fuerza de sus poemas, sus cruzadas contra algu‐<br />

nos enemigos y su entrega total a sus amistades.<br />

…<br />

Aunque me ha resultado muy difícil, he escogido el poema “La autopista”, que apareció publicado por pri‐<br />

mera vez en el libro En las tierras de Goliat (Baile del Sol). Es un poema que resume muchas de las señas de<br />

identidad de David: es un autorretrato y una declaración de intenciones, y además habla de su compromiso,<br />

de su odio a los fascismos, de su estancia en prisión, y hace un repaso rápido por la Historia, por su propia<br />

vida y la de sus antepasados.<br />

LA AUTOPISTA<br />

ya que tanto insistes<br />

en que me lo corte<br />

voy a explicarte<br />

y será la primera y última vez que lo haga<br />

por qué llevo el pelo largo<br />

llevo el pelo largo<br />

porque el ejército estadounidense<br />

ofrecía una recompensa<br />

de dos dólares<br />

por cada cabellera de indio<br />

que se le entregara<br />

y los que la cobraron<br />

así como los soldados<br />

y mandos superiores<br />

del ejército estadounidense<br />

llevaban el pelo corto<br />

o muy corto<br />

llevo el pelo largo<br />

porque el ejército franquista<br />

en la corrala de la casa en la que nací<br />

le rapó la cabeza<br />

a una de las mujeres de mi familia<br />

cuyo hombre<br />

acababa de ser fusilado<br />

Con el dibujante<br />

Miguel Ángel Martín


por negarse a defenestrar<br />

niños de pecho republicanos<br />

y los soldados que le raparon la cabeza<br />

CRÍTICA<br />

así como el resto de las tropas<br />

y mandos superiores<br />

del ejército franquista<br />

incluido el puto francisco franco<br />

llevaban el pelo corto<br />

PRODUCCIÓN<br />

o muy corto<br />

DE<br />

llevo el pelo largo<br />

porque en el campo de concentración de mauthausen<br />

a los deportados españoles<br />

como ramiro Santisteban<br />

el superviviente octogenario que me lo contó<br />

a los deportados españoles<br />

una vez a la semana<br />

los sábados<br />

les hacían lo que entre ellos se conocía<br />

como La autopista<br />

esto es<br />

les rapaban el pelo al cero<br />

desde la frente hacia atrás<br />

la autopista<br />

y más adelante<br />

cuando hitler estaba perdiendo la guerra<br />

con ese pelo<br />

se forraban las botas de los soldados alemanes<br />

con ese pelo<br />

y todos esos soldados alemanes<br />

como también los que los sábados colaboraban<br />

en el mantenimiento de la autopista<br />

junto con sus respectivos mandos superiores<br />

el hijo de la gran puta del fuhrer a la cabeza<br />

y junto con el resto del pueblo alemán<br />

llevaban el pelo corto<br />

147ELEMENTOS<br />

o muy corto<br />

llevo el pelo largo<br />

página<br />

porque en la tercera galería<br />

de la cárcel provincial de oviedo<br />

10<br />

la galería de los menores<br />

los que mandaban en ella los kíes<br />

en cierta ocasión me dijeron:<br />

YOUKALI,<br />

o te cortas el pelo tú<br />

o te lo cortamos nosotros<br />

y encendieron sus mecheros<br />

1885-477X<br />

y tanto ellos<br />

como los funcionarios de prisiones ISBN:<br />

en París


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 148 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

cuyo trabajo consistía precisamente<br />

en evitar que se produjeran hechos como este<br />

llevaban el pelo corto<br />

o muy corto<br />

llevo el pelo largo por otra razón también:<br />

muchas de las mujeres que conozco<br />

me aseguran que con él así de largo<br />

estoy mucho más guapo<br />

y aparento muchos menos años<br />

de los que en realidad tengo<br />

así que en vez de estar dándome la gaita a todas horas<br />

con que a ver cuando voy a que me corten el pelo<br />

mejor te callabas la puta boca<br />

eh<br />

y te dejabas<br />

crecer el tuyo.<br />

Javier Das:<br />

1. ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fundadora de la escritura, de la obra o del pro‐<br />

yecto poético, en general, de David?<br />

Cuando me sumergí en la poesía de David González, lo primero que me llamó la atención fue la sinceridad<br />

de sus palabras. Encontré un poeta que se desnudaba, que me estaba mostrando sus rincones más oscuros.<br />

David no se escondía, me hablaba de su vida, de los malos momentos, de su pasado. Y todo ello con una fuer‐<br />

za a la que no estaba acostumbrado. Fue realmente como recibir un golpe que me puso en mi sitio, desmon‐<br />

tándome esquemas, haciéndome comprender ese nuevo tipo de poesía que tenía delante.<br />

2. ¿Qué aspecto de su personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como escri‐<br />

tor?<br />

Su amor por la poesía y su generosidad creo que le definen como persona. David es, desde que se levanta hasta<br />

que se acuesta, un poeta. Y nunca duda en echarte una mano si le es posible, aún cuando te acaba de conocer.<br />

Siente un profundo respeto hacia la poesía y eso le da aún más fuerza a todo lo que hace. Es un luchador nato,<br />

y por suerte nos contagia a todos con parte de su fuerza.<br />

…<br />

Lo primero que leí de David fue El demonio te coma las orejas, y es por ello que elijo unos de los primeros poe‐<br />

mas que me encogió el estómago.<br />

SEAMOS REALISTAS<br />

en este sitio<br />

nadie cuenta<br />

estrellas<br />

por la noche.<br />

en Alemania


David González: una vida<br />

Un poeta para esta época<br />

por Roira Sánchez<br />

Hace cuarenta y seis años nació en San Andrés de los<br />

Tacones, un barrio desaparecido de Gijón, David Gon zá ‐<br />

lez, un poeta de pluma enérgica y anunciadora. Hablar de<br />

David es viajar a través de una historia que apasiona de<br />

principio a fin. Y, si tratar de conocer a un poeta por lo que<br />

escribe de sí mismo es como arrojarse al abismo interior de<br />

una persona sin apenas agarres donde sujetarse, en el caso<br />

de David González es aún mayor esa sensación de vértigo;<br />

oírle recitar es darse cuenta de que se está ante un ser<br />

humano con una intensísima vida interior.<br />

Es muy común que la obra de algunos grandes poetas<br />

haya vuelto al polvo cautivando sólo unas pocas miradas.<br />

El rechazo y la aceptación de la obra y de la persona de<br />

David González por las distintas tendencias y camarillas<br />

políticas, culturales y sociales, en cada momento, ha mar‐<br />

cado la difusión y el desprecio alternativos de su palabra<br />

escrita. Es el típico caso de aquellos escritores que por sus<br />

inclinaciones personales y su evidente desapego a los<br />

estándares literarios aún sueñan con la belleza lírica conte‐<br />

nida en el mundo y en todos nosotros, y con una verdade‐<br />

ra justicia social para todos los mortales.<br />

Inicios y juventud<br />

En la infancia de David González hay una persona crucial, María de la Paz, su primera maestra, en cuya coci‐<br />

na, que hacía las veces de aula, con cinco o seis pupitres, a los seis años comenzó el trato de las obras maestras<br />

de la literatura. Fue en la biblioteca personal de María, donde David se sumergió en los maravillosos mundos<br />

del Quijote, El Buscón, La Gitanilla, El Conde de Montecristo, El cantar de Mio Cid y El Lazarillo de Tormes, entre<br />

otros.<br />

La infancia es el único periodo del hombre en el que se le permite vivir entre lo real y lo luminoso, entre la<br />

vida real y las fantasías de los juegos. David encontró, en aquellas tardes tomando dictados de ortografía y<br />

pasando página tras página, historias que, de una u otra manera, fueron fundamentales en su formación de<br />

escritor, quedando consigo algo del ritmo y la técnica de muchos de estos maestros de la literatura, que expan‐<br />

dieron su imaginación.<br />

Sin lugar a dudas, con María, además de ortografía, David aprendió a amar las palabras, a casar emocio‐<br />

nes, a buscar la fascinación en cada verso, a encontrar en cada una de las palabras significados que descono‐<br />

cía.<br />

Por lo demás, los hechos más destacables de la vida de David González se pueden rastrear en su produc‐<br />

ción literaria. Su obra es resueltamente autobiográfica. Su humilde procedencia, hijo de una familia trabajado‐<br />

ra de Asturias, marcó en muchos sentidos su niñez y su juventud en las calles de las barriadas obreras donde<br />

pasó sus días.<br />

Un hecho que marcó su infancia fue cuando juntaron por primera vez a los niños y a las niñas en la misma<br />

aula del colegio, mientras cursaba el cuarto de EGB. En su adolescencia, está también marcado el día en que<br />

su padre decidió, por su propio bien, cambiarlo de colegio: de uno de barrio a uno de pago, a los Jesuitas, mien‐<br />

tras cursaba el séptimo de EGB, hecho que cambió para siempre su vida, para mal. Lugar en donde nació y se<br />

forjó esa rebeldía que ha asumido como conducta de vida. Rebeldía transmitida a su poesía.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 149 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 150 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Con la actriz<br />

Violeta Pérez<br />

Un paso trascendental<br />

En la génesis de su creación, en ese mundo particular<br />

del que sólo él tiene las claves últimas, en ese caminar<br />

por territorios vedados a la mayoría, con instantes de<br />

ricas experiencias vitales, juega un especial papel su<br />

paso, durante tres años, por la cárcel.<br />

Una equivocación en aquella marejada juvenil le<br />

llevó tres años tras las rejas, historia que cuenta en<br />

Detrás de la Iglesia. Superviviente, con un baúl repleto de<br />

fábulas que le enseñaron a descifrar algunas vicisitudes<br />

de la vida, ese paso por la cárcel, esa extraña libertad<br />

que es para algunos, le ayudó a David a hacerse con<br />

más conocimientos de psicología práctica que si hubie‐<br />

se pasado por la universidad. En ese espacio cerrado<br />

emergió su creatividad interior, fluyó su expresión libre<br />

de las ideas y adoptó una prosa poética que le permitió<br />

una mayor libertad para alcanzar la esencia de su estilo<br />

y lenguaje poético.<br />

Varios años después de salir en libertad, cuando tra‐<br />

bajaba a tres turnos en una empresa del metal, una tarde, en su casa, de repente, y como si alguien le estuvie‐<br />

se dictando al oído, toda esa experiencia acumulada cristalizó en series de versos, la verdadera historia de lo<br />

que sucedía tras las rejas, esos poemas configuraron lo que fue El demonio te coma las orejas, editado en el 1997<br />

por Crecida (Huelva).<br />

David es un poeta como pocos. Un poeta que ha visto la poesía oficial, esa apegada a los poderes del<br />

Estado, como una poesía aburrida y generadora de bostezos. Harto de la poesía oficial y de la evasión, reivin‐<br />

dica una poesía de no ficción que refleje los problemas reales de la sociedad actual, sin artificios ni eufemis‐<br />

mos.<br />

Su pasión, su arrastre y su amor por la poesía es su manera de limpiarse por dentro, de mostrarse ante el<br />

lector tal y como es, sin artimañas, sin lujos que evoquen irrealidades, con sus defectos y virtudes, con su con‐<br />

dición de héroe y de villano, desnudo en cuerpo y alma, sin tapujos, como si escribiendo llamara a sus ánge‐<br />

les y acallara a sus demonios.<br />

A David González lo motiva, además, esa poesía que arrastra paso a paso, sincera, viva y actual, a un tiem‐<br />

po. Una poesía que ponga en tela de juicio los valores que damos por supuestos. Y, dentro de ella, la poesía<br />

escrita por mujeres es la que despierta su mayor interés.<br />

Retrato de un poeta<br />

Sus ojos brillan con el fulgor de los que sueñan y miran al mundo de frente. La poesía de David González es<br />

inmensamente rica en lecturas, se agiganta y crece al ser dicha y cantada. Esta obra es, por sobre todas las<br />

cosas, un violento y maravilloso grito de rebeldía, de sangre joven y útil, dispuesta a la lucha, a la batalla dia‐<br />

ria y consecutiva, para seguir creyendo en el día que viene. Su obra lleva el sello de la experiencia real, de la<br />

no ficción, de la poesía que ha de conmover y estremecer conciencias, no simple y llanamente entretener. Sin<br />

embargo, esto no deja de lado que sus versos conformen una unidad lírica en la estructura narrativa y en el<br />

nivel semántico.<br />

Su escritura como disfrute, como consuelo de melancolía, con chispazos de alegrías y sin miramientos polí‐<br />

ticos, exhibe una prosa de contenida fuerza, pero fundamentalmente libre. Libre, como lo que irradia; rebelde<br />

de nacimiento, con sus tatuajes, pulseras raras, su pelo despeinado, y su lenguaje crudo, ha llamado la aten‐<br />

ción y continúa haciéndolo de todo aquel que lo escucha.<br />

Desde que empezó a hacerlo, no ha dejado de escribir. Tras de cada verso plasmado, David González des‐<br />

nuda las cosas y se desnuda. Y sigue adelante, a veces, con añoranza, otras, arropado con esa soledad maldi‐<br />

ta que se ha vuelto parte de sí, pero nunca ha dejado de clamar y elevar su voz justiciera, que ha dejado ya una<br />

huella imborrable en la poesía contemporánea.


David González: una obra<br />

BIBLIOGRAFÍA (prácticamente completa)<br />

Diccionario Bibliográfico de la poesía españo‐<br />

la (siglo XX). Ángel Pariente, Editorial<br />

Renacimiento, Sevilla, 2003.<br />

Diccionario Espasa de literatura española. Jesús<br />

Bregante, Espasa Calpe S. A., Madrid, 2003.<br />

POESÍA<br />

No hay tiempo para libros (Nadie a salvo).<br />

Prólogo de Ainhoa Sáenz de Zaitegui.<br />

Bartleby Editores, Madrid (en 2011)<br />

El debut del chico tatuado (Relatos <strong>completo</strong>s<br />

1998‐2009). Azotes Caligráficos y<br />

Universitat Politécnica de Valencia, Valencia,<br />

2010.<br />

Todo lo demás son palabras (11 poemas de<br />

Loser)/Was bleibt sind Worte (11<br />

Gedichte von Loser). Traducción de Leo del<br />

Mar. PapperLaPapp Kartonbuchverlag,<br />

Berlín, 2009.<br />

El amor ya no es contemporáneo (poemas y re‐<br />

latos 1997‐2004) + El amor sigue sin ser<br />

contemporáneo (poemas escogidos<br />

2005‐2009). Ediciones de Baile del Sol,<br />

Tenerife, 2009.<br />

Loser. Bartleby Editores, Madrid, 2009.<br />

El demonio te coma las orejas [1997 – 2008]. Glayiu Editorial, Asturias, 2008.<br />

En las tierras de Goliat. Ediciones Baile del Sol, Tenerife, Islas Canarias, 2008.<br />

Algo que declarar. Bartleby Editores, Madrid, 2007. Este libro ha recibido una subvención a la creación lite‐<br />

raria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />

Reza lo que sepas. Editorial Eclipsados, Zaragoza, 2006. Este libro ha recibido una subvención a la creación<br />

literaria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />

El amor ya no es contemporáneo (poemas y relatos 1997‐2005). Ediciones Baile del Sol, Tenerife, Islas Canarias,<br />

2005.<br />

Tango azul. Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, 2005.<br />

Hasta los paranoicos tienen enemigos. Ediciones La Tapadera y Alternativa Antimilitarista‐MOC Valencia,<br />

Valencia, 2004.<br />

Anda, hombre, levántate de ti. Bartleby Editores, Madrid, 2004. Este libro ha recibido una subvención a la<br />

creación literaria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />

El hombre de las suelas de viento (Poemas africanos de Arthur R.). Editorial Germanía, Alzira, Valencia,<br />

2003.<br />

La carretera roja. Editorial CELYA, Salamanca, 2002. Este libro ha recibido una subvención a la creación lite‐<br />

raria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />

Sembrando hogueras. Bartleby Editores, Madrid, 2001.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 151 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 152 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Dass dir der teufel die ohren auffrisst (El demonio te coma las orejas). Ediciones Ropynol, Siegen, Alemania,<br />

2000. Traducción al alemán: Kostas Tanakas.<br />

Sparrings. Línea de Fuego, Asturias, 2000. Este libro también ha sido editado en versión digital en Internet:<br />

www.portaldepoesia.com<br />

Los mundos marginados (poemas de la cárcel). Ediciones Mañana es arte: www.babab.com : Madrid, 2000.<br />

Ley de vida. DVD Ediciones, Barcelona, 1998.<br />

El demonio te coma las orejas. Asociación Cultural Crecida, Ayamonte, Huelva, 1997.<br />

Nebraska no sirve para nada. Ediciones Peña Tú, Gijón, 1995.<br />

Ojo de buey, cuchillo y tijera. Edición de autor, Gijón, 1993.<br />

ANTOLOGÍAS<br />

Viscerales. Selección y prólogos de José<br />

Ángel Barrueco y Mario Crespo.<br />

Ediciones del viento (en enero de<br />

2011).<br />

Beatitud. Visiones de la Beat<br />

Generation. Selección y prólo‐<br />

gos de Vicente Muñoz Álvarez e<br />

Ignacio Escuín Borao. Baladí<br />

Ediciones (en enero de 2011).<br />

Nocturnos. Antología de los poetas<br />

y sus noches. Edición de<br />

Antonio Huerta (en enero de<br />

2011).<br />

Perversiones. Breve catálogo de pa‐<br />

rafilias ilustradas. Editorial<br />

Traspiés, 2010.<br />

Con Marta, José A. Barrueco, Vicente Muñoz y Mario (foto de Julia Velázquez)<br />

Voces del extremo: poesía y magia.<br />

Fundación Juan Ramón Jiménez,<br />

Moguer, Huelva, 2009.<br />

Paredes hablan. Pintadas y graffitis contestarios. Intervención urbana. Cuarenta años de pintadas des‐<br />

de mayo del 68. Edición de Francisco Javier Flores Castillero. Ayuntamiento de Córdoba, Delegación de<br />

Cultura, Córdoba, 2009.<br />

Un nudo en la garganta. Prólogo de Juan Ángel Juristo. Trama Editorial, Madrid, 2009.<br />

Los centros de la calle. Presentación de Ana María Vallejo Cimarra. Editorial Germanía, Alzira, Valencia, 2008.<br />

Antología de Poetas en Platea. Edición y prólogo de Nuria Mezquita y Antonio G. Villarán. Cangrejo Pistolero<br />

Ediciones, Sevilla, 2008.<br />

Hank Over. Selección de Vicente Muñoz Álvarez y Patxi Irurzum. Caballo de Troya, Random House Mondadori,<br />

Barcelona, 2008.<br />

Qué nos han hecho. Selección y prólogo de Lluís Pons Mora. Islavaria Ediciones, Huelva, 2008.<br />

Poesía para bacterias. Selección de Sergi Puertas. Prólogo de Los violadores del verso. Ediciones Montañas y<br />

Hombres, Huesca, 2008.<br />

Texturas. Antología lateral. Edición y prólogo del colectivo Moebia. Moebia Ediciones Granada, 2007.<br />

Vida de perros. Edición y prólogo de Diego Marín A. Editorial Buscarini, Logroño, 2007. Los beneficios obteni‐<br />

dos de la venta de este libro serán destinados a la Asociación Protectora de Animales de La Rioja.<br />

La palabra desierta. Miguel Ángel Gara, coordinador. Benjamín Escalonilla, diseño. www.literaturas.com , Madrid,<br />

2007.


Once poetas críticos en la poesía española reciente. Enrique Falcón, coordinador. Ediciones Baile del Sol,<br />

Tenerife, Islas Canarias, 2007.<br />

Mensajes de un mundo dibujado. Antonio Valle, coordinador. Septem Ediciones, Asturias, 2007.<br />

Poesía Astur de Hoy(Mai Asztúr Költèszet. Edición trilingüe (húngaro, castellano y bable) de András Keri.<br />

Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 2006.<br />

Voces del extremo: Poesía y vida. Antonio Orihuela, coordinador. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer,<br />

Huelva, 2006.<br />

In Our Own Words. Marlow Peerse Weawer, coordinador. MW Enterprises, USA, 2005.<br />

El verbo descerrajado. Apostrophes Ediciones, Chile, 2005.<br />

El Quijote: instrucciones de uso. Juan Francisco Ferré, coordinador. e.d.a. libros, Málaga, 2005.<br />

Poesía para nadie. Ediciones La Tapadera,Valencia, 2005.<br />

Aldea Poética III. Haiku. Editorial Opera Prima, Madrid, 2005.<br />

Canto a un prisionero. Antología de poetas americanos, homenaje a los presos políticos en Turquía.<br />

Editorial Poetas Antiimperialistas de América, Otawa, Canadá, 2005.<br />

Hablando en plata (Antología de 17 poetas españoles de hoy). Alexandra Botto y Uberto Stabile, coordinado‐<br />

res. Homoscriptum, México, 2005.<br />

Poesía para los que leen prosa. Miguel Munárriz, coordinador. Visor Libros, Madrid, 2004.<br />

Después de todo (homenaje de Bilaketa a José Hierro). Bilaketa, Aoiz, Navarra, 2004.<br />

Voces del extremo: Poesía y canción. Antonio Orihuela, coordinador. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer,<br />

Huelva, 2004.<br />

Poemas para cruzar el desierto. Ángel Sierra, coordinador. Línea de Fuego, Asturias, 2004.<br />

Golpes (ficciones de la crueldad social). Vicente Muñoz Álvarez y Eloy Fernández Porta, coordinadores. DVD<br />

Ediciones, Barcelona, 2004.<br />

11‐M: Poemas contra el olvido. Bartleby Editores, Madrid, 2004.<br />

Cuentistas. Jesús R. Castellano, coordinador. Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 2004.<br />

Poesía de la conciencia. Zurgai, Bilbao, diciembre 203.<br />

Me chifla la poesía. Antología poética y didáctica. E.S.O.‐Bachillerato. Manuel Aparicio e Isabel Allegretto,<br />

coordinadores. Editorial CELYA, Salamanca, 2003.<br />

Los poetas en tiempos de guerra. Mª Ángeles Naval y Patricia Esteban, coordinadoras. Universidad de Zaragoza,<br />

2003.<br />

La paz y la palabra. Manuel Francisco Reina, co‐<br />

ordinador. Editorial Odisea, Madrid, 2003.<br />

Contra la afonía. Las otras caras del planeta,<br />

Gijón, 2003.<br />

Voces del extremo: Poesía y Utopía. Antonio<br />

Orihuela, coordinador. Fundación Juan<br />

Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2002.<br />

Quinta del 63. Editorial CELYA, Salamanca,<br />

2002.<br />

Voces del extremo: Poesía y conflicto. Antonio<br />

Orihuela, coordinador. Fundación Juan<br />

Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2001.<br />

Maniobras de aproximación. Paloma Esteban,<br />

editora, Asturias, 2000.<br />

Material inflamable para manos incendiarias.<br />

Editorial Manual de Lecturas Rápidas para<br />

la Supervivencia, Madrid, 2000.<br />

Con Ana Vega<br />

Voces del extremo: Poesía y conciencia.<br />

Antonio Orihuela, coordinador. Fundación<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 153 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 154 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2000.<br />

Poesía española anos 90. Joaquim Manuel Magalhaes, coordinador. Relógio D´Agua Editores, Lisboa, Portugal,<br />

2000.<br />

Voces del extremo (las voces de la poesía española al otro extremo de la centuria). Antonio Orihuela, coor‐<br />

dinador. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 1999.<br />

La indiferencia de los chinos. Vinalia Trippers, León, 1999.<br />

Feroces (radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía). Isla Correyero, coordinadora. DVD<br />

Ediciones, Barcelona, 1998.<br />

La alquitara poética. Luis Felipe Comendador, coordinador. LF Ediciones, Bejar, Salamanca, 1998.<br />

Poesía al desnudo. Adolfo Marchena, coordinador. Ediciones Bassarai, Vitoria, 1997.<br />

Gijón Exprés. Roger Wolfe, coordinador. Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 1995.<br />

EDICIONES<br />

Heterogéneos (1970‐1987). David González y Eduardo Boix, coordinadores. Prólogo de Carlos Salem. Ediciones<br />

Escalera, Madrid, (en septiembre de 2011)<br />

La manera de recogerse el pelo. Generación Blogger. David González, coordinador. Bartleby Editores, Madrid,<br />

2010.<br />

El Tejedor en Madrid (15 poetas en Madrid). David González, coordinador. La Única Puerta a la Izquierda,<br />

Bilbao, 2010.<br />

Hablando de leyendas. Poemas para España. Jim Jump, Antonio Díez y David González, coordinadores.<br />

Ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2009.<br />

Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers. Vicente Muñoz Álvarez y David González, coordinadores.<br />

Editorial Eclipsados, Zaragoza, 2007.<br />

La verdadera historia de los hombres. David González e Ignacio Escuín Borao, coordinadores, Editorial<br />

Eclipsados, Zaragoza, 2005.<br />

El último en morir que apague la luz. David González, coordinador. Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 2001.<br />

16 señales desde el frío. Katerina Gogu. Kostas Tanakas, Juan Carlos Reche y David González, coordinadores.<br />

Ediciones Ropynol, Córdoba, 1999.<br />

Con el Kebran y con el vocalista de Marea, Kutxi Romero


ESTOS TIEMPOS SIN CONTRATO SOCIAL<br />

por Miguel A. Sánchez García<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 155 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 156 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 157 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 158 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 159 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 160 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 161 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 162 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 163 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 164 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


POEMAS DE HOY PARA MAÑANA<br />

Sergio R. Franco<br />

Poema tomado del libro titulado El espanto, modo de empleo<br />

(Luces de Gálibo, 2010)<br />

Si las paredes están llenas de silencio<br />

y las calles están llenas de gente<br />

y la habitación está llena de palabras<br />

y los árboles están llenos de palomas<br />

y las palomas están llenas de árboles<br />

y las palabras están llenas de habitaciones<br />

y la gente está llena de calles<br />

y el silencio está lleno de paredes<br />

por qué todo está vacío<br />

poemas de Sergio R. Franco, Jorge Brunete,<br />

Bárbara Butragueño, Pedro L. Verdejo,<br />

y Alba García Alderete<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 165 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 166 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Jorge Brunete<br />

Poema tomado del libro titulado Julia Martín (inédito)<br />

Julieta y su abuelo<br />

juegan a hacerse preguntas<br />

La niña duda: ¿Cambiar el mundo?<br />

El abuelo responde: ¿CÓMO?<br />

(Julieta piensa: ¿Qué mundo?)<br />

–hay gente que no deja<br />

de amontonar tierra<br />

en el centro del océano–<br />

Julia Martín tiene manos de barro<br />

y siempre anda a gatas<br />

para ensuciar el suelo. Ella<br />

aun no lo sabe.<br />

Al final, Julieta, responde: ¿Qué mundo?<br />

Abuelo, te quiero<br />

y la niña se va corriendo<br />

a la calle,<br />

se va (ella aun no lo sabe)<br />

a cambiar el mundo<br />

…<br />

¿Qué mundo?<br />

1<br />

a Antonio Martínez i Ferrer<br />

y Matías Escalera


Jorge Brunete<br />

Poema tomado del libro titulado Julia Martín (inédito)<br />

Julia Martín duerme cerca de una lámpara<br />

–soñadora ambulante<br />

en la espalda de un precipicio–<br />

“más allá está el límite”,<br />

los peces mutilan grietas<br />

que nacen en los mofletes de la niña<br />

Mamá ¿y mis hermanos?<br />

Mamá ¿y el pan que escondemos<br />

en los rincones de la casa?<br />

Mamá ¿y el circo? ¿va a venir el circo?<br />

Mamá … ¿Mamá?<br />

“más allá está el límite”<br />

más allá, la niña devora su cuerpo<br />

en las tinieblas,<br />

más allá, la lámpara se rompe<br />

en mil pedazos<br />

más allá... el límite<br />

más allá... Julieta<br />

más allá... tú<br />

¿Mamá?<br />

¿Mamá?<br />

Julieta recoge los restos de la lámpara,<br />

y duerme más allá<br />

del límite.<br />

2<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 167 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 168 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Bárbara Butragueño<br />

Poema tomado del libro “en construcción” Casa Útero (inédito)<br />

se cae como quien canta…<br />

se cae como quien canta<br />

sólo conoce el salto la vida en vertical<br />

la caída ha anidado en su pecho ha excavado grutas pasadizos<br />

y por eso nunca es desde sí mismo no puede no alcanza<br />

sólo es en perfecta elipsis<br />

es por tanto un ser de vuelta que sólo puede ser volviendo<br />

dice que nació con lastres que es la repetición incansable de todo lo que odia<br />

siempre de regreso a la sangre siempre al útero a las manos cubiertas de error<br />

yo le digo que hay caminos en las puntas de sus dedos<br />

que los veo prendidos bifurcados como gusanos de tiempo<br />

que no hay nada definitivo que el absoluto<br />

pesaría tanto que hundiría el suelo<br />

y me mira hueco me mira perímetro de sí<br />

cayendo tanto que pareciera que fuera el mundo el que se mueve<br />

cayendo con su miedo parabólico cayendo encrucijada con todas<br />

las faltas en las manos los errores como órganos vitales<br />

bazo egoísmo páncreas neurosis<br />

y el niño caída se mira la piel y se sabe relevo<br />

se piensa pandemia cíclica virus que infecta a la humanidad cada cien años<br />

el subproducto del producto el defecto congénito<br />

y se imagina empezar la partida con menos tres<br />

atado a sí mismo que son todos los demás<br />

y es triste porque al final sucede que se vive restando que se estanca en la fría matemática<br />

del quizás y se queda a vivir allí donde todo es pudiera<br />

muriendo en los otros<br />

sin responsabilidad alguna<br />

todo queja vertical<br />

puro trámite


Pedro L. Verdejo<br />

Poema tomado del libro Siglo XXI África eufemismos Olvidados (inédito)<br />

Sahara Occidental – Pueblo Saharaui – Hassaniya – POLISARIO – Mohamed VI ‐ Mohamed<br />

Abdelaziz ( Frente Polisario), el otro.<br />

Sáhara – Sáhara Viento Sáharam Viento Haramm Arammm<br />

Viento poema viento poema viento <strong>número</strong> no importa.<br />

A los ojos de los niños Saharauis el <strong>número</strong> / los <strong>número</strong>s<br />

NO IMPORTAN.<br />

Sá – ha –ra – hara – ra –sa – sa har –a – saha –ra‐<br />

gran elogio monarquía de corte Occidental qué moderno<br />

sáharar sajarar jara ra sajar sar jarajara jará<br />

Mohamed VI VI VI es mohamed con un puño de hierro.<br />

Otros también con sus puños de hierro.<br />

Fosfatos sangre fosfatos muerte.<br />

La cometa de sangre surca los cielos azules, límpidos.<br />

Los huesos quedan limpios, lamidos con cuidado por los vientos.<br />

Aquí nos comemos hasta los huesos.<br />

Sáhara huesos viento sangre‐mi poema viento<br />

Número no importa.<br />

Sájara Mohammed VI vi VI vi a golpe de puño de hierro<br />

Como su padre. Un niño también. Sáhara muerte<br />

Sáhara niño‐muerte. Mohamed. Fosfatos<br />

Muerte. Viento y Muerte.<br />

Sobre las dunas los huesos lívidos.<br />

Las tiendas de campaña como una inmensa ciudad de barro.<br />

Nunca llegan las lluvias sin sangre. Sáhara sangre.<br />

Sajara sangre jara ‐ jara sangre. Jara sangre. Sangrejara.<br />

Jarsangre. Jarsangre.<br />

Sólo Jarsangre.<br />

Mohammed el otro, Polisario, espanta las moscas<br />

como si nada, en silencio, sus ojos miran, hacia el horizonte<br />

El Sáhara siempre se extiende.<br />

1<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 169 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 170 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Pedro L Verdejo<br />

Poema tomado del libro Siglo XXI África eufemismos Olvidados (inédito)<br />

CONGOCOLTÁN<br />

Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita<br />

Grupo minero angloaustraliano Río Tinto.<br />

Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita<br />

Grupo minero West Africa Gate<br />

2<br />

y UC RUSAL y Compagnie des Bauxites de Kindia y Friguia bauxite y alumina complex, y the<br />

Construction Company of Guinea.<br />

Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – COLTÁN<br />

Goliath’s Alumina Company. COLTÁN Goliath Devora Company COLTÁN Goliath Alumina.<br />

Goliath devora COLTÁN hijos COLTÁN escupe huesos‐ COLTÁN‐metal CIENO‐brillante.<br />

Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – COLTÁN<br />

Grupo Minero Alcoa‐Alcán, Joint Venture Junta Militar Golpista Alcoa Alcan ‐ Dian Dian ‐<br />

Guinean/Ukrainian bauxita bauxita bauxita.<br />

Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – COLTÁN<br />

aluminio bauxita COLTÁN alumina company COLTÁN devora Gea Guinea Gea Guinea Gea<br />

devora devora alumina bauxita gold company oro<br />

Anglogold. Oro. Diamantes. Casiterita – wolframita – COLTÁN‐metal CIENO‐brillante.<br />

Anglo‐América, De Beers, ‐Standard Chartered Bank, Nokia, Ericsonn, ‐ Siemens, Sony, ‐ Bayer,<br />

Intel, ‐ Hitachi, IBM Joint Venture Junta Militar Golpista IBM<br />

Gold Fields of Ghana IBM – Joint Venture Junta Militar Golpista IBM Gold Fields<br />

HI‐TA‐CHI Gold Fields forever HI‐TA‐CHI Gold Fields IBEMEHITACHI Golpistas IBEMEGold<br />

Fields HITACHI MULTICRONO HITACHI CRONOS HITACHI<br />

CRONO COLTÁN IBEMEHITACHI URANO CRONO COLTÁN URANO BROTA HITACHI<br />

FOREVER URANO CRONO COLTÁN


URANIO – URANO – CRONO – COLTÁN – MULTI – CRONO – URANIO – COLTÁN ‐ URA‐<br />

NIO – URANO – CRONO – COLTÁN – MULTI – CRONO – URANIO –<br />

COLTÁN Cronos Multinacional Zeus Hyperdynamics Corporation, orada Gea ORADA GEA GUI‐<br />

NEA GEA GUINEA GEA ZEUSGEA USAGEA ZEUSARADAGEA USA GEA CON URANO CON<br />

CRONOS CON ALUMINA CON ALCOA‐ALCÁN CON DIAN DIAN CON JOINT VENTURE<br />

JUNTA MILITAR GOLPISTA GOLD FIELD URANO FOREVER<br />

grandes acuerdos de comercio internacional<br />

Comercio URÁNICO – DIAMANTINO – ALUMINO AÚRICO CRÓNICO CRÁNICO COBRI<br />

RÁNICO – CRÁNICO – COBRI – CRONO – COLTÁN<br />

Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – alúmina – COLTÁN<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 171 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 172 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

Alba García Alderete<br />

De Dame mi mente que es mía… (edición artesanal fotocopiada)


[relato]<br />

UN EDIFICIO EN LA AVENIDA ALVEAR<br />

En un edificio, en el tercer piso, vive una profesora de<br />

Letras. Esta profesora pasa su vida armando metáfo‐<br />

ras, excepto cuando se niega a ver que el hombre del<br />

sombrero que vive en el primer piso es sigiloso y ex‐<br />

traño.<br />

El portero, a quien la profesora de Letras le dele‐<br />

ga la seguridad de su departamento, tampoco es dig‐<br />

no de confianza, como se verá. Aunque le dice que<br />

deje todo en sus manos cuando parta hacia Punta del<br />

Este. Debería hacerlo tranquila, insiste el portero,<br />

pues él se acerca a la entrada y da el paso a quien co‐<br />

rresponde. Así de fácil se transforma el portero en<br />

guardaespaldas.<br />

La profesora de Letras vive en el tercer piso con<br />

su hijo enfermo. La enfermedad no le impide al hijo<br />

husmear por todos lados, con su caja de velocidad en<br />

automático. Una vuelta y la otra, se desliza y vuelve<br />

loco, así, a cualquiera. Menos a su madre, acostum‐<br />

brada al andar de su hijo desde que le compró la silla<br />

en la ortopedia de la calle Guido. Y cada tanto, es del<br />

caso aclarar, los dos salen a caminar por Plaza<br />

Francia, sobre todo durante las mañanas en las que el<br />

sol empuja y se asoma sin gloria.<br />

En la Plaza Francia quedan siempre madre e hijo<br />

observando cómo los árboles expulsan sus hojas<br />

marchitas y las flores caídas dibujan una alfombra de<br />

volumen razonable. Se asoma a lo lejos el edificio de<br />

la Facultad de Derecho, allí donde la Constitución<br />

Nacional continúa siendo un nuevo escalón jadeante<br />

hacia una democracia todavía en ciernes.<br />

El portero del edificio de la avenida Alvear se hi‐<br />

zo de su trabajo en la zona a pulmón. Regordete, co‐<br />

cina con excelencia un guiso de mondongo y algunos<br />

tallarines al pesto. Limpia bronces, y deja los pisos de<br />

la recepción deslumbrantes. A la hora del descanso,<br />

cuando su hija no estudia, el portero ve la telenovela,<br />

y lloran juntos con la intensidad de los adolescentes.<br />

Después, él viste el uniforme de botones brillantes, y<br />

se instala en la planta baja con la concentración de los<br />

que vigilan como expertos. Los vecinos de las man‐<br />

por Paula Winkler<br />

zanas contiguas conocen también sus talentos y, cada<br />

tanto, le dejan una propina como paga de sus favo‐<br />

res.<br />

No es necesario aclarar al lector que el portero ha‐<br />

ce las veces de conserje, y que, de tanto conocer el ba‐<br />

rrio, hasta se le pegó el vicio del buen comer: un pa‐<br />

to a la naranja y unas mollejas al vino blanco. El por‐<br />

tero, como dije, tiene una hija. La hija estudia en la<br />

universidad. El hombre del primer piso, que siempre<br />

lleva un sombrero, le consiguió una beca. Es que el<br />

portero lo había ayudado en la mudanza cuando<br />

murió su esposa y quedó solo con su hija.<br />

Al portero le encanta la hija del hombre del som‐<br />

brero, sofisticada y con sus cristales zwarovski. Pero<br />

su hija no se queda atrás porque cuando camina pa‐<br />

rece un cisne. Iguala en belleza a su madre, quien<br />

murió, y como ella, acostumbra a mirar a la gente<br />

desde arriba. Parece una modelo de pasarela con su<br />

habitual vestido negro y sus chatitas.<br />

La profesora de Letras se casó muy joven con uno<br />

de los dueños del matutino que casi todos leen en el<br />

edificio. Nació en un pueblo olvidado de Tucumán.<br />

Sus padres habían puesto una tienda de ramos gene‐<br />

rales al poco tiempo de llegar de España, con algunos<br />

duros y un baúl descuajeringado. Con la ganancia de<br />

un billete de lotería, sus padres pudieron venirse a<br />

Buenos Aires, donde la profesora estudió, aunque<br />

hay que confesar al lector que desde que se casó con<br />

el dueño del diario, toda su familia ha vivido y vive<br />

de las noticias.<br />

El edificio en cuestión de la avenida Alvear, de es‐<br />

tucos con adornos florales, unas escaleras de mármol<br />

con baranda lustrosa de bronce, cuyo entramado<br />

contrasta con la sencillez de un silloncito tapizado de<br />

raso de seda color tiza, tiene pocos pisos y se constru‐<br />

yó bajo la dirección de un conocido arquitecto del art<br />

nouveau rioplatense y con la paciencia de cientos de<br />

obreros, quienes, como es obvio, no obran citados en<br />

la plaqueta dorada de la entrada. En ese edificio de<br />

atmósfera gustosa y europea, que esconde hacia la<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 173 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 174 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

zona de ascensores una discreta escultura italiana y<br />

evoca una escena extemporánea, es el sitio obligado<br />

donde convergen las rutinas de la mañana y la me‐<br />

dianoche cuando sus habitantes pueden humanizar‐<br />

se y no estar pendientes del índice dow jones o de las<br />

conversaciones barrocas.<br />

La columna neurálgica de este edificio es el ascen‐<br />

sor principal, el cual llega a la zona de los pallièr de<br />

todos los pisos y a la terraza. En el segundo, en el<br />

cuarto y en el quinto viven tres matrimonios con sus<br />

hijos y abuelas. No faltan las mucamas y mayordo‐<br />

mos de riguroso uniforme, como tampoco los mari‐<br />

dos laboriosos. Como reza el dicho “ora et labora”,<br />

mientras las esposas cuidan de su lujosa guarida<br />

cuando los chicos acuden al colegio y las abuelas to‐<br />

can el piano, tejen o juegan a la canasta uruguaya.<br />

(Para el lector menos avezado, tal vez convenga acla‐<br />

rar que esta canasta se juega con naipes y requiere de<br />

buena fortuna, la que en este edificio suele, en princi‐<br />

pio, no faltar.)<br />

En este edificio, insisto, la escalera y el ascensor<br />

constituyen los canales por los que circula todo de pi‐<br />

so a piso. Claro que sólo en el <strong>número</strong> bis y por la en‐<br />

trada de servicio transita el personal doméstico, ese<br />

cuyo estatuto laboral se diferencia de la ley que go‐<br />

bierna al resto de los llamados “trabajadores” porque<br />

su sindicato aún no comprendió que nadie, a estas al‐<br />

turas del tiempo, es siervo de nadie.<br />

Por el ascensor principal también puede acceder‐<br />

se a la vivienda del portero. Como es conserje, resul‐<br />

ta lógico que no haya desigualdades arquitectónicas<br />

cuanto más no sea en la circulación. Además (que no<br />

se engañe el lector) este no es un portero de esos que<br />

refunfuñan durante las mañanas húmedas de<br />

Buenos Aires, ni despotrica a viva voz cuando se me‐<br />

ten, colados, los gatos que merodean la zona de las<br />

cocheras.<br />

En el primer piso, donde vive el hombre del som‐<br />

brero, se han colgado en las paredes del comedor y<br />

de la recepción unos cuantos cuadros importantes<br />

por su inclinación a las obras de arte. En todo su ho‐<br />

gar se respiran buen gusto y eclecticismo, y no sólo<br />

porque su esposa fallecida se hubiera ocupado de<br />

ello. Claro que la hija del hombre del sombrero suele<br />

ponerse inquieta de vez en cuando. El portero la ve<br />

entonces disparar en busca de su mercedes. Conecta<br />

ella la llave, y huye hacia la calle. Cuando la ve así el<br />

portero, le dan ganas de abrazarla. Un poco de cal‐<br />

ma, querida, aquí estoy para arremangarme. Como<br />

lo haría con mi hija o la hija de cualquiera. La hija pa‐<br />

ra un hombre es mujer sagrada.<br />

El lector ya ha sido prevenido acerca de las sali‐<br />

das diarias de la profesora de Letras y de su hijo. No<br />

ahondaré en más detalles, innecesarios por cierto. Y<br />

las familias de los pisos segundo, cuarto y quinto<br />

transcurren sus vidas con la rutina que le permite su<br />

dinero. En el <strong>número</strong> bis van y vienen los paquetes<br />

con dulces y chocolates, los trajes armani, algún ves‐<br />

tido largo valentino, de esos que hoy en Argentina<br />

sólo se lucen en un casamiento o en esas incestuosas<br />

celebraciones de quince, como si las jóvenes de esa<br />

edad debieran ser entregadas por su padre a la socie‐<br />

dad, ya no por temprano al marido. Algún visitante<br />

confundido recala en la recepción. A ciencia cierta,<br />

por poco tiempo, pues el portero, experto en esas<br />

cuestiones de la seguridad, le sugiere y designa la sa‐<br />

lida en un abrir y cerrar de ojos.<br />

Sin embargo, cabe advertir a nuestro lector que<br />

las historias de estos vecinos se atrincheran en las<br />

partes privadas de este edificio de la avenida Alvear<br />

porque allí ellos repiten sus cadencias a diario y los<br />

secretos que se ocultan.<br />

Es un sábado de invierno gris. El frío se mete en los<br />

huesos, y las gotas de la humedad de Buenos Aires<br />

llegan sin pudor hasta la ropa interior de los porte‐<br />

ños. El portero conserje vigila. El hall de entrada ha<br />

soportado el peso de las pisadas de la profesora de<br />

Letras, de las ruedas de la silla que transporta a su hi‐<br />

jo, de las de los habitantes del segundo, del cuarto y<br />

del quinto piso. Para aguantar el frío, la humedad y<br />

las huellas impresas de los vecinos en el mármol, el<br />

portero se entretiene pensando en su hija, la que se<br />

desliza serena por la vida como un cisne mientras él<br />

se desloma. Por la avenida circulan los automóviles,<br />

el único colectivo que une este barrio con otros, y al‐<br />

gunos transeúntes apuran el paso. Y piensa el porte‐<br />

ro. Por ejemplo, que se levantó mil pesos de propina<br />

al ayudar al del quinto a quitar unas bolsas de polvo<br />

blanco de la baulera de su auto sin que nadie los vie‐<br />

ra. Piensa también el portero, durante su estancia en<br />

la planta baja, cuando aquel otro sábado, en el visor<br />

del portero eléctrico, se registró el rostro joven y te‐<br />

meroso de una alumna del profesor del sombrero.<br />

Digo “rostro” y no, “cara” porque esa era la máscara<br />

clonada de una alumna que repite mucho y reflexio‐<br />

na bastante menos. Adelante ‐ escuchó el portero la<br />

voz melosa del hombre del sombrero ‐. Pero a la me‐<br />

dia hora, la chica del rostro ya exigía que le abrieran<br />

la puerta para zambullirse a una avenida que parecía<br />

el bálsamo de toda cura termal.<br />

Aquel sábado y poco tiempo después del episo‐<br />

dio de la alumna, el portero vio a la hija del profesor


del sombrero hacer la misma maniobra, como si el<br />

afuera de ese edificio fuera la sanación de todos los<br />

males.<br />

Hoy es día domingo en el edificio. El consorcio sale a<br />

pasear, o va a misa dominical. El cuchicheo masculi‐<br />

no contrasta con la voz en alharaca de las mujeres y<br />

con el chillido de la silla que conduce el hijo enfermo<br />

de la profesora de Letras. El portero saluda, amable,<br />

y el pesado portón de espejos biselados de la entrada<br />

del edificio se abre al paso, entre otros, del hombre<br />

del sombrero, incrustado como un dibujo animado<br />

en la calle para contestar la salutación de todos sus<br />

amigos. Debajo del sombrero, asoma una calvicie in‐<br />

cipiente, aunque sus neuronas parecen más firmes<br />

que su pelo a juzgar por sus comentarios.<br />

La profesora de Letras mira a nuestro vecino del<br />

sombrero, y le sonríe, aunque ahora que lo piensa el<br />

portero, con una mirada ligeramente hostil, como si<br />

ésta conociera algo de su persona que la molestase<br />

francamente.<br />

Los espacios comunes del edificio, de consiguien‐<br />

te públicos, son testigos de la agitación del consorcio,<br />

la que cede en los días festivos debido a la siesta o a<br />

la partida hacia el campo argentino.<br />

Durante la tarde de este domingo, sin embargo,<br />

se oye rezar un dios te salve maría en letanía, la leta‐<br />

nía que atempera la angustia y parece reproducirse<br />

en los oídos del portero como esos cantos de las sire‐<br />

nas que parecen habitar en otras tierras menos reli‐<br />

giosas y más tranquilas: ha circulado tras paredes el<br />

rumor que la señorita del primero y la hija del porte‐<br />

ro, además de estudiar, se dedican a tareas non sanc‐<br />

tas, vaya a saberse dónde.<br />

Esos chismes malignos corren y se amplifican a<br />

través de las escaleras de mármol no sólo en el núme‐<br />

ro bis del edificio. Tal vez sea oportuno advertir al<br />

lector que el <strong>número</strong> bis, que parece ser la parte más<br />

neutra del edificio, se alimenta de las noticias de<br />

aquellos a quienes no se puede acceder, como a los<br />

políticos en algunas democracias. Generalmente los<br />

rumores terminan por confirmarse cuando se trata<br />

de hechos porque los únicos que suelen salvarse de<br />

esta perversidad maldiciente son las conciencias sub‐<br />

jetivas (¿hay otra conciencia?) y el inconsciente.<br />

Para no sacrificar la paciencia del lector, vayamos<br />

a los hechos, pues. Se trata de esa tarde de ese do‐<br />

mingo, y el reloj antiguo del tercer piso, que la profe‐<br />

sora de Letras heredó de su marido, marca su hora<br />

implacable. El vacío de la existencia se exhibe, impu‐<br />

doroso, como todos los domingos, aunque sabemos<br />

que nos salvan los lunes. Si toda muerte es un suici‐<br />

dio, se aconseja siempre no pensar demasiado duran‐<br />

te las tardes frías (o calurosas) de los domingos soli‐<br />

tarios. El hijo de la profesora no cesa en dar vueltas<br />

con su silla, lo cual exhibe cierta inquietud de su par‐<br />

te, la que lo lleva a encender un cigarro de esos cuyas<br />

bocanadas nos trae muy cerca el olor dominicano de<br />

una isla que hace tiempo se olvidó del compre‐lo‐ya<br />

de occidente. Empuja su silla el hijo de la profesora<br />

en busca de su madre, quien de momento se encuen‐<br />

tra leyendo en el salón de música con una sonrisa que<br />

sólo puede ostentar quien comprende sus más com‐<br />

plicadas lecturas.<br />

En presencia de su madre, es decir de la profeso‐<br />

ra de Letras, el hijo titubea al hablar hasta que apaga<br />

el cigarro, respira hondo, y le cuenta a su madre todo<br />

aquello acerca de lo que viene husmeando hace me‐<br />

ses. Él siempre baja con sumo cuidado del ascensor,<br />

y se arroja como puede desde la silla. Arrastra su<br />

cuerpo frente al primer piso, después se arrodilla con<br />

cuidado y queda a la altura exacta del cerrojo que le<br />

permite ver. Agitado, le comenta el hijo a su madre<br />

acerca de la ceremonia que se repite cada vez, cree él<br />

que unas dos veces a la semana el vecino del primer<br />

piso sólo lleva puesto un sombrero, y las dos mujeres<br />

jóvenes que están con él tampoco llevan ropa. Cree<br />

ver, cada vez que husmea, que una de ellas es su hi‐<br />

ja. Ella se queja, y él no alcanza a ver bien a la otra,<br />

pero le parece haberla visto antes. El hijo se deshace<br />

después en detalles y sostiene sus manos como pue‐<br />

de pues está su madre. La profesora enrojece y, en<br />

medio del estupor que le produce el minucioso rela‐<br />

to de su hijo, recuerda algún pasado. Deja a su hijo<br />

que continúe hablando y corre hasta la cocina. Busca<br />

un cuchillo. Le parece ahora a la profesora de letras<br />

que el seminario de Tübingen y toda su carrera no<br />

forman parte sino de una vida idiota y fragmentada,<br />

en la que nadie quiso saber, menos ella.<br />

Nada‐vale‐seda. Caricias que se prolongan du‐<br />

rante noches entre el hombre del sombrero y ella<br />

mientras su mujer juega, tranquila, a la canasta. Vaya<br />

forma de vivir, siempre engañada. Aunque debe re‐<br />

conocer que últimamente el hombre del sombrero le<br />

había dicho a ella que no podían verse seguido por la<br />

cuestión del adulterio. Y ahora que lo piensa, él esta‐<br />

ba armando una coartada para liberarse de ella y dis‐<br />

frutar de sus fechorías con el sombrero puesto. La<br />

profesora encuentra el cuchillo.<br />

Mientras la profesora en cuestión corre hacia el<br />

sector de ascensores con el cuchillo en la mano, la<br />

propietaria del quinto piso ve una bolsita abierta con<br />

polvo blanco en su alfombra. Qué raro, todo es muy<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 175 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 176 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />

dudoso. Su marido habría dejado caer un poco de<br />

azúcar aquella vez cuando escuchó gente en el escri‐<br />

torio. Después, según recuerda, vino el portero.<br />

Cómo se te ocurre que tu marido va a andar trafican‐<br />

do droga, tan luego él que es un señor.<br />

La sofisticada señorita del primero acaba de tener<br />

una discusión brutal con su padre, el hombre sigilo‐<br />

so del sombrero. Cuando llega el ascensor, que venía<br />

bajando del tercero, se mete con rapidez y juguetea,<br />

nerviosa, con las llaves del automóvil. Se da cuenta<br />

de que la profesora de Letras la mira, indiferente, pe‐<br />

ro desencajada, con un cuchillo en la mano. Oprime<br />

el botón de la planta baja, y tal es el desvarío de la<br />

profesora que no advierte esa parada en el primero.<br />

Por lo tanto, esta deja de cumplir su tarea allí, y llega<br />

sin inmutarse hasta la planta baja con la hija del hom‐<br />

bre del sombrero, quien sale rápidamente a la calle,<br />

sin atender al portero, que le dice: espere que le abra<br />

la puerta de la cochera, señorita.<br />

En medio del embrollo, alguien parece haber lla‐<br />

mado nuevamente el ascensor, que sube. De inme‐<br />

diato, se escuchan dos ruidos secos en perfecta suce‐<br />

sión que invaden el edificio de la avenida Alvear.<br />

Ahora desciende por el ascensor la hija del portero.<br />

No se la ve elegante como un cisne. Al contrario, go‐<br />

tea sangre. La sangre se derrama lentamente sobre<br />

sus chatitas y alcanza los escalones. El portero toma<br />

a su hija en brazos, después de haber abierto las<br />

puertas con una torpeza desesperada.<br />

Y por las escaleras de mármol comienzan a apa‐<br />

recer los vecinos, uno a uno. El del cuarto piso anun‐<br />

cia, consternado, que ha muerto el hombre del som‐<br />

brero.<br />

TÍTULOS PUBLICADOS<br />

PRÓXIMAS PUBLICACIONES


BLACK, BLACK, BLACK...<br />

...O LO QUE LA VERDAD ESCONDE<br />

(reseña de Black, Black, Black, de Marta Sanz ‐Anagrama, 2010‐)<br />

por Susana Pedraza<br />

El negro todo lo confunde. No hay nada más opaco que la oscuridad, donde las apariencias y la realidad se difu‐<br />

minan y las cosas no son lo que parecen. Tal vez esta sea una de las lecturas que podamos hacer de la última<br />

novela de Marta Sanz, Black, black, black, obra divertida, que juega con el lector a la falsa dicotomía verdad/men‐<br />

tira.<br />

¿Qué nos cuenta este relato, qué pistas nos conducen a la verdad o la falsean? A través de las historias de<br />

los personajes, de lo que dicen o callan, la autora muestra un mundo complejo de relaciones, cercado por la ten‐<br />

sión que se genera en el microcosmos de una comunidad de vecinos y unos ojos extraños, los del detective y su<br />

ex‐mujer, que intentan descubrir quién cometió el crimen de Cristina Esquivel.<br />

La obra se plantea pues como una novela negra al uso, siguiendo las pautas del canon establecido; esto es,<br />

hay un asesinato, y no sabemos quién lo hizo, los padres de la víctima contratan a un detective privado ante la<br />

ineficacia de la policía, y éste se dedica a interrogar a los vecinos para descubrir, a partir sus declaraciones, al<br />

criminal Ah, y por supuesto, también tenemos a un sospechoso, el marido.<br />

Sin embargo, como decíamos al principio, nada es lo que parece. Con una escritura inteligente y haciendo<br />

buen uso del humor y la ironía, la novela nos presenta a un detective que rompe con lo convencional, y no solo<br />

por su condición sexual, lo que podría considerarse un hecho anecdótico, sino porque finalmente no es él quien<br />

resuelve el caso. Por otra parte, además de la vivacidad dialógica, propia del género, nos encontramos con una<br />

novela dentro de la propia novela, juego metaliterario de la llamada posmodernidad, que difumina aún más<br />

los límites entre lo real y la ficción, provocando en el lector una mayor confusión entre las apariencias y lo que<br />

tras ellas se esconde.<br />

Personajes heterogéneos, que muestran verdades a<br />

medias y suelen tener algo que esconder, contribuyen a<br />

poner en evidencia los prejuicios y los miedos ante la reali‐<br />

dad que vivimos, la mezquindad y la violencia contenida y<br />

estructural del capitalismo (el inmigrante sin papeles, la vieja<br />

alcahueta, el homosexual que se casó para luego salir del<br />

armario y martirizar a su ex‐pareja, la divorciada enferma<br />

crónica, etc.), donde la escritura tiene un papel fundamental,<br />

como práctica liberadora de los fantasmas que nos acechan y<br />

de la soledad. Pero, ¿cuál es la verdad, y dónde está?<br />

He ahí la gran trampa. La gran falacia moral. Lo que<br />

importan son los hechos, los datos que nos revelan y ponen<br />

en evidencia que todo es mucho más prosaico y mercantil<br />

que los tupidos velos de la apariencia, aquellos que nos ocul‐<br />

taban una realidad más dura y fea de lo que nos gustaría<br />

vivir. Leer esta novela de Marta Sanz, pues, merece la pena,<br />

como acto sobre todo de dilucidación.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 177 ANÁLISIS / RESEÑAS


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 178 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

LA CONJURA DE LOS POETAS<br />

(reseña del libro homónimo de Felipe Alcaraz ‐editorial Almuzara, 2010‐)<br />

por David Becerra Mayor<br />

En mitad del camino entre la novela y el ensayo, La conjura de los poetas<br />

de Felipe Alcaraz describe el proceso de ascenso y caída del movimien‐<br />

to poético de “la otra sentimentalidad” a través de la figura de Javier<br />

Egea, uno de sus personajes más significativos y de los poetas más ori‐<br />

ginales e insignes del grupo. Tal vez por ello ha merecido, como prota‐<br />

gonista indiscutible de esta historia, protagonizar esta novela.<br />

Porque, a pesar de encontrar en el texto personajes y situaciones re‐<br />

ales, estamos ante una novela. Una novela biográfica, si se quiere, pero<br />

una novela al fin. Por La conjura de los poetas desfilan personajes bien co‐<br />

nocidos como Luis García Montero, Álvaro Salvador, Juan Carlos<br />

Rodríguez, Susana Oviedo e incluso Joaquín Sabina, pero como se en‐<br />

carga de aclarar Felipe Alcaraz en la “nota del autor” que cierra el libro,<br />

“la novela está basada en diálogos ficticios o que, en todo caso, adaptan<br />

opiniones, poemas o ensayos. Es decir, lo narrado, siendo verosímil, po‐<br />

dría ser ficticio; siendo verdadero, podría ser irreal” 1 . Se trata, por lo<br />

tanto, de una ficción tomada de la realidad. Pero como ha sostenido en<br />

otro lugar el propio Alcaraz, “al escribir La conjura de los poetas no he pre‐<br />

tendido entrar en ningún espacio íntimo ni en ninguna propiedad pri‐<br />

vada, sino en un debate público y publicado” 2 . En efecto, Felipe Alcaraz<br />

no se ha adentrado en ninguna conciencia ni en ninguna casa en la que<br />

no hubiera sido invitado. No ha invadido ningún espacio privado. No se le puede culpar de allanamiento de mo‐<br />

rada. Los protagonistas reales convertido en personajes de La conjura de los poetas no pueden acusar a Alcaraz de<br />

hacerles hablar con voz impostora. La labor del novelista ha consistido en convertir las fuentes documentales en<br />

literatura. El lector se encontrará, por lo tanto, ante una narración que es ficticia pero a la vez posible.<br />

Pero, ¿por qué una novela sobre Javier Egea? ¿Por qué, como se anuncia en la portada del libro, “una novela<br />

biográfica de un poeta granadino en los días de la Transición”? Porque Javier Egea personifica la derrota. No se<br />

trata solamente de reivindicar la figura de un poeta sin parangón en la última hora de la literatura española, si‐<br />

no también de servirse de su figura como metonimia de un proceso histórico concreto: el tiempo en que se pro‐<br />

duce la derrota del marxismo como discurso revolucionario en los años de la Restauración monárquica –común‐<br />

mente denominada Transición democrática. Porque Javier Egea contiene y concentra en su poesía la tensión en‐<br />

tre la esperanza transformadora y la conciencia de la derrota.<br />

La conjura de los poetas empieza con Javier Egea en la Isleta del Moro, en la provincia de Almería. El poeta se ha<br />

trasladado al Cabo de Gata una vez se ha disuelto el grupo poético de “la otra sentimentalidad”, forjado en los últi‐<br />

mos años en el bar granadino La Tertulia. Desde la habitación en la que se hospeda rememora lo ocurrido:<br />

De nuevo se veía caminando por las calles congeladas de Granada. Los encuentros en La Tertulia se habían termina‐<br />

do. Como el regreso de una larga escapada: de pronto se veía tropezando con el rostro hosco de la realidad. Los ami‐<br />

gos se separaron, como se rompe un conjunto musical (¿quién lo explicó de esta manera?). Se apagaron las luces de la<br />

pista. Ya nada era igual. No lo sería nunca. Y era necesario prepararse para la despedida. Y había sido como si a todos<br />

ellos los esperara alguien en la acera, al bajarse de los tranvías, para llegar a casas cordiales, iluminadas y calientes.<br />

Menos a él. Como si a él no le esperara nadie 3 .<br />

1 Felipe Alcaraz, “Nota del autor”, La conjura de los poetas, Córdoba, Almuzara, 2010, pág. 299.<br />

2 Felipe Alcaraz, “La conjura poética contra Javier Egea”, Rebelión (2‐12‐2010): http://www.rebelion.org/noticia.php?id=117827.<br />

3 La conjura de los poetas, pág. 20.


Cuando “la otra sentimentalidad” se disolvió, cuando terminaron los encuentros en La Tertulia, cuando se apa‐<br />

garon las luces de la pista, nadie se acordó de Javier Egea. Los jóvenes poetas que, con Egea, se daban cita en La<br />

Tertulia dieron un giro en su producción poética. Y este giro llevaba implícito una invitación que les daba acceso<br />

a las casas cordiales, iluminadas y calientes. Fue el acto fundacional de la poesía de la experiencia y su ruptura<br />

con el proyecto materialista de la poética de “la otra sentimentalidad”. Javier Egea se quedó a las puertas; nunca<br />

quiso formar parte de ella.<br />

Javier Egea se quedó solo. Pero su soledad, lejos de su significado romántico, representa el proceso de enaje‐<br />

namiento que se produce en el poeta y en su poesía una vez ha tomado conciencia de que habita “en territorio<br />

enemigo” 4 y de que se encuentra en un “campo de exterminio, pero, también, sin duda, el de la posibilidad de<br />

una nueva era” 5 . Cuando se encuentra en la Isleta del Moro, una vez se ha establecido la ruptura con el grupo<br />

de La Tertulia, Javier Egea concibe –o mejor: produce‐ uno de sus libros más significativos, Troppo Mare, un libro<br />

que Juan Carlos Rodríguez definió, en el acto de presentación del poemario de Javier Egea en el Palacio de la<br />

Madraza de Granada, en los siguientes términos:<br />

… ustedes van a escuchar hoy a “otro poeta”. No un poeta más maduro, no un poeta más evolucionado sino una co‐<br />

sa completa, radicalmente distinta. No evolución sino ruptura. Un poeta situado en un horizonte materialista, un po‐<br />

eta “otro” 6 .<br />

Ginés Torres Salinas, por su lado, sintetiza a la perfección en qué consiste esta ruptura, cómo se constituye ese po‐<br />

eta “otro”:<br />

La historia de esa conversión en un poeta otro es bien conocida y trataré de sintetizarla al máximo: gracias al magiste‐<br />

rio del profesor Juan Carlos Rodríguez –a la lectura que él hace del marxismo a través de Althusser‐ y sus clases de li‐<br />

teratura en la Universidad, en Granada aparece un grupo de jóvenes poetas que –con el manifiesto La otra sentimentali‐<br />

dad como punto álgido y recopilador‐ tratarán de construir un discurso poético del que (…) “derivaba la idea de que<br />

construyendo otra poesía se puede construir otra historia, se puede transformar la historia”. ¿En qué consiste esa trans‐<br />

formación, qué busca? Lo que busca es romper todos los mitos poéticos de la ideología burguesa (…), preguntándose,<br />

en un ejercicio de lucidez, de consciencia, cómo ha sido construida nuestra vida desde la ideología burguesa, capitalista<br />

para, a partir de ahí, tratar de construir –que se logre o no, esa es otra historia‐ otro tipo de vida, otra poesía, en las que<br />

se borra esa dicotomía entre lo histórico‐público y lo íntimo‐privado: el amor, los poemas, no son algo ajeno y aislado<br />

de la historia: todo eso forma parte de una misma cosa, y esto es clave para entender la poesía de Javier Egea7 .<br />

El acierto de la poesía de Javier Egea, su mayor descubrimiento poético, consiste en la toma de conciencia de que<br />

la ideología burguesa nos produce y, en tanto que somos productos de ella, no podemos vivir fuera de ella; que<br />

es imposible escapar del inconsciente capitalista. Tenemos el enemigo dentro, en forma de inconsciente ideológi‐<br />

co. Y, por consiguiente, no podemos hablar –ni producir ni expresarnos‐ sino es en su idioma. Nuestra lengua es<br />

la lengua de los otros, la lengua de la explotación:<br />

Javier Egea se dio cuenta, como tantos otros poetas granadinos de ese momento, que esa palabra poética, ese lenguaje<br />

que utilizamos, es el lenguaje de los «otros». Pero es el único que tenemos. No existe un lenguaje puro por recuperar,<br />

sólo tenemos éste, contaminado, manchado por la explotación, un lenguaje que, sin embargo, podemos transformar. Si<br />

comprendemos que la palabra nunca es inocente, que siempre es ideológica, podemos concebir la poesía como una<br />

práctica ideológica, como un instrumento para interpretar la realidad y escribir desde el materialismo histórico8 RESEÑAS<br />

/ 179ANÁLISIS<br />

.<br />

página<br />

La poesía “otra” de Javier Egea se inicia en una derrota en la que nosotros –porque compartimos el mismo in‐ 10<br />

consciente‐ somos lo mismo que nuestro enemigo. Es decir: “Egea se situaba en un horizonte materialista. Era ya<br />

4 Ibid., pág. 12.<br />

YOUKALI,<br />

5 Ibid., pág. 17.<br />

6 Juan Carlos Rodríguez, “Como si os contara una historia”, en Elena Peregrina (ed.), Por eso fui cazador, Diputación de Granada, 2004,<br />

pág. 77.<br />

7 Ginés Torres Salinas, “Tras el aprendizaje de la vida ofrezco mis ruinas a tus ojos: la poética de la ruina en la poesía de Javier Egea”,<br />

Revista de crítica literaria marxista, nº 3 (2010), Fundación de Investigaciones Marxistas, págs. 14‐15. http://www.fim.org.es/me‐<br />

dia/1/1345.pdf; La cita que se incluye está tomada de Jairo García Jaramillo, Javier Egea: la búsqueda de una poesía materialista,<br />

1885-477X<br />

Granada, ICILE, 2004, pág. 44.<br />

8 Paula Dvorakova, “No cabían en mis ojos sus ojos y la tormenta: la soledad y el amor en la poesía de Javier Egea”, Revista de crítica li‐<br />

teraria marxista, nº (2010), pág. 49. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 180 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

un poeta “otro” que, al menos, era sabedor de ese inconsciente heredado que no hace otra cosa que trabajarnos<br />

y producirnos como explotación y como muerte” 9 . He aquí la derrota:<br />

No solamente porque “ellos” son muchos y “nosotros” pocos, sino porque ellos son también nosotros, y la realidad<br />

que nos imponen forma parte de nuestras propias contradicciones, que podemos revelar y analizar, pero de las que<br />

probablemente nunca nos podremos desprender (…) Sólo podemos hacer evidentes las contradicciones y hacer un<br />

esfuerzo por transformarlas en otra cosa, pero nunca podremos desprendernos de ellas totalmente 10 .<br />

Hay que aprender a vivir con la derrota, porque sólo exteriorizando las contradicciones podremos transformar<br />

nuestro inconsciente y, por extensión, el mundo que habitamos. Juan Carlos Rodríguez, en un diálogo con el pro‐<br />

pio Javier Egea, en La conjura de los poetas, muestra cómo esta toma de conciencia ya es, por sí misma, una apues‐<br />

ta revolucionaria:<br />

Tu inconsciente no deja de trabajarte [dice JCR]. Al menos, pienso yo, has empezado a vislumbrar esto: que no deja<br />

de producirte como explotación y como muerte (…) [Hay que producir] un nuevo inconsciente que nos produzca co‐<br />

mo memoria histórica y como materia, que son cosas imposibles de suicidar (…) Y me consta que no se puede con‐<br />

seguir gran cosa. Pero hay que seguir. Es preciso seguir, en la literatura y en la vida. Transformar el texto como índi‐<br />

ce de que se puede transformar la historia (…) Se trata de transformar, elaborar… producir (…) Y ese intento supone<br />

ya una apuesta revolucionaria 11 .<br />

Se trata de seguir adelante, aunque de entrada se sepa que no se puede conseguir gran cosa, como escribe Javier<br />

Egea en uno de los poemas que configuran Paseo de los tristes: “aunque fuimos viviendo el mismo frío / la misma<br />

explotación / el mismo compromiso de seguir adelante / a pesar del dolor” 12 .<br />

En el momento en que Javier Egea escribe, en la Isleta del Moro, su Troppo Mare entiende que hay dos formas de<br />

posicionarse ante la realidad. De este modo lo expone, en La conjura de los poetas, a través de una conversación te‐<br />

lefónica con Susana Oviedo: “Te lo dije al principio de conocernos, una noche en La Tertulia, que había que sa‐<br />

ber convivir con nuestra muerte cotidiana. O reconciliarse con la realidad” 13 . Esta frase sintetiza a la perfección<br />

la tensión entre una poesía que se mantiene anclada en el proyecto materialista de la otra sentimentalidad y una<br />

poesía que suelta amarras y emprende un rumbo nuevo, alejada del propósito original. El enfrentamiento dia‐<br />

léctico entre una poesía materialista y una nueva poesía que después se denominaría poesía de la experiencia; la<br />

tensión entre una poesía que convive con la muerte cotidiana y otra que se reconcilia con la realidad, represen‐<br />

ta, en el terreno de la literatura, la lucha ideológica entre el marxismo, que resiste a pesar de la inminente derro‐<br />

ta, y de un sector de la izquierda que, poseído por el “espíritu de la transición”, conciliador, a‐ideológico y pos‐<br />

moderno 14 , que se instala en la complacencia y en el discurso de la normalización.<br />

En la poesía de Javier Egea, a partir de Troppo Mare, late la angustia de saberse habitante de un territorio ene‐<br />

migo, dominado por la explotación y la muerte cotidiana. Y aunque bien parece que, en algunos momentos, el<br />

amor se concibe como un refugio capaz de resguardarle de la problemática de su tiempo (“hay cosas en la vida<br />

/ que sólo se resuelven junto a un cuerpo que ama” 15 ), al final se descubre también que “el amor es imposible en<br />

un mundo imposible” 16 . Para Javier Egea el amor funciona según las mismas reglas que la explotación capita‐<br />

lista. Tampoco el amor puede escapar de la lógica capitalista:<br />

Que el amor sea imposible en un mundo imposible posiblemente sea la parte más fácil de entender. Vivimos en un<br />

mundo en que todo se ha convertido en mercancía, en que nuestra propia intimidad tiene un valor mercantil. A lo lar‐<br />

go de todo el libro se insiste en eso continuamente, con tristeza y con mucha ironía, utilizando palabras como saldar,<br />

renta, cobrador, mercado, diezmo, cuenta, factura. Es un mundo en que el amor se puede romper «como un recibo viejo» 17 .<br />

9 Felipe Alcaraz, “Javier Egea y el desprestigio de la realidad”, Revista de crítica literaria marxista, nº (2010), pág. 63<br />

10 Paula Dvorakova, Art. cit., pág. 52.<br />

11 La conjura de los poetas., págs. 45‐46.<br />

12 Javier Egea, Paseo de los tristes, Diputación de Granada, 1999, pág. 89.<br />

13 La conjura de los poetas, pág. 26.<br />

14 Vid., sobre este aspecto, el magnífico trabajo del profesor José Antonio Fortes, Intelectuales de consumo, Córdoba, Almuzara, 2010.<br />

15 Javier Egea, Op. cit., pág. 89.<br />

16 Juan Carlos Rodríguez, “Despertar en el vacío: Javier Egea”, Revista de crítica literaria marxista, nº 3 (2010), pág. 7.<br />

17 Paula Dvorakova, Art. cit., pág. 50. El verso citado pertenece al poema “Ahora llegas vestida de cobrador del agua…”, Paseo de los<br />

tristes, pág. 35.


Cuando ni siquiera el amor se encuentra a salvo de la explotación, sólo nos queda la derrota: “Te llaman luz, amor.<br />

/ Hoy te llamo derrota” 18 .<br />

Javier Egea convive con la derrota. Todo, incluido el amor, en la poesía de Egea asume cierto aire trágico, cier‐<br />

to sabor amargo “que se enreda ya por la garganta, / sabe a ginebra / y duele” 19 . Pero el sabor de la derrota no<br />

encuentra su causa en el hecho de que estemos ante un poeta de carácter depresivo, ante un loser que se regocija<br />

al sublimar las batallas perdidas. Al contrario, la derrota forma parte de la poesía de Javier Egea porque forma<br />

parte del capitalismo. Javier Egea toma conciencia de ella y la articula poéticamente. No existe “otra salida que la<br />

del conocimiento” 20 , dice Javier Egea en La conjura de los poetas. El conocimiento nos permite reconocernos como<br />

siervos del sistema, nos permite saber que somos producto de la explotación. Pero entraña un peligro: el saber<br />

demasiado hace que seamos conscientes de nuestra insignificancia, de nuestra incapacidad –o de la enorme difi‐<br />

cultad‐ por cambiar el orden de las cosas. En este contexto será cuando aparezca la Nube en la poesía de Javier<br />

Egea. Porque cuando se conoce sólo nos queda esperar a la llegada de la Nube, una especie de “criminal en se‐<br />

rie” 21 que persigue a las personas marcadas por la huella del conocimiento y la derrota. Quien sabe demasiado<br />

le espera un desenlace trágico; la conciencia de la insignificancia, de nuestra incapacidad por transformar el mun‐<br />

do, no puede sino caer en el vacío, en el abismo, en la muerte. La Nube adquiere en La conjura de los poetas un pa‐<br />

pel protagonista al convertirse en el elemento que se lleva por delante a Pablito del Águila, a Ninín Sánchez, a<br />

Lisardo, a Enrique Vázquez y, al final, también a Javier Egea, en forma de suicidio.<br />

Pero hay quien consigue sortear la presencia de la Nube:<br />

Y me lo dices tú [se refiere a Luis García Montero], que has logrado burlar a la Nube. La visteis de cerca, ¿eh? Sí, es‐<br />

taba allí. Una noche entró en La Tertulia. Se sentó ante una mesita, cerca de una esquina, y nos observaba en nuestras<br />

insolencias de poetas inmortales. Ya nunca faltó. Iba todas las noches. Era como una detención del aliento, una sonri‐<br />

sa helada, el recuerdo de todo lo que queda por hacer22 .<br />

En efecto, como aparece en La conjura de los poetas, Luis García Montero representa el otro término de la dialécti‐<br />

ca ruptura/reconciliación: personifica el discurso de una “falsa izquierda” 23 que sustituye el programa radical y<br />

revolucionario de la izquierda socialista por un discurso conciliador y a‐ideológico. En la novela se plasman diá‐<br />

logos muy pertinentes entre Javier Egea y García Montero alrededor de este aspecto:<br />

‐ No es posible que nos derrote de nuevo la realidad [dice Egea]. Y aunque nos derrote: si se puede transformar la po‐<br />

esía, se puede, con ella, transformar la historia.<br />

García Montero miró hacia el suelo. Egea sabía que no iba a escoger esa salida (…) García Montero elegiría, con toda<br />

probabilidad, el otro camino.<br />

‐La realidad nos exige cierta reconciliación –diría a sus espaldas [García Montero]‐, una cierta experiencia. Somos par‐<br />

te de ella. Queramos o no formamos parte de esa realidad y vivimos con ella como nos dejó dicho Pasolini: amando el<br />

mundo que odiamos. Y es verdad que el espacio está lleno de niebla amarilla, y esa lepra de las banderas y los himnos,<br />

y las montañas de andrajos y escombros de cada día. No te hablo de ilusiones, que conste, pero sí de la dignidad de vi‐<br />

vir y de un mundo reconocible, relativamente construido por nosotros a través de un pacto de convivencia24 .<br />

En realidad, lo que sucede es que, como advertía el poeta y profesor Álvaro Salvador en 1996, la poesía materia‐<br />

lista de la otra sentimentalidad ha dado lugar a la poesía de la socialdemocracia:<br />

Poesía de la socialdemocracia también porque la recepción de esos “discursos poéticos normalizados”, que se han abier‐<br />

to paso en los últimos quince años hasta convertirse en “norma” hegemónica, tiene mucho que ver con la aparición de<br />

ciertos grupos sociales emergentes, nuevas clases medias consolidadas al amparo de la política socialista, que han de‐<br />

mandado la producción y el consumo de una cultura, asimismo, “media”, digerible («La experiencia de la poesía») 25 RESEÑAS<br />

/ 181ANÁLISIS página<br />

.<br />

10 YOUKALI,<br />

18 Javier Egea, Op. cit., pág. 41.<br />

19 “No hubo luz: sólo muerte”, en Paseo de los tristes, pág. 40.<br />

20 La conjura de los poetas, pág. 23.<br />

21 Ibid., pág. 30.<br />

22 Ibid., pág. 92.<br />

23 Tomo el concepto de José Antonio Fortes, La guerra literaria: literatura y falsa izquierda, Madrid, Tierradenadie, 2003.<br />

24 La conjura de los poetas, págs. 116‐117.<br />

1885-477X<br />

25 Cfr. Felipe Alcaraz, Art. cit., 2010, pág. 66. Felipe Alcaraz analiza en este artículo cómo Álvaro Salvador rectificó de inmediato y sus‐<br />

tituyó la preposición “de” por “en”, para referirse entonces a la “poesía en la socialdemocracia”. ISBN:


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 182 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

En efecto, y como sostiene el personaje de Luis García Montero en La conjura de los poetas, la realidad exige cierta<br />

reconciliación y un pacto de convivencia. Pero Javier Egea no está dispuesto a efectuar este pacto ni a conciliarse<br />

con una realidad que entiende como enemiga y decide emprender un camino distinto al que toman sus prime‐<br />

ros compañeros de viaje. Y es entonces cuando Javier Egea se queda solo. Pero, como dice el propio Egea, “los<br />

solitarios / son esos que le dicen a su amada: / me quedo solo pero no me vendo”.<br />

Una vez se establece esta ruptura entre las dos posiciones poéticas y políticas se inicia la conjura que intitula<br />

la novela biográfica de Felipe Alcaraz. Javier Egea, a partir de este momento, empieza a sentirse desplazado por<br />

los que habían sido sus amigos. Mientras éstos reciben el aplauso unánime del parnaso literario, en forma de pre‐<br />

mios y prestigio, Javier Egea padece el arrinconamiento que sufren los poetas menores. Pero con la diferencia de<br />

que Javier Egea no es precisamente un poeta menor. No obstante, como se anuncia en la portada de la novela de<br />

Alcaraz, “cada tiempo tiene sus poetas, oficiales y malditos”. Y Javier Egea, por su proyecto ideológico, radical y<br />

materialista, no puede sino convertirse en un poeta maldito desplazado a los márgenes, que encuentra vedado<br />

el paso a las casas cordiales, iluminadas y calientes. La gravedad del caso –y aquí se encuentra una de las tesis<br />

fuertes de la novela de Alcaraz‐ es que sus amigos –como personificaciones del espíritu a‐ideológico y concilia‐<br />

dor de la Transición‐ se conjuran contra él contribuyendo a su anonimato, a su negación y a su olvido. El testi‐<br />

monio de Susana Oviedo, para este propósito, es esclarecedor:<br />

En cuanto a su relación con Luis García Montero, puedo afirmar que Javier lo quería mucho y lo respetaba como poeta<br />

«el mirlo blanco», «una de la cabezas más lúcidas», «lo crié de mis pechos». Una tarde de enero de 1999, Javi que tenía<br />

un flamante carnet de conducir, me llevó a un pueblo del Poniente granadino a una dramatización que yo debía dar a<br />

un grupo de mujeres. La tarde era dorada. Él estaba delgado y vestido de negro, con un jersey de cuello alto que yo le<br />

había regalado y que le daba la apariencia de un personaje de El Greco. (…) Le dije que esa noche, en la Madraza, reci‐<br />

taba Luis, y Javier, con dolor, juro que con dolor, me dijo «no voy. Ya sé que Luis es uno de los que me niegan” 26 .<br />

Este es el inicio de la conjura de los poetas que “tienen acceso al fuego sagrado”, “al paraíso de sus júbilos y, des‐<br />

de luego, un cierto acercamiento al balneario del sistema” contra Javier Egea. Un paraíso “al que sin duda ya ha<br />

ascendido, con su sonrisa de querubín, García Montero” 27 .<br />

Pero Javier Egea no se deja seducir por lo acomodaticio del sistema y prefiere seguir trabajando en los már‐<br />

genes desde donde sufre su derrota:<br />

“Seguid, seguid sin mí. Seguid vosotros. No me esperéis. Seguid vosotros y salvaos” 28 .<br />

Y Javier Egea no se salvó. Terminó suicidándose y a su entierro acudieron “quince personas mal contadas” 29 . Lo<br />

que sucedió, como señala Juan Carlos Rodríguez en La conjura de los poetas, fue lo siguiente:<br />

‐Javier Egea era el mejor –se ajustaría el Teórico su “borsalino” negro‐. Escribió dos libros espléndidos. Después todo<br />

derivo hacia la poesía de la experiencia. Y, al par, la izquierda dejó de ser lo que era. Egea no supo asumir la nueva si‐<br />

tuación y la vida empezó a producirle un sarpullido diario. Su estado real terminó siendo el de un solitario profundo 30 .<br />

Javier Egea fue un digno representante de la resistencia en los años de nuestra derrota. No supo –no quiso, sería<br />

más exacto y más justo decir‐ reconciliarse con la realidad, como mandaban los tiempos. Prefirió no abandonar<br />

su lucha ideológica en el campo de la poesía. Pero la realidad fue más fuerte y finalmente “la certeza diaria de la<br />

muerte” hizo que fuera “preciso un alto en la derrota” 31 .<br />

26 Susana Oviedo, “Acerca de cómo conocía a Javier Egea, cosas que él me contó sobre bribonerías y otras confidencias”, en Revista de<br />

crítica literaria marxista, nº 3 (2010), pág. 46.<br />

27 La conjura de los poetas, págs. 108‐109.<br />

28 Ibid, pág. 97.<br />

29 Ibid, pág. 295.<br />

30 Ibid., pág. 290.<br />

31 Javier Egea, “Leer El capital”, Troppo Mare, Granada, Dauro, 2000, pág. 89.


ESCRIBIR AL DICTADO DE LA UTOPÍA<br />

(reseña de Oxígeno en lata, de Alberto García‐Teresa ‐Baile del Sol, 2010‐)<br />

Alberto García‐Teresa (Ma drid, 1980), fi ló lo go y activista cultural, entre‐<br />

gó su primera publicación en 2008, La brigada poética, una plaquette que<br />

proponía espacios para la convivencia urbana y poética: “A cada tran ‐<br />

seúnte se le donó una palabra en desuso: «amor», «fraternidad», «ajeno»,<br />

«prójimo», «amigo». Términos nucleares para la configuración del<br />

mundo de este poeta. Ese mismo año publicaba Hay que comerse el mun‐<br />

do a dentelladas (Baile del sol, 2008) poemario que denuncia un sistema<br />

de organización social, responsable de tanta vida malgastada entre el<br />

trabajo y la servidumbre. Poemas para designar la tiranía de un presen‐<br />

te que ya no precisa dictadores con nombre, pues “todo quedó atado/ y<br />

sitiado”; que exhiben la dimisión de unos seres deambulantes que, con<br />

el peso de un arcoiris roto, acuden con infinita tristeza a las oficinas de<br />

objetos perdidos. Hay que comerse el mundo a dentelladas mostraba cómo<br />

se amalgama en el interior de cada cual lo que iba a ser vida y no lo es,<br />

así como los espacios por donde el latido del amor y de la solidaridad<br />

va sin cuenta y asoma para construir el nosotros.<br />

La búsqueda de ese héroe que, junto a otros, cada jornada se pone en pie<br />

es el asunto de su actual libro, Oxígeno en lata. Un héroe minimizado, re‐<br />

sistente en una lata‐sociedad que lo reclama consumidor para ser a su vez consumido; mercancía en la lógica cri‐<br />

minal del capitalismo, títere en la cadena de consumidores sin sangre ni saliva. De ahí, las metáforas que eviden‐<br />

cian la identificación del supermercado con el tanatorio; uno y otro son espacios para la última fase de los proce‐<br />

sos de producción. Objetos o personas. ¿Qué les diferencia? Oxígeno en lata es el resultado de una indagación, la<br />

del poeta urbano que busca un ciudadano y encuentra un votante o un espectador. La de quien ya ha visto su cuer‐<br />

po tasado y suficientemente anestesiado para la producción y no tira la toalla y sigue buscando la belleza entre los<br />

tubos de escape, porque “La resistencia –explica el poeta‐ está cimentada en los actos cotidianos. Nuestra rutina<br />

consiste en perpetuar una muerte en vida: “ese absurdo acuerdo / por el que renuncias a la vida / para poder tra‐<br />

tar de seguir viviendo”.<br />

Del mismo modo que Antonio Machado nos enseñó que “Todo necio confunde valor y precio” García‐Teresa<br />

nos señala la estrechez de miras del economista, cuya vida se le escapa mientras, al servicio de la ganancia como<br />

norte, trata de convertirlo todo en dinero.<br />

Se trata de poesía que pone al descubierto un ser humano roto, definido por las dos dimensiones con que es re‐<br />

clamado por el mercado: trabajador y consumidor. Lo demás, ya sabe, es silencio.<br />

UN ECONOMISTA<br />

UN ECONOMISTA NO sabe qué hacer con un arco iris.<br />

No entiende el aleteo de una abeja,<br />

por qué trinan escandalosamente las gaviotas,<br />

qué guarda una camada en su madriguera.<br />

Se inquieta ante un caracol que,<br />

sobre una brizna empapada de rocío,<br />

indiferente se despereza.<br />

Ante el murmullo chispeante de un río,<br />

ante un eclipse inundado de estrellas,<br />

ante tu sonrisa o una mano abierta,<br />

por Mª Ángeles Maeso<br />

agita desconcertado su cabeza.<br />

Un economista no escucha la memoria<br />

ni atiende al compás de los latidos.<br />

No sabe buscar tanteando en silencio la belleza<br />

en toda palpitación dichosamente tendida<br />

a la luz, al viento, a la alegría.<br />

Un economista aún busca con vehemencia<br />

con qué moneda comprar la vida.<br />

(De Oxígeno en lata)<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 183 ANÁLISIS / RESEÑAS


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 184 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

UNA LECTURA APASIONADA DESDE<br />

LA BARRACA DE “AIGÚES VIVES”<br />

(reseña de Pero no islas, de Matías Escalera Cordero ‐Germanía, 2010‐)<br />

ISLAS NO<br />

No somos islas (islas no –gotas oceánicas– islas<br />

solas: islas –briznas– solas<br />

no –contra los vientos– islas –sitiadas: migas<br />

de polvo– islas no)<br />

No (no somos islas<br />

solas –exhalaciones– islas –destellos– dispersas<br />

solas islas<br />

no –contra las negras tempestades– desperdigadas<br />

islas no –gotas: en océanos– islas<br />

aisladas no)<br />

No somos islas (sitiadas pizcas –dentelladas– de polvo: aisladas<br />

islas –briznas– islas<br />

islas –hebras– aisladas islas solas islas<br />

islas –no– solas<br />

islas cercadas –arrinconadas: quizás– contra los vientos grises<br />

pero islas solas no)<br />

Olas solas (perdidas olas –olislas– motas: girones<br />

oceánicos: sí pero no islas)<br />

Barridos –dispersos: desconcertados– por el Huracán (sí pero no islas: islas no)<br />

El corazón de este sorprendente poemario es sin lugar a dudas el poema “Islas no”, pero sin renunciar<br />

a tal afirmación no podríamos entender la visión del poeta sin conocer en su totalidad el nervio y la<br />

carne, esto es, el cuerpo al que sustenta y que envuelve a este poema, es decir la totalidad de elementos<br />

que componen la escritura del libro entero.<br />

El primer elemento que nos alerta es el reduccionismo que el poeta utiliza en la composición, limitando<br />

su arquitectura sintáctica a la utilización de solo tres signos, los dos puntos, el guión y los paréntesis es<br />

decir : ‐ ( )<br />

En segundo lugar, la gran riqueza expresiva del lenguaje, una profunda sensibilidad para interpretar la<br />

realidad y la fina ironía que se desliza como sobre una alfombra lírica heredera de lo mejor de la poesía<br />

contemporánea.<br />

En tercer lugar, los ritmos expresivos o pautas de lectura con los que fuerza al lector a establecer las pau‐<br />

sas en función de sus propias emociones.<br />

Esto provoca que el protagonismo del que lee sea necesariamente mucho mayor, forzándolo a partici‐<br />

par más activamente en la simbiosis autor‐obra‐lector.<br />

…Se queja Ulises (Homero: o el copista –acaso– no se sabe<br />

a ciencia cierta)…<br />

por Antonio Martínez i Ferrer


…Entonces me arrodillo y extiendo la mano (pues hasta la luz<br />

estaré solo)…<br />

…La aniquilación –como el anonadamiento de los santos– exige ruido o silencio…<br />

Es ese en parte el origen del característico ritmo poético con el que la poesía de Matías Escalera estable‐<br />

ce una continua secuencia de pulsaciones, que constituye buena parte de su identidad, junto con la para‐<br />

doja, la síntesis y la ironía, como decíamos antes.<br />

…Qué bien hace el muerto / el muerto…<br />

… Círculos (tiempos sin fin) Que se cierran (que se abren a nuestro pesar)<br />

Síntesis y ritmo insistente y repetitivo sujetan al lector a los elementos dramáticos e ideológicos que el<br />

autor aprecia como determinantes en su mensaje, no deja opción para escapar de aquello que el poema<br />

nos grita; lo que, a no dudar, fija y materializa su voz.<br />

Hoy fue ayer es mañana<br />

O ayer será hoy o también mañana…<br />

Lo que es será fue ayer mañana hoy los espejos idénticos…<br />

Ayer hoy mañana<br />

El terror no acecha al otro lado de los espejos…<br />

Y en otro de los poemas más emocionantes<br />

Hoy he visto un hombre doblado sobre sí (sufrimiento<br />

o quizás cansancio y enfermedad) Curvado su frente reclinada…<br />

Como la curva del hombre doblado<br />

(como la revancha aplazada: y su mirada) Y su mirada…<br />

Y, sin embargo, es sorprendente la claridad del conjunto; cada poema abre y cierra el mensaje sin apa‐<br />

rentes opciones a la duda, todo cuanto se desea decir se dice; aunque lo que parece cerrado, no lo está<br />

definitivamente. Así en el transcurso del poemario las metáforas se hacen transparentes y en ningún<br />

momento el lector se pierde en la búsqueda de interpretaciones más allá de lo escrito, pero tras su lectu‐<br />

ra actúan como auténticas cargas de profundidad.<br />

Sí: será mañana…<br />

Arrojaremos perlas y margaritas a los cerdos…<br />

Hasta que el fango se cubra de perfume<br />

Y de nácar<br />

Y el barro quede cubierto de pétalos impares<br />

Arrancados…<br />

Pues la cuenta debe ser clara y puesta en limpio<br />

¿Quién lleva el <strong>número</strong> de las vidas truncadas?...<br />

Alguien debería registrarlos (mientras llega nuestro día<br />

y hagamos la cuenta)…<br />

La intemporalidad radicalmente histórica, otra paradoja, es otro de los efectos que tramite este poemario,<br />

sus mensajes, sus secuencias anecdóticas, sus experiencias pueden ser trasladadas a cualquier etapa de<br />

la historia de la humanidad con solo retocar los decorados externos.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 185 ANÁLISIS / RESEÑAS


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 186 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

Si no te doblegas (te rindes: te resignas) Sufrirás…<br />

Nuestro nombre es sufrimiento (contestó)<br />

El aire que respiramos es sufrimiento<br />

La sangre que corre por nuestras venas es sufrimiento<br />

Nuestro pasado<br />

Nuestra estirpe<br />

Nuestro presente<br />

Nuestro futuro… (todo en nosotros es estupor<br />

y sufrimiento: hasta el día de la satisfacción)<br />

Partir del interior para proyectarse hacia fuera, un ejercicio de autenticidad que el autor realiza con esa<br />

mirada crítica hacia el yo y desde allí dialogar con los entornos y experiencias que ha vivido con una<br />

plasticidad humanista admirable. Es la continua provocación a la reflexión sobre nuestras existencias y<br />

lo que somos por dentro en este universo/mundo desolado que nos rodea.<br />

¿Acaso he vivido?<br />

¿No habré confundido el Purgatorio con la Tierra?<br />

(y estoy muerto) Quizás el Infierno…<br />

Con cada verso<br />

Si mis zapatos están siempre aseados y lustrosos (como<br />

mis manos)…<br />

¿Por qué me siento tan sucio? (por qué me siento<br />

tan sucio: musito apenas justo antes<br />

de la firma)…<br />

No sabría explicarlo…<br />

Con cada giro<br />

La mirada mira de fuera a dentro<br />

Nuestra obscena alegría<br />

De vivir (y de morir: inútilmente) Y nuestro derroche de risas<br />

Y de muecas cortantes…<br />

No menos importante en el contenido de este poemario es la fuerza descriptiva y los recursos lingüísti‐<br />

cos para facilitar el entendimiento de cuantos paisajes nos invita a recorrer, su dominio de la lengua es<br />

muy amplio lo que facilita en todo momento una clara comprensión del mensaje. Como en este inmen‐<br />

so pero breve poema<br />

MARIPOSAS Y PREFERENCIAS<br />

Qué prefieres tú ser<br />

La mariposa cegada (que se empecina en la luz<br />

y muere…)<br />

O el observador imparcial de la paradoja (la luz<br />

que ciega confunde y mata…)<br />

Si se fundiese la bombilla…<br />

Si la apagásemos…<br />

Esto es, a lo largo del poemario, Matías Escalera Cordero nos pone ante hechos vividos, quizás, de los<br />

que se desprenden el yo del poeta, sí; pero de los que se desprenden también nuestras propias experien‐<br />

cias, las que hemos vivido, vivimos o viviremos nosotros mismos. Y eso es la poesía crítica; esa que es<br />

capaz de volverse incluso sobre las propias ideas, sin miedo a exponer en versos desgarrados los fraca‐


sos históricos, existenciales y cósmicos a los que nos hemos visto sometidos y nos sometemos, como<br />

clase o como sujetos.<br />

La muerte no es la causa del espanto (tampoco<br />

de la estupefacción: ni del odio) Es la vida…<br />

¿Te has arrancado ya el corazón?<br />

Si aún no lo has hecho no podrás soportarlo…<br />

Y aun así cada día será un milagro…<br />

Y, por último, dos poemas, creo, geniales, que son síntesis de ‐casi‐ todo.<br />

Uno, titulado NACIMIENTO<br />

Vivirás todas las vidas…<br />

Odiarás todos los odios…<br />

Amarás todos los amores…<br />

Pensarás todas las ideas…<br />

Sufrirás todos los dolores…<br />

Todas las vidas en una vida… (hasta que todos los amores amados<br />

todas las vidas vividas y el odio y el sufrimiento<br />

te agoten: y crezcas)<br />

Y, el otro, la conclusión lógica y paradójica, como no podía ser menos, de este gran poemario<br />

Nada de lo que yo diga –o escriba– evitará ningún muerto<br />

Ninguna lágrima (ni siquiera compensará la pérdida de una hora<br />

extra sin pagar<br />

y mucho menos de una jornada de interminable<br />

e irritante despojo)<br />

…<br />

… pero ése no es –no era– el problema<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 187 ANÁLISIS / RESEÑAS


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 188 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

OVEJAS ESQUILADAS QUE TIEMBLAN DE FRÍO<br />

(reseña del poemario homónimo de Gsús Bonilla ‐Bartleby, 2010‐)<br />

por Ana Pérez Cañamares 1<br />

Mientras leía y releía el poemario de Gsús Bonilla, no podía dejar de pensar en esta idea: Ovejas esquiladas, que<br />

temblaban de frío es a la poesía lo que la memoria histórica es a la justicia: la voluntad de que el pasado y los<br />

recuerdos permanezcan vivos, para que podamos seguir avanzando por el camino de la dignidad sin dejar a<br />

nadie detrás.<br />

Pero si una ley, por muy justa que sea, siempre parece algo frío, anónimo, impersonal, que por querer hablar<br />

de todos parece no hablar de nadie en concreto, los poemas de Gsús son todo lo contrario: poemas que no sólo<br />

están vivos sino que tienen el poder de resucitar; que disuelven tiempo, espacio y fronteras, porque hablan del<br />

muerto enterrado en la cuneta y del moribundo en la esquina de nuestra calle, porque hablan de la muerte físi‐<br />

ca y de la muerte por olvido y por ignorancia, porque hablan de un pueblo de Extremadura y de todos los pue‐<br />

blos y poblados, ya estén en la Cañada, en Gaza, o en el Sáhara. Habla del pasado pero también de la parte del<br />

presente que nos empeñamos en ocultar detrás de escaparates, de muros físicos o interiores, o enterrándola bajo<br />

la cobardía, la comodidad o la culpa. Nos dice que algunos muertos están muy vivos, que algunos, incluso,<br />

están ahora mismo estrenando la muerte. Porque para él la poesía no sólo se trata de un ejercicio de nostalgia<br />

u homenaje, sino la tarea ineludible de seguir abriendo los ojos.<br />

Son poemas que ejercitan un músculo que poco a poco se nos ha ido atrofiando: el de la indignación. Poemas<br />

de tal humanidad que, por falta de costumbre, parece casi<br />

sobrehumana.<br />

Gsús, no hay que olvidarlo, viene de la periferia de la perife‐<br />

ria, y por eso puede hablar de gente que quizá muchos de nos‐<br />

otros no conocimos pero que no nos podemos dar el lujo de olvi‐<br />

dar. En sus poemas yo me he encontrado a mis padres, a mis<br />

tíos, a mis abuelos, esos que no conocí y de los que apenas se<br />

hablaba en casa, quizá porque no todo el mundo tiene los reda‐<br />

ños necesarios para el recuerdo, sobre todo cuando las cosas se<br />

han vivido en primera persona. Gsús hace que resuciten las<br />

abuelas y las convierte en las princesas que nadie supo ver. En<br />

sus versos habitan mujeres que no se atrevían a confesar su<br />

dolor ni su desgarramiento, por miedo, por pudor, por no hacer<br />

daño a los seres queridos. Y en pocos libros he visto retratos tan<br />

fieles de esas mujeres: abuelas, madres, viudas, luchadoras,<br />

maltratadas, perdedoras y malditas.<br />

Porque hay una cosa que Gsús sabe muy bien: el dolor, la<br />

pobreza avergüenzan a quienes las están sufriendo. Y tengo la<br />

impresión de que él se ha hartado de esta censura que las vícti‐<br />

mas se imponen, cuando el daño se lo han hecho o se lo están<br />

haciendo otros, los verdaderos culpables, que curiosamente son<br />

inmunes a la vergüenza.<br />

1 Este texto fue el utilizado por Ana Pérez Cañamares en la presentación del poemario el pasado mes de noviembre en Madrid


Quizá en su momento Gsús no pudo o no se atrevió a acariciar aquellas heridas que vio de cerca. Por timidez,<br />

por respeto, por no querer romper el velo que la vergüenza de otros interponía. Y ahora, con la paciencia de un<br />

artesano, a la manera en que su madre cosía, acaricia las heridas en sus versos.<br />

Dice en uno de sus poemas: tenía muchas cosas que contar / porque había pasado mucho. La mirada de Gsús no<br />

se consigue de cualquier forma: ni en la universidad ni siquiera gracias a las lecturas. Es de esas sabidurías que<br />

no se enseñan, sino que puede que se hereden, quizá genéticamente, pero que sobre todo se aprenden miran‐<br />

do, no retirando la mirada aunque lo que se ve escueza como una gota de limón en el ojo.<br />

Y más que orgullo por él mismo, lo que hay es un orgullo de raza, por los que le han traído hasta aquí, y<br />

también la lucidez y la claridad del superviviente, al que ya no le van a vender falsos paraísos, llámense demo‐<br />

cracia, globalización o heroína.<br />

Los supervivientes tienen muchos caminos por delante: uno de ellos, el más habitual probablemente, es el<br />

del cinismo. Otro, una renovada ingenuidad o también la autovictimización. Gsús ha elegido el de la compa‐<br />

sión. Una compasión firme, indignada, beligerante, que le dice que de amor y de ira nunca andamos sobrados.<br />

Es muy difícil, doy fe como poeta, hablar por boca de otros, sin caer en lo sentimental, en el paternalismo, en la<br />

complacencia. Pero la capacidad de empatía de Gsús hace que parezca fácil. Y una de las maneras que él elige<br />

es tomando conciencia de que las palabras también son una responsabilidad. Pensarlas hasta el final, darles la<br />

vuelta, devolverles su inocencia y mirarles el forro. Aunque haya que retorcerlas hasta dejarlas desnudas,<br />

replantearse sus significados, a veces con notas a pie de página: línea de Gaza (por ligera, por flaca, por fina, por tenue,<br />

por delicada, por consumida).<br />

Gsús habla desde dentro de esas palabras, sin la frialdad de los datos, ofreciéndonos siempre un rostro, un<br />

detalle sobre gentes que soñaron otros tiempos, una vida, sin más pretensión que un refugio, animales de huella pro‐<br />

funda. No se presenta como un héroe, porque él también intenta olvidar, empujando fuera de sí a los fantasmas.<br />

Pero la única manera de hacerlo es dando fe de su existencia. Como él mismo dice: intento olvidar un millón de<br />

veces hasta que la imagen empieza a ser borrosa. Pero no permite que la imagen se disuelva, sino que entonces es<br />

cuando la escribe: la imagen ya no será borrosa nunca, sino que se transformará en negro sobre blanco. Ya no<br />

podremos olvidarla, pero al menos habremos encontrado la manera de compartir este cansancio de mirar.<br />

Como los nietos dormidos a los que su abuela habla de los muertos en las cunetas y en las tapias: nosotros<br />

podemos elegir despertar o seguir durmiendo. Pero su libro está ahí. Sus palabras han ocurrido, han pasado por<br />

nuestra vida. Aunque no ofrezca ninguna esperanza explícita. La esperanza está sobreentendida en que él ha<br />

llegado hasta aquí y escribe, se esfuerza, se exige, y nosotros al leerlo somos parte de esta genealogía que va más<br />

allá de la sangre, la genealogía de los que no olvidan<br />

que mi odio<br />

me rompe<br />

y se cuela por los cientos de agujeritos<br />

de mi casa ametrallada.<br />

mi recuerdo son trincheras<br />

de cuando éramos críos<br />

luego los dieciocho. y tú<br />

‐ ¿y tú?<br />

yo nada. yo escribo.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 189 ANÁLISIS / RESEÑAS


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 190 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />

FILOSOFÍA Y ACCIÓN<br />

(reseña del libro ¿Qué es filosofía? Prólogo a veintiseis siglos de historia, de<br />

Pedro Fernández Liria ‐Akal, 2010‐)<br />

por Juan Antonio González de Requena Farré<br />

Acaba de salir a la calle ¿Qué es filosofía? Prólogo a veinti‐<br />

séis siglos de historia, una rigurosa, crítica y documentada<br />

aproximación a la Filosofía que me parece que reúne las<br />

virtudes necesarias para convertirse en un clásico en su<br />

género. El autor declara en el Prólogo de la misma que<br />

se trata de una obra “intempestiva”. Tal vez sea así,<br />

pero, intempestiva o no, lo cierto es que resulta absolu‐<br />

tamente estimulante la entusiasta defensa de la razón y<br />

de la libertad del pensamiento que Pedro Fernández<br />

Liria realiza a la largo de las más de seiscientas páginas<br />

que componen la obra. Defensa “ilustrada” que no sólo<br />

me parece revitalizante, sino también completamente<br />

necesaria en estos tiempos que corren tan resignados a su<br />

profunda insignificancia, tan necesitados de esa deter‐<br />

minación en la acción que sólo es capaz de proporcionar<br />

el pensamiento y el saber.<br />

En la contraportada del libro puede leerse que éste<br />

“pretende ser una exposición sencilla, pero ex haustiva y<br />

rigurosa, del concepto de filosofía, así como una crítica<br />

de los principales equívocos y malentendidos que,<br />

durante siglos, han ido afectando a dicho concepto hasta<br />

hacer casi imposible su entendimiento”. Creemos que el<br />

libro cumple con creces con ese objetivo, pero no cree‐<br />

mos ni mucho menos que se agote en él. Es verdad que se trata, como el propio autor reconoce, de una<br />

obra en gran medida orientada al mundo académico, dirigida primordialmente a estudiantes y profeso‐<br />

res de Filosofía (lo que justifica su estilo didáctico y su declarada intención pedagógica), pero, yo diría<br />

que se trata también de un texto político, que reclama la acción, que llama a cuestionar permanentemen‐<br />

te las apariencias, a no rendirse ante la opinión general, siempre tan interesadamente trabajada por las<br />

enseñanzas oficiales y por los medios de comunicación, y a no caer nunca en la ilusión de que ya sabe‐<br />

mos lo suficiente.<br />

Lo que muestra Pedro Fernández Liria en estas páginas es que el conocimiento no es nada que poda‐<br />

mos ahorrarnos, salvo que queramos condenarnos de por vida a esta realidad, en tantos sentidos atroz,<br />

en la que vivimos.<br />

El libro constituye un alegato contra la pereza intelectual al que anima una contagiosa pasión por la<br />

libre investigación, por el esfuerzo y el trabajo teórico y, en última instancia, por la verdad. Y es, al<br />

mismo tiempo, un revulsivo contra la indolencia generalizada y contra la “buena conciencia” dominan‐<br />

te, conciencia que de ningún modo nos hemos ganado el derecho a tener.<br />

Pedro Fernández Liria nos insta encarecidamente a desterrar de una vez por todas la idea de que la<br />

filosofía es una huida del mundo real hacia la pura vida contemplativa. Valgan como ilustración los<br />

siguientes fragmentos del Capítulo 11 de su libro:<br />

“La filosofía es voluntad de acción, de que la acción sea verdaderamente tal, de una acción relevan‐<br />

te. Y lo es en la misma medida en que constituye un compromiso con el saber y con la verdad. La filo‐


sofía no es una huída del «mundanal ruido» ni una «consolación» ante el fracaso de las expectativas<br />

mundanas. No implica voluntad de alejamiento alguna respecto de la realidad en la que se está. Todo lo<br />

contrario: en la medida en que es la actitud y la disposición que hace posible la manifestación de las<br />

cosas en lo que son, en la medida en que nos sitúa ante el fundamento (a menudo «invisible») de la rea‐<br />

lidad en la que estamos, de la realidad que experimentamos, sufrimos o disfrutamos, constituye el<br />

mayor y más profundo acercamiento a la realidad, el único que nos pone en contacto con lo que ella es<br />

verdaderamente. Y por este motivo, la filosofía es, al mismo tiempo, la actitud que nos pone en condi‐<br />

ciones de actuar sobre lo que hace del mundo en el que vivimos justamente el mundo que es.<br />

Lo contrario de la actitud filosófica es, en cambio, condenarse a la inacción, a la pasividad o a la actua‐<br />

ción ciega; resignarse a vivir lejos de la realidad, en la ilusión que permanentemente se interpone entre<br />

nosotros mismos y lo que realmente es. La filosofía nos hace dueños de nuestra capacidad de actuar y<br />

nos pone en condiciones de conocer lo que hay que hacer para lograr lo que queremos.<br />

La filosofía puede no ser en sí misma revolucionaria, pero es la disposición que hace posible el acce‐<br />

so al único plano (el plano del ser) en el que nuestra acción puede llegar a ser verdaderamente revolu‐<br />

cionaria. La filosofía quizá no sea el «arma de la revolución», como pretendía Althusser en 1968, pero<br />

es la única actitud capaz de descubrirnos aquello contra lo que puede llegar a tener sentido emplear las<br />

armas, de descubrirnos aquello contra lo que verdaderamente es preciso rebelarse.<br />

En todo caso, es un apego al mundo en el que ‘nos movemos y existimos’, al único mundo existente,<br />

lo que arranca al filósofo de la mera vivencia del mismo a la búsqueda de su conocimiento; es la voluntad<br />

de estar realmente en él, en el sentido más propio y profundo, lo que conduce al filósofo hasta el «mundo<br />

inteligible», lo que le lleva de la engañosa «ilusión» en la que vivimos a la indagación de «lo verdadera‐<br />

mente ente» (por decirlo en términos platónicos).<br />

Por paradójico que resulte, sólo del que –como el inquieto prisionero del ‘mito de la caverna’ plató‐<br />

nico– «se ha ido» al «mundo inteligible» puede decirse con propiedad que está realmente en este mundo.<br />

Del que «se queda» en su apariencia sensible puede decirse, por el contrario, que aún no ha llegado él.<br />

Y sólo el que ya está en el sentido apuntado en este mundo se halla en condiciones de cambiarlo, porque<br />

sólo él sabe con certeza dónde reside el fundamento de que sea justamente como es.<br />

El filósofo es, pues, un hombre de acción. El filósofo es lo contrario del nihilista, la antítesis del poeta<br />

vulgar que simplemente se evade de una realidad que le horroriza o le aburre. De lo único que la filoso‐<br />

fía representa una huída, es de la «apariencia» y de la «ignorancia». La filosofía huye de la ilusión de<br />

realidad hacia su «concepto», hacia su conocimiento. Y lo hace con vistas a intervenir en ella, con vistas<br />

a modificarla para convertirla en algo digno de ser vivido”.<br />

No podemos estar más de acuerdo con estas palabras. Si la filosofía sigue teniendo hoy el mismo sen‐<br />

tido que tuvo en el seno de la civilización donde nació es porque la filosofía es, en ese preciso sentido,<br />

revolucionaria.<br />

Por nuestra parte, no podemos sino agradecer al autor de este generoso “Prólogo” haber renovado<br />

nuestra inquietud por el conocimiento y por la verdad; inquietud en que, por otro lado, consiste la filo‐<br />

sofía misma.<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 191 ANÁLISIS / RESEÑAS


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 192 UN CLÁSICO, UN REGALO<br />

THE COMMONWEALTH OF OCEANA<br />

[LA COMUNIDAD DE OCEANA]<br />

(fragmento)<br />

James Harrington * (1656)<br />

* .‐ James Harrington (1611‐1677), con su Océana (The Commonwealth of Oceana), de 1656,<br />

representa la opción más radical dentro del ámbito de las controversias sociales y políticas<br />

de la época. En sus textos, Harrington recurre a la hermeneusis bíblica para establecer el fun‐<br />

damento teórico de su posición (es la marca de la época) al proponer “a su alteza el lord pro‐<br />

tector de la República” (Cromwell) el proyecto que pretende articular las expectativas del<br />

pueblo liberado del yugo monárquico. Océana representa en la forma de la presentación de<br />

una utopía, una proyección de las aspiraciones a una “equal commonwealth”, que tiene cla‐<br />

ras intenciones de articulación política; como lo hace Winstanley, identifica en la propiedad<br />

y en el beneficio privado el origen de la miseria y la desigualdad, pero, amén de presentar<br />

una solución distinta a este problema, no se limita a defender la necesidad de su desarticu‐<br />

lación, sino que diseña una hipótesis de funcionamiento normativo que la ponga al margen.<br />

Para Harrington, tiene mayor poder o dominio quien mayor proporción tiene en la propie‐<br />

dad de la tierra; si queremos establecer una sociedad que sea comunidad auténtica debemos<br />

conseguir un equilibrio en la distribución de la propiedad (el reparto de tierras) y un siste‐<br />

ma legal que garantice la “balanza del poder”, impidiendo que quien tenga más adquiera<br />

mayores cuotas del mismo. Harrington, así, aceptando (frente a Winstanley) como un hecho<br />

la propiedad privada, pretende (frente a Hobbes) que el bien común sólo puede conseguir‐<br />

se si se establecen límites precisos a su existencia y, sobre todo, a la posibilidad de hacer de<br />

ella una derivación hacia el control de espacios de poder (desde 1657, por eso, las críticas que<br />

recibe –en las Consideraciones de M. Wren por ejemplo– proceden del sector de la “gentry”<br />

que desea una legislación que garantice la “defensa de los contratos” sin imposiciones polí‐<br />

ticas que los limiten o pongan trabas, o “contrabalanzas” a su desarrollo). Una pretensión<br />

que, aceptando una socialidad construida desde la productividad individual, le ponga unos<br />

límites que sometan su despliegue en la dirección de conseguir una sociedad política iguali‐<br />

taria. En este sentido, es fundamental su propuesta de establecimiento de una ley electoral<br />

que regule la representación y la “rotación” de los representantes: impidiendo la posibilidad<br />

de “perennización” en un puesto de representación y de poder. A partir de 1656, a medida<br />

que la situación política se decanta hacia la “monarquización” de la República, Harrington<br />

radicaliza sus posiciones en una dirección abiertamente anti‐centralizadora y contraria a las<br />

tendencias “reordenadoras” que, el Lord Protector, primero, y el monarca, después, encar‐<br />

nan: en 1658, en Brief Directions, propone un modelo de gobierno popular; en 1659, en The Art<br />

of Lawgiving, justamente tras la muerte de Cromwell, señala que es el momento oportuno<br />

para promover la “ley agraria” que propuso en Océana; en 1660, The Rota y The Waysand<br />

Means son incitaciones a la resistencia; en 1661, en fin, acusado de participar en un complot<br />

antimonárquico, una crisis de naturaleza psíquica lo aleja definitivamente de la escritura.<br />

Presentamos este fragmento del texto de Harrington como una incitación al conocimiento de<br />

los clásicos de la rebelión y de la comunidad no sometida.


PARTE III<br />

EL MODELO DE LA COMUNIDAD DE OCEANA<br />

CONSIDERANDO, mi Señor Arconte, que desde Moisés y Licurgo, ha sido el primer legislador en la<br />

Historia, hasta la fecha, que ha propuesto y erigido una verdadera Comunidad, ha sucedido como con<br />

ellos también, que primero ha sido la ejecución o la acción, y luego la escritura, y que el modelo se ha<br />

promulgado y publicado con mayor brevedad e ilustración de las necesarias para su comprensión, y que<br />

no ha sido dado a conocer todo el procedimiento seguido por el Consejo de legisladores, y el de los pri‐<br />

tanos, donde se confirmó y se clarificaron todas las objeciones y las dudas: hasta que salga de un modo<br />

más <strong>completo</strong> y perfecto todo lo que falta en el epítome ya promulgado, abordaré la comunidad de<br />

iguales de un modo práctico…<br />

… En estas tres fuentes [Moisés, Licurgo y Roma] se basará, por lo general, nuestra reflexión,<br />

que quedará dividida en dos partes, la primera, sobre la fundación, y la segunda sobre la organización<br />

de la Comunidad; de modo tal que, en cada una de las cuales distinguiremos una serie de normas,<br />

iguales a las que contiene el modelo entero, y el resto del discurso; que tienen como objetivo únicamente<br />

la explicación o prueba de estos.<br />

En la fundación o construcción de una Comunidad, el primer trabajo, como el de cualquier con‐<br />

structor, no puede ser otro que la correcta elección y distribución de los materiales.<br />

Los materiales de una comunidad son las personas, y la gente de Océana quedó distribuida, por<br />

selección, en varios tipos, en cuanto a sus cualidades, en cuanto a sus edades, su riqueza y los lugares<br />

de residencia y procedencia; y se hizo mediante las siguientes normas.<br />

La primera norma “distribuye a las personas en hombres libres o ciudadanos y siervos o cria‐<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 193 UN CLÁSICO, UN REGALO


ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 194 UN CLÁSICO, UN REGALO<br />

dos, mientras sean tales, pues si alcanzan la libertad, es decir, a vivir de sí mismos, serán hombres libres<br />

o ciudadanos también.”<br />

Esta norma no necesita de pruebas, en lo que se refiere a la naturaleza de la servidumbre, que<br />

es incompatible con la libertad, o con la participación en el gobierno de una Comunidad.<br />

La segunda norma “distribuye a los ciudadanos en jóvenes y ancianos (de tal modo que desde<br />

los dieciocho años de edad hasta los treinta son considerados jóvenes; y de treinta para arriba, ancianos),<br />

y establece que los jóvenes se alistan al ejército, y los ancianos se encargan de mantener las guarniciones<br />

de la nación.”<br />

Una Comunidad cuyas armas están en manos de sus siervos, tiene necesidad de situarse, como<br />

dijo con elegancia, de Venecia, Contarini, fuera del alcance de sus garras, conocedor del peligro que cor‐<br />

rió Cartago en la rebelión de Espendio y Matho. Pero aunque una ciudad pueda, por un casual, ser segu‐<br />

ra, no tiene por qué ser un ejemplo; Cartago o Venecia no adquirieron fama alguna por sus armas, fue<br />

la mera virtud de sus capitanes, y no sus normas; sin embargo, Israel, Lacedemonia y Roma que<br />

pusieron sus armas en manos de sus mejores ciudadanos, los dividieron, al menos en Lacedemonia y<br />

Roma, en ancianos y jóvenes: la juventud para el campo de batalla, y los ancianos para la defensa del ter‐<br />

ritorio.<br />

La tercera norma “distribuye a los ciudadanos en a caballo y a pie por el valor de sus<br />

propiedades; así, los que tienen más de 100 libras al año en tierras, bienes o dinero, están obligados a ser<br />

de a caballo, y los que tienen menos de esa suma son de a pie. Pero si un hombre ha perdido y malgas‐<br />

tado su patrimonio derrochándolo, se le incapacita para la magistratura, la gestión o el sufragio en la<br />

comunidad”.<br />

Los ciudadanos no están sólo para defender la comunidad, pero, de acuerdo con sus posibili‐<br />

dades, como los romanos bajo Servio Tulio (teniendo en cuenta su propiedades) fueron enrolados, unos,<br />

en la caballería y, otros, en la infantería, con las armas requeridas en cada caso, no puede ser de otra man‐<br />

era para el resto de las comunidades, aunque se trate de tradiciones históricas, que cuanto más antiguas,<br />

más difíciles de probar son. Y el necesario derecho a la propiedad dado por una comunidad está en<br />

relación con la naturaleza misma de la industria y el comercio, y con las costumbres y usos públicos. “El<br />

pueblo romano”, dice Julio Exuperantius, “se dividía en clases, y los impuestos se pagaban en función<br />

del valor de las fincas y propiedades poseídas. Todo el valor de lo recaudado se empleaba en las guer‐<br />

ras, para ellos los que mejor y más rabiosamente luchan por la victoria, son quienes luchan por la liber‐<br />

tad en defensa de su país y de sus posesiones.<br />

Pero los más pobres sólo eran reclutados por sus testas (que era todo lo que tenían) y se man‐<br />

tenían en las guarniciones, en casa, durante las campañas, porque podían traicionar a los ejércitos sólo<br />

por el pan, a causa de su pobreza, que es la razón por la que Mario, a quien el control del gobierno no<br />

le debería haber sido nunca encomendado, fue el primero que los llevó al campo de batalla”, con el éxito<br />

consecuente. Hay una medida en todas las cosas, de modo que, como la riqueza exorbitante rompe el<br />

equilibrio de una comunidad, la pobreza extrema no puede sostenerlo tampoco, y de ninguna manera<br />

se puede confiar en ello. La cláusula de la norma que trata del derroche y el despilfarro es ateniense, algo<br />

muy loable; pues el que no puede vivir de su propio patrimonio, si lo hace del dinero público, provoca<br />

la quiebra de la comunidad.<br />

La cuarta norma “distribuye a las personas de acuerdo a los lugares que habitan, en parroquias,<br />

centurias y clanes.” En raras ocasiones la gente se distribuye de una manera lógica y sistemática; de<br />

hecho, no se la puede agrupar ordenada y sistemáticamente, pero ser una comunidad consiste en el lógi‐<br />

co y sistemático agrupamiento de la gente: ¿por qué, si no, establecen los israelitas esa división entre ofi‐<br />

ciales de mil, de cien, de cincuenta y de diez; y toda la comunidad, en tribus: los lacedemonios, en oboe,<br />

moras y tribus; los romanos, en tribus, centurias, y clases; algo necesario para todos los gobiernos de<br />

igual o parecida naturaleza, como en las recientes monarquías feudales. Pero al ser esta la única institu‐<br />

ción en Océana, exceptuando la de los agricultores, que no requería ningún cargo ni entrañaba ninguna<br />

dificultad, me siento obligado a una descripción más particular de cómo se constituía, que es como<br />

sigue:<br />

Un millar de supervisores, comisionados e instruidos por el Arconte y el Consejo, que se dividía<br />

en dos partes iguales, cada una de ellas bajo la inspección de un supervisor general, se distribuían la<br />

parte norte y la parte sur del país, al que divide el río Hemisua; en total, unas 10.000 parroquias aprox‐<br />

imadamente, diez parroquias por cada supervisor, más o menos (en este caso no era necesario una gran<br />

exactitud, pues únicamente se trataba de indicar a cada uno adónde iría, para una ordenada relación de


las visitas y la localización de las tareas); aunque la naturaleza de sus instrucciones tenía más en cuenta<br />

el <strong>número</strong> de habitantes que de parroquias. Y era así pues los supervisores, equipados con un <strong>número</strong><br />

conveniente de urnas, bolas y cajas de votación –en cuyo uso se les había ejercitado anteriormente–,<br />

cuando llegaban a cada una de sus respectivas parroquias, lo primero que hacían era reunirse con la<br />

gente y enseñarles qué y cómo era una votación, y aunque la encontraban, al principio, un tanto extraña,<br />

como si fuesen juguetes, y mientras esperaban asuntos más importantes del Consejo de legisladores,<br />

jugaban a considerarse ellos mismos objeto de abusos, y, al poco, no sólo se sentían cada vez mejor<br />

preparados, sino que, a la larga, ésta podría ser utilizada de un modo muy efectivo en su propio benefi‐<br />

cio, con lo que los supervisores lograban incluir esta institución en sus costumbres.<br />

La primera norma exige, pues, “que el primer lunes que sigue al último de diciembre, la cam‐<br />

pana más grande de cada parroquia, a lo largo de todo el país, a las ocho en punto de la mañana sea<br />

tañida, y que continúe tañendo por espacio de una hora, y que todos los ancianos de la parroquia, orde‐<br />

nadamente, se reúnan en la iglesia antes de que la campana deje de sonar, donde, dividiéndose en dos<br />

partes iguales, o tan equilibradas como sea posible, habrán de situarse en sus asientos según sus respec‐<br />

tivas dignidades, si tienen diversas categorías, y de acuerdo a su antigüedad, cuando sean de la misma<br />

categoría; la mitad, a un lado, y la otra mitad, al otro, a lo largo de la nave de la iglesia; y que, una vez<br />

hecho esto, tomarán juramento a los responsables de la parroquia para el año en curso (en lugar de aque‐<br />

llos supervisores que fueron a establecer la institución, en la primera asamblea), mediante el alzamien‐<br />

to de sus manos, para que se haga una correcta elección de acuerdo a las leyes de la votación, tal como<br />

se explican a continuación: una quinta parte del total serán sus diputados, y ejercerán su poder de la<br />

manera que se explica a continuación: tal que se considerarán en conciencia los más aptos para esa con‐<br />

fianza, y se conducirán del mejor modo para la comunidad.”<br />

Así que, una vez hecho el juramento de esta manera, se procederá a la elección; si los ancianos<br />

de la parroquia suman 1.000, mediante el voto de toda la tribu, tal como se explicó a su debido tiempo;<br />

y, si los ancianos de la parroquia llegan a cincuenta mil o más, mediante el voto de los cien, tal como se<br />

explicó a su debido tiempo también. Pero, si la cantidad no llega a cincuenta ancianos, entonces se pro‐<br />

cederá a la votación directa de la parroquia, de la manera que a continuación se explica.<br />

“Los dos responsables del año en curso tomarán asiento al fondo del pasillo central, con una<br />

mesa delante de ellos, mirando hacia la congregación, y el jefe de policía del año en curso colocará una<br />

urna delante de la mesa, en la que él pondrá tantas bolas como ancianos hay presentes, de las cuales una<br />

será dorada, y el resto serán blancas, y cuando el oficial de policía haya sacudido la urna lo suficiente<br />

como para mezclar las bolas, los responsables deberán llamar a los ancianos a la urna, que, desde cada<br />

lado de la iglesia, habrán de venir por el pasillo central en dos filas, cada uno pasando por la urna y<br />

extrayendo una bola, la cual, si es de plata, la depositarán en un recipiente puesto al pie de la urna, y<br />

volverán por el pasillo exterior de su lado a sus asientos.”<br />

Pero el que recibe la bola dorada es el proponente, y se sentará entre los responsables, desde<br />

donde iniciará en el orden que le plazca, una vez concluido su juramento, el nombramiento de aquellos<br />

que cree más aptos para ser elegidos, uno por uno; y los nombrados se retirarán mientras la congre‐<br />

gación vota sus nombres en una caja doble, o en dos cajas, señaladas y marcadas en la parte exterior para<br />

mostrar cuál es la del voto afirmativo y cuál la del negativo, que serán llevadas por un niño o niños nom‐<br />

brados por los responsables, a cada uno de los ancianos, quienes tendrán una bolita de tela de lino entre<br />

el índice y el pulgar y la meterán después de tal manera en la caja que nadie pueda ver de qué lado la<br />

ponen, aunque todos puedan ver que se deposita sólo una bolita o sufragio. Con lo que, finalizado así<br />

el sufragio de toda la congregación, volverán con la caja, o las cajas, a los responsables, que se dispon‐<br />

drán a la apertura de las mismas, vertiendo las bolas afirmativas en un recipiente blanco puesto sobre<br />

la mesa a mano derecha, para ser contadas por el responsable primero, y las negativas en un recipiente<br />

verde, a mano izquierda, para ser contadas por el segundo responsable; y, una vez contados los sufra‐<br />

gios, el que tiene el mayor <strong>número</strong> de votos afirmativos es uno de los diputados de la parroquia, y, cuan‐<br />

do los diputados electos equivalen a una quinta parte del <strong>número</strong> total de ancianos, la votación se da<br />

por concluida. Los diputados elegidos son seleccionados por los supervisores en el orden en que fueron<br />

elegidos, con la única excepción de los que son caballeros, que deben ser inscritos en primer lugar con<br />

los otros, en proporción al <strong>número</strong> de integrantes de la congregación...<br />

ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 195 UN CLÁSICO, UN REGALO

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