número completo - Youkali
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ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 2<br />
<strong>Youkali</strong>: revista crítica de las artes y el pensamiento<br />
nº 10, enero de 2011<br />
revista semestral en formato electrónico<br />
para encontrarla: www.youkali.net<br />
edita: tierradenadie ediciones, S.L.<br />
I.S.S.N.: 1885‐477X<br />
las afirmaciones, las opiniones y los análisis que se encontrarán en el presente<br />
<strong>número</strong> de <strong>Youkali</strong>, son responsabilidad de sus autores.<br />
© los autores<br />
(copyleft, salvo indicación en otro sentido)<br />
coordinación: Montserrat Galcerán Huguet y Matías Escalera Cordero<br />
participan en el <strong>número</strong>: Jorge Riechmann, Ecologistas en Acción, Maite Aldaz,<br />
Mario Domínguez Sánchez, Juan Pedro García del Campo, revista Offensive,<br />
Gerard Espona Fernández, Cristina Catalina Gallego, Antonio Orihuela, Eduard<br />
Ibáñez Jofre, Pablo Iglesias Turrión, Susana Oviedo, Alicia García Núñez,<br />
Vicente Muñoz Álvarez, José Ángel Berrueco, Javier Das, Roira Sánchez,<br />
Miguel A. Sánchez García, Sergio R. Franco, Jorge Brunete, Bárbara Butragueño,<br />
Pedro L. Verdejo, Alba García Alderete, Paula Winkler, Susana Pedraza, David<br />
Becerra, Mª Ángeles Maeso, Antonio Martínez i Ferrer, Ana Pérez Cañamares y<br />
Juan Antonio González de Requena Farré.<br />
maquetación: tallerV<br />
portada y contraportada: Maite Aldaz<br />
Los fotogramas de primera parte de la película La commune (París, 1971), de Peter<br />
Watkins (año 2000), que salpican las páginas de este <strong>número</strong> han sido capturados a<br />
partir de una copia digitalizada del original.
Í N D I C E<br />
Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4<br />
Ecologismo capitalista<br />
‐ Jorge Riechmann:<br />
¿Debería la prostitución incluirse en el cálculo del PIB?<br />
Reflexiones sobre cómo echamos las cuentas<br />
en la era de la crisis ecológica global . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5<br />
‐ Ecologistas en Acción:<br />
Cambiar las gafas para mirar el mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12<br />
‐ Mario Domínguez Sánchez:<br />
El turismo productivo: la práctica social del turismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23<br />
‐ Dossier de la revista Offensive (nº 14)<br />
El horror turístico. El management del planeta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39<br />
‐ Mario Domínguez Sánchez:<br />
Ecología y bio‐ambientalismo. Obligación ética, escepticismo y política . . . . . . . . . . . . . 55<br />
‐ Gerard Espona Fernández y Cristina Catalina Gallego:<br />
Transgénicos: de la redención a la desposesión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83<br />
‐ Antonio Orihuela<br />
La ecología del capitalismo: conocer para depredar (argumentos como versos) . . . . . . . 109<br />
‐ Documento breve<br />
Ecología y ejército USA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116<br />
Miscelánea<br />
‐ Eduard Ibáñez Jofre:<br />
“Contar con las propias fuerzas” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117<br />
‐ Pablo Iglesias Turrión:<br />
Lolita, de Nabokob a Kubrick o el poder femenino en el heteropatriarcado . . . . . . . . . . 123<br />
‐ Inter(w)express... Susana Oviedo: Cinco (5) respuestas rápidas<br />
para cinco (5) preguntas clave (cuestionario de la redacción) . . . . . . . . . . . . . . . . . 136<br />
Elementos de producción crítica<br />
‐ Carpeta: David González, la poesía o la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137<br />
‐ Estos tiempos sin contrato social, cómic de Miguel A. Sánchez García . . . . . . . . . . . 155<br />
‐ Poemas de hoy para mañana, poemas de Sergio R. Franco, Jorge Brunete<br />
Bárbara Butragueño, Pedro L. Verdejo y Alba García Alderete . . . . . . . . . . . . . . . 165<br />
‐ Un edificio en la avenida Alvear, relato de Paula Winkler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173<br />
Análisis de efectos / Reseñas<br />
‐ reseña de Black, black, black, de Marta Sanz.<br />
por Susana Pedraza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177<br />
‐ reseña de La conjura de los poetas, de Felipe Alcaraz<br />
por David Becerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178<br />
‐ reseña de Oxígeno en lata, de Alberto García‐Teresa<br />
por Mª Ángeles Maeso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183<br />
‐ reseña de Pero no islas, de Matías Escalera Cordero<br />
por Antonio Martínez i Ferrer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184<br />
‐ reseña de Ovejas esquiladas que tiemblan de frío, de Gsús Bonilla<br />
por Ana Pérez Cañamares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188<br />
‐ reseña de ¿Qué es Filosofía? Prólogo a veintiseis siglos de historia, de<br />
Pedro Fernández Liria, por Juan Antonio González de Requena Farré . . . . . . 190<br />
Un clásico, un regalo<br />
‐ La comunidad de Oceana (fragmento), de James Harrington . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192<br />
pág.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 3
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 4<br />
BREVE EDITORIAL<br />
¿Son posibles comportamientos ecológicos en el capitalismo? ¿Es posible un pensamiento ecologista<br />
compatible o coexistente con el sistema capitalista? Aún más, ¿se puede hablar de una “ecología capita‐<br />
lista”? ¿Son posibles estrategias de rectificación, o confrontaciones parciales y/o parceladas? ¿O no<br />
queda otra que una alternativa global a las “leyes del Mercado”? Cambiando “de gafas para mirar el<br />
mundo”, o mediante una confrontación integral con el sistema capitalista, dominado por esas leyes.<br />
¿Qué contamos, en realidad, cuando contamos el Producto Interior Bruto, desarrollo o destrucción y<br />
muerte anunciada? ¿Es el turismo moderno, en tanto que sistema ecológico, económico y político com‐<br />
plejo, un fenómeno global propio del capitalismo? Estas, y otras semejantes, son las preguntas a las que<br />
los documentos seleccionados, y nuestros colaboradores, con sus aportaciones, tratan de responder. En<br />
este sentido, no podemos dejar de agradecer a Jorge Riechmann y a Ecologistas en Acción, a Antonio<br />
Orihuela, Gerard Espona Fernández y Cristina Catalina Gallego, o a nuestro compañero, Mario Do ‐<br />
mínguez, sus valiosas aportaciones. Cabe también mencionar la traducción de una selección de textos<br />
de la revista francesa Offensive sobre el horror turístico como dispositivo de management del planeta.<br />
En este <strong>número</strong>, además, nuestros lectores encontrarán un interesante artículo de Eduard Ibáñez<br />
Jofre ‐autor de uno de nuestros últimos títulos publicados, Campos de batalla‐ que nos puede ayudar a<br />
contextualizar adecuadamente, desde un punto de vista social y político, las respuestas a las preguntas<br />
que nos formulábamos antes.<br />
También pueden encontrar una interpretación de Pablo Iglesias Turrión sobre el mito Lolita; o nues‐<br />
tra habitual entrevista express; esta vez, a la actriz Susana Oviedo. Además de una completa carpeta<br />
dedicada a la figura y a la obra de David González, uno de los poetas más activos e interesantes del<br />
actual panorama literario y poético. Una muy especial visualización de “nuestro tiempo”, en el comic<br />
de Miguel Ángel Sánchez García; una selección de poemas de unos cuantos jóvenes autores, que anun‐<br />
cian una poesía crítica pujante y renovada, en un futuro no muy lejano. Un atractivo relato de Paula<br />
Winkler. Y finalmente nuestra sección de reseñas de libros y la correspondiente entrega inédita de un<br />
texto clásico de la historia del pensamiento, en este caso, un fragmento del libro The Commonwealth of<br />
Oceana –La Comunidad de Océana– de James Harrington, publicado en 1656.<br />
Las imágenes que jalonan el presente <strong>número</strong> de nuestra revista corresponden a la primera parte de<br />
La Commune de Peter Watkins.<br />
Esperamos que esta excelente selección de material para la lectura y la reflexión colmen las expec‐<br />
tativas del conjunto, cada vez más numeroso, de lectores que nos acompañan en esta ya larga aventu‐<br />
ra, y que compense estos días de espera, sobre el plazo previsto para el lanzamiento de este <strong>número</strong> 10<br />
de <strong>Youkali</strong>. Gracias a todos por su fidelidad, el aprecio que hacen de nuestro trabajo y la estima que<br />
muestran a Tierradenadie Ediciones, en general, y a nuestra revista digital, en particular. Buena lectu‐<br />
ra (disponen de seis meses: o toda una vida, como prefieran).<br />
Tierradenadie ediciones<br />
Ciempozuelos<br />
Enero de 2011
¿DEBERÍA LA PROSTITUCIÓN INCLUIRSE EN EL<br />
CÁL CULO DEL PIB? REFLEXIONES SOBRE CÓMO<br />
ECHAMOS LAS CUENTAS EN LA ERA DE LA CRISIS<br />
ECOLÓGICA GLOBAL<br />
Si la policía detiene al traficante de cocaína...<br />
No se trata sólo de que la realidad imite al arte, como<br />
decían a veces nuestros bisabuelos. Hoy en día, nos<br />
hallamos a menudo en la desoladora situación si‐<br />
guiente: las aceradas viñetas satíricas de El Roto, o los<br />
agudos y críticos grafitis que pinta con plantilla<br />
Banksy en las paredes de medio mundo (un consejo<br />
incidental: ¡no se pierdan ustedes Exit through the gift<br />
shop!), parecen casi desleído costumbrismo frente a las<br />
bofetadas que nos asesta cada día el poder –los pode‐<br />
res– y que reiteran luego los mass‐media del Gran<br />
Espectáculo.<br />
Sin ir más lejos, en el Día Mundial de la Estadís ‐<br />
tica, el 20 de octubre de 2010, don Jaume García Villar,<br />
presidente del INE (Instituto Nacional de Estadística),<br />
daba a conocer a través de Cinco Días alguno de los<br />
nuevos proyectos de su organismo oficial: entre ellos,<br />
incluir la prostitución, el tráfico de drogas y el contra‐<br />
bando en el cálculo del PIB. Textualmente:<br />
“...hay algunos ámbitos, como el de la economía<br />
ilegal, hablamos de prostitución, contrabando y<br />
tráfico de drogas, que de forma explícita a fecha<br />
de hoy no forman parte del PIB, aunque en el re‐<br />
glamento están contempladas. Por dificultades<br />
metodológicas, ningún país de la UE las incluye,<br />
pero está previsto que en un futuro no muy leja‐<br />
no, aprovechando el cambio de base, se puedan<br />
incorporar, contabilizándose en el PIB. Son tres<br />
sectores no despreciables de ámbito económico,<br />
de difícil medición, aunque alguno de ellos par‐<br />
cialmente seguro que está indirectamente recogi‐<br />
do en lo que es la información del PIB.” 1<br />
CAPITALISTA<br />
por Jorge Riechmann<br />
se reduce: habrá que actualizarla señalando que cuan‐<br />
do un putañero se case con una meretriz, o cuando un<br />
traficante de cocaína sea detenido por la policía, el PIB<br />
menguará... lo que las autoridades económicas (y las<br />
autoridades a secas) consideran una calamidad, con‐<br />
siguiendo convencer de ello a la mayoría de la socie‐<br />
dad. ¿No tendremos que echar una mirada a las cuen‐<br />
tas de la Contabilidad Nacional?<br />
Los sistemas de Contabilidad Nacional<br />
En los años treinta, y en paralelo con la implantación<br />
5ECOLOGISMO<br />
del keynesianismo como paradigma económico do‐<br />
minante, se crearon métodos de contabilidad nacional página<br />
(abreviaremos CN) que estaban pensados para captar<br />
las variaciones de la renta nacional. Estos métodos se 10<br />
generalizaron en todo el mundo después de la segun‐<br />
da guerra mundial, como parte de un proceso que as‐<br />
La idea es aprovechar el cambio de base estadística en piraba a la “cientifización” y racionalización de las<br />
el verano de 2014 para introducir estas actividades en políticas económicas. Los sistemas de CN se utilizan YOUKALI,<br />
el cómputo. La broma –vieja pero atinada— decía que para indicar el nivel de la actividad económica, el aho‐<br />
si un hombre se casa con su cocinera la renta nacional rro y la inversión, la estructura industrial, la produc‐<br />
1885-477X<br />
1 Entrevista en Cinco Días, 20 de octubre de 2010. Puede consultarse en http://www.cincodias.com/articulo/economia/PIB‐contabilizara‐<br />
prostitucion‐contrabando/20101020cdscdieco_7/cdseco/ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 6 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
tividad en un período determinado, o para comparar<br />
la evolución de estas magnitudes en distintos países;<br />
y su utilidad para estos menesteres es indudable. Pero<br />
la CN se creó y se generalizó en un momento en que<br />
el medio ambiente como factor económico y como<br />
condicionante de la vida humana quedaba completa‐<br />
mente fuera del campo de visión de los economistas.<br />
Ello es hoy fuente de graves problemas.<br />
La más conocida de las magnitudes de la CN es el PIB<br />
(Producto Interior Bruto): la corriente de aquellos<br />
bienes y servicios finales generados por una econo‐<br />
mía en un lapso temporal determinado (generalmen‐<br />
te un año) que pasan a través de los mercados, valo‐<br />
rados a los precios pagados en estos. 2 A partir de él<br />
se calculan otros indicadores como el PNB (Producto<br />
Nacional Bruto) y el PNN (Producto Nacional Neto).<br />
La diferencia entre el PIB y el PNB, o más en general<br />
la diferencia entre las magnitudes económicas interio‐<br />
res y las nacionales, es la siguiente: las primeras se re‐<br />
fieren a lo ocurrido dentro del territorio del estado en<br />
cuestión, mientras que las segundas se refieren a las<br />
actividades llevadas a cabo por los residentes en el te‐<br />
rritorio en cuestión (tanto dentro como fuera de ese<br />
territorio) 3 .<br />
Lo que miden PIB o PNB son en lo esencial transac‐<br />
ciones mercantiles, aunque no de forma totalmente<br />
consecuente 4 . Fueron diseñados básicamente para<br />
medir los flujos monetarios a través de la economía, la ac‐<br />
tividad de los mercados: nada más (pero tampoco nada<br />
menos). En este sentido, la introducción en el cómpu‐<br />
to de los alquileres imputados de las viviendas ocu‐<br />
padas por sus propietarios, o del autoconsumo de los<br />
agricultores, hace perder nitidez a estos índices cuyo<br />
propósito debería ser fundamentalmente técnico. Lo<br />
que miden son los flujos monetarios a través de una<br />
economía nacional en un período dado, evitando con‐<br />
tar dos veces los mismos flujos. Se suman los valores<br />
de cambio, haciendo abstracción de las personas ex‐<br />
cluidas del mercado, las desigualdades en la distribu‐<br />
ción y en las opciones vitales, los costes o efectos ex‐<br />
ternos, los valores de uso, el deterioro del medio am‐<br />
biente y el agotamiento o depreciación de los recursos<br />
naturales (el “capital natural”).<br />
Primeras críticas al PNB y a la contabilidad nacional<br />
(CN)<br />
La crítica a la CN y al PNB no es cosa de hoy. Hace<br />
cuatro decenios, economistas con sensibilidad ecológi‐<br />
ca y social ya la enunciaban vigorosa y agudamente:<br />
“En el análisis económico a muy breve plazo —y en<br />
los países desarrollados, como afirmo categórica‐<br />
mente; no en los subdesarrollados— el PNB, tal co‐<br />
mo se lo calcula hoy, puede tener algún valor como<br />
indicación. En todos los países, muchas cifras parti‐<br />
culares de la contabilidad nacional relacionadas con<br />
elementos ingredientes también pueden ser útiles.<br />
Pero para el tipo de problemas a largo plazo, enfo‐<br />
cados a los hechos del agotamiento y la contamina‐<br />
ción que quedan excluidos de los cálculos junto con<br />
las actitudes, instituciones y fuerzas políticas, el<br />
PNB debe ser desechado como enteramente inapli‐<br />
cable a la realidad” 5 .<br />
A estas alturas del siglo XXI, creo que sólo los produc‐<br />
tivistas más cerriles pondrán en duda que el PNB no<br />
2 Para evitar contar dos veces, en el cálculo del PIB se restan los consumos intermedios (aquellos bienes y servicios, distintos de los de<br />
capital fijo, que las unidades productivas emplean para obtener otros bienes y servicios).<br />
3 Si de cualquier magnitud económica expresada en términos brutos restamos la depreciación del capital fijo (pérdida de valor de los<br />
bienes de capital como edificios, equipos industriales, etc, debida a deterioro u obsolescencia) obtenemos esa magnitud en términos<br />
netos. Así, el PNN (Producto Nacional Neto) es igual al PNB menos la depreciación de los bienes de capital: es el saldo neto que sub‐<br />
siste después de mantener intacto el capital creado por el ser humano.<br />
4 Por ejemplo, en el PIB o el PNB se computan los servicios ofrecidos por las viviendas ocupadas por sus propietarios (alquileres imputa‐<br />
dos, cuya cuantía suele estimarse por el alquiler de viviendas de similar categoría) o los servicios no destinados a la venta producidos<br />
por las administraciones públicas (seguridad, justicia, representación diplomática, etc., valorados según los costes incurridos en su pro‐<br />
ducción), o también la producción agrícola consumida por los propios agricultores; pero no se tiene en cuenta la producción de bienes<br />
y servicios en las unidades domésticas, cuya enorme importancia cuantitativa y cualitativa nadie en su sano juicio negará. Las razones<br />
que llevan a tomar en cuenta unas actividades e ignorar otras son de conveniencia, funcionalidad o históricas, pero no de tipo lógico.<br />
5 Gunnar Myrdal en Maurice F. Strong (comp.): ¿Quién defiende la Tierra? FCE, Méjico 1975, p. 62.
es ningún indicador del bienestar humano. Como se ha<br />
dicho, “la renta [nacional] es una categoría que suma<br />
el valor del armamento militar con los salarios de la<br />
policía secreta y los funcionarios de prisiones, los be‐<br />
neficios generados por las empresas tabacaleras y de<br />
otros productos cancerígenos junto con el valor del<br />
pan y los costes de los servicios médicos, todo ello pa‐<br />
ra producir un único índice de desarrollo. Esta amal‐<br />
gama de actividades heterogéneas que satisfacen y<br />
niegan al mismo tiempo las necesidades humanas, al‐<br />
gunas de ellas en el origen de importantes daños al<br />
medio ambiente, no es (...) un punto de partida válido<br />
para configurar un índice de desarrollo” 6 aumento de los accidentes automovilísticos (que<br />
disparan los gastos sanitarios) o de las enferme‐<br />
dades que exigen tratamiento con costosos medi‐<br />
camentos hacen crecer el PNB.<br />
• El concepto de producción que subyace a la CN y al<br />
PNB se limita al trabajo asalariado, y por ello exclu‐<br />
ye una enorme cantidad de trabajo socialmente<br />
necesario que se lleva a cabo al margen de los ca‐<br />
nales mercantiles: el trabajo doméstico, por ejem‐<br />
plo. En todo el mundo, las economías domésticas<br />
producen aproximadamente el equivalente a un<br />
tercio del PNB (entre el 25% y el 40%, según los<br />
. El bienes‐ países); el trueque equivale actualmente por lo<br />
tar es una magnitud multidimensional que no puede menos a un 10% del comercio mundial<br />
expresarse en términos monetarios, y ya hemos visto<br />
que lo que mide el PNB son precisamente transaccio‐<br />
nes mercantiles. Yendo más a lo menudo, las prime‐<br />
ras críticas que pueden hacerse a la CN y el PNB son<br />
las siguientes:<br />
• En estas cuentas no se refleja la distribución de los<br />
bienes, sino sólo las variaciones absolutas de la<br />
renta: pueden existir grandes desigualdades so‐<br />
ciales, y un incremento del PNB puede coincidir<br />
con el agravamiento de estas desigualdades.<br />
• No se reflejan los cambios en la calidad ni en la compo‐<br />
sición cualitativa de los bienes. Si los zapatos son me‐<br />
nos resistentes pero más caros, el PNB aumenta.<br />
Si la carne engordada con hormonas hace aumen‐<br />
tar la proporción de carnes y grasas en nuestra<br />
alimentación (empeorando con ello la calidad de<br />
la dieta y nuestra salud), el PNB aumenta.<br />
• El proceso de mercantilización de cada vez más áreas de<br />
la vida humana, que a menudo va de consuno con una<br />
pérdida de calidad de vida, se refleja positivamente en el<br />
PNB. Si el agua del grifo deja de ser potable y nos<br />
vemos obligados a comprar agua mineral embo‐<br />
tellada, el PNB crece. Si dejamos de poder bañar‐<br />
nos en el río gravemente contaminado y es nece‐<br />
sario construir piscinas, el PNB crece.<br />
• A la inversa, no se incluyen bienes no mercantilizados<br />
pero que tienen una incidencia directa en la calidad de<br />
vida y el bienestar humano, como por ejemplo la<br />
existencia de zonas verdes o una atmósfera no<br />
contaminada.<br />
• Se contabilizan como “bienes” algunas producciones<br />
que en realidad son “males”: producción de armas o<br />
de sistemas anticontaminación, por ejemplo. El<br />
7 .<br />
Dos funciones de las magnitudes de la CN: analíti‐<br />
ca y normativa<br />
Por consiguiente, debería quedar claro que el PNB no<br />
mide el bienestar humano ni sus variaciones. La suposi‐<br />
ción de que el crecimiento económico entraña auto‐<br />
máticamente un aumento de bienestar se ve rebatida<br />
sin asomo de dudas por las experiencias del ensan‐<br />
chamiento de la brecha Norte‐Sur y la crisis ecológica<br />
global. Sobre todo esta última pone de manifiesto la<br />
doble faz de las fuerzas productivas, que son también<br />
fuerzas destructivas cuya destructividad va en au‐<br />
mento a lo largo del proceso de “desarrollo”: dema‐<br />
siado crecimiento se torna contraproducente. El creci‐<br />
miento económico convencional (medido con los in‐<br />
dicadores convencionales como el PNB) a partir de<br />
cierto umbral se convierte en destrucción neta8 CAPITALISTA<br />
7ECOLOGISMO página 10<br />
.<br />
YOUKALI,<br />
6 Bob Sutcliffe: “Desarrollo humano: una valoración crítica del concepto y del índice”. Cuaderno de trabajo 10 de HEGOA (Bilbao, junio<br />
de 1993), p. 14.<br />
7 Paul Ekins/ Mayer Hillam/ Robert Hutchison: Riquezas sin límite. El atlas Gaia de la economía verde (EDAF, Madrid 1992), p. 39.<br />
1885-477X<br />
8 Es un asunto que he tratado de argumentar en varios lugares: véase por ejemplo Jorge Riechmann, “El desarrollo sostenible como asun‐<br />
to de justa medida”, capítulo 13 de Biomímesis, Los Libros de la Catarata, Madrid 2006. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 8 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Aquí podría replicarse: no se pueden pedir peras al<br />
olmo. No hay que pedir al PNB lo que éste no puede<br />
dar. No debe sacársele de su papel técnico: se trata de<br />
un índice construido en lo esencial para medir la acti‐<br />
vidad de los mercados, los flujos monetarios, y es un<br />
error equiparar éstos al bienestar humano, o incluso a<br />
la riqueza de una sociedad.<br />
Lo anterior es cierto. Pero el problema es que el<br />
PNB desempeña dos funciones muy distintas en la vida pú‐<br />
blica 9 . Por una parte es una herramienta intelectual para<br />
entender cómo funciona la economía (el nivel de acti‐<br />
vidad económica, el comportamiento de las macro‐<br />
magnitudes, su tasa de variación, etc): sin esta herra‐<br />
mienta, el análisis económico sería prácticamente im‐<br />
posible, y las políticas económicas (incluyendo las fu‐<br />
turas políticas económicas ecologistas) estarían toda‐<br />
vía menos fundadas que en la actualidad. Pero por<br />
otra parte el PNB se emplea también como un criterio<br />
valorativo para enjuiciar la marcha de la economía, o<br />
incluso de la sociedad como un todo (se habla de pa‐<br />
íses “desarrollados” y “subdesarrollados” en función<br />
de su renta per cápita).<br />
Importa distinguir claramente estas dos funciones del<br />
PNB, una analítica, la otra normativa. La vigencia públi‐<br />
ca de esta segunda función (el PNB en cuanto norma<br />
de desarrollo y bienestar) explica que maximizar el<br />
PNB siga siendo el mandamiento supremo de todos<br />
nuestros gobernantes, y que mucha gente siga pen‐<br />
sando hoy que este índice sí que expresa el rendi‐<br />
miento global de una economía (y que por tanto un<br />
PNB en expansión es sinónimo de una economía que<br />
goza de buena salud). Alguien podría decir: de acuer‐<br />
do, admito que una economía con buena salud no es<br />
lo mismo que una ciudadanía con buena salud (por<br />
no hablar de un medio ambiente con buena salud);<br />
pero prefiero la primera a la segunda y al tercero.<br />
Pero la cuestión es que el PNB tampoco expresa bien<br />
el rendimiento global de una economía, y por tanto<br />
esta segunda función del PNB es espúrea, bastarda, injus‐<br />
tificable. Aquí es donde interviene la crítica más espe‐<br />
cíficamente ecologista.<br />
Costes externos<br />
Sólo quien con manifiesto desprecio por la realidad<br />
suponga que en la actividad económica no se produ‐<br />
cen costes externos que no aparecen en la contabilidad<br />
del causante (daños a terceros —que pueden ser tan‐<br />
to conciudadanos nuestros como otras especies ani‐<br />
males y vegetales, ecosistemas enteros, o generacio‐<br />
nes venideras de humanos) puede sostener que el<br />
PNB es un buen indicador del rendimiento económi‐<br />
co, de la “salud” de la economía. Sucede, por el con‐<br />
trario, que los efectos externos son inevitables y omnipre‐<br />
sentes, y han ido constantemente en aumento a lo largo de<br />
la industrialización.<br />
Los costes externos o “externalidades” son costes<br />
sociales no compensados (vale decir: impuestos a terce‐<br />
ros fuera de cualquier transacción voluntaria). Prácti ‐<br />
ca men te todos los fenómenos de contaminación son<br />
ejemplos de costes externos; también la destrucción<br />
de vida animal o vegetal, o el agotamiento de recur‐<br />
sos naturales, son ejemplos inmediatos 10 .<br />
El concepto de mal público —en cierto modo simé‐<br />
trico al de bien público— está relacionado con el con‐<br />
cepto de externalidad. Un mal público es un rasgo ne‐<br />
gativo de la sociedad que todos y cada uno de sus<br />
miembros padecen. Así, por ejemplo, ciertos tipos de<br />
contaminación, guerras para rebajar el precio de las<br />
materias primas, publicidad engañosa, o la inexisten‐<br />
cia —o incumplimiento— de normas sobre seguridad<br />
e higiene en el trabajo. El capitalismo tiende a generar<br />
un elevado nivel de males públicos, porque “en una<br />
economía capitalista hay una clase reducidísima de<br />
personas ricas que reciben ingresos gigantescos como<br />
dividendos por sus participaciones en los beneficios<br />
de las empresas, y está en su interés mantener grados<br />
muy elevados de males públicos que aumenten los<br />
beneficios. El efecto positivo que los males públicos<br />
tienen sobre los ingresos de estas personas les com‐<br />
9 Michael Jacobs: The Green Economy (Pluto Press, Londres 1991; hay trad. castellana en ed. Icaria), p. 226.<br />
10 Hablar de costes sociales (como en el libro pionero de William Kapp en 1950, Los costes sociales de la empresa privada: edición parcial en<br />
Libros de la Catarata, Madrid 2006, con una sustanciosa introducción de Federico Aguilera Klink) resulta mucho más aconsejable que<br />
emplear el término “externalidades”: este último sugiere que se trata de fenómenos externos al mercado y en cierto sentido margi‐<br />
nales
pensa sobradamente por el efecto negativo directo<br />
que los males tienen para su bienestar” 11 ra y el libre mercado se basan explícitamente en la<br />
. En general,<br />
premisa de la ausencia de externalidades”<br />
y por la razón antedicha, una distribución igualitaria<br />
de la propiedad y de la riqueza va asociada a un me‐<br />
nor nivel de males públicos.<br />
Algunas externalidades pueden cuantificarse mo‐<br />
netariamente y después “internalizarse”; pero mu‐<br />
chas otras no. Cuando una nueva autopista arrasa un<br />
paisaje rural, podemos cuantificar la pérdida de valor<br />
de los inmuebles en zonas residenciales, pero no po‐<br />
demos en rigor dar valor crematístico a la destrucción<br />
de vida animal o vegetal, a la pérdida de suelo fértil o<br />
a la contribución que el incremento de la motoriza‐<br />
ción hará al “efecto invernadero” (“en rigor” quiere<br />
decir: sin introducir supuestos insoportablemente ar‐<br />
bitrarios).<br />
“Internalizar las externalidades” (en mejor caste‐<br />
llano: interiorizar los efectos externos) suena como<br />
una expresión inofensiva, de una neutralidad poco<br />
comprometedora. Pero mientras no caigamos en la<br />
cuenta de que interiorizar los efectos externos, para<br />
nosotros, puede significar renunciar al automóvil pri‐<br />
vado o a la inmensa mayoría de los viajes en avión,<br />
poco habremos avanzado; mientras no advirtamos<br />
que interiorizar los efectos externos significa cambiar<br />
de arriba abajo las relaciones Norte‐Sur, no habremos<br />
avanzado nada.<br />
“La ‘externalidad’ es un término tan general que<br />
deben hacerse algunas distinciones. Distinguimos<br />
entre las externalidades localizadas y las generaliza‐<br />
das. Las primeras pueden corregirse, por lo menos<br />
en una medida razonable, ajustando los precios o<br />
mediante otros cambios que no son radicales. En<br />
cambio, las externalidades generalizadas tienen<br />
un alcance más amplio y no pueden corregirse<br />
efectivamente mediante cambios en los precios re‐<br />
lativos. Se requieren límites cuantitativos o pro‐<br />
fundos cambios institucionales. Hay también al‐<br />
gunos casos intermedios. La industria del carbón<br />
ofrece buenos ejemplos de cada categoría. La sili‐<br />
cosis es una externalidad localizada: está clara‐<br />
mente asociada con la minería del carbón y nada<br />
más. Sólo los mineros del carbón y sus familias se<br />
ven directamente afectados. Las externalidades<br />
generalizadas asociadas con el carbón incluyen la<br />
acumulación de dióxido de carbono en la atmós‐<br />
fera (el efecto invernadero) y la lluvia ácida. (...)<br />
Todas las conclusiones de la teoría económica<br />
acerca de la eficiencia social de la competencia pu‐<br />
12 .<br />
Refiriéndose a aquellas externalidades que Daly y<br />
Cobb llaman generalizadas, precisa Martínez Alier la in‐<br />
anidad del empeño en su cuantificación crematística:<br />
“La historia del calentamiento global muestra que<br />
la crítica ecológica en contra de la economía orto‐<br />
doxa no se basa únicamente en el hecho de que<br />
desconocemos actualmente las preferencias de los<br />
agentes futuros, quienes no pueden acudir al mer‐<br />
cado de hoy, y no se basa únicamente, por tanto,<br />
en la arbitrariedad de los valores dados actual‐<br />
mente a los recursos agotables o a los efectos ex‐<br />
ternos que se harán sentir en el futuro. La crítica<br />
ecológica se basa además en la incertidumbre so‐<br />
bre el funcionamiento de los sistemas ecológicos<br />
que impide radicalmente la aplicación del análisis<br />
de externalidades. Hay externalidades que no co‐<br />
nocemos. A otras, que conocemos, no sabemos<br />
darles un valor monetario actualizado, al no saber<br />
siquiera si son positivas o negativas”. 13<br />
CAPITALISTA<br />
Por último, el economista Daly y el teólogo Cobb po‐<br />
nen de manifiesto cómo el concepto de “externali‐ 9ECOLOGISMO<br />
dad” (o exterioridad, en la traducción mejicana de For<br />
the Common Good) representa, en el mejor de los casos,<br />
un parche o apaño para la teoría económica conven‐ página<br />
cional que se nos queda corto a estas alturas de la his‐<br />
10<br />
toria:<br />
“Una de las más importantes [abstracciones abusi‐<br />
vamente introducidas por el pensamiento econó‐<br />
YOUKALI,<br />
mico convencional] es la abstracción de un flujo<br />
11 John Roemer, Un futuro para el socialismo, Crítica, Barcelona 1995, p. 81)<br />
1885-477X<br />
12 Herman E. Daly/ John B. Cobb: Para el bien común, FCE, Méjico 1993, p. 57<br />
13 Joan Martínez Alier: De la economía ecológica al ecologismo popular, Icaria, Barcelona 1992, p. 43. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 10 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
circular del producto y el ingreso nacionales, regu‐<br />
lado por un mercado perfectamente competitivo.<br />
Esto se concibe como un análogo mecánico, con<br />
una fuerza motivadora provista por la maximiza‐<br />
ción individualista de la utilidad y el beneficio, ha‐<br />
ciendo abstracción de la comunidad social y de la<br />
interdependencia biofísica. Lo que se subraya es la<br />
asignación óptima de los recursos supuestamente<br />
resultante de la interrelación mecánica entre los in‐<br />
tereses individuales. Lo que se omite es el efecto<br />
del bienestar de una persona sobre el bienestar de<br />
otras personas ligadas por lazos de simpatía y de<br />
comunidad humana, y los efectos físicos de las ac‐<br />
tividades de producción y consumo de una perso‐<br />
na sobre las demás, a través de los lazos de la co‐<br />
munidad biofísica. (...) Las exterioridades repre‐<br />
sentan un reconocimiento de los aspectos omitidos<br />
de la experiencia concreta, pero de tal manera que<br />
se minimiza la reestructuración de la teoría básica.<br />
Mientras que las exterioridades involucren deta‐<br />
lles secundarios, es posible que este procedimien‐<br />
to sea razonable. Pero cuando tienen que clasificar‐<br />
se como exterioridades ciertas cuestiones vitales<br />
(como la capacidad de la Tierra para sostener la vi‐<br />
da), habrá llegado el momento de reestructurar los<br />
conceptos básicos y empezar con un conjunto de<br />
abstracciones diferente que pueda incluir lo que<br />
antes era externo.” 14<br />
La misma definición de externalidad negativa (coste<br />
externo impuesto a terceros, fuera de las transaccio‐<br />
nes más o menos voluntarias de la economía mercan‐<br />
til) ya pone en evidencia que cada externalidad plan‐<br />
tea un problema moral: no se trata sino de un daño<br />
que dos participantes en cierta interacción económica<br />
infligen a un tercero “inocente”, que no tiene arte ni<br />
parte en el asunto. La omnipresencia de “externalida‐<br />
des”, junto con la imposibilidad de “internalizarlas”<br />
radicalmente, implica que no podemos nunca pensar<br />
en una economía ajena por <strong>completo</strong> a la moral; que<br />
el ámbito de lo económico y el ámbito de lo moral se<br />
intersecan necesariamente. No solamente no hay teo‐<br />
ría económica libre de valoraciones morales, sino que<br />
tampoco hay actividad económica libre de problemas<br />
morales.<br />
La crítica ecologista a las magnitudes de la CN<br />
Si tomamos en consideración la importancia de los<br />
costes externos en las sociedades industriales, pode‐<br />
mos realizar la siguiente crítica ecológica de los siste‐<br />
mas de CN:<br />
14 Daly/ Cobb, Para el bien común, p. 41.<br />
15 Sandra Postel en Ekins/ Hillam/ Hutchison: Riquezas sin límite. El atlas Gaia de la economía verde, p. 43.<br />
• El PNB no refleja el impacto de la actividad económica<br />
en el medio ambiente. No refleja, por ejemplo, la pérdi‐<br />
da de calidad de vida a consecuencia del deterioro am‐<br />
biental. Muchas mujeres en los países del Sur tie‐<br />
nen que darse caminatas cada vez más largas y<br />
extenuantes para recolectar leña para cocinar: ello<br />
no se refleja en el PNB de su país. Otro ejemplo:<br />
para encontrar aire puro y espacios limpios los<br />
habitantes de las naciones industrializadas tienen<br />
que emprender viajes cada vez más largos y exte‐<br />
nuantes: eso tampoco lo recoge el PNB (o lo reco‐<br />
ge paradójicamente como crecimiento: desplaza‐<br />
mientos más largos, hoteles, segundas residen‐<br />
cias, etc). Tampoco refleja el agotamiento de los recur‐<br />
sos. No refleja la destrucción de las funciones am‐<br />
bientales ni los recursos naturales que no tienen<br />
valor de mercado. Por el contrario, contabiliza co‐<br />
mo renta generada el consumo e incluso el agota‐<br />
miento de los recursos con valor de mercado.<br />
Contra toda lógica se contabiliza como producción lo<br />
que en realidad es disminución del patrimonio natural.<br />
Cuanto mayor sea la tasa de extracción (y por<br />
consiguiente más rápido el agotamiento de los re‐<br />
cursos), mayor será el incremento del PNB. “Un<br />
país puede estar al borde de la bancarrota ecoló‐<br />
gica y seguir registrando un incremento del PIB,<br />
pareciendo así que progresa” 15 ¿Cómo juzgaría‐<br />
mos a una familia que vende su casa y sus mue‐<br />
bles para gastarse el producto de la venta, o al<br />
propietario de la fábrica que va vendiendo todos<br />
sus activos, o al banquero que se merienda el pa‐<br />
trimonio de su banco repartiendo dividendos ca‐<br />
da año? Sin duda no diríamos que se trata de in‐<br />
crementos de renta corriente, y que son más ricos<br />
al final de este proceso que al comienzo. Pero<br />
exactamente así nos comportamos en relación<br />
con los recursos naturales.<br />
• El PNB es una medida de flujos (monetarios) más que<br />
una medida de fondos o stocks. Pero hoy no pode‐<br />
mos seguir asociando las medidas de flujo —en<br />
especial cuando hablamos de flujos físicos— con<br />
el éxito industrial y económico. El crecimiento ex‐<br />
ponencial de los flujos físicos —producción, con‐<br />
sumo, materias primas, energía, residuos— es<br />
una causa de problemas, no un índice del éxito; y<br />
los flujos dependen del mantenimiento continua‐<br />
do de los fondos.<br />
“Si tuviéramos en cuenta las reservas finitas y la<br />
creciente inaccesibilidad para obtener minerales<br />
y combustibles fósiles, así como la capacidad del
medio ambiente y del ser humano para asimilar<br />
el daño que produce la contaminación, redefinirí‐<br />
amos nuestros propósitos económicos teniendo<br />
en cuenta los stocks. El éxito no reside en maximi‐<br />
zar el flujo de energía y de materias primas que<br />
utilizan los sistemas de producción y consumo.<br />
Por el contrario, una economía tiene éxito en la<br />
medida en que satisface los niveles de vida que<br />
exige la cultura, con una demanda mínima de mi‐<br />
nerales, energía y recursos ambientales” 16<br />
• El PNB considera los gastos defensivos (gastos e inver‐<br />
siones realizadas para disminuir o reparar el dete‐<br />
rioro ambiental) como renta generada, lo cual exagera<br />
la renta realmente disponible. Si hace falta invertir en<br />
depuradoras y filtros descontaminadores para<br />
mejorar la deterioradísima calidad de aguas y ai‐<br />
res, ¿somos más ricos al final de este proceso que<br />
antes de que aires y aguas fueran envenados? Por<br />
el contrario, cambios de comportamiento que son bene‐<br />
ficiosos para la calidad de vida y el medio ambiente re‐<br />
percuten negativamente en los indicadores de renta na‐<br />
cional (más bicicletas y menos coches, mejor aisla‐<br />
miento de los hogares que evita calefacción, etc).<br />
• El análisis detallado de la CN en los países indus‐<br />
trializados revela que en general cuanto más dañi‐<br />
na ambientalmente es una actividad económica, mayor<br />
es su contribución al crecimiento del PNB. Por ejem‐<br />
plo, analizando el PNB de Holanda, Hueting lle‐<br />
gaba a la conclusión de que el 30% de las activida‐<br />
des generan el 70% del crecimiento, pero son pre‐<br />
cisamente las más nocivas para el medio ambien‐<br />
te: industria petrolífera y petroquímica, metalur‐<br />
gia, agricultura, minería, transporte e infraestruc‐<br />
turas públicas (incluyendo la construcción de ca‐<br />
rreteras) 17 do lo anterior, parece obvio que estamos valorando<br />
mal. Los precios de mercado y los indicadores basa‐<br />
dos en ellos (como el PIB y el PNB) están enviando se‐<br />
ñales económicas erróneas a la sociedad, y deberían<br />
ser corregidos... aunque no precisamente en la direc‐<br />
ción en que planea hacerlo el director del INE. Son<br />
economistas ecológicos como José Manuel Naredo<br />
quienes nos indican el camino que deberíamos seguir:<br />
“La economía ambiental, para aplicar su lógica de<br />
coste‐beneficio a los bienes libres que integran ese<br />
medio ambiente, tiene que empezar por valorar‐<br />
los, ya sea implantando la propiedad y el merca‐<br />
do sobre ellos o simulando dicho mercado para<br />
imputarles valores teóricos apoyados sobre el cál‐<br />
culo de ‘costes de oportunidad’, ‘precios sombra’,<br />
‘valores de contingencia’, etc. Sin embargo, la eco‐<br />
nomía ecológica ha de preocuparse, en primer lu‐<br />
gar, de la naturaleza física de los bienes por gestio‐<br />
.<br />
nar y la lógica de los sistemas que los envuelven,<br />
considerando desde la escasez objetiva y la reno‐<br />
Ahora bien: si en una economía los precios relativos<br />
vabilidad de los recursos empleados, hasta la no‐<br />
de bienes y servicios están sistemáticamente distor‐<br />
cividad y el posible reciclaje de los residuos gene‐<br />
sionados (por ejemplo, por la valoración insuficiente<br />
rados, a fin de orientar con conocimiento de cau‐<br />
o inexistente de los recursos naturales y de los daños<br />
sa el marco institucional para que éste arroje cier‐<br />
ecológicos), resultará de ello una mala asignación de re‐<br />
tas soluciones y no otras en costes, precios y canti‐<br />
dades de recursos utilizados, de productos obteni‐<br />
cursos y fuerzas productivas que no dejará de tener efec‐<br />
dos y de residuos emitidos.”<br />
tos negativos en la economía nacional. A tenor de to‐<br />
18<br />
CAPITALISTA<br />
11ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />
16 Christian Leipert: “Los costes sociales del crecimiento económico”, en Federico Aguilera Klink/ Vicent Alcántara (comps.): De la eco‐<br />
nomía ambiental a la economía ecológica (Icaria, Barcelona 1994).<br />
17 Robert Goodland/ Herman Daly/ Salah El Serafy/ Bernd von Droste: Environmentally Sustainable Economic Development: Building on<br />
Brundtland (UNESCO, París 1991), p. 52. Hay trad. castellana en ed. Trotta.<br />
18 1885-477X<br />
He aprovechado en este texto algunas partes de mi capítulo II.5 en Ni tribunos –Ideas y materiales para un programa ecosocialista, uno de<br />
los libros que Paco Fernández Buey y yo escribimos juntos. Cabe encontrar alguna otra reflexión sobre este tema en el capítulo 3 de<br />
Biomímesis, titulado “¿Crecer en un mundo lleno?”. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 12 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
CAMBIAR DE GAFAS PARA MIRAR EL MUNDO<br />
Introducción<br />
Hasta hace bien poco, cuando se les preguntaba a las personas<br />
mayores de los países “desarrollados” si creían que sus<br />
hijos e hijas vivirían mejor que ellas, la gran mayoría respondía<br />
que sí. Desde hace poco, cuando se le pregunta a la<br />
gente no tan mayor si cree que sus hijos e hijas vivirán mejor<br />
que ellos casi nadie se atreve a decir que sí. Quizá porque<br />
em piezan a intuir los daños que la “civilización” está causando<br />
al planeta. A pesar de las constantes alabanzas a la tecnología<br />
y al progreso, realizadas sobre todo en los medios de<br />
comunicación, existe la sospecha, cada vez más extendida,<br />
de que no se puede continuar con este modelo de producción<br />
y consumo por mucho tiempo. Comienza a atisbarse la idea<br />
de que se están superando límites que nunca tendrían que<br />
haberse ignorado ni traspasado.<br />
Las percepciones básicas sobre el deterioro de los ríos,<br />
los valles, los pozos, los suelos, las costas, el aire, los bos -<br />
ques, los animales, los ecosistemas, chocan con la celebración<br />
de la tecnología y el desarrollo, creando un sombra<br />
de inquietud en los países enriquecidos y un desgarro en los<br />
empobrecidos.<br />
Las soluciones que se proponen suelen ser siempre las<br />
mismas: construir más infraestructuras, desarrollar tecno lo -<br />
gías complejas, aumentar la producción, estimular el creci -<br />
miento... Con ello tal vez se podrán resolver, según se dice,<br />
algunos de los daños. El resultado, sin embargo, es que el deterioro<br />
ecológico crece a una velocidad cada vez mayor.<br />
Quien ha tenido que caminar con barro cada vez que<br />
llovía está encantado con el asfalto y verá siempre bien<br />
nuevas ampliaciones de la superficie asfaltada, porque hasta<br />
hace poco lo que sobraba era tierra. Quien ha tenido que<br />
acarrear a sus espaldas leña desde lejos todos los días, está<br />
encantado con su camión y verá con complicidad que haya<br />
cada vez más camiones acarreando objetos de acá para allá.<br />
Quien ha lavado pañales en un lavadero con temperaturas<br />
próximas a la congelación estará encantada con la caldera de<br />
gas, y no le parecerá mal que esté todo el día encendida.<br />
Las mejoras vividas o percibidas han afianzado los esquemas<br />
(las “gafas”) con las que miramos la realidad. Si al-<br />
go es bueno, pensamos, entonces más de lo mismo será<br />
mejor. Desde esta lógica es posible ver con buenos ojos la<br />
movilidad creciente, la producción creciente, el consumo<br />
cre ciente, el comercio internacional creciente, y por su -<br />
puesto el crecimiento continuado.<br />
Pero la Tierra no es creciente sino dinámicamente estable.<br />
Y ya ha enseñado sus límites. Las dificultades para extraer<br />
petróleo en las mismas cantidades que en el pasado, la<br />
fuerte reducción de la biodiversidad, el cambio climático<br />
generado por el ser humano, la contaminación de los<br />
océanos, la cementación y desertificación de una parte creciente<br />
del territorio son signos de los límites de la biosfera.<br />
…<br />
por Ecologistas en Acción 1<br />
Desde luego no basta con cambiar las gafas para modificar<br />
la realidad, pero unas buenas gafas permitirán otear mejor<br />
el horizonte para saber hacia dónde dirigirse y por qué<br />
camino.<br />
…<br />
En el capítulo sexto [que les ofrecemos a continuación]<br />
se critica el estrecho, distorsionado e interesado campo de<br />
visión de la economía convencional, que sirve habitual-<br />
1.‐ El fragmento de la Introducción y el capítulo elegido, el sexto, corresponden al libro Cambiar las gafas para mirar el mundo, de Ecologistas en<br />
Acción, que está coordinado por Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual, y del que son coautores: Yayo Herrero, Fernando<br />
Cembranos, Marta Pascual, Antonio Hernández, Álvaro, Nerea Ramírez, Charo Morán, Beatriz Errea, Águeda Férriz, María González.<br />
Agradecemos sinceramente su cesión para nuestra revista, en calidad de primicia, pues aún no ha sido publicado. Gracias a Ecologistas en<br />
Acción, a los coordinadores del libro, a los autores, y a nuestro amigo y colaborador Jorge Riechmann, que lo ha facilitado.
mente de guía para tomar decisiones clave y orientar las<br />
políticas de los gobiernos. La economía ecológica ofrece la<br />
posibilidad de mirar en un campo más amplio, más relevante<br />
para las cuestiones clave (como es la supervivencia) y mejor<br />
fundamentado. Para decidir sobre las cosas importantes es<br />
más útil poner atención en la biodiversidad, el aire o el suelo<br />
que en los indicadores de la bolsa de Nueva York.<br />
—‐ —‐ —‐<br />
Capítulo 6<br />
El cambio de paradigma económico2 La mitología de la economía convencional<br />
La economía convencional ha alcanzado el siglo XXI<br />
con la mirada fija en el mundo virtual de los valores<br />
monetarios. Ha construido y mantenido su aparente<br />
rigor científico y su prestigio como disciplina a pesar<br />
de ignorar el funcionamiento del mundo físico del<br />
que, sin embargo, depende la supervivencia de las<br />
personas y la satisfacción de sus necesidades reales.<br />
La economía convencional, tal como se estudia en<br />
las universidades actuales, empezó a construirse co‐<br />
mo disciplina teórica hace más de dos siglos, y hoy en<br />
día no cabe duda de que tanto los conceptos que ma‐<br />
neja como los métodos que la articulan se han gestado<br />
en las estructuras de los sistemas políticos capitalistas.<br />
La economía convencional ha conseguido instaurarse<br />
como “doctrina” hegemónica de las políticas econó‐<br />
micas y sociales que regulan tanto las relaciones entre<br />
las personas como las de éstas con la naturaleza. En<br />
definitiva, decide la manera en que miramos, valora‐<br />
mos y tratamos el mundo que nos rodea.<br />
2.‐ Este capítulo es especialmente deudor de las reflexiones del economista José Manuel Naredo.<br />
Al mismo tiempo que la producción y el crecimiento<br />
se han convertido en el objetivo último de la econo‐<br />
mía, la propia economía se ha erigido como el objeti‐<br />
vo central de la política general. Todos los asuntos,<br />
también los ecológicos y los sociales, son tratados a la<br />
luz de las reglas del juego económico.<br />
Cabe entonces preguntarse cómo se ha llegado a<br />
construir esta ciencia económica tan alejada de la reali‐<br />
dad material y ecológica, aislada en un mundo de fan‐<br />
tasía ocupado por los valores monetarios y la riqueza<br />
virtual (acciones, hipotecas, inversiones de riesgo...)<br />
El dogma económico, radicalmente opuesto al de<br />
los procesos y dinámicas que organizan el mundo vi‐<br />
vo, se construyó sobre una serie de mitos fuertemente<br />
asentados en el imaginario colectivo occidental.<br />
En primer lugar el mito de la producción desplazó<br />
el pensamiento económico desde la adquisición y la<br />
distribución de los productos de naturaleza hacia una<br />
economía cuyo objeto era producir lo que fuera, cuan‐<br />
to más mejor, sin cuestionar la naturaleza de dichas<br />
producciones (da igual producir armas o pimientos, si<br />
da beneficios). En segundo lugar la invisibilidad de los<br />
efectos negativos de la producción industrial y la difi‐<br />
cultad para ver límites físicos, asentó el mito del creci‐<br />
miento, que consideraba deseable el incremento ilimi‐<br />
tado de la producción y del consumo. Por último el<br />
mito del desarrollo equiparaba crecimiento económi‐<br />
co con bienestar y calidad de vida, y prometía su ex‐<br />
tensión a todos los países que aceptasen las reglas del<br />
juego de la economía occidental.<br />
La profunda crisis ecológica, económica y financie‐<br />
ra, así cómo las obscenas desigualdades socioeconó‐<br />
micas que hoy vivimos en el mundo, ponen de mani‐<br />
fiesto la necesidad de desembarazarse de la mirada y<br />
los dictámenes de la economía neoclásica que rige hoy<br />
los destinos de la humanidad.<br />
Los mitos de la producción y del crecimiento<br />
Es a los economistas franceses del siglo XVIII, conoci‐<br />
dos como los Fisiócratas, a quienes debemos el con‐<br />
cepto originario de producción.<br />
La visión económica propia de los Fisiócratas se<br />
basaba en el funcionamiento del mundo físico. En<br />
aquel momento, se pensaba que en el planeta, minera‐<br />
les, animales y plantas aumentaban de forma continua<br />
siguiendo un proceso de generación y crecimiento ili‐<br />
mitado. La Tierra era el motor de la producción. La<br />
idea de que los materiales de la corteza terrestre se “re‐<br />
producían” igual que los seres vivos, condujo a los<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 13 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 14 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Fisiócratas a considerar que el crecimiento económico<br />
ligado a la producción podía ser ilimitado, mientras<br />
no se degradasen o disminuyesen los bienes fondo que<br />
permitían que minerales, plantas y animales continua‐<br />
sen reproduciéndose.<br />
Se instauró así la idea de sistema económico for‐<br />
mado por un conjunto de procesos (producción, con‐<br />
sumo y crecimiento), y se dio paso a desterrar la idea<br />
antigua de que la actividad mercantil era un juego de<br />
suma cero, en el que sólo era posible que alguien ad‐<br />
quiera riqueza a costa de que otro la perdiera.<br />
A comienzos del siglo XIX, con la economía consti‐<br />
tuida ya como la disciplina encargada de fomentar el<br />
crecimiento económico, los descubrimientos de la físi‐<br />
ca y la química se encargaron de desmontar la idea del<br />
crecimiento físico perpetuo de los materiales de la<br />
biosfera. Esto obligó a que los economistas de la época<br />
(los economistas clásicos) aceptaran, aunque fuese de<br />
mala gana, la existencia de límites. Para los economis‐<br />
tas clásicos, el aumento perpetuo de la producción y<br />
de los consumos de materias y recursos se convirtió en<br />
algo imposible a largo plazo si los recursos abióticos<br />
no aumentaban.<br />
Paralelamente, los economistas clásicos comenza‐<br />
ron a dar un peso creciente al Trabajo como factor de<br />
producción, en detrimento del factor Tierra. Con la<br />
preponderancia del Trabajo, la Naturaleza fue per‐<br />
diendo relevancia dentro del sistema económico, a pe‐<br />
sar de que representaba tanto los recursos materiales<br />
disponibles, como las funciones que realizan los eco‐<br />
sistemas (producción de la fotosíntesis, regulación del<br />
ciclo del agua, dinámica de las cadenas tróficas, etc.)<br />
Pero finalmente serían los economistas de finales<br />
del XIX y principios del XX, los economistas neoclási‐<br />
cos, cuyas ideas continúan plenamente vigentes y son<br />
dominantes en la actualidad, los que se encargaran de<br />
completar el mito de la producción, desvinculándola<br />
del mundo material.<br />
El cambio que promueven los economistas neoclá‐<br />
sicos se produce por la convergencia de tres diferentes<br />
fenómenos. En primer lugar, se traslada la idea de sis‐<br />
tema económico (con sus “piezas”: producción, con‐<br />
sumo y crecimiento) al campo del mero valor moneta‐<br />
rio. En segundo lugar se impone la idea de que Tierra<br />
y Trabajo son sustituibles por Capital, lo que permite<br />
ignorar el mundo físico. En tercer lugar se recorta el<br />
concepto de objeto económico. Únicamente merece la<br />
consideración de objeto económico el subconjunto de<br />
la realidad susceptible de apropiación efectiva por<br />
parte de los agentes económicos, que tiene un valor<br />
monetario de cambio asociado y puede ser produci‐<br />
ble, es decir, se puede operar sobre él alguna transfor‐<br />
mación que justifica su comercialización.<br />
Por ejemplo, el agua de un manantial al cual se pu‐<br />
diera acceder libremente no sería un objeto económico<br />
para los neoclásicos. Sin embargo, si alguien obtiene la<br />
concesión del manantial (apropiación), embotella el<br />
agua (productibilidad) y la vende en el mercado (valo‐<br />
ración monetaria), el mismo manantial se habría con‐<br />
vertido en un objeto económico. Se da la paradoja de<br />
que el agua abundante y limpia no es considerada ri‐<br />
queza, mientras que cuando escasea, se contamina y<br />
ha de embotellarse, entonces se contabiliza como ri‐<br />
queza económica.<br />
La transformación en la idea de sistema económico que<br />
propugnan y defienden los economistas neoclásicos su‐<br />
pone la reducción de riqueza social al escenario en el que<br />
interactúan el valor de cambio, industria y propiedad.<br />
Con los neoclásicos el Capital se convirtió en el factor<br />
determinante de la producción y el foco de atención se<br />
situó en el incremento permanente de la producción (en<br />
realidad extracción). Al no ser valoradas económica‐<br />
mente, las implicaciones sobre el deterioro de la corteza<br />
terrestre que iban aparejadas a los aumentos crecientes<br />
de la mal denominada producción, quedaban ocultas.<br />
De este modo, el concepto original de producción<br />
de los Fisiócratas que permitía incrementar las rique‐<br />
zas que se renuevan sin destruir los bienes fondo que<br />
posibilitan esa renovación, se transforma en la extrac‐<br />
ción de materiales que se transforman y se revenden<br />
con beneficio.<br />
Al vender una tuneladora, por ejemplo, el beneficio<br />
monetario que genera suma como riqueza, pero la ex‐<br />
tracción de materiales y energía no renovables necesa‐<br />
rios para su construcción, la contaminación que genera<br />
el proceso de fabricación, la que genera su uso durante<br />
toda su vida útil, el suelo que se horada y las toneladas<br />
de tierra que habrá que desplazar, los incrementos del<br />
tráfico que supondrá ese nuevo túnel, las emisiones de<br />
gases de efecto invernadero o el consumo de energía<br />
fósil que realizará, no resta en ningún indicador de ri‐<br />
queza. Estos efectos negativos que conlleva la “produc‐<br />
ción” de la tuneladora no tienen valor monetario y por<br />
tanto son invisibles.
El concepto de producción, distorsionado por los eco‐<br />
nomistas neoclásicos respecto al sentido inicial que le<br />
dieron los Fisiócratas, cuenta sólo la parte que crea va‐<br />
lor monetario y no cuenta los deterioros que el proce‐<br />
so crea en el entorno físico y social.<br />
El hecho de resaltar sólo la dimensión creadora de<br />
valor e ignorar los deterioros y pérdidas de riqueza<br />
natural que inevitablemente acompañan a la extrac‐<br />
ción y transformación, justifica el empeño en acrecen‐<br />
tar permanentemente ese valor económico. De este<br />
modo se consolida el mito del crecimiento económico<br />
como motor de riqueza y bienestar social. Sin creci‐<br />
miento estamos abocados al atraso y a la miseria.<br />
El cambio de metabolismo planetario<br />
de la sociedad industrial<br />
Hasta la Revolución Industrial las personas se habían<br />
organizado en sociedades que sobrevivían imitando<br />
los procesos de la Biosfera.<br />
Vivían aprovechando el trabajo de la fotosíntesis<br />
(leña, recolección, caza, agricultura o pesca) y obtení‐<br />
an los materiales que necesitaban para satisfacer sus<br />
necesidades de su entorno cercano.<br />
El motor de la vida era la energía solar en todas sus<br />
formas (la fotosíntesis, el viento, los saltos de agua, el<br />
calor del sol, etc.) Los residuos de cada proceso eran<br />
objeto de un uso posterior, de modo que los ciclos de<br />
materiales se cerraban en el proceso económico. El des‐<br />
plazamiento de materiales a largas distancia era muy<br />
costoso en energía por lo que se trataba de evitar al má‐<br />
ximo. Así, el metabolismo de las sociedades agrícolas<br />
se ajustaba, más o menos, a los procesos de la vida.<br />
Los seres humanos abandonaron este funciona‐<br />
miento debido a la disponibilidad de energía fósil. La<br />
utilización del carbón inicialmente posibilitó el despe‐<br />
gue de la industria, basada en la extracción y transfor‐<br />
mación de los materiales de la corteza terrestre, así co‐<br />
mo el transporte de materiales, personas y mercancías<br />
a larga distancia mediante los medios de transporte<br />
motorizados que se desarrollaron a un ritmo vertigi‐<br />
noso.<br />
Con la aparición de la máquina de vapor la especie<br />
humana aumentó exponencialmente el consumo de<br />
energía fósil y extendió el transporte horizontal tanto<br />
de los productos de la fotosíntesis como de los mine‐<br />
rales. Estos últimos se convierten en las materias pri‐<br />
mas esenciales en los procesos de fabricación de má‐<br />
quinas, provocando una espiral de crecimiento basada<br />
en el uso de materiales a gran escala, cuyos residuos<br />
no son devueltos al estado original, rompiendo con el<br />
necesario cierre de los ciclos que garantiza la renova‐<br />
ción de la biosfera.<br />
Se ponen así las bases del actual modelo de pro‐<br />
ducción industrial, basado en la extracción creciente<br />
de minerales y energías no renovables, que vierte al<br />
entorno cantidades cada vez mayores de residuos no<br />
aprovechables.<br />
En la actualidad, los estudios de la economía eco‐<br />
lógica 3 revelan que la intervención humana sobre la<br />
corteza de la Tierra supera en importancia a la de cual‐<br />
quier agente geológico, habiéndose convertido nues‐<br />
tra especie en el principal agente modelador del relie‐<br />
ve de la superficie terrestre.<br />
La sostenibilidad de la agricultura tradicional se<br />
mantenía gracias a que las extracciones de minerales<br />
del suelo se ajustaban a los ritmos de recuperación, a<br />
que los cultivos respetaban las vocaciones productivas<br />
de cada suelo y cada clima. Pero hoy las producciones<br />
que tradicionalmente han sido renovables, como la<br />
agricultura, la pesca y la explotación forestal están de‐<br />
jando de serlo, ya que las técnicas modernas y la inyec‐<br />
ción de energía fósil, agua y fertilizantes han consegui‐<br />
do acelerar los ritmos de producción a costa del dete‐<br />
rioro de los recursos naturales que habían posibilitado<br />
el desarrollo de la fotosíntesis 4<br />
La irracionalidad del metabolismo económico de<br />
la sociedad industrial llega a contabilizar como rique‐<br />
za el propio deterioro ecológico, al sumar en los indi‐<br />
3.‐ Naredo JM y Gutiérrez, L. eds (2006). La incidencia de la especie humana sobre la faz de la tierra (1955‐2005). Universidad de Granada.<br />
Fundación César Manrique<br />
4.‐ Naredo (2006) Ibídem<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 15 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 16 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
cadores de riqueza (en forma de Renta o Producto<br />
Nacional Bruto) los beneficios derivados de paliar la<br />
destrucción (aumenta la riqueza al “descontaminar”<br />
una playa, invertir en los mercados de carbono o lim‐<br />
piar de ríos)<br />
La celebración del crecimiento económico va a ser‐<br />
vir para ocultar la realidad de los deterioros físicos y<br />
sociales, resaltando tan sólo la parte positiva creadora<br />
de valor monetario y justificando la necesidad cada<br />
vez mayor de hacerlo.<br />
La lógica del crecimiento se extendió entre los paí‐<br />
ses capitalistas. Partiendo de una situación privilegia‐<br />
da gracias a los procesos de colonización, se fueron<br />
apropiando de los recursos naturales y minerales ne‐<br />
cesarios para el desarrollo económico industrial, y<br />
consiguieron imponer, muchas veces por la vía militar,<br />
su ideología de la producción y del crecimiento.<br />
El mito del desarrollo<br />
Como hemos visto, el cambio en el metabolismo de la<br />
economía a nivel global tiene importantes repercusio‐<br />
nes sobre los territorios, pero también sobre las socie‐<br />
dades y sobre el bienestar y la felicidad de las perso‐<br />
nas.<br />
En el marco de la globalización económica basada<br />
en el crecimiento, el progreso se mide por la capacidad<br />
que tiene un país de aplicar políticas que acrecienten<br />
la escala de su actividad económica en el mercado,<br />
mejoren la eficiencia de la producción, se especialicen<br />
y se extiendan. Este concepto de progreso, equiparado<br />
a crecimiento económico, se encuentra en la base de lo<br />
que se conoce como desarrollo.<br />
Tal y como señala Naredo (2006), el término des‐<br />
arrollo se aplicó inicialmente en el campo de la biolo‐<br />
gía. Darwin lo utilizó en 1759 para denominar el pro‐<br />
ceso de evolución que experimentan animales y plan‐<br />
tas desde su nacimiento hasta que alcanzan su madu‐<br />
rez.<br />
A finales del siglo XVIII el uso del término se comenzó<br />
a transferir al campo sociocultural, equiparándolo a la<br />
idea de progreso. La palabra progreso daba carta de le‐<br />
gitimidad moral a ciertas tendencias de la evolución so‐<br />
ciocultural. Se consideró que todas las sociedades evo‐<br />
lucionaban de una forma lineal de unos estadios de ma‐<br />
yor atraso ‐caza y recolección o ausencia de propiedad<br />
privada‐ hacia nuevas etapas más avanzadas y raciona‐<br />
les ‐civilización industrial o economía de mercado‐ y<br />
que en esta evolución, tan inexorable y universal como<br />
las leyes de la mecánica, las sociedades europeas se en‐<br />
contraban en el punto más evolucionado.<br />
Al concebir la historia de los pueblos como un ca‐<br />
mino que transitaba del salvajismo y la barbarie hasta<br />
la civilización, los europeos, guiados por la convicción<br />
etnocéntrica de constituir la civilización por excelencia,<br />
expoliaron los recursos de los territorios colonizados<br />
para alimentar su sistema económico. Sometieron me‐<br />
diante el dominio cultural y la violencia (posible gra‐<br />
cias a la tecnología militar) a los pueblos colonizados,<br />
a los que se consideraba “salvajes” por su estado cer‐<br />
cano a la naturaleza.<br />
Fue un presidente de los Estados Unidos, Truman,<br />
quien empleó por primera vez la palabra desarrollo<br />
para referirse a la situación que ocupaban los países en<br />
relación al crecimiento económico. Después de la 2ª<br />
Guerra Mundial, en 1949, Truman anunciaba un pro‐<br />
grama internacional de desarrollo que iba a contribuir a<br />
la mejora y crecimiento económico de las áreas subde‐<br />
sarrolladas.<br />
Por primera vez se calificaba como desarrollados a<br />
los países que habían abrazado la fe en el crecimiento<br />
económico y, por el contrario, subdesarrollados al res‐<br />
to de los estados. De pronto miles de millones de per‐<br />
sonas se convertían en subdesarrolladas (con la carga<br />
peyorativa que el término supone) y dejaban de ser<br />
pueblos diversos, con otras lógicas económicas, para<br />
convertirse en el contrario de los otros que se autode‐<br />
nominaban desarrollados.<br />
La ignorancia de los límites físicos del planeta per‐<br />
mite que una buena parte de las teorías del desarrollo<br />
propongan políticas que lo promueven. Se aconsejan o<br />
imponen a los países empobrecidos medidas para que<br />
sigan la senda de los países ya desarrollados, llegando<br />
a denominarles en ciertos casos, cuando algunos de<br />
sus indicadores económicos crecen, países en vías de<br />
desarrollo.<br />
Sin embargo, esta vía es una vía muerta. Cada vez es<br />
más evidente la imposibilidad de que el conjunto de la<br />
población mundial pueda seguir los estilos de vida y so‐<br />
breconsumo de los países enriquecidos, ya que las exi‐<br />
gencias en recursos o territorio y la generación de resi‐<br />
duos desbordarían las posibilidades físicas del planeta.<br />
Si se analizan las características de un país desarro‐<br />
llado se concluye que la riqueza de unos sólo es posi‐
le a costa de la pobreza (de acceso y disponibilidad<br />
de recursos) de otros.<br />
Un país desarrollado es aquel que compra materias<br />
primas baratas o alimentos, realiza fundamentalmen‐<br />
te tareas de comercialización y venta que tienen poco<br />
impacto en sus territorios, atrae capital y mano de<br />
obra y tiene reglas comerciales y financieras que le<br />
protegen.<br />
Para que ese país desarrollado exista, obviamente<br />
otros países deben estar dispuestos a vender los pro‐<br />
ductos de extracción o los alimentos baratos, tienen<br />
que operar reglas comerciales y financieras que les<br />
obliguen a vender en estas condiciones y deben expor‐<br />
tar capital y mano de obra. Es decir, el subdesarrollo<br />
no es más que la expresión del desarrollo en los países<br />
empobrecidos.<br />
La situación privilegiada de los países ricos pone de<br />
relieve un modelo de dominación que se sustenta en<br />
mecanismos económicos que les otorgan capacidad<br />
de compra de recursos y uso de sumideros (para la ab‐<br />
sorción de residuos). Favorecidos por el abaratamien‐<br />
to del transporte y las comunicaciones, la relación de<br />
desequilibrio económico ha desembocado en la explo‐<br />
tación económica de países abastecedores de produc‐<br />
tos primarios (subdesarrollados) por parte de otros<br />
que estratégicamente se han especializado en la etapas<br />
finales de transformación y comercialización (desarro‐<br />
llados).<br />
La capacidad de compra infinitamente superior de<br />
los países desarrollados, gracias a unas reglas de jue‐<br />
go económico que manejan a su voluntad, y fruto de<br />
los condicionantes ideológicos e institucionales im‐<br />
puestos por sus elites, ha crecido mucho durante las<br />
últimas décadas gracias a las dinámicas del mundo fi‐<br />
nanciero.<br />
El dinero ha servido para establecer una relación<br />
de desigualdad económica entre países y generar un<br />
modelo de desarrollo basado en la extracción y apro‐<br />
piación de los recursos no renovables de la corteza te‐<br />
rrestre. El sistema financiero ha ido más lejos convir‐<br />
tiéndose en una nueva fuente de desigualdad que<br />
otorga capacidad de compra a empresas transnaciona‐<br />
les cada vez más ajenas a los Estados. Estas empresas,<br />
a base de emitir títulos y acciones aceptados como mo‐<br />
neda de cambio, se apoderan de las materias primas y<br />
la mano de obra para acrecentar las desigualdades so‐<br />
ciales y perpetuar el modelo de desarrollo.<br />
El desarrollo crece a costa de agotar los recursos natu‐<br />
rales (finitos) y generar residuos no aprovechables. Su<br />
resultado es la aceleración de la degradación ecológica<br />
y ambiental del planeta y la desigualdad social.<br />
La crítica ecológica a la<br />
teoría económica convencional<br />
Desde la perspectiva ecológica las principales críticas<br />
a la teoría económica tienen que ver con su divorcio<br />
del mundo físico, con su reducción al ámbito de lo mo‐<br />
netario y con la ética de sus fines, ya que el beneficio<br />
económico no es equitativo ni bueno para todas las<br />
personas, y el crecimiento económico no es inocente<br />
en la generación de deterioro ecológico y social.<br />
La economía convencional esquiva una de las leyes<br />
físicas más elementales, la de la entropía, según la cual<br />
cualquier actividad de transformación de energía o<br />
materiales lleva asociada una pérdida incondicional<br />
de recursos no aprovechables que quedan irreversi‐<br />
blemente inutilizados para su uso posterior.<br />
La ley de la entropía pone de relieve las limitacio‐<br />
nes de la economía convencional a la hora de dar una<br />
solución ecológica, entre otros, al problema de los re‐<br />
siduos. Los residuos son parte de cualquier actividad<br />
económica, por lo que requieren una especial aten‐<br />
ción, sobre todo en las culturas que se rodean de gran<br />
cantidad de objetos y consumen mucha energía. Se<br />
producen durante la extracción de las materias pri‐<br />
mas, la producción agraria, la transformación de bien‐<br />
es intermedios en productos finales, y durante el con‐<br />
sumo final de éstos. Representan un enorme peligro<br />
para el medio ambiente, la salud y las generaciones fu‐<br />
turas (como es el caso de los residuos radiactivos pro‐<br />
pios de la generación energética nuclear). Por ser ge‐<br />
nerados en cantidades superiores a la capacidad de<br />
asimilación de los ecosistemas, los residuos suponen<br />
uno de los principales problemas de las sociedades in‐<br />
dustrializadas, hasta el punto de que muchos países<br />
exportan millones de toneladas de residuos anual‐<br />
mente a países empobrecidos, aprovechándose de<br />
unos tratados comerciales injustos y de la complicidad<br />
de gobiernos corruptos .<br />
Lejos de entender la acumulación creciente de resi‐<br />
duos como un problema insalvable, estrictamente de‐<br />
pendiente del volumen de materiales y energía utiliza‐<br />
dos, el imaginario económico otorga a la tecnología y<br />
al reciclado la capacidad de resolver el problema, rein‐<br />
troduciendo perpetuamente los residuos en forma de<br />
insumos.<br />
5.‐ “La Directiva Marco de Residuos de la UE dará pie a que los residuos peligrosos puedan ser transportados a países del tercer mun‐<br />
do…” (http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article11602)<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 17 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 18 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Con esto se promueve la utilización descontrolada de<br />
los recursos naturales, hasta el punto de que hemos que<br />
sobrepasado la tasa de regeneración de recursos natura‐<br />
les hace tiempo, y hemos pasado a saquear los bienes<br />
fondo, es decir, aquellos bienes que suponen una reser‐<br />
va permanente de recursos a largo plazo (como los bos‐<br />
ques, los bancos de peces o las reservas minerales).<br />
Las mejoras tecnológicas y el reciclaje de materia‐<br />
les ayudan a reducir el ritmo de utilización de los re‐<br />
cursos, pero al crecer la extracción, transformación y<br />
consumo de forma constante, esos pequeños ahorros<br />
no tienen efecto a nivel global. En muchas ocasiones<br />
son utilizados para desviar la atención del agotamien‐<br />
to de los recursos básicos.<br />
La clave está en no sobrepasar la capacidad de los<br />
ecosistemas para absorber los residuos y la de la bios‐<br />
fera para reponer los recursos. Así por ejemplo, en tér‐<br />
minos energéticos, la tasa de utilización de las energí‐<br />
as fósiles (formadas durante millones de años y consu‐<br />
midas en dos siglos) debe ser aquella que permita ir<br />
sustituyéndolas por energías renovables.<br />
Otro aspecto muy cuestionable de la economía<br />
convencional es el del reduccionismo monetario. En la<br />
economía al uso para que algo exista debe poder ser<br />
traducido a términos monetarios, es decir, debe tener<br />
un precio. De esto se deriva que ante un planeta cada<br />
día más deteriorado la economía convencional pro‐<br />
ponga tratar el daño ambiental de forma homogénea,<br />
principalmente como externalidades.<br />
Una externalidad negativa de una actividad es un<br />
efecto no deseado, para el cual no existe un mercado.<br />
Ejemplos de externalidades conocidas son la contami‐<br />
nación del aire y el ruido provocados por el tráfico ur‐<br />
bano, la contaminación de los ríos por las actividades<br />
industriales o la sobresalinización de las costas a cau‐<br />
sa de las desaladoras.<br />
La “operativa de funcionamiento de la externali‐<br />
dad” es la siguiente: una vez definida la externalidad<br />
se aplican técnicas para calcular el valor monetario del<br />
daño causado, que se calcula según lo que habría que<br />
pagar para compensar a los afectados, arreglar lo es‐<br />
tropeado o regresar a la situación anterior, dando por<br />
supuesto que esto es posible.<br />
Atribuir una valoración monetaria que sea convin‐<br />
cente no es tarea fácil, y a menudo imposible (¿es po‐<br />
sible contabilizar con dinero la calidad del aire?).<br />
Algunos economistas (los más liberales) proponen<br />
asignar derechos de propiedad sobre los recursos y los<br />
servicios ambientales y dejar que sean el mercado y los<br />
precios quienes regulen el nivel óptimo de contamina‐<br />
ción. Pero, ¿es posible saber cuánto dinero vale la fun‐<br />
ción de sumidero de CO 2 que realizan los bosques tro‐<br />
picales? ¿Es posible apropiarse de la protección que<br />
nos da la capa de ozono? ¿Cómo se valora la tempera‐<br />
tura de equilibrio de la biosfera? Lo que se pone aquí<br />
en evidencia es el problema de inconmensurabilidad<br />
de muchos aspectos de la realidad que la economía ne‐<br />
oclásica olvida, ya que los valores y procesos ambien‐<br />
tales no pueden traducirse a precios del mercado. No<br />
encajan en los códigos del capital.<br />
La economía convencional introduce ciertos bienes<br />
y servicios en el mercado y deja, intencionadamente,<br />
otros fuera. De esta forma realiza dos funciones bási‐<br />
cas contrarias a la sostenibilidad. Por un lado atribuye<br />
valor a los recursos que están dentro de la esfera eco‐<br />
nómica y se lo quita a los que quedan fuera. Por el otro,<br />
condiciona la satisfacción de las necesidades a la exis‐<br />
tencia de mercados, equiparando mercado con rique‐<br />
za. Si no tiene precio se puede deteriorar sin problema,<br />
hasta que su escasez haga necesario que lo tenga. En<br />
ese momento generará beneficios y aumentará la ri‐<br />
queza. Algunos ejemplos de recursos naturales y ser‐<br />
vicios ambientales privatizados por el mercado son el<br />
del agua embotellada, la información genética o el ac‐<br />
ceso al aire limpio.<br />
Esta forma de funcionar deja sin valor a servicios<br />
ambientales y sociales que, en muchos casos, hacen<br />
posible el mantenimiento de la vida y que son clave en<br />
la búsqueda de la sostenibilidad. El proceso reduccio‐<br />
nista de mercantilización de la vida ha favorecido el<br />
ocultar “los trabajos no mercantilizados que realizan<br />
las mujeres y los servicios “gratuitos” que presta la na‐<br />
turaleza” 6 .<br />
Otro rasgo característico de este funcionamiento<br />
económico consiste en el convencimiento generalizado<br />
6.‐ Ecologistas en Acción (2007). El Curriculum oculto antiecológico de los libros de texto. Madrid. Editorial Popular.
de que cuanto más mejor, y que los individuos (perso‐<br />
nas que consumen) prefieren siempre más a menos.<br />
Para consumir más hay que producir más, de manera<br />
que, al menos en términos monetarios, el tamaño de la<br />
economía tenderá a hacerse cada vez mayor.<br />
La confusión entre la producción y la simple extracción.<br />
A diferencia de la verdadera producción que tiene lu‐<br />
gar en los sistemas naturales a través de la fotosíntesis,<br />
donde se transforma la energía del sol, el agua y los<br />
minerales en materia (biomasa), la mal denominada<br />
“producción” económica consiste en realidad en la ex‐<br />
tracción de materiales a base de arrancarlos de la tie‐<br />
rra (carbón, hierro, etc.) y prepararlos para ser intro‐<br />
ducidos en el mercado. El hecho de llamar comun‐<br />
mente producción de petróleo a lo que realmente debería<br />
llamarse extracción de petróleo es un ejemplo de esta<br />
confusión.<br />
Interpretar la extracción (resta) como producción<br />
(suma) nos permite creer que se crean nuevos bienes y<br />
riqueza, cuando en realidad lo que sucede es que se<br />
acelera el ritmo de saqueo de los recursos que la natu‐<br />
raleza guardaba en la despensa. Esta suplantación de<br />
términos es útil a la economía ordinaria, pero es evi‐<br />
dente que cualquier comunidad de seres vivos que<br />
trate de crecer en sus consumos a costa de reducir la<br />
base natural que los sostienen está condenada a des‐<br />
aparecer.<br />
El sistema económico convencional calcula cuánto<br />
cuesta producir, por ejemplo un exprimelimones, con‐<br />
tabilizando los costes de extracción de materiales que<br />
se necesitan y la mano de obra que va a intervenir en<br />
la fabricación. Sin embargo no incluye en sus cuentas<br />
lo que costaría reponer los materiales que se han extra‐<br />
ído (costes de reposición), como si la fabricación del<br />
objeto no se realizara a costa de la merma de los bien‐<br />
es fondo. Al ignorar estos costes de reposición se invi‐<br />
sibiliza el proceso de degradación de los materiales de<br />
la corteza terrestre. De este modo se oculta la urgente<br />
necesidad de detener el saqueo de materiales y el co‐<br />
lapso de los sumideros de residuos, ambos fruto del<br />
llamado proceso productivo.<br />
La economía convencional suma como riqueza<br />
cualquier actividad generadora de valor económico y<br />
llega a contabilizar como producción (riqueza) lo que<br />
significa deterioro. Las tareas de limpieza del bosque<br />
quemado o el derribo de un rascacielos se contabilizan<br />
en positivo, engordando las cifras las cuentas naciona‐<br />
les.<br />
Al considerar la extracción de materiales no reno‐<br />
vables como producción y al contabilizar de forma ab‐<br />
surda lo que se gasta en reparar el deterioro ecológico<br />
como riqueza, se contribuye a crear el mito del creci‐<br />
miento, un mito muy extendido que equipara creci‐<br />
miento económico a bienestar y desarrollo, obviando<br />
que este crecimiento ‐basado en la extracción y gene‐<br />
ración de residuos‐ se convierte en generador de des‐<br />
trucción ecológica.<br />
La falacia del capital natural<br />
En los años 60, y principalmente los 70 con la publica‐<br />
ción de Informe Meadows, o la de “La ley de la entro‐<br />
pía y el proceso económico” de Nicholas Georgescu‐<br />
Roegen, se demuestra la imposibilidad de mantener<br />
un sistema basado en la extracción creciente de mate‐<br />
riales en un planeta que, por el contrario, tiene límites.<br />
Esta crítica a la economía convencional posibilitó el<br />
desarrollo del pensamiento ecologista y la generación<br />
de propuestas que permitían conciliar la ciencia eco‐<br />
nómica y las ciencias de la naturaleza.<br />
Sin embargo, las fuerzas económicas interesadas<br />
en perpetuar la lógica del crecimiento continúan tra‐<br />
tando de imponer el concepto del desarrollo, median‐<br />
te la estratagema de añadir adjetivos como verde o<br />
sostenible, sin variar sustancialmente la dinámica y<br />
velocidad de extracción o la forma de contabilizar los<br />
flujos físicos de los materiales.<br />
Para la economía neoclásica el Capital es el factor<br />
de producción limitante en la generación de bienes y<br />
servicios, y no la Tierra y el Trabajo. Los economistas<br />
consolidaron la extraña y acientífica creencia de que el<br />
gasto de los recursos naturales (Tierra) puede ser com‐<br />
pensado por capital y resuelto con tecnología.<br />
Para llegar a tal conclusión la teoría económica ha<br />
inventado el concepto de “capital natural”. Así, igual<br />
que las empresas incluyen en sus cuentas una canti‐<br />
dad de dinero (amortización) que servirá para reponer<br />
las máquinas que se desgastan o quedan obsoletas, se<br />
piensa que es posible hacer lo mismo con los recursos<br />
naturales y se trata de calcular la amortización del ca‐<br />
pital natural. Sobra decir que el error es muy grave y<br />
se basa en la falacia de suponer que las bases físicas so‐<br />
bre las que se asientan nuestros sistemas de produc‐<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 19 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 20 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ción y consumo son inagotables, y que los deterioros<br />
naturales son siempre reversibles.<br />
La “producción” va indisociablemente unida al “consumo”<br />
En la economía convencional la noción de producción<br />
no tendría sentido si no fuese asociada a la de consumo.<br />
Los objetos y los servicios se “producen” para ser con‐<br />
sumidos. Y para mantener el crecimiento económico la<br />
economía necesita producir mucho y consumir mucho.<br />
La relación del consumo con la crisis ambiental tie‐<br />
ne que ver principalmente con el volumen desmedido<br />
de bienes y servicios que se emplean para satisfacer los<br />
hábitos de las sociedades del Norte.<br />
Pese a que los límites físicos de la biosfera plantean<br />
la inviabilidad de extender la desmesura consumista<br />
del Norte al resto del planeta, la globalización econó‐<br />
mica sigue insistiendo en que es posible y estimulan‐<br />
do un modelo universal de consumo a base de crear<br />
necesidades crecientes a escala mundial. Tras las nece‐<br />
sidades creadas llega –para quienes pueden permitír‐<br />
selo‐ la resolución a través de la compra en un merca‐<br />
do saturado de objetos superfluos.<br />
Esta ilusión de abundancia se consigue mantenien‐<br />
do bajos los costes, acelerando la extracción y la trans‐<br />
formación de recursos que, literalmente, han sido expo‐<br />
liados a otras comunidades o a las generaciones futuras.<br />
El consumo en una cultura de la sostenibilidad de‐<br />
be pasar de ser un fin en sí mismo, a ser un instrumen‐<br />
to al servicio de la satisfacción racional de las necesida‐<br />
des, la conservación de recursos naturales y el buen<br />
estado de los ecosistemas.<br />
Por otra parte así como la noción de producción no<br />
parece ser muy rigurosa tampoco lo es la de consumo,<br />
pues este, lejos de consumir los objetos, va abandonan‐<br />
do por todas partes materiales degradados, contami‐<br />
nando y desregulando los difíciles equilibrios de la<br />
biosfera.<br />
Hacia otro paradigma económico:<br />
la economía ecológica<br />
La vida en la Tierra es consecuencia de la capacidad<br />
que ésta tiene de intercambiar energía con el exterior.<br />
Gracias a la energía solar las plantas realizan la foto‐<br />
síntesis produciendo materia y construyendo el pri‐<br />
mer eslabón de la cadena trófica. El mantenimiento de<br />
la vida y los ecosistemas se caracteriza por la existen‐<br />
cia de numerosas interrelaciones entre organismos y<br />
entre éstos y el medio en el que habitan, así como por<br />
la existencia de servicios ambientales que la naturale‐<br />
za presta tales como el ciclo del agua, el mantenimien‐<br />
to de la capa de ozono o la polinización.<br />
El mantenimiento de la vida humana (y también<br />
de la no humana) es posible bajo un modelo que base<br />
su funcionamiento en el aprovechamiento de los re‐<br />
cursos renovables a un ritmo que permita su regenera‐<br />
ción, y de forma que se cierren los ciclos de los mate‐<br />
riales (biológicos, físicos y químicos). Cualquier forma<br />
de organización social que no respete estas reglas esta‐<br />
rá poniendo en peligro tanto su supervivencia como la<br />
de de las especies con las que comparte el territorio.<br />
Hemos visto cómo, al tiempo que las economías in‐<br />
dustriales conformaban su funcionamiento a partir de<br />
la extracción de recursos de la corteza terrestre, se<br />
apropiaban de los trabajos de la biosfera y extendían<br />
el transporte lejano de materiales, personas y mercan‐<br />
cías, la teoría economica convencional se separaba vo‐<br />
luntariamente de las ciencias naturales, dejando fuera<br />
de su campo teórico las enseñanzas de disciplinas co‐<br />
mo la biología o la termodinámica, que explican el<br />
funcionamiento de los sistemas naturales y el conjun‐<br />
to de la biosfera.<br />
El resultado ha sido la configuración de una visión<br />
simple y errónea que considera el mundo como una<br />
despensa inagotable de recursos, capaces de satisfacer<br />
deseos ilimitados en cantidades y tiempo, gracias al<br />
apoyo incondicional del mercado y la tecnología.<br />
Frente a la economía convencional, la economía<br />
ecológica es una corriente interdisciplinar que trata de<br />
recomponer los lazos rotos entre economía y naturale‐<br />
za. Nace de la inquietud, reflexión y estudio de un<br />
sector de economistas conscientes de la inviabilidad<br />
del sistema económico convencional y de la inadecua‐<br />
ción de los instrumentos que utilizan a la hora de so‐<br />
lucionar los problemas ambientales.<br />
La economía ecológica no tiene como finalidad el<br />
crecimiento económico, pues considera que cualquier<br />
actividad económica lleva asociado el uso de materia‐<br />
les y energía y la generación de residuos y, por tanto,<br />
la degradación del entorno.<br />
Pretende adaptar el proceso económico al funcio‐<br />
namiento de los sistemas naturales, cerrando los ciclos<br />
y abasteciéndose de recursos renovables. La economía<br />
ecológica parte de que el sistema económico es un sub‐<br />
sistema integrado y limitado por el sistema que repre‐<br />
senta la biosfera.<br />
Fuente: CIP Ecosocial
Las capacidades de los ecosistemas como regenerado‐<br />
res de recursos y como asimiladores de los residuos<br />
que el subsistema económico necesita y produce son<br />
limitadas. El requisito, desde la economía ecológica, es<br />
mantener el tamaño global de la economía dentro de<br />
la capacidad de los ecosistemas.<br />
La economía ecológica trata dos aspectos relacio‐<br />
nados con la sostenibilidad. En primer lugar se intere‐<br />
sa por el metabolismo de la economía (desde la cuna a<br />
la tumba), es decir, cómo se contempla el ciclo de los<br />
materiales y la energía desde que son recursos hasta<br />
que son residuos. En segundo lugar, tiene en cuenta el<br />
tamaño del sistema económico, es decir, la cantidad<br />
total de recursos consumidos en relación con el tama‐<br />
ño de la biosfera.<br />
Los avances científico‐técnicos han permitido me‐<br />
jorar la ecoeficiencia de muchos procesos industriales.<br />
Es indudable que hoy un coche consume menos gaso‐<br />
lina cada cien kilómetros que consumía hace treinta<br />
años. Los avances en la disminución del consumo de<br />
energía y materiales y la menor generación de resi‐<br />
duos por cada unidad de producto, llevaron a defen‐<br />
der a muchos partidarios de la economía convencional<br />
que la economía se estaba desligando del mundo físi‐<br />
co, es decir desmaterializando, de modo que se podría<br />
continuar creciendo económicamente a la vez que<br />
paulatinamente se iría disminuyendo la presión sobre<br />
el medio físico.<br />
La realidad no ha acompañado a estos augurios<br />
optimistas. Para la economía ecológica lo relevante no<br />
es la contaminación generada o la cantidad de mate‐<br />
riales y energía consumidos por unidad de producto,<br />
sino la cantidad total de recursos utilizados en todos<br />
los procesos productivos y la capacidad de los ecosis‐<br />
temas para volver a regenerarlos, así como la cantidad<br />
de residuos totales y la capacidad de los ecosistemas<br />
para absorberlos. Mejoras unitarias en los procesos no<br />
tienen por qué suponer mejoras ambientales en el con‐<br />
junto de la economía. En efecto, tomando el ejemplo<br />
anterior, el ahorro de energía por cada coche ha sido<br />
irrelevante ante el enorme incremento del <strong>número</strong> de<br />
coches en circulación, o el aumento de las distancias<br />
que estos deben recorrer de forma diaria.<br />
El crecimiento continuo de la producción no es el<br />
camino para alcanzar la sostenibilidad, pues el ecosis‐<br />
tema global, entendido como el conjunto de ecosiste‐<br />
mas, es finito.<br />
En el tratamiento de las cuestiones ambientales, las<br />
principales dificultades de la economía convencional<br />
aparecen al prescindir sistemáticamente de las estadís‐<br />
ticas ambientales y materiales que registran el estado<br />
de los cimientos físicos sobre los que se asientan las<br />
economías del planeta, restringiendo el análisis al<br />
mundo reduccionista de los valores monetarios.<br />
Como ya se ha mencionado, los agregados monetarios<br />
utilizados para medir el crecimiento económico, como<br />
son la Renta Nacional o el PIB, tienen graves carencias<br />
ambientales ya que registran como renta y riqueza lo<br />
que, en buena medida, es destrucción.<br />
Puesto que los seres humanos somos absoluta‐<br />
mente dependientes de la naturaleza, es más lógico<br />
utilizar como indicadores los de la realidad física y<br />
ecológica que las estimaciones monetarias del deterio‐<br />
ro ambiental, que no permiten entender pérdidas irre‐<br />
cuperables.<br />
Es importante aclarar que la economía ecológica es<br />
plural en cuanto al uso de metodologías, por lo que<br />
puede aceptar enseñanzas de la economía convencio‐<br />
nal. Sin embargo existen diferencias entre estas dos ca‐<br />
tegorías de pensamiento y en los supuestos que les sir‐<br />
ven de fundamento. Frente a los economistas neoclá‐<br />
sicos, convencidos de que los avances tecnológicos<br />
compensan la escasez de recursos a largo plazo y que<br />
los trabajos de la naturaleza pueden ser sustituidos<br />
por nuevas tecnologías, los economistas ecológicos<br />
asumen que los límites ecológicos y la escasez de re‐<br />
cursos son los aspectos críticos insalvables sobre los<br />
que debe girar la ciencia económica.<br />
La postura convencional de los economistas neo‐<br />
clásicos es que el crecimiento económico debe crear las<br />
condiciones para resolver las desigualdades. Sin em‐<br />
bargo, tras dos generaciones de crecimiento económi‐<br />
co, desde que los programas de desarrollo internacio‐<br />
nal fueran establecidos después de la Segunda Guerra<br />
Mundial, la desigualdad sigue aumentado.<br />
La economía convencional no puede determinar si<br />
una distribución de recursos es mejor que otra para las<br />
personas. No incluye criterios éticos. Si la sostenibili‐<br />
dad implica la redistribución intergeneracional e in‐<br />
trageneracional, se necesita de estos criterios éticos y<br />
de unas políticas profundamente democráticas.<br />
Seguir manteniendo el dinero como la única vara<br />
de medir y proponer la cura del crecimiento, no solu‐<br />
cionará el deterioro ambiental y social. Muy al contra‐<br />
rio, seguirá manteniendo ocultas las verdaderas cau‐<br />
sas de los riesgos ecológicos y las desigualdades entre<br />
los seres humanos, desviando la atención hacia un te‐<br />
rreno ignorante del funcionamiento de la naturaleza.<br />
En toda la literatura económica convencional no<br />
hay una sola mención a lo nocivo que es utilizar los re‐<br />
cursos naturales por encima de su capacidad de rege‐<br />
neración, o generar residuos más allá de la capacidad<br />
de absorción de los ecosistemas.<br />
Por el contrario, la economía ecológica propone<br />
atender a la realidad física antes que a unos <strong>número</strong>s<br />
(los económico‐monetarios) que no representan nada<br />
más que una parte reducida y distorsionada del cam‐<br />
po del valor.<br />
Las cuentas que realmente importan, y las que han<br />
de hacerse, son las relativas a la fotosíntesis, los bos‐<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 21 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 22 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ques, la calidad del aire, la disponibilidad de materia‐<br />
les organizados, la producción y mantenimiento de la<br />
biomasa, la cantidad de suelo fértil, etc.<br />
El nuevo paradigma económico rechaza reducir la<br />
complejidad de la experiencia a una sola dimensión<br />
cuantitativa y monetaria, pues la realidad es multidi‐<br />
mensional y sigue distintas lógicas según la dimensión<br />
que se examine.<br />
En cualquier caso a la hora de elegir dimensiones<br />
centrales para hacer las grandes cuentas, habrá que<br />
mirar antes la energía “retenida” en los enlaces del car‐<br />
bono, la huella ecológica o la biodiversidad que los in‐<br />
dicadores monetarios al uso.<br />
La economía ecológica no sólo replantea el concep‐<br />
to de riqueza, que podría consistir en la capacidad de<br />
una comunidad para mantener un medio vivo, sino<br />
que vuelve a poner sobre la mesa la discusión sobre las<br />
necesidades humanas, el problema de la distribución<br />
en un mundo de suma cero (o decreciente) y el acceso<br />
de las comunidades a los servicios de los ecosistemas.<br />
La economía para la sostenibilidad ha de recordar<br />
que el sistema económico es un subsistema de la bios‐<br />
fera y no al revés. Una nueva economía con los pies en<br />
la tierra habrá de plantearse cómo sobrevivir y vivir<br />
dignamente con una huella ecológica que pueda ser<br />
asumible por la biosfera.<br />
Qué plantea el pensamiento único sobre el siste‐<br />
ma económico<br />
‐ La naturaleza y los recursos naturales forman<br />
parte de un sistema económico más amplio. El<br />
objetivo de la sociedad es que la economía fun‐<br />
cione de forma eficiente.<br />
‐ El crecimiento es la máxima aspiración del siste‐<br />
ma económico, y es una condición necesaria pa‐<br />
ra la mejora social y ambiental.<br />
‐ Las economías más desarrolladas han sabido<br />
aprovechar los recursos naturales de forma más<br />
eficiente que aquellas no desarrolladas.<br />
‐ Todas las sociedades aspiran a ocupar los niveles<br />
más altos de desarrollo, es decir a crecer de for‐<br />
ma permanente y sostenida.<br />
‐ La búsqueda de beneficio económico es inheren‐<br />
te a cualquier actividad empresarial, y justifica la<br />
relación entre productor y consumidor.<br />
‐ Las mejoras tecnológicas reducen los daños am‐<br />
bientales y, al mismo tiempo, hacen que se pue‐<br />
da disponer de los recursos finitos de forma ili‐<br />
mitada.<br />
‐ La existencia de mercados facilita la conservación<br />
de los recursos naturales y hace posible la satis‐<br />
facción de las necesidades.<br />
Qué plantea la cultura de la sostenibilidad sobre<br />
la economía<br />
‐ La naturaleza y los recursos de la biosfera forman<br />
parte del sistema natural que hace posible las activi‐<br />
dades económicas.<br />
‐ El planeta Tierra es un sistema finito, con capacida‐<br />
des limitadas para generar recursos y absorber resi‐<br />
duos. La escala de la actividad económica cuenta.<br />
‐ Las actividades económicas llevan asociadas la gene‐<br />
ración de residuos no aprovechables, por lo que pro‐<br />
vocan incondicionalmente daños ambientales.<br />
‐ el crecimiento (monetario) no deber ser la máxima as‐<br />
piración del sistema económico, pues implica el au‐<br />
mento del uso de energía y materiales.<br />
‐ Crecimiento económico no es sinónimo de desarro‐<br />
llo. Una característica común de las economías que<br />
más han crecido es que consumen cantidades muy<br />
superiores de recursos y generan ingentes volúme‐<br />
nes de residuos.<br />
‐ No todas las sociedades aspiran a ocupar los niveles<br />
más altos de desarrollo, pero las denominadas “des‐<br />
arrolladas” pretenden que su modelo económico<br />
sea el único deseable.<br />
‐ Existen múltiples formas de organización social dis‐<br />
tintas de aquellas que buscan el beneficio económi‐<br />
co. El intercambio de bienes y servicios no tiene por<br />
qué estar guiado por el beneficio.<br />
‐ Las mejoras tecnológicas pueden reducir los daños<br />
ambientales, pero también pueden hacerlos crecer,<br />
pues lo cuenta es la cantidad de energía y materiales<br />
que finalmente son consumidas.<br />
‐ En la gestión de los recursos naturales debemos<br />
guiarnos por las leyes de la termodinámica antes<br />
que por las leyes económicas.<br />
‐En muchas ocasiones el crecimiento de los mercados<br />
es el resultado de la privatización de los recursos, li‐<br />
mitando su acceso a una parte reducida de los habi‐<br />
tantes de nuestro planeta. La privatización suele te‐<br />
ner por objetivo un beneficio económico y no la con‐<br />
servación de los recursos y servicios ambientales.
EL VIAJE PRODUCTIVO:<br />
LA PRÁCTICA SOCIAL DEL TURISMO<br />
1. Introducción: viaje y turismo<br />
¿Quién si no la aristocracia viajó antes del siglo XIX pa‐<br />
ra contemplar paisajes, monumentos o culturas por ra‐<br />
zones no relacionadas con el trabajo o los negocios? Los<br />
viajes eran difíciles, largos y peligrosos; a menudo la<br />
única forma de desplazarse era viajar con un ejército,<br />
no sólo por la protección sino porque los soldados<br />
construían caminos. ¿Era entonces una cuestión de osa‐<br />
día, propia de una estirpe social? Más bien no, se trata‐<br />
ba de ociosidad, porque de hecho no sólo viajaban los<br />
poderosos. “En los comienzos se viajaba por necesi‐<br />
dad, no por placer. Se viajaba para conquistar, obtener<br />
beneficios o salvar la vida cuando la gente se veía ame‐<br />
nazada. Los viajeros por definición eran soldados, co‐<br />
merciantes, mercaderes, diplomáticos, espías o bandi‐<br />
dos.” (Goldstone, 2003: 18). Los aventureros se acerca‐<br />
ron mucho a la idea del viaje por el viaje en sí mismo,<br />
pero fueran hombres o mujeres, ricos o pobres, solda‐<br />
dos o marineros, casi todos eran ajenos a la idea de con‐<br />
sumir experiencias sin un enfoque productivo hasta<br />
que los avances de la Revolución Industrial comenza‐<br />
ron a crear el caldo de cultivo propicio para ese fenó‐<br />
meno moderno llamado “tiempo de ocio”. No es nin‐<br />
guna coincidencia que hasta mediados del siglo XVIII,<br />
cuando comenzó a desarrollarse el concepto de turis‐<br />
mo que hoy conocemos, la edad de los descubrimien‐<br />
tos estuviera casi agotada. Más que para conquistar, el<br />
resto de la gente comenzó a viajar para ver cosas.<br />
Esa ampliación clasista del viaje supone el paso de<br />
la idea de desplazamiento y del romanticismo del via‐<br />
jero a una concepción comercial y mercantil de los<br />
mismos, creando empresas cuyo fin ya no radica ex‐<br />
clusivamente en el transporte sino también en la ocu‐<br />
pación publicitada del tiempo de ocio. Sólo así se en‐<br />
tiende que el desarrollo acelerado del turismo comen‐<br />
zara a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y para<br />
ello fue necesario que se constituyera una clientela al‐<br />
go más extensa, capaz de disponer de ahorros y exce‐<br />
dentes para dedicarse al ocio: la burguesía occidental.<br />
Por su parte, si en su tiempo libre el campesino había<br />
tenido tradicionalmente en la romería la única posibi‐<br />
CAPITALISTA<br />
por Mario Domínguez Sánchez<br />
El Bárbaro de ayer es el Turista de hoy (Mitford, 1959: 3)<br />
lidad de viaje, a fines del siglo XIX las alternativas de<br />
ocio de la clase trabajadora sólo existían los domingos<br />
y festivos bajo la forma de excursión. Situación que no<br />
cambiará hasta la década de 1930 en que la clase obre‐<br />
ra occidental conquiste las vacaciones pagadas y, con<br />
ello, el tiempo ocioso. Mientras tanto la realización<br />
práctica de los viajes se verá potenciada por el desarro‐<br />
llo del automóvil, aspecto que se añade a la interven‐<br />
ción publicitario‐propagandística de una prensa selec‐<br />
ta y especializada. Se comienzan a crear así las organi‐ 23ECOLOGISMO<br />
zaciones de grupos de posibles clientes y trabajadores<br />
para facilitar los viajes de los socios enmarcados en la<br />
dinámica de la “conquista del ocio”, entendido este úl‐ página<br />
timo como un elemento para restituir la personalidad<br />
10<br />
(en el sentido que supone la recuperación física, men‐<br />
tal o cultural) procurando un carácter político e ideo‐<br />
lógico a esta fase de la historia del turismo. Por último,<br />
cabe recordar que el paso hacia el turismo de masas es YOUKALI,<br />
algo más que el simple incremento de visitantes y sig‐<br />
nifica el aumento espectacular del volumen de servi‐<br />
cios y negocios de un mercado altamente capitalizado<br />
y un compromiso administrativo de gran alcance.<br />
En la actualidad, los viajeros van protegidos por un<br />
entorno tan seguro y programado que a menudo los 1885-477X<br />
aísla de aquello que desean encontrar. Y no obstante<br />
también constituyen un ejército, aunque de tipo distin‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 24 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
to. “Desde mediados del siglo XX los turistas reciben<br />
alabanzas por ser la infantería de la democracia, sólo<br />
porque pasan sus vacaciones en países que necesitan<br />
divisas fuertes” (íbid.: 19). Esto supone quizá la carac‐<br />
terística central del turismo de masas en las socieda‐<br />
des modernas, a saber, que gran parte de la población<br />
a lo largo de todo el año viajará a otro lugar para con‐<br />
templarlo y permanecer allí por razones ajenas al tra‐<br />
bajo o a enfoque productivo alguno. Ello indica que<br />
ahora el acto de viajar ocupa hasta el cuarenta por<br />
ciento del “tiempo libre” del que se dispone (Williams<br />
y Shaw, 1988). Además, si la gente no viaja pierde su<br />
estatus social: el viaje se convierte en el marcador, en‐<br />
tre otros, de dicho estatus. Es pues un elemento crucial<br />
de la vida moderna sentir que los viajes y las vacacio‐<br />
nes son actividades del todo necesarias. “Necesito<br />
unas vacaciones” supone el mejor reflejo de un discur‐<br />
so muy actual basado en la idea de que la salud física<br />
y mental se restaurará por sí misma si quien la emite<br />
puede acceder a “salir” de vez en cuando.<br />
Los turistas serían apenas viajantes si no existiera<br />
el conjunto de equipamientos y servicios turísticos. El<br />
turismo presupone la existencia de infraestructura tu‐<br />
rística (hoteles, restaurantes, carreteras, aeropuertos) y<br />
de atractivos, que sin la intervención de los planifica‐<br />
dores turísticos serían apenas recursos brutos. A su<br />
vez, los servicios turísticos no tienen mucha razón de<br />
ser sin un recurso apto para ser transformado en lo<br />
que técnicamente se llama “atracción turística” y sin<br />
turistas que lo visiten. Turistas, atracciones, recursos,<br />
servicios son interdependientes pero autónomos.<br />
Los viajes se han convertido, pues, en un elemento<br />
de la vida social, económica o psicológica de la socie‐<br />
dad generadora en que se inscriben, pero entran en<br />
juego nuevos elementos artificiales que convierten al<br />
turismo producto de ese acto de viajar en un objetivo<br />
en sí mismo, en un negocio englobado en una historia<br />
general del desarrollo económico occidental en la cual<br />
el ocio revierte en explotación industrial y adquiere<br />
una importancia económica y sociocultural considera‐<br />
ble para la economía de los países tanto emisores co‐<br />
mo receptores.<br />
“Grupos enormes de gentes de todo tipo se despla‐<br />
zan, convenientemente motivados y con una carga<br />
de expectativas más o menos homogénea, llegando<br />
a lugares donde hasta hace poco era insólito encon‐<br />
trar a un extranjero, a un individuo sin vinculación<br />
alguna con los moradores habituales del área. No<br />
son violentos ni indisciplinados, pero conquistan<br />
con el poder de su moneda y son esperados con an‐<br />
sia por gobiernos y administraciones sedientas de<br />
sanear sus economías” (Santana, 1997: 9‐10).<br />
El turismo, más que el mero desplazamiento ocioso de<br />
un componente importante de la población trasciende<br />
las naciones que lo originan, a las que lo reciben y a su<br />
propio proceso de desarrollo, implicando territorios,<br />
economías, identidades y culturas, afectando a proce‐<br />
sos de sostenibilidad, conservación y generación del<br />
patrimonio y transformación de la totalidad del espa‐<br />
cio geográfico, humano y de la totalidad de ecosiste‐<br />
mas. Por todo ello constituye un magnífico ejemplo de<br />
las transformaciones que el capitalismo ha realizado<br />
en los últimos doscientos años, incluidas las me‐<br />
dioambientales.<br />
2. El turismo como actividad social y económica<br />
El turismo, la gestión vacacional y los viajes constitu‐<br />
yen un fenómeno social importante que no todos los<br />
analistas han considerado con detenimiento. La con‐<br />
junción de tales vectores presupone un sistema de ac‐<br />
tividades sociales y signos que obliga a localizar las<br />
prácticas turísticas no tanto en términos de ciertas ca‐<br />
racterísticas intrínsecas, sino a través de los contrastes<br />
implícitos con las prácticas sociales no turísticas, espe‐<br />
cialmente aquellas basadas en el hogar y el trabajo re‐<br />
munerado. Aunque siempre es preciso insistir en las<br />
variaciones históricas y sociológicas, hay que subrayar<br />
una serie de características que configuran el mínimo<br />
común de las prácticas sociales que entendemos como<br />
turismo (Urry, 1990: 2 y ss.; Culler, 1981: 127 y ss.;<br />
Campbell, 1987).<br />
1. El turismo es una actividad de ocio que presupone<br />
su opuesto, es decir, el carácter regulado y organi‐<br />
zado del trabajo. Es una manifestación de cómo el<br />
trabajo y el ocio están organizados y regulados co‐<br />
mo esferas separadas de la práctica social en las so‐<br />
ciedades modernas. De hecho actuar en calidad de<br />
turista es una de las características que definen al<br />
sujeto “moderno” y además está ligado a grandes<br />
transformaciones en el trabajo remunerado, a su<br />
organización en lugares específicos y durante perí‐<br />
odos de tiempo regularizado.
2. Las interacciones turísticas surgen de un movimien‐<br />
to de personas hacia, y en relación a, su estancia en<br />
diferentes destinos. Esto implica necesariamente<br />
un cierto movimiento a través del espacio, que es el<br />
viaje, y un período de estancia en un nuevo lugar o<br />
lugares.<br />
3. El viaje y la estancia suponen sitios que están fuera<br />
de los lugares habituales de residencia y trabajo.<br />
Los períodos de residencia en otros lugares son de<br />
una naturaleza de corto plazo y temporales. Hay<br />
una clara intención de vuelta a “casa” en un plazo<br />
relativamente corto de tiempo.<br />
4. En el caso de los turistas, los lugares turísticos son<br />
para fines que no están directamente relacionados<br />
con el trabajo remunerado y por lo común ofrecen<br />
variados contrastes con los lugares de trabajo.<br />
5. Una parte importante de la población de las socieda‐<br />
des modernas se dedica a las prácticas turísticas; se<br />
desarrollan nuevas formas de socialización de la<br />
oferta con el fin de hacer frente al carácter masivo<br />
de la presencia de turistas (en comparación con el<br />
carácter individual del “viaje”).<br />
6. Que haya lugares elegidos para ser visitados supo‐<br />
ne que existe una anticipación, especialmente a tra‐<br />
vés del ensueño y la fantasía, de placeres intensos,<br />
ya sea en una escala diferente o que involucre sen‐<br />
tidos diferentes de los habitualmente utilizados.<br />
Tal anticipación se ve construida y sostenida a tra‐<br />
vés de una variedad de prácticas no turísticas, co‐<br />
mo cine, televisión, literatura, revistas, videojue‐<br />
gos, discos, y vídeos, que construyen y refuerzan<br />
esa comprensión.<br />
7. La actividad del turista se dirige a las características<br />
del paisaje natural, rural y urbano que le separan<br />
de la experiencia cotidiana. Estos aspectos del pai‐<br />
saje se perciben porque en cierto sentido se ven<br />
desplazadas a un territorio fuera de lo común. La<br />
percepción de lugares de interés turístico a menu‐<br />
do implica establecer diferentes formas de los pa‐<br />
trones sociales que se encuentran en la vida coti‐<br />
diana, con una sensibilidad mucho mayor a los ele‐<br />
mentos visuales del paisaje o del paisaje urbano.<br />
Las personas permanecen en esa actitud que luego<br />
se objetiva o captura a través de fotografías, posta‐<br />
les, películas, objetos, etc., los cuales permiten evo‐<br />
car la práctica y reproducir sin cesar esa percep‐<br />
ción.<br />
8. La percepción se construye a través de signos y el tu‐<br />
rismo implica la recogida de los signos. Como<br />
Culler (1981) afirma, el turista se interesa por todo<br />
como un signo de sí mismo conformando un ejér‐<br />
cito anónimo de semiólogos desplegado por todo<br />
el mundo.<br />
9. Una serie de profesionales del desarrollo del turis‐<br />
mo tratan de reproducir objetos siempre renova‐<br />
dos a la actividad turística, objetos que se estructu‐<br />
ran en una jerarquía compleja y cambiante. Esto de‐<br />
pende de la interacción entre, por un lado, la com‐<br />
petencia entre los intereses involucrados en la pres‐<br />
tación de tales objetos y, por otro lado, el cambio de<br />
clase, género, diferencias generacionales, y del gus‐<br />
to de la población potencial de los visitantes.<br />
10. La internacionalización del turismo significa que no<br />
se pueden explicar los patrones turísticos de cual‐<br />
quier sociedad particular sin analizar los aconteci‐<br />
mientos que tenían lugar en otros países. La inter‐<br />
nacionalización del turismo, especialmente en<br />
Europa, significa que todos los sitios turísticos se<br />
pueden comparar con otros equivalentes situados<br />
en el extranjero; así que cuando la gente visita algún<br />
lugar de su propio país está implicando en efecto la<br />
elección de no visitar un sitio en el extranjero (Urry,<br />
1990). O dicho de otra forma, la internacionaliza‐<br />
ción del turismo significa que todos los objetos po‐<br />
sibles que puede abarcar la actividad turística se<br />
pueden encontrar ordenados en una escala, y por<br />
tanto pueden ser comparados con los demás.<br />
La relevancia de esto puede verse en la importancia<br />
económica del turismo entendido como industria del<br />
ocio. En la actualidad el turismo es el mayor negocio<br />
que existe. Algunas cifras indican que desde 1945 los<br />
gastos en viajes han aumentado a un ritmo el doble de<br />
rápido que el del PIB en los países ricos. Estos países<br />
con menos del 25% de la población mundial propor‐<br />
cionan casi el 85% de los turistas que crecieron de 69<br />
millones en 1960 a 537’4 en 1994, cifra que se duplica<br />
en la primera década del siglo XXI.<br />
También cabe mencionar su componente geopolí‐<br />
tico. En las campañas publicitarias que reemplazaron<br />
a las campañas militares tras el fin de la Guerra Fría,<br />
muchos de los grandes problemas que padecían los<br />
países en desarrollo fueron ingeniosamente reelabora‐<br />
dos para vender productos como los “viajes de aven‐<br />
tura” o el “turismo cultural” en una oferta dirigida al<br />
mercado emergente de la generación de 1950 y 1960.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 25 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 26 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Teniendo en cuenta que muchos países adoptaban<br />
medidas proteccionistas ante las importaciones bara‐<br />
tas procedentes de los países en desarrollo, y que el tu‐<br />
rismo generaba divisas que a su vez podían utilizarse<br />
para pagar la deuda externa, el Banco Mundial se pro‐<br />
puso fomentar su expansión entre otras cosas como<br />
medio para mejorar los desequilibrios de empleo e in‐<br />
gresos entre las áreas rurales y las urbanas. A finales<br />
de la década de 1960 se forma un departamento del<br />
Banco Mundial especializado en préstamos para pro‐<br />
yectos turísticos y preservación de monumentos, que<br />
comenzó a financiar determinadas áreas que luego se<br />
han convertido en enclaves fundamentales del turis‐<br />
mo actual como Bali u otros lugares de Turquía y<br />
Amé rica Latina.<br />
El núcleo del sistema turístico mundial se encuen‐<br />
tra en los grandes países emisores de turistas. Su im‐<br />
pacto es de lejos el área temática más intensamente in‐<br />
vestigado dentro de la sociología del turismo. En efec‐<br />
to, la mayor parte de los estudios tratan el impacto en<br />
la comunidad o la sociedad de acogida, pero el efecto<br />
sobre el país de origen de los turistas se descuida.<br />
Además el turismo a menudo se convierte en una<br />
fuente importante de ingresos gubernamentales, por<br />
lo que muchos gobiernos y administraciones locales<br />
están dispuestos a alentar a su rápido desarrollo. Sin<br />
embargo, los efectos económicos positivos del turismo<br />
con frecuencia caen significativamente por debajo de<br />
las expectativas o predicciones.<br />
Además, el turismo genera o refuerza las tenden‐<br />
cias inflacionistas y supone una presión sobre recursos<br />
cuya oferta es inelástica, especialmente algunos tipos<br />
de alimentos y del territorio sobre el que dicha indus‐<br />
tria se asienta. Así, mientras que el turismo beneficia<br />
con frecuencia a las minorías locales que participan di‐<br />
rectamente de dicha industria, puede causar dificulta‐<br />
des para el resto de la población. Por otra parte, el des‐<br />
arrollo de una industria turística a menudo implica la<br />
penetración de intereses financieros procedentes del<br />
exterior de la comunidad en que se asientan, ya sean<br />
extranjeros o nacionales. Este proceso a menudo con‐<br />
duce a una pérdida de control local sobre la propia in‐<br />
dustria turística.<br />
Más allá de estos puntos de acuerdo general, los re‐<br />
sultados varían mucho. El turismo genera los efectos<br />
más graves de dislocación a cambio de la obtención de<br />
unos beneficios relativamente pequeños destinados a<br />
una minoría local, mientras que los beneficios son mu‐<br />
cho mayores para los grandes inversores gracias a las<br />
economías de escala, la rápida introducción de insta‐<br />
laciones de alto nivel. El resultado es entonces la de‐<br />
pendencia en lugar del desarrollo. En tales condicio‐<br />
nes, el crecimiento desproporcionado del sector turís‐<br />
tico no genera vínculos con otros sectores locales des‐<br />
plegados por el territorio, en particular con la agricul‐<br />
tura, sino que provoca trastornos, institucionalizándo‐<br />
se así un subdesarrollo estructural.<br />
Sin dejar de considerarlo dentro del circuito pro‐<br />
ductivo, Campbell (1987) plantea una perspicaz refle‐<br />
xión relacionada con el carácter del consumo como tal.<br />
Afirma que ciertas actividades propias del turismo,<br />
como el “soñar despierto” y la anticipación, constitu‐<br />
yen los procesos fundamentales para el consumismo<br />
moderno. Los individuos no buscan la satisfacción de<br />
los productos, de su selección en sí, de su compra y<br />
uso. La satisfacción se deriva más bien de la anticipa‐<br />
ción, de la búsqueda imaginaria del placer. La motiva‐<br />
ción básica para el consumo no es por tanto simple‐<br />
mente materialista; estriba en tratar de experimentar<br />
“en realidad” los dramas placenteros que ya han expe‐<br />
rimentado en su imaginación. Sin embargo la “reali‐<br />
dad” no puede proporcionar los perfectos placeres en‐<br />
contrados en los sueños o en la imaginación, de modo<br />
que cada compra lleva aparejada la desilusión y la<br />
nostalgia de los productos siempre nuevos: existe un<br />
componente dialéctico entre la novedad y la insaciabi‐<br />
lidad en el corazón del consumismo contemporáneo.<br />
Campbell considera el “hedonismo imaginativo” co‐<br />
mo una característica relativamente autónoma de las<br />
sociedades modernas, separada de la planificación<br />
institucional como la publicidad o de determinados<br />
modos de distinción social. No obstante, es difícil ima‐<br />
ginar la naturaleza del turismo contemporáneo sin ver<br />
cómo esta actividad se construye en nuestra imagina‐<br />
ción a través de la publicidad y los medios de comu‐<br />
nicación, o a través de la competencia consciente entre<br />
los diferentes grupos sociales. Si Campbell tiene razón<br />
al argumentar que el consumismo contemporáneo<br />
implica imaginar la búsqueda del placer, el turismo se‐<br />
ría sin duda el caso paradigmático. Pero aunque en<br />
cierta medida el turismo necesariamente implica so‐<br />
ñar despierto y anticipar nuevas experiencias ‐o al me‐<br />
nos que sean diferentes de las que se encuentran en la<br />
vida cotidiana‐ cabe certificar que tales sueños no son<br />
autónomos, sino que están influidos por la publicidad<br />
y otros conjuntos de signos generados por los media,
muchos de los cuales se refieren a complejos procesos<br />
de distinción social.<br />
3. El análisis del fenómeno<br />
según las ciencias sociales<br />
Tras la Segunda Guerra Mundial y en el marco del<br />
desarrollismo capitalista los estudios se orientaban a la<br />
defensa del turismo como un ejemplar polo de des‐<br />
arrollo estructural. Se sucedieron múltiples investiga‐<br />
ciones que demostraban ante todo los efectos benefi‐<br />
ciosos del turismo en la sociedad, en especial los rela‐<br />
cionados con el turismo de masas. Durante el auge de<br />
esta modalidad y debido a la generalización de la cre‐<br />
encia de que el turismo podía transformar drástica‐<br />
mente el escenario económico en los países más desfa‐<br />
vorecidos, la tendencia fue la de explotar todos los re‐<br />
cursos, sean naturales, culturales o históricos de la for‐<br />
ma más lucrativa posible: suponen la denominada<br />
“plataforma de defensa”. Poco después se asiste a una<br />
nueva orientación, ya que los estudios sociológicos y<br />
antropológicos realizados alrededor de 1960 versaron<br />
en su mayoría sobre los efectos negativos del turismo.<br />
Constituyen la llamada “plataforma de advertencia”<br />
en la cual también se encuentran geógrafos y biólogos.<br />
En 1979 el sociólogo holandés Emanuel de Kadt inau‐<br />
guró en tal sentido una polémica que sacudiría los ci‐<br />
mientos de las convicciones del crecimiento económi‐<br />
co a través del turismo, apuntando los problemas oca‐<br />
sionados en las culturas receptoras.<br />
Steil (2002: 69) advierte la diferencia entre los estu‐<br />
dios sociológicos y los antropológicos, mostrando que<br />
los primeros se orientaban en su origen a definir las<br />
motivaciones de carácter funcional y estructural que<br />
dieron lugar a la actividad turística, mientras que los<br />
estudios antropológicos tienen como marca distintiva<br />
la preocupación de estudiar de qué modo las poblacio‐<br />
nes locales se van a integrar con esta actividad. Para es‐<br />
te autor, van a ser los estudios antropológicos los que<br />
van a llenar el vacío entre las plataformas de defensa y<br />
advertencia. Un autor como Picornell (1993) resume el<br />
estado de la cuestión de los estudios de los impactos<br />
de turismo en la década de 1980, mencionando, ade‐<br />
más de sus investigaciones, las de Mathieson y Wall,<br />
McIntosh y Goeldner, Turner y Ash. Mathieson y Wall<br />
(1988) identifican impactos económicos, sociales y am‐<br />
bientales, dejando claro que el nivel de estos impactos<br />
va a depender de varios factores, entre ellos el nivel de<br />
desarrollo del área de destino. Picornell afirma que el<br />
turismo afecta la forma de vida, los sistemas de valo‐<br />
res, el comportamiento individual, las relaciones fami‐<br />
liares, los estilos de vida colectivos, los niveles de segu‐<br />
ridad, la conducta moral y política, las expresiones cre‐<br />
ativas y la cultura tradicional, entre otras cosas y agre‐<br />
ga que la mayoría de los estudios que analizan el im‐<br />
pacto socio‐cultural lo hacen desde una óptica negati‐<br />
va. McIntosh y Goeldner (1986, apud Picornell) por su<br />
parte atribuyen los siguientes efectos negativos al tu‐<br />
rismo: efecto demostración, introducción de prostitu‐<br />
ción, drogas, juego, inseguridad, xenofobia, racismo,<br />
desarrollo de actitudes serviles, trivialización de pro‐ CAPITALISTA<br />
ductos artesanales, transformación de la cultura local<br />
en entretenimiento para los turistas, marginación de la<br />
población autóctona. También lo que ha sido observa‐<br />
do por los investigadores es que el turismo reduce las<br />
poblaciones y su cultura a objetos de consumo, lo que<br />
ocasiona desajustes en la sociedad receptora. Hay li‐<br />
bros que pueden ser considerados clásicos del tema,<br />
como La Horda Dorada, de Turner y Ash (1991), donde<br />
los turistas son comparados con las hordas invasoras<br />
de antaño, que van destruyéndolo todo. Del lado de<br />
los beneficios, ventajas sólo para el turista.<br />
En esta tónica, Erisman (1983) verifica que la de‐<br />
pendencia económica del turismo reprodujo las rela‐<br />
ciones existentes durante la época colonial, llevando a<br />
una dependencia política y cultural. Los habitantes lo‐<br />
cales pasaron a hacer todo lo que se esperaba de ellos<br />
para que agradasen al tipo de turistas que querían ver<br />
reproducida la supuesta sociedad local cuando esta‐<br />
ban de vacaciones. Crick (1992) a su vez, estudiando<br />
los efectos del turismo en varios países del Sur global<br />
verifica, entre otras cosas, que el turismo introduce la<br />
cultura del desperdicio en sociedades de escasez. De<br />
Vries (1992) comprueba en las Antillas los problemas<br />
derivados de la venta de tierras destinadas a plantar<br />
alimentos desencadenando una cultura migratoria en‐<br />
tre los jóvenes del campo. La sensación general en to‐<br />
dos estos estudios es la de una acusación: la industria<br />
del turismo sería una actividad de fuerte depredación<br />
territorial que además desarticula la estructura social,<br />
territorial y administrativa. Las formas tradicionales<br />
de producción, la pesca, la agricultura y la producción<br />
cultural artesanal relacionadas con ellas desaparecie‐<br />
ron cuando el turismo pasó a considerarse un factor de<br />
progreso por la sociedad local y la tierra cambió de<br />
significado para ocupar el lugar del capital dentro de 27ECOLOGISMO<br />
los factores de producción.<br />
Algunos modelos de análisis página<br />
Aunque el enfoque de las investigaciones siga estando<br />
10<br />
en la diversidad y la diferencia cultural, no basta con<br />
explicar el funcionamiento y la estructura; hace falta<br />
establecer modelos (Santana, 1997: 149 y ss.). El turis‐ YOUKALI,<br />
mo es un fenómeno social que actualmente abarca el<br />
mundo entero desde el punto de vista geográfico y to‐<br />
dos los estratos y grupos sociales. Abarca el mundo<br />
entero porque, a raíz del proceso de internacionaliza‐<br />
ción de las economías y de la cultura, así como de la<br />
mejoría de los medios de comunicación y transporte, y 1885-477X<br />
del carácter expansivo de esta peculiar industria capi‐<br />
talista, son muy pocos los lugares que no reciben turis‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 28 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
tas. Abarca todos los estratos y grupos sociales no por‐<br />
que todos puedan ser algún día turistas, como dan a<br />
entender muchas publicaciones, sino porque el fenó‐<br />
meno turístico alcanza, de alguna manera, también a<br />
los que no lo practican. Aquello que en economía se<br />
llama “efecto multiplicador del turismo”, que consiste<br />
en un modelo teórico de distribución de la renta turís‐<br />
tica de un país entre los diferentes sectores de su eco‐<br />
nomía (Barretto, 2007), tiene su equivalente en la socie‐<br />
dad a modo de un “efecto cascada”, figura que reme‐<br />
mora la imagen de cambio de niveles y de dispersión.<br />
Pero, a pesar de que algunos de los aspectos de la<br />
planificación turística pueden teorizarse con el mode‐<br />
lo sistémico (input‐proceso‐output‐retroalimentación)<br />
el turismo como un todo puede ser mejor entendido si<br />
se lo piensa como una estructura rizomática, aplican‐<br />
do la propuesta de Deleuze y Guattari (1972) quienes<br />
aplican a las ciencias sociales algunos principios del ri‐<br />
zoma: conexión, heterogeneidad, multiplicidad y rup‐<br />
tura no significativa. El rizoma está interconectado,<br />
pero no de forma homogénea siguiendo un modelo;<br />
las conexiones son múltiples e imprevisibles y cual‐<br />
quier parte puede ser cortada sin que afecte al todo, y<br />
al mismo tiempo sin que esta conexión sea afectada<br />
significativamente, una vez que puede generar su pro‐<br />
pia red. El rizoma no puede ser explicado a través de<br />
modelos preestablecidos, porque nunca se sabe cómo<br />
va a evolucionar, cómo se va a extender y reproducir.<br />
Por otra parte, no se reproduce como una copia fiel;<br />
nunca una parte generada a partir de una raíz será<br />
igual a la otra. Estas características y propiedades del<br />
rizoma parecerían ajustarse más al fenómeno turístico<br />
que los modelos estructurales, puesto que el turismo<br />
es un fenómeno que crece y se expande de forma bas‐<br />
tante incontrolable e imprevisible a través del tiempo<br />
y del espacio. En cada momento y lugar en que se pro‐<br />
duce dicho fenómeno se generan una serie de relacio‐<br />
nes que siempre son de algún modo diferentes y nun‐<br />
ca del todo previsibles: las situaciones no se reprodu‐<br />
cen, ni siquiera en el turismo “de masa” caracterizado<br />
por su fidelidad a ciertos modelos estandarizados de<br />
comportamiento.<br />
Los esfuerzos de los investigadores sociales sobre<br />
este fenómeno pueden sintetizarse en dos líneas que<br />
comportan por un lado el esfuerzo de esbozar las di‐<br />
mensiones económicas, sociales y culturales de la so‐<br />
ciedad en estudio, dibujando una imagen holística de<br />
dicha sociedad antes de la transición; y por otro lado,<br />
la necesidad de relacionar la dinámica de la sociedad<br />
anfitriona con una tipología concreta del turismo que<br />
se desarrolla en ese contexto. Son este tipo de trabajos<br />
los que más analizan los tipos específicos de impacto<br />
a diferencia de otros, partiendo de que el turismo pue‐<br />
de desarrollarse de muy diversas maneras y que pro‐<br />
cesos parecidos pueden dar lugar a muy diferentes<br />
impactos cuando los contextos son diferentes. Así, a<br />
diferencia del estudio de sectores como la agricultura<br />
o la industria donde se busca el establecimiento de<br />
modelos generales de desarrollo, para el turismo no se<br />
puede establecer un sólo tipo de modelo. Estas carac‐<br />
terísticas evasivas y que no obstante lo identifican y ca‐<br />
racterizan serían las siguientes (Pearce, 1986):<br />
a) El turismo es una industria invisible de exportación<br />
altamente inestable, estacional y, como producto,<br />
no almacenable.<br />
b) Es un producto fragmentado, integrado con y direc‐<br />
tamente afectado por otros sectores de la econo‐<br />
mía.<br />
c) Implica directamente tiempo de ocio, hecho que<br />
crea grandes diferencias entre el sujeto de la activi‐<br />
dad y el “anfitrión”, estando además marcadas sus<br />
relaciones por su carácter transitorio y desigual.<br />
d) La naturaleza estacional del turismo tiende a ser<br />
más desorganizadora que la mayoría de las activi‐<br />
dades constantes, creando fluctuaciones en el em‐<br />
pleo y exacerbando la tensión que existe entre los<br />
grupos anfitrión‐anfitrión y anfitrión‐huésped.<br />
e) El turismo tiene unos beneficios y unos costos elás‐<br />
ticos, pero siempre las señales externas de su des‐<br />
arrollo serán más manifiestas que los debidos a<br />
otras fuentes de ingresos y gastos.<br />
Las aproximaciones pesimistas al turismo parten<br />
de la premisa de que lleva aparejado un modelo cerra‐<br />
do que lo equipara a las formas históricas del colonia‐<br />
lismo y la dependencia económica, perpetuando las<br />
desigualdades existentes. El turismo de este modo pa‐<br />
rece exacerbar la división existente en las comunida‐<br />
des puesto que a tales diferencias se suman las produ‐<br />
cidas por las estrategias de desarrollo de las diversas<br />
unidades productivas propias del lugar escogido co‐<br />
mo destino turístico. Hay pues una gran variedad de<br />
costes físicos y sociales no cuantificados que pueden<br />
ser de suficiente magnitud para aportar argumentos<br />
en contra de esa expansión.
4. Motivaciones, interacciones e impactos<br />
El turismo internacional se convirtió en un importan‐<br />
te fenómeno moderno de masas después de la<br />
Segunda Guerra Mundial una vez que abarca prácti‐<br />
camente a todas las clases sociales en los países indus‐<br />
trializados occidentales. Esta expansión fue posible<br />
gracias al aumento del nivel de vida y el acortamiento<br />
de los años de trabajo, que se vieron acompañados por<br />
las vacaciones pagadas de todos los asalariados y una<br />
rápida mejora en los medios de transporte. A estos fac‐<br />
tores mayores hay que añadir la motivación para via‐<br />
jar. MacCannell (1999) concibe el turismo como el<br />
equivalente moderno de la peregrinación religiosa: los<br />
dos son homólogos en que ambos suponen la búsque‐<br />
da de experiencias auténticas. Así, la búsqueda mo‐<br />
derna de autenticidad sería similar a la preocupación<br />
por lo sagrado en las sociedades primitivas, por cuan‐<br />
to ambas tienen de búsqueda religiosa de la realidad<br />
última. Sin embargo, debido a la superficialidad y fal‐<br />
ta de autenticidad de la vida actual y la alienación del<br />
ser humano, se tiende a creer que la realidad y la au‐<br />
tenticidad tienen que estar en otra parte: en otras épo‐<br />
cas y otras culturas, en el más puro y más simple esti‐<br />
lo de vida. La búsqueda de la autenticidad, concluye<br />
MacCannell, es lo que induce a masas enteras de occi‐<br />
dentales a convertirse en turistas modernos.<br />
Esta idea seminal se combina con otra: hacer turis‐<br />
mo sería un ritual destinado a establecer criterios de<br />
diferenciación dentro de la sociedad emisora. Dicha<br />
diferenciación se simboliza en la variedad de atraccio‐<br />
nes que conforman el equivalente moderno de los sím‐<br />
bolos totémicos indiferenciados de las sociedades más<br />
sencillas. A pesar de que las atracciones son expresio‐<br />
nes posibles de autenticidad, no todas ellas son igual‐<br />
mente auténticas. De hecho se requiere un esfuerzo<br />
suplementario para establecer su autenticidad con lo<br />
que se logra subvertir, de modo subrepticio a la vez<br />
que paradójico, el esfuerzo de los turistas: buscar lo<br />
auténtico se convierte en buscar lo autentificado.<br />
Siguiendo esta línea, Sutton (1967) inició el análisis del<br />
carácter distintivo de la interacción turista‐anfitrión,<br />
caracterizándolo como una serie de encuentros entre<br />
los visitantes que se desplazan para disfrutar y los re‐<br />
sidentes que son relativamente fijos y cuya función es CAPITALISTA<br />
atender a las necesidades y deseos de tales visitantes.<br />
Estos encuentros son en lo esencial transitorios, no re‐<br />
petitivos y asimétricos; en ellos los participantes se<br />
orientan hacia el logro de la satisfacción inmediata en<br />
lugar de mantener una relación continua. Estos rasgos<br />
básicos del “encuentro” se han ampliado aún más en<br />
la investigación posterior (véase por ejemplo van den<br />
Berghe, 1980). Debido a la naturaleza transitoria y no<br />
repetitiva de la relación, los participantes no han de te‐<br />
ner en cuenta los efectos que sus acciones presentes<br />
tendrán en la relación futura, por lo que no hay ni una<br />
necesidad sentida ni una oportunidad para crear con‐<br />
fianza mutua. En consecuencia, como las relaciones es‐<br />
tán especialmente abiertas al engaño, la explotación, la<br />
desconfianza y la asimetría de la relación así como la<br />
búsqueda de gratificación inmediata componen estas<br />
posibilidades. De este modo, turistas y anfitriones<br />
pueden escapar a las consecuencias de la hostilidad y<br />
la deshonestidad, por más paradójico que pueda pare‐<br />
cer: sin confianza y en una manifiesta relación asimé‐<br />
trica, el “contrato” de interacción queda claro para am‐<br />
bas partes.<br />
Los impactos socioculturales del turismo son nu‐<br />
merosos y variados. La mayoría de ellos puede clasifi‐<br />
carse en uno de los siguientes aspectos: la participa‐<br />
ción comunitaria en marcos más amplios, la naturale‐<br />
za de las relaciones interpersonales, las bases de la or‐<br />
ganización social, el ritmo de la vida social, la migra‐<br />
ción, la división del trabajo, la estratificación, la distri‐<br />
bución del poder, la desviación, las costumbres y las<br />
artes. No podemos dar cuenta en un artículo de todos<br />
y cada uno de ellos. Baste saber que el impacto del tu‐<br />
rismo sobre la base de la organización social, particu‐<br />
larmente en las sociedades “simples” y “tradiciona‐<br />
les”, consiste en una ampliación del ámbito de la eco‐ 29ECOLOGISMO<br />
nomía: algunos aspectos de la vida que no se regían<br />
principalmente por criterios económicos se comercia‐<br />
lizan o se mercantilizan. Por otra parte, las considera‐ página<br />
ciones sociales en torno al beneficio económico alcan‐<br />
zan un lugar más destacado en las actitudes locales y<br />
10<br />
en las relaciones, no sólo en su trato con los turistas, si‐<br />
no también entre la población local.<br />
Muchos investigadores han observado el impacto YOUKALI,<br />
que el turismo tiene en el ritmo de la vida social. El tu‐<br />
rismo es una actividad altamente estacional que afec‐<br />
ta drásticamente la forma tradicional de vida en las co‐<br />
munidades agrícolas. También cambia el reparto dia‐<br />
rio de tiempo entre el trabajo y el ocio para los emple‐<br />
ados en la industria turística, lo que puede, a su vez, 1885-477X<br />
afectar la vida familiar. Uno de sus efectos más ubi‐<br />
cuos es su impacto sobre la división del trabajo, en ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 30 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
particular entre los géneros. Mediante la creación de<br />
nuevos tipos de empleo, el turismo se apoya de forma<br />
diferencial en ciertos segmentos de la fuerza laboral de<br />
la población tanto local como general, específicamen‐<br />
te en las mujeres jóvenes que encuentran un tipo de<br />
empleo asalariado, ya sea en servicios turísticos direc‐<br />
tos (como hoteles), en la producción de artesanías y<br />
otras mercancías; o de forma violentada en la prostitu‐<br />
ción a través del prolífico turismo sexual. Este cambio,<br />
a su vez, no sólo afecta a la división del trabajo dentro<br />
del hogar, sino también a la situación de las mujeres<br />
respecto a sus familias y maridos, y al control de los<br />
padres sobre las hijas. En ocasiones da lugar a un au‐<br />
mento del conflicto dentro de la familia y la comuni‐<br />
dad.<br />
El impacto del turismo sobre la estratificación ha<br />
sido señalado también por varios investigadores, pero<br />
las cuestiones en juego no siempre se han distinguido<br />
analíticamente. El turismo promueve un cierto cambio<br />
en los criterios de estratificación: al poner mayor énfa‐<br />
sis en el ámbito económico, aumenta el valor del dine‐<br />
ro como criterio de estratificación frente a los criterios<br />
tradicionales tales como el origen de una persona o el<br />
estatus heredado, y por ello lleva a cabo una transfor‐<br />
mación del sistema estratificacional existente. No obs‐<br />
tante, el impacto más general que tiene en la estratifi‐<br />
cación estriba en que aumenta las desigualdades so‐<br />
ciales y por tanto amplía la duración del sistema local<br />
de clases. Este cambio refleja tanto la mayor división<br />
del trabajo generado por el turismo así como la distri‐<br />
bución desigual de los beneficios que generalmente lo<br />
acompañan. Por otra parte, aun cuando sus conse‐<br />
cuencias son menos profundas, crea nuevos estratos<br />
sociales, en particular las eufemísticamente denomi‐<br />
nadas clases medias, producto de la salarización y del<br />
contacto con divisas fuertes.<br />
El turismo no es un mecanismo particularmente<br />
eficaz de la movilidad social: mientras que algunos in‐<br />
dividuos se pueden beneficiar en gran medida de él,<br />
existen pocas posibilidades de ascenso debido a la pe‐<br />
culiar estructura del empleo, el rango y cualificación<br />
de los y las empleados/as en dicha industria con una<br />
amplia base de trabajadores/as no calificados y semi‐<br />
cualificados y niveles superiores exiguos. Por otra par‐<br />
te, en las zonas poco desarrolladas estos niveles tien‐<br />
den a ser ocupados por extranjeros, en detrimento de<br />
los empleados locales. Cabe sin embargo reconocer<br />
que el turismo puede fomentar nuevas actividades<br />
económicas en los servicios auxiliares y complementa‐<br />
rios y por lo tanto de crear indirectamente nuevas<br />
oportunidades de movilidad económica entre los resi‐<br />
dentes.<br />
Hay pues complejas relaciones entre los turistas y<br />
las poblaciones locales de los lugares en que aquellos<br />
recalan. A fin de cuentas, la artificialidad que resulta<br />
de muchas atracciones turísticas es producto de las ca‐<br />
racterísticas particulares de las relaciones sociales que<br />
vienen a establecerse entre “anfitriones” y “clientes”<br />
de tales lugares y que según Smith (1978) vendrían de‐<br />
terminadas por los siguientes factores:<br />
1. El <strong>número</strong> de turistas que visitan un lugar en rela‐<br />
ción con el tamaño de la población de acogida y la<br />
escala de los objetos que se contemplan. Basta con<br />
comparar en este sentido el efecto sobre lugares<br />
restringidos y no obstante masificados (una ciudad<br />
como Venecia).<br />
2. El objetivo predominante de la actividad turística,<br />
ya se trate de un paisaje, un paisaje urbano, un gru‐<br />
po étnico, un estilo de vida, monumentos históri‐<br />
cos, lugares de recreo, o el típico paquete “playa,<br />
sol y mar”. Las actividades turísticas que implican<br />
la interacción con objetos físicos o paisajes son cla‐<br />
ramente menos intrusivas que las que implican la<br />
interacción con individuos y grupos. En este últi‐<br />
mo caso, se puede producir incluso cierta tensión<br />
social, a no ser que ciertos aspectos de la práctica<br />
ya estén asumidos por ambas partes.<br />
3. El carácter de la actividad de los participantes y el<br />
resultado espacial y temporal del “paquete” de vi‐<br />
sitantes. Desde lo instantáneo de una visita para fo‐<br />
tografiar algo, a la búsqueda de una experiencia<br />
que requiere una inmersión más larga y más “pro‐<br />
funda”, y por ello mismo mucho más intrusiva.<br />
4. La organización de la industria que se desarrolla al<br />
servicio de la masa turística: si es privada o públi‐<br />
ca y el modo como ha sido financiada; si es de pro‐<br />
piedad local o implica importantes intereses en el<br />
extranjero, si el capital en cuestión es pequeño o a<br />
gran escala, y si hay conflictos entre la población<br />
local y la industria turística emergente. Estos con‐<br />
flictos pueden ocurrir alrededor de muchos temas:<br />
la conservación frente al desarrollo comercial, los<br />
salarios que se pagan a los empleados locales, los<br />
efectos del desarrollo sobre las costumbres y la vi‐<br />
da familiar, la homogeneización de los productos<br />
de la artesanía local, y la forma de compensar la es‐<br />
tacionalidad del trabajo turístico.<br />
5. Los efectos del turismo sobre las actividades pree‐<br />
xistentes, agrícolas e industriales. Estos pueden ir<br />
desde la destrucción de esas actividades, su gra‐<br />
dual erosión en tanto que desviación de la mano<br />
de obra y capital (algo habitual en el caso del<br />
Estado español), o incluso la preservación y resca‐<br />
te de actividades preexistentes como objetos a ven‐<br />
der en el recorrido turístico (propio no sólo del tu‐<br />
rismo rural).<br />
6. Las diferencias económicas y sociales entre los visi‐<br />
tantes y la mayoría de los anfitriones. En los luga‐<br />
res del Sur global nos encontraremos con enormes<br />
desigualdades entre los visitantes y la población<br />
indígena, la gran mayoría de la cual nunca podría
imaginar siquiera los ingresos o el tiempo libre del<br />
que disponen los propios turistas. Estas diferencias<br />
se ven reforzadas en muchos casos por la naturale‐<br />
za del desarrollo turístico que parece ser excepcio‐<br />
nalmente opulento y muy capitalizado.<br />
7. El grado en que la masa de visitantes genera una de‐<br />
manda especial sobre las normas de alojamiento y<br />
de servicio, buscando ser encerrada en una burbu‐<br />
ja que le proporcione una protección respecto a<br />
muchas de las características de la sociedad de aco‐<br />
gida, las cuales a su vez han generado esa activi‐<br />
dad turística. Esta demanda se ve acentuada entre<br />
los visitantes de viajes organizados, los cuales no<br />
sólo esperan consumir según las normas occiden‐<br />
tales de alojamiento y alimentación, sino que sean<br />
atendidos por personal bilingüe y bien entrenado.<br />
Esta demanda es menos pronunciada entre otras<br />
formas de turismo propias de “los viajeros‐explo‐<br />
radores”, los turistas más pobres como los estu‐<br />
diantes, y los visitantes en los que la improvisación<br />
es parte de lo que se espera una vez asumen el pa‐<br />
pel de turistas.<br />
8. El grado en que el Estado de un determinado país<br />
busca activamente promover el desarrollo turístico<br />
o los esfuerzos para prevenirlo1 CAPITALISTA<br />
da de la identidad debido a que las poblaciones recep‐<br />
toras creen que los turistas son portadores de una civi‐<br />
lización superior, homogeneización de los alimentos,<br />
de las ceremonias, del folclore para atender los gustos<br />
de los turistas, así como el debilitamiento de los lazos<br />
cooperativos y solidarios tradicionales y su sustitución<br />
por relaciones comerciales. A ello se le unirían proble‐<br />
mas de ruptura familiar y pérdida de valores cultura‐<br />
les y sociales. La cultura de la solidaridad, del inter‐<br />
.<br />
cambio y de la hospitalidad dejó lugar a relaciones co‐<br />
9. El grado en que los turistas pueden ser identificados merciales, la religión dejó de tener tanta influencia so‐<br />
y culpabilizados de la evolución económica y social bre el comportamiento de las mujeres, sobre todo en el<br />
supuestamente indeseables. Esto es más común vestido, y la alimentación se fue occidentalizando pau‐<br />
cuando los visitantes son económica y/o cultural latinamente. La diferencia con las investigaciones an‐<br />
y/o étnicamente distintos de la población de acogi‐ teriores es que los autores contemporáneos, al entre‐<br />
da. También es más común cuando la población de vistar a la población local, encuentran que ésta ve los<br />
acogida está experimentando rápidos cambios eco‐ cambios como positivos y que el turismo es uno de en‐<br />
nómicos y sociales, o cuando hay una clara super‐ tre varios agentes de influencia, junto con las migracio‐<br />
población en la misma comunidad receptora. nes, los medios de comunicación, los contactos comer‐<br />
ciales, la urbanización, la industrialización y el propio<br />
La bibliografía producida hasta final del siglo XX sistema educativo. Los lugareños ven positivo el pro‐<br />
sobre el tema “impactos” es prolífica en ejemplos de ceso de autonomía creciente de las mujeres y en algu‐<br />
efectos negativos en el medio ambiente natural y en la nos casos afirman que el turismo ha impedido que los<br />
cultura en lo que respecta a valores y costumbres, lo hijos se vayan a ciudades más grandes, por lo tanto, en<br />
cual traería aparejada entre otras cuestiones el des‐ lugar de ser un factor de ruptura lo ha sido de cohe‐ 31ECOLOGISMO<br />
prestigio de actividades tradicionales (de pesca o agri‐ sión familiar.<br />
cultura, por ejemplo). Dogan (1989) realiza un extensi‐ De todos modos y siguiendo a Mathieson y Wall<br />
vo estudio de las investigaciones sobre los efectos ne‐ (1986) y Santana (1997), pocos estudios han sugeridopágina<br />
gativos, encontrando que al turismo se le atribuye la las formas de valorar el impacto social del turismo.<br />
pérdida de tradiciones, el incremento del materialis‐<br />
10<br />
Una de las direcciones adoptadas por los teóricos ha<br />
mo, el aumento del índice de criminalidad y de los sido insistir en los factores de presión que aquel ejerce<br />
conflictos sociales, superpoblación, deterioro ambien‐ para buscar el umbral entre aceptación y rechazo de la<br />
tal, dependencia de los países industrializados, pérdi‐ industria turística. Una aproximación que tiene mu‐ YOUKALI,<br />
1 Buenos ejemplos de lo primero son el Estado español, Túnez y Hawai que desarrollan activamente una industria turística en toda<br />
regla y la presencia masiva de turistas se ha convertido en parte del “paisaje regional” (Smith, 1978: 12). En cambio muchos de los<br />
Estados petroleros por razones religiosas y morales han decidido restringir el turismo (Arabia Saudí), o en el caso de China duran‐ 1885-477X<br />
te la Revolución Cultural. En este último caso, cuando dicha política cambió, los visitantes occidentales eran tan inusuales que a<br />
menudo se les aplaudía en público como si fueran personajes famosos. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 32 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
cho en común con la idea de capacidad de sustenta‐<br />
ción tal y como se plantea en los estudios ecológicos,<br />
pero tiende a ser más abstracta en tanto que extrapola<br />
un concepto más o menos tangible de medidas bioló‐<br />
gicas al campo de las presiones y actitudes humanas,<br />
de carácter no cuantificable. Dos son los sistemas que<br />
parecen ser capaces de valorar tales factores intangi‐<br />
bles, aplicándolos a las investigaciones sobre el impac‐<br />
to social del turismo, aún reconociendo que este cam‐<br />
bia a través del tiempo en respuesta a las transforma‐<br />
ciones estructurales de la industria y la intensidad de<br />
la relación turista/anfitrión: el modelo de Doxey y el<br />
de Butler.<br />
Doxey (1975) propone un índice de irritación que<br />
se identifica con los efectos acumulativos del desarro‐<br />
llo turístico sobre las interrelaciones sociales. La irrita‐<br />
ción puede tener sus orígenes en el ascenso del núme‐<br />
ro y/o frecuencia de turistas y la amenaza de que ellos<br />
actúen sobre la forma de vida local, pasando sucesiva‐<br />
mente a través de estados de euforia, apatía, enojo y<br />
antagonismo; estado este último en el que, general‐<br />
mente, la gente considera que ha perdido lo que apre‐<br />
ciaban y el entorno está destruido.<br />
Fase 1. Euforia: Fase inicial del desarrollo, visitantes e<br />
inversores son bienvenidos, hay pocos planes y<br />
abundan los mecanismos de control.<br />
Fase 2. Apatía: Los visitantes se dan por sentado, los<br />
contactos entre residentes y visitantes adoptan una<br />
forma comercial, la planificación se dirige sobre to‐<br />
do al marketing.<br />
Fase 3. Enojo: El punto de saturación está próximo, los<br />
residentes recelan de la industria turística, la admi‐<br />
nistración trata de solucionarlo creando infraes‐<br />
tructuras más que limitando el crecimiento.<br />
Fase 4. Antagonismo: La irritación se expresa abierta‐<br />
mente, se percibe a los visitantes como la causa de<br />
todos los problemas, la planificación trata de reme‐<br />
diarlo pero la promoción decrece y se deteriora la<br />
reputación del destino.<br />
Mientras que el modelo de Doxey sugiere una se‐<br />
cuencia unidireccional donde las actitudes de los resi‐<br />
dentes van cambiando en el tiempo en una secuencia<br />
predecible, el de Butler (1975) reconoce que las actitu‐<br />
des emergentes en una comunidad dada ante el des‐<br />
arrollo del turismo son comúnmente más complejas,<br />
al involucrar a los residentes, tanto individuos como<br />
grupos, en una industria creciente.<br />
5. Los aspectos culturales del sistema turístico<br />
Desde que Boorstin (1987) colocó al turismo dentro de<br />
las varias “pseudo imágenes” que se presentaban en la<br />
época para consumo del público estadounidense, se<br />
ha instalado una polémica que continúa hasta hoy,<br />
tanto dentro de la antropología como de la sociología,<br />
con resultados diversos en función del tipo de turistas<br />
observado. Boorstin sostenía que los turistas raramen‐<br />
te querían un auténtico producto de la cultura visita‐<br />
da, la cual, por otra parte les resultaba ininteligible;<br />
que se contentaban con los “pseudo‐ acontecimientos”<br />
preparados para ellos por los agentes turísticos. La ex‐<br />
periencia turística del período de posguerra era homo‐<br />
geneizada, artificial, sin riesgos. Esta afirmación se vio<br />
rebatida por MacCannell (1999) al sostener que ningu‐<br />
na de sus investigaciones corroboran que los turistas<br />
quieren experiencias superficiales; al contrario, los tu‐<br />
ristas demandan autenticidad. Así los turistas, si bien<br />
no todos, querían ver la vida “como era vivida” pero<br />
no conseguían hacerlo puesto que tan sólo accedían a<br />
la representación, o como mucho a la zona intermedia<br />
de la puesta en escena que no es sino una forma de re‐<br />
presentación hiperreal 2 . El contacto con los aconteci‐<br />
mientos reales, decía él, está reservado a una elite inte‐<br />
lectual. Ambos estaban de acuerdo sobre lo que los tu‐<br />
ristas masivos obtenían; solo discrepaban en lo que los<br />
turistas querían obtener.<br />
Las discusiones sobre autenticidad llegaron al<br />
punto en que se veía necesario proponer una distin‐<br />
ción entre autenticidad “fría y objetiva” y autenticidad<br />
subjetiva y existencial, siendo la primera una especie<br />
de autenticidad creada y la otra una autenticidad au‐<br />
2 MacCannell (1999) utilizó los conceptos de la sociología dramatúrgica de Erving Goffman sobre la representación y sus áreas (más‐<br />
cara, escenario, palco, bastidores...) para elaborar su teoría del escenario donde se procede a la puesta en escena de los hechos. Del<br />
mismo modo, en la actualidad se abren los ensayos de orquesta o las cocinas al público para generar ese efecto hiperreal.
téntica. También fue propuesta una tipología de las re‐<br />
alidades turísticas, en función de la mayor o menor au‐<br />
tenticidad de la experiencia turística que comprende al<br />
verdadero turista, al turista de segundo orden, al turis‐<br />
ta ansioso, al antropológico y al espiritual.<br />
De acuerdo con la perspectiva posmoderna, la au‐<br />
tenticidad no es un fenómeno sino una construcción<br />
social, sujeta a negociación que está contaminada con<br />
la cuestión de las identidades políticas y sociales. No<br />
hay como definir el punto de inflexión donde lo autén‐<br />
tico se transforma en inauténtico, donde lo puro pasa<br />
a ser impuro por la contaminación con el otro y por in‐<br />
tereses provenientes de las más diversas áreas del que‐<br />
hacer humano. En el caso de los turistas, muchas veces<br />
lo auténtico es lo que los folletos turísticos les infor‐<br />
man que es auténtico. Se han establecido algo así co‐<br />
mo estándares de autenticidad que determinan qué es<br />
lo que debe ser considerado fiel a una supuesta reali‐<br />
dad objetiva 3 . Si las identidades han sido forjadas con<br />
tradiciones inventadas y ficciones orientadoras sin res‐<br />
paldo histórico y cultural, solo se puede tener como re‐<br />
sultado propuestas desarticuladas con los supuestos<br />
portadores de una determinada identidad étnica.<br />
En busca de la autenticidad se cae en lo que<br />
Lanfant (1995) calificó de una contradicción pues la<br />
administración pública y las empresas utilizan al turis‐<br />
mo para llevar “progreso” socio‐económico a los sec‐<br />
tores menos favorecidos de la sociedad, pero al mismo<br />
tiempo quiere que estas sociedades mantengan rasgos<br />
tradicionales para el consumo de los turistas. El pro‐<br />
greso pretende modernizar las sociedades tradiciona‐<br />
les y al mismo tiempo alentarlas a ser parte de un pro‐<br />
ceso de “involución cultural” manteniendo sus tradi‐<br />
ciones para defender su imagen en el mercado turísti‐<br />
co internacional. Ni la tradición, ni la cultura, ni las<br />
personas, permanecen absolutamente idénticas para<br />
siempre. En este sentido es preciso concordar con<br />
aquellos que entienden que, en algunos casos, “man‐<br />
tener” la identidad local, a través de las tradiciones in‐<br />
alterables equivale a tratar de impedir el proceso nor‐<br />
mal de evolución de las sociedades y las personas. La<br />
búsqueda de elementos característicos y diferenciales<br />
de cada cultura aparece así como una necesidad de<br />
mercado, y la cultura “auténtica” pasa a ser la materia<br />
prima para la creación de un producto turístico comer‐<br />
cializable y competitivo a nivel internacional. El lega‐<br />
do cultural, transformado en producto de consumo<br />
esto es mercancía, pierde su significado; no es impor‐<br />
tante porque muestre las raíces de una cultura, sino<br />
porque trae divisas como atractivo turístico. Los estu‐<br />
dios de Dogan (1989) antes mencionados también de‐<br />
muestran la dualidad de los efectos del turismo. Este<br />
investigador recopila una serie de estudios de regio‐<br />
nes que habían sido antes colocadas como ejemplo del<br />
daño hecho por el turismo, afirmando que además de<br />
dicho perjuicio, el turismo había traído mayor demo‐<br />
cracia en el área política (lo que será después corrobo‐<br />
rado por Brown en 1998), modernización y orgullo ét‐<br />
nico entre otras cosas.<br />
Los cambios en la visión del turismo en relación a<br />
la cultura también tienen que ver con la actual crisis de<br />
modos de vida que aqueja al siglo XXI. Las certezas,<br />
los valores familiares, las identidades sociales se están<br />
desintegrando en muchos ámbitos sociales, lo que lle‐<br />
va a las personas a intentar buscar ejemplos de cultu‐<br />
ras que supuestamente se mantienen como en épocas<br />
pretéritas en una suerte de imitación temporal (duran‐<br />
te el tiempo que duran las vacaciones) de sus valores,<br />
sus tradiciones, sus identidades. Quizá ahí estribe la<br />
novedad respecto al turismo de una generación ante‐<br />
rior: la necesidad actual de contemplar cómo vive ese<br />
“otro” en una suerte de búsqueda del paraíso perdido<br />
y de la autenticidad desaparecida en la sociedad pos‐<br />
moderna. También cabe considerar esta novedad co‐<br />
mo un mecanismo de diferenciación respecto del pa‐<br />
trón cultural y del consumo de las masas. En cualquier<br />
caso esta innovación ha llevado a que muchas comu‐<br />
nidades se organicen para ofrecer un producto turísti‐<br />
3Un caso muy ilustrativo es el presentado por Shepherd (2002) respecto a la muralla china. Los turistas extranjeros que buscan la<br />
“auténtica muralla” se decepcionan al ir a un trozo de muralla a pocas horas al norte de Beijing, toda ella restaurada y dotada de<br />
infraestructura turística, incluso de un vehículo rodado para quienes no quieren o no pueden caminar. Lo curioso es que los mis‐<br />
mos turistas chinos perciben que esta parte reconstruida de la muralla es auténtica y hasta la prefieren debido a las comodidades<br />
que ofrece. Los ejemplos de ficciones orientadoras son numerosos, comenzando por la industria editorial con que se divulgan los<br />
“verdaderos indios”, la “verdadera vida rural”, el festival “auténticamente tradicional”, etc., sin contar con aquellas piezas que<br />
ofertan los muy diversos paraísos para los “viajeros” y que están vedados a los “turistas”. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 33ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 34 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
co que mantenga o reviva características autóctonas, lo<br />
que ha hecho que el turismo, que antes era visto como<br />
destructor de culturas, sea contemplado ahora como<br />
impulsor de la revitalización de las mismas o al menos<br />
de su simulacro, puesto que no se recrea de forma vi‐<br />
va la cultura antigua, sino tan sólo una copia adultera‐<br />
da y establecida para el consumo. A fin de cuentas, las<br />
corrientes turísticas parten, en su mayoría, de los doce<br />
países más ricos del mundo, con personas que quieren<br />
ver algo de su “paraíso perdido”, o sea algo de las for‐<br />
mas de vida de una sociedad que no ha llegado a la<br />
posmodernidad y a veces ni siquiera a la modernidad.<br />
Así, parece necesario –para el bien de los negocios tu‐<br />
rísticos– que determinadas comunidades de países<br />
subdesarrollados y consecuentemente menos ricos,<br />
mantengan características tradicionales o pretéritas<br />
bajo el rótulo de “autenticidad local”.<br />
En uno de los estudios más exhaustivos sobre el te‐<br />
ma, Haley, Snaith y Miller (2005: 656 y ss.) sistematiza‐<br />
ron los efectos positivos y los negativos para el caso de<br />
la ciudad histórica de Bath en Inglaterra. Entre los posi‐<br />
tivos indicaron los siguientes: el turismo mejora la apa‐<br />
riencia de la ciudad, mayor cantidad de turistas me jora<br />
la economía, el turismo aumenta las posibilidades de<br />
recreación, mejora la calidad de vida, da la oportunidad<br />
de conseguir un buen trabajo. Entre los negativos: los<br />
negocios turísticos ejercen mucha influencia en la polí‐<br />
tica, falta control del gobierno sobre el turismo, el turis‐<br />
mo ocasiona daños ambientales, aumenta los impues‐<br />
tos, trae más basura, complica el tránsito, aumenta los<br />
precios de los inmuebles, reduce la calidad de las activi‐<br />
dades al aire libre, aumenta la criminalidad. Estas pre‐<br />
misas están basadas en otros estudios y no todas obtu‐<br />
vieron la concordancia de la población local 4 .<br />
También está bastante claro para los investigadores<br />
que diferentes tipos de turistas ocasionan diferentes<br />
interferencias. En este cambio de perspectiva ha teni‐<br />
do que ver la cuestión de la diversidad cultural, que ha<br />
contribuido para que se entienda que los turistas tam‐<br />
poco son seres genéricos uniformes. Una de las inves‐<br />
tigaciones más completas y científicas sobre el tema<br />
fue realizada por Stoeckle, Greiner y Mayocchi (2006)<br />
en el norte de Australia y confirma que los diversos ti‐<br />
pos de visitantes tienen diferentes impactos económi‐<br />
cos, ambientales y culturales, porque cada segmento<br />
se comporta de manera variable, contribuye de forma<br />
distinta y obtiene del lugar diferentes satisfacciones.<br />
Gentrificación del patrimonio urbano<br />
Dentro de las discusiones referentes a la comercializa‐<br />
ción turística de la cultura, quizás la más polémica sea<br />
la de la gentrificación del patrimonio urbano. En varias<br />
ciudades del mundo, a partir de cambios en las activi‐<br />
dades comerciales y otras dinámicas sociales, los cen‐<br />
tros de las ciudades o las regiones portuarias se vieron<br />
progresivamente abandonados. A partir de la década<br />
de 1960 se empezó a producir en las ciudades un pro‐<br />
ceso de descentralización que con un claro trasfondo<br />
político de alcanzar la dispersión de la clase trabajado‐<br />
ra, llevó a la construcción de centros administrativos y<br />
empresariales en barrios alejados. Eso hizo que los<br />
centros sufrieran un deterioro progresivo, transfor‐<br />
mándose en áreas degradadas, todo lo cual condujo a<br />
un proceso llamado de suburbanización, en que las<br />
clases medias buscaron vivir fuera del centro. Otro de<br />
los cambios drásticos que tuvieron lugar a partir de<br />
esa década se dio en el transporte de carga por vía<br />
acuática. Al generalizarse el uso de los containers para<br />
el transporte de carga directo de los camiones a los na‐<br />
víos, los galpones que antes almacenaban las mercan‐<br />
cías en los puertos fueron abandonándose. Junto a<br />
ello, la descentralización productiva que llevó muchas<br />
industrias metropolitanas al Sur económico provocó<br />
la ociosidad de muchos espacios fabriles.<br />
En la década de 1980 ciertos proyectos combinados<br />
del poder público con la empresa privada llevaron a la<br />
revitalización de los centros y barrios obreros, a la com‐<br />
pra y restauración de inmuebles, a la reutilización de<br />
viejos edificios y depósitos, antiguas fábricas, antiguas<br />
minas o industrias que habían dejado de funcionar y a<br />
la recuperación de las características históricas del lu‐<br />
gar. Los inmuebles pasaron a tener utilidad cultural o<br />
recreativa, las empresas volvieron a ocupar edificios<br />
4 Es interesante ver que por un lado aparece que el turismo propicia más oportunidades de recreación y al mismo tiempo que el turis‐<br />
mo estropea la calidad de la recreación, lo que refuerza la idea de que los efectos del turismo son extremadamente dependientes<br />
de otras circunstancias.
históricos restaurados, mejorando con ello su imagen,<br />
algunos intelectuales y artistas pasaron a comprar ca‐<br />
sas antiguas para recuperarlos en forma de vivienda y<br />
talleres, y los turistas pasaron a circular por las hasta<br />
ese momento peligrosas calles. Inglaterra tomó como<br />
modelo a Estados Unidos, y pronto lo superó en cuan‐<br />
to a la proporción de esta tipología de recuperaciones.<br />
En la actualidad, y no sólo en Inglaterra, existe la con‐<br />
vicción de que los proyectos turístico‐culturales y re‐<br />
creativos son los que pueden equilibrar la economía de<br />
estas ciudades desindustrializadas, en función inclusi‐<br />
ve del bajo precio de la mano de obra requerida para el<br />
sector, y han sido declarados prioritarios para las inver‐<br />
siones públicas y privadas, tanto nacionales como tam‐<br />
bién de fondos de la Unión Europea.<br />
El concepto de gentrificación es un neologismo que<br />
viene del vocablo inglés, gentrification, que podría sig‐<br />
nificar algo así como “ennoblecimiento” o “refinamien‐<br />
to” o incluso “elitización”, ya que gentry quiere decir<br />
aristocracia o gente fina. También se utiliza como sinó‐<br />
nimo “calificación” o “cualificación” en el sentido de<br />
dar calidad a los espacios 5 . Se atribuye el uso por pri‐<br />
mera vez del término a la socióloga Ruth Glass, en<br />
1964, que describía el proceso por el cual los barrios<br />
obreros de Londres iban siendo “invadidos” por cla‐<br />
ses medias e incluso algunos grupos de clases altas 6 .<br />
La gentrificación se refiere pues a una reestructura‐<br />
ción espacial profunda en varios sentidos y es un pro‐<br />
ceso que carga contradicciones sociales. En primer lu‐<br />
gar, se refiere a una expansión del área física del cen‐<br />
tro; en segundo lugar, a la difusión del poder cultural<br />
del centro de la ciudad y, finalmente, a un proceso de<br />
transformación del centro de la ciudad de acuerdo a<br />
una cultura internacional de mercado. La gentrificación<br />
no implica necesariamente el uso turístico del lugar,<br />
pero ha llevado a que los lugares pasen a ser atractivos<br />
para los turistas, en función de los equipamientos refi‐<br />
nados que se instalan. Tampoco implica recuperación<br />
de la historia, pero lleva indirectamente a ello, con la<br />
reutilización de construcciones antiguas para nuevas<br />
finalidades. Esta resignificación de edificios históricos<br />
–declarados patrimonio o no– tiene otras consecuen‐<br />
cias para la dinámica de ocupación de los espacios ur‐<br />
banos, que ha merecido, de un lado, críticas demole‐<br />
doras y, de otro, la aprobación por parte de diferentes<br />
segmentos de la comunidad académica.<br />
La mayor crítica ha devenido de la expulsión de las<br />
clases menos favorecidas de estos espacios en función<br />
del aumento de precio de las propiedades. En la mayo‐<br />
ría de los casos, antes de la gentrificación los lugares eran<br />
habitados por personas que tenían una historia en el<br />
mismo. Además, tenían empleos o sub‐empleos en los<br />
alrededores. La revalorización inmobiliaria llevó a la ex‐<br />
pulsión de estas personas de sus casas, generalmente al‐<br />
quiladas, obligándolas a mudarse a barrios alejados, lo<br />
que, aliado a la precariedad del transporte urbano, les<br />
ocasionó un gran perjuicio. Además de perder los lazos<br />
con su propia historia, perdieron sus fuentes de trabajo.<br />
Sin duda, aquella revalorización concedió más vi‐<br />
sibilidad a las desigualdades sociales porque colocó is‐<br />
las de renovación en mares de decadencia, utilizando<br />
la expresión de Zukin (1995: 188); mares donde mu‐<br />
chas veces predominaban la prostitución, los peque‐<br />
ños crímenes, el tráfico de drogas, que impedían que<br />
incluso los miembros de la clase trabajadora que allí<br />
vivían pudieran tener una vida tranquila. Esa parcela<br />
de la población fue sin duda injustamente despojada<br />
de sus derechos de residencia más elementales por un<br />
régimen político y económico perverso, pero cabe pre‐<br />
guntarse si no haber recalificado los barrios habría me‐<br />
jorado su situación de alguna forma. En el caso de los<br />
espacios públicos, por ejemplo, la gentrificación ha con‐<br />
seguido recuperar plazas y parques pero para el dis‐<br />
frute de las clases medias que los mantienen con sus<br />
impuestos, haciendo que su historia sea la única que se<br />
inscriba en estos espacios.<br />
5 Se puede encontrar también la palabra revitalización aplicada al fenómeno, pero es preciso notar que se trata de procesos diferen‐<br />
tes. La revitalización no necesariamente trae aparejado el cambio de clase social. De hecho los primeros trabajos de revitalización<br />
urbana, los realizados en Bolonia (Italia) en la década de 1960 eran proyectos destinados a las clases trabajadoras.<br />
6 “Cabañas y alojamientos pobres y modestos –dos cuartos arriba y dos abajo– han sido arrebatados [...] y se han transformado en<br />
residencias elegantes y caras... Una vez que este proceso de gentrificación empieza en un distrito, se extiende rápidamente hasta<br />
que la mayor parte de los ocupantes de la clase trabajadora se ven desplazados y todo el carácter social del distrito cambia”<br />
(http://members.ly‐ cos.co.uk/gentrification/whatisgent.html). ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 35ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 36 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Una crítica muy común dentro del medio académico,<br />
sobre todo dentro de la antropología y de la sociología<br />
ha sido que, en estos casos, la preservación parte de<br />
una necesidad del mercado cultural y turístico inter‐<br />
nacional, y no exactamente de la recuperación de la<br />
memoria colectiva, aunque sea para reproducir un si‐<br />
mulacro de esta última ante los turistas.<br />
6. Los límites sociales del turismo<br />
El economista Mishan (1969) presentó ya hace cuaren‐<br />
ta años una de las más claras explicaciones de que<br />
existen límites fundamentales en el crecimiento del tu‐<br />
rismo contemporáneo: tales límites se derivan de los<br />
enormes costes de la contaminación y el hacinamien‐<br />
to. El conflicto de intereses entre, por una parte, los tu‐<br />
ristas, las agencias de viajes, las industrias de transpor‐<br />
te y los servicios auxiliares incluidas las comunicacio‐<br />
nes, por no hablar de los gobiernos deseosos de au‐<br />
mentar sus reservas de moneda extranjera, y en gene‐<br />
ral “todos aquellos que se preocupan por preservar la<br />
belleza natural en el otro” (1969: 140) 7 . Mishan tam‐<br />
bién toma nota de que hay aquí un conflicto de intere‐<br />
ses entre las generaciones presentes y futuras por los<br />
costes externos que se derivan de la industria del turis‐<br />
mo: el precio que pagan los turistas no tiene en cuen‐<br />
ta el coste marginal de la contaminación, la depreda‐<br />
ción de recursos y la dependencia estratégica de las<br />
poblaciones sobre las que se asienta esta industria.<br />
También se pueden añadir costes inmateriales: el haci‐<br />
namiento, la falta de paz y tranquilidad, y la destruc‐<br />
ción de los paisajes. Incluso el turismo ambientalmen‐<br />
te sensible, en realidad otra forma de distinción, sabe<br />
que no hay nada que ganar si se retrasa la visita al lu‐<br />
gar en cuestión; más bien ocurre todo lo contrario, hay<br />
un fuerte incentivo para ir lo más pronto posible y dis‐<br />
frutar de la vista maravillosa antes de que llegue la<br />
multitud.<br />
Mishan ya advertía horrorizado por las consecuen‐<br />
cias del turismo de masas y cómo dicha industria, en<br />
su lucha competitiva para descubrir todos los parajes<br />
bellos y tranquilos llenos de interés histórico, hacía<br />
fluir hacia tales lugares grandes cantidades de dinero<br />
que llevaba de manera irrevocable a su destrucción,<br />
siendo los jóvenes y los crédulos los más afectados por<br />
las fantasías soñadas por la industria turística. Su prin‐<br />
cipal crítica es que la difusión del turismo de masas no<br />
produce una democratización de los viajes; más bien<br />
se trata de una ilusión que destruye los mismos luga‐<br />
res visitados debido a que el espacio geográfico es un<br />
recurso muy limitado. Si se permite el desarrollo del<br />
mercado sin regulación, el efecto sería la destrucción<br />
de los mismos lugares que son objeto de la actividad<br />
turística.<br />
Este tipo de argumento pesimista se ve criticado<br />
por Beckerman (1974) que parte de dos premisas. En<br />
primer lugar, la preocupación por los efectos del turis‐<br />
mo de masas se debe ante todo a la ansiedad de cierto<br />
tipo de “clase media”, al igual que muchos otras pre‐<br />
ocupaciones sobre el medio ambiente. Esto se debe a<br />
que los verdaderamente ricos se hallan en una posi‐<br />
ción bastante segura respecto a las masas en centros<br />
turísticos muy caros o aislados. En segundo lugar, la<br />
mayoría de los grupos afectados por el turismo de ma‐<br />
sas obtienen un beneficio real, incluidos algunos de los<br />
viajeros pioneros que ahora encuentran disponibles<br />
los servicios que antes eran imposibles de conseguir<br />
cuando el <strong>número</strong> de visitantes era más bien escaso.<br />
Este desacuerdo sobre los efectos del turismo de<br />
masas se trata con mayor detenimiento teórico en las<br />
obras de Hirsch (1978) o Ellis y Kumar (1983) en torno<br />
a los límites sociales del crecimiento. El punto de pun‐<br />
to de partida de Hirsch es similar al de Mishan: seña‐<br />
la que la liberación individual mediante el ejercicio de<br />
elección del consumo no logra que tales elecciones li‐<br />
beren a todos los consumidores a la vez, para lo que<br />
utiliza el concepto de “economía posicional”. Este tér‐<br />
7 Mishan citó el ejemplo del lago Tahoe, cuyas plantas y vida animal habían sido destruidas por las aguas residuales generadas por<br />
los hoteles construidos a lo largo de sus orillas. Un ejemplo posterior sería la forma en que las barreras coralinas de las islas turís‐<br />
ticas como Barbados están muriendo a causa de las aguas residuales arrojadas al mar por los hoteles repletos de turistas sedientos<br />
de contemplar la vida marina de estas formaciones acuáticas, y por el negocio de los souvenirs consistentes en la venta masiva de<br />
plantas, peces y el mismo coral a los turistas.
mino se refiere a todos los aspectos de bienes, servi‐<br />
cios, trabajos, posiciones y otras relaciones sociales que<br />
son escasos o se ven afectados por la contaminación o<br />
el hacinamiento. La competencia supone por tanto un<br />
juego de suma cero: si cualquier persona consume<br />
más del bien en cuestión, otra persona se ve obligada<br />
a consumir menos. Dicho de otra forma, la oferta no se<br />
puede aumentar, a diferencia del caso de los bienes<br />
materiales en los procesos de crecimiento económico.<br />
Así pues, el consumo de los bienes posicionales es in‐<br />
herentemente relacional. La satisfacción obtenida por<br />
cada individuo no es infinitamente ampliable, pero<br />
depende de la posición de su propio consumo respec‐<br />
to al de los demás, a lo cual Hirsch llama “competen‐<br />
cia por coacción”.<br />
Ellis y Kumar (1983) lo definen por su parte como<br />
una competencia en la que el status quo no es una op‐<br />
ción. Por lo común se asume que los intercambios en<br />
la economía de mercado son de carácter voluntario pa‐<br />
ra que la gente elija libremente si desea o no entrar en<br />
dicha relación de intercambio. Sin embargo, en el caso<br />
del consumo restringido, como es el caso del espacio,<br />
los consumidores en realidad no tienen esa opción:<br />
hay que participar aunque al final la relación de inter‐<br />
cambio no suponga un beneficio. Esto puede resumir‐<br />
se en la frase: “uno tiene que correr más rápido con el<br />
fin de quedarse quieto”. Hirsch cita el ejemplo de la<br />
suburbanización que antes comentábamos: la clase<br />
media se muda a los barrios residenciales para escapar<br />
de la contaminación de la ciudad y para estar más cer‐<br />
ca de la tranquilidad del campo. Pero como el creci‐<br />
miento económico continúa, los suburbios se saturan<br />
cada vez más y la gente que habitaba los barrios resi‐<br />
denciales originales se ve obligada a trasladarse a lu‐<br />
gares cada vez más alejados, contribuyendo a saturar<br />
las vías de comunicación y a expandir la contamina‐<br />
ción allí donde vayan. Las acciones individuales, al<br />
adoptar una forma racional genera en los otros la obli‐<br />
gación de adaptarse a una situación peor, y nadie pue‐<br />
de evitar participar en un proceso orientado por el<br />
consumo restringido. Hirsch considera que el consu‐<br />
mo en general tiene características similares al caso de<br />
la suburbanización, sobre todo en el caso de determi‐<br />
nados productos que son escasos en un sentido abso‐<br />
luto. Por ejemplo, el “paisaje natural”: si su consumo<br />
aumenta por parte de un grupo, ello conduce a la re‐<br />
ducción del consumo por otro. Hirsch también consi‐<br />
dera los casos en que hay “escasez social directa”: pro‐<br />
ductos de lujo o tal vez bienes que se disfrutan porque<br />
son raros o caros y la posesión de ellos indica el esta‐<br />
tus social o el buen gusto. En ambos tendríamos ejem‐<br />
plos del consumo turístico.<br />
En suma, cabe concluir que el turismo moderno es<br />
un sistema ecológico, económico y político complejo y<br />
global propio del capitalismo; a medida que madura,<br />
se alcanza un mayor grado de separación de dicho fe‐<br />
nómeno respecto del resto de la sociedad. El sistema se<br />
caracteriza por una tendencia centrífuga, ya que cons‐<br />
tantemente se expande a nuevas áreas, ya sea siguien‐<br />
do un espontáneo patrón “orgánico” como resultado<br />
de un impulso interno, o bajo una forma patrocinada<br />
e inducida a través de los esfuerzos de las autoridades<br />
nacionales o agentes multinacionales.<br />
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EL HORROR TURÍSTICO:<br />
EL MANAGEMENT DEL PLANETA<br />
CAPITALISTA<br />
Dossier publicado en el nº 14 de la revista Offensive<br />
El turismo es un fenómeno civilizatorio. Se desarrolla dos por aquellos que les han desculturizado y ocasio‐<br />
en cuanto el mundo se industrializa y se urbaniza. nado desórdenes sociales irreversibles (monetariza‐<br />
Acompaña al despliegue de los medios de transporte ción, destrucción de modos de producción tradiciona‐<br />
y a la difusión del modo de vida occidental.<br />
les, éxodo rural, etc.).<br />
En una sociedad agresiva y contaminada, los indi‐ Este horror turístico no afecta sólo a los países del<br />
viduos estresados y oprimidos por un trabajo raciona‐ Sur. Afecta al conjunto del mundo y los flujos se diver‐<br />
lizado buscan una compensación terapéutica. Les cau‐ sifican. La competición por los espacios es global.<br />
tiva el mundo idealizado, redimido de las devastacio‐ Cada continente, cada país, cada re gión, intenta atraer<br />
nes de la sociedad industrial que promueven los agen‐ al mayor <strong>número</strong> de turistas a su territorio. Algunos<br />
tes de viaje. Tienen sed de exotismo y de nostalgia. aprovechan una natu raleza atractiva, la presencia del<br />
Quieren gozar de una pureza original ilusoria. Sin em ‐ mar o un rico patrimonio cultural, mientras que otros<br />
bargo, la industria turística vende lo que ella misma constru yen desde cero lo que podría hacerles encanta‐<br />
contribuye a destruir, “el turista no debe estar donde dores. Esta “turistificación” participa de la espe ‐<br />
quiere ir”. De este modo se valoriza el mundo, las ciu‐ cialización de los territorios y del despliegue de mono‐<br />
dades se transforman en museos y los campos en culturas que desestructuran las socieda des.<br />
gigantescos parques de atracciones. Todo es consumi‐ El mismo turista, en parte responsable de esta<br />
ble, tanto la naturaleza como los seres humanos. El situación, se convierte en una mercancía intercambia‐<br />
mercado globalizado de los cuerpos y de los espacios ble que debe gastar lo que duramente ha ganado a lo<br />
se generaliza, hasta el punto que nada le es ajeno. Al largo de todo el año. Busca los precios más bajos, lo<br />
contrario, cuanto más parece estar protegida una zona que le permite no tanto ahorrar sino viajar más.<br />
39ECOLOGISMO<br />
más llama la atención, pues la búsqueda de autentici‐ Destruye todavía más lo que ha venido a buscar: el<br />
dad se ha convertido en el leitmotiv de la industria turismo es pues un fenómeno total estrechamente<br />
turística. Algunos pueblos se encuentran así folcloriza‐ ligado a una sociedad predadora.<br />
página 10 YOUKALI, 1885-477X<br />
1 Dossier publicado en la revista Offensive nº 14, septiembre de 2008. Traducción de Mario Domínguez y David Jorge<br />
Domínguez González. ISBN: 1<br />
Introducción
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 40 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
INVENTARIO<br />
por Cédric Biagini<br />
La Organización Mundial del Turismo (OMT) defi‐<br />
ne a éste como “el desplazamiento y la estancia de las<br />
personas en otro lugar diferente a su domicilio duran‐<br />
te una duración mínima de tres días”. El diccionario Le<br />
Robert ofrece esta definición: “el hecho de viajar, de<br />
recorrer por placer otro lugar distinto en el que se vive<br />
habitualmente”. Estas definiciones son sin duda<br />
demasiado extensas pero relativamente neutras. Sin<br />
embargo, desde que el término existe tiene una conno‐<br />
tación negativa. Touriste entra a formar parte de la len‐<br />
gua francesa en 1816 y tourisme en 1841. Se puede dis‐<br />
tinguir al veraneante del turista, se puede ser verane‐<br />
ante sin ser turista. Se gún Jean‐Didier Urbain, “el<br />
turismo es una actividad vacacional fundamental‐<br />
mente ligada a la movilidad” 2 .<br />
Nadie quiere ser calificado de turista, el turista es el<br />
otro, yo soy viajero, trotamundos o viajante. La oposición<br />
entre viajero y turista aparece siempre muy acentua‐<br />
da. Si se sigue esta dicotomía, debemos utilizar cuatro<br />
parámetros para que se pueda hablar de turismo:<br />
1. El gusto por el exotismo, por descubrir otras<br />
culturas.<br />
2. Dinero disponible para actividades no esencia‐<br />
les.<br />
3. Tiempo li bre.<br />
4. Infraestructuras y medios de comunicación<br />
que aseguran y facilitan el viaje y la estancia.<br />
Sin embargo las cosas son más complejas y cabe pre‐<br />
guntarse si la diferencia entre viajero y tu rista no es<br />
tanto de grado cuanto de naturaleza. ¿No será el turis‐<br />
mo la democratización del viaje? Hoy en día, el turis‐<br />
ta no se diferencia tanto del viajero, este último le abre<br />
las rutas e in venta nuevas maneras de viajar que el pri‐<br />
mero no tarda en adoptar. ¿No será el viajero el primer<br />
promotor del turismo?; y si está celoso de sus privile‐<br />
gios, ¿no expresa con exactitud su voluntad de distin‐<br />
guirse socialmente? Por otra parte, los “agentes de<br />
viaje” 3 han comprendido a la perfec ción que siempre<br />
fue preciso hacer creer al turista que no era tal.<br />
Una industrialización progresiva<br />
En el siglo XVIII los jóvenes ricos ingleses hicieron su<br />
Grand Tour por Europa. Visitaban Francia, España,<br />
Italia… Un turismo menos elitista tiene lugar en el<br />
siglo XIX. Su industrialización data de la creación de la<br />
primera agencia de viajes por Thomas Cook en 1841.<br />
El desarrollo del turismo seguirá a la industrializa‐<br />
ción y a la urbanización de las sociedades, así como al<br />
despliegue de los medios de transporte. En un primer<br />
momento el ferrocarril desempeña un papel central. El<br />
avión y la creación de la línea aérea París‐Londres en<br />
1919 también tienen efectos importantes. La primera<br />
autopista en servicio de Italia data de 1924.<br />
En Francia las primeras vacaciones pagadas de<br />
1936 van a permitir a los obreros descubrir el mar. Pero<br />
el desarrollo del turismo de masas se remonta más<br />
bien a los “treinta gloriosos” 4 . El verdadero despegue<br />
corresponde a la década de los cincuenta; el turismo<br />
social emerge y contri buye a la democratización de<br />
esta práctica. Al principio, los viajes se reducen a<br />
Francia, luego, a partir de la década de los sesenta, a<br />
países limítrofes como España. Las décadas de los<br />
setenta y ochenta contemplan un aumento de las dis‐<br />
tancias y de los destinos, así como del uso de los trans‐<br />
2 Jean‐Didier Urban, L’idiot du voyage, Plon (1991).<br />
3 N. de los T.: un juego de palabras entre voyager (viajero) y voyagiste (agente de viajes) intraducible al castellano.<br />
4 N. de los T.: se refiere a los años de mayor expansión económica tras la Segunda Guerra Mundial (1945‐1975).
portes aéreos. La industria se estructura: multiplica‐<br />
ción de guías y agencias de viaje, fundación de clubs<br />
con diferentes contenidos, creaciones de infraestructu‐<br />
ras (hoteles, carreteras, ae ropuertos, etc.). El turismo se<br />
convierte así en un producto de consumo como cual‐<br />
quier otro.<br />
Las tendencias actuales<br />
El turismo se ha convertido en la primera actividad<br />
económica mundial por delante del petróleo y del<br />
automóvil. Emplea a más de 200 millones de personas,<br />
o sea el 8% del empleo mundial. Este sector no ha cesa‐<br />
do de crecer en los últimos años: 4,5% de crecimiento<br />
en 2006, con 842 millones de desplazamientos interna‐<br />
cionales. Según la OMT se ha alcanzado un nuevo<br />
récord.<br />
Francia es el primer destino turístico del mundo: 76<br />
millones de visitantes en el año 2005, se guido de<br />
España (55,6 millones), los Estados Unidos (49,4 millo‐<br />
nes), China (46,5 millones) e Ita lia (36,5 millones). Los<br />
alemanes son quienes más gastan en viajes: en el año<br />
2005, 72,7 millo nes de euros, seguidos de los nortea‐<br />
mericanos (69,2 millones de euros), de los ingleses<br />
(59,6 mi llones de euros), de los japoneses (37,5 millo‐<br />
nes de euros) y de los franceses (31,2 millones de<br />
euros). África ha conocido estos últimos años las tasas<br />
más altas de crecimiento como destino turístico (un<br />
aumento superior al 8,1% en 2005) por encima incluso<br />
de la región Asia‐Pacífico (más del 7,6%).<br />
El turismo es una industria en expansión; la OMT<br />
prevé que en el año 2020 el <strong>número</strong> de des plaza mien ‐<br />
tos internacionales alcanzará cerca de 1600 millones (el<br />
doble que hoy en día), de los que 1200 millones serán<br />
des plazamientos dentro de cada continente. Las tres<br />
re giones que recibi rán el mayor <strong>número</strong> de turistas se ‐<br />
rán Europa (717 millones de desplazamientos), Asia<br />
del Este y el Pacífico (397 millones) y las Américas (282<br />
millones), seguidos por África, Oriente Medio y Asia<br />
del sur.<br />
A medida que se extiende el modo de vida occi‐<br />
dental se desarrolla el turismo. En China, por ejemplo,<br />
los viajes dentro del país crecen de manera exponen‐<br />
cial y numerosos chinos se lanzan a visitar el mundo.<br />
Los flujos turísticos se realizan tanto del sur hacia el<br />
sur como del sur hacia el norte.<br />
Globalmente se constatan fuertes tendencias: frag‐<br />
mentación de la duración de las vacaciones; escalona‐<br />
miento de las estaciones; gusto por la itinerancia. Se<br />
desarrollan ciertos formatos: el turismo unido al viaje<br />
de negocios, el turismo médico (para operaciones de<br />
cirugía estética…); el turismo de sensaciones (deportes<br />
extremos, viaje a los “puntos calientes”); el turismo<br />
sexual. Se perfilan dos grandes categorías de turistas:<br />
los adeptos del low cost que buscan bajos precios y<br />
para quienes Internet es el paraíso; y los que aceptan<br />
pagar más caro a condición de exigir una gran calidad<br />
de las prestaciones. Además, las personas mayores<br />
viajan cada vez más (el 76% de ellos lo hace regular‐<br />
mente) y adquieren un peso enorme en la industria<br />
turística.<br />
Pero dejemos la palabra a los profesionales del sec‐<br />
tor que definen al turista como un “acumula dor insacia‐<br />
ble, curioso por todo, instruido como nunca, ávido de nuevas<br />
emociones, ahora el cliente 2006 rechaza, cuando viaja, ser<br />
tratado como un simple pasajero. Conocedor impaciente o<br />
pa seante neófito, juerguista de la buena vida y romántico,<br />
adicto a las aventuras y deportes extre mos, pretende dar<br />
rienda suelta a sus sueños más locos y se inventa viajes a su<br />
propia medida y que se le parezcan. Ultracreativo, muy<br />
selectivo en sus opciones, exigente, independiente hasta el<br />
extremo, experimenta con delectación nuevos modos de con‐<br />
sumo. Ansioso de conocimientos, atento a los precios, a las<br />
condiciones de seguridad, devora millares de kilobytes en la<br />
Web sin sentirse jamás satisfecho. Se inquieta por cuestiones<br />
éticas, medioambientalistas, reivindica alto y claro el derecho<br />
a complacerse y a desconectarse por las buenas de una coti‐<br />
dianidad saturada por el es trés y la contaminación por cuan‐<br />
to no hay nada que deteste más que los pequeños contratiem‐<br />
pos susceptibles de arruinar sus vacaciones” 5 .<br />
5 Texto de presentación del Salon du tourisme 2006. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 41ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 42 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
PUREZA EN VENTA<br />
por Leila<br />
Paisajes vírgenes, pueblos de costumbres intactas, fauna pre‐<br />
servada, encuentros humanos autén ticos, etc.: los agentes de<br />
viaje nos venden un universo salvaguardado de los desastres<br />
de la so ciedad industrial. El turismo sirve en realidad a una<br />
visión higienista del mundo.<br />
LAS CAMPAÑAS PUBLICITARIAS de los gestores<br />
de agencias de viaje se apoyan esencialmente en el<br />
sentimiento de evasión y sus delicias. El producto<br />
turístico tiene por función procurarnos con la nostal‐<br />
gia, el exotismo, la felicidad, el sol o el reposo, un bien‐<br />
estar ausente de nuestra cotidiani dad. Se ha desplega‐<br />
do en el mercado del viaje una nueva argumentación,<br />
dirigida sobre todo al occidental medio, frustrado/a,<br />
estresado/a (o más bien acomodado/a), el cual evolu‐<br />
ciona en un en torno contaminado, urbano, agresivo, y<br />
vive en un tiempo acelerado. El arma de seducción es<br />
imparable: se trata de invitar a venir y gozar de la<br />
“pureza” de la naturaleza (y de los huma nos…).<br />
“Límpidas aguas”, “paisajes talla XXL”, “tiempo que<br />
se detiene”, “acceso a la naturaleza más salvaje”,<br />
“encanto de las regiones aisladas del mundo moder‐<br />
no”, “alegría de estar en armo nía con la naturaleza” 6 :<br />
más allá de la necesidad comercial de ensalzar las ven‐<br />
tajas de un lugar, se trata en efecto de vender el fantas‐<br />
ma del paraíso perdido. En Ambiguïtés de l’écologie,<br />
Jean‐Marc Mandosio relaciona esta visión angelical<br />
con nuestra concepción occidental de la Natura leza<br />
como una entidad separada de nosotros mismos:<br />
“Aunque [el ser humano] niega doblemente la natura‐<br />
leza, en él y fuera de él, no obstante mantiene la nos‐<br />
talgia de un tiempo en el cual no se habría visto sepa‐<br />
rado, en el que no habría tenido que oponerse a ella<br />
para afirmar su huma nidad. Entonces todo era<br />
puro”. 7<br />
Trascender y comulgar<br />
El desierto es un destino emblemático de estas super‐<br />
ficies “vírgenes” que ofrecen una nostalgia brutal al<br />
habitante de toda metrópolis europea. Una excursión<br />
de una semana al Sáhara se vende como un momento<br />
de descubrimiento de un paisaje extremo pero tam‐<br />
bién como una ex periencia casi mística. Pues la pure‐<br />
za posee una facultad única, y cabe decir, mágica, la de<br />
puri ficar a aquellos/as que entran en contacto con ella.<br />
En un ambiente “puro”, el occidental mer mado y abu‐<br />
rrido va pues “a recargarse”, “a desconectarse”, “a<br />
regenerarse”, “a trascenderse”, “a florecer”, etc. La<br />
mejora de la salud formaba ya parte de las motivacio‐<br />
nes esgrimidas por los primeros turistas del siglo<br />
XVIII, quienes aprovechaban también los balnearios,<br />
el clima marino o el aire de la montaña para el cuida‐<br />
do higiénico. En la actualidad, los “masajes étnicos”,<br />
los “secretos ancestrales de belleza”, los “spa”, el<br />
“yoga y la natación con delfines” quieren hacer algo<br />
más que mantenernos sanos. Se ofrecen estas presta‐<br />
ciones como accesos hacia una “revelación de nos‐<br />
otros mismos”, una “reconciliación con su cuerpo”. El<br />
acceso a esta “naturaleza pura”, alimenta el sueño de<br />
(re)encontrar en nosotros mismos nuestra naturaleza<br />
“verdadera”. Y man tiene una especie de decadente<br />
religión de sí practicada sobre el altar del consumo.<br />
La pureza que pretenden vendernos los mercade‐<br />
res de sol es también moral. No temen seducir a sus<br />
clientes con relaciones amistosas y calurosas con el<br />
autóctono, relaciones no pervertidas por el intercam‐<br />
6 Citas extraídas de diferentes páginas de Internet de agencias de viaje: las empresas Privilèges Voyages, Club Med, Nomade,<br />
Nature et Découvertes, Ushuaïa Voyages, etc.<br />
7 Jean‐Marc Mandosio, en La Pureté. Quête de l’absolu au péril de l’humain, Autrement (1993).
io monetario. ¡Incluso la relación idílica con la pobla‐<br />
ción local forma parte en algu nas ocasiones del “pack”<br />
de las agencias de viaje: “relaciones privilegiadas”,<br />
“compartir momen tos fuertes”, incluso la posibilidad<br />
de “comulgar con las poblaciones visitadas”! Ushuaïa<br />
Voyages (una filial de TF1) alardea de los encantos de<br />
Bután, “último país del mundo en recibir la televi sión<br />
en 1999”, y su población “un 80% rural, profundamen‐<br />
te religiosa, dulce y acogedora”. ¿Debe entonces el<br />
turista conmoverse delante de estos “buenos salvajes”<br />
como el parisino de la Exposición colonial lo hizo<br />
delante de los zoos humanos?<br />
Cuerpos intactos<br />
El turista contemporáneo ha sido también invitado a<br />
echar una mirada depredadora sobre los cuerpos<br />
“indígenas”, hipersexualizados por el imaginario<br />
colonial. Los hombres, y sobre todo las mujeres, apa‐<br />
recen como los objetos imaginarios que se supone<br />
abren las puertas de una volup tuosidad misteriosa.<br />
Sabemos que el discurso sobre la pureza aplicada a la<br />
especie humana puede conducir a la eugenesia y al<br />
fascismo. Sin embargo, algunos turistas sexuales no<br />
dudan en justificar su práctica al afirmar que se basa<br />
en la elección de “consumir” cuerpos “puros”, los de<br />
las mujeres de los países del sur. Para ellos, los “pro‐<br />
blemas de vista, de piel, de obesidad” de las mujeres<br />
de los países occidentales, traducirían un estadio de<br />
“degeneración”. Los misóginos del norte aprecian asi‐<br />
LA FOLCLORIZACIÓN DE LOS PUEBLOS<br />
por Aggée‐Célestin Lomo Myazhiom<br />
Aun cuando se pretenda “étnico” o “caritativo”, el turismo<br />
provoca estragos. Esta nueva forma de colonialismo contri‐<br />
buye al etnocidio del que son víctimas las así llamadas<br />
poblaciones, al destruir su medioambiente y por tanto su<br />
cultura<br />
SERES CURIOSOS Y MISTERIOSOS, los pigmeos<br />
han fascinado y continúan haciéndolo a un buen<br />
<strong>número</strong> de sociedades lejanas o próximas a su modo<br />
de vida. Desde la Antigüedad, los relatos de los via‐<br />
jeros egipcios o griegos les presentan de forma cir‐<br />
cunspecta como seres mitad‐bestias, mitad‐huma‐<br />
mismo la “pureza” moral de las mujeres de los países<br />
pobres que les pare cen todavía “preservadas” de las<br />
“imperfecciones” que afectan a las occidentales, “per‐<br />
vertidas” por el consumismo y el feminismo…<br />
Bajo la imagen de la ideología capitalista en la que<br />
se inscribe, la industria del turismo pretende vender‐<br />
nos lo que ella misma contribuye a extinguir. Propone<br />
pues al turista un producto turís tico que asegura está<br />
exento de los inconvenientes del turismo: viajes orga‐<br />
nizados con lo impre visto y la aventura, la garantía de<br />
relaciones humanas “auténticas”, el descubrimiento<br />
de ani males salvajes en condiciones de total seguri‐<br />
dad, etc.<br />
Si la “pureza”, que a día de hoy es un producto de<br />
lujo, se convirtiera en un producto de masas, veríamos<br />
sin duda desarrollarse “burbujas de ocio”. En estos<br />
universos artificiales que recrean en un sólo lugar “la<br />
jungla tropical”, “la playa de arena blanca”, “el río sal‐<br />
vaje”, “la selva centena ria”, etc., todo en cambio está<br />
enteramente domesticado y controlado; hasta el<br />
mismo grano de arena, como testimonia la empresa<br />
Center Parcs, que se enorgullece “de los estrictos con‐<br />
troles de higiene que garantizan un agua de una pro‐<br />
piedad y trasparencia absolutas”.<br />
¿Supondrá el turismo de mañana la reproducción<br />
de una pureza “reconstituida, dominada, or denada”,<br />
en detrimento de la experiencia impura de lo real? En<br />
este caso, los consumidores, maniacos de la “calidad<br />
de vida” y obsesionados por la calidad, deberán<br />
renunciar a la dimen sión viviente de la existencia.<br />
nos, mitad‐dioses, mitad‐demonios, oscilando entre<br />
espíritus malvados y espíritus portadores de felici‐<br />
dad. Así pues, se les encontrará en las cortes faraóni‐<br />
cas o nubias como baila rines (bufones) de los “dio‐<br />
ses”. De la misma manera, sus vecinos bantúes, con<br />
los cuales mantie nen complejas relaciones multisecu‐<br />
lares a menudo caracterizadas por el sometimiento o<br />
una voluntad de dominación, les temen por su domi‐<br />
nio de los “secretos” de la selva. Este poder les viene<br />
dado por su antigüedad sobre el territorio boscoso<br />
del África ecuatorial; por otro lado, los pigmeos afir‐<br />
man sin dudarlo, para mostrar su ósmosis con el<br />
medio natural, “yo soy la selva”.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 43 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 44 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
En Camerún, tres grupos de pigmeos viven en las<br />
zonas boscosas del centro, del sur y del este: los<br />
Bedzang (en la Mbam et Kim), los Bagyéli (en el sur),<br />
los Baka (en el sur y el este) con una población estima‐<br />
da de 50.000 a 70.000 personas 8 para una población<br />
total del país de 16 millo nes de habitantes en 2007.<br />
Proponemos a continuación la cuestión de la identi‐<br />
dad de los pig meos Baka. ¿Quiénes son?, ¿cómo se<br />
definen a sí mismos?, ¿qué tipo de miradas aportan<br />
sobre un mundo en plena transformación?, ¿qué pien‐<br />
san de los turistas que vienen a verles?, ¿supone el<br />
turismo cultural o el ecoturismo un porvenir para los<br />
Baka? 9 Nuestro propósito estriba en obser var igual‐<br />
mente esta relación de fascinación/ repulsión de los<br />
turistas hacia los Baka (en términos de defensa de lo<br />
autóctono) y la perspectiva turística del desarrollo sos‐<br />
tenible 10 conver tido en el leitmotiv de las políticas y de<br />
los expertos en “poblaciones indígenas”.<br />
La búsqueda ilusoria de lo auténtico<br />
Para los Baka la selva se presenta como un elemento<br />
de vida indispensable, el lugar inmediato de la imagi‐<br />
nación y la manifestación de lo sobrenatural y lo tras‐<br />
cendental, como lo evocan dife rentes mitos de la crea‐<br />
ción 11 . La actual deforestación acelerada de su “hábi‐<br />
tat” supone, para es tas poblaciones originalmente<br />
cazadoras‐recolectoras, un ataque a las divinidades de<br />
la vida co tidiana: próximas a los humanos, accesibles,<br />
a las que se dedican ofrendas y ritos con la ocasión de<br />
acontecimientos precisos, pautando la vida individual<br />
o comunitaria. La masiva destrucción de los árboles 12<br />
en nombre del desarrollo constituye lenta, pero segu‐<br />
ramente, el fin de su mundo. Subrayaremos aquí que<br />
no es sino en la selva donde reside la “fuerza vital” de<br />
los Baka. Esta fuerza vital tan necesaria para el equili‐<br />
brio del mundo de los negro‐africanos. Encontramos<br />
asimismo en los Baka esta noción expresada durante<br />
largo tiempo en diversos relatos y cuentos que narran<br />
la vida de los dioses y los hombres. Pueblo de cazado‐<br />
res, mantiene una relación pri vilegiada e íntima con la<br />
selva. La destrucción de la fauna, de la flora y la ocu‐<br />
pación de su hábi tat (por las explotaciones forestales<br />
cada vez más voraces) desintegran las estructuras<br />
sociales e impiden la expresión de la “fuerza vital”, y<br />
constituyen la última etapa del etnocidio en el sentido<br />
en que lo entendía Robert Jaulin. Esta presión territo‐<br />
rial, la reducción al mínimo de su espacio vital y la<br />
deforestación, destruyen no sólo la selva de los seres<br />
humanos sino ante todo el mundo invisible, esto es, la<br />
relación con los ancestros y los fundamentos de la<br />
existencia. Para los Baka algunos árboles son verdade‐<br />
ras deidades (que se deben alabar, nutrir y conservar<br />
celosamente). El des cubrimiento o redescubrimiento<br />
de esta vida “natural” atrae a los turistas que piensan<br />
encontrar otro sentido a sus decadentes y mercantiles<br />
existencias en Occidente. Per manecen durante diez<br />
días en completa inmersión (los más temerarios) en la<br />
vida cotidiana de los Baka: caza, recolección, danza,<br />
relación con la naturaleza, etc. Todo está naturalmen‐<br />
te folclorizado para corresponder a lo que esperan los<br />
turistas; con una permanente “tentación prehistórica”<br />
como lo señala Hervé Ponchelet 13 . En una relación de<br />
fascinación/ repulsión con los Baka, los turistas fingen<br />
ignorar la historia y sobre todo el hecho de que los pig‐<br />
meos son nuestros contemporáneos: “no se trata de<br />
fósiles vivientes”. A pesar de las precauciones de algu ‐<br />
8 “Les Pygmées, oubliés du développement?”, en Journal Bubinga, 10 de diciembre de 2005.<br />
9 Este trabajo se basa igualmente en mi experiencia de campo en tanto que guía‐conferenciante para tour‐operadores franceses y<br />
belgas. Desde 1999 acompaño a grupos de turistas a Camerún.<br />
10 Examinaremos igualmente la relación entre la conservación de la naturaleza y el respeto por el estilo de vida de los Baka al<br />
analizar la caza.<br />
11 Léase A. de Ternay, Croyances religieuses des Noirs, 1934‐1935, Archivos de la congregación del Santo Espíritu en Chevilly‐<br />
Larue, B. 282‐B IV, Cuaderno I.<br />
12 “Nous sommes tous des chasseurs‐cueilleurs”, en Le Point, nº 1377, 6 de febrero de 1999, pp. 162‐164.<br />
13 Les reporters de l’histoire, La France colonisatrice, prefacio de Patrice de Beer, París, Liana Levi/Sylvie Messinger (1983), p. 10.
nos guías turísticos o de antropólogos, se constatan<br />
reacciones de este tipo: “Pero si no son como los ima‐<br />
ginaba”, “¿No son más grandes?”, “¿De verdad son<br />
pigmeos?”, “¡Pero si van vestidos!”, “¡Eh, aquel habla<br />
francés!”, “¿Pero también se lavan?”, “Pero si son<br />
malos”, “No quieren hablarme”, etc. Estos turistas<br />
desembarcan como conquistadores en tierras pigme‐<br />
as, saturados de estereotipos puestos en circulación<br />
por Tintin en el Congo o por relatos de misioneros que<br />
ilustran el “mito del buen salvaje” que hizo furor<br />
durante el siglo de la Ilustración. Lo que enfurece a los<br />
turistas que se encuentran en el curso de estas peripe‐<br />
cias boscosas es contemplar al Baka, al verdadero,<br />
como un ser petrificado desde la noche de los tiempos.<br />
No se dan cuenta de que son ellos mismos los agentes<br />
de la transformación de las costumbres de los pigme‐<br />
os. Así, en febrero de 2006, durante una misión de<br />
localización que hago a una empresa de producción<br />
francesa en su búsqueda de pueblos “auténticos” para<br />
una película sobre los nacimientos en el mundo, no<br />
contó con los Baka de Camerún puesto que a juicio de<br />
los productores no eran lo suficientemente típicos,<br />
puesto que además estaban vestidos: “No correspon‐<br />
den a la imagen esperada de los primitivos”.<br />
Los pseudo‐viajeros buscan dientes limados, senos<br />
desnudos, cabañas, etc.; como si el tiempo no hubiese<br />
pasado… Fingen olvidar las violentas campañas de<br />
“pacificación” de la conquista co lonial. Quieren arrin‐<br />
conar las consecuencias del atroz enfrentamiento cara<br />
a cara de los siglos XIX y XX: la ineludible misión civi‐<br />
lizadora del occidente “civilizado”. Por retomar las<br />
palabras de Patrice de Beer, “mientras que el siglo<br />
XVIII había buscado comprender, admitir las diferen‐<br />
cias, el siglo XIX, más preocupado por conquistar y<br />
ocupar, considerará toda diferencia como una in ‐<br />
ferioridad, incluso una deficiencia, y se esforzará por<br />
normalizar el mundo a su imagen y seme janza. Vestir<br />
a los ‘Negros’ como símbolo del progreso, poner un<br />
vestido de algodón a las negras, de África o de otras<br />
partes” 14 . La ideología humanitarista del siglo XXI y<br />
el turismo mantienen la tarea de los misioneros y de<br />
los administradores coloniales. He aquí un campa‐<br />
mento pigmeo en la ruta de la frontera, hombres,<br />
mujeres y niños en harapos, mendigos, alcohólicos,<br />
una iglesia en cada extremo del pueblo, una escuela<br />
deteriorada, un dispensario a decenas de kilómetros,<br />
la ciudad nada lejos, etc. Cuando el pasado y el pre‐<br />
sente se enredan hasta ese punto, la mirada del turista<br />
se esconde: “nuestra civilización es responsable, pero<br />
no culpable”. ¡Quiero lo auténtico, diantre! Pero lo<br />
auténtico no existe más que en las ficciones y lo imagi‐<br />
nario. Así pues, para per seguir el sueño (no ver la<br />
miseria de los Baka de “verdad”, sobre todo para los<br />
que no pueden desplazarse), se reconstruyen zoos<br />
humanos.<br />
La presencia de los Baka en este zoo belga recuer‐<br />
da la gran época de los zoos humanos en los siglos XIX<br />
y XX: 15 “Le servimos salvajes a domicilio”, usted<br />
puede palparlos sin temor, sin todos los peligros de la<br />
selva ecuatorial. En familia, los aventureros del week‐<br />
end se dedican al descu brimiento de la alteridad.<br />
CAPITALISTA<br />
La última etapa de la misión civilizadora<br />
Bajo la imagen del charity business (negocio de la cari‐<br />
dad), el turismo caritativo se ha convertido en el nuevo<br />
Eldorado donde se calman las buenas conciencias occi‐<br />
dentales… Lo humanitario es la última frontera de la<br />
civilización, allí converge el turismo de masas.<br />
Cuando eso afecta al mundo de los pigmeos, los efec‐ 45ECOLOGISMO<br />
tos son todavía más desastrosos. Pues no olvidemos<br />
que los pig meos raramente han sido definidos desde<br />
su propio punto de vista, tan sólo se han visto repre‐ página<br />
senta dos: bien en la representación del mundo de los<br />
exploradores, bien gracias al paso de los misio neros y<br />
10<br />
los administradores coloniales (siglos XIX y XX). Han<br />
sido definidos bajo cánones exter nos, situados en el<br />
YOUKALI,<br />
14 Íbidem.<br />
1885-477X<br />
15 Véase Nzogan Fomo, Le drame des pygmées. L’affaire des Baka en Belgique, en www.wagne.net/messager/messager/1404/<br />
drame_baka.htm. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 46 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
punto más bajo de la escala humana, considerados en<br />
definitiva (e incluso en la actualidad) como salvajes<br />
que representan (para ciertos antropólogos evolucio‐<br />
nistas del siglo XIX) el eslabón perdido de la evolución<br />
entre el mono y el hombre. Lo que ha hecho de ellos<br />
un objeto de fascinación que atraviesa los siglos, la<br />
imagen absoluta del “buen salvaje” que se puede<br />
encontrar en los comics, las novelas de aventuras o en<br />
el cine occidental: 16 se duda siem pre de su humani‐<br />
dad, se les infantiliza y carecen de voluntad propia. Se<br />
les desvaloriza para hacernos sentir más agudamente<br />
la necesidad de acciones caritativas y una apelación a<br />
“visi tarles”. Un ejemplo, uno solo para comenzar. He<br />
aquí que en 2006 una ONG católica, el Hogar de<br />
Nuestra Señora del bosque, que predicó en favor de los<br />
pigmeos Bagyéli (de la región de Bi pindi en el sur de<br />
Camerún), les presenta ante sus futuros y generosos<br />
donantes: “Los pigmeos constituyen una minoría<br />
analfabeta, primitiva y totalmente marginada”. 17 Por<br />
eso, en esta zona, los filántropos misioneros predican<br />
con el propósito de “elevar” globalmente a estos<br />
“pobres pig meos” en un último acto de humanidad.<br />
Cabe reseñar que los principales flujos de viajeros<br />
que se dirigen hacia los pigmeos Baka son humanita‐<br />
rios –actores del “turismo caritativo”‐ embarcados en<br />
diferentes ONGs y proyectos de desarrollo.<br />
Los últimos acontecimientos tras los años 1930,<br />
bajo la acción conjunta de misioneros cristianos y de la<br />
administración colonial, conducen a la sedentariza‐<br />
ción y al acantonamiento de los Baka a lo largo de<br />
rutas y próximos a los pueblos bantúes, para contro‐<br />
larlos mejor. Esta sedentarización forzada se persigue<br />
en nombre del viejo eslogan colonial, reutilizado por<br />
la administración came runesa: “Por donde pasa la<br />
carretera, llega el desarrollo”. El proceso de sedentari‐<br />
zación se ha visto acentuado a partir de los años 1960<br />
y 1970 por el Estado camerunés con el apoyo de su ‐<br />
puestas ONGs “de desarrollo”. Esta acción conjunta<br />
de “domesticación de la alteridad”, como lo indica el<br />
filósofo Bassidiki Coulibaly, tiene por objetivo hacer<br />
entrar a los Baka en la modernidad involucrándolos<br />
en estructuras e infraestructuras de renovación del<br />
territorio: escuelas, centros sanitarios, aprovisiona‐<br />
miento de agua, carreteras, etc.<br />
Al igual que otras poblaciones seminómadas, los<br />
Baka no han solicitado participar en Estados creados<br />
sin su consentimiento. Se han encontrado<br />
insertados/encerrados en fronteras y siste mas políti‐<br />
cos, administrativos y económicos, exteriores a su<br />
visión del mundo y a los cuales, desde siglos, han teni‐<br />
do que adaptarse o, en caso contrario, perecer.<br />
Añadamos que esta seden tarización se acompaña de<br />
litigios hipotecarios, pues los pigmeos están instalados<br />
en tierras consuetudinarias de los bantúes, tierras<br />
sobre las cuales no disponen de pleno usufructo; no<br />
son más que tolerados y las jefaturas administrativas<br />
por ellos creadas carecen de efectividad.<br />
Terminamos señalando que las lógicas civilizado‐<br />
ras, humanitarias y caritativas, están entrelaza das. Por<br />
retomar el ejemplo del zoo belga, años más tarde y con<br />
el mismo ímpetu humanitario, Dieudonné y Jani le<br />
Pen han realizado el viaje inverso a Camerún. Los<br />
aspectos más nausea bundos de este turismo humani‐<br />
tario se perciben en este retorno en marzo de 2007 y en<br />
la ins trumentalización de los Baka.<br />
16 Véase la película de Régis Wargnier, Man to man (2005) que pone en escena una pareja de pigmeos capturada en 1870 en ple‐<br />
na sociedad victoriana, y que como objetos de ciencia acabarán en un zoo.<br />
17 Véase la página web de la asociación: http://fondaf‐bipindi.solidarites.info/historique.php
LA IDEOLOGÍA DEL ADOSADO (PAVILLIONAIRE)<br />
En un libro de una extraña lucidez Todos propieta‐<br />
rios18 , Jean‐Luc Debry describe cómo la ideolo gía<br />
“pequeño‐burguesa” se ha impuesto en los grandes<br />
estratos de la sociedad. La obsesión por la higiene y la<br />
seguridad, el culto de la mercancía y de la propiedad<br />
privada, han reemplazado a las solidaridades y a la<br />
cultura de resistencia de las clases populares.<br />
Conocemos su participación en la revista de historia social<br />
Gavroche19 Entrevista a Jean‐Luc Debry<br />
Palabras recogidas y editadas por Cédric Biagini<br />
CAPITALISTA<br />
(septiembre 2008)<br />
lizar a “el votante” du rante las campañas electorales.<br />
Esta noción difusa reposa ante todo en la ideología<br />
pequeño‐bur guesa. Históricamente, el objetivo de la<br />
burguesía es crear una clase de amortiguación entre el<br />
proletariado y ella misma que permita pacificar a este<br />
último y hacerle entrar en un estado de sumisión que<br />
él mismo habría deseado. A finales de la Primera<br />
Guerra Mundial el fascismo fue una solución en varios<br />
países europeos para suprimir la idea revolucionaria<br />
así como sus trabajos sobre la Comuna: nos –como lo ha sido la contrarrevolución bolchevique en<br />
llama la atención que vuelva a retomar una temática social Rusia. Tras la Segunda Guerra Mundial, la apuesta de<br />
actual como la del triunfo de las clases medias. ¿Qué le lleva la paci ficación ha continuado. En ese sentido, la<br />
a escribir sobre esta cuestión?<br />
Escuela de Frankfurt mostró bien de qué va la cosa…<br />
Aunque el fascismo ha permitido salvar al capitalismo<br />
Jean‐Luc Debry: Hoy en día, la noción ideológica de en una situación de crisis, supone un coste en términos<br />
clase media domina la sociedad. Su objetivo es con‐ de locura y destrucción. Para convencerle de que el<br />
vencer a la mayor parte de la población de que partici‐ proletariado ya no existe en tanto que clase, es preciso<br />
pa en una gran familia. Los valores de este egotismo hacerle creer que ya no queda nada más que un pro‐<br />
sacralizado y celebrado en el seno de esta ideología se yecto pequeño‐burgués con el cual cada uno puede y<br />
ponen de relieve en el culto maníaco de la higiene y de debe identificarse. Del mismo modo que el prole ‐<br />
la seguridad, la exaltación del valor del trabajo, en el tariado era una clase que podía situarse en relación al<br />
seno de la cual la función se confunde con la existen‐ aparato de producción, así también el fenómeno de las<br />
cia y, naturalmente, la propiedad privada como san ‐ clases medias es un proceso ideológico que se identifi‐<br />
tuario de la mercancía. Culto de una creencia en la ca totalmente con la mer cancía. Ya no estamos en una<br />
cual se borra el deseo de resistencia. Se trata de un pro‐ creación de valor para el capital, sino en una posición<br />
pósito más bien desencantado, pues las perspectivas de presunto goce en el consumo de la mercancía; hay<br />
de crear lugares de resistencia se reducen hasta casi pues un desplazamiento de los métodos de domina ‐<br />
desaparecer.<br />
ción.<br />
¿Podría volver sobre el término “clases medias”? Como Esta aculturación, estas pérdidas de referencias culturales de<br />
usted subraya, algunos sostienen que la mayoría de la gente la clase obrera, esta historia de la mercancía, ciertamente han<br />
47ECOLOGISMO<br />
pertenece a esta categoría. Hay sociólogos que afirman que desempeñado un papel importante. ¿Pero no han sido los<br />
ya no existe, o más aún, que está en vías de desintegrarse por obreros/as actores/actrices de su destino? ¿No han participa‐<br />
la precarización… Emplea también el término “pe queño‐ do de este aburguesamiento?<br />
página<br />
burgués”.<br />
J‐L. D.: El proletariado se ha visto totalmente desar‐ 10<br />
J‐L D: “Clases medias” es un término cajón de sastre mado, particularmente por la dominación del partido<br />
utilizado por los sociólogos. Nos pregun tamos si el comunista y de las ideas estalinistas hasta la década de<br />
término posee una verdadera existencia social; se ha los años sesenta; 1968 fue un sobresalto. Después hubo<br />
YOUKALI,<br />
utilizado por los “comercializa dores” (marketeurs) el colapso histórico del comunismo de Estado, tras la<br />
para hacer consumir y por la clase política para movi‐ caída del muro de Berlín y de la propaganda que le<br />
1885-477X<br />
18 Tous propriétaires. Du triomphe des classes moyennes, Homnispères (2007).<br />
19 Revista de historia popular. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 48 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
acompañaba: “Veis, habéis perdido; las únicas pers ‐<br />
pectivas que se ofrecen son las del éxito individual”.<br />
Todo se reduce al individuo, las tensiones sociales y<br />
económicas se abaten sobre el sujeto que se autoincul‐<br />
pa por no ser capaz de ade cuarse al modelo que se le<br />
presenta. Tenía razón al decir que hubo un fracaso del<br />
movimiento obrero. La apropiación por parte de mili‐<br />
tantes profesionales –los comunistas del partido, las<br />
familias políticas mezcladas‐ de la actividad política<br />
en los barrios y en las fábricas constituyó un fenóme‐<br />
no que fue parte de este proceso histórico. Al perder<br />
sus hábitos de auto‐organización y su capacidad de<br />
articular un discurso crítico sin intermediarios, el pro‐<br />
letariado se convirtió en tonces en una presa fácil para<br />
la ideología de la mercancía, y así es como comienza la<br />
despose sión. A diferencia de un periodo anterior en el<br />
curso del cual la burguesía funcionaba por exclu sión,<br />
ahora se trata de integrar al proletariado. Asistimos en<br />
efecto al despliegue de una ideología de la inclusión.<br />
Las prácticas colectivas y las ideas sociales deben así<br />
desaparecer, ya que sólo cuenta a partir de ahora la<br />
creación del valor.<br />
Nos enfrentamos entonces al desarrollo de un modo y un<br />
estilo de vida. Su libro tiene por título “Todos propietarios”<br />
(Tous propietaires) pues la propiedad inmobiliaria desempe‐<br />
ña un papel cen tral.<br />
J‐L. D.: Sí, desempeña un doble papel: en la realidad y<br />
en la representación. No hay necesidad de ser propie‐<br />
tario para identificarse con esta ideología, basta con<br />
creer en ello (mediante el sueño), y después están los<br />
que son propietarios, encerrados en su adosado, en<br />
esa superficie cuadriculada. Hay un empobrecimiento<br />
total de la relación con los otros y de la vida social en<br />
general. Se la parodia hasta lo caricaturesco en el<br />
espectáculo de los días de vecindad, las bar becue‐<br />
parties y la ciudadanía pretendidamente participativa.<br />
Prácticas y discursos que reflejan en sí mismos su pro‐<br />
pia caricatura. Hay en este cuadro una incapacidad<br />
manifiesta de pensarse en una situación colectiva. Es<br />
la diferencia con el proletariado: gracias a su organiza‐<br />
ción podía reflexionar y poner en tela de juicio su con‐<br />
dición social. Ahora bien, en la actualidad quien está<br />
encerrado en su propiedad privada no puede pensar‐<br />
se como un elemento de un sistema global, está confi‐<br />
nado tras las puertas cerradas de su ego.<br />
Recientemente me he sentido atemorizado al constatar que<br />
esta ideología del adosado (pavillio naire) se encuentra tanto<br />
en el campo como en los suburbios. He visto ciudades desier‐<br />
tas y alrededor exten derse parcelas de adosados con sus jar‐<br />
dines bien aseaditos, su arenita, sus cercados. Este modelo<br />
del adosado se ha generalizado y acompaña al triunfo de las<br />
clases medias y el capi talismo…<br />
J‐L. D.: Es un modelo ideal para la identificación con<br />
el culto de la mercancía, la nueva religión del capital.<br />
Desde los años cincuenta esta imagen de la familia<br />
ideal, con pocos niños, un perro, recluida en el espec‐<br />
táculo de su seguridad, se ha convertido en una suer‐<br />
te de icono emblemá tico, de un ideal basado en la alie‐<br />
nación deseada. La obsesión de esta ideología es la<br />
seguridad, la propiedad y la higiene. Este lugar debe<br />
protegerse y sanearse, el exterior no puede entrar<br />
salvo si se le ha descontaminado porque puede ser<br />
portador de perturbaciones, de ideas o de enferme ‐<br />
dades…: es contagioso.<br />
Señala el hecho de que el lugar donde vamos a vivir ha sido<br />
totalmente restaurado, reconstruido; es artificial, normativo,<br />
y supone una dependencia respecto a la mercancía que le es<br />
consustancial, por ejemplo al coche.<br />
J‐L. D.: En efecto, el corolario del adosado es el<br />
coche… El otro corolario es la gran superficie comer‐<br />
cial donde se llena el carrito de la compra y el malete‐<br />
ro sin tener contacto con nadie, des pués se vuelve a<br />
casa, siempre solo. Tan sólo estamos autorizados a<br />
hacer una barbacoa con aquellos amigos que habrán<br />
sido cuidadosamente seleccionados.<br />
El adosado se encuentra alejado del centro de la ciudad, esta‐<br />
mos pues obligados a coger el coche. Si dejamos de usar el<br />
coche y de hacer algunos kilómetros más para ir a los centros<br />
comerciales se condena a la agonía a las tiendas del centro<br />
metropolitano. Estas cierran, la ciudad pierde su inte rés, y<br />
nos lleva a vivir a sus afueras. El sistema se autorreproduce.<br />
J‐L. D.: El corazón de la ciudad se transforma a veces<br />
en museo o se recrea un origen rural ficti cio en el cual<br />
imaginamos la vida de nuestros abuelos cuando el<br />
espacio público aún existía. Todo eso ha desaparecido.<br />
Se le mitifica. La fealdad de la vida en el adosado, sien‐<br />
do totalmente insoportable, acaba por contaminar el<br />
espíritu. Todo el mundo se da cuenta de que falta algo,<br />
va entonces a visitar las ciudades‐museo, reconstrui‐<br />
das, un mundo del artificio y del espectáculo que ven‐<br />
dría a hacer soportable una cotidianeidad insoporta‐<br />
ble. Se consume la ficción de nues tros orígenes. El ado‐<br />
sado no se transmitirá, nadie cree que pueda durar, se<br />
consume la ilusión de la duración al mitificar un pasa‐<br />
do aséptico del cual se ha eliminado toda realidad. Se<br />
trata de una pura reconstrucción.<br />
Independientemente de los contenidos de la televisión, el<br />
entorno tecnológico y la ideología de In ternet, a los cuales se<br />
conecta la gente, acentúan el repliegue sobre sí y la indivi‐<br />
dualización. A tra vés de la omnipresencia mediática y del<br />
mundo virtual, las cosas vienen directamente a la gente, la<br />
experiencia se muere. Ahora el aislamiento se produce en el<br />
centro mismo del adosado, y no tan sólo de cara al exterior.
J.L.D.: Cada uno está replegado frente a sí mismo, en<br />
un consumo de sí mismo. Asistimos a la consumación<br />
del espectáculo de la vida, como lo escribió Guy<br />
Debord en 1967 en La sociedad del espectáculo. La televi‐<br />
sión no es más que la consagración de esta despose‐<br />
sión de la vida y de sí. Ya no estamos en la realidad,<br />
estamos cara a cara ante el espectáculo de lo que debe‐<br />
ría ser. Carecemos incluso de la necesidad de introdu‐<br />
cir al otro en una relación cualquiera. Es una so ciedad<br />
del onanismo. La alteridad ya no tiene razón de ser.<br />
Habla de infantilización generalizada…<br />
J‐L.D.: Este proceso es flagrante cuando vemos la<br />
publicidad. El individuo se ve reducido a un niño, y<br />
éste se reduce a sus emociones. El consumidor está ati‐<br />
borrado, disfruta con la boca abierta al absorber esta<br />
leche maternal permanente que se disemina de todas<br />
las formas posi bles. Sólo permanece la emoción, ya no<br />
hay reflexión ni espíritu crítico. El adulto es capaz de<br />
estar en desacuerdo con las ideas, de situarse en un<br />
discurso crítico construido y formar un es píritu de<br />
resistencia consciente de sí mismo. La infantilización,<br />
al contrario, consagra el proceso global de alienación<br />
deseado del que hablamos. La emotividad primaria<br />
que consagra la organiza ción social actual, basada en<br />
la individualización comercial y política, constituye el<br />
abono de to das las manipulaciones.<br />
Habla también de confusión total entre los deseos y las nece‐<br />
sidades…<br />
J‐L.D.‐ Hoy, en el campo de la mercancía todo deseo<br />
debe verse satisfecho inmediatamente se gún el modo<br />
de la necesidad, en la posesión. El deseo se ve rebaja‐<br />
do al nivel de las necesidades vitales. Ya no nos que‐<br />
dan más que deseos atrapados por el espectáculo de<br />
los nuevos objetos encargados de despertarlos.<br />
Existimos en función de lo que consumimos y no a tra‐<br />
vés de lo que construimos de nosotros mismos en el<br />
campo de la alteridad. La experiencia de la relación<br />
con el otro permanece ence rrada en el deseo mimético<br />
de poseer los mismos atributos del éxito y de la reali‐<br />
zación indivi duales. Se manipula la dinámica del<br />
deseo para estar al servicio del desarrollo del capital. CAPITALISTA<br />
Habla de la depresión, un hecho social muy extendido. Usted<br />
la considera como una forma de re sistencia mientras que yo<br />
la analizo como un estado psicológico que acompaña al<br />
repliegue, el miedo al otro, la fascinación por uno mismo…<br />
J‐L.D.‐ La depresión es la última experiencia humana<br />
posible en el universo de la mercancía y de la aliena‐<br />
ción del valor. Existe una autenticidad de la experien‐<br />
cia que no puede expresarse más que por la depresión,<br />
es decir, el sufrimiento. Esta experiencia narcisista,<br />
negativa, es insoportable para el que la experimenta,<br />
pero constituye también una forma de resistencia, en<br />
el sentido de que la mecánica de la adhesión a los valo‐<br />
res de la mercancía, tales como el culto de la realiza ‐<br />
ción, ya no funciona. Hay una suerte de cortocircuito.<br />
No obstante, es como la revuelta, un tiempo necesario<br />
pero insuficiente. Un fogonazo que me ha transforma‐<br />
do, pero que no me ha abierto sobre otra cosa. Es nece‐<br />
saria su superación. Pero al menos la depresión nos<br />
obliga a de tenernos y a mostrarnos que todo eso care‐<br />
ce de sentido. En cuanto dejamos de creer en ella, el<br />
discurso histérico que consagra la desposesión de sí ya<br />
no funciona, se convierte en algo inope rante, caduco,<br />
grotesco. Es un cortocircuito de nuestras ilusiones que<br />
puede reforzarnos y per mitirnos mirar a las cosas tal y<br />
como son.<br />
La segunda parte de su libro se titula “Observaciones psico‐<br />
geográficas”, donde habla de la ciudad media, del área de<br />
autopista, etc.; de los no‐lugares que nos son familiares.<br />
J‐L.D.‐ Quise evidenciar el hecho de que todo sistema<br />
político se comprende a través de su arquitectura. La<br />
arquitectura está unida a una época, a una ideología, a 49ECOLOGISMO<br />
una manera de ver lo humano. El no‐lugar correspon‐<br />
de al triunfo de las clases medias, es un lugar donde ya<br />
no hay historia, ni relaciones sociales, tampoco pasado página<br />
ni futuro, tan sólo individuos en tránsito que se cruzan<br />
en lugares puramente funcionales.<br />
10<br />
El área de autopista es un lugar fascinante: ahí se está a la<br />
vez bien y mal. Mal por se está en ninguna parte, y al mismo YOUKALI,<br />
tiempo bien porque poseemos todos los códigos, sabemos<br />
cómo funciona, no existe ninguna sorpresa.<br />
J‐L.D.‐ En el área de autopista no hay cambios, nos<br />
contentamos con atravesarla. Estamos seguros de no<br />
encontrar a nadie, no pasará nada. Estamos solos 1885-477X<br />
mientras no nos hallemos en un lugar colectivo. Nos<br />
sentimos seguros, en un lugar sano, limpio. Se ha ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 50 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
hecho alarde de la hora a la cual se han limpiado los<br />
servicios, no se puede contaminar. Los productos<br />
puestos en venta no sirven para nada, es un decorado<br />
ficticio en el cual nos sentimos seguros ya que todo es<br />
normativo. Todo se conoce por adelantado en un no‐<br />
lugar. Podemos descansar del estrés que los nuevos<br />
modos de producción nos imponen en el trabajo; el<br />
no‐lugar amuebla esta soledad insoportable que<br />
caracteriza al sujeto atrapado en un espacio cerrado.<br />
Ve en la cadena hotelera “la apoteosis sublime que consagra<br />
la pérdida de la referencia espacial”.<br />
J‐L.D.‐ Estos no‐lugares borran la historia y la geogra‐<br />
fía. Sin pasado, una sociedad no puede construirse. En<br />
estas cadenas, cualquiera en la que se encuentre, el<br />
decorado es el mismo, una habitación, cuadros en la<br />
pared, todo es siempre idéntico. Poco importa que se<br />
esté en Estrasburgo, Marsella o Lille, siempre estamos<br />
en el mismo lugar, contrariamente a los delirios actua‐<br />
les sobre la sociedad nómada. No hay nomadismo,<br />
vamos de una mercancía a otra, de un lugar de pro‐<br />
ducción a uno de consumo, y viceversa.<br />
Habla de las calles peatonales de los centros urbanos. Frente<br />
al malestar que todo el mundo percibe, que incluye a los ele‐<br />
gidos que se dan cuenta del malestar social en el ambiente,<br />
existen tentativas de reocupación de los centros urbanos,<br />
pero siempre siguiendo un modelo artificial.<br />
J‐L.D.‐ Intentar rehumanizar lo que ha sido deshuma‐<br />
nizado es patético. Con la calle peatonal se quiere<br />
hacer creer que se ha recreado un lugar de sociabili‐<br />
dad como si antes hubiera existido con el mercado,<br />
donde nos reencontrábamos en el ágora y en la plaza<br />
de la ciudad. Hoy en día se trata de galerías comercia‐<br />
les obsesionadas por la seguridad, donde en ocasiones<br />
reina una policía municipal armada desde hace poco<br />
con Taser 20 , que permite cazar a los SDF 21 . Esta ten‐<br />
tativa de recrear lo que ya no existe no se basa en una<br />
elección de los individuos, sino en un espectáculo.<br />
Estas calles peatonales están jalonadas de letreros,<br />
cadenas comerciales. Todo eso es falso.<br />
Todo eso está fabricado. Lo que trastorna cuando nos pasea‐<br />
mos por las diversas ciudades francesas, es que nos encontra‐<br />
mos en todas partes los mismos letreros, organizados de idén‐<br />
tica forma, dispuestos de manera similar. Sólo se puede sen‐<br />
tir un pequeño carácter local. Vivimos inundados/as por estos<br />
letreros y se ha consumado una uniformización terrorífica.<br />
J‐L.D.‐ Lo que impresiona es el toque de queda… A las<br />
19 horas, ya no hay vida, todo está cerrado. Cerrado<br />
con candado, la vida ha desaparecido. Se trata tan sólo<br />
de una construcción para consumir el espectáculo de<br />
la vida convertida en imposible.<br />
Sabemos que la crisis energética y el calentamiento climáti‐<br />
co no permitirán mantener ad vitam aeternam este modo<br />
de vida enteramente basado en el coche y en infraestructuras<br />
gigantescas. La Tierra no podrá soportar a gran escala este<br />
modelo que occidente ha exportado al mundo entero. No<br />
siendo sostenible este modo de vida, ¿cómo piensa usted que<br />
debería evolucionar?<br />
J‐L.D.‐ El capitalismo acumula tantas contradicciones<br />
que no puede sino encontrarse en crisis; en efecto una<br />
crisis profunda por el hecho mismo de su desarrollo y<br />
de su bulimia parece ineludible. Las crisis van a mul‐<br />
tiplicarse, y a todos los niveles, financiero, industrial, y<br />
por consiguiente, social. La cuestión es saber si van a<br />
desembocar en una toma de conciencia política y un<br />
cuestionamiento radical del fetichismo de la mercan‐<br />
cía, en tanto que se trata de una relación social esen‐<br />
cialmente alienada. Soy más bien pesimista. Si des‐<br />
pués de una crisis, el único objetivo es volver al estado<br />
anterior y no actuar sobre la realidad de esta domina‐<br />
ción de naturaleza ontológica, las crisis se multiplica‐<br />
rán y, fortalecido por sus capacidades de adaptación,<br />
su oportunismo, el capitalismo en tanto que ideología<br />
se adaptará, como lo ha hecho siempre. La adhesión al<br />
sistema actual se asemeja a los mecanismos religiosos<br />
de nuestros padres. Este sistema se aferra a nuestra<br />
creencia. Fabula. Privado de la fe que le anima, carece<br />
de eficacia. Nos encontramos frente a la Religión del<br />
capital, como lo decía Paul Lafargue. El desmorona‐<br />
miento de la creencia común en su sistema ideológico,<br />
desembocará fatalmente en una crisis que podría<br />
parecerse a una crisis de la religión del capital similar<br />
a la del siglo XVIII, que quebrantó los dogmas socio‐<br />
políticos del Antiguo Régimen.<br />
20 Taser, un arma de electro‐choque diseñada para incapacitar a una persona o animal mediante una descarga eléctrica. N. de los<br />
T.<br />
21 Abreviatura de Sans Domicile Fixe, término utilizado para designar a la población sin domicilio fijo, esto es, vagabundos, men‐<br />
digos y en general personas sin techo. N. de los T.
HABITAR SU PAÍS<br />
Las consecuencias del turismo sobre el tejido social,<br />
sobre la propiedad patrimonial y sobre los valores de<br />
la población local resultan desastrosas. Así ocurre en<br />
el País Vasco francés22 donde los agricultores viven el<br />
desmoronamiento programado de su actividad. Pierre<br />
Vissler, miembro del colectivo contra la especulación<br />
en la región de Sola (Zube roa) 23 , analiza la situación<br />
en la década de 1990. 24<br />
cial de uno o dos millones de francos<br />
El imperativo de desarrollar a cualquier precio un territorio<br />
es la consecuencia de profundas muta ciones debidas, en pri‐<br />
mer lugar, a la industrialización y la urbanización. Para evi‐<br />
tar el empobre cimiento y la despoblación, las élites locales<br />
ponen a competir su territorio con otros e intentan hacer<br />
atractiva su región. Todo ello en detrimento de la población<br />
local. Y “los que adquieren las casas y las tierras no compar‐<br />
ten en absoluto el destino de los que viven allí”. A través del<br />
ejemplo de la provincia de Sola (Zuberoa) en el País Vasco<br />
francés, Pierre Vissler muestra cómo el desarro llo del turismo<br />
destruye la ruralidad y toda vida local. Asistimos así a un<br />
verdadero conflicto de clases donde los más ricos, al modificar<br />
al alza los precios inmobiliarios por la compra de las se gun‐<br />
das residencias, impiden a los pobres habitar su propio país.<br />
Por el momento se trata esencialmente de la de ‐<br />
manda de acreditación residencial que genera una<br />
presión sobre los precios de la vivienda en Sola (Zube ‐<br />
roa) y no el crecimiento demográfico. Contra riamente<br />
a lo que ocurre en la costa, la población disminuye por<br />
razones que es necesario relacionar con la falta de ofer‐<br />
tas de trabajo remunerado. Pero esta presión es mons‐<br />
truosa, ya que los precios que ofrecen los demandan‐<br />
tes procedentes del exterior no tienen comparación<br />
alguna con los medios financieros de los autóctonos.<br />
Las pasmosas sumas propuestas hacen surgir sueños<br />
de fácil enriquecimiento, con el riesgo de acabar de<br />
destruir lo que quedaba de tradicional en el proceso de<br />
transmisión y de echar a los inquilinos. Cuando se<br />
conciencian que su patrimonio posee un valor poten‐<br />
25 por Pierre Vissler<br />
CAPITALISTA<br />
, o incluso más,<br />
los pro pietarios se desentienden de su medio social y<br />
no aspiran más que a echar el guante al gordo de la<br />
lotería. En este nuevo contexto puede resultar difícil a<br />
un joven granjero asumir la herencia dado el hecho de<br />
que le haría falta pagar las compensaciones al resto de<br />
parientes con derecho a tal herencia. Y le es totalmen‐<br />
te imposible al responsable de un proyecto agrícola<br />
considerar el instalarse sobre una propiedad. Así se<br />
hace evidente un proceso que, si no se ve rápidamen‐<br />
te desarticulado, hará desaparecer al campesinado en<br />
Sola (Zuberoa) como lo hizo en tantos otros lugares.<br />
[…]<br />
Desesperación y turismo… y viceversa<br />
La idea de que la explotación de una granja podría 51ECOLOGISMO<br />
continuar existiendo y haciendo feliz a una familia<br />
parece haber abandonado el espíritu de muchos agri‐<br />
página<br />
cultores. La razón primordial de este desinterés es sin<br />
duda alguna la desesperación generada por la des‐ 10<br />
afección de su propia des cendencia respecto a este<br />
modo de vida, lo que supone el fin de una larga histo‐<br />
YOUKALI,<br />
22 El autor se refiere a Iparralde, el País Vasco francés, que comprende las provincias de Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Beherea<br />
según la toponimia euskaldún, y que actualmente se inserta en la clasificación administrativa francesa del Departamento de<br />
Pyrénées‐Atlantiques, que incluye las antiguas provincias de Béarn y Pays Basque (N. de los T.).<br />
23 En este caso la región de Soule (Sola, en castellano) se corresponde a la provincia histórica de Zuberoa o Xiberoa.<br />
1885-477X<br />
24 Este texto se ha extraído de Habiter son pays. Question immobilière et foncière au Pays basque Nord, Gatuzain (2006).<br />
25 Aproximadamente entre 150.000 y 300.000 euros, respectivamente (Nota de los T.) ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 52 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ria hecha de su cesiones aseguradas. Si antes el trabajo<br />
colectivo de las tareas variadas incrementaba la auto ‐<br />
nomía alimentaria, ahora por el contrario la agricultu‐<br />
ra se ha convertido demasiado a menudo en un oficio<br />
solitario, monótono y quizá más agotador que antes a<br />
pesar de la mecanización. En cualquier caso, una labor<br />
con ritmos más sostenidos, una actividad menos inde‐<br />
pendiente pues cada vez más está ligada a los banque‐<br />
ros e intermediarios. Los jóvenes crecen pero ante un<br />
es pacio poco seductor respecto a esta actividad.<br />
Durante su juventud habrán frecuentado a unos<br />
padres estresados por un ritmo de trabajo más próxi‐<br />
mo a lo industrial que a la convivencia, pa dres que<br />
han estado poco disponibles e incapaces de transmitir<br />
el gusto por este oficio. Se orientarán pues de forma<br />
voluntaria, y paradójicamente, cada vez más hacia un<br />
empleo asalariado. Esta inclinación se ha agravado en<br />
gran medida por una imagen decididamente retrógra‐<br />
da de la agricultura, construida y mantenida por las<br />
personas que representan el poder y la autoridad,<br />
imagen repetida por la práctica totalidad de los<br />
medios de comunicación. 26 Esta representación nega‐<br />
tiva no deja en el imaginario colectivo más que un<br />
escaso lugar a la agricultura. A nivel francés y euro‐<br />
peo, e incluso mundial, sólo el empresariado agrícola,<br />
el agroempresariado, se puede considerar como digno<br />
de interés porque es susceptible de generar productos<br />
de exporta ción y porque constituye así una fuerza, un<br />
arma económica. Y los responsables logran lo que<br />
quieren: la disminución del <strong>número</strong> de explotaciones<br />
es paralela al aumento de la superficie y de las produc‐<br />
ciones. A nivel local, los electos ya no creen en el por‐<br />
venir de los campesinos (si es que lo hacen durante el<br />
breve tiempo de los periodos electorales), por la sim‐<br />
ple razón de que carecen de reflexión sobre una políti‐<br />
ca local susceptible de permitir el valor perenne de la<br />
agricultura y que al ascender por las escalas del poder<br />
les hace renegar de sus propios orígenes. No son en<br />
verdad más que simples repetidores que aplican las<br />
directivas que provienen de las alturas. 27 Nace así en<br />
el espíritu del campesino el doloroso sentimiento de<br />
vivir en un mundo que se acaba. Transformar enton‐<br />
ces lo inútil, lo que parece no poseer ya valor de uso,<br />
en capital (valor de cambio), nos vuelve a descubrir la<br />
piedra filosofal. Incluso sin saber demasiado qué dise‐<br />
ño podrá alimentar esta inestimable hucha, el senti‐<br />
miento de tener entre las manos lo‐que‐permite‐todo:<br />
el dinero. Y como estos agricultores, tentados durante<br />
su actividad a ampliar sin cesar la exten sión de sus tie‐<br />
rras, cuando se jubilan les parece normal y legítimo<br />
tener como vecinos a los que allí se quedan, y además<br />
se ven obligados a buscar el desarrollo local. La sepa‐<br />
ración de la casa y de las tierras de labor hace desapa‐<br />
recer cada vez más unidades de equipamiento viables.<br />
Así se cierran las puertas ante los candidatos campesi‐<br />
nos, los que han elegido este destino y que son deno‐<br />
minados administrativamente “fuera del entorno<br />
familiar”. Son precisamente las viviendas de estos ex ‐<br />
granjeros, y a menudo separadas de sus tierras pero<br />
no de modo sistemático, las que suponen lo esencial<br />
de las actuales ventas a precios elevados. Este reciente<br />
fenómeno ha deses tabilizado gravemente nuestra<br />
provincia y la ha hecho correr un peligro mortal.<br />
Sola (Zuberoa) se extiende sobre 760 kilómetros<br />
cuadrados y cuenta hoy en día con menos de 14.000<br />
habitantes; la información circula muy rápido y no<br />
hará falta que pasen muchos años para que uno o dos<br />
casos de viviendas vendidas a muy alto precio influya<br />
luego en todas las transacciones. Concretamente, si era<br />
posible comprar una casa entre 300.000 y 500.000 fran ‐<br />
cos 28 hace cuatro o cinco años, en la actualidad esos<br />
casos son raros y sólo una valla, un gra nero, una casa<br />
en mal estado se va a negociar de acuerdo a esas anti‐<br />
guas tarifas. Las casas de alquiler bajo están a punto de<br />
ser vendidas y sus inquilinos expulsados. Las granjas<br />
que com prenden vivienda, granero y algunas hectáre‐<br />
as de tierra en pendiente, se ponen a menudo en venta<br />
en precios que se sitúan entre 1,5 y 2,5 millones de<br />
francos 29 . Aumentos que prohíben es trictamente<br />
cualquier utilización agrícola, hasta tal punto existe<br />
26 La imagen dominante quiere que cuantos menos campesinos existan más desarrollada estará la sociedad. Dicho de otra ma‐<br />
nera: cuantos menos productores independientes (primitivos) queden y más se integre la masa de los trabajadores (asalaria‐<br />
dos) en la producción industrial, tanto más rozará la sociedad la perfección.<br />
27 Durante un debate radiofónico en el contexto de las elecciones cantonales de 2004, el consejero general del cantón de Tardets,<br />
Michel Arhancet, después de haber insistido largamente en la importancia de los campesinos para Sola (Zuberoa), declara lo<br />
siguiente: “Hoy en día si la Alta Sola (Zuberoa) es atractiva es porque es amena […]; el día en que no haya más agricultura en<br />
Sainte‐Engrâce, verá usted el aspecto que tendrá el paisaje de Sainte‐Engrâce que hoy es una joya. Todo está relacionado. Si no<br />
tenemos una agricultura dinámica, no tendremos turismo”. Estas palabras certifican el fatalismo que habita y que transmiten<br />
los responsables. M. Arhancet no dice “si no hubiese más agricultores”, sino más bien “cuando no haya más agricultores”.<br />
Todo está ya previsto, ¿por qué entonces resistir? ¡Decididamente no hay nada que hacer contra el destino! ¡Pero hará falta de<br />
todos modos conservar algunos especímenes de campesinos con el fin de adornar el campo con fines turísticos!<br />
28 Entre 45.000 y 75.000 euros, aproximadamente (Nota de los T.).<br />
29 Entre 240.000 y 360.000 euros, aproximadamente (Nota de los T.).
una inadecuación entre los in gresos que se pueden<br />
generar con tales instalaciones agrícolas. Sin embargo,<br />
se trata de precios del todo adaptados a los deseos<br />
suntuarios burgueses situados en la búsqueda de<br />
autenticidad o a proyectos turísticos destinados a estos<br />
mismos ricos. Así, lo que el modernismo ha despre ‐<br />
ciado, lo que se ha esforzado en destruir, se ha conver‐<br />
tido una vez neutralizado en el lugar pre dilecto de sus<br />
más fieles apóstoles. Las granjas y sus graneros, al<br />
igual que los puertos pesque ros y sus pequeñas casas<br />
rústicas, una vez evacuados por sus inquilinos históri‐<br />
cos, constituyen lo que mejor se ha hecho en materia<br />
de lugares de recursos “integrados”.<br />
Pero, ¿de qué chistera de mago salen estos nuevos<br />
y prósperos compradores?, y ¿por qué ahora? Ante el<br />
desorden provocado por la pérdida endémica de<br />
empleos y de población, los electos de ben mostrar que<br />
se movilizan. Y, aunque los males del País Vasco fran‐<br />
cés sean el fruto de una política imperialista que le<br />
impide vivir su propia historia, los responsables hacen<br />
un análisis según el cual la “deslocalización” resolverá<br />
todos los problemas. Se trata de alguna manera de<br />
acercar el campo a la ciudad y a sus flujos económicos,<br />
conectándole por todos los medios a los ejes principa‐<br />
les de circulación. En el mismo tiempo y con la misma<br />
lógica, frente a los cierres constantes de fábri cas, el<br />
turismo aparece como la nueva gallina de los huevos<br />
de oro, el nuevo sector económico a desarrollar. 30<br />
Hasta ahora poco conocida más allá del suroeste fran‐<br />
cés y del País Vasco del sur (Hegoalde), disimulada en<br />
la sombra de la centelleante zona costera, Sola<br />
(Zuberoa) va a asumir los gastos de los costosos<br />
esfuerzos destinados a seducir turistas e industriales.<br />
Esfuerzos que se traducen en primer lugar en costosos<br />
y devastadores trabajos de infraestructura viaria, en<br />
auditorías y otras oficinas de estudios no menos one‐<br />
rosas, así como en una vasta campaña de publicidad<br />
(folletos turísticos, publicidad en Internet, etc.). El obje‐<br />
tivo de este enfoque clara mente comercial podría resu‐<br />
mirse en el siguiente mensaje publicitario: “¡Si usted<br />
quiere, Sola (Zuberoa) es suya!”. Una tierra totalmen‐<br />
te disponible sobre la cual planea el fantasma bien ‐<br />
hechor de un pueblo mítico con una lengua misterio‐<br />
sa que espera con los brazos abiertos a quienes puedan<br />
aportar divisas, y ella les ofrecerá a cambio todos sus<br />
encantos. Va a funcionar en todo caso para el turismo<br />
que ya en una docena de años ha racionalizado su<br />
acción; y en parte para la industria, ya que los compra‐<br />
dores efímeros y liquidadores de empresas en dificul ‐<br />
tades se presentarán en el mostrador. Poco a poco,<br />
luego cada vez más rápido, nuestra provin cia, al con‐<br />
vertirse en un producto, será el objeto de una recupe‐<br />
ración de su atractivo, y en espe cial sus admirables<br />
mansiones, maravillosamente situadas y aisladas a<br />
pedir de boca para constituir seductoras residencias<br />
estivales.<br />
Al esperar aleatorias recaídas en términos de<br />
empleo, todas estas gesticulaciones habrán logrado<br />
tan sólo engendrar una alza súbita de precios de la<br />
construcción, visible desde los últimos seis años y que<br />
se agrava a pasos acelerados a partir de 2002.<br />
Apostamos a que a los promotores del desarrollo no<br />
les parece un fracaso, para quienes si hay un aumento<br />
de las transacciones co merciales debe haber de igual<br />
modo un crecimiento. La responsabilidad de los elec‐<br />
tos es grande en este desastre, ellos que no conocen<br />
otra política más que la de dilapidar las riquezas de un<br />
país, sus recursos, sus fuerzas vivas y ahora sus<br />
viviendas y su tierra. Entre 1982 y 1999 la proporción<br />
de segundas residencias entre las viviendas de Sola<br />
(Zuberoa) pasa del 10,7% al 13,2%. Y desde el último<br />
censo general de 1999, aunque no sea fácil obtener<br />
cifras claras, pa rece obvio que esta tendencia se ha<br />
acentuado de manera notable. Hace siete años, abría<br />
sus puertas la primera agencia inmobiliaria en<br />
Mauléon; ahora son dos y mañana serán sin duda tres.<br />
La zona que comprende Sola (Zuberoa) y los valles<br />
bearneses próximos, ha sido examinada a fondo por<br />
una horda de agentes que proponen a los que no<br />
hayan pensado todavía en hacerlo vender sus casas,<br />
30 Contratación de un delegado entre 1993 y 1995: 900.000 francos; creación de la casa del Patrimonio: 3.000.000 de francos… En<br />
cuatro años se alcanzará una cifra en torno a 6.500.000 francos que se esfumarán. Quelques éléments de réflexion sur l’activi‐<br />
té touristique en Soule, folleto de Xiberoko Abertzaleen Batasuna, tercer trimestre de 1996.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 53 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 54 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
granjas o ruinas, tentándoles con pagar en dinero con‐<br />
tante y so nante. En efecto, apetitosas sumas para el<br />
que ha vivido siempre humildemente, y que admira<br />
en la televisión el brillo de las clases acomodadas.<br />
Unas sumas tan apetitosas que no han sido verdade‐<br />
ramente comprendidas, como tratamos de explicar<br />
antes. ¡Caen literalmente del cielo! Y si estos vendedo‐<br />
res pueden proponer tales sumas, es porque venden<br />
en un mercado ampliado, sin límites. Existe y se des‐<br />
pliega una verdadera red que desborda las fronteras<br />
del Estado fran cés. El único principio que guía a los<br />
agentes inmobiliarios y a los notarios parece localizar<br />
al mejor cliente allí donde se encuentre y sean cuales<br />
fueren sus intenciones. No hace falta precisar que<br />
estos intermediarios encuentran un interés directo.<br />
Constituyen la vanguardia local de la construcción<br />
económica de la Unión Europea y del mercado mun‐<br />
dial. Alojados hasta en el más recóndito pueblucho del<br />
campo, saben encontrar “el producto” que agradará a<br />
tal o cual rico ciudadano de Nueva York, Londres,<br />
Génova o París. […]<br />
De la instrumentalización<br />
del espacio y de los hombres<br />
Si escuchamos a los responsables del desarrollo,<br />
incluidos los de aquí, así como a los negocian tes de las<br />
inmobiliarias, nos dirán que la especulación todavía<br />
no ha llegado verdaderamente al interior del País<br />
Vasco norte (Iparralde). Es cierto que el metro cuadra‐<br />
do no se negocia a precios tan eleva dos como en<br />
Labour (Lapurdi). Pero notamos que se trata de un<br />
modo de pensamiento pura mente económico. En pri‐<br />
mer lugar, ¿este tipo de información no es en realidad<br />
una forma de publicidad, de incitación, dirigida a los<br />
que encontrarán algunas dificultades para adquirir<br />
una propiedad en zona urbana o suburbana?<br />
Apuntamos ante todo que esta constatación se basa en<br />
hechos comparativos, mientras que los habitantes de<br />
Sola (Zuberoa) no verían de ningún modo mejorar su<br />
destino si supieran que sería peor en otro sitio. Viven<br />
aquí, con los ingresos de aquí. Razonar en términos<br />
relativos vuelve a negar totalmente la realidad cotidia‐<br />
na de las gentes en su propio territorio, a cuestionar<br />
incluso que están en su hogar. Al instrumentalizar el<br />
espacio y las per sonas, la gestión que sigue las leyes<br />
del mercado no considera que cada territorio sea sin‐<br />
gular y menos aún admite que pueda mantenerse. Los<br />
dirigentes han inventado el concepto de “gestión del<br />
territorio” para dar a todos la impresión de que su<br />
lugar de vida es el objeto de todos los cui dados, salva‐<br />
guardado y sostenido, pero sin señalarle con claridad<br />
de qué territorio se trata, en qué conjunto se le inclui‐<br />
rá. Para ellos el carácter rural de un territorio no es más<br />
que un estado coyuntural. En función de las necesida‐<br />
des y de los ajustes necesarios definidos en términos<br />
de economía global, puede cuestionarse el territorio al<br />
considerarlo anticuado, inadaptado. Con el trazo de<br />
un rotulador, y las líneas de una regla o un compás, un<br />
pequeño valle puede de este modo revelarse ideal<br />
para acoger un gaseoducto, una autopista, o convertir‐<br />
se en una zona de vivienda destinada a absorber a la<br />
población excedente de una aglomeración vecina. […]<br />
En rea lidad, y para ser completamente consecuente, es<br />
imposible ahorrarse un análisis de clase y es indispen‐<br />
sable elegir qué intereses defender. Si son los de los<br />
explotadores, hará falta edificar zo nas industriales<br />
(financiadas con dinero público) y apiñar a trabajado‐<br />
res no demasiado lejos, sin preocuparse de sus condi‐<br />
ciones de existencia, ni del medio ambiente, ni de las<br />
actividades inde pendientes que tratan de sobrevivir<br />
en los alrededores. Si por el contrario, son los de los<br />
explo tados, se va a privilegiar la calidad de vida y<br />
todo lo que mejore la autonomía de las comunida des.<br />
Que sea a la escala del País Vasco, de Francia, de<br />
Europa o del mundo, la política es siempre la misma,<br />
globalizante y masificadora, puesto que niega las par‐<br />
ticularidades geoeconómicas, las identidades cultura‐<br />
les, así como las desigualdades de clase. Los movi‐<br />
mientos de población se presentan como naturales o<br />
por lo menos inevitables, y deberíamos aceptarlos sin<br />
pestañear. El sistema capitalista tiene eso de genial, el<br />
hecho de haber logrado hacer pasar lo que es útil a su<br />
propio desarrollo como el saber vivir y el buen senti‐<br />
do, incluso como la solidaridad, pero la élite sabrá<br />
siempre habilitar una pequeña esquina tranquila, lejos<br />
de las nocividades generadas por el sistema que la ali‐<br />
menta.
ECOLOGÍA Y BIO‐AMBIENTALISMO:<br />
OBLIGACIÓN ÉTICA, ESCEPTICISMO Y POLÍTICA<br />
Introducción<br />
A pesar de sus expresiones apocalípticas y catastrofis‐<br />
La crisis de la naturaleza en términos bio‐ecológicos<br />
tas, la teoría social, la teoría de la comunicación y los es‐<br />
entendida como un acontecimiento catastrófico en la<br />
tudios culturales siguen estando demasiado implicados<br />
biosfera, parece estar ligada discursivamente con las<br />
en la modernización occidental, demasiado inconscien‐<br />
teorías sociales, los discursos comunicativos y las prác‐<br />
tes o desconectados de los desarrollos científicos y de‐<br />
ticas culturales. A nuestro juicio nos hallamos ante dos<br />
masiado centrados en lo humano para tratar adecuada‐<br />
problemas: por un lado partimos de campos como el<br />
mente las amenazas bio‐medioambientales y otros im‐<br />
de la sociedad, la comunicación y los estudios cultura‐<br />
pactos ecológicos. Lo curioso es que la humanidad<br />
les claramente pre‐ecológicos en tanto consideran la<br />
afronta al mismo tiempo el supuesto declive ecológico<br />
naturaleza como algo textual; por otro la necesidad de<br />
como una explosión de discursos sobre la naturaleza.<br />
mantener una precaución permanente ante las ten‐<br />
Aunque se trata de un cambio sin precedentes en la<br />
dencias especulativas del pensamiento ecologista que<br />
conciencia de la gente acerca de temas ecológicos, esto<br />
a veces han convertido el estado del medio ambiente<br />
no garantiza una vuelta o una regulación de la natura‐<br />
en una opción ideológica.<br />
leza a su antiguo ser. En tanto la naturaleza y la ecolo‐<br />
En cuanto al primer grupo de problemas, más bien<br />
gía se convierten en el centro de atención, se transfor‐<br />
habría que considerar la ecología como una indaga‐<br />
man de un modo cada vez más radical. En esta comple‐<br />
ción holística, multidimensional, con capacidad de en‐<br />
ja dialéctica, la cultura y la comunicación cobran una<br />
riquecer las disciplinas académicas, pues a fin de cuen‐<br />
fuerza material: son procesos materiales así como sim‐<br />
tas habla de interacción, de flujos, contextos, sistemas<br />
bólicos e imaginarios<br />
y estructuras espacio‐temporales, así como de espa‐<br />
cios privados, mundos y sistemas de valor de los orga‐<br />
nismos individuales; conceptos todos ellos presentes<br />
en los ámbitos y disciplinas humanos.<br />
La comunicación, la cultura y la sociedad siempre<br />
han sido intrínsecamente ecológicos, esto es, no se si‐<br />
túan fuera de la corriente vital de la que forman parte.<br />
Más aún, debido a que estos procesos humanos domi‐<br />
nan los intereses de otros aspectos, se puede afirmar<br />
que ejercen un impacto tangible sobre sistemas de los<br />
cuales forman parte, transformándolos en muchos ca‐<br />
sos. Se trataría pues de situar los impactos ecológicos<br />
en nuestro entorno social y cultural como fenómenos<br />
centrales de las nuevas realidades de nuestra época,<br />
reubicando el medio ambiente como otra dimensión<br />
del espacio social, creando espacios para la crítica del<br />
antropocentrismo y la reformulación de los proyectos<br />
emancipatorios ilustrados y por último cuestionando<br />
también muchas de las divisiones convencionales: na‐<br />
turaleza y cultura, economía y ecología, mente y emo‐<br />
ción, razón y naturaleza, ciencia y cultura.<br />
2 CAPITALISTA<br />
por Mario Domínguez Sánchez<br />
en un mundo que es al mismo<br />
tiempo material y cultural. Los vocabularios de la teoría<br />
social se muestran limitados cuando se trata de caracte‐<br />
rizar las relaciones entre la humanidad y otras especies<br />
y formas ecológicas. En la actualidad las relaciones so‐<br />
ciales del sistema capitalista avanzado se pueden des‐<br />
cribir según el canon clásico de las teorías críticas en tér‐<br />
55ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />
1 Mario Domínguez Sánchez es profesor de sociología en la Universidad Complutense de Madrid<br />
2 Cuando actuamos en el mundo de una forma planificada (racional) lo hacemos simbólicamente, y con ello componemos el medio am‐<br />
biente de forma que refleje las normas culturales, mitos, arquetipos e ideologías. Por otra parte, toda comunicación es biosférica en su<br />
1885-477X<br />
acción, desde los intercambios moleculares de órganos sensoriales y la alteración de campos electromagnéticos hasta las infraestructu‐<br />
ras que soportan las industrias audiovisuales, la comunicación y la cultura son fuerzas materiales. ISBN: 1
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 56 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
minos de alineación, explotación, dominación, control e<br />
incluso represión, siguiendo el amplio legado de Marx,<br />
Freud y otros. Tales conceptos hallan su plena significa‐<br />
ción en los dualismos de naturaleza vs. cultura, mente‐<br />
materia, razón‐emoción, etc. limitando las posibilida‐<br />
des de comprensión y, no obstante, acotando una serie<br />
de tópicos y claves que un análisis de la teoría ecologis‐<br />
ta precisa para transgredirlos.<br />
En cuanto al segundo grupo de precauciones, hay<br />
que anticipar que el escepticismo es un asunto peligro‐<br />
so y no sólo porque puede ser fácilmente incomprendi‐<br />
do. Cabe en esto seguir a Hume en el rechazo de las for‐<br />
mas extremas del escepticismo a favor de otro más mo‐<br />
derado o atenuado, el cual supone introducir un grado<br />
de duda, caución y modestia en todo examen, así como<br />
evitar desmedidas y ambiciosas investigaciones, con‐<br />
formándonos con aquello que nos es accesible. Otro de<br />
los principios que avanzaba Hume era el de la paridad,<br />
según el cual los fundamentos escépticos deberían apli‐<br />
carse con suma imparcialidad, dado que el espíritu hu‐<br />
mano conoce una fuerte tendencia a mantenerse en la<br />
convicción de su propia razón a pesar de toda eviden‐<br />
cia de lo contrario. Se trataría con ello de examinar<br />
nuestras prácticas y presuposiciones al menos con el<br />
mismo fervor con que tratamos las del status quo. De<br />
acuerdo con estos principios, la idea esencial de un eco‐<br />
logismo escéptico consiste en que toda discusión o idea<br />
sobre la naturaleza humana en su medio natural debe‐<br />
ría estar acompañada de una mezcla de duda y modes‐<br />
tia, así como de un compromiso de permanecer en los<br />
límites de lo que es alcanzable para el conocimiento.<br />
Tras estas precauciones, cabe preguntarse: ¿tiene<br />
sentido que un movimiento, el ecologista, que quiere<br />
eliminar el daño bio‐ambiental causado por “la socie‐<br />
dad postindustrial” (capitalismo + comunismo), conti‐<br />
núe sirviéndose ulteriormente de la filosofía natural de<br />
la era capitalista, es decir del racionalismo científico,<br />
consumando así el detrimento político y personal al<br />
cual esta filosofía conduce? ¿Y en caso que eso conti‐<br />
núe y elabore planes, proponga ideas, produzca sínte‐<br />
sis y deleite en el juego dialéctico, sin siquiera interro‐<br />
gar a aquel ser humano que por último es finalmente<br />
quien vive con inquietud los frutos de este desorden?<br />
¿Puede un movimiento intelectual similar aceptar que<br />
exista un solo modo de pensar, y que las personas que<br />
llevan a cabo la propia vida de modo diferente deban<br />
ser “educados” antes de poder acceder al proceso po‐<br />
lítico? ¿Tiene sentido el que una ecología (científica) de<br />
la materia se una con una ecología filosófica (de la<br />
mente)? Algunas de las respuestas que aquí aparece‐<br />
rán indican que la transformación intelectual a realizar<br />
debe ser democrática y no totalitaria. Debe establecer<br />
estrechos contactos entre los individuos, pero tomán‐<br />
dolos en consideración, no como aparecen a la luz de<br />
una teoría abstracta, sino como se comportan y se con‐<br />
ducen en la cotidianeidad, en la vida de cada día. No<br />
se olvida tampoco que la acción ecológica no puede<br />
partir de esa filosofía anónima concebida por pensa‐<br />
dores especulativos y abstractos, pensadores exagera‐<br />
dos, inclementes e interesados, sino que debe nacer de<br />
un debate acerca de las políticas bio‐ambientalistas<br />
más adecuadas a la verdadera situación mundial, evi‐<br />
tando sobrevalorar ciertos problemas y evaluar su im‐<br />
portancia a la hora de establecer prioridades globales.<br />
Proyectos y demandas generales<br />
Los principios éticos forman parte de un pensamiento<br />
ecologista especulativo, lo cual no es problemático en<br />
sí, pero sí es relevante tener en cuenta que se sitúan en<br />
un particular contexto metafísico o cosmológico.<br />
Muchas de las propuestas se asientan, de forma explí‐<br />
cita o no, en la creencia de conexiones o relaciones fun‐<br />
damentales en el mundo natural que se extienden y<br />
aplican a lo humano. En suma, una perspectiva ecoló‐<br />
gica que sostiene y justifica políticas ambientalistas 3 ,<br />
lo cual es fácilmente apreciable en el medio académi‐<br />
co. Se trataría entonces de averiguar si estos filósofos y<br />
científicos sociales son capaces de establecer un traba‐<br />
jo preliminar dados los límites del conocimiento. Esta<br />
tarea es complicada por el hecho de que la ciencia so‐<br />
3 Hay una distinción entre medioambientalismo y ecologismo: “el medioambientalismo aboga por una aproximación administrativa a los<br />
problemas medioambientales, convencido de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores o modelos<br />
de producción y consumo, mientras que el ecologismo mantiene que una existencia sustentable y satisfactoria presupone cambios ra‐<br />
dicales en nuestra relación con el mundo natural no humano y en nuestra forma de vida social y política. La reina de Inglaterra no se<br />
convierte de repente en ecologista política por hacer modificar su flota de limusinas para que reposten gasolina sin plomo” (Dobson,<br />
1997: 22).
cial ecologista es muy diversa. En dicho campo encon‐<br />
tramos aquellos que se sitúan en el ámbito de la ética,<br />
o del ecologismo profundo, ecofeminismo, ecologistas<br />
sociales, medioambientalistas posmodernos o prag‐<br />
máticos, etc. Esta aparente diversidad enmascara una<br />
unidad mucho más profunda. En efecto, tales pensa‐<br />
dores han tendido a perseguir los mismos objetivos<br />
básicos de una forma más o menos similar aunque no<br />
se pusieran de acuerdo en los detalles, por lo que en<br />
realidad han producido un conjunto de variaciones<br />
sobre un tema común. No obstante, la clave de gran<br />
parte de este pensamiento ecologista estriba en tres<br />
grandes proyectos generales que podrían denominar‐<br />
se práctico, radical y especulativo.<br />
El proyecto práctico o pragmático es el más ele‐<br />
mental y ampliamente compartido, se trata de encon‐<br />
trar alguna forma de plantearse decisiones trascen‐<br />
dentales de cara a la así denominada crisis bio‐me‐<br />
dioambiental; al mismo tiempo se prescribe que las<br />
mejores soluciones prácticas han de encontrarse a tra‐<br />
vés de dispositivos intelectuales. Una de las estrategias<br />
empleada por los pensadores ecologistas consiste en<br />
defender los beneficios de una sociedad menos mate‐<br />
rialista. En primer lugar, establecen una distinción (na‐<br />
da original) entre necesidades y carencias, indicando<br />
que muchos de los artículos que consumimos y consi‐<br />
deramos necesidades son en realidad carencias que<br />
hemos “convertido” en necesidades por orden de po‐<br />
derosas fuerzas persuasivas; por tanto, señalan, no se<br />
perdería gran cosa si poseyéramos menos objetos. En<br />
segundo lugar, la sociedad sostenible que reemplaza‐<br />
ría a la actual sociedad de consumo proporcionaría<br />
formas más amplias y profundas de satisfacción que la<br />
proporcionada por el consumo de objetos materiales.<br />
Existe además un tópico en este pensamiento ecolo‐<br />
gista según el cual la raíz causal de los problemas bio‐<br />
medioambientales estriba en una forma de pensar que<br />
aliena a los humanos de su medio natural, lo cual les<br />
permite o incluso les refuerza en su acción destructiva<br />
de los sistemas naturales. El proyecto radical sería así<br />
un esfuerzo de identificar, exponer y eliminar esta for‐<br />
ma destructiva de pensar. Entender mal la naturaleza<br />
de esta ideología ecológica equivale a juzgar mal su<br />
trascendencia histórica como desafío al consenso polí‐<br />
tico, social y científico que ha dominado al menos, si no<br />
antes, desde la aparición de los Estados del bienestar.<br />
En este sentido, se sitúa en una posición parecida a la<br />
de conceptos como postindustrialismo. M. Marien<br />
plantea que, frente a la opinión general, no hay una si‐<br />
no “dos visiones de la sociedad postindustrial” y, lo<br />
que es más importante, que una de ellas es dominante<br />
y otra subordinada. Así escribe que hay “dos modos de<br />
uso completamente diferentes: ‘sociedad postindus‐<br />
trial’ como sociedad de servicios, tecnológica, opulenta,<br />
y ‘sociedad postindustrial’ como economía agraria des‐<br />
centralizada como consecuencia de un industrialismo<br />
CAPITALISTA<br />
fallido” (Marien, 1977: 416), siendo el primero domi‐<br />
nante sobre el segundo. Resulta claro que el segundo<br />
uso constituye un ataque contra el primero por cuanto<br />
se denomina con el mismo nombre y a la vez rehace su<br />
significado. La política ecologista radical es mucho más<br />
cercana a la interpretación subordinada del postindus‐<br />
trialismo —una economía descentralizada como con‐<br />
secuencia inmediata de un industrialismo fallido—<br />
que de su homóloga dominante. J. Porritt y N. Winner<br />
(1988: 9), afirman que: “El [objetivo ecologista] más ra‐<br />
dical pretende nada menos que una revolución no vio‐<br />
lenta que derrumbe la totalidad de nuestra sociedad in‐<br />
dustrial contaminante, saqueadora y materialista y, en<br />
su lugar, cree un nuevo orden económico y social que<br />
permita a los seres humanos vivir en armonía con el<br />
planeta. Según esto, el movimiento verde pretende ser<br />
la fuerza cultural y política más radical e importante<br />
desde el nacimiento del socialismo”.<br />
La versión más radicalizada se puede rastrear en lo<br />
que Anna Bramwell (1989) denominó “ecologismo<br />
maniqueo”, por la primitiva variante cristiana que sos‐<br />
tenía que el bien y el mal eran poderes equivalentes en<br />
un universo, compelidos a una lucha sin fin por la su‐<br />
premacía. En su historia de la “ecología”, entendida<br />
como una ideología política, Bramwell describe a estos 57ECOLOGISMO<br />
ecologistas maniqueos como aquellos que sostienen la<br />
visión de que los humanos son seres naturales y por<br />
tanto están obligados a ocupar un nicho natural, mas página<br />
tales humanos de hecho se comportan ahora de modo<br />
no natural y viven alienados respecto a la naturaleza. 10<br />
La centralidad de la tesis de los límites del creci‐<br />
miento y las conclusiones extraídas de allí conducen a<br />
los pensadores ecologistas a afirmar que se requieren<br />
YOUKALI,<br />
cambios radicales en nuestras prácticas y hábitos socia‐<br />
les. Así se refieren a menudo al tipo de sociedad que in‐<br />
corporaría tales cambios, como la “sociedad sosteni‐<br />
ble”, y el hecho de que seamos capaces de delimitar as‐<br />
pectos de una sociedad ecológica distinguibles de las<br />
imágenes preferidas de otras ideologías es una de las 1885-477X<br />
razones por las que el ecologismo se puede concebir<br />
como una ideología política por derecho propio. Y no ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 58 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
siempre fácil de asumir: al poner en tela de juicio una<br />
aspiración de la mayoría de la gente —aumentar al má‐<br />
ximo el consumo material y energético— y al mismo<br />
tiempo, hacer atractiva su postura 4 .<br />
“La idea de que los niveles de vida de los países ri‐<br />
cos son alcanzables por todos los países es pura fanta‐<br />
sía”, escriben Irvine y Ponton (1988: 21), indicando así<br />
que existen límites físicos para el crecimiento. Pero<br />
también creen que hay límites sociales y éticos: por<br />
ejemplo, que el crecimiento indiscriminado exacerba<br />
los problemas que pretende resolver, en especial en el<br />
terreno de la inflación y el desempleo. Se dice que el<br />
desempleo es el resultado de los avances tecnológicos<br />
que reducen la proporción de mano de obra/ produc‐<br />
ción. La idea tradicional de que las tasas de desempleo<br />
se pueden reducir incrementando el crecimiento se<br />
cuestiona en dos sentidos: en primer lugar, ese creci‐<br />
miento ulterior y la subsiguiente inversión en la misma<br />
dirección (tecnología que ahorra mano de obra) sólo<br />
pueden traducirse en más desempleo, no en menos; y<br />
en segundo lugar, las tasas de crecimiento necesario<br />
proyectado por los intereses políticos tradicionales son,<br />
de todos modos, insostenibles. Los costos sociales del<br />
desempleo, dicen los ecologistas, son inaceptables, y la<br />
aspiración de un crecimiento ilimitado, al ser parte del<br />
problema, difícilmente puede ser parte de la solución.<br />
Al mismo tiempo los pensadores ecologistas sostienen<br />
que la economía de crecimiento es intrínsecamente in‐<br />
flacionaria. En primer lugar, y apoyándose en la postu‐<br />
ra de que la escasez es un dato fundamental e inevita‐<br />
ble en un planeta finito, afirman que conforme se va‐<br />
yan agotando los recursos, habrá una presión crecien‐<br />
te sobre los precios. Asimismo los costos del crecimien‐<br />
to económico (algunas de sus “externalidades”), que<br />
hasta el momento han sido en gran medida ignorados,<br />
deberán tenerse en consideración y por tanto cobrados.<br />
También esto incrementará el coste de la vida. Desde<br />
una perspectiva ecologista, por tanto, los problemas de<br />
inflación y desempleo son (o serán) los frutos del creci‐<br />
miento y no se pueden resolver con más de lo mismo.<br />
Y la idea anterior sobre la necesidad venidera de incluir<br />
los costes de las externalidades sirve también para ilus‐<br />
trar las inquietudes ecologistas acerca de los modos<br />
tradicionales de medir la fuerza de las economías na‐<br />
cionales y por tanto el bienestar social. Un incremento<br />
del PIB, por ejemplo, se ve invariablemente como un<br />
elemento imprescindible del bienestar, pero como J.<br />
Porritt (1984: 121) señala, “Muchos de esos bienes y ser‐<br />
vicios [medidos por el PIB] no son beneficiosos para la<br />
gente: incremento del gasto en crimen, en contamina‐<br />
ción, en las muchas víctimas humanas de nuestra so‐<br />
ciedad; incremento del gasto debido a los deshechos o<br />
a la obsolescencia proyectada; incremento del gasto de‐<br />
bido a las crecientes burocracias”.<br />
De todas formas, cualquiera que sea la importan‐<br />
cia del proyecto radical, muchos pensadores ecologis‐<br />
tas asumen como tarea principal reemplazar la forma<br />
destructiva de pensar por otra más benigna, una pers‐<br />
pectiva ecológica que exprese una concepción de la<br />
“relacionabilidad”. La concreción de tal perspectiva es<br />
lo que puede entenderse como el proyecto especulati‐<br />
vo del pensamiento ecologista, el cual abarca tres<br />
grandes demandas respecto a la vida humana en su<br />
contexto bio‐medioambiental, las cuales configuran<br />
conjuntamente la causa central del ecologismo en tér‐<br />
minos filosóficos:<br />
1. El mundo natural es ante todo relacional.<br />
2. Los seres humanos tienen una obligación moral de<br />
respetar y preservar el orden (relacional) de la natu‐<br />
raleza.<br />
3. La aceptación generalizada de las anteriores deman‐<br />
das de carácter intelectual constituye la clave para<br />
resolver la crisis bio‐medioambiental.<br />
Naturaleza relacional<br />
La primera de estas demandas está en contradicción<br />
directa respecto a la perspectiva mecanicista de la na‐<br />
turaleza atribuida a la ciencia moderna, aquella que<br />
4 Es importante ver que sostienen que el reciclado o el uso de fuentes de energía renovable no resolverán por sí solos los problemas plan‐<br />
teados por una Tierra finita: seguiremos sin ser capaces de producir o consumir a un ritmo cada vez mayor. “La ficción de combinar los<br />
actuales niveles de consumo con un ‘reciclamiento ilimitado’ es más característica de la visión tecnocrática que de la ecológica. También<br />
el reciclado usa recursos, gasta energía, crea contaminación térmica; a fin de cuentas, es simplemente una actividad industrial como to‐<br />
das las demás. Reciclar es a la vez útil y necesario, pero resulta ilusorio imaginar que da respuestas fundamentales” (Porritt, 1984: 183).
trata de reducir el mundo no humano a una mera co‐<br />
lección de entidades físicas aisladas sin valor o propó‐<br />
sito en sí mismas. Tal perspectiva mecanicista se iden‐<br />
tifica a menudo con la raíz de los males ecológicos da‐<br />
do que parece conceder licencia libre para reordenar la<br />
totalidad del mundo de acuerdo a los intereses huma‐<br />
nos. Por el contrario, cualquier perspectiva ecológica<br />
parte de la creencia de que el orden natural es más que<br />
un organismo, una red de interconexiones que posee<br />
su propia unidad interna, sus propios fines e intereses;<br />
como tal, el orden natural puede verse dañado. Todo<br />
ello presupone la posibilidad de alcanzar algún grado<br />
de conocimiento de la naturaleza y de sus propios in‐<br />
tereses en tanto la fuente de tal conocimiento sea la es‐<br />
peculación o la ciencia. Esta idea queda reforzada por<br />
la siguiente “lección” política que el ecologismo “ex‐<br />
trae de la naturaleza”. La visión del mundo natural co‐<br />
mo un sistema entrelazado de objetos interdependien‐<br />
tes (tanto sensibles como no sensibles) genera un sen‐<br />
tido de igualdad, por cuanto cada ser es considerado<br />
necesario para la viabilidad de todos los demás. Según<br />
esta perspectiva, ninguna parte del mundo natural es<br />
independiente y, por tanto, ninguna parte puede recla‐<br />
mar “superioridad”. “La aproximación ecológica [in‐<br />
troduce] una importante nota de humildad y compa‐<br />
sión en nuestro modo de entender nuestro lugar en la<br />
Tierra” (Eckersley, 1992: 10).<br />
Se considera a la naturaleza no sólo como nuestro<br />
mejor maestro, sino que “ella” es además hembra. Esto<br />
tiene importantes consecuencias para el feminismo sus‐<br />
crito por el ecologismo, porque hay una tendencia a re‐<br />
presentar las características beneficiosas de la naturale‐<br />
za con “personalidad femenina”: así, la naturaleza y la<br />
mujer serían nutricias, afectuosas, sensibles al lugar y<br />
esencialmente definidas por el (alto) ministerio de dar<br />
luz a la vida. En la medida en que gran parte del impul‐<br />
so feminista ha estado encaminado a librar a la mujer de<br />
la conducta estereotipada, esta visión ecológica podría<br />
parecer retrógrada. Y lo que es más oportuno: las carac‐<br />
terísticas de esta visión (si admitimos que la mujer real‐<br />
mente las posee, excluyendo otros aspectos) son preci‐<br />
samente las que han relegado a la mujer a una condi‐<br />
ción inferior, porque dichas características se conside‐<br />
ran cualidades subordinadas. Es probable que no sirva<br />
de gran consuelo a algunas feministas que el ecologis‐<br />
mo intente volver las tornas en este campo, sosteniendo CAPITALISTA<br />
que el predominio de los valores masculinos es parte de<br />
la razón de la crisis ecológica global, y que el ejemplo fe‐<br />
menino de la naturaleza es el que se ha de seguir.<br />
Obligación moral<br />
La segunda de tales demandas, aquella que plantea<br />
una serie de obligaciones morales, se asume como co‐<br />
rolario de la primera en dos sentidos. Si la naturaleza<br />
es un organismo con intereses propios, entonces las<br />
entidades y sistemas naturales pueden poseer un sig‐<br />
nificado o valor más allá de su utilidad humana. Es<br />
más, si los seres humanos participan en el sistema de<br />
relaciones, entonces pueden tener obligaciones con el<br />
sistema tal y como los ciudadanos tienen obligaciones<br />
con el Estado del que forman parte.<br />
En este orden de cosas, merece la pena señalar otra<br />
razón específica aducida para vivir “en” el medio am‐<br />
biente y no contra él. Se afirma que la explotación del<br />
planeta está vinculada con la explotación de la gente,<br />
y que acabar con la primera es el requisito previo para<br />
acabar con la segunda. Sin embargo, hay aquí campo<br />
abundante para el desacuerdo. En un análisis comple‐<br />
jo y de gran alcance, el ecologista social Murray<br />
Bookchin (1991: 131) da la vuelta a las cosas y afirma<br />
que “la idea misma de dominar la naturaleza procede<br />
de la dominación del hombre por el hombre”, sugi‐<br />
riendo de este modo que la emancipación humana es<br />
requisito para la emancipación de la naturaleza. De<br />
una forma u otra, esto es mucho decir, y hay quienes<br />
sostienen que no es en absoluto obvio que esas dos for‐<br />
mas de explotación estén conectadas. Podemos imagi‐<br />
nar un mundo donde las poblaciones vivan de mane‐<br />
ra sostenible con respecto al medio ambiente, pero de<br />
forma explotadora en lo tocante a las relaciones socia‐ 59ECOLOGISMO<br />
les dentro de dichas poblaciones (y viceversa). Las so‐<br />
ciedades sostenibles podrían adoptar muchas formas,<br />
y no parece haber ninguna razón necesaria por la que página<br />
debieran ser menos explotadores de los seres huma‐<br />
nos que lo son las sociedades actuales (y viceversa). La 10<br />
importancia de esto es, sin embargo, que los ecologis‐<br />
tas políticos (y sociales) piensan que lo serán.<br />
También nos encontramos con otra consecuencia<br />
YOUKALI,<br />
que deriva de esa dependencia del ecologismo respec‐<br />
to a los pronósticos nada halagüeños establecidos por<br />
la tesis de la sostenibilidad. Se trata de que este pensa‐<br />
miento parece haberse sentido liberado de la necesi‐<br />
dad de pensar seriamente sobre la realización del cam‐<br />
bio que preconiza, de ahí una nueva característica de 1885-477X<br />
la ideología que se debe señalar: la tensión entre la na‐<br />
turaleza radical del cambio social y político que pre‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 60 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
tende y la confianza en los medios tradicionales de‐<br />
mocrático‐liberales de llevarlo a cabo. Jana Thompson<br />
es quien más cuestiona la idea de que el apoyo activo<br />
a un cambio de conciencia no es suficiente por sí sólo,<br />
pues la conciencia no es un dato independiente, aisla‐<br />
do de las circunstancias sociales que la alimentan: “La<br />
resolución ética [...] presupone crítica social: un inten‐<br />
to de demostrar que las actuales relaciones sociales, y<br />
los objetivos y deseos que brotan de ellas, son insatis‐<br />
factorios, y que son de desear nuevas concepciones de<br />
autorrealización y felicidad” (Thompson, 1983: 98).<br />
Esa crítica social debiera ser parte esencial de la inicia‐<br />
tiva ecológica, pero los ensayistas y filósofos de esta<br />
doctrina escriben como si la resolución de los proble‐<br />
mas temáticos fuera suficiente para producir la resolu‐<br />
ción de problemas prácticos como la contaminación o<br />
la deforestación; y por lo común, el contexto social y<br />
político no recibe atención alguna. Es como si los de‐<br />
fensores del movimiento hubieran creído que el men‐<br />
saje resultaba tan obvio que bastaba comunicarlo para<br />
conseguir que se actuara de acuerdo con él. Los obstá‐<br />
culos para el cambio ecologista no se han determina‐<br />
do adecuadamente y el resultado es una corriente de<br />
pensamiento carente de un programa adecuado de<br />
transformación política y social.<br />
Aceptación intelectual<br />
La tercera demanda expresa la esperanza básica de es‐<br />
te pensamiento ecologista: si bien las raíces de la crisis<br />
bio‐medioambiental son intelectuales, no obstante la<br />
solución también ha de ser intelectual, lo cual sitúa a<br />
los pensadores en una posición privilegiada en ese de‐<br />
bate sobre el cambio ineludible de lo humano respec‐<br />
to a lo natural, puesto que el primer agente (lo huma‐<br />
no) posee el poder de deshacer el daño espiritual o in‐<br />
telectual que se ha hecho hasta ahora. Y esta proposi‐<br />
ción nos introduce en el típico debate sobre el modo<br />
intelectualizado de la acción social: a) el carácter de‐<br />
mocrático o autoritario de estas soluciones intelectua‐<br />
les, b) el debate sobre procedimientos, fines y medios,<br />
y c) la caracterización política de tales soluciones y<br />
procedimientos.<br />
a) En el pensamiento ecologista hay una fuerte opi‐<br />
nión de que la “sociedad sana” (metáfora orgánica<br />
intencionada) es aquella en la que un abanico de<br />
opiniones no sólo es tolerado, sino celebrado, por<br />
cuanto esto proporciona un depósito de ideas y for‐<br />
mas de conducta del cual echar mano cuando se<br />
afrontan problemas políticos o sociales: “La diversi‐<br />
dad debe ser, además, la palabra clave del modo de<br />
organizarnos. No sólo necesitaremos echar mano de<br />
un amplio abanico de opciones culturales y minori‐<br />
tarias para mejorar la calidad de nuestras vidas, sino<br />
que también tendremos que utilizar una base de po‐<br />
der amplia y participativa en nuestros sistemas po‐<br />
líticos para oponernos e invertir las actuales tenden‐<br />
cias hacia la homogeneidad, la centralización excesi‐<br />
va, el abuso de poder y una sociedad indiferente”<br />
(Myers, 1985: 254). Esta aspiración se encuentra en<br />
tensa relación con la rigidez potencial de las normas<br />
y criterios de una sociedad sostenible a pequeña es‐<br />
cala. En esa medida, el ecologismo tropieza con un<br />
problema similar al encontrado en la tradición libe‐<br />
ral en la que se inspira: cómo tener una concepción<br />
de la sociedad buena que requiere que la gente se<br />
comporte de una determinada manera, y defender<br />
sin embargo, formas diversas de conducta.<br />
b) La historia de la ecología (Bramwell, 1989) está lle‐<br />
na en ese sentido de afirmaciones que se pueden<br />
describir con mayor exactitud como autoritarias que<br />
como democráticas, y es cierto que incluso en el mo‐<br />
vimiento moderno hubo un tiempo en el que evitar<br />
la catástrofe bio‐medioambiental se consideraba el<br />
fin principal, y los medios usados para conseguirlo<br />
eran, en gran medida, lo de menos: “[El proyecto so‐<br />
cial que conduce a una sociedad sostenible] es un<br />
proceso que se puede llevar a cabo dentro de las ac‐<br />
tuales estructuras de autoridad, sean democráticas o<br />
dictatoriales. No es necesario, aunque sería preferi‐<br />
ble, que se cambien las relaciones de autoridad.”<br />
(Pirages, 1977 b : 10). Este tipo de agnosticismo res‐<br />
pecto a la organización social fue (y es) fuente de vi‐<br />
tal importancia para los críticos del movimiento eco‐<br />
logista que lo acusan de irresponsabilidad y reac‐<br />
ción políticas. El problema nace del hecho de que,<br />
pese a los intentos ecologistas por hacer de la demo‐<br />
cracia un componente necesario de una lista de valo‐<br />
res, el vínculo en realidad parece ser contingente. M.<br />
Saward expone este punto de manera convincente<br />
al sostener que hay una clara tensión entre el con‐<br />
junto ecologista de valores y los valores de la demo‐<br />
cracia (Saward, 1993: 70‐72). R. Goodwin (1992: 168)<br />
expresa la misma idea de forma aún más clara:
“Defender la democracia es defender procedimien‐<br />
tos, defender el medioambientalismo es defender<br />
resultados reales: ¿qué garantías podemos tener de<br />
que los procedimientos de la primera produzcan los<br />
tipos de resultados de la segunda?”. La consecuen‐<br />
cia clara es que si los resultados ecologistas no se ven<br />
garantizados por los procedimientos democráticos,<br />
y si los resultados de la sostenibilidad son tan im‐<br />
portantes como los discursos políticos ecologistas lo<br />
garantizan, entonces puede haber una razón para<br />
abandonar los procedimientos democráticos en fa‐<br />
vor de los autoritarios.<br />
Este callejón sin salida gira en torno a una carac‐<br />
terización según la cual la política ecologista privile‐<br />
gia el resultado sobre el procedimiento, y como re‐<br />
acción al menos una comentarista como Robyn<br />
Eckersley vuelve el acertijo del revés al suponer que<br />
para esta política, el procedimiento es al menos tan<br />
importante como el resultado. Lo hace afirmando<br />
que la política ecologista radical es emancipadora<br />
pues pretende aumentar al máximo la autonomía de<br />
los seres humanos y no humanos, que se ha de “des‐<br />
plegar según sus propios modos y de acuerdo con la<br />
‘vida de su especie’”. Desde este punto de vista, con‐<br />
tinúa: “la conexión entre ecología y democracia deja<br />
de ser débil [...] el autoritarismo queda excluido en<br />
el nivel del principio ecologista (y no por razones<br />
puramente instrumentales), del mismo modo que es<br />
excluido según el principio liberal: viola de forma<br />
fundamental los derechos de los humanos a decidir<br />
su propio destino” (cit. Dobson, 1997: 49).<br />
Esto contradice la opinión de J. Barry de que<br />
“desde un punto de vista estrictamente ecocéntrico<br />
[...] la democracia es superflua, en el peor de los ca‐<br />
sos, o un complemento opcional” (Barry, 1994: 371).<br />
El intento de Eckersley (1992) de elaborar una cone‐<br />
xión necesaria entre ecologismo y democracia no se<br />
basa en extraer “lecciones de la naturaleza”, sino<br />
que destaca las secuelas que acarrea interpretar el<br />
ecologismo como una ideología de proceso o de re‐<br />
sultado. Poner el ecologismo del lado del proceso lo<br />
sitúa en la tradición liberal. John Gray, por otra par‐<br />
te, se siente capaz de apelar a los conservadores cer‐<br />
canos al ecologismo al considerar éste desde una<br />
perspectiva de la consecución. “Para los pensadores<br />
conservadores, lo mismo que para los ecologistas,<br />
resulta claro que elegir tiene en sí mismo poco o nin‐<br />
gún valor: lo que tienen valor son las elecciones que<br />
se hacen y las opciones disponibles” (Gray, 1993:<br />
137). Desde el punto de vista práctico, tenga el valor<br />
que tenga, Gray se equivoca: se puede decir que el<br />
movimiento ecologista en su forma moderna ha<br />
abandonado las soluciones autoritarias a la crisis<br />
bio‐medioambiental.<br />
c) En términos políticos habituales, y a fin de ayudar a<br />
distinguir el ecologismo de otras ideologías políti‐<br />
cas, es útil examinar la generalizada pretensión eco‐<br />
logista de “ir más allá” del espectro política izquier‐<br />
da‐derecha. “Al exigir una sociedad ecológica no<br />
violenta, no explotadora, los Verdes trascienden la<br />
extensión de la línea que va de izquierda a derecha”<br />
(Spretnak y Capra, 1985: 3). J. Porritt traduce esto co‐<br />
mo una trascendencia del capitalismo y el comunis‐<br />
mo y comenta que “el debate entre los protagonistas<br />
del capitalismo y el comunismo resulta tan edifican‐<br />
te como el diálogo entre la sartén y el cazo” (Porritt,<br />
1984a: 44). La base para esta afirmación es que, des‐<br />
de una perspectiva ecocéntrica, se puede hacer ver<br />
que las semejanzas entre comunismo y capitalismo<br />
parezcan mayores que sus diferencias:<br />
“Ambos están dedicados al crecimiento industrial,<br />
a la expansión de los medios de producción, a una<br />
ética materialista como el mejor medio de satisfa‐<br />
cer las necesidades de la gente, y al desarrollo tec‐<br />
nológico sin cortapisas. Ambos se apoyan en una<br />
centralización y un control y coordinación buro‐<br />
cráticos a gran escala y cada vez mayores.<br />
Partiendo de un restrictivo racionalismo científico,<br />
ambos insisten en que el planeta está ahí para ser<br />
conquistado, que lo grande es evidentemente be‐<br />
llo, y que lo no se puede medir no tiene importan‐<br />
cia.” (Ibíd.: 44).<br />
El nombre dado por lo general a esta forma de vida es<br />
“industrialismo”, al cual Porritt llega a denominar<br />
“super‐ideología”, dentro de la cual se inscriben co‐<br />
munismo y capitalismo, y que en otro lugar describe<br />
como “adhesión a la creencia de que las necesidades<br />
humanas sólo se pueden satisfacer mediante la perma‐<br />
nente expansión del proceso de producción y consu‐<br />
mo” (Goldsmith y Hildyard, 1986: 343‐344). De todos<br />
modos, aunque el movimiento ecologista parece en‐<br />
tender “izquierda y derecha” y “capitalismo y comu‐<br />
nismo” como pares sinónimos, hace falta verlos sepa‐<br />
radamente, aunque sólo sea porque los términos utili‐<br />
zados para analizarlos van a ser diferentes. Se debe de‐<br />
cir, no obstante, que la afirmación ecologista ha sido<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 61 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 62 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
objeto de críticas, en especial respecto al segundo par<br />
y sobre todo por parte de la izquierda.<br />
En algunos sentidos, podemos hablar del movi‐<br />
miento ecologista de un modo bastante acertado des‐<br />
de una óptica de izquierda y derecha porque los tér‐<br />
minos utilizados para analizar la diferencia entre am‐<br />
bas se le pueden aplicar fácilmente. Si, por ejemplo, to‐<br />
mamos la igualdad y la jerarquía como características<br />
consideradas encomiables dentro del pensamiento de<br />
izquierdas y de derechas, respectivamente, entonces el<br />
ecologismo es claramente de izquierdas, al defender<br />
como lo hace formas de igualdad entre los seres hu‐<br />
manos y otras especies. Sin embargo, afirmar que el<br />
ecologismo es inequívocamente de izquierda no es tan<br />
fácil. Por ejemplo, la política ecologista es en principio<br />
contraria a toda manipulación, que no sea levísima,<br />
del mundo natural y social por parte de los seres hu‐<br />
manos. Desde la Revolución francesa ha sido tema<br />
propio del pensamiento de izquierda que la existencia<br />
de un concreto orden natural de las cosas al que los se‐<br />
res humanos deben conformarse y no obstaculizar es<br />
una forma de mistificación medieval utilizada por la<br />
derecha para asegurar y perpetuar el privilegio. La iz‐<br />
quierda ha sostenido que el mundo está ahí para reha‐<br />
cerlo a imagen del “hombre”, de acuerdo con planes<br />
trazados por “hombres” y en los que la única referen‐<br />
cia a un orden natural apunta a uno abstracto, fuera<br />
del tiempo y el espacio. La aspiración ecológica radi‐<br />
cal de insertar al ser humano en su “lugar propio”<br />
dentro del orden natural y de generar un sentido de<br />
humildad ante éste es claramente de “derechas”, en<br />
este caso: “La creencia de que estamos ‘aparte del res‐<br />
to’ de la creación es una característica intrínseca del or‐<br />
den mundial dominante, una filosofía antropocéntri‐<br />
ca, centrada en el hombre. Los ecologistas sostienen<br />
que esta creencia, en última instancia destructiva, de‐<br />
be ser desarraigada y reemplazada por una filosofía<br />
biocéntrica, centrada en la vida”. (Porritt, 1984a: 206).<br />
El modo de entender el lugar del ser humano en<br />
un mundo ordenado de antemano y sumamente com‐<br />
plejo, que estropeamos con riesgo para nosotros mis‐<br />
mos, instituye sin embargo un pensamiento conserva‐<br />
dor. J. Weston, que escribe desde una perspectiva so‐<br />
cialdemócrata, lo resume así: “Está claro que el análi‐<br />
sis ecologista de cuestiones bio‐medioambientales y<br />
sociales está dentro de la estructura amplia de la filo‐<br />
sofía e ideología de derechas. La creencia en límites<br />
‘naturales’ para la conquista humana, la negación de<br />
las divisiones de clase y la visión romántica de la ‘na‐<br />
turaleza’ hunden sus raíces en las divisiones políticas<br />
conservadoras y liberales” (Weston, 1986: 24).<br />
Como antes se indicó, J. Gray ha recogido esta po‐<br />
lémica y la ha convertido en virtud, desde un punto de<br />
vista conservador. Afirma que hay “tres profundas afi‐<br />
nidades” entre el pensamiento ecologista y el conser‐<br />
vador. La primera es que “tanto el conservadurismo<br />
como la teoría ecologista ven la vida de los humanos<br />
dentro de una perspectiva multigeneracional”; la se‐<br />
gunda, que “tanto los pensadores conservadores co‐<br />
mo los ecologistas rechazan la anticuada doctrina del<br />
individualismo liberal, el sujeto soberano, el agente<br />
autónomo cuyas elecciones constituyen el origen de<br />
todo lo que tiene valor”; y la tercera, que “tanto los<br />
ecologistas como los conservadores prefieren, por<br />
miedo a los riesgos, la senda de la prudencia cuando<br />
nuevas tecnologías, o nuevas prácticas sociales, tienen<br />
consecuencias amplias e impredecibles” (Gray, 1993:<br />
136‐137). Aunque Gray no incluye en su lista una opo‐<br />
sición común a la “soberbia humanista”, podría ha‐<br />
berlo hecho (Ibíd.: 139). Vemos pues la dificultad de<br />
describir el ecologismo como claramente conservador<br />
o progresista, lo cual constituye un legado de su ambi‐<br />
gua relación con la tradición ilustrada, y es coherente<br />
con su autoimagen de poner en tela de juicio las res‐<br />
puestas habituales a dicha tradición.<br />
De todo ello cabe deducir que los desacuerdos bá‐<br />
sicos entre los intelectuales ecologistas proceden de<br />
dos cuestiones básicas: por una parte de la importan‐<br />
cia relativa de cada una de estas tres demandas, por<br />
otra parte de la forma en que han de llevarse a cabo.<br />
Por ejemplo, los ambientalistas éticos difieren de los<br />
ecologistas profundos no sólo en su consideración ge‐<br />
neral del proyecto filosófico sino en que estos últimos<br />
tienden a subrayar el proyecto radical más que los pri‐<br />
meros. Entre los ambientalistas éticos existen además<br />
desacuerdos respecto a qué tipo de metafísica o ética,<br />
si es que la hay, se necesita para sostener una auténti‐<br />
ca moral de respeto y cuidado del medio ambiente, lo<br />
cual a menudo se ve acompañado de una disputa en<br />
torno a las implicaciones de la ecología. Algunos pos‐<br />
modernos, ecofeministas y ecologistas sociales propo‐<br />
nen rechazar el proyecto especulativo por impractica‐<br />
ble, centrándose casi sólo en propuestas prácticas y ra‐<br />
dicales, inclusive aunque no esté del todo claro que los<br />
proyectos especulativos y radicales se puedan separar<br />
fácilmente. Existe además una justificación para esta
indagación histórica; el hecho de que la relación del<br />
pensamiento ecologista con la tradición filosófica y<br />
científica está puesta en entredicho.<br />
La cambiante naturaleza de la naturaleza<br />
El pensamiento ecologista comenzó con la creencia de<br />
que el mejor modo de cambiar el comportamiento de<br />
la gente consistía en transformar el modo en que pien‐<br />
san; sin ello es inviable cualquier cambio. Por ello, han<br />
venido insistiendo en el sentido de que la gente se re‐<br />
plantee sus respuestas respecto a las cuestiones más<br />
fundamentales de la vida humana en el mundo: ¿cuál<br />
es la naturaleza de la naturaleza? y ¿cuál es nuestro lu‐<br />
gar en ella? Mas estas preguntan cuestionan en gran<br />
medida la idealización esencialista de lo natural en que<br />
incurre el pensamiento ecologista y que cuestiona su<br />
capacidad para comprender el verdadero carácter de la<br />
relación del ser humano con su entorno y con ello la na‐<br />
turaleza de la crisis bio‐ambiental. Pues no sólo no pue‐<br />
de aceptar la evidencia de unas formas naturales diná‐<br />
micas ligadas a la sociedad que se las apropia, sino que<br />
no alcanza siquiera a distinguir entre, de una parte, la<br />
naturaleza profunda de los procesos y estructuras cau‐<br />
sales que no están sometidos a la influencia humana ni<br />
a su poder de transformación, y de otra la naturaleza<br />
superficial, las formas naturales sobre las que esa acción<br />
humana se proyecta y aplica (vid. Soper, 1995) 5 no. Mas no cabe una foto fija de la naturaleza superfi‐<br />
cial, como tampoco una alteración de la naturaleza al<br />
nivel profundo puesto que incluso los avances en el<br />
campo de la genética siempre se realizan sobre una ba‐<br />
se cuya existencia les precede y sobrevivirá. Para el CAPITALISTA<br />
pensamiento ecologista sin embargo, las formas natu‐<br />
rales visibles terminan constituyendo la naturaleza, sin<br />
más, de donde se deriva que esas formas no deben ser<br />
alterada so pena de acabar definitivamente con la natu‐<br />
raleza profunda. Paradójicamente, la esencia de la na‐<br />
turaleza por la que el pensamiento ecologista está lla‐<br />
mado a velar se identifica con su apariencia.<br />
A ello se le une el ingenuo realismo filosófico en<br />
que incurre el pensamiento ecologista: la afirmación<br />
ontológica de la efectiva realidad de la naturaleza no<br />
puede ocultar la verdad de su posterior construcción<br />
epistemológica y física. Así, la naturaleza no es para el<br />
ser humano tan sólo una realidad objetiva, sino ade‐<br />
más una construcción social. En efecto, la sociedad no<br />
sólo construye la idea de naturaleza que posee en cada<br />
momento, sino también la realidad natural la que se<br />
adapta y transforma. Hablar de construcción social es<br />
así hacerlo de dependencia contextual: la naturaleza co‐<br />
mo idea y la naturaleza como realidad poseen distinto<br />
significado y forma en diversos contextos sociales e<br />
históricos.<br />
.<br />
Estudios del cambio cultural<br />
Hablar, como hace el pensamiento ecologista, de una<br />
naturaleza que no debe ser manipulada o modificada Respecto a estas cuestiones, basta con referirnos a sen‐<br />
equivale a identificar lo natural con lo natural profun‐ dos análisis sobre el cambio cultural y las categorías<br />
do y lamentar como desaparición y pérdida de la mis‐ sobre la naturaleza y nuestro lugar en ella. Raymond<br />
ma la de sus manifestaciones no alteradas por lo huma‐ Williams aparece como un auténtico pionero de los es‐<br />
tudios culturales, y ha proporcionado un análisis co‐<br />
herente de siglos de cambio cultural así como de cate‐<br />
gorías hegemónicas respecto a la utilización occidental<br />
de término naturaleza. El modelo de tipificación intro‐<br />
ducido por este autor es particularmente relevante pa‐<br />
ra la comprensión del posmodernismo ecológico así<br />
como de una cierta variedad de perspectivas y para‐ 63ECOLOGISMO<br />
digmas. En efecto, Williams describe una transforma‐<br />
ción desde las primeras culturas que nos proporcio‐<br />
nan imágenes de espíritus o dioses procedentes de la página<br />
naturaleza “que representan o dirigen el viento, el<br />
mar, el bosque o la luna” (Williams, 1980: 69) hasta las<br />
10<br />
expresiones contemporáneas instrumentales. En un<br />
momento dado y partiendo del animismo, la naturale‐<br />
za deviene “singular, abstracta y personificada”. La YOUKALI,<br />
naturaleza como divinidad, madre esencial, nos lleva<br />
5 La naturaleza en su sentido profundo alude así a la estructura misma de la realidad más allá de sus apariencias: los procesos bioquími‐<br />
1885-477X<br />
cos y las leyes físicas que rigen la existencia y su funcionamiento: la naturaleza como inmanencia. En cambio, la naturaleza superficial<br />
constituye la manifestación externa de aquélla, su encarnación en forma sujetas a cambio evolutivo y por ello sometidas a la influencia<br />
transformadora del ser humano, el cual es también una de esas formas. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 64 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
a la religión monoteísta, donde Dios es absoluto, y la<br />
Naturaleza ejerce como su ministro o representante.<br />
En este proceso la naturaleza se debilita favoreciendo<br />
el posterior camino hacia su muerte en el positivismo<br />
científico.<br />
Williams subraya que en la época de Shakespeare,<br />
había un amplio abanico de posibles significados cul‐<br />
turales de la naturaleza: condición primitiva anterior a<br />
la sociedad humana, estado de inocencia original a<br />
partir de la cual se constata una caída y el curso de una<br />
redención necesaria, una cualidad del nacimiento (por<br />
ejemplo, nuestra naturaleza original) que incluyen los<br />
movimientos que muestran a la naturaleza como una<br />
divinidad personificada. Tales conceptos siguen ha‐<br />
llándose enmascarados en los discursos del ecofemi‐<br />
nismo y la ecología profunda, en el paganismo, el pan‐<br />
teísmo y el chamanismo, e incluso en el eclecticismo<br />
de los investigadores del mito de Gaia y sus ecos en la<br />
ciencia ficción y la fantasía.<br />
Para completar el esquema, la naturaleza pierde<br />
importancia en el pensamiento occidental durante el<br />
tránsito del siglo XVIII al XIX; se transforma en una es‐<br />
pecie de juez constitucional o al menos en una acumu‐<br />
lación y clasificación de casos que expresan las leyes<br />
naturales. Si eliminamos la personificación de esta fór‐<br />
mula, la naturaleza se constituye en un objeto secula‐<br />
rizado “en ocasiones incluso en una máquina” (Ibíd.:<br />
73). A finales del XVIII tenemos la metáfora de la na‐<br />
turaleza como un criador selectivo; la mejora agrícola<br />
y la revolución industrial por último nos la devuelven<br />
únicamente en los lugares solitarios, salvajes, donde<br />
no hay industria, por lo que aparece el significado de<br />
la naturaleza como “un refugio, un apartarse de los<br />
hombres, un lugar de descanso, de solaz, de retirada”<br />
(Ibíd.: 80). Cabe cuestionar la linealidad y abstracción<br />
de tal modelo, pero lo importante es la constatación de<br />
la variabilidad cultural de las ideas sobre la naturale‐<br />
za, y el hecho de que ciertas ideas sobre ella hayan si‐<br />
do dominantes durante ciertos periodos, dando la<br />
sensación de una sucesión de paradigmas tal y como<br />
también se puede observar en Las palabras y las cosas de<br />
Michel Foucault (1968).En la actualidad también hay<br />
ideas dominantes sobre la cultura y la naturaleza aun‐<br />
que la heterogeneidad de las diversas disciplinas y<br />
ámbitos institucionales en que tales términos aparecen<br />
es parte de la condición que Williams etiquetaba de<br />
postmoderna. Esta diversidad se sigue percibiendo no<br />
sólo en los protocolos científicos y tecnológicos, o en<br />
los discursos de las ciencias sociales y humanidades,<br />
sino también en los movimientos sociales y en las fór‐<br />
mulas mediáticas que se hacen cada vez más reflexi‐<br />
vas. Williams, al igual que los ecologistas, considera la<br />
alienación y dominación de la naturaleza –su otrei‐<br />
dad‐ como un reflejo de las problemáticas relaciones<br />
entre los seres humanos. “Más allá de las formas en<br />
que hemos interactuado con el mundo físico, no sólo<br />
hemos generado la naturaleza y un orden natural alte‐<br />
rados, también hemos creado sociedades. Es muy sig‐<br />
nificativo que la mayor parte de los términos que he‐<br />
mos utilizado en esta relación –conquista, explotación<br />
de la naturaleza‐ derivan de prácticas humanas reales:<br />
relaciones entre humanos” (Ibíd.: 84) esenciales en el<br />
avance de la civilización occidental a expensas de la<br />
naturaleza (Ibíd.: 143 y ss.). Williams concluye con la<br />
observación de que si la humanidad se aliena respec‐<br />
to a los procesos vivos de los que formamos parte, ne‐<br />
cesariamente nos alienamos a nosotros mismos. Así<br />
pues, sólo cuando hayamos desarrollado relaciones<br />
ecológicas ante los seres humanos y la naturaleza, se‐<br />
remos capaces de transformar nuestras relaciones con<br />
otras especies. En suma, el conocimiento de la natura‐<br />
leza es una proyección de nuestras relaciones sociales.<br />
Otra obra interesante es la de Carolyn Merchant<br />
(1980) quien a semejanza de Williams contempla una<br />
naturaleza aún viva en torno al siglo XVI y describe su<br />
pérdida en la revolución científica y en la posterior do‐<br />
minación del mundo natural. Lo que muere es la idea<br />
de la naturaleza como un organismo vivo “que une a<br />
la persona, a la sociedad y al cosmos”. Para ilustrar có‐<br />
mo las epistemes explicativas e imaginativas están<br />
presentes en nuestros juicios de valor, Merchant des‐<br />
pliega una amplia selección de ejemplos de muertes<br />
de la naturaleza, así como de la unidad orgánica del<br />
cosmos y la sociedad. La ilustración de la Madre<br />
Tierra y su defensa ante el matricidio siguen presentes<br />
en las culturas indígenas que consideran la Tierra co‐<br />
mo una deidad viva, por lo que las ecoculturas triba‐<br />
les siguen constituyendo para muchas personas (indí‐<br />
genas o no) una fuente de renovación narrativa y cul‐<br />
tural que puede permitir la renovación asociada de las<br />
cosmologías occidentales. Múltiples fragmentos de ta‐<br />
les cosmologías premodernas circulan en la actuali‐<br />
dad en los presupuestos mediáticos y de la ecología<br />
popular, como la concepción de Gaia, que mezcla ele‐<br />
mentos de cultura popular, información ecológica y<br />
entretenimiento mediático. Esta autora también acen‐<br />
túa la dicotomía naturaleza‐cultura como una parte<br />
integral de la separación entre disciplinas, distinguien‐<br />
do en especial aquellas de carácter humanista, como la<br />
historia, la literatura y la antropología.<br />
Carolyn Merchant por su parte es ejemplar en dar<br />
sentido a la definición egocéntrica en tanto se “basa en<br />
una teoría ecológicamente configurada de relaciones<br />
internas, según las cuales todos los organismos no só‐<br />
lo están interrelacionados con su entorno sino que<br />
también están constituidos por esas mismas relaciones<br />
medioambientales” (Merchant, 1980: 49). El hecho de<br />
contemplar el cambio histórico como cambio ecológi‐<br />
co va más allá de reconocer que existen condiciones<br />
bio‐medioambientales con una historia detrás. El mo‐<br />
delo más ecosistémico de Merchant, al igual que las<br />
características específicas de las “granjas, pantanos y
osques europeos” (Ibíd.: 42) así como la gestión deta‐<br />
llista de sus cambios, se centra en tres aspectos princi‐<br />
pales: las transformaciones filosóficas que acompañan<br />
y refuerzan la Revolución Industrial, el proceso de los<br />
“cercamientos” (enclosures) que separa físicamente a la<br />
gente de su medio tradicional, y la mercantilización<br />
monetarizada de la naturaleza.<br />
El legado del primero de tales aspectos, la volun‐<br />
tad de dominio de la Revolución científica e intelec‐<br />
tual, y sobre todo de dominio del mundo natural, aún<br />
sigue vigente. Hay que buscar gran parte de las posi‐<br />
ciones discursivas contemporáneas, incluso sus más<br />
claras proposiciones, en sus orígenes, esto es, entre los<br />
pensadores de los siglos XVI y XVII. El instrumentalis‐<br />
mo del filósofo‐científico Francis Bacon tipifica este<br />
cambio revolucionario en la cultura. Como anticipo de<br />
tal modelo de aprendizaje, Bacon sostiene la conver‐<br />
gencia de un antropocentrismo excesivo con la cesura<br />
entre la humanidad y el medio natural, a través de la<br />
idea de que el resto del planeta sólo existe para el so‐<br />
laz y uso de la humanidad.<br />
El instrumentalismo baconiano puede resultar ex‐<br />
tremo, pero añade una arrogancia que aún permanece<br />
como su némesis, por ejemplo en la ecología global que<br />
“nos obliga a admitir que el actual proceso de desarro‐<br />
llo industrial está destruyendo simultáneamente las<br />
mismas bases ecológicas de todos, humanos y no hu‐<br />
manos” (Chatterjee y Finger, 1994: 50). Muchos teóri‐<br />
cos sociales tras Bacon y sus contemporáneos han<br />
compartido el intento cartesiano de hacer de nosotros<br />
mismos auténticos amos y propietarios de la naturale‐<br />
za. Incluso los modernos contemporáneos han objeta‐<br />
do en escasa medida la afirmación de Locke de que la<br />
negación de lo natural es el camino a la felicidad. La<br />
Revolución científica y el proyecto ilustrado continúan<br />
siendo centrales en la comprensión de una naturaleza<br />
extenuada.<br />
El segundo factor recoge “cómo la fertilidad del<br />
suelo afecta al auge y declive de la población, al con‐<br />
flicto entre señores y siervos, y a la expansión del mer‐<br />
cado” (Merchant, 1980: 67‐68). La historia que no tiene<br />
en cuenta este aspecto fracasa a la hora de comprender<br />
que la “democracia y las instituciones capitalistas en<br />
Europa y América” dependen directamente de la ex‐<br />
plotación de los recursos naturales. La ruptura de los<br />
ecosistemas asociados (bosques, praderas, lagos, océa‐<br />
nos) y sus componentes humanos” (Ibíd.) afecta a la<br />
constitución, riqueza y psicología de las sociedades.<br />
El tercero de los aspectos prefigura gran parte de<br />
las discusiones actuales. Aunque ahora a una escala<br />
mucho mayor, la tragedia de lo comunal tuvo lugar<br />
por primera vez en la Europa medieval, cuando el pro‐<br />
ceso de los “cercamientos” (enclosures) comenzó a ex‐<br />
pulsar a los trabajadores rurales de su tierra comunal<br />
tradicional y a abolir sus derechos sobre ellas. Una for‐<br />
ma temprana de privatización de esta separación de la<br />
propiedad comunal y la tierra que no ha hecho sino<br />
crecer desde entonces, logrando en principio desman‐<br />
telar el uso social de la tierra como un medio de sub‐<br />
sistencia. En lugar de un sistema feudal residual que<br />
permitía a los agricultores intercambiar parte de su co‐<br />
secha o de su trabajo por el cultivo de la tierra, se ins‐<br />
talar una economía monetarizada que comercializa el<br />
proceso, máxime si se cercan las áreas de acceso comu‐<br />
nal que habían permitido esa economía de subsisten‐<br />
cia y trueque. Los cambios políticos y legales posterio‐<br />
res consolidaron la mercantilización de la tierra y ayu‐<br />
daron a transformar la relación entre las personas, así<br />
como entre éstas y la naturaleza, y expulsaron a millo‐<br />
nes de trabajadores rurales de su medio. Estos proce‐<br />
sos se han extendido ahora por todo el planeta de for‐<br />
ma masiva, en tanto el deseo y la necesidad de obtener<br />
beneficios conlleva la expansión de la privatización y<br />
la mercantilización a cada vez más lejanos lugares, en<br />
busca permanente de regiones ecológicamente explo‐<br />
tables. Aquí cabe incluir tanto la globalización de la in‐<br />
dustria y la agricultura industrializada y de exporta‐<br />
ción, así como los nuevos “cercamientos” genéticos de<br />
la biotecnología o la mercantilización de los secretos<br />
genéticos de la propia naturaleza, hasta las ideas apo‐<br />
calípticas que alertan del colapso de la naturaleza in‐<br />
capaz de sobrevivir ante “el exagerado crecimiento de<br />
la población”, la “extinción masiva” de muchas espe‐<br />
cies o la “creciente contaminación de la atmósfera y<br />
del agua”.<br />
La concepción de colapso de la naturaleza, o al me‐<br />
nos de su declive irreversible, encierra dos de las ca‐<br />
racterísticas principales de las actitudes contemporá‐<br />
neas respecto a los temas bio‐medioambientales. Una<br />
ambigüedad sobre el carácter del cadáver y un tono<br />
apocalíptico. La cultura popular amplifica tales carac‐<br />
terísticas y multiplica los puntos de diseminación que<br />
registran diversos grados de alarma ante un entorno<br />
en peligro.<br />
Los temas ecológicos conocen audiencias de masas<br />
y mercados igualmente masivos. En esta apropiación<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 65 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 66 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
multigenérica del “problema biológico y medioam‐<br />
biental”, la publicidad opera como un barómetro has‐<br />
ta el punto de ecologizar la cultura popular y comer‐<br />
cial: anuncios de cualquier cosa hacen circular mensa‐<br />
jes que mezclan diversas versiones del desastre con es‐<br />
peranzas más o menos fundadas y fantasías utópicas.<br />
Así pues, agotar e incluso matar a la naturaleza su‐<br />
pone más que un proceso biológico o físico, más tam‐<br />
bién que las consecuencias no intencionadas de una<br />
sociedad industrial. La muerte de lo natural es al mis‐<br />
mo tiempo un proceso de construcción social donde<br />
las imágenes e ideas de un naturaleza transformada<br />
circulan como parte de una hipernaturaleza ecológica‐<br />
mente sospechosa: un ámbito generado por imágenes<br />
y limitado tan sólo por la imaginación humana. El<br />
efecto ecológico de las fantasías de control es profun‐<br />
do, pero el impacto material de la contaminación in‐<br />
dustrial no es una fantasía, sus efectos se pueden ob‐<br />
servar por doquier. Pareciera que cada metro cúbico<br />
de aire, cada especie o proceso vivo estuviera marca‐<br />
do indeleblemente por nuestra despiadada marca: lo<br />
físico y lo biológico están claramente marcados por la<br />
“X” del abuso humano, una señal que significa un sig‐<br />
no material y un texto añadido. La fragmentación si‐<br />
multánea de un discurso sobre la naturaleza disperso<br />
entre especialidades atomizadas, junto a la curiosa fu‐<br />
sión de actividades interdisciplinarias con la cultura<br />
consumista, todo lo cual aparece además sumamente<br />
mediatizado, son parte de la “X” que rotulamos en el<br />
mundo. Tal vez se podría decir que ya existe un exce‐<br />
so de significado de lo natural en la cultura contempo‐<br />
ránea, que se ha convertido en obsceno por su exceso<br />
(Baudrillard). Tales construcciones contemporáneas<br />
de lo natural contribuyen a generar un síndrome que<br />
permite e impide al mismo tiempo una confrontación<br />
con la muerte. Debido a que la muerte de lo natural es<br />
también nuestra propia muerte, es doblemente im‐<br />
pensable. La muerte es un espectáculo público (me‐<br />
diatizado) pero un tabú personal (el miedo a morir).<br />
Bajo estas condiciones es improbable una identifica‐<br />
ción personal con un planeta moribundo, no obstante<br />
lo cual hay que concebir la muerte de lo natural con<br />
una crisis de identidad, con nuestra propia desapari‐<br />
ción potencial y una creciente apuesta compensatoria<br />
en una sociedad del riesgo.<br />
Esta percepción del fin de lo natural también sirve<br />
para anunciar lo que Frederic Jameson (1996) llama el<br />
nacimiento de lo posmoderno: “lo que tienes cuando<br />
el proceso de modernización se ha completado y la na‐<br />
turaleza ha desaparecido”. En parte este simultáneo fi‐<br />
nal de la naturaleza y nacimiento de lo postmoderno,<br />
como muchas otras cosas, se encuentra previamente<br />
en los procesos de la modernidad, pero no están arti‐<br />
culados como tal. Por ejemplo, en la reciente historia<br />
de la teoría social en las humanidades y artes, la alie‐<br />
nación y el humanismo han sido conceptos más domi‐<br />
nantes que en los procesos radicalmente descentrados<br />
de la postmodernidad como la ecología profunda (ac‐<br />
tivismo) y el ecofeminismo (Merchant, 1992). Aquellos<br />
conceptos se orientaban ante todo según los imperati‐<br />
vos de la ciencia, la tecnología, el progreso y el creci‐<br />
miento, y son significativamente pre‐ecológicos 6 .<br />
Implicaciones éticas y tipologías<br />
Si la naturaleza es ante todo relacional y los seres hu‐<br />
manos son aprehendidos en tales relaciones, entonces<br />
puede haber alguna influencia metafísica de las obli‐<br />
gaciones éticas respecto a la naturaleza. Como antes<br />
indicábamos, está muy extendida la fe moderna en la<br />
capacidad de la humanidad en resolver sus problemas<br />
no mediante la evolución orgánica y natural, sino a<br />
través de una evolución cultural, esto es, gracias a me‐<br />
dios racionales en especial tecnológicos, lo cual asegu‐<br />
ra el progreso sin fin de la civilización como una con‐<br />
quista de la naturaleza que asegura nuestro futuro.<br />
Los críticos consideran que este paradigma dominan‐<br />
te procedente de la modernidad constituye una receta<br />
para el desastre bio‐medioambiental. Los que se auto‐<br />
denominan ecologistas profundos se sitúan entre los<br />
críticos más estridentes del paradigma dominante.<br />
Siguiendo las indicaciones de sus introductores en<br />
el ámbito anglosajón, el filósofo noruego Arne Naess<br />
(1989) se pueden distinguir dos tipologías diversas de<br />
la “ecología”, la superficial y la profunda. La primera<br />
se mantiene en los límites del paradigma dominante,<br />
simplemente añade algún aviso sobre el agotamiento<br />
de los recursos o que el progreso continuo de la civili‐<br />
zación puede requerir una cierta dosis de prudencia.<br />
Su objetivo es luchar contra la polución y la escasez de<br />
recursos en los países industrializados. Es superficial<br />
porque trata de reformar el sistema sin cambiar el pa‐<br />
radigma dominante o de sistema socioeconómico en<br />
el cual aquél se ha desarrollado. Naess rechaza esta<br />
imagen de predestinación reformista a favor de otra<br />
más relacional y omnicomprensiva. La tarea de la eco‐<br />
6 Para Jameson (1996), en vez de la muerte de todo lo natural, lo que más bien podemos contemplar es el comienzo del fin de la hegemo‐<br />
nía de los paradigmas eurocéntricos y patriarcales, de ese imperio discusivo que colonizó la razón como la provincia exclusiva de la re‐<br />
volución científica, de la Ilustración y sus sucesores filosóficos y científicos. En este cambio del imaginario hegemónico hay nuevas<br />
muertes, incluso la supuesta muerte del materialismo.
logía profunda es revertir lo que Max Weber denomi‐<br />
nó “el desencanto del mundo” forjado gracias al auge<br />
de la “racionalidad instrumental”. La manera de in‐<br />
vertir las tendencias destructivas de la civilización mo‐<br />
derna consiste en contemplar la naturaleza como una<br />
especie de organismo; en efecto, a diferencia de las<br />
máquinas, los sistemas orgánicos están altamente inte‐<br />
grados de modo que eliminar una parte de su contex‐<br />
to supone tornar incomprensible tanto a la parte como<br />
al todo sistémico. La metáfora orgánica implica que el<br />
método adecuado para estudiar la naturaleza no es la<br />
reducción sino la síntesis holística: los objetivos del in‐<br />
vestigador consisten en integrar y sintetizar los disper‐<br />
sos detalles de la experiencia en un todo y conceder al‐<br />
gún crédito a los principios de unificación que interco‐<br />
nectan todo 7 . El problema es que los argumentos es‐<br />
grimidos en nombre del organicismo y el holismo no<br />
soportan ciertas críticas y se muestran poco útiles en<br />
algunos casos. En efecto, sus defensores sostienen que<br />
debería abrazarse una cosmovisión ecológica si y sólo<br />
si ésta apoyase los valores y objetivos del movimiento<br />
ecologista en general. No obstante la cuestión organi‐<br />
cista admite variaciones: un <strong>número</strong> considerable de<br />
pensadores –ecologistas profundos, éticos ambienta‐<br />
listas, bioregionalistas y otros‐, dirigen su atención a<br />
calcular el equilibrio entre los sistemas naturales y la<br />
interdependencia de sus componentes (vid. Leopold,<br />
1949) con el trasfondo presente de la complejidad, in‐<br />
tegridad, estabilidad y belleza de las comunidades<br />
bióticas. No deja de ser una consideración relativa‐<br />
mente estática de los sistemas ecológicos: la energía<br />
fluye, pero los circuitos no cambian a menos que los<br />
seres humanos lo hagan para peor.<br />
Otros han desarrollado un organicismo dinámico<br />
gracias a su particular interpretación de la cosmología<br />
científica y moderna así como de la teoría evolucionis‐<br />
ta, y en este grupo se incluyen a los ecologistas profun‐<br />
dos, algunos ecologistas sociales y a unos cuantos mís‐<br />
ticos cientifistas y religiosos que pugnan por lo que de‐<br />
nominan “la historia del universo”. En cualquier caso,<br />
el organicismo dinámico considera a la naturaleza co‐<br />
mo una realidad autopoiética, guiada quizá por un<br />
singular impulso creativo, subrayando no tanto la es‐<br />
tabilidad de lo natural cuanto el amplio movimiento<br />
de la evolución cósmica. Los defensores de esta postu‐<br />
ra estarían de acuerdo con los anteriores en que las en‐<br />
tidades y sistemas naturales son interdependientes, in‐<br />
sertos como están en un circuito armónico; sin embar‐<br />
go, insisten en que el equilibrio aparente del momen‐<br />
to actual no es sino una etapa de un proceso mucho<br />
más extenso en el que el universo se hace cada vez más<br />
complejo y diferenciado. Todo en el universo se conec‐<br />
ta con todo gracias al hecho de compartir ancestros co‐<br />
munes. Algunos/as pensadores ecologistas, sobre todo<br />
ecofeministas , han cuestionado el matiz de ambas va‐<br />
riantes de lo que puede considerarse el núcleo organi‐<br />
cista, sobre todo considerando cuáles pueden ser sus<br />
consecuencias imprevistas. En efecto, estas críticas<br />
acusan a los ecologistas profundos y a sus parientes de<br />
presentar un falso dilema: o bien se considera la natu‐<br />
raleza como una colección de recursos o bien es un to‐<br />
do monolítico integrado donde se subsume todo lo<br />
singular. Este sentimiento “oceánico” de fusión ame‐<br />
naza toda singularidad y remite a una supuesta uni‐<br />
dad natural andrógina. La alternativa a esta proposi‐<br />
ción metafísica reside en un modesto tipo de organi‐<br />
cismo caracterizado por un énfasis más femenino en<br />
las relaciones de interdependencia y donde lo indivi‐<br />
dual se considera de forma más singularizas y diferen‐<br />
ciada.<br />
La cuestión no obstante sigue descansando en có‐<br />
mo dotar de hegemonía a esta perspectiva ecológica.<br />
Por decirlo brevemente, habría dos opciones: o bien<br />
proseguir el modelo de la filosofía especulativa y tra‐<br />
tar de aprehender intelectualmente la unidad de la na‐<br />
turaleza, o bien buscar dicha unidad profunda en los<br />
resultados de la investigación científica, en especial en<br />
la ecología y la biología evolutiva.<br />
7 Los partidarios de esta perspectiva organicista la consideran más “ecologista” que otras alternativas porque proporciona un contexto<br />
más coherente –y limitante‐ para la actividad humana. Una de las características que distingue lo vivo de lo inerte es que las entidades<br />
vivientes se articulan en una actividad teleológica, debido a ello así como a que tienen intereses propios, pueden verse dañadas. Los de‐<br />
fensores de esta postura no siempre aclaran si ha de asumirse literalmente la perspectiva organicista.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 67 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 68 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
El núcleo de la orientación especulativa reside en la<br />
creencia, o quizá la esperanza, de que los principios<br />
básicos subyacentes al orden natural son sencillamen‐<br />
te autoevidentes. Para ello, los ecologistas profundos<br />
utilizan un método de identificación que comienza<br />
con la experiencia de gozar algo en común con otra<br />
gente. Cuando me identifico con otros, cuando reco‐<br />
nozco que tenemos algo en común como sujetos de ex‐<br />
periencia, las fronteras entre mi yo y sus yoes se debi‐<br />
litan hasta el punto que ya no puedo concebirme más<br />
a mí mismo sin tener en cuenta la relación con ellos.<br />
Devall y Sessions (1985) extienden este tipo de identi‐<br />
ficación al mundo natural en un proceso que denomi‐<br />
nan “autorrealización”: el yo individual se identifica<br />
no sólo con otras personas sino también con entidades<br />
y sistemas naturales hasta que por fin el yo individual<br />
se identifica con el yo omniabarcante de la totalidad<br />
orgánica. El yo no supone más que un campo de rela‐<br />
ciones donde todo está conectado con todo.<br />
Otro autor del ecologismo profundo, Warwick Fox<br />
(1995), ha planteado un modelo más complejo al dis‐<br />
tinguir diversas variedades de identificación. Junto a<br />
las experiencias personales de afinidad con otros se‐<br />
res, también se produce lo que denomina formas an‐<br />
tológicas y cosmológicas de identificación, esto es, ex‐<br />
periencias de comunalidad que parten del hecho “de<br />
que las cosas son” y de que “nosotros y el resto de en‐<br />
tes somos aspectos de una única realidad” autopoiéti‐<br />
ca. Afirmaciones como estas conducen a una especie<br />
de ecología fenomenológica, en el sentido de que el<br />
mundo vivo, tal y como se revela a través de la inves‐<br />
tigación fenomenológica, es una red entrelazada de<br />
significación, cada uno de los seres que percibe tiene<br />
sentido sólo en el contexto de una unidad perceptiva<br />
mayor de la cual forma parte; así, al menos en térmi‐<br />
nos perceptivos, todo está conectado con todo. Hay<br />
otras variaciones sobre el tema, pero la cuestión que<br />
nos lleva al escepticismo es la siguiente: ¿por qué estos<br />
métodos especulativos proporcionan al pensamiento<br />
ecologista lo que éste precisa?, ¿tratan los pensadores<br />
ecologistas de adoptar tales métodos con la debida<br />
modestia y precaución, evitando toda antropomorfi‐<br />
zación de las cuestiones tratadas? Creemos que la res‐<br />
puesta a ambas cuestiones es negativa.<br />
El reto cardinal de este pensamiento especulativo<br />
reside en destilar todos los matices y distorsiones del<br />
mundo de las apariencias para aprehender la subya‐<br />
cente unidad racional; pero tal empresa bien puede<br />
exceder las capacidades de la mente humana. Una lec‐<br />
tura escéptica de la historia de este tipo de pensamien‐<br />
to especulativo ofrece la sospecha de que cualquiera<br />
sea el método que utilicemos o lo cautos que seamos,<br />
no obstante el universo evitará nuestros esfuerzos por<br />
aprehenderlo. Estas dudas se pueden aplicar también<br />
al propósito tácito de alcanzar una perspectiva ecoló‐<br />
gica, al menos en tanto repose en una base especulati‐<br />
va. Habiendo fallado en esa dirección los más válidos<br />
pensadores de la tradición occidental de la “filosofía<br />
natural” 8 , no es casualidad que los ecologistas profun‐<br />
dos y otros apelen explícitamente al Romanticismo co‐<br />
mo una de sus fuentes de inspiración.<br />
El Romanticismo aparece a principios del siglo XIX<br />
como un vasto movimiento intelectual y cultural de re‐<br />
acción contra el modernismo en la filosofía y la ciencia,<br />
regido por la visión de una dispositivo triple: la unidad<br />
8 Para Hegel y su Filosofía de la Naturaleza, la contradicción irresuelta de la naturaleza consiste en el hecho de que el espíritu se ve captura‐<br />
do entre dos interpretaciones hostiles: la naturaleza es al mismo tiempo familiar y extraña, benevolente y hostil, o quizá simplemente<br />
indiferente. Por su parte Kant en su Crítica de la Razón Práctica consideraba la posibilidad de juzgar a la naturaleza como un todo por<br />
constituir un sistema unificado cuyo objetivo era ante todo lograr la existencia de una humanidad en tanto comunidad de seres racio‐<br />
nales vivos. Así pues para Kant la humanidad constituía el propósito final de la creación (principio antrópico fuerte que hoy se obser‐<br />
va en muchas perspectivas ecologistas) porque los seres humanos son las únicas entidades en la Tierra capaces de establecer propósi‐<br />
tos por sí mismos. Hegel sostiene una versión diferente, pero igualmente antropocéntrica: la naturaleza orgánica constituye la expre‐<br />
sión externa de la subjetividad; un organismo tiene su existencia en el mundo externo, y así posee el mismo tipo de interioridad que ca‐<br />
racteriza a la conciencia humana: ambas son causa y efecto. La vida animal genera a los miembros del organismo en el seno de un sis‐<br />
tema ideal de subjetividad, en una nueva unidad orgánica autosuficiente. Sólo con la aparición del animal humano ese concepto es ca‐<br />
paz de superar la contingencia de la externalidad al lograr la conciencia de su misma esencia como espíritu. O por parafrasearle: la cul‐<br />
tura humana es una forma superior de orden, capaz de mantener su propia integridad incluso ante la muerte de cualquier individuo,<br />
hasta el punto de que sólo la cultura humana es capaz en última instancia de aprehender el propósito de la naturaleza; el objetivo de<br />
todo el desarrollo de esta última consiste pues en producir la cultura humana.
del conocimiento, de la naturaleza y de la conciencia<br />
humana o espíritu con la naturaleza. Entre otras expre‐<br />
siones literarias, artísticas o religiosas, la filosofía natu‐<br />
ral trata de lograr esta triple unidad a través del estu‐<br />
dio del mundo natural. Schelling, uno de los líderes del<br />
movimiento, declaró que “La Naturale za debería ser el<br />
Espíritu hecho visible; el Espíritu, la Naturaleza invisi‐<br />
ble”. Para los románticos, la naturaleza es realmente la<br />
autoexternalización del espíritu y el espíritu singular<br />
de cada ser humano un producto natural que sirve co‐<br />
mo medio mediante el cual la naturaleza toma concien‐<br />
cia de sí como espíritu. El resultado no es un sistema fi‐<br />
losófico coherente sino una suerte de “bruma extática”,<br />
aunque el problema no estriba en tal sistema sino más<br />
bien en el hecho de constituir una reflexión explícita‐<br />
mente antropocéntrica, centrada en lo humano, y que<br />
tiende por tanto a antropomorfizar el orden natural. A<br />
ello se le añade el hecho de que carece de mecanismo<br />
de autocorrección alguno con el que armonizar los<br />
nuevos y sorprendentes fenómenos a descubrir. Por<br />
cierto, lo mismo puede aplicarse a la filosofía natural<br />
hegeliana, de ahí que muchas de sus afirmaciones al<br />
respecto sean erróneas si no ridículas, a pesar o tal vez<br />
gracias a su insistencia en que han de ser lógicamente<br />
necesarias. La aparición de la biología evolutiva, ante<br />
todo de la mano de Darwin, fue especialmente proble‐<br />
mática para este pensamiento especulativo puesto que<br />
el autor inglés consideró más que ningún otro el papel<br />
central que la contingencia y la temporalidad ejercen<br />
de cara a explicar el aparente orden de la naturaleza.<br />
El problema de la filosofía especulativa es compli‐<br />
cado por el hecho de que como hemos visto, el mismo<br />
término “naturaleza” constituye en sí un territorio<br />
cuestionado, sujeto a todo tipo de interpretación. Para<br />
la filosofía especulativa, por ejemplo, la naturaleza es<br />
el sistema de leyes o principios que obliga a mantener<br />
interrelacionado todo lo que existe. Una de las versio‐<br />
nes de esta afirmación considera que incluso las más<br />
hostiles ciudades y las armas más destructivas son<br />
perfectamente naturales simplemente porque existen<br />
y obedecen a las leyes físicas. Sin embargo también es<br />
posible concebir a la naturaleza como radicalmente<br />
ajena a la cultura, hasta el punto de ser indomable e in‐<br />
controlable, y de situarse en las fronteras de la expe‐<br />
riencia humana. La naturaleza salvaje se asemeja mu‐<br />
cho en este sentido a lo que Derrida (1977) llama “ex‐ CAPITALISTA<br />
ceso”, sobre el que reposa todo significado pero ame‐<br />
naza él mismo la destrucción de la significación. La na‐<br />
turaleza salvaje supone una amenaza a las aspiracio‐<br />
nes humanas sencillamente porque es del todo indife‐<br />
rente a tales aspiraciones.<br />
En cualquier caso ambas propuestas son insatisfac‐<br />
torias para los ecologistas que buscan en la naturaleza<br />
algún criterio para juzgar y limitar la acción humana.<br />
Necesitan sostener tanto que la naturaleza es algo in‐<br />
asimilable por la cultura como que hay algo valioso –o<br />
al menos aprovechable‐ en ella. Para muchos la solu‐<br />
ción parece haber sido combinar la noción organicista<br />
del sistema natural con la idea de lo salvaje, inmacula‐<br />
do, no afectado por manos humanas: la naturaleza<br />
constituye el orden de las cosas tal como se suponía<br />
que era, antes que los humanos amenazaran con con‐<br />
taminarlas, es el modelo sobre el que han de medirse<br />
todas las alteraciones inducidas por los humanos. La<br />
idea de la naturaleza salvaje y pura también viene da‐<br />
da por los juicios estéticos y deseos personales en rela‐<br />
ción a ciertos paisajes, en especial cuando las selvas<br />
vírgenes o los humedales, por ejemplo, se comparan<br />
con modelos de desarrollo humano. En suma, cabe<br />
afirmar que la concepción ecologista de la naturaleza<br />
se ha construido gracias a múltiples y quizás contra‐<br />
dictorios elementos.<br />
Al igual que los románticos y después que ellos,<br />
muchos pensadores ecologistas sostienen que es al<br />
menos posible para las personas identificarse con la<br />
naturaleza salvaje y reintegrarse en su orden; los más<br />
radicales de entre ellos contemplan esta comunión só‐<br />
lo en el caso de abandonar la civilización. Pero reinte‐<br />
grar a la humanidad en la naturaleza salvaje, tal y co‐<br />
mo viene definido por estos autores, introduce una<br />
aparente contradicción: es incierto que los seres huma‐ 69ECOLOGISMO<br />
nos puedan hacerlo mientras retengan algo de su hu‐<br />
manidad. Otros moralistas medioambientales, más<br />
tradicionales, desean tan sólo establecer una nueva re‐ página<br />
lación entre la humanidad y la naturaleza, entre el yo<br />
y el otro, basada más en el respeto que en la integra‐<br />
10<br />
ción. La naturaleza constituye el arma favorita de cual‐<br />
quiera: es una práctica común etiquetar algo como na‐<br />
tural para establecer su valor más allá de toda disputa. YOUKALI,<br />
Al defender las diferencias que genera el capitalismo,<br />
los darvinistas sociales por ejemplo utilizan su pecu‐<br />
liar lectura de la teoría evolutiva para defender que la<br />
selección y la competencia despiadada forman parte<br />
del plan natural. La concepción ecologista de la natu‐<br />
raleza salvaje aparece entonces como un lucha por el 1885-477X<br />
corazón y el espíritu de la gente, sostenida tanto por su<br />
utilidad como a favor de la verdad. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 70 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Dado que la naturaleza se puede relacionar con cual‐<br />
quier cosa, su potencial ideológico es enorme: natura‐<br />
leza y riqueza, naturaleza y ocio, naturaleza y espiri‐<br />
tualidad... pueden circular agrupaciones sin fin. En la<br />
práctica, estas posibilidades ideológicas y semánticas<br />
se encuentran más bien limitadas. No obstante, aun‐<br />
que extenuada, la naturaleza mantiene una poderosa<br />
vida significante, tan compleja como su historia se‐<br />
miótica previa. En los medios, especialmente a través<br />
de la publicidad, la imágenes de una naturaleza prís‐<br />
tina siguen generando una irresistible atracción, pero<br />
tales imágenes de belleza inmaculada constituyen tan<br />
sólo un conjunto de fantasías. Existen también dispo‐<br />
sitivos culturales propios de una supernaturaleza: par‐<br />
ques temáticos, zoos, acuarios, museos naturales, par‐<br />
ques naturales; en la que se incluyen todos aquellos<br />
organismos que hemos ido modificando: grandes pra‐<br />
deras, gigantescos animales y vegetales, etc. En todas<br />
estas formas publicitarias lo natural se reconstruye y<br />
transforma simbólicamente.<br />
Desde una perspectiva escéptica, las diversas cons‐<br />
trucciones de la naturaleza suponen un llamamiento a<br />
un término que acaba siendo altamente sospechoso. Lo<br />
mismo puede decirse del concepto “medio ambiente”,<br />
tér mino que ha sido sometido a muy diversas y contra‐<br />
dictorias reconstrucciones, de modo que más referirse<br />
sencillamente al mundo exterior donde interaccionan<br />
un organismo, ha comenzado a servir como sinónimo<br />
de “naturaleza”, acompañado de algunos elementos<br />
con tradictorios. Ambos términos deberían asumirse con<br />
precaución, tal vez incluso fuera una buena idea aban‐<br />
donar el término “naturaleza” y limitar el uso de “me‐<br />
dio ambiente” limitándolo a lo que constituía su sig ‐<br />
nificado original. La única cuestión entonces es si que ‐<br />
da alguna contribución que hacer a los pensadores eco‐<br />
logistas para afrontar el cambio bio‐medioambiental.<br />
Organicismo y mecanicismo<br />
Dados los cortocircuitos de la especulación, no es sor‐<br />
prendente que muchos pensadores ecologistas vuel‐<br />
van a las ciencias naturales para reforzar sus preten‐<br />
siones en nombre de la “relacionalidad”. Tampoco ca‐<br />
be sorprenderse que la ecología constituya la fuente<br />
más común de inspiración, aunque también haya ser‐<br />
vido a esta función la biología evolutiva y la mecánica<br />
cuántica. En la medida que concierne a la interaccio‐<br />
nes entre organismos, la ecología tiende a derribar las<br />
barreras entre lo que tradicionalmente se habían con‐<br />
siderado entidades independientes. Bill Devall y<br />
George Sessions (1985: 85) han sostenido al respecto<br />
que la ecología “ha proporcionado una visión de la na‐<br />
turaleza ausente en la discreta y reduccionista pers‐<br />
pectiva que otros científicos tenían con respecto a<br />
aquella”, y ello ha contribuido a “redescubrir en el in‐<br />
terior del actual contexto científico que todo está co‐<br />
nectado con todo”.<br />
No es difícil entender el atractivo de los conceptos<br />
ecológicos por lo que cabe considerar una posible lí‐<br />
nea argumental. Algunos ecologistas llegan a creer<br />
que los ecosistemas –no los organismos‐ constituyen<br />
las unidades básicas de la naturaleza. Se supone en‐<br />
tonces que deben demostrar que los ecosistemas son<br />
en última instancia parecidos a los organismos, al me‐<br />
nos en algunos aspectos: por ejemplo, son homeostáti‐<br />
cos. Yendo más allá, es fácil recoger esta similitud y<br />
deducir que los ecosistemas son como los organismos<br />
en muchos aspectos moralmente significantes: tienen<br />
un interés en mantener la homeostasis lo cual implica<br />
que pueden ser dañados. Si eso puede ocurrir enton‐<br />
ces los seres humanos tienen la obligación de prevenir<br />
el deterioro de los ecosistemas o incluso de reparar<br />
cualquier daño que antes se haya causado. Esta argu‐<br />
mentación se parece a la sostenida por el organicismo<br />
especulativo, sobre todo por la afirmación de que los<br />
ecosistemas exhiben rasgos asociados a la interioridad<br />
y a la subjetividad. La diferencia reside en que la teo‐<br />
ría ecológica –que es más cauta y concreta que el orga‐<br />
nicismo ecologista‐ sirve como un eslabón vital en es‐<br />
ta cadena de razonamientos. Dado que la investiga‐<br />
ción científica se ha convertido en el árbitro final del<br />
conocimiento respecto del mundo natural, muchos<br />
encuentran el apoyo de la ecología como algo decisi‐<br />
vo. El escepticismo no reside tanto en cuestionar la au‐<br />
toridad de las ciencias naturales, máxime cuando di‐<br />
cha autoridad es un préstamo de no‐científicos y tiene<br />
como fin lograr propósitos políticos. En este caso la<br />
cuestión clave es: ¿pueden los pensadores ecologistas<br />
utilizar legítimamente los hallazgos de la ecología<br />
científica para ilustrar y reforzar sus propuestas en<br />
nombre del organicismo?<br />
Aunque hay un amplio acuerdo entre los pensado‐<br />
res ecologistas de que la ecología como ciencia puede<br />
apoyar una interpretación orgánica de la naturaleza,<br />
existe un fuerte desacuerdo acerca de los detalles de<br />
dicha interpretación. Callicott (1986: 301‐302, 310‐313),<br />
por ejemplo, sugiere que los ecologistas profundos se
equivocan al considerar que la “totalidad orgánica”<br />
con la que tendemos a identificar un todo homogéneo,<br />
un todo sin distinciones ontológicas internas. Para es‐<br />
te autor, la ciencia de la ecología más bien sostiene una<br />
imagen del mundo como un todo diferenciado en el<br />
cual lo singular no se ve enteramente subsumido por<br />
la red de la cual forma parte. Por todo ello, Callicott<br />
propone una ética ecocéntrica, más adecuada precisa‐<br />
mente porque es más ecológica.<br />
Karen Warren y Jim Cheney (1993), a través de una<br />
crítica ecofenimista de la metafísica de Callicott recha‐<br />
zan incluso esta concepción más sofisticada de la tota‐<br />
lidad. En su lugar proponen una particular lectura de<br />
la teoría de la jerarquía: se trata de un desarrollo re‐<br />
ciente de la ecología de sistemas, basada en el descu‐<br />
brimiento de que los sistemas ecológicos pueden estu‐<br />
diarse a diferentes niveles, cada uno de los cuales re‐<br />
clama sus propios métodos y teorías. Así habrá de es‐<br />
tudiarse de un modo determinado la relación de unas<br />
especies dadas con su entorno, mientras los sistemas<br />
más holistas de la ecología global de otro modo distin‐<br />
tos, y cada tipo de investigación seguirá siendo válida<br />
en su propio dominio. La teoría de la jerarquía produ‐<br />
ce además el redescubrimiento de que estos diferentes<br />
niveles de organización puedan ser ordenados jerár‐<br />
quicamente y donde cada uno de ellos sea dependien‐<br />
te al mismo tiempo que permanece relativamente in‐<br />
dependiente de los niveles más abarcantes. Esto con‐<br />
duce a Warren y Cheney (1993: 111‐112) a postular que<br />
la “sobreconectividad” típica de los modelos más ho‐<br />
listas (todo relacionado con todo) en un sistema es in‐<br />
estable y que una adecuada “ecología metafísica” de‐<br />
bería reconocer que “el mundo se esfuerza, por así de‐<br />
cirlo, en unidades discreta y relativamente desconecta‐<br />
das o autónomas y en niveles jerárquicos de organiza‐<br />
ción, como condición de su propia estabilidad”.<br />
Por otra parte, este debate atraviesa dos importan‐<br />
tes cuestiones. La primera estriba en considerar si la<br />
ecología se basa realmente en el holismo y el mecani‐<br />
cismo como muchos ecologistas sostienen. La respues‐<br />
ta ha de hallarse en la historia y la filosofía ecologistas,<br />
sobre la base de que la ecología no es manifiestamen‐<br />
te ni organicista ni mecanicista. Esto conduce a la se‐<br />
gunda cuestión: ¿hasta qué punto pueden las teorías y<br />
los conceptos científicos trasladarse legítimamente de<br />
un dominio intelectual a otro sin cometer una impos‐<br />
tura intelectual? (vid. Bricmont y Sokal, 1999). La res‐<br />
puesta ha de hallarse en el carácter del conocimiento<br />
científico y en la demarcación entre las ciencias y otros<br />
aspectos del pensamiento humano, incluso si la ecolo‐<br />
gía encarnó de hecho un cierto holismo científico, es<br />
incierto que los pensadores ecologistas estén autoriza‐<br />
dos a extraer de esos conocimientos el tipo de implica‐<br />
ciones metafísicas o éticas que deseaban. Desde un<br />
punto de vista escéptico, la apelación a las ciencias na‐<br />
turales para sostener una perspectiva ecológica no<br />
puede probablemente lograr mayor éxito que el de<br />
una reivindicación del pensamiento especulativo.<br />
La fisiología y la emergencia de la ecología<br />
CAPITALISTA<br />
A través de la historia de la ecología y en el contexto<br />
de la investigación ecológica actual, los principios me‐<br />
cánicos y organicistas han operado como metáforas. El<br />
mundo natural es complejo y los ecologistas han con‐<br />
vocado a fenómenos más familiares para restituir esa<br />
complejidad y hacerla comprensible (vid. Lakoff y<br />
Jonson, 1991). Cuestión en la que no difieren de otros<br />
científicos y al igual que ellos no se contentan con in‐<br />
vocar metáforas y esperar a lo que ocurra. Precisa men ‐<br />
te dado que el mundo natural es complejo, los mode‐<br />
los simples tienden a desajustarse con el tiempo y con<br />
su aplicación la realidad; la cuestión descansa enton‐<br />
ces en someter a un escrutinio crítico a tales modelos,<br />
a probarlos contra la evidencia y a mejorarlos o recha‐<br />
zarlos si es necesario. A través de este proceso los eco‐<br />
logistas han combinado y depurado las metáforas me‐<br />
canicistas y organicistas, llevándolas a una cada vez<br />
mayor especificidad y especialización. En su contexto<br />
especulativo, los principios del organicismo y del me‐<br />
canicismo se han aplicado hasta los límites de lo posi‐<br />
ble, logrando imaginar el universo como un todo. En<br />
la ecología, en cambio, sólo se han utilizado para dar<br />
respuesta a cuestiones muy específicas sobre la inter‐<br />
acción entre organismos vivos y sus entornos físicos.<br />
Cuando los primeros ecologistas aparecieron en es‐<br />
cena a finales del siglo XIX trajeron consigo las metáfo‐<br />
ras que ya habían depurado a través de los anteriores<br />
desarrollos de la biología: del mecanicismo y el orga‐<br />
nismo como máquina, pasando por la biología román‐<br />
tica de la “materia viva” –la cual sostiene que hay un<br />
principio vital irreducible con el que explicar la existen‐<br />
cia de los seres vivos‐, a la formulación del término<br />
“biología” por Lamarck. La vida, sostenía este autor, ha<br />
de entenderse como el resultado de ciertas combinacio‐<br />
nes de materia “muerta”, lo cual daba paso a la irrup‐ 71ECOLOGISMO<br />
ción de las leyes físicas en la joven disciplina. Incluso<br />
hoy la biología se sigue desarrollando a través de esta<br />
tensión fundamental entre el mecanicismo y el organi‐ página<br />
cismo. Por una parte se consideran las funciones vivas<br />
en términos de estructuras físicas y procesos químicos<br />
10<br />
que pueden analizarse a través de sus componentes<br />
básicos. Por otra parte, dado que la biología es la orga‐<br />
nización de los entes “organizados”, supera la aplica‐ YOUKALI,<br />
ción de los modelos mecanicistas: los diversos órganos<br />
y procesos que constituyen un ser vivo han de conce‐<br />
birse en función del todo del cual forman parte.La eco‐<br />
logía apareció como una disciplina científica singular a<br />
finales del siglo XIX a partir del desarrollo de las añejas<br />
tradiciones de la historia natural y la teología natural. 1885-477X<br />
Los primeros ecologistas interpretaron las unidades de<br />
la organización ecológica como seres más que como or‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 72 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ganismos, recibiendo en préstamo sus modelos tanto<br />
desde la filosofía especulativa como de la recientemen‐<br />
te modificada ciencia fisiológica. Se trata de una cues‐<br />
tión en la que se debe insistir: el punto de partida de la<br />
ecología moderna no era un mero organicismo genera‐<br />
lista y especulativo como el de los filósofos naturalistas<br />
románticos, sino que tenía lugar gracias a un siglo de<br />
pensamiento biológico. Sin embargo, dado que las co‐<br />
munidades bióticas y los ecosistemas son diferentes a<br />
los organismos en muchas cosas, era inevitable que las<br />
teorías ecológicas divergieran de sus correlatos especu‐<br />
lativos y fisiológicos 9 .<br />
La ecología y la adaptación de las metáforas<br />
Al final, en todo lo concerniente a las grandes unida‐<br />
des de la organización ecológica, se puede comprobar<br />
que el desarrollo de la ecología parece seguir un pa‐<br />
trón determinado. Así encontramos un modelo donde<br />
las unidades organizativas se perciben de alguna for‐<br />
ma como un organismo. El modelo suele ser algo es‐<br />
peculativo y su presentación peca a menudo de im‐<br />
postura y dogmatismo. Dado además que la indaga‐<br />
ción científica supone un esfuerzo social, las críticas<br />
llueven desde todos los lados, dominadas por la idea<br />
de que el modelo es teleológico u holístico. La respues‐<br />
ta de los investigadores consiste en desplegar más<br />
guías mecanicistas o reduccionistas para explicar los<br />
mismos fenómenos; el resultado de todo el proceso,<br />
algo confuso, suele suponer algún tipo de progreso. Al<br />
final, el modelo se depura y se restringe su alcance; a<br />
menudo la forma final tiene poco que ver con la ima‐<br />
gen especulativa de la cual partía; en algunos casos el<br />
proceso conduce al avance de un modelo enteramen‐<br />
te nuevo que cubre adecuadamente los mismos fenó‐<br />
menos. Es así como se han desarrollado conceptos ta‐<br />
les como el de “comunidad” que al principio no era al‐<br />
go universalmente aceptado y comenzó a conocerse a<br />
través de los trabajos sobre comunidades bióticas, los<br />
cuales trataban de cuestionar el concepto de “superor‐<br />
ganismo” al que se consideraba el producto de una ex‐<br />
trapolación abstracta de la propia disciplina. No se tra‐<br />
ta aquí de perseguir cada una de tales transformacio‐<br />
nes, sino constatar que en ecología estos procesos han<br />
acarreado ulteriores crisis periódicas de identidad, cri‐<br />
sis a las que se han dado dos tipos básicos de respues‐<br />
tas. Por una parte, han habido demandas hacia el plu‐<br />
ralismo que subrayaban la utilidad de una serie de di‐<br />
ferentes –y no superpuestas‐ aproximaciones al estu‐<br />
dio del mundo natural. Los resultados de una pro‐<br />
puesta aplicados a una escala determinada no han de<br />
trasladarse necesariamente a otra escala ni tampoco a<br />
una propuesta parecida.<br />
Una consecuencia de ello ha sido la aparición, en la<br />
denominada nueva ecología de los años sesenta del si‐<br />
glo pasado, de lo que se ha dado en llamar enfoques<br />
“no equilibrados”, los cuales invisten esos esfuerzos en<br />
formular las interacciones ecológicas sin asumir que ha‐<br />
ya un estado idealizado y fijo o un todo integrado al<br />
cual contribuyen dichas interacciones. En efecto, la idea<br />
del equilibrio natural así como su correlato del orden<br />
previsible en los procesos naturales se está cuestionan‐<br />
do cada vez más, superando esta duda lo que antes hu‐<br />
biera podido siquiera pensarse. Se trata de uno de los<br />
principales ataques contra los esfuerzos de la ecología<br />
por reforzar las propuestas del ecologismo filosófico:<br />
bien podía permanecer la metáfora orgánica en la eco‐<br />
logía, más lo cierto es que ya guardaba poco parecido<br />
con su antecedente especulativo y filosófico y había de‐<br />
jado por entero de ser hegemónica en sus explicaciones.<br />
Hablando con propiedad, las teorías ecológicas ni<br />
son organicistas ni mecanicistas, por el contrario son<br />
cada vez más sofisticadas misceláneas de esas y otras<br />
metáforas que poseen algún grado de capacidad pre‐<br />
dictiva. Es más, el ámbito de las teorías se ha reducido<br />
considerablemente, y estas tiende a ser útiles en su<br />
contexto, pero no resulta categórico que tengan rele‐<br />
vancia en otros contextos. De hecho, muchos de los<br />
modelos utilizados por los ecologistas no pueden uti‐<br />
lizarse provechosamente en beneficio de otros ecolo‐<br />
gistas que estudian un nivel distinto de interacción vi‐<br />
9 En efecto, ante la secularización de la historia natural, decayó el interés por los holísticos modelos de interacción entre los seres vivos<br />
considerados ahora más bien como una tendencia oculta que no constituía la corriente principal de la investigación. Sin Dios como prin‐<br />
cipio unificador y explicativo supremo, la economía linneana de la naturaleza ya no pudo mantenerse como una teoría ni como una lí‐<br />
nea coherente de estudio, y de hecho se separó en tres ramas a lo largo del siglo XIX: la interdependencia de las especies, la circulación<br />
de los elementos y la distribución geográfica de las especies. La irrupción de la ecología puede fecharse gracias a la reintegración de es‐<br />
tas áreas en una disciplina única dentro de un marco conceptual secular.
va, dejando esta tarea de traducción a los filósofos, los<br />
cuales siempre tratan de conformar una globalidad<br />
ecológica. Incluso si las teorías y conceptos utilizados<br />
por los ecologistas fuesen organicistas sin ambages,<br />
los filósofos ambientalistas no deberían acoger la idea<br />
de apropiarse de aquellos para sus propósitos. En úl‐<br />
tima instancia deberían responder dos conjuntos de<br />
cuestiones acerca del alcance y los límites del conoci‐<br />
miento científico. El primero tiene relación con un de‐<br />
bate dilatado en el tiempo acerca del estatus de las en‐<br />
tidades teóricas: incluso si una teoría científica es acer‐<br />
cada, ¿qué nos dice sobre lo que realmente ocurre en<br />
el mundo?, ¿puede la investigación científica producir<br />
verdades éticas y/o metafísicas? El segundo conjunto<br />
descubre un debate relacionado con lo que puede de‐<br />
nominarse el problema de la demarcación: ¿qué se in‐<br />
cluye en el ámbito de las ciencias naturales y qué se ex‐<br />
cluye?, ¿cuál es la relación adecuada de las ciencias na‐<br />
turales con otros dominios de la práctica y el pensa‐<br />
miento humanos?<br />
En términos generales las ciencias pueden resolver<br />
algunas cuestiones acerca del mundo natural, pero só‐<br />
lo tentativamente y en el contexto de una controversia<br />
continua, donde incluso los hechos se ven cuestiona‐<br />
dos. Las ciencias ofrecen predicción y control: posibili‐<br />
tan contemplar lo que probablemente ocurre bajo cir‐<br />
cunstancias dadas y también hacen posible construir<br />
poderosas herramientas para que las cosas se hagan.<br />
No obstante, cualquiera que sea su utilidad, las verda‐<br />
des tentativas de las ciencias descansan en una incerti‐<br />
dumbre mucho mayor y más profunda. Y no obstante<br />
las ciencias naturales parecen seguir portando el testi‐<br />
monio de autoridad en todas las materias relativas al<br />
conocimiento sobre el mundo material. Los pensado‐<br />
res ecologistas reasumen a menudo elementos presta‐<br />
dos de las teorías científicas, esperando en principio<br />
que algo de la autoridad de las ciencias naturales influ‐<br />
ya en sus propuestas éticas y metafísicas. Esto suscita<br />
una serie de interrogantes: ¿hasta qué punto es esto le‐<br />
gítimo?, ¿qué le ocurre a una teoría científica cuando<br />
se traduce a otro dominio de pensamiento y práctica<br />
humanas?, ¿dicha traducción preserva lo que había<br />
otorgado anteriormente a la teoría su aura de autori‐<br />
dad? Muchos de estos pensadores se relacionan con<br />
las ciencias naturales igual que con la tradición histó‐<br />
rica: buscan y eligen, escogiendo ideas que parecen<br />
apoyar sus propuestas en nombre de la “relación” de<br />
algo con lo de más allá. La ciencia selectiva, como la fi‐<br />
losofía selectiva, tiene sus propios rasgos 10 .<br />
Los cortocircuitos de la ciencia selectiva no se limi‐<br />
tan a la apropiación de conceptos y teorías ecológicas;<br />
también se aplican a los esfuerzos de situar lo biológi‐<br />
co en la historia del universo a partir de la biología<br />
evolutiva y la cosmología moderna para apoyar su<br />
convicción de que todo lo que existe forma parte en re‐<br />
alidad de un único orden evolutivo. En cierto sentido<br />
han recuperado la noción de equilibrio natural enten‐<br />
dida en términos dinámicos recordando un uso anti‐<br />
guo del término “evolución”. Antes de Darwin la evo‐<br />
lución se refería al progresivo despliegue de un prin‐<br />
cipio interno de organización, como se comprobaba<br />
especialmente en el desarrollo embrionario. El proce‐<br />
so supone el paso de un estado de simplicidad a otro<br />
de complejidad. La apropiación ecologista (vid. W.<br />
Fox, 1989, 1995) recoge esa antigua implicación finalis‐<br />
ta y direccional para concluir que el desarrollo del uni‐<br />
verso ha sido guiado por algún tipo de energía creati‐<br />
va, cuyas intenciones han de respetarse.<br />
Sin embargo, las teorías darwinianas representan<br />
una revisión radical del significado de la evolución. Su<br />
potencia reside en el postulado central de que es un<br />
mecanismo, la selección natural, el que conduce a la<br />
proliferación de la vida en la Tierra. Existe una amplia<br />
gama de caracteres dentro de cada grupo de organis‐<br />
mos, algunos de los cuales aportarían una pequeña<br />
ventaja reproductiva a los individuos que los portan;<br />
10 Los conceptos y teorías ecológicas se han depurado y delimitado durante más de un siglo de indagación científica. Mientras que el or‐<br />
ganicismo metafísico tuvo una capacidad explicativa universal, cualquiera de los elementos del organicismo que se aceptan en ecolo‐<br />
gía no sólo está atenuado por su mezcolanza con otras metáforas sino que además se ve limitado por un papel meramente heurístico a<br />
la hora de caracterizar determinados ecosistemas terrestres. El poder y la autoridad de una teoría ecológica es proporcional al grado en<br />
que se ha atenuado y limitado en dicho sentido. Una vez se ha depurado y mejorado para encajar en un contexto particular, la metáfo‐<br />
ra orgánica no puede ser de nuevo evacuada y transportada a otro dominio –o mezclada con el organicismo metafísico‐ sin perder mu‐<br />
cho de su especificidad y, por consiguiente, de toda su autoridad. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 73ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 74 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
con el tiempo, una vez que las variaciones con éxito<br />
han proliferado, cambiarán las características medias<br />
de la población. Si dos subgrupos de la población se<br />
ven expuestos a diferentes condiciones bio‐medioam‐<br />
bientales, se diversificarán; se trata de un proceso que<br />
conduce en última instancia a la formación de nuevas<br />
especies. Mientras suceda que los organismos indivi‐<br />
duales estén embarcados en una actividad beneficiosa<br />
para ellos y luchen por sobrevivir y reproducirse, el<br />
proceso evolutivo carece de dirección.<br />
Frente a la ortodoxia evolucionista, algunos consi‐<br />
deran en cambio que lo que la evolución realmente<br />
produce es seres de una complejidad creciente, por lo<br />
que la complejidad misma debe considerarse la ten‐<br />
dencia evolutiva central. No deja de ser irónico que al‐<br />
gunos pensadores ecologistas saquen una conclusión<br />
de este tipo de lectura teleológica de la evolución para<br />
apoyar su perspectiva ecologista. Si los principios an‐<br />
tropocéntricos fuertes, aquellos que insisten en que la<br />
humanidad ocupa un lugar de capital importancia en<br />
el cosmos, han de verse rechazados por su inadecua‐<br />
ción para los propósitos ecologistas, entonces también<br />
debería rechazarse la convicción de que la evolución<br />
tiende a producir seres complejos. Si la evolución tien‐<br />
de a la complejidad y se observa que los humanos se<br />
sitúan entre los organismos más complejos, entonces<br />
no hace falta deducir mucho para concluir que los hu‐<br />
manos son el inevitable y más grandioso producto<br />
evolutivo. De hecho, en la primera sacudida provoca‐<br />
da por la reacción al trabajo de Darwin, mucha gente<br />
asumió este tipo de argumentación como una fórmu‐<br />
la segura y confortable de absorber el impacto de la se‐<br />
lección natural. Más recientemente, algunos “narrado‐<br />
res” de la historia del universo han identificado a la<br />
humanidad como la conciencia emergente del cosmos<br />
en evolución, se trata del principio antrópico fuerte se‐<br />
gún el cual somos imprescindibles como dicha con‐<br />
ciencia. “El hombre es un ser en el cual el universo de‐<br />
viene en una forma especial de reflexión consciente”<br />
escribe Thomas Berry (1988), anotando de paso que<br />
muchos científicos, donde cabe incluir a Stephen<br />
Hawking, aseguran “que algún tipo de autorreflexión<br />
inteligente estaba implícita en el universo desde sus<br />
comienzos”, lo cual constituye una deliberación que<br />
tiene más relación con la retórica de la filosofía natural<br />
hegeliana que con la selección natural darvinista.<br />
Hay una gran cantidad de razones para dudar de<br />
que la evolución tienda a la complejidad. La inmensa<br />
mayoría de los seres vivos son de hecho muy simples;<br />
por decirlo en términos estadísticos, el modo de vida es<br />
ante todo bacteriano. Si hay una tendencia es a la diver‐<br />
sidad, no a la complejidad. En uno de sus últimos ensa‐<br />
yos Stephen Jay Gould (2004) ofrece un análisis estadís‐<br />
tico que le lleva a concluir que la complejidad es más<br />
bien un efecto colateral de la diversificación pero que<br />
ninguna forma particular de complejidad es inevitable.<br />
Si el reloj geológico se retrasase hasta la primera forma<br />
de vida sobre la Tierra y volviera otra vez a correr hacia<br />
delante, el resultado final probablemente sería muy dis‐<br />
tinto. Esto socava la cómoda imagen de un cosmos que<br />
evoluciona racionalmente y con parsimonia, así como<br />
la arrogante creencia de que los humanos estamos en la<br />
cima evolutiva, puesto que no hay cima alguna.<br />
Obligaciones éticas y bio‐ambientalismo escéptico<br />
Los límites de la investigación científica combinados<br />
con los límites de la filosofía natural han puesto en du‐<br />
da la primera propuesta del ecologismo filosófico: ya<br />
no se puede afirmar confiadamente que el mundo na‐<br />
tural sea ante todo relacional. Más que esto parece que<br />
la naturaleza fundamental de la naturaleza puede se‐<br />
guir estando oculta a la comprensión humana, inde‐<br />
pendientemente del método utilizado. Parece pues que<br />
la ecología y la biología evolutiva tengan más bien im‐<br />
plicaciones en la autocomprensión y en las prácticas de<br />
los seres humanos pero no en la forma en que habían<br />
esperado los pensadores ecologistas. Cabe aquí recor‐<br />
dar que el propósito de la filosofía medioambiental es<br />
cambiar el comportamiento de la gente, preferiblemen‐<br />
te a través de algún tipo de imperativo ético. En este<br />
sentido la segunda propuesta del pensamiento ecolo‐<br />
gista tal vez sea más importante que la primera: los se‐<br />
res humanos tenemos una obligación moral en respe‐<br />
tar y preservar el orden natural. Podemos pues dudar<br />
y rechazar las propuestas organicistas y relacionales<br />
del pensamiento ecologista pero no podemos dejar de<br />
lado esta obligación moral. No obstante, la idea de que<br />
debemos contemplar algún tipo de obligación con el<br />
orden natural merece una cuidadosa consideración so‐<br />
bre sus propios méritos.<br />
Moralidad no convencional<br />
La búsqueda de una normativa moral no convencio‐<br />
nal y más respetuosa con el medio ambiente es, o de‐<br />
bería constituir, el problema fundamental para los<br />
pensadores ecologistas. ¿Hay una ética para gobernar<br />
las relaciones de los seres humanos con la naturaleza<br />
y dónde hallarla? Más concretamente, si hay un des‐<br />
acuerdo sobre las normas morales, ¿a qué podemos<br />
apelar para alcanzar un acuerdo?, ¿hay algo en la na‐<br />
turaleza o en la relación humana con la naturaleza o<br />
en nuestra posición en ella que pueda establecer ese<br />
principio moral? Para muchos pensadores ecologistas<br />
la respuesta a esta última pregunta es “sí” o al menos<br />
“esperamos que así sea”. La versión más categórica de<br />
esta argumentación sería como sigue: si la naturaleza<br />
es análoga a un organismo en tanto posee su principio<br />
interno de organización y por tanto sus objetivos e in‐<br />
tereses propios, debería entonces ser posible pensar en<br />
el Homo Sapiens como algo análogo a uno de sus órga‐
nos y por tanto caracterizado por una función especí‐<br />
fica dentro de un todo. Si la analogía se sigue, enton‐<br />
ces se pueden juzgar como malos o buenos determina‐<br />
dos individuos o grupos humanos por su capacidad<br />
de contribuir beneficiosamente o no a los sistemas de<br />
los cuales forman parte. Muy poco pensadores ecolo‐<br />
gistas han planteado una afirmación así de descarna‐<br />
da, pero el esfuerzo por redefinir a la humanidad co‐<br />
mo parte de algo mayor que ella misma constituye un<br />
tema habitual en el pensamiento ecologista.<br />
Aldo Leopold (1949) por ejemplo convocó la noción<br />
de comunidad para establecer la conexión entre los hu‐<br />
manos y la naturaleza. En su caso, y lo mencionamos<br />
aquí por su enorme influencia, la comunidad en cues‐<br />
tión es la comunidad biótica, una asociación de plantas<br />
y animales en un área dada donde la abundancia y dis‐<br />
tribución de cada especie se ve regulada por la abun‐<br />
dancia y distribución del resto de especies. También<br />
puede entenderse la comunidad como un ecosistema<br />
al seguir los flujos de energía y materia a lo largo de la<br />
cadena trófica. Es importante llamar la atención de que<br />
el concepto de comunidad biótica se basa en una metá‐<br />
fora procedente de las comunidades humanas: al igual<br />
que las personas desempeñan papeles en sus diversas<br />
comunidades, los organismos hacen lo propio en los<br />
sistemas naturales de los cuales forman parte. Ambos<br />
sentidos del término comunidad están investidos de la<br />
metáfora organicista, con el correlato de considerar a<br />
las comunidades como un todo que trasciende los inte‐<br />
reses de cada individuo. Leopold (1946: 202) utilizaba<br />
este juego de metáforas entrelazadas para confirmar<br />
una base moral: los hombres son “miembros y ciuda‐<br />
danos plenos” de las comunidades bióticas con todas<br />
las responsabilidades asociadas a la ciudadanía, lo cual<br />
le lleva a una de sus máximas más citadas: “una cosa es<br />
correcta cuando tiende a preservar la integridad, esta‐<br />
bilidad y belleza de la comunidad biótica. Es errónea<br />
cuando tiende a lo contrario”.<br />
Cabe entonces preguntar si esta norma es la ade‐<br />
cuada, e incluso cómo y en qué medida podemos co‐<br />
nocer nuestro lugar en el orden natural. Cuando<br />
Leopold considera a los hombres como “miembros y<br />
ciudadanos plenos” de las comunidades bióticas está<br />
perfilando una visión particular de lo que supone ser<br />
un hombre: somos animales con un conjunto dado de<br />
capacidades y limitaciones, con un papel distintivo<br />
aunque limitado que desempeñar en los sistemas eco‐<br />
lógicos. Bastantes pensadores ecologistas más recien‐<br />
tes han continuado esta argumentación y están con‐<br />
vencidos de que debemos saber quiénes somos y dón‐<br />
de estamos antes que decidamos qué deberíamos ha‐<br />
cer. Y si cabe dudar de sus caracterizaciones, también<br />
debería hacerse respecto a sus conclusiones éticas. El<br />
problema reside en que la naturaleza humana se reve‐<br />
la en gran medida profundamente ambigua, muy le‐<br />
jos de poder ser reducida a un lugar singular y deter‐<br />
minado del mundo natural. Las consecuencias de esta<br />
ambigüedad son profundas y difíciles de entender: no<br />
sólo arrojan dudas sobre el trabajo de los pensadores<br />
ecologistas actuales sino que también sugieren una<br />
forma muy diferente de comprender los problemas<br />
bio‐medioambientales y la posibilidad de arrostrarlos.<br />
Cualquiera que considere que somos parte de la<br />
naturaleza según algún sentido moralmente signifi‐<br />
cante, en algún momento deberá afrontar el problema<br />
de la libertad humana. Inmanuel Kant, por ejemplo,<br />
armonizaba ambos argumentos en su Crítica de la<br />
Razón Práctica al considerar la posibilidad de juzgar a<br />
la naturaleza como un sistema cerrado creado por dios<br />
con el propósito de sostener el desarrollo de los seres<br />
humanos como seres morales. En manos de los filóso‐<br />
fos de la naturaleza románticos esta idea derivó en la<br />
creencia de que el espíritu y la naturaleza se relacionan<br />
entre sí no sólo como mente viva y materia muerta, si‐<br />
no como dos expresiones diferentes del espíritu.<br />
Siguiendo esta línea algunos pensadores ecologistas<br />
sencillamente antropomorfizan la naturaleza, por<br />
ejemplo aquellos fascinados con la hipótesis de Gaia,<br />
que parece sostener la posibilidad de que la Tierra se<br />
convierta en una deidad objeto de veneración 11 .<br />
11 James Lovelock (1987, 1988) propuso Gaia como una hipótesis científica comprobable sobre la interacción de los sistemas geológicos,<br />
atmosféricos y biológicos sobre la superficie de este planeta, pero se trataba de una hipótesis “autodemostrada” y este descuido acarreó<br />
consecuencias tal vez no previstas. Así Gaia se convirtió pronto en un símbolo unificador del panteísmo, un objeto aceptablemente an‐<br />
tropomorfizado para la adoración de todo lo vivo. Algunos elementos de este culto se han trasladado a los principios antrópicos fuer‐<br />
tes de la “historia del universo” que atribuyen la evolución de éste al despliegue de un singular impulso de energía creativa. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 75ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 76 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Los pensadores ecologistas y ambientalistas académi‐<br />
cos que asumen la opción especulativa actúan por lo<br />
común de modo más circunspecto a la hora de atribuir<br />
las características de la libertad al mundo natural, pe‐<br />
ro el modelo que siguen es muy parecido. Por ejem‐<br />
plo, el método personal y perceptivo de identificación<br />
que utilizan los ecologistas profundos depende de la<br />
conformidad respecto a que el sujeto tenga algo en co‐<br />
mún con el otro, con lo que ha de identificarse. La éti‐<br />
ca resultante no consiste en un conjunto de principios<br />
morales per se, sino en un tipo de instinto o ímpetu que<br />
lleva a actuar en defensa de la totalidad orgánica y de<br />
las cosas vivas que actúan en ella, una modalidad de<br />
interés egoísta que impele a la acción en nombre de la<br />
naturaleza: talar un árbol es como cortar parte de uno<br />
mismo. Esto, más que un tipo formal de obligación<br />
moral, es la base de lo que Naess (1989) denomina<br />
“principio biosférico igualitarista”, de modo que es di‐<br />
fícil señalar dónde termina el sujeto (self) y donde em‐<br />
pieza el mundo. Al igual que en la perspectiva bioló‐<br />
gica y por analogía, dado que los hombres están he‐<br />
chos de células y también porque forman parte de ma‐<br />
yores ecosistemas, es difícil señalar dónde acaba el<br />
cuerpo y empieza el medio ambiente”. Semejante “bo‐<br />
rrado de fronteras” bien puede convertirse en una no‐<br />
ción particular de la “interrelacionalidad” donde<br />
emerge el sujeto y en el interior de un paisaje (natural)<br />
que lo rodea.<br />
El primer problema para aquellos que atribuyen li‐<br />
bertad a la naturaleza estriba en que los habituales es‐<br />
fuerzos por hacerlo no sólo son antropomórficos sino<br />
también antropocéntricos, como se puede comprobar<br />
en la filosofía natural idealista y romántica. Algunos<br />
ensayistas han estimado una salida fácil para superar<br />
este escollo y todo lo que haría falta sería mejorar la<br />
comprensión de la naturaleza de modo se pudieran<br />
subordinar a sus fines los objetivos de la cultura hu‐<br />
mana. Cuando Warwick Fox (1995) asevera la unidad<br />
profunda de la humanidad con el resto del mundo na‐<br />
tural a través de la identificación cosmológica, toma<br />
prestada la imagen del árbol evolutivo para argumen‐<br />
tar que en el cosmos todo desciende de una fuente co‐<br />
mún. Hay implícita en esta imagen una crítica de la<br />
“gran cadena”, la antigua noción de que existe una je‐<br />
rarquía lineal de seres y la humanidad se sitúa en la ci‐<br />
ma de la creación. En lugar de ello, Fox insiste en que<br />
la humanidad es tan sólo una hoja al final de una de<br />
las ramas del árbol cósmico, idéntica a los pájaros y las<br />
bacterias. De este modo, aunque su concepción de la<br />
naturaleza siga siendo en cierta medida antropomór‐<br />
fica, la humanidad no ocupa el centro de las cosas<br />
puesto que la diversidad del cosmos es fruto de un im‐<br />
pulso creador libre. El encadenamiento se precipita: si<br />
Fox logra demostrar que los intereses humanos están<br />
subordinados a la creatividad fundamental del cos‐<br />
mos, entonces podría cimentar el razonamiento de<br />
que la humanidad tiene responsabilidades mayores<br />
que velar por sí misma. El problema estriba en cómo<br />
hallar esta subordinación si no es apelando de nuevo<br />
a una cuestión cosmológica en un claro pensamiento<br />
tautológico.El segundo problema no es tan fácil de re‐<br />
solver. El concepto de naturaleza ha resultado extre‐<br />
madamente maleable y el pensamiento especulativo<br />
ha operado al respecto mediante su reconstrucción se‐<br />
lectiva en beneficio de los objetivos de un movimiento<br />
opositor. Tal es lo que parece haber detrás de las atri‐<br />
buciones de libertad con que se dota a la naturaleza y<br />
su correlato de que debe haber algo así como una re‐<br />
lación personal de los seres humanos con la naturale‐<br />
za. Dado el fracaso de la filosofía natural y del pensa‐<br />
miento especulativo en general, se ha producido una<br />
búsqueda por parte de los pensadores ecologistas de<br />
inspiración y legitimidad en las ciencias naturales. La<br />
clave encontrada para esta indagación consiste en la<br />
reducción de la libertad humana a los términos de lo<br />
natural, de modo que la ética resulta fundamentada<br />
como una extensión de la ecología y la evolución (vid.<br />
las obras de J. Reichman).<br />
Dado que las ciencias han suministrado las más<br />
importantes teorías y conceptos de cómo funciona el<br />
mundo natural, bastaría continuar el estudio científico<br />
de la humanidad para arrojar alguna luz sobre la ver‐<br />
dadera naturaleza humana. La ecología humana en<br />
particular lograría entonces suministrar una base fir‐<br />
me a ecologistas y ambientalistas. Incluso los primeros<br />
seguidores de la ecología profesaban que la nueva<br />
ciencia podría extenderse hasta albergar a los seres hu‐<br />
manos. El problema radica entonces en que siendo<br />
viable determinar el alcance y límites de una ecología<br />
general una vez se identifican los problemas y concep‐<br />
tos específicos de tal disciplina, en cambio la ecología<br />
humana no ofrecía tales ventajas. De hecho prolifera‐<br />
ron diversos intentos de desarrollar un estudio ecoló‐<br />
gico humano durante los años 1920 y 1930 en la escue‐<br />
la de Chicago, y de nuevo durante los años 1950 y<br />
1960. Por lo común adoptaban su enunciación como
una peculiar fusión de los principios ecológicos con los telectual como el de los modelos ecológicos aplicados<br />
de la economía, sociología, demografía, geografía, psi‐ a las relaciones biológicas. El trasvase del modelo de<br />
cología, ética y política. No obstante, tras conseguir al‐ una disciplina a otra tiene sentido cuando aquél se<br />
gunos resultados sugerentes, estos intentos nunca lle‐ transforma para resolver cuestiones particulares de la<br />
garon a cuajar en una disciplina unificada ni en el ám‐ disciplina receptora, de forma que el modelo resultan‐<br />
bito de la ecología ni en el de las ciencias sociales. te se juzgue sobre la base de su utilidad en el nuevo<br />
Actualmente el término “ecología humana” no desig‐ contexto<br />
na una disciplina científica, si como tal se entiende que<br />
cubre todo el ecosistema bio‐medioambiental en el<br />
que tiene expresión lo humano, ni tampoco supone<br />
una “visión unificada” de la vida humana sobre la<br />
Tierra que abarque un amplio surtido de las diversas<br />
tradiciones.<br />
En ambos periodos los ecologistas humanos intro‐<br />
dujeron modelos ecológicos en las ciencias sociales,<br />
pero no tuvieron en cuenta el problema de la adapta‐<br />
ción a una nueva disciplina; más bien acogieron los<br />
modelos de comunidades bióticas y ecosistemas a par‐<br />
tir de sus contextos ecológicos, allí donde habían ser‐<br />
vido para zanjar cuestiones sobre relaciones orgánicas<br />
y físicas entre seres vivos. El problema surge cuando<br />
intentaban utilizar estos modelos para resolver asun‐<br />
tos propios de las relaciones culturales tales como el<br />
conocimiento, las instituciones, etc. Los modelos eco‐<br />
lógicos sólo se podían aplicar metafóricamente a las<br />
relaciones culturales de un modo que jamás tenía ni el<br />
mismo significado ni el mismo grado de autoridad in‐<br />
12 .<br />
Bio‐ambientalismo sin ilusión<br />
De lo que aquí se trata es de analizar la naturaleza de<br />
los problemas bio‐medioambientales y el entrelaza‐<br />
miento de sus aspectos cognitivos y científicos.<br />
Muchos consideran que la humanidad se ha enredado<br />
en una crisis bio‐medioambiental y que las crisis se<br />
pueden concebir de muchas maneras y según múlti‐<br />
ples escalas. Si esto es correcto, la cuestión estriba en‐<br />
tonces en qué bases tenemos para la esperanza.<br />
Si consideramos las dudas hacia el pensamiento<br />
ecologista especulativo hasta aquí planteado, no hay<br />
necesidad alguna de ensayar la letanía de los proble‐<br />
mas bio‐medioambientales a los que se enfrenta la ci‐<br />
vilización humana. Desde la pérdida de hábitats loca‐<br />
les al cambio climático global, tales problemas han in‐<br />
gresado y permanecen en la imaginación de la mayo‐<br />
ría gracias a los media y al esfuerzo incansable de gru‐<br />
pos de defensa medioambiental. Cada contrariedad<br />
puede considerarse en sí misma y como tal es lo sufi‐<br />
cientemente inoportuna, molesta. No obstante, para<br />
muchos cada problema constituye tan sólo un mero<br />
componente de una crisis bio‐medioambiental mayor<br />
y más peligrosa. Para hacer frente a esas crisis las deci‐<br />
siones humanas que se adopten en los próximos años<br />
bien puede determinar si la civilización o la misma es‐<br />
pecie sobrevivirá. Mas ocurre que una crisis bio‐me‐<br />
dioambiental a gran escala no puede percibirse sin<br />
una considerable sofisticación científica y técnica, lo<br />
cual supone que dados los límites de las ciencias, siem‐<br />
pre permanecerá cierto grado de indeterminación res‐<br />
pecto a la verdadera naturaleza y severidad de la cri‐<br />
sis13 CAPITALISTA<br />
77ECOLOGISMO<br />
. Aunque por ejemplo existe un amplio consenso<br />
científico sobre el cambio climático global, siguen pro‐<br />
duciéndose desacuerdos sobre cuánto puede calentar‐ página 10 YOUKALI,<br />
12 Así ocurrió, por ejemplo, que a pesar de que el trabajo de la Escuela de Chicago no produjo como resultado una teoría unificada de la<br />
naturaleza humana, sirvió no obstante para inspirar nuevos proyectos de investigación en disciplinas como la geografía urbana que<br />
ejercieron una profunda influencia en el desarrollo de esa área sociológica.<br />
13 En un sentido muy distinto, el del pensamiento ecologista especulativo, la crisis bio‐medioambiental es menos abstracta y científica, y<br />
en cambio más inmediata y opresiva, puesto que es difícil no toparse todos los días con alguna experiencia directa o indirecta que nos<br />
hable de ella. “¿Por qué necesito un sistema de información centralizado que me alerte de las crisis medioambientales?, se pregunta<br />
Wendel Berry (1990: 177), dado “que vivo cada hora de cada día en medio de una crisis medioambiental lo percibo por todo y cada uno<br />
1885-477X<br />
de mis sentidos”. Con el mismo espíritu, Anthony Weston (1994: 11‐12) ha propuesto que la crisis bio‐medioambiental consiste, en el<br />
sentido más profundo, en una desconexión de lo vivo y la “vibración” de la vida en el mundo, una desconexión que transforma el mun‐<br />
do en “una tierra baldía y desolada, completamente humanizada en la que habitamos demasiados”. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 78 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
se el clima y las consecuencias precisas de tal proceso<br />
en los ecosistemas locales: la escala de la crisis también<br />
supone que la crisis misma no es del todo obvia. A fin<br />
de cuentas, el clima global es una abstracción científi‐<br />
ca y como tal alejada de la comprensión e implicación<br />
de la vida cotidiana; el cambio en el clima global es un<br />
proceso tan vasto, complejo y de tal alcance en sus<br />
consecuencias que supone un reto a la imaginación,<br />
por lo que no resulta sorprendente la cantidad de pro‐<br />
blemas y obstáculos que surgen para motivar a la gen‐<br />
te a hacer algo al respecto y a que lo realizado no sea<br />
una equivocación.<br />
Merece la pena destacar aquí el discutible libro de<br />
Bjorn Lomborg (2003), especializado en estadística y,<br />
según él, antiguo miembro de Greenpeace. En esta obra<br />
se plantea que, al revés de lo que se cree y defienden<br />
las organizaciones especializadas, la humanidad está<br />
mejor que antes desde el punto de vista medioam‐<br />
biental. Ni calentamiento de la Tierra, ni agujero de<br />
ozono, ni más contaminación, ni agotamiento de las<br />
fuentes de energía, ni descenso en la calidad del semen<br />
humano. Para sostener tan sorprendentes y arriesga‐<br />
das tesis, el autor acudió al uso de estadísticas en el en‐<br />
tendido de que en el terreno de la ecología se distorsio‐<br />
nan los datos primarios de la realidad, falsificando<br />
muchos datos de partida y otorgándoles un trata‐<br />
miento sesgado, lo que genera una exposición ideolo‐<br />
gizada aunque sostenida por científica de las posturas<br />
ecologistas. Los discursos de los ecologistas aparecen<br />
pues para Lomborg como una letanía sin fundamen‐<br />
to, que convierten el estado del planeta en una opción<br />
ideológica, por lo que se ven obligados a decir que el<br />
mundo va a peor. En el caso contrario, según el autor<br />
la estadística con datos secundarios nos proporciona<br />
una comprensión más cabal del mundo para decidir<br />
cómo asignar nuestros recursos y esfuerzos en una es‐<br />
cala global. Por desgracia, nuestra visión del mundo se<br />
ha visto sesgada por una letanía de conceptos erróne‐<br />
os presentados por los ambientalistas asimilados a<br />
postulantes del fin del mundo 14 . La exageración fla‐<br />
grante sobre el deterioro ambiental asusta a todos y<br />
lleva a las personas y los gobiernos a gastar recursos y<br />
enfocar la atención en problemas inexistentes mien‐<br />
tras ignoran los problemas reales. ¿Por qué continúan<br />
estos grupos desinformando al público? Según<br />
Lomborg, deben su misma existencia –y su financia‐<br />
ción‐ a la amenaza permanente de estos problemas.<br />
En otras palabras, mientras peor parezcan ser los pro‐<br />
blemas, más importantes serán los grupos que los es‐<br />
tudian y combaten. Los ambientalistas tienen un alia‐<br />
do diligente en su campaña del miedo: los medios de<br />
comunicación: los centros de noticias siempre están<br />
buscando una historia tan aterradora que el público<br />
potencial no pueda permitirse el perdérsela; y los am‐<br />
bientalistas proporcionan diariamente tal atractivo.<br />
Sólo que esta crítica se vuelve contra el acusador, con‐<br />
vertido él mismo, así como su escandalosa financia‐<br />
ción por grupos negacionistas (del calentamiento glo‐<br />
bal), en un nuevo espectáculo.<br />
En cierta medida lo que propugna el escepticismo<br />
es que para conseguir un verdadero panorama del<br />
mundo, se deben examinar las tendencias a largo pla‐<br />
zo. Puede ser una saludable propuesta, pero lo cierto es<br />
que los escepticistas tampoco la siguen y amañan las<br />
series de manera favorable a su interpretación. La sen‐<br />
sación es que siempre se pueden encontrar aconteci‐<br />
mientos o hacer declaraciones que apoyen la posición<br />
opuesta. Es obvio que para evaluar apropiadamente<br />
los desarrollos sustanciales, se necesitan datos de un<br />
lapso amplio; un análisis de tendencia debe remontar‐<br />
se tan atrás en el tiempo como exista información. Los<br />
problemas ambientales deben examinarse sobre una<br />
base relativa: para juzgar la severidad de cualquier<br />
problema, uno debe apreciar su relación a otros proble‐<br />
mas. Las relaciones también entran en juego cuando se<br />
obliga a la sociedad a escoger entre lo que es mejor pa‐<br />
ra los humanos y lo que es bueno para los animales y<br />
plantas: las personas hacen tales elecciones todos los<br />
días cuando se enfrentan al deseo de preservar un bos‐<br />
que y la necesidad de roturar campos cultivados. En<br />
última instancia, apunta Lomborg inclinándose por un<br />
14 Los ejemplos que utiliza Lomborg no dejan de ser sorprendentes por la parcialidad que denuncia en los ecologistas. Así indica que los<br />
críticos manifestaron que nos estamos quedando sin energía y recursos naturales ‐una aseveración que es demostrablemente falsa. De<br />
hecho, hoy en día las personas tienen más alimentos y están viviendo más que en cualquier otro momento del último siglo: en 1900 el<br />
tiempo de vida promedio era de 30 años; actualmente es de 67 años. Asimismo, la pobreza se ha reducido más en los últimos cincuen‐<br />
ta años que en los últimos 500, según las estadísticas de la ONU, y esta reducción ha ocurrido en casi todos los países.
principio antrópico fuerte, se debe usar al ser humano<br />
como punto de referencia. Cuando se haga así, nos en‐<br />
contraremos que los humanos comparten muchos in‐<br />
tereses comunes con los animales y plantas, y se com‐<br />
prenderá que la premisa de que el crecimiento econó‐<br />
mico necesariamente socava el medio ambiente no<br />
siempre es cierta, pero por lo común suele ser lo con‐<br />
trario. Planteado el desarrollo económico (capitalista)<br />
como un retórico derecho de todos, Lom borg acaba<br />
afirmando que no hay elección entre el bienestar eco‐<br />
nómico y la protección ambiental; el desarrollo am‐<br />
biental a menudo es el resultado del desarrollo econó‐<br />
mico, dado que un ingreso más alto proporciona resul‐<br />
tado del desarrollo económico, dado que un ingreso a<br />
la gente el lujo de preocuparse por el medio ambiente.<br />
Así “No podemos esperar que países donde parte de<br />
la población no sabe dónde obtendrá su próxima comi‐<br />
da se preocupen del medio ambiente como el mundo<br />
desarrollado puede permitirse hacerlo”.<br />
Desde esta perspectiva escéptica, la crisis ecológica<br />
ya no tiene por qué considerarse una crisis de cultura<br />
o reflejo de una situación excepcional en el estado de<br />
las relaciones sociedad‐naturaleza, las cuales se carac‐<br />
terizan por su dinamismo e indeterminación: los pro‐<br />
blemas ambientales son inherentes a la relación de la<br />
sociedad con su entorno. Más que una anomalía, la cri‐<br />
sis es el estado permanente que resulta de un proceso<br />
de recíproca transformación y coevolución cuya cul‐<br />
minación, de hecho, es la transformación de la natura‐<br />
leza en medio ambiente humano. No se trata de pos‐<br />
tular la negación de los problemas medioambientales,<br />
pero su normalidad desaconseja hablar de crisis en el<br />
sentido fuerte en que lo hace el ecologismo especulati‐<br />
vo. Por ello, para Lomborg la resolución de la presun‐<br />
ta crisis ecológica no demanda una transformación<br />
global de la sociedad y una inversión de los valores<br />
dominantes, sino su corrección reflexiva. Pero nada de<br />
esto puede ser aceptado por un ecologismo que de‐<br />
pende de la validez de su noción de naturaleza para la<br />
defensa de su programa filosófico y político. Y es aquí<br />
donde entran en juego las consecuencias políticas de la<br />
crisis ecológica y de la visión ecologista de la misma.<br />
En efecto, a su juicio hay que recordar que bajo la con‐<br />
vicción late la estrategia: el recurso a una fórmula dis‐<br />
cursiva de fuerte poder persuasivo pretende allanar el<br />
camino de la acción, simplificando su legitimación. El<br />
término crisis medioambiental evoca una situación lími‐<br />
te en la cual los valores y procedimientos vigentes<br />
pueden ser suspendidos en beneficio de la eficacia:<br />
sentido de crisis es sentido de urgencia 15 .<br />
La excepcionalidad que una crisis plantea sugiere<br />
la alteración de todos los patrones decisorios, máxime<br />
en este caso, donde el componente científico‐técnico<br />
de la crisis bio‐medioambiental puede conducir fácil‐<br />
mente a la exclusión de los profanos en beneficio de<br />
los expertos, de los únicos capaces de solucionar el<br />
problema, sean éstos científicos, políticos o místicos.<br />
La crisis ecológica se dibuja así como una noción polí‐<br />
tica e ideológica en origen, por cuanto es un modo de<br />
designar el conjunto de problemas medioambientales<br />
que al tiempo es juicio acerca de su origen y tolerabili‐<br />
dad, y estrategia para obtener el monopolio de su re‐<br />
solución. A este respecto, la concepción ecológica de la<br />
crisis bio‐medioambiental encierra en sí misma la pa‐<br />
radoja definitoria del ecologismo político dominante:<br />
la politización del medio ambiente termina en su des‐<br />
politización. Y ello porque prima en el pensamiento<br />
ecologista una visión de la crisis y de la sustentabili‐<br />
dad medioambiental llamada a ordenarla que excluye<br />
todo debate acerca de su naturaleza y se convierte en<br />
un valor prepolítico e intangible, al margen de toda<br />
negociación o deliberación públicas, cuyo contenido<br />
se sustrae a la definición social. Su viabilidad técnica o<br />
su coherencia ideológica se anteponen a su determina‐<br />
ción y control democráticos, con lo que la política de la<br />
crisis ecológica acaba siendo una ausencia de política.<br />
Todo el ensayismo especulativo ecologista y am‐<br />
bientalista constituye en sí mismo una expresión espe‐<br />
ranzada de que la salida de la crisis no es difícil de al‐<br />
canzar: si las causas básicas son intelectuales, si la hu‐<br />
manidad ha caído en desgracia al pensar de una for‐<br />
15 No hay más que repasar las soluciones propuestas en la literatura ecologista de los años setenta del siglo pasado para comprobar có‐<br />
mo la acentuación de la excepcionalidad agudiza la tentación autoritaria y la inclinación por las fórmulas expeditivas. Como ha seña‐<br />
lado David Harvey (2000: 217), una «retórica alarmista de crisis y catástrofe inminente [...] puede ayudar a legitimar toda clase de ac‐<br />
ciones al margen de sus consecuencias sociales o políticas».<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 79 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 80 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ma ajena al orden natural, entonces la vuelta a la gra‐<br />
cia es también intelectual. La forma de cambiar el<br />
comportamiento de la gente consiste en modificar su<br />
modo de pensar, en especial respecto a su lugar en el<br />
universo natural. La esperanza pues reside en que una<br />
adecuada perspectiva ecológica del mundo, ardua de<br />
ignorar, llevará a la gente a mejorar su tipo de vida,<br />
aun más, proporcionará una firme base teórica que<br />
permita adoptar sabias decisiones que ralentizarán e<br />
incluso detendrán la destrucción bio‐medioambiental.<br />
Pero cabe ser escéptico ante esta esperanza. En princi‐<br />
pio la gente que realiza un trabajo intelectual tiende a<br />
sobrevalorar la capacidad cognitiva de transformación<br />
de la realidad y a concebir todo como un rompecabe‐<br />
zas intelectual (la realidad es un todo coherente que<br />
debe ser armado según una lógica); además, puede<br />
verse en ello un cierto ejercicio de arrogancia, puesto<br />
que hay implícita la creencia de la importancia del in‐<br />
telectual en el mundo social. La honestidad intelec‐<br />
tual, guiada por el principio de la paridad, demanda<br />
más bien que la reflexión crítica considere ante todo<br />
los límites de su propio poder de actuación. La mejor<br />
esperanza reside entonces en encontrar y aplicar la te‐<br />
oría correcta, la más arraigada en la realidad, nada<br />
convence más que la verdad. Pero esto no deja de ser<br />
una entelequia, pues si hay algún legado de la tradi‐<br />
ción intelectual occidental es el del derribo constante<br />
de las ilusiones. La convicción de que la mente huma‐<br />
na puede asentar cierto conocimiento que otorgue fa‐<br />
miliaridad con el cosmos, se ha estrellado una y otra<br />
vez. Lo único que permanece en el ámbito científico<br />
reside en un conjunto de modelos más o menos efica‐<br />
ces, los cuales adolecen de provisionalidad y restric‐<br />
ción contra el telón de fondo de una profunda e intra‐<br />
table falta de certidumbre, todo lo cual limita las con‐<br />
clusiones a extraer de la ciencia especialmente de la<br />
ecología: no sólo son extremadamente complejas las<br />
interacciones vivas, sino que ni exhiben un estado de<br />
equilibrio ni tipo alguno de provecho. Como conse‐<br />
cuencia de ello, la actual teoría ecológica no promete<br />
un retorno a la inocencia primitiva ni tampoco alguna<br />
moral natural con que la que medir las actividades hu‐<br />
manas.<br />
La metáfora del rompecabezas ha estado gober‐<br />
nando el pensamiento ecologista al ofrecer una cos‐<br />
movisión ecológica como solución correcta de la crisis.<br />
Pero tal vez sea necesario plantear una visión distinta<br />
que encaje más con la experiencia humana, especial‐<br />
mente por lo que ésta se refiere a problemas como los<br />
bio‐medioambientales. En principio esta crisis no es<br />
un único rompecabezas homogéneo que aguarda una<br />
solución única. De hecho, y frente a la tendencia eco‐<br />
logista radical, la crisis no está arraigada en una forma<br />
particular de sociedad o forma de pensar. En lugar de<br />
ello, la crisis es una constante potencial (en ocasiones<br />
latente) de la condición humana, es una parte inevita‐<br />
ble y quizá incluso indispensable de la vida humana<br />
en este planeta. En otras palabras, los problemas bio‐<br />
medioambientales son endémicos. La razón de este<br />
potencial extendido es que los seres humanos no so‐<br />
mos ni del todo naturales ni del todo libres, la condi‐<br />
ción humana se mueve siempre entre estos polos sin<br />
ser ninguno de ellos. Por una parte somos organismos<br />
vivos y como tales vulnerables y dependientes de<br />
nuestro entorno. Por la otra, la libertad moral nos im‐<br />
pone la necesidad de elegir y actuar sobre una base<br />
mayor que la de nuestra limitada autocomprensión y<br />
conocimiento del entorno, motivada además por<br />
nuestros intereses y valores.<br />
No hay pues garantía alguna de que nuestras elec‐<br />
ciones y actos sean adecuados e inteligentes. Debido a<br />
nuestra vulnerabilidad e incertidumbre nos metemos<br />
constantemente en problemas de un tipo o de otro; só‐<br />
lo que esa vulnerabilidad e incertidumbres pueden fu‐<br />
sionarse para dar lugar a una solución. Por paradójico<br />
que parezca, en ocasiones los actos y elecciones de in‐<br />
dividuos o de grupos se precipitan en particulares for‐<br />
mas de resolver problemas porque generan entre otras<br />
cosas instituciones, modos de producción, modelos de<br />
comportamiento, etc. que no siempre son controlables<br />
pero que resuelven cosas. El cambio climático global<br />
constituye el producto de una muy específica configu‐<br />
ración de factores tecnológicos, económicos, sociales,<br />
políticos y ecológicos, una ordenación que parece dis‐<br />
poner de su dinamismo e intereses propios. También<br />
debemos añadir que las contrariedades que genera<br />
nuestro modo de vida pueden ser más o menos seve‐<br />
ras, pues ciertamente el actual modelo capitalista ha<br />
arrojado más y más graves problemas que ningún<br />
otro complejo en la vida social, pero ningún grupo hu‐<br />
mano es o ha sido enteramente inocente puesto que<br />
las culturas nunca han existido en un estado de armo‐<br />
nía e inocencia puras con la naturaleza. Dado, pues,<br />
como indicábamos antes, que los problemas bio‐me‐<br />
dioambientales son endémicos, no hay forma de saber<br />
cómo fue ese estado de armonía e inocencia.<br />
Otro de los elementos a tener en cuenta mantiene<br />
que los intelectuales ecologistas y cualquiera relacio‐<br />
nado con este tema deberían albergar una expectati‐<br />
vas más modestas respecto a su trabajo. Los proble‐<br />
mas siempre pueden reconocerse como tales y habrá<br />
un amplio acuerdo de que existen, pero esto no es tan<br />
evidente cuando tratamos problemas bio‐medioam‐<br />
bientales, cuya existencia puede ser siempre causa de<br />
debate. Incluso si se ha reconocido un problema y se<br />
llevan a cabo esfuerzos para resolverlo, pueden pro‐<br />
ducirse desacuerdos sobre la medida en que tales es‐<br />
fuerzos tienen éxito y qué debería hacerse al respecto.<br />
Tal vez hay que plantearse un nuevo enfoque y consi‐<br />
derar que los problemas bio‐medioambientales han<br />
de concebirse como problemas entre humanos o gru‐<br />
pos de humanos. Dada la ausencia de una brújula mo‐
al segura deberían entonces tratarse como conflictos<br />
de decisiones adoptadas, y como tales no tienen una<br />
existencia por sí mismos, esto es: separada de las per‐<br />
cepciones, objetivos y valores de aquellos implicados<br />
en el conflicto. Nos encontraremos con que hay una<br />
gran cantidad de ellos, aunque en apariencia reduci‐<br />
dos pues existe una fuerte tendencia a considerar el<br />
conflicto bio‐medioambiental esencialmente en térmi‐<br />
nos económicos: los intereses económicos de los pro‐<br />
pietarios y la resolución de dicho conflicto deben lo‐<br />
grar el equilibrio a través de largas series de negocia‐<br />
ciones. La mayor parte de los ejemplos considerados<br />
en nuestra breve taxonomía tienen este sesgo al cen‐<br />
trarse casi siempre en intereses materiales y preferen‐<br />
cias aparentemente arbitrarias, cuando en realidad las<br />
personas persiguen todo tipo de objetivos, formulados<br />
según todas las formas a través de las cuales aprehen‐<br />
demos el mundo: desarrollo personal, goce estético,<br />
recreación, comprensión, conexión simpatética, etc. La<br />
complejidad y variedad de las perspectivas humanas<br />
sobre la buena vida hacen que los conflictos bio‐me‐<br />
dioambientales sean tan desalentadores como com‐<br />
plejos. Sería pues necesario un verdadero debate de<br />
ideas, a lo que el escepticismo en cierta medida ha con‐<br />
tribuido, que de un lado revisara a fondo los discuti‐<br />
bles presupuestos del ecologismo filosófico y político,<br />
dando forma a otra política, y de otro convenciera de<br />
su bondad a los movimientos sociales progresistas in‐<br />
clinados por lo común a considerar la agenda bio‐me‐<br />
dioambiental apenas como un complemento electoral‐<br />
mente rentable.<br />
Anthony Weston (1994: 12‐14) sostiene que la crisis<br />
bio‐medioambiental reside en algo más que amenazas<br />
al “frágil, sufrido, aglomerado y homogeneizado ‘me‐<br />
dio ambiente’ características de la típica retórica ecolo‐<br />
gista”. Puesto que esta retórica sólo puede referirse al<br />
medio ambiente en abstracto, y dado que se reduce a<br />
una perspectiva “humana, urbana, económica y polí‐<br />
tica”, está necesariamente desconectado de la inme‐<br />
diatez, del detalle, la riqueza y lo salvaje de la vida en<br />
el mundo. Weston, por su parte, propone un tipo dis‐<br />
tinto de pensamiento ecologista, cuyo propósito no<br />
sea tanto lograr “algún tipo de profundidad metafísi‐<br />
ca privilegiada”, sino aprender y habitar “la infinidad<br />
de historias y posibilidades y conexiones” que se<br />
abren a la vida humana en el mundo en cuanto les<br />
prestamos atención. “¿Cómo deberíamos vivir?”, se<br />
pregunta. “No hay una respuesta simple. Sólo hay<br />
una multiplicidad de posibilidades, que surgen por<br />
doquier, como una auténtica revolución, como malas<br />
hierbas en un jardín”. Una de las implicaciones que es‐<br />
to sugiere es que, en el mejor de los casos, el pensa‐<br />
miento ecologista puede servirnos como una fórmula<br />
para explorar toda la escala de valores puestos en jue‐<br />
go en el conflicto bio‐medioambiental, valores que es‐<br />
tán insertos en formas más ricas y complejas de perci‐<br />
bir y vivir el mundo. Se trata de un antropocentrismo,<br />
pero parece difícil que los humanos podamos encon‐<br />
trar otra base para tomar decisiones que nuestros pro‐<br />
pios valores, objetivos e intereses, lo cual no significa<br />
sostener que nuestros intereses o nosotros mismos<br />
tengamos un estatus especial en el cosmos ni que po‐<br />
damos actuar con impunidad.<br />
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DE LA REDENCIÓN A LA DESPOSESIÓN<br />
Biotecnología en el capitalismo tardío<br />
del sector químico, agrícola y tecnológico en cuyo ori‐<br />
gen se sitúa la actividad militar, especialmente durante<br />
La modernidad, y el progreso, han sido descritos por las guerras mundiales<br />
numerosos sociólogos como una narración con dos re‐<br />
latos, con dos metadescripciones contrapuestas apa‐<br />
rentemente irreconciliables; por un lado el discurso de<br />
la liberación y por otro lado el discurso del someti‐<br />
miento. La tecnología nos enfrenta a un doble supues‐<br />
to que materializa esa contradicción: por un lado apa‐<br />
rece como el mecanismo redentor que nos libera de la<br />
escasez, la ineficiencia y que genera progreso en el sen‐<br />
tido material del término; por otro lado, el someti‐<br />
miento, la dependencia, la independencia que logra<br />
respecto a la necesidad humana e incluso la ignoran‐<br />
cia que provoca en la inmensa mayoría no avezada en<br />
la sofisticación científica.<br />
La imparcialidad de los desarrollos tecnológicos se<br />
pone en entredicho al analizar las relaciones socio‐polí‐<br />
ticas que los posibilitan, o como dirían Foucault o<br />
Bourdieu, sus condiciones sociales de producción. Es<br />
necesario contextualizar la ingeniería genética dentro<br />
del momento y lugar histórico específico que ocupa, y<br />
por supuesto dentro del modo de producción en el que<br />
se desarrolla, el modo de producción capitalista. Las in‐<br />
vestigaciones en esta área científica están relacionadas<br />
directamente con la actividad de grandes empresas quí‐<br />
micas, cuyo interés y capital han constituido un factor<br />
determinante en el auge de la biotecnología. A pesar de<br />
los discursos humanitarios que han acompañado al<br />
desarrollo de la ingeniería genética (soluciones para la<br />
pobreza, enfermedades, desmantelamiento de la ame‐<br />
naza del hambre, etc.), la práctica ha demostrado su re‐<br />
lación directa con los beneficios de grandes empresas<br />
multinacionales como Bayer, Novartis, Mon san to,<br />
Rhone‐Poulenc, DuPont, etc. Estas son el producto de la<br />
concentración y centralización de empresas y capitales<br />
1 CAPITALISTA<br />
por Gerard Espona Fernández y Cristina Catalina Gallego<br />
. Surgen a través de los cambios<br />
en los mercados y de la productividad de los sectores<br />
interesados; de tal manera que han aprovechado la tec‐<br />
nología de guerra para crear nuevos sectores de inter‐<br />
vención, así como las condiciones sociales que ha gene‐<br />
rado la denominada revolución verde (pobreza, depen‐<br />
dencia de campesinos del mercado de consumo, des‐<br />
trucción de las colectividades campesinas de autocon‐<br />
sumo y autoabastecimiento, creación de países de mo‐<br />
nocultivo, etc.). La ingeniería genética es además una in‐<br />
vestigación que requiere de ingentes cantidades de ca‐<br />
pital de inversión, cantidades que son capaces tan sólo<br />
de asumir las cinco o seis multinacionales mundiales<br />
del sector, condicionando de facto todo desarrollo cien‐<br />
tífico‐tecnológico a sus intereses productivos. Puede ha‐<br />
blarse de la imparcialidad existente o buscada en la me‐<br />
todología del modelo positivista desarrollado en nues‐<br />
tras sociedades, pero en ningún caso debe hablarse de<br />
83ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />
1.‐ Cabe recordar la semejanza entre los productos fertilizantes y los utilizados para la fabricación de material explosivo. Recordemos tam‐<br />
bién que el consorcio IG Farben (capital materna de la actual Bayer) no sólo favoreció el programa de rearme del régimen nazi, sino 1885-477X<br />
que también fabricó el gas Zyklon B para el exterminio masivo en los campos de la muerte a partir de los componentes químicos de<br />
sus propios fertilizantes. Se podría decir que fue un programa de “fumigación de la disidencia”. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 84 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
objetividad y neutralidad en la aplicación del mismo,<br />
pues hay siempre intencionalidad explícita y motiva‐<br />
ciones relacionadas con otros factores sociales. En espe‐<br />
cial con el modo de producción, y no esta de más tener<br />
en cuenta que el sector productivo de la biotecnología y<br />
la agricultura comercial suponen una de las inversiones<br />
de capital industrial con mayores tasas de ganancia.<br />
Si atendemos al contexto histórico y la lógica espe‐<br />
cífica del capitalismo, en el momento de aparición y<br />
desarrollo de la ingeniería genética, entenderemos<br />
que tanto el ser humano como la naturaleza no son<br />
más que medios para la valorización del capital. La va‐<br />
lorización del capital, que se basa en extraer el máxi‐<br />
mo plusvalor tanto en el circuito de la producción co‐<br />
mo en el del consumo (reproducción ampliada) obliga<br />
de forma constante a la introducción de innovaciones<br />
que mejoren la fuerza productiva. Las innovaciones<br />
no aparecen así por la voluntad expresa del juego de<br />
la investigación que sigue la línea clara de la búsque‐<br />
da de la verdad científica, sino más bien por la necesi‐<br />
dad implícita de creación y ampliación del valor. En<br />
este sentido es determinante para la rentabilidad de la<br />
inversión realizada por estas empresas el hecho de<br />
que exista una normativa jurídica que permita la apro‐<br />
piación de la vida en términos abstractos, y de la bio‐<br />
diversidad y la información genética en términos con‐<br />
cretos. A la vista de esto, la única región, y no obstan‐<br />
te cada vez más permisiva, que supone algún freno<br />
para este tipo de aplicación industrial es por el mo‐<br />
mento la UE, mientras que EEUU así como las nuevas<br />
potencias económicas son claramente permisivas.<br />
Muchos países, especialmente del Sur global, cuentan<br />
con un vacío legal que permite a las empresas multi‐<br />
nacionales migrar con sus laboratorios, desarrollar in‐<br />
vestigaciones y aplicarlas en el caso de que pudiera<br />
existir un obstáculo en las metrópolis de origen.<br />
Debemos entender pues la aparición de la ingenie‐<br />
ría genética en el contexto posterior a la primera revo‐<br />
lución verde por lo que supuso de mundialización de<br />
las relaciones económicas, el incremento de las des‐<br />
igualdades sociales entre países y dentro de estos, una<br />
crisis alimentaria y ecológica de carácter global. En ese<br />
contexto la actividad científica y comercial alrededor<br />
de los transgénicos se legitima a través de un discurso<br />
en el que la ciencia y la técnica aparecen como vecto‐<br />
res fundamentales para solucionar problemas de ca‐<br />
rácter socio‐político. Para ello, toda actividad científica<br />
ha venido presentándose como un proyecto cargado<br />
de neutralidad, imparcialidad y objetividad, como el<br />
elemento liberador del ser humano, aspiración vigen‐<br />
te e inherente a la modernidad de nuestra civilización.<br />
Se busca solucionar el problema del hambre y de la es‐<br />
casez mediante la mejora del proceso de producción,<br />
el rendimiento de los cultivos y el precio de los ali‐<br />
mentos; estos factores por sí mismos solucionarían las<br />
necesidades alimentarias de una población creciente.<br />
Así se excluye del debate la relación de la crisis ali‐<br />
mentaria con un modelo de producción y consumo<br />
que implica contradicciones en términos sociales y<br />
ecológicos. Al convertirlo en una cuestión científica y<br />
por tanto meramente técnica, se evita la puesta en du‐<br />
da del modelo agrícola industrial intensivo, modelo<br />
que produce más alimentos de los que requerimos pe‐<br />
ro que no obstante niega su acceso a gran parte de la<br />
población mundial. Elude por tanto considerar el pro‐<br />
blema de qué, cómo y cuánto se produce, para lo cual<br />
bastaría con atender a una mejora de la técnica y la efi‐<br />
ciencia, y considerarlo tan sólo un problema de acceso<br />
y redistribución de los recursos.<br />
En el contexto “de crisis” mencionado, los grupos<br />
promotores 2 de la biotecnología aseguran que ésta po‐<br />
sibilitaría la reducción de la pobreza a la vez que con‐<br />
tribuiría al desarrollo sostenible. Es decir, solucionaría<br />
la crisis social que no resolvió la primera revolución<br />
verde y la crisis medio‐ambiental que esta misma con‐<br />
tribuyó a crear. Desde el punto de vista social, las se‐<br />
millas y Organismos Modificados Genética mente<br />
2.‐ Esta posición discursiva y performativa es conocida como la segunda revolución verde. Sus promotores se constituyen en un entra‐<br />
mado articulado por instituciones internacionales públicas y privadas, fundaciones filantrópicas, institutos de investigación y univer‐<br />
sidades, compañías agroquímicas, biotecnológicas, farmacéuticas, etc. Algunos de los actores más activos son La Bill y Melinda Gates<br />
Foundation y la Rockefeller Foundation (quienes han iniciado una alianza para una revolución verde en África –AGRA), junto con la<br />
Fundación Syngenta, el Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), etc. También cabe mencionar organismos<br />
públicos como el Banco Mundial, la FAO, el FMI, que apoyan estas iniciativas.
(OMG) 3 contribuirían a aumentar la productividad de<br />
los cultivos y la ganadería sin perjuicios para el dete‐<br />
rioro medio‐ambiental. De acuerdo con este discurso<br />
los OMG permitirían producir mayores cantidades de<br />
nutrientes por hectárea cultivada y por cabeza de ga‐<br />
CAPITALISTA<br />
nado, aumentando la cantidad y calidad de los culti‐<br />
vos y el ganado. Estas mejoras bio‐tecnológicas ade‐<br />
más favorecerían el incremento de alimentos y su ri‐<br />
queza nutricional. No obstante, no se expresa cómo se<br />
materializa el vínculo entre el incremento de la pro‐<br />
ductividad y el rendimiento agropecuario con la dis‐<br />
minución de la pobreza, porque este vínculo se esta‐<br />
blece en términos de dependencia respecto a un oligo‐<br />
polio de la oferta (de semillas y fertilizantes). Es posi‐<br />
ble así compatibilizar una mayor productividad (su‐<br />
puesta) con una disminución del rendimiento una vez agro‐combustibles y de alimentos altamente procesa‐<br />
deducidos los costes (aumentados) de los factores pro‐ dos. Las semillas transgénicas permitirían, en un prin‐<br />
ductivos fundamentales (fertilizantes y productos fito‐ cipio, mayor producción y menor gasto en plaguici‐<br />
sanitarios).<br />
das; sin embargo, los índices de productividad no han<br />
Desde el punto de vista medio‐ambiental, el dis‐ aumentado a los niveles previstos, y el grueso del cos‐<br />
curso favorable a su aplicación indica que la biotecno‐ te de la producción se destina a agroquímicos. Esto se<br />
logía reduciría la contaminación y el deterioro de la debe a que algunas plagas se hacen resistentes a los<br />
naturaleza. Esta idea se basa en la asunción de que el herbicidas o insecticidas, lo cual explica que el consu‐<br />
aumento de la productividad por la introducción de mo de los mismos haya aumentado progresivamente<br />
los OMG reduciría el uso de los pesticidas, los produc‐ durante todos estos años. Así, los agricultores tienen<br />
tos fitosanitarios y herbicidas en los cultivos; de tal que incrementar las dosis y recurrir a otros productos<br />
modo que disminuiría la contaminación del agua po‐ fitosanitarios diferentes a las empresas proveedoras<br />
table, la destrucción de la biodiversidad y el deterioro de los OMG, con los perjuicios que esto conlleva para<br />
de la calidad del aire. Este razonamiento asume que el el equilibrio medio ambiental y los riesgos para la sa‐<br />
aumento de la productividad y de la producción en lud. Además se crea una situación de dependencia de<br />
términos absolutos sobre un modelo de oferta y de‐ los campesinos por tres motivos. En primer lugar, la<br />
manda fijas podría lograrse con una disminución de necesidad de comprar las semillas de nuevo después<br />
los cultivos y del uso de la tierra, y por tanto un des‐ de cada cosecha a la misma compañía, debido a la tec‐<br />
censo de la explotación de aquella lo cual redunda en nología terminator empleada en la planta transgénica,<br />
la mejora del nivel ecológico en general.<br />
que hace que las semillas de segunda generación sean<br />
Más tarde ya veremos que una de las asunciones estériles. En segundo lugar, el pago de royalties por la<br />
falaces estriba en que la introducción de los OMG dis‐ venta de ese producto debido al sistema de patentes<br />
minuye el uso de pesticidas, herbicidas y productos fi‐ comerciales, práctica habitual de Monsanto. Por últi‐<br />
tosanitarios, permite el aumento de la productividad y mo, por la aplicación de la tecnología traitor, que au‐<br />
por tanto de la extensión de las tierras cultivadas, y en menta la dependencia respecto de la empresa vende‐ 85ECOLOGISMO<br />
última instancia respeta el equilibrio ecológico. En dora ya que permite que los rasgos genéticos de la<br />
efecto, la realidad de la aplicación de los OMG dista planta sean “encendidos” o “apagados” a través de un<br />
página<br />
mucho de este discurso, las semillas transgénicas no se inductor que también debe comprarse a la empresa.<br />
han destinado al cultivo de vegetales que mejoran el Los datos muestran como los cultivos transgénicos 10<br />
valor nutritivo ni su destino final son las poblaciones responden a las estrategias del sector agroquímico y<br />
hambrientas del planeta. Los OMG que se están des‐ biotecnológico para incrementar sus beneficios, pues<br />
arrollando y comercializando se aplican a cultivos des‐ no se han observado mejoras producidas por los trans‐<br />
tinados a la alimentación ganadera, la producción de génicos en las tasas de personas que padecen hambre. YOUKALI,<br />
3.‐ Desde el punto de vista técnico se denominarían transgénicos a los alimentos que se producen a través de un Organismo Modificado1885-477X<br />
Genéticamente (OMG), es decir, alimentos para cuya producción ha intervenido un organismo al que se ha modificado su genoma a<br />
través de la biotecnología o la ingeniería genética. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 86 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
Y no se han observado porque el principal uso de los<br />
vegetales transgénicos se ha destinado a la producción<br />
de agrocombustibles y a la explotación ganadera (en<br />
forma de piensos y forrajes). Actividades ambas cuyo<br />
destino además son los países de la economía‐central.<br />
Las empresas agroquímicas y las biotecnológicas<br />
han vivido desde la Segunda Guerra Mundial proce‐<br />
sos de fusión en una táctica que les ha permitido aca‐<br />
parar mercado y crear dependencia de sus productos<br />
en todo el proceso de producción agrícola y ganadero,<br />
desde el conocimiento sobre la vida en el material ge‐<br />
nético, pasando por la germinación de la planta, des‐<br />
arrollo de cultivos, tratamiento de plagas y enferme‐<br />
dades, etc. La ingeniería genética se inscribe, a la vez<br />
que permite, la privatización y comercialización de la<br />
vida. A través del control privado de la información y<br />
manipulación genética que permite la tecno‐ciencia, la<br />
biodiversidad constituye un recurso más que se inser‐<br />
ta en la lógica de la competencia capitalista. Así la in‐<br />
novación e investigación están subordinadas, y son a<br />
su vez requisitos, para el beneficio y acumulación de<br />
capital de estos gigantes financieros.<br />
La manipulación de la vida es una de las claves de<br />
la novedad del modelo de agricultura industrial ac‐<br />
tual. Este tiene su origen en la llamada primera revo‐<br />
lución verde a través de la introducción masiva de bio‐<br />
tecnología basada en productos químicos y tecnología<br />
aplicada a la producción agrícola y ganadera. La in‐<br />
dustrialización de la agricultura 4 tuvo como conse‐<br />
cuencia un cambio en los patrones de producción y<br />
consumo de alimentos (y otras sustancias químicas)<br />
que alteraron y alteran las formas de vida: con sus con‐<br />
secuencias en las relaciones sociales, la concepción del<br />
medio ambiente y el hábitat. La agricultura industrial<br />
se caracteriza por grandes plantaciones de monoculti‐<br />
vos, dedicados a la exportación y basados en sistemas<br />
de propiedad latifundista, es intensiva en inversión de<br />
capital, así como en el uso de agroquímicos, y es inten‐<br />
siva pero de forma muy temporalizada en fuerza de<br />
trabajo. Su expansión, hasta llegar a la hegemonía,<br />
provocó el empobrecimiento de campesinos y peque‐<br />
ños productores agrícolas y ganaderos que no podían<br />
competir con grandes plantaciones, así como su ex‐<br />
pulsión masiva hacia la ciudad 5 . Bastaría comprobar<br />
la reducción drástica y progresiva del sector primario<br />
dentro de la fuerza productiva en los países del centro<br />
de la economía global, e incluso del conjunto del siste‐<br />
ma‐mundo.<br />
Comprobaremos que la ingeniería genética dentro<br />
de este modelo de agricultura industrial va unida a<br />
una serie de procesos políticos y jurídicos que permi‐<br />
ten disponer y manipular la vida, apropiarse de la in‐<br />
formación genética, modificarla, crear recombinacio‐<br />
nes de organismos que una vez patentados adquieren<br />
el calificativo de “nuevos”. También que la segunda<br />
re vo lución verde se cimienta en las posibilidades de la<br />
ingeniería genética y la nano‐biotecnobiología 6 . Dicha<br />
ingeniería es paralela al entramado normativo que re‐<br />
gula el sistema de propiedad intelectual a nivel inter‐<br />
nacional, y que permite la apropiación y privatización<br />
de la biodiversidad por parte de las empresas y que<br />
muchos han calificado de apropiación indebida (bio‐<br />
piratería).<br />
Contexto específico y construcción discursiva: las re‐<br />
voluciones verdes<br />
La aparición generalizada de los OMG (ingeniería ge‐<br />
nética aplicada a la agricultura y la ganadería) se po‐<br />
dría localizar en la década de los noventa del siglo pa‐<br />
sado en el marco de la segunda revolución verde. Se<br />
produce en un momento en el que convergen una se‐<br />
rie de factores que posibilitan su aparición y condicio‐<br />
nan el discurso que lo acompaña. Los factores a los<br />
que nos referimos se pueden reducir a una serie de cri‐<br />
sis: económica (pérdida de beneficios en el sector bio‐<br />
químico entre otros), crisis social (continuación de la<br />
pobreza, inseguridad agroalimentaria, problemas de<br />
escasez puntual), crisis política (pérdida de soberanía<br />
de los Estados para solucionar los problemas econó‐<br />
mico‐sociales vinculados a la producción agropecua‐<br />
ria) y crisis medio‐ambiental (cambio climático, conta‐<br />
minación del agua, agotamiento de los recursos, etc.).<br />
Primera revolución verde<br />
La primera revolución verde surge en la década de los<br />
sesenta del siglo pasado como solución a la pobreza en<br />
los países periféricos. Viene impulsada por la FAO a<br />
partir de 1963 a través de un plan de desarrollo agra‐<br />
4.‐ Introducción del modo de producción capitalista en el sistema agropecuario. Las innovaciones técnicas y la investigación científica se<br />
entienden como factores coadyuvantes para mejorar la fuerza productiva en el proceso de producción, reduciendo los gastos en el ca‐<br />
pital variable y transformando el conocimiento‐descubrimiento de lo patentado en capital constante. Con todo ello, la industria agrí‐<br />
cola entra en el ciclo de acumulación de capital.<br />
5.‐ El incremento y concentración de la población urbana conlleva a su vez la necesidad de incrementar la producción agrícola intensiva<br />
e industrializada.<br />
6.‐ Ello implica la presencia de diferencias sustanciales respecto a la biotecnología tradicional por cuanto supone un salto cualitativo y un<br />
punto de inflexión con la tradicional hibridación de especies vegetales y/o animales.
io a nivel mundial (el World Plan for Agricultural De ve ‐<br />
lopment) a partir de un Congreso Mundial de la Ali ‐<br />
men tación. Este plan tuvo el apoyo de fundaciones co‐<br />
mo Ford y Rockefeller. La propuesta se basaba en el<br />
desarrollo de la productividad agrícola a través de una<br />
serie de medidas de gestión y técnicas para la explota‐<br />
ción comercial: el desarrollo e introducción de semillas<br />
de alto rendimiento (HVY) 7 generalización mercantil, las innovaciones técnicas en<br />
los cultivos sólo pueden comprenderse como mejoras<br />
de rendimiento productivo en cuanto son susceptibles<br />
de traducirse en rentabilidad empresarial a través de<br />
la comercialización. Por un lado, la revolución tecnoló‐ CAPITALISTA<br />
gica en territorios que se abastecen según otros crite‐<br />
rios de producción supone para las corporaciones in‐<br />
, el aprovechamiento del ternacionales la apertura de nuevos sectores producti‐<br />
agua, la introducción de fertilizantes, herbicidas y pla‐ vos y mercados de venta. Por otro lado, los sistemas<br />
guicidas (fitosanitarios) y la selección genética (mani‐ alimentarios locales (los aún no capitalizados del todo)<br />
pulación). Las principales corporaciones agroquími‐ se evalúan a través de las ideas del progreso económi‐<br />
cas y farmacéuticas se encargaron de la producción, co, eludiendo el cambio sustancial en las relaciones so‐<br />
comercialización e introducción de las nuevas especies ciales y estimando la mera mejora técnica como el ele‐<br />
de semillas mejoradas y los productos fitosanitarios. mento esencial para el “desarrollo”. De este modo, las<br />
Para ello contaron con el “apoyo” institucional tanto mejoras técnicas (semillas mejoradas, productos fito‐<br />
privado como público a través de subvenciones, pro‐ sanitarios, fertilizantes, etc.) aparecen como si fueran<br />
gramas de instituciones internacionales que les asegu‐ instrumentos para el incremento del rendimiento de<br />
raban un mercado y el conocimiento desarrollado por los cultivos. Las empresas e instituciones promotoras<br />
universidades e institutos de investigación. Todo ello, y encargadas de su desarrollo y aplicación consideran<br />
respaldado por un discurso que apelaba a la introduc‐ estas mejoras como remedios contra la desnutrición y<br />
ción comercial de estas técnicas de alta rentabilidad la pobreza argumentando la compatibilidad del rendi‐<br />
para disminuir la pobreza y la desnutrición en la peri‐<br />
miento empresarial y el despliegue de éstas en los nú‐<br />
feria económica.<br />
cleos “subdesarrollados”. A su vez se perciben las mo‐<br />
Esta “revolucionaria mejora” técnica supuso un<br />
dificaciones sociales que acompañan los cambios tec‐<br />
cambio cualitativo en las formas de producción y orga‐<br />
nológicos como un correlato necesario para el aumen‐<br />
nización social de los países de la periferia. El sistema<br />
to de la producción y el subsiguiente desarrollo econó‐<br />
de abastecimiento y distribución de alimentos comuni‐<br />
mico y material.<br />
tarios se abandona a favor de la agricultura de mono‐<br />
cultivos a gran escala e intensiva en fitosanitarios. Esta<br />
Segunda revolución verde<br />
nueva forma de producción agrícola conlleva la capita‐<br />
lización del sistema alimentario introduciendo la idea<br />
La primera revolución industrial fracasó en sus pre‐<br />
del cultivo como producción exclusivamente para uso<br />
tensiones “salvíficas” aunque no en la colonización<br />
comercial. De modo que los cultivos autóctonos se sus‐<br />
tituyen por semillas “mejoradas” que reducen la biodi‐<br />
versidad local y minan la autonomía alimentaría. La<br />
agricultura intensiva en fitosanitarios conlleva la gene‐<br />
ralización del uso de herbicidas y fertilizantes. La ad‐<br />
quisición de estas nuevas técnicas (semillas mejoradas<br />
y fitosanitarios) se realiza a través del intercambio mer‐<br />
cantil (con las corporaciones agroquímicas transnacio‐<br />
87ECOLOGISMO<br />
nales) cuya realización requiere inversiones monetarias<br />
de las que no dispone la mayoría del campesinado.<br />
página<br />
Como consecuencia, éste se convierte en asalariado a<br />
costa de la pérdida de la soberanía alimentaria local y<br />
10<br />
se acompaña de la mercantilización de otros sectores<br />
relacionados con el sector primario.<br />
Dentro de la lógica productivista y desarrollista<br />
que implica la reproducción ampliada de capital y la<br />
YOUKALI,<br />
7.‐ HYV por sus siglas en inglés, sobre todo de trigo, maíz y arroz, gracias al trabajo del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz<br />
y Trigo (CIMMYT) de México y al del International Rice Research Institute (IRRI) de Filipinas. Un conjunto de tecnologías integradas<br />
por componentes materiales, como las variedades de algo rendimiento (VAR) mejoradas de dos cereales básicos (arroz y trigo), el rie‐ 1885-477X<br />
go y abastecimiento controlado de agua, y la mejora y aprovechamiento de la humedad, los fertilizantes y plagicidas y las correspon‐<br />
dientes técnicas de gestión. Véase http://www.tierra.org/spip/. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 88 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
productivista y desarrollista. No sólo la pobreza no<br />
disminuyó sino que las nuevas formas de producción<br />
implicaron otra serie de problemas tanto en el centro<br />
como en la periferia: deterioro medioambiental por<br />
abuso de productos fitosanitarios, agotamiento de los<br />
recursos productivos naturales, contaminación del<br />
agua, salarización y dependencia del campesinado,<br />
monocultivos de ciertos productos agrícolas destina‐<br />
dos a la exportación, concentración de tierras en forma<br />
de latifundios para aprovechar las economías de esca‐<br />
la, vinculación necesaria a los mercados mundiales<br />
(vía bolsa de Chicago) de la producción local, etc. Las<br />
críticas al modelo surgieron a partir de ciertas organi‐<br />
zaciones y colectivos que manifestaron los problemas<br />
causados por las medidas, señalando particularmente<br />
las ambiciones económicas de la oligarquía empresa‐<br />
rial de las multinacionales agroquímicas. Por otro la‐<br />
do, las instituciones internacionales, como la FAO, la<br />
ONU y otras, asumieron el fracaso de las medidas atri‐<br />
buyéndoselo a la falta de consideración de “externali‐<br />
dades” como la escasez de cambios institucionales, la<br />
despreocupación por el medio‐ambiente, la falta de in‐<br />
fraestructuras, etc. Con ello el tipo de discurso tecno‐<br />
lógico‐moralista que articula la lucha contra la pobre‐<br />
za no se ha abandonado, sino que se interiorizan las<br />
críticas socio‐ecologistas que buscan culpables en las<br />
actuaciones empresariales y en el modelo desarrollis‐<br />
ta occidental.<br />
En esta coyuntura de la década de los noventa del<br />
siglo pasado cristaliza la idea de una nueva revolución<br />
verde. Aquí, la investigación en y la aplicación de la<br />
biotecnología aparecen como la innovación tecnocien‐<br />
tífica capaz de solucionar las nuevas crisis mundiales.<br />
Por un lado, la crisis económica supone la disminu‐<br />
ción de la rentabilidad (o tasa de ganancia) de ciertos<br />
sectores productivos como el de las empresas agroquí‐<br />
micas, la re‐estructuración productiva a través de des‐<br />
localizaciones, las concentraciones de capital, etc. Por<br />
otro lado, la crisis ecológica que se manifiesta en el<br />
cambio climático, el agotamiento de recursos natura‐<br />
les entre los que se encuentran la tierra, la masiva de‐<br />
manda de agua y la sobreexplotación de cuencas flu‐<br />
viales y acuíferos; a lo que se une la corrupción e im‐<br />
plicación de las aristocracias locales, etc. Además, la<br />
crisis social, por las altas tasas de desempleo que afec‐<br />
tan a los desposeídos que se han visto obligados pre‐<br />
viamente a convertirse en asalariados (reserva de la<br />
fuerza de trabajo a nivel global), la disminución de los<br />
servicios sociales públicos y las redes de solidaridad<br />
comunitarias, las enfermedades debidas a los alimen‐<br />
tos procesados. También se incluiría la denominada<br />
crisis alimentaria con la que se identifica a la nueva po‐<br />
breza causada por las dificultades de acceso al merca‐<br />
do alimentario debido al desempleo, el aumento de<br />
precios. La solución global a todas estas crisis se plan‐<br />
tea como un capitalismo con un uso creciente de la<br />
biotecnología.<br />
En medio de este puñado de “crisis” hemos de in‐<br />
cluir al sector agropecuario y al bioquímico. La crisis<br />
alimentaria de los pobres paralela a la crisis del nuevo<br />
empresariado agropecuario (la oligarquía del agrobusi‐<br />
ness) se aprovechan para lanzar un impulso de crea‐<br />
ción de nuevos productos, la aplicación de nuevas tec‐<br />
nologías, la ampliación a otros mercados y en definiti‐<br />
va la ampliación de nuevos negocios. La propuesta<br />
proviene de los nuevos lobbies de la oligarquía empre‐<br />
sarial del sector bioquímico constituida durante las<br />
décadas anteriores. Este sector está formado por un<br />
oligopolio resultado de la fusión o cooperación de las<br />
anteriores compañías agroquímicas convertidas ahora<br />
en biotecnológicas.<br />
Este nuevo modelo productivo agrario‐industrial<br />
vuelve a insistir en el desmantelamiento de la agricul‐<br />
tura y la ganadería de subsistencia, la destrucción de<br />
las redes comunitarias de solidaridad, los mercados<br />
de auto‐abastecimiento locales, y la salarización, siem‐<br />
pre forzosa, siempre violenta, de un campesinado des‐<br />
poseído de su sustento. En esta línea la segunda revo‐<br />
lución verde fue la continuación de un proceso ya ini‐<br />
ciado hace dos siglos y ha supuesto la expansión de un<br />
sector del capital algo estancado en busca de intensifi‐<br />
cación, de apertura de mercados y de apropiación de<br />
recursos, que se manifiesta en la expansión de la revo‐<br />
lución verde a lo largo del globo, y una innumerable<br />
cantidad de fusiones, absorciones y compras de em‐<br />
presas del sector biotecnológico, alimentario, químico,<br />
farmacéutico, genético...<br />
Las estructuras campesinas existentes, basadas en<br />
mercados locales de auto‐consumo e intercambio re‐<br />
gional, en la producción de diversidad de productos<br />
autóctonos que garantizan la independencia alimenta‐<br />
ria y con relativamente bajos índices de salarización, se<br />
ven destruidas por entero con la llegada de la produc‐<br />
ción agraria industrial. Este otro modelo productivo,<br />
coexistente con el modelo capitalista y predominante
en muchas regiones hasta bien entrado el siglo XX (to‐<br />
davía hoy en algunas), se ha visto primero parasitado<br />
por el capitalismo agrario, y luego destruido por este<br />
mismo.<br />
La introducción de este modelo de producción in‐<br />
tensivo típicamente industrial, en el ámbito agrario, no<br />
se produce en un escenario de urbanización imperan‐<br />
te, es decir, donde la concentración industrial de las<br />
ciudades es la que “atrae” a la ingente cantidad de ma‐<br />
no de obra campesina sin tierra a las industrias fabri‐<br />
les y despuebla el campo; sino que ha existido un pro‐<br />
ceso previo de destrucción y desarticulación forzosa y<br />
violenta del modo de producción campesino, y de to‐<br />
das sus estructuras comunitarias. En cualquier caso, la<br />
construcción del nuevo sistema agrario‐industrial no<br />
requiere tan solo introducir técnicas de cultivo intensi‐<br />
vo, consumo de agroquímicos, inversiones en regadí‐<br />
os, almacenajes... La manera en que se introduce en los<br />
medios rurales supone una destrucción progresiva, a<br />
veces brusca, siempre forzosa aunque consensuada,<br />
de toda forma de comunidad, instituciones, estructu‐<br />
ras de clase, modelos redistributivos, espacios de so‐<br />
cialización y cultura inmaterial. La realidad es que la<br />
construcción de este modelo, siempre impuesto a tra‐<br />
vés de los intereses de los capitales transnacionales,<br />
precisa la apropiación de miles de hectáreas de cultivo<br />
(pero también de casas, y en ocasiones de pueblos en‐<br />
teros) cuya mediana y pequeña propiedad se encon‐<br />
traba dispersa entre la población, para pasar a conver‐<br />
tirse en una gran zona cultivable unificada, latifundis‐<br />
ta. De este modo se garantiza que las inversiones en<br />
maquinaria, sistemas de riegos, adquisición de los te‐<br />
rrenos, infraestructuras, indemnizaciones por desahu‐<br />
cios (cuando no sobornos a militares, policías, jueces,<br />
políticos), y las fuertes inversiones en productos agro‐<br />
químicos sean rentabilizadas con creces en una econo‐<br />
mía de escala. Teniendo en cuenta que la mayoría de<br />
esta producción no será accesible para los propios ciu‐<br />
dadanos de la región, lo que nos encontramos es una<br />
masa campesina desclasada, sin sustento, y sin posibi‐<br />
lidades de acceso a recursos que son exportados a pa‐<br />
íses desarrollados.<br />
En el momento precedente a la segunda revolu‐<br />
ción verde el sector agrícola y el agroquímico pasaban<br />
por momentos de estancamiento de la tasa de benefi‐ CAPITALISTA<br />
cio debido a la exacerbación de la competencia empre‐<br />
sarial. A pesar de haberse constituido en una oligar‐<br />
quía, subsistía no obstante la imposibilidad de utilizar<br />
mayores economías de escala y de expandir mercados<br />
aún restringidos a ámbitos nacionales. La lógica de la<br />
competencia entre estos capitales individuales se tra‐<br />
dujo en la búsqueda de la anticipación en la incorpo‐<br />
ración de mejoras en la productividad, de la creación<br />
de nuevas mercancías y de la expansión de mercados.<br />
Todo ello para beneficiarse durante el mayor tiempo<br />
posible del plusvalor extra (relación entre precio y va‐<br />
lor como tiempo de trabajo necesario en las condicio‐<br />
nes productivas medias) que les aseguraba la anticipa‐<br />
ción a otros capitales antes de la generalización del<br />
nuevo método productivo. No obstante se hacía preci‐<br />
so una transformación radical de los modelos agrario‐<br />
industriales ahora considerados tradicionales, y es<br />
aquí donde la innovación biotecnológica introduce<br />
una panoplia de posibles soluciones que aprovechan<br />
la crisis para introducir una profunda transformación.<br />
¿Qué es y qué supone esta innovación tecnológica<br />
de la segunda revolución verde? El elemento funda‐<br />
mental como antes indicábamos es la introducción de<br />
OMG a partir de los cuales producir alimentos transgé‐<br />
nicos. El material genético de un organismo es creado o<br />
alterado en un laboratorio a través de técnicas y proce‐<br />
sos que permiten aislar y tomar partes de un cromoso‐<br />
ma de un organismo para introducirlo en otro. Esta for‐<br />
ma de manipulación genética supone un cambio sus‐<br />
tancial respecto de las practicadas hasta entonces pues‐<br />
to que supera los límites de la compatibilidad reproduc‐<br />
tiva entre los seres vivos que intervienen en la modifica‐<br />
ción. Desde el neolítico, el ser humano ha practicado un<br />
tipo de filogenia evolutiva seleccionando especies para<br />
89ECOLOGISMO<br />
cruzarlas con el fin de conseguir combinaciones genéti‐<br />
cas nuevas, no probables de darse espontáneamente. El<br />
ser humano actúa como catalizador para que se repro‐ página<br />
duzcan organismos combinando o bien especies com‐<br />
patibles o bien diferentes variantes dentro de una mis‐ 10<br />
ma especie. En el primer caso, el producto híbrido sue‐<br />
le ser estéril, no así en el segundo y más abundante del<br />
último caso. Frente a ello, la ingeniería genética posibi‐<br />
YOUKALI,<br />
lita la combinación de material genético procedente de<br />
organismos completamente alejados en términos de fi‐<br />
logenia, de modo que nunca podría darse espontánea ‐<br />
mente (como lo es utilizar ciertas secuencias genéticas<br />
de una especie de cangrejo para introducirlas en un tu‐<br />
bérculo), y lo hace a través de una recombinación que 1885-477X<br />
interviene directamente sobre la escritura de la vida, los<br />
genes, para generar una especie quimérica de imposible ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 90 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
existencia si nos atenemos a las leyes de la genética. Con<br />
ello asistimos a un salto cualitativo: si con la hibridación<br />
se establecía una aceleración dirigida de la evolución de<br />
una especie, ahora con la modificación genética se logra<br />
la recreación de una nueva especie que trasciende toda<br />
posible mutación interna al modificar su código genéti‐<br />
co con materiales de especies separadas completamen‐<br />
te entre sí.<br />
El uso de los transgénicos en el sistema agropecua‐<br />
rio supone o bien entrar en el proceso de trabajo como<br />
factor de producción o bien ser el resultado de éste. El<br />
primer caso se da sobre todo en la agricultura a través<br />
de las semillas transgénicas, las cuales se utilizan para<br />
incrementar la productividad de los cultivos, evitar las<br />
plagas o las sequías, acelerar los tiempos de madura‐<br />
ción, aumentar el tamaño de los frutos o facilitar la co‐<br />
secha; todo ello redundante en el abaratamiento de<br />
costes productivos. En el segundo caso los transgéni‐<br />
cos serían el resultado de un proceso de “producción”<br />
ganadera a través de la modificación genética de los<br />
organismos para producir alimentos. No obstante, la<br />
comprensión de los transgénicos dentro de la indus‐<br />
trialización de la agricultura y la ganadería en el capi‐<br />
talismo no debe reducirse a la explicación de su uso en<br />
el proceso de trabajo, sino que hay que incluirlo en el<br />
contexto total de la producción de alimentos.<br />
Los “avances tecnológicos y científicos” han de en‐<br />
marcarse dentro del desarrollismo moderno que con‐<br />
lleva el modo de producción capitalista. La biotecno‐<br />
logía agrícola y ganadera forman parte de esta diná‐<br />
mica social cuyo motor es el aumento cuantitativo del<br />
valor y cuyo correlato es el desarrollo económico. La<br />
materialidad del proceso de trabajo y el desarrollo tec‐<br />
nológico vinculado a éste son la expresión de la com‐<br />
posición de capital conveniente para creación de valor,<br />
es decir, plusvalor que permita obtener un beneficio y<br />
proseguir el proceso a través de mayores inversiones<br />
de capital. La reproducción del capital social invertido<br />
impone una serie de condiciones sociales y materiales,<br />
como son la competencia de capitales individuales y el<br />
consiguiente aumento de productividad, la mercanti‐<br />
lización de nuevos factores de producción, la fuerza<br />
de trabajo disponible y los elementos necesarios para<br />
su reproducción, cuyo resultado es la reproducción<br />
ampliada de capital. Ésta implica la generalización de<br />
la forma mercancía creando nuevos productos, merca‐<br />
dos y formas de producción mientras subsume o des‐<br />
plaza otros modos de producción o sectores no capita‐<br />
lizados como ha pasado con el agropecuario. Los<br />
transgénicos no son un mero producto de un conoci‐<br />
miento científico y tecnológico desinteresado. Su emer ‐<br />
gencia se enmarca en el proceso de industrialización<br />
progresiva de la agricultura y la ganadería globales.<br />
Las relaciones sociales (salarización, dependencia,<br />
explotación, desigualdad), las relaciones con la natura‐<br />
leza y la materialidad del proceso de trabajo (tecnolo‐<br />
gía, técnica, organización, dirección, etc.) son condicio‐<br />
nes y consecuencias de la organización social de la pro‐<br />
ducción como producción de plusvalor. Estas relacio‐<br />
nes se articulan a través de una mediación social abs‐<br />
tracta, el capital como valor que se valoriza (reproduc‐<br />
ción ampliada) y una mediación entre hombres a tra‐<br />
vés de la forma mercantil y dineraria. En la base está la<br />
relación asimétrica entre fuerza de trabajo y capital.<br />
Los transgénicos dentro del sector agropecuario<br />
aparecen en un momento histórico de estancamiento<br />
por las caídas de la tasa de plusvalor. Los cercamien‐<br />
tos de tierras para el ganado, la concentración y espe‐<br />
cialización agrícola y ganadera y la progresiva indus‐<br />
trialización de la agricultura en occidente están en el<br />
origen de la dinámica capitalista siendo la primera re‐<br />
volución verde el precedente más directo. Ambas “re‐<br />
voluciones” aprovechan las coyunturas de crisis en los<br />
países “sub‐desarrollados” para crear nuevos merca‐<br />
dos en los que colocar lotes de productos agropecua‐<br />
rios (primero semillas mejoradas, luego transgénicas,<br />
fitosanitarios, combustibles, infraestructuras). Con<br />
ello se desmantelan los sistemas locales y comunita‐<br />
rios de auto‐abastecimiento subsumiendo la produc‐<br />
ción agrícola y ganadera dentro de la producción y el<br />
mercado global. Este proceso se da a través de la arti‐<br />
culación de programas apoyados por instituciones in‐<br />
ternacionales y la actividad económica de las compa‐<br />
ñías transnacionales. La rentabilidad económica de es‐<br />
tas revoluciones no se reduce al mercado de los pro‐<br />
ductos agroquímicos y biotecnológicos sino que crea<br />
otros ámbitos de valorización paralelos y tiene como<br />
consecuencia cambios sustanciales en el modo de vida<br />
y producción de estos países: creación de infraestruc‐<br />
turas, transporte, comunicaciones, importación de<br />
productos manufacturados, creación de empresas de<br />
servicios, etc.<br />
Es más, las propias corporaciones de la biotecnolo‐<br />
gía aprovechan el conocimiento producido fuera del<br />
ámbito empresarial (universidades públicas y priva‐
das, centros e institutos de investigación nacionales e<br />
internacionales) en su propio beneficio, lo cual reduce<br />
sus costes y les permite aumentar el rendimiento lu‐<br />
crativo. Con ello, determinados grupos empresariales<br />
se apropian y privatizan el conocimiento socialmente<br />
producido y lo utilizan para aumentar sus beneficios.<br />
Estas compañías desarrollan las aplicaciones técnicas a<br />
partir de los resultados del conocimiento social, esto es<br />
de la ciencia base, del que hablábamos. Esta autono‐<br />
mía final con la que desarrollan las innovaciones pro‐<br />
ductivas y de productos les permitiría aprovecharse<br />
de los beneficios de la anticipación mencionada 8 . No<br />
obstante, como las inversiones de capital para el des‐<br />
arrollo de la biotecnología superan con mucho la capa‐<br />
cidad financiera de las empresas individuales, se pro‐<br />
duce un proceso de centralización del segmento final<br />
de la investigación, el dirigido a la aplicabilidad paten‐<br />
table, que explica el monopolio de la oferta en este sec‐<br />
tor por parte de ciertas empresas que pueden o no ser<br />
altas en capital aplicado a la investigación. Máxime si<br />
pensamos que parte del porcentaje dirigido a la inves‐<br />
tigación y desarrollo en realidad no se aplica a la cien‐<br />
cia básica sino al despliegue y defensa posterior de pa‐<br />
tentes.<br />
Las corporaciones productoras de OMG se enmar‐<br />
can dentro de esta dinámica productiva imponiendo<br />
el acceso a sus productos (agro‐alimentarios en este ca‐<br />
so) a través del intercambio mercantil a la vez que cre‐<br />
ando dependencia hacia sus productos. La produc‐<br />
ción material es parte de la producción mercantil que<br />
trata de incrementar la oferta de productos: produc‐<br />
ción masiva para la venta y no para el auto‐consumo.<br />
El criterio que establece el movimiento cuantitativo<br />
del valor no puede sino entender la naturaleza y al<br />
hombre como recurso (medio ambiente y biodiversi‐<br />
dad) para el proceso de producción. Con ello, entende‐<br />
mos que la pobreza y el deterioro medio‐ambiental no<br />
pueden atribuirse meramente a la mala distribución<br />
de los alimentos o a una despreocupación voluntaria<br />
por la naturaleza.<br />
La timidez de la regulación europea<br />
Dentro de las condiciones de posibilidad para la emer‐<br />
gencia de los transgénicos hemos de tener en cuenta<br />
también el marco jurídico que regula la experimenta‐<br />
ción y puesta en el mercado (tanto desde el punto de<br />
vista de la oferta como de la demanda) de los OMG y<br />
los transgénicos. La regulación es compleja debido al<br />
<strong>número</strong> de factores y organismos que intervienen en<br />
la promulgación de leyes. Por un lado, los diferentes<br />
organismos y actores participantes en la constitución<br />
de las leyes con diferentes competencias; entre éstos<br />
están los tratados internacionales (como los TRIPS), las<br />
instituciones intergubernamentales como la OMC, la<br />
OMS, la UE, organizaciones sectoriales o regionales,<br />
los gobiernos de cada estado, los organismos de con‐<br />
sulta constituidos por grupos de investigadores, cien‐<br />
tíficos, expertos, etc. Por otro lado, hay numerosos as‐<br />
pectos que se consideran en la regulación de la biotec‐<br />
nología para la obtención de alimentos, tales como la<br />
autorización de nuevas variedades, su comercializa‐<br />
ción, la trazabilidad, el etiquetado, o los órganos crea‐<br />
dos para controlar lo relacionado con los organismos<br />
modificados genéticamente.<br />
Este marco legal es uno de los principales campos<br />
de lucha entre los partidarios y promotores y los de‐<br />
tractores de la aplicación de la ingeniería genética pa‐<br />
ra la producción de alimentos. De modo que tanto em‐<br />
presas, gobiernos y organizaciones civiles presionan<br />
sobre el contenido de la normativa a través de lobbies<br />
empresariales, grupos de presión, consultoras científi‐<br />
cas, etc. Estas luchas no se reducen a cuestiones de per‐<br />
misividad o prohibición de los diferentes usos y apli‐<br />
caciones de los transgénicos sino que, jugando con lo<br />
complejo de la articulación de la legislación y la cienti‐<br />
ficidad, se encaminan hacia la determinación de los<br />
criterios científicos que guían la ley, las superficies de<br />
contacto entre ambas esferas –la jurídica y la científica‐<br />
y la subsunción del resto de esferas posibles a los mar‐<br />
cos legales o científicos que aquellas consideran (por<br />
8.‐ La posibilidad de patentar sus productos será una prolongación “artificial” (en términos de mercado) de la anticipación controlando<br />
la competencia a través de un ejercicio de monopolio.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 91 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 92 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ejemplo, la esfera social aparece reducida al mero as‐<br />
pecto del consumo‐producción). Entre estos estaría la<br />
definición de los OMG y de los transgénicos, así como<br />
la determinación del criterio con el que se juzgan las<br />
implicaciones que tienen para la salud o el medio am‐<br />
biente.<br />
Centrándonos en el ejemplo más cercano podemos<br />
observar de manera más concreta la posición permisi‐<br />
va que subyace a la regulación jurídica de los transgé‐<br />
nicos. La regulación europea manifiesta abiertamente<br />
que los criterios que guían la normatividad sobre los<br />
transgénicos son estrictamente científicos en relación a<br />
principios de salud, bienestar y sostenibilidad me‐<br />
dioambiental. Este hecho jurídico‐político parte de la<br />
asunción de que los criterios científicos son desintere‐<br />
sados y neutrales, y en consecuencia, la regulación ju‐<br />
rídica de los transgénicos pre‐supone la suficiencia y<br />
posibilidad de un criterio objetivo para determinar los<br />
perjuicios medioambientales y sanitarios basados en<br />
el método científico. Los resultados de la investiga‐<br />
ción, llevada a cabo por expertos en centros especiali‐<br />
zados, se presentan en forma de cajas negras (utilizan‐<br />
do la metáfora de Bruno Latour, 1980), es decir, utili‐<br />
zando las conclusiones como artefactos ya cerrados y<br />
directamente operativos, de forma que se invisibiliza<br />
el procedimiento seguido y los presupuestos episte‐<br />
mológicos y ontológicos de los que parte. De este mo‐<br />
do la investigación tecnocientífica sobre los OMG se<br />
traduce al derecho por medio de estas cajas negras ex‐<br />
cluyendo a la sociedad de un posible debate sobre qué<br />
se entiende por salud, bienestar y sostenibilidad me‐<br />
dioambiental, y ocultando los criterios de valoración<br />
sobre los OMG para determinar cuando son beneficio‐<br />
sos o perjudiciales. Las pretensiones de tratar de regu‐<br />
lar los transgénicos con criterios meramente científicos<br />
no son sino la materialización de una visión concreta<br />
de lo social a través de la ley. El derecho no se limita a<br />
prohibir y permitir la existencia o aplicaciones de un<br />
objeto claramente objetivo como los OMG sino que<br />
posibilita a la vez que determina un modo de produc‐<br />
ción social agropecuaria basada en la apropiación, pri‐<br />
vatización y manipulación interesada de la vida.<br />
La legislación sobre la aplicación de la biotecnolo‐<br />
gía en la producción de alimentos tiene como objeto de<br />
regulación dos elementos: tanto los OMG, como los<br />
transgénicos. Los primeros se definen como los orga‐<br />
nismos en los que el material genético ha sido alterado<br />
de una manera que no ocurre naturalmente por aco‐<br />
plamiento o recombinación natural 9 . Los segundos se‐<br />
rían los alimentos y piensos que son OMG, que los con‐<br />
tienen o que se producen a partir de ellos. En la forma‐<br />
lidad legal esta distinción parece clara, sin embargo, los<br />
fenómenos de la polinización cruzada e hibridación di‐<br />
luyen las fronteras, puesto que experimentar con<br />
OMG, aunque sea sin intención comercial, conlleva la<br />
“contaminación genética” de otros cultivos que sí son<br />
para uso comercial. La ley trata de regular estos hechos<br />
atendiéndose elementos como el porcentaje de mate‐<br />
rial genético modificado y la voluntariedad o delibera‐<br />
ción de la aplicación de los OMG en la producción.<br />
En primer lugar se pretende regular la liberación<br />
deliberada de OMG al entorno natural. Se lleva a cabo<br />
a través de la directiva 2001/18/EC cuyo propósito pre‐<br />
tende ser la protección de la “la salud humana y el me‐<br />
dio ambiente”. Para ello se tienen en cuenta dos tipos<br />
de actividades: La liberación experimental de OMG,<br />
es decir la regulación de los campos de cultivo experi‐<br />
mentales, y la puesta en el mercado que conlleva la co‐<br />
mercialización, importación y transformación de los<br />
granos genéticamente modificados. En segundo lugar<br />
la regulación atiende a los alimentos transgénicos pro‐<br />
piamente dichos. En este caso la ley contempla la<br />
puesta en el mercado de los alimentos y piensos, que<br />
son OMG, que contengan o que sean producidos a<br />
partir de éstos. Esta última se lleva a cabo a través de<br />
una regulación, y no una directiva, la Regulation (EC)<br />
nº 1829/2003. Esto se traduce en que en el segundo ca‐<br />
so (los alimentos transgénicos) la UE establece tanto<br />
los principios como las normas que rigen la comercia‐<br />
lización de estos alimentos mientras que en el segun‐<br />
do caso (los OMG) compete a los Estados miembros<br />
desarrollar el contenido de la directiva.<br />
Lo que puede parecer una mera formalidad jurídi‐<br />
ca tiene consecuencias prácticas importantes agraván‐<br />
dose este mismo otoño con la introducción de algunos<br />
cambios jurídicos. En términos comunitarios la regu‐<br />
lación de los OMG es mucho más laxa que la de los ali‐<br />
mentos y piensos transgénicos. De este modo se deja a<br />
los Estados miembros una mayor intervención en lo<br />
referente al desarrollo y experimentación con OMG.<br />
Esta situación jurídica está influida por las discrepan‐<br />
cias entre los distintos Estados ante los OMG sobre sus<br />
beneficios y perjuicios tanto económicos como para la<br />
salud y el medio ambiente. Como consecuencia de las<br />
presiones de algunos Estados en septiembre del 2010<br />
la UE ha modificado la directiva que regula los culti‐<br />
vos experimentales con OMG. A partir de entonces se<br />
otorga a las autoridades de cada Estado miembro la<br />
9.‐ Según la definición dada en el artículo 2 de la Directiva 2001/18/EC de la UE: “An organism in which the genetically material has been<br />
altered in a way that does not occur naturally by mating and/or natural recombination”.
exclusividad de la competencia para autorizar y pro‐<br />
hibir el uso experimental, no comercial, de OMG en<br />
los cultivos, piscifactorías y granjas. Son ahora los<br />
Estados miembros quienes tienen la posibilidad de<br />
permitir o vetar los cultivos experimentales de acuer‐<br />
do criterios nacionales particulares; según la legisla‐<br />
ción otros criterios que no sean los científicos referen‐<br />
tes a la salud o medio ambiente. De este modo algunos<br />
Estados como el español han posibilitado el cultivo<br />
masivo de OMG como maíz, algodón o patata; mien‐<br />
tras, otros como Austria tratan de blindar legalmente<br />
la entrada de éstos en su territorio. Precisamente es el<br />
Estado español el que más ha desarrollado esta prácti‐<br />
ca, concentrando en su territorio más del cuarenta por<br />
ciento del total europeo de campos del cultivo con se‐<br />
millas transgénicas. Y esto, sólo desde el ámbito legal.<br />
Esta laxitud o permisibilidad normativa respecto a<br />
la experimentación se contrapone a la aparente rigidez<br />
en la regulación de las salidas comerciales, tanto de los<br />
OMG como de los transgénicos. Esta última se explica<br />
puesto por el hecho de que la posibilidad de comercia‐<br />
lizar transgénicos en un país de la UE haría que el pro‐<br />
ducto (alimento o pienso) se expandiera a todo el mer‐<br />
cado europeo debido a la libre circulación de mercancí‐<br />
as que caracteriza la legalidad de la comunidad econó‐<br />
mica. De este modo, el procedimiento para la aproba‐<br />
ción del uso comercial de un OGM o transgénico com‐<br />
pete a instituciones comunitarias y a las representacio‐<br />
nes en este ámbito de la totalidad de todos los estados.<br />
En la práctica las fronteras entre experimentación y<br />
uso comercial son muy poco precisas debido, princi‐<br />
palmente, a los fenómenos de polinización cruzada e<br />
hibridación. Este elemento es utilizado por las compa‐<br />
ñías biotecnológicas y las fundaciones para introducir<br />
los transgénicos al consumo de forma que poco a po‐<br />
co se generalice y naturalice su presencia. Utilizan la<br />
vía legal de la experimentación para expandir literal‐<br />
mente los OMG, de forma “no deliberada”, y por tan‐<br />
to legal y exentos de responsabilidad jurídica, como<br />
estrategia para que se acepte de forma progresiva su<br />
uso comercial. Pues una vez que la materia genética‐<br />
mente modificada se “libera” al entorno la contamina‐<br />
ción de especies autóctonas por transgénicas es incon‐<br />
trolable y se da muy rápidamente. Por ello, a pesar de<br />
que Europa pretende mostrar una cara restrictiva con CAPITALISTA<br />
los transgénicos en algunos países se están expandien‐<br />
do los cultivos y las granjas de OMG contaminando al<br />
resto de cultivos amenazando la existencia de los orga‐<br />
nismos autóctonos. Un ejemplo claro de ello es<br />
Catalunya donde la polinización cruzada ha acabado<br />
afectando a numerosos cultivos de agricultura ecoló‐<br />
gica arruinando a sus productores y acabando con las<br />
especies no transgénicas; más del 80% del territorio<br />
cultivado en Catalunya no está libre de transgénicos.<br />
Muchos experimentos indican que lo mismo está pa‐<br />
sando en países como Brasil, EEUU o Argentina, prin‐<br />
cipales cultivadores de transgénicos, dónde ya se han<br />
encontrado plantas de maíz que han combinado dos<br />
modificaciones genéticas diferentes procedentes de<br />
dos cultivos cercanos con diferentes OMG. El fenóme‐<br />
no de la contaminación genética de los transgénicos<br />
obviamente sobrepasa las fronteras jurídicas y políti‐<br />
cas, y se está viendo que puede ser irreversible a nivel<br />
global. Por un lado está el problema del deterioro de la<br />
biodiversidad, pero también la apropiación de las nue‐<br />
vas especies por parte de las grandes corporaciones<br />
que las patentan.<br />
Además, si observamos tanto el procedimiento co‐<br />
mo las normas que regulan la aprobación de los OMG<br />
nos damos cuenta de que la rigidez es sólo aparente.<br />
El procedimiento para la aprobación comienza por un<br />
informe que prepara la propia empresa con la infor‐<br />
mación sobre el tipo de técnica usada para la creación<br />
del OGM, sus propiedades, los posibles efectos en la<br />
salud, beneficios, etc. Este informe pasa por autorida‐<br />
des nacionales encargadas unas de redactar otro infor‐<br />
me y otras de permitir su paso hacia las instituciones<br />
europeas. En estas últimas se produce un tercer infor‐<br />
me elaborado por la EFSA (European Food Safety<br />
93ECOLOGISMO<br />
Authority) que pasa a un comité especializado de la<br />
Comisión Europea. En este recorrido, un informe des‐<br />
favorable o un rechazo por la comisión no suponen la página<br />
prohibición directa, sino su traslado a otro organismo<br />
encargado de una nueva deliberación, y el proceso 10<br />
continúa con la misma dinámica hasta llegar al<br />
Consejo de Estado. Hay dos elementos importantes a<br />
tener en cuenta en este proceso.<br />
YOUKALI,<br />
Por un lado, el procedimiento de aprobación se<br />
plantea de modo que lo que se pone en duda es una<br />
negación a la aprobación a través de una revisión de la<br />
negativa por diferentes órganos estructurados jerár‐<br />
quicamente, y en ningún caso se revisa una afirmación<br />
por alguno de éstos. De modo que en última instancia 1885-477X<br />
compete al Consejo Europeo decidir si se permite el<br />
uso comercial de los OGM. Vemos que lo que parece‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 94 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ría una cuestión meramente científica, una vez que<br />
“los expertos” elaboran un informe sobre “un informe<br />
del informe que elabora la empresa” la decisión final<br />
está en organismos políticos.<br />
Por otro lado, el proceso de aprobación otorga en<br />
la práctica una influencia fundamental a las empresas<br />
biotecnológicas. Es el propio solicitante el encargado<br />
de elaborar el informe detallado sobre el proceso de<br />
creación y el producto creado sobre el que se evalúa.<br />
La especialización técnico‐científica de las empresas<br />
biotecnológicas, su capacidad económica, la posibili‐<br />
dad de realizar investigación a largo plazo, su alcance<br />
como portavoz en cuantas comisiones legislativas se<br />
declaren competentes en la materia les otorga un po‐<br />
der casi exclusivo sobre el saber del producto que cre‐<br />
an. Lo cual hace que sea difícil a otras instituciones<br />
evaluar y valorar el proceso de investigación sobre los<br />
perjuicios para la salud y el medio ambiente. Estas em‐<br />
presas concentran la mayor parte de los medios y co‐<br />
nocimiento sobre la aplicación tecnológica del conoci‐<br />
miento biológico y ello requiere de un saber muy es‐<br />
pecífico dentro del ámbito de la ciencia aplicada. El in‐<br />
forme que reclama la administración jurídica es pro‐<br />
ducido por la propia empresa y sólo sobre éste los co‐<br />
mités técnicos y científicos de la EFSA evalúan los be‐<br />
neficios y perjuicios de los transgénicos. A esto hay<br />
que añadir que las fronteras formales entre la EFSA,<br />
las autoridades de la comisión europea y las empresas<br />
de biotecnología se diluyen si tenemos en cuenta que<br />
muchos de los miembros de éstos organismo, supues‐<br />
tamente independiente, se cruzan informalmente a<br />
través de lobbies, en personas que ocupan cargos en<br />
los diferentes organismos, a través de subvenciones,<br />
intereses compartidos, etc.<br />
A pesar de ser la regulación de la UE una de las<br />
más rigurosas estamos observando que en la práctica<br />
tanto en el cultivo experimental como en la aproba‐<br />
ción para la comercialización la formalidad jurídica da<br />
lugar a mecanismos perversos de introducción de los<br />
OMG en la agricultura y la ganadería de forma poco<br />
controlada. Es más, a estos dos aspectos legales hemos<br />
de añadir un tercero que pone de manifiesto la permi‐<br />
sividad encubierta del mecanismo: la regulación de la<br />
supervisión de los alimentos y el pienso genéticamen‐<br />
te modificado. Los mismos principios y objetivos que<br />
guían la regulación expresan implícitamente las con‐<br />
tradicciones de la legalidad basada en la combinación<br />
de intereses económicos, ecológicos y humanitarios.<br />
Tanto la ley 10 como la EFSA 11 consideran los perjui‐<br />
cios para la salud y el medio ambiente desde la pers‐<br />
pectiva del uso comercial de éstos despolitizando y<br />
naturalizando las condiciones sociales en las que se<br />
producen. Lo que subyace a esta postura jurídica es<br />
una visión economicista que reduce lo social, lo salu‐<br />
dable y lo ecológico al criterio de la producción y el<br />
consumo. Esta forma de aproximación jurídica a la ali‐<br />
mentación dentro de la producción capitalista implica<br />
la concepción, formal también, del transgénico como<br />
mercancía alimentaria, los sujetos como consumidores<br />
y productores y la libertad como una elección entre<br />
una variedad de productos con diferentes propieda‐<br />
des. La información sobre la vida y la apropiación de<br />
ésta no es más que un recurso o factor más de produc‐<br />
ción y productividad. Con ello, las condiciones de pro‐<br />
ducción, los beneficios y perjuicios y el coste de los<br />
transgénicos ya aprobados pasan a formar parte de<br />
una mercancía más entre un rango de opciones; el pro‐<br />
ducto transgénico se convierte en un producto más al<br />
lado de los ecológicos y los comunes.<br />
Desde este punto de vista se proponen regular la<br />
trazabilidad y etiquetado apelando a la idea de la<br />
“transparencia”. Éstos se convierten en requisitos pa‐<br />
ra la puesta en el mercado comunitario de transgéni‐<br />
cos desde el año 2003 estableciendo las obligaciones en<br />
la provisión de información en los OMG transgénicos<br />
tanto en el producto final como en su movimiento por<br />
las diferentes etapas de elaboración. Esta idea de<br />
transparencia es perversa por dos motivos, primero<br />
porque los criterios de trazabilidad y etiquetado per‐<br />
10.‐ De acuerdo a la Regulación (EC) No 1829/2003 de la UE: “A high level of protection of human life and health, animal health and wel‐<br />
fare, environment and consumer interests in relation to genetically modified food and feed, whilst ensuring the effective functioning<br />
of the internal market”.<br />
11.‐ Según el Libro blanco sobre Seguridad alimentaria de la Comisión Europea, (enero de 2000). La creación de la EFSA forma parte de<br />
un programa exhaustivo dirigido a mejorar la seguridad alimentaria en la UE, garantizar un elevado nivel de protección del consumi‐<br />
dor, y restaurar y conservar la confianza en los alimentos europeos.
miten la incorporación de OMG en alimentos sin nece‐<br />
sidad de explicitarlo. Segundo, porque como ya he‐<br />
mos explicado, todo el proceso anterior a la aproba‐<br />
ción se basa en una traducción del derecho de los re‐<br />
sultados científicos presentados a través de la caja ne‐<br />
gra científica que oculta los supuestos, criterios y pro‐<br />
cedimientos de investigación y evaluación. Además,<br />
teniendo en cuenta el elemento de la polinización cru‐<br />
zada (contaminación de otros organismos vegetales<br />
del entorno por polinización desde los organismos<br />
transgénicos) e hibridación (contaminación por cruce<br />
reproductivo de organismos no sólo por polinización),<br />
tanto la transparencia en la información como la fiabi‐<br />
lidad de la información devienen inverosímiles‐tarea<br />
imposibles.<br />
Tanto el etiquetado como la trazabilidad establecen<br />
el umbral mínimo del 0’9% de modificación del mate‐<br />
rial genético de un organismos a partir del cual es obli‐<br />
gatorio informar de que el producto agrícola o gana‐<br />
dero es transgénico. En primer lugar, esta cifra “cientí‐<br />
ficamente” determinada es más que engañosa puesto<br />
que una mínima modificación del genotipo implica un<br />
cambio sustancial en el fenotipo. Por ejemplo, el por‐<br />
centaje que separa al hombre de las dos especies de<br />
chimpancés actuales se calcula que alcanza alrededor<br />
del 1% en el genoma. Pero lo más significativo en tér‐<br />
minos socio‐políticos es que la propia ley contempla<br />
que la presencia de material genéticamente modifica‐<br />
do en alimentos o piensos es “técnicamente inevita‐<br />
ble” 12 sión del cultivo de OMG es ya una realidad, incluso a<br />
nivel europeo, y que además las instituciones lo dan<br />
por hecho.<br />
Se puede, y se hace, culpar a la “incontrolable” po‐<br />
linización e hibridación cruzadas por esta expansión<br />
de los OMG y transgénicos. No obstante, ésta se utili‐<br />
za además como una excusa para eludir responsabili‐<br />
dades políticas y jurídicas que permite la ley a través<br />
de astucias formales como la diferenciación entre ex‐<br />
perimentación y comercio, y luego entre liberación de‐<br />
liberada o no deliberada. Repetimos que las grandes<br />
compañías biotecnológicas han utilizado estas ambi‐<br />
valencias dentro de su estrategia para la generaliza‐<br />
ción de los OMG. De este modo, la intencionalidad en<br />
la inclusión de OMG deviene objeto de consideración<br />
en la regulación de la información que se hace públi‐<br />
ca. La propia ley admite que la presencia de materia<br />
OMG en semillas, alimentos y pienso es inevitable, se<br />
asume que es prácticamente imposible alcanzar pro‐<br />
ductos que sean 100 % puros<br />
. Que la propia ley asuma la inevitabilidad de la<br />
presencia de material genéticamente modificado en<br />
los alimentos es otra indicación más de que la exten‐<br />
13 CAPITALISTA<br />
. Por ello, establece una<br />
excepción a la obligación de informar en aquéllos pro‐<br />
ductos en los que la presencia de OMG no sea inten‐<br />
cionada. Con ello, es posible encontrar en el mercado<br />
OMG sin que su contenido se especifique en el etique‐<br />
tado, puesto que no ha sido “intencionada” la incorpo‐<br />
ración. La jurisdicción nos condena a aceptar determi‐<br />
nados transgénicos en el mercado, y en muchos casos<br />
incluso sin la información mínima que advierta de la<br />
modificación genética que contiene el alimento.<br />
Patentes y biopiratería; mercantilización de lo vivo<br />
Si la primera revolución verde supuso la introducción<br />
masiva e intensiva de bioquímicos, de mano de obra<br />
temporalizada, de monocultivos, de incrementos de la<br />
productividad, de semillas eficientes, etc, la segunda<br />
revolución verde supone un salto cualitativo, la apro‐<br />
piación del lenguaje básico de lo vivo, además ha re‐<br />
ducido la agricultura al cultivo de soja, colza, maíz y<br />
algodón, productos agrícolas directamente insertados 95ECOLOGISMO<br />
en el esquema de la producción capitalista global. La<br />
ingeniería genética aplicada desde la segunda revolu‐<br />
ción verde supone un salto cualitativo en la evolución página<br />
de la biotecnología, que pasaría de ser un conocimien‐<br />
10<br />
to aplicado a la hibridación, cruce y selección de plan‐<br />
tas, a una recombinación de código genético de dife‐<br />
rentes especies que no podría darse de forma natural.<br />
YOUKALI,<br />
12.‐ Según la regulación (EC) No 18301/2003 emitida por el Parlamento europeo:“A labelling threshold of 0,9% to exempt from GM la‐<br />
belling the adventitious or technically unavoidable presence of GM material in food or feed”.<br />
13.‐ Según la regulación (EC) No 18301/2003 emitida por el Parlamento europeo: “Exemption from the traceability and labelling require‐<br />
ments Conventional products, i.e. those produced without genetic modification, may unintentionally contain traces of GMOs, for ex‐ 1885-477X<br />
ample, due to cross‐pollination during cultivation, or due to adventitious or technically unavoidable mix of GM and non‐GM during<br />
harvesting, storage, and transport or processing. This does not only apply to GMOs since in the production of food, feed and seed, it<br />
is practically impossible to achieve products that are 100% pure.” ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 96 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
El cariz humanitario de la ingeniería genética, como su<br />
principal discurso legitimador, es muy amplio, según<br />
Coon, “No hay ninguna forma de producir las canti‐<br />
dades de alimentos necesarios para una población<br />
mundial que crece rápidamente usando técnicas gené‐<br />
ticas normales de retrocruzamiento con la tierra arable<br />
disponible. Tenemos que usar las nuevas herramien‐<br />
tas genéticas disponibles para producir los OMG ne‐<br />
cesarios para alimentar a nuestro prójimo” 14 . Según<br />
Waltz, Gerhard y Roca, “No hay otro camino para<br />
practicar la necesaria agricultura sostenible” 15 . Y se‐<br />
gún Iáñez Pareja, “Al fin y al cabo, los europeos no te‐<br />
nemos problemas de vitamina A, pero, ¿y nuestros<br />
problemas de solidaridad?” 16 .<br />
La elaboración discursiva que se construye en de‐<br />
fensa de los transgénicos y de la ingeniería genética<br />
nos muestra que tras una enorme inversión financiera,<br />
tecnológica, científica y humana, que sólo puede ser<br />
asumida por las grandes multinacionales, no hay más<br />
interés que el progreso y la mejora del bienestar de la<br />
humanidad. No hay, en todo ello, más afán que el des‐<br />
arrollo ilimitado de la ciencia y la técnica como medios<br />
emancipadores para liberarnos de la escasez, no sólo<br />
dominando la naturaleza, sino modificándola a nues‐<br />
tro antojo. No se trata por tanto de una mejora en los<br />
sistemas de hibridación de especies, o del descubri‐<br />
miento de una bacteria capaz de erradicar una enfer‐<br />
medad, es, como decíamos, un salto cualitativo en la<br />
biotecnología, un punto de ruptura e inflexión que<br />
presupone la construcción de algo radicalmente dis‐<br />
tinto a lo anterior, la mercantilización primero, y la pri‐<br />
vatización después de la información básica de lo vi‐<br />
vo, del ADN.<br />
En este sentido el ADN sería solo el software, la in‐<br />
formación de la vida, y la ciencia, el hardware capaz<br />
de interpretarla, y así es como la cibernética y la cien‐<br />
cia de la información se han fusionado en los plantea‐<br />
mientos de la ingeniería genética. De este modo lo re‐<br />
coge también el marco jurídico que los lobbies empre‐<br />
sariales han logrado imponer en EEUU, pero también<br />
en la UE. Si bien en la UE se enfrentan a la única legis‐<br />
lación que pone trabas (mínimas, formales, y cada vez<br />
menores) a la investigación genética, a la distribución<br />
para consumo, y al etiquetado, en EEUU han logrado<br />
que la legislación sea absolutamente permisiva, lo‐<br />
grando incluso la no obligatoriedad en el etiquetado.<br />
Para que esa apropiación de la vida sea posible ha<br />
sido impuesto un marco jurídico favorable a los intere‐<br />
ses de las empresas creadoras de transgénicos, y espe‐<br />
14.‐ Coon,C. (1990). “Biotecnología y la Alimentación Animal” en MG. Mundo Ganadero.<br />
15.‐ Waltz, Gerhard y Roca. (1997). “La Biotecnología Aplicada a los Cultivos”, en Vida Rural.<br />
16.‐ Iáñez Pareja, Enrique. (2201). “Portykus y el Arroz Dorado”.<br />
cialmente la configuración del sistema actual de<br />
propiedad intelectual y patentes. Las patentes se<br />
sostienen hoy bajo el principio de que si no existieran,<br />
es decir, si no existiera propiedad privada y monopóli‐<br />
ca intelectual, la mayoría de investigaciones científicas<br />
no se llevarían a cabo, pues las patentes son, en princi‐<br />
pio, la garantía de que la fuerte inversión realizada en<br />
investigación y desarrollo pueda ser recuperada y<br />
rentabilizada. Si la introducción del modelo industrial<br />
en lo agrícola había supuesto el cercamiento (enclo‐<br />
sures, según K.Marx) de las propiedades comunes y<br />
colectivas desde el siglo XVI, hoy asistimos al cer‐<br />
camiento de la historia biológica y social (biopiratería),<br />
el conocimiento colectivo y la propia vida. En esta di‐<br />
rección, el marco jurídico establece las reglas del juego<br />
necesarias para el control corporativo absoluto de la<br />
agricultura a través de los mecanismos combinados<br />
de la tecnología, los derechos de propiedad intelectu‐<br />
al y el capital. Para ello, cabe destacar el importante<br />
papel de los lobbies empresariales en el diseño de las<br />
políticas y legislaciones de los Estados.<br />
Una patente es un derecho de propiedad intelec‐<br />
tual, exclusiva y excluyente, que da derecho monopó‐<br />
lico a su propietario sobre el uso, la explotación y la co‐<br />
mercialización de la invención. Si el “inventor” lo soli‐<br />
cita, recibe la patente por un período mínimo de 20<br />
años, con la contrapartida de que deben revelarse los<br />
detalles del invento o descubrimiento. Son dos los ar‐<br />
gumentos que se suelen esgrimir en defensa de las pa‐<br />
tentes; sin patentes no hay inversiones, y a medio‐lar‐<br />
go plazo esas invenciones benefician a todos (como<br />
queda ampliamente demostrado por el democrático<br />
acceso a los medicamentos en todo el planeta, o el des‐<br />
tino del consumo de biocombustible, o la amplia zona<br />
de distribución de los productos alimentarios alta‐<br />
mente procesados). Las patentes poseen tres caracte‐<br />
rísticas jurídicas fundamentales: a) su uso es volunta‐<br />
rio, es decir, hay que solicitarla y pagar los derechos de<br />
patente b) son territoriales, la patente debe ser solicita‐<br />
da en cada país c) si el inventor no solicita la patente<br />
antes de que sea divulgada pasa a ser de dominio pú‐<br />
blico en los países en los que no se haya solicitado.<br />
Dibujemos aquí una de las claves jurídicas logradas<br />
por los lobbies en el terreno de las patentes en biotecno‐<br />
logía que permite la apropiación de la “información”<br />
de la vida en sí misma. Se trata de la difuminación le‐<br />
gal en el régimen de propiedad intelectual entre los<br />
términos descubrimiento e invención 17 . Esto es lo que ha<br />
permitido en gran medida la privatización de “descu‐
imientos” científicos y ha precipitado la inmensa lle‐<br />
gada de capital financiero en el ámbito de la produc‐<br />
ción de conocimiento. La legislación europea, que in‐<br />
sistimos es de las más restrictivas del planeta, permite<br />
que se patenten genes, o secuencias de genes, a pesar<br />
de que simplemente contengan información natural.<br />
Además la patente de la materia biológica aislada<br />
se extiende a toda materia biológica obtenida a partir<br />
de dicha materia por reproducción o multiplicación, en<br />
forma idéntica o diferenciada pero que posea las mis‐<br />
mas propiedades. Es decir, lo que se inventa o descu‐<br />
bre son los medios técnicos para “leer” parte de la in‐<br />
formación que previamente ya se encuentra en la natu‐<br />
raleza; no obstante, la indefinición legal permite que el<br />
hecho de descubrir el medio, la herramienta, para leer<br />
esa información implique también patentar la informa‐<br />
ción biológica “descubierta”. De este modo la Di rec tiva<br />
Europea sostiene que las técnicas necesarias para aislar<br />
secuencias de genes, o para reproducirlas, son equiva‐<br />
lentes a la “invención de la secuencia”. Por otro lado, la<br />
polémica está servida cuando se trata de las solicitudes<br />
para patentar organismos “sintéticos” creados en labo‐<br />
ratorio, en primer lugar porque muchos científicos afir‐<br />
man que no se trata de invenciones, sino de simples re‐<br />
organizaciones de información que ya se encuentra en<br />
la naturaleza y que son por lo tanto parte de un patri‐<br />
monio común y heredado. En segundo lugar porque el<br />
hecho de patentar secuencias de genes es conflictivo,<br />
atendiendo a que seres humanos y animales compar‐<br />
ten gran parte de la información genética. Y por último,<br />
es alarmante pensar que vayan abriéndose puertas ju‐<br />
rídicas que en un futuro cercano permitan a alguien ser<br />
propietario de una especie viva (aun si esta fuera de<br />
“nueva” invención), algo que modifica por <strong>completo</strong><br />
nuestra propia concepción sobre la naturaleza, el ser<br />
humano y la vida.<br />
La realidad de los OMG aplicados a la industria<br />
agroalimentaria es que el marco jurídico para la pro‐<br />
piedad intelectual y la ingeniería genética, elemento<br />
fundamental de la ampliación y reproducción del ca‐<br />
pital en el sector, ha dispuesto lo propio con ambigüe‐<br />
dad y arbitrariedad, para que los ciclos de inversión<br />
existentes adapten sus estrategias al contexto regional<br />
concreto y específico tanto en la fase de investigación<br />
por un lado, como en la de comercialización por otro.<br />
De este modo el sistema de patentes permite que las<br />
empresas apliquen las estrategias necesarias más ade‐<br />
cuadas a sus intereses en cada contexto específico, así<br />
por ejemplo pueden trasladar sus laboratorios a países<br />
periféricos con escasa legislación al respecto, o solicitar<br />
las patentes de un producto en un país, mientras en<br />
otro la lanzan al dominio público. La presión de los<br />
lobbies del sector ha logrado entre otras cosas garanti‐<br />
zar que la distribución y comercialización de los OMG<br />
sea posible, incluso en aquellos países formalmente<br />
más reticentes a ellos, cuyos mercados son, por otro la‐<br />
do, los principales consumidores de los mismos. En<br />
este sentido resulta clarificante la investigación “Las<br />
malas compañías” realizada por Amigos de la Tierra,<br />
que sintetiza la relación existente entre uno de los lob‐<br />
bies europeos más influyentes del sector, EuropaBio (li‐<br />
derado por Bayer Cropscience, DuPont/Pioneer,<br />
Monsanto y Syngenta), y la Comisión Europea.<br />
La Comisión Europea es algo así como el brazo eje‐<br />
cutivo de la UE, hasta tal punto que la legislación sobre<br />
OMG esta supeditada a ella, y está formada hasta por<br />
40 Direcciones Generales (DG). La legislación sobre<br />
OMG recae sobre varias DG; Medio Ambiente, Salud,<br />
Agricultura, Comercio Interno, Desarrollo, Comercio,<br />
Empresa e Industria, e Investigación, de entre todas<br />
ellas la más poderosa, y a la vez más influenciada por<br />
el lobby, es la de Empresa e Industria. En 2002 la DG de<br />
Empresa e Industria creó un grupo de trabajo de “alto<br />
nivel” sobre este tema, el Grupo para la Competi ti vi ‐<br />
dad de la Biotecnología, que debía marcar las directri‐<br />
ces de la estrategia de la UE sobre biotecnología y cu‐<br />
yos miembros eran secretos. Gracias a la presión reali‐<br />
zada por Amigos de la Tierra y la amenaza de empren‐<br />
der acciones legales, la Secretaría General de la Co mi ‐<br />
sión tuvo que hacer públicos los nombres de los inte‐<br />
grantes que pueden observarse en la siguiente tabla,<br />
junto a la empresa a la que pertenecían.<br />
CAPITALISTA<br />
97ECOLOGISMO página 10 YOUKALI, 1885-477X<br />
17.‐ El descubrimiento se refiere al desciframiento o descodificación de algo que ya existe, la invención supone la creación exnovo o a tra‐<br />
vés de la recombinación de elementos previos, de algo que no existe previamente. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 98 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
TABLA 1<br />
Miembros del Grupo Asesor para la Competitividad<br />
de la Biotecnología (CBAG 2006)<br />
Extraído de: “Las malas compañías”<br />
Amigos de la Tierra, s/f.<br />
La influencia de este grupo dio como resultado la pro‐<br />
moción de una progresiva menor regulación, pero<br />
también de ciclos mayores de financiación e inversión<br />
para el sector, logrando establecer conexiones estables<br />
entre fondos públicos e inversiones privadas, que de<br />
nuevo manifiestan la complementariedad no sólo exis‐<br />
tente, sino necesaria, entre el ciclo de reproducción y<br />
reproducción ampliada de capital, siempre privado, y<br />
la inicial inversión necesaria para ello, realizada en in‐<br />
numerables investigaciones con la complementación<br />
de fondos públicos. En “Las malas compañías”, pueden<br />
observarse también excelentes tablas que ejemplifican<br />
esta transferencia enorme y sostenida en el tiempo de<br />
capital público hacia intereses corporativos, entre las<br />
que queremos destacar la tabla 2.<br />
Por otro lado en las tablas 3 y 4, obtenidas del “ISAA<br />
BRIEF 39. Global status of Commercialized bio ‐<br />
tech/GM Crops: 2008” podemos observar la cantidad<br />
de nuevos permisos concedidos para importar OMG<br />
a la UE en 2007 y 2008, y la distribución de las hectá‐<br />
reas de maíz transgénico existentes en los países de la<br />
UE.<br />
TABLA 2<br />
Ejemplos de proyectos de biotecnología aplicados a la<br />
agricultura financiados por la DG de Investigación.<br />
Extraído de: “Las malas compañÍas”<br />
Amigos de la Tierra, s/f.<br />
El principal postulado en defensa de las patentes y de<br />
la propiedad intelectual a cualquier precio, afirma que<br />
la existencia de patentes no sólo incentiva, sino que es<br />
lo que permite las investigaciones y posteriores des‐<br />
arrollos de las “invenciones”, al blindarlas (es decir,<br />
concederles propiedad monopólica) y así permitir que<br />
las empresas que han invertido en el proceso de inves‐<br />
tigación puedan recuperar la enorme cantidad de ca‐<br />
pital y capital riesgo invertido.<br />
En primer lugar, gran parte de los inventos que so‐<br />
licitan patentes relacionadas con nuestra temática, son<br />
consecuencia y resultado de investigaciones anteriores<br />
que no gozan del beneficio de las patentes, y muchas<br />
son investigaciones previas realizadas en universida‐<br />
des públicas o realizadas con recursos públicos. Si<br />
bien la mano de obra, el desarrollo intelectual y la in‐<br />
vestigación la ponen las instituciones públicas, la pro‐
TABLA 3<br />
TABLA 4<br />
piedad de los medios técnicos para la investigación es‐<br />
tá en manos de las empresas multinacionales del sec‐<br />
tor, pues son los únicos gigantes financieros capaces<br />
de desembolsar las fáusticas cantidades necesarias pa‐<br />
ra la maquinaria y la técnica requeridas. La contrapar‐<br />
tida de todo ello es que las empresas serán propieta‐<br />
rias de la patente cuando termine el desarrollo de la<br />
“invención”.<br />
CAPITALISTA<br />
99ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />
En segundo lugar hoy es común la biopiratería, que no<br />
debe entenderse tan solo como el contrabando de flora<br />
y fauna, sino fundamentalmente como la apropiación<br />
y monopolización de recursos de la biodiversidad que<br />
son fruto de procesos colectivos de producción de co‐<br />
nocimiento de generaciones de agricultores, campesi‐ 1885-477X<br />
nos, indígenas... y por tanto son recursos de propiedad<br />
colectiva que además se han desarrollado en un con‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 100 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
texto de investigación sin patentes, y que sin embargo<br />
han permitido largas generaciones de investigación en<br />
biotecnología no transgénica. Hoy, dada la legislación<br />
existente, es común que una empresa patente una va‐<br />
riedad de un cultivo existente en comunidades indíge‐<br />
nas que es el resultado de siglos de procesos de hibri‐<br />
dación de variedades, selección de semillas y almace‐<br />
naje, constituyendo un claro, y por desgracia común,<br />
ejemplo de biopiratería. Podemos decir que se trata de<br />
la apropiación, luego de la privatización de recursos<br />
colectivos sin la autorización de sus propietarios, de co‐<br />
nocimiento y usos de los habitantes de una región so‐<br />
bre sus recursos naturales. Hoy la polémica alcanza<br />
ámbitos legales, y algunas empresas están dispuestas a<br />
ofrecer “compensaciones” económicas a estas comuni‐<br />
dades, que por supuesto son infinitamente inferiores<br />
en comparación a los beneficios netos que la “inven‐<br />
ción” de la patente les supone. En este sentido, son in‐<br />
numerables los casos que demuestran que la existencia<br />
de patentes no fomenta la investigación, pues en la ac‐<br />
tualidad las patentes que se solicitan se benefician de<br />
otros sistemas de producción de conocimiento existen‐<br />
tes que han carecido de regímenes de patentes. Así<br />
pues, el modo de producción capitalista parasita de<br />
nuevo otros modos de producción coexistentes, quién<br />
sabe si por ello hemos asistido desde la década los se‐<br />
senta al proceso de acumulación originaria del sector<br />
de la ingeniería genética y de la apropiación de lo vivo.<br />
En tercer lugar, como ya se ha mencionado ante‐<br />
riormente, la “innovación” (que es un elemento jurídi‐<br />
co esencial para la solicitud de una patente) presente<br />
en el hecho de hacer inteligible la información genéti‐<br />
ca que ya se encuentra en la naturaleza y su recombi‐<br />
nación, es de dudosa clarividencia, pues muchos cien‐<br />
tíficos afirman que no hay innovación, sino simple re‐<br />
combinación de información y de secuencias genéticas<br />
ya existentes. Por otro lado, es obvio que estas investi‐<br />
gaciones están restringidas, material y financieramen‐<br />
te a no más de seis corporaciones en todo el globo, y<br />
que los Estados no poseen capacidad de inversión pa‐<br />
ra asumir los costes por entero de dichas investigacio‐<br />
nes, pero es igual de cierto que en muchos casos son<br />
los recursos públicos los que realizan las inversiones<br />
iniciales que hacen posible el desarrollo posterior. La<br />
afirmación “sin patentes, no hay investigación”, no es,<br />
ni mucho menos, cierta, comenzando porque la hu‐<br />
manidad ha venido investigando desde períodos muy<br />
anteriores a la existencia de las patentes, y continuan‐<br />
do por ejemplos como la India o Sudáfrica (con legis‐<br />
laciones completamente distintas en torno al uso de<br />
patentes del fármaco que trata el VIH), Brasil (que<br />
también ha legislado la prohibición de algunas paten‐<br />
tes de fármacos de EEUU), o Argentina (el caso del<br />
Roundup Ready que veremos a continuación).<br />
El caso del Roundup Ready en Argentina, descrito<br />
por María Julia Bertomeu en Patentes en biotecnología y<br />
políticas de desposesión: una nueva forma de “acumulación<br />
por desposesión”, es especialmente interesante, ya que<br />
ejemplifica a la perfección la viabilidad en términos<br />
económicos de la investigación en el escenario contra‐<br />
rio al de la posesión de una patente, y demuestra el di‐<br />
seño interesado del sistema de patentes y su arbitrarie‐<br />
dad en la aplicación, lo que permite adaptar las condi‐<br />
ciones legales a los requisitos de la distribución y co‐<br />
mercialización de los OMG en cada caso específico.<br />
Baste con esbozar aquí una pequeña síntesis de su ex‐<br />
posición sobre el caso, el Roundup Ready es una va‐<br />
riante de soja transgénica que Monsanto “cedió” al do‐<br />
minio público en Argentina en 1996, a la vez que co‐<br />
menzó a distribuir el herbicida Glifosato a un tercio de<br />
su precio habitual (precio que aumentó a la par que el<br />
cultivo de soja se expandía por toda Argentina). El es‐<br />
cenario en Argentina presentaba una amplia resisten‐<br />
cia a los cultivos transgénicos, sin embargo, tras esta es‐<br />
trategia comercial el cultivo actual de soja transgénica<br />
supone el 90% del cultivo total de soja en el país. Al di‐<br />
fundir la secuencia del gen RR, y poseer la propiedad<br />
del herbicida resistente (Glifosato), Monsanto se asegu‐<br />
raba la venta de todo el Glifosato necesario para los<br />
cultivos con las semillas derivadas de su gen RR. Hasta<br />
200 fueron las variedades vegetales que empresas ar‐<br />
gentinas patentaron con el gen RR (todas ellas debían<br />
ser rociadas con el herbicida resistente al gen RR, el gli‐<br />
fosato), tras inundar, literalmente, Argentina con Soja<br />
transgénica y conformar la “República Unida de la<br />
Soja” (Argentina, Paraguay, Brasil y Bolivia) en el cono<br />
sur, Syngenta y Monsanto reclamaron a posteriori el pa‐<br />
go por el uso de las patentes en Argentina, a las empre‐<br />
sas que han desarrollado nuevas patentes con el gen<br />
RR, a los agricultores que han cultivado con la varian‐<br />
te original de Monsanto o las derivadas de ella y a los<br />
exportadores que elaboran productos derivados de la<br />
soja (por ej: harina). Por el momento han perdido la ba‐<br />
talla legal, pero si por un lado se han asegurado que el<br />
90% del mercado de cultivo de soja requiere de los in‐
sumos de la propia Monsanto, por otro lado han logra‐<br />
do introducir masivamente los transgénicos, a través<br />
de ofrecer al principio “costes bajos”, en un país que se<br />
resistía a ellos, logrando así una amplia masa de agri‐<br />
cultores que deben consumir sus insumos, pero tam‐<br />
bién de defensores de los transgénicos. Los agricultores<br />
argentinos han seguido cultivando la soja transgénica<br />
(ya que ésta no contaba con la tecnología terminator) sin<br />
pagar royalties a Monsanto, y tras perder la batalla legal<br />
en Argentina, Monsanto dejó de vender la semilla en<br />
ese mercado. Posteriormente, denunció en la UE a im‐<br />
portadores argentinos por distribuir harina fabricada<br />
con la soja transgénica en la UE sin pagar los royalties a<br />
Monsanto, ya que en la UE sí cuentan con la patente.<br />
En este sentido parece un claro ejemplo de la instru‐<br />
mentalización de los sistemas legales de regulación por<br />
parte de las empresas, es decir, del uso y diseño, siem‐<br />
pre interesado y corporativo de los mismos.<br />
En términos sociales la introducción del cultivo de<br />
soja transgénica en Argentina ha sido devastadora,<br />
con la innovación tecnológica de la soja genéticamen‐<br />
te modificada la masa salarial total ha disminuido en<br />
términos absolutos, existe mayor desempleo y se ha<br />
producido emigración masiva del campo, fenómenos<br />
directamente relacionados con la introducción del cul‐<br />
tivo de soja transgénica en Argentina. La producción<br />
de riqueza del sector ha aumentado notablemente, con<br />
beneficios que repercuten directamente en las empre‐<br />
sas multinacionales del sector, y en una minoría oli‐<br />
gárquica local propietaria de los cultivos. Pero como<br />
hemos venido anunciando, la introducción de estas<br />
tecnologías nunca es neutra, y no puede ser analizada<br />
rigurosamente sin comprobar sus consecuencias, por‐<br />
que una técnica no es simplemente un medio, una he‐<br />
rramienta, sino que lleva aparejadas condiciones so‐<br />
ciales de producción, costes de oportunidad, aplicacio‐<br />
nes... En Argentina, la soja transgénica ha supuesto<br />
una reducción considerable del cultivo de otros ali‐<br />
mentos, entre ellos la carne vacuna, lo que ha provoca‐<br />
do su encarecimiento y una consecuente pérdida de<br />
poder adquisitivo de la población local, pero también<br />
ha supuesto, entre otras, un aumento significativo de<br />
la deforestación, un aumento de la pobreza, la pérdida<br />
de biodiversidad (por la tendencia al monocultivo, por<br />
el uso intensivo de agroquímicos), e innumerables ca‐<br />
sos de contaminación a cultivos de soja no transgéni‐<br />
ca... Además de encarecer los productos de consumo<br />
nacional, como la leche o la carne, la producción nacio‐<br />
nal de soja está destinada por entero a la exportación,<br />
y concretamente a los países más ricos. En conjunto la<br />
soja transgénica en Argentina representa una pérdida<br />
flagrante de soberanía alimentaria y un afianzamiento<br />
y recrudecimiento de la desigualdad social dentro de<br />
sus fronteras, pero también de la posición del país con<br />
respecto a los países centrales.<br />
Consecuencias, aplicaciones<br />
y dominación biotecnológica<br />
Dejando el caso del RoundUp Ready en Argentina, y<br />
volviendo al análisis global de los transgénicos, trata‐<br />
remos de esbozar a grandes rasgos algunas de sus<br />
principales consecuencias.En términos medioambien‐<br />
tales los transgénicos han supuesto el incremento del<br />
uso de agroquímicos, a corto, medio y largo plazo, au‐<br />
mentando la contaminación y la reducción de la biodi‐<br />
versidad, tanto por los efectos de los propios agroquí‐<br />
micos como por la expansión del monocultivo. Los<br />
herbicidas de transgénicos acaban con toda vida vege‐<br />
tal (y animal en algunos casos) exceptuando la planta<br />
con el gen resistente al herbicida, empobrecen el suelo<br />
y atacan la biodiversidad de los propios campos y de<br />
las zonas colindantes debido a los efectos nocivos y tó‐<br />
xicos de los agroquímicos. Por otro lado, el uso de es‐<br />
tos herbicidas requiere un aumento constante en la<br />
cantidad utilizada, ya que la vegetación, especialmen‐<br />
te la adventicia, genera resistencia al mismo (esto ha<br />
quedado especialmente demostrado en los estudios<br />
realizados sobre las plantas Bt). A su vez esto provoca<br />
un aumento constante de la contaminación del suelo,<br />
no sólo por el vertido continuo de agroquímicos, sino<br />
también por la acumulación de toxinas derivadas de la<br />
propia planta transgénica.<br />
Los organismos atacados por las toxinas de las<br />
plantas transgénicas se vuelven resistentes, y a su vez<br />
el gen de resistencia a un herbicida puede transmitir‐<br />
se a otras plantas (por ej: las adventicias que además<br />
pueden contaminar plantas a cientos de kilómetros de<br />
distancias mediante polinización), desarrollando tam‐<br />
bién resistencia al herbicida, lo cual supone una esca‐<br />
lada permanente en la cantidad de agroquímicos utili‐<br />
zados por el agricultor (ver la TABLA 5).<br />
La contaminación genética, incontrolable y difícil de<br />
detectar visualmente, hace que la coexistencia entre<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 101 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 102 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
TABLA 5<br />
cultivos transgénicos, tradicionales y ecológicos sea in‐<br />
viable. No hay manera, ni física, ni química de evitar<br />
la contaminación por parte de los cultivos transgéni‐<br />
cos no sólo a los campos colindantes, sino a grandes<br />
regiones geográficas alrededor más allá de las inme‐<br />
diaciones de su cultivo. La reducción de la biodiversi‐<br />
dad también responde al proceso global de destruc‐<br />
ción de especies y variedades que esta suponiendo la<br />
política de las grandes multinacionales propietarias<br />
del mercado de semillas en el mundo, a través tanto<br />
de su estrategias de venta como de la aplicación de la<br />
tecnología terminator (que permite que la segunda ge‐<br />
neración de semillas sea estéril), y la tecnología traitor<br />
(que permite apagar y encender los rasgos genéticos de<br />
una planta mediante un inductor), como de la progre‐<br />
siva extensión del monocultivo intensivo.<br />
Un grave problema, y una de las principales razo‐<br />
nes para oponerse a la coexistencia de cultivos transgé‐<br />
nicos, tradicionales, y ecológicos, es la contaminación<br />
genética que se produce sobre campos de cultivo no<br />
transgénicos, pero también a otras plantas silvestres<br />
emparentadas y variedades tradicionales de la misma.<br />
Una vez producida la contaminación, el proceso de<br />
bio‐invasión es muy difícil de controlar, teniendo en<br />
cuenta que la polinización queda en manos del viento<br />
y las aves, y una vez extendida es prácticamente irre‐<br />
versible, pues al tratarse de seres vivos la contamina‐<br />
ción genética tiene la capacidad de reproducirse. Un<br />
estudio coordinado por Meredith G. Schafer (Univer ‐<br />
sidad de Arkansas), ha demostrado que poblaciones<br />
de plantas de colza genéticamente modificadas ya es‐<br />
tán establecidas en la naturaleza. Los científicos reco‐<br />
gieron 406 plantas a lo largo de 5.000km, de las cuales<br />
el 86% (347) resultaron positivas en la prueba de la pro‐<br />
teína CP4 EPSPS, comercializada por Monsanto (que<br />
confiere tolerancia al herbicida glifosato) y en la de la<br />
proteína PAT, comercializada por Syngenta (que con‐<br />
fiere tolerancia al herbicida glufosinato), señal de ser<br />
plantas genéticamente modificadas. Pero los científicos<br />
constataron además, la existencia de algunas muestras<br />
que contenían los dos tipos de colza transgénica, lo que<br />
presupone que ha habido tiempo para que ambas<br />
plantas se cruzaran naturalmente. La colza modificada<br />
fue encontrada cerca de los campos agrícolas que la<br />
cultivaban, y en las principales rutas por carretera de<br />
su traslado, pero también en la vera de caminos, en ter‐<br />
renos baldíos, en tiendas de vegetales o en cemente‐<br />
rios. En EEUU, no existe regulación alguna de los cul‐<br />
tivos modificados genéticamente, ya que las autori‐<br />
dades entienden que este tipo de transferencias de<br />
genes al entorno natural no supone un peligro. En<br />
Europa la legislación es algo más restrictiva y son cada<br />
vez más los gobiernos que presionan para uso sin re‐<br />
stricciones. Como hemos podido observar en la Tabla<br />
2, gran parte de la financiación en investigación‐mar‐<br />
keting se destina a “desarrollar” elementos de con‐
tención biológica de las plantas transgénicas, lo que<br />
presupone que tanto las empresas como los Estados<br />
son conscientes de la realidad de esta contaminación<br />
incontrolable.<br />
El resultado de la introducción de OMG en lo agro‐<br />
pecuario, aparte de la alteración a largo plazo de las es‐<br />
pecies naturales y los ecosistemas cuyos efectos desco‐<br />
nocemos y son impredecibles, supone la progresiva<br />
reducción de las variedades cultivadas en el planeta,<br />
pues la inserción de los transgénicos ha generado una<br />
pérdida masiva de las diferentes variedades de culti‐<br />
vos. Además las investigaciones científicas descono‐<br />
cen y son incapaces de controlar los efectos a medio y<br />
largo plazo de la inserción de genes extraños de ADN<br />
en un organismo, por no hablar de los efectos sobre<br />
ecosistemas enteros. Para hacerse una idea de la pre‐<br />
caución que debería adoptarse en este sentido, es ilus‐<br />
trativo mencionar al menos un estudio y un experi‐<br />
mento realizados hasta la fecha. El primero es un estu‐<br />
dio, llevado a cabo por el instituto francés CRIIGEN a<br />
partir de los resultados de los estudios de alimenta‐<br />
ción de ratones con un maíz transgénico de la empre‐<br />
sa biotecnológica Monsanto, el cual se comercializa en<br />
la UE. Destaca 60 diferencias significativas entre rato‐<br />
nes que han sido alimentados con el maíz transgénico<br />
y aquellos que lo han sido con un maíz normal duran‐<br />
te 90 días. El primer grupo mostró diferencias en las<br />
mediciones de riñones, cerebro, corazón e hígado, así<br />
como diferencias en el peso, lo cual se considera una<br />
clara señal de toxicidad. El maíz de Monsanto, conoci‐<br />
do como NK603, ha sido manipulado genéticamente<br />
para tolerar las aplicaciones del herbicida comerciali‐<br />
zado por la misma empresa Monsanto y fue aprobado<br />
para importación y consumo en 2004. Los científicos<br />
del CRIIGEN han analizado los resultados de los tests<br />
realizados por Monsanto que habían sido entregados<br />
por la compañía a las autoridades de seguridad ali‐<br />
mentaria de la UE para solicitar la aprobación de su<br />
cultivo. El informe del CRIIGEN sugiere que es nece‐<br />
saria una investigación mucho más profunda. Ni<br />
Monsanto ni los comités científicos consultados han<br />
aclarado nada sobre las diferencias significativas halla‐<br />
das, calificándolas como “no biológicamente significati‐<br />
vas“, el CRIIGEN pone en duda esta conclusión. El<br />
Profesor Gilles‐Eric Séralini, del CRIIGEN, de la<br />
Universidad de Caen (Francia) y de la Comisión de<br />
Biotecnología del estado Francés (Commission du<br />
Génie Biomoléculaire, CGB) ha afirmado: “El análisis<br />
estadístico debería ser repetido por expertos independientes y<br />
los datos brutos originales puestos en una página web acce‐<br />
sible para que toda la comunidad científica pudiera involu‐<br />
crarse. Deberían llevarse a cabo, además, nuevos tests de ali‐<br />
mentación cuando los análisis de los datos no arrojan con‐<br />
clusiones claras“ 18 .<br />
El segundo, un experimento realizado por investi‐<br />
gadores rusos ha demostrado que hámsteres alimenta‐<br />
dos con soja transgénica no han podido reproducirse<br />
después de tres generaciones. El experimento fue reali‐<br />
zado durante dos años por investigadores del Instituto<br />
de Ecología y de la Evolución de la Academia de<br />
Ciencias de Moscú, y la Asociación Nacional Rusa pa‐<br />
ra la seguridad de los genes. Los investigadores traba‐<br />
jaron con cuatro grupos de hámsteres: uno alimentado<br />
sin soja, otro con soja no transgénica, un tercero con so‐<br />
ja transgénica y un cuarto con cantidades mayores de<br />
soja transgénica. Después de alimentar a los hámsteres<br />
durante dos años, al llegar a la tercera generación se<br />
constataron resultados devastadores en aquellos ali‐<br />
mentados con soja transgénica y en particular en aque‐<br />
llos con dietas más altas de la misma. La mayoría de los<br />
hámsteres alimentados con soja transgénica habían<br />
perdido la capacidad de tener descendencia; también<br />
se constató un crecimiento más lento y una alta tasa de<br />
mortalidad entre las crías, incluso crecimiento de pelo<br />
dentro de la boca de los animales. El biólogo ruso<br />
Alexey V. Surov comentó que se necesita más investi‐<br />
gación, ya que la infertilidad y la anormalidad del pelo<br />
pueden no ser causadas solamente por la soja transgé‐<br />
nica o por organismos genéticamente modificados, si‐<br />
no que tal vez podría ser el resultado de una combina‐<br />
ción de contaminantes en la alimentación, tal como el<br />
RoundUp que se encuentra en concentraciones muy<br />
altas en la soja y maíz transgénico de Monsanto.<br />
No deja de ser curioso que empresas como<br />
Microsoft, DuPont/Pioneer Hi‐Bred, Monsanto o<br />
Syngenta, hayan participado desde 2007 en el proyec‐<br />
to de fundación del Svalbard Global Seed Vault (La<br />
Bóveda Global de Semillas de Svalbard), popularmen‐<br />
te llamada Doomsay Vault (La Bóveda del fin del<br />
mundo). Se trata de una bóveda construida por el go‐<br />
bierno noruego en el Ártico, situada a 1000 km al nor‐<br />
te del país, y que se encarga de salvaguardar la biodi‐<br />
versidad de las especies que se cultivan en el planeta.<br />
Ni la elección del lugar, ni el contenido a salvar son ca‐<br />
sualidad, lo primero responde a que los científicos<br />
consideraron que la ubicación garantizaba que las se‐<br />
millas estuvieran a salvo de los efectos del cambio cli‐<br />
mático, además es una zona sísmica estable, y está en<br />
la profundidad del llamado permafrost, nivel del suelo<br />
permanentemente helado que facilita la conservación<br />
de las semillas. Se calcula que se podrán almacenar<br />
hasta dos mil millones de semillas, cuya conservación<br />
se realiza a ‐18 ºC lo que garantiza su estabilidad du‐<br />
rante varios siglos, y que se cuenta con lugares para<br />
18.‐ www.ecoportal.net ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 103ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 104 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
TABLA 6<br />
cultivar especies vivas y laboratorios. Mientras los me‐<br />
dios de comunicación nos han mostrado de forma ca‐<br />
tártica y prácticamente apocalíptica este Arca de Noé,<br />
la multinacional Monsanto asegura “será un seguro<br />
para evitar la pérdida de importantes varie‐<br />
dades de cultivo allí donde ocurra cualquier<br />
desastre natural”.<br />
En términos agrícolas la industrializa‐<br />
ción del campo en general, y la introducción<br />
de los transgénicos en concreto han supues‐<br />
to un aumento en los rendimientos y cose‐<br />
chas récord en algunos países, pero siempre<br />
acompañados de un aumento progresivo de<br />
fertilizantes, herbicidas y pesticidas, asocia‐<br />
dos al gen resistente de los cultivos (ver TA‐<br />
BLA 5). Además el aumento de los insumos<br />
asociados comercialmente a las simientes<br />
transgénicas, no ha supuesto un descenso en<br />
el uso de otros agroquímicos, sino que los<br />
agricultores han tenido que seguir usando, y<br />
aumentando, el uso de los agroquímicos tra‐<br />
dicionales, junto con el de los nuevos para<br />
transgénicos (ver TABLA 6).<br />
Por otro lado el aumento de los rendimien‐<br />
tos no ha sido ni de lejos el anunciado por<br />
GRÁFICA 1<br />
los defensores de los transgénicos, y sólo la soja ha au‐<br />
mentado su rendimiento de manera significativa si se<br />
lo compara con el aumento que otras técnicas no<br />
transgénicas (mejora de sistemas de riego, mecaniza‐
ción, selección de especies por hibridación,<br />
almacenajes...) han aportado al campo de la<br />
agricultura (ver GRÁFICA 1 y 2). Además<br />
los aumentos de producción de los que alar‐<br />
dean las grandes multinacionales biotecno‐<br />
lógicas tienen más que ver con el crecimien‐<br />
to exponencial de la superficie cultivada de<br />
transgénicos, especialmente de la soja, el<br />
cultivo transgénico más extendido, y no con<br />
grandes crecimientos de productividad (ver<br />
GRÁFICA 3).<br />
Respecto a las consecuencias que los OMG<br />
puedan tener hacia la salud de las personas,<br />
ante todo, lo que nos encontramos en este<br />
ámbito es incertidumbre y desconocimien‐<br />
to, pues ningún ensayo ha sido capaz de de‐<br />
mostrar qué efectos a medio y largo plazo<br />
tiene el consumo de alimentos transgénicos<br />
sobre los seres humanos, no obstante ya han<br />
aparecido indicios de algunos de ellos.<br />
Casos de nuevas alergias producidas por la<br />
introducción de nuevas proteínas en los ali‐<br />
mentos (como el Maíz Starlink en 2000 en<br />
EEUU), la aparición de nuevos tóxicos en<br />
los alimentos (Bt), la generación de resisten‐<br />
cias a antibióticos por parte de bacterias pa‐<br />
tógenas para el hombre, y un aumento cons‐<br />
tante de la contaminación en los productos<br />
alimenticios, fruto del aumento de uso de<br />
agroquímicos durante su producción. No<br />
obstante, se han realizado experimentos en<br />
animales que han confirmado algunas de<br />
estas hipótesis, aparición de alergias en rato‐<br />
nes producidas por una proteína en el maíz<br />
Bt, la aparición de un informe secreto de<br />
Monsanto sobre el maíz Mon 863 (cuya au‐<br />
torización para consumo humano estaba ya<br />
en trámite en la UE), afirmando que genera‐<br />
ba daños en órganos vitales y cambios en la<br />
composición sanguínea. Lo que existe es la<br />
imposibilidad de conocer los efectos a largo<br />
plazo de la exposición a pequeñas dosis con‐<br />
tinuadas de transgénicos, en principio debe‐<br />
ría primar entonces un principio de precau‐<br />
ción. Por otro lado, la OMS calculó que en<br />
1985 un millón de personas aproximada‐<br />
mente, sufrió intoxicaciones graves, dos ter‐<br />
cios de esas personas eran trabajadores del campo, y<br />
en 1990 el envenenamiento por pesticidas mataba a<br />
unas 20.000 personas al año, dado que los pesticidas<br />
acaban contaminando zonas fuera de los propios cam‐<br />
pos de cultivo, ya sea por filtración o por fugas, y ter‐<br />
minan repercutiendo también en la salud de los seres<br />
humanos.<br />
GRÁFICA 2<br />
GRÁFICA 3<br />
CAPITALISTA<br />
105ECOLOGISMO página 10 YOUKALI,<br />
El problema del hambre en el mundo, no es una cues‐<br />
tión técnica, de producción, de escasez, o de creci‐<br />
miento demográfico, es una cuestión política, de for‐<br />
mas de producción y de distribución de los recursos,<br />
pero sobre todo de acceso a ellos. En este sentido, las<br />
soluciones técnicas, es decir, el supuesto incremento 1885-477X<br />
de la producción y de los rendimientos, no ha ayuda‐<br />
do a reducir el hambre en el mundo, o las desigualda‐ ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 106 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
TABLA 7<br />
TABLA 8<br />
des en el planeta, sino que ha contribuido a aumentar‐<br />
las, y ha potenciado la concentración de la riqueza del<br />
sector agroalimentario.<br />
La primera revolución verde, fomentada por las<br />
multinacionales del sector desde principios del siglo<br />
pasado, es en gran parte responsable de las hambru‐<br />
nas en las regiones periféricas del planeta, pues su im‐<br />
plantación ha supuesto la destrucción de la biodiver‐<br />
sidad en las regiones autóctonas, así como la imposi‐<br />
bilidad de la población de acceder a los recursos que<br />
en su propio país se cultivan, ha generado relaciones<br />
de dependencia y ha expandido el monocultivo. Hoy,<br />
los principales países pobres productores de transgé‐<br />
nicos no pueden acceder al consumo de lo que allí se<br />
produce, pues la práctica totalidad de la producción<br />
de estos países se dedica a biocombustibles, alimenta‐<br />
ción para ganado y productos altamente procesados,<br />
todos ellos mercados acaparados por los países más ri‐<br />
cos del planeta. El consumo desmedido de carne se<br />
produce especialmente en los países occidentales don‐<br />
de se consumen cantidades de carne muy superiores a<br />
las nutricionalmente necesarias. Por lo general puede<br />
decirse que los cultivos transgénicos de los países del<br />
Sur global sirven para alimentar el ganado que consu‐<br />
men las economías centrales y suministrar materia<br />
prima a sus industrias energéticas. Mención a parte se‐<br />
ría el desplegue geoestratégico de las nuevas economí‐<br />
as emergentes (Brasil, India, China) con tasas de creci‐<br />
miento muy superiores a las economíos del centro, y<br />
sin ningún tipo de escrúpulo a la hora de utilizar<br />
OMG en sus esquemas productivos y reproductivos.<br />
Cabe constatar, además, una peligrosa reducción<br />
de la varIedad en la producción agroindutrial, lo cual<br />
introduce un inmenso riesgo de dependencia por par‐
te de la humanidad en su conjunto respecto a un pu‐<br />
ñado de especies que hasta ahora se han sostenido por<br />
la constante contribución humana. En efecto, casi el<br />
100% de la producción transgénica se dedica a soja, al‐<br />
godón, maíz y colza (ver TABLA 7). Además frente a<br />
todas las afirmaciones de los defensores de los trans‐<br />
génicos de las mejoras nutricionales de los mismos,<br />
nos encontramos que el pequeño porcentaje de ellos<br />
que se dedica al consumo son alimentos altamente<br />
procesados, caracterizados por un altísimo consumo<br />
de energía en su producción, y un bajo nivel calórico<br />
en su resultado (para ver que porcentaje de transgéni‐<br />
cos producido en el Sur global, ver TABLA 8).<br />
En términos de producción, los campesinos y agricul‐<br />
tores dependen por entero de las compañías multina‐<br />
cionales que distribuyen las semillas transgénicas y de<br />
sus agroquímicos, por un lado se ven obligados a com‐<br />
prar año tras año las semillas a las mismas empresas,<br />
pues a través de la tecnología terminator han logrado<br />
que las semillas de segunda generación sean estériles;<br />
por otro lado los herbicidas, plaguicidas y fertilizantes<br />
al estar asociados al gen resistente, deben ser compra‐<br />
dos a la misma empresa (ver GRÁFICO 4). Ahora ade‐<br />
más el desarrollo de la tecnología traitor hace que de‐<br />
ban comprar el inductor necesario para activar los ras‐<br />
gos genéticos de la planta.<br />
Junto a la dependencia de todos estos productores de<br />
países pobres de las empresas de semillas y agroquí‐<br />
micos, aparece el sometimiento al salario‐renta, como<br />
única forma de supervivencia de grandes cantidades<br />
GRÁFICO 4<br />
de población desplazadas de sus entornos rurales,<br />
desposeídos de sus medios de supervivencia, de su<br />
sustento rural, y obligados a salarizarse forzosamente<br />
como único medio para obtener su sustento. Lo que a<br />
su vez permite que los salarios en las ciudades man‐<br />
tenga una tendencia permanentemente a la baja, al au‐<br />
mentar constantemente el <strong>número</strong> de personas despo‐<br />
seídas de sus medios y que se ven obligadas a vender<br />
su fuerza de trabajo. Esto permite la existencia cons‐<br />
tante de un ejército de reserva de mano de obra, for‐<br />
mado por un campesinado desclasado que es expulsa‐<br />
do hacia las ciudades del Sur global donde crece la in‐<br />
dustria deslocalizada de las economías del centro, y<br />
que mantiene los salarios a la baja. En este sentido la<br />
ampliación, reproducción y reproducción ampliada<br />
del capital sale exponencialmente beneficiada, precipi‐<br />
tándose en muchas regiones el paso de una agricultu‐<br />
ra de subsistencia regional a una agricultura intensiva‐<br />
industrial. El resultado final es un fenómeno múltiple<br />
de reapropiación privada de la producción global del<br />
alimento: apropiándose de modos de producción que<br />
hasta ahora parasitaba (entornos rurales, mercados de<br />
autoconsumo), generando nuevos consumidores (ma‐<br />
sas de campesinos desplazadas y desclasadas, que pri‐<br />
vados de su sustento se convierten en consumidores),<br />
provocando la apertura de nuevos mercados, afian‐<br />
zando las relaciones de dependencia existentes e in‐<br />
cluso implementando nuevas y más acusadas, y en<br />
definitiva convirtiendo la producción y distribución<br />
de alimentos en un arma geoestratégica global.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 107 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 108 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
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http://www.elpais.com/articulo/sociedad/extincion/cu<br />
ltivos/elpepusoc/20060612elpepisoc_1/Tes
LA ECOLOGÍA DEL CAPITALISMO: CONOCER<br />
PARA DEPREDAR (Argumentos como versos)<br />
PROGRESO<br />
En las playas de Mazagón,<br />
los últimos veintitrés kilómetros de acantilado<br />
de dunas fósiles cuaternarias que quedaban en Europa<br />
tienen los días contados.<br />
Según los políticos, hay que traer a Mazagón turismo de calidad,<br />
campos de golf e inversores extranjeros.<br />
La gente normal ni tiene calidad,<br />
ni sabe jugar al golf,<br />
ni habla inglés.<br />
Habría que eliminar la gente sin calidad,<br />
para que estas playas fueran perfectas.<br />
por Antonio Orihuela<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 109 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 110 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
HUELVA<br />
Hay sitios<br />
en las afueras de esta ciudad<br />
que jamás verás en un folleto turístico.<br />
Paisaje de escombro<br />
donde hierve, estancada,<br />
el agua de los colectores de las petroquímicas<br />
y se deslíe hacia el mar<br />
el rojo veneno de las montañas de fosfoyesos.<br />
Tosen las chimeneas toneladas de gases tóxicos<br />
y cae polvo gris sobre la piel del mundo<br />
levantada, día tras día,<br />
con más saña que el padrastro de un niño.<br />
También estallan en esta hora<br />
un millón de motores<br />
que vuelven a casa,<br />
signos de normalidad<br />
que no impiden que las enfermedades pulmonares<br />
arrasen con los viejos, dejen tocados a los recién nacidos<br />
o empañen de hollín mis pulmones, mis gafas<br />
y se pone el sol<br />
no sin una incierta belleza<br />
que hace aún más hiriente<br />
toda esta ruina<br />
que paga<br />
periódicos, políticos, libros de poesía<br />
y hasta la restauración de todos los santos y santuarios de esta ciudad<br />
antes de llevarse por delante a los que acuden a las procesiones.<br />
Espacios de desolación<br />
en otra mayor desolación<br />
por la que va cayendo lentamente la tarde.
NO NOS ENGAÑEMOS<br />
No nos engañemos.<br />
Incremento del beneficio empresarial<br />
no significa aumento de puestos de trabajo,<br />
significa incremento del beneficio empresarial.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 111 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 112 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
EL GRAMO DE CARNE<br />
MÁS CARO DEL MUNDO<br />
Una hamburguesa de 80 gramos de vaca amazónica<br />
VALE, en moneda medioambiental,<br />
media tonelada de selva tropical.<br />
EL JUGUETE MÁS CARO DEL MUNDO.<br />
Cada juguete que acompaña a una hamburguesa<br />
VALE millones de jornadas de explotación<br />
extrema<br />
en las fábricas del sureste de China.<br />
EL SEGUNDO DE PUBLICIDAD MÁS CARO DEL MUNDO.<br />
McDonald’s gasta dos billones de dólares cada día<br />
en convencernos de que es una empresa<br />
responsable, verde y nutritiva.<br />
EL SALARIO MÁS BAJO DEL PRIMER MUNDO.<br />
Los trabajadores de McDonald’s son jóvenes, sin opciones laborales,<br />
forzados a ser explotados y sonreír,<br />
duran poco y es imposible organizarlos,<br />
en McDonald’s no hay sindicatos.<br />
EL SANDWICH MÁS DELGADO<br />
Y CON MENOS CALORÍAS DEL MUNDO.<br />
McÁfrica.<br />
El tomate se adapta a McDonald’s.<br />
La patata se adapta a McDonald’s.<br />
El indígena se adapta a McDonald’s.<br />
El kétchup siempre tiene el mismo grado de fluidez.<br />
La sangre vertida siempre tiene el mismo grado de fluidez<br />
para<br />
no<br />
provocar<br />
pérdidas<br />
económicas.
AHORA QUE TODO ARDE<br />
Ahora que todo arde,<br />
te hablaré de los inocentes dentro de los inocentes.<br />
En mitad de un arroyo<br />
dos ciervos se miran<br />
cercados por las llamas.<br />
Un fotógrafo<br />
está a punto de ganar un premio.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 113 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 114 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
AUNQUE SEAS PARTE DE LA MÁQUINA<br />
Cuando te montes en tu coche,<br />
piensa en el hormigón y el asfalto que han pavimentado todos los paisajes,<br />
piensa en la contaminación de la atmósfera,<br />
en la disminución de la capa de ozono,<br />
en el calentamiento de la Tierra,<br />
en la deforestación, en el cáncer,<br />
en los ruidos, en los accidentes,<br />
en los residuos, en los vertidos,<br />
en las guerras por petróleo,<br />
en el abandono de otros medios de transporte<br />
más limpios y seguros,<br />
en el poder político y económico que acumulan<br />
quienes fabricaron tu coche.<br />
Piensa que has cambiado tu salud<br />
por la salud económica de las multinacionales,<br />
o como hasta ahora, mejor<br />
no pienses<br />
y arranca.
LA REVOLUCIÓN VERDE<br />
El inmarchitable tomate‐pez<br />
que no acaba con el hambre en el mundo<br />
pero luce impecable durante meses en los supermercados.<br />
El resistente pez‐tomate<br />
que no acaba con el hambre en el mundo<br />
pero enferma de tristeza en las piscifactorías.<br />
El maíz insecticida<br />
que no acaba con el hambre en el mundo<br />
pero con el que puedes perseguir a las moscas por tu casa.<br />
La Compañía Showa Denko que,<br />
con sus investigaciones sobre transgénicos,<br />
no acaba con el hambre en el mundo<br />
pero mata<br />
a treinta y siete personas<br />
y deja con daños irreparables<br />
permanentes<br />
a mil quinientas<br />
y las que fueron borradas por las estadísticas<br />
en Pharmacia‐Monsanto,<br />
Sygenta‐Novartis,<br />
Astra‐Zeneca,<br />
Aventis, Dupont y Dow Chemicals<br />
mientras se socializa la erosión genética,<br />
y el 94% de las semillas que se plantan en el mundo tienen dueño.<br />
Desaparece la diversidad,<br />
se levantan vallas para prohibirla mientras<br />
los virus y las bacterias saltan las fronteras de las especies<br />
y la gente, tras los alambres,<br />
engorda el hambre<br />
que iba a acabar<br />
con el hambre en el mundo.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 115 ECOLOGISMO CAPITALISTA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 116 ECOLOGISMO CAPITALISTA<br />
ECOLOGÍA Y EJÉRCITO AMERICANO<br />
Ecologie et armée américaine<br />
Le Monde. 14/10/10<br />
«Nous ne nous mettons pas aux énergies vertes seulement pour des questions environnementales. Ce nʹest pas<br />
une question de politique ni de slogan» a déclaré hier le secrétaire américain à la marine Ray Mabu. La lourde<br />
dépendance de lʹarmée américaine aux énergies fossiles représente une vulnérabilité dangereuse, ont estimé<br />
mercredi des responsables du Pentagone au moment dʹannoncer un recours plus large aux énergies renouve‐<br />
lables dans les zones de combats. Le chef dʹétat‐major interarmées américain Michael Mullen a jugé que le fait<br />
de passer aux énergies vertes était un "impératif stratégique" pour le Pentagone. Chaque jour le département de<br />
la défense consomme 300 000 barils de pétrole, et lʹénergie dont chacun de ses soldats a besoin augmente dʹan‐<br />
née en année. Selon un rapport du Pew Research Center publié en avril, le département de la défense, premier<br />
consommateur de carburant au monde et qui compte pour 80 % dans la consommation dʹénergie du gouverne‐<br />
ment américain tout entier, tire son énergie principalement des hydrocarbures.<br />
Ecología y ejército americano<br />
Le Monde, 14/10/10<br />
...pasen y lean...<br />
“No optamos por las energías verdes sólo por cuestiones medioambientales. No es una cuestión de política ni<br />
de slogan” declaró ayer el Secretario americano de Marina Ray Mabu. La gran dependencia del ejército ameri‐<br />
cano de las energías fósiles representa una vulnerabilidad peligrosa, han estimado el miércoles responsables del<br />
Pentágono en el momento de anunciar que recurrirrán más ampliamente a las energías renovables en las zonas<br />
de combate. El Jefe de Estado Mayor de los tres ejércitos de los Estados Unidos consideró que pasarse a las<br />
energías verdes era un “imperativo estratégico” para el Pentágono. Cada día el Departamento de Defensa con‐<br />
sume 300.000 barriles de petróleo, y la energía que necesita cada uno de los soldados aumenta cada año. Según<br />
un informe del Pew Research Center publicado en abril, el Departamento de Defensa, primer consumidor de<br />
carburante del mundo y cuyo consumo supone el 80% de la energía que utiliza el gobierno americano en su<br />
conjunto, obtiene su energía principalmente de los hidrocarburos.
“CONTAR CON LAS PROPIAS FUERZAS”<br />
1<br />
Si la tarea del pensamiento crítico es potenciar el con‐<br />
flicto, la del pensamiento apologético es contenerlo.<br />
Ninguno niega el conflicto, que está en el centro de la<br />
modernidad, pero difieren en su alcance. Si uno insis‐<br />
te en la contradicción y el antagonismo, el otro recono‐<br />
ce el conflicto como competencia o divergencia de<br />
posiciones o intereses.<br />
En el conflicto por competencia los agentes (que<br />
intercambian, negocian, discuten, se enfrentan, se<br />
engañan…) reconducen sus posiciones o intereses<br />
divergentes hacia una unidad superior, plasmada en<br />
un proceso de diálogo, en la persecución de un objeti‐<br />
vo, en la construcción de una estrategia o en la delimi‐<br />
tación de un espacio de disenso.<br />
El pensamiento apologético no niega, por tanto, el<br />
conflicto. Lo acepta porque presupone que está en<br />
condiciones de regularlo. Y lo presupone porque con‐<br />
sidera que los agentes basan sus acciones en una racio‐<br />
nalidad plena y acabada. La creencia en la racionali‐<br />
dad fuerte de los agentes justifica la existencia del con‐<br />
flicto y garantiza su resolución.<br />
El pensamiento crítico, por el contrario, desarrolla<br />
una racionalidad más prudente y mesurada. Pues a<br />
diferencia del agente que compite, que, en cuanto<br />
soberano y hecho de una pieza, puede dominar y<br />
reconducir el conflicto hacia un ente superior, el agen‐<br />
te del antagonismo debe responder a su doble y con‐<br />
tradictoria condición, que es la que anima el conflicto:<br />
una condición interna, como sujeto, y otra externa,<br />
como objeto, que le viene impuesta desde fuera, de su<br />
oponente.<br />
El antagonismo, en efecto, se basa en que el agente<br />
tiene una doble condición: como sujeto y como objeto<br />
de conflicto. El agente calificado de “dominante” se<br />
constituye en sujeto (de explotación) y objeto (de<br />
expropiación o control) de los “dominados”; en tanto<br />
que el sujeto “dominado” es objeto (de explotación) y<br />
sujeto (de expropiación o, si se quiere, de liberación)<br />
de los “dominantes”. Estas posiciones cruzadas otor‐<br />
gan el necesario rigor y riqueza al antagonismo. El<br />
agente no es meramente un sujeto que dialoga o se<br />
confronta con otros agentes, sino un sujeto agresivo,<br />
lanzado al ataque, como tampoco es un simple objeto,<br />
que choca o interfiere con otros agentes, sino un obje‐<br />
to tratado como tal, como objeto agredido, blanco de<br />
ataque. El agente combatiente es, simultáneamente,<br />
por Eduard Ibáñez Jofre<br />
sujeto para sí y objeto para el otro, una doble y antago‐<br />
nista condición, en la cual el sujeto, que se constituye<br />
en sujeto agresivo, es tratado, a su vez, como objeto de<br />
agresión (de expoliación, de expropiación, de someti‐<br />
miento…).<br />
La doble condición de sujeto y objeto, de agente<br />
activo en el combate y de objeto apetecible de ataque,<br />
la ostenta el combatiente en virtud de una propiedad<br />
intrínseca que posee, una cualidad propia que es, jus‐<br />
tamente, la que esgrime en el ataque y la que su con‐<br />
trincante busca. En el caso del “combatiente domina‐<br />
do” ‐en terminología clásica‐, esta propiedad ha sido<br />
tradicionalmente considerada la fuerza de trabajo, que<br />
participa tanto de la característica de “objeto de agre‐<br />
sión” (de explotación) por parte del capitalista como<br />
de “sujeto de agresión” (fuerza productiva, sobre la<br />
cual el combatiente obrero funda la acción de expro‐ 117MISCELÁNEA<br />
piación o control de la producción). Por su parte, el<br />
dinero (o el capital) es la característica propia del<br />
“combatiente dominante”, que, en tanto sujeto, lo uti‐<br />
página<br />
liza como medio de explotación y que el “combatien‐<br />
10<br />
te dominado” lo convierte, a su vez, en objeto de<br />
expropiación o control.<br />
Es esta doble condición del combatiente lo que<br />
garantiza el antagonismo. Pues si en el conflicto por YOUKALI,<br />
competencia los agentes, como sujetos conscientes,<br />
coherentes y sólidos, se apoyan sobre sí mismos, en el<br />
conflicto antagónico el combatiente no tiene otro asi‐<br />
dero que su contendiente, no dispone de otro punto<br />
de apoyo que el otro sujeto constituido en objeto de<br />
explotación (o de lucha contra la explotación). 1885-477X<br />
Relacionándose entre sí como sujetos y objetos, sin que<br />
la condición de sujeto anule la de objeto, y viceversa, ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 118 MISCELÁNEA<br />
los antagonistas se enzarzan en un combate virtuoso<br />
en el que, por decirlo así, cada uno se apoya en el otro,<br />
en las estocadas que da a su adversario.<br />
El antagonismo no precisa pues de ninguna mule‐<br />
ta ideológica, de ninguna cobertura moral (como los<br />
“sentimientos morales” de Adam Smith), de ninguna<br />
justificación trascendente (como el “espíritu” del capi‐<br />
talismo, abandonado por el propio capitalismo tras<br />
cumplir su misión). Instigado por los propios comba‐<br />
tientes, el potencial antagónico del conflicto es altísimo.<br />
No sólo el enfrentamiento es enérgico, sino tam‐<br />
bién radical. Pues la constitución del agente en objeto<br />
autoriza la entrada inmisericorde en su interior, sin<br />
que ningún espacio quede a salvo del ataque, de<br />
modo que el conflicto cubre todos los aspectos y llega<br />
a todos los rincones. A diferencia pues de los agentes<br />
que compiten y que en sus interacciones se limitan a<br />
desplazarse o reubicarse, sin que ello les suponga una<br />
alteración sustancial de su existencia, los agentes del<br />
antagonismo alcanzan las mismísimas entrañas del<br />
adversario.<br />
(Obviamente, el antagonismo necesita del concur‐<br />
so de dos combatientes. Si uno de ellos se hace omni‐<br />
potente y se considera, por ejemplo, que “el capital<br />
crea al proletariado” o que “el capital reconstruye un<br />
nosotros (resistente)”, el antagonismo es inexistente.<br />
Sólo por una confusión terminológica o conceptual, o<br />
como recurso retórico, se puede atribuir a un comba‐<br />
tiente, a un antagonista, la facultad de producir anta‐<br />
gonismo).<br />
2<br />
Pero en esta doble condición, concebida por el pensa‐<br />
miento crítico como una vacuna contra la trascenden‐<br />
cia, el antagonismo encuentra también sus límites.<br />
Pues pensar el antagonismo no consiste sino en pen‐<br />
sar a fondo la doble condición de objeto de explota‐<br />
ción y de sujeto contra la explotación. El combatiente<br />
antagonista se constituye entonces bajo el signo de la<br />
dualidad y la oposición. Así:<br />
‐ El combatiente se encuentra escindido entre una<br />
parte ‘objetiva’, que es obligada y le viene impuesta<br />
desde fuera, y otra ‘subjetiva’, que es asumida desde<br />
el interior.<br />
‐ En consecuencia, una parte del combatiente pertene‐<br />
ce al ámbito de la necesidad y otra al reino de la<br />
libertad.<br />
‐ El conflicto se dirime, por tanto, en dos planos:<br />
superestructura e infraestructura, necesidad y liber‐<br />
tad, “libertad” del sujeto y coacción de las “leyes<br />
objetivas”.<br />
‐ En términos modernos, el conflicto reproduce la dis‐<br />
tinción entre contradicción estructural y movimien‐<br />
to subjetivo, entre historia y acontecimiento.<br />
El combatiente antagónico presenta pues una cara<br />
dual. Es “pasivo” y “activo”, agredido y agresor, obje‐<br />
to y sujeto de agresión; se mueve entre la estructura y<br />
la subjetividad, entre los constreñimientos objetivos y<br />
las construcciones subjetivas. Histórica, sociológica y<br />
políticamente, esta dualidad se ha expresado a través<br />
de numerosas figuras: “clase obrera” y “clase hegemó‐<br />
nica”, “clase en sí” y “clase para sí”, “condición objeti‐<br />
va de clase” y “conciencia subjetiva de clase”, “compo‐<br />
sición técnica de clase” y “composición política de<br />
clase”…<br />
Pero esta doble condición, que en efecto, garantiza el<br />
antagonismo, agarrota al mismo tiempo al combatien‐<br />
te. Pues si bien, por un lado, necesita recurrir a los dos<br />
extremos, al objeto y al sujeto, para mantener viva la<br />
llama del conflicto, por otro lado, estos extremos abren<br />
el abismo bajo sus pies. En la misma medida en que ase‐<br />
guran el antagonismo, el intercambio de golpes, la<br />
reversibilidad de posiciones, fijan al combatiente en una<br />
escisión interna. El mismo movimiento que produce el<br />
conflicto divide al combatiente; la misma dualidad que<br />
activa el antagonismo clava al antagonista.<br />
Porque esta doble condición no es eludible o nego‐<br />
ciable. El combatiente necesita ser tanto sujeto como<br />
objeto, ser tanto objeto agredido como sujeto agresor.<br />
No puede dejar de apoyarse simultáneamente en<br />
ambos extremos, no puede dejar de contar con ningu‐<br />
no de ellos. El hecho de ser “objeto agredido” empuja<br />
constantemente a la “acción de agresión”, del mismo<br />
modo que la “acción agresiva” debe remitirse conti‐<br />
nuamente al “ser agredido”. Pues si, con el objetivo de<br />
cerrar la brecha interna del combatiente, se pretende<br />
privilegiar o favorecer un aspecto en detrimento de<br />
otro, entonces el conflicto encalla.<br />
Así, privilegiar el sujeto, enfatizar el paso de la<br />
“clase en sí” a la “clase para sí”, someter la estructura a<br />
la conciencia, el objeto a la acción agresiva (como par ‐<br />
tido o vanguardia dirigente, como toma del po der…),<br />
significa autonomizarse como sujeto, como “concien‐<br />
cia subjetiva”, descuidar la “condición objetiva”, olvi‐<br />
dar el hecho de “objeto explotado”, privarse de la con‐
dición que alimenta el antagonismo, del motivo que<br />
anima la lucha, y, en consecuencia, reducir la potencia<br />
del conflicto. Detenerse en el objeto, por su lado, repre‐<br />
senta someter la “conciencia subjetiva” a la “condición<br />
objetiva”, hacer del “objeto agredido” la “acción de<br />
agresión”, condicionar la acción del sujeto al desenvol‐<br />
vimiento del objeto (como desarrollo de las fuerzas<br />
productivas, como contradicciones del capitalismo,<br />
como “reforma del capitalismo” o como fuerza de tra‐<br />
bajo biopolítica, que, en cuanto “fuerza inconmensura‐<br />
ble de vida”, desbordante y excesiva, es inmune a la<br />
extracción de una medida de explotación), implica<br />
acantonarse, confiar en la evolución del “objeto de<br />
explotación”, debilitar la acción del sujeto, apagar, en<br />
suma, el fuego del antagonismo.<br />
El antagonismo se encuentra pues en una encruci‐<br />
jada: si desarrolla el conflicto, abre la división en el<br />
combatiente; si cierra la brecha, apaga el conflicto.<br />
De esta manera se llega a la paradoja de que al pre‐<br />
tender apoyar al combatiente, robusteciendo una de<br />
sus partes constituyentes, se le debilita; si se le quiere<br />
ayudar parcialmente, se le hunde totalmente. No sólo<br />
eso. Al enfatizar uno u otro aspecto, al aumentar la<br />
brecha entre sujeto y objeto, se recrudecen las “luchas<br />
fratricidas”: entre subjetivismo y objetivismo en el<br />
marxismo; entre conspiración y comunitarismo en el<br />
anarquismo; entre reformismo y revolución, entre<br />
objetivistas y subjetivistas, en general. El antagonismo<br />
se decide en el interior del combatiente.<br />
3<br />
Resultado, en parte, de las luchas, y en parte como<br />
complemento, corrección o superación de este antago‐<br />
nismo por posesión, se expande la modalidad de anta‐<br />
gonismo por relación, hasta entonces reservada a las<br />
fuerzas dominantes. Marx, por ejemplo, consideraba<br />
el capital como una “relación” y hacía de la fuerza de<br />
trabajo una variable del capital, pero estaba lejos de<br />
considerar a la propia “clase dominante” como una<br />
variable de la “clase dominada”. En el campo político<br />
la “relación” también se había circunscrito normal‐<br />
mente al ámbito del poder dominante. Pero ya en los<br />
momentos más productivos del enfrentamiento de<br />
clases se había manifestado este tipo de antagonismo,<br />
cuando la clase obrera, sometida al capital, lo sometía<br />
a su vez y lo ponía al servicio de su lucha. Y además,<br />
al basarse en la dominación en general, permitía supe‐<br />
rar el estricto marco de la explotación económica y<br />
facilitar la incorporación de otros ámbitos (político,<br />
cultural, etc.), característicos de los nuevos dispositi‐<br />
vos de control y rebeldía.<br />
En esta modalidad de conflicto antagónico la doble<br />
condición del contendiente no corresponde pues a una<br />
cualidad o propiedad intrínseca suya, sino a una rela‐<br />
ción. No es una propiedad que posea el combatiente y<br />
que le distribuye en sujeto de acción y en objeto de<br />
expropiación, sino una relación que instituye un “suje‐<br />
to” que ejerce y un “objeto” sobre el que se ejerce.<br />
El combatiente pierde la rigidez del sujeto “propie‐<br />
tario” y adquiere la figura del campo de fuerzas, del<br />
plano, de la axiomática… Las operaciones ya no con‐<br />
sistirán en extracciones, expropiaciones, explotacio‐<br />
nes, sino en modulaciones, fluctuaciones, subsuncio‐<br />
nes… Todo aquí está más integrado y es más envol‐<br />
vente, sin aristas ni interrupciones. El modelo “políti‐<br />
co” del antagonismo cede el paso a un modelo “eco‐<br />
nómico” o, si se prefiere, “natural”. Por ejemplo, el<br />
combatiente ya no precisa recurrir a mecanismos de<br />
“pesos y contrapesos” (“elevar el proletariado a clase<br />
dominante…”), ya no debe moverse para acceder a su<br />
contendiente: para acceder al poder (“conquistar el<br />
poder”), al capital (“expropiar el capital”), a la fuerza<br />
de trabajo (“adquirir fuerza de trabajo”)… ; ya no vive<br />
en el seno de antinomias (libertad y necesidad, con‐<br />
ciencia y estructura…) y por eso no precisa de media‐<br />
ciones que las armonicen. En el antagonismo relacio‐<br />
nal el combatiente no trata al otro como “objeto” pasi‐<br />
vo y compacto, del que extrae “propiedades”, sino<br />
como elementos (dispositivos, puntos, líneas, espa‐<br />
cios…) desarticulados. Como “sujeto”, el combatiente 119MISCELÁNEA<br />
es una dimensión oceánica, proliferante, selvática…,<br />
constituida por elementos diversos y heterogéneos<br />
(líneas, mecanismos…) con los que envuelve a su opo‐ página<br />
nente; como “objeto” es la dislocación de estos ele‐<br />
mentos. Como “sujeto”, como composición de ele‐<br />
10<br />
mentos, anega y subsume a su oponente; como “obje‐<br />
to”, como elementos desarticulados y dispersos, es<br />
anegado por él. Los combatientes no se encuentran YOUKALI,<br />
entrelazados, no están trabados como sujeto/objeto,<br />
sino que se hunden y emergen, se cubren y recubren,<br />
como la lluvia inundando la selva o la marea empa‐<br />
pando la playa. Si los combatientes, por un lado, pare‐<br />
cen subsumirse e integrarse mutuamente, por otro, se<br />
muestran autónomos, independientes, soberanos… 1885-477X<br />
La dimensión oceánica del plano de inmanencia es<br />
un magma indiferenciado (pre‐subjetivo), una sopa ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 120 MISCELÁNEA<br />
primigenia, un presupuesto ontológico, una reserva<br />
ilimitada de virtualidad… La dimensión oceánica del<br />
manto de dominación es, por su parte, un oleaje que<br />
reverbera en todos los momentos y lugares como<br />
momentos y lugares de “reproducción de la realidad<br />
capitalista”. Pero como “objetos”, como dimensiones<br />
oceánicas desarticuladas y rotas, los elementos consti‐<br />
tuyentes que las componen se vuelven “bienes esca‐<br />
sos” que se construyen, persiguen o resiguen. Y que,<br />
dispersos, se revelan también excepcionales, casi anó‐<br />
malos, y cuya composición o construcción exige traba‐<br />
jo y esfuerzo. En el manto de dominación se trata de<br />
dispositivos de excepción, de acciones de fuerza; en el<br />
plano de inmanencia son disposiciones innovadoras,<br />
acciones creativas.<br />
De nuevo, por tanto, la dualidad, ahora ya no entre<br />
sujeto y objeto, sino entre espontaneidad productiva y<br />
trabajo, entre generosidad y esfuerzo, entre una<br />
dimensión “natural” e inagotable y otra “humana” y<br />
limitada que constantemente hay que construir (como<br />
resistencia), abrir (como línea de fuga), activar (como<br />
jerarquía) o segmentar (como cesura). El combatiente<br />
oceánico queda clavado entre la espontaneidad pro‐<br />
ductiva y la disciplina de tareas, entre la abundancia<br />
de la “reserva ilimitada” de recursos y la “escasez de<br />
bienes” (resistentes o jerárquicos, según el caso).<br />
La tentación de ceder en alguno de los dos ámbi‐<br />
tos, de apoyarse en uno más que en otro, recibe tam‐<br />
bién su castigo. Confiar en la espontaneidad (porque<br />
no se ven alternativas, porque la resistencia es difícil o<br />
la dominación demasiado pesada) significa entregarse<br />
a la generosidad de la inmanencia, a la tranquilidad de<br />
una “reserva ilimitada” y, en consecuencia, sustraerse<br />
al antagonismo. Privilegiar la multiplicación de resis‐<br />
tencias (porque la “reserva ilimitada de virtualidad”<br />
se percibe ficticia o de ella simplemente se siente nos‐<br />
talgia) implica acantonarse en un esfuerzo continuo e<br />
infatigable, empeñarse en buscar cualquier atisbo de<br />
acción en la escasez, bucear, en suma, en un antagonis‐<br />
mo de baja intensidad.<br />
Pero la apertura a la doble condición de “naturali‐<br />
dad” y “trabajo” supone inmovilizar al combatiente,<br />
no en una lucha fratricida, sino en una pugna entre la<br />
ilimitada confianza y la absoluta desesperación.<br />
También aquí el antagonismo se dirime dentro del<br />
combatiente, en este caso, dentro de cada individuo.<br />
4<br />
Así, y de forma un tanto paradójica, el pensamiento<br />
apologético ubica a los agentes del conflicto en un<br />
marco de acción que les exime de responsabilidad al<br />
desplazarlos hacia un marco externo, mientras que el<br />
pensamiento crítico confiere a los antagonistas la total<br />
responsabilidad del conflicto. Si la competencia vuel‐<br />
ve irresponsables a los agentes, el antagonismo les<br />
carga de compromisos. Aquellos que claman por la<br />
responsabilidad viven inmersos en un régimen de<br />
irresponsabilidad general, en tanto que los que pare‐<br />
cen escudarse en la irresponsabilidad colectiva son los<br />
que más brutalmente comprometen a los combatien‐<br />
tes.<br />
El pensamiento crítico no sólo arroja a la cara de los<br />
combatientes la responsabilidad del conflicto, sino<br />
que interpela a cada uno de ellos directamente sobre<br />
su arrojo, su inteligencia, su voluntad. El combate se<br />
resuelve en el interior de cada combatiente. El pensa‐<br />
miento crítico obliga a cada combatiente a “contar con<br />
sus propias fuerzas”.<br />
Pero, ¿qué fuerzas?, ¿qué combatiente? Unas fuer‐<br />
zas contrapuestas, enfrentadas, divididas, a ninguna<br />
de las cuales, sin embargo, el combatiente puede<br />
renunciar; un combatiente que se alimenta de dos<br />
fuerzas que se oponen; fuerzas de las que se sirve para<br />
trazar un círculo virtuoso (entre objeto y sujeto), pero<br />
que se agotan entre sí; fuerzas que al amarrarse, se<br />
separan; que al apoyarse mutuamente, se alejan.<br />
Cuanto más se afirma el antagonismo como dialéctica<br />
de objeto (de explotación) y sujeto (de acción), tanto<br />
más se afirma la dualidad, se abren las tensiones y se<br />
desatan las luchas fratricidas. Un combatiente, por<br />
tanto, dividido entre sujeto y objeto, entre inmensidad<br />
y escasez, obsesionado por mantener unidas y articu‐<br />
ladas sus fuerzas; pendiente de que no se decanten y<br />
vayan a su aire (y haya traición); más preocupado por<br />
la descoordinación que por la coordinación, por la<br />
desarticulación que por la articulación.<br />
5<br />
Los problemas del pensamiento apologético son otros,<br />
especialmente del pensamiento apologético de<br />
izquierdas, que utiliza la matriz del conflicto por com‐<br />
petencia. Porque en este conflicto, la pugna no es entre<br />
los agentes combatientes, sino entre los agentes y su<br />
marco de competencia. El conflicto no remite a los<br />
propios combatientes, sino al tablero de juego en el
que el conflicto se desarrolla. Las desavenencias entre<br />
agentes (“mercados”, “ciudadanos”, “poder económi‐<br />
co”, “poder político”) se entienden como desequili‐<br />
brios entre poderes (político versus económico) o suje‐<br />
tos (ciudadanos versus mercados, estados versus mer‐<br />
cados), que deben enderezarse precisamente en el<br />
marco en el que tales desavenencias se han producido.<br />
En esta tesitura apologética, al pensamiento de<br />
izquierdas se le plantean los siguientes dilemas:<br />
¿cómo alimentar la fuerza combativa de unos agentes<br />
(ciudadanos, poder político…) cuyo marco de compe‐<br />
tencia se la sustraen?, ¿cómo apostar por un caballo<br />
(los ciudadanos, los trabajadores…), que, de momen‐<br />
to, ya es perdedor, sin poner en evidencia que se le<br />
escamotea energía combativa?, ¿cómo mantener la ilu‐<br />
sión de victoria de un agente al que, de entrada, se le<br />
ha condenado a la derrota?. Dado que en el conflicto<br />
por competencia es un marco preestablecido (el con‐<br />
senso, el re‐equilibrio…) el que determina su evolu‐<br />
ción y devenir, ¿cómo atribuir la responsabilidad (“la<br />
política consciente que controla la economía desboca‐<br />
da”) a unos agentes que precisamente están condicio‐<br />
nados por este marco presupuesto, por este régimen<br />
de irresponsabilidad generalizada?<br />
El pensamiento apologético de izquierdas preten‐<br />
de introducir dosis de antagonismo en el conflicto por<br />
competencia al abrir espacios de desigualdad frente a<br />
la “igualdad” del pensamiento apologético de dere‐<br />
chas. Desde su situación de dependencia, los agentes<br />
“dominados” pueden plantar cara a esos otros agentes<br />
que les mantienen en la subordinación. Pero no basta<br />
con hacer de los sujetos también objetos de agresión.<br />
No es suficiente que los sujetos se encuentren “domi‐<br />
nados” para hacerlos combatir. Pues el antagonismo<br />
exige que el agente agredido sea al mismo tiempo<br />
agresor, y que tal como es atacado también él alcance<br />
las entrañas enemigas. Si en el antagonismo las “fuer‐<br />
zas propias” eran opuestas y estaban enfrentadas,<br />
aquí se encuentran agazapadas, expectantes, en el<br />
mejor de los casos, prestas a saltar, pero ‐por el<br />
momento‐ quietas.<br />
Pues finalmente es el recurso a las “propias fuerzas” lo<br />
que resulta insuficiente. El movimiento que hace fun‐<br />
cionar el antagonismo no puede ser el mismo que<br />
impulsa a los combatientes. Las fuerzas que animan la<br />
lucha contra el capital (o contra la dominación, o con‐<br />
tra la trascendencia) no pueden ser las mismas que<br />
espolean la lucha obrera (o resistente). Porque la<br />
misma dualidad que exhibe para trabarse con su ene‐<br />
migo es la que se abre en su interior; la misma duali‐<br />
dad de sujeto (de liberación) y de objeto (de explota‐<br />
ción) con la que se abraza fatalmente a su oponente es<br />
la que le condena a la “lucha interna”, a la lucha fratri‐<br />
cida. Las “contradicciones” del antagonismo son las<br />
propias “contradicciones” del combatiente. Al fin y al<br />
cabo, la condición esencial del antagonismo es la frac‐<br />
tura interna del combatiente.<br />
Contra lo que pudiera parecer a primera vista, la<br />
competencia se muestra más ágil y dinámica que el<br />
antagonismo, pues siempre está dispuesta a enviar las<br />
diferencias al cielo de la “reconciliación”, en tanto que<br />
el antagonismo introduce una separación radical en<br />
los combatientes, que los retiene hasta que no resuel‐<br />
van sus “contradicciones internas”. Paradójicamente,<br />
el encaje, el cierre antagonista abre una distancia infi‐<br />
nita dentro del combatiente. Y en esa distancia, en esa<br />
dolorosa separación entre la condición objetiva y la<br />
condición subjetiva, entre la generosa inmanencia y la<br />
avara resistencia, germinan la añoranza y el pesimis‐<br />
mo, y, en consecuencia, la clara conciencia del esfuer‐<br />
zo y del trabajo que hay que dedicar para cerrar la<br />
fractura y suturar la herida. Buena parte de los esfuer‐<br />
zos se consumen en la cura de esa herida que se ha<br />
inflingido el propio combatiente, en la gestión de la<br />
dualidad que lo atraviesa, en la tramitación de las pau‐<br />
sas, silencios, esperas… que él mismo ha introducido<br />
(etapas de transición, travesías, trabajos de perfora‐<br />
ción, fases de “acumulación de fuerzas”…).<br />
Pero no es sólo que las fuerzas del combatiente se<br />
encuentren divididas, sino de que también están<br />
sometidas a la penuria. Pues el problema de los com‐ 121MISCELÁNEA<br />
batientes antagonistas es justamente su “sostenerse en<br />
el aire”, que les hace depender exclusivamente de ellos<br />
mismos y les sitúa en una posición de reciprocidad página<br />
inversa. Al remitirse mutuamente, al servir cada uno<br />
de objeto del otro, el combatiente siempre se encontra‐<br />
10<br />
rá en precario, su situación siempre estará amenazada,<br />
su propiedad o su relación siempre estará sometida al<br />
desgaste, al paso del tiempo; sus entrañas siempre YOUKALI,<br />
estarán corroídas y sus objetivos siempre se verán des‐<br />
naturalizados, pervertidos o truncados. La “lucha de<br />
clases” y la “oposición de mundos” se encontrarán<br />
siempre retrasadas respecto a los fines que se ha fijado<br />
el combatiente, a todo aquello que pretende, busca,<br />
ansía…<br />
1885-477X<br />
Alimentarse de las “propias fuerzas” es alimentar‐<br />
se de la discordia, de la insuficiencia, de la carencia. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 122 MISCELÁNEA<br />
Del mero enfrentamiento no se extraen fuerzas, sino<br />
heridas; del simple choque no surgen “acumulaciones<br />
de fuerzas”, sino cansancio.<br />
6<br />
Mejor pues afirmarse en el suelo que sostenerse en el<br />
aire, mejor alimentarse de lo que nos nutre que devo‐<br />
rarnos las entrañas, mejor enfilar hacia el enemigo que<br />
tener que ajustar cuentas en nuestras filas. Mejor, en<br />
suma, atravesar el antagonismo (sus lugares, sus moti‐<br />
vos, sus fines…) que ser atravesado por él.<br />
El objeto del combate entonces no son los propios<br />
combatientes, sino un exterior que han hecho suyo,<br />
algo ajeno que han asumido como propio, un objeto (o<br />
motivo, o lugar, o razón…) “cualquiera” que han con‐<br />
vertido en objeto de disputa, al que, de grado o por<br />
fuerza, han designado o se han situado (designar y<br />
situar es lo mismo), al que han accedido o se han visto<br />
arrastrados. El objeto no es el combatiente que sufre,<br />
no es lo pasivo que precisa “remontarse” o recons‐<br />
truirse, sino aquello sobre lo que los combatientes se<br />
han precipitado porque así lo han decidido. El objeto<br />
se integra en el sujeto. Está más relacionado con la<br />
decisión que con la necesidad. Es un terreno de liber‐<br />
tad.<br />
El sujeto del antagonismo tampoco se encuentra<br />
en los propios combatientes, no es el origen o fuente<br />
del antagonismo, sino el mandato que impone a los<br />
combatientes el objeto “cualquiera”, el precepto al que<br />
deben atenerse. El sujeto no es el combatiente activo,<br />
la manifestación libre y soberana de su poder, sino el<br />
criterio que emana de la disposición del objeto. El suje‐<br />
to se integra en el objeto. Depende más del deber que<br />
de la voluntad. Es un ámbito de obligación y necesi‐<br />
dad.<br />
No desaparece la dualidad sujeto/objeto, pero ya<br />
no socava la fuerza antagonista ni la conduce a la<br />
lucha fratricida, sino que garantiza la unidad de la<br />
potencia combatiente. Pues ahora ésta se focaliza en el<br />
objeto, a cuyas exigencias se ajusta.<br />
No desaparece la dualidad, pero ya no provoca<br />
intermitencias o interrupciones en la pugna, sino que<br />
asegura la necesaria continuidad del combate. Si no<br />
hay oposición entre sujeto y objeto, entre dominación<br />
y resistencia, no hay que pasar del objeto al sujeto y<br />
remitir éste de nuevo al objeto, ni transitar de la desar‐<br />
ticulación provocada por la dominación a la reserva<br />
de inmanencia y de ésta a la reconstrucción de resis‐<br />
tencias. No hay tiempos de espera, ni acontecimientos<br />
por llegar, ni distancias que recorrer.<br />
No desaparece la dualidad, pero ya no crucifica al<br />
combatiente, sino que le garantiza la necesaria unidad<br />
en el combate. Pues si el combatiente ya no sirve de<br />
objeto (soporte) de su antagonista, deja de ser también<br />
objeto suyo de consumo y, por tanto, de estar someti‐<br />
do a la división y al desgaste de sus “fuerzas propias”.<br />
Entonces, puesto que la fuerza del combatiente no<br />
depende del daño que inflinge (y del daño que le infli‐<br />
gen), hay mucho más que heridas y cansancio en el<br />
combate; hay capacidad para plantear, dirigir y resol‐<br />
ver el enfrentamiento.<br />
(Es claro, por ejemplo, que la actual situación se<br />
debe a que los combatientes ‐mercados y estados, de<br />
un lado, ciudadanos y trabajadores, de otro‐ han reac‐<br />
tivado su decisión por el objeto común de disputa, por<br />
aquello de lo que todos ellos se alimentan: la totalidad<br />
de las condiciones de vida, la totalidad de las conexio‐<br />
nes de la fuerza de trabajo global).<br />
Los combatientes no se encuentran en manos uno<br />
de otro, sino del objeto en el que han confluido y de las<br />
prescripciones que éste les ha impuesto. La lucha no es<br />
entre antagonistas que, abiertos en canal, sufren y se<br />
rebelan, sino entre combatientes que luchan por el<br />
objeto que ellos mismos han convocado, por el espacio<br />
“cualquiera” en el que se han emplazado.
LOLITA DE NABOKOV A KUBRICK O EL PODER<br />
FEMENINO EN EL HETEROPATRIARCADO 1<br />
La mercantilización de la subjetividad femenina (a<br />
modo de introducción)<br />
En una conferencia organizada por el Lobby Europeo<br />
de Mujeres, a primeros de Junio de 2010, en Madrid, la<br />
psicóloga británica Susie Orbach señalaba que hay una<br />
violencia real hacia la mujer para que no acepte su cuerpo, y<br />
está promovida solamente por los intereses comerciales. La<br />
secretaria general del citado lobby, Myria Vassiliadou,<br />
añadía que en la actualidad parece que sólo haya un con‐<br />
cepto único de cuerpo, el que nos han impuesto 3 .<br />
Quizá se quedan cortas ambas feministas a la hora<br />
de describir el violentísimo proceso de disciplinamien‐<br />
to que la lógica capitalista –no solo los “intereses co‐<br />
merciales”‐ impone sobre muchas mujeres. Esta lógica<br />
(de acumulación y expansión sin fin) del Capitalismo<br />
ha tenido y tiene diferentes efectos sobre las mujeres<br />
en función de elementos de clasificación social tales<br />
como la clase, la étnia, el área económico‐cultural a la<br />
que se pertenezca, la edad, etc. En nuestro caso, al ha‐<br />
blar de modelos mercantilizados de belleza tendría‐<br />
por Pablo Iglesias Turrión 2<br />
À la plantureuse Charlotte (…) femelle littéralement en rut aux antipodes de Marlène<br />
Dietrich à qui le Humbert de Nabokov la compare, Kubrick oppose le corps<br />
diaphane de l’adolescente en offrande sur son tapis de paille, corps idéal (…)image parfaite qu’on croirait droit sortie d’une affiche<br />
publicitaire…<br />
Emmanuelle Delanoë‐Brun (2010:6)<br />
…il film di Kubrick (…) ha anche la finezza di un’analisi sociologico in cui si visualizza il possibile destino del maschio nella socie‐<br />
tà patriarcale…Lolita è più carnefice che preda del potere dell’adulto/padre/maschio ed è lei stessa a decidere<br />
liberamente di affidarsi al suo giovane sposo nel finale<br />
Costanza Salvi (2009:2)<br />
mos, cuanto menos, que limitarnos a lo que llamare‐<br />
mos mercado heterosexual de los centros económico‐<br />
geográficos (equívocamente llamados países o áreas<br />
desarrolladas), delimitados por la orientación sexual<br />
hetero ‐más o menos deseada‐ de las mujeres, por una<br />
franja de edad concreta entre la adolescencia y la cua‐<br />
rentena (para estar dentro de lo que Beatriz Preciado<br />
llama mercado heterosexual) y por la actuación (en el<br />
sentido preformativo de Butler) de las mujeres en áre‐<br />
as sociales en las que la cuestión de la belleza hetero‐<br />
normativizada puede plantearse 4 .<br />
Para que se nos entienda bien, pondremos un<br />
ejemplo a partir de un país que conocemos, Bolivia,<br />
cuya estructura social permite apreciar con claridad<br />
las diferentes formas en que el heteropatriarcado, en<br />
función de razones de étnia y clase, afecta a las muje‐<br />
res. En este país, la señalada cuestión de los modelos<br />
mercantilizados de belleza, no se plantea entre las mu‐<br />
jeres de las comunidades aymaras del Altiplano, so‐<br />
metidas por supuesto a otros tipos de violencias y dis‐<br />
ciplinamientos de lógica mercantil por razón de géne‐<br />
1 El presente artículo tiene su origen en las discusiones del seminario “Cine y Literatura” impartido por Domingo Sánchez‐Mesa en el<br />
postgrado de humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid. Vaya mi reconocimiento para él y para todos los participantes en<br />
el seminario. Sin sus observaciones y críticas este trabajo no hubiera sido posible.<br />
2 Pablo Iglesias Turrión es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, por la que se doctoró en 2008 (con men‐<br />
ción doctor europeus) con una tesis sobre la acción colectiva postnacional. Tras licenciarse en Derecho (2001) y Ciencia Política (2004, pre‐<br />
mio extraordinario) fue investigador visitante en varias universidades de América Latina, Europa y Estados Unidos. Ha realizado asi‐<br />
mismo cursos en el postgrado de humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid en la especialidad de estudios culturales y de<br />
filosofía de los media en el European Graduate School (Suiza), donde ha estudiado teoría política, cine y psicoanálisis con Slavoj Zizek,<br />
Giorgio Agamben, Michael J. Shapiro, Judith Butler, Jacques Rancière o Michael Hardt, entre otros. Website: www.iglesiasturrion.net<br />
3 Ambas declaraciones están tomadas de la noticia aparecida en el diario Público el 16 de Junio. Véase Hidalgo (2010).<br />
4 Véase al respecto Haraway (1995)<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 123 MISCELÁNEA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 124 MISCELÁNEA<br />
ro, pero sí entre las mujeres mestizas de la clase media<br />
urbana de Santa Cruz (región famosa, entre otras co‐<br />
sas, por sus concursos de belleza).<br />
Imponer o definir un concepto de cuerpo, como dice<br />
Vassiliadou, no es solo una cuestión de tipo meramen‐<br />
te morfológica, sino que implica definir‐imponer bio‐<br />
políticamente (pues hablamos del cuerpo como objeto<br />
de aplicación del poder) una forma específica de femi‐<br />
nidad.<br />
El Capitalismo, como sistema histórico, ha respon‐<br />
dido siempre a una lógica de expansión económico‐<br />
política que ha afectado a las áreas geográficas con‐<br />
vencionales (a través de mecanismos políticos como el<br />
Colonialismo o la dependencia económica de las re‐<br />
giones periféricas) pero también, en especial durante<br />
los últimos cincuenta años, a los espacios de la subjeti‐<br />
vidad humana; el bios en el sentido que le da<br />
Agamben como vida política. Entre estos espacios de<br />
subjetividad biopolítica destacan, por supuesto, los ro‐<br />
les de género y la sexualidad.<br />
Debra Merskin, en un artículo sobre el uso sexual<br />
de jóvenes y niñas en la publicidad, da muchísimos<br />
ejemplos de la mercantilización del cuerpo sexualizado<br />
de la adolescencia en la publicidad. Aunque su trabajo,<br />
al mezclar niños, preadolescentes y adolescentes, pier‐<br />
A la izquierda, Kathe ‐<br />
rine David Céspedes,<br />
de Santa Cruz de la<br />
Sierra, Miss Bolivia en<br />
el 2007 a la edad de 19<br />
años 5 . A la derecha,<br />
una joven mujer ay‐<br />
mara anónima con su<br />
bebé 6 . De las dos imá ‐<br />
genes podríamos to‐<br />
mar elementos para<br />
analizar aspectos del<br />
dominio biopolítico<br />
heteropatriarcal, pero<br />
nos parece que que‐<br />
dan claros los dis ‐<br />
tintos contextos de los<br />
que parten ambas<br />
mujeres.<br />
de de vista las formas hegemónicas de construcción del<br />
objeto femenino del deseo sexual, se da de bruces con<br />
el capitalismo cognitivo, o como diría Preciado (2008)<br />
farmacopornográfico, cuando señala que sex in still<br />
thought to sell, even if what is being sold is not the product<br />
per se but the idea of a sexual connection between con‐<br />
sumer and product 7 (2004:126). La negrita es nuestra y<br />
creemos que da cuenta del carácter inmaterial (muy en<br />
el sentido pornográfico de Preciado) que implica la<br />
mercantilización de la sexualidad. Pero tal proceso de<br />
mercantilización, no del producto en sí sino de la idea<br />
de conexión sexual entre el consumidor y su objeto de<br />
deseo como dice Merskin, no alude tanto al cuerpo co‐<br />
mo a la subjetividad, a la idea de lo que debe ser y co‐<br />
mo debe comportarse, en nuestro caso, una mujer. Se<br />
trata, en última instancia de ideología, de normaliza‐<br />
ción, de legibilidad a la hora de entender la experiencia<br />
en el sentido que le da Zizek (2009:17) a la hora de uni‐<br />
versalizar la “virtud” femenina.<br />
En el presente artículo vamos a defender que uno<br />
de los primeros en percatarse, más o menos conscien‐<br />
temente, de los caracteres ideológicos de esa subjetivi‐<br />
dad femenina impuesta por la lógica heteropatriarcal,<br />
fue Stanley Kubrick en su versión de Lolita.<br />
A partir del examen de diversos recursos bibliográ‐<br />
ficos (desde la novela de Nabokov, pasando por las<br />
distintas versiones de su guión, hasta varios estudios<br />
5 Imagen tomada en http://www.vietradeinchile.gov.vn/website/data/article/images/images1554532_Katherine_David.jpg (Consulta:<br />
14/06/2010).<br />
6 Imagen tomada en http://media.lonelyplanet.com/lpimg/1632/1632‐23/preview.jpg (Consulta: 14/06/2010).<br />
7 Todas las negritas en el texto son nuestras.
específicos sobre la película) y del análisis de las deci‐<br />
siones de dirección de Kubrick (casting, acting, tipos y<br />
duración de planos, movimientos de cámara, etc. 8 ) va‐<br />
mos a desarrollar varias cuestiones que se sintetizan<br />
en dos ideas.<br />
La primera idea que vamos a plantear es que la<br />
versión cinematográfica de Kubrick tiene poco que ver<br />
con la novela de Nabokov que le dio origen. Mientras<br />
que en la novela el tema fundamental es la pedofilia, a<br />
partir de la construcción de la noción de nínfula, en el<br />
filme de Kubrick el tema fundamental es el deseo mas‐<br />
culino por una feminidad encarnada en Lolita.<br />
Veremos que la belleza juvenil de Lolita en Kubrick se<br />
aleja de la perversión pedófila para ejemplificar un<br />
modelo que ha devenido hegemónico en las socieda‐<br />
des postfordistas contemporáneas. La relación que<br />
Kubrick construye entre Lolita y su madre es lo que<br />
mejor nos revela, como veremos, el tipo de subjetivi‐<br />
dad femenina basada en la belleza juvenil.<br />
Haremos asimismo un breve excursus sobre la ver‐<br />
sión de Adrian Lyne de 1997, que a diferencia de la<br />
versión de Kubrick, sí fue un intento de adaptación de<br />
la novela, pero que, entre otras deficiencias, no fue su‐<br />
ficientemente coherente a la hora de respetar el objeto<br />
de deseo descrito por Nabokov y volvió a dejarse lle‐<br />
var (quizás por imposiciones legales) por un modelo<br />
de belleza heteronormativizado en el que su Lolita si‐<br />
gue sin ser una nínfula y vuelve a encarnar un objeto<br />
de deseo hegemónico, todo lo criticable que se quiera,<br />
pero no infantil.<br />
La segunda idea que vamos a defender en este tra‐<br />
bajo es muy ambiciosa. Pensamos que, en la película<br />
de Kubrick, el personaje de Lolita adquiere plena con‐<br />
ciencia de que su poder ‐que en ningún caso es el de la<br />
nínfula demoníaca proyectado por el pedófilo<br />
Humbert Humbert descrito por Nabokov en su nove‐<br />
la‐ está en la belleza que encarna. A nuestro juicio, la<br />
película nos permite ver con claridad que Lolita usa<br />
ese poder para luchar por su libertad en el estrecho<br />
marco de sus condiciones materiales y culturales. La<br />
Lolita de Kubrick no es el objeto pasivo de las ensoña‐<br />
ciones de un pedófilo, sino una joven que utiliza el<br />
único instrumento de poder a su alcance, su belleza,<br />
para ganar su libertad de elegir.<br />
La Lolita de Kubrick, vulgar, campechana y cínica,<br />
no está tan lejos de cierto modelo de feminismo radi‐<br />
cal, periférico (e incluso con tacón de aguja) propuesto<br />
por Virgine Despentes en su Teoría King Kong (2007) o<br />
por Itziar Ziga en su Devenir perra (2009) y teorizado ‐<br />
con menos frescura pero quizá con más solvencia y sin<br />
perder carácter provocativo‐ por Beatriz Preciado. Si<br />
por algo se caracterizan algunos de los modelos pre‐<br />
sentados (y encarnados) por Despentes y Ziga es por<br />
su carácter subalterno y periférico. Se trata de mujeres<br />
obligadas a sobrevivir en el marco de unas condicio‐<br />
nes económicas y culturales dadas, sin la posibilidad<br />
de una emancipación económica al alcance de la ma‐<br />
no. La Lolita kubrickiana también tiene que sobrevivir<br />
pero ni siquiera tiene a su alcance los recursos cultura‐<br />
les para autoteorizarse. Por eso luchará con el único<br />
poder que tiene; el que le ha otorgado la Sociedad a<br />
través de ojo Humbert y del espectador.<br />
Lolita, image parfaite d’une affiche publicitaire como<br />
dice Emmanuelle Delanoë‐Brun, no va a leer a Mary<br />
Wollstonecraft ni a Virginia Wolf y tampoco puede<br />
permitirse decir que no a su Humbert Humbert, pa‐<br />
dre, amante y dueño. Tan solo puede desdramatizar<br />
con algo de cinismo su situación y utilizar a Humbert<br />
hasta el punto de hacerle patético, de destruirle, para<br />
lograr la máxima autonomía posible. Como señala<br />
Ken Burke en su estudio comparativo entre la novela<br />
y la película Kubrick is sublimating the serious sexual the‐<br />
mes of Lolita to a constant flow of silly or ribald humor<br />
(Burke, 2001:145). Ello no es otra cosa que reforzar a un<br />
sujeto que, a pesar de su debilidad objetiva, ya no es<br />
una niña como en la novela. El amor y la pasión del<br />
opresor por Lolita es, en este caso, la mejor arma de<br />
ella para liberarse.<br />
El punto de partida inmanente en este ensayo es<br />
que el poder del oprimido descansa, en buena medi‐<br />
da, en su forma de opresión y que la puesta en prácti‐<br />
ca de ese poder supone asumir que la máscara im‐<br />
puesta puede ser también, en muchos casos, la másca‐<br />
ra del combate. Por eso debemos investigar las condi‐<br />
ciones de producción de la Política como conflicto, co‐<br />
mo lucha por los significados ‐en el sentido que le dan<br />
Chantal Mouffe (2007) Ernesto Laclau (2005) o el pro‐<br />
pio Zizek (2009)‐ y ser capaces cartografiar las relacio‐<br />
nes de poder que van más allá de las interacciones en‐<br />
tre instituciones (Estados, organizaciones colectivas,<br />
etc.) y que se encuentran en los espacios delimitados<br />
por la subsunción de la cultura y el bios en la lógica de<br />
la acumulación y su institucionalización hegemónica.<br />
De la novela a la película<br />
Es sin duda una ironía que la película fuese nominada<br />
a los Óscar en la categoría de mejor guión adaptado,<br />
cuando está claro que no había ninguna voluntad de<br />
adaptación de la misma por parte de Kubrick.<br />
8 Como veremos, las decisiones de dirección de Kubrick van a veces van en un sentido opuesto al del guión final, recortadísimo, de<br />
Nabokov, reforzando la idea de la autonomía epistemológica del lenguaje del cine respecto al texto.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 125 MISCELÁNEA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 126 MISCELÁNEA<br />
Con todas las prudencias que implica afrontar el espi‐<br />
noso tema de la adaptación, diremos que adaptar ven‐<br />
dría a ser trasladar los elementos fundamentales, esen‐<br />
ciales de una historia, de una disciplina artística (en es‐<br />
te caso la literatura) a otra (en este caso el cine). En<br />
nuestro caso, como escribía Fernando Lara desde las<br />
páginas de Triunfo ya en 1971, lo primero que se necesita<br />
para comprender plenamente Lolita, film de Kubrick, es des‐<br />
embarazarse de Lolita, novela de Nabocok (1971:65).<br />
De lo que sí tiene sentido hablar es de versión, en<br />
la medida en que la mayor parte de los elementos<br />
constitutivos y narrativos de la historia aparecen en la<br />
película. Con todo es muy interesante examinar la<br />
enorme distancia que en ocasiones encontramos entre<br />
el guión final (que por muchas modificaciones de que<br />
fuera objeto seguía siendo obra del autor de la novela)<br />
y las decisiones de dirección. Como señaló el propio<br />
Nabokov tras la publicación del guión en 1973, Ku ‐<br />
brick was a great director, that his Lolita as a first rate film<br />
with magnificent actors [aunque] only ragged odds and<br />
ends of my script had been used…as unfaithful to the origi‐<br />
nal…(1973: XII‐XIII).<br />
El propio proceso de redacción del guión por par‐<br />
te de Nabokov ya le había hecho consciente de las no‐<br />
tables diferencias que iba a encontrar entre su historia<br />
y la de Kubrick. Tras entregar un primer borrador de<br />
más de 400 páginas 9 , Kubrick pidió a Nabokov una<br />
versión más corta que le llegó pocos meses después.<br />
Pasarían dos años hasta que el autor ruso pudiera ver<br />
la película. Como ha señalado Studkey, Nabokov<br />
asumió que Kubrick’s creative renderings are pragmatic to<br />
the screen writing [y que] fidelity may be an author’s ideal<br />
but a producer’s ruin (2009:8).<br />
Tras el estreno de la película y después de algunos<br />
titubeos corteses iniciales, Nabokov señaló en nume‐<br />
rosas ocasiones las profundas diferencias entre la no‐<br />
vela y el filme. En una carta fechada en 1965, el autor<br />
escribía a Kubrick: I am sure you will agree that as a play<br />
it represented a work of art, in a way almost independent<br />
from its source, the book 10 . Para Studkey it is not an adap‐<br />
tation as this would suggest little creative input beyond the<br />
source novel. It is a version of the story as opposed to a re‐<br />
telling (2009:8).<br />
En cualquier caso, no pensamos que una novela<br />
sea, en sí misma, imposible de adaptar a las formas fíl‐<br />
micas dando un buen resultado, como afirmaba<br />
Adrian Lyne para justificar los límites de su versión de<br />
1997. Para el director británico, el de Nabokov it’s such<br />
a bloody marvelous book that, no matter what, you’re<br />
fucked. You are doomed to failure 11 . Por el contrario, la<br />
adaptación se podría hacer perfectamente, dado ade‐<br />
más el propio carácter cinemático de la novela. Como<br />
escribe Elizabeth Power cinematic metaphors run ram‐<br />
pant in Humbert Humbert’s account of Lolita’s seduction<br />
and betrayal. The affair, Humbert argues, was made possible<br />
because he resembled a movie star to Lolita, and ends when<br />
Quilty offers her a chance at Hollywood, something<br />
Humbert cannot do. Lolita is perceived by the adults in her<br />
life ‐Humbert, Charlotte, and Quilty‐ as a star. References to<br />
movies pervade the novel. Consider just a few examples:<br />
Lolita reads movie magazines and loves going to the movies;<br />
Quilty makes porn movies; Humbert sees himself as a direc‐<br />
tor, camera, and leading man. The novel’s consistent invo‐<br />
cation of filmic metaphors to describe Lolita invites us to<br />
read her as a literary version of Hollywood’s child star. Her<br />
career isas short‐lived as the average child star’s: as first<br />
Humbert’s lover and then Quilty’s whore (1999:2).<br />
Nabokov, escribiendo una de las mejores novelas ame‐<br />
ricanas del siglo XX, “piensa en cine” y basta leer la<br />
novela para imaginar muchos de sus elementos en for‐<br />
ma de celuloide. Pero Kubrick no se planteó hacerlo y<br />
Lyne, que sí lo hizo, no lo consiguió.<br />
Como vamos a ver, el carácter paródico e incluso<br />
surrealista en ciertos momentos de la película ‐que se<br />
aprecia en elementos como el homenaje a Chaplin en<br />
la escena de la habitación de hotel en la que Humbert<br />
intenta montar con un empleado la cama plegable, la<br />
alusión a Espartaco en el ambiente onírico de la casa<br />
de Quilty en el inicio del filme o la desorientadora se‐<br />
cuencia en la que se produce un corte en el que apare‐<br />
ce la película de terror The Curse of Frankenstein de<br />
Terence Fisher que Humbert, Lolita y Charlotte están<br />
viendo en un cine de verano‐ adelantan ya una apues‐<br />
ta muy personal de Kubrick en la que la parodia, al<br />
igual que la comicidad general del filme, refuerza a<br />
Lolita y debilita a Humbert en un sentido diferente al<br />
de la novela.<br />
Kubrick creó el mito de Lolita<br />
Ken Burke relata que durante el proceso de documen‐<br />
tación para escribir su estudio, al teclear “Lolitas” en<br />
varios buscadores de Internet, la mayor parte de lo<br />
que encontró fue pornografía (2001:157). Para este au‐<br />
9 Cómo Kubrick y el productor James Harris convencieron a Nabokov de que redactara el texto, las diferentes entregas de borradores así<br />
como la correspondencia con el escritor, está descrito en numerosos lugares. Destacamos en particular los trabajos de Studkey (2009) y<br />
Burke (2001).<br />
10 Citado en Studkey (2009:5).<br />
11 Citado en Power (1999:1).
tor the very name “Lolita” has taken on connotations not<br />
just of pedophilia but of female‐featured erotica in general<br />
(137).<br />
Hemos hecho la prueba sabiendo que nos íbamos<br />
a encontrar lo mismo pero sobre todo para cerciorar‐<br />
nos de que el tipo de pornografía que encontrábamos<br />
no era pornografía infantil, ni simulacros de pornogra‐<br />
fía infantil. Lo que básicamente aparece es pornografía<br />
para varones heterosexuales basada en un modelo hi‐<br />
persexualizado de belleza femenina juvenil‐adoles‐<br />
cente.<br />
Entre los ejemplos más llamativos que hemos ha‐<br />
llado, queremos destacar varias presentaciones foto‐<br />
gráficas colgadas en you tube que acompañan a la po‐<br />
lémica canción del jovencísimo rapero Porta “Las ni‐<br />
ñas de hoy en día son todas unas guarras pero los tíos<br />
unos cerdos”. Ciertos elementos de la letra podrían<br />
hacer que se encendiesen las alarmas que alertaran an‐<br />
te una nueva expresión de pedofilia ninfulófila: Las ni‐<br />
ñas ya no comen chuches, ahora comen pollas / Van ala mo‐<br />
da con samblancat ,12 años y ya follan / No es normal, pero<br />
es lo que ahora se lleva / Como papá no les deja llevar pier‐<br />
cing se lo ponen de pega / Y que mas da si su mente es mas<br />
corta que sus minifaldas / llevan tanga y las guarras se van<br />
de compras con mama / Ya no se juega con Barbies, ,ahora<br />
hay que ser rebelde / Papas, ustedes sabrán que su hija: de to‐<br />
do menos los deberes… 12 . Sin embargo, al observar las<br />
presentaciones fotográficas 13 vemos que se trata bási‐<br />
camente de chicas efectivamente muy jóvenes (lo mo‐<br />
ralmente escandaloso de las presentaciones es que pa‐<br />
rece que se trata de fotos amateur colgadas en Internet<br />
sin ningún consentimiento) pero muy alejadas de las<br />
nínfulas de Nabokov que vamos a describir a conti‐<br />
nuación. La escritora Lucía Etxebarría dedicó a Porta,<br />
con quien coincidió firmando libros, un post a propó‐<br />
sito de la citada canción titulado Aquí una ‘guarra’<br />
(2008), en el que curiosamente describe a la novia del<br />
rapero de la siguiente manera: …me fijé en una churri<br />
que teníamos enfrente de la caseta y que nos miraba frun‐<br />
ciendo libidinosamente el morrito, ataviada con minifalda<br />
cinturón y escote hasta el ombligo. Como los avispados lec‐<br />
tores habrán adivinado, era la novia de Porta, alias Cari…<br />
Etxebarría concluye diciendo: …deduzco que el chico es‐<br />
cribió en su día la canción cabreado porque las guarras en<br />
cuestión se lo hacían con todos menos con él, y que cuando<br />
la fama le consiguió acceso a las “guarras”, entonces se hizo<br />
con una. No vamos a entrar a juzgar que merece más<br />
atención, si los exitosos raperos de clase media‐alta o<br />
los escritores españoles de la generación intertextual,<br />
pero lo que está claro es que ni la pedofilia ni la sexua‐<br />
lización de la infancia aparecen aquí. Las lolitas de<br />
nuestra cultura popular que ejemplifica la pornografía<br />
(y nuestros laureados escritores contemporáneos) son<br />
adolescentes sexualmente desarrolladas. Su hiperse‐<br />
xualización responde sin duda a una forma de hetero‐<br />
normatividad que se ha hecho hegemónica pero ello<br />
no se debe a Nabokov sino a la película Kubrick.<br />
Para saber qué es una nínfula y comprobar que po‐<br />
co o nada tiene que ver con una lolita basta acudir a la<br />
novela de Nabokov, donde el personaje‐narrador<br />
Humbert Humbert no escatima detalles. Las nínfulas<br />
son muchachas entre los nueve y los catorce años de edad<br />
(Nabokov, 2009: 24). Humbert duda incluso de que<br />
Lolita haya empezado a menstruar ¿la madre naturale‐<br />
za la habrá iniciado ya en el Misterio de la Menarquia? (61)<br />
y nos da datos precisos sobre la fisonomía de su obje‐<br />
to de deseo: …una de mis guías en esas cuestiones fue una<br />
anotación antropométrica hecha por la madre de Lo en su<br />
duodécimo cumpleaños…caderas, 73 centímetros; circunfe‐<br />
rencia del muslo (justo debajo del surco glúteo), 43: panto‐<br />
rrilla y cuello, 28; pecho, 68; brazo, 20; cintura, 58; estatura,<br />
1 metro 48 centímetros; peso, 38 kilos…(2009:133).<br />
Además, aclara que una vez las niñas se desarrollan fí‐<br />
sicamente dejan de interesarle: también sabía que ella no<br />
sería siempre Lolita. El uno de enero tendría trece años. Dos<br />
años más, y habría dejado de ser una nínfula para convertir‐<br />
se en una “jovencita”, y poco después pasaría a ser el colmo<br />
de los horrores: una “universitaria” (82).<br />
Humbert Humbert especifica con todo lujo de de‐<br />
talles lo que le atrae:…lo que me enloquece es la naturale‐<br />
za ambigua de esta nínfula –de todas las nínfulas, quizás‐;<br />
esa mezcla que percibo en mi Lolita de tierna y soñadora pue‐<br />
rilidad y una especie de desconcertante vulgaridad (58)…la<br />
más bonita de ambas niñas, Mabel, creo –pantalones cortos,<br />
top que apenas si marcaba sus incipientes senos, pelo brillan‐<br />
te, ¡una verdadera nínfula, por Pan! (93). Es decir, nada<br />
que ver con la juventud.<br />
En la novela se aclara asimismo que a Humbert po‐<br />
co o nada le gustan las mujeres, por guapas y atracti‐<br />
vas que sean: Humbert evocó mentalmente a Charlotte des‐<br />
de el punto de vista erótico. Estaba bien formada y se cuida‐<br />
ba mucho, eso no podía negarse; pero solo podía aferrarme a<br />
esta última idea si me esforzaba por ver de un modo ideal, no<br />
real, sus rotundas caderas, sus redondeadas rodillas, su pro‐<br />
minente busto, la áspera piel rosada de su cuello (“áspera”<br />
en comparación con la miel y la seda) y el resto de los atribu‐<br />
12 La letra está disponible en http://www.musica.com/letras.asp?letra=987582 (Consulta: 7/6/2010)<br />
13 Este es el resultado de la búsqueda en You Tube: http://www.youtube.com/results?search_query=Las+ni%C3%B1as+de+hoy ‐<br />
+en+d%C3% ADa+unas +guarras+pero+los+t%C3%ADos+unos+cerdos&aq=f (Consulta: 7/6/2010).<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 127 MISCELÁNEA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 128 MISCELÁNEA<br />
tos de ese ser insignificante y aburrido que es una mu‐<br />
jer hermosa [la negrita es nuestra](91). En el texto se<br />
deja clara también la diferencia entre las nínfulas y las<br />
“muchachas”: me encontré madurando en una civilización<br />
que permite a un hombre de veinticinco años cortejar a una<br />
muchacha de dieciséis, pero no a una niña de doce (25).<br />
Creo que sobran ya referencias de la novela para<br />
dejar claro que la Lolita de Nabokov nada tiene que<br />
ver con el concepto de lolita que se ha popularizado,<br />
mientras que este último sí es deudor de la película de<br />
Kubrick. La Lolita de Nabokov puede ser cruel, vul‐<br />
gar, egoísta y encarnar cuantos elementos de atracción<br />
demoníaca que se quiera, pero no deja de ser una ni‐<br />
ña. Nabokov deja claro además que su Lolita (a dife‐<br />
rencia de la que encarnó Sue Lyon) sufre, como prue‐<br />
ban sus solitarios llantos nocturnos o su desagrado an‐<br />
te las violaciones de Humbert (la mayor parte de los<br />
“encuentros sexuales” que aparecen en la novela no<br />
son consentidos). Lolita no es una jovencita, sino una<br />
niña de 12 años y son precisamente las características<br />
derivadas de esa edad lo que enloquece a Humbert<br />
Humbert. Como declaró el propio Nabokov en una<br />
entrevista en televisión en 1975, Lolita no es una niña<br />
perversa, es una pobre niña que corrompen y cuyos sentidos<br />
nunca se llegan a despertar bajo las caricias del inmundo se‐<br />
ñor Humbert 14 .<br />
Escribía la profesora Meritxell Torrent que entre los<br />
arquetipos estudiados de mujer fatal (mujeres fieras como es‐<br />
finges, sirenas y arpías; mu‐<br />
jeres diabólicas como brujas y<br />
vampiros o modernas muje‐<br />
res mecánicas) destacaban<br />
por su ausencia las nínfulas<br />
(1997:117). Para esta auto‐<br />
ra la nínfula es un caso atípi‐<br />
co de mujer fatal, no solo por‐<br />
que nunca comparte los ras‐<br />
gos físicos de la mayoría de<br />
las mujeres sino porque [co‐<br />
mo escribe Nabokov] es<br />
ignorante de su fantástico<br />
poder (119). Decir que la<br />
nínfula ni comparte los<br />
rasgos físicos de la mayo‐<br />
ría de las mujeres, ni es consciente de su poder, no es<br />
sino otra manera de afirmar que las nínfulas no son to‐<br />
davía mujeres.<br />
De hecho, el término nínfula (nymphet) solo apare‐<br />
ce una vez en la película pero incluso en esa ocasión,<br />
14 Citado en Chantzopoulos (2007: 6)<br />
15 Citado en Torrent (1997:122)<br />
Kubrick le da un sentido muy distinto al de Nabokov.<br />
Como dice Thomas Nelson Kubrick, however, did pro‐<br />
vide in the film a definition of the nymphet (it is different<br />
from the one in Nabokov’s screenplay) and of Humbert’s at‐<br />
traction that indicates the film’s altered sexual and psycho‐<br />
logical focus. In voiceover while writing in his diary,<br />
Humbert defines the “twofold nature” of this nymphet as a<br />
mixture of “dreamy childishness” and “eerie vulgarity,”<br />
thus suggesting that his obsession with Lolita has nothing<br />
to do with the unsuccessful retreat of Nabokov’s Humbert<br />
into that timelessness lost in the “princedom by the sea” of<br />
his childhood (Nelson, 2000:7).<br />
Por lo tanto, a la pregunta de si Sue Lyon interpre‐<br />
ta a una nínfula habrá de responderse que no. Muy al<br />
contrario, interpreta a una femme fatale. Hay numero‐<br />
sas secuencias en las que este carácter del personaje de<br />
Sue Lyon queda claro.<br />
En el siguiente vídeo, podemos ver una selección<br />
de capturas de la película en la que el poder sexual de<br />
Sue Lyon se despliega en todo su esplendor: http:// ‐<br />
www. youtube.com/watch?v=IA46NB0pixw<br />
Con la secuencia que insertamos a continuación<br />
http://www.youtube.com/watch?v=YNuzb5E6_2k&fe<br />
ature=related (a partir del minuto 7:50 hasta el 9:02) hi‐<br />
cimos el experimento de mostrarla sin sonido a una<br />
persona que no había visto la película ni leído la nove‐<br />
la. Nos respondió, con una media sonrisa, que la joven<br />
estaba seduciendo de manera activa y descarada a un<br />
hombre particularmente pasivo y asustado.<br />
Como escribe Raúl Guerra, Sue Lyon es una bellísima y<br />
encantadora jovencita, una vampiresa más o menos avezada<br />
pero no una nínfula 15 . Los ejemplos de nínfulas en el ci‐<br />
ne ni mucho menos escasean pero Sue Lyon no es
Shirley Temple, ni Jody Foster en Taxi Driver, ni<br />
Kirsten Dunst interpretando a Claudia (una mujer en‐<br />
cerrada en el cuerpo de una niña) en “Entrevista con el<br />
vampiro” de Neil Jordan, ni Natalie Portman en<br />
“León, el profesional” 16 La elección de Jeremy Irons<br />
de Luc Besson, ni la celebra‐<br />
da Hannah Montana en sus primeros tiempos, ni, tra‐<br />
yendo ejemplos del, menos censurado para estos te‐<br />
mas, cine español, María Valverde en “La flaqueza del<br />
bolchevique” de Manuel Martín Cuenca o Sandra<br />
Rodríguez en “Mensaka” de Salvador García Ruiz.<br />
En estos casos que señalamos, sí podríamos estar<br />
ante lo que Sinclair (1994) llama el nymphet syndrome<br />
en el cine, pero ni la Sue Lyon dirigida por Kubrick ni,<br />
como vamos a ver, la Dominique Swain dirigida por<br />
Adrian Lyne, dan el perfil de nínfulas.<br />
Excursus: el intento de Adrian Lyne<br />
Sin duda el guión con el que trabajó Adrian Lyne pa‐<br />
ra hacer su película se ajusta mucho más a la novela de<br />
Kubrick, pero fracasa además de en varios elementos<br />
más o menos secundarios en los que apenas vamos a<br />
detenernos, en un elemento central que sí nos interesa:<br />
la construcción del objeto de deseo.<br />
17<br />
para el papel de Humbert es<br />
respetuosa con la descripción<br />
física –que tiene mucha im‐<br />
portancia‐ que se autoatribu‐<br />
ye Humbert en la novela:<br />
Tengo todas las características<br />
que, según los estudiosos del<br />
comportamiento sexual infantil,<br />
suscitan el interés de una niña:<br />
mandíbula firme, mano musculo‐<br />
sa, voz profunda y sonora, hom‐<br />
bros anchos. Además, se me en‐<br />
cuentra parecido a cierto cantan‐<br />
te o actor por el cual está chiflada<br />
Lo (Nabokov, 2009: 56). Lo ve‐<br />
mos en la secuencia en la que<br />
se nos presenta a Lolita:<br />
http://www.youtube.com/ ‐<br />
watch? v=‐MIxIeSY1YY<br />
Como vemos Lyne busca<br />
este parecido que, como deci‐<br />
mos, tiene importancia pues<br />
el Humbert de Nabokov, a diferencia del de Kubrick,<br />
es muy guapo: No sé si en estas trágicas notas he resalta‐<br />
do suficientemente la peculiar atracción que la apostura del<br />
autor… ejercía en mujeres de toda edad y condición…de<br />
cuando en cuando debo recordar al lector mi aspecto (129).<br />
Lyne elimina también el patetismo tendente a la comi‐<br />
cidad que provoca la fisonomía de James Mason en la<br />
versión de Kubrick, mucho más cincuentón que cua‐<br />
rentón y sobrado de algunos kilos18 .<br />
Podrían señalarse, con todo, algunas carencias del<br />
personaje de Lyne como el hecho de que quedaran eli‐<br />
minados el fino sentido irónico del personaje de<br />
Nabokov así como su ácido cinismo, productos de una<br />
preparación cultural que no terminamos de ver en el<br />
Humbert de Irons, que encarna bien el profundo amor<br />
del personaje de Nabokov por Lolita pero deja un tan‐<br />
to vacías otras dimensiones psicológicas del personaje. 129MISCELÁNEA<br />
Lo mismo puede decirse de la elección de Melanie<br />
Griffith, que se acerca mucho más a la descripción ya ci‐<br />
tada de mujer hermosa que hace Nabokov en la novela<br />
página<br />
respecto de Charlotte Haze, mientras que la Charlotte<br />
10<br />
encarnada por Shelley Winters es ante todo la madura<br />
decadente en contraste con la irresistible Sue Lyon.<br />
YOUKALI,<br />
16 La imagen de Natalie Portman en “León, el profesional”. Tomada de http://www.dvdbeaver.com/film2/DVDReviews46/leon%20bes‐<br />
son%20blu‐ray/large/large_leon_shorter_blu‐ray4.jpg (Consulta:18/6/10)<br />
17 La imagen la hemos tomado en http://mouthswiredshut.files.wordpress.com/2009/01/lolita2.jpg (Consulta:18/6/10)<br />
1885-477X<br />
18 Distinto hubiera sido si el papel de Humbert en la versión de Kubrick lo hubiera encarnado Gary Grant (se ha especulado sobre que se<br />
le ofreció) pero desde luego la elección de Mason, del mismo modo que si hubiera elegido a Peter Ustinov, respondía a otros objetivos. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 130 MISCELÁNEA<br />
Sin embargo, el fracaso de Adrian Lyne empieza y<br />
termina con la elección de su Lolita. Dominique<br />
Swain 19 no es, ni de lejos, una nínfula, por mucho<br />
que el director trate de hacer que se comporte como<br />
tal. Como dice Meritxell Torrent Dominique Swain es,<br />
en el mejor de los casos, una jovencita disfrazada de niña.<br />
Ni sus graciosas muecas, ni el aparato dental ni todos los<br />
caramelos del mundo habrían podido convertir a Swain en<br />
la pequeña nínfula de Nabokov, sencillamente es demasia‐<br />
do mayor (1997:122). Observemos la siguiente selec‐<br />
ción de secuencias con el tema de Cyndi Lauper<br />
“Girls Just Want to Have Fun”: http://www.youtu‐<br />
be.com/ watch ? v=ijxBT GQ2m3Y<br />
Dejando a un lado ciertas licencias no demasiado<br />
elegantes que vulgarizan a un director respetable co‐<br />
mo Lyne (como el homenaje a las fiestas de camise‐<br />
tas mojadas) está claro que Dominique Swain, no es<br />
una nínfula. Como podemos ver, ciertos comporta‐<br />
mientos infantiles extraídos de la novela de Nabokov<br />
podrían resultar creíbles en una niña de 12 años (co‐<br />
mo la Lolita original) pero en la piel de la joven<br />
Swain, hacen pensar que sufre algún retraso mental<br />
o que está ebria.<br />
No voy a torturar (o a deleitar) a los lectores de es‐<br />
te artículo con escenas de películas pornográficas en<br />
las que se disfraza a una actriz (evidentemente ma‐<br />
yor de edad) de colegiala a través de piruletas, tren‐<br />
citas o uniformes escolares, pero este efecto de eroti‐<br />
zación vulgar que aparece el filme de Lyne, destruye<br />
cualquier intento de hacer que la película sea una<br />
adaptación creíble de la novela (por muchas bendi‐<br />
ciones que haya recibido, en clave de argumento de<br />
autoridad, por parte del hijo de Vladimir Nabokov).<br />
19 Foto tomada de http://img70.imageshack.us/img70/4701/lolita0xg8.jpg (Consulta:18/6/10).<br />
Quizá tenga razón Richard Corliss<br />
cuando señala, a propósito de las<br />
dificultades legales que tuvo<br />
Andrian Lyne para hacer que su<br />
Lolita se pareciera a la nínfula de<br />
Nabokov, que …the escisions torced<br />
on Lyne say a lot about our two‐faced<br />
age, when the rankest pornography is<br />
available to every kid with a laptop<br />
and fingers, while grownup filmmak‐<br />
ers (and filmgoers) must see Works of<br />
serious ambition diluted, derailed,<br />
never made (1998:35). Pero Lyne sí<br />
intentó hacer este trabajo aunque<br />
quizá no con la suficiente ambi‐<br />
ción.<br />
Una película que quisiera ser<br />
fiel (con todas las concesiones a los<br />
problemas teóricos y prácticos que implica la noción<br />
de adaptación de un medio artístico a otro) a Lolita,<br />
tendría que ser una película en la que la pedofilia<br />
apareciera y para eso hace falta una nínfula de ver‐<br />
dad. Seguramente los problemas que tuvo el preten‐<br />
didamente polémico director británico para encon‐<br />
trar distribuidor en Estados Unidos le empujaron a<br />
elegir a una actriz como Do mi nique Swaine (que in‐<br />
cluso tuvo que ser sustituida por una doble con los<br />
18 años cumplidos en las escenas más explícitas) pe‐<br />
ro para llevar al cine Lolita había que tener una co‐<br />
herencia que el director británico no tuvo.<br />
De otro modo nos quedamos con el recurrente<br />
retrato, propio de la heteronormatividad machista<br />
dominante en el cine, de la relación entre el “madu‐<br />
rito atractivo” y la “jovencita pibón”, nada original a<br />
estas alturas pues la opera prima de este modelo cine‐<br />
matográfico heteropatriarcal fue, como estamos in‐<br />
tentando explicar, creada magistralmente por<br />
Kubrick.<br />
El poder de Lolita (conclusiones)<br />
Para explicar el poder femenino que encarna la Lolita<br />
de Kubrick hemos analizado ciertos aspectos de tres<br />
de los cuatro personajes fundamentales de la pelícu‐<br />
la; Humbert, Charlotte y la propia Lolita. Respecto al<br />
peculiar de personaje de Quilty el filme, que en sí mis‐<br />
mo daría para muchas investigaciones, aquí solo dire‐<br />
mos que cumple, ante todo, una función satírica e iró‐<br />
nica para la fórmula de Kubrick. Incluso si lo mira‐<br />
mos en clave psicoanalítica, como super‐yo o entidad
moralizante y represora de Humbert, la función del<br />
personaje interpretado por un Peter Sellers memora‐<br />
ble, nos hace sonreír y nos obliga a la indulgencia y a<br />
la empatía con Humbert; indulgencia y empatía que<br />
solo se explica, en la medida en que el Humbert de<br />
Kubrick es un perdedor privado de cualquier poder.<br />
En primer lugar vamos a detenernos en el patetis‐<br />
mo del Humbert interpretado por James Mason; en<br />
segundo lugar en la relación del personaje de<br />
Charlotte (débil y vulnerable) interpretado por<br />
Shelley Winters con Lolita y por último reflexionare‐<br />
mos sobre la joven arrolladora que vemos en la Lolita<br />
de Sue Lyon.<br />
Como ha señalado Thomas Nelson, Lolita shows<br />
that, for Kubrick, performance could be as crucial to the ex‐<br />
pressive substance of a film as camera and mise‐en‐scène<br />
(2000:5). No vamos a entrar aquí en la cuestión de la<br />
mayor o menor importancia que pudieron tener las<br />
ideas de Stalisnavsky (en la versión norteamericana<br />
que le dieron Elia Kazan y Lee Strasberg en el New<br />
York Actors Studio) en la formación de Kubrick, a las<br />
que Nelson da tanta importancia. El caso es que, por<br />
unas u otras razones, Kubrick es capaz de obtener to‐<br />
do de sus actores para adaptarlos a sus propósitos. En<br />
Lolita vamos a ver que el trabajo actoral y algunas de‐<br />
cisiones de dirección colocan el sentido que percibe el<br />
espectador incluso en una dirección opuesta al propio<br />
texto del guión.<br />
Vayamos con el Humbert encarnado por James<br />
Mason.<br />
Respecto a la novela de Nabokov, ha sido muy ci‐<br />
tada la afirmación del escritor canadiense Robertson<br />
Davies según la cual el tema de Lolita is not the corrup‐<br />
tion of an innocent child by a cunning adult, but the exploi‐<br />
tation of a weak adult by a corrupt child (1996[1959]:213).<br />
Davies escribía al calor de la polémica suscitada por la<br />
publicación de la novela en Estados Unidos en 1958<br />
(tras la primera edición en Paris dos años antes) ante la<br />
inminencia de su publicación en Inglaterra. Creemos<br />
que Davies trataba aquí de invertir la perspectiva, de<br />
manera un tanto forzada, para proteger a Nabokov de<br />
las críticas. Para Davies no debía haber campos veda‐<br />
dos al sentido del humor que él encontraba (y con mu‐<br />
cha razón) en Lolita.<br />
Sin embargo, basta leer la novela para descubrir<br />
que la Lolita de Nabokov no es una niña corrompida,<br />
sino sencillamente una niña estúpida y vulgar, como<br />
tantos preadolescentes pero que no por ello deja de ser<br />
la víctima. No olvidemos que…cada noche –todas y ca‐<br />
da una de las noches [dice Humbert]‐ Lolita se echaba a llo‐<br />
rar no bien me fingía dormido (2009:217). Si de alguien es<br />
víctima el Humbert de la novela es de sí mismo.<br />
Recordemos que Humbert, tras denunciar la definitiva<br />
caída moral de Lolita (Nabokov, 2009:226) cuando está<br />
comienza a cobrarle por sus servicios sexuales, nos di‐<br />
ce: estaba en su mano negarme ciertos filtros amorosos fue‐<br />
ra de lo común, lentos y paradisíacos, que me dejaban como<br />
muerto, pero sin los cuales era incapaz de vivir más que unos<br />
pocos días, y que, a causa de la propia naturaleza pasiva de<br />
aquellas experiencias amorosas [se refiere las felaciones<br />
que recibe de la niña] no me era posible obtener por la<br />
fuerza (226‐227). Es decir, Humbert violaba a Lolita.<br />
Nada que ver con lo que vemos en la película.<br />
Sin embargo, si traemos la reflexión de Davies es<br />
porque, paradójicamente, sí es precisa para describir a<br />
la Lolita de Kubrick. Mientras que en la novela, el irre‐<br />
sistible humor de Nabokov proviene de la ácida visión<br />
de la realidad que lleva a cabo el protagonista narra‐<br />
dor, en la película, el humor se traslada del monólogo<br />
a la relación (a través de la puesta en escena y de los<br />
diálogos) entre Humbert y su entorno; los paisajes so‐<br />
ciales estadounidenses así como los personajes<br />
Charlotte, Lolita y Quilty. Ahora la víctima sí es<br />
Humbert y la principal consecuencia de esta victimi‐<br />
zación es el empoderamiento (desde sus circunstan‐<br />
cias) de Lolita.<br />
En un reciente artículo, Emmanuelle Delanoë‐<br />
Brun describe la película de Kubrick como la fabrique<br />
de l’homme objet. Como demuestra esta autora, la mas‐<br />
culinidad torturada por poderes exteriores es una<br />
constante en cine de Kubrick (en The Killer´s kiss por el<br />
deseo, en “La naranja mecánica” y en “Barry Lyndon”<br />
por la sociedad, en “2001, Odisea del espacio” por las<br />
máquinas, en “Senderos de Gloria” y en “La chaqueta<br />
metálica” por la institución militar…). Para Delanoë‐<br />
Brun …d’une oeuvre à l’autre, Kubrick modélise cette con‐<br />
figuration, variant les perspectives, les contextes, les points<br />
d’entrée, mais toujours au service d’une même interrogation<br />
sur l’être homme, autant en tant qu’être humain qu’en tant<br />
qu’être masculin. L’armée et la cellule familiale y sont deux<br />
univers récurrents, univers clairement encodés au mas‐<br />
culin ou au féminin (2010:4). En nuestro caso, la insti‐<br />
tución de poder es Lolita como configuradota y des‐<br />
tructora final de Humbert.<br />
La autodestrucción obsesiva de Humbert es algo<br />
que Mason transmite a través de una pluralidad de 131MISCELÁNEA<br />
gestos que le patetizan (en particular sus movimientos<br />
de manos y las expresiones de su cara). La escena del<br />
hospital cuando Lolita ha huido (que podemos ver en página<br />
http://www.youtube.com/watch?v=ZTTEspH0r8k&fe<br />
ature=related ), en la que en pocos segundos Humbert<br />
10<br />
se transforma en carne de manicomio, es quizá el me‐<br />
jor ejemplo.<br />
Humbert, passé au crible kubricien, apparaît comme un YOUKALI,<br />
nouvel avatar de l’homme objet, progressivement privé de<br />
tout contrôle sur l’histoire (Delanoë‐Brun, 2010:1).<br />
Tenemos así un Humbert derrotado casi desde el prin‐<br />
cipio (nada que ver con el de Nabokov) pero su pate‐<br />
tismo, lejos de ser el de un pedófilo, más bien nos re‐<br />
cuerda al de los personajes de Michel Houllebecq en 1885-477X<br />
busca de carne joven, tratando de escapar su destino<br />
de cincuentones. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 132 MISCELÁNEA<br />
El destino del cincuentón en la película (Mason 20 tie‐<br />
ne 53 años cuando rueda la película y los aparenta con<br />
creces, lo que prueba de nuevo que la decisión de<br />
Kubrick era apartarse del personaje de Nabokov) esta<br />
marcado por la alternativa entre la triste soledad abu‐<br />
rrida del académico mediocre que no ama su trabajo y<br />
el matrimonio con una mujer que ha perdido su ju‐<br />
ventud y a la que por tanto, en el marco social hetero‐<br />
patriarcal, solo le quedan las virtudes derivadas de<br />
ocuparse de las tareas del cuidado pero que, en nin‐<br />
gún caso, y esto Kubrick lo deja claro, es capaz de pro‐<br />
ducir deseo.<br />
La genialidad de Kubrick, lo que le hace ser en cier‐<br />
ta medida más transgresivo que el propio Nabokov, es<br />
que no permite mirar a Humbert con distancia, juzgarle<br />
como enfermo o criminal, sino que obliga al espectador<br />
a una empatía inevitable pues su Lolita encarna un obje‐<br />
to de deseo objetivo para cualquier varón heterosexual<br />
en el mundo actual. El Humbert de Kubrick no es un<br />
maníaco sexual, sino que representa las aspiraciones<br />
eróticas de cualquier varón heterosexual postmoder‐<br />
no. Como se ve en las escenas con las que Kubrick<br />
construye a su Lolita, está fuera de toda duda que Sue<br />
Lyon representa un modelo ideal de belleza.<br />
El personaje de “la madre” interpretado por She ‐<br />
lley Winters 21 es uno de los grandes logros de la pe‐<br />
lícula. No es la mujer hermosa descrita por Na bo ‐<br />
kov, sino una viuda cuarentona escasamente atrac‐<br />
tiva. Winters tiene 42 cuando se rueda la película;<br />
poco que ver con la treintañera con cierto estilo<br />
Marlene Dietrich que describe Nabokov (2009: 48).<br />
Charlotte es perfectamente consciente de su deca‐<br />
dencia, está sobrada de peso según los estándares<br />
de belleza (cosa Kubrick no se priva de representar),<br />
trata desesperadamente de atraer la atención de<br />
Humbert y tiene una terrible envidia de Lolita.<br />
Esta envidia es enfatizada por Kubrick en varias<br />
escenas pero hay dos de ellas que nos resultan es‐<br />
pecialmente valiosas (y que se apartan absoluta‐<br />
mente de la novela).<br />
La primera es la escena de la discusión tras el<br />
baile en la que Charlotte, tras enviar a Lolita a la<br />
cama afirma: Since the age of one, you know, she kept<br />
throwing her toys out of her crib so that I would have to<br />
keep stooping over to pick them up. She had always had<br />
some kind of gripe against me. Now she sees herself as<br />
some kind of a starlet. Well, I see her as a sturdy,<br />
healthy but decidedly homely child. I mean, is it my<br />
fault if I feel young? Why should my child resent it?<br />
You don’t resent it, do you? Do you think I’m just a foolish,<br />
romantic American girl?. Mientras que, en la versión de<br />
Nabokov dice: Cuando tenía un año, ya mostraba lo per‐<br />
versa que iba a ser tirando todos sus juguetes fuera de la cu‐<br />
na, para que su pobre madre se pasara el santo día recogién‐<br />
dolos (2009:60). Como vemos, en la novela no hay alu‐<br />
siones ni a la fortaleza ni a la salud de Lolita, ni se di‐<br />
ce que se sienta una joven estrella (en el doblaje al cas‐<br />
tellano traducen starlet, a mi juicio acertadamente, co‐<br />
mo “belleza”) pero sobre todo, la pregunta “¿Es mi<br />
culpa si me siento joven?” nos parece definitiva. Lolita<br />
ha desplegado su poder, el poder de la juventud, fren‐<br />
te a la decadencia de su madre.<br />
Hay otra escena también crucial. Cuando Char ‐<br />
lotte descubre el diario de Humbert dice: Go on, get out<br />
of my way, I’m leaving here today. You can have all of it but<br />
you are never going to see that miserable brat again.... y<br />
después añade, mientras solloza junto a las cenizas de<br />
20 La imagen está tomada de http://www.philosophyblog.com.au/userimages/user1863_1171790394a.jpg (Consulta: 19/6/10).<br />
21 La foto está tomada de http://lh3.ggpht.com/_vwTjnzGmzKk/SrAjyrsgqzI/AAAAAAAASuw/t1FIozIXg8g/%5BUNSET%5D.png?img‐<br />
max=800 (Consulta: 19/6/10).
su difunto marido Harold, How did we produce such a<br />
little beast?. Mientras que en la novela dice: Me mar‐<br />
cho esta noche. Todo esto es tuyo. Pero nunca, nunca, volve‐<br />
rás a ver a esa pobre chiquilla (2009: 120). De “pobre chi‐<br />
quilla” a “miserable mocosa” y “pequeña bestia” hay<br />
notables diferencias. En la novela, Charlotte no adora<br />
a su hija pero trata de protegerla, mientras que en la<br />
película, Charlotte solo alberga resentimiento frente a<br />
una Lolita con la que no puede competir ( se podría in‐<br />
cluso decir que estamos ante una nueva versión de la<br />
popularizada Blanca Nieves de los hermanos Grimm).<br />
Y es que como señala provocativamente Virgine<br />
Despentes a los hombres les gustan las chicas guapas (…)<br />
la prueba es su tosca alegría cuando ven envejecer a aquellas<br />
mujeres que no han podido obtener o que les hicieron sufrir<br />
(65‐66). Lo que describe Despentes es el mundo del de‐<br />
seo masculino que construye Kubrick en Lolita. Hay<br />
una secuencia de la película (cuando los tres van al au‐<br />
tocine) que sintetiza esta elección: http:// www. you ‐<br />
tube.com/watch?v=jt6tLk1WN0o<br />
Beatriz Preciado habla en su “Testo Yonqui” de un<br />
mercado heterosexual del que las mujeres quedan ex‐<br />
pulsadas en torno a los 45 años, mientras que los hom‐<br />
bres suelen aguantar 15 años más (2008:154). El perso‐<br />
naje de Charlotte creado por Kubrick representa exac‐<br />
tamente ese tipo decadencia reforzando el poder se‐<br />
xual de Lolita. Como señalaba Emmanuelle Delanoë‐<br />
Brun en la cita con la que comenzábamos este trabajo<br />
à la plantureuse Charlotte (…) femelle littéralement en rut<br />
aux antipodes de marlene Dietrich à qui le Humbert de Na ‐<br />
bokov la compare, Kubrick oppose le corps diaphane de<br />
l’adolescente en offrande sur son tapis de paille, corps<br />
idéal (…)image parfaite qu’on croirait droit sortie d’une<br />
affiche publicitaire (2010:6).<br />
Ya hemos indicado, respecto al personaje de<br />
Sue Lyon 22 , que en ningún caso se trata de una<br />
nínfula en el sentido descrito por Nabokov y<br />
que incluso podría aparentar perfectamente al‐<br />
gunos años más de los 15 que cumplió cuando<br />
se rodaba la película. La forma en la que<br />
Kubrick construye a su personaje, física y psi‐<br />
cológicamente, no admite discusión respecto al<br />
hecho de que se trata de una modalidad de be‐<br />
lleza deseable para cualquier varón en el con‐<br />
texto de la hegemonía heteronormativa (basta<br />
ver la foto). Veamos la que quizá sea la secuen‐<br />
cia icónica de la película, cuando Humbert ve<br />
por primera vez a Lolita: http://www. you ‐<br />
tube.com/watch?v=sKMoRDiU5ZY&featu‐<br />
re=PlayList&p=C84AB067A034F31C&play‐<br />
next_from=PL&playnext=1&index=9<br />
El Humbert de la novela es un pedófilo pe‐<br />
ro nada hay de pedofilia en que un varón heterosexual<br />
se sienta atraído por la Sue Lyon que acabamos de ver.<br />
Lo que sí hay es una identificación heteropatriarcal del<br />
ideal de feminidad con la extrema juventud que ade‐<br />
más, merced a las nuevas tecnologías biopolíticas de<br />
control de la subjetividad (médicas, farmacológicas,<br />
comunicativas y culturales) habrá de devenir hegemó‐<br />
nica con los años. Las clínicas especializadas en lo que<br />
equívocamente llaman “estética” se dedican básica‐<br />
mente a configurar (actuando sobre los atributos más<br />
sexualizables) el cuerpo de las mujeres tratando de<br />
acercarlo a los caracteres de la extrema juventud y bas‐<br />
ta observar durante unos minutos un canal de “tele‐<br />
tienda” para ver el carácter de biomercancías de bue‐<br />
na parte de los productos que se ofrecen (fajas para di‐<br />
simular la barriga, mágicos aparatos de abdominales,<br />
productos adelgazantes…).<br />
Haber descubierto esto es quizá la grandeza de<br />
Kubrick en esta infravalorada película. Como re‐<br />
conoce Ken Burke, upon re‐viewing Kubrick´s film I find<br />
her to look even older than that [durante el rodaje de la<br />
película Sue Lyon cumplió 15 años, como decíamos],<br />
so that the theme of paedophilia/incest is still there and very<br />
troubling as a concept but in visual appearance [aquí es<br />
donde aparece, obviamente la intención de Kubrick],<br />
to me, there is nothing more striking here than our contem‐<br />
porary complaint about films promoting insidious sexism,<br />
constantly prolonging the careers of older actors by pairing<br />
them with younger actresses (60´s Sean Connery and 20´s<br />
Catherine Zeta‐Jones in Entrapment, 1999, as one promi‐<br />
nent example) while the reverse rarely holds true with<br />
women (Burke, 2001: 161). La heteronormatividad que<br />
junta jovencitas con maduros para deleite de un públi‐<br />
22 Imagen tomada de http://www.futuropasado.com/images/suelyon.jpg (Consulta: 19/6/10). ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 133MISCELÁNEA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 134 MISCELÁNEA<br />
co condicionado por valores patriarcales es lo<br />
que descubre Kubrick con su (ya escasamente<br />
escandalosa) Lolita.<br />
Como reconocía el propio director en una<br />
carta a Peter Ustinov (al que propuso hacer el<br />
papel de Humbert) fechada el 20 de Mayo de<br />
1960, people will have to admit Lolita is ‘erotic and<br />
desirable’ and of course teenagers can be this wi‐<br />
thout causing too many shockwaves 23 .<br />
Esto mismo será lo que hará fracasar a<br />
Adrian Lyne en su intento de ser fiel a la no‐<br />
vela de Nabokov (los incontestables atractivos<br />
del Jeremy Irons y de Domique Swain, por<br />
mucho que a esta última le pongan aparato en<br />
los dientes, definen la mirada del espectador<br />
en un sentido inequívoco que nada tiene que<br />
ver, como ya hemos explicado, con la historia de<br />
Nabokov).<br />
Despentes, en su genial Teoría King Kong habla<br />
del estilo super‐puta, por otra parte muy favorecedor, que<br />
adoptan muchas chicas como estrategia de seducción<br />
más eficaz sobre los hombres (2007:19). Como dice es‐<br />
ta autora, a los hombres les gusta pensar que lo que las mu‐<br />
jeres prefieren es seducirles y hacerles enloquecer. Pura pro‐<br />
yección homosexual…de lo que se trata es de reconfortar a<br />
los hombres en su virilidad, jugando el juego de la feminidad<br />
(Despentes, 2007:65). Pero si, como dice Judith Butler,<br />
las normas que gobiernan la identidad…están parcialmente<br />
articuladas sobre matrices de jerarquía de género y heterose‐<br />
xualidad obligatoria (Butler, 2007: 282) entonces hay que<br />
decir que Lolita 24 lucha con las armas que tiene, cons‐<br />
ciente de su identidad de género en el marco de los<br />
discursos heteronormativos hegemónicos. Cuando<br />
Monique Wittig dijo en 1978 que las lesbianas no son<br />
culturalmente mujeres y defendió la posición estraté‐<br />
gica privilegiada de las mujeres homosexuales para<br />
combatir el heteropatriarcado, estaba dejando claro<br />
implícitamente que existía un espacio no privilegiado.<br />
Ese es el espacio de Lolita, que ni es lesbiana ni es cul‐<br />
ta pero es consciente de que solo cuenta con su belle‐<br />
za (su único poder) para liberarse de su madre, para<br />
desembarazarse de Humbert, para intentar acercarse<br />
al poder (Quilty), para conseguir a un “hombre bue‐<br />
no” con el que se casa, e incluso para lograr finalmen‐<br />
te la ayuda económica de Humbert.<br />
Para que no quede duda de que ese poder está so‐<br />
lo en la juventud, Kubrick deserotiza a su Lolita en la<br />
última escena, donde encontramos a una Lolita norma‐<br />
lisée mais physiquement diminuée, une Lolita à lunettes<br />
pour mari à sonotone (Delanoë‐Brun, 2010:11). Una loli‐<br />
ta a la que ya solo le queda ser madre y esposa y que<br />
ha dejado de ser una mujer fatal.<br />
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ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 136 MISCELÁNEA<br />
INTER (W) EXPRESSS...<br />
[cinco (5) respuestas rápidas para cinco (5) preguntas claves]<br />
Cuestionario de la redacción<br />
1. ¿Cuál es la situación real, el día a día, de una actriz<br />
como tú, tan comprometida en los ámbitos social y po ‐<br />
lítico, en un teatro y en un mundo del espectáculo conce‐<br />
bido mayoritariamente como un espacio mercantil?<br />
La situación se ha ido dificultando año tras año. No hablo<br />
solamente desde el plano estrictamente personal, porque<br />
entre los trabajadores de la cultura (actores, actrices, músi‐<br />
cos y demás creadores) se han empeorado las condiciones<br />
de trabajo y ha crecido el paro, así como ha venido ocu‐<br />
rriendo en todos los sectores del mundo laboral. En mi<br />
profesión la incertidumbre, los altos y bajos son práctica‐<br />
mente inherentes al oficio. Tú puedes optar por crear junto<br />
a otros y otras artistas, un producto cultural alternativo,<br />
que entretenga y cuestione lo existente, pero ¿cómo llegas<br />
al público? Sin público no hay espectáculo y hoy, ante la<br />
implantación del pensamiento único, adocenado en gran<br />
parte de la sociedad, si no llevas algún personaje mediáti‐<br />
co, si no te respalda una productora fuerte es muy difícil<br />
sostener una creación o proyecto.<br />
2. ¿Qué posibilidades reales tiene, un actor o una actriz<br />
que no se pliegue a las leyes del mercado, de desarrollar<br />
su carrera? ¿Cuáles son sus alternativas? ¿Hay espacios<br />
teatrales liberados, en donde desarrollarla? ¿Queda<br />
algún resquicio o posibilidad real para un teatro o un<br />
espectáculo no mercantil?<br />
En una profesión con un 70% de paro, las posibilidades de<br />
trabajo son escasas aun para quienes acepten las leyes del<br />
mercado. Cambiar estas condiciones, requiere una lucha<br />
conjunta de artistas y técnicos: una ley de teatro, otra ges‐<br />
tión de los teatros públicos, un mayor presupuesto para el<br />
teatro público, semipúblico y compañías cooperativas o de<br />
nuevo formato. Hoy es muy difícil hallar una sala donde<br />
representar una obra, por lo que es imprescindible organi‐<br />
zarse y exigir otra política cultural y una gestión democrá‐<br />
tica de los recursos y de las instituciones. Hemos constitui‐<br />
do la Asamblea del Espectáculo para luchar por esos obje‐<br />
tivos.<br />
3. ¿Conoces o has conocido algún caso concreto en que<br />
un actor o una actriz haya roto el cerco de la lógica comer‐<br />
cial, de algún modo? Y no me refiero a casos de todos<br />
Susana Oviedo [actriz y activista social]<br />
conocidos de esos actores y actrices que se dicen “de<br />
izquierda”, pero que, en la práctica, nadan a favor de las<br />
leyes del mercado, sin po nerlas en cuestión en ningún<br />
momento.<br />
Conozco algunos actores “caballo de Troya”, es decir que<br />
han podido desarrollar sus carreras y alcanzar populari‐<br />
dad sin someterse ideológicamente y pasando épocas de<br />
enorme dificultad, como por ejemplo Federico Luppi.<br />
Aquí, puedo citar como nombres conocidos a Juan Diego,<br />
a Willie Toledo, también a Juan Diego Botto, Alberto San<br />
Juan, que mantienen un compromiso claro, pero somos<br />
muchos y muchas más quienes venimos batallando para<br />
encontrar esa grieta por donde entrar al corazón del siste‐<br />
ma, que finalmente es la gente. Petra Martínez y Juan<br />
Margallo con Uroc Teatro son un ejemplo en ese sentido.<br />
4. ¿Y el caso de algún actor o alguna actriz que haya aca‐<br />
bado siendo, de un modo claro, víctima de sus posicio‐<br />
nes y de su coherencia ideológica?<br />
Sí. En la historia reciente de España sucedió con Antonio<br />
Bardem, Lola Gaos, Esperanza Alonso, An tonio Gamero y<br />
muchos y muchas más. Actualmente existe un miedo<br />
enorme a que no vuelvan a contratarte, a que te pongan en<br />
“la lista negra” y así se explica en parte el retroceso en las<br />
condiciones de trabajo. Aunque el seguimiento de la huel‐<br />
ga del 29 de septiembre, en nuestro sector fue del 80%,<br />
contabilizando teatros, series de televisión y rodajes, se<br />
logró uniendo fuerzas técnicos y actores y actrices. Hay<br />
que trabajar para recuperar la conciencia sobre nuestros<br />
derechos y la confianza en la lucha conjunta.<br />
5. Si se acercase a ti un joven actor a preguntarte por la<br />
profesión y por su futuro ¿qué le dirías?<br />
Que es una profesión maravillosa, con futuro incierto si no<br />
estás dispuesto a luchar colectivamente. El proceso de cre‐<br />
ación, la magia de comunicarse con el público te brinda<br />
sensaciones únicas, a veces de plenitud, otras de frustración<br />
y detrás siempre las dudas si podrías haberlo hecho de otro<br />
modo, si entregaste todo lo que eres capaz de dar. Pero ade‐<br />
más y fundamentalmente es un acto de gran responsabili‐<br />
dad y respeto hacia quienes reciben el fruto de tu trabajo.
[carpeta]<br />
DAVID GONZÁLEZ: LA POESÍA O LA VIDA<br />
Dos poemas para David, por Antonio Martínez i Ferrer y Alicia García Núñez<br />
Entrevista a David González, por Matías Escalera Cordero<br />
Tres Testimonios y varios poemas sobre y de David González, por Vicente Muñoz<br />
Álvarez, José Ángel Barrueco y Javier Das.<br />
David González: una vida, por Roira Sánchez<br />
David González: una obra (bibliografía –prácticamente– completa)<br />
Dos poemas para David<br />
Antonio Martínez i Ferrer<br />
criatura<br />
extraña<br />
tu grito crece<br />
arañando la oscuridad<br />
en soledad<br />
escapas<br />
inundando<br />
los espacios de la duda<br />
abierto<br />
esperas<br />
borrando<br />
cerrojos y distancias<br />
siempre<br />
con todos<br />
te disuelves<br />
como voz sin palabras<br />
por la sinrazón<br />
de tus razones<br />
me gusta perderme<br />
en busca<br />
de un lugar en tus poemas<br />
a David González<br />
Con Vicente Muñoz Álvarez<br />
(foto de Julia Velázquez)<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 137 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 138 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Alicia García Núñez<br />
Me atraen los signos<br />
que llevas en los brazos<br />
el tiempo y todo lo que viste<br />
ahí<br />
en tu piel.<br />
Lo que por ti pasó<br />
aquella vida que llevaste<br />
y el abismo<br />
a ca da pa so<br />
Sí, también la cárcel<br />
las historias del talego<br />
ése dialecto, las armas<br />
y la certeza ancestral de estar al borde<br />
del abismo<br />
La sonrisa aprendida de David<br />
a ca da pa so<br />
Me atraen los colegios abandonados<br />
también las factorías olvidadas<br />
donde se reparan los corazones rotos<br />
los dientes de David<br />
Me atrae lo que tienes que contar<br />
y el filo de la navaja plateada<br />
ahí<br />
en tus ojos<br />
Me atrae lo que tienes que contar<br />
tus historias de bares<br />
las que vives con Ángeles<br />
y cómo te han matado<br />
sin matarte<br />
Los cuentos de Blancanieves<br />
montada en su caballo<br />
‐las marcas de tus brazos‐<br />
Las historias de ángeles<br />
negros y otros in‐humanos<br />
Luminoso, el brillo de los ojos de David<br />
Con Deborah Vukusic
Entrevista a David González<br />
Por Matías Escalera Cordero<br />
Un día, en Vallecas, en la presentación de la antología de Baile del Sol, Once poetas críticos, conocí a<br />
David González; nunca lo había visto antes, pero había leído un par de libros suyos, y algunos poe‐<br />
mas sueltos, por lo que aguardaba expectante su intervención, y más cuando percibí en él, inmedia‐<br />
tamente, una especie de tensión, como de animal enjaulado, que me atrajo instintivamente; de modo<br />
que cuando se despojó de su suéter –o de su camisa, quizás, no recuerdo bien–, y, a pecho descu‐<br />
bierto, con sus tatuajes al aire, hizo aquella dolorida y patética defensa de una poesía sustentada en<br />
la verdad y en la sinceridad, proclamando además su intención de abandonar su práctica, decepcio‐<br />
nado por unos editores y un mundo hostiles y desafectos, me sentí definitivamente atraído por él,<br />
pues aunque aparentemente no teníamos nada que ver ni por la edad, ni por la experiencia vital o<br />
la práctica poética; en realidad, nos unía la misma pasión por la sinceridad y la verdad en la litera‐<br />
tura y el arte. Y es esa sincera –y heroica en muchos sentidos– dedicación a la poesía como vida,<br />
como testimonio de la vida, lo que justifica la carpeta que le dedicamos en este <strong>número</strong>… Y, si se<br />
mira bien, en la decisión que tomó con su blog de pago, ¿no hay algo de aquel gesto de descamisa‐<br />
do de cuando lo conocí?<br />
CRÍTICA<br />
PRODUCCIÓN DE<br />
¿Por qué tomaste la decisión de hacer de tu blog un blog de pago? ¿Te arrepientes de ello? ¿Crees que ha<br />
sido entendida tu decisión?<br />
En primer lugar, y debido en gran parte a una enorme decepción poética de la que no procede hablar aquí<br />
ahora, por una cuestión de confianza. En mi anterior blog tenía ya 169 lectores (no me agrada la palabra “segui‐<br />
dores” que se emplea en la terminología bloguera) y necesitaba saber a ciencia cierta a cuántos de esos lecto‐<br />
res les interesaban realmente los contenidos de mi blog y pensé que una buena forma de averiguarlo sería<br />
cobrar una cantidad simbólica, 30 euros al año, una cantidad casi ridícula. En aquel momento, y ahora tam‐<br />
bién, pasaba por una situación económica complicada y eso también influyó. He de recordar que yo actuali‐<br />
zaba mi blog una y dos veces al día, salvo cuando me iba de<br />
viaje a dar una lectura de poesía; es decir: los contenidos de<br />
mi blog me costaban dinero, ya que tenía que comprar<br />
libros y algunos de ellos solo los podía conseguir a través de<br />
Internet, de Iberlibro en concreto y eso encarecía mi empe‐<br />
ño en ofrecer a mis lectores, poemarios o novelas o pelícu‐<br />
las de gran calidad pero que eran desconocidos o casi des‐<br />
conocidos en España. Al mismo tiempo, comprobaría in<br />
139ELEMENTOS<br />
situ esa solidaridad sobre la que hablan y escriben determi‐<br />
nados poetas. Y finalmente, debido a los trolls, tenía que<br />
página<br />
mantener cerrado el apartado de comentarios con los lecto‐<br />
res de mi blog, pues no me sobra el tiempo tanto como para<br />
10<br />
andar desperdiciándolo respondiendo a comentarios, diga‐<br />
mos, de gente envidiosa e ignorante: sería como predicar en<br />
el desierto. Y la verdad: a mí me gusta cruzar comentarios<br />
con los lectores de mi blog sobre tal o cual post que he subi‐<br />
YOUKALI,<br />
do al blog.<br />
Bueno, ahora mi blog de pago cuenta con 60 lectores. O<br />
sea: sé para quién escribo, quién lee los contenidos de mi<br />
blog y sé qué gente ha demostrado con hechos y no con her‐<br />
mosas palabras su solidaridad conmigo y con mi compro‐<br />
miso de por vida con la literatura, en particular con la poe‐<br />
1885-477X<br />
sía. Por otro lado, no entiendo, aunque les respete, a los que<br />
opinan que la cultura ha de ser gratuita. Es como si yo le ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 140 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
digo a un minero que va a estar bajando a la mina durante toda su vida y a cambio no va a percibir ningún<br />
tipo de salario. O si le dices lo mismo a un profesor universitario o a un funcionario del estado. Pero por algún<br />
motivo que desconozco, que no alcanzo a entender, hay muchos artistas que proclaman eso de la cultura gra‐<br />
tuita, aunque, claro, dichos artistas tienen un trabajo oficial que les permite cubrir sus necesidades básicas y<br />
concederse también algún que otro capricho. Pero yo, para bien o para mal, he consagrado mi vida a la escri‐<br />
tura y joder, creo que al menos tengo el derecho, ganado a pulso, libro a libro, de al menos poder malvivir de<br />
mi escritura. Así que no: no me arrepiento en absoluto de haber tomado esta decisión, y más, como ya te dije,<br />
por una cantidad casi ridícula, aún en estos tiempos de crisis: 30 euros al año.<br />
Sobre si mi decisión ha sido entendida o no, he de confesarte que me resulta indiferente. Hace ya tiempo,<br />
mucho tiempo, que no me importa en absoluto lo que la gente piense o deje de pensar de mí, ya que de lo con‐<br />
trario no desnudaría mi alma y mi corazón en cada poema que escribo y que luego, a veces, tengo que leer en<br />
público.<br />
¿Por qué has subastado en la Red tu último libro? ¿Es que no hay ya diferencia alguna entre los editores<br />
“comerciantes” y los editores, llamémosles, “independientes?<br />
Lo he subastado porque necesitaba dinero. Así de claro. Y también, como en lo del blog de pago, por una cues‐<br />
tión de confianza. Si después de casi 20 libros editados, mi inclusión en más de 50 antologías, diversas traduc‐<br />
ciones de mis textos a otros idiomas, y mi trabajo como antólogo en varias antologías, nadie pujaba por mi<br />
libro, un libro que además incorpora diversas innovaciones técnicas y formales, bueno pues si eso sucedía, ten‐<br />
dría que plantearme y muy en serio si seguir dedicando dieciséis, dieciocho horas a la escritura y a la lectura<br />
o dedicarlas a otra cosa, pues, por desgracia, en esta sociedad hay que cubrir al menos las necesidades bási‐<br />
cas. Bueno, por suerte, cierta editorial con la que ya he trabajado, pero cuyo nombre no voy a desvelar por el<br />
momento, me ofreció una cifra que teniendo en cuenta el <strong>número</strong> de ejemplares que se suelen vender de cada<br />
uno de mis libros, me pareció justa y razonable, por lo que mi próximo poemario, “No hay tiempo para libros<br />
(Nadie a salvo)” saldrá en 2011.<br />
En el caso del contrato de edición de un libro no hay diferencia alguna o yo no la veo. Es decir: el autor per‐<br />
cibe en cualquiera de los dos casos un 10 por ciento del precio de venta al público. La diferencia está en que<br />
los editores comerciantes suelen ser grandes grupos empresariales y disponen del dinero suficiente para ade‐<br />
lantar equis dinero al autor en concepto de derechos de autor y para promocionar sus libros en todos los<br />
medios de comunicación, mientras que los editores independientes, que son los que están editando las obras<br />
a las que el tiempo respetará, no disponen de esos medios económicos y tienen que buscarse la vida por cami‐<br />
nos alternativos, e Internet podría ser uno de ellos. La edición digital podría ser otro: se abarataría el coste del<br />
libro, al eliminar a los intermediarios, como los distribuidores que, en algunos casos, se llevan entre el 40 y el<br />
60 por ciento del precio de venta del libro al público. Si a eso le sumamos la cantidad de blogs y la cantidad<br />
de lectores de cada blog, la promoción de los libros independientes les saldría gratis; ahora bien, deberían<br />
darse prisa, pues también en este caso, los grandes grupos editoriales saldrían ganando. Pero de momento, y<br />
salvo excepciones, lo que yo llamo “la generación del papel” se muestra reacia a la nueva e imparable “gene‐<br />
ración digital” y tal y como yo lo veo, o tal y como yo lo experimento, el papel terminará por desaparecer.<br />
La práctica poética, incluso la de la denominada “poesía crítica”, ¿en qué sentido es una actividad ligada<br />
a la clase social del poeta? Tu origen de clase, en concreto, ¿cómo ha condicionado o condiciona la tuya<br />
propia? ¿Te sientes ligado, de un modo objetivo, esto es, de un modo material y social efectivo, a otros<br />
“compañeros de clase” en esa práctica?<br />
Yo pienso que en todos los sentidos. En el caso de la denominada “poesía crítica”, después de meditar mucho<br />
sobre el tema, creo que se ha empezado a construir el edificio empezando por el tejado. Y me explico: la vida<br />
cotidiana de muchos de estos poetas no difiere en demasía de la de los poetas, digamos, no críticos: los que<br />
solo cantan al amor o al desamor o a una naturaleza que solo existe en sus mejores sueños, porque la realidad,<br />
innegable, es que estamos terminando a pasos acelerados con los recursos naturales de este planeta y destru‐<br />
yendo a la propia naturaleza. Pero a lo que iba: está muy bien escribir un gran poema sobre , no sé, el proble‐<br />
ma de la deforestación, o el problema sobre qué alimentos ingerimos, no sé, como los alimentos transgénicos,<br />
o sobre los altos índices de polución en nuestras ciudades o sobre… ahora bien, a los que estamos abajo del<br />
todo: inmigrantes ilegales, trabajadores con unos salarios de auténtica vergüenza, parados, y a los que están<br />
aún más abajo: delincuentes, prostitutas, drogadictos, etcétera, a todos ellos, entre los que me incluyo, nos<br />
importa tres cojones el calentamiento global, los alimentos transgénicos y similares, porque tenemos que bus‐
carnos el pan día a día, es de ‐<br />
cir: tenemos que sobrevivir, así<br />
de sencillo… En otras pala‐<br />
bras: primero habría que preo‐<br />
cuparse de solucionar o de es ‐<br />
cribir poesía crítica sobre los<br />
niños de la calle, sobre la gente<br />
que se muere literalmente de<br />
hambre cada día, etcétera, y<br />
luego sobre esos otros temas<br />
que antes mencionaba. El pro‐<br />
blema, según yo lo veo, es que<br />
muchos y muy buenos poetas<br />
críticos han perdido el contac‐<br />
to físico con los más humildes<br />
y desfavorecidos y se han ins‐<br />
talado en una clase social media tirando hacia alta y eso les lleva en muchos casos a que su poesía se convier‐<br />
ta en una generalización en la que se critican temas tan manidos como la guerra, el hambre (en abstracto, claro,<br />
porque ellos nunca han sufrido una guerra en sus propias carnes ni tampoco han pasado hambre) y un largo<br />
etcétera… A los otros poetas, a los que practican lo que yo denominaría una poesía del bostezo, anclada en una<br />
tradición y una temática que no tienen nada que ver con los tiempos que vivimos, a esos, bueno, ni les consi‐<br />
dero poetas, más bien cuentistas.<br />
Yo provengo de una familia de campesinos, de una familia de obreros y de una familia que pertenecía al<br />
bando perdedor en la guerra civil española y que durante cuarenta años ha tenido que sufrir la burla y el des‐<br />
precio de los vencedores, y si durante los tres primeros años de mi vida viví en un barrio industrial, los siguien‐<br />
tes los pasé en un barrio de pescadores, lleno también de tablaos flamencos, de bares de putas, un barrio con‐<br />
siderado peligroso durante mi juventud, por lo que está claro que ha condicionado y condiciona la poesía que<br />
ahora escribo, tanto formal como temáticamente. A mi poesía yo solo la calificaría como “poesía de no ficción”.<br />
Y sí: me siento ligado a otros compañeros de clase como bien dices. Pero no a muchos, pues como te decía:<br />
muchos de ellos han perdido de vista los problemas reales e inmediatos de las clases más desfavorecidas. Y<br />
supongo que si yo no lo he perdido se debe más que nada a mi rebeldía ante cualquier tipo de autoridad, sobre<br />
todo cuando esa autoridad se descalifica así misma ética y moralmente, y a que al dedicarme única y exclusi‐<br />
vamente a la escritura, una escritura no comercial, y que al no esconderme detrás de las faldas de los políti‐<br />
cos, y que al ser, poéticamente hablando, insobornable, pues mis ingresos son más bien pocos, lo que conlleva<br />
consigo que la gente con la que me relaciono sea gente que está en las mismas o peores circunstancias que las<br />
mías.<br />
No te voy a pedir nombres, pues creo que es un poco tramposo, además de indiscreto, hacerlo (aunque si<br />
quieres darlos, lo puedes hacer, por supuesto), pero sí algunos títulos de obras concretas con las que de ver‐<br />
dad, de un modo profundo y sustancial, te hayas identificado últimamente, o te hayas sentido auténtica‐<br />
mente ligado a ellas.<br />
Bueno, ahí van algunos títulos con los que me he identificado no solo por su calidad literaria sino, en especial,<br />
por su calidad humana, ética y moral: La educación de un ladrón, de Edward Bunker; La habitación, de Hubert<br />
Selby Jr; La analfabeta, de Agata Kristoff; Revolutionary Letters, de Diane di Prima; Satán dice, El padre, Los muer‐<br />
tos y los vivos, de Sharon Olds; La marcha de los 150.000.000, de Enrique Falcón; 23 Pandoras, una antología de<br />
poesía española escrita por mujeres, con selección de Vicente Muñoz Álvarez; No hay camino al paraíso, de José<br />
Ángel Barrueco y Javier Das; Ararat, de Louise Glück; Relatos de Kolymá, de Varlam Shalámov; Vive o muere, de<br />
Anne Sexton; Amor malo y feroz, de Larry Brown; la serie de cómic Balas perdidas, de David Laphan; Afortunada<br />
de mí, de Denise Duhamel y por último los poemas de las poetas que yo mismo he antologado en La manera de<br />
recogerse el pelo (Generación Blogger).<br />
Aunque ya antes has mencionado algo al respecto, el caso es que, en la izquierda política y cultural, hay un<br />
mito que parece imbatible, el de la “cultura gratuita”; ¿a quién beneficia, desde tu punto de vista, por tu<br />
propia experiencia de las cosas, ese concepto de “cultura gratuita”?<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 141 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 142 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
En primer lugar, pienso que es muy fácil predicar la “cultura gratuita” cuando quienes la predican tienen un<br />
medio de trabajo paralelo que es el que realmente les cubre sus necesidades básicas. Sin embargo, existen otros<br />
artistas que dedican entre dieciséis o dieciocho horas diarias a su trabajo y, a día de hoy, un creador necesita<br />
determinadas herramientas que nadie le ofrece gratis. No sé, en el caso de un pintor: nadie le regala los lien‐<br />
zos ni la paleta ni las pinturas: tiene que pagarlas de su propio bolsillo, así que no veo ninguna razón válida<br />
para que más adelante tenga que regalar el fruto de su sudor y de su talento. Además, si hablamos de “cul‐<br />
tura gratuita”, los profesores de instituto o de universidades tendrían que ofrecer a sus alumnos sus<br />
conocimientos de “manera gratuita”, pero no lo hacen: cobran equis salario por ofrecer sus conocimientos.<br />
Pero es que además es falso que exista una “cultura o contracultura gratuitas”, y me explico: pongamos que<br />
hablo de un grupo de rock que acaba de grabar su primera maqueta y te la ofrecen gratuitamente a través de<br />
Internet, luego, si esa maqueta funciona, 99 de cada 100 de esos grupos fichan por la primera discográfica que<br />
les ofrezca un contrato. Y lo mismo sucede en otros ámbitos artísticos. Ahora bien, cierta cultura sí debería ser<br />
gratuita. Los grandes clásicos en cualquier rama del arte. O, si se diese el caso de que, por ejemplo, un poeta<br />
fallece dejando un libro inédito y sus herederos, por la razón que sea, no quieren darlo a la imprenta, yo sería<br />
el primero en piratearlo. Hay un ejemplo de esto, el de la correspondencia entre Simone de Beauvoir y Nelson<br />
Algren, solo contamos con las cartas que Simone le escribió a Nelson, pero no con las que él le escribió a ella,<br />
porque los herederos de Nelson y el propio Nelson así lo quisieron. En este supuesto, yo, si me hiciese con<br />
ellas las ofrecería de “manera gratuita” por cualquier medio a mi alcance. Por último, existe el mito de que<br />
escribir no es un trabajo, y bueno, si eres un escritor auténtico, es más que posible que sudes más escribiendo<br />
un relato que un obrero cavando una zanja. Kakfa, sin ir más lejos, tenía dos clavos en su escritorio, atraves‐<br />
ando su mesa de trabajo, de forma que cuando se emocionaba demasiado escribiendo y empezaba a mover<br />
sus piernas, sus rodillas chocaban con la punta de los clavos. O Faulkner que escribió su primera novela en un<br />
sótano, sobre una carretilla, entre palada y palada de carbón a una caldera. En resumen: nada me agradaría<br />
más que la cultura fuese gratuita, pero siempre y cuando el pan, la comida, la luz, el agua, la conexión a<br />
Internet, etcétera, también fuesen gratis. Y<br />
otra cosa, mucha peña descarga “cultura<br />
gratuita”, la almacena en su disco duro y<br />
punto pelota.<br />
En muchos ambientes poéticos, incluso<br />
en los considerados críticos, hay otro mito<br />
muy extendido por el que se considera<br />
que la poesía no es literatura, que “es<br />
vida”, y que la técnica o el estudio son ele‐<br />
mentos despreciables e irrelevantes del<br />
proceso poético; ¿qué te parece el asunto?<br />
La poesía ¿es o no es literatura? ¿Es expre‐<br />
sión emocional y espontánea de la pura<br />
experiencia, o es una actividad mediada<br />
por la reflexión y el trabajo literario/poéti‐<br />
co?<br />
La poesía no es literatura en el sentido de entretenimiento o ficción pura y dura. La poesía es vida. Y lo más<br />
importante: le da vida al lector. Ahora bien para expresar de manera impecable esa vida en el papel o en la<br />
pantalla de un ordenador, la técnica y el estudio, es decir, la lectura, son elementos indispensables. Se trata, en<br />
definitiva, de transmitir una experiencia vital, por tanto emocional, al lector mediante la reflexión y la técnica<br />
poética. La poesía es la vida de quien la escribe en el contexto social y en el tiempo que le ha tocado vivir. De<br />
ahí que, en mi opinión, conceptos como rima o métrica no signifiquen absolutamente nada para mí. Uno, ya<br />
sea poeta o no, si pretende evolucionar como ser humano y como poeta no puede anclarse en una tradición<br />
poética, ni estancarse en ella: ha de avanzar, tratar de encontrar caminos vírgenes o, por compararlo con el<br />
montañismo: ha de escalar una montaña por una cara por la que nadie haya subido hasta su cima.<br />
La escritura es indudablemente un acto político, en cuanto que se manifiesta, esto es, se realiza, incrusta y<br />
materializa en el devenir material de la polis. ¿Cuáles serían las coordenadas políticas, desde tu punto de<br />
vista, que ayudarían a entender mejor tu poesía a un lector que no la conozca aún?
Pues ese lector debería leer mi poesía visualizando el escalafón social desde el que yo escribo mis poemas: es<br />
decir, desde el más bajo, desde ese que se pasa el día cruzando la frontera de la ley de un lado al otro, solo para<br />
sobrevivir día a día. También, y no sólo en mi caso, no vendría mal que determinados críticos poéticos<br />
criticaran desde la objetividad nuestro trabajo, es decir, que estudiaran en profundidad no solo mi poesía, sino<br />
la de otros y otras poetas que, como suele suceder, permanecen desconocidos para los lectores, mientras se<br />
prima y se premia a poetas que sólo provocan el bostezo y lo que es peor: que no aportan nada nuevo, origi‐<br />
nal, al arte de la poesía, que es el arte de la vida.<br />
Hablas de los límites y fronteras de la ley que se pasan y traspasan para sobrevivir, tú las has sobrepasado<br />
más de una vez, ¿por qué crees que la inmensa mayoría de esos cuatro millones de parados que pueblan<br />
nuestras ciudades, como la inmensa mayoría de los trabajadores sometidos a la violencia continua y cotid‐<br />
iana de la explotación y del abuso no se plantean jamás esa posibilidad, la de romper los límites de las leyes<br />
que los someten a tal condición?<br />
No lo sé, la verdad. Pero esto se viene abajo e imagino que, tarde o temprano, se verán obligados a romper esos<br />
límites, porque, si no lo hacen, se morirán, literalmente, de hambre.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 143 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 144 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Tres Testimonios (y varios poemas)<br />
sobre ( y de) David González<br />
Por Vicente Muñoz Álvarez, José Ángel Barrueco y Javier Das<br />
Para completar esta breve carpeta dedicada a David González, decidimos hacerles dos pre‐<br />
guntas y una petición a tres de sus compañeros y amigos más cercanos, que lo conocen bien<br />
a él y a su obra.<br />
Las dos preguntas eran estas: ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fun‐<br />
dadora de la escritura, de la obra o del proyecto poético, en general, de David? Y ¿qué aspecto de su<br />
personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como escritor?<br />
Y la petición es que seleccionasen un poema que recordasen con especial emoción y sig‐<br />
nificado.<br />
Vicente Muñoz Álvarez<br />
1. ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fundadora de la escritura, de la obra o del<br />
proyecto poético, en general, de David?<br />
El autobiográfico: narrar y poetizar lo que ha visto y oído, filtrado por el tamiz de su propia experiencia.<br />
2. ¿Qué aspecto de su personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como<br />
escritor?<br />
Más que ningún otro, su experiencia carcelaria. Creo que su obra no sería la misma sin ella. Existiría igual‐<br />
mente, pero sería distinta (y no digo mejor o peor, sólo distinta).<br />
En cuanto al poema, yo elijo “De nada”, de Ley de vida (DVD ediciones, 1998).<br />
DE NADA<br />
Deberías darle gracias a Dios.<br />
Tienes un trabajo fijo<br />
con los tiempos que corren.<br />
Eso es todo lo que tengo.<br />
Un trabajo fijo.<br />
Los sábados, los domingos<br />
y los días festivos.<br />
A tres turnos.<br />
De las diez de la noche<br />
…<br />
Con Antonio Orihuela
a las seis de la mañana.<br />
De seis de la mañana<br />
a dos de la tarde.<br />
CRÍTICA<br />
De dos de la tarde<br />
a diez de la noche.<br />
Siete días a la semana.<br />
PRODUCCIÓN<br />
Es como si te hubiera tocado<br />
la lotería.<br />
DE<br />
Y también diez años menos<br />
de promedio<br />
de vida<br />
con respecto a los que no<br />
trabajan o no trabajan<br />
con el horario cambiado,<br />
y más propenso a padecer<br />
úlceras de estómago,<br />
Con Antonio Martínez i Ferrer<br />
y Ana Pérez Cañamares<br />
y a que me suba el colesterol,<br />
y los triglicéridos,<br />
y el ácido úrico,<br />
y me estoy quedando sordo:<br />
ya subo el volumen del televisor<br />
hasta el piso de arriba.<br />
Sufro de insomnio,<br />
y mi ex mujer me echaba la bronca<br />
un día sí<br />
y al otro también:<br />
decía que últimamente<br />
ya no hacía como es debido<br />
145ELEMENTOS<br />
los deberes conyugales.<br />
Gracias a Dios.<br />
página 10<br />
José Ángel Barrueco YOUKALI,<br />
1. ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fundadora de la escritura, de la obra o del pro‐<br />
yecto poético, en general, de David?<br />
1885-477X<br />
La No Ficción. Aunque esto sería delimitar mucho su obra. Le interesa la No Ficción como método de batalla<br />
contra lo establecido, como compromiso poético, como retrato de la realidad más dura. En sus poemas y en ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 146 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
sus relatos, David González baja siempre a las charcas, se sumerge en el barro y de ahí extrae lecciones de vida,<br />
siempre matizadas por versos finales muy contundentes. La No Ficción garantiza el compromiso, el interés<br />
por existencias marginales y biografías en las que lucen el dolor y el hambre. Este es uno de esos casos extre‐<br />
mos en los que vida y obra se solapan totalmente.<br />
2. ¿Qué aspecto de su personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como escri‐<br />
tor?<br />
Su biografía completa, evidentemente. Que es, además, una biografía de película que podría encajar a la per‐<br />
fección con el antaño denostado y hoy celebrado “cine quinqui”. El resumen de su vida es crucial para enten‐<br />
der su escritura, sus elecciones e incluso sus arrebatos de pasión: sus años de muchacho delincuente, su paso<br />
por la cárcel, su amor a la lectura detrás de las rejas, su necesidad de cambiar de vida y de actitud al salir del<br />
talego, su curro en una fábrica, el diagnóstico de la diabetes, la miseria en la que le coloca su opción de subsis‐<br />
tir mediante la poesía, sus esfuerzos para luchar contra un sistema enfermo y plagado de trepas y de enchu‐<br />
fes, su interés por los escritores duros y marginales a los que la sociedad de su tiempo marginó en vida, inclu‐<br />
so su tendencia autodestructiva. Y, sobre todo, y aunque quienes le conocen poco no lo sepan, su corazón.<br />
David González tiene un corazón enorme. De ahí derivan la fuerza de sus poemas, sus cruzadas contra algu‐<br />
nos enemigos y su entrega total a sus amistades.<br />
…<br />
Aunque me ha resultado muy difícil, he escogido el poema “La autopista”, que apareció publicado por pri‐<br />
mera vez en el libro En las tierras de Goliat (Baile del Sol). Es un poema que resume muchas de las señas de<br />
identidad de David: es un autorretrato y una declaración de intenciones, y además habla de su compromiso,<br />
de su odio a los fascismos, de su estancia en prisión, y hace un repaso rápido por la Historia, por su propia<br />
vida y la de sus antepasados.<br />
LA AUTOPISTA<br />
ya que tanto insistes<br />
en que me lo corte<br />
voy a explicarte<br />
y será la primera y última vez que lo haga<br />
por qué llevo el pelo largo<br />
llevo el pelo largo<br />
porque el ejército estadounidense<br />
ofrecía una recompensa<br />
de dos dólares<br />
por cada cabellera de indio<br />
que se le entregara<br />
y los que la cobraron<br />
así como los soldados<br />
y mandos superiores<br />
del ejército estadounidense<br />
llevaban el pelo corto<br />
o muy corto<br />
llevo el pelo largo<br />
porque el ejército franquista<br />
en la corrala de la casa en la que nací<br />
le rapó la cabeza<br />
a una de las mujeres de mi familia<br />
cuyo hombre<br />
acababa de ser fusilado<br />
Con el dibujante<br />
Miguel Ángel Martín
por negarse a defenestrar<br />
niños de pecho republicanos<br />
y los soldados que le raparon la cabeza<br />
CRÍTICA<br />
así como el resto de las tropas<br />
y mandos superiores<br />
del ejército franquista<br />
incluido el puto francisco franco<br />
llevaban el pelo corto<br />
PRODUCCIÓN<br />
o muy corto<br />
DE<br />
llevo el pelo largo<br />
porque en el campo de concentración de mauthausen<br />
a los deportados españoles<br />
como ramiro Santisteban<br />
el superviviente octogenario que me lo contó<br />
a los deportados españoles<br />
una vez a la semana<br />
los sábados<br />
les hacían lo que entre ellos se conocía<br />
como La autopista<br />
esto es<br />
les rapaban el pelo al cero<br />
desde la frente hacia atrás<br />
la autopista<br />
y más adelante<br />
cuando hitler estaba perdiendo la guerra<br />
con ese pelo<br />
se forraban las botas de los soldados alemanes<br />
con ese pelo<br />
y todos esos soldados alemanes<br />
como también los que los sábados colaboraban<br />
en el mantenimiento de la autopista<br />
junto con sus respectivos mandos superiores<br />
el hijo de la gran puta del fuhrer a la cabeza<br />
y junto con el resto del pueblo alemán<br />
llevaban el pelo corto<br />
147ELEMENTOS<br />
o muy corto<br />
llevo el pelo largo<br />
página<br />
porque en la tercera galería<br />
de la cárcel provincial de oviedo<br />
10<br />
la galería de los menores<br />
los que mandaban en ella los kíes<br />
en cierta ocasión me dijeron:<br />
YOUKALI,<br />
o te cortas el pelo tú<br />
o te lo cortamos nosotros<br />
y encendieron sus mecheros<br />
1885-477X<br />
y tanto ellos<br />
como los funcionarios de prisiones ISBN:<br />
en París
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 148 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
cuyo trabajo consistía precisamente<br />
en evitar que se produjeran hechos como este<br />
llevaban el pelo corto<br />
o muy corto<br />
llevo el pelo largo por otra razón también:<br />
muchas de las mujeres que conozco<br />
me aseguran que con él así de largo<br />
estoy mucho más guapo<br />
y aparento muchos menos años<br />
de los que en realidad tengo<br />
así que en vez de estar dándome la gaita a todas horas<br />
con que a ver cuando voy a que me corten el pelo<br />
mejor te callabas la puta boca<br />
eh<br />
y te dejabas<br />
crecer el tuyo.<br />
Javier Das:<br />
1. ¿Cuál es el aspecto o la característica que destacaríais como fundadora de la escritura, de la obra o del pro‐<br />
yecto poético, en general, de David?<br />
Cuando me sumergí en la poesía de David González, lo primero que me llamó la atención fue la sinceridad<br />
de sus palabras. Encontré un poeta que se desnudaba, que me estaba mostrando sus rincones más oscuros.<br />
David no se escondía, me hablaba de su vida, de los malos momentos, de su pasado. Y todo ello con una fuer‐<br />
za a la que no estaba acostumbrado. Fue realmente como recibir un golpe que me puso en mi sitio, desmon‐<br />
tándome esquemas, haciéndome comprender ese nuevo tipo de poesía que tenía delante.<br />
2. ¿Qué aspecto de su personalidad o de su vida os parece crucial para entender su trayectoria como escri‐<br />
tor?<br />
Su amor por la poesía y su generosidad creo que le definen como persona. David es, desde que se levanta hasta<br />
que se acuesta, un poeta. Y nunca duda en echarte una mano si le es posible, aún cuando te acaba de conocer.<br />
Siente un profundo respeto hacia la poesía y eso le da aún más fuerza a todo lo que hace. Es un luchador nato,<br />
y por suerte nos contagia a todos con parte de su fuerza.<br />
…<br />
Lo primero que leí de David fue El demonio te coma las orejas, y es por ello que elijo unos de los primeros poe‐<br />
mas que me encogió el estómago.<br />
SEAMOS REALISTAS<br />
en este sitio<br />
nadie cuenta<br />
estrellas<br />
por la noche.<br />
en Alemania
David González: una vida<br />
Un poeta para esta época<br />
por Roira Sánchez<br />
Hace cuarenta y seis años nació en San Andrés de los<br />
Tacones, un barrio desaparecido de Gijón, David Gon zá ‐<br />
lez, un poeta de pluma enérgica y anunciadora. Hablar de<br />
David es viajar a través de una historia que apasiona de<br />
principio a fin. Y, si tratar de conocer a un poeta por lo que<br />
escribe de sí mismo es como arrojarse al abismo interior de<br />
una persona sin apenas agarres donde sujetarse, en el caso<br />
de David González es aún mayor esa sensación de vértigo;<br />
oírle recitar es darse cuenta de que se está ante un ser<br />
humano con una intensísima vida interior.<br />
Es muy común que la obra de algunos grandes poetas<br />
haya vuelto al polvo cautivando sólo unas pocas miradas.<br />
El rechazo y la aceptación de la obra y de la persona de<br />
David González por las distintas tendencias y camarillas<br />
políticas, culturales y sociales, en cada momento, ha mar‐<br />
cado la difusión y el desprecio alternativos de su palabra<br />
escrita. Es el típico caso de aquellos escritores que por sus<br />
inclinaciones personales y su evidente desapego a los<br />
estándares literarios aún sueñan con la belleza lírica conte‐<br />
nida en el mundo y en todos nosotros, y con una verdade‐<br />
ra justicia social para todos los mortales.<br />
Inicios y juventud<br />
En la infancia de David González hay una persona crucial, María de la Paz, su primera maestra, en cuya coci‐<br />
na, que hacía las veces de aula, con cinco o seis pupitres, a los seis años comenzó el trato de las obras maestras<br />
de la literatura. Fue en la biblioteca personal de María, donde David se sumergió en los maravillosos mundos<br />
del Quijote, El Buscón, La Gitanilla, El Conde de Montecristo, El cantar de Mio Cid y El Lazarillo de Tormes, entre<br />
otros.<br />
La infancia es el único periodo del hombre en el que se le permite vivir entre lo real y lo luminoso, entre la<br />
vida real y las fantasías de los juegos. David encontró, en aquellas tardes tomando dictados de ortografía y<br />
pasando página tras página, historias que, de una u otra manera, fueron fundamentales en su formación de<br />
escritor, quedando consigo algo del ritmo y la técnica de muchos de estos maestros de la literatura, que expan‐<br />
dieron su imaginación.<br />
Sin lugar a dudas, con María, además de ortografía, David aprendió a amar las palabras, a casar emocio‐<br />
nes, a buscar la fascinación en cada verso, a encontrar en cada una de las palabras significados que descono‐<br />
cía.<br />
Por lo demás, los hechos más destacables de la vida de David González se pueden rastrear en su produc‐<br />
ción literaria. Su obra es resueltamente autobiográfica. Su humilde procedencia, hijo de una familia trabajado‐<br />
ra de Asturias, marcó en muchos sentidos su niñez y su juventud en las calles de las barriadas obreras donde<br />
pasó sus días.<br />
Un hecho que marcó su infancia fue cuando juntaron por primera vez a los niños y a las niñas en la misma<br />
aula del colegio, mientras cursaba el cuarto de EGB. En su adolescencia, está también marcado el día en que<br />
su padre decidió, por su propio bien, cambiarlo de colegio: de uno de barrio a uno de pago, a los Jesuitas, mien‐<br />
tras cursaba el séptimo de EGB, hecho que cambió para siempre su vida, para mal. Lugar en donde nació y se<br />
forjó esa rebeldía que ha asumido como conducta de vida. Rebeldía transmitida a su poesía.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 149 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 150 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Con la actriz<br />
Violeta Pérez<br />
Un paso trascendental<br />
En la génesis de su creación, en ese mundo particular<br />
del que sólo él tiene las claves últimas, en ese caminar<br />
por territorios vedados a la mayoría, con instantes de<br />
ricas experiencias vitales, juega un especial papel su<br />
paso, durante tres años, por la cárcel.<br />
Una equivocación en aquella marejada juvenil le<br />
llevó tres años tras las rejas, historia que cuenta en<br />
Detrás de la Iglesia. Superviviente, con un baúl repleto de<br />
fábulas que le enseñaron a descifrar algunas vicisitudes<br />
de la vida, ese paso por la cárcel, esa extraña libertad<br />
que es para algunos, le ayudó a David a hacerse con<br />
más conocimientos de psicología práctica que si hubie‐<br />
se pasado por la universidad. En ese espacio cerrado<br />
emergió su creatividad interior, fluyó su expresión libre<br />
de las ideas y adoptó una prosa poética que le permitió<br />
una mayor libertad para alcanzar la esencia de su estilo<br />
y lenguaje poético.<br />
Varios años después de salir en libertad, cuando tra‐<br />
bajaba a tres turnos en una empresa del metal, una tarde, en su casa, de repente, y como si alguien le estuvie‐<br />
se dictando al oído, toda esa experiencia acumulada cristalizó en series de versos, la verdadera historia de lo<br />
que sucedía tras las rejas, esos poemas configuraron lo que fue El demonio te coma las orejas, editado en el 1997<br />
por Crecida (Huelva).<br />
David es un poeta como pocos. Un poeta que ha visto la poesía oficial, esa apegada a los poderes del<br />
Estado, como una poesía aburrida y generadora de bostezos. Harto de la poesía oficial y de la evasión, reivin‐<br />
dica una poesía de no ficción que refleje los problemas reales de la sociedad actual, sin artificios ni eufemis‐<br />
mos.<br />
Su pasión, su arrastre y su amor por la poesía es su manera de limpiarse por dentro, de mostrarse ante el<br />
lector tal y como es, sin artimañas, sin lujos que evoquen irrealidades, con sus defectos y virtudes, con su con‐<br />
dición de héroe y de villano, desnudo en cuerpo y alma, sin tapujos, como si escribiendo llamara a sus ánge‐<br />
les y acallara a sus demonios.<br />
A David González lo motiva, además, esa poesía que arrastra paso a paso, sincera, viva y actual, a un tiem‐<br />
po. Una poesía que ponga en tela de juicio los valores que damos por supuestos. Y, dentro de ella, la poesía<br />
escrita por mujeres es la que despierta su mayor interés.<br />
Retrato de un poeta<br />
Sus ojos brillan con el fulgor de los que sueñan y miran al mundo de frente. La poesía de David González es<br />
inmensamente rica en lecturas, se agiganta y crece al ser dicha y cantada. Esta obra es, por sobre todas las<br />
cosas, un violento y maravilloso grito de rebeldía, de sangre joven y útil, dispuesta a la lucha, a la batalla dia‐<br />
ria y consecutiva, para seguir creyendo en el día que viene. Su obra lleva el sello de la experiencia real, de la<br />
no ficción, de la poesía que ha de conmover y estremecer conciencias, no simple y llanamente entretener. Sin<br />
embargo, esto no deja de lado que sus versos conformen una unidad lírica en la estructura narrativa y en el<br />
nivel semántico.<br />
Su escritura como disfrute, como consuelo de melancolía, con chispazos de alegrías y sin miramientos polí‐<br />
ticos, exhibe una prosa de contenida fuerza, pero fundamentalmente libre. Libre, como lo que irradia; rebelde<br />
de nacimiento, con sus tatuajes, pulseras raras, su pelo despeinado, y su lenguaje crudo, ha llamado la aten‐<br />
ción y continúa haciéndolo de todo aquel que lo escucha.<br />
Desde que empezó a hacerlo, no ha dejado de escribir. Tras de cada verso plasmado, David González des‐<br />
nuda las cosas y se desnuda. Y sigue adelante, a veces, con añoranza, otras, arropado con esa soledad maldi‐<br />
ta que se ha vuelto parte de sí, pero nunca ha dejado de clamar y elevar su voz justiciera, que ha dejado ya una<br />
huella imborrable en la poesía contemporánea.
David González: una obra<br />
BIBLIOGRAFÍA (prácticamente completa)<br />
Diccionario Bibliográfico de la poesía españo‐<br />
la (siglo XX). Ángel Pariente, Editorial<br />
Renacimiento, Sevilla, 2003.<br />
Diccionario Espasa de literatura española. Jesús<br />
Bregante, Espasa Calpe S. A., Madrid, 2003.<br />
POESÍA<br />
No hay tiempo para libros (Nadie a salvo).<br />
Prólogo de Ainhoa Sáenz de Zaitegui.<br />
Bartleby Editores, Madrid (en 2011)<br />
El debut del chico tatuado (Relatos <strong>completo</strong>s<br />
1998‐2009). Azotes Caligráficos y<br />
Universitat Politécnica de Valencia, Valencia,<br />
2010.<br />
Todo lo demás son palabras (11 poemas de<br />
Loser)/Was bleibt sind Worte (11<br />
Gedichte von Loser). Traducción de Leo del<br />
Mar. PapperLaPapp Kartonbuchverlag,<br />
Berlín, 2009.<br />
El amor ya no es contemporáneo (poemas y re‐<br />
latos 1997‐2004) + El amor sigue sin ser<br />
contemporáneo (poemas escogidos<br />
2005‐2009). Ediciones de Baile del Sol,<br />
Tenerife, 2009.<br />
Loser. Bartleby Editores, Madrid, 2009.<br />
El demonio te coma las orejas [1997 – 2008]. Glayiu Editorial, Asturias, 2008.<br />
En las tierras de Goliat. Ediciones Baile del Sol, Tenerife, Islas Canarias, 2008.<br />
Algo que declarar. Bartleby Editores, Madrid, 2007. Este libro ha recibido una subvención a la creación lite‐<br />
raria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />
Reza lo que sepas. Editorial Eclipsados, Zaragoza, 2006. Este libro ha recibido una subvención a la creación<br />
literaria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />
El amor ya no es contemporáneo (poemas y relatos 1997‐2005). Ediciones Baile del Sol, Tenerife, Islas Canarias,<br />
2005.<br />
Tango azul. Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, 2005.<br />
Hasta los paranoicos tienen enemigos. Ediciones La Tapadera y Alternativa Antimilitarista‐MOC Valencia,<br />
Valencia, 2004.<br />
Anda, hombre, levántate de ti. Bartleby Editores, Madrid, 2004. Este libro ha recibido una subvención a la<br />
creación literaria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />
El hombre de las suelas de viento (Poemas africanos de Arthur R.). Editorial Germanía, Alzira, Valencia,<br />
2003.<br />
La carretera roja. Editorial CELYA, Salamanca, 2002. Este libro ha recibido una subvención a la creación lite‐<br />
raria por parte de La Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.<br />
Sembrando hogueras. Bartleby Editores, Madrid, 2001.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 151 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 152 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Dass dir der teufel die ohren auffrisst (El demonio te coma las orejas). Ediciones Ropynol, Siegen, Alemania,<br />
2000. Traducción al alemán: Kostas Tanakas.<br />
Sparrings. Línea de Fuego, Asturias, 2000. Este libro también ha sido editado en versión digital en Internet:<br />
www.portaldepoesia.com<br />
Los mundos marginados (poemas de la cárcel). Ediciones Mañana es arte: www.babab.com : Madrid, 2000.<br />
Ley de vida. DVD Ediciones, Barcelona, 1998.<br />
El demonio te coma las orejas. Asociación Cultural Crecida, Ayamonte, Huelva, 1997.<br />
Nebraska no sirve para nada. Ediciones Peña Tú, Gijón, 1995.<br />
Ojo de buey, cuchillo y tijera. Edición de autor, Gijón, 1993.<br />
ANTOLOGÍAS<br />
Viscerales. Selección y prólogos de José<br />
Ángel Barrueco y Mario Crespo.<br />
Ediciones del viento (en enero de<br />
2011).<br />
Beatitud. Visiones de la Beat<br />
Generation. Selección y prólo‐<br />
gos de Vicente Muñoz Álvarez e<br />
Ignacio Escuín Borao. Baladí<br />
Ediciones (en enero de 2011).<br />
Nocturnos. Antología de los poetas<br />
y sus noches. Edición de<br />
Antonio Huerta (en enero de<br />
2011).<br />
Perversiones. Breve catálogo de pa‐<br />
rafilias ilustradas. Editorial<br />
Traspiés, 2010.<br />
Con Marta, José A. Barrueco, Vicente Muñoz y Mario (foto de Julia Velázquez)<br />
Voces del extremo: poesía y magia.<br />
Fundación Juan Ramón Jiménez,<br />
Moguer, Huelva, 2009.<br />
Paredes hablan. Pintadas y graffitis contestarios. Intervención urbana. Cuarenta años de pintadas des‐<br />
de mayo del 68. Edición de Francisco Javier Flores Castillero. Ayuntamiento de Córdoba, Delegación de<br />
Cultura, Córdoba, 2009.<br />
Un nudo en la garganta. Prólogo de Juan Ángel Juristo. Trama Editorial, Madrid, 2009.<br />
Los centros de la calle. Presentación de Ana María Vallejo Cimarra. Editorial Germanía, Alzira, Valencia, 2008.<br />
Antología de Poetas en Platea. Edición y prólogo de Nuria Mezquita y Antonio G. Villarán. Cangrejo Pistolero<br />
Ediciones, Sevilla, 2008.<br />
Hank Over. Selección de Vicente Muñoz Álvarez y Patxi Irurzum. Caballo de Troya, Random House Mondadori,<br />
Barcelona, 2008.<br />
Qué nos han hecho. Selección y prólogo de Lluís Pons Mora. Islavaria Ediciones, Huelva, 2008.<br />
Poesía para bacterias. Selección de Sergi Puertas. Prólogo de Los violadores del verso. Ediciones Montañas y<br />
Hombres, Huesca, 2008.<br />
Texturas. Antología lateral. Edición y prólogo del colectivo Moebia. Moebia Ediciones Granada, 2007.<br />
Vida de perros. Edición y prólogo de Diego Marín A. Editorial Buscarini, Logroño, 2007. Los beneficios obteni‐<br />
dos de la venta de este libro serán destinados a la Asociación Protectora de Animales de La Rioja.<br />
La palabra desierta. Miguel Ángel Gara, coordinador. Benjamín Escalonilla, diseño. www.literaturas.com , Madrid,<br />
2007.
Once poetas críticos en la poesía española reciente. Enrique Falcón, coordinador. Ediciones Baile del Sol,<br />
Tenerife, Islas Canarias, 2007.<br />
Mensajes de un mundo dibujado. Antonio Valle, coordinador. Septem Ediciones, Asturias, 2007.<br />
Poesía Astur de Hoy(Mai Asztúr Költèszet. Edición trilingüe (húngaro, castellano y bable) de András Keri.<br />
Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 2006.<br />
Voces del extremo: Poesía y vida. Antonio Orihuela, coordinador. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer,<br />
Huelva, 2006.<br />
In Our Own Words. Marlow Peerse Weawer, coordinador. MW Enterprises, USA, 2005.<br />
El verbo descerrajado. Apostrophes Ediciones, Chile, 2005.<br />
El Quijote: instrucciones de uso. Juan Francisco Ferré, coordinador. e.d.a. libros, Málaga, 2005.<br />
Poesía para nadie. Ediciones La Tapadera,Valencia, 2005.<br />
Aldea Poética III. Haiku. Editorial Opera Prima, Madrid, 2005.<br />
Canto a un prisionero. Antología de poetas americanos, homenaje a los presos políticos en Turquía.<br />
Editorial Poetas Antiimperialistas de América, Otawa, Canadá, 2005.<br />
Hablando en plata (Antología de 17 poetas españoles de hoy). Alexandra Botto y Uberto Stabile, coordinado‐<br />
res. Homoscriptum, México, 2005.<br />
Poesía para los que leen prosa. Miguel Munárriz, coordinador. Visor Libros, Madrid, 2004.<br />
Después de todo (homenaje de Bilaketa a José Hierro). Bilaketa, Aoiz, Navarra, 2004.<br />
Voces del extremo: Poesía y canción. Antonio Orihuela, coordinador. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer,<br />
Huelva, 2004.<br />
Poemas para cruzar el desierto. Ángel Sierra, coordinador. Línea de Fuego, Asturias, 2004.<br />
Golpes (ficciones de la crueldad social). Vicente Muñoz Álvarez y Eloy Fernández Porta, coordinadores. DVD<br />
Ediciones, Barcelona, 2004.<br />
11‐M: Poemas contra el olvido. Bartleby Editores, Madrid, 2004.<br />
Cuentistas. Jesús R. Castellano, coordinador. Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 2004.<br />
Poesía de la conciencia. Zurgai, Bilbao, diciembre 203.<br />
Me chifla la poesía. Antología poética y didáctica. E.S.O.‐Bachillerato. Manuel Aparicio e Isabel Allegretto,<br />
coordinadores. Editorial CELYA, Salamanca, 2003.<br />
Los poetas en tiempos de guerra. Mª Ángeles Naval y Patricia Esteban, coordinadoras. Universidad de Zaragoza,<br />
2003.<br />
La paz y la palabra. Manuel Francisco Reina, co‐<br />
ordinador. Editorial Odisea, Madrid, 2003.<br />
Contra la afonía. Las otras caras del planeta,<br />
Gijón, 2003.<br />
Voces del extremo: Poesía y Utopía. Antonio<br />
Orihuela, coordinador. Fundación Juan<br />
Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2002.<br />
Quinta del 63. Editorial CELYA, Salamanca,<br />
2002.<br />
Voces del extremo: Poesía y conflicto. Antonio<br />
Orihuela, coordinador. Fundación Juan<br />
Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2001.<br />
Maniobras de aproximación. Paloma Esteban,<br />
editora, Asturias, 2000.<br />
Material inflamable para manos incendiarias.<br />
Editorial Manual de Lecturas Rápidas para<br />
la Supervivencia, Madrid, 2000.<br />
Con Ana Vega<br />
Voces del extremo: Poesía y conciencia.<br />
Antonio Orihuela, coordinador. Fundación<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 153 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 154 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2000.<br />
Poesía española anos 90. Joaquim Manuel Magalhaes, coordinador. Relógio D´Agua Editores, Lisboa, Portugal,<br />
2000.<br />
Voces del extremo (las voces de la poesía española al otro extremo de la centuria). Antonio Orihuela, coor‐<br />
dinador. Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 1999.<br />
La indiferencia de los chinos. Vinalia Trippers, León, 1999.<br />
Feroces (radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía). Isla Correyero, coordinadora. DVD<br />
Ediciones, Barcelona, 1998.<br />
La alquitara poética. Luis Felipe Comendador, coordinador. LF Ediciones, Bejar, Salamanca, 1998.<br />
Poesía al desnudo. Adolfo Marchena, coordinador. Ediciones Bassarai, Vitoria, 1997.<br />
Gijón Exprés. Roger Wolfe, coordinador. Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 1995.<br />
EDICIONES<br />
Heterogéneos (1970‐1987). David González y Eduardo Boix, coordinadores. Prólogo de Carlos Salem. Ediciones<br />
Escalera, Madrid, (en septiembre de 2011)<br />
La manera de recogerse el pelo. Generación Blogger. David González, coordinador. Bartleby Editores, Madrid,<br />
2010.<br />
El Tejedor en Madrid (15 poetas en Madrid). David González, coordinador. La Única Puerta a la Izquierda,<br />
Bilbao, 2010.<br />
Hablando de leyendas. Poemas para España. Jim Jump, Antonio Díez y David González, coordinadores.<br />
Ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2009.<br />
Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers. Vicente Muñoz Álvarez y David González, coordinadores.<br />
Editorial Eclipsados, Zaragoza, 2007.<br />
La verdadera historia de los hombres. David González e Ignacio Escuín Borao, coordinadores, Editorial<br />
Eclipsados, Zaragoza, 2005.<br />
El último en morir que apague la luz. David González, coordinador. Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 2001.<br />
16 señales desde el frío. Katerina Gogu. Kostas Tanakas, Juan Carlos Reche y David González, coordinadores.<br />
Ediciones Ropynol, Córdoba, 1999.<br />
Con el Kebran y con el vocalista de Marea, Kutxi Romero
ESTOS TIEMPOS SIN CONTRATO SOCIAL<br />
por Miguel A. Sánchez García<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 155 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 156 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 157 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 158 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 159 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 160 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 161 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 162 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 163 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 164 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
POEMAS DE HOY PARA MAÑANA<br />
Sergio R. Franco<br />
Poema tomado del libro titulado El espanto, modo de empleo<br />
(Luces de Gálibo, 2010)<br />
Si las paredes están llenas de silencio<br />
y las calles están llenas de gente<br />
y la habitación está llena de palabras<br />
y los árboles están llenos de palomas<br />
y las palomas están llenas de árboles<br />
y las palabras están llenas de habitaciones<br />
y la gente está llena de calles<br />
y el silencio está lleno de paredes<br />
por qué todo está vacío<br />
poemas de Sergio R. Franco, Jorge Brunete,<br />
Bárbara Butragueño, Pedro L. Verdejo,<br />
y Alba García Alderete<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 165 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 166 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Jorge Brunete<br />
Poema tomado del libro titulado Julia Martín (inédito)<br />
Julieta y su abuelo<br />
juegan a hacerse preguntas<br />
La niña duda: ¿Cambiar el mundo?<br />
El abuelo responde: ¿CÓMO?<br />
(Julieta piensa: ¿Qué mundo?)<br />
–hay gente que no deja<br />
de amontonar tierra<br />
en el centro del océano–<br />
Julia Martín tiene manos de barro<br />
y siempre anda a gatas<br />
para ensuciar el suelo. Ella<br />
aun no lo sabe.<br />
Al final, Julieta, responde: ¿Qué mundo?<br />
Abuelo, te quiero<br />
y la niña se va corriendo<br />
a la calle,<br />
se va (ella aun no lo sabe)<br />
a cambiar el mundo<br />
…<br />
¿Qué mundo?<br />
1<br />
a Antonio Martínez i Ferrer<br />
y Matías Escalera
Jorge Brunete<br />
Poema tomado del libro titulado Julia Martín (inédito)<br />
Julia Martín duerme cerca de una lámpara<br />
–soñadora ambulante<br />
en la espalda de un precipicio–<br />
“más allá está el límite”,<br />
los peces mutilan grietas<br />
que nacen en los mofletes de la niña<br />
Mamá ¿y mis hermanos?<br />
Mamá ¿y el pan que escondemos<br />
en los rincones de la casa?<br />
Mamá ¿y el circo? ¿va a venir el circo?<br />
Mamá … ¿Mamá?<br />
“más allá está el límite”<br />
más allá, la niña devora su cuerpo<br />
en las tinieblas,<br />
más allá, la lámpara se rompe<br />
en mil pedazos<br />
más allá... el límite<br />
más allá... Julieta<br />
más allá... tú<br />
¿Mamá?<br />
¿Mamá?<br />
Julieta recoge los restos de la lámpara,<br />
y duerme más allá<br />
del límite.<br />
2<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 167 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 168 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Bárbara Butragueño<br />
Poema tomado del libro “en construcción” Casa Útero (inédito)<br />
se cae como quien canta…<br />
se cae como quien canta<br />
sólo conoce el salto la vida en vertical<br />
la caída ha anidado en su pecho ha excavado grutas pasadizos<br />
y por eso nunca es desde sí mismo no puede no alcanza<br />
sólo es en perfecta elipsis<br />
es por tanto un ser de vuelta que sólo puede ser volviendo<br />
dice que nació con lastres que es la repetición incansable de todo lo que odia<br />
siempre de regreso a la sangre siempre al útero a las manos cubiertas de error<br />
yo le digo que hay caminos en las puntas de sus dedos<br />
que los veo prendidos bifurcados como gusanos de tiempo<br />
que no hay nada definitivo que el absoluto<br />
pesaría tanto que hundiría el suelo<br />
y me mira hueco me mira perímetro de sí<br />
cayendo tanto que pareciera que fuera el mundo el que se mueve<br />
cayendo con su miedo parabólico cayendo encrucijada con todas<br />
las faltas en las manos los errores como órganos vitales<br />
bazo egoísmo páncreas neurosis<br />
y el niño caída se mira la piel y se sabe relevo<br />
se piensa pandemia cíclica virus que infecta a la humanidad cada cien años<br />
el subproducto del producto el defecto congénito<br />
y se imagina empezar la partida con menos tres<br />
atado a sí mismo que son todos los demás<br />
y es triste porque al final sucede que se vive restando que se estanca en la fría matemática<br />
del quizás y se queda a vivir allí donde todo es pudiera<br />
muriendo en los otros<br />
sin responsabilidad alguna<br />
todo queja vertical<br />
puro trámite
Pedro L. Verdejo<br />
Poema tomado del libro Siglo XXI África eufemismos Olvidados (inédito)<br />
Sahara Occidental – Pueblo Saharaui – Hassaniya – POLISARIO – Mohamed VI ‐ Mohamed<br />
Abdelaziz ( Frente Polisario), el otro.<br />
Sáhara – Sáhara Viento Sáharam Viento Haramm Arammm<br />
Viento poema viento poema viento <strong>número</strong> no importa.<br />
A los ojos de los niños Saharauis el <strong>número</strong> / los <strong>número</strong>s<br />
NO IMPORTAN.<br />
Sá – ha –ra – hara – ra –sa – sa har –a – saha –ra‐<br />
gran elogio monarquía de corte Occidental qué moderno<br />
sáharar sajarar jara ra sajar sar jarajara jará<br />
Mohamed VI VI VI es mohamed con un puño de hierro.<br />
Otros también con sus puños de hierro.<br />
Fosfatos sangre fosfatos muerte.<br />
La cometa de sangre surca los cielos azules, límpidos.<br />
Los huesos quedan limpios, lamidos con cuidado por los vientos.<br />
Aquí nos comemos hasta los huesos.<br />
Sáhara huesos viento sangre‐mi poema viento<br />
Número no importa.<br />
Sájara Mohammed VI vi VI vi a golpe de puño de hierro<br />
Como su padre. Un niño también. Sáhara muerte<br />
Sáhara niño‐muerte. Mohamed. Fosfatos<br />
Muerte. Viento y Muerte.<br />
Sobre las dunas los huesos lívidos.<br />
Las tiendas de campaña como una inmensa ciudad de barro.<br />
Nunca llegan las lluvias sin sangre. Sáhara sangre.<br />
Sajara sangre jara ‐ jara sangre. Jara sangre. Sangrejara.<br />
Jarsangre. Jarsangre.<br />
Sólo Jarsangre.<br />
Mohammed el otro, Polisario, espanta las moscas<br />
como si nada, en silencio, sus ojos miran, hacia el horizonte<br />
El Sáhara siempre se extiende.<br />
1<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 169 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 170 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Pedro L Verdejo<br />
Poema tomado del libro Siglo XXI África eufemismos Olvidados (inédito)<br />
CONGOCOLTÁN<br />
Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita<br />
Grupo minero angloaustraliano Río Tinto.<br />
Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita<br />
Grupo minero West Africa Gate<br />
2<br />
y UC RUSAL y Compagnie des Bauxites de Kindia y Friguia bauxite y alumina complex, y the<br />
Construction Company of Guinea.<br />
Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – COLTÁN<br />
Goliath’s Alumina Company. COLTÁN Goliath Devora Company COLTÁN Goliath Alumina.<br />
Goliath devora COLTÁN hijos COLTÁN escupe huesos‐ COLTÁN‐metal CIENO‐brillante.<br />
Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – COLTÁN<br />
Grupo Minero Alcoa‐Alcán, Joint Venture Junta Militar Golpista Alcoa Alcan ‐ Dian Dian ‐<br />
Guinean/Ukrainian bauxita bauxita bauxita.<br />
Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – COLTÁN<br />
aluminio bauxita COLTÁN alumina company COLTÁN devora Gea Guinea Gea Guinea Gea<br />
devora devora alumina bauxita gold company oro<br />
Anglogold. Oro. Diamantes. Casiterita – wolframita – COLTÁN‐metal CIENO‐brillante.<br />
Anglo‐América, De Beers, ‐Standard Chartered Bank, Nokia, Ericsonn, ‐ Siemens, Sony, ‐ Bayer,<br />
Intel, ‐ Hitachi, IBM Joint Venture Junta Militar Golpista IBM<br />
Gold Fields of Ghana IBM – Joint Venture Junta Militar Golpista IBM Gold Fields<br />
HI‐TA‐CHI Gold Fields forever HI‐TA‐CHI Gold Fields IBEMEHITACHI Golpistas IBEMEGold<br />
Fields HITACHI MULTICRONO HITACHI CRONOS HITACHI<br />
CRONO COLTÁN IBEMEHITACHI URANO CRONO COLTÁN URANO BROTA HITACHI<br />
FOREVER URANO CRONO COLTÁN
URANIO – URANO – CRONO – COLTÁN – MULTI – CRONO – URANIO – COLTÁN ‐ URA‐<br />
NIO – URANO – CRONO – COLTÁN – MULTI – CRONO – URANIO –<br />
COLTÁN Cronos Multinacional Zeus Hyperdynamics Corporation, orada Gea ORADA GEA GUI‐<br />
NEA GEA GUINEA GEA ZEUSGEA USAGEA ZEUSARADAGEA USA GEA CON URANO CON<br />
CRONOS CON ALUMINA CON ALCOA‐ALCÁN CON DIAN DIAN CON JOINT VENTURE<br />
JUNTA MILITAR GOLPISTA GOLD FIELD URANO FOREVER<br />
grandes acuerdos de comercio internacional<br />
Comercio URÁNICO – DIAMANTINO – ALUMINO AÚRICO CRÓNICO CRÁNICO COBRI<br />
RÁNICO – CRÁNICO – COBRI – CRONO – COLTÁN<br />
Cobre, cobalto ‐ estaño, uranio, oro ‐ diamantes, casiterita – wolframita – alúmina – COLTÁN<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 171 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 172 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
Alba García Alderete<br />
De Dame mi mente que es mía… (edición artesanal fotocopiada)
[relato]<br />
UN EDIFICIO EN LA AVENIDA ALVEAR<br />
En un edificio, en el tercer piso, vive una profesora de<br />
Letras. Esta profesora pasa su vida armando metáfo‐<br />
ras, excepto cuando se niega a ver que el hombre del<br />
sombrero que vive en el primer piso es sigiloso y ex‐<br />
traño.<br />
El portero, a quien la profesora de Letras le dele‐<br />
ga la seguridad de su departamento, tampoco es dig‐<br />
no de confianza, como se verá. Aunque le dice que<br />
deje todo en sus manos cuando parta hacia Punta del<br />
Este. Debería hacerlo tranquila, insiste el portero,<br />
pues él se acerca a la entrada y da el paso a quien co‐<br />
rresponde. Así de fácil se transforma el portero en<br />
guardaespaldas.<br />
La profesora de Letras vive en el tercer piso con<br />
su hijo enfermo. La enfermedad no le impide al hijo<br />
husmear por todos lados, con su caja de velocidad en<br />
automático. Una vuelta y la otra, se desliza y vuelve<br />
loco, así, a cualquiera. Menos a su madre, acostum‐<br />
brada al andar de su hijo desde que le compró la silla<br />
en la ortopedia de la calle Guido. Y cada tanto, es del<br />
caso aclarar, los dos salen a caminar por Plaza<br />
Francia, sobre todo durante las mañanas en las que el<br />
sol empuja y se asoma sin gloria.<br />
En la Plaza Francia quedan siempre madre e hijo<br />
observando cómo los árboles expulsan sus hojas<br />
marchitas y las flores caídas dibujan una alfombra de<br />
volumen razonable. Se asoma a lo lejos el edificio de<br />
la Facultad de Derecho, allí donde la Constitución<br />
Nacional continúa siendo un nuevo escalón jadeante<br />
hacia una democracia todavía en ciernes.<br />
El portero del edificio de la avenida Alvear se hi‐<br />
zo de su trabajo en la zona a pulmón. Regordete, co‐<br />
cina con excelencia un guiso de mondongo y algunos<br />
tallarines al pesto. Limpia bronces, y deja los pisos de<br />
la recepción deslumbrantes. A la hora del descanso,<br />
cuando su hija no estudia, el portero ve la telenovela,<br />
y lloran juntos con la intensidad de los adolescentes.<br />
Después, él viste el uniforme de botones brillantes, y<br />
se instala en la planta baja con la concentración de los<br />
que vigilan como expertos. Los vecinos de las man‐<br />
por Paula Winkler<br />
zanas contiguas conocen también sus talentos y, cada<br />
tanto, le dejan una propina como paga de sus favo‐<br />
res.<br />
No es necesario aclarar al lector que el portero ha‐<br />
ce las veces de conserje, y que, de tanto conocer el ba‐<br />
rrio, hasta se le pegó el vicio del buen comer: un pa‐<br />
to a la naranja y unas mollejas al vino blanco. El por‐<br />
tero, como dije, tiene una hija. La hija estudia en la<br />
universidad. El hombre del primer piso, que siempre<br />
lleva un sombrero, le consiguió una beca. Es que el<br />
portero lo había ayudado en la mudanza cuando<br />
murió su esposa y quedó solo con su hija.<br />
Al portero le encanta la hija del hombre del som‐<br />
brero, sofisticada y con sus cristales zwarovski. Pero<br />
su hija no se queda atrás porque cuando camina pa‐<br />
rece un cisne. Iguala en belleza a su madre, quien<br />
murió, y como ella, acostumbra a mirar a la gente<br />
desde arriba. Parece una modelo de pasarela con su<br />
habitual vestido negro y sus chatitas.<br />
La profesora de Letras se casó muy joven con uno<br />
de los dueños del matutino que casi todos leen en el<br />
edificio. Nació en un pueblo olvidado de Tucumán.<br />
Sus padres habían puesto una tienda de ramos gene‐<br />
rales al poco tiempo de llegar de España, con algunos<br />
duros y un baúl descuajeringado. Con la ganancia de<br />
un billete de lotería, sus padres pudieron venirse a<br />
Buenos Aires, donde la profesora estudió, aunque<br />
hay que confesar al lector que desde que se casó con<br />
el dueño del diario, toda su familia ha vivido y vive<br />
de las noticias.<br />
El edificio en cuestión de la avenida Alvear, de es‐<br />
tucos con adornos florales, unas escaleras de mármol<br />
con baranda lustrosa de bronce, cuyo entramado<br />
contrasta con la sencillez de un silloncito tapizado de<br />
raso de seda color tiza, tiene pocos pisos y se constru‐<br />
yó bajo la dirección de un conocido arquitecto del art<br />
nouveau rioplatense y con la paciencia de cientos de<br />
obreros, quienes, como es obvio, no obran citados en<br />
la plaqueta dorada de la entrada. En ese edificio de<br />
atmósfera gustosa y europea, que esconde hacia la<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 173 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 174 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
zona de ascensores una discreta escultura italiana y<br />
evoca una escena extemporánea, es el sitio obligado<br />
donde convergen las rutinas de la mañana y la me‐<br />
dianoche cuando sus habitantes pueden humanizar‐<br />
se y no estar pendientes del índice dow jones o de las<br />
conversaciones barrocas.<br />
La columna neurálgica de este edificio es el ascen‐<br />
sor principal, el cual llega a la zona de los pallièr de<br />
todos los pisos y a la terraza. En el segundo, en el<br />
cuarto y en el quinto viven tres matrimonios con sus<br />
hijos y abuelas. No faltan las mucamas y mayordo‐<br />
mos de riguroso uniforme, como tampoco los mari‐<br />
dos laboriosos. Como reza el dicho “ora et labora”,<br />
mientras las esposas cuidan de su lujosa guarida<br />
cuando los chicos acuden al colegio y las abuelas to‐<br />
can el piano, tejen o juegan a la canasta uruguaya.<br />
(Para el lector menos avezado, tal vez convenga acla‐<br />
rar que esta canasta se juega con naipes y requiere de<br />
buena fortuna, la que en este edificio suele, en princi‐<br />
pio, no faltar.)<br />
En este edificio, insisto, la escalera y el ascensor<br />
constituyen los canales por los que circula todo de pi‐<br />
so a piso. Claro que sólo en el <strong>número</strong> bis y por la en‐<br />
trada de servicio transita el personal doméstico, ese<br />
cuyo estatuto laboral se diferencia de la ley que go‐<br />
bierna al resto de los llamados “trabajadores” porque<br />
su sindicato aún no comprendió que nadie, a estas al‐<br />
turas del tiempo, es siervo de nadie.<br />
Por el ascensor principal también puede acceder‐<br />
se a la vivienda del portero. Como es conserje, resul‐<br />
ta lógico que no haya desigualdades arquitectónicas<br />
cuanto más no sea en la circulación. Además (que no<br />
se engañe el lector) este no es un portero de esos que<br />
refunfuñan durante las mañanas húmedas de<br />
Buenos Aires, ni despotrica a viva voz cuando se me‐<br />
ten, colados, los gatos que merodean la zona de las<br />
cocheras.<br />
En el primer piso, donde vive el hombre del som‐<br />
brero, se han colgado en las paredes del comedor y<br />
de la recepción unos cuantos cuadros importantes<br />
por su inclinación a las obras de arte. En todo su ho‐<br />
gar se respiran buen gusto y eclecticismo, y no sólo<br />
porque su esposa fallecida se hubiera ocupado de<br />
ello. Claro que la hija del hombre del sombrero suele<br />
ponerse inquieta de vez en cuando. El portero la ve<br />
entonces disparar en busca de su mercedes. Conecta<br />
ella la llave, y huye hacia la calle. Cuando la ve así el<br />
portero, le dan ganas de abrazarla. Un poco de cal‐<br />
ma, querida, aquí estoy para arremangarme. Como<br />
lo haría con mi hija o la hija de cualquiera. La hija pa‐<br />
ra un hombre es mujer sagrada.<br />
El lector ya ha sido prevenido acerca de las sali‐<br />
das diarias de la profesora de Letras y de su hijo. No<br />
ahondaré en más detalles, innecesarios por cierto. Y<br />
las familias de los pisos segundo, cuarto y quinto<br />
transcurren sus vidas con la rutina que le permite su<br />
dinero. En el <strong>número</strong> bis van y vienen los paquetes<br />
con dulces y chocolates, los trajes armani, algún ves‐<br />
tido largo valentino, de esos que hoy en Argentina<br />
sólo se lucen en un casamiento o en esas incestuosas<br />
celebraciones de quince, como si las jóvenes de esa<br />
edad debieran ser entregadas por su padre a la socie‐<br />
dad, ya no por temprano al marido. Algún visitante<br />
confundido recala en la recepción. A ciencia cierta,<br />
por poco tiempo, pues el portero, experto en esas<br />
cuestiones de la seguridad, le sugiere y designa la sa‐<br />
lida en un abrir y cerrar de ojos.<br />
Sin embargo, cabe advertir a nuestro lector que<br />
las historias de estos vecinos se atrincheran en las<br />
partes privadas de este edificio de la avenida Alvear<br />
porque allí ellos repiten sus cadencias a diario y los<br />
secretos que se ocultan.<br />
Es un sábado de invierno gris. El frío se mete en los<br />
huesos, y las gotas de la humedad de Buenos Aires<br />
llegan sin pudor hasta la ropa interior de los porte‐<br />
ños. El portero conserje vigila. El hall de entrada ha<br />
soportado el peso de las pisadas de la profesora de<br />
Letras, de las ruedas de la silla que transporta a su hi‐<br />
jo, de las de los habitantes del segundo, del cuarto y<br />
del quinto piso. Para aguantar el frío, la humedad y<br />
las huellas impresas de los vecinos en el mármol, el<br />
portero se entretiene pensando en su hija, la que se<br />
desliza serena por la vida como un cisne mientras él<br />
se desloma. Por la avenida circulan los automóviles,<br />
el único colectivo que une este barrio con otros, y al‐<br />
gunos transeúntes apuran el paso. Y piensa el porte‐<br />
ro. Por ejemplo, que se levantó mil pesos de propina<br />
al ayudar al del quinto a quitar unas bolsas de polvo<br />
blanco de la baulera de su auto sin que nadie los vie‐<br />
ra. Piensa también el portero, durante su estancia en<br />
la planta baja, cuando aquel otro sábado, en el visor<br />
del portero eléctrico, se registró el rostro joven y te‐<br />
meroso de una alumna del profesor del sombrero.<br />
Digo “rostro” y no, “cara” porque esa era la máscara<br />
clonada de una alumna que repite mucho y reflexio‐<br />
na bastante menos. Adelante ‐ escuchó el portero la<br />
voz melosa del hombre del sombrero ‐. Pero a la me‐<br />
dia hora, la chica del rostro ya exigía que le abrieran<br />
la puerta para zambullirse a una avenida que parecía<br />
el bálsamo de toda cura termal.<br />
Aquel sábado y poco tiempo después del episo‐<br />
dio de la alumna, el portero vio a la hija del profesor
del sombrero hacer la misma maniobra, como si el<br />
afuera de ese edificio fuera la sanación de todos los<br />
males.<br />
Hoy es día domingo en el edificio. El consorcio sale a<br />
pasear, o va a misa dominical. El cuchicheo masculi‐<br />
no contrasta con la voz en alharaca de las mujeres y<br />
con el chillido de la silla que conduce el hijo enfermo<br />
de la profesora de Letras. El portero saluda, amable,<br />
y el pesado portón de espejos biselados de la entrada<br />
del edificio se abre al paso, entre otros, del hombre<br />
del sombrero, incrustado como un dibujo animado<br />
en la calle para contestar la salutación de todos sus<br />
amigos. Debajo del sombrero, asoma una calvicie in‐<br />
cipiente, aunque sus neuronas parecen más firmes<br />
que su pelo a juzgar por sus comentarios.<br />
La profesora de Letras mira a nuestro vecino del<br />
sombrero, y le sonríe, aunque ahora que lo piensa el<br />
portero, con una mirada ligeramente hostil, como si<br />
ésta conociera algo de su persona que la molestase<br />
francamente.<br />
Los espacios comunes del edificio, de consiguien‐<br />
te públicos, son testigos de la agitación del consorcio,<br />
la que cede en los días festivos debido a la siesta o a<br />
la partida hacia el campo argentino.<br />
Durante la tarde de este domingo, sin embargo,<br />
se oye rezar un dios te salve maría en letanía, la leta‐<br />
nía que atempera la angustia y parece reproducirse<br />
en los oídos del portero como esos cantos de las sire‐<br />
nas que parecen habitar en otras tierras menos reli‐<br />
giosas y más tranquilas: ha circulado tras paredes el<br />
rumor que la señorita del primero y la hija del porte‐<br />
ro, además de estudiar, se dedican a tareas non sanc‐<br />
tas, vaya a saberse dónde.<br />
Esos chismes malignos corren y se amplifican a<br />
través de las escaleras de mármol no sólo en el núme‐<br />
ro bis del edificio. Tal vez sea oportuno advertir al<br />
lector que el <strong>número</strong> bis, que parece ser la parte más<br />
neutra del edificio, se alimenta de las noticias de<br />
aquellos a quienes no se puede acceder, como a los<br />
políticos en algunas democracias. Generalmente los<br />
rumores terminan por confirmarse cuando se trata<br />
de hechos porque los únicos que suelen salvarse de<br />
esta perversidad maldiciente son las conciencias sub‐<br />
jetivas (¿hay otra conciencia?) y el inconsciente.<br />
Para no sacrificar la paciencia del lector, vayamos<br />
a los hechos, pues. Se trata de esa tarde de ese do‐<br />
mingo, y el reloj antiguo del tercer piso, que la profe‐<br />
sora de Letras heredó de su marido, marca su hora<br />
implacable. El vacío de la existencia se exhibe, impu‐<br />
doroso, como todos los domingos, aunque sabemos<br />
que nos salvan los lunes. Si toda muerte es un suici‐<br />
dio, se aconseja siempre no pensar demasiado duran‐<br />
te las tardes frías (o calurosas) de los domingos soli‐<br />
tarios. El hijo de la profesora no cesa en dar vueltas<br />
con su silla, lo cual exhibe cierta inquietud de su par‐<br />
te, la que lo lleva a encender un cigarro de esos cuyas<br />
bocanadas nos trae muy cerca el olor dominicano de<br />
una isla que hace tiempo se olvidó del compre‐lo‐ya<br />
de occidente. Empuja su silla el hijo de la profesora<br />
en busca de su madre, quien de momento se encuen‐<br />
tra leyendo en el salón de música con una sonrisa que<br />
sólo puede ostentar quien comprende sus más com‐<br />
plicadas lecturas.<br />
En presencia de su madre, es decir de la profeso‐<br />
ra de Letras, el hijo titubea al hablar hasta que apaga<br />
el cigarro, respira hondo, y le cuenta a su madre todo<br />
aquello acerca de lo que viene husmeando hace me‐<br />
ses. Él siempre baja con sumo cuidado del ascensor,<br />
y se arroja como puede desde la silla. Arrastra su<br />
cuerpo frente al primer piso, después se arrodilla con<br />
cuidado y queda a la altura exacta del cerrojo que le<br />
permite ver. Agitado, le comenta el hijo a su madre<br />
acerca de la ceremonia que se repite cada vez, cree él<br />
que unas dos veces a la semana el vecino del primer<br />
piso sólo lleva puesto un sombrero, y las dos mujeres<br />
jóvenes que están con él tampoco llevan ropa. Cree<br />
ver, cada vez que husmea, que una de ellas es su hi‐<br />
ja. Ella se queja, y él no alcanza a ver bien a la otra,<br />
pero le parece haberla visto antes. El hijo se deshace<br />
después en detalles y sostiene sus manos como pue‐<br />
de pues está su madre. La profesora enrojece y, en<br />
medio del estupor que le produce el minucioso rela‐<br />
to de su hijo, recuerda algún pasado. Deja a su hijo<br />
que continúe hablando y corre hasta la cocina. Busca<br />
un cuchillo. Le parece ahora a la profesora de letras<br />
que el seminario de Tübingen y toda su carrera no<br />
forman parte sino de una vida idiota y fragmentada,<br />
en la que nadie quiso saber, menos ella.<br />
Nada‐vale‐seda. Caricias que se prolongan du‐<br />
rante noches entre el hombre del sombrero y ella<br />
mientras su mujer juega, tranquila, a la canasta. Vaya<br />
forma de vivir, siempre engañada. Aunque debe re‐<br />
conocer que últimamente el hombre del sombrero le<br />
había dicho a ella que no podían verse seguido por la<br />
cuestión del adulterio. Y ahora que lo piensa, él esta‐<br />
ba armando una coartada para liberarse de ella y dis‐<br />
frutar de sus fechorías con el sombrero puesto. La<br />
profesora encuentra el cuchillo.<br />
Mientras la profesora en cuestión corre hacia el<br />
sector de ascensores con el cuchillo en la mano, la<br />
propietaria del quinto piso ve una bolsita abierta con<br />
polvo blanco en su alfombra. Qué raro, todo es muy<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 175 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 176 ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA<br />
dudoso. Su marido habría dejado caer un poco de<br />
azúcar aquella vez cuando escuchó gente en el escri‐<br />
torio. Después, según recuerda, vino el portero.<br />
Cómo se te ocurre que tu marido va a andar trafican‐<br />
do droga, tan luego él que es un señor.<br />
La sofisticada señorita del primero acaba de tener<br />
una discusión brutal con su padre, el hombre sigilo‐<br />
so del sombrero. Cuando llega el ascensor, que venía<br />
bajando del tercero, se mete con rapidez y juguetea,<br />
nerviosa, con las llaves del automóvil. Se da cuenta<br />
de que la profesora de Letras la mira, indiferente, pe‐<br />
ro desencajada, con un cuchillo en la mano. Oprime<br />
el botón de la planta baja, y tal es el desvarío de la<br />
profesora que no advierte esa parada en el primero.<br />
Por lo tanto, esta deja de cumplir su tarea allí, y llega<br />
sin inmutarse hasta la planta baja con la hija del hom‐<br />
bre del sombrero, quien sale rápidamente a la calle,<br />
sin atender al portero, que le dice: espere que le abra<br />
la puerta de la cochera, señorita.<br />
En medio del embrollo, alguien parece haber lla‐<br />
mado nuevamente el ascensor, que sube. De inme‐<br />
diato, se escuchan dos ruidos secos en perfecta suce‐<br />
sión que invaden el edificio de la avenida Alvear.<br />
Ahora desciende por el ascensor la hija del portero.<br />
No se la ve elegante como un cisne. Al contrario, go‐<br />
tea sangre. La sangre se derrama lentamente sobre<br />
sus chatitas y alcanza los escalones. El portero toma<br />
a su hija en brazos, después de haber abierto las<br />
puertas con una torpeza desesperada.<br />
Y por las escaleras de mármol comienzan a apa‐<br />
recer los vecinos, uno a uno. El del cuarto piso anun‐<br />
cia, consternado, que ha muerto el hombre del som‐<br />
brero.<br />
TÍTULOS PUBLICADOS<br />
PRÓXIMAS PUBLICACIONES
BLACK, BLACK, BLACK...<br />
...O LO QUE LA VERDAD ESCONDE<br />
(reseña de Black, Black, Black, de Marta Sanz ‐Anagrama, 2010‐)<br />
por Susana Pedraza<br />
El negro todo lo confunde. No hay nada más opaco que la oscuridad, donde las apariencias y la realidad se difu‐<br />
minan y las cosas no son lo que parecen. Tal vez esta sea una de las lecturas que podamos hacer de la última<br />
novela de Marta Sanz, Black, black, black, obra divertida, que juega con el lector a la falsa dicotomía verdad/men‐<br />
tira.<br />
¿Qué nos cuenta este relato, qué pistas nos conducen a la verdad o la falsean? A través de las historias de<br />
los personajes, de lo que dicen o callan, la autora muestra un mundo complejo de relaciones, cercado por la ten‐<br />
sión que se genera en el microcosmos de una comunidad de vecinos y unos ojos extraños, los del detective y su<br />
ex‐mujer, que intentan descubrir quién cometió el crimen de Cristina Esquivel.<br />
La obra se plantea pues como una novela negra al uso, siguiendo las pautas del canon establecido; esto es,<br />
hay un asesinato, y no sabemos quién lo hizo, los padres de la víctima contratan a un detective privado ante la<br />
ineficacia de la policía, y éste se dedica a interrogar a los vecinos para descubrir, a partir sus declaraciones, al<br />
criminal Ah, y por supuesto, también tenemos a un sospechoso, el marido.<br />
Sin embargo, como decíamos al principio, nada es lo que parece. Con una escritura inteligente y haciendo<br />
buen uso del humor y la ironía, la novela nos presenta a un detective que rompe con lo convencional, y no solo<br />
por su condición sexual, lo que podría considerarse un hecho anecdótico, sino porque finalmente no es él quien<br />
resuelve el caso. Por otra parte, además de la vivacidad dialógica, propia del género, nos encontramos con una<br />
novela dentro de la propia novela, juego metaliterario de la llamada posmodernidad, que difumina aún más<br />
los límites entre lo real y la ficción, provocando en el lector una mayor confusión entre las apariencias y lo que<br />
tras ellas se esconde.<br />
Personajes heterogéneos, que muestran verdades a<br />
medias y suelen tener algo que esconder, contribuyen a<br />
poner en evidencia los prejuicios y los miedos ante la reali‐<br />
dad que vivimos, la mezquindad y la violencia contenida y<br />
estructural del capitalismo (el inmigrante sin papeles, la vieja<br />
alcahueta, el homosexual que se casó para luego salir del<br />
armario y martirizar a su ex‐pareja, la divorciada enferma<br />
crónica, etc.), donde la escritura tiene un papel fundamental,<br />
como práctica liberadora de los fantasmas que nos acechan y<br />
de la soledad. Pero, ¿cuál es la verdad, y dónde está?<br />
He ahí la gran trampa. La gran falacia moral. Lo que<br />
importan son los hechos, los datos que nos revelan y ponen<br />
en evidencia que todo es mucho más prosaico y mercantil<br />
que los tupidos velos de la apariencia, aquellos que nos ocul‐<br />
taban una realidad más dura y fea de lo que nos gustaría<br />
vivir. Leer esta novela de Marta Sanz, pues, merece la pena,<br />
como acto sobre todo de dilucidación.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 177 ANÁLISIS / RESEÑAS
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 178 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
LA CONJURA DE LOS POETAS<br />
(reseña del libro homónimo de Felipe Alcaraz ‐editorial Almuzara, 2010‐)<br />
por David Becerra Mayor<br />
En mitad del camino entre la novela y el ensayo, La conjura de los poetas<br />
de Felipe Alcaraz describe el proceso de ascenso y caída del movimien‐<br />
to poético de “la otra sentimentalidad” a través de la figura de Javier<br />
Egea, uno de sus personajes más significativos y de los poetas más ori‐<br />
ginales e insignes del grupo. Tal vez por ello ha merecido, como prota‐<br />
gonista indiscutible de esta historia, protagonizar esta novela.<br />
Porque, a pesar de encontrar en el texto personajes y situaciones re‐<br />
ales, estamos ante una novela. Una novela biográfica, si se quiere, pero<br />
una novela al fin. Por La conjura de los poetas desfilan personajes bien co‐<br />
nocidos como Luis García Montero, Álvaro Salvador, Juan Carlos<br />
Rodríguez, Susana Oviedo e incluso Joaquín Sabina, pero como se en‐<br />
carga de aclarar Felipe Alcaraz en la “nota del autor” que cierra el libro,<br />
“la novela está basada en diálogos ficticios o que, en todo caso, adaptan<br />
opiniones, poemas o ensayos. Es decir, lo narrado, siendo verosímil, po‐<br />
dría ser ficticio; siendo verdadero, podría ser irreal” 1 . Se trata, por lo<br />
tanto, de una ficción tomada de la realidad. Pero como ha sostenido en<br />
otro lugar el propio Alcaraz, “al escribir La conjura de los poetas no he pre‐<br />
tendido entrar en ningún espacio íntimo ni en ninguna propiedad pri‐<br />
vada, sino en un debate público y publicado” 2 . En efecto, Felipe Alcaraz<br />
no se ha adentrado en ninguna conciencia ni en ninguna casa en la que<br />
no hubiera sido invitado. No ha invadido ningún espacio privado. No se le puede culpar de allanamiento de mo‐<br />
rada. Los protagonistas reales convertido en personajes de La conjura de los poetas no pueden acusar a Alcaraz de<br />
hacerles hablar con voz impostora. La labor del novelista ha consistido en convertir las fuentes documentales en<br />
literatura. El lector se encontrará, por lo tanto, ante una narración que es ficticia pero a la vez posible.<br />
Pero, ¿por qué una novela sobre Javier Egea? ¿Por qué, como se anuncia en la portada del libro, “una novela<br />
biográfica de un poeta granadino en los días de la Transición”? Porque Javier Egea personifica la derrota. No se<br />
trata solamente de reivindicar la figura de un poeta sin parangón en la última hora de la literatura española, si‐<br />
no también de servirse de su figura como metonimia de un proceso histórico concreto: el tiempo en que se pro‐<br />
duce la derrota del marxismo como discurso revolucionario en los años de la Restauración monárquica –común‐<br />
mente denominada Transición democrática. Porque Javier Egea contiene y concentra en su poesía la tensión en‐<br />
tre la esperanza transformadora y la conciencia de la derrota.<br />
La conjura de los poetas empieza con Javier Egea en la Isleta del Moro, en la provincia de Almería. El poeta se ha<br />
trasladado al Cabo de Gata una vez se ha disuelto el grupo poético de “la otra sentimentalidad”, forjado en los últi‐<br />
mos años en el bar granadino La Tertulia. Desde la habitación en la que se hospeda rememora lo ocurrido:<br />
De nuevo se veía caminando por las calles congeladas de Granada. Los encuentros en La Tertulia se habían termina‐<br />
do. Como el regreso de una larga escapada: de pronto se veía tropezando con el rostro hosco de la realidad. Los ami‐<br />
gos se separaron, como se rompe un conjunto musical (¿quién lo explicó de esta manera?). Se apagaron las luces de la<br />
pista. Ya nada era igual. No lo sería nunca. Y era necesario prepararse para la despedida. Y había sido como si a todos<br />
ellos los esperara alguien en la acera, al bajarse de los tranvías, para llegar a casas cordiales, iluminadas y calientes.<br />
Menos a él. Como si a él no le esperara nadie 3 .<br />
1 Felipe Alcaraz, “Nota del autor”, La conjura de los poetas, Córdoba, Almuzara, 2010, pág. 299.<br />
2 Felipe Alcaraz, “La conjura poética contra Javier Egea”, Rebelión (2‐12‐2010): http://www.rebelion.org/noticia.php?id=117827.<br />
3 La conjura de los poetas, pág. 20.
Cuando “la otra sentimentalidad” se disolvió, cuando terminaron los encuentros en La Tertulia, cuando se apa‐<br />
garon las luces de la pista, nadie se acordó de Javier Egea. Los jóvenes poetas que, con Egea, se daban cita en La<br />
Tertulia dieron un giro en su producción poética. Y este giro llevaba implícito una invitación que les daba acceso<br />
a las casas cordiales, iluminadas y calientes. Fue el acto fundacional de la poesía de la experiencia y su ruptura<br />
con el proyecto materialista de la poética de “la otra sentimentalidad”. Javier Egea se quedó a las puertas; nunca<br />
quiso formar parte de ella.<br />
Javier Egea se quedó solo. Pero su soledad, lejos de su significado romántico, representa el proceso de enaje‐<br />
namiento que se produce en el poeta y en su poesía una vez ha tomado conciencia de que habita “en territorio<br />
enemigo” 4 y de que se encuentra en un “campo de exterminio, pero, también, sin duda, el de la posibilidad de<br />
una nueva era” 5 . Cuando se encuentra en la Isleta del Moro, una vez se ha establecido la ruptura con el grupo<br />
de La Tertulia, Javier Egea concibe –o mejor: produce‐ uno de sus libros más significativos, Troppo Mare, un libro<br />
que Juan Carlos Rodríguez definió, en el acto de presentación del poemario de Javier Egea en el Palacio de la<br />
Madraza de Granada, en los siguientes términos:<br />
… ustedes van a escuchar hoy a “otro poeta”. No un poeta más maduro, no un poeta más evolucionado sino una co‐<br />
sa completa, radicalmente distinta. No evolución sino ruptura. Un poeta situado en un horizonte materialista, un po‐<br />
eta “otro” 6 .<br />
Ginés Torres Salinas, por su lado, sintetiza a la perfección en qué consiste esta ruptura, cómo se constituye ese po‐<br />
eta “otro”:<br />
La historia de esa conversión en un poeta otro es bien conocida y trataré de sintetizarla al máximo: gracias al magiste‐<br />
rio del profesor Juan Carlos Rodríguez –a la lectura que él hace del marxismo a través de Althusser‐ y sus clases de li‐<br />
teratura en la Universidad, en Granada aparece un grupo de jóvenes poetas que –con el manifiesto La otra sentimentali‐<br />
dad como punto álgido y recopilador‐ tratarán de construir un discurso poético del que (…) “derivaba la idea de que<br />
construyendo otra poesía se puede construir otra historia, se puede transformar la historia”. ¿En qué consiste esa trans‐<br />
formación, qué busca? Lo que busca es romper todos los mitos poéticos de la ideología burguesa (…), preguntándose,<br />
en un ejercicio de lucidez, de consciencia, cómo ha sido construida nuestra vida desde la ideología burguesa, capitalista<br />
para, a partir de ahí, tratar de construir –que se logre o no, esa es otra historia‐ otro tipo de vida, otra poesía, en las que<br />
se borra esa dicotomía entre lo histórico‐público y lo íntimo‐privado: el amor, los poemas, no son algo ajeno y aislado<br />
de la historia: todo eso forma parte de una misma cosa, y esto es clave para entender la poesía de Javier Egea7 .<br />
El acierto de la poesía de Javier Egea, su mayor descubrimiento poético, consiste en la toma de conciencia de que<br />
la ideología burguesa nos produce y, en tanto que somos productos de ella, no podemos vivir fuera de ella; que<br />
es imposible escapar del inconsciente capitalista. Tenemos el enemigo dentro, en forma de inconsciente ideológi‐<br />
co. Y, por consiguiente, no podemos hablar –ni producir ni expresarnos‐ sino es en su idioma. Nuestra lengua es<br />
la lengua de los otros, la lengua de la explotación:<br />
Javier Egea se dio cuenta, como tantos otros poetas granadinos de ese momento, que esa palabra poética, ese lenguaje<br />
que utilizamos, es el lenguaje de los «otros». Pero es el único que tenemos. No existe un lenguaje puro por recuperar,<br />
sólo tenemos éste, contaminado, manchado por la explotación, un lenguaje que, sin embargo, podemos transformar. Si<br />
comprendemos que la palabra nunca es inocente, que siempre es ideológica, podemos concebir la poesía como una<br />
práctica ideológica, como un instrumento para interpretar la realidad y escribir desde el materialismo histórico8 RESEÑAS<br />
/ 179ANÁLISIS<br />
.<br />
página<br />
La poesía “otra” de Javier Egea se inicia en una derrota en la que nosotros –porque compartimos el mismo in‐ 10<br />
consciente‐ somos lo mismo que nuestro enemigo. Es decir: “Egea se situaba en un horizonte materialista. Era ya<br />
4 Ibid., pág. 12.<br />
YOUKALI,<br />
5 Ibid., pág. 17.<br />
6 Juan Carlos Rodríguez, “Como si os contara una historia”, en Elena Peregrina (ed.), Por eso fui cazador, Diputación de Granada, 2004,<br />
pág. 77.<br />
7 Ginés Torres Salinas, “Tras el aprendizaje de la vida ofrezco mis ruinas a tus ojos: la poética de la ruina en la poesía de Javier Egea”,<br />
Revista de crítica literaria marxista, nº 3 (2010), Fundación de Investigaciones Marxistas, págs. 14‐15. http://www.fim.org.es/me‐<br />
dia/1/1345.pdf; La cita que se incluye está tomada de Jairo García Jaramillo, Javier Egea: la búsqueda de una poesía materialista,<br />
1885-477X<br />
Granada, ICILE, 2004, pág. 44.<br />
8 Paula Dvorakova, “No cabían en mis ojos sus ojos y la tormenta: la soledad y el amor en la poesía de Javier Egea”, Revista de crítica li‐<br />
teraria marxista, nº (2010), pág. 49. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 180 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
un poeta “otro” que, al menos, era sabedor de ese inconsciente heredado que no hace otra cosa que trabajarnos<br />
y producirnos como explotación y como muerte” 9 . He aquí la derrota:<br />
No solamente porque “ellos” son muchos y “nosotros” pocos, sino porque ellos son también nosotros, y la realidad<br />
que nos imponen forma parte de nuestras propias contradicciones, que podemos revelar y analizar, pero de las que<br />
probablemente nunca nos podremos desprender (…) Sólo podemos hacer evidentes las contradicciones y hacer un<br />
esfuerzo por transformarlas en otra cosa, pero nunca podremos desprendernos de ellas totalmente 10 .<br />
Hay que aprender a vivir con la derrota, porque sólo exteriorizando las contradicciones podremos transformar<br />
nuestro inconsciente y, por extensión, el mundo que habitamos. Juan Carlos Rodríguez, en un diálogo con el pro‐<br />
pio Javier Egea, en La conjura de los poetas, muestra cómo esta toma de conciencia ya es, por sí misma, una apues‐<br />
ta revolucionaria:<br />
Tu inconsciente no deja de trabajarte [dice JCR]. Al menos, pienso yo, has empezado a vislumbrar esto: que no deja<br />
de producirte como explotación y como muerte (…) [Hay que producir] un nuevo inconsciente que nos produzca co‐<br />
mo memoria histórica y como materia, que son cosas imposibles de suicidar (…) Y me consta que no se puede con‐<br />
seguir gran cosa. Pero hay que seguir. Es preciso seguir, en la literatura y en la vida. Transformar el texto como índi‐<br />
ce de que se puede transformar la historia (…) Se trata de transformar, elaborar… producir (…) Y ese intento supone<br />
ya una apuesta revolucionaria 11 .<br />
Se trata de seguir adelante, aunque de entrada se sepa que no se puede conseguir gran cosa, como escribe Javier<br />
Egea en uno de los poemas que configuran Paseo de los tristes: “aunque fuimos viviendo el mismo frío / la misma<br />
explotación / el mismo compromiso de seguir adelante / a pesar del dolor” 12 .<br />
En el momento en que Javier Egea escribe, en la Isleta del Moro, su Troppo Mare entiende que hay dos formas de<br />
posicionarse ante la realidad. De este modo lo expone, en La conjura de los poetas, a través de una conversación te‐<br />
lefónica con Susana Oviedo: “Te lo dije al principio de conocernos, una noche en La Tertulia, que había que sa‐<br />
ber convivir con nuestra muerte cotidiana. O reconciliarse con la realidad” 13 . Esta frase sintetiza a la perfección<br />
la tensión entre una poesía que se mantiene anclada en el proyecto materialista de la otra sentimentalidad y una<br />
poesía que suelta amarras y emprende un rumbo nuevo, alejada del propósito original. El enfrentamiento dia‐<br />
léctico entre una poesía materialista y una nueva poesía que después se denominaría poesía de la experiencia; la<br />
tensión entre una poesía que convive con la muerte cotidiana y otra que se reconcilia con la realidad, represen‐<br />
ta, en el terreno de la literatura, la lucha ideológica entre el marxismo, que resiste a pesar de la inminente derro‐<br />
ta, y de un sector de la izquierda que, poseído por el “espíritu de la transición”, conciliador, a‐ideológico y pos‐<br />
moderno 14 , que se instala en la complacencia y en el discurso de la normalización.<br />
En la poesía de Javier Egea, a partir de Troppo Mare, late la angustia de saberse habitante de un territorio ene‐<br />
migo, dominado por la explotación y la muerte cotidiana. Y aunque bien parece que, en algunos momentos, el<br />
amor se concibe como un refugio capaz de resguardarle de la problemática de su tiempo (“hay cosas en la vida<br />
/ que sólo se resuelven junto a un cuerpo que ama” 15 ), al final se descubre también que “el amor es imposible en<br />
un mundo imposible” 16 . Para Javier Egea el amor funciona según las mismas reglas que la explotación capita‐<br />
lista. Tampoco el amor puede escapar de la lógica capitalista:<br />
Que el amor sea imposible en un mundo imposible posiblemente sea la parte más fácil de entender. Vivimos en un<br />
mundo en que todo se ha convertido en mercancía, en que nuestra propia intimidad tiene un valor mercantil. A lo lar‐<br />
go de todo el libro se insiste en eso continuamente, con tristeza y con mucha ironía, utilizando palabras como saldar,<br />
renta, cobrador, mercado, diezmo, cuenta, factura. Es un mundo en que el amor se puede romper «como un recibo viejo» 17 .<br />
9 Felipe Alcaraz, “Javier Egea y el desprestigio de la realidad”, Revista de crítica literaria marxista, nº (2010), pág. 63<br />
10 Paula Dvorakova, Art. cit., pág. 52.<br />
11 La conjura de los poetas., págs. 45‐46.<br />
12 Javier Egea, Paseo de los tristes, Diputación de Granada, 1999, pág. 89.<br />
13 La conjura de los poetas, pág. 26.<br />
14 Vid., sobre este aspecto, el magnífico trabajo del profesor José Antonio Fortes, Intelectuales de consumo, Córdoba, Almuzara, 2010.<br />
15 Javier Egea, Op. cit., pág. 89.<br />
16 Juan Carlos Rodríguez, “Despertar en el vacío: Javier Egea”, Revista de crítica literaria marxista, nº 3 (2010), pág. 7.<br />
17 Paula Dvorakova, Art. cit., pág. 50. El verso citado pertenece al poema “Ahora llegas vestida de cobrador del agua…”, Paseo de los<br />
tristes, pág. 35.
Cuando ni siquiera el amor se encuentra a salvo de la explotación, sólo nos queda la derrota: “Te llaman luz, amor.<br />
/ Hoy te llamo derrota” 18 .<br />
Javier Egea convive con la derrota. Todo, incluido el amor, en la poesía de Egea asume cierto aire trágico, cier‐<br />
to sabor amargo “que se enreda ya por la garganta, / sabe a ginebra / y duele” 19 . Pero el sabor de la derrota no<br />
encuentra su causa en el hecho de que estemos ante un poeta de carácter depresivo, ante un loser que se regocija<br />
al sublimar las batallas perdidas. Al contrario, la derrota forma parte de la poesía de Javier Egea porque forma<br />
parte del capitalismo. Javier Egea toma conciencia de ella y la articula poéticamente. No existe “otra salida que la<br />
del conocimiento” 20 , dice Javier Egea en La conjura de los poetas. El conocimiento nos permite reconocernos como<br />
siervos del sistema, nos permite saber que somos producto de la explotación. Pero entraña un peligro: el saber<br />
demasiado hace que seamos conscientes de nuestra insignificancia, de nuestra incapacidad –o de la enorme difi‐<br />
cultad‐ por cambiar el orden de las cosas. En este contexto será cuando aparezca la Nube en la poesía de Javier<br />
Egea. Porque cuando se conoce sólo nos queda esperar a la llegada de la Nube, una especie de “criminal en se‐<br />
rie” 21 que persigue a las personas marcadas por la huella del conocimiento y la derrota. Quien sabe demasiado<br />
le espera un desenlace trágico; la conciencia de la insignificancia, de nuestra incapacidad por transformar el mun‐<br />
do, no puede sino caer en el vacío, en el abismo, en la muerte. La Nube adquiere en La conjura de los poetas un pa‐<br />
pel protagonista al convertirse en el elemento que se lleva por delante a Pablito del Águila, a Ninín Sánchez, a<br />
Lisardo, a Enrique Vázquez y, al final, también a Javier Egea, en forma de suicidio.<br />
Pero hay quien consigue sortear la presencia de la Nube:<br />
Y me lo dices tú [se refiere a Luis García Montero], que has logrado burlar a la Nube. La visteis de cerca, ¿eh? Sí, es‐<br />
taba allí. Una noche entró en La Tertulia. Se sentó ante una mesita, cerca de una esquina, y nos observaba en nuestras<br />
insolencias de poetas inmortales. Ya nunca faltó. Iba todas las noches. Era como una detención del aliento, una sonri‐<br />
sa helada, el recuerdo de todo lo que queda por hacer22 .<br />
En efecto, como aparece en La conjura de los poetas, Luis García Montero representa el otro término de la dialécti‐<br />
ca ruptura/reconciliación: personifica el discurso de una “falsa izquierda” 23 que sustituye el programa radical y<br />
revolucionario de la izquierda socialista por un discurso conciliador y a‐ideológico. En la novela se plasman diá‐<br />
logos muy pertinentes entre Javier Egea y García Montero alrededor de este aspecto:<br />
‐ No es posible que nos derrote de nuevo la realidad [dice Egea]. Y aunque nos derrote: si se puede transformar la po‐<br />
esía, se puede, con ella, transformar la historia.<br />
García Montero miró hacia el suelo. Egea sabía que no iba a escoger esa salida (…) García Montero elegiría, con toda<br />
probabilidad, el otro camino.<br />
‐La realidad nos exige cierta reconciliación –diría a sus espaldas [García Montero]‐, una cierta experiencia. Somos par‐<br />
te de ella. Queramos o no formamos parte de esa realidad y vivimos con ella como nos dejó dicho Pasolini: amando el<br />
mundo que odiamos. Y es verdad que el espacio está lleno de niebla amarilla, y esa lepra de las banderas y los himnos,<br />
y las montañas de andrajos y escombros de cada día. No te hablo de ilusiones, que conste, pero sí de la dignidad de vi‐<br />
vir y de un mundo reconocible, relativamente construido por nosotros a través de un pacto de convivencia24 .<br />
En realidad, lo que sucede es que, como advertía el poeta y profesor Álvaro Salvador en 1996, la poesía materia‐<br />
lista de la otra sentimentalidad ha dado lugar a la poesía de la socialdemocracia:<br />
Poesía de la socialdemocracia también porque la recepción de esos “discursos poéticos normalizados”, que se han abier‐<br />
to paso en los últimos quince años hasta convertirse en “norma” hegemónica, tiene mucho que ver con la aparición de<br />
ciertos grupos sociales emergentes, nuevas clases medias consolidadas al amparo de la política socialista, que han de‐<br />
mandado la producción y el consumo de una cultura, asimismo, “media”, digerible («La experiencia de la poesía») 25 RESEÑAS<br />
/ 181ANÁLISIS página<br />
.<br />
10 YOUKALI,<br />
18 Javier Egea, Op. cit., pág. 41.<br />
19 “No hubo luz: sólo muerte”, en Paseo de los tristes, pág. 40.<br />
20 La conjura de los poetas, pág. 23.<br />
21 Ibid., pág. 30.<br />
22 Ibid., pág. 92.<br />
23 Tomo el concepto de José Antonio Fortes, La guerra literaria: literatura y falsa izquierda, Madrid, Tierradenadie, 2003.<br />
24 La conjura de los poetas, págs. 116‐117.<br />
1885-477X<br />
25 Cfr. Felipe Alcaraz, Art. cit., 2010, pág. 66. Felipe Alcaraz analiza en este artículo cómo Álvaro Salvador rectificó de inmediato y sus‐<br />
tituyó la preposición “de” por “en”, para referirse entonces a la “poesía en la socialdemocracia”. ISBN:
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 182 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
En efecto, y como sostiene el personaje de Luis García Montero en La conjura de los poetas, la realidad exige cierta<br />
reconciliación y un pacto de convivencia. Pero Javier Egea no está dispuesto a efectuar este pacto ni a conciliarse<br />
con una realidad que entiende como enemiga y decide emprender un camino distinto al que toman sus prime‐<br />
ros compañeros de viaje. Y es entonces cuando Javier Egea se queda solo. Pero, como dice el propio Egea, “los<br />
solitarios / son esos que le dicen a su amada: / me quedo solo pero no me vendo”.<br />
Una vez se establece esta ruptura entre las dos posiciones poéticas y políticas se inicia la conjura que intitula<br />
la novela biográfica de Felipe Alcaraz. Javier Egea, a partir de este momento, empieza a sentirse desplazado por<br />
los que habían sido sus amigos. Mientras éstos reciben el aplauso unánime del parnaso literario, en forma de pre‐<br />
mios y prestigio, Javier Egea padece el arrinconamiento que sufren los poetas menores. Pero con la diferencia de<br />
que Javier Egea no es precisamente un poeta menor. No obstante, como se anuncia en la portada de la novela de<br />
Alcaraz, “cada tiempo tiene sus poetas, oficiales y malditos”. Y Javier Egea, por su proyecto ideológico, radical y<br />
materialista, no puede sino convertirse en un poeta maldito desplazado a los márgenes, que encuentra vedado<br />
el paso a las casas cordiales, iluminadas y calientes. La gravedad del caso –y aquí se encuentra una de las tesis<br />
fuertes de la novela de Alcaraz‐ es que sus amigos –como personificaciones del espíritu a‐ideológico y concilia‐<br />
dor de la Transición‐ se conjuran contra él contribuyendo a su anonimato, a su negación y a su olvido. El testi‐<br />
monio de Susana Oviedo, para este propósito, es esclarecedor:<br />
En cuanto a su relación con Luis García Montero, puedo afirmar que Javier lo quería mucho y lo respetaba como poeta<br />
«el mirlo blanco», «una de la cabezas más lúcidas», «lo crié de mis pechos». Una tarde de enero de 1999, Javi que tenía<br />
un flamante carnet de conducir, me llevó a un pueblo del Poniente granadino a una dramatización que yo debía dar a<br />
un grupo de mujeres. La tarde era dorada. Él estaba delgado y vestido de negro, con un jersey de cuello alto que yo le<br />
había regalado y que le daba la apariencia de un personaje de El Greco. (…) Le dije que esa noche, en la Madraza, reci‐<br />
taba Luis, y Javier, con dolor, juro que con dolor, me dijo «no voy. Ya sé que Luis es uno de los que me niegan” 26 .<br />
Este es el inicio de la conjura de los poetas que “tienen acceso al fuego sagrado”, “al paraíso de sus júbilos y, des‐<br />
de luego, un cierto acercamiento al balneario del sistema” contra Javier Egea. Un paraíso “al que sin duda ya ha<br />
ascendido, con su sonrisa de querubín, García Montero” 27 .<br />
Pero Javier Egea no se deja seducir por lo acomodaticio del sistema y prefiere seguir trabajando en los már‐<br />
genes desde donde sufre su derrota:<br />
“Seguid, seguid sin mí. Seguid vosotros. No me esperéis. Seguid vosotros y salvaos” 28 .<br />
Y Javier Egea no se salvó. Terminó suicidándose y a su entierro acudieron “quince personas mal contadas” 29 . Lo<br />
que sucedió, como señala Juan Carlos Rodríguez en La conjura de los poetas, fue lo siguiente:<br />
‐Javier Egea era el mejor –se ajustaría el Teórico su “borsalino” negro‐. Escribió dos libros espléndidos. Después todo<br />
derivo hacia la poesía de la experiencia. Y, al par, la izquierda dejó de ser lo que era. Egea no supo asumir la nueva si‐<br />
tuación y la vida empezó a producirle un sarpullido diario. Su estado real terminó siendo el de un solitario profundo 30 .<br />
Javier Egea fue un digno representante de la resistencia en los años de nuestra derrota. No supo –no quiso, sería<br />
más exacto y más justo decir‐ reconciliarse con la realidad, como mandaban los tiempos. Prefirió no abandonar<br />
su lucha ideológica en el campo de la poesía. Pero la realidad fue más fuerte y finalmente “la certeza diaria de la<br />
muerte” hizo que fuera “preciso un alto en la derrota” 31 .<br />
26 Susana Oviedo, “Acerca de cómo conocía a Javier Egea, cosas que él me contó sobre bribonerías y otras confidencias”, en Revista de<br />
crítica literaria marxista, nº 3 (2010), pág. 46.<br />
27 La conjura de los poetas, págs. 108‐109.<br />
28 Ibid, pág. 97.<br />
29 Ibid, pág. 295.<br />
30 Ibid., pág. 290.<br />
31 Javier Egea, “Leer El capital”, Troppo Mare, Granada, Dauro, 2000, pág. 89.
ESCRIBIR AL DICTADO DE LA UTOPÍA<br />
(reseña de Oxígeno en lata, de Alberto García‐Teresa ‐Baile del Sol, 2010‐)<br />
Alberto García‐Teresa (Ma drid, 1980), fi ló lo go y activista cultural, entre‐<br />
gó su primera publicación en 2008, La brigada poética, una plaquette que<br />
proponía espacios para la convivencia urbana y poética: “A cada tran ‐<br />
seúnte se le donó una palabra en desuso: «amor», «fraternidad», «ajeno»,<br />
«prójimo», «amigo». Términos nucleares para la configuración del<br />
mundo de este poeta. Ese mismo año publicaba Hay que comerse el mun‐<br />
do a dentelladas (Baile del sol, 2008) poemario que denuncia un sistema<br />
de organización social, responsable de tanta vida malgastada entre el<br />
trabajo y la servidumbre. Poemas para designar la tiranía de un presen‐<br />
te que ya no precisa dictadores con nombre, pues “todo quedó atado/ y<br />
sitiado”; que exhiben la dimisión de unos seres deambulantes que, con<br />
el peso de un arcoiris roto, acuden con infinita tristeza a las oficinas de<br />
objetos perdidos. Hay que comerse el mundo a dentelladas mostraba cómo<br />
se amalgama en el interior de cada cual lo que iba a ser vida y no lo es,<br />
así como los espacios por donde el latido del amor y de la solidaridad<br />
va sin cuenta y asoma para construir el nosotros.<br />
La búsqueda de ese héroe que, junto a otros, cada jornada se pone en pie<br />
es el asunto de su actual libro, Oxígeno en lata. Un héroe minimizado, re‐<br />
sistente en una lata‐sociedad que lo reclama consumidor para ser a su vez consumido; mercancía en la lógica cri‐<br />
minal del capitalismo, títere en la cadena de consumidores sin sangre ni saliva. De ahí, las metáforas que eviden‐<br />
cian la identificación del supermercado con el tanatorio; uno y otro son espacios para la última fase de los proce‐<br />
sos de producción. Objetos o personas. ¿Qué les diferencia? Oxígeno en lata es el resultado de una indagación, la<br />
del poeta urbano que busca un ciudadano y encuentra un votante o un espectador. La de quien ya ha visto su cuer‐<br />
po tasado y suficientemente anestesiado para la producción y no tira la toalla y sigue buscando la belleza entre los<br />
tubos de escape, porque “La resistencia –explica el poeta‐ está cimentada en los actos cotidianos. Nuestra rutina<br />
consiste en perpetuar una muerte en vida: “ese absurdo acuerdo / por el que renuncias a la vida / para poder tra‐<br />
tar de seguir viviendo”.<br />
Del mismo modo que Antonio Machado nos enseñó que “Todo necio confunde valor y precio” García‐Teresa<br />
nos señala la estrechez de miras del economista, cuya vida se le escapa mientras, al servicio de la ganancia como<br />
norte, trata de convertirlo todo en dinero.<br />
Se trata de poesía que pone al descubierto un ser humano roto, definido por las dos dimensiones con que es re‐<br />
clamado por el mercado: trabajador y consumidor. Lo demás, ya sabe, es silencio.<br />
UN ECONOMISTA<br />
UN ECONOMISTA NO sabe qué hacer con un arco iris.<br />
No entiende el aleteo de una abeja,<br />
por qué trinan escandalosamente las gaviotas,<br />
qué guarda una camada en su madriguera.<br />
Se inquieta ante un caracol que,<br />
sobre una brizna empapada de rocío,<br />
indiferente se despereza.<br />
Ante el murmullo chispeante de un río,<br />
ante un eclipse inundado de estrellas,<br />
ante tu sonrisa o una mano abierta,<br />
por Mª Ángeles Maeso<br />
agita desconcertado su cabeza.<br />
Un economista no escucha la memoria<br />
ni atiende al compás de los latidos.<br />
No sabe buscar tanteando en silencio la belleza<br />
en toda palpitación dichosamente tendida<br />
a la luz, al viento, a la alegría.<br />
Un economista aún busca con vehemencia<br />
con qué moneda comprar la vida.<br />
(De Oxígeno en lata)<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 183 ANÁLISIS / RESEÑAS
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 184 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
UNA LECTURA APASIONADA DESDE<br />
LA BARRACA DE “AIGÚES VIVES”<br />
(reseña de Pero no islas, de Matías Escalera Cordero ‐Germanía, 2010‐)<br />
ISLAS NO<br />
No somos islas (islas no –gotas oceánicas– islas<br />
solas: islas –briznas– solas<br />
no –contra los vientos– islas –sitiadas: migas<br />
de polvo– islas no)<br />
No (no somos islas<br />
solas –exhalaciones– islas –destellos– dispersas<br />
solas islas<br />
no –contra las negras tempestades– desperdigadas<br />
islas no –gotas: en océanos– islas<br />
aisladas no)<br />
No somos islas (sitiadas pizcas –dentelladas– de polvo: aisladas<br />
islas –briznas– islas<br />
islas –hebras– aisladas islas solas islas<br />
islas –no– solas<br />
islas cercadas –arrinconadas: quizás– contra los vientos grises<br />
pero islas solas no)<br />
Olas solas (perdidas olas –olislas– motas: girones<br />
oceánicos: sí pero no islas)<br />
Barridos –dispersos: desconcertados– por el Huracán (sí pero no islas: islas no)<br />
El corazón de este sorprendente poemario es sin lugar a dudas el poema “Islas no”, pero sin renunciar<br />
a tal afirmación no podríamos entender la visión del poeta sin conocer en su totalidad el nervio y la<br />
carne, esto es, el cuerpo al que sustenta y que envuelve a este poema, es decir la totalidad de elementos<br />
que componen la escritura del libro entero.<br />
El primer elemento que nos alerta es el reduccionismo que el poeta utiliza en la composición, limitando<br />
su arquitectura sintáctica a la utilización de solo tres signos, los dos puntos, el guión y los paréntesis es<br />
decir : ‐ ( )<br />
En segundo lugar, la gran riqueza expresiva del lenguaje, una profunda sensibilidad para interpretar la<br />
realidad y la fina ironía que se desliza como sobre una alfombra lírica heredera de lo mejor de la poesía<br />
contemporánea.<br />
En tercer lugar, los ritmos expresivos o pautas de lectura con los que fuerza al lector a establecer las pau‐<br />
sas en función de sus propias emociones.<br />
Esto provoca que el protagonismo del que lee sea necesariamente mucho mayor, forzándolo a partici‐<br />
par más activamente en la simbiosis autor‐obra‐lector.<br />
…Se queja Ulises (Homero: o el copista –acaso– no se sabe<br />
a ciencia cierta)…<br />
por Antonio Martínez i Ferrer
…Entonces me arrodillo y extiendo la mano (pues hasta la luz<br />
estaré solo)…<br />
…La aniquilación –como el anonadamiento de los santos– exige ruido o silencio…<br />
Es ese en parte el origen del característico ritmo poético con el que la poesía de Matías Escalera estable‐<br />
ce una continua secuencia de pulsaciones, que constituye buena parte de su identidad, junto con la para‐<br />
doja, la síntesis y la ironía, como decíamos antes.<br />
…Qué bien hace el muerto / el muerto…<br />
… Círculos (tiempos sin fin) Que se cierran (que se abren a nuestro pesar)<br />
Síntesis y ritmo insistente y repetitivo sujetan al lector a los elementos dramáticos e ideológicos que el<br />
autor aprecia como determinantes en su mensaje, no deja opción para escapar de aquello que el poema<br />
nos grita; lo que, a no dudar, fija y materializa su voz.<br />
Hoy fue ayer es mañana<br />
O ayer será hoy o también mañana…<br />
Lo que es será fue ayer mañana hoy los espejos idénticos…<br />
Ayer hoy mañana<br />
El terror no acecha al otro lado de los espejos…<br />
Y en otro de los poemas más emocionantes<br />
Hoy he visto un hombre doblado sobre sí (sufrimiento<br />
o quizás cansancio y enfermedad) Curvado su frente reclinada…<br />
Como la curva del hombre doblado<br />
(como la revancha aplazada: y su mirada) Y su mirada…<br />
Y, sin embargo, es sorprendente la claridad del conjunto; cada poema abre y cierra el mensaje sin apa‐<br />
rentes opciones a la duda, todo cuanto se desea decir se dice; aunque lo que parece cerrado, no lo está<br />
definitivamente. Así en el transcurso del poemario las metáforas se hacen transparentes y en ningún<br />
momento el lector se pierde en la búsqueda de interpretaciones más allá de lo escrito, pero tras su lectu‐<br />
ra actúan como auténticas cargas de profundidad.<br />
Sí: será mañana…<br />
Arrojaremos perlas y margaritas a los cerdos…<br />
Hasta que el fango se cubra de perfume<br />
Y de nácar<br />
Y el barro quede cubierto de pétalos impares<br />
Arrancados…<br />
Pues la cuenta debe ser clara y puesta en limpio<br />
¿Quién lleva el <strong>número</strong> de las vidas truncadas?...<br />
Alguien debería registrarlos (mientras llega nuestro día<br />
y hagamos la cuenta)…<br />
La intemporalidad radicalmente histórica, otra paradoja, es otro de los efectos que tramite este poemario,<br />
sus mensajes, sus secuencias anecdóticas, sus experiencias pueden ser trasladadas a cualquier etapa de<br />
la historia de la humanidad con solo retocar los decorados externos.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 185 ANÁLISIS / RESEÑAS
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 186 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
Si no te doblegas (te rindes: te resignas) Sufrirás…<br />
Nuestro nombre es sufrimiento (contestó)<br />
El aire que respiramos es sufrimiento<br />
La sangre que corre por nuestras venas es sufrimiento<br />
Nuestro pasado<br />
Nuestra estirpe<br />
Nuestro presente<br />
Nuestro futuro… (todo en nosotros es estupor<br />
y sufrimiento: hasta el día de la satisfacción)<br />
Partir del interior para proyectarse hacia fuera, un ejercicio de autenticidad que el autor realiza con esa<br />
mirada crítica hacia el yo y desde allí dialogar con los entornos y experiencias que ha vivido con una<br />
plasticidad humanista admirable. Es la continua provocación a la reflexión sobre nuestras existencias y<br />
lo que somos por dentro en este universo/mundo desolado que nos rodea.<br />
¿Acaso he vivido?<br />
¿No habré confundido el Purgatorio con la Tierra?<br />
(y estoy muerto) Quizás el Infierno…<br />
Con cada verso<br />
Si mis zapatos están siempre aseados y lustrosos (como<br />
mis manos)…<br />
¿Por qué me siento tan sucio? (por qué me siento<br />
tan sucio: musito apenas justo antes<br />
de la firma)…<br />
No sabría explicarlo…<br />
Con cada giro<br />
La mirada mira de fuera a dentro<br />
Nuestra obscena alegría<br />
De vivir (y de morir: inútilmente) Y nuestro derroche de risas<br />
Y de muecas cortantes…<br />
No menos importante en el contenido de este poemario es la fuerza descriptiva y los recursos lingüísti‐<br />
cos para facilitar el entendimiento de cuantos paisajes nos invita a recorrer, su dominio de la lengua es<br />
muy amplio lo que facilita en todo momento una clara comprensión del mensaje. Como en este inmen‐<br />
so pero breve poema<br />
MARIPOSAS Y PREFERENCIAS<br />
Qué prefieres tú ser<br />
La mariposa cegada (que se empecina en la luz<br />
y muere…)<br />
O el observador imparcial de la paradoja (la luz<br />
que ciega confunde y mata…)<br />
Si se fundiese la bombilla…<br />
Si la apagásemos…<br />
Esto es, a lo largo del poemario, Matías Escalera Cordero nos pone ante hechos vividos, quizás, de los<br />
que se desprenden el yo del poeta, sí; pero de los que se desprenden también nuestras propias experien‐<br />
cias, las que hemos vivido, vivimos o viviremos nosotros mismos. Y eso es la poesía crítica; esa que es<br />
capaz de volverse incluso sobre las propias ideas, sin miedo a exponer en versos desgarrados los fraca‐
sos históricos, existenciales y cósmicos a los que nos hemos visto sometidos y nos sometemos, como<br />
clase o como sujetos.<br />
La muerte no es la causa del espanto (tampoco<br />
de la estupefacción: ni del odio) Es la vida…<br />
¿Te has arrancado ya el corazón?<br />
Si aún no lo has hecho no podrás soportarlo…<br />
Y aun así cada día será un milagro…<br />
Y, por último, dos poemas, creo, geniales, que son síntesis de ‐casi‐ todo.<br />
Uno, titulado NACIMIENTO<br />
Vivirás todas las vidas…<br />
Odiarás todos los odios…<br />
Amarás todos los amores…<br />
Pensarás todas las ideas…<br />
Sufrirás todos los dolores…<br />
Todas las vidas en una vida… (hasta que todos los amores amados<br />
todas las vidas vividas y el odio y el sufrimiento<br />
te agoten: y crezcas)<br />
Y, el otro, la conclusión lógica y paradójica, como no podía ser menos, de este gran poemario<br />
Nada de lo que yo diga –o escriba– evitará ningún muerto<br />
Ninguna lágrima (ni siquiera compensará la pérdida de una hora<br />
extra sin pagar<br />
y mucho menos de una jornada de interminable<br />
e irritante despojo)<br />
…<br />
… pero ése no es –no era– el problema<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 187 ANÁLISIS / RESEÑAS
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 188 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
OVEJAS ESQUILADAS QUE TIEMBLAN DE FRÍO<br />
(reseña del poemario homónimo de Gsús Bonilla ‐Bartleby, 2010‐)<br />
por Ana Pérez Cañamares 1<br />
Mientras leía y releía el poemario de Gsús Bonilla, no podía dejar de pensar en esta idea: Ovejas esquiladas, que<br />
temblaban de frío es a la poesía lo que la memoria histórica es a la justicia: la voluntad de que el pasado y los<br />
recuerdos permanezcan vivos, para que podamos seguir avanzando por el camino de la dignidad sin dejar a<br />
nadie detrás.<br />
Pero si una ley, por muy justa que sea, siempre parece algo frío, anónimo, impersonal, que por querer hablar<br />
de todos parece no hablar de nadie en concreto, los poemas de Gsús son todo lo contrario: poemas que no sólo<br />
están vivos sino que tienen el poder de resucitar; que disuelven tiempo, espacio y fronteras, porque hablan del<br />
muerto enterrado en la cuneta y del moribundo en la esquina de nuestra calle, porque hablan de la muerte físi‐<br />
ca y de la muerte por olvido y por ignorancia, porque hablan de un pueblo de Extremadura y de todos los pue‐<br />
blos y poblados, ya estén en la Cañada, en Gaza, o en el Sáhara. Habla del pasado pero también de la parte del<br />
presente que nos empeñamos en ocultar detrás de escaparates, de muros físicos o interiores, o enterrándola bajo<br />
la cobardía, la comodidad o la culpa. Nos dice que algunos muertos están muy vivos, que algunos, incluso,<br />
están ahora mismo estrenando la muerte. Porque para él la poesía no sólo se trata de un ejercicio de nostalgia<br />
u homenaje, sino la tarea ineludible de seguir abriendo los ojos.<br />
Son poemas que ejercitan un músculo que poco a poco se nos ha ido atrofiando: el de la indignación. Poemas<br />
de tal humanidad que, por falta de costumbre, parece casi<br />
sobrehumana.<br />
Gsús, no hay que olvidarlo, viene de la periferia de la perife‐<br />
ria, y por eso puede hablar de gente que quizá muchos de nos‐<br />
otros no conocimos pero que no nos podemos dar el lujo de olvi‐<br />
dar. En sus poemas yo me he encontrado a mis padres, a mis<br />
tíos, a mis abuelos, esos que no conocí y de los que apenas se<br />
hablaba en casa, quizá porque no todo el mundo tiene los reda‐<br />
ños necesarios para el recuerdo, sobre todo cuando las cosas se<br />
han vivido en primera persona. Gsús hace que resuciten las<br />
abuelas y las convierte en las princesas que nadie supo ver. En<br />
sus versos habitan mujeres que no se atrevían a confesar su<br />
dolor ni su desgarramiento, por miedo, por pudor, por no hacer<br />
daño a los seres queridos. Y en pocos libros he visto retratos tan<br />
fieles de esas mujeres: abuelas, madres, viudas, luchadoras,<br />
maltratadas, perdedoras y malditas.<br />
Porque hay una cosa que Gsús sabe muy bien: el dolor, la<br />
pobreza avergüenzan a quienes las están sufriendo. Y tengo la<br />
impresión de que él se ha hartado de esta censura que las vícti‐<br />
mas se imponen, cuando el daño se lo han hecho o se lo están<br />
haciendo otros, los verdaderos culpables, que curiosamente son<br />
inmunes a la vergüenza.<br />
1 Este texto fue el utilizado por Ana Pérez Cañamares en la presentación del poemario el pasado mes de noviembre en Madrid
Quizá en su momento Gsús no pudo o no se atrevió a acariciar aquellas heridas que vio de cerca. Por timidez,<br />
por respeto, por no querer romper el velo que la vergüenza de otros interponía. Y ahora, con la paciencia de un<br />
artesano, a la manera en que su madre cosía, acaricia las heridas en sus versos.<br />
Dice en uno de sus poemas: tenía muchas cosas que contar / porque había pasado mucho. La mirada de Gsús no<br />
se consigue de cualquier forma: ni en la universidad ni siquiera gracias a las lecturas. Es de esas sabidurías que<br />
no se enseñan, sino que puede que se hereden, quizá genéticamente, pero que sobre todo se aprenden miran‐<br />
do, no retirando la mirada aunque lo que se ve escueza como una gota de limón en el ojo.<br />
Y más que orgullo por él mismo, lo que hay es un orgullo de raza, por los que le han traído hasta aquí, y<br />
también la lucidez y la claridad del superviviente, al que ya no le van a vender falsos paraísos, llámense demo‐<br />
cracia, globalización o heroína.<br />
Los supervivientes tienen muchos caminos por delante: uno de ellos, el más habitual probablemente, es el<br />
del cinismo. Otro, una renovada ingenuidad o también la autovictimización. Gsús ha elegido el de la compa‐<br />
sión. Una compasión firme, indignada, beligerante, que le dice que de amor y de ira nunca andamos sobrados.<br />
Es muy difícil, doy fe como poeta, hablar por boca de otros, sin caer en lo sentimental, en el paternalismo, en la<br />
complacencia. Pero la capacidad de empatía de Gsús hace que parezca fácil. Y una de las maneras que él elige<br />
es tomando conciencia de que las palabras también son una responsabilidad. Pensarlas hasta el final, darles la<br />
vuelta, devolverles su inocencia y mirarles el forro. Aunque haya que retorcerlas hasta dejarlas desnudas,<br />
replantearse sus significados, a veces con notas a pie de página: línea de Gaza (por ligera, por flaca, por fina, por tenue,<br />
por delicada, por consumida).<br />
Gsús habla desde dentro de esas palabras, sin la frialdad de los datos, ofreciéndonos siempre un rostro, un<br />
detalle sobre gentes que soñaron otros tiempos, una vida, sin más pretensión que un refugio, animales de huella pro‐<br />
funda. No se presenta como un héroe, porque él también intenta olvidar, empujando fuera de sí a los fantasmas.<br />
Pero la única manera de hacerlo es dando fe de su existencia. Como él mismo dice: intento olvidar un millón de<br />
veces hasta que la imagen empieza a ser borrosa. Pero no permite que la imagen se disuelva, sino que entonces es<br />
cuando la escribe: la imagen ya no será borrosa nunca, sino que se transformará en negro sobre blanco. Ya no<br />
podremos olvidarla, pero al menos habremos encontrado la manera de compartir este cansancio de mirar.<br />
Como los nietos dormidos a los que su abuela habla de los muertos en las cunetas y en las tapias: nosotros<br />
podemos elegir despertar o seguir durmiendo. Pero su libro está ahí. Sus palabras han ocurrido, han pasado por<br />
nuestra vida. Aunque no ofrezca ninguna esperanza explícita. La esperanza está sobreentendida en que él ha<br />
llegado hasta aquí y escribe, se esfuerza, se exige, y nosotros al leerlo somos parte de esta genealogía que va más<br />
allá de la sangre, la genealogía de los que no olvidan<br />
que mi odio<br />
me rompe<br />
y se cuela por los cientos de agujeritos<br />
de mi casa ametrallada.<br />
mi recuerdo son trincheras<br />
de cuando éramos críos<br />
luego los dieciocho. y tú<br />
‐ ¿y tú?<br />
yo nada. yo escribo.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 189 ANÁLISIS / RESEÑAS
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 190 ANÁLISIS / RESEÑAS<br />
FILOSOFÍA Y ACCIÓN<br />
(reseña del libro ¿Qué es filosofía? Prólogo a veintiseis siglos de historia, de<br />
Pedro Fernández Liria ‐Akal, 2010‐)<br />
por Juan Antonio González de Requena Farré<br />
Acaba de salir a la calle ¿Qué es filosofía? Prólogo a veinti‐<br />
séis siglos de historia, una rigurosa, crítica y documentada<br />
aproximación a la Filosofía que me parece que reúne las<br />
virtudes necesarias para convertirse en un clásico en su<br />
género. El autor declara en el Prólogo de la misma que<br />
se trata de una obra “intempestiva”. Tal vez sea así,<br />
pero, intempestiva o no, lo cierto es que resulta absolu‐<br />
tamente estimulante la entusiasta defensa de la razón y<br />
de la libertad del pensamiento que Pedro Fernández<br />
Liria realiza a la largo de las más de seiscientas páginas<br />
que componen la obra. Defensa “ilustrada” que no sólo<br />
me parece revitalizante, sino también completamente<br />
necesaria en estos tiempos que corren tan resignados a su<br />
profunda insignificancia, tan necesitados de esa deter‐<br />
minación en la acción que sólo es capaz de proporcionar<br />
el pensamiento y el saber.<br />
En la contraportada del libro puede leerse que éste<br />
“pretende ser una exposición sencilla, pero ex haustiva y<br />
rigurosa, del concepto de filosofía, así como una crítica<br />
de los principales equívocos y malentendidos que,<br />
durante siglos, han ido afectando a dicho concepto hasta<br />
hacer casi imposible su entendimiento”. Creemos que el<br />
libro cumple con creces con ese objetivo, pero no cree‐<br />
mos ni mucho menos que se agote en él. Es verdad que se trata, como el propio autor reconoce, de una<br />
obra en gran medida orientada al mundo académico, dirigida primordialmente a estudiantes y profeso‐<br />
res de Filosofía (lo que justifica su estilo didáctico y su declarada intención pedagógica), pero, yo diría<br />
que se trata también de un texto político, que reclama la acción, que llama a cuestionar permanentemen‐<br />
te las apariencias, a no rendirse ante la opinión general, siempre tan interesadamente trabajada por las<br />
enseñanzas oficiales y por los medios de comunicación, y a no caer nunca en la ilusión de que ya sabe‐<br />
mos lo suficiente.<br />
Lo que muestra Pedro Fernández Liria en estas páginas es que el conocimiento no es nada que poda‐<br />
mos ahorrarnos, salvo que queramos condenarnos de por vida a esta realidad, en tantos sentidos atroz,<br />
en la que vivimos.<br />
El libro constituye un alegato contra la pereza intelectual al que anima una contagiosa pasión por la<br />
libre investigación, por el esfuerzo y el trabajo teórico y, en última instancia, por la verdad. Y es, al<br />
mismo tiempo, un revulsivo contra la indolencia generalizada y contra la “buena conciencia” dominan‐<br />
te, conciencia que de ningún modo nos hemos ganado el derecho a tener.<br />
Pedro Fernández Liria nos insta encarecidamente a desterrar de una vez por todas la idea de que la<br />
filosofía es una huida del mundo real hacia la pura vida contemplativa. Valgan como ilustración los<br />
siguientes fragmentos del Capítulo 11 de su libro:<br />
“La filosofía es voluntad de acción, de que la acción sea verdaderamente tal, de una acción relevan‐<br />
te. Y lo es en la misma medida en que constituye un compromiso con el saber y con la verdad. La filo‐
sofía no es una huída del «mundanal ruido» ni una «consolación» ante el fracaso de las expectativas<br />
mundanas. No implica voluntad de alejamiento alguna respecto de la realidad en la que se está. Todo lo<br />
contrario: en la medida en que es la actitud y la disposición que hace posible la manifestación de las<br />
cosas en lo que son, en la medida en que nos sitúa ante el fundamento (a menudo «invisible») de la rea‐<br />
lidad en la que estamos, de la realidad que experimentamos, sufrimos o disfrutamos, constituye el<br />
mayor y más profundo acercamiento a la realidad, el único que nos pone en contacto con lo que ella es<br />
verdaderamente. Y por este motivo, la filosofía es, al mismo tiempo, la actitud que nos pone en condi‐<br />
ciones de actuar sobre lo que hace del mundo en el que vivimos justamente el mundo que es.<br />
Lo contrario de la actitud filosófica es, en cambio, condenarse a la inacción, a la pasividad o a la actua‐<br />
ción ciega; resignarse a vivir lejos de la realidad, en la ilusión que permanentemente se interpone entre<br />
nosotros mismos y lo que realmente es. La filosofía nos hace dueños de nuestra capacidad de actuar y<br />
nos pone en condiciones de conocer lo que hay que hacer para lograr lo que queremos.<br />
La filosofía puede no ser en sí misma revolucionaria, pero es la disposición que hace posible el acce‐<br />
so al único plano (el plano del ser) en el que nuestra acción puede llegar a ser verdaderamente revolu‐<br />
cionaria. La filosofía quizá no sea el «arma de la revolución», como pretendía Althusser en 1968, pero<br />
es la única actitud capaz de descubrirnos aquello contra lo que puede llegar a tener sentido emplear las<br />
armas, de descubrirnos aquello contra lo que verdaderamente es preciso rebelarse.<br />
En todo caso, es un apego al mundo en el que ‘nos movemos y existimos’, al único mundo existente,<br />
lo que arranca al filósofo de la mera vivencia del mismo a la búsqueda de su conocimiento; es la voluntad<br />
de estar realmente en él, en el sentido más propio y profundo, lo que conduce al filósofo hasta el «mundo<br />
inteligible», lo que le lleva de la engañosa «ilusión» en la que vivimos a la indagación de «lo verdadera‐<br />
mente ente» (por decirlo en términos platónicos).<br />
Por paradójico que resulte, sólo del que –como el inquieto prisionero del ‘mito de la caverna’ plató‐<br />
nico– «se ha ido» al «mundo inteligible» puede decirse con propiedad que está realmente en este mundo.<br />
Del que «se queda» en su apariencia sensible puede decirse, por el contrario, que aún no ha llegado él.<br />
Y sólo el que ya está en el sentido apuntado en este mundo se halla en condiciones de cambiarlo, porque<br />
sólo él sabe con certeza dónde reside el fundamento de que sea justamente como es.<br />
El filósofo es, pues, un hombre de acción. El filósofo es lo contrario del nihilista, la antítesis del poeta<br />
vulgar que simplemente se evade de una realidad que le horroriza o le aburre. De lo único que la filoso‐<br />
fía representa una huída, es de la «apariencia» y de la «ignorancia». La filosofía huye de la ilusión de<br />
realidad hacia su «concepto», hacia su conocimiento. Y lo hace con vistas a intervenir en ella, con vistas<br />
a modificarla para convertirla en algo digno de ser vivido”.<br />
No podemos estar más de acuerdo con estas palabras. Si la filosofía sigue teniendo hoy el mismo sen‐<br />
tido que tuvo en el seno de la civilización donde nació es porque la filosofía es, en ese preciso sentido,<br />
revolucionaria.<br />
Por nuestra parte, no podemos sino agradecer al autor de este generoso “Prólogo” haber renovado<br />
nuestra inquietud por el conocimiento y por la verdad; inquietud en que, por otro lado, consiste la filo‐<br />
sofía misma.<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 191 ANÁLISIS / RESEÑAS
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 192 UN CLÁSICO, UN REGALO<br />
THE COMMONWEALTH OF OCEANA<br />
[LA COMUNIDAD DE OCEANA]<br />
(fragmento)<br />
James Harrington * (1656)<br />
* .‐ James Harrington (1611‐1677), con su Océana (The Commonwealth of Oceana), de 1656,<br />
representa la opción más radical dentro del ámbito de las controversias sociales y políticas<br />
de la época. En sus textos, Harrington recurre a la hermeneusis bíblica para establecer el fun‐<br />
damento teórico de su posición (es la marca de la época) al proponer “a su alteza el lord pro‐<br />
tector de la República” (Cromwell) el proyecto que pretende articular las expectativas del<br />
pueblo liberado del yugo monárquico. Océana representa en la forma de la presentación de<br />
una utopía, una proyección de las aspiraciones a una “equal commonwealth”, que tiene cla‐<br />
ras intenciones de articulación política; como lo hace Winstanley, identifica en la propiedad<br />
y en el beneficio privado el origen de la miseria y la desigualdad, pero, amén de presentar<br />
una solución distinta a este problema, no se limita a defender la necesidad de su desarticu‐<br />
lación, sino que diseña una hipótesis de funcionamiento normativo que la ponga al margen.<br />
Para Harrington, tiene mayor poder o dominio quien mayor proporción tiene en la propie‐<br />
dad de la tierra; si queremos establecer una sociedad que sea comunidad auténtica debemos<br />
conseguir un equilibrio en la distribución de la propiedad (el reparto de tierras) y un siste‐<br />
ma legal que garantice la “balanza del poder”, impidiendo que quien tenga más adquiera<br />
mayores cuotas del mismo. Harrington, así, aceptando (frente a Winstanley) como un hecho<br />
la propiedad privada, pretende (frente a Hobbes) que el bien común sólo puede conseguir‐<br />
se si se establecen límites precisos a su existencia y, sobre todo, a la posibilidad de hacer de<br />
ella una derivación hacia el control de espacios de poder (desde 1657, por eso, las críticas que<br />
recibe –en las Consideraciones de M. Wren por ejemplo– proceden del sector de la “gentry”<br />
que desea una legislación que garantice la “defensa de los contratos” sin imposiciones polí‐<br />
ticas que los limiten o pongan trabas, o “contrabalanzas” a su desarrollo). Una pretensión<br />
que, aceptando una socialidad construida desde la productividad individual, le ponga unos<br />
límites que sometan su despliegue en la dirección de conseguir una sociedad política iguali‐<br />
taria. En este sentido, es fundamental su propuesta de establecimiento de una ley electoral<br />
que regule la representación y la “rotación” de los representantes: impidiendo la posibilidad<br />
de “perennización” en un puesto de representación y de poder. A partir de 1656, a medida<br />
que la situación política se decanta hacia la “monarquización” de la República, Harrington<br />
radicaliza sus posiciones en una dirección abiertamente anti‐centralizadora y contraria a las<br />
tendencias “reordenadoras” que, el Lord Protector, primero, y el monarca, después, encar‐<br />
nan: en 1658, en Brief Directions, propone un modelo de gobierno popular; en 1659, en The Art<br />
of Lawgiving, justamente tras la muerte de Cromwell, señala que es el momento oportuno<br />
para promover la “ley agraria” que propuso en Océana; en 1660, The Rota y The Waysand<br />
Means son incitaciones a la resistencia; en 1661, en fin, acusado de participar en un complot<br />
antimonárquico, una crisis de naturaleza psíquica lo aleja definitivamente de la escritura.<br />
Presentamos este fragmento del texto de Harrington como una incitación al conocimiento de<br />
los clásicos de la rebelión y de la comunidad no sometida.
PARTE III<br />
EL MODELO DE LA COMUNIDAD DE OCEANA<br />
CONSIDERANDO, mi Señor Arconte, que desde Moisés y Licurgo, ha sido el primer legislador en la<br />
Historia, hasta la fecha, que ha propuesto y erigido una verdadera Comunidad, ha sucedido como con<br />
ellos también, que primero ha sido la ejecución o la acción, y luego la escritura, y que el modelo se ha<br />
promulgado y publicado con mayor brevedad e ilustración de las necesarias para su comprensión, y que<br />
no ha sido dado a conocer todo el procedimiento seguido por el Consejo de legisladores, y el de los pri‐<br />
tanos, donde se confirmó y se clarificaron todas las objeciones y las dudas: hasta que salga de un modo<br />
más <strong>completo</strong> y perfecto todo lo que falta en el epítome ya promulgado, abordaré la comunidad de<br />
iguales de un modo práctico…<br />
… En estas tres fuentes [Moisés, Licurgo y Roma] se basará, por lo general, nuestra reflexión,<br />
que quedará dividida en dos partes, la primera, sobre la fundación, y la segunda sobre la organización<br />
de la Comunidad; de modo tal que, en cada una de las cuales distinguiremos una serie de normas,<br />
iguales a las que contiene el modelo entero, y el resto del discurso; que tienen como objetivo únicamente<br />
la explicación o prueba de estos.<br />
En la fundación o construcción de una Comunidad, el primer trabajo, como el de cualquier con‐<br />
structor, no puede ser otro que la correcta elección y distribución de los materiales.<br />
Los materiales de una comunidad son las personas, y la gente de Océana quedó distribuida, por<br />
selección, en varios tipos, en cuanto a sus cualidades, en cuanto a sus edades, su riqueza y los lugares<br />
de residencia y procedencia; y se hizo mediante las siguientes normas.<br />
La primera norma “distribuye a las personas en hombres libres o ciudadanos y siervos o cria‐<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 193 UN CLÁSICO, UN REGALO
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 194 UN CLÁSICO, UN REGALO<br />
dos, mientras sean tales, pues si alcanzan la libertad, es decir, a vivir de sí mismos, serán hombres libres<br />
o ciudadanos también.”<br />
Esta norma no necesita de pruebas, en lo que se refiere a la naturaleza de la servidumbre, que<br />
es incompatible con la libertad, o con la participación en el gobierno de una Comunidad.<br />
La segunda norma “distribuye a los ciudadanos en jóvenes y ancianos (de tal modo que desde<br />
los dieciocho años de edad hasta los treinta son considerados jóvenes; y de treinta para arriba, ancianos),<br />
y establece que los jóvenes se alistan al ejército, y los ancianos se encargan de mantener las guarniciones<br />
de la nación.”<br />
Una Comunidad cuyas armas están en manos de sus siervos, tiene necesidad de situarse, como<br />
dijo con elegancia, de Venecia, Contarini, fuera del alcance de sus garras, conocedor del peligro que cor‐<br />
rió Cartago en la rebelión de Espendio y Matho. Pero aunque una ciudad pueda, por un casual, ser segu‐<br />
ra, no tiene por qué ser un ejemplo; Cartago o Venecia no adquirieron fama alguna por sus armas, fue<br />
la mera virtud de sus capitanes, y no sus normas; sin embargo, Israel, Lacedemonia y Roma que<br />
pusieron sus armas en manos de sus mejores ciudadanos, los dividieron, al menos en Lacedemonia y<br />
Roma, en ancianos y jóvenes: la juventud para el campo de batalla, y los ancianos para la defensa del ter‐<br />
ritorio.<br />
La tercera norma “distribuye a los ciudadanos en a caballo y a pie por el valor de sus<br />
propiedades; así, los que tienen más de 100 libras al año en tierras, bienes o dinero, están obligados a ser<br />
de a caballo, y los que tienen menos de esa suma son de a pie. Pero si un hombre ha perdido y malgas‐<br />
tado su patrimonio derrochándolo, se le incapacita para la magistratura, la gestión o el sufragio en la<br />
comunidad”.<br />
Los ciudadanos no están sólo para defender la comunidad, pero, de acuerdo con sus posibili‐<br />
dades, como los romanos bajo Servio Tulio (teniendo en cuenta su propiedades) fueron enrolados, unos,<br />
en la caballería y, otros, en la infantería, con las armas requeridas en cada caso, no puede ser de otra man‐<br />
era para el resto de las comunidades, aunque se trate de tradiciones históricas, que cuanto más antiguas,<br />
más difíciles de probar son. Y el necesario derecho a la propiedad dado por una comunidad está en<br />
relación con la naturaleza misma de la industria y el comercio, y con las costumbres y usos públicos. “El<br />
pueblo romano”, dice Julio Exuperantius, “se dividía en clases, y los impuestos se pagaban en función<br />
del valor de las fincas y propiedades poseídas. Todo el valor de lo recaudado se empleaba en las guer‐<br />
ras, para ellos los que mejor y más rabiosamente luchan por la victoria, son quienes luchan por la liber‐<br />
tad en defensa de su país y de sus posesiones.<br />
Pero los más pobres sólo eran reclutados por sus testas (que era todo lo que tenían) y se man‐<br />
tenían en las guarniciones, en casa, durante las campañas, porque podían traicionar a los ejércitos sólo<br />
por el pan, a causa de su pobreza, que es la razón por la que Mario, a quien el control del gobierno no<br />
le debería haber sido nunca encomendado, fue el primero que los llevó al campo de batalla”, con el éxito<br />
consecuente. Hay una medida en todas las cosas, de modo que, como la riqueza exorbitante rompe el<br />
equilibrio de una comunidad, la pobreza extrema no puede sostenerlo tampoco, y de ninguna manera<br />
se puede confiar en ello. La cláusula de la norma que trata del derroche y el despilfarro es ateniense, algo<br />
muy loable; pues el que no puede vivir de su propio patrimonio, si lo hace del dinero público, provoca<br />
la quiebra de la comunidad.<br />
La cuarta norma “distribuye a las personas de acuerdo a los lugares que habitan, en parroquias,<br />
centurias y clanes.” En raras ocasiones la gente se distribuye de una manera lógica y sistemática; de<br />
hecho, no se la puede agrupar ordenada y sistemáticamente, pero ser una comunidad consiste en el lógi‐<br />
co y sistemático agrupamiento de la gente: ¿por qué, si no, establecen los israelitas esa división entre ofi‐<br />
ciales de mil, de cien, de cincuenta y de diez; y toda la comunidad, en tribus: los lacedemonios, en oboe,<br />
moras y tribus; los romanos, en tribus, centurias, y clases; algo necesario para todos los gobiernos de<br />
igual o parecida naturaleza, como en las recientes monarquías feudales. Pero al ser esta la única institu‐<br />
ción en Océana, exceptuando la de los agricultores, que no requería ningún cargo ni entrañaba ninguna<br />
dificultad, me siento obligado a una descripción más particular de cómo se constituía, que es como<br />
sigue:<br />
Un millar de supervisores, comisionados e instruidos por el Arconte y el Consejo, que se dividía<br />
en dos partes iguales, cada una de ellas bajo la inspección de un supervisor general, se distribuían la<br />
parte norte y la parte sur del país, al que divide el río Hemisua; en total, unas 10.000 parroquias aprox‐<br />
imadamente, diez parroquias por cada supervisor, más o menos (en este caso no era necesario una gran<br />
exactitud, pues únicamente se trataba de indicar a cada uno adónde iría, para una ordenada relación de
las visitas y la localización de las tareas); aunque la naturaleza de sus instrucciones tenía más en cuenta<br />
el <strong>número</strong> de habitantes que de parroquias. Y era así pues los supervisores, equipados con un <strong>número</strong><br />
conveniente de urnas, bolas y cajas de votación –en cuyo uso se les había ejercitado anteriormente–,<br />
cuando llegaban a cada una de sus respectivas parroquias, lo primero que hacían era reunirse con la<br />
gente y enseñarles qué y cómo era una votación, y aunque la encontraban, al principio, un tanto extraña,<br />
como si fuesen juguetes, y mientras esperaban asuntos más importantes del Consejo de legisladores,<br />
jugaban a considerarse ellos mismos objeto de abusos, y, al poco, no sólo se sentían cada vez mejor<br />
preparados, sino que, a la larga, ésta podría ser utilizada de un modo muy efectivo en su propio benefi‐<br />
cio, con lo que los supervisores lograban incluir esta institución en sus costumbres.<br />
La primera norma exige, pues, “que el primer lunes que sigue al último de diciembre, la cam‐<br />
pana más grande de cada parroquia, a lo largo de todo el país, a las ocho en punto de la mañana sea<br />
tañida, y que continúe tañendo por espacio de una hora, y que todos los ancianos de la parroquia, orde‐<br />
nadamente, se reúnan en la iglesia antes de que la campana deje de sonar, donde, dividiéndose en dos<br />
partes iguales, o tan equilibradas como sea posible, habrán de situarse en sus asientos según sus respec‐<br />
tivas dignidades, si tienen diversas categorías, y de acuerdo a su antigüedad, cuando sean de la misma<br />
categoría; la mitad, a un lado, y la otra mitad, al otro, a lo largo de la nave de la iglesia; y que, una vez<br />
hecho esto, tomarán juramento a los responsables de la parroquia para el año en curso (en lugar de aque‐<br />
llos supervisores que fueron a establecer la institución, en la primera asamblea), mediante el alzamien‐<br />
to de sus manos, para que se haga una correcta elección de acuerdo a las leyes de la votación, tal como<br />
se explican a continuación: una quinta parte del total serán sus diputados, y ejercerán su poder de la<br />
manera que se explica a continuación: tal que se considerarán en conciencia los más aptos para esa con‐<br />
fianza, y se conducirán del mejor modo para la comunidad.”<br />
Así que, una vez hecho el juramento de esta manera, se procederá a la elección; si los ancianos<br />
de la parroquia suman 1.000, mediante el voto de toda la tribu, tal como se explicó a su debido tiempo;<br />
y, si los ancianos de la parroquia llegan a cincuenta mil o más, mediante el voto de los cien, tal como se<br />
explicó a su debido tiempo también. Pero, si la cantidad no llega a cincuenta ancianos, entonces se pro‐<br />
cederá a la votación directa de la parroquia, de la manera que a continuación se explica.<br />
“Los dos responsables del año en curso tomarán asiento al fondo del pasillo central, con una<br />
mesa delante de ellos, mirando hacia la congregación, y el jefe de policía del año en curso colocará una<br />
urna delante de la mesa, en la que él pondrá tantas bolas como ancianos hay presentes, de las cuales una<br />
será dorada, y el resto serán blancas, y cuando el oficial de policía haya sacudido la urna lo suficiente<br />
como para mezclar las bolas, los responsables deberán llamar a los ancianos a la urna, que, desde cada<br />
lado de la iglesia, habrán de venir por el pasillo central en dos filas, cada uno pasando por la urna y<br />
extrayendo una bola, la cual, si es de plata, la depositarán en un recipiente puesto al pie de la urna, y<br />
volverán por el pasillo exterior de su lado a sus asientos.”<br />
Pero el que recibe la bola dorada es el proponente, y se sentará entre los responsables, desde<br />
donde iniciará en el orden que le plazca, una vez concluido su juramento, el nombramiento de aquellos<br />
que cree más aptos para ser elegidos, uno por uno; y los nombrados se retirarán mientras la congre‐<br />
gación vota sus nombres en una caja doble, o en dos cajas, señaladas y marcadas en la parte exterior para<br />
mostrar cuál es la del voto afirmativo y cuál la del negativo, que serán llevadas por un niño o niños nom‐<br />
brados por los responsables, a cada uno de los ancianos, quienes tendrán una bolita de tela de lino entre<br />
el índice y el pulgar y la meterán después de tal manera en la caja que nadie pueda ver de qué lado la<br />
ponen, aunque todos puedan ver que se deposita sólo una bolita o sufragio. Con lo que, finalizado así<br />
el sufragio de toda la congregación, volverán con la caja, o las cajas, a los responsables, que se dispon‐<br />
drán a la apertura de las mismas, vertiendo las bolas afirmativas en un recipiente blanco puesto sobre<br />
la mesa a mano derecha, para ser contadas por el responsable primero, y las negativas en un recipiente<br />
verde, a mano izquierda, para ser contadas por el segundo responsable; y, una vez contados los sufra‐<br />
gios, el que tiene el mayor <strong>número</strong> de votos afirmativos es uno de los diputados de la parroquia, y, cuan‐<br />
do los diputados electos equivalen a una quinta parte del <strong>número</strong> total de ancianos, la votación se da<br />
por concluida. Los diputados elegidos son seleccionados por los supervisores en el orden en que fueron<br />
elegidos, con la única excepción de los que son caballeros, que deben ser inscritos en primer lugar con<br />
los otros, en proporción al <strong>número</strong> de integrantes de la congregación...<br />
ISBN: 1885-477X YOUKALI, 10 página 195 UN CLÁSICO, UN REGALO