publicación - Gobierno de Guanajuato

- Pues a ver cómo nos toca. Yo ya me cansé y no
estoy manca. _Contestó Joaquina tomando una
varilla con la que destapaba el caño del lavadero.
- ¡No Joaquina! No conviene que te comprometas y lo
comprometas a él. Vete por la escalera de caracol,
_suplicó el Refinado.
En ese momento se empezaron a escuchar los gritos
angustiados de los niños. Joaquina, sin más, corrió a la
escalera y alcanzó a llegar a su departamento que estaba
en el tercer piso. Entró y se quedó, de principio,
petrificada viendo como su marido, perseguía, rifle en
mano, a los varoncitos que se metieron al baño y
cerraron la puerta de sopetón, forcejeando para que no
se metiera el Pinky. Joaquina corrió y alcanzándolo
trató de arrebatarle el rifle. Esta vez, no tuvo tanta
suerte como la anterior y recibió un golpe directo a la
mandíbula que la atontó. Empero, logró reponerse y,
rápidamente, empujó a su esposo que al tropezar con una
mesita, perdió el equilibrio y cayó al suelo soltando el
arma. Joaquina aprovechó para abrir la puerta del baño y
exhortó a los niños:
- Salgan, salgan y espérenme en la puerta del
edificio.
Los niños salieron corriendo despavoridos, mientras
Pinky se levantaba y recuperaba el arma. En ese momento
entraron el Hermoso y el Refinado y le gritaron a su
amigo:
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