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El Deseado de Todas las Gentes (1955) - Urgente24

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Capítulo 51—“La luz <strong>de</strong> la vida”<br />

Este capítulo está basado en Juan 8:12-59; 9.<br />

“Otra vez, pues, Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz <strong>de</strong>l<br />

mundo. <strong>El</strong> que me sigue no andará en tinieb<strong>las</strong>, mas tendrá la luz <strong>de</strong><br />

la vida.” (V.M.)<br />

Cuando pronunció estas palabras, Jesús estaba en el atrio <strong>de</strong>l<br />

templo especialmente relacionado con los ejercicios <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong><br />

<strong>las</strong> cabañas. En el centro <strong>de</strong> este patio se levantaban dos majestuosas<br />

columnas que soportaban portalámparas <strong>de</strong> gran tamaño. Después<br />

<strong>de</strong>l sacrificio <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, se encendían todas <strong>las</strong> lámparas, que arrojaban<br />

su luz sobre Jerusalén. Esta ceremonia estaba <strong>de</strong>stinada a<br />

conmemorar la columna <strong>de</strong> luz que guiaba a Israel en el <strong>de</strong>sierto,<br />

y también a señalar la venida <strong>de</strong>l Mesías. Por la noche, cuando <strong>las</strong><br />

lámparas estaban encendidas, el atrio era teatro <strong>de</strong> gran regocijo. Los<br />

hombres canosos, los sacerdotes <strong>de</strong>l templo y los dirigentes <strong>de</strong>l pueblo,<br />

se unían en danzas festivas al sonido <strong>de</strong> la música instrumental<br />

y el canto <strong>de</strong> los levitas.<br />

Por la iluminación <strong>de</strong> Jerusalén, el pueblo expresaba su esperanza<br />

en la venida <strong>de</strong>l Mesías para <strong>de</strong>rramar su luz sobre Israel. Pero<br />

para Jesús la escena tenía un significado más amplio. Como <strong>las</strong><br />

lámparas radiantes <strong>de</strong>l templo alumbraban cuanto <strong>las</strong> ro<strong>de</strong>aba, así<br />

Cristo, la fuente <strong>de</strong> luz espiritual, ilumina <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong> <strong>de</strong>l mundo.<br />

Sin embargo, el símbolo era imperfecto. Aquella gran luz que su<br />

propia mano había puesto en los cielos era una representación más<br />

verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> su misión.<br />

Era <strong>de</strong> mañana; el sol acababa <strong>de</strong> levantarse sobre el monte <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

Olivas, y sus rayos caían con <strong>de</strong>slumbrante brillo sobre los palacios<br />

<strong>de</strong> mármol, e iluminaban el oro <strong>de</strong> <strong>las</strong> pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l templo, cuando<br />

Jesús, señalándolo, dijo: “Yo soy la luz <strong>de</strong>l mundo.”<br />

Mucho tiempo <strong>de</strong>spués estas palabras fueron repetidas, por uno<br />

que <strong>las</strong> escuchara, en aquel sublime pasaje: “En él estaba la vida, y la [429]<br />

vida era la luz <strong>de</strong> los hombres. Y la luz en <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong> resplan<strong>de</strong>ce;<br />

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