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El Deseado de Todas las Gentes (1955) - Urgente24

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“Una cosa te falta” 473<br />

driñara su carácter. Le amaba y anhelaba darle la paz, la gracia y<br />

el gozo que cambiarían materialmente su carácter. “Una cosa te<br />

falta—le dijo:—ve, ven<strong>de</strong> todo lo que tienes, y da a los pobres, y<br />

tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.”<br />

Cristo se sentía atraído a este joven. Sabía que era sincero en su<br />

aserto: “Todo esto guardé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi juventud.” <strong>El</strong> Re<strong>de</strong>ntor anhelaba<br />

crear en él un discernimiento que le habilitara para ver la necesidad<br />

<strong>de</strong> una <strong>de</strong>voción nacida <strong>de</strong>l corazón y <strong>de</strong> la bondad cristiana. Anhelaba<br />

ver en él un corazón humil<strong>de</strong> y contrito, que, consciente <strong>de</strong>l<br />

amor supremo que ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>dicarse a Dios, ocultara su falta en la<br />

perfección <strong>de</strong> Cristo.<br />

Jesús vió en este príncipe precisamente la persona cuya ayuda<br />

necesitaba si el joven quería llegar a ser colaborador con él en la obra<br />

<strong>de</strong> la salvación. Con tal que quisiera ponerse bajo la dirección <strong>de</strong><br />

Cristo, sería un po<strong>de</strong>r para el bien. En un grado notable, el príncipe<br />

podría haber representado a Cristo; porque poseía cualida<strong>de</strong>s que, si<br />

se unía con el Salvador, le habilitarían para llegar a ser una fuerza<br />

divina entre los hombres. Cristo, leyendo su carácter, le amó. <strong>El</strong><br />

amor hacia Cristo estaba <strong>de</strong>spertándose en el corazón <strong>de</strong>l príncipe;<br />

porque el amor engendra amor. Jesús anhelaba verle colaborar con<br />

él. Anhelaba hacerle como él, un espejo en el cual se reflejase la<br />

semejanza <strong>de</strong> Dios. Anhelaba <strong>de</strong>sarrollar la excelencia <strong>de</strong> su carácter,<br />

y santificarle para uso <strong>de</strong>l Maestro. Si el príncipe se hubiese<br />

entregado a Cristo, habría crecido en la atmósfera <strong>de</strong> su presencia.<br />

Si hubiese hecho esa elección, cuán diferente hubiera sido su futuro.<br />

“Una cosa te falta,” dijo Jesús. “Si quieres ser perfecto, anda,<br />

ven<strong>de</strong> lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el<br />

cielo; y ven, sígueme.” Cristo leyó el corazón <strong>de</strong>l príncipe. Una sola<br />

cosa le faltaba, pero ésta era un principio vital. Necesitaba el amor<br />

<strong>de</strong> Dios en el alma. Esta sola falta, si no era suplida, le resultaría<br />

fatal; corrompería toda su naturaleza. Tolerándola, el egoísmo se<br />

fortalecería. A fin <strong>de</strong> que pudiese recibir el amor <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>bía<br />

renunciar a su supremo amor a sí mismo.<br />

Cristo dió a este hombre una prueba. Le invitó a elegir entre el<br />

tesoro celestial y la gran<strong>de</strong>za mundanal. <strong>El</strong> tesoro celestial le era [479]<br />

asegurado si quería seguir a Cristo. Pero <strong>de</strong>bía renunciar al yo; <strong>de</strong>bía<br />

confiar su voluntad al dominio <strong>de</strong> Cristo. La santidad misma <strong>de</strong> Dios<br />

le fué ofrecida al joven príncipe. Tuvo el privilegio <strong>de</strong> llegar a ser

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