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LA VIRTUD DE LA TEMPLAZA - Fomento de Centros de Enseñanza

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<strong>LA</strong> <strong>VIRTUD</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> TEMP<strong>LA</strong>ZA<br />

1. TEMP<strong>LA</strong>NZA: PARA EDUCAR NUESTROS <strong>DE</strong>SEOS<br />

2. LOS BIENES <strong>DE</strong>L CUERPO, CAMPO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> TEMP<strong>LA</strong>ZA<br />

3. ALGUNOS CONSEJOS PARA EDUCAR EN <strong>LA</strong> TEMP<strong>LA</strong>NZA<br />

1. TEMP<strong>LA</strong>NZA: PARA EDUCAR NUESTROS <strong>DE</strong>SEOS<br />

Ya el viejo Aristóteles enseñaba que en el hombre hay unas capacida<strong>de</strong>s<br />

racionales como la inteligencia; otras irracionales (como las que <strong>de</strong>terminan el<br />

crecimiento corporal); y otras que, no siendo racionales, pue<strong>de</strong>n obe<strong>de</strong>cer a la razón.<br />

Entre estas últimas está la apetencia <strong>de</strong>l placer, la capacidad que busca el placer.<br />

Para que esa capacidad o apetencia se acostumbre a obe<strong>de</strong>cer a la razón, hay que<br />

entrenarla. Así, a base <strong>de</strong> entrenamiento, se llega a conseguir que lo que nos apetezca<br />

sea lo bueno, lo que nos hace buenos. Y eso es la virtud, en este caso, la virtud <strong>de</strong> la<br />

templanza.<br />

Por eso, para alcanzar la templanza, se requiere la repetición <strong>de</strong> muchos actos <strong>de</strong><br />

esa virtud, <strong>de</strong> manera que la razón mo<strong>de</strong>le nuestras apetencias o <strong>de</strong>seos. En este proceso<br />

<strong>de</strong> adquisición <strong>de</strong> la virtud es clave la ayuda <strong>de</strong> los padres, que corrigen hasta que sus<br />

hijos adquiere esta virtud y ya pue<strong>de</strong>n acertar al elegir e incluso les atrae el bien.<br />

La templanza:<br />

. pone or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros, (pues hay <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en nuestras fuerzas y<br />

ten<strong>de</strong>ncias)<br />

. aúna nuestras fuerzas vitales, -las más potentes en el hombre, pues hacen<br />

referencia a los instintos, o <strong>de</strong>seos o ten<strong>de</strong>ncias más fuertes: el apetito <strong>de</strong> comer y<br />

beber, y el apetito sexual- pues si se las <strong>de</strong>ja sin rumbo, si la razón nos las orienta, esas<br />

fuerzas nos esclavizan, nos dominan, nos llevan a hacer lo que no querríamos hacer,<br />

porque nos daña, nos <strong>de</strong>struye. Sin la razón, el hombre está ciego. Y sin conocimiento<br />

no hay libertad.<br />

La persona templada no necesita reprimir sus <strong>de</strong>seos, porque espontáneamente<br />

<strong>de</strong>sea lo que le hace buena, su bien, y así adquiere la paz <strong>de</strong>l alma, que es percibida<br />

como libertad interior.<br />

La misión <strong>de</strong> la templanza no es cegar las pasiones, esas fuerzas interiores que son<br />

necesarias para vivir, no elimina la energía pasional, sino la encauza convenientemente.<br />

La insensibilidad, la apatía, es un <strong>de</strong>fecto, porque necesitamos la fuerza <strong>de</strong> las pasiones.


1.1 Escoger lo mejor<br />

Vivir la templanza es <strong>de</strong>cir que no a la apetencia inmediata, si eso ayuda a <strong>de</strong>cir<br />

que sí a las metas <strong>de</strong>l propia proyecto vital.<br />

Hay que apren<strong>de</strong>r a querer cada cosa por lo que vale. Esto es el ordo amoris,<br />

como le llamaba S. Agustín. El amor <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado pone en primer lugar lo que está en<br />

séptimo lugar, o se olvida <strong>de</strong> amar a fondo lo que está en primer lugar, aquello que da<br />

sentido a lo que está en séptimo u octavo lugar. El “or<strong>de</strong>n” supone que cada cosa tiene<br />

un lugar: el amor es superior al sexo, la amistad al negocio, una obra <strong>de</strong> Picasso está por<br />

encima <strong>de</strong> un tomo <strong>de</strong> la guía telefónica. Cambiar el or<strong>de</strong>n por precipitación es ven<strong>de</strong>r<br />

la primogenitura por un plato <strong>de</strong> lentejas, es cambiar un proyecto vital atractivo por la<br />

diversión que pue<strong>de</strong> conseguir unos pocos fines <strong>de</strong> semana.<br />

Ese <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n lleva consigo una falta <strong>de</strong> felicidad.¿Por qué? Porque la <strong>de</strong>bilidad<br />

<strong>de</strong> carácter (la falta <strong>de</strong> dominio sobre los caprichos hacia los que nos dirige el cuerpo y<br />

sus pasiones, la carencia <strong>de</strong> una personalidad fuerte) hace que sólo se aspire a realida<strong>de</strong>s<br />

inmediatas, pequeñas, fáciles, y trae consigo la renuncia <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s proyectos. Y<br />

quien, quizá inconscientemente, ha hecho esa renuncia, lo sabe, y no está satisfecho<br />

consigo mismo, ni con nada <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar con las causas <strong>de</strong> su caída (los<br />

bienes materiales que se la han provocado, la mala educación que ha tenido, etc.)<br />

A<strong>de</strong>más, el comportamiento <strong>de</strong>l caprichoso, al no contar con raíces en la<br />

voluntad, es inestable, cambia con cada estado <strong>de</strong> ánimo hasta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ellos. No<br />

sabe lo que quiere ni por qué quiere lo que quiere. Y al sentirse manipulado por “las<br />

ganas” se asusta pero no cuenta con recursos para evitar los malos vientos, y por eso<br />

enseguida volverá a hundirse llevado por esa falta <strong>de</strong> carácter.<br />

1.2 Disfrutar más<br />

Curiosamente, a la larga, la persona templada es la que más disfruta <strong>de</strong><br />

los bienes materiales en torno a los que el <strong>de</strong>stemplado ha levantado el pobre edificio <strong>de</strong><br />

su vida. El templado disfruta <strong>de</strong> una bebida más que el alcohólico. El segundo la<br />

necesita, el primero la acepta; el segundo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> ella, el primero, en cambio, es<br />

señor <strong>de</strong> ella, libre, se pertenece a sí mismo y no pertenece a las cosas que tiene (tiene,<br />

no es tenido).<br />

Aunque el principio radical <strong>de</strong>l movimiento ten<strong>de</strong>ncial está en el amor y<br />

el <strong>de</strong>seo, para <strong>de</strong>spertarlo juega un papel clave: el gozo experimentado. "Es necesario<br />

encontrar lo que san Agustín llama la <strong>de</strong>lectatio victrix, ese gusto vencedor. Sólo el<br />

placer triunfa sobre el placer. Jamás se ha triunfado <strong>de</strong>l placer por el <strong>de</strong>ber. El placer<br />

será siempre más po<strong>de</strong>roso que el <strong>de</strong>ber. Esto es lo que quiere expresar san Agustín:<br />

"No se vence el placer sino por el placer". La perfección moral consiste en que el<br />

hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito<br />

sensible según estas palabras <strong>de</strong>l salmo: "Mi corazón y mi carne gritan <strong>de</strong> alegría<br />

hacia el Dios vivo" (Sal 84, 3).(Catecismo <strong>de</strong> la Iglesia católica nº1770)<br />

Es preciso hacer experimentar a los hijos la alegría <strong>de</strong> darse, <strong>de</strong><br />

compartir, <strong>de</strong> ser señores que saben poseer sin ser poseídos por las cosas o los <strong>de</strong>seos o<br />

apetencias, la alegría en <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r a amar.


1.3 Conquistar la libertad: dueño <strong>de</strong> sí, para po<strong>de</strong>r amar.<br />

La templanza permite al hombre conservar su propio ser, evitando que, al<br />

entrar en contacto con los bienes sensibles, se enajene y extravíe, se aliene en ellos. El<br />

resultado es que el hombre templado se posee a sí mismo, gana en libertad interior,<br />

conserva su ser personal íntegro, y es capaz <strong>de</strong> realizar su vocación personal: la entrega<br />

total a la persona amada.<br />

En nuestros tiempos esta importancia <strong>de</strong> la templanza ha aumentado como<br />

consecuencia <strong>de</strong>l materialismo hedonista y consumista imperante en la sociedad. La<br />

templanza aparece, no sólo como una condición necesaria para salvaguardar la libertad<br />

interior, sino también para evitar -en muchos casos- el <strong>de</strong>terioro <strong>de</strong> la salud psíquica.<br />

La falta <strong>de</strong> templanza (o intemperancia), precisamente al <strong>de</strong>struir los muros <strong>de</strong><br />

contención que encauzan las pasiones sensibles al bien <strong>de</strong>l hombre, da rienda suelta a un<br />

impetuoso torrente pasional que acaba <strong>de</strong>struyendo la armonía interior y la belleza<br />

moral <strong>de</strong> la persona. El hombre no templado frecuentemente se ve afectado <strong>de</strong><br />

esclavitu<strong>de</strong>s tremendas, que ni sacian ni liberan, y le sumergen en un estado <strong>de</strong> continua<br />

ansiedad, porque la razón –con su apertura a todas las cosas- siempre pue<strong>de</strong> avanzar <strong>de</strong><br />

apetito en apetito, pero el objeto <strong>de</strong> este apetito, por ser sensible, es limitado. La<br />

consecuencia es la insatisfacción y la frustración. No se encuentra ya alegría en el<br />

placer. De aquí al <strong>de</strong>sequilibrio interior no hay más que un paso.<br />

Sin la templanza los instintos más fuertes: el apetito <strong>de</strong> comer y beber, y el apetito<br />

sexual subyugan a la razón, impi<strong>de</strong>n la recta intención <strong>de</strong>l fin y conducen al error en a<br />

elección <strong>de</strong> los medios. El hombre queda así esclavo <strong>de</strong> las pasiones. Hace lo que no<br />

querría hacer. Está ciego. Y sin conocimiento no hay libertad.<br />

El resultado es que el hombre templado se posee a sí mismo, gana en libertad<br />

interior, conserva su ser personal íntegro, y es capaz <strong>de</strong> realizar su vocación personal: la<br />

entrega total a la persona amada<br />

2. LOS BIENES <strong>DE</strong>L CUERPO, CAMPO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> TEMP<strong>LA</strong>ZA<br />

La templanza consiste en la capacidad <strong>de</strong> meter la razón (y con ella la voluntad,<br />

la libertad, la actitud magnánima) en todo lo referido a los bienes que apetece y busca el<br />

cuerpo. Estos son bienes pero sólo a condición <strong>de</strong> que sepan ocupar su lugar propio.<br />

Una empresa requiere directivos y empleados, pero es importante que los lugares <strong>de</strong><br />

unos y otros no se confundan, porque si no, todo se vendrá abajo.<br />

¿Qué es lo que pue<strong>de</strong> tener el hombre? Se podría dividir en tres campos:<br />

. bienes materiales (lo que más propiamente se relaciona con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> habitar,<br />

<strong>de</strong> tener el lugar don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>sarrolla la propia vida);<br />

. lo que se relaciona con el mantenimiento <strong>de</strong>l propio cuerpo, la comida, la<br />

bebida;<br />

. lo que se relaciona con el mantenimiento <strong>de</strong>l propia especie: la sexualidad.


2.1 El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> poseer bienes materiales<br />

La mera acumulación <strong>de</strong> bienes materiales, la disponibilidad <strong>de</strong> múltiples<br />

beneficios, aportados en los tiempos recientes por la ciencia y la técnica, incluida la<br />

informática no basta para proporcionar la felicidad humana. Todos somos testigos <strong>de</strong> los<br />

tristes efectos <strong>de</strong> esta ciega sumisión al mero consumo: en primer término, una forma <strong>de</strong><br />

materialismo craso, y al mismo tiempo una radical insatisfacción, porque se compren<strong>de</strong><br />

rápidamente que ⎯si no se está prevenido contra la inundación <strong>de</strong> mensajes<br />

publicitarios y la oferta incesante y tentadora <strong>de</strong> productos⎯ cuanto más se posee más<br />

se <strong>de</strong>sea, mientras las aspiraciones más profundas quedan sin satisfacer, y quizá incluso<br />

sofocadas. El mal no consiste en el «tener» como tal, sino en el poseer que no respeta la<br />

calidad y la or<strong>de</strong>nada jerarquía <strong>de</strong> los bienes que se tienen. Calidad y jerarquía que<br />

<strong>de</strong>rivan <strong>de</strong> la subordinación <strong>de</strong> los bienes y <strong>de</strong> su disponibilidad al «ser» <strong>de</strong>l hombre y a<br />

su verda<strong>de</strong>ra vocación.<br />

Desprendimiento es someter el apetito <strong>de</strong> riquezas y bienes materiales a la<br />

razón. Esto exige <strong>de</strong>sear esos bienes como medios, y para un fin que sea verda<strong>de</strong>ro fin<br />

<strong>de</strong>l hombre. Es uno <strong>de</strong> los campos en que resalta con más claridad la íntima relación <strong>de</strong><br />

la templanza con la libertad interior: quien está <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> todo, es más libre que<br />

quien anda atrapado en la tela <strong>de</strong> araña formada por las preocupaciones <strong>de</strong> lo superfluo.<br />

En el fondo, no se posee verda<strong>de</strong>ramente algo, hasta que se está dispuesto a entregarlo.<br />

Hasta entonces, al menos en parte, se es poseído por ese “algo”, que ata. No se es<br />

todavía, en cierto modo, verda<strong>de</strong>ro dueño y señor <strong>de</strong> ello.<br />

Bajando a la realidad <strong>de</strong> cada día: los padres han <strong>de</strong> ayudar a sus hijos a mo<strong>de</strong>rar<br />

el uso <strong>de</strong> la tv, or<strong>de</strong>nador, móviles, vi<strong>de</strong>oconsola, ipod, etc. etc. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> fomentar el<br />

autismo, el contenido <strong>de</strong> muchos programas fomenta el consumismo. Conviene también<br />

mo<strong>de</strong>rar el uso <strong>de</strong> los lugares <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, para evitar: permanecer en cama excesivas<br />

horas, tumbarse en los sofás, <strong>de</strong>ambular por la casa sin hacer nada, no levantarse a la<br />

hora, trasnochar, etc. Disponer <strong>de</strong> dinero no les ayuda a controlarse en los gastos.<br />

También en estos han <strong>de</strong> ser educados los hijos. Cuidar las cosas para que duren, tanto<br />

las personales como las públicas.<br />

2.2 El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> mantener el propio cuerpo<br />

La abstinencia en la comida y la sobriedad en la bebida. La<br />

abstinencia es el nombre técnico con que se <strong>de</strong>signa la virtud que mo<strong>de</strong>ra los apetitos<br />

<strong>de</strong> la comida; la sobriedad, mo<strong>de</strong>ra los <strong>de</strong> la bebida alcohólica. Si no se viven, la<br />

mirada <strong>de</strong>l hombre queda embotada y es incapaz <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>r lo sensible y captar lo<br />

espiritual. Santo Tomás afirma que, entre las consecuencias <strong>de</strong>l vicio <strong>de</strong> la gula<br />

(contrario a la abstinencia) se encuentra el <strong>de</strong>l “embotamiento <strong>de</strong>l sentido” espiritual.<br />

Un entrenamiento para conseguir el dominio <strong>de</strong> sí es vencerse en las pequeñas cosas en<br />

la comida: terminar lo que nos han puesto en el plato; comer <strong>de</strong>spacio, sin ansiedad;<br />

esperar a que lleguen todos o se sirvan todos para empezar, esmerarse en los modales en<br />

la mesa, usar habitualmente la servilleta; evitar comer o beber entre comidas; las<br />

chuches, los chocolates, etc. etc.


2.3 El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> mantener la especie<br />

La castidad mo<strong>de</strong>ra el apetito sexual. Conviene que el padre con sus<br />

hijos y la madre con sus hijas, estén atentos y se a<strong>de</strong>lanten en la educación <strong>de</strong> la<br />

afectividad y <strong>de</strong> la sexualidad <strong>de</strong> sus hijos. Si no se sabe cómo hacer, se pue<strong>de</strong> buscar<br />

orientación con el preceptor o con alguno <strong>de</strong> los expertos que asesoran al colegio en<br />

cuestiones familiares. Nunca es aconsejable <strong>de</strong>jar pasar el tiempo sin intervenir<br />

oportunamente. Hay que explicarles el maravilloso don <strong>de</strong> la sexualidad encuadrada en<br />

el misterio <strong>de</strong>l hombre y en el amor esponsal que tiene su lugar propio en el<br />

matrimonio. Con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za pero con meridiana claridad hay que orientar el cuidado <strong>de</strong>l<br />

cuerpo, el respeto a las personas <strong>de</strong>l otro sexo, los aspectos fisiológicos que son propios<br />

<strong>de</strong> los chicos y <strong>de</strong> las chicas, el maravilloso don <strong>de</strong> la vida que está relacionado con la<br />

sexualidad. También hay que abordar, con naturalidad, los aspectos morales <strong>de</strong> la<br />

sexualidad: el porqué <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> las pasiones; la intensidad con la que pue<strong>de</strong><br />

encen<strong>de</strong>rse la concupiscencia; el cuidado <strong>de</strong>l pudor, tanto en el vestido como en los<br />

modos <strong>de</strong> hablar y <strong>de</strong> comportarse; las manifestaciones <strong>de</strong> afecto que son propias <strong>de</strong> los<br />

amigos, <strong>de</strong> los novios o <strong>de</strong> los esposos, etc. Cada uno <strong>de</strong>be ver siempre a los <strong>de</strong>más<br />

como personas, sin <strong>de</strong>gradarlos o convertirlos en objetos para su utilización sexual.<br />

La vergüenza y la honestidad . Hay dos pasiones, -a las que Sto.<br />

Tomás <strong>de</strong>nomina “dignas <strong>de</strong> alabanza”- que facilitan vivir la castidad y que hemos <strong>de</strong><br />

inculcar en los jóvenes: la vergüenza y la honestidad. Propiamente, la vergüenza es el<br />

temor al acto torpe, y la honestidad el amor a la belleza moral. Una es freno, obstáculo;<br />

la otra es impulso, camino. Ambas, vergüenza y honestidad, tienen un papel<br />

fundamental en la educación <strong>de</strong> la templanza. En efecto, saber inculcar la vergüenza<br />

como reacción pasional a<strong>de</strong>cuada a los actos torpes es un seguro <strong>de</strong> vida en la vida<br />

moral, máxime cuando no se ha adquirido aún la virtud perfecta <strong>de</strong> la templanza. Pero<br />

conviene hacer notar que la vergüenza supone un temor al oprobio o censura que el acto<br />

torpe lleva consigo, y que se teme más la censura o vituperio <strong>de</strong> los que son cercanos: la<br />

familia, por ejemplo. Se entien<strong>de</strong> el papel fundamental que la sociedad tiene en este<br />

punto, y <strong>de</strong> manera especial la familia. Resulta temerario alabar toda espontaneidad y no<br />

censurar lo que es vituperable, porque se priva a los jóvenes <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las condiciones<br />

<strong>de</strong> esta virtud, precisamente cuando más necesaria les es (no en vano Aristóteles<br />

afirmaba que la intemperancia es un vicio pueril).<br />

En este sentido la honestidad actúa <strong>de</strong> manera positiva, como un<br />

imán, en el nacimiento <strong>de</strong> la virtud <strong>de</strong> la templanza, por lo que es necesario cultivarla.<br />

Como la vergüenza, esta pasión está relacionada con el honor, y por tanto, con la<br />

dimensión social <strong>de</strong>l hombre. Por eso es posible educarla, fomentarla, y la familia y la<br />

sociedad tienen, una vez más, una importancia fundamental. El modo en que se<br />

apren<strong>de</strong>n las virtu<strong>de</strong>s en la familia es por connaturalidad: en la inclinación que supone<br />

el amor por los padres, se <strong>de</strong>scubre su inclinación a lo bello, y se mo<strong>de</strong>lan las propias<br />

ten<strong>de</strong>ncias en este sentido, <strong>de</strong> manera que en el futuro se será capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir la<br />

propia ten<strong>de</strong>ncia a lo bello como indicadora <strong>de</strong>l bien moral.<br />

El pudor custodia el amor y guarda la propia intimidad para quien le<br />

pertenece, impidiendo que el misterio <strong>de</strong> la persona pueda ser profanado. Es capital<br />

cultivarlo en nuestros días.


3. ALGUNOS CONSEJOS PARA EDUCAR EN <strong>LA</strong> TEMP<strong>LA</strong>NZA<br />

Si tienes que <strong>de</strong>cir no, dilo con elegancia.<br />

No te dé pena ser firme, incansable, constante en repetir la interminable<br />

lista <strong>de</strong> “noes” a tus hijos (“no hagas esto, no hagas lo otro”). Pero no lo hagas con<br />

pena, con enojo, con amargura. Que no piensen que la templanza, las renuncias, son<br />

propias <strong>de</strong> una señora regañona, seca y avinagrada. Las renuncias son <strong>de</strong> una señora<br />

elegante y <strong>de</strong> buen gusto.<br />

Renunciamos a cosas buenas a favor <strong>de</strong> otras mejores.<br />

Salvo algunas excepciones, la templanza nos permite renunciar no a<br />

cosas feas, sucias o absolutamente malas, sino a cosas buenas en favor <strong>de</strong> otras mejores.<br />

Por tanto, no presentes el sexo como sucio, ni los dulces como feos, ni el vino como el<br />

<strong>de</strong>monio. El día que los prueben tus hijos <strong>de</strong>scubrirán que fuiste un mentiroso. Lo que<br />

<strong>de</strong>ben saber, pues, tus hijos es que renuncian a esos bienes para asegurarse otros son<br />

mejores para ellos en ese momento.<br />

Formarles el buen gusto y <strong>de</strong>scubrirles su belleza.<br />

En la medida en que tus hijos vayan teniendo uso <strong>de</strong> razón, infórmales y<br />

recuérdales los bienes mayores que persiguen tras renunciar a los menores con la<br />

templanza. Esto es formarles en el buen gusto, ayudarles a ser elegantes, que viene <strong>de</strong><br />

elegir, elegir lo mejor. Preocúpate por <strong>de</strong>mostrarles, con ejemplos <strong>de</strong> vida, que el amor<br />

es más hermoso que una página pornográfica.<br />

Antes <strong>de</strong> obrar, informarse.<br />

Según santo Tomás <strong>de</strong> Aquino, hay dos tipos <strong>de</strong> <strong>de</strong>senfreno. Uno es<br />

consecuencia <strong>de</strong> la impetuosidad: el hombre respon<strong>de</strong> inmediatamente a sus impulsos y<br />

se abandona tontamente a ellos sin informarse. Otro <strong>de</strong>senfreno es consecuencia <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> carácter: aunque el hombre esté informado, aun así ce<strong>de</strong> a sus bajos<br />

apetitos. De esta distinción se siguen las siguientes dos recomendaciones para educar la<br />

templanza. Logra que tus hijos, antes <strong>de</strong> obrar, se acostumbren a informarse. Que<br />

aprendan a ser pru<strong>de</strong>ntes, que no reaccionen como un resorte y ciegamente a sus<br />

impulsos. Así vencerán el <strong>de</strong>senfreno por impetuosidad.<br />

Si quieren azul celeste, que les cueste. Vigoriza su voluntad.<br />

Ahora bien, el <strong>de</strong>senfreno por <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> carácter lo vencen dándole<br />

vigor a la voluntad. Educa, pues, la fortaleza <strong>de</strong> tus hijos. No les facilites las cosas: que<br />

sepan lo que cuestan. Según su edad, que cada uno vaya gradualmente encargándose <strong>de</strong><br />

conseguir sus cosas. “Si quieren azul celeste, que les cueste”.<br />

Fray ejemplo, el mejor predicador.


Si les pi<strong>de</strong>s renuncias a tus hijos, dales ejemplo. Renuncia, por ejemplo, a<br />

concretar el más gran<strong>de</strong> negocio <strong>de</strong> tu vida, si así lo exige el tiempo no solo<br />

“cualitativo”, sino también cuantitativo que requieren tus hijos. No te conformes con<br />

evitar la glotonería y las borracheras, ejercítate en la serenidad, en la humildad, la<br />

mansedumbre, la alegría, la clemencia, la fi<strong>de</strong>lidad en el matrimonio y aun la castidad,<br />

pues la castidad es también para los esposos. Que tus hijos vean cómo queres y respetas<br />

y admiras a tu esposa.<br />

Al corregirles, no lo hagas cuando estés enfadado; no te <strong>de</strong>jas llevar por la ira. Espera.<br />

Justicia, generosidad y amor.<br />

La templanza a<strong>de</strong>más se fortalece y ennoblece dándole directamente un<br />

valor positivo a la renuncia. Entonces, que no sea para tus hijos un simple privarse <strong>de</strong><br />

algo. Que sea mejor un acto <strong>de</strong> justicia: que <strong>de</strong>n lo que les sobra a los que no tienen.<br />

Que sea mejor un acto <strong>de</strong> generosidad: que <strong>de</strong>n lo que no les sobra a quienes no tienen.<br />

Que sea incluso un acto <strong>de</strong> amor: que se <strong>de</strong>n ellos mismos a los <strong>de</strong>más.<br />

Contar con Dios<br />

La templanza se vigoriza viviendo nuestra fe, siguiendo e imitando a<br />

Jesucristo, fomentando una amistad honda con quien es nuestro Mo<strong>de</strong>lo, buscando en Él<br />

la fuerza para luchar y la humildad para volver a empezar cuando hayamos caído,<br />

renovados por el encuentro con su perdón.

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