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MILITANTES DEL P.R. UNO X UNO E - Roberto Baschetti

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ESPONDA, Carlos Enrique. Nacido en General Roca, provincia de Río<br />

Negro, el 6 de septiembre de 1952. Joven inquieto y reflexivo; a los 14<br />

años ganó un concurso nacional cuya temática se centraba en la defensa de<br />

la paz. Ex estudiante de Ciencias Económicas. Militante de Juventud<br />

Peronista en La Plata y montonero (nombre de guerra Jorge). Con<br />

anterioridad había militado en “Descamisados” hasta la fusión de esta<br />

pequeña organización peronista revolucionaria con Montoneros. Los<br />

degenerados de sus compañeros y amigos de ámbito, lo llamaban “El<br />

Sátiro” por su forma de reírse. Anteojos tipo John Lennon, pelo rojizo,<br />

bigotes al estilo “candado” o “manubrio” poblados. Se caracterizaba por<br />

analizar las cosas desde un punto de vista filosófico e ideológico que<br />

acercaba así una nueva interpretación al fenómeno. Su compañero de<br />

militancia Jorge Pastor Asuaje lo recuerda: “A esa altura ya había leído lo<br />

suficiente como para saber que la economía no es sólo una cuestión de<br />

números y leyes, sino también un asunto de voluntades y afectos. Y así<br />

como otros empezaban a decidir que de todos sus amores ningún cariño<br />

superaría su pasión por el dinero, él también decidía hacerle caso a ese<br />

corazón que le decía que lo importante era encontrar la manera más justa de<br />

repartirlo. Pero sabía también que ese reparto no se resolvía mediante la<br />

demostración científica de las teorías económicas en los claustros<br />

académicos, ni escribiendo profundos tratados sobre la administración de<br />

las riquezas. Sabía que esas cosas se resolvían en las oficinas de las grandes<br />

multinacionales y en los piquetes que garantizaban la efectividad de las<br />

huelgas; en los despachos de los funcionarios gubernamentales y en las<br />

casas más humildes de los barrios suburbanos. Él eligió uno de esos bandos<br />

y allí lo conocí yo, algún día de verano, hace ya más de veinte años, con<br />

una pinta de intelectual desclasado que no podían disimular ni los vaqueros<br />

gastados ni la modesta campera de plástico (...) Y lo seguí conociendo, ya<br />

no hablando de teorías en las reuniones de ámbito, sino pegando ladrillos<br />

en las paredes para construir una salita para los chicos del barrio. Y lo<br />

conocí compartiendo un asado con los vagos más vagos y con los<br />

laburantes más laburantes que había en su barrio adoptivo. Para mí,<br />

simplemente era Jorge, o más bien El Sátiro. Como lo fue la mañana en que

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