12.05.2013 Views

Al borde del acantilado - SERLIB

Al borde del acantilado - SERLIB

Al borde del acantilado - SERLIB

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

80<br />

elizabeth george<br />

—Pero dices que estaba escalando. No pensarás que alguien…<br />

—<strong>Al</strong>guien no, <strong>Al</strong>dara. ¿Santo Kerne? ¿Polcare Cove? No es<br />

difícil adivinar quién podría haberle hecho daño.<br />

—No digas tonterías. Ves demasiadas películas. El cine hace<br />

que la gente crea que los demás actúan como si estuvieran interpretando<br />

un papel escrito en Hollywood. Que Santo Kerne<br />

se cayera mientras hacía escalada…<br />

—¿No es un poco extraño? ¿Por qué iba a escalar con este<br />

tiempo?<br />

—Me lo preguntas como si esperaras que supiera la respuesta.<br />

—Por el amor de Dios, <strong>Al</strong>dara…<br />

—Basta. —<strong>Al</strong>dara dejó la copa de vino con firmeza sobre la<br />

mesa—. Yo no soy tú, Daidre. Nunca me he sentido como…<br />

como… Oh, cómo lo diría… intimidada por los hombres como<br />

tú, no tengo esa sensación de que de algún modo son más importantes<br />

de lo que son, que son necesarios en la vida, esenciales<br />

para que una mujer esté completa. Siento muchísimo que el<br />

chico haya muerto, pero no tiene nada que ver conmigo.<br />

—¿No? ¿Y este…? —Daidre señaló las dos copas de vino,<br />

los dos platos, los dos tenedores, la repetición infinita de lo que<br />

debería haber sido pero que nunca acababa de ser el número<br />

dos. Y también estaba el tema de la ropa que llevaba <strong>Al</strong>dara: el<br />

vestido vaporoso que abrazaba y soltaba sus caderas cuando se<br />

movía, los zapatos que había elegido con la parte de los dedos<br />

demasiado abierta y los tacones demasiado altos para resultar<br />

prácticos en una granja, los pendientes que resaltaban su largo<br />

cuello. La mente de Daidre no albergaba ninguna duda de que<br />

las sábanas de la cama de <strong>Al</strong>dara estarían recién lavadas y olerían<br />

a lavanda y de que habría velas preparadas para encender<br />

en el dormitorio.<br />

En estos momentos había un hombre de camino a su casa<br />

que estaba pensando en quitarle la ropa y preguntándose<br />

cuánto tardaría en poder ir al grano con ella después de llegar.<br />

Pensaba en cómo iba a hacérselo —fuerte o con ternura, contra<br />

la pared, en el suelo, en una cama— y en qué postura, y si estaría<br />

a la altura para hacerlo más de dos veces porque sabía que

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!