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10 Año 5 - Nro. 17 [Diciembre 2011]<br />

Louis-Ferdinand Céline a los 60 años.<br />

eran falsas. Ningún centro médico de Europa<br />

reconocía el hallazgo y el personal de<br />

los hospitales se oponía al lavado de manos<br />

por considerarlo inútil. Sólo cinco médicos<br />

apoyaban a Semmelweis: Rokitansky,<br />

Hébra, Heller, Helm y Skoda; el resto de los<br />

colegas, estudiantes y enfermeros lo llenaban<br />

de injurias. Para colmo, el ministerio lo<br />

destituyó por segunda vez el 20 de marzo<br />

de 1849, y le ordenó que abandonara Viena.<br />

Refugiado en Budapest, Semmelweis pasó<br />

hambre y apenas podía ejercer la medicina.<br />

Además, en un plazo de pocos días, se fracturó<br />

un brazo y una pierna, y quedó inmovilizado<br />

en cama. Su amigo Lajos Markusovszky<br />

lo encontró solo, hambriento y<br />

enfermo. “Está tan envejecido que apenas<br />

he podido reconocerle. Hay una gran melancolía<br />

grabada en sus rasgos, temo que<br />

para siempre”, escribió su compañero en<br />

aquella ocasión.<br />

Afortunadamente, un tiempo después fue<br />

admitido en la maternidad San Roque (de<br />

Budapest) donde comenzó la redacción de<br />

su libro capital, La etiología de la fiebre puerperal.<br />

Para 1856, el Dr. Birley, director de<br />

la institución, había muerto y Semmelweis<br />

lo sucedió. Sin embargo, luego de escribir<br />

una carta abierta a todos los profesores de<br />

Obstetricia (en la que calificaba de asesinos<br />

a los detractores de las reglas prescriptas<br />

para evitar la fiebre puerperal), comenzó<br />

a sufrir las mismas hostilidades que en<br />

Viena.<br />

Por esa época, su único amigo, el Dr. Arneth,<br />

en marzo de 1858 viajó a París con el<br />

manuscrito de Semmelweis para participar<br />

de las sesiones consagradas a la fiebre<br />

puerperal de la Academia. Allí, sólo recibió<br />

más oposición a la aplicación del método de<br />

Semmelweis.<br />

Agotado, rotos todos los caminos de<br />

la razón y perdidos todos los apoyos,<br />

Semmelweis cayó en la melancolía y la alienación;<br />

se dejaba dominar por las alucinaciones<br />

y una tarde corrió hasta las aulas de<br />

anatomía de la facultad, se apoderó de un<br />

escalpelo, cortó los tejidos putrefactos de<br />

un cadáver y se hizo un corte profundo. Estaba<br />

infectado mortalmente.<br />

Skoda, advertido de la situación de su discípulo,<br />

viajó a Budapest y trasladó a Semmelweis<br />

a Viena. El 22 de junio de 1865 fue<br />

internado en un manicomio. Sin embargo,<br />

al poco tiempo, desarrolló linfagitis,<br />

pleuresía, peritonitis y meningitis, y tras<br />

una agonía de tres semanas, murió el 16 de<br />

agosto de 1865 a los cuarenta y siete años de<br />

edad. Su obra, aunque fue ignorada por su<br />

época, será eterna.<br />

En el final de la tesis de Destouches, el que<br />

escribe ya es Céline: “Veinte veces descendió<br />

la noche sobre esta habitación, antes<br />

de que la muerte se llevara a quien le había<br />

infligido una afrenta precisa, inolvidable.<br />

Apenas era un hombre lo que iba a llevarse<br />

con ella de nuevo, era una forma delirante,<br />

corrompida, cuyos contornos se iban borrando<br />

bajo una purulencia progresiva. Por<br />

lo demás, ¿qué victoria podía esperar ella,<br />

la Muerte, en un lugar tan degradado como<br />

aquél? ¿Acaso había alguien que le disputara<br />

por los pasillos del Asilo esas larvas humanas,<br />

esos extraños seres burlones, esas<br />

torvas sonrisas que rondan el límite de la<br />

nada? Prisión para los instintos, asilo para<br />

locos. El hombre termina donde comienza<br />

el loco!”<br />

Su tesis es una exaltación a la labor del médico<br />

que, empujado por una ardiente compasión<br />

por la miseria física de sus enfermos,<br />

hace frente a la fatalidad y al destino.<br />

“El mundo sólo pervive gracias a la generosa<br />

ebriedad de la salud”, decía Destouches.<br />

Para él, el pensamiento médico constituía<br />

el único verdaderamente humano y, en este<br />

sentido, Semmelweis le resultaba un ejemplo<br />

iluminador. Éste creía que la medicina<br />

era una piedad más activa que las demás y,<br />

de hecho, una vez el propio médico le confesó<br />

a un amigo: “Mi vida ha sido infernal.<br />

La idea de la muerte de mis pacientes me ha<br />

resultado siempre insoportable, sobre todo<br />

cuando se cuela entre las dos grandes alegrías<br />

de la existencia, la de ser joven y la de<br />

dar vida”.<br />

Un año después de publicar este ensayo,<br />

Revista DM MD - Ciencia y Cultura Médica - Diagnóstico Médico - www.diagnosticomedico.com<br />

Destouches abandonó su práctica médica,<br />

a su esposa e hija, y se integró en la Sociedad<br />

de las Naciones en el área de higiene.<br />

Allí, según sus propias palabras, vio la luz:<br />

notó “que el mundo estaba gobernado por<br />

Mammon [la avaricia] implacablemente”.<br />

Luego, durante tres años, viajó por Suiza,<br />

Nigeria, Senegal, Cuba, Canadá y Estados<br />

Unidos. En Detroit estudió los problemas<br />

de la medicina social en la fábrica Ford<br />

y escribió el estudio sociológico “Le medicine<br />

chez Ford”. En 1928 regresó a París y<br />

abrió su consultorio médico en un suburbio<br />

de París. En 1931, además, fue contratado<br />

por una clínica municipal de Clichy.<br />

Segunda parte: Monsieur Céline<br />

En 1932, mientras trabajaba en Clichy,<br />

Destouches publica -bajo el seudónimo de<br />

Céline (apellido de la madre)- su primera<br />

novela: Viaje al fin de la noche, una obra<br />

maestra de la literatura francesa del siglo<br />

veinte en la que reproduce magistralmente<br />

la oralidad. Con una dedicatoria a Elizabeth<br />

Craig, su amante desde 1926, Céline<br />

reconstruye en la ficción un período de<br />

su propia biografía: al igual que él, su personaje,<br />

Ferdinand Bardamu, es herido en la<br />

Primera Guerra Mundial, sobrevive en las<br />

colonias francesas de África, viaja a Nueva<br />

York, trabaja en Detroit, se enamora y, de<br />

regreso en Francia, concluye los estudios de<br />

medicina y trabaja como médico.<br />

La ferocidad de la naturaleza humana es<br />

una obsesión en toda la obra celineana. El<br />

autor calificaba a la guerra como una “rabia<br />

tremenda que impulsa a la mitad de los<br />

seres humanos a enviar a la otra mitad al<br />

matadero” y, en sintonía, Bardamu dice:<br />

“Sentía como un deseo de intentar comprender<br />

su brutalidad. Somos vírgenes del<br />

horror. Yo acababa de descubrir de un golpe<br />

la guerra. Hay que estar casi solo ante ella,<br />

para verla bien, a esa puta, de frente y de<br />

perfil. La noche encerraba voluntades homicidas<br />

enormes e innumerables. Ya no se<br />

podría ver otra cosa: nuestra muerte. Desde<br />

entonces sé lo que deben sentir los conejos<br />

en un coto de caza. Brutos delante, al lado y<br />

detrás. De los hombres es de quien hay que<br />

tener miedo, siempre”.<br />

A lo largo de las páginas de Viaje al fin de<br />

la noche, la bestialidad cae sobre el cuerpo<br />

del personaje y lo agobia: “Un mes de sue-

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