revista cultural
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maridajes<br />
Héctor Fouce<br />
LIBRO<br />
Una lectura nada común<br />
Alan Bennett<br />
Anagrama 2008<br />
Los dioses griegos tenían una posición<br />
privilegiada para observar desde el<br />
Olimpo las tribulaciones de los débiles<br />
humanos, a los que contemplaban con<br />
condescendencia, como un niño observa<br />
los movimientos de las hormigas. La Reina<br />
de Inglaterra es posiblemente uno de los<br />
escasos seres humanos que goza de esa<br />
mirada a lo humano desde las alturas,<br />
separada del mundanal ruido, de las<br />
miserias y sentimientos cotidianos de la<br />
multitud, por años de tradición, la pompa,<br />
el protocolo y el boato. Quizás por esta<br />
especie de cualidad sobrehumana ejerce<br />
una fascinación que ha llevado al personaje,<br />
más que al ser humano, a ser protagonista<br />
de un par de obras que bucean en las<br />
complejidades de su situación.<br />
Stephen Frears dirigió en 2006 The queen,<br />
que ficciona el más delicado momento<br />
que la monarquía británica ha vivido en<br />
los últimos años: la muerte de Diana de<br />
Gales justo en el instante en que un joven y<br />
aguerrido Tony Blair se convertía en primer<br />
ministro. Blair y sus sinuosos consejeros<br />
de prensa rápidamente aprovechan la<br />
& &<br />
PELÍCULA<br />
The Queen<br />
Stephen Frears<br />
Pathe Pictures International 2006<br />
popularidad de Diana para anotarse un tanto:<br />
ella era la princesa del pueblo, su princesa.<br />
En contraste, la familia real vive en su Olimpo,<br />
incapaz de empatizar con el dolor de su<br />
pueblo. La Reina, magistralmente interpretada<br />
por Helen Mirren, se queda en Balmoral<br />
mientras la gente hace cola para poner flores<br />
en las puertas de su palacio de Westminster,<br />
esperando un gesto, como una bandera a<br />
media asta. La indiferencia de la acartonada<br />
Reina, en contraste con la implicación del<br />
enérgico y sensible Primer Ministro, hace<br />
mella en la lealtad de un pueblo que lleva<br />
años soportando continuos escándalos<br />
de la familia real. El fin de la monarquía,<br />
jaleado por los tabloides, parece cercano: el<br />
personaje de Cherie Blair representa el vigor y<br />
la plausibilidad de la alternativa republicana.<br />
Sin embargo, Blair logra doblegar a la Reina<br />
para que se ponga de nuevo a la cabeza de su<br />
pueblo, regresando a Londres, lamentando su<br />
muerte en un discurso televisado y accediendo<br />
a que se celebre un funeral público.<br />
Sin duda, lo mejor de la película son las escenas<br />
en las que se muestra la diferencia entre el<br />
carácter mundano de Blair y el boato de la<br />
Reina: el Primer Ministro come en la cocina con<br />
su familia o viste la camiseta de su equipo de<br />
fútbol mientras habla por teléfono con la Reina,<br />
que abandona un pomposo comedor servido<br />
por criados para atender la llamada del premier<br />
desde un despacho decorado con escenas<br />
de caza. Blair es un humano que habla desde<br />
la calle. La Reina una deidad que habla desde<br />
las alturas. Pero al final desciende a la tierra y<br />
extiende un manto de fascinación entre sus<br />
súbditos, que rápidamente olvidan sus errores<br />
pasados y se inclinan ante su presencia.<br />
Leer Una lectora nada común, de Alan Bennet,<br />
sin ubicar sus escenarios en los de la película se<br />
me hace imposible. La Reina que protagoniza<br />
esta novela corta (que habita un tiempo<br />
indefinido y no tiene más nombre que su título)<br />
se parece más a la fabulada por Frears que a la<br />
auténtica Isabel II, de nuevo atrapada entre<br />
su educación victoriana y sus ambiciones<br />
mundanas. En este caso, el conflicto lo<br />
desata el repentino descubrimiento del<br />
placer de la lectura. De repente, la Reina<br />
tiene un hobby. Pero el trabajo de la Reina<br />
es mostrar interés sin caer nunca en el<br />
apasionamiento. A través de la lectura, la<br />
monarca descubre la empatía y empieza<br />
a bucear en la naturaleza humana, ella,<br />
que había sido educada para ser todo<br />
superficie, puro símbolo, servidora fiel de las<br />
obligaciones impuestas por la tradición y el<br />
protocolo. El viaje personal de la Reina hacia<br />
su interior a través de los libros, de la mano<br />
de un joven consejero mal visto por los reales<br />
servidores, le hace cuestionarse su relación<br />
con el cargo, con los políticos de su gobierno,<br />
con los mandatarios extranjeros. Con afilado<br />
humor, Bennet construye una Reina cada día<br />
menos regia y más mundana, cada vez más<br />
cercana a la excentricidad, a cada página<br />
más reacia a acatar la vacuidad de su cargo<br />
y la estupidez de los que la rodean.<br />
Héctor Fouce. (Lugo, 1972). Profesor de Comunicación en la Facultad de Ciencias de la<br />
Información de la Universidad Complutense de Madrid, ha sido crítico musical, es autor<br />
de varios libros musicales como “El Futuro ya está aquí” (2006) y participa en diversos<br />
proyectos de investigación sobre música popular, cultura y sociedad contemporánea,<br />
temáticas sobre las que ha comisariado diversas exposiciones, como “Arde la Calle”, con<br />
fotografías de Miguel Trillo y “Vibraciones Prohibidas”, que podrá verse en el Centro Galego<br />
de Arte Contemporáneo (CGAC. Santiago de Compostela) hasta el próximo 10 de marzo.<br />
Jardínes de Kensington es una novela<br />
en la que diferentes momentos<br />
históricos y diferentes personajes se<br />
entrecruzan en una narrativa compleja.<br />
Desde el pasado, como un fantasma,<br />
aparece la historia ambientada en el<br />
bullicioso y excesivo Londres de los<br />
sesenta, donde el aristócrata Sebastián<br />
Darjeeling Compton-Lowe intenta<br />
desesperadamente que su celebridad<br />
mediática sea comparable a su éxito<br />
musical, obsesionándose con superar a<br />
unos Beatles en pleno frenesí creativo.<br />
En plena época de experimentación, su<br />
banda, The Beaten Victorians, pretendió<br />
recuperar el legado conservador de la<br />
Inglaterra victoriana. Huelga decir que<br />
nunca logró superar a los cuatro de<br />
Liverpool, aunque su vida será paradigma<br />
del mito del rock, muere joven, rico y<br />
atormentado.<br />
Muchos años después, a lo largo de<br />
una noche, su hijo, el famoso escritor de<br />
novelas infantiles Peter Hook, cuenta al<br />
niño Keiko Kai una alambicada historia en<br />
la que se mezcla la biografía de J.M.Barrie,<br />
creador de Peter Pan, con su propia<br />
experiencia, de la que forma parte la biografía<br />
de su padre. Los cuentos protagonizados<br />
por Jim Yang y su cronocicleta han hecho<br />
de Hook una celebridad, vengando así el<br />
papel secundario de su padre en los sesenta.<br />
Sabemos que ese niño que le escucha, que no<br />
tiene voz en toda la novela, no está ahí por su<br />
propia voluntad, lo que crea un contrapunto<br />
sádico con las historias infantiles que se<br />
entrecruzan en la perorata del protagonista.<br />
Fresán crea una novela obsesiva en torno al<br />
mundo de la infancia, con un matiz perverso:<br />
la infancia es un territorio mítico, un espacio<br />
mágico al que siempre podemos volver de la<br />
mano de la memoria, pero no deja de ser un<br />
breve periodo de la existencia de cada uno,<br />
siempre a la fuga. Esta ambigüedad marcó<br />
la vida y la obra de J.M.Barrie, que nunca<br />
tuvo hijos pero que construyó una relación<br />
muy cercana -y obsesiva- con los hermanos<br />
Llewellyn Davies, para los cuales escribió Peter<br />
Pan. La relación con la infancia y la audacia<br />
literaria de Fresán hermanan dos épocas tan<br />
lejanas. Si la era victoriana vio el nacimiento de<br />
la literatura infantil como género con entidad<br />
propia, el Londres psicodélico redescubrió<br />
el mito de la infancia como territorio de la<br />
creatividad y la falta de miedo. Sgt. Peppers<br />
es sin duda el disco que mejor representa<br />
ese momento en el que la imaginación y la<br />
revolución intentaron ir de la mano. No en<br />
vano Lucy in the Sky with Diamonds es un título<br />
creado por el hijo de Lennon, y la estética<br />
de los dibujos animados, con sus eternas<br />
persecuciones y gags, animan los mejores<br />
momentos de las películas de los Beatles.<br />
La novela de Fresán, que ejerció de crítico<br />
musical durante una temporada y es un<br />
apasionado de la cultura pop, podría tener<br />
cualquier disco de los Kinks como banda<br />
sonora. De hecho, en una de sus apostillas el<br />
propio autor sugiere que la banda del padre<br />
de Peter Hook tiene notables paralelismos<br />
con la de los autores de You really got me.<br />
Sin embargo, la presencia de los Beatles es<br />
más narrativa. Cada uno de los experimentos<br />
sonoros del alucinado Sebastián Darjeeling<br />
Compton-Lowe pretendía adelantar el<br />
siguiente movimiento creativo de los de<br />
Liverpool. Y si los Beatles resumían el sueño de<br />
los sesenta en A day in the life (posiblemente<br />
la cima de Sgt. Peppers) los recuerdos y<br />
obsesiones de Peter Hook, el aciago recuerdo<br />
de su existencia, se suceden a lo largo de una<br />
noche, una vida en una noche. Las imágenes<br />
casi surrealistas que pueblan esta canción van<br />
deslizándose, como guiños cómplices, a lo<br />
largo del discurso de Peter Hook a su víctima<br />
infantil. Algunos de sus episodios biográficos<br />
tienen paralelismos con los escenarios, las<br />
experiencias vitales o el imaginario de las<br />
canciones del cuarteto de Liverpool. Claro que<br />
también hay referencia a otros clásicos de los<br />
sesenta, como Pink Floyd o The Who. Jardines<br />
de Kensington es, sin duda, un libro para<br />
mitómanos de los sesenta, escrito para leer tras<br />
empaparse de los discos clásicos de la época.<br />
Un libro arriesgado y fascinante para rockeros<br />
cultivados y lectores con buen oído.<br />
32 33<br />
LIBRO<br />
Jardines de Kensington<br />
Rodrigo Fresán<br />
DeBolsillo 2006<br />
DISCO<br />
Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band<br />
The Beatles<br />
EMI 1968