Informe global 2007 - Grupo EspeleoKandil
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transportar, ni en su precio. Conjugar todas estas variables se hace un trabajo difícil.<br />
Hemos volado con Santa Bárbara y no dejaron tirados dos miembros del equipo en Caracas<br />
a la hora de hacer un tránsito. Tuvimos además que enviar el material con una empresa de<br />
transporte. Volamos después con AirMadrid, y para qué decir: salimos con más de<br />
veinticuatro horas de retraso y además nos extraviaron el equipaje. Algunos, según<br />
llegamos a Lima tuvimos que emprender viaje a Leymebamba sin tiempo siquiera para<br />
dormir. Y además no nos dejaron llevar todo el equipaje con nosotros y tuvimos que sacar la<br />
carga de la aduana, aventura siempre peligrosa y que implica más gastos de los establecidos<br />
oficialmente.<br />
Hemos viajado también con Iberia, que nos permite llevar más kilos y podemos<br />
ahorrarnos el envío de material por carga. Sin lugar a dudas, la mejor opción hasta ahora.<br />
Las grandes distancias en el Perú las hemos resuelto casi siempre con medios de<br />
transportes públicos. Pero siempre hay pegas por el volumen del material. Al final siempre<br />
nos obligan a perder un día porque nos lo mandan en dos viajes, con veinticuatro horas de<br />
diferencia. Cuando hablamos de grandes distancias hablamos de viajes que duran de<br />
veintidós a veintiocho horas de autobús para recorrer unos mil doscientos kilómetros.<br />
Las distancias más cortas, realizadas en combi, suelen presentar menos problemas<br />
con el material si estamos dispuestos a coger una de ellas para nosotros solos. Pero no<br />
siempre estas combis han tenido asientos para poder viajar y lo hemos tenido que hacer<br />
sentados sobre la rueda de repuesto.<br />
También los taxis requieren su atención por la aventura del regateo.<br />
Afortunadamente, según vamos conociendo más el Perú, resulta más fácil ajustar, pero no<br />
deja de ser una experiencia peculiar, cuando menos. Junto con estos, se encuentran los<br />
transportes en vehículos ocasionales, camiones que paran en el camino y se ofrecen a<br />
llevarte durante unos kilómetros y que no pueden despreciar.<br />
Sin lugar a dudas, las estrellas del transporte, por su continuidad, son las<br />
caballerías. Montar a caballo siempre es una actividad arriesgada de por sí, pero a lo<br />
cotidiano de la dificultad hay que sumar algunas peculiaridades.<br />
Primero, las dificultades del terreno: sendas utilizadas durante siglos dejan al<br />
descubierto lajas de piedra pulidas por el paso de caminantes y acémilas. Barro en el que<br />
alguna de nuestras caballerías se hincó hasta la panza. Saltos de piedra donde las bestias<br />
hacen piruetas por no caer por los laterales de los precipicios aledaños, aunque en una<br />
ocasión no se pudo evitar con la suerte de que nuestro jinete cayó del lado del cerro y no<br />
del precipicio, en otra el caballo cayó de bruces al pisar un lodazal, y en otra derribó a<br />
nuestra arqueóloga. Una vez, incluso, tuvimos que atravesar un fuego galopando para poder<br />
evitarlo.<br />
Segundo, la relaciones entre el gran número de las propias caballerías: celos por ir<br />
el primero y comandar la recua, celos para que otro macho no se acerque a una yegua<br />
concreta...<br />
Tercero, la carga que transportamos: por un lado las que van en nuestras propias<br />
alforjas, descolocándose en los saltos y teniéndose que reconfigurar a menudo. Por otro los<br />
golpes de la caballería de al lado cuando lleva bultos rígidos que te golpean las piernas.<br />
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