1. España y la guerra contra Inglaterra entre 1779 y ... - Telefonica.net
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<strong>1.</strong> <strong>España</strong> y <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> <strong>contra</strong> Ing<strong>la</strong>terra <strong>entre</strong> <strong>1779</strong> y 1783<br />
Cuestiones de carácter general<br />
El 16 de junio de <strong>1779</strong>, <strong>España</strong> dec<strong>la</strong>ró <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> a Ing<strong>la</strong>terra, que en aquellos momentos<br />
libraba una contienda con sus colonias de Norteamérica, <strong>la</strong>s cuales, en lucha<br />
por su independencia de <strong>la</strong> metrópoli, estaban apoyadas por Francia.<br />
Sin embargo, el auxilio de nuestro país a los futuros Estados Unidos de Norteamérica<br />
provenía más de <strong>la</strong> necesidad de abatir el poder de Ing<strong>la</strong>terra en el Nuevo Continente,<br />
cuyo triunfo temía, como cabeza que era de un gran imperio en <strong>la</strong> América central<br />
y meridional, que de simpatías por los rebeldes.<br />
Previamente a <strong>la</strong> ruptura de hostilidades con <strong>la</strong> Gran Bretaña, <strong>España</strong> había enviado<br />
a Londres una propuesta de mediación en el conflicto (inspirada en <strong>la</strong> esperanza de<br />
recuperar Gibraltar), que en marzo de <strong>1779</strong> fue rechazada por Ing<strong>la</strong>terra.<br />
En vista de ello y debido también a <strong>la</strong>s instigaciones del ministro francés Vergennes,<br />
José Moñino, conde de Floridab<strong>la</strong>nca, a <strong>la</strong> sazón Secretario de Estado de Carlos<br />
III, admitió una propuesta de alianza y, con el consentimiento del Rey, aceptó entrar<br />
en el conflicto al <strong>la</strong>do de Francia.<br />
Lo primero que hicieron <strong>la</strong>s Cortes de Madrid y París después de llegar a un entendimiento,<br />
fue firmar un tratado (especie de extensión del Tercer Pacto de Familia) en<br />
el que <strong>España</strong> recibía garantías del Cristianísimo de obtener importantes concesiones a<br />
cambio de entrar en <strong>la</strong> contienda a su <strong>la</strong>do. Se trataba de <strong>la</strong> denominada Convención<br />
Secreta de Aranjuez, firmada por ambas potencias borbónicas el 12 de abril de <strong>1779</strong>.<br />
En este acuerdo y por lo que se refiere al frente europeo de <strong>la</strong> <strong>guerra</strong>, Francia no se<br />
oponía (condescendía, en el lenguaje diplomático de entonces) a que <strong>España</strong> intentara<br />
recuperar los territorios irredentos, que ésta se había visto obligado a ceder a Ing<strong>la</strong>terra<br />
por el tratado de Utrecht-Radstatt en 1713: Gibraltar y <strong>la</strong> is<strong>la</strong> de Menorca, 1 como<br />
queda reflejado en el artículo VII de dicho acuerdo:<br />
"El Rey Católico, por su parte, entiende adquirir por medio de <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> y del<br />
futuro tratado de paz, <strong>la</strong>s ventajas siguientes:<br />
1ª: La restitución de Gibraltar.<br />
2ª: La restitución de <strong>la</strong> is<strong>la</strong> de Menorca"<br />
Por su parte, el artículo IX establecía, además, los requisitos mínimos y el orden de<br />
prioridades por <strong>la</strong>s que <strong>la</strong>s dos coronas se comprometían a firmar <strong>la</strong> paz con Ing<strong>la</strong>terra,<br />
caso de no obtenerse los resultados apetecidos por <strong>la</strong> vía militar:<br />
"Sus majestades Católica y Cristianísima, prometen hacer todos sus esfuerzos<br />
para procurarse y adquirir todas <strong>la</strong>s ventajas arriba especificadas y de continuar<strong>la</strong>s<br />
hasta que hayan obtenido el fin que se proponen: ofreciéndose mutuamente<br />
no deponer <strong>la</strong>s armas, ni hacer tratado de paz alguno, tregua o suspensión<br />
de hostilidades, sin que a lo menos hayan obtenido y asegurado, respectivamente,<br />
<strong>la</strong> restitución de Gibraltar y <strong>la</strong> abolición de los tratados re<strong>la</strong>tivos a <strong>la</strong>s<br />
fortificaciones de Dunquerque". 2<br />
Este artículo deja suficientemente c<strong>la</strong>ra —creemos— <strong>la</strong> baza fundamental del ga-<br />
1 Por los artículos X y XI de dicho tratado. Vid. CANTILLO Alejandro del. Tratados, convenios y dec<strong>la</strong>raciones<br />
de paz y de comercio que han hecho con <strong>la</strong>s potencias extranjeras los monarcas españoles de <strong>la</strong> Casa de Borbón<br />
desde el año 1700 hasta el día. Madrid, 1843. 2 vols. vol. II<br />
2 Ibíd.<br />
1
i<strong>net</strong>e español en el frente europeo de <strong>la</strong> <strong>guerra</strong>, para cuyo logro el conde de Floridab<strong>la</strong>nca<br />
no reparará en medios. Primero bélicos, y luego diplomáticos.<br />
Por otra parte, este último artículo deja bastante nítidas <strong>la</strong>s circunstancias pactadas<br />
con Francia respecto a Gibraltar: Francia no firmaría <strong>la</strong> paz en tanto no se conquistara<br />
el Peñón. Por eso, en un momento determinado de <strong>la</strong>s negociaciones, cuando los franceses<br />
recibieron propuestas favorables de Gran Bretaña, apremiaron al gabi<strong>net</strong>e español<br />
para que concluyera <strong>la</strong> operación. Este —junto a otros— fue el condicionante para<br />
que se llevara a cabo con precipitación —demasiada precipitación— <strong>la</strong> campaña del<br />
verano de 1782 <strong>contra</strong> <strong>la</strong> Roca.<br />
Carlos III, Gibraltar y <strong>la</strong> política mediterránea del conde de Floridab<strong>la</strong>nca.<br />
Repasando los artículos de <strong>la</strong> Convención de Aranjuez re<strong>la</strong>tivos al frente mediterráneo<br />
de <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> ha quedado más o menos c<strong>la</strong>ro cuales eran los intereses de <strong>España</strong><br />
en aquel<strong>la</strong> región. Como dice Jover, el conde de Floridab<strong>la</strong>nca, además del mantenimiento<br />
del statu quo americano tenía:<br />
“<strong>la</strong> prudente tendencia a revisar <strong>la</strong>s cláusu<strong>la</strong>s deUtrecht, re<strong>la</strong>tivas al Mediterráneo<br />
occidental: Gibraltar, Menorca, Italia.” 3<br />
Respecto a esta cuestión, debemos establecer dos niveles políticos cualitativamente<br />
distintos en orden a intereses. En primer lugar el Rey. En efecto: Carlos III, educado<br />
en el principio dinástico ideal de mantener o incrementar el Real Patrimonio y desde<br />
luego recuperar los territorios arrebatados a su familia, pugnaba, sin más, por <strong>la</strong> restitución<br />
a toda costa de Menorca y Gibraltar “tenoit essentiellement au coeur du Roi<br />
Catholique”, como dijo en un momento determinado el plenipotenciario francés Reineval<br />
en conversación con lord Shelbourne. 4 Es decir: una visión sentimental y un tanto<br />
romántica de un problema más complejo, si tenemos en cuenta que ambas p<strong>la</strong>zas, además<br />
de territorios irredentos de <strong>la</strong> Corona, eran también moneda de cambio.<br />
Por su parte, el ministro de Estado Floridab<strong>la</strong>nca, debía realizar <strong>la</strong> difícil pirueta de<br />
conciliar <strong>la</strong>s aspiraciones dinásticas de su rey con <strong>la</strong> complicada red de situaciones<br />
p<strong>la</strong>nteadas por <strong>la</strong> diplomacia y <strong>la</strong>s enrevesadas negociaciones de paz, cuyo contenido<br />
variaba según iban desarrollándose <strong>la</strong>s operaciones militares. Difícil equilibrio de ma<strong>la</strong>barista<br />
pues, para quien Gibraltar —centrándonos en el asunto que aquí más nos<br />
interesa— era una baza más en el tablero de su juego político, lo cual, desde luego,<br />
condicionará los trabajos de sitio del Peñón y viceversa.<br />
El todopoderoso Floridab<strong>la</strong>nca.<br />
Precisamente en el contexto de <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> de <strong>1779</strong> ocurrió que, por el cariz de <strong>la</strong>s<br />
re<strong>la</strong>ciones internacionales de entonces que luego veremos en detalle, <strong>la</strong>s negociaciones<br />
de paz comenzaron a <strong>la</strong> par que <strong>la</strong>s operaciones militares. Por ello y debido a <strong>la</strong> fuerte<br />
presión diplomática que se ejercía sobre éstas últimas, el conde de Floridab<strong>la</strong>nca procuró<br />
intervenir directamente en <strong>la</strong> dirección de <strong>la</strong>s mismas, tanto por esa razón, como<br />
por su propia tendencia personal a abarcar cada vez más espacios de poder.<br />
En efecto: Moñino aprovechó <strong>la</strong> provecta edad y achaques de sus compañeros militares<br />
de gabi<strong>net</strong>e (el Secretario de Guerra Miguel de Muzquiz tenía 63 años y el de<br />
3<br />
JOVER ZAMORA, José María. Política, diplomacia y humanismo popu<strong>la</strong>r en <strong>la</strong> <strong>España</strong> del siglo XIX. Madrid,<br />
Turner, 1976, pag. 18<strong>1.</strong><br />
4<br />
Texto de <strong>la</strong>s conversaciones reproducido en una carta del embajador conde de Aranda. Vid. Aranda a Floridab<strong>la</strong>nca,<br />
París 26/09/1782, A.H.N. Estado, legajo nº 4061/<strong>1.</strong><br />
2
Marina, marqués de Castejón, 62), 5 para conducir por su mano tanto <strong>la</strong> diplomacia<br />
como <strong>la</strong> <strong>guerra</strong>, lo que por otra parte consintió el Rey, sobre el que el conde murciano<br />
poseía gran ascendiente. Rasgo éste, el de extender su poder a todas <strong>la</strong>s Secretarías,<br />
del que fue acusado profusamente por sus enemigo políticos y que le enemistó con los<br />
jefes militares. 6 Esta omnipresencia del conde en todos los ámbitos de gobierno, es <strong>la</strong><br />
razón por <strong>la</strong> que <strong>la</strong> mayoría de <strong>la</strong> documentación re<strong>la</strong>tiva a <strong>la</strong>s campañas españo<strong>la</strong>s de<br />
aquel<strong>la</strong> <strong>guerra</strong>, se encuentra en <strong>la</strong> papelera de <strong>la</strong> Secretaría de Estado y no en <strong>la</strong> de<br />
Guerra. Concretamente <strong>la</strong> correspondiente a <strong>la</strong>s campañas de Menorca y Gibraltar.<br />
La situación diplomática en mayo de 1782.<br />
La <strong>guerra</strong> de <strong>1779</strong>-1783 no fue una excepción en <strong>la</strong> época y transcurrió según los<br />
usos de <strong>la</strong> política internacional de entonces, en los que <strong>la</strong> estrategia estaba supeditada<br />
a <strong>la</strong> diplomacia y no al revés.<br />
En efecto: durante el Setecientos, <strong>la</strong>s <strong>guerra</strong>s, que eran fundamentalmente dinásticas,<br />
ocurrían más como consecuencia de conflictos originados por fríos intereses territoriales<br />
y económicos de los Príncipes, que por razones ideológicas que encendieran<br />
<strong>la</strong>s pasiones producidas, por ejemplo, por el fanatismo religioso, tan característico por<br />
otra parte, de <strong>la</strong>s contiendas del siglo anterior. En este sentido y parafraseando a C<strong>la</strong>usewitz,<br />
<strong>la</strong> <strong>guerra</strong> era <strong>la</strong> continuación de <strong>la</strong> diplomacia por otros medios. Por eso <strong>la</strong>s<br />
contiendas bélicas tenían un alto contenido político, hasta el punto que su dirección<br />
corría a cargo más de los ministros de los gabi<strong>net</strong>es que de los estrategas militares de<br />
los países en conflicto, que se limitaban a hacerse cargo de <strong>la</strong>s cuestiones de detalle;<br />
de los pormenores de carácter técnico, tras recibir de sus monarcas <strong>la</strong>s conocidas instrucciones.<br />
7<br />
Para resumir. Aquel<strong>la</strong>s <strong>guerra</strong>s correspondían a un caso particu<strong>la</strong>r (violento) de <strong>la</strong>s<br />
re<strong>la</strong>ciones internacionales.<br />
Así pues, dado su cariz, <strong>la</strong>s conversaciones de paz solían comenzar al mismo tiempo<br />
que <strong>la</strong>s operaciones militares y avanzaban o retrocedían según <strong>la</strong> marcha de los<br />
acontecimientos bélicos, que se colocaban como bazas sobre el tapete de negociación.<br />
Esa es <strong>la</strong> razón de que en aquellos litigios predominaran los sitios de fortalezas sobre<br />
<strong>la</strong>s batal<strong>la</strong>s campales. Los primeros, además de sus beneficios inmediatos, podían utilizarse<br />
como elemento de regateo diplomático. Una fortaleza situada en lugar estratégico<br />
es siempre más valiosa que un pedazo de terreno conquistado al enemigo tras una<br />
abundante efusión de sangre.<br />
En este sentido debemos entender <strong>la</strong> situación p<strong>la</strong>nteada a <strong>la</strong> altura de mayo de<br />
1782, tras dos años de contienda bélica y negociaciones parale<strong>la</strong>s. Por esas fechas en<br />
<strong>la</strong>s que ya se habían perfi<strong>la</strong>do los p<strong>la</strong>nes de campaña de ese verano por parte de <strong>la</strong>s dos<br />
potencias aliadas, <strong>España</strong> y Francia, <strong>la</strong> situación en el campo de <strong>la</strong>s negociaciones de<br />
paz era <strong>la</strong> siguiente:<br />
5 Castejón murió en 1783 y Muzquiz en 1785.<br />
6 Respecto a este intervencionismo de Floridab<strong>la</strong>nca en los asuntos militares durante <strong>la</strong> campaña de <strong>1779</strong>-1783,<br />
vid. TERRÓN PONCE, José Luis. Ejército y política en <strong>la</strong> <strong>España</strong> de Carlos III, Madrid, Ministerio de Defensa,<br />
1997, pags. 164-65.<br />
7 En aquel<strong>la</strong> época los generales con mando en operaciones militares disponían de escaso juego, hasta el punto<br />
que debían someterse al dictado de sus monarcas, que les remitían <strong>la</strong>rgos memorandums (<strong>la</strong>s denominadas instrucciones)<br />
en lo que les presentaban <strong>la</strong>s más estrictas reg<strong>la</strong>s tácticas a <strong>la</strong>s que debían someterse. Algunas de estas<br />
instrucciones se convirtieron en verdaderos tratados de táctica de <strong>la</strong> época y se tradujeron en varios idiomas. Sobre<br />
todo cuando éstas provenían de un rey soldado como era Federico II de Prusia. Como muestra de ello, vid. FEDE-<br />
RICO II DE PRUSIA. Instrucción militar de _________, para sus generales. Madrid, Ibarra, 1762. [Traducción<br />
castel<strong>la</strong>na de Benito Bails].<br />
3
En Ing<strong>la</strong>terra había triunfado el l<strong>la</strong>mado partido de <strong>la</strong> paz que deseaba el fin de <strong>la</strong>s<br />
hostilidades, aceptando incluso <strong>la</strong> independencia de <strong>la</strong>s colonias de Norteamérica.<br />
Por su parte, Francia tenía exhaustas <strong>la</strong>s arcas del Estado e Ing<strong>la</strong>terra le había ofrecido<br />
una paz por separado en marzo, en base al uti possidetis, que le hacía desear<strong>la</strong> con<br />
igual fuerza que su enemigo, en tanto que <strong>España</strong> era partidaria de continuar <strong>la</strong> <strong>guerra</strong>.<br />
Al menos hasta ver satisfechas sus aspiraciones de <strong>la</strong> recuperación de Gibraltar (Menorca<br />
llevaba entonces ya dos meses en su poder), exigiéndole a su aliado el cumplimiento<br />
de sus compromisos re<strong>la</strong>tivos a <strong>la</strong> cuestión y referidos al tratado de Aranjuez.<br />
Máxime cuando tras dos años de bloqueo de <strong>la</strong> Roca y el Estrecho, estaba c<strong>la</strong>ro que<br />
<strong>España</strong> no había logrado gran cosa y necesitaba <strong>la</strong> ayuda de Francia, —sobre todo <strong>la</strong><br />
de su flota—, para llevar a cabo una acción de vigor que culminara con <strong>la</strong> toma de <strong>la</strong><br />
p<strong>la</strong>za.<br />
Los cambios en el ministerio inglés, que habían dado <strong>la</strong> victoria al partido de <strong>la</strong><br />
paz se habían producido en abril de 1782 y eran el resultado de una coalición en <strong>la</strong> que<br />
participaban el marqués de Rockingham, lord Shelbourne y Mr. Fox. Tras algunos<br />
contactos preparatorios, <strong>la</strong>s negociaciones de paz se reanudaron el 3 de mayo con <strong>la</strong><br />
llegada a París del plenipotenciario Thomas Grenville, hermano de lord Temple. El<br />
enviado del gobierno británico ofreció a los condes de Vergennes y de Aranda (embajador<br />
español) <strong>la</strong> independencia de <strong>la</strong>s colonias americanas y que <strong>la</strong> negociación del<br />
resto de cuestiones (es decir: los intereses de <strong>España</strong> y Francia) se llevara a cabo sobre<br />
<strong>la</strong> base del tratado de París de 1763.<br />
Como consecuencia de esta propuesta el embajador Aranda evacuó consultas a<br />
Madrid. La respuesta de Floridab<strong>la</strong>nca no se hizo esperar y en carta de 29 de mayo,<br />
respondió p<strong>la</strong>nteando sus exigencias. En este momento de re<strong>la</strong>tiva euforia por el éxito<br />
de <strong>la</strong> toma de Menorca tres meses antes, <strong>la</strong> posición de gabi<strong>net</strong>e español era de fuerza.<br />
En el frente mediterráneo, el conde murciano mantenía sus peticiones absolutamente:<br />
conservar Menorca y obtener Gibraltar, que o bien sería conquistado en breve por <strong>la</strong><br />
vía militar —decía él— o sería canjeado por Jamaica (reteniendo igualmente Menorca).<br />
El tono de <strong>la</strong>s proposiciones en este momento es de un optimista «lo tomas o lo<br />
dejas»,.<br />
Al margen de ello y decidido Floridab<strong>la</strong>nca a intentar aquel verano obtener una<br />
victoria militar sobre <strong>la</strong> Roca, a pesar de <strong>la</strong> ansiedad que le producía el temor que de<br />
Francia hiciera una paz por separado con Ing<strong>la</strong>terra echando por tierra así <strong>la</strong>s aspiraciones<br />
españo<strong>la</strong>s, le pidió a Aranda que di<strong>la</strong>tase lo posible <strong>la</strong> negociación en tanto se<br />
viera el resultado de <strong>la</strong> campaña veraniega, <strong>la</strong> cual, dadas <strong>la</strong>s circunstancias, debía<br />
acelerarse, puesto que de el<strong>la</strong> dependía <strong>la</strong> posibilidad de negociar con ventaja y fuerza.<br />
La situación p<strong>la</strong>nteada de esta forma, condicionará como veremos una operación<br />
militar harto compleja, tanto desde el punto de vista táctico como humano y será uno<br />
de los factores, junto con otros muchos que iremos viendo pau<strong>la</strong>tinamente, que <strong>la</strong> llevaran<br />
al fracaso. Al fin no se conquistó Gibraltar ni se realizó <strong>la</strong> alternativa al proyecto<br />
(una expedición a Jamaica), <strong>España</strong> hubo de negociar en inferioridad de condiciones a<br />
lo que esperaba y conformarse con retener Menorca aunque a última hora intentara<br />
canjear<strong>la</strong> por <strong>la</strong> Roca sin resultado. 8<br />
La intervención de Francia en <strong>la</strong>s campañas de Menorca y Gibraltar<br />
Ya conocemos <strong>la</strong>s concesiones que Francia había hecho por <strong>la</strong> Convención de<br />
8 Sobre estas negociaciones vid. TERRÓN PONCE, José Luis. "Menorca en el contexto de <strong>la</strong> política internacional<br />
españo<strong>la</strong> durante <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> <strong>contra</strong> Ing<strong>la</strong>terra de <strong>1779</strong> a 1783". Meloussa nº 1, 1988, pp. 141-155.<br />
4
Aranjuez al comenzar <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> en su alianza con <strong>España</strong>. Sin embargo <strong>la</strong> postura<br />
francesa no fue nunca del todo c<strong>la</strong>ra ni lineal y <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones con el país vecino discurrieron<br />
desde el mutuo recelo, porque los aliados tenían intereses, sino <strong>contra</strong>puestos<br />
al menos divergentes. El caso es que Francia, intervino con cierta actividad en el frente<br />
mediterráneo durante <strong>la</strong>s campañas de 1781 y 1782 con ambigüedad y en función de<br />
intereses propios, según le fueran mejor o peor <strong>la</strong>s cosas. <strong>España</strong> por su parte, sostenía<br />
un difícil equilibrio <strong>entre</strong> su aliada y <strong>la</strong> Gran Bretaña, situación que Pa<strong>la</strong>cio Attard<br />
describe con <strong>la</strong> acertada fórmu<strong>la</strong> de “<strong>España</strong> más Francia igual a Ing<strong>la</strong>terra”. 9<br />
La co<strong>la</strong>boración francesa durante estas dos campañas tuvo dos facetas: una oficial,<br />
el consentimiento de establecer una flota combinada al mando del español Luis de<br />
Córdova, el envío de cuatro regimientos de Infantería de Línea en calidad de auxiliares<br />
en Mahón y de unidades combatientes en Gibraltar y otra oficiosa: el permitir <strong>la</strong> venida<br />
de volontaires a título particu<strong>la</strong>r. Este último era un grupo heterogéneo de oficiales<br />
de Tierra y Marina, con una elevada cualificación técnica, que habían ejercitado en <strong>la</strong><br />
mayoría de <strong>la</strong>s campañas europeas de <strong>la</strong> segunda mitad del siglo XVIII.<br />
La ayuda oficial<br />
Como ya hemos dicho, <strong>la</strong> primera ayuda y co<strong>la</strong>boración oficial se realizo en <strong>la</strong><br />
campaña de 1781 con el envío de <strong>la</strong> denominada división francesa al sitio de Mahón,<br />
al mando del barón de Falkenhayn, que luego actuaría al año siguiente en el sitio de<br />
Gibraltar. Sin embargo en el año 1782, en primavera, hubo ciertos acontecimientos<br />
que precipitaron e intensificaron <strong>la</strong> co<strong>la</strong>boración de Francia por propia iniciativa. En<br />
concreto <strong>la</strong>s promesas inglesas a Francia de aceptar una paz basada en el mantenimiento<br />
por ambas partes de <strong>la</strong>s conquistas hechas hasta el momento, impulsaban a<br />
Luis XVI al cese de hostilidades, pero para ello debía contar con <strong>España</strong> a <strong>la</strong> que había<br />
prometido en Aranjuez no dejar de combatir, al menos hasta que se conquistara Menorca<br />
y Gibraltar. La Balear Menor ya se en<strong>contra</strong>ba en manos de <strong>España</strong> desde el 4<br />
de febrero. Ahora<br />
quedaba el Peñón.<br />
En este sentido y tomando <strong>la</strong> iniciativa, el ministro de Estado francés, conde de<br />
Vergennes, escribió, el 16 de marzo de 1782, una carta a su colega de exteriores español,<br />
en <strong>la</strong> que, tras felicitarle por <strong>la</strong> victoria de Mahón, pedía más vigor para precipitar<br />
cuanto antes los acontecimientos. Éste gesto del ministerio francés era un signo de<br />
apertura a lo que en <strong>la</strong> propaganda oficial se denominará <strong>la</strong> Bel<strong>la</strong> Unión y supondrá un<br />
mayor protagonismo de Francia en <strong>la</strong> contienda en el frente mediterráneo, que además<br />
de <strong>la</strong>s tropas enviadas y el establecimiento de <strong>la</strong> flota combinada envió al sitio de Gibraltar<br />
a dos personajes de <strong>la</strong> familia real: el conde de Artois y el duque de Borbón,<br />
como símbolo de implicación en el conflicto y de estímulo propagandístico..<br />
Desde ese momento los acontecimientos se precipitarán y <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones con Francia<br />
en el terreno de <strong>la</strong>s operaciones militares entrarán en una fase de lo que por ambas<br />
partes se denominó condescendencia y se e<strong>la</strong>borarán p<strong>la</strong>nes conjuntos para <strong>la</strong> campaña<br />
del verano de ese año, tanto por mar como por tierra, sobre todo desde <strong>la</strong> derrota naval<br />
del conde de Grasse por el almirante Rodney el 12 de abril, a partir de <strong>la</strong> cual Francia<br />
necesitó más que nunca <strong>la</strong> alianza con <strong>España</strong>.<br />
Esta es <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> que el 4 de mayo el conde de Vergennes, Secretario de Exte-<br />
9 Vid. PALACIO ATTARD, Vicente. El Tercer Pacto de Familia. Madrid, CSIC, 1945.<br />
5
iores francés, envió una nota a su embajador en Madrid, conde de Montmorin, en <strong>la</strong><br />
que le comunicaba que tras deliberación del consejo de ministros, Luis XVI había decidido<br />
co<strong>la</strong>borar activamente en dicha campaña, apoyando el sitio de Gibraltar con <strong>la</strong><br />
formación de una escuadra combinada, en <strong>la</strong> que al frente de <strong>la</strong> parte francesa iría el<br />
almirante Guichen, y el mando conjunto lo detentaría Córdova. El ministro francés<br />
remataba <strong>la</strong> carta a su canciller, diciéndole que:<br />
«...es inútil que os recomiende que no os descuidéis, para que este p<strong>la</strong>n sea<br />
adoptado por Su Majestad Católica, porque su éxito interesa al prestigio de <strong>la</strong>s<br />
dos coronas.» 10<br />
En vista de esta iniciativa francesa, Floridab<strong>la</strong>nca convocó una junta con Castejón<br />
y Muzquiz y, tras consultado el Rey, se tomó una resolución en <strong>la</strong> que se comunicó al<br />
embajador francés que Su Majestad condescendía con <strong>la</strong> propuesta francesa y <strong>la</strong> aceptaba<br />
en todos sus términos. El pormenor sobre <strong>la</strong> postura españo<strong>la</strong> se lo explicó Moñino<br />
a Castejón en los siguientes términos:<br />
«Amigo y Sr. anoche volví a hab<strong>la</strong>r con el Rey de <strong>la</strong> proposición de <strong>la</strong> Francia<br />
de resultas de lo que conferenciamos en nuestra junta del lunes. Su Majestad se<br />
hizo cargo del riesgo que corremos si damos un pretexto de disgusto a <strong>la</strong> Francia<br />
para que apresure su paz, una vez que ya en el<strong>la</strong> le ofrecen los ingleses todo<br />
lo que quiere y nos p<strong>la</strong>nta o nos reduzca a <strong>la</strong> necesidad de recibir <strong>la</strong> ley.<br />
(...) piensa SM que si se ha de hacer el sacrificio sea de modo que lo agradezcan<br />
y no piensen si damos respuestas ambiguas que vamos a engañarlos.» 11<br />
O sea: <strong>España</strong> aceptaba a regañadientes <strong>la</strong> intervención francesa. Quiere esto decir<br />
que desde el punto de vista militar no lo necesitaba o creía no necesitarlo en momentos<br />
como aquellos de entusiasmo por <strong>la</strong> toma de Pensaco<strong>la</strong> y <strong>la</strong> recuperación de Menorca,<br />
que había producido una atmósfera de optimismo general en los ambientes políticos<br />
españoles.<br />
Es, pues, en <strong>la</strong> faceta diplomática, donde Carlos III se vería disminuido si, como<br />
parece, Francia firmaba <strong>la</strong> paz con Ing<strong>la</strong>terra sin contar con <strong>España</strong>, lo que <strong>la</strong> dejaría<br />
en inferioridad, puesto que los dos países hasta entonces enemigos, acabarían aliándose<br />
<strong>contra</strong> el<strong>la</strong> y, como dice el conde, darían <strong>la</strong> ley a <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones internacionales con<br />
perjuicio para <strong>la</strong> Monarquía Católica.<br />
Por esta razón; porque siempre cada cual trató de arrimar el ascua a su sardina (<strong>España</strong><br />
no fue tampoco una excepción, en tanto que había negociado con Ing<strong>la</strong>terra a<br />
espaldas de Francia varias veces durante <strong>la</strong> <strong>guerra</strong>), <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones con Francia siempre<br />
se desarrol<strong>la</strong>ron en una atmósfera de desconfianza mutua y de c<strong>la</strong>ra francofobia por<br />
parte de muchos sectores de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se política y militar españo<strong>la</strong>, quienes acusaban a los<br />
franceses, no solo de negarnos <strong>la</strong> ayuda sino incluso de coadyuvar a nuestro fracaso.<br />
Este sería el principal argumento de <strong>la</strong>s sátiras que se darían al público tras <strong>la</strong> debacle<br />
del 13 de septiembre ante Gibraltar. Todo ello sin contar <strong>la</strong>s propias desavenencias y<br />
piques de los oficiales de ambos ejércitos <strong>entre</strong> los que hubo diversos incidentes. Estas<br />
desavenencias quedan c<strong>la</strong>ramente reflejadas en <strong>la</strong> carta que envió Floridab<strong>la</strong>nca a<br />
Aranda en estos términos:<br />
«los disgustos [tachado y sustituido por: “Por muchas consideraciones”] en cuyo<br />
por menor es excusado entrar ahora, sería de desear que en caso de venir los<br />
regimientos franceses no fueran los mismos [que fueron a Mahón]. O a lo menos<br />
su jefe, [el barón de Falkenhayn] para apagar tanto en <strong>la</strong> Nación como en toda<br />
Europa, ciertos rumores que se han esparcido y cortar en su origen <strong>la</strong> animosi-<br />
10 Vergennes a Montmorin Versalles a 4/05/1782. Copia en A.H.N. Estado, leg. nº 4225/1<br />
11 Floridab<strong>la</strong>nca a Castejón 15/05/1782. A.H.N. Estado, leg. nº 4225/<strong>1.</strong><br />
6
dad que de ellos podría seguirse.» 12<br />
Esta desconfianza alcanzaba incluso a <strong>la</strong>s Reales Personas, como cuando Moñino<br />
le dijo a Crillon:<br />
«Esta noche llega el sr. Conde de Artois. He dicho a Mr. Nassau que no es del<br />
caso instruir a este joven príncipe del estado de nuestro ejército. Lo mismo digo<br />
a VE.»<br />
El reclutamiento de los volontaires françaises.<br />
En 1781, y en preparación de <strong>la</strong>s campañas de ese verano (<strong>la</strong> toma de Menorca) y<br />
de <strong>la</strong> del siguiente (el sitio de Gibraltar), Floridab<strong>la</strong>nca eligió para llevar<strong>la</strong>s a cabo al<br />
teniente general duque de Crillon, un francés que llevaba <strong>la</strong>rgo tiempo al servicio de<br />
<strong>España</strong> y de quien nos ocuparemos luego in extenso. Entre otras circunstancias, su<br />
elección por el ministro de Estado se explica porque el duque tenía muchas re<strong>la</strong>ciones<br />
en Francia, y lo primero que hizo Crillon fue precisamente tirar de los hilos en su país<br />
para traer una serie de volontaires. Verdaderas primeras firmas en el arte de <strong>la</strong> <strong>guerra</strong><br />
y de <strong>la</strong> ingeniería militar en general.<br />
El duque negoció, pues, con <strong>la</strong>s autoridades españo<strong>la</strong>s y francesas, <strong>la</strong> venida a <strong>España</strong><br />
a una serie de personajes muy expertos técnica y militarmente; veteranos de muchas<br />
campañas y con una importante preparación teórica perfectamente actualizada.<br />
No en vano Francia era entonces una primera potencia científica.<br />
En efecto: a <strong>la</strong> altura de mayo de 1781 y en previsión del ataque a Menorca para el<br />
que había sido ya nombrado comandante en jefe, el duque solicitó <strong>la</strong> venida como voluntarios<br />
a varios oficiales militares franceses; cuatro de <strong>la</strong> Marina y cuatro de Tierra.<br />
Los marinos eran: el señor de Eyries, capitán de navío, que acababa de regresar a<br />
Francia de <strong>la</strong> expedición al Senegal 13 y tres de sus ayudantes, los tenientes Varages,<br />
Charmontel y Sismondes.<br />
Los de Tierra eran dos oficiales de artillería y también expertos minadores, Hubert<br />
de Babelón y Louis d´Ize de Rozan (que era comendador de <strong>la</strong> Orden de Malta y había<br />
asistido al sitio que los franceses pusieron a Mahón en 1756 con el duque de Richelieu)<br />
y dos ingenieros: Salvateur Gautier de Pieme<strong>la</strong>n y Jean le Michaud d´Arçon,<br />
también experto minador. pero que sobre todo se <strong>la</strong>s daba de arbitrista y se haría tristemente<br />
famoso por su invento de <strong>la</strong>s baterías flotantes <strong>contra</strong> Gibraltar.<br />
Estos oficiales, salvo D´Arçon, tenían en común con Crillon el haber sido, como el<br />
duque, discípulos del marqués de Vallière, el famoso artillero cuyo sistema había sido<br />
sustituido en Francia recientemente por el de Gribeauval, habiendo caído en desgracia<br />
todo su grupo (al que también pertenecía el teniente general Vauban, descendiente del<br />
gran Vauban), estando en ese momento en <strong>la</strong> oposición al gobierno, aunque su maestro<br />
había muerto dos años antes, en <strong>1779</strong>.<br />
Precisamente el teniente general Vauban escribió una carta al conde de Floridab<strong>la</strong>nca<br />
(por cierto, l<strong>la</strong>mándole marqués) en <strong>la</strong> que recomendaba a sus amigos y ava<strong>la</strong>ndo<br />
su elección por Crillon a petición de éste, que nos permitirá conocer algunos de<br />
los <strong>entre</strong>sijos de lo que se cocía en Francia, así como una serie de noticias interesantes<br />
sobre nuestro revoltoso conde de Aranda. Creemos que es interesante reproducir<strong>la</strong><br />
íntegra:<br />
«Señor Marqués [sic]<br />
Ignorando donde está actualmente el sr. duque de Crillon, tengo el honor de<br />
12 Floridab<strong>la</strong>nca a Aranda, 30/03/1782. A.H.N. Estado, leg. nº 4223.<br />
13 El Senegal había sido conquistado para Francia en <strong>1779</strong> por el marques de Vaudreuil.<br />
7
suplicar a V.E. de hacerle llegar <strong>la</strong> carta que incluyo y que no está sel<strong>la</strong>da a fin<br />
de que V.E. pueda leer<strong>la</strong>.<br />
En punto de unión y alianza respecto a como se encuentran nuestra Corte y<br />
<strong>la</strong> de <strong>España</strong>, he creído mi deber responder a lo que exige de mi el sr. duque de<br />
Crillón. Los dos oficiales Mr. de Babelon y Mr. D´Arçon, el primero de artillería<br />
y el segundo de ingenieros, son reputados por testigos imparciales, como los<br />
más ilustrados de sus cuerpos y en los que tengo <strong>la</strong> más plena confianza para<br />
<strong>la</strong>s operaciones de <strong>guerra</strong> re<strong>la</strong>tivas a sus funciones respectivas; Mr. de Babelon<br />
no tiene <strong>la</strong> misma elocuencia que Mr. D´Arçon ni por el aspecto exterior ni por<br />
su discurso, pero por poco que se le conozca e interrogue se le encuentra [a Babelon]<br />
el talento que le reconoció Mr. de Valliere, que le eligió para acompañarle<br />
cuando estuvo en <strong>España</strong>.<br />
V.E. sabe que <strong>la</strong> necesidad y los éxitos dependen —sobre todo en <strong>la</strong> <strong>guerra</strong>—<br />
de tantos acontecimientos, que sería muy imprudente por mi parte dar seguridades<br />
absolutas respecto a nada, pero tengo bastante confianza en que conozco,<br />
tanto en el Cuerpo de Ingenieros como en el de Artillería, a oficiales en situación<br />
de cumplir <strong>la</strong> función que se les confíe. Yo les he propuesto teniendo presente,<br />
tanto servir al Rey mi Amo, como tratando de contribuir a los fines de los<br />
ejércitos de Su Majestad Católica, a <strong>la</strong> que yo deseo, como mínimo, dar testimonio<br />
de mi celo.<br />
Mr. D´Arçon parte hoy, y ya os contará <strong>la</strong> facilidad que ha tenido para obtener<br />
su autorización, aun sin <strong>la</strong> intervención del embajador de <strong>España</strong>.<br />
Los enemigos del nombre y de <strong>la</strong> gloria de Mr. de Valliere, algunos de los<br />
cuales se encuentran <strong>entre</strong> el círculo del sr. conde de Aranda, y con quien, quizás,<br />
se han hecho ilusiones, han intrigado para obstaculizar <strong>la</strong> partida de Mr.<br />
Babelon; pero el sr. Conde de Vergennes les ha desautorizado con <strong>la</strong> perfecta<br />
equidad y discernimiento que V.E. conoce.<br />
Mr. D´Arçon que estaba destinado por orden del Rey en una de nuestras<br />
fronteras, se ha visto obligado a esperar hasta ahora, por todo ello le aseguro a<br />
V.E. que si hay algún retraso no es por culpa de estos oficiales.<br />
Ruego insistentemente a V.E. que le considere como una persona que si no<br />
tiene los talentos que se atribuyeron a Mr. de Vallière, al menos está animado<br />
del mismo celo por S.M. Católica: yo me sentiría muy comp<strong>la</strong>cido que vos quisierais<br />
emplearlo.<br />
Las fuerzas del cuerpo no me permiten ya seguir escribiendo, pero déjeme<br />
decirle para terminar, que más de cincuenta y un años de servicio y catorce<br />
campañas donde han estado confiados a mi varios mandos de <strong>la</strong> Artillería, pueden<br />
garantizar mis opiniones con muy poco margen de error. Pongo como testigo<br />
el voto y <strong>la</strong> aprobación que han dado a mis opiniones sobre <strong>la</strong> Artillería, no<br />
so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong>s más célebres academias de Europa para <strong>la</strong>s ciencias que están íntimamente<br />
ligadas a este cuerpo; sino también los más hábiles personas del oficio,<br />
tanto franceses como extranjeros.<br />
Son estos votos y mi oposición inflexible al establecimiento de un nuevo<br />
sistema de artillería en Francia [el de Gruveaubal] que yo demostré ser funesto<br />
al servicio del Rey, lo que me ha granjeado multitud de enemigos poderosos y<br />
que eran los protectores de <strong>la</strong>s novedades que yo rechazaba.<br />
Pero aunque <strong>la</strong> verdad que yo he manifestado más de trescientas veces<br />
es incontestable, tengo que reconocer que para mi ha sido duro ver que durante<br />
un tiempo se me ha rechazado en mi propia patria, mientras me daban <strong>la</strong> razón<br />
<strong>la</strong>s potencias extranjeras.<br />
8
Hoy día estoy aun lejos de en<strong>contra</strong>rme satisfecho, lo estaré mucho más<br />
si tengo ocasión de añadir mi celo y dedicación respecto a los cuales soy, señor<br />
marqués (sic), vuestro mas humilde y obediente servidor. VAUBAN, Teniente<br />
General de los Ejércitos Franceses, calle Chapon au Marais en París. 14<br />
Muchas e interesantes cosas se dicen en esta carta reve<strong>la</strong>dora, tanto de <strong>la</strong>s amistades<br />
de Crillón en Francia como de <strong>la</strong> situación de los grupos políticos. Pero merece<br />
especial mención una alusión al conde de Aranda, dec<strong>la</strong>rado enemigo del de Floridab<strong>la</strong>nca<br />
y sin embargo su embajador en París.<br />
Parece que nuestro revoltoso conde andaba metido en intrigas, de tal manera, que<br />
hubo que pasar por alto su persona para poder hacer venir a los volontaires, aunque se<br />
hizo <strong>la</strong> pantomima de ponerlo en su conocimiento. Esto desmiente <strong>la</strong> alusión de algunos<br />
historiadores que afirman que D´Arçon vino por imposición de Francia y por recomendación<br />
del conde de Aranda. No es así. El ingeniero vino, junto con algunos<br />
otros, recomendado precisamente por el duque de Crillon y a título personal como<br />
volontaire eso si: con <strong>la</strong> anuencia del ministerio francés, como un gesto más en el espíritu<br />
de co<strong>la</strong>boración ya citada. Otra cosa es que una vez en <strong>España</strong> D´Arçon comenzara<br />
a obrar por su cuenta, tratar de promocionar su proyecto y convencer a <strong>la</strong>s autoridades<br />
de su bondad, como veremos.<br />
Resueltos los principales problemas iniciales, fueron llegando los volontaires. Primero<br />
los marinos, Eyries y compañía, que pasaron en julio directamente a Cádiz para<br />
acudir a Menorca con <strong>la</strong> expedición. También lo hizo el comendador de Rozán.<br />
Por su parte los otros de tierra, Babelón, Piemelán y D´Arçon lo hicieron mas tarde:<br />
concretamente en Agosto. Curiosamente pasaron primero por Madrid a <strong>entre</strong>vistarse<br />
con Floridab<strong>la</strong>nca a cuya presencia fueron introducidos a través de un banquero de<br />
origen navarro: Manuel Marco Zemboraín, íntimo amigo de Crillon y del que ya<br />
hab<strong>la</strong>remos. El caso es que Marco, que estaba en el secreto de <strong>la</strong> llegada de los volontaires,<br />
fue quien se los presentó a su amigo Bernardo del Campo, primer oficial de <strong>la</strong><br />
Secretaría de Estado y co<strong>la</strong>borador muy estrecho de Floridab<strong>la</strong>nca, que los debió introducir<br />
a su vez en el despacho del ministro.<br />
Hemos podido en<strong>contra</strong>r el testimonio de esta presentación en sendas cartas de<br />
Marco a Campo. La correspondiente a D´Arçon dice:<br />
"Amigo y Sr: Pasa a ese sitio Mr. d´Arcón y como no conoce en él a nadie,<br />
me tomo <strong>la</strong> libertad de recomendarlo a Vm. para que mediante su favor logre<br />
más a satisfacción disfrutar de tan delicioso paraje.<br />
Con este motivo renueva a Vm. el sincero fiel afecto que le profesa su más<br />
apasionado seguro servidor, q.b.s.m.<br />
Marco.<br />
O sea: Marco no solo estaba en el ajo si no que se permitía recomendar a los franceses.<br />
La pregunta es: ¿qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué d´Arçón, Babelón y<br />
Pieme<strong>la</strong>n pasaron a <strong>la</strong> covachue<strong>la</strong> de Pa<strong>la</strong>cio a hab<strong>la</strong>r con Floridab<strong>la</strong>nca (concretamente<br />
a <strong>la</strong> Granja donde <strong>la</strong> Corte hacía <strong>la</strong> jornada aquel agosto) en vez de dirigirse directamente<br />
a Cádiz como lo hicieron los marinos? ¿Qué hab<strong>la</strong>rían con el conde? ¿Qué<br />
pintaba Marco en todo esto? Lo veremos en su momento.<br />
Pasaron varios días y el 9 de agosto ya se había decidido el destino de cada cual:<br />
D´Arçon para Gibraltar y Pieme<strong>la</strong>n y Babelón para Menorca. En vista de ello el prime-<br />
14<br />
Vauban a Floridab<strong>la</strong>nca. París 04/07/178<strong>1.</strong> A.H.N. Estado, leg. nº 4205/2. Original en francés. La traducción<br />
es nuestra.<br />
9
o partió para el Campo de San Roque y los otros a Cartagena y Barcelona respectivamente,<br />
para esperar desde allí a que se produjera el desembarco en Mahón e incorporarse<br />
a <strong>la</strong> acción.<br />
Babelón partirá para Mahón el 29 de agosto a bordo de un jabeque del Rey. El teniente<br />
coronel artillero iba acompañado de su hijo Louis, que co<strong>la</strong>boró con él en los<br />
trabajos del sitio, pasando después al campo de San Roque. Antes de salir, el teniente<br />
coronel agradeció en una carta a Floridab<strong>la</strong>nca los seis mil reales que le había concedido<br />
de ayuda de costa para el viaje y que le habían sido <strong>entre</strong>gados por Marco.<br />
Hacemos hincapié en esta cuestión, <strong>la</strong> de <strong>la</strong> <strong>entre</strong>ga de los seis mil reales a Babelón,<br />
porque a través de el<strong>la</strong> hemos podido comprobar <strong>la</strong> estrecha co<strong>la</strong>boración de Marco<br />
con el ministerio, para el que, ordinariamente, debía hacer de intermediario en operaciones<br />
financieras secretas. En este caso Floridab<strong>la</strong>nca le pidió al negociante que les<br />
ade<strong>la</strong>ntara <strong>la</strong> cantidad estipu<strong>la</strong>da a los viajeros de su bolsillo, para que no existiera<br />
evidencia en <strong>la</strong> Secretaría de tal desembolso, sin que a Marco esto le produjera ninguna<br />
extrañeza, por lo que debía considerarlo una operación corriente.<br />
Éstas y otras medidas fueron tomadas <strong>entre</strong> 1781 y mayo de 1782. Por esas fechas<br />
todo estaba preparado para <strong>la</strong> gran operación del verano que iba a llevarse a cabo de<br />
inmediato al mando del duque de Crillon.<br />
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