FIESTAS DE INVIERNO - Izenpe

Astotxo
Desde el siglo XVII, en Lazkao (Gipuzkoa)
se viene representando en el primer
domin-go después de reyes una escena de
la huída de la Sagrada Familia a Egipto: es
la “astotxo festa” o fiesta del burro. A
pesar de la importancia de los personajes
represen-tados, el verdadero protagonista
es el burro. La juventud representa la
función por las calles de la localidad,
ambientadas para tal ocasión: trono de
Herodes, portal de Belén, pueblo judío,
oficios, gladiadores, etc. todo está
representado en esta función.
Mascaradas
Las mascaradas son representaciones o farsas
que se desarrollan bajo un guión establecido.
En Zalduondo (Álava) el domingo de carnaval
se quema el “Markitos”. Abre la
comitiva un carro tirado por un burro donde
viaja “el predicador”. Detrás, las “ovejas”,
personajes enmascarados cubiertos de pieles
y cencerros, y los “porreros”, gordísimos
personajes cubiertos de tela de saco. Una vez
junto al “markitos” lo bajan del largo poste
donde previamente había sido empalado y
comienza el juicio; le acusan de cuantos
males ha sufri-do el pueblo, dan fuego al
muñeco y el pueblo bebe, baila y se divierte.
FIESTAS DE INVIERNO
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Las fiestas de invierno comienzan con la festividad
de Todos los Santos, el 1 de Noviembre. Este día las
“argizaiolak” –velas enroscadas en torno a piezas de
madera– iluminan los sepulcros durante la Misa
Mayor. Días de recogimiento que más tarde se
convierten en fiesta y celebración cuando llega el
Carnaval.
FIESTAS
DE
INVIERNO
De la muerte a la vida, los niños, como en muchos países europeos, son los protagonistas del día de
San Nicolás. Grupos de niños y niñas, uno de los cuales va provisto de los atributos y las vestimentas
del Obispo que da nombre a este día, recorren las calles en localidades como Legazpi y Segura, en
Gipuzkoa, interpretando en canciones alusivas al santo y a su leyenda.
En las fechas previas a la Navidad, dos ferias agrícolas y ganaderas concentran a la sociedad
guipuzcoana, la feria de Santa Lucía en Zumárraga, el 13 de diciembre, y en Donostia-San Sebastián y
Bilbao, la feria de Santo Tomás (21 de diciembre), que rememora anualmente la jornada en la que los
campesinos se acercaban a la ciudad para pagar sus tributos y vender sus mejores productos.
La Navidad, en Euskadi, la anuncia el Olentzero, un carbonero algo pillo y de aspecto bonachón que
fue el primero en conocer la buenanueva, y que nos recuerda a personajes similares de la Europa
precristiana.
La Nochebuena se vive de manera especial en la localidad alavesa de Labastida, donde, recordando
probablemente antiguas misas del gallo escenificadas, grupos de pastores capitaneados por un
Cachimorro y cubiertos de pieles recitan antiguas coplas y ejecutan sencillas danzas.
Una celebración difícil de catalogar pero imprescindible en el calendario
festivo es la tamborrada de Donostia-San Sebastián. La fiesta
empieza a las 12 de la noche de la víspera del 20 de enero con la
Izada de la Bandera. Durante todo el día 20 las calles donostiarras
son el escenario de tan popular tradición. Pero la parte más
emotiva de la fiesta comienza a las doce del mediodía. Miles de
niños y niñas vestidos de tamborreros ocupan el centro de
la ciudad desfilando en
perfecto orden de revista.
Es la tamborrada infantil,
un espectáculo de enorme
vistodidad. A las doce de
la noche del día 20
tiene lugar la Arriada
de la Bandera en la
Plaza de la
Constitución,
marcando así el
fin de la fiesta.
Tamborrada Infantil
(Donostia - San Sebastián)

Pero la fiesta más importante del período invernal es el Carnaval. En Gipuzkoa, lo anuncian los
Caldereros, curiosas comparsas que imitan el trasiego nómada de los zíngaros que, con sus
espectáculos y sus dotes de hojalateros, ser acercaban a estas zonas para las fechas
carnavalescas. En localidades como Donostia-San Sebastián o Tolosa, los bulliciosos caldereros
“que vienen de Hungría” llegan el sábado siguiente a cada dos de febrero.
También se guardan en Bizkaia recuerdos de las “troupes” zíngaras que llegaban para el carnaval,
como en la Zagari Dantza de Markina-Xemein, en la que se dan cita los danzantes, un oso y un
domador. Son muchos, como éste, los vestigios del carnaval rural que se conservan en Euskadi.
En Gipuzkoa, en la falda de uno de los más bellos montes de este territorio, el Txindoki, los
jóvenes de Amezketa y Abaltzisketa, dos pequeñas localidades, recorren los caseríos bailando y
tratando de estimular la buena voluntad y la generosidad de sus vecinos. Son los “txantxoak”. En
Zalduondo (Álava), el protagonista de la fiesta es un muñeco, “markitos”, que resulta, año tras
año, juzgado, condenado y destruido.
Curioso es también el personaje que centra el 22 de enero la fiesta de la localidad alavesa de Oyón-
Oion, el “cachi” que, vestido de verde y amarillo, se revuelca bajo el ondear de una bandera.
Feria de Santa Lucía (Zumarraga)
Txantxoak (Abaltzisketa)
El carnaval urbano.
El carnaval, a pesar de haberse mantenido,
muchas veces gracias al ambiente rural, se ha
conservado, desarrollado y adaptado perfectamente
en enclaves urbanos, adquiriendo
más fuerza y vida si cabe. Un ejemplo de ello
es Tolosa (Gipuzkoa) que superando épocas
duras y de represión, conservó su carnaval
contra viento y marea. Tolosa es un gran
disfraz, desde la simple “chilaba” hasta el
más sofistificado que se pueda uno imaginar.
Feria taurina, desfiles de carrozas y comparsas,
concursos, etc. hacen de Tolosa el
carnaval urbano de referencia.
Caldereros
La fiesta o comparsa de caldereros nació en
Donostia-San Sebastián en 1884,
emulando a las tribus gitanas, que año tras
año, a su paso hacia lejanas tierras, venían
a vender sus productos por Carnaval.
Comparsas de zíngaros, gitanos, que
evocan a húngaros trashumantes que se
dedicaban a arreglar pucheros y cacharros,
salen golpeando unas pequeñas sartenes y
cazos con martillos y entonando unas
alegres canciones del maestro Sarriegi.
En Markina-Xemein (Bizkaia), el
domingo de carnaval, una cuadrilla de
jóvenes “dantzariak” interpreta la “zagidantza”
o danza del odre. Esta es una de las
danzas más representativas del carnaval
vasco. La comparsa incluye un oso,
“hartza”, que se dedica a asustar a los niños
y transeúntes, al que controla un domador.
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