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MANIFIESTO HUMANITARIO ECOLOGISTA - Bookandyou

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EL REY QUE QUERIA SER ALABADO<br />

Hubo una vez un rey a quien la vanidad había vuelto loco. La vanidad siempre termina por<br />

volver loca a la gente.<br />

Este rey mando construir un templo en los jardines de su palacio y, dentro del templo, hizo<br />

colocar una gran estatua de si mismo en la posición del loto.<br />

Todas las mañanas, después del desayuno, el rey iba a su templo y se postraba ante su<br />

imagen adorándose a si mismo.<br />

Un día, decidió que una religión que tuviera un solo seguidor no era una gran religión. Así<br />

que pensó que debía tener más adoradores.<br />

Decreto entonces que todos los soldados de la guardia real se postrasen ante la estatua<br />

por lo menos una vez al día. Lo mismo debían hacer todos los servidores y los ministros<br />

de su reino.<br />

Su locura crecía a medida que pasaba el tiempo y, no conforme con la sumisión de los<br />

que le rodeaban, dispuso un día que la guardia real fuera al mercado y trajera a las tres<br />

primeras personas con las que se cruzaran.<br />

—Con ellas —pensó— demostrare la fuerza de la fe en mí. Les pediré que se inclinen<br />

ante mi imagen y, si son sabios, lo harán, y si no, no merecen vivir.<br />

La guardia fue al mercado y trajo a un intelectual, a un Sacerdote y a un mendigo que<br />

eran, en efecto, las tres primeras personas que encontraron.<br />

Los tres fueron conducidos al templo y presentados ante el rey.<br />

—Esta es la imagen del único y verdadero Dios —les dijo el rey—. Postraos ante ella o<br />

vuestras vidas le serán ofrecidas en sacrificio.<br />

El intelectual pensó: « El rey esta loco y me matara si no me inclino. Este es,<br />

evidentemente, un caso de fuerza mayor. Nadie podría juzgar mal mi actitud a la luz de<br />

que fue hecha sin convicción, para salvar mi vida, y en función de la sociedad a la cual<br />

me debo>>. Entonces se postró ante la imagen.<br />

El sacerdote pensó: «El rey ha enloquecido y cumplirá su amenaza. Yo soy un elegido<br />

del verdadero Dios y, por lo tanto, mis actos espirituales santifican el lugar donde este.<br />

No importa cual sea la imagen. El verdadero Dios será aquel a quien yo este<br />

honrando>>.<br />

Y se arrodillo.<br />

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