boletin marzo abril - Diocese de Ourense

esurrección. La cuaresma es camino, la
Pascua es la gran meta. No se pueden
entender separados camino y meta.
La cuaresma supone en primer lugar
la gracia de Dios, pero requiere un gran
esfuerzo de nuestra parte, porque convertirse
es dejar que Dios cambie radicalmente
nuestro corazón y toda nuestra
vida. La «metanoia» no es un cambio
accidental, un cambio de imagen, como
hoy se dice, es un cambio en las bases
más firmes de la persona, en su núcleo
más íntimo y profundo. Es dejar la fascinación
de las criaturas y volverse al Creador,
al Señor y el Espíritu santificador.
La cuaresma es símbolo de la vida cristiana
ordinaria, que es lucha, combate, peregrinación,
esfuerzo firme. En la cuaresma
la Iglesia destaca la condición de combate
de la vida cristiana. Ya el libro de Job
describió la vida del hombre sobre la tierra
como «lucha». Esta lucha es «contra las
fuerzas del mal», como nos dice la colecta
de hoy. El mal y su más genuino representante,
el demonio, nos acechan para hacernos
caer. Por eso la Iglesia y cada cristiano,
de un modo especial en cuaresma, se adiestran
para el combate cristiano. ¿Cuáles son
las armas?: «la austeridad penitencial de
estos días», las celebraciones, los sacramentos
de la Penitencia y la Eucaristía, el
renovar la gracia bautismal, los actos piadoso-devocionales,
etc.
La cuaresma es un tiempo austero, fuerte
para quien lo emprenda como camino de
purificación, de renuncia a uno mismo e
incluso a las satisfacciones y placeres lícitos
de la vida. Es aceptar el sacrificio
normal de la vida ordinaria y los sacrificios
elegidos libremente para mostrar nuestro
amor a Cristo paciente y el servicio a los
pobres y necesitados. Todo esto contribu-
LA VOZ DEL PRELADO
MARZO / ABRIL • 277
ye también al perdón y reparación de nuestros
pecados, que es lo que, sobre todo, nos
aleja de Dios. Por eso en este inicio de
cuaresma el Sal. 50, penitencial por excelencia,
es nuestra respuesta orante a la
primera lectura. Deberíamos recitarlo muchas
veces durante este tiempo: «Misericordia,
Dios mío, por tu bondad» «Misericordia,
Señor; hemos pecado».
El profeta Joel (2, 12-18), en la primera
lectura, describe la conversión como una
liturgia penitencial, en la que toma parte
todo el pueblo de Dios. Joel ha experimentado
el perdón de Dios y comunica al
pueblo su experiencia y sus sentimientos.
La conversión es volver a Dios desde lo
más profundo del alma, confesar el pecado
con humildad, pedir perdón con dolor y
propósito firme de no volver al pasado y
experimentar la misericordia entrañable de
Dios. El Señor «siente celos por» nosotros
y desea, más que nosotros mismos, comunicamos
el perdón. La parábola del hijo
pródigo, es un buen ejemplo.
La lectura de la Palabra de Dios debe
encontrar una respuesta de acogida, asimilación
y obediencia en nuestras comunidades
cristianas durante toda la cuaresma.
La cuaresma es una larga liturgia
penitencial, en las celebraciones y en los
corazones cristianos, durante estos cuarenta
días, en la liturgia de la vida ordinaria
y festiva. La proclamación, escucha y
lectura de la Palabra de Dios ayuda mucho
a la conversión personal y comunitaria.
San Pablo en la segunda lectura, nos
advierte sobre la importancia del tiempo
cuaresmal: «…pues mirad, ahora es tiempo
favorable, ahora es el día de la salvación».
Para el hombre, todo tiempo ofrecido
por Dios, es «tiempo de gracia», porque