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marconcini, benito - 10

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n "¿Hasta cuándo, Señor?», pregunté. Y él me respondió:<br />

«Hasta que queden las ciudades asoladas y sin<br />

habitantes, las casas sin hombres, el campo desolado como<br />

un desierto. í2 Yahveh alejará a los hombres y será<br />

grande la desolación en el país. ^Y si aún queda en él<br />

una décima parte, volverá a ser consumida. Como el terebinto<br />

y la encina, que, talados, conservan un tocón, semilla<br />

santa será su tocón.»<br />

Los imperativos reforzados (cf. la diferencia con Ex<br />

9,35), el empleo de los términos «este pueblo» (Is 8,6.12;<br />

9,15; 28,11.14) que se distinguen de la fórmula del pacto<br />

(«mi pueblo»), el carácter global del endurecimiento<br />

expresado mediante el paralelismo antitético (corazónoídos-ojos/ojos-oídos-corazón)<br />

y la atenuación de las<br />

dificultades en las citas neotestamentarias (cf. Mt 13,14;<br />

Me 4,12; Jn 12,40; Act 28,26) vuelven insuficiente la explicación<br />

de la previsión o de la palabra como ocasión de<br />

endurecimiento, de conformidad con la ley psicológica<br />

de una reducción de la capacidad de escucha o de comprensión<br />

después de un reiterado rechazo de la revelación.<br />

«El olvido consciente de la verdad divina, el hábito<br />

de no escuchar las advertencias de Dios, inevitablemente<br />

insensibiliza ante su acción» (W. Eichrodt).<br />

La Palabra es creadora, y no mera espectadora de un<br />

fenómeno puramente racional y psicológico. «En el AT<br />

siempre se considera que el endurecimiento es obra de<br />

Dios, y nunca una ley vigente en las relaciones entre los<br />

seres humanos» (G. von Rad). La palabra profética<br />

constituye la auténtica causa del endurecimiento: lo<br />

provoca al comienzo de un ciclo de la historia bíblica,<br />

para hacer que se supere en un segundo momento,<br />

cuando el ser humano -obligadamente- deberá caer en<br />

la cuenta de la verdad de lo que ha escuchado antes. El<br />

elemento positivo (cf. Is 8,17) de la aceleración del endurecimiento<br />

reside en el hecho de que la salvación sólo<br />

se hace posible mediante la aceptación de la Palabra: da-<br />

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do que en la actualidad el pueblo no quiere obedecerla<br />

libremente, sólo cabe esperar el momento en que las<br />

desdichadas consecuencias de un rechazo le induzcan a<br />

creer en ella. Por lo tanto, la obstinación ante la Palabra<br />

-que provoca el castigo- tiene como objetivo la salvación:<br />

cuanto antes llegue el ser humano al fondo del<br />

mal, antes se salvará. En consecuencia, el endurecimiento<br />

es una muestra del interés que tiene Dios por el<br />

hombre, y constituye la última y dramática ancla de salvación<br />

en el momento del infortunio: la catástrofe, que<br />

de todos modos ocurrirá, perderá su carácter absurdo,<br />

irracional, fatídico, y revelará asimismo la oportunidad<br />

de una Palabra que ha tenido como resultado momentáneo<br />

el fracaso y como resultado inmediato un empeoramiento<br />

de la situación.<br />

En el momento en que se produce una destrucción<br />

cada vez más grave (Is 6,11-13¿Í), la aceptación del juicio<br />

divino como algo justo permitirá que el pueblo repita<br />

la experiencia del profeta: pasar a la vida a través de<br />

una inmersión en la muerte. Esto sólo ocurrirá con un<br />

resto. La última frase, «semilla santa será su tocón»,<br />

omitida por los LXX a causa de una simplificación debida<br />

al mismo final (homoteleuton), puede conservar el<br />

sentido positivo tradicional, ya sea porque la «teología<br />

del resto» es típica de Isaías (cf. Is 4,2-3; 7,3), o porque<br />

el término massébáh (tocón) indica el renacimiento de<br />

la dinastía, de manera afín a los términos análogos «renuevo»<br />

y «tallo» de Is 11,1.<br />

De este conjunto emerge la Palabra con su fuerza<br />

desconcertante, capaz de iluminar la vida del profeta a<br />

partir de la intervención gratuita de Dios, y de provocar<br />

una fractura entre un antes inauténtico y un después<br />

salvífico, subrayando el valor de un presente, de un instante<br />

vivido en la verdad, aunque resulte amargo, como<br />

ocurre al hacerse uno consciente de merecer la muerte.<br />

Lo vivido por el profeta constituye para el pueblo la<br />

clara indicación de un camino que le permita no ser<br />

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