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50. Primeros Escritos - Truth For the End of Time

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"Jesús no vino a la tierra, como lo esperaba la compañía que le aguardaba gozosa, para purificar el<br />

santuario, limpiando la tierra por fuego. Vi que era correcto su cálculo de los períodos pr<strong>of</strong>éticos; el<br />

tiempo pr<strong>of</strong>ético había terminado en 1844, y Jesús entró en el lugar santísimo para purificar el<br />

santuario al fin de los días. La equivocación de ellos consistió en no comprender lo que era el santuario<br />

ni la naturaleza de su purificación."-<strong>Primeros</strong> <strong>Escritos</strong>, pág. 243.<br />

Casi inmediatamente después del chasco de octubre, muchos creyentes y pastores que se habían<br />

adherido al mensaje adventista se apartaron de él. Otros fueron arrebatados por el fanatismo. Más o<br />

menos la mitad de los adventistas siguió creyendo que Cristo no tardaría en aparecer en las nubes del<br />

cielo. Al verse expuestos a las burlas del mundo, las consideraron como pruebas de que había pasado<br />

el tiempo de gracia para el mundo. Creían firmemente que el día del advenimiento se acercaba. Pero<br />

cuando los días se alargaron en semanas y el Señor no apareció, se produjo una división de opiniones<br />

en el grupo mencionado. Una parte, numéricamente grande, decidió que la pr<strong>of</strong>ecía no se había<br />

cumplido en 1844 y que sin duda se había producido un error al calcular los periodos pr<strong>of</strong>éticos.<br />

Comenzaron nuevamente a fijar fechas. Otro grupo menor, que vino a ser el de los antecesores de la<br />

Iglesia Adventista del Séptimo Día, hallaba certeras las evidencias de la obra del Espíritu Santo en el<br />

gran despertar, y consideraba imposible negar que el movimiento XVI fuese obra de Dios, pues hacer<br />

esto habría sido despreciar al Espíritu de gracia.<br />

Para este grupo, la obra que debían hacer y lo que experimentaban estaba descrito en los últimos<br />

versículos de Apocalipsis 10. Debían reavivar la expectación. Dios los había conducido y seguía<br />

conduciéndolos. En sus filas militaba una joven llamada Elena Harmon, quien recibió de Dios, en<br />

diciembre de 1844, una revelación pr<strong>of</strong>ética. En esa visión el Señor le mostró la peregrinación del<br />

pueblo adventista hacia la áurea ciudad. La visión no explicaba el motivo del chasco, si bien la<br />

explicación podía obtenerse del estudio de la Biblia, como sucedió. Sobre todo hizo comprender a los<br />

fieles que Dios los estaba guiando y continuaría conduciéndolos mientras viajasen hacia la ciudad<br />

celestial.<br />

Al pie de la senda simbólica mostrada a la joven Elena, había una luz brillante, que el ángel designó<br />

como el clamor de media noche, expresión vinculada con la predicación de un inminente advenimiento<br />

durante el verano y el otoño de 1844. En aquella visión, se discernía a Cristo conduciendo al pueblo a<br />

la ciudad de Dios. La conversación oída indicaba que el viaje iba a resultar más largo de lo que se<br />

había esperado. Algunos perdieron de vista a Jesús, y cayeron de la senda, pero los que mantuvieron<br />

los ojos fijos en Jesús y en la ciudad llegaron con bien a su destino. Esto es lo que se nos presenta, bajo<br />

el título "Mi primera visión," en las páginas 13-20 de este libro.<br />

Eran muy pocos los que constituían aquel grupo que avanzaba en la luz. En 1846, eran como<br />

cincuenta. El grupo mayor, que abandonó la esperanza de que la pr<strong>of</strong>ecía se hubiese cumplido en 1844,<br />

contaba tal vez con 30,000 personas. En 1845 se reunieron para reexaminar sus opiniones en una<br />

conferencia que se celebró en Albany, estado de Nueva York del 29 de abril al 1ero de mayo.<br />

Decidieron entonces formalmente denunciar a quienes aseverasen tener "iluminación especial" y a los<br />

que enseñasen "fábulas judaicas." (Advent XVII Herald, 14 de mayo, 1845.) Véase Messenger to <strong>the</strong><br />

Remnant (Mensajera enviada al residuo), pág 31, columna 2.

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