En su obra “El hombre y lo Divino” , María Zambrano expresa ... - Inicio

arcaico por su parte, entendió que el mundo y sus acciones no poseían un valor intrínseco
autónomo, sino que lo recibían en la medida que participaban de una realidad trascendente 8 ; de
ahí que su tendencia haya sido vivir lo más posible en lo sagrado. “Para los como
para el hombre de todas las sociedades pre-modernas, lo sagrado equivale a la potencia y, en
definitiva, a la realidad por excelencia. Lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere
decir a la vez realidad, perennidad y eficacia” 9 .
Junto a Eliade, diremos que el nacimiento sagrado de las cosas, instaura un paradigma que se
debe seguir y mantener; de lo contrario todo en la cultura se vería amenazado 10 . Desde aquí, me
refiero particularmente a las relaciones humanas, que requieren de un fundamento moral firme,
estable y perdurable, a fin de cumplir con el propósito de un bien común que no se alcanza
únicamente con criterios colocados desde una política administrativa, sino sobre todo, teniendo en
cuenta los valores fundacionales de la cultura. Puesto que, si nos remitimos a su definición
etimológica, la cultura es ante todo cultual, por consiguiente, fundada en un culto de tipo religioso.
De ahí que, las disposiciones comunitarias en orden a alcanzar el bien de sus integrantes, posean
su raíz en el hacer del Homo Religiosus, antes que en el operar del hombre político-económico.
Ahora bien, para que tales arreglos sean representativos de la cultura, es necesario el conocer y
compartir los valores por medio del culto que los expresan concretamente.
En las sociedades míticas, la reproducción permanente de aquello ocurrido en los comienzos 11 fue
protección para la estabilidad cultural; por ello, todos los actos del hombre estuvieron supeditados
a mandatos superiores, tanto aquellos relacionados a la iniciación cultural que garantiza la
pertenencia y la participación social, como aquellos vinculados a ordenamientos sociales, tales
como la forma de acceder al alimento, el abrigo, la construcción de las casas. La serie de
responsabilidades que implica ser parte de la comunidad, obliga a las comunidades míticas a una
reactualización de valores supremos, a través de los cuales sus miembros se orientan y educan
respecto de la licitud de la existencia humana. La repetición consciente de hechos paradigmáticos,
fundados u originados por seres divinos y ancestrales, es el único medio para la industria del
hombre sobre la naturaleza.
De acuerdo a Eliade, podremos señalar que toda construcción llevada a cabo en las comunidades
míticas, es más bien una reconstrucción conseguida en atención permanente a los momentos en
que lo sagrado se manifiesta. Vivir en el mundo exige de una santificación constante, una
responsable colaboración humana de participar en la creación del cosmos; es por esto que el
hombre arcaico se adhiere totalmente al ser absoluto informándose de la realidad sagrada, a fin de
convertir el espacio caótico en un espacio cósmico. Sin la fuerza de lo sagrado, por ejemplo sería
imposible la fundación del hogar, el desarrollo de una familia, la crianza de los hijos. La potencia
que obra eficazmente, crea y hace durar las cosas; por ello, todos los espacios y los objetos que el
ser humano ocupa exigen una consagración. De ahí, la importancia de los ritos que introducen al
tiempo sagrado, en cada culto o ceremonia religiosa, la sociedad vuelve al comienzo, al punto
referencial de orientación. “Dicho de otro modo, el hombre de las sociedades tradicionales no
podía vivir más que en un espacio hacia lo alto, en que la ruptura de nivel se aseguraba
simbólicamente y en el que la comunicación con el otro mundo, el mundo , era
posible ritualmente” 12 .
En el escenario de la modernidad, la re-presentación de lo que ha acontecido en el comienzo de
los tiempos pareciera estar relegada. Cobra cada vez más importancia el progresivo avance en lo
8 Cf. Eliade, M. El mito del eterno retorno, Alianza, 1989.
9 Eliade, M.; Lo Sagrado y lo Profano, p. 20.
10 Cf. Eliade, M. La Búsqueda. Historia y Sentido de las Religiones, p. 106 y ss. El Mito del Eterno Retorno, p.
15. Mito y Realidad, pp. 14-15.Tratado de las Religiones, p. 417 y ss.
11 Cf. Cassirer, E. Las Ciencias de la Cultura, Fondo de Cultura, Económica, México,1951,p.42.
12 Eliade, M. Lo Sagrado y lo Profano, Guadarrama, Madrid, 1964, p.47-48.