44 leyendas Hablar <strong>de</strong> arietes con olfato parece una obligación natural, pero incluso entre ellos los ha habido insuperables: Enrique Castro lo fue. <strong>Revista</strong> <strong>de</strong> la RFEF “Quini”, el hombre gol
Luis Arnáiz N ació el 23 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1949 y <strong>de</strong> él pronto se supo que sería futbolista y que sería, a<strong>de</strong>más, ariete. Le venía a Enrique Castro <strong>de</strong> casta. Su padre, Enrique, era conocido como “Quini” y <strong>de</strong> él heredaría su pasión por el fútbol, pero no la posición que <strong>de</strong>bía ocupar en el campo, sino todo lo contrario. El progenitor había sido portero y esa herencia al que le llegó fue a su hermano Jesús, un tipo colosal. Hablar <strong>de</strong> Enrique Castro González, “Quini”, es hablar inevitablemente <strong>de</strong>l gol, al que sirvió <strong>de</strong> forma indiscutible durante todos los años <strong>de</strong> su vida y en especial durante sus 15 como profesional, que fueron los que le marcaron. A los 19 años fichó por el <strong>Real</strong> Sporting <strong>de</strong> Gijón, en el que vivió la mejor época <strong>de</strong>l club que presidía Manuel Vega Arango y que dirigía Vicente Miera. Imprescindible en aquél equipo, “Quini” se hizo querer en el campo y lejos <strong>de</strong> él. A los 30 años alcanzó uno <strong>de</strong> los sueños <strong>de</strong> su vida, el traspaso al FC Barcelona, que en 1979 pagó por el asturiano 80 millones <strong>de</strong> pesetas. Natural <strong>de</strong> Oviedo, vivió en la casa familiar, un viejo caserón propiedad <strong>de</strong> su abuelo, hasta que tuvo cinco años. Por razones laborales la familia Castro tuvo que trasladarse a Llanares (Avilés), don<strong>de</strong> la empresa ENSIDESA, en la que trabajaba su padre, construyó un poblado para sus empleados. Naturalmente, fue ahí don<strong>de</strong> empezó a jugar y don<strong>de</strong> empezó a <strong>de</strong>mostrar sus condiciones. Alumno <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> los Salesianos, pronto se vio en Enrique una natural predisposición para el fútbol y para jugar en el vértice <strong>de</strong>l ataque: no rehuía el choque, iba bien por alto, tenía buen toque <strong>de</strong> balón y remataba con intención y dureza en cuanto se le presentaba la oportunidad. Todo eso lo mejoraría <strong>de</strong>spués en el Llaranes juvenil, que, más tar<strong>de</strong>, pasaría a llamarse Bosco ENSIDESA. Sus habilida<strong>de</strong>s futbolísticas llamaron pronto la atención, pero triunfar en el mundo <strong>de</strong>l fútbol era todavía una utopía, <strong>de</strong> modo que su padre le inscribió en la Escuela <strong>de</strong> aprendices <strong>de</strong> ENSIDESA. Fue un intento baldío <strong>de</strong> conseguir que asegurara su futuro. Enrique ya había saboreado las mieles <strong>de</strong>l fútbol a pequeña escala, pero había sido suficiente suficiente y no hubo forma <strong>de</strong> hacerle <strong>de</strong>sembarcar <strong>de</strong> ello. No obstante empezó su vida laboral al poco en Montajes <strong>de</strong>l Tera como aprendiz <strong>de</strong> soldador. En la temporada 1967/68 alcanzó a jugar en Tercera División, <strong>de</strong>fendiendo los colores <strong>de</strong>l ENSIDESA. Ya había sido internacional juvenil dos veces ante la República Fe<strong>de</strong>ral Alemana. Un año más tar<strong>de</strong> el que se hizo con sus servicios fue el <strong>Real</strong> Sporting <strong>de</strong> Gijón, con el que <strong>de</strong>butó en Segunda División. Esa tem- porada consiguió 16 goles; la siguiente nada más y nada menos que 24. A partir <strong>de</strong> su aparición como jugador sportinguista, el triunfo estuvo directamente vinculado a su vida profesional. Salvo en la segunda <strong>de</strong> sus campañas con el equipo <strong>de</strong> El Molinón, nunca bajó <strong>de</strong> 30 partidos por temporada y sólo dos <strong>de</strong> la docena <strong>de</strong> tantos. Marcó en total 216 con el equipo asturiano y reeditó sus mejores cifras cuando llegó al FC Barcelona en 1981. Ese año consiguió la mejor <strong>de</strong> sus marcas como artillero, con 25 goles en 32 partidos. El 28 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1970, Ladislao Kubala, que había visto reunidas en él muchas <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s que andaba buscando en un <strong>de</strong>lan- leyendas Quini, con Ladislao Kubala, seleccionador español. <strong>Revista</strong> <strong>de</strong> la RFEF 45
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