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Biografía Madre Laura - Misioneras de Madre Laura

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obispo y <strong>de</strong> la fundadora, parece que el señor Giobbe quedó un tanto suspicaz y caviloso. Pero se<br />

le olvidaban a su excelencia las lentitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los correos <strong>de</strong> esa época y que su carta al prelado<br />

había viajado primero a Jericó, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había que comunicarla a Santa Fe, en el caso favorable<br />

<strong>de</strong> que el pastor no estuviera ausente.<br />

Había en su interior un conflicto angustioso. De una parte, <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>jar el cargo, "para<br />

ejercitarme en la querida obediencia siquiera un tiempecito antes <strong>de</strong> morir"; pero, <strong>de</strong> otra parte, y<br />

mirando a lo que estimaba el mayor provecho y la consolidación <strong>de</strong> una obra <strong>de</strong>stinada a salvar las<br />

almas, quería seguir influyendo. Quería -dice- acabar <strong>de</strong> dar a mis hijas lo que Dios me ha dado<br />

para ellas". Y seguramente le dolía, que ese bien intencionado anhelo fuese achacado a loca<br />

ambición <strong>de</strong> mando. La <strong>Madre</strong> <strong>Laura</strong> supo mandar, cuando fue colocada sobre el can<strong>de</strong>lero, y<br />

supo obe<strong>de</strong>cer, cuando le tocó esta suerte.<br />

En Me<strong>de</strong>llín, la vida y la jornada <strong>de</strong> la <strong>Madre</strong> discurrían alternamente entre la oración y el trabajo.<br />

Ya no podía salir a visitar las casas, <strong>de</strong>bido a la parálisis que le arrebató el movimiento <strong>de</strong> los pies.<br />

Buena prueba para esta andariega <strong>de</strong> Dios. Sentada en su silla <strong>de</strong> manos se <strong>de</strong>dicaba al estudio y<br />

a la tarea <strong>de</strong> escribir para sus hijas. En cada carta, la <strong>Madre</strong> les mandaba el alma. A ratos, siempre<br />

en su silla <strong>de</strong> ruedas, iba recorriendo los pasadizos <strong>de</strong>l convento para cerciorarse <strong>de</strong> la buena<br />

marcha <strong>de</strong> la comunidad o visitar acaso a otra religiosa enferma. Conducida por alguna <strong>de</strong> sus<br />

hijas, visitaba la capilla para conversar con su Señor o asistir en profundo recogimiento a los actos<br />

<strong>de</strong> comunidad y a los oficios divinos. Nunca se quejó <strong>de</strong> su inmovilidad, todo lo sufrió con paciencia<br />

y mansedumbre. Des<strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1949 su salud empezó a <strong>de</strong>caer notoriamente, día tras día. Sus<br />

fuerzas, antes inagotables, para el trabajo intelectual, iban disminuyendo y gustaba entonces <strong>de</strong><br />

entretenerse en arreglar hilos y sedas para los indios, aunque se fatigaba. Le obsesionaban los<br />

salasacas <strong>de</strong>l Ecuador. - Con estos hilitos, <strong>de</strong>cía, compraremos salasaquitas.<br />

En semana santa <strong>de</strong> 1949, le aparecieron en las piernas unos lamparones rojos que le causaban<br />

acerbo dolor. A pesar <strong>de</strong> ello, asistió, en cuanto pudo, a los divinos oficios y reunió varias veces a<br />

la comunidad para platicarle <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong>l espíritu. El domingo <strong>de</strong> Pascua, que fue siempre para<br />

ella día <strong>de</strong> júbilo, lo pasó llena <strong>de</strong> <strong>de</strong>caimiento y <strong>de</strong> tristeza. Hasta miró sin interés la hermosa<br />

estatua <strong>de</strong>l resucitado que ese año se estrenaba. Para aliviar el estado <strong>de</strong> las piernas hinchadas<br />

acudieron varios médicos, entre ellos los doctores Luis Tirado Vélez, Ignacio Vélez Escobar y<br />

Alfonso Velásquez que emplearon tratamientos <strong>de</strong> penicilina, pero estos resultaron inútiles. Los<br />

médicos, a pesar <strong>de</strong> su voluntad <strong>de</strong> oro, hubieron <strong>de</strong> confesar: ¡Sólo un milagro pue<strong>de</strong> curarla ! Y<br />

en las casas comenzaron novenas particulares al franciscano fray Martín <strong>de</strong> la Palma.<br />

Des<strong>de</strong> el domingo 21 <strong>de</strong> agosto se llevó diario <strong>de</strong> su enfermedad. Y por él conocemos una serie <strong>de</strong><br />

pormenores y <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> edificación. El 22 a las diez y media, el padre Aníbal Wie<strong>de</strong>mann<br />

juzgó <strong>de</strong>l caso administrarle la santa unción y así se hizo en presencia <strong>de</strong> toda la comunidad, que<br />

respondía fervorosamente a las preces rituales. Concluidos los salmos penitenciales, las religiosas<br />

entonaron un lindo y sentido canto mariano que comienza: "Oh <strong>Madre</strong> mía, quiero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora", y<br />

que puso en todos los corazones una intensa emoción. La <strong>Madre</strong> agra<strong>de</strong>ció al padre capellán la<br />

merced <strong>de</strong> ese santo sacramento: “Que mi Dios le pague, Padre. No se imagina <strong>de</strong> cuánto<br />

consuelo ha sido esta ceremonia para mí”. Y añadía, mirando a las novicias: "Lo único que siento<br />

es <strong>de</strong>jar estas muchachitas". A imitación <strong>de</strong> su Dulce Maestro, había <strong>de</strong> pasar por todas las<br />

angustias <strong>de</strong> la pasión: su cabeza atacada <strong>de</strong> meningitis, pa<strong>de</strong>cía un intenso dolor. Su cuerpo<br />

llagado, empezaba a gangrenarse y no podía moverlo sin ayuda <strong>de</strong> muchas manos. Estaba<br />

clavada en la cruz y ni siquiera podía expresar sus martirios por estar privada <strong>de</strong>l uso <strong>de</strong> la palabra<br />

durante todos esos días. De la víspera <strong>de</strong> su muerte se ha contado un hecho misterioso: A él se<br />

refiere el entonces capellán <strong>de</strong> Belencito, Padre Aníbal Wie<strong>de</strong>mann, en la revista Almas: La víspera<br />

<strong>de</strong> su muerte se apareció en sueños a una <strong>de</strong> sus misioneras <strong>de</strong>l Ecuador y le dijo: Vengo<br />

visitando las casas <strong>de</strong> mis religiosas, para impartirles la postrera bendición. Esto es un sueño para<br />

su caridad, pero para mí es una realidad, mañana espero la llamada <strong>de</strong>l Ángel <strong>de</strong>l Señor. Su<br />

muerte causó conmoción en Colombia entera. Prensa y radio compitieron en pregonar la gran<strong>de</strong>za<br />

<strong>de</strong> la vida que acababa <strong>de</strong> extinguirse. De las selvas remotas llegaron a Me<strong>de</strong>llín las cartas <strong>de</strong> los

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