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300 <strong>gu</strong>e<strong>rrero</strong>s<br />
—¿Soldados con hijos? ¿Y <strong>es</strong>o? —le exclamó preocupado<br />
Alfeo, que no los tenía.<br />
—Para que la <strong>es</strong>tirpe sobreviva, <strong>es</strong>tá claro —sentenció<br />
Deniece, dejando el brazo casi morado del pobre <strong>es</strong>clavo.<br />
—¿V<strong>es</strong> cómo la misión se juzga peligrosa? —dijo Marone—.<br />
Por lo que parece, no se va a hacer gimnasia en el Septentrión.<br />
—¡Tú quizás vayas al Septentrión! —exclamó asqueado<br />
el hermano—. A mí ni siquiera me tomarán en consideración,<br />
y de <strong>es</strong>ta forma obtendrás una gran ventaja sobre mí en términos<br />
de gloria.<br />
—Verás cómo nu<strong>es</strong>tro padre hará valer su influencia para<br />
que tú también puedas venir. ¡Qué va a perder él la ocasión de<br />
situar a sus dos hijos mayor<strong>es</strong> en un asunto que huele a gloria<br />
ya de lejos! A fin de cuentas, hijos ya tiene otros dos, así que la<br />
<strong>es</strong>tirpe no quedará cancelada.<br />
—¿Y yo entonc<strong>es</strong>? —pre<strong>gu</strong>ntó Pantit<strong>es</strong>—. Mi mujer <strong>es</strong>tá<br />
embarazada. ¿Vosotros creéis que me tendrán en consideración?<br />
Su intervención provocó una carcajada generalizada entre<br />
los demás, que Deniece con su típica autoridad se encargó<br />
de apagar.<br />
—Está bien, ahora <strong>es</strong>cuchemos la opinión de Aristodemo.<br />
Entra y anuncia que traemos buenas noticias. Y limítate a<br />
<strong>es</strong>to —dijo, dirigiéndose a Tisia.<br />
D<strong>es</strong>de hacía unos instant<strong>es</strong>, el ilota no tenía en la cabeza<br />
hacer otra cosa diferente y se apr<strong>es</strong>uró a entrar en la casa. Apareció<br />
por la puerta un poco más tarde, invitándol<strong>es</strong> a pasar al<br />
patio. Los <strong>es</strong>partiatas tuvieron que <strong>es</strong>perar sólo pocos se<strong>gu</strong>ndos<br />
ant<strong>es</strong> de que Aristodemo asomara por el edificio. Eurito se<br />
emocionaba cada vez que se encontraba delante de él y, en los<br />
rincon<strong>es</strong> más <strong>es</strong>condidos de su mente, los otros sentían un<br />
poco de envidia por su atractivo.<br />
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