14.05.2013 Views

comedias de Shakespeare - Ladeliteratura.com.uy

comedias de Shakespeare - Ladeliteratura.com.uy

comedias de Shakespeare - Ladeliteratura.com.uy

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

William William <strong>Shakespeare</strong><br />

<strong>Shakespeare</strong><br />

COMEDIAS<br />

COMEDIAS<br />

Las Las Las Las alegres alegres alegres alegres <strong>com</strong>adres <strong>com</strong>adres <strong>com</strong>adres <strong>com</strong>adres <strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>de</strong> Windsor Windsor Windsor Windsor<br />

Mucho Mucho Mucho Mucho ruido ruido ruido ruido y y y y pocas pocas pocas pocas nueces nueces nueces nueces<br />

La La La La tempestad<br />

tempestad tempestad tempestad


DRAMATIS PERSONAE<br />

LAS ALEGRES COMADRES DE WINDSOR<br />

• SIR JUAN FALSTAFF.<br />

• FENTON, caballero joven.<br />

• SHALLOW, juez rural.<br />

• SLENDER, sobrino <strong>de</strong> Shallow.<br />

• FORD, caballero resi<strong>de</strong>nte en Windsor.<br />

• PAGE, caballero resi<strong>de</strong>nte en Windsor.<br />

• GUILLERMO PAGE, mancebo, hijo <strong>de</strong> Page.<br />

• SIR HUGO EVANS, cura galés.<br />

• DOCTOR CAIUS, médico francés.<br />

• HOSTELERO DE LA POSADA DE LA LIGA.<br />

• BARDOLF, a<strong>com</strong>pañante <strong>de</strong> Falstaff.<br />

• PISTOL, a<strong>com</strong>pañante <strong>de</strong> Falstaff.<br />

• NYM, a<strong>com</strong>pañante <strong>de</strong> Falstaff.<br />

• ROBIN, paje <strong>de</strong> Falstaff.<br />

• SIMPLE, criado <strong>de</strong> Slen<strong>de</strong>r.<br />

• RUGBY, criado <strong>de</strong>l doctor Caius.<br />

• MISTRESS FORD.<br />

• MISTRESS PAGE.<br />

• ANA PAGE, su hija, en amores con Fenton.<br />

• MISTRESS QUICKLY, ama <strong>de</strong> llaves <strong>de</strong>l doctor Caius.<br />

• Criados <strong>de</strong> Page, Ford, etc.<br />

ESCENA: Windsor y sus alre<strong>de</strong>dores.<br />

ACTO PRIMERO<br />

ESCENA PRIMERA<br />

FRENTE A LA CASA DE PAGE<br />

Entran el juez SHALLOW, SLENDER y SIR HUGO EVANS.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

SHALLOW<br />

Sir Hugo, no me hagáis <strong>de</strong>sistir; quiero llevar el asunto a la Cámara Estrellada; veinte sir Juanes<br />

Falstaff que hubiera, no abusarían <strong>de</strong> Roberto Shallow, escu<strong>de</strong>ro.<br />

SLENDER<br />

Juez <strong>de</strong> paz <strong>de</strong>l condado <strong>de</strong> Gloster y Coram.<br />

SHALLOW<br />

Sí, sobrino Slen<strong>de</strong>r, y cust-alorum.<br />

SLENDER<br />

Sí, y también rato-lorum, e hidalgo nato, padre cura; que se firma armígero en todos los actos,<br />

1


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

notas, recibos, mandatos y obligaciones: armígero.<br />

SHALLOW<br />

Sí que lo hacemos, y lo venimos haciendo siempre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los últimos trescientos años.<br />

SLENDER<br />

Lo han hecho todos los sucesores que le precedieron, y podrán hacerlo cuantos antepasados<br />

vengan tras él; unos y otros pue<strong>de</strong>n exhibir los doce lucios blancos en su cota <strong>de</strong> armas.<br />

SHALLOW<br />

Que es una antigua cota <strong>de</strong> armas.<br />

EVANS<br />

Los doce piojos blancos sientan bien en una antigua cota <strong>de</strong> armas; se avienen bien, passant;<br />

son animales familiares al hombre y muestran amor.<br />

SHALLOW<br />

El lucio es pescado fresco; lo rancio es lo que ha <strong>de</strong> hallarse en la cota <strong>de</strong> armas.<br />

SLENDER<br />

¿Puedo hacer tercio en vuestro escudo, tío?<br />

SHALLOW<br />

Podéis, si os casáis.<br />

EVANS<br />

Entrando en tercio no podrá hacer sino un mal tercio.<br />

SHALLOW<br />

De ninguna manera.<br />

EVANS<br />

Por la Virgen que sí; si toma un tercio <strong>de</strong> vuestro escudo <strong>de</strong> armas, no quedarán, a mi humil<strong>de</strong><br />

juicio, sino los otros tercios para vos; pero todo es uno y lo mismo. Si sir Juan Falstaff ha<br />

<strong>com</strong>etido algún <strong>de</strong>sacato contra vos, miembro soy <strong>de</strong> la Iglesia, y me consi<strong>de</strong>raré dichoso en<br />

hacer mediar agravios y <strong>de</strong>savenencias entre ambos.<br />

SHALLOW<br />

El Consejo <strong>de</strong>cidirá; es un sublevado.<br />

EVANS<br />

No incumbe al Consejo <strong>de</strong>cidir sobre una sublevación. En las sublevaciones no hay temor <strong>de</strong><br />

Dios. El Consejo, bien lo sabéis, preferirá oír hablar <strong>de</strong> temor <strong>de</strong> Dios y no <strong>de</strong> una sublevación.<br />

Consi<strong>de</strong>rad esto.<br />

SHALLOW<br />

¡Ah, por vida mía! Si me volviera joven, la espada acabaría la cuestión.<br />

EVANS<br />

Es preferible que sirvan los amigos <strong>de</strong> espada y terminen esto; y a<strong>de</strong>más se me ocurre una<br />

cosa que, afortunadamente, será <strong>de</strong> ventajosos resultados. Contamos con Ana Page, la hija <strong>de</strong><br />

maese Page, que es una hermosa doncella.<br />

SLENDER<br />

¿La señorita Ana Page? Tiene los cabellos castaños y habla tímidamente, <strong>com</strong>o cumple a una<br />

mujer.<br />

EVANS<br />

Es la persona más <strong>de</strong>seable <strong>de</strong>l mundo, y con setecientas libras esterlinas en metálico, oro y<br />

plata, legadas en su lecho <strong>de</strong> muerte por su abuelo- que Dios le conceda una feliz resurrección<br />

para cuando cumpla los diez y siete años. Sería un excelente proyecto <strong>de</strong>jar vuestros dimes y<br />

diretes y arreglar el matrimonio entre el señor Abraham y la señorita Ana Page.<br />

SHALLOW<br />

¿Le <strong>de</strong>jó su abuelo setecientas libras?<br />

EVANS<br />

Sí, y más todavía le <strong>de</strong>jará su padre.<br />

SHALLOW<br />

Conozco a la mocita; tiene buenas prendas.<br />

EVANS<br />

Setecientas libras y la posibilidad <strong>de</strong> heredar más, son buenas prendas.<br />

SHALLOW<br />

Bien; veamos al digno maese Page. ¿Está allí Falstaff?<br />

EVANS<br />

¿Habré <strong>de</strong> mentiros? Desprecio al mentiroso <strong>com</strong>o <strong>de</strong>sprecio a hombre falso o al que no es<br />

2


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

sincero. El caballero sir Juan está allí, y os suplico que os <strong>de</strong>jéis guiar por los que os quieren<br />

bien. Voy a llamar a la puerta y a preguntar por el señor Page. (Llama.) ¡Eh! ¡Hola! ¡Dios<br />

bendiga vuestra morada!<br />

PAGE<br />

(Dentro.) ¿Quién es?<br />

EVANS<br />

Aquí están, con la bendición <strong>de</strong> Dios, vuestro amigo el juez Shallow y el joven señor Slen<strong>de</strong>r,<br />

que quizá os cuente algún que otro cuento si las cosas salen a vuestro gusto. (Entra PAGE.)<br />

PAGE<br />

Me alegro <strong>de</strong> hallar bien a vuestras señorías. Os doy las gracias por el venado que me habéis<br />

remitido, maese Shallow.<br />

SHALLOW<br />

Maese Page, me congratulo <strong>de</strong> veros. ¡Huélguese vuestro buen corazón! Hubiera querido que<br />

fuera mejor aquel venado; llevó mala muerte. ¿Cómo está la buena mistress Page?... Y os<br />

quedo por siempre agra<strong>de</strong>cido con todo mi corazón, ¡así!, con todo mi corazón.<br />

PAGE<br />

Gracias, señor.<br />

SHALLOW<br />

Gracias a vos, señor. Por sí y por no, gracias.<br />

PAGE<br />

Me alegro <strong>de</strong> veros, querido señor Slen<strong>de</strong>r.<br />

SLENDER<br />

¿Cómo está vuestro lebrel leonado, señor? He oído <strong>de</strong>cir que fue rechazado en Cotsale.<br />

PAGE<br />

La cosa no pudo juzgarse, señor.<br />

SLENDER<br />

¡No queréis confesarlo, no queréis confesarlo!<br />

SHALLOW<br />

Ni lo confesará; tenéis vos la culpa; tenéis vos culpa. Es un excelente perro.<br />

PAGE<br />

Un mastín, señor.<br />

SHALLOW<br />

Un buen perro, señor, un hermoso perro. ¿Se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir más? Es bueno y hermoso. ¿Está<br />

aquí sir Juan Falstaff?<br />

PAGE<br />

A<strong>de</strong>ntro está, señor, y quisiera po<strong>de</strong>r serviros <strong>de</strong> medianero.<br />

EVANS<br />

Eso es hablar <strong>com</strong>o <strong>de</strong>be un cristiano.<br />

SHALLOW<br />

Me ha ofendido, señor Page.<br />

PAGE<br />

Señor, en cierto modo lo reconoce.<br />

SHALLOW<br />

Si lo reconoce, no lo repara. ¿No es así, señor Page? Me ha ofendido; verda<strong>de</strong>ramente, me ha<br />

ofendido...; en una palabra, me ha ofendido... Creedme; Roberto Shallow, escu<strong>de</strong>ro, lo dice:<br />

«¡Ha sido ofendido!»<br />

PAGE<br />

Aquí viene sir Juan. (Entran SIR JUAN FALSTAFF, BARDOLF, NYM y PISTOL.)<br />

FALSTAFF<br />

¿Qué hay, señor Shallow? ¿Vais a quejaros <strong>de</strong> mí al rey?<br />

SHALLOW<br />

Caballero: habéis golpeado a mi gente, matado mi ciervo y allanado mi domicilio.<br />

FALSTAFF<br />

Pero no he besado a la hija <strong>de</strong> vuestro guarda.<br />

SHALLOW<br />

¡Bah, me importa un pito! Respon<strong>de</strong>réis <strong>de</strong> todo.<br />

FALSTAFF<br />

Voy a respon<strong>de</strong>r inmediatamente. He hecho lo que <strong>de</strong>cís. Ya está respondido.<br />

3


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

SHALLOW<br />

El Consejo enten<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> eso.<br />

FALSTAFF<br />

Mejor sería para vos que el Consejo no entendiera <strong>de</strong> nada. Se reirán <strong>de</strong> vos.<br />

EVANS<br />

Pauca verba, sir Juan; buenas palabras.<br />

FALSTAFF<br />

¡Buenas palabras! ¡Buenas coles! Slen<strong>de</strong>r, os he roto la cabeza. ¿Qué tenéis que alegar contra<br />

mí?<br />

SLENDER<br />

A fe, señor, que tengo en mi cabeza alegatos contra vos y vuestros miserables estafadores<br />

Bardolf, Nym y Pistol. Me condujeron a la taberna, me emborracharon y luego me vaciaron la<br />

bolsa.<br />

BARDOLF<br />

¿A vos, queso <strong>de</strong> Banbury?<br />

SLENDER<br />

Sí; no se trata <strong>de</strong> eso.<br />

PISTOL<br />

¡M<strong>uy</strong>, bien, Mefistófilus!<br />

SLENDER<br />

Sí; no se trata <strong>de</strong> eso.<br />

NYM<br />

¡Tajémosle, digo! Pauca, pauca... ¡Tajémosle! Ese es mi gusto.<br />

SLENDER<br />

¿Dón<strong>de</strong> está Simple, mi criado? ¿Podéis <strong>de</strong>círmelo, tío?<br />

EVANS<br />

¡Silencio os ruego! Entendámonos. Hay tres árbitros en esta cuestión a mi enten<strong>de</strong>r, que son: el<br />

señor Page, fi<strong>de</strong>licet, el señor Page; yo mismo, fi<strong>de</strong>licet, yo, y por fin y remate, el tercero, mi<br />

hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera.<br />

PAGE<br />

Los tres po<strong>de</strong>mos discutir el asunto y que lo arreglen entre ellos.<br />

EVANS<br />

¡Que me place! Lo apuntaré, en mi libro <strong>de</strong> notas, y <strong>de</strong>spués nos ocuparemos <strong>de</strong>l asunto con<br />

toda la discreción que nos sea posible.<br />

FALSTAFF<br />

¡Pistol!<br />

PISTOL<br />

Soy todo orejas.<br />

EVANS<br />

¡Por el diablo y su madre! ¿Qué frase es ésa: «Soy todo orejas»? ¡Cómo! Eso es afectación.<br />

FALSTAFF<br />

Pistol, ¿robaste la bolsa a maese Slen<strong>de</strong>r?<br />

SLENDER<br />

Sí, por vida <strong>de</strong> estos guantes, que lo hizo..., o que <strong>de</strong> lo contrario no vuelva yo a poner los pies<br />

en mi salón... Llevóseme siete monedas <strong>de</strong> a cuatro peniques y dos tablillas Eduardo para jugar<br />

al tejo, que me habían costado dos chelines y dos peniques cada una en casa <strong>de</strong> Millet. ¡Por<br />

estos guantes!<br />

FALSTAFF<br />

¿Es verdad eso, Pistol?<br />

EVANS<br />

No, es falso, si lo califica <strong>de</strong> ratería.<br />

PISTOL<br />

¡Ah, forastero <strong>de</strong> la montaña!... Sir Juan, amo mío, reto a <strong>com</strong>bate a este estoque <strong>de</strong> hojalata.<br />

¡Hez y escoria, en tus labios está la mentira! ¡Embustero, fango y espuma, mientes!<br />

SLENDER<br />

Por estos guantes, que entonces fue aquel.<br />

NYM<br />

Andad con cuidado, señor, y <strong>de</strong>jaos <strong>de</strong> bromas. Quiero <strong>de</strong>cir que «quien toca, moja», si os<br />

4


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

empeñáis en irritar mi bilis. Con que ya lo sabéis.<br />

SLENDER<br />

Por este sombrero, entonces fue aquel <strong>de</strong> la cara colorada, porque, aunque no puedo<br />

acordarme <strong>de</strong> lo que hice cuando me tuvisteis ebrio, todavía no soy un asno.<br />

FALSTAFF<br />

¿Qué <strong>de</strong>cís, Escarlata, y vos, Juan?<br />

BARDOLF<br />

Pues por mi parte, señor, digo que el caballero bebió hasta per<strong>de</strong>r sus cinco sentimientos.<br />

EVANS<br />

¡Sus cinco sentidos se dice! ¡Jesús qué ignorancia!<br />

BARDOLF<br />

Y estando curda, señor, fue, cómo dicen, <strong>de</strong>svalijado; y con este final terminó el cuento.<br />

SLENDER<br />

Sí, y hablabais también en latín; pero no importa. Jamás me embriagaré en a<strong>de</strong>lante sino en<br />

honrada y buena <strong>com</strong>pañía, a causa <strong>de</strong> este acci<strong>de</strong>nte. Si me emborracho, lo será con gentes<br />

que tengan temor <strong>de</strong> Dios y no con ebrios bribones.<br />

EVANS<br />

Así Dios me juzgue <strong>com</strong>o ése es un sentimiento virtuoso.<br />

FALSTAFF<br />

¡Ya habéis oído que todos esos cargos han sido negados, caballeros, ya lo habéis oído! (Entra<br />

ANA PAGE, trayendo vino, seguida <strong>de</strong> MISTRESS FORD y MISTRESS PAGE.)<br />

PAGE<br />

No, hija, llévate el vino. Bebamos <strong>de</strong>ntro. (Sale ANA PAGE.)<br />

SLENDER<br />

¡Oh, cielos! Esta es la señorita Ana Page.<br />

PAGE<br />

¡Qué hay, señora Ford!<br />

FALSTAFF<br />

Señora Ford, por vida mía, bienvenida seáis. Con vuestro permiso, buena señora... (La besa.)<br />

PAGE<br />

Esposa, da la bienvenida a estos caballeros. Venid, tenemos para <strong>com</strong>er un pastel <strong>de</strong> venado,<br />

calentito; vamos, señores, espero que hemos <strong>de</strong> ahogar en el vino todo esentimiento. (Salen<br />

todos, menos SHALLOW, SLENDER y EVANS.)<br />

SLENDER<br />

Daría ahora cuarenta chelines por tener aquí mi libro <strong>de</strong> canciones y sonetos. (Entra SIMPLE)<br />

¡Hola, Simple! ¿Dón<strong>de</strong> has estado? Es menester que me sirva yo mismo, ¿no? ¿Llevas encima el<br />

Libro <strong>de</strong> los enigmas? ¿Lo llevas?<br />

SIMPLE<br />

¡El Libro <strong>de</strong> los enigmas! ¿Pues no lo prestasteis a Alicia Pocapasta, en la fiesta última <strong>de</strong> Todos<br />

los Santos, quince días antes <strong>de</strong> San Miguel?<br />

SHALLOW<br />

Vamos, sobrino; vamos, sobrino, os estamos aguardando. Una palabra con vos, sobrino. Es<br />

esto, ¡pardiez!, sobrino. Hay, <strong>com</strong>o quien dice, una proposición, una especie <strong>de</strong> proposición,<br />

lanzada <strong>de</strong> lejos por sir Hugo, aquí presente... ¿Me entendéis?<br />

SLENDER<br />

Sí, señor; me hallaréis juicioso. Si ha <strong>de</strong> ser así, haré lo que reclama la razón.<br />

SHALLOW<br />

Bien; pero enten<strong>de</strong>dme.<br />

SLENDER<br />

Entendido, señor.<br />

EVANS<br />

Prestad oído a sus consejos, señor Slen<strong>de</strong>r. Ya os explicaré el asunto, si os consi<strong>de</strong>ráis capaz <strong>de</strong><br />

a<strong>com</strong>eterlo.<br />

SLENDER<br />

No, haré lo que me diga mi tío. Os ruego me perdonéis; él es juez <strong>de</strong> paz en su condado,<br />

aunque yo no sea aquí sino un cualquiera.<br />

EVANS<br />

¡Pero si no es ésa la cuestión! Se trata <strong>de</strong> lo concerniente a vuestro casamiento.<br />

5


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

SHALLOW<br />

Sí, ese es el punto vital, señor.<br />

EVANS<br />

¡Pardiez, que sí! El verda<strong>de</strong>ro punto <strong>de</strong> la cosa; la señorita Ana Page.<br />

SLENDER<br />

Pues, siendo así, estoy dispuesto a casarme con ella en <strong>de</strong>bida forma.<br />

EVANS<br />

Pero ¿sentís afecto por la mujer? Sepámoslo <strong>de</strong> vuestra boca o <strong>de</strong> vuestros labios; porque<br />

diversos filósofos preten<strong>de</strong>n que los labios son una parte <strong>de</strong> la boca. Por tanto, con toda<br />

precisión, ¿podéis inclinar vuestra buena voluntad hacia la doncella?<br />

SHALLOW<br />

Sobrino Abraham Slen<strong>de</strong>r, ¿podéis amarla?<br />

SLENDER<br />

Así lo espero, señor. Haré lo que conviene a un hombre razonable.<br />

EVANS<br />

¡No, por los santos <strong>de</strong> Dios y sus esposas! Debéis <strong>de</strong>cir positivamente si creéis po<strong>de</strong>r fijar en<br />

ella vuestros <strong>de</strong>seos.<br />

SHALLOW<br />

Tenéis que hacerlo. ¿Queréis, siendo buena la dote, casaros con ella?<br />

SLENDER<br />

Por <strong>com</strong>placeros, tío, haré cosas más difíciles que ésa en cualquier sentido.<br />

SHALLOW<br />

No, <strong>com</strong>pren<strong>de</strong>dme, <strong>com</strong>pren<strong>de</strong>dme, amable sobrino. Lo que hago es por vuestro bien,<br />

sobrino. ¿Podéis amar a la doncella?<br />

SLENDER<br />

La tomaré por esposa, señor, a petición vuestra; que si al principio no es gran<strong>de</strong> el amor, con él<br />

favor <strong>de</strong>l Cielo podrá disminuir cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casados nos conozcamos mejor el uno al<br />

otro. Espero que con la familiaridad crecerá la antipatía; pero si <strong>de</strong>cís «casaos con ella», con<br />

ella me casaré; a ello estoy francamente disuelto y disolutamente.<br />

EVANS<br />

Es una contestación m<strong>uy</strong> discreta, salvo la falta en el vocablo «disolutamente»; la palabra<br />

quiere <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> acuerdo con su significado, resueltamente. El sentido, no obstante, es bueno.<br />

SHALLOW<br />

Sí, creo que fue buena la intención <strong>de</strong> mi sobrino.<br />

SLENDER<br />

Y si no, que me ahorquen, ¡vaya!<br />

SHALLOW<br />

Aquí viene la hermosa señorita Ana. (Vuelve a entrar ANA PAGE.) Quisiera, por vos, volver a ser<br />

joven, señorita Ana.<br />

ANA<br />

La <strong>com</strong>ida está en la mesa. Mi padre <strong>de</strong>sea que vuestras señorías le a<strong>com</strong>pañen.<br />

SHALLOW<br />

Estoy a sus ór<strong>de</strong>nes, bella señorita Ana.<br />

EVANS<br />

¡La voluntad <strong>de</strong> Dios sea ben<strong>de</strong>cida! No quiero faltar a la gracia.<br />

(Salen SHALLOW y EVANS.)<br />

ANA<br />

Señor, ¿se digna venir vuestra señoría?<br />

SLENDER<br />

No, por cierto; os lo agra<strong>de</strong>zco cordialmente. Estoy m<strong>uy</strong> bien aquí.<br />

ANA<br />

La <strong>com</strong>ida os espera, señor.<br />

SLENDER<br />

No tengo apetito, gracias..., ¡Anda, pícaro; por más que seas mi criado, ve a servir a mi tío<br />

Shallow! (Sale SIMPLE.) Un juez <strong>de</strong> paz pue<strong>de</strong> en alguna ocasión aceptar los servicios <strong>de</strong>l<br />

lacayo <strong>de</strong> su sobrino. No tengo a mi servicio mas que tres criados y un muchacho hasta que<br />

muera mi madre; pero ¿qué importa? Sin embargo, vivo <strong>com</strong>o un hidalgo <strong>de</strong> humil<strong>de</strong> cima.<br />

ANA<br />

6


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

No marcharé a<strong>de</strong>ntro sin vuestra señoría. No se sentarán a la mesa hasta que lleguéis.<br />

SLENDER<br />

No <strong>com</strong>eré nada, lo juro; pero os lo agra<strong>de</strong>zco tanto <strong>com</strong>o si <strong>com</strong>iera.<br />

ANA<br />

Os suplico, señor, que entréis.<br />

SLENDER<br />

Prefiero pasear por aquí; os doy las gracias. El otro día me lastimé la barba jugando a la<br />

esgrima con espada y daga, con un maestro <strong>de</strong> armas. Tres asaltos por un plato <strong>de</strong> ciruelas<br />

cocidas...; y por mi honor, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces no puedo sufrir el olor <strong>de</strong> las viandas calientes. ¿Por<br />

qué ladran tanto vuestros perros? ¿Hay osos en la ciudad?<br />

ANA<br />

Me parece que sí, señor; he oído hablar <strong>de</strong> ellos.<br />

SLENDER<br />

Me agrada mucho ese sport; pero me enfada tanto <strong>com</strong>o al que más en Inglaterra. Os<br />

intimidará ver un oso suelto, ¿no es verdad?<br />

ANA<br />

Sí, verda<strong>de</strong>ramente, señor.<br />

SLENDER<br />

Eso es para mí ahora corno <strong>com</strong>er y beber. Veinte veces he visto suelto al oso Sackerson y lo<br />

he cogido <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na; pero os garantizo que las mujeres han gritado y chillado tanto, que<br />

sobrepasa lo imaginable; y es que, en verdad, las mujeres no pue<strong>de</strong>n sufrirlos. Son cosas m<strong>uy</strong><br />

rudas y <strong>de</strong> mala presencia. (Vuelve a entrar PAGE.)<br />

PAGE<br />

Vamos, querido señor Slen<strong>de</strong>r, vamos. Os estamos aguardando.<br />

SLENDER<br />

No quiero tomar nada, señor; os lo agra<strong>de</strong>zco.<br />

PAGE<br />

¡Por el gallo y la urraca, la elección no es dudosa, señor! Venid, venid.<br />

SLENDER<br />

No, os lo ruego; pasad a<strong>de</strong>lante.<br />

PAGE<br />

Vamos, señor.<br />

SLENDER<br />

Señorita Ana, id vos primero.<br />

ANA<br />

Yo no, señor; os suplico que avancéis.<br />

SLENDER<br />

Con toda certeza, que no pasaré primero; ¡con toda certeza, vaya! No <strong>com</strong>eteré esa<br />

<strong>de</strong>scortesía.<br />

ANA<br />

Os lo ruego, señor.<br />

SLENDER<br />

Prefiero ser <strong>de</strong>scortés a importuno. Os agraviáis a vos misma, en verdad, ¡vaya! (Salen.)<br />

ESCENA II<br />

EL MISMO LUGAR<br />

Entran SIR HUGO, EVANS y SIMPLE.<br />

EVANS<br />

Id y preguntad por la casa <strong>de</strong>l doctor Caius, que se halla en el camino. Allí vive una señora<br />

7


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

llamada Quickly, que es una especie <strong>de</strong> nodriza s<strong>uy</strong>a, o su ama seca, o su cocinera, lavan<strong>de</strong>ra,<br />

zurcidora y planchadora.<br />

SIMPLE<br />

Bien, señor.<br />

EVANS<br />

No, mejor es esto todavía. Entrégale esta carta, porque es mujer que tiene ascendiente con la<br />

señorita Ana Page, y la carta es para pedirle que apoye las pretensiones <strong>de</strong> tu amo respecto <strong>de</strong><br />

la señorita Ana Page. Ve, te ruego; yo voy a terminar <strong>de</strong> <strong>com</strong>er; aun faltan los pepinos y el<br />

queso. (Salen.)<br />

ESCENA III<br />

HABITACIÓN EN LA HOSTERÍA DE LA JARRETIERA<br />

Entran FALSTAFF, HOSTELERO, BARDOLF, NYM, PISTOL yROBIN.<br />

FALSTAFF<br />

¡Mi hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera!<br />

HOSTELERO<br />

¿Qué dice mi fanfarrón trapisondista? Hablad fina y resueltamente.<br />

FALSTAFF<br />

Con franqueza, querido hostelero, es preciso que <strong>de</strong>spida a alguno <strong>de</strong> mis secuaces,<br />

HOSTELERO<br />

Despí<strong>de</strong>los, fanfarrón Hércules; échalos. ¡Que se larguen! ¡Al trote, al trote!<br />

FALSTAFF<br />

¡Gasto diez libras por semana!<br />

HOSTELERO<br />

¡Eres un emperador, césar, káiser y zar! Me quedaré con Bardolf. Él escanciará los barriles y<br />

manejará los grifos. ¿Está bien dicho, fanfarrón Héctor?<br />

FALSTAFF<br />

¡Hacedlo, mi buen hostelero!<br />

HOSTELERO<br />

¡Ya está dicho! (A BARDOLF.) A<strong>com</strong>páñame. Que veas la espuma y la cal. No tengo mas que<br />

una palabra; sígueme. (Sale.)<br />

FALSTAFF<br />

Ve con él, Bardolf. Es un buen oficio el <strong>de</strong> echador. Una capa vieja hace un nuevo coleto, y un<br />

criado gastado, un buen echador <strong>de</strong> taberna. ¡Vete, adiós!<br />

BARDOLF<br />

Esta es la vida que estaba yo <strong>de</strong>seando. Prosperaré.<br />

PISTOL<br />

¡Oh miserable húngaro vil! ¿Quieres manejar espitas? (Sale BARDOLF.)<br />

NYM<br />

¡Fue engendrado en la embriaguez! ¿No es natural su inclinación?<br />

FALSTAFF<br />

Me alegro <strong>de</strong> haberme quitado <strong>de</strong> encima esa caja <strong>de</strong> yesca. Robaba con <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>scaro.<br />

Sus raterías semejaban un cantor <strong>de</strong>safinado. No guardaba tiempo ni <strong>com</strong>pás.<br />

NYM<br />

El talento consiste en robar en un silencio <strong>de</strong> mínima.<br />

PISTOL<br />

«Transmisión» llaman a eso las gentes sensatas. «¡Robo!» ¡Puah! ¡Al fico con la frase!<br />

FALSTAFF<br />

¡Bien, señores! Estoy casi en las últimas; se me ven los talones.<br />

PISTOL<br />

8


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Pues entonces a ellos seguirán los sabañones.<br />

FALSTAFF<br />

Y no hay remedio; tengo que <strong>de</strong>spabilarme, tengo que recurrir a algo.<br />

PISTOL<br />

Los cuervos jóvenes necesitan alimento.<br />

FALSTAFF<br />

¿Quién <strong>de</strong> vosotros conoce a Ford, un vecino <strong>de</strong> esta ciudad?<br />

PISTOL<br />

Conozco al individuo; es <strong>de</strong> buena pasta.<br />

FALSTAFF<br />

Mis honrados muchachos, voy a contaros lo que mido...<br />

PISTOL<br />

Dos yardas o más <strong>de</strong> circunferencia.<br />

FALSTAFF<br />

¡Nada <strong>de</strong> chanzas ahora, Pistol! Verda<strong>de</strong>ramente, tengo cerca <strong>de</strong> dos yardas <strong>de</strong> redon<strong>de</strong>z; pero<br />

ahora no puedo redon<strong>de</strong>arme. Estoy i<strong>de</strong>ando un recurso. En una palabra, me propongo<br />

enamorar a la señora <strong>de</strong> Ford. La encuentro dispuesta. Discurre, trincha y me dirige miradas<br />

tentadoras. Vislumbro la interpretación <strong>de</strong> su estilo íntimo y la más halagadora expresión <strong>de</strong> su<br />

conducta, que en buen inglés dice: «Soy <strong>de</strong> sir Juan Falstaff.»<br />

PISTOL<br />

La ha estudiado bien y la ha traducido perfectamente, a espaldas <strong>de</strong> la honestidad <strong>de</strong><br />

Inglaterra.<br />

NYM<br />

Profundo es el fon<strong>de</strong>a<strong>de</strong>ro. ¿Me permitís la gracia?<br />

FALSTAFF<br />

Ahora se murmura que dispone libremente <strong>de</strong> la bolsa <strong>de</strong> su esposo. Posee una legión <strong>de</strong><br />

ángeles.<br />

PISTOL<br />

Que llaman a otros tantos <strong>de</strong>monios. «A ella muchacho», es lo que se me ocurre.<br />

NYM<br />

Surge el humor; eso es bueno. A<strong>com</strong>pañen al humor los ángeles.<br />

FALSTAFF<br />

He aquí una carta que le he escrito, y otra a la esposa <strong>de</strong> Page, que me mira también con<br />

buenos ojos, pues la he sorprendido examinando mi exterior con m<strong>uy</strong> juiciosas ojeadas. A<br />

veces los rayos <strong>de</strong> su vista doraban mis pies, y otras, mi majestuoso vientre.<br />

PISTOL<br />

Entonces podéis <strong>de</strong>cir que brilló el sol sobre el estercolero.<br />

NYM<br />

Te felicito por el chiste.<br />

FALSTAFF<br />

¡Oh! Recorrió mis formas exteriores con intención tan marcada, que el apetito <strong>de</strong> sus ojos<br />

parecía abrasarme <strong>com</strong>o un lente puesto al sol. Aquí hay otra carta para ella; también dispone<br />

<strong>de</strong> la bolsa; es una región <strong>de</strong> G<strong>uy</strong>ana, toda oro y liberalida<strong>de</strong>s. Seré el explotador <strong>de</strong> ambas y<br />

serán mis tesoreras. Las tendré <strong>com</strong>o a mis Indias Orientales y Occi<strong>de</strong>ntales y <strong>com</strong>erciaré con<br />

ellas. Ve a llevar tú esta carta a la señora Page, y tú esta a la <strong>de</strong> Ford. ¡Prosperaremos,<br />

muchachos, prosperaremos!<br />

PISTOL<br />

¿Seré sir Pándaro <strong>de</strong> Trova redivivo, y con mi espada al lado? ¡Entonces que Lucifer arramble<br />

con todo!<br />

NYM<br />

¡No quiero correr broma tan baja! ¡Tomad, aquí está la carta bromista! ¡Guardaré irreprochable<br />

conducta!<br />

FALSTAFF<br />

(A ROBIN.) ¡Aquí, pícaro! Lleva tú estas cartas prestamente. ¡Sal <strong>com</strong>o bajel mío hacia esas<br />

doradas costas! ¡Y vosotros, sinvergüenzas, salid <strong>de</strong> aquí! ¡Disolveos <strong>com</strong>o la piedra granizo!<br />

¡Fuera! ¡Dad traspiés, surcad el suelo con los talones, buscad guarida, haced el petate! ¡Falstaff<br />

quiere a<strong>com</strong>odarse al espíritu <strong>de</strong> la época, medrar a la francesa, bribones! ¡Me basto yo solo y<br />

mi paje galoneado! (Salen FALSTAFF y ROBIN.)<br />

9


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

PISTOL<br />

¡Que los buitres te roan las entrañas! Porque dados cargados y dados fulleros, y altos y bajos,<br />

embaucan al rico y al pobre. ¡Yo tendré llenos <strong>de</strong> tostones los bolsillos, en tanto tú carecerás <strong>de</strong><br />

todo, vil turco <strong>de</strong> Frigia!<br />

NYM<br />

¡Siento latidos en la cabeza, que son los placeres <strong>de</strong> la venganza!<br />

PISTOL<br />

¿Quieres vengarte?<br />

NYM<br />

¡Por el cielo y su estrella!<br />

PISTOL<br />

¿Con la astucia o con el acero?<br />

NYM<br />

¡Con una y otro, sí! Voy a revelar al señor Page el secreto <strong>de</strong> ese amor.<br />

PISTOL<br />

Y yo a contar igualmente a Ford cómo Falstaff, ese indigno lacayo, intenta seducir a su paloma,<br />

robarle su oro y <strong>de</strong>shonrar su tálamo.<br />

NYM<br />

No <strong>de</strong>jaré que se entibie mi encono. Excitaré a Page a servirse <strong>de</strong>l veneno. Quedará amarillo a<br />

puros celos, porque mi sublevación es peligrosa; he aquí mi único placer.<br />

PISTOL<br />

¡Eres el Marte <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scontentos! ¡Te secundo! ¡En marcha!<br />

(Salen.)<br />

ESCENA IV<br />

Aposento en casa <strong>de</strong>l doctor Caius.<br />

Entran MISTRESS QUICKLY y SIMPLE.<br />

QUICKLY<br />

¡Eh, Juan Rugby!... (Entra RUGBY.) Ve, por favor, a la ventana y mira si viene mi amo, el doctor<br />

Caius. A fe que si lo hiciera y hallase a alguien en la casa, habría un escándalo capaz <strong>de</strong> hacer<br />

per<strong>de</strong>r la paciencia a Dios y <strong>de</strong> olvidar el inglés al rey.<br />

RUGBY<br />

Haré <strong>de</strong> centinela.<br />

QUICKLY<br />

Anda, y te juro que esta noche temprano tendremos un posset al último resplandor <strong>de</strong>l carbón<br />

<strong>de</strong> piedra. (Sale RUGBY.) Un mozo honrado, servicial y amable, <strong>com</strong>o el mejor sirviente que<br />

pisó casa alguna. Y os garantizo que no es chismoso ni pen<strong>de</strong>nciero. Su única falta consiste en<br />

ser dado a los rezos. En lo cual es con frecuencia reprensible; sólo que no hay quien no tenga<br />

su falta; así que, no insistamos en ello. ¿Decís que vuestro nombre es Pedro Simple?<br />

SIMPLE<br />

Sí, a falta <strong>de</strong> otro mejor.<br />

QUICKLY<br />

¿Y que el señor Slen<strong>de</strong>r es vuestro amo?<br />

SIMPLE<br />

Sí, en efecto.<br />

QUICKLY<br />

¿No lleva una gran barba, redonda <strong>com</strong>o la cuchilla <strong>de</strong> un guantero?<br />

SIMPLE<br />

No, ciertamente; apenas tiene sino una carilla escuálida, con un poquito <strong>de</strong> barba amarillenta,<br />

una barba color <strong>de</strong> Caín.<br />

QUICKLY<br />

10


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Un hombre <strong>de</strong> carácter apacible, ¿no es eso?<br />

SIMPLE<br />

Sí, justamente; pero un hombre tan apto para hacer valer sus manos <strong>com</strong>o el más atrevido.<br />

Una vez se batió con un guardabosque.<br />

QUICKLY<br />

¿Cómo <strong>de</strong>cís?... ¡Oh!, creo recordarle. ¿No lleva erguida la cabeza, omo si dijéramos, y se<br />

pavonea al caminar?<br />

SIMPLE<br />

Sí, efectivamente, tal hace.<br />

QUICKLY<br />

¡Bien; no envíe el Cielo peor partida a Ana Page! Decid al señor cura Evans que haré cuanto<br />

pueda por vuestro amo. Ana, es una buena muchacha, y <strong>de</strong>seo... (Vuelve a entrar RUGBY.)<br />

RUGBY<br />

¡Fuera! ¡Ay! ¡Mi amo viene!<br />

QUICKLY<br />

¡Nos va a pegar a todos! ¡Corred allí, buen joven! ¡Meteos en ese armario! (Encierra a SIMPLE<br />

en el armario.) No estará mucho tiempo. ¡Hola, Juan Rugby! ¡Juan, hola! ¡Juan, digo! ¡Anda,<br />

Juan, a saber qué hace tu amo! ¡Temo que no se encuentre bien, pues no viene a casa! (Sale<br />

RUGBY.)<br />

(Canta:)<br />

«Y abajo, abajo, abajito», etc.<br />

Entra el DOCTOR CAIUS.<br />

CAIUS<br />

¿Qué estáis cantando? ¡No me gustan esas expansiones! Por favor, id y buscad en mi armario<br />

une boitine ver<strong>de</strong>, una caja, una caja ver<strong>de</strong>. ¿Oís lo que digo? Una caja ver<strong>de</strong>.<br />

QUICKLY<br />

Sí, por vida mía; os la traeré. (Aparte.) Me alegro <strong>de</strong> que no vaya a buscarla en persona. Si<br />

hubiera encontrado a ese joven, se habría puesto loco <strong>de</strong> furor.<br />

CAIUS<br />

Fe, fe, fe, fe! Ma foi, il fait fort chaud. Je m’en vais a la cour-, la gran<strong>de</strong> affaire.<br />

QUICKLY<br />

¿Es ésta, señor?<br />

CAIUS<br />

Oui; mettez le au mon bolsillo; dépêchez, aprisa. ¿Dón<strong>de</strong> está ese bribón <strong>de</strong> Rugby?<br />

QUICKLY<br />

¡Eh! ¡Juan Rugby! ¡Juan! (Vuelve a entrar RUGBY.)<br />

RUGBY<br />

Aquí estoy, señor.<br />

CAIUS<br />

Eres un Juan Rugby y un Bellaco Rugby. Anda, coge tu espadón y sígueme a la corte<br />

pisándome los talones.<br />

RUGBY<br />

Está listo, señor, aquí en el vestíbulo.<br />

CAIUS<br />

¡Por vida mía, que tardo <strong>de</strong>masiado!... ¡Necio <strong>de</strong> mí! Qu’ay j’oublie? Allí hay algunos simples en<br />

mi armario que no quisiera olvidar por nada <strong>de</strong>l mundo.<br />

QUICKLY<br />

(Aparte.) ¡Ay <strong>de</strong> mí! ¡Va a encontrar allí al mozo y se va a poner hecho una furia!<br />

CAIUS<br />

0 diable! Diable! ¿Qué hay en mi armario?... ¡Villano! Larron! (Sacando afuera a SIMPLE.)<br />

¡Rugby, mi estoque!<br />

QUICKLY<br />

Buen señor, tranquilizaos.<br />

CAIUS<br />

¿Por qué he <strong>de</strong> tranquilizarme?<br />

QUICKLY<br />

El joven es un hombre honrado.<br />

CAIUS<br />

11


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¿Qué hace un hombre honrado en mi armario? No <strong>com</strong>prendo que un hombre honrado haya <strong>de</strong><br />

venir a mi armario.<br />

QUICKLY<br />

Os suplico, señor, no os mostréis tan colérico. Oíd la verdad <strong>de</strong>l asunto. Ha venido a verme <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong>l pastor Hugo.<br />

CAIUS<br />

Bien.<br />

SIMPLE<br />

Sí, por mi fe, para rogarle que...<br />

QUICKLY<br />

¡Silencio, por favor!<br />

CAIUS<br />

¡Silencio a vuestra lengua!... Continuad.<br />

SIMPLE<br />

Para rogar a esta honrada señora, vuestra doncella, que tuviese la bondad <strong>de</strong> interce<strong>de</strong>r cerca<br />

<strong>de</strong> la señorita Ana Page en favor <strong>de</strong> mi amo, que la preten<strong>de</strong>.<br />

QUICKLY<br />

Eso es todo, verda<strong>de</strong>ramente, vaya. Pero en a<strong>de</strong>lante no pondré los <strong>de</strong>dos en el fuego sin<br />

necesidad.<br />

CAIUS<br />

¿Es sir Hugo quien os envía?... ¡Rugby, baillez me papel! ¡Esperad un momento! (Escribe.)<br />

QUICKLY<br />

Me alegro <strong>de</strong> que esté tan tranquilo. Si se hubiera encolerizado, le habríais oído poner el grito<br />

en el cielo y armar una gresca. No obstante, haré cuanto pueda por vuestro amo, hombre,<br />

aunque el verda<strong>de</strong>ro si y el no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mi señor, el médico francés; y digo señor porque,<br />

<strong>com</strong>o veis, estoy encargada <strong>de</strong> su casa, y yo le lavo, repaso, cepillo, limpio, hago la cocina,<br />

preparo la <strong>com</strong>ida y la bebida, hago la cama, y todo eso sola...<br />

SIMPLE<br />

Es mucha carga para un solo cuerpo.<br />

QUICKLY<br />

¿Lo creéis vos? Ya veis si es bastante trabajo. Y levantarse <strong>de</strong> madrugada y acostarse tar<strong>de</strong>;<br />

pero, a pesar <strong>de</strong> todo, para contároslo en secreto- y no digáis una palabra <strong>de</strong>l asunto-, mi amo<br />

en persona está enamorado <strong>de</strong> la señorita Ana Page; aunque, sin embargo, yo conozco el<br />

pensamiento <strong>de</strong> Ana, que no está por el uno ni por el otro.<br />

CAIUS<br />

¡Toma, granuja, entrega esta carta a sir Hugo! ¡Voto a tal! ¡Es un cartel <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío! ¡Quiero<br />

cortarle el pescuezo en el parque y enseñar a ese cura sinvergüenza a no meterse en lo que no<br />

le importa! ¡Podéis marcharos; nada tenéis que hacer aquí!... ¡Voto a tal! ¡Le voy a cortar los<br />

testículos! ¡Voto a tal! ¡No le <strong>de</strong>jaré un testículo para arrojárselo a su perro! (Sale SIMPLE.)<br />

QUICKLY<br />

¡Ay! No interce<strong>de</strong> sino por un amigo s<strong>uy</strong>o.<br />

CAIUS<br />

¡No me importa!... ¿No me habéis dicho que Ana Page será mía? ¡Voto a tal, que he <strong>de</strong> dar<br />

muerte a ese sacerdote granuja! ¡Y ya he <strong>de</strong>signado a mi hostelero <strong>de</strong> la Jartiere para medir<br />

nuestras armas! ¡Voto a tal, que ha <strong>de</strong> ser para mí solo Ana Page!<br />

QUICKLY<br />

Señor, la doncella os ama y todo irá bien. Debemos cortar la murmuración. ¡Cómo! ¡No faltaba<br />

más!<br />

CAIUS<br />

Rugby, ven conmigo a la corte. ¡Voto a Cristo, que si no alcanzo a Ana Page te planto <strong>de</strong> patas<br />

fuera <strong>de</strong> mi puerta! ¡Sigue mis talones, Rugby! (Salen CAIUS y RUGBY.)<br />

QUICKLY<br />

¡Lo que tenéis es una cabeza <strong>de</strong> imbécil! No, bien conozco los sentimientos <strong>de</strong> Ana. Ninguna<br />

mujer <strong>de</strong> Windsor conoce las inclinaciones <strong>de</strong> Ana <strong>com</strong>o yo, ni, gracias a Dios, pue<strong>de</strong> hacer más<br />

que yo por ella.<br />

FENTON<br />

(Dentro.) ¿ Quién está ahí <strong>de</strong>ntro? ¡Eh!<br />

QUICKLY<br />

12


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¿Quién es? Acercaos aquí, os ruego. (Entra FENTON.)<br />

FENTON<br />

¡Qué hay, buena mujer! ¿Cómo te va?<br />

QUICKLY<br />

Mejor <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>searme vuestra señoría.<br />

FENTON<br />

¿Qué noticias hay? ¿Cómo sigue la hermosa mistress Ana?<br />

QUICKLY<br />

En verdad, señor, que es hermosa, y honesta, y gentil, y os profesa amistad, dicho sea <strong>de</strong> paso,<br />

gracias al Cielo.<br />

FENTON<br />

¿Conseguiré algo? ¿Qué piensas? ¿No per<strong>de</strong>ré el tiempo cortejándola?<br />

QUICKLY<br />

Verda<strong>de</strong>ramente, señor, todo está en las manos <strong>de</strong>l <strong>de</strong> arriba; pero, no obstante, maese<br />

Fenton, puedo jurar sobre un libro que os ama. ¿No tiene vuestra señoría una verruguita<br />

encima <strong>de</strong>l ojo?<br />

FENTON<br />

Sí, a fe que la tengo. ¿Y qué?<br />

QUICKLY<br />

Pues hay en ello toda una historia. ¡Qué buen humor el <strong>de</strong> Anita! Pero en la vida, protesto,<br />

<strong>com</strong>ió pan doncella tan honrada. Una hora hemos estado hablando <strong>de</strong> esa verruguita. Nunca<br />

me reiría sino en <strong>com</strong>pañía <strong>de</strong> esa doncella... Pero, verda<strong>de</strong>ramente, es <strong>de</strong>masiado dada a la<br />

melancolía y a la mística. Sin embargo, para vos... Bien, a<strong>de</strong>lante.<br />

FENTON<br />

Bueno, la veré hoy. Toma para ti este dinero. Interce<strong>de</strong> con tu influencia en favor mío. Si la ves<br />

antes que yo, en<strong>com</strong>iéndame a ella.<br />

QUICKLY<br />

¿Que si lo haré? A fe que sí. Y diré a vuestra señoría algo más acerca <strong>de</strong> la verruguita, en la<br />

próxima entrevista que tengamos, y <strong>de</strong> otros pretendientes.<br />

FENTON<br />

¡Bien, adiós! Tengo ahora mucha prisa.<br />

QUICKLY<br />

¡Adiós a vuestra señoría!... (Sale FENTON.) Verda<strong>de</strong>ramente, es un honrado caballero; pero<br />

Ana no le ama, porque yo conozco su pensamiento tan bien <strong>com</strong>o quien más... ¡Acabemos <strong>de</strong><br />

una vez! ¿Qué se me olvida? (Sale.)<br />

ACTO SEGUNDO<br />

ESCENA PRIMERA<br />

FRENTE A LA CASA DE PAGE<br />

Entra MISTRESS PAGE con una carta.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Cómo! ¿He escapado a los billetes <strong>de</strong> amor en los sagrados días <strong>de</strong> mi belleza y soy ahora<br />

objeto <strong>de</strong> ellos? Veamos. «No me preguntéis por qué os amo, pues si bien Amor toma a la<br />

Razón por su médico, no la admite nunca por consejero. Ya no sois joven, yo tampoco lo soy;<br />

motivo <strong>de</strong>más para que haya simpatía entre nosotros. Sois alegre, yo también lo soy. ¡Vaya,<br />

vaya! Pues más simpatía entonces. A vos os gusta el Jerez, a mí también. ¿Quisierais mayores<br />

causas <strong>de</strong> simpatía? Sea bastante para ti, señora <strong>de</strong> Page- si el amor <strong>de</strong> un soldado pue<strong>de</strong><br />

bastarte-, el saber que te amo. No te diré que me tengas <strong>com</strong>pasión, porque la frase sería poco<br />

militar; pero sí te diré: ámame. Y firmo: Tu propio fiel caballero, que espera rendido y fiero la<br />

13


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

noche y el día entero, con un po<strong>de</strong>r hechicero, batirse por ti, lucero.<br />

JUAN FALSTAFF.»<br />

¿Qué Hero<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a es éste? ¡Oh, pícaro, pícaro mundo! ¡Un hombre minado por la edad,<br />

próximo a entrar en <strong>de</strong>s<strong>com</strong>posición, y ocurrírsele hacer el joven calavera! ¿Qué liviana<br />

conducta ha <strong>de</strong>scubierto en mi conversación este borracho flamenco que pueda darle la audacia<br />

<strong>de</strong> atrevérseme <strong>de</strong> este modo? ¡Pues si apenas ha estado tres veces en mi <strong>com</strong>pañía! ¿Qué he<br />

podido <strong>de</strong>cirle? Me parece haber sido con él m<strong>uy</strong> sobria <strong>de</strong> jovialidad. ¡El Cielo me perdone!<br />

¡Cómo! He <strong>de</strong> presentar un bill al Parlamento para que <strong>de</strong>crete la represión <strong>de</strong> los hombres.<br />

¿De qué manera me vengaría <strong>de</strong> él? Porque me vengaré, tan cierto <strong>com</strong>o sus entrañas están<br />

hechas <strong>de</strong> pudding. (Entra MISTRESS FORD.)<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Señora Page! Creedme, a vuestra casa iba.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Y yo a la vuestra. Venís <strong>de</strong> mal talante.<br />

MISTRESS FORD<br />

No lo creáis. Puedo probaros lo contrario.<br />

MISTRESS PAGE<br />

A fe que tenéis mal talante, al menos a mi modo <strong>de</strong> ver.<br />

MISTRESS FORD<br />

Sea; pero os repito que puedo presentar la prueba <strong>de</strong> lo contrario. ¡Oh señora Page! Tengo que<br />

pediros un consejo.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿De qué se trata, mujer?<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Ay, querida! Si no me <strong>de</strong>tuviese un escrúpulo estúpido, ¡qué honor podría obtener!<br />

MISTRESS PAGE<br />

Dejad a un lado el escrúpulo, mujer, y recabad el honor. ¿De qué se trata? Escrúpulos a un<br />

lado. ¿Qué es ello?<br />

MISTRESS FORD<br />

Podría entrar en la Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> caballería con sólo consentir en pasar en el infierno una corta<br />

eternidad.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Cómo! ¡Tú mientes, sir Alicia Ford! Los caballeros abundan tanto, que ya se dan con rebaja. Te<br />

aconsejo que no abdiques <strong>de</strong> tu alcurnia.<br />

MISTRESS FORD<br />

Estamos alumbrando al día. Leed esto, leed. Veréis en qué se fundan mis pretensiones a ser<br />

mujer <strong>de</strong> un caballero. Mientras sepa distinguir entre un hombre y otro, esta carta me hará<br />

<strong>de</strong>testar a los hombres gordos. Y, sin embargo, este hombre no juraba; enaltecía la mo<strong>de</strong>stia<br />

<strong>de</strong> las mujeres; la mala conducta encontraba en él un censor tan rígido y fiel a las buenas<br />

costumbres, que yo hubiera jurado a favor <strong>de</strong> la <strong>com</strong>pleta consonancia entre sus sentimientos y<br />

su lenguaje. Pero no estaban más acor<strong>de</strong>s entre sí que el centésimo salmo con la canción <strong>de</strong><br />

Las mangas ver<strong>de</strong>s. ¿Qué tempestad ha echado a las riberas <strong>de</strong> Windsor esa ballena c<strong>uy</strong>a<br />

barriga contiene tantos barriles <strong>de</strong> aceite? ¿Cómo vengarme <strong>de</strong> él? Se me ocurre que lo mejor<br />

sería embaucarle con esperanzas hasta que los culpables ardores <strong>de</strong> la concupiscencia se<br />

<strong>de</strong>rritieran en su propia grasa. ¿Se vio nunca cosa semejante?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Carta por carta, no hay mas que el nombre <strong>de</strong> Page y <strong>de</strong> Ford que difieran! Para consuelo<br />

t<strong>uy</strong>o- en este extraño <strong>com</strong>plot contra nuestro honor-, aquí tienes la hermana gemela <strong>de</strong> tu<br />

carta. Que la t<strong>uy</strong>a here<strong>de</strong> primero, porque la mía yo te aseguro que no lo hará. Estoy<br />

persuadida <strong>de</strong> que hay un millar <strong>de</strong> cartas semejantes, y quizá con los nombres propios en<br />

blanco. Estas son <strong>de</strong> la segunda edición. El las imprimirá, no hay duda, porque poco lo importa<br />

lo que pongan en prensa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que nos querría poner a nosotras dos. Preferiría<br />

ser una gigante y reposar junto al monte Pelion... ¡Verda<strong>de</strong>ramente que pue<strong>de</strong>n encontrarse<br />

veinte tórtolas lascivas antes que un hombre casto!<br />

MISTRESS FORD<br />

Pues las dos cartas son enteramente iguales: las mismas palabras, la misma escritura. ¿Qué<br />

habrá pensado <strong>de</strong> nosotras?<br />

MISTRESS PAGE<br />

14


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

En verdad, no lo sé. Casi estoy tentada <strong>de</strong> disputar con mi propia honra<strong>de</strong>z. Me tendré a mí<br />

misma <strong>com</strong>o a una cualquiera que <strong>de</strong>sconociese, porque seguramente que habrá <strong>de</strong>scubierto<br />

en mí algo digno <strong>de</strong> reprensión que yo misma ignoro, pues a no ser así no se habría arriesgado<br />

a tan rudo abordaje.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Abordaje <strong>de</strong>cís? Yo os respondo que lo impediré subir a mi puente.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Y yo también. Si arriba a mis escotillas, juro que me haré a la vela. Venguémonos <strong>de</strong> él:<br />

démosle una cita, finjamos acoger sus proposiciones y estimulemos hábilmente su amor,<br />

prolongando la prueba hasta que haya empeñado sus caballos en casa <strong>de</strong>l hostelero <strong>de</strong> la<br />

Jarretiera.<br />

MISTRESS FORD<br />

Bueno, consiento en cualquier bellaquería contra él con tal <strong>de</strong> que no se empañe el lustre <strong>de</strong><br />

nuestra honestidad. ¡Oh, si mi marido viese esta carta! Sería para sus celos un eterno alimento.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Pues mírale ahí que llega, y también mi excelente marido. Está tan lejos <strong>de</strong> ser celoso <strong>com</strong>o yo<br />

<strong>de</strong> darle ocasión, y esto creo que es una distancia inconmensurable.<br />

MISTRESS FORD<br />

Sois la más dichosa <strong>de</strong> las mujeres.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Vamos a ponernos ambas; <strong>de</strong> acuerdo contra ese caballero gordo. Venid por aquí. (Se retiran.<br />

Entran FORD, PISTOL, PAGE y NYM.)<br />

FORD<br />

Bueno; espero que no será así.<br />

PISTOL<br />

Espero es en ciertos asuntos un sabueso rabón. Sir Juan preten<strong>de</strong> a tu esposa.<br />

FORD<br />

Pero, señor, ¡si mi esposa no es joven!<br />

PISTOL<br />

Él corteja a mujeres <strong>de</strong> todas clases, ricas y pobres, jóvenes y viejas, unas con otras, Ford. Le<br />

gusta la variedad. ¡Ponte en guardia, Ford!<br />

FORD<br />

¿Que ama a mi mujer?<br />

PISTOL<br />

Con un calor para quemarse. Toma tus precauciones, o te vas a encontrar <strong>com</strong>o aquel sir<br />

Acteón, con corona cerval hasta en los talones. ¡Oh, y qué epíteto tan odioso!<br />

FORD<br />

¿Cuál epíteto, señor?<br />

PISTOL<br />

El <strong>de</strong> cornudo, señor, el <strong>de</strong> cornudo. ¡Adiós! Ten cuidado, ojo alerta, pues <strong>de</strong> noche es cuando<br />

los ladrones están en pie. Ten cuidado, antes <strong>de</strong> que venga el verano y <strong>com</strong>iencen los cuclillos<br />

la cantilena... ¡En marcha, señor cabo Nym! Créele, Page; te habla con sensatez. (Sale.)<br />

FORD<br />

(Aparte.) Sabré contenerme. Yo aclararé esto.<br />

NYM<br />

Pues esto es la verdad. (A PAGE.) No me gusta la mentira. Él me ha herido con cierta broma.<br />

Quería encargarme que llevase a vuestra esposa aquella pícara carta; pero tengo una espada al<br />

cinto y prefiero apelar a ella en los casos <strong>de</strong> necesidad. Ama a vuestra mujer, y eso es lo corto<br />

y lo largo. Me llamo el cabo Nym; lo que digo lo sostengo. Esta es la verdad. Me llamo Nym, y<br />

Falstaff ama a vuestra esposa. ¡Adiós! No soy partidario <strong>de</strong> chanzas; al pan, pan, y al queso,<br />

queso. Nada <strong>de</strong> bromas. ¡Adiós! (Sale.)<br />

PAGE<br />

(Aparte.) ¡Nada <strong>de</strong> bromas, dice! ¡Vaya un mozo, convirtiendo la broma en estupi<strong>de</strong>z!<br />

FORD<br />

(Aparte.) Yo vigilaré a Falstaff.<br />

PAGE<br />

¡En mi vida he visto un bribón más afectado!<br />

FORD<br />

15


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¡Si lo <strong>de</strong>scubro, veremos!<br />

PAGE<br />

Yo no daría fe a semejante Cataian, aunque el sacerdote <strong>de</strong> la parroquia le diese certificado <strong>de</strong><br />

veracidad.<br />

FORD<br />

Hablaba <strong>com</strong>o un hombre sensato; veremos.<br />

PAGE<br />

¡Hola! ¡Marga!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿Dón<strong>de</strong> vais, Jorge? Escuchad.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Qué tal, amable Frank? ¿Por qué estás melancólico?<br />

FORD<br />

¿Yo melancólico? No estoy melancólico. Id, volved a casa.<br />

MISTRESS FORD<br />

A fe que tienes ahora alguna manía en la cabeza. ¿Venís, señora Page?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Soy con vos. ¿Vendréis a <strong>com</strong>er, Jorge? (A MISTRESS FORD.) Mirad quién llega: la persona que<br />

nos servirá <strong>de</strong> mensajera con ese impru<strong>de</strong>nte caballero.<br />

MISTRESS FORD<br />

Creedme que pensaba en ella. Es precisamente lo que necesitamos.<br />

(Entra MISTRESS QUICKLY.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

(A MISTRESS QUICKLY.) ¿Venís a ver a mi hija Ana?<br />

MISTRESS QUICKLY<br />

Sí, a fe, y tened la bondad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme cómo está la señorita Ana.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Venid a verla con nosotras; tenemos que hablar una hora con vos.<br />

(Salen MISTRESS PAGE, FORD y QUICKLY.)<br />

PAGE<br />

¿Qué hay, maese Ford?<br />

FORD<br />

¿Habéis oído lo que me ha dicho ese bribón? ¿No es eso?<br />

PAGE<br />

Sí. Y ¿habéis oído vos lo que me <strong>de</strong>cía el otro?<br />

FORD<br />

Lo he oído. ¿Creéis que hayan dicho verdad?<br />

PAGE<br />

¡Que ahorquen a los bellacos! No creo al caballero capaz <strong>de</strong> semejante cosa. Los que le acusan<br />

<strong>de</strong> preten<strong>de</strong>r a nuestras mujeres han sido entrambos <strong>de</strong>spedidos <strong>de</strong> su servicio, y son unos<br />

verda<strong>de</strong>ros pillos ahora que no tienen colocación.<br />

FORD<br />

¿Estaban a su servicio?<br />

PAGE<br />

Pardiez, pues claro.<br />

FORD<br />

No obstante, siento cierta intranquilidad. ¿El se aloja en la posada <strong>de</strong> la Jarretiera?<br />

PAGE<br />

Allí vive, pardiez. Si tuviese intenciones respecto <strong>de</strong> mi mujer la <strong>de</strong>jaría libremente con él, en la<br />

seguridad <strong>de</strong> que no llevaría otra cosa que sofiones. Lo tomo bajo mi responsabilidad.<br />

FORD<br />

Yo no dudo <strong>de</strong> mi mujer; pero me contrariaría hallarlos juntos. Un hombre pue<strong>de</strong> ser<br />

<strong>de</strong>masiado confiado. Prefiero que mi cabeza no asuma ninguna responsabilidad. No me<br />

convendría.<br />

PAGE<br />

Ahí viene nuestro charlatán, el hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera. Para ofrecer un aire tan jovial, preciso<br />

es que tenga vino en el caletre o dinero en el bolsillo... ¡Hola, hostelero! (Entran el HOSTELERO<br />

16


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DE LA JARRETIERA y SHALLOW.)<br />

HOSTELERO<br />

¡Hola, inmenso bribón! ¡Eres un hidalgo! ¡Qué digo! Un caballero juez.<br />

SHALLOW<br />

Os sigo, querido hostelero, os sigo. ¡Veinte veces buenas tar<strong>de</strong>s, señor Page! ¿Queréis venir<br />

con nosotros, señor Page? Tenemos una diversión que nos espera.<br />

HOSTELERO<br />

(A SHALLOW.) Dile lo que es, caballero. Díselo, gran bribón.<br />

SHALLOW<br />

(A PAGE.) Señor, que va a efectuarse un duelo entre sir Hugo, el cura galés, y Caius, el médico<br />

francés.<br />

FORD<br />

(Al HOSTELERO.) Mi buen hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera, tengo que <strong>de</strong>ciros una palabra.<br />

HOSTELERO<br />

¿Qué dices tú, gran bribón? (FORD le lleva aparte.)<br />

SHALLOW<br />

(A PAGE.) ¿Queréis venir a ver eso con nosotros? Han encargado <strong>de</strong> medir las espadas a<br />

nuestro alegre hostelero, y parece que éste ha dado a cada uno una cita en sitio diferente. A lo<br />

que me han asegurado, el pastor no se anda con bromas, sino que obra con toda formalidad.<br />

Venid, ya os contaré en qué consistirá nuestra bufonada.<br />

HOSTELERO<br />

(A FORD.) ¿No tienes ninguna contienda judicial con mi huésped el caballero?<br />

FORD<br />

De ninguna especie, os lo afirmo; pero os daré un jarro <strong>de</strong> Jerez refinado si queréis<br />

presentarme a él y <strong>de</strong>cirle que me llamo Brook. Es cuestión <strong>de</strong> una broma.<br />

HOSTELERO<br />

Venga esa mano, bribón. Tendrás libres las entradas y salidas. ¿Estás contento? Y tu nombre<br />

será Brook. ¿Vámonos, camaradas?<br />

SHALLOW<br />

Estoy a vuestra disposición, hostelero.<br />

PAGE<br />

He oído <strong>de</strong>cir que el médico francés maneja m<strong>uy</strong> bien la tizona.<br />

SHALLOW<br />

¡Bah, señor! En mis tiempos habría podido yo hablar <strong>de</strong> largo. Ahora os prevaléis <strong>de</strong> vuestras<br />

distancias, pases, estocadas y qué sé yo cuantas cosas más. El corazón, maese Page, el<br />

corazón, eso es lo que importa. Yo he visto un tiempo en que con mi luenga espada habría<br />

ah<strong>uy</strong>entado cuatro mancebos <strong>de</strong> vuestra especie cual si fueran ratones.<br />

HOSTELERO<br />

¡Por aquí, muchachos, por aquí, por aquí! ¿Torcemos?<br />

PAGE<br />

Os sigo. Me hubiera gustado más verles disputar que pelear.<br />

(Salen HOSTELERO, SHALLOW y PAGE.)<br />

FORD<br />

Aunque Page es un imbécil que se fía <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> la fragilidad <strong>de</strong> su mujer, yo no soy tan<br />

fácil <strong>de</strong> tranquilizar. Ella se encontraba en <strong>com</strong>pañía <strong>de</strong> él en casa <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> Page, e<br />

ignoro lo que pasaría. Bien; es menester que vea el fondo <strong>de</strong> todo esto. Bajo un nombre<br />

supuesto son<strong>de</strong>aré a Falstaff. Si encuentro fiel a mi esposa no habré perdido el trabajo, y en el<br />

caso contrario será un trabajo bien empleado.<br />

(Sale.)<br />

ESCENA II<br />

Un aposento en la posada <strong>de</strong> la Jarretiera.<br />

17


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entran FALSTAFF y PISTOL.<br />

FALSTAFF<br />

No te prestaré ni un penique.<br />

PISTOL<br />

Entonces el mundo será para mí una ostra y lo abriré con mi espada. Os <strong>de</strong>volveré la cantidad<br />

en mercancías robadas.<br />

FALSTAFF<br />

Ni un penique. Señor, os había <strong>de</strong>jado usar <strong>de</strong> mi crédito. He conseguido <strong>de</strong> mis amigos tres<br />

veces el perdón para vos y para Nym, vuestro acólito. Sin mí, se os vería hoy haciendo muecas<br />

<strong>com</strong>o dos babuinos a través <strong>de</strong> la reja <strong>de</strong> una jaula. Con<strong>de</strong>nado estoy al infierno por haber<br />

jurado varias veces ante caballeros amigos míos que erais uenos soldados y hombres <strong>de</strong> valor;<br />

y cuando mistress Bridgeta perdió el mango <strong>de</strong> su abanico atestigüé por mi honor que tú no le<br />

tenías.<br />

PISTOL<br />

¿No participaste <strong>de</strong>l robo? ¿No recibiste quince peniques?<br />

FALSTAFF<br />

Reflexiona, granuja, reflexiona. ¿Me crees hombre capaz <strong>de</strong> arriesgar gratis la salvación <strong>de</strong> mi<br />

alma? En una palabra: no te cuelgues más <strong>de</strong> mí; no quiero servirte <strong>de</strong> horca. Corre a asaltar<br />

por los caminos o a cortar bolsas, o vete a tu mansión <strong>de</strong> Pickt Hatch. ¡Granuja! ¡Te niegas a<br />

llevar una carta mía! ¡Te montas en tu honor, monstruo <strong>de</strong> bajeza, cuando apenas si puedo yo<br />

mismo, que te estoy hablando, guardar los límites rigurosos <strong>de</strong>l mío! Yo, yo, yo mismo, <strong>de</strong>jando<br />

a un lado el temor <strong>de</strong> Dios y ocultando mi virtud <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las necesida<strong>de</strong>s, me veo obligado a<br />

engañar y recurrir a ciertos expedientes, ¡y tú, bellaco, tienes la ocurrencia <strong>de</strong> ocultar con el<br />

manto <strong>de</strong> tu honor tus andrajos, tus miradas <strong>de</strong> gato montés, tus frases tabernarias y tus<br />

<strong>de</strong>scaradas blasfemias! ¡Te niegas a llevar mis cartas! ¡Tú!<br />

PISTOL<br />

Me arrepiento. ¿Qué más quieres <strong>de</strong> mi hombre? (Entra ROBIN.)<br />

ROBIN<br />

Señor, hay una dama que <strong>de</strong>sea hablaros.<br />

FALSTAFF<br />

Que pase. (Entra MISTRESS QUICKLY)<br />

QUICKLY<br />

Buenos días a vuestra señoría.<br />

FALSTAFF<br />

Buenos días, buena mujer.<br />

QUICKLY<br />

Dispense vuestra señoría; ese nombre no me pertenece.<br />

FALSTAFF<br />

Buena doncella, pues.<br />

QUICKLY<br />

Es más cierto. Os juro que lo soy <strong>com</strong>o mi madre a la hora <strong>de</strong> mi nacimiento.<br />

FALSTAFF<br />

Creo vuestro juramento. ¿Qué queréis?<br />

QUICKLY<br />

¿Me permitirá vuestra señoría <strong>de</strong>cirle una palabra o dos?<br />

FALSTAFF<br />

Dos mil, bella mujer; estoy pronto a escucharos.<br />

QUICKLY<br />

Señor, hay aquí cierta señora llamada Ford... Si quisierais acercaros más a este lado... Yo vivo<br />

con el doctor Caius.<br />

FALSTAFF<br />

Continuad. Decís que la señora <strong>de</strong> Ford...<br />

QUICKLY<br />

Vuestra señoría dice la verdad... Os ruego que tengáis a bien acercaros más a este lado.<br />

FALSTAFF<br />

Nadie os oye, os lo garantizo. Aquí no hay mas que los <strong>de</strong> la casa, mi propia gente.<br />

QUICKLY<br />

¿De veras? Dios los bendiga y los haga servidores <strong>de</strong> ella.<br />

18


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FALSTAFF<br />

Me hablabais <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> Ford. ¿Qué teníais que <strong>de</strong>cirme <strong>de</strong> ella?<br />

QUICKLY<br />

¡Ah, señor, es una excelente criatura! ¡Dios mío! ¡Cuando pienso cómo sois <strong>de</strong> seductor! Bien.<br />

El Cielo os perdoné, y también a todos.<br />

FALSTAFF<br />

Decíais que la señora <strong>de</strong> Ford... Vamos, que la señora <strong>de</strong> Ford...<br />

QUICKLY<br />

Pardiez, he aquí la cuestión. Vos habéis causado en ella la impresión <strong>de</strong> una danza canaria. El<br />

cortesano más hermoso, cuando la corte se halla en Windsor, no lograría ponerla en tan crítica<br />

situación. Y, sin embargo, cuando estaba la corte hemos tenido caballeros y lores e hidalgos<br />

con cada carruaje... Era, os lo aseguro, una carrera continua <strong>de</strong> carrozas, cartas, regalos, que<br />

no acababa nunca; era un gusto sentir el almizcle que exhalaban aquellas personas al oír el<br />

crujido <strong>de</strong> los vestidos <strong>de</strong> oro y seda, y luego, ¡cuán elegante era su lenguaje!... Su<br />

conversación, toda miel y almíbar, era lo mejor y más hermoso que pudiera apetecerse. No<br />

hubo entonces mujer c<strong>uy</strong>o corazón no se rindiera. Pues bien; yo os aseguro que no<br />

consiguieron <strong>de</strong> ella una sola mirada. Y ved, para ganarme a mi, esta mañana, sin ir más lejos,<br />

me han dado veinte ángeles. Pero yo me río <strong>de</strong> todos los ángeles <strong>de</strong>l mundo cuando no son<br />

honradamente adquiridos, podéis creerme. Nadie, ni aun el más encopetado, ha logrado poner<br />

los labios en su copa, y con todo, había entre ellos más <strong>de</strong> un con<strong>de</strong> y no pocos pensionarios<br />

<strong>de</strong>l rey. Pero todo eso, os lo certifico, le es indiferente.<br />

FALSTAFF<br />

¿Pero qué me envía a <strong>de</strong>cir? Abreviad, os lo ruego, mi señora Mercurio.<br />

QUICKLY<br />

Pues bien; ha recibido vuestra carta, por la cual os da mil gracias y os hace saber que su<br />

marido estará fuera <strong>de</strong> su casa entre diez y once.<br />

FALSTAFF<br />

¿De diez a once?<br />

QUICKLY<br />

Sí, a fe, y entonces podréis ir a ver el retrato que ya sabéis, me ha dicho ella. Maese Ford, su<br />

marido, no estará. ¡Ay! La buena señora lleva con él una vida m<strong>uy</strong> <strong>de</strong>sgraciada: es en extremo<br />

celoso. Lleva con él, en verdad, una vida m<strong>uy</strong> triste. ¡La pobrecilla!<br />

FALSTAFF<br />

¡De diez a once! Buena mujer, re<strong>com</strong>endadme a su memoria; seré puntual.<br />

QUICKLY<br />

M<strong>uy</strong> bien dicho, señor; pero a<strong>de</strong>más me han hecho otro encargo para vuestra señoría. Mistress<br />

Page también os envía las más expresivas gracias por vuestra carta, y, permitidme que os lo<br />

diga, es una mujer tan virtuosa, <strong>com</strong>o cortés y mo<strong>de</strong>sta. Os doy mi palabra <strong>de</strong> honor <strong>de</strong> que no<br />

faltaría por todo lo <strong>de</strong>l mundo a sus oraciones <strong>de</strong> mañana y noche. No hay en Windsor una<br />

mujer que pueda <strong>com</strong>parársele. Me ha encargado <strong>de</strong>cir a vuestra señoría que rara vez se<br />

ausenta su marido; pero que confía que no ocurrirá siempre lo mismo. No he visto nunca una<br />

mujer más enamorada <strong>de</strong> un hombre que ella <strong>de</strong> vos. Por fuerza lleváis en vos un hechizo; sí,<br />

en verdad.<br />

FALSTAFF<br />

Salvo el atractivo <strong>de</strong> mis prendas personales, te aseguro que no llevo otro hechizo.<br />

QUICKLY<br />

¡Bendito sea vuestro corazón!<br />

FALSTAFF<br />

Pero <strong>de</strong>cidme: ¿Las señoras <strong>de</strong> Ford y <strong>de</strong> Page se han participado entre ellas el amor que por<br />

mí sienten?<br />

QUICKLY<br />

¡Buena la habrían hecho! No, señor; no son tan torpes <strong>com</strong>o eso, a lo que noto. ¡Sería un lindo<br />

juego, a fe mía! La señora <strong>de</strong> Page os ruega que lo mandéis a todo trance a vuestro pajecito.<br />

Su esposo está embobado con él, y a <strong>de</strong>cir verdad, el señor Page es un hombre m<strong>uy</strong> honrado.<br />

No hay en Wíndsor mujer más feliz que la s<strong>uy</strong>a. Ella hace y dice lo que quiere, lo recibe todo, lo<br />

paga todo, se acuesta y se levanta cuando le a<strong>com</strong>oda, y su marido no encuentra nada que<br />

replicar. Verda<strong>de</strong>ramente, ella se merece tan buen trato, porque si en Windsor hay una mujer<br />

excelente, es ella. Es preciso que le enviéis a vuestro paje.<br />

19


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FALSTAFF<br />

Se lo enviaré.<br />

QUICKLY<br />

Enviádselo, pues, sin falta alguna. Y arreglaos <strong>de</strong> manera que pueda serviros <strong>de</strong> intermediario.<br />

En todo caso, convenid entre los dos una clave para que el muchacho no <strong>com</strong>prenda nada. No<br />

conviene iniciar a los niños en lo que es malo. En cuanto a las personas <strong>de</strong> edad madura, ya lo<br />

sabéis; tienen discreción, <strong>com</strong>o se dice, y conocen el mundo.<br />

FALSTAFF<br />

Adiós. En<strong>com</strong>iéndame al recuerdo <strong>de</strong> las dos señoras. Aquí está mi bolsillo; soy aún tu <strong>de</strong>udor.<br />

Paje, a<strong>com</strong>paña a esta señora. (Aparte.) Esta noticia me transporta <strong>de</strong> alegría. (Salen<br />

MISTRESS QUICKLY y ROBIN.)<br />

PISTOL<br />

Esa celestina es una mensajera <strong>de</strong> Cupido. Forcemos más las velas; persigamos al enemigo;<br />

<strong>de</strong>scubramos vuestras baterías; al abordaje, y si ella no es mía, que el Océano se lo trague<br />

todo. (Sale.)<br />

FALSTAFF<br />

¿Pero esas tenemos, viejo Falstaff? Sigue tu camino. Voy a sacar <strong>de</strong> tu vieja persona más<br />

provecho que nunca. ¿Así cautivas todavía las miradas <strong>de</strong> las mujeres? ¿Así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

gastado tanto dinero, vas a sacar dinero en <strong>de</strong>finitiva? Te doy las gracias, precioso cuerpo. Que<br />

digan <strong>de</strong>spués que eres enormemente gordo. Con tal que agra<strong>de</strong>s, lo <strong>de</strong>más no importa. (Entra<br />

BARDOLF.)<br />

BARDOLF<br />

Sir Juan, abajo hay un tal maese Brook que <strong>de</strong>searía hablaros y trabar conocimiento con vos.<br />

Os envía <strong>com</strong>o presente esta botella <strong>de</strong> Jerez.<br />

FALSTAFF<br />

¿Se llama Brook?<br />

BARDOLF<br />

Sí, señor.<br />

FALSTAFF<br />

Dile que suba. (Sale BARDOLF.) Sean bien venidos los Brooks que hacen refluir semejante licor.<br />

¡Ah, ah, señora <strong>de</strong> Ford y señora <strong>de</strong> Page! ¡Conque hemos hecho vuestra conquista! ¡Vamos,<br />

«vía»! (Vuelve a entrar BARDOLF, a<strong>com</strong>pañado <strong>de</strong> FORD, que va disfrazado.)<br />

FORD<br />

Dios os guar<strong>de</strong>, caballero.<br />

FALSTAFF<br />

Igualmente, señor. ¿Deseáis hablar conmigo?<br />

FORD<br />

Os pido perdón por presentarme a vos con tan poca ceremonia.<br />

FALSTAFF<br />

Bien venido seáis. ¿Qué es lo que <strong>de</strong>seáis <strong>de</strong> mí? (A BARDOLF.) Muchacho, déjanos. (Sale<br />

BARDOLF.)<br />

FORD<br />

Señor, veis en mí a un hombre que ha gastado mucho dinero. Me lamo Brook.<br />

FALSTAFF<br />

Querido señor Brook, <strong>de</strong>seo trabar mayor amistad con vos.<br />

FORD<br />

Tal <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vos, apreciable sir Juan; no para seros gravoso, porque he <strong>de</strong> <strong>de</strong>ciros que me creo<br />

más que vos en el caso <strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar el papel <strong>de</strong> prestamista. Esto me ha alentado a<br />

presentarme tan sin cumplidos; porque, <strong>com</strong>o dicen, cuando el oro va <strong>de</strong>lante se abren todas<br />

las puertas.<br />

FALSTAFF<br />

Señor, el dinero es un buen soldado que siempre marcha <strong>de</strong>lante.<br />

FORD<br />

Cierto. Tengo aquí mi saco <strong>de</strong> dinero que me estorba. Si vos queréis ayudarme a llevarlo, sir<br />

Juan, tomad el todo o la mitad, y me habréis aliviado otro tanto.<br />

FALSTAFF<br />

Ignoro, señor, cómo puedo haberos merecido ser vuestro ayudante.<br />

FORD<br />

20


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Si queréis oírme, señor, os lo diré.<br />

FALSTAFF<br />

Hablad, querido señor Brook, tendré mucho gusto en serviros.<br />

FORD<br />

Caballero, seré breve. Me han dicho que sois un hombre ilustrado, y hace mucho tiempo que<br />

oigo hablar <strong>de</strong> vos, por más que, no obstante mi <strong>de</strong>seo, no haya encontrado nunca ocasión <strong>de</strong><br />

trabar amistad con vos. En lo que tengo que revelaros estoy obligado a exponer a vuestros ojos<br />

mis imperfecciones; pero, buen sir Juan, si a la vez que me escucháis fijáis la vista en mis<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, espero que al mismo tiempo notaréis bien las vuestras. Quizá así me tengáis<br />

alguna indulgencia, sabiendo por experiencia propia cuán presto está un hombre a <strong>com</strong>eter un<br />

pecado.<br />

FALSTAFF<br />

M<strong>uy</strong> bien, señor; continuad.<br />

FORD<br />

Hay en esta ciudad una mujer c<strong>uy</strong>o marido se llama Ford.<br />

FALSTAFF<br />

Bien, señor.<br />

FORD<br />

Hace mucho tiempo que yo la <strong>de</strong>seo, y me ha costado ya muchas penas. He seguido todos sus<br />

pasos, he aprovechado todas las ocasiones <strong>de</strong> encontrarla, o bien <strong>de</strong> verla ocultamente; pero<br />

no sólo he gastado mucho dinero en regalos para ella, sino que a<strong>de</strong>más he retribuido<br />

pródigamente a varias personas para saber por mediación s<strong>uy</strong>a cuáles eran los regalos que más<br />

le agradaban. En suma, me he <strong>de</strong>dicado a seguirla lo mismo que el amor parece <strong>de</strong>dicado a<br />

perseguirme; es <strong>de</strong>cir, en todas ocasiones. Pero por mucho que yo merezca, ya por mis<br />

sentimientos, ya por los medios que he empleado, es lo cierto que no he recogido hasta ahora<br />

fruto alguno, a menos que la experiencia sea un tesoro. La tal experiencia la he adquirido a<br />

mucha costa y me ha valido el conocimiento <strong>de</strong> esta máxima: El Amor h<strong>uy</strong>e cual sombra<br />

cuando el oro lo persigue; va persiguiendo a quien lo h<strong>uy</strong>e y h<strong>uy</strong>endo a quien lo persigue.<br />

FALSTAFF<br />

¿No habéis recibido <strong>de</strong> ella ninguna esperanza?<br />

FORD<br />

No.<br />

FALSTAFF<br />

¿Habéis insistido para conseguirla?<br />

FORD<br />

Nunca.<br />

FALSTAFF<br />

¿De qué índole era, pues, vuestro amor?<br />

FORD<br />

Semejante a un palacio edificado en terreno ajeno; <strong>de</strong> suerte que he perdido el edificio por<br />

haberme engañado sobre el sitio <strong>de</strong> la construcción.<br />

FALSTAFF<br />

¿Con qué objeto me hacéis esta confi<strong>de</strong>ncia?<br />

FORD<br />

Cuando os lo diga os habré dicho todo lo que <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>ciros. Hay personas que preten<strong>de</strong>n que,<br />

por más severa que se muestre ella conmigo, se confía a otros, <strong>de</strong> manera que pue<strong>de</strong><br />

sospecharse <strong>de</strong> su conducta. Ahora, sir Juan, voy a <strong>de</strong>ciros el objeto que me ha inducido a<br />

veros. Sois hombre <strong>de</strong> educación <strong>com</strong>pleta, m<strong>uy</strong> conocido en la sociedad. Sois <strong>de</strong> elevado<br />

rango y <strong>de</strong> carácter imponente. Se os atrib<strong>uy</strong>en unánimemente todas las prendas <strong>de</strong>l guerrero,<br />

<strong>de</strong>l cortesano y <strong>de</strong>l hombre instruido.<br />

FALSTAFF<br />

¡Oh, señor!<br />

FORD<br />

Sí, es lo cierto, y lo sabéis perfectamente... Ahora bien; aquí tenéis dinero: gastad, gastad,<br />

gastad más todavía, gastad todo cuanto tengo. No os pido en cambio sino el tiempo necesario<br />

para asediar galantemente la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> Ford. Poned en campaña todos los<br />

medios <strong>de</strong> galantería que podáis y obligadla a que se os rinda. Si hay alguna persona capaz <strong>de</strong><br />

conseguirlo, sois vos.<br />

21


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FALSTAFF<br />

¿Convendría a la vehemencia <strong>de</strong> vuestra pasión que yo ganase la belleza que tanto anheláis<br />

poseer?... Vuestro <strong>de</strong>seo me parece contraproducente.<br />

FORD<br />

¡Oh! Tened la bondad, os ruego, <strong>de</strong> <strong>com</strong>pren<strong>de</strong>rme. Se afirma ella tanto en la fortaleza <strong>de</strong> su<br />

honra, que la locura <strong>de</strong> mi alma no osa <strong>de</strong>clararse. Me <strong>de</strong>slumbra <strong>de</strong>masiado para que yo<br />

pueda mirarla cara a cara. Ahora, si me presentase a ella ostentando en la mano pruebas <strong>de</strong> su<br />

fragilidad, tendría prece<strong>de</strong>ntes y argumentos que darían confianza a mis <strong>de</strong>seos. Entonces la<br />

<strong>de</strong>salojaría <strong>de</strong> la fortaleza <strong>de</strong> su castidad y su reputación, <strong>de</strong> su fi<strong>de</strong>lidad conyugal y <strong>de</strong> otros<br />

mil abrigos con los cuales se cubre con <strong>de</strong>masiado buen éxito. ¿Qué me <strong>de</strong>cís, sir Juan?<br />

FALSTAFF<br />

Maese Brook, por ahora me tomo la libertad <strong>de</strong> aceptar vuestro dinero. Luego, me daréis la<br />

mano, y por último, si la señora <strong>de</strong> Ford os conviene, os prometo bajo palabra <strong>de</strong> caballero que<br />

la poseeréis.<br />

FORD<br />

¡Oh, excelente señor!...<br />

FALSTAFF<br />

Os prometo, maese Brook, que la poseeréis.<br />

FORD<br />

No economicéis el dinero, sir Juan. No economicéis, que no os faltará.<br />

FALSTAFF<br />

Tampoco os faltará a vos la señora <strong>de</strong> Ford. En confianza os diré que tengo una cita con ella.<br />

En el momento que acabábais <strong>de</strong> llegar, su confi<strong>de</strong>nta o entremetida acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme. He<br />

<strong>de</strong> estar en su casa <strong>de</strong> diez a once; el celoso bellaco <strong>de</strong> su marido estará ausente. Venid a<br />

verme esta noche y os diré cómo han pasado las cosas.<br />

FORD<br />

¡Me siento dichoso <strong>de</strong> haberos encontrado! ¿Conocéis al señor Ford?<br />

FALSTAFF<br />

¡Que ahorquen a ese pobre diablo <strong>de</strong> cornudo! No le conozco. Sin embargo, no tengo razón<br />

para llamarle pobre. Se dice que este celoso con<strong>de</strong>scendiente tiene el oro a montones, lo que a<br />

mis ojos realza los atractivos <strong>de</strong> su mujer. Con ella tendré la llave <strong>de</strong> las arcas <strong>de</strong> ese bergante<br />

cornudo, don<strong>de</strong> haré mi agosto.<br />

FORD<br />

Habría <strong>de</strong>seado que conocierais a Ford, para que así pudieseis evitar su encuentro.<br />

FALSTAFF<br />

¿A ese merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> manteca salada? ¡Que le ahorquen! No osaría sostener mi mirada. La vista<br />

<strong>de</strong> mi bastón le haría temblar; mi bastón, que se cernería <strong>com</strong>o un meteoro sobre los cuernos<br />

<strong>de</strong> ese cabrito. Maese Brook: me verás aplastar a ese rústico con mi superioridad y tú te<br />

acostarás con su mujer, créeme. Ven a verme esta noche temprano. ord es un pillo, y yo<br />

añadiré un título más a los que tiene. Quiero que entro <strong>de</strong> poco lo tengas, maese Brook, por un<br />

bribón y por un cornudo. en a verme esta noche. (Sale.)<br />

FORD<br />

¡Qué con<strong>de</strong>nado epicúreo es ése! ¡Qué monstruo <strong>de</strong> libertinaje! Siento mi corazón romperse <strong>de</strong><br />

cólera. Que me digan luego que hago al en estar celoso. Mi mujer se ha entendido con él, se<br />

han dado cita, el trato está concluido. ¿Quién lo había <strong>de</strong> pensar? ¡Qué infierno es tener una<br />

mujer infiel! Es <strong>de</strong>cir, que veré mi cama manchada, mis arcas saqueadas, mi reputación herida,<br />

y para colmo <strong>de</strong> injurias oiré cómo me da los nombres más abominables la boca <strong>de</strong>l mismo que<br />

me ultraja. ¡Qué nombres, qué nombres! El <strong>de</strong> Amaimon no tiene nada <strong>de</strong> repugnante; Lucifer<br />

suena bien, lo mismo que el <strong>de</strong> Barrabás. Son nombres <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios, nombres <strong>de</strong> réprobos...<br />

¡Pero cornudo, y cornudo consentido! Ni el diablo tiene un nombre <strong>com</strong>parable con éste. Page<br />

es un asno, un asno sin <strong>de</strong>sconfianza. Tiene fe en su mujer, no siente celos. Pero mejor<br />

quisiera confiar la manteca <strong>de</strong> mi almacén a un flamenco, el queso al cura welche sir Hugo, la<br />

botella <strong>de</strong> aguardiente a un irlandés o mi caballo castrado a que lo pasease un cuatrero, que<br />

confiar a mi mujer su propia guardia. Una mujer conspira, cavila, proyecta. Lo que en el fondo<br />

<strong>de</strong> su corazón cree que pue<strong>de</strong> hacer no <strong>de</strong>scansa hasta que lo ha hecho. ¡Bendigo al Cielo por<br />

haberme hecho celoso! La cita es a las once. Voy a prevenir todo esto, a sorpren<strong>de</strong>r a mi mujer<br />

y a vengarme <strong>de</strong> Falstaff y reírme a expensas <strong>de</strong> Page. Vamos ahora mismo. Más vale tres<br />

horas <strong>de</strong>masiado pronto que un minute más tar<strong>de</strong>. ¡Uf, uf, uf! ¡Cornudo, cornudo, cornudo!<br />

22


(Sale.)<br />

ESCENA III<br />

UN PARQUE CERCA DE WÍNDSOR<br />

Entran CAIUS y RUGBY.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CAIUS<br />

¡Jack Rugby!<br />

RUGBY<br />

¡Señor!<br />

CAIUS<br />

Jack, ¿qué hora es?<br />

RUGBY<br />

Ha pasado ya la hora en que sir Hugo había prometido estar aquí.<br />

CAIUS<br />

¡Pardiez! Ha salvado su alma con no venir. Sin duda está ocupado en rogar con su Biblia. ¡Voto<br />

a Cristo! Jack Rugby, si viene es hombre muerto.<br />

RUGBY<br />

Él es pru<strong>de</strong>nte, señor. Sabe m<strong>uy</strong> bien que si viniese lo mataríais.<br />

CAIUS<br />

¡Voto a Cristo! Quedaría tan muerto <strong>com</strong>o un arenque salado. Jack, <strong>de</strong>senvaina la espada; voy<br />

a <strong>de</strong>mostrarte cómo lo mataría.<br />

RUGBY<br />

¡Ay, señor! No entiendo <strong>de</strong> esgrima.<br />

CAIUS<br />

¡Villano, <strong>de</strong>senvaina la espada!<br />

RUGBY<br />

Deteneos, señor, que viene gente. (Entran el HOSTELERO,<br />

SHALLOW, SLENDER y PAGE.)<br />

HOSTELERO<br />

Dios te guar<strong>de</strong>, bravo doctor.<br />

SHALLOW<br />

Dios os conserve, señor doctor Caius.<br />

PAGE<br />

Hola, maese doctor.<br />

SLENDER<br />

Os doy los buenos días, señor.<br />

CAIUS<br />

Uno, dos, tres, cuatro. ¿ Qué motivos os trae a todos aquí?<br />

HOSTELERO<br />

Hemos venido a verte <strong>com</strong>batir, a ver tu finta, a verte dar tajos, correr aquí, saltar allá, ver tu<br />

punto, tu estocada, tu respuesta, tu distancia y tu medida. ¿Ha muerto el etíope? ¿Ha muerto<br />

mi Francisco? ¡Ah valiente! ¿Qué dice mi Esculapio, mi Galeno, mi corazón <strong>de</strong> saúco? ¿Ha<br />

muerto, inmenso Pissat, ha muerto?<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! Ese Jack es el sacerdote más cobar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo. Todavía no se ha <strong>de</strong>jado ver por<br />

aquí la cara.<br />

HOSTELERO<br />

Eres un rey castellano, orinal mío; eres un Héctor <strong>de</strong> Grecia, camarada.<br />

CAIUS<br />

Os ruego que seáis testigos <strong>de</strong> que lo he aguardado aquí seis o siete, dos, tres horas y no ha<br />

23


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

venido.<br />

SHALLOW<br />

Ha obrado cuerdamente, maese doctor. Él es médico <strong>de</strong> almas y vos <strong>de</strong> cuerpos. Combatiendo<br />

el uno con el otro obrabais a contrapelo <strong>de</strong> vuestra profesión. ¿No es verdad, señor Page?<br />

PAGE<br />

Maese Shallow, por m<strong>uy</strong> hombre <strong>de</strong> paz que seáis ahora, en vuestros tiempos erais famoso<br />

quimerista.<br />

SHALLOW<br />

¡Vive Dios! Señor Page, no obstante ser viejo y juez <strong>de</strong> paz, no puedo ver una espada sin que<br />

mis <strong>de</strong>dos sientan <strong>com</strong>ezón. Por más que seamos magistrados, doctores y gente <strong>de</strong> iglesia,<br />

señor Page, nos queda todavía la levadura <strong>de</strong> nuestra juventud. Somos hijos <strong>de</strong> mujer, señor<br />

Page.<br />

PAGE<br />

Es m<strong>uy</strong> cierto, maese Shallow.<br />

SHALLOW<br />

Y siempre será así, señor Page. Maese doctor Caius, vengo para llevaros a vuestra casa. Estoy<br />

encargado <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n público. Os habéis mostrado médico pru<strong>de</strong>nte, y sir Hugo se ha portado<br />

también <strong>com</strong>o hombre <strong>de</strong> iglesia, cuerdo y paciente. Tened la bondad <strong>de</strong> seguirme, maese<br />

doctor.<br />

HOSTELERO<br />

(A SHALLOW.) Dispensadme, juez huésped. (A CAIUS.) Una palabra, señor Mockwater.<br />

CAIUS<br />

¿Qué <strong>de</strong>cís? ¿Mocuáter?<br />

HOSTELERO<br />

Mockwater en inglés significa valor, trapisondista.<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! Entonces tengo tanto Mocuáter <strong>com</strong>o un inglés. ¡Perro miserable ese Jack <strong>de</strong><br />

sacerdote! Le voy a cortar las orejas.<br />

HOSTELERO<br />

Cuidado no vayas por lana, fanfarrón<br />

CAIUS<br />

¿Qué es ir por lana?<br />

HOSTELERO<br />

Digo que no hagas que él te las corte a ti.<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! No me cortará a mí nada. ¡Por Cristo, que me dará una satisfacción!<br />

HOSTELERO<br />

Yo haré todo lo posible; pero si él se niega, que el diablo se lo lleve.<br />

CAIUS<br />

Os lo agra<strong>de</strong>zco.<br />

HOSTELERO<br />

Espera todavía, fanfarrón. (Bajo a los otros tres.) Pero antes, vos, mi convidado; vos, señor<br />

Page, y vos, caballero Slen<strong>de</strong>r, atravesad la ciudad e idos a Frogmore.<br />

PAGE<br />

¿No es allí don<strong>de</strong> está sir Hugo?<br />

HOSTELERO<br />

Allí está. Ved <strong>de</strong> qué humor se encuentra. Yo os traeré al doctor por un atajo. ¿Os parece bien?<br />

SHALLOW<br />

Allá vamos.<br />

PAGE, SHALLOW y SLENDER<br />

Adiós, excelente señor doctor. (Salen PAGE, SHALLOW y SLENDER.)<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! He <strong>de</strong> matar a ese cura porque habla a la señorita Ana en favor <strong>de</strong> no sé qué<br />

imbécil.<br />

HOSTELERO<br />

Mátale; pero por lo pronto haz que tu impaciencia entre en la vaina. Echa agua fría en tu cólera<br />

y sígueme a campo traviesa hasta Frogmore. Te llevaré a una quinta don<strong>de</strong> la señorita Ana ha<br />

ido para asistir a una fiesta. Allí podrás hacerle la corte. ¿Aceptas? ¿He hablado bien?<br />

24


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! Os lo agra<strong>de</strong>zco. Por Cristo, os estimo, y os enviaré a vuestra posada todos mis<br />

enfermos: con<strong>de</strong>s, caballeros, lores e hidalgos.<br />

HOSTELERO<br />

En agra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> lo cual te prometo ayudarte en tus proyectos acerca <strong>de</strong> la señorita Ana<br />

Page. ¿He dicho bien?<br />

CAIUS<br />

¡Perfectamente! ¡Por Cristo! M<strong>uy</strong> bien dicho.<br />

HOSTELERO<br />

Vamos, pues.<br />

CAIUS<br />

Anda tras <strong>de</strong> mis talones, Jack Rugby. (Salen.)<br />

ACTO TERCERO<br />

ESCENA PRIMERA<br />

CAMPO CERCA DE FROGMORE<br />

Entran SIR HUGO EVANS y SIMPLE.<br />

EVANS<br />

Os suplico que me digáis ahora, buen servidor <strong>de</strong> maese Slen<strong>de</strong>r, y amigo, Simple <strong>de</strong> nombre,<br />

¿<strong>de</strong> qué modo habéis buscado al señor Caius, que a sí mismo se da el título <strong>de</strong> doctor en<br />

Medicina?<br />

SIMPLE<br />

Pardiez, señor; le busqué por el distrito, por el parque, en todas direcciones; por el antiguo<br />

camino <strong>de</strong> Windsor y por todos los restantes, menos por el <strong>de</strong> la ciudad.<br />

EVANS<br />

Pues <strong>de</strong>seo que con la mayor urgencia le busquéis también por ese camino.<br />

SIMPLE<br />

Lo haré, señor. (Sale.)<br />

EVANS<br />

¡Maldita sea! ¡Qué encolerizado y lleno <strong>de</strong> incertidumbre estoy! Me alegraré que me haya<br />

engañado. ¡Estoy más melancólico...! ¡Yo le liaré salir sus orinales por encima <strong>de</strong> su cabeza <strong>de</strong><br />

manzana a la primera oportunidad! ¡Maldita sea!<br />

(Canta.)<br />

A flor <strong>de</strong> los ríos, a c<strong>uy</strong>a cascada cantan los pájaros dulces madrigales, allí ten<strong>de</strong>remos nuestra<br />

alfombra <strong>de</strong> flores entre un millar <strong>de</strong> fragantes aromas. A flor... ¡Desdichado <strong>de</strong> mí! ¡Siento<br />

unas ganas <strong>de</strong> llorar...<br />

(Canta.)<br />

Cantan los pájaros dulces madrigales...<br />

Cuando estaba en Babilonia...<br />

Y un millar <strong>de</strong> fragantes perfumes...<br />

A flor...<br />

(Vuelve a entrar SIMPLE.)<br />

SIMPLE<br />

¡Por allí viene, en esta dirección, sir Hugo!<br />

EVANS<br />

Sea bien venido. (Canta.)<br />

A flor <strong>de</strong> los ríos, a c<strong>uy</strong>a cascada...<br />

¡El Cielo ayu<strong>de</strong> la buena causa!... ¿Qué armas trae?<br />

SIMPLE<br />

Nada <strong>de</strong> armas, señor. Allí vienen mi amo, el señor Shallow y otro caballero <strong>de</strong> Frogmore, por<br />

25


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

encima <strong>de</strong>l cercado, en dirección a aquí.<br />

EVANS<br />

Dame el manteo, te suplico, o mejor, tenlo al brazo. (Lee en un libro. Entran PAGE, SHALLOW y<br />

SLENDER.)<br />

SHALLOW<br />

¿Qué hay, señor cura? Buenos días, querido sir Hugo. Sepárese a un jugador <strong>de</strong> sus dados y <strong>de</strong><br />

su libro a un buen estudiante y se habrá hecho una maravilla.<br />

SLENDER<br />

(Aparte.) ¡Ah dulce Ana Page!<br />

PAGE<br />

¡Dios os guar<strong>de</strong>, buen sir Hugo!<br />

EVANS<br />

¡Él nos bendiga a todos con su misericordia!<br />

SHALLOW<br />

¡Qué! ¡La espada y la palabra! ¿Estudiáis una y otra, señor cura?<br />

PAGE<br />

¡Y todavía <strong>com</strong>o un joven, en jubón y calzas, en día tan crudo y reumático!<br />

EVANS<br />

Hay razones y motivos.<br />

PAGE<br />

Hemos venido a buscaros para una buena acción, señor cura.<br />

EVANS<br />

M<strong>uy</strong> bien. ¿De qué se trata?<br />

PAGE<br />

Allá hay un venerable caballero que, juzgándose ofendido por cierta persona, está en gran<br />

lucha con su propia paciencia y gravedad hasta un extremo que no podéis imaginaros.<br />

SHALLOW<br />

Bastante más <strong>de</strong> cuarenta años tengo <strong>de</strong> vida y nunca he oído a un hombre <strong>de</strong> su posición,<br />

gravedad y saber tan celoso <strong>de</strong> su propia dignidad.<br />

EVANS<br />

¿Quién es?<br />

PAGE<br />

Creo que le conocéis: el señor doctor Caius, el reputado médico francés.<br />

EVANS<br />

¡Ira <strong>de</strong> Dios y furia <strong>de</strong> mi pasión! ¡Preferiría que me hablarais <strong>de</strong> un plato <strong>de</strong> potaje!<br />

PAGE<br />

¿Por qué?<br />

EVANS<br />

No sabe una palabra <strong>de</strong> Hipócrates y Galeno... y a<strong>de</strong>más es un sinvergüenza, el sinvergüenza<br />

más cobar<strong>de</strong> que pueda concebirse.<br />

PAGE<br />

(A SHALLOW.) Os garantizo que éste es el hombre que se batiría con él.<br />

SLENDER<br />

(Aparte.) ¡Oh dulce Ana Page!<br />

SHALLOW<br />

Así parece por sus armas. Mantenedles separados; aquí viene el doctor Caius. (Entran el<br />

HOSTELERO, CAIUS y RUGBY.)<br />

PAGE<br />

¡No, querido padre cura; envainad vuestra espada!<br />

SHALLOW<br />

Y vos también, mi buen maese doctor.<br />

HOSTELERO<br />

Desarmadles y que discutan. Que conserven ilesos sus miembros y no hagan trizas mas que el<br />

idioma inglés.<br />

CAIUS<br />

Permitidme <strong>de</strong>ciros una palabra al oído. ¿Por qué evitáis el encuentro con mi persona?<br />

EVANS<br />

26


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

(Aparte a CAIUS.) ¡Paciencia, os ruego! Ya vendrá el instante.<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! ¡Sois un cobar<strong>de</strong>! ¡Un bellaco, un perro, un Juan Lanas!<br />

EVANS<br />

(Aparte a CAIUS.) Os ruego que no hagáis que seamos el hazmerreír <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. Deseo la<br />

amistad <strong>de</strong> vuestra señoría, y <strong>de</strong> una u otra forma os <strong>de</strong>jaré satisfecho (Alto.) ¡Os sacaré<br />

vuestros orinales <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> vuestra cabeza <strong>de</strong> bellaco para que no os burléis <strong>de</strong> citas y<br />

<strong>com</strong>promisos <strong>de</strong> honor!<br />

CAIUS<br />

Diable!... Jack Rugby..., mi hostelero <strong>de</strong> la Jarretierre..., ¿no le esperé para matarle? ¿No<br />

estuve en el lugar <strong>de</strong>signado?<br />

EVANS<br />

Como tengo alma <strong>de</strong> cristiano, que, según sabéis, éste es el sitio que se <strong>de</strong>signó. ¡Apelo al<br />

juicio <strong>de</strong>l hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera!<br />

HOSTELERO<br />

¡Silencio, digo, Galia y Gales, galo y galés, cura <strong>de</strong> almas y cura <strong>de</strong> cuerpos!<br />

CAIUS<br />

Sí, eso está m<strong>uy</strong> bien; excelente.<br />

HOSTELERO<br />

¡Basta, digo! Escuchad a vuestro hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera. ¿Soy un político? ¿Soy un hombre<br />

sutil? ¿Soy un Maquiavelo? ¿Consentiré en per<strong>de</strong>r a mi doctor? No; él es quien me da pociones<br />

y lociones. ¿Me resolveré a per<strong>de</strong>r a mi párroco, a mi sacerdote, a mi sir Hugo? No; él es quien<br />

me da buenos verbos y proverbios. Venga tu mano, hombre terrestre; así... Venga tu mano,<br />

hombre celeste; así... Chiquillos en la astucia, os he engañado a los dos. Os he conducido a<br />

diversos lugares para que no pudierais encontraros. Vuestros corazones son intrépidos,<br />

vuestras pieles están intactas, y el <strong>de</strong>senlace <strong>de</strong>be ser una libación <strong>de</strong> Jerez. ¡Vamos, <strong>de</strong>jad<br />

esas armas para el prestamista! Seguidme, gentes <strong>de</strong> paz, seguid, seguid, seguid.<br />

SHALLOW<br />

¡Contad conmigo, hostelero original! ¡Seguid, gentiles caballeros, seguid!<br />

SLENDER<br />

(Aparte.) ¡Oh dulce Ana Page! (Salen SHALLOW, SLENDER, PAGE y el HOSTELERO.)<br />

CAIUS<br />

¡Ah! Ya entiendo. ¿Nos ha hecho pasar por un par <strong>de</strong> tontos? ¡Ah, ah!<br />

EVANS<br />

¡Esta es buena! Hemos sido su hazmerreír. Deseo que vos y yo seamos amigos y pongamos <strong>de</strong><br />

acuerdo nuestros cerebros para vengarnos <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>spreciable, sarnoso y tahur <strong>com</strong>pañero, el<br />

hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera.<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo, con todo mi corazón! ¡Me prometió conducirme ante Ana Page! ¡Por Cristo, a mí<br />

también me ha engañado!<br />

EVANS<br />

¡Bien; yo le romperé la crisma! Tened la bondad <strong>de</strong> seguirme.<br />

(Salen.)<br />

ESCENA II<br />

UNA CALLE DE WÍNDSOR<br />

Entran MISTRESS PAGE y ROBIN.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Vamos, sigue a<strong>de</strong>lante, galancito. Tu <strong>de</strong>ber es el <strong>de</strong> seguir, pero ahora tomarás la <strong>de</strong>lantera.<br />

27


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¿Preferirías que te sirvieran <strong>de</strong> guías mis ojos o seguir con los t<strong>uy</strong>os los talones <strong>de</strong> tu señor?<br />

ROBIN<br />

¡Caray! Mejor quisiera ir <strong>de</strong>lante <strong>com</strong>o un hombre que seguirle <strong>com</strong>o un enano.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Oh! Eres un chiquillo adulador. Veo que acabarás en cortesano.<br />

(Entra FORD.)<br />

FORD<br />

Feliz encuentro, señora Page. ¿Adón<strong>de</strong> vais?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Por cierto, señor, a ver a vuestra esposa. ¿Está en casa?<br />

FORD<br />

Sí, y tan ociosa que se ahorcaría <strong>de</strong> buena gana por falta <strong>de</strong> <strong>com</strong>pañía. Creo que, si se<br />

murieran vuestros esposos, las dos os casaríais.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Tenedlo por seguro..., con otros dos maridos.<br />

FORD<br />

¿Dón<strong>de</strong> hallasteis este bonito gallo <strong>de</strong> veleta?<br />

MISTRESS PAGE<br />

No puedo <strong>de</strong>ciros el nombre <strong>de</strong>l sujeto <strong>de</strong> quien lo adquirió mi esposo. ¿Cómo se llama tu<br />

señor, pícaro?<br />

ROBIN<br />

Sir Juan Falstaff.<br />

FORD<br />

¡Sir Juan Falstaff!<br />

MISTRESS PAGE<br />

El mismo, el mismo. Nunca puedo retener su nombre. ¡Hay una distancia tan gran<strong>de</strong> entre mi<br />

buen hombre y él. ¿De veras está vuestra esposa en casa?<br />

FORD<br />

Seguro que está.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Con vuestro permiso, señor. Estoy impaciente por verla. (Salen MISTRESS PAGE y ROBIN.)<br />

FORD<br />

¿Le queda algún cerebro a Page? ¿Tiene ojos? ¿Tiene algo así <strong>com</strong>o entendimiento? Seguro<br />

que están dormidos. No le sirven para nada. Caramba, este pajecillo llevará una carta a veinte<br />

millas tan fácilmente <strong>com</strong>o un cañón hace blanco a nueve yardas. Page da rienda suelta a las<br />

inclinaciones <strong>de</strong> su mujer, le da libre impulso y facilida<strong>de</strong>s. Y ahora va ella a casa <strong>de</strong> mi esposa,<br />

y el paje <strong>de</strong> Falstaff le a<strong>com</strong>paña. ¡Cualquiera oiría sonar este chaparrón en el viento! ¡Y va con<br />

ella el muchacho <strong>de</strong> Falstaff! ¡Intrigas bien tramadas! Y nuestras rebel<strong>de</strong>s mujeres <strong>com</strong>parten<br />

juntas su con<strong>de</strong>nación. Está bien, yo le sorpren<strong>de</strong>ré; en seguida torturaré a mi esposa,<br />

arrancaré la máscara <strong>de</strong> falsa virtud <strong>de</strong> la señora Page y <strong>de</strong>nunciaré a Page mismo <strong>com</strong>o un<br />

confiado y consentido Acteón, y a proce<strong>de</strong>res tan violentos todos mis vecinos aplaudirán.<br />

(Suena un reloj.) El reloj me avisa, y mi certeza me invita a realizar un registro. Allí encontraré<br />

a Falstaff. Mi conducta me reportará más elogios que burlas, porque tan positivo <strong>com</strong>o que la<br />

tierra es sólida es que está allí Falstaff. Iré.<br />

(Entran PAGE, SHALLOW, SLENDER, HOSTELERO, SIR HUGO, EVANS, CAIUS y RUGBY.)<br />

PAGE, SHALLOW<br />

¡Bien hallado, señor Ford!<br />

FORD<br />

¡Excelente reunión, creedme! Hoy tengo buena mesa en casa, y os ruego a todos que me<br />

a<strong>com</strong>pañéis.<br />

SHALLOW<br />

Dispensadme, señor Ford.<br />

SLENDER<br />

Y a mí también, señor. Hemos prometido <strong>com</strong>er con mistress Ana, y por ningún oro <strong>de</strong>l mundo<br />

faltaría a la palabra.<br />

SHALLOW<br />

Estamos en negociaciones con motivo <strong>de</strong>l matrimonio entre Ana Page y mi sobrino Slen<strong>de</strong>r, y<br />

hoy recibiremos la contestación.<br />

28


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

SLENDER<br />

Creo contar con vuestro consentimiento, suegro Page.<br />

PAGE<br />

Lo tenéis, maese Slen<strong>de</strong>r; os es <strong>com</strong>pletamente favorable; pero mi esposa, señor doctor, está<br />

no menos por vuestro partido.<br />

CAIUS<br />

¡Sí, por Cristo! ¡Y que la doncella me quiere! Así me lo ha repetido mi ama Quickly.<br />

HOSTELERO<br />

Y ¿qué <strong>de</strong>cís al joven señor Fenton? El cabriolea, baila, tiene en sus ojos el brillo <strong>de</strong> la juventud,<br />

escribe versos, habla festivamente y huele a perfume <strong>de</strong> abril y mayo. Ganará la partida,<br />

ganará la partida. Eso va en la masa <strong>de</strong> la sangre; ganará la partida.<br />

PAGE<br />

No será con mi consentimiento, os lo aseguro. Es un caballero sin porvenir. Se junta con el<br />

príncipe extravagante y con Pointz. Es <strong>de</strong> una región <strong>de</strong>masiado elevada y ha vivido mucho. No,<br />

no atará un nudo en su caudal con los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> mi fortuna. Si toma a mi hija, que la tome a<br />

ella sola. Mis bienes irán con mi consentimiento, y mi consentimiento no va en esa dirección.<br />

FORD<br />

Ruego cordialmente que algunos <strong>de</strong> vosotros vengáis a casa a <strong>com</strong>er conmigo. A más <strong>de</strong> buena<br />

mesa, habrá gran diversión. Os haré ver un monstruo. Venid, señor doctor, y vos también,<br />

señor Page, e igualmente vos, sir Hugo.<br />

SHALLOW<br />

Bueno, adios... Quedaremos más libres para los asuntos <strong>de</strong>l matrimonio en casa <strong>de</strong>l señor<br />

Page. (Salen SHALLOW y SLENDER.)<br />

CAIUS<br />

A casa, Juan Rugby; yo volveré en seguida. (Sale RUGBY.)<br />

HOSTELERO<br />

Adiós, amigos <strong>de</strong> mi corazón. Voy por mi honrado caballero Falstaff y a beber con él un trago<br />

<strong>de</strong> vino <strong>de</strong> Canarias. (Sale el HOSTELERO.)<br />

FORD<br />

(Aparte.) Creo que antes beberé yo con él una pipa <strong>de</strong> vino. Yo le haré danzar. ¿Queréis venir,<br />

señores?<br />

TODOS<br />

Somos con vos para ver ese monstruo. (Salen.)<br />

ESCENA III<br />

HABITACIÓN EN CASA DE FORD<br />

Entran MISTRESS FORD y MISTRESS PAGE.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Eh, Juan! ¡Eh, Roberto!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡A prisa, a prisa!... Es la canasta...<br />

MISTRESS FORD<br />

Estoy segura. ¡Eh, Robin, digo! (Entran CRIADOS con una canasta.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Venid, venid, venid.<br />

MISTRESS FORD<br />

Aquí, <strong>de</strong>scargadla.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Dad la or<strong>de</strong>n a vuestros criados. No hay tiempo que per<strong>de</strong>r.<br />

MISTRESS FORD<br />

29


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Pardiez, <strong>com</strong>o os tengo dicho, vos, Juan, y vos, Roberto, <strong>de</strong>béis estar ahí cerca, en la<br />

cervecería; y tan pronto <strong>com</strong>o os llame venid en seguida, sin dilación ni tropiezo, y tomando en<br />

vuestros hombros esta canasta la llevaréis a toda prisa a los lava<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la ciénaga <strong>de</strong><br />

Datchet, y allí la vaciaréis en la zanja cenagosa que está junto a la orilla <strong>de</strong>l Támesis.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿Lo habéis entendido?<br />

MISTRESS FORD<br />

Ya se lo he explicado una y otra vez. No les falta ninguna instrucción. Idos, y volved en el<br />

momento que os llame. (Salen los CRIADOS.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Aquí llega el rapazuelo Robin. (Entra ROBIN.)<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Qué hay, mosqueterillo mío? ¿Qué noticias traes?<br />

ROBIN<br />

Mi amo, sir Juan, ha venido a la puerta falsa, señora Ford, y solicita vuestra <strong>com</strong>pañía.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Juan Lanillas, ¿nos has sido fiel?<br />

ROBIN<br />

Sí, os doy mi palabra. Mi amo ignora que estáis aquí, y me ha amenazado con una libertad<br />

perpetua si os hablo <strong>de</strong>l asunto, pues ha jurado que me pondrá <strong>de</strong> patas en la calle.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Eres un buen chico. Este secreto será para ti un sastre que te cortará unas calzas y un jubón<br />

nuevos. Voy a escon<strong>de</strong>rme.<br />

MISTRESS FORD<br />

Hacedlo. Ve a <strong>de</strong>cir a tu amo que estoy sola. (Sale ROBIN.) Señora Page, acordaos <strong>de</strong> vuestro<br />

papel.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Te lo garantizo. Si no lo represento bien, silbadme. (Sale.)<br />

MISTRESS FORD<br />

Pues a ello entonces. Tratemos <strong>com</strong>o se merece a esta pestilente masa húmeda, a esta<br />

inmensa calabaza acuosa. Enseñémosle a distinguir las tórtolas <strong>de</strong> los grajos. (Entra<br />

FALSTAFF.)<br />

FALSTAFF<br />

«¿Por fin os tengo, joya celestial?» ¡Bien! Ahora <strong>de</strong>biera yo morir,pues he vivido lo bastante: he<br />

aquí el término <strong>de</strong> mi ambición. ¡Oh momento dichoso!<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Oh simpático sir Juan!<br />

FALSTAFF<br />

Señora Ford, yo no sé adular; yo no sé charlar, señora Ford. Ahora es mi <strong>de</strong>seo pecaminoso.<br />

¡Ojalá hubiera muerto vuestro marido! Ante el más encumbrado lord lo <strong>de</strong>clarara: te haría mi<br />

señora.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Yo mujer vuestra, sir Juan! ¡Ay! Sería una <strong>de</strong>sgraciada señora para vos.<br />

FALSTAFF<br />

¡Que la corte <strong>de</strong> Francia me presente otra igual! ¡Veo cómo tus ojos emularían el brillo <strong>de</strong>l<br />

diamante! La curva armoniosa <strong>de</strong> tus cejas correspon<strong>de</strong> exactamente con el peinado al navío, el<br />

peinado velero o cualquier otro peinado a la moda <strong>de</strong> Venecia.<br />

MISTRESS FORD<br />

Un sencillo pañuelo, sir Juan, es todo lo que pue<strong>de</strong> venirles bien, y aun eso es mucho.<br />

FALSTAFF<br />

¡Por el Señor, te traicionas a ti misma hablando así! ¡Serías una perfecta dama <strong>de</strong> corte, y el<br />

firme contoneo <strong>de</strong> tu pie prestaría a tu andadura la oscilación más seductora bajo los<br />

semicírculos <strong>de</strong>l guardainfante! Estoy viendo lo que serías si no te fuera adversa la Fortuna,<br />

pues la Naturaleza te ha favorecido, no pue<strong>de</strong>s ocultarlo.<br />

MISTRESS FORD<br />

Creedme, no hay tales cosas en mí.<br />

FALSTAFF<br />

¿Qué me ha inducido a amarte? Persuádate esto <strong>de</strong> que hay en ti algo extraordinario. Vamos,<br />

30


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

yo no puedo adular y <strong>de</strong>cir que eres esto y aquello <strong>com</strong>o tantos <strong>de</strong> esos pisaver<strong>de</strong>s que se<br />

presentan <strong>com</strong>o mujeres disfrazadas <strong>de</strong> hombres y huelen <strong>com</strong>o las hierbas <strong>de</strong> Bucklersbury en<br />

la estación en que se extraen los simples <strong>de</strong> las plantas aromáticas. Yo no puedo; pero te amo<br />

a ti sola y porque lo mereces.<br />

MISTRESS FORD<br />

No me traicionéis sir. Temo que améis a la señora Page.<br />

FALSTAFF<br />

Es <strong>com</strong>o si dijeras que me gusta pasear por la Counter-Gate, cosa que <strong>de</strong>testo <strong>com</strong>o las<br />

exhalaciones <strong>de</strong> un horno <strong>de</strong> cal.<br />

MISTRESS FORD<br />

Bueno; el Cielo sabe cuánto os amo, y algún día os convenceréis.<br />

FALSTAFF<br />

Conserva esa pasión, que la merezco.<br />

MISTRESS FORD<br />

No, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>círoslo, sed digno <strong>de</strong> ella, o <strong>de</strong> lo contrario pensaré <strong>de</strong> otro modo.<br />

ROBIN<br />

(Dentro.) ¡Señora Ford! ¡Señora Ford! La señora Page está a la puerta, toda agitada, sofocada y<br />

<strong>de</strong>spavorida, y quiere hablar con vos inmediatamente.<br />

FALSTAFF<br />

No me verá; voy a ocultarme <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los tapices.<br />

MISTRESS FORD<br />

Hacedlo, por favor. Es una mujer m<strong>uy</strong> chismosa.. (FALSTAFF se oculta. Entran <strong>de</strong> nuevo<br />

MISTRESS PAGE y ROBIN.) ¿Qué ocurre? ¡Qué hay!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Oh señora <strong>de</strong> Ford! ¿Qué habéis hecho? ¡Estáis afrentada, estáis <strong>de</strong>shonrada, estáis perdida<br />

para siempre!<br />

MISTRESS FORD<br />

Pero ¿qué ocurre, querida señora Page?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Oh, <strong>de</strong>sdicha, señora Ford! Teniendo por marido a un hombre honrado, darle semejarte motivo<br />

<strong>de</strong> sospecha.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Qué motivo <strong>de</strong> sospecha?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Qué motivo <strong>de</strong> sospecha! ¡Vergüenza para vos! ¡Cuánto me he equivocado respecto <strong>de</strong> vos!<br />

MISTRESS FORD<br />

Pero, ¡ay!, ¿<strong>de</strong> qué se trata?<br />

MISTRESS PAGE<br />

De que vuestro marido viene en este momento, mujer, con todos los alguaciles <strong>de</strong> Wíndsor, a<br />

sorpren<strong>de</strong>r a un galán que, según dice, está ahora aquí, en su casa, con vuestro<br />

consentimiento, para abusar <strong>de</strong> su ausencia. ¡Estáis perdida!<br />

MISTRESS FORD<br />

(Aparte.) Hablad más alto. ¡Pues yo digo que no es verdad!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡No permitan los Cielos que lo sea, que tengáis aquí a tal hombre! Pero es m<strong>uy</strong> cierto que<br />

vuestro esposo viene con la mitad <strong>de</strong> Windsor tras él para buscarle aquí. Me he a<strong>de</strong>lantado a<br />

ellos a fin <strong>de</strong> daros aviso. Si sois inocente, me alegro en el alma; pero si tenéis aquí un amigo,<br />

en seguida, en seguida hacedle salir. No os atolondréis. Llamad en vuestro auxilio todas<br />

vuestras faculta<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>d vuestra reputación o dad un adiós para siempre a vuestro buen<br />

nombre.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Qué hacer?... Tengo aquí un caballero, querida amiga, y temo menos mi propia vergüenza que<br />

el peligro que pueda correr. ¡Preferiría dar mil libras a que se hallara fuera <strong>de</strong> la casa!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Qué vergüenza! De nada sirve el «preferiría dar» o no «preferiría dar». Vuestro esposo se<br />

hallará aquí <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> breves instantes. Pensad en alguna solución. Ocultarlo en la casa es<br />

imposible. ¡Oh, cómo me habéis engañado! Mirad, aquí hay una canasta. Si él es <strong>de</strong> una<br />

estatura razonable podría agazaparse en ella y vos le cubriríais con ropas sucias <strong>com</strong>o para<br />

31


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

llevar al lavado, y puesto que todavía hay tiempo, enviarle con vuestros dos criados a los<br />

lava<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la ciénaga <strong>de</strong> Datchet.<br />

MISTRESS FORD<br />

Es <strong>de</strong>masiado gordo para caber ahí. ¿Qué hacer?<br />

FALSTAFF<br />

(Saliendo <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los tapices.) ¡Dejadme ver! ¡Dejadme ver! ¡Oh, <strong>de</strong>jadme ver! ¡Podré<br />

entrar! ¡Podré entrar! Seguid el consejo <strong>de</strong> vuestra amiga. ¡Podré entrar!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Cómo! ¡Sir Juan Falstaff! ¿En esto han venido a parar vuestras cartas, caballero?<br />

FALSTAFF<br />

(Aparte a MISTRESS PAGE.) ¡Es a ti a quien amo, y sólo a ti! Ayúdame a escapar. Déjame<br />

encogerme aquí. Nunca podré... (Se introduce en la canasta; lo cubren con ropa sucia.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Ayuda a tapar a tu señor, muchacho. Llamad a vuestros criados, señora Ford... ¡Desleal<br />

caballero!<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Eh, Juan! ¡Roberto! ¡Juan! (Sale ROBIN. Vuelven a entrar los CRIADOS.) ¡Levantad en seguida<br />

esa canasta <strong>de</strong> ropa! ¿Dón<strong>de</strong> está el palo para pasarlo por las asas? ¡Mirad cómo os<br />

bamboleáis! Llevadlo a la lavan<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la ciénaga <strong>de</strong> Datchet. ¡Pronto! ¡Vamos! (Entran FORD,<br />

PACE, CAIUS y SIR HUGO EVANS.)<br />

FORD<br />

Acercaos, os ruego. Si mis sospechas carecen <strong>de</strong> fundamento, burlaos entonces <strong>de</strong> mí,<br />

hacedme objeto <strong>de</strong> vuestra risa. Lo habré merecido... ¡Hola! ¿Qué lleváis ahí? ¿Adón<strong>de</strong> vais con<br />

eso?<br />

CRIADO<br />

A la lavan<strong>de</strong>ra, señor.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Vaya! ¿Qué tenéis que meteros en que lleven eso acá o allá? Sólo falta que os ocupéis <strong>de</strong>l<br />

lavado y apuntar la ropa.<br />

FORD<br />

¡Apuntar! Ya quisiera yo que lavándome se me quitara lo que me pue<strong>de</strong> apuntar. ¡Punta!<br />

¡Punta! ¡Sí, punta! ¡Punta, os lo garantizo! Y <strong>de</strong> la estación también, <strong>com</strong>o se verá luego. (Salen<br />

los CRIADOS con la canasta.) Caballeros, tuve un sueño anoche. Os lo voy a contar. Aquí, aquí,<br />

aquí tenéis mis llaves. Subid a mis habitaciones, buscad, registrad, miradlo todo. Os aseguro<br />

que atraparemos al zorro. Obstr<strong>uy</strong>amos primero esta salida. (Cerrando la puerta.) Así; ahora a<br />

la huronera.<br />

PAGE<br />

Querido señor Ford, tranquilizaos. A vos mismo os estáis haciendo <strong>de</strong>masiada ofensa.<br />

FORD<br />

¡Es cierto lo que digo, señor Page! A<strong>de</strong>lante, caballeros. Vais a divertiros pronto. Seguidme,<br />

señores. (Sale.)<br />

EVANS<br />

¡Rarezas fantásticas y celos!<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo! Esto no es la moda <strong>de</strong> Francia. En Francia nadie tiene celos.<br />

PAGE<br />

No, sigámosle, señores; veamos el resultado <strong>de</strong> sus pesquisas.<br />

(Salen PAGE, CAIUS y EVANS.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿No hay un doble mérito en la cosa?<br />

MISTRESS FORD<br />

No sé qué me <strong>de</strong>leita más, si la <strong>de</strong>cepción <strong>de</strong> mi esposo o la <strong>de</strong> sir Juan.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡En qué angustia estaría cuando preguntó vuestro esposo qué había en la canasta!<br />

MISTRESS FORD<br />

Temblando estoy que tenga necesidad <strong>de</strong> una colada; <strong>de</strong> modo que echarle al agua será para<br />

él un beneficio.<br />

MISTRESS PAGE<br />

32


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¡A la horca con ese <strong>de</strong>shonesto sinvergüenza! Me alegraría ver en el mismo trance a todos los<br />

<strong>de</strong> su jaez.<br />

MISTRESS FORD<br />

Pienso que mi marido tenía alguna sospecha particular <strong>de</strong> que Falstaff estaba aquí, porque<br />

nunca he visto estallar sus celos tan violentamente <strong>com</strong>o ahora.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Voy a urdir una trama para asegurarme <strong>de</strong> ello, y le jugaremos algunas tretas más a Falstaff.<br />

Su disoluta concupiscencia difícilmente ce<strong>de</strong>rá a este calmante.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Y si le enviásemos otra vez a esa liviana buscona <strong>de</strong> mistress Quickly para ofrecerle excusas<br />

por haberle arrojado al lava<strong>de</strong>ro e infundirle nuevas esperanzas que le hagan caer en otro<br />

castigo?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Hagámoslo. Que venga mañana a las ocho para darle excusas.<br />

(Vuelven a entrar FORD, PAGE, CAIUS y SIR HUGO EVANS.)<br />

FORD<br />

¡No puedo hallarle! ¡Tal vez el bribón se jactaba <strong>de</strong> lo que no podía conseguir!<br />

MISTRESS PAGE<br />

(Aparte a MISTRESS FORD.) ¿Oís eso?<br />

MISTRESS FORD<br />

(Aparte a MISTRESS PAGE.) ¡Sí, sí; silencio!... Tenéis un lindo modo <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r conmigo,<br />

señor Ford; ¿no es así?<br />

FORD<br />

Convengo en ello.<br />

MISTRESS FORD<br />

El Cielo os haga mejor que vuestros pensamientos.<br />

FORD<br />

¡Amén!<br />

MISTRESS PAGE<br />

Os causáis grave ofensa, señor Ford.<br />

FORD<br />

Sí, si, <strong>de</strong>bo reconocerlo.<br />

EVANS<br />

¡Si hay alguien en la casa, en los cuartos, en los baúles y en los armarios, no me absuelva el<br />

Cielo <strong>de</strong> mis pecados el día <strong>de</strong>l juicio final!<br />

CAIUS<br />

¡Por Cristo, yo tampoco he hallado a nadie! ¡No hay un alma!<br />

PAGE<br />

¡Uf, uf, señor Ford! ¿No os avergonzáis? ¿Qué espíritu, qué <strong>de</strong>monio os sugiere esas quimeras?<br />

¡No quisiera tener en estos asuntos vuestra vehemencia ni por todas las riquezas <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong><br />

Windsor!<br />

FORD<br />

Mía es la culpa, señor Page; por ello la sufro.<br />

EVANS<br />

Sufrís los tormentos <strong>de</strong> una mala conciencia. Vuestra esposa es una mujer tan pura <strong>com</strong>o ya<br />

quisiera yo encontrarla entre cinco mil y quinientas más.<br />

CAIUS<br />

¡Voto a Cristo! ¡Veo que es una mujer honrada!<br />

FORD<br />

Bien; os prometí una <strong>com</strong>ida. Venid, <strong>de</strong>mos un paseo por el parque. Os ruego que me<br />

perdonéis. Más tar<strong>de</strong> os diré por qué he obrado así. Vamos, mujer; vamos, señora Page, os<br />

suplico que me perdonéis; perdonadme, os lo pido <strong>de</strong> corazón.<br />

PAGE<br />

Vayamos, caballeros; pero creedme que le haremos objeto <strong>de</strong> nuestra mofa. Os invito a<br />

almorzar en casa mañana temprano. Después iremos a caza <strong>de</strong> altanería. Tengo un buen<br />

halcón para la espesura. ¿Os a<strong>com</strong>oda?<br />

FORD<br />

Como queráis.<br />

33


EVANS<br />

Si hay uno, yo seré el segundo <strong>de</strong> la partida.<br />

CAIUS<br />

Y si hay uno o dos, yo seré el tercero.<br />

EVANS<br />

Eso es vergonzoso en vuestra boca.<br />

FORD<br />

Os ruego que vengáis, señor Page.<br />

EVANS<br />

Os suplico ahora que os acordéis mañana <strong>de</strong> ese piojoso bribón <strong>de</strong><br />

hostelero.<br />

CAIUS<br />

Está bien. ¡Por Cristo, que lo haré con todo mi corazón!<br />

EVANS<br />

¡Piojoso bribón! ¡Permitirse burlas y bromas! (Salen.)<br />

ESCENA IV<br />

HABITACIÓN EN CASA DE PAGE<br />

Entran FENTON, ANA PAGE y MISTRESS QUICKLY<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

MISTRESS QUICKLY permanece aparte.<br />

FENTON<br />

Veo que no puedo alcanzar el afecto <strong>de</strong> tu padre. Por consiguiente, no me obligues <strong>de</strong> nuevo,<br />

dulce Anita, a que me entreviste con él.<br />

ANA<br />

¡Ay! ¿Qué hacer, pues?<br />

FENTON<br />

Pues ser tú, tú misma. Se opone porque consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>masiado alta mi alcurnia y presume que,<br />

<strong>com</strong>prometido por mis gastos mi caudal, sólo procuro restablecerlo a la sombra <strong>de</strong> su riqueza.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> esto, suscita otros obstáculos, mis turbulencias pasadas, mis relaciones<br />

<strong>de</strong>disipación, y sostiene que es imposible que yo te ame <strong>de</strong> otra manera sino <strong>com</strong>o una<br />

propiedad.<br />

ANA<br />

Pue<strong>de</strong> que diga la verdad.<br />

FENTON<br />

¡No, y si miento, que el Cielo me <strong>de</strong>sampare en el futuro! Confieso que la fortuna <strong>de</strong> tu padre<br />

fue el primer móvil que me impulsó a buscarte, Ana. Sin embargo, cuando te conocí hallé que<br />

eras superior a las monedas <strong>de</strong> oro o a las sumas <strong>de</strong> cualquier otro metal, y ahora no<br />

ambiciono mas que la verda<strong>de</strong>ra riqueza <strong>de</strong> ti misma.<br />

ANA<br />

Gentil señor Fenton: insistid todavía en solicitar el afecto <strong>de</strong> mi padre; buscadlo aún, señor. Si<br />

la oportunidad y la humil<strong>de</strong> solicitud nada consiguieren, pues bien, entonces..., escuchad aquí...<br />

(Conversan aparte. Entran SHALLOW y SLENDER.)<br />

SHALLOW<br />

Interrumpid su conversación, señora Quickly. Mi pariente hablará por cuenta propia.<br />

SLENDER<br />

Voy a echarla una flor o piropo. Aunque resbale, esto sólo es aventurar.<br />

SHALLOW<br />

No os intimidéis.<br />

34


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

SLENDER<br />

No, ella no me intimida. No tengo miedo <strong>de</strong> eso; y, sin embargo, tengo miedo.<br />

QUICKLY<br />

Oíd: el señor Slen<strong>de</strong>r quisiera cruzar con vos una palabra.<br />

ANA<br />

Soy con él. (Aparte.) Es el elegido <strong>de</strong> mi padre. ¡Oh! ¡Qué conjunto <strong>de</strong> cosas viles y feos<br />

<strong>de</strong>fectos borra una renta anual <strong>de</strong> trescientas libras esterlinas!<br />

QUICKLY<br />

¿Y qué tal, querido señor Fenton? Una palabra, por favor.<br />

SHALLOW<br />

¡Ya viene! ¡A ella, sobrino! ¡Oh muchacho, qué padre has tenido!<br />

SLENDER<br />

He tenido un padre, señorita Ana... Mi tío pue<strong>de</strong> contaros <strong>de</strong> él m<strong>uy</strong> buenas ocurrencias. Por<br />

favor, tío, contad a la señorita Ana cómo mi padre sacó un día dos gansos fuera <strong>de</strong> la jaula,<br />

querido tío.<br />

SHALLOW<br />

Señorita Ana, mi sobrino os adora.<br />

SLENDER<br />

Sí que es verdad, <strong>com</strong>o nunca fue adorada mujer alguna en el condado <strong>de</strong> Gloster.<br />

SHALLOW<br />

Y os hará vivir <strong>com</strong>o una princesa.<br />

SLENDER<br />

Si que lo haré, y con traje <strong>de</strong> cola larga, <strong>com</strong>o correspon<strong>de</strong> a un escu<strong>de</strong>ro.<br />

SHALLOW<br />

Y os hará una mejora <strong>de</strong> ciento y cincuenta libras.<br />

ANA<br />

Querido señor Shallow, <strong>de</strong>jadle a él hacer la corte.<br />

SHALLOW<br />

¡Caramba!, os doy las gracias por ello. Os agra<strong>de</strong>zco este <strong>de</strong>scanso. Os llama, sobrino. Os <strong>de</strong>jo<br />

juntos.<br />

ANA<br />

¿Qué tal, señor Slen<strong>de</strong>r?<br />

SLENDER<br />

¿Qué tal, apreciable señorita Ana?<br />

ANA<br />

¿Cuál es vuestra última voluntad?<br />

SLENDER<br />

¿Mi última voluntad? ¡Zapateta! ¡Bonita broma, verda<strong>de</strong>ramente! ¡Gracias a Dios, todavía no he<br />

hecho testamento! Aun no he enfermado, gracias a Dios.<br />

ANA<br />

Quiero <strong>de</strong>cir, señor Slen<strong>de</strong>r, qué es lo que <strong>de</strong>seáis <strong>de</strong> mí.<br />

BLENDER<br />

Por mi parte, bien poco o nada en verdad. Vuestro padre y mi tío han hecho proposiciones. ¡Si<br />

logro mi <strong>de</strong>seo, bien, y si no, Dios sea con todos! Ellos podrán <strong>de</strong>ciros mejor que yo cómo van<br />

las cosas. Podéis preguntarlo a vuestro padre, que aquí viene. (Entran PAGE y MISTRESS<br />

PAGE.)<br />

PAGE<br />

¿Qué tal, maese Slen<strong>de</strong>r? ¡Ámale, querida Ana! ¡Cómo! ¡Qué veo! ¿Qué hace aquí maese<br />

Fenton? Me agraviáis, señor, empeñándoos en frecuentar mi casa. Os he dicho, señor, que mi<br />

hija está <strong>com</strong>prometida.<br />

FENTON<br />

No os alteréis, señor Page.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Querido Señor Fenton, no volváis a visitar a mi niña.<br />

PAGE<br />

No es partido para vos.<br />

FENTON<br />

Señor, ¿tenéis la bondad <strong>de</strong> escucharme?<br />

35


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

PAGE<br />

No, querido señor Fenton. Venid, maese Shallow; venid, yerno Slen<strong>de</strong>r. Sabiendo mi <strong>de</strong>cisión<br />

hacéis mal en insistir, señor Fenton.<br />

(Salen PAGE, SHALLOW y SLENDER.)<br />

QUICKLY<br />

Hablad a la señora Page.<br />

FENTON<br />

Bondadosa señora Page, porque amo a vuestra hija con toda la lealtad <strong>de</strong> mi afecto, fuerza es<br />

que sostenga mi pretensión. Contra todos los obstáculos, repulsas y <strong>de</strong>saires seguiré<br />

enarbolando el pabellón <strong>de</strong> mi amor y no me batiré en retirada. Conce<strong>de</strong>dme vuestra buena<br />

voluntad.<br />

ANA<br />

¡Buena madre, no me caséis con aquel idiota!<br />

MISTRESS PAGE<br />

No es ésa mi intención. Busco para ti mejor marido.<br />

QUICKLY<br />

Y ése es mi amo, el señor doctor.<br />

ANA<br />

¡Ay <strong>de</strong> mí! Antes quisiera verme enterrada viva y ser apaleada en muerte con nabos.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Vamos, no te aflijas. Querido señor Fenton, no quiero ser ni amiga ni enemiga vuestra.<br />

Son<strong>de</strong>aré a mi hija respecto <strong>de</strong> los sentimientos que le inspiráis, y según lo que en ella<br />

<strong>de</strong>scubra, en<strong>de</strong>rezaré mi parecer. Hasta entonces, adiós, señor. Es necesario que ella entre; <strong>de</strong><br />

lo contrario, se in<strong>com</strong>odaría su padre.<br />

FENTON<br />

Adiós, amable señora. Anita, adiós. (Salen MISTRESS PAGE y ANA.)<br />

QUICKLY<br />

Todo esto es obra mía. «Pues qué- le dije-, ¿vais a malograr vuestra hija dándola a un imbécil o<br />

a un médico? Conviene pensar en el señor Fenton.» Esta es mi obra.<br />

FENTON<br />

Te doy las gracias, y te ruego que esta noche entregues esta sortija a mi dulce Anita. Toma,<br />

por tus molestias.<br />

QUICKLY<br />

¡Que el Cielo te llene <strong>de</strong> prosperida<strong>de</strong>s! (Sale FENTON.) ¡Qué buen corazón tiene! Una mujer se<br />

lanzaría entre el agua y el fuego por tan buen corazón. Y, sin embargo, yo preferiría que la<br />

señorita Ana fuese para mi amo, o para el señor Slen<strong>de</strong>r, o, en fin, para el señor Fenton. Haré<br />

lo que pueda por los tres, ya que así lo he prometido y que soy incapaz <strong>de</strong> faltar a mi palabra;<br />

pero especialmente por el señor Fenton. Bien; ahora <strong>de</strong>beré llevar otro mensaje a sir Juan <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong> mis dos señoras. ¡Qué bestia soy por tardarme tanto! (Sale.)<br />

ESCENA V<br />

APOSENTO EN LA POSADA DE LA JARRETIERA<br />

FALSTAFF<br />

¡Bardolf, digo!...<br />

BARDOLF<br />

Aquí estoy, señor.<br />

FALSTAFF<br />

Ve a traerme una pinta <strong>de</strong> Jerez; colócale una tostada encima. (Sale BARDOLF.) ¿He vivido para<br />

ver que se me lleve en una canasta y se me arroje al Támesis <strong>com</strong>o un montón <strong>de</strong> <strong>de</strong>secho <strong>de</strong><br />

carnicero? Bien; si vuelvo a sufrir fiasco semejante, he <strong>de</strong> hacer que mis sesos sirvan para<br />

<strong>com</strong>ida a los perros el día <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> año. Los pillastres me arrojaron al río con tan poco<br />

36


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

remordimiento <strong>com</strong>o si se tratara <strong>de</strong> los cachorros cegatos <strong>de</strong> una perra que hubiese parido<br />

quince. ¡Y que por mi tamaño es fácil ver que tengo propensión a sumergirme! Si el fondo <strong>de</strong>l<br />

río fuera tan profundo <strong>com</strong>o el infierno, habría llegado hasta abajo. A no haber sido rocosa y<br />

poco honda la margen, <strong>de</strong> seguro me hubiera ahogado, clase <strong>de</strong> muerte que aborrezco, porque<br />

el agua hincha al hombre, y ¡qué cuerpo sería el mío si se hinchara! ¡Parecería la momia <strong>de</strong> una<br />

montaña! (Vuelve a entrar BARDOLF con el Jerez.)<br />

BARDOLF<br />

Señor, aquí está la señora Quickly, que viene a hablaros.<br />

FALSTAFF<br />

Trae, vaciemos un poco <strong>de</strong> Jerez sobre el agua <strong>de</strong>l Támesis, porque tengo el vientre tan frío,<br />

que se dijera que he tragado copos <strong>de</strong> nieve a modo <strong>de</strong> píldoras para refrescarme los riñones.<br />

Llámala.<br />

BARDOLF<br />

Entrad, señora. (Entra MISTRESS QUICKLY.)<br />

QUICKLY<br />

Con vuestro permiso. Solicito vuestra merced doy los buenos días a vuestra señoría.<br />

FALSTAFF<br />

Llévate esos cálices y ve a prepararme un pote fino <strong>de</strong> Jerez.<br />

BARDOLF<br />

¿Con huevos, señor?<br />

FALSTAFF<br />

Sin mezcla. No quiero germen <strong>de</strong> gallina en mi brebaje. (Sale BARDOLF.) ¡Qué hay!<br />

QUICKLY<br />

Pardiez, señor, vengo a ver a vuestra señoría <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> mistress Ford.<br />

FALSTAFF<br />

¡Mistress Ford! Ya he tenido bastante ford. Fui arrojado en el ford, en el vacío. ¡Tengo el vientre<br />

lleno <strong>de</strong> ford!<br />

QUICKLY<br />

¡Ay, qué <strong>de</strong>sgracia! ¡Pobrecita! No fue culpa s<strong>uy</strong>a. ¡Si vierais cómo ha reñido a sus criados!<br />

Equivocaron su erección.<br />

FALSTAFF<br />

Lo mismo que yo, por fundar mis esperanzas en una mujer atolondrada.<br />

QUICKLY<br />

Bien; ella lo lamenta, señor, hasta el punto <strong>de</strong> que si la vierais se os partiría el corazón. Su<br />

marido sale esta mañana a caza <strong>de</strong> pájaros; ella os ruega una vez más que vayáis a verla entre<br />

ocho y nueve. Debo llevarle una contestación inmediata. Os dará satisfacciones, os lo garantizo.<br />

FALSTAFF<br />

Bueno; la visitaré. Díselo así, y que piense lo que es un hombre, que consi<strong>de</strong>re su fragilidad, y<br />

entonces que juzgue <strong>de</strong> mi mérito.<br />

QUICKLY<br />

Se lo diré.<br />

FALSTAFF<br />

Hazlo así. ¿Entre nueve y diez has dicho?<br />

QUICKLY<br />

Ocho y nueve, señor.<br />

FALSTAFF<br />

Bien; márchate. No <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> verla.<br />

QUICKLY<br />

La paz sea con vos, señor. (Sale.)<br />

FALSTAFF<br />

Me extraña no tener noticias <strong>de</strong> maese Brook. Me ha enviado a <strong>de</strong>cir que le aguardara <strong>de</strong>ntro.<br />

Me agrada bastante su dinero. ¡Oh! He aquí que viene. (Entra FORD.)<br />

FORD<br />

¡Dios os guar<strong>de</strong>, señor!<br />

FALSTAFF<br />

Hola, señor Brook; ¿venís a saber lo que ha pasado entre la señora Ford y yo?<br />

FORD<br />

Efectivamente, sir Juan, ese es el objeto <strong>de</strong> mi visita.<br />

37


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FALSTAFF<br />

Señor Brook, no he <strong>de</strong> mentiros: estuve en casa a la hora convenida.<br />

FORD<br />

Y ¿qué tal os fue, señor?<br />

FALSTAFF<br />

M<strong>uy</strong> <strong>de</strong>sgraciadamente, señor Brook.<br />

FORD<br />

¿Cómo es posible, señor? ¿Había mudado ella <strong>de</strong> parecer?<br />

FALSTAFF<br />

No, señor Brook; pero el <strong>de</strong>s<strong>com</strong>unal cornudo <strong>de</strong> su marido, señor Brook, que vive en la<br />

continua alarma <strong>de</strong>l celoso, llegó en el instante <strong>de</strong> nuestro encuentro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> habernos<br />

abrazado, besado y hecho protestas <strong>de</strong> amor, o sea cuando terminábamos, por <strong>de</strong>cirlo así, el<br />

prólogo <strong>de</strong> nuestra <strong>com</strong>edia; y pisándole los talones, una caterva <strong>de</strong> satélites, instigados y<br />

provocados por su mala índole, los cuales, podéis creerme, registraron la casa para <strong>de</strong>scubrir el<br />

amante <strong>de</strong> su mujer.<br />

FORD<br />

¡Cómo! ¿Mientras estabais vos allí?<br />

FALSTAFF<br />

Mientras yo estaba allí.<br />

FORD<br />

¿Y os buscó y no pudo encontraros?<br />

FALSTAFF<br />

Vais a oírlo... Como si la buena suerte lo hubiera dispuesto, llega una señora Page, da aviso <strong>de</strong><br />

la llegada <strong>de</strong> Ford, y gracias a su estratagema y a la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> Ford, me<br />

hicieron entrar en una canasta <strong>de</strong> ropa.<br />

FORD<br />

¡En una canasta <strong>de</strong> ropa!<br />

FALSTAFF<br />

¡Por Dios, en una canasta <strong>de</strong> ropa para lavar! Amontonado entre ropa sucia, camisas y<br />

enaguas, hediondas calcetas y medias y servilletas grasientas; <strong>de</strong> modo, señor Brook, que<br />

jamás nariz humana sintió semejante <strong>com</strong>puesto <strong>de</strong> pestilentes olores.<br />

FORD<br />

¿Y cuánto tiempo habéis permanecido allí?<br />

FALSTAFF<br />

Pues vais a oírlo, señor Brook, y cuánto he pa<strong>de</strong>cido por inducir a esta mujer al mal, en interés<br />

vuestro. Así acondicionado en la canasta, la señora Ford llamó a un par <strong>de</strong> criados bribones al<br />

servicio <strong>de</strong> su marido para hacerme llevar a los lava<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la ciénaga <strong>de</strong> Datchet Tomáronme<br />

en hombros; encontraron al celoso bribón <strong>de</strong> su marido en la puerta, quien les preguntó una o<br />

dos veces lo que llevaban en la canasta... Me tembló el cuerpo sólo <strong>de</strong> pensar que el lunático<br />

sinvergüenza hubiera practicado un registro. Pero el Destino, que ha <strong>de</strong>cretado que <strong>de</strong>be morir<br />

cornudo, <strong>de</strong>tuvo su mano. Bueno; él se fue a hacer su pesquisición y yo seguí caminando en<br />

calidad <strong>de</strong> ropa sucia. Pero aten<strong>de</strong>d a lo que aconteció luego, señor Brook. He sufrido las<br />

torturas <strong>de</strong> tres distintas muertes: primero, un terror insoportable <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>scubierto por el<br />

apolillado carnero manso; segundo, estar enrollado <strong>com</strong>o un buen bilbao en la circunferencia <strong>de</strong><br />

un picotín, la punta con la guarnición y la cabeza con los pies; y luego ser embutido allí <strong>com</strong>o<br />

para ser <strong>de</strong>stilado, entre pestíferas telas que fermentaban en su propia grasa. Pensad en esto:<br />

un hombre <strong>de</strong> mi temperamento, meditadlo bien, sensible al calor <strong>com</strong>o la manteca, un hombre<br />

que está continuamente sudando y <strong>de</strong>rritiéndose. Milagro fue el escapar a la asfixia... Y en lo<br />

más álgido <strong>de</strong> este baño, cuando estaba ya medio cocido en aceite <strong>com</strong>o guisado holandés, ser<br />

arrojado al Támesis, y enfriarme, ardiendo <strong>de</strong> calor, en aquella agua glacial, <strong>com</strong>o herradura <strong>de</strong><br />

caballo. ¡Consi<strong>de</strong>rad esto, un calor <strong>de</strong> fragua! ¡Consi<strong>de</strong>rad esto, maese Brook!<br />

FORD<br />

Siento gran pesadumbre, señor, <strong>de</strong> que hayáis sufrido por culpa mía todo eso. Juzgo, pues,<br />

<strong>de</strong>sesperada mi pretensión. ¿No pensaréis en otra tentativa?<br />

FALSTAFF<br />

Señor Brook, consentiría en ser arrojado al Etna, <strong>com</strong>o lo he sido al Támesis, antes que <strong>de</strong>jarla<br />

<strong>de</strong> este modo. Su esposo ha salido esta mañana a caza <strong>de</strong> pájaros. He recibido <strong>de</strong> ella otro<br />

mensaje dándome nueva cita. La hora es entre ocho y nueve, señor Brook.<br />

38


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FORD<br />

Pues ya han dado las ocho, señor.<br />

FALSTAFF<br />

¿Ya? Entonces acudo inmediatamente a la cita. Venid a verme cuando os plazca y os daré<br />

cuenta <strong>de</strong> lo que a<strong>de</strong>lante. Y la conclusión será coronada por vuestro yacimiento con ella. ¡La<br />

tendréis, señor Brook! ¡Señor Brook, encornudaréis a Ford! (Sale.)<br />

FORD<br />

¡Hum! ¡Ah! ¿Es esto una visión? ¿Es esto un sueño? ¿Estoy dormido? ¡Maese Ford, <strong>de</strong>spierta!<br />

¡Despierta, maese Ford! ¡Hay un agujero en tu mejor vestido, maese Ford! ¡Esto tiene el<br />

haberse casado! ¡He aquí lo que da el tener ropas y canastas! Bien; yo haré saber a todo el<br />

mundo lo que soy. ¡No se evadirá ahora el lascivo! ¡Está en mi casa! ¡No pue<strong>de</strong> escapárseme,<br />

es imposible! ¡No pue<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse en la bolsa <strong>de</strong> un penique ni en una pimentera! Pero por<br />

temor <strong>de</strong> que le ayu<strong>de</strong> el diablo, registraré hasta los rincones más inabordables... ¡Aunque no<br />

pueda evitar lo que soy, al menos no me resignaré mansamente a ser lo que no quisiera! No<br />

me calificarán <strong>de</strong> consentido. ¡Si tengo cuernos capaces <strong>de</strong> hacerme furioso, yo torceré el<br />

refrán a mi favor, apaleando en vez <strong>de</strong> ser apaleado! (Sale.)<br />

ACTO CUARTO<br />

ESCENA PRIMERA<br />

LA CALLE<br />

Entran MISTRESS PAGE, MISTRESS QUICKLY y GUILLERMO.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿Piensas que esté ya en casa <strong>de</strong> Ford?<br />

QUICKLY<br />

Sin duda que se halla a estas horas, o no tardará; pero no podéis creer lo furioso que se ha<br />

puesto por haber sido arrojado al agua. La señora <strong>de</strong> Ford os ruega que vayáis<br />

inmediatamente.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Seré con ella <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un instante. No voy a hacer mas que <strong>de</strong>jar a mi niño en la escuela.<br />

Mirad don<strong>de</strong> viene su maestro. Es día <strong>de</strong> asueto a lo que veo. (Entra SIR HUGO EVANS.) ¡Hola,<br />

sir Hugo! ¿No hay hoy escuela?<br />

EVANS<br />

No; el señor Slen<strong>de</strong>r ha dado a los chicos permiso para jugar.<br />

QUICKLY<br />

¡Bendito sea su corazón!<br />

MISTRESS PAGE<br />

Sir Hugo, mi esposo dice que mi hijo no hace ningún progreso en sus estudios. Os suplico le<br />

hagáis algunas preguntas a su alcance.<br />

EVANS<br />

Ven acá, Guillermo. Alza la cabeza. Ven.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Vamos, picarillo, levanta la cabeza; respon<strong>de</strong> a tu maestro, no tengas miedo.<br />

EVANS<br />

Guillermo, ¿Cuántos números hay en los nombres?<br />

GUILLERMO<br />

Dos.<br />

QUICKLY<br />

En verdad, creí que había uno más, porque se dice «número impar.<br />

EVANS<br />

¡Basta <strong>de</strong> charla!... ¿Qué es bello en latín, Guillermo?<br />

GUILLERMO<br />

39


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Pulcher.<br />

QUICKLY<br />

¡Pulgas! Hay cosas más bellas que pulgas seguramente.<br />

EVANS<br />

¡Qué mujer más necia! ¡Silencio, por favor! ¿Qué es lapis, Guillermo?<br />

GUILLERMO<br />

Piedra.<br />

EVANS<br />

Y ¿qué es piedra, Guillermo?<br />

GUILLERMO<br />

Un guijarro.<br />

EVANS<br />

No, es lapis. Te suplico lo retengas en la memoria.<br />

GUILLERMO<br />

Lapis.<br />

EVANS<br />

Eso es, querido Guillermo. ¿Y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> se toman los artículos, Guillermo?<br />

GUILLERMO<br />

Los artículos provienen <strong>de</strong>l Pronombre y se <strong>de</strong>clinan así: Singulariter, nominativo, hic, haec,<br />

hoc.<br />

EVANS<br />

Nominativo, hig, hag, hog; fíjate, por favor; genitivo, hujus. Bien. ¿Cómo se hace el caso<br />

acusativo?<br />

GUILLERMO<br />

Accusativo, hinc.<br />

EVANS<br />

Por favor, recuérdalo bien, niño: accusativo, hung, hang, hog.<br />

QUICKLY<br />

Hang hog es latín <strong>de</strong> tocino, os lo aseguro.<br />

EVANS<br />

¡Dejad vuestras charlatanerías, mujer! ¿Cuál es el caso vocativo, Guillermo?<br />

GUILLERMO<br />

0. Vocativo, 0.<br />

EVANS<br />

Acuérdate, Guillermo: vocativo, caret.<br />

QUICKLY<br />

¡Y que es una buena raíz!<br />

EVANS<br />

¡Por Dios, mujer!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Silencio!<br />

EVANS<br />

¿Cuál es el caso <strong>de</strong>l genitivo plural, Guillermo?<br />

GUILLERMO<br />

¿El caso genitivo?<br />

EVANS<br />

Sí.<br />

GUILLERMO<br />

Genitive, orum, arum, orum.<br />

QUICKLY<br />

¡Caramba con el caso <strong>de</strong> la Genital! ¡Qué vergüenza! ¡Nunca la nombres, niño, si es una puta!<br />

EVANS<br />

¡Por pudor, señora!<br />

QUICKLY<br />

Es mala cosa enseñar a los niños tales palabras. ¿Enseñarle el hick y el hack, que lo apren<strong>de</strong>n<br />

solos los muchachos, y apelar al horum? ¡Es vergonzoso para vos!<br />

EVANS<br />

¿Estás loca, mujer? ¿No conoces los casos, números y géneros? Eres la criatura cristiana más<br />

40


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

estúpida que he visto.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Haced el favor <strong>de</strong> callar!<br />

EVANS<br />

Recítame ahora, Guillermo, algunas <strong>de</strong>clinaciones <strong>de</strong> los pronombres.<br />

GUILLERMO<br />

Pues se me han olvidado.<br />

EVANS<br />

Es así: qui, quae, quod; si olvidaste ya los quis, los quaes y los quods, <strong>de</strong>bes ser castigado. Ve<br />

a tus sitios y juegos, anda.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Es mejor estudiante <strong>de</strong> lo que yo creía.<br />

EVANS<br />

Tiene una memoria excelente. ¡Adiós, señora Page!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Adiós, querido sir Hugo! (Sale SIR HUGO.) Vuelve a casa, muchacho...Vamos, nos hemos<br />

retardado mucho. (Salen.)<br />

ESCENA II<br />

Aposento en casa <strong>de</strong> Ford<br />

Entran FALSTAFF y MISTRESS FORD.<br />

FALSTAFF<br />

Señora Ford, vuestro pesar ha <strong>de</strong>vorado mi sufrimiento. Veo que sois consecuente en vuestro<br />

amor, y os prometo que el mío no se diferenciará <strong>de</strong>l vuestro en el grueso <strong>de</strong> un cabello, no<br />

solamente, señora Ford, en cuanto al amor en sí, sino también en todos los accesorios,<br />

<strong>com</strong>plementos y ceremonias que le a<strong>com</strong>pañan. Pero ¿estáis ahora segura <strong>de</strong> vuestro marido?<br />

MISTRESS FORD<br />

Ha salido a pájaros, simpático sir Juan.<br />

MISTRESS PAGE<br />

(Dentro.) ¡Hola, eh! ¡Comadre Ford! ¡Hola, eh!<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Meteos en esa sala, sir Juan! (Sale FALSTAFF. Entra<br />

MISTRESS PAGE.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Hola, amiguita! ¿Quién hay en la casa a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> vos?<br />

MISTRESS FORD<br />

Pues nadie mas que mis criados.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡En serio!<br />

MISTRESS FORD<br />

No, <strong>de</strong> veras. (Aparte a ella.) Hablad más alto.<br />

MISTRESS PAGE<br />

A la verdad, me alegro <strong>de</strong> que no haya aquí nadie.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Por qué?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Porque vuestro esposo, mujer, vuelve a sus viejas manías. Está allá abajo con mi marido,<br />

echando pestes contra todos los matrimonios habidos y por haber, maldiciendo <strong>de</strong> todas las<br />

hijas <strong>de</strong> Eva <strong>de</strong> cualquier condición, y se golpea en la frente, gritando: «¡Salid fuera, salid<br />

fuera!» De manera que la locura más furiosa es mera mansedumbre, paciencia y cortesía<br />

<strong>com</strong>parada con su <strong>de</strong>stemplanza <strong>de</strong> ahora. Me alegro <strong>de</strong> que el caballero gordo no se halle<br />

41


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

aquí.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Qué! ¿Habla <strong>de</strong> él?<br />

MISTRESS PAGE<br />

De nadie sino <strong>de</strong> él, y jura que se evadió en una canasta la pasada vez que lo buscó; asegura a<br />

mi marido que está en este momento aquí, y ha hecho que todos los que le a<strong>com</strong>pañaban <strong>de</strong><br />

caza abandonen su recreo para practicar otro registro que confirme sus sospechas. Pero me<br />

alegro <strong>de</strong> que el caballero no se encuentre aquí; ahora verá su propia locura.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Está cerca, señora Page?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Poco más o menos, al final <strong>de</strong> la calle; conque no tardará en llegar<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Estoy perdida! ¡El caballero está aquí!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Pues ahora sí que estáis <strong>de</strong>shonrada, y ya se pue<strong>de</strong> él dar por muerto! ¡Qué mujer sois!<br />

¡Hacedle salir, hacedle salir! ¡Más vale un escándalo que un asesinato!<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Por dón<strong>de</strong> podría salir? ¿Cómo le ocultaría? ¿Le pondremos otra vez en la canasta? (Vuelve a<br />

entrar FALSTAFF.)<br />

FALSTAFF<br />

¡No, no volveré a entrar más en la canasta! ¿No puedo salir antes <strong>de</strong> que él venga?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Ay! Tres hermanos <strong>de</strong>l señor Ford guardan la puerta, pistola en mano, para que nadie pueda<br />

salir. De otro modo, habríais podido evadiros antes <strong>de</strong> llegar él. Pero ¿qué hacéis aquí?<br />

FALSTAFF<br />

¿Qué hacer? Voy a subirme por la chimenea.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Tienen la costumbre <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargar allí sus escopetas cuando vienen<br />

<strong>de</strong> caza!<br />

MISTRESS PAGE<br />

Meteos por la boca <strong>de</strong>l horno.<br />

FALSTAFF<br />

¿Dón<strong>de</strong> está?<br />

MISTRESS FORD<br />

Os buscaría allí, palabra. Ni armario, cofre, maleta, pozo, bóveda ni rincón le quedarán por<br />

registrar, pues lleva nota escrita <strong>de</strong> todo y se guiará por ella. ¡No es posible ocultaros en la<br />

casa!<br />

FALSTAFF<br />

¡Saldré, pues!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Si salís tal <strong>com</strong>o vais, hallaréis la muerte, sir Juan!... A no ser que salgáis disfrazado...<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Cómo lo disfrazaríamos?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Qué <strong>de</strong>sgracia! No se me ocurre nada. No hay vestido <strong>de</strong> mujer bastante ancho para él. De no<br />

ser así, le pondríamos un sombrero, un velo y un pañuelo y podía escapar.<br />

FALSTAFF<br />

Queridas amigas, imaginad algo. Un recurso cualquiera, antes que una catástrofe.<br />

MISTRESS FORD<br />

La tía <strong>de</strong> mi doncella, la mujer gorda <strong>de</strong> Brainford, tiene arriba una bata.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Palabra que ha <strong>de</strong> servirle; es <strong>de</strong> su mismo talle. Y allí están también su sombrero <strong>de</strong> paja y su<br />

manto... Subid, sir Juan.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Id, id, simpático sir Juan! Mistress Page y yo buscaremos alguna toca para la cabeza.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Aprisa, aprisa! Iremos inmediatamente a vestiros. Poneos, mientras, la bata. (Sale FALSTAFF.)<br />

42


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

MISTRESS FORD<br />

Me alegraría que lo hallase mi marido en ese disfraz. No pue<strong>de</strong> sufrir a la vieja <strong>de</strong> Brainford.<br />

Jura que es bruja; le ha prohibido entrar en casa y la ha amenazado con echarla a golpes.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡El Cielo le ponga bajo el garrote <strong>de</strong> tu marido y que el diablo guíe luego el garrote!<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Pero es cierto que viene mi esposo?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Sí, en buen humor está! Y habla <strong>de</strong> la canasta, que no sé cómo ha podido informarse.<br />

MISTRESS FORD<br />

Ya lo averiguaremos. Voy a <strong>de</strong>cir a mis criados que carguen <strong>de</strong> nuevo con la canasta, para que<br />

se encuentren con él a la puerta <strong>com</strong>o la otra vez.<br />

MISTRESS PAGE<br />

No, porque llegará <strong>de</strong> un momento a otro. Vamos a vestir al caballero <strong>com</strong>o a la bruja <strong>de</strong><br />

Brainford.<br />

MISTRESS FORD<br />

Primero daré a mis criados las instrucciones relativas a la canasta. Subid; en seguida os llevaré<br />

la ropa. (Sale.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡A la horca, <strong>de</strong>shonesto granuja! Jamás le castigaremos lo bastante. Hagamos la prueba <strong>de</strong> que<br />

nosotras, alegres mujeres, po<strong>de</strong>mos también ser honradas, sin obrar, aunque solamos chancear<br />

y reír, que es refrán antiguo, pero verda<strong>de</strong>ro: «Hasta el cerdo se nutre <strong>de</strong> la hez.» (Sale.)<br />

Vuelve a entrar MISTRESS FORD, con dos CRIADOS.<br />

MISTRESS FORD<br />

Vamos, señores, cargaos a hombros la canasta. Vuestro amo está próximo a la puerta. Si os<br />

manda ponerla en el suelo, obe<strong>de</strong>cedle. ¡Aprisa! ¡Despachad! (Sale.)<br />

CRIADO PRIMERO<br />

¡Vamos, vamos! ¡Levanta!<br />

CRIADO SEGUNDO<br />

¡Por el Cielo, que no contenga otra vez al caballero!<br />

CRIADO PRIMERO<br />

Espero que no. Tanto me daría que fuera tan pesada <strong>com</strong>o el plomo. (Entran FORD, PAGE,<br />

SHALLOW, CAIUS y SIR HUGO EVANS.)<br />

FORD<br />

Sí; pero si la cosa es cierta, señor Page, ¿me trataréis todavía <strong>de</strong> loco? ¡Abajo la canasta,<br />

villanos!... ¡Que llame alguien a mi mujer! ¡Señor galán, salid <strong>de</strong> la canasta! ¡Oh bribones<br />

alcahuetes! ¡Aquí hay un enredo, una cábala, un lío, una conjura contra mí! ¡Ahora saldrá el<br />

diablo a la vergüenza! ¡Hola, mujer! ¿Oís? ¡Venid aquí! ¡Veamos qué ropas inocentes lleváis al<br />

lava<strong>de</strong>ro!<br />

PAGE<br />

¡Cómo! ¡Esto pasa <strong>de</strong> la raya! ¡Señor Ford, no <strong>de</strong>béis ya andar suelto! ¡Será preciso poneros<br />

una camisa <strong>de</strong> fuerza!<br />

EVANS<br />

¡Pero este hombre está loco! ¡Este hombre está peor que un perro rabioso!<br />

SHALLOW<br />

En verdad, señor Ford, esto no está bien; en verdad que no.<br />

FORD<br />

Lo mismo digo yo, señor... (Vuelve a entrar MISTRESS FORD.) ¡Venid acá, mistress Ford! ¡La<br />

mujer honrada! ¡La esposa mo<strong>de</strong>lo! ¡La criatura virtuosa, que tiene a un celoso imbécil por<br />

marido! Sospecho sin motivo, señora mía, ¿no es verdad?<br />

MISTRESS FORD<br />

Pongo al Cielo por testigo <strong>de</strong> que sois injusto si sospecháis <strong>de</strong> mí alguna <strong>de</strong>shonestidad.<br />

FORD<br />

¡M<strong>uy</strong> bonito! ¡Descarada! ¡Atrévete a negarlo! ¡Sal <strong>de</strong> ahí, granuja!<br />

(Saca las ropas fuera <strong>de</strong> la canasta.)<br />

PAGE<br />

¡Esto es intolerable!<br />

MISTRESS FORD<br />

43


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¿No os da vergüenza? ¡Dejad esos trapos!<br />

FORD<br />

¡No tardaré en hallaros!<br />

EVANS<br />

Esto no es razonable. ¿Vais a vaciar las ropas <strong>de</strong> vuestra mujer?... Dejad eso.<br />

FORD<br />

¡Volcad la canasta, digo!<br />

MISTRESS FORD<br />

Pero, hombre, pero...<br />

FORD<br />

Señor Page, tan cierto <strong>com</strong>o soy un hombre honrado, que ayer se ha hecho salir a un individuo<br />

<strong>de</strong> mi casa metido en esa canasta. ¿Por qué no podría estar ahí <strong>de</strong> nuevo? Tengo la certeza <strong>de</strong><br />

que se halla en mi casa. No mienten mis informes. Mis celos son fundados. ¡Que saquen toda la<br />

ropa!<br />

MISTRESS FORD<br />

Si halláis ahí a un hombre, que muera <strong>com</strong>o una pulga.<br />

PAGE<br />

Aquí no hay nadie.<br />

SHALLOW<br />

Por mi honor, esto no está bien, señor Ford; estáis ofendiéndoos.<br />

EVANS<br />

Señor Ford, <strong>de</strong>béis rezar y no abandonaros a las quimeras <strong>de</strong> vuestro propio corazón. Esto son<br />

celos.<br />

FORD<br />

Bueno; el que busco no está aquí.<br />

PAGE<br />

No, ni en ninguna parte mas que en vuestro cerebro. (Los criados cargan con la carnada y<br />

<strong>de</strong>saparecen.)<br />

FORD<br />

Ayudadme a registrar la casa sólo por esta vez. Si no encuentro al que busco, no me tengáis<br />

<strong>com</strong>pasión; que os sirva para siempre <strong>de</strong> risa <strong>de</strong> sobremesa; que podáis <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> mí: «Celoso<br />

<strong>com</strong>o Ford, que registró una cáscara <strong>de</strong> nuez para hallar al amante <strong>de</strong> su esposa.»<br />

Complacedme una vez más; una vez más escudriñad conmigo.<br />

MISTRESS FORD<br />

¡Hola! ¡Eh! Señora Page: bajad con la vieja; mi esposo quiere ir a la habitación.<br />

FORD<br />

¡La vieja! ¿Qué vieja es ésa?<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Cuál ha <strong>de</strong> ser? La tía <strong>de</strong> mi doncella, la vieja <strong>de</strong> Brainford.<br />

FORD<br />

¡Una bruja, una tercera, una alcahueta bribona! ¿No la he prohibido entrar en mi casa? Viene<br />

<strong>de</strong> recados, ¿no? ¡Somos hombres imbéciles; no sabemos lo que entraña el pretexto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la<br />

buenaventura! Se sirve <strong>de</strong> hechizos, <strong>de</strong> oráculos, <strong>de</strong> levantar figuras y <strong>de</strong> patrañas por el estilo,<br />

que sobrepujan a nuestros alcances. ¡No enten<strong>de</strong>mos nada! ¡Baja <strong>de</strong> ahí, bruja! ¡Baja,<br />

hechicera! ¡Baja, digo!<br />

MISTRESS FORD<br />

¡No, querido mío, amable esposo! ¡Buenos caballeros, no permitáis que golpee a la pobre vieja!<br />

(Entra FALSTAFF, vestido <strong>de</strong> mujer, conducido por MISTRESS PAGE.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Venid, madre Prat; venid, dadme la mano.<br />

FORD<br />

¡Yo la daré «prat»!... (Golpeándola.) ¡Fuera <strong>de</strong> mi puerta! ¡Bruja, bellaca, andrajo, zorra,<br />

pandorga!...¡Fuera! ¡Fuera!...¡Yo te conjuraré!... ¡Yo te diré la buenaventura!... (Sale<br />

FALSTAFF.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿No os da vergüenza?... Creo que habéis matado a la pobre mujer.<br />

MISTRESS FORD<br />

44


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

No, él acabará por hacerlo. Esto os dará mucha fama.<br />

FORD<br />

¡Que ahorquen a esa bruja!<br />

EVANS<br />

Por sí o por no, pienso que la individua es realmente bruja. No me gusta que las mujeres<br />

tengan barba crecida. He advertido una gran barba bajo su velo.<br />

FORD<br />

¿Queréis a<strong>com</strong>pañarme, señores? Os suplico que me sigáis. Veamos tan sólo el resultado <strong>de</strong><br />

mis celos. Si os he puesto en una pista falsa, no confiéis en mí cuando recurra otra vez a<br />

vosotros.<br />

PAGE<br />

Cedamos a su capricho un poquito más todavía. ¡Vamos, caballeros! (Salen FORD, PAGE,<br />

SHALLOW, CAIUS y EVANS.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Creedme, lo ha zurrado lastimosamente.<br />

MISTRESS FORD<br />

No, por la misa que no; pienso que ha sido sin lástima alguna.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Haré ben<strong>de</strong>cir el garrote y lo colgaré sobre un altar. Ha prestado un servicio meritorio.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Qué opináis? ¿Po<strong>de</strong>mos nosotras, con la garantía <strong>de</strong> señoras <strong>de</strong>centes y el testimonio <strong>de</strong> una<br />

buena conciencia, perseguirle y llevar más a<strong>de</strong>lante nuestra venganza?<br />

MISTRESS PAGE<br />

El espíritu <strong>de</strong> concupiscencia es seguro que está apagado en él. Si el <strong>de</strong>monio no lo ha<br />

<strong>com</strong>prado sin <strong>com</strong>promiso <strong>de</strong> retroventa, juzgo que nunca volverá a tentar nuestra virtud.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Contaremos a nuestros maridos cómo le hemos tratado?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Sí, con toda clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles, aunque no fuera mas que para limpiar <strong>de</strong> fantasmas el cerebro<br />

<strong>de</strong> vuestro esposo. Si ellos en su corazón encuentran que el pobre, <strong>de</strong>shonesto y obeso<br />

caballero merece llevar a<strong>de</strong>lante el castigo, nosotras dos seremos aún las encargadas <strong>de</strong><br />

dárselo.<br />

MISTRESS FORD<br />

Os aseguro que le avergonzarán públicamente, y pienso que la burla no sería <strong>com</strong>pleta, <strong>de</strong> no<br />

hacerlo pasar esa pública humillación.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Pues venid; manos a la obra. Tracemos el plan. No <strong>de</strong>jemos que las cosas se enfríen. (Salen.)<br />

ESCENA III<br />

Aposento <strong>de</strong> la Hostería <strong>de</strong> la Jarretiera<br />

Entran el HOSTELERO y BARDOLF.<br />

BARDOLF<br />

Señor, los alemanes <strong>de</strong>searían tres <strong>de</strong> vuestros caballos. El duque en persona quiere estar<br />

mañana en la corte y ellos saldrán a su encuentro.<br />

HOSTELERO<br />

¿Qué duque será ése que viaja <strong>de</strong> incógnito? Yo no lo he oído nombrar en la corte. Dejadme<br />

hablar con esos caballeros. ¿Saben inglés?<br />

BARDOLF<br />

Sí, señor; les diré que vengan.<br />

HOSTELERO<br />

Tendrán mis caballos; pero se los haré pagar. Les explotaré. Toda la semana ha estado mi casa<br />

a su disposición; por ellos he tenido que <strong>de</strong>spedir a otros huéspe<strong>de</strong>s. Que vengan. Les<br />

explotaré. Vamos. (Salen.)<br />

45


ESCENA IV<br />

Entran PAGE, FORD, MISTRESS PAGE, MISTRESS, FORD y SIR HUGO EVANS.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

EVANS<br />

Es tino <strong>de</strong> los más discretos proce<strong>de</strong>res mujeriles que he visto.<br />

PAGE<br />

¿Y os remitió ambas cartas al mismo tiempo?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Con un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> diferencia.<br />

FORD<br />

Perdóname, mujer. En a<strong>de</strong>lante haz lo que se te antoje. Antes acusaré <strong>de</strong> frialdad al Sol que a<br />

ti <strong>de</strong> frívola. Tu honor es ahora para este antiguo hereje una inquebrantable fe.<br />

PAGE<br />

Está bien, está bien; basta ya; no seáis tan extremado en la sumisión <strong>com</strong>o lo fuisteis en la<br />

ofensa. Pero prosigamos nuestro plan: <strong>de</strong>jemos una vez más a nuestras mujeres, para darnos<br />

una diversión pública, tener un encuentro en <strong>com</strong>pañía <strong>de</strong> ese viejo gato don<strong>de</strong> podamos<br />

sorpren<strong>de</strong>rle y hacer pública su vergüenza.<br />

FORD<br />

No hay mejor medio que el que ellas han indicado.<br />

PAGE<br />

¿Cómo? ¿Enviándole a <strong>de</strong>cir que vaya a buscarlas al parque a media noche? ¡Quiá, quiá! ¡Jamás<br />

iría!<br />

EVANS<br />

Según vosotros, fue arrojado al río y se le ha apaleado soberanamente bajo los vestidos <strong>de</strong><br />

vieja. Se me figura que estará tan aterrorizado, que no querrá venir. Consi<strong>de</strong>ro tan castigada su<br />

carne, que se habrá curado <strong>de</strong> apetitos.<br />

PAGE<br />

También lo creo así.<br />

MISTRESS FORD<br />

Ocupaos únicamente <strong>de</strong>l modo con que vais a tratarle cuando acuda, que ya arreglaremos<br />

nosotras la manera <strong>de</strong> hacerle venir.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Hay una antigua conseja que refiere que Herne el cazador, que fue antaño guardabosque <strong>de</strong><br />

Windsor, vuelve en invierno a la hora <strong>de</strong> la media noche y con la frente coronada <strong>de</strong> astas <strong>de</strong><br />

ciervo se pasea alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una encina, y allí <strong>de</strong>seca los árboles y ataca al ganado, y hace que<br />

la vaca vierta, en vez <strong>de</strong> leche, sangre, y sacu<strong>de</strong> una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong>l modo más terrible y<br />

espantoso. Habéis oído hablar <strong>de</strong> ese espíritu y sabéis que les antiguos, en su credulidad<br />

supersticiosa, recibieron <strong>com</strong>o una verdad, y la transmitieron a nuestros días, la leyenda <strong>de</strong><br />

Herne el cazador.<br />

PAGE<br />

Vaya, aun hay personas que en lo profundo <strong>de</strong> la noche temen pasar junto a la encina <strong>de</strong><br />

Herne. Pero ¿qué queréis <strong>de</strong>cir?<br />

MISTRESS FORD<br />

Pardiez, pues he aquí nuestro proyecto: que citemos a Falstaff para reunirse con nosotras al pie<br />

<strong>de</strong> esa encina disfrazado <strong>de</strong> Herne, con enormes cuernos en la cabeza.<br />

PAGE<br />

Bueno, admitamos que acuda a la cita. Y cuando llegue en ese disfraz ¿qué vais a hacer <strong>de</strong> él?<br />

¿Cuál es vuestro plan?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Eso ya lo hemos pensado, y es así: mi hija, Anita Page, y mi niño, con tres o cuatro mozalbetes<br />

<strong>de</strong> su edad, estarán vestidos <strong>de</strong> enanos, <strong>de</strong> gnomos y <strong>de</strong> hadas, <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> y blanco, con<br />

coronas <strong>de</strong> bujías <strong>de</strong> cera en la cabeza y carracas en las manos. En seguida que Falstaff, ésta y<br />

46


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

yo estemos nuevamente reunidos, saldrán ellos repentinamente <strong>de</strong> un foso, lanzando<br />

aserradores gritos discordantes. A su vista, nosotras dos fingiremos asombro y empren<strong>de</strong>remos<br />

la fuga. Ellos entonces formarán círculo en torno <strong>de</strong> él, y a usanza <strong>de</strong> hadas pincharán al<br />

impuro caballero, preguntándole por qué en aquella hora <strong>de</strong> feérica expansión se atreve a<br />

penetrar en tan sagrado recinto, turbando sus misterios con su presencia profana.<br />

MISTRESS FORD<br />

Y hasta que confiese la verdad, que las fingidas hadas le pinchen a fondo y le quemen con sus<br />

bujías.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Una vez confesada, nos presentaremos todos, <strong>de</strong>scornaremos al espíritu y, burlándonos <strong>de</strong> él,<br />

le conduciremos a su casa <strong>de</strong> Windsor.<br />

FORD<br />

Será menester aleccionar convenientemente a los niños, o no saldrá bien la cosa.<br />

EVANS<br />

Yo enseñaré a los muchachos su <strong>com</strong>etido, y hasta me disfrazaré <strong>de</strong> mono para quemar con mi<br />

bujía al caballero.<br />

FORD<br />

Será excelente. Voy a <strong>com</strong>prar los disfraces.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Mi Anita será la reina <strong>de</strong> las hadas e irá elegantemente vestida <strong>de</strong> blanco.<br />

PAGE<br />

Yo le <strong>com</strong>praré la seda necesaria... (Aparte.) Y aprovecharé ese instante para que Slen<strong>de</strong>r robe<br />

a Anita y se <strong>de</strong>spose con ella en Eton. ¡Ea!, enviad inmediatamente el mensaje a Falstaff.<br />

FORD<br />

A<strong>de</strong>más, yo le visitaré <strong>de</strong> nuevo bajo el nombre <strong>de</strong> Brook. Me <strong>de</strong>scubrirá todos sus proyectos.<br />

Vendrá, <strong>de</strong> seguro.<br />

MISTRESS PAGE<br />

No tengáis cuidado. Id y procuradnos los adminículos y trajes para nuestras hadas.<br />

EVANS<br />

Manos a la obra. He aquí una fiesta graciosa y unas m<strong>uy</strong> honestas bribonadas. (Salen PAGE,<br />

FORD y EVANS.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Vamos, señora Ford, enviad al instante a Quickly a sir Juan y sepamos en qué disposición se<br />

encuentra. (Sale MISTRESS FORD.) Yo veré al doctor. Él, y sólo él, tiene mi beneplácito para<br />

casarse con Anita Page. Ese Slen<strong>de</strong>r, por m<strong>uy</strong> terrateniente que sea, es un idiota, y mi marido<br />

le prefiere a todos. El doctor es m<strong>uy</strong> acaudalado y tiene amigos po<strong>de</strong>rosos en la corte. Él, y sólo<br />

él, la obtendrá, aunque veinte mil más dignos vinieran a solicitarla. (Sale.)<br />

ESCENA V<br />

APOSENTO EN LA POSADA DE LA JARRETIERA<br />

Entran el HOSTELERO y SIMPLE.<br />

HOSTELERO<br />

¿Qué es lo que quieres, zopenco? ¿Qué, estúpido? Habla, resuella y explícate; sé breve, rápido;<br />

aprisa, estalla.<br />

SIMPLE<br />

Pardiez, señor, vengo a hablar con sir Juan Falstaff <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> mi amo el señor Slen<strong>de</strong>r.<br />

HOSTELERO<br />

Allí está su cuarto, su casa, su castillo, su cama fija y su cama <strong>de</strong> ruedas; alre<strong>de</strong>dor hay pintada<br />

la historia <strong>de</strong>l Hijo Pródigo, todo fresco y reciente. Anda, golpea y llama. Te respon<strong>de</strong>rá <strong>com</strong>o<br />

un antropófago. Llama, te digo.<br />

SIMPLE<br />

47


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Hay allí en su cuarto una mujer vieja y gorda. Esperaré, señor, hasta que baje; vengo a hablar<br />

con ella, ciertamente.<br />

HOSTELERO<br />

¡Ah! ¡Una mujer gorda! El caballero pue<strong>de</strong> ser robado. Le avisaré. ¡Caballero fanfarrón!<br />

¡Fanfarrón sir Juan! ¡Habla con tus pulmones marciales! ¿Estás ahí? ¡Es tu hostelero, tu Efesio,<br />

quien te llama!<br />

FALSTAFF<br />

(Arriba.) ¡Hola, mi hostelero!<br />

HOSTELERO<br />

Aquí hay un bohemio tártaro que espera a que baje tu mujer gorda. ¡Déjala <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r,<br />

fanfarrón! ¡Déjala <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r! ¡Mis habitaciones son honradas! ¡Quita <strong>de</strong> ahí! ¿Intimida<strong>de</strong>s?<br />

¡Fuera! (Entra FALSTAFF.)<br />

FALSTAFF<br />

Había, hace un instante, mi hostelero, una mujer vieja y gorda conmigo; pero ya se ha<br />

marchado.<br />

SIMPLE<br />

Por favor, señor ¿no era la adivina <strong>de</strong> Brainford?<br />

FALSTAFF<br />

Pardiez, si, era ella misma, concha <strong>de</strong> molusco. ¿Qué querías con ella?<br />

SIMPLE<br />

Mi amo, el señor Slen<strong>de</strong>r, habiéndola visto pasar por la calle, me envía a saber <strong>de</strong> ella si un tal<br />

Nym, señor, que le ha escamoteado una ca<strong>de</strong>na, la tiene o no.<br />

FALSTAFF<br />

He hablado con la vieja respecto <strong>de</strong> ello.<br />

SIMPLE<br />

¿Y qué dice, señor? Os lo suplico.<br />

FALSTAFF<br />

Pardiez, que el mismo individuo que ha privado al señor Slen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su ca<strong>de</strong>na es quien se la<br />

robó.<br />

SIMPLE<br />

Hubiera querido hablar en persona con la vieja. Tengo que <strong>de</strong>cirle todavía algunas cosas más<br />

<strong>de</strong> parte <strong>de</strong> él.<br />

FALSTAFF<br />

¿Cuáles? Sepámoslas.<br />

HOSTELERO<br />

¡Sí, vamos, en seguida!<br />

SIMPLE<br />

No puedo revelarlas, señor.<br />

HOSTELERO<br />

¡Revélalas o mueres!<br />

SIMPLE<br />

Vaya, señor, no son sino referentes a la señorita Ana Page: saber si mi amo tendrá la suerte <strong>de</strong><br />

casarse con ella o no.<br />

FALSTAFF<br />

Esa, esa es su suerte.<br />

SIMPLE<br />

¿Cuál, señor?<br />

FALSTAFF<br />

Tenerla o no. Anda, di que así me lo ha dicho la mujer.<br />

SIMPLE<br />

¿Puedo tomarme la libertad <strong>de</strong> llevar esa contestación a mi amo?<br />

FALSTAFF<br />

Sí, señor palurdo. ¿Quién se tomará más?<br />

SIMPLE<br />

Doy las gracias a vuestra señoría. Regocijaré a mi amo con estas nuevas. (Sale.)<br />

HOSTELERO<br />

¡Eres listo, eres listo, sir Juan! ¿Estaba aquí contigo una adivina?<br />

FALSTAFF<br />

48


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Sí, la que se fue, mi hostelero; una que me ha enseñado a tener más ingenio <strong>de</strong>l que había<br />

aprendido en mi vida, y a quien no he pagado nada por ello, sino que he sido pegado por mi<br />

aprendizaje. (Entra BARDOLF.)<br />

BARDOLF<br />

¡Alerta! ¡Ay, señor! ¡Ratería, nada más que ratería!<br />

HOSTELERO<br />

¿Dón<strong>de</strong> están mis caballos? ¡Infórmame bien <strong>de</strong> ellos, varletto!<br />

BARDOLF<br />

Se han ido con los rateros, porque, apenas había yo pasado <strong>de</strong> Eton, me arrojaron <strong>de</strong> uno <strong>de</strong><br />

ellos <strong>de</strong> las ancas en un lodazal, y apretaron las espuelas y partieron veloces, <strong>com</strong>o tres diablos<br />

alemanes, tres doctores Faustos.<br />

HOSTELERO<br />

¡No han ido mas que a recibir al duque, canalla! No digas que han huido; los alemanes son<br />

hombres honrados. (Entra SIR HUGO EVANS.)<br />

EVANS<br />

¿Dón<strong>de</strong> está mi hostelero?<br />

HOSTELERO<br />

¿Qué pasa, señor?<br />

EVANS<br />

Tened cuidado con vuestros clientes. Hay un amigo mío, recién llegado <strong>de</strong> la ciudad, que me<br />

cuenta que andan por aquí tres rateros alemanes que han robado los caballos y el dinero a<br />

todos los posa<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> Readins, <strong>de</strong> Mai<strong>de</strong>nhead y <strong>de</strong> Colebrook. Os lo aviso por la buena<br />

voluntad que os profeso. Vos sois mi hombre <strong>de</strong>spabilado, lleno <strong>de</strong> chistes y ocurrencias, y no<br />

sería conveniente que os <strong>de</strong>svalijaran. Adiós. (Sale. Entra el DOCTOR CAIUS.)<br />

CAIUS<br />

¿Dón<strong>de</strong> está mi hostelero <strong>de</strong> la Jarretiera?<br />

HOSTELERO<br />

Aquí, señor doctor, en perplejidad y terrible dilema.<br />

CAIUS<br />

No sé a qué os referís; pero he oído contar que hacéis gran<strong>de</strong>s preparativos para recibir a un<br />

duque <strong>de</strong> Alemania. Por mi palabra, que en la corte no se espera la venida <strong>de</strong> ningún duque.<br />

Os lo aviso por labuena voluntad que os tengo. Adiós. (Sale.)<br />

HOSTELERO<br />

¡Parte y grita, pillo! ¡Anda! ¡Ayúdame, caballero! ¡Estoy arruinado! H<strong>uy</strong>e, corre, parte y grita,<br />

pillo. ¡Estoy arruinado! (Salen el HOSTELERO y BARDOLF.)<br />

FALSTAFF<br />

Me alegraría <strong>de</strong> que todo el mundo fuese escamoteado, <strong>com</strong>o yo lo he sido, y golpeado por<br />

añadidura. Si en la corte llegara a saberse cómo he sido transformado y cómo mi<br />

transformación ha sido lavada y apaleada, harían <strong>de</strong>rretir gota a gota mi gordura y untarían con<br />

ella las botas <strong>de</strong> los pescadores. Garantizo que me flagelarían con sus agudas sátiras hasta<br />

<strong>de</strong>jarme más mustio que una pera seca. No he podido prosperar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que hice<br />

trampas en el juego <strong>de</strong> la Primera. Bueno; si alcanzara mi aliento no más que lo suficiente para<br />

recitarmis oraciones, me arrepentiría. (Entra MISTRESS QUICKLY.) ¡Hola! ¿De parte <strong>de</strong> quién<br />

venís?<br />

QUICKLY<br />

Es <strong>de</strong> dos partes, por cierto.<br />

FALSTAFF<br />

¡Que el diablo se lleve a la una y su mujer a la otra! Así las dos quedarían colocadas. He sufrido<br />

más a causa <strong>de</strong> ellas que lo que pue<strong>de</strong> soportar la miserable fragilidad <strong>de</strong> la condición humana.<br />

QUICKLY<br />

¿Y ellas no han sufrido? Sí, os lo aseguro, especialmente una <strong>de</strong> ellas. La señora Ford, ¡pobre<br />

criatura!, está tan llena <strong>de</strong> car<strong>de</strong>nales negros y azules, que no hay modo <strong>de</strong> hallar un punto<br />

blanco en todo su cuerpo.<br />

FALSTAFF<br />

¿Qué me cuentas <strong>de</strong> negro y azul? ¡A mí me han sacado a golpes todos los colores <strong>de</strong>l arco iris!<br />

Y he corrido el riesgo <strong>de</strong> que me prendieran <strong>com</strong>o bruja <strong>de</strong> Brainford; pero gracias a la<br />

admirable <strong>de</strong>streza <strong>de</strong> mi ingenio en remedar las acciones y movimientos <strong>de</strong> una vieja pu<strong>de</strong><br />

sortear al bribón <strong>de</strong>l constable, que me había puesto en el cepo, en el cepo público, por bruja.<br />

49


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

QUICKLY<br />

Sir, permitidme que os hable en vuestro propio cuarto; oiréis cómo van las cosas, que, os lo<br />

garantizo, os <strong>de</strong>jarán contento. Aquí tenéis una carta que os dirá algo. ¡Pobres corazones!<br />

¡Cuántos afanes para reunirse! De por fuerza uno <strong>de</strong> los dos no cumple bien con el Cielo,<br />

cuando sufrís tantas contrarieda<strong>de</strong>s.<br />

FALSTAFF<br />

Suba a mi cuarto. (Salen.)<br />

ESCENA VI<br />

Otra habitación en la Posada <strong>de</strong> la Jarretiera<br />

Entran FENTON y el HOSTELERO.<br />

HOSTELERO<br />

Maese Fenton, no me habléis; mi ánimo está abatido y quisiera abandonarlo todo.<br />

FENTON<br />

Oídme, no obstante; ayudadme en mi propósito, y, a fe <strong>de</strong> caballero, os daré cien libras en oro<br />

sobre el total <strong>de</strong> vuestra pérdida.<br />

HOSTELERO<br />

Os oiré, señor Fenton y, en todo caso, seguiré vuestras instrucciones.<br />

FENTON<br />

De vez en vez he solido hablaros <strong>de</strong>l íntimo afecto que profeso a la hermosa Ana Page, que<br />

mutuamente apoya mi cariño hasta don<strong>de</strong> le permite escoger su sumisión filial. He recibido<br />

carta s<strong>uy</strong>a, c<strong>uy</strong>o contenido ha <strong>de</strong> maravillaros. Andan en ella tan mezcladas la jovialidad y mi<br />

propio asunto, que no es posible mostrar la una sin <strong>de</strong>scubrir el último. En la cosa correspon<strong>de</strong><br />

un gran papel al obeso Falstaff. Latrama <strong>de</strong> la broma está aquí con todos sus pormenores.<br />

(Mostrándole una carta.) Escuchad, mi querido hostelero: esta noche, precisamente entre las<br />

doce y una, al pie <strong>de</strong> la encina <strong>de</strong> Herne, mi encantadora Anita ha <strong>de</strong> representar a la Reina <strong>de</strong><br />

las Hadas. El objeto es éste: en tal disfraz, y mientras se celebran otras parecidas diversiones,<br />

su padre la ha mandado que se fugase con Slen<strong>de</strong>r, para trasladarse a Eton, don<strong>de</strong> se casarían<br />

inmediatamente. Ella ha consentido en ello. Ahora, señor, su madre, que se opone con<br />

tenacidad a ese casamiento y está resuelta a favor <strong>de</strong>l doctor Caius, ha convenido en que éste<br />

aprovechela distracción que causarán las diversiones y se <strong>de</strong>slice con ella al <strong>de</strong>anato, en don<strong>de</strong><br />

les aguarda un sacerdote para <strong>de</strong>sposarlos acto seguido. A este plan <strong>de</strong> su madre, ella, dócil<br />

en apariencia, ha dadoigualmente su promesa al doctor. Ahora ved el final que se prepara. Su<br />

padre ha <strong>de</strong>cidido que se vista <strong>de</strong> blanco, y que, por este color, Slen<strong>de</strong>r, en el momento<br />

oportuno, la coja <strong>de</strong> la mano y la invite a seguirle. Su madre ha dispuesto, para mejor hacerla<br />

conocer <strong>de</strong>l doctor pues todos <strong>de</strong>berán ir enmascarados-, que se presente vestida <strong>de</strong> un traje<br />

ver<strong>de</strong> flotante, con largas cintas, que bajarán <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cabeza, y cuando el doctor espíe el<br />

momento favorable, la pellizcará en la mano, en lo cual ha consentido la doncella, para evadirse<br />

con él.<br />

HOSTELERO<br />

¿A quién se propone ella engañar, al padre o a la madre?<br />

FENTON<br />

A los dos, mi querido hostelero, para escapar conmigo. Y sólo resta ahora que me procuréis el<br />

vicario que aguar<strong>de</strong> en la iglesia, entre doce y una, para que lleve a cabo la ceremonia <strong>de</strong> unión<br />

<strong>de</strong> nuestros corazones en legítimo matrimonio.<br />

HOSTELERO<br />

Bien; apadrino vuestro proyecto. Iré por el vicario. Trayendo a la doncella, no os faltará<br />

sacerdote.<br />

FENTON<br />

Por ello te quedaré obligado eternamente. A<strong>de</strong>más, voy a re<strong>com</strong>pensarte por a<strong>de</strong>lantado.<br />

(Salen.)<br />

50


ACTO QUINTO<br />

ESCENA PRIMERA<br />

APOSENTO EN LA POSADA DE LA JARRETIERA<br />

Entran FALSTAFF y MISTRESS QUICKLY.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FALSTAFF<br />

¡No más charla, por favor, vete! Yo acudiré. Es la tercera vez, y tengo confianza en los números<br />

impares. ¡Fuera! Vete. Dicen que hay una virtud divina en los números impares, tanto por el<br />

nacimiento <strong>com</strong>o por la fortuna o por la muerte. Adiós.<br />

QUICKLY<br />

Yo os proporcionaré una ca<strong>de</strong>na y haré lo posible por conseguiros un par <strong>de</strong> cuernos.<br />

FALSTAFF<br />

Márchate, digo, que el tiempo pasa. Levanta la cabeza y trota menudo... (Sale QUICKLY. Entra<br />

FORD.) ¡Hola, maese Brook! Maese Brook, la cosa se cumplirá esta noche o no se cumplirá<br />

jamás. Haced por hallaros a media noche en el parque, cerca <strong>de</strong> la encina <strong>de</strong> Herne, y os<br />

quedaréis estupefacto.<br />

FORD<br />

¿No fuisteis a verla ayer, señor, <strong>com</strong>o me habíais dicho?<br />

FALSTAFF<br />

Maese Brook, fui a su casa tal <strong>com</strong>o me veis, vestido <strong>de</strong> pobre vieja; ese bellaco <strong>de</strong> Ford, su<br />

marido, tiene los celos más rabiosos, señor Brook, que hayan exaltado a hombre alguno. Os lo<br />

diré todo. Me apaleó terriblemente bajo mi forma <strong>de</strong> mujer. Bajo mi forma <strong>de</strong> hombre, señor<br />

Brook, no temería ni al mismo Goliat, aun cuando no tuviese en mi mano mas que la lanza<strong>de</strong>ra<br />

<strong>de</strong> un tejedor. Ya sé yo que la vida no es mas que una lanza<strong>de</strong>ra. Estoy <strong>de</strong> prisa, señor Brook.<br />

Venid conmigo y por el camino os lo contaré todo. Des<strong>de</strong> la época en que yo <strong>de</strong>splumaba ocas<br />

vivas, hacía novillos y jugaba a la peonza, no había sabido hasta ahora lo que es ser apaleado.<br />

Seguidme, yo os enteraré <strong>de</strong> otras cosas extrañas <strong>de</strong> ese cornudo <strong>de</strong> Ford. Esta noche me<br />

vengaré <strong>de</strong> él y os entregaré a su mujer. Seguidme, se preparan singulares sucesos; seguidme,<br />

maese Brook. ¡Seguidme! (Salen.)<br />

ESCENA II<br />

El parque <strong>de</strong> Wíndsor<br />

Entran PAGE, SHALLOW y SLENDER.<br />

PAGE<br />

Venid, venid, nos ocultaremos en los fosos <strong>de</strong>l castillo hasta que veamos las luces <strong>de</strong> nuestras<br />

hadas. Yerno Slen<strong>de</strong>r, no olvidéis a mi hija.<br />

SLENDER<br />

Sí, en verdad; ya he hablado con ella y hemos acordado una consigna para conocernos<br />

mutuamente. Yo me acercaré a la persona vestida <strong>de</strong> blanco y le gritaré: ¡Mum! Ella contestará:<br />

¡Budget!; y por ese medio nos conoceremos.<br />

SHALLOW<br />

Está m<strong>uy</strong> bien. ¿Pero qué necesidad tenéis <strong>de</strong> vuestro ¡Mum! y <strong>de</strong> su ¡Budget! si el vestido<br />

blanco os la hará conocer lo bastante? Han dado las diez.<br />

PAGE<br />

La noche es obscura; los duen<strong>de</strong>s y las apariciones se distinguirán admirablemente. El Cielo<br />

proteja nuestra diversión. Aquí nadie piensa nada malo, a no ser el diablo, al cual conoceremos<br />

51


por sus cuernos. Partamos. Seguidme. (Salen.)<br />

ESCENA III<br />

La calle Mayor <strong>de</strong> Wíndsor<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entran MISTRESS PAGE, MISTRESS FORD y el DOCTOR CAIUS.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Doctor, mi hija va <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>. Cuando sea la hora, tomadla <strong>de</strong> la mano, conducidla al <strong>de</strong>anato y<br />

acabad pronto. Id al parque antes que nosotras, porque las dos nos hemos <strong>de</strong> quedar aquí<br />

todavía.<br />

CAIUS<br />

Ya sé lo que he <strong>de</strong> hacer. Adiós. (Sale CAIUS.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

Adiós, señor. Mi esposo no tendrá tanto regocijo con la burla <strong>de</strong> Falstaff, <strong>com</strong>o rabia al saber la<br />

nueva <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong>l doctor con mi hija. Pero no importa; más vale sufrir una ligera<br />

reprimenda que prepararse a prolongados disgustos.<br />

MISTRESS FORD<br />

¿Dón<strong>de</strong> está Ana con su cuadrilla <strong>de</strong> genios? ¿Dón<strong>de</strong> está el diablo welche sir Hugo?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Ocultos en un foso, a dos pasos <strong>de</strong> distancia <strong>de</strong> la encina <strong>de</strong> Herne, con luces escondidas. En el<br />

momento que Falstaff se nos haya reunido, se alzarán <strong>de</strong> repente, y la noche se alumbrará con<br />

su resplandor.<br />

MISTRESS FORD<br />

Lo cual no <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> causarle asombro.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Si no le asombran, por lo menos le ridiculizarán, y si se sorpren<strong>de</strong>, aún le zumbarán más.<br />

MISTRESS FORD<br />

Vamos a tratarlo <strong>de</strong> buena manera.<br />

MISTRESS PAGE<br />

No es traición el hacer justicia a tales impúdicos y a su lujuria.<br />

MISTRESS FORD<br />

Se acerca la hora. ¡A la encina, a la encina! (Salen.)<br />

ESCENA IV<br />

PARQUE DE WÍNDSOR<br />

Entra SIR HUGO EVANS, disfrazado, con varias HADAS.<br />

EVANS<br />

¡Al trote, al trote, hadas! ¡Venid y recordad vuestro papel! Os re<strong>com</strong>iendo el ardimiento sobre<br />

todo. Seguidme al foso, y cuando os dé la señal, obrad <strong>com</strong>o os he mandado. ¡Venid, venid! ¡Al<br />

trote, al trote!<br />

(Salen.)<br />

ESCENA V<br />

52


Otra parte <strong>de</strong>l parque<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entra FALSTAFF, disfrazado <strong>de</strong> Herne, con una cabeza postiza <strong>de</strong> cuernos <strong>de</strong> gamo.<br />

FALSTAFF<br />

¡La campana <strong>de</strong> Wíndsor ha dado las doce! Se acerca el momento. ¡Séanme propicios los dioses<br />

<strong>de</strong> ardientes <strong>de</strong>seos! Acuérdate, Júpiter, <strong>de</strong> que por tu Europa te volviste toro. ¡El amor te dio<br />

cuernos! ¡Oh po<strong>de</strong>roso amor que a veces haces <strong>de</strong> una bestia un hombre, y otras asimismo <strong>de</strong><br />

un hombre una bestia! Júpiter, tú te transformaste también en cisne por amor a Leda. ¡Oh<br />

amor omnipotente, cuán poco te faltó para que el dios se convirtiese en ganso! Tú, Júpiter,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>com</strong>etido, metamorfoseándote en fiera, un pecado, pecado bestial,<br />

perpetraste otro bajo la forma <strong>de</strong> un volátil. Piénsalo bien, Júpiter, ese fue un pecado <strong>de</strong> vuelo.<br />

Y si los dioses tienen los riñones calientes, ¿qué será <strong>de</strong> nosotros, pobres mortales? En cuanto<br />

a mí, soy un ciervo <strong>de</strong>l parque <strong>de</strong> Wíndsor, y bien puedo creer que soy el más granado <strong>de</strong>l<br />

bosque. Concé<strong>de</strong>me un tiempo fresco en la época <strong>de</strong>l celo, Júpiter, o acabaré por orinar toda<br />

mi grasa. ¿Quién se acerca?... Es mi cierva.<br />

(Entran MISTRESS FORD y MISTRESS PAGE.)<br />

MISTRESS FORD<br />

Sir Juan, ¿estáis ahí, ciervo mío?<br />

FALSTAFF<br />

Sí, cervatilla <strong>de</strong> la cola negra. Ahora que lluevan patatas, que truene al <strong>com</strong>pás <strong>de</strong> la canción <strong>de</strong><br />

Las mangas ver<strong>de</strong>s, que caiga un pedrisco <strong>de</strong> confituras <strong>de</strong> besos, que nieven eringes y venga<br />

una tempestad <strong>de</strong> tentaciones, que aquí me abrigo. (La abraza.)<br />

MISTRESS FORD<br />

Mistress Page ha venido conmigo, dulce corazón.<br />

FALSTAFF<br />

Repartidme <strong>com</strong>o un gamo enviado por presente y que cada una <strong>de</strong> vosotras tome un muslo.<br />

Me guardaré para mí los costillares; las espaldillas serán para el guarda <strong>de</strong> este distrito y las<br />

astas las regalo a vuestros esposos. ¿No tengo acaso el aire <strong>de</strong> un hijo <strong>de</strong>l bosque? ¿No hablo<br />

<strong>com</strong>o Herne el cazador? ¡Cómo! Ahora Cupido es un niño que tiene conciencia, puesto que<br />

restit<strong>uy</strong>e. A fe <strong>de</strong> fantasma leal, os doy la bienvenida... (Ruido <strong>de</strong>ntro.)<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Ay! ¿ Qué ruido es ése?<br />

MISTRESS FORD<br />

¡El Cielo nos perdone los pecados!<br />

FALSTAFF<br />

¿Qué podrá ser?<br />

MISTRESS FORD<br />

¡H<strong>uy</strong>amos!<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡H<strong>uy</strong>amos! (Se alejan.)<br />

FALSTAFF<br />

Pienso que el diablo no quiere que me con<strong>de</strong>ne por temor <strong>de</strong> que la grasa que hay en mí<br />

prenda fuego al infierno. Sólo así se <strong>com</strong>pren<strong>de</strong> que suscite tantos obstáculos. (Entran SIR<br />

HUGO EVANS, disfrazado <strong>de</strong> sátiro; PISTOL, <strong>de</strong> fantasma; ANA PAGE, <strong>de</strong> Reina <strong>de</strong> las Hadas,<br />

seguida <strong>de</strong> su hermano y otros genios, con bujías <strong>de</strong> cera en la cabeza.)<br />

ANA<br />

Hadas negras, ver<strong>de</strong>s, grises y blancas, que os movéis bajo la luz <strong>de</strong> la Luna, en medio <strong>de</strong> las<br />

negruras <strong>de</strong> la noche; hijas huérfanas <strong>de</strong>l inmutable Destino: haced vuestro oficio y vuestro<br />

<strong>de</strong>ber. Pregonero Hobgoblin, llamad a las hadas.<br />

PISTOL<br />

Duen<strong>de</strong>s, escuchad vuestros nombres. Silencio, caprichos aéreos. Grillo, ve a saltar en las<br />

chimeneas <strong>de</strong> Wíndsor, don<strong>de</strong> encontrarás el fuego <strong>de</strong>scubierto y el atrio sin barrer. Tú<br />

pellizcarás a las criadas jóvenes y les harás mor<strong>de</strong>duras tan azules <strong>com</strong>o el mirto. Vuestra<br />

brillante reina odia a las sucias y a la suciedad.<br />

53


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FALSTAFF<br />

Son duen<strong>de</strong>s y hadas. Quienquiera que les hable muere al instante. Cerremos los ojos y<br />

tendámonos boca abajo. Ningún hombre pue<strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>r sus juegos. (Se echa boca abajo.)<br />

EVANS<br />

¿Dón<strong>de</strong> está Be<strong>de</strong>?... Empiece la danza, y si encontráis una doncella que antes <strong>de</strong> dormir haya<br />

dicho tres veces sus oraciones, encantad en ella los órganos <strong>de</strong>l ensueño. Que duerma tan<br />

profundamente <strong>com</strong>o un niño, sin malicia. En cuanto a las pecadoras que duermen sin<br />

acordarse <strong>de</strong> sus pecados, pellizcadlas en los brazos, en los muslos, en la espalda, en las<br />

ca<strong>de</strong>ras, en las pantorrillas.<br />

ANA<br />

¡A trabajar, a trabajar! Duen<strong>de</strong>s, registrad el castillo <strong>de</strong> Wíndsor arriba y abajo. Esparcid la<br />

alegría, silfos, en cada una <strong>de</strong> las habitaciones sagradas. Que el castillo siga en pie hasta el día<br />

<strong>de</strong>l juicio final, en un estado <strong>de</strong> perfección que sea siempre digno <strong>de</strong> su poseedor, <strong>com</strong>o su<br />

poseedor es digno <strong>de</strong> él. Frotad los sillones <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n con perfumes y flores raras. Que las<br />

sillas, los escudos y las cimeras ostenten siempre el leal blasón. Cantad, hadas <strong>de</strong> las pra<strong>de</strong>ras,<br />

formando en la noche un círculo igual al <strong>de</strong> la Jarretiera. ¡Que bajo la huella <strong>de</strong> vuestros pasos<br />

el musgo florezca más fresco que en otra parte! Escribid Honi soit qui mal y pense en manojos<br />

<strong>de</strong> color <strong>de</strong> esmeralda, en flores rojas, azules y blancas, <strong>com</strong>o los zafiros, las perlas y los ricos<br />

bordados que se ciñen más abajo <strong>de</strong> las rodillas dobladas <strong>de</strong> la arrogante caballería. Las hadas<br />

reemplacen las letras con flores. ¡Id, dispersaos! Pero hasta la una no os olvidéis <strong>de</strong> danzar,<br />

<strong>com</strong>o es costumbre, en torno <strong>de</strong> la encina <strong>de</strong> Herne el cazador.<br />

EVANS<br />

Juntad mano con mano, os ruego; poneos en or<strong>de</strong>n. Que veinte gusanos <strong>de</strong> luz os sirvan <strong>de</strong><br />

linternas para guiar vuestras danzas en torno <strong>de</strong>l árbol. Pero esperad; siento el olor <strong>de</strong> un<br />

hombre <strong>de</strong> la región intermedia.<br />

FALSTAFF<br />

¡Que el Cielo me proteja contra este duen<strong>de</strong> galés! ¡Va a convertirme en un pedazo <strong>de</strong> queso!<br />

PISTOL<br />

Inmundo reptil, eres <strong>de</strong>spreciable <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tu nacimiento.<br />

ANA<br />

Tocad la yema <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos con el fuego <strong>de</strong> prueba. Si es casto, la llama <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>rá y<br />

lo envolverá sin hacerle daño; si hace un movimiento, es que su carne y su corazón están<br />

corrompidos.<br />

PISTOL<br />

¡A la prueba! Venid.<br />

EVANS<br />

Venid. ¿Tomará fuego esta ma<strong>de</strong>ra? (Le queman con sus bujías.)<br />

FALSTAFF<br />

¡Oh!... ¡Oh!... ¡Oh!...<br />

ANA<br />

¡Corrompido, corrompido y manchado por la lujuria ¡Ro<strong>de</strong>adle, hadas! Cantad versos <strong>de</strong><br />

menosprecio, y, mientras saltáis, idle pinchando a <strong>com</strong>pás.<br />

EVANS<br />

Es justo. Está lleno <strong>de</strong> codicia y <strong>de</strong> iniquidad<br />

CANCIÓN<br />

¡Vergüenza <strong>de</strong>l pecado monstruoso!<br />

¡Vergüenza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo y la lujuria!<br />

Fuego sangriento es sólo la pasión,<br />

con impuros ardores encendida,<br />

que pren<strong>de</strong> al pecho, c<strong>uy</strong>a llama aviva,<br />

sin que sea posible su extinción.<br />

Pinchadle, hadas, una por una;<br />

pinchadle por su villanía;<br />

pinchadle, y quemadle y girad en torno <strong>de</strong> él<br />

hasta que se consuman las can<strong>de</strong>las,<br />

las estrellas y el brillo <strong>de</strong> laLuna.<br />

(Durante la canción las hadas pinchan a FALSTAFF. El DOCTOR CAIUS llega por un lado y se<br />

escapa con una hada vestida <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>; SLENDER, por otro lado se lleva a una vestida <strong>de</strong><br />

54


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

blanco; luego llega FENTON y se lleva a ANA PAGE. Oyese <strong>de</strong>ntro el estrépito e la cacería. Las<br />

Hadas h<strong>uy</strong>en. FALSTAFF se quita la cabeza <strong>de</strong> ciervo y se levanta. Entran PAGE, FORD,<br />

MISTRESS PAGE Y MISTRESS FORD. Se apo<strong>de</strong>ran <strong>de</strong> FALSTAFF.)<br />

PAGE<br />

No, no h<strong>uy</strong>áis. Lo que es esta vez os hemos cogido. ¿Sólo podéis hacer vuestras malda<strong>de</strong>s<br />

vestido <strong>de</strong> Herne el cazador?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Os ruego que vengáis; no llevemos más a<strong>de</strong>lante la <strong>com</strong>edia. ¿Qué tal, buen sir Juan? ¿Cómo<br />

encontráis a las mujeres <strong>de</strong> Wíndsor? ¿Veis este objeto, marido mío? ¿No halláis que esos<br />

ornamentos sientan mejor en el bosque que en la ciudad?<br />

FORD<br />

¿Qué tal, señor mío? ¿Quién es el cornudo ahora? Maese Brook, Falstaff, es un bribón y un<br />

cornudo. Aquí tenéis sus cuernos, maese Brook. De lo que pertenece a Ford no ha conseguido<br />

mas que la canasta <strong>de</strong> la colada, muchos palos y veinte libras esterlinas que será forzoso<br />

reembolsar al señor Brook. Sus caballos están embargados por insolvencia, señor Brook.<br />

MISTRESS FORD<br />

Sir Juan, hemos tenido mala suerte. No hemos podido alcanzar una entrevista. No os admitiré<br />

nunca por amante; pero os consi<strong>de</strong>raré siempre <strong>com</strong>o un amado ciervo.<br />

FALSTAFF<br />

Entreveo que se me ha hecho hacer el papel <strong>de</strong> borrico.<br />

FORD<br />

Sí y también el <strong>de</strong> buey. La prueba es evi<strong>de</strong>nte.<br />

FALSTAFF<br />

¿Y no son hadas lo que aquí veo? Dos o tres veces lo he dudado; pero mi conciencia culpable y<br />

la sorpresa repentina <strong>de</strong> mis faculta<strong>de</strong>s me produjeron una ilusión grosera que me hizo creer,<br />

sin ton ni son, que eran seres sobrenaturales. Ved cómo pue<strong>de</strong> la inteligencia alucinarse cuando<br />

se ocupa en malas obras.<br />

EVANS<br />

Sir Juan Falstaff, servid a Dios. Renunciad a los apetitos carnales, y los duen<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong><br />

pellizcaros.<br />

FORD<br />

Bien dicho, duen<strong>de</strong> Hugo.<br />

EVANS<br />

Y por vuestra parte, renunciad también a los celos, os lo suplico.<br />

FORD<br />

No <strong>de</strong>sconfiaré <strong>de</strong> mi mujer hasta el día en que seáis vos capaz <strong>de</strong> hacerle la corte en inglés <strong>de</strong><br />

buena ley.<br />

FALSTAFF<br />

¿He expuesto mis sesos al sol y <strong>de</strong>jado que se achicharren, que no me quedaron los bastantes<br />

para <strong>de</strong>scubrir un lazo tan grosero? ¡Cómo! ¡Un cabrón galés tomarme a mí por objeto <strong>de</strong> sus<br />

burlas! ¡Dejarme yo encasquetar un gorro <strong>de</strong> frisa welche! No me falta mas que estrangularme<br />

con un pedazo <strong>de</strong> queso tierno.<br />

EVANS<br />

No conviene dar «queiso» a la «manteica», y vuestra barriga es <strong>de</strong> «manteica».<br />

FALSTAFF<br />

¡«Queiso» y «manteica»! ¿He vivido por ventura hasta hoy para verme objeto <strong>de</strong> burla <strong>de</strong> un<br />

poltrón que pone la lengua inglesa en picadillo? Esto es suficiente para hacer repugnante en<br />

todo el reino a libertinos y noctámbulos.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Aun cuando hubiésemos arrojado con toda nuestra fuerza la virtud <strong>de</strong> nuestros corazones y nos<br />

hubiésemos con<strong>de</strong>nado sin escrúpulo, ¿creéis, sir Juan, que habría podido el diablo en persona<br />

hacer <strong>de</strong> vos nuestras <strong>de</strong>licias?<br />

FORD<br />

¡Vaya, qué bocado! Una bala <strong>de</strong> lana.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Un hombre soplado!<br />

PAGE<br />

Viejo, tibio, mustio y con un vientre intolerable.<br />

55


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FORD<br />

Tan maldiciente <strong>com</strong>o Satanás.<br />

PAGE<br />

Y tan pobre <strong>com</strong>o Job.<br />

FORD<br />

Y tan malo <strong>com</strong>o su mujer.<br />

EVANS<br />

Entregado a las fornicaciones, a las tabernas, al Jerez, al vino, al hidromiel, a los licores fuertes,<br />

jurador escandaloso y camorrista.<br />

FALSTAFF<br />

M<strong>uy</strong> bien; soy vuestro tema; me lleváis ventaja. Estoy <strong>de</strong>caído. Ni siquiera me hallo en estado<br />

<strong>de</strong> contestar a esa franela welche. Hasta la ignorancia sirve <strong>de</strong> plomada contra mí. Haced <strong>de</strong> mí<br />

lo que queráis.<br />

FORD<br />

Pardiez, señor, vamos a llevaros a Wíndsor, a presencia <strong>de</strong> un tal maese Brook, a quien habéis<br />

estafado dinero, ofreciéndoos a servirle <strong>de</strong> alcahuete. De todas vuestras tribulaciones, la más<br />

cruel será la <strong>de</strong> reembolsar esa suma.<br />

MISTRESS FORD<br />

Vamos, esposo mío. Sírvale eso <strong>de</strong> in<strong>de</strong>mnización por lo que ha sufrido. Dejadle ese dinero, y<br />

seamos todos amigos.<br />

FORD<br />

Sea. Aquí está mi mano; todo lo perdono.<br />

PAGE<br />

Recobra la alegría, caballero. Esta noche te convido a un posset, en casa, don<strong>de</strong> podrás reírte<br />

<strong>de</strong> mi mujer, que se ríe <strong>de</strong> ti. Le dirás que el señor Slen<strong>de</strong>r se ha casado con su hija.<br />

MISTRESS PAGE<br />

(Aparte.) Doctores hay que lo dudan. Si es cierto que Ana Page es mi hija, también lo es que<br />

ahora es la mujer <strong>de</strong>l doctor Caius. (Entra SLENDER.)<br />

SLENDER<br />

¡Oh! ¡Ay!, ¡ay! ¡Padre Page!<br />

PAGE<br />

¡Hola, yerno mío! ¿Qué tal? ¿Qué hay? ¿ Habéis terminado?<br />

SLENDER<br />

¿Terminado? Que me ahorquen si el hombre más entendido <strong>de</strong> Glóster pue<strong>de</strong> <strong>com</strong>pren<strong>de</strong>r una<br />

palabra <strong>de</strong> todo esto.<br />

PAGE<br />

Explicaos, hijo.<br />

SLENDER<br />

He llegado a Eton para <strong>de</strong>sposarme con la señorita Ana Page y me he encontrado en vez <strong>de</strong> ella<br />

con un zopenco <strong>de</strong> muchacho. A no haber estado en la iglesia, le habría pegado, o me habría<br />

pegado él a mí. Así no pueda moverme nunca <strong>de</strong> aquí <strong>com</strong>o creí que era Ana Page.<br />

Y nada <strong>de</strong> eso; era mondo y lirondo un postillón.<br />

PAGE<br />

¡Por mi vida! Entonces habéis tomado uno por otro.<br />

SLENDER<br />

¿Qué necesidad tenéis <strong>de</strong> <strong>de</strong>círmelo? Evi<strong>de</strong>ntemente, ya que he tomado a un mocetón por una<br />

joven. Si me hubiesen casado con él, aunque va vestido <strong>de</strong> mujer, no lo habría querido por<br />

esposa.<br />

PAGE<br />

Todo es consecuencia <strong>de</strong> vuestra necedad. ¿No os he dicho que<br />

conoceríais a mi hija por el vestido?<br />

SLENDER<br />

Me he dirigido a la que iba vestida <strong>de</strong> blanco. Y le he gritado ¡Mum!, y ella me ha contestado<br />

¡Budget!, conforme habíamos convenido Ana y yo. Y, sin embargo, no era Ana, sino un<br />

postillón.<br />

EVANS<br />

¡Jesús, señor Slen<strong>de</strong>r! ¿Sois ciego, para casaros con un mancebo?<br />

56


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

PAGE<br />

¡Estoy cruelmente contrariado! ¿Qué hacer?<br />

MISTRESS PAGE<br />

Buen Jorge, no os enfadéis; yo conocía vuestro proyecto. Hice vestir a mi hija <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong>, y<br />

ahora se halla en el <strong>de</strong>anato, don<strong>de</strong> los casan... (Entra el DOCTOR CAIUS.)<br />

CAIUS<br />

¿Dón<strong>de</strong> está la señora <strong>de</strong> Page? ¡Por Cristo! ¡He sido engañado! Me he casado con un garçon,<br />

con un paysan. ¡Por Cristo! Un muchacho. No era Ana Page. ¡Por Cristo! Se me ha engañado.<br />

MISTRESS PAGE<br />

¡Cómo! ¿No os habéis llevado a la persona que iba <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>?<br />

CAIUS<br />

¡Sí, por Cristo; pero era un hombre! ¡Por Cristo! ¡Voy a sublevar a todo Wíndsor! (Sale.)<br />

FORD<br />

Esto sí que resulta extraño. ¿Quién es, pues, el que se ha casado con la verda<strong>de</strong>ra Ana?<br />

PAGE<br />

Tengo un presentimiento... Aquí está maese Fenton. (Entran FENTON y ANA PAGE.) ¿Qué<br />

suce<strong>de</strong>, señor Fenton?<br />

FENTON<br />

¡Perdón, padre mío! ¡Madre mía, perdón!<br />

PAGE<br />

Veamos, señorita: ¿por qué no habéis ido con el señor Slen<strong>de</strong>r?<br />

MISTRESS PAGE<br />

¿Por qué no habéis seguido al doctor Caius, señorita?<br />

FENTON<br />

La ponéis en confusión. Sabed lo que ha pasado: ambos queríais casar a vuestra hija <strong>de</strong> una<br />

manera vergonzosa, sin consultar sus afectos. La verdad es que ella y yo, prometidos uno a<br />

otro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo, tenemos ahora la certeza <strong>de</strong> que nada nos separará. Es una<br />

ofensa bendita la que ella ha <strong>com</strong>etido, y su inocente estratagema no pue<strong>de</strong> calificarse <strong>de</strong><br />

frau<strong>de</strong>, <strong>de</strong> <strong>de</strong>sobediencia o <strong>de</strong> falta <strong>de</strong> respeto, puesto que, gracias a ella, serán evitados los<br />

largos días <strong>de</strong> culpable maldición que resultan <strong>de</strong> un matrimonio forzoso.<br />

FORD<br />

No nos que<strong>de</strong>mos estupefactos. La cosa no tiene ya remedio. En amor, el Cielo es quien arregla<br />

los <strong>de</strong>stinos. El dinero <strong>com</strong>pra las tierras; pero la suerte es quien dispone <strong>de</strong> las mujeres.<br />

FALSTAFF<br />

Me alegro <strong>de</strong> ver que aunque todos los dardos estaban asestados contra mí, algunos han dado<br />

en el vacío.<br />

PAGE<br />

¡Bien! ¿Qué remedio? Fenton, el Cielo te dé felicidad y alegría. Es preciso resignarse a lo que no<br />

pue<strong>de</strong> evitarse ya.<br />

FALSTAFF<br />

Cuando los perros cazan <strong>de</strong> noche no distinguen <strong>de</strong> ciervos.<br />

MISTRESS PAGE<br />

Bien; no meditemos más, maese Fenton. El Cielo os conceda muchos, muchos días <strong>de</strong><br />

felicidad. Querido esposo, volvamos a casa, y al amor <strong>de</strong> un hermoso fuego riamos este sport;<br />

sir Juan <strong>com</strong>o todo el mundo.<br />

FORD<br />

Sea. Sir Juan, maese Brook os cumplirá su palabra, porque esta noche se acostará con mistress<br />

Ford. (Salen.)<br />

57


MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES<br />

Personajes<br />

• DON PEDRO, príncipe <strong>de</strong> Aragón<br />

• DON JUAN, su hermano bastardo<br />

• CLAUDIO, joven noble <strong>de</strong> Florencia<br />

• BENEDICTO, joven noble <strong>de</strong> Padua<br />

• LEONATO, gobernador <strong>de</strong> Mesina<br />

• ANTONIO, hermano s<strong>uy</strong>o<br />

• BALTASAR, criado <strong>de</strong> don Pedro<br />

• BORACHIO<br />

• CONRADO } <strong>com</strong>pañeros <strong>de</strong> don Juan<br />

• DOGBERRY, alguacil<br />

• VERGES, corchete<br />

• FRAILE FRANCISCANO<br />

• UN ESCRIBANO<br />

• UN PAJE<br />

• HERO, hija <strong>de</strong> Leonato<br />

• BEATRIZ, sobrina <strong>de</strong> Leonato<br />

• MARGARITA doncella <strong>de</strong> la servidumbre <strong>de</strong> Hero<br />

• ÚRSULA doncella <strong>de</strong> la servidumbre <strong>de</strong> Hero<br />

• Mensajeros, ronda, a<strong>com</strong>pañamiento, etc.<br />

ESCENA: Mesina<br />

Acto Primero<br />

Escena I<br />

Delante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran LEONATO, HERO, BEATRIZ y otros personajes, con un MENSAJERO.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

LEONATO.—Veo por esta carta que don Pedro <strong>de</strong> Aragón llega esta noche a Mesina.<br />

MENSAJERO.—Debe <strong>de</strong> hallarse m<strong>uy</strong> próximo, pues no estaba a tres leguas <strong>de</strong> aquí cuando le<br />

he <strong>de</strong>jado.<br />

LEONATO.—¿Cuántos caballeros habéis perdido en esta acción?<br />

MENSAJERO.—Sólo unos pocos <strong>de</strong> cierto rango, y ninguno <strong>de</strong> renombre.<br />

LEONATO.—Una victoria vale por dos cuando el vencedor regresa al hogar con las filas<br />

<strong>com</strong>pletas.<br />

Hallo aquí que don Pedro ha colmado <strong>de</strong> honores a un florentino llamado Claudio.<br />

MENSAJERO.—M<strong>uy</strong> merecidos por su parte y justamente otorgados por don Pedro. Ha<br />

superado las promesas <strong>de</strong> su edad, realizando bajo apariencias <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro hazañas <strong>de</strong> león.<br />

Verda<strong>de</strong>ramente, ha superado las mejores esperanzas a un extremo que no esperéis pueda<br />

<strong>de</strong>ciros cómo.<br />

LEONATO.—Tiene aquí en Mesina un tío que se alegrará muchísimo al saberlo.<br />

MENSAJERO.—Ya le he enviado unas cartas y ha mostrado sumo júbilo; a un grado tal que el<br />

58


gozo no pudo exteriorizarse con la mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>bida sin una marca <strong>de</strong> tristeza.<br />

LEONATO.—¿Rompió a llorar, tal vez?<br />

MENSAJERO.—Con gran abundancia.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

LEONATO.—¡Un tierno <strong>de</strong>sbordamiento <strong>de</strong> ternura! No hay rostros más leales que los que así se<br />

bañan en llanto. ¡Cuánto mejor es llorar <strong>de</strong> alegría que alegrarse <strong>de</strong>l lloro!<br />

BEATRIZ.—Por favor, el signior Mountanto ¿ha regresado <strong>de</strong> la guerra o no?<br />

MENSAJERO.—No conozco a nadie así llamado, señora. Ninguna persona <strong>de</strong> viso había en el<br />

ejército con semejante nombre.<br />

LEONATO.—¿Por quién preguntáis, sobrina?<br />

HERO.—Se refiere mi prima al signior Benedicto <strong>de</strong> Padua.<br />

MENSAJERO.—¡Oh! Ha regresado, y tan jovial <strong>com</strong>o siempre.<br />

BEATRIZ.—Fijó un cartel aquí en Mesina, retando a Cupido al arco; y el bufón <strong>de</strong> mi tío, al leer<br />

el reto, le contestó por Cupido y le <strong>de</strong>safió a la saetilla <strong>de</strong> cazar gorriones. Decidme, ¿a cuántos<br />

hombres ha dado muerte y se ha engullido en estas guerras? ¿A cuántos ha matado tan sólo?<br />

Porque, a la verdad, yo he prometido <strong>com</strong>erme todo lo que matara.<br />

LEONATO.—A fe, sobrina, que tratáis con excesiva dureza al signior Benedicto; pero él se<br />

<strong>de</strong>squitará con vos, no lo dudo.<br />

MENSAJERO.—Ha prestado buenos servicios en estas guerras, señora.<br />

BEATRIZ.—Tendríais víveres rancios, y os ayudó a <strong>com</strong>erlos; es un valentísimo gastrónomo;<br />

posee un estómago excelente.<br />

MENSAJERO.—Es también un buen soldado, señora.<br />

BEATRIZ.—Un buen soldado ante una dama; pero ¿qué es frente a un caballero?<br />

MENSAJERO.—Un caballero frente a un caballero, un hombre frente a un hombre, adornado<br />

con toda clase <strong>de</strong> honrosas virtu<strong>de</strong>s.<br />

BEATRIZ.—Eso es, efectivamente; no otra cosa sino un hombre adornado; mas, en cuanto al<br />

adorno... Bien, todos somos mortales.<br />

LEONATO.—Señor, no toméis en mal sentido las palabras <strong>de</strong> mi sobrina. Hay una especie <strong>de</strong><br />

guerra chistosa entre ella y el signior Benedicto. Jamás se encuentran sin que se entable entre<br />

ambos una escaramuza <strong>de</strong> ingeniosida<strong>de</strong>s.<br />

BEATRIZ.—¡Ay! Nada suele ganar en ello. En<br />

nuestra última contienda, cuatro <strong>de</strong> sus cinco sentidos salieron malparados, y ahora no le<br />

queda más que uno para el gobierno <strong>de</strong> todo su ser. Así que, si le resta ingenio bastante para<br />

mantenerse en calor, consérvelo, a fin <strong>de</strong> distinguirse <strong>de</strong> su caballo, por cuanto es el único<br />

atributo que le queda para pasar por una criatura racional. ¿Quién es ahora su <strong>com</strong>pañero<br />

inseparable? Cada mes tiene uno nuevo, que jura ser hermano s<strong>uy</strong>o.<br />

MENSAJERO.—¿Es posible?<br />

BEATRIZ.—Y tan posible. Lleva sus fieles amista<strong>de</strong>s a la moda <strong>de</strong> su sombrero. Varía siempre a<br />

tenor <strong>de</strong>l último figurín.<br />

59


MENSAJERO.—Noto, señora, que el caballero no está en vuestros libros.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BEATRIZ.—No; si lo estuviese, quemaría mi biblioteca. Pero <strong>de</strong>cidme, os ruego, ¿quién es su<br />

íntimo? ¿No hay ahora ningún joven quimerista que quiera hacer con él un viaje a los infiernos?<br />

MENSAJERO.—Las más veces se a<strong>com</strong>paña <strong>de</strong>l m<strong>uy</strong> noble Claudio.<br />

BEATRIZ.—¡Oh Dios! Se pegará a él <strong>com</strong>o una epi<strong>de</strong>mia. Se contagia con mayor celeridad que<br />

la peste; y el que la coge, inmediatamente se vuelve loco. Dios asista al noble Claudio. Si ha<br />

contraído la enfermedad Benedicto, le costará por lo menos un millar <strong>de</strong> libras el verse curado.<br />

MENSAJERO.—¡Quiero ser <strong>de</strong> vuestros amigos, señora!<br />

BEATRIZ.—Sedlo, buen amigo.<br />

LEONATO.—¡Nunca per<strong>de</strong>réis el juicio, sobrina!<br />

BEATRIZ.—No, mientras no haga calor en enero.<br />

MENSAJERO.—Don Pedro se acerca.<br />

Entran DON PEDRO, DON JUAN, CLAUDIO, BENEDICTO, BALTASAR y otros.<br />

DON PEDRO.—Querido signior Leonato, salís al encuentro <strong>de</strong> vuestra in<strong>com</strong>odidad. La<br />

costumbre <strong>de</strong>l mundo es evitar gastos, y vos vais en busca <strong>de</strong> ellos.<br />

LEONATO.—Jamás entró en mi casa la in<strong>com</strong>odidad en figura <strong>de</strong> vuestra gracia, pues cuando la<br />

in<strong>com</strong>odidad se marcha, el bienestar se queda; pero cuando vos me abandonáis, la tristeza<br />

permanece y la ventura es la que nos da su adiós.<br />

DON PEDRO.—Aceptáis vuestra carga <strong>de</strong>masiado gustosamente. Supongo que será ésta<br />

vuestra hija.<br />

LEONATO.—Muchas veces me lo dijo así su madre.<br />

BENEDICTO.—¿Lo dudabais, señor, cuando se lo preguntasteis?<br />

LEONATO.—No, señor Benedicto, pues erais un niño entonces.<br />

DON PEDRO.—Volved por otra, Benedicto. De aquí conjeturamos lo que sois, siendo ya un<br />

hombre. En verdad, la hija no <strong>de</strong>smiente al padre. Sed feliz, señora, ya que os parecéis a un<br />

padre tan honrado.<br />

BENEDICTO.—Si el signior Leonato es su padre, no quisiera ella por toda Mesina llevar su<br />

cabeza sobre sus hombros, por mucho que se le asemeje.<br />

BEATRIZ.—Me asombra que sigáis hablando todavía, signior Benedicto. Nadie repara en vos.<br />

BENEDICTO.—¡Cómo! Mi querida señora Desdén, ¿vivís aún?<br />

BEATRIZ.—¿Es posible que muera el Desdén, cuando pue<strong>de</strong> cebarse en tan buen pasto <strong>com</strong>o el<br />

signior Benedicto? La propia galantería se trocara en <strong>de</strong>sdén si estuvierais vos en su presencia.<br />

BENEDICTO.—Fuera entonces la galantería una renegada. Pero lo cierto es que todas las<br />

damas se prendan <strong>de</strong> mí, exceptuada solamente vos; y quisiera hallar en mi corazón que mi<br />

corazón no fuera tan duro; porque, a la verdad, no amo a ninguna.<br />

60


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BEATRIZ.—¡Qué incalculable dicha para las mujeres! De otra manera se verían importunadas<br />

por un pretendiente enojoso. Gracias a Dios y a mi temperamento frío, soy en eso <strong>de</strong>l mismo<br />

parecer que vos. Prefiero oír a mi perro ladrar a un grajo que a un hombre jurar que me adora.<br />

BENEDICTO.—Dios mantenga siempre a vuestra señoría en esa disposición <strong>de</strong> ánimo. Así se<br />

verá libre uno u otro caballero <strong>de</strong> los infalibles arañazos en la cara.<br />

BEATRIZ.—Si fuese una cara <strong>com</strong>o la vuestra no podrían afearla los arañazos.<br />

BENEDICTO.—Bien, sois una extraordinaria adiestraloros.<br />

BEATRIZ.—Más vale un ave con mi lengua que un animal con la vuestra.<br />

BENEDICTO.—Así marchase mi caballo con la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> vuestra lengua y mantuviese tan bien<br />

el aliento. Pero seguid vuestro camino, en nombre <strong>de</strong> Dios; he terminado.<br />

BEATRIZ.—Siempre acabáis con un par <strong>de</strong> coces. Os conozco <strong>de</strong> antiguo.<br />

DON PEDRO.—He aquí el resumen <strong>de</strong> todo, Leonato: signior Claudio y vos, signior Benedicto,<br />

mi querido amigo Leonato nos invita a todos. Le he <strong>com</strong>unicado que nos quedaremos aquí un<br />

mes cuando menos y él <strong>de</strong>sea cordialmente que algún acontecimiento prolongue nuestra<br />

estancia. Me atrevo a afirmar que no es hipócrita, sino que lo <strong>de</strong>sea <strong>de</strong> corazón.<br />

LEONATO.—Si lo jurarais, señor, no juraríais en falso. (A DON JUAN.) Permitidme que os dé la<br />

bienvenida, señor. Habiéndoos reconciliado con el príncipe vuestro hermano, os <strong>de</strong>bo toda clase<br />

<strong>de</strong> atenciones.<br />

DON JUAN.—Os lo agra<strong>de</strong>zco. No soy hombre <strong>de</strong> muchas palabras, pero os lo agra<strong>de</strong>zco.<br />

LEONATO.—¿Place a vuestra gracia pasar el primero?<br />

DON PEDRO.—Vuestra mano, Leonato; pasaremos a la vez.<br />

Salen todos, menos BENEDICTO y CLAUDIO.<br />

CLAUDIO.—Benedicto, ¿has reparado en la hija <strong>de</strong>l signior Leonato?<br />

BENEDICTO.—No he reparado en ella, pero la he mirado.<br />

CLAUDIO.—¿No es una damita ingenua?<br />

BENEDICTO.—¿Me preguntáis, <strong>com</strong>o hombre honrado, mi parecer franco y sencillo, o queréis<br />

que os responda según mi costumbre, <strong>com</strong>o enemigo <strong>de</strong>clarado <strong>de</strong> su sexo?<br />

CLAUDIO.—No, te ruego que me contestes con juicio sensato.<br />

BENEDICTO.—Pues, a fe, se me antoja <strong>de</strong>masiado bajita para un alto elogio, <strong>de</strong>masiado<br />

morena para un claro elogio y harto diminuta para un elogio gran<strong>de</strong>. Sólo puedo hacer <strong>de</strong> ella<br />

la siguiente re<strong>com</strong>endación: que si fuera otra <strong>de</strong> la que es, sería fea, y que no siendo sino <strong>com</strong>o<br />

es, no me gusta.<br />

CLAUDIO.—Piensas que estoy <strong>de</strong> broma. Te suplico me digas con franqueza lo que te parece.<br />

BENEDICTO.—¿Queréis <strong>com</strong>prarla, que tomáis tantos informes <strong>de</strong> ella?<br />

CLAUDIO.—¿Podría el mundo <strong>com</strong>prar semejante joya?<br />

BENEDICTO.—Ya lo creo, y un estuche para encerrarla. Pero ¿habláis en tono serio, o<br />

representáis el burlón Jack, para contarnos que Cupido es un buen cazador <strong>de</strong> liebres y Vulcano<br />

61


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

un insigne carpintero? Vamos, ¿en qué clave hay que cantar para ir acor<strong>de</strong> con la canción?<br />

CLAUDIO.—A mis ojos es la más encantadora dama que vi jamás.<br />

BENEDICTO.—Yo veo todavía sin anteojos, y no advierto semejantes hechizos. He ahí a su<br />

prima, que, a no hallarse poseída <strong>de</strong> la cólera, la superaría en hermosura tanto <strong>com</strong>o el primer<br />

día <strong>de</strong> mayo al último <strong>de</strong> diciembre. Mas espero que no intentaréis convertiros en marido, ¿no<br />

es eso?<br />

CLAUDIO.—No respon<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> mí, aunque hubiese jurado lo contrario, si Hero consintiese en<br />

ser mi esposa.<br />

BENEDICTO.—¿Ésas tenemos? ¡Por mi fe! ¿No habrá en el mundo un solo hombre que no<br />

quiera llevar su gorra <strong>de</strong> un modo sospechoso? ¿No lograré ver nunca un solterón <strong>de</strong> sesenta<br />

años? ¡A<strong>de</strong>lante, por vida mía! Puesto que te empeñas en doblar tu cuello al yugo, ostenta la<br />

marca y pasa los domingos suspirando. Mirad, don Pedro vuelve en busca vuestra.<br />

Vuelve a entrar DON PEDRO.<br />

DON PEDRO.—¿Qué secreto os <strong>de</strong>tiene aquí<br />

que no habéis a<strong>com</strong>pañado a Leonato a su casa?<br />

BENEDICTO.—Quisiera que vuestra alteza me constriñese a hablar.<br />

DON PEDRO.—Te lo or<strong>de</strong>no por tu obediencia <strong>de</strong> súbdito.<br />

BENEDICTO.—Ya lo oís, con<strong>de</strong> Claudio. Puedo guardar un secreto <strong>com</strong>o un mudo; estad<br />

convencido <strong>de</strong> ello. Pero la obediencia... Fijaos bien; se trata <strong>de</strong> la obediencia... Está<br />

enamorado. ¿De quién? Eso es lo que <strong>de</strong>be preguntarme ahora vuestra gracia. Advertid cuán<br />

breve es la respuesta: <strong>de</strong> Hero, la hija menor <strong>de</strong> Leonato.<br />

CLAUDIO.—Si así fuera, así se diría.<br />

BENEDICTO.—Como el viejo cuento, señor: «Ni es así, ni así fue; empero, a la verdad, no<br />

permita Dios que así sea».<br />

CLAUDIO.—Si mi pasión no cambia pronto, no quiera Dios que sea <strong>de</strong> otra manera.<br />

DON PEDRO.—Amén, si la amáis, que la dama es m<strong>uy</strong> digna <strong>de</strong> ello.<br />

CLAUDIO.—Habláis así para son<strong>de</strong>arme, señor.<br />

DON PEDRO.—Por mi honor, que expreso mi pensamiento.<br />

CLAUDIO.—Pues a fe mía, señor, que hago otro tanto.<br />

BENEDICTO.—Y por mi doble honor y fe, señor, que os imito.<br />

CLAUDIO.—Que la amo es lo que sé.<br />

DON PEDRO.—Que es digna <strong>de</strong> ello, me consta.<br />

BENEDICTO.—Pues yo ni sé cómo se la pueda amar, ni me consta que sea digna <strong>de</strong> que se la<br />

ame. Ésta es mi opinión, <strong>de</strong> que no haría <strong>de</strong>s<strong>de</strong>cirme el fuego. Me <strong>de</strong>jaría morir en el brasero<br />

por ella.<br />

DON PEDRO.—Tú siempre fuiste un hereje obstinado en negar culto a la hermosura.<br />

CLAUDIO.—Y jamás pudo sostener su papel sino violentando su voluntad.<br />

62


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BENEDICTO.—Que me haya concebido una mujer, es cosa que le agra<strong>de</strong>zco; que me haya<br />

criado, también es cosa por la cual le doy mis más humil<strong>de</strong>s gracias; pero que sobre mi cabeza<br />

resuene una ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> cuerno <strong>de</strong> montería, o que mi bugle cuelgue <strong>de</strong> un invisible cinturón,<br />

que todas las mujeres me perdonen. Porque no quiero hacerles la injusticia <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconfiar <strong>de</strong><br />

alguna <strong>de</strong> ellas, me reservo el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> no fiarme <strong>de</strong> ninguna. Y por último —y esto será lo<br />

más conveniente para mí—, me propongo vivir soltero.<br />

DON PEDRO.—Antes <strong>de</strong> morir, he <strong>de</strong> verte pali<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> amor.<br />

BENEDICTO.—Me veréis pali<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> cólera, <strong>de</strong> enfermedad o <strong>de</strong> hambre, señor; pero no <strong>de</strong><br />

amor. Si me <strong>de</strong>mostráis alguna vez que el amor me ha quitado más sangre <strong>de</strong> la que pueda<br />

recobrar con la bebida, sacadme los ojos con la pluma <strong>de</strong> un coplero y colgadme a la puerta <strong>de</strong><br />

un bur<strong>de</strong>l <strong>com</strong>o signo <strong>de</strong>l ciego Cupido.<br />

DON PEDRO.—Bien; pues si no quebrantas esa fe, proporcionarás un lindo tema <strong>de</strong> discurso.<br />

BENEDICTO.—Si la quebranto, colgadme en una botella <strong>com</strong>o a un gato y tirad al blanco sobre<br />

mí; y al que me acertare, dadle una palmada en el hombro y llamadle Adán.<br />

DON PEDRO.—Bien, <strong>com</strong>o aventura el tiempo:<br />

Tiempo llegará en que el toro salvaje se entregue al yugo.<br />

BENEDICTO.—El toro salvaje pue<strong>de</strong>; pero si el pru<strong>de</strong>nte Benedicto se entregara, arrancadle los<br />

cuernos al toro e incrustádmelos en la frente; y que me retrate luego un pintor <strong>de</strong> brocha<br />

gorda; y tal <strong>com</strong>o suele escribirse en gruesos caracteres: «Aquí se alquila un buen caballo»,<br />

poned <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi efigie: «Aquí podéis ver a Benedicto, el hombre casado».<br />

CLAUDIO.—Si la ocasión llega, serás un cornudo furioso.<br />

DON PEDRO.—Pues si Cupido no ha vaciado por <strong>com</strong>pleto su aljaba en Venecia, prepárate a<br />

temblar.<br />

BENEDICTO.—Antes temblará la tierra.<br />

DON PEDRO.—Bien, contemporizad con las horas. En el ínterin, apreciado signior Benedicto,<br />

entrad en casa <strong>de</strong> Leonato, saludadle en mi nombre y <strong>de</strong>cidle que no faltaré a la cena, ya que,<br />

verda<strong>de</strong>ramente, ha hecho gran<strong>de</strong>s preparativos.<br />

BENEDICTO.—Aún me siento capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar esa embajada; y así os en<strong>com</strong>iendo...<br />

CLAUDIO.—Al amparo <strong>de</strong> Dios. De mi casa, si la tuviese...<br />

DON PEDRO.—A seis <strong>de</strong> julio. Vuestro afectísimo amigo Benedicto.<br />

BENEDICTO.—Vaya, no os burléis, no os burléis. La tela <strong>de</strong> vuestro discurso suele estar a veces<br />

bastante mal tejida y a trozos <strong>de</strong>scubre la hilaza. Antes <strong>de</strong> acudir a viejas fórmulas, haced<br />

examen <strong>de</strong> conciencia. Y con esto me <strong>de</strong>spido. (Sale.)<br />

CLAUDIO.—Mi soberano, ahora podría vuestra alteza hacedme una merced.<br />

DON PEDRO.—T<strong>uy</strong>o es mi afecto para or<strong>de</strong>nar; enséñale, y verás con qué facilidad apren<strong>de</strong> las<br />

lecciones, por difíciles que sean, <strong>com</strong>o se trate <strong>de</strong> tu bien.<br />

CLAUDIO.—¿Tiene Leonato algún hijo, señor?<br />

DON PEDRO.—Sólo tiene a Hero, su única here<strong>de</strong>ra. ¿Es que la amas, Claudio?<br />

63


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CLAUDIO.—¡Oh señor! Cuando partisteis para<br />

esta última guerra, la contemplé con ojos <strong>de</strong> soldado y me agradó; mas hallábame ocupado en<br />

rudas empresas para entretenerme siquiera con el nombre <strong>de</strong> amor. Ahora que ya he regresado<br />

y que los pensamientos guerreros han <strong>de</strong>jado vacantes sus plazas, en su lugar acu<strong>de</strong>n en tropel<br />

tiernos y <strong>de</strong>licados anhelos que me recuerdan todos cuán bella es la joven Hero y me hablan <strong>de</strong><br />

la simpatía que me inspiró antes <strong>de</strong> partir para la guerra.<br />

DON PEDRO.—Pronto te convertirás en un verda<strong>de</strong>ro enamorado, pues ya abrumas al que te<br />

oye con un galimatías <strong>de</strong> palabras. Si amas a la hermosa Hero, cortéjala, que yo hablaré con<br />

ella y con su padre y la obtendrás. ¿No es éste el final que <strong>com</strong>enzaste a tejer con tan linda<br />

historia?<br />

CLAUDIO.—¡Cuán dulcemente curáis el amor, <strong>com</strong>oquiera que conocéis el mal por su<br />

fisonomía! Sólo para que mi afecto no os pareciera <strong>de</strong>masiado repentino, quise precaverlo con<br />

más largo discurso.<br />

DON PEDRO.—¿Y ha <strong>de</strong> ser mucho más ancho el puente que el río? La más bella dádiva es la<br />

precisa. Así, lo que a ella tien<strong>de</strong> es lícito. Para abreviar, la<br />

amas, y yo voy a prestarte ayuda. Tengo entendido que esta noche habrá baile <strong>de</strong> máscaras.<br />

Yo representaré tu papel bajo cualquier disfraz y diré a la hermosa Hero que soy Claudio.<br />

Verteré mi corazón en su pecho y aprisionaré su oído con el brío y arrebatado choque <strong>de</strong> mi<br />

relato amoroso. Acto seguido, tendré una explicación con su padre y, por último, será t<strong>uy</strong>a.<br />

Pongámoslo en práctica inmediatamente. (Salen.)<br />

Escena II<br />

Aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran LEONATO y ANTONIO por distintos lados.<br />

LEONATO.—¡Qué hay, hermano! ¿Dón<strong>de</strong> está mi sobrino, vuestro hijo? ¿Ha encargado esa<br />

música?<br />

ANTONIO.—Se ocupa <strong>de</strong> ello con interés. Por cierto, hermano, tengo que contaros extrañas<br />

nuevas que no pudierais ni soñar.<br />

LEONATO.—¿Son buenas?<br />

ANTONIO.—Según el rumbo que las marque el éxito. Sin embargo, la cubierta es buena;<br />

muestran aspecto exterior favorable. Uno <strong>de</strong> mis criados entreoyó al príncipe y al con<strong>de</strong><br />

Claudio, que se paseaban por una avenida ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> espesas y entretejidas ramas <strong>de</strong> mi<br />

jardín, lo siguiente. El príncipe confesó a Claudio que amaba a mi sobrina, vuestra hija; que<br />

tenía el propósito <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarárselo esta noche durante un baile; y que si la hallaba conforme,<br />

estaba <strong>de</strong>cidido a coger la ocasión por los cabellos y a poneros enseguida al corriente <strong>de</strong> las<br />

cosas.<br />

LEONATO.—¿Está en sus cabales el mozo que tal os ha dicho?<br />

ANTONIO.—Es un muchacho excelente y dispuesto. Voy a mandar que le busquen e interrógale<br />

tú mismo.<br />

LEONATO.—No, no; hay que consi<strong>de</strong>rar esto <strong>com</strong>o un sueño, hasta que se aclare por sí propio.<br />

Empero voy a advertir a mi hija, para que vaya preparando la respuesta, si por ventura el caso<br />

fuera cierto. Id y contádselo.<br />

Cruzan la escena varias personas.<br />

Deudos, ya sabéis lo que tenéis que hacer. –¡Oh! Os pido perdón, amigo. A<strong>com</strong>pañadme, que<br />

he menester <strong>de</strong> vuestro talento. –Querido primo, tened cuidado en estos momentos <strong>de</strong><br />

actividad. (Salen.)<br />

64


Escena III<br />

Otro aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran DON JUAN y CONRADO.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CONRADO.—¡Buenos tiempos! ¿Qué es eso, señor? ¿De qué nace esa tristeza sin medida?<br />

DON JUAN.—No tiene medida el asunto que la nutre. Por consiguiente, mi tristeza ha <strong>de</strong> ser<br />

ilimitada.<br />

CONRADO.—Debierais aten<strong>de</strong>r a la razón.<br />

DON JUAN.—Y aun cuando la atendiese, ¿qué beneficio me reportaría?<br />

CONRADO.—Si no un remedio instantáneo, a lo menos una resignación paciente.<br />

DON JUAN.—Me asombra que tú, nacido —<strong>com</strong>o dices— bajo la influencia <strong>de</strong> Saturno, trates <strong>de</strong><br />

aplicar un remedio moral a una dolencia mortal. Yo no sé disimular. Me es forzoso estar triste<br />

cuando tengo motivos, y ninguna chanza me haría sonreír; <strong>com</strong>er si siento apetito, y no esperar<br />

la <strong>com</strong>odidad <strong>de</strong> nadie; dormir cuando me acosa el sueño, sin aten<strong>de</strong>r a los negocios <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>más; y reírme si estoy alegre, a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong>l humor <strong>de</strong> quien fuere.<br />

CONRADO.—Sí, pero no <strong>de</strong>bierais hacer clara <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> ello mientras no podáis<br />

reportaros. Os habéis rebelado recientemente contra vuestro hermano, quien acaba <strong>de</strong><br />

reponeros en su gracia, don<strong>de</strong> es imposible que echéis hondas raíces si no cultiváis el terreno<br />

con vuestras propias obras. Es indispensable que aprovechéis la estación para recoger vuestra<br />

cosecha.<br />

DON JUAN.—Preferiría ser gusano en un zarzal a convertirme en rosa por su gracia, y cuadra<br />

más a mi temperamento ser <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñado <strong>de</strong> todos que a<strong>com</strong>odar mi <strong>com</strong>portamiento a los<br />

<strong>de</strong>más para obtener el afecto <strong>de</strong> uno. De esta manera, si no paso por honrado adulador, nadie<br />

podrá negar que soy un pillo franco. Se fían <strong>de</strong> mí con mordaza y con trabas se me da soltura.<br />

Por consiguiente, he <strong>de</strong>cidido no cantar en mi jaula. Si tuviera la boca libre, mor<strong>de</strong>ría; si gozara<br />

<strong>de</strong> libertad, obraría a mi antojo. En mi ínterin, déjame ser <strong>com</strong>o soy y no trates <strong>de</strong> cambiarme.<br />

CONRADO.—¿No podéis sacar ningún partido <strong>de</strong> vuestro <strong>de</strong>scontento?<br />

DON JUAN.—Todo el partido posible, pues es mi único partido. ¿Quién llega?<br />

Entra BORACHIO.<br />

¿Qué hay <strong>de</strong> nuevo, Borachio?<br />

BORACHIO.—Vengo <strong>de</strong> allá <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong> una gran cena. Vuestro hermano el príncipe está siendo<br />

festejado egregiamente por Leonato; y os traigo noticias <strong>de</strong> un matrimonio en cierne.<br />

DON JUAN.—¿Servirá <strong>de</strong> plano para construir alguna <strong>de</strong>sazón? ¿Quién es el insensato que se<br />

<strong>de</strong>sposa voluntariamente con la inquietud?<br />

BORACHIO.—¡Pardiez!, no sino el brazo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> vuestro hermano<br />

DON JUAN.—¿Quién? ¿El gentilísimo Claudio?<br />

BORACHIO.—El mismo.<br />

DON JUAN.—¡Bizarro mozo! ¿Y con quién? ¿Con quién? ¿En quién ha puesto los ojos?<br />

BORACHIO.—¡Por mi fe! En Hero, la hija y here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Leonato.<br />

DON JUAN.—¡Una polluela precoz! ¿Cómo lo sabéis?<br />

65


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BORACHIO.—Estando haciendo el oficio <strong>de</strong> sahumador, y mientras quemaba perfumes en una<br />

habitación mal aireada, vi llegar <strong>de</strong>l brazo al príncipe y a Claudio, discurriendo en grave plática.<br />

Me oculté rápidamente <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un tapiz, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí les oí cómo acordaron que el príncipe<br />

cortejaría a Hero por su propia cuenta y que <strong>de</strong>spués, una vez conseguida, la ce<strong>de</strong>ría al con<strong>de</strong><br />

Claudio.<br />

DON JUAN.—Venid, venid, vamos allá; esto pue<strong>de</strong> servir <strong>de</strong> pasto a mi <strong>de</strong>scontento. Ese héroe<br />

improvisado recoge toda la gloria <strong>de</strong> mi caída. Si puedo interponerle algún obstáculo en su<br />

camino, cualquier camino me parecerá venturoso. Cuento con vosotros dos. ¿Me prestaréis<br />

ayuda?<br />

CONRADO y BORACHIO.—Hasta la muerte, señor.<br />

DON JUAN.—Vamos a esa gran cena. Su mayor placer es el <strong>de</strong> verme caído. –¡Si el cocinero<br />

<strong>com</strong>partiera mi intención!– ¿Vamos a tantear el terreno?<br />

BORACHIO.—Estamos a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> vuestra señoría. (Salen.)<br />

Acto Segundo<br />

Escena I<br />

Aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran LEONATO, ANTONIO, HERO, BEATRIZ y otros.<br />

LEONATO.—¿No ha estado aquí a cenar el con<strong>de</strong> Juan?<br />

ANTONIO.—No le he visto.<br />

BEATRIZ.—¡Qué cara <strong>de</strong> acrimonia tiene ese caballero! Nunca he podido verle sin experimentar<br />

por espacio <strong>de</strong> una hora agruras <strong>de</strong> estómago.<br />

HERO.—Es <strong>de</strong> una disposición m<strong>uy</strong> melancólica.<br />

BEATRIZ.—El hombre perfecto sería aquel que se tuviera en el justo medio entre él y<br />

Benedicto: el uno es m<strong>uy</strong> semejante a una estatua y no dice esta boca es mía; el otro se<br />

parece al hijo mayor <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> lacasa, que chacharea incesantemente.<br />

LEONATO.—Es <strong>de</strong>cir, la mitad <strong>de</strong> la lengua <strong>de</strong>l señor Benedicto en la boca <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Juan y la<br />

mitad <strong>de</strong> la melancolía <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Juan en la cara <strong>de</strong>l señor Benedicto.<br />

BEATRIZ.—Con una buena pierna y un buen pie, tío, y bastante dinero en la bolsa, sería un<br />

hombre capaz <strong>de</strong> seducir a cualquier mujer <strong>de</strong>l mundo, si lograba captarse su buena voluntad.<br />

LEONATO.—A fe, sobrina, que no conseguirás nunca un esposo si tienes siempre la lengua tan<br />

maliciosa.<br />

ANTONIO.—A fe que es <strong>de</strong>masiado maldita.<br />

BEATRIZ.—Demasiado maldita es más que maldita. De ese modo echaré <strong>de</strong> menos una<br />

bendición <strong>de</strong> Dios, pues según el proverbio, «A la vaca maldita da Dios cuernos cortos»; pero a<br />

la que es <strong>de</strong>masiado maldita no le da cuerno alguno.<br />

LEONATO.—Así, por ser <strong>de</strong>masiado maldita, ¿no os dará Dios cuernos?<br />

BEATRIZ.—Justamente, si no me da marido, c<strong>uy</strong>a merced le imploro <strong>de</strong> rodillas todas las<br />

mañanas y todas las noches: «¡Señor! Yo no podría sufrir a un marido con toda la barba;<br />

preferiría acostarme con un montón <strong>de</strong> lana».<br />

66


LEONATO.—Podéis poner los ojos en un marido sin barba.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BEATRIZ.—¿Y qué haría con él? ¿Vestirle con mis faldas y que me sirviese <strong>de</strong> doncella? Quien<br />

tiene barba es más que un mancebo, y el que carece <strong>de</strong> ella menos que un hombre. Si es más<br />

que mancebo es mucho hombre para mí, y si es menos que hombre, soy yo mucha mujer para<br />

él. Por consiguiente, prefiero tomar seis peniques <strong>de</strong> arras <strong>de</strong>l guardaosos y conducir sus<br />

monos al infierno.<br />

LEONATO.—Bueno; entonces, ¿irás al infierno?<br />

BEATRIZ.—No, sino hasta la puerta. Allí me saldrá al encuentro el diablo, quien, con sus<br />

cuernos en la cabeza, <strong>com</strong>o un viejo cornudo, me dirá: «Anda al cielo, Beatriz, anda al cielo;<br />

aquí no hay sitio para doncellas <strong>com</strong>o tú». Entonces yo le <strong>de</strong>jaré mis monos y me encaminaré<br />

al cielo en busca <strong>de</strong> San Pedro. Él me enseñará dón<strong>de</strong> se sientan los solterones, y allí viviremos<br />

tan dichosos cuan largo es el día.<br />

ANTONIO.—(A HERO.) Bueno, sobrina; confío en que os <strong>de</strong>jaréis guiar por vuestro padre.<br />

BEATRIZ.—Sí, a fe; el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> mi prima es hacer una reverencia y <strong>de</strong>cir: «Como os guste,<br />

padre». Pero, sobre todo, prima, que sea buen mozo; o <strong>de</strong> lo contrario, haz otra reverencia y<br />

di: «Padre, <strong>com</strong>o a mí me guste».<br />

LEONATO.—Vamos, sobrina, espero veros un día provista <strong>de</strong> esposo.<br />

BEATRIZ.—No será en tanto Dios no haga a los hombres <strong>de</strong> otra sustancia distinta a la tierra.<br />

¿No es <strong>de</strong>sesperante para una mujer el verse dominada por un puñado <strong>de</strong> polvo valiente y<br />

tener que rendir cuentas <strong>de</strong> su vida a un terrón <strong>de</strong> cieno petulante? No, tío; no quiero a<br />

ninguno. Los hijos <strong>de</strong> Adán son mis hermanos; y, francamente, tendría por pecado buscar un<br />

esposo en mi familia.<br />

LEONATO.—Hija, acordaos <strong>de</strong> lo que os he dicho. Si el príncipe os solicita en ese sentido, ya<br />

sabéis la respuesta que habéis <strong>de</strong> darle.<br />

BEATRIZ.—Prima, culpa será <strong>de</strong> la música, si no sois cortejada a su <strong>de</strong>bido tiempo. Si el<br />

príncipe se muestra <strong>de</strong>masiado importuno, <strong>de</strong>cidle que en todo hay <strong>com</strong>pás, y bailad en vez <strong>de</strong><br />

contestarle. Porque, oídme, Hero: el enamorarse, el casarse y el arrepentirse son,<br />

respectivamente, <strong>com</strong>o una giga escocesa, un minué y una zarabanda; el primer galanteo es<br />

ardiente y rápido, <strong>com</strong>o la giga escocesa, y no menos fantástico; el casamiento es formal y<br />

grave, <strong>com</strong>o el minué, lleno <strong>de</strong> dignidad y antigüedad; y luego viene el arrepentimiento y con<br />

sus piernas vacilantes toma parte en la zarabanda, cada vez más torpe y más pesado, hasta<br />

que se hun<strong>de</strong> en la tumba.<br />

LEONATO.—Sobrina, siempre miráis las cosas por el lado <strong>de</strong>sfavorable.<br />

BEATRIZ.—Tengo m<strong>uy</strong> buena vista, tío. Soy capaz <strong>de</strong> distinguir una iglesia en pleno día.<br />

LEONATO.—Aquí llegan las máscaras, hermano. Hagámosles lugar.<br />

Entran DON PEDRO, CLAUDIO, BENEDICTO, BALTASAR, DON JUAN, BORACHIO, MARGARITA,<br />

ÚRSULA y otros, enmascarados.<br />

DON PEDRO.—Señora, ¿os dignaríais dar una vuelta con vuestro amigo?<br />

HERO.—Si marcháis <strong>de</strong>spacio, miráis con dulzura y no <strong>de</strong>cís nada, estoy dispuesta a pasear; y<br />

especialmente si se trata <strong>de</strong> pasear lejos.<br />

DON PEDRO.—¿Llevándome en vuestra <strong>com</strong>pañía?<br />

67


HERO.—Ya os lo diré cuando me plazca.<br />

DON PEDRO.—¿Y cuándo os placerá <strong>de</strong>círmelo?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

HERO.—Cuando me agra<strong>de</strong> vuestro semblante, pues ¡líbrenos Dios <strong>de</strong> que el laúd se asemeje a<br />

la funda!<br />

DON PEDRO.—Mi careta es el tejado <strong>de</strong> Filemón; <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la choza está Júpiter.<br />

HERO.—Pues entonces vuestra careta <strong>de</strong>bería estar techada <strong>de</strong> paja.<br />

DON PEDRO.—Hablad bajo, si habéis <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> amor. (Se retiran.)<br />

BALTASAR.—Pues quisiera gustaros.<br />

MARGARITA.—No quisiera yo, por vuestro bien, pues estoy llena <strong>de</strong> malas cualida<strong>de</strong>s.<br />

BALTASAR.—Citadme alguna.<br />

MARGARITA.—Rezo en alta voz.<br />

BALTASAR.—Tanto mejor para amaros. Los que os escuchen podrán <strong>de</strong>cir: Amén.<br />

MARGARITA.—Dios me aparee con un buen bailarín.<br />

BALTASAR.—Amén.<br />

MARGARITA.—Y que lo aparte <strong>de</strong> mis ojos cuando termine el baile. Respon<strong>de</strong>d, sacristán.<br />

BALTASAR.—Ni una palabra. Ya tiene su respuesta el sacristán. (Se retiran.)<br />

ÚRSULA.—Os conozco <strong>de</strong>masiado: sois el signior Antonio.<br />

ANTONIO.—En una palabra, no lo soy.<br />

ÚRSULA.—Os conozco en el modo <strong>de</strong> mover la cabeza.<br />

ANTONIO.—Para seros franco, le remedo en eso.<br />

ÚRSULA.—No podríais remedarle tan bien, si no fuerais él mismo. He aquí <strong>de</strong> arriba abajo su<br />

mano enjuta: sois el mismo, sois el mismo.<br />

ANTONIO.—En una palabra, digo que no lo soy.<br />

ÚRSULA.—Vamos, vamos, ¿pensáis que no os conozco por la excelencia <strong>de</strong> vuestro ingenio?<br />

¿Pue<strong>de</strong> el mérito disimularse? Vamos, burlón, sois él. La gracia se <strong>de</strong>lata siempre, y aquí<br />

termino.<br />

BEATRIZ.—¿No puedo saber quién os ha contado eso?<br />

BENEDICTO.—No, perdonadme.<br />

BEATRIZ.—¿Ni queréis <strong>de</strong>cirme quién sois?<br />

BENEDICTO.—No, por ahora.<br />

BEATRIZ.—¿Conque soy <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa y extraigo mis mejores agu<strong>de</strong>zas <strong>de</strong> los Cien cuentos<br />

alegres? ¡Bah! Eso os lo ha contado el signior Benedicto.<br />

68


BENEDICTO.—¿Quién es ése?<br />

BEATRIZ.—Estoy segura <strong>de</strong> que le conocéis <strong>de</strong>masiado.<br />

BENEDICTO.—No, creedme.<br />

BEATRIZ.—¿Nunca os ha hecho reír?<br />

BENEDICTO.—Os ruego que me digáis quién es.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BEATRIZ.—Pues bien, es el juglar <strong>de</strong>l príncipe: un bufón insípido; su sola cualidad estriba en<br />

inventar calumnias inconcebibles; nadie sino los libertinos se <strong>de</strong>leitan con él; y lo que le<br />

re<strong>com</strong>ienda ante éstos no es su gracejo sino su grosería, pues divierte a los hombres a la par<br />

que los enoja y acaban por reírse <strong>de</strong> él y golpear- le. Estoy segura <strong>de</strong> que se hallará en esta<br />

flota. ¡Quisiera que me abordara!<br />

BENEDICTO.—Cuando conozca a ese caballero le referiré lo que me habéis dicho.<br />

BEATRIZ.—Hacedlo, hacedlo. Aventurará una o dos pullas a mi costa; y si por acaso se da<br />

cuenta <strong>de</strong> que no las advierten o no provocan risa, se pondrá melancólico; y entonces habrá un<br />

ala más <strong>de</strong> perdiz, pues el mentecato no cenará aquella noche.<br />

Música <strong>de</strong>ntro.<br />

Sigamos a los que nos prece<strong>de</strong>n.<br />

BENEDICTO.—En lo que fuera lícito.<br />

BEATRIZ.—No, si me condujeran a algo malo, les <strong>de</strong>jaría en la primera vuelta.<br />

Baile. Después salen todos, menos DON JUAN, BORACHIO y CLAUDIO.<br />

DON JUAN.—Indudablemente, mi hermano se ha prendado <strong>de</strong> Hero; y ha llamado aparte a su<br />

padre para <strong>de</strong>clarárselo. Las damas han seguido a la bella y no queda más que una máscara.<br />

BORACHIO.—Y ésa es Claudio; le conozco en el porte.<br />

DON JUAN.—¿No sois el signior Benedicto?<br />

CLAUDIO.—Habéis acertado; el mismo soy.<br />

DON JUAN.—Signior, sois el amigo íntimo <strong>de</strong> mi hermano. Está enamorado <strong>de</strong> Hero. Os ruego<br />

le hagáis <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> ese enlace. Ella no es <strong>de</strong> una cuna igual a la s<strong>uy</strong>a. Podéis representar en<br />

ello el papel <strong>de</strong> un hombre honrado.<br />

CLAUDIO.—¿Cómo sabéis que la ama?<br />

DON JUAN.—Le he oído jurarle amor.<br />

BORACHIO.—Yo también; y juró que se casaría con ella esta misma noche.<br />

DON JUAN.—Venid, vámonos al banquete.<br />

(Salen DON JUAN y BORACHIO.)<br />

CLAUDIO.—He contestado así al nombre <strong>de</strong> Benedicto, mas he oído esas malas nuevas con los<br />

oídos <strong>de</strong> Claudio. Es cierto; el príncipe la corteja para sí. La amistad es en todo consecuente,<br />

salvo en el oficio y negocios <strong>de</strong>l amor. Por lo tanto, es preciso que en el amor los corazones no<br />

se valgan <strong>de</strong> intérpretes, y que los ojos traten por su cuenta, sin fiarse <strong>de</strong> mediador alguno,<br />

pues la hermosura es una hechicera con c<strong>uy</strong>os encantos la lealtad se trueca en pasión. Es un<br />

69


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

hecho que se <strong>com</strong>prueba a todas horas, y yo no he sabido recelar. ¡Adiós, pues, Hero!<br />

Vuelve a entrar BENEDICTO.<br />

BENEDICTO.—¿El con<strong>de</strong> Claudio?<br />

CLAUDIO.—Sí, el mismo.<br />

BENEDICTO.—Vamos, ¿queréis seguirme?<br />

CLAUDIO.—¿Adón<strong>de</strong>?<br />

BENEDICTO.—Hasta el sauce más próximo, para tratar <strong>de</strong> vuestro asunto, con<strong>de</strong>. ¿A qué moda<br />

queréis llevar la guirnalda? ¿Ceñida al cuello, <strong>com</strong>o ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> usurero, o al brazo, <strong>com</strong>o banda<br />

<strong>de</strong> teniente? De uno u otro modo habéis <strong>de</strong> llevarla, pues el príncipe ha conquistado vuestra<br />

Hero.<br />

CLAUDIO.—Que sea feliz con ella.<br />

BENEDICTO.—¡Cómo! Eso es hablar <strong>com</strong>o un buen gana<strong>de</strong>ro; así se cierra un trato <strong>de</strong> bueyes.<br />

Pero ¿hubiereis supuesto al príncipe capaz <strong>de</strong> jugaros semejante partida?<br />

CLAUDIO.—Os lo ruego, <strong>de</strong>jadme.<br />

BENEDICTO.—¡Eh! Ahora procedéis <strong>com</strong>o el ciego. Fue el lazarillo quien os robó la <strong>com</strong>ida, y<br />

dais <strong>de</strong> palos al poste.<br />

CLAUDIO.—Si no pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong> otro modo, os <strong>de</strong>jaré yo. (Sale.)<br />

BENEDICTO.—¡Ay! ¡Pobre pollo herido! Ahora irá a rastras a ten<strong>de</strong>rse sobre las cárices. Pero<br />

¡que mi señora Beatriz me conozca y no me conozca! ¡El bufón <strong>de</strong>l príncipe! ¡Ja! Pue<strong>de</strong> que me<br />

dé ese título porque soy jovial. Sí; pero con ello se me infiere un agravio. Yo no tengo esa<br />

reputación. Es la perversa y áspera condición <strong>de</strong> Beatriz, que mi<strong>de</strong> al mundo por su persona, y<br />

me crea tan mala fama. Bien; me vengaré <strong>com</strong>o pueda.<br />

Vuelve a entrar DON PEDRO.<br />

DON PEDRO.—Hola, signior. ¿Dón<strong>de</strong> está el con<strong>de</strong>? ¿Le habéis visto?<br />

BENEDICTO.—Por mi fe, señor, que he representado el papel <strong>de</strong> la señora Fama. Le hallé aquí<br />

tan melancólico <strong>com</strong>o una casa <strong>de</strong> guarda en un conejar. Le dije, y creo no haberle mentido,<br />

que vuestra gracia había conseguido la buena voluntad <strong>de</strong> esa damita, y le ofrecí a<strong>com</strong>pañarle<br />

hasta un sauce para tejerle una guirnalda <strong>com</strong>o amante <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñado o para cortarle una vara<br />

<strong>com</strong>o hombre digno <strong>de</strong> azotes.<br />

DON PEDRO.—¡Digno <strong>de</strong> azotes! ¿Qué falta ha <strong>com</strong>etido?<br />

BENEDICTO.—La torpe trasgresión <strong>de</strong> un niño <strong>de</strong> escuela que, en su alegría por haber<br />

encontrado un nido <strong>de</strong> pájaros, lo muestra a su <strong>com</strong>pañero, quien se lo roba.<br />

DON PEDRO.—¿Calificas <strong>de</strong> trasgresión una prueba <strong>de</strong> confianza? La trasgresión está en el<br />

robador.<br />

BENEDICTO.—Sin embargo, no hubiera estado <strong>de</strong> más proveerse <strong>de</strong> la vara y también <strong>de</strong> la<br />

guirnalda: la guirnalda para que la gastase él y la vara para aplicárosla a vos, quien, a lo que<br />

parece, le ha robado su nido <strong>de</strong> pájaros.<br />

DON PEDRO.—Sólo les enseñaré a cantar y <strong>de</strong>spués los <strong>de</strong>volveré a su dueño.<br />

BENEDICTO.—Si su canto respon<strong>de</strong> a vuestras palabras, por mi fe que habéis hablado<br />

70


honradamente.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON PEDRO.—La señora Beatriz se queja <strong>de</strong> vos. Al caballero que bailaba con ella le ha dicho<br />

que la injuriáis en <strong>de</strong>masía.<br />

BENEDICTO.—¡Oh! Ella es quien me trata <strong>de</strong> un modo que no lo sufriera un tarugo. Un<br />

alcornoque con sólo una hoja ver<strong>de</strong> la hubiera contestado. Mi propia careta <strong>com</strong>enzó a<br />

animarse y a reñirla. Me ha dicho, sin sospechar con quién hablaba, que era el juglar <strong>de</strong>l<br />

príncipe; que era más tedioso que un gran <strong>de</strong>shielo; acumulando burla tras burla sobre mí con<br />

tan increíble malicia que no parecía sino <strong>com</strong>o hombre que sirviera <strong>de</strong> blanco a un ejército<br />

entero que tirara sobre él. Habla puñales, y cada palabra s<strong>uy</strong>a es un golpe. Si fuera su aliento<br />

tan pestífero <strong>com</strong>o sus términos, no habría modo <strong>de</strong> vivir a su lado; infestaría hasta la estrella<br />

polar. No la quisiera por esposa, aunque trajese en dote cuanto poseyó Adán antes <strong>de</strong>l primer<br />

pecado. Hubiera obligado a Hércules a dar vueltas al asador, no cabe duda, y aun a hacer<br />

astillas su clava para encen<strong>de</strong>r el fuego. Vamos, no hablemos <strong>de</strong> ella. Acabaríais por reconocer<br />

en ella a la infernal Até lujosamente ataviada. Por Dios, que fuera bueno que algún sabio la<br />

sometiera a conjuro; porque, a la verdad, mientras ella aliente sobre la tierra, el hombre hallará<br />

más paz en el infierno que en un santuario; y las gentes perecerán adre<strong>de</strong> para ir allí cuanto<br />

antes; así que, <strong>de</strong> veras, todo <strong>de</strong>sasosiego, horror y perturbación la siguen.<br />

Vuelven a entrar CLAUDIO, BEATRIZ, HERO y LEONATO.<br />

DON PEDRO.—Miradla, aquí viene.<br />

BENEDICTO.—¿No podría vuestra gracia darme algún encargo para el fin <strong>de</strong>l mundo? Iría en<br />

este momento a los antípodas con el recado <strong>de</strong> menos importancia que quisierais confiarme. Os<br />

traería ahora mismo un mondadientes <strong>de</strong>l más apartado extremo <strong>de</strong>l Asia; os procuraría la<br />

medida <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong>l preste Juan <strong>de</strong> las Indias; os proporcionaría un pelo <strong>de</strong> la barba <strong>de</strong>l Gran<br />

Kan; os <strong>de</strong>sempeñaría cualquier embajada cerca <strong>de</strong> los pigmeos, antes que cambiar tres<br />

palabras con esa arpía. ¿No tenéis <strong>de</strong>stino para mí?<br />

DON PEDRO.—Ninguno, sino <strong>de</strong>sear vuestra buena <strong>com</strong>pañía.<br />

BENEDICTO.—¡Oh Dios! He aquí, señor, un plato que no es <strong>de</strong> mi gusto: no puedo tragar a<br />

esta señora Lengua. (Sale.)<br />

DON PEDRO.—Vamos, señora, vamos; habéis perdido el corazón <strong>de</strong>l signior Benedicto.<br />

BEATRIZ.—Efectivamente, señor; me lo prestó por algunos instantes, y, <strong>com</strong>o interés, le di un<br />

corazón doble por el s<strong>uy</strong>o sencillo; empero, ¡pardiez!, que en otra ocasión me lo ganó con<br />

dados falsos; <strong>de</strong> don<strong>de</strong> bien pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir vuestra gracia que lo he perdido.<br />

DON PEDRO.—Le tenéis abatido, señora; le tenéis <strong>de</strong>bajo.<br />

BEATRIZ.—No quisiera que hiciese otro tanto conmigo, señor; me vería en peligro <strong>de</strong> ser madre<br />

<strong>de</strong> locos. Aquí os traigo al con<strong>de</strong> Claudio, a quien me mandasteis buscar.<br />

DON PEDRO.—¡Cómo! ¡Qué es eso, con<strong>de</strong>! ¿Por qué estáis triste?<br />

CLAUDIO.—No estoy triste, señor.<br />

DON PEDRO.—Qué entonces, ¿enfermo?<br />

CLAUDIO.—Tampoco, señor.<br />

BEATRIZ.—El con<strong>de</strong> no está triste, ni enfermo, ni alegre, ni sano; es civil, un con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Sevilla,<br />

<strong>com</strong>o las naranjas, y <strong>de</strong> ese mismo color celoso.<br />

71


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON PEDRO.—A fe, señora, creo que es verdad vuestra <strong>de</strong>scripción; aunque puedo jurar que, si<br />

es así, su recelo es infundado. Ved, Claudio: he hecho la corte a Hero en nombre t<strong>uy</strong>o, y la he<br />

conseguido. Hablé ya con su padre, y obtuve su buena voluntad. ¡Fija, por lo tanto, el día <strong>de</strong> la<br />

boda, y que Dios te haga feliz!<br />

LEONATO.—Con<strong>de</strong>, tomad a mi hija, y con ella mi fortuna. ¡Su gracia ha concertado el<br />

matrimonio, y todas las gracias digan amén!<br />

BEATRIZ.—Hablad, con<strong>de</strong>; os toca el turno.<br />

CLAUDIO.—El silencio es el mejor heraldo <strong>de</strong> la alegría. Fuera bien poca mi felicidad si pudiera<br />

<strong>de</strong>cir cuánta es. Señora, soy tan vuestro <strong>com</strong>o vos sois mía. ¡Me entrego por <strong>com</strong>pleto a vos y<br />

<strong>de</strong>svarío por el cambio!<br />

BEATRIZ.—Habla, prima; y, si no pue<strong>de</strong>s, ciérrale la boca con un beso, y que él no hable<br />

tampoco.<br />

DON PEDRO.—A fe, señora, que tenéis el corazón gozoso.<br />

BEATRIZ.—Sí, señor; y le estoy agra<strong>de</strong>cida al pobre orate por mantenerse a sotavento <strong>de</strong> los<br />

cuidados. Mi prima le dice al oído que le lleva en el corazón.<br />

CLAUDIO.—Y así es, prima.<br />

BEATRIZ.—¡Dios mío! ¡Parentesco por matrimonio! Todo el mundo se casa aquí menos yo que<br />

me quedo a la luna <strong>de</strong> Valencia. Ya puedo sentarme en un rincón y gritar: ¡Eh! ¡Venga un<br />

marido!<br />

DON PEDRO.—Yo os hallaré uno, señora Beatriz.<br />

BEATRIZ.—Preferiría que me lo hubiese hallado vuestro padre. ¿No tiene vuestra gracia ningún<br />

hermano que se le parezca? Vuestro padre supo hacer excelentes maridos, si una doncella<br />

pudiese dar con ellos.<br />

DON PEDRO.—¿Me queréis a mí por tal, señora?<br />

BEATRIZ.—No, señor; a menos que me sea permitido tener otro para los días <strong>de</strong> trabajo.<br />

Vuestra gracia es <strong>de</strong>masiado lujoso para llevarse todos los días. Pero, por favor, perdóneme<br />

vuestra gracia. He nacido para estar siempre risueña y no hablar en serio.<br />

DON PEDRO.—Vuestro silencio es lo que más me ofen<strong>de</strong>, y la alegría, lo que mejor os sienta,<br />

pues, no cabe duda, <strong>de</strong>bisteis <strong>de</strong> nacer en una hora alegre.<br />

BEATRIZ.—No, por cierto, señor, que mi madre gritaba; pero había a la vez una estrella que<br />

bailaba, y yo nací bajo su influjo. ¡Dios os conceda alegría primos!<br />

LEONATO.—Sobrina, ¿queréis poner atención en las cosas que os he dicho?<br />

BEATRIZ.—Imploro vuestra merced, tío. Con el perdón <strong>de</strong> vuestra gracia. (Sale.)<br />

DON PEDRO.—¡Por mí fe! ¡Es una dama agradable y risueña!<br />

LEONATO.—La melancolía es elemento que entra poco en la constitución <strong>de</strong> su ser, señor.<br />

Nunca está seria, sino cuando duerme. Y aun no siempre, pues he oído <strong>de</strong>cir a mi hija que, a<br />

menudo, soñando <strong>de</strong>sventuras se ha <strong>de</strong>spertado con risas.<br />

DON PEDRO.—No pue<strong>de</strong> sufrir que le hablen <strong>de</strong> esposo.<br />

72


LEONATO.—¡Oh! ¡De ninguna manera! Se burla <strong>de</strong> todos sus pretendientes.<br />

DON PEDRO.—Sería excelente mujer para Benedicto.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

LEONATO.—¡Oh Dios, señor! Si estuvieran casados sólo una semana, se volverían locos <strong>de</strong><br />

tanto hablar.<br />

DON PEDRO.—¿Cuándo pensáis ir a la iglesia, con<strong>de</strong> Claudio?<br />

CLAUDIO.—Mañana, señor. El tiempo marcha sobre muletas hasta que el amor cumpla todos<br />

sus ritos.<br />

LEONATO.—No antes <strong>de</strong>l lunes, querido hijo, que será justamente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una semana. Y<br />

aun así, tiempo harto brevísimo para tener todas las cosas conforme a mi <strong>de</strong>seo.<br />

DON PEDRO.—Vamos, movéis la cabeza a tan larga <strong>de</strong>mora; pero os garantizo, Claudio, que el<br />

tiempo no ha <strong>de</strong> hacérsenos pesado. Me propongo, en el ínterin, a<strong>com</strong>eter uno <strong>de</strong> los trabajos<br />

<strong>de</strong> Hércules, que ha <strong>de</strong> consistir en hacer que el signior Benedicto y la señora Beatriz sostengan<br />

una montaña <strong>de</strong> afección mutua. Ardo por verlos casados, y no dudo que lo he <strong>de</strong> lograr si<br />

vosotros tres me suministráis no más que la ayuda tal <strong>com</strong>o yo os or<strong>de</strong>ne.<br />

LEONATO.—Señor, me tenéis a vuestro lado, aunque me cueste pasar diez noches en vela.<br />

CLAUDIO.—Y yo, señor.<br />

DON PEDRO.—¿Y vos también, gentil Hero?<br />

HERO.—Señor, <strong>de</strong>sempeñaré cualquier <strong>com</strong>etido a<strong>de</strong>cuado para ayudar a mi prima al logro <strong>de</strong><br />

un buen marido.<br />

DON PEDRO.—Y Benedicto no es el marido <strong>de</strong> menos esperanzas que yo conozco. Puedo<br />

alargarme en elogios respecto <strong>de</strong> él; es <strong>de</strong> noble linaje, <strong>de</strong> acreditado valor y honra<strong>de</strong>z<br />

reconocida. Os enseñaré cómo habéis <strong>de</strong> preparar el ánimo <strong>de</strong> vuestra prima para que se<br />

incline al amor <strong>de</strong> Benedicto. Y yo, con vuestra doble ayuda, me las arreglaré con Benedicto <strong>de</strong><br />

modo que, a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> su espíritu cáustico y <strong>de</strong> su mal genio repulsivo, se pren<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

Beatriz. Si logramos esto, Cupido ya no será arquero, y su gloria nos pertenecerá, pues nos<br />

quedaremos por únicos dioses <strong>de</strong>l amor. Venid conmigo y os explicaré mi plan. (Salen.)<br />

Otro aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran DON JUAN y BORACHIO.<br />

Escena II<br />

DON JUAN.—Es cosa hecha; el con<strong>de</strong> Claudio se casará con la hija <strong>de</strong> Leonato.<br />

BORACHIO.—Sí, señor; pero yo puedo impedirlo.<br />

DON JUAN.—Toda barrera, todo obstáculo, todo impedimento será bálsamo a mi herida. Estoy<br />

enfermo <strong>de</strong> disgusto contra él, y todo cuanto venga a contrariar su <strong>de</strong>seo se hallará en el<br />

mismo plano y a nivel <strong>de</strong>l mío. ¿Cómo pue<strong>de</strong>s frustrar ese matrimonio?<br />

BORACHIO.—No <strong>de</strong> un modo honrado, señor; pero sí tan encubiertamente que nadie<br />

sospechará <strong>de</strong> mi bellaquería.<br />

DON JUAN.—Muéstrame cómo en pocas palabras.<br />

BORACHIO.—Creo haber dicho a vuestra señoría, hace ya un año, que gozo mucho <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong><br />

Margarita, la doncella <strong>de</strong> Hero.<br />

73


DON JUAN.—Lo recuerdo.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BORACHIO.—Puedo citarla a cualquier hora intempestiva <strong>de</strong> la noche para que se asome a la<br />

ventana <strong>de</strong>l aposento <strong>de</strong> su señora.<br />

DON JUAN.—¿Qué vida hay en eso para causar la muerte <strong>de</strong> ese enlace?<br />

BORACHIO.—El veneno <strong>de</strong> que disponéis a vos toca el a<strong>de</strong>rezarlo. Buscad a vuestro hermano,<br />

el príncipe; no vaciléis en <strong>de</strong>cirle que empañaría su honor uniendo al reputado Claudio —c<strong>uy</strong>os<br />

méritos ensalzaréis hasta lo sumo— a una ramera pervertida, a una tal <strong>com</strong>o Hero.<br />

DON JUAN.—Y qué prueba alegaré.<br />

BORACHIO.—Prueba sobrada para engañar al príncipe, vejar a Claudio, hundir a Hero y matar a<br />

Leonato. ¿Qué otro resultado podéis <strong>de</strong>sear?<br />

DON JUAN.—Soy capaz <strong>de</strong> cualquier cosa con tal <strong>de</strong> ultrajarlos.<br />

BORACHIO.—Pues bien, manos a la obra. Procuradme una hora propicia para llamar aparte a<br />

don Pedro y al con<strong>de</strong> Claudio; contadles que sabéis que Hero me ama; pretextad una especie<br />

<strong>de</strong> celo, así por el bien <strong>de</strong>l príncipe <strong>com</strong>o por el <strong>de</strong> Claudio, <strong>com</strong>o si —con objeto <strong>de</strong> poner a<br />

salvo el honor <strong>de</strong> vuestro hermano, que ha concertado esta boda, y la reputación <strong>de</strong> su amigo,<br />

a punto <strong>de</strong> ser embaucado por las apariencias nada más <strong>de</strong> una doncella— lo hubierais<br />

<strong>de</strong>scubierto todo. Apenas han <strong>de</strong> creerlo sin una <strong>de</strong>mostración. Ofrecedles pruebas que<br />

consistirán nada menos que en verme en la ventana <strong>de</strong> su cuarto, oírme llamar a Margarita<br />

Hero; nombrarme Margarita Claudio, y elegid para que presencien esto la misma noche anterior<br />

al proyectado matrimonio, pues en tanto yo dispondré la coartada <strong>de</strong> manera que Hero esté<br />

ausente; y su infi<strong>de</strong>lidad aparecerá tan manifiesta, que la sospecha se convertirá en<br />

certidumbre, y todos los preparativos trastornados.<br />

DON JUAN.—Cualquiera que sea el resultado adverso que <strong>de</strong> aquí surja, quiero ponerlo en<br />

práctica. Sé astuto en el proyecto, y tendrás mil ducados <strong>de</strong> re<strong>com</strong>pensa.<br />

BORACHIO.—Mostraos vos firme en la acusación, y no me avergonzará mi astucia.<br />

DON JUAN.—Voy a informarme inmediatamente <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> su boda. (Salen.)<br />

Jardín <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entra BENEDICTO.<br />

BENEDICTO.—¡Muchacho!<br />

Entra un PAJE.<br />

PAJE.—¿Señor?<br />

Escena III<br />

BENEDICTO.—En la ventana <strong>de</strong> mi alcoba hay un libro; tráemelo acá al jardín.<br />

PAJE.—Ya estoy aquí, señor.<br />

BENEDICTO.—Ya lo sé; pero lo que quiero es que vayas y estés aquí <strong>de</strong> vuelta.<br />

Sale el PAJE.<br />

Mucho me asombra que un hombre que se percata <strong>de</strong> las locuras <strong>de</strong> otro cuando consagra sus<br />

actos al amor pretenda, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse reído <strong>de</strong> semejantes ligerezas pueriles en los<br />

<strong>de</strong>más, convertirse en tema <strong>de</strong> sus propias burlas, enamorándose. Y uno <strong>de</strong> esos hombres es<br />

Claudio. Yo le conocí cuando no había otra música para él sino la <strong>de</strong>l tambor y el pífano, y<br />

ahora le suenan mejor el tamboril y la zampoña. Yo le conocí cuando hubiera andado diez<br />

74


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

millas a pie por ver una buena armadura, y ahora pasaría diez noches <strong>de</strong> claro en claro i<strong>de</strong>ando<br />

el corte <strong>de</strong> un justillo nuevo. Solía hablar llano y sin ro<strong>de</strong>os, <strong>com</strong>o hombre honrado y militar, y<br />

ahora se ha vuelto enrevesado; su conversación parece un banquete fantástico don<strong>de</strong> sólo se<br />

sirvieran platos exóticos. ¿Será posible que yo también me transforme, y vea <strong>de</strong> esa manera<br />

con estos ojos? No puedo asegurarlo. Pienso que no. No juraré, empero, que el amor no sea<br />

capaz <strong>de</strong> cambiarme en ostra; mas sí puedo hacer voto <strong>de</strong> que, mientras no me convierta en<br />

ostra, no hará <strong>de</strong> mí un necio semejante. Una mujer es bella; pero yo no salgo <strong>de</strong> mis trece.<br />

Otra es discreta; pero yo no salgo <strong>de</strong> mis trece. Otra es virtuosa, y en mis trece me quedo.<br />

Mientras no se junten en una mujer todas las gracias, no entrará ninguna en gracia conmigo.<br />

Habrá <strong>de</strong> ser rica, eso sin duda; discreta, o no la querré; virtuosa, o jamás haré contrato con<br />

ella; hermosa, o no la miraré nunca; dulce, o procuraré no acercarme; noble, o no me<br />

conquista, aunque sea un ángel; <strong>de</strong> agradable discurso, excelente cultivadora <strong>de</strong> la música, y<br />

sean sus cabellos <strong>de</strong>l color que a Dios plazca. ¡Hola! El príncipe y monsieur Amor. Me escon<strong>de</strong>ré<br />

en la enramada. (Se oculta.)<br />

Entran DON PEDRO, LEONATO y CLAUDIO, a<strong>com</strong>pañados por BALTASAR y músicos.<br />

DON PEDRO.—Qué, ¿oiremos esa música?<br />

CLAUDIO.—Sí, mi buen señor. ¡Que en calma está la noche! ¡Aquietada a propósito para<br />

prestar mayor encanto a la armonía!<br />

DON PEDRO.—¿Veis dón<strong>de</strong> se ha ocultado Benedicto?<br />

CLAUDIO.—¡Oh! M<strong>uy</strong> bien, señor. Acabada la música, proveeremos al zorrastrón con un<br />

penique.<br />

DON PEDRO.—Vamos, Baltasar, entónanos <strong>de</strong> nuevo esa canción.<br />

BALTASAR.—¡Oh, mi buen señor! No obliguéis a una voz tan mala a ofen<strong>de</strong>r una vez más a la<br />

música.<br />

DON PEDRO.—El mostrar tan extraño semblante al propio talento es testigo, precisamente, <strong>de</strong><br />

su excelencia. Canta, te ruego, y que no te requiebre yo más.<br />

BALTASAR.—Puesto que habláis <strong>de</strong> requebrar, cantaré, aunque también el galán <strong>com</strong>ienza sus<br />

súplicas por requiebros a aquella que juzga indigna <strong>de</strong> elogios; empero, la requiebra y aun jura<br />

que la ama.<br />

DON PEDRO.—Basta, te suplico; vamos, o si quieres seguir discurriendo, hazlo en notas.<br />

BALTASAR.—Notad esto antes que mis notas; que no hay nota mía que sea digna <strong>de</strong> notarse.<br />

DON PEDRO.—¡Bien! ¡No hables sino en corcheas! ¡No- tas, notas, <strong>de</strong> veras, y nada más!<br />

Música.<br />

BENEDICTO.—¡Ahora, aria divina! ¡Ahora está su espíritu en éxtasis! ¿No es extraordinario que<br />

unas tripas <strong>de</strong> carnero tengan la propiedad <strong>de</strong> hacer salir las almas <strong>de</strong> su envoltura corporal?<br />

¡Bien! ¿Y se les mendigará cuando todo se acabe?<br />

BALTASAR.—(Canta.)<br />

No suspiréis más, niñas, no suspiréis, que los hombres han sido siempre perjuros; un pie <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l mar y otro en la orilla y sin firmeza nunca en ninguna cosa.<br />

No suspiréis, pues, no; <strong>de</strong>jadles que se vayan; sed felices y alegres y exhalad vuestras penas<br />

en el «¡Ay!, nana, nana».<br />

No cantéis más canciones, no cantéis, tan tristes, melancólicas y lentas; la falsía <strong>de</strong>l hombre fue<br />

la misma <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Primavera dio sus primeras hojas.<br />

No suspiréis, pues no; <strong>de</strong>jadles que se vayan; sed felices y alegres y exhalad vuestras penas en<br />

el «¡Ay!, nana, nana».<br />

75


DON PEDRO.—Por mi fe, una excelente canción.<br />

BALTASAR.—Y un mal cantor, señor.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON PEDRO.—¡Quia! No, no, a fe mía. Cantas bastante bien para un caso <strong>de</strong> apuro.<br />

BENEDICTO.—(Aparte.) A ser un perro el que así ladrara, le habrían colgado; y yo ruego a Dios<br />

que su ruda voz no presagie una <strong>de</strong>sgracia. Con tan buen gusto hubiera oído a la lechuza,<br />

cualquiera que fuese la pestilencia que aportase.<br />

DON PEDRO.—¡Pardiez!, que sí, ¿oyes, Baltasar? Te ruego que nos procures una excelente<br />

música, pues queremos que toques mañana por la noche al pie <strong>de</strong> la ventana <strong>de</strong> la señora<br />

Hero.<br />

BALTASAR.—La mejor que pueda, señor.<br />

DON PEDRO.—Hazlo así; adiós.<br />

Salen BALTASAR y músicos.<br />

Venid acá, Leonato. ¿Qué me <strong>de</strong>cíais hace un momento, que vuestra sobrina Beatriz está<br />

enamorada <strong>de</strong>l signior Benedicto?<br />

CLAUDIO.—¡Oh! ¡Es posible! (Aparte, a DON PEDRO.) Ron<strong>de</strong>mos, ron<strong>de</strong>mos; el pájaro se posa.<br />

Jamás pu<strong>de</strong> suponer que esa dama fuera capaz <strong>de</strong> amar a hombre ninguno.<br />

LEONATO.—No, ni yo tampoco. Pero lo más extraño es que haya puesto sus ojos en Benedicto,<br />

a quien, a juzgar por las apariencias, siempre ha <strong>de</strong>testado.<br />

BENEDICTO.—(Aparte.) ¿Será posible? ¿Soplará el viento <strong>de</strong> esa parte?<br />

LEONATO.—Bajo mi palabra, señor, que no sé qué pensar <strong>de</strong> ello, sino que lo adora con pasión<br />

frenética. Sobrepasa todo lo imaginable.<br />

DON PEDRO.—Quizá no haga sino fingir.<br />

CLAUDIO.—A fe que no fuera extraño.<br />

LEONATO.—¡Oh Dios! ¡Fingir! Jamás una pasión fingida anduvo tan cerca <strong>de</strong> una pasión real<br />

<strong>com</strong>o la que ella <strong>de</strong>scubre.<br />

DON PEDRO.—Bien; ¿y qué síntomas <strong>de</strong> pasión <strong>de</strong>ja entrever?<br />

CLAUDIO.—(Aparte.) Cebad bien el anzuelo; el pez picará.<br />

LEONATO.—¿Qué síntomas, señor? Se os contará... (A CLAUDIO.) Ya os habrá dicho mi hija<br />

cómo.<br />

CLAUDIO.—Me lo ha dicho, en efecto.<br />

DON PEDRO.—¿Cómo, cómo? Os ruego. Me asombráis. Hubiera creído su carácter invencible a<br />

todos los asaltos <strong>de</strong>l amor.<br />

LEONATO.—Así lo hubiera jurado, señor, especialmente contra Benedicto.<br />

BENEDICTO.—(Aparte.) Juzgara todo esto una burla, a no ser ese anciano <strong>de</strong> barba blanca<br />

quien lo cuenta; la truhanería, a buen seguro, no se disimularía bajo tanta gravedad.<br />

CLAUDIO.—(Aparte.) Ya ha mordido el anzuelo; no lo soltéis.<br />

76


DON PEDRO.—¿Ha <strong>de</strong>clarado su pasión a Benedicto?<br />

LEONATO.—No, y jura que nunca lo hará; ése es su tormento.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CLAUDIO.—Así es, en verdad. He aquí cómo lo cuenta vuestra hija: «Tras haberle testimoniado<br />

tantas veces mi <strong>de</strong>sdén —dice— ¿he <strong>de</strong> escribirle que le amo?».<br />

LEONATO.—Esto lo repite siempre que <strong>com</strong>ienza a escribirle, pues se levanta veinte veces<br />

durante la noche y se queda sentada en camisa hasta que ha escrito un pliego <strong>de</strong> papel. Mi hija<br />

nos lo cuenta todo.<br />

CLAUDIO.—Ahora que habláis <strong>de</strong> pliegos <strong>de</strong> papel, recuerdo un chiste gracioso que nos contó<br />

vuestra hija.<br />

LEONATO.—¡Oh! ¿Cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberle escrito y al repasar la carta notó que se<br />

encontraban los nombres <strong>de</strong> Benedicto y Beatriz?<br />

CLAUDIO.—Eso.<br />

LEONATO.—¡Oh! Rompió la carta en mil pedacitos, reprochándose el haber <strong>com</strong>etido la ligereza<br />

<strong>de</strong> escribir a un hombre que sabía había <strong>de</strong> burlarse <strong>de</strong> ella. «Le mido —exclamaba— por mi<br />

propio carácter, pues yo me burlaría <strong>de</strong> él si me escribiese. Sí, aunque le amo, me burlaría.»<br />

CLAUDIO.—Luego cae <strong>de</strong> rodillas, llora, suspira, se golpea el pecho, se mesa los cabellos, reza,<br />

maldice. «¡Oh caro Benedicto! Dios me dé paciencia.»<br />

LEONATO.—Eso es lo que hace; así lo cuenta mi hija. Y a tales <strong>de</strong>svaríos llega que mi hija teme<br />

a veces que Beatriz atente contra sí propia. Es la pura verdad.<br />

DON PEDRO.—Sería conveniente que Benedicto lo supiera por otro conducto, si ella no quiere<br />

confesárselo.<br />

CLAUDIO.—¿A qué fin? No haría sino tomarlo a diversión y atormentar más a la pobre dama.<br />

DON PEDRO.—Si así obrara, fuera un acto caritativo ahorcarle. Se trata <strong>de</strong> una dama<br />

encantadora y gentil; <strong>de</strong> virtud inmaculada, al abrigo <strong>de</strong> toda sospecha.<br />

CLAUDIO.—Aparte <strong>de</strong> que es en extremo pru<strong>de</strong>ntísima.<br />

DON PEDRO.—En todo, salvo en amar a Benedicto.<br />

LEONATO.—¡Oh señor! Cuando la pru<strong>de</strong>ncia y la pasión luchan en un cuerpo tan frágil, hay diez<br />

probabilida<strong>de</strong>s contra una <strong>de</strong> que la pasión salga victoriosa. Yo lo lamento por ella, y no me<br />

faltan justas razones, pues soy su tío y tutor.<br />

DON PEDRO.—¡Que no fuese yo el objeto <strong>de</strong> su preferencia! Habría dado <strong>de</strong> lado toda clase <strong>de</strong><br />

miramientos y hecho mi cara mitad. Por favor, contádselo a Benedicto y sepamos lo que dice.<br />

LEONATO.—¿Creéis que sería pru<strong>de</strong>nte?<br />

CLAUDIO.—Hero tiene por seguro que fallecerá, pues dice que morirá si él no la ama, y morirá<br />

antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>clararle su amor, y morirá también si él la corteja antes que ce<strong>de</strong>r un ápice <strong>de</strong> su<br />

acostumbrado espíritu <strong>de</strong> contradicción.<br />

DON PEDRO.—Y hace bien. Si le manifestase la ternura <strong>de</strong> su afecto, sería probable que la<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñara, pues el individuo —<strong>com</strong>o todos sabéis— es <strong>de</strong> condición <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa.<br />

77


CLAUDIO.—Pero es un apuesto caballero.<br />

DON PEDRO.—En efecto, posee un feliz exterior.<br />

CLAUDIO.—Y en Dios y en mi alma, m<strong>uy</strong> discreto.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON PEDRO.—A la verdad, muestra a veces ciertos <strong>de</strong>stellos que se parecen al ingenio.<br />

LEONATO.—Y le tengo por valiente.<br />

DON PEDRO.—Como Héctor, os aseguro; y en dirimir contiendas podéis <strong>de</strong>cir que es pru<strong>de</strong>nte,<br />

pues las evita con gran discreción o las a<strong>com</strong>ete con temor cristianísimo.<br />

LEONATO.—Si teme a Dios, necesariamente será pacífico; si quebranta la paz, <strong>de</strong>be entrar en<br />

la liza temeroso y temblando.<br />

DON PEDRO.—Y así lo hace, pues el hombre teme a Dios, aunque no lo parezca por algunas<br />

bromas en que se <strong>com</strong>place. Bien, me duelo <strong>de</strong> vuestra sobrina. ¿Iremos en busca <strong>de</strong> Benedicto<br />

y le pondremos al corriente <strong>de</strong> este amor?<br />

CLAUDIO.—No le hablemos <strong>de</strong> él jamás, señor; que ella lo sobrelleve con buen consejo.<br />

LEONATO.—No, eso es imposible; primero se consumirá su corazón.<br />

DON PEDRO.—Bien; vuestra hija nos informará <strong>de</strong> todo; en tanto, que el asunto vaya<br />

enfriándose. Yo quiero bien a Benedicto y me gustaría que mo<strong>de</strong>stamente se examinara a sí<br />

propio y viera hasta qué punto es indigno <strong>de</strong> dama tan perfecta.<br />

LEONATO.—¿Vamos, señor? La <strong>com</strong>ida estará ya a punto.<br />

CLAUDIO.—(Aparte.) Si con esto no está perdidamente enamorado, nunca confiaré en mis<br />

esperanzas.<br />

DON PEDRO.—(Aparte.) Tiéndase la misma red a Beatriz, y que se encargue <strong>de</strong> ello vuestra hija<br />

y su doncella. Lo jocoso será cuando cada uno esté convencido <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong>l otro, y no haya tal.<br />

Es la escena que quisiera ver, que será simplemente una pantomima. Enviemos a llamarla a la<br />

mesa. (Salen DON PEDRO, CLAUDIO y LEONATO.)<br />

BENEDICTO.—(Avanzando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la enramada.) Esto no pue<strong>de</strong> ser una burla. La conferencia se<br />

ha mantenido en serio. La verdad <strong>de</strong>l asunto la conocen por Hero. Parecen <strong>com</strong>pa<strong>de</strong>cerse <strong>de</strong> la<br />

dama. Se diría que su pasión ha llegado al colmo. ¡Amarme! Bien. Eso hay que re<strong>com</strong>pensarlo.<br />

He oído cómo me censuraban. Dicen que me henchiré <strong>de</strong> orgullo si me doy cuenta <strong>de</strong> que me<br />

adora. Dicen también que morirá antes <strong>de</strong> darme una señal <strong>de</strong> cariño. Nunca pensé en<br />

casarme. No <strong>de</strong>bo parecer orgulloso. Felices aquellos que oyen la <strong>de</strong>tracción <strong>de</strong> sus faltas y las<br />

saben enmendar. Dicen que la dama es bella. Nada más cierto; puedo atestiguarlo. Y virtuosa;<br />

efectivamente, no lo he <strong>de</strong> negar. Y discreta; menos en amarme. Por mi fe, que eso no agrega<br />

nada a su talento, empero tampoco es una prueba gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> su insensatez, por cuanto yo<br />

aspiro a amarla <strong>de</strong>sesperadamente. Quizá sea objeto <strong>de</strong> pesadas pullas y sarcasmos por haber<br />

<strong>de</strong>spotricado tanto tiempo contra el matrimonio. Pero ¿no se altera el apetito? El hombre gusta<br />

en su juventud <strong>de</strong> manjares que no pue<strong>de</strong> soportar en su edad madura. Los chistes, las<br />

sentencias, todos esos proyectiles <strong>de</strong> papel que lanza el cerebro, ¿han <strong>de</strong> torcer en un hombre<br />

la inclinación <strong>de</strong> su gusto? No; el mundo <strong>de</strong>be poblarse. Cuando dije que <strong>de</strong>seaba morir soltero<br />

no pensé vivir hasta el día <strong>de</strong> mi matrimonio. Aquí llega Beatriz. ¡Por la luz bendita que es una<br />

hermosa dama! Percibo ciertos síntomas <strong>de</strong> amor en ella.<br />

Entra BEATRIZ.<br />

BEATRIZ.—Contra mi voluntad me han enviado a llamaros a la mesa.<br />

78


BENEDICTO.—Bella Beatriz, os agra<strong>de</strong>zco la molestia.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BEATRIZ.—No me he tomado más molestia para merecer ese agra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> la que os<br />

cuesta el agra<strong>de</strong>cérmela. Si la misión me hubiera sido molesta, no habría venido.<br />

BENEDICTO.—Entonces, ¿os <strong>com</strong>placéis en la embajada?<br />

BEATRIZ.—Sí, tanto <strong>com</strong>o vos en enarbolar la punta <strong>de</strong> un cuchillo y oprimir con él una corneja.<br />

Veo que no tenéis apetito, signior. Pasadlo bien. (Sale.)<br />

BENEDICTO.—¡Ah! «Contra mi voluntad me han enviado a llamaros a la mesa.» Esto encierra<br />

doble sentido. «No me he tomado más molestia para merecer ese agra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> la que os<br />

cuesta el agra<strong>de</strong>cérmela»; que es <strong>com</strong>o <strong>de</strong>cir: toda molestia que me tome por vos es tan grata<br />

<strong>com</strong>o vuestro agra<strong>de</strong>cimiento. ¡Si no me <strong>com</strong>pa<strong>de</strong>zco <strong>de</strong> ella, soy un rufián; si no la amo, un<br />

judío! ¡Voy a procurarme su retrato! (Sale.)<br />

Jardín <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran HERO, MARGARITA y ÚRSULA.<br />

Acto tercero<br />

Escena I<br />

HERO.—Buena Margarita, ve al recibimiento; allí hallarás a mi prima Beatriz conversando con el<br />

príncipe y con Claudio. Háblale al oído y dile que Úrsula y yo paseamos por el jardín y que ella<br />

sola es el tema <strong>de</strong> nuestra charla. Aña<strong>de</strong> que nos has sorprendido y aconséjala que se oculte en<br />

la enramada tupida, don<strong>de</strong> las madreselvas, maduradas por el sol, impi<strong>de</strong>n que éste penetre,<br />

semejantes a los favoritos encumbrados por los príncipes, que oponen su orgullo contra el<br />

po<strong>de</strong>r que los creara. Allí se escon<strong>de</strong>rá para escuchar nuestra conversación. Éste es el encargo<br />

que te confío. Cúmplelo bien y déjanos solas.<br />

MARGARITA.—Enseguida vendrá, os lo aseguro.<br />

HERO.—Ahora, Úrsula; cuando llegue Beatriz, discurriremos arriba y abajo por esta calle <strong>de</strong><br />

árboles y nuestra charla recaerá tan sólo en Benedicto. Cuantas veces pronuncie yo su nombre,<br />

cuida por tu parte <strong>de</strong> elogiarle a un extremo que jamás hombre alguno haya merecido. Mi<br />

charla contigo se ceñirá a cómo Benedicto está enfermo <strong>de</strong> amor por Beatriz. De esta sustancia<br />

se forja la flecha <strong>de</strong>l astuto y diminuto Cupido, que sólo hiere <strong>de</strong> oídas.<br />

Entra BEATRIZ, por el fondo.<br />

Comencemos ya; porque mira por don<strong>de</strong> viene Beatriz, <strong>de</strong>slizándose pegada al suelo, <strong>com</strong>o un<br />

avefría, para oír nuestra conferencia.<br />

ÚRSULA.—Lo más entretenido <strong>de</strong> la pesca es ver al pez con sus remos <strong>de</strong> oro cortar la onda <strong>de</strong><br />

plata y tragar ávidamente el pérfido anzuelo. Pesquemos así a Beatriz, que ahora se oculta en<br />

la cobertura <strong>de</strong> la madreselva. No temáis por mi papel en el diálogo.<br />

HERO.—Acerquémonos, pues, a ella; que sus oídos no pierdan nada <strong>de</strong>l cebo dulce e hipócrita<br />

que le arrojamos. (Avanzan hacia la enramada.) No, por cierto, Úrsula; ella es <strong>de</strong>masiado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa. Conozco su carácter, tan fiero y esquivo <strong>com</strong>o los halcones montanos que habitan<br />

en las rocas.<br />

ÚRSULA.—Pero, ¿estáis segura <strong>de</strong> que Benedicto ama tan ardorosamente a Beatriz?<br />

HERO.—Así lo dicen el príncipe y mi prometido.<br />

ÚRSULA.—¿Y os han encargado <strong>de</strong> que la informéis <strong>de</strong> ello, señora?<br />

HERO.—Me han rogado que se lo participe; pero yo les he contestado que, si estiman a<br />

79


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Benedicto, le insten a que luche contra ese afecto y no se lo haga saber nunca a Beatriz.<br />

ÚRSULA.—¿Por qué? ¿No es ese caballero merecedor <strong>de</strong> <strong>com</strong>partir un tálamo tan digno <strong>com</strong>o<br />

aquel en que Beatriz pueda nunca reposar?<br />

HERO.—¡Oh dios <strong>de</strong>l amor! Bien sé que merece cuanto pueda otorgarse a un hombre; pero<br />

jamás formó la naturaleza un corazón femenino <strong>de</strong> materia más dura que el <strong>de</strong> Beatriz. En sus<br />

ojos cabalga chispeante el <strong>de</strong>sdén y la mofa, que <strong>de</strong>sprecian cuanto contemplan; y cotiza su<br />

propia discreción a precio tan alto, que, fuera <strong>de</strong> ella, nada tiene valor. No pue<strong>de</strong> amar ni<br />

concebir forma ni proyecto alguno afectuoso; tan engreída está.<br />

ÚRSULA.—Cierto. Yo pienso lo mismo. Y en estas condiciones seguramente no sería bueno que<br />

conociera su amor, no sea que se burle <strong>de</strong> él.<br />

HERO.—En efecto, <strong>de</strong>cís verdad. Jamás he visto hombre, por sabio, por joven, noble o <strong>de</strong> raras<br />

facciones que fuere, a quien no haya dispensado mala acogida. Si es rubio, jura que el<br />

caballero podría pasar por su hermana. Si es moreno, ¡bah!, la naturaleza, tomando el dibujo<br />

<strong>de</strong> una estantigua, formó una sucia mancha. Si alto, una lanza con la punta torcida. Si bajo, un<br />

ágata mal tallada. Si habla es entonces una veleta que gira a todos los vientos. Si calla, un<br />

tronco que nadie mueve. Así ve la parte mala <strong>de</strong> cada uno, y no conce<strong>de</strong> nunca a la verdad y a<br />

la virtud lo que <strong>com</strong>pete a la sencillez y al mérito.<br />

ÚRSULA.—Indudablemente, indudablemente, semejante censura no es re<strong>com</strong>endable.<br />

HERO.—No, no pue<strong>de</strong> ser re<strong>com</strong>endable mostrarse tan singular e intransigente <strong>com</strong>o Beatriz.<br />

Mas, ¿quién osaría <strong>de</strong>círselo? Si yo intentara hablarle, se burlaría <strong>de</strong> mí a tono. ¡Oh! Se reiría <strong>de</strong><br />

mí hasta hacerme per<strong>de</strong>r el seso; me aplastaría <strong>de</strong> muerte con su agu<strong>de</strong>za. Consúmase, pues,<br />

en suspiros Benedicto, <strong>com</strong>o rescoldo que se extingue interiormente. Mejor es la muerte a<br />

morir bajo sarcasmos; lo que sería tan terrible <strong>com</strong>o morir <strong>de</strong> cosquillas.<br />

ÚRSULA.—Decídselo, no obstante; a ver qué contesta.<br />

HERO.—No; antes iré a avisar a Benedicto y aconsejarle que <strong>com</strong>bata contra su pasión. Y, por<br />

cierto, inventaré, si es necesario, cualquier honesta calumnia que moleste a mi prima. No se<br />

sabe hasta qué punto pue<strong>de</strong> emponzoñar el amor una palabra adversa.<br />

ÚRSULA.—¡Oh! No inflijáis semejante agravio a vuestra prima. No pue<strong>de</strong> hallarse tan falta <strong>de</strong><br />

buen criterio —poseyendo la vivacidad y agu<strong>de</strong>za <strong>de</strong> juicio que se le reconoce— para rechazar a<br />

un caballero tan extraordinario <strong>com</strong>o el signior Benedicto.<br />

HERO.—Es el hombre más singular <strong>de</strong> Italia, exceptuando siempre a mi amado Claudio.<br />

ÚRSULA.—Os ruego no me riñáis, señora, si expongo mi parecer. El signior Benedicto, por su<br />

garbo, sus maneras, su cordura y su valor, es reputado el primero en toda Italia.<br />

HERO.—En efecto, goza <strong>de</strong> una excelente reputación.<br />

ÚRSULA.—Excelencia que había adquirido antes <strong>de</strong> tenerla. ¿Cuándo os casáis, señora?<br />

HERO.—Pues cualquier día <strong>de</strong> éstos; mañana. Vamos a<strong>de</strong>ntro. Te enseñaré algunas galas y me<br />

aconsejarás cuál es la mejor para ataviarme mañana.<br />

ÚRSULA.—Ha caído en la liga, os lo garantizo. La hemos cazado, señora.<br />

HERO.—Si es así, se ama entonces por azar. Cupido da muerte a unos con flechas y a otros con<br />

re<strong>de</strong>s. (Salen HERO y ÚRSULA.)<br />

BEATRIZ.—(Avanzando.) ¡Cómo me zumban los oídos! ¿Será posible? ¿Se me censura <strong>de</strong> tal<br />

manera por mi orgullo y <strong>de</strong>sdén? ¡Adiós, <strong>de</strong>sprecio! ¡Orgullo virginal, adiós! Ninguna gloria hay<br />

80


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

que esperar <strong>de</strong> vosotros. Y tú, Benedicto, sigue amando. Yo te correspon<strong>de</strong>ré, domando mi<br />

corazón salvaje al amor <strong>de</strong> tu mano. Si me amas, mi ternura te incitará a unir nuestros amores<br />

en un santo lazo, pues los <strong>de</strong>más reconocen que lo mereces, y yo lo creo mejor por mí que por<br />

referencias. (Sale.)<br />

Escena II<br />

Aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran DON PEDRO, CLAUDIO, BENEDICTO y LEONATO.<br />

DON PEDRO.—Permanezco sólo hasta que se realice vuestra boda y <strong>de</strong>spués parto hacia<br />

Aragón.<br />

CLAUDIO.—Os a<strong>com</strong>pañaré hasta allí, señor, si me lo permitís.<br />

DON PEDRO.—No; sería tanto <strong>com</strong>o empeñar el nuevo brillo <strong>de</strong> vuestro matrimonio, trataros<br />

<strong>com</strong>o a un niño a quien se le enseñara su vestido nuevo y se le prohibiera el usarlo. Me<br />

atreveré sólo a solicitar la <strong>com</strong>pañía <strong>de</strong> Benedicto, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la coronilla hasta la punta <strong>de</strong> sus<br />

pies es todo alegría. Dos o tres veces cortado la cuerda <strong>de</strong>l arco <strong>de</strong> Cupido y el pequeño<br />

verdugo no osa ya tirar contra él. Tiene un corazón tan sonoro <strong>com</strong>o una campana y su lengua<br />

es el badajo, pues lo que piensa su corazón su lengua lo pronuncia.<br />

BENEDICTO.—No soy el que era, galanes.<br />

LEONATO.—Eso digo yo; me parece que estáis triste.<br />

CLAUDIO.—Sospecho que está enamorado.<br />

DON PEDRO.—¡A la horca, renegado! No hay en él una sola gota <strong>de</strong> sangre capaz <strong>de</strong> sentir<br />

lealmente los efectos <strong>de</strong>l amor. Si está triste es que carece <strong>de</strong> dinero.<br />

BENEDICTO.—Me duele una muela.<br />

DON PEDRO.—Sácatela.<br />

CLAUDIO.—Que se ahorque.<br />

LEONATO.—Ahorcarla primero y sacárosla <strong>de</strong>spués.<br />

DON PEDRO.—¡Cómo! ¿Suspirar por un dolor <strong>de</strong> muelas?<br />

LEONATO.—¿Es otra cosa sino un flujo o gusanillo?<br />

BENEDICTO.—Bien; todo el mundo sabe dominar el mal, menos el que lo pa<strong>de</strong>ce.<br />

CLAUDIO.—No obstante, digo que está enamorado.<br />

DON PEDRO.—No se advierte en él rareza alguna, a no ser el capricho <strong>de</strong> disfrazarse con trajes<br />

extraños; <strong>com</strong>o hoy <strong>de</strong> holandés, mañana <strong>de</strong> francés, o a la usanza <strong>de</strong> dos naciones a un<br />

tiempo, a saber, <strong>de</strong> alemán <strong>de</strong> cintura para abajo, todo gregüescos, y <strong>de</strong> español <strong>de</strong> cintura<br />

para arriba, ropilla no más. A no ser que le dé el capricho por esta locura, <strong>com</strong>o parece que le<br />

da, no está loco por otro capricho, <strong>com</strong>o queréis suponer.<br />

CLAUDIO.—Si no está enamorado <strong>de</strong> alguna mujer, no hay que dar crédito a signos antiguos.<br />

Se cepilla el sombrero por la mañana. ¿Qué indica eso?<br />

DON PEDRO.—¿Le ha visto alguien en casa <strong>de</strong>l barbero?<br />

81


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CLAUDIO.—No, pero se le ha visto con el oficial <strong>de</strong>l barbero, y el antiguo adorno <strong>de</strong> sus mejillas<br />

ha servido ya para rellenar pelotas.<br />

LEONATO.—En efecto, tiene cara <strong>de</strong> más joven <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ha perdido la barba.<br />

DON PEDRO.—Y a<strong>de</strong>más se perfuma con algalia. ¿Deducís algo <strong>de</strong> este olor?<br />

CLAUDIO.—Equivale a <strong>de</strong>cir que el perfumado mancebo está enamorado.<br />

DON PEDRO.—La mejor prueba <strong>de</strong> ello es su melancolía.<br />

CLAUDIO.—¿Y cuándo había acostumbrado a lavarse la cara?<br />

DON PEDRO.—Justamente, ¿y a acicalarse? Por lo cual ya he oído lo que dicen <strong>de</strong> él.<br />

CLAUDIO.—No, es su espíritu chancero, que se ha <strong>de</strong>slizado ahora por entre las cuerdas <strong>de</strong> un<br />

laúd y se <strong>de</strong>ja regir ya por las clavijas.<br />

DON PEDRO.—En verdad, eso revela en él una historia grave. Concl<strong>uy</strong>amos, concl<strong>uy</strong>amos: está<br />

enamorado.<br />

CLAUDIO.—Por cierto, sólo yo sé quién le ama.<br />

DON PEDRO.—Es lo que yo también quisiera saber. Os aseguro que se trata <strong>de</strong> alguna persona<br />

que no le conoce.<br />

CLAUDIO.—Ya lo creo, y todas sus malas cualida<strong>de</strong>s; y, a pesar <strong>de</strong> todo, se muere por él.<br />

DON PEDRO.—Habrá que enterrarla cara al cielo.<br />

BENEDICTO.—En todo eso, no obstante, no hallo ensalmo para el dolor <strong>de</strong> muelas. Venerable<br />

señor, daos un paseo a solas conmigo. He estudiado ocho o nueve palabras sensatas que es<br />

menester os diga, y que no tienen por qué oír estos estafermos. (Salen BENEDICTO y<br />

LEONATO.)<br />

DON PEDRO.—Por vida mía, a manifestarse va con él respecto <strong>de</strong> Beatriz.<br />

CLAUDIO.—Exactamente, Hero y Margarita habrán representado sus papeles con Beatriz, y ya<br />

no se mor<strong>de</strong>rán una a otra las dos fieras cuando se encuentren.<br />

Entra DON JUAN.<br />

DON JUAN.—Mi señor y hermano, Dios os guar<strong>de</strong>.<br />

DON PEDRO.—Buenas tar<strong>de</strong>s, hermano.<br />

DON JUAN.—Quisiera hablar con vos, si disponéis <strong>de</strong> tiempo.<br />

DON PEDRO.—¿A solas?<br />

DON JUAN.—Si os place; sin embargo, el con<strong>de</strong> Claudio pue<strong>de</strong> escuchar, pues lo que he <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>ciros le concierne.<br />

DON PEDRO.—¿De qué se trata?<br />

DON JUAN.—(A CLAUDIO.) ¿Piensa casarse mañana vuestra señoría?<br />

DON PEDRO.—Ya sabéis que sí.<br />

82


DON JUAN.—No sé si se casará o no, cuando sepa lo que yo sé.<br />

CLAUDIO.—Si hubiese algún impedimento, os suplico que lo manifestéis.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON JUAN.—Quizá creáis que no os estimo; eso se aclarará luego, y tendréis mejor opinión <strong>de</strong><br />

mí en vista <strong>de</strong> lo que voy ahora a <strong>de</strong>scubriros. Por lo que hace a mi hermano, pienso que os<br />

consi<strong>de</strong>ra mucho, y por afecto <strong>de</strong> corazón ha contribuido a efectuar vuestro enlace. Cortejo, a<br />

la verdad, mal entendido y trabajo mal empleado.<br />

DON PEDRO.—Pero, ¿qué suce<strong>de</strong>?<br />

DON JUAN.—Vengo aquí a <strong>de</strong>ciros, y abreviaré pormenores —pues ella hace bastante tiempo<br />

que anda en lenguas <strong>de</strong> todos—, que la dama es <strong>de</strong>sleal.<br />

CLAUDIO.—¿Quién? ¿Hero?<br />

DON JUAN.—La misma. Hero, la hija <strong>de</strong> Leonato; vuestra Hero, la Hero <strong>de</strong> todo el mundo.<br />

CLAUDIO.—¿Desleal?<br />

DON JUAN.—La palabra es <strong>de</strong>masiado suave para pintar su maldad. Puedo <strong>de</strong>cir que es peor;<br />

buscad un calificativo peor, y sabré justificarlo. No os admire hasta tener mayor garantía; si no,<br />

venid esta noche conmigo, y veréis escalar la ventana <strong>de</strong> su aposento en la noche víspera <strong>de</strong>l<br />

día <strong>de</strong> su boda. Si la podéis amar entonces, casaos mañana con ella; empero convendría más a<br />

vuestro honor cambiar <strong>de</strong> intento.<br />

CLAUDIO.—¿Pue<strong>de</strong> ser tal cosa?<br />

DON JUAN.—Si no os atrevéis a dar crédito a lo que veáis, no confeséis que lo habéis visto. Si<br />

queréis seguidme, os mostraré lo suficiente, y cuando veáis y oigáis más, obrad en<br />

consecuencia.<br />

CLAUDIO.—¡Si viese esta noche cosa alguna por la cual no <strong>de</strong>ba casarme con ella mañana, la<br />

avergonzaré en la congregación don<strong>de</strong> hubiera <strong>de</strong> <strong>de</strong>sposarme!<br />

DON PEDRO.—Y así <strong>com</strong>o la cortejé en tu nombre para obtenerla, me uniré contigo para<br />

confundirla.<br />

DON JUAN.—No la <strong>de</strong>sdoraré más hasta que seáis testigos <strong>de</strong> lo que he anticipado. Conservad<br />

la serenidad siquiera hasta la medianoche, y <strong>de</strong>jad que el caso se aclare por sí mismo.<br />

DON PEDRO.—¡Oh día aciagamente tornado!<br />

CLAUDIO.—¡Oh <strong>de</strong>sgracia extrañamente sobrevenida!<br />

DON JUAN.—¡Oh calamidad a tiempo evitada!<br />

Así os expresaréis cuando hayáis visto el resultado.(Salen.)<br />

Una calle.<br />

Entran DOGBERRY y VERGES, con la ronda.<br />

DOGBERRY.—¿Sois gente honrada y fiel?<br />

Escena III<br />

VERGES.—Sí, pues <strong>de</strong> lo contrario sería lástima que no sufrieran eterna salvación en cuerpo y<br />

alma.<br />

83


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DOGBERRY.—No, que eso sería un castigo <strong>de</strong>masiado benigno para ellos, si tuvieran tan sólo<br />

un átomo <strong>de</strong> lealtad, puesto que han sido elegidos para la ronda <strong>de</strong>l príncipe.<br />

VERGES.—Está bien; dadles la consigna, vecino Dogberry.<br />

DOGBERRY.—En primer lugar, ¿quién creéis que es el más incapacitado para hacer <strong>de</strong> alguacil?<br />

GUARDIA PRIMERO.—Hugo Oatcake o Jorge Seacoal, señor, pues saben leer y escribir.<br />

DOGBERRY.—Venid acá, vecino Seacoal. Dios os ha favorecido con un buen nombre. Ser un<br />

hombre guapo es un don <strong>de</strong> la fortuna, pero saber leer y escribir <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la naturaleza.<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Cosas ambas, maese alguacil...<br />

DOGBERRY.—Que poseéis vos. Sabía que iba a ser ésa vuestra respuesta. Está bien. En lo que<br />

concierne a ser un hombre guapo, ¡bah!, señor, dadle a Dios las gracias y no os envanezcáis; y<br />

respecto <strong>de</strong> vuestra lectura y escritura, mostradlas cuando no haya necesidad <strong>de</strong> vanidad<br />

semejante. Pasáis aquí por el hombre más insensato y el más a propósito para alguacil <strong>de</strong> la<br />

ronda. Cargad, pues, con la linterna. Ésta es vuestra consigna: «Compren<strong>de</strong>réis» a todos los<br />

vagabundos y mandaréis a todo el mundo que se tenga, en nombre <strong>de</strong>l príncipe.<br />

GUARDIA PRIMERO.—¡Ah! ¿Y si hay quien no se quiere tener?<br />

DOGBERRY.—Bien. Entonces no os ocupéis <strong>de</strong> él, sino <strong>de</strong>jadle partir; e inmediatamente llamad<br />

a los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> la ronda, y agra<strong>de</strong>ced a Dios el haberos <strong>de</strong>sembarazado <strong>de</strong> un bellaco.<br />

VERGES.—Si no quiere tenerse al serle mandado no es súbdito <strong>de</strong>l príncipe.<br />

DOGBERRY.—Cierto, y ellos no han <strong>de</strong> meterse sino con los súbditos <strong>de</strong>l príncipe. Y no armaréis<br />

ruido en las calles, pues ronda que chacharea y habla es cosa «tolerable» y que no se pue<strong>de</strong><br />

sufrir.<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Más bien habremos <strong>de</strong> dormir que charlar; sabemos lo que concierne a<br />

una ronda.<br />

DOGBERRY.—Vaya, habláis <strong>com</strong>o un guardia veterano y tranquilísimo, pues no veo en qué<br />

pueda ofen<strong>de</strong>r el dormir. Solamente <strong>de</strong>béis tener cuidado con que no os roben los chuzos.<br />

Bien; llamad en todas las cervecerías y mandad a los que estén borrachos que se retiren a la<br />

cama.<br />

GUARDIA PRIMERO.—¿Y si no quieren?<br />

DOGBERRY.—Pues, en ese caso, <strong>de</strong>jadles tranquilos hasta que se <strong>de</strong>spejen. Si entonces no os<br />

dan mejor contestación, podéis <strong>de</strong>cir que les tomasteis por quienes no eran.<br />

GUARDIA PRIMERO.—Está bien, señor.<br />

DOGBERRY.—Si os encontráis con un ladrón, podéis sospechar, por razón <strong>de</strong> vuestro cargo,<br />

que no es una persona honrada; y en cuanto a semejante especie <strong>de</strong> hombres, cuanto menos<br />

tratéis u os metáis con ellos, tanto más ganará, por cierto, vuestra reputación.<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Si nos consta que es un ladrón, ¿no le echaremos mano?<br />

DOGBERRY.—Verda<strong>de</strong>ramente, podéis, en virtud <strong>de</strong> vuestro oficio; pero opino que quienes<br />

tocan la pez suelen mancharse. El procedimiento más pacífico, si topáis con un ladrón, es<br />

<strong>de</strong>jarle que se conduzca <strong>com</strong>o quien es y que se abstenga <strong>de</strong> vuestra <strong>com</strong>pañía.<br />

VERGES.—Siempre habéis pasado por hombre misericordioso, <strong>com</strong>pañero.<br />

84


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DOGBERRY.—A <strong>de</strong>cir verdad, no quisiera voluntariamente ahorcar a un perro; mucho menos a<br />

un hombre que no tiene honra<strong>de</strong>z alguna.<br />

VERGES.—Si oyerais gritar a un niño en la noche, <strong>de</strong>béis llamar a la nodriza y or<strong>de</strong>narla que le<br />

haga callar.<br />

GUARDIA SEGUNDO.—¿Y si la nodriza está durmiendo y no quiere oírnos?<br />

DOGBERRY.—Pues entonces marchaos en paz y <strong>de</strong>jad que el niño la <strong>de</strong>spierte con sus chillidos,<br />

pues la oveja que no atien<strong>de</strong> al cor<strong>de</strong>ro cuando bala, no respon<strong>de</strong>rá al ternero cuando muja.<br />

VERGES.—Es m<strong>uy</strong> cierto.<br />

DOGBERRY.—He aquí el fin <strong>de</strong> la consigna. Vos, alguacil, representáis al mismo príncipe en<br />

persona. Si tropezáis con él <strong>de</strong> noche, podéis <strong>de</strong>tenerle.<br />

VERGES.—No, por la Virgen; yo creo que no pue<strong>de</strong>.<br />

DOGBERRY.—Apuesto cinco chelines contra uno, con cualquiera que conozca los estatutos, a<br />

que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerle. Claro está, ¡pardiez!, que no ha <strong>de</strong> ser sin la anuencia <strong>de</strong>l príncipe,<br />

porque, en verdad, la ronda no <strong>de</strong>be ofen<strong>de</strong>r a nadie, y es ofensa <strong>de</strong>tener a un hombre contra<br />

su voluntad.<br />

VERGES.—Por la Virgen, que ésa es mi opinión.<br />

DOGBERRY.—¡Ja, ja, ja! Vaya, maeses, buenas noches. Si ocurre algo grave, llamadme a mí.<br />

Guardad el secreto <strong>de</strong> vuestros camaradas y los vuestros propios, y buenas noches. Vamos,<br />

vecino.<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Conque, maeses, ya habéis oído la consigna. Vamos a sentarnos en el<br />

poyo <strong>de</strong> la iglesia hasta las dos, y <strong>de</strong>spués a la cama.<br />

DOGBERRY.—Una palabra más, honrados vecinos. Os ruego que rondéis la puerta <strong>de</strong>l signior<br />

Leonato, pues celebrándose allí boda mañana, hay gran bullicio esta noche. Adiós; estad<br />

«vigitantes», os suplico. (Salen DOGBERRY y VERGES.)<br />

Entran BORACHIO y CONRADO.<br />

BORACHIO.—¡Qué hay! ¡Conrado!<br />

GUARDIA PRIMERO.—(Aparte.) ¡Silencio! ¡No os mováis!<br />

BORACHIO.—¡Conrado, digo!<br />

CONRADO.—Aquí estoy, hombre, pegado a tu codo.<br />

BORACHIO.—Por la misa, y que sentí <strong>com</strong>ezón en él. Pensé que iba a salirme un <strong>com</strong>pañero<br />

sarnoso.<br />

CONRADO.—Ya te contestaré <strong>de</strong> manera a<strong>de</strong>cuada a eso; y ahora, prosigue con tu relato.<br />

BORACHIO.—Apártate aprisa bajo este cobertizo, que empieza a lloviznar, y, <strong>com</strong>o un<br />

verda<strong>de</strong>ro borracho, te lo contaré todo.<br />

GUARDIA PRIMERO.—(Aparte.) Alguna traición, maeses. No os mováis aún.<br />

BORACHIO.—Has <strong>de</strong> saber, pues, que he obtenido mil ducados <strong>de</strong> don Juan.<br />

85


CONRADO.—¿Es posible que infamia alguna se venda tan cara?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BORACHIO.—Mejor harías en preguntar si es posible que infame alguno sea tan rico; pero<br />

cuando los infames ricos tienen necesidad <strong>de</strong> los infames pobres, los pobres pue<strong>de</strong>n reclamar el<br />

precio que quieran.<br />

CONRADO.—Me asombro <strong>de</strong> ello.<br />

BORACHIO.—Eso muestra que no estás iniciado. Ya sabes que la moda <strong>de</strong> una ropilla, <strong>de</strong> un<br />

sombrero o <strong>de</strong> una capa nada hacen al hombre.<br />

CONRADO.—Sí, <strong>com</strong>ponen su traje.<br />

BORACHIO.—Me refiero a la moda.<br />

CONRADO.—En efecto, la moda es la moda.<br />

BORACHIO.—¡Quita allá! Eso es tanto <strong>com</strong>o <strong>de</strong>cir que un necio es un necio. Pero, ¿no ves la<br />

moda, qué pícaro <strong>de</strong>forme es?<br />

GUARDIA PRIMERO.—(Aparte.) Conozco a ese Deforme, un pícaro ladrón que mero<strong>de</strong>a por ahí<br />

hace siete años, y va vestido <strong>de</strong> caballero. Recuerdo su nombre.<br />

BORACHIO.—¿No has oído a alguien?<br />

CONRADO.—No, era la veleta <strong>de</strong> esa casa.<br />

BORACHIO.—¿No ves, te <strong>de</strong>cía, qué pícaro <strong>de</strong>forme es esa moda? ¡Qué vertiginosamente<br />

trastorna a cuantos tienen la sangre caliente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los catorce a los treinta y cinco años! A<br />

veces los disfraza a manera <strong>de</strong> soldados <strong>de</strong> Faraón en un lienzo ahumado; otras veces los viste<br />

<strong>com</strong>o sacerdotes <strong>de</strong>l dios Baal en las vidrieras <strong>de</strong> los antiguos templos; a menudo los atavía a<br />

semejanza <strong>de</strong>l Hércules cercenado <strong>de</strong> las tapicerías apolilladas y mugrientas, don<strong>de</strong> su miembro<br />

aparece tan gordo <strong>com</strong>o su maza.<br />

CONRADO.—Veo todo eso, y veo también que la moda gasta más ropa que el hombre. Pero tú<br />

mismo, ¿no tienes la cabeza trastornada por la moda, pues te apartas <strong>de</strong>l relato que ibas a<br />

contarme, para divagar con ella?<br />

BORACHIO.—No, <strong>de</strong> ningún modo. Sabe, pues, que esta noche he cortejado a Margarita, la<br />

doncella <strong>de</strong> la señora Hero, llamándola Hero. Asomada a la ventana <strong>de</strong>l aposento <strong>de</strong> su<br />

señorita, me ha dado mil veces las buenas noches... Pero te cuento con torpeza la historia... He<br />

<strong>de</strong>bido <strong>com</strong>enzar diciéndote cómo el príncipe, Claudio y mi amo, apostados, colocados y<br />

advertidos por mi amo don Juan, presenciaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos en el jardín esta cita amorosa.<br />

CONRADO.—¿Y creyeron que Margarita era Hero?<br />

BORACHIO.—Dos <strong>de</strong> ellos lo creyeron; pero el diablo <strong>de</strong> mi amo sabía que era Margarita; y en<br />

parte por los juramentos con que los había ya embaucado, en parte por la oscuridad <strong>de</strong> la<br />

noche, que los ofuscó; pero sobre todo por mi villanía, que confirmó cierta calumnia inventada<br />

por don Juan, lo cierto es que Claudio salió <strong>de</strong> allí enfurecido; juró que se reuniría con ella,<br />

según estaba acordado, a la mañana siguiente, en el templo, y que allí, ante toda la<br />

concurrencia, la avergonzaría con lo que había visto la noche anterior y la enviaría <strong>de</strong> nuevo a<br />

su casa sin marido.<br />

GUARDIA PRIMERO.—¡En nombre <strong>de</strong>l príncipe, daos presos!<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Avisad al señor alguacil mayor. Hemos <strong>de</strong>scubierto aquí la más peligrosa<br />

obra <strong>de</strong> libertinaje que se ha <strong>com</strong>etido jamás en el Estado.<br />

86


GUARDIA PRIMERO.—Y anda en ello un tal Deforme. Le conozco; lleva un rizo...<br />

CONRADO.—¡Señores, señores!<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Ya daréis noticias <strong>de</strong> ese Deforme, os aseguro.<br />

CONRADO.—Pero señores...<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

GUARDIA PRIMERO.—Ni una palabra. Os intimidamos a que os <strong>de</strong>jéis obe<strong>de</strong>cer y nos sigáis.<br />

BORACHIO.—¡Es posible que resultemos una excelente mercancía, habiendo sido adquiridos por<br />

los chuzos <strong>de</strong> hombres <strong>com</strong>o éstos!<br />

CONRADO.—Una mercancía empapelada, os lo aseguro. Vamos, os obe<strong>de</strong>ceremos. (Salen.)<br />

Aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran HERO, MARGARITA y ÚRSULA.<br />

Escena IV<br />

HERO.—Buena Úrsula, <strong>de</strong>spierta a mi prima Beatriz y suplícala que se levante.<br />

ÚRSULA.—Voy, señora.<br />

HERO.—Y dile que venga aquí.<br />

ÚRSULA.—Está bien. (Sale.)<br />

MARGARITA.—En verdad, creo que os sentaría mejor el otro rebato.<br />

HERO.—No, buena Marga, por favor, quiero llevar éste.<br />

MARGARITA.—Por mi fe que no es tan bonito, y estoy segura <strong>de</strong> que vuestra prima será <strong>de</strong>l<br />

mismo parecer.<br />

HERO.—Mi prima es una loca y tú eres otra. No llevaré sino éste.<br />

MARGARITA.—Hallaría precioso este nuevo añadido, si el cabello fuera un poco más oscuro. En<br />

cuanto al vestido, a fe que está confeccionado a la última moda. He visto el <strong>de</strong> la duquesa <strong>de</strong><br />

Milán, que tanto ensalzan.<br />

HERO.—¡Oh! Dicen que exce<strong>de</strong> a toda pon<strong>de</strong>ración.<br />

MARGARITA.—Por mi fe, es una bata <strong>de</strong> noche al lado <strong>de</strong>l vuestro: tela <strong>de</strong> brocado, acuchillada,<br />

con pasamano <strong>de</strong> plata, guarnecida <strong>de</strong> perlas, con manga al costado y manga perdida; la falda,<br />

orlada con brocadillo azulado; pero en cuanto al corte fino, singular, gracioso y elegante, el<br />

vuestro es diez veces preferible.<br />

HERO.—¡Dios me dé alegría para lucirlo! Porque mi corazón está sumamente apesadumbrado.<br />

MARGARITA.—Pronto lo estará más con el peso <strong>de</strong> un hombre.<br />

HERO.—¡Vergüenza <strong>de</strong> ti! ¿No sientes rubor?<br />

MARGARITA.—¿De qué, señora? ¿De hablar <strong>de</strong> cosas honradas? ¿El casamiento no es honrado<br />

incluso entre pordioseros? ¿No es honrado vuestro prometido aun sin casarse? Pienso que he<br />

<strong>de</strong>bido <strong>de</strong>cir: «Con el mayor respeto, un esposo». A no ser que un mal pensamiento interprete<br />

87


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

torcidamente mis palabras, a nadie he ofendido. ¿Hay algún pecado en «con el peso <strong>de</strong> un<br />

esposo»? Creo que no cuando se trata <strong>de</strong>l esposo legítimo y <strong>de</strong> la legítima esposa. De otro<br />

modo el peso sería liviano y no pesado. Preguntad, si no, a mi señora Beatriz, que aquí llega.<br />

Entra BEATRIZ.<br />

HERO.—Buenos días, prima.<br />

BEATRIZ.—Buenos días, querida Hero.<br />

HERO.—¡Cómo! ¿Qué es eso? ¿Habláis en un tono sentimental?<br />

BEATRIZ.—Me parece que no sabría afectar otro.<br />

MARGARITA.—Entonad Luz <strong>de</strong> amor, que no tiene estribillo. Cantadla, y yo bailaré.<br />

BEATRIZ.—¡Luz <strong>de</strong> amor con vuestros talones! Pues <strong>com</strong>o vuestro marido tenga bastantes<br />

establos, veréis que no han <strong>de</strong> faltarle graneros.<br />

MARGARITA.—¡Oh interpretación maligna! La <strong>de</strong>spreciaré con mis talones.<br />

BEATRIZ.—Son casi las cinco, prima. Ya es hora <strong>de</strong> que estéis arreglada. A fe mía, que me<br />

encuentro extremadamente mal. ¡Ay!<br />

MARGARITA.—¿Qué os falta? ¿Un halcón, un caballo o un esposo?<br />

BEATRIZ.—Sufro <strong>de</strong> la letra con que principian todas esas palabras, <strong>de</strong> la h1.<br />

MARGARITA.—Bueno, si no os habéis convertido en turca, no queda otro remedio sino navegar<br />

por la estrella polar.<br />

BEATRIZ.—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir esta loca?, pienso.<br />

MARGARITA.—¡Ya nada; sino que Dios dé a cada cual lo que su corazón <strong>de</strong>sea!<br />

HERO.—Estos guantes me los ha enviado el con<strong>de</strong>. Despi<strong>de</strong>n un perfume embriagador.<br />

BEATRIZ.—Estoy constipada, prima. No tengo olfato.<br />

MARGARITA.—¡Doncella y constipada! ¿No será que habéis cogido un frío <strong>de</strong> castidad?<br />

BEATRIZ.—¡Oh, venga Dios en mi ayuda! ¡Venga Dios en mi ayuda! ¿Des<strong>de</strong> cuándo tan<br />

chistosa?<br />

MARGARITA.—Des<strong>de</strong> que vos habéis <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> serlo. ¿No me sienta admirablemente el<br />

donaire?<br />

BEATRIZ.—No se nota lo suficiente; <strong>de</strong>bierais llevarlo en el tocado. Por mi fe, que estoy<br />

enferma.<br />

MARGARITA.—Tomad un poco <strong>de</strong> carduus benedictus <strong>de</strong>stilado y aplicáoslo al corazón. Es el<br />

único calmante para un <strong>de</strong>sfallecimiento.<br />

HERO.—Advierte que eso es pincharla con un cardo.<br />

BEATRIZ.—¡Benedictus! ¿Por qué benedictus? ¿Veis algún sentido en ese benedictus?<br />

MARGARITA.—¡Sentido oculto! ¡Por mi fe, yo no he pretendido dárselo! Quise <strong>de</strong>cir<br />

sencillamente cardo bendito. Quizá creáis que os supongo enamorada: No, por la Virgen. No<br />

88


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

soy tan tonta que dé crédito a cuanto se me ocurra, ni se me ocurre tampoco dar crédito a lo<br />

que quisiera; no, en verdad; no se me ocurriría pensar, aunque me volviera loca, que estáis<br />

enamorada, o que lo estaréis o que podéis estarlo. No obstante, Benedicto era una persona tal<br />

<strong>com</strong>o vos, y ahora se ha vuelto <strong>com</strong>o los <strong>de</strong>más hombres. Juró que jamás se casaría y, sin<br />

embargo, al presente, a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> su corazón, <strong>com</strong>e su pan <strong>de</strong> amor sin repugnancia. Que<br />

vos os convirtáis lo ignoro; pero se me antoja que <strong>com</strong>enzáis a mirar con vuestros ojos igual<br />

que las <strong>de</strong>más mujeres.<br />

BEATRIZ.—¿Qué paso es ese que lleva tu lengua?<br />

MARGARITA.—No es un falso galope.<br />

Vuelve a entrar ÚRSULA.<br />

ÚRSULA.—Daos prisa, señora. El príncipe, el con<strong>de</strong>, el signior Benedicto, don Juan y todos los<br />

galanes <strong>de</strong> la ciudad vienen por vos para llevaros a la iglesia.<br />

HERO.—Ayudadme a vestir, querida prima, querida Marga, querida Úrsula. (Salen.)<br />

Otro aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entra LEONATO con DOGBERRY y VERGES.<br />

Escena V<br />

LEONATO.—¿Qué queréis <strong>de</strong> mí, honrado vecino?<br />

DOGBERRY.—A fe, señor, quisiera haceros cierta confi<strong>de</strong>ncia que os atañe cercanamente.<br />

LEONATO.—Sed breve, os ruego, pues ya veis que estoy m<strong>uy</strong> ocupado.<br />

DOGBERRY.—A fe que es así, señor.<br />

VERGES.—Sí que lo estáis, señor.<br />

LEONATO.—Veamos, ¿<strong>de</strong> qué se trata, mis queridos amigos?<br />

DOGBERRY.—El buen Verges, señor, se aparta un poco <strong>de</strong>l asunto: está viejo, señor, y su<br />

caletre no es tan «romo» <strong>com</strong>o, Dios mediante, quisiera yo que fuese. Pero a fe que es<br />

honrado <strong>com</strong>o el cuero que tiene entre las cejas.<br />

VERGES.—En efecto, gracias a Dios, soy tan honrado <strong>com</strong>o el que más que sea tan viejo <strong>com</strong>o<br />

yo y no más honrado.<br />

DOGBERRY.—Las <strong>com</strong>paraciones son «olorosas»; palabras, vecino Verges.<br />

LEONATO.—Vecinos, sois fastidiosos.<br />

DOGBERRY.—Favor que nos hace vuestra señoría; pero somos humil<strong>de</strong>s funcionarios <strong>de</strong>l<br />

duque. A <strong>de</strong>cir verdad, por mi parte, aun cuando fuera tan «fatidioso» <strong>com</strong>o un rey, mi corazón<br />

emplearía todo su fastidio en servicio <strong>de</strong> vuestra señoría.<br />

LEONATO.—¡Todo tu fastidio en mi favor! ¡Ja!<br />

DOGBERRY.—Sí, aunque fuera mil veces más pesado <strong>de</strong> lo que es, pues he oído tan buen<br />

«reproche» <strong>de</strong> vuestra señoría, <strong>com</strong>o <strong>de</strong> cualquiera <strong>de</strong> la ciudad; y aunque no soy más que un<br />

pobre hombre, me alegro <strong>de</strong> haberlo oído.<br />

VERGES.—Y yo también.<br />

89


LEONATO.—Quisiera saber, a lo menos, lo que tenéis que <strong>de</strong>cirme.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

VERGES.—Es el caso, señor, que esta noche nuestra ronda, con la excepción presente <strong>de</strong><br />

vuestra señoría, ha echado el guante a un par <strong>de</strong> bellacos tan pícaros <strong>com</strong>o los que más en<br />

Mesina.<br />

DOGBERRY.—Es un pobre viejo, señor, que habla allá te vas. Como dice el refrán, cuanto más<br />

viejo más pellejo. ¡Válgame Dios! ¡Hay que ver el mundo! ¡Bien dicho, a fe, <strong>com</strong>padre Verges!<br />

Bravo; Dios es un buen hombre. Si dos hombres montan en un caballo, uno tiene que ir a las<br />

ancas. Un corazón honrado, a fe, señor. Por vida mía que lo es, <strong>com</strong>o que nunca ha roto un<br />

plato. Pero, ¡alabado sea Dios!, no todos somos unos. ¡Ay, el bueno <strong>de</strong>l <strong>com</strong>padre!<br />

LEONATO.—En efecto, vecino, os es bastante inferior.<br />

DOGBERRY.—Suerte que Dios da.<br />

LEONATO.—Tengo que <strong>de</strong>jaros.<br />

DOGBERRY.—Una palabra, señor. Nuestra ronda, señor, ha aprehendido, en efecto, a dos<br />

personas «<strong>de</strong>spechosas»; y quisiéramos que <strong>com</strong>parecieran esta mañana ante vuestra señoría.<br />

LEONATO.—Tomadles vos mismo la <strong>de</strong>claración y traédmela. Tengo ahora mucha prisa, <strong>com</strong>o<br />

podéis observar.<br />

DOGBERRY.—Eso será «suficiente».<br />

LEONATO.—Bebed un trago <strong>de</strong> vino antes <strong>de</strong> partir y pasadlo bien.<br />

Entra un MENSAJERO.<br />

MENSAJERO.—Señor, os aguardan para que entreguéis vuestra hija a su esposo.<br />

LEONATO.—A sus ór<strong>de</strong>nes. Voy ahora mismo. (Salen LEONATO y el MENSAJERO.)<br />

DOGBERRY.—Id, buen <strong>com</strong>pañero, id en busca <strong>de</strong> Francisco Seacoal. Decidle que traiga su<br />

pluma y tintero a la cárcel. Vamos ahora a «examinar» a esos hombres.<br />

VERGES.—Y es menester hacerlo con chispa.<br />

DOGBERRY.—Eso no ha <strong>de</strong> faltarnos, os lo garantizo. Hay aquí (Tocándose la frente.) lo que<br />

obligará a cantar a algunos <strong>de</strong> ellos. Buscad sólo al sabio escribiente para que extienda nuestra<br />

«ex<strong>com</strong>unión» y juntaos conmigo en la cárcel. (Salen.)<br />

Acto Cuarto<br />

Escena I<br />

Interior <strong>de</strong> una iglesia.<br />

Entran DON PEDRO, DON JUAN, LEONATO, FRAY FRANCISCO, CLAUDIO, BENEDICTO, HERO,<br />

BEATRIZ, etc.<br />

LEONATO.—Vamos, fray Francisco, sed breve: ateneos a la simple fórmula <strong>de</strong>l matrimonio, y<br />

<strong>de</strong>spués expondréis sus <strong>de</strong>beres particulares.<br />

FRAILE.—¿Venís aquí, señor, a casar a esta dama?<br />

90


CLAUDIO.—No.<br />

LEONATO.—A ser casado con ella, padre; vos sois quien viene a casarle con ella.<br />

FRAILE.—Señora, venís aquí a casaros con este con<strong>de</strong>.<br />

HERO.—Vengo.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

FRAILE.—Si alguno <strong>de</strong> vosotros dos sabe <strong>de</strong> algún impedimento íntimo que se oponga a que<br />

seáis enlazados, os invito, por la salvación <strong>de</strong> vuestras almas, a que lo <strong>de</strong>claréis.<br />

CLAUDIO.—¿Sabéis <strong>de</strong> alguno, Hero?<br />

HERO.—De ninguno, mi señor.<br />

FRAILE.—¿Sabéis vos <strong>de</strong> alguno, con<strong>de</strong>?<br />

LEONATO.—Me atrevo a contestar por él: <strong>de</strong> ninguno.<br />

CLAUDIO.—¡Oh! ¡A cuánto se atreven los hombres! ¡Cuánto osan hacer! ¡Cuánto hacen<br />

diariamente, sin saber lo que hacen!<br />

BENEDICTO.—¡Cómo! ¿Interjecciones? Pues entonces las habrá <strong>de</strong> risa, <strong>com</strong>o ¡Ah! ¡Ja! ¡Ja!<br />

CLAUDIO.—Acércate, fraile. Padre, con vuestro permiso: ¿me dais a esta doncella, vuestra hija,<br />

libremente y sin violencia alguna?<br />

LEONATO.—Tan libremente, hijo mío, <strong>com</strong>o Dios hubo <strong>de</strong> concedérmela.<br />

CLAUDIO.—Y yo, ¿qué podría daros en pago <strong>de</strong> tan rico y valioso presente?<br />

DON PEDRO.—Nada, a no ser que se la <strong>de</strong>volvierais.<br />

CLAUDIO.—Querido príncipe, me enseñáis gratitud noble. Leonato, recobrad, pues, a vuestra<br />

hija: no <strong>de</strong>is esa naranja podrida a vuestro amigo. No tiene <strong>de</strong> honrada sino la señal y<br />

apariencia. ¡Mirad! ¡Se sonroja <strong>com</strong>o una virgen! ¡Oh! ¡De qué sinceridad y muestra <strong>de</strong> virtud<br />

pue<strong>de</strong> revestirse el astuto vicio! Ese rubor, esa mo<strong>de</strong>stia, ¿no vienen a atestiguar su sencilla<br />

honra<strong>de</strong>z? Todos cuantos la contempláis, ¿no juraríais que es una virgen, por su aspecto<br />

exterior? ¡Pues no lo es! ¡Conoce el calor <strong>de</strong> un lecho lujurioso; y si enrojece, no es <strong>de</strong> pudor,<br />

sino <strong>de</strong> vergüenza!<br />

LEONATO.—¿Qué queréis <strong>de</strong>cir, señor?<br />

CLAUDIO.—¡Que no me caso, que no junto mi alma a la <strong>de</strong> una probada libertina!<br />

LEONATO.—Mi querido señor, si, en prueba propia, habéis vencido la resistencia <strong>de</strong> su juventud<br />

y hecho <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> su virginidad...<br />

CLAUDIO.—Sé lo que queréis <strong>de</strong>cir: que si la he poseí- do, si la he tenido entre mis brazos, fue<br />

en calidad <strong>de</strong> esposo, y <strong>de</strong>bo, por lo tanto, excusar una falta anticipada. No, Leonato. Nunca la<br />

tenté con palabras licenciosas. Sólo le dirigí expresiones <strong>de</strong> candor sincero y <strong>de</strong> un respetuoso<br />

amor, <strong>com</strong>o hubiera hecho un hermano con su hermana.<br />

HERO.—¿Y me conduje nunca <strong>de</strong> otro modo con vos?<br />

CLAUDIO.—¡Mal haya tu apariencia! Yo la <strong>de</strong>nunciaré. Me hacíais el efecto <strong>de</strong> una Diana en su<br />

esfera, tan casta <strong>com</strong>o el capullo antes <strong>de</strong> florecer; pero sois más <strong>de</strong>senfrenada en vuestros<br />

91


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

<strong>de</strong>seos que Venus, o que esos animales mimados que retozan en una salvaje sensualidad.<br />

HERO.—¿Está mi señor en su juicio, que <strong>de</strong>svaría <strong>de</strong> ese modo?<br />

LEONATO.—Querido príncipe, ¿por qué no habláis?<br />

DON PEDRO.—¿Qué voy a hablar? Estoy avergonzado por haber querido unir a mi caro amigo<br />

con una vulgar ramera.<br />

LEONATO.—¿Se dicen tales cosas, o soy víctima <strong>de</strong> un sueño?<br />

DON JUAN.—Señor, se dicen, y son verda<strong>de</strong>ras.<br />

BENEDICTO.—¡Esto no lleva trazas <strong>de</strong> boda!<br />

HERO.—¡Verda<strong>de</strong>ras! ¡Oh Dios!<br />

CLAUDIO.—¿Estoy yo aquí, Leonato? ¿Es éste el príncipe? ¿Este otro el hermano <strong>de</strong>l príncipe?<br />

¿Es ése el rostro <strong>de</strong> Hero? ¿Son estos ojos nuestros ojos?<br />

LEONATO.—Todo es así, ¿y a qué viene eso, señor?<br />

CLAUDIO.—Permitidme que haga una pregunta a vuestra hija; y por aquella autoridad paterna<br />

y fuero blando que tenéis sobre ella, mandadla que responda francamente.<br />

LEONATO.—Te exijo que así lo hagas, <strong>com</strong>o hija mía que eres.<br />

HERO.—¡Oh Dios, amparadme! ¡Cómo me acosan! ¿Qué clase <strong>de</strong> interrogatorio es éste?<br />

CLAUDIO.—Un interrogatorio para que respondáis con verdad a vuestro nombre.<br />

HERO.—¿No es el <strong>de</strong> Hero? ¿Quién podrá manchar tal nombre con un reproche justo?<br />

CLAUDIO.—¡A fe que Hero! ¡Hero misma pue<strong>de</strong> manchar la virtud <strong>de</strong> Hero! ¿Quién era el<br />

hombre que hablaba con vos anoche, en vuestra ventana, entre doce y una? Ahora, si sois<br />

doncella, respon<strong>de</strong>d.<br />

HERO.—Con ningún hombre he hablado a tal hora, señor.<br />

DON PEDRO.—No sois doncella entonces. –Leonato, me duele que hayáis <strong>de</strong> oírlo. Por mi<br />

honor, yo, mi hermano y este pobre con<strong>de</strong> la hemos visto y oído a esa hora <strong>de</strong> la noche última<br />

hablar con un rufián en la ventana <strong>de</strong> su aposento; el cual, <strong>com</strong>o bellaco, al fin, sin pizca <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>coro, nos confesó las viles entrevistas que habían tenido mil veces en secreto.<br />

DON JUAN.—¡Vergonzosas! ¡Vergonzosas! No merecen otro nombre, señor, ni que se hable <strong>de</strong><br />

ellas.<br />

No hay castidad suficiente en el lenguaje para referirlas sin ofen<strong>de</strong>r los oídos. Así que, linda<br />

joven, lamento tu notoria liviandad.<br />

CLAUDIO.—¡Oh Hero! ¡Qué heroína, qué <strong>de</strong>chado fueras, <strong>de</strong> haber empleado la mitad <strong>de</strong> tus<br />

hechizos exteriores en adornar tus pensamientos y las aspiraciones <strong>de</strong> tu corazón! Pero ¡adiós a<br />

ti, la más inmunda y la más bella! ¡Adiós a ti, pura impiedad e impía pureza! Por ti cerraré todas<br />

las puertas <strong>de</strong>l amor, y la sospecha pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> mis párpados para trocar toda hermosura en<br />

pensamientos <strong>de</strong> maldad y nunca hallarle otros atractivos.<br />

LEONATO.—¿No hay aquí un puñal para matarme?<br />

HERO se <strong>de</strong>smaya.<br />

92


BEATRIZ.—¡Ay! ¡Qué es esto, prima! ¿Os sentís enferma?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON JUAN.—Venid, partamos. Semejantes revelaciones le han hecho per<strong>de</strong>r el sentido. (Salen<br />

DON PEDRO, DON JUAN y CLAUDIO.)<br />

BENEDICTO.—¿Cómo está la prima?<br />

BEATRIZ.—¡Creo que muerta! ¡Socorro, tío! ¡Hero! ¡Ay! ¡Hero! ¡Tío! ¡Signior Benedicto! ¡Monje!<br />

LEONATO.—¡Oh <strong>de</strong>stino! ¡No levantes tu pesada mano! ¡La muerte es el mejor velo que pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>searse para cubrir su oprobio!<br />

BEATRIZ.—¿Cómo te sientes? ¡Prima Hero!<br />

FRAILE.—Reconfortaos, señora.<br />

LEONATO.—¿Y alzas la vista?<br />

FRAILE.—Sí; ¿por qué no ha <strong>de</strong> alzarla?<br />

LEONATO.—¡Por qué! ¡Cómo! ¿Todo lo que hay sobre la tierra no grita su <strong>de</strong>shonra? ¿Pue<strong>de</strong><br />

negar aquí el relato que lleva impreso en su sangre? No vivas, Hero; no abras los ojos. ¡Porque<br />

si supiera que no querías morir <strong>de</strong> golpe, que tu ánimo tuviera más fuerza que tu infamia, yo<br />

mismo, en ayuda <strong>de</strong> tus remordimientos, atentaría contra tu vida! ¿Me apenaba el tener una<br />

hija tan sólo? ¿Acusé a la naturaleza por haberse mostrado avara? ¡Oh! ¡Fue <strong>de</strong>masiado pródiga<br />

en darme a ti! ¿Por qué te tuve? ¿Por qué has sido siempre tan grata a mis ojos? ¿Por qué con<br />

mano caritativa no recogí mejor <strong>de</strong>l umbral <strong>de</strong> mi puerta la <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un mendigo, para<br />

al verla así enlodada y sumida en la infamia, haber podido <strong>de</strong>cir: «Nada tiene mío; esta<br />

vergüenza proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> lomos ignorados»? Pero ¡mi propia hija! ¡Una hija que amaba, que<br />

ensalzaba, <strong>de</strong> la que me enorgullecía hasta el extremo <strong>de</strong> no ser yo mismo, <strong>de</strong> no estimarme ni<br />

pertenecerme sino por ella! ¡Oh! ¡Verla caída en una cisterna <strong>de</strong> tinta, que el ancho mar no<br />

tiene gotas para lavar lo bastante su mancha y escasísima sal para <strong>de</strong>volver la frescura a su<br />

carne corrompida!<br />

BENEDICTO.—Señor, señor, calmaos. Por mi parte, estoy tan confundido <strong>de</strong> admiración, que no<br />

sé qué <strong>de</strong>cir.<br />

BEATRIZ.—¡Oh, por mi alma! ¡Han calumniado a mi prima!<br />

BENEDICTO.—Señora, ¿habéis <strong>com</strong>partido su lecho la noche última?<br />

BEATRIZ.—No, en verdad, no; pero hasta anoche hemos dormido juntas estos doce meses.<br />

LEONATO.—¡Confirmado, confirmado! ¡Oh, la verdad es más sólida, aunque ya fue reforzada<br />

con barrotes <strong>de</strong> hierro! ¿Iban a mentir los dos príncipes? ¿Iba a mentir Claudio, que la amaba<br />

<strong>de</strong> modo que hablando <strong>de</strong> su impureza la lavaba con sus lágrimas? ¡Dejadla! ¡Dejadla que<br />

muera!<br />

FRAILE.—Oídme un instante. Si he callado tanto tiempo, y <strong>de</strong>jado seguir su curso a este<br />

acci<strong>de</strong>nte, ha sido sólo por observar a la dama. Mil apariciones ruborosas han turbado su<br />

rostro; mil sonrojos inocentes han cedido su puesto a blancuras angélicas; y en sus ojos brillaba<br />

un fuego <strong>com</strong>o para quemar los errores sostenidos por los príncipes contra su real virginidad.<br />

Tratadme <strong>de</strong> loco; no tengáis confianza en mis observaciones, que con el sello <strong>de</strong> la experiencia<br />

confirma el extracto <strong>de</strong> mi estudio; no concedáis nada a mis años, a mi dignidad, a mi vocación,<br />

ni a mi sagrado ministerio, si esta adorable señora no ha sido aquí víctima <strong>de</strong> algún error<br />

mordaz.<br />

LEONATO.—Fraile, te equivocas. Ya ves que todo el pudor que le queda consiste en no querer<br />

93


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

añadir a su con<strong>de</strong>nación el pecado <strong>de</strong> perjurio. No lo niega. ¿A qué, pues, buscas una excusa<br />

para disimular lo que aparece en su propia <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z?<br />

FRAILE.—Señora, ¿quién es el hombre con el cual se os acusa?<br />

HERO.—Lo sabrán quienes me acusan; yo no lo conozco. Si conociera a hombre alguno viviente<br />

más <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> convenir a la castidad <strong>de</strong> una doncella, ¡que mis pecados no hallen<br />

re<strong>de</strong>nción! ¡Oh padre mío! ¡Probad que un hombre ha conversado conmigo a horas <strong>de</strong>susadas,<br />

o que anoche mantuve cambio <strong>de</strong> palabras con ser alguno, y repudiadme, odiadme, torturadme<br />

hasta la muerte!<br />

FRAILE.—Los príncipes sufren alguna extraña equivocación.<br />

BENEDICTO.—Dos <strong>de</strong> ellos son el honor personificado. Si su buena fe ha sido sorprendida,<br />

habrá que achacar el frau<strong>de</strong> a Juan el bastardo, c<strong>uy</strong>o ingenio se ocupa en fraguar vilezas.<br />

LEONATO.—¡No lo sé! ¡Si han dicho <strong>de</strong> ella sólo la verdad, la harán trizas estas manos! ¡Si<br />

mancharon su honor con la calumnia, el más altivo <strong>de</strong> ellos tendrá que sentir! El tiempo no ha<br />

<strong>de</strong>secado tanto la sangre <strong>de</strong> mis venas, ni la edad embotado mi inventiva, ni la suerte agotado<br />

mis recursos, ni <strong>de</strong> tantos amigos me ha alejado mi mala vida; sino que hallarán <strong>de</strong>spiertos<br />

para semejante empresa la fuerza <strong>de</strong> un brazo y la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un ingenio, medios eficaces y<br />

plantel <strong>de</strong> amigos para tomar venganza cumplidamente.<br />

FRAILE.—Pausa un momento, y guiaos <strong>de</strong> mi consejo en esta ocasión. Los príncipes han <strong>de</strong>jado<br />

aquí a vuestra hija por muerta. Ocultadla algún tiempo secretamente y hacer correr la voz <strong>de</strong><br />

que, en efecto, ha sucumbido. Simulad ostentación <strong>de</strong> luto; suspen<strong>de</strong>d <strong>de</strong>l viejo panteón <strong>de</strong><br />

vuestra familia un epitafio fúnebre y cumplid todos los ritos correspondientes a un entierro.<br />

LEONATO.—¿A qué conducirá eso? ¿De qué podrá servir?<br />

FRAILE.—¡Pardiez!, bien llevado hará que la calumnia se convierta en remordimiento. Esto no<br />

es ya poco; mas no es éste el fin que sueño por medio tan extraño; antes espero un gran parto<br />

<strong>de</strong> estos dolores. Muerta ella, <strong>com</strong>o así hay que mantener, en el instante mismo en que se vio<br />

acusada, se la sentirá, se la tendrá <strong>com</strong>pasión, y será disculpada por cuantos lo oigan; pues las<br />

cosas son así: jamás estimamos en su precio el bien <strong>de</strong> que gozamos; pero si lo per<strong>de</strong>mos,<br />

entonces es cuando exageramos su valía, cuando apreciamos su mérito, que no estimamos<br />

mientras nos perteneció. Tal suce<strong>de</strong>rá con Claudio. Cuando oiga que ella ha muerto víctima <strong>de</strong><br />

sus palabras, el recuerdo <strong>de</strong> su vida se <strong>de</strong>slizará dulcemente en su imaginación, y cada<br />

preciado órgano <strong>de</strong> su existencia se ofrecerá a sus ojos y alcance <strong>de</strong> su alma revestido <strong>de</strong><br />

mayor encanto, más <strong>de</strong>licadamente tangible y animado <strong>de</strong> vida que cuando alentaba <strong>de</strong> veras.<br />

Entonces le invadirá el sentimiento (si alguna vez asentó el amor en su hígado), y <strong>de</strong>seará no<br />

haberla acusado, no, aunque crea todavía en la verdad <strong>de</strong> su acusación. Obrad así, y no dudéis<br />

que el éxito dará a los acontecimientos un giro mejor aún <strong>de</strong>l que yo me atrevo a proponer.<br />

Pero aunque todos nuestros planes resultaran fallidos, la suposición <strong>de</strong> que la dama ha muerto<br />

sofocará el escándalo <strong>de</strong> su infamia, y si no salen bien, siempre os queda el recurso <strong>de</strong> tenerla<br />

oculta (<strong>com</strong>o convenga mejor a su reputación herida), en una vida reclusa y religiosa, lejos <strong>de</strong><br />

todas las miradas, <strong>de</strong> todas las lenguas y <strong>de</strong> todos los espíritus e injurias.<br />

BENEDICTO.—Signior Leonato, aten<strong>de</strong>d el consejo <strong>de</strong>l monje. Y aunque sabéis la gran<br />

intimidad y afecto que me unen al príncipe y a Claudio, juro no obstante, por mi honor, que he<br />

<strong>de</strong> obrar en todo con tanto sigilo y leal- tad <strong>com</strong>o vuestra alma obraría con vuestro cuerpo.<br />

LEONATO.—En el dolor en que estoy sumergido, el menor hilo pue<strong>de</strong> guiarme.<br />

FRAILE.—Hacéis bien en consentir. A la tarea inmediatamente. A extraños males, extraños<br />

remedios. Vamos, señora, morid para vivir. Tal vez este día nupcial no ha sido sino aplazado.<br />

Paciencia y resignación. (Salen el FRAILE, HERO y LEONATO.)<br />

94


BENEDICTO.—Señora Beatriz, ¿habéis llorado todo este tiempo?<br />

BEATRIZ.—Sí, y lloraré más tiempo aún.<br />

BENEDICTO.—No lo quisiera.<br />

BEATRIZ.—No tenéis razón. Lloro generosamente.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BENEDICTO.—Tengo la convicción <strong>de</strong> que vuestra bella prima ha sido calumniada.<br />

BEATRIZ.—¡Ah! ¡Cuán acreedor se haría a mi gratitud el hombre que la rehabilitase!<br />

BENEDICTO.—¿Hay algún medio <strong>de</strong> daros esa prueba <strong>de</strong> amistad?<br />

BEATRIZ.—El medio existe, pero no el amigo.<br />

BENEDICTO.—¿Pue<strong>de</strong> servir un hombre?<br />

BEATRIZ.—Es oficio <strong>de</strong> hombre, pero no para vos.<br />

BENEDICTO.—Nada quiero en este mundo sino a vos. ¿No es cosa extraña?<br />

BEATRIZ.—Tan extraña para mí, <strong>com</strong>o cosa que ignoro. Con la misma facilidad podría <strong>de</strong>cir yo<br />

que nada quiero tanto <strong>com</strong>o a vos. Pero no me creáis. Y, sin embargo, no miento. Nada<br />

confieso ni niego nada. Estoy <strong>de</strong>solada por mi prima.<br />

BENEDICTO.—Por mi espada, Beatriz, que me amas.<br />

BEATRIZ.—No juréis por vuestra espada, y tra- gadla.<br />

BENEDICTO.—Quiero jurar por ella que me amáis, y hacérsela tragar a quien diga que no os<br />

amo.<br />

BEATRIZ.—¿No queréis tragar vuestra palabra?<br />

BENEDICTO.—No, cualquiera que fuese la salsa con que pudiera condimentarse. Protesto que<br />

te amo.<br />

BEATRIZ.—Pues entonces, ¡Dios me perdone!...<br />

BENEDICTO.—¿Qué ofensa, amada Beatriz?<br />

BEATRIZ.—Me habéis interrumpido a punto. Iba a protestar a mi vez que os amo.<br />

BENEDICTO.—Hazlo con todo tu corazón.<br />

BEATRIZ.—Os amo tan <strong>de</strong> corazón, que no me queda parte alguna para protestar.<br />

BENEDICTO.—Vamos, ordéname que haga algo por ti.<br />

BEATRIZ.—¡Matad a Claudio!<br />

BENEDICTO.—¡Ah! ¡Ni por el mundo entero!<br />

BEATRIZ.—Me matáis con negármelo. Adiós.<br />

BENEDICTO.—Deteneos, querida Beatriz.<br />

95


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BEATRIZ.—Me he ido, aunque esté aquí. No hay amor en vos, no; por favor, <strong>de</strong>jadme.<br />

BENEDICTO.—¡Beatriz!...<br />

BEATRIZ.—A fe, que quiero irme.<br />

BENEDICTO.—Que<strong>de</strong>mos antes amigos.<br />

BEATRIZ.—Tenéis menos miedo <strong>de</strong> ser mi amigo que <strong>de</strong> <strong>com</strong>batir con mi enemigo.<br />

BENEDICTO.—¿Es Claudio tu enemigo?<br />

BEATRIZ.—¿No está probado que es el más vil <strong>de</strong> los miserables por haber calumniado,<br />

<strong>de</strong>spreciado y <strong>de</strong>shonrado a mi prima? ¡Oh, si yo fuera hombre! ¡Cómo! Engañarla hasta el<br />

punto <strong>de</strong> darse las manos ante el altar, y acto seguido, con acusación pública, con<br />

<strong>de</strong>sembozada calumnia, con rencor <strong>de</strong>spiadado... ¡Dios mío! ¡Si yo fuera hombre! ¡Me <strong>com</strong>ería<br />

su corazón en medio <strong>de</strong> la plaza!<br />

BENEDICTO.—¡Óyeme, Beatriz!...<br />

BEATRIZ.—¡Que habló en su ventana con un hombre! ¡Lindo cuento!<br />

BENEDICTO.—Pero ¡Beatriz!...<br />

BEATRIZ.—¡Amada Hero! ¡Difamada! ¡Calumniada! ¡Perdida!<br />

BENEDICTO.—¡Beat!...<br />

BEATRIZ.—¡Príncipes y con<strong>de</strong>s! ¡Verda<strong>de</strong>ramente, el testimonio es principesco! ¡Valiente con<strong>de</strong><br />

en confitura! ¡Famoso galán, a fe! ¡Oh, si yo fuera hombre para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla, o tuviera sólo un<br />

amigo que fuera hombre para vengarla por mi amor! Pero la hombría se ha convertido en<br />

ceremonia, el valor en cumplidos, y los hombres no tienen más que lengua, y lengua meliflua a<br />

mayor abundamiento. Hoy se es tan valiente <strong>com</strong>o Hércules con sólo <strong>de</strong>cir una mentira y<br />

sostenerla con juramentos. ¡No puedo ser hombre, a pesar <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>seo, y por lo tanto, moriré<br />

<strong>de</strong> pena <strong>com</strong>o una mujer!<br />

BENEDICTO.—¡Detente, amada Beatriz! ¡Por esta mano, que te adoro!<br />

BEATRIZ.—¡Empleadla, por mi amor, en otra cosa que en jurar por ella!<br />

BENEDICTO.—En el fondo <strong>de</strong> vuestra alma, ¿creéis que el con<strong>de</strong> Claudio ha calumniado a<br />

Hero?<br />

BEATRIZ.—¡Sí! ¡Tan cierto <strong>com</strong>o tengo pensamiento y alma!<br />

BENEDICTO.—¡Basta! ¡Me <strong>com</strong>prometo a <strong>de</strong>safiarle! ¡Permitidme que os bese la mano y me<br />

<strong>de</strong>spida <strong>de</strong> vos! ¡Por esta mano, que Claudio me dará satisfacción cumplida! ¡Juzgad <strong>de</strong> mí<br />

<strong>de</strong>spués que hablen los hechos! ¡Id a consolar a vuestra prima! Debo <strong>de</strong>cir que ha muerto. ¡Y<br />

con esto, adiós! (Salen.)<br />

Escena II<br />

Una cárcel.<br />

Entran DOGBERRY, VERGES y el ESCRIBANO, con togas, y la ronda, con CONRADO y<br />

BORACHIO.<br />

DOGBERRY.—¿Están presentes todos los miembros <strong>de</strong> la «disamblea»?<br />

96


VERGES.—¡Oh! Un taburete y un cojín para el escribano.<br />

ESCRIBANO.—¿Cuáles son los malhechores?<br />

DOGBERRY.—¡Diantre! Yo y mi <strong>com</strong>pañero.<br />

VERGES.—¡Pues es verdad! Procedamos al expediente <strong>de</strong> «intuición».<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESCRIBANO.—Pero ¿contra quiénes se instr<strong>uy</strong>e la ofensa? ¡Que se pongan <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> maese<br />

alguacil!<br />

DOGBERRY.—Sí, a fe; ponedlos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. ¿Cómo os llamáis, amigo?<br />

BORACHIO.—Borachio.<br />

DOGBERRY.—Tened la bondad <strong>de</strong> escribir ahí Borachio. ¿Y vos, tunante?<br />

CONRADO.—Soy un caballero, señor, y me llamo Conrado.<br />

DOGBERRY.—Escribid ahí: maese caballero Conrado. ¿Servís a Dios, maeses?<br />

CONRADO y BORACHIO.—Sí, señor; así lo esperamos.<br />

DOGBERRY.—Escribid ahí que esperan servir a Dios; y poned a Dios primero, pues ¡Dios nos<br />

libre <strong>de</strong> que vaya Dios <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> semejantes granujas! Maeses, está probado que sois poco<br />

menos que hipócritas traidores, y cerca le anda <strong>de</strong> que lo creamos. ¿Qué contestáis en <strong>de</strong>fensa<br />

propia?<br />

CONRADO.—A fe, señor, <strong>de</strong>cimos que no lo somos.<br />

DOGBERRY.—Es un mozo listo este truhán, os lo aseguro; pero yo me las enten<strong>de</strong>ré con él.<br />

Venid acá, bellaco; una palabra al oído. Os digo, señor, que se sospecha que sois unos granujas<br />

redomados.<br />

BORACHIO.—Señor, os digo que no lo somos.<br />

DOGBERRY.—Bien; retiraos. ¡Vive Dios, que se han puesto <strong>de</strong> acuerdo! ¿Habéis escrito que no<br />

lo son?<br />

ESCRIBANO.—Maese alguacil, ése no es el modo <strong>de</strong> tomarles <strong>de</strong>claración. Debéis llamar a la<br />

ronda, que es la que ha <strong>de</strong> acusarles.<br />

DOGBERRY.—A fe que sí; es el mejor camino. ¡Que se a<strong>de</strong>lante la ronda! Maeses, en nombre<br />

<strong>de</strong>l príncipe, os mando que acuséis a estos individuos.<br />

GUARDIA PRIMERO.—Este hombre, señor, dijo que don Juan, el hermano <strong>de</strong>l príncipe, era un<br />

villano.<br />

DOGBERRY.—Escribid que el príncipe Juan es un villano. ¡Eh! ¡Perjurio evi<strong>de</strong>nte llamar villano al<br />

hermano <strong>de</strong> un príncipe!<br />

BORACHIO.—Maese alguacil...<br />

DOGBERRY.—¡Calle el pícaro, por favor! No me gusta tu facha, te lo aseguro.<br />

ESCRIBANO.—¿Qué más le oísteis <strong>de</strong>cir?<br />

GUARDIA SEGUNDO.—¡Pardiez!, que había recibido mil ducados <strong>de</strong> don Juan para acusar<br />

97


falsamente a la señora Hero.<br />

DOGBERRY.—¡El mayor robo con fractura que jamás se ha <strong>com</strong>etido!<br />

VERGES.—¡Por la misa que sí! No es otra cosa.<br />

ESCRIBANO.—¿Qué más, camarada?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

GUARDIA PRIMERO.—Y que el con<strong>de</strong> Claudio tenía el propósito, creyendo en sus palabras, <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>shonrar a Hero ante toda la asamblea y <strong>de</strong> no casarse con ella.<br />

DOGBERRY.—¡Oh villano! ¡Serás con<strong>de</strong>nado por esto a «re<strong>de</strong>nción» eterna!<br />

ESCRIBANO.—¿Qué más?<br />

GUARDIA SEGUNDO.—Eso es todo.<br />

ESCRIBANO.—Y esto es más, señores, <strong>de</strong> lo que podéis negar. El príncipe Juan ha huido<br />

secretamente esta mañana. Hero ha sido acusada <strong>de</strong> esa manera, y <strong>de</strong> la misma manera<br />

repudiada, y ha muerto <strong>de</strong> pena repentinamente. Maese alguacil, mandad que se ate a estos<br />

hombres y se les lleve a casa <strong>de</strong> Leonato. Yo iré <strong>de</strong>lante y le mostraré el interrogatorio. (Sale.)<br />

DOGBERRY.—¡Vamos, que se «obstinan»!<br />

VERGES.—¡Atadles!<br />

CONRADO.—¡Atrás, mastuerzo!<br />

DOGBERRY.—¡Por vida <strong>de</strong> Dios! ¿Dón<strong>de</strong> está el escribano? ¡Que escriba que el representante<br />

<strong>de</strong>l príncipe es un mastuerzo! ¡Vamos, amarradles! ¡Eres un pillo perverso!<br />

CONRADO.—¡Fuera! ¡Sois un asno! ¡Un asno!<br />

DOGBERRY.—¿No te infun<strong>de</strong> «sospecha» mi cargo? ¿No te infun<strong>de</strong> «sospecha» mi edad? ¡Oh!<br />

¡Que no esté aquí el otro para escribir lo <strong>de</strong> asno! Pero vosotros, maeses, recordad que soy un<br />

asno. Aunque no conste por escrito, no olvidéis, con todo, que soy un asno. No, granuja; estás<br />

lleno <strong>de</strong> «piedad», <strong>com</strong>o se te probará con buenos testigos. Yo soy un mozo <strong>de</strong>spierto; y lo que<br />

es más, un funcionario, y lo que es más, un padre <strong>de</strong> familia, y lo que es más, un bonito<br />

pedazo <strong>de</strong> carne, <strong>com</strong>o no hay otro en Mesina. Y que sabe <strong>de</strong> leyes, para que te enteres, y<br />

mozo bastante rico, para que te percates, y que ha tenido sus pérdidas, y que posee un par <strong>de</strong><br />

uniformes y otras muchas cosas finas. ¡Lleváoslo! ¡Oh! ¡Que no haya quedado escrito que soy<br />

un asno! (Salen.)<br />

Ante la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran LEONATO y ANTONIO.<br />

Acto quinto<br />

Escena I<br />

ANTONIO.—Si continuáis así, os causaréis la muerte, y no es razonable secundar <strong>de</strong> tal modo la<br />

pena contra uno mismo.<br />

LEONATO.—Cesa, por favor, en tus consejos, que caen tan sin provecho en mis oídos <strong>com</strong>o el<br />

agua en un tamiz. No me aconsejes, ni permitas que consuelo alguno encante mis oídos, a no<br />

ser que proceda <strong>de</strong> alguno c<strong>uy</strong>as <strong>de</strong>sgracias se <strong>com</strong>paren a las mías. Encuéntrame un padre<br />

que haya amado a su hija tanto <strong>com</strong>o yo; c<strong>uy</strong>a felicidad, puesta en ella, haya sido aniquilada<br />

<strong>com</strong>o la mía, y pí<strong>de</strong>le que hable <strong>de</strong> paciencia. Mi<strong>de</strong> su dolor por la extensión y hondura <strong>de</strong>l mío,<br />

98


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

y que a cada lamento responda otro lamento, pena por pena igual en todo, en cada rasgo,<br />

parte, aspecto y forma. Si tal hombre sonríe <strong>de</strong> grado y se atusa la barba, manda a la aflicción<br />

a paseo, grita «ejem» cuando <strong>de</strong>biera gemir, remienda su dolor con proverbios y ahoga sus<br />

infortunios bebiendo con los gastacan<strong>de</strong>las, tráemelo luego, y <strong>de</strong> él apren<strong>de</strong>ré paciencia. Pero<br />

tal hombre no existe, porque, hermano mío, los hombres pue<strong>de</strong>n aconsejar y proferir palabras<br />

<strong>de</strong> consuelo ante aquellos pesares que no sienten; mas cuando los experimentan, su consejo se<br />

convierte en cólera, el mismo que antes pretendían daros <strong>com</strong>o precepto medicinal contra la<br />

rabia, probando a enca<strong>de</strong>nar la locura con un hilo <strong>de</strong> seda, a calmar el dolor con aire y la<br />

agonía con vocablos. No, no; es un <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> todos los hombres predicar paciencia a cuantos se<br />

retuercen bajo el peso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdicha; pero ninguno tiene virtud ni entereza para mantenerse<br />

tan moralizador cuando esa misma <strong>de</strong>sdicha pesa sobre él. Por lo tanto, no me <strong>de</strong>s consejos.<br />

Mis penas gritan más alto que tus reflexiones.<br />

ANTONIO.—En esto no difieren en nada los hombres <strong>de</strong> los niños.<br />

LEONATO.—¡Silencio, por favor! Quiero ser <strong>de</strong> carne y sangre. Porque todavía no se ha<br />

encontrado un filósofo capaz <strong>de</strong> soportar pacientemente un dolor <strong>de</strong> muelas, no obstante<br />

escribir bajo la inspiración <strong>de</strong> los dioses y burlarse <strong>de</strong>l hado y <strong>de</strong>l sufrimiento.<br />

ANTONIO.—Sin embargo, no echéis sobre vos todo el peso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sventura; que aquellos que<br />

os han ofendido sufran también.<br />

LEONATO.—En eso hablas con razón. Sí, he <strong>de</strong> pensarlo. Mi alma me dice que Hero ha sido<br />

calumniada, y lo sabrá Claudio, así <strong>com</strong>o el príncipe y todos aquellos que <strong>de</strong> tal modo la han<br />

<strong>de</strong>shonrado.<br />

ANTONIO.—Aquí vienen el príncipe y Claudio a toda prisa.<br />

DON PEDRO.—Buenos días. Buenos días.<br />

CLAUDIO.—Buenos días a ambos.<br />

LEONATO.—Oíd, señores...<br />

DON PEDRO.—Llevamos alguna prisa, Leonato.<br />

LEONATO.—¡Alguna prisa, señor! Bien; adiós, señor. ¿Tanta prisa ahora? Bien, ya nos veremos.<br />

DON PEDRO.—A<strong>de</strong>más, no busquéis querella con nosotros, buen anciano.<br />

ANTONIO.—Si pudiera obtener satisfacción por una querella, alguno <strong>de</strong> nosotros mor<strong>de</strong>ría el<br />

polvo.<br />

CLAUDIO.—¿Quién le ha ofendido?<br />

LEONATO.—¡Tú, por mi fe, me has ofendido! ¡Tú, impostor! ¡Tú! ¡No, no eches mano a la<br />

espada! ¡No te temo!<br />

CLAUDIO.—¡Pardiez! Maldita sea mi mano, si diera a vuestra vejez motivo alguno <strong>de</strong> temor. Por<br />

mi fe, mi mano nada quiere con mi espada.<br />

LEONATO.—¡Quita, quita, hombre! No te mofes ni te burles <strong>de</strong> mí. No hablo <strong>com</strong>o un viejo<br />

caduco o <strong>com</strong>o un necio para jactarme, bajo el privilegio <strong>de</strong> la edad, <strong>de</strong> lo que hice cuando era<br />

joven o <strong>de</strong> lo que haría si no fuera viejo. Sabe, Claudio, y cara a cara te lo digo, que nos has<br />

ultrajado <strong>de</strong> tal manera a mi hija y a mí, que me veo obligado a dar <strong>de</strong> lado todo respeto y, a<br />

pesar <strong>de</strong> mis cabellos grises y <strong>de</strong> los achaques <strong>de</strong> mis muchos años, te reto a prueba varonil.<br />

Te digo que has calumniado a mi inocente hija.<br />

Tu injuria traspasó su corazón <strong>de</strong> parte a parte, y reposa enterrada con sus mayores. ¡Oh, en<br />

99


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

una tumba don<strong>de</strong> jamás durmió el oprobio, salvo este t<strong>uy</strong>o, urdido por tu infamia!<br />

CLAUDIO.—¿Mi infamia?<br />

LEONATO.—¡Tu infamia, Claudio; tu infamia, te repito!<br />

DON PEDRO.—Os equivocáis, anciano.<br />

LEONATO.—¡Señor, señor! ¡Lo probaré en su cuerpo, si se atreve, a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> su esgrima<br />

certera y <strong>de</strong> su activa práctica, su juventud <strong>de</strong> mayo y la floración <strong>de</strong> su fuerza!<br />

CLAUDIO.—¡Dejadme! No quiero nada con vos.<br />

LEONATO.—¿Es posible que así me reh<strong>uy</strong>as? Tú mataste a mi hija; si me matas a mí, mancebo,<br />

habrás matado a un hombre.<br />

ANTONIO.—Matará a nosotros dos, y a hombres en verdad. Mas la cuestión no es ésa. Que<br />

mate a uno primero. Que me venza y me <strong>de</strong>spoje. Dejadle que conteste. Vamos, seguidme,<br />

muchacho; vamos, señor rapaz; vamos, a<strong>com</strong>pañadme. Señor mancebo, a azotes repeleré<br />

vuestra esgrima. Sí; <strong>com</strong>o soy caballero, que lo haré.<br />

LEONATO.—Hermano...<br />

ANTONIO.—Calmaos. Dios sabe lo que amaba a mi sobrina. ¡Y ha muerto, calumniada <strong>de</strong><br />

muerte por villanos, que así se atreverán a hacer frente a un hombre <strong>com</strong>o yo a asir a una<br />

serpiente por la lengua! ¡Mozuelos, micos, fanfarrones, moharrachos, maricas!<br />

LEONATO.—¡Hermano Antonio!...<br />

ANTONIO.—Estad tranquilo. ¡Cómo, hombre! Los conozco bien. ¡Ya lo creo! Y sé lo que pesan<br />

hasta el último adarme: mocosuelos, baladrones, petimetres, que mienten, adulan, befan,<br />

<strong>de</strong>sacreditan y calumnian, y con trazas <strong>de</strong> bufón afectan aires terribles y emplean una docena<br />

<strong>de</strong> términos <strong>de</strong> amenaza para explicar cómo herirían a sus adversarios, si se atrevieran. ¡Y eso<br />

es todo!<br />

LEONATO.—Pero hermano Antonio...<br />

ANTONIO.—Vamos, esto no os <strong>com</strong>pete: no os mezcléis en ello. Corre <strong>de</strong> mi cuenta.<br />

DON PEDRO.—Caballeros, no queremos excitar vuestro enojo. Mi corazón está <strong>de</strong>solado por la<br />

muerte <strong>de</strong> vuestra hija; pero, por mi honor, que <strong>de</strong> nada fue culpada que no estuviera cierta y<br />

verda<strong>de</strong>ramente probado.<br />

LEONATO.—Señor, señor...<br />

DON PEDRO.—No quiero oíros.<br />

LEONATO.—¿No? Vamos, hermano, fuera <strong>de</strong> aquí. ¡Quiero que se me oiga!<br />

ANTONIO.—¡Y se os oirá, o a alguno <strong>de</strong> vosotros ha <strong>de</strong> pesarle! (Salen LEONATO y ANTONIO.)<br />

Entra BENEDICTO.<br />

DON PEDRO.—Mirad, mirad. Aquí viene el hombre a quien buscábamos.<br />

CLAUDIO.—Hola, signior, ¿qué hay <strong>de</strong> nuevo?<br />

BENEDICTO.—Buenos días, señor.<br />

100


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

DON PEDRO.—Bienvenido, señor. Por poco llegáis a tiempo para intervenir casi en una<br />

pen<strong>de</strong>ncia.<br />

CLAUDIO.—Hemos estado a punto <strong>de</strong> que nos mascaran las narices dos viejos <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntados.<br />

DON PEDRO.—Leonato y su hermano. ¿Qué te parece? De haber venido a las manos, no dudo<br />

<strong>de</strong> que hubiéramos sido <strong>de</strong>masiado jóvenes para ellos.<br />

BENEDICTO.—A mala querella no hay valor verda<strong>de</strong>ro. Venía en busca <strong>de</strong> los dos.<br />

CLAUDIO.—Nosotros andábamos arriba y abajo buscándote, porque estamos <strong>de</strong> melancolía<br />

hasta el cogote y <strong>de</strong> buena gana nos sacudiríamos <strong>de</strong> ella. ¿Quieres hacer uso <strong>de</strong> tu ingenio?<br />

BENEDICTO.—Lo llevo en la vaina <strong>de</strong> mi espada. ¿Tiro <strong>de</strong> él?<br />

DON PEDRO.—¿Llevas tu ingenio al lado?<br />

CLAUDIO.—Nunca se vio tal cosa, aunque hay muchos c<strong>uy</strong>o ingenio hay que <strong>de</strong>jar a un lado.<br />

Te mandaré <strong>de</strong>senvainar, <strong>com</strong>o hacemos con los ministriles. Desenvaina para distraernos.<br />

DON PEDRO.—A fe <strong>de</strong> hombre honrado que se le ve pali<strong>de</strong>cer. ¿Estás enfermo o enojado?<br />

CLAUDIO.—¡Cómo! ¡Ánimo, hombre! Aunque <strong>de</strong> pesar se muere el gato, tú tienes temple<br />

bastante para dar muerte al pesar.<br />

BENEDICTO.—Señor mío, me encontraré con vuestro ingenio en el terreno, si es a mí a quien<br />

se dirigen vuestros ataques. Os ruego mudéis <strong>de</strong> tema.<br />

CLAUDIO.—Pues dadle entonces otra lanza; esta última se ha roto en astillas.<br />

DON PEDRO.—Por esta luz, que se pone cada vez más pálido. Creo que es <strong>de</strong> veras su enojo.<br />

CLAUDIO.—Si lo es, ya sabe cómo ha <strong>de</strong> volverlo al cinto.<br />

BENEDICTO.—¿Queréis oír una palabra a solas?<br />

CLAUDIO.—¡Dios me libre <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío!<br />

BENEDICTO.—(Aparte, a CLAUDIO.) Sois un villano. No lo digo <strong>de</strong> broma. Os lo haré bueno<br />

don<strong>de</strong>, <strong>com</strong>o y cuando gustéis. Dadme una satisfacción, o publicaré vuestra cobardía. Habéis<br />

matado a una dama sin par, y su muerte os costará cara. Contestadme.<br />

CLAUDIO.—Bien; me veré con vos, a condición <strong>de</strong> que sea un buen banquete.<br />

DON PEDRO.—¿Cómo? ¿Un festín? ¿Se trata <strong>de</strong> un festín?<br />

CLAUDIO.—Sí, a fe mía, y se lo agra<strong>de</strong>zco. Me invita a cabeza <strong>de</strong> ternera y a capón. Si no les<br />

trincho esmeradamente, echad la culpa al cuchillo. ¿No habrá también alguna chocha?<br />

BENEDICTO.—Señor, vuestro gracejo va a paso <strong>de</strong> andadura; marcha lisamente.<br />

DON PEDRO.—Voy a repetirte cómo elogió Beatriz tu ingenio el otro día. Le dije que tenías<br />

mucha gracia. «Es verdad —dijo ella—, mucha gracia menuda.» «No —dije yo—, una gracia<br />

enorme.» «En efecto —prosiguió ella—, enorme <strong>de</strong> puro grosera.» «No tal —continué yo—, es<br />

una gracia fina.» «Justamente —replicó—, no hiere a nadie.» «De ninguna manera —continué<br />

diciéndole—, es un caballero discreto.» «Cierto —repuso—, un discreto caballero.» «No es eso<br />

—exclamé—, posee muchas lenguas.» «Sin duda —agregó—, pues me juró una cosa el lunes<br />

por la noche, que <strong>de</strong>smintió el martes por la mañana: ahí tenéis una lengua doble, ahí tenéis<br />

101


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

dos lenguas.» Y así, durante una hora se entretuvo en <strong>de</strong>sfigurar tus peculiares virtu<strong>de</strong>s. Menos<br />

mal que finalizó con un suspiro, asegurando que eras el hombre más perfecto <strong>de</strong> Italia.<br />

CLAUDIO.—Con lo cual se echó a llorar <strong>de</strong> todo corazón y dijo que eso le tenía sin cuidado.<br />

DON PEDRO.—Sí, así fue. Sin embargo, y a pesar <strong>de</strong> todo, si no le odiara mortalmente, le<br />

amaría con <strong>de</strong>lirio. Todo nos lo contó la hija <strong>de</strong>l viejo.<br />

CLAUDIO.—Todo, todo; y, por otra parte, Dios le había visto cuando se escondió en el jardín.<br />

DON PEDRO.—Pero, ¿cuándo colocaremos las astas <strong>de</strong>l toro bravo en la frente <strong>de</strong>l sensible<br />

Benedicto?<br />

CLAUDIO.—Eso es, y con un letrero <strong>de</strong>bajo, que diga: «¡Aquí vive Benedicto, el hombre<br />

casado!».<br />

BENEDICTO.—Dios os guar<strong>de</strong>, mozo. Conocéis mi estado <strong>de</strong> ánimo. Os <strong>de</strong>jo ahora a vuestro<br />

humor <strong>com</strong>adresco. Blandís vuestras pullas <strong>com</strong>o los fanfarrones sus hojas, las cuales, a Dios<br />

gracias, a nadie hieren. Alteza, os agra<strong>de</strong>zco vuestras muchas amabilida<strong>de</strong>s, pero me veo<br />

obligado a rehusar vuestra <strong>com</strong>pañía. Vuestro hermano el bastardo ha huido <strong>de</strong> Mesina; entre<br />

los tres habéis ocasionado la muerte <strong>de</strong> una in<strong>com</strong>parable e inocente dama. Por lo que toca al<br />

señor Lampiño, aquí presente, él y yo nos veremos las caras; y hasta entonces, la paz sea con<br />

él. (Sale.)<br />

DON PEDRO.—Está serio.<br />

CLAUDIO.—Y tan serio. Y os aseguro que es por amor <strong>de</strong> Beatriz.<br />

DON PEDRO.—¿Y te ha <strong>de</strong>safiado?<br />

CLAUDIO.—M<strong>uy</strong> formalmente.<br />

DON PEDRO.—¡Qué peregrina cosa es un hombre cuando sale a correrla en ropilla y calzas y se<br />

olvida <strong>de</strong>l ingenio!<br />

CLAUDIO.—Es entonces un gigante <strong>com</strong>parado con un mono; pero pue<strong>de</strong> ocurrir que el mono<br />

sea a su lado un doctor.<br />

DON PEDRO.—Mas callad; basta <strong>de</strong> eso. ¡Despierta, corazón, y ponte triste! ¿No dijo que había<br />

huido mi hermano?<br />

Entran DOGBERRY, VERGES y la ronda, con CONRADO y BORACHIO.<br />

DOGBERRY.—Vamos con vos, señor. Si la justicia no logra domaros, que no vuelva a pesar más<br />

razones en su balanza. No, <strong>com</strong>o ya habéis sido un hipócrita blasfemo, habrá que poneros a<br />

buen recaudo.<br />

DON PEDRO.—¿Qué es esto? ¡Dos criados <strong>de</strong> mi hermano presos! ¡Y uno <strong>de</strong> ellos es Borachio!<br />

CLAUDIO.—Informaos enseguida <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>litos, señor.<br />

DON PEDRO.—Oficiales, ¿qué <strong>de</strong>lito han <strong>com</strong>etido estos hombres?<br />

DOGBERRY.—¡Pardiez!, señor; han esparcido rumores falsos; a<strong>de</strong>más, han dicho mentiras;<br />

segundo, son calumniadores; sexto y último, han <strong>de</strong>smentido a una dama; tercero, han<br />

«verificado» cosas injustas; y, para concluir, son bellacos embusteros.<br />

DON PEDRO.—Primero, te pregunto qué han hecho; tercero, te interrogo cuál es su <strong>de</strong>lito;<br />

sexto y último, por qué están presos; y, para concluir, ¿qué cargos les imputáis?<br />

102


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CLAUDIO.—¡Bien razonado y por su propio or<strong>de</strong>n! Y, a fe, <strong>de</strong> una manera que no hay más que<br />

pedir.<br />

DON PEDRO.—¿A quién habéis ofendido, maeses, para venir así atados antes <strong>de</strong> vuestro<br />

interrogatorio? Este sabio alguacil es <strong>de</strong>masiado alambicado para hacerse enten<strong>de</strong>r. ¿Cuál es<br />

vuestro <strong>de</strong>lito?<br />

BORACHIO.—Amado príncipe, acce<strong>de</strong>d a que no vaya más lejos mi interrogatorio. Oídme, y que<br />

<strong>de</strong>spués me mate este con<strong>de</strong>. Os he engañado a ojos vistas. Lo que vuestra discreción no<br />

supuso <strong>de</strong>scubrir, estos imbéciles groseros lo han sacado a luz, los cuales me acecharon anoche<br />

y me oyeron confesar a este hombre cómo don Juan, vuestro hermano, me había incitado a<br />

calumniar a la señora Hero; cómo se os condujo al jardín y me visteis corterjar a Margarita en<br />

traje <strong>de</strong> Hero; cómo la repudiasteis cuando ibais a casaros con ella. Tienen informe por escrito<br />

sobre mi villanía, que antes quisiera sellar con mi muerte que repetir en <strong>de</strong>shonra propia. La<br />

dama ha muerto a consecuencia <strong>de</strong> mi falsa acusación y <strong>de</strong> la <strong>de</strong> mi amo; y en suma, no <strong>de</strong>seo<br />

sino el pago <strong>de</strong>bido a un granuja.<br />

DON PEDRO.—¿No penetran estas palabras <strong>com</strong>o el hierro en vuestra sangre?<br />

CLAUDIO.—¡He bebido veneno mientras las profería!<br />

DON PEDRO.—¿Y fue mi hermano quien te indujo a esto?<br />

BORACHIO.—Sí, y me pagó espléndidamente para que lo pusiera en práctica.<br />

DON PEDRO.—¡Está <strong>com</strong>puesto y forjado <strong>de</strong> traiciones! ¡Y ha huido tras esta infamia!<br />

CLAUDIO.—¡Hero querida! ¡Ahora se me aparece tu imagen en el puro exterior <strong>de</strong> cuando te<br />

amé por vez primera!<br />

DOGBERRY.—¡Vamos, conducid a los «querellantes»! A estas horas nuestro escribano habrá<br />

«reformado» <strong>de</strong>l asunto al signior Leonato. ¡Y vosotros, maeses, no olvidéis especificar, en<br />

tiempo y lugar oportunos, que soy un asno!<br />

VERGES.—Aquí, aquí llega maese signior Leonato, y el escribano también.<br />

Vuelven a entrar LEONATO, ANTONIO y el ESCRIBANO.<br />

LEONATO.—¿Cuál es el miserable? Que vea sus ojos, para que, si tropiezo con otro que se le<br />

parezca, pueda huir <strong>de</strong> él. ¿Cuál <strong>de</strong> éstos es?<br />

BORACHIO.—Si queréis conocer a quien os ha ultrajado, miradme.<br />

LEONATO.—¿Eres tú el esclavo c<strong>uy</strong>o aliento mató a mi inocente hija?<br />

BORACHIO.—Sí, yo tan solo.<br />

LEONATO.—No, no tal, villano, te calumnias. Hay aquí un par <strong>de</strong> hombres honrados, el tercero<br />

h<strong>uy</strong>ó, que han mediado en ello. Príncipes, os agra<strong>de</strong>zco la muerte <strong>de</strong> mi hija. ¡Inscribid la<br />

hazaña en vuestros altos y preclaros hechos! Ha sido realizada valerosamente, a poco que lo<br />

meditéis.<br />

CLAUDIO.—No sé cómo implorar vuestra indulgencia; mas es preciso que hable. Elegid vos<br />

mismo vuestra venganza. Imponedme el castigo que vuestra imaginación fije sobre mi pecado.<br />

Sin embargo, no pequé sino por equivocación.<br />

DON PEDRO.—¡Ni yo tampoco, por mi alma! Y, no obstante, para dar satisfacción a este buen<br />

viejo, me presto a soportar el castigo más pesado que le plazca infligirme.<br />

103


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

LEONATO.—No puedo haceros que hagáis vivir a mi hija; sería imposible; pero os ruego a<br />

ambos <strong>de</strong>claréis al pueblo <strong>de</strong> Mesina que murió inocente. Y si vuestro amor por ella os inspirara<br />

alguna <strong>com</strong>posición fúnebre, suspen<strong>de</strong>dla <strong>com</strong>o un epitafio sobre su tumba y cantadla a sus<br />

restos. Cantadla esta noche. Mañana por la mañana venid a mi casa, y puesto que no habéis<br />

podido ser mi yerno, seréis mi sobrino. Mi hermano tiene una hija, efigie casi <strong>de</strong> mi hija difunta,<br />

y única here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> los dos. Dadle el título que hubierais dado a su prima, y así fenecerá mi<br />

venganza.<br />

CLAUDIO.—¡Oh noble señor! ¡Vuestra bondad me arranca lágrimas! Acepto vuestra oferta, y<br />

disponed en a<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pobre Claudio.<br />

LEONATO.—Mañana, pues, espero vuestra llegada. Me <strong>de</strong>spido por esta noche. Este mal<br />

hombre será careado con Margarita, la cual sospecho fue cómplice en la infamia, <strong>com</strong>prada<br />

también por vuestro hermano.<br />

BORACHIO.—No, por mi alma que no lo fue. Ni supo lo que hacía cuando habló conmigo; antes<br />

ha sido siempre honesta y virtuosa en todo lo que <strong>de</strong> ella conozco.<br />

DOGBERRY.—A<strong>de</strong>más, señor (aunque, a la verdad, esto no consta en blanco y negro), el<br />

«querellante» aquí presente, el ofensor, me ha llamado asno. Os ruego que lo recordéis al<br />

imponerle su castigo. También ha oído hablar la ronda <strong>de</strong> un tal Deforme. Dicen que lleva una<br />

llave en la oreja, y colgado <strong>de</strong> ella un rizo, y que en nombre <strong>de</strong> Dios pi<strong>de</strong> dinero prestado,<br />

habiendo abusado <strong>de</strong> modo, y sin pagar jamás, que ya los hombres se han vuelto duros <strong>de</strong><br />

corazón y no quieren prestar nada ni por amor <strong>de</strong> Dios. Os suplico que le examinéis sobre este<br />

punto.<br />

LEONATO.—Gracias por tu cautela y celo honrado.<br />

DOGBERRY.—Vuestra señoría habla <strong>com</strong>o un «mancebo» agra<strong>de</strong>cido y respetuoso, y ruego a<br />

Dios por vos.<br />

LEONATO.—Toma por tus molestias.<br />

DOGBERRY.—Dios proteja la fundación.<br />

LEONATO.—Vete; te <strong>de</strong>scargo <strong>de</strong> tu peso y te doy las gracias.<br />

DOGBERRY.—Dejo un truhán insigne con vuestra señoría y suplico a vuestra señoría «se»<br />

corrija para ejemplo <strong>de</strong> otros. ¡Dios guar<strong>de</strong> a vuestra señoría! ¡Consérvese bien vuestra señoría!<br />

¡Dios «restaure» vuestra salud! ¡Os «otorgo» humil<strong>de</strong>mente licencia para partir; y si es <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sear un feliz encuentro, que lo «prohíba» Dios! Vamos, vecino. (Salen DOGBERRY y<br />

VERGES.)<br />

LEONATO.—Señores, hasta mañana por la mañana, adiós.<br />

ANTONIO.—Adiós, señores. Os esperamos mañana.<br />

DON PEDRO.—No faltaremos.<br />

CLAUDIO.—Esta noche rendiré a Hero el tributo <strong>de</strong> mis lágrimas. (Salen DON PEDRO y<br />

CLAUDIO.)<br />

LEONATO.—(A la ronda.) Llevaos a esos belitres. Hemos <strong>de</strong> preguntar a Margarita <strong>de</strong> qué nació<br />

su conocimiento con ese hombre <strong>de</strong>pravado. (Salen.)<br />

Escena II<br />

104


Jardín <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran BENEDICTO y MARGARITA por lados opuestos.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BENEDICTO.—Te ruego, querida señorita Margarita, que te hagas acreedora a mi gratitud,<br />

ayudándome a hablar con Beatriz.<br />

MARGARITA.—¿Me escribiréis, entonces, un soneto en elogio <strong>de</strong> mi belleza?<br />

BENEDICTO.—En estilo tan elevado, Margarita, que ningún hombre viviente quedará por<br />

encima; pues, a <strong>de</strong>cir verdad, bien lo mereces.<br />

MARGARITA.—¡No tener ningún hombre encima! ¡Cómo! ¿Habrá <strong>de</strong> quedar siempre <strong>de</strong>bajo?<br />

BENEDICTO.—Tu ingenio es tan listo <strong>com</strong>o la boca <strong>de</strong>l galgo: las coge al vuelo.<br />

MARGARITA.—Y el vuestro tan embotado <strong>com</strong>o un florete <strong>de</strong> esgrima, que toca, pero no hiere.<br />

BENEDICTO.—Ingenio varonil, Margarita, que no se atreve a herir a una mujer; y con esto te<br />

ruego que llames a Beatriz. Te rindo los broqueles.<br />

MARGARITA.—Dadnos las espadas, que tenemos broqueles naturales.<br />

BENEDICTO.—Si los usáis, Margarita, <strong>de</strong>béis cogerlos por el asa en la cazoleta; y son armas<br />

peligrosas para las doncellas.<br />

MARGARITA.—Bien; llamaré a Beatriz, que supongo tiene piernas.<br />

BENEDICTO.—Y, por lo tanto, vendrá.<br />

Sale MARGARITA.<br />

El dios <strong>de</strong>l amor que arriba se sienta, y me conoce, y me conoce, sabe cuánta <strong>com</strong>pasión<br />

merezco...<br />

Quiero <strong>de</strong>cir cuánta <strong>com</strong>pasión merezco <strong>com</strong>o cantor. Pero <strong>com</strong>o amante, Leandro, el intrépito<br />

nadador; Troilo, el primero que se sirvió <strong>de</strong> pándaros, y un libro entero lleno <strong>de</strong> esos, un<br />

tiempo, héroes <strong>de</strong> salón, c<strong>uy</strong>os nombres ruedan todavía dulcemente por el camino llano <strong>de</strong>l<br />

verso libre, jamás se han visto tan zaran<strong>de</strong>ados por el amor <strong>com</strong>o mi pobre persona. ¡Pardiez!<br />

¡No po<strong>de</strong>r manifestarlo por medio <strong>de</strong> la rima! Lo he intentado ya y no doy con otro consonante<br />

para «dama» que «rama», rima inocente; para «tierno» que «cuerno», rima dura; para<br />

«susurro» que «burro», rima estúpida: terminaciones todas <strong>de</strong> mal agüero. No, es evi<strong>de</strong>nte que<br />

no he nacido bajo el influjo <strong>de</strong> un astro poético, ni puedo cortejar con una fraseología<br />

<strong>de</strong>slumbrante.<br />

Entra BEATRIZ.<br />

Querida Beatriz, ¿vienes cuando te llamo?<br />

BEATRIZ.—Sí, signior; y partiré cuando me lo mandéis.<br />

BENEDICTO.—¡Oh! Quédate aquí hasta entonces.<br />

BEATRIZ.—«Entonces» ya está dicho; adiós, pues, ahora. Y, sin embargo, antes <strong>de</strong> irme,<br />

permitid que me marche con lo que me hizo venir; esto es, saber lo que ha ocurrido entre vos y<br />

Claudio.<br />

BENEDICTO.—Sólo palabras agrias. Y ahora permite que te bese.<br />

BEATRIZ.—Palabras agrias no son más que viento agrio; y viento agrio es sólo aliento agrio, y<br />

el aliento agrio es <strong>de</strong>sagradable. Por consiguiente, me marcho sin que me beséis.<br />

BENEDICTO.—Tal es la impetuosidad <strong>de</strong> tu ingenio, que ah<strong>uy</strong>entas las palabras <strong>de</strong> su<br />

verda<strong>de</strong>ro sentido. Pero <strong>de</strong>bo hablarte llanamente: Claudio ha aceptado mi reto, y, o me<br />

105


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

respon<strong>de</strong>rá pronto, o publicaré su cobardía. Y ahora te suplico que me digas: ¿por cuál <strong>de</strong> mis<br />

malas prendas te enamoraste primero <strong>de</strong> mí?<br />

BEATRIZ.—Por todas a la vez, que <strong>com</strong>ponen un estado tan pérfidamente puntilloso, que no<br />

admiten prenda buena alguna para mezclarse con ellas. ¿Y por cuál <strong>de</strong> mis buenas prendas<br />

sufristeis primero <strong>de</strong> amor por mí?<br />

BENEDICTO.—«¡Sufrir <strong>de</strong> amor!» ¡Bonito epíteto! Sufro <strong>de</strong> amor, en efecto, porque te amo<br />

contra mi voluntad.<br />

BEATRIZ.—A pesar <strong>de</strong> vuestro corazón, supongo. ¡Ay, pobre corazón! Si le llenáis <strong>de</strong> pesar por<br />

mi amor, haré otro tanto por amor vuestro, pues nunca amaré lo que mi amigo odie.<br />

BENEDICTO.—Tú y yo tenemos discreción bastante para arrullarnos apaciblemente.<br />

BEATRIZ.—No lo parece, según esa confesión. Entre veinte hombres discretos no hay uno que<br />

se alabe a sí propio.<br />

BENEDICTO.—Máxima antigua, Beatriz; máxima antigua, que tuvo valor allá en los tiempos <strong>de</strong><br />

buena vecindad. Si en este siglo no se erige un hombre su tumba antes <strong>de</strong> morir, no vivirá más<br />

su monumento que el son <strong>de</strong> las campanas y el llanto <strong>de</strong> su viuda.<br />

BEATRIZ.—¿Y cuánto es eso, según vos?<br />

BENEDICTO.—¡Valiente pregunta! Una hora <strong>de</strong> doble y un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> lágrimas. Así, lo<br />

propio <strong>de</strong> un hombre pru<strong>de</strong>nte (si don Gusano, su conciencia, no halla en contrario ningún<br />

impedimento) es ser la trompeta <strong>de</strong> sus propias virtu<strong>de</strong>s, <strong>com</strong>o soy yo <strong>de</strong> las mías. Por eso<br />

ensalzo mi persona, que, <strong>com</strong>o puedo atestiguar, es m<strong>uy</strong> digna <strong>de</strong> alabanza. Y ahora <strong>de</strong>cidme,<br />

¿cómo está vuestra prima?<br />

BEATRIZ.—M<strong>uy</strong> mal.<br />

BENEDICTO.—¿Y vos?<br />

BEATRIZ.—M<strong>uy</strong> mal también.<br />

BENEDICTO.—Servid a Dios, amadme y aliviaos. Con lo cual os <strong>de</strong>jo también, pues aquí se<br />

acerca alguien a toda prisa.<br />

Entra ÚRSULA.<br />

ÚRSULA.—Señora, es menester que vengáis junto a vuestro tío. Allá <strong>de</strong>ntro en la casa hay un<br />

estrépito enorme. Está probado que mi señora Hero ha sido falsamente acusada. Han sufrido<br />

un gran engaño el príncipe y Claudio, y don Juan, el autor <strong>de</strong> todo, se ha dado a la fuga. ¿Iréis<br />

inmediatamente?<br />

BEATRIZ.—¿Queréis venir a oír estas nuevas, signior?<br />

BENEDICTO.—¡Quiero vivir en tu corazón, morir en tu seno y ser enterrado en tus ojos! Y<br />

a<strong>de</strong>más ir contigo a ver a tu tío. (Salen.)<br />

Escena III<br />

Interior <strong>de</strong> una iglesia.<br />

Entran DON PEDRO, CLAUDIO y a<strong>com</strong>pañantes, con música y cirios.<br />

CLAUDIO.—¿Es éste el mausoleo <strong>de</strong> Leonato?<br />

UN SEÑOR.—Éste es, señor.<br />

106


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CLAUDIO.—(Leyendo un rollo.)<br />

Muerta por lenguas calumniadoras fue la Hero que aquí yace: la muerte, en re<strong>com</strong>pensa con<br />

sus agravios, le otorga fama inmortal. Así, la vida que murió con la infamia, vive en la muerte<br />

con fama gloriosa.<br />

Pen<strong>de</strong> aquí, sobre la tumba, para loarla cuando yo enmu<strong>de</strong>zca. Ahora, músicos, tocad y cantad<br />

vuestro himno solemne.<br />

CANCIÓN<br />

Perdona, diosa <strong>de</strong> la noche, a aquellos que mataron a tu doncella andante; por ello con cantos<br />

<strong>de</strong> dolor se reúnen en torno <strong>de</strong> su tumba. Medianoche, asóciate a nuestros lamentos; ayúdanos<br />

a suspirar y a gemir, tristemente, tristemente. Tumbas, abríos y ce<strong>de</strong>d vuestros muertos, hasta<br />

que la muerte sea manifestada, tristemente, tristemente.<br />

Ahora, ¡buenas noches a tus restos! Todos los años cumpliré este rito fúnebre.<br />

DON PEDRO.—Buenos días, maeses. Apagad vuestras antorchas. Los lobos han hecho ya sus<br />

presas, y, mirad, el día gentil, nuncio <strong>de</strong> las ruedas <strong>de</strong> Febo, varetea <strong>de</strong> manchas grises el<br />

Oriente adormecido. Gracias a todos, y <strong>de</strong>jadnos. Pasadlo bien.<br />

CLAUDIO.—Buenos días, maeses. Cada cual tome su camino.<br />

DON PEDRO.—Vamos, salgamos <strong>de</strong> aquí, y pongámonos otros vestidos, y luego iremos a casa<br />

<strong>de</strong> Leonato.<br />

CLAUDIO.—¡Y que ahora el himeneo tenga un resultado más feliz que este que nos ha reunido<br />

para pagar un tributo <strong>de</strong> dolor! (Salen.)<br />

ESCENA IV<br />

Aposento en la casa <strong>de</strong> Leonato.<br />

Entran LEONATO, ANTONIO, BENEDICTO, BEATRIZ, MARGARITA, ÚRSULA, FRAY FRANCISCO y<br />

HERO.<br />

FRAILE.—¿No os dije que era inocente?<br />

LEONATO.—Lo son también el príncipe y Claudio, que la acusaron, víctimas <strong>de</strong> un error sobre el<br />

cual habéis oído discutir. Pero Margarita tiene su parte <strong>de</strong> responsabilidad en ello, aunque las<br />

cosas ocurrieran contra su voluntad, <strong>com</strong>o se infiere, verda<strong>de</strong>ramente, <strong>de</strong>l curso <strong>de</strong> su<br />

interrogatorio.<br />

ANTONIO.—Vaya, me alegro <strong>de</strong> que todo acabe tan bien.<br />

BENEDICTO.—Y yo también, pues, <strong>de</strong> otro modo, a fe que estaba obligado a pedir cuentas al<br />

joven Claudio.<br />

LEONATO.—Está bien. Hija mía y vosotras todas, señoritas, retiraos a un aposento, y cuando<br />

envíe a buscaros, venid con antifaces. El príncipe y Claudio han prometido visitarme a esta<br />

hora.<br />

Salen las damas.<br />

Ya conocéis vuestro papel, hermano. Habéis <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> padre <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> vuestro hermano,<br />

y entregarla al joven Claudio.<br />

ANTONIO.—Representaré mi papel con semblante inmóvil.<br />

BENEDICTO.—Monje, creo que voy a tener que molestaros.<br />

107


FRAILE.—¿Para qué, signior?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

BENEDICTO.—Para salvarme o para per<strong>de</strong>rme, una <strong>de</strong> las dos cosas. Signior Leonato, la verdad<br />

es ésta, buen signior: vuestra sobrina me mira con ojos favorables.<br />

LEONATO.—Los que le ha prestado mi hija; ésta es la pura verdad.<br />

BENEDICTO.—Y yo la re<strong>com</strong>penso con ojos <strong>de</strong> amor.<br />

LEONATO.—Ojos que, según colijo, <strong>de</strong>béis a mí, a Claudio y al príncipe. Mas, ¿qué <strong>de</strong>seáis?<br />

BENEDICTO.—Vuestra respuesta, señor, es enigmática. Pero en cuanto a mi <strong>de</strong>seo es que<br />

vuestro buen <strong>de</strong>seo esté conforme con nuestros <strong>de</strong>seos, para unirme hoy a ella en estado <strong>de</strong><br />

honroso matrimonio.<br />

LEONATO.—Mi corazón está con vuestro parecer.<br />

FRAILE.—Y mi ayuda. Aquí llegan el príncipe y Claudio.<br />

Entran DON PEDRO y CLAUDIO con a<strong>com</strong>pañamiento.<br />

DON PEDRO.—Buenos días a esta noble reunión.<br />

LEONATO.—Buenos días, príncipe; buenos días, Claudio. Os esperábamos. ¿Estáis por fin<br />

dispuesto a casaros hoy con la hija <strong>de</strong> mi hermano?<br />

CLAUDIO.—Me atengo a mi promesa, aunque fuera la dama una etíope.<br />

LEONATO.—Llamadla, hermano; he aquí al fraile ya.<br />

Sale ANTONIO.<br />

DON PEDRO.—Buenos días, Benedicto. Pero, ¿qué os pasa que tenéis esa cara <strong>de</strong> febrero, llena<br />

<strong>de</strong> hielo, tormenta y nubarrones?<br />

CLAUDIO.—Supongo que piensa en lo <strong>de</strong>l toro bravo. ¡Vamos! No tengas miedo, hombre; te<br />

doraremos las astas, y toda Europa se regocijará contigo, <strong>com</strong>o antaño Europa con el ardiente<br />

Jove cuando representó el papel <strong>de</strong> noble bestia enamorada.<br />

BENEDICTO.—Júpiter toro, señor, tuvo un mugido amable. Y algún toro extraño ha <strong>de</strong>bido <strong>de</strong><br />

saltar la vaca <strong>de</strong> vuestro padre, y <strong>de</strong> la noble empresa resultó, sin duda, un ternero que se os<br />

parece, pues tenéis justamente su berrido.<br />

CLAUDIO.—Os a<strong>de</strong>udo esto. He aquí otra cuenta que arreglar.<br />

Vuelve a entrar ANTONIO con las damas enmascaradas.<br />

¿Cuál es la dama con que he <strong>de</strong> hacer pareja?<br />

ANTONIO.—Hela aquí, y yo os la entrego.<br />

CLAUDIO.—¡Cómo! Entonces me pertenece. Dejadme ver vuestro rostro, hermosa.<br />

LEONATO.—No, no lo veréis hasta que hayáis aceptado <strong>de</strong> su mano ante este fraile y jurado<br />

casaros con ella.<br />

CLAUDIO.—Dadme vuestra mano. Ante este santo fraile soy vuestro esposo, si me queréis.<br />

HERO.—Y cuando vivía era vuestra otra mujer. (Quitándose el antifaz.) Y cuando me amabais<br />

erais mi otro marido.<br />

CLAUDIO.—¡Otra Hero!<br />

108


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

HERO.—Nada más cierto. Una Hero murió ultrajada; pero yo vivo, y tan seguro <strong>com</strong>o vivo es<br />

que soy doncella.<br />

DON PEDRO.—¡La primitiva Hero! ¡Hero la muerta!<br />

LEONATO.—Ha estado muerta, señor, sólo mientras vivió su infamia.<br />

FRAILE.—Yo <strong>de</strong>svaneceré este asombro luego que haya dado fin la sagrada ceremonia. Os<br />

hablaré extensamente <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Hero. En tanto, téngase el portento por trivial y vamos<br />

sin <strong>de</strong>mora a la capilla.<br />

BENEDICTO.—Poco a poco y callandito, hermano. ¿Cuál es Beatriz?<br />

BEATRIZ.—(Descubriéndose.) Contesto a ese nombre. ¿Qué me queréis?<br />

BENEDICTO.—¿Vos no me amáis?<br />

BEATRIZ.—Claro que no; no más <strong>de</strong> lo razonable.<br />

BENEDICTO.—Vaya, entonces vuestro tío, el príncipe y Claudio se han engañado, pues juraron<br />

que sí.<br />

BEATRIZ.—¿No me amáis vos?<br />

BENEDICTO.—En verdad que no; no más <strong>de</strong> lo razonable.<br />

BEATRIZ.—Vaya, entonces mi prima, Margarita y Úrsula se han engañado <strong>de</strong> medio a medio,<br />

pues juraron que sí.<br />

BENEDICTO.—Ellos juraron que estabais medio enferma <strong>de</strong> amor por mí.<br />

BEATRIZ.—Y ellas juraron que estabais casi muerto <strong>de</strong> amor por mí.<br />

BENEDICTO.—No hay nada <strong>de</strong> eso. ¿De manera que no me amáis?<br />

BEATRIZ.—No, en verdad; solamente <strong>com</strong>o re<strong>com</strong>pensa amistosa.<br />

LEONATO.—Vamos, sobrina, estoy seguro <strong>de</strong> que amáis al caballero.<br />

CLAUDIO.—Y yo estoy seguro <strong>de</strong> que él la ama, pues he aquí un papel escrito <strong>de</strong> su mano, un<br />

soneto cojo, <strong>de</strong> su propia y singular invención, <strong>de</strong>dicado a Beatriz.<br />

HERO.—Y he aquí otro, escrito <strong>de</strong> mano <strong>de</strong> mi prima, caído <strong>de</strong> su bolsillo, que contiene su<br />

afección por Benedicto.<br />

BENEDICTO.—¡Milagro! ¡He aquí nuestras propias manos contra nuestros corazones! Vamos, te<br />

tendré; pero, por esta luz, que te tomo por lástima.<br />

BEATRIZ.—No he <strong>de</strong> rechazaros; pero, por este día radiante, que es por ce<strong>de</strong>r a la gran<br />

influencia persuasiva y en parte por salvaros la existencia, pues me han dicho que os estabais<br />

consumiendo.<br />

BENEDICTO.—¡Silencio! Voy a cerraros la boca. (La besa.)<br />

DON PEDRO.—¿Qué tal te va, Benedicto, el hombre casado?<br />

BENEDICTO.—Voy a <strong>de</strong>cirte cómo, príncipe. Un colegio <strong>de</strong> burlones no me haría cambiar <strong>de</strong><br />

109


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

carácter. ¿Pensáis que me importan una sátira o un epigrama? No; si un hombre se <strong>de</strong>ja abatir<br />

con mofas, nada provechoso conseguirá para sí. En suma, ya que estoy <strong>de</strong>cidido al matrimonio,<br />

no se me dará nada <strong>de</strong> lo que el mundo diga por ello; y, en consecuencia, será en vano que se<br />

me insulte por lo que he dicho contra él, pues el hombre es un ser voluble; y con esto basta.<br />

Por lo que a ti respecta, Claudio, pensé haberte golpeado; mas, <strong>com</strong>o parece que vas a ser<br />

pariente mío, vive intacto y ama a mi prima.<br />

CLAUDIO.—Bien esperé yo que rechazaras a Beatriz, para haberte sacado a palos <strong>de</strong> tu vida <strong>de</strong><br />

soltero y hecho <strong>de</strong> ti un hombre <strong>de</strong> dos caras; lo que acontecerá, sin disputa, si mi prima no te<br />

vigila m<strong>uy</strong> estrechamente.<br />

BENEDICTO.—Vamos, vamos, somos amigos. Tengamos un baile antes <strong>de</strong> casarnos, para<br />

aligerar nuestro corazón y los talones <strong>de</strong> nuestras mujeres.<br />

LEONATO.—Ya bailaremos <strong>de</strong>spués.<br />

BENEDICTO.—¡Antes, por mi palabra! ¡De consiguiente, tocad, músicos! Príncipe, estás triste.<br />

¡Búscate mujer, búscate mujer! ¡No hay bastón más respetable que el que termina en cuerno!<br />

Entra un MENSAJERO.<br />

MENSAJERO.—Señor, vuestro hermano Juan ha sido <strong>de</strong>tenido en su fuga, y se le trae a Mesina<br />

con gente armada.<br />

BENEDICTO.—No pienses en él hasta mañana. Yo te sugeriré para él un duro castigo. ¡Sonad,<br />

chirimías! (Baile. Salen.)<br />

110


PERSONAJES<br />

• ALONSO, rey <strong>de</strong> Nápoles<br />

• SEBASTIÁN, su hermano<br />

• PRÓSPERO, el legítimo Duque <strong>de</strong> Milán<br />

LA TEMPESTAD<br />

• ANTONIO, su hermano, usurpador <strong>de</strong>l ducado <strong>de</strong> Milán<br />

• FERNANDO, hijo <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Nápoles<br />

• GONZALO, viejo y honrado consejero<br />

• ADRIÁN noble<br />

• FRANCISCO noble<br />

• CALIBÁN, esclavo salvaje y <strong>de</strong>forme<br />

• TRÍNCULO, bufón<br />

• ESTEBAN, <strong>de</strong>spensero borracho<br />

• El CAPITÁN <strong>de</strong>l barco<br />

• El CONTRAMAESTRE<br />

• MARINEROS<br />

• MIRANDA, hija <strong>de</strong> Próspero<br />

• ARIEL, espíritu <strong>de</strong>l aire<br />

• IRIS<br />

• CERES<br />

• JUNO<br />

• Segadores<br />

Escena: una isla <strong>de</strong>shabitada.<br />

ACTO I<br />

Escena I<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Se oye un fragor <strong>de</strong> tormenta, con rayos y truenos. Entran un CAPITÁN y un CONTRAMAESTRE.<br />

111


CAPITÁN-¡Contramaestre!<br />

CONTRAMAESTRE-¡Aquí, capitán! ¿Todo bien?<br />

CAPITÁN-¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos! ¡Corre, corre!<br />

Sale.<br />

Entran los MARINEROS.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CONTRAMAESTRE-¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, <strong>de</strong>prisa! ¡Arriad la<br />

gavia! ¡Y atentos al silbato <strong>de</strong>l capitán! - ¡Vientos, mientras haya mar abierta, reventad<br />

soplando!<br />

Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, FERNANDO, GONZALO y otros.<br />

ALONSO-Con cuidado, amigo. ¿Dón<strong>de</strong> está el capitán? - [A los MARINEROS] ¡Portaos <strong>com</strong>o<br />

hombres!<br />

CONTRAMAESTRE-Os lo ruego, quedaos abajo.<br />

ANTONIO-Contramaestre, ¿y el capitán?<br />

CONTRAMAESTRE-¿No le oís? Estáis estorbando. Volved al camarote. Ayudáis a la tormenta.<br />

GONZALO -Cálmate, amigo.<br />

CONTRAMAESTRE -Cuando se calme la mar. ¡Fuera! ¿Qué le importa el título <strong>de</strong> rey al fiero<br />

oleaje? ¡Al camarote, silencio! ¡No molestéis!<br />

GONZALO-Amigo, recuerda a quién llevas a bordo.<br />

CONTRAMAESTRE-A nadie a quien quiera más que a mí. Vos sois consejero: si podéis acallar<br />

los elementos y <strong>de</strong>volvernos la bonanza, no moveremos más cabos. Imponed vuestra<br />

autoridad. Si no podéis, dad gracias por haber vivido tanto y, por si acaso, preparaos para<br />

cualquier <strong>de</strong>sgracia en vuestro camarote. - ¡Ánimo, muchachos! - ¡Quitaos <strong>de</strong> enmedio, vamos!<br />

Sale.<br />

GONZALO-Este tipo me da ánimos. Con ese aire patibulario, no creo que naciera para ahogarse.<br />

Buen Destino, persiste en ahorcarle, y que la soga que le espera sea nuestra amarra, pues la<br />

nuestra no nos sirve. Si no nació para la horca, estamos perdidos.<br />

Salen.<br />

Entra el CONTRAMAESTRE.<br />

CONTRAMAESTRE-¡Calad el mastelero! ¡Rápido! ¡Más abajo, más abajo! ¡Capead con la mayor!<br />

112


Gritos <strong>de</strong>ntro.<br />

¡Malditos lamentos! ¡Se oyen más que la tormenta o nuestro ruido!<br />

Entran SEBASTIÁN, ANTONIO y GONZALO.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

¿Otra vez? ¿Qué hacéis aquí? ¿Lo <strong>de</strong>jamos todo y nos ahogamos? ¿Queréis que nos hundamos?<br />

SEBASTIÁN-¡Mala peste a tu lengua, perro gritón, blasfemo, <strong>de</strong>salmado!<br />

CONTRAMAESTRE -Entonces trabajad vos.<br />

ANTONIO-¡Que te cuelguen, perro cabrón, escandaloso, insolente! Tenemos menos miedo que<br />

tú <strong>de</strong> ahogarnos.<br />

GONZALO-Seguro que él no se ahoga, aunque el barco fuera una cáscara <strong>de</strong> nuez e hiciera<br />

aguas <strong>com</strong>o una incontinente.<br />

CONTRAMAESTRE-¡Ceñid el viento,, ceñid! ¡Ahora con las dos velas! ¡Mar a<strong>de</strong>ntro, mar<br />

a<strong>de</strong>ntro!<br />

Entran los MARINEROS, mojados.<br />

MARINEROS-¡Es el fin! ¡A rezar, a rezar! ¡Es el fin!<br />

[Salen.]<br />

CONTRAMAESTRE-¿Vamos a quedar secos?<br />

GONZALO-¡El rey y el príncipe rezan! Vamos con ellos:<br />

nuestra suerte es la s<strong>uy</strong>a.<br />

SEBASTIÁN-Estoy indignado.<br />

ANTONIO-Estos borrachos nos roban la vida.<br />

¡Y este infame bocazas...! - ¡A la horca,<br />

y que te aneguen diez mareas!.<br />

[Sale el CONTRAMAESTRE.]<br />

GONZALO-Irá a la horca, por más que lo <strong>de</strong>smienta cada gota <strong>de</strong> agua y se abra el mar para<br />

tragárselo.<br />

Clamor confuso <strong>de</strong>ntro.<br />

[VOCES]-¡Misericordia! ¡Naufragamos, naufragamos! ¡Adiós, mujer, hijos! ¡Adiós, hermano!<br />

¡Naufragamos, naufragamos!<br />

113


ANTONIO-Hundámonos con el rey.<br />

SEBASTIÁN-Vamos a <strong>de</strong>cirle adiós.<br />

Sale [con ANTONIO].<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

GONZALO-Ahora daría yo mil acres <strong>de</strong> mar por un trozo <strong>de</strong> páramo, con brezos, matorrales, lo<br />

que sea. Hágase la voluntad <strong>de</strong> Dios, pero yo preferiría morir en seco.<br />

Sale.<br />

Escena II<br />

Entran PRÓSPERO y MIRANDA.<br />

MIRANDA- Si con tu magia, amado padre, has levantado<br />

este fiero oleaje, calma las aguas.<br />

Parece que las nubes quieren arrojar<br />

fétida brea, y que el mar, por extinguirla,<br />

sube al cielo. ¡Ah, cómo he sufrido<br />

con los que he visto sufrir! ¡Una hermosa nave,<br />

que sin duda llevaba gente noble,<br />

hecha pedazos! ¡Ah, sus clamores<br />

me herían el corazón! Pobres almas, perecieron.<br />

Si yo hubiera sido algún dios po<strong>de</strong>roso,<br />

habría hundido el mar en la tierra<br />

antes que permitir que se tragase<br />

ese buen barco con su carga <strong>de</strong> almas.<br />

PRÓSPERO-Serénate. Cese tu espanto.<br />

Dile a tu apenado corazón<br />

que no ha habido ningún mal.<br />

MIRANDA-¡Ah, <strong>de</strong>sgracia!<br />

PRÓSPERO-No ha habido mal. Yo sólo he obrado<br />

por tu bien, querida mía, por tu bien, hija,<br />

que ignoras quién eres y nada sabes<br />

<strong>de</strong> mi origen, ni que soy bastante más<br />

que Próspero, morador <strong>de</strong> pobre cueva<br />

y humil<strong>de</strong> padre t<strong>uy</strong>o.<br />

MIRANDA-De saber más<br />

nunca tuve pensamiento.<br />

PRÓSPERO-Hora es <strong>de</strong> que te informe. Ayúdame<br />

114


a quitarme el manto mágico. Bien. –<br />

Descansa ahí, magia. - Sécate los ojos; no sufras.<br />

La terrible escena <strong>de</strong>l naufragio,<br />

que ha tocado tus fibras <strong>com</strong>pasivas,<br />

la dispuse midiendo mi arte <strong>de</strong> tal modo<br />

que no hubiera peligro para nadie,<br />

ni llegasen a per<strong>de</strong>r ningún cabello<br />

los hombres que en el barco oías gritar<br />

y viste hundirse. Siéntate,<br />

pues has <strong>de</strong> saber más.<br />

MIRANDA-Cuando ibas a contarme quién soy yo,<br />

te parabas y <strong>de</strong>jabas sin respuesta<br />

mis preguntas, concl<strong>uy</strong>endo: «Espera, aún no.»<br />

PRÓSPERO-Llegó la hora. El instante<br />

te manda abrir oídos. Obe<strong>de</strong>ce<br />

y préstame atención. ¿Te acuerdas<br />

<strong>de</strong> antes que viviéramos en esta cueva?<br />

Creo que no, porque entonces no tenías<br />

más <strong>de</strong> tres años.<br />

MIRANDA-Sí me acuerdo, padre.<br />

PRÓSPERO-¿De qué? ¿De alguna otra casa o persona?<br />

Dime una imagen cualquiera<br />

que guar<strong>de</strong> tu recuerdo.<br />

MIRANDA-La veo m<strong>uy</strong> lejana,<br />

y más <strong>com</strong>o un sueño que <strong>com</strong>o un recuerdo<br />

<strong>de</strong>l que dé garantía mi memoria. ¿No tenía<br />

yo a mi servicio cuatro o cinco damas?<br />

PRÓSPERO-Sí, Miranda, y más. Pero, ¿cómo es que eso<br />

aún vive en tu mente? ¿Qué más ves<br />

en el oscuro fondo y abismo <strong>de</strong>l tiempo?<br />

Si te acuerdas <strong>de</strong> antes <strong>de</strong> llegar aquí,<br />

recordarás cómo llegaste.<br />

MIRANDA-No me acuerdo.<br />

PRÓSPERO-Hace doce años, Miranda, hace doce años,<br />

tu padre era el Duque <strong>de</strong> Milán,<br />

y un po<strong>de</strong>roso príncipe.<br />

MIRANDA-¿No eres mi padre?<br />

PRÓSPERO-Tu madre fue un <strong>de</strong>chado <strong>de</strong> virtud<br />

y <strong>de</strong>cía que tú eras mi hija; tu padre<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

115


era Duque <strong>de</strong> Milán, y su única here<strong>de</strong>ra,<br />

princesa no menos noble.<br />

MIRANDA-¡Santo cielo! ¿Qué perfidia<br />

nos hizo salir <strong>de</strong> allá? ¿O fue<br />

una suerte el venir?<br />

PRÓSPERO-Ambas cosas, hija.<br />

Nos expulsó la perfidia, <strong>com</strong>o dices,<br />

pero a venir nos ayudó la suerte.<br />

MIRANDA-¡Ah, se me parte el alma <strong>de</strong> pensar<br />

que te hago recordar aquel dolor<br />

que no guarda mi memoria! Mas sigue, padre.<br />

PRÓSPERO-Mi hermano y tío t<strong>uy</strong>o, <strong>de</strong> nombre Antonio<br />

(y oirás cómo un hermano pue<strong>de</strong> ser<br />

tan pérfido); él, al que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ti<br />

más quería yo en el mundo, y a quien confié<br />

el gobierno <strong>de</strong> mi Estado, el principal<br />

en aquel tiempo <strong>de</strong> entre las Señorías,<br />

y Próspero, el gran duque, <strong>de</strong> elevado<br />

renombre por su rango y sin igual<br />

en las artes liberales... Siendo ellas mi anhelo,<br />

<strong>de</strong>legué en mi hermano la gobernación<br />

y, arrobado por las ciencias ocultas,<br />

me volví un extraño a mi país.<br />

Tu pérfido tío... ¿Me escuchas?<br />

MIRANDA-Con toda mi atención.<br />

PRÓSPERO-... impuesto ya en el uso <strong>de</strong> otorgar<br />

o <strong>de</strong>negar solicitu<strong>de</strong>s, ascen<strong>de</strong>r a éste,<br />

frenar al otro en su ambición, volvió a crear<br />

a las criaturas que eran mías, cambiando<br />

o conformando su lealtad y, marcando el tono<br />

<strong>de</strong> función y funcionario, afinó<br />

a su gusto a todos, hasta ser<br />

la hiedra que ocultó mi noble tronco<br />

sorbiéndole la savia... ¡No me escuchas!<br />

MIRANDA-¡Sí te escucho, padre!<br />

PRÓSPERO-Préstame atención. Al <strong>de</strong>scuidar<br />

los asuntos <strong>de</strong>l mundo, consagrado<br />

al aislamiento y al cultivo <strong>de</strong> la mente<br />

con un arte tan secreto que excedía<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

116


la apreciación <strong>de</strong> las gentes, <strong>de</strong>sperté<br />

en mi falso hermano un mal instinto,<br />

y mi confianza, que no tenía límites,<br />

cual buen padre inversamente generó<br />

en él una falsía tan inmensa<br />

<strong>com</strong>o fue mi confianza. Llegó a enseñorearse<br />

no sólo <strong>de</strong> mis rentas, sino también<br />

<strong>de</strong> cuanto mi po<strong>de</strong>r le permitía,<br />

e igual que quien hace pecar a su memoria<br />

contra la verdad al creerse sus mentiras<br />

a fuerza <strong>de</strong> contarlas, creyó ser<br />

el duque mismo por haberme reemplazado<br />

y ostentar el rostro <strong>de</strong>l dominio<br />

con todo privilegio. Creciendo su ambición...<br />

¿Me oyes bien?<br />

MIRANDA-Padre, tu relato curaría la sor<strong>de</strong>ra.<br />

PRÓSPERO-Para no tener obstáculo entre papel<br />

y personaje, querrá ser el propio<br />

Duque <strong>de</strong> Milán. Para mí, ¡pobre!,<br />

mi biblioteca era un gran ducado. Me cree<br />

incapaz para el gobierno, se alía<br />

(tal era su sed <strong>de</strong> mando) con el rey <strong>de</strong> Nápoles<br />

pagándole tributo, rindiéndole homenaje,<br />

entregando la corona ducal a la <strong>de</strong>l rey<br />

y sometiendo el ducado, aún sin doblegar,<br />

a la más innoble postración.<br />

MIRANDA -¡Santo cielo!<br />

PRÓSPERO-Escucha el pacto y sus consecuencias,<br />

y dime si obró <strong>com</strong>o un hermano.<br />

MIRANDA-Pecaría si no pensara noblemente<br />

<strong>de</strong> tu madre: la buena entraña<br />

ha dado malos hijos.<br />

PRÓSPERO-Escucha el pacto. El rey <strong>de</strong> Nápoles,<br />

que siempre fue mi eterno enemigo,<br />

atien<strong>de</strong> el ruego <strong>de</strong> mi hermano;<br />

a saber: que, a cambio <strong>de</strong>l convenio<br />

<strong>de</strong> homenaje y no sé cuánto tributo,<br />

arroje <strong>de</strong>l ducado a mí y a los míos<br />

sin <strong>de</strong>mora, regalando la hermosa Milán<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

117


con todos los honores a mi hermano. Así,<br />

con tropa <strong>de</strong>sleal ya reclutada,<br />

en la noche fatídica abrió Antonio<br />

las puertas <strong>de</strong> Milán y, en la más negra tiniebla,<br />

sus esbirros nos sacaron a los dos;<br />

a ti, llorando.<br />

MIRANDA-¡Ay, dolor! No recuerdo<br />

cómo lloré entonces y voy a llorar ahora.<br />

Lo que ocurrió me arranca el llanto.<br />

PRÓSPERO-Atien<strong>de</strong> un poco más y llegaremos<br />

a lo que ahora nos concierne, sin lo cual<br />

esta historia no vendría al caso.<br />

MIRANDA-¿Por qué no nos mataron?<br />

PRÓSPERO-Buena pregunta, muchacha; mi relato<br />

la provoca. Hija, no se atrevieron,<br />

<strong>de</strong> tanto <strong>com</strong>o el pueblo me quería y, en vez<br />

<strong>de</strong> mancharse <strong>de</strong> sangre, les dieron<br />

un bello color a sus viles <strong>de</strong>signios.<br />

En suma, nos llevaron a un velero a toda prisa<br />

y en él varias leguas mar a<strong>de</strong>ntro. Allí<br />

nos esperaba el casco podrido <strong>de</strong> un barcucho<br />

sin jarcias, ni velas, ni mástil. Hasta las ratas<br />

lo habían abandonado por instinto. En él<br />

nos lanzaron a llorarle al mar rugiente,<br />

a suspirarle al viento, c<strong>uy</strong>a lástima<br />

nos hacía un mal amoroso al suspirarnos.<br />

MIRANDA-¡Ah, qué carga fui yo para ti!<br />

PRÓSPERO-Tú fuiste el querubín que me salvó.<br />

Inspirada <strong>de</strong> divina fortaleza,<br />

sonreías mientras yo cubría el mar<br />

<strong>de</strong> lágrimas salobres y gemía<br />

bajo mi pena. Así me diste bríos<br />

para afrontar lo que acaeciese.<br />

MIRANDA-¿Cómo llegamos a tierra?<br />

PRÓSPERO-Por divina voluntad. Llevábamos<br />

algo <strong>de</strong> <strong>com</strong>ida y un poco <strong>de</strong> agua dulce<br />

que nos dio por caridad Gonzalo,<br />

un noble <strong>de</strong> Nápoles encargado <strong>de</strong>l proyecto,<br />

y también ricos trajes, ropa blanca,<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

118


telas y efectos varios que nos han<br />

servido mucho. En su bondad, sabiendo<br />

cuánto amaba yo mis libros, me surtió<br />

<strong>de</strong> volúmenes <strong>de</strong> mi propia biblioteca<br />

que yo estimaba en más que mi ducado.<br />

MIRANDA-¡Ojalá algún día vea a ese hombre!<br />

PRÓSPERO-Voy a levantarme. Tú sigue sentada<br />

y escucha el fin <strong>de</strong> nuestras penas.<br />

Llegamos a esta isla y aquí yo,<br />

tu maestro, te he dado una enseñanza<br />

que no gozan los príncipes, con horas<br />

más ociosas y tutores menos esmerados.<br />

MIRANDA-Dios te lo premie. Ahora, padre, te lo ruego,<br />

pues aún me embarga el alma, dime<br />

por qué has <strong>de</strong>satado esta tormenta.<br />

PRÓSPERO-Vas a saberlo.<br />

Por un extraño azar la próvida Fortuna,<br />

que ahora me a<strong>com</strong>paña, ha traído<br />

hasta aquí a mis enemigos, y por presciencia<br />

veo que mi cenit <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> un astro<br />

sumamente favorable y que, si no<br />

aprovecho su influencia, mi suerte<br />

<strong>de</strong>caerá. Cesen ya tus preguntas.<br />

Te duermes. Es benigna soñolencia.<br />

Abandónate: no pue<strong>de</strong>s evitarla.<br />

[Se duerme MIRANDA.]<br />

¡Ven aquí, mi siervo, ven! Estoy presto.<br />

Acércate, Ariel, ven.<br />

Entra ARIEL.<br />

ARIEL-¡Salud, gran amo! ¡Mi digno señor, salud!<br />

Vengo a cumplir tu <strong>de</strong>seo, ya sea volar,<br />

nadar, lanzarme al fuego, sobre nube ondulante<br />

cabalgar. Con tus po<strong>de</strong>rosas ór<strong>de</strong>nes<br />

dirige a tu Ariel y sus fuerzas.<br />

PRÓSPERO-Espíritu, ¿llevaste a cabo fielmente<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

119


la tempestad que te mandé?<br />

ARIEL-A la letra. A bordo<br />

<strong>de</strong>l navío real, llameaba espanto<br />

por la proa, por el puente, por la popa,<br />

por todos los camarotes. A veces me dividía,<br />

ardiendo por muchos sitios: flameaba<br />

en las vergas, el bauprés, el mastelero,<br />

y <strong>de</strong>spués me unía. El relámpago <strong>de</strong> Júpiter,<br />

heraldo <strong>de</strong>l temible trueno, nunca fue<br />

tan raudo e instantáneo. Fuegos y estallidos<br />

<strong>de</strong>l sulfúreo alboroto parecían asediar<br />

al po<strong>de</strong>roso Neptuno y hacer que temblasen<br />

sus olas altivas, y aun su fiero tri<strong>de</strong>nte.<br />

PRÓSPERO-¡Mi gran espíritu!<br />

¿Quién fue tan firme y constante, que no<br />

acusara el efecto <strong>de</strong>l tumulto?<br />

ARIEL-No hubo quien no<br />

sintiera la fiebre <strong>de</strong> los locos, ni obrara<br />

enajenado. Todos, menos los marineros,<br />

se echaron al mar espumoso saltando <strong>de</strong>l barco,<br />

que ardía con mi fuego. Fernando, el hijo <strong>de</strong>l rey,<br />

con los pelos <strong>de</strong> punta (más juncos que pelos),<br />

fue el primero en lanzarse, gritando: «¡El infierno<br />

está vacío! ¡Aquí están los <strong>de</strong>monios!»<br />

PRÓSPERO-¡Bien por mi espíritu!<br />

Pero, ¿eso no fue junto a la costa?<br />

ARIEL-M<strong>uy</strong> cerca, mi amo.<br />

PRÓSPERO-¿Y están todos a salvo, Ariel?<br />

ARIEL-Ni un pelo ha sufrido,<br />

y no hay mancha en sus ropas flotadoras,<br />

ya más nuevas que nunca. Tal <strong>com</strong>o or<strong>de</strong>naste,<br />

los dispersé por grupos en la isla.<br />

Al hijo <strong>de</strong>l rey le hice llegar a tierra,<br />

don<strong>de</strong> quedó enfriando el aire <strong>de</strong> suspiros,<br />

sentado en un rincón lejano <strong>de</strong> la isla<br />

con los brazos en este triste nudo.<br />

PRÓSPERO-Dime qué hiciste<br />

con el navío real, los marineros.<br />

¿Y el resto <strong>de</strong> la escuadra?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

120


ARIEL-El navío <strong>de</strong>l rey está escondido<br />

en buen puerto, en la cala profunda<br />

don<strong>de</strong> una medianoche me hiciste traer<br />

rocío <strong>de</strong> las Bermudas borrascosas.<br />

A los marineros los metí bajo cubierta;<br />

durmiendo quedaron, merced a un hechizo<br />

y sus fatigas. El resto <strong>de</strong> la escuadra,<br />

a la que dispersé, ya se ha reunido<br />

y navega por la mar Mediterránea<br />

con triste rumbo a Nápoles, creyendo<br />

que vieron naufragar el navío <strong>de</strong>l rey<br />

y morir a su augusta persona.<br />

PRÓSPERO-Ariel, cumpliste mi encargo con esmero,<br />

pero aún queda trabajo. ¿Qué hora es?<br />

ARIEL-Más <strong>de</strong>l mediodía.<br />

PRÓSPERO-Al menos dos horas más. De aquí a las seis<br />

hemos <strong>de</strong> emplear valiosamente el tiempo.<br />

ARIEL-¿Aún más labor? Ya que tanto me exiges,<br />

déjame recordarte lo que has prometido<br />

y aún no me has dado.<br />

PRÓSPERO-¡Vaya! ¿Protestando?<br />

¿Tú qué pue<strong>de</strong>s reclamarme?<br />

ARIEL-Mi libertad.<br />

PRÓSPERO-¿Antes <strong>de</strong> tiempo? Ya basta.<br />

ARIEL-Te lo ruego, recuerda<br />

que te he prestado un gran servicio;<br />

no te digo mentiras, ni <strong>com</strong>eto errores,<br />

y te sirvo sin queja ni <strong>de</strong>sgana. Prometiste<br />

<strong>de</strong>scontarme un año entero.<br />

PRÓSPERO-¿Olvidas <strong>de</strong> qué tormento te libré?<br />

ARIEL-No.<br />

PRÓSPERO-Sí, y crees una fatiga<br />

pisar el fondo cenagoso <strong>de</strong>l océano,<br />

correr sobre el áspero viento <strong>de</strong>l norte,<br />

hacerme encargos en las venas <strong>de</strong> la tierra<br />

cuando el hielo la endurece.<br />

ARIEL-Yo no, señor.<br />

PRÓSPERO -¡Mientes, ser maligno! ¿Te olvidas<br />

<strong>de</strong> la inmunda bruja Sícorax, encorvada<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

121


por la edad y la vileza? ¿Te olvidas <strong>de</strong> ella?<br />

ARIEL-No, señor.<br />

PRÓSPERO-Pues sí. ¿Dón<strong>de</strong> nació? Habla, dilo.<br />

ARIEL-En Argel, señor.<br />

PRÓSPERO-¿Ah, sí? Una vez al mes<br />

tengo que contarte lo que has sido,<br />

pues lo olvidas. La maldita bruja Sícorax,<br />

por múltiples malda<strong>de</strong>s y hechizos que no son<br />

para oídos humanos, fue, <strong>com</strong>o ya sabes,<br />

<strong>de</strong>sterrada <strong>de</strong> Argel. Por algo que hizo<br />

no la ejecutaron. ¿No es verdad?<br />

ARIEL-Sí, señor.<br />

PRÓSPERO-A esta bruja <strong>de</strong> ojos morados la trajeron<br />

ya preñada, <strong>de</strong>jándola aquí los marineros.<br />

Tú, mi esclavo, <strong>com</strong>o a ti mismo te llamas,<br />

fuiste siervo s<strong>uy</strong>o y, al ser tan sensible<br />

para cumplir sus ór<strong>de</strong>nes soeces,<br />

negándole obediencia, te encerró,<br />

con la ayuda <strong>de</strong> agentes po<strong>de</strong>rosos<br />

y en su cólera más incontenible,<br />

en un pino partido, en c<strong>uy</strong>o hueco<br />

doce años con dolor permaneciste<br />

prisionero. Mas murió en ese espacio<br />

y te <strong>de</strong>jó allí, dando más quejas<br />

que giros una rueda <strong>de</strong> molino.<br />

Entonces, salvo el hijo que ella parió aquí,<br />

un pecoso engendro, ningún humano<br />

había honrado esta isla.<br />

ARIEL-Sí, su hijo Calibán.<br />

PRÓSPERO-¡Torpe! ¿Quién, si no? Calibán,<br />

que ahora está a mi servicio. Bien sabes<br />

el tormento que sufrías cuando te hallé.<br />

Tus gemidos hacían aullar al lobo y apiadarse<br />

al oso furibundo: un tormento<br />

para los con<strong>de</strong>nados que Sícorax<br />

no podía <strong>de</strong>shacer. Fue mi magia,<br />

cuando llegué y te oí, lo que abrió<br />

aquel pino y te libró.<br />

ARIEL-Te lo agra<strong>de</strong>zco, amo.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

122


PRÓSPERO-Si vuelves aquejarte, parto un roble<br />

y te clavo en sus nudosas entrañas<br />

para que pases aullando doce inviernos.<br />

ARIEL-Perdóname, amo.<br />

Seré dócil a tus ór<strong>de</strong>nes y cumpliré<br />

gentilmente <strong>com</strong>o espíritu.<br />

PRÓSPERO-Si lo haces, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos días serás libre.<br />

ARIEL-¡Bien por mi noble amo! ¿Qué quieres<br />

que haga? Dilo. ¿Qué <strong>de</strong>seas?<br />

PRÓSPERO-Transfórmate en ninfa marina.<br />

Hazte invisible a todos, menos<br />

a ti y a mí. Vamos, toma esa forma<br />

y vuelve entonces. ¡Vamos, sé diligente!<br />

Sale [ARIEL].<br />

Despierta, hija mía, <strong>de</strong>spierta.<br />

Has dormido bien. Despierta.<br />

MIRANDA-Lo asombroso <strong>de</strong> tu historia<br />

me dio sueño.<br />

PRÓSPERO-Sacú<strong>de</strong>telo. Ven. Vamos a hacer<br />

visita a Calibán, mi esclavo,<br />

que nunca nos dio respuesta amable.<br />

MIRANDA-Padre, es un infame al que <strong>de</strong>testo.<br />

PRÓSPERO-Sí, pero le necesitamos. Encien<strong>de</strong><br />

el fuego, trae la leña y nos hace<br />

trabajos m<strong>uy</strong> útiles. ¡Eh, esclavo! ¡Calibán!<br />

¡Respon<strong>de</strong>, montón <strong>de</strong> tierra!<br />

CALIBÁN, <strong>de</strong>ntro-¡Ya tenéis bastante leña!<br />

PRÓSPERO-¡Vamos, sal ya! Tengo otro encargo para ti.<br />

¿Cuándo saldrás, tortuga?<br />

Entra ARIEL, en forma <strong>de</strong> ninfa marina.<br />

¡Bella aparición! Primoroso Ariel,<br />

te hablo al oído.<br />

ARIEL-Así lo haré, señor.<br />

Sale.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

123


PRÓSPERO-¡Sal ya, ponzoñoso esclavo,<br />

engendro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio y tu vil madre!<br />

Entra CALIBÁN.<br />

CALIBÁN-¡Así os caiga a los dos el vil rocío<br />

que, con pluma <strong>de</strong> cuervo, barría mi madre<br />

<strong>de</strong> la ciénaga malsana! ¡Así os sople un viento<br />

<strong>de</strong>l sur y os cubra <strong>de</strong> pústulas!<br />

PRÓSPERO-Por <strong>de</strong>cir eso, tendrás calambres esta noche<br />

y punzadas que ahogan el aliento. Los duen<strong>de</strong>s,<br />

que obran en la noche, clavarán<br />

púas en tu piel. Tendrás más aguijones<br />

que un panal, cada uno más punzante<br />

que los <strong>de</strong> las abejas.<br />

CALIBÁN-Tengo que <strong>com</strong>er. Esta isla<br />

es mía por mi madre Sícorax,<br />

y tú me la quitaste. Cuando viniste,<br />

me acariciabas y me hacías mucho caso,<br />

me dabas agua con bayas, me enseñabas<br />

a nombrar la lumbrera mayor y la menor<br />

que ar<strong>de</strong>n <strong>de</strong> día y <strong>de</strong> noche. Entonces te quería<br />

y te mostraba las riquezas <strong>de</strong> la isla,<br />

las fuentes, los pozos salados, lo yermo y lo fértil.<br />

¡Maldito yo por hacerlo! Los hechizos <strong>de</strong> Sícorax<br />

te asedien: escarabajos, sapos, murciélagos.<br />

Yo soy todos los súbditos que tienes,<br />

yo, que fui mi propio rey; y tú me empocilgas<br />

en la dura roca y me niegas<br />

el resto <strong>de</strong> la isla.<br />

PRÓSPERO-¡Esclavo archiembustero, que respon<strong>de</strong>s<br />

al látigo y no a la bondad! Siendo tal basura,<br />

te traté humanamente, y te alojé<br />

en mi celda hasta que pretendiste<br />

forzar la honra <strong>de</strong> mi hija.<br />

CALIBÁN-¡Ja, ja! ¡Ojalá hubiera podido!<br />

Tú me lo impediste. Si no, habría poblado<br />

<strong>de</strong> Calibanes esta isla.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

124


MIRANDA-¡Odioso esclavo,<br />

en quien no <strong>de</strong>ja marca la bondad<br />

y cabe todo lo malo! Me dabas lástima,<br />

me esforcé en enseñarte a hablar y cada hora<br />

te enseñaba algo nuevo. Salvaje, cuando tú<br />

no sabías lo que pensabas y balbucías<br />

<strong>com</strong>o un bruto, yo te daba las palabras<br />

para expresar las i<strong>de</strong>as. Pero, a pesar<br />

<strong>de</strong> que aprendiste, tu vil sangre repugnaba<br />

a un alma noble. Por eso te encerraron<br />

merecidamente en esta roca,<br />

mereciendo mucho más que una prisión.<br />

CALIBÁN-Me enseñaste a hablar, y mi provecho<br />

es que sé mal<strong>de</strong>cir. ¡La peste roja te lleve<br />

por enseñarme tu lengua!<br />

PRÓSPERO-¡Fuera, engendro!<br />

Tráenos leña, y más te vale no tardar,<br />

que hay más trabajo. ¿Te encoges <strong>de</strong> hombros,<br />

infame? Si <strong>de</strong>scuidas o haces tu labor<br />

<strong>de</strong> mala gana, te torturo con calambres,<br />

te meto el dolor en los huesos. Rugirás tanto<br />

que hasta las bestias temblarán <strong>de</strong> oírte.<br />

CALIBÁN-No, te lo suplico. -<br />

[Aparte] He <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer. Su magia es tan potente<br />

que vencería a Setebos, el dios <strong>de</strong> mi madre,<br />

convirtiéndole en vasallo.<br />

PRÓSPERO-¡Fuera, esclavo, vete!<br />

Sale CALIBÁN.<br />

Entran FERNANDO y ARIEL, invisible, tocando y cantando.<br />

ARIEL Canción-A estas playas acercaos<br />

<strong>de</strong> la mano.<br />

Saludo y beso traerán<br />

silencio al mar.<br />

Bailad con gracia y donaire;<br />

los elfos canten<br />

el coro. ¡Atentos!<br />

Coro, disperso: ¡Guau, guau!<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

125


Ladran los perros.<br />

[Coro, disperso]: ¡Guau, guau!<br />

Callad. Oiréis<br />

al pomposo Chantecler<br />

cantando quiquiriquí.<br />

FERNANDO-¿De dón<strong>de</strong> sale esta música? ¿Del aire<br />

o <strong>de</strong> la tierra? Ha cesado. Sin duda suena<br />

por un dios <strong>de</strong> la isla. Sentado en la playa,<br />

llorando el naufragio <strong>de</strong> mi padre, el rey,<br />

esta música se me insinuó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las aguas,<br />

calmando con su dulce melodía<br />

su furia y mi dolor. La he seguido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí,<br />

o, más bien, me ha arrastrado. Mas cesó.<br />

No, vuelve a sonar.<br />

ARIEL Canción-Yace tu padre en el fondo<br />

y sus huesos son coral.<br />

Ahora perlas son sus ojos;<br />

nada en él se <strong>de</strong>shará,<br />

pues el mar le cambia todo<br />

en un bien maravilloso.<br />

Ninfas por él doblarán.<br />

Coro: Din, don.<br />

Ah, ya las oigo: Din, don, dan.<br />

FERNANDO-La canción evoca a mi ahogado padre.<br />

Esto no es obra humana, ni sonido<br />

<strong>de</strong> la tierra. Ahora lo oigo sobre mí.<br />

PRÓSPERO-Abre las cortinas <strong>de</strong> tus ojos<br />

y dime qué ves ahí.<br />

MIRANDA-¿Qué es? ¿Un espíritu?<br />

¡Ah, cómo mira alre<strong>de</strong>dor! Créeme, padre:<br />

tiene una hermosa figura. Pero es un espíritu.<br />

PRÓSPERO-No, muchacha: <strong>com</strong>e y duerme, y sus sentidos<br />

son <strong>com</strong>o los nuestros. Este joven caballero<br />

estaba en el naufragio y, si no estuviese<br />

alterado <strong>de</strong>l dolor (estrago <strong>de</strong> la belleza),<br />

podríamos llamarle apuesto. Ha perdido<br />

a sus amigos y va errante en su busca.<br />

MIRANDA-Yo le llamaría ser divino,<br />

pues nada vi tan noble aquí, en la tierra.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

126


PRÓSPERO [aparte]-Está resultando <strong>com</strong>o lo concebí. –<br />

[A ARIEL] Espíritu, gran espíritu,<br />

en dos días te libraré por esto.<br />

FERNANDO [viendo a MIRANDA] -Sin duda, la diosa<br />

por quien suena esta música. - Ten a bien<br />

<strong>de</strong>cirme si habitas esta isla<br />

e instruirme sobre el modo <strong>com</strong>o <strong>de</strong>bo<br />

proce<strong>de</strong>r estando aquí. Mi primera súplica,<br />

aunque última, es: ¡Oh, maravilla!,<br />

¿eres o no una muchacha?<br />

MIRANDA-Maravilla, ninguna,<br />

pero sí una muchacha.<br />

FERNANDO-¡Mi idioma! ¡Dios santo!<br />

Sería el primero <strong>de</strong> todos sus hablantes<br />

si estuviera allí don<strong>de</strong> se habla.<br />

MIRANDA-¿Cómo? ¿El primero?<br />

¿Qué serías si te oyera el rey <strong>de</strong> Nápoles?<br />

FERNANDO-Un pobre solitario que se asombra<br />

<strong>de</strong> oírte hablar <strong>de</strong>l rey. Él me oye,<br />

y porque me oye, lloro. Ahora el rey soy yo,<br />

y mis ojos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces sin reflujo,<br />

vieron el naufragio <strong>de</strong> mi padre.<br />

MIRANDA -¡Qué dolor!<br />

FERNANDO-Sí, y con él el <strong>de</strong> sus nobles; entre ellos,<br />

el Duque <strong>de</strong> Milán y su buen hijo.<br />

PRÓSPERO [aparte]-El Duque <strong>de</strong> Milán<br />

y su mejor hija podrían <strong>de</strong>smentirte<br />

si fuera el momento. No más verse<br />

y ya suspiran. Primoroso Ariel,<br />

serás libre por esto. - Oídme, señor:<br />

me temo que os habéis equivocado; oídme.<br />

MIRANDA-¿Por qué se pone tan áspero mi padre?<br />

Éste es el tercer hombre que he visto<br />

y el primero que me hechiza. ¡La <strong>com</strong>pasión<br />

incline a mi padre <strong>de</strong> mi lado!<br />

FERNANDO-Ah, si eres doncella,<br />

y a nadie has dado aún tu corazón,<br />

yo te haré reina <strong>de</strong> Nápoles.<br />

PRÓSPERO-Esperad, señor, oídme.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

127


[Aparte] Se han rendido el uno al otro, mas yo<br />

frenaré su presteza, no sea que ganar tan fácil<br />

convierta en fácil el premio. -<br />

[A FERNANDO] Óyeme, te or<strong>de</strong>no<br />

que me escuches. Usurpas un nombre<br />

que no es t<strong>uy</strong>o, y has venido a esta isla<br />

<strong>com</strong>o espía, para quitármela a mí,<br />

que soy su dueño.<br />

FERNANDO-¡No, por mi honor!<br />

MIRANDA-El mal no pue<strong>de</strong> residir en este templo.<br />

Si el maligno viviera en casa tan hermosa,<br />

el bien lo expulsaría.<br />

PRÓSPERO-Sígueme. - Tú no le <strong>de</strong>fiendas: es un traidor. -<br />

Te voy a enca<strong>de</strong>nar los pies y el cuello.<br />

Beberás agua <strong>de</strong> mar; te alimentarás<br />

<strong>de</strong> moluscos <strong>de</strong> agua dulce, raíces resecas<br />

y cáscaras <strong>de</strong> bellota. ¡Sígueme!<br />

FERNANDO-¡No! No voy a soportar este trato<br />

mientras mi enemigo no tenga más po<strong>de</strong>r.<br />

Desenvaina, y un hechizo le <strong>de</strong>tiene.<br />

MIRANDA-Querido padre,<br />

no le juzgues con tanto rigor,<br />

pues es noble, y nada cobar<strong>de</strong>.<br />

PRÓSPERO-¡Cómo! ¿Me va a instruir el pie?.<br />

Envaina ya, traidor, que alar<strong>de</strong>as,<br />

pero no atacas, con esa conciencia<br />

tan culpable. No sigas en guardia,<br />

pues con mi vara puedo <strong>de</strong>sarmarte<br />

y hacer que sueltes la espada.<br />

MIRANDA-Padre, te suplico...<br />

PRÓSPERO-¡Fuera! ¡No te cuelgues <strong>de</strong> mi ropa!<br />

MIRANDA-Apiádate, padre. Yo respondo por él.<br />

PRÓSPERO-¡Silencio! Si dices otra palabra,<br />

te reñiré, y aun te odiaré. ¡Cómo!<br />

¿Abogada <strong>de</strong> impostor? ¡Calla!<br />

Porque sólo has visto a él y a Calibán<br />

te crees que no hay otros <strong>com</strong>o él. ¡Necia!<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

128


Al lado <strong>de</strong> otros hombres, él es un Calibán,<br />

y a su lado, ellos son ángeles.<br />

MIRANDA-Mis sentimientos son humil<strong>de</strong>s.<br />

No <strong>de</strong>seo ver a un hombre más apuesto.<br />

PRÓSPERO [a FERNANDO]-Vamos, obe<strong>de</strong>ce.<br />

Tus fibras han vuelto a su infancia<br />

y no tienen fuerza.<br />

FERNANDO -Es verdad.<br />

Como en un sueño, mi ánimo está enca<strong>de</strong>nado.<br />

La muerte <strong>de</strong> mi padre, esta <strong>de</strong>bilidad,<br />

el naufragio <strong>de</strong> mis amigos y las amenazas<br />

<strong>de</strong>l que ahora me somete no son una carga<br />

mientras una vez al día, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi cárcel,<br />

pueda ver a esta muchacha. Dispongan los libres<br />

<strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l mundo. En mi cárcel<br />

ya tengo bastante espacio.<br />

PRÓSPERO [aparte]-Surte efecto. - Vamos. -<br />

Mi gran Ariel, buen trabajo. Sígueme:<br />

voy a darte otra misión.<br />

MIRANDA [a FERNANDO]-No te inquietes. Mi padre es mucho mejor<br />

<strong>de</strong> lo que parece hablando. Lo que le has visto<br />

es insólito.<br />

PRÓSPERO [a ARIEL]-Serás libre <strong>com</strong>o el viento <strong>de</strong> montaña.<br />

Pero mis ór<strong>de</strong>nes cumple con esmero.<br />

ARIEL-A la letra.<br />

PRÓSPERO [a FERNANDO] -¡Vamos, sígueme!<br />

[A MIRANDA] Y tú no le <strong>de</strong>fiendas.<br />

Salen.<br />

ACTO II<br />

Escena I<br />

Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, GONZALO, ADRIÁN y FRANCISCO.<br />

GONZALO [a ALONSO]-Alegraos, Majestad, os lo ruego. Tenéis<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

129


motivo para el gozo, <strong>com</strong>o todos: salvarnos<br />

cuenta más que lo perdido. La <strong>de</strong>sgracia<br />

que sufrimos es corriente: cada día, esposas<br />

<strong>de</strong> marinos, dueños <strong>de</strong> barcos, merca<strong>de</strong>res<br />

también tienen motivo <strong>de</strong> dolor, y este milagro,<br />

el <strong>de</strong> haber sobrevivido, m<strong>uy</strong> pocos podrán<br />

contarlo entre millones. Conque, señor,<br />

sopesad sabiamente el dolor con el alivio.<br />

ALONSO-Callad, os lo ruego.<br />

SEBASTIÁN [aparte a ANTONIO]-El consuelo es para él un caldo frío.<br />

ANTONIO [aparte a SEBASTIÁN]-Pero este consolador no va a soltarle.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

SEBASTIÁN [aparte a ANTONIO]-Mirad, le da cuerda al reloj <strong>de</strong> su ingenio. M<strong>uy</strong> pronto sonará.<br />

GONZALO -Señor...<br />

SEBASTIÁN-La una. Contad.<br />

GONZALO-Si a cada <strong>de</strong>sventura se le da posada,<br />

al posa<strong>de</strong>ro le cae...<br />

SEBASTIÁN-Más <strong>de</strong> un duro.<br />

GONZALO-Más <strong>de</strong> un duro <strong>de</strong>sconsuelo. Decís más verdad <strong>de</strong> la que pretendíais.<br />

SEBASTIÁN-Y vos respondéis con más ingenio <strong>de</strong>l que yo creía.<br />

GONZALO [a ALONSO]-Así que, señor...<br />

ANTONIO-¡Uf! ¡Éste no frena la lengua!<br />

ALONSO [a GONZALO]-Os lo ruego, basta.<br />

GONZALO-Bueno, he dicho. Aunque...<br />

SEBASTIÁN [aparte a ANTONIO] -No, si seguirá hablando.<br />

ANTONIO [aparte a SEBASTIÁN]-Apostemos algo a quién canta primero, Adrián o él.<br />

SEBASTIÁN-El viejo gallo.<br />

ANTONIO -El gallito.<br />

SEBASTIÁN-Conforme. ¿Qué nos jugamos?<br />

ANTONIO-Reírse el que gane.<br />

SEBASTIÁN-¡Hecho!<br />

ADRIÁN-Aunque esta isla parece <strong>de</strong>sierta...<br />

ANTONIO-¡Ja, ja,ja!<br />

SEBASTIÁN-Ya estáis pagado.<br />

ADRIÁN-... inhabitable y casi inaccesible...<br />

SEBASTIÁN-Sin embargo...<br />

ADRIÁN-Sin embargo...<br />

ANTONIO-¡Tenía que <strong>de</strong>cirlo!<br />

ADRIÁN-... su templanza es sin duda suave, fina y placentera.<br />

ANTONIO-Templanza era una moza placentera.<br />

130


SEBASTIÁN-Y fina, <strong>com</strong>o tan doctamente ha dicho.<br />

ADRIÁN-El aire que sopla es sutil.<br />

SEBASTIÁN-Cual si tuviera pulmones, y podridos.<br />

ANTONIO-O si los perfumara una ciénaga.<br />

GONZALO-Aquí hay <strong>de</strong> todo para vivir.<br />

ANTONIO-Cierto, salvo medios <strong>de</strong> vida.<br />

SEBASTIÁN-De eso hay poco o nada.<br />

GONZALO-¡Qué lozana y frondosa está la hierba! ¡Qué ver<strong>de</strong>!<br />

ANTONIO-Sí, el suelo está pardo.<br />

SEBASTIÁN-Con un matiz <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>.<br />

ANTONIO-No se le escapa nada.<br />

SEBASTIÁN-No, tan sólo la realidad.<br />

GONZALO-Pero lo más prodigioso, y es casi increíble...<br />

SEBASTIÁN-Como tantos prodigios.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

GONZALO-... es que nuestra ropa, habiéndose empapado en el mar, no obstante siga estando<br />

tan nueva y radiante. Más que manchada <strong>de</strong> agua salada, parece recién teñida.<br />

ANTONIO-Si hablara uno <strong>de</strong> sus bolsillos, ¿no le diría que miente?<br />

SEBASTIÁN-Sí, o se embolsaría la verdad.<br />

GONZALO-Creo que nuestra ropa está tan nueva <strong>com</strong>o cuando la estrenamos en África, en la<br />

boda <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong>l rey, la bella Claribel, con el rey <strong>de</strong> Túnez.<br />

SEBASTIÁN-Buena boda, y nos ha ido m<strong>uy</strong> bien al regreso.<br />

ADRIÁN-A Túnez nunca la honró semejante mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> reina.<br />

GONZALO-No <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> la viuda Dido.<br />

ANTONIO-¿Viuda? ¡Mala peste! ¿De dón<strong>de</strong> sale lo <strong>de</strong> «viuda»? ¡La viuda Dido!<br />

SEBASTIÁN-También podría haber dicho «el viudo Eneas». ¡Señor, cómo os lo tomáis!<br />

ADRIÁN-¿Decís la viuda Dido? Eso me da que pensar. Era <strong>de</strong> Cartago, no <strong>de</strong> Túnez.<br />

GONZALO-Señor, Túnez era Cartago.<br />

ADRIÁN-¿Cartago?<br />

GONZALO-Os lo aseguro. Cartago.<br />

ANTONIO-Sus palabras hacen más que el arpa milagrosa.<br />

SEBASTIÁN-Levantan la muralla, y aun las casas.<br />

ANTONIO-Ahora, ¿qué imposible se le resistirá?<br />

SEBASTIÁN-Creo que se llevará esta isla en el bolsillo y se la regalará a su hijo cual si fuera una<br />

manzana.<br />

ANTONIO-Y sembrando las pepitas en el mar, producirá nuevas islas.<br />

GONZALO -Pues sí.<br />

ANTONIO-Ya era hora.<br />

GONZALO [a ALONSO] -Señor, <strong>de</strong>cíamos que nuestra ropa parece tan nueva ahora <strong>com</strong>o<br />

cuando estábamos en Túnez en la boda <strong>de</strong> vuestra hija, ahora reina.<br />

131


ANTONIO-La más excelsa que llegó allí.<br />

SEBASTIÁN-Salvo, con perdón, la viuda Dido.<br />

ANTONIO-¿La viuda Dido? ¡Ah, sí, la viuda Dido!<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

GONZALO-Señor, ¿no está mi jubón tan nuevo <strong>com</strong>o el día en que lo estrené? Bueno, hasta<br />

cierto punto.<br />

ANTONIO-Un punto que no ha perdido.<br />

GONZALO-Cuando lo llevé en la boda <strong>de</strong> vuestra hija.<br />

ALONSO-Me embutís en el oído esas palabras<br />

contra mi gana <strong>de</strong> oírlas. Ojalá nunca hubiera<br />

casado a mi hija allá, pues al regreso<br />

pierdo a mi hijo y creo que también a ella:<br />

vive tan lejos <strong>de</strong> Italia que nunca<br />

volveré a verla. ¡Ah, tú, mi here<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> Nápoles y Milán! ¿Qué extraño pez<br />

te ha <strong>de</strong>vorado?<br />

FRANCISCO-Señor, quizá esté vivo. Le vi cómo batía<br />

las olas y cabalgaba sobre ellas.<br />

Seguía a flote y rechazaba la embestida<br />

<strong>de</strong> las aguas, afrontando el oleaje.<br />

Su audaz cabeza <strong>de</strong>scollaba sobre olas<br />

en <strong>com</strong>bate y, remando con brazos vigorosos,<br />

alcanzó la costa, que se inclinaba<br />

sobre un pie <strong>de</strong>sgastado por el mar<br />

cual si quisiera ayudarle. Estoy seguro<br />

<strong>de</strong> que llegó vivo a tierra.<br />

ALONSO-No, no; nos ha <strong>de</strong>jado.<br />

SEBASTIÁN-Bien pue<strong>de</strong>s felicitarte por la pérdida.<br />

A nuestra Europa no favoreciste con tu hija,<br />

sino que se la echaste a un africano.<br />

Estará <strong>de</strong>sterrada <strong>de</strong> tus ojos,<br />

que ahora tienen buen motivo para el llanto.<br />

ALONSO-Calla, te lo ruego.<br />

SEBASTIÁN-Todos nos postramos ante ti, rogándote<br />

que <strong>de</strong>sistieras, y hasta la pobre muchacha<br />

dudaba entre negarse u obe<strong>de</strong>cer,<br />

<strong>de</strong> qué lado inclinarse. Me temo que a tu hijo<br />

lo hemos perdido para siempre. Este asunto<br />

ha creado más viudas en Milán y Nápoles<br />

que supervivientes hay para aliviarlas.<br />

132


La culpa es t<strong>uy</strong>a.<br />

ALONSO-Y también la mayor pérdida.<br />

GONZALO-Mi señor Sebastián,<br />

a vuestra verdad le falta <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za<br />

y oportunidad. Hurgáis en la herida,<br />

cuando <strong>de</strong>bierais ponerle una venda.<br />

SEBASTIÁN-Bien dicho.<br />

ANTONIO-Y <strong>com</strong>o un médico.<br />

GONZALO [a ALONSO]-Señor, el estar vos tan sombrío<br />

nos traerá mal tiempo a todos.<br />

SEBASTIÁN-¿Mal tiempo?<br />

ANTONIO-Espantoso.<br />

GONZALO-Señor, si yo colonizara esta isla...<br />

ANTONIO-La sembraría <strong>de</strong> ortigas.<br />

SEBASTIÁN-O <strong>de</strong> malvas o ace<strong>de</strong>ras.<br />

GONZALO-... y fuese aquí el rey, ¿qué haría?<br />

SEBASTIÁN-No emborracharse por falta <strong>de</strong> vino.<br />

GONZALO-En mi Estado lo haría todo al revés<br />

que <strong>de</strong> costumbre, pues no admitiría<br />

ni <strong>com</strong>ercio, ni título <strong>de</strong> juez;<br />

los estudios no se conocerían, ni la riqueza,<br />

la pobreza o el servicio; ni contratos,<br />

herencias, vallados, cultivos o viñedos;<br />

ni metal, trigo, vino o aceite;<br />

ni ocupaciones: los hombres, todos ociosos,<br />

y también las mujeres, aunque inocentes y puras;<br />

ni monarquía...<br />

SEBASTIÁN-Mas dijo que sería el rey.<br />

ANTONIO-El final <strong>de</strong> su Estado se olvida <strong>de</strong>l principio.<br />

GONZALO-La naturaleza produciría <strong>de</strong> todo<br />

para todos sin sudor ni esfuerzo. Traición,<br />

felonía, espada, lanza, puñal o máquinas<br />

<strong>de</strong> guerra yo las prohibiría: la naturaleza<br />

nos daría en abundancia sus frutos<br />

para alimentar a mi pueblo inocente.<br />

SEBASTIÁN-¿Sus súbditos no se casarían?<br />

ANTONIO-No, todos ociosos: todos putas y granujas.<br />

GONZALO-Señor, mi gobierno sería tan perfecto<br />

que exce<strong>de</strong>ría a la Edad <strong>de</strong> Oro.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

133


SEBASTIÁN-¡Dios salve a Su Majestad!<br />

ANTONIO-¡Viva Gonzalo!<br />

GONZALO-Y.. ¿Me escucháis, señor?<br />

ALONSO-Os lo ruego, basta. No <strong>de</strong>cís nada.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

GONZALO-Tenéis razón, Majestad. Lo hacía para darles pie a estos señores, que son <strong>de</strong><br />

pulmones tan activos y sensibles que siempre se ríen por nada.<br />

ANTONIO-Nos reíamos <strong>de</strong> vos.<br />

GONZALO-Que en esta especie <strong>de</strong> bobada no soy nada a vuestro lado. Así que seguid riéndoos<br />

por nada.<br />

ANTONIO -¡Buen golpe!<br />

SEBASTIÁN-Si hubiera sido con el filo.<br />

GONZALO-Sois hombres <strong>de</strong> gran temple. Sacaríais a la luna <strong>de</strong> su esfera si estuviera en ella<br />

cinco semanas sin cambiar.<br />

Entra ARIEL [invisible] tocando una música solemne.<br />

SEBASTIÁN-Exacto, y con su luz iríamos a cazar pájaros.<br />

ANTONIO-Mi buen señor, no os enfadéis.<br />

GONZALO-No, os aseguro que no arriesgaré mi sensatez por tan poco. ¿Queréis dormirme<br />

con la risa, que tengo mucho sueño?<br />

ANTONIO-Dormid, y oídnos.<br />

[Se duermen todos menos ALONSO, SEBASTIÁN y ANTONIO.]<br />

ALONSO-¡Vaya! ¿Durmiendo tan pronto? Ojalá<br />

con mis ojos se cerraran mis pensamientos.<br />

Creo que quieren cerrarse.<br />

SEBASTIÁN-Entonces no <strong>de</strong>sestimes la ocasión.<br />

El sueño no acu<strong>de</strong> al dolor; cuando lo hace,<br />

consuela.<br />

ANTONIO-Señor, los dos os protegeremos<br />

mientras <strong>de</strong>scanséis, y velaremos<br />

por vuestra seguridad.<br />

ALONSO-Gracias. Este sueño es asombroso.<br />

[Se duerme ALONSO. Sale ARIEL.]<br />

SEBASTIÁN-¡Qué sopor tan extraño los domina!<br />

ANTONIO-Es el carácter <strong>de</strong>l lugar.<br />

134


SEBASTIÁN-¿Y por qué no cierra nuestros párpados?<br />

Yo ganas <strong>de</strong> dormir no tengo.<br />

ANTONIO-Ni yo. Mi mente está m<strong>uy</strong> <strong>de</strong>spierta.<br />

Ellos se han dormido a una, <strong>com</strong>o por consenso,<br />

<strong>com</strong>o tumbados por un rayo. ¿Cuál sería,<br />

noble Sebastián, cuál sería...? Pero basta.<br />

Sin embargo, creo ver en vuestro rostro<br />

a aquel que podríais ser. La ocasión os llama<br />

y mi viva imaginación ve una corona<br />

que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> sobre vos.<br />

SEBASTIÁN-¿Estáis <strong>de</strong>spierto?<br />

ANTONIO-¿No oís lo que digo?<br />

SEBASTIÁN-Sí, son palabras soñolientas,<br />

y habláis en vuestro sueño. ¿Qué <strong>de</strong>cíais?<br />

Este reposo es extraño; dormido<br />

con ojos abiertos: <strong>de</strong> pie, hablando, andando<br />

y, sin embargo, dormido.<br />

ANTONIO-Noble Sebastián, <strong>de</strong>jáis dormir<br />

vuestra suerte, o más bien morir.<br />

No veis estando <strong>de</strong>spierto.<br />

SEBASTIÁN-Y vos roncáis m<strong>uy</strong> claro. Vuestros ronquidos<br />

tienen un significado.<br />

ANTONIO-Estoy más serio que <strong>de</strong> costumbre,<br />

y vos, si me escucháis, <strong>de</strong>béis estarlo.<br />

Hacerlo os encumbrará.<br />

SEBASTIÁN-Seré un remanso.<br />

ANTONIO-Yo os enseñaré a fluir.<br />

SEBASTIÁN-Os lo ruego. Mi indolencia hereditaria<br />

me lleva a refluir.<br />

ANTONIO-¡Ah, si vierais cómo acariciáis la causa<br />

mientras la menospreciáis! ¡Cómo al exponerla<br />

la arropáis aún más! Los que refl<strong>uy</strong>en<br />

acaban casi en el fondo por culpa<br />

<strong>de</strong> su temor o indolencia.<br />

SEBASTIÁN-Continuad. Esos ojos y esa cara<br />

anuncian que lleváis algo <strong>de</strong>ntro,<br />

aunque el parto se presenta doloroso.<br />

ANTONIO-Oídme: aunque este dignatario<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

135


<strong>de</strong> frágil memoria, <strong>de</strong> quien se guardará<br />

tan débil recuerdo cuando esté enterrado,<br />

casi ha persuadido al rey (él es la persuasión,<br />

lo s<strong>uy</strong>o es persuadir) <strong>de</strong> que su hijo aún vive,<br />

tan imposible es que no se haya ahogado<br />

<strong>com</strong>o que este durmiente esté nadando.<br />

SEBASTIÁN-De que no se haya ahogado no tengo esperanza.<br />

ANTONIO-¡Ah! De no tenerla nace<br />

vuestra gran esperanza. Que por ese lado<br />

no haya esperanza es, por otro, tan alta esperanza<br />

que ni la propia Ambición la vislumbra<br />

y aun duda en divisarla. ¿Estáis conmigo<br />

en que Fernando se ha ahogado?<br />

SEBASTIÁN-Está muerto.<br />

ANTONIO-Entonces, <strong>de</strong>cidme. ¿Quién heredará Nápoles?<br />

SEBASTIÁN-Claribel.<br />

ANTONIO-La actual reina <strong>de</strong> Túnez, que vive a más<br />

<strong>de</strong> una vida <strong>de</strong> distancia; que <strong>de</strong> Nápoles<br />

no tendrá noticias, si el correo no es el sol<br />

(la luna es m<strong>uy</strong> lenta), hasta que un recién nacido<br />

tenga barba rasurable; por quien el mar<br />

nos tragó, aunque a algunos nos ha arrojado,<br />

y <strong>de</strong> suerte que actuemos en un drama<br />

en que el pasado sea el prólogo y la acción<br />

la ejecutemos vos y yo.<br />

SEBASTIÁN-¿Qué <strong>de</strong>cís? ¿Qué os proponéis?<br />

Sí, la hija <strong>de</strong> mi hermano es reina <strong>de</strong> Túnez,<br />

también here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Nápoles, y entre ambos<br />

media gran distancia.<br />

ANTONIO-Y <strong>de</strong> ella cada palmo<br />

parece gritar: «¿Podrá recorrernos Claribel<br />

para volver a Nápoles? Que siga en Túnez<br />

y <strong>de</strong>spierte Sebastián.» ¿Y si fuera la muerte<br />

lo que a éstos ha vencido? No estarían<br />

peor <strong>de</strong> lo que están. Hay quien regiría Nápoles<br />

tan bien <strong>com</strong>o el que duerme, palaciegos<br />

que hablan tanto y tan superfluo<br />

<strong>com</strong>o este Gonzalo. Yo enseñaría a una chova<br />

a hablar igual <strong>de</strong> sesuda. ¡Ay, si pensarais<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

136


<strong>com</strong>o yo! ¡Cómo os encumbraría<br />

el sueño <strong>de</strong> éstos! ¿Me entendéis?<br />

SEBASTIÁN-Creo que sí.<br />

ANTONIO-¿Y cómo respon<strong>de</strong>réis<br />

a vuestra buena fortuna?<br />

SEBASTIÁN-Recuerdo que vos <strong>de</strong>rrocasteis<br />

a vuestro hermano Próspero.<br />

ANTONIO-Cierto, y ved qué bien<br />

me sienta mi ropa; mejor que antes.<br />

Entonces los criados <strong>de</strong> mi hermano<br />

eran mis <strong>com</strong>pañeros; ahora son mis siervos.<br />

SEBASTIÁN-¿Y vuestra conciencia?<br />

ANTONIO-Sí, ¿dón<strong>de</strong> queda? Si fuera un sabañón,<br />

me pondría zapatillas, mas mi pecho<br />

no siente a esa diosa. Veinte conciencias<br />

que hubiera entre Milán y yo, por mí que se hielen<br />

y <strong>de</strong>rritan, que no me estorbarán.<br />

Vuestro hermano duerme. No valdrá más que la tierra<br />

en la que yace si está <strong>com</strong>o parece, muerto,<br />

y yo, con este acero, tres pulgadas,<br />

le haría dormir por siempre, mientras vos,<br />

haciendo así, los ojos cerraríais in aetérnum<br />

a este viejo bocado, este don Sesudo,<br />

que no ha <strong>de</strong> censurar nuestra conducta.<br />

Los <strong>de</strong>más lo tragarán <strong>com</strong>o el gato lame leche,<br />

y en cualquier asunto verán en el reloj<br />

la hora que nosotros les digamos.<br />

SEBASTIÁN-Vuestro caso, buen amigo,<br />

será mi prece<strong>de</strong>nte: igual que vos Milán,<br />

yo me haré con Nápoles. Desenvainad: un golpe<br />

os hará libre <strong>de</strong>l tributo que pagáis<br />

y yo, el rey, os querré bien.<br />

ANTONIO-Desenvainemos a una, y cuando yo<br />

levante el brazo, hacedlo vos contra Gonzalo.<br />

SEBASTIÁN-Ah, otra cosa.<br />

[Hablan aparte.]<br />

Entra ARIEL [invisible] con música y canción.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

137


ARIEL-Mi amo con su magia ve el peligro<br />

que corres tú, su amigo, y me envía<br />

(si no, su plan naufraga) para salvaros a todos.<br />

Canta al oído <strong>de</strong> GONZALO.<br />

Mientras yaces ahí roncando,<br />

la conjura, que ha velado,<br />

su momento espera.<br />

Si en algo estimas tu vida,<br />

sacu<strong>de</strong> el sueño, espabila.<br />

¡Despierta, <strong>de</strong>spierta!<br />

ANTONIO-Hagámoslo ya.<br />

GONZALO [<strong>de</strong>spertando] -¡Los ángeles guar<strong>de</strong>n al rey!<br />

[Se <strong>de</strong>spiertan los <strong>de</strong>más.]<br />

ALONSO-¿Qué es esto? ¿Despiertos? ¿Por qué habéis<br />

<strong>de</strong>senvainado? ¿A qué esa cara <strong>de</strong> espanto?<br />

GONZALO-¿Qué ocurre?<br />

SEBASTIÁN -Estábamos guardando vuestro sueño<br />

cuando ha resonado un sordo rugido<br />

<strong>com</strong>o <strong>de</strong> toros, o más bien <strong>de</strong> leones.<br />

¿No te <strong>de</strong>spertó? A mí me hirió el oído.<br />

ALONSO-Yo no he oído nada.<br />

ANTONIO-¡El fragor habría <strong>de</strong>spertado a un monstruo,<br />

causado un terremoto! Seguro que rugió<br />

una manada <strong>de</strong> leones.<br />

ALONSO-¿Lo habéis oído, Gonzalo?<br />

GONZALO-Os juro, señor, que oí un zumbido,<br />

y a<strong>de</strong>más m<strong>uy</strong> extraño, que me <strong>de</strong>spertó.<br />

Os sacudí y grité. Cuando abrí los ojos,<br />

los vi espada en mano. Sí que hubo un ruido,<br />

es cierto. Más nos vale estar en guardia<br />

o salir <strong>de</strong> este lugar. Desenvainemos.<br />

ALONSO-Id <strong>de</strong>lante, y sigamos buscando a mi pobre hijo.<br />

GONZALO-¡El cielo le guar<strong>de</strong> <strong>de</strong> estas fieras!<br />

Seguro que está en la isla.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

138


ALONSO-Abrid camino.<br />

ARIEL-La or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Próspero ya la he cumplido.<br />

Tú, rey, ve seguro, y busca a tu hijo.<br />

Salen.<br />

Escena II<br />

Entra CALIBÁN con un haz <strong>de</strong> leña. Se oyen truenos.<br />

CALIBÁN-¡Que caigan sobre Próspero los miasmas<br />

que absorbe el sol en marismas y ciénagas<br />

y le llaguen palmo a palmo! Le maldigo,<br />

aunque me oigan sus espíritus. Pellizcos<br />

no me darán, ni sustos sacando duen<strong>de</strong>s,<br />

ni me arrojarán al barro, ni, cual fuegos fatuos,<br />

me harán per<strong>de</strong>rme en la noche, si él no lo manda.<br />

Mas por nada me los echa encima;<br />

a veces son monos que me chillan, hacen muecas<br />

y me muer<strong>de</strong>n; otras, erizos que yacen<br />

enrollados y me levantan las púas<br />

bajo mi pie <strong>de</strong>scalzo; otras, víboras<br />

que se me enroscan y que con su lengua hendida<br />

me vuelven loco a silbidos.<br />

Entra TRÍNCULO.<br />

¡Ah, mira! Aquí viene a atormentarme<br />

otro <strong>de</strong> sus espíritus, porque tardo<br />

en llevarle la leña. Me echaré al suelo.<br />

Quizá no me vea.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

TRÍNCULO-Aquí no hay arbusto ni mata en que resguardarse, y ya se cuece otra tormenta; la<br />

oigo cantar al viento. Ese nubarrón parece un sucio pellejo <strong>de</strong> vino pronto a reventar. Si va a<br />

tronar <strong>com</strong>o antes, no sé dón<strong>de</strong> meterme; esa nube se vaciará a cántaros. Pero, ¿qué veo<br />

aquí? ¿Un hombre o un pez? ¿Vivo o muerto? Es un pez, huele a pescado; echa un olor rancio,<br />

a salazón no m<strong>uy</strong> fresca. ¡Qué pez más raro! Si estuviera en Inglaterra, <strong>com</strong>o ya estuve,<br />

pondría un cartel, y no habría tonto <strong>de</strong> feria que no diera plata por verlo. Allí este monstruo me<br />

haría rico; allí cualquier bicho raro hace negocio. No dan un centavo para aliviar a un cojo, pero<br />

se gastan diez en ver a un indio muerto. ¡Piernas <strong>de</strong> hombre! ¡Brazos, y no aletas! ¡Y está<br />

caliente! Me vuelvo atrás, me <strong>de</strong>sdigo: esto no es un pez, sino un isleño recién tumbado por un<br />

139


ayo.<br />

[Truenos.]<br />

¡Vuelve la tormenta! Me meteré bajo su capa; por aquí no veo otro<br />

refugio. A veces la <strong>de</strong>sgracia nos acuesta con extraños <strong>com</strong>pañeros. Me<br />

arroparé aquí hasta que se vacíe la tormenta.<br />

Entra ESTEBAN cantando.<br />

ESTEBAN-Ya nunca iré a la mar, la mar,<br />

que en tierra moriré...<br />

Esta canción es infame para un funeral. Bueno, éste es mi consuelo.<br />

Bebe [y <strong>de</strong>spués] canta.<br />

Piloto, grumete, mozo, capitán,<br />

artillero y yo<br />

queremos a Mara, María y Marián,<br />

pero a Catia no,<br />

pues maldice al hombre <strong>de</strong> mar<br />

y le grita: «¡Muérete ya!»<br />

De brea o alquitrán no soporta el olor,<br />

mas <strong>de</strong>ja que el sastre le rasque el picor.<br />

Conque, ¡al barco, amigos, y muérase ya!<br />

Esta canción también es infame, pero éste es mi consuelo.<br />

Bebe.<br />

CALIBÁN-¡No me atormentes! ¡Ah!<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN-¿Qué pasa aquí? ¿Hay <strong>de</strong>monios? ¿Quién nos embauca con salvajes y con indios?<br />

¿Eh? No me he salvado <strong>de</strong> ahogarme para que ahora me asusten tus cuatro patas, pues, <strong>com</strong>o<br />

bien dicen, porque tengas cuatro patas no me harás salir por pies; y lo dirán mientras Esteban<br />

respire.<br />

CALIBÁN-¡Me atormenta este espíritu! ¡Ah!<br />

ESTEBAN-Éste es un monstruo isleño <strong>de</strong> cuatro patas que, por lo visto, tiene calentura. ¿Dón<strong>de</strong><br />

diablos habrá aprendido nuestra lengua? Aunque sólo sea por eso, voy a darle algún alivio. Si<br />

logro curarlo y amansarlo, y vuelvo a Nápoles con él, será un regalo para cualquier emperador<br />

140


que camine sobre cuero.<br />

CALIBÁN-¡No me atormentes, te lo ruego! Traeré la leña más <strong>de</strong>prisa.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN-Está <strong>de</strong>lirando y no habla con mucho tino. Voy a darle un trago. Si nunca ha bebido<br />

vino, casi le quitará la calentura. Si logro curarlo y amansarlo, no cobraré mucho por él; pero<br />

quien lo <strong>com</strong>pre, pagará, y bien. CALIBÁN<br />

Aún no me haces mucho daño, pero por tu temblor sé que lo harás. Próspero actúa sobre ti.<br />

ESTEBAN-Vamos, abre la boca: esto resucita a un muerto. Abre la boca: esto quita los<br />

temblores, te lo digo yo, y bien. Tú no conoces a tus amigos: vuelve a abrir esas quijadas.<br />

TRÍNCULO-Esa voz la conozco. Es la <strong>de</strong>... No; se ahogó, y éstos son <strong>de</strong>monios. ¡Socorro!<br />

ESTEBAN-Cuatro patas y dos voces. ¡Qué primor <strong>de</strong> monstruo! La voz <strong>de</strong>lantera es para hablar<br />

bien <strong>de</strong> su amigo, y la trasera, para mal<strong>de</strong>cir y renegar. Si para curarse necesita todo el vino,<br />

yo se lo daré. ¡Toma! Ya basta. Ahora se lo echaré por la otra boca.<br />

TRÍNCULO-¡Esteban!<br />

ESTEBAN -¿Me llama la otra boca? ¡Piedad, piedad! ¡No es un monstruo, es el diablo! Me voy,<br />

que no sé atarlo.<br />

TRÍNCULO-¡Esteban! Si tú eres Esteban, tócame y háblame, que soy Trínculo. No tengas<br />

miedo: tu buen amigo Trínculo.<br />

ESTEBAN-Si eres Trínculo, sal. Te sacaré por las piernas más cortas; si algunas son <strong>de</strong> Trínculo,<br />

son éstas. ¡El mismísimo Trínculo! ¿Cómo has llegado a ser excremento <strong>de</strong> este aborto? ¿Es que<br />

pue<strong>de</strong> evacuar Trínculos?<br />

TRÍNCULO-Creí que lo había tumbado un rayo. Pero, Esteban, ¿no te ahogaste? Espero que no<br />

seas un ahogado. ¿Ha escampado? Me metí bajo la capa <strong>de</strong>l monstruo por miedo a la tormenta.<br />

¿Y estás vivo, Esteban? ¡Ah, Esteban! ¡Dos napolitanos a salvo!<br />

ESTEBAN-Oye, no me hagas dar vueltas, que mi estómago no aguanta.<br />

CALIBÁN [aparte]-Si no son espíritus, son seres superiores. Éste es un gran dios y lleva licor<br />

celestial. Me postraré ante él.<br />

ESTEBAN-¿Cómo te salvaste? ¿Cómo has llegado hasta aquí? Jura por esta botella cómo has<br />

llegado (yo me salvé sobre un barril <strong>de</strong> jerez que tiraron por la borda); jura por esta botella: la<br />

hice yo mismo con la corteza <strong>de</strong> un árbol <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegué a tierra.<br />

CALIBÁN-Juro por tu botella que seré tu siervo fiel, pues el licor no es terrenal.<br />

ESTEBAN-Vamos, jura cómo te salvaste.<br />

TRÍNCULO-Hombre, nadando <strong>com</strong>o un pato. Sé nadar <strong>com</strong>o un pato, lo juro.<br />

ESTEBAN-Vamos, besa la Biblia. [Le pasa la botella.] Aunque na<strong>de</strong>s <strong>com</strong>o un pato, estás hecho<br />

un ganso.<br />

TRÍNCULO-¡Ah, Esteban! ¿Te queda más <strong>de</strong> esto?<br />

ESTEBAN-¡El barril entero, hombre! Mi bo<strong>de</strong>ga está en una cueva, en las rocas, y allí se<br />

escon<strong>de</strong> el vino. - ¿Qué hay, aborto? ¿Qué tal tu calentura?<br />

CALIBÁN-¿No has caído <strong>de</strong>l cielo?<br />

ESTEBAN-De la luna, te lo juro. Érase una vez un hombre en la luna, y era yo.<br />

141


www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CALIBÁN-He visto tu cara en ella, y te adoro. Mi ama me la enseñó, y tu perro y tu espino.<br />

ESTEBAN-Vamos, júralo; besa esta Biblia. En seguida le amplío el contenido. Jura.<br />

[Bebe CALIBÁN.]<br />

TRíNCULO-¡Luz <strong>de</strong>l cielo, qué monstruo más tonto! ¿Yo tenerle miedo? ¡Será bobo el monstruo!<br />

¿Un hombre en la luna? ¡El monstruo es <strong>de</strong> lo más crédulo! - Buen trago, monstruo, <strong>de</strong> veras.<br />

CALIBÁN-Te enseñaré cada palmo fértil <strong>de</strong> la isla y te besaré los pies. Te lo ruego, sé mi dios.<br />

TRíNCULO-¡Luz <strong>de</strong>l cielo! El monstruo es pérfido y borracho. Cuando duerma su dios, le quitará<br />

la botella.<br />

CALIBÁN-Te besaré los pies. Juro que seré tu siervo.<br />

ESTEBAN-M<strong>uy</strong> bien. ¡Al suelo, y jura!<br />

TRÍNCULO-Me matará <strong>de</strong> la risa este monstruo cara-perro. ¡Qué granuja <strong>de</strong> monstruo! Le daría<br />

una paliza...<br />

ESTEBAN -Vamos, besa.<br />

TRíNCULO-... si no es porque está borracho. ¡Vaya un monstruo abominable!<br />

CALIBÁN-Verás las mejores fuentes, te cogeré bayas,<br />

pescaré para ti y te traeré mucha leña.<br />

¡Mala peste al tirano <strong>de</strong> mi amo!<br />

No le llevaré una astilla; te serviré a ti,<br />

ser maravilloso.<br />

TRÍNCULO-¡Qué monstruo más absurdo! ¡Llamar maravilla a un pobre borracho!<br />

CALIBÁN-Deja que te lleve don<strong>de</strong> crecen las manzanas;<br />

te sacaré criadillas <strong>de</strong> tierra con las uñas,<br />

te enseñaré nidos <strong>de</strong> arrendajo y verás<br />

cómo se atrapa al rápido tití. Te llevaré<br />

don<strong>de</strong> hay avellanas a racimos y te traeré<br />

polluelos <strong>de</strong> la roca. ¿Querrás venir conmigo?<br />

ESTEBAN-Anda, llévanos y no hables más. - Trínculo, ahogados el rey y su séquito, tomamos el<br />

mando nosotros. - Tú, toma, lleva la botella. - Amigo Trínculo, en seguida la llenamos.<br />

CALIBÁN, canta borracho-Adiós, amo, adiós, adiós.<br />

TRÍNCULO-Un monstruo chillón, un monstruo borracho.<br />

CALIBÁN [canta]-No haré presas para el pez,<br />

ni traeré leña<br />

porque él quiera,<br />

ni más platos fregaré.<br />

Ban, ban, Ca-Calibán<br />

tiene otro amo. - ¡Busca a otro ya!<br />

¡Libertad, fiesta! ¡Fiesta, libertad! ¡Libertad, fiesta, libertad!<br />

142


ESTEBAN-¡Qué gran monstruo! - Llévanos.<br />

Salen.<br />

ACTO III<br />

Escena I<br />

Entra FERNANDO cargado con un leño.<br />

FERNANDO-Hay juegos fatigosos, mas el esfuerzo<br />

<strong>de</strong>staca el placer que nos dan; algunas bajezas<br />

se soportan noblemente, y lo más pobre<br />

acaba en riqueza. Mi humil<strong>de</strong> labor<br />

me sería enojosa y <strong>de</strong>testable<br />

si no fuera por mi amada, que da vida<br />

a lo muerto y placer a mis trabajos.<br />

Ah, ella es diez veces más dulce que su padre,<br />

agrio y hecho <strong>de</strong> aspereza. Cumpliendo<br />

su dura or<strong>de</strong>n, he <strong>de</strong> llevar varios miles<br />

<strong>de</strong> estos leños y apilarlos. Mi amada llora<br />

<strong>de</strong> verme trabajar y dice que esta servidumbre<br />

nunca tuvo tal criado. Me entretengo;<br />

mis gratos pensamientos me reaniman,<br />

y más activo estoy si me distraigo.<br />

Entran MIRANDA, y PRÓSPERO [sin ser visto].<br />

MIRANDA-¡Ah, te lo suplico,<br />

no trabajes tanto! ¡Así fulminase el rayo,<br />

esa leña que <strong>de</strong>bes apilar!<br />

Anda, déjala en el suelo y <strong>de</strong>scansa.<br />

Cuando arda, llorará por haberte fatigado.<br />

Mi padre está con sus estudios. Anda, <strong>de</strong>scansa.<br />

Estarás a salvo <strong>de</strong> él tres horas.<br />

FERNANDO-Mi dulce amada, se pondrá el sol<br />

sin que yo haya cumplido mi tarea.<br />

MIRANDA-Siéntate y, mientras, yo llevaré la leña.<br />

Anda, dame eso; yo lo llevo al montón.<br />

FERNANDO-No, celestial criatura. Me romperé<br />

las fibras y me partiré la espalda<br />

antes que por mi holganza tú te humilles.<br />

MIRANDA-Tan propio sería <strong>de</strong> mí <strong>com</strong>o <strong>de</strong> ti,<br />

y yo lo haría con más facilidad,<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

143


pues mi ánimo es propicio, y el t<strong>uy</strong>o, adverso.<br />

PRÓSPERO [aparte]-¡Pobre gusanito! Ya estás infectada.<br />

Tu visita lo <strong>de</strong>muestra.<br />

MIRANDA-Estás cansado.<br />

FERNANDO-No, noble amada: para mí sería la aurora<br />

si <strong>de</strong> noche estuvieras a mi lado. Y ahora, dime,<br />

para que pueda nombrarte cuando rezo.<br />

¿Cómo te llamas?<br />

MIRANDA-Miranda. - ¡Ah, padre!<br />

¡He violado tu or<strong>de</strong>n al <strong>de</strong>cirlo!<br />

FERNANDO-¡Admirable Miranda,<br />

cumbre <strong>de</strong> toda admiración, que vales<br />

lo que el mundo más estima! He mirado<br />

a muchas damas bien atento, y muchas veces<br />

la armonía <strong>de</strong> su voz ha cautivado<br />

mis ávidos oídos. Por diversas virtu<strong>de</strong>s<br />

me han gustado diversas mujeres; ninguna<br />

con tal ceguera que no viese algún <strong>de</strong>fecto<br />

en riña con sus más nobles encantos<br />

hasta <strong>de</strong>jarlos vencidos. Pero tú, ¡ah, tú!,<br />

tan perfecta y sin par, fuiste creada<br />

<strong>de</strong> las bonda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> todas.<br />

MIRANDA-No conozco a nadie <strong>de</strong> mi sexo,<br />

ni recuerdo un rostro <strong>de</strong> mujer, salvo el mío<br />

en el espejo; y que pueda llamar hombres,<br />

yo no he visto más que a ti, buen amigo,<br />

y a mi padre. Ignoro cuál sea la figura<br />

<strong>de</strong> otras gentes, mas, por mi pureza,<br />

joya <strong>de</strong> mi dote, en el mundo no <strong>de</strong>seo<br />

más <strong>com</strong>pañero que tú; y a ninguno<br />

pue<strong>de</strong> dar forma la imaginación<br />

que me guste más que tú. Pero hablo<br />

<strong>de</strong>masiado, y no obe<strong>de</strong>zco<br />

los preceptos <strong>de</strong> mi padre.<br />

FERNANDO-Por mi estado soy príncipe, Miranda,<br />

quizá rey (ojalá no), y no menos me repugna<br />

esta servidumbre <strong>de</strong> leñero que <strong>de</strong>jar<br />

que la moscarda mancille mi boca. Te hablo<br />

con el alma: apenas te vi, mi corazón<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

144


fue volando a tu servicio, en el que permanece<br />

hasta hacer <strong>de</strong> mí un esclavo. Por ti<br />

soy un leñero tan sufrido.<br />

MIRANDA-¿Me quieres?<br />

FERNANDO -¡Cielos, tierra! Dad fe <strong>de</strong> mis palabras<br />

y, si digo la verdad, premiad con buen suceso<br />

cuanto afirmo; si miento, traed<br />

el mal a lo mejor <strong>de</strong> mi futuro:<br />

más allá <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong>l mundo<br />

yo te quiero, estimo y venero.<br />

MIRANDA-Soy tonta llorando por lo que me alegra.<br />

PRÓSPERO [aparte]-¡Qué bella unión <strong>de</strong> excelsos amores!<br />

¡El cielo <strong>de</strong>rrame gracia<br />

sobre lo que nace entre ellos!<br />

FERNANDO-¿Por qué lloras?<br />

MIRANDA-Por mi insignificancia. No me atrevo<br />

a ofrecer lo que <strong>de</strong>seo dar, y menos a tomar<br />

lo que per<strong>de</strong>r me mataría. Pero es inútil:<br />

cuanto más procura ocultarse,<br />

más se ve el bulto. ¡Basta <strong>de</strong> melindres!<br />

¡Hable por mí la franca y santa inocencia!<br />

Si te casas conmigo, soy tu esposa;<br />

si no, moriré tu doncella. Pue<strong>de</strong>s negarte<br />

a que sea tu <strong>com</strong>pañera, mas, quieras o no,<br />

seré tu sierva.<br />

FERNANDO-Mi dueña, querida mía,<br />

y yo ahora y siempre a tus pies.<br />

MIRANDA-¿Entonces, esposo?<br />

FERNANDO-Sí, y <strong>de</strong>seándolo tanto<br />

<strong>com</strong>o el esclavo ser libre. Mi mano.<br />

MIRANDA-La mía, y en ella el corazón. Y ahora,<br />

adiós y hasta m<strong>uy</strong> pronto.<br />

FERNANDO-¡Mil adioses, mil!<br />

Salen.<br />

PRÓSPERO-No puedo estar tan contento <strong>com</strong>o ellos,<br />

que están maravillados, mas mi alegría<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

145


no pue<strong>de</strong> ser mayor. Vuelvo a mi libro,<br />

pues antes <strong>de</strong> la cena he <strong>de</strong> ocuparme<br />

<strong>de</strong> asuntos pertinentes.<br />

Sale.<br />

Escena II<br />

Entran CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN [a TRÍNCULO]-Tú calla. Cuando se acabe el barril, beberemos agua. Antes, ni una<br />

gota. Conque, ¡al abordaje! - ¡Siervomonstruo, bebe a mi salud!<br />

TRÍNCULO-¡Siervo-monstruo! ¡La quimera <strong>de</strong> la isla! Dicen que sólo somos cinco en esta isla:<br />

tres, nosotros. Como los otros dos tengan nuestras luces, el país se tambalea.<br />

ESTEBAN-Siervo-monstruo, tú bebe cuando te lo diga. Los ojos se te han metido en la cabeza.<br />

TRÍNCULO-¿Dón<strong>de</strong> los va a tener metidos? ¡Menudo monstruo sería si los tuviera en el rabo!<br />

ESTEBAN-Mi siervo-monstruo tiene la lengua ahogada en jerez. Pero a mí no me ahogó el mar:<br />

antes <strong>de</strong> llegar a tierra nadé treinta y cinco leguas <strong>de</strong> acá para allá, lo juro. - Tú serás mi<br />

teniente, monstruo, o mi alférez.<br />

TRíNCULO-Será alférez, que tenerse no se tiene.<br />

ESTEBAN-No vamos a huir, monsieur Monstruo.<br />

TRíNCULO-Ni tampoco a andar, pero tú estarás tirado <strong>com</strong>o un perro, y sin ladrar.<br />

ESTEBAN-¡Eh, aborto! Si eres un buen aborto, habla por una vez en tu vida.<br />

CALIBÁN-¿Cómo estás, Alteza? Deja que te lama el zapato. A éste no le serviré, que no es<br />

valiente.<br />

TRíNCULO-¡Mentira, monstruo ignorante! Estoy para zurrarle a un alguacil. Tú, pez borracho,<br />

tú, ¿cuándo hubo cobar<strong>de</strong> que bebiera tanto vino <strong>com</strong>o hoy yo? ¿Cómo dices mentira tan<br />

monstruosa siendo sólo medio pez y medio monstruo?<br />

CALIBÁN-¡Mira cómo se ríe <strong>de</strong> mí! ¿Lo vas a permitir, señor?<br />

TRÍNCULO-¿Ha dicho «señor»? ¡Habrá monstruo más idiota!<br />

CALIBÁN-¡Mira, otra vez! Anda, mátalo a mordiscos.<br />

ESTEBAN-Trínculo, no seas ligero <strong>de</strong> lengua. Si te amotinas, ¡al primer árbol! El pobre monstruo<br />

es mi siervo, y no sufrirá indignidad.<br />

CALIBÁN-Gracias, noble señor. ¿Tienes a bien volver a oír mi petición?<br />

ESTEBAN-¡Pues, claro! Repítela <strong>de</strong> rodillas. Yo sigo <strong>de</strong> pie, y también Trínculo.<br />

Entra ARIEL, invisible.<br />

CALIBÁN-Como te he dicho, soy siervo <strong>de</strong> un tirano, un mago que me ha afanado la isla con su<br />

arte.<br />

146


ARIEL -¡Mentiroso!<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

CALIBÁN [a TRÍNCULO] -¡Mentiroso tú, mono bufón! ¡Así te mate mi valiente amo! Yo no<br />

miento.<br />

ESTEBAN-Trínculo, <strong>com</strong>o le interrumpas otra vez, te juro que te arranco algunos dientes.<br />

TRÍNCULO-¡Si no he dicho nada!<br />

ESTEBAN-Entonces silencio y basta. - Sigue.<br />

CALIBÁN-Digo que logró esta isla con su magia;<br />

me la quitó. Si tiene a bien Tu Alteza<br />

tomar venganza en él... Porque tú te atreves,<br />

y éste, no.<br />

ESTEBAN-Claro que sí.<br />

CALIBÁN-Tú serás su dueño, y yo te serviré.<br />

ESTEBAN-¿Y eso cómo se hace? ¿Pue<strong>de</strong>s llevarme hasta esa persona?<br />

CALIBÁN-Claro, señor. Te lo mostraré dormido,<br />

y podrás meterle un clavo en la cabeza.<br />

ARIEL-¡Embustero! No podrás.<br />

CALIBÁN-¡Vaya un colorines! ¡Bufón asqueroso!<br />

Suplico a Tu Alteza que le <strong>de</strong>s <strong>de</strong> palos<br />

y le quites la botella. Cuando no la tenga,<br />

que beba agua <strong>de</strong> mar, porque yo<br />

no le enseñaré los manantiales.<br />

ESTEBAN-Trínculo, no te busques más peligros. Interrumpe otra vez al monstruo, y te juro que,<br />

sin más lástima, te <strong>de</strong>jo <strong>com</strong>o un bacalao.<br />

TRÍNCULO-Pero, ¿qué he hecho? ¡Si no he hecho nada! Voy a apartarme.<br />

ESTEBAN-¿No le has llamado embustero?<br />

ARIEL-¡Embustero!<br />

ESTEBAN-¿Ah, sí? ¡Pues toma! [Le pega a TRÍNCULO.] Si te ha gustado, vuelve a <strong>de</strong>cirme<br />

embustero.<br />

TRÍNCULO-¡Yo no te he dicho embustero! ¿No tienes seso ni oído? ¡Maldita botella! Todo viene<br />

<strong>de</strong>l jerez y <strong>de</strong>l trincar. ¡Mala peste al monstruo y el diablo se lleve tus <strong>de</strong>dos!<br />

CALIBÁN-¡Ja, ja, ja!<br />

ESTEBAN-Ahora sigue con tu historia. - Tú apártate más.<br />

CALIBÁN-Pégale bien, que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un rato<br />

yo también le pegaré.<br />

ESTEBAN-Más lejos. - Vamos, continúa.<br />

CALIBÁN-Como te he dicho, tiene por costumbre<br />

dormir la siesta. Ahí le chafas los sesos<br />

tras quitarle sus libros; o le aplastas el cráneo<br />

con un leño, o con una estaca lo <strong>de</strong>stripas,<br />

147


o con tu cuchillo le cortas el gaznate.<br />

Primero hazte con sus libros, que, sin ellos,<br />

es tan tonto <strong>com</strong>o yo, y no tendrá<br />

ni un espíritu a sus ór<strong>de</strong>nes: le odian todos<br />

tan mortalmente <strong>com</strong>o yo. Quémale los libros.<br />

Tiene finos enseres (así los llama él)<br />

para, cuando tenga casa, <strong>com</strong>ponerla.<br />

Y lo que más has <strong>de</strong> tener presente<br />

es la belleza <strong>de</strong> su hija. Él mismo<br />

la llama «sin par». No he visto a más mujer<br />

que a Sícorax, mi madre, y a ella;<br />

pero ella aventaja tanto a Sícorax<br />

<strong>com</strong>o lo más a lo menos.<br />

ESTEBAN-¿Tan hermosa es?<br />

CALIBÁN-Sí, mi señor. Le vendrá bien a tu cama,<br />

y te dará buena prole.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN-Monstruo, voy a matar a ese hombre. Su hija y yo seremos rey y reina (¡Dios salve a<br />

los reyes!), y Trínculo y tú seréis virreyes. - ¿Qué te parece el arreglo, Trínculo?<br />

TRÍNCULO-Formidable.<br />

ESTEBAN-Dame la mano. Siento haberte pegado. Pero, mientras vivas, no seas ligero <strong>de</strong><br />

lengua.<br />

CALIBÁN-Dentro <strong>de</strong> media hora dormirá.<br />

¿Le matarás entonces?<br />

ESTEBAN-Te lo juro por mi honor.<br />

ARIEL-Se lo contaré a mi amo.<br />

CALIBÁN-Me das alegría. Estoy m<strong>uy</strong> contento.<br />

¡Venga regocijo! ¿Queréis cantar ese canon<br />

que me acabáis <strong>de</strong> enseñar?<br />

ESTEBAN-A petición t<strong>uy</strong>a, monstruo, cualquier cosa justa. Vamos, Trínculo. ¡A cantar!<br />

Canta.<br />

Búrlate y mófate,<br />

y ríete y búrlate.<br />

Pensar es libre.<br />

CALIBÁN-Ésa no es la música.<br />

ARIEL toca la canción con flauta y tamboril.<br />

ESTEBAN-¿Qué es esto?<br />

148


TRÍNCULO-La música <strong>de</strong> nuestra canción, tocada por don Nadie.<br />

ESTEBAN-Si eres hombre, muéstrate <strong>com</strong>o tal. Si eres un diablo, <strong>com</strong>o quieras.<br />

TRÍNCULO-¡Ah, perdona mis pecados!<br />

ESTEBAN-Quien muere paga sus <strong>de</strong>udas. ¡Te <strong>de</strong>safío! - ¡Misericordia!<br />

CALIBÁN-¿Tienes miedo?<br />

ESTEBAN-No, monstruo, qué va.<br />

CALIBÁN-No temas; la isla está llena <strong>de</strong> sonidos<br />

y músicas suaves que <strong>de</strong>leitan y no dañan.<br />

Unas veces resuena en mi oído el vibrar<br />

<strong>de</strong> mil instrumentos, y otras son voces<br />

que, si he <strong>de</strong>spertado tras un largo sueño,<br />

<strong>de</strong> nuevo me hacen dormir. Y, al soñar,<br />

las nubes se me abren mostrando riquezas<br />

a punto <strong>de</strong> lloverme, así que <strong>de</strong>spierto<br />

y lloro por seguir soñando.<br />

ESTEBAN-Para mí esto va a ser un gran reino: tendré música gratis.<br />

CALIBÁN-Después <strong>de</strong> matar a Próspero.<br />

ESTEBAN-Eso será en seguida. No olvido tu historia.<br />

TRÍNCULO-El sonido se aleja. Sigámoslo, y <strong>de</strong>spués, manos a la obra.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN-Guíanos, monstruo, te seguimos. Ojalá viera al tamborilero. Toca con garbo.<br />

TRÍNCULO-¿Vienes? Voy contigo, Esteban.<br />

Salen.<br />

Escena III<br />

Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, GONZALO, ADRIÁN, FRANCISCO, etc.<br />

GONZALO-¡Válgame! No puedo seguir, señor; me duelen<br />

mis viejos huesos. ¡Buen laberinto llevamos<br />

<strong>de</strong> sendas <strong>de</strong>rechas y quebradas! Permitidme;<br />

<strong>de</strong>bo <strong>de</strong>scansar.<br />

ALONSO-Anciano, no puedo reprochároslo:<br />

también a mí me vence la fatiga<br />

y me embota los sentidos. Sentaos y <strong>de</strong>scansad.<br />

Des<strong>de</strong> ahora abandono mi esperanza<br />

y no <strong>de</strong>jo que me halague. Se ahogó<br />

el que buscábamos errantes, y el mar se ríe<br />

<strong>de</strong> nuestra búsqueda en tierra. ¡Resignación!<br />

ANTONIO [aparte a SEBASTIÁN]-Me alegro <strong>de</strong> que esté sin esperanzas.<br />

149


Porque se haya frustrado, no <strong>de</strong>sistas<br />

<strong>de</strong> llevar a cabo tu proyecto.<br />

SEBASTIÁN [aparte a ANTONIO]-En la próxima ocasión, y sin reservas.<br />

ANTONIO [aparte a SEBASTIÁN]-Que sea esta noche.<br />

Si están extenuados <strong>de</strong>l camino,<br />

no querrán ni podrán mantener la vigilancia<br />

<strong>com</strong>o cuando están <strong>de</strong>spiertos.<br />

SEBASTIÁN [aparte a ANTONIO] -Pues esta noche. Ya basta.<br />

Música extraña y solemne, y [entra] PRÓSPERO en lo alto, invisible.<br />

ALONSO-¿Qué es esta armonía? Amigos míos, escuchad.<br />

GONZALO-Una música dulcísima.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entran diversas figuras extrañas trayendo un banquete; bailan a su alre<strong>de</strong>dor con gentiles<br />

saludos, invitando al rey, etc., a <strong>com</strong>er, y salen.<br />

ALONSO-¡Cielos, danos ángeles custodios! ¿Qué eran ésos?<br />

SEBASTIÁN-¡Títeres vivientes! Ahora creeré<br />

que existe el unicornio, que en Arabia<br />

hay un árbol, el trono <strong>de</strong>l fénix, y que en él<br />

en este instante reina un fénix.<br />

ANTONIO-Yo me creeré ambas cosas.<br />

Y si a lo <strong>de</strong>más no dan crédito, que vengan<br />

y les juraré que es verdad. Los viajeros<br />

nunca engañan, aunque los tontos los con<strong>de</strong>nen.<br />

GONZALO-Si contara esto en Nápoles, ¿quién me creería?<br />

Si dijera que vi a estos isleños...,<br />

pues sin duda son gentes <strong>de</strong> esta isla,<br />

que, aunque no tengan figura <strong>de</strong> hombres,<br />

han sido más afables y corteses<br />

que muchos que veréis <strong>de</strong> nuestro género humano;<br />

vamos, más que casi todos.<br />

PRÓSPERO [aparte] -Mi noble señor,<br />

dices bien: algunos <strong>de</strong> los presentes<br />

sois peores que diablos.<br />

ALONSO-No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> asombrarme<br />

el que esas figuras, con gestos y sonidos,<br />

y sin tener el uso <strong>de</strong>l habla,<br />

150


se expresaran tan bien en lengua muda.<br />

PRÓSPERO [aparte]-Los elogios, al final.<br />

FRANCISCO-Se esfumaron misteriosamente.<br />

SEBASTIÁN-No importa, pues se han <strong>de</strong>jado<br />

las viandas, y tenemos apetito. –<br />

¿Quieres probar lo que hay aquí?<br />

ALONSO-No.<br />

GONZALO-Señor, no temáis. Cuando éramos niños,<br />

¿quién habría creído que hubiera montañeses<br />

papudos <strong>com</strong>o toros, con bolsas <strong>de</strong> carne<br />

colgándoles <strong>de</strong>l garguero, y hombres<br />

con la cabeza saliéndoles <strong>de</strong>l pecho?<br />

Pues ahora los viajeros <strong>de</strong> cinco por uno nos traen buenas pruebas.<br />

ALONSO-En fin, me pondré a <strong>com</strong>er, aunque sea<br />

mi última <strong>com</strong>ida. No importa; para mí<br />

lo bueno ya pasó. Hermano, mi señor duque,<br />

poneos a <strong>com</strong>er <strong>com</strong>o yo.<br />

Truenos y relámpagos.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entra ARIEL en forma <strong>de</strong> arpía, aletea sobre la mesa, y mediante un artificio <strong>de</strong>saparece el<br />

banquete.<br />

ARIEL-Sois tres pecadores, a los que el <strong>de</strong>stino,<br />

<strong>de</strong> quien es instrumento este mundo<br />

y cuanto hay en él, ha dispuesto que el mar<br />

insaciable os arroje a esta isla,<br />

no habitada por el hombre, a vosotros,<br />

indignos <strong>de</strong> vivir entre los hombres.<br />

Os he enfurecido, y con un furor tal<br />

que lleva a los hombres a ahogarse y ahorcarse.<br />

[Desenvainan ALONSO, SEBASTIÁN y ANTONIO.]<br />

¡Necios! Mis <strong>com</strong>pañeros y yo somos<br />

agentes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino. Los elementos<br />

que templaron vuestras armas igual pue<strong>de</strong>n<br />

herir al bronco viento o con bufas estocadas<br />

matar el agua, que al punto se cierra,<br />

que dañar un pelo <strong>de</strong> mis plumas. Mis hermanos<br />

151


son igual <strong>de</strong> invulnerables. Aun pudiendo herir,<br />

vuestro acero es m<strong>uy</strong> pesado para vuestras fuerzas<br />

y no podéis alzarlo. Recordad,<br />

pues éste es mi mensaje, que los tres<br />

expulsasteis <strong>de</strong> Milán al buen Próspero<br />

y expusisteis al mar, que ya se ha <strong>de</strong>squitado,<br />

a él y a su inocente hija. Por esta infamia,<br />

los dioses, que aplazan, mas no olvidan,<br />

han inflamado a orillas y mares, y a todos<br />

los seres contra vuestra paz. A ti, Alonso,<br />

te han quitado a tu hijo y te anuncian por mi boca<br />

que una lenta perdición, peor que cualquier<br />

muerte brusca, habrá <strong>de</strong> a<strong>com</strong>pañar<br />

todos tus pasos. Para guardaros <strong>de</strong> su ira,<br />

que en esta isla <strong>de</strong>solada caería<br />

sobre vosotros, sólo os queda el pesar<br />

y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora, una vida recta.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Desaparece con un trueno. Al son <strong>de</strong> una música suave vuelven a entrar las<br />

figuras, bailan con muecas y visajes y [salen] llevándose la mesa.<br />

PRÓSPERO [aparte]-El papel <strong>de</strong> arpía, mi Ariel, lo has hecho<br />

perfecto; tenía una gracia arrebatadora.<br />

De cuanto te he or<strong>de</strong>nado que dijeras,<br />

nada has omitido, y mis espíritus<br />

menores han actuado m<strong>uy</strong> al vivo<br />

y con primoroso esmero. Mis conjuros<br />

han obrado y mis enemigos están todos<br />

en la red <strong>de</strong> su extravío. Están en mi po<strong>de</strong>r.<br />

Los <strong>de</strong>jaré en su trastorno, mientras veo<br />

a Fernando, a quien suponen ahogado,<br />

y a nuestra amada Miranda.<br />

[Sale.]<br />

GONZALO-En nombre <strong>de</strong> todo lo sagrado, señor,<br />

¿por qué os quedáis estupefacto?<br />

ALONSO-¡Ah, es espantoso, espantoso! Creí<br />

152


que las olas me hablaban y me lo <strong>de</strong>cían,<br />

que el viento me lo cantaba y que el trueno,<br />

ese órgano grave y tremendo, pronunciaba<br />

el nombre <strong>de</strong> Próspero; mi crimen retumbaba.<br />

Por él está mi hijo en el fondo cenagoso.<br />

Le buscaré don<strong>de</strong> no alcance la sonda<br />

y con él yaceré en el fango.<br />

Sale.<br />

SEBASTIÁN-Si vienen uno a uno,<br />

lucharé contra todos los <strong>de</strong>monios.<br />

ANTONIO-Y yo os secundaré.<br />

Salen [SEBASTIÁN y ANTONIO].<br />

GONZALO-Los tres están alterados. Su gran culpa,<br />

cual veneno que actuase retardado,<br />

<strong>com</strong>ienza a remor<strong>de</strong>rles. Os lo ruego,<br />

vosotros que sois más ágiles, id tras ellos<br />

e impedid cualquier acción<br />

a que les lleve su <strong>de</strong>mencia.<br />

ADRIÁN-¡Vamos, seguidme!<br />

Salen todos.<br />

ACTO IV<br />

Escena IV<br />

Entran PRÓSPERO, FERNANDO y MIRANDA.<br />

PRÓSPERO-Si te he impuesto un castigo tan penoso,<br />

tu re<strong>com</strong>pensa lo repara, pues<br />

te he dado un tercio <strong>de</strong> mi vida,<br />

la razón por la que vivo. De nuevo<br />

te la doy. Todas tus penalida<strong>de</strong>s<br />

sólo han sido una prueba <strong>de</strong> tu amor,<br />

y tú la has superado a maravilla.<br />

Ante el cielo ratifico mi regalo.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

153


¡Ah, Fernando! No sonrías si la enaltezco,<br />

pues verás que rebasa todo elogio<br />

y lo <strong>de</strong>ja sin aliento.<br />

FERNANDO-Lo creería más que un oráculo.<br />

PRÓSPERO-Entonces, cual presente y <strong>com</strong>o bien<br />

dignamente conquistado, toma a mi hija.<br />

Mas si rompes su nudo virginal<br />

antes que todas las sagradas ceremonias<br />

se celebren según el santo rito,<br />

el hisopo <strong>de</strong>l cielo no ben<strong>de</strong>cirá<br />

vuestra unión: el estéril odio,<br />

el torvo <strong>de</strong>sdén y la discordia cubrirán<br />

vuestro lecho <strong>de</strong> tan malas hierbas<br />

que ambos lo odiaréis. Así que ten cuidado<br />

y la luz <strong>de</strong> Himeneo os ilumine.<br />

FERNANDO-Como espero días <strong>de</strong> paz, hermosa <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia<br />

y larga vida con amor <strong>com</strong>o el que siento,<br />

ni el antro más oscuro, ni el lugar más propicio,<br />

ni la mayor tentación <strong>de</strong> nuestra carne<br />

cambiará mi honor en lujuria, quitándome<br />

la dicha <strong>de</strong> la celebración, cuando piense<br />

que se han <strong>de</strong>splomado los corceles <strong>de</strong> Febo<br />

o que la Noche yace enca<strong>de</strong>nada.<br />

PRÓSPERO-Hermosas palabras. Entonces,<br />

siéntate y habla con ella; t<strong>uy</strong>a es. –<br />

¡Ariel! ¡Ariel, siervo laborioso!<br />

Entra ARIEL.<br />

ARIEL-Aquí estoy. ¿Qué <strong>de</strong>sea mi po<strong>de</strong>roso amo?<br />

PRÓSPERO-Tus hermanos menores y tú cumplisteis<br />

m<strong>uy</strong> bien vuestro papel y ahora he <strong>de</strong> emplearos<br />

en artificio semejante. Trae a la cuadrilla<br />

sobre la cual te he dado autoridad.<br />

Haz que acudan pronto: voy a ofrecer<br />

a los ojos <strong>de</strong> esta joven pareja<br />

alguna muestra <strong>de</strong> mi magia. Se lo prometí<br />

y ellos lo esperan.<br />

ARIEL-¿Ahora mismo?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

154


PRÓSPERO-En el acto.<br />

ARIEL-Antes que digas «ven ya»,<br />

respires, grites «quizás»,<br />

en su danza, cada cual<br />

con muecas acudirá.<br />

Me quieres, amo, ¿verdad?<br />

PRÓSPERO-Con el alma, primoroso Ariel.<br />

No vengas hasta que te llame.<br />

ARIEL-Entendido.<br />

Sale.<br />

PRÓSPERO-Cumple tu palabra. No <strong>de</strong>s rienda suelta<br />

a los retozos. El más firme juramento es paja<br />

para el fuego <strong>de</strong> la carne. Refrénate,<br />

que, si no, adiós a tu promesa.<br />

FERNANDO-Os aseguro que la fría<br />

nieve virginal que hay en mi pecho<br />

entibia mi ardor.<br />

PRÓSPERO-Bien. - Ven ya, mi Ariel. Trae espíritus <strong>de</strong> más<br />

antes que pocos. ¡Muéstrate, pronto! –<br />

¡Callen lenguas! ¡Miren ojos! ¡Silencio!<br />

Música suave.<br />

Entra IRIS.<br />

IRIS-Ubérrima Ceres, tus campos <strong>de</strong> avena,<br />

<strong>de</strong> trigo, centeno, cebada y arveja;<br />

tus ver<strong>de</strong>s montañas, don<strong>de</strong> ovejas pacen,<br />

tus prados, que a ellas regalan forraje;<br />

tus frescas riberas, <strong>de</strong> guardados bor<strong>de</strong>s,<br />

que el pluvioso abril adorna a tu or<strong>de</strong>n,<br />

para que las ninfas se trencen coronas;<br />

y tus sotos, que al amante ofrecen sombra<br />

cuando es rechazado; tus podadas viñas,<br />

y tus costas, tan rocosas y baldías,<br />

en las que te oreas; todo esto <strong>de</strong>ja.<br />

Te lo manda Juno, <strong>de</strong> quien mensajera<br />

y arco iris soy. Con Su Majestad,<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

155


aquí, en la majada, en este lugar,<br />

únete al festejo.<br />

JUNO aparece en el aire.<br />

Sus pavones vuelan.<br />

Acércate, Ceres; disponte a acogerla.<br />

Entra CERES [representada por ARIEL].<br />

CERES-Salud a ti, emisaria <strong>de</strong> colores,<br />

que obe<strong>de</strong>ces siempre a la esposa <strong>de</strong> Jove;<br />

que en mis flores <strong>de</strong>jas, con doradas alas,<br />

tus gotas <strong>de</strong> miel y tu lluvia mansa;<br />

que coronas con cada extremo <strong>de</strong>l arco<br />

mis tierras boscosas y mis cerros áridos<br />

cual regio cendal. ¿Por qué tu Señora<br />

sobre este suave césped me convoca?<br />

IRIS-Para que festejes un pacto <strong>de</strong> amor<br />

y les hagas generosa donación<br />

a los amantes.<br />

CERES-Celeste arco, dime:<br />

¿Sabes si aún Venus o Cupido sirven<br />

a tu excelsa reina? Des<strong>de</strong> que su intriga<br />

hizo que Plutón raptase a mi hija,<br />

yo siempre he evitado su vil sociedad<br />

y a su ciego hijo.<br />

IRIS-Pues no sufrirás<br />

por su <strong>com</strong>pañía. Yo vi a esa <strong>de</strong>idad<br />

y con ella al hijo en carro <strong>de</strong> palomas<br />

volar hacia Pafos. Tramaban ahora<br />

un ardiente hechizo contra estos amantes,<br />

que el lecho amoroso no han <strong>de</strong> gozar antes<br />

que brille Himeneo. Mas todo fue en vano:<br />

la sensual amada <strong>de</strong> Marte ha tornado,<br />

su vehemente hijo sus flechas ya rompe,<br />

pues ahora jugará con gorriones<br />

y sólo será un niño.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

156


[Descien<strong>de</strong> JUNO.]<br />

CERES-Se acerca ya<br />

la gran reina Juno; conozco su andar.<br />

JUNO-¿Cómo está mi generosa hermana? Ven,<br />

bendigamos la pareja, para que,<br />

prósperos, los honre su progenie.<br />

Cantan.<br />

¡Honra, bienes, bendición,<br />

larga vida, sucesión,<br />

nunca dicha os abandone!<br />

Juno os canta bendiciones.<br />

[CERES]<br />

Pingües frutos y cosechas<br />

y las trojes siempre llenas,<br />

vi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> racimos <strong>de</strong>nsos,<br />

plantas curvadas <strong>de</strong>l peso.<br />

¡Que os llegue la primavera<br />

al final <strong>de</strong> la cosecha!<br />

La escasez os rehuirá,<br />

Ceres os ben<strong>de</strong>cirá.<br />

FERNANDO-Una visión majestuosa<br />

y <strong>de</strong> armonioso hechizo. ¿Debo pensar<br />

que estoy ante espíritus?<br />

PRÓSPERO-Espíritus, que con mi arte<br />

saqué <strong>de</strong> su morada para representar<br />

mi fantasía.<br />

FERNANDO-Dejad que por siempre viva aquí.<br />

Un padre tan prodigioso y tal esposa<br />

hacen <strong>de</strong>l lugar un paraíso.<br />

JUNO y CERES musitan, y mandan a IRIS a un recado.<br />

PRÓSPERO-Silencio, amigo. Juno y Ceres<br />

musitan m<strong>uy</strong> serias. Se ve que falta<br />

alguna cosa. No hables ahora, que, si no,<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

157


se <strong>de</strong>shace el sortilegio.<br />

IRIS-Náya<strong>de</strong>s o ninfas <strong>de</strong> undosos arroyos,<br />

dia<strong>de</strong>mas <strong>de</strong> juncos e inocentes ojos,<br />

<strong>de</strong>jad el murmullo, acudid al prado.<br />

Os convoca Juno; ella lo ha or<strong>de</strong>nado.<br />

Venid, castas ninfas; celebremos todas<br />

un pacto <strong>de</strong> amor. Venid sin <strong>de</strong>mora.<br />

Entran varias ninfas.<br />

Curtidos segadores, hartos <strong>de</strong> agosto,<br />

<strong>de</strong>jad ya las mieses y venid gozosos.<br />

Haced fiesta; vuestros sombreros <strong>de</strong> paja<br />

llevad, y a una ninfa en rústica danza<br />

tomad por pareja.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entran varios segadores convenientemente vestidos. Se unen a las ninfas en graciosa danza,<br />

hacia c<strong>uy</strong>o fin PRÓSPERO <strong>de</strong> pronto se sobresalta y habla.<br />

PRÓSPERO-Me olvidaba <strong>de</strong> la infame conjura<br />

contra mi vida <strong>de</strong> la bestia Calibán<br />

y sus confabulados. Ya se acerca<br />

el momento <strong>de</strong> su intriga. - M<strong>uy</strong> bien, marchaos. Ya basta.<br />

Con un ruido extraño, sordo y confuso [los espíritus] <strong>de</strong>saparecen apenados.<br />

FERNANDO-Es extraño. A tu padre le conturba<br />

el ánimo alguna emoción.<br />

MIRANDA-Nunca le había visto tan airado y <strong>de</strong>s<strong>com</strong>puesto.<br />

PRÓSPERO-Te veo preocupado, hijo mío,<br />

y <strong>com</strong>o abatido. Recobra el ánimo.<br />

Nuestra fiesta ha terminado. Los actores,<br />

<strong>com</strong>o ya te dije, eran espíritus<br />

y se han disuelto en aire, en aire leve,<br />

y, cual la obra sin cimientos <strong>de</strong> esta fantasía,<br />

las torres con sus nubes, los regios palacios,<br />

los templos solemnes, el inmenso mundo<br />

y cuantos lo here<strong>de</strong>n, todo se disipará<br />

e, igual que se ha esfumado mi etérea función,<br />

158


no quedará ni polvo. Somos <strong>de</strong> la misma<br />

sustancia que los sueños, y nuestra breve vida<br />

culmina en un dormir. Estoy turbado.<br />

Disculpa mi flaqueza; mi mente está agitada.<br />

No te inquiete mi dolencia. Si gustas,<br />

retírate a mi celda y reposa.<br />

Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado.<br />

FERNANDO y MIRANDA -Os <strong>de</strong>seamos paz.<br />

Salen.<br />

PRÓSPERO-¡Ven al instante! Gracias, Ariel. Ven.<br />

Entra ARIEL.<br />

ARIEL-Me <strong>de</strong>bo a tus pensamientos. ¿Qué <strong>de</strong>seas?<br />

PRÓSPERO-Espíritu, hay que enfrentarse a Calibán.<br />

ARIEL-Sí, mi señor. Cuando hacía <strong>de</strong> Ceres<br />

pensé <strong>de</strong>círtelo, pero temí<br />

que te enojases.<br />

PRÓSPERO-Repíteme dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>jaste a esos granujas.<br />

ARIEL-Te dije que estaban inflamados <strong>de</strong> beber,<br />

tan envalentonados que herían el aire<br />

por soplarles en la cara, y el suelo<br />

por tocarles los pies, aunque siempre<br />

persistiendo en su objetivo. Toqué mi tamboril,<br />

y ellos, cual potrillos, aguzaron las orejas,<br />

abrieron los párpados y alzaron la nariz<br />

<strong>com</strong>o si olieran música. Les embrujé el oído,<br />

y ellos, cual terneros, siguieron mi mugir<br />

por zarzas, espinos y aliagas pinchosas<br />

que se clavaban en sus tiernos tobillos.<br />

Los <strong>de</strong>jé en la inmunda charca, tras tu celda,<br />

bailando con el agua hasta el mentón<br />

y la poza, más hedionda que sus pies.<br />

PRÓSPERO-Buen trabajo, pajarillo. Continúa invisible.<br />

Trae <strong>de</strong> mi casa la ropa <strong>de</strong> gala;<br />

será un buen señuelo para estos ladrones.<br />

ARIEL-Voy, voy.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

159


Sale.<br />

PRÓSPERO-Un diablo, un diablo nato, c<strong>uy</strong>a naturaleza<br />

no admite educación, y en quien el esfuerzo<br />

que me tomé humanamente fue inútil, estéril.<br />

Cual su cuerpo se afea con los años,<br />

su alma se corrompe. Los voy a atormentar<br />

hasta que aúllen.<br />

Entra ARIEL cargado <strong>de</strong> ropa vistosa, etc.<br />

Ven, cuélgalos en este tilo.<br />

Entran CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO, todos mojados.<br />

CALIBÁN-No hagáis ruido al andar, que ni el topo<br />

oiga un paso. Estamos cerca <strong>de</strong> su celda.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN-Monstruo, ese duen<strong>de</strong>, al que crees inofensivo, no ha hecho más que tomarnos el<br />

pelo.<br />

TRÍNCULO-Monstruo, apesto a orín <strong>de</strong> caballo, y se me irritan las narices.<br />

ESTEBAN-Y a mí. Óyeme, monstruo. Como te coja antipatía...<br />

TRíNCULO-Serás monstruo muerto.<br />

CALIBÁN-Buen señor, no me retires tu gracia.<br />

Ten paciencia, que el premio que voy a darte<br />

borrará este contratiempo; así que habla bajo:<br />

todo está más tranquilo que la noche.<br />

TRÍNCULO-¡Sí, pero per<strong>de</strong>r las botellas en la charca...!<br />

ESTEBAN-No es sólo vergüenza y <strong>de</strong>shonor, monstruo, sino una inmensa pérdida.<br />

TRÍNCULO-Para mí es peor que mojarme. ¡Monstruo, fue tu duen<strong>de</strong> inofensivo!<br />

ESTEBAN-Yo voy a recobrar la botella, aunque me ahogue buscándola.<br />

CALIBÁN-Cálmate, mi rey, te lo ruego. Mira:<br />

es la boca <strong>de</strong> la celda. No hagas ruido, y a<strong>de</strong>ntro.<br />

Comete el buen crimen que ha <strong>de</strong> darte<br />

esta isla para siempre, y yo, tu Calibán,<br />

seré tu eterno lamepiés.<br />

ESTEBAN-Dame la mano. Me vienen pensamientos sanguinarios.<br />

TRÍNCULO-¡Ah, rey Esteban! ¡Ah, señor! ¡Ah, gran Esteban!<br />

160


¡Mira el guardarropa que tienes aquí!<br />

CALIBÁN-Deja eso, tonto, que es <strong>de</strong>secho.<br />

TRÍNCULO-Oye, monstruo: sabemos lo que va al trapero. ¡Ah, rey Esteban!<br />

ESTEBAN-¡Quítate esa capa, Trínculo! ¡Te juro que esa capa será mía!<br />

TRíNCULO-Sea <strong>de</strong> Tu Majestad.<br />

CALIBÁN-¡Malhaya este necio! ¿Cómo os <strong>de</strong>jáis<br />

embobar con tal estorbo? Dejad eso,<br />

que primero hay que matarle. Como <strong>de</strong>spierte,<br />

nos dará tantos pellizcos <strong>de</strong> pies a cabeza<br />

que nos va a <strong>de</strong>jar buenos.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

ESTEBAN-Tú calla, monstruo. Señor tilo, ¿no es mío este jubón? El jubón ya está bajo el<br />

Ecuador. Ahora, jubón, per<strong>de</strong>rás la pelusa y te quedarás calvo.<br />

TRÍNCULO-Eso, que, con la venia, nosotros robamos por lo bajo.<br />

ESTEBAN-Gracias por el chiste. En premio, toma esta ropa. Mientras yo sea el rey <strong>de</strong> este país,<br />

el ingenio no quedará sin re<strong>com</strong>pensa. Eso <strong>de</strong> «robar por lo bajo» es un buen golpe <strong>de</strong> ingenio.<br />

En premio, toma más ropa.<br />

TRíNCULO-Anda, monstruo. Ponte liga en los <strong>de</strong>dos y arrambla con lo <strong>de</strong>más.<br />

CALIBÁN-No quiero nada. Per<strong>de</strong>remos la ocasión,<br />

y él nos convertirá en barnaclas<br />

o en monos <strong>de</strong> frente innoble.<br />

ESTEBAN-Monstruo, tú a trabajar. Ayuda a llevar esto don<strong>de</strong> guardo el barril, o te expulso <strong>de</strong><br />

mi reino. Vamos, lleva esto.<br />

TRÍNCULO -Y esto.<br />

ESTEBAN -Sí, y esto.<br />

Se oye ruido <strong>de</strong> cazadores. Entran varios espiritus en forma <strong>de</strong> perros, y los persiguen,<br />

azuzados por PRÓSPERO y ARIEL.<br />

PRÓSPERO-¡Hala, hala, Titán!<br />

ARIEL-¡Plata! ¡Por ahí, Plata!<br />

PRÓSPERO-¡Furia, Furia! ¡Ahí, Sultán, ahí! ¡Hala, hala!<br />

[CALIBÁN, ESTEBAN y TRíNCULO salen perseguidos.]<br />

Haz que los duen<strong>de</strong>s les muelan los huesos<br />

con fuertes convulsiones, contraigan sus músculos<br />

con lentos espasmos y, <strong>de</strong> tanto pellizcarles,<br />

los <strong>de</strong>jen con más manchas que un leopardo.<br />

ARIEL-Oye cómo aúllan.<br />

161


PRÓSPERO-Que los persigan sin tregua. En este momento<br />

todos mis enemigos están a mi merced.<br />

Pronto acabarán mis trabajos, y tú<br />

podrás gozar <strong>de</strong>l aire en libertad.<br />

Entre tanto, ven y sírveme.<br />

Salen.<br />

ACTO V<br />

Entran PRÓSPERO, vestido <strong>de</strong> mago, y ARIEL.<br />

PRÓSPERO-Mi plan ya se acerca a su culminación.<br />

Mis hechizos no fallan, obe<strong>de</strong>cen mis espíritus<br />

y el tiempo avanza <strong>de</strong>recho con su carga. ¿Qué hora es?<br />

ARIEL-Las seis; la hora, señor, en que dijiste<br />

que cesaría nuestra labor.<br />

PRÓSPERO-Eso dije cuando <strong>de</strong>saté la tempestad.<br />

Dime, espíritu, ¿cómo están el rey y su séquito?<br />

ARIEL-Agrupados <strong>de</strong>l modo que or<strong>de</strong>naras,<br />

tal <strong>com</strong>o los <strong>de</strong>jaste; todos prisioneros<br />

en el bosque <strong>de</strong> tilos que resguarda tu celda.<br />

No pue<strong>de</strong>n moverse mientras no los liberes.<br />

El rey, su hermano, el t<strong>uy</strong>o, los tres<br />

están trastornados, y los <strong>de</strong>más les lloran<br />

<strong>de</strong>sbordantes <strong>de</strong> pena y <strong>de</strong>sánimo, sobre todo<br />

el que llamabas «el buen anciano Gonzalo»:<br />

por su barba corren lágrimas cual lluvia<br />

sobre un techo <strong>de</strong> paja. Tan hechizados están<br />

que, si los vieras, te sentirías conmovido.<br />

PRÓSPERO-¿Eso crees, espíritu?<br />

ARIEL-Así me sentiría si fuese humano.<br />

PRÓSPERO-Y yo he <strong>de</strong> conmoverme. Si tú,<br />

que no eres más que aire, has sentido<br />

su dolor, yo, uno <strong>de</strong> su especie, que siento<br />

el sufrimiento tan fuerte <strong>com</strong>o ellos,<br />

¿no voy a conmoverme más que tú?<br />

Aunque sus agravios me hirieron en lo vivo,<br />

me enfrento a mi furia y me pongo <strong>de</strong>l lado<br />

<strong>de</strong> la noble razón. La gran<strong>de</strong>za está en la virtud,<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

162


no en la venganza. Si se han arrepentido,<br />

la senda <strong>de</strong> mi plan no ha <strong>de</strong> seguir<br />

con la ira. Libéralos, Ariel.<br />

Desharé el hechizo, les restituiré el sentido<br />

y volverán a ser ellos.<br />

ARIEL-Voy a traerlos, señor.<br />

Sale.<br />

PRÓSPERO-¡Elfos <strong>de</strong> los montes, arroyos, lagos y boscajes<br />

y los que en las playas perseguís sin huella<br />

al refl<strong>uy</strong>ente Neptuno y le huís<br />

cuando retorna! ¡Hadas que, ala luna,<br />

en la hierba formáis círculos, tan agrios<br />

que la oveja no los <strong>com</strong>e! ¡Genios, que gozáis<br />

haciendo brotar setas en la noche y os <strong>com</strong>place<br />

oír el toque <strong>de</strong> queda, con c<strong>uy</strong>o auxilio,<br />

aunque débiles seáis, he nublado<br />

el sol <strong>de</strong> mediodía, <strong>de</strong>satado fieros vientos<br />

y encendido feroz guerra entre el ver<strong>de</strong> mar<br />

y la bóveda azul! Al retumbante trueno<br />

le he dado llama y con su propio rayo he partido<br />

el roble <strong>de</strong> Júpiter. He hecho estremecerse<br />

el firme promontorio y arrancado <strong>de</strong> raíz<br />

el pino y el cedro. Con mi po<strong>de</strong>roso arte<br />

las tumbas, <strong>de</strong>spertando a sus durmientes,<br />

se abrieron y los arrojaron. Pero aquí abjuro<br />

<strong>de</strong> mi áspera magia y cuando haya, <strong>com</strong>o ahora,<br />

invocado una música divina<br />

que, cumpliendo mi <strong>de</strong>seo, <strong>com</strong>o un aire<br />

hechice sus sentidos, romperé mi vara,<br />

la hundiré a muchos pies bajo la tierra<br />

y allí don<strong>de</strong> jamás bajó la sonda<br />

yo ahogaré mi libro.<br />

Música solemne.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entra ARIEL. Le siguen ALONSO, con gesto <strong>de</strong>mente, a<strong>com</strong>pañado <strong>de</strong> GONZALO, y SEBASTIÁN<br />

y ANTONIO, <strong>de</strong> igual modo, a<strong>com</strong>pañados <strong>de</strong> ADRIÁN y FRANCISCO. Entran todos ellos en el<br />

círculo que ha trazado PRÓSPERO y en él quedan hechizados.<br />

163


PRÓSPERO lo observa y habla- Que la música solemne, el mejor alivio<br />

para una mente alterada, te cure el cerebro<br />

que ahora, inútil, te hierve en el cráneo. –<br />

Quedaos ahí: os retiene un sortilegio. –<br />

Bondadoso Gonzalo, hombre digno,<br />

mis ojos, dolidos <strong>de</strong> ver los t<strong>uy</strong>os,<br />

<strong>com</strong>parten tu llanto. Ya el hechizo se <strong>de</strong>shace<br />

y, así <strong>com</strong>o el alba se insinúa en la noche<br />

y <strong>de</strong>svanece la tiniebla, así, al <strong>de</strong>spertar,<br />

los sentidos dispersan la ignorancia<br />

que nubla su razón. ¡Ah, buen Gonzalo,<br />

mi salvador y caballero fiel<br />

<strong>de</strong> tu señor! Te pagaré tu bondad<br />

con palabras y con hechos. - Alonso,<br />

cruel trato nos diste a mi hija y a mí<br />

con tu hermano <strong>com</strong>o cómplice. - Sebastián,<br />

ahora pa<strong>de</strong>ces por ello. - A ti, mi hermano,<br />

mi carne y mi sangre, que, ciego <strong>de</strong> ambición,<br />

<strong>de</strong>sechaste <strong>com</strong>pasión y sentimientos<br />

y con Sebastián (c<strong>uy</strong>o pesar es ahora tan fuerte)<br />

habrías matado al rey, yo te perdono,<br />

aunque seas inhumano. - Su entendimiento<br />

ya empieza a crecer, y la inminente marea<br />

cubrirá la orilla <strong>de</strong> su juicio,<br />

ahora fangosa e inmunda. Todavía<br />

ninguno me ve ni me conoce. Ariel, tráeme<br />

el sombrero y la espada <strong>de</strong> mi celda.<br />

[Sale ARIEL y vuelve <strong>de</strong> inmediato.]<br />

Me quitaré el manto y me mostraré<br />

<strong>com</strong>o el Duque <strong>de</strong> Milán que fui. Pronto, espíritu,<br />

que enseguida serás libre.<br />

ARIEL canta y le ayuda a vestirse.<br />

ARIEL-Cual abeja libo yo.<br />

Acostado en una flor<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

164


oigo <strong>de</strong>l búho la voz,<br />

y en murciélago veloz<br />

vuelo buscando el calor.<br />

Ahora yo, alegre, contento, a placer,<br />

bajo el árbol en flor viviré.<br />

PRÓSPERO-¡Primoroso Ariel! Te echaré <strong>de</strong> menos,<br />

aunque te daré libertad. M<strong>uy</strong> bien, así.<br />

Ve, invisible <strong>com</strong>o ahora, al navío <strong>de</strong>l rey.<br />

Verás a los marineros dormidos<br />

bajo cubierta. En cuanto <strong>de</strong>spierten<br />

el capitán y el contramaestre, tráelos aquí;<br />

y <strong>de</strong>prisa, te lo ruego.<br />

ARIEL-Me bebo el aire y retorno<br />

antes que el pulso te lata dos veces.<br />

Sale.<br />

GONZALO-Aquí habitan tormento, aflicción, asombro<br />

y espanto. ¡Que un po<strong>de</strong>r divino nos saque<br />

<strong>de</strong> este terrible país!<br />

PRÓSPERO-Mirad, rey, a Próspero, el agraviado<br />

Duque <strong>de</strong> Milán. Para probar que es un príncipe<br />

vivo quien os habla, <strong>de</strong>jad que os abrace<br />

y dé mi bienvenida cordial<br />

a vos y a vuestro séquito.<br />

ALONSO-Si sois o no Próspero, o me engaña<br />

<strong>com</strong>o antes algún efecto mágico,<br />

no sé. El pulso os late <strong>com</strong>o a un hombre<br />

y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que os he visto, se ha curado<br />

el trastorno mental que me aquejaba.<br />

Si es real, encierra alguna historia prodigiosa.<br />

Os restit<strong>uy</strong>o el ducado y os suplico<br />

que perdonéis mi ofensa. Mas, ¿cómo es<br />

que Próspero está vivo y vive aquí?<br />

PRÓSPERO [a GONZALO]-Primero, noble amigo, permitidme<br />

abrazar vuestra vejez, c<strong>uy</strong>a honra<br />

es inmensa e infinita.<br />

GONZALO-Si esto es real o no lo es,<br />

no podría jurarlo.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

165


PRÓSPERO-Aún os queda el gusto a algunas<br />

exquisiteces <strong>de</strong> la isla, que os impi<strong>de</strong>n<br />

creer en lo real. ¡Amigos, bienvenidos todos!<br />

[Aparte a SEBASTIÁN y ANTONIO] En cuanto a vosotros,<br />

mi noble pareja, si quisiera, haría caer<br />

la ira <strong>de</strong>l rey contra los dos al <strong>de</strong>mostrar<br />

vuestra perfidia. Mas ahora no voy a acusaros.<br />

SEBASTIÁN [aparte]-El diablo habla por él.<br />

PRÓSPERO-[aparte a SEBASTIÁN] ¡No!<br />

[A ANTONIO] A ti, ser perverso, a quien llamar hermano<br />

infectaría mi lengua, te perdono<br />

tu peor maldad, todas ellas, y te exijo<br />

mi ducado, que por fuerza<br />

habrás <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverme.<br />

ALONSO-Si sois Próspero,<br />

contadnos cómo os salvasteis, cómo<br />

nos habéis hallado a los que hace tres horas<br />

naufragamos junto a estas riberas, don<strong>de</strong><br />

yo he perdido (¡doloroso recuerdo!)<br />

a mi querido hijo Fernando.<br />

PRÓSPERO-Me apena oírlo, señor.<br />

ALONSO-La pérdida es irreparable, y la paciencia<br />

no pue<strong>de</strong> remediarlo.<br />

PRÓSPERO-Sospecho que no habéis buscado su ayuda.<br />

De su dulce bondad yo he recibido<br />

auxilio supremo en semejante pérdida,<br />

y estoy consolado.<br />

ALONSO-¿Vos una pérdida semejante?<br />

PRÓSPERO-Tan gran<strong>de</strong> y tan reciente. Y para soportar<br />

mi triste pérdida, mis medios son más débiles<br />

que vuestro posible consuelo, pues yo<br />

he perdido a mi hija.<br />

ALONSO-¿Una hija? Ojalá viviesen<br />

en Nápoles los dos <strong>com</strong>o rey y reina.<br />

Si así fuese, contento yacería<br />

en el fondo cenagoso en que reposa<br />

mi hijo. ¿Cuándo perdisteis a vuestra hija?<br />

PRÓSPERO-En la reciente tempestad. Veo que a estos señores<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

166


les asombra tanto nuestro encuentro<br />

que les sorbe la razón, y apenas creen<br />

la verdad <strong>de</strong> sus ojos o el sonido<br />

<strong>de</strong> las voces. Mas por m<strong>uy</strong> turbados<br />

que tengan los sentidos, no dudéis<br />

que soy Próspero, aquel duque<br />

expulsado <strong>de</strong> Milán que, tras llegar<br />

<strong>de</strong> milagro a esta isla en que habéis naufragado,<br />

se convirtió en su señor. Pero ya basta,<br />

pues es relato para un día y otro día,<br />

y no para un <strong>de</strong>sayuno, ni conviene<br />

a un primer encuentro. Señor, bienvenido.<br />

Esta celda es mi palacio. Sirvientes tengo pocos;<br />

súbditos, ninguno. Os lo ruego, mirad <strong>de</strong>ntro.<br />

Pues me habéis <strong>de</strong>vuelto mi ducado,<br />

yo os pagaré con algo igual <strong>de</strong> bueno,<br />

u os mostraré al menos un prodigio<br />

que, cual a mí el ducado, os regocije.<br />

PRÓSPERO muestra a FERNANDO y MIRANDA jugando al ajedrez.<br />

MIRANDA-Mi señor, me haces trampa.<br />

FERNANDO-No, mi amor, no lo haría ni por todo el mundo.<br />

MIRANDA-Sí, y lo harías por ganar veinte reinos,<br />

mas yo lo llamaría juego limpio.<br />

ALONSO-Si esto es otra ilusión <strong>de</strong> la isla,<br />

a un hijo amado per<strong>de</strong>ré dos veces.<br />

SEBASTIÁN-¡Excelso milagro!<br />

FERNANDO-Aunque los mares amenacen, son clementes.<br />

Los maldije sin motivo.<br />

ALONSO-¡Vayan contigo todas las bendiciones<br />

<strong>de</strong> un padre feliz! Levántate y dime<br />

cómo has llegado hasta aquí.<br />

MIRANDA-¡Oh, maravilla!<br />

¡Cuántos seres admirables hay aquí!<br />

¡Qué bella humanidad! ¡Ah, gran mundo nuevo<br />

que tiene tales gentes!<br />

PRÓSPERO-Es nuevo para ti.<br />

ALONSO-¿Quién es la muchacha con quien jugabas?<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

167


Ni tres horas hará que la conoces.<br />

¿Es la diosa que nos ha separado<br />

y ahora nos reúne?<br />

FERNANDO-Señor, es mortal,<br />

pero, por voluntad divina, es mía.<br />

La elegí cuando no podía pedirle consejo<br />

a mi padre, ni ya creía tenerlo.<br />

Es la hija <strong>de</strong> este príncipe, el Duque <strong>de</strong> Milán,<br />

<strong>de</strong> quien tanto sabía por su fama,<br />

mas nunca había visto, y que me ha dado<br />

una segunda vida. Ahora esta dama<br />

le convierte en mi segundo padre.<br />

ALONSO-Y a mí <strong>de</strong> ella. ¡Qué extraño ha <strong>de</strong> sonar<br />

que le pida perdón a mi hija!<br />

PRÓSPERO-Ya basta, señor.<br />

No carguemos ya más nuestro recuerdo<br />

con un dolor pasado.<br />

GONZALO-Yo he llorado por <strong>de</strong>ntro,<br />

que, si no, habría hablado. Mirad, dioses,<br />

y coronad <strong>de</strong> dicha a esta pareja,<br />

pues vosotros trazasteis el camino<br />

que nos ha traído aquí.<br />

ALONSO-Así sea, Gonzalo.<br />

GONZALO-¿El duque fue expulsado <strong>de</strong> Milán para que<br />

sus <strong>de</strong>scendientes reinasen en Nápoles?<br />

¡Ah, alegraos sobremanera y con letras<br />

<strong>de</strong> oro inscribid esto en columnas inmortales!:<br />

«En un viaje, Claribel halló marido en Túnez<br />

y Fernando, su hermano, halló esposa<br />

don<strong>de</strong> estaba perdido; Próspero, su ducado<br />

en una pobre isla, y todos a nosotros mismos<br />

cuando nadie era dueño <strong>de</strong> sí.»<br />

ALONSO [a FERNANDO y MIRANDA] -Dadme las manos.<br />

¡Que un dolor se apo<strong>de</strong>re <strong>de</strong>l alma<br />

que no os <strong>de</strong>see dicha!<br />

GONZALO -Así sea.<br />

Entra ARIEL, con el CAPITÁN y el Col TRAMAESTRE siguiéndole asombrados.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

168


¡Ah, mirad, señor, mirad! ¡Más <strong>de</strong> los nuestros!<br />

Profeticé que si en tierra había un patíbulo<br />

éste no se ahogaría. - Tú, que blasfemando<br />

echabas por la borda la gracia divina,<br />

¿no juras en tierra? ¿Estás mudo? ¿Traes noticias?<br />

CONTRAMAESTRE-La mejor es haber hallado a salvo<br />

al rey y a su séquito; <strong>de</strong>spués, que nuestra nave,<br />

que hace tres horas creíamos <strong>de</strong>shecha,<br />

está entera, a punto, y tan bien aparejada<br />

<strong>com</strong>o cuando zarpamos.<br />

ARIEL [aparte a PRÓSPERO]-Señor, he hecho todo esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que te <strong>de</strong>jé.<br />

PRÓSPERO [aparte a ARIEL] -¡Mi vivo espíritu!<br />

ALONSO-Estos hechos no son naturales, y todo es<br />

cada vez más prodigioso. Dime, ¿cómo has venido?<br />

CONTRAMAESTRE-Señor, si creyera estar bien <strong>de</strong>spierto,<br />

intentaría contarlo. Dormíamos <strong>com</strong>o muertos<br />

y, no sé cómo, metidos bajo cubierta,<br />

don<strong>de</strong> ahora mismo nos <strong>de</strong>spiertan extraños<br />

rugidos, gritos, alaridos, traqueteo<br />

<strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas y gran variedad <strong>de</strong> ruidos,<br />

todos espantosos. Libres al momento<br />

y <strong>de</strong>l todo in<strong>de</strong>mnes, vemos que está intacto<br />

nuestro regio y hermoso navío, y el capitán<br />

salta <strong>de</strong> alegría. Y creedme, al instante,<br />

<strong>com</strong>o en un sueño, nos separan <strong>de</strong> los otros<br />

y nos traen aquí aturdidos.<br />

ARIEL [aparte a PRÓSPERO] -¿Lo hice bien?<br />

PRÓSPERO [aparte a ARIEL]-De maravilla, diligente. Serás libre.<br />

ALONSO-¿Quién ha entrado en laberinto semejante?<br />

Todo esto lo ha guiado algo más<br />

que la naturaleza. Algún oráculo<br />

nos dará una recta explicación.<br />

PRÓSPERO-Majestad, no turbéis<br />

vuestro ánimo insistiendo en lo extraño<br />

<strong>de</strong> este asunto. Escogeremos el momento,<br />

que será pronto, y a solas os explicaré,<br />

con todo fundamento, cada uno<br />

<strong>de</strong> los sucesos acaecidos. Mientras,<br />

alegraos y pensad bien <strong>de</strong> todos ellos. –<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

169


[Aparte a ARIEL] Ven, espíritu. Libera a Calibán<br />

y sus <strong>com</strong>pinches. Deshaz el hechizo.<br />

Sale ARIEL.<br />

¿Estáis bien, señor? Aún quedan<br />

<strong>de</strong> los vuestros algunos tipos raros<br />

que no recordáis.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

Entra ARIEL, empujando a CALIBÁN, ESTEBAN y TRíNCULO, vestidos con las prendas robadas.<br />

ESTEBAN-Cada cual por los <strong>de</strong>más y nadie a lo s<strong>uy</strong>o, que todo es la suerte. ¡Coraggio, buen<br />

monstruo, coraggio!<br />

TRÍNCULO-Si mis faros no me engañan, lo que veo es estupendo.<br />

CALIBÁN-¡Ah, Setebos! ¡Qué hermosos espíritus!<br />

¡Y cómo viste mi amo! Me temo<br />

que va a castigarme.<br />

SEBASTIÁN-¡Ja, ja! ¿Quiénes son éstos, Antonio?<br />

¿Se <strong>com</strong>pran con dinero?<br />

ANTONIO-Seguramente. Uno <strong>de</strong> ellos<br />

es bien raro y, sin duda, m<strong>uy</strong> vendible.<br />

PRÓSPERO-Señores, ved la librea <strong>de</strong> estos hombres<br />

y <strong>de</strong>cid si son honrados. Y este contrahecho<br />

tenía por madre a una bruja po<strong>de</strong>rosa<br />

que dominaba la luna, causaba el flujo<br />

y el reflujo, y la excedía en po<strong>de</strong>río.<br />

Los tres me han robado, y este semidiablo,<br />

pues es bastardo, tramó con ellos<br />

quitarme la vida. A estos dos los conocéis,<br />

pues son vuestros; este ser <strong>de</strong> tiniebla es mío.<br />

CALIBÁN-Me pellizcarán hasta la muerte.<br />

ALONSO-¿Éste no es Esteban, el <strong>de</strong>spensero borracho?<br />

SEBASTIÁN-Borracho sí está. ¿De dón<strong>de</strong> sacó el vino?<br />

ALONSO-Y Trínculo está para dar vueltas.<br />

¿Dón<strong>de</strong> habrán hallado el elixir que los transmuta? –<br />

¿Tú cómo te has metido en este enjuague?<br />

TRÍNCULO-Tanto me he enjuagado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que os vi que me he empapado hasta<br />

los huesos. En esta sal muera estaré bien conservado.<br />

SEBASTIÁN-¿Cómo estás, Esteban?<br />

170


ESTEBAN-No me toquéis. No soy Esteban; soy un calambre.<br />

PRÓSPERO-¿Y tú querías ser el rey <strong>de</strong> la isla?<br />

ESTEBAN-Habría sido un dolor <strong>de</strong> rey.<br />

ALONSO [indicando a CALIBÁN]-Es el ser más extraño que he visto.<br />

PRÓSPERO-Y tan <strong>de</strong>forme en su conducta<br />

<strong>com</strong>o lo es en su figura. - Tú, vete a mi celda<br />

y llévate a tus <strong>com</strong>pinches. Si esperas<br />

mi perdón, déjala bien arreglada.<br />

CALIBÁN-Sí, lo haré. Y seré más sensato,<br />

y pediré clemencia. - ¡Si fui tonto <strong>de</strong> remate<br />

al tomar a este borracho por un dios<br />

y adorar a este payaso!<br />

PRÓSPERO-¡Vamos, en marcha!<br />

ALONSO-¡Fuera, y <strong>de</strong>jad esos trapos don<strong>de</strong> los encontrasteis!<br />

SEBASTIÁN-O más bien robasteis.<br />

[Salen CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO.]<br />

PRÓSPERO-Señor, os invito a vos y a vuestro séquito<br />

a mi celda, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansaréis<br />

por esta noche, parte <strong>de</strong> la cual emplearé<br />

en contaros lo que creo que la hará<br />

pasar m<strong>uy</strong> pronto: la historia <strong>de</strong> mi vida<br />

y los distintos sucesos que acaecieron<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegué a esta isla. Por la mañana<br />

os llevaré a vuestro navío, y <strong>de</strong>spués,<br />

a Nápoles, don<strong>de</strong> espero ver celebradas<br />

las bodas <strong>de</strong> nuestros amados hijos;<br />

<strong>de</strong> allí pienso retirarme a Milán, don<strong>de</strong><br />

una <strong>de</strong> cada tres veces pensaré en mi tumba.<br />

ALONSO-Anhelo oír vuestro relato; sin duda<br />

sonará asombroso.<br />

PRÓSPERO-Os lo contaré todo,<br />

y os prometo mar en calma, vientos propicios<br />

y tan pronta travesía que alcanzaremos<br />

a la escuadra real, ahora distante. -<br />

Mi Ariel <strong>de</strong>l alma, encárgate: Después,<br />

sé libre en el aire y adiós. - Dignaos entrar.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

171


Sale.<br />

Salen todos [menos PRÓSPERO].<br />

EPÍLOGO<br />

PRÓSPERO-Ahora magia no me queda<br />

y sólo tengo mis fuerzas,<br />

que son pocas. Si os <strong>com</strong>place,<br />

retenedme aquí, o <strong>de</strong>jadme<br />

ir a Nápoles. Con todo,<br />

si ya el ducado recobro<br />

tras perdonar al traidor,<br />

no que<strong>de</strong> hechizado yo<br />

en la isla, y <strong>de</strong> este encanto<br />

libradme con vuestro aplauso.<br />

Vuestro aliento hinche mis velas<br />

o fracasará mi i<strong>de</strong>a,<br />

que fue agradar. Sin dominio<br />

sobre espíritus o hechizos,<br />

me vencerá el <strong>de</strong>saliento<br />

si no me alivia algún rezo<br />

tan sentido que emocione<br />

al cielo y excuse errores.<br />

Igual que por pecar rogáis clemencia,<br />

libéreme también vuestra indulgencia.<br />

www.la<strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

172

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!