El niño y los sortilegios - Teatro Real
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<strong>El</strong> <strong>niño</strong> y <strong>los</strong> <strong>sortilegios</strong><br />
(L’enfant et les sortilèges)<br />
Música de Maurice Ravel<br />
Libreto de Colette<br />
Notas de Fernando Palacios<br />
1
ÍNDICE<br />
PRIMERA PARTE<br />
SEGUNDA PARTE<br />
<strong>El</strong> <strong>niño</strong> y su madre<br />
<strong>El</strong> sillón y la poltrona<br />
<strong>El</strong> reloj<br />
La tetera y la taza<br />
<strong>El</strong> fuego<br />
Los pastores<br />
La princesa<br />
La aritmética: las cifras<br />
Los gatos<br />
- - - -<br />
<strong>El</strong> jardín<br />
<strong>El</strong> árbol y <strong>los</strong> árboles<br />
La libélula. <strong>El</strong> ruiseñor. Las ranas<br />
<strong>El</strong> murciélago<br />
La ardilla. La rana<br />
Los animales y <strong>los</strong> árboles<br />
2
PARÍS, AÑOS VEINTE<br />
Después de tanta sangre derramada en la I Guerra Mundial, <strong>los</strong> parisinos<br />
estaban deseosos de alegría y movimiento. En <strong>los</strong> años veinte, París se convierte<br />
en la ciudad de la cultura, el arte y <strong>los</strong> espectácu<strong>los</strong>: <strong>los</strong> escritores, pintores,<br />
músicos, bailarines, actores, modistos, poetas e intelectuales acuden a París a<br />
inspirarse; su efervescencia y creatividad cambian las formas de vida. Es la gran<br />
fiesta de la imaginación. La ciudad se puebla de cafés, tertulias, revistas literarias<br />
y cabarets. Y con el<strong>los</strong> llega también el charlestón, el jazz y... <strong>los</strong> escánda<strong>los</strong>.<br />
LA MÚSICA DE ENTONCES<br />
A finales del siglo XIX, el Romanticismo da <strong>los</strong> últimos coletazos y muere;<br />
un nuevo mundo sonoro reemplaza al anterior. Debussy es el primero en cambiar<br />
la música de sitio, con su impresionismo y su sensualidad; Stravisnky aporta una<br />
violencia y primitivismo insólito para entonces; Bartók y Falla centran su mirada<br />
en la música popular; y el más radical, Schönberg, se carga el sistema tonal e<br />
inicia una nueva forma de ordenar <strong>los</strong> sonidos. <strong>El</strong> siglo XX se inicia con una gran<br />
revolución en todas las artes. Uno de <strong>los</strong> más reconocidos compositores de<br />
entonces es Ravel.<br />
COLETTE, LA ESCRITORA SENSUAL<br />
Considerada como una de las más prestigiosas escritoras de Francia,<br />
Colette llevó una vida agitada que provocó cierto escándalo. Era todo un<br />
personaje: escribía, actuaba, daba conferencias, tocaba el piano, cantaba,<br />
bailaba... Le gustaban <strong>los</strong> juguetes, <strong>los</strong> gatos, el cabaret, se vestía de chico, se<br />
fotografiaba desnuda... Una escritora genial y rompedora. Al final de su vida<br />
recibió todos <strong>los</strong> reconocimientos por parte del Estado francés y de sus<br />
compañeros de profesión.<br />
RAVEL, EL RELOJERO SUIZO<br />
<strong>El</strong> inteligentísimo compositor vasco-francés, Ravel, se ha convertido con el<br />
tiempo en el más popular del siglo XX; y todo gracias a una obra que él no<br />
valoraba demasiado: su impresionante Bolero. Era un buen pianista y un<br />
perfeccionista en todo lo que hacía. Sus obras para piano fueron toda una<br />
revolución, y su manera de orquestar llegó a ser insuperable. En su música<br />
abundan las bellas melodías, colores impresionistas y ritmos de baile. Sus obras<br />
son constantemente interpretadas por todo el mundo.<br />
3
EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS<br />
Colette tuvo una hija que le inspiró el argumento de un ballet donde <strong>los</strong><br />
objetos y animales de una casa toman vida y se vengan de las perversas acciones<br />
de un <strong>niño</strong> malo. Buscaron a un compositor para ponerle música y dieron con<br />
Ravel. Pero a éste se le olvidó el encargo. Años después lo retomó y construyó un<br />
espectáculo a medias entre el cuento de hadas, la ópera y el ballet. <strong>El</strong> resultado es<br />
una extraña obra maestra, mágica, diferente a todas las óperas, donde cantan y<br />
bailan pájaros, ardillas, murciélagos, ranas, libélulas, butacas, teteras, tazas,<br />
relojes, pastores... Música para <strong>los</strong> cinco sentidos.<br />
MÚSICAS DIVERSAS<br />
En esta ópera mágica podemos encontrar un variado surtido de melodías y<br />
ritmos: <strong>los</strong> cantos de un búho y un ruiseñor, el ragtime (un ritmo del jazz) que<br />
baila una taza, una danza tradicional de pastores, un aria de coloratura casi<br />
imposible de ejecutar que canta el fuego, un ritmo de discoteca que sale del libro<br />
de matemáticas, un vals que bailan las ranas, un dúo de amor de gatos... y un<br />
sinfín de sorpresas musicales, sin olvidarnos de <strong>los</strong> momentos más inspirados de<br />
la obra: el canto de la princesa y el remate final del coro de animales.<br />
EL CUENTO<br />
<strong>El</strong> <strong>niño</strong> está estudiando en el salón de su casa. Es un salón grande, cuyas<br />
paredes están recubiertas de un papel pintado con dibujos de un rebaño de ovejas<br />
con pastores. Intenta hacer <strong>los</strong> deberes de matemáticas sentado en un sillón, con<br />
<strong>los</strong> pies puestos en una poltrona. A un lado hay un reloj de pared que hace “dingdong”.<br />
En el lado opuesto, un tronco arde en una chimenea. Una cosa muy<br />
curiosa: el <strong>niño</strong> tiene una ardilla dentro de una jaula. Por la ventana se ve un<br />
jardín con árboles, pájaros y una fuente con ranas y libélulas.<br />
<strong>El</strong> caso es que al <strong>niño</strong> no le apetece hacer la tarea, está remolón, quiere irse<br />
a pasear y comer pasteles, desea reñir con todo el mundo, cortarle la cola a la<br />
ardilla.<br />
- “¡¡Buuaaaa, qué pereza más grande!!”<br />
Como todas las tardes, la madre le trae la merienda: un té y un bollo de<br />
crema. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> no ha estudiado nada, así que la madre le castiga, se lleva el bollo<br />
y le deja un mendrugo de pan. Cuando se va la madre, el <strong>niño</strong> entra en cólera.<br />
- “¡¡Soy malo, malo. No quiero a nadie!!”<br />
Y empieza a romperlo todo.<br />
4
- “¡Soy libre, soy libre!”<br />
De un manotazo rompe la tetera y la taza; pincha a la ardilla en una pata y<br />
tira de la cola al gato; le da una patada al fuego; rasga el precioso papel de la<br />
pared; abre la caja del reloj, se columpia en el péndulo y lo parte; desgarra el<br />
cuaderno y el libro de matemáticas... ¡Qué desastre!<br />
Lo que no sabe es que todo el mundo está harto de tanta soberbia. ¡Es la<br />
hora de la venganza! Y <strong>los</strong> primeros en saldar cuentas con él son el sillón y la<br />
poltrona. Así que cuando el crío desea sentarse ambos se retiran, no quieren saber<br />
nada de él; nada de cojines, nada de descanso. Después, el reloj de pared persigue<br />
al <strong>niño</strong>: sin el péndulo le duele la tripa y no puede marcar la hora. La tetera negra<br />
se pone guantes de boxeador, la taza saca sus palil<strong>los</strong> chinos, y amenazan al<br />
pollito insolente a ritmo de jazz.<br />
Aterrado, el <strong>niño</strong> lamenta la rotura de su taza china. Temblando de miedo,<br />
se acerca a la chimenea. Pero aún no acaban sus males, el fuego está agazapado y<br />
salta sobre él para derretirlo como un copo de nieve; la ceniza también surge<br />
ondulante de la chimenea con su color gris. Los dos persiguen al terrorista y le<br />
dan un susto de muerte. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> siente pánico.<br />
Los pastorcil<strong>los</strong> del papel pintado, que ha quedado hecho jirones, también<br />
se unen a la manifestación de protesta. Los pastores se lamentan: el <strong>niño</strong> malo ha<br />
desgarrado la historia que contaba el papel de la pared, las ovejas ya no podrán<br />
pastar en la hierba verde, el perro azul no las custodiará nunca más; por eso se<br />
van.<br />
Mientras la butaca, la poltrona, el reloj, la tetera, la taza, el fuego, la ceniza<br />
y <strong>los</strong> pastores dan su merecido al <strong>niño</strong>, se ha ido haciendo de noche. Triste y sólo,<br />
se da cuenta de lo cruel que ha sido. En ese momento le gustaría no haberlo<br />
hecho, pero ya no hay remedio. Se tira al suelo, desconsolado, y llora.<br />
Sus ojos se fijan en las hojas rotas de <strong>los</strong> libros que ha despedazado. Hay<br />
trozos de cuadernos y de libros dispersos por la habitación. Alucinado, ve cómo<br />
<strong>los</strong> pedazos de la hoja de un cuento se unen y forman la figura de una chica. Es el<br />
dibujo de la princesa del cuento que tanto le gusta al <strong>niño</strong> y que, sin darse cuenta,<br />
también ha roto en pedazos. Pero ya no es un dibujo, es la princesa en persona la<br />
que surge del papel para hablarle.<br />
- “¿Qué va a ser de mí? ¿No te da pena ignorar la suerte de tu primer<br />
amor?”<br />
- “¡Si tuviera una espada te defendería!” –contesta el <strong>niño</strong><br />
Pero ya es tarde, eso había que pensarlo antes. La noche se lleva a la<br />
princesa. <strong>El</strong>la pide socorro, pero nada se puede hacer. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> se lamenta:<br />
- “Tú, el corazón de la rosa. Tus ojos azules. Me has abandonado. Tu<br />
cabello de oro...”<br />
Quiere saber el final del cuento de la princesa, pero busca entre <strong>los</strong> pedazos<br />
en vano.<br />
- “Todos estos son libros áridos de amargas y secas lecciones”<br />
5
<strong>El</strong> libro de matemáticas también se enfada, protesta y le acosa. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> no<br />
puede más, le duele la cabeza. En ese momento, el gato sale lentamente de debajo<br />
del sillón y se pone a retozar. Se acerca al <strong>niño</strong> para jugar con su cabeza, pero<br />
queda seducido por una gata con la que canta un dúo de amor, que acaba en<br />
discusión. En <strong>niño</strong> sigue a <strong>los</strong> gatos hasta el jardín.<br />
Bajo la luz de la luna, el jardín tiene un aspecto mágico. Un búho llama a<br />
su pareja y un ruiseñor, escondido en un árbol, canta su canción. Las flores<br />
desprenden un aroma delicioso, <strong>los</strong> insectos zumban, la brisa murmura. En una<br />
charca verdosa se escucha croar a las ranas. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> está maravillado del jardín<br />
nocturno, pero también se escucha el gemido de <strong>los</strong> árboles: están sangrando<br />
savia por las heridas que el <strong>niño</strong> les hizo con su navaja. Apiadado, apoya su<br />
mejilla en la corteza del grueso árbol.<br />
Vuelan mariposas nocturnas, y, entre ellas, una libélula que busca a su<br />
compañera perdida.<br />
- “¿Dónde has dejado a mi amiga?”<br />
- La... pin...ché con un al...filer<br />
<strong>El</strong> ruiseñor, las ranas, todos se echan a cantar. Hasta se puede oír a un<br />
murciélago que exige al <strong>niño</strong> que le devuelva también a su compañera, a la que ha<br />
cazado, ¿qué van a hacer <strong>los</strong> murcielaguil<strong>los</strong> sin su madre?<br />
<strong>El</strong> <strong>niño</strong> está abrumado: ¡¿cómo ha podido hacer tantas salvajadas?! Ha<br />
dejado sin pareja a la libélula, al murciélago. Arrepentido, pide piedad. Las ranas<br />
parecen divertirse con toda esta historia, porque se lanzan a bailar un vals: el<br />
famoso “vals de las ranas”.<br />
¿Recordáis que al principio del cuento, cuando el destrozo del cuarto, el<br />
<strong>niño</strong> había pinchado en una pata a la ardilla que tenía cautiva en una jaula? Pues<br />
la ardilla había conseguido escapar, y ahora aparece en un árbol, gritando a las<br />
ranas que dejen de bailar:<br />
- “Ese <strong>niño</strong> perverso os va a raptar y a meter en una jaula, como a mí”.<br />
Pero una rana medio tonta le contesta que no sabe qué es una jaula. La<br />
ardilla canta a la libertad: “¡¡fuera las jaulas!!”<br />
<strong>El</strong> <strong>niño</strong> está solo, nadie depara en él. Ya no puede más y llama a su madre.<br />
Entonces, <strong>los</strong> árboles y <strong>los</strong> animales lo acorralan. Todos <strong>los</strong> animales quieren darle<br />
su merecido. En esto, el <strong>niño</strong> se arranca una cinta del pelo y cura la pata herida de<br />
la ardilla. Los animales se quedan paralizados. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> cae desfallecido. Se hace<br />
un profundo silencio.<br />
- “Ha curado la llaga”, dice un animal<br />
- “Ha vendado la pata”, contesta otro<br />
Los animales quieren ayudarle:<br />
- “Hemos herido al <strong>niño</strong>, ¿qué podemos hacer?”<br />
- “Llamemos a su madre”<br />
Los animales se unen para ayudar a levantarse al <strong>niño</strong>.<br />
Todos reconocen que el <strong>niño</strong>, en el fondo, es bueno.<br />
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