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Martha Enna Rodríguez
Colombia
Interacciones entre
música culta y popular en algunos
compositores colombianos del siglo XX
Gracias a la demostrada benevolencia del comité de lectura de este Tercer
Congreso Latinoamericano de Músicas Populares, me es permitido presentarles una
ponencia sobre músicas impopulares.
El siglo XX colombiano, en materia de música, amplifica algunas condiciones
surgidas en el siglo XIX y otras más antiguas; la actitud pasiva y temerosa frente a los
retos de la creación, el compromiso y la crítica han generado mecanismos de defensa
que se expresan entre otras cosas como el miedo ante la opción de reconocerse
culturalmente, el uso de la queja como una manera de evitar el compromiso y la quema
de los puentes con otras manifestaciones culturales. A propósito éste último parece ser la
opción de la “miopitud” estulta con que nos saluda la nueva directiva cultural del país.
Es notoria la carencia de estudios históricos sobre temáticas como lo nacional y
sus expresiones, en un país donde se sigue esperando por modelos que resuelvan la
crisis de identidad y lenguaje creativo, donde los compositores de música culta que no se
reconocen como nacionalistas continúan angustiados tratando de imaginar cómo parecer
colombianos sin que se note la cita y articular un lenguaje de vanguardia para un público

Interaciones entre música culta y popular
que de todas maneras prefiere lo fácil y donde compositores y arreglistas de músicas
nacionales populares buscan a través de discursos armónicos complejos la solución para
mostrar con nueva cara el discurso tradicional.
Las obras que presento en la presente audición, son una pequeña muestra de
cómo algunos autores han aplicado en sus composiciones la imagen que causa en el
auditor el efecto de credulidad.
Música nacional
En las décadas finales del siglo XIX ya se había configurado un espectro de
músicas que podían considerarse como nacionales, los valses del país, el pasillo y el
bambuco. Sobre éste último las polémicas se han mantenido hasta hoy y han sido
cuidadosamente escamoteadas las citas y reseñas según las cuales un ancestro negro
haya participado en el desarrollo de prácticas que desembocaran en su constitución.
Fue fundamentalmente canción y se cita “La guaneña” pieza del Batallón
Voltígeros que ayudó a los combatientes de la región de Pasto en su triunfo del 8 de
diciembre de 1824, como precursora del género. Su ritmo de 3 binario y 2 ternario pareció
confirmar la característica fundamental del género.
Pero bambuco también fue música de marimba entre los negros del Litoral
Pacífico. Citamos a Lázaro M. Girón y su texto “La marimba” publicado en el Papel
Periódico Ilustrado del 15 de mayo de 1885: “Los danzarines forman diferentes figuras
según sea el aire tocado por la marimba, sea un caramba, un bambuco, una caderona, un
agua o un tierra firme”.
Y aún aparece otro bambuco, en el Cuaderno de guitarra de María Carmen
Caicedo una pieza escrita como melodía y bajo en compás de 3/8. La escuchamos en la
versión disponible, arreglada y armonizada por encima de sus proporciones (Audición: “El
Aguacerito”).
En las dos últimas décadas del siglo 19 Pedro Morales Pino (1863-1926) nacido en
Cartago (Valle) y radicado en Bogotá, estableció como ritmos predominantes de la zona
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andina a pasillo, bambuco, vals y torbellino. Como se dijo en su época los adaptó al
régimen de pentagrama, determinó las formas de agrupación interpretativa, dueto,
estudiantina, trío y solista, y estableció el ciclo armónico básico. El bambuco de Morales
Pino proveniente de lo que él conoció como “bambuco viejo” se convirtió en el aire
nacional por excelencia, pieza favorita en los salones y comenzó su recorrido como obra
instrumental. A comienzo de siglo y mientras se pudo establecer el género continuaron
como piezas privilegiadas los pasillos.
Bambuco, pasillo y torbellino especialmente, se convierten en la imagen sagrada
de la identidad nacional, se dirigen a la colectividad y por lo tanto sus valores son
sociales, algunos de sus caracteres tienen su razón de ser en la sicología del grupo y se
establecen en sus raíces culturales y educación global. Por ser rápidos canales de
comunicación, son fácilmente comprendidos por muchos.
Continúa la audición con un fragmento de “Poema chibcha” de Alberto Bermúdez
Silva (1894-1926), esta obra fue compuesta en 1915 para optar por el título de
Compositor en el Conservatorio Nacional. Su autor, alumno de Guillermo Uribe Holguín
recrea un bambuco. La versión es de la Orquesta Sinfónica de Colombia dirigida por Olav
Roots en 1969 (Audición).
Pasillos, bambucos, valses y torbellinos escritos significan mucho, han trascendido
la etapa analfabeta y han logrado un ascenso. En una sociedad de tradición
segregacionista desde la colonia con una gran mayoría iletrada se desarrolla veneración y
confianza por el texto escrito. Si está escrito debe ser cierto.
No únicamente estos géneros han sido organizados y llevados a la pauta, sino que
también deben ampliar sus perspectivas con formatos más prestigiosos. La sala de
conciertos tanto como la versión orquestal contribuyen entonces a la consolidación del
proceso, la pieza corta adquiere proporciones de música universal.
Morales Pino no tuvo la formación que le permitiera escribir para orquesta. De
algunos apuntes suyos Efraín Suárez organizó la “Fantasía sobre temas nacionales” en la
cual aparecen el bambuco viejo y el currulao. Escuchamos un fragmento en versión de la
Orquesta Sinfónica de Colombia dirigida por Olav Roots, en grabación de 1968 (Audición).
Actas del III Congreso Latinoamericano de la
Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular

Interaciones entre música culta y popular
El establecimiento de concursos de composición para premiar obras nacionales en
formato orquestal es responsable de varias obras del repertorio. Luis Antonio Calvo
(1884-1945), alumno de Pedro Morales Pino y de la Academia Nacional de Música,
intérprete de varios instrumentos, pianista y músico de banda, escribió sus “Escenas
pintorescas de Colombia” y con ellas ganó en Medellín el premio que patrocinaba la
empresa textilera Fabricato.
La obra recrea el viaje de peregrinos santandereanos a la devoción de la Virgen de
Chiquinquirá. Es una serie de secciones repetidas que en su versión original dan una
duración aproximada de 65 minutos. Revisiones de la misma permiten acortarla más o
menos a 25 minutos. En la obra se combinan sobre una base general de bambuco, chotís
y torbellino. Debe anotarse que todos los géneros nacionales en ese momento eran
populares en el sentido del alto consumo y estaban de moda. Como obra en concurso se
permite citar temas como el “Guatecano”, de Emilio Murillo y otras melodías de copla
popular muy conocidas y cantadas. La grabación es de 1942 con la Orquesta Sinfónica
Nacional dirigida por el autor, cabe anotar que la concepción es de orquesta de salón
ampliada (Audición).
Músico formado en la Academia Nacional, director de la Banda Nacional y del
Conservatorio Nacional de Música, cuando dejó de ser Academia, Andrés Martínez
Montoya (1869-1933) compuso para la Banda su “Rapsodia colombiana” en la que
escribe un Bambuco en 5/8 y ritmos de bambuco del Pacífico. Andrés Martínez vivió y
participó de la polémica nunca resuelta sobre la escritura adecuada del bambuco y su
ejemplo en 5 tiempos es su contribución. Escuchamos un fragmento de la versión
orquestal realizada por José J. Dueñas. Esta obra como las de Morales Pino y Calvo ya
presentadas han sido pasadas recientemente del formato orquestal al de instrumentos
tradicionales.
La versión del fragmento que escuchamos es de la Orquesta Sinfónica dirigida por
Olav Roots en 1964 (Audición).
Uno de los músicos más talentosos del país ha sido sin duda Alejandro Tovar
(1905-1975) Pianista e intérprete de muchos otros instrumentos, fue violinista de la
Orquesta Sinfónica, compositor arreglista, director de coros y orquestas, periodista y
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escritor. Vivió varios años fuera del país en Alemania y Argentina y Estados Unidos.
Como compositor trabaja cómodamente el todos los formatos. Su lenguaje es menos local
dado su gran interés por otras músicas populares y cultas. Trabajó con géneros como el
fox trot y fue el primero que regresando de los Estados Unidos organizó una banda de
jazz.
De su música con acento nacional escucharemos fragmentos de tres obras
“Serenata en Málaga”, en ritmos de bambuco y pasillo (Audición: “Serenata en Chocontá”
en ritmo de torbellino).
“Atardecer en Patiasao”. Esta obra para clarinete solista y orquesta es una fantasía
sobre pasillo y ritmos caribeños. Tovar trabajó muy de cerca con Lucho Bermúdez y la
obra, de 1969 revela la importancia progresiva de los géneros bailables que desplazaban
rápidamente a los andinos en el gusto general (Audición).
La versión es del clarinetista Jan Jedrak con la Orquesta Filarmónica de Bogotá
dirigida por Dimitr Manolov en 1983 (Audición).
Pedro Morales Pino fue la figura fundamental de la música nacional desde el Valle
para todo el país, al fin y al cabo su trabajo se desarrolló principalmente en Bogotá.
Antonio María Valencia, representa la música culta y su escuela en el Valle del
Cauca. Primer director del Conservatorio de Cali que hoy lleva su nombre excelente
pianista fue también compositor; “Sonatina boyacense” para piano y “Chirimía y bambuco
sotareño” para piano y también en versión orquestal son dos de sus obras más
reconocidas. A propósito del sotareño, original de Francisco Diago, cuando Valencia le
presentó su versión orquestal con las ampliaciones del caso de las que Diago no gustó la
réplica fue “te quedó como un indio con frac”.
Valencia desarrolló son sus alumnos una tendencia nacionalista que es exclusiva
del Valle del Cauca y que por no tener como eje a Bogotá donde no se conoce, tampoco
se conoce allá. Nacido en 1917, Santiago Velasco Llanos estudió con Antonio María
Valencia y luego viajó a Chile donde trabajó con Domingo Santacruz. Fue director de los
conservatorios de Bogotá y Cali. Su Fantasía Sinfónica Tres danzas del Tío Guachupecito
parte de unos temas anónimos recogidos en la costa del Pacífico, uno de las cuales fue
Actas del III Congreso Latinoamericano de la
Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular

Interaciones entre música culta y popular
muy popular la versión coral realizada por Rito Mantilla, con texto atribuido a Antero
Agualimpia clarinetista por muchos años de los grupos de danzas de la Universidad
Nacional y del Ballet de Delia Zapata Olivella. En esta obra el interés es la recreación del
sonido de las gaitas sobre ritmos de marcha y efectos de chirimía en fanfarria, se escucha
el tradicional “Makerule” (Audición).
Otro alumno de Antonio María Valencia, Alvaro Ramírez Sierra (1932-1991)
estudió en Cali y en Bogotá, piano, violín y viola. En Boston, donde estuvo un tiempo hizo
estudios de composición y trabajó en una orquesta. Nacionalista declarado y convencido,
compuso menos para orquesta que para grupos de cámara. Escucharemos
fragmentariamente “Cantos a mi tierra”, para violín y clave en la que desarrolla como tema
central una cita del pasillo “El calavera” de Pedro Morales Pino (Audición).
El último compositor representado en esta muestra es el antioqueño Andrés
Posada. Con estudios básicos en Medellín hizo su pregrado y maestría en Nueva York.
Según Carmen Téllez “su estilo utiliza con destreza las técnicas sobresalientes del
modernismo internacional y evoca a la vez, el elegante lirismo y la ocasional sugerencia
de la danza que caracteriza la mejores creaciones latinoamericanas”. Su “Dúo rapsódico”
con aires de Currulao compuesto en 1985 para violín y piano no contiene una sugerencia
ocasional de danza, se basa en la cita textual del currulao “Mi buenaventura” de Petronio
Álvarez (Audición).
Necesitamos trabajar seria y honestamente, nuestros callejones sin salida en
todos los campos los reforzamos con nuestra escasa curiosidad y disciplina de trabajo, la
ignorancia no es uno de los derechos humanos, además de nuestros derechos también
debemos defender los deberes. Muchas gracias.
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