Pedro Garfias - 2da. Edicion - Luis Eugenio Todd

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Al calor y vehemencia que el alcohol produce se inicia una discusión de la Guerra Civil Española. Gerardo Cantú, el gran pintor, increpa a Garfias y le reclama el porqué su huida al exilio y la razón de que no se hubieran detenido las ansias del dictador. Garfias encolarizado, le reclama al auditorio, yo no puedo seguir discutiendo con ese señor (personas). O se sale él o me salgo yo… De inmediato y para evitar más discusión, Gerardo Cantú abandonó la sala. Sucedido lo anterior Garfias pregunta: y ¿quién es ese maldito señor? Uno de los asistentes contesta: es el dueño de la casa donde estamos. Sonríe el poeta, perdona el pintor. Todo es comprensión y amor, una de las fases del alcohol. 138
que este vuelo es unánime y todos lo damos, repite entonces a Dios lo que él representa y una tristeza comparte con todos, desea entonces flotar suavemente en el tiempo y no definir la muerte ni sus umbrales, para así “hundirme poco a poco con el abismo sin fondo, sin orillas y sin eco”. Espera y desea entonces la muerte y ella entra lentamente en su existir, el poeta permite entonces que esa luz ignota ingrese a su cuerpo, en donde ya existía. Buscó la ausencia con su presencia y pronto Dios le enseñó que sólo se pide lo que se entrega, el creador nos pide luz y justicia, y a él le dio su último ruego y lloraron juntos el alegre encuentro. Se perdió para el mundo su adusta imagen, el mechón de cabellos sobre la vieja frente y los ojos que ya no sonrieron, dejándole a Dios su ritmo, su belleza en el verbo y su fina armonía, grande y bella, que fue su poesía. 139
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