Antología : Leer y escribir - Biblioteca Nacional de Maestros ...
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ANTOLOGÍA TEXTOS LITERARIOS<br />
el jugador fullero y el leñador oscuro.<br />
Ni los soles tremendos ni la bruma enervante<br />
consiguen abatir mi esqueleto solemne.<br />
Sólo turban la paz <strong>de</strong> mi prisión mecida<br />
los asaltos furtivos <strong>de</strong> los niños salvajes.<br />
Quisiera ser un puente, un andamio, un refugio<br />
en la lluvia o el féretro <strong>de</strong> los exploradores.<br />
No estar aquí tumbado, <strong>de</strong>shabitado, eterno.<br />
Quisiera ser el arca <strong>de</strong>l último diluvio.<br />
A veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo, por la playa <strong>de</strong>snuda<br />
viene Mary Celeste. Su adolescencia errante<br />
bajo la Cruz <strong>de</strong>l Sur se tiñe extrañamente<br />
y me contempla, solo, <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> la espuma.<br />
Su clara aparición me hace amar esta orilla,<br />
el otoño mojado y mi antigua congoja.<br />
Entonces un albatros nace en alguna parte,<br />
y se torna dorada mi magnifica ruina.<br />
La mujer que gastaba las escobas<br />
Anónimo, en www.imaginaria.com.ar (traducción <strong>de</strong> Máximo Damián Morales)<br />
Había una vez un joven matrimonio muy feliz. El hombre se llamaba José y la mujer<br />
tenía por nombre Alba. Los dos eran personas muy trabajadoras y gozaban <strong>de</strong><br />
muy buena salud.<br />
El marido trabajaba como empleado en una tienda <strong>de</strong> telas, cuyo dueño le había<br />
tomado mucho cariño. De a poco había ido ganándose su afecto y respeto hasta<br />
convertirse en el encargado general, y aspiraba a que, algún día, cuando el dueño<br />
falleciera, le legara la tienda, ya que este no tenía hijos.<br />
La mujer era fuerte y <strong>de</strong> penetrante mirada, su cabello tenía unos pocos rizos<br />
colorados y su nariz estaba moteada por algunas pecas. Trabajaba todo el día en<br />
la casa, limpiando, dándole <strong>de</strong> comer a los animales y cuidando la pequeña huerta.<br />
Aún no tenían hijos pero <strong>de</strong>seaban tenerlos.<br />
Todos los lunes, cuando el marido se preparaba para ir a trabajar, ella le pedía<br />
dinero para comprar una nueva escoba. José no podía enten<strong>de</strong>r cómo hacía para<br />
gastar una escoba por semana.<br />
—¿Pero qué es lo que haces con las escobas, mujer?<br />
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