Documento - PADRES CARMELITAS. Provincia de Aragón y Valencia

3. Enamorado del Carmelo
El pequeño Anno Sjoerd Brandsma sintió desde bastante joven la
vocación a la vida religiosa, o al sacerdocio o algo así. No siempre es fácil a esa
temprana edad saber con detalle qué se quiere y, menos aún, saber a qué nos
llama Dios. Por eso, fue enviado por sus padres al seminario menor de Megen
que venía a ser un preseminario, en régimen abierto, en el que el joven además de
realizar sus estudios podía ir madurando su vocación. Allí terminó sus estudios
primarios y, contrariamente a lo que se podría pensar por su corta edad, meditó
mucho su decisión: iba a ser carmelita. Al parecer en una conversación con un
familiar descubrió el espíritu de la Orden del Carmen y quedó "fascinado" por
dos aspectos de su espiritualidad: una intensa vida de oración e intimidad con
Dios, combinada con el apostolado, y la devoción filial a María.
Ese amor a la Orden y a su espiritualidad lo vivió y lo expresó sin
disimulo a lo largo de su vida. Fue también un estudioso de esa espiritualidad
carmelitana que daba sentido a su vida. En esta misma línea, conviene hacer
una breve mención a la situación de la Provincia de Holanda en aquel tiempo:
una Provincia restaurada poco antes, con escasos conventos, pocos religiosos,
etc, pero con mucha ilusión. En la primera mitad del siglo XX esta Provincia fue
abriendo una serie de misiones que, con el tiempo, han dado lugar a algunas de
las provincias más importantes de la Orden: Brasil, Indonesia, Filipinas, etc.
Incluso en los momentos de debilidad, en plena Guerra Mundial, el P. Tito y,
con él los carmelitas holandeses, seguían planteándose el tema de las misiones.
Quizás algo de esto pueda ser sugerente para nosotros hoy que vivimos
también en un tiempo de crisis, distinta ciertamente, pero que también afecta a
los fundamentos de la vida religiosa. Cuando oímos anunciar por todas partes el
final de provincias, casas, órdenes, misiones, etc, es el momento de aunar
fuerzas desde la esperanza y desde la convicción ilusionada en nuestra vida y en
nuestra vocación, teniendo en cuenta siempre, claro está, las debilidades y las
limitaciones humanas.
Autógrafo de la profesión religiosa.
Ese carmelitanismo del P.
Tito se nos manifiesta de forma
deliciosa en una serie de anécdotas
del tiempo de prisión: coloca en su
celda la imagen de la Virgen, que no
puede faltar de la celda de un buen
carmelita; el 16 de julio de 1942
(pocos días antes de morir) felicita
cordialmente a los carmelitas
polacos prisioneros en el Lager de
Dachau; ese mismo día -de forma
clandestina- recibió la profesión de
un sacerdote diocesano polaco en la
Orden Tercera… Sin sectarismos ni
fanatismo de ningún tipo, estaba
haciendo realidad lo que escribiera
años antes: Amo intensamente a mi
Orden. Es el camino que Dios me
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