Volver

Mi primer día en... / José Armando de Jesús Govea
del sindicato, con el que simpatizaba durante mi estancia en Morelia, en el trabajo, en las
marchas de las Casas del Estudiante.
Desde niño supe de asuntos sindicales. Recuerdo como en sueño haber asistido con mis pa-
dres al movimiento de 1979 y apoyado elaborando documentos en 1989, pero ahora no le
encontraba lógica a sus acciones; sobre todo creo que los veía como faltos de formación, y re-
flexionaba: ¿que no debían estar para apoyar al trabajador?, ¿que los líderes no conocen la Ley
Federal del Trabajo?, ¿por qué se guían por acuerdos en lugar de la ley? Ésas y otras preguntas
pasaron por mi mente varias veces y no hallaba respuesta lógica a mis cuestionamientos.
Bueno, me mandaron a trabajar. “Te vas a ir a la escuela Lázaro Cárdenas de Angahuan”, dijo
el maestro Ramón, Supervisor de la Zona Escolar 507 de Educación Indígena en Michoacán;
“en esa escuela hay que echarle ganas, porque es una de las que tienen más problemas”. No
importa, me dije, es lo que quería; es más, por mí me hubieran mandado a un lugar muy
lejano, donde tuviera que caminar; yo serviría allá. Pero recordé que en Angahuan me costó
mucho trabajo entender la variante del p’urhepecha el día que fuimos de excursión al volcán
y también en la fiesta de los Kurpitis, ¡Qué barbaridad!
El lunes 8 de abril de 2002, como decía mi oficio de comisión, me presenté a la escuela pri-
maria. Se me hizo eterno el viaje de Uruapan a Angahuan. Es que en La Charanda (parada
cercana a un concurrido mercado municipal de la ciudad) el autobús se esperó mucho rato,
como acostumbraba; cargó combustible más adelante, y yo…yo tenía que estar a las nueve,
pero lo bueno es que era mi primer día, trataba de justificarme.
Una noche antes hice mi plan de clases que incluía desde la presentación, las dinámicas de
clase y hasta la tarea, tal y como lo aprendí en el taller, pues ya sabía que sexto grado sería el
grupo que atendería; pero además incluí mi mochilita imaginaria de papel que aprendí a hacer
en el “taller para buscadores de empleo” cuando no tenía chamba. En ella incluí los mejores
propósitos, muchas ganas, interés, los valores de tolerancia, respeto, otros que no recuerdo
y el de verdad, que a veces falla, pero que siempre me propongo cargar.
47