TAMBIEN TE BESARÉ EN LISBOA - Universidad Internacional SEK

pocos se desbandaron, desilusionados. Pero, en resumidas cuentas, los vencidos
en ese proceso fueron sobre todo los sectores que insistieron en los ideales
socialistas que los tenían tan interiorizados que sinceramente configuraban su
ética y su personalidad. En este contexto creo que la trama de la narración está
marcada básicamente por la derrota de estos sectores a cargo de fuerzas que
usando terminologías, poses y símbolos socialistas, buscaban objetivos
opuestos.
–En el marco que usted anota, ¿de qué van los personajes que viven
o mueren en También te besaré en Lisboa?
–Pertenecen a las clases medias universitarias de los ochentas, cuyos grupos
radicalizados nunca pasaron de las palabras a los hechos. No obstante y aunque
solo se hayan movido en el plano de las ideas y con una taza de café o un vaso de
ron al frente, no fueron convencidos de que sus ideales estaban equivocados.
Fueron vencidos, es cierto, pero no claudicaron en sus ideas, pasando a vivir la
resistencia en los oscuros años que vinieron luego.
Como es lógico, en este sui géneris teatro, más que de operaciones, de absurdos,
cada tendencia movía sus fichas en un ajedrez político delirante que aquí, como
en cualquier lado, no fue en nada amistoso. En esos enfrentamientos no se
aceptaban las tablas, el derecho del enemigo ni la tolerancia y, los contrincantes
muchas veces se jugaron la vida, o casi. Los perdedores, aquí como en cualquier
otro lado, sufrieron entonces la calumnia y el aislamiento de sus antiguos
camaradas en lo que fue la liquidación política de esa izquierda de café, pero
izquierda de todos modos. Además y como las desgracias nunca vienen solas,
ellos debieron sortear en tales emergencias la persecución policíaca terrorista,
siempre lista para rematarlos “como a pavos: la víspera”, según palabras de un
alto dirigente socialcristiano.
El protagonista principal de la novela, Rafael López Pérez, cuenta en primera
persona este proceso.
Deja ver en su narración cómo pasa de la disciplina partidaria al desengaño,
recorriendo entre la ira, la alucinación y el miedo, los orwellianos laberintos de
una burocracia posiblemente infiltrada por esos aparatos del Estado que hacen
los trabajos sucios. En medio de las intrigas y la vigilancia de sus propios
compañeros, tiene algunas razones para seguir adelante y buscar alguna salida.
En esta carrera por salvar el pellejo apuesta fuerte al azar, quizás por ello los
cálculos y previsiones de quienes esperan su “retorno al orden”, o lo que es lo
mismo, su rendición, fallan. Mientras tanto, arrastrado por la vorágine de los
acontecimientos internos de su partido, él se ve irremediablemente implicado
en las actividades fraccionales que en el seno de la organización surgen,
buscando, según ellos dicen, mantener la tradición revolucionaria. Obviamente
que a pesar de su pasión y honestidad, no logran que sus sueños se concreten en
nada serio y, así, las intenciones de los contrincantes, confesas las del bando de
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