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LAs siete palaBras de JesÚs LAs siete palaBras de JesÚs

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Jesús torna solemne la primera<br />

canonización <strong>de</strong> la historia: “En<br />

verdad...”<br />

La promesa es categórica incluso<br />

en cuanto a la fecha: hoy. San Cipriano<br />

y San Agustín llegan a afirmar<br />

que el buen ladrón recibió la palma<br />

<strong>de</strong>l martirio, por el hecho <strong>de</strong>, por<br />

libre y espontánea voluntad, haber<br />

confesado públicamente a Nuestro<br />

Señor Jesucristo.<br />

3ª Palabra: “Estaban <strong>de</strong> pie<br />

junto a la cruz <strong>de</strong> Jesús su<br />

madre y la hermana <strong>de</strong> su<br />

madre, María <strong>de</strong> Cleofás, y<br />

María Magdalena. Viendo<br />

Jesús a su madre y junto<br />

a Ella al discípulo a quien<br />

amaba, dijo a su madre:<br />

‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’.<br />

Luego dijo al discípulo: ‘Ahí<br />

tienes a tu madre’. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquella hora el discípulo la<br />

tomó consigo.” (Jn 19, 25-27)<br />

Con esas palabras, Jesús finaliza<br />

su comunicación oficial con los hombres<br />

antes <strong>de</strong> la muerte (las otras<br />

cuatro serán <strong>de</strong> su intimidad con<br />

Dios). Quienes las oyen son María<br />

Magdalena, representando la vía<br />

<strong>de</strong> la penitencia; María, mujer <strong>de</strong><br />

Cleofás, la <strong>de</strong> los que van progresando<br />

en la vida espiritual; María Santísima<br />

y San Juan, la <strong>de</strong> la perfección.<br />

Consi<strong>de</strong>remos un breve comentario<br />

<strong>de</strong> San Ambrosio sobre este<br />

trecho: “San Juan escribió lo que<br />

los otros callaron: [poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>]<br />

conce<strong>de</strong>r el reino <strong>de</strong> los cielos al buen<br />

ladrón, Jesús, clavado en la cruz, consi<strong>de</strong>rado<br />

vencedor <strong>de</strong> la muerte, llamó<br />

a su Madre y tributó a Ella la reverencia<br />

<strong>de</strong> su amor filial. Y si perdonar al<br />

ladrón es un acto <strong>de</strong> piedad, mucho<br />

más es homenajear a la Madre con<br />

tanto cariño... Cristo, <strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la<br />

cruz, hacía su testamento, distribuyendo<br />

entre su Madre y su discípulo los<br />

<strong>de</strong>beres <strong>de</strong> su cariño” (in Sto. Tomás<br />

<strong>de</strong> Aquino, Catena Aurea).<br />

Es arrebatador constatar como<br />

Jesús, en una actitud <strong>de</strong> grandioso<br />

afecto y nobleza, encerró oficialmente<br />

su relación con la humanidad,<br />

en la cual se había encarnado para<br />

redimirla. Del auge <strong>de</strong>l dolor expresó<br />

el cariño <strong>de</strong> un Dios por su Madre<br />

Santísima, y concedió el premio para<br />

el discípulo que abandonara a sus<br />

propios padres para seguirlo: el céntuplo<br />

en esta tierra (Mt 19, 29).<br />

Es perfecta y ejemplar la presteza<br />

con que San Juan asume la herencia<br />

<strong>de</strong>jada por el Divino Maestro: “Y<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella hora el discípulo la<br />

tomó consigo.” (Jn 19, 27). San Juan<br />

<strong>de</strong>scien<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Calvario protegiendo,<br />

pero sobretodo protegido por la Reina<br />

<strong>de</strong>l cielo y <strong>de</strong> la tierra. Es el premio<br />

<strong>de</strong> quien procura adorar a Jesús<br />

en el extremo <strong>de</strong> su martirio.<br />

Para el Re<strong>de</strong>ntor, mayor<br />

que la sed física, era la <strong>de</strong><br />

la gloria <strong>de</strong> Dios y la <strong>de</strong><br />

la salvación <strong>de</strong> las almas<br />

(Crucifijo <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong><br />

San Francisco, en San<br />

Juan <strong>de</strong>l Rey)<br />

4ª Palabra: “Dios mío,<br />

Dios mío, ¿por qué me has<br />

abandonado?” (Mt 27, 45)<br />

Jesús clama en alta voz. Su proclama<br />

hien<strong>de</strong> no solamente los aires <strong>de</strong><br />

aquel instante, sino los cielos <strong>de</strong> la<br />

historia. Nuestros oídos son duros,<br />

era indispensable hablar con fuerza.<br />

Jesús no profiere una queja, ni hace<br />

una acusación. Desea, por amor a<br />

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