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Cordillera Ibérica, recuerdos y olvidos de un guerrillero - Patrimonio ...

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e in<strong>de</strong>ciso y pensando en el recibimiento que nos dispensarían, llamé en la puerta trasera<br />

que daba al monte. Nadie contestó a la llamada. ¿Lo habrá hecho evacuar la Guardia Civil<br />

como tantas otras casas? -pensé.<br />

No, no había sido evacuado. El camino que partía <strong>de</strong> la puerta y subía hasta la carretera<br />

estaba limpio y se <strong>de</strong>jaban ver rastros <strong>de</strong>l escobón <strong>de</strong> brezo que me <strong>de</strong>cían que el molino<br />

seguía habitado. Cogí <strong>un</strong>a piedra y la tiré a la ventana que correspondía a lo que había sido<br />

el dormitorio <strong>de</strong>l matrimonio. Pasaron <strong>un</strong>os minutos que se me antojaron horas, antes <strong>de</strong> que<br />

la conocida voz <strong>de</strong> la molinera preg<strong>un</strong>tara en <strong>un</strong> suspiro: “¿quién llama?”.<br />

Me di a conocer y al poco se oyó <strong>de</strong>scorrer los cerrojos y la molinera y su hija mayor se<br />

recortaron en el hueco oscuro <strong>de</strong> la puerta cogidas <strong>de</strong> la mano como para darse valor con<br />

este contacto. No hallé qué <strong>de</strong>cirles: todos los planes y las palabras que mentalmente me<br />

había estado repitiendo durante el día se me fueron <strong>de</strong> la cabeza ante estas dos personas.<br />

¿Cómo explicarles nuestra <strong>de</strong>mora? ¿Cómo <strong>de</strong>mostrarles que sentíamos <strong>un</strong> gran pesar por la<br />

tragedia que les había golpeado? Allí estaba, ¡igual que <strong>un</strong>a estaca hincada en la tierra!, sin<br />

saber que partido tomar. Carmen (así llamábamos a la hija <strong>de</strong>l Peinado) soltó la mano <strong>de</strong> su<br />

madre y se abrazó a mi cuello. Lágrimas ab<strong>un</strong>dantes le rodaban silenciosas por las mejillas<br />

y las sentía húmedas y tibias en mi cara. Entre suspiros <strong>de</strong> angustia murmuraba palabras<br />

que me costaba trabajo compren<strong>de</strong>r: “sabía que vendrías, paisano, lo sabía; pero qué larga<br />

ha sido la espera”.<br />

Yo también lo sabía; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento que Gran<strong>de</strong> me dijo lo sucedido en el molino,<br />

sabía que lo más pronto posible me acercaría a ver a Carmen y a su madre. El Peinado había<br />

sido, a<strong>un</strong>que cenetista, <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los primeros p<strong>un</strong>tos <strong>de</strong> apoyo <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> los “Maños” y el<br />

que nos puso en contacto con dos o tres com<strong>un</strong>istas <strong>de</strong> Manzanera. (Uno <strong>de</strong> éstos, antes <strong>de</strong><br />

caer en manos <strong>de</strong> la Guardia Civil, subió a las guerrillas y adoptó el nombre <strong>de</strong> Germán).<br />

Mezclando atropelladamente palabras cariñosas, preg<strong>un</strong>tas y respuestas, entramos en el<br />

molino y, Moreno, que no se había apartado <strong>de</strong> mi lado, se encargó <strong>de</strong> poner guardias en<br />

torno al molino y se re<strong>un</strong>ió con nosotros en la cocina.<br />

Entre lágrimas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, la molinera nos contó lo poco que sabía sobre la muerte<br />

<strong>de</strong> su marido y <strong>de</strong> su hijo. Les dolía, y nos lo reprocharon, el que hubiéramos tardado<br />

tanto tiempo en pasar a verlas. Con palabras torpes, superfluas ante la tragedia <strong>de</strong> esta<br />

familia, tratamos <strong>de</strong> justificar lo injustificable y darles <strong>un</strong> poco <strong>de</strong> ánimo. Les dije que me<br />

encontraba alejado <strong>de</strong> la zona (lo que era cierto) cuando sucedió todo y que Gran<strong>de</strong> había<br />

estado esperando mi regreso para que fuera a visitarlas y en esta espera habían transcurrido<br />

alg<strong>un</strong>as semanas.<br />

Le preg<strong>un</strong>tamos a la molinera qué papel había jugado el Pijotán en estos sucesos y nos<br />

contestó abiertamente que era el culpable <strong>de</strong> las muertes <strong>de</strong> su marido y <strong>de</strong> su hijo. Le<br />

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