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Sobre el Realismo y el Naturalismo del Siglo XIX

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UNIDAD III<br />

6º SH‐DH‐MD<br />

Orígenes y aspectos generales<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>Realismo</strong> y <strong>el</strong> <strong>Naturalismo</strong> d<strong>el</strong> <strong>Siglo</strong> <strong>XIX</strong><br />

Guy de Maupassant<br />

El <strong>Realismo</strong> es una nueva estética distinta al Romanticismo que aparece aproximadamente en Francia hacia 1830 y<br />

alcanza su plenitud cerca de 1850. En sus orígenes es un movimiento paral<strong>el</strong>o al Romanticismo (en 1830 Stendhal<br />

publica El rojo y <strong>el</strong> negro, y de 1830 es <strong>el</strong> Hernani, de Víctor Hugo; de 1856, Madame Bovary, de Flaubert y de 1862, Los<br />

miserables, de Víctor Hugo).<br />

En 1826 Le Mercure français define <strong>el</strong> realismo como la doctrina literaria que propone la imitación de los originales<br />

que ofrece la naturaleza, no la imitación de las obras clásicas. En 1850 <strong>el</strong> término se aplica en sentido pictórico cuando<br />

Courbet abre su propia exposición, a poca distancia d<strong>el</strong> Salón, bajo <strong>el</strong> título Le Réalisme; <strong>el</strong> crítico y nov<strong>el</strong>ista<br />

Champfleury señala cómo a partir de ese momento la crítica tendrá que definirse a favor o en contra d<strong>el</strong> <strong>Realismo</strong>, y<br />

lanza <strong>el</strong> término réaliste. Durante un tiempo se emplea como valor despectivo, y con él se va a atacar a Madame<br />

Bovary y otras obras importantes d<strong>el</strong> realismo francés. En 1856 surge la revista Réalisme dirigida por Duranthy; en uno<br />

de sus números se dice: “El <strong>Realismo</strong> pretende la reproducción exacta, completa, sincera, d<strong>el</strong> ambiente social y de la<br />

época en que vivimos”.<br />

Su aparición coincide con <strong>el</strong> auge de la burguesía, clase dominante d<strong>el</strong> siglo <strong>XIX</strong>, <strong>el</strong> aumento de la población urbana<br />

por la industrialización, y la eclosión d<strong>el</strong> proletariado. La literatura realista recoge las doctrinas filosóficas, políticas y<br />

científicas d<strong>el</strong> momento. Augusto Comte, con su Sistema de la filosofía positiva (1850), propugna un positivismo como<br />

sistema filosófico; es una reacción contra <strong>el</strong> idealismo, y se basa en la investigación de los hechos observables y<br />

medibles. En 1867 Carlos Marx publica <strong>el</strong> Capital en <strong>el</strong> que propone la abolición de la sociedad burguesa y la urgencia de<br />

implantar <strong>el</strong> socialismo. Junto a la filosofía está la enorme influencia de las ciencias: de 1859 es la teoría de la evolución<br />

propuesta por <strong>el</strong> inglés Charles Darwin en su origen de las especies, y, en 1863, <strong>el</strong> austriaco Mend<strong>el</strong> da a conocer las<br />

leyes de la herencia.<br />

El <strong>Realismo</strong> surge, pues, cuando los escritores deciden retratar la realidad, reflejarla objetivamente y para <strong>el</strong>lo se<br />

basan en la observación que les permite realizar descripciones minuciosas y exactas de ambientes y personajes. Los<br />

escritores realistas se documentan tomando notas de la realidad o a través de los libros; la labor de búsqueda de datos<br />

en bibliotecas es importantísima. Desean ser cronistas, son historiadores d<strong>el</strong> presente, se su<strong>el</strong>en distanciar de lo que<br />

cuentan y prescinden de los juicios de valor, tienden a desaparecer, a esconderse, pero a veces se oye su voz y se<br />

rompe la objetividad fotográfica, pues exponen juicios y observaciones personales. El drama romántico cede <strong>el</strong> paso a<br />

la nov<strong>el</strong>a realista; esta alcanzará su cima: Crimen y castigo, de Dostoievski; Guerra y paz, de Tolstoi; La Comedia<br />

humana, de Balzac; Madame Bovary, de Flaubert; David Copperfi<strong>el</strong>d, de Dickens; Fortunata y Jacinta, de Galdós; La<br />

Regenta, de Clarín... La nov<strong>el</strong>a refleja ambientes y costumbres pues es un fresco de la sociedad, en la que están<br />

presentes la burguesía y <strong>el</strong> pueblo (Galdós, Dickens, Balzac) o se detiene en la pintura de caracteres, en <strong>el</strong> análisis<br />

minucioso de los personajes: los describe física y psíquicamente, los presenta en movimiento, nos explica las razones de<br />

su conducta, sus estados de ánimo y motivaciones (Dostoievski, Flaubert, en parte Valera). La nov<strong>el</strong>a debe servir para<br />

reformar, cambiar la sociedad; <strong>el</strong> escritor adopta una actitud analítica y crítica ante la sociedad burguesa. G. Lukács<br />

ha dicho que la nov<strong>el</strong>a realista recoge la lucha d<strong>el</strong> individuo con la sociedad.<br />

El estilo grandilocuente pasa a ocupar un segundo plano, pues <strong>el</strong> escritor crea una prosa sencilla, fácil de entender,<br />

acorde con su público. Le preocupa especialmente que <strong>el</strong> lenguaje se adapte a los personajes por <strong>el</strong> deseo de<br />

objetividad, y esto hace que <strong>el</strong> habla popular cobre especial r<strong>el</strong>evancia. (...) O <strong>el</strong> habla coloquial, casi vulgar (...) El<br />

diálogo su<strong>el</strong>e ser rápido, junto al estilo directo aparece <strong>el</strong> indirecto.<br />

Caracteres de la nov<strong>el</strong>a r<strong>el</strong>ato realista<br />

El siglo <strong>XIX</strong> europeo es fecundo en movimientos literarios. Ellos se inician en forma espontánea para extenderse luego<br />

rápidamente formando escu<strong>el</strong>as. Esos movimientos fueron: romanticismo, parnasianismo, simbolismo, realismo y<br />

naturalismo.<br />

Como lo indica su nombre, <strong>el</strong> objeto d<strong>el</strong> realismo es la representación de la realidad, sin idealización, sin<br />

deformación, tal cual es verdaderamente.<br />

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UNIDAD III<br />

6º SH‐DH‐MD<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>Realismo</strong> y <strong>el</strong> <strong>Naturalismo</strong> d<strong>el</strong> <strong>Siglo</strong> <strong>XIX</strong><br />

Guy de Maupassant<br />

Antes d<strong>el</strong> siglo <strong>XIX</strong> la literatura había mostrado periódicamente esa tendencia, en especial la literatura con obras<br />

como <strong>el</strong> Lazarillo de Tormes o Don quijote de la Mancha. Pero es en <strong>el</strong> siglo <strong>XIX</strong> que adquiere características definidas<br />

logrando <strong>el</strong> perfeccionamiento de sus métodos<br />

expresivos.<br />

El <strong>Naturalismo</strong><br />

Corriente literaria que nace en Francia en la segunda mitad d<strong>el</strong> siglo<br />

<strong>XIX</strong>, no tanto como oposición al <strong>Realismo</strong>, sino más bien como<br />

evolución de este. El positivismo de Comte, los principios<br />

deterministas de Taine, y <strong>el</strong> origen y s<strong>el</strong>ección de las especies de<br />

Darwin, preparan <strong>el</strong> camino para que Emile Zola lleve a sus nov<strong>el</strong>as a<br />

personajes que se sienten atrapados por <strong>el</strong> medio, la naturaleza y su<br />

propia constitución genética, en otras palabras, se basa en un fuerte<br />

determinismo social, físico y biológico.<br />

El <strong>Realismo</strong> partía de la observación de la realidad y la reflejaba<br />

de modo casi fotográfico; <strong>el</strong> <strong>Naturalismo</strong> va más allá y recoge, de la<br />

realidad cotidiana y social, las miserias humanas –locos,<br />

alcoholizados, enfermos–, y los instintos más primarios y brutales, y<br />

nos ofrece la imagen de unos seres reducidos y empequeñecidos por<br />

la sociedad injusta en la que viven. El fatalismo que acosa a estos<br />

personajes acabará destruyéndolos, si <strong>el</strong>los no consiguen salir de esa<br />

situación, rompiendo todos aqu<strong>el</strong>los moldes injustos que los oprimen.<br />

El afán de denuncia contra la sociedad de su tiempo se percibe a<br />

través de los personajes embrutecidos que la misma sociedad crea.<br />

Por otro lado, su objetivismo se convierte en literatura docente,<br />

de tesis; observación desencantada de su tiempo y consiguiente<br />

denuncia de una sociedad corrompida; de ahí que se haya acusado al<br />

<strong>Naturalismo</strong> de hostil a las instituciones tradicionales, antimilitarista y<br />

anticlerical especialmente. Lo fue de una manera sectaria,<br />

particularmente en algunas derivaciones de escu<strong>el</strong>a; Zola criticó<br />

fundamentalmente al ejército y al clero por su parte de<br />

responsabilidad en una sociedad en crisis, pero presentó con<br />

respeto y hasta con simpatía a personajes militares o sacerdotes de<br />

recta conciencia, si bien dio más r<strong>el</strong>ieve a clérigos nada ejemplares.<br />

Dados esos factores, junto con la libertad de tratar la realidad sin<br />

discriminar, no es extraño que en nov<strong>el</strong>as naturalistas se describa<br />

abundantemente la miseria humana, y en especial aqu<strong>el</strong>la de<br />

las clases bajas y media, aunque las <strong>el</strong>evadas aparezcan en varias<br />

ocasiones. Es comprensible que también lo vulgar y hasta lo grosero u<br />

obsceno llegue a sus páginas: <strong>el</strong> arte naturalista, en una palabra,<br />

legitima lo feo, una vez más, en la literatura. Los temas, en<br />

cualquier caso, nacieron d<strong>el</strong> ambiente y de las ideas d<strong>el</strong> tiempo:<br />

época de aparición d<strong>el</strong> proletariado, <strong>el</strong> obrero pasa por primera vez a<br />

la nov<strong>el</strong>a con su actividad laboral y sus problemas profesionales y<br />

humanos.<br />

En 1868 aparece Thérèse Raquin, nov<strong>el</strong>a con la que Zola inicia <strong>el</strong><br />

<strong>Naturalismo</strong>; seguirán después L’assommoir (1877), nov<strong>el</strong>a<br />

d<strong>el</strong> alcoholismo, Le Roman expérimental (1880), Les Romanciers<br />

Naturalistes (1881), y Les soirées de Médan.<br />

Los límites entre <strong>Realismo</strong> y <strong>Naturalismo</strong> no son tan fáciles de<br />

establecer. Zola calificó de nov<strong>el</strong>a naturalista Madame Bovary<br />

(1857) de Gustave Flaubert, y, sin embargo, en sus nov<strong>el</strong>as no la<br />

utiliza como mod<strong>el</strong>o.<br />

Como ya se indicara, la finalidad d<strong>el</strong> realismo es<br />

la imitación de la realidad. Esa realidad su<strong>el</strong>e ser<br />

contemporánea d<strong>el</strong> escritor, pero en algunos<br />

casos ubica sus obras en un pasado también<br />

verdadero, enfocado con criterio histórico. Con<br />

esto no se quiere decir que las obras realistas no<br />

sean de imaginación, pues en general los<br />

personajes son ficticios, aunque estén inmersos<br />

en un ambiente verosímil o real.<br />

Como consecuencia de <strong>el</strong>lo, se da importancia<br />

al medio ambiente, ya que <strong>el</strong> concepto principal<br />

es que <strong>el</strong> individuo está determinado por su<br />

medio. Esta pintura d<strong>el</strong> ámbito vital de los<br />

personajes se muestra casi siempre a través de<br />

descripciones minuciosas que sirven para crear<br />

un clima determinado, adecuado al individuo, su<br />

oficio o profesión, y su psicología.<br />

Dentro de estas descripciones se destaca la<br />

presencia de los objetos. Si bien <strong>el</strong> hombre vive<br />

en un mundo de objetos, las obras d<strong>el</strong><br />

romanticismo, atentas a los sentimientos, no les<br />

habían dado importancia. Y es a través de esos<br />

objetos y de su r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> individuo que <strong>el</strong><br />

escritor realista sugiere, más que dice, la<br />

psicología de sus personajes.<br />

Para <strong>el</strong> realismo importa <strong>el</strong> individuo como ser<br />

social, en su r<strong>el</strong>ación con los otros hombres; por<br />

eso la aparición frecuente d<strong>el</strong> personaje tipo, que<br />

a la vez de ser un individuo particular, encierra lo<br />

genérico, la ejemplificación de un estrato de la<br />

sociedad. Así, la función d<strong>el</strong> hombre como ser<br />

biológico, o <strong>el</strong> examen de la psicología, pasan a<br />

un segundo plano.<br />

Esa inclinación a retratar la vida de un núcleo<br />

humano real, los lleva a una gran sencillez y<br />

claridad en <strong>el</strong> estilo, lo que hizo que llegaran a<br />

grandes núcleos de público.<br />

También se advierte un ritmo lento en la<br />

narración, donde la preparación de las acciones<br />

ocupa a veces más lugar que las acciones mismas.<br />

Siendo fundamentalmente <strong>el</strong> realismo un<br />

movimiento de reacción contra los excesos d<strong>el</strong><br />

sentimentalismo de los románticos, <strong>el</strong>los se<br />

aferran a la objetividad. Esa objetividad es sin<br />

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UNIDAD III<br />

6º SH‐DH‐MD<br />

<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>Realismo</strong> y <strong>el</strong> <strong>Naturalismo</strong> d<strong>el</strong> <strong>Siglo</strong> <strong>XIX</strong><br />

Guy de Maupassant<br />

embargo simplemente una tendencia, pues toda creación humana está teñida d<strong>el</strong> ser de su creador, y la <strong>el</strong>iminación<br />

total de lo subjetivo solo existe en teoría.<br />

Otra característica d<strong>el</strong> realismo es la pintura de los personajes, que son en general presentados haciendo de <strong>el</strong>los un<br />

retrato que presenta dos planos: <strong>el</strong> físico (grafopéyico) y <strong>el</strong> psicológico o moral (epopéyico); ese retrato se da en un<br />

paisaje ambiente estrechamente r<strong>el</strong>acionado con <strong>el</strong>los. Tanto esta pintura de personajes, como las descripciones, se<br />

apoyan sobre las sensaciones más variadas, que <strong>el</strong> escritor trasmite con vivacidad. No solo se trata de las sensaciones<br />

más evidentes, como las visuales y auditivas, sino también de las olfativas, gustativas e internas.<br />

Por las características d<strong>el</strong> movimiento, se volcó solamente a través de la prosa, y dentro de <strong>el</strong>la principalmente de<br />

la nov<strong>el</strong>a, que alcanza su momento de apogeo entonces.<br />

La nov<strong>el</strong>a es un género literario tan variable que su definición no es aplicable a todas sus expresiones. Pese a <strong>el</strong>lo<br />

hay ciertas características in<strong>el</strong>udibles, y podría decirse que se trata de una narración en prosa que cuenta la historia de<br />

uno o más personajes, dentro de un espacio y un tiempo. Agregaríamos que muestra <strong>el</strong> conflicto de un hombre con los<br />

acontecimientos, o con su destino, pues sin conflicto una nov<strong>el</strong>a carecería de interés.<br />

La nov<strong>el</strong>a posee pues una acción que gira alrededor de uno o muchos personajes, y esa acción ocurre en un tiempo<br />

determinado que puede o no estar ordenado cronológicamente. Pero no se trata simplemente de acciones; una nov<strong>el</strong>a<br />

posee también una trama, es decir, una r<strong>el</strong>ación de causalidad en los hechos, que conduce a un misterio. Ese misterio a<br />

ser resu<strong>el</strong>to en <strong>el</strong> que la nov<strong>el</strong>a desembocará, es lo que hace que <strong>el</strong> lector continúe hasta <strong>el</strong> final.<br />

La trama debe desarrollarse de manera lógica, coherente desde <strong>el</strong> punto de vista psicológico, con una correcta<br />

r<strong>el</strong>ación de causa a efecto.<br />

Entre los diversos tipos de nov<strong>el</strong>a, <strong>el</strong> realismo se inclinó generalmente a la nov<strong>el</strong>a social, ya que servía<br />

perfectamente como vehículo a los objetivos buscados. Hay también ejemplos de nov<strong>el</strong>as históricas, como La guerra y<br />

la paz, de Tolstoi, o las d<strong>el</strong> uruguayo Acevedo Díaz.<br />

Otra forma literaria cultivada por <strong>el</strong> realismo es la nouv<strong>el</strong>le. Utilizamos <strong>el</strong> término francés con que en general se la<br />

designa, porque no existe ningún equivalente en cast<strong>el</strong>lano. La nouv<strong>el</strong>le es una narración más breve que la nov<strong>el</strong>a,<br />

podría decirse que se trata de una nov<strong>el</strong>a corta. Aunque por su extensión se aproxima más al cuento, sus leyes de<br />

funcionamiento son diferentes. El cuento es una narración breve, concentrada, que r<strong>el</strong>ata un solo hecho al que tiende<br />

desde la primera palabra. La nouv<strong>el</strong>le, en cambio, tiene una mayor extensión y un desarrollo más complejo, aunque<br />

no alcanza a ser un mundo integrado como la nov<strong>el</strong>a. En general posee pocos personajes, y aunque narra varios<br />

episodios de sus vidas, dichos acontecimientos son altamente significativos y giran alrededor d<strong>el</strong> personaje central. En<br />

esta forma narrativa intermedia hay una aglutinación de las acciones alrededor d<strong>el</strong> protagonista, los personajes<br />

secundarios son esbozados apenas y solo en función de él.<br />

Las características generales podrían resumirse en los siguientes puntos:<br />

1. El lenguaje no es considerado un valor creativo en sí mismo, sino un medio destinado a describir <strong>el</strong> ámbito de<br />

los sucesos, las acciones realizadas y los caracteres que las llevan a cabo.<br />

2. Por lo tanto, <strong>el</strong> nov<strong>el</strong>ista trata de emplear un lenguaje utilitario, sencillo, directo, apto para reproducir la<br />

realidad sin ambigüedades o simbolismos.<br />

3. Cae, inclusive, en <strong>el</strong> detalle excesivo, pues la realidad es la verdad. Podemos decir, por ende, que se caracteriza<br />

por <strong>el</strong> afán de verosimilitud. Se su<strong>el</strong>e comenzar con la ubicación en <strong>el</strong> tiempo y <strong>el</strong> espacio; <strong>el</strong> marco de la<br />

narración. Se describe <strong>el</strong> espacio y los objetos con profusión de detalles, utilizando todo tipo de imágenes<br />

sensoriales que le permitan al lector imaginarlo. El orden de la descripción de los espacios su<strong>el</strong>e ser de mayor a<br />

menor: la ciudad, <strong>el</strong> barrio, la casa. Estas descripciones, muchas veces extensas, permiten la aclimatación d<strong>el</strong><br />

lector dándole una sensación de familiaridad.<br />

4. El ámbito de los sucesos narrados es aproximadamente contemporáneo a la composición de la nov<strong>el</strong>a y<br />

constituye un fondo histórico real para los acontecimientos ficticios pero verosímiles en que se hallan<br />

comprometidos los personajes nov<strong>el</strong>escos; describe, pues, un mundo identificable para los lectores de la época<br />

a la que pertenece <strong>el</strong> propio autor.<br />

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<strong>Sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>Realismo</strong> y <strong>el</strong> <strong>Naturalismo</strong> d<strong>el</strong> <strong>Siglo</strong> <strong>XIX</strong><br />

Guy de Maupassant<br />

5. Ese ámbito proporciona, además, un marco social de características propias, con pautas de estratificación y de<br />

movilidad claramente definidas.<br />

6. El centro de interés narrativo está dado por las acciones que cumple <strong>el</strong> protagonista –que es generalmente<br />

una persona joven– para ubicarse favorablemente en ese marco social, en un intento de consolidar su situación<br />

o de mejorarla. No pretende cambiar al mundo, ya que la sociedad en la que se encuentra inserto es estable.<br />

7. En esta búsqueda de prosperidad –que determina <strong>el</strong> triunfo o fracaso individual–, <strong>el</strong> protagonista apetece<br />

prestigio y fortuna, y a menudo <strong>el</strong> matrimonio constituye una vía de acceso para <strong>el</strong>lo.<br />

8. Las características de la empresa que cumple <strong>el</strong> protagonista son indicativas de los valores que prevalecen en la<br />

sociedad en que esta se lleva acabo, en la cual imperan los criterios individualistas y competitivos de la<br />

mentalidad burguesa;<br />

9. La importancia d<strong>el</strong> individuo se refleja en <strong>el</strong> título de las nov<strong>el</strong>as, que generalmente llevan <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong><br />

protagonista u otro personaje importante: “Papá Goriot”, “Eugenia Grandet”, “Madame Bovary”, etc.<br />

10. En <strong>el</strong> curso de las peripecias que vive <strong>el</strong> protagonista, <strong>el</strong> acento puede caer en la pintura social o encaminarse<br />

hacia la minuciosa exploración psicológica d<strong>el</strong> comportamiento.<br />

11. En suma, <strong>el</strong> objetivo principal de la nov<strong>el</strong>a apunta hacia <strong>el</strong> examen de la conducta en circunstancias sociales<br />

específicas, propósito que generalmente acarrea un enjuiciamiento moral d<strong>el</strong> individuo y de la comunidad.<br />

12. El nov<strong>el</strong>ista tiende a conducirse como un narrador omnisciente que conoce todos los hechos acaecidos y que<br />

está facultado para penetrar en la conciencia de sus criaturas imaginarias cuando así lo crea necesario. Puede<br />

conducirse con una omnisciencia editorial (se entromete y opina) u omnisciencia neutral (solo narra, sin<br />

introducir juicios de valor sobre lo narrado).<br />

13. Además, su<strong>el</strong>e construir <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de acuerdo a una causalidad temporal lógica, respetando así <strong>el</strong> orden de los<br />

acontecimientos de la historia narrada. Por lo tanto, la trama es lineal, racional, desarrollada según <strong>el</strong> principio<br />

de causalidad (encadenamiento de causas y efectos). La nov<strong>el</strong>a de este siglo se basa en <strong>el</strong> esquema planteo,<br />

nudo, desenlace que desarrolla la expectativa. El lector está pendiente de lo que va a suceder, pues la trama<br />

lineal favorece <strong>el</strong> interés d<strong>el</strong> público.<br />

14. En general, <strong>el</strong> cuadro que se ofrece nos muestra una organización social estable, previsible, optimista.<br />

ACTIVIDADES EN TORNO AL MATERIAL<br />

Adaptado de:<br />

Diccionario de Términos Literarios, Ediciones Akal, 1997.<br />

Arnold Hauser: Historia social de la literatura y <strong>el</strong> arte, Editorial Labor, 1993.<br />

Óscar Tacca: Balzac y <strong>el</strong> realismo romántico, Cap. Universal/16, CEDAL, 1968.<br />

Jaime Rest, Cap. Universal/21, CEDAL, Bs. As., 1969.<br />

1. Ubica al realismo como corriente literaria y explica su surgimiento y evolución. Observa su r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong><br />

Romanticismo.<br />

2. Resume en sus aspectos esenciales la doctrina realista, cuál es su finalidad primordial. Para <strong>el</strong>lo, parte de la<br />

siguiente frase de Stendhal: “la nov<strong>el</strong>a es un espejo que se pasea a lo largo de un camino”.<br />

3. El r<strong>el</strong>ato realista presenta características propias. Indica cuáles son teniendo en cuenta la importancia d<strong>el</strong><br />

medio, la r<strong>el</strong>ación de la historia y <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato, la trascendencia de los objetos y d<strong>el</strong> individuo como ser social, <strong>el</strong><br />

estilo de la prosa narrativa realista y <strong>el</strong> modo como lleva a cabo la pintura de personajes.<br />

4. Ubica y caracteriza al <strong>Naturalismo</strong>. Intenta explicar sus diferencias con <strong>el</strong> <strong>Realismo</strong>.<br />

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Guy de Maupassant (1850‐1893)<br />

Su marido, a quien chocaba un poco ese gusto por la quincalla, repetía a menudo:<br />

“Querida mía, cuando uno no tiene medios para comprar alhajas de verdad, no<br />

Las joyas<br />

debe engalanarse más que con la b<strong>el</strong>leza y la gracia, que son las joyas más raras.”<br />

Pero <strong>el</strong>la sonreía dulcemente y repetía: “¿Qué quieres? Me gusta, es mi vicio. Sé<br />

perfectamente que tienes razón, pero no me acostumbro. ¡Habría adorado tener<br />

El señor Lantin conoció a aqu<strong>el</strong>la joven en una reunión, en casa d<strong>el</strong> subjefe de su<br />

joyas!”<br />

oficina, y <strong>el</strong> amor lo envolvió como una red.<br />

Y hacía rodar entre sus dedos los collares de perlas, resplandecer las facetas de los<br />

Era hija de un recaudador de provincias, muerto hacía varios años. Había ido a<br />

cristales tallados, repitiendo: “Mira qué bien hechos están. Se diría que son de<br />

continuación a París con su madre, quien trataba algunas familias burguesas de su<br />

veras.”<br />

barrio con la esperanza de casar a la jovencita. Eran pobres y honorables,<br />

El sonreía declarando: “Tienes gustos de gitana.”<br />

tranquilas y dulces. La joven parecía <strong>el</strong> tipo consumado de la mujer honrada con la<br />

A veces, por la noche, cuando se quedaban solos al amor de la lumbre, <strong>el</strong>la traía a<br />

que sueña un joven prudente para confiarle su vida. Su modesta b<strong>el</strong>leza tenía un<br />

la mesa donde tomaban <strong>el</strong> té la caja de tafilete donde encerraba la “pacotilla”,<br />

encanto de ang<strong>el</strong>ical pudor, y la imperceptible sonrisa que no se borraba de sus<br />

según la expresión d<strong>el</strong> señor Lantin; y se ponía a examinar sus alhajas de imitación<br />

labios parecía un reflejo de su corazón.<br />

con una atención apasionada, como si saborease un disfrute secreto y hondo; y se<br />

Todo <strong>el</strong> mundo cantaba sus alabanzas; todos cuantos la conocían repetían sin fin:<br />

empeñaba en pasar un collar por <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de su marido para reírse a continuación<br />

“Dichoso quien se la lleve. No podría encontrar nada mejor.”<br />

con toda su alma, exclamando: “¡Qué gracioso estás!” Después se arrojaba en sus<br />

El señor Lantin, entonces oficial primero d<strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> interior, con su su<strong>el</strong>do<br />

brazos y le besaba locamente.<br />

anual de tres mil quinientos francos, pidió su mano y se casó con <strong>el</strong>la.<br />

Una noche de invierno que había ido a la Opera regresó a casa temblando de frío.<br />

Fue inverosímilmente f<strong>el</strong>iz con <strong>el</strong>la. Gobernó su casa con tan certera economía que<br />

Al día siguiente tosía. Ocho días después moría de una congestión pulmonar.<br />

parecía vivir en <strong>el</strong> lujo. No había atenciones, d<strong>el</strong>icadezas, mimos que no tuviera<br />

Lantin estuvo a punto de seguirla a la tumba. Su desesperación fue tan terrible que<br />

con su marido; y la seducción de su persona era tan grande que, seis años después<br />

su cab<strong>el</strong>lo encaneció en un mes. Lloraba de la mañana a la noche, desgarrada <strong>el</strong><br />

de su encuentro, él la amaba aún más que los primeros días.<br />

alma por un sufrimiento intolerable obsesionado por <strong>el</strong> recuerdo, por la sonrisa,<br />

Sólo le censuraba dos aficiones: la d<strong>el</strong> teatro y la de las joyas falsas.<br />

por la voz, por todo <strong>el</strong> encanto de la muerta.<br />

Sus amigas (conocía a algunas mujeres de modestos funcionarios) le procuraban a<br />

El tiempo no aplacó su dolor. A menudo, durante las horas de oficina, mientras sus<br />

cada momento palcos para las piezas en boga, e incluso para los estrenos; y <strong>el</strong>la<br />

colegas venían a charlar un rato de las cosas d<strong>el</strong> día, se veía de pronto hincharse<br />

arrastraba, quieras que no, a su marido a estas diversiones que lo fatigaban<br />

sus mejillas, arrugarse su nariz, llenarse sus ojos de agua; hacía una mueca<br />

espantosamente después de su jornada de trabajo. Entonces él le suplicó que<br />

horrorosa y empezaba a sollozar.<br />

accediera a ir al espectáculo con alguna señora conocida que la acompañaría luego<br />

Había conservado intacta la habitación de su compañera, donde se encerraba<br />

a casa. Ella tardó mucho en ceder, juzgando poco conveniente esta manera de<br />

todos los días para pensar en <strong>el</strong>la; y todos los muebles, hasta los propios trajes,<br />

obrar. Por fin se decidió a complacerlo, y él se lo agradeció infinitamente.<br />

seguían en su sitio, como se encontraban <strong>el</strong> último día.<br />

Ahora bien, esta afición al teatro engendró pronto en <strong>el</strong>la la necesidad de<br />

Pero la vida se le hacía dura. Su su<strong>el</strong>do, que entre las manos de su mujer bastaba<br />

adornarse. Sus vestidos seguían siendo muy sencillos, es cierto, siempre de buen<br />

para todas las necesidades d<strong>el</strong> hogar, resultaba ahora insuficiente par él solo. Y se<br />

gusto, aunque modestos; y su dulce gracia, su irresistible gracia, humilde y<br />

preguntaba con estupor cómo había sabido arreglárs<strong>el</strong>as <strong>el</strong>la para darle de beber<br />

sonriente, parecía adquirir un nuevo sabor con la sencillez de sus trajes, pero<br />

todos los días vinos exc<strong>el</strong>entes y de comer alimentos d<strong>el</strong>icados que ya no podía<br />

adquirió la costumbre de colgar de sus orejas dos gruesas piedras d<strong>el</strong> Rin que<br />

procurarse con sus modestos recursos.<br />

simulaban diamantes, y llevaba collares de perlas falsas, pulseras de similor,<br />

Contrajo algunas deudas y corrió detrás d<strong>el</strong> dinero a la manera de la gente<br />

peinetas adornadas con abalorios variados imitando piedras finas.<br />

reducida al extremo. Una mañana, por fin, al encontrarse sin un céntimo, toda una<br />

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semana antes d<strong>el</strong> final de mes, pensó en vender algo; y al punto se le ocurrió la ‐Caballero, lo vendí por veinticuatro mil. Estoy dispuesto a recobrarlo por<br />

idea de deshacerse de la “pacotilla” de su mujer, pues había guardado en <strong>el</strong> fondo dieciocho mil, una vez que usted me haya indicado, para obedecer a las<br />

de su corazón una especie de rencor contra aqu<strong>el</strong>los “engañabobos” que antaño le prescripciones legales, cómo ha llegado a su poder.”<br />

irritaban. Su propia vista, cada día, le estropeaba un poco <strong>el</strong> recuero de su bien Esta vez <strong>el</strong> señor Lantin se sentó, paralizado de asombro. Respondió: “Pero...,<br />

amada.<br />

pero, examín<strong>el</strong>o atentamente, caballero, yo había creído hasta ahora que<br />

Buscó un buen rato en <strong>el</strong> montón de quincalla que <strong>el</strong>la había dejado, pues hasta era...falso.”<br />

los últimos días de su vida había seguido comprándola obstinadamente, trayendo El joyero prosiguió: “¿Quiere decirme su nombre, caballero?<br />

casi cada noche un nuevo objeto, y se decidió por <strong>el</strong> gran collar que <strong>el</strong>la parecía ‐Claro que sí. Me llamo Lantin, trabajo en <strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> interior y vivo en <strong>el</strong><br />

preferir, y que podría valer, pensaba, seis u ocho francos, porque verdaderamente dieciséis de la calle de los Mártires.”<br />

era de un trabajo muy cuidado para ser falso.<br />

El comerciante abrió sus libros, buscó y exclamó: “En efecto, este collar fue<br />

Se lo metió en <strong>el</strong> bolsillo y marchó hacia <strong>el</strong> ministerio por los bulevares, buscando enviado a la dirección de la señora Lantin, en <strong>el</strong> dieciséis de la calle de los Mártires,<br />

una joyería que le inspirase confianza.<br />

<strong>el</strong> veinte de julio de mil ochocientos setenta y seis.”<br />

Por fin vio una y entró, un poco avergonzado de exhibir así su miseria y de tratar Y los dos hombres se miraron a los ojos, <strong>el</strong> empleado loco de sorpresa, <strong>el</strong> orfebre,<br />

de vender una cosa de tan escaso valor.<br />

oliéndose un robo.<br />

“Caballero –le dijo al joyero‐, quisiera saber en cuánto valora usted esta pieza.” Este prosiguió: “¿Quiere usted dejarme este objeto durante veinticuatro horas<br />

El hombre recibió <strong>el</strong> objeto, lo examinó, le dio vu<strong>el</strong>tas, lo sopesó, cogió una lupa, solamente? Le daré un recibo.”<br />

llamó a su dependiente, le hizo en voz baja unas observaciones, volvió a depositar El señor Lantin balbució: “Claro que sí”. Y salió doblando <strong>el</strong> pap<strong>el</strong>, que se metió en<br />

<strong>el</strong> collar sobre <strong>el</strong> mostrador y lo miró de lejos para juzgar mejor <strong>el</strong> efecto.<br />

<strong>el</strong> bolsillo.<br />

El señor Lantin, molesto por tantas ceremonias, abría ya la boca para declarar: Después cruzó la calle, subió por <strong>el</strong>la, advirtió que se equivocaba de camino, volvió<br />

“¡Oh! Sé muy bien que no tiene <strong>el</strong> menor valor”, cuando <strong>el</strong> joyero dijo:<br />

a bajar hasta las Tullerías, pasó <strong>el</strong> Sena, reconoció de nuevo su error, regresó a los<br />

“Caballero, vale de doce a quince mil francos; pero sólo podría comprarlo si usted Campos Eliseos sin una idea clara en la cabeza. Se esforzaba por razonar, por<br />

me da a conocer exactamente su procedencia.”<br />

comprender. Su mujer no había podido comprar un objeto de semejante valor. –<br />

El viudo abrió unos ojos enormes y se quedó boquiabierto, sin entender. Por fin No, desde luego. – Pero, entonces, ¿era un regalo? ¡Un regalo! Un regalo, ¿de<br />

balbució: “¿Dice usted...? ¿Está seguro?” El otro se engañó en lo tocante a su quién? ¿Por qué?<br />

asombro, y, con tono seco: “Puede usted mirar si en otra parte le dan más. Para mí Se había parado, y permanecía de pie en medio de la avenida. Lo rozó una horrible<br />

esto vale, como mucho, quince mil. Vu<strong>el</strong>va usted a verme si no encuentra quien le duda. ‐¿Ella?‐ Pero entonces, ¡todas las otras joyas eran también regalos! Le<br />

dé más,”<br />

pareció que la tierra se movía; que un árbol, d<strong>el</strong>ante de él, se desplomaba;<br />

El señor Lantin, completamente atontado, recogió su collar y se marchó,<br />

extendió los brazos y cayó al su<strong>el</strong>o, privado d<strong>el</strong> conocimiento.<br />

obedeciendo a una confusa necesidad de encontrarse solo y reflexionar.<br />

Recobró <strong>el</strong> sentido en una farmacia adonde los transeúntes lo habían llevado. Se<br />

Pero en cuanto estuvo en la calle le invadió la necesidad de reír, y pensó: “¡Qué hizo acompañar a su casa, y se encerró.<br />

imbécil! ¡Oh qué imbécil! ¡Si le hubiera cogido la palabra! ¡Ahí tienes un joyero que Lloró enloquecido hasta la noche, mordiendo un pañu<strong>el</strong>o para no gritar. Después<br />

no sabe distinguir lo verdadero de lo falso!”<br />

se metió en cama abrumado de fatiga, y durmió con un pesado sueño.<br />

Y penetró en otra joyería a la entrada de la rue de la Paix. En cuanto vio la joya, <strong>el</strong> Un rayo de sol lo despertó, y se levantó lentamente, para ir a su ministerio. Era<br />

orfebre exclamó:<br />

duro trabajar después de semejante conmoción. Reflexionó entonces que podía<br />

“¡Ah, pardiez! Conozco bien este collar, lo compraron aquí.”<br />

disculparse con su jefe, y le escribió. Luego pensó que tenía que volver por la<br />

El señor Lantin, muy turbado, preguntó:<br />

joyería, y enrojeció de vergüenza. Se quedó un buen rato reflexionando. Sin<br />

“¿Cuánto vale?<br />

embargo, no podía dejar <strong>el</strong> collar en la tienda de aqu<strong>el</strong> hombre. Se vistió y salió.<br />

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Hacía buen tiempo, <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o azul se extendía sobre la ciudad, que parecía sonreír.<br />

Unos ociosos caminaban sin rumbo, con las manos en los bolsillos.<br />

Lantin se dijo, al verlos pasar: “¡Qué f<strong>el</strong>iz es uno cuando tiene fortuna! Con dinero,<br />

uno puede sacudirse hasta las penas, va a donde quiere, viaja, se distrae. ¡Ah, si yo<br />

fuera rico!”<br />

Se dio cuenta de que tenía hambre, pues no había comido desde la antevíspera.<br />

Pero sus bolsillos estaban vacíos, y se acordó d<strong>el</strong> collar. ¡Dieciocho mil francos!<br />

¡Bonita suma!<br />

Se dirigió a la rue de la Paix y empezó a pasear de arriba abajo por la acera, frente<br />

a la tienda. ¡Dieciocho mil francos! Veinte veces estuvo a punto de entrar, pero la<br />

vergüenza lo detenía siempre.<br />

Tenía hambre, no obstante, mucha hambre, y ni un céntimo. Se decidió<br />

bruscamente, cruzó corriendo la calle, para no dar tiempo de reflexionar, y se<br />

precipitó en la joyería.<br />

Tan pronto como lo vio <strong>el</strong> comerciante se mostró solícito, le ofreció una silla con<br />

sonriente cortesía. Llegaron los propios dependientes, los cuales miraban hacia<br />

Lantin con regocijo en los ojos y en los labios.<br />

El joyero declaró: “Me he informado, caballero, y si usted sigue en la misma<br />

disposición, estoy dispuesto a pagarle la suma que le propuse.”<br />

El empleado murmuró: “Claro que sí”.<br />

El orfebre sacó de un cajón dieciocho billetes grandes, los contó, se los tendió a<br />

Lantin, quien firmó un pequeño recibo y se metió con manos temblonas <strong>el</strong> dinero<br />

en <strong>el</strong> bolsillo.<br />

Después, cuando iba a salir, se volvió hacia <strong>el</strong> comerciante, que seguía sonriendo y,<br />

bajando la vista: “Tengo..., tengo otras joyas... que provienen... de la misma<br />

herencia. ¿Le convendría comprárm<strong>el</strong>as también?”<br />

El comerciante se inclinó: “Claro que sí, caballero.” Uno de los dependientes salió<br />

para reírse a sus anchas; otros se sonaba con fuerza.<br />

Lantin, impasible, rojo y grave, anunció: “Vendré a traérs<strong>el</strong>as.”<br />

Y cogió un simón para ir a buscar las alhajas.<br />

Cuando volvió a la joyería, una hora después, todavía no había almorzado. Se<br />

pusieron a examinar los objetos pieza por pieza, valorando cada uno. Casi todos<br />

procedían de la casa.<br />

Lantin, ahora, discutía las estimaciones, se enfadaba, exigía que le enseñasen los<br />

libros de ventas, y hablaba cada vez más alto a medida que se <strong>el</strong>evaba la suma.<br />

Los gruesos brillantes de las orejas valían veinte mil francos; las pulseras, treinta y<br />

cinco mil; los broches, anillos y medallones, dieciséis mil; un aderezo de<br />

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esmeraldas y zafiros, catorce mil; un solitario colgado de una cadena de oro<br />

formando collar, cuarenta mil; <strong>el</strong> total alcanzaba la cifra de ciento noventa y seis<br />

mil francos.<br />

El comerciante declaró con burlona bonachonería: “Esto proviene de una persona<br />

que metía todos sus ahorros en joyas.”<br />

Lantin pronunció gravemente: “Es una manera como otra cualquiera de invertir <strong>el</strong><br />

dinero.” Y se marchó tras haber decidido con <strong>el</strong> comprador que al día siguiente se<br />

c<strong>el</strong>ebraría un peritaje.<br />

Cuando se encontró en la calle, miró la comuna Vendôme con ganas de trepar por<br />

<strong>el</strong>la, como si hubiera sido un palo de cucaña. Se sentía ligero, tanto como para<br />

jugar a piola con la estatua d<strong>el</strong> emperador encaramada allá arriba en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o.<br />

Fue a almorzar a Voisin y bebió vino de veinte francos la bot<strong>el</strong>la.<br />

Después cogió un simón y dio una vu<strong>el</strong>ta por <strong>el</strong> Bosque. Miraba los carruajes con<br />

cierto desprecio, oprimido por <strong>el</strong> deseo de gritar a los transeúntes: “También yo<br />

soy rico. ¡Tengo doscientos mil francos!”<br />

El recuerdo de su ministerio volvió a él. Mandó que lo llevaran allá, entró<br />

resu<strong>el</strong>tamente en <strong>el</strong> despacho de su jefe y anunció: “Vengo a presentar mi<br />

dimisión, señor. He recibido una herencia de trescientos mil francos.” Fue a<br />

estrechar las manos de sus ex colegas y les confió sus proyectos de una nueva<br />

existencia; después cenó en <strong>el</strong> Café Inglés.<br />

Al encontrarse al lado de un señor que le pareció distinguido, no pudo resistir <strong>el</strong><br />

prurito de confiarle, con cierta coquetería, que acababa de heredar cuatrocientos<br />

mil francos.<br />

Por primera vez en su vida no se aburrió en <strong>el</strong> teatro y pasó la noche con fulanas.<br />

Seis meses después volvía a casarse. Su segunda mujer era muy honesta, pero de<br />

carácter difícil. Le hizo sufrir mucho.

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